Fichte - Acerca de La Dignidad Del Ser Humano

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1 Acerca de la dignidad del ser humano Conclusión de las lecciones filosóficas dadas por J. G. Fichte 1 1794 2 [85] El autor dedica estas páginas a sus protectores y amigos, no como investigación, sino como dilución del sentimiento alcanzado tras la investigación, en recuerdo de las horas espirituales que ha vivido con ellos, en un común esfuerzo en pos de la verdad. [87] Hemos atendido a la medida del espíritu humano en su integridad, hemos dado un fundamento sobre el cual se puede construir un sistema científico como exposición acertada del sistema originario en el ser humano. Demos, para concluir, una breve mirada al conjunto. La filosofía nos enseña a buscar todo en el yo. Recién en virtud del yo llega orden y armonía a la masa muerta e informe. Sólo a partir del ser humano se extiende conformidad a reglas alrededor de él hasta el límite de su observación, y tanto cuanto su observación progresa, tanto progresa la armonía y el orden. Su observación indica, en la infinita diversidad, a cada cosa su lugar, de modo que ninguna suplante a otra, y trae unidad a la infinita diversidad. En virtud de ella los cuerpos del mundo están unidos y se convierten en sólo un cuerpo organizado, en virtud de ella los soles giran en torno a las órbitas que les han sido asignadas. En virtud del yo se erige la prodigiosa gradación que va desde el liquen al serafín; en él el sistema completo del mundo de los espíritus y el ser humano aguarda con toda razón que la ley, que él se da a sí mismo y a ese mundo, tenga que valer para ambos; aguarda con toda razón el reconocimiento universal de esta ley. En él radica la prenda segura de que, a partir de él, se extenderá el orden y la armonía hasta el infinito, donde todavía no hay ninguno; que con el ascenso de la cultura de los seres humanos, ascenderá simultáneamente la cultura del universo. Todo lo que todavía carece de forma y de orden, se resolverá en virtud de los seres humanos en el más bello orden, y lo que todavía carece de armonía, se volverá –en virtud de leyes aún no desarrolladas– cada vez más armónico. El ser humano introducirá orden en la confusión y un plan en la desorganización universal, 1 Traducido de Ueber die Würde des Menschen, en J. G. Fichte, Gesamtausgabe, I, 2, Academia de Ciencias de Baviera, editado por Reinhard Lauth y Hans Gliwitzky, Editorial Friedrich Frommann (Günther Holzboog), Stuttgart – Bad Cannstat, pp. 85-89. Esta traducción forma parte del proyecto FONDECYT N o 1030365. 2 Discurso pronunciado por Fichte inmediatamente antes de partir a Jena, el 25 o 26 de abril de 1794 (y publicado el mismo mes) como conclusión de las Conferencias sobre el concepto y el sistema de la filosofía crítica, que tuvieron lugar entre febrero y abril de ese año, en Zurich, en casa de Lavater, ante un público de amigos. Se trata, en realidad, de la primera exposición oral de lo que llegaría a ser la Grundlage der gesammten Wissenschaftslehre, de la cual este escrito constituye la conclusión, según lo afirma él mismo.

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Acerca de la dignidad del ser humano Conclusión de las lecciones filosóficas dadas por J. G. Fichte1

17942

[85] El autor dedica estas páginas a sus protectores y amigos, no como investigación, sino como dilución del sentimiento alcanzado tras la investigación, en recuerdo de las horas espirituales que ha vivido con ellos, en un común esfuerzo en pos de la verdad.

[87] Hemos atendido a la medida del espíritu humano en su integridad, hemos dado un fundamento sobre el cual se puede construir un sistema científico como exposición acertada del sistema originario en el ser humano. Demos, para concluir, una breve mirada al conjunto.

La filosofía nos enseña a buscar todo en el yo. Recién en virtud del yo llega orden y armonía a la masa muerta e informe. Sólo a partir del ser humano se extiende conformidad a reglas alrededor de él hasta el límite de su observación, y tanto cuanto su observación progresa, tanto progresa la armonía y el orden. Su observación indica, en la infinita diversidad, a cada cosa su lugar, de modo que ninguna suplante a otra, y trae unidad a la infinita diversidad. En virtud de ella los cuerpos del mundo están unidos y se convierten en sólo un cuerpo organizado, en virtud de ella los soles giran en torno a las órbitas que les han sido asignadas. En virtud del yo se erige la prodigiosa gradación que va desde el liquen al serafín; en él el sistema completo del mundo de los espíritus y el ser humano aguarda con toda razón que la ley, que él se da a sí mismo y a ese mundo, tenga que valer para ambos; aguarda con toda razón el reconocimiento universal de esta ley. En él radica la prenda segura de que, a partir de él, se extenderá el orden y la armonía hasta el infinito, donde todavía no hay ninguno; que con el ascenso de la cultura de los seres humanos, ascenderá simultáneamente la cultura del universo. Todo lo que todavía carece de forma y de orden, se resolverá en virtud de los seres humanos en el más bello orden, y lo que todavía carece de armonía, se volverá –en virtud de leyes aún no desarrolladas– cada vez más armónico. El ser humano introducirá orden en la confusión y un plan en la desorganización universal,

1 Traducido de Ueber die Würde des Menschen, en J. G. Fichte, Gesamtausgabe, I, 2, Academia de Ciencias de Baviera, editado por Reinhard Lauth y Hans Gliwitzky, Editorial Friedrich Frommann (Günther Holzboog), Stuttgart – Bad Cannstat, pp. 85-89. Esta traducción forma parte del proyecto FONDECYT No 1030365. 2 Discurso pronunciado por Fichte inmediatamente antes de partir a Jena, el 25 o 26 de abril de 1794 (y publicado el mismo mes) como conclusión de las Conferencias sobre el concepto y el sistema de la filosofía crítica, que tuvieron lugar entre febrero y abril de ese año, en Zurich, en casa de Lavater, ante un público de amigos. Se trata, en realidad, de la primera exposición oral de lo que llegaría a ser la Grundlage der gesammten Wissenschaftslehre, de la cual este escrito constituye la conclusión, según lo afirma él mismo.

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en virtud de él la podredumbre tomará forma y la muerte será llamada a una vida nueva y gloriosa3.

Eso es el ser humano cuando lo consideramos simplemente como inteligencia que observa; ¡qué será, pues, si lo pensamos como facultad práctica que actúa!

Él no sólo establece el necesario orden en las cosas, les da también el orden que elige desde su libre albedrío; allí donde él entra, la naturaleza despierta; bajo su mirada la naturaleza se prepara para recibir de él la creación nueva4 y más hermosa. Su cuerpo es ya lo más espiritual que pueda ser formado de la materia que lo circunda; en su atmosfera, el aire se vuelve más suave, el clima más templado y la naturaleza se alegra a la espera de ser convertida en un habitat y en cuidadora de seres vivientes. El ser humano manda a la materia bruta organizarse conforme a su ideal y de proveer para él lo que necesita. Para él , lo que antes era frio y muerto asciende a grano nutriente, a fruto refrescante, [88] a uva vivificante, y le producirá algo más tan pronto como él se lo mande. A su alrededor los animales se ennoblecen, se despojan de su carácter salvaje ante su temible mirada y reciben de manos de su señor una alimentación más sana que ellos pagan obedeciéndole dócilmente.

Lo que es más, las almas se ennoblecen en torno del ser humano; cuanto más ser humano se es, tanto más profunda y ampliamente se obra sobre los seres humanos; y lo que conlleva el verdadero sello de la humanidad, jamás será desconocido por el género humano; cada espíritu humano y cada corazón humano se abre a cada derramamiento puro de humanidad. Alrededor del ser humano superior los seres humanos cierran un círculo en el cual quien está más cerca del centro es quien tiene la más grande humanidad. Sus espíritus se esfuerzan y aspiran a unírsele y conformar un sólo espíritu en muchos cuerpos5. Todos son un solo entendimiento y una sola voluntad y se encuentran allí como compañeros de trabajo en el único plan posible para la humanidad. El hombre superior arrastra violentamente su época a un grado superior de humanidad; la humanidad mira hacia atrás y se asombra del foso que ha saltado; el hombre superior arranca con sus brazos enormes las páginas del calendario de la especie humana que él puede abrazar.

¡Romped la cabaña de paja en la que vive! Él es conforme a su existencia absolutamente independiente de todo lo que le es exterior, él es absolutamente en virtud de sí mismo y tiene ya en la cabaña de paja el sentimiento de tal existencia, en los momentos de exaltación, cuando el tiempo y el espacio y todo lo que no es él mismo desaparece ante él, cuando su espíritu se separa violentamente de su cuerpo y luego de nuevo, libremente, vuelve a éste para perseguir los fines que sólo gracias a éste querría todavía intentar.

3 Cf. Corintos, 15, 21: “Pues habiendo venido la muerte por causa de un hombre, también por causa de un hombre llega la resurrección de los muertos”; 42-43: “Así ocurre con la resurrección de los muertos, se es sembrado en la corrupción, se resucita en la incurruptibilidad, se es sembrado en la ignominia, se resucita en la gloria”. 4 Cfr. Romanos, 8, 19-22: “La creación espera, en efecto, con impaciencia la revelación del hijo de Dios. Pues, si la creación ha estado sometida a la vanidad –no de su grado sino a causa de aquel que la ha sometido– ella ha guardado la esperanza; porque la creación, también ella, será liberada de la esclavitud de la corrupción para conocer la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que hasta ahora la creación entera gime por los dolores del parto”. 5 Cfr. Predica sobre Lucas 22, 14-15, donde la unidad se realiza, en los mismos términos, en torno a Jedsús (GA. II, 2, pp. 425-426.

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Separad los dos últimos granitos de polvo que le son vecinos6, el todavía es, será, porque él lo querrá. Él es eterno en virtud de sí mismo y por su propia fuerza.

¡Contrariad, frustrad sus planes! Los podreis retardar, pero, ¿qué son miles y miles de años en el calendario de la humanidad?, es lo que el ligero sueño matinal al despertar. El hombre superior no cesa y continua actuando efectivamente, y lo que os parece una desaparición es meramente una ampliación de su esfera; lo que os parece muerte es su maduración para una vida superior. Los colores de sus planes y las formas exteriores de éstos pueden desaparecer a vuestros ojos; su plan permanece el mismo y en cada momento de su existencia arrastra continuamente algo nuevo que está fuera de él hacia su círculo, y continuará arrastrando hacia sí hasta que todo esté encerrado en ese círculo, hasta que toda materia lleve la impronta de su sello y todos los espíritus formen un único espíritu con el suyo.

Eso es el ser humano7, eso es todo aquel que se puede decir: soy un ser humano. ¡No debería [89] considerarse a sí mismo con santa reverencia y estremecerse y temblar ante su propia majestad! Eso es todo aquel que me puede decir: Yo soy8. Allí donde todavía habitas, tú, que sólo tienes rostro humano, aunque seas aún muy próximo al animal, y plantes bajo el bastón del opresor la caña de azúcar, o aunque te calientes, en las costas de Tierra del Fuego, al calor de una llama que no hayas prendido por ti mismo, hasta que se apague y llores amargamente que ella no pueda conservarse por sí misma, o aunque me parezcas el más depravado, el más miserable de los malvados, eres ciertamente lo que yo soy, pues tu me puedes decir: yo soy. Tú eres por ello ciertamente mi compañero y mi hermano. ¡Oh, yo estuve una vez en el grado de humanidad en el cual tú estás ahora, pues es un grado de la humanidad y no hay en esta escala ningún salto, quizás sin capacidad de conciencia clara, quizás haya yo escalado tan rápidamente los grados de esta escala que no tuve tiempo de tomar conciencia de mi estado; pero yo estuve seguramente allí; y tú seguramente alguna vez –así tarde millones y millones de veces millones de años (¿qué es el tiempo?)– tú estarás seguramente alguna vez en el grado en el que ahora estoy yo; y te encontrarás seguramente alguna vez en un grado tal en el que yo pueda actuar sobre ti y tú sobre mí. También tú algún día serás arrastrado a mi círculo, y tú me arrastrarás al tuyo; también te reconoceré como mi compañero de trabajo en mi gran plan. Esto me es propio, el que yo soy todo aquel que es un yo. ¿Acaso no debería temblar ante la majestad que hay en la imagen humana y ante la divinidad que habita, quizás en la penumbra secreta, pero con certeza, en el templo que tiene su impronta?9

Tierra y cielo y tiempo y espacio y todo límite de la sensibilidad se me desvanece ante este pensamiento; ¿y no se me debería desvanecer el individuo? Yo no os retrotraigo a ello.

Todos lo individuos son comprendidos en la gran unidad Una del espíritu puro*, que ésta sea la última palabra por la cual me encomiendo a vuestra memoria y el recuerdo que me encomienda a vosotros.

6 Cfr. Fragmento de un sermón, (GA, II, 2, p. 32) 7 Cfr. Juan, 19, 5. 8 Cfr. Juan, 8, 24, 28, 58 y 13, 19. 9 Cfr. Juan, 2, 19-21. * Incluso sin conocer mi sistema, es imposible tener esta idea por espinocista, con sólo que al menos se quiera reparar el curso general de esta reflexión. La unidad del espíritu puro es para mí un ideal inaccesible, una meta final pero que nunca se alcanzará efectivamente.