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Universidad de Deusto Galo Bilbao, Xabier Etxeberria, Izaskun Sáez de la Fuente y F. Javier Vitoria Conflictos, violencia y diálogo El caso vasco

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G. Bilbao, X. Etxeberria, I. Sáez de la Fuente y F. Javier VitoriaConflictos, violencia y diálogo

El caso vasco

En este volumen se exploran las posibilidades que tiene el recurso al diálogo, y las condicionesque deben darse, para gestionar positivamente los conflictos que se sitúan en el ámbito político,

incluyendo aquellos de expresión violenta. No se plantean, además, meras consideracionesteóricas, pues se aplican a una realidad concreta de conflictividad con dimensiones no violentas y,desgraciadamente, también violentas: la vasca. El método elegido para abordar este objetivo tiene

una doble perspectiva entrecruzada. Por un lado, se intenta que haya una interacción constanteentre el momento analítico de la situación –la vasca–, el momento teórico de la reflexión –general–

y el momento práctico de la aplicación –a la realidad vasca–. Por otro lado, se asume laperspectiva interdisciplinar con cuatro enfoques: el de la ciencia de la investigación sobre/para lapaz, el filosófico-ético, el socio-político y el teológico. El trabajo se cierra con unas conclusiones

compartidas por todos los miembros del equipo.

Galo Bilbao, licenciado en Filosofía y Teología, es profesor deÉtica en la Universidad de Deusto (UD) y miembro delInstituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP) de ladiócesis de Bilbao.

Xabier Etxeberria, doctor en Filosofía, es Director del Aulade Ética de la UD y Responsable del Área de Educación parala Paz y los Derechos Humanos de Bakeaz.

Izaskun Sáez de la Fuente, doctora en Sociología, esdirectora del Departamento de Investigación y Formación delIDTP y profesora colaboradora de postgrados en la UD.

F. Javier Vitoria, doctor en Teología, es director delDepartamento de Presencia Pública del IDTP y profesor deCristología en la Facultad de Teología de la UD.

Otros títulos de la Serie Etica

La Etica en la Universidad, Autores varios.

Etica y libertad, Román Gárate.

Etica básica, Xabier Etxeberria.

Eficiencia, corrupción y crecimiento con equidad, Autores varios.

Etica de la diferencia, Xabier Etxeberria.

El perdón en la vida pública, Autores varios.

Oinarrizko Etika. Lanbideen Etika, Xabier Etxeberria, Galo Bilbao.

Enfoques de la desobedencia civil, Xabier Etxeberria.

Autenticidad. Reflexiones para una Etica, Estanislao Arroyabe

Universidad de Deusto

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Galo Bilbao, Xabier Etxeberria, Izaskun Sáez de la Fuente y F. Javier Vitoria

Conflictos, violencia y diálogo

El caso vasco

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Galo Bilbao, Xabier Etxeberria, Izaskun Sáez de la Fuente y F. Javier Vitoria

Conflictos, violencia y diálogo

El caso vasco

2004Universidad de Deusto

Bilbao

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Serie Etica, vol. 10

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Fotografía de la portada: STR (Reuters)

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ISBN: 978-84-9830-731-3

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Indice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Sobre la noción de conflicto, violencia y paz y el lugar del diálogo, Equipo de investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

1. Sobre la noción de conflicto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152. Sobre la noción de violencia y paz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193. La relación de las nociones analizadas con el diálogo y su proyección

al conflicto vasco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224. Últimas precisiones sobre el conflicto vasco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

El lugar del diálogo en la gestión positiva de los conflictos y el caso vasco. Un estudio en el marco de las «Investigaciones sobre paz y conflictos», Xabier Etxeberria Mauleon . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

1. Gestión positiva de los conflictos y diálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32

a) La gestión del antagonismo y el lugar del diálogo . . . . . . . . . . . . 33b) La atención al problema o el objeto del diálogo . . . . . . . . . . . . . 36c) La gestión positiva de los conflictos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38d) La aplicación al conflicto vasco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

2. La construcción de la paz en marcos de violencia y el lugar del diá-logo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54

a) Los triángulos para la paz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55b) El proceso de construcción de la paz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60c) El lugar del diálogo en la construcción de la paz y el caso vasco . . 66

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3. La intervención en los conflictos como facilitación del diálogo . . . . 79

a) La tipología de Galtung . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80b) Complementos diversos en torno a la mediación en los conflictos 82c) Sobre mediación y conflicto vasco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92

Paradigmas éticos y diálogo, Galo Bilbao Alberdi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

1. La perspectiva prioritaria de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98

a) Asumir la mirada de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98b) Repercusiones políticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

2. Elogio del diálogo: un acercamiento antropológico . . . . . . . . . . . . . . 1053. Una ética del diálogo: la perspectiva discursiva . . . . . . . . . . . . . . . . 107

a) Caracterización general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107b) Valoración inicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109c) Aplicación a la realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111d) La cuestión de la violencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113e) Silencio y memoria como alternativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

4. Las virtudes para el diálogo: la perspectiva aretológica . . . . . . . . . . 120

a) Las virtudes para el diálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120b) Aplicación a la realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

5. Las virtualidades del diálogo: la perspectiva utilitarista . . . . . . . . . . 124

a) El enfoque utilitarista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124b) Aplicación a la realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

6. El deliberacionismo: un acercamiento desde la filosofía política . . . 1267. El diálogo político y sus condiciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130

Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136

El debate político en torno al diálogo en el contexto vasco, Izaskun Sáez de la Fuente Aldama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

1. La Constitución y el Estatuto de Guernica, ejes de la transición . . . . 1452. El Pacto de Ajuria Enea y su «década de vigencia formal» . . . . . . . . 152

a) La Mesa de Ajuria Enea. Claves de análisis en el contexto de la primera tregua de ETA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152

b) La Alternativa Democrática de ETA en plena efervescencia de las tesis de la socialización del sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

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3. El controvertido fenómeno de Lizarra-Garazi . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162

a) El Plan Ardanza y la época de los manifiestos. El fin del mínimo común denominador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162

b) Lizarra y la tregua: ¿el camino hacia la «casa comunidad recons-truida»? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169

4. Voladura de puentes con el Plan Ibarretxe en el centro del debate . . 176

a) El proceso de ilegalización de Batasuna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176b) Plan Ibarretxe: ejes de un Nuevo Pacto Político para la Convivencia 188c) Reacciones a favor y en contra: el difícil juego de los matices . . 189

5. Breves apuntes sobre el vuelco electoral del 14 de marzo . . . . . . . . . 194

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197

El diálogo, la avenida que conduce a la plaza mayor de la paz. Diálogo y pacificación en las pastorales conjuntas de los obispos vascos, F. Javier Vitoria Cormenzana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

1. «Diálogo y negociación por la paz» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

a) La virtualidad política del diálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 204b) La negociación, la búsqueda del bien de Euskalherria por medios

pacíficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208

2. Diálogo y negociación por una paz nacida de «la memoria passionis» 213

a) El déficit del diálogo intraeclesial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214b) Evangelio de la Paz y víctimas del terrorismo . . . . . . . . . . . . . . . 218

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

Conclusiones, Equipo de investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227

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Presentación

La relación entre diálogo y conflictos es hoy una cuestión especial-mente candente y en más de un aspecto polémica. En principio, parecehaber un acuerdo razonable en que el diálogo es el modo adecuado deafrontamiento de los conflictos no violentos; aunque a la hora de con-cretar los sujetos —en conflictos colectivos—, las condiciones del mis-mo, su dinámica y su relevancia, la división de opiniones no tarda endejarse ver. Pero estos desacuerdos se muestran especialmente vivos,hasta llegar a posturas irreconciliables, cuando se plantea la conexiónentre diálogo y conflicto violento: para algunos el diálogo, hecho encircunstancias y modos específicos, tiene que seguir siendo la referenciacentral para su gestión positiva, para otros expresa una gravísima clau-dicación moral, con la que nunca se consigue la paz de la justicia. Estasobservaciones valen para la conflictividad que se vive en las relacionesinterpersonales, pero son especialmente pertinentes para la que se ma-nifiesta en el ámbito de lo que calificamos como explícitamente político.Sobre todo, para aquellas situaciones en las que está presente la violen-cia terrorista.

En el estudio que presentamos partimos del reconocimiento de estatensión, en torno al diálogo, entre su perspectiva de fecundidad para lasrelaciones humanas que puede suponerse a priori y la muy fuerte pro-blematicidad del mismo cuando se trata de aplicar a la realidad conflic-tual. Pretendemos precisamente centrarnos en esa tensión para trabajarlapositivamente, situándola además en el contexto en que más intensa-mente se vive, el de los conflictos políticos con inclusión de sus expre-siones violentas. Como asumimos, además, que las consideraciones yorientaciones que puedan proponerse se corroboran de modo más perti-nente cuando surgen de análisis de realidades concretas y vuelven a

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ellas, tomamos como punto de referencia una situación específica deconflictividad, la vasca: por un lado, y desgraciadamente, porque im-plica todo el abanico de la problematicidad al incluir una dimensión deviolencia; por otro lado, porque es la realidad social a la que pertenece-mos quienes hacemos el estudio, lo que nos lleva a asumir con ella uncompromiso moral.

Conviene aclarar, de todos modos, que el estímulo para esta inves-tigación no reside sólo en la motivación de las personas que la hemosllevado a cabo. Está detrás el impulso del Aula de Etica de la Universi-dad de Deusto y del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de ladiócesis de Bilbao. Se trata de Centros docentes que tienen como uno desus objetivos realizar una reflexión comprometida con los problemasde justicia social y de paz. Este trabajo, que hemos abordado comomiembros de uno u otro Centro, quiere ser precisamente una concre-ción más, que se suma a las ya elaboradas, de tal objetivo, hecha estavez en colaboración.

Para desarrollar la intuición de arranque antes señalada, hemos con-cebido el trabajo como una constante interacción entre el momentoanalítico de la situación, el momento teórico de la reflexión y el mo-mento práctico de la aplicación. Dicho de otro modo, hemos tenidopresente en todo el recorrido una orientación ética última, que se con-fronta constantemente con lo que pueden decir las ciencias sociales ylo que puede exigirnos la realidad. La realización de esta pretensiónnos imponía a su vez un acercamiento interdisciplinar. Es lo que hemosintentado a través de un proceso que se ha plasmado en los diversos ca-pítulos y que presentamos brevemente.

Comenzamos ofreciendo en el primer capítulo una especie de«marco introductorio», compartido por todo el equipo, en el que defini-mos con razonable precisión las categorías que van a ser claves en todoel estudio: la de diálogo, por supuesto, pero enmarcada en las de con-flicto, violencia y paz. Ciertamente, sin un acuerdo básico sobre esascategorías, que tras definirlas proyectamos ya al caso vasco, todo pue-de quedar sumido en la confusión.

En el segundo capítulo, elaborado por Xabier Etxeberria, nos acer-camos al objetivo propuesto desde el enfoque de esa ciencia social suigeneris que llamamos «investigación sobre/para la paz». Entendemosque, por un lado, permite continuar las clarificaciones conceptuales delprimer capítulo y, por otro, ofrece de modo pertinente —por la propianaturaleza de ese saber muy comprometido moralmente con la praxis—,propuestas especialmente dignas de ser tenidas en cuenta. En tres gran-des apartados, se analiza primero lo que puede ser la gestión positiva delos conflictos en general a través del diálogo, se pasa luego a abordar la

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misma cuestión pero ya para los contextos de violencia y se concluyeanalizando las funciones específicas de mediación y facilitación. Ha-ciendo en cada paso, según lo anunciado, una amplia aplicación a laconflictividad específica vasca.

En el tercer capítulo, a cargo de Galo Bilbao, se pretende desarrollarel momento moral presente en el anterior asumiendo explícitamente elenfoque de la ética filosófica. El autor comienza precisando el horizonteineludible de todo planteamiento moral —la mirada de las víctimas—, ypasa a ofrecer luego las diversas «éticas del diálogo» que pueden plan-tearse, no necesariamente en disyuntivas excluyentes: la discursiva, laaretológica, la utilitarista, la deliberacionista. Tras precisar las orien-taciones que nos ofrecen, va haciendo en cada caso las oportunas apli-caciones a la situación vasca.

Desarrollado el momento orientativo-moral, nos parecía necesariohacer una análisis pormenorizado de la conflictividad que estábamos to-mando como referencia. Un análisis que, ciertamente, tenía que realizar-se desde la sensibilidad de la ciencia política. Es lo que ofrecemos en elcuarto capítulo a cargo de Izaskun Sáez de la Fuente. La autora, tras unareferencia inicial al momento de la transición política, analiza la con-flictividad vasca y el lugar que ha tenido el diálogo en ella señalandotres grandes etapas: la focalizada en torno al pacto de Ajuria Enea, lacentrada en el pacto de Lizarra-Garazi y la que tiene como centro de de-bate el plan Ibarretxe. Acaba, por cierto, con unos breves apuntes en tor-no al vuelco electoral del 14 de marzo, tras el brutal atentado terroristadel 11M. Lo que nos da pie a una observación. Los textos que presenta-mos en este volumen estaban escritos casi en su totalidad antes de eseatentado. Esto es, no lo tienen explícitamente presente en sus reflexio-nes centradas en la conflictividad vasca, no tienen presente en concretoel impacto posible del mismo en el afrontamiento del terrorismo etarra.Creemos, de todos modos, que lo que se dice conserva su vigencia.

Dado el protagonismo social —polémico— que han adquirido losobispos vascos en la cuestión del diálogo ante el conflicto vasco, y te-niendo además presentes las instituciones impulsoras de esta investiga-ción, nos parecía que no podía faltar un último capítulo en el que seabordara el análisis de sus intervenciones al respecto. Es lo que ha asu-mido F. Javier Vitoria. Para completar la pluridisciplinaridad de enfo-ques, la perspectiva que se tiene presente aquí es la teológica. En unaprimera parte, el autor expone la propuesta de los obispos, tal como seofrece en sus pastorales conjuntas, pasando luego a hacer un análisis delas mismas decididamente centrado en la memoria passionis, esto es,en las víctimas del terrorismo, pero también, y complementariamente, enla necesidad de diálogo intraeclesial.

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Indicábamos antes que pretendíamos un enfoque interdisciplinar, esdecir, no queríamos acabar en una especie de «departamentos estancos»que se ignoran. A este respecto hay que aclarar que aunque la responsa-bilidad última por el contenido de cada capítulo de autor es de quien loha escrito, ese contenido ha sido dialogado con el resto de los miem-bros del equipo, lo que ha dado lugar a las oportunas propuestas de me-jora que en general han sido aceptadas. Esto es, podemos decir sin gé-nero de dudas que cada uno nos hemos contagiado de la sensibilidaddisciplinar de los demás y de sus opiniones.

Este trabajo de diálogo se ha concretado de manera especial en elesfuerzo por finalizar la reflexión con unas conclusiones compartidaspor todos, focalizadas en la conflictividad vasca y en los interrogantesque suscita. Es precisamente lo que ofrecemos como cierre de la inves-tigación. No están ahí todas las conclusiones que consideramos perti-nentes, esto es, otras pueden ir localizándose en los diversos capítulosde autor, pero sí están las que nos ha parecido oportuno debatir y com-partir de modo prioritario pensando en afrontar dialógicamente la reali-dad del conflicto que hemos tenido presente en todo momento.

Una última consideración para acabar. Si hay alguna referencia de-cisiva para la investigación que hemos compartido, es la de las vícti-mas del terrorismo. Toca al lector juzgar el resultado obtenido. Peroqueremos enfatizar, en cualquier caso, que si lo que aquí decimos entorno al diálogo es válido, será porque incluye de manera prioritaria ynunca quebrantada la justicia debida a las víctimas. Ese es el criteriodecisivo al que queremos someternos.

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Sobre la noción de conflicto, violencia y paz y el lugar del diálogoEquipo de investigación

Dado que el presente trabajo pretende ser una reflexión conjuntadesde perspectivas diferentes pero complementarias y no la mera suma decuatro aportaciones diversas, los autores han intentado aunar sus opi-niones tanto en el marco general en el que se ubican sus propias inves-tigaciones como en las conclusiones que se desprenden de ellas.

Este breve capítulo introductorio explicita, precisamente, las catego-rías básicas que están en juego —conflicto, violencia y paz—, para si-tuar el diálogo en relación con ellas. Lo que a continuación se expongaes algo así como el telón de fondo compartido desde el que se entiendenmás adecuadamente las aportaciones individuales de los autores.

Pues bien, si espontáneamente entendemos por paz la ausencia deviolencia y por violencia una determinada forma de expresión del con-flicto, para captar adecuadamente estos conceptos, para no hacer reduc-cionismos, conviene que nos acerquemos a ellos en orden inverso. Trasrealizar este recorrido subrayaremos la aparición del diálogo en él y rea-lizaremos una primera y somera aplicación al caso que nos ocupa, cul-minando con la posición de los autores respecto a la identidad y natura-leza del llamado «conflicto vasco».

1. Sobre la noción de conflicto

La palabra «conflicto», en su sentido más genérico, nos sugiere an-tagonismos tensionados de resolución problemática. El antagonismopuede vivenciarse dentro de un único sujeto, cuando aspira a dos obje-

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tivos que se le presentan incompatibles: conflicto intrasubjetivo. Y pue-de también experimentarse entre dos o más sujetos: conflicto intersub-jetivo. Es éste el que nos va a interesar aquí propiamente y ademáscuando se produce entre sujetos no tanto individuales cuanto colecti-vos. Aclarémoslo por eso un poco más.

El conflicto intersubjetivo puede tener orígenes varios, generandode ese modo varios tipos de conflicto. Normalmente suele resaltarseque se produce cuando diversos sujetos desean bienes externos de los queno hay cantidades suficientes disponibles para satisfacer a todos ellos:conflicto de recursos escasos. Pero el antagonismo puede tener tambiénotros orígenes y otras connotaciones. Respecto a lo primero, Girard(1983) destaca muy bien que puede ser creado por nuestra tendencia adesear lo que el otro desea porque lo desea, no porque inicialmente lonecesitáramos o deseáramos: conflicto mimético. En cuanto a lo segundo,Ross (1995) hace observar que el conflicto distributivo no gira sólo entorno a recursos materiales, gira también en torno a lo que él llama recur-sos simbólicos. Si tomamos esto en su sentido amplio y denso —lo sim-bólico no es nada superficial para nuestras vivencias—, podemos decirque habrá conflicto allá donde percibamos amenazas de los otros haciaaquellos valores, derechos o mundos de sentido —por ejemplo, políti-cos y religiosos— que percibimos como decisivos para nosotros, y, engeneral, allá donde sintamos atacado cualquier aspecto que considere-mos fundamental para nuestra identidad en sus diversas vertientes: con-flictos de identidad.

De estas consideraciones se desprende que en el conflicto intersub-jetivo interactúan dos dimensiones: la objetiva —o referente en torno alque surge el antagonismo, por ejemplo, el recurso en disputa— y lasubjetiva. La dimensión subjetiva, a su vez, tiene dos vertientes: la queremite a la percepción que cada parte tiene del conflicto, que no nece-sariamente se armoniza con lo que objetivamente está en juego; y laque se expresa en las relaciones que se establecen entre los contrincan-tes, que aunque podría suponerse que es variable dependiente del re-ferente objetivo, puede autonomizarse y adquirir protagonismo propioo al menos decisivo, incluso enredándose en espirales de antagonismocreciente1. Aunque también cabe la situación inversa: el que exista ob-jetivamente una situación de conflictividad —por ejemplo, una opre-sión efectiva en torno a algún recurso simbólico— que no sea percibi-da como tal, pero que al estar ahí dispuesta a motivar la dimensión

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1 A veces la dimensión objetiva se subsume en la subjetiva, como cuando la fuente delconflicto está en que uno quiere entrar en relación con otro que le rechaza.

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subjetiva, permite hablar de conflicto latente. En cualquier caso, a lahora de afrontar los conflictos deberán tenerse presentes ambas dimen-siones en su compleja imbricación.

Galtung (2003: 109 y ss.) reformula a su modo y desarrolla estasideas en lo que él llama el «triángulo del conflicto», constituido porestos tres ángulos que se interrelacionan: el de las actitudes y presuncio-nes de los sujetos implicados, el de las contradicciones o incompatibilida-des en juego y el de los comportamientos de los sujetos. Lo que cierta-mente todos percibimos es este último ángulo, mientras que los otrospueden estar más o menos latentes. Los procesos de conflictividad no seinician necesariamente al aparecer las contradicciones, ya que puedenmotivarlos también presunciones sin base o actitudes agresivas, así comoconductas percibidas como amenazadoras. Por eso precisamente en cadacaso será necesario discernir la dinámica real de los ángulos, así comodetectar no sólo lo manifiesto sino también lo latente para hacerlo cons-ciente, pues sólo así los sujetos del conflicto podrán ser los protagonistasde su manejo (en vez de convertirse en objetos o partes del mismo). Enconcreto y especialmente: hay que hacer luz precisa sobre dónde se sitúala incompatibilidad de objetivos cuando son manifiestas las actitudes deantagonismo, pudiendo encontrarnos a veces con la sorpresa de que noexiste como tal; y hay que concienciar lo no consciente de actitudes ypresunciones —que tienden a experimentarse como frustración impreci-sa— cuando son reales las dimensiones objetivas del conflicto (por ejem-plo, en el caso de opresiones estructurales no percibidas como tales)2.

Si algo resaltan hoy los estudios sobre el conflicto es que éste esinevitable, que forma parte de la condición humana. No podemos soñaren un mundo sin conflictos, porque es irreal. No podemos proponernosla meta de desterrarlos de nuestras vidas personales y de nuestras reali-dades sociales. El objetivo debe ser tratar de gestionarlos positivamen-te. Y a esto ayuda decisivamente tener presente la ambigüedad que ani-da en él. Como ya se intuye en su propia definición como antagonismode difícil resolución, el conflicto es un peligro y una oportunidad. Unpeligro, porque se puede gestionar ese antagonismo de modo tal queconduzca a la destrucción, nuestra en el caso intrasubjetivo, de los otrosy/o nuestra en el intersubjetivo. Nos topamos aquí con el fenómeno dela violencia que analizaremos luego. Aunque ya debe adelantarse queésta no se identifica con el conflicto, sino que es sólo una de sus formas

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2 Esto significa, nos dice Galtung, que hay que estar atentos a lo que se dice que se quie-re, a lo que se cree que se quiere, a lo que subconscientemente se quiere, a lo que se querrácuando se tengan más datos o más conciencia.

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de expresión (no la habitual, por cierto, pero sí la más llamativa). Peroel conflicto es también una oportunidad: si es un problema, allá dondelo hay nos podemos sentir estimulados para encontrar soluciones almismo que superen positiva y creativamente las situaciones de partida.En sus expresiones no violentas, el conflicto «contribuye a definir iden-tidades y a racionalizar las estrategias de cooperación y competencia»(Martínez de Murguía, 1999: 23).

Una cuestión relativa a los conflictos que cabe relacionar con suvertiente de oportunidad es la de su complejidad. Es también Galtung elque resalta que, de cara a ésta, dos variables son decisivas: el número deactores en juego y el número de problemas-objetivos que entran en ladisputa. Los conflictos intersubjetivos elementales son aquellos en losque entran dos actores y un objetivo. Ahora bien, éstos, nos advierte elautor, aparecen en los libros, pero raramente en la vida real, que generaconflictos muy complejos. Lo que pasa es que la complejidad, tomadaen su justa medida, es ocasión para la creatividad y la transformación noviolenta de los conflictos. Precisamente por ello, al afrontarlos es funda-mental abrirse a su complejidad, no sucumbir a su simplificación extre-ma, que genera polarizaciones que se asumen maniqueamente empujan-do a la violencia. Cuando se sucumbe, se cae en lo que se conoce comosíndrome DMA (dicotomización, maniqueísmo, Armaguedón).

En cualquier caso, queda claro que la tarea decisiva a la hora deafrontar los conflictos es la de gestionarlos positivamente. Habrá quever con cierto detenimiento qué puede significar esto, qué estrategiashay que tener presentes, para resaltar en especial el lugar que debe ocu-par el diálogo en las mismas. Antes, con todo, es importante hacer unaúltima observación general en torno a los conflictos. Dado que formanparte de nuestra cotidianidad, es normal que las culturas societarias sepreocupen de prepararnos de un cierto modo para gestionarlos de talmanera que generen el orden que ellas plantean. Porque «el orden entoda sociedad humana no es otra cosa sino un arreglo normalizado delconflicto» (Martínez de Murguía, 1999: 23). Esto significa que la cul-tura en la que nos socializamos nos prepara de un modo específico tan-to para percibirlo como para afrontarlo, y que aquí cabe una variedadfortísima entre ellas. En este sentido puede hablarse incluso de «culturadel conflicto», que Ross define así:

«La cultura del conflicto se refiere a las normas, prácticas e institu-ciones específicas de una sociedad relacionadas con la conflictividad.La cultura define lo que la gente valora y lo que le mueve a entrar endisputa, indica asimismo normas adecuadas de comportamientos en de-terminadas clases de controversias y configura las instituciones en las

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que dichas controversias son procesadas. En resumen, la cultura delconflicto abarca aquello por lo que la gente lucha dentro de una so-ciedad, los rivales contra quienes lucha y el resultado del conflicto»(1995: 44-45)

Esto es algo que deberá ser tenido en cuenta, no necesariamente paraplegarse a las orientaciones dominantes de la propia cultura, sino, trasdesvelar sus mecanismos, para hacerle la crítica y empujar a su transfor-mación cuando se entiende que es fundamentalmente, o en algunos as-pectos básicos, una cultura de violencia, que incita a resoluciones delconflicto orientadas duramente a la victoria y, si se precisa, la destruc-ción del adversario. Aquí, de nuevo, hay que decir: la cultura de la con-flictividad existe —debe existir— siempre; de lo que se trata es de quesea constructiva. Hay que añadir además una importante apostilla: deeste referente cultural así descrito se desprende que en un conflicto no seda sólo el elemento objetivo —ligado a aquello sobre lo que se disputa—y el subjetivo —ligado a los actores de la disputa—; se da también una«estructura de interacción» que puede ser constructiva o destructiva, yque entra en interrelación de condicionamiento mutuo con los otros dos.

2. Sobre la noción de violencia y paz

Pasemos ahora a definir esa forma específica de conflicto que es laviolencia y la superación del mismo que es la paz.

Tradicionalmente se ha entendido por paz la ausencia de guerra, deconflicto violento armado. Es una definición a todas luces insuficiente,pero que muestra que lo que vivenciamos como paz es una situaciónopuesta a la violencia. Como primera aproximación a la paz se trataríapor eso de describir adecuadamente la violencia que es negada por ella.Michaud da la siguiente definición descriptiva de violencia: la hay

«cuando en una situación de interacción3, uno o varios autores actúande manera directa o indirecta, agrupada o distribuida, atentando contrauno o varios otros en grados variables, sea en su integridad física, seaen su integridad moral, sea en sus posesiones, sea en sus participacionessimbólicas y culturales»4.

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3 Hay que advertir que no debe ignorarse la posibilidad de «autoviolencia», presente enlos procesos de autodestrucción, en los que la interacción no aparece evidente. De todosmodos, aquí nos interesa la violencia intersubjetiva.

4 Citado en HERR, E., La violence: nécessité ou liberté?, Bruselas, Culture et Vérité,1990, 14.

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La definición es sugerente, porque ofrece toda la amplitud del dañar,pero es a su vez parcial, porque deja muy en penumbra lo que Galtungva a llamar violencia estructural. Este autor, en efecto, en un estudio yaclásico5 se propone precisar un concepto positivo de paz ampliando elconcepto de violencia a la que se opone:

«La violencia está presente cuando los seres humanos se ven influi-dos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales,están por debajo de sus realizaciones potenciales» (1985: 30).

Hay que advertir que el potencial de realización viene dado porlos conocimientos y recursos de que disponemos. De esta definiciónse desprenden dos tipos de violencia, que se explican bien con un ejem-plo. Partamos de que con nuestros actuales conocimientos y recursostenemos la posibilidad mundial de una esperanza de vida de 78 años:1) habrá violencia directa cuando alguien me quita la vida; la violen-cia directa más fuerte es la guerra; 2) pero habrá violencia indirectao estructural cuando existe una organización social de tal naturaleza—a nivel mundial y a nivel de mi propio Estado— que implica que losconocimientos y los recursos para la salud están monopolizados porpocas personas y/o utilizados para otros propósitos, de tal modo quecuando los necesito para alimentarme o para afrontar una determinadaenfermedad curable no dispongo de ellos y muero; la gran violenciaestructural es sufrida por todos aquellos que por estas razones no reali-zan la esperanza de vida que hoy es posible.

En el mismo estudio, Galtung hace otra distinción interesante. Laviolencia de que hemos hablado hasta ahora, en sus dos expresiones,es manifiesta, incluso cuando parece que no la vemos —o no la que-remos ver— como violencia, como en el caso estructural. Pero estáademás la violencia latente. Esta existe cuando ni la violencia directani la estructural se dan aún, cuando el equilibrio entre potencialidadesy realizaciones no se ha roto, pero la situación es de tal naturalezaque se da una fuerte inestabilidad (política, étnica, económica, etc.)de modo tal que en cualquier momento puede avanzarse hacia la vio-lencia directa. En este sentido hay que tener presente que la paz seexpresa no sólo como ausencia de violencia, sino como ausencia esta-ble, como seguridad, en el sentido más noble de esta palabra (el queno sacrifica ni las libertades ni la justicia, el que no la hace seguridadviolentadora).

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5 «Violencia, paz e investigación para la paz», de 1969. Está recogido en Galtung, 1985.

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Definidas las formas de violencia, se definen luego las formas depaz en contraposición a ellas. Habrá paz negativa en la ausencia de vio-lencia directa. Y paz positiva, en la ausencia de violencia estructural.Ciertamente resulta un poco pobre a primera vista definir la paz comouna ausencia, en vez de una plenitud. Pero puede interpretarse esa ausen-cia de violencia, que supone de hecho presencia de recursos y respeto alas libertades y la identidad, precisamente como condición de posibili-dad para que construyamos nuestra plenitud.

En etapas posteriores, Galtung vuelve sobre estas concepciones depaz y violencia, para matizarlas y complejizarlas. Comienza redefinien-do de nuevo la violencia:

«Entiendo la violencia como afrentas evitables a las necesidades hu-manas básicas, y más globalmente contra la vida, que rebajan el nivelreal de la satisfacción de las necesidades por debajo de lo que es poten-cialmente posible. Las amenazas de violencia son también violencia»(2003: 262).

Habla en concreto de cuatro necesidades básicas: de superviven-cia, de bienestar, de identidad, de libertad. En torno a las cuales puedeejercerse tanto violencia directa como estructural6. Pero a estos dosgrandes tipos de violencia les añade un tercero, la violencia cultural,que la define como:

«el ámbito simbólico de nuestra existencia (materializado en religióne ideología, lengua y arte, ciencias empíricas y ciencias formales) quepuede utilizarse para justificar o legitimar la violencia estructural»(2003: 261).

Aparece así un nuevo triángulo, el triángulo de la violencia, con susángulos de directa, estructural y cultural, que interactúan entre ellos. Laviolencia puede empezar en cualquiera de ellos, pero implicará a losotros. Con todo, el flujo causal más relevante es el que va de la violen-cia cultural a la directa pasando por la estructural, resaltándose así laimportancia decisiva de la primera.

Si antes había dos modos de paz correlativos a los modos de vio-lencia, ahora aparecerá un tercero: la paz cultural, la que se plasma enexpresiones culturales de todo tipo (cosmovisionales e institucionales)

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6 A partir de aquí podría definirse la paz positiva como satisfacción de esas necesida-des, lo que hace posible que, posibilitando nuestras capacidades, se realicen nuestras po-tencialidades en función de nuestras elecciones.

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que empujan a la apuesta por la vida, el respeto, el diálogo, la coopera-ción, etc. Frente al triángulo de violencia tenemos así un primer trián-gulo de paz: el de sus expresiones7.

La paz (las paces) que acabamos de definir parece mostrarse comouna situación. Pero la paz es más bien dinámica, algo que se va crean-do. En este sentido habría que verla como un proceso de reducción detodo tipo de violencia. En esta afirmación hay, con todo, un problemalatente: ¿cabe reducir la violencia acudiendo a la violencia? Preguntaque nos introduce en la cuestión de la no violencia. A expensas de lo quedigamos más adelante, partiremos por nuestra parte de la postulaciónde que la construcción de paz supone la reducción de todo tipo de vio-lencia a través de medios pacíficos.

De todos modos, Galtung da una segunda definición de paz dinámica,concibiéndola como transformación creativa y no violenta del conflicto.Definición sugerente, porque relaciona paz con conflicto para resaltarque: la paz no es ausencia de conflicto sino de violencia; la paz se cons-truye precisamente desarrollando las potencialidades creativas de los con-flictos. He aquí un texto que de algún modo sintetiza su propuesta:

«Paz es lo que obtenemos cuando la transformación creativa del con-flicto se produce sin violencia. Con este enfoque la paz se ve como unacaracterística del sistema, un contexto en el cual ciertas cosas puedenocurrir de una determinada manera […] El proceso debe ocurrir en elmarco de una cultura de paz que legitime la reconducción creativa, noviolenta, del conflicto, descartando la violencia física y verbal. La paz esuna proposición revolucionaria. No sólo necesita una cultura pacífica,sino una estructura de paz: dos propiedades del sistema de paz, que confi-guran no violenta y creativamente a los actores, y al revés» (2003: 344).

3. La relación de las nociones analizadas con el diálogo y su proyección al conflicto vasco

Conviene cerrar este capítulo sobre las nociones de conflicto, vio-lencia y paz con una referencia general al diálogo, tal como aparece enellas. Ello nos permitirá además hacer una primera proyección muy su-maria de la referencia dialógica así resaltada al caso vasco.

1. Comencemos por la noción de conflicto y diálogo. Arrancába-mos diciendo que el conflicto nos sugiere antagonismos tensionados de

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7 Después habrá un segundo, el de su construcción en contextos de violencia.

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resolución problemática y deducíamos de ahí que anida en él una ambi-güedad, una doble posibilidad de ser estímulo para la creatividad o parala destrucción. ¿Cuál es la pista fundamental para inclinar la balanzahacia la creatividad? Precisamente entrar en adecuados procesos dediálogo. Aunque habrá que matizar qué significa eso de «adecuados»,repasemos de modo genérico lo que dijimos sobre el conflicto confron-tándolo telegráficamente con su conexión con el diálogo:

Indicábamos que hay conflictos intrasubjetivos e intersubjetivos.En ambos casos se precisa diálogo para afrontarlos positivamente: diá-logo interior con uno mismo en el primer caso, diálogo entre los suje-tos implicados en el segundo.

Ciñéndonos al conflicto intersubjetivo hablábamos luego de tres ti-pos de conflictos: el relativo a la distribución de recursos, el miméticoy el identitario. En los tres se precisará diálogo. En el primero resultaen general más fácil, porque puede adquirir la forma de negociación entorno a bienes que se pueden repartir. En el segundo aumentan las difi-cultades, porque al diálogo entre los implicados hay que añadir un dis-cernimiento interior de dinámicas subconscientes o inconscientes quepuede ser complicado. Pero, normalmente, el diálogo resulta especial-mente difícil en los conflictos simbólicos e identitarios, en los que es-tán en juego valores, derechos, creencias, identidad que entendemos noestán sujetos a negociación, que empujan por eso al esquema ganar(yo) / perder (el otro), y que sólo cuando son reinterpretados y transfor-mados sin que se perciba en ello pérdida, pueden encontrar otras pistasde solución. El conflicto vasco, hacia el que vamos a ir derivando nues-tras aplicaciones, se sitúa evidentemente en este último tipo. Cuandopara colmo se combina con otros componentes de dificultad (compleji-dad de los sujetos en juego, recurso a la violencia por alguna de laspartes o todas, conexión con conflicto de recursos, etc.) adquiere latriste categoría de lo que se están llamando conflictos «intratables». Denuevo el caso vasco, en el que aparecen los dos primeros factores, entradesgraciadamente en la clasificación, aunque su denominación deberáser entendida en un sentido enfático, que no cierra a la esperanza aun-que insiste en subrayar la dificultad. En cualquier caso, es evidente queestos son los casos en los que el diálogo adquiere su mayor dificultad,no sólo fáctica sino incluso de planteamiento respecto a los momentosy modos (puede ser percibido incluso como una claudicación inmoralante los violentos), pero también su mayor necesidad.

Para precisar mejor lo que está en juego en el conflicto, por unlado, asumíamos el triángulo que nos propone Galtung (actitudes-pre-sunciones/contradicciones/ comportamientos), que nos permite visua-lizar la dinámica del mismo, y, por otro lado, íbamos diseñando otro

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triángulo (polo objetivo, polo subjetivo interpretativo y relacional, ypolo cultural-estructural) que pone de manifiesto los referentes en jue-go. La idea que cabe defender es que esos triángulos se vivencian po-sitiva y creativamente cuando están impregnados de diálogo. Diálogoen el triángulo de la dinámica: para que esté animado por las actitudesque necesita, para que sea él el comportamiento fundamental que per-mita encontrar soluciones creativas, para que, gracias a él, se desvelenlas presunciones y las contradicciones subconscientes que allanen elcamino. Y diálogo también en el triángulo de los referentes: para pre-cisar el objetivo en disputa, para hacer de él el factor decisivo del mo-mento relacional —relación dialógica—, para apoyarse en él para llevara cabo la crítica cultural que sea preciso. Como puede intuirse, el diálo-go no tendrá que realizarse sólo entre los oficialmente contendientes.Cuando éstos son sujetos colectivos tendrá que realizarse también alinterior de cada uno de ellos. Tendremos ocasión de ver cómo todasestas ideas tan genéricamente formuladas son relevantes para afrontarel caso vasco.

Por último, hacíamos una referencia a la cultura del conflicto y a lanecesidad de desarrollar una cultura de la conflictividad positiva. Eldiálogo, aquí, tiene que adquirir la forma de intraculturalidad e inter-culturalidad, tanto en su momento crítico como en su momento propo-sitivo. Este aspecto del diálogo es especialmente relevante cuando nosencontramos con situaciones en las que puede hablarse de una auténti-ca «(sub)cultura de la violencia» en la que se trata de socializar a niñosy jóvenes. Tampoco el caso vasco se libra de tener en su seno ámbitosen los que esta realidad se da y habrá que tenerlo en cuenta.

2. Pasemos ahora a ver cómo podemos relacionar el diálogo con lasnociones de violencia y paz que hemos analizado, para proyectarlotambién al caso de la conflictividad vasca.

La violencia directa es ciertamente negación del respeto y conmás razón del diálogo. La paz negativa puede identificarse en sus mí-nimos con el respeto, pero ciertamente se plenifica cuando ese respe-to se desborda en diálogo con el que llegar a acuerdos de convivenciay colaboración. Desgraciadamente, en el que solemos llamar conflictovasco tenemos expresiones de violencia directa: la practicada porETA y sus ramificaciones (asesinatos y extorsiones de diverso tipo,incluyendo lo que llamamos violencia de persecución) y la practicadapor el Estado cuando vulnera derechos fundamentales, por ejemplo,practicando la tortura. Al afrontarlo, al pensar en la paz como cons-trucción, como transformación no violenta del conflicto, al plantearen concreto el papel que el diálogo podría tener, no podremos ignorareste dato central.

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