Hans Kung - La Encarnacion de Dios

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J-lans %ünc) LA ENCARNACIÓN DE DIOS Introducción al pensamiento de Uegel como prolegómenos para una cristología futura c <^r^ BIBLIOTECA HERDER BIBLIOTECA HERDER SECCIÓN DE TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA VOLUMEN 133 HANS KÜNG LA ENCARNACIÓN DE DIOS Por HANS KÜNG LA ENCARNACIÓN DE DIOS Jntroducción al pensamiento teológico de "Hegel como prolegómenos para una cristohgia jutura BARCELONA BARCELONA EDITORIAL HERDER 1974 EDITORIAL HERDER 1974 Versión castellana de RUFINO JIMENO, de la obra de HANS KÜNO, Menschwerdung Gottes, Verlag Herder KG, Friburgo de Brisgovia 1970 ÍNDICE Aclaración Introducción I. El 1. 2. 3. 4. II. Cristo olvidado La religión de un «ilustrado» Teología de doble signo La revolución del espíritu Religión y sociedad 7 13 45 55 67 75 93 103 112 132 140 149 161 167 174 181 ]

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    LA ENCARNACIN DE DIOSIntroduccin al pensamiento de Uegel como prolegmenos para una cristologa futura

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  • Concentracin en Jess 1. Jess o Scrates? 2. Crtica de la religin 3. La Vida de Jess a la luz de Kant 4. El paso de la predicacin de Jess al Cristo predicado . 5. La imagen de Cristo en los modernos El 1. 2. 3.4. 5.

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    III.

    Dios hombre En camino hacia la unidad Dios extrao y hombre alienado La vida reconciliada en el amorDios e n Jess C r i s t o y fe

    Verlas Herder KG, Freiburg im Breisgau 1970 Editorial Herder S.A., Prorema 388, Barcelona (Espaa) 1974

    6. Fiel al Nuevo Testamento?ISBN 84-254-0928-4 rsticaI V

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    ISBN 84-254-0929-2 tela

    1- El mismo en el cambio 2. Cristo en la penumbra 3. La muerte de DiosPRTNTED IN SPATN 4. Aran de sistema

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    Es PROPIEDAD

    DEPSITO LEGAL, B. 2.693-1974

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    5. El Curriculum vitae de Dios 5

    251

    GRAFESA - aples, 249 - Barcelona

    ndiceV. Cristologa especulativa 1. Por la conciencia al espritu 2. La religin de la encarnacin de Dios 3. Cristologa en el horizonte de la comunidad . 4. Cristo asumido en el saber VI. El sistema 1. Dios antes del mundo 2. Cristo asumido en el ser 3. Dios en el mundo 4. Cristo asumido en el sistema 5. Dios a travs del mundo 6. Cristo asumido en el derecho VII. Jesucristo en la historia 1. La edad madura como retorno 2. Cristo en la historia del mundo 3. Cristo en el arte 4. Cristo en la religin 5. Cristo en la filosofa 6. Dios del futuro? VIII. Prolegmenos para una cristologa futura 1. Hegel en la crisis 2. La historicidad de Dios 3. La historicidad de Jess Excursos 1. 2. 3. 4. 6. El camino haca la cristologa clsica Puede Dios sufrir? La dialctica de las propiedades divinas Inmutabilidad de Dios? Nuevos intentos de resolver la antigua problemtica .

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    ACLARACIN

    Nonumque prematur in annumHORACIO, Ars potica

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    AbreviaturasBIBLIOGRAFA

    I. II. III. IV.

    Obras de Georg Friedrich Wilhelm Hegel Bibliografa sobre Hegel Ms bibliografa filosfica Bibliografa cristolgica

  • ..

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    NDICE DE NOMBRES

    La primera redaccin del manuscrito que haba de dar origen a este libro qued concluida hace ms de nueve aos. Por imperativos derivados del ltimo Concilio se hizo necesario un replanteamiento de los problemas eclesiolgicos; ello fue la causa de que la publicacin del libro se fuera retrasando hasta hoy. Antes de dar el manuscrito a la imprenta fue sometido a una reelaboracin que afecta a su totalidad, si bien el punto de partida, el mtodo empleado, la problemtica y la actitud adoptada para la solucin permanecieron las mismas. Entre tanto, es muy posible que haya surgido una situacin de caractersticas tales que, en su virtud, el contenido doctrinal del manuscrito venga a recibir una actualidad ms acusada incluso que cuando fue escrito por vez primera. Por aquel entonces, el inters teolgico giraba en torno al hombre, al mundo y a la Iglesia. Hoy da, por primera vez despus de medio siglo, vuelve a ser objeto principal de la teologa aquel problema que fue siempre el crucial de toda teologa: el problema de Dios. En este nuevo inters por el problema de Dios, incluso en los esquemas ms radicales de una teologa posterior a la muerte de Dios, hay dos cosas que llaman la atencin. Primero: sea que el problema de Dios se confronte con el secularismo de procedencia accidental o con el marxismo del Este, la teologa moderna vuelve a plantarse en la encrucijada exacta que haba sido su punto cntrico antes de que

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    Aclaracin llegara la teologa dialctica: el idealismo alemn; y en concreto, conecta con aquel pensador del que tan hondamente son tributarios tanto el pensamiento secularizado como el socialismo marxista. Ese pensador es HEGEL. Y segundo: sea que se discuta sobre el Dios muerto o el Dios vivo, sobre el Dios del presente o del futuro, la teologa de hoy no se interesa tanto por el Dios del ms all, por el supremo ser totalmente distinto, como lo hizo la primera teologa dialctica de la distasis, cuanto por el Dios del ms ac, por el Dios del mundo, como lo hizo el idealismo alemn, con lo cual vuelve la teologa a conectar otra vez con la cristologa. Bajo el signo de una nueva concentracin de las mentes de hoy en el

  • problema de Dios, es posible que al lector que toma en sus manos un trabajo sobre la encarnacin de Dios segn la idea de Hegel, en el que se encuentran y entrelazan todos esos aspectos, no le parezca que la obra llega tan tarda como temprana le pareci al autor en aquellas fechas de su primera redaccin. En tales circunstancias, nuestro estudio se ha propuesto dos metas: en cuanto respuesta al problema que Hegel se plantea sobre Cristo pretende ser a la vez una contribucin a la cristologa en general y una aportacin a la inteligencia teolgica de la filosofa de Hegel en particular. Sabemos que para el telogo ha perdido vigor la tradicin idealista que va de Kant a Hegel; la terminologa del idealismo postkantiano resulta sibiltica en nuestra poca. Hegel, por su parte, es considerado, por desgracia no sin razn, y no slo entre telogos, como uno de los autores ms difciles de la historia del pensamiento; su mente dialctico-especulativa opone una tremenda resistencia a ser comprendida y exige del que a ella se acerca un extraordinario esfuerzo intelectual. Por eso no estar de ms que se insista en reflexionar sobre l. Sin embargo, lo que aqu nos hemos propuesto no es una restauracin de Hegel (todos los renacimientos del hegelianismo fueron siempre, ms que otra cosa, una cuestin bastante acadmica); ni tampoco pretendemos hacer una refutacin de Hegel, pues la crtica inmanente del sistema hegeliano, aun siendo una tarea necesaria, tenemos que dejarla en sus detalles a los filsofos. Digamos, por ltimo, que tampoco tenemos pensado intentar tomarle la medida exacta, como si la distancia que de l nos separa auto8

    Aclaracin rizase la fcil pretensin, muchas veces descabellada, de hacer sobre l un juicio definitivo sentando ctedra de superioridad. En lugar de todos esos programas de vuelta a Hegel, o sus contrarios de apartarse de Hegel, lo que aqu se pretende no es ni siquiera decir algo definitivo sobre Hegel, sino que vamos a intentar una simple introduccin a su pensamiento teolgico y cristolgico que pueda prestar un servicio al telogo. Con ello habremos hecho a la vez la introduccin a un pedazo de la historia de la teologa que en l tom cuerpo y que ha marcado todo el futuro teolgico. Cul es, entonces, nuestra intencin? La de ofrecer no solamente una exposicin ordenada de las ideas de Hegel sobre Jesucristo, sino tambin una iniciacin, distribuida por estratos, a la vida y al pensamiento de Hegel (de manera especial a su mundo religioso), y, desde ella, penetrar en su teologa y en su cristologa. La verdad es, tambin en la persona de Hegel, el todo, que se hace transparente en los detalles. Esta ascensin hasta su pensar, que est concebida histricamente, nos pondr de manifiesto que nuestro filsofo no es el maestro llovido del cielo; a la vez nos facilitar la comprensin de su filosofa, evitando que nuestro entendimiento sufra la intromisin de elementos espreos. Lo que pretendemos hacer es, por tanto, una iniciacin, y no una explicacin que se base sobre el anlisis exigente de los detalles filosficos, por la que pudiramos alcanzar una ulterior iluminacin de la infinita problemtica a fuerza de insistir sobre puntos concretos. Una iniciacin a Hegel que, para el

  • telogo, se convierte casi automticamente en una discusin sobre l. Hegel, como telogo, merece que se le tome en serio y que uno se ocupe de l a fondo. La introduccin que sigue, en su sentido formal, nos dir por qu es importante hoy da una discusin sobre Hegel; en el sentido material concreto no podr apreciarse ese porqu sino en el transcurso del libro. Como es tan frecuente en nuestros das que muchos telogos clamen contra Hegel, sin tomarse en exceso la molestia de leerlo, creemos conveniente que sus mismas palabras se asomen lo ms posible en nuestras pginas. De esta forma ahorraremos al lector la molestia de tener que consultar continuamente las obras completas del autor, que abarcan casi treinta volmenes, los cuales no siempre estn al alcance de todos y por aadidura,! en lo que se refiere al9

    Aclaracin problema crtico de las fuentes, constituyen algo as como una selva casi impenetrable; y por otra parte le ayudaremos a mantener un cierto control sobre la interpretacin de los textos. En este sentido, libros ms extensos son a veces un camino ms corto. El subttulo de nuestra obra nos indica ya la finalidad y el marco de nuestro estudio: Se trata de una introduccin al pensamiento teolgico de Hegel. Por principio hemos tenido que renunciar aqu a muchas cuestiones filosficas, a muchos anlisis y desarrollos de supuestos y consecuencias, tanto en su proyeccin general como en sus derivaciones particulares, todo lo cual es de suma importancia para un filsofo. Tambin hemos tenido que prescindir en gran parte de la crtica inmanente, por tener que dedicarnos a una iniciacin y discusin especficamente teolgicas, cuyo sentido y alcance est ya dado de antemano por la esencia misma del mensaje cristiano, de que tambin trat Hegel. Y esa introduccin al pensamiento teolgico de Hegel est vista como prolegmenos para una cristologa futura. Lo que pretendemos, por consiguiente, es dar una respuesta provisional e introductoria al problema de Cristo, y no una respuesta ltima y universal. El autor crey que era ms importante seguir en todo momento el tema continuo de los textos que un anlisis detallado de los mismos, aunque se propone cultivar intensamente este aspecto. Si es cierto que, dada la amplitud de la problemtica, no fue posible ir deletreando a Hegel, con encarnizado empeo hemos hecho todo lo posible por distinguir claramente entre lo que es exposicin de Hegel y lo que es discusin sobre l, evitando la tentacin que incita a los intrpretes teolgicos de Hegel a suplantar la exactitud histrica y filolgica por masivas construcciones teolgicas. Si un libro como ste, que forzosamente tiene que empezar desde muy lejos, sigue durante largos trechos una lnea media entre teologa y filosofa, quedando, por lo mismo, expuesto a la doble crtica de los especialistas de una y otra disciplina, y si por lo anchuroso tanto de la problemtica como de los materiales que se manejan, slo puede satisfacer a medias las exigencias procedentes del rigor impuesto por ambos campos, quizs le sea tanto ms lcito al autor contar, por esa misma razn, con la comprensin de filsofos y telogos. Todo lo que

  • aqu se hace es un intento. De sus 10

    Aclaracin defectos podr seguramente aprenderse tanto como de sus aciertos. Y tratndose de un intento sobre Hegel, no le parecer osado al lector que pongamos este libro en sus manos con aquel mismo deseo con que el propio Hegel, ocho das antes de su inesperada muerte, puso en marcha la segunda edicin de su Lgica: Ojal hubiese podido disponer de tiempo libre para elaborarlo setenta y siete veces! Pero el autor, en vista de la magnitud de la empresa, tiene que contentarse con dejarlo estar tal y como es... (n, 22). Este estudio ve la luz pblica en el marco de las Investigaciones Ecumnicas. La razn est no slo en que en el confrontamiento con Hegel se trata a la vez de un dilogo con un poderoso tipo de teologa protestante, sino tambin en que los problemas clsicos de controversia en el mbito soteriolgico, en especial los relativos a la doctrina de la gracia y de la justificacin, no pueden separarse de la idea de Dios y de la imagen de Cristo que aqu van a discutirse. Tanto las obras de Hegel como la restante bibliografa se citan dentro del texto en la forma ms abreviada posible. El ttulo completo lo encontrar el lector en las pginas expresamente dedicadas al material bibliogrfico. Tarde llega mi gratitud a todos aquellos sin cuyas sugerencias, ayudas y correcciones, que a la vez fueron fidelidad, nimo y comprensin para mi tarea, no slo no hubiera sido posible este libro, pero ni siquiera todo mi trabajo teolgico. Gratitud especial quiero testimoniar aqu a mis venerados profesores del Colegio HungricoGermnico de Roma, al gran amigo y alentador Wilhelm Klein y Emerich Coreth; a Walter Kern y a Alois Naber, de la Gregoriana; a Maurice Gandillac y Jean Wahl, de la Sorbona; y por fin a Hermann Volk, de Mnster, en Westfalia, y last not least a Karl Barth, Hans Urs von Balthasar y Karl Rahner, que contribuyeron de manera decisiva a mi formacin teolgica, en general, y a mi inteligencia teolgica de Hegel, en particular. A mis colegas catlicos y protestantes de Tubinga debo variadsimas y constantes sugerencias. Cuando hace unos quince aos empezaba yo este trabajo en Pars con un captulo sobre el Hegel de los aos de Tubinga, no poda sospechar que un da lo iba a terminar siendo yo mismo agradecido ciudadano adoptivo de esa ciudad. 11

    Aclaracin Mucho debo agradecer tambin a mis colaboradores. Pese a lo que escriba un crtico teolgico del New York Times, poco enterado espero que slo en esta materia , con ocasin de mi libro sobre la Iglesia, no dispongo de research-assistents (auxiliares para la investigacin) y escribo con placer todos mis libros hasta la ltima frase, aunque mayormente de noche y en vacaciones, no sin msica clsica de fondo y una medida conveniente de deporte acutico. Pero es cierto que el buen consejo, la crtica y la ayuda tcnica de ciertos colaboradores que piensan conmigo me resultaron siempre de inestimable valor en una poca en que es dificilsimo escribir libros dentro del plan de la universidad. La seorita Christa Hempel, candidato al doctorado en Teologa, supuso una importante ayuda cuando yo me

  • hallaba haciendo la primera redaccin del manuscrito. En la redaccin definitiva estuvo siempre a mi lado, con su crtica y sus advertencias, el doctor en Teologa Josef Nolte. La confeccin del manuscrito, con sus complicados y variados problemas, estuvo a cargo de la doctora en Filosofa Margret Gentner. Del trabajo de correccin, revisin de las innumerables citas de Hegel y del ndice de autores se encarg el diplomado en Teologa, seor Hans-Josef Schmitz, el cual me ayud tambin con ciertas observaciones de tipo cientfico. De corazn quiero tambin expresar mi gratitud a la seora Annegret Dinkel, que me facilit el trabajo en las bibliotecas, as como a todos aquellos que ocasionalmente se pusieron a mi servicio dentro del Instituto para Investigaciones Ecumnicas: Ulrich Hinzen, Ruth Sigrist y Walter Tietze. Me veo gratamente obligado a nombrar por segunda vez a Walter Kern. Despus de haberme prestado preciosa ayuda, informndome sobre las novedades aparecidas en la bibliografa sobre Hegel y procurndome as una certera orientacin, es para m una seguridad y una confianza excepcional el hecho de que haya sido l mismo quien personalmente fue leyendo detenidamente el manuscrito segn ste iba saliendo de mis manos en su ltima redaccin, corrigindolo en muchos lugares y llevando a cabo una revisin constante de las datos bibliogrficos.Tubinga, enero de 1970, en el bicentenario del nacimiento de Hegel.HANS KNG

    INTRODUCCIN

    "Dios ha muerto, Dios est muerto"; he aqu el ms horrible pensamiento, que todo lo eterno, todo lo verdadero no existe, que la misma negacin est en Dios; a ello va unido el supremo dolor, la sensacin de perdicin radical, la privacin de todo lo ms alto. Pero el proceso no se detiene ah, sino que ahora acaece la inversin; pues Dios mismo se mantiene en ese proceso, con lo que ste no es sino la muerte de la muerte. Dios resucita a nueva vida'.

    No habra un Darwin sin un Hegel, dice Nietzsche 2 ; esto podra tambin haberlo afirmado de s mismo, pues el que una vez estuvo enfermo de "hegelitis", jams se cura del todo 3 . Y qu sera la crtica de la religin hecha por Feuerbach y Marx, incluso la que hoy hacen Ernst Bloch y Georg Lukacs, sin Hegel? Si su crtica de la religin se libr de la vulgaridad en que cayeron tantas otras, sobre todo la ejercida por el materialismo vulgar, se debe a que la idea hegeliana de Dios criticada por ellos, y de la que su misma crtica est viviendo, era extraordinariamente diferenciada. Pero hay ms: a pesar de la confluencia de otros influjos, qu sera la teologa de Kierkegaard y de F.C. Baur, la de Karl Barth y la de Paul Tillich, la misma incluso de Karl Rahner, Jrgen1. G.F.W. HEGEL, Religionsphosophie xiv, 167. 2. F. NIETZSCHE, Die frohliche Wissenschafl v, 357; Werke n , 226. 3. F. NIETZSCHE, Viizeilmasse Betrachtungen i, 6; Werke i, 165.

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    Introduccin Moltmann, la de ciertos telogos franceses y la de algunos americanos y alemanes adscritos a la teologa del Dios muerto, si no les hubiera precedido un Hegel? Por muy distanciados que aparezcan de l, no puede ocultarse lo cerca que de l se hallan. Con razn ha dicho Ernst Bloch: Pocas edades pasadas hay que se asomen a nosotros desde el futuro tan cargadas de problemas como la suya 4 . El problema de Dios es tambin el problema del hombre; pero tambin vale la inversa: el problema del hombre es el problema de Dios, sea para aceptarlo o para desecharlo. A su vez, la pregunta por la teologa y la antropologa, o por la antropologa y la teologa, acusa una estrecha interdependencia con el problema de la cristologa. Para los crticos ateos de la religin, con sus races en Hegel, lo mismo, por otra parte, que para los telogos cristianos, la cuestin fundamental era la encarnacin de Dios y con ella el problema de la humanizacin del hombre. Claro que en unos y otros de muy distinta manera: para los unos, la encarnacin de Dios revela vida divina en la humanizacin del hombre; para los otros, la realizacin de esta ltima implica la muerte de Dios. Pero una y otra actitud est bebiendo el jugo de su substancia en fuentes hegelianas; y Hegel, por su parte, se halla dentro de la corriente de la gran tradicin de la cristologa clsica. Anticipemos sumariamente que para Hegel era fundamental la idea de que el pensamiento desacralizado no es ateo, como para el pensamiento religioso Dios no es ausencia del mundo. Esto se le presentaba a l sensiblemente en la religin cristiana y revelada de un Dios hecho carne. Aqu vea Hegel con claridad todo lo que puede decirse sobre la vida y la muerte de Dios y, con ello, tambin sobre la muerte y vida de los hombres. No fueron el atesmo moderno, ni Feuerbach ni Nietzsche, ni sobre todo los telogos que edifican sobre la muerte de Dios, los que acuaron la frase de un Dios muerto. Antes que ellos la haba pronunciado ya Hegel, el cual, a su vez, la haba recibido de Lutero. Por eso Hegel se halla, con relacin precisamente a este punto, dentro de la gran tradicin cristiana; y con mucha mayor agudeza que todos los epgonos, Hegel reflexion sobre aquella idea expresada en relacin con la muerte de Cristo. Pero la muerte de Cristo4. E. BLOCH, Subjekt-objekt, 12.

    Introduccin es la muerte de esta muerte misma, la negacin de la negacin (xiv, 167). Con este texto crucial, donde el hablar responsable sobre Dios amenaza con trocarse en mstica o en filibusterismo espiritual, queremos iniciar nuestras reflexiones sobre la cristologa de Hegel. Si en algn punto se qued el hombre a medio camino fue precisamente en esta encrucijada, donde se cruzan la teologa y la antropologa. Para que esto quede claro vamos a llevar a cabo, a modo de introduccin, una rpida supervisin de la situacin de la cristologa en la poca moderna, empezando con la catlica y

  • terminando con la protestante. La cristologa catlica de la era de la contrarreforma fue navegando en aguas mansas. Las borrascas haban quedado atrs, ms de mil aos antes: haban pasado feso, Calcedonia, Constantinopla; pases lejanos, pero que seguan presentes en la conciencia como seales luminosas de victoria, como puntos orientadores de eterna y fecunda validez para la posteridad. A partir de entonces, as lo pareca al menos, haba quedado frreamente amartillado el dogma cristiano, inconmovible como la estrella polar. Diez siglos de generaciones de telogos en agitado relevo no se haban atrevido a buscarle quiebras interpretativas; el curso de la marcha era de todos sabido y todos se atenan a l. Nada suponan el par de doctrinarios particularistas, que pueden contarse con los dedos de la mano, llmense Escoto Ergena, Gerhoh von Reichersberg, Eckhart o Nicols de Cusa, que pretendieron hacer rumbo hacia mares desconocidos y peligrosos. Acaso no haba bastantes descubrimientos por hacer en la ruta secular, y bastante materia para reflexionar? Es cierto que la frmula de Calcedonia verdadero Dios y verdadero hombre, una persona en dos naturalezas era clara como lmpido cristal; pero tambin encerraba suficiente misterio en que poder hundirse. Y de hecho se reflexion mucho, lucironlo ya los grandes espritus de la antigedad tarda y de la edad media, que entonces era edad moderna. Se pens con nuevas categoras y segn sistemas cambiantes. Se medit con alardes de escrupulosa conciencia y con una concentracin insuperable; quizs por lo mismo, tambin con una cierta angostura y desencajamiento de puntos de vista. Y por qu extraarse? La concentracin vena impuesta por las grandes discusiones cristolgicas de los griegos sobre la persona 15

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    Introduccin de Cristo; ms tarde se aadi el complejo de problemas del occidente en torno a la obra de redencin y mediacin de Cristo. Es decir que, obligados por la necesidad, los espritus se concentraron sobre determinados aspectos del fenmeno de Cristo. No se negaba los restantes, tampoco se los olvidaba, pues se hallaban demasiado claramente contenidos en la Escritura; pero se prescinda de ellos. Seguan siendo verdades de fe, pero ya no eran escndalo incitador. Y tambin en los aspectos del fenmeno de Cristo que se sometan a consideracin tenan lugar desplazamientos del inters en una determinada direccin. Pero como apenas se era consciente de ello, como los problemas cristolgicos fundamentales se consideraban resueltos, la cristologa catlica de la poca moderna se mova dentro de la rbita de una sistemtica prefijada. Y esto ocurra a pesar de la reforma, en la que todo pareca girar, no tanto alrededor de Cristo, cuanto en torno a la gracia creada y a la justificacin, a la Iglesia y a los sacramentos. La teologa y la exgesis polmicas, tal como estaban representadas, por ejemplo, por el cardenal Belarmino, dejaba fuera de pelea la cristologa, si exceptuamos ciertas cuestiones especiales (entre ellas la de la communicatio idiomatum,

  • que, desde luego, era importante). Y tampoco en el declinar de la escolstica, hacia 1600, a pesar de la gigantesca obra de hombres como Surez, Vzquez, Bez y Molina, y a despecho de las bellas perspectivas que suponan Petavio y Tomasin, que volvan a mirar a la Escritura y a los Padres, pudieron abrirse nuevos horizontes para la cristologa. Todos ellos, con sus correspondientes escuelas enzarzadas en terribles discusiones (recurdese que se estaban por entonces debatiendo temas como la impecabilidad y otros), se orientaban hacia otros derroteros. La devocin profundamente cristolgica de los msticos espaoles (y no slo la de Teresa de vila y Juan de la Cruz, sino tambin la de Ignacio de Loyola), sobre la que con frecuencia recayeron serias sospechas, as como la de Brulle y Pascal, en Francia, y la de Friedrich von Spee y ngelus Silesius, en Alemania, no tuvo resonancias apreciables en la teologa sistemtica. Para los telogos sistemticos fueron todas esas personas seres extravagantes que, adems resultaban un tanto peligrosos. A pesar de todo, la renovacin trada por la contrarreforma, cuando ya la teologa y la misma devocin popular de la baja edad 16

    Introduccin media estaban casi asfixindose en lo perifrico y secundario, volvi a dar aliento vivificador a la devocin a la persona de Cristo, suministrndole ciertos impulsos positivos, despus de acabar con no pocos abusos. Cristo comenz a ser celebrado con barroca solemnidad, con todos los resortes del arte y de la msica. Pero: Lo que verdaderamente constitua el inters del barroco y de su entusistico afn por "bajar el cielo a la tierra" no era tanto la idea de la mediacin de Cristo, fundada en su humanidad, cuanto la imagen, relacionada primordialmente con lo divino en Cristo, del triunfador que haba escalado el trono en el que se asentaba coronado de gloria; la idea del eterno Rey de los cielos, cuya figura era reproducida en mundana apoteosis de colores y sonidos, sirvindose incluso, en ocasiones, de procedimientos copiados de la antigedad pagana 5 . En armona con esta devocin triunfalista dedicada a Cristo estaba igualmente el empaque divino dado al espectculo de la misa, a la que los fieles tenan permitido asistir con gesto mudo y silencioso arrobamiento, aunque no entendieran los textos; rimando con ello estaba la mesa del Seor, de la que se haba hecho un altar mayor donde estaba enclavado el tabernculo, como si fuera el trono celestial del Altsimo dispuesto para el Mediador divino y humano; en consonancia con ello estaban igualmente las ingentes hileras procesionales en el da del Seor (Corpus Christi) la exposicin y la adoracin en pblico del cuerpo de Cristo, al que ya pocos se acercaban para participar en el sagrado convite. Al otoo de una escolstica barroca sigui ahora el transparente, pero glido invierno de la ilustracin. Ciertamente el que se barriera una escolstica decadente y una devocin supersticiosa, en realidad no supuso ningn dao para la cristologa. Pero los temas de la fe dentro de la teologa catlica quedaron relegados a segundo plano, cediendo la preeminencia a una educacin moral del hombre; empez a dudarse de lo sobrenatural y lo suprarracional, y el mensaje salvador cristiano fue

  • racionalizado hasta extremos verdaderamente desproporcionados. Todo ello supona la estacin de los hielos para la meditacin sobre el misterio del Hombre-Dios; y ni el maridaje5. F.X. ARNOLD, Das gotttnenscbliche Prinzip, 311.

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    Introduccin de conveniencias celebrado entre la teologa y la filosofa de Descartes, Leibniz y Wolff, ni todo el celo acumulado en las acciones de la ortodoxia contra los partidarios de la ilustracin en Francia e Inglaterra fueron capaces de suministrar el calor ausente. Por primera vez en el siglo xix se produjo una nueva reflexin acerca de la cristologa, y se produjo antes de los esfuerzos de Scheeben y de C. v. Schzler en el rea de la neoscolstica en la escuela de Tubinga, que armonizaba el pensamiento histrico con el especulativo, sobre todo en la doctrina de Staudenmaier sobre las ideas y, aunque en forma distinta, tambin en Antn Gnther. A este respecto es digno de notar que los dos ltimos telogos, los que ms decididamente se aventuraron tierra adentro en la nueva concepcin, fueron hacindose dentro del torbellino de la discusin sobre Hegel. Pero paremos aqu este recorrido histrico, pues hemos sobrepasado con mucho el poste kilomtrico hasta donde est permitido llegar en nuestra introduccin. Cuando la innovacin en el campo protestante tom caracteres de tormenta, sucediendo vertiginosamente a la calma, los nuevos sucesos estaban en relacin con la tranquilidad demasiado sospechosa y perifrica que haba reinado en las pocas anteriores del catolicismo. Como fcilmente podra demostrarse, la revolucin cristolgica haba ido fragundose en distintas formas ya a finales de la antigedad cristiana y en la edad media. Durante estas dos pocas, en contra de lo que contenan el Nuevo Testamento y las obras maestras de la patrstica, el hombre natural y el orden de la creacin haban ido perdiendo su relacin vital y existencial con el acontecimiento histrico de Cristo. Ello haba supuesto que la significacin del Cristo histrico fuera fcticamente reducida, que se introdujera aquella impresionante complexio oppositorum entre razn y fe, entre filosofa y teologa, entre el orden de la naturaleza y el orden de la gracia, que lleg a ser en las obras maestras de la escolstica, levantadas para conseguir la mediacin entre ambos extremos, una sntesis enteramente cristiana. Pero esta unidad estaba cargada de alta tensin; y en la dinmica del desarrollo histrico tena que desatar aquel movimiento de emancipacin de gran formato que ciertamente no iba a ser una reaccin de apostasa, pero que se habra de manifestar, en definitiva, aun contra la voluntad de los mis18

    Introduccin mos que la haban provocado, en una insurreccin de la base natural, que llegara a independizarse de la supraestructura cristolgica de orden sobrenatural. Esa independencia de mltiples facetas acaecidas en un orden neutral de la naturaleza y de la razn,

  • hecha posible por la filosofa griega como determinante histrico espiritual, liber indudablemente un enorme caudal de energas; baste recordar todo lo que se hallaba encerrado en la aparicin de la persona autnoma, en la ciencia y en la filosofa, en el derecho y en la tica del nuevo hombre. Pero la nueva insistencia en la razn y la naturaleza y, luego, tras los fenmenos del nominalismo y del renacimiento, en la experiencia, en la voluntad, en la libertad, en la humanidad, todo lo cual estaba afirmado en la sntesis cristiana original, ms tarde se convirti en negacin anticristiana, bajo la forma de una autonoma de signo indiferente. Esta inversin tuvo lugar con mucha mayor rapidez de lo que nadie haba podido esperar entonces. La reforma, que al igual que el renacimiento fue un movimiento para liberarse de la sntesis medieval entre religin cristiana y filosofa griega, pretenda una restauracin, distinguindose ahora del renacimiento, no del espritu puramente antiguo, sino del estrictamente cristiano. La teologa de todos los reformadores se distingua indiscutiblemente por una intensa revitalizacin de la relacin personal con Cristo. Lutero, guiado por el Nuevo Testamento en su devocin a Cristo e influido por la mstica alemana, tambin aqu obr como un gran estimulante. El sentido de su problemtica sobre la justificacin y sobre la Iglesia estaba girando, en el fondo, en torno a Cristo. In corde meo iste unus regnat articulus, fides Christi, ex quo, per quem et in quem omnes meae die noctuque fluunt theologicae meditationes, deca l en la introduccin a su comentario sobre la epstola a los Glatas (1535). Con ello no quera referirse a especulaciones escolsticas, sino al punto de partida del Jess viviente e histrico, tal y como ste se revelaba de modo especial en el pesebre y en la cruz. Una actitud, si se quiere, de viejo franciscanismo (Francisco de Ass, Bernardino de Sena). Pero en los aos de la reforma poda un telogo hacerse sospechoso para la inquisicin romana slo con hablar en demasa de Cristo, perch 19

    Introduccin ha sempre in bocea Cristo. Y a pesar de ello, Lutero no desatenda en la persona de Jess lo que en ella haba de divino. Al contrario, su preocupacin central era el Dios justificador que obraba en Cristo por medio de su gracia hasta el exceso de la cruz y de la muerte; una teologa entendida en su esencia como theologia crucis. Y con todo, la cristologa reformadora estaba ms interesada en los beneficia Christi que en los mysteria divinitatis y de la persona de Cristo (Melanchton). El error del cristocentrismo de Calvino en lo relativo a la doctrina de la predestinacin encerraba tremendas implicaciones. Por aadidura, tanto Melanchton como Zuinglio y Calvino eran humanistas; y en el transcurso de la reforma se dio un paso ms hacia aquella autonoma del hombre que en los reformadores mismos todava estaba mitigada por los vnculos teolgicos. En ella se instaur el hombre que investiga por propia cuenta las Escrituras, como un creyente que est imperturbablemente seguro de poseer la gracia y como individuo religioso liberado de las ataduras a una Iglesia universal de tipo medieval. De todos modos, durante ms de

  • siglo y medio sigui reinando en el mbito protestante la ortodoxia de la reforma luterana, como contrapartida de la escolstica espaola. Pero durante ese perodo fue enfrindose rpidamente el fuego evanglico que haba sido tan ardiente en sus comienzos, ahogado por la sistematizacin y por la brega en torno a cuestiones muy especiales y por la polmica anticatlica e interna del protestantismo. Slo en los collegia pietatis se mantuvo vibrante el entusiasmo en forma de una religin del sentimiento de signo subjetivo; y precisamente este pietismo, que iba orientado a la devocin prctica, tuvo en aquel tiempo unos frutos muy singulares de reflexin cristolgica; consecuencia especfica del mismo no fue tanto la theologia regenitorum del padre del pietismo, Spener, cuanto la teologa antidogmtica del corazn y de la mansedumbre, introducida por el conde Von Zinzendorf, para el que la persona de Cristo es el compendio de la teologa, pero cuya devocin hacia la persona de Cristo queda tan interiorizada, tan subjetivada y humanizada (l deca que el nacimiento, la muerte y la resurreccin de Cristo propiamente salvadores tiene lugar en el corazn del creyente), que se esfuma toda diferencia y distancia entre Cristo y el alma devota; y as vemos que Zinzendorf, para hacer ms20

    Introduccin asequible a Cristo, no duda en llamarle el hermano mayor entre toda la comunidad fraterna. Por eso no hay que extraarse de que el pietismo, tan positivo en muchos aspectos, fuera ampliamente absorbido por la tendencia a una cierta humanizacin de la fe, con la cual l tena tantas afinidades y a cuyo advenimiento contribuy con su afn de moralizar e individualizar la religin, haciendo as que los devotos de la Iglesia se independizaran y produciendo un reblandecimiento de la ortodoxia que afectaba tambin a los dogmas: El pietismo deriv hacia la ilustracin. Entre tanto la ciencia moderna y la filosofa haban ido conquistando inmensos espacios a marchas forzadas. Con el renacimiento haba empezado la disolucin irreparable de la idea del mundo propia de los griegos. Con ayuda de su idea acerca de la ilimitada omnipotencia divina, los ocamistas haban arrojado la duda radical sobre las tesis de Aristteles relativas a la ciencia de la naturaleza y sobre sus supersticiones. Y el mismo Nicols de Cusa, en su segundo libro de De docta ignorantia, lo mismo que despus lo hicieran Marsilio Ficino, Giordano Bruno y Pascal, haba sido el primero en concebir a Dios y la mquina del mundo como un infinito sin forma, sin centro y sin riberas, dando as al traste con la vieja jerarqua mundana de Grecia, segn la cual el Padre se asienta en el arriba topogrfico del cielo y el Hijo desciende hasta el centro del mundo (la tierra) e incluso hasta sus abismos (el infierno), para emprender el viaje de retorno a lo alto en el da de su ascensin. Pero mientras el Cusano, en su tercer libro, con esperanza y alegra ve en la copula universi, en el Hombre-Dios, la conciliacin cosmolgica de esas dos magnitudes infinitas, Pascal es presa del miedo y del susto ante la soledad y los inabarcables espacios mudos y vacos del universo de la fsica, que ya no pregonan

  • para l la gloria de Dios. En el mismo siglo iban a abrirse los abismos del microcosmos por la invencin del microscopio. Pascal ya no considera al Dios-Hombre como una especie de cpula en el sentido cosmolgico, a base de la cual se pudiera seguir garantizando a la tierra su condicin de centro del cosmos; l centra ms bien su mirada en el Jess del huerto de los olivos, inmerso en el abandono y derramando sangre por todos los pecadores 6.6. Sobre este proceso, vase M. DE GANDILLAC, Pascal et le silence du monde.

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    Introduccin El punto donde se tocan la cristologa y la nueva conciencia csmica es el mundo de lo humano, durante tanto tiempo descuidado. ste pasa ahora al proscenio del inters, no slo para la filosofa de la poca, sino tambin para la cristologa protestante. El exceso de insistencia en la divinidad de Cristo durante la patrstica y la escolstica, hasta el punto de rozar el lmite del monofisitismo, estaba reclamando una reaccin de sentido contrario. El individualista hombre moderno, sintindose seguro sobre sus propios pies frente a todo escepticismo gracias al cogito de Descartes, prosigui su largo camino confiando en su razn. Desde esa postura emprendi cada vez ms una interpretacin sistemtica del ser, de sus evidentes leyes y proporciones, guindose por el espritu de la matemtica, de la geometra, de la mecnica y de la tcnica. Coprnico, Galileo, Newton, Leibniz y Laplace muestran de qu obras tan imponentes es capaz el espritu humano. Las nuevas ciencias que acababan de aparecer, con su arrollador empuje y los inventos tcnicos que formaron su corte, cambiaron la faz de la tierra. Descartes haba hablado mucho del hombre, de su mundo y de su mtodo, pero muy poco y muy vagamente de Dios. De Cristo, apenas nada. Pero nadie se llamaba a engao: el mundo segua siendo creyente. Descartes y Newton, Leibniz y Pascal eran cristianos convencidos e incluso apologistas de su fe. Hasta el judo Baruc de Spinoza tuvo bellas palabras para el hombre Jesucristo, al que llamaba la voz de Dios, la sabidura de Dios, el camino de salvacin, colocndolo por encima de todos los dems hombres 7. Spinoza era personalmente un ser solitario. Con su pantesmo ontolgico y tico, por el que l vea en cada yo individual y en todas las cosas creadas modos de la nica substancia divina, bajo los dos atributos de la extensin y del pensamiento, se haba anticipado demasiado a su tiempo para que pudiera hacer escuela. Pero despus de Lessing, llegados los das de un Goethe y de un Hegel, el espinosismo haba de convertirse en el refugio de todos aquellos que iban buscando la unidad del todo. Claro que ya en los cartesianos, en el ocasionalismo de Malebranche y sobre todo en Berkeley el ser de Dios y su obrar eran entendidos como una realidad dentro del espritu humano. El Dios dentro del7. B. SPINOZA, Tract. theol. polit., cap. i; edic. Pliade, 680s.

  • Introduccin hombre va haciendo cada vez ms problemtica y superflua la idea de un mediador entre los hombres y Dios (un mediador extra nos). En la Inglaterra del empirismo de Hobbes, Locke y Hume se haba concentrado todo, a la vez que sobre la filosofa del Estado, sobre la naturaleza y los problemas que planteaba su cognoscibilidad. El fenmeno de Cristo haba perdido su importancia constitutiva para esta religin de la naturaleza que haba nacido en ese contexto empirista. El desmo ingls y el libre pensar fueron los presupuestos para una rpida evolucin anticristiana en el continente. En efecto, en el pas de Descartes se era ms radical que en Inglaterra. La visita de Voltaire a las Islas trajo sus frutos para Francia. Aqu se produjo un rpido trnsito a un abierto atesmo sensualista y materialista. La izquierda cartesiana, representada por Diderot, d'Holbach, Helvetius y La Mettrie, aparece como la fundadora de aquel materialismo vulgar que tanto haba de ser criticado por Feuerbach y Marx, siguiendo a Hegel: el hombre-Dios ya no era un tema de discusin, sino que haba de ser sustituido por el hombre-mquina. La discusin en Alemania se haba puesto en marcha con ritmo ms lento. Pero precisamente este pas, donde los partidarios de la ilustracin no propugnaban ni el atesmo ni el materialismo, era el lugar en que haba de darse la batalla decisiva en torno a la cristologa. Aqu no se esquiv el problema: ni se silenci a Cristo en un alarde de benevolente indiferencia ni se le neg con maligna agresividad. La filosofa predominante dentro de la ilustracin alemana (la derecha cartesiana) estaba concebida pensando en la proteccin de la fe cristiana y en darle una fundamentacin racional. El contenido de la Theodizee (1710) del genial filsofo, telogo, historiador, matemtico, naturalista y poltico Gottfried Wilhelm LEIBNIZ (autntica y maravillosa mnada, donde se reflejaba todo el universo), fue divulgada en lengua alemana bajo el signo de la ilustracin: Pensamientos sensatos sobre Dios, sobre el alma y, en general, sobre todas las dems cosas, comunicados a todos los amantes de la verdad, por Christian Wolff (1720). La clara distincin de Wolff entre dos esferas, la razn y la revelacin, las cuales en parte se cruzan, pero conservando su autonoma, ha sido comparada con la concepcin de Toms de Aquino (y el rumor de su conversin no23

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    Introduccin era, puramente casual). Fue duramente atacado por ortodoxos y pietistas a causa de sus opiniones sobre distintos problemas concretos, tales como la libertad humana, el principio temporal del mundo, la relacin entre cuerpo y alma, y otros. En cambio no se toc para nada su principio fundamental para la determinacin de la relacin entre fe y razn. De aqu que las acometidas contra l fueran a perderse en el vaco. Wolff hizo escuela y se convirti en el filsofo por excelencia de la ilustracin. A decir verdad, la teologa cristiana, en medio de su estado de

  • desamparo, vio con agrado los refuerzos que esta postura moderna le traa. De todos modos, sobre la base de esa filosofa racional cabra edificar una teologa igualmente racional, como una especie de segundo (necesario, til y quiz tambin superfluo) piso. Aadase a esto que el gran Leibniz ofreca manifiestos puntos de apoyo positivos. ste no slo se haba preocupado de las misiones entre infieles y de la unidad de las Iglesias 8 , sino que adems haba escrito sus respuestas a las obiectiones contra Trinitatem et Incarnationen Dei altissimi9. Wolff, por su parte, haba razonado la Encarnacin de Dios al estilo de Anselmo en su Cur Deus homo. En lo que l llama descripcin de la propia vida, Wolff escribe: ... as pues, yo estaba ansioso de aprender matemticas methodi grada, para realizar mi empeo de dar a la teologa una certeza irrebatible I0. Pero esta demostracin racionalista lo mismo puede considerarse como un xito que como un fracaso. En efecto, quedaba demostrada una de estas dos cosas: o bien que el cristianismo es racional, y entonces, en definitiva, l no necesita ninguna conciliacin con la razn, o bien que es irracional, y entonces sta no puede aceptarlo. Y aunque Leibniz afirma en otro lugar n optimae seriei rerum nempe huius ipsius eligendae mxima ratio fuit Christus theantropos, en su Teodicea se aprest a deducir a priori, sicut in mathematicis, partiendo de la idea de Dios, que este mundo es el mejor de los posibles, sin relacionar para nada ese mundo y el mal que hay en l con Cristo n. Y precisamente esa acentuacin de la sencillez8. Vase G.W. LEIBNIZ, Opera i, 507-737. 9. G.W. LEIBNIZ, Opera i, 10-27. 10. CHR. WOLFF, 121. 11. G.W. LEIBNIZ: Causa Dei adserta per iustitam eius, cum caeters eius perfectionibus cunctisque actionibus conciliatam (ibid. i, 482). 12. G.W. LEIBNIZ, Theodicea i, 7-10; ibid. i, 126-130.

    Introduccin con que se llega a conocer a Dios haba de volverse con el tiempo contra el dogma de la Trinidad, a la vez que el eminentemente racional y omnipotente principio de contradiccin se volva contra el dogma de Cristo, segn el cual Dios ya no es sin ms igual a Dios, y el hombre ya no es sin ms igual al hombre, sino que Dios es hombre. Los dogmas en general eran vistos con poca simpata. Y acaso no era esto comprensible despus de los horrores de las guerras religiosas, tras las infructuosas y poco caritativas reyertas entre las distintas confesiones y la tibieza religiosa que haba sido la consecuencia de todo ello? El indiferentismo pas a ser tema de inters religioso. Para ello no fue necesario esperar a la aportacin de Natn el sabio, con sus expresiones: ... el anillo derecho no poda verse por ningn lado; era casi tan poco visible como la verdadera fe en nuestros das 13; y tampoco era necesario esperar al problema que planteaban los pueblos recin descubiertos allende el ocano, cuyas religiones no podan ser consideradas como dignas de condenacin slo por la desgracia histrica de que a los 1500 aos de existencia de Cristo todava no hubieran odo hablar de l. Basta ya, se deca, de infructuosas peleas entre los telogos y de teoras y doctrinas contradictorias entre s. Tolerancia en vez de

  • controversia! Praxis en lugar de teora! Vida, y no doctrina! Y en lugar de dogma, moral! La verdadera fe cristiana es actividad, accin a favor del hombre y de su bienestar. Claro que no se expres todo ello con esta claridad ya desde el principio. Los telogos de la transicin, los comprendidos entre la ortodoxia tarda del siglo xvn y la nueva era de la ilustracin, no pretendan sustituir los dogmas ni tampoco descomponerlos. Hombres tan respetables como los luteranos J.F. Buddeus, Chr.M. Pfaff, el historiador de la Iglesia J.L.v. Mosheim y su discpulo J.P. Miller, los dos Walch, y luego tambin los suizos reformados S. Werengels, J.F. Osterwald y el joven Turrettini, no sentan ms orgullo que el de ser ortodoxos racionales. Ellos se limitaron a cambiar un poco los acentos. Insensiblemente empezaron a poner la razn y la13. G.E. LESSING, Werke m , 304.

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    Introduccin revelacin en el mismo plano, con lo cual, prcticamente, hacan de aqulla un criterio superior a sta. Esto sucedi abierta y sistemticamente en Christian Wolff y los telogos que siguieron sus pasos (I.G. Canz, J. Carpov y S.J. Baumgarten, a los que habra que aadir algunos catlicos) si bien sin atacar todava los dogmas. El ataque al dogma empez con los telogos marcados con el calificativo hertico de nelogos, tales como J.F.W. Jeremas, J J . Spalding, Fr. Nicolai, C.F. Bahrdt, a los cuales se agregaron, en algn sentido, los historiadores J.S. Semler, J.A. Ernesti y I.D. Michaelis. Estos no negaban la revelacin en cuanto tal, pero ora silenciaban un dogma, ora atacaban otro, o le cambiaban el contenido. En una palabra: se pas por encima del dogma en su conjunto y se busc el ncleo de la revelacin, el cual fue hallado en los siguientes pensamientos, religin racional, fundada en Dios, libertad ( = moral) e inmortalidad. Ciertas cosas que anteriormente ya haban ido perdiendo importancia, ahora, insensiblemente acabaron por perderla totalmente y por hacerse superfluas, p. ej., la divinidad de Cristo y su nacimiento virginal, su muerte como expiacin, su resurreccin, su ascensin y su venida al final de los tiempos. Los nelogos no prescindieron de todo ello fundados en grandes teoras, a la manera, p. ej., de un wolfanismo consecuente. Sencillamente todas estas cosas ya no tenan sentido para la moderna devocin prctica y para una vida mejor. El hombre ilustrado no senta en absoluto la necesidad espiritual de todo eso; al contrario, algunas de las verdades clsicas, como el pecado original, resultaban ahora molestas e incluso constituan un estorbo para una honrada aspiracin moral 14 . Por lo que se refiere a la evolucin posterior en Alemania no podemos olvidar que, ya algunos aos antes de que Jeremas publicase sus Consideraciones sobre las ms excelsas verdades de la religin (1768) y Bahrdt escribiera su Dogmtica Bblica (1769), en Francia haba

  • hablado ms radical y profundamente otro pensador, Juan Jacobo Rousseau. Su vicario saboyano celebra entusiasmado la douceur, puret, sagesse, finesse, justice de Jess 15 y ensalza su muerte como la mort d'un Dieu 16, para quedarse luego atasca14. 15. 16. Vase K. BARTH, Die protestantiscbe Theologie, 115-152. J.J. ROUSSEAU, mile, 379. Ibid. 380.

    Introduccin do en un escepticisme involontaire " al darse cuenta de las contradicciones del Evangelio, dando paso con ello a una religin natural aceptada no solamente por la razn, sino sentida con la conciencia o con el corazn bueno por naturaleza, o bien a una religin civile, necesaria para el Estado, y en todo caso sumamente minimalista y tolerante 18 . En la Alemania protestante haba ido imponindose entre tanto la teologa de la ilustracin y, por cierto, en unos proporciones tales que no haban sido posibles en la teologa catlica, ligada en forma muy diversa a los dogmas eclesisticos. La teologa ilustrada luch con razn contra toda clase de obscurantismo dentro de la teologa, de las prcticas devotas y de las acciones de la Iglesia. Pero su gran empresa qued frecuentemente simplificada, desembocando en una religin al alcance de cualquiera, difanamente racional y natural, con un hlito de eudemonismo optimista; una religin edificada sobre la base de una conciencia innata de Dios, sobre una ley moral de origen natural, sobre la libertad de la voluntad, la inmortalidad y la dignidad del hombre, y encaminada a conseguir una buena moral, es decir, una moral que fomenta la nobleza humana. El hombre por naturaleza bueno, y las virtudes morales como condicin de la felicidad del individuo! la religin, no tanto como servicio de Dios, cuanto como servicio a los hombres! Frente a la exagerada conciencia de pecado en Lutero, el optimismo del gran siglo!; revelacin como complemento de la razn y cristianismo como la ms ventajosa de todas las religiones! Cristo o, mejor dicho, Jess, sabio maestro de moral, trajo nueva y difanamente a la conciencia lo que la humanidad haba sabido desde siempre: una vida humana natural y conforme a la razn! Eh ah! los grandes temas de la ilustracin. Esta teologa, que iba produciendo cada vez mayor desasosiego entre los ortodoxos de todas las facciones, se respaldaba en el transfondo del creciente influjo del desmo ingls, de Voltaire, de los enciclopedistas y de un nuevo sentido de la historia, as como en los movimientos religiosos o eclesisticos nacionales y en la poltica eclesistica del despotismo ilustrado de monarcas al estilo de Luis xiv,17. 18. Ibid. 380. J.J. ROUSSEAU, cf. Duc Contrat social, 327-336.

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    Introduccin Federico n y Jos n. La semilla que el nominalismo y el humanismo sembraron haba germinado ahora. De nuevo se haba alzado el

  • grito de vuelta a las fuentes! Primero son quedo, luego ms fuerte, dirigindose no slo contra los smbolos de fe de la era de la reforma, los cuales fueron despojados de su carcter mgico por obra de hombres como Gottlieb Jakob Planck, con ayuda de una concepcin pragmtica de la historia y de una cierta imagen ideal del cristianismo primitivo, sino tambin contra las sagradas Escrituras. Y lo mismo que el deseo de los humanistas de volver a entender la literatura en su sentido originario haba conducido a la formacin de una hermenutica filolgica, tambin se impuso en relacin con esto la aspiracin de los reformadores a entender otra vez la Biblia en su sentido literal de origen; con lo cual se lleg a la formacin de una hermenutica teolgica. Los reformadores haban sostenido de manera rigurosamente dogmtica la unidad de toda la Biblia, por lo que estuvieron siempre en disposicin de poder interpretar los pasajes aislados en un sentido uniforme, partiendo del contexto universal bblico. En cambio, la exgesis ilustrada pretenda ahora entender los textos desde y por s mismos, sin intromisiones dogmticas; pero de hecho se guiaba por el hilo conductor de una racionalidad entendida en el fondo bajo el prisma cartesiano. La crtica racionalista a la Biblia, preparada ya por Erasmo, Grocio y Hobbes, fundamentada por Spinoza con apoyo en el conocimiento matemtico o en el que reina dentro de las ciencias naturales, y, finalmente, roborada por Bayle y Hume, empez su marcha triunfal a lo largo y ancho de toda la teologa protestante, aunque, en la mayora de los casos, teniendo que vencer la resistencia del pueblo y de ciertos pastores que siguieron aferrados literalmente a la Biblia y a los escritos confesionales. El pietismo haba tenido que aliarse frecuentemente con la ortodoxia. Lo cual no supona mayores dificultades para la nueva ciencia. sta haba encontrado una base bastante slida para muchos de sus procedimientos en las recin fundadas filologas griega y semtica, en el estudio de los viejos cdices, de las versiones, de la literatura judaica de la sinagoga, y en el pensamiento historicista que poco a poco iba invadindolo todo, e incluso en su propia racionalidad desmitificada. Cmo iba a poder hacer frente a ello el sentido bblico reaccionario y ahistrico de28

    Introduccin los protestantes, con su inspiracin verbal, o una exgesis catlica que se haba atascado en polmicas confesionales o en la mera cita e imitacin de los Padres? (El genial Richard Simn, hacia 1700, combatido denodadamente por el poderoso Bossuet, no tuvo continuadores.) La avalancha era imparable. Hasta la misma historia de Jess tuvo que ser explicada por la razn, dando de lado a todo dogmatismo. Ahora no se trataba de una lucha contra la Iglesia, como haba ocurrido en los siglos xvi y xvn; en el siglo del indiferentismo la discusin se cebaba en el mismo Jess, en cuanto Cristo. Aquella vieja tendencia medieval dentro de la Iglesia proveniente del docetismo, la cual iba dirigida a una disolucin doceta del Jess histrico, haba cambiado de signo. La investigacin histrica de la vida de Jess no tena sus races en un inters puramente histrico,

  • sino que buscaba al Jess de la historia como colaborador en la lucha libertadora contra el dogma. Y cuando cedi el pathos, busc al Jess de la historia, pero segn era comprensible para aquella poca ". El paso ms decisivo en Alemania lo haba dado Johann Salomn Semler, el ms significativo de los nelogos y, como historiador cientfico, tambin el ms doctrinario, con su obra Tratado sobre la investigacin libre del canon (1771-75). No le haban faltado precursores, entre los que hay que contar en lo relativo a esta cuestin a los destas ingleses, influjo que con demasiada frecuencia se ha ignorado. ste, que fue el fundador de la historia moderna y antidogmtica de la Iglesia y de los dogmas, pretende entender la Sagrada Escritura de forma igualmente antidogmtica: lo que de hecho hay, para l, en la Biblia no es una unidad previa, sino una variedad de escritos y autores aislados. El viejo principio interpretativo de la reforma empleado en la hermenutica, segn el cual las partes han de interpretarse por el todo, es ampliado considerablemente por l y, de esta forma, prcticamente abolido. El contexto, opina Semler, dentro del cual ha de entenderse todo lo dems, no est formado por la totalidad de la Escritura tomada dog19. A. SCHWEITZER, Volt Reimarus zu Wrede, 4; sobre el desarrollo ulterior, cf. especialmente 13-48; y tambin E. GNTHER, Entwicklung der Lebre von der Person Cbristi, especialmente 119-126.

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    Introduccin mticamente, sino por la totalidad de la historia entendida histricamente. Dicho de otro modo: La Sagrada Escritura queda reducida a una coleccin de fuentes histricas que slo podrn ser entendidas correctamente si se toman, como todos los dems escritos, segn las normas histricas; la hermenutica filosfica y la teolgica quedan absorbidas por una universal hermenutica histrica que acaba de nacer. Totalmente consecuente con este principio, Semler ataca tambin la autoridad del canon bblico y la hasta entonces admitida identificacin entre Escritura y revelacin, as como la inspiracin de los textos sagrados y la total equiparacin a este respecto entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El canon personal de Semler para purificar el canon escriturstico ser ste: racionalidad ilustrada (valor para la accin moral) y cristianismo primitivo ( = pura religin de razn), descartando todo el resto de lo sobrenatural o positivo. Con esto acababa de ser introducida la diferencia entre natural y positivo que tan importante haba de ser luego para Kant y Hegel. Pero Semler pudo eludir las consecuencias radicales de orden prctico acogindose a su distincin entre libre religin privada ( = la autntica esencia del cristianismo o la religin moral de la bienaventuranza) y religin pblica, que es una religin eclesistica garantizada por el Estado, la cual debe conservarse para el pueblo, a pesar de su baja calidad. Pero por aquellos mismos tiempos de Semler hubo otra persona dispuesta a ir ms lejos que l, la cual durante treinta aos haba estado trabajando en

  • su obra Escrito protector para los adoradores racionales de Dios, un manuscrito de unas 4 000 pginas. Pero, prescindiendo de una primera parte, inofensiva para los coetneos por seguir la lnea de Wolff, la cual se titulaba Las ms excelsas verdades de la religin natural en 10 tratados (1754), nuestro hombre call obstinadamente a lo largo de toda su vida. Seis aos despus de su muerte, Gotthold Ephraim LESSING, el poderoso explorador espiritual entre los clsicos alemanes, publicaba los Fragmentos de un innominado. Aqu s que se haba trabajado en forma sistemtica. El innominado era Hermann Samuel REIMARUS, un profesor muy respetable de lenguas orientales en Hamburgo. En razonamientos wolfianos y con instinto histrico, Reimarus expli30

    Introduccin caba la religin tradicional sin preocuparse lo ms mnimo de la distincin hecha por Semler entre religin privada y pblica. As lleg a descubrir una serie de contradicciones en las fuentes, adems de flaquezas humanas, demasiado humanas, en los apstoles y en el mismo Jess. Se haba acabado con esto para siempre el fenmeno de Cristo? Todava en una interesante Vida de Jess, escrita en idioma prsico en el siglo anterior al de Reimarus por un misionero de la India llamado Javier, sobrino del famoso San Francisco Javier, se haba pintado ante los ojos del emperador mongol Akbar, del Indostn, sirvindose de la tctica de las supresiones y de aadidos apcrifos, una imagen rutilante del Cristo divino, en la que se haba borrado, por las buenas, todo lo que en el sentido humano pudiera resultar escandaloso. Ahora la reduccin va a hacerla Reimarus, pero en un sentido inverso.Ya en el fragmento titulado Sobre los fines de Jess y de sus apstoles (del que formaba parte otro fragmento anteriormente publicado por Lessing bajo el ttulo de Sobre la historia de la resurreccin), Reimarus muestra un olfato indiscutiblemente genial para los verdaderos problemas de la investigacin evanglica. Ya por principio y siguiendo su astuto mtodo, Reimarus haba dejado fuera de su consideracin histrica la doctrina apostlica contenida en las epstolas (cf. primera parte, 3). Todo el evangelio de Jess se reduce para l al siguiente mensaje: Convertios, pues el reino de los cielos est cerca! ( 4). Con ello saba perfectamente que haba dado en el blanco de la verdadera buena nueva de Jess. Una y otra vez insiste en que el catecismo de hoy ha de leerse teniendo ante la vista el evangelio. El mensaje bblico ha de entenderse en su llaneza y simplicidad original. Con aquel Convertios!, Jess estaba enseando, contra los fariseeos, la autntica moral y slo sta ( 5-7). Reimarus la ensalza sinceramente. Pero, a su juicio, en Jess no se encuentra huella alguna de la revelacin de nuevos misterios superracionales (filiacin divina en su verdadero sentido, Espritu Santo, Trinidad, cf. 8-18), y ni siquiera de la abolicin de la ley ceremonial mosaica. El bautismo y la eucarista no son ceremonias nuevas; y el mismo Jess haba rechazado expresamente la extensin del reino de Dios a los paganos ( 19-28). Jess no constituye el principio de una nueva religin, que es la cristiana, sino el final de

  • la religin juda. l pensaba en cosas muy distintas de la fundacin de una nueva religin. Toda su moral de la conversin iba dirigida a un solo punto: El reino de Dios est cercano. Jess describi por medio de parbolas ese reino, pero nunca lo explic adecuadamente. Esto quiere decir que Jess haba tomado el concepto de reino del judaismo contemporneo, el cual lo entenda polti31

    Introduccin camente. Es decir, Jess pretenda ser el libertador poltico de Israel y el Mesas de un reino de Dios Ultramundano. Esto termin en un estruendoso fracaso y dio con l en la cruz ( 29-30). Los discpulos de Jess superaron a duras penas esta gran desilusin de su vida. En su desesperacin echaron mano de la segunda forma de esperanza mesinica que era cultivada en los crculos apocalpticos de entonces, de aqulla segn la cual el Mesas haba de aparecer dos veces: la una en forma de humillacin (cambio de significado de la muerte de Jess, la cual se convierte en muerte expiatoria de un redentor espiritual que libera del pecado), y la otra en el resplandor de su gloria (entre las nubes del cielo). El cristianismo primitivo, como una religin apocalptica que espera el prximo final, acababa de nacer. Y todos los evangelios fueron escritos retrospectivamente, desde esa nueva visin ( 31). En la segunda parte Reimarus se pone a investigar en concreto los dos esquemas de la vida de Jess: El original, poltico y mundano, del que en los evangelios slo se encuentran algunas huellas (segunda parte, 2-8), y el nuevo, el de los apstoles, de contenido espiritual, que encubre casi por completo el inicial y que, a pesar de su xito era profundamente increble; pues, aun prescindiendo de los milagros y las profecas, que no demuestran nada para la razn, y de los hechos milagrosos de los apstoles ( 46-60), ante un anlisis ms detenido se derrumban tambin las dos principales columnas de la religin cristiana. En primer lugar, la resurreccin no est demostrada y es con toda seguridad un engao de los discpulos. Las profecas del Viejo Testamento a este respecto constituyen, por tanto, una petitio princip; y las contradicciones que se advierten en los testimonios del Nuevo Testamento son abrumadoras ( 9-36). Y en segundo lugar, el retorno de Jess, esperado para pronto, no tuvo lugar. Reimarus, que por lo general adopta un tono informativo y seco, no puede en este momento disimular su triunfo. Se da cuenta perfectamente de que con esto est abordando un problema que desde los tiempos del cristianismo primitivo no haba sido tomado en serio (si bien estaba ya presente en los destas ingleses): el del retraso de la parusa. l derrama todo su sarcasmo sobre los procedimientos de consolacin que emplean los apstoles para paliar este retraso (tales como, por ejemplo, decir: para Dios mil aos son como un daf segn esto, hemos esperado hasta la fecha algo ms de da y medio, y hasta que termine un ao divino en total tendremos que esperar solamente 365.000 aos humanos ( 37-45).

    Introduccin y algunos estudiantes de teologa cambiaron de profesin. Sencillamente, no se estaba preparado para el impacto; nadie estaba

  • suficientemente bien armado para poder hacer frente a una objecin tan radical contra la revelacin cristiana, que por primera vez haba sido elaborada por los procedimientos de la ciencia histrica y exegtica, y apuntalada con los postulados de una religin natural de la razn. Y result verdaderamente paradjico que fuera precisamente un telogo que se hallaba en la misma lnea mental de Reimarus quien se levant contra l y organiz el contraataque general. Se trataba de Semler. Ya en aquel entonces produjo sensacin este gesto de Semler. A pesar de su idea sobre la religin privada, defendi valerosamente la religin de la Iglesia, sometido a estrecho cerco por las armas de Reimarus. En su Contestacin a los Fragmentos de un innominado, Semler fue rebatiendo frase por frase las afirmaciones del difunto Reimarus. No era difcil demostrar que aquel escrito desta y belicoso de Reimarus estaba lleno de absurdos intrnsecos y que contena errores abundantes en casos concretos. Fue hostigndole detalle a detalle hasta que lo dej casi completamente aniquilado. Pero el triunfo de Semler fue una victoria prrica. En los aos posteriores, el gran historiador Semler haba perdido la fe en su propia ciencia de la historia. La gran tragedia de este telogo, perteneciente al grupo de los nelogos, que no quiso seguir hasta el final el camino emprendido, apareci ms tarde, al final de sus das, cuando, volviendo la espalda a toda teologa, no quiso dedicarse a otra cosa que a la historia natural, incluso a la teosofa y a la alquimia y por fin a la fabricacin de oro falso y a cosas por el estilo. Lessing, que tambin es atacado por Semler al final de su contestacin como el inocentemente culpable provocador de todo el incendio {Sobre los fines del Sr, Lessing y su innominado. Un par de fragmentos de un innominado sacados de mi biblioteca. Publicados por A-Z), sale desde luego mejor parado de toda esta escaramuza. Y no slo porque este gran polemista, quiz el ms grande que tuvo la literatura clsica alemana (no se olvide que su maestro fue Voltaire), era infinitamente superior en el arte de la polmica a oponentes de la categora de un Goeze, pastor preboste de Ham33

    Telogos y estudiosos en Alemania abrieron los ojos llenos de estupor y se dieron cuenta hasta qu extremo se haba hecho problemtico el mensaje cristiano. En Francia ya haba producido un schock parecido, unos aos antes, el smbolo de la fe del vicario saboyano de Rousseau. Mientras los unos se alegraban y ejercitaban la burla, los otros protestaban indignados y clamaban por la defensa o por la censura. Los predicadores no saban qu hacer 32

    Introduccin burgo, que por cierto se hizo famoso a raz de su polmica con Lessing, sino tambin porque Lessing, que siempre haba sido un partidario de la ilustracin, pero que ya la haba superado ampliamente, detectaba instintivamente los puntos neurlgicos de la controversia. Con su publicacin de los fragmentos de Reimarus y la discusin que haba de seguir haba querido sacudir en forma provocativa a los telogos y prestar adems un servicio a la Iglesia.

  • A fin de cuentas, escriba a Goeze, lo que yo quiero es que no me chille usted como si fuera una persona que no tenga tan buenas intenciones respecto de la Iglesia luterana como las pueda tener usted mismo 20 .Lessing no se identific en modo alguno con Reimarus. ste dice: La resurreccin de Cristo no es digna de fe porque los relatos de los evangelistas sobre ella se contradicen. Contra esto afirman los ortodoxos: La resurreccin de Cristo es digna de crdito porque los relatos de los evangelistas sobre ella no se contradicen. Y Lessing sostiene contra uno y otros: La resurreccin de Cristo merece creerse, aunque los relatos de los evangelistas se contradicen21. El problema para Lessing es el siguiente: En el tiempo de Cristo haba argumentos del espritu y de la fuerza; pero cmo puede serme asequible hoy a m la verdad cristiana, cuando ya no dispondo de los argumentos del espritu y de la fuerza, sino solamente de relatos sobre ellos? Cmo voy a poder saltar el cenagoso y ancho foso para pasar de la verdad contingente de la historia a la verdad necesaria de la razn? rL. Lessing niega, ponindose del lado de Reimarus y en contra de la ortodoxia, que la doctrina de la inspiracin (theopneustia) sea un teologmeno, pues la Escritura contiene evidentemente contradicciones y errores. Lessing niega a la vez, en contra de la ortodoxia y de Reimarus, la validez de las pruebas histricas para la verdad cristiana, pues no se debera colgar toda una eternidad del hilo de una araa23. Acaso quiere Lessing ponerse radicalmente de parte de la fe? Al contrario, todo su inters est en que la revelacin sea entendida por la razn, partiendo de su misma verdad intrnseca; entonces huelgan todos los argumentos histricos. La religin no es verdadera porque la ensearan los apstoles y los evangelistas; sino que stos la ensearon porque ella es verdadera24. Con esto queda dicho que la revelacin est abocada a una rectificacin fundamental. Segn el ultimo escrito de Lessing, titulado La educacin del gnero humano 25,20. 21. 22. 23. 24. 25. G.E. LESSING, Eine Parabel, Werke vi, 273. G.E. LESSING, Eine Duplik, Werke vi, 200-203. G.E. LESSING, ber den Beweis des Geistes und der Kraft, Werke vi, 189-194. G.E. LESSING, Eine Duplik, Werke vi, 202-210. Cf. G.E. LESSING, sobre todo Axiomata ix-x, Werke vi, 294-305. G.E. Lessing, Werke vi, 415-434.

    Introduccin del que parece que l fue algo ms que simple editor, al desprendernos de aquella revelacin que nos trajo Cristo, el mejor pedagogo ( 53) y el primer maestro prctico y fidedigno de la inmortalidad del alma ( 58-60), tenemos que esperar la ilustracin total ( 80-84), la era de la consumacin ( 85) los tiempos de un nuevo y eterno Evangelio ( 86), la era tercera ( 89). La ltima frase de esta obra dice: Y qu voy yo a echar de menos? Acaso no es ma toda la eternidad? ( 100).

    Un ao despus mora Lessing; y en el mismo ao apareca un libro que ms tarde habra de ser considerado como el principio de una nueva poca: La Crtica de la razn pura, de Emmanuel Kant (1781). Pero hubo

  • otros pensadores que siguieron la senda de Reimarus; por ejemplo, Karl Friedrich Bahrdt, cuyas Cartas sobre la Biblia en estilo popular (1782) saludaban en Jess al gran ilustrador y exponente de una orden secreta, y Karl Heinrich Venturini, con su Historia natural del gran profeta de Nazaret (Beln-Copenhague, 1800-1802), de 2700 pginas! Cierto que estas obras eran novelas sobre Cristo, y que la teora de Reimarus no habra de desarrollar toda su virtualidad hasta el siglo xix. Pero los apologistas de lo sobrenatural ya no podan parar la marcha de la evolucin. Se haban situado demasiado en el terreno de sus enemigos y comprometido en demasa con la ilustracin, segn puede deducirse del ttulo de la obra de Franz Volkmar Reinhardt: Intento sobre el plan que haba elaborado el fundador de la religin cristiana para mayor bien de la humanidad (1781). Reinhardt da por supuesta la divinidad de Cristo; pero su Vida de Jess tiene como objetivo esta nica conclusin: El fundador del cristianismo ha de ser considerado como un maestro extraordinario y divino. Y su opinin es: No se puede respetar ms escrupulosamente y cuidar con ms mimo los derechos de la razn humana de lo que lo hizo Jess 26. De esta forma el ciclo de la revolucin del pensamiento quedaba casi cerrado: la Sagrada Escritura y con ella los dogmas haban pasado a ser documentos histricamente contingentes de una poca; la inspiracin divina se haba convertido en racionalidad humana, el evangelio en una doctrina general sobre la naturaleza y la moral, y el hombre-Dios, Jesucristo, en el maestro de la sabidura llamado26. Citado por A. SCHWEITZER, 32-35.

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    Introduccin Jess de Nazareth; aunque tambin esto ltimo habra de ser puesto en duda poco despus. La reflexin sobre un cristianismo primitivo frecuentemente desconocido y la exgesis histrico-crtica, la falta de compresin para la evolucin de la doctrina de la Iglesia y para la naciente historia de la religin, el librepensamiento anglofrancs, el sistema de Wolff rebajado al rango de una filosofa popular, la nueva aparicin de viejas herejas y las mecanicistas ciencias naturales, el pragmatismo y el indiferentismo dentro de la teologa, junto con un apenas discutible descenso en la vitalidad de la devocin popular...; todas estas causas y otras haban consumado aquello que estaba cimentado desde siglos y que haba ido desarrollndose por fases y estratos diversos, a saber: la rebelin de la razn contra la fe, de la historia contra el dogma, de la filosofa contra la teologa, de la naturaleza contra la gracia, del derecho de la naturaleza contra el sermn de la montaa. Concretamente, el hecho de que Dios queda alejado del mundo y ste es arrancado de los misterios divinos, la separacin de las dos naturalezas, la eliminacin del Dios-hombre. Pero digmoslo una vez ms con toda claridad: No se trata aqu de difamar lo que haba de positivo en esta

  • evolucin negativa. Pues, realmente, cmo vamos a calificar de negativo todo lo que sucedi? Recordemos algo de todo eso: la maduracin y la autonoma producidas no en ltimo lugar por el valioso espritu medieval de los Estados, de las ciencias y de los distintos mbitos de la vida; la reflexin del hombre sobre s mismo y sobre su mundo; la implantacin de los derechos individuales del hombre y de la tolerancia; la formacin de la personalidad y la cultura de la personalidad; la marcha victoriosa de la razn contra todo gnero de obscurantismo y de inercia espiritual; el triunfo de la filosofa de las matemticas, de las ciencias naturales, de la economa nacional y de su alianza con la tcnica; el entusiasmo de la libertad y de un arte pletrico de mundana alegra; todo el optimismo de la edad moderna; incluso las luces de la ilustracin (notmoslo bien!: frente a los diversos sistemas de terror y a toda clase de absolutismos, frente a las supersticiones, a los procesos de brujas, a los tormentos, al vasallaje de los labriegos y a toda suerte de arbitrariedades del anden regtme, la mayor parte de los representantes 36

    Introduccin de la ilustracin alemana eran hombres de honor y ticamente serios); y, por fin, la exgesis histrico-crtica, cuyos perennes resultados, sobre todo en lo relativo a la autntica historicidad del hombre Jess, al contexto histrico y al complejo desarrollo de las fuentes, a la postre son utilizados con toda naturalidad por ambas confesiones. Hay alguien que honradamente pueda desear que todo eso no hubiera sucedido? El lema: progreso de la edad moderna, no pierde su fuerza en virtud de aquel otro: ocaso de occidente; y, por otra parte, sabemos que la idea de una cristiana edad media es ms que problemtica. Tenemos muy buenas razones para preguntar si en la historia de la edad moderna, y quiz precisamente en ese proceso hacia el humanismo, no se trata de una realizacin inicialmente ambivalente, pero ahora inequvoca de exigencias del mensaje cristiano. Mientras para unos el camino condujo desde la cristologa clsica a travs de la cristologa desta hasta una cristologa atea, para otros el nuevo sentido histrico y humanitario ha creado los presupuestos necesarios en orden a una cristologa nueva y de mayores dimensiones. An contina sin decidir la batalla en torno a la cristologa que est en curso desde la edad moderna. Y fue precisamente en el transcurso de la ilustracin cuando penetr en las conciencias y qued formulado como problema. Aludimos al transcurso de la ilustracin por una razn bien concreta: en ese tiempo acaeci el nacimiento de Hegel. Y vale la pena que persigamos los 50 aos de historia que ahora van a deslizarse, desde 1781: muerte de Lessing y aparicin de la Crtica de la razn pura de Kant, hasta 1831-1832: muerte de Hegel y de Goethe. Nos encontramos en ese perodo ante un ritmo evolutivo y una plenitud de problemtica que apenas tienen par en la anterior historia del pensamiento (quiz ni siquiera en la igualmente apiada historia de la filosofa griega). Vamos a contemplar esos aos con la lupa del tiempo enfocada desde una vida singular, desde la de Hegel 27 . Y por qu precisamente desde Hegel?

  • 27. Acerca de la biografa de Hegel en general, cf. sobre todo: Dokumente zu Hegels Untwicklung ( = H, editados por J. Hojfmeister); Briefe von und an Hegel: xxvn, 1265: Stuttgart-Tubinga-Berna-Francfort-Jena-Bamberg; xxvn, 267-430 y xxvin, 1-144: Nurenberg; XXVIII, 145-200: Heidelberg; xxvn, 201-368; xxix, 1-356: Berln; xxx, 3-35: suplementos y adiciones. Adems, la clsica biografa ortodoxa de K. ROSENKRANZ (1844) y la exposicin, orientada ms polticamente, de su contrincante crtico y liberal R. HAYM, que completa y

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    Introduccin 1. Porque Hegel conduce al idealismo alemn y, en cierto sentido, toda la filosofa moderna a su perfeccin sistemtica, de modo que Karl Barth dice acertadamente. ... lo sorprendente no es que Hegel considerase haber llevado la filosofa a su consumacin y a su final; lo extrao es que los hechos no vinieran a darle la razn... Cmo se explica que Hegel no fuera para el mundo protestante algo parecido a lo que Toms de Aquino haba sido para el catlico?28. No vamos a discutir aqu si en otro sentido no habr sido ms bien Schelling el cnit del idealismo. En cualquier caso coincide con las intenciones de nuestro trabajo el hecho de que sobre todo el Schelling teolgico de los aos maduros, el de las obras Weltalter y Philosophie der Mythologie und der Offenbarung, est consiguiendo creciente atencin en los ltimos tiempos 29 . 2. A pesar de las luchas de gigantes y de las mordientes ironas sobre el pretendido proceso de putrefaccin del Espritu absoluto, la influencia de Hegel, hoy como ayer, es inmensa. En primer trmino y sobre todo por lo que calladamente se ha tomado de l en todas partes: Apenas se encontrar hoy un pensamiento terico de cierta importancia que, interprete con objetividad la experiencia de la conciencia, y no slo de la conciencia sino tambin del hombre corporal, y, sin embargo, no se haya alimentado de filosofa hegeliana 30, dice Th. Adorno. Pero Hegel tambin influye directamente a travs de los renacimientos hegelianos, ms o menos crticos, que a cierta distancia se van sucediendo peridicamente31. A este respecto debemos citar: en Inglaterra a J.H. Stirling, E. Caird, F.H. Bradley, B. Bosanquet, W. Wallace, J. McTaggart; en Italia, a los antiguos partidarios de la filosofa hegeliana A. Vera y B. Spaventa, y ms recientemente, a B. Croce, G. Gentile y E. De Negri; en el rea de la lengua francesa, a J. Wahl, J. Hyppolite, A. Kojve, H. Niel,corrige la anterior (1857), y al que Rosenkranz contest en 1858 (y volvi a contestar otra vez en 1870). Abundante material biogrfico nos ofrecen, junto a la aportacin de K. FISCHER, sobre todo las investigaciones realizadas sobre la juventud de Hegel (cf. la bibliografa en el cap. i, 1). Sobre cada una de las pocas concretas, cf. los datos especiales en los diversos captulos; sobre la crtica hecha a Hegel, vanse los datos del cap. vnr, 1. 28. K. BARTH, Die protestantische Theologie, 343.29. Cf. sobre todo las obras de W. SCHULZ, H. FUHRMANS, W. KASPER y K.

  • HEMMERLE.

    Introduccin as como los trabajos sobre Hegel de G. Fessard, A. Peperzak, A. Chapelle, C. Bruaire, R. Vancourt; en Holanda en primer lugar a G J . P J . Bolland y luego a B. Wigersma y R.F. Beerling. Y dejando a un lado el influjo hegeliano que lleg hasta Sudamrica y Extremo Oriente, veamos la situacin en Alemania. De donde proceden los ms destacados servicios a la comprensin de Hegel es de las ediciones de sus obras a cargo de G. Lasson, J. Hoffmeister, H. Glockner, H. Nohl, y de las introducciones a la historia de la juventud de Hegel escritas por W. Dilthey, Th. Haering y otros ms. Tambin hemos de referirnos a las nuevas interpretaciones a cargo de R. Kroner, N. Hartmann, Th. Litt y I.Iljins, as como a la introduccin de Fr. Heer; y por fin, a las discusiones de signo positivo que tuvieron lugar entre los telogos protestantes del primer tercio de nuestro siglo (F. Brunstd, K. Lese, E. Hirsch, K. Nadler, y ms tarde, siguiendo la misma lnea, J. Flgge y E. Schmidt; as como Barth en el campo de la teologa dialctica); y entre los telogos o filsofos catlicos (E. Przywara, Th. Steinbchel, C. Nink, J. Mller, E. Coreth, W. Kern, P. Henrici y J. Splett); y, en cuanto a los telogos protestantes de ltima hora, recordemos a G. Rohrmoser, H. Schmidt, W.D. March y T. Koch. Despus de un perodo de subjetivismo neokantiano, enemigo de la metafsica, siguiendo las huellas de la fenomenologa de Husserl se lleg poco a poco a una vuelta al objeto, un retorno al realismo, y con ello a una vuelta a la metafsica, a la ontologa. Este movimiento espiritual trajo tambin una manifiesta vuelta a Hegel, la cual comenz particularmente sobre los aos treinta en Alemania. Los promotores de esta vuelta resaltan concordemente, ya no a un Hegel puramente idealista, sino el carcter realista, emprico, prximo a la realidad y por aadidura metafsico y ontolgico de la filosofa hegeliana32. En la discusin de los ltimos tiempos adquiri particular relieve el conjunto de problemas relativos a la religin y la sociedad. La importancia de Hegel para nuestro tiempo est atestiguada por dos asociaciones internacionales cientficas (la Sociedad Internacional Hegel y la Unin Internacional Hegeliana), por los congresos peridicamente fijos que se celebran32. Cf. sobre esto E. CORETH, Das dialektiscbe Sein, 7-12.

    30. T H . ADORNO, Drei Studien zu Hegel, 14. 31. Cf. sobre esto las actas de los Congresos en torno a Hegel.

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    39

    Introduccin sobre temas hegelianos y, sobre todo, por el extraordinario nmero de publicaciones dedicadas a l 33 . 3. Sus mismos enemigos han contribuido a acrecentar su influencia. Los

  • grandes antihegelianos estaban casi siempre nutrindose del mismo Hegel; as Kierkegaard y Marx, Aunque despus de su muerte Hegel fue depuesto del trono por manos del liberalismo y de la ciencia inductiva, sin embargo, se apoyaron en l la monarqua y la revolucin, el relativismo y el historcismo, el nacionalismo y el totalitarismo, Taine y Renn, los paneslavistas y el anarquista Bakunin, las escuelas de Tubinga, tanto la protestante como la catlica, y el materialismo dialctico con su comunismo mundial. En la Gran Enciclopedia Sovitica leemos estas significativas expresiones dentro del artculo titulado Hegel: En todo esto, bajo el ropaje mstico del hegelianismo haba un ncleo de profunda verdad (Lenin): la dialctica como "lgebra de la Revolucin" 34 . Una parte de los ms significativos intrpretes de Hegel en la hora actual proceden directamente del campo del materialismo dialctico: E. Bloch, G. Lukcs, W.R. Beyer y R. Garaudy, as como los nuevos intrpretes de los escritos del joven Hegel en el rea italiana; y otro grupo de tributarios del hegelianismo, como H. Marcuse y H. Lefbvre, van encaminados hacia el materialismo dialctico. Frente a todo este complejo de posturas en torno a Hegel, el aspecto real que motiva nuestro trabajo es el siguiente: sin que muchos se hayan dado cuenta de ello, en Hegel alcanza un dramtico punto cumbre la discusin acerca de Cristo, junto con la pregunta acerca de Dios. Partiendo de la ilustracin y de la imagen que sta haba acuado de Jess, Hegel encontr ms tarde en una forma plena al Hombre-Dios, a Cristo. Y llegado a este punto, Hegel no era un ser capaz de seguir caminando sin escrutar las esencias de lo que acababa de elaborar. Con su mente genial se tortura por desentraar las implicaciones que para Dios y para la humanizacin del hombre tiene la encarnacin divina. Desde Cristo volvi a pensar su sistema, o fue quizs al revs? 35.33. W. KERN, en un excelente informe sobre la literatura perteneciente al perodo comprendido entre los aos 1958-1960 menciona 75 (!) libros; y entre los aos 1961-1965 habla de ms de 200 ttulos, que se hallan recogidos en el Vol. 4 de Hegel-Studien (1967).34. E. OOBETH, 16, 17.

    Introduccin Pero basta ya de introducciones! El cuestionario abierto rebosa de preguntas y de temas. Los cuchillos, siguiendo un smil del mismo Hegel, estn suficientemente afilados; es hora de empezar a cortar, es decir, de entrar en materia.

    en las obras de historia de la filosofa (recientemente F. COPLESTON, J. CHEVALIER), hemos de resear por su importancia fundamental las obras sistemticas de K. ROSENKRANZ, Krttsche Erlauterungen des Hegelscben Sysems (18401 Y Hegels ais Deulcher Nationalpbilasoph (1870), as como, en el terreno crtico, la exposicin del telogo F.A. STAUDENMAIER, proveniente de la primera poca. Luego, pasado un largo perodo de desinters por Hegel, la exposicin general de la filosofa hegeliana de KUNO FISCHER, que es hasta ahora la ms amplia, y en la que se recoge la investigacin del siglo xix. Despus de la primera guerra mundial siguieron a esta obra de Fischer, dentro ya del

  • renacimiento de Hegel, tres obras importantes sobre l: las de R. KRONER, N. HARTMANN y H . GLOCKNER (editor, ste ltimo, de la edicin jubilar). Tambin son importantes para nuestro tema las exposiciones procedentes de la misma poca a cargo de J. WAHL, H, MARCUSE, T H . STEINBCHEL y W. SCHULTZ.

    Para la poca posterior a la segunda guerra mundial son importantes; desde el punto de vista de una crtica teolgica, en primer lugar K. BARTH y E. HIRSCH; en el aspecto de la historia del liberalismo, T H . LITT; desde el punto de vista marxista, E. BLOCH y la introduccin al pensamiento y a la teologa de Hegel, de I. ILJIN, que es, con ventaja sobre todas las dems, la ms profunda que existe (aparecida ya en edicin rusa en el ao 1916). Entre las introducciones ms recientes, junto a trabajos introductorios de menor importancia (P. TOUILLEUX, E. WEIL, G.A. VAN DEN BERG VAN EYSINGA, T.I. OISERMANN, A. MARIETTI), destacan: "W.T. STACE (nueva edicin), J.N. FINDLAY, R. HEISS, R. GARAUDY, "W. KAUT-

    35.

    Exposiciones generales de la filosofa de Hegel: Prescindiendo aqu de introducciones

    MANN, G.R.G. MURE (popular G.E. MLLER). Cf. tambin los artculos enciclopdicos de W. ANZ (EKL), W. WIELAND (RGG) y W. KERN (LThK). Acerca de la problemtica filosfico-religiosa hay que mencionar, si prescindimos de los trabajos sobre los escritos de juventud, sobre las pruebas de la existencia de Dios en Hegel y sobre las discusiones del idealismo alemn con el cristianismo (cf. los captulos posteriores), entre las ms recientes publicaciones: C. HTSCHL, H. NIEL, G. DULKEIT, J. MLLER, E. SCHMIDT, J. FLGGE, F. HEER, T. KOCH. En torno a la problemtica trinitaria, despus de J. HESSEN, recientemente J. SPLETT. Sobre la problemtica religiosa, poltica y social: G. ROHRMOSER, H. SCHMIDT, W.D. MARSCH. Sobre la Cristologa del joven Hegel: J.W. SCHMIDTJAPING. Sobre cada una de las obras de Hegel, las publicadas y las no publicadas, cf. la literatura especial de los captulos correspondientes. A pesar de los trabajos de distinta ndole que se han realizado a manera de ensayo hay que dar la razn a P. HENRICI cuando afirma que es de lamentar que hasta la fecha todava no poseamos un trabajo definitivo sobre la cristologa de Hegel (Hegel und die Theologie, 729).

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    41

    I EL CRISTO OLVIDADOVenga a nosotros tu reino y que no nos encuentre con los brazos cruzados'.

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    LA RELIGIN DE UN ILUSTRADO

    El joven Hegel no tuvo en mucho a Jesucristo 2 . O no lo manifest? Pero ahora, a 200 aos de distancia, cmo va ser posible penetrar en el corazn de un muchacho de entonces? Las fuentes2. Respecto a la juventud de Hegel nos apoyamos, sobre todo, en los Dokumente zu Hegels Entwicklung ( = H), publicados por J. HOFFMEISTER, as como en la edicin de H. NOHL, Hegels Theologische Jugendschriften ( = N). Para la cronologa en relacin con la nueva edicin de los escritos completos de juventud, cf. G. SCHLER 111-159 (tabla pgina 127-133). En el siglo xix se estaba interesado por el Hegel de los aos jvenes, pero nicamente en el sentido biogrfico, y se insista en la continuidad con relacin a sus escritos posteriores: as K. ROSENKRANZ, R. HAYM y todava K. FISCHER, el cual reuni y termin las investigaciones realizadas en el siglo xix (en Italia, cf. el Saggio, de B. Croce, 1907). La obra de W. DILTHEY, Jugendgeschichte Hegels abri un nuevo perodo, en el sentido de que analiz detalladamente los escritos teolgicos de la juventud, hasta entonces relegados al olvido, los cuales luego fueron publicados por NOHL, discpulo de Dilthey, bajo el discutible ttulo de Theologische Jugendschrifien. Dilthey, despus de haber constatado en Hegel un perodo kantiano, descubri en l un pantesmo mstico, de forma que con ello destacaba sobre manera la discontinuidad con relacin a los escritos posteriores (sobre la lnea de Dilthey se mueven tambin J. WAHL y G. BELLA VOLPE). Esta interpretacin unilateralmente teolgica del joven Hegel fue corregida y completada ya por F. ROSENZWEIG, en Vntersuchung ber Hegel und den Staat, que destac los componentes polticos en Hegel (cf. la importante investigacin de J. RITTER sobre Hegel und Vie Franzosische Revolution. Este componente poltico despus fue analizado rigurosamente (y en muchos sentidos parcialmente) por intrpretes del campo marxista (sobre todo): G. LUKACS, E. DE NEGRI, A. NEGRI, A. MASSOLO, M. ROSSI. En el ala de izquierdas algunos dan una interpretacin izquierdista a Hegel y as lo miran con benevolencia (por ejemplo, Lukcs, Massolo, Negri), mientras otros le dan una interpretacin derechista, con la consiguiente postura antihegeliana (as, por ejemplo, Della Volpe, con sus discpulos L. Coletti y N. Merker, y tambin Rossi). Mientras que los espritus rectores del renacimiento de Hegel estaban orientados sistemticamente y no se ocuparon en absoluto de los escritos de juventud (R. KRONER destaca la evolucin histricamente necesaria que va de Kant a Fichte, Schelling y Hegel; N. HARTMANN resalta los elementos romnticos e irracionales), o slo se ocuparan de ellos tarda y condicionalmente (GLOCKNER en su 2. vol.); en cambio el minucioso histrico-gentico de T H . HAERING trajo la primera panormica completa sobre la personalidad y obra del joven Hegel, donde se corregan radicalmente las conclusiones sacadas por Dilthey y se

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    Hegel a Schelling 1795, xxvn, 18.

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    I. El Cristo olvidado informativas apenas manan. De lo nico que disponemos es de relatos generales, de ciertos extractos de sus aos de escolar, de pequeos trabajos sin gran importancia, de un poco expresivo diario del estudiante de bachiller, con ao y medio de extensin, y todava con abundantes interrupciones. Mas qu es todo esto para 18 aos de vida humana? Dada pues la escasez de datos podemos equivocarnos, pero nos sigue dando la sensacin de que el joven Hegel no tuvo en mucho a Cristo. No quiere esto decir que Hegel no fuera eso que se ha venido en llamar un buen cristiano. Hegel fue un muchacho serio, a carta cabal, un escolar ejemplar, siempre mimado de sus padres, porque, como nos relata su hermana Cristina (cf. H. 394), era el primognito y adems muy aplicado. Era frecuentemente el primero de la clase, y por eso el director de la escuela en cierta ocasin le dio el encargo de recordar a nuestros compaeros que no deban mezclarse con las miserables asociaciones de juegos y con sociedades por el estilo (a continuacin estn cuidadosamente anotados los nombres de los compaeros que pertenecan a una tal asociacin de alanos, H. 8). Y en su alocucin solemne, con ocasin de su despedida del instituto, Hegel asegura a sus condiscpulos que, si bien para el pasado es demasiado tarde, p