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VEGUETA, Número 5, 2000 GÉNEROS Y MODERNIDAD EN LA ESCULTURA ESPAÑOLA DE FINES DEL SIGLO XIX Una aproximación a través de seis piezas del Prado depositadas en Canarias CARLOS REYERO 297

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VEGUETA, Número 5, 2000

GÉNEROS Y MODERNIDAD EN LA ESCULTURAESPAÑOLA DE FINES DEL SIGLO XIX

Una aproximación a travésde seis piezas del Prado depositadas en Canarias

CARLOS REYERO

297

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Resumen: Se analiza un grupo deseis esculturas que pertenecen a las co­lecciones del Museo del Prado. Están de­positadas en el Museo de Bellas Artes deSanta Cruz de Tenerife desde 1908. Estaspiezas fueron expuestas en Madrid, po­co después de esculpidas o modeladaspor sus autores (Moratilla, Carretero,Menéndez Entrialgo, Cabrera, Ridaura yCoullaut-Valera), con motivo de las ex­posicones nacionales celebradas en 1867,1897, 1899 Y 1901. A pesar de que la crí­tica contemporánea subrayó la impor­tancia de los temas para valorarlas, esteviejo punto de vista contribuyó a refle­xionar sobre los modernos tcndcnci.Js en

la escultura española del siglo XIX.Palabras clave: escultura-siglo XIX,

craica de arte. arte espa/io/. arte en Canarias.exposiciones, muscos.

Abstraet: The object of analysis is agroup 01 six sculptures, that belongs tothe Prado Museum Collections. They aredeposited in the Fine Arts Museum ofSanta Cruz de Tenerife fmm 190B. Thesepieces were exhibited in Madrid, soonafter they were carved or modeled bytheir authors (MoratilJa, Carretero, Me­néndez Entria Igo, Cabrera, Ridaura yCoullaut-Valera), on the occasion of thenational exhibitions cf'lebrated in 1867,1897, ]899 Y 1901. In spite oE contempo­rary criticism emphasised the importan­ce of subjects in order to appraise them,tbis old point oi vie\\' contributed tothink over modern trends in nineteenth­century spanish sculpture.

Key-words: sculpturc-llinctccl1tll C('/l­

turV, art criticism, spallish art, art ill Ca­llan! Islands, cxl/ibitioIlS, I11Usellms.

La desaparición de los géneros consti­tuye, en el fin de siglo, un síntoma de lapérdida de tradiciones académicas que, an­taño, imponían la consideración de lasobras de arLe cmno representación, antesque como solución a específicos problemasplásticos. Se trata, en definitiva, del puntode partida hacia su definitiva moderniza­ción. En pintura, en concreto, en la última

Carlos Reljero

década del siglo, ha quedado prácticamen­te borrado el concepto de género como Gi-I 0 _1 • r' I _ • _ __ .,. __ . _ _ •

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quizador, por más que los críticos, casisiempre más retrogradas que los propiosanisras, manlengan esas anleojeras a la ho­ra de juzgar las pinturas, incluso cuandomuchos de los antiguos géneros, como lapmtura de hlstona, ya no eXistían como ta­les, y todo invitaba a juzgar pintura y notemas pintados.

En escultura, en cambio, el problema esdistinto. El fenómeno de la especializacióny jerarquización de escultores, en funcióndel género tratado, no existía, desde muchoantes de la renovación finisecular, más quepara diferenciar la estatuaria y las grandespiezas de los bibelots y las objetos decorati­vos, y, por supuesto, en ese sentido conti­nuó existiendo. Pero en lo que se refiere alespecífico problema del género como elmodo de tratar un determinado tema, laescultura se había prestado, tradicional­mente, a menos distingos que la pintura.Nunca se habló -y es bien significativo- deescultor de historia, de escultor de monu­mentos o de escultor de anécdotas, por po­ner tres ejemplos que se podían haber da­do. Yeso era así porque los grandesescultores pasaban de unos temas a otros,de unas tipologías a otras, aplicando unosmismos saheres técnicos y estéticos.

Por 10 tanto, la forzada utilización, porparte de los críticos finiseculares, de una cla­sificación por géneros de las piezCls expues­tas en las Nacionales, que, sin duda, era elcertamen donde se podían ver más cantidady variedad de escultura, no debe interpre­tarse como una simple facilidad impositivaderivada del academicismo, cuando el fe­nómeno carecía de tradición, ni tampoco co­mo una mera conLaminacián del modo dever la pintura. Cierto es que algunos testi­monios rezuman el más puro tradicionalis­mo y el inevitable paragone con la pintura.Así sucede, por ejemplo, con la aseveraciónde de Balsa de la Vega, que escribía en 1890:"Como en la pintura, los dos géneros difíci-

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les son: el mitológico ó alegórico y el histó­rico; y tanto como el pintor el estatuario de­be concretar el asunto, estudiar el tipo, ana­lizar la idea para encontrar sucinta,brevemente, la forma plástica del asunto, dela idea, del tipo. Esto en cuanto se refiere altrabajo psicológico y al científico; en lo querespecta a la forma dentro de la obra, halla­rá el escultor el modo y su línea"'.

Pero a pesar del escaso sentido moder­nizador que parece evidenciar este talante,el tratamif'llto crítico de la escultura desdela compartimentación que suponían los gé­neros llevó, curiosamente, a una reflexiónindi"lidualizada sobre la contribución quecada uno de ellos suponía para la moder­nización de la escultura, en general, a dife­rencia de la pintura. Empezaron d recono­cerse elementos específicos, a distinguirselos antiguos de los nuevos, y a defendersela práctica de unos sobre otros. Así pue:>, laprimera fase del reconocimiento de la mo­dernidad en escultura es inseparable deunél anacrónica distinción en el tratamien­to de los temas, ajena, incluso, a la propiatradición en esta especialidad artística.

Todo ello es posible constatar1o a travésde seis esculturas adquiridas por el Estadoen las exposiciones nacionales de 1867,11)'}7, 11)'}'} Y 1901, que fueron depo:>itadaspor ItO. de 18 de julio de 1908, por el ex­tinto Museo de Arte Moderno, en el MuseoMunicipal de Bellas Artes de Santa Cruz deTenerife y hoy pertenecen a las coleccionesdel Museo del Prado'. Se trata, además, delmás numeroso de los depósitos de escultu­ras del siglo XIX realizados en museos einstituciones públicas que se han conser­vado sin haber sufrido ninguna pérdida. Elconjunto constituye, por lo tanto, un hitoen la historia del coleccionismo público deescultura en España.

EL DESNUDO FEMENINO: ENTRE LAMEMORIA CLÁSICA Y EL EROTISMOMODERNO

l Jnil buena parte de las esculturas queconcursaban en las exposiciones nacionales

de Bellas Artes eran desnudos femeninos,más o menos relacionados, tanto por el te­ma como por el modo de tratarlo, con latradición grecorromana. La dependenciade modelos clásicos es tal que los propioscontemporáneos fueron consciente.s delacademicismo servil que representaban.Hacia finales de siglo se aprecia un ciertoopsrrpnito dp la corriente. José de 5iles, porejemplo, escribe en 1887: "La escultura aca­démica, la que es producto del genio quesueña con la gloria, la que se exhibe en lasExposiciones, sigue las tradiciones, sinaventurarse en nuevos procedimientos. Nosicn1pre logrn dCRenturnecerse de la rigide!de cadaver, que ya es usual en sus pro­ducciones, aun las de más fama"'.

No obstante, en parUcular los críticosmás conservadores, como es lógico, conti­núan identificando el ideal de belleza, alyue supuestamente debe aspi ra r el artista,con las obras griegas. Balsa de la Vega loargumenta del modo siguiente: "De distin­la raza son los eslavos, y los teutones, y loslatinos, y sin embargo, el ideal de la belle­za es uno mismo: todos miran, como ar­quetipo de ella, la estatua griega. oo. / El es­cultor moderno, siempre que su obra sea,puramente alegórica o mitológica, buscarácon ahínco, no la verdad solamente, sinotambién el ideal de esa verdad, que nece­sariamente ha de ser objetiva para las ra­zas civilizadas o susceptibles de civili­zación"'.

Pero tan importante como la validez delmodelo griego en escultura, que de por síconstituye un lastre para su renovación, re­sulta la consideración esencial de su carac­ter ideal intrínsecamente ligado a la figurahumana, a diferencia de lo que sucede enpintura, hacía tiempo desembarazada tan­to de alcanzar un determinado ideal comode ceñirse exclusivamente a la representa­ci6n anatómica. Así expresa un crítico esteinevitable destino de la escultura: "No hayarte más ideal seguramente que este artede expresar los e-ncantos la belleza plásti­ca. Dígase cuanto se quiera sobre su esen-

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cia misma y su fin para la reproducción dela figura humana, la escultura ha sido y se­rá hasta la consumación de los siglos, el ar­te de las ideas, porque es el arte de los sím­bolos"'.

Como es habitual en los críticos decimonónicos, no sólo caen en aseveracionesmaximalistas, fruto de conclusiones basa­das en un conocimiento selectivo del pasa­do, sino que no tienen reparo alguna entrasladar hacia el futuro aquello en lo quelan [iflTlernenle creen (ilügenua sobel-bid!).

En lo mismo cae el crítico de La Época: "Laescultura es, por naturaleza, el arte mássencillo y má~ claro; un cuerpo humanodesnudo, sóla y exclusivamente un cuerpohumano desnudo -llámese Venus o Diana,Marte o Mercurio; Hámese la Verdad o elTrabajo- es, hace más de veinte siglos, te­mas constante del estatuario, y es razona­ble presumir que lo será otros veinte, contodo lo cual apenas produce cada siglo másde una figura de esta especie que inmorta­liza el arte"'.

En la Exposición Nacional de 1895 -cu­yo jurado concedería, por vez primera, lamedalla de honor a un escultor, Benlliure,por su estatua del cuentista Trueba (Bilbao,Jardines de Albia), una obra del más in­trascendente realismo, a pesar de su desti­no monumental- hay críticos que continú­an realizando una defensa cerrada deldesnudo: "En mi sentir -escribe CarlosGroizard- en el desnudo está la base de laeducación artística de nuestros escultores;allí las dificultades de la expresión del pen­samiento y las trabas naturales de la ejecu­ción; y allí se perfecciona y se elegantiza lacorrección en el dibujo, la delicadeza en lalínea, la facilidad en la factura, porque allíno caben subterfugios, no sirven recetas,no es posible engañar; o se logra el resul­tado en la medida debida, ó el fracaso esevidente y palmario". Pero un componen­te nuevo empieza, sin embargo, a ser de­tectado y el crítico conservador, en el pla­no moral no menos que en el estético, seapresura él señalarlo: "Por eso he de la-

Carlos Revero

mentar yo sinceramente, que el desnudo, eldesnudo clásico, no la desnudez pornográficay escandalosa de ciertos modernistas, nobrille en la actual exposición ... / El artistaque no sienta la escultura en los mármolesgriegos y romanos; los que no hayan lu­chado con las dificultades del desnudo yno hayan aquilatado sus condiciones artís­ticas en la ejecución de una obra de ese gé­nero, no pueden vanagloriarse de ser es­cultores, no pueden llegar a serlo'n.

Lo que el Lt'Ítlcu J~sc:rilJl~ LUUlU JJJct)­nudez pornográfica" no es más que el re­conocimiento del natural en el tratamientodel desnudo, que nada tiene que ver con latradición clásica. Pero no todos los críticosfueron tan pacatos a la hora de juzgar loque eHos ¡¡amaba "modernismos". Con iro­nla y sarcasmo reacciona Rodrigo Soriano,en defensa del escultor Roselló, a propósi­to del tratamiento dado a una pieza, que,por cierto, finalmente fue premiada con se­gunda medalla: "Suponemos que para lasExposiciones siguientes se subastara por elMinisterio de Fomento una partida de cal­zoncillos, medias, calcetines y ropa de pun­to, con objeto de cubrir estatuas, grupos ycuadros. / Porque con una de las obrasmás notables entre las notables de la Ex­posición actual, con la estatua de Roselló ti­tulada "Desolación", se ha hecho una cosapeor que cubrirla de camisetas o, a lo me­nos de hojas de parra: se la ha vuelto con­tra la pared; o poco menos. Si se hizo así,como parece, en nombre de la moral másrid ícu la y estrecha de las que se hayanpracticado hasta el día; si ha consideradocomo propaganda de impudicia la exhibi­ción de un espléndido desnudo, artístico,hermoso, y que tan solo despierta en el es­pectador propósitos de admiración serenay de contemplativo amor hacia lo bello; sieste propósito se tuvo, debieran los seño­res jurados terminar su dichosa obra lim­piando Museos, templos, ministerios y co­lecciones particulares de legiones demármoles y yesos en que se ostentan des­nudeces femeninas sin ofensa a alguien"'.

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En un contexto previo a este "moder­nismo" hay que situar el desnudo femeni­no conservado en Tenerife, obra del ef>cul­tor Felipe Moratilla y Parret09

, que llevapor título Una ninfa en la fuente lO

• La obraestaba ya terminada en 1866, fecha en laque figuró en la Exposición Nacional deese año, celebrada en realidad a principiosdel siguiente, donde fue premiada con unamedalla de tercera clase. La propuesta depremios por parte del jurado se acordó enla sesión celebrada el11 de febrero de 186711

El 6 de marzo de 1867 la sección de escul­tura de la Academia de San Fernando rea­lid) ia propuesta de adquisicIón, dondeaparecen, como para el resto de las piezas,dos cantidades, 1000 escudos y 1200 escu­dos. Finalmente, el 3 de mayo de 1867 seordena el pago de 1000 escudos a don Fe­lipe Moratilla por la estatua. El conforme lotirma el 4 de mayo, su padre, FranciscoMoratilla, célebre platero, lo que indica quesu hijo se encontraba fuera de Madrid enesa fecha. probablemente en Roma". Pasódel Museo de la Trinidad al Prado, cuandose integraron los fondos, y de éste al Mo­derno, según consta en los primeros catá­logos, antes de su depósito en Tenerife.

Se trata de una escultura típica del cla­sicismo frivolizado. de moda en las expo­siciones y salones oficiales de toda Europaen los años centrales de siglo.. c1IYo prinri­pal referente en Francia es James Pradier, alque, sin duda, mucho debe Moratilla. Co­mo en el caso del escullar francés, Morati­Ha demuestra su admiración por 1<1 poéticadel pintor Jean-Auguste-Dominique Ingres,pn concreto a través de la asociación rt'ten­

tal que se deriva de la complacencia visualy el sonido que sugiere la fuente.

La obra de Moratilla fue significativa­mente considerada por la crítica contem­poránea, lo que llama la atención, pues, enesas fechas, sólo la pintura y las grandespiezas de escultura solían ser objetos de co­mentarios en la prensa. La razón funda­lllental para este detenimiento se debe, contoda certeza, a que se trataba de una pieza

de mármol, y no de yeso, como era lo ha­bitual. Así parece confirmarlo un crítico:"La Ninfa, de Moratilla, es graciosa, á locual contribuye su ejecución en mármol,cuyo precioso auxilio nunca se comprendecomo cuando la vista, canSado de la cru­deza del yeso, se recrea en una obra hechade esta materia. Los pies de esta estatuaSOI\, en nuestro concepto, algo incorrectosy el plegado á veces defectuoso; pero la ca­beza es bella, la espresion serena y propiala actitud"13.

La crítica no fue. como se aprecia, ab­solutamente entusiasta con la pieza, aun­que algún comentarista explica el destinoque tenía este tipo de obras, en este caso in­cumplido, pues pasó de inmediato al Mu­seo: "Sin que la delicada estatua de la Nin­fa nos convenza de que el autor conoce elarte a fondo, es tan gracioso el movimien­lo de ella, está trabajada con tal esmero ydelicadeza, y es tan a propósito para em­bellecer el gabinete de una persona OP ells­to, que bajo este punto de vista podemosrecomendarla a nuestros lectores"'. Menosobieciones realiz;J José Maria Domenechquien afirma que Moratilla, junto a otrosescultores, "sostienen en las obras que hanexpuesto este año la merecidísima reputa­ción que adquirieron en exposiciones ante­riores"'.

LA ANÉCDOTA REALISTA

Del mismo modo que, en pintura, el Re­alismo se convierte rápidamente en un mo­vimiento regenerador de las priÍcticas ar­tísticas, sin cuya implantación no seentiende In difusión del guslo ruuJernu,también en escultura, aunque fuera de dis­tinto modo, las exigencias de realismo im­ponen nuevos usos. No deja de ser signifi­cativo que José de Siles, por ejemplo, sepercate, en 1887, de la escasa adecuaciónde los "viejos" materiales de la escultura alas preocupaciones plásticas del escultormoderno: "Parece -escribe- que el mármoly el bronce tienen demasiada majestad pa­ra expresar las mil elegancias, delicadezas,

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superficialidades, si se quiere, de la vida ac­tual"!". No es probable que al crítico se lepasase por ia imaginación ia trascendenciade su reflexión, porque la utiliza exclusiva­mente para explicar 10 que él define comocnsls de la escultura, y no la baudelerianadefensa de lo contingente frente a lo per­manente, pero no deja de ser, como tal, unasugerencia, más o menos consciente, de laestrecha relación entre materia y forma quemarca los orígenes de la modernidad.

Frente a tal actitud se situaron los críti­cos más conservadores, que precisamentecombatían el Realismo porque suponía elfin de unos parámetros inmutables con losque se construía el ideal destinado a serimitado por los artistas: "El Realismo es lanegación del arte, si por realismo se en­tiende la reproducción exacta de la verdad ...La escultura en que domine el elemento dela realidad, será algo, tendrá su valor, ten­drá su mérito, todo lo tiene; pero a mi ver,es una categoría inferior del arte mientrilsno interrumpe por completo la relación ne­cesaria entre la obra y el espectador; mien­tras éste puede asimilarse la vida que el ar­tista le dió"!'. Es asimismo significativo queel aulor de este testimonio, Ceferino Arau­jo, reclame la necesaria distancia entre artey viua, cuando precbamente la disoluciónde esta frontera es el objetivo del artistamoderno.

Esta enconada argumentación en contradel Realismo evidencia el profundo caladoque ya tenía, 'incluso en la escultura, en losaños finales del siglo. Por eso, un críticotan conservador como Balsa de la Vega seve forzado a considerar el realismo algopeculiar de una especialidad escultórica,hasta adoptar un tono de irremediable con­cesión: "La escultura ue género, COIIILl lapintura, tiene que luchar con dificultadesgraves para que, sin caer en la imitaciónservil de la naturaleza, sea real y bella, ... yasimismo ha menester el artista gran edu­cación del gusto para que el motivo, laidea, sea lógica y además susceptible dedesarrollar en el lienzo o en el barro. Y aun,

Carlos Reyero

cuando es cierto que la sociedad actualabriga espíritu y necesidades morales queson pecuiíares a su esencia y a su vida, nopuede admitirse como dogma estético lo deque en todo nos avasalla la ley de 10 hu­mano y de 10 relativo ... por cuanto en elorden moral, si grandes virtudes y vicios yhechos heroicos realizaron las civilizacio­nes pasadas, heroicidades y virtudes gran­des, como grandes vicios, también tienenasiento natural en la sociedad moderna ...Sin embargo, las alteraciones de la formahumana no son ni tan grandes ni tan du­raderas que puedan influir en el conceptode la belleza suprema, a cuya representa­ción tiende el arte"".

Pese a tales gustos reaccionarios, las ex­posiciones nacionales de 1895 y 1897 cons­tituyen una afirmación del realismo en es­cultura. Carlos Groizard reconoce, enaquella, que "los más acentúan su tenden­cia al género, a la nota moderna, a las esce­nas di' costumbres, a la realidad viviente.I No combatiré yo esa tendencia"'". Res­pecto a la de 1897 Blanco Asenjo escribe:"En la estatuaria, si no con tanta profusióncomo en la pintura, viene también efec­tuándose este movimiento, que podemosllamar desamortización, en llue las ligadu­ras de lo clásico se rompen y las LJleadaspalpitantes de la vida moderna invaden losmodelados del yeso y templan las frialda­des académicas del mármol"".

Fue precisamente en esa Exposici6n Na­cional de 1897 cuando se dio a conocer laobra de Aurelio Rodríguez Vicente Carre­tero", Lamentos", una de las más caracte­rísticas e importantes de este fenómeno re­alista. La obra fue premiada con medallade tercera clase. Es una de las pocas piezaspresentauas a expoo.;iciones nacionales deBellas Artes de las que se llevó a cabo lafundición con anterioridad a su adquisi­ción, 10 que, sin duda, ha favorecido suconservación. La realización del ejemplaren bronce corrió a cargo del fundidor deMadrid 1. Arias, donde más tarde se tun­diría también el monumento al Conde An-

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súrez, del propio Carretero, y el de Castelllren Cádiz, de Bilrrón2J

• La escultura Lamen­tos fue adquirida por el Estado por R.O. de15 de julio de 1897 en 3.500 pesetas y se re­mitió al Museo de Arte Moderno el 21 dejulio de 1897", en cuyos primeros catálogosfigura, antes de ser depositada en Tenerifeen 1908.

Los críticos no se prodigaron en co­mentarios, aunque mereció el honor -sóloreservado a piezas excepcionales o artistasmuy relacionados, que debía de ser el ca­so- de ser comentada en la popular revistaLa Ilustración Espllllola y Americana, dondesiempre aparecen juicios f'lnp;inso" y des­criptivos: "ha representado el artista un po­bre rapazuelo, ciego, que implora la públi­ca caridad por la calle rascando un malviolín. El momento en que a la música su­cede el lastimero ilcento con que el mendi­go implora, el mismo en que el perro seasocia con sus aullidos a la demanda, estámuy bien representado""'. Balsa de la Vegase limita él. citarla en su crónica, aunque porotro título, El ciego y el perro", extraño equí­voco, pues la obra, como casi todils las es­culturas museables del siglo XIX, llevan eltítulo inscrito en la peana. El más observa­dor resulta ser hancisco Alcántara, cuyocumentario adquiere un tono de adverten­cia: "El grupo en bronce de Aureliano [sic]Carretero demuestra la saludable inclina­ción ai estudio, con la cual se liega al tnun­fa. También se nota, no obstante ciertas in­correcciones, como la indicación de untemperamento sanamente idealista: masconviene moderar la impaciencia y no em­prender asuntos que exijan medios con losque todavía no se cuenta, pues son incal­culables los daños que causa á un artistauna caída en concursos tan solemnes comolos nacionales''''.

UN NUEVO SENTIDO DEL DESNUDOMASCULINO

Hasta cierto punto, la representacióndel desnudu estaba -o, al menos, trataba deestar, según los testimonios críticos aduci-

dos- al margen de cualquier referencia se­xual, más allá de la evidente. Por lo tanto,para un juicio estético, era indiferente quese tratase de mujeres o de hombres. A losescultores les estaba tradicionalmente en­comendada la misión de describir adecua­damente la anatomía humana, que consti­tuía un problema como tal, relacionado conuna interpretación neutra de la herenciaclásica. Sin embargo, las distintas reaccio­nes de los críticos ante el desnudo mascu­lino y el diferenciado papf'l de los sexos, nosólo en la cultura artística, sino en la so­ciedad de fines del siglo XIX, invitan aplantear su particular significación.

Los aVilnces del Realismo contribuye­ron a sensualizar, también, el desnudomasculino, aunque al respecto no se oyeronvoces escandalizadas (¡ Los críticos eran va­ronesj). Pero la verdadera preocupación nose situó en el eventual poder atraclivo dela estatua, como en el caso del desnudo fe­menino, sino en la adecuación entre la ver­dad visual, rcclclII1cHla por los realistas, y elconcepto de hombre asumido socialmente.Domenech se hace el siguiente plantea­miento: "¿Qué han de hacer nuestros es­cultores? Seguir el ejemplo de lus clásicos.¿Cómo? Reproduciendo nuestros cuerpos ynuestros ideales. / Pero se presenta ahorauna cuestión importantísima, y es la si­guiente: ¿Debe lil esculturil reproducir for­mas mezqumas, desproporcionadas, estoes, lo feo plástico? ¿Puede la escultura en­carnar el gran desarrollo de nuestro espíri­tu, rompiendo el equilibrio de una formaperfecta, con un ideal de un desarrollo ex­traordinario? / Nada fáciles son las con­testaciones a estas preguntas. Maeztu se es­peranza en un futuro progreso de laestatuaria, determinado por un futuro de­sarrollo de nuestro cuerpo, gracias á losmodernos juegos corporales; hay que crearunil raza nueva, como así lo hicieron losgriegos, y ya tenemos para rato de espera"".Aunque el crítico no hace explicita alusióna los varones, f'S evidente que se está refi­riendo il ellos: es una nueva raza la que jus-

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tificaría, de manera realista, la representa­ción de cuerpos perfectos. Enrevesado ar­gumento, en verdad.

Si consideramos, por una parte, uno delos desnudos masculinos conservados enTenerife, el del joven adolescente, obra deManuel Menéndez Entrialgo'9 que lleva portítulo El mejor amigo'O, nos encontramos an­te una escultura que apenas rompe con latradición. Desde un punto de vista formal,constituye una herencia del helenismo, yaretomaclo por famosos escultores del sigloXIX, que gustaron de representar niñosdesnudos en actitudes más o menos realis­tas, desde el temprano Pescador napolitano(1831-33, París, Museo del Louvre) deFran.;ois Rude, hasta El pescador (1877, Flo­rencia, Museo Nazionale) de Vincenzo Ge­mito, entre otras. En estos casos, como enotros similares, la representación del cuer­po de un adolescente constituía una mane­ra dc introducir "suavemente" el Realismo-que un niño pescara desnudo estaba den­tro ue Id verut;11u.ililuu Il¿tlUl-iJl- sin por ello

dejar de remitir a las tradicionales preocu­paciones clásicas hacia el estudio anatómi­co, que eran objetivo primordial de toduescultor. Su desnudez es, pues, una des­nudez doblemente inocente. Por otra par­te, el niño en cuanto tal, se consolidó comouna iconografía muy querida por de los ar­tistas realistas, ya fueran pintores o escul­tores, en tanto que se prestaba a explorarla casualidad, el momento carente de ten­sa teatralidad, mejor que cualquier otro ti­po humano.

Pero la obra de Menéndez Entrialgo es,en este sentido, ecléctica. Se mueve en unaambigüedad que oscila entre la seleccióntemática, propia de un artista que se inspi­ra en un motivo cuidadosamente prepara­do, y el entorno casual que rodea a la es­cenificación de esa pose, de manera similara como hacen tantas pinturas coetáneasdonde aparece el pintor y el modelo. En elcaso de la escultura que nos ocupa, el mo­biliario y los ropajes nos rf'mitf'n a 1m at­trezzo clásico, pero el niño es, anatámica-

Carlos Reyero

mente, un modelo de un artista modernoque se ha cansado de posar, mientras sos­tiene aún el libro con el que se entreteníaen su mano. Su cuerpo, por lo tanto, poseelas imperfecciones propias de una percep­ción moderna, y la somnolienta dejadez loacentúa más, pero la circunstancia remite aun dulce pasado melancólico. Por todoello, es una imagen "imperfecta" del idealclásico masculino, inseperable de la estéti­ca finisecular.

La obra apenas tuvo repercusión entrelos críticos cuando fue expuesta en la Na­cional de 1899, que seguramente la vieronantirllélr!él No ohstantf', fue premiada conuna medalla de tercera clase y fue adquiri­da por el Estado el 28 de junio de 1899 en1500 pesetas", incorporándose a las colec­ciones del antiguo Museo de Arte Moderno.

Otra vía de modernización en el trata­miento escultórico del desnudo del varón,sin alterar los tradicionales papeles de do­minio de lo masculino, ni siquiera los pre­textos temáticos de la tradición, se consi

gue a través de una iconografía típica delsiglo XIX como es la del hombre indolente32

La seducLiLlll inteleclual a lravés de la pre­sentación como víctima fuc, en efecto, fre­cuente a lo largo de todo el siglo, si bien,al finalizar éste, se cunvirtiCl en u 11 tema fa­varita de pintores escultores, en tanto quealudía a la supuesta debilidad masculina,en relación con la construcción social denuevos tipos de mujer.

Así pues, entre la tradición histórica yla revisión nostálgica de esa tradición, conobjeto de adecuarse a la sensibilidad mo­derna, hay que colocar el otro desnudo de­positado en Tenerife, obra de Aurelio Ca­brera Gallardo33

, titulado San Sebl1stiánasaeteado". El viejo tema del cuerpo de SanSebastián atravesado por flechas y atado alárbol, casi el único tema que había permi­tido el estudio del desnudo en la culturacristiana, se moderniza como icono laico,en tanto que se trata una bella víctima tor­turada por una creencia injusta. El fervorhacia esta iconografía, que mezcla el sufri-

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miento y la trascendencia con la belleza in­mediata, fue extraordinario en todas las ar­tes plásticas del fin de siglo.

Desde el punto de vista de su trata­miento escultórico, el artista ha evitado nosólo la idealización, sino la cunsideracióndel tema como la exaltación de una figurareligiosa venerable. Antes al contrario, larepresentación se limita a recoger la cir­cunstancia física. El retorcimiento del cuer­po responde a una voluntad intencionadadel artista por complicar la figura, con ob­jeto de demostrar sus habilidades técnicas,pero, también, evidencia una ruptura conla serenidad clásica.

La pieza obtuvo medalla de tercera cla­se en la Exposición Nacional de 1901, aun­que apenas tuvo repercusión crítica'S, Pueadquirida por el Estado el 6 de julio de1901 en 1000 pesetas, incorporándose a lascolecciones del Museo de Arte Moderno".

EL RETRATO MODERNO

LLlS exigencias representativas del re­trato, ya fuera en pintura o en escultura,ponen en evidencia las dificultades para sumodernización como género. La selecciónde una personalidad está, de suyo, reñidacon la mirada inocente que el artista rea­lista trata de realizar sobre el mundo. Alrespecto, un crítico escribre en 1897: "Elhombre clásico, esculpido en mármol o pie­dra, vestido con el uniforme de inmortal,ha caído, quizá para siempre; hoy todos lostipos tienen derecho al cincel, que antes seconsideraba divino; la democracia políticay literaria impone también la democraciaesculpida. Se ha dejado entrar el dolor enel arte plástico, y con él la expresión, losgestos y las pasiones, haciendo carne pal­pitante del mármol, y espíritu de las ar­mónicas y tranquilas líneas; los moldes sa­grados se han roto"37.

Con objeto de evitar la entronizacilínselectiva del efigiado, se le trata de repre­sentar, con frecuencia, con la indumentariaque lleva habitualmente. En el caso de cier­tas profesiones, como la de pintor, cuya

condición social está en alza, dada la cre­ciente valoración de la profesión de artista,ello causa una cierta perplejidad entre loscríticos. Respecto a una escultura de Soro­lla expuesta en 1901, el año de su grantriunfo, tras haber recibidu la medalla dehonor en la Universal de París del año an­terior, un críticu escribe: "sinceramentecrpo qllP no es la misión de la esculturapresentar á los hombres de notoriedad deciertas maneras. Si Sorolla pinta en mangasde camisa, despechugado y con alpargatas,también sé yo de un hombre muy eminen­te, gloria de España, que durme completa-mente en cueros, y, sin en-lbargo, no I1l€' Pil­rece el mejor aspecto para glorificarle ylegar su figura a la posteridad"'8,

Por otra parle, la inevitable dependen­cia de tipologías clásicas en la representa­ción de personajes -el busto, en el caso dela escultura- también parece un lastre. Noobstanle, en este punto, los escultores, yadesde Carpeaux, pero sobre todo desde Ro­dm, desarrollaron una extrordinaria habili­dad para concebir el busto como una per­cepción fragmentaria de la realidad, nosólo por la detallista minuciosidad con laque se trasladan al yeso, mármol o broncelos pormenores físicos, sino, sobre todo,por la indefinición de los límites, que, des­de luego, es un elemento moderno.

En este contexto hay que comprender elRetrato de Casrmova39

, realizado por Loren­zo Rizaura Gosálvez"'. La obra, que obtuvouna consideración de medalla de terceraclase cuando fue expuesta en la Nacionalde 1901, aunque, dado su caracter, no reci­bió particular atención de la prensa. fue ad­quirida por el Estado en la cantidad de 250pesetas el 22 de juliu de 1901. Fue recibidaen el Museo de Arte Moderno el 29 de ju­Iiu de 1901".

El retratado es, con toda probabilidad,el pintor alcoyano Lorenzo Casanova Ruiz(1845-1900). Además de compatriota -am­bos eran originarios de Alcoy- y llevar sumismo nombre, la escultura presenta un

evidente parecido físico con los retratos

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conservados del pintor". Dada la diferen­cia de treinta años, Casanova pudo haberejercido sobre el joven Ridaura un papelde referente artístico. En ese senLido, cabetambién pensar que se trata de un home­naje al pintor recién fallecido, relativa­mente joven, a los cincuenta y cinco añosde edad, que es, desde luego, la edad querefleja el busto.

LA VIA SIMBOLISTA DE LORELIGIOSO

Al declinar el siglo XIX muchos críticoscoinciden en observar el escaso espíritu pia­doso de la estatuaria qUE' se exhibe en lns ex

posiciones públicas, por contraposición alpapel que la religión había representado enla historia de la escultura occidental. Así re­flexiona Carlos Groizard al respecto: "Contener una tradición tan gloriosa, nuestros es­cultores no brillan en este género. No es es­to debido, ciertamente, a efecto de los tiem­pos que corren, pues demanda hay en elmercado artístico de obras de caracter reli­gioso, y fáciles triunfos, y positivos prove­chos lograrían los que cultivaran este géne­ro escultórico. Causa es, en mi juicio, de esteapartamiento, la falta de ideales, la carenciade ideas, de argumentos, de asunto, que scnota en toda nuestra producción artística,dándole ese caracter frívolo, insustancial,formalista, más atento al efectismo real que ala alta emoción estética, que deber ser el úni­co fin del arte"".

~n realidad, no deja de ser una sensaciónrelativamente falsa, condicionada por el im­pacto del Realismo dominante. Las nuevascorrientes idealistas y sinlbolistas del fin desiglo, opuestas tanto a la imitación servil delnatural como a una lectura convencional dela tradición, no oiempre se dcjan ver confuerza en los certámenes oficiales. Pero, entorno al cambio de siglo, esta vertiente delgusto moderno se encuentra en la base for­mativa de muchos escultores, cuyos ideales

Carlos Reyero

se mueven entre las tradiciones decimonó­nicas y la definitiva renovación.

Es el caso de una parte de la obra tem­prana de Lorenzo Coullaut-Valera4

', a cuyoperiodo pertenece una pieza poco tenidaen cuenta en la historia de la escultura es­pañola, pero muy significativa, como es LaAnunciación". La obra, que obtuvo medallade tercera clase en la Exposición Nacionalde 1901, está inspirada en el pasaje evan­gélico que recoge el propio catálogo oficialde la mencionada exposición, para explicarla circunstancia temporal que representa laescultura: "En el momento en que la Virgen~y1¿)r{a dice Gl ángel Gabriel: Yo soy la es-clava del señor, hagase en mí según tu pa­labra"". La escultura fue adquirida por elEstado en 1000 pesetas el 6 de julio de 1901y se recibió en el Museo de Arte Modernoel 10 de julio".

El hecho de incorporar a la pieza el ver­sículo evangélico, cuidadosamente inscritoen la peana, evidencia, por parte del escul­tor, una voluntad de relaCIOnar estética­mente imagen y palabra de modo muy dis­tinto a como se concebía la presenciaobjetiva del título en la tradición decimo­nónica: aquí hay una voluntad de evoca­ción sugestiva, que aspira a extraer, desdela sencillez de la imagen y con ayuda dellenguaje, una idea trascendente La críticacontemporánea también percibió ese sim­bolismo: "Mucho, muchísimo me gusta LaAnunciación, de Valero (sic]; la frase Yo SOlf

la escl{wa del Seiior está admirablementecomprendida y explicada: hay en la Virgen,que, anonadada y humilde, escucha el di­vino mi1nrii!to.. hondo sentimiento"". Segu­ramente, Antonio Cánovas del Castillo,que firma la crónica, fue inconsciente, enmedio de su intuición, del significativocambio que suponía reconocer un pensa­miento en el gesto de una figura. La servi­dumbre descriptiva de la objetividad vi­sual se había terminado.

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Géneros y modernidad en la escultura española de fines del siglo X1X

NOTAS

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BALSA DE LA VIGA, R. "Visitas a la Exposiciónde Bellas Artes", El Liberal, 8 de mayo de1890.

2 Se trata de: Una ninfa en la fuente, de FelipeMoratilla; Lamentos, de Aurelio Carretero; [f

mejor amigo, de Manuel Menéndez Entrialgo;San Sebastián, de Aurelio Cabrera; Retrato deCasanova, de Lorenzo Ridaura; y La Anun­ciación, de Lorenzo Coullaut-Valera. Véase:Boletín del I"'fuseo del Prado, XIII, 1992, nO 31,101. En el Museo Municipal de Santa Cruzde Tenerife se conservan, también, otras dospiezas, réplicas otras tantas idénticas, proce­denles de exposiciones nacionales y adqui­ridas por el Estado, La Tradición, de AgustínQueral, y Jeremías de José Alcoverra, cuyacircunstancia crítica las hace comparables alas antes mencionadas, pero el hecho de quese trate de ejemplares pertenecientes al pro­pio mllSPO pxplica Sl] pxclllsión <lP pst,> "St11­dio. Véase: FRAGA GO\lZÁLEZ, \1. e Guía di­ddetca del Museo Municipal de Santa Cruz deTmerife, Santa Cruz de Tenerife, Ayunla­miento, 1980, págs. 15 Y 54; Y CASTRO BRu­NETrO, C J.: Guía del Museo Municipal de Be­llas Artes de Sarlta Cruz de Tenerife, Santa Cruzde Tenerife, Ayuntamiento, 1991, págs. 15,44Y 45.

3 SILES, J. de: "La Exposición de Bellas Artes",La Época, 6 de julio de 1887

4 BALSA DE LA VEGA, R. "Visitas a la Exposiciónde Bellas Arles", El Liberal, 8 de mayo de1890.

5 SOLSONA, C: "En la exposición de Bellas Ar­les", La Correspondencia de Esparia, 14 de ma­yo de 1890.

6 LUIS ALFONSO: "La Jc:xposición Nacional deBellas Artes", La Época, 10 de mayo de 1890.

7 CROIZARD, C: "Exposición de Bellas Artes",La Correspondencia de E3paf¿a~ 31 de ínayo de1895.

8 SORIANO, R. "Esculturas de la Exposición".La ÉpOCll, 11 de junio de 1897.

9 Felipe Moratilla y Parrelo (Madrid, 1823­doc.1887) se formó en Roma como pensio­nado de la Academia de San Fernando, des­de 1855, y donde pasó gran parte de su vi­da, ya que en 1874 fue nombrado académicocorrespondiente y allí continuaba cuandoOssorio redactó su galería. Se conoce obrasuya, de un clasicismo correcto, de raíces ita-

lianizantes, en las colecciones del Musco delPrado y de la Academia de San Fernando(Véase: OSSORIO y BERNARD, M.: Galena Bio­gráfica de Artistas Españoles Contempordneos,Madrid, 1883-84, págs. 464-465; AZCUE BREA,L. La escultura en la Real Academia de BellasArtes de San Fernando, Madrid, 1994, págs.431-433).

10 Una ninfa en la fuente, c. 1866, Mármol, 1,25 x0,55 m. Inv. Prado E-902 (Bibliografía: Catá­logo de la Exposición Nacional de 1866, Madrid,1867, pág. 79 (n" 475); OSSORIO y BERNARD,1883-84, pág 465; Catdlogo del Museo de ArteModerno, Madrid, 1899, pág. 90 (n" 39); Ca­tdlogo del Museo de Arte lvfoderno, Madrid,1900, pág. 112 (n" 48); PANTORBA, B.: Historia delas Lxposiciorles Naciorlales de Dellas Artes cele­bradas en España, Madrid, 1980, pág. 96; Bole­tín del Musco del Prado, XIII, 1992, n" 31, 101.

11 Archivo General de la Administración (Deahora en adelante AGA). Caja 6818

12 ACA Caja 6818. La documentación conser­vada en el Museo del Prado indica que se lepagaron 2500 pesetas, lo que, sin duda, setrata de un error, ya que en esas fecha no sehabía implantado esa moneda. Agradezco aDon José Luis Díez, a Doña Ana Gutiérrez yal personal de la biblioteca del \1useo delPrado la ayuda prestada. Igualmente constemi especial gratitud a la directora del Muscode Santa Cruz de Tenerife, doña CarmenDuque, y a doña Pet"; Ramos por su desin­teresada colaboración.

13 La Época, 13 de febrero de 1867.14 GARCÍA, J.: Las Bellas Artes en España.1866,

Madrid, 1867, pág. 190.15 LJO\1ENECH, J. M. "Variedades. Esposición de

Bellas Artes de 1867. VIII", La Esperanza, 28de marzo de 1867.

16 SILI5, J. de: fiLa Exposición de BeHas Artes",La Época, 6 de julio de 1887.

17 ARAUJO SÁ!\CHEZ, C: "Exposición de BellasArtes", El Día, 30 de mayo de 1890.

18 BALSA DE LA VEGA, R. "Visilas a la Exposiciónde Bellas Artes", El Liberal, 12 de mayo de1890.

19 CROIZARD, C: "Exposición de Bellas Artes",La Correspondencia de Espaiia, 31 de mayo de1895.

20 BLANCO ASENjO: "Exposición de pinturas",La Iberia, 21 de mayo de 1897.

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21 Aurelio Rodríguez Vicente Carretero, cono­cido habitualmente por Aurelio Carretero(Medina de Rioseco, Valladolid, 1863-1917)se formó en Valladolid, Barcelona y Madrid,siendo uno de los escultores castellanos másfecundos e interesantes del cambio de siglo.Entre sus monumentos más importantes fi­guran los dedicados a Zorrilla (1899, Valla­dolid, Paseo de Zorrilla), Conde Ansúrez(1900, Valladolid, Plaza ~'fayor), Alldrés To­rrejón (1908, Móstoles, Avenida del Dos deMayo) y Campoamor (1912, Navia, ParqueMunicipal) (Véase, sobre todo, URREA, J. Laescultura en Valladollid de 1800 a 1936, Valla­dolid, Real Academia de Bellas Artes de laPurisima Concepción, 1980, págs. 32-36)

22 Lamentos, 1897, bronce, 1,17 x 0,80 x 0,52 111.

Inv. Prado E-561. Inscripciones: "LAMEN­TOS" (al frente en la peana). Firmada: "AU­RELTO RV. CARRETERO", "Y. ARIAS rVN­DIO / 1897" (en la peana) (Bibliografía:PANTORllA, 1980, pág. 164; La Ilustración Es­pañola y Americana, 15 de julio de 1897, 32;Cal. MAM, 1899, 86 (n° 18); Cal. MAM, 1900,106 (n° 20); FRAGA GONZÁLEZ, 1981, 15; Bole­trll del MlI1ico del Prado, XlII, 1992, n" 31, 100).

23 REYERO, C. La escultura conmemorativa en Es­paila. La edad de oro del monumento pública,1820-1914, Madrid, Cátedra, 1999, pág. 352.

24 ACA Caja 6836.

25 La Ilustración Española y Americana, n° XXVI,

15 de julio de 1897, pág. 22.26 BALSA DE LA VECA, R. "La exposición de Be­

llas Artes", El Liberal, 26 de mayo de 1897.27 ALCÁNTARA, F.: La Exposición Nacional de Be­

llas Artes de 1897, Madrid, 1897, pág. 157.28 DOMENECH, R. "Exposición de Bellas Artes",

El Liberal, 8 de julio de 1904.29 Manuel Menéndez Entrialgo (San Andrés de

la Pedrera, Gijón, 1!-\60-doc. 1'114) se formóen Madrid con los grandes escultores de sutiempo. Fue pensionado por la DiputaciónProvincial de Asturias en 18B(J parA estudiar

en Roma. Concurrió reiteradamente a las ex­posicones nacionales de Bellas Artes desde1887 a 1912, donde obtuvo varias condecoa­raciones. Fue profesor de dibujo en el Insti­tuto de Orense en 1913. En 1907 pasó a la Es­cuela de Artes e lndustrins de Almerín y en1914 a la cátedra de Modelado y Vaciado dela Escuela de Artes y Oficios de esa ciudad(Véase: SUÁREZ, c.: Escritores y artistas astu­rlunos. índIce bw-bINlOgnijlfo, OVledo, 1'156,vol. V, pág. 290).

Carlos Ret¡ero

30 El mejor amigo, 1899, yeso, 0,90 x 0,80 m. Inv.Prado E-900. Inscripciones: "EL 'viEJORAMIGO" (en la peana) (Bibliografía: Catálo­go de la Exposición Nacional de 1899, Madrid,1899,139 (n° 962); Cal. MAM, 1900, 111 (n"43); PANTORBA, 1980, 170; Bolet(n del MlI­Sf(} Ilf1 PraIlo, XIII, 1992, n" :11, 1DI).

31 AGA Caja 183932 He tratado este tipo de iconografías en mi li­

bro Apariencia e identidad ma,;czdina. De laIlustración al Deeadentismu, Madrid, Cátedra,1996. Véase, sobre todo, el capítulo VI: "In_dolentes y deseados", págs. 165-196.

33 Aurelio Cabrera y Gallardo (Alburquerque,Badajoz, 1870-doc. 1925) se formó en Bada­joz y en Madrid. Concurrió a las exposicio­nes nacionales de Bellas Artes de 1901, 1904Y 1906. Fue profesor de la Escuela de Artese Industrias de Toledo. Colaboró en el desa­parecido monumento a las V(ctimas de la gue­rra de Cuba y Filipmas que estuvo en el par­que del Oeste de Madrid.

34 Son Sehastián asoeteado,1901, yeso, 2,1.'i x D,4.'i

m.Inv. Prado E-901 (Bibliografía: Catálogo dela Exposición Nacional de 1901, 'viadrid, 1901,178 (n" 1250); PAl\TORBA, 1980, 178; Bolet(n delMuseo del Prado, XIII, 1992, nO 31, 101.

35 Se cita como "obra discreta", entre otras. Véa­se: CÁNOVAo UEL CAollLLO, A. "ExposiciónNacional de Bellas Artes", La Época, 25 demayo de 1901.

36 AGA Caja 684337 SORIANO, R. "Exposición de Bellas Artes", La

Época, 18 dE' junio dp 1R97.38 CÁNOVAS DEL CASTILLO, A. "Exposición Na­

cional de Bellas Artes", La f,poca, 25 de ma­yo de 1901.

39 Relralo de Casanova, 1901, yeso, 0,70 x 0,45 x0,30 m. Inv. Prado E-904 (Bibliografía: Calá­loga de la tXPOS1ClÓll NaCional de 19U1, Madrid,1901,182 (n" 1339); PANIORBA, 1980, 178; Bule­Un del Museo del Prado, XIII, 1992, n" 31, 101).

40 Lorenzo Ridaura GosálvE'z (Akoy, Alicante,

1875-doc. 1926), hijo de un famoso fabrican­te de papel, muy conocido a principos de si­glo XX, qtle llevaba su apellido, empe7{) adibujar y modelar en su ciudad natal, pa­sando a formarse en el estudio de AgustínQuerol en Madrid en 1895. Colaboró con élen la realización del FrolltÓI! de la BibliotecaNacional y en las esculturas del Ministerio deFomento. Con su obra Semillas, que expuso

'en la NaCIOnal de l':!Utl y adqumü el lostado,obtuvo una medalla de segunda clase.

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Géneros y modernidad en la escultura española de fines del siglo XIX 309

41 AGA Caja 6843.42 Aunque mucho más joven, su rostro guarda

una considerable similitud con el Autorre­trato de Lorenzo Casanova que conserva elMuseo del Prado. Inv. n" 4268 Véase: DíuCARCrA, L. (dir.).: Artistas pintados. Retratos depintores y escultores del siglo XIX en el Must'IJ

del Prado, Madrid, Museo del Prado, 1997,pág. 110-UI.

43 CROIZARD, e "Exposición de Bellas Artes", LaCorrespondencia de EspaJ1a, 4 de junio de 1895.

44 Lorenzo Coullaut-Valera (Marchena, Sevilla,1876-Madrid, 1932) es uno de los más famo­sos escultores de su tiempo. Formado en Se­villa con Antonio Susillo y en Madrid conAgustín Queral, llcvó u cabo, además de unaproducCIón considerable que abarca todaslas facetas del quehacer escultórico, más demedio centener de monumentos en toda Es­PdIl.U, los más importantes de los cuales son

el de Bécquer (1910, Sevilla, Parque de MariaLuisa), Pereda (1911, Santander, Jardines dePereda) y Cervantes (1926, Madrid, Plm-:a de

Espaíi.a), éste terminado por su hijo (Véase,además de otra bibliografía anterior, GAIATEGARCÍA, J.M. La obra escult6rica de Lorenzo yFederico COtlllaut-Valera en Madrid, Madrid,Safel Editores, 1997).

45 La Anunciación, 1901, yeso, 1,25 x 0,45 m. lnv.Prdd" E-562. Inscripciones: "YO SOY LA ES­CLAVA DEL SEÑOR / HÁGASE EN MISEGÚN TU PALABRA" (en la peana) (Bi­bliografía: Catálogo de la Exposición Nacional

de 1901, Madrid. 1901, 185 (n" 1360); PAN­TORBA, 1980, 178; FRAGA GONZÁLEZ, 1981, 54;SALVADOR, M. S.: La escultura monumental 01

Madrid: calles, plazas y jardines públiCOS (1875­1936), Madrid, Alpuerto, 1990, 227; Boletíndel Museo del Prado, XJJI, 1992, n" 31, 101;CASTRO BRCNETTO, 1991, 45).

46 Catrílogo de la Exposición Nacional de 1901,Madrid. 1901, pág. 185.

47 ACA Caja 6843.48 CA\!OVAS DEL CASTILLO, A. "Exposición .\fa­

cional de Bcllas Artes", La Época, 25 de ma­yo de 1901

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