Globalidad y Educación (Francisco Altarejos)

48
GLOBALIDAD Y EDUCACIÓN ORIENTACIONES DE GLOCALIZACIÓN Francisco Altarejos Masota RESUMEN: La globalización no es buena ni mala: es una oportunidad que puede aprovecharse o no; para ello se debe comprender su sentido y su alcance. El pensamiento ideológico es insuficiente porque la globalización lo supera: más que globalizar, se debe glocalizar. El objetivo es la integración económica, cultural y social; y el problema es la cuestión de la identidad si se entiende ésta como valor general. Si se entiende como referencia al origen, la educación tiene mucho que aportar. Son muy importantes: la educación de la afectividad, la educación de la imaginación y la educación para la solidaridad. La glocalización es una oportunidad para transformar positivamente la educación. 1. La globalización: más allá de las ideologías. El cambio social es un asunto que ha dado lugar a incontables reflexiones y discursos teóricos desde hace décadas; y desde todas las perspectivas de análisis se ha resaltado unánimemente un elemento crucial: la vertiginosa y creciente aceleración de dicho cambio social en el último siglo. Parecería entonces que el factor sorpresa que entraña todo cambio habría sido conjurado por el ingente estudio y la ineludible conciencia del mismo; que se estaba curado de 1

Transcript of Globalidad y Educación (Francisco Altarejos)

GLOBALIDAD Y EDUCACINORIENTACIONES DE GLOCALIZACIN

Francisco Altarejos Masota

RESUMEN: La globalizacin no es buena ni mala: es una oportunidad que puede aprovecharse o no; para ello se debe comprender su sentido y su alcance. El pensamiento ideolgico es insuficiente porque la globalizacin lo supera: ms que globalizar, se debe glocalizar. El objetivo es la integracin econmica, cultural y social; y el problema es la cuestin de la identidad si se entiende sta como valor general. Si se entiende como referencia al origen, la educacin tiene mucho que aportar. Son muy importantes: la educacin de la afectividad, la educacin de la imaginacin y la educacin para la solidaridad. La glocalizacin es una oportunidad para transformar positivamente la educacin.

1. La globalizacin: ms all de las ideologas.

El cambio social es un asunto que ha dado lugar a incontables reflexiones y discursos tericos desde hace dcadas; y desde todas las perspectivas de anlisis se ha resaltado unnimemente un elemento crucial: la vertiginosa y creciente aceleracin de dicho cambio social en el ltimo siglo. Parecera entonces que el factor sorpresa que entraa todo cambio habra sido conjurado por el ingente estudio y la ineludible conciencia del mismo; que se estaba curado de asombro ante la vivaz y constante novedad que acarrea el cambio y que emerge incesantemente en la vida social actual. Pero ha sido una expectativa ilusoria: la sencilla experiencia cotidiana muestra que el desconcierto y el estupor conforman la actitud comn de los cambios actuales; todos ellos enmarcados en el fenmeno de la globalizacin. Siendo la globalizacin el ltimo eslabn en la cadena de transformaciones que ha definido a occidente en el siglo XX, ofrece una dinmica que desborda toda previsin razonable ante el futuro. Hasta ahora, los efectos del cambio social pasmaban retrospectivamente, es decir, en la consideracin del cercano pasado desde el inmediato presente; caba decir con buen sentido, aunque vagamente, que el mundo no es lo que era. En verdad, lo que en la situacin actual puede decirse certeramente, aunque con confuso sentido, es que el futuro ya no es lo que era.

Ante el singular tipo de cambio que desata la globalizacin cunde un sentimiento generalizado de desamparo que tiende a paralizar la inteligencia y suspender el juicio; lo que conlleva la congelacin de las decisiones de accin. Cuando la magnitud, la intensidad, y sobre todo el sentido del cambio escapan al control de la razn instrumental que ha dominado el siglo pasado y an impera en el amanecer del siglo XXI la inteligencia queda embotada, dando paso a una sensibilidad exacerbada que parece ser la nica fuente de respuestas ante la marcha imparable de la globalizacin. Por ejemplo, la pregunta propia del cambio revolucionario, emanada de la conciencia de la transformacin radical que deba gestarse, era antes qu hacer? Ahora, ante el desvalimiento intelectual y afectivo que genera la globalizacin, la pregunta que surge es qu pensar? Por aqu empiezan y al tiempo, lamentablemente culminan para tantos y tantos el irritante desasosiego y las reacciones atolondradas ante la globalizacin.

No se sabe qu pensar. Esta aturdida ignorancia es debida a que la fuerza del dinamismo globalizador ha arrollado al pensamiento ideolgico desde el que se ha venido afrontando hasta ahora la realidad social. La globalizacin ha rematado con la

completa oscuridad el augurado crepsculo de las ideologas; ha sido el inexorable ocaso del pensamiento ideolgico. Otra cosa es que algunos, e incluso muchos, no se hayan enterado. El esquema antinmico derecha-izquierda del pensamiento ideolgico sigue siendo una referencia constante para muchos, pero lo cierto es que se revela inoperante y desbordado para ofrecer ideas vlidas ante la globalizacin. La derecha pierde el escaso crdito que le quedaba al formular su argumento definitivo a favor de la globalizacin: es un hecho, y hay que aceptarla. No vale, sencillamente, porque es nico y, adems, no es argumento, sino mera experiencia de la realidad. La tonalidad afectiva en la derecha acaso sea ms calmosa y relajada; pero se debe a la insensata inconsciencia, a la suspensin del inters por la dinmica social. La tranquila despreocupacin hacia los efectos de la globalizacin como si no fuera con uno es una actitud casi inhumana; no por ninguna crueldad, sino por la inconsciencia intencionalmente querida: manifiesta una acomodada insensatez que propicia una connaturalidad con la estupefaccin, la cual con todo rigor, puede llamarse estupidez.

Respecto de la izquierda, la situacin es algo ms compleja, aunque a la postre, igualmente estril. Leszek Kolakovski, pensador marxista y honesto, publicaba hace casi medio siglo un slido texto sobre el significado del concepto izquierda. Sin preocupaciones por lo polticamente correcto en marzo de 1968 fue expulsado de su ctedra de Varsovia por su antiestalinismo afirmaba la negacin como primordial nota distintiva de la izquierda, pues la izquierda y sta es su caracterstica inmutable e indispensable, aunque no suficiente constituye un movimiento de negacin frente al mundo que el hombre encuentra ante s. Esto nos hace ver que la izquierda es una actividad constructiva; es, simplemente, la tendencia a modificar las cosas (Kolakowski, 1970, 157). Pese al tiempo transcurrido desde su redaccin, esta tesis sigue siendo enteramente vlida, definitoria del sentido del concepto de izquierda, sea sta poltica, econmica, cultural o social: la tendencia a modificar las cosas (se sobrentiende: las cosas que deben ser modificadas para bien del hombre). Por ello, esta actitud radical es constructiva, aunque a veces deba realizarse partiendo de una inicial fase destructiva. Pero el acto de la sola negacin no basta para definir a la izquierda; pues existe tambin, en efecto, una tendencia a las modificaciones retrgradas (Ibidem, 158) Para hablar con rigor, las modificaciones realmente de izquierdas deben tener un sentido utpico caracterstico que debe ser declarado como tal sin vergenza ni temor. No obstante, este segundo carcter aadido a la negacin no es secundario respecto al sentido, pues la izquierda viene definida por la negacin, pero no slo por ella, sino ms bien por la orientacin de su negacin; es decir, por el carcter de su utopa. (Ibidem). La izquierda siempre ha sido utpica, y esto, lejos de ser un desvaro ilusorio es para Kolakowski el mayor signo de lucidez poltica y social, pues resulta evidente que la existencia de la utopa en cuanto utopa es una condicin indispensable para que alguna vez deje de serlo. (Ibidem, 160)

La cuestin es que, si actualmente la izquierda pretende asumir en cuanto tal el protagonismo del rechazo a la globalizacin y la direccin de la lucha frente a ella, realizando as el carcter de negacin que le es propio, sin embargo, se frustra en tanto que izquierda por la notoria falta de utopa. Muchas veces se ha criticado a la izquierda su falta de programa, pero contemplado desde la visin de Kolakowski, sta no es siquiera una crtica, pues lo esencial no es lo programtico, sino lo utpico. El problema es que, ante la globalizacin, la izquierda no slo no ofrece un programa esto no importa, pues sera inconsistente en ella, sino que no formula una utopa, quedndose en la pura negacin. Admitiendo siquiera como hiptesis provisional los malficos efectos de la globalizacin, cabra preguntar entonces por la alternativa utpica que se ofrece. Y la nica respuesta que se obtiene es el silencio: tras la negacin total de la globalizacin, no hay una utopa de la que echar mano. El vigoroso manantial de utopas del siglo XX se ha desecado debido al avance desertizador del pragmatismo poltico y social: al cabo, aun los llamados movimientos antiglobalizacin, en su financiacin, organizacin y comunicacin, estn completamente globalizados. La carencia de respuestas a la simple pregunta anterior qu pensar? manifiesta que la globalizacin ha superado el esquema elemental de derecha-izquierda, y con l, el pensamiento ideolgico que lo sustentaba. Si queremos conocer y hacernos cargo mnimamente del fenmeno de la globalizacin, la primera e indispensable condicin es pensar ms all de las ideologas; no por encima, por debajo o colateralmente a ellas, sino fuera de ellas.

2. La globalizacin: de la economa a la cultura y la tica (y vuelta)

En verdad, y an en medio de todas las incertidumbres que suscita la globalizacin, existe un consenso pleno respecto de un elemento: el papel decisivo de la educacin para afrontarla. Este reconocimiento aparentemente honroso para el pedagogo es sin embargo, en el mejor de los casos, un flatus vocis, una expresin vaca de sentido.

Lo ms comn en esta reiterada apelacin al poder curativo de la educacin es una descarga colectiva de responsabilidad social, que se enmascara en una voluntarista y ciega fe en el hombre, el cual se piensa resolver los problemas si dispone del blsamo salvfico de la educacin. Este talante afectivo, bienintencionado sin duda, revela no obstante una ignorancia radical sobre el real sentido de la educacin, fruto del pensamiento ideolgico inercial. Pues la educacin no consiste en ayudar al hombre a resolver sus problemas, sino en asistirlo para su mejora y su crecimiento humano, desde el cual deber l y no la educacin resolver los problemas. No obstante, la educacin juega un papel importante en el entramado, y conviene perfilarlo lo ms que se pueda.

La educacin debe hacerse cargo del sentido y la dinmica de la globalizacin, no para solventar los riesgos que encierra, sino simplemente para habrselas con ella desde la intencionalidad pedaggica propia; es preciso que la educacin cuente con la inevitable incidencia que la globalizacin tiene en las prcticas educativas. Esta perspectiva presenta a la globalizacin no como algo malo, bueno o regular, sino sobre todo como una oportunidad, o ms bien como un haz de oportunidades segn sus distintas dimensiones: econmica, cultural, social, poltica y, naturalmente, pedaggica. No hay en ella bonanza de suyo, pero tampoco es riesgo ominoso: es un desafo histrico que se despliega en los retos educativos de la globalizacin.

Esta consideracin no es una invitacin a una romntica aventura; el guin no est escrito previamente a la accin, y sta puede acabar tanto en xito como en desastre. Lo primero de todo es admitir con serenidad y afrontar con gallarda la incertidumbre; pues sta es un severo obstculo afectivo y racional que slo puede remontarse abrindose sencillamente a la bsqueda de la verdad y aceptando humildemente la imprevisin constitutiva de la libertad (Rodrguez Sedano y Altarejos, 2001, 60) As, no cabe reserva mental ni temor emotivo ante el reconocimiento de que la globalizacin es un fenmeno de naturaleza original y primordialmente econmica.Caben diversos y decisivos matices a esta afirmacin, derivados todos ellos del hecho incontrovertible de que la globalizacin no slo es un proceso econmico. Pero lo primero es lo primero; y primariamente, la globalizacin sin duda es un fenmeno econmico.

Desde esta perspectiva cabe atender a las declaraciones del Fondo Monetario

Internacional, que ofreca hace siete aos una definicin bastante completa de la globalizacin: el proceso de acelerada integracin mundial de las economas, a travs de la produccin, el comercio, los flujos financieros, la difusin tecnolgica, las redes de informacin y las corrientes culturales.

Otra definicin ms prxima en el tiempo es la de Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economa en 2001, y que incide en los mismos parmetros de la anterior: la integracin ms estrecha de los pases y pueblos del mundo, producida por la enorme reduccin de los precios de transporte y comunicacin, y el desmantelamiento de las barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimientos y (en menor grado) personas a travs de las fronteras (Stiglitz, 2002, 34).La economa es pues la primera fuente de datos para establecer, siquiera provisionalmente, un primer perfil de la globalizacin. Y cuando se apresta la bsqueda de dichos datos cientficos sobreviene la sorpresa, pues no se corresponden con los hechos (sic) que segn las voces ms difundidas en los medios de comunicacin caracterizan a la globalizacin. Una breve muestra puede ser la siguiente:

a. El final de la 2 Gran Guerra o Guerra mundial marca para muchos el balbuceante inicio del proceso de globalizacin; tomando esa fecha como referencia, resulta que el PIB (producto interior bruto) mundial se multiplica por cinco desde 1950 hasta 1999, y el comercio mundial se multiplica por veinte slo hasta 1995 (World Trade Organization).b. A lo largo del siglo XX la poblacin mundial se multiplica por cuatro, mientras el PIB lo hace casi por veinte; (Toribio, 2001, 13) c) como promedio, los seres humanos son hoy cinco veces ms ricos que cien aos atrs; como ejemplo puede valer el caso de China, que duplica su renta por habitante en slo siete aos (1980-87), mientras que alcanzar el mismo nivel de crecimiento econmico le haba costado cincuenta y ocho aos al Reino Unido (1780-1838), cuarenta y cinco aos a EE.UU. (1839-1886) y treinta y cuatro a Japn (1885-1919) (Ibidem).c. Un porcentaje del 66% de la poblacin mundial goza de un desarrollo humano medio frente al 55% de veinte aos antes, y los pases calificados de bajo desarrollo humano han descendido del 20 al 10% en el mismo perodo (Human Development Report, 1999).d. Entre 1975 y 1999 el desarrollo humano ha variado del siguiente modo: poblacin con desarrollo alto, de 650 a 900 millones; poblacin con desarrollo medio, de 1.600 a 3.500 millones; poblacin con desarrollo bajo, de 1.100 a 500 millones (Held & McGrew, 2003, 96).Es incontestable que la riqueza mundial ha aumentado vertiginosa y prodigiosamente en las ltimas dcadas gracias a los procesos globalizadores. Nadie puede negar esto sin mendacidad, sin renunciar conscientemente a la veracidad. Pero este indudable beneficio para la poblacin mundial no es el bien completo para la humanidad; incluso entraa el riesgo de reportar grandes perjuicios a muchas poblaciones. Tambin hay datos negativos que inducen al pesimismo: a. En la ltima dcada del siglo XX el nmero de pobres aument en casi cien millones: de 2.718 millones de personas cuya renta diaria era de dos dlares en 1990, se pas a 2. 801 millones en 1998 (Global Economic Prospects, 2000, 29).b. Sigue mantenindose la pobreza en el mundo y el riesgo de que crezca parece intensificarse, pues el crecimiento econmico de la mayora de los pases no conlleva

c. la retencin de los beneficios, sino que stos van a parar a los pases acaudalos, que son tan slo un 10% (Stiglitz, 2002, 44).d. El porcentaje del PIB mundial correspondiente a la exportacin de mercancas aumentaba 12,6 puntos entre 1959 y 1998; pero mientras el de Europa Occidental suba 27,1 puntos, el de Asia slo creca en 8,4; el de Amrica latina en 3,7 y el de frica descenda 0,3 puntos (Maddison, 2001, 127).e. Pese al creciente traslado de factoras y oficinas de servicios de empresas multinacionales a pases en vas de desarrollo, el balance de su ubicacin entre los pases que importan y se quedan la mayor parte de los beneficios econmicos y los que los exportan y pierden es gravemente desigual: las quinientas multinacionales ms grandes del mundo se reparten as: el 97,8% se ubica en nueve pases (desde el 35,8% de EE.UU. el 29,6 % de la Unin Europea, hasta el 2,45 de Corea del Sur e incluso el 0,6% de Brasil con 3 multinacionales); el restante 2,2% (11 multinacionales) se reparte por el resto del mundo (Rugman, 2001, 8).f. Si se divide la poblacin mundial en cinco segmentos del 20% cada uno, la distribucin de la renta se cifraba as en 2001 (Wade, 2001):

Los ms ricos: 82,7%.

Los segundos: 11,7%. Los terceros: 2,3%. Los cuartos: 1,9%. Los ms pobres: 1,4%.Obviamente, estos pocos datos no permiten obtener ninguna conclusin, siquiera provisional, sobre el balance econmico de la globalizacin; apenas son unas pinceladas, unas hebras en el intrincado tapiz de la economa mundial. Pero s que son unos indicios suficientemente significativos para destacar un elemento esencial en la comprensin de la globalizacin: la consideracin de la globalizacin no debe ser global. La visin global de la realidad, sin falsear su consistencia, slo la muestra parcial y reducidamente por causa de su carcter abstracto. La realidad siempre es concreta; est conformada por elementos o seres particulares, y en el caso de los seres vivos, tambin por las relaciones que hay entre ellos; y tanto los unos como las otras slo son recogidos dbilmente por la inevitable abstraccin de la forma general o global. Si se entiende y acepta esto, se ve la realidad ms amplia y matizadamente; por ejemplo, no hay reparo en admitir que para algunos en Occidente los empleos poco remunerados de Nike en el Oriente sern explotacin, pero para multitudes en el mundo subdesarrollado, trabajar en una fbrica es ampliamente preferible a permanecer en el campo y cultivar arroz (Sitglitz, 2002, 28).La referencia a lo concreto es una necesidad imperiosa para la comprensin de la globalizacin, y su primera consecuencia es la exigencia de desbordar el marco estrictamente econmico, pues evidentemente la realidad humana no puede agotarse en las relaciones econmicas, aunque se despliegue desde ellas como la base radical de su dinamismo.

Se precisa una elevacin sobre el nivel meramente econmico de anlisis y reflexin; puede hablarse de superacin, pero no con el sentido de prescindir o abandonar lo superado, que permanece constantemente.

Tal superacin del nivel econmico remite a niveles superiores: a la cultura y a la tica. Desde stas, por ltimo, deber realizarse el debido retorno al nivel inferior; desde la comprensin cultural y tica de la globalizacin debe haber una vuelta a la regulacin de la economa, para poder mejorarla; esto es, para poder humanizarla. La economa en esto, como la educacin no resuelve los problemas humanos; slo ayuda al crecimiento del hombre, de los seres humanos concretos de quienes depende la resolucin de todo problema.

3. La glocalizacin, incgnita de la globalizacin.

Superando el nivel econmico de la globalizacin constitutivo esencial, pero no nico ni decisivo y abrindose a la consideracin completa de la misma, se amplia la visin, y puede decirse con verdad que la globalizacin, dicho llanamente, designa la escala amplificada, la magnitud creciente, la aceleracin y la profundizacin de los flujos y patrones transcontinentales o de interaccin social (Held y McGrew, 2003, 13). Esta definicin trasciende el nivel econmico, pero no lo abandona sino que se abre a lo cultural e incluso a lo tico, pues estos tres aspectos de la dinmica social caen igualmente bajo la rbrica de patrones transcontinentales.

Las tres dimensiones econmica, cultural y tica aparte de otras, como por ejemplo la religiosa o la poltica generan en efecto patrones o pautas de conducta que manifiestan en la vida social las ideas y los sentimientos compartidos en una colectividad. En ellas se expresan los rasgos o notas distintivas que afloran enseguida en la interrelacin entre los diversos grupos humanos, sean stos considerados como diferentes por las peculiaridades de carcter tnico, nacional o regional, lingstico, etc. Aqu radica la fuente de los reales problemas e impedimentos para una plena globalizacin. Los antagonismos y las desigualdades econmicas, por graves que sean, pueden vencerse con el tiempo y un adecuado tratamiento; por ejemplo, mediante una mejor regulacin de las relaciones internacionales y una perseverante correccin de los injustos desniveles en la distribucin de la riqueza mundial. Pero para esto se precisa ante todo una comprensin operativa de que la diversidad no es un obstculo insalvable, sino un elemento enriquecedor del encuentro, de la acogida y la comunicacin realmente humanas.

Una pista sugerente que ofrecen las tres definiciones expuestas es su comn afirmacin de la integracin y la interaccin de fuerzas y tendencias. Parece un detalle nimio por su obviedad, pero su inmediata consecuencia es de gran peso para la comprensin y la orientacin de las acciones requeridas en un mundo globalizado: cuando se busca la integracin de las diferencias se va a favor de la dinmica globalizadora. En la presente situacin no hay que ir contra corriente, sino en pos de la misma, aprovechando su energa para sortear los reales obstculos, fruto de los enquistados ncleos de resistencia a los procesos globalizadores. Hay, en efecto, colectividades que mantienen tozudamente la separacin y la alienacin respecto a los otros, clausurndose conscientemente en s mismos y aceptando el aislamiento mundial.

El caso paradigmtico es el Cuba, pas sustentado en una economa, una cultura y hasta una tica la moral revolucionaria extraadas del resto del mundo. Como Cuba, otras colectividades nacionales hacen de la renuencia su actitud propia y casi exclusiva en las relaciones supraindividuales. Son especmenes supervivientes del pasado reciente en la inmediata actualidad; pero estn fatalmente condenados a su futura extincin porque no se han enterado de la actual dinmica poltica y social de desmantelamiento de las barreras artificiales [las fronteras], como deca J. E. Stiglitz.

La globalizacin muestra que la confluencia de intereses dispares, y a veces incluso contrapuestos, no lleva necesariamente a la confrontacin, sino que cabe la cooperacin mejorando y fortaleciendo dichos intereses aparentemente incompatibles; La integracin no slo es posible, sino imprescindible por la propia dinmica de la globalizacin; las diferencias, cuando menos, deben ser limadas o suavizadas a fin de propiciar el encuentro que potencia y requiere el proceso globalizador. Y aqu precisamente est la fuente de la problemtica globalizadora: las

diferencias y no slo ni principalmente las econmicas existen, y ms acendradas de lo que acaso caba esperar. La resistencia tendencial a la integracin en muchos grupos humanos es la traba que obstruye el despliegue de los efectos benficos que entraa la globalizacin; la rmora que paraliza el impulso natural a la comunicacin de todo tipo de bienes. No slo se debe dejar de lado el pensamiento ideolgico de los siglos XIX-XX; tambin es preciso olvidar ya otros atavismos culturales, como el liberalismo econmico de A. Smith del XVIII, y ms an el materialismo mecanicista y salvaje de T. Hobbes del siglo XVII, pues definitivamente se ha comprobado que si es verdad que el hombre es un lobo para el hombre, slo lo es para individuos depravados o en situaciones sociales patolgicas. Lograr una equitativa distribucin de la riqueza mundial es perfectamente posible y deseable por encima de otras muchas cosas. Lo que no es admisible es la abatida resignacin y la abdicacin de la responsabilidad personal ante los mecanismos meramente econmicos para su logro: stos slo sern fecundos si se asientan en una determinada voluntad de integracin a todo nivel. La integracin parece ser un objetivo preciado, y el sentido de fondo del proceso globalizador cobra entonces nuevas luces. Conviene pararse a pensar en ello.

El diccionario no ofrece aqu apenas recursos, pues si integracin es la accin y efecto de integrar, e integrar se define como constituir las partes un todo, el concepto se aclara algo, pero dbilmente. No obstante, dejando la semntica y atendiendo a la etimologa se avanza significativamente, pues integracin viene del latino integer, que significa entero, intacto, puro. En el origen filolgico se percibe un aspecto importante para avanzar en la indagacin: caben grados de intensidad en

el significado: se puede estar ms o menos integrado objetivamente hablando, y no slo en el mero sentido subjetivo o psicolgico.

Para completar el anlisis es menester trascender la lingstica y abrirse a la lgica. La integracin forma un todo desde la reunin de unas partes. La distincin entre las diversas clases de un todo, es una clsica doctrina lgica que se enmarca en el estudio de la definicin, oposicin y especialmente la divisin de los conceptos. Segn ella debe distinguirse entre un todo integral, un todo virtual o potencial y un todo de orden (Sanguineti, 1982, 78). El todo integral es el resultante de una composicin real; sus partes o componentes pueden ser esenciales (el hombre es un compuesto de materia y espritu), o bien cuantitativas (una casa se compone de ladrillos, cemento, vigas, etc); se habla aqu de partes integrales.

En segundo lugar, el todo virtual es aqul compuesto de partes potenciales, las cuales tienen participadamente lo que el todo posee en plenitud, al modo que las funciones administrativas y las gubernativas se integran en el todo superior que forma el poder poltico.

Por ltimo, en el todo de orden las partes son elementos individuales y substantes, como ocurre en una galaxia, en un ejrcito, en una nacin o en una familia; en este caso, los individuos no son responsables de las acciones del todo, y viceversa.

Cul de estos tipos es el ms conveniente para la integracin que reclama y postula el proceso globalizador? Sin duda, el objetivo de toda integracin transnacional, econmica, cultural o tica es formar un todo de orden, pues la referencia es la diversidad de pueblos y personas que pueden obrar de suyo, es decir, separadamente de las otras partes o elementos del todo integrado. La cuestin estriba en dilucidar si el inicial todo de orden es la culminacin o slo el punto de partida; o sea, en determinar el grado de intensidad de la integracin deseable. Aqu

emerge el espinoso pero decisivo asunto de la participacin social; espinoso porque la confusin generalizada respecto al trmino y al concepto de participacin amenaza con vaciarle de sentido en la praxis social; decisivo, porque pese a todos los pesares, la participacin es determinante para la convivencia humana; la educacin para la participacin es requisito sine qua non para la formacin de la ciudadana democrtica; y en ltima instancia resulta dirimente para la existencia de una autntica comunidad humana. Conviene detenerse un poco para considerar el orden de prelacin de estos conceptos. Cabe una comunidad humana no conformada democrticamente, pero no es posible una verdadera comunidad si no se tiene parte en algo comn, esto es, si no hay participacin. As, al ser la participacin la esencia de la comunidad, es una condicin de posibilidad de la misma democracia; pero no a la inversa: la democracia no es condicin de posibilidad de la participacin [as ocurre, por ejemplo, en el mbito de convivencia familiar], y por eso no pueden identificarse sin ms, tal como parece flotar en la, al tiempo difusa, pero firme sensibilidad poltica actual (Naval y Altarejos, 2000, 227). La comunidad antecede a la democracia en el orden de la fundamentacin, aunque a veces es al revs en el orden cronolgico: diversos pases han devenido en verdaderas comunidades gracias a la democracia; pero este proceso no es inexorablemente necesario. Es patente que el lema a mayor democracia, ms participacin o ms comunidad no se ha cumplido en el desarrollo de muchos pases (por ejemplo, de Latinoamrica).Para que una sociedad quiera consolidarse como genuina comunidad, la democracia se queda corta si se resigna a ser meramente representativa: debe aspirar a ser integradora, y por ello, participativa. Anlogamente, y si cabe hablar de una deseable sociedad mundial futura, y se estima a la globalizacin como un dinamismo que puede propiciarla, la integracin no puede agotarse en un simple todo de orden, sino que deber aspirar a constituirse como todo virtual o potencial; es decir, orientar su desarrollo de modo que los individuos busquen su participacin en el todo, y que ste se conforme de modo que la propicie. Se trata de retomar lo mejor de la utopa de la voluntad general de Rouseau, pero purgndola del individualismo radical con que quiso conjugarla, dando lugar as, no a una utopa, sino al sueo de la razn que engendr los monstruos de los diversos totalitarismos del siglo XX. Tal individualismo periclitado no es obviamente el enemigo actual de la participacin social y la integracin mundial; pero no conviene bajar la guardia, sino muy al contrario: hay que estar acechantes al individualismo rebrotado en el actual liberalismo poltico y econmico, especialmente por la fuerza que ha recobrado tras la cada del muro de Berln, ltimo y desaparecido obstculo global en el proceso globalizador.

La integracin, pues, se configura inicialmente como todo de orden, pero de forma que pueda devenir en todo potencial o virtual. La posibilidad de ser un todo integral queda descartada porque, si la sociabilidad es una tendencia humana natural, la comunidad es su culminacin, mediada por la conformacin libre de la sociedad. Es posible el logro de una genuina comunidad, pero slo mediante el trabajo intencional en la configuracin de la sociedad, que podr aproximarse mucho,

pero no llegar a ser enteramente un todo integral en el que las acciones de las partes

(los individuos) lo fueren enteramente del todo (la comunidad).

Desde el horizonte de la integracin as entendida, es decir, tendente a conformarse como todo potencial partiendo del todo de orden, la globalizacin debera caracterizarse y desarrollarse como glocalizacin, segn el trmino ingeniosamente forjado por T. L. Friedman combinando las ideas de global y local. Parece ser que en el mbito de la empresa siempre saludablemente pragmtico es donde se ve esto ms lcidamente, pues es demandado por la presencia en los mercados que exigen al tiempo una gestin con mentalidad global y una gestin con mentalidad regional o local. En realidad, los mercados son locales, con rasgos singulares, fruto de hbitos, gustos, costumbres y preferencias; por lo tanto es preciso operar, como nunca antes, con criterios teidos por dichas singularidades; a la vez hay que tener en cuenta que se compite a escala mundial, lo que parece demandar una gestin con enfoque global (Stein, 2001, 35).Esto es cierto, pero no resuelve la problemtica de la globalizacin ni de la integracin; al contrario: la agudiza. El trmino glocalizacin es una formulacin ms precisa de la realidad prctica de la globalizacin; indica expresivamente la habilidad de una cultura para asimilar en s misma y en el propio pas aquellos aspectos de otras culturas, y de la globalizacin misma, que pueden contribuir al crecimiento y diversidad de esa cultura, sin por ello aplastarla o hacer que pierda su propia identidad (Altarejos, Rodrguez Sedano y Fontrodona, 2003, 150). Pero el mayor rigor conceptual que aporta el concepto glocalizacin forzado en su sentido, pero eficaz en su referencia , por s solo, no es terapia para la realidad: se requieren adems decisiones prudentes y realizaciones inteligentes. Pues, es evidente que hay culturas que no estn preparadas para el proceso de integracin, y precisamente por ello son malas glocalizadoras y ven la globalizacin como una amenaza (Friedman,

2000, 295-302) En el fondo de tales culturas late un conflicto de identidad, aguzado y erizado de mltiples renuencias, y excitado constantemente por un pavor abismal ante lo extrao y orginariamente ajeno al propio ser. La integracin de esas culturas, sea en el propio pas o en el seno de otros como grupos de emigracin, depende del desarrollo de su capacidad glocalizadora; tal es la verdadera incgnita de la globalizacin. En las primeras dcadas del pasado siglo, el Japn fue una muestra ejemplar de mala glocalizacin, pues si bien acogi lo mejor de los procesos de industrializacin occidental, los aplic casi exclusivamente al desarrollo armamentstico, manteniendo los anacronismos propios de su identidad multisecular: el sogunato como forma de organizacin y gobierno, el bushido como cdigo tico pblico, e incluso la naturaleza divina del pobre mortal que ocupaba el puesto de emperador. Sin embargo, la globalizacin es hoy una realidad cuajada entre los japoneses, y su integracin con otras culturas se acrecienta imparablemente.

Ocurrir lo mismo con las culturas islmicas, irremplazables en el mundo actual e imprescindibles en el mundo futuro? Nadie puede decirlo ni siquiera preverlo; y sin embargo, es un asunto dirimente para el futuro, aunque slo fuera por la posesin de las fuentes petrolferas de energa.

4. La desintegracin por la diversidad cultural: el problema de la identidad

La afirmacin de la propia identidad es la contrapartida inevitable de la globalizacin, y segn parece, el mayor impedimento de orden cultural para la integracin que sta demanda. Se puede formular tambin as: tiene lmites la integracin? La apertura a lo ajeno, a lo distinto, tiene grados que van desde la simple tolerancia racional a la aceptacin afectiva; desde el reconocimiento a la acogida; desde el admitir al aprobar.

Pero debe llegarse hasta el grado de la incorporacin o de la asuncin? En principio, para que la integracin concluya en un todo de orden, parece que basta con los niveles primarios: se puede convivir con otros sujetos y otras culturas reconocindolas como tales, en su diversidad, y tolerando su presencia en el espacio pblico. La cuestin estriba en si es posible quedarse ah, en el todo de orden; si por la propia dinmica perfectiva de la convivencia o por el inevitable desarrollo expansivo e intensivo de la globalizacin cabe detenerse, por ejemplo, en la mera cortesa sin dar el paso a la cordialidad y a la afabilidad. Si as fuera, realmente sera

una salida en falso, porque la cortesa no es la meta, sino slo un mojn en el camino de la relacin interpersonal. Si se pone freno a un proceso de integracin, lo que realmente se hace es comenzar a desintegrar; pues la detencin implica una parcial aceptacin, pero tambin un parcial rechazo. Sin duda, esta posicin resulta incluso encomiable si se la refiere a la repelencia xenfoba; pero es muy pobre respecto de una sociedad vigorosa, esto es, cohesionada. En situaciones de riesgo de confrontacin cruenta, tal como ocurra en tiempos de J. Locke, el primer propugnador de la tolerancia, sta se avalora como actitud apta para refrenar los mpetus destructores de los grupos enfrentados. Pero la verdad es que la mera tolerancia en las relaciones humanas, sin ms, es un objetivo alicorto.

La integracin social es ms que la mera yuxtaposicin de culturas, intereses e individualidades; sta se empequeece de suyo por la fragilidad y el riesgo de inestabilidad que entraa. Se piensa en la posibilidad de un equilibrio en la diversidad; pero ste siempre es precario, y requiere fortalecerse transformndose en armona, en plena integracin de voces y acciones. sta es una de las enseanzas que se extrae del fenmeno de la emigracin tal como se da actualmente: el equilibrio entre las comunidades de inmigrantes y la sociedad de acogida es inestable, hasta el punto de que obstruye la integracin mutua y a veces la simple relacin de las diversas comunidades de emigrantes, que se clausuran en s e incluso se enfrentan unas a otras. La interculturalidad, de tema se convierte en problema; y la solucin propuesta de toma de conciencia de las diferencias para superarlas frecuentemente deviene en acendrarlas, intensificando las aristas y propiciando la pugna en vez el encuentro. Inciden aqu las nuevas redes electrnicas de comunicacin y la tecnologa informtica que refuerzan las formas tradicionales de vida nacional, intensificando la interrelacin entre comunidades con caractersticas comunes y propias, especialmente de carcter tnico y lingstico. De este modo, afortunadamente, se debilita la soledad de la dispora; pero tambin se agudiza inquietantemente los nacionalismos (Held y McGrew, 2003, 41).Entonces, con la detencin del proceso de integracin no slo no se mantiene lo logrado, sino que se comienza otro proceso: el de desintegracin. ste se manifiesta inquietantemente en el Derecho del pas de acogida que, ms pronto o ms tarde, acaba generando leyes especficas, para casos particulares o colectivos determinados; lo cual, como es sabido, es introducir la cua de una contradiccin intrnseca en el seno de la ley, que debe tender a ser universal, o sea, para todos, y no particular, para unos s, y para otros, no.

Hay un aspecto esencial de la naturaleza humana, vigorosamente presente en el pensamiento clsico, postergado en el pensamiento moderno y hoy prcticamente olvidado: el ineluctable crecimiento perfectivo del hombre. Dicho en trminos coloquiales, y segn la graciosa letra de la cancin: todos queremos ms, y ms y ms; pero no slo ms cosas, sino sencillamente, queremos ms. En el desarrollo configurador de la sociedad, o se construye o se destruye, y no hay otra alternativa viable, pues el posible punto medio sera parar. La llamada deconstruccin cultural es una farsa al modo de la tercera va poltico-social. Responden ambas al intento desesperado de salvar los muebles; de mantener a flote los ltimos restos del pensamiento ideolgico, que es hoy como un pattico Titanic, majestuoso antao en los mares calmados, y enteco hoy en los ocanos revueltos de la postmodernidad.

Vivir es esencialmente crecer, segn dijo certeramente Aristteles; y ello implica que el objetivo de mantenerse sin crecer ni decrecer es imposible e ilusorio. Se da hoy una actitud bastante extendida que podra designarse segn su dicho favorito ante la responsabilidad y el compromiso social: s, pero sin pasarse..., s, pero dentro de un orden...; s, pero no tanto.... Esta actitud ante lo bueno siempre es ante algo bueno, pues se comienza con un s, si es difcil de analizar psicolgicamente, responde en cambio a un claro talante moral, ms extendido de lo conveniente: la cobarda. Se percibe sutilmente en otros tpicos, como por ejemplo el miedo es libre que enmascara una tolerancia indebida para la pusilanimidad, y posiblemente es fruto del confortable y conspicuo hedonismo que impera hoy. Como actitud, es decir como disposicin habitual para la accin, es negativa desde cualquier punto de vista, pues la detencin por motivos egostas pervierte la natural dinmica personal y social. Pero como toda actitud, tiene un elevado grado de inconsciencia, y por eso es difusible eficazmente.

Aplicada a la integracin social y cultural, el s, pero dentro de un orden es una poderosa fuerza inhibidora, e incluso represiva de su dinmica, y opera en el asunto de la identidad, en su concepto terico y en la praxis social. Entonces, la legtima afirmacin de la propia identidad se opone frontalmente a la integracin poltica con otras culturas y formas de vida: la glocalizacin resulta irrealizable. Sin embargo, sta no es una utopa, aunque slo sea por el hecho emprico de que, si bien lenta y trabajosamente, se est realizando ya en algunos pases; o por lo menos, en unos aunque an dbilmente se vive notablemente ms que en otros. La glocalizacin no es una utopa porque ya es. Y por eso, el proceso globalizador no lo es absolutamente, al menos porque en ciertas naciones funciona y en otras, no, dependiendo de cada pas; esto es, de las voluntades y decisiones de las personas singulares que lo forman y lo dirigen. El caso paradigmtico es China y se ve especialmente en la anterior dcada de los 90, pues supo escapar de la crisis econmica global y crasa en el Oriente. La explicacin econmica generalmente admitida es la actitud independiente pero no excluyente que China adopt frente a los criterios del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Dichos criterios econmicos eran globalizadores en el sentido abstracto y general que perturba la consideracin de lo real particular y concreto, y China supuso cribar las recomendaciones internacionales, acogiendo lo beneficioso y desechando lo perjudicial (para ellos). El quid del asunto est en que tanto lo bueno como lo malo se consideraban as desde la propia situacin, y no desde un paradigma globalizador abstracto y general. El cedazo de dicha criba, el criterio glocalizador fue la introduccin del parmetro de la estabilidad poltico-social, que econmicamente tiene un papel colateral, pero que aqu fue aupado al rango de valor protagonista junto con la expansin de su microeconoma (Stiglitz, 2002, 163). Esta decisin tal vez fue debida a la amarga experiencia reciente de las dcadas maostas de ininterrumpida convulsin social; pero tambin pudo deberse a una vivencia honda y al tiempo integradora de la propia identidad. Pese a la diversidad de lenguas y subculturas, es notorio que China se ha metamorfoseado integradoramente: ha demolido econmica, poltica y culturalmente la Gran Muralla tras la que se guareci por siglos, abriendo numerosas puertas a las inversiones de capital, a la afluencia turstica y, en general a las costumbres occidentales.

Siendo stas su anatema secular, no slo con los emperadores, sino tambin, y ms an, bajo el rgimen comunista totalitario, hoy van permeabilizando la sociedad china, haciendo cada vez ms difcil la repeticin de otro Thianan- Men. Conjugar identidad y globalizacin o sea, glocalizar es posible; pero para conseguirlo es preciso, cuando menos, claridad en los conceptos; y el de identidad lo necesita especialmente, pues bajo el mismo trmino se albergan tres sentidos diferentes (Altarejos, 2002, 75; Altarejos, Rodrguez Sedano y Fontrodona, 2003, 162):

a. La identidad como mismidad, que es el sentido lgico y matemtico del trmino y designa el resultado de una operacin mental de reflexin sobre algo dado previamente. Se expresa genricamente con la frmula A es A, o A = A, donde la primera A es el esquema conceptual abstracto de algo real, mientras que la segunda A es exclusivamente mental y se refiere a lo real en la mente; por ejemplo, cuando se dice un perro es un perro. En verdad, que una expresin de este tipo casi nunca se emplea, pero s algunas otras ms enfticas que significan lo anterior; as cuando decimos que o somos o no somos se est queriendo aludir a la pureza y rigor de una identidad concreta; con la formulacin de la no-contradiccin se pretende manifestar la identidad de algo consigo mismo, su mismidad. Por su carcter puramente lgico, este sentido de identidad no incide en la presente temtica; en cambio, los dos sentidos siguientes le conciernen plenamente.

b. La identidad como valor general abstracto o identificacin, que expresa la remisin de una realidad concreta y especfica a un concepto genrico que la subsume junto a otras realidades. Realiza la operacin lgica de inclusin-distribucin, pero no se queda en ella, como ocurre con la identidad como mismidad, sino que se mantiene en lo real. Es la identidad que se establece cuando se dice por ejemplo los extremeos son espaoles o los espaoles son europeos. La formula esquemtica aqu sera A es B, aunque un primer anlisis lingstico resaltara que otras expresiones como los extremeos son hospitalarios o los espaoles son apasionados no son estrictamente del mismo tipo, y la lgica explicara que las primeras son una identidad y las segundas, una predicacin; pues en efecto, no es lo mismo identificar algo que decir algo de algo.

c. La identidad como referencia originaria, cuando no se expresa una identificacin, sino una filiacin. La frmula no sera tan esquemtica como las anteriores, pues se expresaria as: A es de B, o A proviene de B. El sentido propio que tiene se manifiesta en la fina y precisa interrogacin que an sigue oyndose en los ambientes rurales cuando se quiere conocer la identidad de alguien que se sabe vinculado a la comunidad; no se le pregunta quin eres, sino de quin eres. El interpelado responde entonces dando el dato que se le pide: el nombre de sus progenitores; o sea, declarando su filiacin.La identidad genera conflictos especialmente en el contexto de la globalizacin cuando se la toma en el segundo sentido como valor general y abstracto. La identidad, as entendida, no es ms que el proceso de auto identificacin, de cobrar conciencia de uno mismo desde la raza, desde la cultura, desde la nacin. desde el el espritu de los tiempos o desde una determinada idea de la divinidad. Es pues un proceso intelectual de reconocimiento de unos valores por los que me identifico como uno ms incluido en un grupo definido por dichos valores. Parece comprensible entonces que toda amenaza a dichos valores sea temida como un grave peligro para la propia individualidad o identidad (Altarejos, 2002, 76). Los que participan exclusivamente de este sentido de la identidad, perciben claramente la globalizacin como una de esas amenazas; algunos muy identificados dirn que la glocalizacin tambin lo es, aunque muy sutilmente; y todos afirmarn que lo distinto, slo por serlo es, una amenaza. Pero en verdad slo es as para la identidad entendida como valor general. Si yo acepto que soy lo que soy por causa de mi inclusin en dichos valores caractersticos de una generalidad o colectividad, entiendo la identidad como identificacin; y si en este proceso me encuentro con valores diversos y contarios con los que no puedo identificarme, los rechazo sin ms y rehso participar en ellos. El problema prctico surge cuando otras individuales los afirman y proclaman; entonces ya no basta con la recusacin intelectual y voluntaria: debo establecer fronteras o barreras que defiendan el propio territorio identitario, pues lo otro, lo diverso, es una potencial amenaza para la pervivencia, no ya de unos valores abstractos, sino con ellos, de mi propia identidad. Pero el caso es que por la identificacin con esos valores generales la propia identidad se reduce a ellos. Insensiblemente, se pasa entonces del valor al yo: lo diverso no slo contrara mis valores, sino que me contradice vitalmente a m. Y como lo diverso se encarna en individualidades con otra identidad distinta, se ve a stas no ya como diferentes, sino como potenciales enemigos por su distinta identidad. Entonces, la reaccin ms benvola ante la diversidad es un exabrupto: Qu hacen aqu? ... Que se queden en su pas!; la ms exacerbada es: Por qu son as?... No tendran que existir! El error de esta concepcin no es solamente sociolgico ni psicolgico; ni siquiera se agota en lo tico, aunque son indudables las repercusiones psquicas, sociales y morales; el error consiste en una profunda desviacin, en una completa perversin antropolgica.

No es que falte inteligencia para entender o voluntad para tolerar lo diverso; lo que falta es humanidad; al menos la humanidad suficiente en uno mismo para reconocerla en el otro. Pero esto viene a ser imposible pues los otros diferentes no son realmente otros, sino otra cosa. Se entiende la identidad como la relacin del sujeto con el objeto (Polo, 1999, 35). Los otros no son nadie, sino algo; no son un opresor o un dspota, sino la objetivacin concreta de la injusticia o de la tirana. La raz de esta nocin de identidad es netamente hegeliana; y por ello aunque pase desapercibido el sujeto que se autoidentifica tambin se autoconstituye como objeto; tambin se objetiva concretamente. Pues entender la identidad como nexo del sujeto con el objeto comporta, por un lado, que el objeto es construido, y por otro, que el sujeto se reconoce en l, esto es, que se recobra en el modo de volver a tener lugar como objeto (Ibidem, 14). El desenlace final no concluye en que el otro slo sea otra cosa, sino en que yo mismo tampoco soy yo, sino slo una cosa. Se reduce el alguien a algo; se cree errneamente que si respondo a la pregunta sobre qu soy, sabr quin soy, olvidando que no definimos la identidad personal por sus rasgos cualitativos, aunque sean rasgos cualitativos de la especie hombre los que nos permitan hacer esta abstraccin. Quines somos no se identifica evidentemente con lo que somos (Spaemann, 2000, 32).

En el fondo el olvido radical es la persona; y no saber qu significa e implica ser persona impide absolutamente, a la vez, tratar a los otros como tales y reconocerse como tal. El camino de la desintegracin social y comunitaria est expedito. Y tambin, en un plazo no muy largo, el de la esquizofrenia moral y la disgregacin personal.

5. La integracin de la diversidad cultural: el quehacer de la educacin.

Si la identidad significa el carcter de origen, cabe hablar de una identidad personal que es tenida por nacer, y de una identidad cultural o nacional que es forjada por las personas en su interaccin y en sus actividades productivas, y que es parte esencial de la identidad personal por haber nacido en una cultura o nacin. Esta identidad originaria se manifiesta primariamente en la libertad, fuente de la accin humana en todos y personal en cada uno (Altarejos, 2002, 78). Desde la identidad originaria no hay afiliacin a una objetividad o grupo general que me define abstractamente; lo que hay es reconocimiento de mi filiacin, que me define inicialmente desde la libertad radical pero tambin situada que comparto con los dems.Pero stos no son slo los dems miembros afiliados al grupo, sino todos los dems; todos los seres libres que componen la comunidad mundial y comparten la condicin humana. Los orgenes concretos de cada uno son obviamente distintos, y a veces radicalmente distintos; pero el origen no es el todo, sino slo una parte. El origen, del que nace la diversidad que debe integrarse, es decisivo para la formacin de la identidad personal. Ms an: es determinante; pero slo los deterministas lo entendern como definitivo. La referencia al origen es decisiva para la identidad, pero

no absoluta, sino relativamente al despliegue de la personalidad que posibilita la libertad.Ciertamente, si no hay un punto de partida no se llega a ninguna parte; pero quedndose en l, tampoco. El comienzo del camino viene dado, pero se hace camino al andar (A. Machado); y es verdad que Dios hizo al hombre, pero lo hizo lo menos posible (G.Thibon) Slo cuando la afirmacin de s mismo se eleva a postulado absoluto; slo cuando la libertad se entiende como independencia absolutamente desvinculada llega a ser un estorbo enervante la referencia al origen. Por otra parte, el origen de la persona no es local; no se agota en la localizacin patronmica, geogrfica, lingstica o incluso eclesial. Pero tampoco es global, sino mucho ms: es universal, en el sentido de trascendente y afanoso de la universalidad. La viva conciencia de esta verdad posiblemente ha influido en la forja de todo idealismo filosfico, desde Platn hasta Hegel. Ms que conciencia racional es vivencia existencial: el hombre es lo que es, pero no se le entiende, ni histrica ni antropolgicamente slo desde lo que es, sino ms bien desde lo que aspira a ser. Y si este anhelo tiene la simpleza del ser sencillamente uno mismo, tambin goza de la plenitud del ser humano. que nunca se alcanza en soledad, sino en la compaa, cuanto ms prxima mejor, del otro. Por eso el amor al prximo (prjimo), adems de un supremo mandato divino, es una primaria tendencia humana natural... y por eso, y no por otra cosa, es un mandato divino.

En la referencia al origen se encuentra el afn de universalidad; de ah que si soy humano, nada me es ajeno (Terencio). Desde este sentido de la identidad originaria individual y social, es decir, personal se transforman los supuestos pedaggicos y se descubren nuevas orientaciones y vas metodolgicas, e incluso nuevas finalidades de la educacin. Aspectos y acciones pedaggicas que hasta ahora se consideraban complementarias o subsidiarias aunque no por ello inconvenientes e innecesarias pasan al rango de protagonistas; son como el oriente de la educacin que demandan las sociedades abiertas en un mundo globalizado frente al poniente educativo de las sociedades cerradas propias del anterior mundo demarcado. Sintticamente, las nuevas orientaciones a potenciar son las siguientes (Altarejos, Rodrguez Sedano y Fontrodona, 143, 167, 190), que no se exponen en orden de importancia sencillamente porque no lo hay; no son un todo sistmico, sino un conjunto integrado:

a. Desmitificar la exagerada importancia educativa atribuda al autoconcepto, pues remite peligrosamente a la mismidad objetivada y magnifica los sentimientos de seguridad: hay que aprender a afrontar el riesgo y a admitir deportivamente el fracaso como un elemento normal de la vida.b. Abandonar las secuelas pedaggicas que an son muchas y fuertes del mastery learning: ms que el dominio de lo aprendido se debe propiciar el dominio de uno mismo desde la libertad; tanto como la formacin intelectual debe cuidarse la formacin del carcter y la educacin de la afectividad (realmente, no es posible aqulla sin stas).

c. Potenciar la confianza del educador en sus acciones, enseanzas y sobre todo en las personas que educa; no temer al engao, a los posibles traumas y a los probables abusos de los educandos: hacer del sentido del humor un faro orientador de la enseanza.d. Rehabilitar la educacin esttica que forma la sensibilidad, condicin primaria de la formacin humana: asistir al desarrollo de las capacidades sensoriales dedicndose al cuidado esmerado de sus mltiples manifestaciones, desde la higiene corporal hasta el gusto gastronmico.

e. Promover la moderacin como actitud bsica en el uso de las cosas materiales, en las actividades ldicas y en el trato humano con iguales, superiores e inferiores: quien no sabe habrselas y tratar con el entorno se vaca y se pierde a s mismo en la exterioridad, tantas veces alienante.f. Rechazar el supuesto valor de la competitividad, que slo lo es para el pensamiento liberal-individualista, reemplazndolo ventajosamente por la emulacin, que lleva a la superacin de uno mismo inseparablemente de la mejora del mulo.g. Fomentar las tareas cooperativas en el aprendizaje, lo que es distinto en buena parte del llamado aprendizaje cooperativo: no aprenden todos, sino cada uno, pero para ser plenamente uno se debe aprender con otros; el mayor error pedaggico del Emilio de Rousseau es proponer la educacin a un solo individuo, lo que no es admisible ni siquiera como parbola didctica.h. Potenciar el aprendizaje en la accin, lo que tampoco supone reavivar la vigencia del principio de actividad en la educacin, sino referir la enseanza tanto a las acciones como a los conceptos; por ejemplo, recuperando el secular valor formativo de las narraciones no slo de las historias cinematogrficas y hablando menos de valores y otras cosas por el estilo; y, desde luego, no cifrando la eficacia en una posterior evaluacin de las ideas aprendidas.i. Resaltar la belleza, que congrega por s misma sensibilidades diversas; donde el encuentro interpersonal e intercultural se hace fcil, viable y fecundo es en la comunicacin esttica, mucho ms que en el dilogo cultural o el consenso tico.j. Acrecentar el estudio de las disciplinas humansticas, no slo equiparndolas, sino incluso superando a las cientficas en el diseo y desarrollo curricular; y ms todava: rescatando el hondo contenido y el latente sentido humanstico que tiene la ciencia, hoy bastante deprimido por las teoras formales y los resultados de la investigacin; esto se logra, por ejemplo, dedicando tanta atencin que no necesariamente el mismo tiempo de reloj a la enseanza de la historia particular de cada ciencia como a sus leyes, frmulas y procedimientos.k. Promover la formacin de hbitos sociales y solidarios que desarrollen las tendencias naturales latentes en la sociabilidad humana y en la dimensin personal de la coexistencia; para estipular estos hbitos sociales podra comenzarse por su primera formulacin histrica, que se encuentra en el libro IV de la tica a Nicmaco de Aristteles, aunque resulten chocantes para la sensibilidad y la cultura actuales: piedad, honor, observancia, gratitud, veracidad, afabilidad, etc.

Estas orientaciones apuntan a tres dimensiones de la educacin, actualmente preteridas aunque no ignoradas: la educacin de la afectividad, de la imaginacin y de la solidaridad. Es importante considerarlas en su mutua independencia, y no como elementos aislados y combinables arbitrariamente; una lleva a la otra; la otra a la una y las tres en conjunto al todo pedaggico.

Ante los problemas comentados, la inercia educativa actual invita a hacer diseos de aprendizaje intelectual, que persiguen la concienciacin acerca de valores supremos que deben ayudar a superar los conflictos globalizadores. Pero ocurre que tanto las ideas como los valores propuestos, laudables, sin duda, son abstractos, y salvo para el idealismo lo abstracto no genera lo concreto inmediato. Lo mostraba aquel hombre bienintencionado y bien concienciado cuando deca: Yo amo a la humanidad, lo que me molesta es la gente. De otro modo lo seala el historiador P. Johnson cuando observa una constante en los diversos y enfrentados dictadores totalitarios del pasado siglo: todos ellos declararon fervientemente estar plenamente dedicados al bien de la humanidad, o al menos a una considerable parte de ella (la raza aria, el proletariado, su pueblo), y por ello permanecan impvidos ante el sacrificio necesario de algunos individuos, o incluso de algunas poblaciones. A este hecho histrico apostilla Johnson que parecan amar mucho a la humanidad en general y poco a la humanidad en particular. Es una tendencia que parece nacer con la edad moderna: concretamente con la Revolucin francesa, donde se invocaban los derechos del hombre para justificar la destruccin de los derechos del ciudadano (F. von Gentz).La realidad singular, concreta y prxima no se domina por el poder de la idea abstracta; lo ms que se puede es darle sentido para integrarla, no en la idea o valor superior abstracto, sino en la accin personal; esto es, para humanizarla. Consecuentemente la educacin debera capacitar para habrselas directa e inmediatamente con lo concreto, no con la mediacin de la referencia abstracta. Y en eso precisamente consiste la educacin de la afectividad, pues lo concreto prximo no remite a ideas ni a valores, sino que, inmediatamente, suscita emociones que tien el posterior juicio intelectual. A este respecto, hay que andar con pies de plomo antes adoptar ciertas propuestas actuales sobre la educacin de la afectividad, pues si tienen de bueno el recordar su papel relevante en el dinamismo operativo humano, sus orientaciones pedaggicas no son sino ms de lo mismo, aunque atenuadamente.

As ocurre por ejemplo cuando se postula la necesidad de la escolarizacin de las emociones (Goleman, 1996, 402) como va principal de accin educativa. Realmente es en el seno de la familia donde se realiza principalmente la educacin sentimental, y respecto de ella, la escuela slo puede ser una dcil colaboradora.

La educacin de la afectividad debidamente entendida resalta el sentido positivo de la glocalizacin y da contenido a la educacin afectiva. La verdad es que un extranjero, sencillamente, es un extranjero, por lo tanto, un extrao, y lo extrao repele. Se puede imbuir a un sujeto del valor supremo de la fraternidad universal, pero no ser este pensamiento ni ningn otro el que venza al sentimiento de repulsin; esto slo podr hacerlo un sentimiento de acogida ms fuerte. No slo para sacar de apuros glocalizadores, sino para toda situacin, debe recordarse que si la educacin intelectual es la forma superior de la ayuda al crecimiento humano, laeducacin afectiva es la primaria, y por tanto, la que posibilita a aqulla. La normalizacin de los afectos de un ser humano es bsica, de tal manera que si falla, tenemos una falta de fundamento para edificar una educacin superior, o sea, una educacin del intelecto y de la voluntad. (Polo, 2004, pro manuscripto).El siguiente escaln pedaggico a la educacin de la afectividad es la educacin de la imaginacin. Ciertamente, en la educacin actual no es una dimensin olvidada, pero s relegada, reducida y desenfocada. La imaginacin no es slo una capacidad reproductiva de imgenes; esto lo tienen tambin los animales. La diferencia especfica es que la imaginacin humana es capaz de objetivar regularidades formales, mediante el conocimiento de las proporciones que las cosas guardan entre s, y esto es condicin indispensable para la formacin intelectual. El nio ve un panorama, sin embargo, no lo organiza; la organizacin de los objetos visuales es imaginativa. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con el odo: no es lo mismo or ruidos que organizarlos. La organizacin de los sonidos tambin entra en el terreno de la imaginacin, por ejemplo, en una meloda; sin imgenes el odo oye la msica, pero no la proporcin [la armona]: la organizacin de los sonidos no es algo que capten los odos, lo que captan son ruidos sin significados. Para hablar hace falta imaginacin porque la imaginacin es la facultad que permite unir las palabras o frases. Sin imaginacin el hombre no podra entender (...) La inteligencia depende de lo que se le d para abstraer, porque la inteligencia empieza abstrayendo a partir de

las imgenes. La inteligencia depende de lo que se le d, por eso es un error tremendo estropear la imaginacin. (Polo, 2004, pro manuscripto). No slo es la educacin esttica la que demanda educar la imaginacin, sino que tambin es reclamada apremiantemente por la educacin de la inteligencia. Conviene entonces reflexionar sobre una verdad sabida, pero muy desenfocada: la televisin, tal como se da hoy, sin matices ni paliativos, deseduca. Pero su poder deformativo no estriba en los contenidos que ofrece, sino en cmo los ofrece, y muchas veces en el simple hecho de que los ofrece. Obliga a la imaginacin a quedarse en el mero nivel reproductivo, y no induce intencionalmente a asociar imgenes y a ver su semejanza y proporcin. Las imgenes se ofrecen para ser vistas, y nada ms que vistas porque la intencin es fascinar al espectador, quedndose en la fuerza del impacto sensitivo y emocional. No era sa la intencin ni la forma audiovisual de Sesamo street, excelente programa educativo al que slo se le puede achacar un defecto, y no del todo suyo: que ha resultado inimitable.

Por ltimo, se precisa un serio y esmerado replanteamiento de la educacin para la solidaridad, que est estrechamente vinculado a la educacin de la afectividad y de la imaginacin. Aunque escueza a ciertas sensibilidades humanitarias hiperestsicas, la verdad es que cuando un blanco v a un zul o a un aborigen australiano, debe imaginar que es un ser humano, ms que concienciarse de que lo es; y tambin cabe suponer a la inversa. Una afectividad y una imaginacin bien educadas proporcionan ms recursos para el encuentro con lo distinto que una enciclopedia psico-socio-pedaggicatica- antropolgica de la diversidad humana.

La percepcin de lo diferente repele, pero al tiempo y de otra forma, atrae y en ciertos casos, seduce; que suceda lo uno o lo otro depender de la educacin afectiva, que da respuesta inmediata y motora a lo nuevo; no as la educacin de la inteligencia, pues sta requiere detenerse y distanciarse para poder juzgar. Esto no es otra cosa que la raz del espritu aventurero, al que tantas cosas buenas debe la humanidad. El conocer otros mundos, otras gentes y otras costumbres era un elemento esencial de la paideia griega que retoma Rousseau al establecer un largo viaje por otras tierras y pases como culminacin de la educacin de Emilio. El conocimiento directo y prximo del otro, siempre ms afectivo que racional propicia el ser solidario mucho ms que el conocimiento mediado por la idea general y el valor abstracto de la solidaridad. Segn el diccionario, solidario significa adherido, o asociado a la causa, empresa u opinin de otro. Cabe una finalidad mejor para la glocalizacin?

Tras lo dicho, basta una primera reflexin para ver que, efectivamente, la globalizacin es una oportunidad para la educacin. Pero no slo para que est mejore sus prcticas o contribuya a la formacin de los ciudadanos del inmediato presente y el cercano futuro; sino para que la misma educacin cambie de marcha y transforme su entero sentido inaugurando un nuevo milenio no slo en el calendario, sino en su propio ser. Si se piensa dos veces, puede ser que la globalizacin, por todo lo que comporta, concierna y sea de mucho ms inters para los educadores que para los educandos.

BIBLIOGRAFA

ALTAREJOS, F., RODRGUEZ SEDANO, A. y FONTRODONA, J., (2003) Retos educativos de la globalizacin, Pamplona: Eunsa.

ALTAREJOS, F. (2002) El problema de la identidad en la praxis social: afiliacin y filiacin, Studia Poliana, 4, 61-80

FRIEDMAN, T. L. (2000) The Lexus and the Olive Tree, New York: Anchor Books GLOBAL ECONOMIC PROSPECTS AND THE DEVELOPING

COUNTRIES 2000 (2000) Whasington D.C.: World Bank

GOLEMAN, D. (1996) Inteligencia emocional, Barcelona: Kairs

HELD, D. y MCGREW, A. (2003), Globalizacin/Antiglobalizacin. Sobre la reconstruccin del orden mundial, Barcelona: Paids

INTERNATIONAL MONETARY FOUND (1997), World Economic Outlook, Whasington D.C., March

KOLAKOWSKI, L. (1970), El hombre sin alternativa, Madrid: Alianza Editorial

MADDISON, A. (2001) The World Economy: a Millenial Perspective, Paris: OCDE Development Studies Centre

NAVAL, C. y ALTAREJOS, F. (2000) Educar para la participacin, en Garca Garrido, J. L., La sociedad educadora, Madrid: Fundacin Independiente, 226-245

POLO, L. (1999) Antropologa trascendental. I - El ser personal, Pamplona: Eunsa

(2004) Ayudar a crecer. El sentido de la educacin (indito)

RODRGUEZ SEDANO, A. y ALTAREJOS, F., (2001) La globalizacin: germen de la sociedad solidaria, Estudios sobre Educacin, 001, 59-73

RUGMAN, A. (2001) The End of Globalization, New York: Random House

SANGUINETI, J. J. (1982) Lgica, Pamplona: Eunsa

SPAEMANN, R (2000) Personas. Acerca de la distincin entre algo y alguien, Pamplona: Eunsa

STEIN, G. (2001) xito y fracaso en la Nueva Economa, Barcelona: Gestin 2000

STIGLITZ, J. E. (2002) El malestar en la globalizacin, Madrid: Taurus

TORIBIO, J. J. (2001) Globalizacin, desarrollo y pobreza (Reflexiones desde la libertad), Estudios sobre Educacin, 001, 11-19.

UNITED NATIONS STATICTICS (1999) United Nations Development Programme. Human Development Report

WADE, R. (2001) Inequality of world incomes: what sould be done?, http://www.opendemocracy.net

WORLD TRADE ORGANIZATION (1995), Annual Report.

ABSTRACT:

Globalitation isnt good or bad: it is an opportunity that can be profited or not; so that it must be understand his meaning and his overtaking. The ideological thought is not enough because globalitation exceed it: more that globalize, it is need to glocalize. The aim is the economic, cultural and social integration; and the problem is the matter of identity if it is understood as a general value. If it is understood as reference to origin, education has a lot to bring. They are very important: education of affectivity, education of imagination and education to solidarity. Glocalitation is an opportunity to transform positively education

Perfil acadmico y profesional

Doctor en Filosofa. Catedrtico de Flosofa de Bachillerato. Catedrtico de Filosofa de la Educacin por la Universidad Complutense(1983) Profesor Ordinario de Filosofa de la Educacin y de Deontologa educativa. Autor diversos captulos de libro, artculos de investigacin y de los libros Educacin y felicidad (1986, 2 ed.), Dimensin tica de la educacin (2002, 2 ed.) y coautor de Tres reflexiones sobre sectas (1999), Pensar la sociedad (2002, 2 ed.), tica docente (2003, 2 ed.), Retos educativos de la globalizacin (2003) y Filosofa de la Educacin (2004, 2 ed.; trad. italiana, 2003).Direccin del autor

Departamento de Educacin. Edificio de Bibliotecas. Universidad de Navarra. 31080

Pamplona. Tfno. 948425600. ext. 2494. email: [email protected]__

29