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multifacético de las luchas populares por la liberación. Si en la primera porte el sujeto principal es el _imperialismo en sus relaciones con 19s cla,ses_ dominante_s, en la segunda el mismo temo se aborda desde una perspectiva muy dis':. tinta, cual es la de tomar como actor principal -o menudo incipiente- a la cla!:;e ol?rera y al proletariado industrial, aunque sin restar importÓncia a los movimientos de masas, democróticos, nocionales y ~oc'iales. Aparecen así, rescatp-~ dos de una historia olvidada iQ, quizá meior, nunca aprel1~ dida, los grandes episodios latinoamericanos que de un moclo u ~Aro constituyeron la realidad que vivimos, y a ,'_º_5 ___ ,", que resultará útil volver para extraer lecciones hoy--;';'ós valiosas que nunca.

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multifacético de las luchas populares por la liberación, Si en la primera parte el sujeto principal es el _imperialismo en sus relaciones con 19s cla,ses. dominante.s, en la segundo el mismo temo se aborda desde una perspectiva muy dis':. tinta, cual es la de tomar como actor principal -o menudo incipiente- a la cla!:;e ol?rera y al proletariado industrial, aunque sin restar importÓncia a los movimientos de masas, democróticos, nacionales y ~oc'iales. Aparecen así, rescotp·~ dos de una historia olvidada iQ, quízó meior, nunca aprel1~ dido, los grandes episodios latinoamericanos que de un

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siglo veintiuno editores, sa de cv CERRO OEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁtI, 04310 MEX1CO. OF

siglo veintiuno de españa editores, sa ClPlAZA 5, MADRID 33, ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores; sa

siglo veintiuno de colombia, Itda AV. 38. 17·73 PRIMEA PISO. BOGOTÁ. O.E. COlOMBlA

edición al cuidado de carmen valcarce portada de anhelo hernández

primera edición, 1978 segunda edición, corregida, 1979 sexta edici6n, 1986 © _ ,siglo _ xxi editores, s. a. de c. v. ISBN 968-23-0063-0

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la _presepte obra se" publica por acuerdo -especial con el instituto - de investigaciones sociales de la universidad l1acicnal autónoma de méxico

derechos reservados confonne a la ley impres()'-'y hecho ,en méxico/printed and made in mexico

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1NDICE

PALABRAS PRELIMINARES

AMÉRICA LATINA: UNA INTRODUCCIÓN A LA HIS­

TORIA CONTEMPORÁNEA

ASCENSO Y CRISIS DEL IMPERL>\LISMO

El primer período (1880-1933), 15; El segundo pe­ríodo (1934-1959), 20; El tercer período (1960 a nuestros días). 35

LA LIBERACIÓ N ~]

"! l. PRIMERA ETAPA: 1880-1905

1. Cuatro episodios de la primera etapa libera­dora. 58; 2. Las "insurrecciones socialistas" en Mé. xico (1879-1883), 59; 3. Balmaceda, 69; 4. Wi!lka, 75; 5. Mar tí, 83

!l. SEGUNDA ETAPA: 1905-1920

, 1Il. TERCERA ETAPA: 1920-1935

1. Episodios de la crisis del treinta, 135; 2. La insurrección de El Salvador, 138; 3. La República Socialista de 1932, 144; 4. Pre~tes y la revolución de 1935 en Brasil, 157; 5. Las acciones revolucio_) narias de masas en Cuba (1930-1935), 175 -1

IV. CUARTA ETAPA: 1935-1959

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V. QUINTA ETAPA: DE 1959 A NUESTROS DÍAS 248

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edición al cuidado de carmen valcarce portada de anhelo hernández

primera edición, 1978 segunda edición, corregida, 1979 sexta edici6n, 1986 © _ ,siglo _ xxi editores, s. a. de c. v. ISBN 968-23-0063-0

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derechos reservados confonne a la ley impres()'-'y hecho en méxico/printed and made in mexico

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1NDICE

PALABRAS PRELIMINARES

AMÉRICA LATINA: UNA INTRODUCCIÓN

TORJA CONTEMPORÁNEA

ASCENSO Y CRISIS DEL IMPERL>\LISMO

A LA HIS-

El primer período (1880-1933), 15; El segundo pe­ríodo (1934-1959), 20; El tercer período (1960 a nuestros días). 35

LA LIBERACIÓ N

"! l. PRIMERA ETAPA: 1880-1905

1. Cuatro episodios de la primera etapa libera­dora. 58; 2. Las "insurrecciones socialistas" en Mé. xico (1879-1883), 59; 3, Ba1maceda, 69; 4. Wi!lka, 75; 5, Mar tí, 83

n. SEGUNDA ETAPA: 1905-1920

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1. Episodios de la crisis del treinta, 135; 2. La insurr.eccí6n de El Salvador, 138; 3. La República SocIalIsta de 1932, 144; 4. Pre~tes y la revolución de 1935 en Brasil, 157; 5. Las acciones revolucio'l narias de masas en Cuba (1930.1935), 175 .j

IV. CUARTA ETAPA; 1935-1959 189

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1 TERCERA ETAPA: 1920-1935

I 175 !

C+ba. 5. Las acciones revolucionarias de masas en (I 930-1 935) •

De 1930 a 1935 se desarrollaron en Cuba gran~es mo­vimientos de masas en lucha contra la dicta41ura de Machado, contra el imperialismo y contra t~das las formas de mediación de las clases dominantes. f<\lgunos de ellos adquirieron características insurreccionbles.

En 1928 la Asamblea Constituyente había aprobado la reelección, por seis años, del dictador Machaklo, que ya llevaba cuatro. En 1929 Machado ordenó $1 asesi­nato de Julio Antonio Mella, el líder comunist~, y re­forzó su dictadura a base de otros asesinatos mát Pron­to elevó el crimen político a sistema de gobiernp.

En marzo de 1930 se inició la "primera gran I batalla revolucionaria contra el dictador", una huelga general dirigida por el Partido Comunista y la Confec\~. ración Nacional Obrera de Cuba. Machado cerró los [centros obreros y reprimió con furor las manifestacione$ y mí-tines populares. .

" El movimiento estudiantil entró en acción. Solicitó a los tribunales que sometieran a juicio al presid~nte de la República, como responsable de varios muedos con disparos de rifle. El 30 de septiembre, el Directobo Es­tudiantil Universitario convocó a una manifestacibn que elevó la lucha. Pidió la renuncia del president~! de la República y el cese del régimen imperante. Va .¡os es­tudiantes fueron asesinados. El Directorio Est diantil fue arrestado en pleno. El claustro uniyersitar;p pro­testó. La Universidad fue clausurada. El entierrolde los estudiantes muertos se convirtió en una manifestación mayor. Conforme crecía la represión crecía la respuesta popular volviéndose más general y más enérgi~a. El dictador quiso cambiar de táctica. Intentó congr.ciarse Con el pueblo y ordenó la libertad de muchos det~nidos. Fue un intento de mediatización que exacerbó aú~ más los ánimos. La juventud alimentaba una cólera Va in­contenible, que se cruzaba Con la más profunda yl sorda

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5. Las acciones revolucionarias de masas en (I 930-1 935)

De 1930 a 1935 se desarrollaron en Cuba gran~es mo­vimientos de masas en lucha contra la dicta41ura de Machado, contra el imperialismo y contra t~das las formas de mediación de las clases dominantes_ f<\lgunos de ellos adquirieron características insurreccionr.J les.

En 1928 la Asamblea Constituyente había aprobado la reelección, por seis años, del dictador Machaklo, que ya llevaba cuatro. En 1929 Machado ordenó $1 asesi­nato de Julio Antonio Mella, el líder comunist~, y re­forzó su dictadura a base de otros asesinatos mát Pron­to elevó el crimen político a sistema de gobiernp.

En marzo de 1930 se inició la "primera gran I batalla revolucionaria contra el dictador", una huelga general dirigida por el Partido Comunista y la Confekl~ración Nacional Obrera de Cuba. Machado cerró los [centros obreros y reprimió con furor las manifestacione~ y mí­tines populares.

" El movimiento estudiantil entró en acción. Solicitó a los tribunales que sometieran a juicio al presid~nte de la República, como responsable de varios muedos con disparos de rifle. El 30 de septiembre, el Directobo Es­tudiantil Universitario convocó a una manifestaci~n que elevó la lucha. Pidió la renuncia del president~. de la República y el cese del régimen imperante. Va .¡os es­tudiantes fueron asesinados. El Directorio Est diantil fue arrestado en pleno. El claustro uni\"ersitar;p pro­testó. La Universidad fue clausurada. El entierrolde los estudiantes muertos se convirtió en una manifestación mayor. Conforme crecía la represión crecía la reS[lUesta popular volviéndose más general y más enérgi~a. El dictador quiso cambiar de táctica. Intentó congr.ciarse Con el pueblo y ordenó la libertad de muchos det~nidos. Fue un intento de mediatización que exacerbó aú~ más los ánimos. La juventud alimentaba una cólera Va in­contenible, que se cruzaba Con la más profunda yl sorda

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176 LA LlBERACIÓN

de los trabajadores. Las fuerzas revolucionarias dieron los primeros pasos de una prolongada marcha contra todo intento de mediación o mediatización. Los estu­diantes liberados no aceptaron conciliación alguna con el dictador. Formaron una organización decidida a lu­char a la vez contra Machado y contra el imperialis­mo, partidaria de estrechar sus vínculos con el movi­miento obrero revolucionario. Las clases gobernantes empezaron a buscar sus propias alteniativas. Algunos de sus miembros contemplaron la necesidad de sustituir a )¡fachado; otros decidieron atacarlo. En agosto de 1931 dos viejos políticos, uno de ellos general, intenta­ron derrocar al dictador. El pueblo los dejó solos. Ma­nifestó de inmediato que no quería políticos media­dores. Los políticos fueron derrotados. Unos murieron a manos de! ejérciso de! dictador y otros debieron huir. Poco después nació un nuevo intento de alternativa en e! seno de las clas¡r gobernantes. U na organil'ación llamada el ABC -cor¡:furatista, elitista y demagógica­se organizó en la clandestinidad para derrocar al dic­tador y usó el terrorismo para paralizar al pueblo. Con un lenguaje semifascista pretendió sustituir la gas­tada demagogia autoritaria. Con sus desplantes quiso dar más peso a sus palabras. Con denuncias e inculpa­ciones, fonnuladas en ténninos morales contra los go­bernantes corrompidos, trató de ocultar al primer y mayor responsable de la situación y se reservó así la posibilidad de entrar en acuerdos con e! imperialismo. El ABC -como dijo el líder comunista Martínez Ville­na- fue "una organización de clase media preterida y a la vez afanosa de poder". Logró engañar a algunas masas, inconfonnes con una situación colonial que no denunció, con monopolios y latifundios que no atacó. Saciaba ,su cólera ensañándose contra los policías y po­líticos más visibles, a quienes los dueños de monopo-, lios y latifundios estaban en la mejor disposición de sacrificar.

El Partido Comunista y e! Ala Izquierda Estudiantil

TERCERA ETAPA: 1920-1935 177

se 'enfrentaron al intento de mediación semifascista. Usaron una táctica simultánea de movilización de ma­sas y de esclarecimiento ideológico. Sus organizaciones de base desplegaron gran actividad para hacer circular, leer e interpretar una enOIme cantidad de publicacio­nes clandestinas entre las masas que se agitaban.

En 1932 "el proletariado cubano pasó a la ofensiva. \'inculó progresivamente las consignas económicas a las consignas políticas". Los trabajadores en huelga lle­garon a combatir contra el ejército, en combate cons­ciente de las relaciones entre la dictadura, la crisis y e! imperialismo. El dictador se tambaleó. De las clases go­bernantes surgió otra vez un grupo de aspirantes a sustituirlo. Sus miembros se autonombraron Junta Re­volucionaI>ja' y muchos de ellos se fueron a Nueva York para culrAinar la alternativa mediadora en Washington.

Las acciones '. revolucionarias continuaron en aumen­to, con demostraciones populares y alzamientos arma­dos. La caída de Machado pareció inminente. Washing­ton decidió mediar. Franklin Delano Roosevelt, el nue­vo presidente demócrata, avanzó hacia la gran media­ción. Designó al subsecretario de Estado Sumner Welles como embajador de Estados Unidos en Cuba con la misión de "asegurar un cambio ordenado y pacífico, que no alterara la estructura colonial de la República". Sumner Welles debía "negociar un nuevo convenio comercial, e interponer la mediación extranjera en la lucha política cubana".

Desde que el nuevo embajador llegó a La Habana en abril de 1933 se puso en contacto con los grupos de la oposición política y une a uno los hizo aceptar la "mediación". De ahí pasó a ampliar e! marco media­dor y extendió sus conexiones al ABe, cuyos vehemen­tes líderes se comprometieron gustosos a suspender los actos terroristas. Después, indujo directa o indirecta­mente a 1Iachado a tomar varias medidas mediatiza­doras. El gobierno del dictador restableció las garantías

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176 LA LlBERACIÓN

de los trabajadores. Las fuerzas revolucionarias dieron los primeros pasos de una prolongada marcha contra todo intento de mediación o mediatización. Los estu­diantes liberados no aceptaron conciliación alguna con el dictador. Formaron una organización decidida a lu­char a la vez contra Machado y contra el imperialis­mo, partidaria de estrechar sus vínculos con el movi­miento obrero revolucionario. Las clases gobernantes empezaron a buscar sus propias alter~ativas. Alg~n~s de sus miembros contemplaron la necesidad de sustitUir a )¡fachado; otros decidieron atacarlo. En agosto de 1931 dos viejos políticos, uno de ellos general, intenta­ron derrocar al dictador. El pueblo los dejó solos. Ma­nifestó de inmediato que no quería políticos media­dores. Los políticos fueron derrotados. U nos murieron a manos de! ejército de! dictador y otros debieron huir. Poco después naci6 un nuevo intento de alternativa en el seno de las clas¡r gobernantes. Una organil'ación llamada el ABC -cor¡:furatista, elitista y demagógica­se organizó en la clandestinidad para derrocar al dic­tador y usó el terrorismo para parallzar al pueblo. Con un lenguaje semifascista pretendió sustituir la gas­tada demagogia autoritaria. Con sus desplantes quiso dar más peso a sus palabras. Con denuncias e inculpa­ciones formuladas en términos morales contra los go­berna~tes corrompidos, trató de ocultar al primer y mayor responsable de la situación y se r~servó. a.sí la posibilidad de entrar en acuerdos ~on e! Impenahs;no. El ABC -como dijo el líder comunista Martmez VIlIe­na- fue "una organización de clase media preterida y a la vez afanosa de poder". Logró engañar a algunas masas, inconformes con una situación colonial que no denunció, con monopolios y latifundios que no atacó. Saciaba ,su cólera ensañándose contra los policías y po­líticos más visibles, a quienes los dueños de monopo-, lios y latifundios estaban en la mejor disposición de sacrificar.

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se 'enfrentaron al intento de mediación semifascista. Usaron una táctica simultánea de movilización de ma­sas y de esclarecimiento ideológico. Sus organizaciones de base desplegaron gran actividad para hacer circular, leer e interpretar una enOlIDe cantidad de publicacio­nes clandestinas entre las masas que se agitaban.

En 1932 "el proletariado cubano pasó a la ofensiva. \'inculó progresivamente las consignas económicas a las consignas políticas". Los trabajadores en huelga lle­garon a combatir contra el ejército, en combate cons­ciente de las relaciones entre la dictadura, la crisis y e! imperialismo. El dictador se tambaleó. De las clases go­bernantes surgió otra vez un grupo de aspirantes a sustituirlo. Sus miembros se autonombraron Junta Re­volucional'ja- y muchos de ellos se fueron a Nueva York para culdlinar la alternativa mediadora en Washington.

Las acciones '. revolucionarias continuaron en aumen­to, con demostraciones populares y alzamientos arma­dos. La caída de Machado pareció inminente. Washing­ton decidió mediar. Franklin DeJano Roosevelt, eJ nue­vo presidente demócrata, avanzó hacia la gran media­ción. Designó al subsecretario de Estado Sumner Welles como embajador de Estados Unidos en Cuba con la misión de "asegurar un cambio ordenado y pacífico, que no alterara la estructura colonial de la República". Sumner Welles debía "negociar un nuevo convenio comercial, e interponer la mediación extranjera en la lucha política cubana".

Desde que el nuevo embajador llegó a La Habana en abril de 1933 se puso en contacto con los grupos de la oposición política y uno a uno los hizo aceptar la "mediación". De ahí pasó a ampliar e! marco media­dor y extendió sus conexiones al ABe, cuyos vehemen­tes líderes se comprometieron gustosos a suspender los actos terroristas. Después, indujo directa o indirecta­mente a 1Iachado a tomar varias medidas mediatiza­doras. El gobierno del dictador restableció las garantías

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178 LA LIBERACIÓN

constitucionales, emitió una ley de amnistía y soltó al­gunos presos políticos.

Entre el embajador y el dictador se estableció una cierta competencia por la "mediación". Éste quiso re­vestir su amarga cólera de un nacionalismo de última hora, afín a las demandas del pueblo. Hizo un movi­miento autónomo parecido al de un gobernante sobe­rano. Por breves instantes enarboló la bandera de lu­cha "contra la mediación extranjera" Y ordenó a la Cámara declarar persona "non grata" a la misión de Welles. Dos días más tarde una radio clandestina hizo circular la noticia de que el dictador había renuncia­do. El pueblo se volcó a las calles para festejar tan fausto acontecimiento. y todo ello ocurrió en medio de un movimiento proletario realmente autónomo, en medio de una huelga general qu,<¡ se había venido pre­parando y extendiendo bajo la dirección inesperada del Partido ,comunista y de la Confedhación Nacional Obrera Cubana. El dictador se precipitó a mediatizar la lucha. Aceptó todas las demandas obreras y durante un momento llegó a un acuerdo con los' trabajadores. Así surgió un juego de equivocaciones: Welles creyó que el dictador había usado a sus "agentes" para pro­vocar y resolver las huelgas, en un desesperado esfuerzo contra la "mediación norteamericana" y contra la in~ tención de Estados Unidos de sacrificar al despresti­giado títere, ahora en rebelión. Los dirigentes sindicales creyeron, en un primer impulso, que era aceptable e! nuevo trato con Machado. i'vlachado creyó haber re­suelto la situación. Las fuerzas de! poder real se si­guieron moviendo con movimientos realmente autó­nomOS. Welles se resolvió entonces, terminantemen­te, por la sustitución de Machado, y el Partido Co­munista insistió en la necesidad del derrocamiento de Machado, haciendo ver a los líderes sindicales que ha­bían cometido un error. El pueblo se siguió agitando en forma incontenible. Lo hizo hasta la caída y fuga del dictador, el 12 de agosto de 1933.

TERCERA ETAPA: 1920·1935 179

Al quedar fuera de combate Machado, obje~o de odio universal, empe~aron a desmovilizarse alguna~ fuer­zas, mientras otras antes aliadas se enfrentaron lentre sí. El cálculo de Welles comenzó a funcionar. LalhueI­ga continuó, mientras disminuían las fuerzas op~estas a las nuevas formas de la mediación. Después los tra­bajadores debieron regresar a su trabajo. "La R~volu­ción popular -comenta la historia de las FuerzaS Ar­madas Revolucionarias- ya había sido yugula~a, y Cuba continuó uncida a la estructura colonial qu¡' en-gendró el machadato." 23 .

El imperialismo se dio a ensayar las más sugerentes fórmulas de mediación, con amenaza constante db in­tervención armada para el caso que fracasaran. Pfr su parte, los comunistas y los estudiantes radicales oonti­nuaron en lucha contra esas nuevas formas de m~dia-

I ción, aunque ya sin contar con algunas fuerzas qu~ no eran revolucionarias. i

El sucesor de Machado -Carlos Manuel Céspe~es­formó gobierno llamando a "todos los grupos y partidos que habían aceptado la mediación". Intentó apaciguar los ánimos, restituir el régimen constitucional y 9asti-gar a los cómplices de la rlictadura. El Directori~ES­tudiantil Universitario se opuso al nuevo intent de mediación con demandas antimediadoras que escan ali­zaron a los políticos y los hicieron montar en cólera m­bién antimediadora. Exigió la disolución del Cong~so; la destitución de los magistrados, gobernadores y fun­cionarios dee!ección; el castigo de todos los respohsa­bIes de la dictadura, y la constitución de un gollier­no de facto. El Directorio Estudiantil hizo una esp~cie de declaración de guerra a la clase gobernante, más~. ue una solicitud al gobierno establecido. Con sus dema das buscó que saliera de su escondrijo la clase goberna te, oculta tras las sonrisas de los nuevos políticos. Pre en­dió plantear así la posibilidad de luchar por un nUfvo

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constitucionales, emitió una ley de amnistía y soltó al­gunos presos políticos.

Entre el embajador y el dictador se estableció una cierta competencia por la "mediación". Éste quiso re­vestir su amarga cólera de un nacionalismo de última hora, afín a las demandas del pueblo. Hizo un movi­miento autónomo parecido al de un gobernante sobe­rano. Por breves instantes enarboló la bandera de lu­cha "contra la mediación extranjera" Y ordenó a la Cámara declarar persona "non grata" a la misión de Welles. Dos días más tarde una radio clandestina hizo circular la noticia de que el dictador había renuncia­do. El pueblo se volcó a las calles para festejar tan fausto acontecimiento. y todo ello ocurrió en medio de un movimiento proletario realmente autónomo, en medio de una huelga general qu,<¡ se había venido pre­parando y extendiendo bajo la dirección inesperada del Partido ,comunista y de la Confedhación Nacional Obrera Cubana. El dictador se precipitó a mediatizar la lucha. Aceptó todas las demandas obreras y durante un momento llegó a un acuerdo con los' trabajadores. Así surgió un juego de equivocaciones: Welles creyó que el dictador había usado a sus "agentes" para pro­vocar y resolver las huelgas, en un desesperado esfuerzo contra la "mediación norteamericana" y contra la in~ tención de Estados Unidos de sacrificar al despresti­giado títere, ahora en rebelión. Los dirigentes sindicales creyeron, en un primer impulso, que era aceptable e! nuevo trato con Machado. i'vlachado creyó haber re­suelto la situación. Las fuerzas de! poder real se si­guieron moviendo con movimientos realmente autó­nomOS. Welles se resolvió entonces, terminantemen­te, por la sustitución de Machado, y el Partido Co­munista insistió en la necesidad del derrocamiento de Machado, haciendo ver a los líderes sindicales que ha­bían cometido un error. El pueblo se siguió agitando en forma incontenible. Lo hizo hasta la caída y fuga del dictador, el 12 de agosto de 1933.

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. ~l q~edar fuera de combate Machado, obje~o de odIO u?lversal, empe~aron a desmovilizarse alguna~ fuer­z~s, mH;ntras otras antes aliadas se enfrentaron !entre s!. El c~lcu!o d~ Welles comenzó a funcionar. Lalhuel­ga contmuo, mIentras disminuían las fuerzas op~estas a ~as nuevas formas de la mediación. Después lo~ tra­b.a}adores debieron regresar a su trabajo. "La R~volu­clon popular -comenta la historia de las FuerzaS Ar­madas Revolucionarias- ya había sido yugula~ Cuba continuó uncida a la estructura colon' I ,a, y gendró el machadato." 23 la qu!" en-

,El imperialismo se dio a ensayar las más sugerentes formul~~ de mediación, con amenaza constante db in­tervenClon armad.a para el caso que fracasaran. Pbr su parte, los comulllstas y los estudiantes radicales donti­n.~aron en lucha contra esas nuevas formas de m~dia­ClOn, aunque ya sin contar con algunas fuerzas quk no eran revolucionarias. ¡-

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gobierno que fuera de! pueblo. "El Directorio --escribe Julio Le Riverend- propuso la constitución de un go­bierno popular revolucionario que realizara el progra­ma radical esperado por e! pueblo de Cuba."" Por su parte el Partido Comunista no sólo decidió luchar con­tra el "gobierno mediacionista" de Céspedes sino que empezó a plantearse, así fuera en forma incipiente, el problema de un poder proletario y de un estado revo-

. lucionario. Sostuvo "como su táctica principal la for­mación de soviets locales que se convirtieran en centros de poder proletario en las diferentes localidades y que, a la vez, sirvieran de base para la toma del gobierno central. La agitación continuó en todo el país y el go­bierno de Céspedes se vino abajo.

La reacción exigió entonces la intervención armada norteamericana. La clase dominan te salió a la escena -completa y desnuda- con la traición a "la patria" como re¡:urso final. Sólo que por esa época se encon­traba ~frente del gobierno de Estados Unidos Fran­klin D. Roosevelt, quien "rehuía la fuerLa directa" y buscaba "un soportable círculo sin salida" para mante­ner el imperialismo norteamericano en América Latina. Su política de "buen vecin~" y "no intervención" pro­vocó una especie de tregua, un escenario político que frenaba las acciones inmediatas y amenazadoras de! im­perialismo. Y entonces surgió un gobierno, el de Grau San ~artín, que planteó problemas distintos a los de la mera lucha contra la mediatización del imperialis­mo y la burguesía, los de una lucha por el poder polí­tico y social, en el interior de! gobierno y fuera de él.

En septiembre de 1933 Grau San Martín integró e! nuevo gobierno y se vio obligado a incluir entre sus filas a un líder antimperialista, llamado Antonio Gui­teras, quien ocupó el Ministerio de Gobernación. Gui­teras tenía una trayectoria de lucha intachable. Más

:!./, Julio Le Riverend, La República. Dependencia y revolu· ciÓH, La Habana. Ed. de Ciencias Sociales, 1971. pp. 297 ss.

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tarde moriría al lado del pueblo. Su presenc!a en el gabinete reveló que las luchas populares ya se estaban expresando en el gobierno. Y se expresaron efectiva­mente, aunque de manera muy contradictoria. El go­bierno de Grau San Martín mostró de inmediato CÓmo se hallaba envuelto en contradicciones que correspon­dieron a una gran variedad de luchas, políticas y po­pulares. El propio presidente fue parte de las luchas y resultó contradictorio al no querer tomar partido ni poder encabezar una formación política y popular que constituyera algo más que una mera mediación y mu­cho Inenos que una acción revolucionaria, una especie de lucha intermedia.

El gobierno de Grau practicó una política naciona­lista con reformas sociales y buscó, simultánea y suce­sivamente, enfrentar y apaciguar a las masas, a la bur­g¡.iesía y al imperialismo.

Intervino la Compañía de Electricidad. Repudió la deuda con e! Chase N ational Bank. Disolvió los parti­dos políticos comprometidos con la dictadura. En la Conferencia de Montevideo defendió la libre determi­nación de los pueblos. Ilegalizó la Enmienda Platt, afrenta a la soberanía cubana. Cumplió sus obligacio­nes internas e internacionales. Administró pulcramente las recaudaciones. Decretó la autonomía universitaria. Ordenó la reapertura de los centros secundarios de en­señanza. Respetó las libertades públicas. Convocó a la Asamblea Co·nstituyente. Reivindicó los derechos del ne­gro y de la mujer. Legisló sobre la jornada de 8 horas, el salario mínimo, la sindicalización obligatoria, el con­trato colectivo de trabajo. Creó e! Ministerio del Traba­jo. Proyectó Una ley de reforma agraria y empezó a confiscar las tierras de los funcionarios de Machado.

A través del gobierno de Grau --con Antonio Gui­teras como principal promotor- se expresaron algunas demandas del pueblo cubano, arrancadas tras muchos años de lucha. La reacción de! imperialismo y las clases dominantes no se hizo esperar. Sumner ''''elles, el ABe

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gobierno que fuera de! pueblo. "El Directorio --escribe Julio Le Riverend- propuso la constitución de un go­bierno popular revolucionario que realizara el progra­ma radical esperado por e! pueblo de Cuba."" Por su parte el Partido Comunista no sólo decidió luchar con­tra el "gobierno mediacionista" de Céspedes sino que empezó a plantearse, así fuera en forma incipiente, el problema de un poder proletario y de un estado revo-

. lucionario. Sostuvo "como su táctica principal la for­mación de soviets locales que se convirtieran en centros de poder proletario en las diferentes localidades y que, a la vez, sirvieran de base para la toma del gobierno central. La agitación continuó en todo el país y el go­bierno de Céspedes se vino abajo.

La reacción exigió entonces la intervención armada norteamericana. La clase dominan te salió a la escena -completa y desnuda- con la traición a "la patria" como re¡:urso final. Sólo que por esa época se encon­traba ~frente del gobierno de Estados Unidos Fran­klin D. Roosevelt, quien "rehuía la fuerLa directa" y buscaba "un soportable círculo sin salida" para mante­ner el imperialismo norteamericano en América Latina. Su política de "buen vecin~" y "no intervención" pro­vocó una especie de tregua, un escenario político que frenaba las acciones inmediatas y amenazadoras de! im­perialismo. Y entonces surgió un gobierno, el de Grau San ~artín, que planteó problemas distintos a los de la mera lucha contra la mediatización del imperialis­mo y la burguesía, los de una lucha por el poder polí­tico y social, en el interior de! gobierno y fuera de él.

En septiembre de 1933 Grau San Martín integró e! nuevo gobierno y se vio obligado a incluir entre sus filas a un líder antimperialista, llamado Antonio Gui­teras, quien ocupó el Ministerio de Gobernación. Gui­teras tenía una trayectoria de lucha intachable. Más

:!./, Julio Le Riverend, La República. Dependencia y revolu· ciÓH, La Habana. Ed. de Ciencias Sociales, 1971. pp. 297 ss. ,

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tarde moriría al lado del pueblo. Su presencia en el gabinete reveló que las luchas populares ya se' estaban expresando en el gobierno. Y se expresaron efectiva­n:ente, aunque de manera muy contradictoria. El go­bierno de Grau San Martín mostró de inmediato CÓmo s~ hallaba envuelto en contradicciones que correspon­dieron a una gran variedad de luchas, políticas y po­pulares. El propio presidente fue parte de las luchas y resultó contradictorio al no querer tomar partido ni poder encabezar un~ formación política y popular que constituyera algo mas que una mera mediación y mu­cho Inenos que una acción revolucionaria, una especie de lucha intermedia.

. El gobierno de Grau practicó una política naciona­lista con reformas sociales y buscó, simultánea y suce­Sivamente, enfrentar y apaciguar a las masas, a la bur­g¡.iesía y al imperialismo.

Intervino la Compañía de Electricidad. Repudió la deuda con e! Chase N ational Bank. Disolvió los parti­dos políticos comprometidos con la dictadura. En la Conferencia de Montevideo defendió la libre determi­nación de los pueblos. Ilegalizó la Enmienda Platt, afrenta a la soberanía cubana. Cumplió sus obligacio­nes internas e internacionales. Administró pulcramente las recaudaciones. Decretó la autonomía universitaria. Ordenó la reapertura de los centros secundarios de en­señanza. Respetó las libertades públicas. Convocó a la Asamblea Co'nstituyente. Reivindicó los derechos del ne­gro y de la mujer. Legisló sobre la jornada de 8 horas el salario mínimo, la sindicalización obligatoria, el con~ trato colectivo de trabajo. Creó e! Ministerio del Traba­jo. Proyectó Una ley de reforma agraria y empezó a confiscar las tierras de los funcionarios de 1vfachado.

A través del gobierno de Grau --con Antonio Gui­teras como principal promotor- se expresaron algunas demandas del pueblo cubano, arrancadas tras muchos años de lucha. La reacción de! imperialismo y las clases dominantes no se hizo esperar. Sumner ''''elles, el ABe

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y la 'burguesía iniciaron de inmediato el contrataque e incluso organizaron la conspiración. El gobierno se sin­tió obligado a tomar una serie de medidas conciliado­ras con el imperialismo y la "burguesía amedrentada", enfurecida. Trató por todos los medios de apaciguar a Welles y de lograr el reconocimiento de Washington. Pagó parte de la deuda externa y se comprometió a pa­gar el resto en forma inaceptable. Permitió que menu­dearan las canongías y las concesiones. Pretendió gran­jearse a los traidores de! ejército, como a Fulgencio Batista, descubierto y perdonado en su conspiración in­minente.

Lo que es más, ante las demandas del pueblo y la agitación de las masas el gobierno de Grau quiso im­poner el orden con actos de "fuerza que agudizaron su aislamiento y desprestigio'FQuiso imponer la lógica del gobierno por encima del imperialismo y las clases go-

. bernantes, frente a las demhndas insatisfechas de las • masas, acostumbradas al combate, desatadas. Persiguió al movimiento obrero marxista. Asaltó sindicatos. Li­quidó "huelgas a tiro limpio". Realizó horrenda masa­cre en el pacífico entierro de Julio Antonio Mella. A la postre se quedó con un proyecto de gobierno vacío, insostenible. Ni e! imperialismo se contuvo ni las masas se atuvieron a su lógica de gobierno. La tozudez im­perialista fue inevitable. La presión de las masas, in­controlable. El imperialismo atacó por todos lados. Los grupos revolucionarios de las clases medias continuaron actuando contra toda medida. Los obreros y las masas mantuvieron el clima de combate por demandas vitales y acercamientos al poder, en oleadas. En septiembre de 1933, constituyeron "soviets" en :Mabay, Hormiguero, Jaronú, Senado, Santa Lucía y otros centrales, donde se apoderaron de las instalaciones y se pusieron a ad­ministrar las empresas, cuidando la buena marcha de sus tareas con grupos de vigilancia y destacamentos de defensa. EllO de noviembre el Partido Comunista publicó el llamamiento "Todo e! poder para los obre-

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TERCERA ETArA: 1920·1935 I 183

ros y campesinos ap9yados en comités de soldados y marinos". En él abogó por una verdadera rievolución agraria y antimperialista y por la formación ~e conse­jos de obreros, campesinos, soldados y mari~os, como base para un gobierno popular. Un día ante~ las tro­pas gubernamentales y "algunas organizacion~s revolu­cionarias de la clase media" habían destruido [un golpe contrarrevolucionario del ABC. l

En los cuatro meses del gobierno de Gra¡j¡ ocurrió un fenómeno muy distinto al de la mera luc~a contra la mediación. Ocurrió una lucha por el poder( En ella chocaron el imperialismo, los "políticos criollos'[, los ele­mentos radicales de la pequeña burguesía y [la clase obrera, todos en pugna por captar el movimknto po­pular, ?n espec~al los d?s últi~os, ;el~tivamenqe unidos entre SI, aunq!.).econ dIferenCIas tactlcas,de ~rgamza­ción y clase que no siempre pudieron superal La no­vedad del fenómeno;'durante el gobierno de G au, con­sistió en que el problema ya no sólo radicaba n recha­zar las mediaciones del imperialismo y la b rguesía, sino en aceptar la mediación de un gobierno fn parte popular, o en imponer la propia mediación de· las ma­sas y la clase obrera. A los revolucionarios se le.~Planteó la alternativa clásica: "trasmutar el gobierno acional reformista de Grau San Martín en un gobiern nacio­nal revolucionario" o bien librar una "oposi ión sin cuartel", "implacable", contra el "tormentoso ~nsaYo", sólo en parte popular, que era atacado tambié por la embajada norteamericana, por los oficiales d puestos, por los viejos políticos, por los fascistas del AB, por el "alto comercio español", las empresas extran~eras, la prensa y todas las demás fuerzas reaccionarias. ¡El Par­tido Comunista, la Confederación Obrera de ~uba y el estudiantado de izquierda decidieron atacar !sin pie­dad al gobierno de Grau, sólo defendido entre I~s fuer­zas progresistas por el. Directorio Estudiantil C¡ni\1ersi­tario. Tal decisión contribuyó al derrumbe de ',un go­bierno que no gobernó, sino que fue gobernado" t-como

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Lo que es más, ante las demandas del pueblo y la agitación de las masas el gobierno de Grau quiso im­poner el orden con actos de "fuerza que agudizaron su aislamiento y desprestigio'FQuiso imponer la lógica del gobierno por encima del imperialismo y las clases go-

,bernantes, frente a las demhndas insatisfechas de las • • masas, acostumbradas al combate, desatadas. Persiguió

al movimiento obrero marxista. Asaltó sindicatos. Li­quidó "huelgas a tiro limpio". Realizó horrenda masa­cre en el pacífico entierro de Julio Antonio Mella. A la postre se quedó con un proyecto de gobierno vacío, insostenible. Ni e! imperialismo se contuvo ni las masas se atuvieron a su lógica de gobierno. La tozudez im­perialista fue inevitable. La presión de las masas, in­controlable. El imperialismo atacó por todos lados. Los grupos revolucionarios de las clases medias continuaron actuando contra toda medida. Los obreros y las masas mantuvieron el clima de combate Dar demandas vitales y acercamientos al poder, en olead:"s. En septiembre de 1933, constituyeron "soviets" en :Mabay, Hormiguero, Jaronú, Senado, Santa Lucía y otros centrales, donde se apoderaron de las instalaciones y se pusieron a ad­ministrar las empresas, cuidando la buena marcha de sus tareas con grupos de vigilancia y destacamentos de defensa. EllO de noviembre el Partido Comunista publicó el llamamiento "Todo e! poder para los obre-

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En los cuatro meses del gobierno de Gra~ ocurrió un fenómeno muy distinto al de la mera ludia contra la mediación. Ocurrió una lucha por el poderl En ella chocaron el imperialismo, los "políticos criollos'[, los ele­mentos radIcales de la pequeña burguesía y ¡la clase obrera, todos en pugna por captar el movimknto po­pular, ?n espec,~al los d?s últi~os, ;el~tivamenqe unidos e;:tre SI, aunq"¡,e con dIferenCIas tactJCás,de ~rganiza­

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• dijo de la Torriente-, o que habría sido "un espectácu-lo divertido si no hubiera sido trágico" -como dijo Raúl Roa. La tragedia alcanzó una intensidad máxima --dra­mática- en virtud de que la oposición revolucionaria no estaba realmente dirigiendo a las masas hacia un proceso insurreccional de toma del poder y había sido de hecho rebasada por las masas. La decisión de ata­car a Grau, en realidad obedeció al "desmandamiento" de las masas, a sus movimientos áscendentes y tormen­tosos imposibles de contener o encauzar, dadas las con­tradiécíones del gobierno de Grau y de la sociedad cubana de entonces, y a las perspectivas revolucionarias vigentes. La dirección estudiantil y comunista, con su preocupación predominante de lucha contra la media­ción, en medio de los torrentes populares y de la agre­sión imperialista, decidió atacar a Grau con un partido <

que no era aún de las masas, aunque tuviera entre ellas' notables destacamentos. Fue una decisión obligada, casi fatal.

A la caída de Grau, Fulgencio Batista inició una política de represión general, ascendente. Tras sucesivos baños de sangre, Batista se convirtió en el "gran elec­tor" y en el nuevo jefe de la "República mediatizada". Al empezar 1934 instauró el "terror blanco". El movi­mientb obrero revolucionario fue atacado furiosamente, en especial en los centrales de Jaronú, Senado, Tacajó, Baguanas y Media Luna. Los estudiantes del "instituto" de La Habana fueron ametrallados a la primera ma­nifestación. Las rebeliones y protestas campesinas fue­ron acalladas sin el menor titubeo y con el pleno apoyo del iq¡perialismo y la reacción. Durante todo el proceso estuvieron presentes en los puertos de Cuba treinta uni­dades de guerra norteamericanas con miles de marinos y una flotilla aérea.

Dominada la situación por Batista, el imperialismo buscó mostrar otra vez una nueva cara. Sus gestos de "buena vecindad" consistieron ahora en firmar un tratado comercial, ampliamente exaltado por la prensa,

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y en abrogar, en marzo de 1934, el "derecho" de in­tervención consagrado en la Enmienda Platt, lo cual dio pie a un decreto por el que d gobierno concedió tres días de fiesta, en simbólica celebración de la nueva y macabra mediación.

La resistencia popular continuó hasta 1935 con altas y bajas. En marzo de ese año el Partido Auténtico, en­cabezado por antiguos miembros del Directorio Estu­diantil, convocó a una huelga general cuyo fracaso había sido previsto por los comunistas y otros grupos revolucionarios. El movimiento de resistencia se exten­dió a varias ciudades. Fue ahogado en sangre y derivó en una oleada de terror: "La derrota de la huelga ge­neral de marzo de 1935 -escribe Julio Le Riverend­representó el último hecho de gran fuerza revoluciona­ria del pueblo cubano dentro del procesb¡biciado en 1929. '. Por otra parte inició también un lento proce­so de desprestigio de' la tesis llamada insurreccionista" .25

De 1929 a 1935 se dio en Cuba una de las luchas más tenaces contra la dictadura y la mediación criolla, contra la intervención armada del imperialismo y la "mediación norteamericana". El Partido Comunista de Cuba se propuso enseñar a los trabajadores y al pueblo el carácter claro de 'las clases gobernantes, actor con políticas alternativas de represión y mediación. Les en­señó también a luchar por "demandas inmediatas" y "victorias parciales". Alcanzó y celebró las "magníficas victorias" de los obreros del ómnibus, de la Habana Electric, de los portuarios de la Bahía de La Hábana. Pidió y logró solidaridad, bajo "la gloriosa bandera de la Confederación Nacional Obrera de Cuba, sección de la Confederación Sindical Latinoamericana, con los movimientos de los telegrafistas, los maestros, los em­pleados públicos, los pequeños comerciantes. Precisó pro­puestas de lucha exacta contra la dictadura, el impe­rialismo, la burguesía, los fascistas, los anarquistas y

~ Le Riverend, op. cit., p. 302.

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• dijo de la Torriente-, o que habría sido "un espectácu-lo divertido si no hubiera sido trágico" -como dijo Raúl Roa. La tragedia alcanzó una intensidad máxima --dra­mática- en virtud de que la oposición revolucionaria no estaba realmente dirigiendo a las masas hacia un proceso insurreccional de toma del poder y había sido de hecho rebasada por las masas. La decisión de ata­car a Grau, en realidad obedeció al "desmandamiento" de las masas, a sus movimientos áscendentes y tormen­tosos imposibles de contener o encauzar, dadas las con­tradiécíones del gobierno de Grau y de la sociedad cubana de entonces, y a las perspectivas revolucionarias vigentes. La dirección estudiantil y comunista, con su preocupación predominante de lucha contra la media­ción, en medio de los torrentes populares y de la agre­sión imperialista, decidió atacar a Grau con un partido F que no era aún de las masas, aunque tuviera entre ellas notables destacamentos. Fue una decisión obligada, casi fatal.

A la caída de Grau, Fulgencio Batista inició una política de represión general, ascendente. Tras sucesivos baños de sangre, Batista se convirtió en el "gran elec­tor" y en el nuevo jefe de la "República mediatizada". Al empezar 1934 instauró el "terror blanco". El movi­mientb obrero revolucionario fue atacado furiosamente, en especial en los centrales de Jaronú, Senado, Tacajó, Baguanas y Media Luna. Los estudiantes del "instituto" de La Habana fueron ametrallados a la primera ma­nifestación. Las rebeliones y protestas campesinas fue­ron acalladas sin el menor titubeo y con el pleno apoyo del iq¡perialismo y la reacción. Durante todo el proceso estuvieron presentes en los puertos de Cuba treinta uni­dades de guerra norteamericanas con miles de marinos y una flotilla aérea.

Dominada la situación por Batista, el imperialismo buscó mostrar otra vez una nueva cara. Sus gestos de "buena vecindad" consistieron ahora en firmar un tratado comercial, ampliamente exaltado por la prensa,

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y en abrogar, en marzo de 1934, el "derecho" de in­tervención consagrado en la Enmienda Platt, lo cual dio pie a un decreto por el que d gobierno concedió tres días de fiesta, en simbólica celebración de la nueva y macabra mediación.

La resistencia popular continuó hasta 1935 con altas y bajas. En marzo de ese año el Partido Auténtico, en­cabezado por antiguos miembros del Directorio Estu­diantil, convocó a una huelga general cuyo fracaso había sido previsto por los comunistas y otros grupos revolucionarios. El movimiento de resistencia se exten­dió a varias ciudades. Fue ahogado en sangre y derivó en una oleada de terror: "La derrota de la huelga ge­neral de marzo de 1935 -escribe Julio Le Riverend­representó el último hecho de gran fuerza revoluciona­ria del pueblo cubano dentro del procesb¡biciado en 1929. '. Por otra parte inició también un lento proce­so de desprestigio de' la tesis llamada insurreccionista" .25

De 1929 a 1935 se dio en Cuba una de las luchas más tenaces contra la dictadura y la mediación criolla, contra la intervención armada del imperialismo y la "mediación norteamericana". El Partido Comunista de Cuba se propuso enseñar a los trabajadores y al pueblo el carácter claro de 'las clases gobernantes, actor con políticas alternativas de represión y mediación. Les en­señó también a luchar por "demandas inmediatas" y "victorias parciales". Alcanzó y celebró las "magníficas victorias" de los obreros del ómnibus, de la Habana Electric, de los portuarios de la Bahía de La Hábana. Pidió y logró solidaridad, bajo "la gloriosa bandera de la Confederación Nacional Obrera de Cuba, sección de la Confederación Sindical Latinoamericana, con los movimientos de los telegrafistas, los maestros, los em­pleados públicos, los pequeños comerciantes. Precisó pro­puestas de lucha exacta contra la dictadura, el impe­rialismo, la burguesía, los fascistas, los anarquistas y

~ Le Riverend, op. cit., p. 302.

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re-iormistas. Realizó una "propaganda sistemática y diaria sobre la necesidad de aplicar los métodos sindi­cales revolucionarios de participación de las masas". Ex­plicó y libró una lucha tenaz por la dirección de las huelgas "en medio del terror". Templó y preparó al proletariado en "la conquista de la calle". Lo adiestró "en el perfeccionamiento de los métodos de lucha" para los combates contra la crisis, la miseria, la desocupación y el terror. Orientó a los obreros para que ellos mis­mos discutieran y formularan sus demandas concretas. Los condujo de las demandas aisladas a la formulación de "demandas generales por industria", fijadas por los propios sindicatos, las cuales derivaban en "huelgas de industria", que no admitían acuerdos separados con los patronos. Ordenó formar todo tipo de grupos orga­nizados: sindicatos y secciones sindicales, en fábricas, negocios, plantaciones, muelles. Dispuso y apoyó comi­tés de fábrica y comités de auxilio, comités de desocu­pados y grupos de autodefens-a armados. Solicitó fra­ternización con marinos y soldados. Coordinó acciones conjuntas de obreros, campesinos y "alzados",

De una manera menos precisa postuló la necesidad de "luchar por un gobierno de obreros'y campesinos" e inútilmente buscó establecer ali'anzas para un frente único antimperialista, en el que participaran todas las fuerzas patrióticas y los "sectores revolucionarios de la pequeña burguesía". No planeó, en la práctica, un pro­yecto amplio de toma del poder. Su consigna de "for­mación de 'soviets' dificultó el desarrollo' de una políti­ca de coalición o frente único con las fuerzas revolu­cionarias de la pequeña y mediana burguesía". Esa política, según observó años más tarde BIas Roca, uno de sus dirigentes, no le permitió "integrar órganos lo­cales de poder que con otros nombres podrían haber contado con representaciones de los obreros, los cam­pesinos, los estudiantes y los sectores urbanos de la pe­queña burguesía más radicalizada". En el terreno de la organización sindical "la falla fundamental -según ex-

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presó desde entonces el periodista revolucionírio Pablo de la Torriente Brau- consistió en la n· consoli­dación de las secciones sindicales de fábrica, que no se pusieron inmediatamente a funcionar, nd tuvieron desde un principio un contenido de trabajo ni un cabal conocimiento de sus funciones y fdrmas or­ganizativas . .. ". El movimiento no fortaleció temente las bases de los sindicatos de ~' presas" Ése fue el principal error en el terreno de la orga­nización. "El aparato dirigente de lossindicat. s, sus re­laciones con las secciones sindicales de fábric~s, sus fi­nanzas, sus cuestiones organizativas (carnés, di~ecciones, contactos, etc.) no fueron organizados debidaJente sino en muy contados casos. Tampoco hubo una Rromoción a los p.uestos de responsabilidad de nuevos obteros gidos ¿n las huelgas, ni esfuerzo serio arrollar ~adros de dirigentes sindicales." La Idebilidad orgánica sería la causa principal de que "no pudieran contestar rápida y efectivament~ presión del gobierno".

En todo caso el error más grave y de

obreros re-

lución que se planteó al movimiento revoluci~nario entonces fue el señalado por el propio Pablo

ciclo rriente Brau, en su "Trayectoria y balance revolucionario": "El objetivo inmediato de prganizar un amplio frente de lucha contra la reacción perialismo -premisa previa a la conquista por las masas populares- fue sustituido por paganda palabrera de consignas utópicas y de la revolución proletaria que trascendía las ~ondicio­nes objetivas del país y la disposición objetiva blo." Y el mismo de la Torriente Brau decía: razón alguna fue, a pesar de todo, más próvid'/ quistas fundamentales para nuestro pueblo".

~ Cf. Pablo d~ la Torriente Brau. "Algebra y pOI~tica". "El movimiento obrero de 1925 a 1933" y "Trayectoria ~ balance del ciclo revolucionario" en Pensamiento Revoluciqnariol 1, 416 ss.

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De una manera menos precisa postuló la necesidad de "luchar por un gobierno de obreros'y campesinos" e inútilmente buscó establecer alianzas para un frente único antimperialista, en el que particip~ran ~odas las fuerzas patrióticas y los "sectores revoluciOnanos de la pequeña burguesía". No planeó, en la práctica, un pro­yecto amplio de toma del poder. Su consigna de "f?~­mación de 'soviets' dificultó el desarrollo' de una POhtl­ca de coalición o frente único con las fuerzas revolu­cionarias de la pequeña y mediana burguesía". Esa política, según observó años más tarde BIas Roca, uno de sus dirigentes no le permitió "integrar órganos lo­cales de poder ~ue con otros nombres podrían haber contado con representaciones de los obreros, los cam­pesinos, los estudiantes y los sectores urbanos de la pe­queña burguesía más radicalizada". En el terreno, de la organización sindical "la falla fundamental -segun ex-

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presó desde entonces el periodista re'{oluc:,onl~r:,o Pablo de la Torriente Brau- consistió consoli-dación de las secciones sindicales de que no se pusieron inmediatamente a funcionar, tuvieron desde un principio un contenido de Dl un cabal conocimiento de sus funciones y or-ganizativas . .. ". El movimiento no fortaleció temente las bases de los sindicatos de ep:rlpreS<ls" Ése fue el principal error en el terreno de orga­nización. "El aparato dirigente de los' s j'l "dic"t~,s, sus re­laciones con las secciones sindicales de sus fi­nanzas, sus cuestiones organizativas (carnés, Ol!re(lOOneS, contactos, etc.) no fueron organizados debl<JaIljl(~nl:e smo en muy contados casos. Tampoco hubo una ¡cjr()m.oción a los p.uestos de responsabilidad de nuevos obrelcos gidos ¿n las huelgas, ni esfuerzo serio arrollar ~adros de dirigentes sindicales." La Id€:bi.lidad orgánica sería la causa principal de que "no pudieran contestar rápida y efectlvanoeJote presión del gobierno".

En todo caso el error más grave y de

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lución que se planteó al movimiento re'volU(;i$na.rio entonces fue el señalado por el propio Pablo rriente Brau, en su "Trayectoria y balance revolucionario": "El objetivo inmediato de prgani2lar un amplio frente de lucha contra la reacción perialismo -premisa previa a la conquista por las masas populares- fue sustituido por paganda palabrera de consignas utópicas y de la revolución proletaria que trascendía las f:ondici()· nes objetivas del país y la disposición objetiva blo." Y el mismo de la Torriente Brau decía: razón alguna fue, a pesar de todo, más nr'óvida quistas fundamentales para nuestro pueblo".

~ Cf. Pablo de la Torriente Brau, "Algebra y pol~tica", "El movimiento obrero de 1925 a 1933" y balance del ciclo revolucionario" en Pensamiento 1, 416 ss.

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El mOVImIento de 1930-35, dirigido por el Partido Comunista y por la Confederación Nacional Obrera de Cuba "constituyó un importante capítulo en las tra­diciones revolucionarias y antimperialistas del pueblo de Cuba" y "contribuyó a la educación revoluciona­ria de amplias masas". El partido educó y organizó en breve tiempo a mucha gente.

En íormulaciones autocríticas posteriores, el partido consideró que su política de-esa época había sido "iz­quierdista". La ruptura de las mediaciones burguesas e imperialistas no pudo derivar en una mediación revo­lucionaria. La historia siguió hecha de mediaciones do­minadas por la burguesía.. La inmediación de la vio­lencia no acabó con la mediación de! imperialismo en la historia de la clase obrera cubana. Vino la lucha mUndial contra el nazifascismo y se volvió urgente acep­tar algunas reglas de la "Política del buen vecino". En la historia mediada se libró otra lucha.

La ruptura de las mediaciones que terminó en nue­vas represiones y en una nueva mediación fue aleccio­nadora. El Partido Comunista de Cuba puso un interés poco común en la formación política e ideológica de cuadros y masas. Gran parte de sus errores se explican por su derrota. Su derrota por sus fuerzas y medidas. Algunas de éstas estuvieron equivocadas y fueron par­cialmente determinantes en la sucesión de los hechos. Otras provinieron de una agudización y aceleración de la lucha de clases que rebasó las posibilidades de cual­quier alternativa popular de un gobierno nacional revo­lucionario, sin que existieran tampoco las de una revo~ lución socialista. Así vino un desbarrancadero de fuer­zas en choque, dominado finalmente por e! imperialis­mo, y que ninguna fuerza del pueblo pudo enfilar a la construcción del estado. De todos modos, desde en­tonces, en Cuba se planteó una de las más avanzadas luchas de América Latina por su liberación.

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!De i93.:r a 1959)Ias organizaciones de las masas se pro­( l)Usi~ron pr~~!9~. cOl}finad.s,s a los lí~ites_c!.,,-L~api­\i¡¡,lismo. El anarquismo había perdido cualquier in-

fluencia más o menos orgánica, e incluso había entra­do en una especie de vida latente, corno lógica de pro­testar y argumentar en los momentos de crisis. La vía insurreccional y la lucha por establecer frentes desde la base proletaria habían llevado a grandes derrotas. Los

/¡¡lp2.rtidos comunistas. r~nunciaron a dirigir por sí .solos i a los grandes mOVImIentos de masas y estableCIeron distintas políticas de enfrentamientos y alianzas, cuyas

!.variaciones son a menudo difíciles de entender. Enfren­tamientos y alianzas se modularon en función de la lu­cha de clases internacional y de la quÉ' se libraba de __ i

una manera más concreta en cada país latinoamerica­no. La defensa de la URSS -primer Pa#l socialista­siguió siendo preocupación universal de los 'comunistas, sustentada en la lógica del internacionalismo proletario y a menudo aplicada con el autoritarismo que había impuesto la corriente estalinista, o la criolla, con cier­tos elementos de disciplina más parecida a la burocrá­tica o caudillista qu!" a la revolucionaria. El carácter de esa disciplina no sólo proyenía de! sentido que le daban los funcionarios de la Internacional comunista, ni sólo de un autoritarismo habitual en las organizacio­nes políticas latinoamericanas, sino del escaso respaldo de masas de los partidos comunistas de América La­tina y de la poca seguridad que ese escaso respaldo dába a los funcionarios de partido para pensar a la vez con una lógica internacional y con una lógica de masas. Ante la dura opción entre la lógica internacional de la lucha de clases y la lógica de masas en la lucha interna, la mayoría de los partidos comunistas optó por seguir aquélla, no sin desgarramientos ni crisis inter­nas, que unas veces se expresaron bajo la forma de disidencias trotskistas, nacionalistas o populistas, y otras

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El movimiento de 1930-35, dirigido por el Partido Comunista y por la Confederación Nacional Obrera de Cuba "constituyó un importante capítulo en las tra­diciones revolucionarias y antimperialistas del pueblo de Cuba" y "contribuyó a la educación revoluciona­ria de amplias masas". El partido educó y organizó en breve tiempo a mucha gente.

En íormulaciones autocríticas posteriores, el partido consideró que su política de-esa época había sido "iz­quierdista". La ruptura de las mediaciones burguesas e imperialistas no pudo derivar en una mediación revo­lucionaria. La historia siguió hecha de mediaciones do­minadas por la burguesía., La inmediación de la vio­lencia no acabó con la mediación de! imperialismo en la historia de la clase obrera cubana. Vino la lucha mUndial contra el nazifascismo y se volvió urgente acep­tar algunas reglas de la "Política del buen vecino". En la historia mediada se libró otra lucha.

La ruptura de las mediaciones que terminó en nue­vas represiones y en una nueva mediación fue aleccio­nadora. El Partido Comunista de Cuba puso un interés poco común en la formación política e ideológica de cuadros y masas. Gran parte de sus errores se explican por su derrota. Su derrota por sus fuerzas y medidas. Algunas de éstas estuvieron equivocadas y fueron par­cialmente determinantes en la sucesión de los hechos. Otras provinieron de una agudización y aceleración de la lucha de clases que rebasó las posibilidades de cual­quier alternativa popular de un gobierno nacional revo­lucionario, sin que existieran tampoco las de una revo~ lución socialista. Así vino un desbarrancadero de fuer­zas en choque, dominado finalmente por e! imperialis­mo, y que ninguna fuerza del pueblo pudo enfilar a la construcción del estado. De todos modos, desde en­tonces, en Cuba se planteó una de las más avanzadas luchas de América Latina por su liberación.

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fluencia más o menos orgánica, e incluso había entra­do en una especie de vida latente, como lógica de pro­testar y argumentar en los momentos de crisis. La vía insurreccional y la lucha por establecer frentes desde la base proletaria habían llevado a gra~d.es. derrot~s, Los

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!variaciones son a menudo difíciles de entender. Enfren­tamientos y alianzas se modularon en función de la lu­cha de clases internacional y de la quÉ' se libraba de liria manera más concreta en cada país latinoamerica­no. La defensa de la URSS -primer Pa#l socialista­siguió siendo preocupación universal de los 'comunistas, sustentada en la lógica del internacionalismo proletano y a menudo aplicada con el autoritarismo que ha.bía impuesto la corriente estalinista, o la criolla, con cIe;­tos elementos de disciplina más parecida a la burocra­tica o caudillista qu!" a la revolucionaria. El carácter de esa disciplina no sólo proyenía de! sentido que le daban los funcionarios de la Internacional comunista, ni sólo de un autoritarismo habitual en las organizacio­nes políticas latinoamericanas, sino del escaso respaldo de masas de los partidos comunistas de América La­tina y de la poca seguridad qu: ese escaso respaldo dába a los funcionarios de partIdo para pensar a la vez con una lógica internacional y con una lógica de masas. Ante la dura opción entre la lógica internacional de la lucha de clases y la lógica de masas en la lucha interna, la mayoría de los partidos comunistas optó por seguir aquélla, no sin desgarramientos ni crisis inter­nas, que unas veces se expresaron bajo la forma de disidencias trotskistas, nacionalistas o populistas, y otras

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