Gaulejac - Lo Irreductible Social Y Lo Irreductible Psiquico

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    Lo irreductible social y lo irreductiblepsquico

    ResumenC o n base en la recon strucci n de las polaridades explicativas -lo irreduc tible social y lo irreduc tiblepsquico- qu e atraviesan a las ciencias sociales este texto prop on e trascender los mod elos antag nicosy excluyentes. El objetivo es instaurar en el centro d e la reflexin la idea de la dia lkti ca existencial qu erestituye al suje to tan to el con tex to socio-histrico en el cual est localizado com o el deseo y la singula-ridad qu e lo constituyen en prod uctor de la afirmacin de su individualidad y su historicidad.AbstractBased on th e recons;ruction of the explanatory polarities -social irreductible a nd psychological irreductible -present throu gho ut social sciences this text puts fonvard g oing beyond conflicting and excluding models.T h e aim is to establish as core of the discussion the idea of the existential dialectics that gives the subjectback both his socio-historical con text an d the desire and singu larity that make h im p roduce the assertionof his individuality and his historicity.alabras clave singularidad sujeto herencia deseo auto nom a irreductible psquico irreductible so-

    cial dialkctica.ey wors singularity sub ject h eritage desire au tonom y psychological irreduc tible social irreduc tible

    dialectics.

    L s relaciones entre la psicologa y la sociologa son difciles y sin embargo nevi-tables. Difciles porque sus enfoques de los fenmenos humanos y sociales se contr adi-cen en la manera en que ambas disciplinas constuyen su objeto y plantean Suproble-

    Universidad de Pars VIL Profesor de Sociolog a Director del Laboratorio de Cambio S ocial; Presidente delResearch Comm ittee o f Clinical Sociology Asociacin Internacional de Sociologa.

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    mtica; inevitables porque estn confrontadas a los mismos fenmenos, de tal maneraque para sus anlisis necesitan articularse, pues ni la una ni la otra pueden preciarse deposeer el conjunto de las claves explicativas de los hechos sociales. Los enfoques socio-lgicos y psicolgicos son por un lado mutuamente excluyentes porque se enfrentan ala irreductibilidad de lo social por un lado y del psiquismo por el otro. Pero esta exclu-sividad no puede por tanto conducir a una exclusin o a una indiferencia de la in-teraccin constante entre estos dos registros.

    Para un socilogo, la significacin de las conductas humanas es inseparable del siste-ma de relacin social en el cual stas se inscriben. Para no existe entonces la natu-

    S

    ] raleza humana . Es decir que rechaza integrar como factor explicativo lo que sera delorden de la esencia humana. Independientemente de las relaciones sociales en las que

    l irreductible social

    se insertan los comportamientos humanos, stos no tienen sentido. No es entonces enel hombre que se puede encontrar la clave explicativa, la verdad de su experiencia,cuando se la busca incluso en su inconsciente. El socilogo rechaza entonces todorecurso a la idea de un invariante natural como fundamento del ser del hombre. Lasactitudes, las conductas, los comportamientos no pueden nunca ser explicados inde-pendientemente de las condiciones sociales que los hacen posibles. Se trata pues deinvestigar el sentido de esos actos no a travs de la conciencia del actor sino en el an-lisis del conjunto de las determinaciones que actan sobre sus conductas.

    Cuando Durkheim plantea como regla metodolgica considerar los fenmenos so-ciales como cosas (Durkheim, 1947), propone aprehenderlos desde fuera , es decirconsiderar la aprehensin no como un factor explicativo sino como un fenmeno porexplicar. Durkheim construye el pensamiento sociolgico contra los antroplogos ylos psiclogos de la poca, que partan del postulado de que se necesita buscar en lanaturaleza fisiolgica del hombre las fuentes de su comportamiento social. Piensa quela constitucin biolgica hereditaria no especifica lo propio del hombre sino que con-viene investigar la clave explicativa de sus comportamientos en las relaciones con sumedio sociocultural. No son pues los instintos y los reflejos los que unen a los hom-bres entre s sino su pertenencia a la sociedad: sin duda sera exagerado decir que lavida psquica no comienza sino con las sociedades; pero es cierto que sta no se extien-de salvo cuando las sociedades se desarrollan As la gran diferencia que separa alhombre del animal, a saber el ms grande desarrollo de su vida psquica, se remite asta: su mayor sociabilidad (Durkheim, 1902, pp. 337-338).

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    S in e m ba r go D ur kh e im n o op on e po r e so l a sociolog a a l a ps ic o log a . E n su ob r apub l i c a da e n 1909 Sociologie religieuse et thkorie de la connaissance escribe:

    porque nos hemos aplicado a distinguir al individ uo d e la sociedad, en ocasiones se nosreprocha querer hacer una sociologa que, indiferente a tod o lo qu e concierne al hom -bre, se limitara a ser una historia exterio r de las institucione s [ ] Ese reproche es injus-tificado [ ] De una manera general estimamos que el socilogo no est comp letamentesatisfecho de su tarea cuando l no ha explorado las profundidades de los individuoscon el fin de vincular las instituciones d e las cuales da cue nta a sus condiciones psicol-gicas. decir verdad, el homb re es para nosotros menos un p un to de partida que unpun to de llegada [ ] M uy lejos entonces de que la sociologa, as entendida, sea ajena ala psicologa, sta condu ce a una psicologa, pero m uch o m s completa y compleja queesa que hacen los puros p siclogos.

    Y en su c lebre o br a sobre las reg las de l mt od o soc io lgico , D ur k he im def iend e e lpu n to d e vi s ta d e q ue l a soc io log a n o se de f ine c on t r a l a p s ic o log a , s ino q ue s t a espo r e l c on t r a r io su c om p le m e n to ind ispe nsa b le:

    Sorp renden teme nte se engaara qu ien d e lo que antecede (el rechazo de la psicologaindividual para explicar los hechos sociales) quisiera sacar la conclusin de que, en nues-tra opinin, la sociologa debe o incluso puede hacer abstraccin del hombre y de susfacultades. Por el con trario, es evidente qu e los caracteres generales de la naturaleza h u-man a participan en el trabajo de elaboracin del qu e resulta la vida social. Solamentequ e n o son stos quienes la suscitan ni quienes le dan su forma especial: stos no hacensino volverla posible. Las representaciones, las emociones, las tendencias colectivas notienen com o causas generadoras ciertos estados de conciencia de particulares, sino lascondiciones en que se encuentra el cuerpo social en su conjunto (Durkheim, 1947,p. 105 .

    La aper tura a la ps icologa se insc r ibe en un proyec to que pone en evidenc ia e lco m po ne nt e soc ia l de l se r de l hom bre . L o esenc ia l pa ra D urk he im es explicar los he -chos soc ia les d e u na ma nera soc io lgica s in lo cua l se a rr iesgar a a as ignar co m o con di-c in d e te rm inan te a los fen me nos soc ia les a lguno s es tados ps quicos , r e la t ivamen tedef in idos y especiales , p e ro que , d e hecho, so n su consecuenc ia

    s s e h a n c o n s id e r ad o c o m o i n n a t o s al ho m br e c i er to s s e n t im ie n tos d e re ligiosi-da d , u n po c o d e c elo se xua l, d e a m or f il ia l, d e a m or pa te rna l, e tc ., y d e h se ha n que -r id o explicar la rel igin, e l m atr i m on io , la famil ia . Pero la histor i a ,mu estra q u e esasinc l inac iones , le jos de ser inherentes a la na tura leza hu m an a , o b ien s on to ta lme nteinexis ten tes en c ie rtas c ircuns tanc ias soc ia les, o , d e u na soc iedad a o t ra , presentan ta -les va riaciones , q u e e l r es iduo q ue se obt i ene e l im inan do to das esas d i fe renc ias , y q ue

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    slo puede ser considerado como de origen psicolgico, se reduce a algo vago y esque-mtico que deja a una distancia infinita los hechos que se tratan de explicar. Por ello,esos sentimientos son producto de la organizacin colectiva, lejos de ser su origen(Durkheim, 1947, p. 106).

    Desde esta perspectiva, no se pueden comprender las necesidades de un individuosin referirse a la situacin concreta en la cual ste se encuentra, situacin que produceel tipo de necesidades que se reconocen como tales, as como los medios propuestos yreivindicados para satisfacerlas. Igualmente no pueden considerarse las aspiracionesde un individuo en s , sin comprender por qu est l aspirado. Es el sentido de lostrabajos de Pierre Bourdieu sobre las aspiraciones de las generaciones sucesivas que seconstituyen en relacin con los estados diferentes de la estructura de la distribucin delos bienes y de las oportunidades para acceder a stos (Bourdieu, 1981, p. 151). Esconveniente describir y comprender la estructura social y el lugar que el individuoocupa en ella para analizar las condiciones de produccin de las aspiraciones y de sumodo de realizacin.As pues, en la relacin con la estructura y no en la naturaleza delindividuo la sociologa investiga el sentido de las necesidades, de las aspiraciones y delas motivaciones de los individuos. Para Bourdieu, el individuo, al que l llama elcuerpo socializado, no se opone a la sociedad en la medida en que l es una de sus for-mas de existencia. Lo que lo conduce a criticar el conjunto de aproximaciones quetienden a separar al individuo y a la,sociedad:

    la evidencia de la individualizacin biolgica imp ide ver qu e la sociedad existe bajo do sformas inseparables: por un lado las instituciones que pueden asumir la forma de lascosas fsicas, mo num ento s, libros, instrum entos, etc., y por otra las disposiciones ad-quiridas, las maneras perdurables de ser o de hacer que se encarnan en los cuerpos [loque l llama os habittls Bourdieu, 981 p. 29).

    No se trata de construir una psicologa independientemente del estudio de esosprocesos de incorporacin que hacen de lo que los psiclogos llaman la persona ucuerpo socializado. Los comportamientos, las actitudes, las cualidades, los sentimien-tos son disposiciones que explican la manera en que lo colectivo est depositado encada individuo.Esta situacin conduce a criticar el carcter a menudo emprico y substancialista demuchos enfoques psicolgicos que intentan explicar al hombre por el hombre y enparticular las teoras que ven el deseo como si constituyera parte sustancial del ser delhombre:

    el psiclogo emprico, definiendo al hom bre p or sus deseos [...] ve el deseo com o exis-tente en el hom bre a m anera de contenido de su conciencia y cree que el sentido del

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    si no integramos en la explicacin la existencia de factores psquicos?Sartre plantea es-ta cuestin a propsito de la ambicin literaria de Flaubert:

    ni la herencia, ni la condicin burguesa, ni la educacin pueden dar cuenta de ella; mu-cho menos an las consideraciones psicolgicassobre el temper mento nervioso que hanestado de moda algn tiempo: el nervio no es significante [...] En cierto sentido la am-bicin de Flaubert es un hecho con toda su contingencia - e s cierto que es imposibleremontarse ms all del hecho- pero en otro sentido, sta se re liz y nuestra satisfac-cin es una garanta de que ms all de la ambicin podramos captar algo ms, algo aslcomo una decisin radical que, sin dejar de ser radical, fuera lo verdadero [Jean PaulSartre: irreductible psquico] (Sartre, 1979, p. 619 .

    Nos hemos confrontado aqu al aspecto de la singularidad que hace que el indivi-duo no ~ u e d aeducirse sino a su dimensin de actor social determinado por suscondiciones concretas de existencia, pero que es igualmente un sujeto actuante, cuan-do incluso los mviles que lo impulsan son en parte inconscientes. Necesitamos en-tonces intentar delimitar ese ncleo duro del ser del hombre que no se deja sociologi-zar Ser de deseo en busca del deseo de ser, el individuo no puede reducirse a una larvamamfera programada socialmente.

    En esta bsqueda del irreductible psquico , Jean-Paul Sartre critica el error queconsiste en considerar la investigacin psicolgica como terminada tan pronto como

    se ha alcanzado el conjunto concreto de los deseos empricos. s un hombre se defi-nira por el conjunto de tendencias que la observacin emprica habr podido estable-cer (ibid., p. 617). Es lo que l nombra la ilusin emprica que consiste en explicarel deseo de pescar por amor a la pesca, la visita a las galeras de pintura por el amor ala pintura, las elecciones profesionales por la vocacin y las elecciones afectivas por elamor. El empirista observa, clasifica, describe pero no interpreta, es decir que l no seremonta a las causas, no aprehende lo que est en el fundamento de las conductas, delas creencias y de los sentimientos. Ahora bien, no comprendemos nada en tanto quedescribimos una sucesin de deseos sin asir su origen. Ah donde el psiclogo se de-tiene, el hecho considerado se da como primero , lo que conduce a Sartre a investigarel verdadero irreductible psquico [...] cuya irreductibilidad sera evidente para noso-tros, no se presentara como el postulado del psiclogo y el resultado de su rechazo ode su incapacidad a ir ms lejos (ibid., p. 620). Esas crticas de la psicologa empricaconducen a Sartre a definir un proyecto de investigacin que consiste en compren-der cmo los deseos en los cuales el sujeto se historializa en un momento dado signi-fican la relacin global con el mundo por la cual el sujeto se constituye como un s-mismo (ibid., p. 623).

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    Ms all de los deseos y de sus manifestaciones concretas, conviene investigar el sermismo del sujeto considerado:

    el proyecto original de un para-s no apunta mas que a su ser [ ] El hombre es funda-mentalmente deseo de ser y la existencia de ese deseo no debe establecerse por unainduccin emprica; sta es el resultado de una descripcin apriori del ser para-s, pues-to que el deseo es carencia y el para-s es el ser que es para s mismo su propia carencia deser ibid.,p. 624 .

    No hay primero un deseo de ser y despus numerosos sentimientos particulares, sinoque el deseo de ser s61o existe y se manifiesta en y por los celos, la avaricia, el amor al ar-te, la cobarda, el valor, las mil expresiones contingentes y empricas que hacen que larealidad humana no se nos aparezca nunca sino al ser puesta de manifiesto por un hom-bre determinado, por una persona singular ibid.,p. 625 .

    De la misma manera que no se puede acceder a la pulsin desde fuera de los objetosde los cuales sta se inviste, el deseo de ser no es nada fuera de la expresin simblicaque encuentra en deseos concretos.

    En otras palabras, el deseo de ser no se realiza sino como un deseo de maneras de

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    ser, y ese deseo de maneras de ser se expresa a su vez a travs de miles de deseos con-cretos que constituyen la trama de nuestra existencia.

    De ah el inters de estudiar las buenas y las malas maneras, es decir la forma enque el deseo de ser va a socializarse, a inscribirse en la cotidianidad de las relaciones so-ciales. Se trata de analizar cmo ese deseo de maneras de ser se historializa , es decirse actualiza en las prcticas de los objetos, de las personas y de las aventuras que cons-tituyen una historia de vida. Ese trabajo de objetivacin es para Sartre el medio paraalcanzar el proyecto de ser , es decir el proyecto original a travs del cual una perso-na intenta constituirse.As l define la realidad humana como deseo de ser en-s , yplantea la existencia como una dialctica entre el ser y la nada. En tanto que 'aniqui-lacin' de lo en-s y evasin perpetua de la contingencia y de facticidad el ser quiereser su propio fundamento. Ser su propio fundamento es tomar una posicin de su-jeto que se inscribe dentro de una bsqueda constante de libertad: el nico ser quepuede llamarse libre es el que aniquila su ser . En ese sentido la historia de un indivi-duo, su destino, se inscribe en la eleccin que ha hecho de s mismo (ser esto no es seraquello) como lo hace todo hombre originalmente y a cada instante, en situacionesextremas definidas histricamente (Lris citado por Sartre, 1980 p. 11). Es lo que lllama el psicoanlisis existencial, mtodo destinado a esclarecer en una forma riguro-

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    miento psquico en sus fundamentos ms inconscientes? Destruir lo que se es parapoder hacerse es una dialctica que vuelve a encontrarse en el mtodo psicoanaltico.

    a dialctica del sujeto del deseoy del objetoPara el psicoanlisis, la existencia del sujeto capaz de pensarse como tal est ligada a laexistencia del otro. En la experiencia primaria de la existencia del prjimo el sujetopuede tomar conciencia de su propia existencia. El nio como sujeto de deseo es indi-sociable del niio objeto de deseo del otro. La problemtica del deseo se articula enuna dialctica de la relacin sujeto-objeto:

    al parecer en un mismo movimiento se constituye la dada sujeto-objeto. El objeto en-tendido como aquel a travks del cual la necesidad llega a satisfacerse; el sujeto entendidocomo aquel que conoce el deseo y se siente existir n tanto que lugar de deseo (Viderman,1968 p. 736 .

    No puede haber sujeto sin objeto. La expresin ltima de esta situacin, cuando elsujeto se toma a s mismo como objeto de su deseo, es el narcisismo que lleva a Nar-ciso a ahogarse en la representacin de su imagen.

    La contradiccin primera del sujeto es que el narcisismo solo es imposible: desde queaccede a una existencia psquica, desde que hay un esbozo de un yo, el objeto es puestoen la mira y su negacin misma, llamada narcisista, no hace sino subrayar mucho ms elrol esencial. Por lo tanto el sujeto, definitivamente, se encontrar ligado a un mundo deobjetos fuera del cual su existencia no es concebible (loc. cit.).La gnesis del sujeto y del objeto, por tanto del deseo, es resultado de un apuntala-

    miento recproco que inserta de entrada al individuo, por la va del narcisismo, en elmundo exterior. En tanto que investidura del sujeto en s-mismo, el narcisismo esten el fundamento de su existencia y de su capacidad de establecer una relacin con elmundo exterior: es necesario amarse a s mismo para poder amar a los otros y encon-trarse amable para esperar que los otros lo amen. En tanto que ilusin de la concien-cia, el narcisismo est en la base del ideal -es siempre una imagen idealizada la que es

    nada- y por consiguiente de todos los tropismos de la idealidad. Esta ilusin noes menos real en tanto que existe, pero se confronta a otra realidad en la relacin nece-saria con el mundo exterior.

    Percibimos aqu el doble aspecto del objeto:

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    -Como realidad perteneciente al mundo de las cosas exteriores, las que se tomancomo objeto de investidura: el seno, el cuerpo, el otro, pero tambi6.n las perso-nas, las creencias, las instituciones, las coleccione ... El objeto es entonces unanecesidad vital sin el cual no solamente el sujeto, sino tambin el individuo con-creto (bio-psico-social) no puede sobrevivir.-Como realidad interior, proyectada o introyectada por el sujeto, que le permiteconstituirse en s-mismo de otro modo que con una sumisin radical y comple-ja hacia el mundo excerior.

    Pensar que uno puede prescindir del mundo de los objetos o a la inversa, que stosson todo, son dos ilusiones que encubren la circularidad dialctica que va del enfo-que en el sujeto a la omnipotencia del narcisismo -donde su tentativa de escapar a lamuerte surge de s mismo, est mediatizada por s mismo- y siempre frente a la om-nipotencia proyectada del objeto (ibid., p. 739).

    Esta circularidad muestra en qu medida las oposiciones entre lo interno y lo exter-no, lo individual y lo colectivo, el yo y los otros, construyen rupturas formales que nopueden dar cuenta de los lazos entre lo social y el psiquismo y que no llegan nunca'acaptar lo que es del orden del deseo.

    El deseo es inmutable e irracional.nmutable en tanto que empuja hacia la satisfaccin. Si el objeto que puede

    procurar la satisfaccin es variable, en la medida en que puede ser reemplaza-do por otro, el deseo nunca est definitivamente satisfecho: la frustracin es in-manente al deseo mismo. El deseo no conoce lmites en la bsqueda de una sa-tisfaccin que nunca se cumple.rracional pues, como lo sefiala S. Viderman, lo que hace que el hombre sea

    hombre es que no persigue sino objetivos que se desvanecen, espejismos para larazn. Est en su naturaleza constituirse en el deseo: un deseo cumplido hacereaparecer el deseo dirigido hacia otro objeto que jams estar cerca (ibid.,p. 45 .

    La irracionalidad del deseo humano sustrae, al menos en parte, la existencia huma-na de las leyes de la biologa y la sociologa. El hombre no se somete pura y simple-mente ni la lgica de la racionalidad de las necesidades que lo llevaran a satisfacerseslo en lo que le es estrictamente til, ni a la lgica de la racionalidad social que loconducira a adaptarse a la posicin que le es asignada dentro de las relaciones socialespara asegurar la reproduccin social.

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    Es claro que el erotismo no es reductible a las necesidades de la procreacin. Deigual manera, la ambicin es un movimiento hacia... su objetivo est siempre por al-canzarse. Dentro de su naturaleza est no aceptar lmites. La muerte aparece como elnico desenelace de un deseo que no puede encontrar fin en su satisfaccin. Si el ero-tismo, y la ambicin, se inscriben dentro de lo social, que los canaliza hacia formastiles o aceptables socialmente, stos son en principio una produccin de un indivi-duo que tiende a constituirse en sujeto en una bsqueda nunca terminada de la satis-faccin de su deseo. Pero son igualmente producciones sociales. Si el deseo es caren-cia, sta no puede ser satisfecha sino por lo que se reconoce como deseable. No puedodesear sino lo que no tengo, y es porque no lo tengo que es deseable, pero para saberque yo no lo tengo es necesario que pueda ver a otro que lo posea. El objeto del deseoslo es deseado porque es el objeto del deseo del otro deca Hegel. El objeto no se co-dicia en s mismo, por su valor de uso. El deseo del otro le da este valor. El objeto nopuede convertirse en la meta de un deseo sino a travs de la mediacin del deseo delotro.

    l sujeto frente al deseo del otroPara que un niio exista, es necesario que un deseo de niio haya existido. Desde luegoque en el momento de la concepcin el deseo del niio no est forzosamente presente.Lo esencial se juega en el deseo de un hombre por una mujer y, en el mejor de los ca-sos, en el deseo recproco. Para hacer un nio, es necesario entonces un deseo de hacerel amor, posteriormente un deseo de embarazo para que la mujer lleve ese niio poten-cial hasta su trmino, despus un deseo de nio para que sta lo traiga al mundo. Laausencia de deseo no excluye el desarrollo del proceso biolgico que comienza conla fecundacin de un vulo por un espermatozoide, la constitucin de un feto y su ex-pulsin del tero alrededor del noveno mes, pero esta ausencia amenaza con volverese movimiento ms problemtico.El nacimiento de un nio es el signo de un deseo de nio, expresin del deseo deotro. Pero para que el nio exista, es necesario matar este nio que est en l que noes l, puesto que l es una imagen de niio forjada por otros, frecuentemente por lospadres, imagen ideal terrorfica que funda el narcisismo primario en el cual cadaquien corre el riesgo de perderse. As, el sujeto est sujetado al deseo del otro y marca-do en su ser por su posicin de sujetado Uacques Lacan).El sujeto tiene la necesidad de sentir que ha sido deseado para existir, pues la ausen-cia de deseo lo reifica a la imagen de los nios autistas que Bruno Bettelheim describeen aforteresse vide (Bettelheim, 1977 .Por otra parte, para nacer a s-mismo en el

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    mundo del deseo, para decir Yo ve) , para vivir, el sujeto debe matar ese nio que es elnio del deseo de otro y que intenta ocupar el lugar en s mismo. La vida se funda en-tonces en una fuerza de muerte,

    la que consiste en matar al nio maravilloso o terrorifico) que, de generacin en gene-racin, da testimonio de los sueos y los deseos de los padres; no puede vivir sino a costadel asesinato de l imagen primera, extraa, en la cual se inscribe el nacimiento de cadaquien (Leclaire, 1975, p. 10).

    Asesinato irrealizable pero necesario, pues no hay vida posible, vida de deseo y decreacin, si se deja de matar al nio maravilloso que siempre renace.

    Este nio nos precede. Est ah, antes de que el sujeto se exprese. La investiduraimaginaria de los padres construye un ideal de nio antes de que ste nazca en el mun-do. La herencia precede al heredero. Estamos habitados por la historia de nuestros pa-dres antes de haber nacido. El nio imaginario se inscribe en un registro socio-mentalque es la expresin de una historia familiar y social. El deseo est encarnado en lacadena de las generacionesy en el tiempo pasado.

    Nio clave de los sueos, nio salido de los cuentos de hadas, nio perdido, re-encontrado y perdido otra vez, las historias de infancia que nos encantan y nos danmiedo son la expresin de esos fantasmas originarios que marcan para siempre lashistorias de vida. Necesitamos constantemente reescribir la historia de ese nio paraescribir su propia historia, en el renunciamiento y el reconocimiento. Y renunciar esmorir, ya no tener razones para vivir, pero fingir mantenerse firme, es estar condenadoa no vivir (Leclaire, 1975; p. 12).

    Este ideal de nio l que el sujeto busca conformarse es el fundarnnto del narcisis-mo y del ideal del Yo Moi):

    El nio maravilloso es una representacin inconsciente, primordial dnde se anudan,con mayor hiena, los deseos, nostalgia y esperanza de cada quien. En la realidad trans-parente del nio, la representacin hace ver casi sin velos lo real de todos nuestros deseos(loc. cit.).

    Pero en el mismo movimiento, es preciso renunciar a esta imagen de nio, pues s-ta confronta al sujeto al riesgo de perderse en la ilusin. Al querer ajustarse a este nioideal se arriesga a ~erderse ,trapado en el deseo del otro. Para acceder a-su existencia

    En francs existen dos pronombres para referirse al Yo, elJE YO) que en este artculo se refiere al sujeto gramaticaly el pronombre id 1 YO) qu e se refiere al Yo com o e ntid ad psquica N. de T.).

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    propia, el sujeto tiene necesidad de elaborar el duelo de la representacin de plenitudy de goce que representa este nio ideal. Aqu sin duda es necesario comprender elfundamento de las religiones y de las creencias. Quin representa mejor la plenitud yel goce inmvil de Dios? Con mayor motivo cuando se trata de un dios hecho hom-bre, que se encarna en un nio-rey, presentado como un modelo de perfeccin a cadauno de nosotros.

    Esta dialctica remarcablemente expuesta por Leclaire (1975) en O n tue un enfantes el fundamento de la existencia del sujeto, antes que el complejo de Edipo. E1 Edipodespues de todo puede acabarse con el asesinato simblico del padre y un alarde deconquista sexual y afectiva de la madre. No ocurre lo mismo el asesinato imposi-ble y sin embargo necesario: no basta con matar a los padres ni muchos menos, anes necesario matar la representacin tirnica del nio-rey: YO JE) comienza en esemomento .

    En este fantasma originario del asesinato del nio es preciso reconocer, en un tra-bajo sobre la historia y la identidad, la aparicin casi automtica del nio muerto,hermanos o hermanas cuyo nombre lleva, abortos espontneos, nifios pequeos des-aparecidos.As cada uno de nosotros reemplaza a los muertos de la familia, en particu-lar a aquellos cuyos padres no hicieron el duelo:

    incluso si no hay d entr o de la historia familiar un herm ano peque o m uer to, en el deseod e los padres hay siempre algunos duelos no elaborados -aunque sea de sus propiossueios de niios- y su progenie ser siempre y ante todo el soporte privilegiado deaquello a lo que ellos han d ebido renunciar Leclaire, 1975, p. 24).

    Un trabajo sobre los nombres propios confirma esta hiptesis. Los nombres son lamarca significante de que el nio lleva en s el deseo de los padres, de que 4 sustituyea tal o cual desaparecido. El nio es investido de una misin de reemplazo, y est en-cargado de realizar todos los sueios que los padres habran querido cumplir:

    I ser un gran hombre, un hCroe en lugar del padre; ella se casar con un prncipe,compensacin tarda para la madre. El p un to ms escabroso del sistema narcisista, el dela inmortalidad del yo que la realidad critica severamente, ha vuelto a encontrar unlugar seguro refugindose en el ni o loc. cit.).

    Es el proceso que Freud haba puesto de manifiesto a propsito del narcisismocuando escriba: el amor de los padres, tan conmovedor y en el fondo tan infantil, noes otra cosa sino su narcisismo que acaba de renacer (Freud, 1969, p. 96).

    La investidura del nio por los padres es al mismo tiempo alienante y estructurante.Le es necesaria para ubicarse como sujeto en la confrontacin entre su deseo y el deseo

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    del otro. Afrontando las contradicciones de esos.juegos de deseos aprender a vivir y aamar.

    ontradiccin, para los padres, entre el deseo de que el hijo encarne su propionarcisismo y su deseo de matar esa representacin en tanto que representa supropia alineacin.

    ontradiccin, para el nio, entre el deseo de realizar los votos de sus padres yla toma de conciencia de su incapacidad y de su dependencia radical. Paradji-camente, la singularidad se apoya en el renunciamiento a creerse y a querersenico.

    Esas contradicciones que aparecen sucesivamente estn en definitiva totalmenteconectadas en el adulto. Son dos estadios que coexisten en la medida en que el nioimaginario subsiste en al adulto y se reactualiza cuando ste se vuelve padre. La bs-queda existencial consiste-en querer ser amado por s-mismo y no a causa de ese nioideal que est en s. Convertirse en sujeto es renunciar a someterse a ese nio ideal quemarca para siempre lo que somos, puesto que es sobre el ideal que se apoya nuestropropio deseo. Matar al nio que tiene necesidad de vivir para que Yo (Je) exista, esexponerse a una doble confrontacin. Confrontacin con el deseo de nio para per-petuar esta bsqueda, reparar todo lo que fracas, cumplir todo lo que habra podidoser y no ha sido. Confrontacin con la muerte, muerte del nio pero tambin de to-dos los seres presentes en el yo (moi) que ya no existen, hasta su propia muerte que re-solver definitivamente el asunto. s deseo de nio y muerte de nio coexisten incons-cientemente en el narcisismo primario apoyndose el uno en la otra deniro de unaproblemtica contradictoria.

    Realidad psquica realidad socialLa investigacin sobre el irreductible psquico nos ha conducido, a travs del exis-tencialismo y el psicoanlisis, a considerar el deseo como presente en el fundamentode la dialctica existencial. Sartre postula un deseo de ser para dar cuenta del carcterirreductible del factor psquico en la construccin de la identidad. Pero ese deseo deser no es accesible sino a travs de los deseos de maneras de ser , que nos remiten a lanocin de h bitus y de esta manera inscriben al sujeto en la historia. Con Serge Vider-man, vimos que no se poda separar al sujeto del objeto en tanto que stos estnconstituidos el uno del otro dentro de una circularidad que funda el narcisismo pri-mario, la relacin con el mundo exterior la problemtica del deseo. El deseo no

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    puede concebirse fuera del deseo del otro, lo que Serge Leclaire desarrolla a partir delfantasma originario del asesinato del nio. La existencia del sujeto se funda en un de-seo de nio, nio que est en-s pero que no es s, y esto lo sita de entrada en una re-lacin de sujecin al deseo del otro. Fue necesario que Se me deseara para que Yo (Je)naciera en el mundo del deseo. El sujeto lleva la marca indeleble de ese deseo al cualest sujetado.

    Si el individuo no puede constituirse sino en el deseo, el deseo no puede realizarsesino en lo social. El deseo no existe en s como un surgimiento original y ontolgicoque sera el motor de la historia humana. ste nos precede, nos atraviesa para inscri-birse nuevamente en quienes sern su objeto, los nios en particular. El deseo lleva lamarca de nuestra prehistoria e intenta realizarse en el mundo de los objetos para sertomado y retomado en el deseo del otro dentro de una circularidad dialctica.A tra-vs de los habitus, los objetos, los otros, siempre hay algo exterior al sujeto que fundasu deseo.Para Cornlius Castoriadis, el inconsciente

    es po r u na p arte decisivo, el deps ito de las miradas, d e los deseos, de las investiduras, delas exigencias, de las esperas, de las significaciones de las cuales el individ uo ha sido ob-jeto, desde su concep cin, e incluso desde antes, por parte de quienes lo han engendra-do y criado Castoriadis, 1975, p. 140).

    El inconsciente es historia. La autonoma se adquiere en la capacidad del sujeto pa-ra tomar distancia frente a esas significaciones que han sido depositadas en l: mi dis-curso debe tomar el lugar del discurso del otro, de un discurso extrao que est en my me domina, habla por m . Este Otro designa la pareja paternal, pero tambin to-do lo que transmite la familiay la sociedad. El discurso es un lenguaje que transmitepalabras pero tambin imgenes, smbolos, historias, habitus, concepciones del mun-do, normas, es decir el conjunto de los elementos constitutivos de lo social en cadaindividuo.Se plantea entonces el problema de asir una realidad psquica autnoma con respec-to a lo social. Freud se plantea el problema a propsito de la clave de los sueos . Enefecto, al final de su obra sobre la interpretacin de los sueos y para resumir su tesis-el sueo no es una fa nt a~ rn a~ or aino un texto por descifrar- introduce la nocinde realidad psquica:

    es preciso reconocer en los deseos inconscientes un a realidad? No sabra decirlo. Na tu-ralmen te hay que negrsela a todos los pensamientos de transicin y de enlace. En suexpresin ltima y ms cierta, resulta mu y forzado decir qu e la realidad psquica es una

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    forma de existencia particular que no podra ser confiindida con la realidad material(citado por Laplanche y Pontalis, 1964, p. 1837).;Pero qu es esta realidad psquica?Laplanche y Pontalis, en su artculo sobre el origen del fantasma, muestran la com-plejidad del problema. Identificando la realidad psquica con el fantasma, en tanto

    que produccin imaginaria de un sujeto que pone en juego su deseo, Freud se enfren-ta al asunto del carcter universal de ciertos fantasmas: si cada vez se crean los mis-mos fantasmas, con el mismo contenido, si se pueden reencontrar, en la diversidad delas fantasas individuales, algunos fantasmas tpicos, es cierto que la historia de losacontecimientos del sujeto no es elprimum movens, que debe suponerse un esquemaanterior cap& de operar como organizador (Laplanche y Pontalis, 1964, p. 1851).

    Es necesario entonces fundar la estructura del fantasma en otra cosa diferente alacontecimiento. Para dar cuenta de este antecedente, Freud recurre a una explicacinfilogentica.

    Es posible que todos los fantasmas que se nos mencionan hoy en da en el anlisis hayansido antiguamente, en los tiempos originarios de la familia humana, realidades (lo quefue realidad de hecho se habra convertido en realidad psquica) y que creando fantas-mas el nio satisfaga, slo con la ayuda de la verdad prehistrica, las lagunas de la verdadindividual (Freud, G.W., t. N . 386).Es otra vez un real que postula del lado de las elaboraciones fantasmticas, pero un~ e a lel que Freud no deja de sealar el estatus estructural y l autonoma en relacincon los sujetos que le son absolutamente dependientes [ ] Uno est tentado a recono-cer en ese real que alimenta el juego imaginario y le impone su ley, la prefiguracin de' el orden simblico , tal como lo han definido Lvi-Strauss y Lacan (Laplanche yPontalis, 1964, p. 1851).

    Freud atribuye un papel a la prehistoria del niio y plantea la existencia de una pre-estructura anterior al sujeto. Laplanche y Pontalis (1964) esbozan las hiptesis desa-rrolladas por los estructuralistas: no hay realidad psquica que no est fundada en elorden de lo simblico. El pasaje de la existencia biolgica a la existencia humana seopera bajo la Ley, es decir, para retomar la expresin deAlthusser, la Ley de Cultura(Althusser, 136411965, p. 161). Esta ley es la expresin, en un momento dado, de lahistoria de las relaciones sociales dentro de las cules el nio se encontrar ubicado.La Ley de Cultura , cuya forma y primer acceso es el lenguaje, no se agota en ste,

    sino que contiene las estructuras del parecido real y de las formaciones ideolgicas de-terminadas en las cuales los p&sonajes inscritos en estas estructuras viven su funcin;bid,p. 101).

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    El orden simblico es un conjunto de normas, de leyes, de costumbres, de institu-ciones que pre-existen en el sujeto y a las que ste no tiene acceso.As el psiquismo in-dividual est en su propia constitucin, la expresin de este orden que le impondr suley marcando su identidad. En consecuencia, no se puede concebir la realidad psqui-ca independientemente de lo social en donde sta se imprime. Marcel Mauss, desde1924, haba definido la vida social como un mundo de relaciones simblicas , con-siderando que la formulacin psicolgica no es sino una traduccin sobre el planodel psiquismo individual de una estructura propiamente sociolgica'' (Lvi-Strauss,1968, p. m .

    Hay pues una complementariedad de lo psquico y de lo social a travs de la media-cin del orden simblico. Pero complementariedad no quiere decir equivalencia en lamedida en que la sociedad se expresa simblicamente en sus costumbres, sus leyes, susinstituciones, de tal suerte que las conductas individuales no son nunca simblicaspor ellas mismas. Como lo seala Lvi-Strauss, stas son los elementos a partir de loscuales un sistema simblico, que no puede ser sino colectivo, se construye. Hay de he-cho una subordinacin de lo psquico a lo social. Por ejemplo, Lvi-Strauss critica losenfoques psiquitricos de la enfermedad mental en la medida en que sta no puede serexplicada en s a partir de la psicologa de quien la padece, sin reubicarla en su con-texto:

    es imprudente utilizar una terminologa psiquitrica para caracterizar los fenmenossociales cuando la relacin verdadera se estableceraen el otro sentido [ ] Son solamen-te l s conductas anormales las que, desocializadas y de alguna manera abandonadasa smismas, realizan en el plano individual la ilusin de un simbolismo autnomo. En otraspalabras, las conductas individuales anormales, en un grupo social dado, alcanzan losimblico pero a un nivel inferior y, si puede decirse, en un orden de magnitud diferen-te y realmente inconmensurable en relacin con aquel en el que se expresa el grupo [ ]as conductas psicopatolgicas individuales ofrecena cada sociedad una especie de equi-

    valente doblemente disminuido (en tanto que individual y patolgico) de simbolismosdiferentes del suyo, al tiempo que son vagamente evocadores de formas normales reali-zadas en l escala colectiva (loc. cit.).

    No se pueden comprender esas conductas por s mismas, pues la psique no puedeasirse sino con referencia a lo que la sostiene, ya sea en la diacrona (la historia) o en lasincrona (el contexto social).

    Lo anterior puede resumirse en cuatro puntos:a realidad psquica de un individuo no puede concebirse sino apoyada sobre

    otro real que la precede.

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    se real es, al menos por una parte, el sistema simblico que rige la vida social.- l psiquismo es una de las formas de expresin a partir de la cual se construye

    y se reproduce el sistema simblico.l deseo, expresin ltima de la realidad psquica no existe en s como creacin

    originaria del sujeto sino en la relacin del sujeto con la historia y con el mundoexterior.Este anlisis conduce a criticar el psicologismo, es decir las aproximaciones que

    buscan definir la naturaleza humana como el comn denominador de todas las for-mas de lo social o que tienden a reducir lo social a las representaciones que ste tomaen el psiquismo individual. Pero, por el contrario, esta crtica del psicologismo noconduce a,un sociologismo? No somos llevados a reducir lo mental a su aspecto deproducto cuitural, a no estudiar al individuo sino dentro de lo que expresa de su po-sicin social, a considerar la subjetividad nicamente como la expresin de la ideolo-ga del actor, a negar la existencia de corrientes libres en el psiquismo, a no ver alsujeto como producto de la determinacin social?

    Estas dos trampas son cmplices en la medida en que tienden a pensar en el ser delhombre contra el ser de la sociedad. Esta escisin ha sido a menudo criticada, en par-ticular por Edgar Morin cuando escribe:

    la explicacin de los fenmenos hum anos no podra pasar por alto ni a su autor ni a suecosistema, cuan do se elimina ya sea un o u el otro, o bien amb os a la vez, a favor de u ndeterm inismo a n nim o o de un a libertad inefable. Tan pr on to com o se asla el fenme-no estudiado se pone en contacto a lo sumo con su medio , se hace de ese fenm eno elmero producto de los determinismos exteriores [ ] No podra haber una descripcin,ni un a explicacin de los fenm enos fuera de la doble inscripcin y d e la doble implica-cin, en el seno de un a dialgica compleja, que asocia de manera complem entaria, con-currente y antagon ista, por una p arte las lgicas aut nom as e internas prop ias de los fe-nmenos y, por otra parte, las ecologas de esos ambientes (Morin, 1980, pp. 86-87).

    No tenemos que ver dos realidades distintas sino una misma realidad que se expre-sa en formas diferentes. Lo social y lo psquico se confunden. Si nos apegamos al es-tudio de lo concreto, nos daremos cuenta de que ambos elementos son por una parteirreductibles el uno del otro, y por otra no pueden ignorarse el uno al otro. Como loseala Lvi-Strauss (en su introduccin a la obra de Marcel Mauss) conviene apre-hender los hechos sociales en su totalidad, es decir desde afuera como una cosa, perocomo cosa de la cual forma parte integrante la aprehensin subjetiva (consciente e 'in-consciente) . No se ~ u e d eener acceso a la realidad, cualquiera que sta sea, fuera dela experiencia concreta de un individuo concreto que slo puede asirla solo. La sub-

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    jetividad, tan criticada por el cientificismo que no ve ms que el obstculo que starepresenta para acceder a lo objetividad, forma parte de la realidad. La subjetividad noes una pantalla de lo real sino la condicin necesaria para acceder a ste. En esta pers-pectiva, lo psquico es a la vez simple elemento de significacin para un simbolismoque lo desborda, y nico medio de verificacin de una realidad cuyos aspectos mlti-ples no pueden ser aprehendidos bajo forma de sntesis fuera de i (Lvi-Strauss,opcit. p. m .

    Existe pues una complementariedad necesaria y dinmica entre lo psquico y lo so-cial. Todo fenmeno psicolgico es un fenmeno sociolgico en la medida en que nose puede concebir un sujeto sin objeto, sin ideologa, sin el orden simblico a travsdel cual ste se reafirma como tal. El mundo psquico es una realidad que tiene suspropias leyes .de funcionamiento, accesible solamente a travs de prcticas sociales yde significaciones. La prueba de los social no puede ser sino mental: no es posible asirel sentido y la funcin de un hecho social sino a travs de una experiencia vivida, suincidencia sobre una conciencia individual y en ltimo lugar la palabra que permitedar cuenta de este hecho.

    Por consiguiente, lo que se llama la realidad no puede ser aprehendido sin tener encuenta lo vivido , es decir la experiencia concreta, singular, individual y colectiva dela historia. Lo vivido no puede ser aprehendido sino en la palabra de un sujeto que daacceso al pr j im ~. ~E lasaje por la subjetividad es necesario para acceder a la objetivi-dad; sta ltima no es, despus de todo, sino un medio de delimitar lo irreductiblepsquico, es decir, el lugar que queda al sujeto para constituirse como ser deseante.

    a dialctica existencialEl conjunto de estos elementos nos permite comprender y analizar la existencia indi-vidual como un fenmeno dialctico entre el individuo producido -producto delas relaciones sociales, producto del deseo del otro, producto de la historia- y elindividuo productor -productor de su futuro, de una identidad que le sea propia,trabajo de un sujeto que intenta acceder a la autonoma. El individuo es actuado porun cierto nmero de determinismos y al mismo tiempo actuante en la medida en quesu deseo de ser lo impulsa a explorar otras posibilidades, a encontrar el goce y la

    completud dentro de las formas de realizacin de s que lo impulsan a creary a afirmarsu singularidad. Ese trabajo dialctico puede ser delimitado en una doble perspectiva,diacrnica y sincrnica.

    n la diacrona: se trata de analizar el peso de la historia. Estoy envenenado pormi pasado escribe Fritz Zorn 1980), con lo que expresa su deseo de escapar de lo que

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    lo ha constituido en su educacin, pero tambin su deseo de descubrir en qu medidaese pasado est actuando en l a fin de liberarse. Analizar la huella de la historia escomprender el trabajo de incorporacin de la herencia ligada a los orgenes sociales yfamiliares, la influencia en uno mismo del deseo del conjunto de sus educadores, enparticular del proyecto paterno. Es tambin estudiar en qu medida la historia colec-tiva condiciona cada uno de los destinos individuales. La historia de un individuo noes de hecho sino una cierta especificacin de la historia colectiva de su grupo o de suclase. La especificidad de la historia individual, su singularidad, no puede escribirse oaprehenderse en s, sino con referencia a lo que la ha producido. El individuo es elproducto de una historia que l reproduce a su vez, sabiendo que no hay nunca repro-duccin absoluta puesto que la historia es movimiento.No hay nunca repeticin pura y simple, ni creacin x nihilo Si la historia nosconstruye, conviene igualmente comprender lo que la ha construido y lo que el indi-viduo ha hecho de sta. l se construye a partir de la historia y luego en cierta medidacontra ella. Est ubicado en la historia y a partir de esta posicin su propia historiapuede desarrollarse. Si la historia lo construye, sta le da igualmente los medios paraconstruirse a s mismo, ya que l encuentra ah su capacidad para afirmar su indivi-dualidad, para plantearse como sujeto a fin de escapar de la repeticin, que es unaforma de no existencia. En ese sentido el individuo es producto de una historia en cu-yo sujeto busca llegar a convertirse. En la lucha entre la individualidad y la historia elYo (Je) puede ocurrir. Resta saber qu es lo que conduce a la historia; sta no puedeestar delimitada sino por los modos de actualizacin que la concretan en un momentodado y determinan no slo lo que es probable sino tambin lo que es posible. Si lahistoria es el anlisis de las condiciones de produccin de lo que existe en un momen-to dado, esto que existe condiciona lo que puede ocurrir. La historia no puede enton-ces comprenderse fuera de la historicidad, es decir, de los procesos por los cules losindividuos contribuyen a producir la sociedad en la que viven. La diacrona es en esesentido indisociable de la sincrona.n la sincrona se trata de concebir al individuo en un momento dado, comoproducto de sus condiciones concretas de existencia. En la medida en que el deseo deser se traduce en los deseos de maneras de ser, stos ltimos son la expresin de uncierto tipo de entorno cultural y social. As, no se puede disociar el anlisis de las ma-neras de ser del concepto de habitus de Durkheim, retomado por Pierre Bourdieu, esdecir ese sistema de disposiciones durables y transportables que, al integrar todas lasexperiencias pasadas, funcionan a cada momento comd una matriz de percepcin, deapreciacin y de accin, que vuelve posible el cumplimiento de tareas infinitamentediferenciadasn Bourdieu, 1972,p. 175 .Las prcticas sociales que conretan las mane-ras de ser de los individuos son producto de la relacin dialctica entre una situacin

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    y un habitus. La posicin social explica la interiorizacin de un sistema de disposicio-nes comunes al conjunto de los individuos que estn en la misma situacin social. Laidentidad de las condiciones de existencia tiende a producir sistemas de disposicionessimilares y una homogeneidad de habitus (ibid , p. 180).Ahora bien, esta homogeneidad de los comportamientos y de las actitudes es vividapor los individuos como si fuera algo normal y como evidente. Cuando planteamosal individuo como producto de sus condiciones concretas de existencia, queremos dara entender que l est predispuesto a funcionar de una cierta manera, que las posibili-dades objetivas de realizacin que se traducen en su trayectoria social, as como en suexpresin subjetiva de los ideales, las creencias, las aspiraciones, son el producto de suscondiciones sociales existentes.Olvidar estos datos de partida, como lo hace con demasiada frecuencia la psicolo-ga social, es impedirse analizar a profundidad el devenir individual y caer, como jus-

    tamente lo sefiala Pierre Bourdieu, en La Ilusin ocasionalista: hablar de habitus declase es recordar que las relaciones interpersonales nunca son mas que en aparienciarelaciones de individuo a individuo y que la verdad de la interaccin no reside com-pletamente en la interaccin Es la posicin presente y pasada en la estructura socialque los individuos, entendidos como personas fsicas, transportan consigo mismos,en todo tiempo y en todo lugar, bajo la forma de habitus, que llevan como vestidos yque, como el hbito hace al monje, es decir la persona social, con todas sus disposicio-nes que son otras tantas marcas de la posicin social (ib id , p. 184).Si no puede haber persona independientemente de la persona social, sta no pue-de por tanto ser considerada como un factor que determina la totalidad de la persona.Las elecciones, las rupturas, los cambios que marcan las trayectorias individuales nopueden ser comprendidos sino en relacin con la posicin social de los individuos in-volucrados, pero el destino individual no puede por tanto reducirse a lo que lo pro-grama. No se puede excluir la parte del deseo que interviene en la eleccin subjetivapor la cual cada hombre se construye a s mismo (Sartre, 1979). El deseo de ser nose traduce solamente en el deseo de maneras de ser y en los habitus. ste se expresatambin en los fantasmas, los pasajes al acto, las locuras que hacen que el individuono sea solamente lo que debera ser, en tanto que persona social. Esto nos lleva enton-ces a postular la existencia de un irreductible psquico que intervine en la historiaindividual. Si la individualidad no puede ser disociada de su inscripcin social, losocial se apoya tambin en la individualidad. El individuo, interpelado como sujeto,responde a esta interpelacin en su tentativa de constituirse como ser deseante y deexistir como un s mismo.Si Sartre investigaba los caminos de la libertad preocupndose principalmente dela eleccin original que expresa el deseo de ser, nosotros nos interesamos ms bien en

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    sus mltiples elecciones que muestran cmo la manera de ser est condicionada so-cialmente. Ms que la eleccin subjetiva a travs de la cual cada persona se construyea s misma, estudiamos la traduccin socializada de las elecciones individuales, entnato que significan una posicin social y una relacin del individuo con esta posi-cin. No buscamos lo irreductible psquico o lo irreductible social sino la manera enque stos interactan en los destinos humanos. Analizar la dialctica entre la partesocial de la persona y su singularidad radical que se arraiga en el deseo del otro para s,que se concreta en una herencia afectiva y social, que no es sino la perpetuacin deuna historia que la atraviesa. No hay eleccin original que no se plantee a partir de laherencia que hace del individuo lo que es y que constituye el fundamento de su iden-tidad.Si la bsqueda exisrencial puede definirse por la tentativa del individuo de consti-tuirse como un sujeto, es en primer lugar porque ste es producto de una historia. Sar-tre propona como objetivo del psicoanlisis existencial descubrir la persona en elproyecto inicial que la constituye . Nuestro proyecto es ms bien desarrollar unsocioanlisis existencial, es decir actualizar los elementos constitutivos de ese proyectoinicial y analizar cmo ste se actualiza permanentemente en la historia del individuo.Se trata entonces de descubrir lo social en lo que constituye a la persona, de mostrarde qu manera la bsqueda del sujeto de constituirse como un s-mismo se apoya enuna historia que ste intenta reproducir tratando a la vez de escapar de ella.

    recibido n junio de 2 2aceptado en septiembre de 2 2

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