Grupo 6 actividad iii

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EL SABUESO DE LOS BASKERVILLE Grupo V : (Laura Cano, Ángela Tardío, Sara Rodríguez y María Gómez) Actividad III

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Trabajo grupal sobre la obra de Sir Arthur Conan Doyle "El sabueso de los Baskerville"

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EL SABUESO DE LOS

BASKERVILLEGrupo V: (Laura Cano, Ángela Tardío, Sara Rodríguez y María Gómez)Actividad III

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ACTIVIDAD III Todo comenzó una tarde lluviosa en Castro-Urdiales. Me hallaba en

el hotel en el que actualmente me hospedaba, descansando tras una entretenida comida junto a antiguos compañeros a los que conocí como consejero de la policía en Londres, varios años atrás.

Algo me sobresaltó. El teléfono sonaba varias veces desde que mi popularidad como detective se extendió tras el caso Baskerville, mas yo seguía inquietándome cada vez que el teléfono requería mi atención. Tardé varios minutos en contestar; pues yo me hallaba en la habitación recostado en la cama y mi teléfono en la pequeña mesilla cercana a la puertecilla que daba al corredor.

Al otro lado del teléfono, una mujer de voz grave, atenuada y formal hacía un esfuerzo para poder articular palabra alguna, aunque yo me percaté de su intención por elegir minuciosamente cada palabra. Tras un par de minutos colgué el teléfono y volví a la realidad. ¡Watson! ¡Tenemos trabajo! Mi voz retumbaba por la habitación pero se diluía a medida que avanzaba por el corredor. Este fue el motivo por el que en un primer momento pensé que Watson no se había percatado de mi, aunque corto, importante mensaje. Pero estaba equivocado. Watson salió desde una pequeña sala cercana a la cocina, ya con sombrero y paraguas en mano. ¡Preparado!

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ACTIVIDAD III Avanzamos un par de avenidas hasta que encontramos un taxi sin

pasajero alguno. Watson le dio la dirección, que la señora me había proporcionado, al taxista. Era un hombre corpulento, de mediana estatura y vestido con ropas alegres aunque algo deshilachadas por el paso de los años. Yo notaba detalles que la mayoría pasaría por alto. Sabía que aquel hombre acababa de separarse ya que tenía la marca del anillo todavía expuesta en el dedo anular, que la canción que se escuchaba por la radio era una de sus canciones preferidas ya que hace unos segundos había subido el volumen y su cabeza se contoneaba al ritmo de la música y que en algún momento de su antigua vida trabajó como electricista ya que sus dedos presentaban aún alguna minúscula quemadura. Algo en su mirada me decía que no tenía intención de pronunciar palabra alguna en todo el trayecto y que a pesar de que hacía esfuerzo por reconocer mi rostro, no llegaba a reconocerme del todo. Atravesamos varias calles muy poco transitadas y llegamos a un polígono industrial. Watson pagó lo debido al taxista y este se alejó rápidamente en la misma dirección en la que minutos antes había llegado. La gente se acumulaba en la puerta y los familiares y más allegados lloraban por el trágico suceso rodeando las cintas amarillas policiales que indicaban el lugar del homicidio.

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ACTIVIDAD III Avanzamos entre la multitud y poco a poco fuimos reconociendo

rostros. El inspector de la policía nacional, tan alegre y sonriente como siempre. Nadie era capaz de averiguar como después de estar visitando cuerpos de víctimas desgarradas, atropelladas o incluso mutiladas lograba mantener aquella actitud dicharachera. Después de reconocer a varios miembros de la policía fotografiando el lugar y tomando declaración a cada uno de los tipejos de aquel polígono, pude observar un rostro que se me hizo conocido. Sus facciones eran finas y perfectas y su sonrisa podría doblegar hasta al más salvaje y temerario. La señorita Alexis, la forense, que como siempre esperaba para que sus ayudantes pudiesen transportar el cuerpo a uno de sus quirófanos. Uno de los miembros de seguridad reconoció mi rostro y nos dejó paso a través de las cintas amarillas para que prestáramos nuestra cooperación al caso.

La señorita Alexis se acercó a mí y después de varios minutos conversando a cerca de nuestras peculiares vidas prosiguió a darnos datos significativos sobre el motivo de nuestro traslado a aquel polígono:

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ACTIVIDAD III Espero que no le importunara demasiado mi llamada, pero este es

un caso peculiar, ya que la víctima era amiga mía, y espero de usted su abierta colaboración. Una joven de veintiocho años ha sido hallada debajo de esta carretilla esta madrugada. Por lo que sabemos, la joven es hija del dueño del establecimiento en el que nos encontramos. El golpe fue brutal y fue lo que causó su muerte. Un accidente laboral supongo…

Yo:_ ¿Y entonces cuál es el motivo por el que me ha hecho venir? Hay algo que no me cierra , tengo esa intuición. Quizá no sea

nada, pero espero que revise el cuerpo y me lo confirme usted mismo.

Caminé unos pasos sin rumbo y tras un par de minutos di con una pequeña pista. Tomé uno de los bolígrafos de la forense y le abrí la boca a la joven sin vida. Con mucho cuidado, me agaché para recoger el objeto que había llamado mi atención. Un extraño papel en el que claramente se podía leer:

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ACTIVIDAD III Estaba claro, se había cometido un asesinato y posiblemente el

mensaje fuese dirigido a su padre, Ryan. Después de que la policía tomase declaración a los testigos

tuvimos una pista: El día anterior habían oído al señor Ryan dando voces en su despacho con uno de los transportistas que trabajaba para él. Era un tipo descuidado y tímido, ninguno de los trabajadores mantenía relación alguna con el individuo. Según su secretaria este había sido despedido por una entrega mal ejecutada y después de algo más de media hora salió dando un portazo. No se le ha vuelto a ver.

Watson:_ ¿Cree usted que mató a la joven? Yo:_ Elemental, querido Watson. Tenía apenas dos ideas a las que dar vueltas. Una, ¿ese era el

asesino? Probablemente, un crimen tan poco preparado indicaba a un asesino dejándose llevar por la ira. Y dos, debido al mensaje tuve la intuición de que algo terrible había pasado. Decidí dejarme llevar por esta segunda.

¡Watson! ¡Doctora! Seguidme, tengo una corazonada.

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ACTIVIDAD III Cogimos el coche apresuradamente. Tanto Watson como la

doctora esperaban una explicación por esta inesperada reacción o alguna información sobre el lugar al que nos dirigíamos, pero yo no estaba dispuesto a dársela; quería que lo viesen con sus propios ojos. Cuando llegamos al domicilio, la puerta estaba entreabierta, y al atravesarla confirmé mis sospechas. Colgado de una soga pendía el cuerpo sin vida del fatal asesino.

La doctora llamó a la central y no tardaron en escucharse las sirenas cruzando a toda prisa por el final de la avenida.

Yo seguía en un estado que no llamaría shock, pero sí algo que me sacó de la realidad por un momento y que me introdujo en un mundo en el que solo aparecía la víctima y yo.

¿Qué hace que un hombre llegue hasta tal punto? ¿A esto se le llama justicia divina?

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ACTIVIDAD III Cuando Watson y yo llegamos al hotel era ya sobre medianoche

y , al menos yo, agotado por el cansancio de un día ajetreado y lleno de complicaciones, únicamente podía pensar en acostarme y rezar para que mañana no vuelva a ver sangre, ni cintas policiales amarillas, ni la señorita Alexis anotando con su pluma de marfil, ni recibir una llamada misteriosa arrebatando la vida de otro joven…

Quizá la solución no sea más que pensar, como siempre, otro…

CASO CERRADO.

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ACTIVIDAD III: AUTORES

SARA: HISTORIA SHERLOCK HOLMES.