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Edición digital • Nº 389

Fundación Joaquín Díaz

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SEditorial ...................................................................................................... 3Joaquín Díaz

Creencias y supersticiones canarias: testimonios orales ............................ 4María Luisa Hernández y María del Carmen Ugarte

De tableros, cistas y calderas ................................................................... 16José Luis Rodríguez Plasencia

El cuaderno de folklore de Palencia de la maestra .................................. 29Jovita Coloma, 1930Carlos A. Porro

Revista de Folklore número 389 - Julio de 2014

Portada: La Ilustración Artística, agosto de 1900 - El calor en Sevilla, dibujo original de J. García y Ramos

Dirige la Revista de Folklore: Joaquín Díaz

Edición digital, diseño y maquetación: Luis Vincent

Fundación Joaquín Díaz - http://www.funjdiaz.net/folklore/

ISSN: 0211-1810

Patrocinado por la Obra Social y Cultural de Caja España / Caja Duero

Sumario2

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E3

EditorialJoaquín DíazEDición Digital. nº 389

Don Julio Caro Baroja, cuyo nacimiento se conmemora este año y cuyos escritos se ha-cen cada día más necesarios por su ponderación y clarividencia —cualidades ambas desaparecidas en las últimas décadas de la vida pública española—, advirtió con su nunca bien pagada ironía que en la cultura de nuestro país se había producido desde el siglo xviii un fenómeno de considerable importancia que arrojaba una nueva luz sobre

lo popular. Caro se preguntaba por qué, con el advenimiento de los Borbones, se inició «un divorcio absoluto entre el pueblo como tal y las clases cultas».

Esa cuestión, que parece tan difícil de responder objetivamente, se va formando en Caro Baroja probablemente desde su infancia, desde el momento en que comienza a percibir —a veces con la ayuda de personajes como su tío— que en la descripción de costumbres de su tiempo se echaban de menos muchos elementos relacionados con la transmisión oral. Caro «redescubre» la fuente de la lite-ratura popular, y en particular la de cordel, a una edad madura. Confiesa que después de haber hecho 16 000 kilómetros de viajes por Andalucía pudo comprobar sorprendido que en muchos lugares del sur aún se cantaban relaciones de vidas de bandidos, coplas y romances que él mismo había tenido ocasión de leer en la colección de pliegos de su tío Pío. Su interés por aquellos papeles, por quienes los imprimían, interpretaban, vendían y compraban, da como resultado una de las obras más lúcidas, acreditadas e influyentes de toda su producción literaria: el Ensayo sobre la literatura de cordel, edita-do por la Revista de Occidente y dedicado por don Julio a la memoria de su padre, «editor e impresor popular, andaluz y genovés de origen».

El gusto de don Julio por «oír cantar» más que «por oír perorar» le llevó a interesarse por la memo-ria popular en tantas ocasiones como pudo. En el mismo viaje a Andalucía, escribió sobre sus trabajos de campo: «Preferí corretear por el pueblo y hablar con algunas comadres, que resultó sabían, más o menos fragmentariamente, romances como el de ‘Delgadina’ y otros más metidos en la tradición andaluza, cuales los del ‘Arriero’ y ‘El Corregidor y la molinera’, éste con una conclusión menos aca-démica que la de la novelita de Alarcón».

Caro Baroja se nos mostró siempre como espectador de espectadores, observando cuidadosa-mente —casi con infantil curiosidad— a quienes disfrutaban con las muestras más genuinas de un género muy difundido. Su agudo sentido crítico nos condujo de la mano para conocer quién hacía en realidad la literatura popular —ni tan vulgar ni tan anónima como se suele decir— y cómo la vendían ciegos y buhoneros, impulsados por una especie de fatal destino errático. También nos aportó datos preciosos sobre imprentas, sobre la relación constante entre lo oral y lo escrito —campos que, en efec-to, se fueron aislando artificialmente a partir del siglo xviii— y sobre el paso de ese mismo material a un estado colectivo en el que sobraban los personalismos por predominar esa especie de inconsciente genético sobre el que tanto reflexionó y acerca del cual escribió páginas que a día de hoy todavía no se han superado.

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María Luisa Hernández y María del Carmen UgarteEDición Digital. nº 389 4

ECreencias y supersticiones canarias: testimonios orales María Luisa Hernández y María del Carmen Ugarte

Introducción

En el presente trabajo recogemos una serie de testimonios actuales sobre algunas creencias y supersticiones aún vivas dentro de la tradición canaria. A medio camino entre la leyenda y la realidad, tenemos la figura del guirre, ave agorera. Asimismo, recogemos una serie de testimonios, refranes y prácticas relacionadas con la predicción meteorológica.

Las islas Canarias son una zona de encrucijada y ello se refleja en sus tradiciones, su-persticiones y creencias. El mundo anglosajón ha estado presente en las islas desde el siglo xviii y ha dejado su huella en ellas. Por su parte, la emigración canaria también fue muy frecuente durante siglos hacia América: Venezuela, Cuba, Argentina... Los canarios que regresaban, conocidos como los india-nos, traían consigo las costumbres y supersticiones de esos países que los habían cobijado.

Por otro lado muchos de los santiguaos que hemos recogido son de origen campesino. El mundo de la labranza ha ido desapareciendo en Canarias; la ciudad y el turismo, potenciado por sus famosos carnavales, han ido absorbiendo la tradición rural y marinera, pero todavía queda gente, como nues-tros entrevistados, que mantienen vivas en la memoria las costumbres del campo.

Las islas Canarias más próximas a la costa africana conservan una gran diversidad cultural y etno-lingüística, que hemos querido reflejar en este trabajo de campo. Las entrevistas han sido realizadas sobre todo en la isla de Gran Canaria, tanto en su capital, como en alguno de sus pueblos.

Rezos y santiguaos

Eran fórmulas contra el mal de ojo. Como suele ser habitual en estos casos, se seguía un determi-nado ritual junto al recitado.

Así, María Molina Molina1 nos habló en primer lugar de esta antigua práctica y de una oración que decía su padre:

S. Pedro y S. Pablo de Roma venían, S. Pedro a S. Pablo le preguntaría: Que «el fuego salvaje» con qué curaría, con unto de pila y teja molida. ¡Fuego salvaje, yo te excomulgo! ¡Vete a lo más hondo de mar donde no crezcas, ni permanezcas, ni a madre más le hagas mal!

Más tarde nos explicó su aplicación y origen, ya que su padre le contaba a María que...

1 María Molina Molina, ama de casa de Las Palmas de Gran Canaria, tenía 75 años cuando fue entrevistada

por María Luis Hernández González, coautora de este trabajo.

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«... siendo él pequeño le salió como un herpes en la boca... como llamaban antes..., una hoguera grande junto a la boca y entonces la gente lo llamaba fuego salvaje2.

»Y entonces los padres, a la vista de que no se le curaba —vivían pallá— sabían de una sana-dora que vino, le dijeron... Y entonces él cogió una untura que tenía su razón de ser porque de las pilas3 de destilar agua, el moho que tienen por fuera y el moho que cogían las tejas que ese moho verde tiene penicilina. Y entonces hacía una untura y lo untó allí en aquello [se entiende que sobre el labio]. Y después cogió dos pedernales, dos piedras de pedernal, que las frotas y salen chispas y le hizo la oración.

»Primero le untó la untura del moho; después le dio la oración y después cogió dos piedras de pedernal y le echó unas chispas por encima de aquello, que la razón de las chispas no la sé. Pero que el unto de la pila y la teja molida, creo que era mezclado, que eso tiene penicilina. Y dice mi padre que le curó, claro, un curandero de los montes. Y esa oración dice mi padre que nunca la olvidó».

Los santiguaos, que también reciben el nombre de rezaos, son «oraciones, recitados y signos, que se hacen sobre una persona o animal para echarle fuera el malhecho o maleficio» (Guerra, 1983: 263).

Añade este investigador de la cultura popular canaria que los santiguados están aún muy presentes en los medios rurales y populares, y así es, porque nosotros hemos podido recoger algunos de ellos en nuestras entrevistas a distintas personas en Gran Canaria.

Milagrosa Monzón ha creado un personaje, Pinito la de Tejeda, campesina canaria, a través del cual nos transmite el rezado al «pomo desarretado».

«El pomo —nos explica Milagrosa— se le llama a la zona por encima del ombligo y donde se forma una pelota, por los nervios, por un susto y duele. Se decía entonces que la persona tenía “el pomo desarretado”; para las mujeres se usaba “la madre”.

»Entonces Pinito tendía a la persona que estaba mala en una cama y cogía un vaso de ron caliente y le pasaba el vaso, dándole vueltas por donde estaba el pomo (la madre) y decía:

Pomo de Pepe, yo te llamo de la cabeza, de los brazos, de los pies, de todos los miem-bros que el cuerpo tiene, donde la Virgen alumbró siempre la gracia se “jalló” (se en-contró), y la Virgen que fue Virgen antes del parto, en el parto y después del parto.

Jesucristo nació en Belén, salga el mal y entre el bien. El mal todo pa’l fondo de la mar, y el bien para Pepe.

»Y mientras va haciendo todo eso, va dando vueltas con el vasito y bajando “pa que esa cosa que tienes encima del ombligo vaya a su ser (a su sitio)”. Después de acabar el rezado cogía el vaso y se lo echaba patrás y se lo bebía».

Teresa Santana nos dijo primero un rezado para encontrar una cosa que se ha perdido.

«Se coge un pañuelo y se le hacen cuatro nudos y se dice:

2 En estos fragmentos reproducimos el parlamento de los informantes lo más fielmente posible.

3 Pila: donde se pone el agua que después se bebe [para filtrarla] y cría moho.

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San Cucufato, san Cucufato, [los timbales te ato,] si no me lo devuelves, no te los desato.

»Los nudos significan que le amarra los timbales (los testículos) al hombre. Se deja el paño allí y se va fuera, y suele aparecer lo que se ha perdido».

Igualmente, Teresa Santana nos contó un santiguado para quitar el mal de ojo:

Yo te santiguo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (hace una cruz con la mano derecha en el aire), que te corto, Pepa (nombre de la persona), el mal de ojo, susto o disgusto, pero no te lo corto con cuchillo, ni con hierro amartillado, sino con la palabra de Dios y el Espíritu Santo.

«Hace la cruz en la espalda de la persona y sigue:

Señor mío Jesucristo, treinta y tres años por el mundo anduviste, muchas enfermedades curaste, muchos males disipaste, a nuestro padre Lázaro resucitaste, así como esto es verdad, te doy las gracias por el bien de quitar el mal a esta criatura. Ni a mí, ni a nadie le hagas mal, Jesús, Jesús, amén.

Si te entró por la cabeza, santa Teresa. Si te entró por la frente, san Vicente. Si te entró por la nariz, san Luis. Si te entró por la boca, santa Mónica. Si por la garganta, san Gregorio. Si por la barriga, la Virgen María. Si por el pie, san Andrés. Y por el cuerpo entero, Jesús verdadero, amén.

Este rezo y los siguientes padrenuestros se los ofrezco a Jesús Sacramentado, así como Jesús entró en Belén, en el cuerpo de Pepa entre el bien, y la salud, y salga el susto, dis-gusto o mal de ojo, si esto no fue suficiente bastará la palabra de Dios, que es grande, Jesús, Jesús, Jesús, amén.

»Se rezan tres padrenuestros y se repite el proceso tres veces».

Heriberto Rodríguez Arencibia nos proporciona este otro ejemplo:

Santiguao del mal de ojo

Criatura de Dios, yo te santiguo con el único gozo de ángel y la misa de Navidad, en el río Jordán. San Juan bautizó a Cristo y Cristo bautizó a san Juan. Juan, ¿quién está bautizado mejor, tú o yo? Yo, Señor, estoy mejor bautizado con tu divina mano poderosa, así como estas palabras son santas y verdaderas, se te quite este mal de ojo

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y todo mal que su cuerpo tenga, lo tire en el fondo del mar donde no crezca ni permanezca ni en tiempo ninguno le haga mal. (Rezar tres salves y tres credos.)

Teresa S. nos dice que a los niños se les ponía un trozo de tela roja pegado a la ropa para desviar el mal de ojo hacia lo rojo, y así no se les trasmitía el mal de ojo al resto del cuerpo.

Los niños recién nacidos también eran objeto de prácticas rituales que mezclaban la religión con la superstición.

Explica Francisca Rivero, vecina de Vegeta:

«Antiguamente, hasta que no bautizaban a los recién nacidos no apagaban la luz, sea una vela, o la luz eléctrica. Tenían miedo a los fantasmas, [a] que viniera el mal. Los bautizaban a los tres días. Claro, antes se bautizaba al niño según nacía. Decían que si después le pasaba algo al niño sin bautizar..., ni salían a la calle..., pa[ra] ningún sitio. No los bautizaban si no les hacían antes el rezado ese... ¿cómo se llama?, santiguado, como decían que se reventaba [el niño] si tenía mal de ojo. Primero lo santiguaban y después lo bautizaban por si tenía el mal de ojo. Creencias antiguas...».

O este otro testimonio de Teresa Quevedo:

«Mi hijo, el que se santiguó, fue el más viejo, le hicieron un rezado desde que nació o al día siguiente. Bautizaban a los quince días. Antes, si los dejaban, estaban santiguando al niño un día sí y otro no, para que no le diera mal de ojo. Mi madre tenía miedo y una vecina hacía el santiguado. Los otros como no vivían con mi madre no se lo hicieron. Antes había muchas supersticiones».

Algo de superstición había y queda en la práctica de tirar a un tejado el primer diente de leche que se perdía:

Dientito, dientito, que me salga otro más bonito (Francisca Rivero).

O esta variante también muy conocida recogida por Concepción (1996: 63):

Tejadito, tejadito, ahí te va un dientito pa que me salga otro más bonito.

Francisca Rivero nos cuenta además que su abuela, para quitar la disípela (así se le llamaba a la eri-sipela en Canarias), cogía unas hojas de naranjo amargo y las iba pasando por donde la persona tenía la rojez, por la mano, por la pierna, o por donde fuera y le hacía la señal de la cruz y decía:

Eres rosa dolorosa que chupa y mata cristianos, te corto y te tiro, donde el perro no ladre, ni el gallo le cante (quería decir que se fuera lejos).

La noche de San Juan era la propicia para curar a los herniados, según el testimonio recogido de Heriberto Rodríguez:

«La noche de San Juan sobre las cinco de la mañana, antes de que sea [fuera] de día, íbamos a la mimbrera con un niño que está[ba] rendido, con la tripa fuera, íbamos mis abuelos. El niño estaba herniado y había que pasarlo por la mimbrera la noche de San Juan antes del día. Lleva-

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ban al niño uno que se llame Juan y una que se llama María y entonces se formaba un arco con la mimbrera. Se pasaban el niño del uno al otro tres veces y decían:

¡Oh cha María, aquí te entrego estas carnes rotas pa que me las entregues cosías!

»Y le pasaba a la mujer el niño por el medio del arco de la mimbrera.

»Y ella contestaba:

¡Oh cho Juan...!

»Se pasa tres veces al niño por en medio de la mimbrera diciendo eso. Cuando se termina se lleva el niño pa la casa.

»El gajo de la mimbrera no se ha partido del todo y se vuelve a enterrar en la tierra. Y cuando el gajo esté pegando en la tierra se están pegando las carnes del niño, pero si la mimbrera se se-caba el niño no se curaba. Había que ir a regar el mato todos los días para que el niño se curara.

»Nosotros, mi mujer y yo, trajimos aquí este rezo. Ya no se hace tanto»4.

En la misma noche de San Juan, noche propicia para conocer el devenir de los amores, Marcos Molina nos ilustra sobre algunas prácticas relativas al hecho:

«Se rompía un huevo, se metía en un vaso debajo de la cama y luego según la forma que tuviera por la mañana pues era una persona afortunada en amores o no. El huevo roto se inter-pretaba como leer la palma de la mano, según la forma. Ir a la orilla del mar, bañarte desnudo. Hacer un rezado y tirar cuatro piedras patrás. Pedir las gracias de conseguir una chica. Las no-ches de San Juan se hacían muchos corros, yo me acuerdo cuando empezaba a enamorar, siete u ocho años “mirando pal cañiz”». Hacíamos asaderos con piñas y luego saltar por arriba de las brasas para que las chicas te miraran. La clara del huevo la interpretabas tú mismo o había personas entendidas».

También se conoce, según el testimonio de Norberto Guerra, de Tejeda, la figura del estragador:

«En La Culata vivía Cho Juan Jesú, y cuando las personas se ponían malas del estómago lo llamaban y les restregaba con aceite por el estómago».

Tradiciones, fiestas y rogativas

Algunas de las fiestas tradicionales conservan todavía ese carácter supersticioso anejo a los bue-nos augurios, así como la práctica de invocar a los santos para que el tiempo, sobre todo las lluvias, lleguen en el momento propicio.

Así, María Molina nos habló de las rogativas que se hacían en distintas ocasiones:

«En Agaete5 hay la fiesta de la Rama, reminiscencia de una fiesta canaria. Se cogían ramas del campo y las azotaban en el agua del mar. Creo que esta fiesta primitiva era para pedir la lluvia».

4 Marcos Molina de La Aldea alude también a estas mimbreras de San Juan: «Por San Juan, las hogueras,

las mimbreras...».

5 Ciudad del norte de Gran Canaria.

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En el curso de la entrevista con esta informante, hablamos bastante sobre las plagas de langosta que arrasaban el campo —me pareció curioso pues yo también lo había vivido6— hoy desparecidas, pero entonces: eran del tamaño de un dedo y se veían nubes de ellas; para ahuyentarlas, se hacía humo y ruido con latas. Demos la palabra, no obstante, a María para que nos cuente sus recuerdos:

«En Guía (otro pueblo de Gran Canaria) en una época que vino la langosta hicieron promesa a la Virgen [para] que se llevara la langosta. Y la langosta se fue y entonces le regalaron a la Vir-gen una langosta de oro y todos los años cogían ramas y le bailaban a la Virgen con las ramas. Y al Niño le ponían en un dedo la langosta de oro. Es el día de la Virgen de la Rama de Guía, que es el segundo domingo de septiembre».

Todavía se conservan en Canarias algunas fiestas que se remontan a la época de los aborígenes. Así sucede con la fiesta del Charco en La Aldea.

«A la desembocadura de un barranco se formaba un gran charco cuando bajaba la mar y se le llamaba la mar ciega (mar muerta). Los aborígenes canarios pescaban allí los peces después de haberles echado la savia de los cardones y la tabaiba (plantas autóctonas de Canarias), es decir los narcotizaban y luego los cogían (Teresa Santana)».

Esta tradición se rescató y se convirtió en una fiesta que tiene lugar el 15 de septiembre.

En Valsequillo se celebra «la fiesta del perro maldito».

«El perro maldito viene a ser el perro que el arcángel san Miguel tiene atado y que es en realidad el demonio. La víspera de San Miguel, a finales de septiembre, el demonio se soltaba o [lo] soltaban. Esa noche las mujeres y los niños estaban muy asustados y se quedaban en casa. Los hombres salían y se disfrazaban de perro, de lobo, iban a la caza del perro (Teresa Santana)».

Otra fiesta que se remonta a tiempos lejanos es «la fiesta del agua» en el Cotillo (Fuerteventura), se celebra el 16 de agosto, según nos cuenta Milagrosa Monzón:

«Al entrar la marea se forma en el litoral del Cotillo un lago donde se ha puesto una red, y cuando baja la marea se quedan los peces atrapados en la red. Los chicos jóvenes del pueblo vienen a tirar de la red y cogen el pescado, mientras otros van a coger mariscos. Reparten el pescado entre la gente del pueblo, y el que sobra lo dejan para la fiesta.

»Todos en la playa se ponen a jarear el pescado y por la noche colocan parrillas grandes para asar el pescado fresquito. El vino lo ponen en la orilla y si vas a por vino te echan al agua. Las mujeres se ponen en los balcones y en la azoteas de las casas con baldes (cubos) de agua y cuando alguien se acerca se lo tiran».

Los llamados ranchos de ánimas representan en las islas el culto a la muerte. Son grupos de hom-bres que van de puerta en puerta en el Día de Difuntos, y pasan por las casas con el ánimo de recaudar fondos para las almas de los muertos que penan en el purgatorio. Entonan poemas populares acom-pañados de una música muy antigua y con letras alusivas a la muerte. Es una tradición católica basada en el concepto postmorten, en la comunión de los santos y en el purgatorio.

Una costumbre canaria que se ha perdido y que a Teresa S. se la contó su tía, Reyes Díaz de 81 años, es la del «zorrocloco»:

6 María Luisa Hernández, coautoa de este trabajo.

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«Cuando la mujer estaba pariendo, el hombre decía que sufría al ver sufrir a su mujer, y se metía en la cama y le llamaban el zorrocloco. La persona que atendía a la mujer le daba calditos. Se le llamaba así porque estaba zorrito y clueco como una gallina clueca».

Respecto a las rogativas, contamos también con el testimonio de Heriberto Rodríguez, que las escenificó en el teatro Pérez Galdós de Las Palmas, dentro del Proyecto Comunicativo de La Aldea de San Nicolás:

Niño chiquito que es tan fervoroso, que nos mande agua para regar nosotros, y si no la manda no nos hace bien, porque el millo y el trigo se lo va a perder.

¡Pero mira, mira que está lloviendo! Miren si está lloviendo. Miren si no fue bueno, miren si nos oyó, que nos está mandando, el agua con todo fervor.

«Es antiguo, pero nadie, nadie de los que están aquí en el grupo lo sabía. A mí me lo enseñó mi abuela hace ya 50 años... Mi abuela vivía en el Chorrillo de Tejeda y cuando yo vine aquí al grupo de La Aldea, nunca nadie había oído la poesía esa que decía yo cuando pedía agua, para pedir agua».

Los guirres

El guirre es un ave carroñera, especie de alimoche, muy popular en las Canarias. Esta popularidad de la figura del guirre —recordemos la comparación estereotipada flaco como un guirre— se mezcla a veces con cualidades extraordinarias, que le hacen confundirse con seres malignos como las brujas. Veamos el testimonio al respecto de Norberto Guerra:

«Mientras hubo ganadería hubo guirres. En la Huerta del Barranco se murió una vaca y la arrastraron; a las veinticuatro horas hubo un millón de guirres.

»Se contaba que el Bentayga (montaña muy elevada en el centro de la isla de Gran Canaria) había brujas».

A Heriberto Rodríguez le preguntamos también por los guirres:

«—¿Hay guirres por aquí?

»—Antiguamente se sentía el guirre a lo lejos, porque se ponía grrr... grrr... y todos decían: “¡Mira dónde va el guirre!”. Porque los había blancos y negruzcos. Y el guirre ese negruzco, ese suele ser más carnicero. Coge y llega donde están los pájaros, los pollos, las gallinas, y se los lleva; es más malo que el otro guirre.

»—Había un dicho que decía que cuando aparece un guirre es que alguien se va a morir.

»—Era un dicho que cuando pasaba, pero era un cuervo negro y decían: “Pues alguien se va a morir”. Y cuando los perros chaullaban, cuando los perros chaúllan abarruntan muerte, ya

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María Luisa Hernández y María del Carmen UgarteEDición Digital. nº 389 11

saben que alguien murió o va a morir»7.

Predicción del tiempo. Refranes meteorológicos y de calendario

Los pronósticos basados en ciertos indicios reciben en Canarias el nombre general de cabañuelas8. Hemos recogido varios de estos directamente de nuestros informantes.

«Las cabañuelas predecían las lluvias que va a hacer durante el año» (Marcos Molina de La Aldea de San Nicolás).

Norberto Guerra nos habla también de los pronosticadores, que «era gente que se las daba de que entendían el tiempo que iba a hacer».

«En todos los campos había pronosticadores, especialmente en los Altos de Guía y de Moya, en la parte de la Medianía de la isla. La gente vivía de la tierra y de la agricultura y lo que les preocupaba era eso, el tiempo que iba a hacer, la lluvia. Estaba relacionado con los intereses económicos.

»En la noche de San Juan no sé lo que hacían que pronosticaban el tiempo que iba a hacer el siguiente año, se hacía con vistas al próximo invierno».

Por la posición de los astros en el cielo. Venus, por su brillo, al que suele denominarse Lucero es el principal referente.

«Cuando el Lucero está situado al Norte, es que va a venir agua. Cuando está al Sur no va a venir» (Pérez Jiménez).

«El Lucero según en qué zona estuviere en ciertos días, un poco más adelante o más atrás, va a ser el año de agua o más claro o con calma» (María José García Herrero).

Los marineros tenían sus puntos especiales de referencia, según nos cuenta Marcos Molina de La Aldea de San Nicolás9:

«Los marineros predecían el tiempo de acuerdo, en relación, con la Saharita (una constela-ción) y hacían las observaciones.

»Los pronosticadores son los que predicen el tiempo que va a hacer. Sobre todo los pastores y marineros que predicen si va a hacer buen año o no, saben leer lo que es la Saharita. La Saha-rita es lo mismo que ves la Osa Mayor, Menor, hay una estrella que se llama la Saharita, entonces depende de por dónde salga y de los movimientos que haga esa estrella. Con una observación de largo tiempo, predicen, sobre todo los pastores, si va a haber un buen año de agua o mal año. La Saharita es una seña que hay en el firmamento que tiene unas posiciones a lo largo de un tiempo, en la primavera o en el verano. Son unas posiciones de las estrellas.

7 Parecido testimonio obtenemos de A. Herrera.

8 Según el DRAE, cabañuelas es ‘el cálculo que, observando las variaciones atmosféricas en los 12, 18 o

24 primeros días de enero o de agosto, forma el vulgo para pronosticar el tiempo que ha de hacer durante cada uno de los

meses del mismo año o del siguiente’.

9 Como en los otros casos, la entrevista con Marcos Molina está registrada literalmente, a sabiendas de que

se producen repeticiones y algunas incoherencias.

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María Luisa Hernández y María del Carmen UgarteEDición Digital. nº 389 12

»El mareante, mariante, es el marinero que iba a remo a la labor de la pesca, ese es el ma-reante, mariante. Es el que hacía las faenas de la pesca; podía ser de litoral, que iba a remo, o a vela. Los que iban a la costa africana, que iban en parejas, eran dos veleros de un porte de unos ocho o diez metros, iban a la pesca de la corvina y del cherne para salarlo después. Esa gente estaba dos o tres meses, se llamaba hacer una marea, iban recogiendo pescado y salándolo, lo descabezaban, los desviceraban, lo salaban, y entonces en todo ese tiempo que lo hacían, fundamentalmente a liña (a cordel) con una tanza de 200 o 250 metros y todo eso a brazo, en todo ese tiempo que pasaban tenían tiempo para observar el firmamento, y sabían por las señas que tenían en el cielo, en la noche mejor dicho, sabían la orientación para regresar a casa, y el tiempo que iba a hacer».

La importancia y prestigio de los marineros en Canarias la podemos ver reflejada gráficamente en esta frase que nos regala también Marcos Molina:

«Marinero viejo dice “que el que se levanta temprano para ir a pescar tiene derecho a cagar donde le dé la gana”».

La posición de las nubes es también un buen indicador para predecir el tiempo a largo plazo:

«Las cabañuelas eran sobre las nubes, cómo estaban en ciertos días del año, son muy exac-tas» (María José García Herrero).

«Las predicciones las hacían los pastores. Las cabañuelas, en los primeros días de agosto, según la forma de las nubes, en forma de caracol, de coliflor, y también de los vientos» (Marcos Molina, de La Aldea de San Nicolás).

También los animales dejan algunas pistas acerca de cómo va a ser el tiempo:

«La lana grande de las ovejas es el mejor meteorólogo. Si hablas con un pastor le da datos de esos, cómo cambian los tiempos.

»Las cabras cuando empezaban a brincar… iba a llover» (Pérez Jiménez).

En Canarias, como en la península, se conocen distintas series de refranes relativas a los meses del año, como los tres siguientes facilitados por Pérez Jiménez:

En agosto refresca el rostro;

En abril y mayo cantan los gallos;

En noviembre y diciembre el que quiera pan que siembre.

Además conocemos el refrán:

En abril, la vieja arrima al veril10,

que significa que en abril es el tiempo adecuado para pescar este pescado.

Hemos recogido además dos series distintas:

En Telde, Francisca Rivero nos recitó las siguientes cabañuelas:

10 Veril: Orilla de un risco o alto respecto a otro terreno más bajo. Especialmente las colgadas sobre el mar.

Siempre implica sitios peligrosos (Guerra, 1983: 299). Guerra incluye en esta entrada el refrán y añade que «es castellano,

pero de mucho uso en Gran Canaria por haberlos [veriles] en cantidad y peligrosos».

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Enero, pone la gallina un huevo. Febrero, un día malo otro bueno. Marzo, quema la vieja el mazo. Abril, aguas mil. Mayo, la gallina llena/harta el payo11. Junio, queda la tierra con jugo. Julio, recoge la siembra que hubo. Agosto, refresca el rostro. Septiembre, el que quiere pan que siembre. Octubre, las cabras hacen ubre. Noviembre, castañas y nueces. Diciembre, abundancia de bienes.

En La Aldea de San Nicolás, Heriberto Rodríguez nos dio la siguiente versión, que recogemos en el orden que nos la facilitó:

En marzo coge la vieja el mazo. (Pa escojotar [cortar] la cebá [cebada] en el tiempo del hambre y echarla en el tostador pa hacer gofio)12. En abril jambre a morir (porque no hay nada). En mayo le crece a la vieja el payo. En agosto, refresca el rostro. En septiembre, el que quiere pan que siembre. En octubre las ovejas hacen ubre. En enero pone la gallina un huevo. En febrero uno malo y uno bueno.

Algunos de los refranes anteriores son glosados por uno de nuestros informantes, Norberto Gue-rra, de Tejeda, que añade también otros:

En abril, aguas mil13.

Una llovida en marzo y otra en abril vale más que todo el arca de oro del rey David.

En octubre las vacas hacen ubre. (Cuando finaliza el verano es la mejor época para que den leche porque hay más alimento, más pasto.)

Agua de San Juan quita vino y no da pan. (El agua de San Juan es mala porque estropea la viña en junio y en cambio no hay trigo que regar.)

Francisca Rivero, de Telde, nos recuerda también el siguiente pronóstico popular entre los pes-cadores:

11 Payo: Nombre que el labrador isleño da a la panza, o primera de las cuatro partes en que se divide el

estómago de los rumiantes (Guerra, 1983: 224).

12 Incluimos entre paréntesis las explicaciones que iba intercalando el informante. Además, Norberto Guerra

de Tejeda nos amplía la información sobre los mazos: «El mazo era una cosa para majar los granos, de madera. La gente

pobre para sacar cebada, trigo, cogía una gavilla y le daban a las espigas para sacar un poquito de grano y la daban con el

mazo. Aunque el mazo también era una palo que se empleaba para estacar los animales en el campo, en los cercaos cuando

iban a comer en el campo, los animales, los clavaban con el mazo para que no huyeran».

13 Muchos, como este, son bien conocidos en el ámbito peninsular.

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Montaña clara, mar oscura, sardina segura.

En Gran Canaria encontramos también esta creencia muy generalizada respecto al arcoíris:

«Los viejos de antes contaban que el que se mea en el arco iris si era macho se volvía hem-bra, y si era hembra se volvía macho»14.

En el mismo lugar, La Aldea, y el mismo informante nos recuerda la conocida fórmula dirigida a santa Bárbara, abogada contra las tormentas:

«Cuando llovía mucho, todos se agarran a santa Bárbara:

¡Ay santa Bárbara bendita, en el cielo está llorando!, y todos se acuerdan de ella sino cuando está tronando,

»porque es la que quita el tiempo, los truenos».

Finalizamos estas muestras con el testimonio de Norberto Guerra en Tejeda, que nos habla del trueno como buena señal:

«Cuando estaba preparándose el tiempo para llover, si venía una tronada, el tiempo se dis-persaba; en general el trueno es señal de que el tiempo se arregla».

Informantes:

Carmen Alemán, 70 años, licenciada en Filosofía y Letras.

Norberto Guerra Guerra, 74 años, natural de Tejeda, vive en Las Palmas de Gran Canaria, profesor mercantil.

Marisa Hernández, 65 años, profesora de francés, nacida y residente en Las Palmas de Gran Canaria, coautora de este trabajo.

Adelina Herrera Marrero, 69 años, ama de casa, nacida en Tejeda y residente en La Aldea de San Nicolás.

Marcos Molina Aragón, 64 años, director de empresa, natural de La Aldea de San Nicolás, vive en Las Palmas de Gran Cana-

ria.

Milagrosa Monzón, 60 años, empresaria, de Las Palmas de Gran Canaria.

M. Pérez Jiménez, 74 años, funcionario de Ayuntamiento.

Teresa Quevedo Cabrera, de 50 años, maestra, nacida en San Bartolomé de Tirajana y residente en Telde.

Francisca Rivero Jiménez, 60 años, enfermera, nacida en Telde y residente en Las Palmas de Gran Canaria.

Heriberto Rodríguez Arencibia, 73 años, artesano, nacido en Tejeda y residente en La Aldea de San Nicolás.

Teresa Santana, 45 años, secretaria, de Telde.

14 Facilitado por Heriberto Rodríguez de La Aldea de San Nicolás.

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BIBLIogRaFía

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BETHENCOURT Alfonso, Juan (1985): Costumbres populares canarias de nacimiento, matrimonio y muerte. Santa Cruz de

Tenerife. Cabildo Insular de Tenerife. Museo Etnográfico.

CONCEPCIóN, José Luis (1996): Costumbres y tradiciones canarias con anexo de santiguados.

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GUERRA NAVARRO, Francisco (1983): Contribución al léxico popular de Gran Canaria. Edirca. Las Palmas de Gran Canaria.

HERNáNDEz, Orlando (1981): Decires canarios I. Excma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas. Las Palmas de Gran

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NAVARRO ARTILES, f. y nAvArro rAmos, Alicia: Aberruntos y cabañuelas. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria. Las

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DDe tableros, cistas y calderasJosé Luis Rodríguez Plasencia

De todos es sabido que una ofrenda es toda dádiva o presente que se entrega con ve-neración, gratitud y respeto por una causa noble a la divinidad o a un santo, santa o a una Virgen por un devoto. Es, generalmente, una ofrenda incruenta, dejada en lugar sagrado al objeto de obtener el favor divino o como agradecimiento por algún bien ya recibido. O, simplemente, como muestra de devoción o religiosidad, como acontece

con muchos de los ofertorios que tienen lugar, por ejemplo, en la provincia extremeña de Cáceres. De ahí que en muchas ocasiones el término ofertorio esté mal utilizado, pues no son ofertas las que se hacen, sino ofrendas. Ofrendas, actos devocionales, pues, a los que pueden añadirse con igual significación el pujar por las andas de las imágenes para introducirlas o sacarlas del templo, lanzar una bandera previo pago, portar ramos con productos agrícolas o caseros seguidos de pujas...1 Y, cómo no, los tableros, objetos de este estudio.

1 En algunas localidades extremeñas estas donaciones reciben el nombre de ofertijos; que no deben confundirse con

los ofertijos u ofrecijos que los invitados entregan a los novios en las bodas.

Montánchez. Panorámica. (Foto: autor)

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En el caso presente, tablero no hace referencia al elemento de carpintería de igual nombre, ni al tablero que se utiliza en determinados juegos de mesa, ni al elemento arquitectónico, ni al talud, ni a la estructura que sostiene la calzada de un puente, sino a las tablas alargadas que antiguamente empleaban las mujeres extremeñas —y tal vez las de otras comunidades—para llevar al horno dulces o panes; tableros que colocaban en sus cabezas sobre rodillas —rodetes de tela almohadillados— para protegerse de magulladuras o roces molestos por el peso del tablero. Panes y dulces que tal vez no por capricho, sino por motivo religioso ancestral, como se verá más adelante, llevaban tapados… Pues bien. Al sur de la capital de la Alta Extremadura y en la franja que se conoce como Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, se extiende un espacio natural, la penillanura cacereña del río Salor, un área llana con suaves pendientes que abarca desde Brozas (al oeste) hasta Trujillo (al este) y donde se asientan, entre otras localidades, Valdefuentes, Torrequemada y Torreorgaz. Y algo más al sur, la Tierra de Montánchez, con el municipio de este mismo nombre, Torre de Santa María y Albalá. Lugares todos ellos donde se festejan las fiestas o danzas de los tableros —conmemoraciones de marcado contenido agrícola o de fertilidad—, pues ambas zonas tienen una larga tradición cerealista enmarcada en un contexto histórico donde distintas culturas, como la romana, asentaron sus reales arropadas por su fertilidad.

Sus fiestas, sus ritos ancestrales, se enmarcan dentro de los ciclos agrícolas especialmente relacio-nados con los cereales y con los cambios de estación, algunos de los cuales coincidían con las llamadas témporas; es decir, con los breves tiempos litúrgicos que la Iglesia católica consagraba especialmente a la plegaria y a la penitencia al final e inicio de las cuatro estaciones y que, según algunas hipótesis, reemplazaron los festejos paganos de las ferias de la cosecha, de la vendimia y de la siembra. Así, por ejemplo, la fiesta de San Mateo, en Torre de Santa María, que se celebra el 20 de septiembre, coinci-de con una de las témporas de otoño. Y las Tablas de Albalá —24, 25 y 26 de diciembre— debieron corresponderse con la cuarta, la de invierno, aunque los cambios en los calendarios y la movilidad de algunas festividades hayan alterado las coincidencias en otras.

El día 21 de septiembre, la localidad de Torre de Santa María celebra su fiesta de los Tableros en honor a su patrón san Mateo2. Tradicionalmente, el 24 de junio, día del nacimiento de san Juan Bau-tista, el sacerdote hacía público durante la misa el nombre de las madrinas para que ellas buscasen a las muchachas que habían de portar sus tableros, es decir, las «tableras». A partir de ese momento las madrinas y las tableras iban por las eras pidiendo grano, especialmente trigo, garbanzos… Y más tarde recorrían las casas del pueblo donde las vecinas les daban aceite, huevos o azúcar. El trigo se molía y, junto con los otros ingredientes, se hacían los dulces que habían de portar los tableros. Lo que sobraba se vendía para comprar el material necesario con que confeccionar las banderas, los estandar-tes, las flores de papel y tela, etc., que adornarían aquellos. Su ornamentación comenzaba una semana antes de la festividad, aunque la colocación de los dulces no se hiciese hasta la víspera de San Mateo.

Cada madrina y tablera elegía su danzador que, aproximadamente un mes antes de la fiesta, co-menzaba a ensayar la danza del chicurrichi; danza que algunos catalogan de amor y guerra con remi-niscencias árabes, pero de música muy sencilla y simple. Había de buscar también un guía provisto de un pandero y un flautista.

Cada tablero lleva actualmente dos roscones —uno en la parte delantera y otro en la trasera—, una docena de roscas, una docena de flores —floretas—, una docena de empanadillas de bizcocho, una docena de repelaos, un queso de almendra y un brazo de gitano —que ha sustituido a la rosca

2 Cuenta una antigua leyenda que san Mateo era el patrón de Montánchez, pero que los de Torre se lo cambiaron

por un verraco, pasando desde entonces a patronear a los de Santa María.

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de piñonate que antiguamente se incluía en el lote—, empanadas de bizcocho, madroños... Todo ello adornado con flores e hierbas silvestres sujetas por ocho mimbres, clavados en ocho panes redondos de un kilo. Se presentarán todos los tableros iguales, excepto los correspondientes a las dos madri-nas delanteras, que llevan más que los otros, y por ello conseguirán posturas más altas en la subasta; subasta que fue introducida posteriormente por la Iglesia para cristianizar la fiesta y como forma de obtener beneficios económicos con que sostener el culto y a sus miembros, ya que en la antigua Ce-rialia los panes, roscas y demás ofrendas eran comidas posteriormente en un banquete común por los fieles, como acontecía en las Móndidas de San Pedro Manrique o en las Calderas de Soria y tal vez en alguna localidad de las que cito, en las que no ha quedado memoria de tan pagana costumbre.

Tableros de Torre de Sta. María. (Foto: Pedro Fragoso)

El día de San Mateo —y hasta hace unos veinte años— las madrinas y tableras acompañaban la procesión matutina con traje de gala y mantilla. Ya por la tarde, los danzadores acudían a casa del maestro —el tamborilero— quien, junto con el flautista y bailando el chicurrichi, visitaba las casas de las tableras, de donde pasaban a recoger los tableros en los domicilios de las madrinas. Y una vez colocados los tableros sobre la cabeza de las tableras, se dirigían a la plaza de la iglesia, donde eran depositados. Y una vez subastados, se llevaban a los domicilios de quienes los adquirieron por los danzadores al ritmo del chicurrichi.

Actualmente, la elección de las madrinas no recae en el sacerdote, sino que son las propias mu-jeres, por lo general solteras, quienes se ofrecen voluntariamente para desempeñar ese cometido. Igualmente, son las propias tableras las encargadas de confeccionar sus tableros.

Los danzadores van vestidos con chalecos antiguos y fajas coloradas y un pañuelo al cuello atado delante y otro anudado por la cabeza, con el lazo al lado izquierdo, y alpargatas blancas. Las madrinas

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van con refajos bordados, mantón de manila o pañuelo de mil colores, mandil negro y una rodilla en la cabeza hecha de cintas.

El día de San Mateo sale la procesión de los tableros en dirección a la plaza. Va en dos filas de cinco personas cada fila. En una van cuatro danzadores y el muchacho de la flauta; en la otra, otros cuatro danzadores y el director, que toca el tambor delante de la comitiva.

Una vez en la plaza, los tableros se colocan sobre unas mesas y comienza el baile del chicurrichi, con la exclusiva participación de los danzadores, el flautista y el tamborilero. Finalizada la danza, se da paso a la subasta de los tableros que, una vez adjudicados, van siendo llevados —como antaño— a la casa de quienes los adquirieron, acompañados de los danzadores. El dinero recaudado pasa a la Iglesia, aunque días después el párroco invita a madrinas y tableras a una comida.

Con algunas variantes, la cercana localidad de Valdefuentes también celebra otra fiesta de los Tableros, esta en honor de la Virgen del Rosario, celebración que ha vuelto a ser recuperada por el Ayuntamiento, y algunas asociaciones locales, tras más de treinta años sin festejarse. Como en Torre de Santa María, el sacerdote anunciaba el 15 de agosto quiénes iban a ser las cuatro madrinas, que eran elegidas entre las jóvenes de la Cofradía de las Hijas de María tras haberse puesto de acuerdo con ellas. Luego cada madrina elegía su tablera y dos danzadores —generalmente su novio, hermano o amigo—, que tocaban las castañuelas junto con un director, portador de la pandereta, y un flautista —que lleva una flauta de seis agujeros—, el del pito.

Pasadas estas fiestas agosteñas, los bailarines comenzaban a ensayar dicha danza del chicurrichi, danza sin una coreografía definida a base de vueltas y medias vueltas, en un lugar oculto hasta que la dominaban, momento en que salían a la plazuela situada frente a la parroquia —la Lonja— para seguir ensayando todas las noches.

Por otra parte, y durante estos días, las madrinas, con sus tableras, visitaban las casas del pueblo pidiendo artículos —aceite, trigo, quesos…— que luego se vendían para sufragar los gastos de la fies-ta, así como para hacer los dulces. Llegaban al domicilio y decían: «Madrina de la Virgen del Rosario».

Luego venía la preparación de los tableros, que elaboraban en común las cuatro madrinas, cubrién-dolos primero con paños bordados y rematados con encajes de bolillos. Sobre ellos se colocaban los dulces —anjuelas (roscas de aire)—, floretas, roscas de piñonate, panes muy grandes… Y en frontal una rosca grande, redonda, atada con un gran lazo. Todo ello ornamentado con flores de papel cala-das, banderas con la imagen de la Virgen, arcos de alambre que se clavaban en esparto, donde iban colocados los dulces, también varas de gamonita —gamonitos—, que se clavaban en el pan y se po-nían las banderas… Una vez concluidos, cada madrina se llevaba su tablero a casa.

Y llegaba la víspera de la fiesta, las madrinas y sus tableras acudían a la puerta de la iglesia a pedir a la Virgen que les diera fuerzas para llevar el tablero. Y cantaban:

A la Virgen del Rosariole pedimos con anhelo

que nos dé salud y suertepara llevar el tablero.

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Acudían también los danzadores, que daban una música a las mozas mientras estas hacían sus ro-gativas. Luego los danzadores trataban con ellas sobre el dinero que debían darles para la cena que ellos celebraban aquel mismo día por la noche, cena a la que podían o no quedar invitadas las féminas. Si estaban de acuerdo en el precio, los danzadores bailarían al día siguiente; en caso contrario, no habría danza. Acordado el precio, las mozas volvían a sus casas y los danzadores a las tabernas.

El día siguiente, día de la fiesta, después de comer se reunían los danzadores —vestidos con camisa de seda fina, pantalón y zapatos negros— con el de la pandereta y el de la flauta, y llevaban a cada tablera a casa de su respectiva madrina; desde allí seguían hasta la iglesia, para iniciar la procesión con las cuatro madrinas delante de las tableras. Una vez en la plaza, se iban subastando los tableros uno por uno. Terminada la licitación, y el baile del chicurrichi y una jota popular, cada tablero era llevado con acompañamiento de los danzadores y de las tableras al domicilio de quien lo había adquirido.

Una vez distribuidos todos los tableros, venía la carrera. A la voz de «media vuelta» lanzada por el director, que a la vez lanzaba por alto su pandereta, salían todos al lugar donde estaba la tomatá de carne. El último que llegaba pagaba el guiso.

Fiestas parecidas en su forma, aunque han evolucionado de forma distinta, se celebran en localida-des próximas. Así, las de Torrequemada y Torreorgaz se diferencian de las de otros pueblos porque en estos solamente se celebra el desfi-le con las ofrendas sobre tableros o cestas y únicamente portan dulces, algunos de los cuales son vendidos directamente entre los vecinos, no en subasta.

En Torreorgaz, los festejos po-pulares se dedican a san Blas —pa-trón local—, aunque comienzan la fecha anterior, día de las Candelas o Candelarias, con la velá, procesión de acompañamiento a la Virgen portando velas que, según creen-cia general, no deben apagarse ni durante el recorrido de la marcha ni al entrar la imagen en la iglesia, con la creencia de que de no ocurrir esa desgracia, el tiempo, y por ende las cosechas, serán favorables. El día 3 se celebra una misa con ofrendas y procesión, dejando para la tarde el ofertorio, un pasacalle con música durante el cual las mujeres portan a la cabeza un tablero cargado de bollos: el ofertorio. La comitiva sale de la casa de la mayordoma hasta la plaza, donde se ofertarán junto con otros presentes que se entregan al santo patrón. Y cuando el ofertorio Los tableros de Torreorgaz. (Foto: gentileza ayuntamiento)

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acaba, se va con la música dando la vuelta a la cruz de piedra que hay a la entrada y devuelven los tableros a la casa de la mayordoma. Antiguamente se vestían de aldeanas el día de las Candelas, pues para portar los tableros solamente usaban sus mejores trajes, no los de aldeanas. Y a partir de las doce de la noche, día de San Blasito, los mozos pintan la cara a las mozas con un trozo de corcho que han requemado anteriormente.

Antiguamente, el día 8 de diciembre —día de La Inmaculada— había también un ofertorio y según me dicen «era de toda la vida». Eran las Hijas de María las encargadas de llevar el tablero y, como en Valdefuentes, era el sacerdote quien las nombraba. Tenían un estandarte de la Purísima y cuando se casaban lo sustituían por otro del Sagrado Corazón.

Hoy día, Torreorgaz también celebra otro ofertorio el 15 de agosto en honor de la Asunción. Aun-que en el caso presente no salen las tableras.

En Torrequemada festejan a san Sebastián, patrón del pueblo. Lo colocan sobre sus andas delante de un ramo de naranjo, símbolo del poste donde, según la tradición, fue atado por los soldados para saetearlo, antes de trasladarlo desde su ermita a la parroquia por la mañana. Por la tarde se inicia el cortejo en sentido contrario. La imagen es seguida por las tableras vestidas de aldeanas, que portan sobre la cabeza, amortiguados por las rodillas, los pesados tableros con dulces y panes, además de unas cestas con otras ofrendas. Una vez en la ermita se procede al ofertorio, con la puja de los dulces —otros se venden directamente— y se canta y baila en honor del santo.

En Montánchez, los festejos en honor de su patrón san Blas comienzan el día 2, la Candelaria, con la velá, una gran hoguera que se enciende delante de la ermita del santo. Luego, el vecindario pasa visitando los Ramos —o tableros—por las casas de las jóvenes que van a participar en el desfile del día siguiente, donde degustan los típicos buñuelos con que se les obsequia.

Al día siguiente por la mañana, tras la misa, se reparten las gargantillas o cintas bendecidas. Por la tarde tiene lugar el ofertorio, donde unas cuarenta jóvenes ataviadas con trajes típicos, que par-ten del domicilio de la mayordoma —que es elegida cada año en la misa mayor del día primero de año—, recorren las calles del pueblo con acompañamiento musical —antaño del tamborilero y hoy de una charanga—, llevando sobre sus cabezas los tableros cubiertos con telas artísticamente bordadas, sobre las cuales colocan una bandeja donde se deposita el dulce de la ofrenda —tartas, brazos de gi-tano…— que lleva pinchada una banderita de papel calada. Una vez en la plaza, se venden los ramos y se subastan otras ofrendas hechas al patrón. Cuando esta ceremonia concluye, también con acom-pañamiento musical, el cortejo bordea la cruz de piedra que hay en el centro de la plaza y devuelven los tableros a casa de la mayordoma.

Los festejos concluyen a las doce de la noche, cuando los mozos —como en Torreorgaz— pintan la cara de las mozas con una corcha quemada en honor a san Blasino; de ahí que la fiesta del 4 de febrero sea conocida también como del Tiznote.

La fiesta de las Tablas —mal llamadas fiestas de los Quintos— se celebra en Albalá los días 24 y 25 de diciembre como homenaje al Niño Dios, en recuerdo de las ofrendas que los Reyes Magos y los pastores le hicieron en el portal. Y digo mal llamadas porque, según escribe Rafael García-Plata de Osma —pp. 628-632—, antiguamente no se hacían igual que ahora, pues «no tenían nada que hacer los quintos con las tablas»; las verdaderas protagonistas eran las muchachas jóvenes que no habían cumplido aún veinte años, que portaban sobre sus cabezas las tablas o tableros engalanados con pa-ñuelos de seda, rosarios, medallas y cintas de varios colores, sobre los cuales ponían rosquillas, panes, naranjas, etc., que luego se vendían por el sistema de puja a la puerta de la iglesia como en los otros lugares mencionados.

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Las seis pidioras o mayordomas eran elegidas por el sacerdote en la iglesia el 8 de diciembre, día de La Inmaculada —La Pura—, quienes se dedicaban sin descanso desde ese día hasta el 24 a recabar todo tipo de productos y materiales para sufragar los gastos de la fiesta y para la elaboración de los ta-bleros. Y cuando salían las muchachas de la iglesia pasaban los quintos por delante de ellas con carros cargados de troncos de árboles que habían cogido en días anteriores. Troncos que se completaban el día de Nochebuena por la mañana con los menudos, haces de leña que el vecindario les dejaba en las puertas de las casas y que ellos empleaban para encender más fácilmente la hoguera de la noche.

Los días 25, 26 y 27 salían cada día dos pidioras vestidas de refajo y llevaban las tablas de modo solemne, sin mover nada la tabla, que se cubría con un paño muy largo, que le llegaba a la moza casi hasta la cintura. Eran acompañadas por dos danzadores, los muchachos a un lado y las mozas a otro y se iban cruzando, no como ahora, que bailan los quintos. También iban los descargadores, que solían ser los novios o hermanos de las pidioras para ayudarlas. «Cada ‘Pedidora’ —escribe Plata de Osma— lleva a diestra y siniestra, dos bailadores, cuya resistencia es admirable: dan saltos de más de a metro, acompañándolos con ¡olé y olé!, sin perder el compás de la ‘orquesta’… Toda esta gimnasia, sin interrupción, dura más de una hora, sin que mozo alguno se rinda… Yo lo he visto sudar en una cruda mañana más, mucho más, que en un caluroso día de siega».

Las tablas se vestían entre las familias y después cada pidiora llevaba su tabla a casa, hasta que el vecindario iba a buscarlas a los domicilios para acompañarlas a la iglesia. Y después de la misa —hasta el día 27, último de las Tablas— todas las tardes se salía en cuadrilla de ronda, dando música por las casas, donde eran obsequiados con bebida y comida.

«El día 24 —escribe Plata de Osma—, después del to-que de maitines, empieza la fiesta. El pueblo en masa acu-de a la puerta de la iglesia, y en tanto que llega la hora de la misa, la apiñada multitud y al unísono no cesa de cantar coplas y romances religiosos, amatorios, pastoriles y de to-das clases, con excepción de los que encierran un fondo grosero. La tonada es dormi-lona, simplísima: el segundo verso viene a ser un acompa-ñamiento del primero, y así todos los demás. ¿Instrumen-

tos musicales? Allí van… Cal-deros, almireces, panderos, cañas, castañuelas y otros utensilios más o menos culinarios, con los que producen una ‘armonía’ especial que suena así: ‘¡Chis..., chas-carri-rras!’. Por esta razón y haciendo uso de una verdadera onomatopeya, a esta ‘música’ la llaman el ‘chascarrirás’».

Actualmente, la noche del día 24, víspera de la fiesta, se inicia esta con la conocida como hogue-ra de los quintos —actualmente los jóvenes que cumplen su mayoría de edad— donde se queman troncos, muebles viejos, tablas… Es decir, todo aquello que pueda arder. Y alrededor del fuego, el vecindario canta canciones populares como acompañamiento a los bailes… Y así hasta la madrugada.

Las Tablas de albalá. (Foto: ayuntamiento)

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El día siguiente los muchachos se visten con pantalón y chaleco negro, camisa blanca, fajín rojo y pañuelo de tres puntas. Y las muchachas con refajo de diferentes bordados, pañuelo de cien colores y corpiño. Y después de la misa, mientras algunos portan sobre su cabeza las tablas —dos por pareja—, el resto baila al son de la música, repitiendo la misma escena los dos días posteriores. Y se hacen dife-rentes paradas para bailar, mientras los espectadores ofrecen vino, altramuces o cacahuetes… Luego vendrán las subastas…

Y ante tanta conjunción de coincidencias, donde lo pastoril y lúdico se acompaña con ofrecimiento de productos derivados de la misma tierra —recuérdense las peticiones que se hacían en las eras en alguna de estas localidades—, cabe preguntarse: ¿no estarán estas fiestas, con sus ofrendas, relacio-nadas con aquellas que en primavera se hacían a la diosa Ceres —‘cereal’ procede de Ceres— en de-manda de fertilidad para el campo y los animales? ¿Y no es sorprendente que sean los jóvenes quienes se encarguen de portar las ofrendas, tal y como se hacía en los cultos agrícolas de carácter mistérico dedicados, entre otros, a Deméter y Dionisos en Grecia o Ceres y Baco en Roma, donde las ofrendas eran portadas en cestas —como escribe Caro Baroja, p. 54— por los «cistéforos o por muchachas —vírgenes— adscritas a esta función» hasta el templo de la divinidad? Y otra coincidencia: ¿no fue por esta zona de estudio donde en época prerromana se extendió el culto a la diosa indígena Ataecina, diosa de la primavera —del renacer—, de la fertilidad y la Naturaleza, que tuvo un importante centro de culto en la basílica del Trampal, ubicada en el término municipal de Montánchez, cuya devoción debió de extenderse en esta zona cerealista donde se celebra la fiesta de los Tableros?

Cistae mística. Moneda, año 39 a. C. (Composición autor)

En la antigua Roma, la Cerealia —o más propiamente Cerialia— fue la principal fiesta dedicada a la diosa del grano —Ceres—, que se celebraba durante siete días a mediados o finales de abril, pues las fechas parecen ser inciertas, igual que su origen e intenciones. Hay quien piensa que pudo haber

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tenido la finalidad de limpiar los cultivos y protegerlos de las enfermedades; otros, que se hacía para añadir fuerza vital a su crecimiento. Lo cierto es que, como Ceres o Deméter era la diosa de las cose-chas —del trigo—, era natural que fuese adorada en campos amenos y fértiles; de ahí que le parezca significativo el nombre de Nuestra Señora del Prado, patrona de Talavera de la Reina, donde se cele-bran las Mondas, pues para los campesinos y agricultores «había de ser muy fácil identificar a la Madre de Dios con la reputada madre de la vegetación»3.

El mundus cereris (o mundun cereris) era una de las dos piedras sagradas de los Manes —Manalis lapis— manejadas en la religión romana; concretamente, la que cubría la puerta del Hades, la mora-da de los muertos, el inframundo, llamada por el gramático Sextus Pompeyo Festo ostium Orci —‘la puerta de Orcus’4—; puerta que existía en la mayoría de los santuarios de las ciudades etruscas y del Lacio, y que según algunos autores latinos —como Plutarco— era utilizado como un lugar donde se depositaban las primicias a la divinidad. Así pues, el mundus cereris era el útero o pasaje laberíntico que conducía al inframundo, el dominio de Ceres, la gran madre de la vegetación y que, según se re-putaba, se abría el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre —mundus patet, ‘el mundo está abierto’— para poner en contacto el mundo de los muertos con el de los vivos.

Y relacionadas con esta tradición estaban las cistae místicas. Una cista —derivada del griego κίστη: ‘cesta, vaso’—, además de ser un objeto de uso común5, era un cesto o canasta sagrada de forma cilíndrica de mimbre trenzado, pero nunca una caja de madera o metal muy utilizada en los cultos mistéricos de la antigüedad para guardar objetos relacionados con los cultos agrícolas dedicados a las divinidades citadas anteriormente. En ellas se conducían hasta el templo de la divinidad objetos varios, aunque predominaban las tortas y pasteles de formas diversas hechos con harina de cereales de distintas clases, flores, frutos, plantas y otros objetos «que no era permitido ver a los profanos» (Caro Baroja, p. 54), de ahí que se llevasen cerradas con una tapadera, para mantener ocultos a ojos de los profanos —recuérdese que eran cultos mistéricos— los objetos sagrados y misteriosos que se ofrecían. ¿No recuerda parte de lo dicho hasta ahora, en algunos aspectos, al desarrollo de las cele-braciones extremeñas antes analizadas?

Pero no solo en Extremadura tienen lugar festejos semejantes, de origen antiquísimo, relacionados en su origen con rituales dedicados a la diosa prerromana Ataecina o a la romana Ceres, ya mencio-nadas, antes de ser cristianizadas. En Talavera de la Reina —la segunda ciudad castellano-manchega más poblada después de Albacete— se celebra la fiesta de las mondas —derivación de mundus ce-reris— que, si bien pudieron estar dedicadas a Ceres, el rito se cristianizó el año 602 de nuestra era, cuando el rey visigodo Liuva II regaló a la ciudad la imagen de la Virgen del Prado, pasando desde ese momento a ser Ella la receptora de las ofrendas. Son muchos los festejos relacionados con esta celebración, que también pasó a llamarse fiesta de los toros a partir del siglo xvi, que comienzan el sábado siguiente al Domingo de Resurrección. Antiguamente, era tradición que los vecinos hiciesen donaciones de dinero para sufragar las fiestas y como limosna para los más necesitados de la locali-dad, así como la tradicional costumbre taurina del toro embolado, encohetado o atado con sogas que llevaba teas ardientes en sus astas. Hoy se siguen celebrando diversos actos conmemorativos, lúdicos,

3 En la provincia de Cáceres también hay advocaciones a Ntra. Sra. del Prado en Escurial y Casar de Cáceres.

4 Orcus era uno de los demonios del inframundo, encargado de castigar los juramentos rotos.

5 Inicialmente eran canastas de mimbre utilizadas en el campo, especialmente para guardar legumbres y frutas, pero

por extensión se denominaron así todo tipo de botes o cajitas que servían para contener dinero, rollos manuscritos, juguetes,

ropa, joyas, objetos preciosos o artículos de tocador (de ahí el nombre de cistellatrix que se daba a los esclavos responsables

de guardar las cistas de sus dueños). (Cista. Religión. Internet).

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culturales y taurinos. Pero lo que más interesa resaltar en este trabajo, por su contenido etnográfico, es el momento en que el alcalde local y sus homólogos de las Tierras de Talavera se encaminan desde la plaza del Pan —¡cómo no!, dadas sus connotaciones cerealistas— hacia la ermita del Prado, acom-pañados por carrozas muy engalanadas, personas ataviadas con los trajes típicos de cada localidad presente —herederas sin duda de aquellas antiguas doncellas que portaban las cistas, como de las tableras extremeñas—, con sus respectivos regalos —cerámica, flores, dulces— para la Virgen del Prado. Y, cerrando el cortejo, un carrito tirado por dos carneros, que lleva la ofrenda de la pedanía talaverana de Gamonal. ¿Carneros? Sí, detalle este que no debe sorprender, pues tanto el cordero como el carnero eran animales dedicados a Ceres o Deméter, tenida como protectora del ganado lanar. Una vez dentro de la ermita, el alcalde de Talavera, en representación de todos los presentes, hace una ofrenda a la Virgen y le otorga el bastón de mando de la ciudad. Luego la fiesta continúa, con actos lúdicos, corridas de toros y hogueras nocturnas junto al río Tajo. En fin, puede concluirse que en la fiesta de Talavera —como escribe Caro Baroja, p. 74— «tenemos un recuerdo, aunque meramente formal, de lo que era una fiesta en honor de Ceres, según el ritual grecolatino de la época… en que los cultos clásicos se extendieron por España» y que la Iglesia, no pudiendo combatir del todo el espíritu conservador de un municipio agrícola, «hubo de acomodarse, y lo que era las ‘Cerialia’ pasó a ser la fiesta de Nuestra Señora del Prado». Y así, poco a poco, la ceremonia pagana se fue cristianizando…

Y no es este el único caso —allende el ámbito extremeño— donde algunas fiestas populares espa-ñolas coinciden con las Cerialia, aunque en San Pedro Manrique las móndidas o múndidas —las mon-das de Talavera— son quienes toman el papel de las antiguas sacerdotisas6, aunque parezca que tie-nen una significación distinta. En la localidad soriana son tres mozas, doncellas casaderas —recuérdese que eran doncellas núbiles las encargadas de atender el culto a Ceres—, las encargadas de llevar sus cestos o cesteños el día de San Juan, de donde sobresale el roscón o rollo y, de él, el arbujuelo7, rama del arbusto que en la zona llaman zaragato8, que va re-cubierto de masa de pan sin sal, y coloreado de azafrán.

La celebración comienza la mañana de San Juan, con la reunión en la plaza del Ayuntamiento de la corpo-ración municipal montada a caballo y vestida a la an-tigua usanza dieciochesca y tocados con un negro bicor-nio. Y cuando están todos, se organiza una cabalgada que habrá de recorrer las calles del pueblo.

6 Miguel Moreno y Moreno. Citado en Fiestas de San Juan: Las Móndidas. Ayto. de San Pedro Manrique.

7 Recuérdense las varas de gamonita de los tableros de Valdefuentes o las banderitas de Montánchez, por ejemplo.

8 Hace referencia a la Salix salviifolia, una especie arbórea de la familia de las Salicaceae, común, entre otros lugares

en la cuenca del Tajo.

Las tres móndidas y el caballero. (Cortesía del ayto. de San Pedro Manrique)

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Mientras, en el domicilio de las tres móndidas —sin presencia masculina— se van dando los últimos toques tanto a ellas como a sus camareras o a los canastillos o cesteños, donde se han depositado dos roscos y, dentro de ellos, tres panecillos alargados.

A la par que esto acontece en las casas de las móndidas, los caballeros continúan su galopar por las campiñas aledañas, empeñados en expulsar de la villa a judíos y forasteros. A la vez, van comien-do unos roscos especialmente elaborados para la ocasión. Luego, regresan, mas no al pueblo, sino a la ermita del Humilladero, donde se estarán ya esperándolos las móndidas para asistir juntos en una cabalgada —montando a pelo los corceles— por la avenida que une la ermita con el pueblo. Luego vendrán las ofrendas de los arbejuelos, se desprenderán del cesteño y recitarán una serie de cuartetas sencillas relacionadas generalmente con el tributo de las cien doncellas que era entregado a los ára-bes durante el reinado del rey asturiano Mauregato:

Esta tradición duró hasta que el rey don Ramiro

puso fin a este tributo. «No pago esto

pa que maten los brutos».

O relacionadas con la costumbre misma de las móndidas:

Gracias, ya llegó el momentode poder quedar tranquilapidiendo que me perdonen

por mi falta cometida.

Si al principio rehuséser móndida en este díafue porque no me creía

que capaz sería yo.

Pero al momento pensé que esto era una obligación

y como soy sanpedrana pero así, de corazón,

no consiento que por mí.

Y un baile de jota con los concejales y el alcalde, al son de la dulzaina, concluye el día de las Móndidas.

Y, por último, hay que hacer mención a las Calderas, fiesta que también se celebra en la comunidad castellano-manchega; esta vez en la misma Soria, donde este espectáculo se celebra, según datos fidedignos, desde la Edad Media, pues se recoge en el Fuero Real concedido a Soria por Alfonso X de Castilla. También se sabe que antaño los vecinos de Soria estaban obligados a abonar un estipendio para pagar las calderas. Solo estaban exentos los judíos, ya que por sus creencias no participaban en los festejos.

La caldera no es otra cosa que eso: un recipiente de metal grande y semiesférico que sirve co-múnmente para colocar o cocer algo dentro de él. Y aquí, en Soria, lo que ponen en ella es carne de toro, pollo y chorizo, que colocan sobre una parihuela adornada con rosas, motivos sanjuaneros, como cuernos de astado, y otros aditamentos y que es llevada por cuatro personas, los Cuatro.

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Antiguamente, el santo titular de cada cuadrilla salía en procesión el Domingo de Calderas. En las Ordenanzas de 1873, se indica que el Jurado, los Cuatros y miembros de la cuadrilla debían bajar la imagen del santo titular a la catedral de San Pedro para iniciar la procesión. A la cabeza de cada comi-tiva iba un joven portando un ramo —el arguijuelo— con las ofrendas: rosquillas azafranadas y hachas de cera. Y detrás un capellán, un grupo de mozos con tamboriles y gaitas u otro tipo de instrumentos musicales y otro de danzantes que se acompasaban con los sones musicales… Hasta que en el año 1893 el obispo de Osma prohibiera que los santos titulares acompañaran a las calderas, de ahí que la procesión de los santos se sustituyera por el desfile de las Calderas, aunque aquellos volvieron a salir en procesión a partir de 1939; pero esta vez en la mañana del Lunes de Bailas; Bailas que, a grandes rasgos —según me informa D. José Manuel Aceña, Director de la Banda Municipal de Soria— «es una romería a la orilla del río Duero el último día de las fiestas de San Juan, uno de los ‘elementos’ impor-tantes ese día somos la Banda Municipal».

Antiguamente, el día 24 a primera hora, tras una diana, comenzaba el reparto de tajadas de car-ne cocinada, huevos cocidos, chorizos, pan y botellas de vino entre los vecinos. Luego, las cuadrillas —vestidas con el traje típico soriano— iban reuniéndose en la plaza Mayor para iniciar el desfile, seguidas de las peñas con acompañamiento de gaitas y de charanga. Y una vez en la dehesa, cada cuadrilla ocupaba un lugar a la espera de que las autoridades probasen su caldera, para más adelante ofrecérsela a vecinos y curiosos. El acto finalizaba con el regreso de las cuadrillas al Ayuntamiento, donde dejaban las calderas para que pudieran ser vistas por quien quisiera. La fiesta continuaba por la tarde con corridas de toros y pasacalles por los distintos barrios y seguía por la noche con verbenas y desfiles de las peñas amenizados con música de murgas y comparsas.

Las Calderas de Soria. (Cortesía del ayto. Prensa)

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Tras la última diana por los barrios, las cuadrillas acuden a la procesión con sus santos siguiendo el mismo recorrido que las calderas hasta la ermita de la Soledad, donde se rinde homenaje a la Vir-gen de la Blanca. Y tras la genuflexión, las cuadrillas vuelven dando tumbos con sus santos al son de las sanjuaneras… Y por la tarde, comienza la bajada a las Bailas, en la pradera de San Polo, junto al Duero, mientras el paseo de San Saturio se llena de gentes bien provistas de botas de vino, garrafas y merienda. Sigue la música sanjuanera, se salta, se baila… Los Sanjuanes están a punto de terminar…

Actualmente, las calderas ya no se reparten entre los vecinos, habiendo pasado a ser un símbolo de lo que fueron.

A modo de conclusión puede decirse que, tanto en la celebración de las Calderas como en los demás festejos estudiados, queda patente la conexión del mundo agrícola con el culto a una deidad femenina claramente identificada —Ceres o Deméter—, como se observa tanto en los productos ofrendados como en las comidas comunales o salidas al campo, que fueron señas de identidad de aquellos antiguos ritos de fertilidad.

BIBLIogRaFía

CARO BAROJA, J. Ritos y mitos equívocos. Ediciones Istmo. Madrid, 1974.

GARCÍA-PLATA DE OSMA, R. Las Tablas. La Nochebuena de Albalá, Revista de Extremadura, V, Cáceres, 1904.

RUIz VEGA, A. La fiesta de las Móndidas en San Pedro Manrique. La Soria Mágica. Fiestas y Tradiciones Populares. Internet.

Y las informaciones recibidas de los Ayuntamientos respectivos.

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LEl cuaderno de folklore de Palencia de la maestra Jovita Coloma, 1930Carlos A. Porro

La labor de don Luis de Hoyos Sáinz, desde la Escuela de Magisterio en Madrid, y especial-mente el trabajo en sus seminarios de Etnografía y Artes Populares desarrollados entre los años 1912 a1931, supusieron un caldo de cultivo en el que se formaron diferentes maestros dedicados a las secciones de ciencias, artes, letras y labores con un interés especial hacia la cultura popular, los usos y costumbres y otros elementos como el habla local. La sección

de labores de las Escuelas de la Normal prestaron un notorio interés al estudio de los trajes populares, las técnicas textiles, que se plasmaron en las pertinentes redacciones de su costumbre y la forma de ataviarse en diferentes comarcas1. Muchas futuras maestras acabaron realizando excelentes trabajos, o cuando menos interesantes, sobre el arte de la indumentaria, pero también sobre otras cuestiones.

Jovita Coloma y Santana nació en Valladolid en 1899, era hija de Pascuala y de Francisco. Su padre, originario de Esguevillas de Esgueva (Valladolid), como toda su familia paterna, se había trasladado por motivos laborales, igual que muchos de los ferroviarios de este país, por media España, recorriendo La Coruña, Ávila, Cartagena y Oviedo, donde había recalado en la edad adolescente de nuestra autora, al tiempo que ella empezaba a estudiar la carrera de Magisterio. Allí vivió, junto a los otros cinco hijos,

1 Carmen Ortiz. Contribución de la Escuela Superior de Magisterio al estudio del traje español (1914-1936). RDTP,

XLIII, 1988.

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el matrimonio Coloma. Tras falle-cer su padre en 1923, la familia se traslada a Madrid. Jovita, que ya estaba trabajando de maestra en varios pueblos en Asturias, optó por quedarse en el Principado y ayudar con su trabajo a sus otros hermanos, la mayor parte de ellos estudiantes como ella de Magis-terio o de Ingeniería de Caminos, carrera en la que se titularon en la capital de España. Hubo de tras-ladarse en algún momento pos-terior a Palencia, aunque no nos consta, donde siguió ejerciendo su magisterio y donde recogería los datos que conformaron su trabajo. También ejerció en Villa-vaquerín de Campos (Valladolid). Hacia 1930 (posiblemente antes), se traslada a Madrid donde pasa la guerra civil y fija su residencia, y donde escribiría la única obra que conocemos de su trabajo de educación y formación.

Allí, por cuestiones políticas, es destituida junto a otra herma-na que también ejercía de maestra en 1937, e incluso han de buscar refugio en provincias limítrofes. Aparece en ese momento como maestra con la plaza en propiedad en la escuela graduada de niñas de Cuenca. La depuración es llevada a cabo desde el gobierno republicano en pleno conflicto bélico, con la separación definitiva del servicio y con la pérdida de todos los derechos profesionales2. Tras el conflicto, se la restituye de su cargo en 1948 y es nombrada directora de un grupo escolar, en Madrid capital, hasta su temprano fallecimiento en 1955.

Alguna fotografía y escuetos recuerdos nos quedan de nuestra maestra, que murió soltera y sin descendencia. Tan solo algunos sobrinos, los mayores, afincados en Badajoz y Palencia anotaron cier-tos recuerdos muy lejanos ya y la fotografía que incluimos de ella en este homenaje, realizada poco tiempo antes de fallecer.

El manuscrito

La obra que nos interesa es un sencillo cuaderno manuscrito de 96 páginas, en formato apaisado encuadernado en símil piel, de 19,30 × 27,60 cm. Sin ilustraciones y solamente con la referencia del

2 Valencia, 22 de febrero de 1937. Gaceta de la República. (Ramos zamora, Sara. La depuración del Magisterio de

primera enseñanza en Castilla-La Mancha 1936-1945, memoria para optar al grado de doctor, Madrid, 2004. Expediente del

BOP del 27/12/40 al 19/2/41. Destinada en la escuela de graduadas niñas de Cuenca. http://biblioteca.ucm.es/tesis/edu/ucm-

t28031.pdf).

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título indicado y la fecha de 1930, Escuela de Labores. Está conservado entre los fondos históricos del Museo del Traje de Madrid como procedente de las Memorias de la Escuela Superior de Magisterio de esta ciudad.

Palencia no destaca por los escritos costumbristas del siglo xix ni tan siquiera por las publicaciones de etnografía o folklore en las primeras décadas del xx como acontece en muchas regiones españolas, volcadas en la refolklorización o las recuperaciones de su música popular como ocurría en las cercanas provincias de Segovia, Burgos, León o Salamanca con sus cancioneros y el trabajo del Padre Morán, Marazuela, Olmeda, Ledesma, etc. Habría que esperar a los años cuarenta para que el músico y com-positor Guzmán Ricis iniciara sus recopilaciones folklóricas y empezaran a aparecer algunos artículos en revistas científicas como la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares o la local Institución Tello Téllez de Meneses, aunque no son especialmente frecuentes los estudios de etnografía y artes populares en esta última revista editada ininterrumpidamente desde 19493.

El trabajo que presentamos es curioso cuando menos y no deja de ser el primer estudio de costum-bres de la provincia, siguiendo una ordenación que, si bien está realizada de manera un tanto anárqui-ca, completa lo que pudiéramos llamar un estudio o índice de trabajo, pues contiene referencias a los ciclos de fiestas, de la vida y algunas obras de literatura o música, indumentaria y arquitectura popular en un compendio, aunque escueto, de citas y referencias interesantes para los estudios posteriores que realizamos.

No hay constancia de la enseñanza ni de la vida de maestra en los pueblos de Palencia de Jovita, pero por fuerza hubo de entrevistar a vecinos y personas que conocieron de primera mano los datos y referencias que escribe y analiza, o bien en pueblos de nuestra provincia o en la capital, entrevistando a personas de diferentes localidades. Son continuas las referencias a la zona de la Montaña, de manera muy certera, y otras sobre el vestido o algunas costumbres de la Peña o los valles altos que nos llevan a pensar que tal vez conociera o las observara directamente. Nos sorprende así la cita de la pisa de Triollo, los relatos de las bodas montañesas, las rondas de las mozas, o las posturas de «los mayos

3 Son fundamentales por ello los artículos de Fuente Caminals, los primeros artículos sobre folklore en Palencia a par-

tir de los años cuarenta y cincuenta en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Entre estos primeros artículos se

encuentran:

Fuente Caminals, José de la. «Costumbres de boda en Babia (León) y Velilla de Guardo». RDTP, tomo XIV, 1958.

Fuente Caminals, José de la. «La enhorabuena: canciones y costumbres de boda». RDTP, 1945, pg. 216.

Fuente Caminals, José de la. «Cánticos religiosos. Velilla de Guardo». RDTP, vol. IV, 1948, pg. 319 y ss.

Teresa León, Rvdo. Tomás: «Historia de Paredes de Nava». Romances. RDTP, vol. II, 1946, pg. 489-492.

Teresa León, Rvdo. Tomás. «Romances de Paredes de Nava (Palencia)». RDTP II, 1946, pg. 489-492.

Teresa León. Rvdo, Tomás: «Auto de los Reyes Magos (en Paredes de Nava)». RDTP, vol. III, 1947, pg. 579-589.

Luz, M. A. y Prieto Carrasco, C. «Palabras más típicas de Palencia». RDTP, vol. I, 1944-45, pg. 605.

Nuevo zarracina, G. «Guirrios y zamarrones». RDTP, vol. IV, 1948.

Fernández, J. M. «El auto de los Reyes de Moratinos». RDTP, vol. V, 1949, pg. 551-621.

García Bermejo, Sara. «Contribución al vocabulario de Tierra de Campos (Palencia y Valladolid)». RDTP, vol. II, 1946.

Otras primeras obras serían:

Moro Gallego, Andrés: «Música popular saldañesa». Revista de la Institución Tello Téllez de Meneses de la Diputación Provin-

cial, n.º 9 de 1953, pg. 217-362.

Castrillo Hernández, Gonzalo. «Trabajo folklórico castellano. Psicología del canto popular palentino», separata del n.º 8, de

Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 1951, pg. 100.

Castrillo Hernández, Gonzalo. Estudios sobre el canto popular castellano. Palencia: Imprenta de la Federación Católico Agra-

ria, 1925.

En esos años especialmente destaca el libro Brisas de mis montañas leonesas. Tradiciones y costumbres de mi pueblo Velilla

de Guardo. Ed. Buenos Aires, 1940.

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y mayas» prohibidas repetidas veces durante el siglo xviii por las visitas de los obispos4 y de las que apenas hay testimonios de su presencia en este siglo.

Su formación, obviamente, le lleva a trabajar con referencias etnográficas en cierto modo eruditas que nos hacen pensar en revisiones de obras escritas referidas a algunos de los puntos de su tratado (como las descripciones del indumento de las anjanas: sandalias de piel de comadreja y báculo de oro). También observamos algunas referencias más antropológicas en la anotación o explicación de antiguas celebraciones como el denominado «día de la reconciliación», antiguo rito de compromiso en las comunidades en el que figuraban los más ancianos y los más jóvenes del pueblo, que recono-cían y veneraban a los ancestros en una ceremonia de imitación ante los antepasados y que servía de reconciliación, tenía valor de juramento y que ella lo describe dentro del apartado de fiestas de Jueves Santo en el portal de la iglesia. Junto a ello, aparecen algunas aseveraciones, si bien muy escasas, en sus descripciones (como cuando indica que las capas son siempre negras) más propias de comporta-mientos posteriores en los estudios de la etnografía y el folklore.

Nos sorprende ese interés hacia el estudio de las costumbres, y siendo una persona formada y con inquietudes es capaz de mostrarla de manera casi científica —dentro de la austeridad de datos—, sin comentarios jocosos y fáciles, ni vejando de obsoletas o vulgares algunas de las costumbres, especial-mente las dedicadas a los remedios de las enfermedades o la costumbre de la subasta de mozas, que en otros ámbitos hubieran provocado el mordaz comentario. Jovita no las pondera, pero sí las recoge con un cierto interés documental, como escribe en su trabajo donde se percibe el interés que ella misma explica para reunir «lo que el pueblo castellano, siente, piensa y hace».

Hay algunos vacíos de documentación, realmente más una falta de localización específica que nos hubiera ayudado a documentar algunas fiestas como la llamada «venta de las mozas» y «feria de las mozas» que sitúa en el partido de Saldaña; la interesante costumbre de vestir las mayas y «los abri-les» al modo de como aún lo celebran en León; la soldadesca, el juego de «olla va»5 o las danzas de paloteo, pero por otro lado es notorio el interés de localizar algunas costumbres en Hijosa de Boedo, Grijota, Marcilla o Mave como justificando y dando realidad a sus escritos. Otras, en cambio, podemos localizarlas nosotros, tras el reconocimiento de la tradición, como la referencia al tema de la Danza de David y Goliat y el tejido de cintas que realizaban antiguamente en Dueñas6 y la referencia a uno de los más viejos juegos y deportes españoles, los aluches, que también figuraron en media provincia y hoy están completamente olvidados, aunque se intentan recuperar desde Cervera de Pisuerga7. Tras-cribimos aquí su trabajo manuscrito:

4 Ayuso, César Augusto (2005). «Actuación popular y censura eclesiástica. Costumbres de mocedad en Palencia en el

xviii». Revista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz, tomo 25a (290).

5 De algunas celebraciones nos han dado referencias en localidades muy dispares de la provincia. En Velilla, refiere

Caminals que a la salida de la misa en los días de Navidad los mocillos estrellaban sus pucheros de zambomba contra el suelo.

Las llamadas «ferias de mozas» se celebraban en muchas partes de España y de Castilla y León hasta hace algunas décadas,

no siendo raro que en Palencia se documentasen hace un siglo.

6 Efectivamente, es en esta localidad palentina en la que los danzantes del paloteo organizaban una pequeña obra

de teatro con la trama del suceso bíblico de «David y Goliat» y la única de la que hay constancia con este argumento entre

todas las danzas de la zona palentina. También en la cercana localidad de Cigales (Valladolid), se realizaba una obra similar a

la de Dueñas, aunque está prácticamente olvidada desde hace muchas décadas.

7 Consúltese el artículo «La lucha, el deporte más antiguo de la montaña palentina» de Jorge Ibáñez, en http://www.

funjdiaz.net/folklore/07ficha.php?id=2696 y el blog http://aluchemontanes.blogspot.com.es/.

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Al pretender hacer un estudio del folklore de la provincia de Palencia, no me he propuesto otra cosa que recoger, por cuantos medios han estado a mi alcance, el saber de este pueblo castellano, lo que piensa, siente y hace. Mi trabajo pues, consistirá en una exposición de las costumbres, leyendas, romances, refranes, etc., elementos en que se sorprenden los ecos del alma popular y los últimos repliegues del carácter del pueblo.

La vida moderna con sus buenas comunicaciones, la prolificación de las modas, la tendencia de los pueblos a universalizarse hace que vayan desapareciendo lo poco típico que autóctono

FOLKLORE DE LA PROVINCIA DE PALENCIA

Índice de contenidos: Folklore de la provin-cia de Palencia.

Anjana. Leyendas.

Bautizo. Boda (Venta o subasta de la novia).

Feria de las novias. Botijos o cantaradas. (Las mandas). Regalos. Soldadesca. Obliga-ciones de los padrinos.

Entierro.

Fiestas (La fiesta del surco. Las marzas). Las fuentes (Noche de San Juan. Jueves Santo). Hogueras.

Danzantes.

Enramada del treinta de abril. Las mayas.

Hilas de invierno o veladeros.

Costumbres pastoriles.

Juegos y diversiones.

Canciones.

Refranes.

Sueños.

Supersticiones.

Fórmulas de curanderismo.

Casa.

Traje.

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o heredado se conserva en nuestros pueblos. Tal vez dentro de unos años no exista ya nada popular, como casi ocurre en la provincia que nos ocupa. Razón tiene Chateaubriand cuando un poco exagerado dice: «Dichosos aquellos que no han visto el humo del extranjero, ni han asistido nunca a otros banquetes que los de sus padres».

De todo lo anteriormente expuesto se sorprende la necesidad de recopilar todos los ele-mentos típicos que nos quedan: labor que tiene grandes dificultades, por lo poco interesantes que les parecen estos datos al campesino castellano y lo difícil que es dar con viejos o jóvenes que conserven perfectamente las costumbres de sus antepasados.

Se distinguen en Palencia dos regiones perfectamente diferenciadas: una en el norte donde los montes tienen toda la grandiosidad e importancia de las grandes cordilleras de Europa. Allí se ven las grandes sierras de Brañosera, Peña Labra, Peña de Brez, sierras Albas, Pico Lezna, Fuentes Carrionas, sierras de Cardaño, Peña Espigüete y Campo Redondo y las sierras del Bre-zo, del Pico y la Pernía y hasta los valles de Boedo, de Valdavia y de la Vega. Hasta los límites de los territorios de Saldaña, Villaeles y Villameriel, el país es montañoso en extremo y en con-siderable extensión ofrece toda la aspereza, variedad y aspecto imponente que son propios de las comarcas montañosas. Es en ellas la vegetación grandísima, la riqueza en pastos y maderas incalculable, la caza abundante y las formaciones mineralógicas de primer orden. Tierra de Campos es una extensa comarca natural entre el Cea y el Carrión que se extiende en los nive-les vindolonienses del neógeno continental castellano (de las arcillas, margas azules y calizas). Región llana, poco ondulada, de clima extremado seco (en gran parte lluvias inferiores a los 400 mm). Es tierra escueta sin un árbol, sin una hierba, solo los que al amparo de las aguas del caudal viven y sin una piedra. No hay bosques, ni pastos, ni ganados, ni casi agua. Se cultivan principalmente los cereales, única manifestación de la naturaleza viva, con especialidad el trigo. La ganadería es casi exclusivamente lanar.

El paisaje hondamente desolado, pastos primaverales fugaces en una primavera corta y tur-bulenta tras el invierno duro de heladas persistentes. No hay bosques, todo es llanura acampi-ñada. Los pueblos de esta región presentan una masa compacta de color oscuro por una lado blanca, por otro dominada por la torre alta de la iglesia. Este aspecto terroso de los pueblos palentinos de Campos es debido al adobe, elemento de construcción principalmente en las ca-sas humildes. Este paisaje severo, triste y uniforme es animado por un sol purísimo de amplios horizontes del que no disfrutan los habitantes del norte con paisaje más alegre.

ANJANA

La bruja o hada buena de Palencia es la Anjana. Viste capa blanca, trenzas rubias y sanda-lias de piel de comadreja. Según dicen, gasta báculo de oro con una estrella en la vuelta que alumbra de noche a los pastores y caminantes perdidos en la niebla. Dicen que vive en palacios subterráneos donde tienen escondidos grandes tesoros... Remedia necesidades principalmente de la gente pobre.

LEYENDA

Un leñador fue un día al monte a cortar leña; dio un hachazo en un árbol y el hacha se le cayó de la mano, le parecía haber oído que el árbol se quejaba. Creyendo que todo era una ilusión, volvió a darle otro hachazo y cuál no sería su sorpresa al oír que el árbol se quejaba de nuevo. Entonces el leñador, sin haberse repuesto del susto todavía, oyó una voz muy suave que le dijo: «Soy una doncella que estoy encantada dentro del árbol y que para desencantarme tienes que

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ir al remanso de un río cercano, bajo cuyas aguas tiene una anjana su morada, a quien llamarás dando con un palo en el agua».

El buen hombre, movido por la compasión que le inspiró aquella doncella, y más bien por el amor de las riquezas que le había ofrecido si la desencantaba, se fue sin perder tiempo hacia el remanso y lo hizo todo como le indicó la joven. Llegó al remanso y después de llamar con el palo en el agua, salió la anjana que le dijo estas palabras:

«En una cueva entrarás y anda que te andarás,una flor roja encontrarás y así la desencantarás».

El mozo entró en una cueva que había próxima y andando por ella pasó el día y la noche y la flor no aparecía. Quiso salir de allí y no encontró la salida; recuerda entonces las riquezas ofrecidas por la doncella y el egoísmo y la ambición le animaban a seguir con afán andando por la cueva en busca de la flor. Pasaron días y días y en las tinieblas perdió la noción del tiempo: no sentía ni sed ni hambre, tenía ya las ropas destrozadas y barbas largas. Por fin un día encontró la flor suspirada y, loco de alegría, salió de la cueva e inmediatamente marchó a su pueblo a ver a los suyos.

Llegó a casa de sus padres, llamó a la puerta y salió a abrirle un hombre que le preguntó lo que quería. Extrañado por la pregunta, le dice que no gaste bromas, que aquella es la casa de sus padres que había estado unos días fuera y que volvía ahora; pero el desconocido seguía sin conocerle, ni a sus padres ni a ninguna de las personas de que le hablaba. Desconcertado el hombre por este recibimiento, se fue a casa de la novia con quien iba a casarse antes de entrar en la cueva y por más que dijo quién era tampoco le conocían y ni él recordaba ninguna de cuantas personas veía.

Asustado el hombre de lo que le ocurría sin conocer a nadie y todo nuevo para él, volvió al día siguiente al remanso a decir a la anjana que ya había encontrado la flor roja que buscaba. Salió la anjana y le dijo estas palabras:

«Bien lo penaste, bien lo penaste por una doncella a quien olvidaste».

Habían pasado cien años.

Explicación: este leñador iba a casarse con una chica rica pero, por esta, había dejado a otra porque era pobre y la anjana le castigó.

LEYENDA

Vivía en un castillo un señor inmensamente rico que tenía a su servicio varios criados y cria-das. Sucedió que uno de los criados se enamoró de una compañera que era guapísima, esta le correspondió; pero a su vez el señor también estaba enamorado locamente de la chica... Por fin se casaron los dos criados.

En aquel tiempo estalla una guerra con los moros y el señor del castillo tiene que prestar su ayuda. Se marcha y lleva consigo el criado recién casado. Pasan cuatro o cinco años y, terminada la guerra, amo y criado emprenden el regreso al castillo. En el camino, ya cerca de la casa, el señor que sigue enamorado de la criada asesina al muchacho y deja su cuerpo escondido en una hondonada, entre las ramas de un bosque. Como si tal cosa sigue el caballero su camino y llega al castillo alegre y optimista. En seguida pregunta por la chica; pero su desilusión fue gran-

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de cuando le dicen que ha muerto de pesar por su marido. El hombre, aturdido, no sabe qué hacer al ver que ha cometido un asesinato sin fruto alguno y, acosado por el remordimiento, al llegar la noche, se deja caer recostado en un banco de su habitación. En aquel momento llega la criada y él, creyendo que es una aparición, se asusta; pero la chica se le acerca, le sonríe y le dice que no ha muerto; que le dijeron eso para engañarle. Entonces él la persigue, corren por el jardín y llegan precisamente al sitio donde el señor había asesinado a su marido. Se desencade-na una gran tempestad, cae un rayo y se abre una especie de torca por donde se va sepultando el caballero y cuando, esforzándose por salir mira hacia arriba, ve a los dos criados que vuelan hacia el cielo. Esta leyenda se encuentra por Marcilla, Mave, Santillana de Campos, etc.

LEYENDA

Una anjana se apareció un día a una huerfanita y la llevó consigo a su palacio. En un día de nieve, salieron ambas en dirección al alcor donde la anjana, en una cueva, tenía escondidos sus tesoros. Como la anjana era pequeña y por exceso de nieve, llegó un momento en que no po-día andar; la chica, en vez de ayudarla marchó sola muy contenta porque tenía el proyecto de hurtarla el tesoro escondido. La pobre anjana no cesaba de llamarla lastimosamente para que la sacara de allí, pero inútilmente, la muchacha no hacía caso y marchaba cada vez más de prisa en busca del alcor. Por fin llegó y empezó a cavar para encontrar debajo de la nieve la boca de la cueva. A fuerza de cavar sin encontrar nada, iba abriendo un hoyo profundo y desesperada sin hallar lo que buscaba cayó en él y allí quedó. Ella misma había abierto su tumba.

Dice la leyenda que en el mismo sitio donde quedó la anjana, nacieron unas flores que eran moradas; pero como nacieron precisamente sobre la nieve, se convirtieron en blancas. Esas flo-res según la leyenda castellana son las campanillas (de la región norte de Palencia).

BAUTIzO

Como el pueblo palentino es sumamente religioso, en cuanto nace un niño le colocan ense-guida los evangelios en el fajero para que las brujas no le hagan mal.

Dispuestos a bautizar al chico, los padres invitan a los padrinos y como estos son comprome-tidos por aquellos, hacen poco gasto; en general son pocos obsequiosos, únicamente al regre-sar de la iglesia obligados por la chiquillería que les sigue y no cesa de cantar, tiran confites que llevan envueltos en el pañuelo y en algunas ocasiones dinero. En realidad este acontecimiento lo suelen celebrar poco; bautizan de once a doce de la mañana, dan un pequeño convite que consistía, en algunos pueblos, en queso y avellanas. El nombre que ponen al recién nacido es siempre el del santo del día, que no quitaban por raro que fuese, pues temían que si así lo ha-cían le ocurriera algo; siempre un solo nombre, nunca compuesto.

Para vestir al niño no le ponían faldones, sino mantillas de piqué y encima una «talma» (es-clavina) también de piqué con un fleco; a diario eran de «tartán» (especie de franela). El gorro tenía por delante una almohadilla de la misma tela, debajo de la cual ponían una puntillita blanca y una «guirindola» (volante) por detrás. Los colores preferidos eran los más chillones y el niño había de tener siempre puesto el gorro (generalmente más de uno) reservando el famoso capacete, pues creían que si les quitaban este o cogían frío o se quedarían ciegos.

BODA: VENTA O SUBASTA DE MOzAS

La llamada «venta de las mozas» tiene lugar todos los años en los días de «Antruido», o sea, en los primeros días de la semana de Quincuagésima. En estos días, se reúnen todos los mozos

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del pueblo en el lugar fijado de antemano y que ordinariamente suele ser la taberna del pueblo. La venta ha de hacerse precisamente por huevos.

Entre los mozos hay alcalde, secretario, alguacil, etc., ya que todos los años se nombran el día de la festividad de los Santos Reyes. Una vez reunidos todos los mozos, el secretario lee el nombre de una de las mozas residentes en la localidad y comienza la subasta o venta por pujas a la llana y una vez adjudicada al mejor postor, nadie sino él puede acompañar a aquella joven durante el tiempo de Cuaresma. Si algún mozo no quiere comprar a ninguna moza, se le impone una fuerte multa en la misma especie que se hace la venta y si se resiste a pagarla, irremisible-mente es expulsado de la cuadrilla o «cofradía». El producto total de las ventas lo consumen ellos mismos durante los días de aquella semana.

FERIA DE NOVIAS

La llamada «feria de las mozas» tiene lugar, en el partido de Saldaña, el 5 de octubre, en que se celebra la fiesta de San Froilán. En este día, engalanadas las mozas más que de ordinario, se dirigen al lugar donde se celebra la feria de ganados y allí se exhiben ante los mozos. Los mozos hablaban siempre a la puerta de la calle, nunca a las rejas.

BOTIJAS O CANTARADAS

Si el novio era forastero, había de pagar las «botijas», que consistía en siete u ocho duros y una cántara de vino, entre la gente humilde, y cien pesetas o más los pudientes. Con este di-nero todos los chicos solteros del pueblo, pobres y ricos (al que no asistía no le miraban bien), celebraban grandes meriendas. Si el novio se niega a pagarlo le daban cencerradas, cosa que ha dado lugar en ocasiones a serios disgustos.

LAS MANDAS

Formalizadas las relaciones, acudían a casa del notario para hacer las «cartas de capitulacio-nes» donde se hacían las mandas que consistían según las clases sociales en dinero, tierras, etc. Las mujeres llevaban además un traje de merino, mantón de ocho puntas, etc. Y los hombres de la clase baja no podían casarse hasta que no tenían un burro y una capa. En otros pueblos, como Villarramiel, las mandas no se hacían hasta después de casados.

REGALOS

No había, y todavía subsiste en algunos pueblos del norte, la costumbre de hacer regalos. Los invitados no obsequiaban con nada a los novios, cuando más daban un duro o algo más, según el compromiso, cuando pasaban la bandeja después de la comida.

SOLDADESCA

Cuando el novio es forastero, además de la cantarada que da cuando empieza a hablar con la chica, el día antes de la boda le piden la «soldadesca», que es como la compra de la novia, que decían ellos valía más o menos según lo rumboso que fuese el novio con los mozos. Si la soldadesca era buena, en agradecimiento elegían de entre los mozos los dos mejores tipos que vestidos en forma de danzantes hacían la «raya», que consistía en llevar dos espadas cruzadas, debajo de las cuales iba la novia desde su casa a la iglesia.

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BODA

La boda dura de uno a cuatro días de gran fiesta, pero en la región del norte hay pueblos que celebran más la «tornaboda». Si los novios son del pueblo, esta se celebra en cualquier día que designen después de la boda, a veces pasan tres meses de una a otra; pero si la novia es forastera esta fiesta se hace cuando va a casa del novio. Hacen grandes preparativos; salen a recibirla, al término del pueblo, todas las mozas y familiares y después celebran un banquete más animado, abundante y concurrido que el de la propia boda. En algunos pueblos les casaban a la puerta de la iglesia.

No carece de originalidad una boda en la región del norte (montaña). La víspera del casa-miento, como ellos dicen, van las jóvenes todas a despedir a su compañera de la cofradía de solteras; los jóvenes con el tambor hacen los intermedios a los cánticos alusivos de las mozas; la llaman «la blanca paloma que en breve volará del palomar, para unirse en indisoluble lazo con su galán». Al día siguiente muy de mañana están todas en casa de la novia, un arco cobija a los futuros esposos y entre múltiples y variados cantares se llegan a la iglesia en donde con voz imperativa dicen:

Salga, señor cura, salga, con la capa de casarque está la novia en ayunas, no se vaya a desmayar.

Con esto procede el sacerdote a la ceremonia y una vez terminada se suceden los cánticos hasta que termine el almuerzo. Durante la comida siguen los cánticos; a los postres se presentan los «escancianos» (sirvientes de la mesa) y con sus tonadas hacen flaquear los bolsillos de los invitados pues a cada uno le «echan» un cantar para que les den propina. Por la noche la misma operación; pero lo gracioso del caso es que, al llegar al café, se hacen las «mandas» a los nuevos esposos. Toma el que hace de secretario de la boda papel y pluma y en voz alta dice: «Mandas que hacen los padres, parientes e invitados, por parte del novio». El padre dice: «Mando a mi hijo una vaca, una oveja, cama, etc., etc.»; siguen los parientes y unos mandan centeno, otros un cordero, dinero; cada uno lo que tiene voluntad. Terminadas las mandas del novio comienzan de la misma manera las de la novia y así al acabar aquello más bien parece un testamento.

En general, en esta región las mandas consisten principalmente en animales; la mayor rique-za allí estriba en tener muchas cabezas de ganado o grandes «becerías».

OBLIGACIONES DE LOS PADRINOS

En unos pueblos los padrinos tienen la obligación de pagar dulces, puros y café; y los instru-mentos de música; acordeón, guitarra, etc., y en otros el padrinazgo que consiste en un gran refresco, que han de dar el segundo día de la boda en casa del padrino y el tercero en casa de la madrina.

En Hijosa, la madrina tenía que hacer dos ramos de pan en los que ponían almendras, y regalaba uno a los mozos y otro a las mozas; estos, agradecidos, acompañaban a los novios a la iglesia desde casa de la novia, donde la cantaban antes de salir cantares como el que sigue:

Despídete dama hermosa de la casa de tus padres,que esta es la postrera vez que de ella soltera sales.

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Durante la comida continuaban los cánticos; los mozos, desde fuera, les improvisaban, com-binando el oficio, nombres u otras condiciones de los novios. Así, a uno que era comerciante le decían:

A ese señor Benigno, lo que le quiero decir;que no pegue a Emiliana, con la vara de medir.

A estos debían contestar los de la boda con otros semejantes.

En el partido de Saldaña el padrino tiene obligación de dar los derechos a los mozos y ca-sados y a las mozas y casadas en casa de la novia. Hacen también cinco roscas para celebrar en una era la fiesta de correr la rosca que será entregada al mozo que más corra. Cuando hay una boda en algunos pueblos de este partido, la celebran todos los vecinos (aunque no estén invitados) en sus propias casas.

En Grijota, la época de casar es la de la abundancia de leche de ovejas, pues tienen la cos-tumbre de regalar a casi todos los vecinos un buen plato de arroz con leche. En Torremormojón hay un castillo al que han de subir todos los novios en el día de su boda; si algunos no lo hacen no quedan, según ellos, bien casados. En Belmonte hay también otra costumbre llamada el «puño». En el día de la boda, se pone la novia durante un rato con un canastillo en la mano que contiene almendras y avellanas envueltas para que todos los invitados del pueblo que quieran puedan ir a coger un puño de ellas.

Cuando los novios son viudos les dan, como es general en toda España, una gran cencerrada que en algunos pueblos palentinos consiste en bromas semejantes a la siguiente: llevar a los novios bajo un palio hecho con la red de un carro de paja mientras otros les daban incienso con un puchero, lleno de agujeros en el que quemaban pimientos.

ENTIERRO

Cuando muere una persona, las campanas de la iglesia lo anuncian con el llamado «toque de muerte», trece campanas si es hombre y doce si es mujer. Tan pronto como fallece una persona en la montaña, su familia coloca, en la parte más visible de la casa, ordinariamente en el dintel de la puerta de la habitación donde se encuentra el cadáver, los restos de la gallina o pollo que ha servido para alimentarle durante la enfermedad, demostrando con esto que si ha muerto no ha sido por falta de alimentos, pues bien a la vista está que le ha sobrado.

A velar el cadáver a la casa, van algunos hombres que cenan con la familia del difunto, lo mismo que los que al día siguiente le llevan al cementerio. La comitiva, en el entierro, la forman los hombres y mujeres: estas con trajes oscuros, mejor negros, y aquellos con capa aunque sea verano. Es muy de notar la costumbre de estas gentes de llevar a enterrar a sus cadáveres descubierta la caja y cuando son varones van cubiertos con boina, que precisamente ha de ser nueva, de donde se ha hecho muy famoso el dicho: ¡¡Ay del día que estrenes boina!!

Una vez terminado el entierro, el sacerdote, con todo el acompañamiento, va a casa del difunto en cuya puerta han colocado una mesa con un Santo Cristo, dos velas, una jarra de vino y un pan. Se comienza encomendando a Dios el alma del difunto y a cada Pater-noster van depositando en la mesa cinco céntimos. Se continúa rogando por las personas difuntas y de la familia del fallecido y las personas amigas de aquellos van depositando en la mesa los consabi-dos cinco céntimos. Acabada ya tan piadosa y cristiana costumbre, uno de los familiares toma el pan de la mesa y comienza a distribuirlo entre los asistentes comenzando por el Sr. cura, y

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otro toma la jarra y hace la misma operación en la misma forma brindando todos al beber con las siguientes frases: «Que de salud sirva», «De hoy en un año», «Por lo dicho», «Que en el cielo nos veamos», «Lo mismo digo», «Buen provecho», «A la salud del difunto», etc., etc.; y al final a todo se parece aquello menos a un entierro.

Durante las misas del funeral, en algunos pueblos colocaba sobre el túmulo un «garrote» (cesto) con doce panes cubierto con un paño negro. Terminada la ceremonia, se llevaba a la sacristía. También por algunos pueblos del partido judicial de Cervera de Pisuerga existe la cos-tumbre de ofrecer al ofertorio de las misas solemnes, los domingos y días festivos, pan y huevos para ayudar al sustento del sacerdote.

FIESTAS

LA FIESTA DEL SURCO

Cuando se empiezan a arar las tierras acostumbran los mozos del pueblo a celebrar un tor-neo que consiste en ver quién de ellos hace un surco más largo y más recto. El que mejor lo haga será el vencedor de la fiesta.

LAS MARzAS

Se llama así una gran merienda que celebran los mozos palentinos en el mes de marzo, pre-parada con las cosas (miel, chorizos, huevos, etc.) suministrados por los vecinos a quienes se lo van pidiendo las noches anteriores.

LAS FUENTES: NOCHE DE SAN JUAN

Como en todos los pueblos castellanos, las mozas en esta noche adornan con entusiasmo las fuentes del pueblo; pero la característica de las palentinas es la de que todas las chicas beben agua en las manos de la más joven que las acompaña.

JUEVES SANTO

Una fiesta típica palentina es la que se celebra el día de Jueves Santo. El viejo y la vieja de más edad del pueblo van al amanecer al pórtico de la iglesia donde se dan un beso en la frente, y se arrodillan sobre las losas, el uno enfrente del otro y rezan unas oraciones que son contes-tadas por los niños y niñas del pueblo. El Domingo de Ramos es costumbre exorcizar con una rama de laurel todas las habitaciones de la casa para ahuyentar los maleficios.

HOGUERAS

En el día de la fiesta, todos los vecinos habían de encender a sus puertas una hoguera y el que así no lo hiciese era castigado a pagar una multa.

DANzANTES

Un detalle típico de las fiestas lo constituyen los danzantes que acompañan las procesiones, bailando delante del santo. Se vestían nueve mozos de la siguiente manera: sobre los pantalo-nes se ponían o unos calzoncillos o unos pantalones de señora y encima unas enaguas muy cor-tas (a veces solo el volante) que pedían prestadas. Iban en camisa, se ataban lazos a los brazos y un pañuelo a la frente, además llevaban un palo y una cinta.

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Colocados cuatro a cada lado (el otro tenía como misión abrir camino entre la gente), em-pezaba la danza al son de la gaita, haciendo preciosos juegos con los palitos y vistosos tejidos con las cintas. Terminada la ceremonia religiosa, acompañaban los danzantes al cura y al mayor-domo de la fiesta a casa de este, donde son convidados. Después en la fiesta profana echaban un lazo a las mozas que mejor parecían o a aquellas otras que comprendían ellos darían buena propina. Esto consistía en ponerlas una cinta al cuello a la vez que cantaban: «Guerra, guerra que al gigante Goliat la cabeza le han cortado». Después echaban un «paloteo» en su honor y cantaban cantares semejantes al siguiente:

Estribillo: Este es el palillo niña, del tío Roque…Si el palillo se rompierapor alguna coyuntura,no dejaría de serdesgraciada criatura.

Al estribillo

La moza agradecida debía darles buena propina. El segundo día de fiesta, en algunos pue-blos, los mozos piden por las casas y es costumbre regalarles en cada una un pato de cerdo; una vez reunidos meriendan los citados patos, recogiendo los huesos el mozo de mayor edad, hasta el año siguiente que vuelve a repetirse la escena.

Festejo de abolengo es el de la lucha que consiste en salir un individuo a un redondel en una era y luchar con el que se presente. Al que triunfe se le da un premio que el Ayuntamiento tiene consignado a este fin, habiendo «vivas a la Loma» o «Vega», según de donde sea el vencedor.

ENRAMADA DEL 30 DE ABRIL

El treinta de abril, por la noche, ponen los mozos la enramada a las novias, colocan en el balcón un trozo de árbol, cuanto más grande mejor, y de allí cuelgan rosquillas, dulces y frutas del tiempo. Después las cantaban cantares semejantes al siguiente:

Cantares te cantaré, ponerte el ramo no puedo,que están los años muy malos y me costará dinero.

A veces contestaban las mozas como sigue:

El ramo me pusiste, Dios te lo pague,me rompiste más tejas que el ramo vale.

Siguen los mozos:

Estamos a 30 del abril florido,mañana entra mayo de flores vestido.

A cantar el ramo, estamos a tu puerta,porque de los jueces tenemos licencia.

Ahora, señora, si nos dais la vuestracantaré tu talle de pies a cabeza.

Tu cabeza dama, es tan pequeñitaque de ella se forma una margarita.

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Tu frente espaciosa es campo de guerradonde el rey Cupido puso su bandera.

De esta manera continúan cantando a los brazos, ojos, pelo, etc.

LAS MAYAS

Al amanecer el primero de mayo, se reúnen las mozas de cada barrio, ayudadas por los mozos, para vestir un abril y una maya que colocan a una de las puertas. El abril es un varal vestido con enaguas de las más elegantes que haya en el pueblo y pañuelos buenos y variados. No tiene cara y termina en la parte superior en banderas hechas con los pañuelos más vistosos. La maya es un maniquí o una «maza» de carro con un varal a quien dan forma de mujer. Esta ya tiene cara pintada y orejas, la ponen gran mata de pelo, buenas arillas y magníficos collares: la visten hasta con camisa y toda serie de faldas que la prestan, a veces hasta veinte, todas a cual mejores.

Es costumbre que los mozos, con música de cuerda, recorran y visiten las mayas del pueblo; en cada una hay una mujer encargada de cuidarla que no la estropeen y además de enseñar toda su indumentaria. Los mozos cantan también unas cuantas coplas.

Por la tarde los que han gastado la broma de vestir la maya celebran una buena merienda y animado baile en las eras.

HILAS DE INVIERNO O VELADEROS

En principios del siglo pasado se reunían los mozas por las noches a hilar la lana de las ove-jas, acompañadas por los mozos que contaban cuentos, leyendas, etc. El punto de reunión era la cuadra iluminada con candiles de oilo (aceite de linaza). Posteriormente, estas reuniones se celebraban cada noche en una casa; pero no podían acudir los novios de las chicas dueñas de la misma. Esto se explica fácilmente para evitar compromisos. Como eran de noche los chicos se encargaban de acompañar a las chicas a la hila; pero siempre habían de ser dos aunque fuera una moza sola.

Estas hilas, tan generales en toda España, tienen en Palencia una característica; no se les permitía concurrir a chicos ni chicas menores de catorce años: al llegar a esa edad celebraban una fiesta que consistía en lo siguiente: los mozos del pueblo iban a casa del chico que cumplía los años y le cantaban una copla autorizándole a concurrir a las fiestas en calidad de mozos. Los padres de aquel les convidaban a vino, galletas, etc.

COSTUMBRES PASTORILES

Es costumbre en algunos pueblos palentinos reunirse una vez al mes los pastores en una majada. Ponen a asar un cordero y agarrados de la mano danzan alrededor de la lumbre donde aquel se asa; a las veintisiete vueltas justas (a un paso lento típico de estos bailes) ya está el cordero en condiciones de comerse, lo que hacen alegremente.

JUEGOS Y DIVERSIONES

Las diversiones públicas consisten en juegos de bolos (a lo que juegan muchos las mujeres en Cuaresma), barra y morillo. Las danzas en días de fiesta se hacen al compás de la dulzaina, a excepción de algún pueblo del norte donde bailan tocando las palmas y cuando más en una bandeja. Celebran el baile en la plaza o en una cocina cuando hace malo y todas las fiestas o

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reuniones van acompañadas del porrón o jarro de vino; esta es la característica predominante de la montaña, cumpliéndose el adagio «borrachos donde no hay vino». Un juego típico de Campos es el de «a la olla va». Durante el año recogían los mozos todos los cacharros de barro que ya eran viejos y no servían para nada y en Cuaresma hacían grandes corros tirándoseles unos a otros hasta que se rompían.

CANCIONES

Los cantares como los refranes son fórmulas abreviadas de la ciencia vulgar, de esa ciencia que no se somete a reglas y principios dictados por los sabios después de concienzudos estu-dios; pero que cuenta con más adeptos que discípulos puedan tener los maestros más celebra-dos. He aquí algunos cantares de los más corrientes:

Baile:

La moza que está en el baile parece que tiene amores,que a cada vuelta que da se la mudan los colores.

Cuna:

Duerme, lucero, duerme, que viene la reina morapreguntando por ahí ¿qué mocito es el que llora?

Ronda:

Dices que me vas a dar solimán para que muera;la vida te ha de costar que a mí me coma la tierra.

A la fuente voy por agua y al molino por moler,a la fuente voy por agua y nunca te puedo ver.

Algunos son de mal gusto, como los siguientes:

Si me oye cantar tu madre y qué es eso te pregunta,la respondes al momento que es un burro que rebuzna.

Estribillo:

Como sé que te gusta el arroz con lechepor debajo la puerta meto un adobe.

Cuando paso por tu puerta cojo pan y voy comiendopor que no diga tu madre que con verte me mantengo.

Estribillo, etc.

REFRANES

Nada hay que revele mejor el alma de un pueblo como su refranero popular, centón de filosofía anónima en el que se sorprenden los sentimientos, prejuicios y estados de ánimo tradi-cionales. En esta enciclopedia popular, tienen representación todas las ciencias, en ella se hallan verdades axiomáticas que revelan el claro instinto observador de la masa que encarna, dando a los pueblos o regiones un sello característico que los distingue de los demás. La provincia de Palencia, como toda Castilla, es rica en refranes que, aunque algunas veces contradictorios, expresan con espontaneidad lo que siente y quiere el pueblo mismo.

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«Si quieres tener un marido holgazán, compra una mala yegua y un buen colmenar».

«Una buena yegua y un buen estudiante arruinan todo un pueblo».

«Estrella con cerco, labajo seco; estrella en medio, labajo lleno». Con este refrán predicen el tiempo; quieren decir que si la luna tiene un cerco no lloverá y si dentro del cerco hay una estrella, la lluvia será segura.

«De padres tamboriteros hijos danzantes».

«De padre gatos hijos michines».

«El que a los suyos no sale, merece desheredarle». Refrán que dicen a una chica cuando el padre del novio es depravado.

Hablando de una noche oscura dice: «¡Vaya, que para ir a buscar lechones negros en rastro-jos quemados!».

«Una teja con otra hace reguero». Refrán que indica que cuando iban a casarse les guiaba el interés; una tierra junto a otra se hacía grande.

Cuando un padre aconsejaba a su hijo que se casara le decía: «Quiérele, que tiene ciento menos una (noventa y nueve obradas)».

«Cuando la peña “Maya” (Amaya) se vea ahumada, Castilla la Vieja será mojada».

«No se llame señor quien en Tierra de Campos no tenga un terrón». Refrán en que se con-sidera a la Tierra de Campos como la mejor comarca del centro de España, por su abundancia de cereales.

«En Palencia, armas y ciencia», decían en la Edad Media.

Refiriéndose a que les parece larga la distancia que existe entre Dueñas y Mogarraz dicen: «Las cuatro leguas de Dueñas a Mogarraz quien las anda una vez no las vuelve a andar más».

«Un grano no llena el granero pero ayuda a su compañero».

«En Campos sueltan los perros y atan los cantos».

«En Campos, hasta el trigo es limosna».

«Eres como el herrero de Mazariegos, que machacando se le olvidó el oficio».

«Por San Andrés, corderillos tres».

«En Villerías pocos días

en Meneses pocas veces,

y en Boada nada.

Y si vas a Boada lleva pan,

que los de Boada no te lo dan».

«Ni fíes, ni porfíes, ni cofradíes, ni arriendes; así vivirás bien entre todas las gentes. Si fías no cobras y si cobras no tal y si tal, enemigo mortal».

«El mucho comer da hambre y el mucho vestir desnuda».

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«Apenas nace el hombre a penas nace».

«Muchos galgos a una liebrela corren con confianza,el que más corre más pierdey el que menos la alcanza».

A los de Villarramiel los llaman los «chirigatos» por el siguiente suceso: en la época en que no había tren iban los de Villarramiel a pie a Palencia a pagar la contribución. En una ocasión, los encargados de hacer los pagos se encontraron en el camino con otros que venían de la ca-pital. Al preguntarles estos que a dónde iban y enterarse del objeto de su visita, le dijeron que no se molestaran que precisamente ellos eran los encargados de la recaudación y que podían pagarles. Así lo hicieron los de Villarramiel y a cambio del dinero recibieron el siguiente recibo: los de Villarramiel pagan y pagan bien, por pagar a Pedro pagaron a Juan, dos veces tendrán que pagar. Guardaron el recibo en el arca y cuando los verdaderos recaudadores les exigían nuevamente que pagaran la recaudación, se dice que ellos contestaron: «La chirigata en el arca está, ella cantará».

SUEÑOS

Soñar con ovejas significa nieve.

Soñar con águilas: desastres en la cosecha.

Soñar con agua de fuente: bautizo.

Soñar con liebres: engaños.

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Soñar con gatos: heridas.

Soñar con palomas: alegrías.

Soñar con lutos: sorpresas.

Soñar con lágrimas: felicidad.

Soñar con piedras: dinero.

Soñar con corderos negros: muerte del cura.

Soñar con lumbre: pérdida de cosecha de trigo.

Soñar con frenos de caballo: prisiones.

Soñar con cayada de pastor: protecciones.

Soñar con hábito de fraile: muy buena suerte.

Soñar con víboras: riquezas que no se esperan.

Cuando uno sueña que le persiguen y no puede andar es que tiene enemigos terribles en el pueblo.

SUPERSTICIONES

Es de mal agüero salir de casa y encontrar un asno atado a un árbol; aquel día habrá disgus-tos en casa.

Cuando al ir una chica a la era, al monte, etc., se le enreda el vestido a una planta como el espino, aquel día reñirá con el novio y además no se casará con él. De aquí nace el refrán que dice: «Moza carrascada no será casada».

Una chica tiene novio y quiere saber si ha de casarse con él. Para averiguarlo hará lo siguien-te: sin que el novio lo sepa entrará en su casa y le cogerá una bota, zapato o albarca. Al alba en su huerto, si le tiene, o en un campo próximo cualquiera, tira el zapato al alto; si cae hacia arriba se casará con él y si, por el contrario, cae hacia abajo, no; pero si al caer queda enredado en alguna planta, es que tiene rival.

Cuando un niño quiere un regalo, lo obtiene si sale al balcón y mirando a la luna recita este cantar: «Luna, lunera cascabelera, los siete perritos a la cabecera».

Si una persona va por un puente donde hay un río y en aquel momento baja por debajo del puente un pájaro, ese hombre no puede salir de su pueblo porque le ocurrirá alguna desgracia; si va en el tren descarrilará, si en un barco se irá a pique, etc. Si un viejo va por un camino y en-cuentra un trapo ha de recogerlo y conservarlo como oro molido, porque si no lo hace así, sus hijos malgastarán toda la hacienda.

En las bodas se forma la comitiva camino de la iglesia. Si en el tiempo de llegar a la misma puerta da el reloj las campanadas de una hora, tantas como den serán los años que ese matri-monio ha de vivir junto. Para evitar este augurio suelen esperar en casa a que pasen algunos minutos de la hora. Cuando por encima de la iglesia pasa un cuervo, en aquel momento se reúnen unas ramas secas para hacer una hoguera y por encima del humo se echarán unos jarros de agua; de esta manera se evitará un maleficio que se avecina sobre el pueblo.

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FóRMULAS DE CURANDERISMO

Para curar la envidia en los niños: se coge una cebolla y se entierra en sábado y a media no-che —porque si no no tiene virtud— debajo de una berza y allí ha de estar hasta el domingo por la tarde. Después se saca la cebolla para cocerla en agua con unas gotas de aceite y una cinta roja a la que está atada una hoja de laurel mustia. Se tiene al sereno en una ventana durante veinticuatro horas al cabo de las cuales se le dice al niño: «Mira, aquel jarro tiene agua de miel», y el niño tiene que beber siete sorbos.

Para curar las fiebres: se cogen siete pocillos blancos llenos de agua y se mezclan las aguas de todos. Hecho esto, se bebe un sorbo de cada uno y se alivia la fiebre.

Dolor de muelas. Un excelente medio de quitar este dolor es, según ellos, el siguiente. Se echa al fuego una perra con mucho cardenilllo, hasta que se pone candente. Cogida con unas tenazas, se echa en un pocillo que contienen vinagre con unas gotas de aceite y con este líquido se enjuaga la parte dolorida.

Para detener las hemorragias: el paciente se curará con la impresión que le produzca una llave o un pedazo de hierro colocado en la espalda.

Heridas. Se mojará la herida con el siguiente compuesto. Dos ajos en aceite; en este se echa romero, miel, excremento de oveja, una hoja de higuera o de álamo y después manteca; pero esta han de echarla los hombres y rezar cuatro padrenuestros.

La sarna. Se mezcla sangre de cordero, sangre de oveja vieja, margaritas secas y un huevo. Bastará untarse el cuerpo con esto para curar la enfermedad.

Sarampión. Este se cura mascando ajos machacados.

Tosferina. Para la tosferina tienen la siguiente fórmula: miel recocida en agua dos veces hervida, unas gotas de vino blanco, una hoja de laurel y un poco de flor de malva. Dosis: dos cucharadas cada media hora durante siete horas.

La hipocondría. Fórmulas verdaderamente bárbaras hacen o hacían para curar esta enfer-medad en los jóvenes. Empleaban distinto procedimiento según fuese el paciente de uno u otro sexo. Para las chicas: se mete a la enferma desnuda en un saco grande lleno de ortigas. Después se las sangra y esa sangre se mezcla con agua que se las hace beber. Para los chicos: procedimiento más bárbaro que el anterior. Llevan al paciente a la cuadra, donde preparan un emplasto grande con abono fresco que colocan sobre un trapo que ha de ser precisamente negro y encima de este una hojas verdes. Este preparado le ponen en la cabeza durante cinco días. Después le ponen al cuello una especie de dogal con una cuerda larga delante y otra atrás. De estas cuerdas han de tirar personas de la familia: madre, hermana o pariente de la primera y padre, abuelo, etc. de la segunda (preferidos los padres). Alternativamente tiran de ambas y la cabeza se mueve durante un cuarto de hora. Mientras tanto, el curandero a un lado del chico dice unas cosas rezadas, difíciles de entender.

CASA

Hay que hacer una distinción entre la casa del norte, hecha generalmente de piedra por su abundancia y la de Campos donde escasea la piedra y abunda la arcilla, principal elemento de construcción después de transformada en adobes.

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Las casas del norte de Palencia tiene una característica que las distingue de las demás; todas ellas tienen un corral delante con una sola puerta de entrada donde están las cuadras, pocilgas, etc. y habitaciones. Al corral van casi todas las ventanas. Esta construcción parece que responde un poco al carácter sospechoso de sus habitantes que de esta manera evitan el que puedan escucharles las conversaciones que tengan en sus casas. Tienen estas casas planta baja con el suelo de tierra y un piso con suelo de ladrillo; las ventanas son tan pequeñas que algunas veces no merecen este nombre. Las habitaciones no tiene suelo raso y las vigas que atraviesan gene-ralmente están pintadas de oscuro y a veces de negro. Las paneras están separadas de la casa.

Las casa de Campos no suelen tener balcones sino más bien pequeñas ventanas; constan de planta baja y un piso, la primera con dos portales; uno exterior o zaguán y otro interior donde están las habitaciones y escalera que conduce al piso. Casi todas tienen su patio con los hogares donde cocinan por el verano, paneras, cuadras y corrales que casi siempre tienen una puerta a la calle llamada trasera. Las casas son encaladas y antes colocaban alrededor unas telas llamadas «arrodeos» con el fin de evitar se manchara la gente de blanco; se colgaban de la pared por medio de anillas. En los tejados antes de colocar las tejas ponían maleza y hojas secas de campo. Hay en estas casas de Campos una cocina típica que no parece tal, en la que están construidas las famosas trébedes, reminiscencia de la antigua costumbre de dormir sobre la lumbre. Parecen grandes camas colocadas debajo de la ventana de la calle, cuya longitud es igual a la de la cocina, van de una pared a otra; de un metro a medio metro de ancho y con una altura apropiada para servir de asiento. Están cubiertas por los clásicos cobertores de Palencia y encima hermosas alfombras. Son de ladrillo, macizas menos por el centro donde se «atiza» la paja, combustible que usan. La chimenea es de ladrillo en lo que toca a la casa y corriente en el tejado. Durante el invierno son las cocinas, y principalmente las trébedes, los centros de reunión de la familia y aun de las amistades; celebran sus fiestas en lo que llaman «torta de la trébede»: colocan sillas encima y desde allí dominan perfectamente la calle. Otro medio de calefacción típico de esta región es el de las famosas «glorias»: consiste este sistema en dejar en hueco el piso de la habitación que se desea calentar, que generalmente es el comedor, y que está en co-municación con el portal por donde se «enroja» el fuego de paja. Una vez enrojada, se extiende el calor suave y agradable por toda la habitación y da sensación de las calefacciones modernas.

TRAJE

Podemos afirmar que en la provincia de Palencia, a excepción de Grijota, no hay traje típi-co; pues estas llanuras centrales, tierras de paso y de historia, no conservan apenas lo nativo y característico: la multiplicidad de comunicaciones ha fundido unos pueblos con otros trans-formando su vida primitiva, sus costumbres, su traje, sus viviendas y su carácter a diferencia de otros pueblos que arrumbados en serranías y valles, la estabilidad es una segunda existencia; continúan aislados ya por su situación topográfica, ya por la pobreza de su suelo o por ingénito amor al terruño que les hace aferrarse a la tradición cual si temieran contaminarse al claudicar de sus antiguas costumbres.

La mujer palentina viste saya negra holgada, sin franjas, chambra oscura, delantal de color de estameña con bordes de pespunte blanco. En el N. llevan mantilla de paño con ribetes de rojo vivo y unas franjas de terciopelo. En el centro y sur llevan un pañuelo. Esta es la indumentaria de las mujeres casadas que es igual a la de las mozas, con la única diferencia de que estas usan colores más alegres. El peinado era de moño de picaporte (semejante al salmantino).

Los hombres usan pantalón de paño negro, chaqueta del mismo color; en el invierno llevan elástico verde y la capa (modificación de la anguarina) que en Palencia tiene la característica de

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ser negra contra lo que vulgarmente se cree de que era parda.

En el norte los hombres llevan pantalones de sayal (así llamados por ellos); que no son sino de lana burda pisada en las célebres fábricas de pisar de las que aún existe una en Triollo; la chaqueta del mismo material, pero tan larga que parece un abrigo y sus remates cogidos todos por una cinta de hiladillo, simulando una cenefa de filigrana. El mal estado del suelo que produ-ce horribles barros en el invierno hace necesario el uso de almadreñas o albarcas de madera. En la montaña las llevan hasta en los días más calurosos del verano; también llevan allí escarpines de lana, hechos de punto por las mujeres y también por los hombres cuando van a llevar las «becerías» al campo.

Septiembre, 1930. Jovita Coloma Santana. Sección de labores.

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