Hipocondría

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Hipocondría: Ansiedad por la enfermedad Hipocondría: una aproximación al problema “…el paciente describe ataques ocasionales de dolor abdominal leve, sensación de plenitud, ruidos intestinales, y una masa abdominal firme (…) Durante los últimos meses ha ido aumentando progresivamente su preocupación por estas sensaciones, hasta el punto de estar convencido de que pueden traducir la presencia de un carcinoma de colon. Somete sus heces a valoraciones semanales para ver si hay sangre oculta y dedica 15-20 minutos cada 2-3 días a palparse cuidadosamente el abdomen (…) Cuenta su historia con un tono sincero, desanimado, y sólo se alegra (…) cuando puede proporcionar una explicación detallada del descubrimiento de una anomalía uretral genuina, pero clínicamente insignificante…” (Fuente: DSM-IV: Libro de Casos). El cuidado de nuestro cuerpo y las preocupaciones razonables por la salud son conductas adecuadas, sirven para prevenir diferentes enfermedades. Y, desde luego, cuando se padece realmente una enfermedad, son aún más adecuadas, siempre y cuando, sean proporcionadas a la enfermedad padecida. Lo que ocurre en la hipocondría es una desorbitada preocupación por padecer

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Hipocondria enfermedad por la enfermedad

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Hipocondría: Ansiedad por la enfermedad

Hipocondría: una aproximación al problema

“…el paciente describe ataques ocasionales de dolor abdominal leve,

sensación de plenitud, ruidos intestinales, y una masa abdominal firme

(…) Durante los últimos meses ha ido aumentando progresivamente su

preocupación por estas sensaciones, hasta el punto de estar convencido

de que pueden traducir la presencia de un carcinoma de colon. Somete

sus heces a valoraciones semanales para ver si hay sangre oculta y

dedica 15-20 minutos cada 2-3 días a palparse cuidadosamente el

abdomen (…) Cuenta su historia con un tono sincero, desanimado, y

sólo se alegra (…) cuando puede proporcionar una explicación

detallada del descubrimiento de una anomalía uretral genuina, pero

clínicamente insignificante…” (Fuente: DSM-IV: Libro de Casos).

El cuidado de nuestro cuerpo y las preocupaciones razonables por la

salud son conductas adecuadas, sirven para prevenir diferentes

enfermedades. Y, desde luego, cuando se padece realmente una

enfermedad, son aún más adecuadas, siempre y cuando, sean

proporcionadas a la enfermedad padecida. Lo que ocurre en la

hipocondría es una desorbitada preocupación por padecer

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enfermedades que, o no se tienen, o, teniéndolas, no justifican

semejante preocupación. Las cavilaciones se basan en pequeñas

sensaciones físicas vagas e imprecisas. Esta inmensa preocupación

genera mucha angustia y suele llevar al descuido de diferentes

actividades que la persona antes realizaba con normalidad -ej. abandono

del trabajo, desatención a la vida de pareja por estar más centrado uno en

sus propias sensaciones-.

Los componentes esenciales de la hipocondría se pueden dividir en tres

formas de respuesta:

a. Cognitivos:

– preocupación por el propio cuerpo y por padecer diferentes enfermedades.

– rumiaciones sobre síntomas, salud y enfermedad y sus consecuencias

– autobservación excesiva de las funciones del cuerpo y tendencia a verlas como señal de

enfermedad.

– más atención a las posibles consecuencias negativas, desoyendo los aspectos más

saludables de uno mismo y de la vida.

b. Emocional-fisiológicos:

– ansiedad

– temores sin correspondencia con el peligro real

– cambios en el estado de ánimo

c. Conductuales:

– hablar a propios y extraños de las varias dolencias y síntomas.

– búsqueda de información en diferentes fuentes (enciclopedias, otros enfermos,

familiares…).

– autoobservaciones repetidas y manipulación de diferentes partes del cuerpo para

comprobaciones diversas.

– aumento de las visitas a médicos y especialistas, y deterioro de las relaciones con éstos.

– disminución de otras actividades sobre todo las de buena salud y aquellas que implican

responsabilidad social o laboral.

La persona hipocondríaca está muy metida en el rol de enfermo, es decir,

centra la mayor parte de su vida en la vivencia de estar enfermo. Aunque

la hipocondría como trastorno se clasifica independiente de

la ansiedad y la depresión, muchas veces aparece junto a ellas. Esta

coexistencia se explica por varios motivos. El tono de ánimo negativo

hace que nos centremos más en nosotros mismos, lleva a interpretar

sensaciones neutras como señales de peligro potencial de enfermedad, y

vuelve más catastrofistas nuestras expectativas de padecer una

enfermedad y lo que significaría padecerla. Además también se ve

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aumentada nuestra atención a aspectos negativos de la vida, entre ellos

las enfermedades, y a recordar enfermedades que se padecieron o

padecieron otras personas en el pasado. Y no hay que olvidar que las

propias emociones negativas pueden generar síntomas físicos (la

ansiedad, por ejemplo, genera palpitaciones, sudores, temblores…) que

pueden ser vistos como enfermedad física si se desconoce su origen, o,

incluso pueden provocar problemas físicos reales (úlceras, psoriasis,

cefaleas tensionales, hipertensión arterial, asma bronquial, etc…).

Entre los factores que facilitan el inicio de los cuadros de

hipocondría, suelen citarse los siguientes: 1)Experiencias previas con efectos sensibilizadores(p.ej. conocimiento

de errores médicos, familiares enfermos, padre hipocondríaco…) y

factores de aprendizaje en relación al propio cuerpo (fundamentalmente

costumbres sociales en la expresión emocional de la enfermedad y las

reacciones a ella, capacidad amplificada para percibir las propias

reacciones internas, y fallos en la forma de afrontar situaciones

estresantes).

2) Formación de creencias erróneas sobre los síntomas, la salud y la

enfermedad. Además de una atención selectiva a aspectos negativos y

tendencia a confirmar estas creencias erróneas.

3) La presencia de un incidente crítico externo (muerte de un familiar,

información sobre una enfermedad cuyos síntomas uno cree padecer) o

interno (estado de ánimo negativo) suele activar estas creencias y

comportamientos arriba señalados, desencadenándose así los

componentes característicos de la hipocondría.

Una vez iniciada la hipocondría, hay otros factores que contribuyen a

su mantenimiento, entre ellos:

– continúas visitas a los médicos y a especialistas, sin encontrarse causa

física al problema, y sin explicación satisfactoria. Hay un grupo de

pacientes hipocondríacos, sin embargo, que evitan sistemáticamente

cualquier consulta o exploración médica por temor a que se les confirme

la enfermedad temida.

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– insistente búsqueda de información sobre enfermedades a partir de

diferentes fuentes.

– rumiaciones sobre síntomas, salud y enfermedad y sus consecuencias.

– aparición de enfermedades reales que confirmen las creencias.

– la persona centra la mayor parte de su vida en la vivencia de estar

enfermo.

– el abandono de interés y la falta de actividad llevan a atender más a las

propias sensaciones.

– atención continuada a la persona y sus quejas por parte de sus

conocidos.

En medicina esta enfermedad tiene un mala aceptación y entendimiento.

La relación médico-paciente se va deteriorando. El paciente no está

satisfecho con las explicaciones médicas que le dicen que no tiene

ningún problema físico o que es un enfermo imaginario.

Desde el punto de vista psicológico, una vez comprobado que hay un

buen estado de salud, el foco de tratamiento pasa a ser las

preocupaciones por la salud y las emociones y conductas asociadas.

Los medicamentos no son efectivos, salvo en la medida en que reducen

la ansiedad o el desánimo.

El tratamiento psicológico que más claramente ha demostrado su eficacia

es el llamado cognitivo-conductual . Se caracteriza por ser básicamente

educativo, se enseña al paciente, y a sus familiares si es necesario,

nuevas formas de afrontar el problema y se les anima a que dejen de

afrontarlo como hasta ahora hacían. Además hay otros componentes

específicos como son la relajación, la exposición a las propias

sensaciones previniendo respuestas de evitación, reconsideración de los

síntomas regulación del estado de ánimo y la ansiedad, análisis de errores

en la atribución, programación de tareas y prohibiciones, etc… Los más

importantes de estos tratamientos específicos, están más detallados en el

apartado correspondiente.

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Hipocondría: Criterios Diagnósticos según las Clasificaciones

Internacionales Para efectuar el diagnóstico de Hipocondría, los especialistas se basan en

los criterios diagnósticos del DSM-IV o del CIE-10, dos clasificaciones

de las enfermedades consensuadas por especialistas de diferentes

nacionalidades y reconocido prestigio.

En ambas clasificaciones la Hipocondría se incluye en el apartado

de Trastornos Somatomorfos, es decir, trastornos caracterizados por la

presencia de síntomas físicos que sugieren una enfermedad somática

(física) para la que no hay pruebas inequívocas. Pero si hay clara

evidencia de su relación con factores o conflictos psicológicos

Recuerde, no obstante, que usted no puede, ni debe, auto-

diagnosticarse. Sólo un profesional de la salud experto está en

condiciones de hacerlo con rigor y fiabilidad. Cuando una persona está

preocupada por su salud o normalidad suele identificarse con síntomas o

enfermedades que no tiene, o confundirlos con otras posibles.

Criterios del DSM-IV para el diagnóstico de hipocondría. Fuente:

American Psychiatric Association

Preocupación y miedo a tener, o creer que se tiene, una grave

enfermedad, a partir de la errónea interpretación de uno o más síntomas

físicos. Las exploraciones médicas y las diferentes pruebas no hallan

enfermedad física alguna, pero esto no tranquiliza a la persona. El

problema persiste durante más de 6 meses, provocando malestar

importante o deterioro en las relaciones sociales, laborales u en otras

áreas importantes de la vida de la persona.

Los síntomas que se malinterpretan se refieren a sensaciones corporales

(ej. un fuerte latido de corazón), a pequeñas anormalidades físicas (ej.

una herida o tos) o a sensaciones físicas vagas (ej. venas dolorosas).

Suelen experimentar más preocupación al leer o escuchar acerca de una

enfermedad, al saber de alguien que este enfermo, o al centrarse en lo

que ocurre en su propio cuerpo. La preocupación es un aspecto central en

la forma en que la persona se percibe, habla de ella continuamente, y es

su forma de enfrentarse al estrés.

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Criterios de la CIE-10 para el diagnóstico de la hipocondría. Fuente:

Organización Mundial de la Salud

Debe existir alguno de estos síntomas:

1) Durante al menos 6 meses hay convencimiento de tener no más de 2

enfermedades orgánicas graves (y al menos una conocida por su nombre)

2) Preocupación repetida por una supuesta deformidad o desfiguración

(esto en el DSM-IV es el Trastorno Dismórfico Corporal)

Genera malestar persistente o invalidez social, y lleva a la persona a

buscar tratamientos y pruebas médicas o de otro tipo (ej. curanderos). No

se aceptan las explicaciones de que no hay problemas físicos, excepto

durante los chequeos y, tras éstos, en períodos de no más de pocos días s

semanas.

Diagnóstico Diferencial de la Hipocondría El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una

enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera

confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde

exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes. En

muchos casos requiere de pruebas y exploraciones complementarias que

han de solicitarse a los servicios médicos pertinentes en cada caso.

En el caso la hipocondría el diagnóstico diferencial se hace respecto a:

– Enfermedad médica: explica completamente la hipocondría, y

conlleva unas preocupaciones realistas en relación a la gravedad objetiva

de la enfermedad.

– Síntomas somáticos en la niñez: Son normales en esta etapa y no se

debe diagnosticar hipocondría a menos que haya preocupación

prolongada por padecer una enfermedad grave.

– Preocupaciones por la salud en la vejez: son más realistas o bien se

relacionan con un trastorno del estado de ánimo.

– Trastornos de ansiedad: en el trastorno por ansiedad generalizada

puede haber preocupación por padecer una enfermedad grave, pero ésta

es sólo una de las preocupaciones. Aunque en la hipocondría son

posibles pensamientos obsesivos sobre la enfermedad y rituales

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asociados, en el trastorno obsesivo compulsivo las obsesiones y las

compulsiones no se restringen a la enfermedad. Las preocupaciones

hipocondríacas pueden desencadenar ataques de pánico, sólo se

diagnosticará trastorno de pánico cuando estos ataques sean recurrentes e

inesperados. En la fobia específica a las enfermedades la persona tiene

miedo sobre todo a la posibilidad de llegar padecerá alguna enfermedad,

en cambio en la hipocondría hay preocupación por padecerla ya.

También se diferencia del trastorno de ansiedad por separación que se

inicia en la infancia y en situaciones en que hay separación de personas

importantes para el sujeto.

– Trastornos somatomorfos: en el trastorno dismórfico corporal la

preocupación se centra en el aspecto físico (recordemos que esta

distinción no la hace la CIE-10). En el resto de trastornos somatomorfos

(trastorno de somatización, trastorno de conversión, trastorno por dolor y

trastorno somatomorfo indiferenciado) también hay síntomas físicos pero

no existe preocupación por padecer una enfermedad grave.

– Episodio depresivo mayor: puede haber preocupación excesiva por la

salud física, pero se limita a los momentos en que la persona está

deprimida.

– Trastornos psicóticos: en la hipocondría la creencia de padecer una

enfermedad no llega a las proporciones de los delirios somáticos (p. ej. se

puede aceptar que la enfermedad temida no exista, o que no se

corresponda con la estructura del propio organismo).

Tratamiento de la hipocondría

El inicio de cualquier tratamiento requiere: -Una valoración diagnóstica precisa

-Un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y

desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenasteis,

factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones

intentadas, etc.

-Un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de

deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en

planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos

personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la

personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc.

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-La formulación de un esquema explicativo que identifique las variables

más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso

que han ido siguiendo a lo largo del tiempo.

-El establecimiento de una relación adecuada entre el paciente y el

especialista que les permita trabajar juntos de manera eficiente:

reconocimiento mutua, comunicación eficaz, confidencialidad,

seguimiento de prescripciones etc.

-Finalmente, en función de todo lo anterior, el establecimiento de unos

objetivos evaluables y unos medios convenientemente ordenados y

secuenciados. Estos últimos, los medios y su despliegue, en función de la

demanda formulada por el paciente, son los que constituyen el

tratamiento propiamente dicho.

La intervención terapéutica conjuga, normalmente, tratamientos

específicos, en función del diagnóstico principal, con otros de carácter

más general o contextual, en función de las características personales y

circunstancias del paciente. Normalmente, las primeras intervenciones

van encaminadas a reducir los síntomas de ansiedad y la incapacitación

que producen. Posteriormente se analizan y tratan los factores que

originan y/o mantienen la ansiedad y otras alteraciones que puedan

acompañarla.

Habitualmente, los tratamientos incluyen aspectos relacionados con la

recuperación de la salud, si se ha perdido, aspectos relacionados con

la prevención, y aspectos relacionados con el desarrollo personal del

paciente que de un modo u otro tienen que ver con lo que le pasa.

Normalmente, al inicio del tratamiento, se acude a consulta una vez por

semana. Cuando el tratamiento está mínimamente encauzado, se espacian

las visitas, efectuándose habitualmente a razón de una visita cada 15

días.

Tratamientos específicos de la hipocondría

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Los tratamientos que han demostrado una mayor eficacia en el

tratamiento específico de la hipocondría son los tratamientos

psicológicos basados en procedimientos cognitivo-conductuales.

En los tratamientos psicológicos se explican al paciente los factores de

origen y de mantenimiento de la hipocondría, se le insta a que deje de

hacer continuas visitas a médicos y especialistas, a que procure no hablar

repetidamente de sus dolencias y síntomas y, en general, a que deje de

centrar su vida en la preocupación por padecer una grave enfermedad. A

las personas cercanas se las invita a que no recompensen las quejas

ofreciendo algún tipo de beneficio o ganancia. Todo esto que se

desaconseja, está relacionado con la solución que hasta ahora se ha

intentado, y que, seguramente, no ha dado resultado.

He aquí una relación de aquellas técnicas consideradas más efectivas:

– Técnicas de Reestructuración Cognitiva: son un conjunto de técnicas

que trabajan con los pensamientos, usando el diálogo y las pruebas para

validar los pensamientos. Para la hipocondría se trabaja con los errores al

atribuir los síntomas vagos, ambiguos y normales a enfermedad grave.

También se anima a cambiar el foco de atención, que parece estar

atascado en las enfermedades y sus perniciosas consecuencias,

ampliándolo a sensaciones saludables del propio cuerpo. Y se busca

instaurar nuevas creencias más realistas sobre la salud y la enfermedad.

– Técnicas de relajación: Recuérdese que la ansiedad puede provocar

síntomas que se pueden atribuir a enfermedad grave o, incluso, generar

enfermedades graves. Además el generar estas nuevas sensaciones

agradables y gratificantes, ayuda a cambiar el foco de atención y orienta

hacia un pensamiento menos negativista, reduciendo en algo las

preocupaciones existentes.

– Inundación imaginaria ante la posibilidad de enfermedad grave o

muerte: consiste en intentar visualizar los pensamientos y

presentimientos negativos sobre enfermedad y muerte, como si realmente

hubieran ocurrido. Aunque pueda padecer muy angustiante, sirve para

afrontar directamente el miedo a la muerte, el envejecimiento y el posible

rechazo de los demás, de manera que la vida presente se hace mucho más

llevadera.

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– Exposición intereoceptiva. Técnica de las conocidas con el nombre de

paradágicas, donde se pide al paciente que, mediante diversos

procedimientos, se genere y se exponga voluntariamente a los síntomas y

sensaciones temidas. De esta manera el sujeto percibe que tiene un

control sobre dicho síntomas. Se consigue que sensaciones que antes se

consideraban como señal de peligro se vean como absolutamente

normales. Por tanto, esta técnica, también contribuye a un cambio en el

pensamiento y a reducir la angustia y la preocupación.

– Entrenamiento en Técnicas de Asertividad: Con la mejora de la

asertividad y la autoestima se desarrollan formas más efectivas de

conseguir los objetivos y deseos (laborales y, sobretodo, sociales), sin

tener que usar la queja y los síntomas como forma de comunicación.

– Análisis y resolución de áreas conflictivas de la vida de la persona:

se tratan específicamente, y con tratamientos también específicos según

el área, aspectos de la vida de la persona que han quedado seriamente

dañados como consecuencia de la enfermedad, o bien han incidido de

alguna manera en su aparición o mantenimiento.

–Medicación: en la hipocondría los medicamentos no tienen mucha

efectividad, salvo para regular la sintomatología ansiosa o depresiva que

suele acompañarla. Normalmente se utilizan Ansiolíticos y/o Inhibidores

Selectivos de la Recaptación de la Serotonina.

________

Fuente: Clínica de la Ansiedad. Psicólogos y psiquiatras en Barcelona y

Madrid.