Filosofía Especulativa vs Filosofía Crítica - Sisto
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Capítulo 31
Filosofía “especulativa” vs. Filosofía “crítica”: una consideración acerca de los modos
filosóficos de considerar la historia
Por Sisto, Horacio Martín (UNGS –UADE)Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de La Plata con la tesis “Experiencia y absoluto. La respuesta de G.F.W. Hegel en la Introducción a la Fenomenología del Espíritu a los desafíos del escepticismo de G. Schulze” (Publicada on-line).Ex-Becario DAAD (2001-2003) en el Hegel Archiv, Ruhr-Universität Bochum (Alemania) bajo la supervisión de W. Jaeschke.
En el presente trabajo me limito a poner en cuestión una distinción establecida por
William Henry Walsh en su célebre Philosophy of History: an Introduction (Walsh 1960).
Esta distinción excluye de la consideración académica lo que Walsh denomina “Filosofía
especulativa de la historia”. Entre otras consecuencias, la filosofía de Hegel sobre la
historia es rechazada en su totalidad. Si los ’40 de la Europa continental lo declaraban
peligroso inspirador (según diferentes posiciones: Popper, Hayek, Arendt, Lévinas), en la
década siguiente los anglosajones de la mano de Walsh lo mandaban flemáticamente de la
academia al museo de la filosofía. El resultado lleva a mi modo de ver al empobrecimiento
de la consideración filosófica de la historia.
La ambigüedad del término historia y el axioma de Walsh
El planteo que considero comienza distinguiendo entre “filosofía especulativa de la
historia” y “filosofía crítica de la historia”; una distinción que se ha vuelto clásica en la
filosofía. La distinción no proviene de una obra maestra, sino, curiosamente, de un manual,
el de Walsh citado más arriba. Pero si bien los estudiosos de la filosofía nos dedicamos a
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las obras de los filósofos y los manuales quedarían reservados al ámbito de la pedagogía de
la filosofía, sabemos al menos desde Thomas Kuhn lo decisivo que puede ser un manual.
En concreto, este manual es uno de los promotores del interés generado en la filosofía
analítica por la filosofía de la historia. Las distinciones que establece Walsh se verán
reflejadas una y otra vez en varias publicaciones de raigambre analítica sobre el tema,
constituyendo una especie de paradigma. Dicho manual fue publicado por vez primera en
1951, y la edición revisada de 1958 es la más notoria; pero hoy en día sigue figurando en la
bibliografía de varios programas de filosofía de la historia de la Argentina y del mundo, no
en la sección dedicada a las diversas corrientes de filosofía de la historia, sino en las
introducciones a la materia en forma de teoría preliminar1. Walsh inaugura su libro con la
mencionada distinción que quedó naturalizada por gran parte de la filosofía posterior. Una
naturalización equivalente a un dogma en la filosofía de la historia, que necesita de una
revisión parecida a la que Quine hizo del empirismo.
Lo que a mi entender podemos denominar “el axioma de Walsh” es expuesto por él del
modo que sigue. Toma como punto de partida el carácter ambiguo de la palabra ‘historia’,
que supone por un lado el sentido de res gestae, y así se refiere a los ‘hechos humanos
realizados en el pasado’, como por el otro el sentido de ‘narración de los hechos’. Sobre
esta base divide a la filosofía de la historia en forma axiomática, directamente y sin más
consideraciones, en dos campos posibles. Si la filosofía se pone como objeto lo
comprendido en el primer sentido, “el curso real de los acontecimientos históricos”,
estamos hablando de “filosofía especulativa de la historia”. Si en cambio atiende a los
procesos de pensamiento que comporta el hecho del relato histórico, estamos hablando de
“filosofía crítica de la historia”. Y añade: “evidentemente su contenido será muy distinto
según cuál de esos dos campos elijamos.” (Walsh, 1960: 14; 1968: 10).
Más adelante ofrece a esta división un escueto y discutible fundamento. Ella busca
seguir por analogía la división de campos que se ha establecido en diversas corrientes de
filosofía, entre “filosofía de la naturaleza” y “filosofía de la ciencia”. La primera versa
directamente sobre la naturaleza, en vistas a formular una cosmología; la segunda sobre el
pensamiento científico. La primera es caracterizada por Walsh como “especulativa”, la
1 De hecho es de notar que la última edición en castellano es de 2006 en una importante editorial como Siglo XXI y la última en inglés es de 2009 (New York, ACLS Humanities E-Book ).
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segunda como “crítica”. Y análogamente a las consideraciones anteriores agregaba: “Y es
muy poca la reflexión que se necesita para advertir que un filósofo que rechaza la
posibilidad del primero de estos estudios no por ello está obligado a rechazar el segundo.”
[Walsh, 1960: 14-15; 1968: 10-11] Walsh establecía una analogía aproblemática entre la
situación del estudio sobre la historia y sobre la naturaleza. Y si bien Walsh establecía una
distinción aparentemente neutra, el mensaje apuntaba explícitamente a lo largo del libro a la
exclusión de lo que llamaba “filosofía especulativa de la historia”. Walsh tomaba una
distinción de diccionario para establecer sin más dos líneas de investigación que en realidad
se reducirán a una sola. Y establecía la independencia de ambos dominios y la posibilidad
de avanzar independiente por parte de una respecto de la otra, aunque, lo que en realidad se
establecía era la independencia del modo “crítico” de tratar la historia, en una atmósfera
académica antimetafísica donde “especulativo” era sinónimo que mera hipótesis,
pensamiento puro, no contrastado, rancia metafísica, y se reservaba el aspecto “crítico” -
con toda la carga positiva que este término tenía y tiene en filosofía - exclusivamente a la
reflexión sobre una serie de problemas de índole epistemológico como la causalidad en
historia, el rol de las leyes generales y el tipo de explicación, la verdad y la objetividad.
Como sucede a menudo, se establecen dogmáticamente ciertas tesis sin necesidad de mayor
fundamentación, por el hecho de que responden a expectativas culturales implícitas de la
academia del lugar y de la época. De hecho lo seguirán otras presentaciones de la disciplina
(Dray, 1964; Donagan, 1965); y con ciertas variaciones Arthur Danto2.
La ambigüedad del término ‘historia’ y la lectura hegeliana
En este contexto, Hegel se presentaba a los ojos de Walsh como el representante por
antonomasia de las filosofías especulativas de la historia. La exposición que realiza del
planteo hegeliano en el capítulo séptimo repite las lecturas de la época. Se pueden ofrecer
numerosos argumentos contra la exclusión de la filosofía hegeliana operada por Walsh y
2 Hacia 1965 Danto distinguía entre “filosofía de la historia sustantiva” y “filosofía de la historia analítica”(Danto, 1986). La distinción tiene semejanzas con la establecida por Walsh aunque merece análisis aparte. Nuevamente, el objetivo es la exclusión de la consideración académica a las filosofías sustantivas de la historia, entre ellas la de Hegel.
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sus seguidores; pero es más interesante mostrar la potencialidad de desafío que tiene un
clásico en los mismos tópicos en que pretende habérselos superado. En este sentido, el
defecto fundamental del planteo de Walsh no era la superficialidad en su lectura de Hegel;
más bien lo era el modo dogmático de proceder, que podía evitarse mediante la
aproximación al término ‘historia’ con los recursos que sugería una de las más conocidas
tradiciones de la filosofía.
La ambivalencia del término ‘historia’ es para la filosofía un caso más de ambivalencia.
Pues ya desde Aristóteles estamos avisados de que ‘ser’, ‘bien’ y otros términos se dicen de
muchas maneras. Pero este factum, lejos de establecer dogmáticamente disciplinas
diferentes, lleva a investigar si los distintos modos en que se dice el ser obedecen a una
multivocidad, a una equivocidad o no son más que homónimos. De estas distinciones y
aclaraciones depende la dirección científica que luego se emprenderá. Ya la disquisición
mencionada forma parte de la reflexión propia de lo que Aristóteles llama, para el caso de
términos como ‘ser’, “la ciencia buscada”, la cual se indaga sobre el ser partiendo del
lenguaje. Por otra parte, en lo que respecta al paralelo supuestamente clarificador que
establece Walsh con la filosofía de la naturaleza y filosofía de la ciencia, también cabe
señalar que no distingue entre metafísica y filosofía de la naturaleza, que en el caso de
Aristóteles pertenecen a dos órdenes diferentes, e incluso obras diferentes.
A Hegel no se le escapa la ambivalencia del término ‘historia’ que conserva el alemán,
con la palabra ‘Geschichte’. Así señala:
La palabra ‘historia’ reúne en nuestra lengua el sentido objetivo y el subjetivo:
significa tanto historia rerum gestarum como las res gestae, tanto la narración
histórica como los hechos y acontecimientos. Debemos considerar esta unión de
ambas acepciones como algo más que una casualidad externa (Hegel 1946: 131)
A diferencia del planteo de Walsh, Hegel sostiene que ambos sentidos se encuentran
problemáticamente vinculados; luego, mediante el examen filosófico, argumentará que
entre ambos existe una vinculación intrínseca. Luego, por “especulativo” no entiende Hegel
una mera aplicación directa de una idea a priori a los hechos de la historia, en forma
independiente de los relatos; explícitamente sostiene que la consideración filosófica de la
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historia en su lectura de los hechos se encuentra mediada por los relatos, a los cuales a su
vez evalúa críticamente3. Por último, la distinción de Walsh supone la posibilidad de que la
historiografía sí tiene un acceso a los hechos que la filosofía especulativa pretende tener
supuestamente en forma no científica, por más que en los capítulos siguientes
problematizaba dicho acceso. Si bien el objetivo inicial y explícito de Walsh era volver
potable para la filosofía británica la posibilidad de una filosofía de la historia, y en ese
sentido lo logra, el resultado en general era separar para excluir la filosofía clásica de la
historia en su conjunto.
De estas objeciones me detengo sólo en la que atañe a la relación de ambos sentidos
de la historia. En términos generales podemos afirmar que para Hegel una determinada
“gesta” llega a su realización cabal no todavía en los hechos mismos, sino cuando se eleva
a relato. Es allí donde la autoconciencia recaba las dimensiones de lo realizado, sus logros y
sus limitaciones. Sin llegar a la autoconciencia del relato, la hazaña, los hechos vividos, los
padecimientos, en cierto sentido se pierden. No llegan a ser experiencias.
La historia trata de asuntos humanos; no de objetos naturales. Cuando los investigamos
nos encontramos que los individuos no viven sus acciones o los hechos históricos como
eventos aislados, sino que los incardinan dentro de un proyecto o de una visión de conjunto
de los sucesos, que sin necesidad de ser totalizante bajo un término como ‘la historia’, sí
tienen diferentes alcances a mediano y largo plazo. Notemos, en apoyo de la visión
hegeliana, que otro sentido de “res gestae” es también “hazañas”. Antes de la lectura que
pueda hacer el historiador, y mucho antes de la que pueda hacer la filosofía, ambas siempre
en retrospectiva, se encuentra la lectura en perspectiva que hacen los actores principales,
los actores de reparto, los observadores contemporáneos. La idea de que el historiador o el
filósofo se encuentran con hechos puros es una ficción. En todo caso, sus relatos
retrospectivos entran en relación crítica con los relatos en perspectiva dentro en los cuales
los actores incardinan su acción y las contingencias que los favorecen, los obstaculizan, les
hacen cambiar de rumbo o simplemente se lo sugieren a quien no lo encontraba. Ésta es la
3 Hegel se refiere en forma constante a las fuentes bibliográficas Es de notar que debido a que las conocidas Lecciones de filosofía de la historia universal es un libro editado por sus discípulos sobre la base de los apuntes de clase, no es costumbre dar clase y estar citando continuamente cada fuente de referencia. Pero en las notas de los editores de las recientes ediciones críticas puede notarse el amplio respaldo que tenía Hegel en su propia biblioteca y en sus lecturas historiográficas (Cf. Hegel 1996). Pero Walsh se refiere a las Leccionesen su antigua edición inglesa sin ningún tipo de preocupación filológica.
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intuición valiosa que se encuentra en las aseveraciones de Hegel acerca de que el nous (en
términos de Anaxágoras) o la Idea, en sus propios términos, ya está en la historia; no en
forma trascendente sino en los proyectos y acciones humanas [Hegel 1946: 27 y ss.]. El
lenguaje de Hegel no es allí “metafísico” en el sentido como lo entiende entre otros Walsh,
sino claramente metafórico.
Hegel llega incluso a una tesis extrema al referirse a la India antigua: sin historia rerum
gestarum no hay res gestae. A continuación del pasaje citado más arriba en que evoca la
distinción entre res gestae e historia rerum gestarum, agrega:
Significa que la narración histórica aparece simultáneamente con los hechos y
acontecimientos propiamente históricos. Un íntimo fundamento las hace brotar
juntas. (Hegel 1946: 131-132)
La tesis extrema mencionada tiene como fuente la lección inaugural del curso de
filosofía de la historia de 1822; la edición de Lasson (Hegel 1946: 131) extrapola no sin
fundamento la frase que agregué, pero apenas señala de dónde la toma (Cf. Hegel 1970:
544). La comprensión de la tesis se facilita si acudimos a las lecciones sobre la India (Cf.
Hegel 1970: 203). Hegel sostiene que no es posible en el caso de la India [antigua, H.M.S]
una historia en el doble sentido de la palabra, porque los hindúes partían de un
ordenamiento social naturalizado donde a cada uno de los habitantes le correspondería un
lugar y finalidad prefijadas de acuerdo a las castas, “de manera que disuelven la eventual
posibilidad de la ubicación antitética en una idealidad, a la que, por otra parte, degradan a
diferenciaciones de orden sensible. Es por eso es que son incapaces de hacer y escribir
historia (Hegel 2008: 134; 1970: 202)”. Para escribir historia se necesita un contrapunto
ideal frente a la situación fáctica fundamentalmente a nivel social y político.
Ahora bien, al no haber relato histórico esto tiene consecuencias en el nivel de las res
gestae.
Digamos, sin embargo, que la historia es siempre de capital importancia para un pueblo,
pues es mediante ella que arriba a la conciencia del avance de su espíritu, que se traduce en
leyes, costumbres y acciones. Son éstas lo permanente en el devenir de un pueblo. No
olvidemos que la historia ofrece al pueblo una imagen de su estado y su ubicación, con lo
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cual logra una concreta objetivización. Sin historia se logra solamente una existencia
temporaria, un juego de múltiples arbitrariedades que se renuevan y repiten sin cesar. La
historia fija uno a uno tales acontecimientos casuales, los coloca ante los ojos, les da una
forma de generalidad y establece por lo consiguiente la regla en su pro o en su contra. Ella
es una medio esencial en su conexión en el desarrollo de una constitución, es decir, de una
razonable articulación de la convivencia política. Ella es instrumento empírico que genera
lo general, por cuanto ofrece un cuadro permanente para la representación. Debido a que
los hindúes no tienen verdaderos relatos históricos, carecen de la historia como sucesión de
acciones (res gestae), con lo que les falta toda premisa para la creación de un verdadero
estado político. (Hegel 2008: 135)
En síntesis, según Hegel no tenemos historia por el simple hecho de que suceden cosas.
Tenemos historia recién cuando estos sucesos comienzan a tener una ilación significativa,
un rumbo. Y para determinar ese rumbo se necesita el relato histórico, entre otras razones
porque establece y fija el rumbo para la autoconciencia, en términos de principios, metas,
aspiraciones, y otros elementos que tienen que ver con la vida en común del pueblo en
cuestión. De lo contrario se asistiría a un pasaje fugaz de los acontecimientos en donde todo
sigue en el fondo siempre igual. Pero al fijar el rumbo también lo compara con un criterio
ideal inmanente. De este modo también se re-significa la expresión Res gestae que también
es ambivalente y que dicha ambivalencia adquiere en el pensamiento de Hegel mayor
relieve. Res gestae tomado literalmente significa los hechos gestados por el hombre. Pero
también en el latín pertenece a aquella serie de expresiones que adquieren una significación
propia, como por ejemplo “res publicae” con la que se designa al Estado, o “res adversae”
con la cual se designa las dificultades que se deben afrontar. En el caso de res gestae
también significa ‘hazañas’. No hay verdaderas hazañas allí donde el estado social y
político se encuentra naturalizado; pero aun cuando no lo estuviese, las hazañas necesitan
del relato que les dé el punto de referencia que le muestre al actor o a los actores el rumbo
en el cual se encuentran y los criterios ideales que lo enmarcan, sea en pro o en contra. En
cierto sentido, claro está, Hegel tiene una concepción de la historia que posee un aspecto
normativo.
El momento del relato histórico adviene podemos decir casi espontáneamente, porque
cada pueblo en cada época busca tomar conciencia de sí mismo, siempre y cuando lo
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permita su situación, como hemos visto. Los mismos discursos de los gobernantes a los
pueblos ya lo muestran, más allá de su corrección o no y su finalidad subjetiva.
Hegel toma la dicotomía res gestae/historia rerum gestarum como distinción y no como
separación. Es esta relación, esta unidad en la distinción lo que se constituye como primer
objeto de la consideración filosófica.
El planteo fenomenológico
Lo que hemos expuesto, explora la relación entre los términos res gestae e historia
rerum gestarum en el ámbito de una civilización. Hegel también explora la vinculación
existente entre ambos términos en el ámbito de la historiografía. En la lección introductoria
de 1822 a las clases de filosofía de la historia, luego retomada con algunas modificaciones
también como lección inaugural en el curso de 1828 (Hegel, 1970: 543), el filósofo
presenta los distintos modos de tratar a la historia. Dicha exposición no consiste en una
tipología historiográfica, como lo toma Walsh (Walsh, 1960: capítulo VII) sino que es una
teoría sobre la lógica subyacente a la relación entre sujeto y objeto, no en términos
generales como se encuentra en la Fenomenología, sino respecto de la conciencia histórica.
Son los modos específicos de posicionamiento que podemos tener con un objeto en donde
la especificidad está dada por la cuestión del tiempo o, más precisamente, la época. En la
consideración de todos ellos el análisis recae tanto en los hechos, en términos del espíritu
de una época, como en los relatos, el historiador, y el espíritu del que participa, como por
último en el vínculo que existe entre sujeto y objeto de acuerdo al tiempo o, más
precisamente el espíritu de la época de cada uno.
Hegel no desarrolla en sus clases de filosofía de la historia el esquema en abstracto que
sirve de referencia para las consideraciones expuestas más arriba en forma oral y
exploratoria. El marco teórico que sirve de guía lo encontramos al menos en dos pasajes de
su obra. En primer lugar en la Introducción a la Fenomenología del Espíritu (Hegel, 1966).
En segundo lugar, en el Concepto Previo de la Edición de 1830 de la Enciclopedia de las
Ciencias Filosóficas en compendio (Hegel, 1992), donde expone las formas de
posicionamiento del pensamiento frente a la objetividad.
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El malentendido de Walsh y sus motivos
En líneas generales, Hegel no se preocupa por elaborar o descubrir un sentido de la
historia, leyes de la historia y mucho menos un fin de la historia. Su preocupación es más
bien responder a la pregunta qué es la historia y por qué hay historia en lugar de reducirse
todo a naturaleza. El desarrollo de lo que apenas hemos aludido más arriba dará lugar a un
concepto de conciencia histórica y de historicidad (Jaeschke, 1996: 363, 365), en los cuales
ahora no podemos profundizar por razones de extensión. ¿De dónde surge entonces el
malentendido de Walsh, un pensador sin duda serio y muy influyente? Se encuentran sin
duda motivos de índole académico que atañen a la época y al paradigma que asumía en ese
entonces la corriente analítica. En lo que respecta a la lectura de Walsh: 1) no considera a la
Fenomenología; aunque puede encontrar cierta autorización para su omisión por parte de
Hegel por el hecho de que Hegel mismo hacia sus últimos años le quita el estatuto
privilegiado que le otorgaba hacia 1807; 2) se centra en la exposición de la Enciclopedia;
pero no considera el Concepto Previo de la edición de 1830, que cumple el rol de
introducción al sistema que años atrás ocupaba la Fenomenología; 3) hace una mala lectura
de la lección inaugural de 1822/1828 mencionada más arriba, que lo lleva a entender la
exposición de Hegel como una sistematización ya obsoleta de la historiografía de la época
(Cf. O’Brien, 1970); 4) toma las Lecciones de la Filosofía de la Historia Universal como
producto terminado de la mano de Hegel; aunque por otro lado mucho más no se le puede
pedir en una época en que no existían al respecto ediciones críticas, y a alguien que no tiene
por qué dedicarse a una reconstrucción de la visión hegeliana.
Pero en la lectura que hace Walsh también incide la problematicidad del estatuto de la
filosofía de la historia en la misma obra de Hegel. Es en parte el mismo Hegel – y en
particular sus discípulos – los que favorecen en alguna medida la interpretación del tipo
Walsh. Pues las conocidas Lecciones de Filosofía de la Historia Universal tienden a
confundir dos conceptos, esto es: el de ‘Historia’ (Geschichte) con el de ‘Historia Mundial’
(Weltgeschichte), en donde predomina una visión de la historia política expuesta en
términos objetivistas cercana a las filosofías de la historia del siglo XVIII (Jaeschke, 1996:
368). En la Historia Mundial se expondría una lectura de los hechos a partir de cierto
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esquema previo, el de la realización de la libertad en términos de emancipación. Esta
observación no la realizan los críticos de Hegel, sino estudiosos hegelianos como W.
Jaeschke.
Más allá de esta excepción, es el planteo objetivista propio de las mencionadas
Lecciones la que ha dado lugar a frases como ésta:
La filosofía de la historia es un monstruo intelectual, un “centauro” (…) que no es
ni historia ni ciencia, aunque se parece a una y hace afirmaciones acerca de sí misma
que sólo puede hacer la otra” (Danto, 1986: 51-52)
La frase es de Danto hacia 1965, que en sus exclusiones seguía a Walsh; el mismo
pensador que hacia la década de los ’90, para sorpresa de un vasto público cambiaba su
punto de vista sobre Hegel, al descubrir la concepción que el alemán presentaba de la
historia a través no de las Lecciones de Filosofía de la Historia Universal sino de las
Lecciones de Estética y de la Fenomenología del Espíritu.
Sin duda las tesis de Hegel sobre la relación entre res gestae e historia rerum gestarum
pueden discutirse: Hegel arriesga tesis fuertes al respecto. Aquí fueron expuestas al solo
efecto de poner en cuestión la separación aproblemática que establece Walsh.
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