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255 AyTM 10.2, 2003 INTRODUCCIÓN En el presente artículo exponemos nuestro análisis de la fase inicial de instauración en el Alto Guadalquivir de uno de los concejos de realengo peor conocidos de todo el ámbito castellano bajomedieval, el que construyeron los cristianos en torno a Jaén, una vez que la ciu- dad cae en su poder, a principios del año 1246. La metodología de nuestro trabajo intenta armonizar las informaciones aportadas tanto por las fuentes escritas, muy escasas, como por las fuentes arqueológicas, especialmente tra- bajos de prospección, conscientes de que cada sociedad tiene un tipo de organización del espa- cio y, por lo tanto, éste sufrirá variaciones tanto en las diversas etapas evolutivas de aquélla, como con las transformaciones sociales y mate- riales que supone el cambio de una sociedad por otra. Por lo tanto, el análisis de las huellas dejadas en el espacio por una sociedad, debe ayudarnos a la reconstrucción de los perfiles de aquella (GARCÍA DE CORTÁZAR, 1988). Así, a los documentos escritos, se deben añadir las apor- taciones de la Arqueología, la Geografía, la Toponimia y la Antropología. El Concejo, entendido como una unidad de organización social feudal del espacio corres- pondería, según nuestra metodología, a una unidad espacial analítica denominada Territorio Político, circunscrito al “espacio producto de las prácticas de poder que un grupo social desa- rrolla a partir de la aceptación del hecho por la totalidad del mismo”; en el Territorio Político se conjugarían dos espacios distintos, uno, polí- tico-económico, definido “por las estrategias que la estructura de poder impone para su repro- ducción”, y otro, ideológico, o espacio de legi- timación, el cual “sustenta la legitimidad del uso de la fuerza en el espacio caracterizado por el bloque que tiene una posición preeminente en la estructura de poder. No obstante, este últi- mo espacio, en cuanto es producto de la pre- tensión de identidad de la totalidad del grupo, no es sólo el espacio donde ejerce violencia sobre otro, «legítimamente», (...), sino el espa- cio de identidad política consensuado por todos los grupos sociales” (RUIZ RODRÍGUEZ, MOLINOS MOLINOS, RÍSQUEZ CUENCA, 1998: p. 26). El trabajo que presentamos aquí refleja una parte de la investigación que llevamos a cabo actualmente sobre este Territorio Político sur- gido en torno a la ciudad de Jaén en los siglos bajomedievales, centrándonos en la exposición e interpretación de las vicisitudes históricas que acompañaron su instauración y consolidación, estudiando la primera definición de sus fron- teras jurisdiccionales, sus originales formas de poblamiento y la jerarquización espacial de los asentamientos, la distribución espacial y el apro- vechamiento de los espacios productivos y de los recursos naturales, y, por último, la atribu- ción y reparto social de los mismos. La Ciudad de Jaén en la Baja Edad Media ejerció su dominio político y económico sobre un territorio cuya extensión, a pesar de las fluc- Formación y articulación de un concejo fronterizo: Jaén en el Siglo XIII Eva Mª Alcázar Hernández Universidad de Jaén

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INTRODUCCIÓN

En el presente artículo exponemos nuestroanálisis de la fase inicial de instauración en elAlto Guadalquivir de uno de los concejos derealengo peor conocidos de todo el ámbitocastellano bajomedieval, el que construyeron loscristianos en torno a Jaén, una vez que la ciu-dad cae en su poder, a principios del año 1246.

La metodología de nuestro trabajo intentaarmonizar las informaciones aportadas tantopor las fuentes escritas, muy escasas, como porlas fuentes arqueológicas, especialmente tra-bajos de prospección, conscientes de que cadasociedad tiene un tipo de organización del espa-cio y, por lo tanto, éste sufrirá variaciones tantoen las diversas etapas evolutivas de aquélla,como con las transformaciones sociales y mate-riales que supone el cambio de una sociedadpor otra. Por lo tanto, el análisis de las huellasdejadas en el espacio por una sociedad, debeayudarnos a la reconstrucción de los perfiles deaquella (GARCÍA DE CORTÁZAR, 1988). Así, a losdocumentos escritos, se deben añadir las apor-taciones de la Arqueología, la Geografía, laToponimia y la Antropología.

El Concejo, entendido como una unidad deorganización social feudal del espacio corres-pondería, según nuestra metodología, a unaunidad espacial analítica denominada TerritorioPolítico, circunscrito al “espacio producto de lasprácticas de poder que un grupo social desa-rrolla a partir de la aceptación del hecho por

la totalidad del mismo”; en el Territorio Políticose conjugarían dos espacios distintos, uno, polí-tico-económico, definido “por las estrategias quela estructura de poder impone para su repro-ducción”, y otro, ideológico, o espacio de legi-timación, el cual “sustenta la legitimidad del usode la fuerza en el espacio caracterizado por elbloque que tiene una posición preeminente enla estructura de poder. No obstante, este últi-mo espacio, en cuanto es producto de la pre-tensión de identidad de la totalidad del grupo,no es sólo el espacio donde ejerce violenciasobre otro, «legítimamente», (...), sino el espa-cio de identidad política consensuado por todoslos grupos sociales” (RUIZ RODRÍGUEZ, MOLINOS

MOLINOS, RÍSQUEZ CUENCA, 1998: p. 26).

El trabajo que presentamos aquí refleja unaparte de la investigación que llevamos a caboactualmente sobre este Territorio Político sur-gido en torno a la ciudad de Jaén en los siglosbajomedievales, centrándonos en la exposicióne interpretación de las vicisitudes históricas queacompañaron su instauración y consolidación,estudiando la primera definición de sus fron-teras jurisdiccionales, sus originales formas depoblamiento y la jerarquización espacial de losasentamientos, la distribución espacial y el apro-vechamiento de los espacios productivos y delos recursos naturales, y, por último, la atribu-ción y reparto social de los mismos.

La Ciudad de Jaén en la Baja Edad Mediaejerció su dominio político y económico sobreun territorio cuya extensión, a pesar de las fluc-

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tuaciones sufridas desde su definitiva conquis-ta por los ejércitos castellanos en 1246, y espe-cialmente en los siglos XIV y XV, nunca des-cendió de los 1.000 km2, llegando a su máximaexpansión tras finalizar la Guerra contra Gra-nada, en 1492, momento en el cual el Conce-jo contaba con más de 1.600 km2.

El Concejo ocupaba, aproximadamente, unaoctava parte de la actual provincia de Jaén, quecomo vemos en la FIGURA 1, está, hoy en día,compartimentada en 16 términos municipalesdiferentes, disgregación causada por el proce-so de independencia de las aldeas bajo su tute-la, que comenzó a mediados del siglo XVI. Laúnica excepción es la de La Guardia de Jaén,que aparece como señorío al menos desdefinales del siglo XIII, al sur del dominio territo-rial de la Ciudad.

La Tierra de Jaén conformaba una bandaterritorial delimitada en sus grandes líneas porhitos geográficos bien identificables (FIGURA 2):al norte, el río Guadalquivir, al este, el Arro-yovil, al oeste, el Arroyo Salado de los Villares,y al sur las llamadas Sierras Sur de Jaén y Sie-rra Mágina.

Este territorio no presenta característicashomogéneas en cuanto a su topografía, a subase geológica o a sus suelos, ya que abarcaparte de dos dominios geomorfológicos com-pletamente diferentes:

Al norte, la Depresión del Guadalquivir, en con-creto, su sector más oriental, denominada Cam-piña de Jaén, que se considera generalmentedividida en dos zonas, la Oriental y la Occi-dental, por el cauce del río Guadalbullón, que,naciendo en el corazón del prebético jiennen-se, discurre de sur a norte hasta tributar sus aguasen el Guadalquivir, siendo la arteria principal deuna red de drenaje que se abastece principal-mente de los ríos serranos, aunque también dealgunos importantes arroyos de la Campiña.

La Campiña Oriental es considerablemen-te más estrecha que la Occidental, de sur anorte la surcan pocos pero importantes arro-yos, como el Arroyovil y el Salado de Torre-quebradilla. La característica más señera de

estas tierras es su salinidad, y, en general, su malacalidad para el cultivo.

Por lo que respecta a la Campiña Occi-dental, su red hidrográfica es más compleja yabundante que en la Campiña Oriental, reco-rriéndola numerosos arroyos. Por otra parte,las tierras de la Campiña Occidental son másricas, y tradicionalmente han estado más pobla-das, siendo protagonistas de una explotaciónagrícola más intensa.

Al sur, está el segundo dominio geomorfo-lógico, las sierras pertenecientes al Frente Exter-no de las Cordilleras Béticas, que durante la ocu-pación musulmana estaba repartida entre lasCoras de Yayyan y de Ilbira. En estas sierras seubicó la zona de fricción fronteriza entre elConcejo de Jaén y el Reino Nazarí de Grana-da, durante toda la Baja Edad Media.

Este ámbito territorial será uno de los esce-narios en los que se llevará a cabo, desde prin-cipios del siglo XIII, la supresión violenta de unaformación social, la islámica en su fase almo-hade, y la instauración de un régimen políticoy socioeconómico radicalmente diferente: Elhispano-feudal, impuesto por el Reino de Cas-tilla después de la Conquista.

No se trató, pues, de un largo y lento pro-ceso de transición social, sino de una implan-tación traumática, que dislocó la anterior orga-nización no ya sólo administrativa o política,sino, y sobre todo, la del poblamiento, los usosdel suelo o la estructura de la propiedad, asícomo la percepción del territorio que poseíala comunidad vencida.

El territorio objeto de este estudio fue undistrito de realengo, aunque a lo largo del tiem-po partes del mismo fueron segregadas y con-vertidas en señoríos, o territorios de señoríose incluyeron temporalmente en las tierras delConcejo, siguiendo los vaivenes de la situaciónpolítica general.

Los castellanos, una vez que la ciudad deJaén cae definitivamente en sus manos, en 1246,la utilizarán como el núcleo articulador de todoeste territorio, imponiendo un modelo de orde-

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nación territorial plenamente “probado” y con-solidado en otras muchas ciudades castellanas:la comunidad de Villa y Tierra o Concejo, con-siderada como la unidad de organización socialdel espacio más compleja de la Castilla hispa-no-feudal.

En la práctica, se trata de un distrito com-puesto por una población de cierta entidad, conrango de ciudad o villa, que tenía jurisdicciónsobre un territorio con un número variable dealdeas, así como sobre las tierras, las aguas, etc.con amplias facultades para organizar el terri-torio, lo que las diferencia de las islámicas.

En función de este esquema organizativo,Jaén, se convertirá en la cabeza de un sistemajerárquico de articulación del poblamiento, basa-do en las relaciones “piramidales” establecidasentre la ciudad y sus aldeas, y la ciudad y suscortijos, que permitirá a Jaén controlar su alfoz.

El proceso de la conquista militar de las tie-rras de Jaén es bien conocido, gracias a las Cró-nicas de la época. Por lo que respecta a la ciu-dad de Jaén, la ofensiva cristiana se concretaráentre 1244, en que Fernando III inicia el ata-que y conquista de las fortalezas que rodeanla ciudad (Arjona, La Guardia, Pegalajar), y febre-ro de 1246, mes en el que, tras largo asedio,Jaén es entregada por Muhammad I a los ejér-citos castellanos trámite capitulación. Al mismotiempo, el nazarí se reconocía como vasallo delrey castellano, al que pagaría un tributo anualde 150.000 maravedíes, asegurándose el seño-río sobre el resto de su territorio. Con estaacción finaliza la conquista militar del territoriogiennense, y queda también constituido el Reinode Granada, reconocido y vasallo del rey de Cas-tilla, y cuyas fronteras en este sector quedan yadelimitadas en las sierras al S y SE de la ciudadde Jaén. La frontera activa con el Reino nasrícondicionará de forma total la organización delterritorio dominado por el Concejo de Jaén.

REPOBLACION Y REPARTIMIENTO

De su proceso de organización territorial,sabemos poco o nada, sólo que Fernando IIIresidió en la ciudad durante unos seis meses

después de su conquista, organizando el repar-timiento -del cual no nos ha llegado el con-tenido-, la instalación de pobladores y la arti-culación de la institución de gobierno concejil.El Fuero concedido fue, como en gran partede los concejos de realengo andaluces, el deToledo.

La conquista castellana provocó en las regio-nes andalusíes anexionadas enormes cambios,al implantar los conquistadores los esquemasorganizativos de la sociedad feudal, que susti-tuyeron brusca y rápidamente a la anteriororganización islámica, radicalmente diferente:“los procesos de «repoblación» son buen tes-timonio de estos cambios puesto que no sóloobedecen a un programa de poblar comarcasvacías de población sino que, sobre todo, sir-ven como instrumento mediante el cual inte-grar los territorios recientemente conquista-dos a los mecanismos sociales y económicosde la sociedad feudal” (JIMÉNEZ SÁNCHEZ, QUE-

SADA QUESADA, 1992: p. 52).

Indisolublemente unidos a las repoblacio-nes, están los “repartimientos”, los mecanis-mos de distribución de tierras, primero entrequienes habían participado en la conquista y mástarde entre quienes acudían a poblar las(GONZÁLEZ JIMÉNEZ, 1987), y que servían a losconquistadores para adecuar a los parámetroscastellanos los territorios urbanos andalusíes.

En lo que atañe al repartimiento de Jaén ysus aldeas, no se ha conservado ninguno de losLibros de Repartimiento, lo que impide cono-cer mínimamente cual fue la situación que seplanteó tras la conquista. Hay algunos datossueltos, contenidos en diplomas o transmitidospor cronistas posteriores que pudieron veralgunos de ellos, aunque apenas son suficien-tes para hacernos una idea de cual fue la situa-ción de partida.

La I Crónica General (cap. 1071) resalta lospropósitos repobladores emprendidos por elrey inmediatamente después de la conquista.Según esta fuente, el rey:

“des y enbió por pobladores a todas partes,enbiando prometer grandes libertades a quantos

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y veniesen a poblar; et venieron y muchas gen-tes de toda la tierra, et mandolos partir la villaet los heredamientos a todos muy comunalmen-te, a cada uno segunt pertenescie, et desy afo-rolos et conpliolos quanto les prometiera” 1.

J. González recopiló los escasos documen-tos que se conservan sobre el reparto de laciudad, según los cuales Fernando III entregó alas diferentes órdenes militares que habían par-ticipado en la conquista, la de Santiago, la deCalatrava y la de San Juan, diversas casas expro-piadas a destacados miembros de la comuni-dad vencida 2.

Pero además de esas concesiones especia-les, el reparto del conjunto de la ciudad entrequienes habían participado en la toma, o acu-dieron a poblarla, fue encargado por el rey,quien a finales de agosto partió para Sevilla, aDon Ordoño Álvarez, señor de Noroña y pri-mer alcaide de Jaén, que debió efectuarlo entreagosto y diciembre de 1246, siguiendo las ins-trucciones del monarca (GONZÁLEZ GONZÁLEZ,

(1980-1986): vol. I, p. 436).

A ello podemos agregar que aunque no seconservan documentos, parece probable quela Iglesia recibiera todas las mezquitas quehabía en la ciudad, que se convertirían en igle-

sias 3. Cabe suponer también que los edificiosfueron acompañados de buena parte de losbienes habices de las mismas. Así mismo, elrey se reservaría también una parte de losedificios 4.

Lógicamente, los términos de la ciudad fue-ron igualmente repartidos, aunque, de nuevo,las noticias son muy escasas, y sólo lentamen-te, a partir de menciones casuales es posiblereconstruir algo de lo distribuido.

Sabemos que, como ocurrió en otrosmuchos repartimientos andaluces, como el deSevilla, algunos de los familiares del rey fueronfavorecidos con una serie de donadíos en elalfoz jiennense. Así, su hermano, el Infante DonAlfonso de Molina obtuvo una heredad, enconcreto una aldea, cuyo nombre no apareceespecificado en la documentación, y de la quesólo se sabe que en 1251 ordenó a sus hom-bres pagar diezmos 5.

Otros personajes importantes obtuvierondonadíos en Jaén que incluían alguna pobla-ción, como es el caso de Villardompardo, quesegún afirma Espinalt en su Atlante Español erauna pequeña alquería abandonada por sus habi-tantes que, tras la conquista castellana, fuepoblada por D. Pedro Aznar o D. Pedro Pardo,

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1 Primera Crónica General de España. Alfonso X, rey de Castilla. Editada por Ramón Menéndez Pidal; con estudio actualizador de DiegoCatalán, Vol. VII, 1977. Universidad Complutense. Madrid.

2 Fernando III entregó a la Orden de Santiago, el 28 de febrero de 1246, las casas en Jaén que “habían sido de Rabi Zulema”; a loscalatravos, les concedió, el 31 de marzo, las casas “que habían sido del Arraez Audalla, con sus establías, horno y demás perte-nencias”; la Orden de San Juan también fue favorecida por el rey el 10 de mayo, quedándose con las casas que “habían sido deAben Nazar, cerca de Santa María Magdalena”. Otros personajes que habían participado en la conquista de Jaén también fueronheredados, como el Comendador de Martos, quien obtuvo el 26 de septiembre “las casas que había tenido en Jaén el AlcayatAben Margoan”. Posteriormente, el 1 de marzo de 1251, dio a la Iglesia y obispo de Córdoba, “un par de casas en Jaén con subodega y establía” (GONZÁLEZ GONZÁLEZ, (1980-1986), vol. I, p. 435-436).

3 La transformación está atestiguada en el caso de las iglesias de la Magdalena y de San Juan, así como en el de la propia mezquitaaljama que se convertiría en iglesia de Santa María, ubicada en parte donde se sitúa la catedral actual (AGUIRRE SADABA, 1982,pp. 196-197; PÉREZ MARTÍNEZ; ALCÁZAR HERNÁNDEZ, 1993, pp.141-146; SALVATIERRA CUENCA, 1993, pp. 158-159).

4 Estos comprenderían al menos el palacio real, que debía ocupar la manzana en la que hoy están el Archivo Histórico Provincial yel palacio de Los Uribe, ya que sabemos que el conjunto fue cedido por Juan I a los Dominicos. Igualmente, se cree que Fernan-do III se reservaría una amplia propiedad en las afueras de la ciudad, La Huerta del Rey en lo que luego será el barrio de San Ilde-fonso, y que Pedro I entregaría a los franciscanos para la construcción de su convento, estando hoy allí la Diputación provincial(SALVATIERRA CUENCA, 1993, pp. 159-160).

5 “Co(n)nSçuda coSa Sea a todos q(uan)tos eSta carta uieren cuemo yo Jnfa(n)te do(n) alfonSo Se(n)nor de Molina (e)t de MeSa ma(n)doa todos aq(u)ellos om(m)es q(ue) la mj he(re)dat de Jahen e de Ybros por mj touie(ren) q(ue) den todo el diezmo q(ue) yo ouiere alOb(is)po de Jahen...” (SEGURA MORENO, 1976, p. 190).

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al concedérsela Fernando III en 1245 6. Sinembargo la primera noticia documental segu-ra es de 1251, cuando el Villar de Don Pardose menciona en la delimitación de términosentre Jaén y Martos, establecidos por el pro-pio rey, que ubica precisamente en esta loca-lidad uno de los hitos de la división 7, quedan-do dentro del realengo jiennense.

A parte de estos territorios, también entre-gó posesiones dentro de los términos del Con-cejo a las diversas órdenes militares, pero seguardó mucho de que estas fueran muy exten-sas (FIGURA 3).

Así a la Orden de Santiago le entregó “latorre de Maquiz, con quince yugadas de here-dad junto a ella; la que había sido de Mezqui-riel, con dos pasadas de molinos, quince aran-zadas de viña y cuatro de huertas” (GONZÁLEZ

GONZÁLEZ, opus cit.: vol. I, nota 116 y vol. III, documento

nº 735). La primera estaba situada en CerroMaquiz, junto a la desembocadura del río Gua-dalbullón en el Guadalquivir, y en el que se halocalizado la antigua ciudad romana de Iliturgi.En 1646, cuando Rus Puerta escribe su Coro-grafía sobre el Reino y Obispado de Jaén, Maquizaún pertenecía a la Orden de Santiago, sien-do un anexo de su encomienda de Albanchez.Teniendo en cuenta el terreno concedido, unas268 hectáreas 8, cabe suponer que les cederíatodo este imponente cerro amesetado. En cuan-to a la segunda donación, no hemos conseguidorastrear el topónimo Mezquiriel, por lo que esuna incógnita su ubicación, aunque, a juzgarpor los tipos de cultivo (viñas y huertas), lo redu-cido de su superficie (8,50 has en total) y lamención a los molinos, debía de situarse cercade un río o arroyo de caudal importante.

Un donadío mucho menor (17,5 has entotal) recibió la Orden Militar de Calatrava:“veinte aranzadas de heredad en Espeluy, unarco en el Guadalquivir, quince aranzadas deviña en Jaén, en el Pago Almorg, allende la torrede Fuentes; cuatro de huerta, una pasada deMolino, que había sido del «vieio, so» la huer-ta de Lexix” (Ibídem). Espeluy se encuentra a34 km al norte de Jaén, a orillas del río Gua-dalquivir, y en él se ubicaba uno de los pocosvados que permitían pasar el río en esta zona,por lo que constituía un importante nudo decomunicaciones. Había sido conquistado duran-te la campaña militar contra Quesada, en 1224,y en él edificaron los castellanos una fortifica-ción, al parecer levantada sobre las ruinas dela islámica, derruida por Fernando III tras su con-quista (CAZABÁN LAGUNA, 1924: p. 336).

En cuanto a la torre de Fuentes, aunque, enprincipio no está identificada, es factible la posi-bilidad de que se tratase de la futura aldea deFuente del Rey (actual pueblo de Fuerte delRey), en la que, efectivamente, existía una torreen la época de la conquista castellana. Segúnesta hipótesis, la concesión estaría ubicada alnorte de esta localidad. Dicha suposición puedeavalarse por el hecho de que, a cuatro kiló-metros al nordeste de Fuerte del Rey, se ubicael Cortijo de Macarena, muy próximo al Arro-yo del Platero o de las Piedras de Yeso, afluen-te del Guadalbullón, y junto al que nace unmanantial de gran importancia, dada la escasezde agua potable de la zona.

El profesor Tomás Quesada propuso iden-tificar este cortijo (QUESADA QUESADA, 1994: p.

30). con el del mismo nombre visitado por losregidores del Cabildo giennense en 1401, en

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6 Este señor era, según Espinalt “Caballero de lo más ilustre de Aragón, y Valencia” (ESPINALT GARCÍA, 1775, p. 335), en lo que coin-cide con Argote, que en su Nobleza de Andalucía, lo hace hijo de un guerrero destacado en la Batalla de las Navas de Tolosa:“Don Aznar Pardo, ricohombre de Aragon, mayordomo mayor del rey D. Pedro, y señor de la villa y castillo de la Casta”, añadiendo queeste Pedro Pardo también fue heredado en la torre de Gil Olid, “y su hacienda y nombre se consumió por casamientos en el linajede Dávalos” (ARGOTE DE MOLINA, 1588, p. 103).

7 Bulario de la Orden Militar de Calatrava, 1762. Reedición El Albir, 1981, Scriptura XVIII, p. 95.

8 Para la conversión de estas medidas de superficie medievales a las del sistema métrico actual, hemos utilizado las indicaciones queda el profesor M. González Jiménez (1988, p. 109), que para el Reino de Jaén utiliza la equivalencia 1 yugada - 40 aranzadas; mien-tras que la equivalencia entre aranzadas y metros cuadrados es 1 aranzada - 4400 m2 (1977, p. 170).

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su expedición de control de dehesas boyales.La importancia de estos datos reside en que,en 1401, la propietaria del Cortijo de Maca-rena era la Orden Militar de Calatrava.

Por lo que se refiere al tercer lugar en elque se les concede tierras a los calatravos, den-tro del término de Jaén, la “huerta de Lexix”,creemos poder identificar el lugar con el Pagode Lerix o Vado Lerix, situado al sur de Jaén,a mitad de camino entre esta ciudad y el cas-tillo serrano de Otíñar, y que, como describeMadoz (p. 99), es el lugar en el que al río Quie-brajano, “a una legua de su nacimiento[...], sele agrega por el lado izquierdo el río que vienede los Villares”, cambiando entonces su nom-bre por el de Río Jaén. Actualmente, a este lugarse le conoce como Vado Lerín o Val Lerín,dentro del Pago del Puente de la Sierra, quetradicionalmente ha estado ocupado por huer-tas, aunque ahora se ha convertido casi total-mente en una urbanización de chalés.

Los calatravos no se conformaron con tanmezquino patrimonio, y en las décadas sucesi-vas se hicieron con más tierras dentro del tér-mino jiennense, por lo que se ve a través dela compra, lo que es, cuanto menos, curioso,ya que el Fuero de Toledo prohibía explícita-mente enajenar heredades a favor de las Órde-nes. En la 2ª Recopilación y Confirmación delFuero de Toledo realizada por Fernando III en1222, que constituye la última y definitiva redac-ción del Derecho vigente en la Ciudad, puedeleerse:

“Quod nullus de Toleto, sive vir sive mulier, pos-sit dare vel vendere hereditatem suam alicuiOrdini, excepto si voluerit eam dare aut ven-dere Sanctae Mariae de Toleto, quia est sedescivitatis; sed de suo mobili det quantum volue-rit secundum suum forum. Et Ordo qui eamacceperit datam vel emptam, amitat eam. Etqui eam venderit amitat morabetinos, et habe-

ant eos consanguinei sui propinquiores” (GARCÍA

GALLO, 1975: p. 488).

Además, ésta fue la redacción que el rey con-cedió a las ciudades andaluzas de Córdoba(1241), Sevilla (1250) y Carmona (1252), porlo que podemos encontrar la misma prohibi-ción en sus fueros 9.

Entre 1256, fecha del primer acuerdo esta-blecido entre la Orden y el Obispado de Jaénsobre los diezmos que aquélla debía pagar ensus tierras, y la ampliación del mismo, firmadaen enero de 1283, los freires adquirieron nue-vos heredamientos: “...(e)t p(ro)metemos otroS-Si de dar deçima del h(e)redamie(n)to q(ue)c(om)pramos en eSpeluy de don(n)a marin(n)a[...] (e)t en la caSa del Judio q(ue) eS cerca dosbarrios...” (SEGURA MORENO, 1976: p. 217). La loca-lización dentro del término jiennense de la Casadel Judío es sólo una conjetura -ya que nohemos podido rastrear el topónimo en la docu-mentación conservada-, sin embargo, sí queestá constatada en época bajomedieval la exis-tencia, a doce kilómetros al noroeste de la ciu-dad de Jaén, del Cortijo de Dosbarryos (QUESA-

DA QUESADA, opus cit.: p. 30), el cual se ubicabaa un escaso kilómetro y medio del Arroyo delJudío, topónimo este último también constata-do abundantemente en época bajomedieval.

Por último, también se ha conservado refe-rencia a la donación de “siete yugadas de here-dad, siete aranzadas de viña y dos de huerta”(GONZÁLEZ GONZÁLEZ, opus cit.: vol. I, p. 435) a laOrden de San Juan, sin que se especifique ellugar (o lugares) donde se ubicaba la donación.En la delimitación realizada en 1251 por Fer-nando III entre la encomienda calatrava de Mar-tos y el Concejo de Jaén, se hace mención auna “torre del Ospital”, que podría conside-rarse como posesión de la Orden de San Juan,dado que también era conocida como Ordendel Hospital o de los hospitalarios. Recientemente

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9 Así por ejemplo, el Fuero de Córdoba dice exactamente lo mismo al respecto: “...Que ningunt ome de Córdoba varon, é muger, nonpueda vender, ni dar su heredat á alguna órden, fueras á Santa María de Córdoba, que es catedral de la cibdat; mas de su mueble dequanto quisiere segunt el fuero de la villa, é la órden que la rescibiere comprada, ó donada, piérdala, é el vendedor pierda los dineros, éáyanla los sus parientes los mas cercanos”. (BURRIEL, 1800, p. 461).

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(CASTILLO ARMENTEROS, LARA JIMÉNEZ y CASTILLO

ARMENTEROS, 1989: p. 373) ha sido propuesta laidentificación de esta torre con los restos deuna fortificación situada a unos nueve kilóme-tros al oeste de Torredonjimeno, que actual-mente recibe el nombre de Torre de Fuencu-bierta 10. En cuanto a la superficie concedida,125has de heredad, 3 de viña y menos de 1 hec-tárea de huerta, es muy superior a la concedi-da a los calatravos, aunque sólo supone un pocomás de la mitad de la de los santiaguistas.

Junto a Jaén estarían, así mismo, las “seisaranzadas de viña y tres de huerta en la Puer-ta de Granada, y seis yugadas de heredad enFuente Peniella” concedidas a la Iglesia y Obis-po de Córdoba (GONZÁLEZ GONZÁLEZ, opus cit.:

vol. III, documento nº 776). La referencia a la Puer-ta de Granada, al sur de la ciudad, confirma laexistencia de huertas en esa zona, regadas porel manantial de Santa María, mientras que laheredad debía de estar en el pago de la Fuen-te de la Peña, a un kilómetro al sur de Jaén,donde se localiza un importante manantial deagua, y en el que se ubicarán las huertas y cam-pos llamados de Valparaíso, regados por elArroyo Reguchillo. Esta abundancia de aguahace que las 107 hectáreas de heredad con-cedidas puedan considerarse de gran valor.

En total, la superficie que Fernando III donóa las Órdenes Militares fue de, aproximada-mente unas 535 hectáreas, nada impresio-nante, si tenemos en cuenta la cantidad de tie-rra a repar tir, pudiéndose hablar de “granpropiedad” tal vez sólo en el caso del donadíorecibido por los santiaguistas formado porMaquiz y la torre de Mezquiriel, que superabalas 275 hectáreas. Aunque desde luego, eranpropiedades ubicadas en tierras ricas y conabundante agua, además de contar, en el

momento de la donación, con cultivos alta-mente apreciados como las huertas y las viñas.

Así pues, la distribución mayor debió dehacerse entre los nuevos pobladores. Por des-gracia, prácticamente nada se sabe del repar-to de heredamientos, es decir, “de aquellos bie-nes que correspondieron a los pobladorespropiamente dichos” 11. J. González sólo pudorecoger la noticia, casi anecdótica, de que “entreotros caballeros que acudieron al reparto deJaén estaba Fernando Osórez, cuya viuda habríade empeñar más tarde su heredamiento” (Ibí-dem, p. 436).

Además, también hay que tener en cuentaque, al igual que en la ciudad, el rey se reser-varía una parte del alfoz 12, que quedaría puessin repartir, y que con el paso del tiempo pasa-ría a manos concejiles, en forma de tierras depropios, o bien sería objeto de nuevas dona-ciones.

LOS PRIMEROS SEÑORÍOS

De hecho el mismo Fernando III creó dosseñoríos a costa de las tierras realengas de Jaén.En general, los señoríos creados por FernandoIII en el Alto Guadalquivir fueron concedidoscon el fin de que sus beneficiarios se encarga-sen de controlar las zonas fronterizas más con-flictivas, con un sistema autónomo y flexibleque garantizara una defensa efectiva.

Estas son las razones que lo llevaron a crear,muy próximos a Jaén dos señoríos, cuya exis-tencia debió de resultar incómoda para el Con-cejo, ya que frenaban sus posibilidades de expan-sión por el sur (FIGURA 4): el del Obispado deJaén sobre el castillo de Cárchel, y el de La Guar-

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10 Hoja Cartográfica 1:10.000: 94622; Coordenadas UTM: 406950, 4182030.

11 Definición dada por el profesor M. González Jiménez, que continúa diciendo que “entre ellos pueden distinguirse diversas catego-rías que corresponden básicamente a funciones militares. En términos generales tres son los grupos principales de pobladores reco-gidos en los textos de la época: los «caballeros de linaje» o «caballeros hidalgos», los «caballeros ciudadanos» o «caballeros villa-nos» y los «peones» o simples pobladores” (GONZÁLEZ JIMÉNEZ, 1988, p. 108 y s.).

12 No hay noticia directa sobre Jaén a este respecto, pero sí de otras ciudades del Alto Guadalquivir, como Baeza, en la cual el reyse reservó un cuarto del total para su libre disposición, como se desprende del Privilegio firmado por Fernando III en 1236 por elcual le dona al Obispo de Baeza “...Seys Iugos de bueyes a an(n)o (e)t uez en Vbeda (e)t una Rueda de Molino en lo del Conçeio (e)tSeys ara(n)çadas de vin(n)as en el mjo q(uar)to” (SEGURA MORENO, 1976, p. 183).

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dia en manos de Dª Juana de Ponthieu, espo-sa de Fernando III, encargados ambos de pro-teger las vías directas de acceso a Jaén por elestrecho valle del Guadalbullón, y que habíansido conquistados en la misma campaña de1244 en que también se tomaron Arjona, Pega-lajar, Bexix y Cazalla.

Con respecto al primero, parece que la con-cesión fue realizada al obispo Pascual y a sussucesores por Alfonso X en 1253, con la exi-gencia expresa de que “fagades deste castielloa mi e a los que regnaren despues de mi en Cas-tiella e en León, guerra e paz e vasallage comoe a rey e a sennor, por razon deste castiello”(RODRÍGUEZ MOLINA, 1986: p. 149). No obstante,podría ser que el texto sea una confirmaciónde una cesión precedente realizada por Fer-nando III, ya que un año antes, el obispo Pas-cual ya disponía del castillo como suyo; así sedesprende del compromiso transitorio firmadocon la Orden Militar de Calatrava el 6 de mayode 1252, hasta que llegara el visto bueno delApostólico al acuerdo -cuya redacción definiti-va fue de 6 de Mayo de 1256- al que habíanllegado ambas instituciones sobre el reparto delos diezmos y rentas eclesiásticas que gravabanlas tierras y propiedades que los calatravostuvieran dentro del Obispado jiennense 13.

Por lo que se refiere a La Guardia, la cues-tión de que fuera un señorío desde el primermomento la planteamos por ahora sólo comohipótesis, partiendo de la referencia que hace

Julio González del hecho de que Fernando III con-cedió a su mujer en Jaén "un donadío con la torrede Montíjar”(opus cit., vol. I, pp. 104 y 106).

El interrogante que nos planteamos es siesta torre es la misma Montíjar que asoló Fer-nando III a su vuelta de la campaña de 1226(Montejícar, Marchena, Bonil, Pegalajar y Mon-tíjar), que por el itinerario seguido y por susimilitud con el topónimo Mantisa, ha sido con-siderada desde antiguo como la población deLa Guardia 14. J. González también parece con-siderarlo así, ya que, aunque no lo comenta nipropone ninguna identificación, une las refe-rencias a ambos lugares en el índice final de suobra. No obstante carecemos de otros docu-mentos que indiquen las vicisitudes de estalocalidad, que en 1295 ó 1296 aparece enmanos de Juan Ruiz de Baeza (ARGOTE DE MOLI-

NA, 1588: p. 345), sin que conozcamos el proce-so de cambio.

EL FUERO

Inicialmente, el éxito repoblador debió deser importante, acudiendo muchos nuevos habi-tantes, ante las condiciones ofrecidas, que supo-nían mejoras en su situación, ya que las cargasa satisfacer eran menores que las que debíansoportar en sus tierras de origen, donde la pre-sión nobiliaria se había ido incrementando cons-tantemente. De esta forma, parece que se creóuna amplia capa de propietarios campesinos

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13 “Conoscida cosa sea à quantos esta Carta vieren, è oyeren, como nos Don Pascual, por la gracia de Dios Obispo de Jaen, è el Cabildodes mismo lugar, prometemos firmemente por Nos, è por todos nuestros successores, que sì alguno de la eglesia de Jaen por sì, ò por laeglesia viniere contra la composicion, que havemos con el onrado varon Don Per Ibañez Maestre de la Orden de la Cavalleria de Cala-trava, è con el Convento dese mismo lugar [...], que Nos seamos tenudos [...] de defender la composicion por Nos, è por nuestras des-pensas, fasta que sea confirmada del Apostoligo [...], è si lo non ficiessemos, que pechemos à la Orden de plano diez mill maravedis alfon-sis, et damos por fiador, è por principal debdor à Maestre Martin Arcediagno de Jaen [...], è apoderamoslo [...] en el castiello de Carchel,è en todas las rendas, que ì havemos, è en el cortijo de Bexixar, è en el olivar, è en la huerta, è en el heredamiento todo, que í havemos,è en todas las viñas, que nos dio el Rey Don Fernando en Baeza, è apoderamoslo. Otrosi en Mesura, è en Canalegias aldeas, que son entermino de Baeza, è en los vassallos, è en las viñas, è en todo el heredamiento, que ì havemos [...] Fecha la Carta en Martos, Sabado seisdias no mas andados de Mayo, so el Era de mil docientos è noventa” (Bulario de la Orden Militar de Calatrava, 1762. Reedición El Albir,1981, Scriptura XIII, pp. 88 y s.).

14 Esta identificación la daba como segura Ximena Jurado en 1654, quien, refiriéndose a la campaña en la que Fernando III conquistaArjona, dice: “La Historia General de España fol. 414 pone también en esta ocasion la conquista de Pegalajar, y la de Mentesa, al qualLugar llama Montijar, y oy se dize La Guardia” (Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de la Diócesis de Jaén y Annales Ecle-siásticos deste Obispado. Edición facsímil, 1991, p.150). También A. Marcos Burriel, en sus Memorias para la vida del Santo rey DonFernando III (Reedición facsímil de El Albir. Barcelona, 1974, p. 92), señala que: “Después de conquistar Arjona á los dias precisos paradescanso del exército, y para la providencia en la nueva villa, se partió el Rey, y con poco trabajo[...], reduxo á su obediencia á Pigalajar,Bexix, Montijar, que es hoy la Guardia, Cazalla y Escarena”. Más recientemente, F. J. Aguirre Sadaba; Mª C. Jiménez Mata (1979, pp.232-233), y M. Jiménez Sánchez; T. Quesada Quesada (1992, p. 71), han propuesto también esta identificación.

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medios y pequeños, y de arrendatarios libres,que constituiría la mayoría de la población. Nose trata de un sistema igualitario, pero tampo-co, por el momento, de un sistema totalmen-te señorial.

Las ventajas que se ofrecían a estos nuevospobladores estaban contenidas bien en los fue-ros, bien en las cartas de repoblación, y por logeneral suponían la entrega de lotes de tierray vivienda, indicándose sus derechos, así comolas cargas en renta o de otro tipo que debíansatisfacer.

La organización administrativa y jurídica delReino de Castilla en estos siglos se define porla multiplicidad de jurisdicciones. Por ello cadaconcejo, tenía su propio Fuero, el conjunto deleyes y normas específicas otorgadas por el rey,que enumeraban los derechos y obligacionesde los habitantes, grado de libertad para legis-lar otras normas específicas, etc. A su vez, podíaotorgarse a una población un Fuero que yatenía otra población, pero introduciendo varian-tes que dan lugar a las familias de fueros.

En los primeros años de la conquista del AltoGuadalquivir Fernando III otorgó el Fuero deCuenca a las ciudades de Úbeda y Baeza y ala villa de Iznatoraf. Pero a partir de la segun-da mitad de siglo, tanto él como sus suceso-res prefirieron dotar a las poblaciones realen-gas conquistadas en la zona, con el Fuero deToledo: Jaén, Arjona, Jódar, y ya en el siglo XIV,Alcalá La Real. En ninguna de ellas se ha con-servado documentación relativa a sus norma-tivas concejiles originarias 15.

La diferencia fundamental que se estableceen las ciudades andaluzas aforadas con una u

otra normativa, radica, pensamos, en el gradode autonomía y libertad que concedían las dis-posiciones derivadas de las coquenses respec-to a las inspiradas en las de Toledo.

Tomando como ejemplo de las primeras elFuero de Baeza 16, vemos como contiene másde 900 disposiciones que regulan hasta el másmínimo detalle la vida concejil. Por el contra-rio, los fueros de la familia toledana son todosmuchísimo más breves. Comenzando por eltexto original: la 2ª recopilación y confirmacióndel Fuero de Toledo realizada por Fernando IIIen 1222 -como hemos dicho más arriba, cons-tituye su última y definitiva redacción- no supe-ra los 40 capítulos. El Fuero de Córdoba, quesalvo algunas pocas disposiciones, es una copialiteral de este último, no supera los 60 capítu-los 17. El Fuero sevillano, es aún más breve.

Esta parquedad de los textos toledanos “(...)Tenía un doble efecto en beneficio de la inter-vención real en los municipios en los que rigie-ra la citada normativa; permitía, por un lado, laposibilidad de creación de una nueva norma-tiva que, deducida de las necesidades de cadalocalidad o comunidad, contribuyera a una mejorregulación institucional, y también hacía posi-ble que la corona pudiera intervenir en la vidamunicipal, sobre todo y de manera más pro-funda ante las lagunas jurídicas de la normaforal” (CHAMOCHO CANTUDO, 1998: p. 90). Estaopinión ya fue defendida en su día por M. Gon-zález, quien concluía que el fuero toledano quese aplicó en la mayor parte de las ciudadesandaluzas “(...) No pasó de ser una normativa,prestigiosa sí, pero efímera, que pronto fue sus-tituida por los ordenamientos reales y por lasordenanzas municipales” (GONZÁLEZ JIMÉNEZ,

1980: p. 268).

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15 En realidad, sabemos que a Jaén se le concedió el fuero toledano por noticias indirectas: en 1284, Sancho IV le concede a la fla-mante Villa autónoma de Arjona el Fuero de Toledo. Cinco años después, los de Arjona solicitan un traslado de su fuero a los jien-nenses, y estos le mandan una copia de la carta que ellos habían recibido a su vez de Don García Yváñez y Gonzalo Yváñez, alcal-des de Toledo, a quienes Alfonso X, en marzo de 1256 les había ordenado que remitieran al concejo de Jaén las mejoras que habíaintroducido en su normativa municipal: “Sepades, que el Concejo de Iahén me embiaron sus omes buenos et pidiéromme merced, queyo que les otorgase, que oviesen aquel asentamiento et todas las otras cosas que yo mejoré en el Fuero de Toledo quando hy fui, puesque ellos el fuero avíen de Toledo con las otras cosas, et tove a bien de ge lo otorgar et de ge lo dar” (Ximena Jurado, 1665, p. 212).

16 Edición y estudio de J. Roudil, 1962.

17 A. Marcos Burriel, en sus Memorias para la vida del Santo rey Don Fernando III, incluye una copia del mismo (Edición anotada porMiguel de Manuel Rodríguez (1800). Reedición facsímil de El Albir. Barcelona, 1974, pp. 458-463).

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Respecto a las disposiciones forales queregulaban quienes debían de ser los individuosque dirigieran la administración y la justicia con-cejil en delegación del rey, se ha convertido enun lugar común la idea de que el Fuero deCuenca y sus derivados posibilitaba el ascensoa estos puestos de los no nobles, mientras quelos textos toledanos no preveían mecanismosespeciales de ascenso social, favoreciendo porconsiguiente la formación de oligarquías urba-nas nobiliarias (QUESADA QUESADA, 1989: p. 501).La comparación de los fueros andaluces de unau otra familia, nos hace pensar que esta cre-encia debe ser matizada.

Sin duda, los caballeros e hidalgos de los con-cejos regidos por el fuero toledano gozabande enormes ventajas económicas estipuladas pordicha normativa, basadas sobre todo en el pri-vilegio de la exención tributaria, ya que nodebían de pagar el diezmo (o décima) ni porsus heredades ni por la producción que deellas extrajeran, ni ningún otro tipo de gravá-menes reales (GARCÍA GALLO, opus cit.: pp. 485 y

s.). En el Fuero de Córdoba estas exencionesse confirman, aunque Fernando III negó a loscaballeros cordobeses algunos de los privile-gios de que gozaban los milites toledanos, comolos derechos del almojarifazgo y el del mesóndel trigo 18. En el texto cordobés también seomite otro importante privilegio del que goza-ban los toledanos, el que autorizaba a la libreconstrucción de molinos y pesqueras (GARCÍA

GALLO, opus cit.: p. 402).

No obstante, el Fuero de Córdoba tambiéncontemplaba exenciones para los no nobles, yposibilidad de romper la estratigrafía estamen-tal a través de la riqueza: “Si alguno de los peo-nes quisiere ser caballero, y pudiere enriquecer,

éntre en los fueros y las costumbres de los caba-lleros: sobre todo esto sus fijos, é los herederosdellos ayan sus heredades firmes establecidas parasiempre, é vendan, é compren el uno del otro, éden á quien se quisieren, é cada uno faga su volun-tat en su heredat. [...] Mando, é otorgo, que lospeones de Córdoba, é de su término, nunca dendiezmo al rey” (MARCOS BURRIEL, 1800: p. 459 y 461).En el texto cordobés, además, se ampliaba atodos los vecinos y moradores de la Ciudad ysu Tierra una exención que en Toledo sólo goza-ban los caballeros, la de no pagar portazgo porla caza en sus montes y la pesca en sus ríos.

Esta “generosidad” con los individuos nodotados de la ventaja del linaje de sangre, serefleja también en las disposiciones sobre loscargos públicos del Concejo. Veamos primerocomo se establecía el sistema de elección deautoridades concejiles en Baeza, cuyo fuero,recordemos, pertenecía a la familia coquense,y por lo tanto era supuestamente más liberal,para luego compararlo con las disposicionesvigentes en Córdoba y Jaén, derivadas, insisti-mos del Fuero Toledano, y por lo tanto, teó-ricamente más oligárquicas.

En Baeza, todos los cargos públicos (juez,alcaldes, escribano, andadores etc.), tenían unaduración anual. Cada año, el domingo siguien-te a la fiesta de San Miguel, los vecinos de cadacollación de la ciudad debían de elegir un juezy un alcalde, entre los vecinos que tuvierancasa en la ciudad desde hacía más de un año,y que poseyeran caballo 19.

Por lo que se refiere a Córdoba, el rey dis-puso: “Dó, é otorgo por fuero al pueblo de Cór-doba, que ayan jueces, alcaldes, é mayordomo, éescribano, é sean mudados cada anno, é los alcal-

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18 “Yo rey don Fernando dó á todos los caballeros de Córdoba todas las franquezas é privilejos que han los caballeros de Toledo, salvo losderechos del Almojarifazgo del rey, é el mesón del trigo [...]. Otorgo é mando á los caballeros de Córdoba, que ayan omecillo é caloña desu paniaguado si con él morare, é de su quintero si labrare heredat de caballero, é de su alogado si matare.Otrosí de su solariego dépecho” (MARCOS BURRIEL, 1800, p. 463).

19 “Mando aun que el primer domingo despues de la festa de Sanct Migael, el conceio pongan iuez e alcaldes e escriuano e andadores,sayon e almutaçaf cada un anno por fuero. Cada un anno dezimos por esto, que ninguno non deue tener officio de conceio nin portiellosi non por un anno, fuera end que el conceio aclamen por él. E en aquél domingo que auemos dicho, la collation ond el iudgado de aquelanno fuere a seer, den iuez sabidor que entienda departir la uerdat de la metira, e el derecho del tuerto, e de buen pienso, e que ayacasa en la uilla e cauallo. Ca todo aquel que casa poblada non tuujere en la villa e cauallo de un anno ante, non sea iuez. [...] Otro si,cada una collation dé su alcalde, en aquel dia atal qual dissiemos del iuez, que aya cauallo e casa poblada en la uilla de un anno ante”(ROUDIL, 1962, pp. 134 y s.).

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des que sean quatro, é la collacion en que la elec-ción del alcaldía cayere, todos los de la collacionescojan quatro omes buenos, que sean derechosá estos portillos; é estos quatro [...] de la aban-dicha collacion echen suerte qual dellos sea en elportillo, é aquel sobre quien cayere la suerte seaen el portillo fasta el anno, que es puesto de santJoan fasta sant Joan. [...] é si por aventura aque-llos de la collacion non concordaren escogiendoestos quatro omes buenos de las collaciones, quedebe escoger, estos quatro embien al rey sus bue-nos omes, é como él mandare sea así” (BURRIEL,

opus cit.: p. 458).

Aunque de Jaén, como ya dijimos, no seconserva ningún documento que recoja su nor-mativa originaria, afortunadamente sí que exis-ten, de los reyes de la dinastía Trastámara, car-tas de confirmación de privilegios otorgadospor monarcas anteriores. Para la comparaciónque estamos realizando, el más interesante esla otorgada por Enrique II en 1375, tras ladevastación e incendio sufrido por la ciudad deJaén en 1368 en el curso de la guerra con elrey Pedro, durante los cuales fueron destrui-dos los documentos concejiles. En dicho docu-mento se puede leer que la ciudad de Jaéntenía “de cada año quatro alcaldías, e el algua-ziladgo, e los otros ofiçios que eran diez juradose las escrivanias e personerias del conçejo, losquales ofiçios [...] echavan suertes cada año losommes bonos, aquellos que mantenian cavallose armas, vezinos de la dicha çibdad, aquellos queeran pertenesçientes a las escrivanias públicasdel conçejo de la dicha çibdad que las davangraçiosamente a los fijos de los vezinos, aquellosque eran pertenesçientes para ello” 20.

Como vemos, en ninguna de las tres nor-mativas concejiles expuesta se excluye delgobierno ciudadano a los no nobles. En la deCórdoba, ni siquiera existe la exigencia, explí-cita en la de Baeza y Jaén, de que los omes bue-nos escogidos tuvieran que mantener caballoo armas. Cambia el sistema de adquisición de

los diferentes cargos públicos, que en Córdo-ba y Baeza es por elección, rotándose las colla-ciones, y en Jaén es por sorteo, y la clara inje-rencia real en el de Córdoba, que se reservala elección final de cargos cuando hubiera dis-putas o desacuerdos.

Así pues, debemos rechazar la idea de que,en el siglo XIII, las normas forales otorgadas alas diferentes ciudades conquistadas favorecie-ran la creación de oligarquías exclusivamenteen función del linaje. Todas ellas, fueran de lafamilia coquense o toledana, responderán, másbien, a las exigencias de atraer a estos territo-rios fronterizos no sólo a la hidalguía o noble-za castellana, sino también a individuos que aunno perteneciendo al estamento aristocrático,tuvieran capacidad de ayudar en su defensa -alpoder mantener caballos y armamento, y porlo tanto, acomodados desde el punto de vistaeconómico-, y que, una vez instalados, encon-traran las suficientes ventajas y beneficios comopara que mereciera la pena quedarse: caballe-ros “villanos” o “cuantiosos”, a quienes, a tra-vés de las disposiciones de los diferentes fue-ros, se les permitía alcanzar un elevado status,con los derechos y privilegios de los hidalgos,en función de su valía y utilidad militar.

A este respecto, las disposiciones dadas porFernando III a la ciudad de Jaén son ejemplifi-cadoras: “E otrosi que avie más Jahen de previ-llejo que todos los que en Jahen toviesen e man-toviesen cavallos e armas que oviesen las honrrase libertades que avian los caballeros de Toledo evezinos, e mejorías de Cordova” (CHAMOCHO

CANTUDO, 1997: Apéndice documental, p. 310).

Fernando III también incluyó en sus merce-des y privilegios a los individuos que vinierona repoblar las tierras jiennenses, y que no per-tenecían a la elite de los caballeros -hidalgos ovillanos-, favoreciendo sobre todo la puesta encultivo de los campos y la cría de ganado.

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20 Confirmaciones de privilegios a la ciudad de Jaén por Enrique II, Enrique III e Isabel I de Castilla. Todas son copias autorizadas hechas enJaén a 17 de enero de 1504. AGS. Patronato Real, leg. 58, fol 74. (Edición y estudio de CHAMOCHO CANTUDO, 1997, Apéndi-ce documental, p. 310).

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Probablemente de su mandato procede elprivilegio por el cual “todos los vezinos y mora-dores que fuesen francos e quitos de pagar por-tadgo e almoxarifadgo e de todas las otras cosasque bendiesen e llebasen que fuesen de labrançade sus heredades e de criança de sus ganados”(Ibídem, p. 310), pero, el privilegio más impor-tante del que gozarán los jiennenses respectoa una actividad económica será el que hacía quetodo su territorio por quanto esta muy çercade los moros (Ibídem, p. 311) estuviera libre decañadas, sin servidumbre de paso, por lo tanto,para ganados foráneos, e independiente de lajurisdicción del juez de cañadas y, más tarde,de la Mesta.

LA DIÓCESIS EPISCOPAL

Una jurisdicción diferente a la real y con-cejil y en gran medida superpuesta a ella, serála episcopal. En principio, la sede del obispadode estas tierras no estará en Jaén, sino que laciudad escogida será Baeza. Esta ciudad habíasido sede episcopal en época visigoda, estan-do bajo la jurisdicción de la sede metropolita-na de Toledo, y su obispo, bajo la autoridad delprimado toledano, por lo que su restauración,tras su conquista en 1226, entroncaba perfec-tamente con la ideología imperante de recon-quista con la que los castellanos avalaban suexpansión a costa de los musulmanes.

Sin embargo, tras la conquista de Jaén, Fer-nando III decide solicitar al papa el traslado dela sede del obispado de Baeza a Jaén. El pon-tífice accedió a la petición real, y aunque nose conoce la fecha exacta en la que se efec-tuó el traslado, este debió concretarse entreel 3 de septiembre de 1248, fecha en que apa-rece por última vez en la documentación frayDomingo como obispo de Baeza, y el 31 demarzo de 1249, en que es nombrado D. PedroMartínez electo de Jaén, aunque nunca llegó aocupar la silla episcopal, al morir por el cami-no (SEGURA MORENO, 1976: p. 44).

Lógicamente, ante el enorme perjuicio queesta modificación suponía para sus intereses, loseclesiásticos de Baeza protestarían enérgica-mente ante el papa, consiguiendo, en mayo

de 1249, que Inocencio IV instara al obispo deJaén a que “en la Iglesia de Baeza hagas quebajo nuestra autoridad permanezcan seis uocho canónigos” (Ibídem, p. 71). A partir de estemomento, la diócesis de Jaén contaría con dosiglesias catedrales.

El interrogante histórico a dilucidar es porqué el rey solicitó este cambio de sede. Pen-samos que lo hizo por dos razones funda-mentales:

• La primera, de orden, digamos, estratégico-político: Seguramente lo hizo con el fin degarantizar la posesión de este importantísi-mo bastión frente al naciente Reino Naza-rí. Efectivamente, uno de los principalesinconvenientes para la defensa de la plazajiennense era su posición adelantada y excén-trica respecto al resto de las conquistas rea-lengas en este sector. Parece, pues, lógicopensar que el ubicar en ella una institucióntan importante y de tan alto valor simbóli-co como la sede del obispado, reforzaría suposición, al involucrar mucho más directa-mente en su defensa a la Iglesia, y a las fuer-zas militares que esta última podía desple-gar. A su favor, Jaén contaba con que era“...Villa real et de grant pueblo et bien enfor-talesçida et bien escastellada de muy fuerteet de muy tendida çerca et bien asentada etde muchas et muy fuertes torres, et de muchaset buenas aguas dentro de la villa, et abon-dada de todos abondamientos que a noble eta rica villa convien aver” (Primera CrónicaGeneral de España, cap. 1070).

• La segunda razón entraría de lleno en elámbito de las complejas relaciones que man-tenían la monarquía y la Iglesia: Con el tras-lado, Jaén detentaría su jurisdicción ecle-siástica sobre las antiguas diócesis visigóticasde Mentesa (la Guardia), Tucci (Martos) yBaeza, a pesar de que ella nunca fue sedeepiscopal durante el período visigodo. Pre-cisamente esta última característica suponíauna ventaja nada despreciable de cara a lasposibles reivindicaciones del Arzobispo deToledo, que ya habían motivado multitudde problemas cuando el obispado se diri-gía desde Baeza.

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Efectivamente, Jiménez de Rada no podíaejercer sobre Jaén la facultad que en 1234 lehabía otorgado el papa Gregorio IX de pro-mover hombres idóneos para la función epis-copal en aquellas ciudades de su provincia ecle-siástica que antiguamente habían sido sedesepiscopales, y que ahora comenzaban a seraptas para ello (SANZ SANCHO, 1995: p. 28), porlo que se eludía hábilmente el posible estable-cimiento de lazos de dependencia personalentre los obispos giennenses y el metropolita-no de Toledo.

Si bien desde su restauración Fernando IIIotorgará diversas rentas y tierras al obispadode Baeza, éstas estarán circunscritas sobre todoal entorno de Úbeda y Baeza, no concedién-dole nada, una vez que se conquista la ciudad,en el término de Jaén. Esta política real sólocambiará a partir, concretamente, del 14 demarzo de 1248, en que le dona, al todavía obis-pado de Baeza “el diezmo del almoxerifatgo deJahen (e)t del MeSon. aSSi como lo ha elArçob(is)po de Toledo (e)t aSSi como dize la cartadel fuero q(ue) yo di a Jahen (e)t dargelo bie(n)toda uja de guiSa q(ue) lo aya bien parado (e)tno(n) fagades ende al Si no(n) peSar mje” (SEGU-

RA MORENO, 1976: p. 188). Esta donación debeestar, seguramente, relacionada con la solicitudde traslado desde Baeza a Jaén de la sede epis-copal, en la que el monarca castellano prome-tería al papa dotar abundantemente a la segun-da como, de hecho, ya lo estaba haciendo.

En el mismo documento de 31 de marzode 1249 en el que confirma a Don Pedro Mar-tínez como electo de la Iglesia de Jaén, el reyincluye la donación de “mil monedas alfonsi-nas de oro de mis rentas que tengo en tierrasdel rey de Granada y esto lo hago por el espe-cial afecto, que tengo a la Iglesia de Jaén y por-que quiero beneficiarios. [...] Y que cuando Yo,ya a vosotros o a la antedicha Iglesia os entre-gare alguna propiedad o herencia, que haya devaler mil o más monedas de oro, que os gas-téis las dichas monedas de oro” (Ibídem, p.116).

No debió parecerle suficiente dote al pon-tífice (o al obispo jiennense, que haría llegar susquejas a Roma), y el 6 de abril de 1251 Ino-

cencio IV envía a Fernando III una carta en laque el papa le recordaba que, en atención asus súplicas, había accedido a la erección en Jaénde una iglesia catedral, dotándola de su corres-pondiente obispo, por lo que ahora le instabaa que cumpliera sus promesas de equipar gene-rosamente la nueva sede, de acuerdo con lascláusulas de solicitud de traslado (RODRÍGUEZ

MOLINA, 1986: p. 18 y nota nº 20). Es probable que,tras este amable recordatorio, el rey decidieraconcederle en señorío al flamante obispadojiennense el castillo de Cárchel, ubicado en elsector fronterizo más meridional del Concejojiennense.

A partir de este momento y en adelante,los reyes hicieron continuas donaciones al obis-pado, a las que hay que sumar las efectuadaspor particulares y las compras que realizaronlos obispos y el cabildo catedralicio, todo lo cualpermitió a esta institución, como demostró elprofesor Rodríguez Molina, constituir un inmen-so patrimonio, la mayor parte de él concen-trado en el Concejo de Jaén, del cual se cons-tituyó en el primer gran propietario de tierrasy rentas, ejerciendo una gran influencia políti-ca, social y económica.

LOS MUDÉJARES

En cuanto a los mudéjares, la poblaciónmusulmana vencida, lo único que existe es elsilencio. No se mencionan en las fuentes his-tóricas conservadas, y por lo tanto, tampocoen los estudios realizados a partir de ellos. Sesupone que, como ocurrió en otras ciudadesconquistadas, como Córdoba, Arjona o Sevillaen las que había mediado capitulación, los musul-manes salieron libres de la ciudad de Jaén, lle-vando consigo sus propiedades muebles y semo-vientes, perdiendo sus bienes inmuebles (casasy tierras), que, como hemos visto, serían obje-to de donaciones y reparto entre conquista-dores y pobladores, abandonando de inme-diato la localidad, protegidos por salvoconductosfirmados por el rey, con destino a territoriomusulmán (GONZÁLEZ JIMÉNEZ, 1988: p. 27).

Pero ¿Qué ocurrió en el amplio alfoz quecontrolaba Jaén? Las prospecciones arqueoló-

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gicas realizadas hasta la fecha nos informan que,al menos en la última fase almohade, hay unincremento, en la zona, de asentamientos denueva creación, al igual que una ampliación delos ya existentes y la construcción o refuerzode fortificaciones destinadas, a juzgar por sutipología, al refugio de los campesinos y susrebaños. Sin duda, estos nuevos contingentesde población musulmana llegaban del norte delGuadalquivir, área que, tras la derrota de lasNavas, en 1212, había dejado de ser segura.

No obstante, cuando, a partir de finales dela 2ª década del siglo XIII Jaén se convierte enobjetivo prioritario de la conquista castellana,estos asentamientos rurales debieron de comen-zar a ser abandonados, ya que la estrategia cris-tiana se basaba en la eliminación de las fuen-tes de aprovisionamiento de la ciudad de Jaéncon la destrucción y tala sistemática de su alfoz.Es probable, sin embargo, que en las aldeas sedieran casos de permanencia, iniciándose así unperíodo, breve, de coexistencia de dos socie-dades: una cristiana feudal, instalada en las ciu-dades y recintos fortificados; y otra, mudéjar yrural, de comunidades campesinas (QUESADA

QUESADA, 1989: p. 498).

Aunque, en el alfoz jiennense parece que,en verdad, si este período de coexistencia exis-tió, fue realmente corto. Tras la conquista dela ciudad, y en un primer momento, los caste-llanos siguieron las pautas de asentamiento yaensayadas en otras zonas, ocupando la ciudady los recintos fortificados que les garantizabanel control de los pasos y de las vías de comu-nicación, concentrándose la población campe-sina vencida que no había huido, en las aldeasmás importantes que, en un principio, los cris-tianos se contentarían con dominar a distancia,y siendo expulsada de los núcleos rurales meno-res; al menos, así parece indicarlo, como ahoraveremos, la temprana castellanización de latoponimia rural.

PRIMERA DEFINICIONDE LOS LIMITES TERRITORIALESDEL CONCEJO DE JAÉN

Por el Sur el Concejo limitaba con el reinonazarí, el cual tenía como puntos fuertes de lafrontera los castillos de Arenas y Cambil, juntoa los que posiblemente subsistieron inicialmentepoblaciones, al menos en el segundo caso. Porparte castellana, en esta zona se dominaba unaserie de castillos controlando todos los cami-nos a Jaén: en la margen derecha del Guadal-bullón, Pegalajar y Bexix; en la margen izquier-da, Cárchel y Cazalla y más al noroeste,controlando el paso por el estrecho valle delrío Quiebrajano, el castillo de Otíñar.

Cuando se conquistó la ciudad de Jaén y seestructuró un concejo realengo en torno a ella,ya existía, cubriendo más de la mitad de suflanco oeste, el Señorío de la Orden Militar deCalatrava, que con su centro neurálgico ubica-do en la encomienda de Martos, dominaba laslocalidades de Porcuna, Lopera, Jamilena, LaHiguera (hoy Higuera de Calatrava) y Alcau-dete, incluyendo los castillos de Locubín, Susa-na y Víboras, sirviendo de barrera fortificadafrente a las incursiones de los nazaríes por Alca-lá de Benzayde (Alcalá La Real).

Conforme se definía el alfoz jiennense en estesector, surgieron los primeros problemas devecindad, que el rey Fernando tuvo que resol-ver en la primavera de 1251, amojonando per-sonalmente el límite entre el concejo realengoy el señorío calatravo, amojonamiento del queha quedado constancia gracias a la confirmaciónque hizo del mismo Alfonso X el 22 de abrilde 1254 21. La información geográfica y topo-nímica que aporta este documento ayudó aJ.C. Castillo Armenteros, J.C. Lara Jiménez y J.L.Castillo Armenteros, en su intento de recons-trucción del proceso de amojonamiento, en untrabajo de prospección arqueológica superficialde la zona (opus cit., pp. 369-375) (FIGURA 4).

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21 La Divisio terminorum inter civitatem de Jaen, & villas de Martos, & Locovin à Rege Domino Ferdinando III. facta ac etiam permutatio deSusanna, Zafra, & alijs juribus in Arjona, pro Zambra, à Rege Domino Ildefonso X. confirmantur (ORTEGA Y COTES Y ORTEGA ZÚÑIGAy ARANDA (eds.), 1762: Bulario de la Orden Militar de Calatrava. Reedición El Albir, 1981, Scriptura XVIII, pp. 94-97).

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Fernando III inició la delimitación partiendodel punto más meridional de la franja territo-rial en conflicto, situando el primer mojón enlas estribaciones de la Sierra de Alta que se elevaa 10 kilómetros al nordeste de Alcalá La Real,concretamente en un cerro desde el cual sedivisaba esta localidad nazarí.

A partir de este punto, la delimitación sigueen línea recta, recorriendo transversalmente laSierra de La Pandera, hasta llegar al pie demonte de la Sierra de la Grana, cerca de Torre-delcampo. En definitiva, todo el Frente Exter-no de las Cordilleras Béticas quedaba en poderdel Concejo de Jaén.

El único punto conflictivo en este sectorserrano será el castillo de Susana o Susaña,que, perteneciendo a la Orden, quedaba inclui-do en territorio realengo; efectivamente, elsegundo mojón asentado por el rey estaba “enla sierra mas alta, que està entre Susanna, èLocovin, fata un oteruelo que està en cabo dela sierra”. Para resolver el problema, el monar-ca incluyó este castillo en un acuerdo de per-muta con los calatravos, que también quedóestablecido en el documento, por el cual lesdonaba Zambra “con todos sus terminos, è consus entradas, è con sus salidas, è con montes, ècon rios, è con fuentes, è con pastos, è con loga-res yermos, è con poblados, assi como nunquamejores los ovo en tiempo de Moros”, a cambiode que la Orden entregase a Fernando III, ade-más de Susana, “...Zafra, è veinte yugadas debues, que haviedes vos el Maestre de Calatrava,è la Orden en Arjona, è por el quinto de la rendaque haviades en Arjona, que me diestes de vues-tra bona voluntad, è sin premia ninguna” (ORTE-

GA Y COTES Y ORTEGA ZÚÑIGA y ARANDA (eds.),

1762: Scriptura XVIII, pp. 95-96).

En este proceso de amojonamiento de lassierras meridionales llama la atención el com-pleto desconocimiento de la toponimia local delque hacen gala los castellanos. No se cita por

su nombre árabe ni siquiera uno de los hitosgeográficos -la mayoría cerros u oteros- que ser-virán de base para los mojones, utilizándosereferencias geográficas y alusiones a aconteci-mientos tenidos lugar en sus cercanías 22.

Sin duda, como ya pusieron de manifiestoM. Jiménez y Tomás Quesada refiriéndose aSierra Mágina (opus cit., 1992, pp. 51-80), elconocimiento que los castellanos tenían de lastierras que conquistaban era muy desigual, sien-do mayor sobre las grandes ciudades musul-manas y sus territorios, con las que habían teni-do contactos asiduos desde época califal y taifa,y mucho menor en las zonas alejadas de ellasy de las grandes vías de comunicación: “En estesentido, las zonas montañosas del Sistema Béti-co debieron ser unas grandes desconocidaspara los cristianos, teniendo en cuenta, además,que fue en ellas donde se frenó el impulsoexpansivo que en doscientos años había lleva-do a los reinos cristianos desde el Sistema Cen-tral al Sistema Bético” (Ibídem, p. 52).

A parte de esta falta de conocimiento direc-to sobre el territorio que evidencian los caste-llanos, hay que señalar que, a diferencia de otraszonas geográficas, en este caso no se utilizarona elementos de la población musulmana some-tida para ayudar en el amojonamiento; en eldocumento de 1251 el rey cita a sus acompa-ñantes, y entre ellos no se hace mención a nin-gún mudéjar: “andando conmigo el Maestre deCalatrava, è sus Freyres, è omes bonos por el Con-cejo de Jaen” (ORTEGA Y COTES Y ORTEGA ZÚÑIGA

y ARANDA (eds.), 1762: Scriptura XVIII, p. 95).

Podemos conjeturar que estas sierras, cuyospuntos fortificados habían sido conquistadosuno a uno desde finales de la segunda décadadel siglo XIII, se hubieran despoblado bastan-te antes de la caída de Jaén de 1246, y que,tras la capitulación de ésta, los pactos por loscuales la población musulmana fue expulsadase cumplieran a rajatabla, por lo que, sencilla-

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22 Tales como “...et assi como uiene por somo del Alcor fata el otero gordo sobre las cuebas o desbarataron à Pascual Porquerizo, es el otrofito: et assi como và en derecho fasta la cabeza o fueron desbaratados los Gazules, en somo del otero, es el otro fito: et assi como và elAlcor arriba fata el portiello que descende un senderuelo pequenno...” (Ibídem, p. 95).

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mente, no había nadie con conocimiento delterreno en quien los castellanos pudieran apo-yarse para la delimitación.

La temprana “castellanización” del territoriojiennense parece también evidente cuando, enel proceso de amojonamiento, se abandona elsector serrano para adentrarse en la Campiña.En ella, no se utilizan hitos geográficos para ladelimitación, los mojones son ubicados siste-máticamente en, o cerca de, lugares fortificados,concretamente en torres, que son reconocidaspor el nombre de su poseedor o constructor,de claro origen castellano, tales como “...et assicomo descende al atalaya nueva, que fizo Don Esi-dro[..], que essa Torre es el otro fito [...], et assicomo và el fito, que fizo el rey, que està sobre laTorre del Carnicero, è và al otro fito, que es en lapennuela, que està cabo del Pozo entre la Torrede Gil Alfonso, è la Torre de Hospital, è va al otrofito [...], que està entre la Torre de Gil Alfonso, èel Villar de Don Pardo...” (Ibídem, p. 95).

A diferencia del sector montañoso fronte-rizo -que, en función de la lectura de este docu-mento de 1251, aparece como un amplio espa-cio vacío, sin núcleos de población estables, enla Campiña, es evidente que el proceso repo-blador y de repartimiento ha comenzado: loscastellanos controlan el territorio y principianla explotación de sus recursos. La hegemoníadel castellano en la toponimia de los pequeñoscentros rurales, a tan sólo cinco años de la con-quista de la ciudad de Jaén, parece que nosinforma de que, este proceso de asentamien-to castellano, se realizó sobre un territorio ensu mayoría abandonado por la población cam-pesina vencida, la única que podía dejar cons-tancia del nombre de sus tierras y poblados.

Una excepción a esta generalidad, nos la datambién el documento: Casi al final del amo-jonamiento, aparece citada, como pertenecienteal señorío calatravo, la localidad de las Torres

de Avenzala, topónimo de evidente origenárabe. En la delimitación entre esta poblacióny el Villar de Don Pardo, Fernando III actúacon gran minuciosidad, prueba de que, segu-ramente, los vecinos de ambos lugares habrí-an protagonizado más de un enfrentamiento porcuestión de sus términos 23.

El último mojón que partía tierras calatra-vas y tierras jiennenses se colocó en el Arro-yo Salado de Los Villares. A partir de aquí, yhasta el Guadalquivir, los límites son conside-rablemente más confusos. Por un lado le per-tenecían las aldeas de Fuente de la Figuera (hoyLa Higuera) y Villanueva (hoy Villanueva de laReina), esta última ubicada junto a la orillaizquierda del río Guadalquivir.

Por lo que se refiere a Arjona, la situaciónjurídica de esta localidad bajo Fernando III noestá clara, aunque lo más probable es que fueraConcejo de Realengo; hay dos "pruebas posi-tivas”. La primera es la mención a Arjona enel mismo plano que Jaén cuando Fernando IIIencomienda la defensa del territorio de ambasa la Orden de Calatrava a cambio de las con-cesiones que está efectuando (GONZÁLEZ JIMÉ-

NEZ, 1991: documento nº 130); la segunda es uncomentario de Ximena Jurado (opus cit., 1665,p. 190) sobre el apoyo que el Concejo de Arjo-na prestó a Fernando III en la toma de Sevilla.Hay también otras "pruebas negativas”, es decir,de que no pertenecía a ninguna de las otrasgrandes entidades de la zona: en primer lugar,no figura entre las localidades cedidas a la Ordende Calatrava recogidas en el documento de1251, es más, como hemos visto, el rey “res-cata” el porcentaje de rentas y la gran propie-dad (20 yugadas de tierra corresponden a másde 350 hectáreas) que habían conseguido loscalatravos en Arjona; en segundo lugar, las refor-mas que efectuará Alfonso X en 1254, indicanque no pertenecía ni a Andújar ni a Jaén (Ibí-dem: documento nº 112).

23 “...et de este fito del era assi como và à moion cubierto al fito, que es entre las Torres de Avenzala, è el Villar de Don Pardo, è este fito fizyo fincar en tal logar, que mandè partir el termino, que de la primera casa del Villar de Don Pardo contra las Torres de Avenzala, et de laprimera casa de las Torres de Avenzala contra el Villar de Don Pardo mandèlo partir por soga, è mandè que fincassen las dos partes deltermino de las Torres de Avenzala, è la tercera al Villar de Don Pardo, è fiz ì poner el fito sobredicho” (Ibídem, p. 95).

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Por el Norte, el río Guadalquivir servía dedivisión entre el Concejo de Andújar y el deJaén, y, remontando su curso, entre las tierrasde esta última localidad y el Concejo de Baeza(FIGURA 5). No obstante, volvemos a encon-trar, en esta primera época, gran indefiniciónen los límites cuando intentamos fijar el flancooriental. Para ello, sólo contamos con el docu-mento de 19 de mayo de 1231, en el que Fer-nando III delimita los términos de Baeza 24.Según el documento, los dos concejos comen-zarían su vecindad el la desembocadura del ríoRumblar (el Ferrumbral del documento) en elGuadalquivir, a un kilómetro y medio al noro-este de Espeluy, y continuaría hacia el Este,aguas arriba de este último río, hasta llegar adonde Torres dividía términos con Jaén.

Sin duda, Torres debe ser identificada conla actual localidad del mismo nombre, situadaen el pie de monte septentrional de SierraMágina, pero el documento no da detalles sobreel lugar donde se produce el contacto entreambos términos. Lo que parece lógico si tene-mos en cuenta que el documento fue expedi-do 15 años antes de que se verificara la con-quista de Jaén. Pero, por lo que sabemos, lasituación quedó igualmente ambigua tras la cre-ación del Concejo Jiennense, ya que, un siglomás tarde, y amparándose precisamente enesta vaguedad, los jiennenses se apoderan departe del término baezano en este sector orien-tal, provocando un pleito cuyo resultado serála fijación precisa del límite entre los dos terri-torios realengos 25.

Al parecer, el límite entre los dos concejoslo marcaba el Arroyo Vil, y los de Jaén lo habíantraspasado en su curso medio, apropiándosede una franja de terreno situado al este de su

curso, en la que se incluían varias fuentes y latorre de Recena, ubicada en la margen izquier-da del río Torres. Todo este terreno, junto alque se encontraba dentro de los límites “lega-les” del Concejo de Jaén, formaría parte de laDehesa del Riez, que además no estaba desti-nada a ser de uso común para todos los veci-nos de Jaén, sino que formaría parte de los bie-nes propios del concejo, como se induce delhecho de que Jaén, incluso durante el tiempoque duró el pleito, la tenía arrendada (Colec-ción Diplomática de Baeza, 1983: doc. nº 42, p.116) (FIGURA 6).

La parte más conflictiva del límite estaba alsur, en los alrededores de la Fuente de DonPardo, por lo que el obispo de Jaén Don Juan,mediador en el conflicto enviado por el rey,decidió que allí se estableciera una comunidadde pastos entre ambos concejos “para paçer ebever e cortar e caçar”, mientras que, de la Fuen-te Don Pardo, hacia el norte, siguiendo el Arro-yo Vil hasta su desembocadura en el Guadal-quivir, “ende parte de Jahen es de Jahen e de partede Baeça es de Baeça” (Ibídem, p. 217).

EL POBLAMIENTO EN ELSIGLO XIII: PERMANENCIADE LOS ASENTAMIENTOSY CAMBIOS FUNCIONALES

Dos son los tipos de asentamiento ruralque impondrán los castellanos en el Concejode Jaén: aldeas y cortijos.

Las aldeas de las que tenemos constanciade su existencia desde la conquista castellanason Villardompardo, Torredelcampo, El Berrue-co, Mengíbar y Pegalajar. A las que podríamos

24 “...dono itaque uobis et concedo terminos per loca inferius nominata uidelicet: per portum de Muradal sicut aque corrunt uersus Baeciam etquomodo uadit summitatem serre usque ad directum ubi caedit Ferrumbral in Guadalquiuir et de Ferrumbral per Guadalquiuir ad sursumusque ad Torres sicut diuidit terminum cum Jahen et do uobis Torres cum suo termino; et deinde quomodo uadit per summitatem serre deBedmar et de Xodar sicut aque currunt usque Baeciam et de serra de Xodar quomodo descendit directe ad Xandoliellam et Xandoliellamcum suo termino sicut tenet usque Guadalqueuir...” (HIGUERAS MALDONADO, 1974, pp. 16 y s).

25 Pleito que el Concejo de Baeza interpuso al de Jaén ante Alfonso XI a mediados de 1338, porque los de Jaén, en el proceso deamojonamiento de una gran dehesa en la Campiña Oriental, habían invadido “con su pendon armados e assonados” el término deBaeza, llevándose por la fuerza el ganado que encontraron, por lo que los baezanos “reçebieron grant agravio”. El rey envió comomediador en el conflicto a Don Juan, obispo de Jaén, quien tuvo que esclarecer los límites entre ambos concejos. (Colección Diplo-mática de Baeza, 1983, doc. nº 42).

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unir Fuente del Rey, si aceptamos su identifica-ción con la localidad denominada Torre deFuentes en el diploma de 1246, antes mencio-nado. A este primer grupo de aldeas, conside-ramos que podemos unir, como existentesdesde la segunda mitad del siglo XIII los núcle-os de población calificadas como parroquiasrurales dependientes del Arciprestazgo de Jaénen 1311: Cazalilla, Villargordo, Villar de Cuevas,Garcíez y Olvidada, junto a los asentamientosmenores de Fuentetétar (unido a Mengíbar),Aldehuela y Torre de Lope Fernández (que jun-tos formaban una parroquia independiente).

En primer lugar, porque, con toda probabi-lidad, la organización parroquial del espaciorural del Obispado de Jaén se realizó, en lasegunda mitad del siglo XIII, a partir de núcle-os de población, que en esos momentos se con-sideraban estables, lo que explicaría que exis-tieran términos parroquiales que englobabanmás de un núcleo de población, ya que así segarantizaba un determinado número de feli-greses, como es el caso, de Mengíbar y el cer-cano castillo de Fuentetétar, o el de La Aldehue-la, que lo hacía junto a la Torre de LopeFernández. En segundo lugar, porque en todosellos, si exceptuamos Cazalilla, Villargordo yOlvidada, las evidencias arqueológicas encon-tradas durante las prospecciones apuntan a suexistencia ya desde época almohade. Aunquela identificación que realizan F. J. Aguirre y MªC. Jiménez de Cazalilla con la Qastalla de lasfuentes árabes, nos la señalarían como un cen-tro de población importante anterior a la con-quista castellana 26 (FIGURA 7).

Poco podemos decir sobre la estructurainterna de estas aldeas, la falta de excavacio-nes arqueológicas y el hecho de que en las esca-sas menciones que encontramos sobre ellasen las fuentes escritas, el interés se centre sobre

todo en las fortificaciones que algunas tenían,hace, por ahora, imposible definir cuales serí-an sus elementos “urbanísticos” y constructi-vos definitorios, a parte, naturalmente, de laiglesia. Pero sin duda, tras la conquista, y aligual que ocurrió en la propia ciudad de Jaén,donde la concepción del espacio urbano cam-bió radicalmente, tras su rápida división encollaciones, en las aldeas se realizó un apiña-miento de los solares en torno a la iglesiaparroquial creada, y el recinto defensivo fue drás-ticamente reducido, apareciendo el típico cas-tillo de reducidas dimensiones y con torre delhomenaje, habilitado sólo para las tropas y elalcaide. Un ejemplo significativo es el del ElBerrueco (FIGURA 8).

El original recinto fortificado, datado enépoca almohade, aprovecha un largo aflora-miento rocoso de forma aproximadamente rec-tangular, que fue utilizado con toda probabili-dad como albacar o zona reservada paraestabular ganado durante los asedios. Sus lien-zos no están defendidos por torres, sino quesu trazado quebrado facilita la aparición deángulos que rompen la horizontalidad del para-mento, permitiendo una mayor estabilidad ydefensa. A parte de esta función, la ubicaciónde la fortificación fue elegida, seguramente, conel objetivo de controlar el importante cruce decaminos situado en este asentamiento, en unosmomentos en los que la presión cristiana sobrela campiña se hacía cada vez más intensa (SAL-

VATIERRA CUENCA, ed., 1995: p. 92 y ss.)

Tras la conquista cristiana, la importanciaestratégica del lugar se mantuvo, configurán-dose una aldea en torno al castillo, el cual fueremodelado por los cristianos. Se configuró asíuna nueva estructura, pensada por otra for-mación social y destinada a otros usos, que esla que se ha mantenido hasta nuestros días.

26 Según estos autores, Cazalilla pueda ser identificada con el Qastalla citado por al-Muqaddasi en el siglo X, como uno de los 13rustaq o distritos de Córdoba. La adscripción a Córdoba del rustaq o iqlim de Qastalla, y de otros próximos, como Aryuna (Arjo-na), Jódar, Martos, Hisn Bulkuna (Porcuna), Wadi ‘Abd Allah y Qarsis (Garcíez) sería equivocada, perteneciendo en este momentoa Yayyan (Jaén), una de las 27 regiones de al-Andalus. Según esta interpretación de al-Muqaddasi , el Hisn Qastalla se encontraríaen una extensa llanura poco distante de Arjona, adoleciendo el lugar de escasez de agua, por lo que sus habitantes dedicaban alriego de huertas y jardines el agua sobrante tras ser utilizada para beber (AGUIRRE SÁDABA, F. J.; JIMÉNEZ MATA, Mª C.,1979,pp. 33 y 53).

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De hecho, el castillo almohade, edificadopara la defensa de los aldeanos y de sus gana-dos, dio paso, tras la conquista cristiana, a unafortaleza integrada en la red defensiva del Con-cejo de la ciudad de Jaén, y era Jaén, a travésdel gobierno municipal, quien tenía potestadabsoluta sobre el castillo, su utilización, mante-nimiento y nombramiento de su alcaide, siste-máticamente elegido entre la oligarquía de caba-lleros e hidalgos de la Ciudad. El papel de losaldeanos se reduce al servicio forzoso 27. El cam-bio en la concepción de su uso y función se refle-ja en las remodelaciones llevadas a cabo en suplanta y alzado. Así, se construirá en la zona surde la fortificación un recinto independiente detendencia triangular, con una torre en cada unode sus vértices. Las tres torres están unidas porlienzos de muralla, que en su momento tuvie-ron adarve, pero que sólo se mantiene en algu-nos puntos. Dentro del sector sur, adosados allienzo oeste, hay restos de una construcción, dela que sólo quedan los cimientos (FIGURA 9).

Por lo que se refiere al segundo tipo deasentamiento rural, el Cortijo, tiene, natural-mente, menor entidad poblacional que la aldea,aunque desconocemos cuántas familias podíanvivir en ellos. Dentro de esta categoría se pue-den diferenciar los que surgieron como el núcleohabitado de una sola heredad, y el que servíacomo centro de explotación y vivienda de loslabradores de las diversas propiedades circun-dantes, aunque esta distinción no nos puedellevar, creemos, a conclusiones sobre el núme-ro de habitantes, ya que depende de la exten-sión de las tierras en explotación o del tipo deaprovechamiento de los recursos (agrícola,ganadero o mixto), que condicionan la canti-dad de mano de obra necesaria.

Respecto a su tipología, los datos que pose-emos son bastante escasos. El único cortijobajomedieval excavado (y, desgraciadamentesólo un sector de él) en Jaén es el de Peñaflor,

revelándose como una construcción bastantesencilla, compartimentada en varias habitacio-nes con pavimento de cal grasa, que aprove-chaba además una cueva como parte de lavivienda (SALVATIERRA CUENCA, AGUIRRE SADA-

BA, CASTILLO ARMENTEROS, 1991; SALVATIERRA

CUENCA, CASTILLO ARMENTEROS, 1993).

Por lo que se refiere a la información apor-tada por las fuentes escritas, una característicarepetida en casi todos los casos documentados,es que la dehesa boyal asignada al cortijo seencontraba siempre cerca o colindando con sunúcleo habitado, seguramente para garantizarla vigilancia del ganado que allí se encontraba.

Son numerosos los ejemplos, sobre todo enla Campiña Occidental, del Cortijo dotado deuna torre defensiva, de planta cuadrada y cons-truida normalmente en mampostería, aunquetambién está presente el tapial. En algunoscasos, las estructuras defensivas poseen mayorentidad, constituyendo auténticos castillos. Talesson los ejemplos de la Muña, El Término, laAldehuela, Fuentetétar, etc. (FIGURAS 10 A 13).

A su similitud tipológica y constructiva debe-mos añadir otra característica recurrente, comoes el hecho de que sean los asentamientos conuna mención más temprana en las fuentes escri-tas. Efectivamente, la mayoría de ellos ya exis-tían con toda seguridad en la primera mitad delsiglo XIV, mientras que, los cortijos surgidos apartir del siglo XV no cuentan con ningún tipode fortificación.

Estas construcciones parecen, en muchasocasiones, reutilizar elementos de fortificaciónadscribibles al último período de dominaciónmusulmana, aunque siempre es difícil de ase-gurar esta permanencia, dadas las intensas modi-ficaciones llevadas a cabo en estos asenta-mientos, de ocupación plurisecular, en la épocaModerna y Contemporánea.

27 Aunque es una noticia tardía, de mediados del siglo XV contamos con un valiosísimo testimonio de esta situación. En 1456, el con-cejo de Jaén le encarga a Jimeno de Berrio la tenencia del Castillo del Berrueco. Inmediatamente, ordena a los aldeanos que le reci-ban como alcaide, dándole un hombre de día y dos de noche para las guardias, so pena de 12 maravedíes por cada vez que algu-no no fuese; deberían obedecerle en todo y entregar semanalmente en la fortaleza dos o tres cargas de leña; a cambio de esto, leseximen de pagar velas, rondas y guardas en las puertas de Jaén (PORRAS ARBOLEDAS, 1990, nota nº 144).

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Estos asentamientos agrarios fortificadosserían reutilizados por los cristianos, en la segun-da mitad del siglo XIII, para construir los núcle-os de habitación de las heredades repartidas,siguiendo una tipología común a otras tierrasfronterizas, como por ejemplo, las tierras man-chegas más orientales, las murcianas, las cor-dobesas, etc.

Respecto a la articulación del poblamientoen la Tierra de Jaén, la primera característicaque resulta evidente (ver FIGURA 7) es la exis-tencia de un doble desequilibrio en su distri-bución zonal, que se mantendrá durante todala Baja Edad Media: En primer lugar, entre lasSierras del Sur y las Zonas de Campiña y Valle;en segundo, entre las Campiñas Occidental yOriental.

Las Sierras Sur de Jaén, sector de fricciónfronteriza con el Reino Nazarí de Granada,serán un auténtico desierto poblacional desdela conquista castellana del territorio hasta elprimer tercio del siglo XVI, en el que, comen-zará su repoblación, siendo dirigida por el con-cejo jiennense.

Los dos únicos núcleos de población con-quistados por los castellanos en este sector,que permanecerán durante todo el período enmanos cristianas y poblados serán, por unaparte, La Guardia, cabeza del señorío del mismonombre, y Pegalajar, única aldea del realengojiennense en las sierras, hasta la definitiva con-quista de Cambil y Alhabar, en 1485.

Las Sierras constituirán, pues, la “tierra denadie” en las que llevar los ganados a pastarcuando los períodos de tregua lo permitían. Elbastión jiennense más adelantado en el sectorsureño será el Castillo de Otíñar, cuya funciónera vigilar el camino Viejo de Granada, quedesde el río Campillo iba desde Cazalla a desem-bocar en el Valdearazo por la Cañada de lasAzaillas.

Por lo que se refiere a las campiñas, la Occi-dental aglutinará la mayor parte del pobla-miento, al contrario que la Oriental, muchomás despoblada durante todo el período bajo-medieval y cuya ocupación se concentrará sobre

todo en el siglo XV. Sólo una aldea, Villargor-do, se localizaba en la Campiña Oriental, y éstaen el límite con lo que podemos considerarValle del Guadalquivir.

Las razones de este desequilibrio en la dis-tribución del poblamiento rural entre ambascampiñas hay que buscarlas, en primer lugar, enlas diferentes características geológicas y de cali-dad del suelo que las distinguen. La CampiñaOriental presenta unos suelos bastante máspobres, y una mayor escasez de agua potable,dada la salinidad de los arroyos que la reco-rren, que, además, son más escasos que en laCampiña Occidental.

A ello se une, además, otras razones, estavez de tipo histórico y social. Los castellanosheredaron una distribución de la población queya se daba en el período almohade. Tras la con-quista, los cristianos repartieron aquellas tierrasque se hallaban puestas en cultivo y roturadas,que se concentraban, sobre todo en la Cam-piña Occidental, ya que las prospecciones arque-ológicas llevadas a cabo al este del río Guadal-bullón han revelado que los asentamientos dela última etapa islámica, bastante escasos, seconcentraban a lo largo del Arroyo Salado deTorrequebradilla, relacionados seguramente conla explotación ganadera y de las salinas.

Hasta finales del siglo XV, no comenzó laroturación de nuevas tierras, ya que la presióndemográfica no había sido, hasta la definitivapacificación del territorio, suficiente para jus-tificar esa empresa. De hecho, buena parte dela Campiña Oriental estuvo ocupada, desde laprimera mitad del siglo XIV por la Dehesa delRiez. Así mismo, las heredades constatadas enesta campiña tenían una vocación ganaderaindudable. Por otra parte, también influyó enla roturación y puesta en cultivo de la Cam-piña Oriental, el renovado interés de la oli-garquía de hidalgos y caballeros en captar másrentas de sus propiedades fundiarias, una vezque una de sus principales fuentes de rique-za, la guerra y las incursiones de saqueo enterritorio nazarí, cesaron. Uno de sus méto-dos fue también el agrandar sus heredades através de la usurpación de los terrenos incul-tos comunales.

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Naturalmente, a lo largo de los siglos bajo-medievales se siguió un proceso de ordena-ción y jerarquización espacial de estos asenta-mientos cristianos. Sobre La Tierra de Jaén,cuyos límites no terminarán de definirse ni tansiquiera al terminar la lucha contra Granada afinales del siglo XV, se constituye mediante cre-ación o reutilización, un conjunto de núcleosrurales vinculados entre sí por una cadena jerár-quica que, a su vez, ordena el territorio entorno a cada uno de ellos. La jerarquía de losnúcleos está constituida, en Jaén, por tres tiposde entidades: Ciudad, Aldeas y Cortijos.

Jaén, centro administrativo, sede del poderlocal, fortaleza y, rápidamente, sede episcopal;lugar privilegiado por los reyes con la conce-sión de ser la ciudad en la que se hará el repar-to y la venta de los botines de guerra obteni-dos por las acciones de guerra protagonizadospor los concejos del obispado.

En segundo lugar, estarían las aldeas de sutérmino. Desde finales del siglo XIII y a lo largodel siglo XIV, durante las minorías de edad deFernando IV y Alfonso XI, y la Guerra entrePedro I y Enrique de Trastámara, se produjoun considerable fortalecimiento de la noblezaurbana, auténtica oligarquía que se apropia detierras, aldeas y derechos jurisdiccionales, quepasan a manos privadas a costa de la propie-dad realenga. Este proceso nos informa de lapreeminencia del concejo urbano sobre el terri-torio aldeano. Efectivamente, tanto la asigna-ción de este territorio como el control del usode partes importantes del mismo, correspon-de, con toda probabilidad, a la oligarquía dehidalgos y caballeros que conforman la asam-blea ciudadana.

Este poder eminente es refrendado por elrey, ya que la monarquía -cuya autoridad direc-ta sobre el Concejo queda garantizada por elfuero toledano-, siempre necesitará de apoyosen estos siglos convulsos, además de garanti-zar así la presencia en la frontera de una castade guerreros.

De esta forma, las comunidades vecinales decada aldea reciben el dominio directo sobre elterrazgo aldeano, pero es el concejo urbano el

que por su derecho eminente, puede proce-der a la enajenación de parte o de la totalidadde la unidad de aldea. Paralelamente, puederestringir o abrir a otros residentes en el con-junto de Jaén determinados espacios de usocolectivo del término aldeano, como su dehe-sa, o sus fuentes de agua potable, por ejemplo.

Respecto a la última unidad, el Cortijo, lasfuentes escritas más antiguas con las que con-tamos son de 1378, y están incluidas en el Librode Las Dehesas, transcrito y estudiado por elprof. Tomás Quesada. El documento es deenorme interés, pues aporta el cuerpo básicode cortijos que disponían de dehesa boyal pro-pia. Eran cortijos surgidos en una explotaciónagrícola, centrada en el cultivo de cereal. Laconcesión de dehesas boyales también era unafacultad del concejo de la ciudad, ya desde prin-cipios del siglo XIV.

La lista de cortijos supera la treintena, y sustopónimos, en muchos casos siguen existien-do en la actualidad, por lo que la prospecciónarqueológica unida a la información aportadapor este magnífico documento, nos ha ayuda-do a reconstruir una buena parte de la orga-nización espacial agraria del Concejo, así comosu atribución social, al menos desde el últimocuarto del siglo XIV.

Ciudad, aldeas y cortijos no permanecie-ron inalterados a lo largo de la Baja Edad Media.En la ciudad de Jaén se dejó sentir, de formadesigual pero creciente, el protagonismo de lavoluntad política en su configuración física, subs-trayendo a la propia comunidad urbana la posi-bilidad de dar forma física a su asentamiento.Observándose este proceso en el trazado denuevas calles, en la ocupación de los mejoressolares urbanos, etc. Las aldeas tuvieron desi-gual suerte. Algunas de ellas permanecen inclu-so en la actualidad. Otras redujeron sus dimen-siones a simples cor ti jadas o inclusodesaparecieron a lo largo del siglo XVI. Algu-nos de los cortijos crecieron hasta convertir-se durante los siglos XV y XVI en aldeas, otrosse convirtieron en grandes torres de señorío,como en el caso de El Término, pero esto yaes otra historia y supera los límites y los obje-tivos de este artículo.

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Fig. I. Dominio territorial del Concejo bajomedieval de Jaén, con relación a la actual Provincia de Jaén

Jaén

Cuidad RealAlbacete

Granada

Córdoba

Noalejo

Campillode Arenas

Cambil

Los Cárcheles

Valdepeñasde Jaén

Los Villares

Pegalajar

ManchaReal La Guardia

de Jaén

JaénTorredelcampo

Villardompardo

Escañuela

Fuertedel Rey Cazalilla

Espeluy

Mengíbar

Villargordo

Torrequebradilla

Municipios actuales pertenecientes al Concejo de Jaén

Municipios actuales pertenecientes al Concejo de Jaéndesde finales del S XV

Municipios actuales bajo jurisdicción señorial enajenadosal Concejo de Jaén. S XIII-XV

Fig. 2. Contexto geográfico del Concejo Bajomedieval de Jaén

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Fig. 3. Posible localización de algunos de los donadíos concedidos por Fernando III

Donadíos otorgados a la Orden Militar de Calatrava

Donadíos otorgados a la Orden Militar de Santiago

Donadíos otorgados al Obispado de Córdoba

Poblaciones cedidas por el rey

Espeluy

Fuente del Rey

JAÉN

Villardompardo

La Guardia

Vado Lerix

C. Macarena¿Pago Almorg?

Cerro Maquiz

¿Torre de Montíjar?

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Fig. 4. Límite SW del Concejo de Jaén en 1251

JAÉN

Martos

Alcalá deBenzayde

Alcaudete

C. de LocubÌn

Susaña

La Guardia Pegalajar

Cambil

C. de Arenas

Cazalla

Carchel

Torredelcampo

Fuente del ReyEl Berrueco

VillardompardoTorres deAvenzala

C. de Otíjar

REINO NAZARÍDE GRANADA

SEÑORÍODE

CALATRAVA

Mojones asentados por Fernando III (reconstrucción de J.C. Castillo, J.C. Lara y J.L. Castillo Armenteros)

Localidades y Castillos

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Fig. 5. Límite NW del Cocejo de Jaén en 1251

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Fig. 6. Campiña Oriental de Jaén en 1338. Al Este de la Dehesa del Riez hemos evidenciado en color másoscuro los terrenos usurpados por los de Jaén al concejo baezano

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Fig. 7. Aldeas de Jaén a principios del S. XIV

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Fig. 9. Croquis de la planta delcastillo del Berrueco realizadopor J.C. y J.L. Castillo Armente-

ros, a partir de un dibujooriginal de J. Eslava Galán

RocaPrimer Recinto (S. XII-XIII)Segundo Recinto (S. XIV-XV)Dependencia

Fig. 8. Actual Cortijada yCastillo del Berrueco

Fig. 10. Cortijo de “La Muña”

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Fig. 11. Cortijo de “El término”

Fig. 12. Cortijo de “La Aldehuela”

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Fig. 13. Cortijo de “Fuentetétar”