Ficha "Los Girasoles Ciegos"

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Lengua y Literatura 2º Bachillerato Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez. [Nota: los números romanos hacen referencia a los respectivos relatos; los arábigos, a la página en la edición de Anagrama] 1. Derrota y silencio: Que la herida abierta por la guerra civil sigue sin cicatrizar lo demuestra el enorme interés que en diferentes manifestaciones artísticas sigue suscitando como marco histórico o como asunto central. Es en esos «tiempos de lo incomprensible» (IV, 120), en la extrema dureza de la primera posguerra, donde Méndez ubica sus cuatro historias (significativamente, en el título de cada uno de los cuatro relatos aparece la etiqueta «derrota»; aun perteneciendo al bando vencedor, el capitán Alegría «no quería formar parte de la victoria»; I, 17) para erigirse en voz de los vencidos (lejos, no obstante, de caer en el maniqueísmo de buenos y malos: «Tendremos que elegir entre ganar una guerra o conquistar un cementerio» [I, 13]; «¿Cómo unos muertos podían pedir explicaciones a otros muertos» [III, 81]; «A pesar de que hoy he visto morir a un comunista, en todo lo demás, padre, he sido derrotado» [IV, 105]) y revelar la historia de cuatro fracasos (pese a ser ficticios, parece ser que las historias narradas no distan mucho de hechos reales conocidos por el autor en el exilio), que lo son por diferentes motivos (la deserción del bando de los vencedores, la huida, la invención de la realidad ajena en aras de salvar la vida propia así como la ocultación y el miedo a hablar), si bien en todos ellos es reiterado el sentimiento desolador, no solo por las circunstancias vitales de cada uno de los personajes, sino por la miseria moral de un mundo en el que «todo era real pero nada verdadero» (IV, 133), donde se impone, sobre el valor de la memoria reciente, un silencio que solo escucha verdades oficiales «Una de las cosas que más sorprende es que, inevitablemente, todos teníamos recuerdos de la guerra civil, del cerco de Madrid, de los acosos de las bombas y de los obuses. Sin embargo nunca hablábamos de ello. / En el colegio, Franco, José Antonio primo de Rivera, la Falange, el Movimiento eran cosas […] que habían caído del cielo […] para devolver a los hombres la gloria y la cordura. No había víctimas, eran héroes, no había muertos, eran caídos por Dios y por España, y no había guerra porque la Victoria, al escribirse con mayúsculas, era algo más parecido a la fuerza de la gravedad que a la resolución de un conflicto entre hombres (IV, 130). No se trata tanto de que la guerra imponga la imposibilidad de hablar (como le ocurre a Ricardo Mazo; IV, 138) pese a la tenacidad del miedo (II, 49), sino de que los «silencios y oscuridades» (IV, 116), cuando no la monodia enferma (cf. los días finales de Ceballos o del Rorro), termina por ser la solución más cómoda (en el caso de Lorenzo niño, refugiarse en el secreto; IV, 145) frente a unos «tiempos en que la palabra era importante» (IV, 132) 2. El testimonio de los vencidos: «Creo que no somos un pueblo maldito. Eso sería echar la culpa a otros» (III, 83). Las palabras del periodista Cruz Salido (cuya supervivencia le es encomendada a Juan Senra) son indicativas de la actitud que mantiene el escritor, más allá de la visión parcial de las diferentes voces de cada relato. Así, en cada uno de ellos se entremezclan diferentes puntos de vista (señalados con diferente tipografía), que alternan desde el discurso en primera persona (manuscrito encontrado de Eulalio Ceballos, II; notas de Juan Senra en la carta a su hermano Luis, III; carta del hermano Salvador y recuerdo autobiográfico de Lorenzo, IV) con un narrador externo y omnisciente (quien encuentra esos papeles desperdigados que funcionan a la manera de la «intrahistoria» unamuniana; con alguna variante, como el interrogatorio al capitán Alegría I-, en primera persona del plural). Así pues, el recurso del manuscrito encontrado (técnica de origen cervantino) dota a cada una de las historias de una verosimilitud que las acerca al lector, al tiempo que suponen un esfuerzo por reconstruir los registros y el vocabulario de los primeros años cuarenta (desde el engolamiento afectado de Salvador en IV a los arrobamientos líricos de Ceballos en II, sin olvidar la creatividad lingüística de la carta de Senra: «amortesía», «suavumbre», «desperpecho»; III, 94, que quiere transcribir el «lenguaje de mis sueños» para descubrir desengañado que se trata del idioma de los muertos), rasgo que manifiesta una voluntad de estilo de verdadera altura literaria.

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Aproximación inicial a la lectura de los cuatro relatos de Alberto Méndez. Pensada para 2o Bachillerato (PAU)

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  • Lengua y Literatura 2 Bachillerato

    Los girasoles ciegos, de Alberto Mndez. [Nota: los nmeros romanos hacen referencia a los respectivos relatos; los arbigos, a la pgina en la edicin de Anagrama]

    1. Derrota y silencio: Que la herida abierta por la guerra civil sigue sin cicatrizar lo demuestra el enorme inters que en diferentes manifestaciones artsticas sigue suscitando como marco histrico

    o como asunto central. Es en esos tiempos de lo incomprensible (IV, 120), en la extrema dureza

    de la primera posguerra, donde Mndez ubica sus cuatro historias (significativamente, en el ttulo

    de cada uno de los cuatro relatos aparece la etiqueta derrota; aun perteneciendo al bando

    vencedor, el capitn Alegra no quera formar parte de la victoria; I, 17) para erigirse en voz de

    los vencidos (lejos, no obstante, de caer en el maniquesmo de buenos y malos: Tendremos que

    elegir entre ganar una guerra o conquistar un cementerio [I, 13]; Cmo unos muertos podan

    pedir explicaciones a otros muertos [III, 81]; A pesar de que hoy he visto morir a un comunista,

    en todo lo dems, padre, he sido derrotado [IV, 105]) y revelar la historia de cuatro fracasos

    (pese a ser ficticios, parece ser que las historias narradas no distan mucho de hechos reales

    conocidos por el autor en el exilio), que lo son por diferentes motivos (la desercin del bando de

    los vencedores, la huida, la invencin de la realidad ajena en aras de salvar la vida propia as

    como la ocultacin y el miedo a hablar), si bien en todos ellos es reiterado el sentimiento

    desolador, no solo por las circunstancias vitales de cada uno de los personajes, sino por la miseria

    moral de un mundo en el que todo era real pero nada verdadero (IV, 133), donde se impone,

    sobre el valor de la memoria reciente, un silencio que solo escucha verdades oficiales Una de las

    cosas que ms sorprende es que, inevitablemente, todos tenamos recuerdos de la guerra civil, del

    cerco de Madrid, de los acosos de las bombas y de los obuses. Sin embargo nunca hablbamos de

    ello. / En el colegio, Franco, Jos Antonio primo de Rivera, la Falange, el Movimiento eran cosas

    [] que haban cado del cielo [] para devolver a los hombres la gloria y la cordura. No haba vctimas, eran hroes, no haba muertos, eran cados por Dios y por Espaa, y no haba guerra

    porque la Victoria, al escribirse con maysculas, era algo ms parecido a la fuerza de la gravedad

    que a la resolucin de un conflicto entre hombres (IV, 130). No se trata tanto de que la guerra

    imponga la imposibilidad de hablar (como le ocurre a Ricardo Mazo; IV, 138) pese a la tenacidad

    del miedo (II, 49), sino de que los silencios y oscuridades (IV, 116), cuando no la monodia

    enferma (cf. los das finales de Ceballos o del Rorro), termina por ser la solucin ms cmoda (en

    el caso de Lorenzo nio, refugiarse en el secreto; IV, 145) frente a unos tiempos en que la

    palabra era importante (IV, 132)

    2. El testimonio de los vencidos: Creo que no somos un pueblo maldito. Eso sera echar la culpa a otros (III, 83). Las palabras del periodista Cruz Salido (cuya supervivencia le es

    encomendada a Juan Senra) son indicativas de la actitud que mantiene el escritor, ms all de la

    visin parcial de las diferentes voces de cada relato. As, en cada uno de ellos se entremezclan

    diferentes puntos de vista (sealados con diferente tipografa), que alternan desde el discurso en

    primera persona (manuscrito encontrado de Eulalio Ceballos, II; notas de Juan Senra en la carta a

    su hermano Luis, III; carta del hermano Salvador y recuerdo autobiogrfico de Lorenzo, IV) con

    un narrador externo y omnisciente (quien encuentra esos papeles desperdigados que funcionan a

    la manera de la intrahistoria unamuniana; con alguna variante, como el interrogatorio al capitn

    Alegra I-, en primera persona del plural). As pues, el recurso del manuscrito encontrado (tcnica de origen cervantino) dota a cada una de las historias de una verosimilitud que las acerca

    al lector, al tiempo que suponen un esfuerzo por reconstruir los registros y el vocabulario de los

    primeros aos cuarenta (desde el engolamiento afectado de Salvador en IV a los arrobamientos

    lricos de Ceballos en II, sin olvidar la creatividad lingstica de la carta de Senra: amortesa,

    suavumbre, desperpecho; III, 94, que quiere transcribir el lenguaje de mis sueos para

    descubrir desengaado que se trata del idioma de los muertos), rasgo que manifiesta una voluntad

    de estilo de verdadera altura literaria.

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    Resulta asimismo relevante (en un estrato intradiegtico) la relacin de los propios personajes

    con su lengua; los horrores de la Guerra Civil alteran no solo la manera de hablar o pensar de los

    distintos personajes, sino la manera en que aquella configura el mundo. Basta pensar en la

    repeticin alucinada del nombre del hijo muerto en el cuaderno de Ceballos (II, 56), la renuncia

    del capitn Alegra a haber ganado una guerra (lo repite de manera insistente luego de su

    resurreccin como prisionero en Barajas), la necesidad de escape a travs del lenguaje en la carta de Senra (cf. el ttulo del relato; III, 98) o el cuestionamiento de la validez de la memoria en

    la aprehensin del mundo, pese al voluntarismo representativo, que se desprende del inicio de las

    notas de Lorenzo Mazo (Todo lo que ha sobrevivido ha alterado poco a poco su recuerdo porque

    su presencia real es incompatible con la derrota; IV, 106), desde nio acostumbrado a la

    perversin lingstica del rgimen de Franco: Tampoco entendamos qu significaba todo

    aquello, pero como todo el lenguaje era hiperblico, Cruzada quera decir guerra, rojos significaba

    demonios, nacional quera decir vencedor (IV, 145) Frente a la voluntad de resemantizar el

    lenguaje por parte del bando vencedor (vid. las interesantes connotaciones derivadas del empleo

    de los trminos luz y oscuridad en IV, 108), los derrotados se revelan incapaces de acomodarse a

    esta situacin (todos hablan un idioma extrao que no entiendo; III, 84), hasta el punto de que

    cuando recordar la verdad (III, 100) es lo que conduce a Senra a la muerte.

    3. Elementos cohesivos: Ms all de su consideracin independiente (la segunda de las derrotas fue premiada como relato autnomo), y adems de las concomitancias temticas y de

    motivos (derrota, recuerdo y olvido, fracaso, silencio, desolacin, muerte), la aparicin de un

    mismo personaje en ms de una historia confiere unidad estructural al libro. As, Carlos Alegra

    (I) es compaero de celda de Juan Senra (III; cf. la historia completa del Rorro, 87-90), y es en III

    donde se conoce su suicidio posterior al fusilamiento. Por otra parte, Elena Mazo es la mujer

    preada con quien Eulalio Ceballos (un aprendiz de poeta que se transfiguraba recitando a

    Garcilaso [IV, 115]; cf. la cita del soneto XXV en II, 46) huye en medio de la dureza de un

    invierno prematuro, y es hija de Ricardo Mazo (el profesor oculto en el armario de IV, padre

    tambin de Lorenzo).

    4. Literatura dentro de la literatura: Dados los vnculos del autor con el mundo editorial as como su formacin acadmica, no es extrao que aparezcan referencias literarias, directas e

    indirectas (en ocasiones algo obvias), de ese periodo histrico-literario. De manera sinttica, son:

    I: Cita de San Juan de la Cruz (entre las azucenas olvidado, 29) en la carta que Alegra le

    escribe a su amada Ins.

    II: Adems del hecho de que Eulalio sea un joven poeta, se menciona que fue compaero de

    trinchera de Miguel Hernndez; el protagonista tambin cita a Garcilaso, unos versos del

    Romancero gitano de Lorca y a Gngora (cf. el enorme valor simblico del infame turba de

    nocturnas aves [57], de la Fbula de Polifemo y Galatea, que, en sus ltimos momentos

    garabatea Ceballos con un tizn en la ltima pgina de su cuaderno).

    III: Cruz salido recuerda a destacados republicanos que murieron o huyeron, y habla de nuestro

    Machado (83). El narrador externo tambin compara a Senra con Scherezade, puesto que

    aquel va inventando una vida donde Miguel Eymar (hijo de su juez) es un hroe de la quinta

    columna.

    IV: Ricardo Mazo fue uno de los organizadores del II Encuentro de Escritores Antifascistas (123),

    prepara en la clandestinidad una traduccin de Milton, critica a Lope de Vega (132), y lee a su

    hijo Lorenzo pasajes de Lewis Carroll (151; vid. las concomitancias con la historia de Alicia

    que supone el hecho de que Ricardo viva al otro lado del espejo, 148). La confesin del

    hermano Salvador (que puede recordar la de ngela Carballino en San Manuel Bueno, mrtir)

    est trufada de referencias bblicas veterotestamentarias (Job, Eclesiasts, Salmos) en latn.