Gastronomía Carmelitana
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Gastronomía Carmelitana
Austera y deliciosa, con la sabiduría que la da el poso de muchos siglos de experiencia y
pausada dedicación y una paciencia que sabe sacar sabores casi sublimes incluso de los
alimentos más humildes, la cocina carmelitana que ha alimentado a esa orden religiosa
desde su fundación sigue siendo una gran desconocida entre el público, por mucho que
atesore platos deliciosos a la par que sencillos y, lo que supone un notable valor
añadido, muy sanos.
Para ayudar a poner fin a ese desconocimiento, al tiempo que para reivindicar los
inveterados valores de esa cocina conventual y evitar que sus secretos se pierdan con el
paso del tiempo, Editorial de Espiritualidad acaba de sacar al mercado un libro que, bajo
el explícito título de Gastronomía Carmelitana, reúne un par de recetarios de cocina que
realizaron dos hermanos cocineros carmelitas a principios y mediados del pasado siglo,
el abulense Mariano de Santa Teresa (natural de Santa María del Berrocal y fallecido
en 1974) y el burgalés Gabino de la Virgen del Carmen (1887-1966).
Dos cofres de sabiduría culinaria en los cuales se encierran muchos secretos de una
forma de cocinar capaz de sacar el mejor partido posible a una materia prima limitada y
modesta en la que destaca la peculiaridad de que no tiene cabida la carne, motivo por el
que esa filosofía culinaria fue denominada como «comer siempre de viernes, o de
vigilia», ya que lo que el resto de cristianos practicaban sólo en los viernes y tiempos de
Cuaresma los carmelitas lo extendían a todo el año.
Manuel Diego Sánchez, carmelita y director de Editorial de Espiritualidad, explicó que
con esta iniciativa, además de conjurar «el peligro de pérdida que había de esos dos
recetarios» (que habían sido publicados en 1922 y 1967 y que son considerados «textos
fundamentales de la cocina carmelitana»), ponen al alcance de cualquier interesado en
el mundo de la cocina unas recetas «perfectamente trasladables al tiempo de Santa
Teresa y San Juan» que invitan a «comer todo el año de viernes, como hacemos
nosotros puesto que no incluimos la carne en nuestros platos, pero sin renunciar al
placer de la mejor gastronomía».
Este libro, añadió Manuel Diego Sánchez, demuestra que «la mística también hace
cultura de la comida y la incorpora a su doctrina, a veces como símbolo», tal y como
evidencian las no pocas referencias que Teresa de Jesús y Juan de la Cruz hicieron a la
alimentación, varias de las cuales están recogidas en el interesante prólogo de
Gastronomía carmelitana, el cual recoge, entre otros datos históricos de interés, cuál fue
la comida que prepararon a la Santa cuando llegó a Alba de Tormes en el que fue su
último viaje por los caminos de este mundo.
Explica el director de Editorial Espiritualidad que «si algo distingue como propio a la
cocina carmelitana es la nota de la ausencia de la carne entre sus platos, una prohibición
de la Regla desde los mismos orígenes de la Orden cuando ésta nace en Palestina
(monte Carmelo) durante las primeras décadas del siglo XIII». De ahí, añade, «la
importancia primordial del pescado en su menú ordinario, como también de los huevos
y de la verdura».
La originalidad de estas recetas, explica, «está precisamente en la amplitud que se da al
tema de la pesca, sobre todo al bacalao que, en salazón, era la forma más segura de
conservarlo y de que llegara a cualquier lugar de la geografía española. El valor de estos
guisos reside también en la sencillez y austeridad de la condimentación por la escasez
de medios del convento, y así la imaginación de tratamiento y composición de los
alimentos por parte de estos cocineros llega a resultados increíbles, pero siempre dentro
de la habitual frugalidad de la comida propia de frailes y monjas».
Estos apuntes de cocina tienen detrás dos ambientes geográficos del Carmelo español
muy distintos; el del Hno. Gabino de la Virgen del Carmen responde más bien a
conventos de la zona del norte de España (País Vasco, Navarra, Rioja, Burgos), puesto
que siempre estuvo por ahí de cocinero, más en concreto en la ciudad de Vitoria donde
tenía que atender a una comunidad muy numerosa de jóvenes estudiantes carmelitas.
Reparte su contenido en ocho capítulos identificados por los platos de los que ofrece la
receta o su ingrediente principal: Sopas, legumbres, verduras, pescados, huevos, postres
y un apéndice con «observaciones varias» en las que caben algunos trucos muy
prácticos
Mientras que Cuba y Madrid fueron los lugares habituales de actividad del Hno.
Mariano de Santa Teresa, más breve, dedica su primer capítulo al versátil bacalao,
ingrediente del que ofrece hasta 18 recetas diferentes, y el segundo al pescado en
general, para continuar hablando de las recetas que pueden hacerse con las patatas, el
arroz, las verduras, los potajes y los macarrones, añadiendo otros dos capítulos
relevantes: uno de variedades que aúna recetas y consejos, y otro en el que reúne unas
pocas ‘recetas de salud’ para combatir los eczemas, el reúma, las hemorroides, los
catarros crónicos, los orzuelos y la obesidad.
Ambos cocineros carmelitas, aunque contemporáneos, nos dejan entrever en sus notas
diferencias en el método de trabajo. El Hermano Gabino publicó su librito de recetas en
Vitoria, 1922, y así responde al medio de una cocina de leña y carbón que, por las
referencias indirectas, podemos adivinar se trataba de aquellas enormes cocinas de
hierro, vulgarmente llamadas “cocinas bilbaínas”, las que, además del fogón, tenían
horno y hasta depósito de agua caliente. Mientras que hay más adelanto en el Hº
Mariano que trabaja en Madrid y seguramente ya con cocina a gas y hasta con la
moderna olla express.
A pesar de esta situación tan diferente, no cambia el espíritu y estilo de la gastronomía
carmelitana que ellos practican que, desde luego, hunde su tradición mucho más atrás en
el tiempo; lo que la hace diferente (no contraria) son las posibilidades y los medios a su
alcance para prepararla. Esto se advierte mucho más en el capítulo de las verduras y la
pesca disponibles.
Otro detalle a no perder de vista a la hora de juzgar este importante libro de cocina
carmelitana, es que sus autores fueron maestros e iniciadores de otros (novicios) en el
arte y oficio del fogón. Eran personas de mucha experiencia en la tarea, y la transmitían
sobre todo en forma directa y oral, dentro de la misma estancia de la cocina. Así es
como hicieron escuela.
Por eso, el libro impreso es un mal sustituto o sucedáneo de aquello que depende de la
presencia, el ejemplo y la enseñanza de viva voz. Pero ellos se sometieron a esta
fijación por escrito de la tradición solicitados de tantos discípulos y aprendices dentro
de la Orden carmelita y, por eso, no deja de percibirse el estilo directo y hablado en el
texto, rezuma todavía aquella palabra cálida del hombre experimentado. De ahí también
le viene ese estilo conciso, esencial que tienen las recetas, sin tantos detalles de
cantidad, peso, tiempo, etc., tal y como hoy se organizan y presentan las recetas de
cocina. Es más, para hacer posible esta publicación han tenido que solicitar la ayuda de
hermanos (sacerdotes) más preparados, con los que han logrado dar forma y
organización en forma de libro a lo que hasta entonces solía quedarse en la memoria de
cada uno y, a lo más, escrito en hojas sueltas y apuntes dispersos, redactados en forma
muy rudimentaria. Esto quiere decir que, aun estando ya editadas estas recetas, no han
perdido todavía el estilo sapiencial de una relación vital entre maestro y discípulos.
Conviene recordar otro detalle que aumenta –si cabe- el valor de esta publicación, y es
que estos dos recetarios de cocina han tenido una función clave en la fijación y
transmisión de la tradición culinaria propia del Carmelo en al ambiente español, ya que
con ellos ésta quedó fijada y salvaguardada para siempre, justo en momentos de
transición y cuando poco a poco va a desaparecer la figura clásica del Hermano
cocinero (escasez de vocaciones) para dar paso a la entrada de mujeres y sirvientes de
fuera en las cocinas conventuales.
La edición conjunta de estos dos libritos de recetas de cocina tiene en cuenta al lector
moderno, por lo que va precedida de una larga introducción sobre la tradición
alimentaria del Carmelo, el influjo de Teresa y de Juan de la Cruz, como también la
repercusión que ha tenido la comida y bebida dentro de la propia doctrina mística
carmelitana; esta introducción ha sido escrita por el carmelita Manuel Diego Sánchez
(pp. vi-xlvi)
Tenéis el libro en:
https://www.editorialdeespiritualidad.com/
Puedes seguirnos en: http://www.susurrodedios.wordpress.com