Globalizacion y Diversidad Cultural

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Globalización ydiversidad culturalUna mirada desde América latina

CompiladoresRamón PajueloPablo Sandoval

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Serie: Leeluras COlltemporáneJs 2, . 'Contenido

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CONo2IMIENTO. GLOBAlIZACIÓN y CIENCIAS SOCIALES

Una perspectiva culnlral de las propuestas de la CEPALFernando Calderón, Martín Hopenlrayn y Ernesto Ouolle

Lo global, lo local, lo hibrido. Aproximaciones a una discusiónque comienza.HeillZ R. Sonlltag y Nelly Arenas

La globalización: objeto cultural no identificadoNéstor Garda Callclilli

,Lasciencias so<:ialcs en la época de la globalizaciónOctavio Janni

Latinoamericanismo, modemidad, globalización. Prolegómenosa una crítica poscolonial de la razónSalltiago Castro Gómez

Des.fetichizar la ({globalizacióo>J:basta de reduccionisl11os,apologías y dCl11onizaciones, mostrar la complejidad y lasprácticas de los actoresDaJliel Mato

INTRODUCCiÓNRamó~1 Pajuela y Pablo SalUlova!

1. INICIOS DE lA DISCUSiÓN

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Detalle del mapa 71/t! Wes/erJI Hemisp!Jere, John Cary, 1799.Ross)' Castro Mari

lll1preso en el PerllPrimera edición, noviembr'e de120041,000 ~jempJarcs '

PorladaOiselio

PAJUELO,lbmón

Globalizacióll y diversidéld cultural: una mirada desde América Latina!Ramón Pajuelo, Pablo Sandoval, comp. ,Lima, lEP, 2004.- (LecturasContemporáneas, 2)

GLOBALlZACIÓNiDIVERSlDAD CULTVR.~L/AMERICA LATINA

Wi19.02.06/L/2

Hecho el depósito legal cnla Bibliotccn N~ICiün<ll del Perú: 1501052004-8547

ISBN 9972-51-114-6¡SSN 1026-2679

Es/e libro es reslllrado del Programa de !1/1'(!sligllcion "Cloba/i:;ación, diversidadcu{¡ural y redefillillieióll dc ide~/{idades'.~1I los países 'andil/us". que CUCI/fa COII elauspicio de la División de Hl/lIJaJlidades de la Fundacreíll Rocke/ellel:

Prohibido la reproducción /Oral ()parcial de las caracrerí.Hicas gráficas de este libropor cllalquier medio sin permiso riel !llStiflllO de Estlldios Peruanos.

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Telf. 332-6194Fax (511) 332-6173E-mail:.public<lé[email protected]

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La globalización:objeto cultural no identificado

Néstor García Canclini

No es cierto mucho de lo que se dice sobre la globalización. Por 'ejemplo,que uniforma a todo el mundo. Ni siquiera ha conseguido que exista unasota definición de lo que significa globatizarse, ni que nos pongamos deacuerdo sobre el momento histórico en que comenzó, ni sobre su capaci-dad de reorganizar o descomponer el orden social.

Acerca de la fecha en que habria comenzado la globalización, variosautores la sitúan en el siglo X:V1, al iniciarse la expansión capitalista y dela modernidad occidental (Chcsnaux 1989, Wallerstein 1989). Otros colo-can el origen a mediados del siglo XX, cuando ¡as innovacioncs tccnológicasy comunicacionales articulan los mercados a escala mundial.. Esta conjun-ción de cambios tecnológicos y mercantiles sólo adopta formas globalescuando se establecen mercados planetarios de las comunicaciones y deldincro, y sc consolida at desaparecer la Unión Soviética y agotarse la di-visión bipolar del mundo (i\lbrow 1997, Giddens 1997, Ortiz 1997).

Tales discrepancias se relacionan con maneras diversas de detlnirlo que se entiende por globalización. Quienes le atribuyen un origen másremoto privilegian el aspecto económico, mientras los que argumentan laaparición reciente de este proceso conceden más peso a sus dimensionespolíticas, culhlrales y comunicacionales. Por mi parte, entiendo que haybuenas razones para sostener, de acuerdo con la expresión de Giddens,que «somos la primera generación que tienc acceso a una era globab)(Giddens 1997).

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90 Néslor GlJrda Conclini l.a globoli7.0ción: objeto cultural no identificado 91

i1r:

J IIlerJlllciollaliZllción 1 'rans/tllcíona/ización J g!obalizacióll

Situar la globalizac1l111~n la segunda mitad del siglo XX es el resultado dela diferencia que 0sta tiene con la internacionalización y la transnacionaliza-eión. La iJ1fcJ'lwc¡'o/lolt'zación de la economia y la culh¡ra se inicia con lasnavcgacion(;'s transl1ceánicas, la apertura comercial de las sociedades euro-peas hacia el Lejano Oriente y América Latina) y la consiguicnte coloniza~c¡on. Los burcos llevaron éllos países centrales objetos y noticias dcscano.cidos en Espaiia, Portugal, Italia e Inglaterra. Desde las nalTacioncs deMarco Polo y Alex3nder van Humboldt hasta los relatos de los migrantesy comerciantes del siglo XIX y comienzos del XX fueron integrando partede lo que hoy llamamos clmcrcado mundial. Pero la mayoría de los men-sajes y bienes consumidos en cada país se producían allí mismo, el hunultode información y objetos externos que enriquecía la vida cotidiana debíapasar por aduanas, someterse a leyes y controles que protegían la produc.ción propia. ({Cualquiera que sea la comarca que mis palabras evoquenen torno a li. la ver3s desde un observatorio simado». desde las escalinatasde tu palacio, le d,ce !,larco Polo al Gran Kan (Calvinn 1985: 37), Veráslas sociedades diferelltes desde tu barrio, tu ciudad o tu nación, podrían

. haber dichn un antropólogo o un periodista que contaban a sus campa trio.ws lo que su~edí~ lejos de eilo::;cuando las sociedades nacionales y IJS d~

nias eran ob::;ervatorios bien delimitados.La frall5llaciollalizaciáll es un proceso que se va fonnando a través

de la internacioJ1alización de la economía y la cultura, pero da algunos pa-sos más dt:sde la primera milad del siglo XX al engendrar organismos,t:mpr~::;as y movimientos l:llya sede no está cxclusiva ni principalmenteen una naCIón. Phillips, Ford y Peugeot abarcan varios países y se muevencon bastanlc independencia respecto de los Estados y las poblacionescon los que se vinculan. No obstante, cn este segundo movimiento las in-terconexlones llevan la Ill3rca de las naciones originarlas. Las películasde Hollywood 1rat1~lllilicroll al mundo la visión estadounidense de lasguerras y la \.¡Ja -:otidian3., las telenovelas mcxicanas y brasilcii.as emocio-naron a ¡¡alianos, chinus y muchos olros con l.1manera en que las nacionesproducturas C'ollCcbían la cohesieín y las rupturas familiares.

La g/ohalizución se fue preparando en estos dos procesos previos através de una illlt:nsificacióll de dependencias recíprocas (Beck 1998), elcrecimiento y la accleración de redes económicas y culturales que operanen lllla escala mundial y sobre una basL~mundial. Sin embargo, fueron

necesarios los satélites y el desarrollo de sistemas de infonnación, manu-factura y procesamiento de bienes con recursos electrónicos, transporteaéreo, trenes de alta velocidad y servicios distribuidos en todo el planetapara construir un mercado mundial donde el dinero, la producción debienes y mensajes, se dcsterritorialicen, las fronteras geográficas se vuelvanporosas y las aduanas'3 menudo se tomen inoperantes. Ocurre entoncesuna interacción mús compleja e interdepcndiente entre focos dispersosde producción, circulación y consumo (Castells 1995, Ortiz 1997, Singer1997). No quiero sugerir un detcnninismo tecnológico, sino sólo su papelfacilitador. En vcrdad, los nuevos flujos cOl11unicacionales e infonnatizadosengendraron procesos globales en tanto se asociaron a fuertcs concentra-ciones de capitales industriales y financieros, a la desregulación y la elimi-nación de restricciones y controles nacionales que sujetaban las transaccionesinternacionales. También se requirió que los movimientos transfronterizosde las tecnologías, los bienes y las finanzas fueran acompañados por unaintensificación de f1ujos migratorios y turísticos que favorecen la adquisi-ción de lenguas e Imaginarios mu!ticulh¡rales. En estas condiciones esposible, además de exportar películas y programas televisivos de un paísa otro. construir productos simbólicos globales, sin anclajes nacionalesespecíficos, o con varios a la vez, como las películas de Steven Spielberg,los videojuegos o la musica-mundo. Estas dimensiones económicas, finan-cieras, migratorias y c0111unieacionales de la globalización son reunidaspor varios autores (Apadurai 1996, Giddcns 1999, Sassen en prensa) alafinnarque la globalización es un nuevo régimen de producción del espacioy el tiempo.

Si bien esta distinción conceptual c histórica me parece convincente,sabemos que no hay total consenso internacional ni transdisciplinario so-bre este asunto. También se discute si este proceso debe denominarseglobalización o ll1undialización, di ferencia que separa a quienes escribenen inglés O francés pero que se vincula además con diferencias conceptua-les (Ortiz 1997),

Menos claro aún es si el balance de la globalización resulta negativoo positivo. Ya es dificil sostener que toda apertura e integración internacio-nal es beneficiosa para todos. El agravamiento de problemas y conflictos~desempleo, contaminación, violencia) narcotráfico-, cuando la liberali-zación global se subordina a intereses privados, lleva a pensar en la necesidadde que la globalización sea políticamente conducida y que la disputa entrelos grandes capitales sea regulada mediante integraciones regionales (Unión

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92 Nésfor Gordo Cane/in; lo globalizoción: ob¡elo culturol no ident¡(¡clIdo 93

Europea, Mercosur). A esta altura se discute si la globalización es ine-vitable, y en qué grado, e incluso si es deseable en todos los aspectos dela producción, la circulación y el consumo (Singer 1997).

Estas divergencias respecto al significado y el alcance de la globaliza-ción permiten extraer algunas conclusiones elementales pero con fuertesconsecuencias teóricas y metodológicas: a) la globalización no es un para-digma científico, ni económico, en el sentido de que no cuenta con unobjeto de estudio claramente delimitado ni ofrece un conjunto coherentey consistente de saberes, consensados intersubjetivamente por especialis-tas y contrastables con referentes empiricos (Passeron 1991: 37-48 y 362-363); b) tampoco puede considerarse a la globalización un paradigma po-lítico ni cultural, en tanto no constituye el único modo posible de desarrollo.La gIobalización, más que un orden social o un único proceso, es resultadode múltiples movimientos, en parte contradictorios, con resultados abier-tos, que implican diversas conexiones «local-global y local-local» (Mato1996). Los conocimientos disponibles sobre glohalización constituyenun conjunto de narrativas, obtenidas mediante aproxima~iones parciales,en muchos puntos divergentes.

Observamos que esta precariedad suele ocultarse en un sector de labibliografia reciente con dos operaeiunes. Una consiste en reducir la globa-lización casi a sinónimo de neo liberalismo y, por tanto, punto de partidaque se pretende indudable, «pensamiento único» más allá de las luchasideológicas. La globalizaeión a la neoliberal intentó establecer un solomodelo para paises desarrollados y subdesarrollados que no quieran quedarfuera de la economía mundial. De este modo, aparece en algunos autorescomo lo que en otro tiempo fue la teoría de los modos de producción enel marxismo (el intento de pensar con un solo paradigma la totalidad deldesarrollo mundial y cada uno de los procesos que ocurren en cualquiersociedad). Los ingredientes nucleares de este «paradigmm> o narrativason la economía de mercado, el multipartidismo, la apertura de las econo-mías nacionales al exterior, la libre circulación de capitales, la protecciónde inversiones extranjeras y de la propiedad intelectual, el equilibrio fiscaly la libertad de prensa. Quienes se escapan de este modelo, como lrak,Irán, Libia o Albania, serían exiliados de la historia. Otros países que lointentaron estarían confinnando con su readaptación (China, Cuba y Viet-nam) la validez universal del paradigma. Ésta es la visión de algunos inte-lectuales (Fukuyama, Huntington) y, por supuesto, del Grupo de los Siete,de empresas y bancos del Primer Mundo que están conduciendo la politiea

económica. Las crisis de este modelo en México y otros países latinoameri-canos a partir de diciembre de 1994, en Rusia y el sudc~tc asiático desdl:1997, en Brasil en 1998, )' los contlietos sociales agravados en todas par-lcs,.gcneran dudas sobre su consistencia y beneficios.

La otra posición que oculta las deficiencias de nuestro saber sobrela g[obalización es la de quienes se despreocupan de que no con:-.tituyu IInparadigma o modelo cientifico, de acuerdo con el principio po~modernoque acepta la reducción del saber a la coexistencia de narrativas múltiples.No estoy proponiendo regresar al positivismo que postulaba un saber devalidez universal, cuya [olll1alización abstracta lo volvería aplicable a cual-quier sociedad. Pero tampoco me parece plausible, en un mundo tan in-terconectado, que renunciemos a plantear tos problemas dc la univL'r~ali(bddel conocimiento, o :;ca, buscar una racionalidad intcrculturaJl1lente com~partida que organice con coherencia los enunciados básicos. Más aúncuando se trata de teorizar la globalización.

Pensar sobre lo global exige trascender estas dos posturas: la quehace de la globalizaeión un paradigma único e irreversible, y la que diceque no importa que no sea coherente ni integre a todo,';. Más bien parecemetodológicamente necesario, ante las tendencias que homogeneizan p¡lr~tes de los mercados materiales y simbólicus, averiguar qué representa Joque la globalización excluye para constihlirsc.

La hipótesis que quiero trabajar. en consecuencia. es que si no conta-mos con una teoria unitaria de la globalización no es slJlo por deficienciasen el estado actual del conocimiento sino tambi0n porqut: lo fragmentarioes un rasgo estructural de los procesos globalizadores. Para decirlo masclaro, lo que suele llamarse globalización se presenta como un conjuntode procesos de homogeneización y, a la vez, de fraccionmlliento articuladodel mundo, que reordenan las diferencias y las desigualdades sin suprimir-las. Encuentro que esto comienza a ser reconocido en unas pocas nana tivasartísticas y cientificas.

¿Cómo situarse respecto de las discrepantcs teorías de la globaliza-cion? A la desconfianza ya mencionada hacia las teorías generalistas y ala inexistencia de consenso universal respecto de cualquicra de ellas, seañade la dificultad de incluir en un solo sistema explkativo las variadasdimensiones que intervienen en estos procesos. Aun los economistas,empresarios y políticos que tratan de tener un discur~o más duro y precisosobre la globalización, se ven en la necesidad de usar metáforas para des-cribirla. Ya Renato Ortiz (l997: 14) llamó la atención hacia unas cuantas

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imágenes que ocscmpciiaban t:l papel de conceptos: «socielbd <\D-lcbica»(KCllic!\ I Ohmac), "aldea global» (~IcLuhan), «tercera ola» (Al vin 1'0 fIler).OL:tavio lanni amplió la lista: «i)lsneyJandia globab>, (tecnocosmo», ((nuevanabeb>, «shoppillg cellter globa!» (Ianni 1995: 15-16). Una de las I1\<>táforasmús elocuentes es la empleada por Gcorge Soros cuando escribe que lospanicipantes en el mercado, «si son nacionales)), rcconocer:ín que, másque apuntar il un fuhltTI equilibrio, «están disparando contra un blanco enlliO\'lmientoll (Soros 1997: 15).

Los acuL'rdo~de libre comercio y las integraciones regional,s.ccsem-pcñan, según explica i\/farc AbélCs respecto de la C'nión Europea';' el papeldi.:un ~íntoma ~n ~Icual pro)'~cwmos nuestras decepciones de laS aventu-ras modernas y las esperanza;.; dc lo que podríamos encontrar en.eso quese da en llamar globnlización. Ni siquiera en los acuerdos más integrales)' planificados de unificación, como el europeo, se resuelven efectos negatiMvos (el desempleo). ni Sl; llega J arreglos duraderos en cuestiones socialesy de mercado. Aún mús dificil es organizar zonas de libre comercio dondese hace como C¡lll~ no es nccc.'i<lrio armonizar las politicas de empleo. mi-gratorias, y l<Jsrclacion~s ¡ntcrculturalcs (TLC) o se apresura la negociación,:conómica sin tiempo para compatibilizar los sistemas sociales y políticos(.:vlcrcosurl.

En las fallas de Ia~ cifras y los pronósticos, ~n las vacilacioncs e in~suficiencias de las politicas, se instalan los relatos y las metáforas: durantela etapa L'ufóri<"::Ide las negociaciones, COIl la urgencia de no perder laoportunidad de voJver::.e más competitivos. los funcion<.lrios descalificanlas quejas y las protestas aduciendo que «se conduc~ sin rctrovisom (Abé-les 1994. 10 l). Otra metáfora oida por el mismo JulOr mientras estudiabala vida cotidiana en el Par1Jmcnto Europeo fue que los funcionarios. apresa.dos en el cngra1l3jl' de las decisiones supranaciol13lcs, alejados de las so~eiedadcs que rt.:prCStlllan en Bruselas, se sentían (dingeles sin cuerpm~.S \11cmbargl1, ¡,;[ estudio de la cotidianidad de las negociaciones hace" i5ibieslos cuerpos culturales que diferencian, por ejemplo, a anglosajones y lati.110", la distint~1\'aloración de la ecología y de los medios de comunicaciónentre curopeos Jclnortc y del sur-(r\bclcs 1994: l02). Por eso, dedicaremosun buen sector de esk libro a examinar cómo evolucionan y cómo se rei-teran estas divt.:rgellclóls entre clllglos y latinos; entre curop<.:os, es[adouni-Jcn~cs y latinoamericanos.

Si este trabajo vn a conceder amplio espacio a las narrativas y metáfo-ras es /w sólo por (;stc carácter huidizo, como blanco en movimiento, de

la globalización. Además, porque para ocuparse de los procesos globaliza-dores hay que hablar. sobre todo, de gente que migra o viaja, que no vivedonde nació, que intercambia bienes y mensajes con personas lejanas,mira cinc y televisión de otros países, o se cuenta historias en grupo so-bre el pais que dejó. Se reúne para celebrar algo lejano o se comunica porCOlTCO electrónico con otros a los que no sabe cuándo volverá a ver. Encierto modo, su vida está en otra parte. Quiero pensar la globalizacióndesde los relatos que llluestran, junto con su existencia pública, la intimidadde tos contactos intcrculturalcs sin los que no sería lo que es. En tanto laglobalización no sólo homogeneiza y nos vuelve más próximos, sino quemultirlica las diferencias Y engendra nuevas desigualdades, no se puedevalorar la versión oficial de las finanzas y de los medios de comunicaciónglobalizados que nos prometen estar en todas partes sin comprender almismo tiempo la seducción y el pánico de llegar fácilmente a ciertos (u-gares y acercarnos a seres diferentes. También el riesgo de ser excluidoso de sentirse condenados a convivir con los que no buscábamos'. Comola globalización no consiste en que todos estemos disponibles para todos,ni en que podamos entrar en todos los sitios, ésta no se entiende sin losdramas de la interc\l.lturalidad y la exclusión, las agresiones o autodefensascrueles del racismo y las disputas amplificadas a escala del mundo pordiferenciar los otros que elegimos de los vecinos por obligación. La globali-zación sin la interculturalidad es un OeNI, un objeto cultural no identificado.

Hablar de «objeto cultural no identificado" no significa que los gesto-res de la globalización y sus analistas no se den cuenta de que existenprocesos intcrculturales, modos diversos de comunicación, ciudades conperfiles distintos y movimientos artísticos divergentes. Pero la estrategiahegemónica de la globalízación suele atender sólo a lo que en estos procesoses reductible al mercado, o sea, lo que cabe en sus políticas clientelares.Cuando se considera 10 diferente, se le pide que se desidentifique o sedescaracteriec) no necesariamente que se extinga.

Qué hay elltre Medollald's)' Maeolldo

Hay que cuidar que 13 crítica a las integraciones aplanadas no nos arroje,por el efecto de péndulo, al extremo opuesto: suponer que todo lo que nose deja encerrar bajo la pretendida homogeneidad de la globalización esresistencia. Se pierde mucho de la versatilidad de los procesos culturales

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cuando, para celebrar aquello que los globalizadores no logran devorar,olv;damos el deseo de partieipar en la globalización. Migrantes multicultura-les, comunicadores masivos y artistas quieren aprovechar los beneficiosde otras audiencias, conocer y, apropiarse de 10 diverso que puede enrique-eerlos. Critiéos del globalismo mercantil, como Grecnpeace y Le MOlldeDiplomGtique, aprovechan las oportunidades de la globalización ecológica,informática y política para expandir su influencia en más países y lenguas.Su acción no se extiende como simple resistencia en oposición a los mo-vimientos globales. sino montándose sobre sus ambivalencias y contradic-ciones para proliferar junto con ellos. Las paradojas no se encuentransólo en la globalización o las culturas locales, sino en la «glocalización».ese neologismo proliferante ante la neccsidad dc designar la interdependen-cia e interpenetración de lo global y lo local (Beck 1998, Mattelart 1996;Robertson 1996),

Si se atiende a lo que sucede en los intercambios entrc lo global y lolocal, la investigación no puede ser ni un listado de los triunfos global izado-res, ni la recolección de resistencias que limitaría su éxito ,o anunciaría sufracaso. De acuerdo con lo que ahora sabemos de la globalización" parecemejor concebirla como un proceso con varias agendas, reales y virtuales,que se estaciona en fronteras o en situaciones translocales, y trabaja consu diversidad. Coca-Cola y Sony «están convencidas de que la global iza-cióo no significa construir fábricas por todo el mundo, sino conseguirconvertirse en parte viva de cada cultura}), dice Beck. No comparto susiguiente afirmación: que «una cultura mundial universalizada»), que anularalas diversas formas de comer, vestirse y razonar, «seria el final del merca-do, el final de los beneficios» (Beck 1998: 16). Apartc de que habria ra-zones antropológicas para dudar de que las culturas locales puedan evapo-rarse, el problema principal es que el capitalismo desarrolla sus tendenciasexpansivas necesitando a la vez homogeneizar y aprovechar la multiplici-dad. En ese sentido, si acompaño la última declaración dc Beck, en estaparte de su razonamiento, cuando sostiene que la relocalización posteriora la deslocalización no significa automáticamente «el renacimiento de lolocah). La celebración de las salchichas bávaras, citadas por Beck, o delas músicas reggae y del tango, o de diseños nórdicos, no evita ingresaren el orden global. La afinnación de tradiciones particulares conduce ainsertarse en lo global o en sus márgenes, de modos diversos que en lasimple «macdonalizaciám>, pero no de una sola manera, ni como simpleoposición. Podremos tratar con más prolijidad este asunto cuando nos

ocupemos de las opciones de política cultural que tienen los paises latinoa~mericanos para situarse compctitivamcnte en los mercados culturales:exportar melodramas y músicas folclóricas. someter"l' a la ecualizaciónde sus difcrcncias~ fortalecer la producción endógena y la circulación in~trarrcg:ional, desalTollar nuevos programas (' instituciones culturales r('gio~nales que acompañen la integración comercial entre naciones. Hay mucha~mas oportunidades en nuestro futuro que optar entre Mc[)ol1.11d's y

Mac()fldo.Existen razones socioeconómicas por las cuales lo global no pucde

prescindir de lo local) ni lo local o nacional puede cxpandirse~ o aun so~brcvivir, desconectado de los movimientos globalIzadorcs (Rohertson1996). Aquí me detendré en los argumentos culturale.'- que im:itan a pen-sarlosjuntos. Uno de ellos es que narrar historias en ticmp05 globalizados,aunque sea la propia, la del lugar cn que se nació o se vive, es hablar puraotros, no sólo con lar lo que existe sino il1l:lginarlo fuera de ~í.Tambiénpor esto se vuelven importantes las metáforas, que explican el significadode algo por comparación con lo diferente. Contamos historias y l'mplca~mas metáforas porque al hablar de lo que tenemos liuercmos referimos aotra cosa, porque participar en cualquier mercado -de alimentos, de di~nero, de il11ágenes~ es como disparar a un blanco que se mueve.

Las narracionc5 de lo que cstá lC'jano pero se siente como propio,las metáforas que comparan esto con aquello, se intensificaron desdeque Europa inició su expansión moderna. América Latina fue uno de losdesencadcnantes dc este juego metafórico. Pero relatos y metáforas sevuelven aún más protagónicos en este siglo de J113siv:lsmigraciones labora.les y exilios políticos y económicos, cuando se hllYc de guerras y de go-biernos dedicados a global izar la macroeconomía ele tal modo que dejafuera a quienes no perteneccn a las elites. Si bien el proceso comenzó an-tes de lo que en rigor puede llamarse globalización, es con estos movimien-tos de la segunda mitad del ,iglo XX que se llego al punto en que, porejcmplo, una quinta parte de los mexicanos y una cuarta parte de Jos cu~banas vive en Estados Unidos. Los Angeles se ,'olyió b tercera ciudadmexicana, Miami la segunda concentración de cubanos, Bucnos Aires latercera urbc boliviana. ¿Cómo pensar ulla nación que en gran medida estáen otra parte? ¿Cómo se forma el imaginario de una ciudad O de un paíscuando un alto número de quienes lo habitan no son de aquí, cuando loslibros, las películas y los programas de televisión que nos nombtan seproducen desde observatorios lejanos?

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sedentarios, y la imagen de un mundo recorrido por olas migratorias in-controlables es propio de la gran tienda de los clichés» (%non 1999:4.1).

Yukinori Yanagi. Amertca inSITE 94. Installation Gallery y Museo de Arte Contempo-raneo. San Diego, Cal. E.UA Treinta y seis banderas hechas con cajas de plasticollenas de arena coloreada. Las banderas fueron conectadas por tubos dentro de loscuales viajaban hormigas que iban corroyéndolas y confundiéndolas.

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";i sobre cualquier a:-ipccto ck la vida social COll\'iCflC infonnarsc con esos(:xpt:rtos en rclatos y lllet~dl)[aS que son los artistas y escritores, múspcrtill~ntc: resulta cuando d 1l:nómcnu que tralanlL)s de describir es esquivo,remite a otros lugar~.., y ti otra:" gCJ1Ics. Como ocurrió a menudo en la his-toria, la lllcl;lforil..aCIOn de lo l/w[1rcnsibtc, cuando alude a alteracionesd\.'JJlUSíadn r{¡pidas y violentas de las idcnlidacks habituales, ti Vt:ccs cons-truye imá!.!c:ne:.. cODL'i!iadora,'i. En otros casos, piensa en monstruos.

l. Treinta y st.:i~ banderas de diferentes países, hechas con cajitas deplástico llenas de ar\.~lla coloreada. Las banderas están interconectadaspor hlbos dentro de los cuales viajan honnigas que van con'oyéndolas yconfundiéndolas. Yukinori Yanagi realizó una primera versión de esta obraen 1993 para b Bicnal de Venecia. En 1994 la reprodujo en San Diego, encl contextu de la IllUC::.tr¡] de arte lllullinaciomil il105[7£, con las banderasde p:lÍses de las Ires Américas. Después de Ullas semanas, los emblemas:-;cvolvían irrecullocihlcs. Puede interpretarse la obra de Yanagi como 111ctá~

t'l)ra de los trabajadores que, al migrar por clmundo, van desc.omponiendolos nacionalismos e imperialismos. Pero 110 todos los rcc~ptorcs se tljaronen eso. Cuando el artista presentó esta obra CIl la Bienal de Venec.ia la So~c¡¡,;dad Protectora lk Animales logró clausurarla por unos días pi1ra queYanagi no continu;jra con la «(explotación de las hormigas). Otras reaccio-nes se debían a que los espl.:ctadorcs 110 aceptaban ver desestabilizadaslas diferencias entre. naciones. El artista, en cambio, intentaba llevar suexperiencia hasta la disolución de las marcas idcntitarj¡-¡s: la especie dehormiga conseguida en Br3sil para la Bienal de San Pablo de 1996 Ic parc~ció a Yallagi demasiado lellta, y élmanifcstó al comienzo de la exhibiciónsu temor de que 110 llegara a traslOrnar suficientemente las banderas.

La mctáfora sugiere que las migraciones masivas y la globalizaciónconvertirían el mundo actual ~n un sistema de f'lujos e intt:ractividad dondese disolverían las difcrcncins entre las naciones. Los datos demográficosno avalan esta imagl.:J1 de flUIdez total. ni de una movilidad transnacionulgcneralizada. El nUlTwro total dc personas que d~ja su país para establecersecn otro por más dc un ailo oscila entre 130 y 150 millones, o sea un 2,3por ciento dc la p()blación mundial. «El 'planela nómada', cn cl cual unose dcspla7:l y circula efectivamcnte cada vez más rúpido ~aclara GilJaSlJll0n- a UJ1cO::.IO globalmcnte decreciente, está, de hecho, poblado de

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100 Néstor Gordo Conclíni Lo globaliz.oción: ob¡eto cultural no identificado 101

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Ni siquiera dentro de la economía puede generalizarse la idea de quela globalización sustituya a las naciones y vivamos en un mundo sin [mote.ras. Los mercados financieros están plenamente globalizados, y el hechode que se hayan quintuplicado sus transacciones en los últimos quinceaños les confiere un peso importante en el conjunto de la economía. Perogran parte del comercio es todavía nacional o intrarregional, y las presionesglobalizadoras fomentan agrupamientos regionales de las eeonomias, eonlo cual se refuerzan las capacidades de deeisión de algunos Estados, no-toriamente en Europa (Giddens 1999: 40-46). En cuanto a la cultura, co-mo analizaré en próximos capítulos, existen tendencias globalizadoras,especialmente en las industrias culturales, pero no corresponde hablar deuna cultura global que reemplazaria a las culturas nacionales cuando sólouna fracción pequeña de los productos cinematográficos, musicales e 1n-tcrnéticos son generados sin rasgos locales.

Algunos antropólogos adoptan la narrativa del «flujorama culturalgloba!», según la expresión de Ulr Hannerz, con la advertencia de que lainteracción no es indiscriminada. Este especialista en «conex~ones transna-cionales)) aclara que los flujos tienen direcciones y escenarios preponderan-tes. ¿Cuáles son los escenarios que prevalecen? Él cita a «Nueva York,Hollywood y la sede del Banco Mundia!» (Hannerz 1997: 13). Podriamosampliar la lista, pero seguiríamos comprobando que los simbo los mayoresde la globalización se encuentran casi todos en Estados Unidos y Japón,algunos todavía en Europa y casi ninguno en América Latina. Hannerz:señaló también ejemplos de contraflujos, exposiciones eleartistas africanosen Londres y grupos terapéuticos de Oslo que se basan en técnicas mala-yas de interpretación de los sueilos. Pero estos y otros reconocimientosa las artesanías, la literatura y los saberes periféricos no pennitcn olvidarlas «asimetrías de los flujos)), manifestadas ~n la diseminación desigualde habilidades fundamentales y formas institucionales modernas, de laeducación básica y superior de tipo occidental, de prácticas administrativasy saberes biomédicos. Por eso, Hannerz sostiene que la fluidez con quecirculan y contracirculan los bienes y mensajes no clausura la distinciónentre centros y periferias.

Los movimientos globalizadores a veces se condensan en metüforasartísticas o literarias, que sirven para hacer visibles las nuevas condicionesde interacción en la diversidad cultural del mundo. Sin embargo, necesita-mos situar estas imágenes en relación con datos duros, macrosociales,

para saber cuál es el horizonte de inteligibIlidad de la metáfora y dónde supotencial imaginativo pierde valor heurístico.

2. La comunicación con lo que estú más ;¡1l~de lo local puede hacerimaginar que las identidades se disuelven o puede llevar a buscar referentesglobales indefinidos. Un director de tealro vuelve a las calles de Montevideodonde jugaba fútbol cuando era nii10 y recuerda que cuando ese deporteera juego y no negocio también las relaciones entre los niiios eran diferen-tes. Cada vez que alguien hacía un gol, era festejado por todos en abrazogrupal: «era la posibilidad no sólo de ponemos cara a cara, sino cuerpo acuerpo, manifestando una especie de unidad» dentro del barrio o de la callecerrada para jugar. Hoy el que hace el gol, y los demas atrás, salen a fes-tejar, pero «saludando a un público imaginario, a una audiencia, como si latuvieran ehfrente)). Ya no hacen el círculo, sino que --.como ven en el de-porte transmitido por televisión-- saludnn a un público planetario (Galli1991). Esta relación más «abstracta» con la virtual tribuna mediática.que encontramos en otras ciudades, incOlvorR gestos de jugauores famososde diversas naciones. En las calles de J\1éxico he visto íl niños corriendo,luego del gol, al borde de la cancha, frente [l la platea inexistente peroimaginada, y repetir uno las acrobacias de Hugo Sánchcl. otro el acuna-miento de un niño que inició Bcbeto luego de ~cr padre. otro los saltosarrastrándose del «gusano Nápoles)~.

3. Nfás allá de las paredes de las comunidades nacionales se dLspcrsanbienes, personas y mensajes. El rechazo a los que viven de otro modo oa los compatriotas que se fueron a otf(\ país. inducc a usar nombres deanimales para marcar su diferencia. Los cubanos de :\1iami. llamados gu-sanos desde la isla, se convirtieron en mariposas cuando se comenzó aaceptarlos C01110turistas que llevaban dólares a Cuba y restablecían lasrelaciones con los que viven adentro. Los accn.:amicntos entre cllbano~de dentro y de fuera. así como la intensificación de intercambios entremexicanos, colombianos y argentinos que viven en sus países y los COl1l1a-

cianales residentes en Estados Unidos, muestra que la scpar<lción engendradescalificaciones y atrnctivos, o sea comunidades transnílcionales ambiva-lentes. Se forman nuevos circuitos y redes que cnlaz,1l1 a los "lllC habilanen territorios lejanos. Los envíos constantes de dinero de mexicanos resi-dentes en Estados Unidos a sus familiares en Mé.xico suman UIlOS 7.000millones de dólares por año. Los miembros ausentes regrc~all n las c0111ul1i.

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¡102 r'.!éstOf' Gordo Conclini I

.ilo globolizoción: objeto cultural no identificado 103

De Tijuana a San Diego ¿o de San Diego a Tijuana?Caballo de Troya instalado por Marcos Ramirez Erre en la ultima ediCión del programade arte urbano inSITE, realizado en 1997.

y ahora agregan «al hombre araña y los manitos del Walt Disney», RamírezErre no presenta una obru de afirmación nacionalista SÜ10 un símbolouniversal modificado. La ali'Cración de ese lugar común de la iconogratlahistórica que es el caballo dc Troya busca indicar la multidireccionalidadde los mensajes y las mnbigliedadcs que provoca su utilización mediática'.El artista reprodujo el caballo en camisetas y postales para que se vendanjunto a los calendarios aztecas y «¡os manitos de Disncy». Tumhién disponíade cuatro trajes de troyano a fin de que se los pusieran quienes deseabanfotografiarse al lado del «lllOnumcllt(M, como alusión irónica a los registrosfotográficos que se hacen los turistas junto a los símbolos de la mexicani-dad y del GlI1er;can \Val' olllfe.

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dades de origcll'p3;ra .fiestas o simples vis113s. La comunicación se sostieney renueva cada scl'nana por teléfono, fax, correo electrónico, mensajesf[ldi,~es y' escritos. ¿Cuúnto gastan en comunicaciones telefónicas a suspaíse~ de origen los latinoamericanos que viven en Es'tados Unidos? Elestudio de Maxinc L. Nlargolis¡ realizado a principios de los años noventa,antes de que se generalizara el uso de Internet, encontró que el 95 porciento de. los brasilei10s residentes en Nueva York lJamaba habillJalmentcpor teléfono a Brasil, gastando entre 85 y 200 dólares por mes.

Este tráfico globalizado plJede ser tan significativo en las sociedadesperiféric(ls como lo muestran Jos envíos en dólares de migrantes que sonl{ltercera fuente de ingresos externos en la economía mexicana y la primeraen la salvadoreíia. Pero adcmús se envían relatos de un país a otro, seamplía el horizonte de cada cultura nacional y se construyen ritualescompartidos que ablandan las fronteras. Casi ~upri111en la distancia. Unaradio boliviana en Buenos Aires, además de transmitir melodías y noticiasque generan nostalgia, propone ritos para encuentrOS imaginarios: «(Nuestramúsica. A tomarse las manos, compadres. A cerrar los ojos y pensar queestamos en nuestra licrra». Como dice el antropólogo que estudió a estegrupo, la comunic.ación ya no se produce «alrededor del fuego de la aldeasino frenle a la aldt~a constl1lida por la radiQ». En ese espacio mediático lanución se recompone fuera de las relaciones con el territorio esp.ccíticollamado [301i"ia (Grimson 1999).

4. Olros lllovimicmos expresivos ele esta permeabilidad transnacional(',:;¡án repre.sentados en el caballo de Troya instalado por Marcos RamírezErre en la última cdi('.ión del programa de arte urbano inS1TE, realizadoen 1997, entre Tijuallíl y San Diego. Ese altista tijuanense colocó a pOGOS

. metros de las casetas de la frontera un caballo de madera, de 25 metrosde alnlJ"1l, COIl dos cabezas, una hacia Estados Unidos, otra hacia México.Evita as! el estereolipo de la penetración unidireccional del norte al sur.rambién se aleja de, las ilusiones opuestas de quienes afinnan que las mi-

,graciones del sur eSlún contrnbandcandoJo que en Estados Unidos no.aceptan, sin que se den cuenta. Me decía el artista que este «antimonumell-tm, frágil y c1imero es <<translúcido porque ya sabemos todas las intencio-nes de ellos hacia noslJtros, y ellos las de nosotras hacia ellos,). ~n mediode los vendedores mexicanos circulando entre a1Jtos aglomerados frenteél las casetas, que antes ofrecian calendarios aztecas o artesanías mexicanas

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104 Néstor Gorda Canclini la globolización: ob¡eto cultural no identificado 105

En estos cuatro casos se trasciende la comunidad local. Pero su ar-ticulación con lo global es imaginada de diversas maneras. Las honnigasde Yanagi que des construyen las banderas sugieren una interacción genera-lizada en la cual se disolverían las marcas idcntitarias. En el segundoejemplo, cuando los niños saludan a un público planetario, los referentcsparticulares, tomados de jugadores mexicanos y brasikños, no se pierdentotalmente sino que se subordinan a un imaginario global: los actores ce-lebran un acontecimiento tan local como lo que ocurre sólo para quieneslo ven en esa calle, pero pensando en signos transnacionales. En el relatosobre los bolivianos que viven en Buenos Aires se imagina una comunidadcon los quc habitan en Bolivia, con lo cual se afinna la nacionalidad pesea la dispersión y la distancia: el ritual de tomarse las manos con los queestán aquí y escuchar la música producida por los que están allá enlaza agrupos que intentan borrar la distancia sin olvidar su diferencia étnico~nacional. En el último caso, donde el caballo bicéfalo representa la bidirec-cionalidad y reciprocidad de las interacciones, el carácter traslúcido delanimal sugiere que ya no puede ocultarse lo que {(ellos quieren hacer connosotros y nosotros con ellos»; se hace explícito el conflicto, pero no selo representa con imágenes nacionalistas sino con un símbolo multinacionalque, releído, invita a reflexionar sobre una frontera específica, Mientrasla obra de Yanagi, situada en la misma frontera estadounidense-mexicanacelebraba la disolución de las barreras nacionales, el caballo bicéfalo deRamírez y el conjunto de su instalación-performance (camisetas y trajestroyanos para travestirse y fotografiarse, souvenirs que parodian las neoar-tesanías para consumo turístico) seí1alan cómo ocurren en una frontcrapar.

Estos cuatro ejemplos representan modos actuales de reclaborarlos enlaces y quicbrcs entre lo concreto y lo abstracto, lo inmediato y lointerculturaL La dificultad de denominar estos cambios y comunicarnoscon los diferentes induce a imaginarlos con metáforas y ordenarlos conrituales. Diferentes imágenes muestran distintos modos de concebir larcdistribución que en cste tiempo está ocurricndo cntrc lo propio y lo aje-no. Necesitamos discutir con los datos mas objetivos que nos sea posibleobtener si estas re composiciones deben nombrarse como internacionaliza-ción, transnacionalizacién o globalización, ¿MulticulturaJidad, racismo,desigualdad norte-sur, choque de civilizaciones o zonas de contacto? Suge-rí al comienzo de este capítulo por qué unas u otras palabras designancon mayor pertinencia diferentes procesos, cuáles dejan fuera demasiadasnovedades o tradiciones persistentes y cuáles quedaron ancladas en otras

épocas, Pero al mismo tiempo las narrativas y metáfora~ sugieren la Cl'cxis.tencia de épocas diferentes en las tensiones entre lo local y lo global, y vi-vencias contradictorias dc los actores cuya intensidad y polívalencia esdificil encerrar en conceptos,

¿Es el uso de metáforas un recurso deficiente, provisional, del pensa~miento social, apenas admisible mientras vamos configurando conceptoscientíficos, o es una necesidad para comprender mejor cómo funciona lasociedad y cómo actuar en ella? La primera posición, de corle positivista,no es compatible con las teorías más consideradas sobre lo metafórico,por cjemplo las de Jaegues Derrida y PaulRicocur, aUllque sobrevive enel empirismo rústico con que muchos economistas miran las ambigüeda-des de los estudios sobre cultura. Pero como, de hecho, las metáforaspululan en los discursos duros sobre globalización conviene tOI11~rlasenserio y como recurso nada transitorio. Desborda los objetivos de este li-bro ocuparme del debate sobre la mctáfora, por ejemplo entre la descons-trucción dcrridc~na y la hennenéutica de Ricoeur, Déjenme decir. al menos,que incorporo las metáforas emplc~das por quienes h~blan de globalizaciónno con la intención de poner cn evidencia la precariedad de estos discursossino porque en lo que se dice sobre lo global se manifiestan, de maneraextrema, las indetenninaciones de lo social. Las operaciones metafóricaspueden ser leídas como alusiones a lo que no se deja ;ltrapar por conceptosunívocos, a lo que vivimos y está en tensión con 10 que podriamos vivir,entre lo estructurado y lo dcsestructurantc.

Por razones análogas, la narración es mucho más que un recursopara hablar en la -cultura. Todo discurso sociocconómico puede ser lcíLlocomo narrativa (en oposición a paradigma, según decía antes). y másaún cuando se refiere a los movimientos globalizadorcs, dundc lo que eldiscurso tiene como portador de sentido y referencia estú indeciso, ¿Adón-de nos conducen los movimientos financieros? ¿Que tipo de sociedad seestá formando con la acumulación de migrantcs? Lo imaf!:inario es unadimensión de su «realidad», Esos trabajos con lo imaginario) que son lasmetáforas y narrativas, son productores de conocimiento en tanto intentancaptar lo que sc vuelve fugitivo en el desorden global, lo que no sc dcjadelimitar por las fronteras sino que las atraviesa, o cree que las atraviesay las ve reaparecer un poco más adelante, en las barreras de la discrimina~ción, Las metáforas tienden a figurar, a hacer visible, lo que se mueve, secombina o se mezcla. Las narraciones buscan trazar UIl orden en la pro fu.sión de los viajes y las comunicaciones, en la diversidad de «otros»,

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1('6 Né~slor Gurcío Canc1ini la globaliLOción: ob¡eto cultural no identificado 107

Las 111ctáfL1ras. además. tienen particular importancia cuando habla-mos de intcfnl1tl1ralidati, porque su \'ocación comparativa, al jugar conlo diferente y lo parecido, construye el sentido no como algo en sí, que seposee en forma aUlOsuficlcntl:. sino tomando en cuenta In que es de losdClm\s. La sücicdad entendida bajo c.ll11odo metafórico (110 tiene existenciasino por el desvío de otros fenómenos», de otros modos de ser. Esta rc-11l1si\'1J1a lo diverso puede hacerse mediante rodeos por el munuo animal.como ,,"¡mos en las metáforas traídas a este capítulo (que no necesaria-mente son despectivas). Puede servir, asimismo, para hacer presente lamultiplicidad de sentidos de lo huma.no. Si bien para conocer necesitamosel rigor y la fijeza de los conceplos, la metáfor3 entrega el sentido «deperfil, por alu~iollcs o asociaciones, por una inteligencia del pasaje»LVlons. 1994: 21 ó)

Un asunto arduo para las ciencias sociales es cómo in{(:rscctar nana.ción y explicación, mt.:lúfGnls y teoría. En lo que sigue se verá que he tra.tado de evitar dos mGdos de haecrlü: a) los rclatos o metáforas como ca-sos cuya aCllmu.lación permita generalizaciones (empirismo inductivista);b) como ilustracione::; utilitarias para ejemplificar principios teóricos cons-truidos a priori (tcoricisrno ucductivista). ln("cnto, más bien, quc los casosejemp1<.l!'I.::so estrat~gÍi.:os lo sean pOI'su capacidad de desafiar las concep-tuaJizacioncs prcc()nslruic\as sobre la globalización y la intcrculturalidad,tanlO los l:squcll1as H:óricos ) ab .•..tractos como los del sentido común«cmpirist:l», ~v1cilll[10rl8TlJos estudios de caso porque ayudan n recrearesos modos de pL'tl<:¡ar y a la \CL pcnnitcn configurar nuevas lecturas ~dcs-dl' el trabajO t~orico. sobre los materiales emp[ricos.

Hacer trahajo de campo sobre lHéxico en Edimburgo

En esta sniculación de lo objetivo y lo subjetivo no se trata sólo de la sub-3clividad de los IllrOrl11<.1l1tes.Como se volvió frccucnle en estudios cultura-les y ~mtrop\)lógicns. es. útil que el investigador explicite en qué condicionesC(llltl'~.luaks e, inclu:-il), con qUGubicación pcrsonnl o grupal, seleccionalo,,"dato.s )' construye :as rn.:guntas. a fin de controlar en lo posible esosco nu lci Ol1all1 ien t os.

lntcntan~ explicitar en \'arios tramos cómo enfrenta estos asuntosUll argentino exiliado en México, que estudió en Francia y en los últimosaños se ve CXigldlL como cualquier mexicano, a preguntarse si habitar

Itol.

este país es ser latinoamericano o norteamericano. Por ahora quiero traerel relato de otro hecho que me hizo evidente la urgencia de renovar la ca-pacidad de las ciencias sociales para reflexionar sobre universos tan vastosy diversificados: ocurrió cuando me descubrí, en octubre de 1996, hacien-do antropología sobre México en Edimburgo.

Nos había invitado el Cenrro de Estudios Latinoamericanos de laUniversidad de Slirling (] hablar sobre (das fronteras entre culturas)) a va-rios cspecialistas dc Europa y de América Latina. Me preguntaba dóndeestán ahora las fronteras interculturales al contrastar este interés crecientepor América Latina en el mundo angloparlante con el escaso diálogo quetenemos con paises latinos de Europa, como Francia e Italia, que banaportado grandes contingentes migratorios, y que tuvieron y tienen vigoro-sa influencia en nuestro continente. ¿Por qué los intercambios académicosy las traduccioncs de autores latinoamericanos se expanden más en EstadosUnidos que en las sociedades latinas europeas?

Pensaba CIl cstas úparadoja9>, que trabajé en la reunión de Stirling ydesarrollo aquí mas adelante, mientras cenaba en un restaurante italianode Edimburgo. Después de ser obligado a hablar en mi inglés de emergenciapor un mesero lo~uaz, descubrí que él era mexicano. Ahí comenzó unade esas experiencias no previstas de trabajo de campo: él me contó que leresultaba dificil decir de qué p.:\rtc de México era, pues su padre ~comofuncionario de gobiemo~ había sido enviado a dirigir obras en Querétaro,luego en San l\lfigucJ de Allende. ell el Distrito Federal y en otras ciudades.En los intcrvalos de sus viajes de una mesa a otra, me iba relatando quchabía estudiado ingeniería ('n Querétaro y que tuvo una beca para trabajar«en cuestiones de biología marina) ('11 Guaymas, pero prefirió irse a LosÁngeles siguiendo a un amigo. «Me interesaba conocer a gente de otros'países más que a los mismos de siempre.» También había vivido en SanFrancisco, Canada y París, y había ido combinando lo que escuchó enesas sociedades heterogéneas con visiones propias sobre la mulliculturali-dad. Me dijo que en Los Angeles «son cosmopolitas, pero no tanto porquemuchos grupos sólo se ven entre ellos. Se encuentran en los lugares detrabajo, pero luego cada uno regresa a su casa, a su baITio». Y concluíaque «el capitalismo trae scgregacióJl). A cada rato decía que (<1osjudíosson los más poderosos en Estados Unidos». De «los negros) afirmabaque «creen mucho en sus héroes, pero los debilita sentirse tan discrimina-dos. Son fuertes sólo en la música). «Ya los mexicanos lo que nos pier-de es que para hacer negocios necesitamos toman>: Sus juicios mostraban

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¡08 Néstor Gordo Conclini La globolizoción: objeto culturol no identificado 109

que la simple acumulación multicultural de experiencias no genera automá-ticamente hibridación, ni comprensión democrática de las diferencias.

Al cerrar el restaurante, fuimos a tomar un trago a mi hotel, y allíme explicó que <das cosas funcionan más en Estados Unidos que en elReino Unido. Los escoceses tienen orgullo, pero pasivo. Los americanoslo tienen activo: se identifican en todo el Mundo, se hacen notar en losnegocios y porque nunca quieren perden>. Hablaba con tal admiración desu vida en Los Ángeles que le pregunté por qué habia dejado csa ciudad.«Porque cuando entiendo algo y me doy cuenta cómo se hace, es comocambiar un vídeo, y entonces me aburro», Su ductilidad multicultural seapreciaba, asimismo, cuando hablaba italiano casi tan bien como inglés,pese a no haber estado nunca en Italia, sólo a fuerza de interactuar conlos compañeros y representar cada día la italianidad entre agn ello ttis,cmpaccios y vinos Chianti.

Cuando quise saber cómo habia decidido ir a vivir a Edimburgo, medijo que su esposa era escocesa, y me sorprendió -él, qlle hahia transitadopor muchas partes de México, Estados Unidos y Cana,dá- afirmandoque le gustaban los escoceses porque (<no son cosmopolitas. Son genteconservadora, que cree en la familia y están orgu!losos de 10 que tienen.Viajan como turistas, pero están tranquilos y se sienten contentos con laseguridad que hay en esta cilldad de 400.000 hahitantcs».

Al final me dijo que queria poner un rcstaurante mexicano de calidad,pero no le gustaban las tortillas que llegan a Edimburgo para venderse enlos restaurantes tex-mex porque las traen de Dinamarca. (Me hizo recordarlas fiestas en la Embajada de México en Buenos Aires, cuando el 15 desetiembre, para celebrar la independencia mexicana, se reúnen los pocosmexicanos que viven ahí con centenares de argentinos que estuvieronexiliados en México, y el embajador contrata al único gmpo de mariachisque puede conseguirse en Argentina, fonnado por paraguayos residentcsen Buenos Aires).

Entonces, el mesero mexicano en Edimburgo me pidió que al volvcra México le mandara la receta dc las tortillas. Me lo pidió a mi, quc soyargentino, llegué hace dos décadas a México como un filósofo exiliado yme quedé porque aprendi antropologia y me dejé fascinar por mllchascostumbres mexicanas, aunque una de mis difieultadcs de adaptación laencuentro en la comida picante, y por eso cuando elijo un restaurante miprimera preferencia va hacia los italianos. Esa inclinación procede de queese sistema precario que se llama la comida argentina se formó con la

enérgica presencia de migrantcs italianos. que se mC'l.clnroncon españoles.judíos, árabes y gauchos para formar una nacionalidad. Pertenecer a unaidentidad de fusión, de desplazados. ayudó a este filó~ofo convertido enantropólogo a representar la identidad mexicana ante un mexicano cflsndocon una escocesa. que representaba la italianidad en un restaurante deEdimhurgo.

Sé que entre los millones dc me;.:icanos residentes en Estados Unido:"o que han pasado por estc país, pueden encontmrse historias semejantesque vuelven problemático saber quiénes y cómo represcntan hoy la nacio~nalidad. No sólo los que habitan el territorio de la nación. No era el lugarde residencia 10que definía nuestras pcrtenencias en esa noche de Edill1bur~go. Tampoco la lengua ni la comida conslituian marcas identilarias quenos inscribiernn rígidamente en una sola nacionalidad. I~IY yo habíamostomado de varios repertorios hábitos y pensamientos, signos heterogéneosde identidad. que nos permitían desempeñar roles diversos l' incluso fuerade contexto.

Me pareció evidente quc ya no es pnsiblc entender estas parndojascon una antropología para la cual el objeto de cstudio sean las culturas lo~cales, tradicionales y estables. Y que, por t:1nto. el fUtllfO dc Jos antropólo-gos (y de otros cientificos sociales) depende, de que reasumamos esa otraparte de la disciplina que nos ha entrenado para examinar la alteridad y lainterculturalidad, las tensiones entre lo local y lo global. James Clifforuescribe que el objeto de investigación deben ser las «culturas translocalesn,las mediaciones entre los espacios donde se habita y los itinerarios: espreciso «repensar las culturas como sitios de residencia y de viaje)) (CIi-ffard. 1999: 46).

De las narrativas a la teoría cultural de la globalizacióll

Retomo el problema que colocaba hace un momento. (,Qué hacer con cs~tos relatos y metáforas para ir construyendo una visión conceptual capazde ordenar las perspectivas divergentes, los imaginarios sobre la global1za~ción, en una definición y un conjunto de proccJunicntos mctodológico~que estudien razonadamente sus ambivalencias? Vaya señalar algunoscambios teóricos necesarios en las nociones habituales de cultura y globa-/ización,

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1 'O Ne<;tor Gorcio Conclini lo globalizoción: ob[eto culturo! no identificado 1 J 1

La cuituru rcdejillida. Los cambios globalizadorcs han modificado ]a maM

llera de COllLcbir la cultura. Entre los años sesenta y ochenta de este siglolos cSludius :,ociocconónril.:os, y cun ellos la antropología, la sociologín yotras disciplinas, fueron estableciendo que la cultura designaba los procesosde producción, circulación y consumo de la significación en 1a vida social.Estn definición sigue siendo útil para rcsolvcr las tentaciones de rcstnuraralgún dualismo Icnt/"c lo material y lo espiritual, entre lo económico y losimbóttco, o lo jndivicllJal y lo colectivo). También ticlle la vimlct de mostrarla clJltura como un proceso en el cual los signific:Jdos pueden variar.

Sin embargo, esa detinicián -concebida p3ra cada sociedad y conpretensIones de validez universal- no incluye lo que constituye a cadacultura pl)r su diferencia con otras. Llama la atención que varios autorespropongan en los aüos noventa rcconccptualizar este término para poderhablar de la inlerClllturalictad. Aljun Appadurai prefiere considerar la cultura/lO como un sustantivo, Cl)JllO si fuera algún tipo de objeto o cosa, sinocomo adjetivo. Lo cullural facilita hablar de la cultura como una dimensiónque refiere a «diferencias, contrastes y comparaciones), permite pensarla\(Jllcnos como una propiedad de los individuos y de los gmpos, y más co-mo un recurso heurístico que podemos usar para hablar de la diferencia»(Appadurai 1996: 12-13).

Frcdric JamesoIl ha sido 111;ISradical al redefinir la cultura como «elconjunto de estigmas que UIl g\llPO porta ante los ojos de otro (y vicever-sa))). También afirma que la cultura «no es una sustancia o un fenómenopor derecho propio, es un cspcj ¡SITIO objetivo que emerge al menos entrela relación de dos grupOS». ,<La cultura debe, así, ser apreciada como unvehículo o medio por el que 1J relación entre los grupos es llevada a cu-bo» (Jall1cson 1993: 104).

Es evidente, en esta perspectiva, el papel clave que juega en lo culturallo in13.ginario. PCrl) lo imaginario intcrcultural, no como mero suplementoJl.~ lo qlle cadn cullllril local representa de lo vivido en esa sociedad. Enprimer lugar, las nmlgcnes reprl!scntan e illstilllyell lo social, como tantasveces se ha demostrado al examinar el papel de los imaginarios urbanos y1l1cdiátieos. En segundo término, hoyes evidente que representamos einstituimos en imágenes lo que a nuestra sociedad le sucede en relacióneOIl otras, porque bs rebciones territoriales con lo propio están habitadaspor los vínculos con los que r~s¡dcn en otros territorios, nos hablan y cn-v1:Jn 1l1ellsa.ies que dejan dc ser ajenos en la medida en que muchos de losnUCSlr(l~ "¡Vf'll allú. lllllChos d~ ellos llegan hasta aquí. Esas formils de

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organización dI; lo imaginario que son las metáforas y narrativas tratan deordenar lo que el imaginar tiene de dispersión de sentido, rasgo que seacentúa en un mundo globalizado. Y, por último, ese ordenamiento essiempre una «delimitación fluctuante) (Mol1s 1994: 252): instrumentopara hacer funcionar con sentido a la sociedad y deriva poética hacia lo110 visible. En suma: lo cultural abarca el conjunto de procesos a travésde los cuales representamos e instituimos imaginariamente lo social, canee.bimos y gestionamos las relaciones con los otros, o sea las diferencias,ordenamos su dispersión y su inconmensurabilidad mediante una delimita-ción quc flUCnlJ entre el orden que hace posible el funcionamiento de lasociedad (local y global) y los actores que la abren a lo posible.

La globafización haciéndose cargo de la cultura. Según comenzamos aver Cll este capítulo, los datos macrosociales muestran la globalizacióncomo una etapa histórica configurada en la segunda etapa del siglo XX,en la cualta convergencia de procesos económicos, financieros, comunica-cionales y migratorios acentúa la interdependencia entre vastos sectoresde muchas sociedades y genera nuevos flujos y estructuras de interco-nexión supranacional.

Analicemos lo.':;tr311l0S de esta definición. Al caracterizar la globaliza-ción como un !enúllIr>no iniciado en la segunda mitad del siglo XX noolvido, como dije, que las transformaciones ocurridas desde el comienzodel capitalismo y de la Illodernidad fueron preparando el período global.Pero tampoco puedo desconocer las difcrencias cualitativas y cuantitativasen la interrelación entre naciones engendradas por la conjunción de cam-bios económicos, financieros, comunicacionales y migratorios, que distin-guen a este período de lo que ocurrió en las etapas colonialista, imperialistay de intemacionalizadón de la economía y de la cultura.

La segunda observación que quiero hacer es que la definición nosólo señala los tres factores más elaborados en las teorías de la globaliza-ción: económicos, financieros y comunicacionalcs. Los procesos globales--y las imágcnes que los reprcsentan- se viellen constituyendo por lacirculación más fluida de capitales, bienes)' mensajes, pero también depersonas que se' trasladan entre países y culturas como migrantcs, turistas,ejecutivos, estudiantes, profesionales, con frecuentes idas y vueltas, mante-niendo vínculos asiduos entre sociedades de origen y de itincrancia, queno eran posibles hasta mediados del siglo XX. Incorporar este aspecto ala teoría de la globalización, como lo hacen varios antropólogos (Appadurai,

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I112 Néstor Gorda Canclini

1La globolizoción: obieto culfural no identificado 113

Hannerz, Ortiz, entre otros) y alguoos sociólogos (Beek, Giddens). esreconocer, por así decir, el soporte humano de este proceso, sin el cllalse cae en la reducción de los movimientos económicos a flujos anónimos.Registrar lo global con una visión despersonalizada puede colaborar conla doctrina neoliberal que afinna a la vez la libertad y la fatalidad de losmercados, pero con el costo de aislar a la economía al imposibilitarle diáRlagos consistentes con las teorías sociológicas y antropológicas que seniegan a prescindir de las personas cuando se preguntan por el lugar don-de se juegan la libertad y las decisiones.

En esta dirección anticipo que incluir el papel de las personas y, portanto, la dimensión cultural de la globalización, pennitc tomar en cuentatres aspectos sobre los cuales volveremos: el drama, la responsabilidady la posibilidad de reorientar el itinerario. Al decir que no se trata sólode movimientos de capitales, bienes y mensajes, pienso en el desarraigode los migran tes, el dolor de los exiliados, la tcnsión entre los bienes qucse tienen y 10 que prometen los mensajes que Jos publicitan; en suma, lasescisiones dramáticas de la gente que no vive donde nació.

Lucgo, hablar de las personas que hacen, reproducen y padecen laglobalización -y aun de las que son excluidas de ella- vuelve posibleencontrar responsables de esos procesos. Por más que los actores socialesparezcan evaporarse en esa figura jurídico-económica sintomática de laglobalización (aunque la preceda) que son las sociedades anónimas, lateoría social no puede desentenderse con tanta facilidad de los sujetos delas acciones. Necesita identificar a los grupos responsables y a los destina-tarios de los cambios, a quienes mueven los capitales y los bienes, emiten,circulan y reciben mensajes.

En la medida en que encontramos actores que eligen, toman decisio-nes y provocan efectos (que podrían haber sido otros), la globalizacióndeja de ser un juego anónimo dc fuerzas del mercado sólo rcgidas por laexigencia de lograr todo cl tiempo el mayor lucro en la competencia supra-nacional. «Las leyes del mercadO)) es una fórmula demasiado racional ytelcológica en vista del zigzagueo errático con que se. desplazan, crecen ose pierden los capitales y los bienes en los últimos años. Pero cl argumentoque más interesa es que la reaparición de las personas y los grupos en lateoría social pennite concebir a la globalización de otras maneras.

La reorganización mundial izada de las sociedades parece ser un pro-ceso irreversible y que deja pocas posibilidades de éxito a quienes buscanregresar a épocas previas o construir sociedades alternativas desenchufa-

das de lo global. En este sentido, la mctilfora de las hormigas que disuelvenbanderas es pertinente. Pcro este realismo CCDJ1óll1ico:politico y c1l1llunica-cional no implica admitir con fatalislllo el modu unidimensional en quevienen globalizándonos los economistas y empresarios con la aceptacióncomplaciente o malhumorada de gran partc de los consumidores. Pensarla globalización como una consecuencia lógica de la convergencia decambios económicos, comunicacionales y migratorios 110 impidc concebir-la a la vez como un proceso abierto que puede desarrolbrse en varias di-recciones. Esto se insinúa en la comparación de los imaginarios de niñosjugando futbol cnla calle, de los bolivianos trallsterrados, el caballo bicéfaloen la frontera México.Estados Unidos y el mexicano actuando la italianidaden Edimburgo.

Dejar hablar a los actorcs desde sus peculiares experiencias de lainterculturalidad transnacional puede contribuir a reconquistar poder frenteal fatalismo predominante de los economistas. Los consumidores pactemosexpandir el lado activo de nuestros comportamientos hasta llegar a rcinvcn-tar la manera de ser ciudadanos. Por esto, el análisis critico de la globaliza-ción irá asociado una y otra vez a las maneras en quc podría rcvertirse laimpotencia política con que acabó este siglo que había sido pródigo enrevoluciones, vanguardias políticas, artísticas y otros Lmaginarios transfor-madores. El problema dcl sentido (abierto) de la globalización hace entraren su teoría conjuntamente las cuestiones culturales y políticos.

De todas maneras, no es por votuntsrismo que incluyo lo imaginarioen la deflOición de 10 globaL Más bicn, por rigor descriptivo. Por una par.te, la definición propuesta indica convergencia de procesos empíricamenteo!Jsen'ables --económicos, financieros, cOlllunicacionalcs y migratorios--que acentuaron la interdependencia a escala mundial. Almi,smo tiempo,la intensificación de vínculos antiguos y la construcción elc nuevos Dujosy estructuras de intercambios no coloca :1 todos los habitantes del planetaen sihlación de coprescncia e interacción. Sólo algunos sectores produ-cen, venden y consumen bienes y mensajes globahzados. Si Bcncdict An-dcrson llamo a las naciones ({comul1ldades imaginada:.;» porque «aun losmiembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría desus compatriotas, no los \'CfÚnni oirán siquiera hablar tic ellos)) (Andcrson1997: 23), es todavía más pcrtinente llamar imaginada a la globalización.Recordaba Anuerson en cl mismo texto la rr~se de: Emes! Renan según lacual «la esencia de una nación es que todos los indi\'iduos tengan muchascosas en común, y también hayan ol\'idado muchas cosas,,: por ejemplo,

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114 Néslor Gorcía Canclíni Lo globolización: objeto culturol no identificado 115

!~los franc<2ses, dc:cía, Rellan, para afirmar 16 que los une suelen olvidar 1'1noche de San Bartolomé y [as masacres del Mediodía en el siglo XIII.

En cuanto n la globalización, no serían tan persuasivos quienes lapropagan si 1(1 precaria integración mundial lograda en la economía y las

< comunicaciones no se acoll'lpaihra con el imaginario de que' todos losmiembros de todas las sociedades podemos llegar a conocer, ver y oír alos otros, y con el olvido de quienes nunca podrán incorporarse a las rc-des globales. Por eso, lo im3ginario se impone como un componente dela globalización. La segregación es el reverso «necesariO) de las integracio-nes, y la desigualdad Iimi13 las promesas de 1(1 comunicación.

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Des-felichizor la Hglobclizocióllll 151

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Des-fetichizar la «globalización»:Basta <k reduccionismos,ppologías y demonizaciones,

mostrar la complejidad y las prácticos de los actores'

Dan/e/Mato

En estos dias se habla y escribe demasiado sobre algo que se da en llamar«globalización». Pero en general se lo hace de maneras poco precisas, re-duccionistas y fetichizadoras, que no sirven de mucho para orientar lasacciones de los actores sociales. Dependiendo de quién habla o escribe,resulta que eso nombran «globalizacióo» es señalado como causi. de tQdqsnuestros males o, alternativamente, como la panacea qllC resolverá todosnuestros problemas.

En general, se hacen pocos esfuerzos por explicar en qué consisteeso que suelen denominar «globalizacióo)) y que a mi modo de ver -y co-mo explicaré- seria más fructifero conceptualizar como procesos de globa-!ización. De manera análoga, pienso que se hacen pocos esfuerzos porayudamos a comprender cuáles y cómo son/somos los actores socialesque consciente o inconscientemente participan/participamos en procesossociales de los que resulta más globalización, es decir más y más significati-vás interrelaciones e interdependencias entre actores sociales a nivelestendencialmente planetarios. Es precisamente a estos procesos sociales alos que llamo procesos de globa/izacióll. Finalmente, y en consecuencia,

Este articulo se bnsa en la ponencia «Des-fctichizar la 'globnlización': basta de re-duccionismos, apologías y demonizaciones; mostrar la complcjidnd y las practicas delos actores» que presenté en la 2da. Reunión del Grupo de Tnbnjo «Globalizacián,Cultura y Trnnsfomlacioncs Sociales) del Consejo Latinon11lcricano de Cicncins So-ciales (CLAC SO) rcnlizada en Caracas del 9 al 11 de noviembre del 2000. Posterior-mente una versión revisada de esa ponencia fue aceptada parí! su publicación en elN.O 13 de RELEA-Revista Latinoamericana de Estudios Avnnzados (Caracas), actunl-mente el; prensa. En la presente versión examino algunos ejemplos adicionales ydabol'o mas algunns ideus expuestas en esos textos anteriores.

esos discursos de la globalización que invisibiliznn las pn\cticas de los ac-tores, no nos dan pautas acerca de cómo los <lct:ores sociales pueden/po-demos incidir de manera infonnada en las transformaciones sociales con-temporáneas.

I~or esO el-primer objcti ',lo. de este texto es señalar los que a lni juiciú -~-son los errores más importantes en las fannas predominantes de pensar la«globalizaciám). y el segundo es presentar una perspectiva de análisis quepone de relieve la dimellsión cultural (es decir, simbólico social) de algunosprocesos de globalización particulannentc significativos para comprenderlas orientaciones de las transformaciones sociales contemporáneas. Miinteres al presentar una perspectiva de este tipo es ofrecer bases polencinl-mente útiles para que diversos tipos de actores sociales puedan formularmás informadamente la orientación de sus prácticas, es decir, para quedefinan sus políticas.

Iré presentando esta perspectiva alternativa a través del análisis deaspectos parciales de algunos tipos de procesos de globalización. Peroademás, a través de esos ejemplos iré tratando otro problema que mepreocupa: el de ciertas concepciones reduccionistas de la idea de clll/lIra.Aquellas que con l'a palabra cultura hacen referencia exclusivamente a loque otros pensamos que se debería llamar claramente el sistema de las«bellas artes)). pero también el problema de aquellas otras concepcionesde la idea de cultura que, aunque rompen con las limitaciones de asociarlaa la idea de «bellas artes», no obstante sólo llegan a incluir en ella otros ti-pos de prácticas sociales que según los casos y alcances suelen llamar«artes) o «culturas tradicionales», o «artes» o «culturas populares)}, o«industrias culturales), denominación que refieren a sólo un pequeñosgrupo de actividades humanas. Estas concepciones de la idea de- cultura,aunque preferibles a aquella limitada a las {{bell~s(uies», tienen otr~s limit<l-ciones que he examinado CIl publicaciones anteriores (Milla 1997) y quercfcrire muy brevemente más adelante. Por eso, a través de los ejemplosque utilizaré para presentar una perspectiva alternativa de cómo ver la glo-balización, estaré a la vez proponiendo una visión más inlegrada de la ideade cultura, que apunta a poner de relieve los aspectos simbólico-socialesde todas las prácticas humanas.

Poniendo en relación esta otra concepción más integrada de la idcade cultura con la idea de políticas que proponia más arriba -es decir, unaidea amplia de PC?/iticas, entendidas como las orientaciones de las prácticasde todos los-actotes soci~les, y no sólo de las de gobienws y entes gubcrna~

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152 Daniel Moto Des.letichizor lo nglobolizociónJ) 1's3

mentales e intergubemamentales, como suele asulTIirse-~ podremos/podránlos actores fonnular políticas culturales acordes con los tiempos de globa-!ización que vivimos.

Así, como consecuencia de los cambios de concepcIones propuestos,la propia idea de politicas culturales resultante de ellos también es másamplia e integrada que la manejada habitualmente. Digo esto porque la ideade políticas culturales que de aquí resulta no se limita a designar --comoes habitual en algunas concepciones del tema- las políticas de un único'tipo de actores sociales (los gobiernos, sus agencias y organismos intergu-bernamentales) y para un ámbito relativamente restringido y parcial de lasprácticas sociales (sea que en este ámbito se incluyan sólo la «artes», otambién las llamadas «culturas tradicionales» y/o «populares»), y/o tambiénlas llamadas «industrias culturales)}). Tampoco esta idea se limita a designarlas políticas de un conjunto más amplio de actores (tal quc incluye empresasy organizaciones sociales diversas) pero respecto de un limitado ámbitode prácticas sociales (las relativas a las «bellas arteS)>y/o las «culturas po-pulares», las «industrias culturales», etc.). Por el contrario, la idea depolíticas culturales que así resulta es más amplia en el sentido de que 'estáreferida a todos los actores sociales (sean organismos de gobierno, organi-zaciones comunitarias y otros tipos de organizaciones sociales, empresas,etc.), pero además es también más abarcadora, e integra a todo aquelloque se relaciona con el carácter simbólico de las prácticas sociales y enparticular a la producción de ciertas representaciones sociales que ---comoargumentaré- juegan papeles claves en la constitución de los actores so-ciales y el diseño de sus políticas y programas de acción.1

Cómo no comprellder la globalización:fetic/rizadores y cazafantasmas

Comenzaré por señalar los que a mi juicio constituyen los errores más im.portantes que caracterizan a las fonnas dominantes de representarse la

l. La idea depo/lricas culturales que aquí propugno se basa, aunque además Amplia, la yapropuesta anterionnente por otros colegas cuyos textos puede ser del mayor interésrevisar por sus contribuciones a la critica de las representaciones dominantes de laidea de «políticas culturales» (por ejemplo Arizpe 2001; Álvarez, Dílgnino y Escobar(editores) 1998; Barbero y Ochoa.Gautier 2001; Dagnino, (caord.) 1994; Garcíll Canclini1995, 1999. 200 \; Garrclon, (coord.) 1999; Ochoa.Gautier 2000; Yúdicc 1997.

idea de globalización. Pues estas representacIOnes de carácter hegemónicofrecuentemente bloquean las posibilidades de forl11ul~rscpreguntas de invr:s-tigación que puedan conducir a interpretar los proccso~ wcia1cs contcmpo-ráneos de otras formas. Es decir, estas fonllas de repre~cntarsc la globalil.<l-ción apareccl1 como certezas que obstaculizan las posibilidades de formularanálisis que no asuman a priori que fal «globatización» sería una suerle defenómeno suprahumano, y que de este modo pcnnltan visualizar posibilida-des de intervención en los procesos sociales contemporáneos.

La mayoría dc quicnt::s dcmonizan la globalizacil)I1, como la maY(lríade quienc~ hacen su apología, comparten un error de ba.:ic:/cfichizon esoque llaman «globalizacián». Es decir, representan eso que llaman «globaliz(\-ción» como si se tratara de una suerte de fuerza Sup¡¡.1hUmanR que actuaríacon independencia de las prácticas de los actores sociales. Por ello no sedetienen a analizar cómo participan diversos actores sociales en la produc-ción de fonnas específicas de globalización (amplio estas ideas en .Mato1999[a]).

De manera levemente diferente, pero en sustancia semejante, hayquienes aún fetichizándola atribuyen su existencia a f~1ctorcsmeramentefinancieros y/o tecnológicos, es decir, ofrecen interpretaciones rcduccionls-tas, sea de corte economicista o tecnologicista. Adicionalmente, en estoscasos esos factores acaban teniendo carácter anónimo: así se invocan enabstracto «las fuerzas del mercadQ» o «el poder de las tecnologías». Comosi «clmcrcado») fuera algo más que una creación humana, resultante históri-camente de fuerzas humanas, actualizado a diario a través de práctil.:ashumanas enmarcadas en instituciones que también son de carácter histórico(es decir dinámicas, cambiantes y transformables) guiadas por ciertasfonnas de represent,use la experiencia y sus posibilidades de transforma-ción. O como si las tecnologías actuaran por si mismas, como SI nadie lasprodujera y nadie las aplicara. Así, la mayoría de esos pocos análisis queseñalan fuerzas actuantes tras el fetiche, frecuentemente presentan a esasfuerzas como anónimas, es decir, sin mostrar las prácticas sociales quelas impulsan; y de cste modo coinciden con los fetichizadores en no vcrlas acciones humanas.

En el otro extremo, algunos de quienes comparten la visión simplistaque equipara giobalización a «libre comerciol> representan a la idea de glo.balización como si ésta fuera producto de la voluntad de un número reducidode gobernantes y tecnócratas. Adicionalmente, quienes reducen la idea deglobalización a la globaJización económica generalmente también equiparan

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154 Dani~1Molo Oes-fetichizar lo uglobolizociónll 155

:1 éSta C011su versión ncolib~ral, y acaban COnfllI1c1icndo globalización connc01 iberal ismo.

Así, se rcrrescntan eso que llaman globaJización como si ésta nofuera otra cosa CJ lle un montón de acuerdos económicos orientados por laidea de liberalización de los movimientos comerciales y de capitales, máslos movimientos cl~ capitales y comerciales que se dan en tal marco jurídicode inspiración ncolibcral y sus consecuencias macrocconómicas, y 10 quea su \'Cl considt;;ran la~ consecuencias sociales de las tendencias macro eco-nómicas. El carácter hegemónico de las interpretaciones económicas delmundo y de la vida social, es un rasgo saliente de la vida contemporánea,como tambien, y cn tal marco, lo es la hegemonía de 13 mancra (meoliberal»de ver el mundo, de interpret.ar las acciones humanas. Sin embargo, esono significa que globalización sea sinónimo de neoliberalisl11o, Al contrario,necesitamos Ulla aproximación teórica a la interpretación de los procesosde globaJización contell1poráneos que nos permita comrrenclcr cómo losdiscursos econumici~tas, y en particular el <mcoliberal>~, se han hecho heM

gcmónicos.El caso es que como consecuencia de los factores arriba enunciados

en general no encontramos al1<.lIisisacerca de quiénes y cómo toman lasdecisiones que conducen a tilles políticas, a tales 11l0VillllCnlOSeconómicos,al dt:s3rrolJo y adopción de esas tecnologías. Insisto, el principal rasgo deestos discursos sobre la globalización es que en ellos los actores sociales110 'le ven. Sin embargo, en algunos ele cllos sí se menciona algo parecidoa aclOfC') so¡,;j;J.Jes, rero cntnnces resulta que S~ los imagina como unospocos indiviuuos conspiranuo. Menuda forma de imaginar la historia con-tcmporánea del género humano.

Lo importante del caso es que, una vez operadas todas estas reduccio-ncs, dcrendicndo Jc la orientación ideológica de los hablantes u autores encuestlón, estos concluyen qu~ eso que llaman «globalizacióm> o bien esUBa panacea, u bien es la caUS3 de tocios los males.

El problema es que estas formas de imaginar la globalización, aunqueaparcntL'IIH:nte contradictorias entre Sl, conducen a lo mi5~no; a ignorarlas prácticas de lOS aClores ~ociales. Y así, o bien conducen a la parálisisde los actores sociales cuando asumen que eso que llaman «globalizaciótmes una suerte de fenómeno sllprahumano, o bien conducen a la alienaciónfundamenta lista dc los actores. Sea llamándolos a adherirse incondicional-mente a las rcfonnas ncolibcrales, o bien llamándolos a oponerse con el

mismo tono fundamentalista no sólo él las rcfonnas neo liberales sino tam •.bién a todo 10 extranjero, a replegarse sobre ellos mismos, a aislarse.

Es necesario diferenciar cuidadosamente entre lo que podríamos lla-mar la «globalizaciól1 neoliberah> y otras formas de globalización, es decir,otras formas de producir interrelaciones de alcance planetario, muchas delas cuales incluso se oponen a tal «globalización neoliberal», pero que nopor ser anti-rcformas neoliberalcs son menos globalizantes. El ejemplomás claro de esto es precisamente el movimiento de carácter transnacionaly alcance crecientemente planetario que se hizo visible con las protestasefectuadas en la ciudad de Seattle en noviembre de 1999 en ocasión deuna reunión de la Organización Mundial de Comercio, y que desde entoncesha realizado numerosas movilizaciones en muy distantes ciudades del globo,hasta confluir en enero del 2001 en la ciudad de Porto Alegre, Brasil, don-de unas 15.000 personas de todos los continentes se reunieron en el PrimerForo Social Mundial, el cual produjo un documento que concluye con es-tas palabras: «Llamamos a todos los pueblos del mundo a unirse a esta lUMeha por construir un [unlro mejor. El Foro Social Mundial de Porto Alegrees un camino hacia la soberanía de los pueblos y un mundo justO)) (Seoane)' Taddei: 205). Es decir, se trata de un movimiento globalizador que convocaa globaliznr más, sólo que no bajo la égida de las ideas neoliberales, sinoprecisamente en la crítica a ellas. En otras palabras, las cosas no son tansencillas como optar fundamentalistamente por estar «3 ravan> o «en con-tr,1)) de eso que llaman globalización. Sino que se trata de analizar los prOMcesos sociales contemporáneos de maneras potencialmente más provecho-sas, que nos pcnl1ltan part'icipar consciente e infonnadamente en ellos.

Ulla perspectiva mtls fructífera para interpretar los procesos deglobalización contemporáneos, y algulJos ejemplos

Vaya proponer una manern de analizar eso que llaman «globalización» quepienso que puede resultiH más fértil. Es decir, una manera quc rinda frutosa los actores sociales, que nos ayude a comprender qué está pasando ycómo actuar en ese contexto. Picnso que para lograr tal cosa necesitamoscomo mínimo ampliar el rango de nuestra mirada, anali=ar la compleji-dad, estudiar las prácticas de algullos actores sociales significativos)' có-mo estas se relacionan con las de otros actores, y sobre todo estudiar lasinterrelaciones de tipo global-local. Pero una perspectiva de este tipo es

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156 Daniel Mato Des-fetichizar la llglobollwción:.\ 1é7

demasiado amplia para llevarla adelante como proyecto individual: por esoagrego a ella un matiz respecto del tipo de mirada, y especifico en lancesque mi interés es poner de relieve los aspectos culturales, es decir simbólico-sociales, de estas prácticas. Sin embargo esto no supone asumir que «locultural» anda por un lado, «lo político» por otro y «lo económico» porotro, No, semejante manera de ver las cosas supone confundir lo limitadode nuestras miradas con lo complejo y multifaeético de la experiencia so-ciaL Sin embargo, como es dificil dar cuenta de tal complejidad sin el con-curso de varios puntos de vista, pero sobre todo sin la conciencia de quecada uno de ellos es necesariamente parcial, pienso que es necesario ensayarmaneras de trascender los límites de las miradas disciplinarias (es decir,disciplinadas por las disciplinas académicas establecidas) y ensayarperspec-tivas transdisciplinarias que salgan al encuentro de otros puntos de vista,y que para lograrlo dejen explícitamente abiertas las posibilidades de compJe-mentariedad.

Así las cosas, desde dicha perspectiva procuro estudiar las interrela-ciones de tipo global-local entre las prácticas de los actores -COIl unamirada cultural (es decir una que atiende especialmente a sus aSpectossimbólico sociales)- observando especialmente cómo se produce el sentidocomún de esta época, y más específicamente ciertas representaciones decarácter hegemónico que orientan las transformaciones sociales en curso(he expuesto estas ideas más ampliamente otras publicaciones, por ejemplo:Mato 1995, 1996, 200l[a]).

Veamos. Propongo en primer lugar que debemos evitar fetichizar laidea de «globalizaciém>, y que una forma de comenzar a hacerlo es no ha-blar de «glohalización» en singular y casi corno si se tratara de un nombrepropio (en este caso presumiblemente de una suerte de demiurgo), y hablaren cambio de procesos de globalización, así en plural. La exprcsión procesosde globalización nos sirve para designar de manera genérica a los numero-sos procesos que resultan de las interrelaciones que establecen entre síactores sociales a lo ancho y largo del globo y que producen globalización,es decir, interrelaciones complejas de alcance crecientemente planetario.Este conjunto de interrelaciones es resultado de muy diversos típos deprocesos sociales en los que intervienen en la actualidad, y han venido in-terviniendo históricamente, incontables actores sociales en los más variadosámbitos de la experiencia humana, desde los más variados rincones delglobo (amplío estas ideas en Mato 1995, 1996, 1999[b J, 2000[b J, 200 l (a]).

Entre esos numerosos procesos, efectivamente podcmos distinguiralgunos cuyos cfectos son aquellos que rrecucntCll1Cnlc Jl1cllcion~m lasmaneras las maneras predominantes de imaginar ia globalización, es deciresos procesos cuyos aspectos econémicos, pero no otros, suelen ponersede relieve. Sí, es cicrto, esos procesos yesos aspectos existen. Pero ade-más podemos y debemos vcr quc esos mismos procesos tiellen otras di-mensiones además de la económica, y también podcmos y debemo:- verque hay otros proccsos que habitualmentc pasan por alto qUlencs hablande «globalizaciólU\, y que resultan muy importantes. VCJmos algunos ci('m~plos ilustrativos:

La:.-«maquiladorasH son plantas de montaje c~tablccidas por Corporl1-ciones transnacionales de diversas ramas (textiles, automotrices, electróni-cos, etc.) en países donde se pagan bajos salarios para realizar el ensamblajefinal de partes provenicntes del exterior y' así produciJ pruductos finalesque son reexportados casi sin pagnr derechos aduaneros. La.')maquilador:lscomenzaron él estableccrse en el norte ele ivléxlco en la década de 1970.Actmtlmente existen más de 3.000 planlas maquiladoras en México queemplean a más de 900,000 trabajadores, y aunque el 81% de ella~ aún seconcentra en la zona fronteriza con Estados Unidos. su presencia ya no selimita a ella. Pero adcmás, actualmente las maquilad oras emplean unos200.000 trabajadores en sus planws en Guatemala, el Salvador, 1Tondumsy Nicaragua (Red de Solidaridad de la Maquila 1995). También las hay enRepública Dominicana, así C0l110en países del sudeste nsiútico.

Numerosos estudios realizados subre la maquila pOllen de relic\ easpectos ecollómicos del asunto, así como problemas relacionados con elpago de I11UYbajos salarios. la contaminación ambienta!. los atropellos alpersonal y los impactos negativos en su salud, q1ll: no podernos dejar dcmencionar. Sin embargo, cn esta oportunidad me interesa poner de relievealgunos aspectos culturales asociados al establecimiento de las maquilado-ras. En primer lugar debe tenerse en cuenta que en. no POCélSocasiones,para numerosos trabajadores de estas plantas su relación con ellas implicasu incorporación -por primera vcz- al mercado de trabajo l'11el marcode una relación estrictamente salarial (e impcrsonal respecto dl' la experien-cia anterior de algunos de ellos trabajar en pcqucñas (,lTIpre~nsfnmiliarc~,o al menos propiedad de residentes «visibles)) de la mismél localidad).puesto que numerosas m,lquiladoras emplean como mallo dl:'obra asalariad:ta personas que hasta entonces estaban dedicadas a t:Hcas agrícolas (sólpen ocasiones en el marco de rcJaci0ncs :-al;lria1r."}.(, a la C('l'itura~' otr:l~

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actividades no agrícolas, pero de manera artesanal o en pequeñas empresas.Así n.:sulta qw...:t:slas inver~ioJles inducen cambios muy importantes en laorganización del trab~jo y en los hábitos de trabajo y de vida de la gente.E:ltas cambio" no sólo tienen que ver con tos tipos de tareas que realizanla." p('rsolla~, sino también con que en muchas ocasiones l:stas pasan deltrabajo individual. en solitario. en pequeños talleres o en la tierra, al trabajoinduslrial donde muchas personas trabajan bajo un mismo tccho, úe 11lane~ras c\)ordinadas e intcrdepcndientes, Con rutinas prefijadas, con horariosrígidos, frecuentemente rotativos, en condiciones que muchas veces afectansu salud. además de sus h¡'tbims de vida. Pero no sólo eso: muchas de es-tas empresas oli'ccen empleos que frecuentemente son tomados por muje-res jóvenes (en 1\1éxico 70 % de las trabajadoras de [as maquiladoras sonmujeres, la nwyoría de entre 16 y 24 atlOSde edad; en Guatenulla el 90%son mUJeres) que hasta entonces no tenían empleo rcmunerado, sino queparticipaban en emrrcsas l~tmiliare.s sin recibir remUnefi.1CÍónalguna. Deeste modo se alteran los modos de organización de la vida familíar y tambiénlas rel::J.cionesde poder en el seno de las familias (estos cambios son signifi-cativos, independientemente de si uno los considera positivos para las re-1:lcioncs intergcnéricas o intergeneracionales). También cambian las pautasde consumo de estos trahajadon.:s, el tiempo disponible para alimentarse,los alimentos que pueden preparase o tomarse en cse tiempo, la disponibili-dad de efectivo p~lfa hacer compras, el tipo de ropa que necesitan o deseana usar. los productos de las industrias del cnlretenimicnto por los cuales seil1lere'<lll, ctc. (Green 1995, Peña 1997, Red de Solidaridad de la Maquila1995).

Ubviaml'llte, los C8Jllbíos reseiit'ldos en el párrafo anterior no sonsimplemente económicos, sino también sociales y culturales. Estos cambiosno son prodllCidos solamente por la empresa transnacional. La empresaelige ese lugar para estilblccer su maquila, y no otro, porque se dan ciertascoudiciones. ~dgunas de las cuales se relacionan con procesos macroeconó-micos que r...-:spondena decisIones de actores sociales no sólo globales si-110 laml)Jén nacionales, y que se expresan en las políticas <económicas, lascuale~ en últimn instancia responden a ideas de «desarrollo)) ylo d~ {(1110dcr-nizacicillo, referentes que no son simplemente económicos sino a la vezpoliticn~ y culturales. Pero además de t~ictores y decisiones de orden glo-bal y nacional, también hay decisiones de actores municipales, así comode aCTOres cstadales, proVillCiJies, o departamentales (según los países),ios cuales 3Cllcrdan rcnnisos de instalación, promueven regímenes impositi-

vos prcfcrcncialcs (muchas maquilas operan en «Zonas fralicas)) o enotros tipos de marcos preferenciales), facilitan el entrenamiento de lostrabajadores, obvian regulaciones -o al menos controles- sobre el cuidadodel medio ambiente, la salud de los trabajadores y sus derechos sindicales,etc. Pero además están las personas que acuden a las empresas en buscade empleo, lo cual se relaciona en parte con la inexistencia o la falta deatractivo de 01ras opciones de empleo en la zona, como asi también conlas fonnas de organización del trabajo en la zona, el régimen de tenenciade la tierra, las preferencias y valores de la gente, cte. En fin, lo que deseoponer de relieve es que detrás de una inversión y de todo lo cultural y polí-tico que la acompaña, hay personas y organizaciones que toman decisiones:no es meramente una cuestión de impersonales mercados, y por tanto delo que se trata es de estudiar estos procesos en toda su complejidad, inclu-yendo el análisis de las fommlacioncs de sentido que operan como condicio-nes subjetivas de posibilidad, así como las políticas culturales (es decir delo simbólico social) de los diferentes actores.

Pero hay algo más que me parece importante destacar a propósitodel ejemplo de la maquila, y que además resulta de interés para otros ejem-plos que presentaré en las próximas páginas. El ejemplo expuesto muestraquc no se trata simplemente de un caso en el cual una «decisión económica))produce «efectos politicos y culturales», como podria interpretarse desdeuna visión economieista, y del supuesto básico que la haria posible: quelos hechos sociales serían de carácter unidimensional, es decir o meramentc«cconómicos)) o simplemente «políticos», O sólo «culturales)). Por cl con-trario, lo que con el análisis anterior pretendo mostrar es que la decisiónde inversión no es simplemente «económicU), y también que no la tomansólo y unilateralmente los inversionistas. Esta toma de decisión es de suyocompleja, y depende de los diversos factores sociales y culturales ya enun-ciados (y según los casos también de otros), así como también dependede este tipo de factores y no simplemente de «factores económicos)) elhecho de que la gente opte por trabajar en la maquilad ora. Sin duda, deuno y otro lado operan «factores económicos), pero también operan otrostipos de factores: «políticos» y «culturales») (por ej.: las representacionesde ideas de «dcsaITol1m), «bienestam, y «consumm), la legitimidad de fonnasde propiedad de la tierra cuya historia es eminentemente política y culrural,etc.). Me parece innecesario repetir este argumento de complementariedadde miradas en cada ejemplo: simplemente invito a tenerlo presente en lalectura de las próximas páginas, tratando de ponerlo en práctica en la in-

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terpretación de cada ejemplo, más allá de las posibilidades de hacerlo explici-to que los límites de extensión de este artículo permiten.

Veamos ahora un ejemplo de otro tipo. Uno ele los símbolos m¡ísusados para representar visualmente <daglobalizaciólM es el logotipo de laempresa McDonald's. Los Macdonolds representan para muchos el para-digma de la globalización, porque en esa visión de la globaJización Macdo-nalds quiere decir hamburguesas. Y hamburguesas quiere decir «gringos)}.y para quienes ven las cosas de esta manera, «globalizacióm) quiere decirque todos acabaremos por pareceremos a los «gringos». Desde luego, esavisión que equipara las ideas de globalización y de homogeneización estremendamente simplista, como lo ilustran no pocos estudios (véase porejemplo Appadurai 1996; Featherstone 1990; Garela Canelini 1995, 1999;Mato 1995, 1996, 2000[a]; Therborn 1999). Pero más allá de eso, elasunto es que Macdollalds no es sólo hamburguesas, ni sólo las CocaColas o Pepsi Colas que las acompañan. No: además, es «comida rápida»,y esto no sólo quiere decir que los clientes comen rápido una comida deciertas características, lo cual ya implica un cierto tip'o de cambio cultural,sino además que hay toda una organización del trabajo y de la' empresaque sostiene eso, que hace posible que la comida esté disponible rápidamen-te, y que lo hace con ciertas características. Y este modelo de organizacióndel trabajo, así como los principios de productividad e identificación conla corporación, y los valores que lo inspiran y lo hacen posible, constituyenquizás el producto cultural más importante que promueve MeDonald 's. Y,significativamente, hace esto entre los nwnerosos jóvenes que en muchasciudades del mundo comienzan aHi su inserción en el mercado laboral. Pe-ro no sólo eso, sino que además el caso McDonald's se ha transformadoen un paradigma de formación en no pocas escuelas 'universitarias de ad-ministración y/o negocios del mundo, y en particular de América Latina.A través del estudio del caso de Me Donald's, los estudiantes, futuros ge-rentes de empresas, entran en diálogos ---que deberíamos estudiar~ conparticulares sistemas gerenciales, y a través de estos de valores y represen-taciones.2

2 . Agradezco a la profesora Magdalena Valdivieso, directora de la Escuela de Administra-ción de la Universidad Central de Venezuela, la infonnación acerca de la importanciadel caso Me Donald's en la fonnación ofrecida por las escuelas de administración, asícomo la referencia a algunos textos significativos, como por ejemplo Sloner y Free-Olan (1998), que los lectores interesados podrían consultar al respecto.

Pero allí no tennina la complejidad del caso McDonald's, pues ahoraresulta que en los últimos ailos Junto con la hamburguesa, la Coca Cola yla organización del trabajo, en sus promociones de «cajita;; felices» In em-presa incluye muñecos de plástico relacionados con las mús recientesproducciones d~ las industrias cinematográficas de Hollywood. Es decir,de una vez se asocia a las industrias del entretenimiento y del juguete. Asíresulta que McDonald's se relaciona con uno de los tipos de industriasque algunos colegas llaman las «industrias culturales».

Breve digresión: para una critica de las ideasde ((industrias culturales» y de «consumo cultural»

Para avanzar en mi argumentación acerca de lo que denomino una perspecti-va más ¡;'uct(fera para intelprelar los procesos de globalización contempo-ráneos, necesito hacer una breve digresión acerca de dos expresiones quevienen utilizándose de manera creciente en los estudios sobre globalizacióny cultura. Me refiero a las de «industrias culturales» y «consumo cuiturab).Quiero comenzar por afirmar explícitamente que al11b05 lérminos me pare-cen inconvenientes por las razones que explicaré en las próximas páginas,independientemente de que al amparo de ellos se hayan realizado y conlinúenrealizándose valiosas investigaciones, las cuales no pretendo illvalidar conesta crítica de tipo conceptual. Habría que ver en cada caso hasta quépunto o de qué modos esta crítica a esos conceptos fundan tes afectaríalas investigaciones en cuestión! si acaso lo hiciera. lvli mayor inlerés al ha-cerla es destacar tres consecucncias básicas del uso del adjetivo «cu[turab)para designar a ciertas industrias y consumos en particular: la primera,que nombrar como «culturales) sólo a ciertas industrias y consumos opac<lel carácter cultural dc todas las industrias y consulllos; la segunda, qUl,;

esta denominación tiende a crear una ilusión de semejanzas entre muy di-versas industrias y consumos, unificando y disimulando diferencias signifi-cativas, las cuáles son quizás aún mayores cn el caso de la idea de «consulllocultural», en la cual algunos autores no sólo incluyen los consumos de [osproductos de las «industrias culturales») sino también otros. COIllO porejemplo la asistencia a teatros, galerías dc arte, muscos y otros estab[eci.mientos semejantes; la tercera, que estas maneras de denominar a eslasindustrias y consumos tiende a dotarlos de una suerte de status privilegiado.de una cierta «aura)).

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162 Daniel Majo Des.fetichizor lo ((globoliwciám) 163

El principal problema de ambas ideas es que las aplicaciones que sehaccn de estos términos usualmente estún demasiado asociadas a la ideade «uneSI), aunque en general sus referentes son algo más abarcadores.Habitualmente incluyen a cienas industrias y al consumo de sus productos:gráficas y editoriales (aunque habitualmente se obvia analizar la rela-.:ióncon ellas de t:scritores y otros creadores), radio, cinc y televisión, y en al-gunos casos se amplía la idea para incluir de manera abarcadora a los me-dios de comunicación y a algunas industrias de entretenimiento y espectá-culo (no a todas, ya que los autores que utilizan el ténnino habitualmenteno incluyen al deporte empresarialmente organizado como espectáculo),ctc. y comu he dicbo antcriol1ncnte, bajo la idca de «consumo cultural»también suele incluirse la asislcn~ja a museos, teatros, etc. Pero si presta-mos atención al origt.:n de estas dos ideas, no debería extrañarnos que in.cluyan sólo él estos tipos de actividades. Ambas fueron acuñadas, aunqueell singular (~industria culhlrab, y {(consumidor cultura!», junto a la de{(bienes culturaks~)-- - por l\1ax Horkhcimcr y Theodor Adomo, en 1947,en Su libnl Dialéctica de/lluml!1ismo (1979 (19.l7J). Estos autores estabanpreocupados por la formación de lo que en su texto denominaban altemativa-mente una «cultura de masas" (en ocasiones llamada en el texto «arte demasas») y por el pape! que atribuían a ésta de atrofiar la imaginación, ope-rar como instrumento eledominación, etc" así como por el empobrecimien-to que suponía en relación al «arte burgués}), no industrial. En este últimoaspccto su obra guarda continuidades con un conocido texto dc \ValterB¡,;njamill. «La obra de arte en la época de la reproducción mecánica)} quedata de 1936 (Benjanlin 1968 [1936]). En mi opini6n, y como suele ocurrir,una y olra obra quedan relativamente apresadas dentro dc lo que critican ode lo que explícitamente constituye su sistema de referentes, en este casode la idea de (arte». Esto puede constat3rse revisando una y otra: aún másallá de sus diferencias, la idea dc «arte» está allí, pennanentememc, comorcfercntl', aún cuando en la de Horkhcimcr y Adamo no se comenta ni in-cluye en sus referencias bibliográficas la de Bcnjamin. Pienso que esta re~fcrencia de origen explica en bUl'na medida las Iimitacionc3' de ~ste concep-to. Desde entonces, el concepto ha sido apropiado y adaptado a la apariciónde nuevas <<industrias» por numerosos autores, y quizás la diferencia mássignificativa sea su utilización en plural--«industrias culturales) (Mattelarty Piemme 1982)-, pt:ro ésta no le quita su marca de origen, la idea de«artell, TU lampoco parece suficiente para superar las marcas del tiempo.

Pero más allá de esta referencia de origen, a mi juicio lo más importantees que esa manera dc ver las «industrias culturales» se queda corta, esmuy limitada. Porque en algún sentido todas las industrias son culturales,es decir socio-simbólicamente significativas, algunas de manera más obviaque otras. Digamos que como minimo habría que aceptar que las industriasde la alimentación, del vestido, del maquillaje y del juguete también son«culhlralcs», o al menos lo son tanto como las del cine y la televisión, lamúsica, la editorial y las gráficas, Digo esto porque la importancia de unasy otras en tanto productoras de sentido, de simbolizaciones sociales, derepresentaciones, es comparable. Piénsese por ejemplo en la importanciade la industria del juguete en la fOl111aciónde representaciones de ideas degénero, clase o gmpo social, etc., en lo cual por supuesto no puede soslayar-se la importancia de los modos de consumo/utilización de sus productos,los juguetes, en contextos sociales especificas. Piénsese de manera análogaen la importancia de las industrias del vestido y del maquillaje en la produc-ción de representaciones de identidades y diferencias de género, étnicas,y de clase o grupo social, etc., asuntos a considerar nuevamente en relacióncon lS's modos de consumo de sus productos, y ello en contextos socialesespecíficos. P,iénsese de manera análoga en la industria de la alimentación,en s:us productos) en los modos de consumo de estos, debidamente contex-lualizados, y su papel en la producción de representaciones de identidadesy diferencias étnicas, de clase o grupo social) etc.

Por eso el uso del ténnino «industrias culturales)} me resulta problemá-tico, y me parece que al fin y al cabo podría aplicarse a todas las industrias,con lo cual la adjetivación perdería sentido. Por eso prefiero utilizar denomi-naciones específicas descriptivas de distintas ramas de industria, comopor ejemplo del entretenimiento, de la alimentación, de comunicaciones,del vestido, del maquillaje, del libro, del cine, de la televisión, de la música,del juguete, etc. Aunque como sabemos, hay demasiados solapamientos eintegraciones entre las diferentes industrias.

De manera análoga, pienso que debemos revisar también la idea de«consumo culturab,. Toda modalidad de consumo es cultural, es decir,simbólicamente significativa y contextualmentc relativa: responde a unsentido común o a un sistema de representaciones compartido entre laspersonas de ciertos grupos sociales o poblaciones humanas, y también yde manera convergente todo consumo reproduce o construye ese sentidocomún, o bien contribuye a cuestionarlo y producir otros alternativos. Elcarácter «cultural» de las prácticas de consumo no depende de qué se

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consume, sino de cómo. Si queremos destacar que ciertos consumos cons-truyen sentido de manera muy saliente, al menos cuando se los comparacon otros, entonces deberemos observar con más cuidado y ver que esamanera más saliente no depende simplemente de qué se consume, sino decómo se consume aquello en particular que sc consume. Lo que le puedehacer ganar el atributo/adjetivo de «cultura!>, a ciertas prácticas de consumoen contraste con otras no depende de los objetos consumidos, sino delsentido que quiénes consumen y quiénes se relacionan con ellos le atribuyena esos objetos y/o esas prácticas. Un mismo objeto o sistema de objetos(como los de una vitrina comercial o los expuestos en una sala de musco)puede ser consumido de maneras distintas, con sentidos distintos, por di~versos actores. Hay quienes miran vitrinas cual si fueran escaparates demuseos, y también quienes hacen lo opuesto. Y más aun, estas maneras ysentidos pueden ser orientados inconscientemente o también concientementcpara sentir/marcar/desafiar representaciones de identidades y diferenciassociales. La producción de sentido involucrada en esas prácticas de consu-mo puede ser más o menos consciente o inconsciente, y c¡ui~ás esta diferen-ciación respecto de la intencionalidad de ciertas prácticas de "Consumopuede ser más significativa que los objetos pasivos de csas prácticas: escuestión de analizar casos específicos. Por lo demás. esta argumentacióny potencialidad interpretativa se aplica por igual a productos de las industriasdel vestido, del maquillaje, de la alimentación y del juguete, tanto como alos de las del cine, la televisión, el libro, el espectáculo, las comunicaciones,los muscos, etc. Pero podríamos ir aún más lejos y aplicarlo a todas las in-dustrias y todos los consumos: piénsese en la importancia {(cultural», sim-bólico-social, del automóvil, y de paso también en su impacto en las fonnasde organización de nuestras vidas, y así otras industrias y consumos. Pe-ro dejaré acá esta digresión para retomar la línea principal de mi exposición.

«cconómicm), tamhién debemos considerar el <dadn económico» de lasactividades que usualmente son sólo vistas como (culturales,). Y esto nose limita tan sólo a las «actividades culturales~) que 1Ievan a cabo las empre-sas, sino que se extiende también a las que llevan a cabo por su propiacuenta los crcacrorcs. los promotores culturales, las organizaciones comuni-tarias. Las prácticas de todas los aflnres sociales. sean empresas, Olgalliza~dones gubernamentales f{ OIganizaciones no ?uhenwmclI!ales, todas invo-lucran a la \'ez aspectos económicos. aspectos clllturales y aspectos po/fticus.y al decir que todas involucran aspectos, () dimensiones, políticos, quierosignificar que todas expresan y tienen consecuencias en las relaciones depoder establecidas. ya sea reforzándolas o alterándolas.) Para comprenderqué está pasando en estos tiempos de globalizaci6n y cómo actuar enellos, necesitamos poner esta complejidad de relieve y analizarla de maneraparticular ante cada situación en la que rrctcndcl110s intervenir, ya sea demanera abierta y directa o mediante la aparentemente inofensi\'a actividadde investigación y publicación, no sólo por responsabilidad étIca y política,sino también por su potencialidad epistemológica: de esa visión Integrad"surgen preguntas de investigación impensables desde otras perspectivas.

Sin esta visión integrada resulta dificil comprender por qué, por ejcll~-pIo, la industria latinoamericana de la lelcnO\'Cla tiene la:-.caracteristica~que tiene. Por qué produce los tipos de productos que produce, por qu~aunque por un lado procura exporlar, y por tanto lograr la comprensión yel interés de públicos transnacionales (es decir, a través de las fronteras),no obstante las temáticas y estilos de muchas telenovelas snn marcndamentclocales; por qué estas industrias están produciendo en M iami, etc. Sin unavisión del tipu de la aqui propuesta resulta dificil eomprcnder pur qué ysobre todo cómo la transnacionalización de la industria de la telenovela in-cide en las características de las telenovelas que produce. Lo cual. contratodo prejuicio

lno se ha expresado en una suct1c de mniamil.ílCiól1» hOll1oge.

Más sobre la perspectiva propuesta para interpretarlos procesos de globalización contemporáneos

Como se sabe, todas estas industrias -las convencionalmente llamadas«culhlrales», y esas otras que he mencionado en la digresión anterior--no sólo son ((culturales», sino que también son industrias. Digo esta obvie-dad para rcsaltar que así como al comentar el ejemplo de la maquila mostrá-bamos el <dado cultural» de una actividad usualmente visti tan sólo como

J. Quisiera evitar un posible lOlllentendido: al nfinnar esto no estoy diciendo ni quc to.das esas modalidades organizativas mcncionadns scnn lo mismo, ni tampocO que 10-das busquen el lucro, ni que todas deben mtlllejarse con {~critcrios de Inerc:ldtm. No.Sólo estoy diciendo que necesitamos un¡¡ vlsian integrada de lo cultuml, lo económicoy lo político paru poder analizar lo que está rns¡¡ndo. Porqoc sólo usi no:. rcsulwr¿posible compn:ndcr Ins relllciones que se dan por ejemplo entre Ins induslm.s del en-tretenimiento (es decir las de la música, la televisión. el t:lI1C. el video, la producciónde espectáculos, etc., las cuales cada vcz 111<'1S funcionan de maneru Integrada, o almenos de maneras conCCrladas) y las personas que l1nbilualmentc llamamos los cr~;¡.dores, y entre todos e:-;tosy sm públilos

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neizalJ!l; del géncm en su conjunto, como afirman algunos un tanto a la li-gera, sLno simplemente en la aparición de algunas telenovelas que tranSGu.rren en .\-1¡ami, 3si como ha habido y sigue habiendo otras que transcurrenen otTOS lugares de refcrcnc.ia para sus públicos, en lugares específicos deAmérica Latina. Yen esto las telenovelas colombianas y braslleras constitu-yen ejemplos particu]anncnk significativos de tematización y localizaciónfamiliar a sus públicos «nacionales», y que además resultan crecientementeexitosas a nivel internacional.

l' y por qué no ha ocurrido la «miamizaciám) total del género, sinosólo la aparición de telenovelas o escenas situadas en Miami, mientrassubslsten y se multiplican las situadas en espacios latinoamericanos? Puesen primer lugar porque según lo han explicado numerosos productores detelenovelas a quienes entrevisté para mis investigaciones sobre el tema(~1ato 1999[c), 200ü[a]), para que una telenovela se exporte ante todo de-be lcner éxito en -"umcrcaJo local (éste suele ser el más importante argu~mento el.: venta que los productores pueden presentar a sus potencialescompr3dores), y este éxito depende mucho de las posibilidades de identifica-ción del púhlico con la histona y con los personajcs. Es en cl mercado lo.cal dOllLk se recuperan los costos de producción de una telenovela: la ex-portación viene después, y a precios que por si mismos no cubren loscostos de prnducciün, sino sólo y con creces los de las copias y su distribu-ción. r:sta es UIUl pcculiarid:JJ sólo de ciertos tipos de productos, ciertamentclos del ciIJC y la televisión entre otros (los es también en el caso de la in-c!ll:,tria de la música, pero hay difCrcncia~ que no es posible comentar enc:;te csp,lcio). En todo caso, los televidentes luspanoparlantes de los EstadosL'llld0S ticllL:naii.os viendo telenovelas mexicanas y complementariamente\"Cnezolnnas y otras, y más recientemente colombianas, y como cualquierOtro público dcnlilndan lC!cllovc1as con más sabor locaL Y ahí es dondeaparecen las telenovelas que llaman «mial11cras». Y una vez que aparecen,C(11110OCllffC con cualquier otra relenovela, estas también se ven en AméricaLltinJ. U quizás debería decir w.:1lel resto de América Latina». Porquedcspué::; di.: todo, eso que IL.\man globalización no es un f~nómeno llnidirec~cional, sino que Juega en múltiples direcciones, y resulta que en cienos.sentidos los Estados Cnidos están cada vez l1l~ís penetrados por AméricaLatina, y así Aménca Latina no termina en la frontera Mcxicano.cstadouni-(knse, S1I10 que se extiende lambién más allá. Hay 30 millones de hispano-parlantes en CoSe país, que no sólo constituyen un apreciable segmento demercado, sino también una fuerza política y cultural muy importante, como

lo han puesto de manifiesto las más recientes campañas electorales en Es.tados Unidos. Esto resulta cada vez más obvio tanto allá como acá, peroahora no podemos entrar en detalles sobre este asunto.4

En estos tiempos de globalizaeión lo cultural de lo económico y loeconómico de 10 cultural no se limita a esos ámbitos de las actividades hu.manas, sino que está presente y tiene importancia política en muchosotros, como por ejemplo en las relaciones que establecen las organizacionesindígenas de América Latina entre sí y con organizaciones ambientalistasy de otros tipos que actúan a escala planetaria, y también en las relacionesfrecuentemente conflictivas que establecen entre sí estas organizaciones,los respectivos gobienlos nacionales y algunas corporaciones transnaciona-les. Pero antes de ofrecer un ejemplo de esto quiero afirmar de manera en-fática que es necesario comprcnder que las relaciones entre organizacionesindígenas y organizaciones globales de diversos tipos encuentran su razónde ser cn que éstas últimas se han transfonnado casi en el único recursoque frecuentemente les ha quedado a las organizaciones indígenas paradefender los derechos de sus pueblos, los cuales, como sabemos, han si-do y continúan siendo agredidos, discriminados, excluidos. Por eso mismohan tenido qu, aprovechar al máximo las posibilidades que les abren lasrelaciones con .organizaciones hermanas de otros países, y también concualquier otro tipo de organización dispuesta a apoyar sus demandas.

De resultas de eso, Felipe Tsenkush, un destacado dirigente del puebloShuar, de Ecuador, me comentó irónicamente que cada vez era más dificilser dirigente indígena. Me decía que primero hubo que aprender el idiomay las leyes de los conquistadores, con el tiempo hubo que aprender a viajaren avión, luego hubo que aprender a enviar un fax, y ahora hay que aprendera usar el correo electrónico. Como quiera que sea, las organizaciones in-dígenas cada vez se mueven más y mejor a nivel globaL

En J 994 tuve la oportunidad de estudiar el Programa Cultura y Desa-rrollo (C&D) del Festival de la Vida Folklórica «American",) -por Estadou-nidense- (el "Festival al AmericQ/1 Folklife») que organizaron la Smithso-!lian lnstitution y la inter.American Foundation en la ciudad de Washington.Este festival involucró la participación de 18 organizaciones de 7 países

4. He examinado más extensamente las relaciones transnacionales entre poblacionesautoidentificadas como latinas y otras autoidentificadas como latinoamericanas y laformación de identidades abarcantes en otro texto (Mato 1998[a]) que puede resultarde interés revisar en relación con esta argumentación.

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latinoamericanos, 14 de las cuales eran organizaciones de pueblos indígenasdedicadas a luchar por los derechos politicos y territoriales colectivos desus pueblos, y a proyectos de desarrollo en los áreos de etnoturismo, el-noagricultura, artesanías, educación y comunicaciones.5

Conviene tener en cuenta que este festival -.-como otros eventos deeste tipo-- no fue un acontecimiento puntual. Su preparación involucrómás de un año de acciones específicas por parte tanto de los organizadoresglobales como de los participantes locales, y hay además numerosos ejem-plos de lo duradero de algunos de sus efectos, como por ejemplo el estable-cimiento de relaciones de trabajo entre algunas de las organizaciones localesparticipantes, algunas iniciativas negociadas -durante los dias del Festi-val- con varias organizaciones no gubernamentales trasnacionaIes consede en la ciudad de Washington, el Banco Mundial, el Banco [nter-America-no de Desarrollo, el Departamento de Energía de los Estados Unidos, ycomerciantes -autodenominados- «alternativos)) de artesanías y produc-tos orgánicos, así como la realización de un evento relacionado -el «En-cuentro Intercultural por el Desarrollo y la Identidad Plu!:inaciona!>}- enQuito en 1996, organizado por algunas de las organizaciones participantcsen el Festival con apoyo de las dos agencias estadounidenses involucradas.

Mi investigación durante este programa del Festival me permitió con-cluir que los diálogos que habían hecho posihles tanto esas relaciones an-teriores como el desarrollo mismo del Festival y los intercambios posterio-res, descansabanen ciertas maneras de interpretar la experiencia que pode-mos llamar representaciones sociales.6 Según pude observar, estas represen-taciones, a la vez que haclan posibles esos diálogos, eran también objeto

5. He examinado diferentes aspectos del Programa Cultura y DesarroJlo de la Smithso-nian Institution y la (n{erAmerican Foundation en publicaciones anteriores cuyalectura puede contribuir a una tener visión más abarcadora del mismo (Mato 1997,1998[b). 2000[b), 2001).

Para los propósitos de la línea de investigación en la cual se basa este articulo he defi-nido la idea de representaciones sociales -de manera operativa y sin pretensionesgeneralizadoras- como formulaciones sintéticas de sentido, descriptibles y diferencia-bies, producidas por actores sociales como fonnas de interpretación y simbolizaciónde aspectos clave de su experiencia social. Enlanto unidndes de sentido, las representa-ciones sociales «organizBml la percepción e interpretación de la experiencia, delmismo modo en que lo hacen por ejemplo las categorías analíticas en las fonnulacionesteóricas. Asi, en mi concepción, y a diferencia de la fonnulación de Serge Moscovlci.las categorlas analíticas constituyen un tipo particular de representaciones. Podemospensar en las representaciones sociales como las palabras o imagcnes clave dentro de

permanente de disputas y negociaciones, que contribuían a transformarlaspermanentemente. Pues bien, estas representaciones socia/es son sin dudaun elcmento muy importante de eso quc sc suele Ikllnar «cultura»). Y IDson aunque de ellas no se ocupe de manera explícita) deliberada ningún«ministerio de cu1tura), ni ningún otro tipo dc oficina gubernamental; aun-que ellas no sean objeto explícito de ninguna «política culturab> guberna-mental. Y hago estos señalamientos en tono irónic0 para marcar las limita.ciones dc las visioncs o los usos más corricntes de \íl~ ideas de «cultura)y «políticas culturales)).

Pero volviendo específicamente al ejemplo del Festl\"al, deda queéste me permitió observar cómo ciel1as represC'ntaciones en particular eranlas que hacían posibles esos intercambios, y que a su vez ellas ernn objetode confrontaciones, negociaciones y tran~formacjoncs_ i.Cuálcs eran cneste caso esas representaciones? Pues eran represelltacic)//('\' de ideas talescomo eulrura, desarrollo, raza, etnicidad, identidad, medio ambiente y desa-rrollo sosteniblc. Lo interesante del caso es que la coproducción, o bien laadopción adaptada de estas representaciolles por los actores ~lJcia1cslnvolll~crados, es lo que da sentido y provee marcos para el desarrollo de pnliticasy de programas de acción (a los que últimamente se viene llamando «agen-das))) asociados a ellas. En el caso de las orgílnizací()IlCS purticipantcs enel Festival. proveyendo marcos por ejemplo para el diseño de programasde fortalecimiento de derechos cultur3.les, program.ls de etnodesarrollo,etc.

A propósito de este tipo de procesos pueden resultar ilustrativas laspalabras de Manuel Ortega -dirigente emberá, pueblo indígena de la regióndel Darién, en este caso de la parte panameña de est3. regiún-- .. En una enM

trevista que le hice en el marco del festival, para explicanne la participaciónde su organización en el Festival Ortega me informó que ellos estabancomprometidos en un proceso de mapeo de sus tierras para lograr el re-conocimiento de sus derechos sobre ellas, y agregó lo siguiente:

( ] nosotros estamos pidiendo un apoyo a cualquier organi.smo internaciollal[ ] porque a ese proceso de mapeo le faltan dos etapas para tcnninar. Por eso no-

los discursos de los aclores SOCiales: son aquellas unidadcs que. dentro de éSI(lS, con-densan sentido. De este modo. orientan y otorgan sentido a las prócricas sociales que:esos aclores desarrollan en relación con ellas. y son modificadas a través de talesprócticas. He desarrollado más extensamente esta idea y comentado su relación C('11algunas teurí;¡s de las rcpre~cl1taciones sociales el1 Malo 1999[b]' 2001

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'70 Daniel Malo Des-fetichilOr 10 «globalizoción» 171

solws Co;pt:rnlll\)..; algUlcn que financie, que alguic:n nos ayude a nosotros en ese~l'l1ti(I(). PorqLll.~SI nosotru:. dejarnos eso, se van a perder muchas cosas en sectores¡l1dif!.cJla~, priTJll.:m la botánica. la fauna silvcstn:, la biO\lera, la biodÍl'crsidad. ellIlí!dw I1l1llJk'I/fe', la e('ulng/a. ahl ,:;eva élperder IllUdlO, Por eso nosotr0S queremos[, ,.J un aj"ltlyú [.. 1 pnrquc 1<]wrdad es que somos pobres en ese sentido [financiero)pero neos cn ;a I1Hcligcllcia y ricos en recursos naturales (las Itálicas son delautor)

Resulta interesante observar CU~lllta5 palabras de las que ell años recienteshan sido claves l.:Il la defensa por parte de los pueblos indígenas de su de.recho histórico a continuar ejerciendo control sobre sus territorios ancestra-les ---{)hiL'l1 rccupernrlo-- empleó Ortega en esta breve respuesta. Tambiénes instnlcti\o observar cuáles utilizó. Notemos que no sólo utilizó las másdlfundidas, sino incluso otras quc, como «biosfera» y «bioJiversidad»,son de uso más especializado y forman parte dejergas empleadas principal-mente por especialistas en el tema y por el movimiento ambicntalista.

Según surgió en las entrevistas que le hice, Ortega incoJTloró estasexpresiones a su vocí.lbulario a partir de sus intercambios con representantesde organizaciones ambicntalistas del exterior y con otras panameñas peroque participan de intercambios con el exterior. Lo significativo de la incor-poración de estas expresiones es que proveen sentido a ciertas polític;as yprácticas sociales del pueblo emberá y sus organizaciones, y orientan elestablecimiento de alianzas.

Pero la más significativo de este ejemplo es que no tiene carácterexcepcional, sino que es uno más de muchos otros que he conocido en mitrabajo de campo, algunos de los cuales ya he presentado en publicacionesanteriores rcfendas al final de este texto. Porque como lo ilustran diversosestudios en reSplJCsta a lo que podríamos llamar la «globalización desdearriba», numerosas organizaciones indígenas han aprendido a impulsarproyectos políticos y económicos baséldos en lo que suele denominarsesu «peculiaridad cultura]), 1\1is propias investigaciones y las de algunoscolegas permiten apreciar cómo estas representaciones de peculiaridadcultural (es decir, de sistemas de identidades y diferel1cia~) son producidasen el conkxto de sistemas de relaciones con una amplia gama de actoressociales de los mismos p,lises y también con un espectro diverso de organi-zaciones del ('xterinr, que pueden ser «locales» aunque de otros países, obien actores globales tan diversos como redes de comercialización de ar-tesanías, organizaCIOnes ambicntalislas y de defensa de los derechos indíge-nas, funda¡,;joncs privadas, Banco Mundial, el Banco Interamericano de

.i;

Desarrollo, y diversas agencias gubemamentales de Estados Unidos, Canadáy varios paises de Europa occidental.

Tanto accionar global por parte de organizaciones indígenas y otrostipos de organizaciones que podríamos llamar «locales», produciendo loque algunos (li..:nomínHI1ULla «globa/ización desde abajen>, no provienesimplemente de sus propias iniciativas. Ni siquiera se debe simplemente alas iniciativas de los actores globales ya mencionados, o a las de otros se-mejantes. Esta «globalización desde abajO» es también, al menos parcial-mente, una respuesta a otros procesos globalizantes que podríamos consi-derar parte de 10 que algunos llaman una «globalización desde arriba».

Dejando de lado la consideración de factores históricos de largoplazo, rcsulta que en las últimas dos décadas numerosos gobiemos latinoa-mericanos han adoptado análogos programas -frecuentemente llamadosde «de ajuste ¡,;:slnlctural», lo cual se relaciona a su vez con procesos deglobalización que involucran las prácticas de estos y otros gobiemos, asícomo las de empresarios nacionales, corporaciones transnaeionales, elBanco Mundial y el Fondo j'v1onetario Internacional y algunas universidadesy gmpos profesionales transnacionalmente vinculados en lo quc podríamosllamar comunidades epistémicas transnacionalcs- que producen las teo-rías, métodos de investigación y politicas de intervención que sustentanlos diagnósticos y aplicaciones en cuestión. Estos «programas de ajusteestmctural» incluyen, entre otras, medidas políticas de reducción y descen-tralización del Estado, y también dcl tipo de las llamadas compensatoriasdc «alivio de la pobreza>). Entre otros efectos, estas políticas de «alivio lapobreza» promovidas y financiadas por el Banco Mundial han estimulado-no importa ahora si consciente o inconscientementc- la creación denumerosas organizaciones étnicas en relación a sus programas especialmen-te dedicados a puehlos indígenas (llamados poblaeiooes o comunidadesen el vocabulario de estas instihlciones), de mujeres en relación a los pro-gramas del tipo «mujer y desarrollO/), de «microcmpresarios» en relacióna sus programas dedicados a fomentar la creación de pequeñas empresas.etc. Estos progranws l:specificos, dirigidos a segmentos específicos depoblación, fomentan la preeminencia de representaciones sociales en tornoa estas ideas, lo cual nuevamente nos remite a los aspectos culturales deestos procesos.

Para tcnninar con esta t:numeración de ejemplos quiero hacer unabreve referencia a un par de ellos c¡U(; se relacionan con otro tipo de represcn-

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172 Daniel Malo

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Des-let\chI1.Or \0 ¡'globoliwción}l 173

taciones sociales: las que se articulan en torno a la idea de «sociedadciviln,

Dcsde las luchas del sindicato Solidaridad (de Polonia) y otros movi-mientos socialcs que a partir de la década de 1970 sc desarrollaron cn Eu-ropa oriental, se ha venido produciendo una ola mundial de procesos de(re)organización de la llamada «socicdad civi!». Esta oleada comprendetambién importantes procesos en numerosas sociedades latinoamericanas.Más allá de la innegable importancia de factores intcrnos a cada una de lassociedades involucradas, y más allá de que ciertas nociones de «sociedadcivil» integraban el vocabulario de algunos movimientos de izquierda desdedécadas anteriores, fue recién con el fin de la Guerra Fría que detenninadasrepresentaciones de esta idea comenzaron a ser utilizadas por un númerocreciente de organizaciones de países latinoamericanos, las cuales paulati-namente se han ido vinculando transnacionalmentc entre sí y con los actoresglobales que las promueven.

En tal sentido, es posible observar la influencia en estos procesos deuna variedad de actores globales -en los que hc venido estudiando puedeobservarse al menos la del Banco Interamericano de Desarrollo; el BancoMundjal, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), laFundación Friedrich Ebert de Alemania, y varias organizaciones de gubema-mentales o paragubernamentales de los Estados Unidos, como por ejemplola Agency for lnternational Development (AlD), el National DemocraticInstitute (NDI), y el National Republiean Institute (NRI). Estos actoresglobales han venido promovjendo programas que ellos conciben como de«fortalecimiento de la sociedad civi!» y de «organizaciones cívicas» en laregión. Estos actores globales también han organizado o apoyado eventosy redes de trabajo trasnacionales -algunas de alcance global, otras regiona-les- que vinculan las prácticas de numerosos actores globales y locales.Estas redes y eventos se han constituido en espacios de intercambios,aprendizajes, coproducción y disputas en tomo de diversas represenlaci011essociales de la idea de sociedad civil.

Por ejemplo, un evento de alcance latinoamericano de importanciafue el Encuentro de Fortalecimiento de la Sociedad Civil, organizado porel BID en Washington en 1994, que contó con la participación de represen-tantes tanto de organizaciones y gobiernos de América Latina como devarios actores globales. Significativamente, en el Reporte del encuentro seafirma que aunque el fortalecimiento de la sociedad civil es en lo fundamen-tal un proceso social doméstico. es necesario que sea fortalecido por la

comunidad internacional (B lD \994::3). La importancia de este e\'entopara las dinamicas sociales en America Latina resulta evidente al considerarla experiencia de algunos dirigentes de organizaciones civica~ dI..: \" reglón.Por ejemplo, segull me explicó María Rusa de ivlartini, vicepresidenta dela organización cívica argentina ({Concicncim):

[Antes hablábamos ele](lsoclaciolles voluntarias. No-gubcl"I/(/lIIenlales empczoa llamarlas Nacioncs Unidas. (...] sociedad civil, hubo un seminario organizadopor el BID en Washington en 1994 [...] [que) fue muy imrorlante, r .. ,l Nosolras[todavía hablábamos de] orgalli::uciones lIo-gllhel'llamelltalrs. y clIflodo yo volví[de ese seminario del Sm] me acuerdo patente habcrcstado acá cnla reumón decomisión directiva y decirles bueno, la nUC\'3cosa es el.fortalccillllel1tv de la so-ciedad civil [entrevisla del 16...09/97; las itálicas son del autor].

Los eventos de este tipo producen efectos que no se limitan a una cuestiónde vocabulario, sino que tiencn consecuencias en la acción. Por ejemplo,según me explicó la citada María Rosa de Martín. lo importante de la de-nominación «sociedad civil» -que al momento del evento del BlD le resul-taba novedosa- es que ha pcnnitido visualizar de manen! abarcadora loque ella desde entonces denominaría «c1 scctop>, lo cual a su vez ha hechoposible constmir alianzas, formular políticas y elaborar y ejecutar proyectosde maneras que antes 110 eran posibles.

Pero no es sólo a través de eventos globales o regionales. que se pro-ducen y circulan representaciones de la idea de sociedad civil. Los evcntosaquí comentados son posibles porque existen ciertas redes de trabajo másestables, que a su vez se consolidan y desarrollan de este modu y que ad-quieren importancia por los intercambios que de manera t11á~ pcnnnnenlevehiculizan.

Respecto de los modos de incorporación de la idea dc suciedad civilal vocabulario público de al menos algunos países latinoamericanos, resultninteresante considemr las rdlc~ioncs de Silvia Uranga, al mOlllcnto de laentrevista presidente de esa misma organización. quictl me c~plicó cómohabía incorporado a su vocabulario la idea de «sociedad civih) en estostérminos:

Seráharácincoalias m¡ísomenos.(...J Por10generalhaces rroyco:ll)~ l:()n funda.ciones extrat\jcras, etc .. entonces ya le empiezan a hrrbl<Lr,y ('{)!l10que 1'111/)/1'::'0 11I1

código. o como que empie::.as (/ I/ombra/' {as cosas de dilen!/IIt!}mlln. 1e digoque nosotros cmpczanJlls a habl<Lr de socicdtld civil} nmJie JlO~clltcnJia muja O

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174 Daniel Moto Des.felichizar la uglobolizoción)) 175

~

sea que le teníamos que lnandar a nuestras sedes [de todo el país] nuestro mensajey te lo discutían. Pero lo bueno es que como que ha demostrado que es un sectorimportante. O sea que el ténllUlOha ayudado también a poderlo circunscribir, adetinir algo que cs::\ba I'entrevista del 16/09/97, las itálicas son del.autor].

A propósito de la experiencia dI.: Conciencia de Buenos Aires con slfs se-des Jel rc::;to del país, es interesante considerar las apreciac.iones de Juliade Soria, dc la directiva de COllcicncin Córdoba (filial de Conciencia en laciud"d capital de la provincia de Córdoba, Argentina):

Comenzamos a autodenominarnos sociedad civil la primera vaque estuvimosen una capacitación, porque esto depende también de organismos que capacitanque van pOllléndolc rótulos al trabajo volul//ario. Fue al comienzo del.1dveni.mientode b democnl(;t:l, cuando comenzó nuestro pais a relacionarse con organizacionescXlranjerns, emonces allí clllpaamos a recihir este fluel'O ¡¡VII/hre. Ahora conmás fuerza que nunca desde hace cuatro o cinco aüas en nueslro país, al crearse\:1Foro del Sl!clOr Social, se está ajustando cada vez más [entrevista realizada por13Li.,;, Maria Cristina Dalmagrn (2000:4) d 17/12/99, las itálicas son del autor]'

Obsér\'ese en las declaraciones anteriores no sólo el dato sobre el procesode adopción de la idea de sociedad civil, sino además el pas,~e de la idea de«tT<lhajo volLlntarim~, anterior al proceso que estoy analizando, a la idea de«sociedad civil), y mtÍs recientemente la incorporación de la idea de {(sectorsociab> (a veces también 11:\ll1ado (clscctoD>, por ejemplo por Silvia LJrangaen ~lJS palabras antes citadus, O también «tercer sector») y la asimilaciéln_() al 1llL'lh)S asociación fUCltc- de L1idea de «sociedad civib él la de «elsectof».'

A prurósito de la incorpüración de la idea de \<socicdad civil» al vo-cabulario público en Argentina, también consulté a Roberto Saba, directorejecutivo de la organización cívica Poder Ciudadano:

7. l:SI:L.l~illl¡\d(ió¡¡. o a"ocw..:iOI1 fucrtc, entre las ideas (1t: «sector sociail) y úsociedad,'i\lh), forma parle dt:l mismo proceso que vengo estudiando y Illerece un análisislllás p(m1H:Il(lm:ado que ,,1 qUl' las limitaciones de l'xtensión del presente articulo mepr:"lllllen ofrl'ca aquí. AIl,dIZO más extensamente este aspecto en un articulo enprep,l[<]clán que ~c]¡í incluido en cllibru Estudios Laulloamericanos sobre G!obaliza-í'ión Cul/lira y 7hll1~/urmac¡Il/les SOcla!t:.I- [J. el cua! recogerá versiones desarrolladasde las p•.mencias prc'íentada;, en la 2da. Reunión del Grupo de Trabajo de CLACSO.arlle-. cit(ldJ

Yo conozco gente que hoyes protagonista en Argentina en el tema de sociedadcivil, que hace unos siete años me preguntaba qué es la sociedad civil. Y hoy estáen el lenguaje cotidiano. [,..1 El término sociedad civil [...] se asocia mucho porejemplo, pero creo que mal, con organizaciones no gubernamentales [ONG]. Osea [se asume errónellmente queJ el gmpo de las organizaciones no gubemarnentalcsfonna la sociedad civil. Cuando viene el Banco Mundial, o el BID, aestimu!ar eldesalTollo de la sociedad civil, buscan con qué ONG trabajar. Y creo que sociedadcivil es un concepto lnás antiguo y tiene que ver can una ciudadanía educada, acri.va, participativa que busca los canales para hacer todo esto en organizaciones.Pero la" organizaciones no son ta sociedad civil. La sociedad civil la forma ta so-ciedad que ha logrado pasar de ser un gmpo de individuos privados a compartiralgún ideal público y común. (... J Me parece que el rema del financiamiento esmuy importante. En et nacimiento de estas organizaciones hay mucha influenciainternacional, positiva. t',Io soy de los que creen que hubo una gran conspiración.Creo que hay felices coincidencias. Creo que hay como cruces de rutas. (...}Amediados de los 'RO es cuando empieza a venir por algún lugar esta idea de sacie.dad civil. Después se mezcla con otro concepto que también viene de afuera, quees el tercer SeclOf',O el sector independiente. (...]Empieza a confulldirsesociedadcivil COI1 tercer sector [entrevista del 18/09/97, las itálicas son del autor].

Pienso que las p~labras de Roberto Saba nos ayudan a visualizar la importan-cia del papel jugado por algunos actores globales tanto en la incorporacióny establecimiento dC"ia.idea de «sociedad civi!» al vocabulano público, co-mo en algunos de los atributos de sentido con que ha sido incorporada, yespecialmente la asociación de las ideas de sociedad Civil, organizaciones110gubername11lales y tercer sector, al punto que se asuman como práctica-mente equivalentes.

Roberto Saba también ofreció valiosas reflexiones acerca de cómoel financiamiento internacional impacta el diseño de los programas de ac-ción de las organizaciones cívicas latinoamericanas. El se refirió a los pro-gramas de acción usando el ténnino «agenda»), el cual ha venido utilizándoseen estos países de manera creciente en las últimas dos décadas. Si bienesta acepción del término también es apropiada en castellano, no era tanutilizada dos décadas atrás. Debe su creciente uso a los intercambios conorganismos de Naciones Unidas y otros actores globales que se expresanen inglés, sea porque esta es la lengua nacional de sus sociedade1i de ori~gen, sea porque esta es la «!ingua franca» del globo en este momento de lahistoria, o porque C0l110 se ha dicho, la globalización habla inglés. Peroveamos las declaraciones de Saba:

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Ir-i

176 Daniel Moto Oes-Ietichizar la «globolizocióf\lJ 177

Los organismos que dan dinero, a [os cuales estamos ahsolutamcnte agradecidosy creo que sin el aporte que hemos tenido hasta ahorn nada de lo que se ha hechoen América Latina a nivel de sociedad eivii se podria haber hecho. Pero tiCIl~ll unproblema, que la agenda ddorganismo financiadof- aunqllc obVIamente no esta-mos sentados en el directorio de ningúngranfmaker [fundLlciones y otras organiza-ciones que otorgan fondos para proyectos y programas] para \'er cuales son .susproblemas, y hay excelentes grantmakers que se asesoran muy bien- peroquiero decir la agenda [de ellos J está en otro lugar. [No obstante] es muy comúnque coincidan las agendas. (... J No se trata deJ que nosotros cambiamos agendaspara obtener financiamiento externo. No. Lo que haces es alterar prioridades porejemplo. Si tu prioridad uno es el proyecto uno, tu prioridad dos el proyecto dos,tu prioridad tres el proyecto tres. Y después este proyecto tres obtiene fi.nancia~miento externo y los otros dos no, no es que pasó a ser la prioridad uno, pcro pa-só a ser el proyecto que haces. En eso remarco que no estás vendiendo el alma aldiablo, estás alterando tus prioridades, negociando. Pero puede ser que esc pro-yecto prioridad uno sea muy importante para tu organización y para tu país yque esto no se vea. [ ] Te imaginas que este funcionamiento, primero te obliga agenerar proyectos [ ] Que a veces no son los mas interesantes. Pueden ser tuprioridad siete, o diez. Yo nunca haría una cosa que está fuera de mis intereses,pero hemos hecho cosas que estaban muy abajo en nuestra prioridad [entrevistadel 18/09197, las itálicasson del autor].

Me ínteresa volver al asunto de los solapamíentos entre ideas de «sociedadcivib> y de «tercer sectom mencionado anterionnentc por Saba. A l respectopuede resultar útil tomar en cuenta la opinión de Mario Roitter, experto enel tema e investigador del Ceolro de Estudios de Estado y Sociedad, deBuenos Aires, quien al responder una pregunta que le formulé al respectono sólo puso de relieve el papel jugado por algunos actores globales en lapromoción de ciertas representaciones de ideas de «sooicdad civil» y «tercersectom, sino que además explicitó también el papel jugado por redes acadé-micas transnacionales en este proceso. Veamos las declaraciones de Roittcr:

[Este] es un campo nuevo (...] que no esta] consolidado. Lo más importante queno está consolidado [...] es el lenguaje [y] en la institución del lenguaje el sectoracadémico tiene muchísima importancia [...]. En cualquicr publicación las denomi~naciones son muy variadas, se denomina el sector independiente desde una pers-pectiva, el sector sin fines de lucro desde otra perspectiva, la economía socialdesde otra perspectiva, el tercer sector desde otra perspectiva, ¡as organizacionesde la sociedad civil desde otra perspectiva y muchísimas veces no hay claridadsobre lo qué es una cosa yqué es la otra. [...] El mundo académico está ayudandomucho a clarificar algunos ténninos y a definir cuál es el perímetro, cuál es el obje-

lO de estudio, una necesidad que tiene el campo acadél1llco y que no tienen otrn;;,seclores [...]. Este sector nace corno UIl sector global izado. nace en[re otras cosasporque conceptual izar esto cumu un sCl'lOr es una idea anglosajona l...)[La [:'Ull-

daclón WX.] tiene \In rol muy importante en la constlllcción de15cctor :lcauemicoyen la construcción de la idca Jel tercer sector en América Latina [cntrl'vista del21/08/01]

Resulta interesante relacionar los comentarios de Mario Roitter eOIl loapuntado páginas atrás a propósito del rapel jugado por algunas redesacadémicas en la producción y proyección de ideas neoliberalcs. Esto meinvita a poner de relieve tanto la importancia de algunas articulaciones ---di-gamos «directas)}--- entre redes académicas y otros tipo~ de actores, comotambién otras mns «indirectas» o «l11cdiadas~~. En unos u otros casos, re-des de tipo académico proveen o reelaboran vocabularios, ideas y teoríasque de un modo u otros (y esto de los modo~ merece y requiere una ela-boración que limitaciones de espacio impiden intentar) resultan significativaspara las prácticas de los actores. Este tipo de relaciones obviamente no selimita a los casos de estos dos tipos de ideas y teorías, sino que comprendea muchos otros. Notablemente también comprende a las propias ideas elc«culnlra)) e «identidad» producidas desde la antropologia y hoy apropiadasy usadas de maneras muy diversas por numeroso!'; actores socirtlcs. Seguramente cada uno de nosotros sabe de esto por fuentes diversas. Para nodejar la aseveración en el aire y cumplir con los rituales de la escritura aca-démica, dire que en mi caso la más reciente de ellas ha sido las palabras deMario Conejo, alcalde de Olavalo (Ecuador) y dirigente político del pueblootavaleño', quien en una entrevista reciente me respondió explícitamenteque su fuente al respecto han sido «los antropólogos» (entrevista del 12/06/0 I l. Lo más importante del caso puesto sobre el tapete por Roitter esque curiosamente --dada nuestra condición de. investigadores y de produc-tores de ideas y teorías- el de nuestros propios papeles en los procesossociales es un tema sobre el cual lamentablemente no solemos elaborarsuficientemente. No obstante, dadas las limitaciones de extensión en estaoportunidad sólo puedo señalarlo: queda pendiente trabajar más sobre él.

Pero dejando de lado el caso del papel jugado por las redes académicasy volviendo al importante papel jugado por algunos actores globales institu-cionales, es interesante notar cómo las palabras de Roitter se suman eneste sentido a las de Jos otros entrevistados ya citados, así como tamhiclIa las de Alicia Cytryblum, editora general de la revista argentina Tercer

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178 Daniel Moto Des-fetichizar lo ¡(globolizociónn 179

.')'ec{or, fundada en 1994 prccis3mclllc con apoyo de la ya nombrada Funda.cJón Kcllobg. Veamos sus palabras:

Ten.:t:r sector era un genérico, l.:S un nombn: que trajo Andrés (Thompson, Di-rector de Programas de la Fundación Kcllogg para América Latina y el Caribe J, esullllombre genérico en ES{3do!'i Unidos ( ... El] venía como muy empapndo sobrelo que es d tercer s~c;tor desde antes de que la gente de aquí supiera [...J. Buenoes alg:o muy IlU<;VO en Argentina l...]'Así empezó la revista. [Entrevista del 19/QR!99].

Al recoger sus palabras para someter a su consideración mi idea élcerca dela importancia de los actores globales, CytrybluJ1l respondió:

DI;.'¡illlll\'umeute no tengo ningul1<l duda, en el sentido que lo plantds, eh.:lo gJo~bal. de otro país. La Fundaci0Jl Kcl[ogg decide financiar la revista con el objetivode estimular [a filantropía y el voluntariado en la Argentina, hay como un plan eneste sentido r ... ], Un rlan de la Fundación Kellogg para Latinoamérica [ .. .]. Haycomo un plan, un plan continental ( ... ]. Cuando el BID decide apoyar [ ... J es unadecisión que no sale de Boli\.l:J. de ~v1onte\"idco [.. .J, que si bien es beneficioso esun p\Htl lmpllrt<lLi0 que responderá a miles de cosas, pero que en ddiniLiva eshendícioso. fentrevi"w dcl19/08i99]

ResuLta 11Ih:rcsal1!e no rcrder de vista este énfasis hecho por Cytryb'lumen que se trata de algo «bClleficiosQ)l. ¿A qué viene esto? ¿Por qué seríabeneficioso?

Ante.., de responder a ello quiero dejar asentado un asunto: tanto laspalabra, de ,-lario Roincr como las de Alicia Cytryblulll, Roberto Saba ySilvia Uranga. nos permiten apreciar algunos de los aspectos económicosde procc;.,os que habilUalmL'ntc sólo se ven como políticos o culturales,Pero hay .:ldemús otros aspectos económicos que están implícitos en laspalabra, de Cytryblum y que hacen al tema de lo "beneficioso», y asi aldel papel asislcnciallsta de algunas organizaciones del «tercer sectoD),¿Por qué ~sras organizaciones han adquirido la importancia que han adquiri-do? Como lo sugería, esto nos remite a otro asunto a ia vez económico,cultura! y político: a la relación entre la promoción de las ideas de «tercersectorn por vanos actores globales, cierta necesidad de fortalecer organiza-ciones de estos tipos, y la aplicación de los programas llamados «de ajusteestmcturab>, o tambi~n de «achicamiento~> del aparato estatal. Aunque nopuedo analizar aquí estas relaciones, eUas son explícitas incluso por ejemploen el RepuI1e dd 810 antes citado (BID 1994).

1.

Ideas para el debate

Pienso que los ejemplos <lcerca de la producción transnacional de represen-taciones de identidad, sociedad civil, tercer sector y otros asociados presen-tados en las últimas páginas ilustran cómo en los actuales tiempos de glo-ba!ización la pmducción de representaciones sociales de ideas de (o'denti-dad,), (sociedad civil», <<tercersector» y otras por parte de actores socialessignificativos ~como por ejemplo organizaciones indígenas, cívicas, am-bielltalistas, etc.- se relaciona de diversas maneras con su participaciónen sistemas de relaciones trasnacionales en los cuales intervienen tambiénaC/{lreslocales de otros países y juegan papeles importantes algunos actoresglobales. Esto no implica que tales actores locales adopten sin más las re-presentaciones sociales que promueven los actores globales, sino que laselaboran en eimarco de esas relaciones trasnacionaies. El resultado es quelas represeniaciones que orientan las acciones de numemsos actores localesquejuegoll papeles significativos en la orientación de las transformacionessociales en curso se relacionan de manera significativa, pero de formasdiversas, con las de los acrores globales. Si bien en algunos casos esto S~R

pone la adopción, de ciertas represelltaciones y de las orientaciones de ac~ción asociadas a ellas, en otros implica rechazo o resistencia, negociacióno apropiación creativa. En fin, el esrudio de casos verifica que las relacionesson ineludibles y que se establecen distintos tipos de relaciones entre lasrepresentaciones y orientaciones de acción de unos y otros actores (heanalizado más extensamente estos asunlos en Mato 1999[b], 2000[b],2001[a]).

Los discursos más frecuentes sobre eso que llaman «globalizacióm>no nos pCllllitcn \'cr qué hacen los actores sociales, cómo actúan y cómopodemos intervenir. Por el c6ntrario, necesitamos desarrollar enfoquesque nos muestren cúmo los procesos de gJobalización resultan de las políti-cas y practicas de los actores sociales, y que de este modo nos orientenen la formulación de nu('stTas propias políticas.

Los enfoques más corrientes no nos pcnniten ver cómo se relacionan«lo político», «lo cultura!>, y «lo económico». Necesitamos analizar losprocesos sociales de maneras que nos muestren esas relaciones, pero node manera retórica general, sino de manera particular, en cada proceso,cada caso, cada actor. Pienso que a esto contribuyen no sólo los ejemplosde las últimas paginas de este artículo (de producción transnacional de re~presentaciones) sino también los dc las primeras (de las maquiladoras, de

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r~ ----------;-----------------1180 Daniel Mafo Des-fetichizor lo ~(globolizoc.iór';' 181

MeDonald's y de la industria de la telenovela). Todos clios tomados en suconjunto tienden a mostrar cómo «lo político», «lo cultural» y <doeconómi-co» no son atributos «objetivos» de los aspectos de la experiencia socialque construimos como objetos de estudio, sino antes bien atributos denuestras maneras de observar y analizar; es decir, de nuestra perspectivay mirada. En otras palabras, no son «atributos objetivos», sino atribucionesque subjetivamente hacemos a esos procesos, fenómenos, «objetos» deestudio. A propósito de esto y por su importante papel en la bibliograf1acontemporánea, me pareció conveniente hacer una digresión conceptualsobre las ideas de «industria cultural» y «consumo cultural» como la ofreci-da páginas atrás, la cual, por lo demás, puede tomarse simplemente comoun ejemplo del trabajo de revisión de las categorias analiticas que necesita-mos hacer permanentemente.

Pienso que análisis del tipo de los aqui propuestos (multidimensionales,integrados, transdisciplinarios o «indisciplinados») pueden resultar útilespara que los actores sociales puedan desarrollar más reflexiva y consciente-mente sus maneras de mirar, y en base a ellas sus propias política,(,' cultura-tes -es decir, sus poli ticas de lo simbólico social, incluyendo'en esto suspropias formulaciones de identidad (y otras asociadas), que son precisa-mcnte de las que depende su constitución en tanto actores conscientes yactivos- y de este modo las que pueden permitirles orientar sus propiasprácticas de maneras más autónomas e informadas. A propósito de esteasunto sería interesante retomar el tema que dejé planteado páginns atrásacerca de los papeles jugados, y/o a jugar, por redes de investigadores, oquizás plantearlo más politicamente como papeles jugados por intelectuales.Pero como ya lo afirmaba más arriba, limitaciones de extensión impidentratar10 acá, sea de uno ti otro modo. No obstante, en un texto recientetrato el tema de las relaciones entre intelectuales, investigaciones y movi-mientos sociales en América Latina, de manera relacionada con estos inte-rrogantes (Mato, 2001 [bJ).

Porque eso que llaman «globalizacióm> no es producto de fucrzassobrehumanas: no resulta del capricho de diosas y dioses, sino de lasprácticas de numerosos actores sociales que participan en procesos socialesespecificas. Eso que llaman «globalización» no resulta tan sólo dc 10 quehacen gobiernos y organismos intergubernamentales (llamados internacio-nales), sino también de lo que hacen organizaciones comunitarias, diversostipos de organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales, desus políticas, de nuestras poli!icas.

Picnso que tales políticas culturales, [onnuladas consciente e informa.damcntc en el marco de estos tiempos de glohnlización, puedcn aYlJdarnn~a impulsar transformaciones que apunten a constl1Jir formas de organiza-ción social más justas y solidarias, tanto a niveles locales y nacionales co-mo internacionales y transnacionalcs, Y en esto las rclaci(lIlC~ transnac¡orw-les entre actores sociales, las relaeiones con actores basados en otros p:lí.ses (sea que las prácticas ele estos Jetan:!' sean de alcance local. regionalo global) no son de suyo ni {(malas» ni «bucna:;», Lo provechoso o no ckesas relaciones para d avance hacia fannas de organización social másjustas en cada sociedad local o nacional no depende del carácter (<!ocabl o«extranjero» de tales otros actores, sino de los contenidos específicos delas represe_ntaciones, politicos y programas el£'acción prol11o\'idos por esosotros actores, así como de la información y cuncicncí[l que los actor~~«locales» tengan de esas rclaciones y de su autollomía y capacid3ch:s deaprendizaje creativo en un mundo cada \'ez más intcrrelacionadú, y l'Jl es-te sentido cada vez más globHlizado,

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Las ciencias sociales enla época de la globalización

Oc/avío Iallni

La globalización del mundo puede ser vista como un proceso histórico.social de vastas proporciones, que. conmueve más o menos drásticamentelos matcos de referencias sociales y mentales de individuos y colectividades.Rompe y recrea el mapa del mundo, y da origen a otros procesos., otrasperspectivas y otras fonnas de sociabilidad, que se articulan o imponen alos pueblos, a las tribus, a las naciones y a las nacionalidades, Buena partede lo que se creía establecido en términos de conceptos, categorías o in-terpretaciones, en relación con los más diversos aspectos ele In. realidadsocial, parece perder significado, volverse anacrónico o adquirir otrossentidos. Los territorios y las fronteras, los regímenes poHticos y los estilosde vida, las culturas y las civilizaciones parecen mezclarse, tensionarsc ydinamizarse en otros modos, direcciones o posibilidades. Las cosas, laspersonas y las ideas se mLteven en múltiples direccione's, se desarraigan;se toman volátiles o simplemente se desterritorializan. Se alteran las sensa-ciones y las nociones de cercano y distante, de lento y rápido, de instantáneoy ubicuo, de pasado y presente, de actual y remoto, oc visihle e invisible,de singular y universal. Está en curso la génesis de una tnlCVa totalidadhistórico.social, que abarca la geografía, la ecología y la demografía, aSlcomo la economía, la política y la cultura. Las religiones universales, comoel budismo, el taoísmo, el cristianismo y el iSlamismo, se vuelven universal{,~stambién como realidades histórico-culturales. El imaginario de los individuosy colectividades, en todo el mundo, sc cncuentra influido, a T1lGnUd0 de

Ruptura histórica

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Walter Mignolo

Globalización, procesos civilizotorios y lareubicación de lenguas y culturas

La globalización se concibe, en la jergn colectiva tnlllsnacional como laúltima de tres etapas de transformación mundial a paliir ele ] 945. En unvocabulario más sociohistórico la globalización podría relacionarse con laexpansión de Occidente desde 1500 y plantearse en términos del sistemamundo de 1mmanuel \Vallerstcin (1974) o del «proceso de civilizacióJ1)) de"Norbert Elias (l982). M.iclltras que el modelo de Wallcrstcin permite unaretcctura de la modernidad, como sistema económico mundial, la invcstiga-dón de Elías cuenta la historia del crecimiento de ulla conciencia en laemergente preocupación europea por cristinnizM y civi1iz~r el mundo. Lapropia allto~descripción hecha por los intclccll13lcs europeos de la nociónde «civilización», que se convertiría luego en la base de la «llli:.:iól1 civilizado-ra» colonial) es básicamente una construcción de la []ustmción europea.Sin-embargo, la ide'a general (como lo demuestra umplinlllcnte Elias) yaesta en marcha en el Renacimiento europeo. En realidad, asumir que desde1500 Europa tiene que civilizar al mundo, es un gesto paradójica y altamenteetnoeéntrico cuando otras civilizaciones (como la china, india, islámica,inca, azteca y maya) habían permanecido, por así decirlo, durante siglosantes de que un grupo de comunidades de búrbaros venidos a más empezaraa postularsc a sí mismo como un nuevo centro del mundo, en nombre delcristianismo y de Europa (ver Fontana 1994, Hay 1975, Morin 1987). Elpropio concepto de civilización logró un alcance universal una vez queEuropa empezó a expandirse por todo el planeta, reprimiendo la allto~cOll-

ceptualización ya existente en organizaciones socialcs altamente sofisticadas

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204 Wolter Mignolo Globolizoción, procesos civilizolorios y lo reubicación de lenguas 205

(como por ejemplo en .la China, México, el mundo islámico y el inca). La«civilización» se convirtió, entonces en el sello característico de la Europacristiana y en el criterio p<:Ira medir a otras sociedades. La comparaciónera, por un lado, una serie de interpretaciones forzadas y, por ci otro, unajustificación para llevar e implantar la civilización al resto del planeta, quese habín declarado falto de algunas propiedades o con un exceso de ellas.Nos alejaríamos mucho del tema si describiéramos el equivalente de la no~cIón europea de «civilización» entre comunidades que alcanzaron muchoantes el nivel de sofisticación social que EEas describe como «proceso decivilización» europea.

Cuando, en 1959, por ejemplo, J. Needham y L. Wang publicaron lamonumental Science and Civili;ation ill China aun escribían bajo la dobleatadura del concepto mismo ele «civilizaciáll). l~staera, por un lado, algoque le pertenecía a Europa, como un tesoro qu~ podía ser disfl1.ltado porel planeta cnkro y, por el otro, algo que las otras culturas y comunidadestenían COlllO «objct()}) para ser estudiado por quienes no sólo inventaron laidea d(" la «misión civilizadora» sino también una disciplina concomitantea ésta, llamada «estudios de civilización», La civilización tiene entoncesun c1nblc lilo: la justificación ideológica de la expansión económica de Eu-ropa y lB fundación de un campo de estudio que situaba a Europa comolu,gar de enunciación y a las otras civilizaciones como lugar de 10enunciado.Ahora. comenzaré por explorar las complicidades entre la concepción delas lenguas y las lireraturas. los límites de las humanidades y las cultllrasde conoc.:imit:uto académico en los últimos quinientos años, periodo queidentifl\..'amlis C0l110 la llludcrnidad y también como de la globalización rc-prcscnt<Jd8 en la propia constitución y expansión del sistema mundo deOccidente. En este proceso, la independencia de Latinoamérica con respectoa Espai'ia y Portugal, en el siglo XIX, creó las condiciones para la articula-ción, dCIllro del propio proceso de construcción de las naciones, de la di-cotomía civilización/barbarie (Facundo: civilización y barbarie, 1845, deDomIngo Faustino Sanniento, intelectual argentino y más tarde presidente,186R-74). La fórmula de Sarmiento se convirtió en' una figura canónica dela cul tura latinoamericana y, al mismo tiempo, en una justi f¡cación para elcolonialismo ¡Ilterno. L.uego, haré un esfuerzo por identificar las instanciasen LJUl: la misión civilizadora empezó a fallar y en que las oposiciones civi-lización/barbane, Primer Mundo/Tercer Mundo y dcsarrollo/subdesarrollose su~tituycn por la auto-reubicación y restitución del pensamiento y latconzación entre y por [):lftc de los bárbaros, las personas del Tercer

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Mundo, los subdesanollados, las mujeres y la gente de color. Tenninarécxplorando la relevancia de la obra de Darcy Ribeiro, el «antropologador"(como se llama a sí mismo) brasileño, principalmente en dos de sus libros:O processo civi/izatório (1986) Y Las Américas y la civilización (1969).

Propondré que estos dos libros son un desplazamiento del conceptode «proceso de civilización» de Elias y de la versión de misión civilizadoradel colonialismo interno de Sarmiento, así como de la confabulación entrelos fundamentos, de las disciplinas y los poderes coloniales (principalmenteen el caso de la antropología). Elias describe las diferencias en el uso de«eivilizacióm,: primero, en Francia e Inglaterra, para indicar un sentido deorgullo nacional y, luego, en Alemania, donde el mismo sentimiento se ex-presaba con la palabra «cultura)). Además, «civilizacióm> se concibe comoun proceso, y «cultura», como un producto. La .«civilización» se puedellevar y expandir alrededor de todo el planeta, pero la «cultura" no. Estadistinción fue drástica para Jos inteJecruales del mundo colonizado, quienesasumían, al igual que Sarmiento en la Argentina, que la cultura local teníaque ser mejorada a través del crecimiento y expansión de la civilizacióneuropea.

La distinción entre civilización y cultura, proceso y producto, contribu~yó al colonialismo interno, representado por los intelectuales de las áreascolonizadas, que luchaban contra la «barbarie» de su cultura en pro de lacivilización europea. La actual rcubicación de lenguas y culturas, en la úl-tima etapa de globalización, está contribuyendo a corregir y rearticularulla distinción que, por siglos, funcionó tan bien que llegó incluso a serapoyada por Jos Lt11eJectualesde la periferia, que se estaban auto colonizandoen nombre de la autodctenninación. La obra de Darcy Ribeiro, como vere-mos al final de este artículo, sienta las bases para un descentramiento de lapráctica teórica y su cimentación en las historias locales.l Más recientemen-te, la publicación en versión completa y en fonnato de libro de la obra deSamuel P. Huntington, The Clash o/ Civilizations and the Remakillg o/IYorld Order (ver Huntington 1996), ha situado el debate en el contexto dela globalización. La siguiente sección trata, desde una perspectiva diferente,el análisis que hace Huntillgton de las lenguas, las culturas y la globalización.

l. Es importillltt.' notar que la obl.a Das Umbelzagell in der KIII/ur, de Sigmund Frcud, setradujo al inglés como Civiliza/ioll (lnd its Disconten/s .

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206 Wolter MignoJo

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Globalizac.ión, procesos civilizatorios y lo reubicación de lenguas 207

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Unas cuantas décadas antes de la emergencia de un continente desconocido(desde la perspectiva de los observadores europeos) y de la gente desconoci-da que lo habitaba, los confines de la geografia coincidían con los de lahumanidad. Se pensaba que más allá de los confines geográficos conocidoshabitaban criaturas exóticas con dos cabezas, tres brazos, y cosas pareci-das. Los límites de la geografia coincidían con los límites de la humanidad.Sin embargo, en cuestión de dos o tres décadas, ambos confines (los delmundo y los de la humanidad) se empezaron a transformar radicalmente.Las criaturas exóticas que alguna vez habían habitado los rincones descono-cidos del mundo fueron reemplazadas por los salvajes (o caníbales) quehabitaban el Nuevo Mundo. Los confines geográficos y los de la humanidadfueron reubicados por dos fuerzas: por un lado. la transfonnaeión del co-nocimiento generada por las interacciones culturales entre gentes que hastaese momento no sabían unos de otros: y por otro, la creciente concienciade la expansión de la tierra más allá de los límites de lo conocido. Los ca-níbales y los salvajes fueron ubicados en un espacio que empezó a concebir-se como un Nuevo Mundo.

A finales del siglo XIX, los confines espaciales se volvieron cronoló-gicos. A comienzos del período modemo, ocurrió una transfonl1ación en-tre los confines geográficos y humanos; a fines del siglo XIX, los salvajesy los caníbales del espacio se convirtieron en los primitivos y exóticosorientales del tíempo. Mientras que el siglo XVI fue el escenario de un ca-luroso debate acerca de los confines dc la humanidad, con Las Casas, Se-púlveda y Victoria como personajes principales de la controversia, hacia elsiglo XIX el problema ya no era si los primitivos y los orientales eran hu-manos o no, sino, más bien qué tan lejos estaban del presente Estado decivilización de la humanidad. A Lafitau (Moel/rs des sauvages américaillscomparées al/X moelirs des premiers temps. 1724) se le ha dado crédito co-mo uno de los pensadores más importantes en este proceso de convertir alos salvajes/eanibales en primitivos/orientales y de desplazarlos a una escalacronológica opuesta a la distancia geográfica. La «negación» de la contem-poraneidad (ver Johannes 1983) fue el resultado final de reubicar a lospueblos en una jerarquía cronológica en vez de hacerlo en lugares geográ-ficos. La reubicación de lenguas, pueblos y culturas en el tiempo y no enel espacio, que encuentra su fonnulación más sistemática en la Filoso/iade la historia (1822) de Hegel, no había sido refutada, hasta hace unos

cincuenta <1I10S, por los intelectuales involucrados en los movimientos deliberación y descolonización. Hoy en dí;], la Filosofia de In historio dc He-gel es un punto ele fL'fcrencia común para los inte1cctuales del A frica, Asia,Latinoamérica y el Caribe que escriben parn rechazar los ancglos de lasdiferencias culturales'dispuestos por I-Icgd en lJIl marco de tiempo quetiene la idea europea de civilización, y a la Europa occidental C0l110 puntode llegada. La etapa actual de la globalización. dingida por compañiastransnacionales. está contribuyendo de manera involuntaria con la restitu-ción del espacio y del lugar y con la multiplicación de las historias locales.En otras palabras, la etapa actual de la globalización y su énfasl.':-' en el mer-cado están contribuyendo a la negación de la negación de la contemporanei-dad, un principio estratégico de las tres etapas previas de la globalización,bajo las banderas de la cristianización (pur parte del imperio español), lamisión civilizadora (por parte del imperio británico y la colonización france~sa) y el desarrollo/modernización (por parte dellmpcrinlislllo norteamericano).

La negación de la negación de la contemporaneidad. como un proyec-to y un deseo para la descolonización intelectual, debe hoy hacer frente ala nueva versión de los salvajes, los caníbales y los primitivos de ayer, re-planteados en los témlÍnos de subdesarrollados. ¡Vlientras que los sah.ajcs!caníbales debían ser cristianizados: los primiti\,os, civilizados; y los orienta-les, occidentaliz:.Jdos; los subdesarrollados deben ser, más bicn, moderniza-dos. El progreso y la modernidad reemplazaron tanto la misión cristianade Espali.a y Portugal, como la misión civilizadora de Francia e Inglaterra.y se convirtieron en la nueva meta de la versión impcri::ll norteamericanade los colonialismos anteriores. Sin embargo, las antiguas ideas y rrcjuiciosno desal'arecieron: en el presente, sobreviven reescritos con un nuevo vo-cabulario. Las tres etapas de la globalización representadas por la expansióneuropea f'revia al mercado transnacional y mundial que c~toy presuponiendoaquí, no deben ser vistas como si siguieran una cronologia lineal hegelianasino, más bien, en una coexistencia espacial de memoria (ver abajo) y co-mo contradicciones diacrónicas. Paradójicamente, la última etapa de laglobalización (compatiías transnacionales y tecnoglobalismo) está creandolas condiciones para pensar más de manera csracial que cronológica. Lacspacialización trae a un primer plano el hecho de que no hay gente delpresente que esté viviendo en el pasado (COlll0 lo proponia el modelo he-.geliano de la historia universal) sino que el presente es una variedad de cír-culos cronológicos y ritmos temporales. Así, la globalización económicaestá facilitando la tarca intelectual de negar la negación de la cOlltemporanC'i-

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[ ... J al menos el 95 por ciento de rodas los académicos y de todo el conocimientoacadémico del periodo qut;: va de 1850 a 1914, y probablemente incluso hasta1945, tiene origen en cinco países: Francia, Gran Bretaña, Alemania, Halía y losEstados Unidos. Hay algo de conocimiento enel resto del mundo pero, básicamen-te, no sólo el conocimiento viene de esos cinco paises, sino que casi todo el saberde los académicos es acerca de sus propios países [.. .]. Esto es en parte prab'111ático,en parte presión social y en parte ideológico: éstos son los paises importantes,esto es lo que irnporta, esto es lo que deberíamos estudiar para saber cómo fun-ciona el mundo (Wallerslein 1996).

dad, de eliminar la núsión civilizadora y de conceptualizar el proceso civiliza-dor como 1lI10 en el cual la human ¡dad entera contribuyó y está contribuyendo.

Los lazos cutre las lenguas y los límites de la humanidad dieron for-ma a las ideas de literatura, culturas de conocimiento académico y civiliza-ción cnla modcmidad europea. La modernidad, el periodo de la global1z3ciónque hoy es tú siendo testigo de una tnmsfonnación radical, se caracterizapor una articulación particular de las lenguas (inglés, francés, alemán, ita-liano), de las literatur<ls en estas lenguas (con su legado de griego y latín)y de las culturas de conocimiento académico (principalmente en inglés,li'ancés y alemán). El ¡tallana pennanccc como base para los estudios delRenacimiento y mantiene Sil importancia gracias a su estrecha relacióncon el latín. \Valkrstein ha anotado, acerca de las culturas académicas, que

En otras palabras, las lenguas y la tradición académica de los países vinieronde aquellos lugares donde la misión civilizadora se expandió. Hay que no-tar que España y Portugal ya no son parte de las lenguas y de la tradiciónacadémica del mundo europeo moderno.

Llevemos el tema más adelanle explorando una vez más la conversiónde diferencias humanas en el espacio a diferencias humanas en el tiempo,introduclendo dos nuevos actores en el juego: las lenguas y la alfabetización,por un lado, y los lazos entre los confines de la humanidad, los mapas lin-güísticos y los procesos de civilización, por el otro. Las complicidadesentre las lenguas y los confines de la humanidad ¡Ian sido claras desde elcomienzo de la expansión occidental, a principios del período moderno. Sirebuscamos ~n los archivos, podemos encontrar ejemplos similares en losque las Icn!:,'1.Jasfueron tomadas como una de las bases en las que se po-dían apoyar las rolíticas de identidad: la lengua servía para definir los lími-tes de una comullldad, distinguiéndola de las otras comunidades. La confa-bulación ¡;:,ntTeciertas lenguas, la escritura alfabética y los confines de hu-

209Globoliz.oción, procesos civiliwlorios y la reubicación de lenguas

manidad, no era llueva en el Renacimiento/comienzos del período moderno(Mignolo 1992: 301.330). Lo nuevo era la proporción planetaria y la largaduración en que tales complicidades se empezaron a articular.

El mapa lingüístico de la figura 1 da una mejor idea de la correlaciónentre los lugares geográficos y la producción teórica. Primero que todo,se puede ver la corre1.:Ición entre los lugares geoculturales, geolingüisticosde la modcmidad (en blanco en el mapa) y los dominios geoculturales enque la lllodernidad europea no era relevante, era recibida (voluntaria o in-voluntariamente) como un elemento extranjero que, desde la perspectivade las lenguas y las culturas vernáculas, debía ser incorporado o rechazado.Segundo, se puede ver, (en lineas horizontales) que la mayoria del planeta(con excepción de los países europeos) comprende áreas geoculturalcscon más de diez lenguas cada una. Aunque esta situación está por ser co-rregída, el hecho es que, si los países europeos no se contaban como paí.ses con más de diez lenguas, era porque las lenguas imperiales y nacionaleseran las únicas que se reconocían como tales: las demás se contaban ca.mo dialectos. El discurso de la misión civilizadora tenía dos caras: unapara la construcción de. las naciones, la otra para la expansión colonial. Elmapa tambien mu<;~tra (lineas diagonales) que, en casi todas las áreas delmundo (con excepción de los países europeos), más del cuarenta porciento de la población es analfabeta. De estas estadísticas se puede obtenertoda clase de conclusjones. Una de ellas podria suponer, por ejemplo, quela exaltación del bajo índice de analfabetismo en los paises europeos y quese relacionara este logro con el desarrollo intelectual natural de los habitantesde esa área particular del planeta, en la que el centro y los agentes de la mi-sión civilizadora estaban, situados. Por otro lado, se podrían asociar la ba~ja diversidad lingüistica y los bajos índices de analfabetismo en Europa alproceso de expansión colonial y mundial desde 1500. Esta fecha podriausarse también para situar el proceso en que los intelectuales, que habitabanen la parte del planeta que empezó a autoconstruirse como Europa y co-mo un territorio en el que la civilización humana alcanzaba su grado másalto, cargaron de peso la «letra)) como signo distintívo del concepto de ci-vilización que los intelectuales del Renacimiento y de la Ilustración fOljaronpara sí mismos (ver Curtius 1929, Mignolo 1992: 301.330, Lhome 1992:122.124, 187.209; Young 1995: 29.54). Guizot, por ejemplo, aparentementecreía, y explícitamente expresaba) que la «civilizacióll») era un fenómenopuramente europeo (Histoire de la eivilisa/ion en Europe, 1828; Histoirede /0 eivilisation en France, 1830).,,

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'\lVolter Mignolo208

Page 43: Globalizacion y Diversidad Cultural

Figura l. Relación de analfabelislllO en paises con más de diez lenguas

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EuROPA .,.51'0

MED:O ORtftH[ lY,c

60%

,:, \C'rÚf\O

If\glesEspañolRusoHind;Alemór.JaponésÁrabeBenga1ó

PortuguésFrancésltaliano

G\o'ooYI1.0c.\Or\, ?(Qcesos c.'wi\i1.o\oúoS 'f \0 re\jniclJcion t\e \enq\.\o,;

25 lenguas responder por el 75% de lo pobbción mund.al .Mós o menos 100 lenguas responden P0f ei 95 de lapcblación mundial.

fuente: fJorián Coulmas, Unguistic Millor/I/es alld L/teme)' (Be-rlín. 19~4).

Eso no es todo. La glohalización y la promulgación de la mi~iól1 civilizadoraa través del vehículo de las lenguas coloniales hicieron posible que estaslenguas se hablaran mucho más allá de su lugar de (wrigem>, Así, la desvin-culación de lenguas y territorios, la doble política sobre las lenguas (l1IW

para las naciones, una para las colonias) y, finalmentc. las crcl'icl~tcs migra-ciones en masa, fueron posibles por la propia revolución industrial)' pUl

los medios de transpOJ1e. revelan las bondades y míscri;J,s Je las lel1!!uascoloniales: por un lado .. 13 historia de su alcance Illundial: rh1f el l)tro. lahistoria de la imposibilidad ele CQl1lrolarlas medianteL:ls respcctivas ac,-ldc~mias nacion~lcs de la lengua. Mientras tanto. las tres lenguas dc la alta mp-dcrnidad (inglés, alemón, francés) contilllwn teniendo su hegt'll1on\a com(Jlenguas del conocimiento académico y. dc la literatura mundial. Cícrt.1ll1cntc,las lenguas bien establecidas como el chino, el japonés. el árabe y el hebreono fueron eliminadas por 1a~ Icngu{\s colonialc~ modernas. Como si ru~elcaso de lenguas menos ~st(lbh:cidns como el quechua. el J.vllwn'] {} el n:i-huatl, que sufrieron el impacto del latín y el cspaliol. knglla~ apoyad:ls POlla infraestmetura de lo que I)arcy Ribciro llamabtl ,qlllpcrio~ melT3nlik~con una misión de salvación» para distinguir el {ll1S) lmpeJ"l(ll';;¡ dr [,p,1I1(\(así como los de Portugal y Rusia) del «mercantilisll1o colonial~cílrittllista.»

~~.FigUr" 1. '0\,I.,\\:)\\c\c", üe \,,' \~"'b\\'"üü \\\\\"ü" \'m ~()\\\\\\C,,\~~

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Wolter Mignolo210

• . • IFuente: Florian Coulmas, Linguistic Minorirics al1d Lilemey (Berlín, 1984).

Si pasamos ahora a las estadísticas complementarias de la figura 2,podemos ver que hay casi cien lenguas que dan cuenta del 95 por cientode la población del mundo. De estas cien lenguas, doce son habladas porel 75 por ciento de la población. De esas doce, seis son coloniales y, porende, son las lenguas de la modernidad europca. Su orden según la cantidadde hablantes es: inglés, español, alemán, portugllés. francés, italiano. Elchino es la lengua más hablada del mundo, por encima del inglés, aunqucéste ha gozado del poder de estar acampanado y apoyado por la ubicacióngeocultural del capitalismo durante el periodo dcl imperio británico y, en elúltimo medio siglo, en los Estados Unidos. El espanol, aunque desplazadocomo lengua relevante de la modernidad (dominado por el francés, el ale-mán y el inglés), tiene más hablantes que c1 francés y el alemán. El ruso, lasegunda lengua desplazada de la modernidad europea, logró, a pesar detodo, tener una presencia marginal a través de la literatura y tiene más ha-blantes que el alernán. El hindi se encuentra cntre el ruso y el alemán. Fi-nalmente, el japonés, el árabe y el bengalí son lenguas cuyo número de ha-blantes excede al de hablantes de portugués, francés e italiano.

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212 Wolter Mignolo

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Globalización, procesos civilizotorios y Jo reubicación de lenguas 213

Fuente: SamueJ P. HUlltinglon, Tire e/as/¡ ojCil'ilizations and {he Remaj.dng o/ World Qrder

(Nueva York, 19%). Pon:enlajcs calculados n partir de los dalos recopilados por el profe-sor Scattle S, Culb~r1, del DcparlJlllcnlo de Psicología de la Universidad de WashinglOn, enSealllc, sobre elnúmer0 de lwblanles de lenguas hablndas por más de un millón de personas,)' report;.¡Jos anualmenle en el World Alrnana¡:: ami Book 0./ FlICIs. Los ccilculas IncluyentanLo hablantes de l<lengua maternm), 'como h~blantcs de lengua eX!Tunjera y' son derivados ~'de censos Iwcionalc.s, "ond~os de muestras de la población, sondeos de wdio y programas de 'l'televisión, (litIOS del cr~cil1licl1lü de la población, estudios secundarios y otras flJenl,~s. l

(de Holanda e Inglatcrr,ü, durante siglo el XVll) y del «Imperialismo indus-'Iria1», representado por Inglaterra en el siglo X]X y por los Estados Unidos'en la segunda mit<ld del siglo XX.

Tabla l. Hablantes de ¡as principales Ien!,,,,"s (poreenlajesde la poblacióntl1undial*)

Lengua 1958 1970 1980 1992árabe V 2,9 3,3 3,5bengalí V 2,9 3,2 3,2inglés 9,8 9,1 8,1 7,6hindí 5,2 5,3 5,3 6,4mandarín 15,6 16,6 15,8 15.2ruso 5.5 5.6 6 49español 5 52 5.5 6.1

Número !Olal de h3blm1tes de lel1guas habbdas por I millón de pcrson¡jS o mas.

PaSCIT10S abonl al comentario ele Huntington acerca de la lengua y lacivilización en est3 era muud.ial (ver tablas 1 y 2). El principal <.lrgumentode Huntington es rebatir que el inglés sea (o se esté convirtiendo en) Ulla

lengua universal, la lengua d~ una civilización unificada. El acierta al decirque, cuando un hombre de negocios coreano y un banquero chino hablanen inglés, no est{¡n llevando en esa conversación el peso de la civilizacióninglesa/norteamericana. Además, b3y muchos más hablantes de mandarínque de inglés. Oc hecho, la totalidad de hablantes de las longtlas habladasen Ch¡r;;l es casi igual a la totalidad de hablantes de l"cnguas eoloni¡lies (vertabla 2). Si aiiíldimos a esto el número de hablantes de hindi, ruso, bengalíy árabe, el número de Ilablanlcs de lenguas no coloniales supera de maneraconsiderable el número de hablantes de lenguas coloniales.

Pcro el problema no es tnnto el número de hablantes sino el poder dehegrlnOnl3 de la:; lenguas coloniales en el campo del conocimiento, la pro-ducción intelectual y las culturas de conocimIento académico. En el campo

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de la literatura, por ejemplo, se puede escribir en inglés y aun agregar aeso la intensidad 'de las memorias espaíl01as/ latinoal~lericanas, como 10están haciendo. los lat.inos en este país.

Tabla 2. H:ablanlcs ele las principales lenguas chinas y occidentales

1958 1992Número de Porcentaje Número de Porcentajehablantes del mundo hablantes del mundo

lenguaje (en millones) (en millones)

Mandarín 444 15.6 907 15.2cantones 43 15 65 11Wu 39 14 64 11Min 36 1.3 50 08Hakka 19 07 33 06

Lenguas chinos 581 20.5 119 18.8Inglés 278 9.8 456 7.6España! 142 5 362 6.1Partugés ., 74 2.6 177 3Alemán ,~. 120 4.2 119 2Francés 70 25 123 2.1

lenguas occidentales 684 24.5 1237 208Tatallenguos mundiales 2845 44.5 5979 39.4

Fuenre: Sal1luel P. HUtltillgtoll. lire C/C/s/¡ 0./ Civifi:.atiolls (/lid (he Relllakillg 0./ Wurld OrderlNueva York. 1996). Porcent<lj~s calculados segun los datos de lenguas recopilados por elprofesor Sidney S. Clllbcrt, del Departamento de Psicologia de la Universidad de Washington,en SeJltle, y reportados en el World Almanac alld Book o/ FacIs de 1959 y 1993.

El inglés de la India de la posdivisión no contiene la misma memoriaque el inglés nacional de Gran Bretaña, de Ja misma manera que el ingléshablado en lnglatcrra por los inmigrantes del Terc~r Mundo no tiene elmismo peso cultm"1 e ideológico que el inglés del rey (el inglés del rey,King :\'English, es ]a variante que se considera más correCla, en ausencia

. de una Academia de la Lengua Inglesa que regule el uso del idioma [NTJ).En otras palabras, lo que la presente etapa de la globalizacióne.stá represen-t.ando es (inconscientemente) el rompimiento del lazo natural entre lenguasy naciones, entre lenguas y memorias nacionales, entre lenguas y literaturanacional. Así está representando y creando las condiciones para la reubica-ción de las lenguas)' la fragmentación de culturas. En realidad, es dificil

!

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mantener el concepto mismo de cultura (y de civilizacián, desde la perspccti-va de HuntingtoIl) como espacios homogéneos para gente con inlereses,metas, memorias, lenguas y creencias comunes. Es cierto, como lo subrayaHuntington, que después de la descolonización las lenguas «nativas» estánganando terreno al estar relacionadas, o con politicas del Estado, o conlos movimientos sociales, y a la literatura. Las culturas académicas tambiénestán siendo reubicadas. Así, aun si es cierto que el inglés se está convirtien-do en la lengua universal del mundo académico, no está cargando consigoel peso conceptual y los valores de la tradición académica occidental. Miopinión es que algo similar a lo que pasa en Iitcrah!ra está pasando en lasculturas académicas: está emergiendo una gnoseologia fronteriza en la in~tersección del conocimiento occidental con el no occidental, caracterizadocomo «sabiduría» por el primero.

Enjunio de 1996, en Barcelona, España, se llevó a cabo la ConfercnciaMundial del Dereeho a la Lengua, a la que asistieron más de eien ONG.Uno de los principales objetivos de la conferencia era aprobar una Declara-ción Universal del Derechos a la Lengua, como resolución complementaríaa los derechos humanos. La meta final es que la ONU apruebe esta declara-ción. La conferencia estuvo presidida por Rigoberta Menchú, la reconocidaintelectual y activista maya-quiché de Guatemala. Este evento es, a mi jui-cio, la consecuencia de una transfonnación radical de las creencias colonia-Jes que relacionaban las lenguas con los limites de la humanidad, en las eta-pas tempranas de la modernidad y la globalización. Haeia la década de losaños setenta, el poder de los Estados-nación empezó a debilitarse por laconfiguración de alianzas, económicas transnacionales (fueron los añosde la OPEP, del Japón que entraba al mercado mundial, la consolidaciónde compañías transnacionales). El debilitamiento del Estado tuvo su contra-peso en el fortalecimiento de comunidades que habían sido reprimidasprecisamente en los años de la construcción dc naciones y de la consolida-ción de Estados. Asía y África fueron el centro de los movimientos dedescolonización. Latinoamérica experimentó un resurgimiento de movj~mientas indígenas que luchaban por sus derechos, sus tierras, sus Jenguns(ver Stavenhagen 1990; Varase 1996). Rigoberta Menchú surge de esosprocesos. A lo que llega todo esto, entre otras consecuencias importantes,es a la articulación clara y contundente de una política y una filosofia dellenguaje que reemplaza la distribución a la que habían sido asignadas laslenguas menores mediante la filosofía del lenguaje subyacente a la misióncivilizadora y a la política del lenguaje representada por el Estado tanto en

el interior de la nación (Bourdieu 1C)9l:]7~65, :v1allhc1m 199]: l-.¡¡) comoen las colonias (Sricc Hcath 1972).

En Latinoamérica, la creCiente Influencia e intcrnacionalizacióll elelas organizaciones indígenas (Jasen 1981, Lec 1994) tuvo un notable impac-to sobre las politicas ere lenguaje y de educ~lción. El surgimiento de lo queempezó a llamarse «nuevas identidades ~tnicas») no ocurrió de repente,por supucsto. Detrás de su desanol1o hubo una larga tradición de rebeliones.resistencias y adaptllcioncs controladas por poderes coloniales o nacionales(o por ambos) y omitidas en la enseñanza de la historia y lacu1tura nacionalesyen las prácticas literarias nacionales (Hcath Tclling Tongues), El espaoo1.tina lengua subalterna en la modernidad europea, se COlwirtió en la lenguaoficial y hegemónica en áreas con alta densidad de: población Jlllerindiacomo los Andes (Bolivia, Perú, Ecuador) y en Mc~oall1éricH (México,Guatemala). Desde cl punto de vista de la población amerindia, las lenguasfueron definitivas para mantener una cierta continuidad a partir de la épocacolonial a través del periodo de construcción de la nación y hasta el finaldel siglo XX. Los cambios presenciados ell la clécada de los setenta. elsurgimiento de una nUC\'élconciencia indígena, fueron impulsados por ill~dígenas que habillJ1sido empleados por el Estado bien fuera como trabajado-res para el desarrollo comunitario o corno cJucadores. Ellos no sólo busca.ban una nueva identidad indígena, sino también una oportllllldad para rl'c~i(J-nar a quienes tenían posiciones de poder o estaban en el gobierno, ele [;ll

manera que pudieran ioflu ir sobre cl futuro elel sistema de gobierno indí gena.Por otro lado, la globalización tecnológica contribuyó con este procesopuesto que los activistas indígenas y sus partidarios en todo ('1mundo po-dian relacionarse mediante la estructura de redes de información transnacio~nal. Una de las paradojas de la globalización es que pem1ite que las comunida-des subalternas dentro del Estado.nación creen alianzas transnacionales.por ('ncima del Estado, para luchar por sus propios derechos sociales yhumanos. El derecho a tener y a hahlar lenguas que el discurso de la mi.sión civilizadora y de la política del Estado ha relegado a una posición su~baltcrna es una de las indemnizaciones reclamadas en nombre de los dere-chos humanos y los de la lengua. Esto es, los lazos entre el lenguaje y losconfines de la humanidad están entrando en un proceso de desintegracióncuyas consecuencias quizá no podamos prever aún.

En forma paralela a los movimielltos sociales y a la importancia dadaal terna de la lengua, surgieron intelectuales descendientes de amerindiospara quienes su lengua materna era, naturalmentc, una lengua Hmcrind;a

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Waller Mignolo

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G\obolizaci6n, procesos clviliza\on05 y la reubicociól' de ienguos ')',5

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216 Woller Mignolo Globalizoción, procesos civilizctorios y lo reubicación de lenguas 217

«ticrra baldía», desde el punto de vista de la economía, y el «espacio va-cío» del pensamiento, la tcoria y la producción intelectual (Banán 1989).Como lo expone Barrón de manera convincente: «La subyugación de lasensibilidad bárbara se simplificó por el hecho de que esta no se adaptó atcorizarse, dado que la teoría era precisamcnte su negación. La ausenciade una reflexión teórica de sí misma impidió la fonnación de una contracul-tura bárbara, programada conscientemente, La teoría y los planes pre-ela-borados eran, en cambio, la esencia de la «civilizacióm) y sus agentes eranlos intelectuales dc la nueva sociedad (ver Banan 1989: 18). Así, los intelec-tuales orgánicos de los movimientos sociales de amerindios (al igual quelos de latinos, afroamcricanos y mujeres) son precisamente los principalesagentes del momento en que la «barbarie}) se apropia de las prácticas teó-ricas y de los proyectos elaborados, sepultando y reemplazando tanto eldiscurso de la misión civilizadora como sus fundamentos teóricos. La«frontera de la civilización» de Enes de siglo XIX se ha convertido en la«zona limítrofe») de fines dd siglo XX, Las zonas limítrofes, a diferenciade las tronteras, no son ya las líneas en las que la civilización y la barbariese encuentran y se dividen, sino el lugar en que una nueva conciencia, unagnosis limítrófe, el1;erge de la represión a la que sometía la misión civiliza-dor (Anzaldúa 1987). Esa gnosis limitrofe no es una contracultura, sino lanegación de la negación de la «barbarie»; no es una síntesis hegeliana sinola absorción de los principios «civilizadores» dentro de la «civilización dela barbarie): una «i'agocitosúm de la civilización hecha por los bárbaros(como lo plantea el filósofo argentino Rodolfo Kush), más que la venía delbárbaro y su entrada en la civilización. Se trata también de un acto de «an-tropofagia», como lo señala el escritor brasileño Mario de Andrade y elpoeta crítico literario, también brasileilo, Haroldo de Campos. Ya no nosenfrentamos a espacios intenl1cdios o a lo híbrido, con imágenes de cordiali-dad en las zonas de contacto. sino a las fuerzas de la teorización yla racio-nalidad «bárbaras», con las que este trabajo busca contribuir, integrando yreemplazando la lógica restrictiva que se esconde detrás de la idea de «ci-vilización» para dar paso a lo que la misión civilizadora suprimió; la auto-apropiación de todas las cualidades que les fueron negadas a los bárbaros.La «gnoseología limÍtrofe~) (más que la epistemología) es en toda su comple-jidad (geocultural, sexual, racial, de diáspora, de exilio, etc.) una nuevamanera de pensar que emerge de la sensibilidad y las condiciones de la vi.

Lo" inll'le¡,;IU.lles d~ raigambre indígena han estado act1vos sobre todo en BoliVia,Er.:.uadúr.y (Ju.:Itcm,tla. C0ll10académicos y como líderes politicos. Tal es el ca~o deVíctor I¡ugo 1'¡'¡roenas, vic..:rresidente de Bolivia. JO<lnn..:RapPol1 estudió la \'lda y\;]s obras dt, ~aTl()::' tnlelcctu<1ks de ancestro indigena. (Raprort 1990). El historiadorRoherto Choque ~',:-aClllalmcnte una figura reconocida en Boliviíl.junto con HumbertoMamalll, Esteban Ilcons. y airas, ver: Educación [ndigeno: ¿ciudadollio o coloniza-c1¡;n.' t (l Paz: FJICiol1~s AruwiYlrl, taller de historia oral andina. 1992, con prólogode Victor Hugo Cárdenas. En_e! mundo islámico, los intelectuales de raigambre islá- 1. I..•.•~..Illlca-musulmana exploran un asunto similar (Gerholm 1994), -o. __

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2.

(nymará, qut.:L:hua, maya, náhuatl). El surgimiento de una nueva comunidadde illlclcctuaJcs en el panorama cultural de Latinoamérica se ajusta a ladescripcIón de Gral1\~ci del fdlltelcctual orgánicQ): «Todo gnlpo socialque ¡wcc en el tcrn.'1l0 original de una función c:'.cnciai en el mundo de laproducción económica crea consigo, de manera orgánica, uno 0 más c~tni.lOS de illtclcctual8s que le brindan homogeneidad y una conciencia de supr('lpia fUl1clón, llü sólo en el campo de la cconomia sino también el ele lapulítica y en el socia!" (Gramsci 1992). Por razones históricas, relacionadascon la misma !listona tkl colonialismu, los intelectuales de.raigamhre <lmcrin-dia en LatdlOl:lm0ric,1 no tienen, en las esferas públicas, la misma influenciaque tienen los afrlJilmcricanos o los latinos en los Estados Unidos. Un áreaen la quc Sl: han manrcnido activos e influyentes es en la educación y en laprotesta contra Id ideología del f-stado CIlIo que se refiere a la lengua y ala l11cl1lona,~~1ús que como restitución de un pasado aut¿'nlico. la articula-ción intelectual de la histona y de la educación debe entenderse dentro delproceso dL' ;';lll1strucción de las naciones y del orden del mundo colonial eimrcri<lJ. Para resumir, a fines elel siglo XIX, cuando la institucionalizaciónde las h~l1guasnacionales estaba L~nsu auge (Hobsbawn 1990), los caníbalesde comiellzos del períoJo colonial se convirtieron cn los primitivos de laera de la expansi()n colonial y el cstándar de la civilización fue también es.t¡pulado entre las más ill1(101tantcspotencias europeas (Gong 1984, RobcrsM

ton 1992: 211M22~) la misión civilizadora y el com:epto de «civilir.!<:ld})seconvirlil~roll l;l1 un principio regulador para los discursos inkrcslata1es,imperiales y neocoJoniales en América,

Un caso qllC Ilustra lo anterior es la noción de «frontera)} a Hnes desiglo en los C:slad()sUnidos y en Argentina: la frontera era la marca móvil(hacia el occidcnle) de la marcha de la misión civilizadora, la línca divisoriaentr(: civili'laL~il)ny barbarie. Sin embargo. la frontera no sólo era geográfica;-,:no también cpi~telT'IOlógica: el lugar dd primitivo y del bárbaro cra la

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219Globol¡zoción, procesos civi~izalorios y !o reubicación de lenguas

bilidades epistemológicas a los b¡Íl'baro~. Las culturas de conocimicnwacadémico eran exactamente lo que la gente de fuera de Europa no tenía(como los aztecas y los incas) o, si llegaba a tenerlas (como la China, laInclin y ('lmundo islámico), se cOnVC¡iÜlcn objeto c1Ce~tucli(l tun ejemploes el surgimicnto del {fOrientalismo»). A lo largo de los quinil.:n[os aiio~ d<.:la expansi6n dc occidentc y de la crc3ción dc cscuelas y universidades enáreas colonizadas, desde comienLos del SIglo XVI. esta creencia se volviótan arraigada que la gente volvió a dudar de su propio conocimiento cuan(h)este no estaba articulado dentro de las instituciolles cducativa~ y lenguasoccidentales. Cuando el estudio comp~ratlvo de las ciyil1Z,lci(lnesse cOlwirtil'en una disciplina prestigiosa entre la institl1cioncs de investigación de Euro-pa, se hizo una distinci6n entre las civilizaciones que se convertían en ob~jetos de estudio y las que tenían las condiciollcs y culturas de nlllOcilllklllllacadémico necesarias para ser el punto dc~dc el cual estudiar olra", civili;'d~ciones. Las cultmas académicas fueron replanteadas Jl.spués nl: la SegundaGuerra lv1undial según esos kgados :) pesar de que se adaptahan <l la~ n~ll>vas necesidades de la tercera etapa de la globalización.

A comienzos de lo que he llamado tercera etapa de la glohalizaclón(que comienza en 1945), la descolonización iba ete la mano eh;-la (iucrraFría y de la división del mundo en tres etapas de diferente calcgoría (l'lprimero. el segundo y tercer mundo). Url<ldi visión gcoculturn 11,11,implic:l hatambién una división del trabu.J()a nivel clenlífico y al:adC111icll.l.'l1<l\ CI

que se establecieron los p<líscs (a) tccllo\ó!!icJmcnte <lvanzildns y libre:--clt.:'limitaciones ideológicas, (b) los países tecnológicamente <lvallJ::ldospcrobloqueados por una elite ideológica que impide el pensamiento utilitarista y(e), los paises subdcsanollados desde el punto de vista tradicional, cconó~mico y tecnológico, con una mentalidad tradicional que oscurece la posibili-dad del pensamiento utilitario y cicntí 1'11...\.),se establecieron tambicn los lu~gares de la enunciación científica y acadcmicJ. Asi quedaría el mapa de laproducción académica cntre 1850 y 19451J.azado por lVallerslcin: el conoci-miento académico se ubicaba en Europa mientras que el l"esli..1 dclmundl'era clcsccnario bien de interesantcs logro:-. bumalll1s que estudiar y l:lltL'n~der, pero congelados en el tiempo y antimodcrnos, o bien de culturns ~J1

que la misión civilizadora tenía precisamente la misión de ci\'ilizar. L:.l prinlcroera el terreno de los estudios de civilización (por cjemplo. Orientalismo) yel segundo, el campo de la antropología. Las culturas (Kndémicas colonialesdominantes estaban en Francia. Inglaterra y Alcmani3. J)t::;Plh;.t; (te IY4\el panorama anterior f11Cligeramente corregido

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Waffer Mignolo218

3. No es suficiente el tiempo para profundizar en este.tema. Para evitar la posible sor.presa del lector, puedo decir que trabajo para una articulación de lo que se puede Ua.mar «razón poscolonial» (una fonna de pensamiento crítico de las historias de va-rios colonialismos más que de la historia de la modernidad, como en el caso de la es-cuela de Frankfurt). Los pensadores poscolonialcs, en vez de ser judíos C0l110 losmiembros de la escuela de Frankfult, son personas que han vivido la experiencia delos legados coloniales_ Además, no intento encontrarle un pequeño espacio dentrode una disciplina a la crítica poscolonial, como si lo hace Crnig Calhoun (1995), quiende manera brillante intenta encontrar a la socio logia un pcqueilo espacio para el pen-samiento crítico transdisciplinario (en este caso, el feminismo) dentro de la tradiciónde la escuela de Frankfurt. Por el contrario, trato de revelar las complicidades entrelenguas imperiales, expansión poscolonial y fundamentos de [as disciplinas en lasciencias sociales y las humanidades. En otras palabras, trato de deCir que el pensamientocritico poscoloniaI, es para los intelectuales que han tenido la experiencia de los le-gados coloniales, lo que la teoría crítica (a la Franckfurt) es a quienes han experimentadolos limites de la razón moderna y la persecución racial de los judíos.

4. Vec Etias (1987: 23-30).

da cotidiana creadas por los legados coloniales y por la globalizacióneconómica.J

En este punto, se hace necesario volver a la observación de Wal1crs-teio acerca de las culturas académicas entre 1850 y 1945 Y a la distribuci6nde la labor científica en el momento de la alta modemidad y la expansióncapitalista mundial (ver Engels 1959) y rastrear su transfonnación despuésde 1945, cuando el centro de las culturas de tradición académica empezóa desplazarse hacia los Estados Unidos. Pero antes de ver la transformaciónde la labor académica después de 1945, volvamm. nuevamente a Elias paRfa establecer los nexos existentes entre los dos períodos mencionados. Deacuerdo con su modelo neo marxista, hay un momento en la evolución dela especie humana en que el «guerrero» y el «hombre sabio» emergen co~mo roles sociales particulares. Según Elias, también es el momento en quela comunidad se vuelve organizada y consigue sobrevivir a partir de exce~dentes de alimentos en lugar de hacerlo con su producción y conservación.Si damos ahora un salto enonne y conectamos la versión simple del modelocon el peligro de la guerra nuclear (la más rccientc preocupación de Elias)'y con las culturas de conocimiento académico (el tema que estoy introdu-ciendo ahora), nos vemos forzados a intentar, una vez más, la complicidadentre la misión civilizadora articulada en el discurso colonial y el (los) pro-ceso(s) de civilización articulados(s) como objeto de estudio de las cienciashumanas en complicidad con la ideología de la misión civilizadora: esto es,una configuración del conocimiento cuyo poder consistía en negarles posi-

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no Waihlr Mígnolo Globolización, procesos civilizalorios y [a reubicación de lenguas 221

guas coloniales del periodo modemo, con sus distinguidos legados delgriego y dd latín. Los estudios literarios pennanccieron dentro de esta tra-dición. La literatura del período moderno se planteó cada vez más como«literatura nacional)) y sc escribía, por su puesto, en un lenguaje nacional.Tanto en sus fundamentos histórico-tilo lógico antes de 1945, como ensus formulaciones estructuralistas y posestructuralista de la década de lossetenta, los estl1dios literarios se centraron en la literatura de los cinco paí.sc.s de tradición académica mencionados por Wallerstein. Estoy seguroquc todos notamos que España no estaba entre los cinco países de la tra~dición académica moderna. Y el español, por supuesto, no se contaba ca.tl10 IC1l6rua académica. Esta división imperial del período moderno ponc aEspaii.a y al español en una posición ambigua entre las «civilizaciones deoriente» y la «Europa l\1odcrna\). En lo que se refiere a Latinoamérica, laposición de Espmla entre el mundo árabe de África del Norte y el mundoeuropeo de la Europa occidental se vuelve aún más complicada debido alas rclaciones entre el espaJ10l y las lenguas amcrindias durante el períodomoderno, así como por el hecho de que las civilizaciones andinas y mesoa.mcric:mas no hadan parte de los eshldios de civilización del siglo XIX(Coe 1992) ..

Latinoamérica se convirtió entonces, a partir de 1850, en un sitio deinterés particular para entender el asunto de las lenguas, las literaturas ylos estudios literarios en la cambiantc distribución de la labor cientifica yde las pr{¡cticas culturales. El español de Latinoamérica se hizo doblementesubalterno: dejó dc ser el espaJ101 de España, al mismo tiempo que Españay el cspa¡]ol se marginaban de la modernidad europea desde el siglo XVII.Por otro lado, las lenguas amerindias con sus complejas y ricas relacionesentre lo oral y lo escrito (ver Hill 1994), no hacían parte de las reflexionesentre las lenguas y las literaturas, sino que de ellas se ocupaban los estudiosprecolombinos (una versión panicular de estudios de civilización, enmarca.da dentro de la historia y [os legados del colonialismo español), del folklory la etnohistoria y, J11{¡SreCiClllCJ11Cntc de los estudios culturales coloniales(ver l'vlignolo [992: 808-828). Para resumir, las lenguas y los estudios lite-rarios se mantuvieron dentro del marco epistemológico de la práctica culturaly la aCrldemia de li! modernidad del Atlúntico Norte y de la configuracióncuhur.::ll moldcad.::t por la idea dc civilización y la misión civilizadora,juntocon el proceso de globalización económica.

He sugerido que las condiciones económicas creadas por [a globaJiza-ción contribuyeron al surgilmento de la «teorización bárbara)) como gnoseo-!,

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Un~ vez qllC se aceptó el llueVO orden mundial (Primero. Segundo yTercer '''1undo), la distribución de b labor científica fue reorganizada demanera ,h.:nrdc eDil éste (Plesch 1981. 565-590). Ya no era civilizacivlIsino cul/lIra el támino utilizaJo para ubicar una vasta arca del planeta den-tro de lü prCmndl'r11O, esto CS, el Tercer i\lundo. El Tercer 1\1undo se con-virtió ell un espacio tanto geográfico como epistemológico, en el cual seproducía «(cultura), más que «CíCllCÜOJ, PI Segundo :'vlundo SI había logradoun cstatus cicntiÍlco y tecnológico cOlllp~\rablc al del Primer ,'vluncla. Sincmbargol el discurso del conocimiento cientifico y acudél11ico universalse producía cn el Primcri\1ulldo, ya que la deficiencia «ideológicJ» delSegundo. 10 m:Jntl'nia al margen de una neutralidad ideal del conocimientocicntífl\':o, ligada al idea] político de la democracia. Así, el Primer Mundose convirttó t<.lmhién en el lugar de la iniciativa disciplinaria y cicntítíca quehacía del Segundo Mundo un objeto de estudio. En resumen, y de acuerdocon la división de la labor Citlllífica, se formó un gmpo de científicos so-ciales dedicados a estudiar el estado impo luto de los países subdrsarrollaJosy sus interacciones con el mundo occidenral (el Atlántico Norte). Esta la-bor estuvo sobre [Odo a cargo de los antropólogos. También otros clanes(sociólogos, politólogos y economistas) estudiaron el Tercer Mundo en51.1 rrocúsn de modernización y contribuyeron a establecer guías parrl mo-dernizar (8n vez de eristianiznr o civilizar a paises rltrasados, a pesnr de qucel principal tcrreno de estudio de este grupo de científicos scgub siendo elauto-e"tudio del Primer Mundo y ya no el de países específicos. La scntcndade Wallcrstcin aCt:rca de las ciencias sociales cntre 1850 y 1914 se puederCpl<llltear en cl nuevo orden mundial después de 1945: «básicamente, nosólo el conocimiento académico viene de estos cinco países (a los que hayque agregar a Estados Ullldos, después de 1945), sino que adcmús la mél.yoría del conocimiento de la mayor parte de los académicos es acerca de~us propIOS palsesú (\Vallerstein jlJ96:3). Si cambJa11los «país» por <d)ril11t:rMundoll) <¡ñadinws a Jos [~t3dos Unidos a la imagen original. obtl'ncmosun mapa de la correspondencia cntre la distribución de la labor científica ylas (¡reas de (;SClIL!lO en vez de país. Dc hecho, «área de estudio» es un ill~

vento que COITC''-;POlldc a la última ctapa de la globalización y f]llC trasciendeel estudio dt: \(ci\.ilizacióllf> y de ((cultura» antes de 1945.

Las hllman¡d~lde5 no fueron ajenas a tal distrib1..1Ción de labores a pe.~ar de YUl' no ocupaban un lugar cl.:lltral en dla. Por lomar un solo ejemplo,el cl.;\udlo de las lenguas y las litcr3turas se planteó dentro del mismo mar.cu Cristi..'mológicn, Las lenguas de la litcrmura eran principalmente las len-

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Esta es, en pocas palabras, la visión de Ribeiro de lo que Elias llamaba«Proceso de Civilización». Ahora, lo relevante de esta comparación para

Nada en el mundo fue omitido por las fuerzas deliberadas en la expansión europea.En ella detectamos In base de la reorganización de la naturaleza, en la que la floray la fauna se nonnalizaron en todo el planeta. La expansión (:olonial curopea es elprincipal agente de la desaparición de cientos de comunidades étnicas, de lasmezclas raciales u de la expansión lingüística y cultural del pueblo europeo. En elproceso de esta expansión, las tecnologías modernas, asi como las formas deorganizacíón social y de valores culturales relevantes en y para Europa, se dise-minaron y generalizaron. El resultado de este proceso es el mundo moderno,unificado por el comercio y las comunicaciones, activado por la misma tecnología,inspirado en un sistema de valores básico y común (Ribeiro 1992: 57).

223Globo\ízoción, procesos civilizotorios y lo reubicación de lenguas

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~ri.tenó.et \0. \J\em\.'Lac.\.6n \)át\y<.\\"'{\)) COW\Cl c'V\.s\e.n"\()\()~\a <..k ~lc)í\\l:.:'Ci.\C\uc

"~::~met'S~tÜ~ \as cc)í\ó.\c.\aw,~.~C,H:(\Ü'U~ 'V()\ \'U \\\\\.\""-\0., '1 Q,\Ú7.?- \'0. mi.~ \"'o.u\c.a\ <..\ela> ela?" M \a 'I,\a\:r.\\i7_¡\Ci6\\es \a ?"si\:li\l(\ac\ \?a,a .'\'I,\lic\\ coma Ri\)c',yaide teoriza\" o.e,::,o.cc\ \\m\tc (hn¡,te \'\:;to como ulT\ora\ ')' con'\o zona \\m\.na\,con dos lados conectad~s por un puente, COlT\O una posición geográfica yepistemo1ógicJ); esto es, \a posibi I¡dad de tener tanto la formación en «teori~zación civilizada» como la experiencia de alguien que vive y experimenta,incluyendo el entrenamiento en «tcorización civilizada», en cotnunidndesque precisamente han sido subalternas y han sido expuestas almargl..'J1 porel concepto y la expansión mismos de la civilización europea. De ahí \.111

antropologador es alguien que ha sido entrenado como antropólogo y queal mismo tiempo hace parte del «otro»). El lugar común <..leque Ribeiro esun «teórico del Tercer Mundm>, implícito en la introducción de Meggers(199]) a la primera edición inglesa de O Prucesso Civiliz(lról'io, lo expresóSonntag claramente en su prefacio a la edición en alemán: «el simple hechode ser una tearia del Tercer Mundo, es censurado por aquellos que conti-núan creyendo que el ombligo del mundo está en algún lugar entre Viena,I3erlin, Bonn, Moscú, Washington o Roma, El hecho de que R¡beiro na leatribuya al primer mundo un rol relevante para la fOnllación de «sociedadesfuturas» implica claramente un reto que debe ser afrontado inmediata yseriamente por la teoría crítica del mundo desarTollado (<<teorización civili-zada») si este no quiere correr el riesgo de desaparecer (Sonntag 1968).El único cambio que le haría a este pálTafo es que la tcoria del proceso decivilización de Ribciro es, cicriamente, una teoría del Tercer Mundo, perono es solo para e/tercer mundo. Sonntag, lleno de buena voluntad, mantienela idea de Ulla teorización del Tercer Mundo que sólo tiene un alcance re~gional para el Tercer Mundo, como una especie de «contracu1tura bárbara)}a la que la teorización del «Primer Mundo)) aún debe reaccionar y acomodar-se. La teorización del Tercer Mundo también cs para el Primer Mundo enel sentido en que la teoria critica se subsume e incorpora a una nueva ubi.cación geocultural y epistemológica.

Para terminar, la idea central de cst\:. artículo Cf3, primero que todo,que la globalización está creando las condiciones para cspacializar el procesode civilización y. de esta manera, negar la negación de la contemporaneidadcomo una de las principales estrategias epistemológicas de la expansióncolonial/imperial y está creando las condiciones para la «teorización búb<.l~raH: teorización del Tercer Mundo (acá, usando la expresión metafóricamcn-te) para el (primer/tercer) mundo entero. El segundo propósito de este ar-

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Walter Mignolo222

logía de frontera, no como oposición a la «teorización civilizada» (entendida3.partir del doble sen~ido de su raíz latina, Como civilización y ciudadanía)SIlla como desplazamIento y como 1m nuevo punto de partida. La compara.ción entre los estudios del proceso de civilización de Norbert EJias y DaTeyRibeiro podría ser útil al respecto. Hay cuatro aspectos de la comparaciónque me gustaría subrayar. Primero, EJjas concibe el proceso de la civilizacióncomo un fenómeno particulannentc europeo de los últimos quinientosaños, mientras que para Ribeiro se trata de un conjunto largo, diverso ycomplejo de procesos de la especie humana. Segundo, mientras que Eljasse concentra en el proceso de civilización, que es al mismo tiempo la con~solidación de Europa (occidental) como potencia hegemónica mundial.Ribeiro ve a Europa como un resultado creciente de los procesos humanosde civilización que estuvieron precedidos de ulla potencia hegemónica all~

terior y que también va a transfonnarse ya disolverse en un futuro gobema.do por lo que Ribeiro llama (da revolución termonuclear y las sociedadesfuhIras». Tercero, aunque tanto Elias como Ribeiro siguen estando presosen la organización temporal de las historias human~s implantadas en lamodernidad, el interés de Ribeiro por la colonización y por la expansióneuropea le permite abrir campo a una conceptualización espacial de losprocesos de civilización y de las historias locales organizadas en tomo alos sucesivos y sobrevivientes centros de hegemonía mundial. Cuarto yúltimo, el hecho de que el foco gcocultural y el interés de Ribeiro seaAmérica y no Europa (como es el caso de Elias) hace posible que él noanalice el proceso de civilización de Europa como un proceso de subaltemi.zación de culturas del mundo. Ribeiro dice que:

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tícu'Jo cruidenli ficar algunas de las instancias (movimientos sociales y de-recho a b 1cngu;), sLlJ'gil11ienlO de Iluevos tc¡:rcno's de pensamiento entredisciplj¡ws y entre lenguas, por ejemplo la ,lutorrestitución de la bRrbariecomo lugar teórico, 'i una fuerza progresiva CJue ofrece valiosos correctivosa los abusos dC'la rázón, la ciencia y la disciplin.ariedad de la Postilustración),en que la negación de la negación de la contemporaneidad se materializa

, ,comp~llsundo e implementando fuerzas duraderas, sensibilidades y f(1cioI13-

[¡clad reprimidas por la ideología unifúcética de la misión/proceso qe civiliza~ción. Pinalmcnrc, la reubicación de. lenguas y. culturas esta áeando las.condiciollGs para el surgimiento de un potencial cvistemológico (como 13gnoseología limiuofe) en las múltiples intersccciolle,s eintcrsticiosde «Oc-cidente i el resto» en el nuc~/o orden mundial de HUlltillgton (1996: ¡ 83-206),

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Coloniolidud del poder, eurocentrismo y América Latino 229

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Colonialidad del poder¡ eurocentrismoy América Latina 1

Aníbal Quíjano

La globalización en curso eSl en primer ténnino, la culminación de un pro-ceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo co-lonial/moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial.Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder es la e1asificaciónsocial de la población mundial sobre la idea de raza, una construcciónmental que expresa la experiencia básica de la dominación colonial y quedesde entonces pennea las dimensiones más importantes del poder mundial,incluyendo su racionalidad específica, el curocentrismo. Dicho eje tiene,pues, origen y carácter colonial, pero ha probado ser más duradero y es-lable que el colonialismo en cuya matriz fue establecido. Implica, en conse-cuencia, un elemento de colonialidad en el patrón de poder hoy mundialmen-te hegemónico. En lo que sigue, el propósito principal es abrir algunas delas cuestiones teóricamente necesarias acerca de las implicancias de esacolonialidad del poder respecto de la historia de América Latina.'

América y el nuevo patrón de poder mundial

América se constituyó como cl primcr cspacio/tiempo de un nuevo patrónde poder de vocación mundial y, de ese modo y por eso, como la primera

íd~el1tidad de la modernidad. Dos procesos históricos convergieron y seasociaron en la producción de dicho cspacio/licmpo 'j se establecieroncomo los dos ejes fundamentales del nuevo patrón de poder. De una parte.la codificación de las di ferencias entre conquistadorc~ y conquistados enla idea de raza, es de dI". una supuesta diferente estructura biológica queubicaba a los unos en situación natural de inferiondad respecto d~ losotros. Esa idea fue asumida por los conquistadores como el principal ele-mento constitutivo, fundante, de las relaciones de dominación que la con-quista imponía. Sobre esa base, en consecuencia, fue clasificada la pobla~ción de América, y del mundo después, en dicho nuevo patrón de poder.De otra parte, la articulación de todas las formas históricas de control deltrabajo, dc sus recursos y de SlIS productos, en torno del capital y del ll1er~

cado mundial.)

Raza, una categoría menlal de la modernidad

La idt:a de raza, en su sentido moderno. no tiene histOrIa conocida alltc~de América.4 Quizás se originó como referencia a las diferencias fenotípicasentre conquistadores y conquistados. pero lo que importa es que muy pron~to fuc construida como referencia a supuestas estnlcturas biológicas difc~[cllciales entre esos grupos.

La fonnaeión de rd:.lciones sociales fundadas en dicha idea, produjoen América identidades sociales históricamente nucv::t'': indios. negros ymes(izos y redefinió otnlS. Así términos COIllO csp(lIiu/ y pnn/(g/lf ..~s, mástarde europeo, que hasta entonccs indicaban solamente procedencia geográ-fica o país de origen, desde entonces cubraron tal11bi~n, ('1; rl'fcrcncia <:1las nuevas identidades, una connotación racial. Y en la medida en que lasrelaciones sociales que e.'itaban configurándose eran relaciones de dominaw

ción, tales idcnlidadcs fueron asociadas a 13s jerarquias, lugarcs y rolessociales correspondientes, como constilutivas ele ella~ y, ('n consecuencia,al patrón de dominación colonial que se imponía. En otros ténl1inos. razae identidad racial fueron establecidas como instrullu:ntos de clasificaciónsocial básica de la poblnción.

1.

2.

Quiero agradecer, principalmente, a Edgardo Landcr y a Walter Mignolo, por Sll aYll~da en la revisión de este artículo. Y a un comentarista, cuyo nombre ignoro, por susútiles criticas a una versión anterior. Ellos, por supuesto, no son responsables de loserrores y limitaciones del texto.

Sobre el concepto de colonialidad del poder, ver AníbaJ Quijano (1992a).

J.

4.

Vcr Anibat Q\lijano e 1111111anllclWallerstcin (1')92). Taml1ióll QlIijano (1991), SobTeel concepto de cspaciolticmpo, ver Immalllll.:1 W<lttcrslcin lI947).

Sobre esta ruestión y snbrc tos rosibles ¡lI1tcccctel1lc'i de la id"" ele r~17aantes de Améri-ca, remito a Quijnno r 19G2b).

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5. I J illveltci6n de la calegoría de cofor --rrimero como la más viSIble indicación deraza, IllCkW simpicmcnlc como el equivulcnre de e!la-, tJnto como la invención deLl panic\:l.lf calegori¡¡ de blall(,(), requieren aún !lila invesligación histórica másexll:llJstivil En todo caSll, muy probJblemente fueron inventos brítano.americanos.ya qLICIlO h:lY hlldlas de esas cntegoriJs en las crónicas y otros documentos de losprimero:- (íen años del colonialismo ibérico en América. Para el caso britano-amen-L'él110 exi,te una extensa bibliografia (Allen 1994; jacobson 1998, entre los más im-rolrtJlltesl. El probkrna es que ésta Ignora lo sucedido en la America Ibérica. Debidoa eso. p,lr:\ esta región carecemos aún de int"onnación sufíciente sobre este aspecto<.:specifl-'ü. Por eso esta sigue siendo una cuestión abierta. Es muy interesante que a¡_l;.'~.lrde que qUIenes lwhriall de ser t'111'0PCO.l en el fUluro, conocían a lo~ nlturos aji"í-L'''110S d<:~ctl'la época del imperio romano, inclLlsive los iberos que eran lT\:Jso menosLlInill~lrcsedn ellos l1\ucho dntes de la Conquista. nunca se pensó en ellos en términos¡";lCI¡¡ksdn;c~ de I¡¡~lp3rici6n de América. De hecho, raza es una categoría aplicadapor rrmh'J"d va a los (indiOS», no a los «negros)). De eSlCmodo, ra:a apareció nlU-cho anlt'~ que ('0/01" en la llJ'aüria de la clasificación soci<Jlde la población mundial.

Con el tiempo, Jos colonizadores codificaron como color los rasgosfenotípicos de los colonizados y lo asumieron como la característica emble-mática de la categoría raciaL Esa codificación fue inicialmente establecida,probablemente, en el área britano-americana. Los negros eran allí 110 801a-ll1ent~ los explotados más importantes, pues In parte principal de la econo-mía n::pl)saba en su trabajo. Eran, sobre todo, la raza colonizada más im-portante, ya que los indios no formaban parte de esa sociedad colonial. Enconsc:cuencia, los dominantes se llamaron a sí mismos blancos. s

En América, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a lasrelaciones de dominación impuestas por la conquista. La posterior constitu-ción de Europa como llUeVJ id-entidad después de América y la expansióndel colonialismo europeo sobre el resto del mundo, llevaron a la elaboraciónde la perspectiva eurocéntrica de conocimiento y con ella a la elaboraciónteórica de la idea de raza como naturalización de esas relaciones colonialesde dominación entre europeos y no europeos. Históricamente, eso significóuna nueva manera de legitimar las ya antiguas ideas y prácticas de relacionesde superioridad/inferioridad entre dominados y dominantes. Desde entoncesha demostrado ser el más eficaz y perdurable instnlll1ento de dominaciónsocLal universal, pues de él pasó a depender inclusive otro igualmente uni-versal, pero más antiguo, el intcrsexual o de género: los pueblas conquista-dos y dominados fueron situados en una posición natural de inferioridady, en cons¡;cucncia, también sus rasgos fenotípicos, así como sus descubri~

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Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Lafina 231

mientos mentales y culturales.tI De ese modo, raza se convirtió en el primercriterio fundamental para la distribución de la población mundial en losrangos, lugares y roles en la estructura de poder de la nueva sociedad. Enotros ténninos, en el modo básico de clasificación social universal de lapoblación mundial.

El capitalismo: la llueva estructura de control del trabajo

De otro lado, en el proceso de constihrción histórica de América, todaslas formas de control y de explotación del trabajo y de control de la produc-ciónMapropiación.distribución de productos, fueron articuladas alrededorde la relación capital-salario (en adelante capital) y del mercado mundial.Quedaron inclnidas la esclavitud, la servidumbre, la peqneña producciónmercantil, la reciprocidad y el salario. En tal ensamblaje, cada una de di-chas fannas de control del trabajo no era una mera extensión de sus ante-cedentes históricos. Todas eran histórica y sociológica mente nuevas. Enprimer lugar, porque fueron deliberadamente establecidas y organizadaspara producir mercaderías para el mercado mundial. En segundo lugar,porque no. existí.?n sólo de manera simultánea en el mismo espacio/tiempo,sino todas y cada una articuladas al capital y a su mercado, y por ese me-dio entre sí. Configuraron así un nuevo patrón global de control del trabajo,a su vez un elemento fundamental de un nuevo patrón de poder, del cualeran conjunta e individualmente dependientes histórico-estructuralmente.Esto es, no sólo por su lugar y función como partes subordinadas de unatotalidad, sino porque sin perder sus respectivas características específicasy sin perjuicio de las discontinuidades de sus relaciones con el orden con-junto y entre ellas mismas, su movimiento histórico dependía en adelantede su penencncia al patrón global de poder. En tercer lugar, y como conse-cuencia, para colmar las nuevas funciones cada una de ellas desarrollónuevos rasgos y nuevas configuraciones histórico-estructurales.

6. La idea de raza es, literalmente, un invento. No tiene nada que ver con la estructurabiológica de la especie humana. En cuanto a los rasgos fenotípicos, estos se hallanobviamente en el código genético de los individuos y grupos y en ese sentido específicoson biológicos. Sin embargo, no tienen ninguna relación con ninguno de los subsístemasy procesos biológicos del organismo humano, incluyendo por cierto aquellos implica-dos en los subsistemas neurológicos y mentales)' sus funciones. Véase Mark (1994)y Quijano (1999b).

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Colonialidad del poder y capitalismo mundial

213Colonla\idad del poder, eurocenlrismo '1América ',-otino

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se mantuv.o a lo largo de todo el periodo colonial.En el curso de la cxp<msion mundial de la dominación colonial por

parte de la misma raza duminante ---los blancos (o a partIr del siglo XVl1len adelante, los europclJs)- - fue impucsto el mismo criteriO de clasi f¡caciónsocial a toda la población mundial a escala global. En consecuencia, nuevasidentidades históricas y sociales fueron producidas: amarillos y aceitunados(u oliváceos) fueron sumados a blancos, indios, negros y mestizos. Dichadistribución racista de nuevas identidades sociales fue combinada, tal C01110había sido tan exitosamente lograda en América, con una distribución racista del trabajo y de las [om1as de explotación del capitali:-lllo coloniaLEsto se expresó, sobre todo, en una cuasi exclusiva asociación eh:la blanqui~tud social con el salario y por supuesto con los puestos de mando de la administración colonial.

Así, cada fonna de control del trabajo estuvo articulada con una ra~za particular. Consecuentemente, el control de una forma especifica detrabajo podía ser al mismo tiempo el control de un grupo específico degente dominada. Una nueva tecnología de dominaciónl(:xplotación, en estccaso raza/trabajo, se articuló de manera que apareciera como naturalmenteasociada. Lo cual, hasta ahora: ha sido excepcionalmente cxiloso.

Colonialidad y eurocentramiento del capitalismo mundial

La privilegiada posición ganada con América para el control del oro, laplata y otras mercancías producidas por medio del trabajo gratuito de indios, negros y mestizos, y su ventajosa ubicación en la vertiente del Atlánt~ica por donde, necesariamente, tenía que hacerse el ¡n'¡fico de esas mcrcan~cias para el mercado mundial, otorgó a dichos blancos una ventaja decisivapara disputar el control del tráfico comercial mundial. La progresiva moneti~zación del mercado mundial que los metales preciosos de América cstimula~ban y permitían, así como el control de tan ingentes recur~()s. hizo qUl: atales blancos les fuera posible el control de la vasta red preexistente de in-tercambio comercial que incluía, sobre todo, China, India. Ceylán, Egipto,

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AníbolOui;anc232

Las nuevas identidades históricas producidas sobre la base de la idea deraza, fueron asociadas a la naturaleza de Jos roles y lugares en la nueva es~tructura global de control del trabajo. Asi, ambos elementos, raza y divisióndel trabajo, quedaron estructuralmente asociados y reforzándose mutuamen-te, a pesar de que ninguno de los dos era necesaria/.nente dependiente eluno del otro para existir o para cambiar.

De ese modo se impuso una sistemática división racial del trabajo.En el área hispana, la Corona de Castilla decidió temprano el cese de la es-clavitud de los indios, para prevenir su lolal extenninio. Entonces fueronconfinados a la servidumbre. A los que vivían en sus comunidades, lesfue permitida la práctica de su antigua reciprocidad -i.e. el intercambiode fuerza de trabajo y de trahajo sin mercado- como una manera de re-producir su fuerza de trabajo en tanto siervos. En algunos casos, la noblezaindia, una reducida minoría, fue eximida de la servidumbre y recibió untrato especial, debido a sus roles como intermediaria con la raza dominantey le fue también permitido participar en algunos de los oficios en los cua-les eran empleados los españoles que no pertenecían a la nobleza. En cam~bio, los negros fueron reducidos a la esclavitud. L06 españoles y los portu-gueses, como raza dominante, podían recibir salario, ser comerciantesindependientes. artesanos independientes o agvicultores independientes,en suma, productores independientes de mercancías, No obstante, sólolos nobles podian participar cn los pueslos altos y medios de la adminis-tración colonial, civil y militar.

Desde el siglo XVllI, en la América hispanica muchos de los mestizosde españoles y mujeres indias, ya un estrato social extendido e importanteen la sociedad colonial, comenzaron a participar en los mismos oficios y

En la medida en que aquella estruclura de control del trabajo, de;.cursos y de productos, consistía en la articulación conjunta de todas las':'respectivas [onnas históricamente conocidas, se establecía, por primeravez en la historia conocida, un patrón global de control del trabajo, de susrecursos y de sus productos. y en tanto que se constituía en tomo a y enfunción del capital, su carácter de conjunto se establecía también con ca-rácter capitalista. De ese modo se establecía Ulla nueva, original y singIJ/;-u'estructura de relaciones de producción en la experiencia histórica del mundo:el capitalismo mundial.

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234 Aníbol Quijono Coloniolidod del poder, eurocenlrismo y América Latina 235

Siria, los jil\urn~ Lejano y I\1cdio Oriente. Eso también ¡es hizo posibleconcentlar ~I conlrol del capital comercial, del trabajo y de los recursosde producción en el conjunto del mercado mundial. Y todo ello fue, poste~ri0n11CJltc, rd'or7ado y consolidado a través de la expansión de la domi.nación cLll()nia! blanca sobre la diversa poblaclón mundial.

Como es sabido, el control del tráfico comcrciill mundial por losgrupo,'" dOJllinantt:s, Iluevos o no, en las zonas del Atlántico donde teníansus sed~s, illlpulStl un nuevo proceso de urbanización en esos lugares, lacxpnnsión del [rúlica comercial entre ellos, y de ese modo la fonnacióll deun mercado rcg:ioJli.ll crccicntcmente integrado y monetizado gracias alJ1ujo de ll1d¡¡k:s preciosos procedentes de América. Una región histórica-mente llueva se constituía como una nueva identidad gcocultural: Europay más espl:cíflcamt..:ntc curopa O..:cidental.1 Esa nueva idenlidaJ geocultural)emergía como la sede central del control del mercado mundiaL En el mismomovimienlo histórico .'ieproducía tambien el desplazamiento de hegemoníadesde las costas del :Vkctitcnánco y desde las costas ibéricas, hacia las delAtlánticu Noroccicit..:nta1.

Esa condición de sede central del nuevo mercado mundial, no penniteexplicar por sí misma, o por sí sola, por qu¿ Europa se convirtió télmbién,hJsta el siglo XIX y virrualmentc hasta la crisis mundial alrededor de 1870,en la sl:d~ central del proceso de mercantilización de la f11erza de trabajo,c~1d~cir &'1 desarrollo de la relación capital-salario como forma específicude c0ntrol del trabajo, de sus reC1Jrsos y de sus productos. Mientras, encamhio, todo ~l resto ele las regiones y poblaciones incorporadas al lluevomercado mundial y colonizadas o en curso de colonización bajo dominioCllmpCll. permanccían básicamente bajo relaciones no salariales de trabajo,aunque, desde luego ('se trabujo, sus recursos y sus productos, se articuiaMban cn \Ina ca(il'na Je transferencia de valor y de beneficios cuyo controlcorrespwl(!ía ti Europa Occidl:nta1. En las regiones no-europeas, el trabajoasali.lriado se C(lllcentraba cuasi exclusivamente entre los blancos.

1\10 hay nada en la re!:l.ción social misma del capital, o en los mccanisMmas elel rnercad,' mundial, en general en el capitalismo, que implique laneccsanedad his¡óricJ de la concentración, no sólo, pero sobre todo enEuropa, dt..:ltrabajo asalariado y después, precisamente sobre esa base, dela concentración de la producLÍón industrial capitalista durante más de

7 Femando l 'maní! (\ 996) ha discutido la construcción de la calegoría Occidente co-~110 11ark de la formilción de un poder global.

dos siglos. Habría sido perfcclnmcntc factible, como lo demuestra el hechode que así ocurriera en verdad después de 1870, el control europeo-occidenMtal del trabajo asalariado de cualquier sector de la población mundial. Yprobablemente más beneficioso para los europeoMoccidentales. La explicaMción debe ser, pues, buscada en otra parte de la historia.

El hecho es que ya desde el comienzo mismo de América, los futuroseuropeos asociaron el trabajo no pagado o no asalariado con las razas do-minadas, porque eran razas infcriores. El vasto genocidio de los indios entas primeras décadas de la colonización no fue causado principalmentepor la violencia de la conquista, ni por las enfenncdades que los conquistado-res portaban, sino porque tales indios fueron usados como mano de obradesechable, forzados a trabajar hasta morir. La eliminación de esa prácticacolonial no culmina, de hecho, sino con la derrota de los encomenderos, amediados del siglo XVI. La subsiguiente reorganización política del coloniaMlismo ibérico, implicó una nueva política de reorganización poblacional delos indios y de sus relaciones con los colonizadores. Pero no por eso losindios fueron en adelante trabajadores libres y asalariados. En adelantefueron adscritos a la servidumbre no pagada. La servidumbre de los indiosen América no pUf;de ser, por otro lado, simplemente equiparada a la servi-dumbre en el feudalismo europeo, puesto que no incluía la supuesta protec-ción de ningún señor fcudal, ni siempre, ni necesariamente, la tenencia deUlla porción de tierra para cultivar, en lugar de salario. Sobre todo antes dela Independencia, la reproducción de la fuerza de trabajo del siervo indiose haCÍa en las comunidades. Pero inclusive más de cien años después dela [ndependellcia, una patie amplia de la servidumbre india estaba obligadaa reproducir su fucrza de trabajo por su propia cuenta.sy la otra [onna detrabajo no asalariado, o no pagado simplemente, el trabajo esclavo, fueadscrita, exclusivamente, a la población traída desde la futura África y lla-mada negra.

La clasificación racial de la población y la temprana asociación delas nuevas identidades raciales de los colonizados con las fannas de control

S. Eso fue lo qm". segun comunicación persollal, encontró Alfred l\.1etraux, el conocidoantropólogo frances, a tines de los alias de 1950 en el sur del Peru, y lo mismo quetambién encontré en 196J. en el Cusca: un peón indio obligado a viajar desde su al-dea. en La Convención, hasta la ciudad. para cumplir su tumo de servir durante unasemana a sus patrones. Pero éstos no le proporcionaban vivienda, ni alimenlo, ni.desde luego, salario. Mctraux plOponía que eSa situación estaba más cercana del colo-nato romallo del siglo IV d.c., que del feudalismo europeo.

--...

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236 Aníbo! Quijono ColoniolicJad del poder, eurocenir;:;mo y ATl'ériln Latino 2:17

Nuevo patrón de poder mUlldial y l/lleva intersubjetividad lIlundial

poder constituido a partir de América. El capltalisl110 l11um\ial fuC', dC'sdelapartida, coloniallmodemo y euroccntrado. Sin relación clílm con .....~as espe-cíficas caract~rísticas históricas del capitali"mo. el propio concepto de«lTIotkrno sistema-mundO») desarrollado. prjncipallllent~, por lmmanuclWallcrstcinlll a partir d~ Prebisch y del concepto marx.iano de c<1piti'llIs1110mundi~Il, no podría ser apropiada y plenamente entendido.

Ya en su condición de centro del capitalismo mundial, I:.'uropa 1111 "OI<lIllCllíCtenía el control del mercado mundial, SillO que pudo imponer .<;11 dominiocolonial sobre todas las regiones y poblaciones del planeta, incnrpor<lndolas:JI «sistemamundQ)} que así se constituía, y a su especifico patrón depoder. Para tales regiones y poblaciones, cso implicó un proccso de rc-idcntf(icacióll histórica, pues desde Etlfo~n les fueron atribuidas nue\'asidentidades gcoculturalcs. De ese moclo, dcspucs de Amcrir<l y de Europa,fueron establecidas África, Asia y eventualmente Oceanía. En la producciónde esas nuevas identidades. la colonialidad del nuc\"n patrón de poder fucosin duda, una de las más activas dcterminaclOncs. Pcro las [ormas y el ni-vel de desarrollo político y cultural. más específicamente intelectual. encada caso, jugaron tambicn un papel de primer plann. Sin eso~ factores, lacategoría Oriente no habría sido elaborada como la única con la dignidadsuficiente para ser el Otro, aunque por definición inferior, ele Orcllienle,sin que alguna equivalcnlc fuera aeuñad:l para indios O fl('g/'().\.' Pero c~tamisma omisión pone al descubierto que ('sos otros f::lCtorcsactuaron tam-bién dentro del patrón racista de clasificación social uni versal (k la poblaCIónmundial.

La incorporación de tan diversas y hetcrugél1e<l.•..hi:,lorl,lS ctilruralcsa un único mundo domínado por Europa, significó para ese mundo Ulla

configuración cultural, intelectual, en suma intersllbjctiva. C41.11Valentea laarticulación de todas las formas de control del trabajo ell torno del c~lpital,P<lr<1establecer el capitalismo mundial. En efecto, (odas las experiencias,historias, recursos y productos culturales, terminaron tambien articulados

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no pagado, no asalariado, del trabajo, desarrolló entre los europeos o blancosla específica percepción de que el trabajo pagado era privilegio de losblancos. La inferioridad racial de los colonizados implicaba que no cnmdignos del pago de salario. Estaban naturalmente obligados a trabajar enbeneficio de sus amos. No es muy dificil encontrar, hoy mismo, esa actitudextendida entre los terratenientes blancos de cualquier lugar del mundo.Yel menor salario de las razas inferiores por igual trabajo que el de losblancos, en los actuales centros capitalistas, no podría ser, tampoco, expli-cado al margen de la clasificación social racista de la población del mundo.En otros términos, por separado de la colonialidad del poder capitalistamundial.

El control del trabajo en el nuevo patrón de poder mundial se constitu-yó, así, articulando todas las formas históricas de control del trabajo entomo de la relación capital-trabajo asalariado, y de ese modo bajo el dominiode ésta. Pero dicha articulación fue constitutivamente colonial, pues sefundó, primero, en la adscripción de todas las formas de trabajo no pagadasa las razas colonizadas, originalmente indios, negros y de modo más CüIn.

pIejo, los mestizos, en América y más tarde a las demás razas colonizadasen el resto del mundo, o/iváceos y amarillos. y, segundo, en la adscripcióndel trabajo pagado, asalariado, a la raza colonizadora, los blancos.

Esa colonialidad del control del trabajo determinó la distribución geo-gráfica de cada una de las fonnas integradas en e¡'capitalismo mundial. Enotros términos, decidió la geografía social del capitalismo: el capital, entanto que relación social de control del trabajo asalariado, era el eje en tor-no del cual se articulaban todas las demás fonnas de control del trabajo,de sus recursos y de sus productos. Eso lo hacía dominante sobre todasellas y daba carácter capitalista al conjunto de dicha estructura de controldel trabajo. Pero al mismn tiempo, dicha relación social especifica fuegeográficamente concentrada en Europa, sobre todo, y socialmente entrelos europeos en todo el mundo del capitalismo. Y en esas medida y manera,Europa y lo europeo se constituyeron en el centro del mundo capitalista.

Cuando Raúl Prebisch9 aeui1ó la célebre imagen de «Centro-Perife-ria», para describir la configuración mundial del capitalismo después dc laSegunda Guerra Mundial, apuntó, sabiéndolo o sin saber, al núcleo principaldel carácter histórico del patrón de control del trabajo, de sus recursos yde sus productos, que fonnaba parte central del nuevo patrón mundial de

l). Ver Prebisch (1959 y 1960), Y Baer (1962).

II

l(¡.

11.

Ver Wallerstein (1974-1989). l-1(lpkins y \\'allcrstein (~982)

Sobre el proceso de prodllcción de nuc\,\s Hknl¡da(k~ l11"tfll,Cfl-gl'lWllllurail-s \635('(J'Gorman tI99J): Rabasa (1993): Dusscl Cc)9~}: l'-\l,(limbr {19Sí<:.. l\11y \,1990).Snid (1Y7l)): Carcnjl (] 996).

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238 Aníbal QuijC1flO Coloniolidod del poder, eu(ocentrismo y América Latina 239

en un solo ordl;1l cultural global en torno de b hegemonía europea ti occi-dental. En Olros t('[JlJinos, comu parte elel llueVO patrón de poder mundial,Europa también concentró bajo su hegemonía el control de todas las [onnasdt.: COIl!rol de la subjetividad, d~ la cultura, y en especial del conocimiento,de la producción del conocimiento.

En el PI'i.)(CSO que llcvü a ese rC5ultauo, los colonizadores ejercierondjvcrs~\s operaciones que dan cuent3 de las condiciones que 1Ievaron a laconflguración de un nlJCVOuniverso de relaciones intcrsubjctivas de domina.ción entre r~uri)pa y lo cllropeo y las dcmis regiones y poblaciones delmUlllh\, a las cuales les c;-;Labansiendo atribuidas, en t:l mismo proceso,l1ueVl1Sidt:l1t1d:.uiesgeocullmalcs. En primer lugar, expropiaron a las pobla-ciones cololllzadas --.cntre sus descubrimientos culturalcs- aquellos queresultaban más aptos para el desarrollo del capitalismo y en beneficio delcentru europeo. En segundo lugar, reprimieron tanto t:OIllOpudiaon, esdecir en van<.ibks 11lcdiJ3s según los casus, las formas de producción decOllocimicnl.O de los colonizados, sus patrones de producción de sentidos,su universo simbólico, ~us patrones de cxpresión y de objetivación de lasubjcllvicluJ. La represión en este campo fue conociJamente mas violenta,profunda y duradera cutre los indios de América ibérica, a los que condena-ron a ser un;-¡suhcullura campesina, iletrada. despojándolos de su herenciaintelectual objcti\",J(.ia.Algo cqui\"alemc ocurrió en Africa. Sin duda muchomenor fue la represión en cl caso de Asia, en donde por lo tanto un3 parteimpurtante de la historia y de la herencia intL:!ectual. escrit3, pudo ser pre-sen ad¡L '{ hle eso, pre('i~Gmcnt.:::.lo que dio origen a la categoría de Orien-te. En terccr lugur. Júrl.aron ~tal11bién en medidas variables en cadJ caso-a los colonizados a aprender parcialmcmc la cultura de los dominadoresen todo lo que Fuera útil para la n.:producción de la dominación, sea en elcampo de la actividad malcrial, tecnológica. como de la subjetiva, especial-mente re!igios;l. Es este el t.:aso de la religiosidad judea-cristiana. Todo eseaccidcntado proceso implicó a largo plazo una cnlonización de las perspecti-vas cogniti\"as, de los modo.'>de producir u otorgar Sentido <\los resultadosde la expeneneia material o intcrsubjcli\"a, LId tn13ginario. del universo derd:lcioncs illlcrsubJetivas del mundo, de la CLl!l11raell SUlTInY

En fin. el éxito de Europa Occidental t,;tl convcliirse cn el centro delmodcmo sistema-mundo, según la apta formulación de \VaHerslein, desarro-

I 2. Acerca de esas ClleSIJDn~s. ver Stocking (1968); \'oung (1995 l. Dc Anibal Quijano(l f¡na: ¡992b, i997 Y j 992(;). Grllzil1~ki(1998).

lló en los europeos un rasgo común a todos los dominadores coloniales eimperiales de la historia, el etnocen/rislIla. Pero en el caso europeo eserasgo tenía 11llfundamento y una justificación peculiar: la clasificación ra-cial de la población del mundo después de América. La asociación entreambos fenómenos, el etnoc:entrismo colonial y la clasificación racial univer.sal, ayuda a explicar por qué los europeos fueron llevados a sentirse nosólo superiores a tocios los demás pueblos del mundo, sino, en particular,natura/mente supcrion.:s. Esa instancia histórica se expresó en una operaciónmental de fundamental impOltancia para todo el patrón de poder mundial,sobre todo respecto de las relaciones intersubjetivas que le son hegemónicasy en especial de su perspectiva de conocimiento: los europeos generaronuna nueva perspectiva temporal de la historia y reubicaron a los puebloscolonizados, y a sus respectivas historias y culturas, en el pasado de unatrayectoria histórica cuya culminación era Europa.') Pero, notablemente,no en una misma línea de continuidad con los europeos, sino en otra cate-goría naturalmente diferente. Los pueblos colonizados eran razas inferioresy --por ello-- anteriores a los europeos.

Con ac.uerdo a esa perspectiva, la modemidad y la racionalidad fueronimaginadas' como experiencias y productos exclusivamente europeos. Des-de ese punto de vista, las relaciones intcl'subjetivas y culturales entre Euro-pa, es decir Europa Occidental, y el resto del mundo, fueron codificadasen un juego entero de nuevas categorías: Oriente-Occidente, primitivo-ci-vilizado, mágico/mítico-científico, irracional-racional, tradicional-moderno.En suma, Europa y no-Europa. Incluso así, la (mica categoría con el debidohonor de ser reconocida como el Otro de Europa u «Occidente)), fue«Oriente». No los «indios» de América, tampoco los «negros») del ÁFrica.Estos eran símplemente «primítivos». Por debajo de esa codificación delas relaciones entre europeo/no.europeo, raza es, sin duda, la categoríabásica.14 Esa perspectiva binaria, dualista, de conocimiento, peculiar deleurocentrismo, se impuso como mundialmente hegemónica en el mismocauce de la expansión del dominio colonial de Europa sobre el mundo. No

1J. Véase Mignolo (1995): Blaut (1993) YLander(1997).

14. Acerca de las categorías producidas durante el dominio colonia! europeo delmundo, existen un buen número de líneas de debate: «estudios de la subaltcmidad}),«estudios poscoJoniales)', «estudios culturales»), «mu1ticulturalismOl), entre losactuales. También una floreciente bibliografía demasiado larga para ser aquí citaday con nombres famosos COIllO Guha, Spivak, Said, Bhabha, Hall, entre ellos.

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La cuestión de la modernidad

15. De mis anteriores estudios, ver, principalmente Quijano (1988a; 1992a y 1998a)

sería posible explicar de otro modo, sntis[;¡ctoriamente en todo caso, laelaboración del eurocentrismo como perspectiva hegemónica de conocj~miento, de la versión curocéntrica de la lllouernic!ad y sus dos principalesmitos £Undantes: uno, la idea-imagen de la historia de la civilización humanacomo una trayectoria que parte de un estado de nahlraleza y culmina enEuropa. Y dos, otorgar sentido a las diferencias entre Europa y no-Europacomo diferencias de naturaleza (racial) y no de historia del poder. Ambosmitos pueden ser reconocidos, inequívocamente, en el fundamento de]evolucionismo y del dualismo, dos de los clementos nucleares del euracen.trismo.

1'241

Un sumatio plle.de ser encontrado en

Colonialidad del poder, eurocenlrismo y América \.a\ina

Hay una vasta literatura cn tomo de ese debateQuijano (2000a).

16.

Guerra Mundial) en vinCUlación con el debate sobre la cuestión dd desarro-llo-subdesanoHo. Como ese debate fue dominado durante un buen tiempopor la dcnominada teoría de la modcrnizacióJ1,lb en sus vcrticntt;s opuestas,para sostener que la modcmización no implica necesariamentc la occidcntali~zación de las sociedade~y de las culturas no europeas, lino de los argumen-tos más usados fue que la modernidad es un fenómeno de todas las cultums.no sólo de la curopea u occidental.

Si el concepto de modernidad es referido, sólo o fundamcntalmente.a las ideas de novedad, de lo avanzado, ele lo racional-científico, laico. se-cular, que son las ideas y experiencias normalmcnte asociadas a ese COIlCC'P-to, no cabe duda de que es necesario admitir que es un fenómeno posibleen todas las culturas y en todas las épocas históricas. Con todas sus res~pectivas particularidades y diferencias. todas las llamadas altos culturas(China, India, Egipto, Grecia, Maya-Azteca, Tawantinsuyo) anteriores alactual sistema.mundo, muestran inequívocamente las señales dc t:sa moder-nidad, incluido lo racional científico, la secularización del pensamicllto,ctc. En verdad, a estas alh.Jras de la investigación histórica sería casi ridículoatribuir a las altas culturas no europeas una mentalidad lllítico.¡llClgica co-mo rasgo definitorio, por ejemplo. en oposición a la racionalidad y a 13ciencia como características de Europa, pues aparte de los posiblL's o másbien conjeturados contenidos simbólicos, las ciudades. los templos y pala-cios, las pirámides, o las ciudades l11onulTIcntalcs, sea Machu Pichu o Bo-ra Budur, las irrigaciones, las grandes vías de trasporte, las tecnologíasmetalíferas, agropecuarias, las matemáticas, los calendarios, la cs-:ritura,la filosof1a, las historias, las armas y las gucmls, dan cuenta del desarrollocientífico y tecnológico en cada una de tales altas culturas, dcsuc muchoantes de la foonación de Europa como nueva id.cntidad. 1.0 más 'lile real-mente puede decirse es que, en el actual periodo, se ha ido más lejos en eldesarrollo científico-tecnológico y se han hecho mayores descubrimientosy realizaciones, con el papel hegemónico de Europa y, en general. deOccidente.

Los defensores de la patente europea de la modernidad suelen apelara la historia cultural del antiguo mundo heleno-románico y al mundo delMediterráneo antt;S de América, para legitimar su reclamo a la exclusividadde esa patente. Lo que es curioso de ese argumento es que escamotea,

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Aníbol Qui¡ano240

No me propongo aguí entrar en una diseusión detenida de la cnestión de lamodernidad y de su versión eurocéntrica. Le he dedicado antes otros es-tudios y volveré sobre ella después. En particular. no prolongaré este trabajocon una discusión acerca del debate modcmidad.pos!nodemidad y su vastabibliografia. Pero es pertinente, para los fines de este trabajo, en especialde la parte siguiente, insistir en algunas cuestioncs.15

El hecho de gue los europeos occidentales Imaginaran ser la culmina-ción de una trayectoria civilizatoria desde un estado de naturaleza, les lIe.vó también a pensarse Como los modernos de la humanidad y de su historia,esto es, como lo nuevo y al mismo tiempo lo más avanzado de la especie.Pero puesto que al mismo tiempo atribuían al resto de la especie la pcrtencn.cia a una categoría, por naturaleza, inferior y por cso anterior, esto es, elpasado en el proceso de la especic, los europeos imaginaron también serno solamente los portadores exclusivos de tal modcrnidad, sino igualmentesus exclusivos creadores y protagonistas. Lo notable de eso no es gue loseuropeos se imaginaran y pensaran a sí mismos y al resto de la especie dcese modo -eso no es un privilegio de los europeos- sino el hecho degue fueran capaces de difundir y de establecer esa perspectiva históricacomo hegemónica dentro del nuevo universo intersubjetiva del patrónmundial de poder.

Desde luego, la resistencia intelectual a esa perspectiva histórica notardó en emerger. En América Latina desde fines del siglo XIX, pero seafirmó sobre todo durante el siglo XX y en especial después de la Segunda

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242 Aníbol Quijano Coloniolidad del poder, eurocentrismo y América latino 243

primero, el h-:cho de que la parte realmente avanzada de ese mundo delMcdllcrr~lleo> antes de América, área por área de esa modernidad, era is-lamo-judaica, Segundo, que fue: dentro de ese mundo que se mantuvo lahc.rcnciCl cultural greco-romana, las ciudades, el comercio, 13 agriculturacomercial, la minería, la textikría, la tilasofla, la historia, cuando la futuraEuropa Occidemal I:staba domillad~ por el feudalismo y su oscurantismocu1tllral. TLTccro que, muy probablemente, la I1lcrcantilización dc la fuerzade trabajo, la relación capital-salario, emergió, precisamente, en esa área yrue en su desarrollo que se expandió posteriormente hacia el norte de lafUlura Furop3. Cu;:uio, que solamente a partir de la derrota del Islam y delposteriur desphzamicnto de la hegemonía sobre el mercado mundial alcentro-norte de la futura Europa, gracias a América, comienza también adesplazarse el centro de la actividad cultural a esa llueva región. Por eso,la nUe\'il perspectiva geográfica de la historia y de la cultura, que allí eselaborada y que se impone como mundialmente hegemónica, implica, porsupuesto. unH llueva geograf1a del poJer. La idea misma de Occidentc-Oriente es tardía y parte desde la hegemonía británica. ¿O aún hace faltarecordar que el meridiano de Grcenwich atraviesa Londres y no Sevilla o\'c,aQcia'?17 .

En ese sentido, la pretensión eurocéntrica de ser la cxc1uslva produc-tora y j1wlngonista de la modernidad, y de que loda modernización de po.blacioncs no europeas ~s, por lo tnnto, una europeización, es una pretensiónernocentrísta y a la postre provinciana. Pero, de otro lado, si se admite queel concepto de l110danidad se refiere. solamente a la racionalidad, a laciencia, il la tecnologia. etc .. la cuestión que le estaríamos planteando a laexperiencia histórica no sería diferente de la propuesta por el etnocentrismoeuropeo, el debate consistiría npenas en la disputa por la originalidad y laexclUSividad de la propiedad del fenómeno así llamado modernidad, y, enconSCCllcnClil,mO\'léndose en el Il1lSrnO terreno y según la misma perspecti-va del euroccntrismo.

11"y, sin embargo, un cünjunto de elementos demostrables que apun-tan a un C~)llCeptode mool'rnidad diferente, que 'da cuenta de un procesohistónco específico al actual sistell1a.mundo. En ese concepto no están,()l1\'¡amt.:nt~. au:-;cnks sus referencias y sus rasgos anteriores. Pero másbien en tanto yen cuanto fonnan parte de un univcrso de relaciones sociales,materiales e intersubjctivas, cuya cuestión central es la liberación humana

\1. S{)on:C"lO las ílglldas ob:.er\'IH:ioncs de YC'Ilmg (\C)9S). .~,

como interés histórico ele la sociedad y también, en consecuencia, sucampo central de conflicto. En los límites de este trabajo, me restringirésolamente a adelantar, de Inodo breve y esquemático, algunas proposiciones.ls

En primer tél111ino,el actual patrón de poder mundial es el primeroefectivamente global de la historia conocida. En varios sentidos específicos.Uno, es el primero donde en cada UllOde los ámbitos de la existencia so-cial están articuladas todas las formas históricamente conocidas de controlde las relaciones sociales correspondientes, configurando en cada áreauna sola estructura con rt:Jacioncs sistemáticas entre sus componentes ydel mismo modo en su conjunto. Dos, es el primero donde cada una deesas estructuras de cada ámbito de existencia social, está bajo la hegemoníadc una institución producida dentro del proceso de fonnación y desarrollode este mismo patrón de poder. Asi, en el control del trabajo, de susrecursos y de sus productos, está la empresa capitalista; en el control delsexo, de sus recursos y productos, la familia burguesa; en el control de laautoridad, sus recursos y produetos, cl Estado-nación; en el control de laintersubjetividad, el eurocentrisl11o.19 Tres, cada una de esas instinlcionesexiste en relaciones de i¡;tcrdepenclencia con cada una de las otras. Por locual el patrón de npder está configurado como un sistema.2o Cuatro ....enfi"n,este patrón de poder mundial es el primero que eubre a la totalidad dela población del planeta.

En ese c.spccilico sentido, la humanidad actual en su conjunto consti-hiye el primer sis£elll{1'lJltlJldo glohal históricamente conocido, no .soln.mente un mundo como el que quiós fueron el chino, el hindú, el egipcio,el helénico-románico. el maya-azteca o el tawantinsuyano. Ninguno deesos posibles mundos tuvo en común sino un dominador coloniaJ/imperialy, aunque así se propone desde la visión colonial eurocéntrica, no es seguroque todos los pueblos incorporados a uno de aquellos mundos tuvierantambién en común una perspectiva básica respecto de las relaciones entrelo humano y el resto del universo. Los dominadores coloniales de cada

\8, Un debate mas detenido en Quijano (2000b).

19, Acerca de las proposlcioncs teóricas de esta concepción del poder, ver Quijano( 1999).

20. En el sentido de quc las relaciones enlrc las partes y la totalidad no son arbitrarias yla última tiene hegemonía sobre las partes en la orientación del movimiento del con-junto. No en el sentido sistémico. es decir en que las relaciones de las partes entre siy con el conjunto son lógico-funcionales. Esto no ocurre sino en las má quinas y enlos organismos. Nunca en la~ relaciones sociales.

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uno de esos mundos, no tenían las condiciones, ni probablemente el interés,de homogenizar las formas básicas de existencia social de todas las pnbla-ciones de sus dominios. En cambio, el actual, el que comenzó a [oonarsecon América, tiene en común tres elementos centrales que afectan la vidacoüdiana de la totalidad de la población mundial: liJcolonialidad del poder,el capitalismo y el eurocentrismo. Por supuesto que este patrón de poder,ni otro alguno, puede implicar que la heterogeneidad histórico-estructuralhaya sido erradicada dentro de sus dominios. Lo que su globalidad implicaes un piso básico de prácticas sociales comunes para todo el mundo, y unaesfera intersubjetiva que existe .Yactúa como esfera central de orientaciónvalárica del conjunto. Por lo cual las in.stitucione~ hegemónicas de cada ám-bito de existencia social, son universales [) Jn población del mundo C0l110

modelos intersubjetivos. Asi, el Estado-nación, In familia burguesa, In em-presa, la racionalidad curocéntrica.

Por lo tanto, sea lo que sea lo que el término modernidad mienta, hoyinvolucra al conjunto de la población mundial y a toda su historia de los úl-timos 500 años, a todos los mundos o ex mundos articulados en el patrónglobal de poder, a cada uno de sus segmentos diferenciados o diferencia bies,pues se constituyó junto con, como parte de, 1<1 redcfinición o recons-titución histÓrica de cada uno de ellos por su incorporación al nuevo y co~mún patrón de poder mundiaL Por lo tanto, también como articulación demuchas racionalidades. En otros términos, puesto que se trata de una his.toria nueva y diferente, con experiencias específicas, las cuestiones queesta historia permite y obliga a abrir no pueden ser indagadas, mucho me-nos contestadas, con el concepto euroeentrico de modernidad. Por lo mis-mo, decir que es un fenómeno puramente europeo o que ocurre en todaslas culturas, tendría hoy un imposible sentido. Se trata de algo nuevo y di-ferente, específico de este patrón de poder mundial. Si hay que preservarel nombre, debe tratarse, de todos modos, de otra modernidad.

La cuestión central que nos interesa aquí cs la siguiente: ¿qué es lorealmente nuevo respecto de la modernidad? ¿No solamente lo que desarrollay redefine experiencias, tendencias y procesos de otros mundos, sino loque fue producido en la historia propia del actunl patrón de poder mundial?Dussel ha propuesto la categoría de transmodernidad como alternativa ala pretensión eurocéntrica de que Europa es la productora original de lamodernidad." Según esa propuesta, la constitución del Ego individual dife-

reneiado es lo nuevo que ocurre con América y l'~la marca de la lllOdcrnid;¡d,pero tiene lugar no sólo en Europa sino en todo el mundo que ~l'configuraa partir de América. Dllssel da en el blanco al recusar uno de h.1S 1l1i10~

predilectos del curoccntrismo. Pero no es seguro que el ego individual di.ferenciado sea un fCnóm~no exclusivamente perteneciente al periodo inicia-do con América.

Hay,por supuesto, una relación umbilical entre los procesos históricosque se generan a partir de América y los cambios de la subjetIvidad 0, me-jor dicho, de la intersubjetividad de todos Jos pueblos que se van integrandoen el nuevo patrón de poder mundiaL Y esos call1bio~ llevan a la constituciónde una nueva subjetividad, no sólo inuividual, sino colectiva, de una nuevaintersubjetividad. Ese cs, por lo tanto, un fenórncno nuevo que ingresa;] 1;]

historia con América y en ese sentido hace parte de la modernidad. Perocualesquiera que fuesell, esos cambios llO se constituyen desde la subjetivi.dad individual, ni colectiva, del mundo preexistente, vuelta sobre si misma,o, para repetir la vieja imagen, esos cambios no nacen como Minerva de lacabeza de Zcus, sino que son la expresión subjetiva o intersubjetiva de loque las gentes del mundo están haciendo en ese momento.

Desde esa perspectiva. es necesario admitir que .\merica y sus canse.cuencias inmediatas en el mercado mundial yen la formación de un nuevopatrón de poder mundial, son un cambio histórico verdaderamente cnonllCy que no afecta solamente a Europa sino al conjunto del mundo. No se tnl.ta de cambios dentro del mundo conocido, que no alteran sino algunos desus rasgos. Se trata del cambio del mundo comu ta/. Este CS, sin duela, elelemento fundantc de la nueva subjetividad: la percepción del clIlJlbio lIis-tórico. Es ese elemento lo que desencadena el proceso de constitución deuna nueva perspectiva sobre el tiempo y sobre la historia. La perccpcióndel cambio lleva a la idea del futuro, puesto que es el único territorio deltiempo dondc pueden ocurrir los cambios. El futuro es un territorio temporalabierto. El tiempo puede ser nuevo, pues no es soln.mcnte la extl:nsión delpasado. Y, de esa manera, la historia puede ser percibida ya nu sólo comoalgo que ocun'c, sea como algo natural o producido por decisiones divinaso misteriosas como el destino, sino como algo que puede ser producidopor la acción de las gentes, por sus cálculos, sus intenciones, sus decisiones,por lo tanto como algo que puede ser proyt.::ctado, y, en consecuencia, te-ner sentido. n

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244An¡bol Quiiono

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21. Ver Dussel (1995).22. Ver QUljano (19RSa l

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246 Aníbol Quijano I Colonialidad del poder, eurocenlrismo y América Latina 247

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Con América se inicia, pues, un entero universo de nuevas relacionesmateriales e intersubjctivas. Es pertinente, por todo eso, admitir que elconcerta de rnoJemid~lJ no se refiere solamente a lo que ocurre con lasubjetividad, no obstante toda la tremenda importancia de ese proceso,sea que se trate de la emergencia del ego individual. o de un nuevo universode rclaciones intersubjclivas enlrc los individuos y entre los pueblos integra-dos o que sc integran en el nuevo sistema-mundo y su cspecílico patrónde poder mundial. El concepto de modernidad da cuenta, igualmente, delos cambios el! la dimcn~ión material de las relaciones sociales. Es decir,los c~mbios ocurren en lodos Jos ámbitos de la existencia social de losput:blos y, por tanto de sus miembros individuales, lo mismo en la dimensiónmalcLLal que en la dimensión subjetiva de esas relaciones. Y PUCSIO qllC setrata de proc(;so$ que se inician con la constitución de América, ele unnuevo patrón de poder mundial y de la int~gración de los pueblos de todoel mundo en ese proce~o. dc un entero y complejo sistema-mundo, est.amblén imprescindible admitir que se trata de todo un período histórico.En otros ténninos, a panir de América un lluevo espacio/tiempo se constitu.ye, lTInterial y subjetivamente: eso es lo que mienta el concepto de modcr.nidad..; No obst311te, fu~ decisivo para el proceso de modernidad que el

Ctlltn) hegemónico de ese mundo estuviera localizado eL1las zonas centro-norte de Europa Occidl:ntal. Eso ayuda a explicar por qué el centro de ela-boración intelectual dt: L:$e proceso se localizará también alli, y por quéI.'sa vl..',rsión fue la que ganó hegemonía mundial. Ayuda igualmente a explicarpor qué la colonialldad del poder jugará un papel de primer orden en esaelah(lración L'urocéntrica de la modernil!,:HI. Esto último no es muy difícilJ~pt:rL'lbir si ~L:tiene en cuenta 10 que ya ha sido mostrado antes, el modo20mn la colonialidad del poder está vinculada a la concentración en Europa~Iclcapital, del salariado. del mercado del capital, en fin, de la sociedad yde la -:ultura aS(lciadas a c~as determinaciones. En ese sentido, la ll1odemi-d<ld fue también enlomal desde su punto de partida. Pero ayuda también acnt('ncier por qué fue en Europa mucho más dtrccto e inmediato el impactodel procc:,o mundial de modanización.

En ekclO, las l1uc\as practicas sociales implicadas en el patrón depoder Illundial. capitalista, la concentración dd capital y del salariado, elnuc\o mcrcauo del eapitJI, todo ello asociado a la nueva perspectiva sobreclliclllPO y sobre la hi:-;türia, él la centralidad de la cuestión del cambio his-tórico en dich3 perspectiva. como experiencia y como idea, requieren. ne-

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ecsariamcntc, la dcsacralizaclón de las jerarquías y de las autoridades,tanto en la dimensión material de las relaciones sociales como en su intersub-jetividad; la desacralización, el cambio o el desmantelamiento de las corres-pondientes estructuras e instituciones. La individuación de las gentes sóloadquiere su sentido en ese conlexto, la necesidad de un foro propio parapensar, para dudar, para decidir; la libertad individual, en suma, contra lasadscripciones sociales fijadas y en consecuencia la necesidad de igualdadsocial cntre los individuos.

Las determinaciones capitalistas, sin embargo, requerían también, yen el mismo movimiento histórico, que esos procesos sociales, materialese intcrsubjetivos, no pudieran tener lugar sino dentro de relaciones socia.les de explotación y de dominación. En consecuencia, como un campo deconflictos por la orientación, es decir, los fines, los medios y los límites deesos procesos. Para los controladores del poder, el control del capital ydel mercado eran y son los que deciden los fines, los medios y los límitesdel proceso. El mercado es el piso, pero también el límite de la posibleigualdad social entre las gentes. Para los explotados del capital y en generalpara los dominados del patrón de poder, la modernidad generó un horizontede liberación de las gentes de toda relación, estructura o institución vinculadaa la dominación y a la explotación, pero también..las condiciones socialespara avanzar en dirección a ese horizonte. La modernidad es, pues, tambiénuna cuestión de conflicto de intereses sociales. Uno de ellos es la continuadademocratización de la existencia social de las gentes. En ese sentido, todoconcepto de modemidad es necesariamente ambiguo y contradictorio.23

Es allí, precisamente, donde la historia de esos procesos diferenciatan claramente a Europa Occidental y el resto del mundo, para el caso,América Latina. En Europa Occidental, la concentración de la relación ca-pital-salario es el eje principal de las tendencias de las relaciones de clasifi-cación social y de la correspondiente estructura de poder. Eso subyace alos enfrentamientos con el antiguo orden, con el Imperio, con el Papado,durante el período del llamado capilal competitivo. Esos enfrentamientospermiten a los sectores no dominantes del capital y a los explotados, mejorescondiciones de negociar su lugar en el poder y la venta de su fuerza de tra-bajo. De otro lado, abre también condiciones para una secularización especí-ficamente burguesa de la cultura y de la subjetividad. El liberalismo es unade las claras expresiones de ese contexto material y subjetivo de la sociedad

23, Ver Quijano (l998a: 2000a).

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Colonia/idad del poder y eurocelltrismo

24. Ver Quljano (1988a; 1994).

25. La literatura del debate sobre el curocentrismo crece rápidamente. Una posicióndiferente de la que orienta este artículo, aunque emparentada, es la Amin (1989).

en Europa Occidental. En cambio, en el resto del mlwdo, en AméricD Larj.n8 en particular, las formas más extendidas de cOlltrol del trabajo son no-silJariaJes, aunque en beneficio global del capital, lo que implica que las re-/aciones de explotación y de dominación tienen caráctcrcoloniaJ. La Indepen-dencia polilica, desde comienzos del siglo XIX,' está acompañada en lamayoría de los nuevos países por el estancamiento y retroceso del Capil<lly fortalece el carácter colonia] de la dominación social y palitica bajo Es-tados fonnalmente independientes. El euroeentramiento del capitalismocolonial/moderno, fue en ese sentido decisivo para el destino diferente delproceso de la modernidad entre Europa y e] resto de] mundo."

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749Coloniolidod del [10dHf, eurocentrismo y Am~t;CO lClhf'O

sus respectivos saberes concretos, tanto en Europa C\111l0 en ¡,:! resto dclmundo. En el marco de este trabajo lo que me ¡Jropongn es discutir alg.unasde .sus cuestiones más directamente vinculadas a la experienCia bistóricnde América Latina. pero que, obviamente) no se rcfit'rcn solament\..' a ella.

Capital y capitalismo

Primero que nada, la teoría de una secuencia histórica llnilincal y llniversal~mente válida entre las fonnas conocidas de trabajo y de control del trabajo,que fueran también conceptualizadas como relaciones o modos dc produc-ción, especialmente entre capital y pre~cnpitaL precisa ser. en tudo casorespecto de América, abiel1a de nuevo como cuestión mayor del debatecientífico-social contemporáneo.

Desde el punto de vista eurocéntrico, reciprocidad, esclavitud. servi.dumbre y producción mercantil independiente, son todas percibidas comouna secuencia histórica previa a la mercantilización de la fuerza de trahajo.Son pre-capital. Y son consideradas no sólo como diferentes sino comoradicalmente incompatibles con el capital. El hecho es. sin embargo, queen América ellas no emcrgieron en una secuencia histórica unilinenl; ningunade ellas fue una mera extensión de antiguas formas prccapitalis1;ls, ni fuerontampoco incompatibles con el capital.

En América la esclavitud fuc deliberadamente establecida y organizadacomo mercancía para producir mercancías para el mercado mundial y, deese modo, para servir a los propósitos y nccesidaucs del capitalIsmo. Asimismo, la servidumbre impuesta sobrc los indios. inclusive la redetiniciánde las instituciones de la reciprocidad, para servir los mismos fmes, i.e.para producir mercancías para el mercado mundial. Yen fin, la producciónmercantil independicnte fue establecida y expandido para los mismospropósitos.

Eso significa que todas esas formas de trabajo y de control del trabajoen América no sólo actuaban simultáneamente, sino que estuvieron articula-das alrededor del eje del capital y de] mercado mundial. Consecuentemente.fueron parte de un nuevo patrón de organización y de control del trabajoen todas sus fonnas históricamente conocidas, juntas y alrededor del capi-tal. Juntas configuraron un nuevo sistema: el capitalismo.

El capital, como relación social basada en la mcrcantilización de lafuerza de trabajo, nació probablemente en algún momento circa los siglosXI-XII, en algún lugar en la región meridional de las peninsulas ihéricn yi

Aníbal QUliono248

La elaboración intelectual de] proceso de modernidad produjo una perspecti-va de conocimiento y un modo de producir conocimiento que dan muyceñida cuenta del carácter del patrón mundial de poder: coloniaVmodcrno,capitalista y eurocentrado. Esa perspectiva y modd' concreto de producirconocimiento se reconocen como eurocentrismo.25

Eurocentrismo es, aquí, el nombre de una perspectiva de conocimientocuya elaboración sistemática comenzó en Europa Occidental antes de media-dns del siglo XVII, aunque algunas de sus raíces son sin duda más viejas,incluso antiguas, y que en las centurias siguientes se hizo mundialmentehegemónica recorriendo el mismo cauce del dominio de la Europa burgue-sa. Su constitución ocurrió asociada a la específica secularización burguesade] pensamiento europeo y a la experiencia y las necesidades del patrónmundial de poder capitalista, colonial/moderno, euroccntrado, establecidoa partir de América.

No se trata, en consecuencia, de una categoría quc implica a toda lahistoria cognoscitiva en toda Europa, ni en Europa Occidental en particular.En otros términos, no se refiere a todos los modos de conocer de todoslos europeos y en todas las épocas, sino a una específica racionalidad Q

perspectiva de conocimiento que se hace mundialmente hegemónica co¡o~nizando y sobreponiéndose a todas las demás, previas o diferentes, y a

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250 Aníbol Qui¡ono Coloniolidad del poder, eurocentrismo y América Latino 251

o itálica y por C(Hlsccl.J(:ncia, y por conocidas razones, en el mundo islámico.Es pues bastante más .:tntiguo que América. Pero antes de la emergenciadl' Alll(-rici1. 110 t~:,t,\ t:n ningúl~ lugar estructur~¡]mentc articulado a todaslas demás fonmts oc organización y control de la fUl:rza dl.: u'abajo y deltrabaju, nl lampoc() era aún prcdüminatlte sobre ningulw de ell:ls. Sólocon América pudo el capital consolIdarse y obtener prcdomin:mcia mundial,deviniendo pn:cls:llllente en el eje alrededor del cuallOdas las demás fonnasfueron articuladas para los lines del mercado mundial. Sólo de ese modo,el capital ~c cOllvinió en el modo ele producción uominante. Así, el capitalexistió mucho tiempo autes que América. Sin embargo, el capitalismo co-mo sistema de relaciones de producción, esto es, el heterogéneo engranajede toda.>; 1:1.-; form,ls de control del trabajo y de SllS productos bajo el dOlTIi~nio del cari1al. en que de allí en adelante consistló la economía mundial ysu mercado. se cunstítuyó en la historia sólo COIl la emergencia de América.A panir de ese momento, el capital siempre ha existido y continúa existiendohoy en día ::;ólo 1.,.'(lmO el eje ccnlral del capitalismo, no de manera separada,mucho menos aísl<.lda. NuncJ ha sido rredominante de otro modo, a escalamundial y global, y con toda probabílidad no habría podido desarrollarse

de olro moJo.

EI:(JlucilllliwlO dualismo

Como en el ca su de las relaciones entre capital y pre-capital, una línca si-milar de Ideas fue el,¡borada acerca dc las relaciones cntre Europa y 00-

Eurapa. Como ya fue: señalado, el mito fundacional de la versión eurocéntri.ca de la modernidad es la idea del estado de nahlraleza como punto de par~tida del curso cjvilíz~ltoriú cuya culminación es la civilización europea uoccidental. De ese miLOse origina la específicamente curocéntrica perspecti~va evolucíOlllst<l. de movimiento y de cambio unilineal y unidireccional dela historia hUJ1l11na. Dicho mito fue asociado (;on la clasificación racial dela población d¡;l Il1undo. Esa asociación produjo una visión en la cual seamalgaman, paradójicamente, cvolucionismo y dualismo. Esa visión sóloadquiere sentido (.'omo expre::.ión del exacerbado etnocentrislllo de la rccienconstituiJa Europa, por su Jugar central y dominante en el capilalismomundial colonial/moderno, de la vigencia nueva de las ideas mitificadas dehumanidad y dc progreso, entrañables productos de la ]lustración, y de lavigencia de la idea de raza como criterio básico de clasificación social uni-versal de la población del mundo.

La historia es, sin embargo, muy distinta, Por un lado, en el momentoen que los ibéricos conquistaron, nombraron y colonizaron América (cuyarcgión norte o Norte América, colonizarán los británicos un siglo más tar-de), hallaron un gran número de diferentes pueblos, cada uno con su pro-pia historia, lengUi.ljc, descubrimientos y productos culturales, memoria eidentidad. Son conocidos los nombres de los más desarrollados y sofistica-dos de ellos: aztecas, mayas, chimús, aymaras, incas, chibchas, etc. Tres-cientos años más tarde todos cJIos quedaban reunidos en una sola identidad:indios. Esta nueva identidad era racial, colonial y negativa. Así tambiénsucedió con las gClltt:S traídas forzadamente desde la futura África comoesclavas: ashanlis, yorubas, zulús, congos, bacongos, etc. En el lapso delr8scicntos alías, todos ellos no eran ya sino negros.

Ese resultado de la historia dcl poder colonial tuvo dos implicacionesd8cisivas. La primera es obvia: todos aquellos pueblos fueron despojadosde sus propias y singulares identidades históricas. La segunda es, quizás,menos obvia, pero no es mcnos decisiva: su nueva identidad racial, colonialy negativa, implicaba cl despojo de su lugar en la historia de la produccióncultural de la humanidad. En adelante no eran sino razas inferiores, capacessólo de producir culturas inferiores. Implicaba también su reubicación enel nuevo tiempo histórico constituido con América primero y con Europadespués: en adelante eran el pasado. En otros ténninos, el patrón de poderfundado en la colonialidad implicaba también un patrón cognitivo, unanueva perspectiva de conocimiento dentro de la cual lo no europeo era elrasado y de ese modo inferior, siempre primitivo.

Por otro Indo, la pnmera identidad geocultural moderna y mundialfue América. Europa fue la segunda y fue constituida como consecuenciade América, no a la inversa. La constitución de Europa como nueva entidad!identidad histórica st: hizo posible, en primer lugar, con el trabajo gratuitode los indios, negros y mestizos de- América, con su avanzada tecnologíaen la minería y ell la agricultura, y con sus respectivos productos, el oro,la piata, la papa, el tomate, el tabaco, etcY' Porque fue sobre esa base quese configuró una región como sede del control de las lUtas atlánticas, a suvez convenidas, precisamcnte sobre esa misma base, en las decisivas delmercado mundial. Esa región no tardó en emerger corno Europa. Américay Europa se produjeron históricamente, aSÍ, mutuamente, como las dosprimeras nuevas identidades geoculturalcs del mundo moderno. Sin

26. Véase sobre eSle:- punto: Viola y M:Irgolis (1991).

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Homogeneidad!continuidad y heterogeneidad/discontinuidad

Como es observable ahora, la perspectiva curocéntrica de conocimiento,debido a su radical crisis, es hoy un campo pletórico de cuestiones. Aquies pertinente aún dejar planteadas dos de ellas. Primero, una idea del cambiohistórico como un proceso o un momcnto en el.cual una entidad o unidadse transforma de manera continua, homogénea y completa en otra cosa yabandona de manera absoluta la escena histórica. Esto le pcnnite a otraentidad equivalente ocupar el lugar, y todo esto continúa en una cadenasecuencial. De otro modo no tendría sentido, ni lugar, la idea de la historiacomo una evolución unidireccional y unilincal. Segundo, de alli se desprendeque cada unidad diferenciada, por ejemplo una «economía/sociedad» oun «modo de produccióm> en cl caso del control del trabajo (capital o es-clavitud) o una «raza/civilización» en el caso de grupos humanos, es unaentidad/identidad homogénea. Mas aún, que son, cada una, estructuras deelementos homogéneos relacionados de manera continua y sistémica (loque es distinto de sistemática).

embargo, los europeos se persuadieron a sí mismos, desde mediados delsiglo XVI!, pero sobre todo durante el siglo XVIll, no sólo de que de al-gún modo se habían autoproducido a si mismos como civilización, almargen de la historia iniciada con América, culminando una línea indepen-diente que empezaba COn Grecia como única fuente original. Tambiénconcluyeron que eran naturalmente (i.e., racialrncntc) superiores a todoslos demás, puesto que habian conquistado a todos y les habian impuestosu dominio.

La confrontación entre la experiencia histórica y la perspectiva euro-céntrica de conocimiento pennitc señalar algunos de Jos elementos másimportantes del eurocentrismo: a) una articulación peculiar entre un dualis-mo (precapital-capital, no europeo-europeo ..primitivo.civilizado, tradicional~moderno, etc.) y un evolucionismo lineal, unidireccional, desde algún estadode naturaleza a la sociedad modcrna europea; b) la naturalización de las di-ferencias culturales cntre grupos humanos por medio de su codificacióncon la idea de raza; y c) la distorsionada reubicación temporal de todasesas diferencias, de modo quc todo lo no-curopeo es percibido como pa-sado. Todas estas operaciones intelectuales son c!anúnente.interdependien_tes. Y no habrían podido ser cultivadas y dcsarrolladas sin la colonialidaddel poder.

La experiencia histórica demuestra sin embargo que el capitalismomundial esta lejos de ser una totalidad homogcnea y continua. A\ contrario,COlllO lo demucstra América, el patrón de podcr mundial que se cOllocecomo capitalismo es, en lo fundamental. una estmctura dc elementos hetero-géneos, tanto en ténninüs de las [onnas de control del trabajo-recursos.productos (o relaciones de producción) ° en tcnninos de los pueblos ehistorias articulados en él. En consecuencia, tales elemcntos se relacionanentre si y con el conjunto de manera t;Hnbién heterogénea y discontinua,incluso conflictiva. Y son ellos mismos, cada uno, configurados del mismomodo.

Así, c(lda una de esas relaciones de producci6n es en si misma unaestructura hcterogénea. Especialmente el capital, desde que todos los esta~dios y formas históricas de producción de valor y de apropiación de plusva-lar (por ejemplo, acumulación primitiva, plusvalin ahsoluta y relativa, exten-siva o intensiva, o en otra nomenclahlra, manufachlra, capital competitivo,capital monopólico, capital transnacional o global. o prerordisl<l, fordistn,de mano de obra intensiv.:l, de capital intensivo, de infonní1ción intensiva,etc.) cstán simultáneamente en actividad y trabajan JunIos en una complejamalla de transferencia de valor y de plusvalor. Esto C'~ igualmente ciertorespecto de las mzas, ya que tantos put:'blos divcrsos v hcterllgéneos, conheterogéneas historias y tendencias históricas de movimiento y de cambiofueron reunidos bajo un solo membrete racial. por ejcmplo illdio O negro.

Esta heterogeneidad no es simplemente cstmctural, basada en las rc~laciones entre elementos coetaneos. Ya que historias diversas y heterogéneasde este tipo fueron articuladas en una sola estmctUf<l de poder, es pertinenteadmitir el carácter histórico.estructural de esa hctC'rngeneldnd. Consc.cuentemente, el proceso de cambio de dicha totalidad capitalista no puede,de ningún modo, ser una transformación homogénea) continua del sistemaentero, ni tampoco de eaela uno de sus compoJ1cntcs mayores. Tampocopodri<1 dicha totalidnd desvanecerse completa y hOll1ogc1lI.::llTIctltede iacscena histórica y ser reemplazada por otra equivalente. El cambIO históricono puede ser unilincal, unidireccional, secuencial () total. El sistema, ü elcspecífico patrón de articulación estructural, podría ser desmantelado.Pero aún así cada uno o algunos de sus elemento.,; puede y habrá de rearti-cularse en algún otro patrón estruc\1ml1, como ocurrió, obviamente, con

Coloniolidad del poder, eurocenlrisrno y América Latino 253Aníbol Quijano252

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254 Aníbal Quijano Coloniolided del peder, eurocenlrismo y América Latino 255

105 componentes del patrón de poder prc-coLonial en, digamos, el Tawan-tin:;uyu :'

El lluevo dllalismo

Finalmente, por el momento y para nuestros propósitos aquí, es pertinenteabrir la cuestión de las relaciones entre el cuerpo y el /la cuerpo en laperspectiva euroc~ntric3, tanto por su gravitación en el modo curocéntricode producir conocimiento, como debido a que en nuestra cxpcl~icncia tieneuna estn:cha relación con las de raza y género.

La ¡Jea de la diferenciación entre el {(cuerpo})y el «no cuerpo» en laexperiencia humana es virtualmente universal a la historia de la humanidad,común a todas las «culturas)} o ((civilizaciones» históricamente conocidas.Pero es también común a todas -hasta la aparición del eurocentrismo-la permanente corresencia ele los dos elementos como dos dimensionesno separables del ser humano, en cualquier aspecto, instancia o comporta-llllento.

El.proceso ele separación de esto~ el,ementos del ser humano es pan'ede una larga historia del mundo cristiano sobre. la base de la idea de la pri-macía dd «alnw)} sobre el «cucrpQ»). Pcro esta historia muestra tambiénuna larga t2 irresuelta ambivalencia de la tcoh)gia cristiana sobre este puntoen particular. Ciertamente. es el (<alma) el objeto pnvilegiado de salvación.Pero al final, es el «clIcrp()>) cl rcsurrecto, como culminación de lasalvación.

Ciertamente, también, fue durante la cltltura represiva del cristianismo,CCimorc:,ullado de los conlliclos con musulmanes y judíos, sobre todoentre los siglos XV y XVI en plena Inquisición, que la primacía del ((alma»fue cnlalizada, quizás exaspt:rada. Y porque el (cuerpon fue el objeto hil-:,ico de la rcprCSlt1Jl,el «Jlman pudo aparecer ca~i separada de las relacionesilllL'rsubJd'i\í\S al interior del mundo crisliano. Pero esto no fllC tL:orizado,es decir, sistemáticamente discutido y elaborado hasta Descartes, culminan-do d pnJ\"~c:iode ~a seculanzación burguesa del lJensamienlo cristianoY

2' Sobre el ong\:ll de la ralegoria de heterogeneidad llls¡órico-cslruclural véase Quijano(19M) Pucdl' vcrse también Quijano (1988b).

2b. Siempre me !lo.: preguntado por el origen de una de ¡as más caras propue!>tas del Libe-f¡dhlllO: :as idc¡¡~ deben ser respetadas_ El cllapo. en cambio, puede ser lortur3dn, tri-turado y l11uerlO. l.os latillo:tmcl'icanos solemos cilar con admirnción la desafiantefrd~~ de 1I1l11l:lr\lrdc :llS lllCh,ls ,ll1tlcolonia1es, en elmol11cnlo mis mo de ser degollado:

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Con Descartes29 lo que sucede es la mutación del ant.iguo abordajedualista sobrc el «cuerpO}) y el «no cuerpo». Lo que era una copresenciapCn11ancnte de ambos elementos en cada clapa del ser humano, en Descar-tes se convierte en una radical separación entre «razón/sujetm> y «cuerpo».La razón no es solamente una seculurización de la idea de «alIna» en elsentido teológico, sino que es una mUlación en una nueva identidad, la«(razón/sujeto», la única entidad capaz de conocimiento «racional», respectodel cual el ({cuerpo» es y no puede ser otra cosa que «objeto» de conocimien-to. Desde ese punto dc vista el ser humano es, por excelencia, un ser do-tado dc «razóm), y ese don sc concibe como localizado exclusivamente enel alma. Así el «cuerpo», por definición incapaz de razonar, no tiene nadaque ver con la razon/sujeto. Producida esa separación radical entre «razon!sujeto» y «cuerpo», las relaciones entre ambos deben ser vistas únicamentecomo relaciones entre la razón/sujeto humana y el cuerpo/naturaleza huma-na, o entre «espírihm y ~<naturalcza». De este modo, en la racionalidad eu-rocéntrica el «cuerpo}) fue fijado como «objeto» de conocimiento, fueradel entorno del {(sujeto/razám).

Sin esa «objetivizaciám) del ((cuerpo»)como «naturalezm>, de su expul-sión del ámtiitó del (~espíritu), dificilmente hubiera sido posible intentar lateorización «científica,) del problema de la raza, como fue el caso delConde de Gobineau durante el siglo XIX.JO Desde esa perspectiva eurocén-trica, ciertas razas son condenadas como «inferiores» por no ser sujetos«racionales». Son objetos de estudio, ((cuerpm) en consecuencia, máspróximos «a la naturaLeza». En un sentido, esto los convierte en dominablesy explotables. De acuerdo al mito del estado de na[malez.a y de la cadenadel proceso civilizatorio que culmina en la civilización europea, algunasrazas -negros (o africanos), indios, olíváceos, amarillos (o asiáticos) yen esa sccucncia- están más próximas a la (<naturaleza» que los blancos. 31

Sólo desde esa peculiar perspectiva fue posible que los pueblos no europeos

«¡Bárbaros, las ideas no se degüellan!». Sugiero ahora que su origen debe buscarse enese nuevo dualismo cartesiano, que convirtió al «((;uerpo)) en mera «naluraleza¡}.

29. Véase Descartes (1961-1967). Paul Bousquie (l994) acierta en este punto: el cartesia-nismo es un nuevo dualismo radical.

30, Véase Gobineau (lX53-IS57).

31. Acerca de esos procesos en la subjetividad curocentrada, dice mucho el que la únicacategoría alterna a Occidente era, y aún lo es, Orienle, mientras que los negros (Áfri-ca) o los illdios (América antes de los Estados Unidos) no tenia n el honor de ser elOtro de Europa u Occidente.

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I¡: 256Aníbol Qui¡ano

Colonialidad del poder, eurocenlrisnlo y Arnerica Latino 257

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fueran considerados, virtualmente hasta la Segunda Guerra Mundial. antetodo como objeto de conocimiento y de dominación/explotación por loseuropeos.

Ese nuevo y radical dualismo no afectó solamente a las relacionesraciales de dominación, sino también a las más antiguas, las relacionessexuales de dominación. En adelante, el lugar de las mujeres, muy en es-pecial el de las mujeres de las razas inferiores, quedó estereotipado juntocon el resto de los cuerpos, y tanto más inferiores fueran sus razas, tantomás cerca de la naturaleza o directamente, Como en el caso de las esclavasnegras, dentro de la naturaleza. Es probable, aunque la cuestión queda porindagar, que la idea de género se haya elaborado después del nuevo y radi-cal dualismo como parte de la perspectiva cognitiva turocentrista.

Durante el siglo XVIII, ese nuevo dualismo radical fue amalgamadocon las ideas mitificadas de «progreso» y d~ un estado de naturaleza en latrayectoria humana, los mitos fundacionales de la versión eurocentrisla dela modernidad. Esto dio pie a la peculiar perspectiva histórica dualista/evolucionista. Así todos los no europeos pudieron ser considerados, deun lado, como pre-europeos y al mismo tiempo dispuestos en.;cierta cadenahistórica y continua desde lo primitivo a lo civilizado, de lo irracional a ]0

racional, de lo tradicional a lo moderno, de lo mágico-mítico a lo científico,En otras palabras, desde lo no europeo/pre-europeo a algo que en el tiempose europeizará o «modernizará)),

Sin considerar la experiencia entera del colonialismo y de la coloniali-dad, esa marca inte1ectual seria dificil mente explicable, asi como la duraderahegemonía mundial del eurocentrismo, Las solas necesidades del capitalcomo tal, no agotan, no podrían agotar, la explicación del carácter y de latrayectoria de esa perspectiva de conocimiento.

Eurocentrismo y experiencia histórica en América Latina

Aplicada de manera específica a la experiencia histórica latinoamericana,la perspectiva eurocéntrica de conocimiento opera como un espejo quedistorsiona lo que refleja. Es decir, la imagen que encontramos en ese es-pejo no es del todo quimérica, ya que poseemos tantos y tan importantesrasgos históricos europeos en tantos aspectos, materiales e intersubjetivos.Pero, al mismo tiempo, somos tan profundamente distintos, De ahí que

cuando miramos a nuestro espejo curocénlrico, la imagen que \'emos seanecesariamente parcial y distorsionada.

Aquí la tragedia es que todos hemos sido conducidos, sabiéndDl0 ono, queriéndolo o no, a ver y aceptar aquella imagen como nuestra y co-mo perteneciente a nosctros solamente. De esa manera seguimos siendolo que no somos, Y como resultado no podemos nunca identificar nuestrosverdaderos problemas. mucho menos resolverlos, a no ser de 1ma maneraparciaí y distorsionada.

El eurocentrjsmo y la «cllestión nacional»: El Estado-nación

Uno de los ejemplos más claros de esta tragedia de equivocaciones enAmérica Latina es la historia de la llamada cuestión nacionaL Dicho deotro modo, del problema del moderno Estado-nación en América Latina.

Naciones y Estados son un viejo fenómeno. Sin embargo, aquelloque llamamos el moderno Estado.nación es una experiencia muy específica.Se trata de UIla sociedad nacionalizada y por eso políticamente organizadacomo un Estado-nación, Implica a las instituciones modernas de ciudadaníay democracia potitica. Es decir, implica una cierta democracia, dado quecada proceso conocido de nacionalización societal en los tiempos modernosha ocurrido solamente a través de una relativa (o sea, dentro de los limitesdel capitalismo) pero importante y rcal democratización del control deltrabajo, de los recursos productivos y del control de la generación y gestiónde las instituciones politieas. De este modo, la ciudadanía puede llegar aservir como igualdad legal, civil y política para gentes socialmente desi-guales.32

Un Estado.nación es una suerte de sociedad individualizada entre lasdemás. Por eso, entre sus miembros puede ser sentida como identidad.Sin embargo, toda sociedad es una estructura de poder. Es el poder aquelloque articula fonnas de existencia social dispersas y dh'crsas en una totalidadúnica, una sociedad, Toda estructura de poder es siempre, parcial o total.mcntc, la imposición de algunos, a menudo cierto grupo, sobre los demás,Consecuentemente, todo Estado-nación posible es una cstmctura de poder,del mismo modo en que es producto del poder. En otros términos, del mo-do en que han quedado configuradas las disputas por el control del trabajo,

32, Sobre C~le punto vease Quijano (\998a),

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258 Aníbol Quijono Colonialidad del poder, euracentrismo y América Latina 259

sus recursos y productOs; del sexo, sus recursos y productos; de la autori~dad y de su l~spccjfica violencia; de la intersubjetividad y del conocimiento.

Nu obstan1l', si un ESlauoNoación modcmo puede expresarse en susmiclll!Jr(lS COIIlO uno identidad, no es solamenk debido el que: pUl:c!e serimaginado C(JJllLJ una comunidad.JJ Los miembros precisan tener en comúnalgo rcal. 1\0 s610 illlaginado, atgo que compartir. Yeso, en todos los rca-les Estadus-nación modernos, es una panicipación más O 1llt:1l0S democrá-tica en la distribucIón del control del poder. Esta es la manera especificade bOlllO~encil(H.:ión de la gente en un Estado-nación moderno. Toda homoN

genelzacllln de la r{)bJación de un Estado.nación l11odcmo, es desde luegoparcial y temporJt y consiste en la común participación democrática en elcOJUrol de la generación y de la gestión de las instituciones de autoridadpúhlica '! de SlJ~ especifico.'> mecanismos de violencia. Esto es, se ejerce,en lo fund3mcllldl, en todo el ámbito de la existencia social vinculado alEstado 'j que por cIJo se asume como lo explícitamcnte polí~ico. Pero di-cho ámbito no pl)Liríll ser democrático, esto es, implicar ciudadanía comoigualdad jurídica y civil de gentes desigualmente ubicadas en las relacionesde poder, si las relaciones sociales en todos los otros ámbitos de la existenciasocia! fucran radicalmente no democráticas o anlidemocrátictls.i4

Puesto que todo Estado-nación es una estructura de poder, eso impli-ca que se tral3 de un poder que se configura en ese sentido. El procesoCJ11PICí'iL'~l(,l11prC C()1l UIl rodcrl)político central sobre un territorio y su po~blacióll, pnrc¡u-: cualquier proceso de nacionalización posiblc sólo puedeocurrir I;.'n un cspncio dado, :.l lo largo de un prolongado período de tiempo.Dicbo esp:\cjo prel..'isa ser más o menos estable por un largo período. Enconsecucncia, .se prcl.:isa de un poder político estable y centralizado. EsteeSpaCI(\ cs, en cs~ sentido, necesariamente un espacio de dominación dispu~fado y ganado frl:tllc a otro:. rivales.

En Europa el proceso que llevó a la fonllación de estructuras de po-der configurad3s como Estado-nación, empezó con la emergencia de alb:ru-no~ POll)S llúclcus políticos que conquistaron su espacio de dominación yse Il1lpUS1Cron s,'br,' los (f¡n::r~os y heterogén~os pueblos e idcntidadesque lo habitaball. lJ~ (:stc modo el Estado-nación empezó como un proceso

~.. ( umo :;ugleJC IkJ1<.::Jict A nderso/\ (199 J). Cm discusión :11as extensa ,>oDre este pun-1(1 en QuiJ,lno (1 tJ9xJ.)

de colonización de algunos pueblos sobre otros que, en ese sentido, eranpueblos extranjeros. En algunos casos particulares, como en la Españaque se constitu[a sobre l'a base de América y sus ingentes y gratuitos re-cursos, el proceso incluyó 1<1expulsión ele algunos grupos, como los musul-manes y judíos, considerados C0l110 extranjeros indeseables. Esta fue laprimera experiencia de limpieza ctnica en el período moderno, seguida porla imposición de esa pcculiar institución llamada «certificado de limpiezade sangre».J5

Por otro lado, el proceso de centralización estatal que antecedió enEuropa Occidental a la formación de Estados-nación, fue paralelo a la im-posición de la dominación colonia! que comenzó con América. Es decir,simultáneamente con la fonnación de los imperios coloniales de esos prime-ros Estados centrales europeos. El proceso tiene, pues, un doble movimientohistórico. Comenzó como una colonización interna de pueblos con identida-des diferentes, pero que habitaban los mismos territorios convertidos enespacios de dominación interna, es decir, en los mismos territorios de losfuturos Estados.nación. Y siguió paralelamente a la colonización imperialo extema de pueblos que no sólo tenían identidades diferentes a las de loscolonizadóres, sino que habitaban territorios que no eran consideradoscomo los espacios de dominación interna de los colonizadores, es decirno eran los mismos territorios de los futuros Estados-nación de los coloniza-dores.

Si indagamos dcsuc nuestra actual perspectiva histórica aquello quesucedió con los primeros Estados centrales europeos, sus espacios de do-mil1Jción (poblaciones y territorios) y sus respectivos procesos de nacionali-zación, se observa que las diferencias son muy visibles. La existencia deun fuerte Estado centra! 110 es suficiente para producir un proceso de rela-tiva homogeneización de una población previamente diversa y heterogénea,para producir así una identidad común y una fuerte y duradera lealtad a di-cha identidad. Entre esos casos, Francia es probablemente la más logradaexperiencia, así como Espai13 es la menos exitosa.

¿Por qué Francia sí )' EspaI1a no? España era en sus inicios muehomás rica y poderosa que sus pares. Sin embargo, luego de la expulsión delos musulmanes y judíos dejó de ser productiva y próspera para convertirseen correa de trasmisión de los recursos de América a los centros emergen-

34 Gua dlSC\lSI'JIi Tmi~ ilmplia sODre los limites y!<ls condIciones de la del11ocra\'ia en un:tt'!ilructura de puder rapitalisla, en Quijano (200Da y 1998a).

35. Probablemente el antecedente más cercano de la idea de raza producida por los caSlC-llanos en Américfl. Véase Quij¡)llo (1992rl).

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,~:C(lloniniidod del poder, elJfocentrismo y Amer;r<"] l.uliflO 26'

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tes del capital financiero mercantil. Al mismo tiempo, luego del violento yexitoso ataque en contra de la autonomía de las comunidades campesinasy de las ciudades y burgos, quedó atrapada en una estructura señorial depoder y bajo la autoridad de una monarquía y de una iglesia represivas ycorruptas. La Monarquia de España se dedicó, además, a una política bé-lica en busca de la expansión de su poder señorial en Europa, en lugar deuna hegemonía sobre el mercado mundial y el capital comercial y financierocomo hicieran luego Inglaterra o Francia. Todas las luchas por forzar alos controladores del poder a admitir o negociar alguna democratizaciónde la sociedad y del Estado fueron derrotadas, notablemente la revoluciónliberal de 1810-1812. De este modo, el colonialismo interno y los patronesseñoriales de poder político y social, combinados, demostraron ser fatalespara la nacionalización de la sociedad y el Estado españoles, en la medidaen que ese tipo de poder no sólo probó ser incapaz de sostener cualquierventaja proveniente de ese rico y vasto colonialismo imperial o externo:probó igualmente que era muy poderosa valla a todo proceso democratizadorde las relaciones sociales y políticas y no sólo dentro del espacio propio dedominación. ..

Por el contrario, en Francia, a través de la democratización radicalde las relaciones sociales y políticas con la Revolución Francesa, el previocolonialismo interno evolucionó hacia una «francesizaciáJ1» efectiva, aunqueno total, de los pueblos que habitaban el territorio de Francia, originalmentetan diversos e histórico-estructuralmente heterogéneos como en el espaciode dominación que se llamaría España. Los vascos franceses, por ejemploson, en primer lugar, franceses, como los occitanos o los navarros, Noasí en España. En cada uno de los casos de exitosa nacionalización de so-ciedades y Estados en Europa, la experiencia es la misma: un importanteproceso de democratización de la sociedad es la condición básica para lanacionalización de esa sociedad y de su organización política en un Estado-nación moderno. No hay, en verdad, excepción conocida a esa trayectoriahistórica del proceso que conduce a la formación del Estado-nación.

El Estado-nación en América: Estados Unidos

Si examinamos la experiencia de América, sea en sus áreas hispánica obritánica, podemos reconocer diferencias y factores básicos equivalentes.En el área britano-americana, la ocupación del tenitorio fue desde el co-mienzo violenta. Pero antes de la [ndependencia) conocida en Estados

Unidos como la RL'volución Americana, el territorio ocupado cra muy pl>qucilO. Por eso los indios 110 fueron habit<lnles Jet tcrritnrio ol'u¡:,ado, noestaban colonizados. Por eso, los diversos pueblos indios fueron fonn<ll-mente reconocidos como naciones y con clhJ~ se practicó relaciones comer-ciales internaciones, incltlsive se fonnaron alianzas militares L'11las gucrra~entre colonialistas ingleses y franceses, sobre todo. Los indlOs no eranparte de la población incorporada al c~pacio de dominación colonial britano.americana. Por eso mismo, cuando se inicia la historíJ del nuevo Estado.nación llamado Est<ldos Unidos de América del Norte. los indios fueronexcluidos de esa nueva sociedad. FUL'ron cOilsideradQs extranjeros. Peromas adelante sus ¡¡en'as fueron conquistadas y cl\():-. casi extenninado:-..Sólo entonces, los sobrevivientes fueron encerrados en [a sociedad nortea-mericana como raza colonizada. En cl comienzo. pucs, relaciones colonial'raciales existieron solamente entre blancos y negros. E~te último grupoera fundamental para la economia de la sociedad colonial, como duranteun primer largo momento para la economía de la nueva nación. Sin em-bargo) demográficamente los negros eran una rl'lativam~nte reducida mino-ría, mientras que los blancos componían [a gran mayoría.

Al f11J1darseEstados Unidos como país independientcl el proceso dcconstitución del nuevo patrón de poder llevó desde el comienzo a In C\JIlfígu~ración de un Estado-nación. En primer t~nnino, a pesar de la relación co-lonial de dominación entre blancos y negros y del exterminio colonialistadc la pob1Jción india, dada la condición abrumadorameutc mayoritaria delos blancos, es inevitable admitir que dicho nuevo Estado-nación era genui-namente representativo de la mayorb de la población. Esa blanquitud .socialele la sociedad norteamericana fue incluso mús lejos con la inmi~ración demilloncs de europeos durante el siglo XIX. En segundo (ennino. la conquistade los territorios indios resultó en la abund~1I1ciade In (lfcrta de un recursobásico de producción, la ['iclT:1.Estc pudo ser, por COllsccllcncj,l. apropiadoy distribuido de mnnera no únicamente Cl)llcl'l1tradB bajo <.:1control dcmuy pocas gentes) sino por el contrario pudo ser) al llliSII10tiempo, parcial-mente concentrado en grandes latif1mdios y también apropiado o distribuidoen una vasta proporción de mediana y pcqucf'¡a propiedad. Equivalente,pues, a una distribución democrática del recurso. Eso fundó pam los blancosuna participación notablemente democrúlica cn el control dc 1:1generacióny la gestión de la auturidad publica. La colonia1Jc!clddel nuevo patrón depoder no fue anulada, sin cmbargo. yn que negros e indios no podian tener

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ILlgar, en ~bsoI1l1"O\ en el control de los recursos de producción, ni de lasinstituciones y tl\ecanismos de la autoridad pública. .

Hacia mediados del siglo XIX, Tocqucvillc>6 observó que en Estadosl}llidos de All1órica, gente de orígenes tan divcrsos.culhJral, étnica e inclusonacionalmente, eran incorporados todos en algo parecido a una máquinade re. identificación nacional; rápidamente se convertían en ciudadanosestadounidenses y adquirían una llueva identidad nacional, incluso preser-vando por algún tiempo sus identidades originales. Tocqucville encontróque el mecanismo básico de ese proceso de nacionalización era la aperturade la panicipadón democrática en la vida política para todos los recién lle~gados. Todos ellos eran atraídos hacia una intensa participación política ycon la libertad ele decisión de participar o no. Pero vio también que dosgrupos específicos !lO CSl;-lb,m autorizados a de participar en la vida política.Estos er,IIl, eVH.icntcmcnw, negros e indios. Esa discriminación era, pues,el límite de ese impresionante y masivo proceso de formación del Estado~nación moderno en la joven república de Estados Unidos de América.Tocquevillc no dejó de advertir que a menos que esa discriminación socialy política fuera eliminada, el proceso de constmcción nacional se vería li-mitado .• LTn siglo más tarde, otro europeo, GUllnar S1yrdall,37 observó esasmisn13s limitacion~s ell el prüceso nacional de Fstados Unidos. Vi.o tambiénque d~bJclo a que los nuevos inmigrantes eran no-blancos (provenían deAll1énca Latina .y de Asia, en su mayoria), las relacioncs coloníales de losblam:o" con esos otros pllcbll)s podrían scr un serio nesgo para la reproduc~ción de esa nación. Sin duda esos riesgos van en aumento hoy en día, amedida C11 que el viejo mito dclmellingpot ha sido abandonado forzosamen-lc y el racislllo tiende a ser de nuevo agudo y violento.

En SUIllJ, la colonialidad de las relaciones de dominación/explotaciónJconJ1icto entre blancos y no blancos, no obstante su intensa vigencia, da~da la condición vastamente mayoritaria de los primeros no fue tan fuertecomo p:lrJ impedir la rt'iativa, pero real e importante, democratización delcontrol de recursos de producción y del Estado, entre blancos, es verdad,pero con el vigor necesario para que pudiera. ser reclamada más tardetambién por los 110blancos. El poder pudo ser configurado en la trayectoriay la orientación de un Eswdo-nación. Es a eso que se refiere, sin duda, laidea de la Revolución Americana.

36 \'eust Toequevilte (IR35'1.

37. V~n~e MYTdall (1944).

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América Latina: Cono Sur y mayoría blanca

A primera vista, la situación en Jos países del llamado Cono Sur de AméricaLatina (Argentina, Chile y Uruguay) fue similar a la ocurrida en EstadosUnidos. Los indios, en su mayoría, tampoco fueron integrados a la sociedadcolonial, en la medida en que eran pueblos de más o menos la misma es-tructura que aquellos de Norteamérica, sin disponibilidad para convertirseen trabajadores explotados, no condenables a trabajar forzosamente y demanera disciplinada para los colonos. En esos tres países, también la pobla-ción negra fue una minoría durante el período colonial, en comparacióncon otras regiones dominadas por españoles o portugueses. Y los dOlTIinan~tes de los nuevos países del Cono Sur consideraron, como en el caso delos Estados Unidos, necesaria ]a conquista del territorio que los indios po-hlaban y el extenninio de éstos como fomla expeditiva de homogenizar lapoblación nacional y de ese modo facilitar el proceso de constitución deun Estado~nación moderno, a la europea. En Argentina y Uruguay eso fuehecho en el siglo XJX. y en Chile durante las tres primeras décadas del si-glo XX. Estos países atrajeron también millones de inmigrantes europeos,consolidandó en apariencia la blanquitud de las sociedades de Argentina,.Chile y Uruguay. En' un sentido, esto también consolidó en aparienCia elproceso de homogeneización en dichos países.

Un elemento cJ1Lcialintrodujo, sin embargo, una diferencia básica enesos países en comparación con el caso norteamericano, muy en especialen Argentina. Mientras en Estados Unidos la distribución de la tierra seprodujo de una manera menos concentrada durante un importante período,en Argentina la apropiación de la tierra ocurrió de una manera completamen-te distinta. La extrema concentración de la tenencia de la tierra, en particularde las tierras conquistadas a los indios, hizo imposible cualquier tipo de re~laciones sociales democráticas entre los propios blancos y en consecuenciade toda relación política democrática. Sobre esa base, en lugar de una so-ciedad democrática, capaz de representarse y organizarse políticamenteen un Estado democrático, lo que se constituyó fue una sociedad y un Es~tado oligárquicos, sólo parcialmente desmantelados dcsde la Segunda GuerraMundial. Sin duda, esas detenninaciones se asociaron al hecho de que lasociedad colonial en ese territorio, sobre todo en la costa atlántica que de~vino hegemónica sobre el resto, fue poco desarrollada y por eso su reconoci-miento como sede de un Virreinato fue tardío (segunda mitad del SigloXV1l1). Su emergencia como una de las áreas prósperas del mercado

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Colonialidad del poder, eurocenirismo y América Latino 26ó

lWáyoría india, negra)' mes/ha: el imposible ((moderno Estado-nación)}

En el resto de países latinoamericanos, esa trayectoria euroc¿'ntrica haciael Estado-nación se ha demostrado hasta ahora imposible de culminar.Tras la dcrrota dc Túpac Amaru y de Haití, sólo cn Jos casos de México yde Bolivia se llegó tan lejos como se pudo en el camino de la dc~col(lnizaciótlsocial, a través de un proceso revolucionario más o menos radical, duranteel cual la descolonización del poder pudo recorrer \In trecho importantc

ría de sobrevivientes habitando las liL'rras más pobres e inhóspitas delpaís, fueron excluidos de ese Estado-nación, Hasta hace poco eran socioló-gicamentc invisibles. Ahora no lo son tanto, comienzan a movili¿arsc endefensa de esas mismas tierras que también arriesgan perder frente al ca-pital global. •

El proceso de homogeneización de los miemhros de la sociedad imagi-nada desde una perspectiva curocéntrica como característica y condiciónde los Estados-nación modernos, fue llevado a cabo en los paises dcl Co-no Sur latinoamericano no por medio de la descolonización de las relacionessociales y políticas entre los diversos componentes de la población, sinopor la eliminación masiva de unos de cUas (indios, negros y mestizos). Esdecir, no por medio de la democratización fundHl11entaJele las relacionessociales y políticas, sino por la exclusión de ulla parte de la población. Da-das esas condiciones originales., la democracia alcanzada y el Estado-naciónconstituido, no podían ser afirmados y estables. La historia política deesos países, muy especial desde fines de los 60 hasta hoy, no podría SL'fexplicada al margen de esas detenninacioncs.39

mundial fuc rápida desde cl último cuarto del siglo XV!I[, lo qoe impulsóen el siglo siguiente una masiva migración desde Europa del Sur, del Centroy del Este. Pero esa vasta población migratoria no encontró una sociedadCon estructura, historia e identidad suficienlemente densas y estables, paraincorporarse a ella e identificarse Con ciJa, como ocurrió en el caso de Es.tados Unidos y sin duda cn Chile y Uruguay. A fines del XIX la poblaciónde Buenos Aires estaba fonnada en más de un 80% por migrantcs de ori-gen europeo. Tardaron, por eso probablemente, en considerarse Con identi-dad nacional y cultural propias diferentes de la europea, mientras rechazabanexplícitamente la identidad asociada a la herencia histórica latinoamericanay, en particular, cualquier parentesco con la población india.38

La concentración de la tierra fue igualmente fuerte en Chilc y algomenor en Uruguay. De todos modos, a diferencia de Argentina, los migran-tes europeos encontraron en esos países una socjedad, un Estado, unaidentidad, ya suficientemente densos y constituidos, a los cuales incorporar-se y con los cuales identificarse más pronto y más completamente que enel otro caso. En cl caso de Chile, por otra parte, la expansión territorial acosta de Bolivia y de Perú, pennitió a la burguesia ¿hilena el control dc re-Cursos cuya importancia ha marcado desde cntonces la historia dcl país:salitre primero, y cobre poco después. En las pampas salitreras se fonnóel primer gran contingente de asalariados obreros de América Latina, desdemediados del siglo XIX, y más tarde fue cn el cobre que sc fonnó la co-lumna vertebral de las organizacioncs socialcs y politicas de los obreroschilenos de la vieja república. Los beneficios, distribuidos entre la burguesiabritánica y la chilena, permitieron el impulso dc la agricultura comercial yde la economla comercial urbana. Se fonnaron nuevas capas de asalariadosurbanos y nuevas capas medias relativamente amplias,junto Con la moderni-zación de una parte importante de la burguesía seiioriaJ. Fueron esas condi-ciones las quc hicieron posible que los trabajadores y las capas medias pu-dieran negociar con algún éxito, desdc 1930-1935, las condicioncs de ladominación/explotación/conflicto. Esto es, dc la dcmocracia en las condicio-nes del capitalismo. De ese modo, pudo ser cstablccido un podcr configura-do como Estado-nación de blancos, por supuesto. Los indios, exigua mino-

38. Todavía en los años 20 en pleno siglo XX, H. Murena, un miembro importante de lainteligencia argentina, no dudaba en proclamar: ((somos europeos exilados en estassalvajes pampas)}. Ver ¡maz (1964). y tan tarde como en los años 60, en las luchassociales, culturales y políticas de Argentina, cabecÍla negra era el despectivo motede la discriminación especificamente racial.

39. La homogeneización es un elemento básico de la perspectiva eurocentrista de la na-ciol]nlización, Si asi no fuera, no se podrin c.xplkar, ni entender, lus ('onllictos na-cionait's en los paises europeos cada vez que se plantea el problema de las difcn.:llcla5racial-ctnicas dentro de la población. No se podría entender tampoco, de otro modo,la política eurocentrica de poblamienTo favorecida por los liberales del Cono Sur deAmerica Latina, ni el origen y el sentido del así llamado <'problema indigenall entoda América Latina. Si los hacendados peruanos del siglo XIX importaron eulíeschinos, fue, precisamente, porque la cuestión naCIOnal no estaba en juego para ellos,sino el desnudo interés social. Ha sido por esa perspectiva eurocentrista, fundada enla colonialidad del poder, que la burgucsia sCllonat latinoamericana ha sido enemigade la democratización social y poli tic a, como condición dr naeiO]llllil;ll.:ión de la so-ciedad y del Estado.

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L66 Anibol QUljano Coloniolidod del poder, eurocentrismo y América Latino 267

antes de. ser contenida y denotada. En esos países, al comenzar la indepen-dencia, principall1lcnlc aqul'!los que fueron demográfica y lcrritorialmcntcextensos <l principios del siglo XIX, aproximadamente poco mús del 90%del total de la población eSI~lba compuesta de negros, indios y mestizos,Sin l;:t11bargo. en lodos estos r;líscs, Jurante el proc(:so de organizaciónde los nuevos Estados. a dichas razas les fue negada toda posible participa-ción t'11 lilS decisiones ~obrc la organización social y política. La pequeñaminoría blanca que asumió el control de esos Estados se enconlró inclusivecon la vcntaja de t::star libn.: de las restricciones de la legislación de la Co-rona Esp:tñola, que se dirigían formalmente a la protección de las razascolonizCldJs. A partir de ahí llegaron inclusive a imponer n:uevos tributoscoloniales sobre los indios, sin pCIjuicio de mantener la esclavitud de losnegros por muchas décadas, Por supuesto, esta minoría dominante se ha~llaba ahora en líbertad para I.:xpandir su propiedad de la tierra a expensasde los territorios reservados para los indios por la reglamentación de laCorona EspaJ101a. En el caso del Brasil, los negros no eran sino esclavos yla l113yoría de iudios estaba constituida por pueblos de la AmazonÍ3, siendode esta manera extranjeros para el nuevo Estado.

Haití fue un caso exccrcional donde se produjo, en el mismo mo\'i-miento historien, unJ rC\'t)!ución nacional, SOCial y racial. E$ decir, unadescolonización real y glohal de! poder. Su derrota se produjo por las re-petidas inrelvcncioncs mililares por parte de los Estados Unidos, El otroproceso nacional en Américn Latina, en el Virreinato del Perú, liderado porTúpac Amaru 1J en 1780, rue tempranamente derrotado. Desde entonces,en todas las demás coloni8s ibéricas los grupos dominantes tuvieron éxitoen tralar precisamente de cvilar la descolonización de la sociedad mientraspeleaban por tener Estados IIldcpendicntes.

Tales nucvos Estados no podrían ser considerados en modo algunocomo nacillna!es. sah'o que se admita que esa exigua minaria de colonizado-res en el cnmml fuera gcnu¡namclllc representantc del conjunto de In pobla-ción colonizaJa. Las respectivas sociedades, f1.ll1dadas en la dominacióncolonial de indio.". negrus y mestizos, no podriali t3mpo¡,;o scr consideradasnacionales, y cIenamente mucho menos, democrática:,. Esto presenta unasituación l:n apariencia paradójica: Estados independientes y sociedadescoloniales. W La paradoja es sólo pnrcial o superficial, sin embargo, cuando

..JO En los años 60 y :0 muchos Ciel1lif;Co.i sociales dcntro y fuera de America Latina.emlC los que nlt' incluyo, usamos el concepto de «colonialismo inlemo;) para caracte-

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obscn'amos con m{¡s cuidado los intereses sociales de los grupos dominan-tes de aquellas sociedades coloniales y sus Estados independientes.

En la sociedad colonial britano-americana, ya que los indios consti-tuian un pueblo extr<Jnjcro, viviendo más allá de los confines de la sociedadcolonial, la servidumbre no estuvo tan extendida como en la sociedad co-lonial de la América 1b8rica. Los sirvientes (indentured servants) traídosde la Gran Bretaña no eran legalmente siervos, y lucgo de la Independenciano lo fueron por mucho tiempo. Los esclavos negros fueron de importanciabásica para la economía, pero demográficamente fueron una minoría, Ydesde el comienzo, después de la Independencia, la producción fue hechaen gran medida por trabajadores asalariados y productores independientes.En Chile, durante el p~ríodo coloninl¡ la servidumbre india fue restringida,ya que los sirvientes indios loc(llcs eran una pequeña minoría. Y los esclavosnegros, a pesar de ser más importantes para la economía, eran tambiénuna pequeña minoría. De este modo, esas razas no eran una gran fuentede trabajo gratuito como en el caso de los demás países ibéricos. ConseM

euentemente, desde el inicio de la Independencia una creciente proporciónde la producción local huho de estar basada en el salario y el capital, y poresa razón el Í11erCa(.io interno fue vital para la burguesía pre-monopólica.Así, pam'.las clases dominantes de ambos países -loules dislallces gar-dées- el trabajo asalariado loca!, la producción y el mercado interno fueronpreservados y protegidos ele la competencia externa como la única y lamás importante fuentc de beneficio capítalista. Aún más, el mercado internotuvo que ser expandido y protegido, En ese sentido, había algunas áreasde intereses comunes entre Jos trabajadores asalariados, los productoresindependientes y la burguesía local. Esto, en consecuencía, con las limitacio-nes daivadas de la cxdusión de negros y mestizos, era un illterés nacionalpara la gran mayoría de la población del nuevo EstadoMnación.

nzar la aparente rclación p,mldójica de los Estados independientes respecto de suspoblaciones colonizadas. En América Latina, Pablo Gonzálcz Casanova (1965) yRodolfo Sravenhagen (1965) fueron seguramente los más importantes entre quienestrataron de teOrlzar el problema de manera sistem:ilica. Ahora sabemos que esos sonproblemas acerCé! de la colonialidad que van mucho mas allá de la lrama institucionaldel Estado-nación

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Estado independiente y sociedad colonial:dependencia histórico-estructural

En cambio, en las otras sociedades iberoamericanas, la pequeña minoríablanca en el control de los Estados independientes y las sociedades colonia-les no podía haber tenido, ni sentido, ningún interés social en común conlos indios y negros y mestizos. Al contrario, sus intereses sociales eranexplícitamente antagónicos respecto de los siervos indios y los esclavosnegros, dado que sus privilegios estuvieron, precisamente, hechos del do-minio/explotación de dichas gentes. De modo que no habia ningún terrenode intereses comunes cntre blancos y no blancos y, en consecuencia, nin-gún interés nacional común a todos ellos. Por eso, desde el punto de vistade los dominadores, sus intereses sociales estuvieron mucho más cercade los intereses de sus pares europeos y en consecuencia estuvieron siempreinclinados a seguir los intereses de la burguesía europea. Eran pues, depen-dientes.

Eran dependientes de esa manera específica, no porque estuvieransubordinados por un mayor poder económico o político. ¿De quién? Españao Portugal eran entonces demasiado débiles, se subdesarrollaban, no podianejercer ningún neo colonialismo como ingleses o franceses en ciertos paísesde Africa después de la independencia política de esos paises. EstadosUnidos estaba absorbido en la conquista de ¡as tierras de los indios y en elexterminio de esa población, iniciando su expansión imperial sobre partedel Caribe, sin capacidad aún de expandir su dominio económico o políticomás allá. Inglaterra intentó la ocupación de Buenos Aires y fue derrotada.

Los señores blancos latinoamericanos, duclios del poder politico yde siervos y de esclavos, no tenían intereses comuncs, sino exactamenteantagónicos a los de esos trabajadores, que eran la abrumadora mayoríade la población de los nuevos Estados. Y mientras en Europa y EstadosUnidos la burguesía blanca expandia la relación social llamada capital comoeje de articulación de la economía y de la sociedad, los seliorcs latinoameri-canos no podían acumular sus cuantiosos beneficios comerciales compran-do fuerza de trabajo asalariada, precisamente porque eso iba en contra dela reproducción de su señorío. Y destinaban esos beneficios comercialesal consumo ostentoso de las mercancías producidas, sobrc todo, en Europa.

La dependencia de los capitalistas señoriales de esos países tenía enconsecuencia una fuente inescapable: la eolonialídad de su poder los llevabaa percibir sus intereses sociales como iguales a los ele los otros blancos

dominantes, en Europa y en Estados Unidos. Esa misma colollialidad delpoder les impedía, sin embargo) dcsarroHar realmente <.;usintereses socialc3en la misma dirección que los de sus pares europeos, esto es, cOllvenircapital comercial (beneficio producido lo mismo en la esclavitud, en laservidumbre, o en la rcc'iproeiclau) en capital lndustriaL puesto que esoimplicaba liberar indios siervos y esclavos m.'gros y convertirlos en trabaja-dores asalariados. Por obvias razones, los dominadores coloniales de losnuevos Estados independientes, en especial en América del Sur despuésde la crisis de fines del siglo XVIll, no padian ser en esa configuración si-no socios menorcs de la burguesía europea. Cuando mucho más tarde fuepreciso liberar a los esclavos, no fue para asalariarlos, sino parn n.'cmplazar~los por trabajadores inmigrantes de otros países. europeos y asiáticos. Laeliminación de la servidumbre de los indios es reciente. No había ningúninterés social común, ningún mercado propio que defender. lo yue habríaincluido el salariado, ya que ningún mercado local era de interés de los do-minadores. No había, simplemente, ningún interes nacionaL

La dependencia de los seii.ores capitalistas no proven¡a de la subordi~nación nacional. Esta fue, por el contrario, la consecuem:ia de la comunidadde intereses raciales. Estamos tratando aquí con el concepto de la depcnd¡;n-cia histárico-estmctural, que es muy diferente de las propuestas nacionalis-tas de la dependencia externa o estmcrural..jj La subordinación vino másadelante, precisamente debido a la dependencia y no a la inversa: durantela crisis económica mundial de los 30, la burguesía COl) m::í.scapital comer-cial de América Latina (Argentina, Brasil. Jvféxico, Chile, Umguay y bastacierto punto Colombia) fue forzada a producir localmente los bienes queservían par:1 su consumCl ostentoso y que antes tenian que importar. Estefue el inicio del peculiar camino latilloarnericano de industrialización depen-diente: la sustitución de los bienes importados para el consumo ostcntosOde los señores y de sus pequeños grupos medios asociados, por produL'toSlocales destinaúos a ese consumo. Para esa finaJidJd 110 era necesarior~organizar globalmcntt; las economías locales, asalariar masivamente asiervos, ni producir tecnología propia. La industrialización a través de lasustitución de importaciones es, en América Latina, un caso diáfano delas impl\eacioncs de la colonialidad del poder."

1269Colonio\,dod del poder, eurocentrismo y Amforicu Lu\il"'fl

Vense sohre este aspecto QuijúJlo (1967).Sllhre estas cuestiones he nclelal1t<1c1o fllguTI:ls rrn!llle~WS lk dcf::lll' C,'nUlli Ifll1P ( 1qq 1'1

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Aníbal Quijano268

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270 Aníbol Quljano Coloniolidad del poder, eurocentrismo y América Latino 271

En este sLmtido, el proceso de independencia de los Estados en Améri-ca Latina sin la dl::sco!oni7:lClón de la sociedad no pudo ser, no fue, unpr(lcGSO ha('l!! ,,'1 dC"iarrollo de los Estados-nación modernos, SillO una

rearticulación de la colonialidacl del poder sobre nuevas bases institucionales.Desde entonces, durante casi 200 años, hemos estado ocupados en el ín-lento de avanzar en el camillú de la nacionalización de nuestras socieuadesy nuestros estados. Toda\'Í~I, en ningún país latinoamericano es posibleencontrar una sociedad plenamente nacionalizada ni tampoco un genuinoEstado-nación. Ll Iwmogcncización nacional de la población. según elmodelo curocémnco de nación, sólo hubiera podido ser alcanzada a travésde un pr(JCt.::-;O raJical y global d¡; democratización de la sociedad y dd Es-lado Primero que 'lada, eS,l uemocratiL3ción hubiera implicado, y aún de-be implicar, el proceso d~ la descolonización de. las relaciones sociales.políticas y cultl1rales entre las razas, o más propiamente entrc grupos ydemento:; de eXlstencia socIal europeos y no ~uropeos. No obstante, lacstructurtl d~ plJt!cr fue y aún sigue estando organizada sobre y alrededordel eje colonia!. La construcción de la nación y sobre todo del Estado.na.ción han sido conceptllaliz:IIJas y ¡rabajadas en contra de la mayoría de lapllhlacihn, CI1 esTe caso, de los indios. negros y mestizos. La colonialidaddel poder aún ejerce :;\1 clominio, en la mayor patte de Alnéric::l Latina, enconlra dt' la de1llocracia.la'cilldadania, la nación y 61 Est<1do-nació11Illouel1lo.

.'\ctualnu:lltc sc pucdl.: distinguir cuatro trayectorias históricas y líncasideológicas acerca del problema dd Estado-nación:

a. Un limitado Pl'fO real proceso dc descolonización/democratización através de n::volucioncs radicales como cn Méxlco y en Bolivia, después de¡as derro!as de Haití~. de Túpac Amaru. En México, el proceso de descoloni-zación del poder l'lllpeZÓ a \'cr:\c paulatinamente limitado desde los 60ha~la entrar finalmente en un {lcríoclo de crisis al tinal de los años 70. EnU(lli\'ia 13 rc\'oJUl'lón fue derrotada en 1965.

b. Ln limitado pero real proceso de homogeneización colonial (racial),comn en cl (\mu Sur (Chile. L.:ruguay,Argentina), por medio de un genoci-dil) l1l<:l';¡Q)de la población aborigen. Una varia11lede esa línea es Colombia,en donde la r'll)bl~I(¡Ólloriginal fue ClJ3si extemlinada durante la colonia yreemplazada C~lIl :u\ nc!!ros.

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c. Un siempre frustrado intento de. homogeneización cultural a travésdel genocidio cultural de lüs indi0s, negros y mcstizos, como en México,Perú, Ecuador, GU3tCl113Ja-CcntroAmérica y Bolivia.

d. La imposición de una ideología de «democracia racial» que enmascarala vcrdadera discriminación y la dominación colonial de los negros, comoen Brasil, Colombia y Venezuela. Dificilmente alguien puede reconocercon seriedad una verdadera ciudadanía de la población de origen africanoen esos países, aunque las tensiones y conflictos raciales no son tan violen-tos y explícitos como Cll Sudáfrica o en el sur de los Estados Unidos.

Lo que estas comprobaciones indican es que hay, sin duda, un ele-mento que impide radicalmente el desarrollo y culminación de la nacionali-zación de la sociedad y del Estado, en la misma medida en que impide sudemocratización, puesto que no se encuentra ningún ejemplo histórico demodernos Estado-nacióu que no sean el resultado de dicha democratizaciónsocial y política. ¿Cuál es o puede ser ese elemento?

En el mundo europeo, y por eso en la perspectiva eurocéntrical

laf~nnación de Estados-nación ha sido teorizada, imaginada en verdad, comoexpresión de la homog¡;neización de la población en ténninos de experien-cias históricas comunes. Ya primera vista, los casos exitosos de nacionaliza-ción de sociedades y Estados en Europa parece darle la razón a ese enfoque.Lo que encontramos en la historia conocida es, desde luego, que esa horno.gencización consiste en la formación de un espacio común de identidad ydc sentido para la población de un espacio de dominación. Yeso, en todoslos casos, es el resultado de la democratización de la sociedad, la cual deese modo puedc organizarse y expresarse en un Estado democrático, Lapregunta peninente, a estas alturas del debate, es ¿por qué eso ha sido po-sible en Europa Occidental, y con las limitaciones sabidas, en todo elmundo de identidad europea (¡mada, EEUU, Australia, Nueva Zelandia,por ejemplo)? ¿Por qué no ha sido posible, hasta hoy sino de modo parcialy precario, en América Latina?

Para empezar, ¿hubiera sido posible en Francia, el caso clásico deEstado-nación moderno, esa democratización social y radical si el factorracial hubiera estado incluido? Es muy poco probable. Hoy en dia es fácilobservar en Francia el problema nacional y el debate producido por la pre.sencia de población no blanca, originaria de las ex colonias francesas.Obviamente no es un asunto de etnicidad ni creencias religiosas. Nuevamen.

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Eurocentrismo y revolución en América Latina

Otro caso claro de ese trágico desencuentro entre nuestra experiencia ynuestra perspectiva de conocimiento es el debate y la práctica de proyectosrevolucionarios. En el siglo XX la abrumadora mayoria de la izquierda lati-noamericana, adherida al Materialismo Histórico, ha debatido básicamenteen tomo a dos tipos de revoluciones: democrático-burguesa o socialista.Rivalizando Con esa izquierda, el movimiento denominado aprista -elAPRA(Alianza Popular Revolucionaria Antiimperialista) en el Perú, AD(Acción Democrática en Venezuela), MNR (Movimiento Nacionalista Revo-lucionario) en BOlivia, MLN (Movimiento de Liberación Nacional) en CostaRica, Movimiento Revolucionario Auténtico y los Ortodoxos en Cuba entre

te basta Con recordar que un siglo atrás el Caso Dreyfus demostró la ca-pacidad de discriminación de los franceses, pero su fmal también demostróque para muchos de ellos la identidad de origen no era requisito detenninantepara ser miembro de la nación francesa, hasta tanto el color fuera francés.Los judíos franceses Son hoy más franceses que los hijos de africanos.árabes y latinoamericanos nacidos en Francia. Esto para no mencionar losucedido con los inmigrantes rusO.s y españoles cuyos hijos, por habernacido en Francia, Son franceses.

Esto quiere decir que la eolonialidad del poder basada en la imposiciónde la idea de raza como instrumento de dominación, ha sido siempre unfactor limitante de estos procesos de constmcción del Estado-nación basa~dos en el modelo eurocéntrico, sea en menor medida como en el caso nor~teamericano o de modo decisivo Como en América Latina. El grado actualde limitación depende, como ha sido mostrado, de la proporción de las ra-zas colonizadas dentro de la población total y de la densidad de sus institucio-nes sociales y culturales.

Por todo eso, la colonialidad del poder establecida sobre la idea deraza debe ser admitida como un factor básico en la c~estión nacional y delEstado-nación. El problema es, sin embargo, que en América Latina laperspectiva eurocéntrica fue adoptada por los grupos dominantes Comopropia y los llevó a imponer el modelo europeo de fonnación del Estado-nación para estructuras de poder organizadas alrededor de relaciones colo-niales. Así aún nos encontramos hoy en un laberinto donde el Minotauroes siempre visible, pero ninguna Ariadna para mostrarnos la ansiada salida.

21"'Coloniolídod del poder, eurocerllny':10 y A,mérl(o Lotina

La miopia curocentrica, no sólo de cstudiQ"o:- de Europa o de E;;\;¡dos Unidos sinot:1mbién de los de America Latina, ha difund.dn y cuasi impucsto urllvcrsalmcnle elnOJllbr~ de popu/iSI/IO para esos movimientos y proyectos que, sin embargo, lienenpoco en ..:omun con el movimiento de los l/("l/oc!llil\i5 ruso<:;del s¡~lo XIX u lH pOplt.lrslllo norteamericano poslerior Un:! dis":ll~Híl1 de estas I.:ue~trone<;en OUljano (l99thl.

43.

los más importantcs- por boca de su mayor teónco, el peruano Haya dela Torrc. propuso originalmentc, entre [925-1935, la llamada RevoluciónAntiimpcrialista, como un proceso de depuración del carácter cnpitalistade la cconomía y de la ~ocicdael latinoamericanas, sobre 18 base del cnntrolnacional-cstatal de' los pri"ncipalcs recursos de prllducción, como UlHl transi-ción hacia una revolución socialista. Desde el ¡in de la Segunda GuerraMundial, ese proyecto transitó ddiniti\-amcllte a una suerte de social-libcra-lismo,.1J y se va agotando de ese modo

De manera breve y esquemática, pero no arbilraria, se puedc prescntarel debate lntino<.lmcricano sobre la revolue¡ón democrático-burguesa comoun proyecto en el cual la burguesía organiza a la clase obrera, a los campesi.nos y a otros grupos dominados para arrancar al seii.orío feudal del controldel Estado y para reorganizar la socied~l(l y el Estado en los términos (klcapital y de la burguesía. El supuesto central de c:.'c pn1)"t'clo es que- 111 ~()

ciedad en América Latina es, en lo fundamcntal, feudal. o a lo <;umo ~cmifeudaL ya que el capitalismo es aún incipiente, marginal y subordinado. Larevolución socialista, en cambio, se concibe como la erradical,;ión de laburguesía del control del Estado por la clase obrera. la clase trabajadllr(1por excelencia, a la cabeza de una coalición de las clases explotadas y do-minadas. para imponer el control estatal ue los medios ele producción, yconstruir desde el Estado la nueva socieL!acl. El supuesto de esa propuestaes, obviamente, que la economía y por lo tanto la sociedad y el Estado enAmérica Latina son básicamente capitalistas. En su lenguaje, c~o implicaque el capital COIllO relación social de producción e~ ya dominante y queen consecuencia lo burgués es también dOJ11ll1unte en la sociedad y el1 elEstado. Admite que hay rezagos feudales y en consecuencia tareas demo-crático-burguesas en el trayecto de la revolución socialista .

. De hecho, el debate político del último medio siglo en América Latinaha esbldo anclado en si la economia. la sociedad y el-[stado eran feudab'sem~udalcs o capitalistas. La mayoría de la izquierda latinoamericana,hasta hace pocos años, adheria a la propuesta dC11locnltico-burgucsa si-guiendo ante todo los lineamientos ccntrn1cs del socialismo real o C(l/l1tO

socit4/is((I, sea con sede en Moscú o en P('kín.

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Aníbol Quijano272

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774 A'líbol Quiiono Colonialidad del poder, eumcentrisrno y América Latina 275

Para cr~cr que en Améric(I Latina una revolución democrático-hur-gueS:l basada en el modelo t.:uropeo es no sólo posible, sino necesaria, pri-mero l;'S preciso <.lLimllir en América y más precisamente en América Latina:1) ~a rdación sl'cucnci~¡J entre feudalismo y capitalismo. 2) la cxi:;tcnciahlsl6ricn del feudalismo y l,;11 consecuencia el conflicto histórico antagónicoenrre la aristocracia fcudal y la burguesía; 3) una burguesía inLCrCsJda enllevar ¡¡ cabo selllejante empresa revolucionaria. Sabemos que en China ainicios ck J.os años 10, 1\tw propuso la idc;l de la revolución democníticade lluevo tipo, POfl:¡lIc la burguC'sía ya !lO CSt•.1 interesada en, y tampoco ~scapaz de llevar a cabo, esa su misión histórica. En este caso, una coaliciónde clase~ c.xploradasidol1lll1aJas, bajo el liderazgo de la clase trabajadora,dcb~ slIsliruir :t la burguesía y emprender la nueva revolución democrática.

En América, sin embargo, C0l110 en escala mundial desde hace 500rUlOS, el capital ha c:\istic1o sólo como el eje dominante de la articulaciónconjunta de toda:-; las flJrmas históricamente conocidas de control y explota-ción del trabajo, cünfigurando asi un único parrón de poder, histórico-es-tructuralmentc- heterogéneo. con relaciones discontinuas y conniclivaselltre sus componentes. l\'mguna secuencia evolucionista cntre los modos{iL: producción. ningún fL:udallsmo anterior, separ<ldo y antagónico del capi-tal:llingún ,scilarío feudal CIl el control del Eswdq, al Cl~al una burguesíaurgHÜI de poder lll\'icra que de~alojur por medios rcvolucioparios. Sí secuen-cia hubiera, es sin duda sorprenucntc quc e1movimicnlo seguidor dd Mate~ríaJísl1lo H istorico 110 haya lucl1Jdo por una revolución antiesclavista, previaa la rcvoluL:ión antifcudal, previa a su vez a la revolución anticapitalista.Porque en la mayor parte de este continente (EEUU, todo el Caribe, in-cluyendo Vcnc7twla. Colombia, las co~tas de Ecuador y Perú, 13rasil), ele~L'lavi~l1lo h:.1~¡d\J más L'.xÍC'ndido y más poderoso. Pero, claro. la escla\'itudterminó antes del SIglo XX. Y fueron los señores feudales los que heredaronel poder. ¿No es verdad?

l~n;-l revolución anrifcudal, ergo democrático-hurgllcsa, en el sentidol'Urncl'lllrico b<lsido, pues, siempre, una imposibilidad histórica. Las únicasrevuluciones dCl11l)crfJticas rcalmcnLc ocurridas én América (aparte de laH.cvolueión Americana) han sido las de México y de Bolivia, como revolucio-nes populares, nacionalistas-antimperial¡stas, amico!oníales, esto es contrala colonialidad del poder, y antioligárquica~, eslO es contra el control delEstndo por lJ burgucsíJ. señorial b,~o la protección de la burguesía imperial.En la mayoria de los otros países, cl proceso ha sido un proceso de depura.cían gradual y desigual del carácter social, capitalista. de la sociedad y el

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Estado. En consecuencia, el proceso ha sido siempre muy lento, irregulary parcial.

¿Podría haber sido ele otra manera? Toda democratización posible dela sociedad en América Latina debe ocurrir en la mayoría de estos países,almis1110 tiempo y en el mismo movimiento histórico C01110una descoloniza-ción y como una redistribución del poder. En otras palabras, como una re-distribución radical del poder. Esto es debido, primero, a que las «clasessociales», en América Latina, tienen «colom, cualquier «colaD> que puedaencontrarse en cualquier país, en cualquier momento. Eso quiere decir,definitivamenlc) que la clasificación de las gentes 110 se realiza solamenteen un ámbito del poder, la cconomia, por ejemplo, sino en todos y en cadauno de los ámbitos. La dominación es el requisito de la explotación, y laraza es el más eficaz instnllnento de dominación que, asociado a la explota.ción, sirve como el cbsificador universal en el actual patrón mundial depoder capitalista. EH términos de la cuestión nacional, sólo a través de eseproceso de democratización de la sociedad puede ser posible y finalmenteexitosa h.l construcción de un Estado-nación moderno, con todas sus impli-cancias, incluyendo la ciudadanía y la representación política.

En cuanto al qpcjisll10 eurocéntrieo acerca de las revoluciones «so-cialistat':¡»¡ como con"iroJ del Estado y como estatización de! control deltrabajo/recursos/productos, de la subjetividad/recursos/productos, delsexo/recursos/productos, esa perspectiva se funda en dos supuestos teóri-cos radicalmente falsos. Primero, la idea de una sociedad capitalista homogé-nea, en el sentido de que sólo el capital como relación social existe y enconsecuencia la clase obrera industrial asalariada es la parte mayoritariade la población. Pero);} hemos visto que así no ha sido nunca, ni en Amé-rica Latina, ni en el resto del mundo. y que casi seguramente así no ocurriránunca. Segundo, la idea de que el socialismo consiste en la estatización detodos y cada uno de los 5mbilOs del poder y de la existencia social, comen-zando con el control del trabajo, porque desde el Estado se puede construirla nueva soci~dad. Ese supuesto coloca toda la historia, de nuevo, sobresu cabeza. Inclusive en los toscos términos del Materialismo Histórico,hace de una superestructura, el Estado, la base de la sociedad. Y escamoteael becho de lIna total reconcentración del control de! poder, lo que llevanecesariamente al total despotismo de los controladores, haciéndola apare-cer como si fuera una so(inlización del poder, esto es la redistribución ra-dical del control del poder. Pero, precisamente, el socialismo no puede serotra cosa que la trayectoria de una radical devolución del control sobre el

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trabajo / recursos / productos, sobre el sexo / recursos / productos, sobre laautoridad/instituciones/violencia, y sobre la intersubjetividad/ conocimientoI comunicación, a la vida cotidiana de las gentes. Eso es lo que propongo,desde 1972, como socialización del poder."

Solitariamente, en 1928, José Carlos Mariátcgui fue sin duda el prime-ro en vislumbrar, no sólo en América Latina, que CIl este espacio/tiempolas relaciones sociales de poder, cualquiera que fuera su caracter previo,existían y actuaban simultánea y articuladamente, en una única y conjuntaestructura de poder; que ésta no podía ser una ullidad homogénea, con re.laciones continuas entre sus elementos, moviéndose en la historia continuay sistémicamente. Por lo tanto, que la idea de una revolución socialista te~nía que ser, por necesidad histórica, dirigida contra el conjunto de ese po-der y que lejos de consistir en una nueva reconcentración burocrática delpoder, sólo podía tener sentido como redistribución entre las gentes, en suvida cotidiana, del control sobre las condiciones de su existencia social.,l.!El debate no será retomado en América Latina sino a partir de los años 60del siglo que recién tcm1inó, y en el resto del l1lundp a partir de la derrotamundial del campo socialista. ~

En realidad, cada categoria usada para caracterizar el proceso pollticolatinoamericano ha sido siempre un modo parcial y distorsionado de miraresta rcalidad, Esa es una consecuencia inevitable de la perspectiva eurocén-trica, en la cual un evolucionismo unilincal y unidireccional se amalgamacontradictoriamente Con la visión dualista de la historia; un dlJalismo nuevoy radical que separa la naturaleza de la sociedad, el cuerpo de la razón; queno sabe qué hacer con la cuestión de la totalidad, negándola simplemente,c-omo el viejo empirismo o el nuevo posmodernismo, o entendiéndola sólode modo organicista o sistémico, convirtiéndola así en una perspectivadistorsionante, imposible de ser usada salvo para el error.

No es, pues, un accidente que hayamos sido, por el momento, derro-tados en ambos proyectos revolucionarios, en América y en todo el mundo.

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por entero. Hoy son sujet%bjeto de cultura tanto el arte como la salud. cltrabajo como la violencia, y también hay cultura política~ y del narcotráfico,cultura organizacional y cultura urbana, juvenil, de género, profesional, au~diovisual, científica, tecnológica, etc. La articulación de ese doblc movimien-to se halla hoy en la hegemonía de una razón comuntcacional que -frenteal consenso dialogal del que se nutre la «razón comunicativa», según Haber~mas- se halla cargada de la opacidad discursiva y la ambigüedad politicaque introducen la mediación tecnológica y mercantil; y cuyos dispositivos-la fragmentación que disloca y descentra, cl flujo que globalila)' compri-me, la conexión que desmaterializa e híbrida- agencian el devenir mercadode la sociedad. En ese movimiento se inscriben hoy unas industrias cultura~les y comunicacionales, convertidas en el más eficaz motor del desenganchee inserción, las culturas étnicas, nacionales o locales, en el esracio~tiempodel mercadomundo y las tecnologias globales.

Pensar desde ahl las industrias culturales no puede confundirse conun retorno al sentido inicial dado por los de Franefurt a ese concepto: de-sublimada «caída del atie en la cultura» y reducción de la cultura a mercan-cía (Horkheimer y Adorno 1971). Pues ello nos impediría pensar las contra-dicciones que dinamizan la complejidad cultural de la sociedad de fin delsiglo XX. Ya que ni la industria es lo contrario del arte, como ha demostradosobradamente la existencia misma del cine, ni la eslandarización implica latotal anulación de la innovación, de la tensión creadora, como hace tiempocomprobó E. Morín (Morin 1962). Quedan, sin embargo, en la actualoperativización del concepto que posibilitó su pluralización por la Unescoa finales de los años setenta (Unesco 1982) remanentes tenaces de la ilus-trada oposición entre masas y cultura, que se hacen ev¡dcntes en la mayoríade unas políticas culturales limitadas por el contenidisrno -~la cultura rcdu~cida a contenido noble dc los medios mas¡vos- Y el difusionismo de unacomunicación, instrumento de propagación o divulg<1cióncultural e incapa-ces, por tanto, de asumir la heterogeneidad dc la prodlleción simbólica ennuestras sociedades y la envergadura estructural de las industrias cultura.lesen la puesta en comunicación de nuestros p\.lcblos. Para lo cual, necesitamospensar las industrias culturales aliviadas del «peso, de la gravedad causa!>"esto de «su remisión en cadena a las totalidades>, (Piccini 1988: 40-41)para concebirlas más bien como lugares de condensación e interacción deredes culturales múltiples) de entrecl1lzamiento de diferentes espacios dela producción social, eonfonnadas por dispositivos complejos que no sonde orden meramente tecnológico, mercantil o político. y en las que pesan

Los transformaciones del mapa:identidades, industrias y culturas

Jesús Martín-Barbero

Introducción

Mínimas acotaciones conceptuales

Hasta hace pocos años, pensar la cultura era ote-;rr un m~pa claro y sinarrugas: la antropología tenía a su cargo las culturas primitivas y la sociolo-gía se encargaba de las modernas. Lo que implicaba dos opuestas ideas decultura. Para los antropólogos, «cultura» es todo, pues cn el magma pri-mordial que habitan los primitivos tan cultura es el hacha como el mito, lamaloca como las relaciones de parentesco, el repertorio de las plantas me-dicinales o el de las danzas rituales. Micntras, para los sociólogos, culturaes sólo un especial tipo de actividades y de objetos, de productos y prácti-cas, casi todos pertenecientes al canon de las artes y las letras. En la tar-domodernidad que ahora habitamos, la separación que instauraba aquelladoble idea de eultura se ve emborronada, de una parte por el movimientocreciente de especialización comunicativa de lo cultural, ahora «organizadoen un sistema de máquinas productoras de bienes simbólicos que sontransmitidos a sus públicos consumidores" (Erunner 1992: 21): es lo quehace la escuela con sus alumnos, la prensa con sus lectores, la televisióncon sus audiencias y la iglesia con sus fieles. Pero, al mismo tiempo, lacultura vive otro movimiento radicalmente opuesto: se trata de un movi-miento de antropologización, mcdiante el cual la vida social toda dcviene,se convierte en cultura. Como si la imparable máquina de la racionalizaciónmodernizadora, que sólo sabe separar y especializar, estuviera girando encírculo. la cultura escapa a toda compartimentalización, irrigando la vida

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las transformaciones del map(l 3~9

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Las identidades: entre la sociedad multicultural y la globalización..'.. comunicacional.

Al movimiento de lasnacionalidadcs y de la liberaciin de los pueblos colonizadosSt: ¡¡ñadió el de las mujeres y tas minorias sexuales, también el de las etnias, puesla crecient(~globalización económica despertó fuerzas y [onnas de identidad cadavez más profundas, menos sociales y más culturatesl que atañen a la lengua, a lasrelaciones con el cuerpo, a la memoria. Hayun cambio total d.cperspectiva: seconsideraba que el mundo moderno estaba unificado mi~ntras que la sociedad tra-diciOll(l.1estaba fragmentada; hoy por el contrario, la modernización parece llevamos

meno.s las filiaciones que las alianzas, las pcsada~ máquinas de la fabricaciónque las sinuosas traycctof.ias de la circulación y donde las estratagemas dela apropiación deben ser tenidas en cuenfa tanto como las lógicas de la.propiedad.

Es una compleja reorganización de la hegemonia (Martín-Barbero.•1997) .Ia,que materializan hoy las industrias culturales, lo que nos está exi-giendo c~ncebirlas como dispositivos clave en la construcción de las identi~'dad es colectivas, esto es, de los procesos de diferenciación y reconoci-.miento de los ,sujetos que conforman las diversas agrupaciones sociales.Rompiendo COIl el circulo que conduce de la identidad concebida como

, separación O repliegue excluyente, a su negación por integración en la fa-talidad de la homogeneización, la reflexión actual plantea la identidad como, una construcción que se relata. De lo que ese nuevo modo de pensar la. identidad está hablando es de la crisis de las mono-identidades, y la emergen-cia de mnJticulturalidades que desbordan, por arriba y por abajol tanto loétnico como lo nacional. La globalización económica y tecnológica disminu-ye la importancia de lo territorial, devaluando los referentes tradicionalesde la identidad. Contradictoria y comólememariamcnte, ,las culturas localesy regionales se 'revalorizan exigiendo .cadadia una mayor autodetermina-ción, que es derecho a contar en las deCís.iones ecbriómi~as y,políticas ya crear sus propias imágenes. El actual '«malestar en lo nacional~> respondea unas dinámicas de la economía y la cultura-mundo que movilizan no só-lo la heterogeneidad de los gnlpos y su re adecuación a las presiones de loglobal, sino la coe::;istencia de códigos n.1UY0ivcrsos al interior de un mis-mo 'grupo, conmocionando la experiencia que hasta ahora teníamos deidentidad.

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..Las tr:ansforma~iones del mapa

[...] podría narrarse la historia de América Latina como una continua y recíprocaocupación de terreno. No hay demarcación estable reconocida por todos. Ningunafrontera fisica y ningún límite social otorgan seguri~d. Así nace y se interioriza,de generación en generación, un miedo ancestral al invasor, al otro, al diferente,venga de arriba o de abajo (Lechoer 1990: 99).

Ese miedo se expresa aún en la tendencia, generalizada entre los político.s,a percibir la diferencia como disgregaciÓn y ruptura del orden y, entre losintelectuales, a ver en la heterogeneidad una fuente de contaminación ydeformación de las purezas 'culturales. El autoritarismo no sería, entonces,

de lo homogénep a lo heterogéneo en el pensamiento y en el culto, en la vidafamiliar y sexual, en la alimentación o el vestido.

Alain Touraillet ~ .~,' ..-~~~.Descentramiento de lo ,nacional y reconfiguraciones de- la- identidad. - \ .1'"

Hasta no hace muchos años el mapa cultural de nuestros países era el de,miles de comunidades cult11ralmente homogéneas, fuertemente homogé-.neas, pero aislapas, dispersas, casi incomunicadas entre síy muy débilmentevinculadas a la nación. Hoy el mapa es otro: América Latínavive un despla-zamiento del peso poblacional del campo a la ciudad que no es meramente. cuantitativo --en menos de cuarenta años er 70% que antes habitaba en elcampo está hoy en ciudades-----",sino el indicio de la aparición de una tramacultural urbana heterogénea, esto es, formada por una densa multiculturali-dad que cs .heterogeneidad de formas de vivir y de pensar, de estructurasdel sentir y de narrar, pero muy fuertemente comunicada. Se trata de unamulticulturalidad que des afia nuestras nociones de cultura, de nación y deciudad, los níaréos de.referencia y.comprensión fOljados sobre la base deidcntidádes nltidas, de arraigos fuertes y deslíndes claros. Pues nuestrasciudades son hoy el ambiguo y opaco escenario de algo no representableiü desde la diferencia excluyente y excluida de lo étnico-autóctono, ni des-.de la inclusión unifonnante y disolvente de lo moderno. Estamos antecambios de.fondo en los «modos.de estar juntos» (Maffesoli 1990: 133),esto es, de experimentar la pertenencia al territorio y de vivir la identidad.

Pero en Latinoamérica, la multiculhlralidad, tanto en el discurso comoen la experiencia social, moviliza antiguas y nuevas contradicciones. Comoafirma el chileno N. Lechner:

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en nuestros países una tendencia perversa de sus militares o sus políticos,sino una respuesta a la precariedad del orden social, la debilidad de la so"ciedad civil y la complejidad de mestizajes que contiene, haciendo del Es"tado la figura que contrarreste las dcbilidades societarias y las fuerzas dela dispersión, Lo que ha significado la pennanente sustitución del pueblopor el Estado y el protagonismo de éste en detrimento de la sociedad civil(Ver F!ifisch y Otros 1988), Los paises de América Latina tienen una largaexperiencia de la inversión de sentido, mediante la cual la identidad nacionales puesta al servicio del chauvinismo de un Estado que, en lugar de articularlas diferencias culturales, lo que ha hecho es subordinarlas al centralismo,desintegrándolas. Pues hasta hace bien poco la idea de lo nacional era in"compatible, tanto para la derecha como la izquierda, con la diferencia: elpueblo era uno e indivisible, la sociedad un sujeto sin textura ni articulaciones.internas y el debate político~cultural «se movía entre esencias nacionales eidentidades de clases» (Sábato 1989),

Es esa equivalencia entre identidad y nación la que la multiculturalidadde la sociedad actual latinoamericana hace estallar. .Jues, de un lado, laglobalización disminuye el peso de los tcrritorios y los acontecimientosfundadores que telurizaban y esenciabilizaban lo nacional y, de otro, la re"valoración de lo local redefine la idea misma de nación. Mirada desde lacultura"mundo, la nacional aparece provinciana y cargada de lastr'es estatis-tas y paternalistas. Mirada desde la diversidad de las culturas localcs, lanacional equivale a homogeneización centralista y acartonamiento oficialista.De modo que es tanto la idea como la experiencia social de identidad loque desborda los marcos maniqueos de una antropologia de lo tradicional-autóctono y una sociologia de lo moderno-universal. La identidad no puede,entonces, seguir siendo pensada como expresión de una sola cultura homo-génea perfectamente distinguiblc y coherente, El monolingüismo y la unite-rritorialidad, que la primera modernización reasumió de la colonia, escondie-ron la densa multiculturalidad de que están hechos lo latinoamericano y loarbitrario de las demarcaciones que trazaron las fronteras de lo nacional.Hoy nuestras identidades -incluidas las de los indígenas- son cada díamás multilingüisticas y transterritoriales. Y se constituyen no sólo de lasdiferencias entre culturas desarrolladas separadamente, sino mediante lasdesiguales apropiaciones y combinaciones que los diversos grupos hacende elementos de distintas sociedades y de la suya propia.

Lo que nos devuelve a la multiculturalidad de la ciudad es en ella mu-cho más que en el Estado donde se incordian las nuevas identidades, hechas

353los lronstonnociones del mapa

de imaginerias nacionalcs, tradiciones locales y flujos de información lrans"nacionales, donde se configuran nuevos modos de representación y partici-pación política

les decir, nuevas modalidades de ciudadanía. Pues las fronte-

ras entre posiciones hoy no son sólo borrosas sino móviles, trasladándosede uno a otro campo, des~lazando el sentido de las identidades culturales--elnias, razas, géneros-, tanto como el de las posiciones ideológicas ypolíticas, confundiéndolas y eneabalgándolas, Lo cual no dcbe ser leído nien la clave optimista de la desaparición de las fronteras y el surgimiento (alfin) de una comunidad universal, ni en la catastrofista de una sociedad enla que la ,<libcración de las difercncias» acarrean a la muelte del tcjido so-cietario, de las formas elementales de la convivencia social. Como lo haseñalado 1. Keane, existe ya una esfera pública internacional (Keane 1995:1"22) que moviliza fonnas de ciudadania mundial, como lo muestran lasorganizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos y lasONG; que, dcsde cada país, median entre lo internacional y lo local. Perotambién están ahi los fundamcntalismos que, travestidos de políticas moder-nizadoras de la economía o de derechos laborales de Jos nativos frente alos emigrantes, -refuerzan la exclusión social y cultural; sin olvidar las per-versiones de lo excluido: comunidades y minoría~ étnicas que se atrincheran(Hughes 1994: 95) -desde Nueva York a París, pasando por la Costa Pa-cífica colombiana- en una perversa reconversión del racismo. Es el desa-fio, planteado por la complejidad de las imbrieaciones cntre fronteras ymediaciones que secretamente enlazan las figuras y los movimientos de laidentidad, al que invito a pcnsar a partir de la imagen/metáfora del palimpses-to: pues los refereotcs y significados, los territorios y diseursos de la idcn-tidad tiencn hoy la frágil tcxlura del palimpsesto, ese tcxto en el que un pa-sado bonado emerge tenaZlTICnt:c, aunque bonoso, en las entrelineas queescriben el presente.

Desde esa perspectiva, la difercncia en América Latina ha dejado designificar la búsqueda de aquella autentic.idad en que se conserva una fonnade ser en su pureza original, para convertirse CIl ]a indagación del mododesviado y descentrado de nuestra inclusión en, y nuestra apropiación dela modcrnidad: el de una diferencia que no pucde ser digerida ni expulsada,altcridad que resiste dcsde dentro al proyccto mismo de universalidad queentraña la modernidad, A esa doble tarea están contribuyendo sociólogosy antropólogos, quc han colocado cn cl eje del análisis del doble descentra"miento que sufre la modernidad en América Latina: su tener que ver menoscon las doctrinas ilustradas y las estéticas letradas 'que con la masificación

JesúsMartín-Barbero352

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Desubicaciones de lo popular y cultw:as urbanas

Hubo un tiempo en el que creíamos saber con certeza de qué estábamoshablando cuando nombrábamos lo rural y lo urbano, pues lo urbáno era locontrario de lo rur'al. Esa dicotomía está siendo disuelta no sólo en el dis-

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Las tr.onsformaciones del mapa

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curso del análisis, sino en la experiencia social misma, por los procesos ded~sterritoria)ización e hibridaciones que ella atraviesa.

~~ urbano no se identifica ya únicamente con lo que atañe a la ciudad(Monguin 1995: 25 y ss.), sino con lo quenas inserta en lo global y quehoy pennea.con mayor o menor intensidad el mundo campesino ~especial-!TI.ente,pero no sólo por la acción de los medios masivos de comunicacióll--:-de modo que, aun las culturas más fuertemente locales atraviesan cambiosque afectan a los modo~ de experimentar la pertenencia al terri!orio y las.fonnas de vivir la identidad. Se trata de los mismos movimientos que des-plazan las antiguas fronteras entre lo tradicional y lo modemo, lo populary lo masivo .. Esos cambios ymovimientos resultan hoy cruciales en dosámbitos: el de las culturas populares y el de las culturas juveniles. ..

El mundo popular se inserta en la dinámica urbana a través de lastransfonnaciones de la vida laboral, de la identificación del progreso conlos servicios públicos, de los desajustes culturales que produce el desarrollotecnológico, de la amalgama de los discursos informativos de los medioscon los 1110dosde comunicación que, como el refrán, el chisme o el chiste,,remiten a lap'crsistencia de la cultura oral, pero en una oralidad secundaria(Ong 1987: ¡"'30), estq._es, atravesada ya ella misma por 16s fonuatos de laradio y la telenovela. Estamos ante un mapa cultural bien diferente deaquel al que nos tiene acostumbrados la maniquea retórica del desarrollismo.Pues se trata de un mapa hecho de continuidad y destiempos, de secretasvecindades e intercambios entre modernidad y tradiciones, entre país urba-no y país 111ra1.Es un mapa con muchas poblaciones a medio camino en-tre el pueblo campesino y el barrio cüadino, con pueblos donde las relacionessociales ya no tienen la estabilidad ni la elementalidad de lo rural, y con ba-rrios que son el ámbito donde sobreviven entremezclados -autoritarismosfeudales con la horizontalidad tejida en el rebusque y la infonnalidad urba-nos. Pueblos cuya centralidad sigue aún estando en la religión, mientras almismo tiempo viven cambios que afectan no sólo el mundo del trabajo o lavivencia, sino la subjetividad, la afectividad y la sensualidad. Por su parte,el suburbio -nuestros desmesurados barrios de invasión, favelas o callam.'pas- se ha convertido en lugar estratégico del reciclaje cultllral:de la for-mación de una cultura del rebusque en la que se mezclan la complicidaddclincuenc1al con solidaridades vecinales y lealtades a t,?da prueba, unatrama de intercambios y exclusiones que hablan de las transacciones moralessin las cuales resulta imposible sobrevivir en la ciudad, del mestizaje entre

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Jesús Morlín-Borbero354

[....113rnodemizacióil reubica darte ye] [alelar, el saber académico y la éllltura in~dustrializada bajo condiciones rc13tivamente semejantes. El trabajo del artista ydel 8J1csal1o se aproximan cuando cadn uno experimentn que el orden simbólicoespecífico en que se nutría es redefinido por el mercado, y cada vez pueden sus-tmerse menos a la información y la iconograf¡amodemas, al desencantamiento desus mundos autocentrados y al reencantam¡ento que propicia el espectáculo delos medios ((¡arcia 1990: 18).

de la escuela y la expansión de las industrias culturales y., por 10 tanto, conla confol'11ílción de, UDnicrcado cultural, en el que las fuentes de producciónde la cultura pasa~' de ,la dinámica de lilS comunidaoes o la autoridad de laIglesia a la lógica de la'industria y los aparatos especializados, que sustituyenl~s fannas tradicionales de vivir por los estilos de vida conformados desdeUtpublicidad y el consumo, seculatizan e intcmacionalizan los mundos

. simbólicos Y-segmentan al pueblo en públicos constmidos por eImercado.De'otro Jado, la moderna diferenciación y aUlOl1omización de la culturasufre un segundo dcsccntramicnto: esa autonomía se produce en Latinoamé-rica cuando el Estado no puede ya_ordenar ni movilizar ..el campo cultural,debiendo limitarse a asegurar la libertad de sus actores y las oportunidadesde acceso a los diversos grupos sociales, dejándole al mercado la coordina-ción y dinamización de ese campo; y cuando las experiencias culturaleshan dejado de corresponder lineal y excluyentemente a los ámbitos y reperto-dos de las etnias o las clases sociales. Fuertemente cargada aún de compo-nentes premodernos, la modernidad -se hace experiencia colectiva de lasmayorías latinoamericanas, merced a dislocaciones sociales y perceptivasde cuño claramente .posrmoctcmo.: efectuando fuertes desplazamientos so-bre los compartimentos y exclusiones que la mqdcrnidad instituyó durantemás de un siglo, esto es, generando hibridaciones entre lo culto y lo populary de amb~s con lo masivo, entre!v~nguardia y kitsch, entre lo autóctono ylo extranjero, categorías y de lJ)arcacione.s todas ellas que se han vueltoincapaces de dar cuenta del ambiguo y ~omplejo mov.imiento que dinamizael mundo cultural en unas sociedades en las que,

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la violencia quc se sufre y aquélla otra dcsde la que se resiste, de las sono-ridades étnicas y los ritmos urbanos dcl rack o del rap:

Nuestro pensamiento nos ata todavía al pasado, nacidos y criados antes dc la re~vo(ución electrónica, la mayoría de nosotros no entiende lo que ésta significa.Losjóvenes de la nueva generación, en cambio, se asemejan a los iniembros de laprimera generación nacida en un país nuevo (Mead 1971: J 05-1 06).

357Los lransformociones de! mapa

Tensando entre los discursos del Estado y ia lógica dcl mcrcadu, se oscurecey desgarra el significado dc las siglas quc, multiplicada y compulsivamcntc,dicen el deseo de integración latinoamericana. Pues la integración de lospaíses latinoamericanos pasa hoy, ineludiblcmente, por su integración auna economía-mundo regida pot la más pura y dura lógica dc la competitivi-dad capitalista. Lo que está fracturando la solidaridad rc~ional especialmentepor las modalidadcs de inscrción cxcluycntes (Sexc IY9IJ: 62 y 88) dc losgrupos subregionales (TLC, Mercosur) en los macrogrupos del !\ortc yde Europa. La revolución tecnológica. por su parte, plantea claras cxigcncin.:;

Marlyse Meyer

Integración latinoamericana: matrices culfurales y formatos industriales

Realidad contradictoria y desafiante la de una sociedad de masa que, en la lógicaperversa de un capitalismo salvaje de lo viejo fonna lo nuevu y con lo nuevo reha-ce lo viejo, haciendo coex.istir y juntarse, de modo paradójicamente naturaL la so-fisticación de los medios de comunicación de masa con masas d~ sentimientosprovenientes de la cultura más tradicionalmente popular

narrar la idcntidad. Estamos ante nuevas idcntidades. de temporalidadesmenos largas, más precarias, pero también más flexibles, capaces de amal~gamar y hacer convivir ingredientes de universos culturales muy diversos.y cuya mcjor expresión es quizás el rock en español: ese idioma en que sedice la más profunda brceha generacional y algunas dc las transfOnllal"ionesmás de fondo que está sufriendo la representación política. Se trata de unrack que ha ido convirtiéndose en vehículo de una conciencia dura de ladescomposición social, de la presencia cotidiana de la muerte en las calles.de la sin salida laboral, la desazón moral y la exasperación de la agresividady lo macabro.

En nuestras barriadas populares tencmos camadas enteras de jóvcnes, cuyas ca~bezas dancaoida a lamagia y la hechicería, a las culpas cristianas y a su intoleranciapiadosa, lo mismo que al mesianismo y al dogma estrecho e hirsuto, a utópicossueños de igualdad y libertad, indiscutibles y legítimos, asi C(lmoa sensaciones devacío, ausencia de ideologías totalizadoras, fragmentaciones dc la vida y tiranía dela ímagen fugaz, y al sonido musical como único lenguaje de fondo (Cruz 1994:60).

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Jesús Martín-Barbero356

En lo que concierne al mundo de los jóvenes urbanos -que, como dijimosantes, no se identifican ya con los dc ciudad-, a donde apuntan los cambioses a una reorganización profunda de los modelos de socialización: ni lospadres constituyen ya el patr6n de las conductas, ni la escuela es el únicolugar legitimado del saber, ni el libro es ya el eje que articula la cultura. Co-mo lo afinnó pioneramente, ya a comienzos de los años setenta, MargarctMead: .,.

El marginado que habita en los grandes centros urbanos de Colombia, y que en al-gunas ciudades ha asumido la figura del sicario, no es sólo la expresión del atraso,la pobreza o el desempleo, la ausencia de la acción del Estado en su lugar de resi~dencia y de una cultura que hunde sus mices en la religión católica y en la violenciapolítica. También es el reflejo. acaso de manem más protuberante, del hedonismoy el consumo, la cultura de la imagen y la drogadicción, en una palabra, de la colo-nización del mundo de la vida por la modernidad (Giralda y Lópcz 1991: 260).

Los jóvenes viven hoy la emergencia de nuevas sensibilidades, dotadas deuna especial empatia con la cultura tecnológica, que va de la informaciónabsorbida por el adolescente en su relación con la televisión, a la facilidadpara entrar y manejarse en la complejidad dc las redes infonnáticas. Frentea la distancia y prevención con que gran parte dc los adultos resienten yresisten esa nueva cultura -que desvaloriza y vuelve obsoletos muchosde sus saberes y destrezas, y a la que responsabilizan de la decadencia dclos valores intelectuales y morales que padece hoy la sociedad-, los jóvenesexperimentan una empatia cognitiva hecha de una gran facilidad para rela-cionarse con las tecnologías audiovisuales e infonnáticas, y de una complici-dad expresiva: con sus relatos e imágenes, sus seneridades, fragmentacio-nes y velocidades en los que ellos encuentran su idiota ritmo. Pues frentea las culturales letradas, ligadas a las lenguas y al territorio, las electrónicas,audiovisuales, musicales, rebasan esa adscripción produciendo nuevas co-munidades que responden a nuevos modos de estar juntos, de percibir y

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Integración económica y emborronamÍento cultural

de inte:g~ación. ,al hacer del. espacio nacional un marco cada día más insufi-cientc para aprovecharla o para defenderse de ella (Shutz J 989), al mismoliempo que refuerza y densifica. la desiguald'ad del intercambio (CasteJl yLaserna 1989)., Es a nómbre de ulla integración .globalizada que los gobier-nos de nuestros países justifican los enormes costos sociales que la «apertu-ra» acanea: esa moderniza~ión tecnoeconómica que amenaza otra vezcon suplantar en nuestros países el proyecto sociocultural de la modernidad.Pues si hay un movimiento poderoso de integración --entendida ésta comosuperación de barreras y diso.!ución de fT01HeraS~, es el que pasa por lasindustrias culrurales de los medios masivos y las tecnologías de infom1ación.Pero, a la vez, son esas mismas industrias y tecnologías las que más fuer-1cmente aceleran la integración de nuestros pueblos, la heterogénea diferen-cia de sus culturas, a la indiferencia del mercado, Sobre las posibilidadesde comprender, sin azuzar viejos maniqueísmos e integrismos, y de enfren-tar políticamente las contradicciones que moviliza esa paradoja, se juegahoy la supervivencia cultural dc nuestras identidades colectivas.

A difa'f~cia del proceso que-hasta Jos años setenta se definió como;}mperia~Jisll1o, la globalización de la economía redefine las relaciones centro~;erife-ria: lo que la globalización nombra ya no son movimientos de iuvasión, si-no transformaciones que se producen desde y en lo nacional y aun en lolocal. Es desde dentro de cada país que no sólo la economía, sino la cultu-ra, se l11undializan (Grtiz 1994: 2 1). Lo que ahora está en juego no es unamayor difusión de productos, sino la rearticulación de las relaciones entrepaíses, mediante una descentra'lización que concentra el poder económicoy Hila deslocatización que hibrida las culturas.

En América Latüla, la globalización económica es percibida sobredos escenarios: el de la apcJiura nac.ional exigida por el modelo neoliberalhegemónico, y el de la integración regional con que nuestros países buscanillscliarse eompclitivamente en el nuevo mercado 'nundial. Ambos colocanla «sociedad de mercado» como requisito de entrada a la «sociedad de lainformación». El escenario de la apertura económica se caracteriza por ladesintegración social y política de lo nacionaL Pues la racionalidad de lamodem,izHcián neoliberal sustituye los proyectos de emaneipaciqn socialpor las lógicas de una competitividad, cuyas reglas no las pone ya el Estadosino el mercad<?, convenido en principio organizador de la sociedad en su

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1359,Las transformaciones del mapo

conjunto. ¿y. cómo construir democracia en países donde la polarizaciónsocial se profundiza, colocando al 40% de la población por debajo de losniveles de pobreza'?; ¿qué viabilidad pueden tener proyectos nacionales,cuando los entes financieros transnacionales sustituyen a los Estados enla planificación del desarrollo'? El crecimiento de la desigualdad atomiza lasociedad deteriorando los mecanismos de cohesión política y cultural y,desgastadas las representaciones simbólicas, «no logramos hacemos unaimagen del pais que queremos y, por ende, la politica no logra fijar el rum-bo de los cambios en marcha» (Lechner 1987: 253).

El escenario de la integración regional latinoamericana se comprenderáquizá mejor en su contraste con la europea. Pues, aunque una y otra res-ponden a los retos que plantea la globalización, las contradicciones quemovilizan son bien distintas. La Unión Europea, pese a la enorme diversidadde lenguas y de historia que divide a esos paises y, aun siendo todavia másun hecho económico que político, tiende) sin embargo) a crear ciertascondiciones de igualdad social y a fortalecer el intercambio cultural entrey dentro de sus países. En América Latina, por el contrario; aun estandoestrechamente unida por la lengua y por largas y densas tradiciones, la in-tegración, ecónomic8f,stá haciendo prevalecer las exigencias de competitivi-dad sobre las de cooperación regional, lo que se traduce en una aceleradaconcentración del ingreso, con reducción del gasto social y el deterioro dela escena publica. Y, mientras en Europa,pasa "al primer plano la cuestiónde las naciones sin Estado, esas identidades diluidas o subvaloradas en elproceso de integración de los Estados nacionales, lo que se traduce en tulcierto fortalecimiento público de su capacidad de producción audiovisual(Schlesinger 1990: .121- 140), en Latinoamérica, la integración de su produc-ción audiovisual, al obedecer 'casi unicamente al interés privado, está, porel contrario, produciendo un movimiento creciente de neutralización y bo-rramiento de las se¡jas de identidad regionales y locales (Martin-Barbero1992: 6-13).

En la «perdida década de los ochenta», una de las pocas industriasque se desarrollaron en América Latina fue la de la comunicación: el númerode emisoras dc televisión se multiplicó -de 205 en 1970 pasó a 1.459 en1988-; Brasil y México se dotaron de satélites propios, la radio y la tele-visión abrieron enlaces mundiales vía satélite, se implantaron redes de da-tos, antenas parabólicas y TV por cable y se establecieron canales regionalesde televisión (Reyes 1990). Pero todo ese crecimiento se realizó siguiendoel movimiento del mercado, sin apenas intervención del Est~do; más aun,

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Jesús Martín-Barbero358

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minando el sentido y las posibilidades de esa intervención, esto es, dejandosin piso real al espacio y al servicio públicos, y, acrecentando las concentra-ciones monopólicas.

Mientras en los tiempos de la modernización populista, de los añostreinta a los cincuenta, las industrias comunicacionalcs contribuyeron a lagestación de un poderoso imaginario latinoamericano, hecho de símboloscinematográficos -Maria Félix, Cantinflas- y musicales como el tango,el bolero, la ranchera, en los últimos años, las industrias culturales del ci-nc, la radio y la televisión atraviesan una situación paradójica: la inserciónde su producción cultural en el mercado mundial tiene Como contraparteun claro debilitamiento de su capacidad de diferenciación cultural. La pre-sencia en el espacio audiovisual del mundo de empresas, como la mexicanaTelevisa o la brasileña Redeglobo, se hace, en gran parte, a costa de moldearla imagen de estos pueblos en función de públicos cada dia más neutros,más indiferenciados. Son exigencias del modelo que impone la globalizaciónlas que orientan, esos cambios. Exigencias que se evidencian en el reordena.miento privatizador de los sistemas nacionales de ~levisión en Europa (Ri-cherl 1993 y Silj 1992) y en las contradicciones cültural.s que conlleva laapertura económica del Sureste asiático. La expansión de] número de cana-les, la diversificación y crecimiento de la televisión por cable, y las conexio.nes vía satélite han acrecentado el tiempo de. programación, empujandouna demanda intensiva de programas, que abre aun más el mercado a laproducción televisiva latinoamericana, produciendo pequeñas brechas enla hegemonia televisiva norteamericana y en la división del mundo entreun Norte identificado con paIses productores y un Sur con paises única-mente consumidores. Pero significa también el triunfo de la experienciadel mercado en rentabilizar la diferencia cultural, para renovar gastadasnarrativas, conectándolas a otras sensibilidades, cuya vitalidad es rcscmanti.zada en la tramposa oferta de una cultura de la indiferencia. Que es la otracara de la fragmentación cultural que produce la globalización

Las contradicciones latinoamericanas, que atraviesan y, sostienensu globalizada integración, desembocan decisivamente en la pregunta porel peso que las industrias del audiovisual están teniendo en estos procesos.Pues esas industrias juegan, en el ten"cno estratégico de las imágenes quede si mismo se hacen estos pueblos y con las que se hacen reconocer delos demás. ¿Qué significa en esta perspectiva el enorme y dIsperso creci-miento de canales de televisión y de la oferta en horas de programación, oel que en varios países de Latinoamérica haya más videograbadoras por

1361los tronslormocione~ del rnopa

habitante que en Bélgica o en Italia, si ello va acompañado de una reducciónen los porcentajes de producción endógena y de una creciente hOl11ogcnejza~ción de lo que importa? Ahí están el cine y la !dcnovcla indid.l1donos elderrotero que marca la globalización cOnlunicacional.

El cinc, acosado entre la retirada del apoyo estatal (Gelmo 1989) alas empresas productoras -que ha hecho descender a menos de la mitadla producción anual en los paises con mayor tradición como México oBrasil.- y la disminución de espectadores que, por ejemplo, en Méxicosignificó en los años ochenta la calda de 123, a 61milJones de espectadoresyen Argentina de 45 a 22 millones, se debate hoy entre una propuesta comcrcial, sólo rentable en la medida en que pucda superar el ámbilt' nacional,y una propuesta cultural viable en la medida en que sea capaz de insertarlos temas locales en la sensibilidad y la estética de la cultura-mundo. Loque obliga al cine a subordinarse al vídeo en cuanto tecnologia de circulacióny consumo doméstico: ya en 1990 habla en América Latina 10 millones devideograbadoras, \2.000 vidcoclubes de alquiler de cintas y 340 millonesde cIntas alquIladas al año (Getino 1993). En ciudad de México, mientrashay un cine por cada 62.800 habitantes, existe un video club por cada4.500 personas, lo que, a la vez que refuta las pesimistas previsiones delos apocalípticos sobre la cercana muerte del cine, señala sin embargo al-gunas tendencias claramente prcocupantes; casi el 80% de la oferta decintas en los videoclubes, son de cine norteamericano, el cinc ('uropeo, in-cluido, el, español. no llega al 10%, y el cine mexicano que se oferta en,los videoclubes del país más pretendidamentc nacionalista de Latinoamérica,llega al 10% (Garcia 1994).

Pero, donde se hacen más explicitas las lógicas de la globalización,es en la televisión y, especialmente, en ese enclave, estratégico de la produc.ción audiovisual latinoamericana, tanto por su peso en el mercado, comopor el papel que juega en cl reconocimiento cultural de estos pueblos, quees la telenovela.

Los avatares de la identidad industrializada

Hasta mediados de los años setenta, las series norteamericanas dominabanen fonna aplastante la programación de ficción en los canales latinoamerica-nos de televisión. Lo que, de una parte, significa que el promedio de progra.mas importados de los EEUU -en su mayoría comedias y series melodra-máticas o policiacas- ocupaba cerca del 40% de la programación (Varis

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lQ73))', de otrap3rte"esos.<programas ocupaban los horarios más rentables,tan('o los llOClllrlH)S entre semanas, comO a'lo largo de todo el día los fines,de semana. A finales de los setenta, la situación comienza a cambiar y, du~rante Jos años ochent~¡) la producción nacional crecerá y entrará a disputara los seriados ;lo1ieamcricanos los horarios «nobles». En un proceso suma-mente dpido, la ('denovcla nacional en varios países -México, Brasil, Ve-nczu~¡aJ Colombia, Argcnt.ina- y en los otros la telenovela brasi leña,mexicana o venezolana, desplazan por completo a la producción norteameri-cana (Schllcider-l'vladallcs 1995). A partir de ese momento, y hasta iniciosde los años noventa, no sólo en Brasil, lYféxico y Venezuela, principalmentepaíses exportadores, también en Argentina, Colombia, Chile y Perú, la te-'lenovela ocupa un lugar determ¡nanre en la capacidad nacional de produc.ción televisiva (Ponales 1988, Ortiz y otros 1985, González 1990 y Coccato1985), esto es, en la consolidación de la industria televisiva, en la moderniza-ción de sus procesos e infracstmctum ~ranto tecnicas como financieras-yen la especialización de sus recursos: libretistas, directores, camarógrafos,sonidistas, escenógrafos, editores. La producción de telenovelas ha signifi-cado a su vez UlIa cierta apropiación del género por cada país~ su nacionali-zación. Pues, si biell el género telenovela impliea'rigidos estereotipos ensu esquema uram;úico y fuertes condiciones en su gramática visual -rc~forzados por la lógica estandarizadora del mercado tekvisivo munclial-)tamhién lo ~s quc cada país ha hecho de la telenovela un particular lugarde cruces entre la televisión y otros campos culturales como la literatura,el c.i.ne, el teatro. En .la mayoria ele LOSpaíses se empezó copiando) en algu-nos importando .incluso los libretos, del mismo modo como había sucedidoai'1osatrás con radionovelas cuando, de la ,mano de Colgate Palmolivc, losguiones se. .imp0l1aban de Cuba O Argentina. La ~ependencia del formatoradial y de la concepción de la imagen como mera i,lustración de un «dramahablado}), se fue rompiendo a;inedida que la telev.isi6n se iba industrializandoy los equipos humanos de producción iban «conquistandO) el nuevo medio,esto es, apropiándose de sus posibilidades expresivas. La telenovcla seconvirtió enlonc~s en un conllictivo pero fecundado terreno de redefrnicio-nes político-cúlt'umles: mientras en países cQmo Brasil se incorporaban ala producción de telenovclas valiosos actores de teatro, directores de cine,prestigiosos escritores de izquierda, en otros países, la televisión en generaly la telenovela en particular, eran rechazadas por los artistas y escritorescomo la más peligrosa de .las trampas y el más degradante de los ámbitosprofe.sionalcs, Poco a poco, sin embargo, la crisis del cii1e, por un lacio, y

la superación de los extremismos ideológicos, por otro, han ido Incorporan- .do a la televisión, sobre todo a través de la telenovela, a muchos artistas,escritores, actores que aportan temáticas y estilos por los que pa~an dimen-siones clave_de la vida y las culturas nacionales.

En el momento de su mayor creatividad, la telenovela la.tinoamericanaatestiguará las dinámicas internas de una identidad cultural plural. Pero se-rá justamente esa heterogeneidad narrativa, que hacía visible la div~rsidadcultural de lo latinoamericano, la que la globalizaeión está reduciendo progre-siv~mente. Paradójicamente, el éxito de [a telenovela, que fue el trampolínhacia su internacionalización, y que respondía a un movimiento .de activa-ción y reconocimiento de lo latinoamericano en los países de la región, vaa marcar también, sin embargo, el inicio de un movimiento de uniformaciónde los fonnatos, neutralizador de las señas de una identidad plural. En losúltimos años, la apertura del mercado mundial a las telenovelas latinoameri-canas ha incorporado también la producción colombiana y argentina, ponien-do en evidencia el grado de desarrollo alcanzado por las empresas nacionalesde televisión. Pero el1o, al costo de una industrialización del melodrama,que acarrea ,el borramiento progresivo de las normas de autor y de las se-I1asde identldad que.~e hab.ían conseguido. La'pregunta es entonces: ¿Seráverdad que la globalización de los mercados significa la disolución de todaverdadera diferencia o su :-educción a recetarios de congelados folcloris-mos?, ¿o ese mismo mercado no está ya reclamando también exigentesprocesos de experimentación e innovación que pern1itan insertar en loslenguajes de una sensibilidad mundial izada la díversidad de narrativas, ges-tualidades e imaginarios, en que se expresa la verdadera riqueza de nuestros.pueblos? Es lo que, desde Colombia, está;ucediendo en los últimos añoscon la telenovela Café, que, en un relato estéticamente innovador, trazalos lazos que ligan la hacienda cafetera con la bolsa de Nueva York, los ar- .tes.anales modos de su recolección con la tecnificada producción y comer- .eialización de sus variedades, evidcnciando la autonomía, lograda por lamujer, los desplazamientos de la nlovilidad social, tanto hacia arriba comohacia abajo, la legitimación del divorcio, etc.; y cuyo éxito en la mayoríade países de América Latina ha sido Cllonne. O con seriados que, comoSellora Isabel, narra el coraje de una ama de casa que, después de veinteaños de casada, se siente capaz de exigirle a la vida libertad y pasión, de-velando las complicidades del machismo con el moralismo de fin del sigloXX, y de la cual se hacen actualmente versiones «propias» en México yen Venezuela.

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N. GarCÍa Canclini

Por un espacio audiovisual latinoamericano

1365Los lronslormacianes del mapa

Comencemos por dilucidar esa paradoja. No es por falta de pesoeconómico que se produce esa marginación, pues las industrias del audiovi.sual ~cineJ radial discos, televisión (que incluye satélites, parabólicas,cable), telemática, video, vidcojucgos~ están creciendo como ningunaotra área del mercado ((;clino 1996, Entcl y otros 1990). EslO respondemás bien a la complejidad de relaciones que el mercado audiovisual planteaentre economía y cultura, entre los engañosos celos dc los empresariospor «la» identidad de lo nacional y las heterogeneidades que Illovilil(l loregional.

Como se demostró, en la última reunión del GATT - -ahora Organiza-ción Mundial de Comercio. -, el debate entrc la Unión Europea y los EstadosUnidos sobre la «excepción clllturaln. la producción y circulación de lasindustrias culturales exige una mínima puesta en común de decIsiones po-líticas. En América Latina, ese mínimo de política,; culturales comunes hasido imposible de lograr hasta ahora. En primer lugar. por las exigencias ypresiones del patrón nculibcral, que ha acelerado el proceso uc privatizacióndel conjunto de las telecomunicaciones y desmontado las pocas normasque, en algún modo, regulaban la expansión de la propiedad. A lo que aho-ra asistimos) es él la con formación y reforzamicnto de podcrosü:- c(lnglornc.rados multimediales, que manejan a su antojo y conveniencia, en unos ca-sos, la defensa interesada del protcccioni:::mo sobre la producción culturalnacional y, en otros, la apología de los flujos transnacionales. En cl ca::,ode la entrada de México (Guevara y García ¡992, García 1996) al TLC,entre EEUU y Canadá, fuera de unas limitaciones relativas (\1porcentaje deinversiones extranjeras en el sector audiovisual y una más «Simbólica)que real cuota mínima de pantalla, las industrias culturales cst3n CXc111i(l3sdel acuerdo. Tampoco en los acuerdos del j'v[ercosur hay legislación sobrelas industrias culturales: en los considcrandos del Tratado de Asullción nose hace ninguna mención expresa a la cultura y, posteriormente, las declara-ciones de intención se han multiplicado -reunión técnica en Brasilia, 1992,especializada en Buenos Aires 1995, en una agenda ele políticas culturales(Redondo 1997 y Achugarl Bustamantc i990), oricntada especialmentc ala homologación de legislaciones, a la protección del I,atnmonio, a la consti-tución de redes de información y, en gcneral. a la difusión de la (<alta cul-tura». Asi lo prueba el Protocolo de lnlegración Cultural, firmado en 1996,y el «Sello ~1ercosur Cultura!», que facilita los trámiles <lduancrus para laexhibición de artes phísticas. las ediciones cofinancindas. las becas parajóvenes artistas o el programa uc intercambio de e:--cntorcs. Las industrias

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II

Jesús Martín-Barbero364

El escenario audiovisual de los años noventa en América Latina se muestradoblemente cargado de contradicciones: las que se originan en la convergcn-cia de la aceleración de los cambios tecnológicos con la desregulación desus mercados que, a la vez que des potencian el valor de lo público, compor-tan scrias, desubicaciones en las fom1as dc la propiedad; y las que se gc-neran en la reconfiguración de la «identidad socia!>, de los medios -espe-cialmcnte de la televisión y el computador- sobre la que están incidiendomovimientos de conformación de nuevas formas de ciudadanía y nuevosespacios en la esfera pública. La integración cullural latinoamericana pasadecisivamente por las ambigüedades y dinámicas de ese escenario. Y, sinembargo, la presencia de las industrias audiovisuales en los acuerdos deintegración subregional (TLC y Mercosur) es hasta ahora netamente margi-nal: «objeto de anexos o acuerdos paralelos» (Galpering N.o 31: 12).

Aunque cargada con pcsados esquematismos narrativos y cómplicede rnistificadoras inercias ideológicas, la telenovela hace, sin embargo,parte de los modernos dispositivos de recreación del imaginario latinoameri.cano. Un imaginario que remite, de un Jado, a las transfonnaciones tecnopcr.ceptivas que posibilitan a la mayoría, úna peculiar intcrpenetraciÓll, o coro.plicidad, de su oralidad cullural con la visualidad electrónica (Martin-Barbero1992 y 1996), lo que asigna un lugar estratégico a todas las industrias dela imagen en los procesos de constitución de la identidad. y de otro, eseimaginario remite, a la larga experiencia del mercado, y, en especial, de lasindustrias audiovisuales, para captar, en la estructura repetitiva de la serie,las dimensiones rilualizadas de la vida cotidiana y, juntando el saber bacercuentas. con el arte de contar historias, conectar con las nuevas sensibilida-des populares, para revitalizar gastadas narrativas.

Entre el atrincheramiento fundarncntalista y la homqgencización mercantilizadahay lugar para estudiar y discutir qué puede hacerse desde las pplíticas culturalesa fin de que las alianzas económicas no sirvan sólo para que circulen librementelos capitales sino también las culturas [...] 'Lo latinoamericano' no es un destinore-velado por la tierra ni por la sangre: fue muchas veces un proyecto frustrado;hoyes una tarea relativamente abierta y problemáticamente posible.

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366 Jesús Martín-Barbero Las transformaciones del mapa 367

audiovisuales no parecen caber en ese ({sello})pero, mientras tanto, apareceel Grupo Clarín, un conglomerado multimedia que se coloca en un tercerlugar del espacio <ludiovisuallatiooamericano, uctr<Ís de Redeglobo y Tclevi-.sa, Los objetivos directamente económicos -dCSatTOIl0 de los mercados,aceleración de lus flujos cit; capital-.- obturan la posibilidad de rlantearseun mínimo de políticas acerca de la concentración financiera y el ahoI1da~miento de la división social entre los inforricos y los infopobres.

La otra razón de fondo, que impide integrar un mínimo las políticassobre industrias culturales en los acuerdos subrcgionales de integraciónlatinoamericana, estriba en el predominio de una concepción fundamentalistade la identidad flucional asociada, a lo étnico -- que por otra parte, comoplantea Garcla Canclini (1998) se divorcia del pragmatismo radical que ri.ge la inserción de nuestros raises en los procesos de globalización económi.ca y tecnológica ..- y una concepción de culturn estrucruralmentc asociadaa lo patrimonial y a <do culto)). Concentradas en preservar patrimonios ypromover las artes de elite, las pollticas culturales de los Estados han des-conocido por completo el papel decisivo de las industrias audiovisuales enla cultura cotidiana de las mayorías. Las grandes industrias culturales, porel contrario, a través de los medios masivos, están logrando penetrar lavida personal y ülJniliar, organizand,? el tiempo librc mediante la ofel1a adomicilio de entret~nimiento y del manejo estratégico ele infom13ción.

Andadas en una concepción básicamente prescrvacionista de la identi-dad y en una práctica desarticulación con rt:spccto a lo que hacen las cm.presas y Jos grupos independientes ---ese ~(It:fcer sectoD), cada día másdenso-, las políticas públicas están siendo, en gran medida, responsablesde la desigual segmentación de los consumos y del empobrecimiento de laproducción cndógl.:na. Y ello en momentos en que la heterogeneidad y lall1ulticuJturalidad no puedl:t1 ser más vistas como un problema, sino comola base de la renovación de la democracia. Y cuando el liberalismo, al ex.pandir la dt:sregubción hasta el mundo de la cultura, está exigiendo a losEstados y a los organismos internacionales la reconstrucción de la esferapública. lo que no podrá lograrse sin Ulla conccl1~cjón entre Estados, gran-des empre~as y gr~pos independientes --'pcljucii.as empresas mediáticas,ONG, asociaciones c0111unitarias-- quc permita salvaguardar y desarrollarintereses colectivos irreemplazabks.

Pero, si del lado de los Estados la integración cultural sufre de losobstáculos que aCclbamos de enumcrar, existen otras dinámicas que movili-zan hacia la inlL:gracióll el escenario audiovisual latinoamericano. En primer

lugar, el desarrollo de nuevos actores y farolas de comunicación; las radio-emisoras y telcvisaras regionales (como las colombianas .y mexicanas)municipales y comunitarias o los grupos de producción de vídeo popularque constihlycn, como afirma Roncagliolo: «un espacio público en gesta-ción>!,pues «representan un impulso local, hacia arriba, que parece destina-do a convivir con los medios globales. Tal convivencia constituye quizá latendencia más clara de las industrias culturales 'de punta' en la región"(Roncagliolo 1990: 53). Sin ser de los más avanzados en ese terreno, Co-lombia cuenta ya con 546 emisoras de radio comunitaria y con cerca de400 experiencias de televisión local y comunitaria. Todas ellas hacen partede esas redes de iniciativas infonnales que, atravesando aldeas y barriadas,ponen en relación las dcmandas locales con las ofertas globales, vía antenasparabólicas, por ejemplo. Y cuya «densidad social y cultura!>, deberla tener-se en cuenta a la hora de pensar las posibilidades de integración regional(Rey 1998)

Otro ámbito para tener en cuenta son las brechas y contradiccionesque fisuran las grandes máquinas de los conglomerados multimedia. Puestoque ya he ha~lado de la telenovela, empezaré por la puesta en escena de lolatinoamericánó que,,:~cargada de esquematismos y deformaciones, perotambién de polifonías, están realizando las subsidiarias latinas de CBS yCNN, en unos países con frecuencia inmersos en una muy pobre infonna~ció n internacional y, especialmente, en lo que atañe a los otros países deLatinoamérica. Las dcscontexhlalizaciones y frivolidades de que está hechabuena parte de la información que difunden esas cadenas de televisión, nopueden ocultamos las posibilidades de apertura y contrastación infonnatívasque ellas producen, pues en su entrecruce de imágenes y palabras, se desha-cen y rehacen imaginarios que rebasan lo local y nos sitúan en un ciertoespacio globa1izado, pero latinoamericano,

También entre las grandes industrias del rack pasan hoy movimientosde integración cultural nada despreciables. El movimiento del rack latinorompe con la mera escucha juvenil, para despertar creatividades insospe.ehadas de mestizajes e hibridaciones: tanto de lo cultural con lo político,como de las estéticas transnacionales con los sones y ritmos más locales.De Botellitas de Jerez a Maldita Vecíndad, Caifancs o Café Tacuba enMéxico, Charlie García, Flto Pácz o los Enanitos Verdes y Fabulosos Cadillaeen Argentina, hasta Estados Alterados y Aterciopelados en Colombia. Unainvestígadora colombiana (Rueda 1998) afinna:

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Que se trata no de meros fenómenos locales/nacionales, sino de lo latinoa-mericano tomo un lugar de pertenencia y de enunciación especí fico, loprueba la existencia del canal latino dc MTV: en el que se hace presente,junto a la música, la creatividad audiovisual en ese género hibrido, globaly joven, por excelencia, que cs cl videoclip,

También la industria dcl cinc, tanto en el ámbito de la producción co-mo en el del consumo, muestra cambios nada previsibles hace diez años.Del lado de la producción, como anotábamos antes, la desaparición del ci-ne nacional parecia, inatajablc: la destrucción neoliberal de las institucionesque, desde el Estado, apoyaban esc cine, asi lo aseguraba, Y, sin embargo,en los últimos años, ya sea en forma explícita o velada, con menor capacidadeconómica, pero con mayor capacidad de neg01iiación con la industriatelevisiva e, incluso, con algunos conglomerados económico~ multimediales,esas instituciones reaparecen en Brasil, Argentina, Colombia. De otro lado,las coproducciones de países latinoamericanos con europeos va en aumento,apoyándose no sólo en el capital financiero, sino también en la experienciade las entidades cinematográficas de España, Francia o llalia, para incorpo-rar a la empresa privada en el sustcnto de una cinematografia disfrutablepor la mayoría, sin ser puramente comercial, esto es, que conserva algunacapacidad de experimentar estéticamente y de expresar culturalmente. Pero,en el ámbito en que el cinc experimenta mayores cambios, es en el de lasformas de consumo. Al cierre acelerado de salas de cine -para dedicarlasa templos protestantes o parqueadcros- que vimos a fines de los añosochenta e inicios de los noventa, sucedió un fenómeno inesperado: la apari-ción de los conjuntos multisalas, que reducen drásticamente el número desitIa por sala, pero multiplican la oferta de filmes. Y, por el mismo ticmpo,la composición de los públicos habituales de cine también sufre un cambionotable: las generaciones más jóvenes -que devoran videoclips en la tclcvi-sión- parecen estarse reencontrando con el cine en su «lugar de origem):las salas públicas. De un lado, las multisalas, ubicadas con frecuencia encentros comerciales, al ofrecer una infraestructura renovada de visión yaudio, además de seguridad y de ampliación de la oferta y, de otro, el crc-cimiento del público joven, están quebrando la tendencia dominante al

consumo de cine doméstico en la televisión o la videocasetcra doméstica.A lo que nos enfrentamos entonces es a una profunda diversificación elelos públicos ele cine, que conlleva cambios en los modos de ver cine y enlos tipos de espectador (Garcia, Holtz y Mantecon 1994). Todo etIo hareabierto las posibilidad~s de demanda -de «cinc latinoamericano», comolo demuestra la asistencia creciente de público a ciclos que presentan esecine, ya sea por países o del conjunto, y a no pocas películas mexicanas,cubanas o argentinas, que se mueven entre el cine de autor y el que sin serparacinéfilos, se denomina «buen cinc». El problema mas grave que atravie-sa el cine en América Latina son los monopolios de la distribución y la cir-culación. No es buen cine el que escasea, lo que escasean son unas políticasmínimas de distribución que pennitan la circulación e1elcinc latinoameri-cano. Es absurdo que se pueda ver más cine latinoamericano en San Francis-co, Lyon o Barcelona, que en Bogotá, Caracas o Santiago.

De igual modo, los problemas y las posibilidades dc un cspacio audiovi-sual latinoamericano pasan pbr unas políticas audiovisuales capaces dehacerse cargo de lo que los medios tienen de, y hacen con, la cultura coti-diana de la gcnte, y de implicar al sistcma educativo en la transfomlaciónde las relaciones dc la escuela con los nuevos Icnguajes, los nucvos saberesy las nuevas escrituras audiovisuales e infonnáticas. Ello exige que esaspolíticas partan de, y se centren, no en declaraciones de intenciones, sinoen un serio reconocimiento de los .problemao;¡y en un análisis preciso delas posibilidades. Unas políticas no generalislas y dirigidas al abstracto pú-blico de las declaraciones de intención, sino diversificadas y dirigidas a losgobiernos y a los empresarios del sector audiovisual, a los usuarios y a lasorganizaciones sociales, a los profesionales del sector y a los invcstigadores,a los organismos internacionales y a las universidades. Unas políticas capa-ces .de responder a preguntas como éstas, formuladas ya, a comienzos del,osnoventa, en una reunión de consulta de la Unesco en Ciudad de México:

¿Queremos o no preservar y fOt1alccer los recursos humanos, tecnológicos y cul-turales del espacio audiovisual que hemos venido generando desde hace un siglo?¿Deseamos sostener e incrementar la capacidad producti va de nuestras propiasimágenes o aceptamos convertimos colectivamente ~n meros transmisores deimágenes ajenas? ¿Intentamos vemos en esos espejos socioculturales que constitu-yen nuestras pantallas o renunciamos a construir nuestra idenlidad, nuestra posibi-lidad de ser colectivo y reconocible? (Unesco 1991).

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369las transformaciones del mapa

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En tanto afinnación de un lugar y un territorio, este rack es a la vez propuesta es-tética y política. Uno de los 'lugares' donde se construye la unidad simbólica deAmérica Latina, como lo han hecho la satsa dc Rubén Blades, las canciones deMercedes Sosa y de la Nueva Trova Cubana, lugares desde dóndesc miran y secontribuyen los bordes de lo latinoamelieano.

Jesús Marlín.Barbero368

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Modernidad-mundo e identidad

Renato Ortiz

El tema .de la identidad es rico y contravenido. Si en la actualidad, partirdel proceso de globalización, resurge con fuerza en las discusiones políticasy académicas, se hace necesario, sin embargo, dimensionarlo correctamen-te. Por cierto, las transformaciones recientes replantean los movimientosidentitarios en una nueva meseta. Pero antes de reflexioiuir acerca de suconfiguración,.1J.ay que reconsiderar el modo ,en que ~l propio conceptofue trabajado en las CÍencias sociales. Tengo la impresión de que ilmenudoimplica unalechlfa deificadora de la sociedad, lo que nos conduce a una.comprensión equívoca de las relaciones sociales, En este sentido, me pareceque un análisis categorial de sus implicaciones seria un ejercicio intelectualsaludable. Quizá consigamos asi evitar las dificultades en su encadenamientológico .

¿Qué se entiende en realidad por identidad cultural? Retomo algunasideas de la antropologia. Clásicamente, cuando .losantropólogos buscanentender las sociedades primitivas, intentan dar cuenta de 'su totalidad, Lainterpretación se fundamenta en el trabajo etnográfico, una «descripcióndensa» de la organización social, las reglas de parentesco, los mecanismosde intercambio, los rituales religiosos y la vida material. La comprensiónderiva, pues, del cruce de una serie de infonnaciones, reveladas por el es-fuerzo descriptivo y clasificatorio. Si pretendo conocer cómo actúan losindividuos en el seno de una detenninaqa cultura, estoy obligado a manipularun espectro variado de conocimientos. Así, para hablar de la' c)lltura «sa-mQ), debo comprender el antagonismo entre los universos masculino yfemenino, las reglas de transmisión de los nombres de los antepasados,las creencias y las historias miticas, que explican el lugar de los hombres

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Jes6s Martín-Barbero

",La europeidacl: un nuevo campo de batalla~'. En: Estudios de ,Culturas('()//{emporáneas, N." 16-17, Colima, México; Dosier i'FR3 regios: du localaU,transfonticr". En: Dosier de 1'Audiovisuel, N.O33, París, pp, 121-140.Encuenlro rcgionnl sobre "Políticas audiovisuales en América Latina y elCaribe". México.

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Renato Ortiz

El tema de la identidad es rieo y eontrovertido. Si en la actualidad, partirdel proeeso de globalización, resurge con fucrza en las discusioncs politicasy académicas, se hace necesario, sin embargo, dimensionarlo con'cctamcn.te. Por cierto, las transformaciones recientes replantean los movimientosidentitarios en una nueva meseta, Pero antes de reflexionar acerca de suconfiguraeión, hay que reconsiderar el modo en quc el propio conceptofue trabajado en las ciencias sociales. Te"go la impresión de que a menudoimplica una lectura deificadora de la sociedad, 10 que nos conduce a unacomprensión equívoca de las relaciones sociales. En este sentido, me pareceque un análisis categoríal de sus implicaciones sería un ejercicio intelectualsaludable. Quizá consigamos así evitar las dificultades en S\I encadenamientológico. .

¿Qué se entiende en realidad por identidad cultural? Retomo algunasideas de la antropologia. Clásicamente, cuando los antropólogos buscanentender las sociedades primitivas, intentan dar cuenta de su totalidad. Lainterpretación se fundamenta en el trabajo etnográfico, una «descripcióndensa)} de la organización social, las reglas de parentesco, los mecanismosde intercambio, 10s rituales religiosos y la vida material. La comprensiónderiva, pues, del cruce de una serie de informaciones, reveladas por el cs~fuerzo descriptivo y clasificatorio. Si pretendo conocer cómo actúan losindividuos en el seno de una determinada cultura, estoy obligado a manipularun espectro variado de conocimientos. Así, para hablar de la cultura «sa-ma}), debo comprender el antagonismo entre los universos masculino yfemenino, las reglas de transmisión de los nombres de los antepasados ..las ereencias y las historias míticas, que explican el lugar de los hombres

Modernidad-mundo e identidad

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376 Renoto Ortiz Modernidad-mundo e identidad 377

en la sociedad, el lcllguaj~de los objetos sagrados, los conceptos de hom-bre, mujer, selva, animales salvajes, ctc. Sólo entonces podré indagar res.pecto de los contornos de una «identidad samo» (ver Héritier 1977).

Pero, ¿,qué constituye esta identidad? En buena medida, la escuelaculturalista norteamericana intentó dar una respuesta a este interrogante.Sus estudios buscaban articular el individuo con un horizonte más amplio.Desde esta pcrspecti va, la cultura es responsable del contenido de la persona-lidad, y la ldenridad personal se caracteriza como una consecuencia deuna «cstructura>l) de un universo, que engloba de modo igual a los miembrosde una comunidad. Cada cultura representa así un {(patrón», un todo cohe.rente cuyo resultado se realiza en la acción de los hombres. Una aU[Qracomo Ruth Benedict puede hablar, entonces, del «caráctem de un pueblo-por ejemplo, los zuñi, indígenas del suroeste americano (Bencdict s,d.)-.Este pueblo sería definido por su actitud apolinea, preserita por el todosocial, cuya tend~ncia los lleva a eliminar los excesos de la vida personal,política y religiosa, en favor de un comportamiento prudente y cauteloso.La moderación se torna s'inónimo de la identidad zuJii. Lo mismo afim1aráMargaret Mead al estudiar a los indigenas del archipiélago de Samoa. Ellosse comportan de acuerdo con el «carácter estructural» de la personalidad.samoana:csto es, un conjunto de normas aprendidas a través de la culnml'.Socializados desde la infancia dentro de un detenninado c.ontex[Q, lossamoanos interiorizarían, poco a poco, Jos elementos constitutivos delnúcleo central de su socÍedad.'

El concepto de carácter se aplica en nivcles distintos. Primero, semanifiesta en el individuo, pero como éste es producto de las fuerzas so.cializadoras, es posible extenderlo al conjunto de la misma organizaciónsocial. De alguna manera, la escuela culturalista tennina psicologizando eldominio lit: lo social: lo que es individual se torna identidad colectiva. Elcarácter étnico de un gmpo pasa entonces a ser concebido como la culturacompaJtida por sus miembros. Sin embargo, este razonamiento, simple aprimera vlsta, presupone ¡¡lgLlno~pasos que merecen ser explicados. Entreéstos, quiero destacar tres aspccros: las nociones oc integración, territoriali-dad y cel1l1alidad.

Para los antropólogos, la cultura es, en primt.:r lugar, un todo in~legrado. U/l<.l totalldad en la qw.: se encuentran orgánicamente articuladas

diferentes dimensiones de la vida socia!' La investigación etnográfica --<¡uese extiende del dominio material al parentesco, del intercambio a los rituales-ofrece al observador los elementos para la reconstitución de este conjuntomás amplio. En el caso de la escuela culturista debe ser subrayado otroaspecto. La cultura está marcada, además, por su función integradora,que fonua a los individuos según las exigencias de la sociedad. Personalidady cultura pueden, entonces, ser comprendidas en su articulación visceral.Sin embargo, esta capacidad dc inclusión se limita a un territorio fisico: lassociedades primitivas poseen fronteras bien delimitadas. Para usar unaexpresión de Marc Augé, diría que se encuentran confinadas en el «lugarantropológicO». Esto significa que, en el interior de sn territorialidad, todacultura cs una, indivisa; se distingue de todas las otras y se define por una«centralidad» particular. Por eso, la literatura antropológica tendrá comopreocupaeión el tema de su insularidad. Ralph Linton afirma que toda cul-tura posee un núcleo: «la masa de valores, asociaciones y reacciones emo-cionales, en gran medida inconscientes, que dan a la cultura su vitalidad yproveen a los individuos los motivos para adherir a los patrones culturalesy practicarlos» (Linton 1973: 360). Por cierto, este centro está sujeto acambios, peró Cintan e¿,fatiza que son cambios lentos y graduales. «Debidoa que son lentos y de carácter más o menos evolutivo, esos cambios en elnúcleo cultural raramente acarrean conflictos serios. Elementos antiguosson abandonados y elementos nuevos son desarrollados, en una relacióníntima y constante con la configuración preexistente. Si los elernentos endesarrollo entran en con flicto serio con las partes fmnemente establecidasde esta configuración, su desarrollo será detenido hasta que las modificacio-nes de esa configuración pernlitan retomarlo. Esta parte de la cultura puede,por lo tanto, mantener un elevado grado de integración, a través de cualquierproceso de modificación cnltura!» (Linton 1973: 362). Dicho de otro modo,el núcleo posee el control sobre los cambios que se le imponen, tanto pro-venientes del interior como del exterior de su territorio. De esta manera,se conserva su identidad prácticamente inalterada.

Cuando los antropólogos norteamericanos, por diversas razones -mu-chas de ellas de carácter ideoI6gico-,2 comienzan a interesarse por lasnaciones y los nacionalismos, lo que hacen 'es, sencillamente

ltrasponer

1. \I~r (Mead \ 9]). Sobre la noción del carácter en antropología, véase un manualcomo el de Kee;;lng (1953).

2. Los estudios sobre el carácter nacional florecen en los Estados Unidos durante la Se.gunda Guerra Mundial. Subsidiados por las agencias gubernamentales, inauguran una«antropología a distancio» (eufemismo de la época), cuya intención es sin duda co.nacer el comportamiento del «enemigo».

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un esquema teórico, puesto a prueba anteriormente, para la comprensiónde otro tipo de sociedad. La identidad adquiere una nueva dimensión, con-sustancial al «carácter nacional». En su trabajo sobre la cultura americana,Margaret Mead es clara: «en cualquier cultura, en Samaa, en Alemania, enla Tierra del Hielo, en Bali, en los Estados Unidos de América, encontramosconsistencias y regularidades en la manera en que tos bebés crecen y asu~men las actitudes y comportamientos de los más viejos -3 eso debemosllamar formación del carácter-o Podemos, en consecuencia, decir quelos sama anos poseen una estructura de carácter samaano, así como losamericanos una estructura de carácter americano (ver Mead 1942: 21).

El argumento se fundamenta en una analogia entre las sociedadesprimitivas y las sociedades nacionales, lo cual es, por lo menos, una impm-dencia teórica. Varios estudios fueron realizados en esta dirección. Al leerloshoy, no es difieil percibirlos como inaceptab'les, más cerca del sentido co-mún que del pensamiento propiamente cientifico. Cito algunos ejemplos.Los rusos son descritos como un pueblo «caluroso y humano, tremendamen~te dependiente de las filiaciones sociales seguras, inc!itable, irracional, fuertepero indiseiplinado, y que necesita, por eso, ser sometido a algún tipo deautoridad» (Kluckhohn 1962: 214); los americanos como románticos, fran-cos y benévolos -Clyde Kluekhohn creia que ninguna otra sociedad conta-ba eon tantos patrones de risa (Kluckhohn 1949)-. Y Rutb Benedict, ensu libro El crisantemo y la espada, argumenta que la ética japonesa, fundadaen sentimientos que rechazan el fraeaso y la vergüenza, es incompatibleeon el desempeño, un atributo esencial de la índole americana (Benedict1989).

No me interesa extenderme en las criticas a los resultados de losanálisis sobre el carácter nacional. En definiti va, no difieren sustancialmentede otros enfoques predominantes en divcrsos países -en Brasil son va-rios-los autores que describen al brasileño como «indolente», «perczosQ»,(<inepto para el trabajo», o, con una visión más optimista, como «maliciosO}),«sensua1», «dionisíaco» (ver Leite 1969). Me pareee más produetivo [ocali-zar el razonamiento en este tipo de postura. Evidentemcntc, los antropólogossaben que existen tipos diferenciados de fonnaciones sociales, sociedadestribales, ciudades-estado, imperios. Sin embargo, al trasladar los métodosutilizados para cstudiar las sociedades primitivas, terminan postulando queel grado de eohesión de las soeiedades nacionales es, por lo menos, semejan-te a la cohereneia de las culturas anteriores. Integración que se extiendeahora porun territorio más abarcador, mareado por los limites de la naciona-

Iidad. De cstc modo es posible hablar de un núclen de la>culturas nacionales,que cxpresaria su identidad (ver Mead 1951, Kroeher 1953). Como cadacultura es una, singular, se considera, por extensión, que cada sociedadnacional es un todo integrado, ineductible a otras culturas, cuya base ma~terial es el Estado-nación. El mundo se constituye, de ese modo, en unapléyade de culturas nacionales, cada una con su idiosincrasia, con su ca~ráeter. Por otro lado, además, esta identidad, no obstante ser pasible decambios, se caracteriza sobre todo por la pcnnancncia, Como dice un anlfO~

póloga cultural: «No debemos pensar que el carácter nacional y las predis~posiciones compartidas son inmutables; pero el cambio es usualmentegradual, y no súbito o catastrófico» (Gorer 1953). Afmnaeión que nosaproxima a Ralph .Lintan y su argumento acerca de la estabilidad del centrode las culturas.

Integración, territorialidad, centralidad. En rigor, el pensamiento an-tropológico retoma puntos desarrollados hace tiempo por la fiJosofia deHeder. Contrario a la idea de progreso. crítico del iluminismo, Heder rechaz..1.la noción de evolución histórica (ver Heder 1964) y valoriza asi lo especifi-co con contraposición a lo universal. Para él, es imposible ordenar las ci-vilizaciones en una secuencia histórica: cada pueblo es una totalidad suigeneris. una modalidad con esencia propia. La visión herderiana se funda-menta, por lo tanto, en una perspectiva relativista, cultivada también porlos antropólogos culturales. En este sentido, la culhHa y en patticular \anación, sería una civilización centrada en sí misma. De ahí el interés deHeder y los románticos por la cultura popular. Ella expresaría el «verda-dero» carácter nacional.

La discusión sobre la identidad se encuentra, por lo tanto, atravesadapor una cierta obsesión ontológica. Ya sea en su vcrsión antropológica,como en la filosófica, es concebida como un «sem. algo que \'erdadcral1len~te «es») posee un contorno preciso, y puede ser observada, delineada. dc-tenninada de esta o aqllclla manera. Por eso, la idenhdad neccsita un centroa partir del cual se irradie su territorio, esto es, su validez. No es, por lotanto, casual que buena parte de este debate, sobre todo en referencia (l

América Latina, comparta los mismos presupuestos anteriores. Los filó.sofos, artistas y políticos, cuando se debaten con el dilema de la identidad,buscan apasionadamente su «autenticidad» (\'er Zea. 1965). Se puede asihablar de una «escncia») del pensamiento latinoamericano, algo específico,peculiar al Yo de una América tan latina, contrastan con la parte anglosajona .

378 Renato Ortiz

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Retomo aquí una idea anterior desarrollada en el contexto de la conslrucción de laidentidad brasileña. Véase Ortiz (1985).

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unión puede ser detenninado con facilidad. Ambas cuestiones, la nacionaly la negra, están marcadas por el dilema de la identidad. La categoria dealienación pennite revelar algunos de sus uspectos. Se trata de un artificiode Jectura. Ahora bien, el pensamiento' que se realiza se ve enredado enuna trampa que lo conduce a una visión ontológica de la r~a1idad. La iden-.tidad se transfonna en algo concreto, tangible, en consecuencia pasible deuna descripción' precisa, política o científica.

¿Cómo considerar la problemática que estamos tratando sin caer enuna visión esenciaJista de lo socia!? Retomo una sugerencia de Lévi~Strauss.Él dice: (<1aidentidad es una especie de lugar virtual, el cual nos resultaindispensable. para referimos y explicamos cierto número de cosas, peroque no posee, en verdad, una existencia real» (Lévi-Strauss 1977: 332).La idea de virtualidad ríos pennite escapar del impasse anterior. Desplazala mirada analítica de la configuración del Ser, de su carácter, para fijarlaen los aspectos relacionales del problema que enfrentamos. Puedo, enton-ces, formular una definición preliminar acerca de CÓmotrabajar la identidad:una construcción simbólica que se hace 'en relación con un referente.)Los referentes pueden, evidentemente, var.iar la naturaleza, son múltiples-una cultur~, "ia nac~n, una etnia, "él color o el géne~o-:-. Sin embargo,en cualquier caso, la identidad es fruto de una construcción simbólica quelos tiene como marcos referenciales. En rigor, ni tiene mucho sentido !abúsqueda de la existencia de «una» identidad; sería más correcto pensarlaa partir de su interacción con otras identidades, construidas según otrospuntos de' vista. Desde esta perspectiva, la oposición entre «autenticidad»e «inautenticidad» se torna una conceptualización inadecuada. En la medidaen' que es convincente, esto es, socialmente plausible, una identidad es vá-lida, lo que no significa que sea «verdadera» o «falsa». Por otro lado, aldecir que es una constnJcción simbólica, estoy afinnando que es un produc-to de la historia de los hombres. Esto me permite indagar acerca de los ar-tífices de esta construcción, los diferentes grupos sociales que la sostienen,los intereses que oculta, las relaciones sociales que prescribe. Es posibleoperar con un cuadro en el cual coexisten un conjunto de identidades encompetencia y conflicto. Toda lucha por la definición de lo que sería suautenticidad es, en verdad, una fonna de esbozar los rasgos de un detenlli-nado tipo de legitimidad.

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Renoto Ortiz

La conciencia del país subdesarrollado es, por naturaleza, alienada. Siendo atrasadala estructura material qué la sustenta, es sumisa por fuerza de los vínculos que lasujetan a las economías fue.rtes, de las que depende y que la explotan; siendo su-misa, es alienada, en el sentido de que no está en sí misma el origen de las decisio-nes referidas a su curso histórico. El fenómeno de la alienación, que es más genera!que el caso aquí consider$:Jo, toma rasgos particulares y se desdobla en varios as-pectos específicos cuandd lo examinamos desde ta perspectiva de la dependenciaparticular que subyuga el país pobre a los más poderosos, qLlc lo conducen. Se di-ce de un ser que es alienado cuando no e~l.áen posesión de su esencia; entre lo quees, como hecho, y lo que es, como esencia, media un intcf1lalo que define.la aliena-ción. De este modo, lo que el ser es como esencia esta, para él, distanciado, no serealizó aún su existencia real, sino que es un fin a alcanzar (Pinto 1960: 386).

380

El mismo razonamiento se desdobla en el plano,nacionaL Cito como referen-cia al autor Álvaro Vieira Pinto:

El camino de la superación se realizaría, pues, en el proceso de la dcsaliena~ción. Sin embargo, la propuesta.er,mnciada p,resupone una ontología del'Ser nacional. La utilización del concepto de alienación es, en este ~entido,

. sugestiva (ver Kojéve 1966, Hyppolite 1946). Fmto de una lectura de laFenomenologia del espiritu, permite plantear la cuestión nacional en térmi-nos escncialistas. De la misma fOffila que Hegel habla de una dialéctica delamo y el esclavo, qllC l.:l Ser del esclavo se encuentra alienado en el Ser delamo, encontramos un desdoblamiento análogo en el plano nacional. Laidentidad de una nación pasa entonces a ser considerada como «auténtica»o «inauténtica;). Todo depende de la realización de su esencia. Cabe subra-yar que esta aproximación con el pensamiento hegeliano no se circunscribea la problemática nacional. También fue retomada por Franz Fanon en susescritos. Su Jibro Piel negra, máscaras blwlcas posee lU1 subcapítulo dedi-cado especialmente a Hegel (Fanon 1952), en el que Fanon trabaja la idcade rcconocitniento e intenta mostrar cómo el negro para constituirse comopersona, debe obligatoriamente tornar al blanco como referencia. La esenciancgrn se encuentra alienada en el Ser del amo blanco. Su identidad es, eneste caso, furzosamente «illauténtica». Sólo el movimiento de superaciónpodría promoverla a un estado de desalienación; en este momento, esenciay realidad se eneal"! trarían.

Puede parecer extraúa esta apropiación de Hegel por parte de pensado-'..restan disímiles y distantes en el espac:io, sobre todo cuando es aplicadaa niveles diferenciados de problemas. No obstante, creo que el punto de

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En su estudio sobre la nación, Marcel Mauss presenta la siguienteproposición: «entendemos por nación a una sociedad material y moralmenteintegrada a un poder central estable y pennanente, con fronteras detennina-das, y a una relativa unidad moral, mental y cultural de los habitantes, queadhieren conscientemente al Estado y a sus leyes» (Mauss 1969: 584),Pero su definición es dada al lector después de una serie de observacionespreliminares. Explica que la palabra (<nación»es de uso relativamcnte recienteen el lenguaje jurídieo y filosófico -Mauss escribe en 1920--. Subraya,también, los diversos tipos de organizaciones que en la historia de loshombres la preceden: el pasaje de las sociedades tribales, que' constituíanpequeñas unidades familiares, hacia las sociedades más integradas, comola China y el antiguo Egipto; el surgimiento de la ciudad-Estado, así comode las grandes civilizaciones, cuya extensión territorial cubría una vastaárea geográfica. Esta digresión no es gratuita. Mauss es consciente de quese encuentra ante un modo reciente de vida social. Observemos su defini.ción, tiene ciertas implicaciones. La noción de ciudadanía, no como princi~pio filosófico, sino como realidad política, se realiz} sólo después de ciertastransformaciones (Revolución Francesa, crisis de 1848, extensión del dere-cho de voto a las mujeres, y, en países como los Estados Unidos, a los ne-gros, etc.). La integración material, esto es, la emergencia de un mercadonacional, es también fruto de esta época, que Polanyi describe como la«gran transformación» (Polanyi 1980). Durantc el Antiguo Régimen, elcapitalismo se restringía al intercambio externo, y no incluía en su lógicalos mercados intcmos de los Estados. En cuanto a la «unidad moral, mentaly cultura!», sabemos que se trata de un movimiento lento. Dificilmentepodría ser confinnada en el caso de que Mauss escribiera, por ejemplo, en1820. En ese momen:to, Francia viv,ía los primeros impulsos de su revolu-ción industrial, más de una cuarta parte de su población no hablaba elfrancés, la integración territorial, promo~ida por el advenimiento de laprensa «masiva») y el sistema ferroviario, aún no había tenido lugar; faltabanescuCIas que enseñaran a los niños el sentimiento de nacionalidad, y buenaparte del campesinado se encontraba excluido de la sociedad nacional-es a mediados del siglo cuando el hombre de campo se vuelve franeés-(ver Weber, 1976).

En suma, la nación francesa aún no existía, se encontraba en fonna-eión. Hobsbawm (1991) tiene razón cuando insiste en que el surgimiento

de la nación es una novedad históríca.4 Esto lleva a que la misma tendenciase reproduzca, en sus lineamientos gencrales~ en otros lugares. Así, a lacentralización del Estado y la administración, requisitos ya conocidos porotras sociedades, se añaden otros elementos. Para que la nación se constitu-ya corno «principio esp1rituah), «conciencia morah), se pone en marchatoda una dimensión cultural. La unificación lingüística, así como la invenciónde símbolos, son aspectos fundamentales en la elaboración de las nacionali-dades. Las fiestas civieas, los desfiles patrios, la bandera, el himno y loshéroes nacionales, objetos de culto en las escuelas primarias, son el cimientode esta nueva solidaridad. Éste es el contexto en el cual se forja la identidadnacional, la imagen en la cual se autorrcconocen los miembros de unamisma «comunidad». Pero hay que entender bien. Se trata de una {(comuni-dad de dcstinQ), como nos recuerda Otto Bauer, y no de un carácter(Bauer, 1979). Pero como el destino es siempre susceptible de interpretaciónpor las diversas fuerzas sociales y políticas que se enfrentan, la direcciónhacia la cual se dirige la nación es siempre objeto de controversia (Bauerdefiende un futuro socialista para los países capitalistas).

El debate sobre la identídad se encuentra, pues, permanentementepenetrado por intereses conflictivos. Es ilusorio imaginar la memoria nacio-nal como el espacio ontológico de una identidad unívoca. En verdad, esuna construcción cultural e ideológica, una selección, un ordenamiento dedeterminados recuerdos. Renan piensa que los sucesos más dolorosos dela historia de un pueblo deberían ser olvidados, ya que, de lo contrario, sucrudeza alimentaría la fragmentación al minar los lazos que unen losindividuos al todo nacional (Renan 1992) Toda memoria es una lectura delpasado. Por eso, en su elaboración, los intelectuales desempeñan un papelpreponderante (argumento válido también para los movimi.entos étnicos yde género; la primera cosa que hacen los intelectuales !legras y las feminis-tas, al afim1ar sus identidades, 'es reescribir el pasado, esto es, cOIl.stituiruna memoria específica, expresión de sus luchas y sus intereses). Los in-telectuales actúan como mediadores simbólicos al es'tablecer un nexo entreel pasado y el presente. Existe asi, la legitimación de esta o aquella visión,de este o aquel destino. La memoria nacional es un 'terreno de disputas, enel que se baten las diversas concepciones quc habitan la sociedad.

Pe~.o la nación es 'mas que una novedad histórica. Constituye un tipoenteramente nuevo dc organización social. Emes!"Gellner tiene el mérito

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Sobre la constitución de Gran Brctui\a, ver Col1~f (1992).4.

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385Modernidad-mundo e identidad

del horizonte geográfico, al retirar a las personas de sus localidacies pararecuperarlas como ciudadanos, La nación las «desencaja)} de sus particula-. .ridades, de su provincianismo) y las integra como parte de una misma so-ciedad.'~os hombres, que vivían la éxperiencia de sus «lugares», ihmersosen la dimensión del tiempo y el espacio regionales, son así referidos a otratotalidad. Un ejemplo sugestivo de esta transfonuación es el surgimientode un sistema moderno de comunicación. Antes .de su emergencia, lospaíses estaban compuestos por elementos desconectados entre sí; una re-gi'ón no «hablaba» con otra, y diflcilmente lo hacía con su propia capital.La red de comunitaciones (vías férreas, carreteras, transporte urbano,.telégrafo, diarios), que en algunos paises es fruto del siglo XIX, articulará,por primera vez, este entramado de puntos, ligándolos entre sí. La partese encuentra así integrada al todo. El espacio local se desterritorializa, yadquiere otro significado.

Sin embargo, este movimiento no se realiza sin tensiones. Todo locontrario. No debemos olvidar que la modernidad se fundamenta en .elprincipio de l~ individualidad ----éste es su rasgo distintivo en relación conotras cultura~- (DumOl\;t 1983). Sociológicamente, esto significa la rupturade los 'víncu]os"'estam,~ntales) que deja al individuo «libre», ~(sueltQ»,paracircular según su voluntad, su conciencia (o, mejor, de .acuerdo con lasposibilidades inscritas en su posición y condición de clase). Idealmente, élescogería su propio destino. Ahora bien, una instancia que le es superiorbusca imputarle una volLl:ntadcolectiva. En este sentido, el individuo debeexpresarse como ciudadano de una nación. Su volición es refutada por al~' .~go que lo trasc'iende. Esta contradicción está en la raíz del debate entreholismo e individualismo, tan caro a ¡as sociedades modernas, debate quepodriamos condensar a través de.algunas ideas de T6nnies (1977). Yo di-oría, de manera aforística: la nación es una «sociedad» que se imagina co-mo siendo una «comunidad», Sabemos que para Tonnies la «comunidad»es un tipo especifico de fonuación social. En ella,.las relaciones socialesestán «encajadas» en un espacio determina.do, y los individuos comparten,'en gran medida, el mismo mundo, Las relaciones de parentesco, vecindario,amistad, en fin, la vida personal, se encuentran articuladas a dominiosmás amplios, político, económico y religioso. Todos comparten la mismaconciencia colectiva. .

El advenimiento de la «sociedad» rompe con esos lazos de solidaridady afectividad. La nación pretende recuperarlos corno un bien de <<todos».De ahí la ínsistencia en hablar de «comunidad naciona1». Ésta es, no obstan- ..

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. de haberlo comprendido en loda su radicalidad (GcUner 1991). Parte de la" ' i'" \ 'distinción entre sociedades agrarias y sociedades industriales, Las primerasse caracterizan por .estar marcadas por una' rígida segmentación: son sbcie-da.des estame.ntales. Ca elite, constituida por mi)itares, administradores y

. clérigos, se .encuentra ~eparada. por ul1_ abisll).o de los otros .estrat.os sociales, -comerciantes, artesanos y campesinos-.' La función del Estado es,fundamentalmente, la manufactura de la paz y la recaudación de: impuestos,En el plano cultural se da, de forma homóloga, la misma situación, La elitevive en un círculo cultural prácticamente aislado del resto de la po~lación(por eso, la escritllra está restringida a detenl1Ínados medios de la clase di~rigente). Por otro lado, los grupos subaiternos, arraigados en el 'espaciolocal, debido a su iletero'geneidad étnica, religiosa y lingüística; se encierranen la especificidad de sus costumbres, cada uno con su dinámica propia.La sociedad industrial rompe con esas fronteras. A causa de la complejidadde la división del trabajo, los individuos deben circular constantemente, loque deja poco margen para la existencia de mundos segmentados, S,e tratade una sociedad en la cual la movilLdad es un factor detenl1inante. Por eso,la cúltura no puede reproducir más l~s patro'Hes conocidos hasta entonces.Debe, obligatoriamente, tener un grado mayor de integración, capaz decomprender al conjunto ,de los miembros de esta sociedad. La nacióncumple .este papel.; representé). esta totalidad que trasciende a los individ\los,Jos grupos y las clases sociales.

Nación e industrialismo son por 10 tanto fenómenos convergentes.A efecto de nuestra discusión, lo formularía de la sigu.iente ma,nera: la na-eión se realiza históricamente a través de la modernidad. De cste modopuedo vincular la problemática nacional con una cuestión más abarcadora:]a de la dilución de las fronleras, un tema intrínseco de' la modernidad. Pa-ra comprenderlo, creo que es interesante la noción de «desencajc)} propuestapoi Gidckns ([991). En verdad, el advenirrtiento de la modernidad haceque las relaciones.sociales no se aferren más al contexto local d.einteracción.Todo sucede como si en las sociedades pasadas espacio y tiempo estuvierancontenidos por el entorno Hsico. La modernidad' rompe esta continuidad,desplazando las relaciones sociales a un territorio más amplio ..El espacio;debido al movimiento de circulación de personas, mercancías, referentessimbólicos, ideas, se encuentra dilatado_ El proceso de construcción nacio-nal ilustra bien esta dtnámtca.

La idea de nac,ón implica que los individuos dejen de considerar susregiones comO base tenitorial de sus acciones. Presupone el desdobtamientq.'~:.

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te, una intención frustrada. Algo irrealizable frente a la transformación ra-dical de la sociedad. Denota una realidad que perdió sustancialidad y quesólo puede existir como un ideal. Este desacuerdo permite un conjunto delecturas posibles de su «esencia» (para hablar como los filósofos). Lamodernidad, al mismo tiempo que se encama en la nación, trae con ellalos gérmenes de su propia negación. La identidad nacional se encuentra,de esta forma, en desacuerdo con el propio movimiento que la engendra.Es el resultado de un doble movimiento, la desten'itorialización de los hom-bres y su reterritorialización en el ámbito de otra dimensión. Su existenciaes, por lo tanto, «precaria», y debe ser reelaborada constantemente porlas fuerzas sociales. Lejos de ser algo acabado, definitivo, la identidad na-cional exige un esfuerzo permanente de reconstrucción.

Durante el largo siglo XIX, y el corto siglo XX, la nación conoce supujanza (ver Hobsbawm 1995). El Estado-nación la encama en todos susatributos. En los países que solemos llamar centrales, se fortalece al puntode inaugurar una nueva era, la del imperialismo. Algunos de ellos -EstadosUnidos, Francia, Japón, Alemaoia, loglaterra- in1J?onen su posición pre-valeciente en el contexto mundial. La producción de mercancía, los bancosy el capital financiero se concentran en monopolios cuyas bases son inequí-vocamente nacionales. El poderío militar acompaña la misma tendencia.El mundo se encuentra repartido de acuerdo con el interés de Jas grandespotencias (ver Lenin, 1974). Evidentemente, es otra la situación en el «Ter-cer Mundo». Allí, la herencia tradicional, las trabas politicas y económicas,así como Ja estructura de poder del sistema internacional, impiden que sereproduzca el mismo ritmo de desarrollo. Sin embargo, la subaltemidadde los paises que lo componen, no implica la negación de los principios na-cionales. Al contrario, ellos se refuerzan en su lucha contra el subdesarro-llo y en el enfrentamiento con los imperialismos. En África, Ja descoloniza-ción se hace en nombre de la autonomía de los pueblos, y la nación traduceel deseo de independencia y libertad. También en América Latina la cuestiónnacional es una preocupación constante. Es el centro de Jas politicas y losproyectos desarrollistas, en el combate contra el atraso tecnológico.

El destino de las naciones es diverso. Complementario o antagónico,dominante o dominado. Pero cada nación se configura a partir de un núc!code irradiación. La nación define un espacio geográfico en cuyo interior serealizan las aspiraciones politicas y los proyectos personales. En este senti-do, el Estado-nación no es sólo una entidad político-administrativa, es unainstancia de producción de sentido. La identidad galvaniza las inquietudes

que se expresan en su territorialidad. Por cierto, su atinnación no ocurresin problemas. Finalmente, la sociedad moderna está dividida por el antago-nismo de clases. Por otro lado! para constituirse como tal, la nación debepacificar los intereses de grupos diversificados -las nacionalidades, lospueblos indlgenas, las poNaciones de origen negro en los paises con pasadocsclavista--. Incluso la lengua, uno de sus elementos unificadores, tieneque conquistar su legitimidad, esto es, dcmarcar su autoridad ante el pluralis-mo lingüístico y los dialectos locales. Entre tanto. durante un período re-lativamente largo, el Estado-nación obticnc una solución del conjw1to deesas dificultades. Frente a otras orientaciones alternativas, la Identidad na-cional se afirma como hegemónica. Yo diria, utilizando una expresión deWeber, que el referente nación posee el monopolio de la definición de sen-tido. Es el principio dominante de la orientación de las prácticas sociales.Las otras identidades posibles, o mejor, los referentes utilizados en suconstrucción, están sometidos a éL

Sin embargo, esta situación prevalece mientras las contradiccionesexistentes permanecen en las fronteras del Estado.nación. Es necesarioretomar, CI;l cste punto, el tema de la modernidad. Vimos que, históricamente,la modernidad se realiza a través de la nación. Pero hay que subrayar, sudinámica es distinta. La desterritorialización proporcionada por la naciónes parcial, favorece la movilidad de las cosas sólo en el horizonte de sugeografia. La modernidad requiere un desarraigo más profundo. En elmomento en que se radicaliza, acelerando las fuerzas de desccntramicntoe individuación, tos límites anteriores se toman exiguos. La «unidad moral,mental y cultura!>, sufre una implosión. Si entendemos la globalización, nocomo un proceso exterior. ajeno a in vida nacional, silla corno la expansiónde la modernidad-mundo, tenemos nuevos elementos de renexión. Lascontradicciones, inauguradas por la sociedad industrial y que atravesabanlos espacios nacionales, cobran ahora otra dimensión, Rebosí1 el planomundial. En este contexto! la identidad nacional pierde su posición privilegia-da de fuente productora de sentido. [':mergen otros referentes, quecuestionan su legitimidad. En el mundo ele la «posl11odernidad» -de lamodernidad radiealizada-, su multiplicidad subviene la jerarquía reconoci-da hasta entonces .

Este fenómeno no se restringe a los países periféricos, donde la rea-lización histórica de la nación siempre fue incompleta. Por cierto. hay unacorrelación inversamente proporcional entre el avance de esta modernidad-mundo y la vitalidad de las naciones. En paises como la .India. donde

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cohabitan grupos etnO'lingi.iísticos diversificap,os, el in~lés, lengua mundial,llega a\compctir con el idioma, nacional. Tamb'ién cn-:países como Perú yBolivia,' con fuerte presencia de población de 'origc¡;l indígena, y c,n Joscuales la int~gración' de hecho nunca ocurrió, .1a conciencia nacional esrnás débil. Nos encontramos, no obstante,. frente a 'una tepdencia quetransfonna la base de las fornui.ciones sociales. La nación es alcanzada ensu centralidad; en su médula. Un cjemplo: el caso del multiculturalismonorteamericano. 'Podemos interpretarlo de varias fonllas. La afirmación. dellocallsmo en contraposición al universalismo 0, desde una posiciónmás positiva, .el reconocimiento de las minorías en el plano de la políticade las diferencias (ver Taylor, ]992).

Esto ilustra bien.el descentramiento al cual me estoy refiriendo. Cito. un pasaje de Schlesinger, de su libro [he Disulliting America -{:l título ensi mismo ya es sugestivo-: .,,[Según el multiculturalismo), América, alcontrario de una nación transfonnadora, con una ldentidad propia, 'es vistapreservadora de las identidades extranjeras. En lugar de una nación calTI-

puest~ por individuos que hacen sus elecciones sin trabas, América se .ve,cada vez más, COTÍ10 una composición de grupos, más o menos' irradicablesen su carácter étnico. El dogma multiétnico abandona el propósito de lahistoria, sustituyendo la asimilación por la fragmentación, la integración,por el separatismo» (Schlesinger 1992: 16-17). Y luego añade: «¿resistirá. .'el centro'?»

..t~s encontramos en el .poio opuesto al de la proposición"dr Mauss.El tod6' se encuentr.a hecho trizas; el centro, amenazado por la desunión.No es el juicio de valor, implícito en el diagnóstico de Schlesinger ~labúsqueda de la organicidad perdida de la nación-, laque me parece másInteresante, sino el retrato de un pueblo que, en el pasado re'cierite, poseíauna alta estima de ~í mismo. No revela sólo la cara de un único país. Setrata de una condición del mundo contemporáneo. Esto no significa que lasociedad se descompone, los países continúan funcionando en todos susniveles. Tampoco que el Estado-nación se diluye en el enfrentamiento deesos vectores identitarios. Pero cambió el conte»1o. En el seno de la socie-dad modema, industrial o postindustTial, surge un espectro de referentesque se atraviesan, se chocan, se acomodan, organizando la vida de loshombres.

Pensar la g]obalización en términos de modernidad-mundo nos permi-te, además, evitar algunos tro'piezos. Así como no tiene sentido hablar de«cultura global», también serí~ .insensata buscar una «identidad globab).

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.Deb~mos entender que la modernidad. mundo, a¡-impulsar el movi..n1ient9.de desterritorialización hacia afuera de las fronteras nacionales, acelera lascondiciones de movilidad y «desencaje». El proceso de mundialización d~

o,' ,la cultura engendra, por' 1,0 tanto, nuevos referent~s identitarios. Un ejemplo":la juventud. En las sociedades contemporáneas, la conducta de un estratoparticular de jóvenes sólo puede ser. entendida al situarla en el horizonte dela mundialización. [-shirls, zapatillas, jeans, ídolos de rock, sur/, son referen-cias desterritarializadas que forman parte de un, léxico, de una memoriajuvenil internacional-popular. Adorada ritualmente en los grandes recitalesde música pop (efervescencia del potlach juvenil), en los programas de laMTV, en las revistas dehistarietas esta memoria fusiona un segmento deedad (y de clases), aproximando personas a pesar de su nacionalidad y et-nias. La complicidad, la «unidad mara}» de esos jóvenes, está tejida en elcírculo de las estructuras mundiales. Para construir sus identidades, elloseligen simbo los y signos, decantados por el proceso de globalización. Deesta forma, se identifican entre sí, y se diferencian del universo adulto.

Otro ejemplo: el consumo. No debemos'considerarloapenas como ", un dominio de mercancías, un lugar de intercambio. También es un tipode étic~, ur\ modo de~onducta. Los que participan de él están envueltos , .por valores y persp~-;'tivas afines. Ocurre que la sociedad global va a pro-moverlos en escala mundial. Estrellas de cine, ídolos de. televisión (hoyproyectados mundialmente por la TV por cable y los satélites), marcas deproductos, son más que objetos. Se trata de referencias de vida. Las via-jes de turismo', las visitas a Disney World,.las vacaciones en el Caribe, laconcurrencia a los shopping-centers, los paseos poi las calles cor.nerciales, ¡ l

fonnan parte de un mismo imaginario colectiva. Grupos de clases mediasmundializadas pueden, así aproxi.marse, comunicarse entre sí. Compartenlos mismos gustos, las mismas inclinaciones, circulan en un espacio deexpectativas comunes. En este sentido, el mercado, las transnacionales y, los mass-media son instancias de legitimación cultural, espacios de defini- ..ción de nOffims y de orientación de la conducta. Su autoridad modela lasdisposiciones estéticas y las maneras de ser. Así como la escuela y el Es-tado se constituyeron en actores privilegiados en la construcción de laidentidad nacional, también las agencias que actúan en d nivel mundial fa-vorecen la"elaboración de identidades desterritorializadas. Como los intelec-tuales, son mediadores simbólicos.

Integración, territorialidad, centralidad: Difícilmente esas premisaspuedan ser reproducidas del modo en que fueron postuladas anteriornlente.

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La reciente fragmentación, en funcIón del mercado, d~ la sociedad civil negra-fa~rnilias, escuetas, iglesias, mezquitas- deja, cada vez más, a un número mayor denegros vulnerables frente a una vida dominada por un débil sentido de identidady una débil protección de principios y lazos que amparen su existencia [:..] ¿Peropor qué ocurre esta fragmentación de la sociednd civil negra? Las instituciones demercado de las empresas contribuyeron mucho en ese sentido [...] Esas institucio-nes contribuyeron para la creación de un modo de vida seductor, una cultura de

A partir de la globalizaeión, la propia noción de espacio se transfonna. Elnúcleo de cada cultura, esto es, el referente para la construcción de laidentidad, pierde centralidad. De ahi proviene la sensación de crisis queatraviesa el debatc contcmporáneo. Las frontcras de la nación no puedcncontener más los movimientos idcntitarios que existen en su seno. Losdiscursos ecológico y étnico son un testimonio de esto. Un ejemplo, lasprácticas musicales que expresan la conciencia negra. África-Bahía-Caribeforman un universo, que se sustenta en la condición de subalternidad delos negros en las sociedades actuales y en el ludismo de las generacionesdescendientes de esclavos. Se construye así un circuito, un conjunto desímbolos, que unifica grupos y conciencias separados por las distancias ylas nacionalidades.

A primera vista, ciertas identidades son fortalecidas con el debilita-miento de los límitcs nacionales. En los países donde compiten una variedadde lenguas, el idioma «bajo», ésto es) subalterno, se vivifica ante la rclativi-zación de la lengua nacional. Del mismo modo, ciertas identidades «locales»,sofocadas por la necesidad de la cohesión nacionatcobran nuevo aliento.. ,Este es, a menudo; el caso de las culturas populares en América Latina.Mal asumidasl cuando no rechazadas, por los proyectos nacionales, margina.lizadas, encuentran en el movimiento de la globalización un contrapuntopara afirmarse. Pero, no hay quc olvidarlo, tampoco poseen el monopoliode la definición de sentido. Retomo el ejemplo dc los Estados Unidos, vis-to ahora desde la perspectiva de los movimicntos negros. Cornel Westconsidera que, durante un largo período de la historia americana, 10'5 negroslograron equiparse con Ulla «armadura cultural» que les permitió' rechazarel mundo de los blancos. Al vivir al margen de la vida social y política,fueron capaces de erigir defensas, estructuras culturales propias, arraigadasen sus comunidades: instituciones religiosas, redes familiares, asociacionescolcctivas. Sin embargo, la sociedad americana se transfonnó al punto deponer en riesgo esos nichos culturales. ¿Qué sucedió? La respuesta deWest es sugestiva:

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consumo que se aprovecha de toda y cualquier oportunidad para ganar dinero [...]Esas imágenes seductoras contribuyen al predominio del modo de vida inspiradopor el mercado, en de.trirncnto de todos los olros; así, sacan de circulación los va-lores transmitidos por las generaciones pasadas (Wcst, 1994,32-33) .

El consumo, percibido por el autor como algo exclusivamente americano,pero que en el fondo es una de las caras de la Illundialización ~e la cultura,surge como un referente contrastante en relación con la solidaridad étnica.La identidad negra, como la nación, se encuentra así. «amenazada», estoes, contrapuesta a otras tendencias, que la atraviesan y la redcfmen.

Creo que podríamos comprendcr nuestra problemática usando dosconceptos propuestos por Michel de Certau. Estc autor denomina «estrate-gia» al cálculo de las relaciones de fuerza que se torna posible a partir deun sujeto (empresario, propietario, institución científica, etc.), que s~ en~cuentra aislado en un espacio. Esto significa que toda estrategia se vinculacon una base territorial a partir de la cual se realiza una gestión, que pesay evalúa el movimiento de los otros -adversario, competidores o clientes-oExiste, así, una distancia entre e~sujeto (institución) que aplica la estrategiay el objetivo a ser alcanzado. Al concepto de cstrategia, de Certau contrapo-ne el de «táctica», la cual sería .«un cálculo que no puede contar con un lu-gar propio, ni con una frontera que distinga al otro C0l110una totalidad vi-sible. La táctica posee como lugar el lugar del otro. Alli sc.insinúa, fragmen-tariamente, sin poder aprehenderlo por cntero, sin poder situarse a la distan-cia" (Dc Certau 1980: 2l) .

El problema que le interesa directamente a de Certau no es la cuestiónde la identidad, sino el de la cultura popular; el modo en que el usuario de

. un producto actúa en forma dlfcrentc del empresario, que 1.0 coloca en el.mercado. 'El vendedor actúa según un cálculo estratégico, en fll11ción deun detenninado objetivo; el consumidor reacciona ante un hecho consuma-do, su a.cción no puede ser abarcadora, es localizada. El juego de las iden-tidades tiene algo semejante. Cada una de ellas debe «negociam (retomouna idea dc Néstor GarcÍa Canclin; 1995) Stl existencia en el contexto deun tcrreno ya delimitado. Por ejcmplo: las culturas poptllares en AméricaLatina están atravcsadas por las realidades nacionalcs y mundiales. Suafinnación se encuentra tcnsionada por diversas líneas ele fuerza. «Nego-ciam, esto es, delimitar simbólicamente un territorio, es tomar en considera-ción la multiplicidad dc los actores cn competencia. Entre tanto, las identida-des operan a partir de posicionamicntos distintos. Algunas dc cllas tienenuna influencia mayor, porque se vinculan coil instihlcioncs cuyas ((cstratc-

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gia9) las impelen sobre el tt::rritorio «de los otroS», Éste es el caso de lasidentidades n~c¡onales, o desterritorializadas: atraviesan la diversidad delos «lugares). Otras, sin embargo, deben conformarse con la «táctica»,es decir, deben actuar sometidas a la presión constante de sus «oponentes».Se trata, por lo tanto, de un juego desigual.

La modernidad-Inundo pone a disposición de las colectividades unconjunto de referentes --algunos antiguos, la ctnicidad, 10local, lo regional;otros recientes, resultantes de la mundialización de la cultura~. Cadagrupo social, en la elaboración de sus identidades colectivas, se apropiaráde ellos de manera diferenciada. Esto no significa que vivimos en un Estado«democráticm}, en el cual la elección es un derecho de todos. Traducir elpanorama sociológico en términos políticos es engañoso. La sociedadglobal, lejos de incentivar la igualdad de las identidades, está surcada poruna jerarquía, clara e impiadosa. No se trata de que las diferencias se fun-dan en SlJStratos ontológicos, «raciológicos}) o de carácter -.........el negro es¡<lnferiom al blanco; la mujer, <¡subaltemm>al hombre; la nación, un «anacro~nismo» ultrapasado por la globalización. Este tipo de argumentación esinadecuada: reJfinna los preconceptos y la inc(lpacidad de pensar crítica-mente. Las identidades son diferentes, y desiguales, porque sus artífices,las'in~tanr.ias que las construyen, disfrutan de distintas posiciones de podery legitimidad. Concretamente, tas identidades se expresan en un campo deluchas y conflictos en el que prevalecen las líneas de fuerza diseñadas porla lógica de la máquina de la sociedad.

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