Garatea Grau - Del Manual... a Los Orígenes Del Español

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NUEVA REVISTA DE FILOLOGÍA HISPÁNICA T O M O LUI 2005 NÚM. 2 DEL MANUALDE GRAMÁTICA HISTÓRICA ESPAÑOLA A LOS ORÍGENES DEL ESPAÑOL LA ELABORACIÓN DE UNA TEORÍA DEL CAMBIO LINGÜÍSTICO* Nadie que se interese por la historia del español o de cualquiera de las lenguas románicas ignora el lugar principal que ocupa Ramón Menéndez Pidal en el desarrollo de la lingüística y de la filología hispánicas. N o es necesario gastar papel en recordarlo. Su prolífica vida intelectual es el mejor testimonio de un arrai- gado compromiso con la investigación científica, con el trabajo riguroso y con una indeclinable honestidad para conducir a buen puerto los distintos proyectos en los que concentró sus energías. En una de sus papeletas personales, rescatadas en la biografía publicada por Joaquín Pérez Villanueva 1 , escribe don Ramón que "la investigación científica responde a una inclina- ción del espíritu, atrayente para todos, pues no es otra cosa en su raíz que el placer de hallar solución a una adivinanza", su uti- lidad depende de resolver el problema con "soluciones de fir- meza y alcance apreciables, no consintiendo que el trabajo investigatorio deje de ser un sentimiento de pura intimidad y nobleza, degenerando en el deleite público" (pp. 512-513). No fue don Ramón aficionado a la tertulia, porque, según confiesa en otra papeleta, es poco dado al trato social difuso: "Mis reac- ciones son lentas y por tanto inoportunas; cuando ellas se pro- ducen, ya es tarde, ya se pasó la ocasión" (p. 510). Estos rasgos, sin embargo, fueron suficientes para que mantuviera cierta fa¬ * Una primera versión de este trabajo fue leída en las ¡ornadas conmemo- rativas del centenario de la publicación del Manual de gramática histórica española ele Menéndez Pidal, organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras y el Insti- tuto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), entre el 7 y el 10 de septiembre de 2004. 1 Ramón Menéndez Pidal. Su vida y su tiempo, Espasa-Calpe, Madrid, 1991. NKFH, LUI (2005), mím. 2, 385-411

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N U E V A R E V I S T A DE FILOLOGÍA HISPÁNICA T O M O L U I 2 0 0 5 N Ú M . 2

DEL MANUALDE GRAMÁTICA HISTÓRICA ESPAÑOLA A LOS ORÍGENES DEL ESPAÑOL L A E L A B O R A C I Ó N DE U N A T E O R Í A

D E L C A M B I O L I N G Ü Í S T I C O *

Nadie que se interese por la historia del español o de cualquiera de las lenguas románicas ignora el lugar principal que ocupa R a m ó n M e n é n d e z Pidal en el desarrollo de la lingüística y de la filología hispánicas. No es necesario gastar papel en recordarlo. Su prolífica vida intelectual es el mejor testimonio de u n arrai­gado compromiso con la investigación científica, con el trabajo riguroso y con una indeclinable honestidad para conducir a buen puerto los distintos proyectos en los que concentró sus energías . En una de sus papeletas personales, rescatadas en la biograf ía publicada por J o a q u í n Pérez Villanueva 1 , escribe d o n R a m ó n que "la investigación científica responde a una inclina­ción del espíritu, atrayente para todos, pues no es otra cosa en su raíz que el placer de hallar solución a una adivinanza", su u t i ­l idad depende de resolver el problema con "soluciones de fir­meza y alcance apreciables, no consintiendo que el trabajo investigatorio deje de ser u n sentimiento de pura int imidad y nobleza, degenerando en el deleite públ ico" (pp. 512-513). N o fue d o n R a m ó n aficionado a la tertulia, porque, según confiesa en otra papeleta, es poco dado al trato social difuso: "Mis reac­ciones son lentas y por tanto inoportunas; cuando ellas se pro­ducen, ya es tarde, ya se pasó la ocas ión" (p. 510). Estos rasgos, sin embargo, fueron suficientes para que mantuviera cierta fa¬

* U n a p r i m e r a vers ión de este trabajo fue l e ída en las ¡ornadas conmemo­

rativas del centenario de la publicación del Manual de gramática histórica española

ele Menéndez Pidal, organizadas p o r la Facultad de Fi losof ía y Letras y el Inst i­

tu to de Investigaciones F i lo lóg icas de la Univers idad Nacional A u t ó n o m a

de M é x i c o ( U N A M ) , entre el 7 y el 10 de septiembre de 2004. 1 Ramón Menéndez Pidal. Su vida y su tiempo, Espasa-Calpe, M a d r i d , 1991.

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mil iar idad con algunos miembros de su generac ión, en concre­to, con la Generac ión del 98, vínculo que, como muestro más adelante, m a r c ó el trabajo pidaliano con una ideología teñida de u n peculiar nacionalismo que hubo de reflejarse en una des­igual valoración de los datos y en una particular interpretación de los documentos empleados para describir y explicar la for­mac ión del e spañol sobre la base del supuesto carácter revolu­cionario del dialecto castellano. Sin temor a exagerar, puede afirmarse que d o n R a m ó n fue el científico del 98, una genera­ción que, como se sabe, fue esencialmente literaria. Por lo pron­to, dejemos que lo diga el prop io Menéndez Pidal. El pasaje siguiente proviene de una entrevista concedida por él en 1955:

Aunque no soy hombre de tertulias ni de café, tenía trato con­tinuo con Antonio Machado, con Ortega y Gasset, con Azorín, empezando ya por Ganivet que era un precursor de esa gene­ración. Todos estábamos en una comunión espiritual que necesariamente debía revelarse en nuestra obra. Porque en aquellos momentos trágicos para España, nos unía un mismo deseo de exaltación de los valores esenciales de nuestra patria. Y en este cariño a Castilla, por ejemplo, como región directora y hegemónica, nos dimos todos, cada uno en su sector2.

2 E l pasaje corresponde a la c o n v e r s a c i ó n que sostuvo M e n é n d e z Pidal con Ju l io C. Díaz Usandivaras, en 1955, publ icada en Lecturas Dominicales, el 15 de enero de 1978. Cito , sin embargo, de la r e p r o d u c c i ó n hecha p o r W . D . LANCE, "El concepto de t radic ión en la crítica l i teraria de d o n R a m ó n Me­n é n d e z Pidal" , en Actas del Coloquio hispano-alemán Ramón Menéndez Pidal (Madrid, 31 de marzo-2 de abril 1978), ecls. W . H e m p e l & D . Briesemeister, Niemeyer, T ü b i n g e n , 1982, p. 168. En m i trabajo El problema del cambio lin­güístico en Ramón Menéndez Pidal. El individuo, las tradiciones y la historia, Narr , T ü b i n g e n , 2005, p p . 31-50, me he ocupado, con m á s detalle, de las razones que jus t i f i can considerar a d o n R a m ó n como el c ientí f ico del 98. Sobre este asunto pueden consultarse, entre otros, J. L . A B E L I Á N , Historia crítica del pen­samiento español, t. 5: La crisis contemporánea. Ein de siglo, Modernismo, Genera­ción del 98, Espasa-Calpe, M a d r i d , 1989; RAFAEL C A N O A G U I L A R , " L O S o r í g e n e s del e s p a ñ o l : nuevos planteamientos" , en Estudios de lingüística y filología es­pañolas. Homenaje a Germán Colón, Credos, M a d r i d , 1998, pp . 127-140; J. A . M A R A V A L L , Menéndez Pidal y la historia del, pensamiento, A r i o n , M a d r i d , Í 9 6 0 ; JULIÁN MARÍAS, LOS españoles, Revista de Occidente , M a d r i d , 1963, y JOSÉ POR­TÓLES, Medio si^lo de filología española (1896-1952). Positivismo e idealismo, Cá­tedra, M a d r i d ^ 1986. A p r o p ó s i t o de La España del Cid, estudio publ icado p o r M e n é n d e z Pidal en 1939, L E O SPITZF.R s e ñ a l ó que " M e n é n d e z Pidal , que debe su f o r m a c i ó n inte lectual a la g e n e r a c i ó n de l 98, piensa en c a t e g o r í a s nacionales, porque la tarea encargada a su g e n e r a c i ó n era la de rehabi l i tar a la n a c i ó n e s p a ñ o l a , y sin darse cuenta proyecta hacia la Edad M e d i a su

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L o expresado en estas l íneas introductorias me permite en­marcar el p ropós i to de este trabajo. En lo que sigue me pro­pongo mostrar y discutir la manera en que don R a m ó n resolvió el problema del cambio lingüístico. Para ello, atiendo, sobre to­do, a ciertos conceptos y al m é t o d o de investigación elaborados por d o n R a m ó n entre la publ icac ión del Manual de gramática histórica, en 1904, y los Orígenes del español de 1926. La razón de esta ruta es la siguiente: la obra de M e n é n d e z Pidal es una obra en permanente construcción. Todos sus trabajos son siempre punto de partida para investigaciones posteriores. Cada hipóte­sis, cada concepto y, en ocasiones, descripciones o datos par­ticulares, que a simple vista parecen aislados entre sí, son frecuentemente integrados y, con el pasar de los años y el avan­ce de las investigaciones realizadas por el autor, constituyeron u n sistemático a rmazón conceptual. De ahí que, a m i j u i c i o , si se quiere explorar c ó m o concibió don R a m ó n la d iacronía de la lengua y, en particular, el cambio l ingüístico, la observación no puede limitarse al Manual, cuya importancia está por cierto fuera de discusión, sino que forzosamente hay que inc lu i r tanto los Orígenes como otros trabajos dedicados a temas en pr inc ip io ajenos a la estricta descr ipc ión lingüística, y t ambién consideraciones de carácter ideo lóg ico .

EL MANUALY ORÍGENES

Es arriesgado aventurar u n catá logo de quienes inf luyeron en la formación intelectual de M e n é n d e z Pidal, no sólo por la abundancia de temas y reflexiones contenidas en su extensa y sostenida actividad científica, sino, a d e m á s , por cuanto d o n R a m ó n no tuvo siempre el cuidado de señalar sus deudas. Sin embargo, algunos nombres pueden ser mencionados con se­guridad gracias a ¡as noticias dadas por el autor. Ellos permit i ­rán comprender, además , algunas afirmaciones que haré más tarde. A la lectura de la Grammatik der Romanischen Sprachen (1836-1843) de Fr iedr ich Diez debe M e n é n d e z Pidal su pr imer contacto con el m é t o d o histórico-comparativo, cuyos inicios hay que retrasar hasta los trabajos de Rasuras Rask, Franz Bopp

pensamiento nacional m o d e r n o . Hay en el arte de la Edad Media rasgos na­cionales, claro está , pero su sustancia es universal" ("Sobre el c a rác te r histó­r ico del Cantar de mió Cid", NRFH, 2, 1948, p . 112).

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y Jacobo G r i m m . Se sabe que d o n R a m ó n leyó la Gramática de Diez durante sus estudios, entre 1888 y 1889, y que luego la asu­mió como modelo para la redacc ión de su Gramát ica del Poema de mió Cid*. Es u n hecho conocido que el m é t o d o histórico-comparativo fue mantenido y mejorado hasta la é p o c a de los neogramát icos , a fines del siglo xix. El mejor ejemplo de esa cont inuidad es W i l h e l m Meyer-Lübke, en obras como Gramma­tik der Romanischen Sprachen (1890-1902) y el Romanisches Etymo­logisches Wörterbuch (1911-1920). Precisamente, a Meyer-Lübke opuso M e n é n d e z Pidal una serie de hipótesis acerca del ori­gen, la difusión y el registro escrito del cambio l ingüístico, que m e n c i o n a r é en un momento . Con quien tuvo don R a m ó n es­pecial af inidad fue con Gastón Paris cuya Histoire poetique de Charlemagne (1865) de terminó , en parte, el enfoque expuesto en el p r i m e r l ibro de M e n é n d e z Pidal: La leyenda de los infantes de Lara (1896) 4 . Paris, en sus reflexiones lingüísticas, algunas de ellas reunidas en sus Mélanges linguistiques (1906), como don R a m ó n en Orígenes, no aceptó reducir la historia de la lengua al simple cumpl imiento de leyes sino que antepuso las condicio­nes históricas como d imens ión determinante de todo cambio 5 . En la misma línea está H u g o Schuchardt, "aquel genial inves­tigador de rarezas l ingüíst icas" 6 , que se n e g ó a compart ir el concepto de ley fonética defendido por ios neogramát icos , por-

3 Cf. PÉREZ VILLANUEVA, op. cit, p. 53 y CARMEN CONDE, Menéndez Pidal,

U n i ó n Ed i tor i a l , Bi lbao, 1969, p. 35. El surg imiento de este m é t o d o de in­vest igación en Alemania se explica, s e g ú n H A N S - M A R T I N GAUGER ( " O r í g e n e s de la l ingüís t ica r o m á n i c a " , en Actas del Coloquio hispano-alemán Ramón Me­néndez Pidal, eds. H e m p e l & Briesemeister, p. 79) , p o r cuatro condiciones: p r i m e r o , el descubr imiento del sánscr i to ; segundo, una d i spos i c ión afectiva hacia el pasado; tercero, la e m a n c i p a c i ó n de l interés p o r la lengua misma; cuarto, la cons t i tuc ión de una conciencia his tór ica , el his tor ic ismo. H e pre­sentado estas condiciones en GARATEA G R A U , "Rumano lengua r o m á n i c a " , Lexis, 26 (2002), n ú m . 2, pp . 521-525. Sobre el mi smo asunto véase ALBERTO VÁRVARO, Historia, problemas y métodos de la lingüística románica, S i rmio , Barce­lona, 1988, pp . 49-50 y 53.

4 Cf. CONDE, op. cit., p p . 40-42 y PORTÓLES, op. cit., p. 27. 5 C o n o c a s i ó n de la muer te de G a s t ó n Paris, en 1903, M e n é n d e z Pidal

p u b l i c ó una nota, en La LecluraW, en la que dice: "si no tuve la suerte de re­c ib i r ora lmente las e n s e ñ a n z a s de G a s t ó n Paris, nunca p o d r é olvidar que la lectura de sus bri l lantes estudios fue la que d e s p e r t ó en m i mocedad el p r i ­m e r a m o r a las a n t i g ü e d a d e s medievales, y d e s p u é s no he dejado de admi­rar sus obras como" arte le jano de l m é t o d o , la e levac ión y el b u e n gusto c ient í f icos" (p. 545).

6 I ORGU IORDAN, Lingüística románica, Alca lá , M a d r i d , 1967, p. 187.

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que entendía que ese concepto interpretaba el lenguaje como f e n ó m e n o natural, según expuso en su Über die Lautgesetze. Gegen dieJunggramatik (1885). Schuchardt difundió, además , la cono­cida T e o r í a de las ondas, propuesta por Johannes Schmidt, en 1877 {Die Verwandtschaftsverhältnisse der Indogermanischen Spra­chen); con ella a r g u m e n t ó Schuchardt contra la difusión lineal de los cambios y contra la creencia de que las fronteras dialecta­les son cortes abruptos en el espacio. Por lo demás , no ocultó M e n é n d e z Pidal su empatia con el m u n i q u é s defensor de u n idealismo parcialmente endeudado con las ideas de H u m b o l d t y Croce. Me refiero a Karl Vossler7. Vale la pena recordar que la publicación del Manual de don R a m ó n coincide con la de Positi­vismus und Idealismus in der Sprachwissenschaft de Vossler; ambos libros aparecen en 1904. U n a ñ o más tarde, el muniqués dio a conocer su Die Sprache als Schöpfung und Entwicklung. Vossler es­tableció una diferencia radical entre positivismo e idealismo en la interpretación de los f e n ó m e n o s lingüísticos. Para él, el posi­tivismo sólo se concentra en la descr ipción detallada de hechos aislados de lengua; el idealismo, en cambio, propone u n acerca­miento que exige no limitarse a la recolección y ordenamiento de los datos, sino evaluar sus causas, las que, en esencia, sitúa en el domin io de la creatividad de los individuos 8 .

7 D o n R a m ó n advirtió ciertas coincidencias entre sus trabajos y los que Vossler d e d i c ó al m u n d o h i spánico . Así lo af irma en u n breve art ículo publica­do en ínsula: "E l ú l t imo escrito de Vossler", 1949, n ú m . 43. En esta oca s ión re­f lexiona el autor que: "la cons iderac ión de Hispanischer Tradicionalismo, t iene a m i ver. . . muy particular significación en sí, revelando la a m p l i t u d conceptual de aquel la m e n t e [ la de Vossler] que l o g r a h o n d a c o m p r e n s i ó n y densa expres ión acerca de lo que significa en la l i teratura e s p a ñ o l a u n pr inc ip io esen­cialmente poderoso en ella, aunque activo en todas, y p o r lo c o m ú n muy des­conocido. Por el fundamento mismo de su pensamiento filosófico, Vossler era llevado a destacar la prepotencia del acto estét ico aun en los m á s comunes f e n ó m e n o s del lenguaje, que son los de m á s decidido carácter colectivo entre todas las producciones del espíritu h u m a n o ; en la base de ellos coloca siempre el inexcusable impulso de creac ión poé t i ca debido al i n d i v i d u o " (p. 1).

8 Cf. VÁRVARO, op. eil., p p . 178-179. Para tener u n panorama de l impacto del idealismo en la teor ía l ingüís t ica r e m i t o a H A N S H E L M U T CHRISTMANN, Filo­logía idealista y lingüística moderna, Credos, M a d r i d , 1985, L I A FORMIGARI, "De Tidealisme dans les théor ies d u langage. Hi s to i re d 'une t rans i t ion" , Histoire-Epistemologie-Langage, 1988, n ú m . ' l , 59-80; ROBERT H A L L , JR., Idealism in Romance Linguistics,"Cornell University Press, New York , 1963 y, especial­mente , a WOLF-DIETER STEMPEL, "Idealistische Sprachwissenschaft. La phi lo lo¬gie idéa l i s te " , Lexikon der Romanistischen Linguistik, 1 (2001), 189-207, q u i e n incluye y destaca a M e n é n d e z Pidal entre los exponentes del idealismo en el m u n d o h i s p á n i c o .

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Esta síntesis debe complementarse con u n hecho ubicado en otro nivel, pero no por ello ajeno al desarrollo de la investigación, n i a la obra de M e n é n d e z Pidal: la historia de la lengua, en tan­to disciplina y modo de encarar u n objeto de estudio, fue mu­chas veces integrada en las preocupaciones por describir y explicar la formac ión de a lgún estado nacional. El carácter te-leo lóg ico de estos trabajos se hace visible, por lo general, en la concepc ión del objeto de estudio, en la evaluación de los datos y, sobre todo, cuando se interpretan los materiales usados co­m o fuente de trabajo. Esto l ia sucedido con estudios dedicados a la historia del francés, del italiano y, por cierto, también del español" . Ocurre que el protagonismo de la l ingüística históri­ca coincide con la discusión en torno al concepto de n a c i ó n 1 0 . Demostrar una un idad l ingüística extendida en un terr i tor io , sobre variedades de menor difusión, era u n modo de justificar la existencia de una nac ión hermanada l ingüíst icamente. Y si a ello se agrega el carácter historicista y el halo de objetividad que rodeaban a la naciente disciplina, se obtenía la posibil idad de acceder incluso a las raíces de la n a c i ó n 1 1 . Hace varios años , H a r r i M e i e r 1 2 r ecordó a d e m á s que, cuando d o n R a m ó n ofre­ció sus primeros estudios diacrónicos , existía, por así decir, u n contexto propic io para este t ipo de investigaciones: por ejem­plo, Brunot publ icó el p r imer tomo de su Histoire de la langue française en 1905 y, siete años después , en 1913, Vossler puso en circulación su controvert ido Frankreichskultur im Spiegel seiner Sprachentwicklung N o hay, pues, que esforzarse mucho para re-

9 H a n mostrado la i n t e g r a c i ó n arr iba mencionada , p o r e jemplo , R O L F EBERENZ, "Castellano ant iguo y e s p a ñ o l m o d e r n o . Reflexiones sobre la p e r i o d i z a c i ó n en la histor ia de la lengua", RIE, 71 (1991) , p. 87, FRANCESCO SABATINI, "L ingua parlata, scripta e coscienza l inguist ica nelle o r i g i n i roman­ze", en Atti XIV Congresso Internationale di Linguistica e Filologia Romanza (Na­poli 15-20 aprile 1974), Gaetano Macch ia ro l ì , N a p o l i , 1978, t. 1, p. 446 y ALBERTO VÁRVARO, en su ya citado Historia, problemas y métodos..., y en "La his­tor ia de la lengua e s p a ñ o l a , m o d e l o para la l ingüís t ica h i s tór ica" , en Actas del IV Congreso Internacional de la Historia de la Lengua (La Rioja, 1-5 de abril 1997), eds. C. G a r c í a Turza , F. G o n z á l e z Bachi l ler y J. Mangado Mar t ínez , Univers idad de la Rioja-Gobierno de la Rioja, L o g r o ñ o , 1998, pp . 149-162.

1 0 Cf. JOSÉ DEL V A L L E , "La his tor i f icac ión de la l ingüís t ica his tór ica . Los Orígenes de R a m ó n M e n é n d e z Pidal" , HistL, 24 (1997), p. 189.

1 1 Cf. GARATEA G R A U , El problema del cambio lingüístico en Ramón Menéndez Pidal.

1 2 " R a m ó n M e n é n d e z Pidal v los m é t o d o s de la histor ia l ingüís t ica" , ALM, 7 (1968), p . 53.

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conocer en este contexto una ventana por la que, con relativa facil idad, p o d í a ingresar la ideo log ía del 98 en los estudios p i -dalianos, no obstante el r igor mostrado por don R a m ó n en la expos i c ión y en la descr ipc ión de ingente cantidad de datos.

A h o r a bien, así como el Manual, en su estructura y en su contenido, sigue los criterios metodo lóg icos del historicismo clásico, sobre todo los difundidos por la escuela neogramát ica , ún ico pa t rón que a principios del siglo xx gozaba de extendida aceptac ión, no ocurre lo mismo con Orígenes, que los supera, merced a razonamientos de mayor alcance explicativo. Es ver­dad, sin embargo, que ambos estudios se asemejan en cuanto al r igor empleado en la presentación de los datos, en la descrip­ción de los procesos de cambio, en el sistema de notación y en el metalenguaje usado para dar cuenta de los f enómenos . Pero al mismo tiempo hay marcadas diferencias: la parquedad de la prosa y de las glosas pidalianas en el Manual contrasta con la sol­tura que ellas presentan en Orígenes, la reflexión y la exhibición conceptual de don R a m ó n son ciertamente notorias en Oríge­nes, sobre todo - p e r o no s ó l o - en las Conclusiones, a diferen­cia del Manual en el que este aspecto pasa inadver t ido 1 3 . Estas diferencias se reflejan por cierto en las reseñas que recibieron ambos libros. Así, por ejemplo, Morel-Fatio (Romanía, 33, 270¬272) pronostica que el Manual se convertirá pronto en u n va­d e m é c u m para todos los hispanistas, gracias al domin io del lenguaje técnico que muestra M e n é n d e z Pidal en este estudio; y Martinenche (RevuedeLangues Romanes, 47, 381-382), con cierta indulgencia, aplaude el hecho de que finalmente, en u n país donde se ha abusado tanto del "más o menos" y de la fantasía, aparezca u n l ibro en el que se aplica rigurosamente u n m é t o d o científico. Otro cariz tienen los comentarios que recibió Oríge­nes: Wartburg (ZRPh, 68, 457-462), por ejemplo, llama la aten­ción acerca de que las Conclusiones del estudio ofrecen nuevas ideas para la lingüística general; Ortega y Gasset14 destaca la erudita movilización de hechos hacia una teoría, como años más tarde afirmaría también Yakov M a l k i e l 1 5 . En el fondo, estas

1 3 GARATEA GR.AU, "E l cambio l ingüíst ico en R a m ó n M e n é n d e z Pidal" , Bo­letín ele la Academia Peruana de la Lengua, 37 (2004) , p. 76.

1 4 Resumo el fragmento de la re seña de Ortega y Gasset reproduc ido e n M A R Í A L U I S A VÁZQUEZ DE PARCA, "B ib l iogra f í a de d o n R a m ó n M e n é n d e z Pi­

da l " , RFE, 47 (1964), p. 5 1 . 1 5 "La ú l t ima fase (1939-1969) de la labor l ingüís t ica de R a m ó n M e n é n ­

dez Pidal" , ALM, 23 (1985), 5-68.

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recensiones apuntan hacia lo siguiente: en el Manual, Menén-dez Pidal hace, de manera estricta, lingüística histórica, s egún las pautas impuestas por esta disciplina en el siglo xix, de ahí el positivismo del l ibro ; en Orígenes, el interés de d o n R a m ó n es ha­cer historia de la lengua, para lo cual el positivismo del estudio anterior resulta insuficiente; ahora debe incorporar razona­mientos e hipótesis de otro calibre y, por consiguiente, puede explorar el alcance de conceptos, propios y ajenos, con miras no sólo a describir los f enómenos , sino a explicarlos. La diferen­cia no es simple retórica académica porque, de esa manera, en Orígenes, el cambio lingüístico se convierte en u n problema que debe encarar conceptual y metodo lóg icamente . Y como don R a m ó n tenía una enorme capacidad para integrar reflexiones y resultados de sus trabajos anteriores, encuentra parte del apoyo que necesita en ideas expuestas por él en relación con la épica, los juglares y el romancero, como demuestro líneas abajo.

El a rmazón técnico y conceptual que ofrece M e n é n d e z Pi­dal en Orígenes del españolle permite extender el p e r í o d o histó­rico de esa lengua hasta el siglo x, é p o c a en la que el romance sólo se anuncia entre los moldes gráficos del latín notarial , y le permite , por cierto, determinar la lengua de los siglos x y x i de manera tal que aparece en plena variación, alejada de la u n i f o r m i d a d con la que solían presentarla los reconstructo­res 1 6 . Esto no significa que la propuesta pidaliana esté l ibre de problemas o de asuntos que merec ían mayor cuidado e incluso que presente algunas contradicciones. A pesar de ello, don Ra­m ó n logró diseñar una hipótesis plausible de los or ígenes de nuestra lengua como nadie lo había hecho antes y como nadie ha sido capaz de hacer hasta ahora. Es verdad, pues, que hay problemas con algunos cálculos y proyecciones hechos por M e n é n d e z Pidal, muchas veces sobre la base de u n n ú m e r o de documentos que no excede los dedos de una mano, pero que sin embargo no atentan con sus hipótes i s 1 7 ; hay errores gráficos

1 6 Cf. JOSÉ A N T O N I O PASCUAL., "De l latín a las lenguas romances: la c o m p l i ­

cada g e s t a c i ó n - s o b r e el p a p e l - del castellano", en De Roma al siglo XA, ed. A . M . A ldama , Sociedad de Estudios Lat inos-UNED-Univers idad de Extre­madura , M a d r i d , 1996, t. 1, pp . 447-471.

1 7 Cf. J. A . PASCUAL y R. SAN TIAGO, " E v o l u c i ó n fonét ica y tradiciones gráfi­cas. Sobre la d o c u m e n t a c i ó n del monasterio de S a h a g ú n en Orígenes del espa­ñol " , en Lengua romance en textos latinos de la Edad Media. Sobre los orígenes del castellano escrito, ed. H . Perdiguero Vi l lareal , Univers idad de Burgos-Instituto de la Lengua , Burgos, 2003, p p . 205-220.

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en los documentos notariales que bien podr í an reflejar u n cam­bio d i fundido desde antiguo o bien p o d r í a n ser expresiones de una fuerza expansiva c o n t e m p o r á n e a a la redacc ión de los documentos en los que aparecen, como en el caso de la d ipton­gac ión de las vocales breves tónicas del latín; y, por citar sólo otro problema, la c u ñ a castellana, esa imagen formidable con la que M e n é n d e z Pidal sintetizó el carácter enormemente i n ­novador y revolucionario del dialecto castellano, frente a sus vecinos y por su difusión de norte a sur, responde más al afecto personal de u n noventayochista que al análisis de los datos 1 8 , s e g ú n ha sido demostrado a part ir del cotejo de nuevos mate­riales, pero también de la revisión de los textos citados por d o n R a m ó n , con lo cual ahora el castellano se nos muestra como u n complejo dialectal, en ocasiones vacilante, que integró solucio­nes lingüísticas de sus vecinos y, por tanto, rebelde, sí, pero a toda cons iderac ión monocorde. Ahora bien, j u n t o a este t ipo de problemas, que entresacados del discurso pidaliano p o d r í a n sonar a una invitación para demoler la obra de M e n é n d e z Pi­dal, algo que sólo mostrar ía una imperdonable ceguera, j u n t o a ello, digo, hay ideas y propuestas que, directa o indirectamen­te, merecen ser ponderadas considerando el estado actual de nuestro conocimiento. Me refiero, por ejemplo, a la innova­ción y creatividad en el hablar, a la variación y variedades l i n ­güísticas, a la difusión y registro de u n cambio, a la re lación entre oralidad y escritura y a la fuerza de las tradiciones, entre otros temas.

TRADICIÓN E INNOVACIÓN EN EL CAMBIO LINGÜÍSTICO

L íneas arriba a ludí a que M e n é n d e z Pidal recurr ió a trabajos publicados entre el Manualy Orígenes para encarar el problema del cambio l ingüístico. Esos trabajos son fundamentalmente dos: el pr imero aparec ió en 1916, en la Revista de Filología Es­pañola, con el título de "Poes ía popular y romancero"; el se­gundo, de 1920, dado a conocer en la misma revista, se t i tula "Sobre geograf ía folklórica. Ensayo de u n m é t o d o " 1 9 . El h i l o

1 8 V é a n s e mis trabajos, ya citados, El problema del cambio lingüístico en Ra­món Menéndez Pidal y " E l cambio l ingüís t ico en R a m ó n M e n é n d e z Pida l " .

1 9 A los ar t ículos citados p o d r í a sumarse la r e s e ñ a de d o n R a m ó n , tam­b i é n de 1916, a la m e m o r i a doctora l de Griega I Gaja, La frontera catalano

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conductor de ambos estudios es el firme convencimiento de d o n R a m ó n sobre el carácter tradicional de toda actividad co­lectiva, vale decir: la perspectiva tradicionalista que marcó toda la obra pidaliana con u n sello fácilmente reconocible para quien consulte alguna de sus investigaciones. Desde ese punto de vista, el romancero es sólo u n es labón de una cadena ininte­rrumpida de creaciones artísticas que ha mantenido, perseveran­te, como ligadura, el sentir y el pensar cornün. El romancero hereda el espíritu de la epopeya y lo transmite aun en sus va­riantes, signo de su dinamismo en boca de los recitadores que, s int iéndose sus amos y haciendo gala de su creatividad, lo renuevan incesantemente, pero sin apartarse de la tradición re­cibida y compart ida 2 0 . No postula M e n é n d e z Pidal la cont inui­dad de esta poes ía en función de las fuerzas intangibles que supon ían los románt icos . En el artículo de 1916 subraya que el carácter tradicional de cualquier actividad es resultado de múl­tiples actos individuales de voluntad y de invención, idea a la que regresará más tarde para decir que "todo depende de la vo­luntad de u n individuo, hasta la más p e q u e ñ a variante de u n

aragonesa. Estudi geografico-linguistic, publ icada en REE, 3, 73-88. N o la he m e n c i o n a d o arr iba p o r razones argumentativas.

20 CARMEN CONDE, e,p. cit, p p . 90-91, recoge la siguiente d e c l a r a c i ó n de M e n é n d e z Pidal : "E l romancero viejo es la c r e a c i ó n ' e n que la fuerte perso­na l idad a n ó n i m a de E s p a ñ a une m á s impres ionante la voz al coro de la poe­sía universal, es en nuestra l i t e ra tura la p r o d u c c i ó n m á s gustada, p o r propios y e x t r a ñ o s , d e s p u é s del Qui jote ; a d e m á s el romancero viejo se nos presenta como el t aumaturgo de ese que se ha l l amado el « m i l a g r o espa­ñ o l » , ese p r o d i g i o de r e n o v a c i ó n en el cul t ivo de las leyendas heroicas que tanto ha sido realzado p o r la crít ica: el romancero recoge el espír i tu de la epopeya, que desde los siglos m á s remotos, desde los pr imeros albores de la p r o d u c c i ó n inte lectual de la n a c i ó n , i n f o r m a u n sentir u n pensar co­m ú n , y que lo transmite a través de las diferentes edades a diversos g é n e r o s p o é t i c o s hasta nuestros d ías . Por otra parte, el romancero oral , imperecede­r o , representa hasta hoy el recuerdo p a t r i m o n i a l de los pueblos hispanos, que lo guardan con tenaz c a r i ñ o p o r dondequiera que se han dispersado, p o r A m é r i c a y p o r las d e m á s partes del m u n d o ; cada pa í s no só lo conserva la t rad ic ión recibida, sino que inculca en ella algo de su p r o p i a rea l idad creadora, haciendo m á s í n t i m o y vivo ese recuerdo perseverante, i m b o r r a ­ble, aunque, s e g ú n tantos otros hondos afectos, recitados, escondido, como venas de aguas s o t e r r a ñ a s que dan f e r t i l i dad al suelo". Sobre los aspectos inc lu idos en esta d e c l a r a c i ó n puede consultarse t a m b i é n MENÉNDEZ PIDAL, Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas, 6- ed., Ins t i tu to de Estu­dios Pol í t icos , M a d r i d , 1957, y La Chanson de Roland y el neotradicionalismo (orígenes de la épica románica), Espasa-Calpe, M a d r i d , 1959.

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poema tradicional , hasta la más leve evolución ocurrida en u n fonema del lenguaje materno" 2 1 . Como es de suponer, no to­das las innovaciones llegan a difundirse, sólo lo harán aquellas que logran ser adoptadas por otros recitadores y, por tanto, empleadas en sus recreaciones artísticas y sujetas así a innova­ciones. Es también en 1916 cuando d o n R a m ó n extrapola estos principios a la lengua en u n pasaje que me permito citar por­que sintetiza estas reflexiones:

El romancero, en suma, como toda verdadera poesía tradicional, puede con razón tenerse por producto colectivo. Y con esto no negamos el origen individual de sus creaciones. Claro es que toda creación en los productos sociales o colectivos (tales como la poesía tradicional, el lenguaje o la costumbre) es obra de un individuo que en un momento de iniciativa se eleva sobre el co­mún de las gentes; pero la creación individual sólo llega a hacer­se popular cuando es asimilada por el pueblo; cuando éste la repite reiterada veces, y al repetirla no permanece pasivo, sino que amolda la creación primera al común sentir, y la rehace y la refunde vivificándola con nuevas iniciativas individuales, que son creadoras a su vez, por dispersas e imperceptibles que sean22.

Si en estas l íneas se perfila claramente la conciencia de Me­n é n d e z Pidal sobre el carácter variable del romancero y de la lengua, que habrá de cuajar en lo que respecta a la lengua en Orígenes, el citado artículo de 1920 abunda sobre el mismo tema 2 3 . En esta oportunidad, el autor dirá, por el lado de las in­novaciones, que el recitador siempre deja q u e j u n t o a la memo­ria actúe la imaginac ión, y según cada caso, él aprende y repite con mayor o menor exactitud lo consagrado por la tradición; mientras que, por el lado de las adopciones, no sólo enfatiza su carácter excepcional, pues en la mayoría de los casos las nove­dades quedan sin eco, sino que quienes escuchan una inno­vación t ienden a adherirse a lo asegurado en su memoria , lo compart ido. Y es que, razona d o n R a m ó n , la intensidad de las tradiciones deja m á r g e n e s estrechos para que se produzcan las mudanzas, pero cuando una innovación tiene la fortuna de ser adoptada, entonces ella se va convirtiendo en norma colceti-

21 MENÉNDEZ PIDAL, Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas, p. v i i . 22 " P o e s í a popu la r y romancero" , RFE, 3 (1916), pp . 272-273. 23 Cf. GARATEA G R A U , El problema del cambio lingüístico en Ramón Menén­

dez Pidal.

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va que rige una mul t i tud de nuevos actos2 4. La relación dialéctica que establece así nuestro autor, entre individuo y comunidad, llevó a que J. A. Maraval l 2 5 afirmara que el tradicionalismo pi-daliano es, en realidad, u n esquema de vida social.

Aunque estas ideas contienen el fundamento conceptual para explicar el cambio l ingüístico, tanto en lo referido a la función de los hablantes como en lo que toca al valor social de las tradiciones, ellas t ienen, al menos, dos consecuencias en el m é t o d o impulsado por M e n é n d e z Pidal que merecen ser rete­nidas. La pr imera incumbe a la e laborac ión de los textos escri­tos. Éstos sólo pueden ser correctamente estudiados cuando son inscritos en una tradición textual que modela su forma y conduce la expos ic ión del contenido, pues "el indiv iduo más genial no puede escribir guiado sólo por su genialidad sino en­cauzado y l imitado por la tradición cultural en que él se ha for­mado y a la cual sirve" 2 6 . De manera que si en pr inc ip io el concepto de tradicional idad va u n i d o al de oralidad, hay que admit ir también el carácter tradicional de los textos escritos. La segunda consecuencia corresponde a la p ragmát ica de la poe­sía juglaresca. El juglar , que cada d ía entiende menos el bajo latín, puesto en la situación de tener que comunicar y divertir a su auditor io , se ve obligado a emplear formas vulgares, ajenas a la gramát ica , desplazando así las formas gramaticales hereda­das. "Era necesario darse a entender en todo momento , era ur­gente renovar el repertorio heredado, haciendo que el habla de los vulgares usos cotidianos entrase más y m á s " 2 7 . El hecho de que la necesidad comunicativa de los juglares favorezca el em­pleo de formas ajenas a los patrones normados por la gramáti­ca, no sólo implica reconocer en los juglares una conciencia lingüística atenta a los usos del entorno, combinada con las pautas discursivas exigidas por la tradición, sino que, además , convierte a la juglaresca en "poes ía consustancial al idioma^ que a la par del idioma, se reforma y conforma siguiendo el mismo proceso evolutivo" (p. 337) 2 8 .

2 4 MENÉNDEZ PIDAL, "Sobre g e o g r a f í a fo lklór ica . Ensayo de u n m é t o d o " , p p . 324-326.

25 Op. cit, p. 130. 2 ( ' MENÉNDEZ PIDAL, Reliquias de la poesía épica española [1951] , Espasa-Cal-

pe, M a d r i d , 1956, p p . 62-64. 2 7 MENÉNDEZ PIDAL, Poesía juglaresca y orígenes..., pp . 335-336. 2 8 En la misma l ínea , RAFAEL LAPESA s e ñ a l a que: "cada m o m e n t o de la

p r o d u c c i ó n é p i c a responde esencialmente al estado l ingüís t ico que d o m i -

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D o n R a m ó n aplica los principios que acabo de mencionar a la historia de la lengua y, en particular, a la expl icac ión de los cambios lingüísticos a part i r de una ana log ía que, una vez asu­mida, ordena y articula el marco teórico que emplea como apo­yo analít ico. Esa ana log ía es la inclusión de la lengua entre las actividades tradicionales, como afirma en su artículo de 1916 y retoma en 1920. A part ir de ello, los hablantes son los impulso­res de los procesos de cambio, son individuos creativos e inno­vadores y son, a d e m á s , conscientes de las formas vigentes en su entorno y de las tradiciones idiomáticas asentadas en la me­mor ia social. Pero la const i tución de u n cambio d e p e n d e r á de que las innovaciones sean adoptadas, es decir, d e p e n d e r á de la part ic ipac ión de la comunidad. Para decirlo de otro modo: el cambio lo producen los receptores, quienes deben usar la innovación en sus actos de habla y favorecer así su estatuto como norma colectiva. En este marco, la poca fortuna de las in ­novaciones y el carácter excepcional del cambio se explican por la firmeza y la persistencia de las tradiciones lingüísticas en la comunidad, cuyos miembros prefieren lo sabido antes que adoptar usos novedosos. De m o d o que la expl icación de u n cambio l ingüístico debe considerar, en u n extremo, a los ha­blantes, y en otro, las condiciones históricas en las que el proce­so se desarrolla, pues sólo éstas p o d r á n aclarar por qué una

naba en el habla c o m ú n . Pero t a m b i é n en todo m o m e n t o se aparta de ella, e incluso de la e x p r e s i ó n prop ia de otros g é n e r o s l i terarios , en rasgos m u y caracter í s t icos : conserva m u y notables a r c a í s m o s , muestra la huel la de exi­gencias inherentes al ejercicio juglaresco, y se permi te singulares licencias en el empleo de formas, construcciones s intáct icas y vocabular io . Usa una f r a s e o l o g í a y unos procedimientos estilísticos que, asimilados p o r toda la co­m u n i d a d de poetas y oyentes, cont r ibuyen a transformar la obra i n d i v i d u a l en c r e a c i ó n colectiva" ("La lengua de la p o e s í a é p i c a en los cantares de ges­ta y en el Romacero vie jo" , De la Edad Media a nuestros días, Credos, M a d r i d , 1967, p . 28) . Por otra parte, el razonamiento p ida l iano arr iba r e s e ñ a d o fue p u n t o de part ida para algunas de las objeciones que hizo C o l i n Smi th (1976) a la ed i c ión del Poema de mió Cid preparada p o r M e n é n d e z Pidal , pues advirt ió que el filólogo e s p a ñ o l muchas veces arcaizaba el lenguaje de l texto para hacerlo c o i n c i d i r c o n la fecha que él mismo postula para la ela­b o r a c i ó n del Poema. A esto hay que a ñ a d i r que muchas de las críticas que rec ib ie ron las interpretaciones pidalianas, sobre todo las que se apoyaban en la r e l ac ión entre historia y é p i c a que con tesón d e f e n d i ó M e n é n d e z Pi­dal , muestran la confus ión del t é r m i n o his tor ic idad con el de veracidad his­tór ica (c f JOSÉ JESÚS DE BUSTOS TOVAR "De l estudio f i lo lógico de los textos medievales a la. teoría, del discurso: una. perspectiva d i a c r ó n i c a " , texis, 2003, n ú m . 28, 29-69).

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forma innovadora logra difundirse y consolidarse en la lengua. Por tanto, la historia de una lengua es la historia de su comuni­dad hablante; y por ello, Orígenes del españoles una historia me­dieval de España .

Estos principios teóricos ubican el razonamiento pidaliano en la acera opuesta a quienes comprenden y explican las lenguas y su diacronía como si fueran fenómenos naturales, regulares, asépticos a la variación social y a la m u l t i t u d de dimensiones presentes en cualquier espacio comunicativo. Varios años des­pués de publicar Orígenes, en su discurso sobre "La unidad del id ioma" (1944), M e n é n d e z Pidal escribe las l íneas siguientes:

u n Schuchardt, un Bréal combatían el concepto de fatalidad en la evolución de las lenguas y el de la lingüística como ciencias de la Naturaleza, conceptos éstos que acabaron pronto por ser com­pletamente abandonados, para sustituirlos por el de la lengua concebida como hecho social... Una lengua puede vivir indefinida­mente, como la porción de humanidad que habla dicha lengua, y puede morir sustituida por otra, si le falta la entrañable adrie* sión de la sociedad que la habla29.

2 9 C i to p o r "La u n i d a d del i d i o m a " , en Castilla, la tradición, el idioma, Es-pasa-Calpe, Buenos Aires, 1947, p . 185. Me parece o p o r t u n o citar a q u í a COSERIU (Sincronía, diacronía e historia. El problema del cambio lingüístico, Gre-dos, M a d r i d , 1978, pp . 43, 30-31 y 282-283), q u i e n , desde otra^perspectiva, aunque no muy alejada de lo expuesto, dice, sobre la lengua en tanto hecho social, que: "Los hechos sociales n o son exteriores a los indiv iduos , n o son extraindividuales , sino inter indiv iduales , correspondiendo en el lo al m o d o de ser de l h o m b r e , que es u n ser con otros" y en re l ac ión con el cambio afir­ma que "la lengua cambia para seguir func ionando como tal Mas esta len­gua, de terminada constantemente (y n o de una vez p o r todas) p o r su f u n c i ó n , no es tá hecha sino que se hace cont inuamente p o r la actividad l i n ­gü í s t i ca concreta . . . para c o m p r e n d e r el mecanismo del cambio l ingüís t ico , hay que colocarnos desde el p r i m e r m o m e n t o en el terreno del hablar

y t o m a r l o como n o r m a de todas las otras manifestaciones"; y "la lengua se hace mediante el cambio, y 'muere ' como tal cuando deja de cambiar . . . la lengua se hace, pero su hacerse es u n hacerse hi s tór ico , y no cot id iano ; es u n hacerse en u n marco de permanenc ia v c o n t i n u i d a d el mantenerse parc ia lmente idént i ca a sí misma y el i n c o r p o r a r nuevas tradiciones es pre¬cisamente lo Cjue asegura su func iona l idad como lengua y su ca rác te r de 'objeto h i s tór ico ' U n objeto h i s tór ico es tal só lo si es al mismo t i e m p o permanenc ia y s u c e s i ó n " En el desarrol lo de la l ingüís t ica posterior a los trabajos de M e n é n d e z Pidal especialmente en e l ' camoo de la filología r o m á n i c a el concepto de t rad ic ión se ha m a n t e n i d o como cr i ter io interpre¬tativo del cambio l ingüíst ico con los agregados y enmiendas explicables por los marcos teór icos que apoyan las nuevas investigaciones, pero tanto la

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Gracias a este marco conceptual, clon R a m ó n puede con­cluir , por ejemplo, a propós i to de mb > m, que "cada cambio tie­ne en cada país una causa particular y una historia propia que es deber de la l ingüística indagar, no saliendo al paso con decir que se trata de u n f e n ó m e n o natura l . . . la historia de mb > m no es «historia natural» sino «historia h u m a n a » , y con la historia de los pueblos hay que relacionarla" 3 0 . Es también en Orígenes donde M e n é n d e z Pidal asume la variación como rasgo caracte­rístico de los usos lingüísticos, rasgo que la gramática histórica es incapaz de considerar por la rigidez de sus moldes y por la l i -nealidad de sus representaciones. Con ese criterio, don Ramón reconoce que la regularidad es sólo el estadio final del cambio y que el proceso implica, más bien, la convivencia de formas, vacilaciones, es decir, la coexistencia, en el mismo espacio co­municativo y durante u n t iempo prolongado, de la forma vieja con la nueva, en una suerte de pugna que habrá de resolverse en la vida social. Así matiza los j a l ó n e o s cronológicos que sue­len presentar las descripciones restringidas a la horma de las le­yes foné t i ca s 3 1 y, de paso, introduce nociones como la latencia del cambio y su durac ión multisecular 3 2 . A manera de ilustra­ción, puede recordarse el siguiente pasaje vinculado a un caso de m o n o p t o n g a c i ó n , ai > e, largamente descrito por d o n Ra­m ó n . Ahí se lee que:

a t e n c i ó n a las tradiciones, como la c o m p r e n s i ó n del ca rác te r social de la lengua h a n marcado en la l ingüís t ica c o n t e m p o r á n e a una o r i e n t a c i ó n dis­t i n t a de todos aquellos intentos p o r r e d u c i r los f e n ó m e n o s l ingüís t icos a la s imple d e s c r i p c i ó n cuantitativa o a representaciones lóg ico- formales .

3 0 MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes del español. Estado lingüístico de la Península Ibérica hasta el siglo xi [1926]", Espasa-Calpe, M a d r i d , 1986, p. 302. N ó t e s e que esta re f lex ión fue antic ipada en el f ragmento citado en la nota 20; especial­mente las l íneas referidas a que, en la d i fus ión del romancero , cada pueb lo inculca algo de su p r o p i a real idad a la t rad ic ión recibida.

3 1 La pos i c ión de M e n é n d e z Pidal sobre las leyes fonét icas está sintetiza­da en u n extracto de las Conclusiones de Orígenes i n c l u i d o , con el título de "Las leyes fonét icas , su esencia h i s tór ica" , en MENÉNDEZ PIDAL, Estudios de lin­güística, Espasa-Calpe, M a d r i d , 1961, p p . 11-34. El alcance de este tema en la obra de d o n R a m ó n ha sido mostrado p o r E M I L I O RIDRUE¡O, "La c o n c e p c i ó n del cambio f o n é t i c o de R a m ó n M e n é n d e z Pidal" , en The emergence of the modern language sciences. T . 1: Historiographical perspeclives, eds. S. E m b l e t o n ,

J. Joseph & H.-J. Niederehe , Benjamins, Amsterdam-Phi ladelphia , 1999, p p . 201-217.

3 2 Cf. JOSÉ A N T O N I O PASCUAL, "Var iac ión foné t i ca o n o r m a grá f ica en el e s p a ñ o l medieval. A p r o p ó s i t o de los dialectos h i spán icos centrales", CLHM, 21 (1996-97), p. 93.

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una ley fonética (ai > e), después de constituida (ya en el siglo x) , necesita muchos siglos (hasta el xrv) para triunfar, perfeccionán­dose, completándose y generalizándose; muchos siglos en que la colectividad hablante se mantiene dominada por una tendencia persistente (la preferencia del monoptongo een vez del dipton­go ei), y la va aplicando y generalizando, muy lenta y complicada­mente, a los diversos casos que el idioma presenta33.

Si el hecho de asumir el cambio como u n f e n ó m e n o que no se decanta abruptamente n i responde a una relación lógica del t ipo causa-efecto, muestra u n significativo progreso en el traba­j o y la ref lexión pidalianos respecto al Manual, también lo es el que M e n é n d e z Pidal intente explicar la actuación de los ha­blantes en sus respectivos contextos comunicativos, sobre todo ante las formas lingüísticas que encuentran como posibilidades expresivas vigentes en su entorno inmediato. La formulac ión que logra d o n R a m ó n en Orígenes podr í a ser fácilmente suscrita por cualquier pragmatista o sociolingüista c o n t e m p o r á n e o : "El que habla sigue consciente o subconscientemente ora una, ora otra, de esas normas en lucha; prefiere una u otra, s egún el tono y la ocas ión del discurso, según las influencias pasajeras que se entrecruzan en la mente mientras se produce el acto l in­güís t ico" (p. 526). De forma que, aun cuando ello signifique contradecir sus propios planteamientos, no es posible genera­lizar para las lenguas una actitud innovadora o conservadora, como de fendió M e n é n d e z Pidal al caracterizar los dialectos h i spán icos 3 4 . Lo que hay son diferentes actitudes de los hablan­tes al elegir entre dos o más variantes, unas con más , otras con menos aceptac ión social.

No abogo con estas citas para que tomemos a don R a m ó n como u n intelectual adelantado a su t iempo. Sin embargo, no puedo o m i t i r que algunas novedosas teorías redescubren con­ceptos y m é t o d o s que, según se dice, el análisis histórico había olvidado, pero que, en realidad, habían sido anticipados y, en ocasiones, también formulados en Orígenes del español. Ya la

3 3 MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes, p. 9 3 . Se han ocupado de este proceso con diferentes criterios, entre otros: R . LAPESA, Historia de la lengua española, Cre­dos, M a d r i d , 1 9 8 1 ; E . ALARCOS L L O R A C H , Fonología española. [ 1 9 5 0 ] , Credos, M a d r i d , 1 9 8 6 , pp . 2 2 7 - 2 2 8 ; M A N U E L A R I Z A , Manual de fonología histórica del español, S íntes i s , M a d r i d , 1 9 9 0 , p p . 3 4 - 3 7 y RAFAEL C A N O AGUILAR, El español a través de los tiempos [ 1 9 8 8 ] , A r c o / L i b r o s , M a d r i d , 1 9 9 9 , p p . 7 1 - 7 2 .

3 4 Cf. J. A . PASCUAL y R . SANTIAGO, art . c i t , p. 4 6 2 .

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obra pidaliana nos enseña , por ejemplo, que el cambio lingüís­tico exige una interpretación pragmatista, porque éste no nace n i se constituye por vacíos o desequilibrios en el inter ior de los esquemas estructurales del sistema lingüístico, sino en el uso, en el hablar, donde ocurren desfases entre el acervo lingüísti­co y las funciones que los hablantes le hacen d e s e m p e ñ a r en sus actuaciones verbales 3 5 . Para formular esas hipótesis , d o n R a m ó n part ió de u n prolongado proceso de acopio y descrip­ción de datos, proceso que lo llevó de la apl icación de los mé­todos consagrados por el positivismo y el comparatismo del siglo xix, como sucede en el Manual, a una concepc ión más amplia e integral de la diacronia de la lengua, cuya mejor ex­pres ión es, sin duda. Orígenes, donde la tradición metodo lóg i ca iniciada por Diez es equilibrada mediante la a d o p c i ó n de ideas próx imas a la l ínea que mantuvieron G. Paris, H . Schuchardt, G. Gi l l i é ron 3 6 , G. Asco l i 3 7 y, por cierto, K. Vossler, y a la cual, en otro nivel, M e n é n d e z Pidal ag regó su noventayochismo.

3 5 Cf. C A N O AGUILAR, " P r a g m á t i c a l ingüís t ica e historia de la lengua", Cauce, 1 9 9 5 - 9 6 , n ú m s . 1 8 / 1 9 , p p . 7 0 5 y 7 1 3 .

3 6 M A N U E L ALVAR ( " M e n é n d e z Pidal : g e o g r a f í a l ingüís t ica y g e o g r a f í a fo l ­c lòr ica" , BRAE, 6 8 , 1 9 8 8 , p. 3 8 0 ) n o t ó cierta cor re l ac ión entre M e n é n d e z Pi­dal y Gi l l iéron , en tanto que ambos, siendo positivistas en cuanto a las exigencias m e t o d o l ó g i c a s , v i n i e r o n a descubrir una d o c t r i n a m á s cercana al ideal ismo, gracias a que sus respectivas investigaciones g e o g r á f i c a s los acer­caron al habla y al aspecto i n d i v i d u a l de la c o m u n i c a c i ó n . Hay que decir t a m b i é n que, para Gi l l iéron , la d i s t r ibuc ión de los hechos l ingüís t icos era u n asunto interpretable en t é r m i n o s g e o g r á f i c o s , lo cual lo co ndu jo a esta­blecer c r o n o l o g í a s y pr imit ivas extensiones en el espacio; cf. ALBERTO VÁRVA-RO, Historia, problemas y métodos..., p. 1 6 3 . Debe tenerse en cuenta, p o r la c e r c a n í a c r o n o l ó g i c a con las investigaciones pidalianas, que Gi l l iéron p u b l i ­c ó , entre 1 9 0 2 y 1 9 1 2 , L'Atlas linguistique de la Frunce.

3 7 El i ta l iano Ascol i es el verdadero in ic i ador de la d i a l e c t o l o g í a científi­ca. D i s c r e p ó con los pr inc ip ios n e o g r a m á t i c o s , especialmente con la con­c e p c i ó n de las leyes fonét icas , y, en sus Prima lettera glotologica de 1 8 8 2 , s e ñ a l ó la impor tanc i a de los indiv iduos en la evo luc ión y d i fus ión de los so­nidos y, t a m b i é n , la pos ib i l idad de que u n sonido pueda evolucionar de ma­nera dist inta en palabras t a m b i é n distintas, cf. I . IORDAN, op. cit., pp . 4 4 - 4 5 y CARLO T A G L I A V I N I , Panorama dì Storia della Linguistica, Riccardo Patron, Bo­logna, 1 9 6 3 , pp . 1 9 8 - 1 9 9 . Ascol i evita ident i f icar el lenguaje como p r o d u c t o de una his tor ia natura l , en el sentido que propuso Schleicher. Para la i m ­por tanc ia de Ascol i en el contexto de la romanist ica y en el desarrollo de la d i a l e c t o l o g í a como disc ipl ina c ient í f ica cf. VÁRVARO, Historia, problemas y mé­todos..., pp . 8 2 - 8 3 y 8 9 y LORENZO R E N Z I , Introducción a la filología románica, Credos, M a d r i d , 1 9 8 2 , p. 8 2 . Por otra parte, viene b i e n recordar que, para COSERIU ("Los conceptos de dialecto, nivel y estilo de lengua y el sentido

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402 CARLOS GARATEA GRAU NRFH, Uli

LOS TEXTOS Y EL REGISTRO DEI, C AMBIO

La reconstrucción de los procesos de cambio exige que el his­toriador ofrezca los documentos que justif ican sus aseveracio­nes sobre la ruta de u n f e n ó m e n o diacrònico . Esta exigencia metodo lóg ica , inherente a todo trabajo científico, tropieza, con más frecuencia de lo que se admite, con que los textos sue­len silenciar los datos necesarios para completar el trazo. Es una verdad de perogrul lo , pero no una trivialidad. Vista de cer­ca ella obliga a no confundir la d imens ión gráfica, es decir, los textos en los que un cambio es reflejado, con la dimensión oral en la que se dan los procesos v a los cuales sólo se puede acceder por intermedio de la escritura. Ambas dimensiones responden a específicas condiciones mediales y concepcionales, a d e m á s de tradiciones con distinto alcance y con distintas consecuen­cias para el uso de las unidades de lengua 3 8 . Este asunto, que en los últ imos años ha recibido especial atención, desde muy diversas epi s temologías , tiene, para quien juzgue la obra p¡-daliana o cualquiera que nos sea c o n t e m p o r á n e a , la mayor importancia porque de él depende el valor descriptivo y expli­cativo que ofrece u n estudio. M e n é n d e z Pidal advirtió el pro­blema e intentó resolverlo, aunque no siempre con éxito.

El concepto pidaliano de estado latente™ pretende qucbrar el silencio de la escritura y asumir la cont inuidad de u n proce­so d iacrònico a pesar de que, durante un t iempo, no se regis­tren huellas de su existencia en los textos. Mejor dicho: postula que los f e n ó m e n o s lingüísticos pueden permanecer margi-

p r o p i o de la d i a l ec to log í a " , LEA, 1981, n ú m . 3, p p . 26-27), la d i a l e c t o l o g í a es g r a m á t i c a comparada en tanto cotejo de hechos l ingüís t icos considera­dos en el espacio, cotejo que busca sacar de la variedad misma inferencias sobre el m o d o en que f u n c i o n a n , se constituyen y m o d i f i c a n las tradiciones id iomát i ca s .

3 8 Cf. los trabajos de PETER K O C H y W U L F OESTERREICHER: "Sprache der

N ä h e - S p r a c h e der Distanz. M ü n d l i c h k e i t u n d Schri f t l ichkei t i m Spannungs­fe ld von Sprachtheorie u n d Sprachgeschichte", RJ, 36 (1985) , 15-43; Gespro­chene Sprache in der Romanía: Französisch, Italienisch, Spanisch, Niemeyer, T ü b i n g e n , 1990; y "Gesprochene Sprache u n d geschriebene Sprache/Lan-gage p a r l é et langage écrit", Lexikon der Romanistischen Linguistik, vo l . 1, 2, Niemeyer, T ü b i n g e n , 2001, p p . 584-627.

3 9 Este concepto aparece claramente f o r m u l a d o p o r p r i m e r a vez en Orígenes del español, de 1926 (en la ed. que c i to , de 1986, pp . 533-534 y 537) , aunque es posible reconocer lo ya, en 1896, en La leyenda de los Infantes de Lara. Cf. JOSÉ PORTÓLES, op. cit., p . 42.

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NRI'H, L U I DEL MANUAL DE GRAMÁTICA A LOS ORÍGENES 403

nados de la escritura, es decir, pueden existir, cambiar y di fun­dirse, sin dejar registro gráfico o, si se prefiere, textual. El con­cepto no tiene alcance teórico, sino m e t o d o l ó g i c o . Y es coherente con la cont inuidad de las actividades colectivas que plantea el tradicionalismo antes detallado. Como este pr inc i­pio p o d r í a servir para que el historiador especule, sin mayor respaldo empír ico , sobre supuestos hechos de lengua, Menén-dez Pidal tuvo el cuidado de restringir su empleo a tres condi­ciones. La pr imera es contar con noticias confiables sobre la existencia de a lgún hecho o f e n ó m e n o en el pasado; la segun­da es que, a esas noticias, sobrevenga u n p e r í o d o de ocultación durante el cual los textos no registran dato alguno sobre el hecho antes identificado o si lo registran no lo hacen con la misma frecuencia, de modo que esa ocultación es explicable porque los escribientes consideran que el hecho o el f enóme­no es i m p r o p i o del discurso escrito; la tercera es que cese el si­lencio documental sea porque el f e n ó m e n o se difunde en el i n t e r i o r de la comunidad y pierde el valor negativo que le i m ­p e d í a reflejarse en la escritura, sea porque la investigación descubre la pervivencia del f e n ó m e n o 4 0 . La latencia de u n fe­n ó m e n o se da, así, respecto de la escritura, pero no de la vida social, donde, más bien, es visible y notor io . Esta idea de d o n R a m ó n vino a confirmarse cuando se descubr ió que el roman­cero oral m a n t e n í a su vigencia en Castilla de spués de haber permanecido excluido de los textos durante tres siglos. En ella se apoya M e n é n d e z Pidal, j u n t o a una posible influencia de sus­trato, cuando describe el tan discutido cambio / - > h*\ A l res-

4 0 Cf. MENÉNDEZ PIDAL, Romancero hispánico I I , Espasa-Calpe, M a d r i d , 1 9 5 3 , p. 3 6 2 . Es interesante notar la posible correspondencia entre los p lan­teamientos arr iba mencionados y las reflexiones expuestas p o r U n a m u n o en En torno al casticismo de 1 9 0 2 ( i n c l u i d o en sus Obras completas, Vergara, Barcelona, 1 9 5 8 , t. 3 , pp . 1 5 5 - 3 0 4 ) , especialmente su l l amado de a t e n c i ó n acerca de que la a u t é n t i c a t rad ic ión permanece soterrada de la historia of i ­cial , pero ac túa como verdadero sedimento de la vida social, idea contenida en el concepto de intrahisloria propuesto p o r el filósofo vasco en el ensayo a q u í menc ionado .

4 1 Se trata de l cambio foné t i co que probab lemente m á s b ib l iogra f í a ha generado entre los historiadores de l e s p a ñ o l . N o ha faltado q u i e n destaque la s o l u c i ó n de M e n é n d e z Pidal , en la cual in te rv ienen elementos y reflexio­nes n o considerados a q u í , como u n a de las obras maestras de la filología ro­m á n i c a (VÁRVARO, Historia, problemas y métodos..., p. 1 3 2 ) o valore el anális is p ida l i ano como estudio m o d é l i c o ( M . ARIZA, op. cit, p. 1 0 2 ) . U n a buena sín­tesis de las distintas h ipótes i s formuladas en re l ac ión con f> h se encuentra

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404 CARLOS GARATEA GRAU NRFH, L U I

pecto dice que a) muchos pueblos ibéricos carecían del sonido /-. de manera que cuando esos pueblos tuvieron que adoptar el latín, hallaron gran dif icultad en pronunciar lo y lo sustituyeron por o tro a n á l o g o ; b) siguieron siglos de estado latente, conta­dos documentos elaborados entre los siglos ix y xn testimonian que en el norte se pronunciaba en lugar de l a / - una aspirada h-, pues siendo una pronunc iac ión bárbara y grosera n inguna persona culta se atrevía a registrarla^; y c) las formas con h- se hacen frecuentes a part ir del siglo xrv, abundan en el xv y do­m i n a n en el x v i 4 3 . Con estos vacíos documentales, nos encon­tramos también cuando, por ejemplo, se quiere describir el uso de demás como conectar discursivo en el siglo xv. Cano Agui-l a r 4 4 ha mostrado que el actual conector además, cuya coinci­dencia de valores con demás permite pensar que se trata de dos variantes formales d iacrónicamente sucesivas, tenía u n campo de uso bastante general en ese siglo, tanto de niveles sociolin-güísticos como de registro, a diferencia de la restricción que ofrece demás, l imitado a textos jur íd icos . Sin embargo, en la Edad Media no se encuentra además como conector y a decir de Coraminas, que cuenta con raros ejemplos medievales, la equi­valencia de sentidos entre demás y además no ocurre hasta la épo­ca de Cervantes. Para Cano se trata, entonces, de u n hueco temporal , de usos y contenidos, que aún no logra ser explicado.

Por otra parte, la latencia de los f e n ó m e n o s fue esgrimida por M e n é n d e z Pidal para discrepar de quienes, como los neo-gramáticos , a sumían que la fecha en que u n cambio aparece registrado por pr imera vez en u n documento corresponde a la fecha de inic io del proceso. En efecto, son dimensiones distin-

en ese trabajo de A R I Z A (pp . 97-101) y en MERCEDES QUILIS M E R Í N , "La F- i n i ­

cial l a t ina en los o r í g e n e s de la lengua e s p a ñ o l a ( I ) " , Anuario del Seminario de Filología Vasca Julio de Urquijo", 30 (1996) , p p . 385-410. V é a n s e t a m b i é n los argumentos expuestos p o r JOSÉ L U I S RIVAROLA, "Sobre f >h en e s p a ñ o l " , ZRPh, 88 (1972), 448-458, sobre la propuesta de A N T O N Y J . N A R O , " O n f >h i n Casti l l ian and Western Romance" , ZRPh, 88 (1972), 435-447.

4 2 E n términos semejantes se p r o n u n c i ó LAPESA {Historia..., p. 187) al decir que la resistencia culta a fectó a u n f e n ó m e n o tan caracter í s t icamente caste­l lano como el cambio f > h ; la causa está en que [ h ] era u n a l ó f o n o l lano del fonema cuya repre sen tac ión gráf ica prestigiada p o r la tradic ión era la f.

43 Romancero hispánico I I , p. 363. 4 4 "La c o h e s i ó n gramatical de l discurso en el castellano del siglo xv" , en

Indagaciones sobre la lengua. Estudios de filología y lingüística españolas en memo­ria de Emilio Alanos, eds. E. M é n d e z , J . Mendoza e Y. Congosto, Univers idad, Sevilla, 2001, p . 183.

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tas: el registro escrito de una mudanza lingüística es siempre posterior a su vigencia en el ámbi to de la comunicac ión oral y, por tanto, ese registro debe tomarse como testimonio de que el proceso ha logrado difundirse en distintas esferas de la vida social y penetrar en la tradición gráfica que enmarca el texto empleado como fuente; a d e m á s , cuando u n cambio aparece reflejado en u n texto no significa que el proceso haya con­cluido en la oralidad. Este pr inc ip io , cuya ut i l idad está fuera de duda, sobre todo para determinar la c rono log ía de u n cambio y dar cuenta de su difusión, re spa ldó el rechazo de M e n é n d e z Pidal a la expl icación y a la c rono log ía que Meyer-Lübke pro­puso para el cambio/- > h. El romanista a l emán , heredero de la l ínea iniciada por Diez, no aceptaba la existencia de la h- en el e spaño l antiguo, dado que ella sólo aparece de manera persis­tente, en los textos, a part ir del siglo xv; y, en tanto, las leyes fo­néticas eran de inmediato cumpl imiento , no admit ía retrasar este cambio a una é p o c a anterior a ese siglo, como, en cambio, hace M e n é n d e z Pidal sobre la base del estado latente y la posi­ble inf luencia de u n sustrato, según acabo de mencionar. La sentencia pidaliana es clara: "por no contar con esta noc ión se ha expresado a menudo la op in ión de que u n cambio lingüísti­co data de la é p o c a en que 'pr imero lo manifiestan los docu­mentos u otros testimonios.. . El filólogo hace a menudo sus razonamientos sin darse cuenta de ese estado latente m u l t i -secular en que puede vivir u n impulso l ingüí s t i co" 4 5 .

Ahora bien, los razonamientos expuestos, con los cuales es posible concordar en tanto nociones que ofrecen u n marco con­ceptual útil para situar los f enómenos lingüísticos en el ámbi to que les corresponde y curarse así de extrapolar f enómenos pro­pios de la escritura a la oralidad, t ienen, sin embargo, su contra­peso: la ortografía, los textos y las tradiciones textuales, con cu­ya inclusión, ciertamente ineludible, no resultan tan claras las cosas y se ensombrece la transparencia de la teoría. Y es que la re­presentac ión gráfica del romance, durante el p e r í o d o compren­dido en los estudios pidalianos, está asociada a la d inámica de u n conjunto de procesos culturales, sociales e históricos que no pue­den ser postergados al momento de efectuar u n análisis con m i ­ras a detectar posibles reflejos de lo oral en lo escrito 4 6 . Basta

4 5 MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes, p. 535. 4 6 C £ , de FRANCESCO SABATINI, SU ya citado "L ingua par í a l a , scripta e cos¬

cienza l ingüist ica nelle o r i g i n i romanze", y "Dal la « scr ipta lat ina rust ica» alie « s c r ip t ae» romanze" , Studi Medievali, 9 (1968), 320-358.

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406 CARLOS GARATEA GRAU NRFH, I III

traer a la memoria que esos reflejos se dan en tradiciones discur­sivas47 aseguradas en la historia de otra lengua, el latín, lengua que los escribientes intentaban continuar o imitar , s egún sus respectivos grados de escolaridad, dado que ella les ofrecía los únicos modelos conocidos y prestigiosos de e laboración textual, razón por la cual las huellas de usos orales son hccbos fortuitos y, muchas veces, indirectos 4 8 . Para decirlo invirt iendo la m á x i m a valdesiana: no se escribe como se habla. Por otra parte, parece haber cierto consenso en la investigación c o n t e m p o r á n e a 4 9 para admit i r que es poco antes del siglo ix cuando ocurre la marcada hendidura entre el latín y el romance, y es también cuando em­pieza a gestarse la constitución de entidades colectivas asentadas en identidades políticas y lingüísticas que contribuyeron a acen­tuar la variación diatopica y a circunscribir las relaciones comu­nicativas a contextos locales 5 0.

4 7 El concepto de t rad ic ión discursiva ha sido desarrollado p o r PETER K O C H , "Di skurs t rad i t ionen : zu i h r e m sprachtheoretischen Status u n d i h r e r Dynamik" , en Gallungen mittelalterlicher Schriftlichkeit, eds. B . Frank, T . Haye & D. T o p h i n k e , Narr , T ü b i n g e n , 1997, pp . 43-79; as í como en los trabajos ya citados de PETER K O C H y W U L F OESTERREICHER: "Sprache der N ä h e - S p r a c h e

der Distanz. M ü n d l i c h k e i t u n d Schr i f t l i chkei t i m Spannungsfeld v o n Sprachtheorie u n d Sprachgeschichte"; Gesprochene Sprache in der Romanía..., y "Gesprochene Sprache u n d geschriebene Sprache/Langage p a r l é et langage écri t" ; p o r W u l f Oesterreicher, " Z u r F u n d i e r u n g v o n Diskurstradi­t i o n e n " , i n c l u i d o en el r e c i é n citado Gattungen Mittelalter..., pp . 19-41 y por BRIGITTE SCHLIEBEN-LANGE, Traditionen des Sprechens. Elemente einer pragmatis­chen Sprachgeschichtsschreibung, K o h l h a m m e r , Ber l in-Köln-Mainz , 1983. Para una ap l i c ac ión de ese concepto a Orígenes del español remito.'a GARATEA G R A U , "Var iedad de tradiciones discursivas en Orígenes del español de M e n é n d e z Pidal" , en Lengua medieval y tradiciones discursivas en la Península Ibérica. Des­cripción gramatical-pragmática hislórica-metodoloma eds D í a c o b y T Kabatek Vervuer t , F r a n k f u r t / M . - M a d r i d , 2001, pp . 249-271.

4 8 Ya'en el Manual de gramática histórica española (1904) af irmaba M E N É N ­DEZ PIDAL sobre el latín vulgar que "es difícil el c o n o c i m i e n t o del latín vul­gar, pues nunca se escr ib ió del iberadamente: el cantero m á s rudo , al grabar u n le trero , se p r o p o n í a escribir en lengua clásica. Só lo en los escritos menos l i terar ios , sobre todo en las inscripciones, se escapan, gracias a la i n c u l t u r a de l escribiente, algunas formas vulgares"; c i to p o r la ed. de Espasa-Calpe, M a d r i d , 1994, p. 3.

4 9 Cf. ALBERTO VÁRVARO, " L a t i n a n d Romance: f r agmenta t ion or rees-t ructur ing? " , en Latin and the Romance languages in the Early Middle Ages, ed. R. W r i g h t , Routledge, L o n d o n - N e w York , 1991, pp . 48-49.

so Para el p e r í o d o c o m p r e n d i d o entre los siglos v i y vn, VÁRVARO ( "Lat in and Romance: f r agmenta t ion or reestructuring?") ha sugerido la m e t á f o r a de u n a c ú p u l a un i t a r i a c o m o imagen de la u n i d a d r o m á n i c a en la lengua

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En Orígenes del español, M e n é n d e z Pidal puso en el centro de su análisis los documentos notariales y las glosas porque

El estudio de una lengua limitado a los textos de épocas literarias es incapaz de ilustrar ciertos aspectos de la vida del lenguaje. La literatura nos presenta el idioma, si no fijado, como suele decir­se, al menos muy cohibido por la tradición letrada y el hecho lin­güístico suele aparecer bajo una sola de sus facetas, la escogida por esa tradición... en las páginas de los notarios y glosadores, y hasta a veces en la de los tratadistas, más doctos en latín, se revela una actividad lingüística de máxima espontaneidad, libre de una norma cerrada que la oprima y desarrollada en medio de muy opuestas iniciativas (pp. 515 y 516).

Puede decirse, entonces, que d o n R a m ó n sitúa esos docu­mentos en un nivel más p r ó x i m o a los usos orales, o, por lo me­nos, con mayor f lexibi l idad para reflejar usos propios de la lengua hablada. Ello resulta fundamental para comprender la caracterización del latín popular leonés , que no voy a des­arrollar aquí, pero que vale la pena tener en cuenta 5 1 . De manera que, gracias a que son documentos, digamos así, permeables a usos extraños a la tradición gramatical, acogen formas como te­rritorio, j u n t o a terretono, terridorio, territurio, terreturío, terredurio, terridurio; y usos vacilantes como altariu, autario, autairo, autero, auterio, outeiro, octeiro, oleiro, otero. Y, en tanto u n cambio supone la convivencia de estados distintos del proceso, mientras éste concluye, es posible encontrar, s egún M e n é n d e z P ida l 5 2 , " u n arca í smo más general que mantiene capas enteras de vocablos en u n estado de desarrollo rebasado ya y dejado atrás por la evo­lución del id ioma" , por lo que u n indiv iduo podr í a mezclar es­tados c rono lóg icamente diferentes. Reporta d o n R a m ó n , en relación con el cambio ai > ei > e, documentos leoneses del siglo

hablada. E n cambio, ROGER W R I G H T ( "Complex mo no l ingua l i sm i n Early Ro­mance" , en Linguistics perspectives on the Romances languages, eds. W . }. Ashby, M . M i t h u n et al., Benjamins, Amsterdam-Philadelphia ," 1993, pp. 377-388) pref iere referirse a ese p e r í o d o como una s i tuac ión de m o n o l i n g ü i s m o comple jo . E n cuanto a la homogene idad de la escritura p o r esos siglos, M I C H E L BANNIARD ( Viva Voce. Communication écrite et communication orale du rv au a siècle en Occident latin, In s t i tu t des É t u d e s August iniennes , Paris, 1992) sugiere o t ra imagen: u n a nebulosa.

5 1 Cf. GARATEA G R A U , El problema del cambio lingüístico en Ramón Menén­dez Pidal.

52 Orígenes, p . 517.

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x en los cuales las formas latinas Armentario, carraña, caseu, son usadas al mismo t iempo que tres variantes románicas : las más corrientes eran Armentero, carrera, keso; una menos frecuente Ar-mentairo, kaiso, y por úl t imo, la menos usual, Armenteiro, karreira.

Sin embargo, ello no significa que a las vacilaciones gráficas correspondan necesariamente vacilaciones orales, n i que sean aquél las expres ión de la contienda de variantes que singulariza los cambios l ingüísticos. Hay que i r con cautela. En Orígenes del español, al lado del complejo a rmazón teórico, la variación grá­fica parece, en ocasiones, sólo confirmar los resultados obteni­dos por el camino de la c o m p a r a c i ó n . Yes que muchas veces, a pesar del discurso y de los propósi tos , las respuestas están con­dicionadas por el modo en que los documentos son interroga­dos. E l exceso de atomismo y de fonetismo que se percibe cuando nuestro autor explora sus documentos muestran que no logró librarse totalmente del manto positivista impuesto por la g ramát ica histórica. No hay razón para esperar algo distinto. Pero ello no impide señalar que, en determinados momentos de su investigación, pres tó poca atención a que las eviden­cias de u n proceso de cambio l ingüístico, a d e m á s de reflejar variantes diastráticas y diatópicas , responden a variantes discur­sivas o a los tipos de textos en los que aparecen. En consecuen­cia: de asumir una aproximada correspondencia de lo escrito con lo oral, ella, a lo sumo, debe ser entendida como una ten­dencia y no como u n propós i to conscientemente trazado por los escribas, quienes, por lo d e m á s , como he dicho, intentaban seguir escribiendo en l a t ín 5 3 .

5 3 ALARCOS L L O R A C H , El español lengua milenaria (y otros escritos castellanos), Á m b i t o , Va l l ado l id , 1982, pp . 42-43, concluye, p o r e jemplo , en re l ac ión con la r e p r e s e n t a c i ó n escrita de [z] romance que ella oscilaba, en el caso de [ ázos ] de l lat ín A L L I U M , entre alios, algos o aggos, lo que n o significa que unos hablantes d i j e ran alios, otros allos, otros azos. Para él, hechos como estos n o son m á s que p á l i d o s reflejos de lo que realmente s u c e d í a en la lengua hablada, pues muchas veces só lo evidencian u n a torpeza gráf ica . M . T . ECHENIQUE, "Protohis tor ia de la lengua e s p a ñ o l a " , Memoriae L. Mitxelena Magistri Sacrum. Anejo del Seminario de Filología Vasca "Julio de Urquijo", ed. J. A . Lakana, 16 (1991), p. 37, n o d u d a en af i rmar que no todo latín medieval escrito es f o r m a del ant iguo romance. A h o r a b ien , asumiendo el carác ter fo­né t i co de los alfabetos latinos, C A N O AGUILAR ( E l español a través de los tiempos, p. 67) es de la idea de que "en las vacilaciones de la é p o c a pr imi t iva , cuando todav ía las formas romances se revisten de la t inismo o cuando se mezclan con secuencias de aspecto completamente la t ino , y en el sistema grá f ico que se fue conf igurando a lo largo del siglo x m , podemos hal lar las mejores

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Otra cosa es que gracias a la abundancia de documentos rescatados y publicados en los últ imos años se ha demostrado que la re lac ión entre lo gráfico y lo fónico es más compleja de lo que se pensaba t iempo atrás. Del cotejo textual ha resultado que existieron y se conservaron distintas normas de escritura, muchas de ellas independientes entre sí e incluso ajenas a la evolución fonética, lo que lleva a preguntarse si muchas de las diferencias tenidas antes como diatópicas no son sino discre­pancias en la norma escrita. N o se niega que el nivel de escola­r idad o las preferencias individuales puedan haber marcado la escritura con formas propias del lugar y el a ñ o en que u n do­cumento fue elaborado, sino que se admite la posibilidad de que esas divergencias sólo expresen ideas o tradiciones gráficas en que fueron educados sriptores, notarios y copistas 5 4. Esas nor­mas p o d í a n variar según la zona y gozar de distinto prestigio y, por tanto, habr ían tenido desigual grado de influencia entre los escribas. Sabido es, a d e m á s , que la scripta latina rustica fue una costumbre extendida en casi toda la R o m a n í a anterior a la reforma carolingia. Los documentos leoneses son testimonio

muestras de la f o n í a que estaba de t rá s de esos escritos; la c o m p a r a c i ó n c o n el lat ín, y con el « lat ín v u l g a r » , lengua b i e n conocida, y c o n las lenguas hermanas nos c o m p l e m e n t a r á la pos ib i l idad de reconstru ir el sistema fono­l ó g i c o de l castellano en su a p a r i c i ó n his tór ica , a la vez que nos p e r m i t i r á averiguar algunos detalles de su rea l i zac ión fonét i ca " . En cuanto a la rela­c i ó n entre graf ía y sonido, hay que tener presente que la t r a n s p o s i c i ó n de sistemas a l fabét icos de una lengua a o t ra se da p o r i n t e r m e d i o de lentas y progresivas adaptaciones y que, a d e m á s , las vacilaciones gráf icas son parte de l proceso de n o r m a l i z a c i ó n escrita que c o n c l u y ó d e s p u é s de l siglo x n , proceso en el cual el p r i n c i p i o de auctoritas tuvo dec id ida p a r t i c i p a c i ó n cf. Q U I L I S M E R Í N (art. c it . , pp . 4 4 9 - 4 5 0 ) y de ROGER WRIGEIT: Latín tardío y ro­

mance temprano en España y la Francia Carolingia, Gredos, M a d r i d , 1 9 8 9 ; "Los cambios meta l ingü í s t i co s medievales", en Actes du XXe Congrès International de Linguistique et Philologie Romanes. Université de Zurich (6-11 avril 1992), Francke, T ü b i n g e n , 1 9 9 3 , t . 2 , p p . 6 0 7 - 6 2 0 y el ya citado " C o m p l e x m o n o -l ingua l i sm i n Early Romance" . Para el p r o b l e m a de la lectura y su probable rea l i zac ión en foné t i ca vulgar cf. H E L M U T L Ù D T K E , "Die Ents tehung romanis­cher Schriftsprachen", L R , 2 3 ( 1 9 6 4 ) , 3 - 2 1 ; FRANCESCO SABATINI, "Dal la

« scr ip ta la t ina rus t ica» alle « s c r ip t ae» romanze" , y de ROGER W R I G H T , "La f u n c i ó n de las glosas de San Mil lán y de Silos", en Critique et édition de textes. Actes du XVII Congrès International de Linguistique et Philologie Romanes (Aix-en-Provence, 29 aoul-3 septembre 1983), Univers i té de Provence, Aix-en-Provence, 1 9 8 6 t. 9 p p . 2 0 9 - 2 2 0 y " L a t í n t a rd ío y romance t e m p r a n o " REE 6 8 ( 1 9 8 8 ) , 2 5 7 - 2 7 0 .

5 4 Cf. J . A . PASCUAL y R. SANTIAGO, art. c it . , p . 2 0 6 .

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de ello. Aunque M e n é n d e z Pidal no encaró este asunto de la manera en que acabo de enunciarlo, hay indicios de que sí lo percibió. Así, por ejemplo, en relación con la presencia del dip­tongo au en la reg ión central leonesa, dice en Orígenes que "se podr ía pensar que en los siglos x y x i se usaría algunas veces por tradición el signo au para indicar la pronunc iac ión ou, porque los escribas fonetistas no se hab ían decidido aún por el ou, usando más bien oc (pp. 99-100). Gracias a esas normas gráfi­cas, J o s é Anton io Pascual 5 5 ha reconocido en Carrizo - d o n d e documentos que cubren u n espacio de setenta y cinco años , entre 1225 y 1299, p o d r í a n dar la impres ión de contradecir la idea de que los diptongos decrecientes de origen lat ino vulgar se debi l i taron para dar paso a su m o n o p t o n g a c i ó n - que el mantenimiento de la d ip tongac ión a mediados del siglo xm, en ese corpus, responde claramente a normas de escritura y, por tanto, no es reflejo de la realidad fonética. Así, unos escri­banos, que probablemente pertenecieron a la misma escuela, rechazan los diptongos decrecientes y prefieren los crecientes que provienen de las vocales e y o abiertas latino vulgares; mien­tras otros acogen ese diptongo y no representan los crecientes que sí aceptan sus colegas. Las dos normas gráficas cruzan esos setenta y cinco años del siglo xm y son, por cierto, practicadas por distintas generaciones de escribas. No cabe la menor duda de que la tarea de distinguir entre evolución fonética, tradición y norma escrita es difícil, pero es imprescindible para no atri­bu i r características n i dar explicaciones que no se ajustan a la realidad del f e n ó m e n o objeto de análisis. Yes que esos escribas medievales, como cualquiera que actualmente quiere emplear la escritura, no lo hacen buscando reflejar la lengua hablada si­no la variedad normativa que se acostumbra emplear al mo­mento de escribir 5 6 .

FINAL

La complejidad de razonamientos, hipótesis y el extenso acervo de descripciones legados por M e n é n d e z Pidal a la historia de la

5 5 "Var iac ión foné t i ca o n o r m a gráf ica en el e s p a ñ o l medieval . A p r o p ó ­sito de los dialectos h i s p á n i c o s centrales", p p . 101-102.

5 6 Cf. JOSÉ R . M O R A L A , "E l l e o n é s medieval : lengua escrita y lengua habla­da", en Actes du XX' Congrès International de Linguistique et Philologie Roma­nes..., t . 2, p . 520.

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l ingüíst ica y filología hispánicas constituyen, a m i j u i c i o , una inexcusable invitación para evaluar el estado de nuestro cono­cimiento, no obstante el evidente desarrollo de la investigación c o n t e m p o r á n e a y la gama de principios, no siempre rigurosos n i serios, que pueblan la bibl iografía dedicada a la historia de la lengua. No he buscado con estas pág inas vestir las ideas pida-lianas con u n traje que no se ajuste a su talla, solamente he que­r ido señalar algunas ideas planteadas hace buena cantidad de años y que, por una razón u otra, permanecen marginadas, a pesar de que gozan de buena salud y envidiable actualidad. Es verdad que j u n t o a ellas es posible reconocer, a veces, conside­raciones teñidas de afectos o de las ideologías del momento . Sea como fuera, los estudios de M e n é n d e z Pidal están ahí. Su lectura nos confirma la necesidad de no perder de vista que la historia del español es la historia de sus hablantes, no abstraí­dos del entorno, sino inmersos en él, con toda la variedad y complej idad de dimensiones que sostienen y dan sentido a ese vínculo. Pero también nos exige asumir lo valioso de nuestra tradición. Hacia ello, finalmente, apuntan dos preguntas que, en una breve nota, supo proponernos el recordado J. M . Lope B l a n c h 5 7 : ¿Tan pronto pericl itan los conocimientos en este m u n d o moderno? O ¿será que cada investigador contempo­r á n eo se siente (nos sentimos) inclinados a encerrarse en su prop io enfoque?

CARLOS GARATEA GRAU Ponti f ic ia Univers idad Cató l i ca del P e r ú

5 7 Res. a Klaus Z i m m e r m a n n (ed. ) , Lenguas en contado en Hispanoaméri­ca: nuevos enfoques, en ALM, 34 (1996), p. 395.

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