Géneros Periodísticos Primeros Medios

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El uso de las redes sociales y el atraso escolar Es innegable el beneficio que han traído consigo las redes sociales, en el aspecto de la enorme facilidad que aportan para la comunicación intercontinental y el traslado en tiempo real de la información. Pero en los últimos años han traído desordenes y hasta riesgos para los usuarios y para quienes los rodean. Por principio, las nuevas generaciones, cada vez más obesas, no logran despegarse del asiento frente al monitor de su computadora, otros no despegan sus dedos de sus celulares y blackberrys, perdiendo no solo tiempo de

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El uso de las redes sociales y el atraso escolar

Es innegable el beneficio que han traído consigo las redes sociales, en el aspecto de la enorme facilidad que aportan para la comunicación intercontinental y el traslado en tiempo real de la información. Pero en los últimos años han traído desordenes y hasta riesgos para los usuarios y para quienes los rodean. Por principio, las nuevas generaciones, cada vez más obesas, no logran despegarse del asiento frente al monitor de su computadora, otros no despegan sus dedos de sus celulares y blackberrys, perdiendo no solo tiempo de interacción real con humanos tangibles, especialmente sus familiares, sino también postergando sus tareas y estudios por preferir seguir obsesivamente la menor tontería que aparezca en alguna de esas redes sociales, llegando en la mayoría de los casos a caer en la compulsión y obsesión, entonces se habla ya de adicción a las

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redes sociales. Esta enfermedad aumenta enormemente, y miles de personas pierden no solo  materias escolares, algunas el año escolar por completo e incluso el trabajo, cuando desatienden en su totalidad sus deberes por atender cualquier novedad en las redes, aunque sea algo totalmente absurdo.

Por otra parte, también aumentan los casos de jóvenes agredidos por otros usuarios, quienes los acosan y suben fotos o videos humillantes de sus incautas victimas, quienes las más de las veces, dan información privada a cualquiera que quiera interactuar con ellas,  sin pensarlo antes, y solo se enteran del video o foto, cuando otro conocido les manda la información. Es entonces que  se dan cuenta de su error, pero demasiado tarde: su imagen está dañada y es casi imposible de borrar del Internet. Por eso es mejor usar las redes sociales, solo para lo que fueron hechas, pero cuidando no caer en la adicción ni descuidar los estudios. Pueden ser muy entretenidas, pero al final, existe el mundo real, y para sobrevivir en él se necesitan conocimientos reales, fuera de la realidad virtual.

Autor: Víctor Humberto Clemenceau.

Humillaciones

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Publicado en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 15 de noviembre de 2014

Marcelo Mellado establece un nuevo hito en una narrativa ya profusa, aunque se trate de un escritor que se incorporó tardíamente a la escena literaria. Y lo hace con un estilo consolidado, una escena ya habitual y temas recurrentes, lo que habla bien de un proyecto que tiene claro su itinerario y que, mediante una suerte de espiral, cava más profundo en los sedimentos del país: en la provincia degradada, en la política mínima de los arreglines, en el tráfico de influencias y las movidas partidarias. También abreva en la biografía de su generación, aquella a la que el golpe de Estado sorprendió en la primera juventud y que creció entre la nostalgia, los arrebatos revolucionarios y la omnipresencia de la represión.El autor tiene la virtud de tomar cada vez más distancia, incluso de sí mismo, lo que es más visible en un cuento en que ajusta cuentas con las miserias y dobleces de la escena literaria chilena a través de un protagonista fóbico y amargado que odia a los progres, a los pobres y a quien se le ponga por delante. Sobre la base de esa distancia, Mellado puede permitirse renovar -o actualizar- su mirada crítica (o cítrica) sobre costumbres burocráticas, pequeñeces cotidianas y hábitos sexuales. El Chile que emerge de estos cuentos da entre lástima, risa y pena, por la capacidad del autor para pasar de las convenciones y las buenas maneras y encontrar así nuevas energías para describir el patetismo nacional con humor y renovado desencanto. Aunque todavía pareciera que hay algo que rescatar, como esa gente buena que queda todavía en la provincia, “una

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porción importante de gente que cumple su palabra y que no anda con esa huevá maldita de los flaites y de los choros que cagan el negocio con su mala onda o con su informalidad”; pero si quien habla es un vendedor de droga al por menor, la frase tiene otra lectura.

El habla popular siempre ha sido un arma arrojadiza en los libros de Mellado, una manera de romper lo que habitualmente se entiende por literatura o por lenguaje literario, más todavía si, como ocurre en este y en otros de sus libros, se funde con la jerga legalista y el léxico de la conversación política. Ese efecto es una marca de estilo de Mellado, que en este libro se enriquece con la variación de voces narrativas que dan forma a otra colección de cuentos que amplía y profundiza un proyecto de singular coherencia y continuidad.

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David VegaEditor en Revista Cinefilia. Cineasta, Licenciado en Arte. 

El cine de Christopher Nolan ha vivido una especie de arco dramático en sí mismo: primero y de la mano a la escasez de recursos, su genialidad estaba dada principalmente por el desarrollo de guiones sumamente interesantes, elegantes y cuidados, llevados a la vida a través de actuaciones impecables.  Ejemplo de esto son Following, Memento e Insomnia.

Posteriormente llegó “Batman Begins” y Nolan empezó a llevar dichos conceptos de elegancia y cuidado a obras de escala mucho más épica y de gusto popular. En ese sentido, The Prestige y The Dark Knight son los exponentes máximos. Son obras perfectas en cada parte que las compone y en su conjunto general.

Luego viene la época más reciente de su trabajo, en donde algo extraño pasó: la escala épica de sus películas llega a un nivel que ralla en lo pretencioso, dejándose un poco de lado el guión y las actuaciones en pos de la estética y la búsqueda de lo épico.

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En Inception ya se notaba un guión demasiado ambicioso que no resolvía bien en algunos puntos, pero se dejaba pasar porque en sí la película era genial. Detalles. Sin embargo, en The Dark Knight Rises los errores de guión son de nivel estructural e imperdonables (leer crítica aquí), con pésimas actuaciones y situaciones sumamente inverosímiles, que dejaba una sensación de profunda decepción.

Teniendo en cuenta todo esto es que fuimos a ver Interstellar, ya no con la certeza de que una película de Nolan = obra maestra, sino que estábamos con ciertas aprensiones de estar ante la posible prueba de la decadencia del Maestro.

Al grano: Interstellar es un retrato entretenido, hermoso, emocionante y sumamente bien logrado de una historia que, si se analiza con cuidado, no está muy bien estructurada y en algunos puntos (sobre todo hacia el final) se torna algo desordenada y poco verosímil. Como espectador, se pasa sumamente bien los 169 minutos de duración de la película, pero al salir del cine uno queda con una sensación extraña, como que Nolan tuvo todos los ingredientes para llegar a la perfección, sin conseguirlo.

Pese a lo impresionante de las imágenes y al despliegue sonoro, y pese a lo trascendental del viaje que se describe en la película, son los personajes de Matthew McConaughey y su hija Murph, en una clásica relación “padre amoroso / hija que adora a su padre” quienes llevan realmente el peso dramático de la película.

McConaughey (quien ha salido del barro primigenio de aquellas espantosas comedias románticas que hacía antes en una forma bastante impresionante) interpreta a Cooper, un padre que debe dejar a su familia en la Tierra en pos de un viaje en el que se juega, literalmente, todo por el todo. Murph, su hija, es interpretada con gran éxito por una joven Mackenzie Fox y, curiosamente, sin tanto éxito por Jessica Chastain en su versión adulta. Cuando pequeña, es un personaje que causa gran empatía y ternura y cuando grande, es una mujer insegura e insoportable.

Acompañan a Cooper en esta aventura personajes anodinos y sin mucha razón de ser, que en realidad nunca se desarrollan bien, pero esto se camufla en un festival de espectacularidad visual y fuertes emociones. Anne Hathaway es la co-protagonista en este viaje, pero su personaje tiene algo extraño que nunca cuaja bien: es inconsistente y poco de científica (cree en

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el amor por sobre la empírica científica). También es algo prepotente y poco empática.

Sin spoilear, diré que también aparece en forma sorpresiva y dramática otra superestrella Hollywoodense cuyo personaje es luego también bastante decepcionante e intrascendente.

La historia, como decía antes, se desarrolla impecable en su estética, pero con tropiezos en el guión que trata de mezclar ciencia real con ciencia ficción y auténtico dramatismo narrativo, hasta el último tercio de la película donde claramente todo se desgrana y comienza a perderse el rumbo.