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CAPÍTULO 3 GEOGRAFÍA FÍSICA Y HUMANA DE LA AMAZONIA

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CAPÍTULO 3

GEOGRAFÍA FÍSICA Y HUMANADE LA AMAZONIA

De la «Anaconda del Origen» salieron las gentes. Petroglifo en el río Caquetá.

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introduCCión

en la sección anterior hablamos de la historia, del tiempo. Aquí vamos a ocuparnos de geografía, del espacio, de la vasta región amazónica. Vamos a aprender que esa geogra-

fía está hablando de la historia.La cuenca amazónica es la sedimentación de un gran lago −de más de

6 millones de kilómetros cuadrados− sobre los restos del continente más antiguo del planeta. El gran paisaje amazónico aparece hoy como un gran valle sedimentario acorralado por afloramientos rocosos muy antiguos ubicados al noreste y sureste y por los Andes más jóvenes al occidente, y surcado por los grandes ríos de aguas blancas que descienden de los Andes aportando sedimentos sobre las llanuras o várzeas que labran con su paso. Estos tres grandes paisajes amazónicos −los afloramientos rocosos del or-den de miles de millones de años, el valle sedimentario del orden de 100 millones de años, y las várzeas o vegas formadas por la acción de los ríos actuales− todos nos hablan del tiempo. Y sobre ese paisaje hay una historia de vida de la selva, de las aguas, orientadas por un ciclo estacional tempo-ral de lluvias y verano, de crecientes y vaciantes, de subienda de los peces, de fructificación de los árboles. Esa geografía estructurada por los grandes paisajes y con una historia de ciclos naturales, es también una geografía humana. La semana pasada aprendimos que ya hace 9 000 años vivía gente cerca de Araracuara en el río Caquetá: cazadores, pescadores y manejado-res del monte. Desde entonces mucha más gente ha poblado esas tierras y ha dejado sus huellas en el monte que ha transformado −porque hay que aprender que muchas formaciones vegetales de las selvas amazónicas tie-nen origen en actividades humanas y que el monte que hoy vemos como virgen es también un monte humanizado−. Esas generaciones de gente de-jaron escritas sus historias en las piedras. A lo largo del río Caquetá y sus afluentes, de los ríos Apaporis, Piraparaná y Guainía se encuentran nume-rosas inscripciones en piedra, petroglifos, y de ese tema nos va a hablar el profesor Fernando Urbina.

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El profesor Pablo Palacios va a abordar otro punto de vista, el que nos dan las imágenes de sensores remotos y las nociones de la ecología del paisaje. El profesor Palacios es experto en esos temas y el título de su con-ferencia, “Devenir amazónico”, nos habla también del tiempo. Todo pai-saje está en un proceso de evolución y devenir. ¿Qué va a devenir de este riñón del planeta en estos tiempos de cambio climático y globalización rampante? La tercera conferencia, a cargo del profesor Joaquín Molano, nos ofrece una perspectiva amplia, tanto ambiental como humana, sobre la región amazónica, lo que nos permite cerrar esta sesión con una gran panorámica geográfico-ambiental de la Amazonia colombiana, como él ha titulado su conferencia.

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laS marCaS del padre Sol: mito, petroGlifo y GeoGrafía CHamaníStiCa en la amazonia

FErnando urBina rangEl1

los mitos los crean las culturas para recordar lo fundamental; lo que vale la pena no olvidar porque sirve para que quienes los sustenten vivan bien2 como seres humanos plenos.

Pero antes debemos aclarar algo: ¿qué es mito? Y esto se impone porque hay diferencias entre la forma en que uso la palabra mito en esta conferencia y como la usó el ex rector Marco Palacios en su artículo intro-ductorio “Miedo, mito y colonialismo” en el libro Colombia amazónica3.Palacios califica “mitos” a las creencias absurdas que hay sobre la Amazo-nia. Tal concepto resulta equiparable al que manejan los del programa de TV Cazadores de mitos, un típico espacio para el hombre promedio con-sumista, ese tipo de persona a quien hay que orientar cuando mira pro-gramas de humor para que estalle en carcajadas en el momento oportuno. El ex rector, igual que los del programa de televisión, confunde mito con creencia, sin percatarse que si bien todos los mitos son creencias, no todas las creencias son mitos.

1 Filósofo, fotógrafo y poeta. Profesor pensionado del departamento de Filosofía de la Univer-sidad Nacional de Colombia, donde fue un activo promotor del pensamiento amerindio en los círculos de la academia. [email protected]

2 No “mejor”, fundamento de la idea de “progreso”. El progreso nos ha llevado irremediable-mente a la degradación del planeta tierra. En numerosos foros en que hablan Sabedores indígenas, he escuchado cómo oponen eso de “procurar vivir mejor” –prédica propia de la sociedad que se autodenomina, en forma excluyente, “civilizada”– a “vivir bien”; sabia oposición.

3 Marco Palacios, “Miedo, mito y colonialismo”, en Colombia amazónica (Bogotá: Universi-dad Nacional de Colombia-Fondo para la Protección del Medio Ambiente José Celestino Mutis, 1987).

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De tanto trajinar con tan sabrosa palabra, terminé por acuñar unos versos, simplemente como recurso nemotécnico; ahí van, no sin antes de-cir que se basan en las enseñanzas de Eliade, uno de los máximos estudio-sos del tema.

El mito es un decir siempre confiado que alguien nos trae de un ayer difuso. Le va en su esencia revelar comienzos retrayendo en palabras, trazo o gesto los arquetipos con que se hace mundo.

etimología de mitoDel griego mythos. Originalmente significó palabra, especialmente la

palabra fundamental (verdadera) que venía por tradición y cuyos garan-tes eran los dioses mismos; ellos se manifestaban, se revelaban a través de esa palabra; y todo esto dentro del ámbito de las religiones mistéricas en que los mythoi cuentan el surgimiento, aventuras, muerte y resurrección de una divinidad que termina por ser el símbolo de la semilla que muere para renacer y fructificar. Se oponía al término logos que también significa palabra, pero no la palabra que habla de lo que es (lo real): el “logos es la palabra que habla de lo pensado”, según nos lo enseñó Walter Otto en su li-bro Teofanía4. La etimología de mythos ha sido escenario de mucho debate. Hoy día, con Gustav Stählin, reseñado en Duch5, se piensa que encierra la raíz meudh −presente en muchas otras lenguas del tronco indoeuropeo−que perfila el muy fundamental sentido de recordar.

Siglo VI a.C. Este siglo constituye la divisoria en la valoración que se le da al mito. Los racionalistas griegos van convirtiendo poco a poco la palabra mythos en sinónimo de mentira, error o, al menos, inexactitud6. Esa dirección del pensar termina con el andar de los tiempos por acuñar el término mitómano para referirse a quien tiene el defecto de decir menti-ras habitualmente. Pero, también, a lo largo de toda su dilatada historia el concepto mito tuvo pensadores a su favor que no lo vieron como sinónimo de mentira, falla o debilidad de pensamiento, sino como una de las formas

4 Walter Otto, Teofanía (Buenos Aires: Eudeba, 1968), 25.5 Luis Duch, Mito, interpretación y cultura (Barcelona: Herder, 1998).6 Y así se ha perpetuado en la jerga de la pretendida intelectualidad colombiana.

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más eficaces que ha ideado el hombre para no permitir que se olvide o minimice lo fundamental, eso que constituye lo propiamente humano: la capacidad de imaginar, recordar y transmitir mediante símbolos lo ima-ginado y recordado. Dentro de esta línea entusiasta se encuentran, entre muchos otros, Lévi-Strauss, el venerable antropólogo que nos dejó hace poco después de una fecunda existencia, y también Guillermo Páramo, bajo cuya rectoría se fundó la sede de la Universidad Nacional en Leticia; esa que una rectoría posterior pretendió clausurar.

Miremos algo de lo que estuvo en juego con la polémica en que se ventiló la oposición mito-verdad. Verdad en griego se dice aletheia = a (partícula negativa, significa lo mismo que en castellano) y lethe = olvi-do. Tal expresión en griego arcaico no significaba “lo opuesto al error y a la mentira”; aletheia equivalía a “lo opuesto al olvido”, la negación del olvido7, y lo contrario al olvido es, precisamente, recordar. De ahí que en la maravillada experiencia de quien creó la fórmula (cada palabra fue creada por un individuo quien al socializarla, si tiene suerte –acogida–, la hace perdurar), los términos mythos y aletheia no fueran contrapuestos sino complementarios.

Fue con el andar del tiempo que se olvidó el sentir de los arcaicos y se llegó a tener la verdad como lo opuesto al error y a la mentira, el mito como contrario a la verdad y el logos como lo contrapuesto al mito y con mayor valor que éste. En ocasiones se gana mucho cuando se retorna a los sentidos originarios. La mayor ganancia que podrían llevarse de este tema consiste en abrirse a meditar sobre eso de no ver la verdad como lo opuesto al error y a la mentira sino al olvido. Qué lejos se estaría con ello de sucumbir a cualquier fanatismo, actitud que niega lo mejor del espíritu hu-mano y que no es más que la certeza de tener la verdad en el bolsillo –como una cosa– y poder administrarla diciendo que quienes están conmigo son quienes la acepten y los que no la acepten merecen la exclusión, la muerte o el infierno, cualquiera sea el tipo de infierno que se imagine. La verdad es labor inacabable, apertura y no posesión. ¿Cuál es la peor peste que puede aquejar a un ser humano? García Márquez habló de ella: “la peste del olvi-do”, esa aguda pandemia que aqueja a los colombianos.

7 Marcel Detienne, Les Maîtres de vérité dans la Grèce archaïque (París: Maspero, 1973).

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un mito sobre la panamazonia¿Tuvieron los indígenas amazónicos conciencia de la Panamazonia?

Perdón: hay una pregunta previa: ¿tuvieron los indígenas amazónicos con-ciencia de que había algo más que Amazonia? Pero ustedes sabrán perdo-nar nuevamente: por lo menos hay otra pregunta anterior: ¿tuvieron los indígenas amazónicos conciencia de una realidad total, de un universo que excedía los límites inmediatos de su aldea o maloca e inmediato entorno? Oigamos los mitos.

Traeré a cuento un relato en una versión muy apropiada para llevar un mensaje de mucha claridad a los colombianos. En él se habla de la Amazonia como conjunto y sirve para que se lleven una idea de lo que piensa un pueblo amazónico acerca de tan inmenso territorio y de lo mu-cho que se puede extraer de allí en cuanto a valoración del pensamiento indígena y en cuanto a pautas para una visión y manejo inteligente de ese macro ecosistema.

Entre las poblaciones aborígenes sobrevivientes a la catástrofe de la invasión y colonización de la Amazonia a partir del siglo XVI, el mito más difundido acerca de su forma y funcionamiento presenta a esta inmensa y compleja región como un gran árbol cuyo tronco es el río-mar. Las ra-mas están conformadas por sus innumerables afluentes y las hojas fungen como selvas. La imagen a su vez está tomada de la ceiba (Ceiba pentandra L., Gart.), el organismo arbóreo más gigantesco de los bosques húmedos ecuatoriales, cuyo grosor no tiene rival y su colosal altura lo destaca sobre el dosel.

La reflexión indígena subyacente en esta imagen arbórea, fiel a la lógica de lo concreto, presenta a la Panamazonia como un inmenso ser vivo. La ciencia moderna nos dirá que conforma un prodigioso conjunto de interacciones, las más finas, según parece, en la historia natural. Es el ámbito en que la vida, a nivel planetario, ostenta su mayor diversificación, su más grande y refinada inventiva, a tal punto que la selva ecuatorial medra no a fuerza de la fecundidad del suelo, que es en extremo pobre, sino a partir de auto reciclarse; de esta manera resulta la más sofisticada de las invenciones8.

8 Parece que la única finalidad de la vida es reinventarse. Tener en cuenta que los cazadores recolectores silvícolas y los agricultores de roza y quema itinerantes han contribuido a lo lar-go de su milenario nomadeo a la diversificación de los entornos amazónicos. Los primeros, al acampar seleccionaban semillas y las sembraban entreveradas en la selva. Al cumplir

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Son muchas las variantes del relato en cuestión. Algunas se emparen-tan con las versiones del mito presentes en culturas no amazónicas, en las cuales los ríos que vertebran los territorios ancestrales son también equi-parados a grandes árboles.

No es ilusoria la importancia dada al árbol. Por una parte, es un ser que permite desencadenar innumerables pensamientos, toda vez que su estructura y funcionamiento se pueden cargar de fecundos simbolismos: hunde sus raíces en lo oscuro de donde procede toda auténtica fuerza; su tronco se yergue en el mundo de los hombres compartiendo su destino, y su copa se proyecta hacia el cielo esplendente al que toca con sus ansiosos dedos verdes. Conjuga los tres ámbitos del mundo. Equivale al mundo. Por otra parte, la importancia del árbol en el desenvolvimiento de la es-pecie humana y de la cultura misma es fundamental. En algún momento el antepasado arborícola del hombre se balanceó en sus ramas. El árbol era todo: sendero, alimento, refugio, juego. Se desprendió de él como un fruto para colonizar los campos abiertos, irguiéndose, liberando las manos y oteando horizontes más diversos. En el transcurrir del tiempo alguien dirá que el verdadero hombre ha de morir de pie como los árboles. Bien pronto en la evolución de los homínidos, los leños serán determinantes como instrumentos inmediatos y posteriormente –en el lento andar de la invención de la cultura y del hombre– como materia prima de los utensi-lios más elementales, y luego de los más y más sofisticados o complejos... lanzadera... búmeran... arco y flecha para clavarse en lo distante, para ser en la lontananza, para trascender lo inmediato, y por esta senda llegar a crear hasta dioses que divinizan al hombre y lo hacen ser más allá de tiem-pos y distancias.

En los fundamentos de la cultura occidental, entre los griegos arcai-cos, inventores de las palabras en las que se quintaesencian metáforas que aún nos permiten una cierta configuración, captación y manejo de la reali-dad que nos acompaña, hyle era la voz para designar el bosque, el árbol, la madera… y será la enaltecida palabra con que los filósofos –ya auto posi-

un ciclo en sus desplazamientos las gentes encontraban qué cosechar. Los segundos, al abandonar los rastrojos a la selva invasora, la intervenían. Estas mínimas incidencias, pero extendidas y continuadas, en el manejo del bosque primario lo han ido transformando pau-latinamente. La selva virgen de hoy no lo es tanto como habitualmente se afirma; también es producto cultural.

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cionados frente al mito– se referirán a lo que en castellano se dice materia, esa que el hombre humaniza haciéndola utensilio.

El mito cuyo resumen se ofrece a continuación me fue narrado en varias oportunidades, a partir de 1971, por José Octavio García, quien lo había recibido a la vez de su padre, el gran sabedor don José García, de la nación muinane. Fue en uitoto la lengua en que se trasmitió inicialmen-te y no en la propia de don José, por cuanto la uitotización de la cultura muinane ya está muy acelerada y muchos hijos de varones de esta etnia terminan por aprender la lengua materna (generalmente el uitoto) por ra-zones de dominancia. El Abuelo José manejaba con fluidez varios idiomas indígenas, entre ellos el uitoto. La traducción de este mito9 y de muchos otros obedece al propósito de hacer asequibles aspectos fundamentales de su cultura ancestral a un público blanco; el objetivo es que éste al conocerla la respete.

el árbol de la abundancia (o de la biodiversidad)La Amazonia es progenie de la fecunda y anchurosa Tierra represen-

tada en Monaiya Tïrizaï –Mujer·que·hace·amanecer–10 y de Buinaima, un poderoso demiurgo11 vinculado al Agua primordial. En una de sus múl-tiples hierofanías12 este personaje es Kuio Buinaima, el Dios·lombriz13, la Sierpe·sin·ojos –pero con boca–, un Dios-falo, Dueño·de·los·aromas que son la esencia de los frutos.

Monaiya Tïrizaï, la bella hija del cacique Monaya Jurama, es amada en secreto por Dueño·de·los·frutos, razón por la cual desprecia a numerosos

9 Publiqué este relato, en una versión escueta, en mi libro Amazonia. Naturaleza y cultura (Bogotá, Ed. Banco de Occidente, 1986), 62-70; es el único mito que figura allí completo; también como texto de la exposición pictórica itinerante (desde 1993) del mismo nombre y con autoría de la artista Mónica Rubio Torgler. Una versión muy extensa, pero solo a partir del episodio del parto de la criatura prodigiosa, nos la ofrecen Cristina Garzón y Vicente Macuritofe, La noche, las plantas y sus dueños (Bogotá: Ed. Corporación Colombiana para la Amazonia−Araracuara, 1990), 123-144.

10 En el sentido de dar origen, hacer aparecer.11 Numen o divinidad hacedora, creadora.12 Manifestación de un dios.13 La gran lombriz amazónica es asimilada a una serpiente. Buinaima es un héroe cultural,

personaje mítico vinculado con el agua (seminal, húmedo). Por este vínculo llega a manifes-tarse también como la gran anaconda, o güío de agua, la gran serpiente acuática. También se le denomina “sireno”.

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pretendientes. Éstos, envidiosos, murmuran dando pistas a los ofendi-dos padres, una vez que la preñez de la joven se hace notoria. Un día la madre envía a su hija a traer agua a la quebrada y le da un cernidor para transportarla. Durante un buen rato la mujer busca acuciosamente en la maloca hasta que, al levantar la esterilla en donde se sentaba Monaiya Tïrizaï, descubre a un sonriente hombre·lombriz. Kuio Buinaima le ha-bla a su furiosa suegra utilizando el lenguaje de los aromas14, aclarándo-le que su intención es dar a los hombres abundancia de frutos; pero ella, enceguecida de rabia por su vergüenza, arroja agua hirviendo sobre el dios, quien se consume en la tierra. Al marcharse Dueño·de·las·cosechas se lleva con él toda la fuerza de los frutos. Se desata la hambruna gene-ral. Toda la gente padece y para sobrevivir ha de volver a tragar alimen-tos propios de animales. Sólo la joven, siguiendo mediante los ensueños las indicaciones de su perdido amante, se nutre de modo conveniente; para el efecto recoge espumas de la quebrada. Es yuca. Un día Monai-ya Jurama descubre el alimento que esconde su hija y la increpa por su mezquindad al no compartir. Ella aclara que ellos son los culpables por su incapacidad de oír al dios; pero termina por compartir los alimentos que consigue. El cacique, entonces, canta alardeando frente a las demás gentes, quienes se comportan como animales, por tragar sólo lo propio de las bestias. Las otras tribus concurren donde Monaiya Jurama a inter-cambiar piezas de caza por alimento cultivado, pues “no somos tigres para comer sólo carne”. El hijo de Monaiya Tïrizaï y Kuio Buinaima nace en la quebrada de donde emerge como un árbol que crece acelera-damente. Se cubre de toda suerte de flores y luego cuelgan de sus ramas toda clase de frutos15. La joven madre continúa cosechando y compar-tiendo, pero llega el día en que ya no alcanza a coger los frutos. Da aviso a las gentes para que la ayuden. Nadie puede hacerlo. El cacique convo-ca a todos los animales para acometer la empresa, pero ninguno logra

14 Los pueblos que desenvuelven su vida en ámbitos naturales privilegian en forma especial algunos sentidos, llegando a elaborar códigos que sorprenden por su minuciosidad a los investigadores occidentales para quienes las formulaciones conceptuales procuran no con-taminarse con lo sensible, perdiendo la posibilidad de lograr una más ajustada comprensión de ciertos fenómenos.

15 Las versiones divergen en cuanto al tipo de frutos. En algunas sólo están en el Árbol las frutas silvestres; en otras, sólo las cultivadas, y las hay, también, en que se conjugan las dos variedades; no falta alguna en que se afirme que también del Árbol cuelgan, como frutos, todos los animales de cacería.

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bajar las frutas. Ega, la zorra tragafrutos, roba y mezquina. El jefe ordena cortar el bejuco por donde trepa la ladrona alimaña, con tan mala suer-te que al balancearse la punta de la liana golpea al cacique en un ojo y se lo arranca; convertido en véspero −estrella de la tarde− queda como tes-timonio de la aventura. Se decide tumbar el gran árbol para tener acce-so a los frutos. Concurren de nuevo los animales para intentarlo. Todos fracasan, razón por la cual Monaiya Jurama los maldice por incapaces y confirma su animalidad. Mediante el uso de las plantas de poder y largas vigilias invocan al dios Juzíñamui, Padre·de·la·violencia, quien les indica que en el oriente vive Muinájema, epónimo de los muinanes, tribu que comercia con los blancos (portugueses). Él es el dueño de las herramien-tas. Negocian el hacha metálica. El artero personaje recomienda que al talar el árbol hagan caer la copa en el agua. Envía el instrumento con su mensajero, el pájaro carpintero. Malicioso, el cacique Monaiya Jurama, padre de Monaiya Tïrizaï, ordena que lo derriben en sentido contrario. Al cortar, las astillas dan lugar a los peces.

El final reza así:¡Purrummmdummmdummmdummmmmm...!El tronco, inmenso. La altura, enorme. El peso, enorme. El fragor, in-menso.El árbol cae y frutas y semillas se esparcen. De su fecunda muerte van brotando las selvas que verdean y hacen posible la vida de las bestias y los hombres.Al derrumbarse el Árbol·de·todos·los·frutos, sus ramas se convierten en ríos: río Caquetá y río Putumayo, los de las aguas turbias que bajan de los Andes y tan buenos son para la pesca. Río Negro, río del hambre, el que nace en la planicie y sus aguas translúcidas mezquinan el alimento... y cientos y cientos más de ríos, y miles y miles de quebradas.Y el tronco inmenso, se vuelve el gran Amazonas, madre de las aguas16, cepa de los ríos.

16 Cuando era niño, en mi aldea andina (Pamplona), imaginaba una mar de donde salían los ríos para regar la tierra. En mi cosmovisión mítica –la infancia es la patria del mito– la mar era una inmensa copa puesta en lo alto. La prédica de los adultos borró la imagen, pero la recuperé para siempre en otros mitos que, obedientes a su dúctil lógica, ofrecen el reflejo especular de ese pensamiento que algunos llaman lo real.

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Río·árbol·de·los·frutos. Río·árbol·de·los·alimentos. Ríos innumerables. Selvas que mantienen la vida de la tierra...Fue KuioBuinaima, el Dios·lombriz, Dueño·de·los·frutos y Monaiya Tïrizaï −la Madre·Tierra− quienes nos trajeron la abundancia.

Y así termina la historia de El Árbol·de·los·alimentos, el que al caer da origen a la prodigiosa Amazonia17, gigantesco organismo, trabazón de vida que triunfa en la más copiosa diversificación. Los hombres amazónicos, aquellos que permanecen fieles a los grandes lineamientos de sus culturas tradicionales (no todos lo hacen), piensan así el conjunto, inscribiendo en él sus vidas, su inmediata cotidianidad, la cual adquiere dentro de seme-jante marco una plenitud de sentido.

El mito de “El Árbol de la Abundancia” (o de la biodiversidad) nos pone de presente la percepción −global, integrada− que han tenido los in-dígenas de este gran macro ecosistema. En las maneras indígenas de or-ganizar el mundo figuran personajes míticos, encargados por los grandes Demiurgos Creadores (la trilogía Madre-Padre-Hijo) para cuidar parcelas del gran conjunto amazónico. Estos Dueños resultan la sumatoria y per-sonificación de la ecosofía (saber decantado acerca del manejo ambiental). Con ellos han de tratar los Sabedores que orientan sus respectivas comuni-dades. En diálogo con estas Fuerzas, los Sabedores cosechan recomenda-ciones para el buen manejo de los entornos naturales. Se piensa que estos Dueños son los garantes del orden cósmico a escala puntual, regional. La suspensión de este diálogo, como consecuencia del abandono de la tradi-ción o del desplazamiento de las comunidades con quienes dichos Dueños míticos han creado alianzas, desencadena el desorden cósmico que se ma-nifiesta en alteraciones en el clima o en catástrofes más puntuales.

Es el caso del temor que sentían los Abuelos indígenas, responsables del territorio de Araracuara, cuando el Ejército Nacional pretendió esta-blecer en dicho lugar una gran base militar para controlar la región. Se temía que tal intrusión molestara a los Dueños del Raudal, personajes mí-

17 El tema de la «la tala del gran Árbol» es una variante del tema mítico del «sacrificio de la criatura prodigiosa», indispensable para que la Vida se expanda y renueve. Vieja figura de las religiones mistéricas, que si bien proviene del paleolítico, se ramifica en una explosión de rituales con la domesticación de las plantas: el misterio de la semilla que ha de morir para dar vida. La mayoría de las religiones que valen la pena giran sobre el asunto de la comida; el más importante de todos los asuntos, comenzando por el aire y continuando con el agua.

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ticos responsables de los flujos de energía cósmica que permiten las buenas cosechas y el control de las enfermedades y cuyos poderes están guardados bajo las mesetas rocosas de Araracuara. De hecho, ya se habían molestado cuando la DEA inició perforaciones en dicho lugar para establecer la base de sus agentes, responsables del radar que allí funcionaba. Trataron de per-forar en busca de agua potable. Esto equivalía a destapar la olla en que están guardadas las Fuerzas que, así, pueden emerger sin control ritual, generando desastres. Terminaron los gringos trayendo el agua −junto con todas las demás provisiones, incluidas yuca y piña− en aviones expresos desde Panamá. A esos intentos de perforación achacaron los Abuelos cier-tos desfases estacionarios (fenómeno del Niño) ocurridos en la zona. La prédica, mal llamada supersticiosa, de los Sabedores, que insistían tanto en que las fallas de los hombres inciden negativamente en el comportamiento cósmico, se ha venido transformando en aserto irrefutable. Cada vez más, amplios sectores de la humanidad toman conciencia de que sus acciones inciden en el cambio climático.

los mitos y los grandes cambios del paisaje amazónico. los trazos de SolEn el mito, según la versión que da el Abuelo uitoto Enokayï, Sol via-

jaba desde el Oriente −a donde van los ríos− calcinando la Tierra, que-mando las selvas y dejándolas reducidas a pastizales, a grandes sabanas, reticuladas de tanto en tanto por las cintas de bosque que solo pueden cre-cer en las húmedas y fecundas orillas de los ríos. Entre el día, Sol se en-tretenía dibujando con sus dedos en el barro fresco de las riberas del gran río mítico (el Amazonas y el Caquetá, en este caso) las figuras de múltiples seres; eran los diseños básicos de las especies que poblarían la tierra. De tarde, Sol se detenía en la cresta de la cordillera (¿Andes?, ¿mesetas de la formación Araracuara-La Chorrera?) y desde allí contemplaba su obra y la calcinaba con su fuego trocando el barro en piedra18. Pero no solo era este tramo del proceso cosmogónico el que cumplía día a día el Padre Sol. Se preocupó por establecer, mediante diferentes figuras emblemáticas graba-das en las rocas, los puntos en que las diversas tribus, que se disputaban la

18 Esos trazos que, supuestamente en el mito, Sol hace, son los petroglifos: literalmente, grabados en piedra. Es el resultado de practicar surcos intencionales en la piedra, general-mente con otra más dura. Arquetipo mítico de la «fotografía» que es grafar con luz.

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rica y estratégica región de Araracuara, pudieran tener tránsito libre por donde cruzar al otro lado. Así se evitarían las guerras.

Este relato permite aseverar que en los mitos se guardan (recuerdan) cambios ambientales macro, atestiguados por generaciones que transmi-tían las noticias mediante relatos míticos. Es el caso de los famosos refu-gios pleistocénicos, parches de selva que perduraron rodeados de sabanas en el cambiante paisaje amazónico medido en centenares y miles de años.

el Hueco del origen de las gentes. la primera gran dispersiónMe baso en uno de los relatos más extendidos entre los uitoto, pero

especialmente en la versión de la Abuela Filomena Tejada.Un Dios mutilador se ubica en el hueco del origen, un barrialoso útero cósmico localizado en Cordillera, en el río Igaraparaná, hábitat ancestral del pueblo uitoto. A la salida de ese hueco bullen seres que ansían esca-par. El dios escoge uno a uno entre estos seres y, valiéndose de los inte-resados servicios de una avispa carnicera, le recorta a los seleccionados sus colas maromeras. Era cuando los humanos eran como animales y los animales eran como humanos. Demora en su tarea todo el día. No hubo tiempo para todos. Los que no fueron mutilados quedarán micos para siempre. Los sin cola serán los humanos. Embarrados, concurren a la la-guna primordial y allí se bañan, recortan sus ombligos, los tiran al agua y se van dichosos, dispersándose por los cuatro rumbos. Pero al notarse carentes de algo, deciden regresar y buscar sus cordones umbilicales. En ellos reside el secreto del nombre. Los ombligos se han juntado generan-do la Anaconda Ancestral. Han de capturarla; solo lo logran cuando una rapaz viene en su ayuda. La agarran, trocean y reparten y al hacerlo van recibiendo sus nombres tribales y sus respectivos idiomas y dialectos. Es que no se puede ser gente si se carece de nombre y de idioma. Se van, sintiéndose plenos; pero han de retornar pues algo les sigue faltando: el banco de contar historias, porque no se puede ser verdadera gente sin sa-ber y contar las historias del origen, que residen en el banco ritual donde el Sabedor se sienta a armar el mundo desde la palabra. Esa palabra que orienta y que se hará obra cuando la comunidad que rodea al Sabedor la concrete mediante el trabajo en la cotidianidad del vivir.

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Así, poco a poco, la gran selva será naturaleza doméstica, como se infiere de Descola19, o culta, como se traduce el título francés en la editorial ecuatoriana20. Esta que nos ha llegado a nosotros luego de una milenaria ocupación y de un equilibrado manejo no es una selva virgen, es una sel-va humanizada como lo dice Correa21, visualizada, pensada e intervenida mediante acciones que, lejos de disminuir su biodiversidad, la multiplica-ron. Algo más: sólo los primeros que estamparon su huella por diferentes puntos al llegar al Continente Prodigioso toparon naturaleza; todos los demás, seguidores de esas huellas, toparon cultura, entraron en Abya-Yala (la Tierra-en-plena-madurez).

mito panamazónico de la Serpiente ancestral. el origen de la HumanidadLa versión (resumen) que aquí presento la obtuve de don José Gar-

cía, Abuelo muinane, por el año de 1976 en las proximidades de Leticia. En atención a la concurrencia, utilizó el uitoto (dialecto bue) y lo tradu-jo al castellano en compañía de su hijo José Octavio. Merece destacar la excelente y extensa recopilación hecha por Preuss no solamente de este relato sino de muchos otros, obra que realizó a comienzos de siglo; aparte de algunas interpretaciones que ya no convencen –el panlunarismo, por ejemplo–, la obra resulta la mejor compilación de esta mitología, al me-nos entre las publicadas hasta ahora. Existen numerosas variantes de este relato en muchas otras naciones amazónicas y orinoquenses, incluso con similitudes en pueblos tan alejados geográfica y culturalmente como son los grupos chocoes de la región pacífica, los paeces del Cauca y los mayas y aztecas.

Dïïjoma – El hombre-serpiente-águila. Los viajes del chamán

Dïïjoma es un gran cacique. Quiere seguir el es tudio del camino de la boa de agua −anaconda− con el fin de saber qué hay en el mundo acuá-tico. Dentro del proceso de aprendizaje infringe la dieta sexual. Aquello

19 Philippe Descola, La Nature domestique: simbolisme et praxis dans l’écologie des Achuar (París: Ed. Singer-Polignac et Éditions de la Maîson des Sciences de l’Homme, 1986).

20 Philippe Descola, La selva culta (Quito: Ed. Abya-Yala, 1987).21 François Correa (ed.), La selva humanizada (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología,

1990).

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serpentino que ya se había formado en él, cae de su frente durante el baño, sin que el irresponsable aprendiz se percate de ello, y se convier-te en una culebrita que, posteriormente, sus dos hijas encuentran en la quebrada. Llevan el animal a la casa y lo depositan en forma sucesiva en diferentes recipientes vacíos, cada vez más grandes, los cuales terminan rebosantes de agua, pues esa víbora es la dueña del agua. Luego, puesta en un hoyo en el patio de la maloca lo va agrandando hasta convertirlo en una gran laguna. La más hermosa de las hijas de Dïïjoma alimentaba a la culebra con bolas de almidón de yuca. El día en que el ostentoso ca-cique celebra un baile ritual para hacer conocer de toda la gente la mas-cota de sus hijas, el animal devora a su cuidandera junto con el almidón que ésta le ofrece. Dïïjoma, resuelto a vengar a su hija y a recuperar los collares y demás atuendos que ella luciera el día de la tragedia −en éstos reside su poder como cacique−, se deja devorar por la bestia. Recupera los tesoros y procede a rasgar lentamente el costado de la sierpe. Sufre al hacerlo porque a quien hiere es a su propio espíritu. El animal inicia un largo recorrido hasta llegar al mar. En este pasaje devora muchas gentes que viajan con sus respectivos productos hortícolas y bebe de todas las aguas con la intención de ahogar a su verdugo. Del mar del Oriente re-gresa agonizante. Llega al sitio de partida donde el vengador concluye su labor dándole muerte para luego salir por el costado roto. Muchos de los episodios de este largo viaje sirven para nominar ríos y lugares, codifi-cando el territorio. La hija superviviente convence a su padre de repartir segmentos del ofidio, para que así su poder quede entre los hombres y no sea usufructuado por otro sector del cosmos; las gentes al recibirlos ob-tienen de paso sus nombres como naciones: serán los miraña, los bora, los uitoto, los diversos grupos muinane, los brasileños, los peruanos, los colombianos, los gringos, los islandeses, los mapuche, los enanos... todos los pueblos. El vindicador siembra la yuca cuyos esquejes había almace-nado la boa en su panza, y continúa planeando venganzas. La infideli-dad de su mujer durante tan larga ausencia (ciclo anual) lo impulsa a la siguiente metamorfosis, esta vez sí lograda a cabalidad: se convertirá en águila con el concurso de la paloma quien lo instruye en los secretos del vuelo. Empolla un huevo, hecho con el almidón de la yuca que la ana-conda llevaba en su vientre. Los esquejes que ha plantado, poco a poco dan lugar a una gran ceiba; en sus ramas confecciona el nido. Al nacer la cría, la alimenta con presas humanas, comenzando por su cuñado y continuando con casi todas las gentes de la tribu de su mujer, para luego

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extender la vindicta a los miembros de la propia comunidad y, posterior-mente, a otras naciones. Reunidos los sobrevivientes y poseídos algunos de ellos por el espíritu avizor del yajé, descubren la causa de sus males y planean y logran la captura de la cría del comegente. Tratando de res-catarla, Dïïjoma pierde una de sus patas, la que dan las gentes al pollo, quien la devora, para finalmente transformarse (el pollo) en almidón de yuca que es su origen. Los sobrevivientes buscan la destrucción defini-tiva de Dïïjoma. Vencido al fin con la ayuda de su hija, despedazan su cuerpo y, siguiendo las instrucciones del propio gavilán, con los miem-bros fabrican los instrumentos y atuendos utilizados en la ceremonia del yadiko, el palo ahuecado que representa la Canoa-serpiente, el tronco de la yuca, el principio serpentino de la creación, el origen de las tribus, el asiento de todos22.

Los Abuelos consejeros echan mano de este complejo relato en mu-chas circunstancias: el humano pertenece a la comunidad que tiene su ámbito propio en la maloca, el espacio que humaniza, donde se afirma la existencia comunitaria; no es lo propio del hombre estar tratando de vol-verse animal, dejando su puesto, y recurriendo al acto muy individualista de la brujería; el hombre encuentra en el animal su interlocutor pero no debe hacerse como él, y en el caso extremo de intentarlo ha de cumplir con todas las prescripciones hasta el final, sin dejar cabos sueltos. A fuerza de no contar con los otros, a fuerza de radicalizar el sí mismo, Dïïjoma sufre y perece: no es un ser del mundo de arriba −águila−, ni de abajo −serpiente−; es un ser para vivir en la comunidad de los hombres, donde finalmente queda repartido, integrado. Todo en este mito es circular como los mismos anillos de la serpiente, animal dominante en el imaginario amerindio, ex-celente para vehiculizar pensamientos, como diría Lévi-Strauss.

el tema de la Serpiente ancestral en los petroglifos del río CaquetáCuando los primeros exploradores europeos (académicos) llegaron a

la región del Caquetá no reportaron haber presenciado la hechura de graba-dos en piedra por los indígenas que contactaron; pero estos sí informaron

22 Uso dado, hoy día, a la gran viga dentro de la maloca durante la cotidianidad aunque anti-guamente, terminado el Baile, el madero era despedazado.

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que su elaboración provenía del tiempo sin riberas de los mitos. Como di-chos viajeros ilustrados llegaron hace 200 años y observaron que muchos de estos grabados mostraban ya un altísimo grado de desgaste (erosión), tal como ahora se encuentran, podemos concluir, sin forzar los datos, que los grabados rupestres provienen de una época muy anterior a la llegada de los invasores europeos a Abya-Yala (América). Algunos Sabedores ui-toto actuales, por ejemplo, afirman que fue Sol quien hizo los petroglifos y relieves escultóricos, trazándolos con sus dedos de luz en el barro fresco de las riberas del río Caquetá en su marcha de oriente a occidente. Ese lu-minoso héroe cultural, al mismo tiempo que cuece el barro y lo transforma en piedra −petrificando los diseños arquetípicos de los seres que poblarían el mundo−, calcina las selvas convirtiéndolas en pajonales dejando como relictos mínimas franjas de vegetación arbórea a lado y lado de los ríos (bosques de galería). Es ya aserto extendido que el territorio amazónico pasó por sucesivos periodos milenarios de sequías (pajonales de sabana) y periodos de alta pluviosidad (selvas, como en la actualidad); lo que permite colegir, siguiendo el mito, que los grabados rupestres bien pueden remon-tarse a varios milenios atrás.

En mi afortunado trabajo de campo de comienzos de 1978, en com-pañía del Abuelo José García y de su hijo Octavio (Jitoma Zafiama), re-corrimos la región de Guaimaraya, arriba de Araracuara. Allí, sobre una gran losa que conforma el lecho pétreo del río, dimos con una serie de grabados que de inmediato nos trajeron a la mente diversos apartes de mi-tos y rituales23 que hablan sobre el origen serpentino de la humanidad o su llegada a la Amazonia en el vientre de una gran culebra-canoa.

23 Especialmente el Baile de Yadiko, que es el Baile-de-la-Serpiente-Ancestral, considerado por la mayoría de los Sabedores uitoto como el de mayores implicaciones rituales. Al fin de cuentas se trata del ritual que rehace el origen de la humanidad.

fiGura 1

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El 13 de febrero de 1978, luego de pernoctar en la maloca del Abuelo Noé Rodríguez y con la guía de este dicharachero personaje, cruzamos el río Caquetá y remontamos su orilla opuesta. Unos centenares de metros arriba de la raudalera de Guaimaraya dimos con este petroglifo24 sobre la gran losa que conforma la base pétrea en la ribera norte del gran río −que fuera el principal corredor cultural entre la selva pluvial y las regiones cor-dilleranas andinas−. Levemente inclinado, su extremo derecho tocaba las aguas del río en esa temporada de aguas bajas. Se podría describir diciendo que una línea almenada (parte inferior derecha) se bifurca en dos figuras antropomorfas, la una (inferior izquierda) plenamente constituida en su esquema básico; la otra (superior derecha), apenas conformándose, «emer-giendo» con los brazos levantados. Quedan dos almenas (o meandros, si se prefiere), lo cual completaría las «cuatro unidades básicas», cuya lectura sería la sucesiva aparición (segmentación) de los cuatro grandes ancestros serpentinos.

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La línea almenada (se denomina así por recordar las almenas de los castillos feudales) se encuentra asociada en muchas culturas amerindias con la Serpiente Ancestral de donde se cree procede la humanidad primor-dial. En el caso de este glifo la«almena» conforma el rostro humano. La gran ventaja que ofrece el arte rupestre de la región amazonense se debe a la clara persistencia de unas tradiciones orales que conectan las cultu-ras sobrevivientes con aquellas antiguas, varias veces milenarias, que se desarrollaron en la selva ecuatorial más grande del planeta y a las cuales

24 Presento solamente dibujos confeccionados a partir de calcar los trazos que figuran en las fotografías. En mis publicaciones (bibliografía) figuran tomas en color y calcos directos (téc-nica que ya no aplico, obedeciendo a las nuevas normas internacionales sobre el manejo del arte rupestre).

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se atribuye la hechura de los glifos. Esto no ocurre en la mayoría de la infinidad de obras de este tipo presentes a lo largo y ancho del país, por cuanto la desaparición de los grupos indígenas autores de esas obras rom-pió la probable continuidad de la tradición oral asociada a esas pinturas y grabados. La hipótesis básica imagina que en algún momento −en esa pro-longada y no discontinua historia cultural amazónica− hubo coincidencia entre algunos grafos y algunos mitos. Varios de esos relatos ancestrales explicitarían el sentido de algunos trazos.

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Este petroglifo muestra una línea almenada con rostros. Observán-dolo con detalle, se percibe cómo la continuidad de la línea almenada se rompe en el extremo izquierdo, dando lugar a una cara independiente. En la tradición mítica la Canoa-culebra (Serpiente Ancestral), que remonta (y hasta genera) los ríos, se empieza a segmentar (o a depositar los ancestros de los clanes) en determinados puntos de su recorrido. Este glifo puede ilustrar el inicio de la segmentación. Los mitos que hablan de la partición de la Anaconda Ancestral son de gran antigüedad. Prueba de ello es su amplísima dispersión geográfica unida, desde luego, a una notoria prolife-ración de versiones del tema básico.

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Los grabados de las figuras 1, 3, 4 y 6 se encuentran ubicados junto con muchos otros (casi un centenar) en una gigantesca losa de unos 50 x 70

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metros en el lecho seco del río, en lo que he denominado Guaimaraya V. En la figura 4 puede verse cómo ya ha concluido el proceso de segmentación iniciado en la figura 3. La continuidad de la línea almenada se ha roto y los rostros ya no están contrapuestos.

fiGura 5

En algún punto de la región de Guaimaraya o de sus inmediatas vecindades (entre el Cañón de Angosturas y Cuemaní, y muy proba-blemente en, o cerca, de los pedregales de Guaimaraya) fotografié este petroglifo en 1978, pero dejé para otra temporada de trabajo su reseña estricta (fotografiarlo con escala y en blanco y negro). Es posible que haya sido cubierto por un alud de arena, cosa frecuente en el gran río. No lo he podido localizar nuevamente. Muestra cuatro rostros enfrentados. En uno de ellos la línea almenada se trifurca en sus dos extremos. Su co-nexión estilística con los trazos básicos de las figuras 3, 4, 6 e, incluso, 7 es evidente. La tradición mítica insiste, en muchas de las variantes, en hablar de cuatro ancestros en los que queda simbolizada y constituida la humanidad primordial. Cada uno conforma, a su vez, una orientación cósmica. Entre los uitoto y los muinane, los cuatro postes principales de las malocas son tenidos por serpientes, íconos de los cuatro grandes an-tepasados míticos, y también representantes de los cuatro puntos cardi-nales, por cuanto la maloca es un microcosmos. La cruz a que da origen esta simbolización tiene esas mismas connotaciones, ajenas totalmente a las elaboradas en la iconografía cristiana.

Son muy numerosos los grabados que reúnen los dos rasgos básicos identificadores del hombre y la serpiente: la línea almenada y tres cavi-dades interiores que fungen de ojos y boca (no nariz). Con frecuencia la línea almenada, estilización de la Anaconda Ancestral, torna agudos sus

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ángulos rectos, o bifurca sus extremos compendiando así la bicefalia de la sierpe, variante de este polisémico símbolo tanto en la tradición gráfica como en la oral. En la región de Guaimaraya y en sus inmediatas vecinda-des se encuentran muchas representaciones de estos segmentos −aislados y autónomos− de la Serpiente Primordial; contrastan con los conjuntos de rostros-serpiente que significarían la partición recién hecha, cuando aún los cuatro ancestros (pueden ser símbolos de grupos) no se habían aparta-do unos de otros, desperdigándose al poblar la tierra.

fiGura 7

Este fue uno de los primeros petroglifos que encontré en Guaimaraya (banda sur) en febrero de 1978. Muestra una cabeza con adornos pluma-rios. Los ángulos rectos de la línea almenada se han redondeado y sus ex-tremos se han curvado. Estos enroscamientos podrían tomarse como una representación del cabello si no fuera porque los amerindios son marca-damente lacios. El apéndice nasal está plenamente definido, y hacia abajo un trazo adicional termina por rebordear el rostro (quijada) uniendo las

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volutas. De ser válido este análisis de los rasgos (plumas, rostro humano-sierpe), podríamos estar en presencia de una obra que alude al hombre-pájaro-serpiente, o, en otras palabras, al chamán, quien por lo general −y especialmente en las culturas amazónicas− es el agente que puede interme-diar reuniendo en un haz el abajo (inframundo, donde está la fábrica de lo real) y el arriba (supramundo). Los viajes de este pontifex, como culebra y como ave, le permiten la visión y la acción totalizante. Algo muy similar al Quetzalcóatl centroamericano.

fiGura 8 fiGura 9

El espléndido petroglifo de la figura 8 es uno de los de mayor tamaño (95 cm) hallados hasta ahora en la región de Guaimaraya, expresamente en los pedregales que hacen frente al quebradón de Amefa. El diseño co-rresponde a una serpiente con cabeza humana coronada de plumas. En su realización se incluye una serie de apéndices laterales que entran en el tra-zo principal serpentiforme. No se puede menos que pensar en la tradición mítica que habla de una gran serpiente formada mediante la unión de los cordones umbilicales abandonados por los hombres prístinos en la laguna primordial. Se puede ver su paralelo centroamericano en la figura 9.

La figura 9 aparece en uno de los pocos códices mayas que se salvaron de la quema decretada por el fanatismo eclesial. Se trata del llamado Códice de Dresden porque en esa ciudad alemana vino a parar luego de su azaroso escape de las hogueras inquisitoriales; llamas encendidas para apagar la

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luz. En su extensa obra, Girard25 nos cuenta que se trata de Noh Chi Chan −El Señor Serpiente− reconocido como personaje epónimo de los actua-les chortis, descendientes de los antiguos mayas; se autodenominan como Chan: “La Nación Serpiente”. Se trata, por supuesto, de la gran culebra acuática de las selvas de Centro y Suramérica. Al comparar esta imagen con la correspondiente a la figura 8, encuentro algo particularmente curio-so −además de la analogía estructural de los trazos−: los apéndices vermi-formes que se van adosando a la línea central (cuerpo de la serpiente con cabeza humana y toca). Es un buen tema para meditar y para hacer poemas en los que la serpiente no aparezca como el símbolo infernal opuesto al −supuestamente− luminoso y bueno26.

La Serpiente Ancestral

Anaconda·espiralcon que se piensa el final y el origen.Güío·árbol·de·los·alimentos,sus hojas y semillasprocrearonlas copiosas estirpes de la selva.Culebra·río,cauce del tiempopor donde fluyen todas las nostalgias.Sierpe·canoa,entre su oscuro vientre–desde el lugar en que la luz se nombra–navegaron los hombres primordiales.Víbora·palo·vibrador,el que fecundael humus de la hembra y de los huertos.

25 Raphael Girard, Historia de las civilizaciones antiguas de América (Madrid: Istmo, 1976).26 Para acceder a mayor información sobre el arte rupestre amazónico, en lo que a mí res-

pecta, se pueden consultar dos artículos y un libro. “Mitos y petroglifos en el río Caquetá”, Boletín del Museo del Oro 30 (Bogotá: Banco de la República, 1993), 2-40; “El hombre sentado. Mitos, ritos y petroglifos en el río Caquetá”, Boletín Museo del Oro 36 (Bogotá: Banco de la República, 1997), 66-111; Dïïjoma–El hombre·serpiente·águila (Bogotá: Con-venio Andrés Bello, 2004).

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Serpiente·malocaPara acunar la tribuy encender la Palabra,la que hombres y mujeresharán amanecer en sus Obrajes.Boa·arco irisy Boa·de·las·estrellasdonde divaga el alma de los muertos.Anaconda·tambor,su retumbar nos llamaa cantar y a bailar para ser Uno.

(Bogotá, mayo 30 de 2000)

ConclusionesEl mito nos enseña que la Amazonia es un conjunto orgánico. Es a

fuerza de unir a las instituciones pensantes de la Amazonia continental y a las comunidades que la habitan, que podemos llegar a crear las redes de resistencia que permitan salvar el conjunto mediante unas prácticas de manejo sostenible, armónico y dinámico, es decir: inteligente.

Para terminar consignaré aquí el epílogo de mi próximo libro El árbol de la biodiversidad.

Al mediar la tarde las mujeres y los niños regresan a la maloca cargan-do los frutos del huerto. Luego del baño vespertino ellas se dedican a preparar la otra comida importante del día; la primera se ha hecho en la mañana. De regreso de cazar o pescar los hombres recogen del plantío cercano unas canastadas de hojas de coca. Después de comer y al ahon-darse la sombra, las mujeres y los niños se acogen a sus hamacas, colga-das alrededor de los fogones familiares. El fuego sin llama del hogar, que abriga pero no ilumina, les servirá de manta durante la alta noche y el frío amanecer.Entre tanto, los hombres se aprontan para el ritual nocturno de la Palabra. Preparan la coca y rodean al Abuelo, Dueño de maloca, El·que·cuida·de·la·gente. Todos se sientan en banquitos de mínima altu-ra. El lugar donde se ubican está débilmente iluminado por una lampa-rita. Una vez que el cacique prueba la primera coca y da su aprobación, la reparten mientras va apagándose el barullo. Alguien habla. Se comentan

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los sucesos del día. Proponen los trabajos de la jornada siguiente. Se tur-nan en el uso de la palabra sin arrebatarla.El Abuelo Sabedor escucha. Se va haciendo el silencio; respetuoso silen-cio en que la voz calmada y apenas audible del cacique asciende desde el mínimo círculo de luz. Entonces trae a cuento algún rafue, la decantada palabra que orienta y cuyas raíces se sumergen en los mitos que confor-man la copiosa tradición oral de su pueblo; uno que pueda servir para sacar de allí el buen consejo que oriente en la solución del problema que se haya planteado. Y esto puede durar muchas horas.Dada la orientación, el cacique reparte lo que resta de mambe; esa será la provisión para acompañar las fatigosas labores del día. Despide a los va-rones. En la alta noche se irán a bañar para descansar luego unas horas y acometer las tareas cotidianas previstas. Uno que otro toma la escopeta y se va a la caza nocturna.El Abuelo permanece en su banco y se ensimisma depositando en su co-razón los problemas apalabrados. Los medita ubicándolos. Visualiza su corazón y lo deja vacío de voces. Siente su cuerpo rodeando su corazón. Siente su cuerpo en el campo iluminado por el candil. Siente ese campo. Siente los rincones oscuros de la maloca y su encumbrada techumbre. Él es la maloca. La maloca es su cuerpo. Es la antena de su pensar. En su sen-tir sale de la maloca y se extiende en derredor. Su pensamiento-cuerpo, como una sensible red de araña, se va entretejiendo con los huertos, con los terrenos de caza, con el río, hasta hacerse uno solo con el territorio de su tribu. Y todo desde su banquito·de·contar·historias.La red de pensamiento del Sabedor toca otras redes. Él sabe que a esas al-tas horas, en que palpita con más fuerza lo originario, por toda la Amazo-nia, otros pensadores indígenas hacen lo mismo. Sienten el Gran Árbol. Enmarcan en él la cotidianidad. Lo piensan. Lo cuidan. Por eso son jefes.

«La autoridad reside no en el mandar sino en el cuidar».

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devenir amazóniCo: la tranSformaCión del paiSaJe

PaBlo a. PalacioS1

introducción

Cuando hablamos de la Amazonia siempre nos referimos a ella usando adjetivos superlativos para describir su magni-ficencia geográfica, biótica y cultural. La Amazonia alberga

cerca de 3 000 especies de peces, 300 especies de reptiles, 3 000 especies de anfibios, 350 especies de mamíferos, alrededor de 1 800 especies de aves, un número indeterminado de invertebrados y más de 30 000 especies de plantas vasculares, es decir, una de cada tres especies vegetales existentes en el planeta está en la Amazonia.

La selva amazónica representa el 56% de la selva húmeda existente en el mundo y es la extensión continua de selva más grande del planeta. Su supervivencia es vital para el mantenimiento, equilibrio y funcionamiento del clima global y sobre todo el regional; actualmente se discute su papel como captador de CO2.

El río Amazonas tiene la cuenca hidrográfica más grande del mundo, con más de mil tributarios. Tres de ellos, el Madeira, el Purús y el Yarúa, sobrepasan los 3 000 km de longitud cada uno. En sí mismo el río Ama-zonas es la corriente hídrica más larga, ancha, profunda y caudalosa del planeta y aporta el 20% del agua dulce del mundo.

En la cuenca hay importantes reservas de recursos mineros, como petróleo, uranio y oro; el 15% de las reservas mundiales de bauxita se

1 Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Biólogo de la Universidad Nacional de Colombia, con una maestría en Estudios Amazónicos de la Sede Amazonia. Experto en ecología del paisaje y sistemas de información geográfica.

[email protected]

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encuentran en territorio amazónico. Cabe recordar que la bauxita es el mineral a partir del cual se produce industrialmente el aluminio2.

Otro hecho significativo de la Amazonia es su diversidad cultural; en el territorio viven 370 pueblos indígenas que agrupan a 1  600  000 personas pertenecientes a 24 etnias, distribuidas en 2 200 territorios le-galmente reconocidos, que ocupan una extensión de 1 970 699 km². La población total de la Amazonia se estima en cerca de treinta millones de personas3. Lo que hoy reconocemos como Amazonia es el resultado de continuos procesos de transformación del espacio geográfico y de la vida de la región a lo largo de la historia del planeta. Procesos geológicos, geomorfológicos, climatológicos, hidrográficos, biológicos y antrópicos que se suceden a diferentes escalas espacio-temporales han originado y originan una constante transformación en el paisaje amazónico, causa y efecto de la diversidad actual amazónica.

En el presente texto intentaré responder a las siguientes preguntas: ¿cuándo y cómo se conformó la Amazonia?, ¿cuál es la expresión actual del paisaje amazónico?, ¿dónde nace el río Amazonas?, ¿cuál es el recorrido del gran río? Mencionaré algunas de las dimensiones del gran río y de la cuenca, y daremos un vistazo a los paisajes amazónicos.

¿Cuándo y cómo se formó la amazonia?Los continentes que hoy reconocemos no han existido siempre. Gran-

des bloques de la corteza terrestre, que denominamos continentes, se han desplazado constantemente sobre la superficie del planeta adoptando mu-chas configuraciones a lo largo del tiempo geológico que se inició hace aproximadamente 4 550 (± 70) millones de años, y más de una vez todos los bloques (o al menos la mayoría) se han unido en un solo supercontinen-te, para separarse nuevamente.

2 Organization of American States, “Amazon river basin. Integrated and sustainable manage-ment of transboundary water resources in the amazon river basin”, Water project series 8 (2005), 1-6; consultado el 5 de noviembre de 2010 en: www.oas.org/dsd/events/english/documents/osde _ 8amazon.pdf; Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambien-te (Pnuma) y Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), “Perspectivas del medio ambiente en la Amazonia”, Geoamazonia (2009); consultado el 5 de noviembre de 2010 en: http://www.pnuma.org/deat1/geoamazonia/

3 Ibíd.

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La evidencia geológica nos muestra que en la Amazonia existen dos basamentos de origen precámbrico con rocas que varían entre 920 y 3 400 millones de años AP. En Colombia las rocas datadas tienen una edad de 1 850 millones de años4. Estos basamentos corresponden al Es-cudo de las Guayanas y el Escudo del Brasil, separados actualmente por un graben5 que los cruza en dirección oeste-este siguiendo el actual curso del río Amazonas.

Sin embargo, es muy probable que durante el precámbrico los dos es-cudos fuesen uno solo. Esta masa continental y África Occidental (Sahara actual) se unieron hace 2 100 – 2 000 millones de años, formando parte de un primer supercontinente llamado Columbia6. Este supercontinente se fracturó hace 1 800 millones de años. Las masas continentales a la deriva, empezaron a fusionarse nuevamente hace 1 500-1 300 millones de años y formaron un segundo supercontinente, Rodinia, hace aproximadamente 1 000 millones de años, según evidencia de datos paleomagnéticos.

La superficie rocosa de Rodinia carecía de toda forma de vida. La vida aún estaba confinada a formas simples que habitaban en las aguas de las plataformas marinas continentales. En esa época existía en la línea ecuatorial un clima similar al actual, pero hacia los polos el clima era más templado que el actual, sin recubrimiento de hielo. Sin embargo, hace 700 millones de años la posición de Rodinia bloqueó la circulación de las aguas tibias que del Ecuador se movían hacia los polos; como consecuencia, las regiones polares se congelaron, el hielo resultante reflejó los rayos del sol y el planeta fue cubriéndose lentamente de hielo; el océano se cubrió con una capa de 1,5 km de profundidad que produjo el aniquilamiento casi total de las formas incipientes de vida existentes, hasta que la capa de hielo se rompió debido a las separación de las placas de Rodinia, por efecto de actividad tectónica, proceso que terminó hace 630-600 millones de años.

Este breve recuento de los inicios del planeta nos muestra que una protoamazonia empezó a emerger durante el Arqueoceno. Hoy en día en-contramos esos relictos como formas de rocas ígneo-metamórficas en la

4 Mario Mejía, “La Amazonia colombiana, introducción a su historia natural”, Colombia ama-zónica (Bogotá: Universidad Nacional-FEN, 1987), 53-126.

5 Fosa tectónica formada por el hundimiento de un bloque limitado por fallas.6 L.J. Pesonen, J. Salminen, F. Donadini y S. Mertanen, “Paleomagnetic Configuration of

Continents during the Proterozoic with a Special Focus on Baltica”, Tectonophysics (C. Powell Memorial Volume, 2003), 143-146.

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base de los escudos de las Guayanas y del Brasil. Sobre ellas hubo un pro-ceso de depositación de arenas de mares someros durante el Fanerozoico Temprano, más exactamente durante los periodos Cámbrico y Ordovicio (540-248 millones de años AP). Si bien durante estos periodos hubo una ex-plosión de vida de formas multicelulares complejas, la vida estaba suscrita a los océanos, no había formas de vida terrestre.

En el devenir del planeta la formación del supercontinente Pangea durante el Carbonífero tardío (306 millones de años AP) y su fragmen-tación durante el Jurásico, hace 180 millones de años, cuando los conti-nentes empezaron a desplazarse hacia sus posiciones actuales, es un hito importante en la evolución de la vida7. Amazonia por ese entonces estaba integrada a Pangea, siendo parte de un bloque continental llamado Gond-wana. Al fracturarse Pangea, también lo hizo Gondwana para dar origen a Sudamérica, África, Australia, Indostán, Madagascar y la Antártida.

La formación de Pangea causó procesos masivos de extinción de es-pecies terrestres y acuáticas, pero la apertura de una nueva geografía abrió nuevas posibilidades para el desarrollo de formas nuevas y diferentes de vida sobre el planeta. Climáticamente hubo una zonificación similar a la que encontramos hoy en día, con la diferencia de la existencia de una at-mósfera con mayores cantidades de oxígeno y dióxido de carbono y con promedios de temperatura y precipitación mayores que los actuales, lo cual produjo una expansión mayor de selvas ecuatoriales que la ocupada hoy en día, efecto de la enorme actividad volcánica que favoreció positivamente la diversidad espacial y la biótica.

Centrándonos en la Amazonia, la fragmentación de Gondwana occi-dental ocurrió a inicios del Paleoceno hace 65 millones de años. Para ese entonces la protoamazonia conformó una primera versión de Suramérica que se separa de África por la apertura de dos rifts o depresiones alargadas que forman cuencas marginales, cubiertas por mares someros8. Durante el Paleoceno (65-54 millones de años AP) los actuales escudos de Guayanas y Brasil se mantenían fusionados9, pero, quizá durante las primeras eta-pas de su desprendimiento de África o durante su desplazamiento hacia el

7 C. Scotese, The paleomap proyect; consultado 3 de noviembre de 2010 en: http://www.scotese.com/info.htm.

8 Germán Galvis, “La región Amazónica”, Peces del medio Amazonas. Región de Leticia. Serie de guías tropicales de campo 5 (Bogotá: Conservación Internacional, 2006), 28-54.

9 C. Hoorn, “The birth of mighty Amazon”, Scientific American (2006), 52-59.

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occidente, empezó a producirse un graben en el cratón10 amazónico, con-trario a la idea que prevaleció hasta los años ochenta que considera que los dos escudos estaban separados desde el Precámbrico.

Durante el Eoceno (54-33 millones de años AP) el choque de las placas de Suramérica y la de Nazca produce el hundimiento de la segunda y el levantamiento de la primera, por un proceso que se llama subducción. Es entonces que las cordilleras de los Andes y Central en Colombia empiezan a emerger como islotes separados del resto del continente. Seguramente es-tos eventos de desplazamiento y choque profundizaron el graben surgido en el cratón amazónico por causa del hundimiento de una porción del blo-que, sobreviniendo la existencia de cuatro extensas regiones puente, geo-lógicamente denominadas arcos, que mantenían unidos los dos escudos: Arco de Iquitos, Arco de Purús, Arco de Montealegre y Arco de Gurupá.

El levantamiento de la cordillera de los Andes dejó una zona denomi-nada el Portal de Guayaquil por el cual ingresaba un flujo de agua marina proveniente del océano Pacífico. Para la época la penetración marina en dirección nororiente-sur y el flujo occidente-oriente favorecieron el ingre-so de especies marinas a las protocuencas del Orinoco y del Amazonas; hoy encontramos a sus descendientes como el delfín rosado y las rayas.

Igualmente durante el Eoceno y el Oligoceno (Terciario medio) suce-dió la emergencia de la cordillera Occidental, y en la medida de la elevación de las codilleras, sobrevino un proceso de erosión y se selló el Portal de Guayaquil. A finales del Oligoceno pudo existir un paisaje con un clima más húmedo y cálido que el actual, con enormes zonas de pantano tipo estuario. Un evento muy importante sucedido durante el Oligoceno (33-25 millones de años AP) fue la formación de la corriente circumpolar que enfrió la corriente de Humboldt, incidiendo en una marcada zonificación climática de la naciente Suramérica y con ello el efecto que esta tuvo en el desarrollo de la diversidad biótica.

Hace 15-11 millones de años, durante el Mioceno empezó a emerger la cordillera Oriental; inicialmente contribuyó con una reorientación de drenaje de aguas continentales hacia el nororiente, aumentando el cau-dal del río Orinoco; aún no había una clara apertura del Amazonas en el Atlántico. Hace 10 millones de años, el proceso erosivo de la cordillera

10 Porción de la corteza terrestre que no ha sido afectada por actividad tectónica significativa durante el Eón Fanerozoico.

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Oriental reorienta la sedimentación y el drenaje, mermando la cuenca del Orinoco y alimentando la cuenca del Amazonas, destruyendo los debilita-dos arcos y abriendo una nueva salida de las aguas continentales hacia el Atlántico por la actual boca del Amazonas; nace el Amazonas.

el río amazonas¿Dónde nace el río Amazonas? La ubicación del nacimiento del río

Amazonas fue una preocupación de los amazonólogos del siglo XX. La tabla 1 resume las expediciones efectuadas en búsqueda del nacimiento del río.

tabla 1. Expediciones efectuadas en búsqueda del nacimiento del río Amazonas (tomado de PnUmA & OTCA, 2009).

Autor Año Localidad del sitio de nacimiento reportadoSantos García 1935 Laguna Vilafro

Michel Perrin 1953 Cerro Huagra

Gerardo Dianderas 1953 Cerro Huagra-río Monigote

Helen y Frank Schreider 1968 Laguna Vilafro

Nicolás Asheshov 1969 Nevado Minaspata

Carlos Peña-Herrera del Águila 1969 Nevado Mismi-río Carhuasanta

Loren Mcintyre 1971 Nevado Mismi

Walter Bonatti 1978 Río Huarajo

Jean-Michel Cousteau 1982 Nevado Choquecorao

Jacek Palkiewicz, Zaniel Novoa 1997 Nevado Quehuisha-río Apacheta

Bohumir Janský 1999 Nevado Mismi-río Carhuasanta

Bohumir Janský 2000Nevado Mismi-región de fuentes con los ríos Carhuasanta, Cacansa, Apacheta y Sillanque

La tecnología satelital y reconocimiento en terreno mediante aparatos de posicionamiento geográfico satelital (GPS), usada por el grupo de Janský en 2000, ubica el nacimiento del río Amazonas en Arequipa (Perú), neva-do de Mismi, monte de Quehuisha, en la cordillera Chila, a 5 597 msnm, en un pequeño manantial que forma la quebrada Apacheta, situada en las coordenadas 15° 31’31” S, 71° 41’27”, a 160 km al oeste del lago Titicaca.

Las quebradas Apacheta y Carhuasanta confluyen formando el río Apurímac; este toma el nombre de río Enea a partir de su confluencia con el río Mantaro, a unos 400 msnm. Más abajo, el Enea, al confluir con las aguas del río Urubamba, se convierte en el río Ucayali, que fluye en suave pendiente hacia el norte del Perú hasta juntarse con el río Marañón, dando ambos origen al río Amazonas, o río Solimões para los brasileños. Este, al

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unirse con el río Negro, es denominado río Amazonas, hasta su desembo-cadura en el océano Atlántico.

En los Andes, el río tiene un recorrido en dirección sur-norte; al dejar la cordillera toma curso hacia el noreste; en la confluencia del Ucayali con el Marañón gira hacia el oriente y, casi en línea recta con unos pocos grados de desviación en latitud en dirección nororiente, viaja hasta el Atlántico.

El río Amazonas es el río más largo del mundo, con 6  992,06 km, aporta aproximadamente 20% del agua dulce, tiene un caudal medio de 219 000 m³/s, una velocidad media de 2 m/seg y una descarga media de 5,44 x 1012m3. Su desembocadura tiene 700 km de longitud y la fuerza de descarga avanza 200 km mar adentro.

La cuenca amazónica abarca entre 5 147 970 km² y 8 187 965 km², dependiendo del criterio utilizado para delimitarla, e incluye además tie-rras alto-andinas, piedemonte y sabanas, representando entre 4 y 6% de la superficie total de la Tierra y entre 25 y 40% de la superficie de Suramérica.

Con base en el criterio político-administrativo, la región amazónica ocupa una superficie de 7 413 827 km², que representa 54% de la superficie total de los ocho países amazónicos. Según el criterio ecológico, la región amazónica ocupa una superficie de 8 187 965 km² y de acuerdo con el crite-rio hidrográfico, la región amazónica ocupa una superficie de 5 147 970 km² (Pnuma y OTCA, 2009).

expresión actual del paisaje amazónicoDos grandes paisajes son perceptibles por cualquier recién llegado a

tierras amazónicas: el acuático y el terrestre. Veamos algunas de sus carac-terísticas específicas y distintivas.

Paisaje acuático

En la Amazonia encontramos tres tipos de aguas principales con base en características físico-químicas: aguas blancas, aguas negras y aguas cla-ras. Las aguas blancas son aguas turbias, de color marrón o café con leche. Con relación a otros tipos de aguas amazónicas, son las más productivas, con un pH neutro entre 6,2 y 7. Su turbidez se debe a sedimentos inorgáni-cos, arcillas, transportados desde los Andes a las llanuras aluviales del río. Las aguas negras se originan en las planicies amazónicas cuyos suelos son pobres en nutrientes, con altos contenidos en aluminio. El color oscuro se

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debe a presencia de ácidos húmicos y fúlvicos disueltos; el pH varía entre 4,5-5,8. Las aguas claras provienen de los escudos, cuyos suelos arenosos tipo caolinita son muy pobres en nutrientes, con pH menor de 4,5. Son aguas prácticamente improductivas y con escasa vida microbiana.

Cualquier aspecto que se estudie de la Amazonia siempre resulta ser un sistema complejo; la cuenca amazónica es en realidad una red flu-vial interconectada que conforma un mosaico complejo de cuencas. En Amazonia podemos caracterizar trece grandes cuencas. Catorce de los 19 principales afluentes del Amazonas son más largos que el río Magdalena; mientras que ocho, incluyendo el Amazonas, son más extensos que el río Orinoco1.

Paisaje terrestre

A partir del estudio del relieve y la litosfera podemos acercarnos a la comprensión del complejo mosaico de ecosistemas que conforman la Amazonia a diferentes escalas. Usando una escala geográfica pequeña po-demos observar la distribución espacial mundial de los escudos de origen precámbrico, los cinturones montañosos actuales, producto del reacomo-damiento de las placas, después de la fragmentación de Pangea y la sedi-mentación o “relleno”, producto de la denudación de las cordilleras y de los antiguos escudos. Sin embargo, para una comprensión de la fisiografía amazónica es más conveniente usar una escala continental. A esta escala podemos diferenciar tres grandes paisajes amazónicos:

i. Escudos o macizos y peniplanicies de las Guayanas y del Brasil, de edad precámbrica y paleozoica.

ii. Piedemonte andino amazónico de edad terciaria y cuaternaria, y

iii. Planicie amazónica de edad terciaria y cuaternaria.

Un mejor acercamiento a los grandes paisajes amazónicos lo efectua-mos al usar una escala de estudio regional, mediante la cual diferenciamos:

1 M. Goulding, R. Barthem y E. Ferreira, The Smithsonian Atlas of the Amazon (Princeton Editorial Associates, 2003).

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i. Escudos de las Guayanas y del Brasil1. Tepuyes

2. Área de sedimentación por denudación de los Tepuyes (formación terciario superior amazónico)

ii. Piedemonte andino amazónico

iii. Planicie amazónica1. Áreas de sedimentación por denudación andina (formación Pebas)

y denudación de los escudos.2. Sedimentos aluviales cuaternarios.

Otra forma de acercarnos al paisaje terrestre es la usada por el natu-ralista: recorrerlo físicamente, usando los caminos del agua.

En Amazonia hay dos grandes ambientes: las tierras de várzea y las tierras firmes. Várzea es un término usado para denominar las tierras que tienen una inundación periódica y regular por aguas blancas. Existe el tér-mino Igapó para referirse a las tierras que igualmente tienen inundación periódica y regular, producto del desborde de corrientes hídricas de aguas negras.

La tierra firme son extensiones de territorio que no tienen periodo de inundación alguno, su relieve es colinado y corresponde al 70% de la superficie terrestre amazónica. Tres formaciones geológicas producen este paisaje: la formación Pebas, Terciario Superior Amazónico y las formas de roca dura. La formación Pebas tiene suelos con sedimentos arcillosos, resultado de la denudación de los Andes; por el contrario, el Terciario Su-perior Amazónico tiene suelos arenosos, producto de la denudación de los escudos de las Guayanas o del Brasil. En ambas formaciones es común en-contrar una capa de carbón de lignito, debajo de los horizontes arcillosos o arenosos.

Las formas de roca dura, según Duivenvoorden y Lips, se refieren a las formas precámbricas y paleozoicas de los escudos de Guayanas y Bra-sil2. Estas formas pueden ser domos de rocas ígneas-metamórficas que se encuentran sobre el escudo de forma aislada y mesas constituidas por

2 J. Duivenvoorden, y H. Lips, Ecología del paisaje del medio Caquetá. Estudios en la Ama-zonia colombiana IIIA, IIIB (Bogotá: Tropenbos-Tercer Mundo Editores, 1993).

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un basamento precámbrico y sobre ellas rocas sedimentarias de origen paleozoico.

Finalmente, el piedemonte amazónico o paisaje andino-amazónico es otra formación de tierra firme, o zona de encuentro entre el ecosistema andino y el amazónico; es una zona de transición natural entre los dos eco-sistemas, dentro de la cual se pueden encontrar elementos de vegetación, fauna y suelos de ambos ecosistemas, compartiendo el mismo espacio; es-tas zonas los ecólogos las denominan ecotono.

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panorámiCa GeoGráfiCo-ambiental de la amazonia Colombiana

Joaquín Molano BarrEro1

la primera idea que quiero desarrollar se basa en una ima-gen de la luna en la que el segundo plano es el planeta tierra. Hemos venido haciendo unas maravillosas aproximaciones

en términos de la evolución tectónica y la evolución del planeta, pero tam-bién hemos hablado del mito y en el mito estamos fuera, es decir, con el mito nosotros habitamos el cosmos, el universo. Quisiera que rescatára-mos esa visión de contexto porque a veces nos quedamos trabajando con los mismos elementos pero perdemos esa visión. Es decir, como lo expreso acá, vamos a hablar un poco de esta región de vida en un planeta igual-mente vivo y con un satélite que regula toda la vida −no podemos hablar de vida sin la luna. Entonces dejo esa reflexión porque los indígenas y los campesinos siguen los ciclos de la luna, el ciclo femenino menstrual es absolutamente lunar, nuestra mente también se rige por la luna, es decir, es tal la importancia de la luna que uno diría “tal vez no podríamos hablar de Amazonia sin la luna”. Por eso esta imagen nos deja una primera reflexión.

La segunda idea es concientizarnos de que Sudamérica no ha sido siempre lo que es. Tenemos los fondos oceánicos con una gran dinámica de cordilleras y de dorsales submarinas, como lo eran los Andes hace unos millones de años. Entonces tenemos que recuperar una imagen y hacer un poco de imaginación (yo pienso que la imaginación es lo más importante para un aprender, para un formarse). Quitemos los Andes y vamos a poner este mar que penetra los dos escudos como nos lo mostraron ahora en las imágenes. Vamos a ver una dinámica tanto de los polos hacia la zona

1 Geógrafo, magíster en Ecología Tropical y profesor honorario de la Universidad Nacional de Colombia. Estuvo vinculado al departamento de Geografía de esta Universidad desde los años setenta. [email protected]

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ecuatorial como de la emersión de esta gran cordillera que va a acabar de configurar eso que nosotros conocemos como Suramérica. La Amazonia no es solamente la planicie, la Amazonia también son los Andes en térmi-nos de coberturas −nosotros estamos hablando de selvas a lo largo de las vertientes que miran hacia la gran cuenca amazónica.

Y aquí estamos hablando de la vida, eso que se ha desplegado por tanto tiempo para superar la entropía. Han aparecido y desaparecido con-tinentes, se han formado mares, han desaparecido sistemas montañosos, pero la vida sigue ahí. Aparecieron glaciaciones y desapareció el 96% de la vida a lo largo de la historia del planeta, pero de ese 4% que quedó somos sus herederos, es decir, representamos esa vida. Desapareció la megafauna de otros periodos, pero seguimos acá y estamos apostándole a la vida desde una perspectiva ambiental.

Existe una idea terrible que domina este momento de la historia de la humanidad: que la naturaleza inmensa, como nos la mostró el doctor Urbina, sagrada, misteriosa, mágica, asombrosa, no es sino una despensa para saquear, para explotar. Y por otro lado, somos una sociedad enferma de imaginación porque nos hemos desconectado del mito, de la sensibili-dad, por lo que es muy difícil hoy encontrar sentido. Necesitamos entonces aferrarnos un poco a los mitos y buscar un poco lo que nos invitan, afe-rrarnos a la tierra y reencantarnos para que el desencanto no nos lleve a los niveles de desesperación en una sociedad como la nuestra.

La formación geológica de lo que actualmente es Colombia destaca las cadenas montañosas emergidas en el fondo del mar, una región de lla-nos que compartimos con Venezuela y una parte de la cuenca amazónica noroccidental. La formación de este territorio podemos estudiarla desde cuando era mar, y estaba el escudo guyanés con unas plataformas que pe-netraban hasta el mar, hasta la cordillera Central, en las tierras al lado de Santa Marta, hace más o menos 100 millones de años. Si avanzamos un poquito, 60 millones de años, tenemos ya el umbral de la cordillera Cen-tral, la que va a emerger primero y ya hay unas zonas continentales don-de el mar se va retirando para posteriormente encontrar ya cordilleras un poco más definidas, la Central, la Occidental y un poco el comienzo de la Oriental. Es importante resaltar que los ríos que hoy van para el oriente antes venían para el occidente; eso también nos va a cambiar un poco la vi-sión de que ha sido el cambio lo que permanentemente nos ha mantenido, entender también cómo ha sido la construcción del territorio.

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Para conocer la Amazonia colombiana, debemos saber que también perdimos todo un fragmento en la Guerra de los Mil Días con Brasil, que entró casi hasta Mitú y luego nuestros gobernantes se dieron cuenta que era necesario pactar y le regaló un pedazo de tierra a Brasil, cerca de 300 000 km que iban hasta Manaos. Por otro lado, en las guerras con Perú hemos per-dido tierra, así como entregamos Panamá a los norteamericanos, y ha ha-bido también una serie de tratados con Venezuela en que incluso la Isla de los Monos la entregamos. Con esto quiero expresar que el territorio que tenemos es un territorio construido también política y geopolíticamente.

Esa no es la silueta del país aunque así lo represente (ahí falta la mitad porque le faltan todos los 300 000 km² de océano y 680 000 km²de mar; todo eso suma más de 2 000 000 km²; sin embargo, los niños continúan aprendiendo que Colombia tiene 1 138 000 km². Es decir, no sé por qué nos esconden la mitad del territorio, por qué vivimos de espaldas tanto a estas regiones olvidadas como a estos potenciales del océano.

Concentrémonos en la cuenca amazónica y en la porción que Colom-bia tiene. Los datos de la cuenca hidrográfica amazónica varían como lo han mostrado las exposiciones anteriores. Aproximadamente, la cuenca amazónica tiene una extensión de 9 870 000 km², que contiene el 16% de agua dulce del mundo, un flujo medio de la cuenca de 175 000 m³, una precipitación que, aunque no se conoce porque no tenemos mediciones, se calcula entre 3 000 y 15 000 mm al año. En la parte colombiana tenemos diferentes medidas. Si tomamos una genérica, la Amazonia colombiana tiene 450 000 km², de los cuales 380 000 km² están en las planicies con una gran diversidad de ambientes y tipos de selvas: selvas de piedemonte, selvas sobre el Escudo de las Guyanas, selvas blancas, selvas sobre los interplie-gues de los ríos, sobre las grandes planicies, selvas inundables con várzeas. Entonces vemos una complejidad de ambientes y no una selva sino muchas selvas, siempre en plural.

Bien, ubiquemos un poco el porqué de la selva. La selva tiene que ver con la ubicación: esta es la zona ecuatorial, la zona de convergencia de las grandes masas de agua que vienen de los océanos, que vienen de la evapo-ración, y eso nos define entonces a nosotros como un país ecuatorial, nun-ca un país tropical como dicen los libros y lo repiten en todo lado. Nosotros no somos para nada un país tropical, los trópicos están lejísimos de acá y habría que preguntarnos por qué. Entonces somos un país ecuatorial y la selva tiene relación con el mundo ecuatorial. Mundo ecuatorial que es esto: agua, agua de los océanos, las grandes masas oceánicas del Pacífico, del

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Caribe, del Atlántico central, de la evaporación amazónica, agua en forma de nubes, espesos bancos de nubes que es esa zona de convergencia. Pero agua también, nubes y glaciares en los Andes, donde nacen los ríos y que alimentan esos grandes caudales de la selva amazónica, y agua sobre las vertientes selváticas, que si no han sido devastadas, tienen unos enormes surtideros, es decir volúmenes de agua que aportan a la cuenca. En rela-ción con esa agua-selva, tenemos aquí los Tepuyes en la zona venezolana, selva sobre el antiguo Escudo de Guyanas, con los ríos negros cargados de taninos y de sustancias que provocan esa coloración, pero tenemos tam-bién agua en forma de aguaceros, de nubes que descargan, de planicies inundables, de ríos que desaguan esas planicies.

El país era un país de selvas con unas sabanas de las selvas y unas sabanas dentro de la gran sabana (los Tepuyes) en Venezuela. Colombia ha devastado sus selvas, selvas que estaban en todos los lugares. Cuan-do Rodrigo de Bastidas llega a Santa Marta, se encuentra que no puede desembarcar porque la selva es terrible, le tocó meterse por el río y luego encontrar el monte firme que estaba ya aquí, más adentro, con los guáima-ros de 70 u 80 m, una selva impresionante que luego veremos desaparecer con la colonización hispánica; los naturalistas considerarán a estas selvas naturales cuando está todo en proceso de devastación. Carecemos de una visión histórica y social de las selvas, y entonces donde ellas han desapare-cido hablamos de sabanas naturales, lo que nunca podrá ser.

También tenemos selvas en las planicies orientales copando todos los espacios con esas grandes boas, esas grandes culebras, que poblaron, que dieron origen al mundo del agua y al río. El río se alimenta del agua que lleva la selva en muchísimas condiciones y proporciones. Por otro lado, la selva está en los litorales, en las serranías, en los islotes que por acción tec-tónica se van a hundir en el mar; sin embargo, la selva sigue enfrentando la entropía.

La selva no siempre ha estado ahí, las selvas han estado en otros luga-res. Esto es el efecto de una glaciación sobre el territorio colombiano cuan-do se saturó la atmósfera y toda el agua se congeló en forma de grandes bancos sobre las cordilleras y el ambiente era completamente seco. Todos los llanos eran un desierto y un desierto litoral, que cogía también la parte Caribe, desierto en los valles interandinos: el Patía, el valle del Magdalena-Cauca, el Chicamocha-Suárez y el río Sucio. Por otro lado, ¿dónde quedaba la selva? ¿En el refugio del Chocó? ¿En la Sierra Nevada, en el Catatumbo, en el Napo, en las selvas de galería a lo largo de las planicies del Caquetá y

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del Putumayo? La selva se transformaba en sabana, sabanas por todo lado y eran simplemente refugios donde la vida tuvo la posibilidad de especiar-se, diferenciarse, generar una eclosión y tener esa diversidad que estamos conociendo hoy. Entonces de un país de sabanas con desiertos y refugios de selva, pasamos hoy a un país de selvas, sin desiertos –que no los hay en Colombia− y con algunas sabanas localizadas en el oriente del país.

La selva, ¿cómo es la selva? −yo me preguntaba ahora qué imagen tienen ustedes de la selva y, sobre todo, cuántos de ustedes han estado en ella−. Pero digamos que la selva es una conformación biológica de una gran complejidad porque es estratificada, tiene una luminosidad que disminuye en la medida en que me acerco al piso. Contrario a lo que los agrónomos han pensado y creían −que los nutrientes estaban en el suelo−, los nutrien-tes en la selva no están ahí, por eso cuando tumbamos selva y vamos a sembrar, ya no recogemos ni la semilla. La evolución de la selva hace que los nutrientes estén en el follaje y que cuando llueve esos nutrientes sean lavados y un complejo sistema radicular absorba todas las fracciones mi-nerales que se requieren en ese proceso. Entonces estas selvas ubicadas acá en Suramérica o ubicadas en la zona africana y en el sudeste asiático cons-tituyen la formación verde más hermosa, más biodiversa y más rica del planeta. Somos herederos de la matriz de vida más grande del mundo.

Hay una vida especializada en cada estrato, cada uno podría consi-derarse un hábitat, tiene sus condiciones, sus nichos, no solamente están los grandes fustes de los árboles sino que también hay sistemas radiculares descendentes que luego se encuentran. Muchos de estos bejucos son plan-tas sagradas que permiten un conocimiento de esa selva, como es el caso del yagé; 20 000 años habitando estas zonas han permitido a los humanos una construcción de la selva que les ha facilitado manejarla, construirla. Mucha de la biodiversidad es una construcción del ser humano, o sea que no estamos hablando de una selva natural, hay un error cuando pensamos que solamente los procesos naturales nos han dado esta gran complejidad de las selvas.

Ya se habló sobre la biodiversidad que existe, ahora quisiera llamar un poco la atención sobre los invertebrados −fundamentalmente los in-sectos−, dado que se considera que la Amazonia tiene un 85-90% de los insectos del mundo. Y era lo que nos preguntábamos: ¿quién siembra esas selvas, quién las poliniza, quién nos da esa posibilidad? Los insectos, que serán el futuro de la humanidad, por eso no más repelentes.

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Entonces este mundo de la Amazonia es una región de agua impre-sionante en un mundo donde el agua escasea. Las guerras del agua ya se están dando, por eso se está privatizando el acceso al agua. Esto es parte de lo que tenemos que defender, estas intervenciones que ya aparecen en forma de vías que hacen parte de sistemas de extracción que se han hecho a lo largo de la historia. Desde que aparecieron los europeos en esta tierra hubo otra mirada y otra manera de reconocernos con un desconocimiento del mundo a donde habían llegado. Entonces este mundo empezó a ser visto como una despensa, como un territorio diverso para conseguir me-dicinas, transgénicos, armas biológicas; es un banco genético y la industria biotecnológica está sumamente preocupada por apropiar esos recursos de la vegetación, del subsuelo −ya aparece por ahí la biopiratería−, o sea un saqueo de los recursos con complicidad del Estado, un Estado arrodilla-do que entrega todo a la explotación industrial con una base científica y militar de explotación. Muchas veces nuestras universidades no son sino agentes de esto. Así se fortalece el bionegocio, que lo vamos a mirar a través de la acción de las transnacionales, de la privatización, de la desnaciona-lización y de la pérdida de autonomía del país. Esta producción acuática también ha sido subvalorada pues tenemos 2 000 o 3 000 especies de peces, pero ¿de qué nos sirve? Carrefour está en una campaña intensa en el Gua-viare medio y el bajo Guaviare diciendo “compramos todo lo que saquen”. La guerrilla había establecido una veda y en este momento están acabando con eso. O sea, eso está en manos no nuestras ni en el manejo nuestro, ni en la gestión nuestra, ni en el ordenamiento territorial, ni en las políticas de sustentabilidad: esto es un territorio para agotar, para destruir.

Ese ha sido el manejo de la selva, el modelo europeo de talar, luego dejar un tiempo que se seque un poco el follaje, entrar, prender y luego po-trerizar para ganado que acarrea erosión, como lo pueden ver en diferentes sitios. Ahí está la frontera, los indígenas huyendo, campesinos entrando −colonos penetrando− para generar un tipo de paisajes como la devas-tación contigua a la carretera transamazónica. Si uno muestra una foto de la luna y otra de la carretera transamazónica, no encontraría mayores diferenciaciones. La tecnología de punta con toda la infraestructura y con todos los aparatos sacando estas pequeñas piezas de madera que son esos árboles; se están llevando 500 años ahí en ese vehículo y esos árboles son sagrados; ahí estaban los dueños de la selva, ahí están los seres mitológi-cos, ahí está la puerta de los espíritus que conservan; pero vean: ya son los ataúdes de los espíritus.

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Y así, ¿qué nos queda de las selvas del país, de ese país de selvas que ha sido completamente devastado? Todos esos son sistemas ya más europeos, sistemas agropecuarios, ganaderos, plantaciones. Quedan refugios de selva en el Catatumbo, un poco en el Carare, en el Magdalena medio hacia San Lucas, el Chocó biogeográfico, pero están sufriendo una penetración de las industrias madereras y bananeras que están agotando todo ese sector; también hay extracción camaronera. A partir de la Macarena por el Yarí, por el Guaviare, toda la parte de Caquetá y Putumayo, hay rotulaciones por minería. Todo este país era un país de selvas que se están menguando. Entonces yo quiero también llamar un poco la atención: no es la selva ama-zónica lo que hemos heredado, era un país que se ha devastado y que no lo hemos podido conocer.

Es una ignominia. Yo creo que puede decir muchas cosas, porque, piensen ustedes, es la humillación, el oprobio, la barbarie, la esclavitud. La extracción de la cauchería en la Amazonia agotó poblaciones enteras, provocó desplazamiento y la violencia más grande que se pueda conocer en el país, a pesar de lo que conocemos hoy. Se puede leer en El libro rojo del Putumayo2 y los invitaría a que miren esta situación que, aunque era una visión extranjera, daba cuenta de lo que estaba pasando. La actividad extractiva la quiero mostrar un poco con esto; son muchas las cosas que salen de allí. El extractivismo es un sistema que produce pobreza, miseria, porque la riqueza que se saca de ahí, ya sea oro, sean peces de colores, sean pieles, plantas, lo que sea, ese valor que se saca no se reinvierte. Entonces, cuanto más saquemos, más pobreza y más miseria podemos encontrar ahí.

Ahora miremos cómo ese mundo nos es negado y hablemos entonces de megaproyectos y mercados. Estamos en una sociedad donde la manera como vestimos la determina el mercado, los lugares por donde andamos los traza el mercado. Es preocupante incluso que nuestra manera de pen-sar y de sentir esté dada así. Voy a hablar de algunas organizaciones de tipo mundial que tienen total interés sobre este territorio, el territorio co-lombiano en todas sus expresiones. Pongo el ejemplo de dos fundaciones financiadas por el Banco Mundial, la FAO, la ONU, la Comisión Europea, el Departamento de Estado de Estados Unidos, entre otros, y por gobiernos; hay intereses de Austria, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Italia, Francia,

2 Roger Casement, El libro rojo de Putumayo, N. Thompson (ed.) (edición española de Arbo-leda Valencia, 1913).

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Alemania, Reino Unido, Japón, Holanda, Noruega y España. Hay ONG que son patrocinadas por estos gobiernos y que llegan a nosotros como enti-dades simplemente para prestarnos ayuda y para hacer una conservación, y para la cual nos invitan a trabajar y a vincularnos a ella. Eso nos pone también en una alerta de que no todas las ONG son buenas, con un con-cepto muy cristiano de lo bueno y lo malo, sino que van a generar algunas otras cosas.

Está Conservación Internacional, una organización que canaliza mu-chísimo dinero. Tiene su sede en California, recibe enormes cantidades de dinero de estos lugares y trabaja con muchas empresas que constituyen una amenaza que tenemos porque esas que se constituyen como corpo-raciones o empresas multinacionales son las que verdaderamente están apuntando y están desarrollando. Es muy importante entender que es una conservación que tiene una connotación política de fondo porque se trata fundamentalmente de conservar sin la gente, o sin la cooperación de la gente, y conservar para mantener los recursos que luego serán explotados y serán llevados.

Pero nada de eso se sostiene solo. Hay un aparato militar que ustedes ya conocen, son bases militares. En Colombia hay siete bases militares. En toda la región hay bases militares de Estados Unidos y el Proyecto Verde del Banco Mundial; es una economía de guerra. Por eso, cuando hablamos de ecosistemas estratégicos, estamos diciendo que son útiles y que nos van a dar agua y recursos y que hay que conservarlos y que hay que venderlos. Que son un recurso económico y que hay que convertirlo en plata. Real-mente es una economía de guerra y la estrategia es de guerra; entonces no-sotros tenemos que pensar “nos han declarado la guerra”, y esa Amazonia tan bella, tan hermosa, tan profusa, tan diversa, está atacada por la guerra y tenemos que hacer ese tipo de reflexión porque nos hemos desconectado, el modelo en el que estamos nos ha desconectado: no significa nada para nosotros un árbol, un mito, o el agua pura que no está embotellada; eso no significa nada. Nosotros esperamos que el agua salga por una canilla, por una llave en la casa, que los productos lleguen en algún mercado, y nos hemos desconectado. Hay una ruptura profunda y esa ruptura se sostiene con la guerra.

En Estados Unidos los carros en la parte de atrás llevan unas cin-tas grandes que dicen “respaldemos nuestras tropas, apoyemos nuestras tropas”; lo dice toda la población y les ponen eslóganes en los carros

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PAnorámicA geográfico-AmbientAl de lA AmAzoniA colombiAnA

porque obviamente es una economía donde todo lo que se come lo genera la guerra.

La integración de Suramérica es otra propuesta que han hecho para poder saquear todos los recursos. Esto surge dentro del ALCA en 2000 y el propósito es crear una infraestructura para sacar mercancías, extraer y comercializar materias primas del suelo y subsuelo, biodiversidad y recur-sos estratégicos. Esta integración que se llama IIRSA está en 12 países, tiene 506 proyectos, 51 en Colombia, y se organiza en diez ejes para comunicar sectores y países. Quiere conectar el Atlántico y el Pacífico por carretera, hidrovías, puertos fluviales, autopistas, y convertir todos estos recursos de nuestras selvas y montañas en simples zonas de saqueos. Esta es la forma como se hace un ordenamiento territorial desde la perspectiva de la gue-rra, de las multinacionales y demás.

Nuestra vida es nuestra obra de arte, en ese sentido es construida, y somos seres que transformamos los ecosistemas, los entornos, pero care-cemos de esto: no tenemos una proyección. El destruir no nos construye −esto es parte de nuestra gran angustia−. Lo racional sí puede hacernos superiores pero no responsables y cada vez somos menos esenciales. Un campesino de Brasil le hace este poema a su hijo, que quiero parafrasearlo como una reflexión final. Dice −hablando de su hijo, lo que es, lo que re-presenta− que su hijo es hijo del río, hermano de las semillas, que navega en la esperanza con la fuerza de la creación, nacido del aire, del viento y de las selvas, del brillo y de la luz, que la vida conduce por donde él quiere, él es de tierra, es de agua, es de arena, él es barco y timonel, es madera, es piedra, es herramienta, pescador, aventurero. Él es el centro de todo, es el comienzo y el fin, es todo lo que acontece. Hace grande su mundo peque-ño. Es la esperanza, es la esperanza mía, es la semilla de la semilla. Él es apenas gente, así como yo.