GRADO TERCERO TEXTO 1

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Lee poco y serás como muchos… Lee mucho y serás como pocos. Acción Poética GRADO TERCERO TEXTO 1: Había una vez un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiro tristemente, diciendo: ¡Ay!… ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me apetezca? Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz: - Trátame con cuidado, príncipe. Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo se ira soltando. No ignoro que deseas crecer pronto… Pues bien, te concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado no podrás enrollarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven. El príncipe, para cerciorarse, tiro con ímpetu del hilo y se encontró convertido en un apuesto príncipe. Tiro un poco más y se vio llevando la corona de su padre. ¡Era rey! Con un nuevo tironcito, inquirió: - Dime bobina ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos? En el mismo instante, una bellísima joven, y cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando más hilo para saber cómo serian sus hijos de mayores.

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Lee poco y serás como muchos… Lee mucho y serás como pocos.

Acción Poética

GRADO TERCERO

TEXTO 1:

Había una vez un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber

recibido una buena regañina por su pereza, suspiro tristemente, diciendo:

– ¡Ay!… ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me

apetezca?

Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió

sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que

salió una débil voz:

- Trátame con cuidado, príncipe. Este hilo

representa la sucesión de tus días. Conforme vayan

pasando, el hilo se ira soltando. No ignoro que deseas crecer pronto… Pues bien, te

concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado

no podrás enrollarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven.

El príncipe, para cerciorarse, tiro con ímpetu del hilo y se

encontró convertido en un apuesto príncipe. Tiro un poco más

y se vio llevando la corona de su padre. ¡Era rey! Con un

nuevo tironcito, inquirió:

- Dime bobina ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos?

En el mismo instante, una bellísima joven, y cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin

pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando más hilo para

saber cómo serian sus hijos de mayores.

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De pronto se miro al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito, de

escasos cabellos nevados. Se asusto de sí mismo y del poco hilo que

quedaba en la bobina. ¡Los instantes de su vida estaban contados!

Desesperadamente, intento enrollar el hilo en el carrete, pero sin

lograrlo.

Entonces la débil vocecilla que ya conocía, hablo así:

- Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que

los días perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al

pretender pasar por la vida sin molestarte en hacer el trabajo de

todos los días. Sufre, pues tu castigo.

El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto: había consumido la

existencia sin hacer nada de provecho.

Actividades:

1) ¿Qué hacia el principito con la bobina?

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2) ¿puede decirse que el principito actuó de manera interesada o desinteresada?

Justifica tu respuesta.

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3) Con la expresión: “Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes

que los días perdidos no pueden recuperarse”, la bobina quiere expresar que:

a. lo más importante en la vida es ser perezoso.

b. el principito no hizo buen uso de la bobina y malgasto su vida.

c. Hay que pensar siempre en ser un gran rey algún día.

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GRADO TERCERO

TEXTO 2:

¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena.

En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los

pies desnudos.

Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían

servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya

había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a

atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en

direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban

rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo,

algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas

como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por

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consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre,

mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se

posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles

sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las

ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en

esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos

casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero

no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos

y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en

su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento

soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido

tapadas con paja y trapos viejos. Sus manitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto

placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a

frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich!

¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y

caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano.

¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una

gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con

una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo

tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos

para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le

quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla.

Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se

hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa

estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual

un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh

felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con

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el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus

piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la

pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada

cerca de un magnífico pesebre: era más rico y mayor que

todos los que había visto en aquellos días en el escaparate

de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los

arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y

sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las

dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del

nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no

eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una

línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la

única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas

veces: “Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios”.

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual

estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se

apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más!

¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave

asada y como el hermoso nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería

conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos

esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había

parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el

brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio

tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni

tristeza: hasta el trono de Dios.

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Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las

mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la

Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser acurrucado allí con las cajas

de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor

había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.

autor: H.C. Andersen

Actividades:

1) ¿Qué clase de final tuvo el cuento?

a. Triste, porque la niña sentía mucho frio.

b. Feliz, porque la niña comió pavo asado.

c. Triste, porque la niña murió y se marcho con su abuela al cielo.

d. Feliz, porque la abuela de la niña estuvo con ella toda la noche.

2) ¿En qué momento la niña empezó a imaginar cosas?

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3) ¿Consideras que el titulo es adecuado para el cuento? Explica tu respuesta.

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GRADO TERCERO

TEXTO 3:

Te presento a Daniel, el gran mago de las

palabras.

El abuelo de Daniel es muy aventurero y este año

le ha enviado desde un país sin nombre, por su

cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja

llena de letras brillantes.

En una carta, su abuelo le dice que esas letras

forman palabras amables que, si las regalas a los

demás, pueden conseguir que las personas hagan

muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar

de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a

escuchar sin hablar.

Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar.

Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras

fantásticas, imaginarias, y es que Daniel es mágico, es un mago de

las palabras.

Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos

que más quiere. Es muy divertido ver la cara de mamá cuando

descubre por la mañana un “buenos días, preciosa” debajo de la almohada; o cuando papá

encuentra en su coche un “te quiero” de color azul.

Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir bien:

gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.

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Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de

felicidad de la gente cuando las oye. Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son

como llaves que te abren la puerta de los demás. Porque si tú eres amable, todo es amable

contigo.

Y Daniel te pregunta: ¿quieres intentarlo tú y ser un mago de las palabras amables?

autor: Susana Arjona Borrego.

Actividad:

- De acuerdo con lo leído en el cuento cada estudiante tendrá que ser un mago de

las palabras y decirle a cada compañero del grado una palabra amable que lo

identifique.

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GRADO TERCERO

TEXTO 4:

Un zapatero se había empobrecido de tal modo, y no por

culpa suya, que, al fin, no le quedaba ya más cuero que para

un solo par de zapatos. Los Cortó una noche, con propósito

de coserlos y terminarlos al día siguiente; y como tenía

tranquila la conciencia, se acostó plácidamente y, después de

encomendarse a Dios, quedó dormido. A la mañana, rezadas

ya sus oraciones y cuando iba a ponerse a trabajar, he aquí

que encontró sobre la mesa los dos zapatos ya terminados.

Se Pasmó el hombre, sin saber qué decir ni qué pensar.

Cogió los zapatos y los examinó bien de todos lados.

Estaban confeccionados con tal pulcritud que ni una puntada podía reprocharse; una

verdadera obra maestra.

A poco entró un comprador, y tanto le gustó el par, que pagó por él más de lo

acostumbrado, con lo que el zapatero pudo comprarse cuero para dos pares. Los cortó al

anochecer, dispuesto a trabajar en ellos al día siguiente, pero no le fue preciso, pues, al

levantarse, allí estaban terminados, y no faltaron tampoco parroquianos que le dieron por

ellos el dinero suficiente con que comprar cuero

para cuatro pares. A la mañana siguiente otra vez

estaban listos los cuatro pares, y ya, en adelante, lo

que dejaba cortado al irse a dormir, lo encontraba

cosido al levantarse, con lo que pronto el hombre

tuvo su buena renta y, finalmente,

pudo considerarse casi rico.

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Pero una noche, poco antes de Navidad, el zapatero, que ya había cortado los pares para el

día siguiente, antes de ir a dormir dijo a su mujer:

– ¿Qué te parece si esta noche nos quedásemos para averiguar quién es que nos ayuda de

este modo?

A la mujer le pareció bien la idea; dejó una vela encendida, y luego los dos se ocultaron, al

acecho, en un rincón, detrás de unas ropas colgadas. Al sonar las doce se presentaron dos

minúsculos y graciosos hombrecillos desnudos que, sentándose a la mesa del zapatero y

cogiendo todo el trabajo preparado, se pusieron, con sus diminutos dedos, a punzar, coser y

clavar con tal ligereza y soltura, que el zapatero no podía dar crédito a sus ojos. Los

enanillos no cesaron hasta que todo estuvo listo; luego desaparecieron de un salto.

Por la mañana dijo la mujer:

– Esos hombrecitos nos han hecho ricos, y deberíamos mostrarles

nuestro agradecimiento. Deben morirse de frío, yendo así desnudos

por el mundo. ¿Sabes qué? Le coseré a cada uno una camisita, una

chaqueta, un jubón y unos calzones, y, además, les haré un par de

medias, y tú le haces un par de zapatitos a cada uno. A lo que

respondió el hombre:

– Me parece muy bien.

Y al anochecer, ya terminadas todas las prendas, las pusieron sobre la mesa, en vez de las

piezas de cuero cortadas, y se ocultaron para ver cómo los enanitos recibirían el obsequio.

A medianoche llegaron ellos saltando y se dispusieron a emprender su labor habitual; pero

en vez del cuero cortado encontraron las primorosas prendas de vestir. Primero se

asombraron, pero enseguida se pusieron muy contentos. Se Vistieron con presteza, y,

alisándose los vestidos, se pusieron a cantar:

« ¿No somos ya dos mozos guapos y elegantes? ¿Por qué seguir de zapateros como antes?».

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Y venga saltar y bailar, brincando por sobre mesas y bancos, hasta que, al fin, siempre

danzando, pasaron la puerta. Desde entonces no volvieron jamás, pero el zapatero lo pasó

muy bien todo el resto de su vida, y le salió a pedir de boca cuanto emprendió.

Autores: Hnos. Grimm

Actividades:

1) Escribo lo que pienso de la actitud del zapatero y su mujer

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2) Numero las acciones de la narración en el orden en que transcurren en la historia.

) El zapatero y su mujer vieron a dos duendes que en un santiamén terminaron todo

el trabajo.

) El zapatero estaba muy cansado, pero corto y preparo el cuero para terminar el

trabajo al día siguiente.

) El zapatero descubrió sobre su banco de trabajo cuatro zapatos cosidos y terminados.

) Los duendes se probaron los trajes y desaparecieron.

) El zapatero y su mujer dejaron las prendas de vestir sobre la mesa.

) El zapatero descubrió sobre la mesa de trabajo dos preciosos zapatos terminados.

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GRADO TERCERO

TEXTO 5:

Marina era una niña que tenía mucho miedo de la oscuridad. Al

apagarse la luz, todas las cosas y sombras le parecían los más temibles

monstruos. Y aunque sus papás le explicaban cada día con mucha

paciencia que aquello no eran monstruos, y ella les entendía, no dejaba

de sentir un miedo atroz.

Un día recibieron en casa la visita de la tía Valeria. Era una mujer

increíble, famosísima por su valentía y por haber hecho miles de viajes y vivido cientos de

aventuras, de las que incluso habían hecho libros y películas. Marina, con ganas de vencer

el miedo, le preguntó a su tía cómo era tan valiente, y si alguna vez ella se había asustado.

– Muchísimas veces, Marina. Recuerdo cuando era pequeña y tenía un miedo terrible a la

oscuridad. No podía quedarme a oscuras ni un momento. La niña se emocionó muchísimo;

¿cómo era posible que alguien tan valiente pudiera haber tenido miedo a la oscuridad?

– Te contaré un secreto, Marina. Quienes me ensañaron a ser valiente fueron unos niños

ciegos. Ellos no pueden ver, así que si no hubieran descubierto

el secreto de no tener miedo a la oscuridad, estarían siempre

asustadísimos.

- ¡Es verdad! -dijo Marina, muy interesada- ¿me cuentas ese

secreto?

– ¡Claro! su secreto es cambiar de ojos. Como ellos no pueden

ver, sus ojos son sus manos. Lo único que tienes que hacer para

vencer el miedo a la oscuridad es hacer como ellos, cerrar los

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ojos de la cara y usar los de las manos. Te propongo un trato: esta noche,

cuando vayas a dormir y apagues la luz, si hay algo que te dé miedo cierra

los ojos, levántate con cuidado, y trata de ver qué es lo que te daba miedo

con los ojos de tus manos… y mañana me cuentas cómo es el miedo.

Marina aceptó, algo preocupada. Sabía que tendría que ser valiente para cerrar los ojos y

tocar aquello que le asustaba, pero estaba dispuesta a probarlo, porque ya era muy mayor,

así que no protestó ni un pelín cuando sus padres la acostaron, y ella misma apagó la luz. Al

poco rato, sintió miedo de una de las sombras en la habitación, y haciendo caso del consejo

de la tía Valeria, cerró los ojos de la cara y abrió los de las manos, y con mucho valor fue a

tocar aquella sombra misteriosa…

A la mañana siguiente, Marina llegó corriendo a la cocina, con una gran sonrisa, y

cantando. “¡el miedo es blandito y suave!… ¡es mi osito de peluche!”

Actividades:

1) ¿consideras que el titulo es adecuado para el cuento? Explica tu respuesta

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2) ¿el tema del cuento se relaciona con la vida real?

a. Sí, porque a muchos niños no les gusta la sopa.

b. Sí, porque todos los peluches son suaves.

c. Sí, porque todas las tías son valientes.

d. Sí, porque hay niños que le temen a la oscuridad.

3) Completa la estrofa dedicada a la protagonista del cuento. Usa las palabras

que están al final.

Mariana es una niña que le tiene miedo a la ______________.

Al apagarse la _________, todas las cosas y sombras le parecían

temibles______________.

luz - monstruos - oscuridad

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GRADO TERCERO

TEXTO 6:

XT-27 no era un robot cualquiera. Como bien decía su placa, “XT-27, el mejor y más

moderno robot, era el modelo de robot más moderno de su generación, un producto

realmente difícil de mejorar, y se sentía realmente orgulloso de ello. Tanto, que cuando se

cruzaba con otros robots por la calle, los miraba con cierto aire

de superioridad, y sólo reaccionaba con alegría y entusiasmo

cuando se encontraba con otro XT-27. “Todos los robots

tendrían que ser como los XT-27″, pensaba para sus adentros.

Realmente, estaba convencido de que ningún nuevo robot

podría superar los XT-27, y que el mundo sería mucho mejor si

todos los robots fueran como ese modelo perfecto.

Un día, caminaba por la ciudad biónica cuando de pronto

apareció, justo a unos milímetros de sus sensores ópticos piezoeléctricos, (que eran unos

ojos normales, pero a XT-27 le gustaba usar palabras muy raras para todo), una gran puerta

amarilla. No sabía de dónde habría salido, pero por suerte, era

un XT-27, y su rapidez le permitió evitar el golpazo. Intrigado,

decidió atravesar la puerta, y fue a parar a una ciudad

espectacular. ¡Todos sus habitantes eran XT-27, y todo lo que

se veía era alucinante! Entusiasmado por haber encontrado la

ciudad perfecta para él, anduvo recorriendo aquel lugar,

presumiendo de ser un XT-27 y parándose a hablar con todos

de lo genial que era ser un robot tan avanzado, y finalmente se

instaló en su burbuja hiperplástica recauchutada (una casa), a las afueras de la ciudad.

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Los días fueron pasando, pero enseguida se dio cuenta de que en aquella

ciudad había algo que no le gustaba. Como todos eran XT-27, realmente

nadie tenía motivos para sentirse mejor ni más moderno que nadie, y de

hecho nadie lo hacía. Ninguno miraba con aires de superioridad, y en el fondo, comprobó

que con el paso del tiempo ni siquiera él mismo se sentía especial. Además, todo resultaba

tremendamente aburrido: todos hacía todas las cosas igual de bien, era imposible destacar

en nada; cuando se le ocurría algo que pensaba era brillante, a todos se les había ocurrido lo

mismo al mismo tiempo.

Así que XT-27 empezó a echar de menos a todos aquellos robotitos variados de su mundo,

cada uno con sus cosas buenas y malas, pero distintos y divertidos, y se dio cuenta de que

hubiera preferido mil veces encontrarse con un torpe pero

divertido TP-4, y charlar un rato con él, que volver a cruzarse con

otro XT-27.

Así que comenzó a buscar la gran puerta amarilla. Tardó varios

días, hasta que finalmente la encontró como la primera vez, justo

en medio de una calle cualquiera. Apoyó la mano en la puerta,

miró hacia atrás, como despidiéndose de aquel mundo que le

había parecido perfecto, y con gran alegría empujó la puerta…

Cuando despertó, XT-27 estaba en el suelo, y algunos le

ayudaban a levantarse. No había ninguna puerta, sólo un enorme y brillante robot amarillo

con el que XT-27 había chocado tan fuerte, que se le habían nublado los circuitos. XT-27,

extrañado de no haber podido esquivar el golpe, miró detenidamente a aquel formidable

robot. Nunca había visto uno igual, parecía perfecto en todo, más alto y más fuerte que

ninguno, y en su placa se podía leer: XT-28, el mejor y más moderno robot.

Así que lo habían conseguido. Aunque parecía imposible, los XT-27 ya no eran los mejores

robots. Sin embargo, nuestro amigo no se entristeció lo más mínimo, porque segundos

antes, mientras soñaba con aquella ciudad perfecta, había aprendido que estaba encantado

de ser diferente, y de que hubiera cientos de robots diferentes, cada uno con sus cosas

mejores y peores.

autor: Pedro Pablo Sacristán

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Actividades:

1) ¿Por qué el robot XT-27 decidió volver a su antiguo mundo?

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2) ¿Qué sucedió con el robot XT-27 al final de la historia?

a. Se dio cuenta que en su mundo habían robots diferentes y la vida era mas

divertida.

b. Vivió feliz en el mundo donde solo existían XT-27.

c. Se sentía orgulloso de ser un XT-27.

3) ¿Qué enseñanza te deja para tu vida este cuento?

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GRADO TERCERO

TEXTO 7:

Hubo una vez un genio, de esos que salía de lámparas maravillosas

concediendo deseos, que se hizo tristemente famoso por sus chapuzas.

Cada vez que alguien frotaba la lámpara, y el salía a responder “¿Qué

deseas?”, surgía una gran nube de humo y volaban cientos de cosas

por los aires. Y si alguno de sus amos quedaba con ganas de pedir un

deseo, al concedérselo, el regalo salía entre una nube de porquería

y cubierto de polvo.

Tantas y tan penosas eran sus chapuzas, que nadie deseaba tener

un genio así. Su lámpara terminó sirviendo sólo para dar patadas,

como un bote cualquiera, y el genio estuvo años sin salir, triste y

deprimido.

Pero un niño solitario encontró la lámpara y pudo escuchar los

lamentos del genio. Entonces decidió hacerse su amigo, y su único

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deseo fue poder entrar y salir de la lámpara para estar con él. Éste se mostró

encantado, pero en cuanto el niño puso el pie en la lámpara, comprendió el

problema de aquel genio chapuzas. No es que fuera un mal genio, ¡es que

no podía ser más desordenado! Todo estaba tirado por cualquier sitio, sin importar si se

trataba de joyas o libros, barcos, o camellos, y se notaba que no había pasado un plumero

en años. Como era un genio, tenía de todo, y como la lámpara también era pequeña, estaba

todo tan apretujado que era normal que saltara por los aires en cuanto se movía la lámpara y

el genio trataba de conseguir algo.

El niño se llevó las manos a la cabeza, y el genio se excusó diciendo que el trabajo de un

genio era muy importante y no tenía tiempo para esas cosas, pero su amigo, que recordaba

los buenos consejos de su madre, le explicó que cuanto más importante fuese su trabajo,

más orden debía guardar con todas sus cosas, y juntos se dedicaron a dar un buen repaso a

la lámpara. Les llevó unos cuantos días, pero al terminar, todo estaba reluciente y cada cosa

tenía su sitio especial. Resultaba facilísimo encontrar cualquier regalo y cogerlo sin romper

nada.

Así, el genio volvió a ser admirado y respetado por todos, y aprendió que nada grande

puede llegar a conseguirse sin tener orden y limpieza con cada cosa pequeña.

autor: Pedro Pablo Sacristan

Actividades:

1) Describe a los dos personajes de la narración.

2) ¿Qué problema tenía el genio?

3) ¿Cuál de las siguientes reflexiones le permitió al niño saber que el genio

necesitaba ayuda?

a. “El genio era muy desordenado”.

b. “El trabajo del genio es muy importante”.

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GRADO TERCERO

TEXTO 8:

Erase un principito curioso que quiso un día salir a pasear sin escolta. Caminando por un

barrio miserable de su ciudad, descubrió a un muchacho de su estatura que era en todo

exacto a él.

-¡Sí que es casualidad! – Dijo el príncipe-. Nos

parecemos como dos gotas de agua.

-Es cierto – reconoció el mendigo-. Pero yo voy

vestido de andrajos y tú te cubres de sedas y

terciopelo. Sería feliz si pudiera vestir durante un

instante la ropa que llevas tú.

Entonces el príncipe, avergonzado de su riqueza, se despojó de su traje, calzado y el collar

de la Orden de la Serpiente, cuajado de piedras preciosas.

-Eres exacto a mi – repitió el príncipe, que se había vestido, en tanto, las ropas del

mendigo.

Pero en aquel momento llegó la guardia buscando al personaje y se llevaron al mendigo

vestido en aquellos momentos con los ropajes de príncipe. El príncipe corría detrás

queriendo convencerles de su error, pero fue inútil.

Contó en la ciudad quién era y le tomaron por loco. Cansado de proclamar inútilmente su

identidad, recorrió la ciudad en busca de trabajo. Realizó las faenas más duras, por un

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miserable jornal. Era ya mayor, cuando estalló la guerra con el país vecino.

El príncipe, llevado del amor a su patria, se alistó en el ejército, mientras el

mendigo que ocupaba el trono continuaba entregado a los placeres.

Un día, en lo más arduo de la batalla, el soldadito fue en busca

del general. Con increíble audacia le hizo saber que había

dispuesto mal sus tropas y que el difunto rey, con su gran

estrategia, hubiera planeado de otro modo la batalla.

- ¿Cómo sabes tú que nuestro llorado monarca lo hubiera hecho

así?

- Porque se ocupó de enseñarme cuanto sabía. Era mi padre.

Aquella noche moría el anciano rey y el mendigo ocupó el trono. Lleno su corazón de

rencor por la miseria en que su vida había transcurrido, empezó a oprimir al pueblo, ansioso

de riquezas.

Y mientras tanto, el verdadero príncipe, tras las verjas del palacio, esperaba que le arrojasen

un pedazo de pan.

El general, desorientado, siguió no obstante los consejos del soldadito y pudo poner en fuga

al enemigo. Luego fue en busca del muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que

había recibido en el hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas.

-Es la señal que vi en el príncipe recién nacido! -exclamó el general.

Comprendió entonces que la persona que ocupaba el trono no era el verdadero rey y, con su

autoridad, ciñó la corona en las sienes de su autentico dueño.

El príncipe había sufrido demasiado y sabía perdonar. El usurpador no recibió más castigo

que el de trabajar a diario.

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Lee poco y serás como muchos… Lee mucho y serás como pocos.

Acción Poética

Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para gobernar y su gran

generosidad él respondía: Es gracias a haber vivido y sufrido con el pueblo

por lo que hoy puedo ser un buen rey.

autor: Mark Twain

Actividades:

1) Compara al príncipe y al mendigo y describe su forma de ser.

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2) Imagínate otro final para este cuento, escríbelo y compártelo con tus compañeros.

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Lee poco y serás como muchos… Lee mucho y serás como pocos.

Acción Poética

GRADO TERCERO

TEXTO 9:

Erase una vez, en un pueblecito cerca de Bruselas, que se llamaba Tervuren, había un gran

parque, y en medio del parque había un bosque

gigantesco; y en ese bosque, había un lago oscuro y

tenebroso en el que vivía un monstruo, que se llamaba

Monsta.

Monsta se había comido todos los monstruos que

vivían en el lago y todos los niños que se acercaban a

la orilla del lago y por eso tenía una tripa enorme y

redonda; ésta era tan grande que, cuando el monstruo se movía, le arrastraba por el suelo y,

para moverse mejor, tenía que agarrarse a las ramas de los árboles que rodeaban el lago, y

todas estaban medio caídas y casi a la altura del agua.

Monsta, el monstruo, estaba hambriento, tenía hambre; ya no había nada que comer; se

había comido todos los monstruos, y los niños ya no se acercaban a la orilla del lago porque

tenían miedo.

Hasta que un día, cerca del lago, había un grupo de niños jugando

al fútbol y un niño chiquitito le dio un patadón al balón que fue a

parar cerca de una esquina del lago.

Monsta, que cada día tenía más hambre, miró a esa cosa redonda,

cerca de la esquina del lago, y pensó: me la podría comer.

Así que se fue hacia la esquina, arrastrando su tripa y agarrándose

en las ramas de los árboles y, de un bocado, se tragó el balón.

Page 23: GRADO TERCERO TEXTO 1

Lee poco y serás como muchos… Lee mucho y serás como pocos.

Acción Poética

Entonces, los monstruos y los niños que estaban dentro de la tripa,

empezaron a jugar un partido de fútbol entre ellos, y un monstruo le dio un patadón al balón

que lo explotó. Todo el aire del balón salió fuera y la tripa empezó a hincharse e hincharse

hasta que también explotó.

Entonces todos los monstruos salieron fuera de la tripa y todos

los niños se fueron corriendo a sus casitas a decirles a sus papas

ya estamos aquí y a contarles todo lo que había pasado.

La tripa de Monsta ya no estaba grande y redonda y no tocaba el

suelo y él estaba delgado. Podía caminar sin agarrarse a las ramas

de los árboles y, además tenía amigos.

Había más monstruos en el lago y podía jugar con ellos.

Entonces Monsta pensó: Ya no voy a comer más monstruos ni más niños.

Y desde ese momento, Monsta solo comía las frutas de los árboles que había cerca del

lago. Y cuando los niños se acercaban a la orilla del lago, Monsta les daba un paseo por el

lago en su enorme cola. Y todos fueron felices, comieron las frutas de los árboles.

Actividades:

1) ¿Qué hacia Monsta en el lago?

2) Escribe porque la tripa de Monsta exploto

.

3) Dibuja la parte final del cuento.

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Lee poco y serás como muchos… Lee mucho y serás como pocos.

Acción Poética

GRADO TERCERO

TEXTO 10:

Había una vez un grupo de niños que habían quedado de jugar un

partido de fútbol por todo lo alto.

Habían decidido que cada uno llevaría un elemento importante que

hubiera en todos los partidos oficiales, y así, uno trajo el balón, otro el silbato, otro una

portería, otro los guantes del portero, las banderillas del córner, etc.

Pero antes de comenzar el partido, a la hora de elegir los equipos hubo una pequeña

discusión, y decidieron que podría elegir aquel que hubiera llevado el elemento más

importante.

Como tampoco se ponían de acuerdo en eso, pensaron que lo mejor

sería empezar a jugar al completo, con todos los elementos, e

ir eliminando lo que cada uno había traído para ver si se podía seguir

jugando y descubrían qué era verdaderamente imprescindible. Así que

comenzaron a jugar.

Primero eliminaron el silbato, pero quien hacía de árbitro pudo seguir

arbitrando a gritos.

Luego dejaron a los porteros sin guantes, y paraban igual de bien sin

ellos; tampoco se notó apenas cuando quitaron los banderines que

definían los límites del campo, ni cuando cambiaron las porterías por

dos papeleras…; y así siguieron, hasta que finalmente

cambiaron también el balón por una lata, y pudieron seguir jugando…

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Acción Poética

Mientras jugaban, pasó por allí un señor con su hijo, y viéndoles jugar de

aquella forma, le dijo al niño:

-“Fíjate, hijo: aprende de ellos, sin tener nada son capaces de seguir jugando al fútbol,

aunque nunca vayan a poder aprender ni mejorar nada jugando así”

Y los chicos, que lo oyeron, se dieron cuenta de que por su exceso de orgullo y egoísmo, lo

que se presentaba como un partido increíble, había acabado siendo un partido penoso, con

el que apenas se estaban divirtiendo. Así que en ese momento, decidieron dejar de un lado

sus opiniones egoístas, y enseguida se pusieron de acuerdo para volver a empezar el partido

desde el principio, esta vez con todos sus elementos. Verdaderamente, fue un partido

alucinante, porque ninguno midió quién jugaba mejor o peor, sino que entre todos sólo

pensaron en divertirse y ayudarse. Cuando algo se hace entre todos, lo importante es que

al final todo salga bien, y no andar contando quién ha aportado más o menos.

autor: Pedro Pablo Sacristán

Actividades:

1) ¿Qué enseñanza nos deja el cuento?

2) ¿Cuál fue la razón para que los niños volvieran a comenzar el partido?

3) Dibuja el partido que jugaron los niños sin los elementos adecuados para

practicarlo.

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Acción Poética

GRADO TERCERO

TEXTO 11:

Actividad: Lee atentamente….

1) Escribe una reflexión de cada cuento y compártela con tus compañeros.

2) Menciona cual cuento te gusto mas y porque.

El sentido del trabajo

Un día quise ver a mis tres amigos, que trabajaban en una obra de construcción, cerca de

mi casa. Hacía mucho tiempo que no los veía, así que no sabía qué era de sus vidas. Casi a

la entrada, en una postura de comodidad, me encuentro al primero.

«¡Hombre, qué alegría verte!», le dije, mientras le daba un fuerte abrazo. «¿Cómo te van las

cosas?»

«Aquí ando, trabajando y sudando como un negro, ya me ves. Como un idiota, esperando

largarme cuanto antes».

Doy tan sólo unos pasos y allí, en un andamio, a escasos metros del suelo, encuentro al otro

viejo amigo.

«¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo te va?»

«Pues hombre, ya ves. Las vueltas que da la vida. Hay que hacer algo, ¿no? Hay que

ganarse el pan y mirar por los hijos. Es ley de vida», me dijo.

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Acción Poética

Levanto la vista y allá arriba, en una postura de difícil equilibrio, veo a mi otro amigo.

Sintió una enorme alegría al verme y, con una gran sonrisa y una voz potente, me preguntó

cómo me iba, cuándo nos veríamos más detenidamente. Y para terminar, me dijo:«Aquí

estoy haciendo un escuela bonita, bonita, bonita... ya verás qué escuela».

La verdadera riqueza

Un hombre rico veraneaba en un pueblo de pescadores. Cada mañana, solía pasear por la

playa, y siempre veía a un pescador dormitando en su barca. Un día se le acercó y, tras los

saludos de rigor, le dijo:

—Y usted... ¿no sale a pescar?

—Bueno... sí... —repuso el pescador—: salí esta mañana temprano, y no se dio mal.

—Y... ¿no va a salir otra vez?

—¿Para qué? Ya pesqué lo suficiente para hoy.

—Pero si usted pescara más, conseguiría más dinero, ¿no?

—¿Y para qué quiero más dinero, señor?

—Bueno, con más dinero podría usted tener un barco más grande.

—¿Un barco más grande?

—Pues claro... Con un barco mayor usted conseguiría más pesca, y más pesca significa más

dinero.

—¿Y para qué quiero yo tanto dinero?

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Acción Poética

—Pero... ¿no lo entiende usted?: con más dinero podría comprar varios

barcos, y entonces pescaría mucho más, y se podría hacer rico.

—¿Yo? ¿Ser rico?

—Sí, claro... ¿acaso no desea ser rico? Podría usted comprarse una casa bonita, tener un

coche, viajar, tener toda clase de comodidades...

—¿Y para qué quiero yo esas comodidades?

—¡Dios mío!... ¿Cómo es posible que no lo entienda?... Si usted tuviera comodidades y

riquezas, entonces podría usted retirarse a disfrutar y descansar.

—Pero, caballero... ¿no ve usted que eso es justo lo que estoy haciendo ahora?

El mejor padre

Un hombre, todavía no muy mayor, relataba a un amigo:

—Quise darle a mis hijos lo que yo nunca tuve. Entonces comencé a trabajar catorce horas

diarias. No había para mí sábados ni domingos; consideraba que tomar vacaciones era

locura o sacrilegio. Trabajaba día y noche. Mi único fin era el dinero, y no me paraba en

nada para conseguirlo, porque quería darle a mis hijos lo que yo nunca tuve.

—Y... ¿lo lograste? —intervino el amigo.

—Claro que sí —contestó el hombre—: yo nunca tuve un padre agobiado, hosco, siempre

de mal humor, preocupado, lleno de angustias y ansiedades, sin tiempo para jugar conmigo

y entenderme. Ese es el padre que yo les di a mis hijos. Ahora ellos tienen lo que yo nunca

tuve.

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Acción Poética

Lo más importante

Durante el segundo semestre en una escuela de enfermería, un profesor hizo a sus

alumnos un examen sorpresa. La última pregunta de la prueba era: «¿Cuál es el nombre de

la mujer que limpia la escuela?»

Los alumnos pensaron que seguramente era una broma. Habían visto muchas veces a la

mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, como de cincuenta años, pero

¿cómo iban a saber su nombre? Al entregar el examen, dejaron la última pregunta en

blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta

contaría para la nota del examen.

«Absolutamente» --dijo el profesor--. «En sus carreras ustedes conocerán muchas personas.

Todas son importantes y merecen su atención, aunque solamente les sonrían y les digan:

“¡Hola!”, llamándolas por su nombre». Nunca olvidaron esa lección. Todos aprendieron

enseguida que su nombre era Dora.

....Y usted, ¿sabe el nombre de las personas que le sirven?

La ley del talión

En una familia, un niño observaba cómo todo el mundo trataba mal al abuelo, un anciano

torpe de mucha edad, recriminándole cuando rompía algo, cuando se le derramaba la

comida, cuando era incapaz de hacer muchas cosas por sí mismo. En vista de sus manos

temblorosas, el padre del niño le había hecho un cuenco de madera, para evitar que siguiera

rompiendo los platos de cerámica cuando se le caían al suelo.

Un día, el padre sorprendió a su hijo pequeño intentando hacer un cuenco de madera muy

parecido al que usaba su abuelo. Ante la pregunta de su padre de por qué hacía eso, el niño

respondió: «Lo estoy haciendo para ti, papá, para cuando seas viejo». Desde aquel

momento, nadie volvió a tratar mal al abuelo.

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Acción Poética

La memoria

Un hombre de cierta edad fue a una clínica para hacerse curar una herida en la mano.

Tenía bastante prisa, y mientras se curaba el médico le preguntó qué era eso tan urgente que

tenía que hacer.

El anciano le dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su

mujer, que vivía allí. Llevaba algún tiempo en ese lugar y tenía un Alzheimer muy

avanzado. Mientras le acababa de vendar la herida, el doctor le preguntó si ella se alarmaría

en caso de que él llegara tarde esa mañana.

—No —respondió—. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me

reconoce.

—Entonces —preguntó el médico—, si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad

de estar con ella todas las mañanas?

El anciano sonrió y dijo:

—Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella.

La vasija agrietada

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de

un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas estaba en muy buen

estado, y conservaba toda el agua hasta el final del largo camino a pie que recorría el

cargador desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero la otra tenía varias grietas por las

cuales se escapaba el agua, de modo que, cuando llegaba, sólo tenía la mitad de su carga.

Los amigos del aguador se extrañaban que no quisiera repararla, pues esa imperfección de

la vasija le hacía perder dinero. Sin embargo, el aguador explicaba así su extraña decisión:

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Acción Poética

--Es posible que no entendáis mi manera de proceder, pero... ¿os habéis fijado en las flores

tan bellas que crecen a lo largo del camino, justo donde se derrama el agua que sale de las

grietas de la vasija? Sembré semillas a lo largo del camino por donde voy, y la vasija rota

las ha regado de modo que he podido recoger muchas flores para decorar el altar de mi

Divina Madre.

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero

debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener

buenos resultados. Uno no deja de reír por hacerse viejo, se hace uno viejo por dejar de reír.

El árbol de los problemas

Un hombre contrató a un carpintero para que le ayudase a hacer reparaciones en su vieja

granja. El primer día de trabajo presentó muchos inconvenientes: su cortadora eléctrica se

estropeó, lo cual le hizo perder una hora de trabajo; además su camión, ya un poco viejo, se

negaba a arrancar.

Ante este percance, el hombre que lo había contratado decidió llevarle a su casa. Casi no

habló nada durante el recorrido, pero, al llegar a su casa, le invitó a conocer a su familia.

Mientras se dirigían a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando la

punta de las ramas con ambas manos.

Cuando se abrió una puerta, ocurrió sorprendentemente una transformación. Su cara

bronceada estaba llena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su

esposa. Posteriormente, acompañó hasta el coche a su empleador.

Éste, antes de despedirse, preguntó al carpintero acerca de lo que le había visto hacer en el

árbol un rato antes.

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Acción Poética

--Oh, ése es mi árbol de los problemas --contestó--. Sé que no puedo evitar

tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la

casa, ni a mi esposa ni a mis hijos. Así que, simplemente, los cuelgo en el árbol cada noche

cuando llego a casa. Luego, por la mañana, los recojo otra vez. Lo divertido es --concluyó

sonriente-- que, cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que

recuerdo haber colgado la noche anterior.

Tu valor no cambia

Un orador inició su seminario mostrando al auditorio un billete de 20 euros. Dirigiéndose a

los espectadores, preguntó:

--¿Quién quiere este billete?

Muchas manos se levantaron. Luego dijo:

--Se lo voy a dar a alguno de ustedes, pero primero permítanme hacerle esto...

Cogiéndolo con ambas manos, lo convirtió en una bola, dejándolo todo arrugado. Entonces

volvió a preguntar:

--¿Quién lo quiere todavía? --las manos volvieron a subir--. Bien, ¿y si le hago esto...? --lo

dejó caer al suelo y lo pisoteó. Lo recogió y volvió a mostrarlo al auditorio--. Y así, todo

arrugado y sucio... ¿todavía lo quieren?

Las manos se mantuvieron arriba.

--Amigos, han aprendido una lección muy valiosa: no importa todo lo que le haya hecho al

billete, ustedes de cualquier manera lo quieren porque su valor no ha disminuido. Sigue

valiendo los mismos 20 euros.

»Muchas veces en nuestras vidas caemos, nos arrugamos, o nos revolcamos en la tierra por

las decisiones que tomamos y por las circunstancias que nos rodean. Llegamos a sentir que

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Acción Poética

no valemos nada. Pero no importa lo que hayamos pasado o cuanto pueda ocurrirnos, nunca

perdemos el valor que tenemos ante los ojos de Dios. Sucios o limpios, abatidos o

victoriosos, para Él somos igualmente valiosos.

Bueno... malo... ¿Quién sabe?

Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una pequeña aldea en las montañas. Su

único medio de subsistencia era el caballo que poseían, el cual alquilaban a los campesinos

para roturar las tierras.

Todos los días, el hijo llevaba al caballo a las montañas para pastar. Un día, volvió sin el

caballo y le dijo a su padre que lo había perdido. Esto significaba la ruina para los dos. Al

enterarse de la noticia, los vecinos acudieron a su padre, y le dijeron: «Vecino, ¡qué mala

suerte!» El hombre respondió: «Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!».

Al cabo de unos días, el caballo regresó de la montaña, trayendo consigo muchos caballos

salvajes que se le habían unido. Era una verdadera fortuna. Los vecinos, maravillados,

felicitaron al hombre: «Vecino, ¡qué buena suerte!». Sin inmutarse, les respondió: «Buena

suerte, mala suerte, ¡quién sabe!»

Un día que el hijo intentaba domar a los caballos, uno le arrojó al suelo, partiéndose una

pierna al caer. «¡Qué mala suerte, vecino!», le dijeron a su padre. «Buena suerte, mala

suerte, ¡quién sabe!», volvió a ser su respuesta.

Una mañana aparecieron unos soldados en la aldea, reclutando a los hombres jóvenes para

una guerra que había en el país. Se llevaron a todos los muchachos, excepto a su hijo,

incapacitado por su pierna rota. Vinieron otra vez los aldeanos, diciendo: «Vecino, ¡qué

buena suerte!». «Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!», contestó.

Dicen que esta historia continúa, siempre de la misma manera, y que nunca tendrá un final.

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Acción Poética

La realidad real

Un hombre iba conduciendo una madrugada por una carretera solitaria que atravesaba un

paraje desértico y despoblado. El frío era intenso, la lluvia caía como una espesa cortina, y

el viento ululaba y retumbaba contra las ventanillas del coche. De repente, se oyó un

pequeño estallido, y el hombre se temió lo peor: acababa de pinchar una rueda.

Protegiéndose de las inclemencias del tiempo, bajó a comprobarlo: efectivamente, había

pinchado una rueda delantera. Desolado ante aquella adversidad, mojado hasta los huesos,

cansado y temblando de frío, exclamó: «Ahora no puedo cambiar de canal... esto es la

realidad».

Una mujercita con suerte

Una mujer pobre tenía la costumbre de ir todas las mañanas a un bosque cercano a su casa

para recoger leña, que luego vendía a sus vecinos. Cierto día, encontró bajo un roble un

caldero viejo de latón, ya muy oxidado por la intemperie.

―¡Vaya, qué suerte! ―exclamó―. Tiene un agujero, y no me servirá para llevar agua,

pero podré utilizarlo para plantar flores.

Tapó el caldero con su mantón y, cargándoselo al hombro, emprendió el camino hacia su

humilde choza. Pero empezó a notar que el caldero iba pesando más y más, así que se sentó

a descansar. Cuando puso el caldero en el suelo, vio con asombro que estaba lleno de

monedas de oro.

―¡Qué suerte tengo! ―volvió a exclamar, llena de alegría―. Todas estas monedas para

una pobre mujer como yo.

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Acción Poética

Más pronto tuvo que volver a pararse. Desató el mantón para ver su tesoro y, entonces, se

llevó otra sorpresa: el caldero lleno de oro se había convertido en un trozo de hierro.

―¡Qué suerte tan maravillosa! ―dijo―. ¿Qué iba a hacer una mujercita como yo con

todas esas monedas de oro? Seguro que los ladrones me robarían todo. Por este trozo de

hierro me ganaré unas cuantas monedas normales, que es todo lo que necesito para ir

tirando.

Envolvió el trozo de hierro, y prosiguió su camino.

Cuando salió del bosque, volvió a sentarse, y decidió mirar otra vez en su mantón, por si el

destino le había dado otra sorpresa. Y, en efecto, así era: el trozo de hierro se había

convertido en una gran piedra.

―¡Vaya suerte que tengo hoy! ―dijo―. Esta piedra es lo que necesito para sujetar la

puerta del jardín, que siempre golpea cuando hace viento.

En cuanto llegó a su casa, fue hacia la puerta del jardín y abrió el mantón para sacar la

piedra. Mas, nada más desatar los nudos, una extraña criatura saltó fuera. Tenía una enorme

cola con pelos de varios colores, unas orejas puntiagudas y unas patas largas y

delgadísimas. La mujercita quedó maravillada al ver que la aparición daba tres vueltas

alrededor y luego se alejaba bailando por el valle.

―¡Qué suerte tengo! ―exclamó―. Pensar que yo, una pobre mujercita, ha podido

contemplar este maravilloso espectáculo... Estoy segura de que soy la pobre mujercita

solitaria con más suerte del mundo entero.

Y se fue a la cama tan alegre como siempre. Y, según se cuenta, lo más curioso es que,

desde aquel día, la suerte de esta pobre mujer cambió, y ya nunca más volvió a ser pobre ni

solitaria.

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Acción Poética

La señal

El único superviviente de un naufragio llegó a una isla deshabitada. Pidió fervientemente a

Dios ser rescatado, y cada día divisaba el horizonte en busca de una ayuda que no llegaba.

Cansado, optó por construirse una cabaña de madera para protegerse de los elementos y

guardar sus pocas pertenencias.

Un día, tras merodear por la isla en busca de alimento, cuando regresó a la cabaña la

encontró envuelta en llamas, con una gran columna de humo levantándose hacia el cielo.

Lo peor había ocurrido: lo había perdido todo y se encontraba en un estado de

desesperación y rabia.

--¡Oh Dios!, ¿cómo puedes hacerme esto? --se lamentaba.

Sin embargo, al amanecer del día siguiente se despertó con el sonido de un barco que se

acercaba a la isla. Habían venido a salvarlo.

--¿Cómo supieron que estaba aquí? --preguntó a sus salvadores.

--Vimos su señal de humo --contestaron ellos.

Es muy fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal. Recuerda que cuando tu

cabaña se vuelva humo, puede ser la señal de que la ayuda está en camino.

Por: Laureano Benítez Grande