Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

11
G ABRIEL Z AID UN AMOR IMPOSIBLE DE LOPE2 VELARDE 1. ¿Viejos y nuevos trovadores? E E1 tema del amor imposible, que viene de los trovadores, expresa una vivencia universal a partir de una singular. El trovador es un ser anómalo: ni labriego, ni clérigo, ni caballero, ni simple criado del castillo. Sube a las cortes por su talento, pero es un desarraigado de su medio, que por su cultura puede alternar con los señores y hasta enamorarse de las señoras, prohibido como consumación: con un amor permitido como galanteo pero Quisiera encontrarla sola, durmiendo o fingiendo sueño, para robarle un tierno beso que nunca me atrevería a pedirle dice Bernard de Ventadour a fines del siglo XII, y a prin- cipios del XX Augusto Cárdenas (1905-1932): Yo sé que nunca besaré tu boca, tu boca de púrpura encendida. Yo sé que nunca llegaré a la loca y apasionada fuente de tu vida. El tema evoluciona con los autores, con las sociedades y con las. prohibiciones. No todos los imposibles son sociales, pero muchos lo son. Aunque el subir haciendo méritos ya está en los trovadores (como puede verse en el Tratado del amor cortés de André Le Chapelain, también del siglo XII) y hasta en la Subida al Monte Carmelo de los trovadores a lo divino, en una sociedad donde (teóricamente) todos pueden trepar a todo, donde no hay posiciones imposibles para nadie, la prohibición se vuelve una dificultad superable con la acumulación de esfuerzos, de méritos, de créditos. Novelas, obras de teatro, películas, telenovelas, cuentan la historia de un protagonista (y, más recientemente, de una protagonis- ta) que pasa noches oscuras, privaciones, pruebas, pero llega a la posición imposible. En las versiones menos burdas, una vez en posición de realizar su deseo, la amada o el amado o el amor o su consumación se esfuman, como para mostrar la irrealidad del tabú: su función de estímulo trepador. Un tema cercano (aprovechable por el feminismo) es el de los hombres que hacen méritos galantes para subir socialmente. En los castillos, los caballeros tenían que hacer méritos guerreros para quedar bien con el señor; los trova- dores tenían que hacer méritos galantes para quedar bien con las señoras. En las pirámides modernas, las líneas meritorias pueden cruzarse: los méritos galantes pueden servir para ganar posiciones ejecutivas y las posiciones ejecutivas para ganar favores galantes. También cercano es el tema de la perdición: la fascina- ción por el abismo que derrumba la carrera trepadora. Cuando el adulterio o el divorcio podían arruinar una vida, el tema era romántico. A medida que se han vuelto una vulgaridad, otros abismos van tomando su lugar para estre- mecernos de horror: las drogas, la homosexualidad, el inces- to, el satanismo. Todo lo cual, naturalmente, puede volverse una banalidad: esa otra cara del amor imposible. En Kierkegaard, en Kafka, en López Velarde, el amor imposible se vuelve más moderno. El trovador no es el personaje romántico que desafía un No social para triunfar o para perderse diciendo No a la sociedad. La realización de la pareja no es el paraíso prohibido cuya negación provoca la autodestrucción o la autoafirmación, porque el protagonista se va a hacer méritos, hazañas, posición, dinero; se va a tierras lejanas a matar dragones, hacer la América, triunfar en la capital o sacar su doctorado: a conquistar el mundo para ofrecérselo a su dama, y volver por ella y merecerla, como en la Historia de un gran amor de Jorge Negrete y Gloria Marín, y tantas otras. Ninguna prohibición impide la pareja en estos escritores que mueren relativamente jóvenes y solteros (1813-1855, 1883-1924, 1888-1921). No se casan porque tienen que escribir. El No de los trovadores modernos se vuelve ínti- mo, vocacional. No es algo externo lo que impide la plena realización de uno en la pareja: es la pareja la que impide la plena realización de uno. Hoy es común ese imperativo íntimo. La mística del progreso seculariza la vocación religiosa del trepador a lo divino. Toda carrera se vuelve sagrada, digna de sacrificarle lo que sea. Dejarás a tu padre y a tu madre, te alejarás de tu Vuelta 110 / Enero de 1985

Transcript of Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

Page 1: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

G A B R I E L Z A I D

UN AMOR IMPOSIBLEDE LOPE2 VELARDE

1. ¿Viejos y nuevos trovadores?

E E1 tema del amor imposible, que viene de lostrovadores, expresa una vivencia universal a partir de una singular. El trovador es un seranómalo: ni labriego, ni clérigo, ni caballero, ni simple criado del castillo. Sube a las cortes porsu talento, pero es un desarraigado de su medio, que por su cultura puede alternar con losseñores y hasta enamorarse de las señoras,prohibido como consumación:

con un amor permitido como galanteo pero

Quisiera encontrarla sola,durmiendo o fingiendo sueño,para robarle un tierno besoque nunca me atrevería a pedirle

dice Bernard de Ventadour a fines del siglo XII, y a prin-cipios del XX Augusto Cárdenas (1905-1932):

Yo sé que nunca besaré tu boca,tu boca de púrpura encendida.Yo sé que nunca llegaré a la locay apasionada fuente de tu vida.

El tema evoluciona con los autores, con las sociedades y conlas. prohibiciones. No todos los imposibles son sociales,pero muchos lo son. Aunque el subir haciendo méritos yaestá en los trovadores (como puede verse en el Tratado delamor cortés de André Le Chapelain, también del siglo XII)y hasta en la Subida al Monte Carmelo de los trovadores a lodivino, en una sociedad donde (teóricamente) todos puedentrepar a todo, donde no hay posiciones imposibles paranadie, la prohibición se vuelve una dificultad superable conla acumulación de esfuerzos, de méritos, de créditos. Novelas,obras de teatro, películas, telenovelas, cuentan la historia deun protagonista (y, más recientemente, de una protagonis-ta) que pasa noches oscuras, privaciones, pruebas, perollega a la posición imposible. En las versiones menos burdas,una vez en posición de realizar su deseo, la amada o el amadoo el amor o su consumación se esfuman, como para mostrarla irrealidad del tabú: su función de estímulo trepador.

Un tema cercano (aprovechable por el feminismo) es elde los hombres que hacen méritos galantes para subirsocialmente. En los castillos, los caballeros tenían que hacerméritos guerreros para quedar bien con el señor; los trova-dores tenían que hacer méritos galantes para quedar bien

con las señoras. En las pirámides modernas, las líneasmeritorias pueden cruzarse: los méritos galantes puedenservir para ganar posiciones ejecutivas y las posicionesejecutivas para ganar favores galantes.

También cercano es el tema de la perdición: la fascina-ción por el abismo que derrumba la carrera trepadora.Cuando el adulterio o el divorcio podían arruinar una vida,el tema era romántico. A medida que se han vuelto unavulgaridad, otros abismos van tomando su lugar para estre-mecernos de horror: las drogas, la homosexualidad, el inces-to, el satanismo. Todo lo cual, naturalmente, puede volverseuna banalidad: esa otra cara del amor imposible.

En Kierkegaard, en Kafka, en López Velarde, el amorimposible se vuelve más moderno. El trovador no es elpersonaje romántico que desafía un No social para triunfaro para perderse diciendo No a la sociedad. La realización dela pareja no es el paraíso prohibido cuya negación provoca laautodestrucción o la autoafirmación, porque el protagonistase va a hacer méritos, hazañas, posición, dinero; se va atierras lejanas a matar dragones, hacer la América, triunfaren la capital o sacar su doctorado: a conquistar el mundopara ofrecérselo a su dama, y volver por ella y merecerla,como en la Historia de un gran amor de Jorge Negrete yGloria Marín, y tantas otras.

Ninguna prohibición impide la pareja en estos escritoresque mueren relativamente jóvenes y solteros (1813-1855,1883-1924, 1888-1921). No se casan porque tienen queescribir. El No de los trovadores modernos se vuelve ínti-mo, vocacional. No es algo externo lo que impide la plenarealización de uno en la pareja: es la pareja la que impide laplena realización de uno.

Hoy es común ese imperativo íntimo. La mística delprogreso seculariza la vocación religiosa del trepador a lodivino. Toda carrera se vuelve sagrada, digna de sacrificarlelo que sea. Dejarás a tu padre y a tu madre, te alejarás de tu

Vuelta 110 / Enero de 1985

Page 2: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

GABRIEL ZAID

ciudad natal, sacrificarás a tu pareja y a tus hijos, renuncia-s a tus gustos, madrugarás para cantar maitines, hacerpintas en las bardas, correr la milla, tomar el avión, llegar atiempo a un desayuno de negocios, sentarte frente al piano omáquina de escribir. Todo por la misión, la causa, el

puesto, la prosperidad, la obra, la carrera.Por supuesto, la más alta realización de uno también estáen el deseo de los antiguos trovadores, en la vocaciónmonástica de los trovadores a lo divino, en el adulteriotrágico y en todas las vías que rompen con la pareja posibleen aras de la imposible. Pero el trovador tradicional tienelos ojos puestos en lo alto, escamotea la pareja posible: no latiene presente, no habla de ella, no la pone “a la altura delte”, no parece siquiera darse cuenta de su realidad inme-ata, demasiado inmediata. Manuel Acuña le hace versos aRosario, no a la criada con la cual se consuela. En cambio,en Kierkegaard, en Kafka, en López Velarde, la parejaposible no se escamotea. Con una lucidez cruel, el trovadorcontempla sacrificada la plenitud posible de uno y otro, pormayor plenitud de uno.Cervantes, que desconfiaba de la vocación religiosa, de labúsqueda de una- nueva pareja y, en general, del amorimposible, parece haber tenido esa lucidez cruel, aunque senota menos porque no la expresa en primera persona. Así,aunque escribe en El Quijote:

Marinero soy de amory en su piélago profundonavego sin esperanzade llegar a puerto alguno

sintiendo vivamente el amor imposible, supo reírse de lossentimientos présbitas, que sólo admiran lo distante. Unhidalgo solterón, lector de libros de caballería, no puedeenamorarse de “una moza labradora de muy buen parecer”,sin ponerla a distancia como “princesa y gran señora”.Aldonza no es la criada escamoteada por Acuña, pero estáfuera del campo de visión de don Alonso: no puede verlacon entusiasmo sino alejándola como Dulcinea y alejándosecomo don Quijote, que sale a conquistar el mundo paramerecerla. El amor posible sigue sacrificado al imposible,pero con una inversión cómica: en vez de ignorara la criada,la pone en el pedestal de Rosario, que es otra forma deignorarla. La novela puede leerse como una crítica del amorimposible, cuya lucidez ennoblece el amor posible.

Para la tradición romántica, que continúa la trovadoresca,ese realismo se volvió muy difícil. Aunque el romanticismosurge como una crítica del progreso, lo hace en favor de unprogreso más profundo. La conciencia del progreso posiblealimenta el amor imposible: la profunda melancolía de noser más, el deseo desatado de profunda plenitud.

Quedaba para una lucidez posterior, en circunstanciasque parecían realizar ese progreso más profundo (al exten-derse la libertad de elección de la pareja), la conciencia deque no hay a quién echarle la culpa: de que uno sacrifica alapareja del amor posible, porque aspira a más. Esto, quepuede ser un cálculo banal, adquiere todo su sentido terribleen el Diario de un seductor de Kierkegaard, en lo queCanetti ha llamado El otro proceso de Kafka yen un poemaautobiográfico del joven López Velarde:

NO ME CONDENES...

Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy Pobre:ojos inusitados de sulfato de cobre.Llamábase María; vivía en un suburbio,y no hubo entre nosotros ni sombra de disturbio.Acabamos de golpe: su domicilio estabacontiguo a la estación de los ferrocarriles,y ¿qué noviazgo puede ser duradero entrecampanadas centrífugas y silbatos febriles?

El reloj de su sala desgajaba las ocho;era diciembre, y yo departía con ellabajo la limpidez glacial de cada estrella.El gendarme, remiso a mi intriga inocente,hubo de ser, al fin, forzoso confidente.

María se mostraba incrédula y tristona:yo no tenía traza de una buena persona.¿Olvidarás acaso, corazón forastero,el acierto nativo de aquella señoritaque oía y desoía tu pregón embustero?

Su desconfiar ingénito era ratificadopor los perros noctívagos, en cuya algarabíareforzábase el duro presagio de María.

¡Perdón, María! Novia triste, no me condenes:cuando oscile el quinqué y se abatan las ocho,cuando el sillón te mezca, cuando ululen los trenes,cuando trabes los dedos por detrás de tu nuca,no me juzgues más pérfido que uno de los silbatosque turban tu faena y tus recatos.

8 Vuelta 110 / Enero de 1985

Page 3: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

UN AMOR IMPOSIBLE

2. Tierra adentro: Jerez, Aguascalientes, San Luis

Ramón López Berumen (que se firmaba López Velarde,como su padre José Guadalupe López Morán y su abueloRamón López Díaz, que adoptaron el Velarde como elegan-cia, porque en La Barca hubo un Velarde de riqueza legenda-ria) fue el primogénito de nueve hermanos que tuvieronsiete tíos paternos y siete maternos. Ambas familias deJerez, de fortunas medianas e inestables.

El abuelo materno (José María Berumen Valdés) era rico.Tuvo una sola hija (Trinidad Berumen Llamas, madre delpoeta) y siete hijos (tíos del poeta) más o menos pródigos:uno se jugó a las cartas todo lo que tenía, perdió, se fue ynunca más se supo de él; otro destripo como universitario,se volvió borracho agresivo y acabó protegido y encarceladopor un primo en una bodega, donde se suicidó; otro acabo debohemio porque no le importaba el dinero: simpático, ar-pista popular, contaba historias y genealogías, por las cualeshacía-remontar su propia sangre a negros (lo cual era cierto)y a una tentación de Gregorio López, el famoso ermitaño delsiglo XVI, que vivió en tierra de indios, cerca de Jerez. Losotros sentaron finalmente cabeza, dos protegieron a suhermana viuda y uno de éstos (Salvador) sostuvo la carrerade Ramón. Una cuñada joven de Salvador, pero ocho añosmayor que Ramón, fue su primer amor imposible: Josefa delos Ríos (“Fuensanta”).

El abuelo paterno dejó propiedades agrícolas, cuatro hijastodas solteronas, dos universitarios (uno abogado, otro sa-cerdote) y dos hijos más, uno de los cuales ejerció el mayo-razgo en forma autoritaria, se hizo cargo de las propiedadesfamiliares, se metió en negocios de minas y acabó muerto enuna, en un accidenteque pareció asesinato. El joven Lic. JoséGuadalupe López Velarde (padre del poeta) trató de pros-perar como notario y fracasó, luego tuvo éxito como empre-sario escolar hasta que (hostigado por un gobernador queestaba en contra de la enseñanza católica) cerró el ColegioMorelos. No se había casado hasta asegurar su posición através del Colegio, a los 34 años, con una jovencita de 17;típico matrimonio tardío del que hereda aspiraciones, másque posiciones hechas (seguramente el matrimonio al queiba su primogénito, de no haber muerto a los 33). Abandonael estado de Zacatecas y se lleva la familia a Aguascalientes,donde muere a los 55.

Ramón viaja para estudiar desde niño. A los doce años, alSeminario Conciliar de Zacatecas, donde probablementeestaba su tío Inocencio, el sacerdote asesinado años despuéspor los villistas en esa ciudad. A los catorce se reúne con lafamilia en Aguascalientes, donde termina la preparatoria. Alos veinte, su padre (poco antes de morir) lo envía a SanLuis Potosí para estudiar derecho. En aquella capital prós-pera y culta se incorpora a la vida profesional, política,literaria, de los veinte a los veinticincoaños: de 1908a 1914,años muy importantes en su vida y en la del país.

1908. Muere su padre. Porfirio Díaz declara al periodistaCreelman que en 1910 no volverá a reelegirse, porque elpaís ya está maduro para una renovación democrática delpoder. Francisco I. Madero da a la imprenta La sucesiónpresidencial en 1910.

1909. López Velarde efervescente: escribe poemas, pro-sas, artículos políticos, en El Debate de San Luis, Nosotros

de Aguascalientes, Cultura y, sobre todo, El Regional y susuplemento Pluma y Lápiz de Guadalajara, desde donde loapoya y casi lo adopta (le llevaba catorce años) el Lic.Eduardo J. Correa, de Aguascalientes, que será su editor,colega poeta, socio de bufete y padrino político. Correa loanima a publicar en El Regional su primer libro y el poetaprepara una primera versión de Lu sangre devota (que sequeda en proyecto hasta 1916). Hace política estudiantil: lepide a Correa publicar “cuanto antes” que “Varios estudian-tes de derecho se han organizado para intervenir en suesfera de acción en el problema político del país. Trabajaránentre otras cosas por la no reelección”, “por medio de laimprenta y conferencias de viva voz al pueblo”. Su primerartículo político se lo dedica a Madero, y abre con estaspalabras: “Este fronterizo vale, por su hombría, más que lospolíticos sin sexo de la ciudad de México.” No está de másrecordar que por entonces parecía un imposible que Maderollegara al poder, y que la gente sensata no se expresaba así:adulaba a Porfirio Díaz, convencida de que el sistema segui-ría por los siglos de los siglos.

1910. Su admirado Madero le cae del cielo, en campaña(marzo). Hay represalias de la policía, a pesar de las cualesno sólo participa: queda como secretario del Centro Anti-rreeleccionista de San Luis Potosí. (Nunca se ha dicho, perono hay otra forma de leer “Susanita y la cuaresma”, donderecuerda agradecido la simpatía de Susanita, a pesar de queen la cuaresma de 1910 “mis ganancias de pasante fluctúan,mensualmente, entre treinta y cuarenta pesos; a pesar deque soy secretario de un centro oposicionista...“). Unosmeses después, Madero (ya postulado como candidato pre-sidencial) es arrestado en Monterrey y llevado a la cárcel deSan Luis (para alejarlo de la frontera) donde toman sudefensa legal Pedro Antonio de los Santos (quizá presidentedel Centro) y Ramón López Velarde, que logran su libertadbajo caución poco después de las elecciones (celebradas el 26de junio y 10 de julio). Una vez libre, pero vigilado, seanuncia oficialmente la reelección de Díaz (primero deseptiembre), se vuelve a fundar la Universidad de México(12 de septiembre) y (el glorioso 15 de septiembre) secelebran simultáneamente el día de San Porfirio, los ochen-ta años de Díaz y el Centenario de la Independencia. Maderosigue en la ciudad por cárcel, seguramente frecuentado porsus defensores, por lo cual se ha llegado a pensar que LópezVelarde tuvo que ver en la formulación del Plan de San Luis.Él mismo escribirá (25 VI 12) que ahí “se fijó el Plan”,fechado en San Luis, el 5 de octubre, aunque no escrito ahí nien esa fecha, sino poco después, en San Antonio, Texas (adonde Madero se fugó el 6 de octubre). Sin embargo, parecerazonable suponer que Madero se resolvió a tomar lasarmas en San Luis y en esos meses de cárcel, libertadrestringida y reflexión ante el fracaso de la vía pacífica,electoral, respetuosa ante el dictador, que había seguido.También es razonable suponer que López Velarde participóen esa reflexión, aunque no tomó las armas: prudentemen-te, se quedó a sacar el título. Pedro Antonio de los Santos(que era dos años mayor que él, y al parecer ya lo tenía) sí lastoma, el 20 de noviembre.

1911. Díaz renuncia (25 V). López Velarde abogado(exento de examen profesional, por sus buenas calificacio-nes, 31 X). Madero presidente (6 XI). López Velarde juezde primera instancia en el pueblo de Venado, S.L.P., desde

Vuelta 110 / Enero de 1985 9

Page 4: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

U N A M O R I M P O S I B LE

donde escribe una carta (18 XI) a su amigo Correa, quizápara que la publique: “la voluntad decidida que siempre hetenido para el hombre fenómeno, porque yo sí soy deabolengo maderista, de auténtica filiación maderista, y reci-bí el bautismo de mi vida política en marzo de 1910, demanos del mismo hombre que acaba de libertar a México. Lediré con franqueza, amigo Correa, que una de las satisfaccio-nes más hondas de mi vida ha sido estrechar la mano ycultivar la amistad de Madero, y uno de mis más altivosorgullos haber militado como el último soldado del hombreque hoy rige al país”. Lo que sigue, naturalmente, es ir averlo, quizá pasar de juez de pueblo a juez de la capital. PeroMadero lo envía con el procurador de justicia, que no leofrece más que una plaza de actuario judicial. La rechaza.Por esos días, coincide con María, también de viaje enMéxico, y son presentados (se conocían de vista en SanLuis).

1912. Vuelve a Venado, a San Luis, a México. DesdeMéxico le escribe a Correa (8 IV): “estoy como siempre,disfrutando de las migajas del festín”. Este deja Guadalajarapara hacer política en la capital. Había secundado a Maderopor vía pacífica, como uno de los promotores del PartidoCatólico Nacional, que en 1911 coincidió con el PartidoAntirreeleccionista en la postulación de Madero. Funda LaNación, como órgano del PCN, y en este diario ofrece aLópez Velarde su primera tribuna en la ciudad de México.Además, el PCN lo lanza por Jerez como candidato a diputa-do suplente. Pero los jerezanos lo tildan de “decadentista yapático”, según lo cuenta él mismo (“En el solar”). Fracasa.De junio a diciembre escribe en La Nación el 35% de susobras completas: ante todo artículos políticos, a veces dia-rios. Muchos en contra del gobernador de San Luis: RafaelCepeda de la Fuente, médico, militar, maderista, coahuilen-se avecindado en San Luis, que preparó la fuga de Madero(por tren, disfrazado de ferrocarrilero) y se levantó enarmas el 20 de noviembre, al igual que Pedro Antonio de losSantos. Ambos fueron candidatos a la gubernatura, aunquede los Santos (y con él López Velarde) se sumó a Cepedaque, al llegar a gobernador, en vez de gobernar con susaliados, se rodeó de porfiristas. (El Lic. Santos, a diferenciadel Lic. López, sí llegó a diputado. Volvió a tomar las armasdespués del cuartelazo y murió fusilado.)

1913. El asesinato de Madero era lo único que le faltaba.El 7 de febrero publica un artículo contra el gobernador deSan Luis: será el último de su pluma política. El 9 de febreroempieza la Decena Trágica. Deprimido, vuelve a San Luis.Escribe prosas líricas sobre amores imposibles. Siente lainjusticia al poeta que es “una cumbre, por más que hayavivido entre nosotros familiarmente”: pide una estatuapara Manuel José Othón, cuyos pasos parece haber seguido.

Ambos fueron primogénitos, destacaron por su inteli-gencia y buenas calificaciones desde la primaria, estudiaronen un seminario, se graduaron como abogados a los 23 añosen el Instituto Científico y Literario de San Luis, perdieron asu padre (llamado José Guadalupe) en esa etapa de la vida(Othón al terminar la carrera, López Velarde al empezarla),ejercieron su profesión en pueblos de San Luis y sin embar-go tuvieron acceso a las publicaciones de más prestigionacional, viajaron a la capital, hicieron relaciones son gentede letras importante y con aspirantes a la presidencia de larepública (Bernardo Reyes fue mecenas de Othón, Madero

no supo serlo de López Velarde), tuvieron puestos docentesy ambiciones políticas: además de jueces y funcionariosmenores, uno fue diputado y el otro candidato a serlo,aunque suplente y perdedor. Ambos vivieron zozobras eco-nómicas, y buscaron fuera de San Luis mejores oportunida-des, sin llegar muy lejos. Tampoco llegaron a viejos: Othónmurió a los 48 años, López Velarde a los 33. A pesar de locual, llegaron con sus huesos a la Rotonda de los HombresIlustres. A Othón le fue mejor (en vida), en parte porquetuvo más tiempo. Pero a los 33 ya estaba en la Academia,gracias al celebrado “Himno de los bosques”. Quizá “Lasuave patria‘*, otro himno del paisaje publicado también alos 33, hubiera tenido el mismo efecto. Pero López Velardemurió por esos días. Fue precisamente entonces cuando, porfin, la Revolución le hizo justicia, con “un suntuoso en-tierro, por cuenta del gobierno” (y tres días de luto en laCámara de Diputados) que dispararon la cargada crítica a sufavor y lo llevaron de inmediato al santoral revolucionario.

Othón había muerto en San Luis en 1906, poco antes depublicar “En el desierto. Idilio salvaje”. A los méritos deeste poema, hay que añadir el haber hecho avanzar lacultura católica, entonces presidida por el obispo de SanLuis: Ignacio Montes de Oca (“Ipandro Acaico”). Sus versosfinales parecen un programa de investigación para LópezVelarde:

-qué pavor en la concienciay qué horrible disgusto de mí mismo!

No hay que olvidar que la literatura católica (como luego elrealismo socialista) no tematizaba la mala conciencia sinodesde la buena, distanciándose netamente de cualquier iden-tificación con el yo pecador, a menos que éste fuera la voz dela autocrítica, y siempre, naturalmente, sin detenerse másque lo indispensable en la experiencia prohibida. Todavíano hace mucho se discutía en París si era posible ser católicoy novelista (como se discutió si era posible estar a favor delas buenas causas, sin faltar a la verdad que las deja malparadas). El claroscuro de la conciencia y de la realidad noera tematizable: había que reducirlo a blanco y negro.

Naturalmente, el modernismo ya tenía esa concienciacómplice, pero no los llamados “clásicos” o “neoclásicos”:los poetas bien vistos por la cultura católica, cuya capital eraentonces San Luis, donde esta tradición poética (que empie-za con José Joaquín Pesado) termina. Ahí muere Othón en1906. De ahí se va Montes de Oca en 1914, a morir en elextranjero, después de que los carrancistas atropellan ysaquean su palacio episcopal, su biblioteca, su colección dearte. Joaquín Arcadio Pagaza muere en 1918 (en Jalapa:otro cierre simbólico, si se quiere, porque Pesado surge detierra veracruzana).

López Velarde se educó en esa tradición católica, conser-vadora, de mucha disciplina y oficio, paisajista. La abandonasobre todo en esto último, inspirado en Othón, que lacultivó, pero del cual admira al “parnasiano que gusta delverbo bravo y rotundo y al artista que padece los males deldía”. Como si leyera en Othón lo que seguía, después de laexploración de los bosques, las estepas y el desierto: laexploración del paisaje íntimo. (Otro católico, Carlos Pelli-cer, renovaría de manera insólita, vanguardista, la tradicióndel paisaje externo.)

10 Vuelta 110 / Enero de 1985

Page 5: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

G AB R I E L Z A ID

El primer poema conocido de López Velarde, escrito a losdiecisiete años, se llama “A un imposible” y habla de que élrenuncia (a su “pasión risible”) y se aleja; ella muere y élguarda “los marchitos azahares”. A los veinticinco años, alvolver derrotado a San Luis, quizá también su aventurapolítica le pareció risible, pero no lo dice. Tampoco vuelve asu cargo de Venado. Publica una columna semanal (Ren-glones Líricos) en el Eco de Sun Luis Potosí, con un seudóni-mo significativo: Tristán (que además suena a tristón).Aunque de los textos se desprende que el tú no se refieresiempre a la misma Isolda, está claro que todas representanun amor imposible, visto con ojos un tanto necrofílicos:

En “Hoja de Otoño”, ella tiene treinta años: “Mi soledadpersigue la tuya inútilmente”, busca “aligerarte el peso delos días grises y torvos de la primera cana”. En “Hacia laluz...“, ella está enferma del corazón y su “frente ha derecibir el contacto de los gusanos en vez de la corona deazahar”. En “Rosa de claustro”, ella es una monja. En “Elsecreto”, él está corroído “por el hábito del análisis”: altomar de la mano a la amada que su “fantasía decora con losmás finos y etéreos hechizos”, le ha pasado por la cabeza “larepresentación de los esqueletos colgados de un tornillo,por el cráneo, en las vitrinas de los colegios y museos”. En“Dichosa miseria”: “muchos románticos han gemido consincera efusión al ver morir entre sus brazos a las idolatra-das heroínas, pero junto con ese dolor habrán experimenta-do un gratísimo halago (...), como si éstas al morir lesofreciesen un presente de la más terrible emotividad. Así segoza al aspirar la última onda de perfume de una rosaagonizante.”

En “Nuestra casa”, que parece referirse precisamente aMaría, ella tiene “ojos grandes y contemplativos, como dedoncella que sufre, y risa espontánea y un poquillo alocada,como de niña que se asoma a un jardín de ilusión” y él (queen este caso vive el otro extremo de la diferencia de edad)siente “el afán provecto de un hombre que quiere echarraíces, al doblar el cabo de los treinta. iQué anhelaba? Algoque no se compadece con la sinceridad de mi pesimismo: laedificación de una casa”. “Nuestra casa hubiera sido unedén, amiga que te consumes entre las palomas familiares,las-macetas rústicas y el son de las esquilas que te llaman amisa y a los rosarios vespertinos.” Pero hay que “Arrancarlos efectos con mano implacable, como se arrancan los tallosde las plantas débiles con guantelete de hierro”...

En los primeros días de 1914, el mismo año en quemonseñor Montes de Oca se va a Roma, el licenciado LópezVelarde se va definitivamente a la capital, todavía tanobligado con María, como para escribirle de inmediato (11114): “Querida amiga: ayer en la noche llegué a ésta, dondeme hallo a sus órdenes en la avenida Jalisco, número 71. Nome ha abandonado el recuerdo de sus atractivos espiritualesy de sus extraños ojos, cuya belleza singular me ha dado unade las impresiones más gratas de mi juventud. Espero queusted, por su parte, se dignará conservar cariñosamente mirecuerdo, aunque sea el de un amigo un poco triste que hapronunciado palabras melancólicas al oído de usted. Perdó-neme estos renglones fúnebres, piense en mí y hágamejusticia al ver cómo cumplo la promesa que en la últimanoche que hablamos le empeñé de escribirle inmediatamen-te. Creo que sus letras no tardarán. Su amigo que la quierepor la bondad de su alma y por el azul de sus pupilas.”

La carta (única salvada de una larga correspondencia de1912 a 1921) y gran parte de la información se deben alpoeta y crítico potosino Luis Noyola Vázquez, que habló conMaría y otros protagonistas de esta historia, investigó enarchivos parroquiales y estudió la literatura probablementeleída por López Velarde. Para esta sección, aproveché am-pliamente Las fuentes de Fuensanta, Departamento de Be-llas Artes del Gobierno del Estado de Jalisco, 1975. También,naturalmente, la excelente edición, cronología, índices ynotas de las Obras de Ramón López Velarde, preparadaspor José Luis Martínez, Fondo de Cultura Económica, 1971.

La sección que sigue está tomada de dos capítulos deNoyola (“Génesis de un poema” y “El duro presagio deMaría”). Hay ciertas contradicciones cronológicas de losinformantes. López Velarde no puede hablar de la “recientemuerte de su padre”, ocurrida en 1908, la tarde que rompecon María. Esa tarde no puede ser “la última noche quehablamos” de la carta a María: el 10 de enero de 1914;menos aún si esa tarde López Velarde habla del encumbra-miento de su amigo Pedro Antonio de los Santos (arrestadocon Madero durante la Decena Trágica). Sin embargo, másadelante, en un pasaje no reproducido, resulta que antes detomar el tren López Velarde visita “la redacción de El Ecode Sun Luis, diario del que eran responsables” (él y Vera) y“dio una última ojeada a su postrer artículo”, que es del 29de diciembre de 1913. Por otra parte, si la ruptura seproduce antes de la primera estancia larga en México, elnoviazgo dura unos cuantos meses: cuando mucho de di-ciembre de 1911 a principios de 1912. Todo lo cual hacepensar que Vera (único posible informante sobre la escenade la ruptura) combinó recuerdos de distintos momentos.

(Dicho sea entre paréntesis: los jóvenes licenciados ycompañeros de escuela Melchor Vera y Pedro Antonio delos Santos, según me informa el profesor Noyola, eran lapersonificación misma de un “católico de Pedro el Ermita-ño” y un “jacobino de época terciaria”, respectivamente. Yuna de las profundas dualidades de López Velarde era seríntimo de ambos y comprender que pudieran odiarse “conbuena fe”, como dijo en “La bizarra capital de mi estado”.)

Quizá la cronología es la siguiente. López Velarde seenamora de ella como estudiante, de lejos, sin tratarla, entre1908 y 1911, cuando ella no tiene más que catorce años y élentre veinte y veintitrés. Empieza a cortejarla endiciembrede 1911. Rompen cuando se va definitivamente a la capital,el 10 de enero de 1914. El noviazgo dura dos años. Larelación siete años más. En abril de 192 1, se ven por últimavez: Ramón se siente todavía tan ligado y obligado comopara viajar a San Luis a darle el pésame por la muerte de supadre. No es inconcebible que en ese momento se hayasentido responsable de ella, que (según los criterios provin-cianos de entonces) ya iba para señorita quedada (tendríaunos veinticuatro-veintisiete años). También es posible quese viera en ella: como solterón, que iba para los treinta ytres, sin sentar cabeza, ni haber logrado una posición, inca-paz de asumir responsabilidades paternas, edificar una casay “echar raíces, al doblar el cabo de los treinta”, inmadurocomo se pinta en el poema “Treinta y tres”: La edad delCristo azul se me acongoja, yo querría gustar del caldo dehabas, alcanzar la plenitud de cerebro y corazón, pero measfixia una dualidad funesta que me impide integrarme; nopuedo renunciar al sexo ni asumir sus responsabilidades.

Vuelta 110 / Enero de 1985 l l

Page 6: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

UN AMOR IMPOSIBLE

Tampoco es inconcebible que el desamparo de ella, elánimo responsable de él y su desánimo ante la realidad, lohayan debilitado para resistir el enfriamiento nocturno(mal abrigado por las calles de Jalisco, hoy Alvaro Obre-gón): la neumonía, la pleuresía, la asfixia que lo mató dosmeses después del viaje a verla y cuatro días después deháber cumplido treinta y tres años.

Hilo que dejo suelto, porque no acabe de investigarlo ypor si algún lector me puede informar: Quizá estaba sinnada, y el viaje a San Luis fue también para ver si había algo,regresivo de varias maneras (María, San Luis, el alma ma-ter). Era todo caso, un trasfondo agravante del último año desu vida, fue la tragedia carrancista, que seguramente viviócomo una repetición (nacional, personal) de la maderista.De estudiante, había conocido a Manuel Aguirre Berlanga,compañero de leyes y hasta de casa de asistencia, que luegofue diputado de aquella legislatura coahuilense que “autori-zó” al gobernador Carranza para levantarse en armas, elmismo día del golpe contra Madero. Aguirre Berlanga des-tacó durante la insurrección, fue transitoriamente goberna-dor de Jalisco, diputado del congreso constituyente de 1916-1917 y finalmente secretario de gobernación del presidenteCarranza: desde 1917 hasta el 21 de mayo de 1920, cuando elpresidente muere acorralado, después del levantamiento deObregón. Con el carrancismo, parecía que López Velarde,por fin, iba a hacerla: triunfaba nuevamente la revolución,quedaba nuevamente del lado bueno, y esta vez con mayoresesperanzas. Empezaba a tener cierto renombre. Había pues-to un despacho en Madero 1 (dirección por demás significa-tiva) con Francisco del Campo (también compañero deleyes y de casa). Como si fuera poco, se volvió secretarioparticular de su amigo el secretario de gobernación, hastaque el ascenso desembocó en tragedia. La repetición: “Siem-pre que inicio un vuelo por encima de todo, un demoniosarcástico maúlla y me devuelve al lodo.”

Aguirre Berlanga, que acompañó a Carranza en la huida ydurmió en su jacal la noche de Tlaxcalaltongo, aunque salióileso, quedó como perturbado. López Velarde, que segura-mente lo trató después, vivió así intensamente la tragedia:por contagio amistoso y por las consecuencias. Hipótesisexcesiva, pero no descabellada: el mismo golpe que derriboa Carranza se llevó de paso a López Velarde. Por lo cualresulta irónico o maquiavélico (sabiduría “revolucionariainstitucional”) que haya sido el golpista precisamente quiendecretara su consagración oficial.

3. Génesis de un poema

“Al concluir su carrera y optar el consiguiente título fuenombrado Juez de Primera Instancia en el partido judicialde Venado. Después de algunos meses, solicita licencia y sedirige a la ciudad de México, desde donde envía la primeramisiva a María Nevares, la mujer que había de ser elsegundo y más humano de sus amores. El primero, bien sesabe que fue Josefa de los Ríos, a quien impuso el poéticonombre de “Fuensanta”, tal vez recordando un poco a laheroína de El loco Dios de Echegaray. Pero es importanterecalcar que ese nombre sólo figura en el primero de suslibros. En Zozobra no vuelve a aparecer y es sustituido porestos: María, Magdalena, Mireya, Genoveva... Finalmente,en El son del corazón desaparece todo vestigio de nombres

del santoral católico y sólo se menciona a Ligia y a Zoraida,como símbolos, y evidentemente sin ninguna relación conmujeres reales y verdaderas. El tono amatorio se vuelveimpersonal y únicamente se hace referencia fetichista aobjetos del vestuario femenino tales como guantes, trajes ysombreros. Esto es, una completa “deshumanización delArte”.

Concretando la atención a las mujeres que aparecen enZozobra, la figura que destaca más netamente es la de MaríaMagdalena Nevares Cazares, que recuerda a aquella doñaMarta de Nevares, segundo gran amor de Lope de Vega einspiradora de la mejor y mayor parte de las cancionesamatorias del Fénix español. A María Nevares se dirigeindistintamente con los nombres de María y Magdalena.López Velarde conoció a María en la casa del senadorporfirista don Francisco Albíztegui, en San Angel, D.F., porpresentación que le hizo el entonces pasante de leyes donManuel Gómez Morín, en diciembre de 1911. Ramón quedóvivamente impresionado por los extraños ojos de aquellamuchacha, con quien había de tener una muy larga corres-pondencia que abarca desde el año de 1912 hasta el de 1921en que murió el poeta. Todavía en abril, Ramón emprendióviaje a San Luis para expresar a la señorita Nevares sucondolencia por la muerte de su señor padre. Ella por suparte continúa fiel a la memoria de su poeta.

Cuando hizo conocimiento con María Nevares se encon-traba un tanto deprimido a causa de no haber obtenido unpuesto judicial que ambicionaba en la capital de la repúbli-ca, y al que se juzgaba con derecho, ya que como se sabe, fueuno de los defensores del señor Madero, cuando éste estuvopreso por el delito de sedición en la penitenciaría de SanLuis Potosí. “Al triunfo de la causa”, López Velarde seentrevista con el Jefe de la Revolución y éste le envía con suMinistro de Justicia para que le emplee. El licenciado Váz-quez Tagle le ofrece un puesto de ínfima categoría, actuarioo cosa por el estilo, que el poeta rechaza, y tiene que volversea su juzgado de la aldea potosina. Por los mismos díasvuelve María Nevares a San Luis Potosí, y López Velarde daprincipio al cortejo. Le expresa una afección vehemente enla que ella no cree, de momento. El le habla de sus deseos degloria y fortuna, le promete la felicidad y se vuelve a Méxicopara seguir luchando, ahora como postulante, asociado albufete de don Eduardo J. Correa, y como periodista en LaNación, órgano del partido católico que dirige el mismoabogado aguascalentense. EL poeta lleva consigo todos lospoemas de La sangre devota, cuya publicación tenía proyec-tada en el año de 1910, en la imprenta del periódico ElRegional de Guadalajara, del que era director el licenciadoCorrea. Al abandonar este la dirección del periódico, sefrustró el proyecto. En el número dedicado a honrar lamemoria del poeta jerezano por la revista México en elArte, publiqué sumarias apuntaciones sobre dicha ediciónnonata, que precedieron a su reproducción fragmentaria enfacsímile. Anuncié entonces que al conocerse la correspon-dencia de López Velarde con su amada del Potosí, se forma-ría cabal idea del López Velarde natural y humano, realista,como dicen los locos de hoy. Sus amores ideales con Fuen-santa hacían crisis por entonces, al dar paso la adolescenciaa la juventud. Es ya otra la voz del cantor. Es “partitura delíntimo decoro”, no ya el compás de las misas de Eslava oídasen provincia, con ecos de González Blanco y reminiscencias

1 2 Vuelta 110 / Enero de 1985

Page 7: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

el teatro de Echegaray. Ahora busca personalizarse. Todoslos poemas de Zozobra revelan ese estado de vacilaciones ye inquietud psicológica de quien intenta emitir una voz novulgar ni el eco de voces anteriores. Es natural que en cadauna de las fases de su desarrollo literarioel jerezano refleja-a las inquietudes mentales, y sobre todo estéticas quetenían prevalencia en cada una de ellas. Por eso no es deextrañar que el teatro dejara también su huella fascinadora.La carreta de Tespis hundía sus ruedas morosamente en losampos áticos lodosos de lluvia fertilizante, mucho antes deque las trojes estuvieran colmadas y los lagares reventasene mosto. En sus días de la provincia potosina el Teatro de1a Paz era emporio de espectáculos escogidos, juegos flora-les, ópera, buena zarzuela y sobre todo comedia, esa comediaespañola de Echegaray y Zorrilla, a quienes fúe tan deudora1a dramaturgia othoniana. Entre las compañías que visita-ron San Luis se distinguió especialmente la de Tomás Bo-ras, en cuyo repertorio figuraba El loco Dios. El conflictomedular que representa este raro drama en cuatro actos esmuy semejante al que por entonces vivía nuestro poeta:demostrar a la amada, madura y pudiente, la autenticidad deuna pasión en la que los villanos de la farsa creían descubrirsólo el mezquino interés económico. Se trataba, en amboscasos, de un joven abogado provinciano y pobre, pretensorde un cariño en consonancia con el suyo, sincero y contraria-o por el medio hostil. En drama alguno de Echegaray eldesborde lírico es mayor.

“Fuente, que aunque de la tierra impura brotas, eresanta”...

Y la eterna oposición del diablo con el símbolo cristiano:

“Cuando la miro a usted el resto del universo me sobrame molesta, me pone frenético. ¡Ruido que rompe la armo-nía, fealdad que embadurna la hermosura, el diablo ridículomás mono que diablo, que se me pone a hacer gestos delantede la cruz y no me deja verla!”

Y el planteo tajante que elude lo crematístico en busca dela igualdad amatoria: “Usted es rica, yo no lo soy. Voy abuscar la riqueza y cuando vuelva poderoso, ya no tendráusted para qué atormentar su espíritu con cavilacione!indignas de usted y de mí”.

A la tertulia literaria que a diario presidía el abarrotenFacundo Venegas, en su almacén de la calle de Iturbide etSan Luis, se presentó aquella vez Ramón López Velarde, untanto abatido. Rechazó la copa de Marie Brizard que el iberole ofrecía, y estrechado por el afectuoso cerco de pregunta!de su inseparable camarada Melchor Vera, contestó COI

metáfora eléctrica, “que traía poco voltaje por la proximi-dad de su salida para la capital”. Luego se dedicó a escucha:los versos de “El Mago” Medellín Espinosa, que increpabara una elusiva potosina:

No eres ti la soñada. La soñada teníacomo ninguna otra, piadoso el corazón,la soñada era dulce como una melodíay tú eres implacable como una maldición.

Acodados en el mostrador, otros citaredas del parnaso localesperaban su turno: Jorge Adalberto Vázquez, en cuyo,espejuelos se refractaba la luz meridiana; Alfonso Zepeda

Vuelta 110 / Enero de 1985

Page 8: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

U N A M O R I M P O S I B LE

Winkfield,. de corrosivas ironías; Agustín Vera, PanchoSustaita.

Instado a decir algo, Ramón extrajo del bolsillo unosdesmayados versos que concluían:

. . . el campanero y yo somos amigos.

El sopor ofidio de las cuatro de la tarde deglutió aunque sinmasticarlo, aquel poema. Poco después, se despidió paraponer un telegrama a su familia, que residía en México, enuna casa de la avenida Jalisco, colonia Roma, anunciándoleque llegaría al día siguiente. Al salir del telégrafo, pidió aMelchor Vera que le acompañase a la estación del ferroca-rril a comprar su boleto para México. De paso, se despediríade su novia María Nevares, cuya casa estaba frontera a latermina1 ferroviaria.

En el camino hizo comentarios sobre el triunfo del made-rismo, el encumbramiento de su amigo Pedro AntonioSantos (con el cual había colaborado en la defensa delApóstol y a quien acompañó a la estación unos pocos díasantes), sobre la reciente muerte de su padre en Aguascalien-tes, etc. Al acercarse a las ventanas de María, que miraban alponiente, ésta hizo reverberar su espejo contra la lumbrevesperal, lanzando sobre su novio la burlona agresión del“cardillo”. Por su parte el poeta introdujo la mano en labolsa, con ademán amenazante de sacar un revólver, ymostró un gran salero de cristal azul, de color muy semejan-te al de los ojos de su amada. Melchor Vera se detuvo aconveniente distancia de los inminentes arrumacos.

El diálogo fue corto y al terminarse, las ventanas secerraron, acusando en el fruncimiento de sus visillos la caída

del telón y en la contracción pudorosa de los obligadoscaracoles, la clausura de un sueño virginal.

Al ver el rostro demudado de su amigo, le preguntó Vera:-¿Qué te sucede, Ramón?-Hemos terminado.Luego le explicó que María se mostraba dudosa acerca de

la duración de su afecto, una vez incorporado al vivir metro-politano, según ella prodigo en tentaciones. Se mostróinformada de sus galanteos a Teresa Toranzo, una tenderaojizarca de El Venado, cuando estuvo allá de juez. Noignoraba tampoco que “hacía el oso” a Genoveva RamosBarrera, pendiente de cuyo piano pasaba las horas en una de“Las Nueve Esquinas”. ¿Y aquella especie de amistad amo-rosa con las homónimas Susanas Jiménez, una de San Luis yotra de Jerez, con las que se carteaba? Y si eso era enciudades chicas y pueblos rabones, ¿qué no sucedería en “unMéxico”?

-Ante información tan erudita, te confieso, Melchor,que me sentí confuso. Pero aún no me reponía de la sorpre-sa, cuando me enrostró aquella frase, creo que de Heine,sobre que los poetas somos el primer amor de muchas y elúltimo de ninguna, y que para mi mal le cité yo mismo al-guna vez. En fin, que ojalá no le dé Dios labios de profetisa.”

4. Una entrevista medio siglo después

No hay que ser adivino para ver que el primer amor deMaría (y aparentemente el único) le plantó “aquella frase”.Pero el joven y caballeroso licenciado López nunca haríagala de esa técnica, como Kierkegaard, que la explica en elDiario de un seductor: cómo le plantó a su prometida lainiciativa de romper con él.

En la mejor tradición provinciana, María se quedó paravestir santos hasta los ochenta años (¿1895-1975?). En1971 fue entrevistada por el poeta, crítico y sacerdote poto-sino Joaquín Antonio Peñalosa, que publicó la entrevista enEl Sol de San Luis (26 I 71). El texto (de sus Páginasescogidas, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 1983)es el siguiente:

-Pase, pase, me siento feliz de verlo a usted. Yo era amiga desu mamá. Nos veíamos todos los días en misa de siete en LaCompañía. Siéntese. Cómo quiere que esté. Con la pena de mihermana Patrocinio que murió hace tres meses, se me olvidanlas cosas. Vivo sola. Mire, por esa puerta me comunico a la casade mi cuñada. Mis vecinos son muy buenos. El sastre, el reloje-ro, los pintores de enfrente, las señoritas que venden estambre,el padre Ortega que viene a verme seguido. Pero estos ochentaaños, casi... Si fuma, fume usted. Déjeme quitarle esos prende-dores de la mesa. A mí siempre me gustaron las composturas.

La señorita María Magdalena Nevares Cázares vive en lacalle Julián de los Reyes 345, en la zona comercial de San LuisPotosí.

El zaguán, las macetas con camelias rojas, las camelias blan-cas, ay, se secaron. Las alacenas de cedro del comedor, la vajillajaponesa, los pocillos de porcelana, el viejo reloj parado. En laantesala, un biombo de terciopelo negro pintado por las manosde Mariquita, dos libreros rinconeros por donde se asoman elAño Cristiano y los versos de López Velarde. Megustaba tantoleer de muchacha. Mire, aquí está mi retrato cuando tenía unosquince años, muy chirisca, siempre fui de pelo rizado, ahora niel recuerdo, lo tengo blanco, nunca me he pintado las canas, nilas primeras. Todos mis muebles son antiguos. El piano color

1 4 Vuelta 110 / Enero de 1985

Page 9: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

caoba con la cubierta adornada de flores que también ella pintó,hace tantos años. La máquina Singer. La cama de alto cabezal.Soy muy devota del Sagrado Corazón, lo tengo en todas laspiezas. Este Crucifijo, me lo traje de Chihuahua. Un cristo llenode blancura y de dolor, como las camelias marchitas del patio.

-No, no soy potosina. Soy de la Sierra Madre de Chihuahua,de Guadalupe y Calvo, ahí había casa de moneda. Pero me vinemuy chica a San Luis. No más considere. Adopté a dos niñas,que son mis hijas, se casaron. Buenas como usted no se loimagina. Sus niños me dicen abu.

Ramón López Velarde amó a esta dulce ancianita, blanca yfina como las camelias, entre azules y verdes los ojos inusita-dos de sulfato de cobre que el poeta evoca en su libro Zozobra,llamándola a veces Magdalena, a veces María.

-Tendría 14 años cuando conocí a Ramón. Aquí en la Plazade Armas de San Luis Potosí. Vivíamos por la Estación delFerrocarril, por el Exprés, ahí tenía mi papá una tienda yteníamos casa propia. Me trajeron a dar la vuelta a la Plaza, hade haber sido mi mamá, porque mi hermana no: nos traía mimamá. Entonces ponían sillas, había música desde temprano.Serían como las cuatro de la tarde. Porque, noche, no nosdejaban andar en la Plaza. Mi madre se llamaba Florencia y mipadre José María. Ahí me conoció Ramón en la Plaza. Eran lospaseos de entonces. Luego se quedó viéndome. No platicamos.No más nos vimos.

-Bueno, Mariquita, ¿usted fue novia de Ramón?-Muchachadas: Así eran los noviazgos de entonces.-¿La visitaba Ramón?-Una vez me mandó regalar flores con un muchachito.

Nunca me escribió con versos. Cartas, sí. Serían unas cinco oseis. (En realidad la correspondencia abarcó desde 1912 hasta1921). Rompí las cartas hace mucho tiempo. Yo dije, para quélas guardo. Cosas de juventud. Eran cartas breves. Yo siemprelas contestaba, lo trataba con respeto, él era un hombre muyilustrado. Era muy platicador, me visitaba con mucho respeto.Trataba con mucha seriedad. Era muy inteligente. Mucho.Platicábamos. Qué seré, me decía, yo te quiero y se lo he dicho amis familiares. Bueno, no al principio, sino cuando ya meempezó a hablar de tú.

-Oiga, Mariquita, ¿y por qué cree que Ramón se fijó enusted?

-Cantaba, me gustaba la música, la pintura, de todo toméclase. Mi papá me compró ese piano que está en la sala. Mire,esas pinturas son mías. Ese cuadro al óleo con flores. Lasseñoritas Cabrera me dieron clase de pintura. Ramón siempreelogiaba mis ojos. El decía que eran azules, pero mi papá decíaque eran verdes, de gato.

--¿Y qué pasó cuando Ramón se fue de San Luis Potosí aMéxico?

-Yo viajaba mucho a México. Iba a casa de mi tía Dona-ciana, le decía Chanita, ella se apellidaba Nevares de Albízte-gui. Mi tía era muy sociable, era de las familias que figuraban.Tenían su casa en San Angel, cerca del templo del Carmen, unahuerta muy bonita. Ramón vivía también en San Angel. Un díasalí y Ramón se fue detrás de mí. Salió mi tía al balcón. Oye,quien es ese joven alto que venía detrás de ti. Es un joven que sellama Ramón López Velarde. Ramón pasaba seguido frente ala casa. Una vez mi tía le preguntó a Manuel, su hijo. Este quepasa y pasa, quién es. Es un amigo, él conoce a María desde SanLuis y quiero presentártelo. El la quiere. Pásalo. Ya entró, yapasó. Mi tía vio que se trataba de un hombre serio. Esto seríacomo en diciembre de 1911. A mi tía también le gustaba elcanto, tocaba el piano y el arpa. Un piano grande del año delcaldo. Viajaba seguido a Europa.

-¿Conserva algún otro recuerdo?-Los dueños de un hotel de la calle Isabel la Católica,

invitaron a comer a mis tíos. Como Ramón supo que yo iba a ir,

se hizo de una tarjeta y se fue a comer, aunque no le tocó mesa,había mucha gente, pero platicamos.

-¿Cómo era Ramón, Mariquita, qué imagen guarda de él?-Alto, delgado, le diré a usted, un joven sano, a mí se me

hacía muy guapo. Ramón era muy estudioso. Era más bienserio, que anduviera con risas no, era muy formal. Religioso,cómo no, de muy bonitas ideas, un hombre que le gustaba todolo bueno, menos yo. Siempre me di a respetar para darle aconocer mi carácter. Su voz, era una voz de un joveneducado, ysu conversación muy agradable. Una vez me dijo, por qué seráque te quiero y tengo tus ojos toda la vida en el cerebro y no telos dejas ver.

Mariquita, apoyada en su bastón, agachadita de años, los ojoshúmedos de luto, me abre la puerta.

-No deje de volver.Yo abro las poesías de Ramón López Velarde por donde ella

cruza, juvenil y altiva, mientras el poeta le pide: “No mecondenes”.

Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre:ojos inusitados de sulfato de cobre.Llamábase María; vivía en un suburbio,y no hubo entre nosotros ni sombra de disturbio(...)El reloj de su sala desgajaba las ocho;era diciembre, y yo departía con ellabajo la limpidez glacial de cada estrella.

(Pero, Ramón. Si María no era pobre. Las rimas, como algunasnovias, suelen ser difíciles...)

5. El llanto del verdugo

Fue esa última frase del padre Peñalosa la que me puso ainvestigar, hasta que acabé armando esto. ¿Cómo era posi-ble? La famosa ‘*novia muy pobre” ¿no era pobre? “Era latípica ‘señorita educada’ de aquellas calendas”, me escribe elpadre Peñalosa. (Que también me dice: “El Lic. VicenteGómez Sologuren, que fue maestro en leyes de López Velar-de, me contaba que muchas muchachas potosinas andaban acaza del inatrapable y apuesto poeta.“) María, según meinforma el profesor Noyola, era hija de un minero chihua-huense que había hecho dinero y emigrado a San Luis. Poreso se había extrañado y molestado de verse convertida en la“novia muy pobre” de Ramón, cuando la verdad era otra: elpobre era Ramón.

¿Por qué lo hizo? No Por molestarla, evidentemente; eratodo un caballero, la quería bien y hasta se sentía culpable dehaberla ilusionado. Tampoco por salir del paso en una rimadifícil: le encantaba darse el lujo de resolverlas con graciainusitada. Tenía que haber más, una verdad profunda detrásde esa mentira biográfica (que biográficamente era un pro-blema: ella se iba a molestar). Según me parece finalmente,la única explicación posible del adjetivo “pobre” es que loexige internamente el Poema, como discurso de una malaconciencia trepadora.

López Velarde invierte la situación real, y no para hacerlaencajar en el mito romántico, donde encaja perfectamente(ella una joven de buenas familias, él un joven trovador quetodavía no tiene nada que ofrecerle), sino para invertir elmito (ella no tiene nada que ofrecerle, el joven trovadoraspira a más). Esta inversión expresa una conciencia mo-derna: una autocrítica del trovador/trepador. Isolda no es laprometida del rey, inalcanzable para el trovador: es la

Vuelta 110 / Enero de 1985 15

Page 10: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

UN AMOR IMPOSIBLE,

prometida del trovador que le impide ser rey. Tristán seidentifica con ella como víctima, y llora, pero no se engaña:él mismo es el verdugo que separa a la pareja.

La supuesta pobreza de Maria está exigida por la inver-sión del mito. Es congruente con el resto del poema, dondeMaría es la víctima de un abandono, que suscita sentimien-tos de culpa. El problema de López Velarde es que no puedeasumir la figura de los antiguos trovadores: está corroído‘por el hábito del análisis”, tiene una lucidez cruel que leImpide engañarse. No puede culpar a Dios, el destino, lasociedad, del No que impide la pareja. No puede decir: mevoy a destruir las barreras que nos separan, me voy aconquistar el mundo para merecerte, porque sabe que no escierto. Por eso invierte la realidad y el mito romántico. Lapobre de María lo es como parte mutilada de una parejaposible, como la parte que se queda, en vez de ir a suplenitud.

Nada externo impedía la pareja, sino las ambiciones deljoven provinciano: los silbatos febriles del progreso, lascampanadas centífugas que lo llamaban a la capital. Y ¿quénoviazgo puede ser duradero entre esos pérfidos silbatos?¿Quién, que pueda escribir como nadie, va a dejar que se levaya el tren, para quedarse a departir con ella, bajo lalimpidez glacial de cada estrella?

El patetismo del poema está en los sentimientos de culpaque nos hace compartir, hoy que parece un derecho (y hastaun deber) la más alta realización de uno, a costa de quien sea.Nos identificamos con el personaje que va en el tren delprogreso con la cara vuelta hacia atrás: llorando todo lo que,dejó, pero sin engañarse, sabiéndose el verdugo de aquellaseñorita que se quedó soltera.

Allen W. Philips (Ramón López Velarde, el poeta y elprosista, INBA, 1962) ha señalado la afinidad de “No mecondenes” con “Mi pecado”. En apoyo de esta observación(aunque María no fue la segunda hija de un notario), habríaque señalar no sólo la vehemencia autocrítica de ambostextos, sino la forma de tratar el mal y la mala conciencia:

Por zurdo cálculo me acerqué a la segunda de las hijas de aquelnotario. Desde la siniestra imparcialidad con que estoy mirán-dola, me confieso traidor, egoísta y necio. En las efemérides demi flaqueza, es ella, en realidad, mi único pecado.

La aproveché mientras duró la comodidad de mi conciencia.Al sentirme incómodo, la saqué del calor de mis entrañas y lasolté sobre el invierno. Casi no se quejó. Lancé su corazón con laceguera desalmada con que los niños lanzan el trompo. Hoy,castigándome la cuerda los dedos, la dignidad de su martirio meecha en cata la más hueca de mis faltas.

Me faltó personalidad. De la interferencia de nuestras vidas,salí deshonrado. A partir de entonces hay alguien que puedehablarme de arriba a abajo. En el sol y en las estrellas heindagado por una reparación, no ante ella, que quizá me des-preciaría, sino ante mí mismo. Mas la noche y el día meesconden el emblema de la expiación.

Viejo pecado, que en este instante rezarás o coserás: si eresexpiable, te ofrezco mi voluntad de permanecer inferior a ti.Quiero hablarte siempre desde abajo. Mi iniquidad rayó tuhoróscopo diamantino con una estría de duelo. Viejo pecado,que en este instante cantarás dentro del vaho de la tardelluviosa: conserva en rehenes mi deshonor.

En ambos textos hay una confesión, no a ella sino, digamos,al público, que se interrumpe en un final patético dirigido a

ella. En ambos, hay una mala conciencia que resulta doble: laprimaria, que pudiéramos llamar autobiográfica, y otra quesurge frente a la primera y que pudiéramos llamar poética.Pero no se trata simplemente de que en la primera partehable una conciencia y en la segunda otra. Las dos estánpresentes de principio a fin de los textos, aunque en laprimera parte contraponen y en la segunda suman suspresencias.

En el poema, contrasta el patetismo del culpable con lagratuidad y aun banalidad del mal: él la abandona, aunque“no hubo entre nosotros ni sombra de disturbio”. En elprosema, él la contempla desde una “siniestra imparciali-dad”. Que la imparcialidad sea siniestra parece extraño;también que el abandono carezca de motivo y sin embargoestremezca. (Sin hablar de lo más extraño para una concien-cia convencional: él se siente culpabilísimo por haberlailusionado, en una relación que no pasó del noviazgo res-petuoso.)

En la primera parte del poema, la confesión tiene ciertoregodeo de Don Juan situado en la superioiidad de la capital(“tierra adentro”), que habla como el superviviente (“Lla-mábase”, “vivía”) de una aventura provinciana, quizá anteotros compañeros de copas, con un dejo burlón (noviazgoentre campanadas y silbatos) y folclórico (el gendarme; seveían, naturalmente, ventana de por medio). Pero la voz sequiebra, Habla de pronto para sí misma y luego ante lapobre que se quedó escuchando los silbatos del tren que notomó.

La segunda mala conciencia está implícita en el tono de laconfesión. Pinta a la primera como diciéndole en el confe-sionario: Hijo, ¿vienes a confesarte o vienes a presumir? Esla mala conciencia de tematizar la mala conciencia. Hasta en

16 Vuelta 110 / Enero de 1985

Page 11: Gabriel Zaid, Un amor imposible de López Velarde

G ABRIEL Z A ID

esta confesión de abandono, la abandonas: la sacrificasnuevamente a tu vocación de escribir, la conviertes enmateria prima de un poema, la dejas allá tematizada parasiempre, convertida en objeto. Hablas de ella como si hubie-ra muerto, como si estuvieran en el limbo y, sin embargo, enel momento de escribir el poema (1916), ella tenía veinteaños o poco más, estaba a unos cientos de kilómetros, tocabae1 piano, cantaba, pintaba, tenía unos ojos preciosos, contes-raba todas tus cartas y estaba puestísima: le hubiera encan-tado ser la señora López Velarde.

Por eso es siniestra la “imparcialidad con que estoy mi-rándola”. Es como la imparcialidad de un fotógrafo quetematiza su naufragio, y pasa a la inmortalidad, fotografian-do la mano que no alcanzó a subir al bote, mientras élocupaba las suyas en fotografiarla.

En “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”, después deescribir:

De las nueve de la noche en adelante,viendo la televisión y conversandoestoy esperando la muerte de mi padre.

Jaime Sabines introduce una segunda voz que dice entreparéntesis:

(Me avergüenzo de mí hasta los pelospor tratar de escribir estas cosas.¡Maldito el que crea que esto es un poema!)

Este quiebre de voz no es tan explícito en López Velarde,pero convierte en tema el mismo malestar: el malestar deconvertir al otro en tema, con siniestra imparcialidad. En elpoema de Sabines, la segunda conciencia entra como unaparte teatral que se dirige al público. En los textos de LópezVelarde, el quiebre desemboca en hablarle de tú al tema,como si así fuera posible negar que ella está ahora converti-da en objeto. Pero no se engaña. Sabe que el texto no reparael daño: lo perpetua. La mala conciencia poética se suma a lamala conciencia biográfica, en vez de darle la absolución.Dirigiéndose a la victima, acusándose, las dos malas con-ciencias entran en resonancia patética y se funden, como enun gran final de violín y piano.

Hay una solución parecida en el tema de los ojos, quevolvió memorable del segundo alejandrino:

ojos inusitados de sulfato de cobre

Alfonso Méndez Plantarte (El Universal, 14 III 49) seña-ló la fuente en Amado Nervo (el primer verso del poema“Dominio”, del libro Serenidad, 1914) (por cierto que Ma-ría, según me dice el padre Peñalosa, era blanca pero norubia, de pelo castaño oscuro, muy rizado):

Unos ojos verdes, color de sulfato de cobre;unos rizos rubios, de pálido sol boreal.

Pero hay que hacer una referencia erudita para recordarestos versos, seguramente leídos por López Velarde: noestán en la memoria de nadie, como los ojos de María. Elprimero, en particular, no tiene la redondez prosódica delalejandrino, y se toma quince sílabas para decir muchomenos que López Velarde en catorce. Este suprime Unos,

verdes, color (el 40% de las sílabas) a cambio de un adjetivo(inusitados) que lo cambia todo.

Aunque enemigo de explicar sus procedimientos, LópezVelarde dejó dicho cómo podía pasarse mucho tiempo bus-cando un adjetivo, guardar el poema como un crucigrama noresuelto, dejar en blanco el espacio para el adjetivo quebuscaba. Así descubrió la gota categórica, que no sólo caecon perfección prosódica (go-go, ta-te, oa-oia) y exactitudperfecta, sino con perfección y exactitud categóricas: nopuede haber otro adjetivo posible. La belleza es doble: haceentrar en resonancia la referencia a la gota que cae y laautorreferencia al adjetivo que cae con una música y exacti-tud que reproducen la gota.

El adjetivo inusitados tiene esa triple perfección. Suenamuy bien, es muy exacto, pero además:

a) es inusitado,b) se refiere a unos ojos de color inusitadoc) y también a una forma inusitada de llamar a ese color

(sulfato de cobre).Es decir: el adjetivo inusitados adjetiva unos ojos (diga-

mos biográficos, b); adjetiva la conciencia (digamos poética,c) de tematizarlos; y en el mismo acto adjetiva su propioacto de presencia (es autorreferente, a). Hace entrar todo enresonancia: las sílabas resonantes, la exactitud, la concienciade esa exactitud. Y como se refiere a unos ojos que enamo-ran y juzgan, lo que se queda en la memoria, después depatetismo, son esos ojos del amor imposible.*

NotasLuis Noyola Vázquez nació el 24 de agosto de 1916 en San Luis Potosí.Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Universidad Nacional(leyes, como su padre, que fue compañero de López Velarde; y como suabuelo, compañero de Othón). Fue funcionario público de su estado ( 1939-1944). Fundó y dirigió la revista Letras Potosinas (1942-1945). Desde1950, es profesor de literatura. Publicó Cancel (poemas, 1946); Fuentes deFuesanta. La ascención de López Velarde ( 1947. con prólogo de EnriqueGonzález Martínez; segunda edición aumentada, 1971; tercera, 1975); Loscauces poéticos de Manuel José Othón (1958 y 1962). Tiene inéditosPeriplo intimo (sonetos), Enrayo biográfico de don Luis de la Rosa. Unacenturia de politica internaciotial de México, Estudio crítico sobre ConchaUrquiza, Historia crítica de Ia literatura mexicana y la recopilación de susensayos en Letras Potosinas. Algún editor debería pedirle una versiónampliada de sus Fuentes de Fuensanta para el centenario de LópezVelarde ( 1988).

Joaquín Antonio Peñalosa nació el 16 de agosto de 1923 en San LuisPotosí, donde fue ordenado sacerdote en 1947 y fundó el Hogar del Niño(que sigue a su cargo). Publicó la revista Estilo (1945-1959). Renovó lapoesía católica con Ejercicios para las bestezuelas de Dios (1959) y otroslibros recogidos en Un minuto de silencio (1966). Escribió el libreto de laúltima obra de Miguel Bernal Jiménez (La Pastorela, poema sinfónico, conballet y poesía coral, sin estrenar). Doctorado en letras por la UNAM yacadémico de la lengua, ha sidosumamente productivocomo investigador.Le debemos un cuaderno inédito de poemas adolescentes de Manuel JoseOthón (Ensayos poéticos), así como la mejor edición de su Poesía completa(Editorial Jus. 1974); además del estudio José Manuel Othórn, novelistaolvidado. Editó el Epistolario de Ipandro Acaico y el Epistolario de JoaquínArcadio Pagaza. También ha publicado libros sobre los poetas IgnacioMontes de Oca, Ambrosio Ramírez, Francisco González Bocanegra. DiegoJosé Abad y Luis de Mendixábal; Entraña poética del himno nacional,analizado como poema; dos interesantes libros socio-literario-religioso:Vocabulario y refranero religioso de México, Cien mexicanos y Dios. Estácompilando para la Editorial Jus Flor y canto de poesía guadalupana,imprescindible antología en cuyo primer volumen (siglo XX) me enteréde que el famosísimo himno guadalupano (“Mexicanos volad presurosos /del pendón de la Virgen en pos”) es nada menos que de José López Portilloy Rojas. Vida, pasión y muerte del mexicano, que resultó un bestseller(1973, con, docenas de reediciones), y sus artículos periodísticos le han dadoun público nacional. insólito para un poeta que decidió no irse a la capital.

Vuelta 110 / Enero de 1985 17