Filosofía de la medicinaFilosofía de la medicina La Medicina en general es una ciencia y un arte...

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Filosofía de la medicina La Medicina en general es una ciencia y un arte que tiene por objeto el conocimiento del hombre sano y enfermo y como fin la conservación y el restablecimiento de la salud. LA SALUD La salud representa un estado de bienestar resultante del funcionamiento normal del organismo. La vida como tendencia suma sus esfuerzos con el fin de mantener esa actividad que se desarrolla en sentido evolutivo. La salud no es placer ni dolor : es bienestar . El placer se traduce en una sensación de gozo por haber satisfecho una necesidad, una tendencia a la cual empuja la inclina- ción natural; el dolor indica privación o suspensión de un esfuerzo sin resultado, aunque dirigido a un fin. El funcionamiento de los órganos hacia el estado de salud es inconsciente, y así debe ser, pues si cada órgano al funcionar impresionara al cerebro, la multiplicidad de sensaciones sería verdaderamente insoportable. El fun- cionamiento de un órgano se hace consciente cuando dicho órgano funciona anormalmente por estar alterado él mismo o los órganos contiguos. La salud es un estado de equilibrio de los diversos ele- mentos que constituyen el. conjunto humano. En este equilibrio no puede haber ni más ni menos material orgá- nico, ni exceso ni defecto en el funcionamiento, sino la integridad somática en la que debe desarrollarse la fun- ción normal. Todos estos actos instintivos de la Natura- leza, y que no dependen de la inteligencia que determina ni de la voluntad que ejecuta, se efectúan con el menor esfuerzo, con el máximo de efecto y sin deficiencias. La temperatura normal media del organismo fluctúa entre 36,5 y 37°; fuera de estos límites y a excepción de algunas reacciones por excitaciones funcionales, otras temperaturas deben considerarse como patológicas. El término medio de la temperatura del cuerpo humano es de 37°, punto de equilibrio y de partida para poder apre- ciar sus alteraciones y que ponemos como ejemplo por ser uno de los hechos más simples que ' observamos a diario y son del dominio general. Estas mismas conside- raciones las podemos hacer extensivas a las otras fun- ciones orgánicas. La máquina humana, sujeta . a la ley de la menor ac- ción, con sus movimientos instintivos moldeados por la forma de la vida -forma en el sentido de esencia- reali- za sus operaciones con toda perfección y sin las vacila- ciones de los actos intelectuales. El trabajo de millones de células tiende a un solo fin, vivir para sí y para las de- más. 4 Higinio Pérez (médico homeópata) La salud como estado de equilibrio es apacible y se- miestable, apenas si tiene fluctuaciones, es como un ci- lindro cuyo centro de gravedad está dentro de su base pe- ro que a cualquier impulso puede vacilar y caer. El don inapreciable de la salud es la base de toda felici- dad. De nada sirven las riquezas, los honores y la ciencia sin la salud que sirve de fondo a los placeres y satisfac- ciones de la materia y el espíritu. Cada una de las partes del organismo, sin excepción, contribuye al equilibrio que resume la vida en acto, evo- lucionando en el ciclo de su existencia. L a vida vegetal, la vida animal y la vida del espíritu se asocian · en vínculo tan estrecho y esencial que constituyen una sola, individual, cuya normalidad consiste en la armonía y en el equilibrio de sus factores. Pero no basta sentir el movimiento apacible de la vida que se desliza a través del tiempo, es necesario que las sensaciones lleguen al espíritu y establezcan relaciones íntimas entre todos los elementos que concurren a la vita- lidad. La vida vegetal, la vida animal y la vida del espíritu se asocian en vínculo tan estrecho y esencial que constitu- yen una sola, individual, cuya normalidad consiste en la armonía y en el equilibrio d. e sus factores. La solidaridad e acción de cada una de estas vidas es tal que cuando alguna de ellas se afecta las otras dos se modifican: la acción fisiológica afecta la moral y ésta lo orgánico. Para que el equilibrio de la vitalidad se mantenga en este estado se necesita de la integridad orgánica, de la adaptación funcional, de una sensibilidad perfecta, de una psicología normal y de elementos renovadores para continuar la evolución correspondiente. E.stas condi- ciones constituyen el apacible bienestar de la vida y la fe- licidad del espíritu. CONSERVACIÓN DE LA SALUD Corresponde a la Higiene sistematizar las reglas ema- nadas de las ciencias médicas relativas a la conservación de la salud, teniendo en cuenta el medio y lo que atañe al individuo . La Higiene como ciencia médica abarca un vasto hori- zonte y comprende datos de todas las ciencias físico-

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Page 1: Filosofía de la medicinaFilosofía de la medicina La Medicina en general es una ciencia y un arte que tiene por objeto el conocimiento del hombre sano y enfermo y como fin la conservación

Filosofía de la medicina

La Medicina en general es una ciencia y un arte que tiene por objeto el conocimiento del hombre sano y

enfermo y como fin la conservación y el restablecimiento de la salud.

LA SALUD

La salud representa un estado de bienestar resultante del funcionamiento normal del organismo.

La vida como tendencia suma sus esfuerzos con el fin de mantener esa actividad que se desarrolla en sentido evolutivo.

La salud no es placer ni dolor : es bienestar . El placer se traduce en una sensación de gozo por haber satisfecho una necesidad, una tendencia a la cual empuja la inclina­ción natural; el dolor indica privación o suspensión de un esfuerzo sin resultado, aunque dirigido a un fin.

El funcionamiento de los órganos hacia el estado de salud es inconsciente, y así debe ser , pues si cada órgano al funcionar impresionara al cerebro, la multiplicidad de sensaciones sería verdaderamente insoportable. El fun­cionamiento de un órgano se hace consciente cuando dicho órgano funciona anormalmente por estar alterado él mismo o los órganos contiguos.

La salud es un estado de equilibrio de los diversos ele­mentos que constituyen el. conjunto humano. En este equilibrio no puede haber ni más ni menos material orgá­nico, ni exceso ni defecto en el funcionamiento, sino la integridad somática en la que debe desarrollarse la fun­ción normal. Todos estos actos instintivos de la Natura­leza, y que no dependen de la inteligencia que determina ni de la voluntad que ejecuta, se efectúan con el menor esfuerzo, con el máximo de efecto y sin deficiencias.

La temperatura normal media del organismo fluctúa entre 36,5 y 37° ; fuera de estos límites y a excepción de algunas reacciones por excitaciones funcionales , otras temperaturas deben considerarse como patológicas. El término medio de la temperatura del cuerpo humano es de 37°, punto de equilibrio y de partida para poder apre­ciar sus alteraciones y que ponemos como ejemplo por ser uno de los hechos más simples que' observamos a diario y son del dominio general. Estas mismas conside­raciones las podemos hacer extensivas a las otras fun­ciones orgánicas.

La máquina humana, sujeta .a la ley de la menor ac­ción, con sus movimientos instintivos moldeados por la forma de la vida -forma en el sentido de esencia- reali­za sus operaciones con toda perfección y sin las vacila­ciones de los actos intelectuales. El trabajo de millones de células tiende a un solo fin, vivir para sí y para las de­más .

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Higinio Pérez (médico homeópata)

La salud como estado de equilibrio es apacible y se­miestable, apenas si tiene fluctuaciones, es como un ci­lindro cuyo centro de gravedad está dentro de su base pe­ro que a cualquier impulso puede vacilar y caer .

El don inapreciable de la salud es la base de toda felici­dad. De nada sirven las riquezas, los honores y la ciencia sin la salud que sirve de fondo a los placeres y satisfac­ciones de la materia y el espíritu.

Cada una de las partes del organismo, sin excepción, contribuye al equilibrio que resume la vida en acto, evo­lucionando en el ciclo de su existencia.

La vida vegetal, la vida animal y la vida del espíritu se asocian

·en vínculo

tan estrecho y esencial que constituyen una sola, individual, cuya normalidad

consiste en la armonía y en el equilibrio de sus factores.

Pero no basta sentir el movimiento apacible de la vida que se desliza a través del tiempo, es necesario que las sensaciones lleguen al espíritu y establezcan relaciones íntimas entre todos los elementos que concurren a la vita­lidad.

La vida vegetal, la vida animal y la vida del espíritu se asocian en vínculo tan estrecho y esencial que constitu­yen una sola, individual, cuya normalidad consiste en la armonía y en el equilibrio d.e sus factores.

La solidaridad .de acción de cada una de estas vidas es tal que cuando alguna de ellas se afecta las otras dos se modifican: la acción fisiológica afecta la moral y ésta lo orgánico.

Para que el equilibrio de la vitalidad se mantenga en este estado se necesita de la integridad orgánica, de la adaptación funcional, de una sensibilidad perfecta, de una psicología normal y de elementos renovadores para continuar la evolución correspondiente. E.stas condi­ciones constituyen el apacible bienestar de la vida y la fe­licidad del espíritu.

CONSERVACIÓN DE LA SALUD

Corresponde a la Higiene sistematizar las reglas ema­nadas de las ciencias médicas relativas a la conservación de la salud, teniendo en cuenta el medio y lo que atañe al individuo.

La Higiene como ciencia médica abarca un vasto hori­zonte y comprende datos de todas las ciencias físico-

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químicas y biológicas. Desde el punto de vista filosófico, ofrece otro aspecto, pues limita su observación a la ac­ción inmanente fisico-psíquica, o sea a la acción higiéni­ca que desarrolla el propio organismo para la conserva-

"ón de la salud sin que el artificio del hombre tome parte en ella. También investiga las causas de esas reglas hi­

"énicas, o sea sus relaciones con la Naturaleza humana, cuyo instinto de conservación equilibra sus elementos.

El movimiento instintivo de conservación y la tenden­cia del entendimiento a valerse de la materia bruta para convertirla en instrumento de utilidad definida con­curren en el mismo objetivo: la conservación de la salud.

Dejamos a los higienistas el estudio de los medios de conservar la salud y sólo nos referiremos a las funciones que despliega el organismo humanó como viviente, sen­sible y dotado de razón, frente a las causas múltiples que lo excitan y tienden a romper esa armonía del conjunto en su natural funcionamiento .

La Higiene no es otra cosa que la imitación de lo que hace la fuerza vital con el fin de mantener expedita su ac­"vidad; el organismo nos ofrece los modelos más perfec­os de los mecanismos higiénicos para efectuar la lim­

pieza o asepsia, por medio de eliminaciones , antisepsia, permeabilidad y resistencia de los tejidos, adaptación al medio y embotamiento del sensorio conforme a las nece­sidades .

Hemos empleado siglos de estudio, de observación y de experimentación para llegar a imitar simplemente lo que el organismo nos ha mostrado siempre desde que el hombre apareció en el paraíso de la vida. Los obturado­res , válvulas, conductos y canales, ventiladores, refrige­radores, calefacciones, etc . ; la utilización de la luz, del sonido, de los olores, de los sabores, etc . ; los tiene y emplea el organismo con fines higiénicos. ¡Qué mejor céspol que la S. ilíaca; modelo de válvula es el píloro; qué más poderoSC'S antisépticos que la bilis, la saliva, el suero; qué filtro más apretado que el riñ.ón, la piel; qué mejor emunctorio que las mucosas!

Para conservar la salud el organismo humano cuenta con una estructura perfecta y adaptable, con una activi­dad funcional muy sensible y con la libertad de acción di­rigida por el entendimiento.

E1 hombre nace naturalmente enfermo; es decir, susceptible de

mutación y de cambio de forma. Lo estable y lo eterno están en completo

antagonismo con la debilidad y con la muerte.

El equilibrio que constituye la salud tiende a ser ines­table; el estatismo e inmovilidad sólo se concibe en la ma­teria muerta o inerte; la vida como evolución está sujeta a toda una serie de vicisitudes y conflictos de una labor incesante cuyo producto es la vida en acto.

Para lograr sus funciones normales la máquina más perfecta necesita estar exenta de polvos, humedades, es­torbos, etc . , y además, para que pueda funcionar debida­mente necesita de lubrificantes, reparaciones, reposo, etc . , y de actividad para no enmohecerse ni destruirse.

El organismo, como la más perfecta de las máquinas,

E. organismo hace y da forma a la enfermedad y cada uno padece según

su especie y naturaleza propia.

lleva consigo los elementos que la acción instintiva apro­vecha de la manera más eficaz y activa, por medio de la cual vela sin descanso por su conservación. Esta labor, como la de todo instinto, es eficaz; activa, completa, se­gura y económica. Por esta razón, todas las funciones que tienden a mantener este estado que se llama salud son apacibles, fáciles y de corta duración.

Los movimientos vitales son esencialmente instintivos, es decir, se efectúan inconscientemente, son continuos, constantes y no tienen otro excitante que el impulso o di­namismo vital. Ya hemos dicho que el instinto no es más que la continuación del trabajo vital que organiza la ma­teria.

El trabajo de millones de células repartiéndose la tarea para la propia conservación y la de la colectividad es un trabajo instintivo, autónomo y desarrolla una tendencia para el cual está adaptado. La potencia creadora y con­servadora de la Naturaleza, dirigida a conservar esta acti­vidad mediante mecanismos complicados y con un apa­rente funcionalismo de simplicidad sorprendente, proce­de conforme a la exigencia de la intención y del cálculo coordinando medios y fines.

La vida, que es movimiento, se conserva por renova­ciones que son cambios o mutaciones incesantes consis­tentes en substituciones y eliminaciones, neoformaciones y reacciones ajustadas a las necesidades del momento.

LA ENFERMEDAD

· En la Naturaleza, la acción de vida implica la de movi­lidad finita. Todo lo que tiende a evolucionar, a mover­se, a renovarse, va dejando tras de sí despojos de su cam­bio y de su constante transformación.

La vida como un fenómeno fugaz se traduce como un momento de fijación en el correr constante de la evolu­ción, un hecho estable fijado por la idea que detiene el movimiento para trazar los límites de una transición.

La vida como efecto de movimiento se mantiene en el equilibrio en su acción mediante esfuerzos inmanentes y exteriores que se compensan. Pero, como todo equilibrio, se rompe aun cuando esté bien calculado su centro de gravedad, pues sólo lo eterno es estable, inca­paz de todo cambio y de todo equilibrio. Lo transitorio y lo inestable están sujetos a la destrucción o a la muerte. La debilidad o la enfermedad son sus caracteres.

El hombre nace naturalmente enfermo; es decir, sus-

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ceptible de mutación y de cambio de forma. Lo estable y lo eternb están en completo antagonismo con la debili­dad y con la muerte.

La causa última, suprema y esencial de toda enferme­dad, es que el hombre es mortal . La terminación de una vida transitoria es un fenómeno tan natural como el de la misma existencia.

Para mantenerse en acto la vida necesita de un esfuer-

E1 estado anormal del organismo es tan fisiológico como el de salud:

ambos representan las funciones de la actividad vital con el fin de conservar

la vida.

zo constante para sostener su labor, que sólo termina con la muerte. Sin esa labor que es el ser y el modo de ser de la vida, se perdería el concepto de ésta que resulta de una especie de antagonismo de fuerzas, como del choque o del contacto de dos electricidades brota la chispa que es movimiento, luz, calor.

Esa fatiga incesante que da la satisfacción del triunfo o la decepción de la derrota, ese palpitar continuo de fuer­zas que se encadenan y obran en distintas direcciones, mantiene el equilibrio en los vaivenes constantés de la vi­da. Mientras el centro de gravedad no sale de su punto, conserva su estabilidad, pero a medida que las oscila­ciones son más extensas, se hace sentir más brusco el mo­vimiento y comienza el peligro.

La enfermedad como anomalía de estructura, pertur­bación de función y modificación del conjunto, no debe considerarse como un enemigo tangible contra el cual pueda lucharse, como un estado contra-natural ni como un castigo de la divinidad. Es un modo de ser del organis­mo humano y representa un estado de desequilibrio de la actividad vital, un conjunto de síntomas provocados por una alteración somática.

La bondad, la virtud, el amor, son al espíritu lo que la salud, el vi�or y el apetito al cuerpo. Las pasiones como el orgullo, la avaricia, la lujuria son al alma lo que la fiebre, la hipertrofia y la diabetes al organismo. Unos y otros modos de ser no son realidades sino cualidades , ad­jetivos del substantivo hombre.

Las enfermedades son al cuerpo lo que las adversida­des para el espíritu, son crisoles que purifican, dan temple y fortaleza, y no pocas veces confieren inmunidad o ecuanimidad.

Consagran y describen los autores las enfermedades como seres reales y tangibles por su analogía con los seres naturales; pero ni son objetos reales ni enemigos tan­gibles: son abstracciones, denominaciones, concepciones del espíritu que se encarnan en el mismo ser al que modi­fican.

El organismo hace y da forma a la enfermedad y cada uno padece según su especie y naturaleza propia.

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Corolario de la concepción de la enfermedad es el prin­cipio de la individualidad morbosa (2). Si la enfermedad en cada individuo se hace singular, es imposible fundar una ciencia en una variedad inffñita : "non datur scientia de individuo", dicen los filósofos. He aquí la razón de la divergencia entre la parte teórica y práctica de la Patología.

La Patología que sólo describe abstracciones y no seres reales y efectivos, no se encuadra propiamente en el nú­mero de las ciencias, porque siendo incapaz de una clasi­ficación perfecta, poco puede definir sus especies y ca­racterizar la individualidad.

El estado anormal del organismo es tan fisiológico co­mo el de salud: ambos representan las funciones de la ac­tividad vital con el fin de conservar la vida. En el estado anormal que llamamos morboso, las funciones nutritivas se activan, se retardan o se desvían; pero siempre con la tendencia a volver a su ritmo habitual .

Los síntomas como caracteres esenciales de toda enfer­medad son manifestaciones de defensa, de resistencia, de labor dirigidos contra la causa morbosa.

Teórica y prácticamente, se ha llegado a la conclusión de que no hay enfermedades sino enfermos. La indivi­dualidad morbosa se acepta ya como un principio indis­cutible. Y , efectivamente, cada caso que se ofrece al exa­men en la práctica clínica es un nuevo problema por re­solver. Por tanto, si no hay enfermedad sino enfermos, y como es principio de lógica y de alta filosofía que no puede haber ciencia de casos concretos -"non datur scientia de individuo"....:... la Patología prácticamente y desde un punto de vista verdaderamente científico no puede aceptarse como ciencia. Este concepto es una ver­dad incuestionable . La Patología sólo puede considerar­se como un medio nemotécnico cuyo léxico sintetiza gru­pos de síntomas que traducen lesiones y modos de le­sionarse.

La Nosografía de la Patología actual es muy deficiente y no pocas veces falsa. La falsedad de los datos o síntomas que ofrece la Patología depende de que se cuen­tan síntomas provocados por el mismo tratamiento . La acción secundaria de los purgantes, analgésicos, tónicos, diuréticos, etc. se añade a la de la propia enfermedad. Si los patologistas hubieran descrito o describieran los esta­dos morbosos tal como los ofrece el organismo, es decir, sujetos los enfermos a la simple evolución sin indicar nin­gún tratamiento médico, entonces sí se tendría el cuadro completo y verdadero de los síntomas de una especie morbosa. Así como la experimentación pura nos da la imagen de la acción del medicamento, así la simple ex­pectación y sólo poniendo al enfermo en condiciones hi­giénicas nos daría la imagen pura de la enfermedad, es decir, de las manifestaciones de la Fisiología patológica.

Causas de las enfermedades

Todas las causas morbosas son condicionales o secun­darias y no eficientes o esenciales, porque están subordi­nadas a las resistencia que opone el organismo a su ac­ción.

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En la Patología basta el estudio de las causas secunda-· as o condicionales, pero en Filosofía, la tendencia es uscar las causas últimas o supremas, no diremos las etafisicas o teológicas , porque tendríamos que llegar al

·,.,finito Hacedor del Universo. L.aS causas eficientes, relacionadas al efecto que

- empre es el mismo, raras veces las podremos encontrar la Fisiología patológica, salvo en aquellos casos de de­

·enninismo funcional orgánico. El enunciado de que toda causa produce el mismo

e ·ecto no puede realizarse en el organismo viviente en nud de las resistencias que opone éste a las causas. Una

:cisma herida -nos referimos a la identidad de sitio y de ensión ocasionada a diversas personas- produce

e ectos de reacción diferentes. La misma causa orgánica rigina pues distintos efectos.

Las bacterias que viven de continuo como huéspedes e organismo no producen ningún efecto sino hasta que

e organismo, por otra causa secundaria, les franquea la e--rrada y provocan reacciones diferentes en tiempo y en

ensidad. Y aunque su especificidad les dé cierta forma e eficiencia causal, ésta corresponde al organismo vivo

e es el que da forma y extensión a las lesiones y no a los .,..,·crobios, cuya actividad queda latente y está supedita­da a la potencia orgánica.

La causa metafísica de las enfermedades es que somos ortales . La vida transitoria de un ser nos da la imagen

e un acróbata que cruza un hilo suspendido entre la echa de la fecundación y la de la muerte, guardando

equilibrio constante. El principio de que no hay enfermedad sin lesión, co-

La lesión es la causa verdadera de cualquiera enfermedad. La causa de las

eacciones y regresiones orgánicas que llamamos síntomas no puede ser otra que la lesión o lesiones que provocan

éstos.

mo no puede haber efecto sin causa, nos da la clave de la última causa que produce la enfermedad. La lesión es la causa verdadera de cualquiera enfermedad. La causa de las reacciones y regresiones orgánicas · que ·llamamos síntomas no puede ser otra que la lesión o lesiones que provocan éstos.

Las causas secundarias de las enfermedades son infini­tas, porque infinitas son las circunstancias que pueden actuar sobre el organismo provocando alteraciones orgá­nicas, que en último término son las que producen las reacciones.

La dificultad de englobar debidamente tanta causa ha producido confusión entre los sabios que han intentado una clasificación lógica de las causas morbosas. Las "in­gesta, excreta, circonjusa", etc. de Galeno se han englo­bado en muchos intentos de clasificación, hasta la última

aceptada en internas y externas que no son menos lógi­cas.

Cualquiera que sea la seriación de las causas, un exa­men ligero de ellas nos da la idea de que más que causas verdaderas son circunstancias hipotéticas a las que atri­buimos el origen del conjunto de síntomas que constitu­yen las enfermedades .

Un enfriamiento suceptible de provocar reacción, lo

Los microbios, cuyo culto etiológico ha llegado al fanatismo, no pasan de ser causas secundarias porque están

supeditadas al organismo, al estar ·subordinada su acción a las resistencias

orgánicas..

mismo llega a afectar el pulmón que a las articulaciones, al riñ.ón que al sistema nervioso; y una causa que produce muchos efectos y un mismo efecto que puede ser produ­cido por múltiples causas, no pueden reputarse como verdaderas causas, es decir, como verdaderas relaciones entre una potencia que actúa y un efecto resultante.

Los microbios, cuyo culto etiológico ha llegado al fa­natismo, no pasan de ser causas secundarias porque es­tán supeditadas al organismo, al estar subordinada su ac­ción a las resistencias orgánicas. Su especificidad misma se la da el organismo al carecer ellos de propia, pues se­gún su asiento así son sus manifestaciones de reacción. Si el bacilo de Loefler se localizara en el intestino, las reac­ciones provocadas serían entero-tifoideas; y si el pulmón tuviera por comensales a los bacilos de Eber la enferme­dad revestiría los síntomas de neumonía. La tuberculo­sis, con su bacilo de Koch, ofrece manifestaciones distin­tas según la localización y la resistencia individual .

La causa mediata de toda reacción orgánica puede ser el frío, la humedad, los parásitos, los microbios, etc. y la causa inmediata no puede ser otra que la alteración o la lesión que provoca aquéllas: pero ésta es la que produce la reacción Cl,Iya dirección e intensidad depende del orga­nismo.

El sueñ.o de toda especulación científico-yátrica ha si­do el de encontrar el medio de eliminar o destruir las causas para hacer cesar los síntomas de la enfermedad. Pero pocas veces podemos tener acción sobre las causas, e incluso si son destruidas, su acción, o sea la alteración provocada por ellas, seguiría evolucionando hasta el res­tablecimiento orgánico.

La lucha contra las causas resulta no pocas veces un absurdo o un ridículo, pues aunque se destruya el puñ.al que hiere no con esto se logra cicatrizar la herida, ni la muerte del can rabioso evita la inoculación.

Fijar toda la atención y el esfuerzo para contrarrestar las causas y no hacer algo para aminorar los efectos, es imitar lo que hace el perro que se lanza tras de la piedra que lo hiere en lugar de lanzarse sobre quien la arroja.

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El terror del microbio que llena la fantasía de los eter­nos especuladores de abstracciones, ha estimulado a una lucha sin cuartel en contra de estos agentes morbosos, que se consideran causas eficientes y esenciales de todas las enfermedades y de todos los movimientos anormales del organismo (no hay lugar ni acción donde no tomen parte estos jurados enemigos de la humanidad) . Y sin embargo, a ellos debemos los mayores beneficios de la industria; y sin ellos ni la digestión de nuestros alimentos sería posible. Y todavía .más es que nada ha podido la medicina en contra de los microbios, los cuales se escu­dan en el propio organismo. Los antisépticos in vivo han resultado ineficaces . Las epidemias y la desaparición de los microbios en los organismos dependen de que aquéllos ya no encuentran en éstos el medio propicio pa­ra su vitalidad. Cuando la langosta abandona el campo es porque lo ha dejado escueto. Las epidemias terminan no por la lucha emprendida contra ellas, sino porque los agentes infecciosos ya no encuentran el medio apropiado de nutrición.

La Higiene la hacen los ingenieros nivelando y canali­zando; se hace la limpieza éon la pala y el azadón, con el agua limpia y con el aire libre y mucho sol, y no con el hi­potético. antiséptico y la efímera vacuna.

Emprender campaftas contra las epidemias es tan in­fantil como legislar sobre las condiciones climáticas a fin de que sean favorables a las cosechas .

Lo más que se puede hacer para evitar la invasión microbiana es huir, esconderse; y esto no es luchar, es

La lucha contra las causas resulta no pocas veces un absurdo o un ridículo, pues aunque se destruya el puñal que hiere no con esto se logra cicatrizar la

herida, ni la muerte del can rabioso evita la inoculación.

una estrategia de que se vale toda impotencia o debili­dad.

Las luchas contra los microbios son imaginarias, los quijotes de la ciencia médica se lanzan contra molinos de viento. Si los puertos y lugares malsanos han logrado ser perfectamente habitables es porque la Higiene, es decir, la ciencia y arte de la limpieza, ha cons�guido cegar pan­tanos, destruir detritus y canalizar corrientes de aguas su­cias, logrando con esto limpiar el aire y evitar que los gér­menes prosperen al carecer de sus medios apropiados.

Pasarán algunas generaciones sin que la ciencia médica alopática, que supone haber llegado a la meta.de sus as­piraciones con el culto al microbio, se dé cuenta de lo erróneo de su actuación; el fracaso y el desencanto que ya se multiplican obligarán a nuevas investigaciones y orientaciones a la Medicina tradicional, siempre movible e incierta, que olvida que la Naturaleza es la única maes­tra del arte de curar y la única que verdaderamente cura las enfermedades.

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RESTABLECIMIENTO DE LA SALUD

La noción de vida implica la de salud y ésta se man­tiene en equilibrio gracias al movimiento ordenado y pre­ciso que despliega el organismo en acto para la perpe­tuación del individuo y de la especie.

La vida como una suma de esfuerzos enderezados a una finalidad, traduce el concepto de salud como una re­sultante de aquéllos, como un movimiento de reacciones

Todas las tendencias del esfuerzo vital van dirigidas a la conservación de la salud, que es el estado normal de los

seres vivos.

y de regresiones instintivas que sólo la vida, como un efecto, puede hacer manifiestos por llevar inmamente en su propio ser la potencia de actuar.

Todas las tendencias del esfuerzo vital van dirigidas a la conservación de la salud, que es el estado normal de los seres vivos. Cuando los movimientos de la fuerza vi­tal se desvían de la vía normal por una causa cualquiera, otras fuerzas latentes y más poderosas tratan de encauzar los movimientos a su ritmo normal.

En los estados morbosos, el restablecimiento de la sa­lud lo hace y lo dirige la Naturaleza desplegando activi­dades propias con toda prontitud y eficacia.

Si la Naturaleza hace y da forma a las enfermedades, también dirige el movimiento de reparación para volver al estado de salud. "Natura morborum medicatrix" (Hi­pócrates) .

La Naturaleza es la maestra de toda ciencia y de todo arte. La Medicina como ciencia y como arte (por tener principios generales deducidos de la observación y de la experimentación, leyes emanadas del estudio de la Natu­raleza y reglas y métodos de guiar sus procedimientos) se apoya en el dictado de la misma naturaleza, madre de to­da ciencia y modelo de todas las artes .

Al estudio de la Naturaleza y a su imitación, a la apli­cación y aprovechamiento de sus fuerzas se debe el progreso iniciado por la filosofía de la observación y de la experimentación y que hoy se utiliza en luz y fuerza, en ondas hertzianas, en vibraciones electrónicas, venciendo la potencia sublime de la Naturaleza con la suave mano de la ciencia "Natura nonnisi parendo vincitur" (Bacon) . Imitando a la Naturaleza es como se la vence.

Para imitar a la Naturaleza encarnada en el hombre hay que seguir sus pasos, atisbar sus intenciones, conocer sus resortes y seguirla en su evolución sin servirle de es­torbo.

Si el hombre compendia en su ser las tres vidas, o más bien las tres vidas latentes y activas de los seres creados, si todas mantienen su existencia transitoria y todas con­curren a su mantenimiento, hay que observar en cada· una de ellas el secreto de su actuación, los procedimien­tos que siguen, las energías que despliegan y las tenden-

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cias que las guían. El triunfo de las ciencia médica debe consistir en saber

utilizar las enseñanzas de la Naturaleza y en aplicar los inmensos recursos que pone a nuestro alcance para ayu­darle en su labor de conservación y de renovación.

La finalidad de toda especulación en medicina debe re­ducirse a saber conservar la salud y saber recuperarla cuando se ha perdido.

Ningún problema se ha debatido con mayor tenacidad en el mundo que el de la Terapéutica. La vida en convi­vencia del dolor, como la espiga y la cizaña, fertilizan en el mismo campo: hay que segar la cizaña para que la espi-ga se propague lozana.

·

La vida con sus fluctuaciones y desfallecimientos ha empujado al hombre a la resolución deJ problema tras­cendental de encontrar el bálsamo de sus dolores y a sa­tisfacer el instinto de su conservación.

MEDIOS DE AYUDAR A LA NATURALEZA EN SUS ESFUERZOS CURATIVOS

La Naturaleza nos enseña que las plantas se de­sarrollan lozanas y producen mayor rendimiento cuando tienen terreno apropiado, mucho sol y humedad. El hombre para su mejor desarrollo necesita de la higiene.

La salud sólo se concibe en un medio higiénico y es la primera ayuda que debe impartir el hombre a su natura­leza para conservarla sana.

Tanto los medios naturales como los artificiales deben prestar su contingente para el logro de la conservación de la vida.

. Para devolver la salud perdida, la ciencia debe apro­vechar los mismos recursos de qtJe se vale el organismo para mantenerse.

Medios y remedios deben salir de la misma Naturaleza perfeccionados por el ingenio y la inteligencia para que sean más eficaces y activos.

La ayuda que se presta al organismo enfermo no. es pa­ra vencer la enfermedad, que no es un enemigo tangible, sino para multiplicar los esfuerzos de la organización con el fin de conservar la vida. Se dice que se vence a la Natu­raleza obedeciéndola: diríase mejor , que con la ayuda de

La salud sólo se concibe en un medio higiénico y es la primera ayuda que

debe impartir el hombre a su naturaleza para conservarla sana.

la ciencia se logra resistir el ímpetu de las causas morbo­sas.

El organismo aprovecha el movimiento instintivo y la inteligencia se vale del instrumento que apropia para prestar eficaz ayuda con el fin de conservar la vida o de­·volver la salud perdida.

Los síntomas de las enfermedades como manifesta­ciones de un esfuerzo y con tendencia a conservar la vida

son los guías de la ayuda que debemos prestar a la Natu­raleza para que pueda volver a su natural equilibrio de actividad.

Se ayuda a la Naturaleza poniendo al organismo en un medio apropiado para conservar la salud o para mejor restablecerla: esto es la Higiene; se ayuda a la Naturaleza con toda maniobra o aplicación físico-química que facili­te la curación que por sí sola no podía efectuar el esfuer­zo natural: este medio es la Cirugía o la Fisioterapia; por último, se favorece al organismo mediante medicamen­tos . La Materia Médica es la parte principal de la Tera­pia, o sea de la ciencia de las Indicaciones.

La indicación quirúrgica es fácil relativamente, porque todas las operaciones son el resultado de lo que se palpa y se ve; su ejecución no necesita más que cierta habilidad y conocimientos anatómicos; pero para la indicación médi­ca se necesita tener en cuenta todos los resortes complica­dos de la organización, y,. aun cuando .se tenga a la vista la lesión y los síntomas, es muy difícil apropiar el medi-

Medios y remedios .deben salir de la.

misma Naturaleza perfeccionados por eJ. ingenio y la inteligencia para que

sean más eficaces y activos.

camento que pueda auxiliar los esfuerzos curativos del organismo enfermo.

Son tan complicadas las manifestaciones de un estado morboso, que no sólo es difícil darles nombre, o sea en­cuadrarlo en las limitaciones del convencionalismo pato-· lógico, sino aún más difícil encontrar el remedio que obre en el mismo sentido de la Naturaleza enferma.

TERAPIA

La Terapia es la ciencia de las indicaciones. La Indicación, según Galeno, es la necesidad evidente

de una acción determinada. La Ciencia Médica sin la Terapia sería una planta sin

frutos, un conocimiento sin finalidad. Para tener el título de ciencia la terapia necesita apo­

yarse en leyes y principios emanados del estudio de la Na­turaleza.

La Ley o principio es una relación general, fija y cons­tante, entre la causa y el efecto.

Toda ciencia debe sintetizar sus conocimientos en una idea general o en un axioma.

La ley terapéutica debe marcar la relación que e�iste entre la enfermedad y el medicamento. Pero como las en­fermedades no tienen otra forma de manifestarse que los síntomas, y los medicamentos sólo pueden conocerse por los efectos que pueden producir en el hombre sano, se de­düce que la Terapia se funda en una relación entre los síntomas de la enfermedad y los del medicamento.

Esta ley o principio emanado de la observación y de la experimentación traduce un efecto constante, una rela-

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Page 7: Filosofía de la medicinaFilosofía de la medicina La Medicina en general es una ciencia y un arte que tiene por objeto el conocimiento del hombre sano y enfermo y como fin la conservación

El árbol de las fiebres. Grabado de la obra de F. Tortl "T&erapeutice spedalls and febres quasdam perniciosas".

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Page 8: Filosofía de la medicinaFilosofía de la medicina La Medicina en general es una ciencia y un arte que tiene por objeto el conocimiento del hombre sano y enfermo y como fin la conservación

ción de causa y efecto. Es una relación de analogía y a la vez un corolario del concepto que se tiene de las manifes­taciones morbosas que traducen un esfuerzo en pro de la conservación y una tendencia definida al mismo objeto.

La Ciencia como un resultado de la inteligencia tiende a substituir el acto instintivo por otro intelectual y el ins­trumento natural por el artificial que puede multiplicar· su energía y su rendimiento, dirigiéndose por la vía más corta a su finalidad. Este es el método.

La doctrina es un conjunto de conocimientos generales llevados por la vía más corta.

Si la tendencia y esfuerzos orgánicos en el estado pato­lógico son para mantener y conservar la vida en estado de salud, nada más natural y científico que imitar, ayudar y actuar en el mismo sentido que la Naturaleza, cuyo ins­tinto de conservación se traduce por actos seguros, sen­cillos y eficaces .

De esta connotación se deducen el primer principio de la Medicina formulado por Hipócrates: "Natura morbo­rum medicatrix", y su corolario inmediato enunciado por Hahnemann: "Simi/ia simi/ibus curantur". Curar conforme a la Naturaleza.

El hombre. dotado de inteligencia observa y lee en el Libro de la NatUraleza la tendencia y el esfuerzo de ésta para conservar la vida, y, naturalmente, tiene que secun­dar estos movimientos; ésta es la Homeopatía. Similia quiere decir semejante a la acción de la Naturaleza en sus esfuerzos curativos.

La ley terapéutica debe marcar la relación que existe entre la enfermedad y el medicamento. La Terapia se funda en una relación entre los síntomas de la

enfermedad y los del medicamento.

La relación entre los esfuerzos del organismo y los del medicamento pueden ser como sigue:

1) Acción directa, la Homeopatía; 2) Acción inversa, la Enantiopatía; 3) Acción convergente, la Profilaxia; 4) Acción divergente, la Alopatía. El resultado de la acción se explica fácilmente. Todo

esfuerzo dirigido en el mismo sentido de la Naturaleza, es decir, de la acción vital que es el directo tiene el fin de ayudar imitando lo que hace el organismo y secundar las tendencias de conservación de la propia vida.

Cuando la acción se dirige en sentido inverso, tiende a detener o a disminuir el esfuerzo dinámico de la vitalidad y por lo tanto calma porque paraliza el esfuerzo; pero obra en sentido inverso al del organismo y provoca la reacción orgánica necesaria para vencer este obstáculo; o agotado por la fatiga, sucumbe en medio de la lucha.

Cuando se excitan fuerzas derivándolas del organis­mo, sin objeto ni utilidad ninguna, además de realizar al­go irracional, lo único que se hace es mermar fuerzas e

impedir que éste pueda salir adelante en sus tendencias curativas.

Por último, cuando la acción es convergente, y siem­pre que no sea de mayor intensidad de la requerida por la organización, la suma de esfuerzos facilita el restableci­miento. Pero hay que tener en presente que esta acción es perjudicial y muy peligrosa cuando se excita bruscamente o de una manera muy intensa el organismo, que no

La Materia Médica es la parte principal de la Terapia, o sea de la

ciencia de las Indicaciones.

siempre puede resistir tal empuje. Esto lo producen los llamados tónicos y los excitantes médicos. Dicha acción propiamente no es profiláctica sino estimulante.

La acción de los medicamentos homeopáticos desde el punto de vista terapéutico, es ayudar a la Naturaleza en sus esfuerzos curativos: en este sentido su acción es ho­meopática respecto de los síntomas y enantiopática res­pecto de las causas.

Toda la ciencia terapéutica gira alrededor de una ley: la acción de todo medicamento debe ser semejante a la del organismo.

El Dr. Pérez es un famoso homeópata mejicano. Este artículo incluye una recopilación extractada de algunos fragmentos de su obra del mis.­mo título.

(2) El principio de la individualidad morbosa no deja de ser un hecho curioso sin sil aplicación en la práctica, y ésta hace efectiva en la Homeopatía, con un medicamento singular, el más semejante al con­junto de síntomas que manifiesta el enfermo y sin tener en cuenta el nombre genérico. de la enfermedad.

(GRÁFICO)

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Esquema de la acción medicamentosa respecto de la vital

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