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Función del diálogo en el Quijote (I): Tres distancias deícticas José Manuel Martín Moran Todo en el Quijote es diálogo 1 —aunque tal vez sería más justo decir que todo en Cervantes es diálogo—: desde el prólogo a las relaciones entre los personajes, desde las estrategias de interpolación de relatos a su relación con el canon literario, desde la invocación del protagonista al autor hasta los monólogos de los personajes. Todo en la obra maes- tra de Cervantes está impregnado de la urgencia de confrontación dia- léctica con la opinión del otro. El diálogo continuo entre don Quijote y Sancho Panza ha llamado la atención de la crítica en múltiples ocasiones. Algunos críticos han diri- gido sus miradas hacia el pasado literario y han rastreado las fuentes del diálogo cervantino, que debe mucho al diálogo renacentista 2 , con su de- rivación erasmiana 3 , pero también debe mucho al diálogo platónico 4 ; cla- ro que el alcalaíno —en esto, como en todo— interpreta a su modo los recursos de la tradición; el resultado de esa interpretación es el surgi- miento de un nuevo género literario: la novela moderna 5 . Otros críticos prefieren dirigir su mirada hacia el futuro, para cons- tatar ya en el diálogo cervantino un anuncio del porvenir literario: el dia- Eso es lo que lo hace el prototipo del método autóptico, derivado de los diálogos pla- tónicos, la verdadera semilla de la novela, en opinión de Ortega y Gasset, José, Meditaciones del Quijote, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1914, pp. 204 ss.; Criado de Val, Manuel («Don Quijote como diálogo», Anales cervantinos, V (1955- 1956), pp. 183-208, [p. 207]) llega a proponer su adscripción al género del coloquio, lo que solventaría algunos problemas de la crítica y lo emparentaría con la tradición erasmista. Véase Jauralde Pou, Pablo, «Los diálogos del Quijote: Raíces e interpretación histó- rica», en Haro Sabater, Juan, López Fanego, Otilia, Sánchez Sánchez, Alberto y Martín García-Alós, José L., eds., Instituto de Bachillerato «Cervantes». Miscelánea en su Cincuentenario 1931-1981, Madrid, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, 1982, pp. 181-193. Véase Murillo, Luis Andrés, «Diálogo y dialéctica en el siglo xvi español», Revista de la Universidad de Buenos Aires, (5 a época), 4 (1959), pp. 56-66. Véase Huerta, Eleazar, «El diálogo cervantino», Atenea, 268, 1947, pp. 64-73; Rodríguez, Alberto, «El arte de la conversación en el Quijote», Cervantes, 13 (1993), pp. 89-107. Véase Murillo, op. cit. (nota 3); Gómez, Jesús, «Don Quijote y el diálogo de la no- vela», Anales cervantinos, 28 (1990), pp. 35-44. AISO. Actas VI (2002). José Manuel MARTÍN MORAN. Función del diálogo en el «Quij...

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Función del diálogo en el Quijote (I):Tres distancias deícticas

José Manuel Martín Moran

Todo en el Quijote es diálogo1 —aunque tal vez sería más justo decirque todo en Cervantes es diálogo—: desde el prólogo a las relacionesentre los personajes, desde las estrategias de interpolación de relatos asu relación con el canon literario, desde la invocación del protagonistaal autor hasta los monólogos de los personajes. Todo en la obra maes-tra de Cervantes está impregnado de la urgencia de confrontación dia-léctica con la opinión del otro.

El diálogo continuo entre don Quijote y Sancho Panza ha llamado laatención de la crítica en múltiples ocasiones. Algunos críticos han diri-gido sus miradas hacia el pasado literario y han rastreado las fuentes deldiálogo cervantino, que debe mucho al diálogo renacentista2, con su de-rivación erasmiana3, pero también debe mucho al diálogo platónico4; cla-ro que el alcalaíno —en esto, como en todo— interpreta a su modo losrecursos de la tradición; el resultado de esa interpretación es el surgi-miento de un nuevo género literario: la novela moderna5.

Otros críticos prefieren dirigir su mirada hacia el futuro, para cons-tatar ya en el diálogo cervantino un anuncio del porvenir literario: el dia-

Eso es lo que lo hace el prototipo del método autóptico, derivado de los diálogos pla-tónicos, la verdadera semilla de la novela, en opinión de Ortega y Gasset, José,Meditaciones del Quijote, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1914, pp. 204 ss.;Criado de Val, Manuel («Don Quijote como diálogo», Anales cervantinos, V (1955-1956), pp. 183-208, [p. 207]) llega a proponer su adscripción al género del coloquio,lo que solventaría algunos problemas de la crítica y lo emparentaría con la tradiciónerasmista.Véase Jauralde Pou, Pablo, «Los diálogos del Quijote: Raíces e interpretación histó-rica», en Haro Sabater, Juan, López Fanego, Otilia, Sánchez Sánchez, Alberto yMartín García-Alós, José L., eds., Instituto de Bachillerato «Cervantes». Misceláneaen su Cincuentenario 1931-1981, Madrid, Servicio de Publicaciones del Ministeriode Educación y Ciencia, 1982, pp. 181-193.Véase Murillo, Luis Andrés, «Diálogo y dialéctica en el siglo xvi español», Revistade la Universidad de Buenos Aires, (5a época), 4 (1959), pp. 56-66.Véase Huerta, Eleazar, «El diálogo cervantino», Atenea, 268, 1947, pp. 64-73;Rodríguez, Alberto, «El arte de la conversación en el Quijote», Cervantes, 13 (1993),pp. 89-107.Véase Murillo, op. cit. (nota 3); Gómez, Jesús, «Don Quijote y el diálogo de la no-vela», Anales cervantinos, 28 (1990), pp. 35-44.

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logismo bajtiniano está ya contenido en la profecía cervantina6, así comotambién lo están las capacidades de la novela moderna de reflejar la vidaen su fluir7, de penetrar en el conflicto de los personajes consigo mis-mos8 y con el mundo9, y de caracterizar a los personajes por su formade hablar10.

Por último, otro grupo de cervantistas concentra su mirada en el mo-mento del texto; y así hay quien hace un esfuerzo de penetración y seadentra por los vericuetos de la psicología de los personajes, que se irí-an asimilando el uno al otro gracias al diálogo", mucho más rico y com-plejo que el mono-diálogo de Alemán12, y tan cargado de potencialida-des cómicas y dramáticas como el de los entremeses y comedias deenredo de la época13.

Como podrá apreciarse por este rápido excursus, el modo en que lacrítica cervantina ha afrontado la cuestión del diálogo en el Quijote essustancialmente el mismo: ha fijado su atención en el aspecto semánti-co y, a partir del análisis de los contenidos y de su distribución en lasréplicas de los personajes, ha extrapolado una serie de características es-pecíficas, por contraste con viejos géneros literarios o como anuncio de

6 Véase Rivers, Elias L., «Two Functions of Social Discourse: From Lope de Vega toMiguel de Cervantes», Oral tradition, 2/1 (1987), pp. 249-259; Weich, Horst,«Narración polifónica: el Quijote y sus seguidores franceses (siglos xvn y xvm)»,Anthropos, 98-99 (1989), pp. 107-112; Paz Gago, José María, Semiótica del«Quijote». Teoría y práctica de la ficción narrativa, Amsterdam - Atlanta, Rodopi,1995, pp. 141-166.

7 Véase Castro, Américo, «El Quijote, taller de existencialidad», Revista de Occidente,(2a época), 18 (Jul.-Sep., 1967), pp. 1-33; «Cómo veo ahora el Quijote». Estudio pre-liminar a M. de Cervantes, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Madrid,Editorial Magisterio Español S.A., 1971, I, p. 9-102.

8 Para Cervantes es tan importante lo que dicen los personajes como lo que piensan,es lo que sostiene Alberto Rodríguez en «El arte de la conversación en el Quijote»,Cervantes, 13 (1993), pp. 89-107.

9 Véase Guillen, Claudio, «Cervantes y la dialéctica, o el diálogo inacabado», en Elprimer Siglo de Oro. Estudios sobre géneros y modelos, Barcelona, Crítica, 1988, pp.212-233; Martín, José F., «Diálogo y poder en la liberación de los galeotes»,Cervantes, 11 (1991), pp. 27-34.

10 Véase Rosenblat, Ángel, La lengua del Quijote, Madrid, Gredos, 1971, pp. 64-67.11 Véase Madariaga, Salvador de, Guía del lector del Quijote. Ensayo psicológico so-

bre el Quijote, Madrid, Espasa-Calpe, 1926, p. 136.12 Véase Castro, Américo, «Cervantes y el Quijote a nueva luz», en Cervantes y los

casticismos españoles, Madrid-Barcelona, Alfaguara, 1966, pp. 1-183, [pp. 82 ss.];«Los prólogos al Quijote», [1941], en Hacia Cervantes, Madrid, Taurus, 1957, pp.205-241, [pp. 237 ss.]; Sobejano, Gonzalo, «De Alemán a Cervantes: monólogo ydiálogo», en AA.VV, Homenaje al Profesor Muñoz Cortés, Murcia, Universidad deMurcia, 1977, vol. II, pp. 713-729.

13 Véase Cióse, Anthony, «Characterization and Dialogue in Cervantes; comedias enprosa», Modern Language Review, 76 (1981), pp. 338-356.

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uno nuevo. Raras son las observaciones de tipo técnico o formal y prác-ticamente inexistentes las que toman en cuenta el punto de vista fun-cional, que va a ser precisamente el que informe esta comunicación.

Antes de empezar mi perorata conviene que deje bien acotado el te-rreno. Voy a estudiar la capacidad de los diálogos del Quijote para cre-ar vínculos lógicos o analógicos entre los episodios. Para ello centrarémi atención, fundamentalmente, en la recurrencia de motivos narrativosen los parlamentos de los personajes, con el fin de analizar el modo enque surgen los referentes textuales. Y paso a explicar el sentido que ledoy al término. Para que un discurso cualquiera avance, según la lin-güística del texto, es necesario que vaya constituyendo una red de refe-rentes textuales internos sobre los que poder predicar atributos, modifi-car cualidades, alterar su colocación en el sistema, etc.14. Un ejemplo:después de la aventura del vizcaíno, don Quijote y Sancho Panza con-versan sobre sus pormenores, sin alterar las líneas fundamentales de lamisma: no pueden poner en tela de juicio su existencia, y tanto menossus consecuencias; la prueba de la oreja herida de don Quijote no se lopermite. El narrador puede no volver a mencionar la herida del caba-llero y renunciar a un referente textual, o bien decidir que tendrá su vi-gencia en la historia y hacer, por ejemplo, que don Quijote sea curadoen repetidas ocasiones por Sancho y uno de los cabreros, o bien recor-darla en conexión con otras consecuencias de las aventuras del caballe-ro; lo que desde luego no puede hacer es desmentir los resultados deuna acción, so pena de incurrir en incongruencias difícilmente subsana-bles. En las páginas siguientes analizaré todas estas modalidades de re-lación entre la palabra y la cosa en el Quijote.

PRIMER GRADO DE DISTANCIA DEÍCTICA. EL DIÁLOGO DEL «ESTE», «AQUÍ» Y«AHORA»

Cuando tiene por objeto la realidad, el diálogo de don Quijote ySancho se basa, como es lógico, en una señalación implícita o explíci-ta («aquellos que allí ves», [I, 8, 88]15), con tres distancias temporales

14 Véase Karttunen, Lauri, «Referenti testuali», en Elisabeth Conté, María, ed., La lin-güistica testuale, Milano, Feltrinelli, 1989, pp. 121-147; Conté, Maria Elisabeth,Condizioni di coerenza. Ricerche di lingüistica testuale, Firenze, La Nuova Italia,1988, pp. 33-50.

15 He consultado la edición de Martín De Riquer, Barcelona, Planeta, 1972, a la queme referiré, a partir de ahora, con la indicación entre paréntesis de la parte, el capí-tulo y la página oportunos.

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posibles, según los tres grados canónicos de la deíxis: a) este —aquí—ahora, b) ese —ahí— hace un momento, c) aquel —allí— entonces. Acada uno de los tres grados les corresponden tres diferentes modos derelación palabra - cosa.

Ante las enormes moles que agitan unos brazos descomunales, donQuijote y Sancho entablan una negociación sobre su verdadera esencia,que para el escudero se reduce a su apariencia («son molinos») y paradon Quijote ha de ser de índole caballeresca («son gigantes»). Si Sanchoinsiste, como es el caso, don Quijote recurre al argumento de autoridad:«bien parece que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gi-gantes» [I, 8, 88]. Sancho, el defensor de los derechos de las cosas, secaracteriza automáticamente como opositor de don Quijote, que es elportador de la fantasía; o, si lo prefieren, ambos son representantes dela materialidad y el idealismo, o de la historia y la poesía. Como la crí-tica no ha dejado de señalar en repetidas ocasiones16, el diálogo cumpleaquí una función semántica de caracterización de los personajes, condiferentes alternativas y variantes.

En otras situaciones y con otros personajes la función semántica deldiálogo puede tener repercusiones en el relato y adquirir así una di-mensión funcional a un nivel superior, al consentir la resolución de losconflictos latentes gracias a la exposición de los valores de que son por-tadores los participantes en el coloquio, como vemos repetidamente enla venta de Palomeque, con las historias de Cardenio, Dorotea, Luscinday Fernando [I, 36], o con la historia de don Luis y doña Clara [I, 44],o como se aprecia también en la agnición del cautivo y su hermano eloidor [I, 42]; más adelante el diálogo evitará la muerte a manos de donQuijote del bachiller Sansón Carrasco [II, 14], y consentirá la soluciónde las desgracias de Ana Félix y su reencuentro con Ricote, su padre [II,63], etc.

El mecanismo semántico común a estas situaciones es el siguiente:el diálogo desvela la esencia oculta de una persona o un objeto, y esoorigina un nuevo equilibrio en las relaciones interpersonales. Este usodel diálogo, a mi parecer, proviene directamente del teatro; lo cataloga-ré como función dramática. Afecta casi en exclusiva a las tramas in-terpoladas, donde, por lo demás, la ascendencia teatral de otros usos deldiálogo parece evidente; véase si no el modo en que Palomeque, aso-mado a la puerta de su venta, relata a los circunstantes lo que sucedefuera del espacio acotado por un hipotético escenario teatral:

16 Véase Rosenblat, op. cit. (nota 10), pp. 64-67.

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—Esta que viene es una hermosa tropa de huéspedes: si ellos pa-ran aquí, gaudeamus tenemos.—¿Qué gente es? —dijo Cardenio.—Cuatro hombres —respondió el ventero— vienen a caballo, ala jineta, con lanzas y adargas, y todos con antifaces negros; yjunto con ellos viene una mujer vestida de blanco, en un sillón,ansimesmo cubierto el rostro, y otros dos mozos de a pie.—¿Vienen muy cerca? —preguntó el cura.—Tan cerca -respondió el ventero— que ya llegan. [I, 36, 400]

La misma potencia visiva de la palabra de los personajes, que los pre-para para el desempeño de la función narrativa en sustitución del na-rrador —la tercera función del diálogo—, es la que parece atribuirse donQuijote cuando, con calculado efecto de hipotiposis17, describe a Sanchola realidad que va contemplando en la batalla de los dos ejércitos [I, 18],o la que se imagina en su futuro curriculum caballeresco [I, 21], o la queél mismo vive en la cueva de Montesinos [II, 23]. Sin esa energía de lapalabra no tendría sentido el pacto entre don Quijote y Sancho: la ínsu-la, en efecto, surge de la nada gracias a la potencia visiva de la palabradel caballero; y lo mismo podría decirse de su amada Dulcinea.

Las nuevas personalidades de don Quijote, que será sucesivamenteel Caballero de la Triste Figura [I, 19], el Caballero de los Leones [II,17] y el pastor Quijotiz [II, 73], se originan a partir de la reelaboración,por el diálogo entre caballero y escudero, de un referente textual inme-diato: respectivamente, la pérdida de los dientes [I, 18], la aventura delos leones [II, 17] y la derrota en la playa de Barcelona [II, 66].Podríamos incluso pensar que es la propia narración la que debe su exis-tencia al efecto de hipotiposis que consigue el orate hidalgo con su pa-labra, cuando explica su necesidad de un cronista:

—El sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es miamigo (porque por fuerza le hay, y le ha de haber, so pena queyo no sería buen caballero andante) [...]. [I, 31, 339]

Otro uso típicamente teatral del diálogo es el uso de los parlamen-tos de los personajes para presentar de modo oblicuo a los recién llega-dos; se trata, de nuevo, de un sucedáneo de la función narrativa delnarrador. Un ejemplo lo tenemos en la escena de la llegada a la venta

17 Hipotiposis o energía es el efecto producido por los artificios expresivos que «expo-nen las cosas de modo tal, que el hecho parece desarrollarse y la cosa suceder bajolos ojos de los presentes» ([Cicero] Rhetorica ad Herennium, Cambridge, The LoebClassical Library, 1954, IV, pp. 35-55). La traducción es mía.

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de don Fernando y Luscinda; el cura entonces interroga sobre su iden-tidad a uno de los acompañantes [I, 36, 401], ahorrando al narrador eltrabajo de presentarlos. Y en cierto sentido es lo que hace el propio na-rrador cuando deja que el referente textual empiece a ser constituido porlas intervenciones de don Quijote y Sancho, en sus negociaciones pre-vias a la acción, con esa técnica del merodeo que hemos de catalogarcomo la variante pragmática de la función narrativa del diálogo, esdecir, un método de recarga de significados a la acción por medio delefecto emotivo que el retraso en el suministro de la información provo-ca en el lector.

El efectismo de los diálogos se remonta también, cómo no, a unaconcepción teatral de la narración que antepone la energía pragmática ala coherencia interna del episodio y al decoro de los personajes, los cua-les pueden salirse de las capacidades de acción delimitadas por sus atri-butos iniciales para ocupar, en una situación determinada, una esfera deacción diferente si la suya ya está ocupada; es lo que le sucede a Sanchoen el capítulo II, 5 que el traductor tiene por apócrifo,

porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se po-día prometer de su corto ingenio, y dice cosas tan sutiles que notiene por posible que él las supiese. [II, 5, 611]

La esfera de acción que le asignan la incorrección lingüística y la es-casa inteligencia está ocupada por su esposa, así que a él no le quedamás remedio que invadir la esfera de acción de su amo. La reiteraciónen la visita a El Toboso [II, 9] del esquema de acciones subyacente a laembajada a Dulcinea prevé que uno de los dos interlocutores idealice lafigura de la burda campesina y el otro la rebaje materialmente. En elepisodio de 1605 la primera posición corresponde a don Quijote y la se-gunda a Sancho; en el de 1615 se invierten los términos. Algunas si-tuaciones prevén la repartición de papeles en el diálogo, con funcionesespecíficas para cada personaje; la fuerza del arquetipo situacional im-pone el desplazamiento de un personaje hacia un círculo de acciones di-ferente para dar espacio a otro. El diálogo o, más concretamente, la es-tructura de parlamentos heredada del relato mismo o de la tradiciónliteraria, expulsa a los personajes de su línea de acción en aras de laconstrucción de una coherencia textual fragmentaria: cuando se trata deproducir un determinado efecto pragmático en la recepción de una de-terminada escena, el sintagma tiene más valor que el paradigma.

Llegados a este punto, y sin necesidad de extender el análisis a otrosejemplos, podemos ya extraer las primeras conclusiones acerca de la im-portancia y variedad de la función de los parlamentos de los personajes.

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En el diálogo a corta distancia de los hechos, el del hic et nunc, se per-cibe un predominio de la función semántica, con la caracterización delos personajes; algunas tramas interpoladas resuelven sus conflictos in-ternos gracias a una derivación estructural de esa función semánticaque he llamado función dramática. En sus intervenciones los persona-jes se sirven a veces de la energía visual de la palabra para sustituir alnarrador en el cumplimiento de la función narrativa. Se puede, así mis-mo, percibir una función pragmática por la que el diálogo descorre elvelo de la comunicación con el lector y busca los efectos emotivos enel lado del receptor. En cualquiera de estas funciones creo que puedeconstatarse una dejación de autoridad, una retirada estratégica del na-rrador, que cede parte de sus funciones a los personajes, configurandouna estructura narrativa en la que el diálogo ocupa la mayor parte de suespacio18.

SEGUNDO GRADO DE DISTANCIA DEÍCTICA. E L DIÁLOGO DEL «ESE», «AH!» Y

«HACE UN MOMENTO»

El segundo grado de distancia deíctica del diálogo respecto a su re-ferente textual es el que podemos encontrar en los comentarios finalesde don Quijote y Sancho a las acometidas del caballero, donde parecepredominar la función cohesiva, es decir, la función que permite la in-corporación de un episodio a una línea argumental más extensa. Aúndon Quijote está en el suelo, descabalgado y molido a palos, y ya su es-cudero vuelve a la carga sobre la contundente ventaja de la aparienciasobre la esencia caballeresca de los molinos de viento, los dos ejércitos,etc. El argumento de autoridad usado por don Quijote en la primera con-tratación no puede competir ahora con la solvencia de las peladillas delos pastores o las aspas del molino; ha de recurrir a un elemento másconvincente: los encantadores, maravillosas figuras que aproximan elmundo alucinado del loco andante a la realidad estricta y seca de su es-cudero. De este modo el contrato que los une puede seguir en pie: donQuijote perseguirá la gloria caballeresca y Sancho Panza el beneficiomaterial de la ínsula; para ello, el primero concede una pequeña parce-la de su territorio fantástico a la realidad, en pago del mantenimiento desu obcecación, y acepta que al menos los golpes recibidos son palpa-bles; el segundo, por su lado, acepta que una parte de su mundo real

18 Véase Alonso, Dámaso, («Sancho-Quijote, Sancho-Sancho», en Del siglo de Oro aeste siglo de siglas, Madrid, Gredos, 1962, pp. 9-20, [p. 18]) habla de obra drama-tizada por la preponderancia del diálogo.

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está habitada por seres de fantasía con tal de tener por horizonte la pro-metida ínsula. El diálogo recompone el equilibrio del mundo y las ba-ses de la trama caballeresca, integra el episodio en el avance del relatoy prepara sus eventuales referentes textuales para reemerger en el futu-ro de la acción.

Pero, tal vez, donde más clara se vea esa función cohesiva del diálo-go sea en el final de los textos interpolados, siempre acompañados de lacoda dialógica, por la que un personaje expresa su opinión sobre el relatoque acaba de escuchar; de tal modo consigue que el cuerpo extraño a lanarración principal repercuta en ella, integrándose en su estructura narra-tiva y semántica. Con esa estrategia Cervantes justifica a los ojos del lec-tor el cuento del cabrero, oportunamente comentado por don Quijote [I,12, 123-125]; la narración de las desgracias amorosas de Cardenio y suprolijidad, que el cura al instante disculpa por su bondad [I, 27, 293], comohará, poco más tarde, con la narración de El curioso impertinente [I, 35,400], y luego repetirá con el relato del cautivo don Fernando [I, 42, 466],y como poco antes había hecho con todas las interpolaciones, en una es-pecie de exculpación global, Cide Hamete Benengeli [I, 28, 298]. Claroque donde más evidente resulta la importancia de la función cohesiva deldiálogo es en la plática que acompaña el final de La canción de Grisóstomo,poco atinente a la situación narrativa a causa de unas quejas de celos, sos-pechas y ausencia contenidas en ella —las mismas de la preexistenteCanción desesperada de la Biblioteca Colombina de Sevilla—, totalmen-te inmotivadas. La incongruencia es subsanada por Ambrosio, el amigo delmuerto, quien dice que eran todas imaginaciones y licencias poéticas delsuicida [I, 14, 140]. Con su parlamento logra la inclusión de un cuerpo ex-traño en el tejido del relato.

Los comentarios finales de los personajes funcionan como instruc-ciones de lectura para el lector, el cual ha de confrontar su propia vi-sión de lo enjuiciado con la que le proponen los comentaristas internos,reactualizando en su mente viejos referentes textuales que puedan sos-tener su eventual disensión de opiniones. Y no parecerá extraño que trai-ga a colación, como por los pelos, la intervención del lector, si se tieneen cuenta que es el propio narrador el que reconoce haber actuado en lacomposición de la II parte del Quijote dejándose llevar por el juicio delos lectores de la I, que habían criticado la inclusión de las novelas in-terpoladas. Aquí tenemos de nuevo la prueba de la eficacia del diálogoen la construcción de la unidad textual y el nuevo rumbo del relato, elcual en su II parte hubiera tenido una estructura diferente de no habersido por el diálogo a distancia entre el autor-narrador y los lectores.

En el segundo grado de distancia deíctica entre el diálogo y su refe-rente textual podemos ver el predominio de la función cohesiva, que hace

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posible la integración en la estructura de acciones de la trama de un epi-sodio dado. La manifestación de los propios puntos de vista en los co-mentarios sucesivos a las acciones cumple también la función semánticade caracterización de los personajes. Pero tal vez la función más marcadade estas intervenciones a toro pasado sea la función pragmática, pues conellas el lector se ve obligado a aceptar o poner en tela de juicio una ins-trucción de lectura o una estrategia de organización de la trama.

TERCER GRADO DE DISTANCIA DEÍCTICA. EL DIÁLOGO DEL «AQUEL», «ALLÍ» Y

«ENTONCES»

No todas las situaciones reciben la misma explicación satisfactoriapor parte de don Quijote; en algunas de ellas le resulta francamente di-fícil hacer comprender al buen Sancho que los golpes que ha recibidopertenecen al mundo de la apariencia y que en esencia son galardonesque lo acercan al ansiado premio final. Esos conflictos sin resolver sonlos que perviven en el relato, a distancia de varios episodios, como pe-queños focos de luz que iluminan el mísero estado en que se encuentrael labrador.

La memoria de Sancho es particularmente sensible a los palos, quele suelen hacer presente toda una retahila de escenas con final parecido.Tras el manteamiento con el que se despide temporalmente de la venta,Sancho hace balance de su experiencia:

—Después que somos caballeros andantes, [...] jamás hemosvencido batalla alguna, si no fue la del vizcaíno, y aun de aqué-lla salió vuestra merced con media oreja y media celada menos;que, después acá, todo ha sido palos y más palos, puñadas y máspuñadas, llevando yo de ventaja el manteamiento y haberme su-cedido por personas encantadas, de quien no puedo vengarme. [I,18, 174]

Como se apreciará es precisamente la explicación insatisfactoria delmanteamiento lo que hace que resurja en el diálogo a escasa distancia.La poderosa capacidad de síntesis del escudero ignora el detalle de lasaventuras, pero el lector sagaz intuye que son las mismas que recuerdaen una circunstancia más halagüeña: los cien escudos hallados en la ma-leta abandonada en la Sierra. Entonces Sancho, por boca del narrador,

dio por bien empleados los vuelos de la manta, el vomitar delbrebaje, las bendiciones de las estacas, las puñadas del arriero,la falta de las alforjas, el robo del gabán y toda la hambre, sed y

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cansancio que había pasado en servicio de su buen señor, pare-ciéndole que estaba más que rebién pagado con la merced rece-bida de la entrega del hallazgo. [I, 23, 238]

El sumario interesado de Sancho gira en torno a un solo referentetextual: los daños y perjuicios de su experiencia con don Quijote; variasaventuras tienen en común ese final, y esas son las que el escudero en-sarta en el hilo de los palos y los robos.

No cabe duda de que estas síntesis cumplen una función semánticade caracterización del personaje, de hecho a veces las recapitulacionesde Sancho se presentan como una enseñanza asimilada, como cuando,tras constatar lo poco que se gana con las andanzas caballerescas, pro-pone a don Quijote que vayan a servir a un gran señor [I, 21, 213], ocomo cuando desengaña a doña Rodríguez acerca del futuro de lacayodel que está por desposar a su hija, basándose en su larga y decepcio-nante experiencia de encantadores [II, 57, 1010]. La memoria interesa-da de Sancho se convierte en capacidad actancial, pues le ofrece los me-dios para intervenir en nuevos episodios, como se aprecia en losejemplos que acabo de citar, donde es la memoria de los referentes tex-tuales la que le capacita para echar su cuarto a espadas en la nueva si-tuación, o en la aventura de los leones cuando saca a colación las pasa-das para convencer a su amo de lo descomunal de la presente, y deimproviso el balance deficitario torna en superávit gracias al miedo alas fieras [II, 17, 701]. Pero donde mejor se aprecia esta renovada po-tencia actancial del escudero merced a su portentosa memoria es en elepisodio del encantamiento de Dulcinea, nacido de la reverberación delos sucesos anteriores:

—[...] Siendo, pues, loco, como lo es, y de locura que las másveces toma unas cosas por otras, y juzga lo blanco por negro ylo negro por blanco, como se pareció cuando dijo que los moli-nos de viento eran gigantes, y las muías de los religiosos dro-medarios, y las manadas de carneros ejércitos de enemigos, yotras muchas cosas a este tono, no será muy difícil hacerle cre-er que una labradora, la primera que me topare por aquí, es laseñora Dulcinea. [II, 10, 646]

Los compendios de Sancho suelen cumplir además, a mi entender,otras dos funciones: la organizativa y la pragmática. Suelen presen-tarse, lo acabamos de ver, como un índice de episodios que crea una lí-nea de lectura alternativa a la de la narración; el relato se organiza entorno a un tema concreto, merced al parlamento de un personaje, y pro-pone una instrucción de lectura, sin que falte tampoco un memorándum,

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al receptor del texto. El lector podrá recordar a su vez lo sucedido e in-tegrar el nuevo episodio en una trama más o menos unitaria. Las reca-pitulaciones de Sancho dotan al relato de la estructura unitaria de la quecarece, si nos empeñamos en leerlo según una lógica causal, derivativa;una unidad basada en la analogía entre los episodios, en la reiteraciónde significados.

No podemos pasar por alto que de la pareja andantesca sea sóloSancho quien reactualice los hechos del pasado en congeries rememo-rativas atinentes a la situación presente; don Quijote, por su lado, se li-mita a responder a las solicitaciones dialógicas de su escudero. Los dosrevelan, en esto como en todo, su diferente actitud vital, o si preferimos,su diferente función en la organización de los significados del relato: aSancho le interesan los resultados de las acciones; es la memoria del pa-sado19. Don Quijote, en cambio, vive un proyecto; es la memoria del fu-turo, con su pretensión de experimentar lo aprendido en los libros. Enesa continua tensión dialógica entre lo dado y lo por venir, entre el re-ferente textual y el proyecto de desarrollo de la acción, va construyén-dose la coherencia lineal de este relato.

En el tercer grado de distancia entre la palabra y su referente textualsigue manifestándose la función semántica de caracterización de lospersonajes que ya hemos identificado en los otros dos. En este grado dedeíxis se añade la atribución de nuevas potencialidades actanciales a lospersonajes que rememoran el pasado, extrayendo de él una enseñanzapara el momento presente y nuevas capacidades de acción. Pero tal vezla función más importante de las recapitulaciones sea la función orga-nizativa del texto en torno a una línea de significados, por medio de laanalogía semántica; sin olvidar tampoco la función pragmática que pro-yecta el texto hacia el lector y le exige dos operaciones diferentes: el re-cuerdo de los sucesos mencionados a partir del nuevo índice y la con-frontación de su interpretación con la de Sancho.

El análisis de las funciones del diálogo en el Quijote ha puesto de re-lieve un amplio abanico de modos de intervención de la palabra en loshechos, a los que he ido atribuyendo las siguientes etiquetas: 1) funciónsemántica, que caracteriza y dota de capacidades actanciales a los per-sonajes; 2) función dramática, que resuelve situaciones narrativas; 3)función narrativa en sustitución del narrador; 4) función pragmática,que produce efectos emotivos en el lector; 5) función cohesiva, que in-tegra un elemento extraño en el relato; 6) función organizativa, que pro-

19 Sobre el papel de la memoria véase Egido, Aurora, «La memoria y el Quijote»,Cervantes, 11 (1991), pp. 3-44.

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pone una línea de lectura alternativa. Mediante el diálogo los personajessustituyen al narrador, usurpando sus diferentes funciones y privándolede su autoridad narrativa. La estabilidad semántica de las cosas repre-sentadas queda así a merced de las versiones contrapuestas de los per-sonajes, pero sólo si el lector se deja embaucar por el espejismo de undiálogo con una realidad oscilante en el fondo; en realidad, el juego delas implicaciones dialogales consiente en todo momento la visión realis-ta del referente textual, sobre cuya pujanza diegética no cabe lugar a du-das. La relación entre el diálogo y los referentes textuales puede ser vis-ta también, a la luz de las consideraciones que acabo de hacer, como laexpresión de un conflicto más amplio: el de dos diferentes visiones delmundo, con sendas realizaciones narrativas: la novela idealista y la no-vela moderna. La aventura —la fábrica de los referentes textuales— ligala novela a la concepción episódica del relato, que viene de la Edad Mediay el Renacimiento; el diálogo prepara el terreno de la modernidad na-rrativa, no sólo en la dimensión semántica, con sus múltiples perspecti-vas sobre el mundo, sino también en la dimensión estructural, pues el in-tercambio continuo de opiniones garantiza la unidad de la trama.

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