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RECENSIONES RECENSIONES 332 Historia y Política ISSN: 1575-0361, núm. 18, Madrid, julio-diciembre (2007), págs. 327-357 pequeños núcleos rurales, que ha sido hasta hace poco el retrato robot de los seguidores de Le Pen. La extrema derecha actual recoge los restos de esa explo- sión de malestares diversos que sufren los ciudadanos de muy diversa condición social en el seno de las democracias en crisis de representación. Eduardo González Calleja PETER FRITZSCHE: De alemanes a nazis, 1914-1933, Siglo XXI Editores Argen- tina, Buenos Aires, 2006, 260 págs. Ocho años después de ver la luz en su edición original, aparece ahora la versión española de este trabajo apasionante de Peter Fritzsche, un libro que, en medio de las toneladas de hojas impresas sobre el nacionalsocialismo, brinda una interpretación singular sobre el nacimiento y expansión de aquel fenómeno de masas surgido en el período de entreguerras. Interpretación singular, en pri- mer lugar, por ceñirse al plano de las ideas y de la cultura desmarcándose de las interpretaciones políticas o estructurales más clásicas, pero también por indagar en el complejo plano de la formación de las identidades colectivas desde la perspectiva de los ciudadanos de a pie, de los hombres y mujeres anónimos que nutrieron las filas de este movimiento. Y singular, igualmente, por alejarse de las visiones condenatorias y morales para explicar con distanciamiento las raí- ces de un experimento político por definición inquietante, que marcó con huella indeleble la historia del mundo en el siglo XX. En la medida en que el autor subraya el poder de atracción de sus ideas igualitarias para muchos millones de alemanes, hace ver cómo ese igualitarismo de raíz popular terminó por sustan- ciarse en un movimiento a todas luces totalitario en virtud de una combinación sui géneris de nacionalismo y democracia: «El nazismo atrajo a tantos alemanes debido a su amplia base social, a su populismo y a su retórica antielitista. Su racismo y su antisemitismo probablemente realzaron más que socavaron la imagen popular del movimiento. Por consiguiente, el nazismo está más cerca de nuestras tradiciones políticas de lo que nos gusta creer». La tesis del libro se explicita claramente desde su arranque: en última ins- tancia, el nazismo habría sido la culminación de una revolución nacional inicia- da no con el colapso de la monarquía alemana en 1918 sino con el estallido de la guerra en 1914. Quince años después, la Gran Depresión le brindó un marco ideal para su crecimiento, pero ello no implica que este movimiento pueda ser reducido a mera reacción frente a una época de crisis económica o, yendo más atrás, a una respuesta al Tratado de Versalles, por más que resultara una afrenta incuestionable para la mayoría de los alemanes. El populismo nacional-socia- lista surgió y se desarrolló mucho antes de la llegada del Partido Nazi al poder, incluso mucho antes de su nacimiento. Inspirado en la idea de la Volksgemeins- chaft (comunidad del pueblo), ese nacionalismo popular, reflejado en múltiples

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    ISSN: 1575-0361, nm. 18, Madrid, julio-diciembre (2007), pgs. 327-357

    pequeos ncleos rurales, que ha sido hasta hace poco el retrato robot de los seguidores de Le Pen. La extrema derecha actual recoge los restos de esa explo-sin de malestares diversos que sufren los ciudadanos de muy diversa condicin social en el seno de las democracias en crisis de representacin.

    Eduardo Gonzlez Calleja

    Peter FritzSche: De alemanes a nazis, 1914-1933, Siglo xxi Editores Argen-tina, Buenos Aires, 2006, 260 pgs.

    Ocho aos despus de ver la luz en su edicin original, aparece ahora la versin espaola de este trabajo apasionante de Peter Fritzsche, un libro que, en medio de las toneladas de hojas impresas sobre el nacionalsocialismo, brinda una interpretacin singular sobre el nacimiento y expansin de aquel fenmeno de masas surgido en el perodo de entreguerras. Interpretacin singular, en pri-mer lugar, por ceirse al plano de las ideas y de la cultura desmarcndose de las interpretaciones polticas o estructurales ms clsicas, pero tambin por indagar en el complejo plano de la formacin de las identidades colectivas desde la perspectiva de los ciudadanos de a pie, de los hombres y mujeres annimos que nutrieron las filas de este movimiento. Y singular, igualmente, por alejarse de las visiones condenatorias y morales para explicar con distanciamiento las ra-ces de un experimento poltico por definicin inquietante, que marc con huella indeleble la historia del mundo en el siglo xx. En la medida en que el autor subraya el poder de atraccin de sus ideas igualitarias para muchos millones de alemanes, hace ver cmo ese igualitarismo de raz popular termin por sustan-ciarse en un movimiento a todas luces totalitario en virtud de una combinacin sui gneris de nacionalismo y democracia: El nazismo atrajo a tantos alemanes debido a su amplia base social, a su populismo y a su retrica antielitista. Su racismo y su antisemitismo probablemente realzaron ms que socavaron la imagen popular del movimiento. Por consiguiente, el nazismo est ms cerca de nuestras tradiciones polticas de lo que nos gusta creer.

    La tesis del libro se explicita claramente desde su arranque: en ltima ins-tancia, el nazismo habra sido la culminacin de una revolucin nacional inicia-da no con el colapso de la monarqua alemana en 1918 sino con el estallido de la guerra en 1914. Quince aos despus, la Gran Depresin le brind un marco ideal para su crecimiento, pero ello no implica que este movimiento pueda ser reducido a mera reaccin frente a una poca de crisis econmica o, yendo ms atrs, a una respuesta al Tratado de Versalles, por ms que resultara una afrenta incuestionable para la mayora de los alemanes. El populismo nacional-socia-lista surgi y se desarroll mucho antes de la llegada del Partido Nazi al poder, incluso mucho antes de su nacimiento. Inspirado en la idea de la Volksgemeins-chaft (comunidad del pueblo), ese nacionalismo popular, reflejado en mltiples

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    y dispares manifestaciones sociales, culturales y polticas, resisti en nombre de la nacin a la izquierda marxista, pero tambin se defini por contraposicin a las elites tradicionales. Fue la guerra la que produjo la transformacin de la idea de nacin que tanto ascendiente social alcanz en Alemania, tanto en la izquier-da como en la derecha del espectro poltico, y que luego, ms adelante, capita-lizaran en provecho propio los nazis. Por ello no se les puede considerar de forma aislada como ha sido habitual hacerlo, porque ellos se beneficiaron de los xitos de movimientos y organizaciones anteriores de amplia y heterognea sustentacin popular. Los alemanes se volvieron nazis porque quisieron volver-se nazis y porque los nazis hablaron con elocuencia a sus intereses y recogieron con eficacia sus inclinaciones. Si los nazis obtuvieron mayoras tan decisivas en 1932 y 1933 en un alto grado se debi a su condicin de innovadores ideolgi-cos as como al hecho de apartarse de las tradiciones polticas establecidas, sa-biendo identificarse con una forma claramente popular de nacionalismo y con las reformas sociales bsicas que anhelaba la mayora del pas: El nazismo prosper en la medida en que pareca constituir una alternativa tanto a la rep-blica democrtica como a las tradiciones del imperio. En muchos sentidos, es engaoso caracterizar a los nacionalsocialistas como un partido de derecha; tanto ellos como millones de alemanes tomaban en serio los aspectos sociales y supuestamente progresistas de su programa poltico.

    La originalidad de este libro se proyecta tambin al trascender las tpicas narraciones lineales y omnicomprensivas al uso. Aunque se cie al perodo 1914-1933, en realidad constituye una secuencia impresionista que se para en tres momentos claves: los inicios de la Gran Guerra, su final y el ao en que los nazis subieron al poder, contextos entre los que el autor atisba una lnea de continuidad clara por encima de sus peculiaridades temporales especficas. La primera imagen porque con imgenes arrancan los tres vrtices de la narra-cin viene dada por la muchedumbre concentrada en la Odeonplatz de Mu-nich el 2 de agosto de 1914, foto en la que se detecta la presencia de ese indi-gente pintor austriaco llamado a cambiar la historia de Alemania y del mundo entero, Adolfo Hitler. Al diseccionar su significado, el autor reflexiona sobre cmo los ciudadanos se echaron a la calle en toda Alemania para expresar el sentimiento compartido de ser alemanes al calor de la explosin de nacionalis-mo popular marchas, canciones marciales, banderas, uniformes, calles ates-tadas con gentes electrizadas por la emotividad del momento que sigui a la declaracin de guerra en aquel verano, al poco del atentado de Sarajevo. Una ola recordada ms tarde como los Das de Agosto, que inauguraron un perodo en el que las diferencias de clase, credo y religin parecieron borrarse, transmi-tiendo la impresin de que el pueblo (el Volk) se haba forjado en una sola pieza. La consiguiente lucha por la supervivencia y las actividades colectivas empren-didas para afrontar la guerra total constituyeron su correlato en los cuatro aos que vinieron a continuacin, sentando un precedente que Hitler perseguira a posteriori el resto de su vida; es decir, la recuperacin de ese sentimiento de

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    unin inconmovible basado en un nacionalismo de origen tnico y en el autosa-crificio del pueblo. Un nacionalismo de nuevo cuo que trascenda las manifes-taciones identitarias oficiales previas en las que el pueblo haba jugado un papel menor. El protagonismo del pueblo era algo completamente nuevo, que conse-gua proyectar la nacin como una colectividad ms abarcativa y menos jerr-quicamente constituida.

    En el perodo que sigui a la fecha crucial de 1914 se afirm un sentimien-to de identidad alemn ms intenso, incluso en una regin tan dscola como Baviera, debilitndose por el contrario la tradicional lealtad a la Monarqua. La guerra, lejos de romper la sociedad civil, transform el nacionalismo alemn, confirindole mayor profundidad emocional al ligarlo con la reforma social y la ampliacin de los derechos polticos del pueblo. De hecho, el conflicto comple-t el proceso de unificacin nacional inconcluso desde la fundacin del Reich en 1871. Tanto en el frente como en la retaguardia, las diferencias sociales y polticas se difuminaron, anudndose la camaradera y la solidaridad intercla-sista hasta extremos impensables poco antes. Es ms, las penurias inherentes al conflicto inflacin, caresta, racionamiento, muertos, invlidos apenas habran minado la moral de aquella sociedad. La mayora de los ciudadanos (mujeres, ancianos y nios incluidos) se organizaron para sostener el esfuerzo de guerra, al tiempo que los soldados cumplan las rdenes y mantenan inclu-me el sentimiento de pertenencia a la nacin que justificaba su lucha. Millones de personas compartieron la efusiva retrica de armona social, como tambin los socialistas grupos minoritarios al margen, que se integraron como nun-ca en la comunidad nacional al sentarse las bases de un orden capitalista coope-rativo donde los derechos de los trabajadores recibieron un reconocimiento pblico sin precedentes. Tanto fue as que la guerra fortaleci a los sindicatos y al Partido Socialdemcrata. Fritzsche llama la atencin sobre cmo, pese a las increbles penurias que atraves la poblacin alemana en estos aos, slo un nmero sorprendentemente pequeo de ciudadanos rompi la tregua poltica establecida al inicio de la guerra. Prueba de ello habran sido la magnitud limi-tada de los disturbios populares y la escasa atraccin de las fuerzas antisistema (socialistas independientes y espartaquistas) entre el electorado.

    Ni siquiera la abdicacin del Kiser ni la revolucin popular que le sigui habran roto aquel andamiaje solidario. Fritzsche matiza la interpretacin ms comnmente aceptada de aquella revolucin, considerada bajo una lgica de accin-reaccin entre el protagonismo proletario y la consiguiente respuesta de las clases medias y las elites burguesas. De hecho, enfatiza, la posicin de los trabajadores fue cualquier cosa menos unnime, y desde luego menos ra-dical de lo que muchos autores han apuntado. La mayora socialdemcrata, claramente comprometida en la construccin de la democracia de Weimar, se afirm frente a la derrota de los sectores radicales bolchevizados, de por s minoritarios. Mucho habran tenido que ver en ello los ecos de la retrica de los Das de Agosto y las experiencias solidarias y de servicio a la comunidad

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    ensayadas durante la guerra. Pero tambin la movilizacin mesocrtica, equi-parable en intensidad con la que nutrieron las clases trabajadoras. Tanto es as que la organizacin en 1918-1919 de grupos de inters de ese origen gran-jeros, empleados, funcionarios, comerciantes, artesanos no hallaba paran-gn en la historia de Alemania. Las elecciones a la Asamblea Nacional del 19 de enero de 1919 dieron buena cuenta de la fuerza de la movilizacin de las clases medias, al conceder una clara mayora (53%) a los partidos que las representaban frente a los socialdemcratas y la izquierda revolucionaria considerados conjuntamente. Si los sindicatos socialistas experimentaron un crecimiento impresionante en 1919 (7 millones de afiliados a finales de ao), no menos impresionante fue la proliferacin y arraigo del asociacionismo mesocrtico (al menos otros 4 millones), claro emulador de las frmulas de encuadramiento de los primeros. Y es que, como bien seala el autor, al igual que en otros pases (incluida Espaa, como el que suscribe se ha encargado modestamente de demostrar): Esa movilizacin del inters es uno de los rasgos ms sorprendentes de la vida poltica y social alemana despus de 1918, una suerte de corporativismo remozado que se dirigi a lograr el reco-nocimiento poltico de los propios derechos y aspiraciones.

    En la misma onda, aunque en otro plano, habra que situar al milln de ale-manes que fueron reclutados con una rapidez sorprendente en actividades y organizaciones paramilitares freikorps, guardias cvicas enfocadas a con-tener la amenaza de la revolucin, un fenmeno que no fue esa simple criatura de la reaccin que suelen retratar como tal, sino ms bien la expresin de una tendencia populista que tambin ayudara a conformar poco a poco el naciona-lismo radical que persegua la unidad social y poltica de la nacin, y que tam-bin poda considerarse heredera de los movimientos populares de solidaridad de la guerra. Para millones de alemanes, de hecho, la lucha contra los socialistas o comunistas se concibi cada vez ms como la lucha en defensa de la nacin. En su conjunto, todos los impulsos citados expresaron que la consecuencia ms reseable de la revolucin de noviembre de 1918 no fue tanto el gobierno par-lamentario que estableci como la organizacin y el activismo de miles de ciudadanos que hizo posible.

    En su recorrido impresionista, al dar el salto a 1933 y preguntarse por la multitud que se ech a la calle para celebrar la designacin de Hitler como can-ciller de Alemania, Fritzsche se plantea la clsica pregunta de por qu en torno al 40% del electorado alemn deposit su confianza en los nazis en 1932 y en 1933 y por qu los partidos conservadores (el Partido Nacional del Pueblo Ale-mn, el Partido Liberal y el Partido Catlico del Centro) les brindaron la mayora de dos tercios que necesitaban en el Parlamento para poder desmantelar la demo-cracia a travs de una legislacin de emergencia. Y aqu es cuando nuestro autor explaya una respuesta que en modo alguno se ajusta a los parmetros interpreta-tivos ms tradicionales. A su juicio, la explicacin que toma como punto de re-ferencia el Tratado de Versalles y la Gran Depresin no resulta satisfactoria. El

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    primero, porque la poltica exterior no jug un papel importante en el realinea-miento del comportamiento electoral alemn, ya que casi todas las fuerzas pol-ticas incluidos los socialdemcratas rechazaban el tratado, y adems el voto nazi masivo fue muy posterior y surgi de unas campaas electorales, las de 1930 y 1932, que centraron sus mensajes en cuestiones de poltica interna. Ms verosimilitud para explicar el triunfo del nazismo muestra para el autor el factor de la crisis econmica por lo que tuvo de desintegracin del tejido social. Sin duda ayud a la expansin del movimiento, pero la conexin con su ascenso no fue tan automtica como muchos historiadores han sostenido. Esta explicacin pierde de vista las tendencias a largo plazo previas a 1930 en las que el nacional-socialismo apoy su impresionante despegue. Como en la inmediata posguerra, tambin a lo largo de los aos veinte continuaron manifestndose los impulsos nacional-populistas autoritarios y antisocialistas de diverso signo grupos de intereses mesocrticos, Stahlhem (Cascos de Acero) que, tras desligarse de los partidos conservadores y liberales, sirvieron despus de plataforma a los nazis. A diferencia de los promotores de tales impulsos, los hitlerianos supieron com-binar el orgullo nacional con la reforma social como nadie y siempre con la vista puesta en el futuro. El gran esfuerzo organizativo realizado por ellos entre 1924 y 1929, trazado pacientemente a diario en todos los recovecos de la vida cotidiana, los catapult a los xitos electorales de principios de los aos treinta mucho ms que la Gran Depresin. Sus desvelos les hicieron ganar credibilidad por su genuina sensibilidad populista al cultivar el mensaje de que su opcin iba dirigida a mejorar la vida de los alemanes comunes y corrientes: los nazis pa-recan ser para millones de protestantes y catlicos los representantes de un au-tntico partido del pueblo. Pero a diferencia de los socialdemcratas, insistan en que el suyo tena un propsito nacional.

    El intento era deliberado: incorporar a los alemanes en un destino colectivo y presentar a Hitler como el salvador de la nacin. Con tal fin idearon la coreografa para el inicio de la nueva Alemania que aunara a todos sus miembros como ya ocurriera en los Das de Agosto de 1914, que de nuevo volvan a la palestra cual mito fundacional originario. El empeo de atraer a todas las categoras sociales a esa empresa comn era claro, incluidos tambin los asalariados, lo que llevaba a los nazis a distanciarse abiertamente de las fuerzas reaccionarias que haban apa-drinado el nacionalismo preblico. Era lo que ms atraa de los nazis: su idea de nacin basada en el Volk, que se corresponda tanto con el nacionalismo popular de las clases medias como con las sensibilidades socialistas de los trabajadores. Ni la Alemania del Kiser ni la de Weimar haban conseguido aunar la renovacin nacional con la reforma social. Los nazis trenzaron hbilmente las hebras de la izquierda y la derecha polticas alentando una autntica revolucin nacional. Para ellos, el reconocimiento social de los trabajadores y su bienestar estaban indiso-lublemente unidos a la nacin. En este sentido, puede afirmarse que el xito les sonri ms que satisfactoriamente: casi un tercio de sus votantes salieron de los medios laborales, y muchos de sus votantes fueron obreros industriales proceden-

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    tes en parte de la socialdemocracia (un 10% en 1933). Desde este punto de vista, el nacionalsocialismo evocaba los esfuerzos cooperativos de la guerra, constitu-yendo as la culminacin de un proceso de movilizacin popular que se remon-taba a 1914 y ms all an. De hecho, afirma contundentemente Fritzsche, en enero de 1933 los nazis constituan el partido ms grande y socialmente ms di-verso de Alemania: Nunca antes la historia moderna alemana haba visto un movimiento popular tan inmenso.

    Ya instalado en el poder, Hitler produjo un verdadero impacto por el simple hecho de honrar pblicamente la contribucin de los trabajadores manuales a la construccin nacional, como reflej el 1 de mayo de 1933 en el campo de Tem-pelhof, el primer gran acto de una tendencia reiterada en los aos sucesivos. De ah la amplia legitimidad social que tambin alcanz el nuevo rgimen en ese espectro social, aunque las actitudes evidentemente no fueran uniformes. La conclusin ltima de Frietzsche resulta categrica, por escandalosa que pueda resultar a propios y extraos: Considerar a los nazis, como muchos observado-res todava lo hacen, como un movimiento conservador o reaccionario o peque-oburgus que formaba las tropas de choque de los grandes capitalistas es per-der de vista la destruccin que provocaron en los partidos tradicionales y las formas revolucionarias de legitimidad poltica que validaron. Su agresivo na-cionalismo y virulento antisemitismo no borraba su atractivo populista y anti-capitalista (como tampoco el amplio atractivo del nazismo exculpa el racismo, la violencia y la intolerancia que promovi).

    Fernando del Rey

    zeev Sternhell: Les anti-Lumires: du xviiie sicle la guerre froide, Fayard, Paris, 2006, 590 pgs.

    El ttulo de este nuevo libro de Zeev Sternhell no le hace entera justicia, aun siendo preciso. Porque si es cierto que se trata de una historia crtica de la g-nesis y el desarrollo del pensamiento antiilustrado, escrita con la erudicin y meticulosidad que caracterizan toda la obra del autor, tambin lo es que su al-cance trasciende los lmites de esa historia para transformarse en una urgente llamada de alerta, un manifiesto poltico e intelectual en defensa de la democra-cia, la igualdad y los derechos del hombre y el ciudadano. Construido como una polifona, en el libro suena un continuo que avanza in crescendo y se hace ms slido y apasionado a medida que se acerca a la poca contempornea.

    La exposicin, densa, abundante en referencias y generosa en las citas, rei-tera la afirmacin de que el mundo tal como es no es el nico posible. sa es la verdadera clave de bveda de un libro que culmina en muchos sentidos una obra de cuatro dcadas en la que el historiador israel ha analizado los orgenes inte-lectuales del desastre europeo del siglo xx, el nacionalismo y el fascismo. Des-

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