Herede Un Fant

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Heredé un fantasma Laura Escudero Esta historia escrita por Laura Escudero es una de esas obras que a pesar de estar editada para chicos es un libro para todas las edades. Hay muchos argumentos para defender esta idea y uno de ellos es que los protagonistas no tienen la edad del receptor, son grandes, rasgo poco frecuente en el campo de la literatura infantil y juvenil; otro: la escritura. La historia la cuenta Ana, quien hereda una casa abandonada de su tía Dorotea, muerta hace diez años. El relato incluye cartas, y una modalidad de la protagonista que es enumerar las tareas que deberá realizar, escribir informes, reflexionar en su bloc de notas, una suerte de diario; por lo tanto, la escritura (en todas sus formas) se convertirá un elemento fundamental para la resolución de la novela. Pero Ana no sólo hereda la casa; junto a ella adquirirá un fantasma que necesitará de su ayuda para dejar el lugar y descansar en paz. El fantasma que no es cualquier fantasma, además de ser intelectual, se llama Georg Christobal Tobler, vivió en Suiza, conserva el lenguaje de su época y una historia ligada a la inmigración, habita en un reloj –ahora que es fantasma–, y fue amigo nada menos que de Goethe. El tío Georg necesita que alguien escriba el final de su historia (de amor), para salvarse. Ana sólo puede escribir si no es presionada y si se despoja del servicio utilitario de lo escrito. La escritura, la lectura, los libros, un archivo, proporcionan la reconstrucción del pasado para llegar a la solución del conflicto presente. Y esa reparación por parte de la protagonista permite

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Heredé un fantasma

Laura Escudero

Esta historia escrita por Laura Escudero es una de esas obras que a pesar de estar editada para chicos es un libro para todas las edades. Hay muchos argumentos para defender esta idea y uno de ellos es que los protagonistas no tienen la edad del receptor, son grandes, rasgo poco frecuente en el campo de la literatura infantil y juvenil; otro: la escritura.

La historia la cuenta Ana, quien hereda una casa abandonada de su tía Dorotea, muerta hace diez años. El relato incluye cartas, y una modalidad de la protagonista que es enumerar las tareas que deberá realizar, escribir informes, reflexionar en su bloc de notas, una suerte de diario; por lo tanto, la escritura (en todas sus formas) se convertirá un elemento fundamental para la resolución de la novela. Pero Ana no sólo hereda la casa; junto a ella adquirirá un fantasma que necesitará de su ayuda para dejar el lugar y descansar en paz. El fantasma que no es cualquier fantasma, además de ser intelectual, se llama Georg Christobal Tobler, vivió en Suiza, conserva el lenguaje de su época y una historia ligada a la inmigración, habita en un reloj –ahora que es fantasma–, y fue amigo nada menos que de Goethe.

El tío Georg necesita que alguien escriba el final de su historia (de amor), para salvarse. Ana sólo puede escribir si no es presionada y si se despoja del servicio utilitario de lo escrito.

La escritura, la lectura, los libros, un archivo, proporcionan la reconstrucción del pasado para llegar a la solución del conflicto presente. Y esa reparación por parte de la protagonista permite develar el misterio, tanto como regresar a tiempos remotos para fraguar un final (sorpresivo).