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BEATA ADELA DE BATZ FUNDADORA DE LAS HIJAS DE MARÍA INMACULADA (MARIANISTAS) POBREZA OCTUBRE 2018 EN PALABRAS DE ADELA Nº 9 M . Gisèle Bawé, fmi Región de África ¿No choca oír decir con fuerza y convicción amar la pobreza y, como si esto no fuera bastante provocativo, calificarla de “Santa”? Sabemos que la pobreza es un estado de carencia, de vacío, de insuficiencia. Nadie quiere vivir en un estado de carencia o de insuficiencia. ¿Es que Dios no nos ha creado ricos? Por poco que consideremos los pasajes de la Creación en el libro del Génesis, se constata con fuerza que el Creador ha sometido todo al hombre. Por consiguiente, la pobreza no puede ser normal en el hombre ¿De qué pobreza se trata pues? Se trata de la pobreza evangélica. Jesús el Hijo de Dios puso esa condición para seguirle. Además, es la primera Bienaventuranza, que resume en cierto sentido las demás y abre de forma solemne el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los pobres de corazón”. Es decir, es un Consejo Evangélico. Madre Adela al designar la pobreza como “Santa” no hace más que reconsiderar la enseñanza de Jesús para tomar conciencia de su importancia en la vida de seguimiento de Cristo. Adela la comprendió muy pronto por experiencia, invita a sus hijas a hacer lo mismo. Es- cribirá esto con firme convicción: “¡Viva la Santa Pobreza! Ojalá que nuestras hijas puedan amarla de verdad”. La práctica de la pobreza eleva nuestras manos y nuestros corazones hacia Dios. Adela se impregna muy pronto de este valor evangélico, lo que es la pobreza, de tal suerte que hace de ella el leitmotiv de su vida y de su misión. Desde su tierna infancia, a pesar de ser de familia noble, concede un lugar de predilección a los pobres y nunca economizó esfuerzos para ir en su ayuda. La pobreza era para Adela una convicción profunda y una condición para dar a Cristo un lugar de predilección en su vida y en su corazón. ¿Sería posible en nuestro mundo de hoy poder dirigirnos a nuestros contemporáneos en estos términos?: “¡Amad la pobreza…!” ¿Tema fuerte? ¿Y a nosotras, religiosas Marianistas? ¿Qué resonancia produce en nosotras esta audaz consigna? ¿Sentimos el entusiasmo de nuestra Madre Fundadora al oír tal declaración? ¡Qué locu- ra! ¿no? “¡Los tiempos han cambiado!”, diremos. En efecto, los tiempos han cambiado, pero la lógica de Dios permanece. Basta considerar de nuevo la historia de la Iglesia de todos los tiempos y la de los Institutos Religiosos, la pobreza y los pobres son el barómetro de la “Sequela Christi”. ¡Sí, la “Santa Pobreza”! Es Santa, pues como dice el Papa Francisco: “es un pasaporte para el Paraíso”. El corazón de Dios se ensancha ante un corazón pobre. Dios rechaza el espíritu de Ama la santa pobreza (…) Gran confianza en Dios, abandono en su providencia: ella alimenta las aves del cielo y viste los lirios del campo.” (Adela de Batz, 541.5) Los pobres en el corazón de Adela” por Elsa Fratini Rondoni, Casa Adele (Roma)

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BEATA ADELA DE BATZ – FUNDADORA DE LAS HIJAS DE MARÍA INMACULADA (MARIANISTAS)

POBREZA

OCTUBRE 2018 EN PALABRAS DE ADELA — Nº 9

M . Gisèle Bawé, fmi

Región de África

¿No choca oír decir con fuerza y convicción amar la pobreza y, como si esto no fuera bastante provocativo, calificarla de “Santa”? Sabemos que la pobreza es un estado de carencia, de vacío, de insuficiencia. Nadie quiere vivir en un estado de carencia o de insuficiencia. ¿Es que Dios no nos ha creado ricos? Por poco que consideremos los pasajes de la Creación en el libro del Génesis, se constata con fuerza que el Creador ha sometido todo al hombre. Por consiguiente, la pobreza no puede ser normal en el hombre ¿De qué pobreza se trata pues? Se trata de la pobreza evangélica. Jesús el Hijo de Dios puso esa condición para seguirle. Además, es la primera Bienaventuranza, que resume en cierto sentido las demás y abre de forma solemne el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los pobres de corazón”. Es decir, es un Consejo Evangélico. Madre Adela al designar la pobreza como “Santa” no hace más que reconsiderar la enseñanza de Jesús para tomar conciencia de su importancia en la vida de seguimiento de Cristo.

Adela la comprendió muy pronto por experiencia, invita a sus hijas a hacer lo mismo. Es-cribirá esto con firme convicción: “¡Viva la Santa Pobreza! Ojalá que nuestras hijas puedan amarla de verdad”. La práctica de la pobreza eleva nuestras manos y nuestros corazones hacia Dios.

Adela se impregna muy pronto de este valor evangélico, lo que es la pobreza, de tal suerte que hace de ella el leitmotiv de su vida y de su misión. Desde su tierna infancia, a pesar de ser de familia noble, concede un lugar de predilección a los pobres y nunca economizó esfuerzos para ir en su ayuda.

La pobreza era para Adela una convicción profunda y una condición para dar a Cristo un lugar de predilección en su vida y en su corazón. ¿Sería posible en nuestro mundo de hoy poder dirigirnos a nuestros contemporáneos en estos términos?: “¡Amad la pobreza…!” ¿Tema fuerte?

¿Y a nosotras, religiosas Marianistas? ¿Qué resonancia produce en nosotras esta audaz consigna? ¿Sentimos el entusiasmo de nuestra Madre Fundadora al oír tal declaración? ¡Qué locu-ra! ¿no? “¡Los tiempos han cambiado!”, diremos. En efecto, los tiempos han cambiado, pero la lógica de Dios permanece. Basta considerar de nuevo la historia de la Iglesia de todos los tiempos y la de los Institutos Religiosos, la pobreza y los pobres son el barómetro de la “Sequela Christi”.

¡Sí, la “Santa Pobreza”! Es Santa, pues como dice el Papa Francisco: “es un pasaporte para el Paraíso”. El corazón de Dios se ensancha ante un corazón pobre. Dios rechaza el espíritu de

Ama la santa pobreza (…)

Gran confianza en Dios,

abandono en su

providencia: ella alimenta

las aves del cielo y viste

los lirios del campo.”

(Adela de Batz, 541.5)

“Los pobres en el corazón de Adela” por Elsa Fratini Rondoni, Casa Adele (Roma)

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PÁGINA 2 POBREZA

todos

somos mendigos

de lo esencial,

del amor

de Dios.

(Papa Francisco)

riqueza que incita al orgullo, a la suficiencia, a la injusticia, al odio, a la idolatría. Él, “colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los despide vacíos”. Nues-tra Madre, la Virgen María, en su Canto de acción de gracias, Magníficat, nos enseña a alabar al Señor con un corazón humilde, pequeño, lleno de confianza en Aquel que es todo. Esta actitud de María, la colmó de gracia y abandono total al Señor. Sí, pobre del Señor, María es la mujer que acogió y dio al mundo a Jesucristo, su Hijo y nuestro hermano (Regla de Vida I.23)

Desde siempre, la pobreza ha caracterizado la vida de los Santos y noso-tras somos sus herederas en camino. En este siglo XXI donde reina el miedo a la carencia, la carrera hacia el dinero, la inseguridad, el horror del vacío, del silen-cio y la tendencia a acumular: Adela nos invita a contar en la Providencia, tener confianza en Aquel que es todo y que nos colma con su presencia y su gracia. Se trata de confiar en la Providencia, abandonarse a Ella. Esta confianza es cre-er en Dios, que todo lo puede. Abrirnos a su gracia en todo y acordarnos que todo depende de su voluntad. El amor a la pobreza y la confianza en la Provi-dencia, nos hacen libres como los “pájaros” y bellos como los “lirios del cam-po”.

Adela, al alentar a cada una de sus hijas a amar la pobreza, nos invita in-directamente a amar a Cristo. Él es el modelo y el motor de la pobreza. La po-breza se revela como el misterio del amor del Padre, una presencia escondida de Dios, de Cristo, peregrino en el camino de Emaús, Pan de Éxodo. Es una po-breza como presencia real de Cristo sufriente, humillado, desarmado; una op-ción de Dios mismo que ha querido ser Pobre, que inserta su rostro en los po-bres.

¿Es este el Cristo a quien queremos seguir? ¡Ciertamente! Entonces ac-tuemos y acerquémonos al Papa Francisco que nos pide invitar al pobre, rostro de Cristo, a nuestra mesa, después de haberlo instalado bien en nuestro corazón.

Homilía del Papa Francisco (Jornada Mundial de los Pobres: Noviembre 2017)

Tenemos la alegría de partir el pan de la Palabra, y dentro de poco de partir y recibir el Pan Eucarístico, que son alimento para el camino de la vida. Todos lo necesitamos, ninguno está excluido, porque todos somos mendigos de lo esencial, del amor de Dios, que nos da el sentido de la vida y una vida sin fin. Por eso hoy también tendemos la mano hacia Él para recibir sus dones.

La parábola del Evangelio nos habla precisamente de dones. Nos dice que so-mos destinatarios de los talentos de Dios, «cada cual según su capaci-dad» (Mt 25,15). En primer lugar, debemos reconocer que tenemos talentos, so-mos «talentosos» a los ojos de Dios. Por eso nadie puede considerarse inútil, ninguno puede creerse tan pobre que no pueda dar algo a los demás. Hemos sido elegidos y bendecidos por Dios, que desea colmarnos de sus dones, mucho más de lo que un papá o una mamá quieren para sus hijos. Y Dios, para el que ningún hijo puede ser descartado, confía a cada uno una misión.

En efecto, como Padre amoroso y exigente que es, nos hace ser responsables. En la parábola vemos que cada siervo recibe unos talentos para que los multipli-que. Pero, mientras los dos primeros realizan la misión, el tercero no hace fructi-ficar los talentos; restituye sólo lo que había recibido: «Tuve miedo —dice—, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo» (v. 25). Este siervo recibe como respuesta palabras duras: «Siervo malo y perezoso» (v. 26).

Virgen de la capilla del colegio

Madre Adela (Bogotá)

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PÁGINA 3 EN PALABRAS DE ADELA — Nº 9

¿Qué es lo que no le ha gustado al Señor de él? Para decirlo con una palabra que tal vez ya no se usa mucho y, sin embargo, es muy actual, diría: la omisión. Lo que hizo mal fue no haber hecho el bien. Muchas veces nosotros estamos también convencidos de no haber hecho nada malo y así nos contentamos, presumiendo de ser buenos y justos. Pero, de esa manera corremos el riesgo de comportarnos como el siervo malvado: tampoco él hizo nada malo, no destruyó el talento, sino que lo guardó bien bajo tierra. Pero no hacer nada malo no es suficiente, porque Dios no es un revisor que busca billetes sin timbrar, es un Padre que sale a buscar hijos para con-fiarles sus bienes y sus proyectos (cf. v. 14). Y es triste cuando el Padre del amor no recibe una respuesta de amor generosa de parte de sus hijos, que se limitan a respetar las reglas, a cumplir los mandamientos, como si fueran asalariados en la casa del Padre (cf. Lc 15,17).

El siervo malvado, a pesar del talento recibido del Señor, el cual ama compartir y multiplicar los dones, lo ha custodiado celosamente, se ha conformado con preser-varlo. Pero quien se preocupa sólo de conservar, de mantener los tesoros del pasa-do, no es fiel a Dios. En cambio, la parábola dice que quien añade nuevos talentos, ese es verdaderamente «fiel» (vv. 21.23), porque tiene la misma mentalidad de Dios y no permanece inmóvil: arriesga por amor, se juega la vida por los demás, no acepta el dejarlo todo como está. Sólo una cosa deja de lado: su propio beneficio. Esta es la única omisión justa.

La omisión es también el mayor pecado contra los pobres. Aquí adopta un nombre preciso: indiferencia. Es decir: «No es algo que me concierne, no es mi problema, es culpa de la sociedad». Es mirar a otro lado cuando el hermano pasa necesidad, es cambiar de canal cuando una cuestión seria nos molesta, es también indignarse an-te el mal, pero no hacer nada. Dios, sin embargo, no nos preguntará si nos hemos indignado con razón, sino si hicimos el bien.

Entonces, ¿cómo podemos complacer al Señor de forma concreta? Cuando se quiere agradar a una persona querida, haciéndole un regalo, por ejemplo, es necesa-rio antes de nada conocer sus gustos, para evitar que el don agrade más al que lo hace que al que lo recibe. Cuando queremos ofrecer algo al Señor, encontramos sus gustos en el Evangelio. Justo después del pasaje que hemos escuchado hoy, Él nos dice: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Estos hermanos más pequeños, sus predilectos, son el hambriento y el enfermo, el forastero y el encarcelado, el pobre y el abando-nado, el que sufre sin ayuda y el necesitado descartado. Sobre sus rostros podemos imaginar impreso su rostro; sobre sus labios, incluso si están cerrados por el dolor, sus palabras: «Esto es mi cuerpo» (Mt 26,26). En el pobre, Jesús llama a la puerta de nuestro corazón y, sediento, nos pide amor. Cuando vencemos la indiferencia y en el nombre de Jesús nos prodigamos por sus hermanos más pequeños, somos sus amigos buenos y fieles, con los que él ama estar. Dios lo aprecia mucho, apre-cia la actitud que hemos escuchado en la primera Lectura, la de la «mujer fuerte» que «abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre» (Pr 31,10.20). Esta es la verdadera fortaleza: no los puños cerrados y los brazos cruzados, sino las ma-nos laboriosas y tendidas hacia los pobres, hacia la carne herida del Señor.

Ahí, en los pobres, se manifiesta la presencia de Jesús, que siendo rico se hizo po-bre (cf. 2 Co 8,9). Por eso en ellos, en su debilidad, hay una «fuerza salvadora». Y si a los ojos del mundo tienen poco valor, son ellos los que nos abren el camino hacia el cielo, son «nuestro pasaporte para el paraíso». Es para nosotros un deber evangélico cuidar de ellos, que son nuestra verdadera riqueza, y hacerlo no sólo dan-do pan, sino también partiendo con ellos el pan de la Palabra, pues son sus destina-

San Francisco dando su manto a un pobre por Giotto.

(Basílica de Asís)

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PÁGINA 4 POBREZA

En palabras de Adela:

tarios más naturales. Amar al pobre significa luchar contra todas las pobrezas, espirituales y materiales.

Y nos hará bien acercarnos a quien es más pobre que nosotros, tocará nuestra vida. Nos hará bien, nos recordará lo que verdaderamente cuenta: amar a Dios y al prójimo. Sólo esto dura para siempre, todo el resto pasa; por eso, lo que in-vertimos en amor es lo que permanece, el resto desaparece. Hoy podemos pre-guntarnos: «¿Qué cuenta para mí en la vida? ¿En qué invierto? ¿En la riqueza que pasa, de la que el mundo nunca está satisfecho, o en la riqueza de Dios, que da la vida eterna?». Esta es la elección que tenemos delante: vivir para tener en esta tierra o dar para ganar el cielo. Porque para el cielo no vale lo que se tiene, sino lo que se da, y «el que acumula tesoro para sí» no se hace «rico para con Dios» (Lc 12,21). No busquemos lo superfluo para nosotros, sino el bien para los demás, y nada de lo que vale nos faltará. Que el Señor, que tiene compasión de nuestra pobreza y nos reviste de sus talentos, nos dé la sabiduría de buscar lo que cuenta y el valor de amar, no con palabras sino con hechos.

Adela en su aventura con Cristo, buscó lo importante, una gran parte de sus

cartas lo demuestran. Veamos algunos textos:

Es absolutamente verdad que nunca seremos tentados por encima de nuestras fuerzas: ¡Ánimo, ánimo! ¿Se preocupa tu imaginación por el miedo de fallar en algo? ¿Cómo está tu corazón respecto a la santa pobreza? Dios nos la quiere hacer experimentar en unas pocas cosas, pero la naturaleza se resiste. ¡Qué pequeñas so-mos en la virtud! Comparémonos con las Teresa, las Chantal, que la practicaron con total abandono. (418.4) Habla mucho del espíritu de pobreza, porque no se puede ser pobre sin espíritu de pobreza. Me temo que en algunas ocasiones nos oculten lo que reciben- No tienen necesidad de informarnos, pero sería contrario a la pobreza que hicie-sen de ello un misterio con una argucia que mataría la sencillez. Te das bien cuenta de que lo digo solo por respeto al voto de pobreza y para no resquebrajar esta gran virtud religiosa en nuestro querido Instituto. (486.6) Exhorto a mis buenas hijas a que se acuerden del novicio del que habla Rodríguez. Mis queridas hijas, a ejemplo de los primeros religiosos, queramos que la santa pobreza brille en nuestros vestidos y en nuestra comida. Queramos vestir como pobres, comer como pobres, ser tratadas como pobres. ¿Hemos hecho el voto y luego no queremos sentirlo en nada? Parece como si deseáramos que lo re-sintiera solo nuestro Esposo y no imitarlo en nada. San Francisco de Asís llamaba a la pobreza su Dama y Señora; todos los santos fundadores de Órdenes lo han establecido como fundamento de sus fundaciones. Llenemos a nuestras candidatas de espíritu de pobreza y haremos de ellas religiosas. (497.4) Madre San Vicente piensa que Carolina podría hacer su postulantado en Tonneins; sin embargo, si prevés algún impedimento, puedes enviárnosla. Pienso que el señor Lacaussade podrá proveerla de una cama, porque estamos sin camas aquí. Dos de nuestras hermanas están si cortinas. ¡Viva la santa pobreza! ¡Cuánto

Hoy podemos

preguntarnos:

«¿Qué cuenta

para mí

en la vida?

¿En qué

invierto?

(Papa Francisco)

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PÁGINA 5 EN PALABRAS DE ADELA — Nº 9

La Palabra de Dios nos dice…

me gusta tener que experimentar algunos de sus pequeños efectos! (518.4) Ama la santa pobreza. Tengo el presentimiento de que Dios quiere probar-nos intensamente en este punto, pero nos han precedido en este noble sendero las Teresa – hay que ver lo que se endeudaba -, las Chantal: también ellas y sus comu-nidades sufrieron. Gran confianza en Dios, abandono en su Providencia: ella ali-menta las aves del cielo y viste los lirios del campo. Haz una novena de letanías a San José, para que Dios venga en tu ayuda; es la costumbre del Instituto en los apuros económicos. (541.5) Vamos a comenzar el mes de María, ¿Se prepara el noviciado para celebrar-lo con fervor? Haz germinar y crecer esa devoción en el corazón de tus novicias, María es nuestra madre, confiamos en su ayuda para lograr los fines del Instituto. Somos de Ella. Debemos pues tener un corazón filial, recurrir a menudo a Ella con la confianza que inspira la más tierna de las Madres. La devoción a María es una señal de predestinación…¡qué gran motivo para estimularnos en ella! Además, no podemos agradar a nuestro celestial Esposo, más que amando a su Madre que Él tanto quiere y que la ha hecho dispensadora de sus gracias. (574.3) La salud física de las hermanas se mantiene pasablemente, ¡ojalá la espiri-tual vaya bien! ¿Cómo está la querida hermana Espíritu Santo? La deseo una gran resignación y un abandono a la Providencia. Envío una cruz para sor Natividad: ¡ojalá clave en ella su voluntad y su juicio! (609.4) La obediencia y la pobreza no nos permiten ya discutir sobre el asunto en cuestión. No se puede aceptar una donación personal, se acepta para el Instituto. Si se le da otro empleo distinto del que pensábamos, este hecho nos hace comprender que somos de verdad pobres, que no poseemos nada, que estamos muertas, que no podemos heredar nada. ¡Dichosa pobreza, que nos das en cambio los bienes del cielo, cuan amada y preciosa eres para mí! (677.2)

Fil 2,5-11

Tened los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Al contrario se despojó de sí mismo y tomó la condición de es-clavo pasando por uno de tantos. Y así actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse inclu-so a la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre, en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre.

Salmo 40

Dichoso el que socorre al desvalido: en los días adversos el Señor lo pondrá a salvo

El Señor lo guardará, le hará vivir dichoso en la tierra y no le dejará a merced de sus enemigos.

El Señor le sostendrá en el lecho del dolor, aliviará sus dolores mientras esté acostado.

Yo dije: Señor ten piedad de mí sáname porque he pecado contra ti, mis enemigos desean mi desgracia. ¿Cuándo morirá y se acabará su apellido?

¡Dichosa

pobreza, que

nos das en

cambio los

bienes del

cielo,

cuan amada y

preciosa eres

para mí!

(ADELA DE BATZ)

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Los que vienen a verme no son sinceros ocultan su mala intención y al salir fuera la dicen.

Todos los que me odian se reúnen a murmurar contra mí planeando mi desgracia;

Padece una enfermedad incurable, se ha acostado para no levantarse jamás.

Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que compartía mi pan me levanta calumnias.

Pero tú, Señor, ten piedad de mí, haz que me restablezca, y les daré su merecido.

En esto sabré que me amas en que mi enemigo no canta victoria sobre mí.

Tú me proteges porque soy inocente, y me mantienes en tu presencia para siempre.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, por los siglos de los siglos. ¡Amén, amén!

Mt 6,24-34

Nadie puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá a otro, o será fiel a uno y al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso yo os digo:

No andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber para sustentaros, o con qué vestido vais a cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?

Fijaos en las aves del cielo; ni siembran ni siegan ni recogen en graneros, y sin em-bargo vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Quién de vosotros, por más que se preocupe, puede añadir una sola hora a su vida? Y del vestido, ¿Por qué os preocupáis? Fijaos cómo crecen los lirios del

campo; no se afanan ni hilan; y sin embargo os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno Dios la viste así. ¿Qué no hará por vosotros hombres de poca fe?

Así que no os inquietéis diciendo ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Con

qué nos vestiremos? Esas son las cosas por las que se preocupan los paganos. Ya sabe vuestro Padre celestial que las necesitáis.

Buscad ante todo el reino de Dios y lo que es propio de él, y Dios os dará lo de-más. No andéis preocupados por el día de mañana, que el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su propio afán.

2 Cor 8,7-9

Puesto que sobresalís en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud y hasta en el cariño que os profesamos, sed también los primeros en esta obra de caridad. No digo esto como una orden, sino para que, a la vista de la soli-citud de los demás, pueda yo comprobar la autenticidad de vuestro amor.

Pues ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.

Fijaos como

crecen los

lirios del campo;

No se afanan

ni hilan;

y sin embargo,

ni Salomón en

todo su

esplendor

se vistió como

uno de ellos.

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Sugerencias para profundizar y orar

Personalmente: Leer la parábola de los talentos y ver como el Papa describe un fuerte vínculo entre fructifi-car y dar, entre el pobre y el amor, entre una vida laboriosa y la fidelidad, en resumen lo espiritual y lo mate-rial.

“Amar al pobre significa luchar contra todas las pobrezas, espirituales y materiales”. ¿Es para mí, una realidad, una convicción?

¿Qué lugar doy a los pobres en mi oración?

Mi vida de pobreza ¿es laboriosa?

Mi pobreza ¿es Santa?

“¡Viva la pobreza!”, ¿Me exalta a ejemplo de Madre Adela?

¿Cómo vivo las situaciones de penuria? ¿Creo que Dios es Providencia?

¿Cómo doy cuenta de lo que está puesto a mi disposición para mi vida y la misión?

En comunidad: Vivir en la acción de gracias y la alegría del don: “Hemos dejado todo para seguir a Jesucristo pobre; seamos pobres con Él. Él alimenta a los pájaros del cielo y viste a los lirios del campo ¿Dejará perecer a sus esposas?” (718.4)

Oración Final

Abre mis ojos, Señor, al asombro de tu amor. Yo soy un ciego en el camino, cúrame te quiero ver. Abre mis manos Señor, que se cierran para guardar. El pobre tiene hambre a mi lado enséñame a compartir. Haz que camine, Señor, por dura que sea la ruta. Quiero seguirte hasta la cruz, ven y tómame de la mano. Haz que yo escuche, Señor, al que llama para que le abra. No sea sordo mi corazón al dolor de este mundo. Guarda mi fe, Señor, tantos hay que proclaman tu muerte. Cuando anochece y la luz se va, ¡Quédate, Señor conmigo!

(Traducción de francés de Michel Scouamec)

Comisión de Beatificación

[email protected]