¿Fracasado? ¡Tu oportunidad!

Anselm Grün - Maria M. Robben

¿Fracasado?¡Tu oportunidad!

verbo divino


Texto ¿Fracasado? 26/3/10 13:33 Página 3

Anselm Grün - Maria M. Robben



Índice

PREFACIO.................................................................................. 7

INTRODUCCIÓN ..................................................................... 11

1. EL FRACASO EN EL MATRIMONIO ................................ 151. Caminos paralelos ............................................................ 152. La crisis ............................................................................. 203. La lucha en la crisis.......................................................... 254. El hallazgo de un nuevo camino ...................................... 28

EXCURSUS: EL ABUSO EMOCIONAL................................. 39El sentimiento de angustia ................................................... 45El sentimiento del deber ...................................................... 46El sentimiento de culpabilidad............................................. 47La desfiguración de la víctima ............................................. 48

II. FRACASO EN EL PROYECTO DE VIDA ......................... 531. El fracaso profesional........................................................ 532. Fracaso del concepto de la vida ....................................... 633. El fracaso por la adicción ................................................. 674. Los nuevos caminos.......................................................... 71

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III. EL FRACASO EN UNA ORDEN RELIGIOSA............... 751. El camino para la salida .................................................. 752. Ayudas para los religiosos en crisis ................................. 823. Descubrir el hilo conductor ............................................ 85

EXCURSUS: EL ABUSO ESPIRITUAL ................................. 91

IV. EL FRACASO COMO SACERDOTE............................... 1051. Motivos para la profesión sacerdotal............................... 1052. La crisis de la vocación ................................................... 1083. El nuevo comienzo .......................................................... 112

V. EL FRACASO COMO OPORTUNIDAD .......................... 1211. Aceptar el fracaso............................................................ 1212. Tratamiento de los sentimientos de culpabilidad ........... 1293. El proceso fúnebre ........................................................... 1344. El proceso en la comunidad afectada.............................. 1385. Despedirse........................................................................ 1426. Rituales de despedida ...................................................... 1517. El nuevo camino de la vida............................................. 1608. La nueva espiritualidad ................................................... 170

CONCLUSIÓN ......................................................................... 181

BIBLIOGRAFÍA ........................................................................ 190

ÍNDICE....................................................................................... 192


Prefacio

El padre Grün analiza en el último párrafo de su“Introducción” cuanto él estima que entraña en

sí misma la palabra del título. Dice textualmente:“Comoquiera que vamos a usar constantemente eltérmino Scheitern (“fracaso”), conviene analizaratentamente lo que encierra esta palabra”. Y empleaun tan complicado como hábil juego de términosalemanes, cuya mera traducción sería insuficiente.Esto exige desglosar estos párrafos, anticipándolosaquí y comentándolos brevemente, punto que debosubrayar para no apropiarme en modo alguno delmérito ajeno.

La palabra Scheitern (“fracaso”) viene de Scheit,que significa “trozo de madera partido”, que a su vezviene de scheiden, “cortar”, “separar”. Por lo tanto,significa que algo solidario, que está unido, se corta,se desune, se separa. Un todo cae en trozos, se deshaceen muchos pedazos. Lo que originariamente se pen-saba como concepto de la vida sale fallido y se des-hace. La palabra “separar” subyace a “fracasar” y seaplica al matrimonio. Así, cuando el matrimoniofracasa (scheitern), se dice que el matrimonio se separa(scheiden); se divorcian: “sich scheiden lassen”.

En el juego de palabras en alemán entra tambiénel término Abschied, que entraña la idea del despe-dirse, decir adiós. Y es que en cada fracaso nos des-

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pedimos de una imagen guía de la propia vida y denuestra autoimagen. El fracaso –siguiendo el juego depalabras– tiene que ver también incluso con “morir”(Verscheiden). En el fracaso muere realmente algo en lo que hemos centrado toda nuestra esperanza.Aun más: supone “decisión” (Entscheiden). Cuandohemos fracasado tenemos que decidirnos de nuevo,mirar a dónde debe dirigirse nuestro camino. Y nece-sitamos el don de la discreción, del discernimiento(Unterscheidung), para descubrir por qué hemos fra-casado y cómo podemos reunir de nuevo las astillasdel edificio de nuestra vida, cómo de lo segregadopuede nacer una nueva vida.

El diccionario alemán define “fracasar” (scheitern)como “tener que abandonar sin éxito, frustrarse, nau-fragar”. Fracasar quiere decir, por lo tanto, que delfundamento que yo he puesto no se sigue lo que nor-malmente esperaba; que de mi amor, de mi profesión,de mi empeño, no surge lo esperado lógicamente, sinoque aparece una escisión, hay una fractura. Algo semalogra (mißlingt), es decir, no cuaja. Además, gelingensignifica “lograr, conseguir un término afín con leicht”(fácil). “El fracaso me muestra, pues, por último, quela vida no es fácil, que no se desarrolla tan fácilmentecomo yo esperaba. En lugar de felicidad y éxito, elfracaso significa ante todo desgracia y frustración.Sólo si el fracaso es aceptado, puede que se consigaver la vida de una forma nueva y, tal vez, más au-téntica.” Hasta aquí el párrafo de la “Introducción”.

Como una causa del fracaso aparece el mobbing(mob, del latín mobile vulgus, “masa veleidosa”, luegoempleada principalmente para la polémica denigración

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del movimiento de las masas). Aquí se estudian algu-nas de las formas más corrientes de la “acción por laque se pretende eliminar a alguien”.

El libro es fruto de la experiencia recogida por elpadre Grün en los cursos que ha dirigido en la casa deretiro de su abadía de Münsterschwarzach. Cuenta,además, con páginas meditativas intercaladas a lolargo de toda la obra, que resumen y refuerzan la doc-trina correspondiente, haciéndola llegar más al co-razón, en un estilo incisivo y crudo, aunque cálido,sencillo y a veces hasta emotivo, que deja ese poso desosiego e impulso sugerente que invita a la reflexión,reforzando así la vertiente práctica del libro. Estostextos meditativos son de la señora Robben, especia-lista en pedagogía social y encargada del acompaña-miento espiritual en la hospedería de la mencionadaabadía, quien además colaboró con el padre Grün enlos demás textos del libro.

Todo el material reunido aparece resumido enuna casuística casi exhaustiva en cada uno de lossectores estudiados. El denominador común de éstoslleva a repetir las analogías fundamentales, resul-tando un libro reiterativo, si los hay, cuyas conclu-siones se prolongan hasta alcanzarnos a todos. Eshora de ver la causa de las dificultades y conflictos enla convivencia, verdadera cuna de la gran mayoría delos problemas. La proyección de mis lacras, la atribu-ción de mis fallos, la transferencia a una personareferencial de cuantas debilidades mis mecanismosde defensa rechazan... Todo esto es tan sutil comoclaramente analizado no sólo para brindar solucionesa los frustrados y comprensión para los fracasos ajenos,

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así como ayuda a los fracasados, sino también para lainmediata aplicación personal.

Un conflicto sin solución terminará en frustración,y una crisis no superada es prácticamente un fracaso.El libro mira el fracaso como oportunidad para seguiradelante. El estudio de sus pasos interesa a todoinquieto que quiera superarse en la vida. No sólo elfracaso importa; hay otras cosas de moda, como lamediocridad y la rutina o la comodidad ramplona.Las recetas prodigadas, si se emplean adecuadamente,pueden prevenir muchos males. Casado o soltero,religioso o sacerdote, cada cual puede encontrar ensu grupo algo nuevo que aprender. Normas para supe-rarse, inquietud por mejorarse, esto nos incumbe atodos: ¡es lo que el padre Grün siempre busca! Alprincipio y al final, los autores lo repiten: los fracasosajenos nos urgen a revisar muchas cosas no sólo porinquietarnos, cuanto más para asegurarnos. Nadietiene la garantía de su camino en la vida. Nos urge,pues, cultivarnos, para medrar en el alma un men-saje para todos, según las palabras de san Pablo conlas que el padre Grün cierra el libro: “Quien presumade mantenerse en pie, tenga cuidado de no caer” (1 Cor 10,12).

Julio-Miguel García Llovera

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Introducción

Cada vez fracasan más hombres en su concepto dela vida. Matrimonios que se habían jurado fide-

lidad solemnemente se separan después de algunosaños porque sencillamente ya no pueden continuar.Personas a las que se les había profetizado un granfuturo fracasan en su profesión y tienen que abando-narla o la pierden de la noche a la mañana porque laempresa ha quebrado. O bien fracasan en su con-cepto de la vida. Desembocan en una manía, deforma que todo cuanto han levantado queda anula-do. Deportistas un día elogiados como grandes talen-tos desaparecen en el olvido y pierden la fama con laque la prensa les había aureolado. Hombres y mujeressalen de sus órdenes o congregaciones religiosas paraseguir un nuevo camino, y algunos sacerdotes aban-donan su estado y se casan.

El proceso que siguen todas estas personas separece en muchos aspectos. En primer lugar apareceun gran entusiasmo, más tarde surge el desengaño. Elque está en vías de fracasar nota que no puede seguirasí. Se rebela contra ello y querría continuar a todacosta en el camino escogido, pero, sencillamente, veque no puede ser. El cuerpo se rebela. La psique tam-bién protesta. Tras largas luchas, uno decide por finabandonar el camino seguido hasta entonces. Perono por ello se siente libre. Atraviesa un valle de

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tristeza por la pérdida del concepto de la vida y eldesmoronamiento de su identidad. Al final, la mayo-ría intenta encontrar un nuevo camino, pero es algoarduo y penoso. La tristeza les absorbe mucha ener-gía. Después de uno o dos años, muchos son capacesde empezar un nuevo camino. Descubren en ellosuna nueva energía, un nuevo gozo de vivir. A conti-nuación, vamos a intentar describir ese proceso encinco campos distintos: el fracaso en el matrimonio,en la profesión, en la concepción de la vida, en unaorden religiosa y como sacerdote.

En la Iglesia hemos reprimido durante muchotiempo el fracaso. El que vive rectamente y se orientasegún los mandamientos de Dios y de la Iglesia, éseno fracasará. Pero si alguien fracasaba, entonces laúnica ayuda posible era la recuperación del fracasado.El interesado tenía que ver al fin, como el hijo pró-digo en la parábola de Jesús (cf. Lc 15), que habíaseguido un camino falso, que se había equivocado.Sin embargo, si nos hubiésemos relacionado con elfracasado, habríamos visto venir hace mucho tiempoque se abocaba a un callejón sin salida, sin que lehubiéramos podido ayudar. Yo no puedo aceptar mipropio fracaso “si alguien que está a mi lado se sienteconfirmado por mi fracaso y no puede disimular eltriunfo callado de tener él finalmente razón. Suayuda sería para mí una constante humillación, y para él, el gozo de una autoafirmación a costa de mí”(Fuchs/Werbick 110).

Sólo podemos ayudar al fracasado si le permiti-mos acercarse, si dejamos que su fracaso nos “llegue”de verdad y nos ponemos en su lugar. Quizá descu-


bramos en el fallo del otro que nosotros hemos repri-mido todas las dudas en nuestro propio camino y que,bajo la apariencia de una seguridad superficial, seesconde una profunda incertidumbre, una granduda, casi una desesperación. En el fondo de nues-tro corazón presentimos que nuestro camino noconduce a la vida. Sólo cuando consideramos decerca el fracaso del otro podemos compenetrarnoscon él. No tenemos por qué ver el fracaso simple-mente como un accidente del que es forzoso repo-nerse en cuanto se restablezca el estado anterior. Elfracaso es siempre, quizá por encima de todo, laoportunidad para un nuevo comienzo, para algodistinto que en el fracasado querría desarrollarse.

La filosofía existencialista ha visto el fracasocomo un elemento esencial de las personas. El fra-caso es un desafío decisivo para el hombre “cuandome doy cuenta desesperadamente de que o no soynada o internamente seré un ser original”. Pero tam-poco debemos ensalzar el fracaso como si tuviéramosforzosamente que fracasar para que –como piensa sanAgustín– no amemos el mundo y no nos atengamosa él. El fracaso no debe ser el medio para arribar albuen camino. Pero la realidad es que nosotros fraca-samos una y otra vez.

Fuchs y Werbick han enumerado algunas caracte-rísticas del fracaso. El fracaso es “una incursión desdefuera, algo como un relámpago”. “Al fracaso perte-nece siempre –a diferencia de la crisis– la sensaciónde que no existe ninguna otra alternativa u oportu-nidad, de que no hay una salida distinta” (ibíd. 31).Lo que cada uno experimenta como fracaso depende

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del propio concepto que tenga de la vida, así comodel entorno social.

Como el fracaso es frecuentemente consideradouna derrota, muchos buscan eliminar esta sensaciónde su camino, en el sentido de que se identifican conel vencedor. Es el caso del que, por ejemplo, cuelga la sotana y se une a los enemigos de la Iglesia, que leconfirman la impresión de que el paso que ha dado es el único verdaderamente auténtico, pues en lostiempos actuales nadie puede ser razonablementesacerdote. Otros intentan “compensar su fracaso conun comportamiento mejor” (ibíd. 32). Sin embargo,esto les conduce aún más profundamente al callejóndel fracaso. Otros infravaloran el fracaso considerán-dose realistas: “La vida del hombre es precisamenteasí”. O cierran los ojos. Intentan curar los síntomas“haciendo cambios cosméticos –pequeños, apenasperceptibles– y procurándose, no sin precipitación,alguna que otra pieza de recambio, aunque la verdade-ra ‘reparación’ tendría que abarcarlo todo” (ibíd. 33).

Frente a estos intentos de huir del propio fracaso,nos gustaría considerar a fondo en este libro el proce-so del fracaso y buscar luego las vías a través de lascuales los hombres pueden elaborar su frustración,para que de ahí surja una nueva vida, de forma que sufracaso se convierta en un nuevo empezar.


I. El fracaso enel matrimonio

1. Caminos paralelos

Hay muchos motivos por los que un hombre y unamujer se encuentran y se casan. En primer lugar

está claro que un hombre se enamora de una mujer, oviceversa, y que la pareja responde a este enamora-miento. Y un buen día, de este enamoramiento naceun amor que les da valor para unirse uno con el otropara toda la vida. Pero si contemplamos las relacio-nes de muchos matrimonios, nos damos cuenta deque en su enamoramiento han proyectado en lapareja muchos factores inconscientes. Enamorarsetiene siempre algo que ver con la proyección. Yo meenamoro de una persona que aparentemente vivealgo que ciertamente yo también tengo, pero que lohe descuidado en mí. Comoquiera que lo admiro enla otra persona, confío y espero poder participar deello. El cometido, la misión, sería deshacer en cual-quier momento la proyección realizada y desarrollaren mí mismo precisamente eso que me fascina. En-tonces es cuando del enamoramiento surge el amor.En el enamoramiento dependo del otro. En el amor

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le dejo libre. Muchos desaprovechan este salto delenamoramiento al amor. Cuando cesa el enamora-miento se quiebra también la relación. Rechazan lamisión de liberarse de la proyección y de dejar reso-nar en sí mismos las cuerdas cuya vibración hanadmirado en el otro.

Sucede a menudo que un hombre que no esconsciente de su pasado lo repite con su mujer. Otrohombre que no reconoce su vínculo de fijaciónmaternal busca inconscientemente una mujer quesea la sustituta de su madre. O una mujer que ha per-dido a su padre y siempre ha suspirado por tener uno,busca un hombre que pueda ser el sucedáneo delpadre añorado. Es una ley fundamental de psicologíaque las personas repetimos las heridas que no hemosatendido y elaborado adecuadamente. Nos buscamosuna madre que nos lastime exactamente igual quecomo lo hizo nuestra propia madre. O buscamos unpadre que nos tome tan poco en serio como lo hemosexperimentado con el nuestro. No podemos escapar-nos en modo alguno a esta ley. Pero tampoco es tanmalo, pues con esto puede presentarse la oportunidadde cultivar la herida de la niñez en relación con lapareja (que reitera tal herida) de manera distinta acomo tuvo lugar entonces, en plena infancia. Asípodemos madurar. Sin embargo, muchos se quedanestancados en la repetición. No se dan cuenta de quelos modelos de la infancia se repiten de nuevo y pro-yectan toda la culpa en el otro, en lugar de decidirsea ir juntos por un camino común de crecimiento.

Hay otros muchos motivos por los que las perso-nas se encuentran mutuamente. En el caso de una

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mujer que tiene poca autoestima, buscará incons-cientemente un hombre fuerte. Está fascinada con sufortaleza y con su seguridad. Esto le da base y sostén.Sólo mucho más tarde se da cuenta de que lasupuesta seguridad de su esposo es sólo el reverso dela medalla de su gran inseguridad, de su imposibilidadpara expresar los sentimientos y para reconocer suspropias debilidades. Al principio, ella vive de la segu-ridad del marido. Sin embargo, poco a poco se dacuenta de cómo está encadenada, y le gustaría eva-dirse de la cárcel en la que ella –de buen grado, peroinconscientemente– se ha metido.

Un hombre que jamás ha tenido seguridad laencuentra en su pareja, pero cuando se encastilla enesta postura llega un momento en el que esto le re-sulta excesivo, pues se cansa de dar siempre. Tambiénle gustaría recibir. Y, a la larga, tampoco le satisfaceal hombre eso de encontrar en su mujer sólo un calormaterno de refugio y protección. A él le gustaríatener también como acompañante a alguien que aná-logamente le provoque y desafíe (desafío en el sen-tido de empeñarse en conseguir metas más altas delas que inicialmente pensaron poder alcanzar sin elapoyo y el soporte de la pareja).

Un hombre encuentra una mujer que le admira.Esto le halaga y le gustaría conservar esta admiracióndurante toda la vida. Pero después de unos años se dacuenta de que su mujer también le critica, de que ellatambién ha descubierto sus debilidades. Ahora sesiente desengañado. Él se casó con otra mujer, unaque le tenía siempre en lo alto del trono. Y como noquiere descender de su trono, se produce la crisis.

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Una mujer está fascinada porque su marido laadora. Está segura de que le será fiel toda la vida. Perollega un día en que esa adoración le resulta excesiva.Tiene la impresión de que no se ha casado con unhombre, sino con un niño que la admira y al quetiene que cuidar exactamente igual que a sus hijos.Siente que ella no puede vivir sólo de la admiraciónde su marido. Le gustaría recibir de su pareja impulsoy aliento, que alguna vez también pudiera apoyarsetotalmente en ella.

Hombres y mujeres con el típico “síndrome deayuda” suelen escoger parejas que son también débi-les. Pero están tan fascinados con su capacidad paraayudar a su pareja que se revisten precisamente de lasdebilidades del otro porque las debilidades del otroson las que les hacen fuertes. Se sienten como “el sal-vador” y, a la postre, es el arquetipo con el que seidentifican. Pero esto les vuelve ciegos ante su propiarealidad y ante la verdad del otro. Un día les costaráayudar y entonces se enojarán por las debilidades desu pareja. O bien el otro despierta y se vuelve másfuerte, y entonces se sienten inseguros porque ya nocuadra el antiguo reparto de papeles.

Se da también el caso de una mujer bastante másfuerte que su marido. Al principio, le halaga que seaella la que instruye a su marido en la vida, quien lelanza. Le satisface que él sea suave, que haga todo loque ella quiere y acceda a cuanto ella le propone. Pe-ro un buen día le resulta excesivo eso de tener quedesempeñar siempre el papel activo. Y eso de tenerque empujar continuamente a un marido débil seconvierte en un lastre insoportable. A ella también


le gustaría apoyarse alguna vez y poder discutir. Peroadvierte cómo su marido siempre se achica, cómo nohace otra cosa que disculparse continuamente ycómo jamás lucha realmente con ella. Y esto le ponefuriosa.

A veces, un cónyuge utiliza al otro inconsciente-mente. Es el caso, por ejemplo, de una joven quenecesita a su prometido para salir por fin de unasituación familiar insoportable y poder seguir supropia vida. O del hombre que usa a la mujer comotrampolín para poder escapar de casa o para demos-trarse a sí mismo y a sus camaradas que es un hom-bre de cuerpo entero. Su mujer está ahí para que él pueda hacerse valer ante los demás. Sólo mástarde se da cuenta de que no ha pensado en modoalguno personalmente en su mujer. O una mujerutiliza a su marido para que la ayude a desarrollarsey abriga la esperanza de poder crecer gracias a esarelación o de conseguir liberarse de su complejo de inferioridad. No es el verdadero amor al otro loque la lleva al matrimonio, sino el deseo incons-ciente de poder solucionar sus propios problemas através de su pareja. Análogamente, el hombre seaprovecha de su mujer cuando se propone contactara través de ella con sus sentimientos o liberarse de susdepresiones.

Estas parejas, de pronto, despiertan un buen día yadvierten, aterrorizadas, que nunca pensaron en elotro dentro de su singular peculiaridad, según su pro-pia particularidad, sino que lo han utilizado para supropio provecho.

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2. La crisis

La mayoría de las crisis matrimoniales se desenca-denan cuando un consorte descubre que en la

relación algo falla, que se han encastillado en undeterminado papel de comportamiento y que así nopueden continuar. Sería fatal para ambos si se empe-ñaran en seguir actuando como hasta ahora, ya queesto les robaría toda la energía. Se endurecerían cadavez más y se empujarían mutuamente hacia un calle-jón sin salida. A veces, la crisis se presenta cuandouna parte descubre que en el enamoramiento estabacompletamente ciego respecto a la realidad de la otrapersona. Entonces, a menudo resuena con fuerza estereproche: “Eres una persona distinta de aquella conla que me casé”.

Otra razón para la crisis es que ambos no sientenel mismo amor que al principio. No saben de dóndepuede venir esto. No ha habido problemas importan-tes, pero tienen la sensación de que el amor se les haescabullido entre los dedos. La vida diaria lo invadetodo. Muchas cosas se han vuelto pura rutina. Lasexualidad ha perdido su fascinación. Cada unoconoce de sobra el cuerpo del otro. No existe nin-guna sorpresa ni hay nuevos descubrimientos. Ycomo el amor ya no fluye, la sexualidad resulta insí-pida y ordinaria. Los conflictos cotidianos se con-vierten en roces continuos. Como los conflictosrealmente no se resuelven, queda siempre en cadauno un resto oculto de disgusto y herida. Un día,este residuo no resuelto llega a ser tan fuerte que yano se puede amar a la pareja. Los dos reaccionan sólo

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agresivamente. Se sienten heridos y no amados. Odescubren aterrorizados que pueden seguir viviendomuy bien el uno sin el otro, que no se echan demenos ni sienten ninguna nostalgia. Ciertamente, sehan acostumbrado el uno al otro, pero entre ellos yano fluye ningún amor.

Otro motivo de crisis reside en que una de las par-tes se enamora de otra persona. Es el caso del jefe quese enamora de su secretaria, que le admira y le mima.Por fin encuentra de nuevo a la mujer como admira-dora, que es la que inconscientemente él había bus-cado el día de su boda. Él no quiere confiarse al pro-ceso de cambio o transformación y por eso prefierebuscar de nuevo una mujer que le adore. De estemodo puede seguir siendo el de siempre, el “vejete”,sin tener que cambiar. O un hombre se enamora deuna mujer que personifica todo lo contrario de lo quesu mujer posee y expresa. Ésta es más femenina, estodo sentimiento, es creativa. Tiene un gran atrac-tivo, que es lo que más le fascina. Es 20 años másjoven que su mujer y él espera, a través de ella, con-servarse joven él mismo. No quiere aceptar su edad yse refugia en esta relación para demostrarse a símismo y demostrar a su amiga su eterna juventud.

Una mujer se enamora de un hombre que es mástierno y cariñoso que su marido, que puede mostrarsus sentimientos y no se parapeta tras un muro desequedad. No se vuelca en el trabajo, sino queencuentra también tiempo para ella. No tiene parasus problemas siempre la misma palabra rutinaria, si-no que la oye atentamente, la toma en serio, la com-prende.

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Siempre se busca aquello que se echa de menosen el propio consorte. Es completamente natural queun hombre se sienta atraído no sólo por su mujer, yque una mujer se enamore de otro hombre, ya quenadie puede colmar todas las nostalgias del otro. Pre-cisamente cuando en el matrimonio uno se ha acos-tumbrado al otro, se advierte cómo toda relación esrelativa. La pregunta es cómo cuido yo mi enamora-miento. No tiene que ser en modo alguno el motivopara separarme de mi consorte. Yo podría integrar enmi vida precisamente aquello que me fascina en unhombre o en una mujer.

Hay crisis matrimoniales que surgen ya en los pri-meros años de vida en común. Cuando la fascinaciónse esfuma, muchos se dan cuenta, por primera vez, dequé es lo que en el fondo realmente les unía, perotambién advierten al mismo tiempo cuántos aspectosno han visto en el otro. Han proyectado en el otro laduda que ya surgió durante el tiempo de noviazgo. Lamujer vio que su amigo bebía más de la cuenta, peroabrigaba la esperanza de que dejaría de beber encuanto estuvieran casados. Ha reconocido sus sínto-mas neuróticos, pero estaba tan convencida de lafuerza de su cariño que pensaba que podría amarle sise curaba. Sin embargo, ahora nota que esto era unailusión. El amigo no ha cambiado. La pregunta es sila pareja tiene el valor de reconocer la propia reali-dad y si el amor consigue que lleguen a quererse talcomo cada uno es en realidad.

Muchas crisis se presentan en la mitad de la vida,cuando uno se da cuenta, repentinamente, de losaspectos que ha reprimido hasta entonces. Es com-

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pletamente normal que cada uno, en la primeramitad de la vida, sólo cultive un polo. El otro polo es-tá encadenado en las sombras. En la mitad de la vida,este polo “secuestrado” sube a la superficie. Entoncesla mujer no quiere vivir más sólo su vertiente feme-nina, sino también su polo masculino. Asume la res-ponsabilidad, comparte los conflictos, puede luchar.Y el hombre deja de pronto de expresar sus sen-timientos, no funciona como antes. Él tiene ahoraotras necesidades. Ambos cambian. Pero con fre-cuencia se reprocha al otro que ha sido él quien hacambiado y quien tiene la culpa de la crisis. Uno seha mantenido fiel a sí mismo.

A menudo, la crisis se presenta con cierto retraso.La mujer acusa esta crisis más temprano. El hombreprocura disimular su propia inseguridad y busca sufortaleza volcándose en el trabajo. Hablar sobre sussentimientos le causa pánico. Él exagera la crisis de lamujer, en el sentido de que la llama histérica. Ella dademasiadas vueltas alrededor de sí misma y se inven-ta los problemas. Él no tiene ningún problema. Bastacon querer, pues así todo marcha. La mujer se dejaherir por su marido, ya que el hombre sabe exacta-mente dónde están sus partes más sensibles, pues ellamisma se las confió. Ahora él las utiliza en contra deella. Esto la pone enferma. O tiene la sensación deque su marido se parapeta detrás de un muro. Ellaquerría demostrarle que él sólo oprime, y le gustaríaromper ese muro que él ha levantado a su alrededor.Pero cuanto más intenta luchar contra esto, más sóli-damente fortifica el marido el muro levantado a sualrededor. Y ella se golpea la cabeza hasta sangrar.

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Hay también casos de mujeres y de hombres quecuando se encuentran entre los 50 y los 60 añosdesembocan en una crisis matrimonial verdadera-mente grave. De pronto, la mujer siente que con estehombre se hace polvo, se ve constantemente despre-ciada, y hasta su cuerpo se rebela contra el ma-trimonio. Se siente cada vez más enferma. Descubreque su marido tiene una querida. Y ya no puede resis-tir más eso de estar ahí para su marido sólo como lamujer de la limpieza. Se siente explotada. Intentahablar con su esposo, pero no lo consigue. Él le echatoda la culpa a ella. Él es feliz y está contento. Losproblemas están sólo en ella.

Algunas mujeres que pensaban poder vivir felicesen el matrimonio ven con claridad cómo sus maridossimplemente las abandonan. Él ya no la quiere más.Ha encontrado otra mujer que responde mejor a susexpectativas. A ella le gustaría continuar el matri-monio, pero el hombre la emplaza ante realidadesinmutables.

O la mujer siente, después de la muerte de sumadre, que ella ha permanecido fiel en el matrimo-nio sólo para demostrarle a su madre que en su díatomó una decisión correcta y que su vida ha sido unéxito. Pero ahora descubre que su marido nunca fueun compañero, sino simplemente un niño que se haaprovechado de su fortaleza. Su marido no la aban-donaría nunca, y se agarra a ella como un niño. Y ellaya no puede aguantar más esto. Cuando piensa quetiene que seguir junto a su marido, le asalta el temorde que se morirá de hambre y de sed.

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