Globalización y cultura: Estrategias simbólicas y vida ...

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Revista de Ciencias Sociales (RCS) Vol. XII, No. 3, Septiembre - Diciembre 2006, pp. 454 - 475 FACES - LUZ ISSN 1315-9518 Globalización y cultura: Estrategias simbólicas y vida cotidiana Finol, José Enrique* Resumen En el presente artículo se analiza la relación entre globalización, cultura y vida cotidiana, desde una perspectiva que se fundamenta en las teorías semióticas de Lotman y Pross y en la sociología de la vida cotidiana de Heller. Para apoyar nuestro análisis nos referiremos a algunos ejemplos tomados de la realidad cultural con- temporánea venezolana y latinoamericana. Finalmente proponemos dos modelos que buscan representar los procesos semióticos de tensión/resistencia y tensión/atracción que subyacen en los encuentros entre culturas diferentes. Palabras clave: Globalización, estrategias simbólicas, semiosfera, tensión, vida cotidiana. Globalization and Culture: Symbolic Strategies and Everyday Life Abstract This paper analyzes the relationships among globalization, culture and everyday life based on the semiotic theories of Lotman and Pross and the sociology of everyday life according to Heller. To support the analysis, reference is made to some examples taken from contemporary cultural reality in Venezuela and Latin America. In conclusion, two models that seek to represent the semiotic processes of tension/resistance and tension/attraction underlying the encounters between different cultures are proposed. Key words: Globalization, symbolic strategies, semiosphere, tension, everyday life. 454 * Doctor en Ciencias de la Información y de la Comunicación, especializado en Semiótica, investigador adscrito al Laboratorio de Investigaciones Semióticas y Antropológicas, Universidad del Zulia. E-mail: [email protected]. Web: www.joseenriquefinol.com. Recibido: 06-01-25 Aceptado: 06-06-29

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Revista de Ciencias Sociales (RCS)Vol. XII, No. 3, Septiembre - Diciembre 2006, pp. 454 - 475

FACES - LUZ � ISSN 1315-9518

Globalización y cultura: Estrategias simbólicasy vida cotidiana

Finol, José Enrique*

ResumenEn el presente artículo se analiza la relación entre globalización, cultura y vida cotidiana, desde una

perspectiva que se fundamenta en las teorías semióticas de Lotman y Pross y en la sociología de la vida cotidianade Heller. Para apoyar nuestro análisis nos referiremos a algunos ejemplos tomados de la realidad cultural con-temporánea venezolana y latinoamericana. Finalmente proponemos dos modelos que buscan representar losprocesos semióticos de tensión/resistencia y tensión/atracción que subyacen en los encuentros entre culturasdiferentes.

Palabras clave: Globalización, estrategias simbólicas, semiosfera, tensión, vida cotidiana.

Globalization and Culture: Symbolic Strategiesand Everyday Life

AbstractThis paper analyzes the relationships among globalization, culture and everyday life based on the

semiotic theories of Lotman and Pross and the sociology of everyday life according to Heller. To support theanalysis, reference is made to some examples taken from contemporary cultural reality in Venezuela and LatinAmerica. In conclusion, two models that seek to represent the semiotic processes of tension/resistance andtension/attraction underlying the encounters between different cultures are proposed.

Key words: Globalization, symbolic strategies, semiosphere, tension, everyday life.

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* Doctor en Ciencias de la Información y de la Comunicación, especializado en Semiótica, investigadoradscrito al Laboratorio de Investigaciones Semióticas y Antropológicas, Universidad del Zulia.E-mail: [email protected]. Web: www.joseenriquefinol.com.

Recibido: 06-01-25 � Aceptado: 06-06-29

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Introducción

La globalización no es sólo un fenóme-no y un complejo proceso económico sino queella permea y afecta activamente numerososniveles de la vida social, política, ecológica ycultural. De diversas maneras, a través de im-perceptibles micro procesos, las formas y loscontenidos de este nuevo fenómeno planeta-rio que marca la contemporaneidad, tocantodo el tejido de lo socio-cultural que, desdeniveles e instancias diferentes, se articula yrearticula sin cesar en la vida cotidiana. De es-tas hipótesis surgen numerosas interrogantes.Algunas de ellas, esencial para nuestro puntode vista, es: ¿cuáles son las formas y los conte-nidos de la Globalización? ¿Cómo se relacio-nan con las microculturas de lo cotidiano?Más importante aún: ¿cuáles son las relacio-nes y cuáles los procesos mediante los cualesculturas diversas, desde sus particularidades,sus límites y fronteras, se encuentran cotidia-namente?

Una aproximación preliminar tiene quever con la direccionalidad que los procesos deGlobalización toman en el intercambio decontenidos y formas que los medios estable-cen. Una segunda aproximación tiene que vercon el análisis de los símbolos, con las nuevasinteracciones de lo cotidiano y, finalmente,una tercera aproximación está ligada a las pre-sencias y a las transformaciones de los actoresy de los objetos, en la nueva cultura global (1).En el presente análisis intentamos desarrollaralgunas hipótesis que nos ayuden a compren-der cómo operan los procesos globalizadores,ya no en el nivel macro, es decir, financiero,económico, comercial, sino en las prácticas delos actores sociales, en medio de la vida coti-diana, donde los viejos arquetipos se explayanen representaciones de una cultura que es nue-va y desea universalizarse en la medida de su

capacidad para imponerse y para ser aceptada,para integrarse o para ser rechazada.

1. De la globalización y susescenarios

Hace ya más de treinta años el investi-gador alemán Pross (1980 [1974]) planteóagudos y aún vigentes problemas que tienenque ver con las estructuras simbólicas del po-der. Cómo esas estructuras operan, cómo na-cen y crecen, cómo se insertan en la vida coti-diana y comienzan, entonces, a ser asumidascomo propias por diversos grupos sociales, esuna tarea que cobra una presionante actuali-dad, gracias a la consolidación planetaria deese fenómeno, multiforme y omniabarcante,que denominamos la Globalización, un fenó-meno que McLuhan (1993) vinculó estrecha-mente a los medios tecnológicos de comuni-cación y difusión masiva.

Ciertamente se trata de la concreciónde un largo proceso, que puede remontarseigual a la expansión del Imperio Romano, enel siglo IV a.C., que a los viajes de los feni-cios por el Mar Mediterráneo en el siglo III a.C. En este largo proceso la primera emigra-ción jugó un papel de avanzada. En 1935, sinutilizar ese término, Weber ya preveía el ini-cio de la internacionalización que precederíaa la Globalización, pues ubicaba en el año1500 el inicio de la emigración “organizada yorganizadora”, un proceso que para él se apo-yaba en la técnica, lo que lo convirtió en un“fenómeno universal de formidable alcance,a saber: la transformación de la Tierra (…) enalgo cada vez más unitariamente dominable;y desde el progreso en los medios de comuni-cación, se convierte el mundo en algo cadavez más pequeño, en virtud del acortamientode las distancias” (Weber, 1963:14, subraya-dos nuestros).

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Desde esos lejanos movimientos decontactos entre culturas se desarrolló luego elconcepto de Internacionalización “en un sen-tido de comunicación global sin perjuicio delo local” (Bustos, 2003) y, más tarde, el deMundialización, concepto que, por su parte,insistía en la reducción espacial del planetagracias a los medios de transporte y de infor-mación. La internacionalización, primero, y lamundialización, después, se han concretadohoy en la globalización, estadio avanzado delhipercapitalismo (Finol, 2004), visible y pal-pable concreción en la que se suman aconteci-mientos determinantes en el orden tecnológi-co, económico, jurídico, político, ecológico ycultural.

En el orden tecnológico (2) está, en pri-mer lugar, la revolución industrial (finales delsiglo XVIII), que potenció, en forma expo-nencial, la capacidad de producir mercancías,ya no sólo para el mercado local sino tambiénpara el mercado planetario. En segundo lugar,está el desarrollo intensivo de medios detransporte físico que han permitido llevar esasmercancías, en tiempo breve, a cualquier pun-to del planeta. Esto es mucho más cierto en elcaso de la información o “mercancía virtual”.En tercer lugar, está la aparición y expansiónde los medios de comunicación y de difusiónmasiva, un fenómeno que comienza con el te-légrafo y el teléfono, pasa por la radio, la tele-visión y el computador, y termina, por ahora,con Internet.

Se trata de unos logros tecnológicos sinprecedentes, favorecidos por la energía barataque proporcionaban el carbón y el petróleo,logros que no sólo achican el espacio sinotambién el tiempo; se trata de una transforma-ción profunda que aunque fundamentada en lotecnológico ha tenido un impacto impresio-nante en lo cultural y en lo económico, perotambién, sin duda alguna, en lo político.

En el orden económico, la globaliza-ción se fundamenta en la mercancía, ídola pri-mario del primer capitalismo; pero el impulsofundamental viene de la internacionalizaciónya no sólo de la mercancía sino también delcapital mismo, un fenómeno financiero queocurre, primero, con la creación de las bolsasde valores en los centros capitalistas de lospaíses super industrializados y, más tarde, enlos países periferia; y, segundo, con la migra-ción de capitales voraces, cuya única patria esaquella que le ofrece seguridad, que van don-de las ganancias son fáciles, rápidas y sin con-troles, lo que, a su vez, permite a esos capitalespenetrar los bancos nacionales o, simplemen-te, apoderarse de ellos, como ha ocurrido, porejemplo, con casi toda la banca de los paíseslatinoamericanos, hoy día, en buena parte, enmanos del capital español (3), en lo que algu-nos denominan la “iberización de la banca”.

En el orden jurídico, la internacionali-zación de la mercancía y de los capitales haforzado la creación de normas legales que losprotejan, lo que, a su vez, ha conducido a ladesaparición progresiva de las fronteras y ba-rreras legales que eran propias de cada país.Esos procesos han conducido a la creación deun sistema legal supranacional, que, en lapráctica, es siempre de cumplimiento obliga-torio para los países económicamente débileso subdesarrollados, pero opcional para lospaíses fuertes o desarrollados.

En el orden político, hemos visto quelas grandes empresas transnacionales y lospoderosos capitales han transformado el ejer-cicio de la política, no sólo dentro de los paísessino también entre éstos. Igualmente, las or-ganizaciones internacionales tienen poderpara tomar e imponer decisiones a otros paísessoberanos, particularmente a los débiles y pe-queños, pero no siempre a los países fuertes.Esas empresas y esos capitales, de hecho, tie-

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nen el poder de decidir quién gobierna en unpaís o, simplemente, como en el Chile deAllende, cambiar al gobierno cuando no com-place los intereses del poderoso capital. Comodice Castaldo (2005: 88): “La globalizzazionenon è affatto un fatto naturale (...) ma un even-to altamente politico di portata mondiale”.

En el orden ecológico observamos, porlo menos, dos fenómenos fundamentales. Porun lado, algunos países subdesarrollados sonutilizados como depósitos de materiales con-taminantes que los países desarrollados noquieren conservar en sus territorios, por el pe-ligro que ellos acarrean para su población. Porel otro, se observa que organizaciones de paí-ses económicamente poderosos, como el Gru-po de los Siete, intentan imponer normas demanejo de los recursos naturales que los paí-ses pobres poseen.

2. Globalización, procesosculturales y violencia simbólica

No es sino tardíamente que la semióti-ca se preocupa por la globalización, como fe-nómeno que no puede pasar inadvertido parael estudio de los procesos culturales de loscuales ella se ocupa. Generalmente, centradaen los análisis de objetos concretos, como lanovela o el cuento, el mito o el rito, el teatro oel cine, el cuadro o la fotografía, nos ha faltadocapacidad para ver estos objetos semióticosen el marco de ese silencioso cambio que ge-nera nuevas identidades y nuevas pertenen-cias, nuevas fronteras y nuevas patrias, y queataca sin cesar los límites entre lo interno y loexterno.

En el orden cultural, la Globalizaciónse afinca en una direccionalidad que no puedellamarse, sin faltar a la exactitud, intercambio,porque éste supone un mínimo de equilibrio yreciprocidad, incluso aunque los socios del

presunto intercambio tuviesen capacidades ypoderes diferentes. Refiriéndose a las socie-dades andinas, por ejemplo, Mansilla(2004:380) afirma que éstas “han ingresadoen el proceso globalizador con vínculos desi-guales que las atan a otras culturas: la conste-lación básica resultante es de una marcada asi-metría”.

Hay una direccionalidad, que llamare-mos semiótica para distinguirla de la direccio-nalidad tecnológica y económica, política yjurídica, que puede percibirse fácilmente enlos factores que enumeramos antes. ¿En quéconsiste esa direccionalidad cultural? En quehay una mayor capacidad de vehicular signifi-cados desde el centro que desde la periferia,capacidad que se expresa, en el caso de laAmérica Latina, por ejemplo, en la enorme yevidente desproporción entre contenidos cul-turales vehiculados por el cine, la televisión,la radio y los impresos de origen anglosajón ylas de un mundo latinoamericano o hispano-americano.

El desequilibrio de las relaciones entreculturas se observa incluso dentro de un mis-mo país, y en tal sentido es de particular inte-rés el estudio de los procesos y fenómenos quese dieron desde la colonización entre las cultu-ras criollas, deudoras de la visión del mundoimpuesta por los conquistadores españoles, ylas culturas indígenas, deudoras de milenariastradiciones ancestrales, que debieron adaptar-se creativamente a las nuevas necesidades y alas nuevas normas que la hegemonía criolladominante imponía progresivamente. En estesentido, Golte (1999) ha analizado las redesétnicas como conjuntos que permiten la reela-boración de culturas en América Latina, capa-ces de resistir exitosamente la unidirecciona-lidad dominante de las llamadas culturas crio-llas: “Por cierto que estos mecanismos (‘usur-pación de las burocracias republicanas por las

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élites criollas y una acentuación del control deéstas sobre territorios y minas’) eran acompa-ñados de construcciones culturales que hacíanparecer a la cultura criolla como partícipe deuna cultura global “superior” y “moderna”, ypor lo tanto “nacional”, mientras las culturasde los otros grupos étnicos mayoritarios apa-recerían como marginales e inadecuadas paracomunicarse directamente con el desarrolloglobal, e incluso el desarrollo de las repúbli-cas parecía depender de la eliminación de lasculturas de los grupos mayoritarios” (Golte,1999).

Aún hoy, según Montoya (1999), la do-minación y control de las culturas criollas per-mea toda la estructura social continental: “Laspersonas que vivimos en los países de intensacomposición multicultural en América Latinanos dividimos en dos grupos claramente dife-rentes: los que hablan el castellano y poseen lacultura dominante a través de cualquiera de sussubculturas (urbana dominante, urbana popu-lar, rural) y los que hablan lenguas indígenas ypertenecen a culturas a medias, subalternas ydominadas”. Esa situación, aún no totalmenteresuelta, implica tensiones culturales, las cua-les, en su dimensión semiótica, afectan el inter-cambio de contenidos y formas que subyacenen las estructuras sociales que hoy se debatenentre la conservación y el cambio, en particularen aquellos países de América Latina con unanumerosa población indígena, como es el casode Bolivia, Ecuador y Perú.

Una problemática aún más difícil sepresenta cuando el Papa Nicolás V, en 1455,autoriza al rey Alfonso V a llevar esclavos aEuropa (Pollak-Eltz, 1977:36); y más tarde,en los siglos XV y XVI, llegan al continenteamericano cerca de diez millones de esclavosnegros, en su mayoría traídos de lo que hoy seconoce como Senegal, Angola y Mozambique(Palmer, 1992:66). Para estos esclavos la si-

tuación de desarraigo y tensión cultural era, envarios aspectos, mucho más ardua que la su-frida por los indígenas. En primer lugar, por-que los esclavos, a diferencia de la mayoría delos indígenas sudamericanos, sufrieron unadesterritorialización geográfica absoluta,pues fueron traídos desde un continente haciaotro completamente desconocido.

En segundo lugar, los esclavos fueronreunidos sin importar su origen étnico ni las di-ferentes lenguas que hablaban. Entre ellos ha-bía mandingas, congos, loangos, yorubas,ashantis, etc., y sus lenguas eran desconocidasentre ellos. En tercer lugar, sus costumbres ysistemas rituales y míticos eran diferentes paracada uno. A partir de esa terrible situación, se-parados de sus familias, los esclavos debieron,casi individualmente, enfrentar la construcciónde nuevas referencias identitarias, sin olvidartotalmente sus orígenes culturales pero bajo elavasallante imperio de una nueva civilizaciónque comenzaba, en primer lugar, por asignarlesnombres cristianos que jamás habían conocidoy que venían llenos de nuevos imaginarios mí-ticos; y, en segundo lugar, por hacerlos practi-car nuevos rituales religiosos que no les decíannada y que, en consecuencia, fueron a menudoaceptados nominalmente; mientras ritos pro-pios y deidades propias se cobijaban bajo la os-curidad y bajo los nombres de los santos cris-tianos (Finol, 2001) (4).

Esta avasallante imposición sistemáti-ca, acentuada por una gravosa desproporcio-nalidad en la direccionalidad de los flujos cul-turales y en los efectos que ella acarrea, es loque Pross llama violencia simbólica (5): “Laviolencia simbólica es el poder de imponer lavigencia de un significado a otros, por mediode la colocación de signos, es decir, por lasimbolización, con el efecto de que esas otraspersonas se identifiquen a sí mismas con elsignificado allí afirmado” (Pross, 1980:149).

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Esa violencia simbólica (6), como esfácil deducir, se realiza, cotidianamente, a tra-vés de los discursos en los cuales se expresanlos significados propios de unas culturas que,gracias a estrategias simbólicas constantes,desplazan los significados de las culturas re-ceptoras. Esa violencia simbólica tiene comoejemplo más patente la imposición de una len-gua de dominación sobre una lengua domina-da que, al final, de modo gradual, termina amenudo por desaparecer. Pero se trata de unfenómeno que va mucho más allá de lo lin-güístico y que cubre la imposición progresivade los múltiples sistemas simbólicos que se ar-ticulan dentro de una cultura. Así, en nuestrassociedades, el espectáculo, por ejemplo, reúneexpresiones múltiples y variadas que van des-de el gesto, la música y la imagen, pasando porla fotografía y la moda, para terminar, sin porello concluir, con el sistema culinario, la orga-nización del espacio y el sistema de los obje-tos. Es por ello que en el espectáculo no sólose expresa un mensaje sino, como veremos,una visión del mundo.

3. Globalización y espectáculo

Varios autores han señalado cómo loespacial y lo visual han definido el nuevo or-den cultural. Para Jameson (2001:37): “es em-píricamente plausible sostener que nuestravida cotidiana, nuestra experiencia psíquica,nuestros lenguajes culturales, están hoy domi-nados por categorías espaciales más que tem-porales”. Y en cuanto a lo visual, no sólo setrata de los medios visuales ya hoy tradiciona-les, es decir televisión, cine, fotografía, vallas,etc.; se trata de toda la vida pública y cotidianaconstruida en torno a la imagen; pues inclusolas manifestaciones sonoras recurren a estra-tegias diversas de la propia visibilidad y por

ello han saltado, con éxito, a los medios visua-les. En tal sentido, Gauthier señala con preci-sión que:

«nous sommes passés du visible au vi-

suel, de l’extériorisation à l’exhibition

publique. Bien plus, nous sommes passés

de l’exhibition à l’exhorbitation, à savoir

à une inflation visuelle systématique

opérée au détriment de toute attraction li-

sible, de toute force attribuée à l’objet ou

à l’événement» (Gauthier, citado por

Baudry, 1999 :201).

No obstante, la noción de espectáculono tiene que ver solamente con la imagen sino,como lo explica Debord, con una visión delmundo que es substancial, hoy, a la lógica cul-tural de la Globalización:

«Le spectacle ne peut être compris com-

me l’abus d’un mode de la vision, le pro-

duit des techniques de diffusion massive

des images. Il est bien plutôt une Weltans-

chauung devenue effective, matérielle-

ment traduite. C’est une vision du monde

qui s’est objectivée» (Debord, 1967: 5).

Si el espacio, por encima del tiempo, seha convertido en el componente dominante delas estructuras de la Postmodernidad, lo visualy el espectáculo se han convertido en su expre-sión pública y social, en la definición misma dela existencia de “lo” cultural y, por extensión,en la marca más prestigiosa de lo social, dondecada conducta, cada palabra y cada gesto ali-mentan activamente la vocación de una mismi-dad que existe en la medida en que es vista.

4. Globalización y vida cotidiana

Frente a esa violencia simbólica se pro-ducen cambios, acomodos y reacomodos que

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no sólo afectan los grandes procesos cultura-les, como aquellos donde participan la televi-sión, el cine, la radio y los periódicos, sino quedesde allí afectan también los microprocesossimbólicos propios de la cotidianidad:¿Cómo? Hay varias respuestas, a veces imper-ceptibles, gracias a las cuales los actores so-ciales reproducen y adaptan la direccionali-dad cultural y la transforman en microdirec-cionalidades cotidianas dotadas de nuevossentidos.

Tomemos como ejemplo la música ex-tranjera que se escucha en Venezuela en lasemisoras de radio. Como es fácil imaginar, lamúsica que llena más tiempo en muchas de lasemisoras de radio de Frecuencia Modulada(FM), en Venezuela, es de origen anglosajón,que es la que prefieren, en general, los jóvenesde clase media y clase alta (7). Loyola (1998)afirma que los radioescuchas “buscan la músi-ca en las radios de frecuencia modulada (FM).Algunos entrevistados, sobre todo aquellosque viven con hijos adolescentes, señalan quereparten su escucha con radios FM, que eligensus hijos”.

Por el contrario, en las emisoras deAmplitud Modulada (AM) se escucha, princi-palmente, una combinación de música colom-biana, música venezolana y mexicana. El es-tudio de García y Meza señala que en las emi-soras AM de Maracaibo hay “más peso para lamúsica “Del recuerdo” (18.19%) y la músicade origen colombiano, el vallenato (17.43%).Luego, sí en un tercer lugar, se presenta la mú-sica venezolana y muy de cerca la ranchera”.Así mismo, “La música en inglés ha desapare-cido casi totalmente de la oferta de las AM demayor consumo. Los pocos temas que aúnsuenan están referidos a la música “Del re-cuerdo”, específicamente los dedicados a re-cordar la época de los años 60 y 70 (García yMeza, 1999) (8).

Taxistas entrevistados en Maracaibo yen Caracas aprecian la música venezolana,folklórica, mucha de ella de origen llanero,como el joropo y el corrido, u occidental,como la gaita zuliana, las décimas, etc., perotambién, con mucha fuerza, la música caribe-ña (merengues, boleros, etc.). Así, el gustomusical de las clases bajas, encuentra recepti-vidad y se expresa en las emisoras de radioAM. Por ello, hoy en Venezuela, las emisorasAM dirigen su programación a las clases bajasy, a lo sumo, a las clases medias bajas, mien-tras que en la escala social las FM apuntan delas clases medias hacia arriba.

Pero algunos taxistas, que con frecuen-cia llevan una colección de algunos treinta ocuarenta CDs en sus autos, expresan que es ne-cesario adaptarse al gusto del cliente. “Yo llevomúsica en inglés porque es la que le gusta a mu-chos pasajeros”, comentaba uno. “Pero cuandoescucho mi música, me gusta la venezolana”.En esta afirmación, que repiten muchos de lostaxistas, se expresa esa solución negociada alconflicto cultural que se establece cuando enuna comunidad los procesos culturales se venasaltados por expresiones que, al menos origi-nalmente, no se perciben como propias. Se tra-ta, para expresarlo con palabras de Lotman, dedos semiosferas diferentes que se encuentran,donde una de ellas es más poderosa, pues tienevarias ventajas de diverso orden.

Por un lado, los medios de difusión ma-siva han privilegiado la música extranjera so-bre la nacional, gracias a la presión de lasgrandes compañías transnacionales que co-mercializan la música, y que controlan emiso-ras de radio y de televisión y cuentan con pu-blicidad en los medios impresos. Por otrolado, la música extraña a las comunidades espresentada como una música prestigiosa,“moderna”; mientras que la propia es presen-tada como “atrasada”, “escandalosa”, una

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configuración semántica que en Venezuela,por ejemplo, se manifiesta en la expresión“música salada”, en particular para referirse ala música vallenata, de origen colombiano; untipo de música muy escuchado en Venezuela,en especial en las clases sociales bajas, dondeexiste una extensa comunidad de origen co-lombiano.

Hoy es fácil ver como padres e hijos tie-nen preferencias musicales diferentes; puesmientras los primeros por lo menos aún guar-dan cierta preferencia por la música nacional,sea ésta o no de carácter folklórico, los últimoscasi ignoran por completo la existencia de esamúsica. Obviamente se trata de un problema deorden tecnológico y económico, que afecta elorden cultural, al cual transforma y modifica enfunción de específicos intereses y casi siemprecon la colaboración de expertos en difusión.Podemos denominar a esas tensiones que segeneran en el contacto entre culturas como unatensión inter-cultural, mientras que las que segeneran en el interior de una cultura determina-da las denominaremos tensiones intra-cultura-les. Las segundas pueden ser consecuencia,como veremos, de las primeras, pero tambiénel proceso inverso puede ocurrir, en virtud deque las tensiones intra-culturales pueden tra-ducirse en resistencias y conflictos en los pro-cesos de interacción entre los actores socialesen el marco de otras culturas.

De lo dicho se desprenden dos conclu-siones que nos parecen relevantes y que con-firman las investigaciones de Pross. En primerlugar, vemos cómo se producen procesos denegociación, no siempre exitosos, en la vidacotidiana: se reciben expresiones cuyos signi-ficados, al menos inicialmente, son extraños,se acepta su existencia, se coexiste con ellas;en alguno casos, se marginan y, en otros, secrea una oposición permanente que genera a)conflictos generacionales entre padres e hijos

o entre jóvenes y adultos, y b) desdeño y des-precio por miembros de otras clases socialesque prefieren otras expresiones culturales.Como vemos, hay aquí, por lo menos, dos cla-ses de conflictos, los generacionales dentro deuna misma clase y los de una clase y otra. Laotra conclusión que nos parece relevante tieneque ver con lo que afirma Pross: la validez so-cial de los símbolos que impone el poder al in-tentar uniformar las comunicaciones:

El problema de uniformar las comuni-caciones es denominado asimismo factor nor-mativo del poder. Es un problema relativo a lavalidez (vigencia) del simbolismo, que nodebe ser mezclado con la cuestión de la efica-cia. La eficacia depende de la validez, porquelos símbolos no válidos no pueden ser efica-ces, y viceversa (Pross, 1980 [1974]: 148).

En efecto, en ese conflicto entre dos se-miosferas, de fuerzas, recursos y poderes dife-rentes, una intenta imponer a la otra un factornormativo en el que se privilegia lo que es“bueno”, “aceptable”, “deseable” y “presti-gioso”. Así, la música que escuchamos no essólo la que nos gusta sino también la que es“buena”, “aceptable”, “deseable” y “presti-giosa” en el medio donde nos desenvolvemos,medio que ha aceptado y hace aceptar ese fac-tor normativo del cual habla Pross (2002: 13).

Otro sencillo ejemplo de las tensionesque se generan en las relaciones interculturaleses el que tiene que ver con la primera de las tresestructuras de acogida propuestas por Duch,quien las describe como el marco en el cual elser humano desarrolla “diversas praxis de do-minación de la contingencia” (Pross, 2002:13). Esas estructuras de acogida son la de co-descendencia (la familia), la de corresidencia(la ciudad) y la de cotrascendencia (cuerpo decreencias y prácticas simbólicas). Para las cul-turas pertenecientes a la llamada angloesfera(9), en general, el significado de familia tiene

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un carácter mucho más restringido que el quetiene para las culturas de origen latino.

Las diferencias se evidencian, por lomenos, en tres conductas generalizadas quepodemos considerar como indicadores delsignificado mencionado. En primer lugar, enlas culturas anglosajonas la permanencia delos hijos junto a los padres es mucho más cortaque en las de origen latino. Usualmente, en lasprimeras se estima que a los dieciocho o vein-te años los hijos deben comenzar a independi-zarse y esto ocurre sin que tal separación sig-nifique un trauma, y, por el contrario, respon-de a una conducta esperada y deseada tantopor los padres como por los hijos. La perma-nencia de los hijos casados en el mismo hogarde algunos de los padres parece ser extrema-damente rara.

En segundo lugar, en las culturas an-glosajonas la despedida o recepción en los ae-ropuertos de familiares que viajan al exteriorpor períodos más o menos largos, está reduci-da, en el mejor de los casos, a la presencia delos padres o de los hijos. En las culturas de ori-gen latino, en tales despedidas o recepcionesla presencia de familiares más allá del núcleofamiliar básico es mucho más numerosa (pri-mos, sobrinos, tíos, amigos). Una estadísticade la UNESCO revelaba que Portugal era elpaís donde las despedidas aeroportuarias eranmás numerosas: trece personas, en promedio,por cada viajero (10). En tercer lugar, el nú-mero de hijos es claramente menor entre lasfamilias anglosajonas que entre las latinas.Evidentemente, estas diferencias tienen mu-cho que ver con el origen de ambas culturas ycon el estilo de vida y los valores sociales decada país pero no debe olvidarse que esos esti-los y esos valores son, justamente, la cultura,o, al menos, buena parte de ella (11).

Ahora bien, el modelo de familia an-glosajón ha sido difundido planetariamente y

ha sido estimulado por las políticas demográ-ficas que esos países han diseñado y promovi-do para el mundo entero. En consecuencia, esemodelo ha originado una tensión intra-cultu-ral en las familias de origen latino y, al mismotiempo, ha originado una tensión inter-cultu-ral entre éstas y las de origen anglosajón, puesestas últimas han sido presentadas, por me-dios diversos, como la norma, es decir, comoel modelo a imitar. Un análisis similar podríahacerse a partir de las nociones socio-cultura-les de individuo e individualismo, en las cul-turas anglosajonas, como correlacionadas conlas nociones de familia y sociedad, en las deorigen latino.

En ese proceso progresivo y sistemáti-co, mediante el cual desde una cierta semios-fera se impone el factor normativo, se desa-rrollan microprocesos que atraviesan las co-munidades en forma vertical y horizontal.Desde arriba, desde los medios de difusiónmasiva, se vehiculan unos contenidos, en for-ma reiterada, hacia comunidades carentes ocon escasos medios, en la mayoría de los ca-sos, de capacidades de reproducción y divul-gación. Pero simultáneamente, desde el inte-rior de las propias comunidades se reprodu-cen, en forma horizontal, esos mismos conte-nidos, los cuales, en contacto con los conteni-dos propios, se rearticulan en conflictos, so-ciales y/o semióticos, que se resuelven en nue-vas costumbres, nuevas relaciones y nuevasestéticas que, a su vez, generan los nuevossímbolos y mitos que no son totalmente losmismos que se han recibido ni tampoco losque previamente existían.

No se trata simplemente de una hibri-dación o de un mestizaje semiótico; se tratade un proceso más complejo, de estrategiassimbólicas en las cuales negociaciones yconflictos, conflictos y negociaciones, creansin dejar de ser y sin afectar, al menos inicial-

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mente, las identidades sociales y las pertenen-cias culturales, pues éstas se sienten comodestinadas a permanecer. Esos largos, com-plejos y difíciles procesos no son simplemen-te un encuentro entre dos culturas que produ-ce, a su vez, una tercera y donde, de manera li-neal, se mezcla sal con azúcar, si hablamos delsistema culinario, sino también donde haycondimentos inesperados que resisten siem-pre la posibilidad de una homogeneización.La resistencia, la guerrilla semiótica mencio-nada por Eco alguna vez, es mucho más com-pleja y eficiente de lo que pensaron algunosteóricos de la cultura al principio de la explo-sión globalizadora.

Lotman (1990: 123, 127) ha propuestoel concepto de semiosfera como el espacio deintersección, a varios niveles, de los lenguajesy de los textos, espacio fuera del cual el senti-do es imposible. Plantea que la semiosfera es“the semiotic space necessary for the existen-ce and functioning of language”; la semiosfe-ra, agrega, “can be regarded as a generator ofinformation”. Nuestro análisis tiene que vercon la intersección entre dos semiosferas conorigen, características y lenguajes diferentes.Los procesos de Globalización han puesto encontacto dos universos semióticos, una cultu-ra “externa” y otra “interna”, un contacto en elcual a menudo una de ellas, la externa, “domi-na”, progresivamente, a la otra; pues si al prin-cipio la cultura “externa” ocupa un espacio ytoma un nombre, posteriormente construye supropio espacio y sustituye los viejos nombrespor los suyos.

5. Semiosfera y tensión semiótica

Creo que el concepto clave para enten-der esa estructura polémica, como diría Grei-mas (1979), que se produce en el encuentroentre las semiosferas, y que se caracteriza por

el esfuerzo sostenido y deliberado de una porarrinconar, controlar y en ocasiones eliminar ala otra, es el concepto de tensión. Greimas(1979:284) señala que “la actividad humana,concebida bajo forma de confrontaciones, ca-racteriza, en buena medida, el imaginario hu-mano”. Es decir, desde un punto de vista se-miótico (pero también sociológico) el conflic-to sería un mecanismo que no sólo constituyelo cultural (lo cual contradice las teorías de laidílica y estática homogeneidad absoluta delas culturas), sino que también es el mecanis-mo que explica, al menos parcialmente, lastransformaciones y los cambios.

Si bien el contrato social, las normas deconvivencia, aceptación y respeto, establecenlas reglas para reducir la estructura polémica,conflictiva, de las relaciones entre las cultu-ras, ésta persiste siempre dispuesta a reapare-cer. Ahora bien, toda estructura de relacionespolémicas supone una tensión dinámica o“tracción tensa” (Duch, 2004: 35) que de noresolverse genera un enfrentamiento.

Como se ha dicho antes, la direcciona-lidad de la relación entre estas dos semiosfe-ras, entre sus lenguajes diversos y fluctuantes,tiene como fuente la diferencia de capacida-des, de recursos y de poder; lo que explica quela relación no sea recíproca ni equilibradasino, por el contrario, unidireccional. Comoha explicado el propio Lotman, cuando dosestructuras no pueden mantener un dinámicoequilibrio que les permita coexistir, cualquiercambio produce el forjamiento de nuevas es-tructuras. Ahora bien, ese encuentro unidirec-cional produce una tensión semiótica que de-fine la relación de las semiosferas en el con-texto de los procesos de Globalización.

En términos generales, la tensión se de-fine, en la Física, al menos, en dos direccio-nes. Por un lado, la tensión puede definirsecomo la expansión o estiramiento de un cuer-

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po que recibe la acción de dos fuerzas que, si-multáneamente, lo atraen hacia direccionesopuestas, y a las cuales el cuerpo, al mismotiempo que cede, también resiste. Por otrolado, la tensión también puede definirse comola fuerza que impide la separación de al menosdos elementos de un mismo cuerpo, en cuyo

caso éste ejerce una fuerza de atracción a lacual los elementos resisten. Como puede ver-se, según donde se ponga el énfasis en la direc-ción de la relación tensional, ésta puede des-plazarse del cuerpo a los elementos o desdelos elementos al cuerpo, tal como se visualizaen los siguientes esquemas:

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Ex-tensiónEx-tensiónCuerpo B Cuerpo C

Atracción Tensión Atracción

Resistencia Cesión

Cuerpo A

E S P A C I O

HI

S

T

O

R

I

A

H

I

S

T

O

R

I

A

Modelo 1. Tensión-Resistencia

HI

S

T

O

R

I

A

In-tensiónIn-tensiónCuerpo B Cuerpo C

Tensión Atracción Tensión

ResistenciaCesión

Cuerpo AH

I

S

T

O

R

I

A

E S P A C I O

ResistenciaCesión

Modelo 2. Tensión-Atracción

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Como puede deducirse de los modelospropuestos, mientras los mecanismos de ce-sión y resistencia guarden un equilibrio, elcontacto entre culturas “externas” e “inter-nas” puede permitir la cohabitación, en unmenor o mayor tiempo, entre fenómenos cul-turales que, aún en conflicto, resuelven sus di-ferencias a través de los sentidos negociados.Ahora bien, cuando la cesión es mayor que laresistencia o a la inversa, el equilibrio se rom-pe y nuevas estructuras culturales ocupan elespacio semiótico. En esta tensión intervienendiversos factores contextuales (tiempo, espa-cio, historia) y textuales (actores, normas, ob-jetos) que pujan sobre la atracción/resistenciatensional.

Aquí surge el problema de los límites yde las fronteras en ese espacio de intersecciónsemiótica donde los sentidos se negocian, amenudo en una relación dialéctica que puedeser enriquecedora para cada uno si las influen-cias fuesen mutuamente equilibradas. Así,“los nuevos límites territoriales y los actos co-lectivos emergentes se racionalizan en térmi-nos de un pasado simbólico y de un presenterealista” (Strauss, 1977:129). En esos límitesculturales se desarrolla una permanente bata-lla semiótica entre su natural tendencia con-servadora, que busca crear fronteras, reforzarlas diferencias y así proteger su identidad, y latambién natural búsqueda del conocimientodel otro, producto de la curiosidad y del esta-blecimiento mismo de la diferencia: “Thebuilding and breaking of borders is both away of keeping ourselves between the limits ofwhat is known to us, within our own culture,and, at the very same time, of exploring theunknown, of knowing, of crossing borders andexpanding our own limits” (Finol, 1995:119).

Si como afirma Fisher (1973:40):“cada persona batalla día y noche para mante-ner sus fronteras”, también los sistemas cultu-

rales mantienen, incesantemente, esas bata-llas y, en consecuencia, la falta de equilibrio,la incapacidad para complementarse y la agre-sividad de uno con respecto a la otra, genera-rán conflictos donde, al final, los sistemas se-mióticos más fuertes terminarán venciendolas fronteras y ocupando el espacio de los másdébiles.

Aquí surge también la problemática dela resistencia semiótica, a la cual el semióticofinlandés Tarasti ha dedicado una investiga-ción fundamental. Taraste (2005), después deestablecer los catorce rasgos (12) que caracte-rizan la condition humaine (sic) en la era de laglobalización, señala tres fuerzas de resisten-cia semiótica: el ser, la memoria y la histo-ria (13). En cuanto al ser señala que “thismeans that we encounter the existential situa-tion of the man of our time as it appears. Beingis just our being here and now” (…), “the be-ing of now and today is the consequence ofwhat was before, all choices among alternati-ves, among various cultural articulations areprocesses bound with time and history”; encuanto a la memoria señala que ésta “is also aforce of resistance: as long as man still re-members how things were done in his cultureand community, he is saved with his identity”(…) “memory is power”; y en cuanto a la his-toria afirma que “all history as backwardslooking activity, collective or individual me-mory, is also narration of resistance, sincethere always one transcends the surface ofreality” (Tarasti, 2005). En cuanto a la histo-ria, Bourdieu coincide con Tarasti: “…no haysin duda ningún instrumento de ruptura máspoderoso que la reconstrucción de la génesis:al hacer resurgir los conflictos y las confronta-ciones de los primeros comienzos y, con ello,las posibilidades descartadas, reactualiza laposibilidad de que las cosas hayan sido (ysean) diferentes y, a través de esta utopía prác-

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tica, vuelve a poner en tela de juicio la posibi-lidad por la que, entre todas las demás, se haoptado” (Bourdieu, 1997:98).

La articulación entre memoria e histo-ria la expresa Giambattista Bodoni, el perso-naje protagónico de Eco en la novela La miste-riosa llama de la reina Loana, cuando, en susdenodados esfuerzos por recobrarse de su am-nesia, decide releer todos los libros y cuader-nos que usó durante sus años de escuela y,también, todas las novelas e historietas queconoció en su infancia; pero lo hace poniendoesos textos infantiles en el contexto de losotros textos que se daban en el mismo períodohistórico: “Decidí proceder con el método deun historiador, esto es, controlando los testi-monios mediante un cotejo recíproco. Es de-cir, si leía libros y cuadernos de cuarto grado,1940-1941, hojeaba los periódicos de los mis-mos años y, en la medida de lo posible, poníaen el tocadiscos las canciones de esos mismosaños” (Eco, 2005:200).

Las fuerzas de resistencia semiótica ori-ginan estrategias que permiten a las culturas, entanto sistemas y procesos semióticos, interac-tuar y negociar entre sí. En ese sentido, la resis-tencia semiótica es el conjunto de procesos designificación que, gracias a la semiosis infinita,los actores utilizan como estrategias de reafir-mación, negociación y rearticulación de senti-dos frente a la violencia simbólica.

Pero no es menos cierto que hoy, en ge-neral, las culturas ya no se definen en los ex-tremos, entre lo interno y lo externo, o entre lopropio y lo ajeno, sino en espacios a la vez co-munes y diferentes, en espacios semióticosvariados y múltiples, complejos y surtidos,heterogéneos y disímiles, híbridos y mestizos,donde, no obstante, aún los sujetos pueden re-conocerse como semejantes al mismo tiempoque luchan, “día y noche”, por sentirse dife-rentes.

Es en los límites entre etnocentrismo yheterocentrismo, no en sus extremos, dondelas nuevas semiosis de las culturas contempo-ráneas se debaten, y es, finalmente, en los es-cenarios de la vida cotidiana donde ese debatetoma vida. Montoya (1999) habla del encuen-tro entre dos bloques “diferentes, desiguales ycon posibilidades claramente distintas” a lasque denomina cultura plena y cultura de so-brevivencia, y agrega que entre ellas “hay unárea sombreada de frontera cultural caracteri-zada por el bilingüismo y una aparente bicul-turalidad, generalmente descrita con la cate-goría ‘cultura mestiza’ que sólo es una metá-fora y no un concepto teórico útil para enten-der la realidad”.

Al analizar lo que denomina la Antro-pofagia cultural, Browne Sartori (2005:204),a diferencia de Montoya, señala que: “las cul-turas, de tanto alimentarse recíprocamente en-tre sí, generan un infinito y diverso mestizajeque se nutre de todas ellas y habilita el surgi-miento ya no de un Mismo o de un Otro, en ladicotomía identidad-alteridad, sino de un “ter-cero novedoso” que es fruto de esta contami-nación sígnica, como parte de una semiosisilimitada-antropófaga”.

Pero ni la noción de mestizaje ni la dehibridación (García Canclini, 2001), ni la no-ción de in-between propuesta por Jameson, pa-recen dar cuenta de ese tercer espacio semióti-co en el que se rearticulan lo interno y lo exter-no, el adentro y el afuera, lo propio y lo extraño.Ahora bien: ¿cómo se rearticulan esos nuevosespacios semióticos?, ¿qué tendencias y fuer-zas los rigen? Se trata, sin duda, de un procesoextremadamente complejo en el que hay, por lomenos, diversos tipos de variables:a) Variables sociales: qué actores partici-

pan, aceptan o rechazan las nuevas semio-sis, cuál es el prestigio y el liderazgo quetales actores tienen en la comunidad, cuá-

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les son sus características etarias (pues losjóvenes se consideran más receptivos alcambio mientras los adultos tienden, engeneral, a ser más conservadores).

b) Variables económicas: cuál es la fuerzade los intereses económicos que rigen elcomportamiento de los actores.

c) Variables tecnológicas: cuáles son losmedios que vehiculan los contenidos deuna y otra cultura.

Todas esas variables, que pueden regis-trarse en cada una de los dinámicos sistemasculturales que en un momento histórico dado seencuentran, entran inicialmente en una tensióncrítica y, a medida que el tiempo transcurre, en-tran en una relación dialógica que será mayor omenor en la medida de las compatibilidades/in-compatibilidades que las caracterizan.

6. Estrategias semióticas y vidacotidiana

La Escuela de Birmingham, y en parti-cular E. P. Thompson, ve en la vida cotidianaun escenario de resistencias y oposiciones, yseñala como sus componentes principalesa) el sujeto y sus experiencias, b) las media-ciones simbólicas e imaginarias, c) las formasde vida y sus transformaciones, y d) las resis-tencias y disidencias que defienden la propiacultura (Muñoz, 2005b:168). Esos procesosde resistencia son la respuesta lógica, auto-conservadora, ante la natural identificacióncon lo propio y la esperada desconfianza fren-te a lo extraño.

Duch (2004:95) define la vida cotidia-na como “el ejercicio cotidiano de la relacio-nalidad comunicativa propia del hombre, elcual de esta manera ‘se presenta’ y ‘se repre-senta’ sobre el escenario del ‘gran teatro delmundo’”. Heller (1977[1970]:19) presuponepero va más allá de esta dimensión comunica-

tiva y define a la vida cotidiana como “el con-junto de actividades que caracterizan la repro-ducción de los hombres particulares, los cua-les, a su vez, crean la posibilidad de la repro-ducción social”. ¿Qué significa “reproduc-ción de los hombres particulares”? Para noso-tros no significa otra cosa que la reproducciónde los sentidos que identifican a esos hombresy, sucesivamente, el conjunto dinámico de susrepresentaciones. En otras palabras, ese obje-to reproducido no es otra cosa que los microu-niversos culturales que se generan en la vidadiaria y que, al mismo tiempo, son re-produci-dos por ésta. Es en ese sentido que Lefebvreseñala que la vida cotidiana, lo mismo que lacultura, es mediadora entre /naturaleza/ y /so-cialidad/ (Heller, 1977:21).

Ahora bien ¿cómo afecta a la vida coti-diana el conflicto de semiosferas, la lucha en-tre cultura “externa” y cultura “interna”?¿Cómo se negocian los conflictos en la vidacotidiana, aquella que se encuentra alejada delacontecimiento extraordinario, del espectácu-lo y la anormalidad, de la transgresión y laruptura?

Ferrarotti (1991:13) ha alertado, conangustia, sobre la irreconciliable separaciónque la modernidad introdujo entre la vida coti-diana y la historia: “Hemos perdido la cotidia-nidad y ya no tenemos la historia. Vivimos enequilibrio entre dos vacíos. Esto sucede en elmomento en que es necesario que lo cotidianose convierta en historia para que la historia seahistoria de todos”.

Lotman (1999:182, subrayado nuestro)por el contrario, señala la continuidad semió-tica entre vida cotidiana e historia y afirmaque “la adopción de este o aquel lenguaje sim-bólico influye activamente en el comporta-miento de los hombres y en el camino de lahistoria”. En esta afirmación Lotman vinculatres variables en las que me parece útil insistir:

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“lenguaje simbólico”, “comportamiento hu-mano” e “historia” y, más importante aún, losseñala en el orden progresivo en el que esa re-lación se da: el “lenguaje simbólico” influyesobre el “comportamiento humano” y éste, asu vez, influye sobre el “camino de la histo-ria”.

En otros términos, ese “comportamien-to humano”, del que habla Lotman, equivale alas “actividades que caracterizan la reproduc-ción de los hombres particulares”, de las quehabla Heller, que es, justamente, donde la vidacotidiana cobra existencia y donde se realiza,finalmente, la “reproducción social”. Si estahipotética relación se demuestra cierta, ten-dríamos como consecuencia la vinculacióndirecta entre vida cotidiana, por un lado, e his-toria, por el otro. Es, pues, según nuestra hipó-tesis, en el marco móvil y cambiante de las mi-croculturas de la vida cotidiana donde, final-mente, se gesta la historia que, luego, en esta-dios posteriores, influirá también sobre la vidacotidiana misma.

A mediados del siglo pasado la escuelasocio-cultural afirmaba que “el proceso histó-rico se nos presenta en partes como una suce-sión, una aparición conjunta y una superposi-ción de diversas grandes culturas” (Weber,1960:21, subrayado nuestro). Si esta hipótesises correcta, vemos que en la postmodernidad,caracterizada por una explosión de microcul-turas, se ha producido una nueva etapa que yano es sucesiva, conjunta o superpuesta sino in-tercultural, mixta o mestiza.

Como Lotman (1981:42) ha señalado,“el ‘trabajo’ fundamental de la cultura consis-te en organizar estructuralmente el mundo quecircunda al hombre. La cultura es un genera-dor de estructuralidad; y es así como ella creaen torno al hombre una sociosfera que, delmismo modo que la biosfera, hace posible lavida, no orgánica, obviamente, sino de rela-

ciones”. Así caracterizada, la cultura, que es ala vez un fenómeno y un proceso social, tieneun papel clave en el mantenimiento, cohesióny equilibrio de los grupos sociales, de la fami-lia y de la sociedad entera y, por lo tanto, el en-cuentro con otras culturas, que siempre haexistido pero que gracias a la Globalización hacobrado una intensidad jamás imaginada, ad-quiere una importancia capital.

Lotean (1999:182) añade que cuandouna cultura “externa” o extraña penetra una“interna” o propia (14), pueden ocurrir tres fe-nómenos diferentes: a) la cultura “interna” opropia “absorbe los elementos que le invadendesde el exterior”, con lo cual se construye unnuevo sistema semiótico, b) “la intrusión pue-de ser a tal punto enérgica que se introduzcano un solo elemento del texto, sino todo unlenguaje, que puede eliminar completamenteel lenguaje en el cual se hace irrupción”, conlo cual se produce una substitución y se generauna réplica de la cultura “externa”, y c) la cul-tura “externa” puede “asumir el papel de cata-lizador: sin participar directamente en el pro-ceso, puede acelerar la dinámica” de las trans-formaciones de la cultura “interna” (15).

Para que esa intersección semiótica en-tre culturas diferentes tenga posibilidades decoexistencia y transformación, debe sergradual, naturalizada y traducible. Debe sergradual pues ello impide las crisis que se ge-neran en las explosiones, tal como las describeLotman; debe ser naturalizada, pues ello per-mite que los factores externos, aunque dife-rentes, no sean percibidos como anómalos oextravagantes; y, finalmente, debe ser traduci-ble a los lenguajes, a los símbolos y a los mi-crosistemas semióticos, de modo que la co-municación y la interacción sea posible. Asímismo, para que cualquiera de estas posibili-dades semióticas efectivamente se actualicees necesario considerar que la interacción es

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siempre un trabajo sobre los límites de las cul-turas; sean éstos explícitos o implícitos, de na-turaleza material o espiritual, se asuman en unmarco de conflicto y confrontación o de ade-cuación y cooperación.

De las posibilidades propuestas porLotman, ¿cuál es la más verosímil en estosprocesos globalizadores tan fuertemente mar-cados por la unidireccionalidad centro-perife-ria?. Obviamente, las circunstancias de cadacultura y cada microcultura de cada comuni-dad, país o región determinarán los particula-res procesos y sus consecuencias futuras.Mientras la alternativa “b”, eliminación de loslenguajes de la cultura receptora, es potencial-mente viable para algunas sociedades alta-mente permeables al cambio y al intercambio,de relativamente escasa tradición, con siste-mas simbólicos extremadamente híbridos ydependientes, para otras, con circunstanciasopuestas, la alternativa “a”, la absorción, pa-reciera más viable.

7. Cultura, límites y sujeto social

Ahora bien, la globalización tienecomo estrategia fundamental un ataque cons-tante contra toda frontera y todo límite cultu-ral, pues sólo la aceptación de sus lenguajes enlos lenguajes de las culturas receptoras permi-tirá su validez y su eficiencia. Una frontera noes sólo un límite, es decir, una separación,sino también un contacto. Al atacar esas fron-teras semióticas que, al menos inicialmente,sirven para separar, las culturas “externas” oextrañas privilegian el contacto, el cual tiene,por lo menos tres niveles de dificultad.

Se trata, por ejemplo, de un contacto debaja dificultad cuando se produce un acerca-miento con la cultura de masas, que en el fondoes a menudo una reproducción-copia de esacultura “externa” o extraña; de un contacto de

mediana dificultad cuando se trata de la culturainstitucional (religión, valores patrios, arte,ciencia, etc.) (16); y, finalmente, de un grado dealta dificultad cuando se trata de las microcul-turas de la vida cotidiana, las cuales, a pesar deque a primera vista pudieran parecer frágiles,se han revelado como el cemento dinámico delespíritu gregario y de la cohesión social.

La globalización, más que ninguna otraetapa histórica, ha transmutado al sujeto so-cial. Hoy se trata de un sujeto fragmentado,como consecuencia de la vulneración de sussistemas simbólicos de identificación y refe-rencia, de un sujeto des-territorializado,como consecuencia de la contracción, rese-mantización y transgresión de sus espaciostradicionales, de un sujeto des-temporalizado,como consecuencia de la eliminación de lamemoria, del desprestigio del pasado y del fu-turo y la conversión del ciclo vital en puro pre-sente, y, finalmente, de un sujeto individuali-zado y ego-céntrico, emanado del proceso dereducción de la familia y del establecimientode límites y exclusiones a “lo” colectivo y gru-pal. Es con esa suerte de nueva condition hu-maine que los actores, tanto en su dimensiónindividual como social, deben lidiar, desarro-llar nuevas estrategias semióticas, que les per-mitan aceptar, rechazar o transformar y adap-tar las nuevas realidades culturales.

Como se ha planteado, es en el comple-jo, dinámico y conflictivo tejido de la vida co-tidiana, en las múltiples identidades y perte-nencias de sus actores sociales, en la que lo so-cial y lo cultural se confunden en la unidad dela acción humana, donde, finalmente, se amu-rallan las estrategias simbólicas que permitenpreservar esa móvil unidad de identidadesculturales y los militantes sentidos de perte-nencia social. Desde allí, gracias a la conver-gencia dinámica de esos factores, se fundanlas bases de la historia.

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8. Conclusiones

Sin duda, la globalización, fundamenta-da en recursos y potencialidades jamás vistosen la historia de la humanidad, ha creado nue-vos espacios de intersección e interacción se-mióticas y, en consecuencia, ha generado unaexplosión del sentido que se afinca particular-mente en lo visual y en lo espacial, pero queabraza a todos los lenguajes que el hombre hacreado. En la vida cotidiana es donde esa inter-sección/interacción se “naturaliza”, pues mien-tras los medios de difusión masiva y las organi-zaciones e instituciones se ubican en un espa-cio social lejano, donde el hombre ya no es,allí, sino mero espectador, las microculturas dela vida cotidiana, por el contrario, se ubican enun espacio social cercano, pues es en ellasdonde el hombre vive su día a día, donde no esespectador sino protagonista activo, y donde,de modo definitivo, los sistemas de símbolosestán cargados de esa densidad semiótica quelos emparenta con las micromitologías cotidia-nas y, de allí, con “el conjunto de los arquetipossuministrados por la memoria inmemorial de lahumanidad” (Serres, 1984:31).

En el marco de la Globalización las cul-turas “externas” o foráneas actúan del mismomodo como actúa también, gracias a su capitalsimbólico, el Estado moderno. Tal como loexplica Bourdieu (1997): “Si el Estado está encondiciones de ejercer una violencia simbóli-ca es porque se encarna a la vez en la objetivi-dad bajo forma de estructuras y de mecanis-mos específicos y en la ‘subjetividad’ o, si seprefiere, en los cerebros, bajo forma de estruc-turas mentales, de percepción y de pensa-miento” (1997:98).

Es en la vida cotidiana, insistamos,donde con frecuencia se enfrenta con mayorfuerza a las culturas externas, gracias al im-pulso gregario de las microculturas que allí se

despliegan, y que crean unas fuertes articula-ciones que permiten a sus actores resistir latensión y negociar con fuerza soluciones queles permitan mantener la continuidad en me-dio del cambio, la conservación de los viejossímbolos y de los valores que en ellos se ex-presan, al tiempo que dan cautelosa cabida alos nuevos símbolos de la imagen, de la televi-sión (17) y del espectáculo.

En la vida diaria, igual que en los nive-les macroculturales, se libra día a día el en-cuentro dialéctico entre las fuerzas conserva-doras e innovadoras, es allí donde las fuerzasde in-tensión y ex-tensión hacen existir, asi-milar y transformar las microculturas que ali-mentan la historia, una historia que, comosiempre, se gesta en los límites y fronteras deculturas y sociedades. Es también en esos es-cenarios conflictivos de la cotidianidad dondeel factor normativo del poder, del que hablaPross, encuentra una resistencia que permiteconvertir las tensiones semióticas en resisten-cia social y cultural.

Notas

1. Frente a la cultura popular, la humanista y lade masas, Muñoz llama a la cultura global“cultura de cuarto nivel”, la cual, “al perderla territorialidad y su fuerza socializadoradeja a los individuos en un estado de indefi-nición desconcertante” (2005a:6).

2. Para un detallado panorama histórico delproceso de internacionalización e interco-nexión de las economías ver el libro deMattelart (1998).

3. A su vez, la inversión extranjera es dueñadel 35% del mercado bursátil español (ElPaís 2004:28).

4. “So, in order to be relevant in their ownright, within a specific situation, his pain-ful rebuilding of a new culture had to take

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fundamental components of what theywere but also, by the force of their painfulsituation, of what they had to be in orderto survive” (Finol 2001:183).

5. La expresión violencia simbólica fue uti-lizada por primera vez por Bourdieu yPasseron en 1970, en La reproduction.Eléments pour une théorie du systèmed’enseignement, Paris, Éditions de Mi-nuit. En 1998 Bourdieu la retoma y desa-rrolla en su obra La domination masculi-ne, Paris, Éditions du Seuil.

6. Gerard Imbert ha estudiado otras formasde violencia simbólica, en particular lasque se relacionan con los nuevos modosde ver y de sentir. En tal sentido señalacuatro formas emergentes de violenciasimbólica: la trivialización de la violenciaen diversas formas narrativas, la especta-cularización del dolor (en los realityshow, por ejemplo), la domesticación dela muerte en los videos domésticos y eljuego, y la estetización del horror(2002:34).

7. Es aún muy prematuro para evaluar losefectos de la Ley de Responsabilidad So-cial en Radio y Televisión aprobada por laAsamblea Nacional de Venezuela el 7 dediciembre de 2004. El presidente de la re-pública, Hugo Chávez F., le puso el ejecú-tese esa misma noche y apareció en Gace-ta Oficial al día siguiente. En esa ley se es-tablece, entre otras cosas, la obligatorie-dad de la radio y la televisión de transmitir“un mínimo de siete horas de programasde producción nacional, de las cuales unmínimo de cuatro horas será de produc-ción nacional independiente. Igualmente,deberán difundir diariamente, durante elhorario supervisado, un mínimo de treshoras de programas de producción nacio-nal, de los cuales un mínimo de una hora ymedia será de producción nacional inde-

pendiente”. Artículo 14 (Radio Nacionalde Venezuela, www).

8. La aparición y consolidación de Internetha comenzado a modificar los hábitos deconsumo mediático de los jóvenes. Un es-tudio de la European Interactive Adverti-sing Association entre jóvenes europeosen edades comprendidas entre 14 y 25 añosrevela que como consecuencia de Internetel consumo de TV ha descendido en un46%, el de teléfono un 34%, la lectura deperiódicos un 33%, la de libros un 32% y elde radio un 22%. Al mismo tiempo, otrofenómeno se ha venido desarrollando en larelación entre usuarios y medios. En efec-to, un estudio publicado en marzo de 2004por The Media Center del American PressInstitute revela que el 57,3% de las perso-nas que escuchan radio simultáneamentese conectan a la red, el 46.9 lee periódicosy el 17.7% ve TV (http://www.mediacen-ter.org/mediamorphosis/bigresearch/).

9. “Angloesfera es el término usado en po-lítica para referirse cinco países quecomparten la cultura anglosajona, estosson Canadá, Estados Unidos, Gran Bre-taña, Australia y Nueva Zelanda. El tér-mino Angloesfera encapsula de maneramoderada el concepto de la supremacíaanglosajona sobre las demás razas, lacual se atribuye a la fineza del carácteringlés y de la cultura inglesa, afirmandoque es este especial carácter es lo que leha permitido a los anglosajones dominarel mundo de la manera benéfica en la queactualmente lo hacen. Dos angloesferis-tas famosos fueron Ronald Reagan yMargaret Thatcher. Thatcher impulsó elconcepto de la angloesfera como una for-ma de contrarrestar el creciente poderíode Francia y Alemania en la Europa co-munitaria” (http://es.wikipedia.org/wiki/ Angloesfera).

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10. Algunas versiones de estas masivas des-pedidas/recibimientos en el aeropuertopuede constatarse en //www.encaleta-do.com/topocho/archives/000766.html.Http://elhombreimaginario.blogspot.com/2006/02/bienvenidas-y-despedi-das-en-el.html

11. Para una comparación entre cultura an-glosajona y cultura mediterránea véaseMunet. Ver también Ellas virtual: “Nues-tras costumbres familiares fueron alimen-tadas por la cultura hispánica que se basaen la familia extendida, a diferencia de lacultura anglosajona que tiende a mante-ner contacto directo únicamente con la fa-milia nuclear” (www). Ver también Al-quichire (www).

12. Esas catorce características son: desapari-ción del futuro, desaparición del pasado,cambio hacia un metanivel de actividades(“control is the new obsession”), perpetuavaloración de la calidad, un solo discursodominante, distinción de los individuosentre ganadores y perdedores, el principiode lo maravilloso de poseer, la vida de losnegocios como estado emocional de la so-ciedad, la latinoamericanización de larealidad (como el aislamiento de los ga-nadores en reservaciones especiales), laviolencia simbólica, el conductismo totalen las ciencias, el estudio como innecesa-rio y desagradable intermedio en la vida,la naturalización de la trascendencia y lastesis de Huntington (el conflicto entre lasculturas anglosajona y latina).

13. Junto a esas fuerzas de resistencia semió-tica han surgido estrategias diversas queintentan enfrentar el poder avasallante dela producción simbólica propia de la glo-balización. Uno de los escenarios más ac-tivos de esa resistencia es el creado por losmovimientos anti-globalización que ha

aprovechado creativas estrategias, comoel llamado antibranding, desarrolladaspor artistas en los países capitalistas másdesarrollados. Sobre esa temática ver eltrabajo del antropólogo Capelán (2002).

14. Quiero adelantarme aquí a una objeción.Se podría argüir que la distinción entre “in-terna” y “externa” y entre “propia” y “ex-traña”, es hoy inexistente y heurísticamen-te irrelevante frente al estado avanzado dela globalización, pues en una cultura dadaa veces es difícil distinguir aquello que lees propio de aquello que le es extraño; o,más todavía, porque aquello que hoy le espropio probablemente ayer le fue extraño.No obstante, a nosotros nos parece que estadistinción, aún con su olor estructuralista,es pertinente, puesto que, en último análi-sis, ella nos sitúa en torno al concepto, paranosotros central, de la diferencia, el meca-nismo semiótico fundamental que haceposible la significación. Para superar lascarencias de la dicotomía “interno”/”ex-terno” hemos considerado pertinente in-troducir el concepto de límite, el cual dacuenta de ese terreno inexplorado, en oca-siones inarticulado y ambiguo, donde lasignificación se produce.

15. Desde una perspectiva diferente, en la quese hace énfasis en los actores sociales,Mato señala que las representaciones queguían las acciones de actores locales “serelacionan de manera significativa, perode formas diversas, con las de los actoresglobales. Si bien en algunos casos esto su-pone la adopción de ciertas representa-ciones y de las orientaciones de acciónasociadas a ellas, en otros implica rechazoo resistencia, negociación o apropiacióncreativa” (2001:170).

16. Esto explica por qué a menudo el acerca-miento religioso de los misioneros ex-

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tranjeros a comunidades diferentes co-mienza por aquellos sectores de la culturadonde hay similitudes o por estrategiasmateriales y simbólicas asociadas con lasatisfacción de necesidades (atención sa-nitaria, salud, etc.).

17. Jost ha examinado detenidamente losnuevos procesos identitarios que protago-nizan los jóvenes en sus relaciones con latelevisión y en el marco de la Globaliza-ción. Después de señalar que, a diferenciade sus padres, los jóvenes se reivindican así mismos como “hijos de la televisión”,agrega que “las jóvenes generacionesconstituyen su identidad generacional através del culto a la televisión, pero esteculto se devuelve, porque él pasa por pan-tallas nacionales lo que contribuye a for-jar microculturas que escapan a la globa-lización” (2002:31).

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