Gutiérrez Viñuales - Atalayas

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53 Albores de la América independiente Las celebraciones de dos siglos de emancipación que se vienen desplegando a lo largo y ancho del continente americano, con su parafernalia de festejos de alto contenido visual, manteniendo el fervor pero sumando tecnología respecto de los realizados hace exactamente un siglo, sirven para echar la vista atrás y apreciar las variopintas maneras de cómo los americanos fuimos construyendo nuestra identidad y, en definitiva, nuestro propio discurso histórico, en parte a través de una inmensa sucesión de imágenes urbanas, arquitectónicas, pictóricas y escultóricas. Podríamos iniciar este recorrido, al igual que lo hacemos en el discurso de la presente exposición, en las postrimerías del siglo XVIII, era de revoluciones. Europa asiste, en lo cultural, a importantes cambios que terminarán a la larga por tener presencia en el otro lado del Atlántico. Fenómenos como el enciclopedismo y su afán clasificatorio, la pasión por el Grand Tour y el «descubrimiento» de tierras ignotas, las expediciones científicas, el surgimiento y consolidación del academicismo (que en América significará el crepúsculo de un muy bien asentado sistema de gremios y oficios) serán, entre otros, factores que marcarán nuevos rumbos. A ello podemos sumar lo que significaría el paulatino declive del poder de la Iglesia como institución y de varias de las órdenes religiosas, cuyo mecenazgo sufrirá una merma a partir del primer tercio del siglo XIX. No habrá parálisis en la producción de arte religioso, pero el protagonismo de antaño quedará porcentualmente reducido ante el avance de la retratística de próceres y prohombres, de las escenas de batallas ligadas a la emancipación, de las alegorías patrióticas, y, de manera gradual, de los gustos de la nueva burguesía: sus propios retratos y la pintura de paisajes y costumbres. Será también el momento de nuevos referentes, en ese paso que se da desde la representación de los «santos patronos» de la Iglesia a la de los «Padres de la Patria» surgidos en diferentes latitudes, ante la necesidad de establecer una iconografía de nuevos ALGUNAS ATALAYAS PARA PENSAR EL ARTE LATINOAMERICANO RODRIGO GUTIÉRREZ VIÑUALES Universidad de Granada

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    Albores de la Amrica independiente

    Las celebraciones de dos siglos de emancipacin que se vienen desplegando a lo largo yancho del continente americano, con su parafernalia de festejos de alto contenido visual,manteniendo el fervor pero sumando tecnologa respecto de los realizados hace exactamenteun siglo, sirven para echar la vista atrs y apreciar las variopintas maneras de cmo losamericanos fuimos construyendo nuestra identidad y, en definitiva, nuestro propio discursohistrico, en parte a travs de una inmensa sucesin de imgenes urbanas, arquitectnicas,pictricas y escultricas.

    Podramos iniciar este recorrido, al igual que lo hacemos en el discurso de la presenteexposicin, en las postrimeras del siglo XVIII, era de revoluciones. Europa asiste, en locultural, a importantes cambios que terminarn a la larga por tener presencia en el otro ladodel Atlntico. Fenmenos como el enciclopedismo y su afn clasificatorio, la pasin por elGrand Tour y el descubrimiento de tierras ignotas, las expediciones cientficas, elsurgimiento y consolidacin del academicismo (que en Amrica significar el crepsculo deun muy bien asentado sistema de gremios y oficios) sern, entre otros, factores que marcarnnuevos rumbos. A ello podemos sumar lo que significara el paulatino declive del poder de laIglesia como institucin y de varias de las rdenes religiosas, cuyo mecenazgo sufrir unamerma a partir del primer tercio del siglo XIX. No habr parlisis en la produccin de artereligioso, pero el protagonismo de antao quedar porcentualmente reducido ante el avancede la retratstica de prceres y prohombres, de las escenas de batallas ligadas a laemancipacin, de las alegoras patriticas, y, de manera gradual, de los gustos de la nuevaburguesa: sus propios retratos y la pintura de paisajes y costumbres.

    Ser tambin el momento de nuevos referentes, en ese paso que se da desde larepresentacin de los santos patronos de la Iglesia a la de los Padres de la Patriasurgidos en diferentes latitudes, ante la necesidad de establecer una iconografa de nuevos

    ALGUNAS ATALAYAS PARA PENSAR EL ARTE LATINOAMERICANORODRIGO GUTIRREZ VIUALESUniversidad de Granada

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    gobernantes tras los gritos independentistas. As, las efigies de los libertadores Simn Bolvar,Jos de San Martn, Antonio Jos de Sucre o Bernardo OHiggins, en Sudamrica, o de loscuras Miguel Hidalgo y Jos Mara Morelos, en Mxico, se multiplicarn para imponerse apartir de entonces no solamente en las flamantes sedes gubernamentales, sino tambin enlos hogares, compartiendo muro y significacin con las figuras religiosas ya indisolublementeunidas a la vida cotidiana. Artistas como el mulato limeo Jos Gil de Castro, con granactividad en Chile fundamentalmente, ser fiel ejemplo de las actividades a las que sededicarn los artistas de aquellos aos, retratando no solamente a los prceres, sino tambina numerosos personajes de la sociedad, ansiosos de perpetuarse a travs del retrato. Erahabitual encontrar en su estudio lienzos pintados en los que nicamente se vean cuerpos,que luego, elegidos por uno u otro cliente, se completaran con sus rostros.

    A la par, surgirn las primeras escenas de tipo histrico, en las que se recrean batallas omomentos estelares de las naciones emergentes, adems de una peculiar eclosin de lasalegoras patriticas. La pintura de historia ser, fundamentalmente, un gnero academicista,que alcanzar mayor desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX, a travs de grandescomposiciones destinadas a los edificios pblicos, en especial casas de gobierno, congresosy centros escolares, muchas de ellas realizadas por americanos que se hallaban en vas deperfeccionamiento en Europa y que hacan sus envos desde all.

    Escenarios naturales, habitantes americanos

    Amrica, al igual que otros territorios alejados del centro neurlgico de la cultura occidental(Europa), como Asia o frica, se convertir en terreno a fungir como laboratorio de ideas yacciones. Expediciones espaolas como las de Mutis o Malaspina haban sido muestrariodel inters suscitado, generando un amplsimo acervo iconogrfico de paisajes rurales,ciudades, habitantes, tradiciones, flora o fauna, que si bien puede encuadrarse dentro deaquella intencin clasificatoria, iba a la vez transformando la mirada hacia lo extrao,creando nuevos dispositivos icnicos que acercaron ms aquellas realidades a una Europavida de conocimientos. La representacin de sociedades lejanas y en estadios dedesarrollo ms atrasados cumpla con el objetivo de transmitir, en cierta manera, cmohabran sido los orgenes de Europa. Hacia l se dirigan muchas de las realizaciones, queluego hallaran difusin a travs de mltiples soportes, siendo en ello esencial la invencin dela litografa en 1796.

    El cientificismo se abocaba a un cierto control del universo a partir de la clasificacin detalladay analtica de razas y especies, a lo cual estuvieron dedicadas la mayor parte de aquellasexpediciones. A la frialdad que supona a veces ese gobierno de la razn impuesto por laIlustracin se contrapondr de manera gradual el sentir del romanticismo. El centro pasardel raciocinio al espritu, del cerebro al alma, y la actitud, en tal sentido, ser la de mostrar,como lo hizo el alemn Caspar David Friedrich en sus obras, a un hombre empequeecidoante la grandiosidad indomable de la naturaleza. Tormentas, incendios, naufragios,terremotos sern todos temas habituales en la pintura europea y americana.

    Ambas vertientes, cientfica y romntica, si bien distanciadas en sus posturas, en la imagenplstica terminarn por convivir de manera armnica, permitiendo una mirada ms

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    Johann Moritz RugendasBatalla de Maip, 1835-1837leo sobre lienzo103 x 145 cmPalacio de la Moneda, Santiago de Chile

    Adolphe dHastrel de RivedouxMuelle de Montevideo, c.1840Lpiz y tinta sobre papel25 x 35 cmColeccin particular

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    enriquecedora, donde se llega en muchos casos al punto de mezclar visiones idealizadas condetalladas representaciones de la naturaleza y sus elementos. El ojo asombrado del europeoque experimenta in situ, desde prisma ajeno, lo que ve en Amrica, no sin poner el acento enlo que le resulta ms peculiar, transmite y difunde un imaginario que va creciendo comoreferente visual de aquellas latitudes. Este acervo ir introducindose en la propia inercia delarte americano, mediante el conocimiento, la adopcin, reinterpretacin y transformacinhecha por los propios creadores del continente a partir de la observacin de los intereses yactividades de los europeos.

    El arte del paisaje permiti, durante toda la primera mitad del siglo XIX, dejar testimonio de losescenarios rurales y urbanos en donde se desarroll la vida del habitante americano. Aquellaatencin puesta en determinados aspectos lleg a veces a extremos donde otros interesesentraron en juego, como ocurri con algunos paisajistas franceses que mostraron en susobras un paisaje casi virginal, negando en ocasiones la presencia que Espaa haba tenido enel mismo, guiados por la intencionalidad de reflejarlo como un territorio inexplorado y propiciopara que la cultura francesa se encargara de abonarlo.

    La comprensin del paisaje no poda hacerse desde un punto de vista excluyente, de exaltacin pura de la naturaleza con deliberada ocultacin de sus habitantes, que, aexcepcin de los de algunos pueblos no contactados, poco y nada obedecan al prototipode buen salvaje que se quera imponer en una Europa necesitada de buscar espejos a susinicios y de deleitarse con escenas exticas. La poblacin indgena, la espaola y criolla, einclusive, de manera paulatina, la inmigratoria europea (aunque es un fenmeno ms propiode la segunda mitad del siglo XIX) tenan sus tradiciones y costumbres que no podan sersoslayadas en la consideracin y fijacin visual de los creadores, fueran europeos oautctonos. Fiestas, procesiones, indumentarias, oficios y muchos ms aspectos seranreflejados por los artistas, creando un acervo de inmenso valor para entender la sociedadamericana de aquella centuria. Viajeros como el alemn Johann Moritz Rugendas, quiz elms notable de cuantos surcaron el continente, o locales como Juan Agustn Guerrero enEcuador, Miguelzinho Dutra en Brasil, Melchor Mara Mercado en Bolivia, Pancho Fierro enPer o Ramn Bolet Peraza en Venezuela, por citar solo algunos casos, dieron buenacuenta de ello.

    En el mbito del arte y las tradiciones, prrafo aparte debe dedicarse a la religiosidad populary sus representaciones, que mantuvieron vigente, a travs de canales estticos alternativos alos estilados en la poca virreinal, la necesidad icnico-devocional de los americanos. Yasealamos el gradual ocaso de la Iglesia como principal comitente y, por ende, de la imagenreligiosa como referente artstico casi exclusivo, junto al retrato de reyes, virreyes y otrasautoridades, lo que fue habitual en el periodo colonial. Los encargos no se interrumpieronpero s descendieron mucho numrica y cualitativamente. La imagen religiosa potenci otrasvas enraizadas en Amrica como las expresiones populares, dndose una suerte deseleccin de devociones segn las regiones, criba de la que no todos los veneradossalieron indemnes, imponindose aquellos que ms arraigo tenan en la poblacin. Casoscomo la omnipresente Virgen de Guadalupe en Mxico o el Taytacha Temblores en el Cuzcoson representativos de esta tendencia. Las transformaciones iconogrficas se dieron encasos con altas cotas de libertad, como lo testimonian en la regin altoperuana las

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    Manuel SerranoIndios de la sierra de Oaxaca,siglo XIXleo sobre lienzo92 x 136 cmMuseo de Amrica, MadridNo Inv. 237

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    AnnimoEl general Jos de San Martn y su estado mayor, 1850-1900leo sobre lienzo105 x 95 cmMuseo de Amrica, MadridInv. 234

    Ettore XimenesMonumento a la Independencia(So Paulo), 1922Archivo CEDODAL

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    adaptaciones que se hacen de Santiago Matamoros, convertido en Santiago Matagodos,cabalgando sobre los cuerpos inermes del ejrcito realista en la poca de la Emancipacin.

    Retornando nuestras miradas sobre el paisajismo, en la segunda mitad del siglo XIX seconvertir en una de los gneros adoptados por varias Academias de Bellas Artesamericanas. El caso del italiano Eugenio Landesio en la mexicana, contratado especialmentepara ejercer de profesor de paisaje, es harto revelador, lo mismo que el caso de uncompatriota suyo, Alessandro Cicarelli, en la de Santiago de Chile. Justamente en este passe fragu en el cambio de siglo una escuela paisajstica notable, que tuvo impulsores enartistas como Antonio Smith y Pedro Lira, seguidos de otros como Alberto Valenzuela Llanos,que signaron el paso desde la visin de taller hacia la pintura au plein air, es decir a laejecucin del paisaje al natural. El mexicano Jos Mara Velasco, el ecuatoriano Rafael Troya,el alemn radicado en Brasil Georg Grimm, que navegaba entre tradiciones cientificistas yromnticas pero aggiornaba sus visiones con conceptos y composiciones modernas, sonalgunos nombres ineludibles. La nmina de artistas en esta lnea, en los diferentes pases,sera interminable, pero es menester dejar consignado el hecho de que la pintura de paisajegan cultores en todas las latitudes y adopt las nuevas maneras que llegaron desde Pars apartir de la irrupcin impresionista, incluidas algunas variantes como las de los macchiaioliitalianos. El inters por la incidencia de la luz en el espacio ser elemento central, y no tantoya la reproduccin exacta de la naturaleza, dado que para ello se tena suficiente al menoseso se consideraba con el uso y desarrollo de la fotografa.

    Conmemoraciones de la historia

    En varios pases de Amrica, durante la segunda mitad del siglo XIX, fue confirmndose lacreacin de Academias o la consolidacin de las ya existentes. Este proceso debeentenderse en el marco de la paulatina estabilidad poltica que se dio tras las largas luchasciviles que sobrevinieron al perodo emancipatorio. En aquellas instituciones sobresaldrcomo temtica principal la pintura de historia, tanto por el influjo que llegaba de lasAcademias europeas, donde el gnero estaba en apogeo, como asimismo por la necesidadde narrar grficamente los sucesos histricos de los pases y especialmente las gestaslibertadoras. Las grandes composiciones de temas histricos marcarn la produccin mstrascendental de muchos de los artistas, siendo por caso notables las del uruguayo JuanManuel Blanes o las del venezolano Martn Tovar y Tovar. A esta realidad acompaara, msbien hacia finales de la centuria, la acentuacin de emplazamientos de monumentosconmemorativos, que consolidaran el proceso artstico, cultural y pedaggico, que a su vezentroncara con la celebracin de los centenarios, punto culminante de dicha fase.

    La estatuaria pblica fungira, al menos en el papel, como una suerte de libro abierto de lashistorias patrias y americanas, y su concrecin se dio no sin dificultades, como la carencia deescultores locales preparados adecuadamente para la realizacin de este tipo de obras, peroms an la tardanza en poder dar solucin a cuestiones tcnicas, provocadas especialmentepor la ausencia de empresas de fundicin hasta muy avanzado el siglo XIX. A ello podemossumar el hecho de que los Estados preferan, por una cuestin de prestigio, encargar lasobras a afamados escultores europeos, franceses e italianos sobre todo, cuyos bronces ymrmoles se cargaban desde all con el prestigio de la firma. En cuanto a la pintura de

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    historia, ntimamente relacionada a la estatuaria por cuestiones temticas y de finalidadpedaggica, fue el gnero en el cual se perfeccionaron mayoritariamente en Europa losartistas en formacin que iban a buscar en el Viejo Continente el conocimiento de las grandesobras del arte universal, en especial los referentes clasicistas, a la par que adiestrarse conmaestros reconocidos en sedes como Roma, Florencia, Miln o Pars.

    Los festejos centenarios, marcaran un punto culminante para estas realizaciones: eran lasfechas adecuadas para dejar dotados a los espacios urbanos de aquellos monumentosdedicados a personajes que an no haban sido conmemorados, y tambin para que a travs de la pintura de historia se recrearan los sucesos del pasado (y algunoscontemporneos convertidos intencionada y automticamente en historia) que todava no contaran con referente visual. Estas obras estaban por lo general destinadas a ornar ysignificar los muros de los edificios pblicos y los museos. Gestas como la sanmartinianaen el Cono Sur o, ms an, la bolivariana en pases como Venezuela, Colombia, Ecuador,Per o Bolivia consolidarn sus postulados y abrirn una intermitente ruta derepresentaciones posteriores, acentuadas con motivo de celebraciones de natalicios ydefunciones, llegndose incluso a frmulas estticas y simblicas muy diferentes a lasplanteadas desde un punto de vista estrictamente historicista. Esto queda marcado envarias obras que tuvieron a Bolvar como modelo, desde el atrevido Bolvar desnudo que el escultor colombiano Rodrigo Arenas Betancourt hara para la ciudad de Pereira (1965),combatido cidamente por las sociedades bolivarianas en su momento y que hoy essmbolo de esa ciudad, o visiones pop como las producidas por su compatriota BeatrizGonzlez (artista plstica pero tambin notable historiadora del arte del siglo XIX enColombia), entre ellas la titulada Mutis por el foro (1973), en la que representa la muerte de Bolvar pintando la escena directamente sobre una cama de metal.

    La celebracin de los hechos patrios no se limitara a la inauguracin de monumentos o a la produccin de pintura de historia; su carcter netamente educativo, tendente aconsolidar desde el parvulario una conciencia nacional, llev a una ingente edicin delbumes y revistas de circulacin escolar, a lo que hay que sumar la amplia bibliografa,acadmica y no tanto, publicada desde entonces sin solucin de continuidad, y otrasalternativas de difusin masiva sobre todo a travs del cine y en algunos casos de seriestelevisivas. Todo este basamento fue formando a partir de entonces, y contina vigente,una memoria visual de las historias nacionales y americanas en el imaginario colectivo, queen 2010, ao genrico de los bicentenarios, se afirm a travs de desfiles patriticos yotras actividades celebratorias. Fue el caso del vanguardista desfile llevado a cabo enBuenos Aires el 25 de mayo con notoria recurrencia a las nuevas tecnologas, a cargo delcolectivo de teatro experimental Fuerza Bruta, que, con el concurso de dos mil personas,entre artistas, msicos y acrbatas, escenific la historia argentina a travs de diecinuevecuadros vivos de cuatro minutos cada uno, que se repetan una y otra vez como unacinta sin fin. O la puesta en escena del proyecto multimedia Mxico. Un paseo por lahistoria, conformado por diecisis cuadros de la historia del pas, de la antigedad alpresente, vistos en la gran exposicin del Bicentenario celebrada en Silao, cerca deGuanajuato, y que tena como novedad que el visitante formaba parte de la propia escenahistrica, dotada de efectos de luz y sonido.

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    Modernizaciones de la identidad

    Entrado el siglo XX, la mayor parte de las naciones americanas se aprestaban a celebrarlos centenarios de sus respectivas emancipaciones. Las actividades programadas, entreellas la monumentalizacin de los espacios urbanos que permitiran dar significacin anumerosas plazas, avenidas y calles a travs de las figuras de hroes, prceres yprohombres, sobre todo de las gestas independentistas, se teiran de un creciente fervorpatritico que habra de quedar patente en los festejos. A esta realidad se sumaronalgunos hechos particularizados, como las consecuencias, en el caso argentino, del arribomasivo de inmigrantes europeos, que motiv que las instituciones advirtiesen la necesidadde propender a su incorporacin a la historia, desarrollando amplios planes didcticospara dicha insercin; esto vino a acentuar an ms ese sentimiento de pertenencia propiode la poca del centenario. En la misma lnea podramos sealar tambin el estallido de laPrimera Guerra Mundial en 1914 y, por ende, la puesta en tela de juicio del modelo culturaleuropeo como referencia ineludible a seguir, que potenciar una mirada introspectiva porparte de los americanos hacia su historia, realidad, esencias, costumbres y paisajes; endefinitiva, a su identidad.

    Las razones indicadas tendran una incidencia directa en la produccin paisajstica, cuyasignificacin dara un nuevo giro: ya no se trataba nicamente de un inters de tipo esttico,motivado por la captacin del color local o la luminosidad, sino que pasaba a convertirse enemblema de lo que se dio por llamar el alma nacional, lo mismo que sucedera con elcostumbrismo. En algunos pases hubo regiones o referentes concretos del paisaje que seconvirtieron en paradigmas, objeto de la inspiracin de numerosos artistas; la pampaargentina, el Illimani en La Paz (sobre todo por obra y gracia del pintor Arturo Borda), Cuzco ysu regin en el caso peruano, la sabana colombiana, el Monte vila en Caracas o el Valle deMxico contaron con un sinnmero de icongrafos.

    Desde el punto de vista artstico, siguieron prevaleciendo formas propias de finales del siglo XIX,aunque paulatinamente los ismos que iban arribando desde Europa permitieron aplicarnuevos prismas a la produccin. La visin impresionista fue cediendo lugar a las corrientesposimpresionistas; estas entroncaron con el retour a lordre fortalecido en el Pars de los aosveinte, finalizada ya la contienda europea. Las premisas del cubismo, futurismo y otrasmodalidades de vanguardia, practicadas tempranamente en el caso americano (aunque enEuropa) por pintores como los mexicanos Diego Rivera y ngel Zrraga; los uruguayos RafaelBarradas o Joaqun Torres Garca, o el argentino Emilio Pettoruti, por citar solo a algunos,fueron testimoniando nuevas vas de actuacin.

    Los aos veinte dispararan an ms las variables paisajsticas con artistas que actuabanindistintamente a ambos lados del Atlntico y que se expresaban a travs de la pintura, lagrfica o la ilustracin de libros, un gnero que alcanzara gran desarrollo y vivira unaverdadera edad de oro en aquellos tiempos. La obra de Dr. Atl y de estridentistas comoFermn Revueltas o Ramn Alva de la Canal en Mxico dejaran un sello de notable avanzada;el primero de ellos, idelogo del muralismo, promotor del rescate y puesta en valor de lasartes populares de su pas y renovador esencial en la ilustracin de libros, pintara, deacuerdo a su formacin como vulcanlogo, paisajes cuyo motivo central fueron los volcanesde Mxico, interpretados no con sentimiento de apacibilidad, sino exaltando su fuerza

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    Cecilio Guzmn de RojasCristo Aymara, 1939leo sobre lienzo65 x 50 cmColeccin Particular, La Paz

    Valero LechaPaisaje salvadoreo, 1946leo sobre lienzo126 x 110 cmMuseo de Amrica, MadridInv. No 251

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    telrica, lo que dara como resultado una visin, podramos decir, revolucionaria del paisaje.Alfredo Ramos Martnez creaba en aquella dcada sus recordadas Escuelas de Pintura al AireLibre, que tendan a estimular a los nios indgenas a que plasmaran su medio en cuadros,de manera prcticamente autodidacta, situndolos frente a la naturaleza sincontaminaciones acadmicas.

    En Per sobresali por su modernidad Manuel Domingo Pantigoso, artista que sedesempe fundamentalmente entre los departamentos de Arequipa, Puno y Cuzco y quedot a sus paisajes de un lenguaje por completo innovador en la lnea y el color, no valoradoen su justa medida hasta hace escasos aos. En Brasil, Tarsila do Amaral, formada en losprimeros aos veinte en Pars junto a Fernand Lger, retornara a su pas participando, en laSemana Santa de 1924, en un viaje de intelectuales a Minas Gerais que significara unasuerte de redescubrimiento de su propia tierra. La consecuencia sera una produccin deobras donde la visin renovadora trada de Europa sera utilizada como filtro para interpretar larealidad local; en otras palabras, vanguardia con tradicin o viceversa. Lo que aos despusOswald de Andrade definira como antropofagia, trmino que encerraba la idea de deglutirlo europeo, mezclarlo con lo americano y despedir una expresin nueva, singular y genuina;en la lnea de lo que aos antes, en la Argentina, el escritor Ricardo Rojas, haba denominadoEurindia, al hablar de la necesidad de un arte propio que fuera resultado de la conjuncin detcnica europea con emocin americana. En Venezuela, las investigaciones plsticas deArmando Revern sobre las incidencias lumnicas en el trpico le llevaran a experimentar enlos lmites hasta advertir en sus obras apenas unas vibraciones claras, marcadamenteabstractas. El crculo que haban iniciado en el siglo XIX artistas europeos en su pas, concasos tan emblemticos como el del futuro impresionista Camille Pissarro, se cerraba ahoracon la total conquista de la luz.

    Estos escenarios de modernidad con tradicin, manifestados a travs de inditas ypeculiares estticas, aunque portando elementos del pasado y del presente y dndolesnuevos significados, se complementaran con la otra rama nacionalista por excelencia de la pintura americana, el costumbrismo, con sus variables locales y en algunos casos,como el muralismo mexicano, con trasfondos polticos y sociales. Ms all de tiposcostumbristas concretos, como el gaucho rioplatense, el huaso maulino en Chile, el llanerovenezolano o la china poblana en Mxico, indudablemente el tipo humano ms extendido y representado, adems de ser considerado emblema continental, ser el indgena. Sutrascendencia en el tiempo propici una versatilidad a este personaje, que fue mostradodesde la representacin pica y nostlgica cimentada en el pasado prehispnico, tiempoconsiderado fundacional para algunas naciones, hasta la representacin icnicacontempornea, alimentada, particularmente en casos como el mexicano, con una cargareivindicativa y con planteamientos de redencin para la raza marginada, abogndose porsu incorporacin a la sociedad contempornea.

    La dignificacin del trabajo de campesinos y obreros sera central en la abundante obra delos artistas que formaron parte del Taller de Grfica Popular fundado en Mxico en 1937,mientras en el resto del continente se propiciaba un arte social que tomaba muchos de susfundamentos de la plstica de aquel pas, especialmente del muralismo, que se prolong enel tiempo y que tom nueva fuerza en dcadas posteriores, especialmente en los aossesenta. En el otro extremo del continente, en la Argentina, acciones como las del Grupo

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    Espartaco, con Ricardo Carpani a la cabeza, que promovieron la realizacin de un arterevolucionario, as lo atestiguaron.

    La imagen del indgena qued fijada no solamente en muros sino tambin en una amplsimaproduccin pictrica y escultrica, alcanzndose adems altos grados de difusin de lamisma a travs de libros ilustrados como los de Diego Rivera o Miguel Covarrubias enMxico, Jos Sabogal en Per o Guillermo Buitrago y Pablo Curatella Manes en la Argentina,o del notable rescate de las formas y lenguajes del arte precolombino y su aplicacin enobras y objetos de disfrute y uso contemporneo como sucedi, adems de los sealados,con los mexicanos Roberto Montenegro, Miguel Covarrubias y Rufino Tamayo, elguatemalteco Carlos Mrida, los peruanos Manuel Domingo Pantigoso, Camilo Blas y JuliaCodesido o los argentinos Alfredo Guido, Rodolfo Franco o Ral M. Rosarivo. De muchos deellos hay variadas muestras en la presente exposicin. Lo mismo con respecto a muchosfotgrafos desde los aos treinta a la actualidad, que sobre todo en las dcadas centrales delsiglo, emulando en cierta manera el espritu de aquellos viajeros del romanticismodecimonnico, hollaron el continente en busca de imaginarios peculiares que quedaranreflejados en numerosos libros de fotografas, una alta cuota de los cuales, al igual que en elpasado, fueron publicados por artistas europeos y norteamericanos.

    Otra nota del siglo XIX, a la cual hicimos alusin en prrafos precedentes, es la referida a lasrepresentaciones de tipo religioso, mermadas tras el deterioro del poder eclesistico y porende de su capacidad como comitente de obras artsticas en ciertas regiones ycircunstancias, y su vigencia, a veces soterrada, a travs de canales populares. El siglo XXmostrar referencias permanentes a esas races, no solamente dentro de esas sendas, comopueden ser los exvotos o retablos devocionales, sino tambin en el arte que se dio pordenominar culto. En la primera mitad de la centuria podramos destacar la obra delecuatoriano Vctor Mideros, que fusion asombrosamente la iconografa religiosa tradicionalcon un bagaje de simbolismo heredado de la Europa finisecular, incluso mezclando aquella con escenificaciones histricas, como se ve en los cuadros de la serie que pint parala iglesia de la Merced en Quito. Notables artistas mexicanas como Frida Kahlo o MaraIzquierdo produjeron obra deudora de los exvotos, de los cuales eran tambin coleccionistas;el acervo de Frida puede apreciarse en los muros de su casa-museo en Coyoacn. De lasmismas fuentes bebieron y beben los artistas que habitualmente se encuadran en el llamadoarte post-latinoamericano o ultrabarroco, fortalecido a partir de finales de los aosochenta, basado en buena medida en imperfecciones y transculturaciones del arte barrocoamericano y en hibridaciones con la cultura visual contempornea que no escatima en lautilizacin de recursos del arte kitsch y fomentador de la disolucin mental de las fronterasnacionales. Una manera de poner una vez ms en evidencia que lo barroco no es unconcepto del pasado en nuestro continente, sino un rasgo de identidad vigente.

    Paisaje y progreso emblematizado

    En las ltimas dcadas, el cultivo de la pintura de paisaje, lejos de decaer, ha multiplicado suspropuestas estticas y conceptuales. La lista de creadores es inabarcable, pero podemoscitar a algunos que han retornado hacia una comprensin del paisaje a partir de su carctercasi virginal, estimulados por una interpretacin casi cientificista de la naturaleza, como es el

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    caso del ecuatoriano Ramn Piaguaje o del cubano Toms Snchez; en el caso de esteltimo, como en el del argentino Nicols Garca Uriburu, el uruguayo Jos Gamarra o laecuatoriana Manuela Ribadeneira abordan el paisaje haciendo alusin a los atropellos que elhbitat sufre por parte del mundo civilizado y denunciando la destruccin de las regionesselvticas y los bosques del continente.

    Gesto de modernidad ser tambin la representacin de paisajes urbanos, que consolidaun carcter hegemnico como imagen de vanguardia. La dicotoma campo-ciudad surgidesde distintos parmetros y a menudo a travs de contraposiciones como la deautntico-contaminado, retraso-progreso, etc. Tomando como paradigma este ltimofactor, las ideas que suscit y las imgenes que propici podramos establecer unasecuencia de elementos que, desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, lo fuerondeterminando en el continente. Puede iniciarse el trayecto con uno de los grandes avancespara las urbes americanas, como fue el traslado al centro de las mismas del aguacorriente; la conmemoracin y simbolizacin de tal adelanto supo concretarse con lacolocacin de voluminosas fuentes pblicas, entre las que destacaron durante el siglo de laEmancipacin las pomposas obras de hierro encargadas mayoritariamente a las empresasde fundicin artstica europeas, esencialmente a las francesas como Val dOsne, Durenne oSussex Frres.

    Pasadas las dcadas, el ferrocarril se convertir en emblema del progreso, venciendo laescasez y dificultades de comunicacin por tierra, mxime en territorios muy vastos. No escasual, en este sentido, que fuera en Cuba donde en noviembre de 1837 se inaugurara elprimer tramo de ferrocarril en suelo espaol, el de La Habana-Gines. El paso del ferrocarrildar origen a un nutrido acervo de imgenes, como las de los mexicanos Jos Mara Velascoo Casimiro Castro, que se convirtieron en paradigmticas en su trayectoria; en 1998 sepublic en Mxico un libro con el sugerente ttulo de Las vas del arte, que destacaba laimportancia que este fenmeno haba tenido.

    Las estaciones de tren se convirtieron en centro de reunin social, con las tpicasaglomeraciones de viajeros y familiares. Podemos sealar casos como el sucedido en laArgentina finisecular, donde las empresas inglesas hicieron masivos trazados viarios a lo largo del territorio nacional, con el puerto de Buenos Aires como punto de partida y de llegada,determinando as su carcter netamente comercial, sustentado en el acopio y traslado demateria prima y productos. Con ello lleg la necesidad de construir numerosas estaciones, enpoblaciones ya instauradas o dando origen a nuevas, lo que a su vez determin en ocasionesque en los flamantes trazados urbanos se separase la poblacin entre los ms y los menospudientes, aquellos de cara a la estacin, estos del otro lado de la va.

    En el cambio de siglo, extendido el ferrocarril a muchas latitudes y ya desprovisto del carcternovedoso de antao, la fbrica herencia de la revolucin industrial acaecida en la viejaEuropa ira tomando el relevo como emblema de modernidad y progreso. El arte de lasvanguardias ayud enormemente a esa consolidacin, con su incondicional exaltacin de lamquina. El paisaje industrial, transportes como los trasatlnticos, aviones y automviles oaparatos como el cinematgrafo y el gramfono, por citar algunas referencias artsticas yliterarias, se convertirn en una suerte de propiedad intelectual de estas vanguardias, queensalzarn sus utilidades y su belleza plstica.

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    Diego Rivera (proyecto), Enrique Villaseor (ejecucin) El fuego (Vidriera Secretara de Salud,Ciudad de Mxico), 1929 Archivo CEDODAL

    Annimo (Editorial Abril)Caos en la circulacin, aos setentaGelatina de plata, copia de poca16,5 x 24,1 cmColeccin CEDODAL

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    En el caso de la fbrica, ese carcter positivo declinar abruptamente a partir de los aostreinta, tras producirse el crack de la bolsa de Nueva York de 1929 y sus consecuenciasnefastas para la economa mundial encarnadas en la Gran Depresin estadounidense. Ahora ya no ser escenario simblico del progreso sino que su imagen ir virando hasta serconsiderada agente destructor de la humanidad. Las obras del cubano Marcelo Pogolotti o las de notables artistas que se convirtieron en figuras ineludibles del arte social de losaos treinta en Latinoamrica, como Cndido Portinari en Brasil o Antonio Berni en laArgentina fueron reveladoras de la opresin del trabajador y las clases marginadas,elementos que se mantendran vigentes en las dcadas siguientes, con mayor o menorfuerza, y volveran a brotar con mpetu en los aos sesenta. Al respecto, vale traer a colacinprrafos anteriores en los que hablamos del muralismo, el Taller de Grfica Popular o elGrupo Espartaco.

    En ese itinerario habr obras de gran significacin como el Monumento fnebre alcapitalismo industrial (1943) del mexicano Juan OGorman, que refleja el canto del cisne de la fbrica como smbolo del progreso y de la liberacin social. Paradjicamente, en losltimos aos, esos mbitos otrora vaciados de humanidad y condenados por el arte,experimentan un constante proceso de recuperacin, puesta en valor y reutilizacin: silos,fbricas, galpones, contenedores y otros edificios industriales abandonados son muyapreciados como espacios propicios para exposiciones y eventos culturales, siendo sinduda a nivel mundial el caso ms destacado el de la Tate Modern de Londres, expresininsigne de los museos del siglo XXI. En Latinoamrica, ejemplos como el Centro de ArteContemporneo La Bermdez, que ocupa el edificio del antiguo Mercado Principal deMaracaibo (Venezuela), el Museo de Artes y Oficios de Belo Horizonte y el Museo de laLengua Portuguesa en So Paulo (Brasil), instalados ambos en espacios de estacionesferroviarias an en funcionamiento, son demostrativos del buen aprovechamiento de losrecursos patrimoniales para difundir cultura y proporcionar disfrute, a la vez que ser hitosque testimonian el incesante desarrollo de las urbes del continente y demostrar que aveces el mejor edificio es el que est ya construido.

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