GEO Ortega Valcarcel 2 Unidad 1

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Ariel Geografía José Ortega Valcárcel

Los horizontes de la

geografía

Teoría de la Geografía

Editorial Ariel, S.A

Barcelona

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Diseño cubierta: Vicente Morales

1ª edición: febrero 2000

© 2000: José Ortega Valcárcel

Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo: © 2000: Editorial Ariel, S. A. Córcega, 270 - 08008 Barcelona

ISBN: 84-344-3464-4

Depósito legal: B. 4.269 - 2000

Impreso en España

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

Impreso en el mes de febrero de 2000 en Talleres LIBERDÚPLEX, S. L.

Constitución, 19 08014 Barcelona

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CAPÍTULO 23

ASCENSO Y CAÍDA DE LA GEOGRAFÍA REGIONAL

La geografía regional se desarrolla en el siglo actual identificada con el estudio de la región, con la síntesis regional y con la geografía descriptiva o universal. La geografía regional Se construye en torno a un objeto que es la región y de acuerdo con una propuesta teórica que contempla la geogra- fía como una disciplina descriptiva de estas unidades espaciales.

La geografía regional recogía una doble herencia: la muy antigua de la descripción o corografía recuperada a través de la geografía de países o geo- grafías universales. La muy moderna de la región como unidad básica de las relaciones entre hombre y medio, la región natural, surgida ésta en la se- gunda mitad del siglo XIX, cuya elaboración geográfica desemboca en la región área diferenciada y la región-paisaje.

Ambas tradiciones se introducen en la geografía regional, que es, al mismo tiempo, una geografía descriptiva o universal y una geografía de re- giones, en la acepción que este término adquiere en la geografía moderna europea. Confusión paradójica que condicionará el desarrollo de esta rama de la geografía.

El espacio diferenciado, es decir, los conjuntos espaciales de carácter territorial, reconocidos como regiones, ha sido contemplado como un obje- to asociado a la geografía desde antiguo, tanto a escala intermedia como a escala local. El interés por los lugares, por los países, acompaña el desa- rrollo de las tradiciones corográficas. Se suele identificar, por ello, con lo que los antiguos denominaron corografía y topografía, es decir, con el estu- dio de áreas y con el estudio local.

La tradición corográfica constituye un rasgo sobresaliente del mundo antiguo, en particular entre los historiadores y en geógrafos como Pompo- nio Mela. La recoge el siglo XVI. La geografía especial de Varenio responde a ella e identifica, frente a su geografía general, el estudio de las «partes» de la superficie terrestre, de los territorios y regiones.

Sin embargo, la geografía regional, tal y como se la entiende en la geografía moderna, no puede identificarse con esta tradición ni con los planteamientos corográficos que fueron predominantes durante siglos. Estas denominaciones caen en desuso o tienen escasa aceptación. Tam- poco se incorporan al movimiento científico moderno. De tal modo que

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los estudios regionales se desarrollan en el siglo XVIII, por una parte, des- de la estadística y la economía política y por otra como geografía uni- versal o de países.

La estadística, como su nombre indica —y antes de que adquiera su perfil moderno vinculado al tratamiento de los datos numéricos—, porque identifica precisamente el estudio del «Estado» desde una perspectiva mo- derna. Se emplean datos referidos a los principales componentes del Es- tado —población y recursos—, según se percibían en el siglo ilustrado, de acuerdo con la tradición inicial de origen italiano.

La economía política porque aborda el análisis de la riqueza de las grandes unidades territoriales, de las naciones, y, sin duda, de sus distin- tos componentes regionales, de acuerdo con las orientaciones de la eco- nomía que surgen en el siglo XVIII y que ejemplifica La Riqueza de las Na- ciones (Smith, 1996).

El trabajo de A. de Humboldt sobre México —Ensayo político sobre Nueva España—, que constituye, en su estructura y orientación, un desta- cado antecedente de lo que serán los estudios de geografía regional, no se concibe ni presenta como un análisis de geografía, sino como un «ensayo político». Para Humboldt, su trabajo sobre Nueva España, como el que, de forma equivalente, dedicó a Cuba, no corresponde a la geografía. Se en- marcan en el ámbito de lo que se entendía, entonces, como Economía po- lítica; de ahí el título de esas dos obras.

La geografía regional es un producto del siglo XX, cuyo perfil episte- mológico, objeto y objetivos se definen en relación con la constitución de la geografía moderna, como un fruto de la geografía europea, universal- mente aceptado en la comunidad geográfica. Su objeto era la región; su objetivo, identificar estas unidades geográficas, sintetizar los caracteres de la misma, y explicarlas en relación con la interacción de las condiciones naturales con los grupos humanos habitantes en ella.

El punto de partida es el reconocimiento de la región como la enti- dad básica de la geografía, como el objeto de ésta. Es decir, de la región tal y como ha sido elaborado este concepto en la geografía moderna, como región natural. La geografía regional la convierte en el eje y centro del tra- bajo geográfico, en la justificación de la geografía: una alternativa conso- lidada en el primer tercio del siglo XX.

Región natural y región geográfica son dos términos equivalentes que, en el transcurso de este período, se consolidan como el centro de la investigación geográfica, identificada con la región geográfica o región- paisaje. Son el fundamento de una geografía regionalista en cuanto la re- gión se contempla como el objeto por excelencia de la geografía y el lla- mado método regional como el procedimiento propio de la geografía para el estudio de la superficie terrestre.

Esta concepción más estricta, de base ambiental, ha coexistido, sobre todo en el ámbito anglosajón, con otra más laxa, que reduce la región a un área, es decir el espacio de extensión de una variable o conjuntos de variables, espacio cultural o simple territorio, como alternativa a divisio- nes geográficas primarias, como los continentes. Y que, por tanto, hace de

la geografía regional una disciplina de estas áreas o territorios. Y en am- bos casos compartida con su consideración como geografía de países, es decir, Estados.

1. La geografía regionalista: regiones, paisajes, países, áreas

Región es un término de uso secular vinculado con la noción de área o territorio, significado que comparten los distintos ámbitos idiomáticos. La geografía elabora esta noción con pretensiones de rigor conceptual, identificada en el concepto de región geográfica. Ésta viene a identificar un fragmento de la superficie terrestre delimitado y diferenciado de los inmediatos. Confundida, en principio, con la región administrativa o po- lítica, la elaboración geográfica se distingue, en una primera etapa, por la preeminencia que concede a los rasgos físicos en la delimitación y defi- nición de esta unidad y por el acento que pone en el concepto de homo- geneidad como rasgo de identidad para la región, como clave de su per- sonalidad geográfica.

1.1. LA REGIÓN NATURAL: LA REGIÓN DE LOS GEÓGRAFOS

La geografía, de acuerdo con su orientación dominante inicial, hace de la región geográfica una región natural, combinación específica y distinta de elementos naturales, que le dan homogeneidad y personalidad. La ela- boración conceptual de esta región geográfica, a partir de la región natural de los geólogos, y confundida en gran medida con ella, separa el concep- to de región de la simple noción de espacio diferenciado o área, en el sen- tido que emplean este término los anglosajones. El trabajo de los geógrafos se manifiesta en el intento de dar contenido a la noción de región y supe- rar la mera acepción delimitadora. El componente más destacado de este esfuerzo radica en identificar la región como un espacio homogéneo, dife- renciado por sus caracteres propios.

La geografía moderna deriva esa homogeneidad de la particular rela- ción entre los factores físicos y la presencia humana, como el área de ex- presión tangible de las influencias del medio sobre el hombre. La clave de esta concepción es la homogeneidad física, sobre" todo geológica, que cons- tituye la denominada región natural; es la propuesta del geógrafo inglés Mackinder. Otro geógrafo británico, Hertberson, desarrolla, en el ámbito anglosajón, esta concepción de la región natural, que constituye uno de los fundamentos de la moderna geografía.

La geografía regional ha sido la disciplina orientada a identificar, de- limitar y explicar estas unidades básicas, que se suponía componen el en- tramado geográfico de la superficie terrestre. Éste ha sido el concepto dominante en la geografía moderna desde sus orígenes, a lo largo del si- glo XX. La tarea del geógrafo era buscar estas regiones: «la misión de los

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geógrafos... no es crear regiones, sino descubrir y deslindar, hasta donde se pueda, las que realmente existen... las reales, las geográficas» (Casas To- rres, 1980). Se configura como una disciplina que, para muchos geógra- fos, se identificaba con la geografía. Esta se entendía, por excelencia, como geografía regional.

No obstante, la región natural identificada como la región geográfica y como el objeto de la geografía no se constituye, en los primeros decenios de la disciplina, en la base para una geografía regional. Como corresponde a la filosofía dominante en la primera etapa de la geografía moderna, el ob- jetivo de la geografía eran las generalizaciones o leyes. En este enfoque, las regiones no constituyen el objetivo de la investigación geográfica, sino el material necesario para la construcción general.

Este entendimiento inicial se ha visto afectado, en este período de tiempo, por la disparidad de enfoques en lo que respecta a la pertinencia científica de una disciplina así concebida, a su papel en la geografía mo- derna y a su naturaleza. De ahí las diversas etapas de la evolución de la lla- mada geografía regional y el complejo proceso de esa misma evolución, in- fluido también por las tradiciones culturales —de cultura científica y de há- bitos de trabajo— de cada comunidad geográfica.

Hacer de la región el objeto y el objetivo de la geografía tiene lugar de forma paulatina. Responde a una evolución intelectual circunscrita al ám- bito europeo y concentrada en Francia y Alemania, que se manifiesta en el desarrollo de lo que se llamará geografía regional. Frente a una opinión ex- tendida, la geografía regional o regionalista, como orientación de la geo- grafía, no forma parte del momento fundador de la geografía moderna. Se produce en pleno siglo XX.

El estudio regional se contemplaba como la síntesis efectiva —en su acepción metodológica— de una investigación geográfica con carácter de globalidad. En ella aparece la dimensión integral, compleja, atribuida a la realidad geográfica. Era la que determinaba la personalidad regional, es decir, la individualidad y singularidad del ente regional, de la región geográfica.

Hasta mediados del siglo XX, la geografía regional se mantiene como una disciplina orientada a la identificación, descripción y, en su caso, ex- plicación de las unidades geográficas denominadas regiones, objetivo fi- nal de la denominada síntesis regional. Es el producto de la geografía con- tinental europea, vinculado a la escuela francesa de Vidal de la Blache y a la escuela alemana. Una geografía regional que se impuso en la genera- lidad de los países durante la primera mitad del siglo XX. Con diferentes enfoques según áreas y tradiciones particulares.

La aparente uniformidad con que se suele presentar la época de domi- nio regionalista en la geografía moderna, y que se traduce en el calificativo de «clásica» para este tipo de geografía y para este período, enmascara la diversidad de concepciones que subyacen en ella. Diferencias desde la pers- pectiva epistemológica y desde el punto de vista del entendimiento de la re- gión geográfica, entre quienes practicaron la geografía regional durante la primera mitad del siglo XX.

Aunque la región es para todos ellos el término dominante en su dis- curso geográfico, se aprecian notables diferencias en la idea que de ella tie- nen autores significados como Vidal de la Blache, Hettner, Slütter o Hart- shorne, matices que tienen que ver con la filosofía que subyace en su con- cepción de la geografía.

Se concibe como una aproximación a los lugares, de acuerdo con la orientación de Vidal de la Blache, sistematizada y ordenada en la geografía alemana por A. Hettner, que proporciona la estructura conceptual de la dis- ciplina en cuanto a objeto, métodos y objetivos. La incorporación del con- cepto de paisaje y de los enfoques paisajísticos completó el perfil de la dis- ciplina, identificada con la descripción de la unidad de paisaje, es decir, la región geográfica.

1.2. LAS RAÍCES DE LA GEOGRAFÍA REGIONALISTA

En la configuración de la geografía regional confluyen, en el primer tercio de siglo, tres orientaciones o corrientes presentes en la comunidad geográfica académica.

En primer lugar, la práctica impuesta por los geógrafos franceses del grupo de Vidal de la Blache, que postulan el estudio de la región como prin- cipal objetivo de la geografía moderna; carece de un fundamento teórico o reflexión consciente sobre el particular. Su apoyo teórico proviene de un historiador, L. Febvre.

En segundo término, la reflexión teórico-epistemológica que elaboran los geógrafos alemanes del ámbito de A. Hettner, que conciben la geografía como una disciplina de la organización del espacio en unidades o entidades diferenciadas, y que reducen la geografía al análisis o explicación de cada una de ellas.

Por último, los enfoques culturales del paisaje que surgen en la filoso- fía alemana y que se extienden y aplican a la geografía. Arraigan en la tra- dición idealista alemana, y conciben la geografía como un arte. Constituye una geografía que identifica paisaje y personalidad histórica.

Los estudios regionales, que impulsa Vidal de la Blache en Francia, ha- cen de la región algo más que un área de la superficie terrestre. Trascien- den el carácter fortuito de la región administrativa o histórica. La región posee, para estos geógrafos, una entidad física contrastada, constituyen una realidad producto de la naturaleza y de la historia. Son regiones verdaderas, poseen una personalidad o entidad propia.

Concepción compartida sin duda por la generalidad de los geógrafos contemporáneos. Sin embargo, para el creador del grupo dominante de la geografía francesa, el estudio de las entidades regionales se perfila, además, como la vía apropiada para llegar al objetivo de la ciencia geográfica, es decir, la generalización o enunciado de leyes. El argumento esencial de Vi- dal de la Blache, desde finales del siglo XIX, es que sólo el estudio riguro- so de las entidades regionales podría salvar el escollo de las generalizacio- nes apresuradas.

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Lo expresaba de forma explícita el propio Vidal de la Blache, al consi- derar como el objeto de la geografía la relación entre las condiciones geo- gráficas y los hechos sociales: «Esta forma de geografía se inscribe en el pla- no de la geografía general; sin duda puede objetarse a esta idea que existe el riesgo de inducir a generalizaciones prematuras. Ahora bien, si existe la posibilidad de este peligro, es necesario entonces recurrir a algún medio para prevenir esto. No podría aconsejarse nada mejor que la realización de estudios analíticos, de monografías en las que las relaciones entre las con- diciones geográficas y los hechos sociales fuesen observados de cerca, den- tro de un restringido campo previamente seleccionado» (Vidal, 1902).

Un marco interpretativo que sustenta el perfil de las monografías re- gionales que impulsa Vidal de la Blache, a partir de su propio modelo, es- bozado en Le Tablean de la Géographie de la France y, sobre todo, en La Tran- ce de l'Est, monografías desarrolladas por sus discípulos, iniciadas por E. de Martonne, A. Demangeon y R. Blanchard.

Durante decenios, las monografías regionales son la principal contri- bución de los geógrafos. Desde la tesis de De Martonne, en 1902, sobre La Valaquia y, sobre todo, de A. Demangeon sobre La Picardie, en 1907, a las ya crepusculares, que aparecen en el decenio de 1960, como la de S. Lérat sobre Les Pays de l'Adour. Una larga serie de monografías, que van cu- briendo el espacio francés y, de forma paralela, las distintas regiones del amplio dominio colonial. Una producción que dio carácter a la geografía de la primera mitad del siglo XX, sobre la que se construye el prestigio de la geografía regional francesa y su aureola de geografía clásica.

La larga serie de monografías regionales desarrolladas por los discípu- los de Vidal de la Blache y de sus continuadores ha sido la más destacada muestra de esa orientación y concepción de la geografía regional como es- tudio de regiones, casi siempre en el marco de las denominadas tesis de Es- tado, es decir, investigaciones de muy largo alcance que representaban la culminación de la carrera del geógrafo.

Respondía a la concepción del patriarca de la geografía francesa mo- derna, que había catalogado la síntesis regional como «coronación del tra- bajo del geógrafo», una idea compartida, con similar alcance académico, en la geografía alemana, en la que la monografía regional, en muchos casos dedicada a un país, aparecía también como la coronación de la carrera del geógrafo. Este se ha ejercitado, previamente, en estudios de carácter gene- ral, con un notable predominio de los de orden físico y con una perceptible preferencia por los de tipo geomorfológico. La trayectoria de Lautensach, con su tesis sobre Corea, tras diversos estudios de carácter general, sobre geomorfología y climatología, es ejemplar.

En Alemania, la geografía regional se elabora desde dos enfoques dis- tintos, incluso contrapuestos. Por un lado, la geografía regional que estruc- tura y conceptúa A. Hettner, que hace de esta disciplina la esencia de la geografía, sustituyendo a la geografía general. De acuerdo con su filosofía neokantiana, concibe la geografía como la disciplina de la diferenciación de la superficie terrestre en entidades singulares, las regiones, y de la descrip- ción razonada de las mismas.

En este esquema o concepción estructural del campo de conocimien- to, la geografía regional aparece como el núcleo de la disciplina, mientras la geografía general queda reducida a una función propedéutica o formadora. Es la concepción que, adaptada, se incorpora en los Estados Unidos en el período de entreguerras.

Por otra parte, la geografía regional como disciplina cuyo objeto es el paisaje, desde una consideración subjetiva e histórica, como expresión de una cultura. El paisaje como fundamento de la identidad regional, como soporte de la personalidad regional. De tal manera que, como sintetizará M. Sorre, la región representa «el área de extensión de un paisaje». Tras la idea del paisaje se encuentra una concepción que coloca las relaciones en- tre el hombre y el medio en un contexto histórico y cultural. El paisaje es la expresión de la adaptación y respuesta cultural a los factores o condi- ciones físicos, a lo largo del tiempo de ocupación de un territorio por una comunidad humana.

Es la geografía regional de O. Slütter y Passarge, cuya expresión más radical, desde la perspectiva epistemológica, será la denominada geografía artística. Para los que la propugnan, de explícita filosofía idealista, la geo- grafía es un arte, busca una descripción comprensiva del paisaje, y consi- dera que la geografía general no es auténtica geografía. Se trata de una geo- grafía del paisaje en las antípodas de una ciencia. Es una geografía regio- nal concebida desde una filosofía distinta de la que propugna Hettner. Las divergencias entre ambos enfoques se hicieron patentes en la controversia, con este motivo, entre Hettner y Slütter.

La geografía regional tiene, por tanto, dos consistentes raíces en la geo- grafía alemana y una práctica consolidada en la geografía francesa. Lo que se denomina geografía clásica, o etapa clásica de la geografía regional, es, en realidad, una amalgama entre esas distintas corrientes. Los geógrafos franceses, dedicados a hacer monografías regionales, incorporan la concep- ción paisajística y la estructura sistemática de Hettner. En la propia Ale- mania, se produce la simbiosis entre una y otra corriente.

1.3. LA GEOGRAFÍA REGIONAL: REGIONES Y PAÍSES

De este modo, la geografía regional adquiere su perfil de disciplina orientada al estudio de las entidades regionales, concebidas como existen- tes y definidas por su paisaje. La ambigüedad epistemológica de origen, en- tre una disciplina científica positiva, una disciplina científica singular —a lo Kant— o un simple arte, acompañará a la geografía regional de forma permanente.

En los países europeos continentales, el enfoque dominante fue el vinculado con la región-paisaje, de carácter ambiental en sus fundamentos, y de concepción histórica y cultural: la región como paisaje, como com- plejo formal de raíz histórica, en la que tiene un gran peso la metodología morfogenética. La geografía regional de este tipo posee una acentuada pro- yección histórica, por cuanto la génesis del paisaje adquiere un valor esen-

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cial. Es la razón de que algunos autores la denominen historicista. Génesis asociada a las particulares y cambiantes relaciones entre los factores físicos y los grupos sociales, con su específica cultura. Es el rasgo distintivo de la geografía regional que se practicó en Alemania, Francia, Bélgica e Italia

Es el modelo de geografía regional que se incorpora en España, por parte de los geógrafos catalanes, y que da su perfil a la escuela catalana de geografía durante un cuarto de siglo, con una orientación comarcal predo- minante. En España, la recepción de la geografía regional se produce en Ca- taluña, y las primeras monografías con este enfoque corresponden a traba- jos de Pau Vila y su escuela, iniciados en el decenio de 1920.

La orientación regionalista encajaba bien con los planteamientos del nacionalismo catalán, en la medida en que prestaba atención a la perspec- tiva histórica y a las dimensiones culturales (Ortega Valcárcel, 1988). Se presentaba como la alternativa a la geografía naturalista practicada en el primer tercio de este siglo XX en España (Gómez Mendoza, 1995).

La difusión en el resto de España tiene lugar después de la guerra ci- vil y caracteriza la totalidad del trabajo geográfico hasta el decenio de 1970. El enfoque regionalista domina la orientación de la geografía, en la pos- guerra civil, en Madrid y Zaragoza —los dos principales centros geográficos desde la perspectiva académica—, de acuerdo con el patrón catalán, aun- que, en apariencia, se sigue el modelo francés.

La diferencia sustancial con éste se encuentra en el carácter comarcal de las monografías españolas. Se distingue por un acentuado sesgo ruralis- ta e histórico y se enmarcan en una concepción que contempla el espacio geográfico como un mosaico de unidades y que combina el estudio mono- gráfico de cada unidad con una ideal síntesis del conjunto regional por una parte y del país, es decir, el Estado, por otra.

De acuerdo con esa concepción y enfoque, se generalizan los proyec- tos de investigación regional, promovidos desde los diversos centros uni- versitarios españoles, en cada uno de los cuales se trata de cubrir, con mo- nografías comarcales, el conocimiento de la respectiva región. Se conciben como el soporte necesario para la construcción de la síntesis regional, refe- rida, en este caso, a las regiones naturales o de paisaje, en sentido estricto. Síntesis que se traducen en las obras de geografía regional de España, tal y como se acometen en el decenio de 1960, de acuerdo con los proyectos de Manuel de Terán y L. Solé Sabarís (Terán, 1958 y 1968).

Una concepción que vincula la monografía regional con la geografía de países dentro de la misma geografía regional. Responde a las mismas pau- tas interpretativas y metodológicas. La síntesis geográfica se aplica por igual a la monografía regional como a la nacional. Geografía de países que relaciona a la geografía regional con la geografía descriptiva o universal.

La geografía regional incorporó, también, la vieja geografía univer- sal o descriptiva, la geografía de los países, las geografías de lo exótico, que habían adquirido un notable desarrollo en el siglo XIX. La Geografía Universal de E. Reclus fue la más popular y de mayor éxito. Vidal de la Blache impulsó y sus herederos le dieron continuidad, una nueva versión de la geografía universal, en que participa la mayor parte de sus discípu-

los, convertida en un nuevo clásico del género. Son obras realizadas de acuerdo con la concepción regionalista. Constituyen las denominadas sín- tesis regionales: la gran colección de la Géographie Universelle, publicada entre 1927 y 1948, dirigida por Lucien Gallois —realizada con la colabo- ración de los más significados discípulos de Vidal de la Blache—, fue su más relevante manifestación.

Es una orientación que tiene especial desarrollo en la geografía ale- mana y que adquiere también notable difusión en la geografía americana, hasta el punto de caracterizarla, en la medida en que otorga un perfil es- pecífico a las concepciones regionalistas de Estados Unidos. Se identifica con las concepciones geográficas de influencia kantiana que hacen de la di- ferenciación espacial y de los lugares el principal objeto de la disciplina.

Las geografías de países constituyen el núcleo de esta geografía regio- nal. Es el particular perfil de la geografía regional en los países anglosajo- nes y sobre todo en Estados Unidos, donde se produce un notable esfuerzo de conceptualización y clasificación, en el marco de una tradición cultural e intelectual propia que tiene dos componentes destacados. El primero, la influencia del pensamiento positivo y la formación física de los geógrafos. El segundo, el extendido entendimiento de la región como un área o espa- cio delimitado.

1.4. LA GEOGRAFÍA REGIONAL ANGLOSAJONA: GEOGRAFÍA DE ÁREAS

La geografía regional en los países anglosajones y, sobre todo, en Es- tados Unidos, carece de una tradición equivalente a la europea continental. Su desarrollo es tardío, posterior a la primera guerra mundial. De hecho, no se produce hasta el cuarto decenio del siglo XX, bajo el impulso de geó- grafos como Preston James y R. Hartshorne, por una parte, y de C. Sauer, por otra. Hasta esos años, la geografía regional carece de resonancia entre los geógrafos norteamericanos (Clark, 1954). Aunque siguen el modelo eu- ropeo y comparten, en lo esencial, la concepción de A. Hettner, de la región y el estudio regional, ofrecen una interpretación y una práctica diferencia- da de la geografía regional.

Comparten la filosofía básica de que la geografía regional constituye la expresión más acabada de la geografía. Participan de la idea de que el mé- todo regional es el método geográfico por excelencia. Entienden la región como un espacio o área caracterizado por la homogeneidad de rasgos. In- corporan, por tanto, los conceptos básicos de la geografía regional europea. La influencia de Sauer introduce un enfoque cultural que potencia el con- cepto de paisaje como expresión de la unidad cultural del espacio regional. Expresa la síntesis de la acción cultural de un grupo humano, y resalta o potencia la estrecha implicación entre paisaje, cultura e historia.

Compartían la concepción de la región como una unidad singular, como un espacio único, y de la geografía como una disciplina descriptiva de estas unidades espaciales (Hartshorne, 1939). La formulación principal se orientó hacia la región como área diferenciada, en la tradición corográ-

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fica: «La Geografía sólo puede ser una ciencia independiente como corolo- gía», según la expresión de Sauer.

Sobre estos cimientos, compartidos con la tradición regional europea, a partir de la cual se desarrolla la geografía regional en Estados Unidos, se insertan los elementos específicos de la propia tradición anglosajona, que influirán en el sesgo que introducen en la disciplina.

Hasta después de la primera guerra mundial, los trabajos de geografía regional son, de hecho, inexistentes. La geografía regional carece de interés para los geógrafos norteamericanos, muy anclados en una formación de ca- rácter naturalista y de perfil geológico, poco sensible a los aspectos huma- nos. En consecuencia, los únicos estudios de dimensión regional se corres- ponden con cuestiones de geografía física, con descripciones o análisis fi- siográficos y, de forma secundaria, de carácter climático. De hecho, con an- terioridad a esa época no se publica ningún trabajo de geografía regional en Estados Unidos (Whittlesey, 1954).

El interés por la geografía regional surge en la posguerra, de la mano de varios factores que determinan el creciente interés de los geógrafos jó- venes. Estos son los primeros con una formación geográfica en sentido es- tricto. Se han destacado, como tales factores, las necesidades suscitadas por el planeamiento urbano; la incipiente y ascendente aparición de un regio- nalismo a la americana, o sectionalism; y, también, la influencia de los en- foques ecológicos en las ciencias sociales (Whittlesey, 1954). El contacto con la geografía europea, sobre todo alemana, pero también francesa, propor- cionó los marcos teóricos y metodológicos para el desarrollo de la geogra- fía regional norteamericana.

El rasgo distintivo respecto de Europa es una concepción más laxa del estudio regional y una orientación preferente hacia la geografía de países. Para los geógrafos norteamericanos, el estudio regional abarcaba desde la escala local a la continental y el concepto de región se aplica por igual a to- das ellas. Por otra parte, si bien entienden la región como un espacio ho- mogéneo, y es este carácter el que distingue el concepto geográfico de la sim- ple noción de espacio delimitado, que identifican como área, no consideran tales espacios homogéneos o regiones como entidades objetivas o reales.

La geografía regional norteamericana se basa en un concepto de región como mero instrumento intelectual para el análisis geográfico y, por ello, la región como un producto de la mente. Lo decía Broek de forma taxativa: «En la actualidad reconocemos que las regiones no son entidades existen- tes en la naturaleza, sino construcciones mentales, definidas en términos de asociación de caracteres seleccionados previamente, tales como continen- tes, regiones climáticas, o ámbitos culturales» (Broek, 1966).

De acuerdo con una tradición bien asentada entre los geógrafos de Es- tados Unidos, la región no era sino «un recurso para seleccionar y estudiar agrupaciones de fenómenos complejos que se encuentran en la superficie terrestre». De manera que «la región así considerada no es un objeto de na- turaleza predeterminada», sino un concepto intelectual, creado por la se- lección de determinadas características que son relevantes respecto del pro- blema considerado (Whittlesey, 1954).

La región adquiere una dimensión más instrumental que ontológica. En relación con ello, la geografía regional norteamericana comprende desde el conjunto del planeta al estudio de «la simple granja»; en la medida en que el tamaño del área regional «dependerá del grado de generalización que se pretenda» (Pearson, 1959). De tal modo que el mundo puede ser dividido en un pequeño número de grandes regiones continentales o climáticas que a su vez pueden ser fragmentadas en otras menores según criterios pro- ductivos, subtipos climáticos, criterios políticos, o combinación de varios de éstos. El número de regiones que pueden ser definidas es «infinito». Esto es, no existen «verdaderas regiones».

A partir de estos postulados se desarrolla la geografía regional nortea- mericana, hasta adquirir una notable preeminencia, durante algunos dece- nios, en el seno de la geografía americana. Se trata de una geografía regio- nal que corresponde, en parte, al análisis de regiones, y en parte, a los es- tudios de áreas culturales, propios de la tradición anglosajona.

El influjo de la geografía cultural orientó la investigación geográfica hacia unidades regionales cuya homogeneidad tuviera como fundamento la presencia de determinados caracteres de cultura —religión, lengua, hábitos, alimentación, etnia, entre otros—.

La orientación cultural permitió abordar tanto los estudios a gran es- cala como los de países o continentes. La geografía regional se entiende como una geografía de países —Estados— y como una geografía de áreas culturales. Se definió como la disciplina de la «interacción de diversos pro- cesos en países concretos o en regiones culturales específicas» (James, 1966). Sin embargo, este tipo de regionalización cultural se introduce sólo tras la segunda guerra mundial.

Con anterioridad, la concepción regional aplicada responde a un enfo- que físico acentuado de tal manera que son las unidades fisiográficas, las grandes unidades geomorfológicas o, en su caso, climáticas y biogeográfi- cas, las que proporcionan la malla regional aplicada a la división regional, compartida con la simple división por continentes o áreas «geográficas». Una y otra sirven para establecer los marcos regionales. Es una geografía regional que se identifica, en gran medida, con la geografía descriptiva o geo- grafía de países a escala universal. Las regiones son los grandes dominios climáticos o biogeográficos: regiones polares, regiones áridas, regiones tem- pladas, regiones tropicales, entre otras; o bien regiones de selva, regiones de praderas, regiones de montaña.

Un esquema equivalente se emplea para la regionalización de América del Norte y de Estados Unidos. Se impone un concepto de regionalización basado en la consideración de la región como área de rasgos uniformes, o área homogénea.

La tradición geomorfológica hará que el criterio más habitual de re- gionalización sea fisiográfico o geomorfológico: las Montañas Rocosas, las Grandes Llanuras, la Llanura costera atlántica, los Apalaches, subdivididas en otras menores de acuerdo con sus caracteres específicos. En el caso de los geógrafos con formación climática fueron las clasificaciones de este tipo las predominantes, así como el desarrollo de la geografía económica con-

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tribuyó a introducir el criterio económico productivo, que llevará a las re- giones del tipo del Corn Belt, Manufacturing Belt, Cotton Belt, de acuerdo con la producción o actividad económica dominante.

Tras la segunda guerra mundial aparecen criterios de división cultural o sociocultural, que distinguen América Latina y América anglosajona, Oriente, en que se mezclan denominaciones continentales y contenidos cul- turales: Europa como la región de las sociedades europeas, Asia de los Mon- zones para las civilizaciones o culturas orientales, África para los pueblos africanos negros, el mundo árido para las culturas islámicas, entre otras. Macrorregiones que se dividen a su vez por países o grupos de países.

Es el esquema regional dominante que se desarrolla, a su vez, desde una concepción ambiental. Cada país o grupo de países se aborda en dos gran- des apartados, concebido el primero como «los fundamentos», que se refie- re a los rasgos físicos, y el segundo como «ocupación»; o, en otros casos, como «El medio físico» y «El hombre y sus actividades». Un dualismo bási- co que responde a una concepción esencial que hace de la geografía una dis- ciplina de las «interrelaciones entre las gentes y sus hábitats» (Broek, 1966). Aunque los nuevos enfoques culturales destacan el protagonismo de la cul- tura en esas relaciones, la concepción fundamental permanece sin cambio.

Se trata de una geografía descriptiva, en la que adquiere un gran peso la geografía de países por grandes áreas (James, 1966). Las monografías y las síntesis regionales dedicadas a países y a grandes áreas culturales dis- tinguen la producción regional de Estados Unidos con notables represen- tantes, como P. James, un prestigioso geógrafo especializado en América Latina y portaestandarte de la concepción regionalista norteamericana.

Un tipo de geografía regional reivindicado desde la perspectiva de que «siempre habrá un lugar para un grupo de geógrafos que están preparados para adoptar otras tierras, compartir otras culturas, adquirir una compren- sión especializada sobre ellas» (Mead, 1980). El geógrafo británico se hacía eco de la actitud y de los planteamientos de los geógrafos regionalistas nor- teamericanos.

Esta orientación sirvió de justificación a la geografía regional norte- americana, en la medida en que se considera que siempre será necesaria la existencia de un conocimiento especializado en los demás países. Se rei- vindica la geografía regional como un área de expertos «en la interpretación de fenómenos y acontecimientos en los países extranjeros». Una geografía de países que responde al «síndrome de otros lugares», que, «quizás, nunca de- bió llamarse geografía regional» (Mead, 1980).

A pesar de las diferencias con la geografía regional europea, la geo- grafía regional norteamericana comparte una concepción equivalente. A uno y otro lado del Atlántico se considera a la geografía como una disciplina de la diferenciación de la superficie terrestre en áreas distintas que presentan rasgos uniformes. La quiebra de esta geografía regional se produce en am- bas orillas, aunque por razones diferentes. De modo paradójico, es en Es- tados Unidos donde aparece con mayor evidencia, en el marco de un debate en el que se ponen en entredicho los fundamentos epistemológicos de la geografía regional y se reivindica una geografía de carácter general.

2. El declive de la geografía regional

La geografía regional inicia su declive tras la segunda guerra mundial, efecto de un doble proceso: las insuficiencias metodológicas y conceptua- les, que habían conducido a los estudios regionales a una situación difícil, que denunciaban los propios geógrafos regionalistas (Le Lannou, 1948); las críticas epistemológicas que se multiplican desde postulados neopositivis- tas, que ponen de manifiesto la fragilidad e inconsistencia de los postula- dos críticos del regionalismo y de la geografía del paisaje.

La impotencia de los planteamientos regionalistas se advierte en la propia actitud de los geógrafos de esta corriente o formación. Son cons- cientes de que el trabajo regional se resuelve como una amalgama o yuxta- posición de estudios generales y que la síntesis geográfica se reduce a una simple receta narrativa.

La síntesis geográfica regional, en la mayoría de los casos, no era sino una sucesión de capítulos inconexos: la desacreditada obra à tiroirs, que denunciaban los propios geógrafos, resultado de «la yuxtaposición artifi- cial de dos géneros de investigación», como «un simple inventario que anotaba todos los hechos físicos y humanos... sin tratar de enlazarlos en- tre sí» (Le Lannou, 1948).

Las insuficiencias metodológicas de la geografía regional afectaban también a la capacidad operativa de la disciplina. La posibilidad de es- tablecer límites precisos a las unidades de paisaje, fuera de los simples espacios comarcales, se desvanecía. Por otra parte, la concepción paisa- jística resultaba impotente frente a las realidades del mundo industrial y urbano.

La inseguridad y el escepticismo condujeron a la puesta en entredi- cho de la región como concepto geográfico válido y a su negación pura y simple. El escepticismo nihilista se perfilaba en la posición de geógrafos como J. Beaujeu-Garnier y P. George. Para la primera, cuando intentaba separar los cometidos de geógrafos y economistas en el trabajo regional, al tiempo que ponía en duda la utilidad del concepto de región (Beaujeu- Garnier, 1971). Aparece en la actitud de P. George, respecto de un con- cepto de región que no permitía delimitaciones precisas, que resultaba ser una realidad cambiante, lo que le invalidaba para la intervención activa (George, 1966).

Los intentos de adaptación y renovación de la concepción regionalis- ta, atrincherada en la consideración del espacio regional como una reali- dad física e histórica inmutable, como un objeto identificable, caracteriza- do por la unidad de paisaje, resultaban vanos a la hora de hacer de la geo- grafía una disciplina activa, capaz de responder a las demandas sociales.

Esta incapacidad de la concepción regionalista y la conciencia de que la región-paisaje de raíz naturalista, definida por la homogeneidad, y ca- racterizada por la permanencia histórica, que le otorgaba su perfil de reali- dad inmutable y su persistencia, llevó a los geógrafos al escepticismo. El «estallido» de la región-paisaje la dejaba reducida a simple mito de la geo- grafía moderna (Reynaud, 1974).

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La geografía regional se encontraba enfrentada a numerosos proble- mas que afectaban a la práctica de la misma. A la práctica social, como una disciplina aplicable o activa, y a la práctica académica. Lo resaltaba un au- tor norteamericano, al sintetizar y apuntar lo que él consideraba los seis problemas básicos de la geografía regional, desde el punto de vista de su me- todología: «1. La imposibilidad lógica de articular una descripción regional completa en forma verbal. 2. El limitado caudal de innovación posible. 3. El problema de identificación de las propias regiones. 4. El problema de la escala de la presentación. 5. La multiplicación del material. 6. El problema de la diferenciación regional» (Paterson, 1974).

Las dificultades internas se vieron agravadas por la crítica exterior. Los geógrafos analíticos inician un proceso de desmantelamiento de los supuestos teóricos y metodológicos de la concepción regionalista. Ponían de manifiesto la filosofía subyacente, su carácter acientífico, la inconsis- tencia de su metodología, el fundamento irracional de sus postulados (Schaeffer, 1953). Atacando la concepción regionalista en su versión ame- ricana, que era una aplicación de la concepción de A. Hettner, agrietaba, de hecho, al conjunto de la geografía regionalista, y a la propia geografía regional.

La crítica analítica negaba, al estudio regional, entidad científica, y de- nunciaba el sedicente método regional o síntesis. La región quedaba rele- gada, en el mejor de los casos, a simple caso de estudio, en orden a apor- tar la información individualizada susceptible de posterior generalización. Se reclamaba, por tanto, el carácter preferente de la geografía general como disciplina capaz de aplicar el método científico, de llegar al enunciado de leyes a través de la inducción o inferencia. La debilidad interna facilitó el descrédito exterior.

La quiebra epistemológica y social de la geografía regional como dis- ciplina se trasladó de forma progresiva desde Estados Unidos a Europa, y desde los países de tradición positivista a los de mayor asiento del irracio- nalismo vitalista, como Alemania y Francia. Se produjo un sistemático abandono de los estudios regionales.

La geografía regional, la geografía de las regiones, como tal, desapare- ce, aunque con ritmo desigual. Las monografías regionales dejan de ser un objeto de investigación, en España, en el decenio de 1970. En 1968 se ela- boraba y publicaba la última Geografía regional de España concebida de acuerdo con los patrones clásicos. La geografía regional se acantonará en la geografía de países, como una geografía descriptiva.

Situación que conducirá, en la búsqueda de remedios, a inspirarse en los enfoques de los economistas, interesados por la dimensión espacial de los procesos económicos. En relación con los enfoques económicos se elaboran nuevas propuestas alternativas que tendrán una notable influencia en el de- sarrollo de los estudios regionales y, por extensión, en la geografía regional. Por una parte, acelerando su descomposición y arrinconamiento como una disciplina inadaptada al mundo moderno, en cuanto asentada en un con- cepto de región impropio de éste; por otra, induciendo nuevas alternativas teóricas y metodológicas regionales en el marco de la geografía.

El punto de partida es la aparición de una rama económica orientada al análisis de las desigualdades espaciales. Se trata de la ciencia regional o análisis regional. La Regional Science representa la alternativa científica, de inspiración analítica.

3. La alternativa económica: el análisis regional

Las nuevas propuestas regionales se vinculan con la aparición de la di- mensión regional en el marco del análisis económico. Este proceso de apa- riencia contradictoria enriquece y diversifica el entendimiento teórico de la región y la metodología regional. Se produce al margen de la geografía re- gional; surge en el marco de la economía y se desarrolla en la geografía económica de inspiración analítica.

La economía posterior a la segunda guerra mundial se caracteriza por el creciente interés por las diferencias en el desarrollo económico, a escala planetaria y en el marco territorial del Estado. Se interesó también por las reglas que rigen las relaciones económicas de mercado en el espacio, desde la perspectiva de la localización y distribución de los cen- tros productivos y de servicios, y desde la consideración de la estructura espacial en que se ordenan los distintos centros económicos. El descu- brimiento de autores como Von Thünen y Christaler, por ejemplo, y la re- valorización de sus obras, es un efecto de las nuevas preocupaciones de la disciplina económica.

3.1. EL ANÁLISIS REGIONAL Y LA CIENCIA REGIONAL

Se trataba, en primer término, del desarrollo de un marco regional económico acorde con los postulados de la Economía positiva, orientado a abordar las dimensiones espaciales de los fenómenos económicos, tal y como se formula en la Regional Science (Isard, 1956). Se trata de indagar en el efecto de la distancia sobre los procesos económicos del mercado, en- tre productores y consumidores. Se aborda desde una perspectiva analíti- ca y desde los presupuestos de la economía moderna.

Tiene un carácter funcionalista, fundada sobre la hipótesis del Homo oeconomicus. Es decir, parte de la consideración de un agente social abs- tracto, cuyas decisiones económicas se suponen dirigidas por el interés propio. Se presupone que están basadas en la disposición de una infor- mación completa sobre las condiciones de su decisión. Se considera que tales decisiones están fundadas en una elección racional.

Individuos o empresas, como agentes económicos, constituyen la refe- rencia de los postulados teóricos de la nueva economía. Ésta se preocupa por las reglas o leyes que determinan las conductas de tales agentes en el espacio. Busca establecer las consecuencias que tales conductas tienen en la organización del espacio económico. Este marco teórico permite abordar no sólo el entendimiento de esas conductas económicas sino también la in-

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tervención correctora de posibles efectos indeseados y la planificación ra- cional de la actividad económica.

El análisis económico, como un instrumento de desarrollo y de equi- librio entre las distintas áreas de un país y entre los diversos países des- cubre la necesidad objetiva que se le presenta a la economía neoclásica de tomar en consideración una variable no atendida, la del espacio, si bien se reduzca su comprensión a las variables aludidas antes de distan- cia y suelo.

Esta economía se orientó hacia los fenómenos económicos en el espa- cio, desde las reglas de la localización productiva a las de la organización espacial de la distribución de bienes y servicios. Se desarrolla en los países anglosajones, sobre una herencia que arraiga en la Alemania anterior a la guerra mundial y, con particular intensidad, en Estados Unidos (Nijkamp y Wrigley, 1984). A mediados del decenio de 1950 cristaliza como una disci- plina específica dentro de la Economía, denominada Regional Science (Cien- cia regional). La ciencia regional, como la economía regional, se interesan por estas dimensiones espaciales de las relaciones económicas, desde pre- supuestos teóricos y metodológicos de carácter analítico. La «ciencia regio- nal se orienta a la representación matemática y a los análisis de relaciones económicas y espaciales» (Mead, 1980).

. Es una disciplina teórica, caracterizada por la puesta a punto y el de- sarrollo de un complejo y rico conjunto de instrumentos de análisis de las variables económicas en función de la distancia y por el alto grado de for- malización de estos instrumentos. La cuantificación, el tratamiento mate- mático sistemático y el diseño de modelos teóricos de comportamiento es- pacial constituyen rasgos distintivos de la Regional Science. El desarrollo de este complejo instrumental metodológico, la puesta a punto de técnicas de cálculo matemático cada vez más sofisticadas, para abordar los diversos fenómenos del análisis regional, aparece como la principal aportación de esta disciplina (Nijkamp, 1986).

El espacio que los economistas consideran es un espacio matemático, una dimensión vinculada con la distancia, respecto del cual es posible es- tablecer o indagar los comportamientos económicos de los agentes indivi- duales y sus consecuencias espaciales, de acuerdo con las leyes del merca- do. Se trata de un espacio teórico, un espacio isótropo, isomorfo, desligado de cualquier rasgo físico o natural. En este contexto, el concepto de región adquiere una nueva significación.

3.2. REGIÓN BANAL Y REGIÓN ECONÓMICA

El espacio regional de los economistas de la Regional Science —es decir, la región económica— tiene un alcance relativo y teórico. Relativo porque se define de acuerdo con los objetivos de la observación o de los fenómenos económicos y sociales indagados. Es un concepto instrumen- tal. La región de los economistas carece de entidad sustantiva u objetiva: es una herramienta.

La región económica o espacio regional de la ciencia regional repre- senta una categoría circunstancial u operativa. Identifica el área de exten- sión de un determinado elemento económico o de un conjunto de variables determinadas previamente, establecida en función de los objetivos circuns- tanciales del investigador.

Existen, por consiguiente, tantos espacios económicos como investiga- ciones tantas regiones como variables se manejen. «Tantas regiones como motivos para estudiarlas», decía un economista francés, para ilustrarlo (Ra- llet 1988). La región sólo identifica este área de extensión o este espacio de relaciones económicas.

Los mismos geógrafos regionalistas aceptaban esta derivación: «reco- nocemos actualmente que las regiones no son entidades existentes sino construcciones mentales, de acuerdo con la asociación de caracteres pre- viamente seleccionados» (Broek, 1966). La región quedaba reducida a sim- ple área homogénea, según la cuestión considerada.

El espacio regional de los economistas de la Regional Science, la región económica, se separa de la región geográfica como concepto. La región de los geógrafos, el espacio físico que en la geografía regionalista se identifica como una unidad de la superficie terrestre. Desde la perspectiva económi- ca de la ciencia regional se identifica con el sustrato físico, o territorial, con- siderada como la región banal. Es decir, como una variable no significativa en los procesos económicos.

La región económica se deslinda así de la región geográfica. Ésta re- presenta, para los economistas, el espacio banal, el simple sustrato físico más o menos modificado; aquélla identifica el sistema de flujos y relacio- nes entre agentes económicos, un campo intangible sin proyección física, pero significativo. Su carácter operativo, instrumental, hace posible asig- narle límites arbitrarios e independientes de sus caracteres materiales.

De ahí su prolongación en lo que se llamará región programa, es de- cir despacio acotado para el desarrollo de determinadas acciones plani- ficadoras, cuyos límites dependerán en exclusividad de los objetivos esta- blecidos, un espacio regional propio de la acción político-territorial. Frente a la región geográfica, o banal, carente de interés y pertinencia operativa, se configuran los conceptos de región económica y región programa (Dziewonski, 1967). La primera como el espacio del análisis económico; la segunda como el espacio de la intervención económica sobre el terri- torio. Se trataba de una recuperación de la noción de región y de la apli- cación de la misma al análisis económico por un lado y a la acción del Estado por otro.

El análisis regional se presentó como alternativa a la geografía re- gional en lo que afecta al método o métodos y en la concepción regio- nal desde mediados del decenio de 1950. Dos caracteres distinguen la nueva orientación, respecto de la geografía regional. La región deja de te- ner la consideración de una entidad existente y queda reducida a la ca- tegoría de instrumento o herramienta. El espacio regional se contempla- ba desde una perspectiva funcional, económica y de intervención sobre el territorio.

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3.3. LA REGIÓN INSTRUMENTAL Y TECNOCRÁTICA

El rasgo distintivo es el peso decisivo que adquieren los factores eco- nómicos en la determinación de la organización espacial. Se trata de una concepción que ha sido calificada de determinismo económico. En primer lugar, porque los hechos económicos son los únicos que se toman en con- sideración, en parte como consecuencia de la metodología empleada, que impone el recurso a datos cuantificables.

En segundo lugar, porque el enfoque funcional reduce a relaciones eco- nómicas —flujos materiales, flujos financieros, entre otros del mismo ca- rácter— el sistema regional. Por último, porque renuncia a considerar, o desconoce, los componentes de carácter social, de orden político, así como las consecuencias de este orden que se derivan de los procesos económicos.

Se trata de una orientación teórica y formalizada que tiene en el re- curso a los métodos de análisis su rasgo más sobresaliente. La metodología de la ciencia regional, con un elaborado aparato matemático y lógico, con un sistemático recurso a la cuantificación, con un notable desarrollo de los modelos espaciales, hace de la economía espacial una rama de radical con- cepción analítica. La confluencia teórica y metodológica facilitó el contac- to con la geografía económica, que abordaba también la dimensión espacial de los fenómenos económicos.

La influencia de la Regional Science, en plena hegemonía de la geogra- fía analítica, supuso una doble evolución: la incorporación de los postula- dos de la ciencia regional a la geografía económica y el desarrollo de ésta desde los mismos enfoques, si bien con un carácter más general que regio- nal por los procesos de organización espacial de las actividades económi- cas. Es una geografía de la localización, de la distribución, de los flujos eco- nómicos, de la jerarquía espacial de los centros de servicios.

En segundo término, la búsqueda de nuevos enfoques regionales en la geografía, acordes con las propuestas de la economía y desde la misma perspectiva de carácter funcional. Se trata de enfoques que vinculan la di- mensión regional y la urbana, de acuerdo con orientaciones que tenían un indudable arraigo en la geografía anglosajona (Dickinson, 1952). Son las al- ternativas geográficas a la geografía regionalista y a la ciencia regional.

4. Las alternativas geográficas: de la región funcional a la región sistema

En la propia geografía se elabora también una región de nuevo cuño conceptual, conocida como región funcional y también región urbana. La región funcional o urbana surge de la comprobación empírica y del análi- sis teórico sobre la influencia de la ciudad en su entorno espacial y el sis- tema de relaciones que se establece entre una y otro.

La expansión urbana moderna supone, tal y como había observado R. Dickinson en Estados Unidos y el Reino Unido desde el decenio de 1920, el establecimiento de nuevos vínculos entre el centro urbano y su entorno

espacial, de carácter funcional. Este entorno sobrepasa la dimensión de la ciu- dad y afecta a un amplio espacio, lo que le otorga una dimensión regional.

Se trata de un espacio regional vinculado a la presencia urbana y al de- sarrollo urbano moderno. La dinámica social de los países industrializados europeos mostraba, en la primera mitad del siglo XX y, sobre todo, tras la segunda guerra mundial, la estrecha relación entre proceso urbano y orga- nización del espacio, y el papel dominante del primero sobre el segundo. Es decir, la capacidad organizadora de la ciudad.

Los procesos de crecimiento económico y desarrollo urbano en la Eu- ropa de la posguerra ponen de manifiesto la aparición de fenómenos espa- ciales ya apuntados en Estados Unidos en el primer tercio del siglo: la cons- titución de áreas funcionales vinculadas con la expansión de los grandes centros urbanos en los países industriales.

El dinamismo de éstos provoca un efecto estimulante en un entorno de radio creciente que opera en relación con la ciudad central. Las demandas urbanas de muy diverso signo, por una parte, y el aprovechamiento de las ventajas que su proximidad ofrece, por otra, inducen la creación de un es- pacio articulado y coherente. Es la región urbana o región funcional.

«Analizar el papel representado por los distintos núcleos urbanos... verdaderos centros canalizadores de la actividad y organización humanas, al servicio de un área tributaria circundante», constituye un objetivo que define la concepción básica de lo que conocemos como regiones urbanas o funcionales (Dickinson, 1952). Como el propio autor resaltaba, los vínculos establecidos en torno a la ciudad adquieren tal fuerza que generan «una unidad social natural»; términos sin duda relacionados con la perspectiva ecológica o de morfología social, que el autor compartía.

La propia obra de Dickinson muestra que es la práctica social dinámi- ca de la primera mitad del siglo, sobre todo en Estados Unidos, la que ha inducido e impuesto una nueva perspectiva de las relaciones entre la ciu- dad moderna y su entorno. En este tipo de construcción regional, ni el me- dio físico ni el paisaje tienen significación; la homogeneidad de rasgos no es un atributo necesario ni, en muchos casos, presente.

4.1. CIUDAD Y REGIÓN

La personalidad regional no proviene de la uniformidad paisajística, sino de la coherencia interna fruto de las relaciones que se establecen en- tre las diversas partes del conjunto. En muchos casos, esta construcción ca- balga sobre medios naturales contrapuestos y agrupa paisajes heterogéneos que han sido incorporados al sistema urbano. En ella tenemos una exce- lente muestra de la dimensión regional que adquieren los problemas socia- les, en una sorprendente confluencia de cuestiones políticas, administrati- vas, planificadoras, económicas, sociales, entre otras, en la escala regional. La región se convierte en una representación social relevante.

La elaboración de este concepto de región urbana o funcional en la geo- grafía se alargará hasta la década de 1960. Un retraso que se puede acha-

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car, por un lado, a que el peso de la concepción naturalista regional era de- masiado intenso. Es probable que, como Dickinson apuntaba, tales preocu- paciones innovadoras estuvieran muy poco desarrolladas en Gran Bretaña. En cualquier caso, el fértil concepto de región urbana, desarrollado por los sociólogos norteamericanos con anterioridad a la segunda guerra mundial, no se afincará en la geografía hasta mucho más tarde. La influencia de los economistas y la hegemonía del neopositivismo contribuyeron a consolidar esta aproximación regional desde la geografía económica y urbana.

Desde finales de la década de 1950, la configuración de una región fun- cional se maneja como complemento a la región fisonómica o región-pai- saje, bajo la influencia de la región económica de la regional science. Se con- vierte, en la década de 1960 y 1970, en la concepción regional alternativa que los geógrafos manejan respecto de la tradicional.

Frente a la uniformidad —no negada en principio— como factor de caracterización regional, pero atribuida a la región histórica, la cohesión funcional. Ésta procede de los flujos establecidos entre el centro urbano y sus áreas inmediatas. Resultan de las distintas fuerzas que organizan las re- laciones en el espacio, propia de las modernas sociedades urbanas, según se resaltaba en un trabajo decisivo en la formulación del nuevo concepto de espacio regional, alternativo a la región paisaje (Juillard, 1962). La ciudad se convierte en el corazón de la organización regional.

El enfoque que domina esta alternativa regionalista es el funcionalis- mo. Son las funciones urbanas las que dan origen a un espacio organizado en su entorno, de mayor o menor radio, de acuerdo con sus dimensiones y dinamismo. La ciudad se concibe como un núcleo organizador a escala regional, como un polo. El efecto polarizador del centro urbano se mani- fiesta en el orden económico en general y en el industrial en especial, y se traduce en la aparición de relaciones o vínculos entre el área urbana y su entorno, vínculos que se manifiestan también como lazos de orden social, administrativo, cultural.

Para estos geógrafos funcionalistas, la geografía regional se confunde con la geografía urbana: «¿Se puede concebir hoy una geografía regional que no sea, ante todo, una geografía urbana?» (Compagna, 1968). Una pos- tura compartida, con similar tono radical, por B. Kayser: «Una región es... un espacio limitado, inscrito en un marco natural dado, que responde a tres características esenciales: los vínculos entre sus habitantes, su organización en torno a un centro con cierta autonomía, y su integración funcional en una economía global.»

La formulación más radical reduce el carácter de región a los espacios funcionales organizados en torno a un centro urbano. Se corresponde con la región que había analizado J. Labasse, años antes (Labasse, 1955). Res- pecto de la región uniforme o geográfica, tradicional, la región funcional aparecía como una alternativa geográfica, adaptada a las nuevas realidades del mundo moderno. Pero convertía la región en un fenómeno casi exclusi- vo del mundo desarrollado. Perspectiva dogmática y estrecha de la concep- ción regional, flanco principal de las críticas posteriores a esta formulación (Brunet, Ferras y Théry, 1993). El juicio reciente, de sus más significados

representantes de entonces, no deja lugar a dudas al respecto. Denuncian ahora desde la banalidad del discurso a «la influencia nefasta de los eco- nomistas polarizadores» (Kayser, 1984); así como el profundo formalismo que deriva de esa impregnación economicista, del que renegaba, veinte años más tarde, este geógrafo.

La región funcional responde al modelo económico de la ciencia re- gional, aunque la formación y perspectiva geográfica incorporan a las rela- ciones puramente económicas del funcionalismo, el sustrato físico y las re- laciones de identidad social. Visión funcionalista que se complementa con la consideración estructural del espacio funcional urbano o regional. Se contempla como un área organizada, coherente, jerarquizada, como una es- tructura territorial, cuyos distintos componentes, físicos, económicos, so- ciales, se integran en una malla o sistema de relaciones y dependencias de carácter funcional. Prefiguraba la concepción regional que surge de la apli- cación de la teoría de sistemas a la región.

4.2. LA REGIÓN SISTÉMICA

El enfoque sistémico, de acuerdo con las propuestas de la teoría gene- ral de sistemas, incorporado a la geografía regional, estimuló esta interpre- tación estructural, pero le incorpora una dimensión dinámica. La región se concibe y conceptúa como un sistema regulado por los flujos materiales —de bienes, de personas—, e inmateriales —de información—, dentro de los propios límites regionales y con el exterior, según se formulaba en la geografía francesa, en especial por R. Brunet.

La incorporación del enfoque sistémico permitió abordar el espacio funcional como un complejo, como un sistema territorial, dinámico, de base estructuralista. El sistema evoluciona de acuerdo a los condiciona- mientos internos y externos, a las influencias recíprocas, en que intervienen tanto componentes físicos como sociales. El geosistema regional permite in- corporar los instrumentos cuantificadores y teóricos de la Regional Science.

El enfoque sistémico permitió vincular la geografía económica analítica y la geografía regional renovada, funcionalista. Por otra parte, tanto una como otra se fundamentan en una interpretación económica y reductora del espacio. Son las funciones económicas las que determinan la organización re- gional. El peso de los factores económicos, más acomodados a la medida y, por consiguiente, al recurso de métodos cuantitativos y al empleo de técnicas de análisis matemáticas, distingue estos enfoques de carácter funcional.

La concepción estructural de la región equipara ésta a un espacio real organizado y diferenciado respecto de las áreas inmediatas por la especí- fica conformación material de dicho espacio como consecuencia del tra- bajo humano. Se trata de estructuras o sistemas regionales, que integran el conjunto de elementos que intervienen en dicho espacio: recursos físi- cos, fuerza de trabajo, capital, información, en un complejo dinámico, cambiante, que opera a una determinada escala y que aparece inserto en un sistema superior de escala distinta. La dinámica regional depende de

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la ubicación en este sistema superior, vinculado con la división interna- cional del trabajo (Brunet, 1972).

Constituye un esfuerzo de elaboración teórica del espacio regional desde postulados estructuralistas y sistémicos, que ponen de manifiesto influencias marxistas, pero que introduce también otras filosofías; co- rresponde, en lo esencial, con la línea desarrollada por R. Brunet a lo lar- go de treinta años. Y representa un esfuerzo de conceptuación y de sis- tematización que haga compatible la definición de un espacio regional objetivo y singular —la región— con el análisis científico y general de las estructuras regionales, susceptible de expresarse en regularidades y pro- cesos generales.

El tiempo no se paró para la región funcional, envejecida en sus fun- damentos de carácter funcionalista y en su visión formalista de la realidad, alejada de las dimensiones sociopolíticas de la misma. El desarrollo teórico y las propuestas estructurales o sistémicas más elaboradas representan el intento de superar la dimensión funcional y económica. La evolución pos- terior de estos esfuerzos indica, por un lado, el abandono conceptual de la región y por otra la reducción del espacio regional al territorio político. Un objetivo que, de alguna manera, se manifiesta en las propuestas surgidas en el último cuarto de siglo.

Lo que caracteriza esta evolución posterior no es tanto la reflexión des- de la geografía regional o su renovación como disciplina específica, sino más bien la preocupación e interés por los espacios regionales y locales, por los territorios, por las realidades geográficas asociadas con estas escalas del espacio geográfico. Esta reflexión regional, en el último cuarto de siglo, se produce desde perspectivas muy diversas.

Se plantea en el marco de una elaboración renovada de la teoría social y del significado en ella de lo local y regional. Se apoya en la introducción de nuevos presupuestos relacionados con las filosofías del comportamien- to: por un lado, desde presupuestos funcionalistas; por otro desde la reva- lorización del sujeto consciente —no racionalista—, como clave de la per- cepción del espacio. Se construye también desde el objetivo de recuperar la geografía regionalista y la región-complejo o región-paisaje. Se contempla desde la revitalización de las geografías de países. Y, por último, se aborda como una vía para recuperar la unidad de la geografía.

5. La cuestión regional: nuevas perspectivas regionales

El fortalecimiento de una dimensión o cuestión regional, a pesar de lo indefinido y confuso de sus límites, y de lo inconcreto de su contenido, ha estimulado una sorprendente confluencia de esfuerzos teóricos y empíricos sobre la región y sobre el concepto de lo regional. Las distintas corrientes geográficas, con sus peculiares filosofías e ideologías subyacentes, han im- pulsado la crítica de las concepciones regionales imperantes, naturalista y funcional. Ha impulsado la reflexión sobre el fenómeno regional desde pers- pectivas renovadas. De modo paradójico, la variedad de consideraciones so-

bre el espacio regional no se ha producido desde la geografía regional. Por lo general se produce al margen de ésta e, incluso, desde la negación de una disciplina regional geográfica.

La cuestión regional se consolida como un elemento de reflexión teó- rica y de renovación práctica de la geografía, desde posiciones de filosofía e ideología muy diversas. Se trata, en principio, de una reacción crítica frente a los enfoques analíticos y al pragmatismo de los mismos, a su su- bordinación metodológica, que conlleva reducir la dimensión regional a las variables cuantificables; y reacción frente a su neutralidad social, que su- pone, de hecho, un respaldo del poder y sus prácticas; y reacción frente a su pretensión racionalista, que deriva en tecnocracia.

La recuperación de la región y de lo local forma parte de la evolución reciente de la disciplina geográfica, reivindicada, además, desde supuestos teóricos muy heterogéneos. La cuestión regional presenta así un perfil so- cialmente complejo; esto es, se formula en diversos planos que emplean como común referencia el espacio delimitado, el espacio regionalizado. El espacio regional aparece, en los últimos decenios, como un espacio de re- ferencia social a través del cual se identifican procesos y fenómenos muy diversos, pero socialmente relevantes.

Supone una elaboración renovada del enfoque regional, sin que pueda hablarse de una reconstrucción de la geografía regional como disciplina. In- dagan, ante todo, nuevas dimensiones del espacio regional o región, desde enfoques y desde filosofías renovados. Esta crítica y las propuestas alterna- tivas se alinean, por ello, en frentes dispares, que van desde las corrientes radicales, con un matiz político, a las corrientes fenomenológicas y subjeti- vistas, que repugnan el racionalismo y la objetividad científica.

En el primer caso, el desarrollo de una reflexión regional de signo ra- dical se vincula al proceso de aparición de una nueva economía regional, que conviene separar y distinguir de la ciencia regional neoclásica. Se vincu- la con los movimientos de renovación que se producen en la disciplina eco- nómica y que dan origen a la denominada economía radical, es decir, una economía política. Se puede hablar del renacimiento de la vieja economía política.

5.1. ECONOMÍA POLÍTICA RADICAL Y DIMENSIÓN REGIONAL

La nueva economía política surge en Estados Unidos. Se caracteriza porque contempla lo local y lo regional. Desde la economía radical se ha constituido «un fuerte núcleo de estudios regionales». Las bases teórico- conceptuales parten de la crítica de la economía regional neoclásica impe- rante (Curbelo, Esteban y Landabaso, 1989).

Algunos rasgos esenciales distinguen esta evolución económica: recha- zo del formalismo neopositivista, del naturalismo epistemológico que sub- yace en la ciencia regional, del determinismo económico descarnado; afir- mación y valoración de nuevas dimensiones en el análisis económico re- gional, desde la sociológica a la política y ecológica; interés creciente por

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los aspectos directamente espaciales, como consecuencia de un cambio sus- tancial en la conceptuación del espacio, contemplado ahora como un com- ponente activo en los procesos de reproducción capitalista.

En el ámbito económico, las cuestiones del desarrollo y en especial los problemas del desarrollo desigual, habían puesto de relieve las diferencias espaciales. A escala internacional y dentro de las fronteras nacionales, es decir, en aparente igualdad de condiciones para los distintos agentes eco- nómicos, los desequilibrios internos aparecen como un factor clave de ca- rácter discriminatorio en la distribución de la riqueza entre los ciudadanos. La cuestión del espacio aparecía como una variable del crecimiento econó- mico y como problema político. La generalización de la crisis económica en el mundo industrializado y su creciente configuración como una crisis in- dustrial han contribuido a resaltar el carácter diferenciado, en el espacio, de los fenómenos económicos.

La crisis, con su cohorte de cierre y desaparición de empresas y es- tablecimientos, de pérdida de empleo, de paro creciente, de desempleo masivo, de ruina física de instalaciones industriales, de aparición de áreas productivas abandonadas en la minería y la actividad fabril, de genera- ción de extensos espacios en declive, pone de manifiesto el carácter dis- criminado de estos fenómenos en el espacio: se producen a una escala re- gional y local.

El descubrimiento de lo local, a través del análisis de los mercados de trabajo —de las cuencas de empleo—, conduce a una reflexión teórica cre- ciente sobre estos espacios, sobre todo en el marco de la geografía británi- ca. Lo local, lo regional, surge de la brutal evidencia de la crisis de las re- giones industriales, sus principales víctimas.

Se pone en evidencia, por una parte, el carácter de construcciones es- paciales que éstas presentan, su dimensión histórica, su ciclo temporal. La mayoría de ellas son un producto moderno, de los siglos XVIII y XIX e incluso del XX, como investigaban algunos trabajos geográficos significativos (Gre- gory, 1982). Por otra parte, se descubre el papel de estas escalas del espacio en la acción social, la importancia de las relaciones locales, de las institu- ciones, de los vínculos de vecindad como factores de resistencia y de adap- tación en los procesos sociales de estas áreas, en la capacidad de reacción frente a los mismos.

En el marco de la Geografía, en el marco de la Economía, y también en el de la Sociología, los espacios regionales y locales confirmaban la na- turaleza de «producto social» que tiene el espacio, de acuerdo con las propuestas teóricas que avanzaron sociólogos y geógrafos. Desde la nue- va Economía Política radical anglosajona y de la geografía de similar orientación se plantea la recuperación teórica y metodológica del enfoque regional.

Se contempla como instrumento para indagar en la dimensión espacial de la división del trabajo. Traspasa la simple noción instrumental de las dis- ciplinas positivistas. Se encuentra en los antípodas de la región natural y paisajística de los «clásicos». Caracteriza, sobre todo, los enfoques de los geó- grafos marxistas británicos, aplicados al análisis de los procesos inducidos

por la crisis industrial en las regiones de vieja industrialización. A través de esos procesos descubren el valor geográfico de lo local, en la reorganización de los mercados de trabajo.

Una recuperación de lo local, influido por la teoría de la estructuración de Giddens. Desde otros enfoques, lo local impregna también los nuevos planteamientos regionales. En este caso, desde filosofías que hacen hinca- pié en lo subjetivo y en la experiencia.

5.2. LA REGIÓN SUBJETIVA: EL ESPACIO VIVIDO Y LA REPRESENTACIÓN GEOGRÁFICA

Espacio y concepto reconsiderado, también, por quienes reclaman una vuelta a lo local, vinculado con la experiencia vital, al espacio de las sensa- ciones y vivencias, que aportan un componente esencial de nuestras repre- sentaciones espaciales. La región, como espacio vivido, forma parte de este conjunto (Fremont, 1976).

Supone una construcción o representación subjetiva de carácter colec- tivo con la que se puede identificar una comunidad y sus individuos, a tra- vés de los rasgos atribuidos a la presencia histórica de la misma, a sus pe- culiaridades culturales, en la cultura material y en la espiritual, y a su par- ticular percepción de sus paisajes. Encaja en un proceso de regionalización o nacionalización cultural y política en Europa. Se enmarca en un contex- to de revitalización de lo que se ha denominado culturas regionales, que ca- racteriza la evolución social y política de los últimos decenios, aunque arraiga en el siglo XIX (Petrella, 1978).

El estudio del lugar, desde la vivencia y percepción subjetivas, como es- pacio vinculado a las sensaciones, emociones y sentimientos individuales, constituye un rasgo distintivo de la geografía de los últimos decenios. La lo- calidad, lo mismo que la región, se definen como un espacio social, rela- cionado con la experiencia personal.

Es la orientación que reivindican desde las geografías humanísticas norteamericanas, que introducen un prisma antropológico en el estudio del espacio (Tuan, 1977). Estas perspectivas dan un nuevo papel al entorno ma- terial, físico, como paisaje subjetivo. La región es concebida como un es- pacio vital, el espacio de la experiencia cotidiana, el espacio de la expe- riencia histórica, un espacio con historia, un ámbito de identidad del gru- po humano que la habita.

La región se convierte en un espacio subjetivo, que pertenece al cam- po de lo psicológico inseparable de las imágenes que cada individuo elabo- ra y comparte de su propio entorno. La imagen como idea subjetiva marca el nuevo territorio regional, de límites imprecisos, cambiantes, más próxi- ma al sentimiento que a la materialidad física. Un espacio regional que per- tenece al mundo de la conciencia.

El enfoque regional del espacio vivido y el enfoque del lugar como es- pacio de la experiencia coinciden en su filosofía fundamental. Se aprecia el influjo de la fenomenología y el existencialismo, en su reivindicación de las dimensiones cualitativas del espacio. Desde posiciones similares, a partir de

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postulados idealistas explícitos, se plantea el espacio como una representa- ción, como un objeto mental, como un conjunto de signos y como un len- guaje y por ello como un texto.

Se distingue por reivindicar una óptica personal, por resaltar los víncu- los subjetivos con el espacio, hasta el punto de convertir en objeto de la geo- grafía regional renovada el «comprender las relaciones de los habitantes con sus lugares» (Bailly 1999). La geografía se asienta sobre el sujeto: «El conocimiento en geografía regional comienza por la subjetividad», como apunta este mismo autor.

Proclama el valor de la intuición, del mismo modo que reivindica la de- nominada geografía paralela —de poetas, escritores, periodistas, viajeros, cineastas, entre otros— y los valores geográficos que los hombres atribuyen a los lugares en que viven o en que piensan.

La nueva corriente regional acepta que la regionalización representa un acto arbitrario, en el sentido de que responde a criterios particulares y circunstanciales. En ese marco relativista propone dividir la superficie te- rrestre reconociendo las imágenes o representaciones que los habitantes tie- nen de su propio entorno, su sentimiento de pertenencia.

La nueva geografía regional arraiga en lo que los geógrafos franceses han bautizado como geografía de las representaciones. Es decir, esquemas o imágenes individuales o colectivas del espacio o entorno, equivalentes a la propia geografía, concebida también como una representación del espacio. Representaciones que, de acuerdo con la filosofía subjetivista subyacente, se vinculan con las vivencias individuales, con la experiencia personal, con las imágenes compartidas de diverso origen. El núcleo de esta geografía re- gional renovada se encuentra en la atención preferente a los valores y per- cepciones sociales. Forma parte de la geografía del espacio vivido. El fun- damento de tales aproximaciones es una filosofía del sujeto que realza el papel de las vivencias individuales. Es conforme con una concepción regio- nal que destaca los lazos sociales que hacen de la región un espacio inte- grado en un marco nacional, a partir de valores compartidos y fronteras culturales. Es la filosofía del espacio vivido.

6. La geografía regional: la recuperación descriptiva

La apertura reciente de las sociedades urbanas constituidas en los úl- timos decenios, tanto en Europa como en América del Norte hacia su en- torno más próximo y el más lejano, ha provocado un creciente interés por los espacios locales y regionales. Es el interés por lo exótico y distinto y la preocupación por la Naturaleza el que ha estimulado la demanda de infor- mación sobre este tipo de áreas. Se trata de los diversos conjuntos que, en lo físico o en lo cultural, sobreviven con formas más o menos arcaicas a lo largo y ancho del mundo.

Una sociedad urbana cada día más viajera ha promovido una cre- ciente demanda de literatura geográfica sobre países y territorios: desde los propios, cuyo conocimiento se multiplica, a los exóticos. Constituye

una demanda regional que refuerza la recuperación de un género geográ- fico de profundo arraigo y secular cultivo. La demanda social permite el resurgir de las geografías de países y la geografía de territorios, como una geografía descriptiva.

En gran medida, parte de una consideración de la geografía como materia cultural. La obra geográfica tendría como objetivo satisfacer el interés social por los fenómenos territoriales. La geografía regional com- parte con las parageografías de los medios de comunicación de masas un campo que tiene más que ver con la divulgación y con la formación ele- mental —los niveles escolares no universitarios— que con la investigación monográfica.

Esta perspectiva de la geografía regional como un soporte necesario en la formación del individuo constituye una de las claves aducidas en la revi- talización de la disciplina (Johnston, 1990). Se plantea desde una concepción que no difiere de lo que ha sido el uso secular de los saberes espaciales: como una herramienta de ordenación de los espacios conocidos y de defini- ción de las imágenes convencionales —estereotipos— de los espacios desco- nocidos (exóticos).

Es lo que explica, en parte, el éxito y la proliferación en los últimos dos decenios, de las obras de geografía regional descriptiva, es decir, las referi- das, por un lado, a países y al conjunto del mundo y, por otro, a los ámbi- tos territoriales del Estado. La eclosión de este tipo de productos se produ- ce en el decenio de 1980 (Pitié, 1987). Se prolonga en el siguiente, con la obra dirigida por R. Brunet, una Géographie Universelle, en 10 volúmenes, que viene a ser el muestrario o ilustración de los postulados geográficos del grupo Reclus (Brunet, 1990).

En España, este efecto se ha producido en el marco de una profunda renovación territorial con la constitución de las Comunidades Autónomas. Éstas representan nuevos territorios que buscan señas de identidad históri- cas y geográficas. Un campo abonado para la recuperación de la vieja geo- grafía regional como género narrativo: las ya abundantes obras dedicadas a estos territorios, como productos específicos o dentro de obras de conjun- to, ponen en evidencia este renacimiento, en cierto modo específico de la geografía regional española (Vila, 1992).

La coyuntura autonómica, en España, indujo la reconversión de la geo- grafía regional tradicional hacia la geografía de los territorios autonómicos. Está concebida como una geografía de síntesis bibliográfica, cuyos funda- mentos conceptuales siguen siendo los tradicionales. Un tránsito sin gran- des dificultades. La geografía regional española, a pesar de las proclamas científicas habituales en sus prolegómenos, se había limitado a las regiones históricas tradicionales. Para los geógrafos españoles resultaba «evidente que en la inmensa mayoría de los casos las divisiones históricas tradicio- nales corresponden a verdaderas regiones geográficas» (Solé, 1968).

Distintas obras singulares o de conjunto han abordado cada uno de los territorios autonómicos utilizados como marcos del análisis regional. De forma complementaria, pero con mayor retraso, se produce la adecua- ción de la geografía regional de España a la nueva realidad territorial. La

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Geografía de España, editada por Planeta, ejemplifica este tipo de orienta- ción territorial autonómica y la persistencia de los enfoques tradicionales (Vilá y Bosque, 1990).

La obra se concibe como una geografía general y una geografía regional de España. La primera, ordenada como capítulos sucesivos dedicados a las diversas partes de la geografía física y humana del conjunto. La segunda aborda cada uno de los distintos territorios autonómicos. Éstos son con- templados, a su vez, desde una jerarquizada estructura de aspectos genera- les —rasgos físicos, población y economía— y aspectos comarcales o análi- sis comarcal. Esquema que reproduce el de anteriores geografías de Espa- ña (Terán y Solé, 1968).

Otras, de similar denominación, constituyen obras de enfoque general sobre el conjunto del país (Méndez y Molinero, 1993). La distinción, arrai- gada en el uso geográfico de la geografía de países, entre una parte general y otra regional, mantiene este tipo de obras. Son una geografía general de un país, configuradas como capítulos sucesivos de apartados de geografía física y humana referidos al conjunto del Estado.

Responde a un hábito consistente de la geografía que, en obras ante- riores, permitía elaborar la geografía de un país, con un primer volumen dedicado a la geografía general y un segundo volumen a la geografía regio- nal, ésta dedicada a las distintas unidades regionales diferenciadas. Abor- dadas, a su vez, desde una primera parte denominada geografía general o aspectos generales, y una segunda bajo el término de geografía regional o as- pectos regionales.

La denominada «recuperación» de la geografía regional debe enten- derse en este sentido. Se trata de la revitalización de las geografías de paí- ses, de las geografías universales, y de las geografías de los territorios polí- tico-administrativos, en el marco de los Estados. Son obras de síntesis bi- bliográfica, realizadas por un solo autor o por equipos de colaboradores.

El resurgir de este tipo de literatura geográfica se produce también en Estados Unidos y Reino Unido. Muestran una concepción arcaica y tradi- cional, desde el punto de vista epistemológico, y un alto grado de eclecti- cismo en su aplicación (Lew, 1997; Price y Guiness, 1997).

La característica común de estas geografías regionales es la perma- nencia de las viejas ideas y la persistencia de una concepción ambiental o física subyacente. La concepción regional resulta ser la misma que se plan- teaba en las obras de los geógrafos regionalistas de mediados del siglo XX. La regionalización aplicada a Estados Unidos, por ejemplo, se mantiene en términos de regiones fisiográficas —como las Montañas Rocosas o la Gran Llanura— o regiones de especialización productiva —como el Corn Belt— o puramente descriptivas —como el Medio Oeste o el Noroeste—.

El fundamento es el mismo de la vieja geografía tradicional que en- tiende la disciplina como «el estudio de la tierra como la casa del hombre», en los mismos términos que R. Hartshorne; y que considera que la geogra- fía «sirve para unificar las ciencias sociales y las físicas» (Lew, 1997). Res- ponde a una filosofía de la ciencia que considera que la aproximación geo- gráfica debe ser «holística». Y subyace, en muchos casos, la idea de que la

región garantiza la unidad de la geografía. Como apuntaba con gran luci- dez Taylor en un debate sobre la cuestión de la unidad de la geografía, es un problema falso o mal planteado. A pesar de ello, esa visión de la unidad de la geografía alimenta algunas de las propuestas de recuperación del en- foque regional y de la geografía regional en los dos últimos decenios.

7. La nostalgia regional: a la búsqueda de la unidad perdida

Desde mediados del decenio de 1980 se han producido diversas pro- puestas de renovación de la geografía regional, que tienen de común deno- minador el postulado de que en la geografía regional se encuentra la solu- ción al problema de la unidad de la geografía. El reclamo de la geografía regional se había producido a finales de la década anterior, cuando un geó- grafo calificaba de «tarea vital» revitalizar esta disciplina (Gregory, 1978).

La alarma ante la deriva de la disciplina hacia la multiplicidad de cam- pos separados, en particular entre las ramas físicas y humanas, alimenta, en el decenio de 1980, algunos debates significativos. Se desarrollan en re- vistas acreditadas, como la británica Área y la francesa L'espace géogra- phique. La perspectiva de la geografía regional como la alternativa al esta- llido de la disciplina en múltiples ramas de carácter especializado adquiere cuerpo en esos años (Johnston, 1991).

Los fundamentos de estas proclamas de recuperación son muy diversos. Hay los que plantean una simple recuperación de la vieja geografía regional, porque conciben el método regional —la renombrada síntesis geográfica—, como la expresión superior del trabajo geográfico (Hard, 1978). Existen los que formulan la necesidad de «desarrollar una nueva geografía regional sen- sible a los matices de la diferenciación en áreas y su carácter esencial para el entendimiento de las sociedades del pasado y presente» (Johnston, Hauer y Hoekveld, 1990). Una perspectiva que subyace en la inicial proclama de Gregory, en cuanto plantea una geografía regional desde enfoques que tie- nen que ver con el marxismo y el estructuralismo. Pero se manifiesta tam- bién como una recuperación del enfoque regional, sin que suponga el para- lelo desarrollo de la geografía regional como una disciplina (Johnston, 1991).

Las diferencias en lo que respecta al objetivo o justificación de la dis- ciplina no invalida la coincidencia fundamental. Desde enfoques contra- puestos, lo que propugnan estos geógrafos —muchos de ellos geógrafos fí- sicos— es una vuelta al estudio regional. Subyace una concepción que hace del lugar y de su singularidad el objeto geográfico por excelencia.

Subyace la creencia de que el marco regional es el único que permite incorporar los componentes físicos y los sociales o humanos. Se considera que tal marco permite salvaguardar los vínculos entre ambos campos de co- nocimiento tradicionales, contrapesando las tendencias centrífugas que han dominado el último medio siglo de la geografía.

De ahí la defensa del carácter esencial del medio físico en la concep- ción de la geografía, hasta el punto de proclamar que la geografía no es sólo una ciencia social y argumentar la necesidad de tener en cuenta los para-

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metros del medio o entorno natural (Lecoeur, 1995). O la denuncia de las orientaciones o enfoques sociales que han renunciado a dar al medio físico el papel determinante o hegemónico que ha mantenido.

El áspero debate sobre el efecto de este papel de la geomorfología en la evolución de la geografía francesa, que tuvo lugar a mediados del dece- nio de 1980, en la revista L'espace géographique, puso de relieve esta doble concepción de lo geográfico. Para los geógrafos de formación física, el fun- damento de la recuperación regional se encuentra en la consideración del territorio como marco de los procesos o problemas geográficos, es decir, los que se refieren a las relaciones entre el hombre y el medio.

En el caso de los geógrafos de filosofía idealista, la reivindicación re- gional se comprende en la medida en que conciben el marco local o regio- nal como una referencia social asociada a la experiencia individual y de gru- po. El lugar proporciona el marco de identidad social, al individuo, al gru- po y a la nación. Es la perspectiva que distingue la aproximación de Entri- kin, caracterizada por una reivindicación del territorio desde esta filosofía del sujeto y, por ello, desde un enfoque de geografía humana.

Frente a los esfuerzos de configuración de una geografía regional o de recuperación de la misma desde los postulados de la subjetividad, la viven- cia y la experiencia, que hacen de la geografía regional renovada una rama o disciplina de las identidades, de las representaciones, se produce una ten- dencia a recuperar lo local o la región, es decir, el estudio de las unidades espaciales, pero al margen de cualquier rama o disciplina específica, es de- cir, al margen de una geografía regional.

Representa la puesta en cuestión de la geografía regional, como campo específico, y la propuesta de una geografía que aborda de forma dialéctica, los fenómenos o procesos generales y las configuraciones espaciales o re- gionales. La región queda reducida a su condición territorial, como ámbi- tos de ejercicio del poder político, como circunscripciones administrativas, dentro del marco del Estado.

La persistencia del enfoque regional, es decir, de la atención a las cons- trucciones a escala medía, o «individuos espaciales», se inscribe, por un lado, en una geografía orientada a los procesos generales, entre los cuales están también los que abordan la dinámica de estas unidades elementales del espacio. Sin embargo, rechazan el adjetivo regional. La geografía regio- nal se disuelve en la geografía. Un postulado que no es exclusivo de los geó- grafos franceses del grupo de Reclus.

La reluctancia a recomponer la geografía regional constituye un ras- go compartido entre los geógrafos, sobre todo los anglosajones, aunque se ha producido entre ellos una creciente atención por el fenómeno local y regional, contemplados como un objeto privilegiado de la geografía (Johnston, 1991).

Desde postulados que se encuentran en los antípodas de los anteriores, desde filosofías inspiradas en el marxismo, estructuralismo y la teoría de la estructuración de Giddens, la dimensión regional aparece, como hemos vis- to, en la medida en que se asocia el desarrollo desigual con la propia natu- raleza del capitalismo (Smith, 1990).

Asimismo porque se considera el papel esencial de la coordenada es- pacio-temporal de los agentes sociales e individuales en el desarrollo de la sociedad (Massey, 1984). También desde la perspectiva de que las diferen- cias regionales y nacionales del desarrollo histórico aparecen como deter- minantes en la implantación y evolución del capitalismo moderno (Harvey, 1982). Son enfoques que, sin resucitar en sentido estricto la geografía re- gional, permiten sustentar la necesidad de los enfoques regionales y la pro- pia disciplina.

Estas perspectivas coinciden en la revitalización del interés por el espa- cio delimitado, el territorio, en sus diversas escalas, y de modo muy es- pecial, en los territorios locales, regionales y nacionales. Como decía un geógrafo, realzando esta potencialidad del lugar, «el lugar se ha convertido en el punto esencial para comprender la interacción del mundo humano de la experiencia con el mundo físico de la existencia» (Unwin, 1995).

La consideración de la geografía regional desde los postulados de la geografía regionalista de la primera mitad del siglo XX, actualizados, cons- tituye un rasgo destacado de algunas de las propuestas de recuperación de la geografía regional. Se trata de un proceso de adaptación que tiene en cuenta las elaboraciones teóricas recientes, pero que permanece fiel a los postulados tradicionales. En su concepción básica, se plantean más la sus- titución de los esquemas formales de la geografía regional clásica que de un cambio teórico y metodológico. No es difícil identificar un lenguaje y una concepción de lo regional vieja de cien años, la concepción de Vidal de la Blache del lugar, con palabras de finales del siglo XX.

En consecuencia, se formulan nuevas secuencias o estructuras de análi- sis desde una concepción de la región como una simple construcción teoré- tica. De esta forma se proponen como grandes elementos de esa estructura regional el sistema mundial, la organización espacial, la población —desde la perspectiva de las características de distribución de la misma—, estructura social, sistema de poblamiento, sistema de comunicaciones, naturaleza y ci- vilización. Enfoque que se sustenta en la diferenciación de áreas y en la con- sideración del esquema como «un modelo del contexto histórico del desarro- llo de la aparición y transformación regionales» (Hoekveld, 1990). Desde el supuesto de que «la diferenciación territorial que observan los geógrafos de- pende de la selección que haga de los atributos espaciales» (Hoekveld, 1990).

La endeblez metodológica es el rasgo común de estas propuestas re- gionales, en lo que concierne al análisis de las entidades territoriales utili- zadas o reconocidas como regiones o localidades. Las propuestas más ela- boradas, que buscan incorporar la metodología regional en el marco de la teoría social, no escapan a una residual pero consistente concepción del es- pacio regional como una dialéctica de medio y sociedad —medio físico y organización espacial— desde enfoques de reto y respuesta (Johnston, 1990). Desde la perspectiva metodológica, se trata de una concepción terri- torial de la región, término que engloba, por ello, tanto al Estado nacional como a la comunidad local.

Hacen del lugar y de lo local, del territorio, el espacio de una geogra- fía en la que el sujeto adquiere un protagonismo creciente. La presencia de

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los territorios y de lo local en las geografías de la posmodernidad alienta también la vuelta a la geografía regional. La asimilación de la geografía re- gional con la identidad nacional y con el paisaje permite también la pro- puesta de recuperación como la disciplina de los espacios nacionales, el es- pacio de los pueblos (Nir, 1985).

La geografía regional aparece como el lugar adecuado de encuentro de la geografía física y humana y como la disciplina propia de lo nacional. Lo que explica que en este movimiento hacia la geografía regional confluyan geógrafos de origen —en el sentido intelectual— muy diverso, desde Johns- ton a Entrikin. Todos ellos consideran o coinciden en considerar que la geo- grafía tiene su núcleo en «la naturaleza de las regiones o lugares».

Estas circunstancias constituyen el referente contradictorio del proce- so de declive del espacio regional, de la conceptuación regional en la geo- grafía y de la naturaleza de la geografía regional. En las propuestas de los dos últimos decenios conviven alternativas dispares. Algunas suponen una recuperación de la geografía regional como disciplina y, en ciertos casos, con el perfil más tradicional. Otras significan la incorporación del enfoque regional o territorial al análisis geográfico, sin que ello suponga la defini- ción de un campo específico, del tipo de la geografía regional. Se trata, más bien, de una «perspectiva regional» (Johnston, 1990). Como este autor for- mula, se trata más del uso de «la región en la geografía que de una geo- grafía regional».

El retomo de la geografía regional se presenta como una obligada al- ternativa para el futuro de la disciplina (Entrikin, 1991). Para algunos geó- grafos, que postulan esta necesaria vuelta a la perspectiva regional, como una exigencia de supervivencia de la propia geografía, y como clave para asentar el «valor de nuestra disciplina». Éste no reposa en el contenido téc- nico de la práctica geográfica sino en su dimensión educativa (Johnston, 1990). La geografía y en particular la geografía regional se contemplan y va- loran, ante todo, en su papel de conformación de valores y actitudes socia- les en el marco de la escuela, en el ámbito de la enseñanza.

De modo paradójico, la aparente vitalidad de la región como concepto y como referencia social convive con la quiebra de la geografía regional como disciplina. Es uno de los interrogantes más sorprendentes de la geo- grafía contemporánea en un contexto de creciente relevancia y desarrollo de los problemas regionales. Interrogante que no puede desligarse de la pro- pia naturaleza de la geografía y de los interrogantes que le afectan. No deja de ser paradójico que las cuestiones regionales, asociadas al lugar, la región, la nación surjan entre los problemas de las sociedades actuales. En el mar- co de los horizontes de la geografía, en el umbral del nuevo milenio.

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