Gauchito Gil

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Índice Prólogo 2 Por sus venas corría sangre de valientes 4 Su niñez y sus años mozos 5 Un viaje al infierno de la guerra 6 ¡Tan cerca de la paz! – Comienza la persecución 8 Gaucho perseguido – Hombre enamorado 9 El cordero del sacrificio 10 La Ejecución 11 La promesa cumplida 13 El renacer de la fe 15 La construcción del Mausoleo 18 La ruta 123 modifica su trazado original 20 El poder de la sanidad 21 Trabajos espirituales 24 El santuario en la actualidad 25 Oraciones para el Gauchito Gil 26 El Gauchito Gil y San La Muerte 27 El Gauchito Gil y Maradona 28 1

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Índice Prólogo 2 Por sus venas corría sangre de valientes 4 Su niñez y sus años mozos 5 Un viaje al infierno de la guerra 6 ¡Tan cerca de la paz! – Comienza la persecución 8 Gaucho perseguido – Hombre enamorado 9 El cordero del sacrificio 10 La Ejecución 11 La promesa cumplida 13 El renacer de la fe 15 La construcción del Mausoleo 18 La ruta 123 modifica su trazado original 20 El poder de la sanidad 21 Trabajos espirituales 24 El santuario en la actualidad 25 Oraciones para el Gauchito Gil 26 El Gauchito Gil y San La Muerte 27 El Gauchito Gil y Maradona 28

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Otros Títulos

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Gauchito Gil Pombagira San Cipriano Africanos y Bahianos Exú Tirirí Ogúm

Yemanjá Oxúm Xangó Iansá San La Muerte San Benito San Jorge Ze Pilintra Ofrendas y Comidas Gemas Mágicas Buzios

Prólogo

Antonio Mamerto Gil Núñez fue asesina do. A ocho kilómetros de Pay Ubre, que era el nombre con el que se conocía a la ciudad de Mercedes (Prov., de Corrientes).

Cerca de la zona por donde hoy se ex tiende la ruta nacional número 123 se desarrolló el último acto de su vida terrenal.

Ataron sus pies a la rama de un algarrobo y al quedar colgando cabeza abajo, lo degollaron.

No hubo resistencia sino resignación, la vida del gaucho no valía más que los caprichos autoritarios de los comandantes, viles sirvientes de los señores acaudalados.

Desertores, pendencieros, vagos, eran algunos de los calificativos con los que se manifestaba el desprecio por la sangre gaucha. Y esa misma sangre, en las guerras de la independencia y las campañas contra los indios, permitió que se instalaran los cimientos de nuestra nación.

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Esa sangre, tan fuerte, tan llena de historia, fue la que brotó del cuello abierto y regó la tierra, aquel ocho de enero, cuando murió un hombre para que naciera un santo.

El criollo Antonio Gil había ganado, entre otras, fama de milagrero por las historias que se contaron de boca en boca y que luego se transmitieron por generaciones.

La mayoría de las veces, el paso del tiempo hace que se confundan la imagen real y la leyenda sobre un personaje.

Un romántico que se juega la vida por un amor, un desertor del ejército, un perseguido que cometió la osadía de defenderse y por eso fue tratado como un delincuente común. Un mano santa con poderes hipnóticos. En fin.., un gaucho como tantos de aquella época, que dejarían en la mente y el corazón del pueblo el recuerdo de los seres que lucharon y se sacrificaron por una grandeza que, como nación, todavía no hemos alcanzado.

Fueron los tiempos del Martín Fierro, de Juan Moreira, Facundo Quiroga y el Chacho Peñalosa, fueron tiempos de guerra y de dolor.

En esas circunstancias siempre se mezclan, el valor y la cobardía, los principios y la ambición, la entrega y la mezquindad. El hombre lleva en el alma el peso de sus contradicciones y en los momentos de mayor peligro afloran las más excelsas cualidades del espíritu o las bajezas más ruines.

Junto a aquellos que están dispuestos a perderlo todo por un ideal, se encuentran los que “aprovechan las circunstancias” para Ilevar agua hacia sus molinos. Sin importarles lo sucia y ensangrentada que pudiera estar.

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Estos fueron los tiempos en los que Antonio Mamerto Gil Núñez desarrolló su experiencia como hombre. Los años en los que edificó sus sueños y esperanzas, en el que los otros lo vieron luchar sin odio, ayudar sin interés, amar sin pretender, reír y llorar en silencio.

Antonio Gil fue “un hombre de verdad”, alguien destinado a convertirse en leyenda.

Pero el tiempo de los hombres es tan significativo como limitado, mientras que el tiempo del espíritu se diluye en la eternidad del “siempre presente”.

Ese fue el lugar al que accedió el hombre para convertirse en milagro y con la última gota de sangre derramada en el suelo patrio murió Antonio Mamerto Gil Núñez para que naciera “El gauchito Gil”.

Veamos ahora sus orígenes y acerqué- monos de a poco para comprender al gauchito, tal vez recibamos más de lo que creemos, que por algo se ha convertido en uno de los santos populares más venerados.

Por sus Venas corría Sangre de Valientes

En 1823, un político madrileño es desterrado luego de haber cumplido importantes servicios para el gobierno, ocupando el cargo de ministro de ultramar.

Pero Don Ramón Gil de la Cuadra, cansado ya de sufrir los vaivenes de la lucha política, decide recorrer el Nuevo Mundo

dedicándose al estudio de las Ciencias Naturales.

Siendo un hombre de 48 años, su ánimo lo inclinaba a procurar una vida más sosegada y al conocer en Sudamérica a una mujer que el corazón le indicó como la compañera apropiada, decidió establecer una familia. Poco tiempo después nacería

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José, que llega ría a ser el padre de Antonio.

Al convertirse en un mozo, José se enamoró de Encarnación, una joven cocinera de una Estancia a la que solía frecuentar.

La joven mujer era hermosa, educada y llevaba en su sangre una herencia de coraje y rebelión ya que era nieta de un general Venezolano llamado Carlos Núñez que sirvió a la causa de la independencia luchando a las órdenes de Simón Bolívar.

Su Niñez y sus Años Mozos

De la unión entre José y En carnación nació un 12 de agosto de 1847, Antonio Mamerto Gil Núñez.

Creció como todos los niños mezclando juegos con aprendizaje, pero además recibió de su madre una educación más refinada.Al convertirse en un mozo de 20 años, Antonio mostraba belleza física, la ruda destreza de los trabajos de campo acentuaban su expresión varonil y la agudeza de su pensamiento se manifestaba a través de un rico vocabulario.

Se ganaba la vida trabajando en un establecimiento

llamado “la Valencia” y en el conoció a Estrella Díaz Miraflores, una viuda, madre de una niña y heredera de la Estancia. Que le llevaba algunos años pero que se sintió profundamente atraída por ese joven culto, amable y varonil que con timidez la galanteaba.

La historia de amor entre Antonio y Estrella se desarrolló entre la pasión y la tragedia, porque la incomprensión y el egoísmo les marcaron un destino de dolor.

Aunque habían pasado ocho años desde la muerte de su marido, la sociedad de la época

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no veía con agrado que Estrella intentara recomponer su vida Además sus tíos, que disfrutaban de los beneficios económicos del establecimiento, no iban a permitir que, apareciera un extraño a defender los derechos hereditarios de la mujer.

Trataban de mantener las apariencias evitando mostrarse en público, pero su amor era conocido por todos en el pueblo y para colmo, el Comisario también se sintió prendado por la hermosa mujer.

En cierta oportunidad, aprovechando que se había desatado una fuerte lluvia, el hombre le pidió a Estrella que le diera refugio pero ésta se negó poniendo una excusa.

Sintiéndose despechado y sabiendo la verdadera razón del rechazo de la mujer, el Comisario decidió tomar venganza persiguiendo al joven Antonio.

Los tíos de Estrella apoya ron al hombre fomentando sus provocaciones y éste se sintió

con más poder para acosar al joven enamorado.

Durante bastan te tiempo, Antonio prefirió no responder a las provocaciones pero un día no lo soportó más y se enfrentó en un duelo de facones.

Ambos hicieron algunos lances y el Comisario supo que la cosa era en serio. La mirada de Antonio hería el alma con más filo que el facón que sostenía su mano decidida.

Llegado el momento de la verdad, de nada sirven las bravuconadas y el representante de la ley vio que tenía frente a él no a un joven inexperto sino a un hombre decidido a no dejarse avasallar.

Lo único que le quedó fue su cobardía y, a pesar de que Antonio le perdonó la vida, aprovechó el testimonio de los que presenciaron los hechos,

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para comenzar a perseguirlo por “atentar contra la autoridad”.

Un Viaje al Infierno de la Guerra

Presionado por las circunstancias y sabiendo que su presencia haría que el futuro de su amada se convirtiera en un infierno, Antonio decide abandonar la Estancia y tal vez, para ahogar el dolor de su alma se enrola en el Ejército.

Muy duros años le aguardaban al valiente gaucho, pelean do en la guerra de la Triple Alianza.

El líder paraguayo Francisco Solano López, comandaba una nación progresista que no estaba dispuesta a permitir las intenciones expansionistas del Brasil.

Su ejército era poderoso, con hombres disciplinados y valientes, por eso se extendió el conflicto durante varios años a pesar de que argentinos y uruguayos se aliaron con los brasileros en el esfuerzo por derrotarlos.

El fuego, el dolor y la muerte, templaron el alma de Antonio que recibió con profunda alegría la noticia de que el Presidente Sarmiento había dado por concluida la campaña.

Los recuerdos le hicieron nacer ansias de regreso, su corazón se había quedado en los pagos donde había conocido el amor y e! retorno podía ser un nuevo nacimiento.

Así regresó el gaucho, con la intención de comenzar un tiempo de paz y de trabajo fe cundo pero pronto sus sueños se vieron frustrados.

Como todavía estaba bajo bandera, un jefe de la facción federal, lo convoca para pelear contra los unitarios.

Federales y unitarios, celestes y colorados nombres respectivos para designar a las

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facciones que se enfrentaban en la guerra civil.

Si bien Buenos Aires ejercía el poder central de la nación, todavía era muy débil y no podía controlar los grupos armados de las distintas provincias.

Varios caudillos poderosos se enfrentaron entre sí y con las tropas gubernamentales. Pero estas guerras no se libraban contra tropas extranjeras sino con los propios hermanos y muchos hombres se convirtieron en desertores.

Las tropas del bando Ce leste se preparaban para cruzar el río Corrientes y acamparon para hacer los preparativos.

Antonio Gil se encontraba entre los reclutados junto a dos viejos compañeros de la campaña contra el Paraguay.

Francisco Goncálvez, descendiente de portugueses y hombre sumamente religioso. Ramiro Pardo, un mestizo, cuatrero que había encontrado en el ejército la única alternativa para no ir a prisión.

Hombres diferentes que se habían unido en una sin cera amistad y que seguían a Antonio con gran admiración y respeto. Sobre todo, luego de haber presenciado la forma milagrosa en que el gaucho había sanado las heridas de uno de sus jefes, luego de una terrible batalla.

¡Tan Cerca de la Paz! - Comienza la Persecución

Dispuestos a tomar un des canso, antes de enfrentar el cruce del río, los hombres se echaron a dormir pero a mitad de la noche, Antonio los despertó para contarles una extraña visión que se le había presentado en sueños.

El dios guaraní Ñandeyara, se le presentó como un anciano de larga y blanca barba diciéndole: -No quieras derramar la sangre de tus semejantes.

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Estas palabras fueron tomadas como un advertencia y despertó en los tres la de cisión de desertar.

Rápidamente se pusieron de acuerdo y, sin intentar Ilevarse los caballos para no alarmar al campamento y que no los acusaran de robárselos, se alejaron caminando.

Como si se aferrara al cumplimiento de una obra predeterminada, el destino volvió a jugarle una mala pasada, la

advertencia del dios guaraní era en realidad el a- nuncio de la finalización del conflicto porque esa fue la noticia que, al amanecer, el correo le hizo llegar al comandante Zalazar.

Los hombres debían ser licenciados y podían regresar a sus hogares pero no fue así para los fugitivos.

Fueron acusados de “gauchos alzados”, de constituir una banda cuyo cabecilla era Antonio.

Gaucho Perseguido - Hombre Enamorado

Desde ese momento, para huir de la autoridad, se vio obligado a no permanecer por mucho tiempo en un lugar y recorrió los departamentos de San Martín, Paso de los Libres y Mercedes.

Por su propia condición, tuvo que robar ganado para alimentarse pero la nobleza de su carácter impidió que la gente lo considerara un ladrón. Por el

contrario a partir de su figura se contaban historias sobre sus intervenciones a favor de los más débiles.

El reencuentro con Estrella le demostró que el amor y la pasión se habían conservado intactos a pesar del tiempo transcurrido. Durante un año Antonio experimentó ese estado de dulce locura que solo conocen los hombres enamorados.

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Por momentos alimentaba la esperanza de que todo finalmente se arreglaría, que el tiempo y los cambios políticos harían que las autoridades se olvidarían de él y tal vez

entonces podría construir el hogar que anhelaba.

Pero nuevamente, las nubes oscuras aparecieron amenazantes, enfrentándolo con un destino inexorable.

El Cordero del Sacrificio

Mientras dormían una siesta bajo la sombra de unos espinillos, una partida del ejército sorprendió casualmente a Antonio y sus dos amigos.

El fuego de los trabucos acabó con la vida de sus dos compañeros, mientras que Antonio, que según la leyenda poseía un amuleto de San La Muerte, no recibió un solo rasguño.

Sin embargo, para no tener que mancharse con la sangre de hombres que solo cumplían con las órdenes impartidas, el gaucho decidió entregarse y tratar de ser escuchado por la autoridad.

El coronel Salazar cumplió con la formalidad de interrogarlo pero en su mente ya había decidido la ejecución del prisionero.

Muchos en el pueblo pensaban que Antonio era injustamente perseguido, entre ellos el Coronel Velásquez, que lo había tenido bajo sus órdenes y daba fe de su hombría de bien.

Una carta que reunía veinte firmas de personas destacadas es enviada por Velásquez pidiéndole a Zalazar que pusiera en libertad al prisionero, pero cuan do la misiva llegó a Mercedes, éste ya había sido enviado a Goya para ser juzgado.

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Todos sabían que esta orden era la confirmación de la condena, porque los que anteriormente habían sido

envidados, nunca habían llegado con vida, ya que eran asesinados, con la excusa de un pretendido intento de fuga.

La Ejecución

El 8 de enero de 1874, a 15 kilómetros de Mercedes, se desarrolló el último acto en la vida del hombre que se convirtió en mártir.

Aunque la Iglesia solo considera esta condición en aquellos que han perdido su vida defendiendo la Fe, un análisis más profundo nos mostrará que también son mártires aquellos que derraman la propia sangre en el cáliz de un amor tan grande que se torna incontenible.

Un amor tan perfecto que alcanza al propio verdugo.

Esa calidad de amor, más fuerte por el prójimo que por uno mismo, es la esencia de la doctrina cristiana.

Si se alcanza ese estado, todos los demás preceptos se convierten en anexos, diferentes formas de expresar lo mismo.

¿Si aman a quien los ama, qué mérito tienen? Les preguntaba Jesús a sus discípulos y luego les decía ¡Amén a sus enemigos!.

Cuando se toma ese camino, la muerte es una circunstancia liberadora, por que el espíritu ha escuchado el llamado de la eternidad.

En esta condición, se muere mártir y con pequeñas variantes, los hechos y los actores se repiten:

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Los poderosos que tratan de mantener el orden establecido porque les asegura sus privilegios.

Los que, por convicción, cobardía o comodidad, eje cutan las órdenes, anteponiéndolas a cualquier idea de justicia.

La víctima y el pueblo que, más allá de algunos intentos rápidamente sofocados, asiste como impotente espectador a la escena del sacrificio.

Desde Mercedes partieron al amanecer. Antonio era llevado con las manos atadas detrás de la espalda, un joven sargento sujetaba las riendas de su caballo en su propia montura.

Cuando habían recorrido una legua y media la partida se detuvo a un costado del camino. Cuando Antonio fue obligado a desmontar bajo la copa de un algarrobo comprendió que había llegado el momento.

-¡No me maten por que soy inocente de lo que se me acusa!

Igual que Jesús cuando le pidió a su Padre que apartara el cáliz de dolor de su inminente crucifixión, el Gauchito Gil defendió su inocencia.

Y luego, igual que Jesús, cuando dijo “Hágase tu voluntad y no la mía”, se entregó a su destino.

Los soldados sabían que Gil era un hombre valiente y lo respetaban, pero temían correr la misma suerte si se atrevían a desobedecer la orden de Salazar.

Lo empujaron al suelo y ataron sus pies a una gruesa cuerda que ya había sido pasada sobre una rama del algarrobo.

Ataron la otra punta de la cuerda a un caballo para que al hacerlo caminar el hombre colgara cabeza abajo.

Antes que terminara la tarea, Antonio repite otro acto semejante al de Jesús cuando le pide al Padre que perdone a sus verdugos porque no sabían lo que hacían.

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- Yo sé que ustedes no tienen la culpa y lo hacen porque se los manda su jefe.

Azuzaron al caballo, la cuerda se tensó y el hombre colgó cabeza abajo. Luego, uno de ellos tomó el cuchillo y se dirigió hacia la víctima para cortarle de un tajo, la garganta.

Pero antes de hacerlo escuchó sus últimas palabras: -Cuando regreses a tu casa, encontrarás a tu hijo muy enfermo pero no desesperes, porque si mi sangre llega a Dios,

volveré en favores para mi pueblo.

Las mismas manos que lo asesinaron, cavaron sobre la sangre derramada, un pozo para sepultar al cadáver. Muestra de respeto por un hombre valeroso y cuyos ojos claros e inocentes fueron capaces de conmover al verdugo.

Todavía no había llegado el medio día cuando siguieron su viaje hacia Goya, llevan do en las alforjas del coman dante de la partida la cabeza del prisionero ejecutado.

La Promesa Cumplida

Era una época violenta, llena de penurias e injusticias, vivida por hombres creyentes que aceptaban lo que pasaba como designios de Dios o interferencias del diablo.

La resignación y el pronto olvido era la mejor manera de soportar los hechos y esa era la actitud que dominaba a los integrantes de la partida cuando 11 días después de los

acontecimientos regresa ron a Mercedes.

Antonio Gil había muerto, era injusto, pero ya nada podía hacerse, pensaba el ver dugo mientras se dirigía a su rancho para disfrutar por unos días del calor familiar.

Cuando llegó, encontró a su mujer desconsolada, hacía varios días que su hijo “hervía de

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fiebre” y se esperaba un pronto desenlace fatal.

Las lágrimas bañaron el rostro de aquel hombre que en otros momentos parecía imperturbable. Su hijo no podía reconocerlo, permanecía in consciente, mientras llamas invisibles parecían consumir- lo desde adentro.

Salió del rancho y observó en el cielo el espectáculo del atardecer. Las primeras estrellas titilaban en lo alto mientras el sol desde el poniente, pintaba de rojos y dorados un cielo cada vez más oscuro.

Las últimas palabras del ajusticiado sonaron en la memoria de aquel padre desesperado, quien enjugándose las lágrimas montó su caballo sin dar explicaciones.

Con la premura de quien teme llegar tarde a una cita, cabalgó sin descanso hasta llegar al lugar en el que la tierra removida indicaba la tumba del inocente.

Si bien, al principio, trató de justificarse con el temor a las consecuencias que su desobediencia le hubiera ocasionado, finalmente reconoció su cobardía y toda la noche la pasó llorando, pidiendo perdón por aquel crimen.

Cuando sus lágrimas se acabaron y la desesperación se fue transformando en pena y resignación, al amanecer, decidió regresar.

Al llegar al rancho, esperaba que tal vez se toparía con una visión del infierno expresada en el cadáver de un niño y la desesperación de su madre.

¿Cómo podría decirle a esa mujer, a esa fiel compañera y amorosa madre, que su niño había muerto por castigo divino?

La sangre del inocente con la que él había manchado sus manos sólo podía lavarse con la muerte de otro inocente y él llevaría esa pena por el resto de sus días.

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Pero la promesa del milagro se había cumplido, su niño se había reestablecido durante la noche y ahora su madre dormía a su lado descansando por fin, después de tanto sufrimiento.

Cuando la mujer despertó, su hombre le contó emociona do todo lo acontecido y los dos comprendieron que habían sido testigos de un milagro.

La muerte de los mártires implica generalmente, la con versión de sus verdugos y esta no fue la excepción.

El hombre dejó la milicia convencido de que era preferible sobrevivir de cualquier manera antes de ensuciar sus manos por el capricho de los tira nos.

Para expresar su gratitud por la vida de su hijo, la pareja construyó una cruz con madera de ñandubay y el hombre, la cargó sobre sus hombros hasta llegar al lugar de la sepultura.

Es más fácil mantener el secreto sobre aquellas cosas que nos avergüenzan y no de aquellas que llenan nuestro corazón de dicha. Así fue como la población llegó a enterarse del milagro y, siendo muchos los que habían conocido al Gaucho Gil, no dudaron de sus poderes.

Sabían que su bondad e inocencia le permitían interceder ante Dios y pronto, desde Mercedes y pueblos aledaños se dirigieron hasta la cruz que indicaba el último descanso de sus restos mortales, para pedir le favores y llevarle presentes cuando éstos eran concedidos.

El Renacer de la Fe

Los humanos aplicamos un concepto lineal del tiempo. El pasado, presente y futuro constituyen una línea recta cuyos

extremos se ex tienden al infinito.

Los sucesos que se manifiestan en ese continuo

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transcurrir del tiempo siguen su ritmo, la semilla germina en la profunda oscuridad de la tierra que la cobija y luego, en el momento apropia do, emerge transformada en retoño que extiende sus brazos en busca de luz.

Luego de los hechos que sucedieron a su muerte, la semilla espiritual se instaló definitivamente en el corazón del pueblo pero era necesario el tiempo de germinación y por varios años, la cruz fue parcialmente olvida da entre los espinillos, conservando a sus pies un herrumbroso tarro que servia para proteger del viento a la vela que, de tanto en tanto, algún devoto le prendía.

En los primeros años de este siglo, sucedieron algunos hechos que indicaron el comienza de una nueva etapa, la semilla de la fe extendería sus brazos buscando la luz inconmensurable del Señor.

Un agricultor de la zona decidió transportar hasta Mercedes una parte importarte de

su cosecha de san días, con la intención de venderlas y asegurarse una buena ganancia.

Su condición era humilde y los recursos con los que contaba eran escasos, a tal punto que debió conseguir dos bueyes más para agregarlos a los dos que tenía su carro y poder transportar todo el peso.

Un vecino y amigo, le prestó los dos bueyes que necesitaba ya que no disponía del dinero para comprarlos.

El camino a Mercedes era de treinta kilómetros y a la velocidad que podía marchar llegaría por la mañana del día siguiente.

Poco antes del anochecer paso el hombre con su carro cerca de la cruz del gauchito y respetuosamente se santiguó.

Un poco más adelante, consideró que ése era buen lugar para acampar, dormir un poco y darle algo de des canso a los bueyes.

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Comió y bebió para reponer algo de energía y luego se durmió profundamente hasta la mitad de la madrugada.

Se despertó sobresalta do y de inmediato descubrió que uno de sus bueyes había desaparecido. Para col mo era uno de los que le habían prestado.

Montó sobre el caballo que llevaba de tiro y buscó por la zona, con la esperanza de encontrar al buey pero sus intentos fueron vanos.

De pronto pensó que si su buey había sido robado, él, en su afán por encontrar lo había descuidado a los otros tres y que tal vez pudieran también robárselos.

Con este pensamiento abandonó la búsqueda y se dirigió, presurosamente, al campamento.

Volvió a pasar frente a la cruz y recordó que por allí descansaban los restos de un gaucho mártir, injustamente asesinado.

En su desesperación, pensó que, tal vez, el espíritu del mártir pudiera ayudar lo, desmontó y se arrodilló para rezarle: - Gauchito, te ruego que me hagas el favor de permitirme encontrar el buey de vecino. Te prometo que si me ayudas voy a acampar toda la noche en este lugar y hacerte un velorio prendiendo muchas velas y rezando el rosario.

Turbado como estaba, se persignó y montó rápida mente para seguir su camino pero, a poco de andar, se percató que había tomado el rumbo contrario y volvió sobre sus pasos.

Al pasar nuevamente por la cruz del gauchito, el hombre que do anonadado, muy cerca se encontraba pastando tranquila mente, el buey que se había perdido.

Recuperado de su sorpresa, el hombre se volvió a arrodillar frente a la tumba del santo y le dijo que no olvidaría su promesa.

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La empresa fue un éxito, rápidamente vendió toda la mercadería y obtuvo más dinero del esperado.

Al regresar a su casa contó lo sucedido a su familia y vecinos y no pasó mucho tiempo hasta que se dirigieron al lugar para rendirle al gauchito un merecido homenaje.

Con parte del dinero obtenido por la venta de la cose cha, se compró una ternera para carnearla y preparar un buen asado, se limpió y arregló el lugar para velar al gauchito toda la noche y se rezaron muchos rosarios.

También como parte del homenaje, pusieron un pañuelo rojo sobre la cruz hecha en madera de ñandubay.

La Construcción del Mausoleo

Desde nuestra perspectiva humana nos resulta muy difícil comprender los designios de Dios, por eso es preferible aceptar desde el comienzo que todo lo que sucede tiene una razón.

Cuando se analizan los acontecimientos del pasado, al saber cuales fueron sus consecuencias, entonces sí, tal vez podamos percibir la trama del destino forjada por la voluntad suprema.

Muchos de los más des tacados defensores de la fe,

fueron en un comienzo quienes más la denostaron y muchos que al comienzo tuvieron una actitud egoísta, finalmente se convirtieron en sus benefactores.Así sucedió con el señor Speroni, que era propietario de la finca La Estrella, lindera al lugar donde se encontraba la sepultura del gauchito.

No eran muchos los promeseros que concurrían al lugar, sin embargo el dueño de la finca no estaba dispuesto a permitir que, por accidente, alguna de las ve las que se

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encendían provocara un incendio.

Speroni era un hombre “práctico” y aunque no sen tía hostilidad hacia los que manifestaban su devoción por el gauchito milagrero, suponía que lo “razonable” era que sus restos fueran trasladados al cementerio local y, de tal manera, los que quisieran podrían honrarlo en un lugar más apropiado... y menos riesgoso para sus intereses.

Mediante un escrito, les hizo saber a las autoridades su reclamo como propietario de los campos y éstas no tardaron en disponer el traslado de los restos.

Sin embargo, aunque pensaba que sus preocupaciones habían concluido y que ya eran un asunto superado, recién estaba por comenzar el segundo capítulo de la historia.

El mismo día que hizo la solicitud a las autoridades, comenzó a padecer jaquecas que progresivamente se hicieron más intensas, llevándolo al punto de

creer que podía enloquecer de dolor.

Su vida se había convertido en una carga difícil de soportar, en los momentos en que no lo asaltaba el dolor punzante, estaba tan agotado que solo pensaba en poder dormir.

Para colmo, ese año perdió la cosecha a causa de una rara peste que no atacó a los campos vecinos.

Speroni, era un hombre “práctico” y viendo que los médicos no acertaban en sus intentos por combatir la enfermedad que lo acosaba, consultó a una curandera que no dudaron en recomen darle, ya que era famosa por haber ayudado a mucha gen te de la región.

Cuando escuchó las palabras de la mujer, sintió como si ella le estuviera confirmando algo que él ya sabía pero que se negaba a reconocer.

No había sido acertada la decisión de solicitar el tras lado

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de los restos de gauchito, debía hacer lo que pudiera para que fueran restituidos a su lugar original.

Así lo hizo el estanciero y de inmediato cesaron las calamidades, las jaquecas desaparecieron y pudo des cansar lo suficiente para recuperar rápidamente la Salud.

Pero don Speroni, también era un hombre agradecido y comprendiendo la lección de que, muchas veces, el egoísmo se esconde tras argumentos prácticos, decidió

dar muestras de su agradecimiento mandando levantar un mausoleo.

Cuando la obra hubo finalizado, el hombre plantó junto a la cruz, una bandera ce leste y se dice que más tarde, fue la curandera la que ató un bandera roja a la misma caña.

Estos sucesos fueron un presagio de lo que no mucho tiempo después fue el Pacto Autonomista Liberal (ce lestes y colorados) que terminó con muchos años de enfrentamientos fraticidas.

La Ruta 123 Modifica su Trazado Original

En 1960 otro suceso confronta la idea del mal llama do progreso con las creencias arraigadas en el corazón del pueblo.

Y digo mal llamado por que el progreso, cuando no toma en cuenta el bienestar físico y espiritual de la población, puede convertirse en un instrumento que solo considera el interés de

unos pocos a costa del padecimiento de la mayoría.

El trazado de la ruta 123 debía pasar por el lugar don de se encontraba la cruz del gauchito y de nada sirvió la protesta de los vecinos que pidieron se modificara el re corrido para respetar al santo.

El ingeniero encargado de las obras estaba dispuesto a

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seguir las pautas de construcción indicadas en el proyecto y no consideró importante escuchar el reclamo.

Sin embargo, extraños acontecimientos comenzaron a impedir que se avanzara con la obra. Las máquinas funcionaban mal y tenían que ser reparadas frecuentemente, las herramientas se perdían inexplicablemente, los obreros enfermaban y pronto comenzaron a abandonar el trabajo, impelidos por el temor de que finalmente ocurriera una desgracia.

A pesar de su terquedad, el ingeniero director del proyecto, tuvo que modificar su actitud cuando él mismo, comenzó a sufrir intensos dolores de estómago y jaquecas.

Finalmente se resolvió modificar el trazado y se respetó el lugar, en el que se a construido una moderna estructura metálica para proteger el mausoleo, que mandó a construir Speroni, donde descansan los restos mortales del milagroso gauchito.

El Poder de Sanidad

Durante el tiempo que Antonio Gil fue considerado un ‘gaucho alzado” y por lo tanto, perseguido por la justicia, debió permanecer apartado de las poblaciones.

La laguna del Iberá era un lugar de muy difícil acceso y Antonio junto a sus dos amigos que, lo acompañarían hasta la muerte, encontraron un buen refugio para ocultarse de la

milicia que los juzgaba una banda peligrosa.

Pero no podían permanecer ocultos para siempre en los esteros, de vez en cuan do, se acercaban a las poblaciones.

Es cierto que alguna vez robó ganado, pero nunca más de lo necesario para ah mentarse, repartiendo el resto entre ha gente más humilde.

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Cuentan que, alguna vez, intervino en asuntos de otras personas, pero siempre para ayudar al más débil. Como en el caso de un hombre que, en estado de ebriedad, abusaba de su fuerza castigando injustamente a su mujer.

Antonio lo sacó del rancho y lo llevó hasta un pozo de agua cercano, obligó al hombre para que se refrescara y luego dejó que durmiera su borrachera mientras él acampaba cuidándolo.

Cuando el hombre despertó, tuvo que enfrentarse que la severidad de Antonio, que mirándolo fijamente le advirtió que la próxima vez que lo encontrara en una situación semejante no lo trataría tan bien.

Dicen que el temor del hombre fue tan grande que dejó de beber.

Estos hechos que la gente relataba en reuniones y pulperías, fueron generando una imagen que despertó el afecto de los pobladores y muchos le prestaron

ayuda para eludir a la milicia. Pero sus dos compañeros y el coronel Velázquez, que lo habían conocido durante la guerra, fueron testigos del único verdadero milagro que realizó mientras vivía.

El relato nos llega de Raú Oruro, un descendiente del capitán Oruro que participó en una batalla junto al coronel Velásquez y luego de la misma, mientras recorrían el campo sembrado de cadáveres y hombres agonizantes, fue ata cado por un soldado paraguayo.

Al verlos acercarse, el ene migo se había fingido muerto esperando el momento de usar su sable y morir como un valiente.

Así fue que dio un salto y asestó un certero golpe que arrancó el brazo derecho del capitán Oruro.

El propio Velásquez eliminó al agresor con un disparo de su pistola, pero el daño ya estaba hecho.

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Algunos hombres se acercaron para prestar ayuda y trataron de detener la hemorragia pero el corte había sido a la altura del hombro.

Taparon como pudieron la sangrante herida y el coronel ordenó que lo llevaran al campamento para que trataran de cauterizarla con un hierro caliente.

Esa noche el capitán Oruro deliraba por la fiebre y el in tenso dolor, mientras Antonio y dos soldados más fueron destacados para cuidar la tienda de campaña donde se encontraba el moribundo.

En los momentos que recobraba el sentido, el hombre imploraba a gritos que lo mataran, que se apiadaran de su sufrimiento.

Antonio se dirigió hasta el camastro y todos pensaron que pondría fin con su cuchillo a aquel infierno de dolor, sin embargo el gaucho se inclinó y dijo algo en los oídos del desdichado.

Unos momentos más tarde, los gritos cesaron y el hombre se durmió profundamente.

Cuando despertó la fiebre había desaparecido y, aunque igual debía lamentar la pérdida de su brazo, todo parecía indicar que recobraría la salud.

Cuando esto sucedió, el capitán Oruro, relató a su coronel y amigo que Antonio Gil le había quitado el dolor, que poniéndole una mano en el pecho y diciéndole que no debía pensar en su cuerpo, que no debía pensar en nada para que el dolor se fuera, lo había logra do.

Grande fue la impresión que provocó Antonio, tanto en los dos soldados que lo acompañaban y se convirtieron en sus amigos inseparables como en el coronel Velázquez que re unió las veinte firmas en su intento fallido por salvar al Gauchito.

Realmente los hechos de la vida de Antonio Gil muestran

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su natural poder de sanidad, tanto en la recuperación de una conducta armónica, como aconteció con el alcohólico que agredía a su mujer, como en el relato de la cura milagrosa del capitán Oruro.

Este poder de sanidad se manifestó aún después de su muerte mostrando claramente cual era el destino que Dios le había reservado.

Trabajos Espirituales

Cuando digo trabajos espirituales no me refiero a ninguna clase de magia o hechice ría, aunque se que también se los suele llamar así.

En este caso, menciono a un tipo de práctica que puede realizarse utilizando la imagen de un espíritu tan puro como lo es el gaucho Antonio Gil.

La forma más simple de pedir su protección es llevar una estampa del gauchito o poseer una figura del mismo junto a una pequeña caña tacuara con una bande rita roja.

También se le pueden encender velas rojas, especial mente los días 8 de enero.

Cuando se presente alguna dificultad, bastará con invocar al gauchito hablándole como a un amigo al que le pedimos ayuda. El fue un hombre simple y un alma noble, que son las cualidades para ser el mejor amigo de cualquier persona.

Como buenos cristianos debemos recordar que solo Dios puede obrar milagros y que invocamos al gauchito para que interceda por nosotros.

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Si queremos llevar adelante, una práctica más elaborada, procederemos de la siguiente manera:

Elegiremos un lugar de nuestra casa en el que podamos permanecer sin ser interrumpidos.

Colocaremos sobre una mesa, cubierta con una tela roja, que haga las veces de altar, un porta velas, una vela roja, una caja de fósforos, una imagen o estampa del Gauchito Gil, un recipiente con carbón vegetal e incienso, un papel blanco, una lapicera y una cinta roja.

Nos colocaremos frente al altar, sentados o parados, según nos sea más cómodo.

Sobre el carbón encendido echaremos un poco de incienso y haremos algunas respiraciones lentas y profundas, hasta sentirnos bien relajados.

Encenderemos la vela, rezaremos un Padre Nuestro y luego alguna de las oraciones que se transcriben más adelante.

Mientras rezamos tratamos de estar relajados y concentrados en la figura del Gauchito Gil.

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El Santuario en la Actualidad

A poco más de 8 kilómetros de la ciudad de Mercedes, se levanta el santuario administra do por el Centro Recreativo Devotos de Antonio Gil.

Gracias al trabajo voluntario y a las donaciones de los creyentes, se ha construido una infraestructura adecuada para la gran cantidad de visitantes que concurren al lugar.

Luz eléctrica, agua potable, baños y quinchos brindan a un importante caudal de asistentes la posibilidad de encontrar comodidades para que la devoción al Gauchito Gil sea un acto de alegría, inspirado en la vida que él defendió aún a costa de sacrificar la propia.

El 8 de enero se realiza una verdadera fiesta popular en la que, junto a todo tipo de donaciones y ofrendas, se plan tan cañas tacuaras que sostienen banderas coloradas (y algunas celestes) también se colocan placas de bronce que expresan el agradecimiento por los milagros obtenidos.

Otra de las costumbres es encender una vela con la mecha hacia abajo (aunque se deban realizar varios intentos para lograrlo) y una vez encendida, se (a coloca de manera normal en algún lugar del lado derecho, cercano a la cruz.

Una vez terminada la oración, escribimos nuestro pedido en el papel blanco, lo doblamos y lo atamos con la cinta roja.

Mientras atamos el papel con la cinta decimos: -Poderoso Gauchito, lleva mí pedido al Señor para que pronto me sea concedido.

Cuando la vela se haya

consumido, se quema el papel y la cinta y los restos se echan al agua.

ORACIONES PARA EL GAUCHITO GIL

Por las enseñanzas de Jesús el Nazareno y por intermedio del poderoso gaucho Antonio Gil, le pido al Padre Eterno que, en su infinita bondad, proteja mi cuerpo y mi alma contra todo peligro.Que ningún espíritu del mal me acose.

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Que siempre me mantenga fuerte ante la adversidad y que aparte de mi a cualquier enemigo, como el poderoso gaucho Antonio Gil, supo burlar a la milicia hasta que Dios lo llamo a su lado.Que mis seres amados siempre tengan salud, trabajo y amor.Y que especialmente se me conceda… (hacer el pedido).

Poderoso Gauchito Gil, que a tu moto repetiste el calvario y la muerte de nuestro ama Jesús.Noble espíritu de la tierra, que por amor a tus hermanos,derramaste tu sangre y no la de ellos.Valeroso soldado,que fuiste a la guerra para sanar el cuerpo y el alma de los que mas sufrían.Alma inocente y bondadosaque por amor a tu pueblo cabalgaste hasta el cielo para estar mas cerca de Dios.Te pito que, por tu intermediaciónMe sea concedido… (hacer el pedido).

El Gauchito Gil y San la Muerte

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Antonio Mamerto Gil Núñez nació el 12 de Agosto de 1847 y murió el 8 de enero de 1874.

El 13 de Agosto se conmemora a San La Muerte y resulta sugestivo que Antonio Gil naciera un día antes de esta celebración porque se convirtió en ferviente devoto de este santo popular.

Se dice que siempre llevaba un amuleto colgado del cuello en un collar de alambre de cobre y que por eso era in vulnerable.

Cualquiera podría preguntarse por qué San La Muerte lo abandonó cuando fue capturado por el ejército.

Sin embargo, si se analizan correctamente los acontecimientos, veremos que Antonio Gil no presentó ninguna resistencia. El vio morir a sus inseparables camaradas, podría haberse dejado llevar por el odio y con ánimo de venganza haber

derramado la sangre de los atacantes. Pero prefirió entregarse.

Por propia voluntad eligió morir a matar y San La Muerte respetó la decisión de quien tanta fe le había profesado.

Si como hombre hubiera enfrentado a la milicia, posiblemente, les habría dado muerte pero, luego le esperaba un largo tiempo de soledad.

Errante y con su alma perdida, tal vez, se habría convertido en el malhechor que nunca fue. La violencia es el camino más rápido para llegar al infierno.

Pero Antonio Gil había sido elegido para cumplir con un destino que necesariamente pasaba por el calvario.

Cuando Antonio decide entregarse, San La Muerte no abandonó al hombre, por que éste ya se había convertido en santo.

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El Gauchito Gil y Maradona

De los numerosos obsequios que como agradecimiento le han dejado al Gauchito Gil, el más admira do es la camiseta que Diego Armando Maradona usó en el Mundial de Fútbol celebrado en México en 1986.

Fue a instancias de su padre que el gran jugador se hizo devoto del Gauchito ya que don Diego “Chiroto” Maradona adoptó esta creencia en su Corrientes natal.

Siempre le pidió al Gauchito para que lo guiara y protegiera frente a las dificultades que tuvo que enfrentar al trasladarse a Buenos Aires.Instalado en Villa Fiorito, encontró un trabajo que le permitió traer a su familia y cinco años después, el 30 de Octubre de 1960 nació quien se convertiría en el más grande jugador de todos los tiempos.

Durante toda la carrera de su hijo, don Chiroto, que también había practicado el deporte de manera amateur, no dejaba de pedirle al santo para que lo protegiera.

Todavía recuerda cuando en 1983, Diego defendía la camiseta del Barcelona y jugando contra el Bilbao, su frió una lesión muy seria.

Rotura de ligamentos del tobillo izquierdo y la fisura de un hueso, indicaban que iba a tomar mucho tiempo la recuperación.

Sin embargo los pedidos del padre fueron escucha dos y cuatro meses después Diego se recuperó plena mente reapareciendo para hacerle dos goles al Sevilla.

Con la selección Argentina, había recibido varias decepciones, primero fue en 1978 cuando César Luis Menotti no lo confirmó.

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En el 82, en el partido contra Brasil, Maradona es expulsado y la selección eh- minada del campeonato.

Pero al llegar el campeo nato de 1986, se le ofrecía al gran jugador la oportunidad para demostrar todo su talento.

Aunque el comienzo de la campaña fue flojo, poco a poco el seleccionado logró afirmarse y finalmente alcanzó el éxito.

Durante este campeonato, se produjo el enfrenta miento con el seleccionado Ingles y la victoria Argentina llenó de felicidad a todo su pueblo, en él Maradona convirtió dos goles que queda rían en la historia, uno llama do “La mano de Dios” en la que el juez “no vio” la falta que invalidaba la jugada y posteriormente la definición tras dejar en el camino a cinco jugadores ingleses.

Cuando fue la lesión en el Barcelona, don Chiroto había obsequiado como agradecimiento al Gauchito un par de botines que Maradona había usado, pero esta

vez convencido de su intercesión, decidió que su hijo le obsequiara la camiseta que tan bien había defendido.

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