Hacia Un Divorcio Feliz

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Hacia un divorcio feliz No creo que existan ni personas ni terapeutas que tengan actitudes que estén a favor de un divorcio. La gente normal suele tratar de salvar los matrimonios de amigos o parientes, ya que -finalmente- tenemos que aceptar que la estructura de la familia se basa en la sólida presencia de un matrimonio. Sin embargo, el divorcio existe y es, muchas veces, un mal menor -o incluso-, una solución a casos graves de patología familiar en la que la unión dejó de ser lo que se esperaba y se tornó en un campo de box o en un tugurio de drogas donde los niños son las primeras víctimas desde el momento en que la pareja perdió su rumbo. Por ello, las diversas teorías psicoterapéuticas adoptan frente a las crisis de pareja lo mejor de sus argumentos para que estas sigan luchando por su supervivencia. El psicoanálisis considera que el narcisismo (egoísmo) de sus miembros es lo que más corroe el vínculo y, pese a que su técnica apunta a favorecer la solución de esta patología para conservar la unión, la realidad nos confirma que no todas las parejas -pese al esfuerzo hecho- pueden seguir. Las escuelas sistémicas son aun más optimistas, pues piensan que todo matrimonio puede salvarse siempre y cuando ambos estén decididos a poner en marcha la recuperación de una manera seria y responsable. Igualmente, escuelas como la transaccional consideran que el sufrimiento de la pareja se debe casi siempre a una falta de desarrollo de uno de

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El divorcio existe y es, muchas veces, un mal menor -o incluso-, una solución a casos graves de patología familiar en la que la unión dejó de ser lo que se esperaba y se tornó en un campo de box o en un tugurio de drogas donde los niños son las primeras víctimas desde el momento en que la pareja perdió su rumbo.

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Hacia un divorcio feliz

No creo que existan ni personas ni terapeutas que tengan actitudes que estén a favor de

un divorcio. La gente normal suele tratar de salvar los matrimonios de amigos o

parientes, ya que -finalmente- tenemos que aceptar que la estructura de la familia se

basa en la sólida presencia de un matrimonio.

Sin embargo, el divorcio existe y es, muchas veces, un mal menor -o incluso-, una

solución a casos graves de patología familiar en la que la unión dejó de ser lo que se

esperaba y se tornó en un campo de box o en un tugurio de drogas donde los niños son

las primeras víctimas desde el momento en que la pareja perdió su rumbo.

Por ello, las diversas teorías psicoterapéuticas adoptan frente a las crisis de pareja lo

mejor de sus argumentos para que estas sigan luchando por su supervivencia. El

psicoanálisis considera que el narcisismo (egoísmo) de sus miembros es lo que más

corroe el vínculo y, pese a que su técnica apunta a favorecer la solución de esta

patología para conservar la unión, la realidad nos confirma que no todas las parejas -

pese al esfuerzo hecho- pueden seguir. Las escuelas sistémicas son aun más optimistas,

pues piensan que todo matrimonio puede salvarse siempre y cuando ambos estén

decididos a poner en marcha la recuperación de una manera seria y responsable.

Igualmente, escuelas como la transaccional consideran que el sufrimiento de la pareja se

debe casi siempre a una falta de desarrollo de uno de sus miembros y, por lo tanto, su

técnica apuntará al crecimiento del miembro inmaduro.

Pese a todos estos esfuerzos, muchas veces la pareja dice "no va más" o "hasta aquí

llegué", no habiendo fuerza humana que la convenza de lo contrario. En ese momento

habrá que tomarse en serio que ellos quieren divorciarse. En estos casos, y solo cuando

la decisión está bien pensada y existe la seguridad de que no habrá marcha atrás, la

pareja debe seguir los siguientes consejos para hacer más llevadero el trago amargo.

En primer lugar, una vez tomada la decisión, hay que llevarla adelante lo más rápido

posible. Muchas parejas que ya tienen las maletas hechas buscan pretextos para no irse,

pese a que la puerta está abierta y, ellos, a punto de salir. Porque "se acerca Navidad" o

"mejor luego de las fiestas" son excusas, al igual que "vamos a esperar a que mi hijo dé

el examen de ingreso a Ingeniería, no vaya a ser que se traume".

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En segundo lugar, hay que ser generoso hasta el extremo. No pelear por pequeñeces, no

discutir por bienes materiales porque muchas veces esta discusión demuestra que en el

fondo quieren sujetarse el uno al otro. Los mejores divorcios siempre transitan por la

generosidad de sus miembros, no solo para repartir justamente los bienes adquiridos,

sino también para que dicha repartición sea justa.

En tercer lugar, procurar tolerar el dolor de separarse de los hijos manejando la

situación con altura, del modo más estoico y sin culparse mutuamente del desastre.

Por FERNANDO MAESTRE

Publicado en el Diario PERU 21.

22 feberero del 2006