guardagujas 2

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la jornada aguascalientes / suplemento mensual / número 2 / septiembre 09 2 arturo rogel / http://issuu.com/kronos_hell/docs/carpeta_final_w I E l hombre, cuando crea, manifiesta su pensamiento en arte. Éste, como es bien sabido, no propone respuestas, ofre- ce preguntas, no plantea soluciones, sino problemas (en el sentido de la primera acepción de la Real Academia Española: “cuestión que se trata de aclarar”). Así, me parece que en el arte se reflejan las preguntas que inquietan al hombre. Hölderlin escri- bió que “al hombre se le ha dado el albedrío y un poder superior, y se le ha dado el más peligroso de los bienes, el lenguaje, para que con él cree y destruya, se hunda y regrese a la eternamente viva, a la maestra y madre, para que muestre lo que es.” Pero este lenguaje requiere de al menos dos presencias para llegar a lo que debe ser una preocupación primaria del ser humano, el diálogo. La importancia de éste quizá resulte axiomática ya que produce, invariablemente, reflexión. Y, como bien dijo Sócrates, “una vida sin reflexión no merece ser vivida.” II Cuando hablo, hoy día, de vida cultural en una sociedad, entiendo fundamentalmente lo siguiente: obra (objeto que comunica) en conexión ya con el público (receptor de lo que se comunica) y un foro (espacio donde se acude a recibir lo que se comunica), ya con artista (creador de lo que se comunica) y foro. Si alguno de estos cuatro elementos falta, la vida cultural estará incompleta. Cuando las combinaciones se vinculan adecuadamente surge el diálogo. La obra, al momento de hablar, hace que la vida cultural surja. El acto de dialogar con la obra exige al receptor dos posibilida- des: labor impresionista: “La obra me gusta”, “la obra no me dice nada”, “la obra me desagrada”; y la otra, labor crítica: cuando a las afirmaciones planteadas les agregamos un “por qué”. Como vemos, la una impensable sin la otra ya que, de algún modo, conviven; no obstante, de la que debemos ser partidarios es de la segunda. Dado esto podríamos decir que hacer crítica es argumentar con sumo detalle una impresión. ¿Para qué hacerla? La vida cultural es un organismo, ésta nece- sita de un sistema que la nutra, y ahí la crítica tiene su función. El crítico hace que esa vida no se quede solamente en lo vano y pasajero de una impresión, el crítico reconvierte la obra y, con raíz argumentativa, la examina. T.S. Eliot (en materia literaria) escri- bió que “From time to time it is desirable, that some critic shall appear to review the past of our literature, and set the poets and the poems in a new order.” Olvidándonos de la misión de canoni- zar obras, lo que dice Eliot es deseable: revisar. La razón de para qué criticar está en esa frase de manera implícita, hablo de, nue- vamente, someter a la vida cultural a un diálogo y, como todo ser viviente, señalarle errores y aciertos, evolución e involución. Todo para que se mantenga sana y cuando se enferme, naturalmente, tratar de aliviarla. Aristóteles en un famoso protréptico dijo: “O hay que filosofar o no hay que filosofar. Si hay que filosofar, hay que filosofar. Si no, hay que filosofar.” Pues bien, modificándolo un poco: Si hay o no hay que criticar, vaya que hay que criticar. De otra manera, la posi- bilidad de diálogo se convertiría en un absurdo soliloquio. crítica y diálogo jorge terrones “el único modo de acabar con ella era lastimando su reflejo” 3 7 “espejismos erguidos en el filo del desierto” “Papá protegió tanto a su hija que decidió sacarle los ojos”

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guardagujas dos suplemento literario de La Jornada Aguascalientes Septiembre 2009

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la jornada aguascalientes / suplemento mensual / número 2 / septiembre 09

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I

El hombre, cuando crea, manifiesta su pensamiento en arte. Éste, como es bien sabido, no propone respuestas, ofre-ce preguntas, no plantea soluciones, sino problemas (en el

sentido de la primera acepción de la Real Academia Española: “cuestión que se trata de aclarar”). Así, me parece que en el arte se reflejan las preguntas que inquietan al hombre. Hölderlin escri-bió que “al hombre se le ha dado el albedrío y un poder superior, y se le ha dado el más peligroso de los bienes, el lenguaje, para que con él cree y destruya, se hunda y regrese a la eternamente viva, a la maestra y madre, para que muestre lo que es.” Pero este lenguaje requiere de al menos dos presencias para llegar a lo que debe ser una preocupación primaria del ser humano, el diálogo. La importancia de éste quizá resulte axiomática ya que produce, invariablemente, reflexión. Y, como bien dijo Sócrates, “una vida sin reflexión no merece ser vivida.”

II Cuando hablo, hoy día, de vida cultural en una sociedad, entiendo fundamentalmente lo siguiente: obra (objeto que comunica) en conexión ya con el público (receptor de lo que se comunica) y un foro (espacio donde se acude a recibir lo que se comunica), ya con artista (creador de lo que se comunica) y foro. Si alguno de estos cuatro elementos falta, la vida cultural estará incompleta. Cuando las combinaciones se vinculan adecuadamente surge el diálogo. La obra, al momento de hablar, hace que la vida cultural surja.

El acto de dialogar con la obra exige al receptor dos posibilida-des: labor impresionista: “La obra me gusta”, “la obra no me dice nada”, “la obra me desagrada”; y la otra, labor crítica: cuando a las afirmaciones planteadas les agregamos un “por qué”. Como vemos, la una impensable sin la otra ya que, de algún modo, conviven; no obstante, de la que debemos ser partidarios es de la segunda. Dado esto podríamos decir que hacer crítica es argumentar con sumo detalle una impresión.

¿Para qué hacerla? La vida cultural es un organismo, ésta nece-sita de un sistema que la nutra, y ahí la crítica tiene su función. El crítico hace que esa vida no se quede solamente en lo vano y pasajero de una impresión, el crítico reconvierte la obra y, con raíz argumentativa, la examina. T.S. Eliot (en materia literaria) escri-bió que “From time to time it is desirable, that some critic shall appear to review the past of our literature, and set the poets and the poems in a new order.” Olvidándonos de la misión de canoni-zar obras, lo que dice Eliot es deseable: revisar. La razón de para qué criticar está en esa frase de manera implícita, hablo de, nue-vamente, someter a la vida cultural a un diálogo y, como todo ser viviente, señalarle errores y aciertos, evolución e involución. Todo para que se mantenga sana y cuando se enferme, naturalmente, tratar de aliviarla.

Aristóteles en un famoso protréptico dijo: “O hay que filosofar o no hay que filosofar. Si hay que filosofar, hay que filosofar. Si no, hay que filosofar.” Pues bien, modificándolo un poco: Si hay o no hay que criticar, vaya que hay que criticar. De otra manera, la posi-bilidad de diálogo se convertiría en un absurdo soliloquio.

crítica y diálogojorge terrones

“el único modo de acabar con ella era

lastimando su reflejo”

3 7“espejismos erguidos en el filo del desierto”

“Papá protegió tanto a su hija que decidió

sacarle los ojos”

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II

editores

Elaborado por Servicios Editoriales de Aguascalientes S. de R.L. de C.V. para La Jornada Aguascalientes.

edilberto aldán / joel grijalva

consejo adán brand / beto buzali / alberto chimal / luis cortés juan carlos gonzález / rodolfo jm / paloma morajosé ricardo pérez ávila / jorge terrones / gustavo vázquez lozano

[email protected] se responde por originales no solicitados.

Este país tiene miles de historias por contar y periodistas con contarlas.

celebración por la crónica

alfonso morcillo

De un tiempo corto a la fecha la crónica, el periodismo na-rrativo, ha retomado un impulso en Latinoamérica que han consignado diarios como El País y las revistas que ac-

tualmente dan vida y difusión al género: Gatopardo, en México y Colombia; El Malpensante y Soho en Colombia, y Etiqueta Negra en Perú.

No hay número de esas revistas en que no se publiquen historias de esta Latinoamérica en eterna crisis. Periodistas latinoamerica-nos recorren las venas del continente, sus rincones oscuros, sus pa-lacios brillantes, sus oficinas, sus calles, valles, montañas, bosques, arrabales e incluso cloacas para contar historias. Las historias de la gente. Las historias que lee la gente.

En 2008, el impulso por el periodismo narrativo y su actual difu-sión dio muestra de su vitalidad y presencia con el encuentro “Los nuevos cronistas de Indias”, organizado en Colombia por la Fun-dación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) que preside Gabriel García Márquez.

De acuerdo con Carolina Ethel, en un artículo publicado en El País en julio de 2008, Gatopardo tira 200 mil ejemplares en Méxi-co, países andinos, Centroamérica, Argentina, Chile, Uruguay y Colombia; Etiqueta Negra, 10 mil ejemplares en Perú y países vecinos. Soho publica cerca de un millón de ejemplares en cuatro países latinoamericanos y dedica al menos treinta de sus páginas a la sección Zona Crónica. The Clinic en Chile, Marcapasos en Ve-nezuela, Rolling Stone y Mano en Argentina son otras revistas en el continente que cultivan el género.

En nuestro país se cuentan por miles los tirajes de los diarios. Sólo El Universal tira más de 200 mil ejemplares los domingos. La revista Proceso, más de 50 mil cada semana. El género en México parece ahogarse en un vaso de agua, un país cuyos cronistas han contado historias a lo largo de más de cinco siglos. Ya desde la Nue-va España se narraron las crónicas de la conquista por Bernal Díaz del Castillo.

Así, al inicio del nuevo siglo en nuestro país, agobiado por la cri-sis y la inseguridad generada por la lucha contra el narco (capítulo aparte merecen los asesinatos de los periodistas que se han atrevi-do a investigar a las entrañas del crimen organizado), han desapa-recido los suplementos que publicaban al llamado “género rey” del periodismo. Y han dejado de publicar crónica las revistas.

Tan sólo en los dos últimos años han desaparecido los suplementos Confabulario y Hoja por Hoja, y hay una pequeña lista de revistas que cada día se asemejan más a pasquines: Siempre, Cambio, Vértigo, y más recientemente, Milenio Semanal. Si alguna

vez acogieron entre sus páginas al periodismo narrativo, no lo hacen más. Sobreviven por gracia y obra del espíritu santo, pues cualquiera puede comprobar que con cada nuevo número hay menos publicidad gubernamental; de sus lectores y circulación, mejor ni hablar.

De esta forma quedan Proceso y Eme Equis, semanarios enfo-cados al periodismo de investigación, aunque la segunda dedica un amplio espacio al periodismo narrativo. Recientemente uno de sus reporteros ganó el premio de periodismo joven en la ca-tegoría de crónica. En las páginas de Proceso escriben de manera regular Marcel Turati y Fabricio Mejía Madrid, ambos antolo-gados en el libro Crónicas de otro planeta. Las mejores historias de Gatopardo, compilado por el editor de la revista, Guillermo Osorno, publicado hace unos meses.

Aparte están Letras Libres y Nexos, revistas mensuales que dan cabida a cronistas no sólo latinoamericanos, sino europeos y estadounidenses. Aunque el espacio es poco y su fin no es el de la difusión del periodismo se agradece el interés y el buen tino de publicar incluso números especiales del género.

Así, pareciera que con la economía mexicana —que caerá cerca de diez por ciento según las cifras de varias instituciones e incluso de Banco de México— las revistas, suplementos, pe-riódicos y revistas mexicanos editan diez veces menos que sus pares latinoamericanas.

Este país tiene miles de historias por contar y periodistas por contarlas; además contamos con un clima y ecosistemas envidiables que por muchos años han atraído a miles de viajeros, turistas y paseantes, muchos de los cuales se han quedado a engrandecer nuestra cultura. Baste citar a Malcolm Lowry, Antonin Artaud, William Burroughs.

Las revistas y suplementos culturales son el reflejo de la crisis del país. Si alguna revista, suplemento o sección cultural lo-gra sobrevivir a la catástrofe económica que vivimos, no dude usted que en uno o dos años se estarán narrando, desde estas mismas páginas, a los heroicos periodistas y cronistas que so-brevivieron. Se estarán contando las historias de los supervi-vientes de la peor crisis desde 1995. Quizás en unos años se narren la historia de la desaparición de la guerra entre narco y ejército, el fin de los abusos del ejército y la policía, el fin de la pobreza, la corrupción y la ineptitud gubernamental. Quizás —es más un deseo que una profesión de fe— en unos años los cronistas de este país estarán narrando otro México, y no éste que hoy conocemos y gozamos, pero que también sufrimos y padecemos.

Guillermo Osorno afirma en el prólogo de Crónicas de otro planeta, refiriéndose a los periodistas, que “la realidad puede encerrar historias aún más fascinantes que la ficción, sólo hay que encontrar el ánimo para ensuciarse las manos con la vida cotidiana y contarlas”. Ojalá los cronistas no narren el final de un país que pudo ser y no fue.

l papá protegió tanto a su hija que decidió sacarle los ojos para que no viera las cosas feas que hace la gente. Le sacó la lengua para que no dijera cosas impropias. Le cortó los brazos para que no hiciera cosas indebidas. Y le cercenó las piernas para que no pudiera salir a ese feo mundo. Ella se resignó y esperó la siguiente decisión del hombre.

En completo sosiego, el padre se puso a leerle cuentos infantiles y entonces, ante tal crueldad, la niña pre-firió morirse.

la crueldad de los cuentos infantilesfernando reyes

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III

¿Qué hará un joven autor

cuando pasen los años y no vea

libros, pero sí vea acercarse esa fecha terrible en

que los 35 años se acaban?

A lo largo de mi breve pero pronta final etapa como “joven escritor” (ya mero cumplo 35 años, límite impuesto por el CONACULTA para ser considerado como tal), he leído

siempre, una acalorada discusión sobre qué son los jóvenes escri-tores y quiénes merecen recibir ese mote. Acalorada discusión, porque en realidad, siempre entran en juego cuestiones subjetivas sobre qué es eso y también, quienes son los que importan y mucho tiene que ver que se tiende a darle a este tema más importancia de la que tiene, como lo hago yo en este momento.

A mí siempre me quedó claro, desde que me estrené como joven escritor, que un “joven escritor” es por definición un autor en vías de formación, esa formación que sólo la pueden dar dos cosas: la vida y la lectura, y la revelación que ésta hace en el joven escritor al tamiz de los golpes de la vida, es decir: un proceso que lleva tiem-po. La verdad es que en México no conozco a ningún heredero de Rimbaud o de Kennedy O´Toole, todos somos más bien de largo aliento y no de maduración espontánea.

Desde esa débil concepción, por lo tanto, consideré que a un jo-ven escritor se le pueden permitir exabruptos y no, sinverguenza-das y no, golpes de pecho y alardes, habladurías y parricidios que al calor de la juventud se antojan no sólo fáciles, sino necesarios; pero también se le debían de exigir cierto orden, cierta búsqueda esté-tica, cierta esperanza en sus textos, y por esperanza no me refiero a eso que buscamos en libros de autoayuda, la religión o el amor, sino ese diálogo de la realidad y de las ideas con el ejercicio propio de la escritura.

jóvenes escritoresantonio ramos revillas

Territorios de negación y de violencia: un viejo peleando en su memoria una guerra perdida, un sicario con un amor atravesado como el rencor de una bala dentro del cuerpo,

muros infinitos de espinas y alambradas; personajes agraviados renunciando a su futuro, en el cataclismo de sucumbir o transfor-marse en otros. Esto y muchas cosas más es Lodo en Tierra Santa, novela ganadora del Premio Binacional Border of Words, convo-cado por el Centro Cultural Tijuana y el Fondo Editorial Tierra Adentro en su edición 2006.

Uno de los logros indudables de su autor Albaro Sandoval (Culiacán, 1977) es volverse un testigo implacable de ese trán-sito salpicado de sangre y de fango, de mierda y pellejos huma-nos. En el universo de Lodo... no hay piedad. No hay contención. Todo es un torbellino de pólvora y desesperanza donde los pro-tagonistas se hunden como barcos cansados, reses hinchadas dando vueltas en las traicioneras corrientes de un arroyo de aguas negras.

La revolución, un mejor futuro, el amor soñado, todos son espe-jismos erguidos en el filo del desierto, ese infierno infinito y cerca-no que sólo sabe escupir cuerpos morenos en ataúdes baratos.

El trazo magistral de Albaro se demuestra en la fidelidad para recrear lo implacable de la gestualidad y lo implacable del paisa-je. El ojo del reportero de nota roja que miró los encobijados y los muertos sin nombre se nota clarito en ese canto doloroso como una letanía de velorio o una ráfaga de erre quince.

Sandoval plantea un universo delirante pocas veces visto en la narrativa joven; una voz descarnada y brutal. El sinaloense no se anda con contemplaciones a la hora de dar recuento de las inconta-bles cabezas de la hidra, vuelve dolorosamente real aquel clamor de Vallejo de querer escribir pero aventar espuma.

la ternura de los tornadosalejandro pérez cervantes

Al joven escritor se le presentaba entonces ese camino formativo que muchos han recorrido y otros no: el camino de los talleres y las becas, de los premios y de conocer autores de otras generaciones, la edición de revistas literarias o la escritura en blogs literarios y los tan polémicos encuentros de “autores jóvenes”. Pero ya desde ese camino formativo había escisiones: tomarlo o no, denostarlo o seguirlo, aplaudirlo o volverlo espurio ante los ojos de la sagrada literatura. Ni aceptarlo garantiza nada. Ni denigrarlo tampoco.

Muy pronto, sin embargo, el joven escritor se da cuenta de algo, un algo sobre el que no tiene dominio por más becas o premios que gane o por más becas o premios que no gane, tiene el tiempo en contra suya como ningún otro tipo de oficio en la vida: el tiempo le juega la mala pasada de alejarlo de las prebendas de la infancia literaria, pero más importante aún, alejarlo de lo que él era al prin-cipio de la cruzada, tan lleno de ánimo y esperanza y que de pronto se descubre sin libros terminados, más grillado que nada y sobre todo, más decepcionado de las taras literarias mexicanas.

¿Qué hará un joven autor cuando pasen los años y no vea libros — que es lo único que en realidad crea precedentes literarios—, pero sí vea acercarse la fecha terrible en que los 35 años se acaban? Esta es la verdadera prueba de fuego; ser considerado o no, apro-piarse o no de una tradición o nombre es en realidad cosa juvenil, pero continuar escribiendo en alguno de los dos caminos que le quedan al joven escritor es el gran reto, y estos caminos son: pensar que perdió el paraíso, como oí decir a un joven poeta hace un par de años en un encuentro de escritores y se lamentaba que tal vez ya no iría a tantos encuentros como antes; o bien, darse cuenta de que en realidad, los motes están de más, que los jóvenes escritores son una falacia y que en realidad, todos los años y todos los días de nuestra vida nos estamos formando. La literatura, felizmente, es oficio de viejos. Bienvenida sea entonces, espero, la senectud.

Alas y balasMientras las tendencias del discurso narrativo actual bordean

los resbaladizos terrenos del vacío teorizante, o las novelas se vuel-ven muchas veces tediosos ensayos, argumentos fallidos donde la oferta del autor se reduce a mostrar sus referencias literarias o su currículum; el alud terrible de Sandoval Medina se atreve a mirar de este lado, y arrojarnos al rostro las verdades más desgarradoras, más incómodas.

Ya lo dijo Bolaño, parapetado en su proverbial sonrisa de comadreja: “Tener el valor de sumergirse de cabeza en la mierda y una vez

estando ahí, abrir los ojos.”Sin embargo, Lodo en Tierra Santa es una novela contradictoria

en su aspecto formal; dentro de ese vértigo de plomo y depreda-ción, esa caída libre a lo largo de historias que terminan mal, hay un sosiego y una parsimonia del lenguaje que se demora amorosa-mente en imágenes que resultan poesía pura. Como si el narrador no fuera un joven rabioso puteando contra el desierto, sino un viejo sabio que mira el derrumbe de una barda de adobe bajo la luz do-rada de la tarde. Todo contado con un lenguaje fluido, natural, que denota un oído finísimo a la hora de atrapar aquellas voces. Nada qué ver con los experimentos trastlánticos sobre el narco de Pérez Reverte, ni la marca registrada dizque culiche de Élmer Mendoza.

Sandoval, también trasterrado, derrumba a mazazos la faz dora-da de los héroes, (los nuevos héroes lavan los baños en el gabacho, escupen fuego en un crucero o empuñan sin saber bien a bien un cuerno de chivo...) lamenta los ríos de la infancia que se volvieron tormentas de mierda, y canta, sobre todo canta; los caminos hacia el ensueño que terminaron en ninguna parte, las esquirlas del des-amor, el amargo humor de los desesperados. Como Ricardo Piglia en Plata quemada, Sandoval eleva en su canto las balaceras a condi-ciones épicas, “como en un corrido de los más chingones”.

Quien quiera probar una novela de ésas que tienen el poder de ja-larnos de los cabellos, de removernos las entrañas y asomarnos a un universo crudo, filoso, dolorosamente cierto, que tenga el valor de hundirse completo en este lodo, y que lo haga bajo su propio riesgo.

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IV

Nc3

tres poemas

El ejército estadounidense dice que su fuerza en Afganistán es insuficiente (a partir de una nota publicada en el NYT

el 24 de agosto).

Talibán Talibán: es algo que nos amenazasegún los gringos a todos por igualdesde un Afganistán que se atenazaen aras de una atención no pedidade una influencia metida a fuerzasen aras de una salvaguarda nacionaligual casi que llamarla universal

Casey Junior ya no es sólo la locomotoraque llevaba a rastras el circo en Dumbo(¡siempre sale Disney a colación!)es un demócrata senador de visita en Kabulque declara sobre cómo llegará a acabarsela paciencia de los gringos

Lo que no se acaba es su candorvinculados a lo que sucede en el mundodurante al noticiero de las seisse preocupan por la humanidad enteratan lejana como el mentado Al Queda(no es un ahí queda es un peligroque se siente visto en cada edificio)

Se necesita más lana y tropasdeclara el general MacCristal al revisarcómo va la cosa por allásobre lo que debe y no se debe mirarcomo su nombre brilla brillaciega y deslumbra en su llamado todo aquel que quiera ser americanoque se sume a la legión del romano imperio

Se quejan de que Hamid Karzailegitimado como presidente afganono hace mucho por ayudarpuesto ahí no hace lo suficientey por eso lo acusan de fraude moral¡fraude electoral!, clama Abudullah Abdullahsu contrincante dado a lo alarmantedel número de irregularidades

¡Líbranos, líbranos de todo ese mal!¡Todo ese mal venido de afuera!¡Siempre de afuera! ¡Sabido por los muertos!¡Por los que regresan! ¡Porque todo esoque se deja para la peli y la redención moral!Lo que pasa en Afganistán no está de aquí tan lejos

ricardo pohlenz

menester de juglaría

unopuntocuatro

aquí/ no hay arriba o abajoy todo ocurre mientras no se requiera volver/no hay manzanas/ ni nubes/sino una única lengua donde las palabras acontecenante la sedición de los labios

2.4tu cuerpo que no vi me dejó sembrado en el horizonte/desde casa de la abuela miré por vez primera los días enteros y como les crecían tormentas debajo de las enaguas/ como el cielo se recostaba sobre las olas al coronar la tarde/ todo eso y más vi/ pero no tu cuerpo ya frío/ yerto/ imagino que debes haber puesto esa cara de incomodidady te llenaste de hastío/ enojado no/ pues cuando dormías la ira se escondía entre el cabelloy la almohada te arrullaba con las coplas de la noche/con esas canciones de tu niñez/cuando el sueño se extendió supongo que te calzaste una cara de puerta a medio abrir/ como cuando esperabas serio a que dijera que te quería/ nunca pude después de la partida/yo quería sobar tu mejilla ya fría y guardarme tus lentes oscuros para la vejez/ pero no me dejaron ni tu imagen enterrada/me pregunto si abierto iba el ojo que aún servía/me pregunto si tuvieron que pasarte una mano por encima para aceptar que eras ya sólo carne pudriéndose/si en la necropsia buscaron tu corazón caduco/demolido/ me pregunto si pensaste en nosotros/si imaginaste que no me dejarían ver tu cuerpecito muertoo si sólo te fuiste abrazando al gato que dormía sobre tu pechoy no supiste más/ hasta que te visteentre un monzón de lágrimas pero no las mías/pues estaba en casa de la abuela viendo tormentas sobre el mar muriendo/ he visto tantas cosaspero nunca tu cuerpo ya frío

(3:4)

esto es lo que poseo:la voz de mi yo/ cansaday la sombra de mi sombraque tiembla

iván trejo

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V

Bg7

—¡Extra, extra, Dios ha Muerto, Dios ha muerto! —gritaba con voz ahogada el viejecillo alemán que había llegado a extin-guir sus últimos años al asilo municipal. Para ganarse unos centa-vos, hizo trato con el dueño de un puesto de revistas para ofrecer en el asilo el periódico que no se le vendiera por la mañana.

Mi amigo y yo detuvimos nuestros pasos. Tomamos un respi-ro hondo. Cuando saqué de la bolsa de mi pantalón un par de monedas, la foto de Marianela salió junto con ellas. Suspiré al recordar lo buena y lo bella que fue antes de que el cáncer la con-virtiera en todo aquello que no debe ser la vida. Le di un beso y con mucho cuidado la volví a meter al saquito de franela que usaba por cartera.

Ya sentados en una desvencijada banca del jardín del asilo, aco-modamos los bastones y me coloqué los lentes. Uno de los crista-les se había estrellado días atrás, pero aún me era posible leer las letras grandes. Las palomas, siempre gordas como pollos, comían de los granos que algún otro les había aventado.

—Me da gusto, tenía siglos enfermo. Creo que por eso no ha-bía podido hacer nada por la humanidad desde hacia tanto —le dije a mi amigo con mucha seguridad. Como pueden suponer, en realidad el periódico no hablaba de eso. El alemán siempre inventaba titulares.

—Morir es bueno. Quizá en el Otro Mundo yo recupere la vista…

—Sí, es posible… —hice un silencio para tragar saliva—. En la nota dice que por eso últimamente los truenos de las tormentas se escuchaban cada vez más terribles. Eran los gritos de dolor del pobre de Dios.

Mi amigo ya no recordaba su nombre, ni si tuvo alguna vez al-gún familiar. Platicarle las noticias de ocho columnas inventadas por el alemán, era mi forma de regalarle y regalarme un poco de magia entre tanta realidad.

Hacía meses que no llovía. Creo que se hablaba de una se-quía planetaria producto de los abusos de la humanidad. Con-tinuando con uno de los titulares inventados del alemán, en

arcoiris en la nocheédgar omar avilés

varias ocasiones aproveché para contarle de lluvias torrenciales y de truenos tremendos mientras estábamos resguardados en el bunker, protegiéndonos de los bombardeos. Afortunadamente para él, además de ciego, había perdido mucho de sus capacida-des mentales. En realidad, la mitad de los viejos del asilo estaban ya bastante locos.

—Al final de la nota dice que ahora Dios es un fantasma. Que no puede hacer nada por el mundo real, pero ahora es todopoderoso en el mundo de los sueños —la luz del ocaso hechizaba con sombras gigantes todo el asilo.

Se quedó con la boca abierta, como imaginado algo hermoso. Lue-go sacó una paleta de azúcar quemada y me la ofreció. La acepté con mucho gusto. Mientras saboreábamos nuestros caramelos, se desli-zó un silencio como hojarasca, que aprovechamos para disfrutar los aleteos de lechuzas y los chillidos de ratas que el viento resoplaba. Miré el reloj. Ya era muy noche. Faltaba poco para que la enfermera, enojada, viniera por nosotros si no lo hacíamos por propia cuenta. Estaba por indicarle que ya nos retiráramos, cuando señaló algo:

—Mira, mira… —dijo. Yo seguí su dedo hasta dar con un arcoíris que nacía abajo de una Luna casi llena. Los viejecitos salían de todas partes para bañarse con aquella luz, brincando con fuerzas nuevas, con pieles planchadas y pantaloncillos cortos.

—¿Pero qué demonios sucede…? —pregunté en un balbuceo.—Quizá, Édgar querido, llegaste al estado de locura de los otros

viejos del asilo —me dijo Marianela que ahora estaba a mi lado. Sin comprender su presencia ni nada de lo que estaba pasando, la abracé sollozando, entre miedo y alegría.

Tras un par de minutos, casi por instinto regresé la mirada al pe-riódico. Me acomodé los lentes y me dispuse a leer aunque las letras no fueran muy grandes, pues en los verdaderos titulares informaban que un avión había lanzado bombas y metralla en un asilo. Pero ella me pidió con la mirada que no lo hiciera.

—Tienes razón: no vale la pena saber si ese asilo es o no es éste… —dije apretándole la mano.

—O quizá ahora estás dormido o eso que has llamado vida era el sueño de otra cosa y, entonces, el fantasma de Dios… —me respon-dió sonriendo. La frase inconclusa la completó con sus ojos ilumina-dos de Luna.

—¿Sabes?, no hay nada más hermoso que un arcoíris en la noche —le susurré mientras me abrazaba con ternura.

antonio vega, el incombustible

paul medrano

La mañana del 12 de mayo murió Antonio Vega. Sí, era un compositor y cantante de pop, pero el pop en español no sería el mismo sin este madrileño nacido en diciembre

de 1957. Al mando de Nacha Pop, Vega revolucionó la música popular

contemporánea. La movida madrileña (movimiento contracul-tural tras los duros años de la dictadura franquista) no se reco-nocería sin la participación de los Babosos (como denominaban los grupos de punk a Nacha Pop y a Los Secretos), pues fueron precisamente éstos quienes le otorgaron el toque melancólico a toda la mengambrea romántica de la mayoría de la música de esa época.

Sin embargo, la carrera musical de Antonio Vega siempre con-tó con la presencia de una acompañante incómoda: la heroína.

El uso de esta droga se popularizó entre los jóvenes madrile-ños en la década de los 80. Antes, mariguana y anfetaminas eran los enervantes comunes. Sin embargo, con la movida ochentera

muchos comenzaron a jugar con el caballo (como también se le co-noce), uno de ellos fue Antonio Vega.

Juanjo Valmorisco, líder por entonces de los punks PVP, contó a la revista Rolling Stone una ilustrativa anécdota: “Compartíamos camerinos con todos. Recuerdo las llegadas de Antonio Vega. No-sotros éramos los duros, los que se ponían y eso; y Nacha Pop eran los blanditos. Hasta que llegaba Antonio que, antes de dejar la gui-tarra, ya nos estaba preguntando si teníamos algo. Asombraba que gente tan sensible y con esas canciones jugase tan duro”.

Mientras Joaquín Sabina apantalló a medio mundo al pregonar a los cuatro vientos que un tiempo había estado enganchado a la heroína, Vega era sumamente pudoroso en ese tema. No lo nega-ba, pero nunca lo hizo su tema central. Incluso, en ninguna de sus canciones se percibe algún indicio hacia esa droga. Algunos han hallado –muy oculto– unos guiños en Se dejaba llevar por ti.

En una entrevista digital para El Mundo, Vega reconoció que pecó de inocente al jugar con algo tan peligroso como la heroína: “el desconocimiento de los efectos a largo plazo del consumo de drogas nos hizo coquetear con ellas sin saber lo que podía acarrear. Hoy por hoy la historia hubiera sido otra. Pero fue así”.

Su imagen era la huella fiel de la guerra de su adicción: semblante avejentado, espalda encorvada, pelucas y mirada empañada. Du-rante años, infinidad de comentarios en la red elucubraban sobre su salud: que si se había vuelto loco, que si era un vegetal, o incluso lo daban por muerto. Sin embargo, aparecía por to-

la carrera musical de

Antonio Vega siempre

contó con la presencia de una

acompañante incómoda: la

heroína

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VI

d4

dos lados, ofreciendo conciertos o acompañando a otros músicos –ambas actividades le daban dinero fresco para invertirlo en más droga–. Al morir sólo tenía 51 años, aunque parecía veinte años más viejo.

Luego de siete producciones, en 1988, Nacha Pop se disolvió con un disco en vivo. Había cansancio en sus integrantes, pero tam-bién, hartazgo de la adicción de Vega, quien comenzó su carrera como solista.

Grabó nueve álbumes. Al morir, preparaba uno más en directo con temas nuevos. Asimismo, la editoral Demipage lanza ¿Y si pon-go una palabra?, un libro que recopila parte de su obra poética. En total, la discografía de Vega es de 19 obras.

Sí, La chica de ayer (covereado en México por el inflable Eduardo Capetillo, y en España por el no menos olvidable Enrique Iglesias), Lucha de gigantes (que sirvió de corola a la película Amores perros) o El sitio de mi recreo (la cual hizo llorar a Miguel Bosé al cantarla a dueto) son temas ya míticos, pero también choteadísimos (aun-que eso no les resta su magia ni su relevancia), sin embargo, Vega tenía cosas más complejas: 3000 mil noches con Marga (2005), por ejemplo, es un homenaje póstumo a la que fuera su esposa, Mar-garita del Río. Este disco es una catarsis letrística y musical para sobrellevar el dolor de haber perdido a su compañera. Cortes como Caminos infinitos o Ángel de Orión, son muestra de lo que podía ha-cer cuando se ponía a componer en forma.

Porque también, hay que decirlo, solía rellenar algunas produc-ciones con temas instrumentales y arreglos a temas ya conocidos. También, echaba mano a la antología de baladas (El sitio de mi re-creo, 1992), los conciertos en vivo (Básico, 2002) o la reunión de covers (Escapadas, 2004) para cumplir con sus disqueras.

Era inconstante, como todo buen adicto, pero el alto quilataje de algunas de sus composiciones lo exculpaban de todo. No por nada La chica de ayer es considerado uno de los mejores temas del pop en español. Tampoco fue fortuito que alguna vez teloneara a Los Ra-

Ana mira el anillo. Ahí está, iluminando su mano izquier-da, el último de sus deseos. Con un dedo acaricia el bri-llante, siente sus filos, acorta el movimiento en pequeños

círculos, aumenta la presión. La yema enrojece sin que ella lo perciba. Cuando Ana ya no siente los cortes de la piedra, detiene el ritual.

Mira su huella irritada, apenas visible, y se la lleva a la boca: la humedece, intenta dibujarla de nuevo con la lengua. Cierra los ojos buscando el laberinto de líneas en la memoria, pero es la ima-gen de la gema la que aparece nítida bajo sus párpados. Ana en-tonces deja sus fallidos trazos y cambia de mano: con la punta de la lengua, toca la joya que estrena el anular y repasa las diminutas facetas, las aristas que multiplican el brillo de ese trozo de carbón tan esperado. Pronto, los cuatro pilares que lo engarzan no le pa-recen suficientes y Ana se apodera de todo el aro, del dedo entero: lo moja, lo abraza; dientes y labios recorren el camino emprendido por la alhaja, desde la uña hasta la palma. Va y viene.

En ese ir y venir, detrás de los ojos cerrados de Ana aparece la imagen de la mano gruesa y áspera que le entregó el anillo. El bra-zo, el hombro, el cuello, las curvas pronunciadas de la oreja.

Pero su memoria es caprichosa y cambia de rumbo, sigue el ras-tro de viejas caricias, besa otros dedos: aquellos que una tarde, después del colegio, en la casa vacía, inauguraron las rutas más oscuras de su piel.

Las imágenes le saltan de una en una —la sonrisa partida, los huesos del torso, un hilo de vello en el vientre— las lame, las apri-

compromisomónica sánchez escuer

siona con fuerza, las suelta con delicada dulzura en toda la mano izquierda. La derecha ya va rumbo a la falda.

Como sus labios, sus dedos, el corazón se apresura. De golpe, un intenso rubor la detiene. Abre los ojos y ve a

Juan parado frente a la puerta, mirándola. No sabe qué decirle. Tiene la mano mojada y el anillo entre los dientes.

—¿Contenta?Él se acerca, pega su boca a la suya, toma la sortija con sus

labios y, con ellos, la inserta lentamente en el anular, donde la había dejado Pablo antes de partir.

—Ya está en el avión, dice. Ana cierra los ojos de nuevo. La imagen del diamante vuelve

mientras Juan pasea su tacto por los sitios que Pablo, su novio de siempre, su recién prometido, no ha sabido explorar.

Mientras Juan la acaricia, Ana imagina la boda, el vestido, la fiesta; las maletas, el viaje, la casa que habitará allá, en los Es-tados Unidos. Lejos de todo, de todos. Sonríe dentro del beso. Pero pronto la culpa vuelve entre melancolía y repulsión. Se ahoga en la boca de Juan, lo retira. Ana esconde sus ojos y toma del aire un poco de calma para que él no la descubra:

— ¿Ya no estás enojado por la boda?—No, ya no. Algún día tenía que suceder.—¿Me visitarás cuando me mude?—Es un compromiso.Juan recoge con la lengua los restos de saliva alrededor del ani-

llo y le confiesa la sorpresa que le guardaba para el día de la fiesta: —Le prometí a Pablo ayudarlo en su negocio. Ya me ofreció

su casa, tu casa, hermanita. Después de todo, el futuro cuñado parece ser buena gente.

mones y a Siouxsie. Es un personaje fundamental de la cultura de los 80. Renovador de las letras en el rock en español (su estilo de componer y cantar, fue y es copiado por decenas). Amable con quienes le pidieron colaboraciones. Principal combatiente de la aureola de malditismo que le endilgaban.

El escritor ibérico Agustín Fernández Mallo escribió sobre él: “Nunca le oí una pifia, nunca fue impostado, nunca actuó por imitación ni de oídas, sabía lo que decía, dominaba perfec-tamente el sutil lenguaje de relacionar dos mundos aparente-mente disjuntos en una misma metáfora, sin quedarse corto ni pasarse. Además, sabía escribir: donde otros fracasaban en ciénagas poéticas, él salía ileso, supo crear su propio lenguaje narrativo. Un maestro”.

En El País señalaron: “Los editores musicales compraban sus canciones como joyas, de una en una para así racionarle la entrega de dinero. Su mayor éxito, La chica de ayer le hubiera reportado un buen pellizco en derechos de autor pero, ironías de la vida, el dinero acabó en manos de Hacienda. Fue un palo. Aunque un palo común. En su desordenada existencia estaba acostumbrado a perder”.

Personalidades de la farándula artística y política expresaron sus condolencias a la familia. Miles asistieron a su velación. Otros cientos de miles siguieron mediante la Internet su par-tida de este mundo. El Peta (pub mencionado en La chica de ayer) publicó en su página web dos fotografías de Vega con el mensaje: “Gracias por tus canciones”.

Al final nos quedan sus temas que fueron (y al parecer, segui-rán siendo) himnos de una generación. Sus letras atemporales e incombustibles, en gran parte, gracias a su moderado uso de sujetos. Sus conciertos y participaciones (entrañable, su versión de Me cuesta tanto olvidarte, junto con Nacho Cano). Los re-cuerdos que nos evoca su música, pero también la certeza de que el pop en español no será el mismo, sin este madrileño que cantaba: “en el viento pude oír / que como vine habría de mar-charme”. Y así lo hizo.

Pero pronto la culpa vuelve entre melancolía y repulsión. Se ahoga en la boca de Juan, lo retira. Ana esconde sus ojos y toma del aire un poco de calma para que él no la descubra

antonio vega...

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VII

0-0

con ella en mi regazoalberto chimal

Soñé que estaba ante un espejo y que la persona que veía en el reflejo no era yo: sus facciones, su color de piel, su peinado y sobre todo su expresión eran completamente

distintas a las mías. En el sueño me preocupé: ¿sería esa la imagen que tenía de mí el resto de la gente?

Entonces, de pronto, la tipa del otro lado del espejo levan-taba un brazo y comenzaba a rasurarse una axila demasiado hirsuta. Lo malo, lo verdaderamente terrible, fue que yo me vi obligada a levantar el brazo y comenzar a rasurarme la axila. En ese instante tuve una revelación: ella era la que existía en la realidad y yo era el reflejo.

La odié. ¿Por qué tenía que ser esa extraña la verdadera yo? ¿Por qué tenía que someterme a sus decisiones? De pronto, yo sabía —no sé cómo, pero lo sabía— que ella no era una buena persona..

En un instante decidí que no me iba a dejar, por lo menos no sin luchar. Impulsivamente, me aventé al cristal que nos separaba y… ¡madres! Lo atravesé sin ningún problema, ca-yéndole encima a una muy asustada Raquel Bizarra.

Aproveché su desconcierto y le traté de quitar el rastrillo de

el cristal que nos separaraquel castro

malapatavap

[email protected]

Cuca es una gata negra, flaca, con cicatrices de muchas batallas, que era de mi esposa pero se quedó en la casa de su padre. Supongo que la ofendí, o más bien ella la

ofendió y yo no contaba en absoluto: por años me ignoró; salía a sus cacerías nocturnas, volvía cuando deseaba (siempre se las arreglaba para entrar en la casa), comía lo que le daban y si yo llegaba a encontrarla, ella me enseñaba los dientes a la mitad de un bostezo, antes de dar media vuelta e ir con alguno de los humanos que sí merecían su atención.

Todo cambió una noche en que, de visita en esa casa, dormí y la soñé: no era más una gata sino una mujer alta, correosa, vestida con harapos apretados y botas gruesas. Pensé que po-dría haber sido una extra en las películas de la serie Mad Max, que ahora están olvidadas. Su piel era negra, literalmente: del color de la brea, del asfalto, del vinil de los discos viejos. Senta-

rasurar. Ella era fuerte y se defendía, pero finalmente me hice del arma. Entonces, cuando estaba a punto de convertirla en falda hawaiana con su propio rastrillo, supe, como si fuera un conocimiento de siempre, que el único modo de acabar con ella era lastimando su reflejo, que era yo. Así que me llevé la navaja a la muñeca e hice un tajo profundo. Me sorprendió no sentir dolor y, en cambio, Raquel Bizarra hacía muecas de estar sufriendo. De hecho, era de su muñeca de la que salía la sangre a borbotones. Entonces, mientras se desangraba, yo la miraba, satisfecha.

Una amiga de Raquel Bizarra entró entonces al baño en el que estábamos. Nos miró a las dos, sin saber qué hacer, y comenzó a gritar pidiendo ayuda. No sé cómo, di un impre-sionante salto de tigre de vuelta a mi lado del espejo. Ahí me esperaba el reflejo de la amiga de Raquel Bizarra. Su mirada era de admiración. Me dijo: “Ahora voy yo” y brincó al otro lado. Yo me quedé viendo un rato el espejo, pero no alcanzaba a verlas: sólo estaba mi reflejo, ahora sí, fiel y subordinado a mí. Entonces comenzó otro sueño, pero era más rutinario y, hasta cierto punto, aburrido.

da al pie de la cama, me dijo muchas palabras en un idioma que no reconocí y una sola frase que pude entender:

—¿Quién les ha dicho —dijo— que nos interesa poseer a cualquiera de ustedes?

Luego volvió a hablar en su idioma indescifrable, y aunque seguí sin comprender supe que lo que decía era muy impor-tante; tanto, que debía haberlo comprendido y que el no com-prenderlo me sería perdonado pero tendría consecuencias a la larga.

Desperté y Cuca estaba sobre mi pecho. Dormía. Despertó después de un momento y se puso a ronronear.

Ahora escribo esto, lo juro, con ella en mi regazo, mirando atentamente el movimiento de mis dedos sobre las teclas. De vez en cuando me detengo: Cuca ha sacado un poco las uñas y sé que debo acariciarla.

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VIII

Material de lectura de la UNAM, más de 350 pequeñas antologías de los escritores más importantes del siglo X X: www.materialdelectura.unam.mx / El cuento en red, revista en internet dedicada exclusivamente a la investigación del cuento, bajo la dirección de Lauro Zavala: cuentoenred.xoc.uam.mx/comiteac.html / Ficticia, ciudad de cuentos e historias cumple diez años en la red: ficticia.com / La más reciente producción dramatúrgica del país, más de 60 autores, más de 240 obras de teatro

en: www.dramaturgiamexicana.com / The Paris Review Interview Archive ofrece entrevistas, conversaciones con novelistas, poetas, dramaturgos, ensayistas y críticos: www.theparisreview.org/literature.php / Foro de fotografía, La imagen de las imágenes: fotografía y edición. En el marco del Festival Fotoseptiembre 2009, Auditorio de la Biblioteca de México (Plaza de la Ciudadela 4, Centro Histórico, D.F.), del 2 al 5 de septiembre: centrodelaimagen.conaculta.gob.mx / El Short Shorts Film Festival México 2009, del 3 al 10 de septiembre: www.youtube.com/shortshortsmexico / Congreso Internacional del Mundo del Libro, el Fondo de Cultura Económica celebra su 75 aniversario, del 7 al 10 de septiembre en las instalaciones del FCE (Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, Tlalpan), será transmitido en vivo por: www.fondodeculturaeconomica.com / Cursos y Talleres en Arte y Cultura del Centro Cultural de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, inscripciones del 7 al 25 de septiembre, informes en: [email protected] / Descripción de un viaje, exposición colectiva en la Ex Escuela de Cristo (Andador Juárez, Centro, Aguascalientes) finaliza el 10 de septiembre, trabajos de cinco artistas plásticos que tienen como punto de partida referencias literarias. / Lila Downs, concierto Black magic woman, viernes 18 de septiembre, 21 hrs., Teatro Diana (Guadalajara Jalisco). / Los Dorados (concierto), uno de los grupos más interesantes de la escena jazzística nacional, 30 de septiembre a las 21:30 hrs. en el Teatro Experimental de Jalisco (Independencia Sur s/n, Sector Reforma, Guadalajara). / La oveja eléctrica es el programa que conduce José Gordon y aborda temas de la ciencia en la actualidad con entrevistas a grandes personalidades del mundo científico y de la tecnología: www.youtube.com/canal22 / 41 Feria de Libro en Aguascalientes, del 26 de septiembre al 4 de octubre en el Museo Descubre (Av. San Miguel S/N Fracc. del Parque, detrás del Teatro Aguascalientes).

agenda

tripulaciónjorge terrones / licenciado en letras

hispánicas por la UAA. Premio Desiderio Macías Silva 2007.

Miembro del consejo de www.mexicokafkiano.com

alfonso morcillo / escritor y fanzinero.blog: menosquecero.blogspot.com

fernando reyes / editor, antologista y narrador. Ha publicado ¿Quién mató

a la maestra Rosita? y No somos tiernas las suripantas, entre otros libros.

antonio ramos revillas / Monterrey, 1977. Editor y narrador. Su último

libro publicado es la novela de aventuras Ixel, en Ediciones B.

alejandro pérez cervantes / escritor y artista plástico. Con Murania obtuvo el Premio Nacional de Cuento Julio

Torri 2006.

iván trejo / con el poemario Silencios ganó el Premio Nuevo León de

Literatura 2006. En 2008 obtuvo el Premio Regional de Poesía Carmen

Alardín por Los tantos días.

ricardo pohlenz / poeta y escritor. Colabora como crítico de arte, cine y televisión en diversas publicaciones nacionales y

extranjeras. Es la parte cantada de Los Ositos Arrítmicos de Lemuria.

édgar omar avilés / Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 2008 por

Era etérea la materia. Su libro más reciente es la novela Guiichi.

paul medrano / alérgico a los políticos de cualquier partido. Padece incontinencia sexual. No habla inglés.

No tiene televisión. Es acrofóbico y americanista recalcitrante.

blog: 2caminos.blogspot.com

mónica sánchez escuer / escritora. Ha obtenido los premios University of

Texas Literary Contest y The Frank McCord Memorial Poetry Prize.

blog: monicaescuer.blogspot.com

raquel castro / como guionista obtuvo el Premio Nacional de

Periodismo en dos ocasiones. Ha publicado textos en diversas revistas.

blog: www.raxxie.com

alberto chimal / narrador, dramaturgo y ensayista. Ha obtenido

diversos premios. Sus libros más recientes son la novela Los esclavos y

La ciudad imaginada.

aehécatl muñoz gonzález / estudiante de la UAA y músico. Actualmente cursa el Diplomado en Dirección

Coral en Voce in Tempore.

Actualmente nos hemos acostumbrado al término “música clá-sica” para llamar a todo aquello que no es música popular, es decir: rock, pop, grupero, blues, jazz, entre otros. En un sen-

tido formal, hablar de lo clásico o clasicismo nos lleva a pensar en un periodo musical ubicado más o menos entre los años 1740 y 1815, época de compositores como Franz Joseph Haydn, Wolfang Ama-deus Mozart y Ludwig von Beethoven, aunque este último también se encuentra en los límites con el romanticismo. Por ende, se pre-senta un primer problema, mencionar “música clásica romántica” o “música clásica contemporánea”, nos situará no en una elección de un periodo determinado, sino en una división dentro del clasicismo, es decir, se estará hablando que el clasicismo fue barroco, romántico y contemporáneo. Otro problema surge si se acepta que las palabras “música clásica” es la denominación del género y después mencionar que romanticismo, expresionismo, barroco, entre otros, es la delimi-tación de la corriente, por consiguiente, se llegará al extremo de de-cir “música clásica clásica” o bien “música clásica clasicista”; como se ve, la formación de confusiones e inconformidades seguirá estando presente, sobre todo, si aunado a este último conflicto, nos pregun-tamos cómo catalogaríamos Rhapsody in Blue de George Gershwin, una obra que presenta ritmos del jazz junto con armonías del blues, pero ¿por qué surgen estos mal entendidos e interrogantes sobre el nombramiento de un género?

La dificultad que brota al hablar de género o delimitar un género tiene que ver con la falta de precisión terminológica, indicaré otro ejemplo de esto: Wilhem Schuman, al introducir What to Listen for in Music de Aaron Copland, emplea dos términos para separar todo lo que conocemos como música, por una parte está la música “popu-lar” y por otra la música “seria”; la “popular”, menciona Schuman, sólo sirve para entretener y pide un menor esfuerzo por parte del público y la llamada “seria” simplemente exige un mayor esfuerzo de la usual. ¿Cómo es esto? Schuman explica que el público de la misma manera en que presta atención a cada línea del diálogo, actuación y esceno-grafía de los actores en una obra de teatro es como debería de hacerlo con la música seria, continúa diciendo que una porción de la gente que acude a los conciertos van para perderse en la música o la utilizan como una evasión a su realidad o como relajación, para esto Schuman parte de que el conocimiento musical intensifica el goce de la misma. Desde el punto de vista de Schuman la música no se está disfrutando ni escuchando con atención si no hay un conocimiento y una atención más allá de la usual.

música ¿clásica, seria, sinfónica?

aehécatl muñoz gonzález

A partir de lo anterior, pareciera que es necesario saber bastante de música para poder disfrutarla, en otras palabras, habría que te-ner la capacidad de distinguir una melodía, un motivo, conocer las formas musicales y distinguir los elementos básicos de la música por lo menos. Entonces, muchas personas se sentirían ofendidas si ahora, según Schuman, se les dijera que su “ignorancia” musical los lleva a que no sepan disfrutar ni escuchar la música, en otras palabras que su presencia en los conciertos es indiferente. En reali-dad tendrá que ser necesario aclarar que el término “música seria” está siendo mal empleado, pues esta división musical planteada ya todos la conocemos, evidentemente hay diferencia entre una sin-fonía y un grupo de piezas que buscan alegrar a los invitados de una fiesta, o entre un himno nacional y un himno eclesiástico, pero atender que a cierta música hay que ponerle más atención que a otra es un defensa bastante débil ¿o acaso si un joven invita a su novia a escuchar al artista preferido de la joven y en su canción preferida la besa, el hecho de ponerle menos atención a la canción ya la vuelve música seria?

Han surgido más términos como “música selecta” en la cual ha-brá que conocer al genio que se tomó la amabilidad de elegir la mejor música, o en todo caso sería bueno buscar bajo qué carac-terísticas se seleccionó a esta música y por qué, de no ser así me permitiré seleccionar mi propia música que considere más apro-piada. Por otra parte, también se tiene “música culta”, término que se presta bastante a decir que existe una música inculta y que ade-más tiene una postura que ofende a la demás música como a sus compositores.

Fernando Lozano, director de orquesta fundador de la Orquesta Sinfónica Miguel Hidalgo de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y actual director de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, en la introducción que él mismo hace a su libro La mano izquierda, menciona que “el libro sirva a aquellos interesados en la música sinfónica y en el fenómeno director/orquesta”, Lozano no define ni apoya el término “música sinfónica” no es su interés saber si es correcto o no, simplemente lo utiliza porque así lo siente o porque está pensado con un fin pedagógico, dicho fin sólo se referiría a música que tocan las orquestas sinfónicas, es decir la música que es puesta en una partitura y que requiere la presencia de un direc-tor. Finalmente centrarse en un término fijo resulta exactamente igual a tener una postura que normativice en qué momento hay que aplaudir o cómo hay que vestirse al ir a los conciertos de las or-questas sinfónicas, dejarse manipular por estas actitudes privarán al oyente de llorar, reír o bailar al escuchar un vals, un movimien-to de una sinfonía o con una escena de alguna ópera, privaciones que nos alejan del verdadero mundo de imágenes, colores y formas múltiples que crea la música, una actitud más cercana a la de Loza-no, al igual que él, nos permitirá adentrarnos en el mundo sonoro. Acuda usted feliz y sin prejuicios a escuchar música.

arturo rogel / fotografía de portadajesús reyna / ilustración interiores