Hipocrates -Tratados Hipocraticos

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TRATADOS HIPOCRÁTICOS TRATADOS HIPOCRATICOS JURAMENTO • SOBRE LA CIENCIA MÉDICA. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA • SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA • EL PRONÓSTICO. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES • SOBRE LA DIETA EN LAS ENFERMEDADES AGUDAS. SOBRE LA DIETA INTRODUCCIÓN GENERAL DE CARLOS GARCÍA GUAL TRADUCCIÓN Y NOTAS DE M. D. LARA NAVA, C. GARCÍA GUAL, J. A. LÓPEZ FÉREZ Y B. CABELLOS ÁLVAREZ BIBLIOTECA BÁSICA GREDOS BIBLIOTECA BÁSICA GREDOS C EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2000 MY D. Lara Nava ha traducido Juramento y Sobre la medicina antigua, C. García Gual Sobre la ciencia médica, Sobre La enfer- medad sagrada, El pronóstico y Sobre la dieta, J. A. López Férez Sobre los aires, aguas y lugares y B. Cabellos Álvarez Sobre la dieta en las enfermedades agudas. Quedan rigurosamente prohibidas, bajo las sanciones establecidas por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como su distribución mediante alquiler o pt~stamo público sin la autorización escrita de los titulares del copyright.

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TRATADOS HIPOCRÁTICOS TRATADOS HIPOCRATICOS JURAMENTO • SOBRE LA CIENCIA MÉDICA. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA • SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA • EL PRONÓSTICO. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES • SOBRE LA DIETA EN LAS ENFERMEDADES AGUDAS. SOBRE LA DIETA INTRODUCCIÓN GENERAL DE CARLOS GARCÍA GUAL TRADUCCIÓN Y NOTAS DE M. D. LARA NAVA, C. GARCÍA GUAL, J. A. LÓPEZ FÉREZ Y B. CABELLOS ÁLVAREZ BIBLIOTECA BÁSICA GREDOS BIBLIOTECA BÁSICA GREDOS C EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2000 MY D. Lara Nava ha traducido Juramento y Sobre la medicina antigua, C. García Gual Sobre la ciencia médica, Sobre La enfer- medad sagrada, El pronóstico y Sobre la dieta, J. A. López Férez Sobre los aires, aguas y lugares y B. Cabellos Álvarez Sobre la dieta en las enfermedades agudas. Quedan rigurosamente prohibidas, bajo las sanciones establecidas por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como su distribución mediante alquiler o pt~stamo público sin la autorización escrita de los titulares del copyright.

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Diseño: Brugalla ISBN 84-249-2481-9. Depósito Legal: B. 15589-2000. Impresión y encuadernación: CAYFOSA-QUEBECOR, Industria Gráfica Santa Perpétua de la Mogoda (Barcelona). Impreso en España - Printed in Spain. INTRODUCCIÓN GENERAL 1 LA MEDICINA HIPOCRÁTICA Y SU CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL La mayoría de los escritos que componen el llamado Corpus Híppocraticum fueron Compuestos en los últimos decenios del siglo y y los primeros del IV a. C. De ninguno de todos esos tratados médic:os atribuidos al famoso Hi- pócrates de Cas —que vivió entre 460 y 380 a. C. aproxi- madamente, contemporáneo de Sócrates y de Tucídides— podemos asegurar con exactitud que realmente fuera com- puesto por su mano magistral. Pero es muy probable que algunos de los libros más famosos de esa biblioteca pro- fesional procedan de su enseñanza directa, e incluso al- gunos de su propia escritura. En todo caso, la variedad de los textos~ y de su temática no excluye una clara coinci- dencia de miras en los aspectos más generales de la me- dicina como téchne, y en la concepción del médico como profesional al servicio de los hombres. Ya muchos siglos antes de Hipócrates se practicaba la medicina en Grecia y los médicos gozaban de una repu- tación alta como demzourgo(. Bastará recordar el papel que tienen Macaón y Podalino en la Ilíada, o algunas ins- cripciones arcaicas que honran la memoria de un médico ilustre. Hubo escuelas de medicina en varias ciudades griegas y del sur de Italia, pero fue la de Cos, la isla donde nació y ejerció el gran Hipócrates. la que logró a fines del siglo y a. C. la reputación más sólida ligada al recuerdo de

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TRATADOS HIPOCRÁTICOS INTRODUCCIÓN GENERAL XI ese maestro en el arte de la curación. Allí se formó la primera biblioteca de escritos médicos, esa colección de textos atribuida pronto al maestro —ya en el siglo iv y luego en el ni recogida y comentada en Alejandría—. Nos importa subrayar que los grandes autores de esos prime- ros textos médicos pertenecen al pleno período clásico. Esos médicos habían leído las obras de varios autores pre- socráticos y algunos estaban influidos por los sofistas, y escriben antes que Platón. Hay en la Colección Hipocrática textos de autores pos- teriores, como el tratado Sobre el corazón y el tratado So- bre la naturaleza del hombre, atribuido con buenas razo- nes a Pólibo, yerno de Hipócrates. Y hay alguno que, por sus propias indicaciones, conviene adjudicar a alguna es- cuela de doctrina y prácticas algo distintas, como es el caso del llamado Juramento hipocrático. Algún texto me- nor, como el llamado Sobre la decencia, es ya del siglo u d. C. Pero en conjunto, nos hallamos ante un grupo de escritos médicos —unos más técnicos y otros más generales y de divulgación— que ofrecen una perspectiva bastante ho- mogénea en cuanto a su concepción del saber médico en una época bien definida. Quiero insistir en que esto no significa que no haya divergencia de opiniones entre al- gunos de esos tratados —así, por ejemplo, en cuanto a la relación con las ideas filosóficas sobre los componentes esenciales de la naturaleza del hombre, las hay muy no- tables entre los textos de Sobre la medicina antigua, Sobre la dieta y Sobre la naturaleza del hombre—. Por otra parte, para cuestiones como la que vamos a ver aquí, conviene recordar que la medicina hipocrática se constituye —con afán de ser una téchne que puede dar cuenta de sus fundamentos teóricos y no sólo prácticos— en la época de la Ilustración helénica, lo que significa que en sus aspectos más generales tiene que tomar posición ante la filosofía como saber de los principios últimos de las cosas. Este de las relaciones entre la filosofía y la me- dicina es un tema muy amplio, sobre el que se han escrito muchos comentarios, y que apenas podemos rozar ahora. Nos limitaremos sólo a mencionar que el gran pensador y médico Alcmeón de Crotona (nacido hacia el 500 a. que descubrió el papel del cerebro como centro del pen- samiento y el sistema nervioso, y que definió la salud Co- mo un equilibrio de fuerzas y la enfermedad como un ex- cesivo predominio de una de ellas (es decir, la salud como isonomía y la enfermedad como monarchia, utilizando una muy sugerente metáfora política), parece haber abierto una senda muy transitada por los hipocráticos. Podemos recordar también que en Sobre la naturaleza del hombre parece clara la influencia de la teoría de Empédocles so- bre los cuatro elementos cósmicos (también Empédocles fue médico, aunque tal vez poco ortodoxo), así como la de Heráclito en Sobre la dieta y la de Diógenes de Apolo- nia en Sobre los vientos. Algún texto médico de tono di- vulgador, como el Sobre la ciencia médica, bien pudo ser

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redactado por un sofista, y en este caso se ha sugerido el nombre de un enciclopedista como Hipias de Élide, al que Platón ha caricaturizado estupendamente. Por otro lado, sabemos que la medicina como un sa- ber técnico influyó en otros autores de la época clásica, como Tucídides o Platón. Es precisamente Platón quien en su Fedro menciona con elogio y como ejemplar el mé- todo de Hipócrates, siendo nuestra fuente clásica mgs an- tigua sobre el amplio prestigio de su contemporáneo. No hay, en cambio, huellas en nuestros textos hipocráticos de la teoría socráticoplatónica del alma como principio de vida trascendente a las funciones del cuerpo. La pala- bra psyché aparece muy pocas veces en los tratados del Corpus (p. e. en el Sobre la dieta) y no tiene un sentido importante. El hombre es, para estos médicos, un cuerpo, sano o enfermo, cuyos trastornos psíquicos tienen tam- bién un origen corporal. También conviene recordar que será Aristóteles, hijo de un médico de la corte macedonia, X XII TRATADOS HIPOCRÁTICOS quien desarrolle en sus tratados sobre los animales una primera anatomía comparada, que algunos médicos hele- nísticos, posthipocráticos, sabrán aprovechar. Basten estas breves indicaciones de introducción so- bre el lugar y momento en que se desenvuelve el pensa- miento hipocrático. Esta medicina pionera se desarrolló con talante científico, aunque con medios terapéuticos muy limitados, con evidentes lagunas básicas en su visión ge- neral de la enfermedad (recordemos, por ejemplo, que los griegos ignoraban la existencia de los microbios, carecían de una química elemental y tenían un instrumental médi- co rudimentario y una farmacopea muy reducida). El ni- vel de la ciencia hipocrática, por citar el titulo de un libro de R. Joly, debe estimarse más que por sus logros concre- tos por sus afanes racionalistas y sus objetivos. Es cierto que subsisten en esos textos antiguos ciertos restos de creencias populares (aunque la crítica de la superstición es muy fuerte en algunos textos básicos~ y que a veces se impone una tendencia —muy propia del pensamiento grie- go antiguo— a teorizar sin sólida base experimental. Sin embargo, conviene, pensamos, evaluar esa <hazaña cien- tífica» no tanto por sus logros concretos como por sus planteamientos y sus anhelos. Y recordar cuántos siglos habrán de pasar para que esos métodos terapéuticos y esos esquemas teóricos sean desplazados por una medi- cina más experimental y más capaz, y, sobre todo, por una medicina estimulada por otras técnicas de explora- ción del interior humano y una más amplia farmacopea. LA MIRADA DEL MÉDICO Como hemos subrayado ya, el médico hipocrático .se

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considera un profesional, que aplica su téchne al cuidado de los enfermos. La therapeía del cuerpo del enfermo cons- J 1 INTRODUCCIÓN GENERAL XIII tituye su objetivo. Con su tratamiento profesional, objeti- yo, racionalizado, pretende devolver a éste la salud perdi- da. De modo que los conceptos de salud y enfermedad re- sultan básicos para comprender su actuación. Pretende mediante su cuidado médico hacer que el enfermo recu- pere su salud natural, el buen orden de su cuerpo, el equi- librio interno —recordemos el símil de Alcmeón de la isonomía de los elementos— que ha sido perturbado por algún agente dañino. Todo debe funcionar de acuerdo con la naturaleza, kat& physin. Vencer a la enfermedad signi- fica recomponer o reconquistar la propia physis elimi- nando los factores dañinos que la descompensaban. Por tan- to conviene saber qué es la naturaleza propia del cuerpo y cómo está éste compuesto, a fin de intervenir en el proce- so de curación. Notemos, por lo pronto, que la atención del médico —a diferencia de la teoría del filósofo— está enfocada a un objetivo práctico. Saber qué es el hombre, en abstrac- to, indagar las archal de la corporeidad humana, es algo importante, pero aquí está subordinado a una actuación práctica, terapéutica, del médico. De ahí que haya una cierta dependencia de las teorías filosóficas, y también una polémica en cuanto la medici- na quiere prescindir de las hipótesis de algunos presocrá- ticos, tal como veremos en el tratado Sobre la medicina antigua. El autor de este texto sostiene que la medicina tiene más que ver con la alimentación bien programada que con las hipótesis filosóficas acerca del ser último del hombre. La enfermedad, nósos, es, pues, el concepto central en la perspectiva hipocrática. El hombre es, en esta perspec- tiva médica, ante todo un ser sujeto a las enfermedades, y luego a la muerte. El cuerpo humano es así visto como un recipiente complejo y un tanto misterioso, cubierto por la piel y articulado por el esqueleto, que puede ser afectado por heridas externas y desequilibrios internos. (La idea de XIV TRATADOS HIPOCRATICOS’ que el cuerpo funciona como un organismo, como una máquina, y que los componentes del mismo son instru- mentos, árgana, coordinados al servicio del conjunto no está expresa en el Corpus Hippocraticum. El término mismo de órganon, instrumento, aparece en contados ca- sos y sin relieve especial. Hay en este punto notables dife- rencias respecto a la concepción aristotélica, que resulta mucho más avanzada y moderna.) Detectar la enferme- dad, prever su desarrollo, combatir su avance, y tratar de

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restaurar la salud en el cuerpo dañado, tales son los afa- nes del médico como technítes al servicio de la sociedad. La iatriké es una téchne y no una epistéme, y como tal arte o ciencia aplicada debe definir bien sus objetivos y méto- dos para obtener sus resultados. Es un saber empírico, en todo caso, que requiere una teoría previa, pero que debe ser revalidada justamente en su praxis terapéutica habi- tual, mediante experimentos y comprobaciones metódi- cas. En ese sentido al hipocrático le importa menos saber qué es el hombre que observar y comprender cuándo y cómo enferma, y cómo puede ser devuelto a su salud na- tural, a su equilibrada naturaleza. El médico hipocrático tiene unos medios de observa- ción muy limitados. Como indica un estudioso moderno, «La actitud ante la enfermedad era racional, pero los me- dios empíricos para su posterior conocimiento estaban ausentes, ya que ni la estructura celular del cuerpo ni los microbios que lo invaden podían ser vistos ni estudiados» (Phillips). No tenían nada del complicado instrumental moderno, por supuesto. Ni microscopios, ni estetoscopios, ni rayos X. Acostumbraba el médico a servirse de sus fa- cultades de observador, poniendo en juego todos sus sen- tidos y su práctica clínica. Todavía pasa por alto alguna manifestación importante: no toma el pulso al enfermo, por ejemplo. Para conocer el aspecto de las enfermedades examina al enfermo buscando las manifestaciones exter- nas de su mal. Hace honor a la sentencia de Anaxágoras INTRODUCCIÓN GENERAL XV ópsiS adélon ta phainómena, «a partir de lo que se mues- tra debe ver lo oculto». A partir de los síntomas, t¿l sé- meia, debe inducir los padecimientos internos y pronosti- car el proceso morboso. Toda una semiótica se despliega ante los ojos del médico, ininteligible al profano, revela- dora para el profesional. El texto más significativo y claro al resp&to es el comienzo del Pronóstico, que bien podría estar escrito por el mismo Hipócrates. (Y el de Epidemias 1 23, que citaremos luego.) El médico debe leer, por así decir, en el rostro y en la postura del enfermo su dolencia. Y luego prever y profe- tizar el desarrollo de la misma y proveer con sagaz tera- péutica a un éxito favorable. El pronóstico y no el diag- nóstico es lo característico de ese saber médico, que ve al enfermo como paciente de un proceso, en el que el cuer- po es como el campo de batalla de factores enfrentados. El médico hipocrático no tiene un cuadro médico de mu- chas enfermedades con nombres específicos al que refe- rirse, y dispone, por otra parte, de una farmacopea muy pobre. De modo que trata de colaborar con los elementos benéficos de la propia naturaleza del paciente, a fin de que el decurso de la enfermedad tenga un buen éxito. Pronos- ticar ese desarrollo resulta prioritario, y la habilidad en el pronóstico define al médico. Excelente observador en muchos casos, anota los cambios del mal, atiende espe- cialmente a los momentos decisivos, las crisis, y orienta, por decirlo así, el proceso hacia un buen final. Pero mu- chas veces el médico se encuentra con la imposibilidad de salvar al enfermo, cuando el daño es ya irreparable o im- previsible el remedio. (En algún texto del CH se reco- mienda al médico que no acepte tratar a los enfermos in- curables o terminales, para no ser dañado en su prestigio

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profesional, tan importante en el oficio.) Las historias clínicas recogidas en los siete libros de las Epidemias re- velan muy bien este proceder del médico, que registra y anota día a día, minuciosamente, los síntomas del proce- xvl TRATADOS HIPOCRÁTICOS so morboso y en muchos casos asiste al final, sin una ac- tuación decidida ni un veredicto claro, a la muerte del paciente. Estos documentos de los casos observados por el médico, que viaja y estudia a los enfermos a lo largo de sus días de enfermedad, muestran muy bien, en su sucinto estilo, la capacidad de observación a la par que el temple anímico de estos profesionales. El médico —atendiendo al principio de ophelefn ¡cal me bláptein— apenas intervie- ne en algunos casos, o no nos dice cómo ha intervenido, sino que asiste al combate del enfermo con su dolencia como un atento y refinado testigo. EL OSCURO INTERIOR DEL CUERPO HUMANO Los médicos griegos de la época clásica no practica- ban la disección de cuerpos humanos, por razones de res- peto religioso. Más tarde sabemos que sí la conocieron los alejandrinos, e incluso se dice que en la Alejandría del si- glo nI a. C. algunos audaces investigadores llegaron a prac- ticar alguna vivisección humana experimental (sobre va- rios criminales convictos). Sí es probable que algunos hi- pocráticos diseccionaran animales, como lo hizo más tarde Aristóteles y, desde luego, Galeno. De tal modo, el cono- cimiento que tenían del interior del cuerpo humano era bastante vacilante e hipotético. Por otra parte, como ya advirtió Aristóteles, el observar el interior de un cuerpo muerto sin una debida preparación no permitía advertir muchos elementos importantes de su funcionamiento, ya que éste había dejado de comportarse como en el ser vi- yo. Fue la anatomía comparada aristotélica la que permi- tió avanzar en este terreno, pero aún en ella perduraron muchos errores anteriores. El interior del cuerpo, negado a una sensación direc- ta, lejano a esa aísthesis toú sómatos que un famoso texto J INTRODUCCIÓN GENERAL xx~í invoca como el criterio fundamental del conocimiento

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médico (la sensación que el médico tiene del cuerpo del enfermo), es pensado como un largo recipiente en el que están instalados los órganos fundamentales —corazón, pulmones, estómago, etc.— y por el que circulan unos fluidos mutantes, como la sangre, el aire, el agua, la bilis, etc., es decir, lo que los médicos de la segunda generación hipocrática llaman los «humores». En ese espacio hueco interior, en el que los huesos forman el armazón esquelé- tico, revestido luego por las carnes y los nervios, existen además unos conductos que transportan esos humores y los distribuyen por el cuerpo, aunque las ideas sobre sus conexiones (con el cerebro, el corazón, los pulmones, el estómago, etc.) varían bastante. Suelen distinguir nuestros autores los «nervios» o tendones, neurd, y los tubos hue- cos por donde circulan los humores, sin separar las venas de las arterias hasta una fecha algo posterior. (Tanto unas como otras son llamadas phlébes.) Se discute si los hipo- cráticos conocieron la circulación de la sangre, en cual- quier caso sus nociones sobre todos esos conductos inte- riores y su función están bastante alejadas de lo real. Más tarde daremos algunas precisiones sobre estos elementos, pero ahora quiero sólo indicar que la idea vaga y general del interior del cuerpo está fundada en una concepción imaginativa, y no en conocimientos anatómicos relevan- tes. De hecho, se ha dicho con razón que la medicina hi- pocrática es todavía preanatómica. Y la representación del cuerpo en su interior carece de un esquema claro de sus órganos y vasos. Citaré al respecto unos párrafos de M. Vegetti, un buen conocedor de estos textos: <El paradigma más difundido y dominante —como ha mostrado Robert Joly— comporta una concepción del cuerpo como recipiente hueco, dentro del cual circulan fluidos que se combinan, s~ encuentran y reaccionan en- tre sí; los órganos internos, en los casos raros en que son r XVIII TRATADOS HIPOCRATICOS tomados en cuenta, son considerados como canalizacio- nes o como bombas aspirantes y evacuantes respecto al fluir de esos líquidos. Cuando, excepcionalmente, ánthropos viene pensado en su acepción antropológiCa complexiva —y esto acaece siempre por efecto de una presión teórica externa a la medicina, que se origina en el campo de la filosofía de la naturaleza— el concepto viene constantemente reducido a los elementos que llenan el recipiente. Eso sucede de modo ejemplar al comienzo del De natura honíinis: el hombre no es únicamente uno de los fluidos comprendi- dos en el cuerpo, pero si es correcto afirmar que ‘el cuer- po del hombre tiene en si sangre, flegma, bilis amarilla y negra’>’. <El materialismo médico antiguo es coherente —si- gue diciendo Vegetti algo más adelante— en la concep- ción del hombre como un recipiente in-formado de los materiales que ingresa, y capaz de transformarlos en flui-

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dos que en él discurren hasta la evacuación, normal o patológica. El alma misma está concebida en Sobre la dieta como un fluido espermático, compuesto de agua y fuego (1 7, 25), que penetra en el cuerpo, y circula en él a través de poros y vasos (1 360), y se alimenta del humor, hygrón, corpóreo (II 60-61). En Naturaleza de! hombre 6, donde psyché mantiene el valor arcaico de principio vital, ésta viene relacionada —por los médicos adversarios de nuestro autor— a la sangre, cuya pérdida determina la muerte. (En otros lugares, particularmente en Sobre los aires, aguas y lugares, psyché tiene el valor psicológico- antropológico de ‘carácter’ de los individuos o pueblos.) La imagen más difundida, que atraviesa textos de inspiración metódica y doctrinal muy diferentes, es la que representa el cuerpo como un campo de batalla, o más bien como un terreno neutro en el que se desarrolla la lucha por el poder entre elementos diversos...>’ (M. Vegetti, <Metafora politica e immagine del corpo>’, en Tra Edipo e Euclide, págs. 45-48). El médico no tiene una idea clara de los procesos in- teriores del cuerpo, aunque sabe de algunos, como el de INTRODUCCIÓN GENERAL XIX la respiración y el de la cocción de los alimentos —pép- sis—, y tiene una vaga idea de la conversión de éstos en sustancias incorporadas en parte al mismo, y en parte eliminadas por evacuación. De ahí la enorme importancia que se concede a la dieta en su sentido más amplio y por autores muy distintos, como son el que escribió Sobre la medicina antigua (donde los comienzos de la medicina auténtica coinciden con los descubrimientos de la alimen- tación conveniente al hombre) y el autor del Sobre la dieta. El médico hipocrático presta gran atención a las cualida- •des de los alimentos ingeridos, así como también estudia las deyecciones del enfermo para informarse del decurso de la enfermedad. Los excrementos, el sudor, el flato, el aliento, muestran los síntomas del proceso morboso. En cuanto al órgano central que dirige el conjunto de todos esos cambios y movimientos internos, en el tratado • Lugares en el hombre se dice que «no hay ninguna arché del cuerpo» (cap. 1), mientras que tanto Enfermedad sa- grada como Naturaleza del hombre asignan un papel rele- vante en la dirección y origen de estos procesos al cerebro y a la cabeza, respectivamente. En el Sobre el corazón se sitúa el principio vital en el vetrículo izquierdo del cora- zón (cap. 10). Pero éste es un texto algo tardío, que supone un avance en sus esbozos anatómicos, como se ha seña- lado a menudo. Según M. Vegetti y otros han comentado, el pensamiento organicista sobre el cuerpo comienza con Platón y con Aristóteles, y es éste quien en sus estudios sobre los animales lleva hacia ~adelante la visión anatómi- ca de los varios órganos del cuerpo, y de éste como una estructura orgánica, con una perspectiva muy distinta a la de los hipocráticos. Galeno intenta combinar luego am- bas teorías. Pero, así como la observación clínica del médico anti- guo parece limitada a analizar lo que entra y lo que sale de ese cuerpo humano, de cuyo interior sabe poco con precisión, su atención a los factores externos que pueden

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XX TRATADOS HIPOCRÁTICOS afectar al equilibrio natural del paciente le lleva a consi. derar muy ampliamente el ambiente en el que vive y ac- túa. De ahí que la dietética se amplíe a un estudio del ambiente y de las condiciones de vida de los pacientes. El ser humano como individuo está condicionado por ese entorno físico y climático. (La atención a esos factores ex- ternos es bien visible en textos un tanto programáticos como Aires, aguas y lugares, pero también en muchas his- torias clínicas de las Epidemias.) Predomina, en toda esta concepción del enfermo y la enfermedad, una visión del hombre como organismo físi- co, que en gran parte se apoya en una idea previa de base filosófica. Las relaciones entre la medicina y la filosofía en Grecia son complejas, y hubo desde muy pronto in- fluencias reciprocas, aunque la medicina es una de las primeras ciencias en conquistar una plena autonomía metódica. El escrito Sobre la dieta es, a este respecto, muy interesante. Son numerosos los escritos médicos que ex- ponen en un comienzo ideas generales sobre el hombre y el cosmos, para luego avanzar hacia un tratamiento con- creto de sus temas médicos. Pero la atención al conjunto del ser humano, a la ph>isis que es la norma de la salud, caracteriza a la mayoría de los textos más antiguos. LA CIENCIA MÉDICA Y SU CONTEXTO HISTÓRICO La medicina hipocrática se configura en un horizonte histórico e intelectual que podemos delimitar con preci- sión. Los tratados más significativos del CH (El pronósti- co, Sobre la medicina antigua, Epidemias 1 y m, Sobre la dieta en las enfermedades agudas, Sobre la enfermedad sa- grada, Sobre los aires, aguas y lugares, Sobre la dieta, etc.) están escritos en los últimos decenios del siglo y o a co- mienzos del siglo IV a. C. Son obra de Hipócrates o de j INTRODUCCIÓN GENERAL X)U otros médicos de su generación. Esto es lo que nos inte- • resa destacar: estos profesionales de la medicina pertene- cen a un momento muy bien caracterizado de la cultura • griega, el del apogeo de la ilustración y del racionalismo. Tienen un patrimonio tradicional, en cuanto technítai de la curación y demiourgo4 formado por un repertorio de observaciones y experiencias adquiridas en la práctica

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propia y en la enseñanza recibida de sus maestros y pre- cursores en el arte, médicos ambulantes, y también maes- tros de gimnasia y educadores de atletas. Pero, bajo el in- • flujo de la teoría filosófica acerca de la regularidad de la naturaleza, estos escritores médicos tratan de explicitar los fundamentos teóricos de su arte y de confirmar la va- • lidez de su ciencia exponiendo sus principios generales. • Siempre sin perder de vista el objetivo final: combatir las dolencias y devolver al hombre la salud, su condición na- tural. Se empeñan en demostrar que la medicina, como ciencia real, téchne eoúsa, no sólo es una práctica benéfi- ca, sino también un saber operativo acerca del hombre y del mundo en el que vive y perece. La hazaña intelectual de estos médicos ha pervivido como impulso hacia el co- • nocimiento del hombre, más allá de sus limitados logros en motivos concretos de su dominio científico. Uno de los pocos datos firmes que tenemos sobre Hi- pócrates es el de su nacimiento en Cos hacia el 460 a. C. Esto quiere decir que era un estricto coetáneo de Demó- crito de Abdera y que era unos diez años más joven que Sócrates. Bien pudo escuchar, como señala la tradición biográfica, al famoso Gorgias, y tomar lecciones de su hermano, el médico Heródico de Selimbria, reputado por sus tratamientos dietéticos. Sabemos también que ejerció la actividad médica en el norte de Grecia (en Tesalia y en Tracia, como el autor de Epidemias 1 y III) y en la isla de Tasos y cerca del Ponto Euxi no, y que murió en Larisa a una edad avanzada. Debió de gozar pronto de prestigio como profesional ilustre, a juzgar por la referencia de XXII TRATADOS HIPOCRÁTICOS Platón en el Protágoras (31 Ib) que lo nombra como ejem- plo de un maestro en su oficio, dispuesto a enseñar a otros mediante salario. (El Protágoras fue escrito hacia el 395 a. C., y sitúa el coloquio allí narrado unos treinta años antes.) Era uno de los Asclepiadas, es decir, uno de los des- cendientes de Asclepio, el héroe fundador de la medicina. Al remontar su genealogía hasta el sabio hijo de Apolo, los médicos de Cos sólo destacaban el carácter gremial y familiar de su oficio, lo mismo que los rapsodos de Quíos, los #Homéridas», remontaban la suya hasta el patriarca ‘de l~ épica, Homero. También sus hijos fueron médicos, Tésalo y Dracón, y a su yerno Pólibo le atribuyeron algu- nos autores antiguos el tratado Sobre la naturaleza del hombre. La Antología Palatina (X’II 135) nos ha transmitido un hermoso epitafio honorífico, que le rinde alabanzas como a un noble guerrero, y que pudo estar grabado sobre su tumba en Larisa: El tesalio Hipócrates, de linaje coico, aquí yace, que, nacido del tronco divino de Febo, trofeos múltiples

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erigió derrotando a las enfermedades con las annas de Higiea, y consiguió inmensa gloria no por azar, sino con su ciencia. Pero en ese combate «con las armas de Higiea», que logra sus victorias no de la casualidad, sino del saber téc- nico, ou t~chei allá téchnei, Hipócrates no era, sin duda, un guerrero solitario. Su actividad profesional se inscribe en una tradición larga dentro de la historia social griega, ya que desde los poemas homéricos está atestiguado el prestigio de algunos médicos. (Cf. fiada XI 514; Odisea XVII 383.) Sabemos, luego, de la estimación y altos emo- lumentos de destacados médicos, como Democedes de Crotona, que trabajó en Egina, en Atenas, y en la corte del tirano Policrates en Samos (según cuenta Heródoto, m 131), o como Ctesias de Cnido, que lo hizo en la corte INTRODUCCIÓN GENERAL XXIII persa de Artajerjes II, o como Onasilo y sus hermanos, a los que alude una inscripción chipriota de Edalion (de mediados del siglo y) prometiéndoles una elevada suma o tierras por atender a los heridos en un asedio de la ciu- dad. Tanto en la guerra como en la cotidiana práctica de la vida ciudadana, el médico era un demiurgo necesario y apreciado, un «artesano» itinerante, hábil en su oficio, en una praxis que requiere la habilidad manual y el ejercicio constante de la inteligencia. Ya desde mucho antes de Hipócrates la medicina griega se había desarrollado sobre unos supuestos empíricos y técnicos, al margen de la me- dicina religiosa y de la superstición popular. La distinción entre el médico que cura heridas de gue- rra mediante la cirugía y diversos cauterios, y el médico de enfermedades internas, está ya en la épica, según unos versos de Arctino en su poema El saco de Troya (com- puesto a fines del siglo vm a. C.), que se refiere a Macaón y Podalirio, hijos de Posidón aquí (o de Asclepio, según la versión homérica): Su padre, el ilustre Sacudidor de la tierra, les conce- dió sus dones a ambos, pero a uno lo hizo más glorioso que al otro. A uno lo dotó de manos más ligeras para sa- car dardos de la carne, y para cortar y aprontar remedios a todas las heridas. Al otro le infundió en el pecho todo lo preciso para reconocer lo escondido y para curar lo incurable. Él fu~ el primero en advertir los relam- pagueantes ojos y la abotargada mente de Áyax enloque- cido. Volviendo a ello, es importante destacar que la medici- na griega se había desligado, desde muy antiguo, de cual- quier vinculación con las prácticas religiosas y con la ma- gia. Ya en Homero hay testimonios de ese médico que actúa al margen del sacerdote purificador. Es el caso de Macaón, hijo de Asclepio, que «vale como médico por mu- chos hombres» y sabe «extraer los dardos y aplicar suaves remedios a las heridas» (11. XI 5 14-5). Aunque en Grecia XXIV

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TRATADOS HIPOCRÁTICOS perduraron con éxito los santuarios y templos donde, bajo el patrocinio de Asclepio, se operaban milagrosas curas, y la medicina popular que recurría a prácticas mágicas y a remedios supersticiosos siguió contando siempre con nu- merosos adeptos, la medicina científica discurrió por ca- minos propios, bien diferenciados de los frecuentados por magos, adivinos, curanderos de varios tipos y trazas, y adi- vinos de diversa catadura. Tanto el autor de Sobre la enfer- medad sagrada (1, 2, 17) como el de Sobre los aires, aguas y lugares (que bien pudiera ser el mismo) expresan su desdén hacia los practicantes de esos turbios remedios, y manifies- tan su confianza en que todas las enfermedades son natu- rales y deben tratarse por medios naturales. Por otro lado, la deificación de Asclepio no parece un proceso demasiado antiguo. Según L. Edelstein, se produjo a fines del siglo vi a. C., cuando, en la tendencia a persona- lizar la relación religiosa del enfermo con la divinidad cu- radora, se habría desplazado a Apolo, el Sanador por exce- lencia, Péan, en favor de Asclepio, el héroe, hijo del dios y de la ninfa Corónide. El culto a Asclepio, atestiguado en Epidauro hacia el 500 a. C., se introdujo en Atenas hacia el 420 a. C. y en Cos a mediados del siglo iv. Es decir que en Cos no existía ni el templo ni el culto en tiempos de Hipó- crates, cuando la escuela de medicina era ya famosa. Con este dato queda rechazada la hipótesis de E. Littré, que pensaba en una influencia de los casos recogidos en los anales y tablillas votivas de los templos en las notas de los médicos (en Prenociones de Cos y Predicciones 1). El culto es posterior y subsistió en buenas relaciones con las prácti- cas de los médicos, que podian enviar a sus enfermos des- hauciados a visitar los templos como último recurso. Ya antes de Hipócrates había médicos y escuelas médi- cas en diversas ciudades griegas; las había en el sur de Ita- lia, donde Crotona fue, en el siglo vi, la escuela más presti- giosa, en Cirene, en Cnido y en Cos. Hipócrates es un heredero de técnicas y saberes que él y sus contemporá- 1 INTRODUCCIÓN GENERAL XXV neos harán avanzar mediante una mayor conciencia metó- dica y con una teoría mucho más ambiciosa en cuanto a su visión de la medicina como un saber causal en torno a las enfermedades y la salud. Para este progreso, la medicina recibió un impulso decisivo de la filosofla presocrática, de esa physiologla jónica que aspira a describir una concep- ción del mundo ordenado según unos principios funda- mentales inmanentes a los procesos naturales. Y tampoco fue Hipócrates de los pioneros en pretender expresar una concepción filosófica de la enfermedad y la salud, o del hombre como un organismo complejo sometido a la acción de diversos factores naturales. A una generación anterior pertenecen Alcmeón de Crotona, y Empédocles de Agrigen- to, y Diógenes de Apolonia, por citar los nombres de tres influyentes pensadores del período presocrático. En el CH hay huellas de diversas teorías filosóficas, pero hay tam- bién un empeño por destacar la autonomía del saber mé- dico respecto de esas teorías generales. En este punto se inserta, creemos, el empeño hipocrático de fundamentar la medicina como saber, como téchne ejemplar, en una cosmovisión racional de las últimas causas del acontecer

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humano; pero, a la vez, en una serie de prescripciones para la actuación del médico con una bien definida fina- lidad: la de velar por el mantenimiento de la salud y la de alejar las dolencias del cuerpo. La concepción de la salud como un equilibrio interno, y de la enfermedad como un excesivo predominio de un elemento sobre otros, fue expuesta por Alcmeón y recogi- da por los médicos hipocráticos. También la teoría de que el cerebro es el centro de la actividad mental procede de él; así como la teoría acerca del pneúma vital procede de Diógenes. Pero lo que define a la medicina hipocrática no es tanto la aceptación de estos conceptos, como su apro- vechamiento. El conocimiento de la naturaleza, y en es- pecial de la naturá!”za del hombre, por parte del médico tiene una finalidad práctica: la conquista de la salud, la XXVI TRATADOS HIPOCRÁTICOS restauración del equilibrio somático. El afán especulativo por conocer las causas de los procesos naturales se com- bina, en la actividad médica, con la observación y la expe- riencia clínicas. Esta combinación es lo que otorga un se- llo característico al saber hipocrático. Aun en los autores que recriminan el uso de postulados filosóficos o de hypo- théseis (como el autor de Sobre la medicina antigua) en- contramos una gran dosis de especulación. Y en los escri- tores más especulativos, como el autor de Sobre la dieta, encontramos constantes referencias al dato sensible y a la observación de los síntomas específicos. La medicina en- cuentra en la «sensación del cuerpo», aísthesis toú sóma- tos, el criterio fundamental para la verificación de la teo- ría. Atento a los síntomas, el hipocrático interpreta una semiótica que le conduce a un empirismo muy concreto. Los signos corpóreos son la base de la terapia, las indica- ciones por las que se rige el pronóstico y la medicación. Hipótesis, observación de los síntomas, conjetura de las causas morbosas, medicación, son etapas de un proceso metódico en el que se complementan la experiencia sen- sible (aísthesis) y la reflexión (logismós) para aplicar los recursos de la ciencia (téchne siempre y no epistéme) en favor del paciente. La naturaleza, el médico y el enfermo han de colaborar en esa reconquista de la salud. Y el co- nocimiento del médico es el instrumento fundamental, aun- que limitado, para obtener la victoria. Una gran importancia en esta concepción tiene el ha- ber identificado la enfermedad como un proceso morbo- so que afecta al organismo en su conjunto; es más, como un proceso determinado por causas concretas que se des- arrolla con síntomas típicos y predecibles en un curso re- gular. El médico hipocrático sabe predecir ese curso, como sabe, desde un momento definido del mismo, conjeturar el pasado del mismo, y emitir su juicio a partir de los sín- tomas presentes y el recuento de los anteriores: eso es el

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pronóstico. INTRODUCCIÓN GENERAL XXVII La enfermedad presenta en su decurso unos momen- tos decisivos. Son las crisis, en las que se decide el rumbo del proceso patológico, bien hacia la salud (mediante la evacuación o el depósito o apóstasis de los elementos da- timos), o bien hacia una muerte irremediable. Junto con este concepto es también interesante la cOncepción de que los elementos morbosos sufren una especie de coc- ción (pépsis, pepasmós) por la que pierden su carácter da- timo y quedan, por así decir, digeridos por el organismo. Hay días críticos y momentos en que la intervención del médico puede ser decisiva. El médico debe estar atento y actuar aprovechando el kairós, ya que el tiempo es un fac- tor incuestionablemente valioso en toda terapia. Por lo demás, el médico hipocrático parece advertir de antemano que la enfermedad es una abstracción y que lo que él tiene ante sí es siempre a un enfermo, a un hombre sufijente al que ha de salvar con unos medios muy limita- dos. Muchas veces, ante las enfermedades más graves el médico se ve obligado a prescribir una dieta que ayude al enfermo a mantenerse con fuerzas para resistir y a procu- rar no exacerbar las dolencias. Son escasos los medicamen- tos que el médico tiene a mano, y los conocimientos de fi- siología y anatomía tampoco le proporcionan una ayuda eficaz en el tratamiento de las enfermedades agudas. Por ello se confina en la observación minuciosa y atenta. En los libros 1 y III de Epidemias se nos cuentan cua- renta y dos casos cinicos, de los que veinticinco (un 600/o) concluyen con la muerte del paciente. Son raras las refe- rencias a los tratamientos aplicados, mientras que la aten- ción se concentra en los síntomas del enfermo. Estos ca- sos historiados son una muestra del talante científico con que el médico periodeuta, probablemente el mismo Hi- pócrates, atiende a los enfermos más graves. Sin amba- ges, en algunos textos se aconseja al médico no tratar los Casos desesperados (sin duda, para evitar posibles cen- Suras posteriores). XXVIII TRATADOS HIPOCRÁTICOS Para diagnosticar un caso son múltiples los factores que el médico debe observar, como advierte un texto ci- tado con frecuencia (Epidemias 123): En lo que respecta a las enfermedades, las recono- cemos a partir de los siguientes datos, teniendo en cuen- ta la naturaleza humana universal y la particular e indi- vidual, la de la dolencia, la del paciente, las sustancias que se le administran, quién se las admiistra — si a par- tir de esto el caso se presenta de soluc¡óft más fácil o más arduo —, la constitución atmosférica general y la de

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los astros y cada terreno en particular, y lo que respecta a los hábitos, el régimen de vida, las ocupaciones, y la edad de cada uno, con sus palabras, gestos, silencio, pen- samientos, sueños, insomnios, pesadillas, cuáles y cuándo, y sus tics espasmódicos, sus picores, sus llantos, junto con sus paroxismos, deposiciones, orinas, esputos, vómi- tos, y todo aquello que indica las mutaciones de la en- fermedad y sus depósitos en un sentido crítico o mortal: sudor, tensión, escalofríos, tos, estornudos, hipo, re~pira- ción, eructos, ventosidades, silenciosas o ruidosas, he- morragias, hemorroides. Hay que atender a todo esto y a lo que con estos síntomas se indica. La observación detenida del paciente en su contex- to doméstico y en su situación más general requiere del practicante de esta medicina un enorme esfuerzo de aten- ción, al que el médico presta todos sus sentidos: <Es una tarea el examinar un cuerpo. Requiere vista, oído, olfato, tacto, lengua, razonamiento», dice una sentencia de Epi- demias (VI 8) (TÓ sóma ¿rgon es tén sképsin dgein, ópsis, ako~, ns, haph~, glóssa, logismós). Hay que tener en cuen- ta — como remacha en Sobre el dispensario m¿dico 1— <lo que es posible ver, y tocar y escuchar. Y lo que es po- sible captar (aisthésthai) por la vista, el oído, el tacto, el olfato, la lengua, y la reflexión (gnómei), cuantas cosas es posible conocer con todos nuestros medios». Los reproches que al comienzo de Sobre la dieta en las enfermedades agudas se hacen a los tratamientos te- INTRODUCCIÓN GENERAL XXIX rapéuticOs de la escuela cnidia nos ayudan a precisar aquellos puntos en los que el autor estaba orgulloso de la superioridad de su perspectiva. Allí se centra la críti- ca a la doctrina de las Sentencias cnidias en tres puntos: los cnidios dan poca importancia al examen prognóstico del enfermo y se guían sólo por las declaraciones del pa- ciente, como podría hacerlo un profano; sus tratamien- tos son rígidos y usan unas cuantas recetas demasiado estereotipadas de antemano; en su afán por clasificar y denominar las enfermedades se fijan demasiado en pe- queñas distinciones, a veces irrelevantes para la tipolo- gía, y creen que la denominación distinta requiere un tratamiento distinto. Frente a estos trazos, el médico hipocrático se fija menos en dar nombre a las enferme- dades y mucho más en el estado general del enfermo y en la evolución del proceso morboso; atiende a la dieta con cuidado de evitar cambios bruscos, a la vez que pro- cura no debilitar demasiado al paciente con un régimen alimenticio severo o contraproducente; su examen pro- fesional de los síntomas le conduce a emitir un pronós- tico sobre la evolución del enfermo. El escaso interés por la nomenclatura y por el diagnós- tico diferencial es característica notable del autor de El pronóstico y de Sobre la dieta en las enfermedades agudas. En su comparación del hombre sano con el enfermo, que es una regla básica para el juicio médico, el hipocrático atiende al conjunto orgánico dañado más que a los órganos concretos afectados; deja un tanto de lado los diagnósticos locales para atender al cuadro sintomático general. Y, del mismo modo, atiende al curso de la enfermedad más que al estado momentáneo del paciente. Cada paciente presenta

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al cuidador su historia clínica, recogida en los casos narra- dos en Epidemias, y aludida en El pronóstico. Pero el sujeto de esa historia no es la enfermedad (en cuanto realización de un tipo abstracto), sino el paciente con su naturaleza individual y su organismo humano. u XXX TRATADOS HIPOCRÁTICOS Los autores del CH tenían escasos y rudimentarios co- nocimientos de anatomía, ya que no practicaban la di- sección de cuerpos humanos (sin duda por motivos reli- giosos y legales). Desconocían el sistema nervioso. Tenían una vaga y errónea idea del sistema vascular y de la circu- lación de la sangre. (Los textos en que se reconoce al cora- zón como centro del sistema son postaristotélicos.) Su fi- siología se centraba en la explicación de la función de los humores (flegma o flema, y bilis, amarilla y negra), la mez- cla de éstos (la lcrásis, esencial para la salud y de la que de- pendía el temperamento determinado de una persona), la circulación interna del aire vital (el pne¡2 ma) y de la sangre y el agua, junto con los humores ya citados. Los mutuos impedimentos eran el agente de numerosas dolencias. Las causas de las mismas estaban fundamentalmente en la ali- mentación inadecuada — que produce residuos superfluos difíciles de eliminar (perissómata) o gases (ph5sai) —, o en • los trastornos producidos por el ambiente, que es espe- cialmente perturbador en los cambios de estación y que afecta al organismo de muy diversos modos. Sin conoci- mientos de química, especulaban sobre las reacciones del organismo humano ante factores elementales: lo cálido y lo frío, lo seco y lo húmedo, y lo amargo y lo dulce, lo crudo y lo cocido, etc. Las explicaciones pueden variar, y son de hecho bastante variadas, pero todas ellas pueden reducirse a unos esquemas etiológicos muy similares. Por otro lado, el instrumental médico era muy limitado (excepto en ciru- gía, donde las intervenciones eran más efectivas y precisas) y los remedios de la farmacopea antigua muy sencillos. «La actitud ante la enfermedad era Racional, pero los medios empíricos para su posterior conocimiento estaban ausen- tes, ya que ni la estructura celular del cuerpo ni los micro- bios que lo invaden podian ser vistos ni estudiados». (E. D. Phillips, Greek Medicine, Londres, 1973, pág. 34). Calibrar el nivel de la ciencia hipocrática es difícil. Calificar esta medicina como «precientifica» nos parece INTRODUCCIÓN GENERAL XIOU inadecuado e injusto. Es una ciencia incipiente, con un esfuerzo metódico y sistemático por alcanzar la condi- ción de una ciencia positiva, basada en principios objeti- vos y en una percepción ajustada y minuciosa de la reali- dad. Desde sus comienzos tiende a servirse de postulados generales y, a la vez, a desligarse de las especulaciones filosóficas, en su afán por obtener un conocimiento del hombre y su entorno que le permita una actuación eficaz. Desde luego, no logra prescindir de esas especulaciones arriesgadas, ni comprueba sus hipótesis mediante la ex- perimentación. Los experimentos son casi inusitados y la

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tecnología apenas se desarrolla. Como señala R. Joly, «el médico griego quiere atenerse a la observación estricta; incluso cree atenerse, pero en realidad, a menudo proyec- ta sobre los hechos que observa unos a priori inconscien- tes que los recubren o los enmascaran completamente». Pero, ¿es que acaso podíamos esperar que sucediera de otro modo? Todo nuevo saber, todo avance científico, se inscribe en el marco de un sistema de ideas y creencias precedentes; las generalizaciones, que en parte heredó de la physiolog(a presocrática y en parte construyó ella misma, condicionaron y limitaron la objetividad científica de la medicina hipocrática. A pesar de su denodado empeño de observación y experiencia, los médicos griegos no pudieron liberarse de tales concepciones erróneas, sino que encasi- llaron sus datos empíricos en esos esquemas de explicacio- nes vagas y poco adecuadas. Ph5sis philei kr>$ptesthai, <la naturaleza gusta de ocultarse», como decía Heráclito, y el proceso de desvelamiento (que es lo que etimológicamente significa el término alétheia «verdad») es arduo. La medici- na hipocrática camina, creemos, por el sendero que condu- ce a la ciencia médica moderna, pero dista largo trecho de la ciencia actual. Ello no resta interés a su estudio. Al con- trario, apreciando bien la distancia, se pueden justipreciar mejor sus méritos y admirar con justicia su audacia. C~tRi~os GARCÍA Gu~t SOJIIy’aJOdIH SOUVIV~II r

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JURAMENTO Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higiea y Pana- cea, así como por todos los dioses y diosas, poniéndolos por testigos, dar cumplimiento en la medida de mis fuer- zas y de acuerdo con mi criterio a este juramento y com- promiso: Tener al que me enseñó este arte en igual estima que a mis progenitores, compartir con él mi hacienda y tomar a mi cargo sus necesidades si le hiciere falta; considerar a sus hijos como hermanos míos y enseñarles este arte, si es que tuvieran necesidad de aprenderlo, de forma gratuita y sin contrato; hacerme cargo de la preceptiva, la instrucción oral y todas las demás enseñanzas 2 de mis hijos, de los de mi maestro y de los discípulos que hayan suscrito el compromiso y estén sometidos por juraménto a la ley médica, pero a nadie más ~. Haré uso del régimen dietético para ayuda del enfer- mo, según mi capacidad y recto entender: del daño y la injusticia le preservaré. No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia ~. Igualmente tampo- co proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo ~. En pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte ~. No haré uso del bisturí ni aun con los que sufren del mal de piedra: dejaré esa práctica a los que la realizan ~. cia A cualquier casa que entrare acudiré para asisten- del enfermo, fuera de todo agravio intencionado o co- 4 TRATADOS HIPOCRÁTIcOS rrupción, en especial de prácticas sexuales con las perso- nas, ya sean hombres o mujeres, esclavos o libres ~. Lo que en el tratamiento, o incluso fuera de él, viere u oyere en relación con la vida de los hombres, aquello que jamás deba trascender, lo callaré teniéndolo por secreto. En consecuencia séame dado, si a este juramento fue- re fiel y no lo quebrantare, el gozar de mi vida y de mi arte, siempre celebrado entre todos los hombres ‘~. Mas si lo trasgredo y cometo perjurio, sea de esto lo contrario. NOTAS AL TEXTO Salvo en casos excepcionales, la enseñanza de la medicina en Gre- cia no era gratuita, como tampoco lo era su ejercicio. Hipócrates cobra- ba por enseñar (PLATÓN, Pro¡agoras 311 b-c) y. probablemente, también por ejercer, ya que toda profesión tenia derecho a un salario y la medici- na no era excepción; pero es dificil saber las cantidades percibidas, pues

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los textos que nos hablan de ello son de épocas posteriores, cuando ya algunos médicos hacían fortuna (E. L¡TTRÉ, Oeuvres complé¡es d’Hippo- cra¡e, iv, París, 1861, pág. 613). Entre los médicos hipocráticos sólo se rechaza el afán de lucro, como aparece, principalmente, en Sobre la de- cencia y en Preceptos. Unas breves y precisas indicaciones pueden verse en P. LAIN ENTRALGO,La medicina hipocrazíca. Madrid, 1970. págs. 388-9. En este compromiso de Juramento, K. DC¡cHGRABER(.Die árztliche Stan- desethik des hippokratischen Eídes~, Que!!. u. Siudien z. Geschích¡e d. Naturwissenscha fien u. d. Medízin 3 [1933], 102 [cit., en adelante, .Stan- desethik,J) ve una manifestación de la defensa de los intereses de famí- lía o de gremio, que también se písarna en la obligación de compartir la hacienda con el maestro, en la de subvenir a sus necesidades y en la de atender a la educación de sus descendientes. 2 Juramenío señala tres tipos de enseñanza: parangellíé (preceptiva) designa el conjunto de reglas y preceptos relativos a la actuación del mé- dico en el ejercicio de su profesión; akro¿sis es la enseñanza oral, cual- quiera que sea su nivel y aunque esté tanibién explicada en libros; loipE mdth~sis es el resto de los conocimientos médicos, las cuestiones parti- culares, tanto teóricas como prácticas, que se presentan en el ejercicio médico y que el alumno aprende en su contacto con el maestro o en la asistencia a los enfermos. Algunos autores han entendido que parange- 1,1 se referia a escritos esotéricos, pero con ello se violenta arbitraria- mente la acepción común del vocablo (Lírr~É, Oeuvres..., lv, págs. 613-5). JURAMENTO 5 W. H. S. JONES considera esta división de la enseñanza como algo curio- so e inhabitual, probablemente porque no le encuentra paralelos coetá- neos (The Doctor’s Oa¡h, cambridge, 1924, pág. 43, n. 1). Por el contra- río, L. EDELSTEIN (The hippocratíc Oarh. Texí, Transiation and In¡erpre- ¡a¡ion, Baltimore, 1943 [= Anciení Medicine. Selec¡ed Papers of Ludwig Edeistein, ed. poro. y c. L. TEMKIN, Baltimore, 1967, pág. 47]). siguiendo su datación tardía de Juramento, la remite a textos del pitagórico ARIs- TóXENO (58 D l-D 9, DK). 3 En la antiguedad existían familias de médicos, en donde la ense- ñanza se transmitía de padres a hijos como una herencia. La Grecia de los siglos vi y y presenta a Asclepio como el padre y fundador de la fa- milia médica, en cuyo seno se conserva y se transmite el arte; los biógra- fos de Hipócrates nos dicen que su abuelo, su padre, sus hijos y sus nie- tos fueron también médicos; Platón menciona a Acumeno y a su hijo En- ximaco, ambos de profesión médica, y el médico más representativo del s. iv, Diocles de canísto, fue también hijo de médico. La existencia de es- tas familias fue un hecho corriente en la antiguedad (cf. DEICHORABER, .Standesethik,,, pág. 101). Por testimonio de GALENO, en su escrito Sobre las operaciones a~’atÓmicas 11 280-281 K., sabemos que, en esas familias, los hijos aprendían desde pequeños no sólo a leer y escribir, como en el resto de las familias, sino también los conocimientos médicos, incluida la disección. El mismo Galeno piensa que, en un principio, esas familias médicas constituían un clan cerrado al que ningún extraño tenía acceso; pero no existen documentos que lo avalen, ya que los que se nos han con- servado son coetáneos de Juramento (cf. LITTRÉ, Oeuvres..., IV, págs. 611-12). De ser así, la situación cambió con el tiempo: PLATÓN (Prolagoras 31 ib) afirma que también los extraños eran admitidos por Hipócrates como alumnos; GALENO lo confirma de la familia de los Asclepiadas (11 281 K.). Ambas posibilidades, pues, existían entre los asclepiadas de cos en el último tercio del s. y. También Juramento muestra que era posible incorporarse a la profesión médica aun no perteneciendo a una de esas familias, que estaban abiertas a los extraños. Dianéma designa, principalmente, el regimen alimenticio, pero en la antiguedad comprendía también otros tratamientos, como los baños y determinados ejercicios, según se ve en Sobre la medicina antigua. El

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hecho de que se mencione aqui en primer lugar la dietética y luego se aluda a la farmacología y a la cirugía sirvió a EDELSTEINAnCIenI Medici- ne..., pág. 22) de argumento, junto a otros, en lavor del origen pitagórico de Juramento. Según L¡rTR~(Oeuvres..., IV, pág. 622). esta división de la medicina en tres ramas es conocida sólo desde tiempos de Herófilo (cl. cELso, II). ARÍSTÓxENO (58 D 1, DK) la atribuye a los pitagóricos, quienes creían, sobre todo, en la eficacia de la dietética, confiaban menos en la larmacología y ponían en último lugar la cirugía y las cauterizaciones (cf. también PLATÓN Timeo 87c-89d). Pero hay que tener en cuenta que 6 TRATADOS HIPOCRÁTICOS r una valoración similar de estos tres campos se encuentra en la escuela medica llamada ~empírica.. (K. DEICHGRABER, Die griechzsche Empiriker- sc,tíuíe, Berlín-Zurich, 1965, pags. 120 y 289). Por otro lado, en el mismo CH un libro está consagrado a regular la alimentación en caso de enfer- medades agudas; Sobre la medicina antigua ve en el descubrimiento de la dieta adecuada un hecho capital, origen de la ciencia médica, y en los dernas escritos nosológicos la dicta ocupa siempre el primer lugar en el tratamiento de los enfermos, antes que la farmacología y la ciru- gía. Juramento sigue, en este punto, la tendencia general de la medicina de la época (ct. H. L)ILLER, Kleine Schri fien zur antiken Medizin, Berlín- Nueva York, 1973, pag. 211). Los medícos hipocraticos tenían en su poder medicamentos, algu- nos de naturaleza senenosa, que ellos mismos preparaban o que pedían al larmaceútico (p/aarmakopólés). En cualquier caso, los médicos debían conocer los componentes con su dosificación y administrar los remedios (cl. Sobre la decencia 9). En opinion de DE¡cHoícsaER(.Standesethik~, págs. 107-8), no se trata aquí de la eutanasia, que no ofrecía problema en la antiguedad, sino del envenenamiento y, como caso especial, del suicidio. Tambien EoecsTeís<Ancient Medicine..., pág. 8> piensa que aquí se alude al suicidio, rechazado por los pitagóricos como muestra la actitud de Fi- lolao (PLATOS, Fedon 61e Ss.). Para entender esta prohibición LITTRE(OeO- vres..., IV, pág. 622) evoca la situación en la antiguedad, donde el envene- namiento era difícilmente detectable y perseguible, al no existir la prác- tica de la autopsia ni el análisis químico; dado que los casos de envene- miento eran frecuentes, Juramento habría querido reforzar la justicia en un punto cii el que contaba con débiles recursos. Edelstein piensa, por el contrario, que los griegos antiguos tenían conciencia de poder de- tectar el envenenamiento y disponían de medios poderosos para hacer- lo, como la t(>rtiira; por ello invoca aquí nuevamente el influjo de la ética pitagoríca. — En el CH no parecen existir Otros pasajes que aludan a es- te tema. Pero, de hecho, Juramento recoge leyes generalmente conoci- das, y codificadas en el derecho ático, que prohibían el envenenamiento y consideraban el suicidio como un crimen (DEICHGRÁBER, .Standesethík., pág. i08 y nn. 34 y 35). También los médicos, en general, ponían especial cuidado en la administración de fármacos venenosos. Es significativo, al respecto, el testimonio de Ctesías de Cnido, que, hacía el año 400, fue médico del rey de Persia Artajerjes II. ~ dice que, en tiempos de su abuelo y de su padre, sólo excepcionalmente se administraba el elé- boro, porque se conocía su peligrosidad, pero no la dosis terapéutica que había que administrar (G. HARIG-J. KoLLEscH, .Der híppokratísche Eid. Zur Entstehung der antíken mediziníschen Deontologie., Philologus

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122-123 [1978-79], 62, n. 25; y W. ARTELT, Studien zur Geschich¡e der Be- grille ~.Heilmitteh und ~Gift.. (Jrzei¡-Homer-Corpus Hippocraticum (Stu- dien zur Geschichte der Medízin. 23], Leipzig. 1937, pág. 95). A pesar de j JURAMENTO este testimonio, que describe la situación en la época hipocrática, D. W. AMUNDSEN afirma que la prohibición de proporcionar venenos es propia de Juramento y atípíca en la medicina antigua (‘.The Líability of the Physi- cian in classícal Greek Legal Theory and Practíce~, Journ. Hisí. Medie. 32 [19771, i93). 6 El aborto estaba sancionado en muy pocas ciudades de la Grecia antigua y sólo se conoce una prohibición en Tebas y en Mileto (cf. DE¡cH- ORABER, ,Standesethik., pág. 108). Se puede afirmar que, a partir de la sofística, fue una cuestión frecuentemente debatida en Atenas y que la mayoría de los filósofos no sólo lo admitían, sino que incluso lo reco- mendaban. PLATÓN lo considera una institución propia del Estado ideal (Republica 46 le; Leyes 740d) y admite que las comadronas puedan prac- ticarlo silo consideran conveniente. Aun sin razones niedícas es también admitido por ARISTÓTELES (Política 1335b 20 ss.), quien ve en él una de las mejores maneras de mantener la población dentro de los límites de- seables. Sin embargo, las opiniones sobre el momento en que puede ser practicado no son unánimes: si Aristóteles aconseja que se realice antes deque el feto tenga vida animal, Platón, los estoicos y la mayoría de filo- sofas y científicos piensan que puede realizarse durante todo el embara- zo; sólo los pitagóricos, en opinión de EOELsTEIN(Ancient Medicine..., pag. ¡7), disienten del resto y niegan la licitud del aborto en cualquier mo- mento. El aborto terapéutico era tambien admitido por los médicos hi- pocráticos y, así, vemos que Enfermedades de las mujeres habla, con to- da naturalidad, de los diversos preparados abortivos para eliminar los letos muertos, paralizados o a medio desarrollar; pero hasta ahora sólo se ha podido aducir un caso de aborto no terapéutico en el CH: el de So- bre la naturaleza del niÑo 13, donde el autor describe cómo hizo abortar, de manera un tanto grotesca, a una bailarina dedicada a la prostitución. Otros casos aducidos por R. HA,,NEL(.Der kunstliche Abortus im Alter- tum., Arch. Gesch. der Med. 29 [1937], 224 Ss.) y retomados tambien por Edeistein como prueba de que Juramento mantiene en este punto una actitud radicalmente opuesta a la del resto del CH, no demuestran que el aborto no terapéutico fuese también practicado por los médicos hipo- cráticos: en sólo dos de esos casos se trata de expulsión del embrión, que, por lo demás, o ya estaba muerto o ponía en peligro la vida de la madre (cl. 1. M. LoNIE, The Hippocratic Treatises .On (3eneration~. .On tite na- ture of tite Child.. .~Diseases ¡Vs, Berlín, De Gruyíer, 1981, pág. 165 y n. 301. Los términos hagn¿5s y hósiós pueden entenderse de varías mane- ras. Junto con la justicia, la santidad y la pureza son ideales aplicados aquí al médico, pero que, en general, se pueden aplicar también a cua- lesquiera acciones humanas. Sí bien Deíchgraber enfatíza la importan- cia que tiene, en Juramento, el concepto de justicia (incluso el de la anti- gua díké griega), para Edelstein, cuya interpretación se da siempre a la 1

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r 8 TRATADOS HIPOCRÁTICOS luz de la doctrina pitagórica, esta exigencia de pureza y santidad responde al elevado ideal de vida de los adeptos a esa doctrina. El tratamiento del mal de piedra parece haber sido una práctica muy antigua en Grecia. Aquí se le da la suficiente importancia como pa- ra mencionarlo expresamente y ser objeto de juramento. Por ello, algu- nos autores antiguos vieron en este pasaje una alusión a la castración, de considerables repercusiones sociales; pero la mayoría ha entendido que con esta enfermedad se designaba a la cirugía en general, que esta- ría ya claramente diferenciada de la medicina interna y seria practicada por un grupo especial de médicos. Esta tesis lue puesta en cuestión por Andreae y rechazada taxativamente por LITTRÉ(Oeuvres..., IV, págs. 615 y sigs.), para quien esa pretendida separación no resiste una confronta- ción con los textos del CH, donde los internistas son a la vez cirujanos (cf. LAIN ENTRALGO, La medicina hipocratica, pág. 345). DEiCH6RÁDER(.Staxí- desethik., pág. 109> admite también como hecho histórico esa distinción, pero no aduce pruebas; aunque no menciona opiniones antiguas que vie- ran, en este pasaje, una referencia a la castración, piensa que Juramento pretende garantizar la capacidad reproductora del hombre, dejando en manos de especialistas la delicada operación de vesícula. EDEcsTE¡N(An- cient Medicine.... pág. 30), por su parte, acepta igualmente la distinción de ambas especialidades, pero piensa que aquí se rechaza no sólo una operación concreta, sino la cirugía en general, en consonancia con la tra- dición pitagórica que también las distinguía y que consideraba la labor del cirujano como de rango inferior; seria, por otro lado, normal que un dogma que rechazaba todo tipo de sacrilícios cruentos rechazara tam- bién el uso del cuchillo para aquel que quería mantener su vida y su of i- cío en pureza y santidad. Sin embargo, tampoco Edelstein aporta la prueba positiva de su tesis: que en el s. mv, donde él sitúa a Juramento, existiera ya un grupo especial de cirujanos (cf. DILLER, Kleine Schn ¡ten,,., pág. 221). La interpretación de este texto es, pues, oscura y quizás sólo contenga una llamada a la prudencia, como pensaba Littré. JONES ve en él una de las posibles adiciones posteriores con que se fue engrosando Juramento (Hippocrates 1, Loeb Class. Libr., Londres, 1923, págs, 295 y 296. n. 2). Los votos sobre el comportamiento del médico con sus pacientes son tan generales que difícilmente se puede ver en ellos algo caracterís- tico de Juramento. Con todo, EDELSTEIN í’Ancient Medicine..., págs. 34 y sigs.) los compara con algunas prescripeiones de Sobre el médico, en donde se descubre un fuerte acento utilitarista, en contraste con el rigor ético que aquí se expresa y que no distingue entre hombre y mujer ni entre libre o esclavo. O El deseo y la búsqueda de la justa fama es tema Irecuentemente tratado en el CH y, de modo especial, en Sobre la decencia. DEICHORADER <Der hippokratische Eid. Stuttgart, 1955, págs. 25-6 y 41) advierte en es- te pasaje de Juramento un deseo de fama utilitarista: el médico mira por JURAMENTO 9 su reputacion y ésta sólo se logra sí actúa como es debido. EDEL5TEIN~An cieut Medicine..., págs. 5 1.2) cree que aquí no se busca el buen nombre para aumentar la clientela, sino la fama y el renombre inmortales (la mis- ma opinión defiende J. H. WOLF, .Der Wílle zum Ruhm. Meditationen uber den letzten Satz des hippokratischen Eides., en Melemata. Festschr. W. Leibbrand, ed, por J. SCNIJMACHER, Mannheim, 1967, págs. 233-47). Es consciente Edefstein de la aspiración al prestigio que se detecta en toda la medicina hipocrática; pero resalta que, en este pasaje, hay un intento de superar esa realidad un tanto prosaica. La aspiración de Juramento expresaría. incluso con las mismas palabras, la de SOLÓN (1 3-4) por al- canzar un nombre entre las generaciones luturas. en recompensa por lo que había hecho y escrito. La gloría lutura entrelos hombres era, en efecto,

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una aspiración general entre los griegos. SOBRE LA CIENCIA MEDICA Hay quienes han convertido en propia ciencia el difa- 1 mar las ciencias; si bien no creen dedicarse a lo que yo digo, sino hacer una demostración pública de su saber personal. Pero a mí el llegar a descubrir algo de lo des- conocido, cualquier cosa que resulte de mayor provecho inventada que ignorada, me parece que es afán y tarea pro- pios de la inteligencia, e igualmente, el realizar hasta su conclusión lo que estaba hecho a medias, En cambio, el empéñarse en desprestigiar con palabras maliciosas lo ha- lIado por los otros con un método científico, sin corregir nada, sino difamando los descubrimientos de los enten- didos ante los ignorantes, no me parece afán y tarea de la inteligencia, sino, más bien, maledicencia natural o torpeza. Pues, desde luego, sólo a los faltos de una preparación científica les es adecuada esa actividad, propia de gente ambiciosa, pero incapaz en todo, de utilizar su mezquin- dad para calumniar los trabajos de sus vecinos, siles sa- len bien, y en mofarse de ellos, si les salen mal. A quienes íncurran en semejante conducta respecto a las demás pro- fesiones, que los rechacen los que las dominan, los que tengan interés en ello y en los puntos que les interesen. El discurso que ahora presento va a oponerse a quienes de tal modo comercian con la medicina, y está envalento- nado a causa de la gente a quien censura, bien equipado 12 TRATADOS HIPOCRÁTICOS por la ciencia que viene a socorrer, y muy capacitado por la sabiduría en la que recibió su educación. 2 Ahora bien, me parece que no hay, en absoluto, ningu-

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na ciencia que no sea real. Porque también es absurdo juz- gar que cualquiera de las cosas que son no existen. Pues de las cosas que no existen, ¿quién podría observar su en- tidad y enunciar cómo son? Porque, si Fuera posible ver lo que no existe, de igual modo que lo que existe, no sé cómo alguien podría considerar no existentes esas mis- mas cosas que puede ver con sus ojos y percibir en su en- tendimiento que son. Pero no hay cuidado de que sea así. Al contrario, siempre se ven y se conocen las cosas que son, y lo que no existe ni se ve ni se conoce Se conocen, en efecto, los objetos de las ciencias aho- ra constituidas, y no hay ninguna que no se vea estableci- da sobre un modelo real 2 Y yo opino que también toma- ron ellas sus nombres de los objetos. Pues sería absurdo, e imposible, considerar que los objetos surgieron de los nombres. Los nombres son convenciones sobre la natu- raleza, y los objetos no son convenciones, sino productos naturales ~. Todo este párrafo tiene un marcado tono filosófico, que respon- de al principio eleático de que sólo lo que es puede pensarse y percibir- se, mientras que de lo no existente nada puede decirse. Este eco de las dilundidas tesis de Parménides llevó a A. E. Taylor a postular que el autor del tratado pertenecería a la escuela eleática. 2 Traduzco por ~modelo. el término griego eidos (que luego utiliza- rá, técnicamente. Platón con un uso propio para designar la idea o for- ma esencial de los objetos) y también por .objetm.. En este uso preplató- nico (también en Sobre la medicina antigua 15). ya se percibe un cierto rigoren su sentido: alude al aspecto visible, reconocible, y. por lo tanto, base del conocimiento y la experiencia, de lo real. La raíz de eldos es la que tenemos en el verbo latino video, y la conexión con el .ver~ estaba muy clara para un griego. Nuestra traducción intenta recoger el orden de palabras en los manuscritos, a riesgo de repetir la referencia a la naturaleza. El término physios, que va en ellos tras nomothetAmata, fue trasladado por Gom- perz al final de la frase, tras blast~mata, en una conjetura excelente; pe- SOBRE LA CIENCIA MÉDICA 13 Pues bien, sobre estos temas, si alguno no se entera 3 suficientemente por lo dicho, podrá instruirse más clara- mente en otros estudios. Acerca de la medicina, pues so- bre ésta es mí charla, voy ahora a hacer mi disertación; y en primer término voy a definir lo que considero que es la medicina: el apartar por completo los padecimien- tos de los que están enfermos y mitigar los rigores de sus enfermedades, y el no tratar a los ya dominados por las enfermedades, c9nscientes de que en tales casos no tiene poder la medicina. Cómo, pues, actúa, y cómo es capaz de actuar continuamente, sobre eso va a versar el resto de mi exposición. Y en el curso de mi disertación sobre esta ciencia refutaré al mismo tiempo los argumentos de los que piensan menospreciarla, en aquel punto en que crea cada uno de sus detractores que anda acertado. El comienzo de mi exposición es algo que será, cierta- 4 mente, admitido por todos. Que algunos de los tratados por la medicina se curan, está reconocido. Pero no todos. Y en esto ya se hacen reproches a la ciencia, y aFirman los que dicen lo peor que entre los afectados por las en- Fermedades los que escapan a ellas escapan por casuali- dad, y no por la ciencia. Yo no voy a privar, yo no, a la suerte de ninguna influencia, pero creo que en aquellas

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enfermedades que son mal tratadas las más de las veces se presenta la mala suerte, mientras que las bien trata- das consiguen buena suerte ~. Además, ¿cómo es posible roque es claramente una lectío Iacilíor. — Hay aquí una alusión a la doc. trina protagorica sobre la convencionalidad de los nombres (que tambien puede remontar hasta Parménides), que Platon volverá a trata! en su Cra- tilo. Frente a los onómata, frutos de la convención, los eídea serían fru. tos naturales, blastémata, literalmente ~brotes’~ (como los vegetales) de la naturaleza Lo 4ue funda la ciencia es, precisamente. ese carácter de estar dirigida no hacia los nombres convencionales (nomothet~mata, si~ no hacia los obje.tos mismos en su manifestación visible (eídea.i. Acerca de la oposición t’,ché 1 téchn¿. casualídad~ 1 4cíencia~, véase Sobre la medicina antigua (MA) 12. 14 TRATADOS HIPOCRÁTICOS a quienes han recobrado la salud acharcarlo a alguna otra’ causa sino a la ciencia médica, si utilizándola y sirviéndo- se de ella se han curado? Pues no quisieron contemplar el mero rostro de la Fortuna, y por ello se entregaron a sí mismos a la ciencia, de forma que están liberados de una dependencia de la suerte, pero no, sin embargo, de una dependencia de la ciencia. Y con esa medida se en- tregaron y confiaron en ella, y de tal modo admitieron su realidad y reconocieron su eficacia al ver realizado su efecto. 5 Dirá ahora mi oponente que también muchos enfermos se han curado sin acudir a un médico, y yo no voy a des- confiar de su palabra. Pero me parece que es posible ser- virse de la medicina sin acudir a un médico, no en el sen- tido de saber lo que es correcto o lo no correcto en ella, sino en lo de conseguir éxito tratándose a sí mismos del mismo modo como los hubieran tratado de haber acudi- do a médicos. Precisamente eso es un gran testimonio en Favor de la realidad de la ciencia, de que existe y es gran- de, que se vea que incluso los que no creen en ella se sal- van gracias a ella. Pues es muy necesario que incluso los que no acudie- ron a médicos, que estaban enfermos y se curaron, sepan lo que hicieron o no hicieron para curarse. Porque reco- braron su salud medicándose con el ayuno o abundante alimentación, con abundante bebida o con sed, o con ba- ños o con abstenerse de ellos, con ejercicios o con repo- so, con sueños o con insomnio, o bien con una mezcla de todo eso. Y al haber experimentado mejoría les es muy necesario haber conocido qué fue lo que les benefició, y cuando sufrieron daño qué fue lo que les dañó al experi- mentar el daño. Que no todo el mundo es capaz de cono- cer lo que se distingue por ser beneficioso y lo que le es dañino. Si, por lo tanto, el que pasó una enfermedad sabe elogiar y censurar algo de los tratamientos del régimen con eí que recobró la salud, todo eso hallará que es pro- r SOBRE LA CIENCIA MÉDICA 15 pio de la medicina. Y no menos los errores que los acier- tos son pruebas de la existencia de tal ciencia. Pues lo que

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le ha beneficiado le benefició al serle administrado correc- tamente, y lo que le causó daño le dañó por no serle ad- ministrado correctamente. Ahora bien, donde tanto lo co- rrecto como lo incorrecto tienen uno y otro su definido límite, ¿cómo no ha de haber una ciencia? ~. Pues yo afir- mo que esto es lo propio de la ausencia de ciencia: que no haya nada correcto ni incorrecto. Pero donde existen lo uno y lo otro, eso no puede ser ya obra del azar, sino de la ciencia. Aún más: si, en efecto, sólo por medio de medicamen- 6 tos, purgativos y astringentes, lograran la curación la me- dicina y los médicos, pudiera ser débil mi argumento. Pe- ro el caso es que se ve claramente que los médicos de más prestigio curan mediante dietas y otros tratamientos, que nadie negará, no sólo un médico, sino tampoco un parti- cular inexperto que los haya escuchado, que provengan de su ciencia. Nada hay, pues, ineficaz en lo que prescri- ben los buenos médicos y la medicina misma, y en mu- chísimas cosas de las que crecen o se preparan están pre- sentes las propiedades esenciales de las curas y los medi- camentos, de modo que tampoco a ninguno de los que se curan sin médico le es posible achacarle el mérito al azar espontáneo con un razonamiento justo. Pues lo espontá- neo no aparece por ningún lado apenas se examina la cues- tión. Porque todo lo que acontece puede mostrarse que Semejante punto de vista está expresado en el comienzo de MA. El criterio de la orthótjs y lo orthón es uno de los básicos para postular la existencia de una técnica real, que se atiene a unas reglas y normas fijas. 6 Tó autómaton, do que se produce por sí mismo, lo espontáneo., es algo distinto del mero azar, o de la fortuna, tyché~ en cuanto que pare. ce subrayar lo mecánico y sin objeto del proceso por el que aparece tal fenómeno; tych¿ indica, más bien, la irresponsabilidad, y alcanza una pro- yección más amplia. La palabra aparece ya en DEMÓCRITO (fr. B ¡82) y. Probablemente, también en Anaxágoras (a juzgar por PLATÓN, Fedón 98b-c>. j 16 TRATADOS HIPocRÁTICOS sucede por algo, y en este <por algo» se ve claro que lo’ espontáneo no tiene ninguna realidad, sino que es sólo un nombre. Y la medicina, tanto en esos resultados <por al- go» como en los actos de previsión, se ve y se ha de ver siempre que tiene una realidad. Esto o algo así podría, pues, decirse frente a quienes

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atribuyen la salud recobrada al azar, y se lo escatiman a la ciencia. En cuanto a los que niegan la ciencia por las muertes desdichadas de algunos enfermos, me admira qué notable argumento esgrimen para sostener que el infor- turno de los que han muerto está falto de culpa, y que la culpable es la inteligencia de los que practican la medici- na. Arguyen que los médicos pueden haber prescrito me- dicinas inconvenientes, y que los pacientes no pueden ha- ber desobedecido sus prescripciones. Ahora bien, es mucho más lógico que los enfermos sean incapaces de cumplir lo que se les ha prescrito que el que los médicos prescriban lo que no debieran. Los unos ac- túan con sano entendimiento y con cuerpo saludable, to- mando en consideración el caso presente y aquellos otros del pasado que se le presentaron con iguales síntomas, de modo que pueden decir cómo se pusieron a salvo los que trataron en otras ocasiones. Pero los otros no saben lo que padecen ni por qué padecen, ni lo que va a suceder a par- tir de su situación actual, ni lo que suele pasar en los ca- sos semejantes a esos, y reciben las prescripciones del mé- dico, aquejados por el dolor presente, temerosos del futu- ro, llenos de enfermedad, vacíos de alimentos, ansiosos de recibir algo contra la enfermedad más que lo conve- niente a su salud; sin deseos de morir, pero incapaces de soportarlo con firmeza. En tal situación, ¿qué es lo pro- En tói did ti tenemos una expresión sustantivada de un giro pre. posicional para indicar la causa, en lugar del nombre absiracto. Si lee- mos ese ti con acento: ¡o dia ti. .el porqué», la expresión nos recuerda una categoría aristotélica. SOBRE LA CIENCIA MÉDICA 17 bable: que ellos hagan lo que les prescribieron los médi- cos, o que hagan otras cosas que las prescritas? ¿O que los médicos prescriban a quienes se hallan en esa condi- ción que mi relato ha aclarado hace un momento, cosas que no debieran? ¿Es que no es mucho más verosímil que los médicos den las prescripciones convenientes, y que los otros naturalmente sean incapaces de obedecerles, y al no obedecerles se precipiten en la muerte, cuya causa los que no razonan rectamente la atribuyen a los no responsables en nada, liberando a los culpables? Hay algunos que hacen reproches a la medicina tam- 8 bién por motivo de los que no quieren tratar a los ya do- minados por la enfermedad, diciendo que se medican aquellos casos que por si mismos se curarían, pero los que necesitan de importante socorro no los toman en sus ma- nos, y que sería preciso, si fuera una ciencia la medicina, que los medicara a todos por igual. Pero los que dicen eso, siles reprocharan a los médi- cos que, cuando hacen esas afirmaciones, no los cuidan a ellos como a locos, les harían reproches más razonables que al reprocharles lo otro. Pues si alguno reclama a la ciencia lo que ni puede la ciencia, o a la naturaleza lo que la naturaleza no produce naturalmente, desconoce que su Ignorancia es más afin a la locura que a la incultura ~‘. Pues para aquello que podemos dominar por medio de re- cursos naturales o por instrumentos de la ciencia, en eso nos es posible ser profesionales ~, pero en lo demás no es

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La frase, en la que se contrastan el poder de la phys¿s y el de la ¡echn~ es importante. Los límites marcados por la naturaleza son algo fijado, según el pensamiento antiguo, para siempre. La frase está tam- bién muy cuidada desde el punto de vista estilístico: ej gar liS C téchnen ~S ha m~ techné ~ ph9sin es ltd m~ ph>~sis péphyken, axiescie d>inas¡hai, agnoel ógnoáan armózonsan maní& mallon ~ ama¡hzgi. Los dimiourgoí dominan los objetos por medio de ‘los instrumen- tos de las artes. (tois¡ te t6n physu5n ¡ots¡ te tón ¡¿ch n¿On organois epa- kratein). La relación entre <dominio» e instrumental técnico es sugestiva. 18 TRATADOS HIPOCRÁTICOS posible. Cuando una persona sufre algún mal que es su- perior a los medios de la medicina, no se ha de esperar, en modo alguno, que éste pueda ser superado por la medicina. Así, por ejemplo, de los cáusticos empleados en medi- cina, el fuego es el que cauteriza en extremo, pero hay mu- chos otros menos fuertes que él. Lo que se resiste a los cáusticos menores todavía no es evidente que sea incura- ble. ¿Pero cómo no va a ser incurable lo que se muestra superior a los más potentes? Aquellos casos en que se re- curre al fuego como reparador y que no se dejan someter por él, ¿acaso no muestran que necesitan otra ciencia, y no de ésta en la que el fuego es un instrumento? Mi razo- namiento es el mismo acerca de los demás recursos de que se sirve la medicina, que de todos ellos afirmo que, en los casos que el médico no los aplica con éxito, hay que echar- le la culpa al poder de la dolencia, no a la ciencia. Los que hacen reproches a los que no tratan a los ca- sos perdidos les exhortan a tomar en sus manos tanto aquellos enfermos a los que no conviene como a los que es conveniente tratar. Al hacer esas exhortaciones reciben la admiración de los que son médicos de nombre, pero son tomados en broma por los que lo son también de oficio. Desde luego que los expertos de esta profesión no necesi- tan ni los reproches ni las alabanzas de gente tan insen- sata, sino los de quienes han reflexionado en qué sentido son satisfactorias las actuaciones de los profesionales bien cumplidas, y de qué andan faltas si defectuosas, y en esos fallos, cuáles deben achacarse a los profesionales y cuá- les a los propios pacientes. 9 Lo que atañe a las demás cienéias se dirá en otra oca- sión y en otro discurso, pero las cosas pertinentes a la me- dicina, cómo son y cómo deben juzgarse, unas el discur- so ya desarrollado, y otras el presente va a enseñarlas. Des- de el punto de vista de quienes tienen. bastantes conoci- mientos en esta ciencia existen dos clases de enfermeda- SOBRE LA CIENCIA MÉDICA 19 des: unas que se presentan en lugar bien visible y que no son muchas, y las otras, que están en lo no aparente y que son numerosas ‘~. Las primeras brotan en la piel, con

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erupciones, o cambio de color, o hinchazones en lugar vi- sible. Permiten, pues, mediante el examen ocular y el pal- parías, percibir su dureza y su humedad, y si están frías o calientes, y cómo son tales por la presencia y ausencía de lo uno y lo otro. En todos estos casos los remedios de- ben ser infalibles, no porque sean fáciles, sino porque es- tán descubiertos. Han sido descubiertos y están al alcan- ce ciertamente no de los que quisieran, sino de quienes están capacitados en ellos. Y tienen tal capacidad quie- nes no carecen de formación y no andan escasos de habi- lidad natural. Con que respecto de las dolencias manifiestas debe es- 10 tar así bien provista la ciencia; y, no obstante, tampoco ha de andar desprovista frente a las menos manifiestas. astas son las que están referidas a los huesos y a la cavi- dad interior. Y el cuerpo tiene no sólo una cavidad, sino varias más. Hay, por una parte, dos que reciben el alimento y lo ex- pulsan, y, luego, otras más, distintas de éstas, que cono- cen quienes se interesan por estas cosas. Pues los miem-. bros que tienen carne que los envuelve, lo que llaman mús- culo, todos poseen una cavidad interior. Porque cualquier miembro suelto, ya esté recubierto por piel o por carne, está hueco. Y, cuando está sano, está lleno de aire; y, cuan- do está enfermo, de un líquido turbio “. Desde luego tie- nen esa carne los brazos, la tienen los muslos, la tienen las piernas Pero, además, incluso en los sectores faltos de carne existen cavidades como éstas que se han indica- ~ La distinción entre medicina externa y medicina interna es de prí- Inera importancia incluso desde la óptica del profano. O bien ~ La palabra griega es ich~r, poco técnica en tal Sentido 20 TRATADOS. HiPOCRÁTICOS do en los provistos de carne. Así el llamado ~<tórax» ‘~, en el que está albergado el hígado, la esfera de la cabeza, en donde está el cerebro, y la espalda, junto a la que están los pulmones; ninguna de estas partes hay que no esté hue- ca, llena de muchos intersticios, a los que nada impide ser recipientes de muchas cosas, de las que algunas da- ñan algo a su poseedor y otras en cambio le son muy pro- vechosos. Además de estos intersticios hay muchos con- ductos sanguíneos y nervios, no sueltos en medio de la car- ne, sino extendidas a lo largo de los huesos, ligamento con- junto de las articulaciones, y en cierta medida las mismas articulaciones, en las que giran los extremos ensambla- dos de los huesos dotados de movimiento. De éstas justa- mente no hay ninguna que no resulte porosa y tenga en torno unas celdillas, que pone en evidencia el líquido turbio ‘~ que emana de las mismas cuando se las abre, y

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sale en cantidad y causando muchos dolores. II Desde luego que nada de lo dicho le es posible saberlo a nadie por verlo con sus ojos. Por ello he denominado «oscuras» ‘~ a estas cosas y así han quedado juzgadas por la ciencia. No es que nos tengan bajo su dominio por ser oscuras, sino que han sido sometidas en la medida de lo ‘~ Hó te gar th6r~x kaleómenos. Todavía se percibe el origen meta- lórico de la denominación del tórax, ya que el t/zt,ffx es la pieza de la armadura, o coraza, que recubre el tronco. Es este uno de los primeros ejemplos del uso metafórico (junto con EUR., Her. br. 1095> del término para aludir a lo que nosotros, con otra metáfora, llamamos el ~tronco” humano. > De nuevo el término es ichtr. Cf. L~m~ ENT RALGO, La »,edwiuía Iii- pocrauca, pág. 147. Esta palabra comenzó por significar el liquido claro que corría por las venas de los dio~es, en lugar de la sangre propia de los mortales. En su decurso diacrónico su sentido se ha degradado, a partir de la oposición entre ich6r y sangre normal, hasta ese signilicado de •turbio líquidos, ~humor” o .pus blanquecino’ que aqui tiene. Para más precisión, véase el art, de M.-P. DIJMINIL, .Le sens d’ich¿Jr dans les textes hippocratiques~. en Corpus H¿ppocraticum. Actes du Coil. hipp. de Mons, Mons. 1977, págs. 65-76. ~ Ad~1a significa ~‘no evidentes~., ~imposibles de mostrar”. SOBRE LA CIENCIA MÉDICA 21 posible. Y es posible en la medida en que las naturalezas de los enfermos admiten el ser objeto de examen y las de los que investigan estén dispuestas a tal investigación. Cierto que se conocen con mucho más esfuerzo y con mu- cho más tiempo que si pudieran verse con los ojos. El caso es que las enfermedades que escapan al exa- men de los ojos quedan sometidas al examen de la inteligencia. Por lo demás, de cuanto sufren los enfermos por el he- cho de no ser observados rápidamente, no son culpables los que los atienden, sino la naturaleza del paciente y la de la enfermedad. El médico, ya que no le ha resultado posible ver lo que causa el daño ni enterarse de oídas, lo aborda con su razonamiento. Porque, ciertamente, lo que los paciente~ de enfermedades internas intentan relatar de sus dolencias a los que les atienden, lo notifican más sobre la base de sus conjeturas que sobre sus conocimien- tos. Pues si conocieran sus enfermedades, no habrían caí- do en ellas. P9rque.es propio de la misma inteligencia el conocer las causas de las enfermedades y el saber aten- der a ellas con todos los cuidados que impiden que los padecimientos se hagan mayores. Así que cuando no.es posible escuchar un informe fia- ble de lo que se le cuenta, el médico ha de recurrir a otro medio de observación. Y de la lentitud consiguiente no es culpable la ciencia, sino la naturaleza de los cuerpos hu- manos. La ciencia, pues, considera oportúno intentar la cura después de informarse, examinando cómo curará no con audacia, sino con entendimiento, y más bien con sua- 5 Tés auzes synesios. El conocer y el curar son dos aspectos funda- mentales de la conciencia del médico. Synesis significa eso: .compren- SiÓn...conciencia. y .,entendimiento~. Para tal conocimiento, el médico atiende a las informaciones orales de los pacientes, pero sobre todo, más allá de esas confesiones, a su observación de los síntomas, como indica- rá Pronóstico

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22 TRATADOS HIPOCRÁTICOS vidad que por medio de violencia. Y la naturaleza huma- na, si es capaz de someterse a examen, también es capaz de ser curada. Pero si en el tiempo en que es examinada resulta vencida (por el mal) a causa de que el paciente acu- de tardíamente al médico o bien por la rapidez de la en- fermedad, se producirá la muerte. Pues si la enfermedad avanza desde un mismo punto de salida que la cura, no es más rápida que ésta, pero si le toma adelanto inicial es más rápida. Y le toma ventaja a causa de la densidad de nuestros cuerpos, en los que las enfermedades habitan en terreno no fácil de observar, y a causa de la negligencia de los propios enfermos. Que sue- le ocurrir. Pues quieren curarse no al ser atacados, sino estando ya invadidos por sus dolencias. 12 Desde luego, el poder de la ciencia es más digno de ad- mirar cuando produce el restablecimiento de alguno de los enfermos de dolencias internas que si tratara a los incurables ‘>. No hay en ninguna de las profesiones descubiertas una pretensión semejante. Sino que entre éstas aquellas que realizan su oficio por medio del fuego, cuando éste no es- tá presente están inactivas, y sólo activas cuando se ha encendido el luego. Y todas aquellas artes que ejercen su oficio con materiales que pueden rectificarse: unas, con maderas, otras, con cueros; otras por pintura (o grabado) en bronce, hierro, y otros elementos semejantes a éstos, y así son la mayoría de los oficios, siendo los objetos pro- ducidos por esas artes y trabajados en esos materiales fá- ciles de conformar y rectificar, y con todo, no atienden en su trabajo tanto a la rapidez como a la corrección. Y sin excederse, siempre que les falta alguno de sus instru- mentos, cesan. Y aunque también en ellas la lentitud es ‘~ Gomperz supone una laguna en el texto a partir de este punto. Jo- nes cree que el párrafo siguiente se halla bastante corrupto. SOBRE LA CIENCIA MÉDICA 23 inconveniente a su interés y provecho, sin embargo se la prefiere. La medicina, que está privada, tanto en lo referente a, 13 los abscesos purulentos como en lo del hígado y los riño- nes, y en lo de todas las afecciones de la cavidad interior, de ver algo con la mirada, con lo que todos ven todos sus • objetos del modo más cabal, ha encontrado, sin embargo, otros medios para actuar. Con que por la claridad o la as- pereza de la voz, por la precipitación o lentitud de la res- piración, y por cada una de las secreciones, que suelen eva- cuarse a través de las salidas que están destinadas a cada una de ellas, de sus olores, colores, unas veces, y de su

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fluidez y espesor otras, la medicina toma sus medidas y conjetura de qué son síntomas tales indicios y qué partes son las afc ctadas o las que pueden serlo. Cuando esto no se revela, y la naturaleza por sí misma no envía al exterior tales indicios, ha encontrado medios de obligarla, con los que la naturaleza, forzada sin daño, los da. Y, en cuanto ella los emite, indica con éstos a los expertos de la ciencia lo que debe hacerse. Por ejemplo, se ve obligada por medio de la acidez de alimentos y be- bidas a expulsaría flema ~. De ese modo, al quedar a la vista algo, permite conjeturas sobre aquellas partes que. están en un lugar cuya visión es imposible. En otros ca- sos se fuerza la respiración, por medio de marchas, ca- rreras, y subidas en cuesta, a que revele aquello que pue- de indicar. Produciendo sudores por los tratamientos an- tedichos, por las emanaciones de líquidos cálidos por la fiebre se obtienen indicios de lo que tales síntomas indi- can. Hay también secreciones de la vejiga que son mucho más suficientes para expresar la enfermedad que las que se eliminan a través de la piel. >7 Tó phlegma, .flema, o ~pituita~, es uno de los cuatro humores básicos en la teoria antigua. No se olvide, por otra parte, que nuestro autor no es un profesional y que su lenguaje no es, en estos ejemplos, ¡¡¡Uy técnico. 24 TRATADOS HIPOCL(TICOS Además (la ciencia médica) ha inventado bebidas y ali- mentos tales, que, al resultar más calientes que los ele- mentos causantes de la fiebre, los derriten y los hacen fluir hacia afuera, a ellos que, de no sufrir ese trato, no se di- solverían. Con que, unas veces por unos medios y otras por otros, son diversas las secreciones y los síntomas pro- porcionados, de modo que no es extraño que las descon- fianzas se hagan duraderas y los intentos de curación más lentos, cuando los signos que han de interpretarse se pre- sentan ante el entendimiento del médico a través de di- versas interpretaciones ‘~. 14 Por lo tanto, que la medicina posee en sí misma efica- ces razonamientos para sus curas, y que con justicia pue- de negarse a atender las enfermedades que no tienen cla- ra solución, y que puede tratar enfermedades sin come- ter errores, lo demuestran las palabras ahora dichas y las actuaciones públicas de los entendidos en la ciencia, que lo evidencian con sus obras, despreocupándose de los dis- cursos, porque consideran que la gente tiene una confian- za más natural por los hechos que ven que por lo que pue- dan oír >~. >~ Todo este capitulo es muy interesante desde el punto de vista de la concepeión del método de la medicina, basado en la con jetura <¡ekmaí~

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res¡hai) y en la interpretación <he rm¿neia) de los signos y síntomas que se al recen a su comprensión terapéutica <¡en ¡he rapeuousan synesin~t A partir de los indicios externos, él diagnostica sobre las causas no Visi- bles de la enfermedad y les busca remedio. >9 .Los ojos son testigos más exactos que los oídos. decia HEutÁcLI- io(tr. lOla), y una sentencia popular dice: ‘los oídos suelen ser menos dignos de fe que los ojos., según recoge HERÓDoTo, 1 8. SOBRE LA. MEDICINA ANTIGUA Los que han pretendido hablar o escribir de medicina 1 basando su explicación en postulados como <lo caliente y lo frío», <lo húmedo y lo seco» o cualquier otro, come- ten error’s de bulto en muchas de sus afirmaciones por querer reducir al mínimo la causa de las enfermedades y de la muerte del hombre, atribuyendo a todas el mismo origen, en base a uno o dos postulados>. Pero son toda- ¡ Es éste el ataque de un hombre de ciencia que se opone firmemen. tea la aplicación de métodos filosóficos en medicina. La unión filosolia- medicina se dio por primera vez entre los pitagóricos; entre los filósofos jonios, kue Empédocles el máximo exponente de esa unión, como ya se ha dicho. Pero, así como a línales del s. y la tilosolía seguía sus propios derroteros, al margen de la medicina, ésta estaba aún hipotecada por aqué- lía y sulria cada vez más su influjo. El método que el autor ataca ea el de las hypo¡hese ja. El término hypó¡hes,s no equivale aqui a lo que la cien- cia moderna entiende por ‘hipótesis., que debe estar respaldada por los datos y depender siempre de la experimentación. Aqui es una premisa que debe ser aceptada a pnon y que en ningún momento necesita ser de- ¡Riostrada ni verilicada; equivale, pues, a lo que para nosotros es un pos- tuladoo axioma El término po’Jna haberse introducido en el campo de la medicina procedente de cosmólogos y geómetras, y por ello, entre otras razones G. E. R. LLOYD sugiere que el autor se dirige contra el pitagóri- CO Fílolao 1 Who is attacked in On Ancien¡ Medicine?., Phrones,s 8(19631 121.126>; pero lo cierto es que no aparece en ningún texto claramente an- terior a MA (para su uso en Platón y su relación con nuestro tratado, cf. A. J. FESTu6I~ss Hippocra¡e L’Ancíenne Medecine, Paris, 1948, págs. 25-26, Y LLOyn, op. ci:., pág. 121, donde se resumen los principales puntos de 26 TRATADOS HIPOcRÁTIcOs vía más criticables porque se equivocan en un arte que ya existe 2, un arte del que todos se sirven en momentos cruciales y por el que sus practicantes y profesionales expertos son tenidos en gran estima. vista). En cualquier caso, la doctrina jonia de los elementos no utiliza este término, que implica un conocimiento relinado de la lógica: los filó- sofos jonios hablaban de archE, con el doble sentido de .postulado lógi-

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co. y de .principio.. 2 Se introduce aquí un tema central en el conjunto del tratado: el de la medicina como arte o saber técnico. Aunque, en un principio, una ¡échn¿ era un arte manual, un olicio artesanal, poco a poco las diferen- tes ¡écl¡nai lucran adquiriendo gran importancia social y. en el s. y, eran ya objeto de reí lexión teorica. La ¡echni se distinguía de la ep¿s¡Étn¿, por- que no era una realidad puramente teórico-deductiva, y de la empeiria, porque suponía un sistema de reglas y categorías sólidamente estructu- rado. A lines del s. y y principios del y, existían diversas ¡echnai ya cons- tituidas, provistas de unas reglas y un método, ricas en observaciones, que se tradujeron en manuales metódicos sobre distintas materias, co- mo retórica, dietética, arquitectura, armonía, cocina, pintura, etc. En este contexto cabe situar este pasaje y la interpretación dada a amphi ¡ech- n~s eoús¿s. ya que el autor pone el acento en el hecho deque la medicina tiene unas reglas; es decir, en que está constituida como un arte. Esta afirmación, que volverá a repetírse a lo largo del escrito, se fundamenta en el conocimiento médico ya adquirido en tiempos del autor: la ciencia médica adquiere, por primera vez, conciencia de su propia existencia y calidez. Traducimos cheiro¡ec/¡n~s por .practícante.. El término significa, literalmente, .experto en su ti-abajo con las manos’. Se reliere al artesa- no y comprende a escultores, como Fidias y Policleta, o a herreros, zapa- teras y otros obreros manuales. En Platón suele tener una connotación peyorativa, que indica un cierto desprecio por la actividad manual y téc~ nica Irente a la intelectual (Apología 21b ss.). En el CH, por el contrario, no hay nada de peyorativo en el uso de la palabra, que equivale a .prac- tícante de la-medicina’; tal es la importancia que en el CH se conc~de a la destreza manual en el médico: unas líneas más abajo los médicos buenos se dilerencian de los malos por su inteligencia (ka¡h gn3rn~n) Y por su habilidad manual <ka¡á cheira) Por su parte, demiourgás, tradu- cido aquí por .prolesional’, es, literalmente, ‘el que trabaja para el pue- blo’. Se reí lere a la persona instruida en cualquier profesión y que ejer- ce ésta como servicio póblico. En este sentido se opone al profano o idí~ tis (cf. cap. 21). SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 27 Hay, en efecto, profesionales; algunos son malos, pe- ro otros son excelentes; y esto seria imposible si no hu- hiera en absoluto un arte médico o éste no hubiese inves- tigado ni descubierto nada, ya que todos los médicos se- rían entonces igualmente inexpertos e ignorantes y todo lo relativo a la enfermedad estaría regido por el azar Pero esto no es así y en la medicina sucede igual que en las demás artes, donde los profesionales difieren mucho entre sí por su destreza manual y por su inteligencia. Por ello no creo que tenga necesidad de postulados vacuos ~, como las cosas invisibles y oscuras en las que si hay que recurrir a ellos para explicarlas. Temas, por ejemplo, co- mo los celestes o los subterráneos 6, donde, si uno afirma El ator, como se verá más adelante, se propone demostrar, en la primera parte del escrito, que la medicina está ya constituida como ¡echn& Aquí antícipa los puntos centrales sobre los que va a apoyar su demos- tración: a) existe una investigación que ha dado lugar a descubrimientos válidos; b) en la base de esa investigación se encuentran, íntimamente ligados, experiencia (etnpeiria) y saber (epís¡¿mi); c) gracias a ellos se ha logrado reducir el campo de la ¡ychl, ampliando el de la ¡echn~ que se le contrapone. En los caps. 12 y 14 se habla de logísmos como del proce- dimiento propio de la medicina, que incluye esos dos momentos comple- mentarios de la observación atenta y. a la vez, reflexiva; solo así la medi- cina empírica adquiere la categoría de ¡échn~ como conjunto de cono-

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cimientos. En contra de la lectura lcain¿s, propuesta por Heíberg y adopta- da por FESTOGIÉRE en su traducción (pág. 33, n. 12). basándose en el pa- ralelismo con ka man tropon de comienzos del cap. 13, preferimos enten- der con iones que aquí no se había de un nuevo postulado; el rechazo Clarísímo de todo tipo de postulados en medicina, que el autor acaba de manifestar, así lo ayala. Se trata, más bien, de lo inútil que resultaría Un postulado vacío de contenido real, cuando se somete a verificación aqitello de lo que se habla. Sólo en la esfera de lo no constatable tienen cabida las hypo:heseis. • Las meteára, en el s. y, comprenden tanto-los cuerpos celestes co- Mo los fenómenos meteorológicos; la distinción entre astronomía y me- teorología no se introduce hasta el s. iv. Tanto el estudio de los meteóra Como el de ‘las cosas subterráneas’ es característico de la filosofía na- ¡Ural de jonios y sicilianos (cf. J. BURNET, Plato ‘s Euthyphro, Apology and Cnt0, Oxford, 1924, págs. 76-77). El término mete>5rológos tiene un matiz 28 TRATADOS HIPOCRÁTICOS conocer cómo son, no hay evidencia de que sean verdade- ros o falsos ni para el que habla ni para los que escuchan. Y es que no existé el punto de referencia que tiene que haber para conocer la verdad ~. 2 La medicina hace tiempo que tiene todo lo que necesi- ta para ser un arte ~, y ha descubierto un punto de par- tida y un método con el que se han conseguido a través a veces despectivo; así, el autor de Sobre los aíres, aguas y lugares 2 se ve en la obligación de defenderse contra posibles detractores de su doc- trina: ‘y sí a alguien le parece que esto son cosas del cielo...’. Nuestro pasaje lleva una gran carga de ironía, definiendo estos temas como aphanea y aporeámena (cf. la ridículización a que es sometido el Sócra- ¡es aristofánico de las Nubes 188 y 228). Esta frase resume la crítica que hace el autor a todos aquellos que desvirtúan la ciencia, usando métodos que le son ajenos. Al mismo tiem- po, viene a ser un sumario de la razón científica a la que permanecerá fiel en toda su exposición. Con frecuencia le veremos defender la validez de los descubrimientos realizados, sin los que no se puede seguir ade- lante (caps. 2 y 9). o poner ejemplos de la vida ordinaria (capa. 16, 18 y 20). o reterirse a la observación del mundo visible y cercano (cap. 22). El concepto básico de tal razón científica es el de la ais¡hes,s toú s6n,a- ¡os del cap. 9. La polémica sobre el valor científico y la eficacia operativa de las ¡echnai se avivo en la segunda mitad del siglo v,cuando la lilosofía elea- ta, y en especial Melisso (fr. B 7-8. DK) negaron que la experiencia y los sentidos pudieran ser fuente de conocimiento. Dentro del CH. el tratado Sobre la ciencia médica polemiza abiertamente contra los que niegan que la medicina sea una tech ni; en MA no es éste el tema central, pero ocupa un lugar importante. Ambos escritos parten de un concepto de techni ya elaborado. Nuestro tratado no desarrolla este concepto y sólo insiste en dos aspectos (a rch* y hodós) que le sirven en su polémica con los .in- novadores’; pero, en su época, se consideraban requisitos de una technl los siguientes: ser útil para algo, tener una tarea especílica. reposar so-

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bre un conocimiento capaz de ordenar todos los medios a un objetivo común y poder ser enseñada (F. HEiNIMANa, ‘Eme vorpíatoniache Theo- ríe der Techne’, Mus. Helv. 18 [1961]. 105-106). — Todo ello apunta a una doctrina científica elaborada ya por la sofística, en cuya esfera de influen- cia está claramente inmerso el autor de MA. Un estudio del debate sobre la cientificidad de la medicina puede verse en M. VEGETTI. ‘Technaí e fi lusolia nel Peri ¡echnes pseudoippocratico~. en Atti d. Accad. d. Sc. ¡1. Tormo 98 (1964). 1-73. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 29 de los años muchos y valiosos descubrimientos. Y los de- más se irán consiguiendo en el futuro, si el que está capa- citado y conoce lo ya descubierto parte de ahí en su in- vestigación. Pero el que, rechazando y despreciando todo eso, intenta investigar con otro método y otros esquemas, aunque asegure que ha descubierto algo está equivocado y se engaña a sí mismo, ya que esto es imposible. Intenta- ré demostrar por qué forzosamente es así, explicando y demostrando qué es este arte. De ahí resultará evidente que es imposible lograr descubrimientos de cualquier otra manera que no sea ésta. Es fundamental, en mi opinión, que el que habla de este • . arte diga cosas inteligibles para los profanos ~, ya que no le compete ni investigar ni hablar de algo distinto a las dolencias 4:.íe ellos mismos padecen y sufren. Ciertamen- -~ te que a ellos, por ser profanos, no les resulta fácil com- prender sus propias enfermedades, cómo se producen y cesan y por qué causas crecen o disminuyen; pero si es otro el que lo ha descubierto y se lo explica, les es com- prensible porque cada uno, al escuchar, no tiene más que recordar lo que le sucede a si mismo. Y si se falla en ha- cerse comprender por los profanos, y no se les pone en tal disposición, se está fuera de la realidad. De ahí que no haga falta para nada un postulado. En cuanto a su origen, ni la medicina habría sido des- 3 cubierta ni siquiera hubiera sido objeto de investigación (pues no habría habido necesidad de ella), si a los enfer- mos les hubieran convenido en sus dietas y alimentación Como experto en medicina y en el conocimiento de la naturaleza humana, el médico hipocrático se siente en el deber de enseñar al prof a- 110. Este, a su vez, por su situación en la poíís tiene obligación de acceder a la cultura Los autores hipocráticos tienen en cuenta frecuentemente a los prof anos (cf. Sobre la dieta en las enfermedades agudas 6. 8; Sobre las Ventosidades 1; etc.). Para la obligación de hacerse entender por ellos, ~- W. JAEGER, Paideia: los ideales de la cultura griega, trad. española, J. XiaAiJw Rocas, México, 1957, págs. 791 y sigs. 30 TRATADOS HIPOCRÁTICOS las mismas cosas que comen y beben los sanos, o las que éstos tienen en su régimen de vida, y si no hubiera habi-

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do otras mejores. De hecho, fue la necesidad ~o la que lle- vó a los hombres a buscar y descubrir la medicina, pues- to que la alimentación de los enfermos no requería lo mis- mo que la de los sanos, como tampoco ahora lo requiere. Yendo, incluso, más atrás en el tiempo, creo que la die- ta y la alimentación que usan hoy los hombres sanos no hubiera sido descubierta, si el hombre hubiera podido be- ber y comer plantas, frutos, ramas o hierbas como hace un buey, un caballo o cualquier otro animal. Porque és- tos no sólo se alimentan de esas cosas y crecen con ellas, sino que incluso viven sin daño y no necesitan para nada de otro tipo de alimento. Sin embargo, yo estoy convencido de que al princi- pio también el hombre usaba esos alimentos y que sólo con el paso lento del tiempo se ha llegado a descubrir y elaborar las dietas actuales. Porque a causa de una dieta fuerte y propia de animales, al tomar crudas y no equili- bradas cosas que tenían grandes principios activos “, los ~i La idea de progreso de la humanidad, simbolizada en la figura de Prometeo. estaba muy enraizada en el siglo y. Aparece frecuentemente en poetas (Esquilo, Sófocles), filósofos (Demócrito, Protágoras), médicos y científicos vinculada al desarrollo de fas technai, que proporcionaban al hombre un control cada vez mayor de la naturaleza. Protágoras (Pí~- TON. Protdgoras 320-322) y PRÓDICO (B 5, DK), entre los sofistas, veían el origen del progreso en la ‘necesidad., que había empujado al hombre a organizar 1 as instituciones sociales y a descubrir las artes. Pero ya an- tes ANAXAGORAS afirmaba que el hombre salió de su estado puramente natural por medio de la experiencia, la memoria, cl saber y la ¡echnE(B 21 b, DK). Esta corriente doctrinal suponía una .secularización. del pen- samiento griego y chocaba 1 rontalmente con la mitología cíclica del eterno retorno. En esta corriente hay que encuadrar a MA. Su autor hace con la historia de la medicina algo similar a foque Tucídides. en su Arqueo- logia, había hecho con fa historia ético-política. II En esta breve historia dc la dietética, en cuyo descubrimiento 5t túa el autor el nacimiento de fa medicina, se introducen ya conceptos básicos para la propia teoría sobre el origen de la enfermedad. Ákrlta se aplica aquí a los alimentos tomados por el hombre cuando su dieta SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 31 hombres padecían dolores, sufrimientos terribles y muer- tes fulminantes, como también hoy padecerían. Sin duda en aquellos tiempos era natural que sufrieran menos por la costumbre, pero de todas formas también sufrían enor- memente. Y la mayoría de ellos, al tener constituciones demasiado débiles, era natural que murieran, resistien- do más tiempo los más robustos; igual que ahora, que unos se liberan fácilmente de los alimentos fuertes, pero otros no sin muchos dolores y sufrimientos. Por esa razón, creo yo, es por lo que también ellos buscaron una alimentación adecuada a su naturaleza y encontraron la-que actualmen- te utilizamos. Así que a partir del trigo, tras haberlo re- mojado, aventado, molido, cernido y mezclado,cociéndo- lo después elaboraron pan ¡2; de la cebada también hicie- era ‘fuerte y propia de animales.. Más adelante (cap. 14), se precisará su sentido de alimentos que contienen distintos humores —salado, amar- go, ácido, etc.— que no están bien equilibrados o temperados. La falta de lcr¿sis (mezcla) de esos humores será la causa de la enfermedad. D~nan,is, por su parte, es el concepto más vital para el autor en su com- prensión de la naturaleza, y sobre él elabora la teoría de la enfermedad > la salud. La base de todo el pensamiento médico de MA se encuentra

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en la afirmación de que ‘hay en cada cosa grandes principios activos., completada (cap. 14) con la deque ‘de ellos depende la vida del hombre sano.. Esta idea general, tomada de la medicina empirica de períodos más antiguos, se hace extensiva, en MA. a una interpretación fisiológica más precisa y se aplica a la propia teoría médica. El término dynamis se traduce, generalmente, por ‘cualidad., ‘propiedad. o ‘poder.; noso- ¡los preferimos traducirlo por ‘principio activo’, que corresponde mejor a la idea de una entidad simple y real, caracterizada por una actividad que provoca en el organismo efectos específicos observables (cf. H. W. MILLER, ‘Dynamís and Physis in On Ancient Medicine., iraus. aud Proc. i~f ¡he American Phil. Ass., 83 [¡952], ~ss.). teodicea de las Suplica EuRÍPIDEs (195-218), el des- mabrímiento del pan figura por prime entre las aportaciones de la ttvilización. CANTaaaLc~(.Incivilime¡sano dal Prometeo all~Antigo- ‘e Con una nota su Eurípide Supp. 18 e la datazione del De Antí- la Medicina. Ann. Fac. di Let¡ere3solia di Trieste 3 [¡966-1967], !42) piensa que Eurípides ha tom idea de nuestro tratado y con- duye que éste fue publicado h~ 32 TRATADOS HIPOCRÁTICOS ron torta y, sometiéndola a otras muchas manipulaciones, la hirvieron y la cocieron; mezclaron y equilibraron así los elementos fuertes con otros más débiles, adaptándo- los todos a la naturaleza y capacidad del hombre, guia- dos por la idea de que si los comían siendo fuertes su or- ganismo no podría asimilarlos ‘~ y causarían dolores, en- fermedades y muerte; y que, por el contrario, aquellos que pudiera asimilar redundarían en nutrición, crecimien- to y salud. A este hallazgo y a su búsqueda ‘~, ¿qué nombre se le podría dar más justo y adecuado que el de medicina? Por- que, ciertamente, se descubrió con vistas a la salud, para salvaguarda y nutrición del hombre, en sustitución de aquella dieta de la que se seguían padecimientos, enfer- medades y muertes. 4 No deja de ser comprensible que a éste no se le consi- dere un arte; porque no parece adecuado llamar a alguien experto en un arte en el que nadie es profano y que todos conocen ‘X debido a su imprescindible uso. Pero el ha- llazgo en sí es importante y requirió mucha observación y conOCimientO técnico. Incluso hoy en día los que se ocu- ~ Literalmente ‘dominar’ <lcrateein. epikrateein). Aquí se trata del .dominio’ que el hombre ejerce sobre los alimentos que ingiere, por lo que abarca todo el proceso de digestión y metabolismo. El término epi- Icrateia fue introducido en la medicina por Alcmeón de Crotona y, a par- tir de entonces, tuvo una enorme importancia en ella. El concepto está particularmente ligado a la teoría humoral, en la que la enfermedad se explica como .predomínio’ de un humor sobre los demás. ‘~ De este modo queda descrita la medicina en su doble vertiente de .investigación’ y de .patrimonio de saber adquirido’. ‘~ Aquí Festugiére. siguiendo a Gomperz. modifica el texto mediante

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la inclusión de es ti (‘en alguna medida’). El matiz que pretende añadir esta conjetura me parece innecesario, ya que aquí no se habla del cono- cimiento específico de la medicina en su estadio posterior y técnico, ~ no del conocimiento más general, que tiene el hombre, de la dieta que habitualmente usa. Tin chrésin te kai anankln es suficiente precisión del sentido que se da a epistttn~. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 33 pan de los gimnasios y de los ejercicios físicos siguen con- tinuamente investigando, con ese mismo método, qué ali- mentos y bebidas puede el hombre asimilar mejor y cuá- les pueden hacerle más fuerte. Analicemos también la medicina reconocida como tal, ~ la que se ha descubierto para los enfermos, la que tiene un nombre y unos profesionales. Veamos si también ella tiene esos mismos objetivos y cuál fue en su momento el punto del que partió. Por mi parte, como dije al principio, creo que nadie hubiera investigado sobre el arte de la medicina, si las mis- mas dietas hubiesen sidoadecuadas para los enfermos y para los sanos. Todavía hoy los que no disponen de un ar- te médico, los bárbaros y algunos griegos siguen por pla- cer la misma dieta que los hombres sanos, y no se absten- drían ni reprimirían de ningún deseo. Los que investiga- ron y descubrieron la medicina, guiados por idéntica men- talidad que aquellos de los que he hablado antes, en pri- mer lugar —creo— rebajaron la cantidad de esos mismos alimentos y, en vez de muchos, los redujeron a unos po- cos. Y luego, al ver que eso ayudaba a ciertos enfermos pero no a todos (porque había algunos cuya constitución no permitía asimilar ni siquiera unos pocos alimentos y parecían necesitar algo más suave), descubrieron las pa- pillas, mezclando con mucha agua algunos de los elemen- tos fuertes y suprimiendo así su fuerza mediante la mez- cla y la cocción. Y a aquellos que ni siquiera podían dige- rir papillas se las quitaron también; y llegaron a las bebi- das, vigilando que estuvieran convenientemente medidas en su mezcla y cantidad y administrándolas ni más ni me- nos temperadas de lo preciso. Debe quedar claro que a algunos enfermos las papillas 6 no les convienen, sino que al tomarlas se les agudizan las fiebres y los dolores; y es obvio que lo que se les ha admi- nistrado, al ser alimento y crecimiento para la enferme- dad, viene a ser destrucción y debilitamiento para el cuer- 34 TRATADOS tIIPOCRÁTICOS po. Pues bien, todo aquel que en ese estado recibiera ali- mento sólido como torta o pan, aunque fuera en cantidad mínima, sufriría diez veces más y de forma más ostens¡- ble que si hubiera tomado papilla; y ello se debe a que el alimento es demasiado fuerte para el estado del enfermo. Además, a quien conviene tomar papilla en vez de sólido

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le haría mucho más daño comer más cantidad que menos, e incluso comiendo poco lo pasaría mal. Todas las causas de los males nos llevan a lo mis- mo ‘~: los elementos excesivamente fuertes y dominantes dañan al hombre, tanto al que está sano como al enfermo. 7 ¿Dónde está, pues, 1a diferencia de intención entre aquel que llamamos médico y reconocemos como practI- cante, que descubrió la dieta y nutrición para los enfer- mos, y aquel Otro que por primera vez descubrió y elabo- ró para todos los hombres la alimentación que ahora to- mamos, tan distinta de aquella otra dieta salvaje y pro- pia de fieras? Porque a mí el razonamiento me parece el mismo, y único e idéntico el hallazgo. Ambos pretendie- ron lo mismo: uno intentó suprimir aquellos alimentos que una naturaleza sana no podía asimilar, por su brutalidad y estado puro; el otro los que un hombre no puede sopor- ‘~ Algunos críticos consideran que el autor hacc aquí una simplili~ caclón de las causas de la enfermedad, semejante a la que combate en el cap. l (FEsTUiiERE,Hippocrate: LAncienne..., pág. 40, n. 33; M. VEui~s- Ti, Ippocrate Opere, Turín, 1965, pág. 168, n. 17). Pero no hay tal contra- dicción; lo que el autor hace, en realidad, es formular la conclusión lógi- ca que se desprende de las experiencias y hallazgos de la medicina empí- rica antigua. El siguiente capitulo, que sirve de resumen al apartado de- dicado al examen de los primeros pasos de la téchne ¡~trik~ (caps. 2-6), aclara el sentido dc la frase es tú autó anagetai: ‘el razonamiento me pa- rece el mismo, y unico e idéntico el hallazgo~. Por lo dcmás, es éste un estadio de la medicina que el autor ha superado: ‘el asunto cs mucho más complejo y requiere mayor precísión~ (cap. 9). Al final del escrito queda más claramente definida su postura con respecto a las causas dc la enfermedad, que pueden ser diversas: .hay que saber también qué en- termedades son causadas por los principios activos y cuáles por las es- tructuras ínternas~ (cap. 22). SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 35 tar, a causa del estado de salud en que accidentalmente se encuentra. Realmente, ¿en qué se diferencian ambas cosas, sino en que esto tiene más facetas, es más comple- jo y requiere más dedicación, mientras que aquello es el punto de partida, que se dio antes en el tiempo? Equiparar la dieta de un enfermo a la de un hombre 8 sano no es menos perjudicial que equiparar la de éste a la de las fieras y demás animales i7~ Tomemos, por ejem- plo, a un enfermo con una dolencia no grave ni incurable pero tampoco totalmente benigna, sino de aquellas en que un error dejaría sentir claramente su efecto; imaginemos que quisiera comer pan y carne o cualquier otra cosa que un hombre sano come con provecho; y que no lo hiciera en gran cantidad, sino mucho menos de lo que podría co- mer estando bien. Tomemos, por otra parte, a un hombre sano, de constitución no muy débil pero tampoco fuerte; pongamos olle come cebada o cosas similares, con las que un buey o un caballo se beneficiaria y se pondría fuerte; y que tampoco lo hace en grandes cantidades, sino mu- cho menos de lo que podría comer. Pues bien, este hombre sano, obrando así, no sufriría ni arriesgaría menos su sa- lud que el otro, que estando enfermo tomó indebidamen- te pan o torta. Todo esto es testimonio de que, investigan- do con este mismo método, el arte de la medicina se po- dría descubrir en su totalidad. Si hubiera sucedido simplemente, como se piensa, que 9 todo lo que era demasiado fuerte perjudicaba y todo lo

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ligero beneficiaba y nutría al enfermo y al sano, la cosa hubiera sido relativamente fácil: tomando un gran mar- gen de seguridad, hubiera bastado con tender hacia lo más ~ El texto griego es oscuro y ha dado lugar a diversas correcciones en los manuscritos y a conjeturas de los editores. Nuestra traducción se ajusta lo más posible a la lectura que propone la edición que seguimos. A Pesar de la oscuridad del texto, el sentido del pasaje es claro y queda suficientemente explicado con el ejemplo que aduce el autor. 36 TRATADOS HIPOCRÁTICOS suave. Ahora bien, no es menor error ni perjudica menos al hombre administrarle cantidades de alimento inferio- res y más pobres de lo que necesita, ya que la violencia del hambre afecta muchísimo a su constitución, lo debili- ta y llega a causar su muerte. Muchos males, distintos pero no menos terribles que los causados por el exceso de ali- mentación, proceden igualmente del ayuno. Por ello, el asunto es mucho más complejo y requiere mayor preci- sión, pues hay que apuntar a una cierta medida. Y la úni- ca medida, número o peso válido al que uno podría refe- rirse para conocer qué es lo preciso es la percepción sen- sible del cuerpo humano Por esto, resulta una gran empresa adquirir el domi- nio de una ciencia con tal precisión que no puedas equi- vOCarte minimamente aquí o allá; y yo, por mi parte, aplau- it Metrou zínós stochasasthai. En el prólogo del escrito (cap. 1). el autor, frente al método acritico de los postulados, ha reclamado para la ciencia médica un criterio objetivo con el que poder verificar que se está en lo cierto. Para definir este criterio. MA recurre a la norma aritmético- geométrica (m¿Eron, aríthmds, s¡ath más) de origen pitagórico y ya común en la época. M. PoHLENz(’Hippokrates de Prisca Medicina’, Hermes 53 119181, 415) recuerda que Eurípides en las Ranas de ARisTOPANE5(v. 797), quiere someter la technl trag¡kt a un stathmos y a un ,net ron. Unas refe- rencias al mismo tema en Platón y Jenofonte pueden verse en Fe.sruo¡g- RE(HippoCrate: LAncienne..., pág. 41, n. 4l), quien concluye resaltando el hecho de que la noción de ciencia exacta estaba ya determinada con precisión en el último período del s. y. En el campo médico, y dentro del mismo CH. la doctrina del met ron-a rjthmos-stathmos se encuentra tam- bién en el tratado Sobre la dieta, para cuyo autor ‘habría que descubrir la medida de los alimentos y el número exacto de los ejercicios adecua’ dos a cada tipo de constitución’ (1 2). MA concretará este criterio objeti- vo en la aisthEsis toú sOmatas, que hay que entender como todo aquello que se deja sentir en el cuerpo humano, en el doble sentido de sensacio- nes que experimenta el propio cuerpo y que son perceptibles a los senti- dos del médico. Sobre el sentido de la expresión aís¡h¿sís tou sómatos, véase P. LAIN ENTRALGO, La medicina hápocrdtaca, Madrid, 1970. págs. 239-40, y .Quaestiones hippocraticae dísputatae tres’, en La collection h¿ppocratáque et son róle dans Ihistoire de la niedecáne, vol. 11. Leiden. 1975, págs. 305-lO. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 37

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diría calurosamente al médico cuyos errores fueran los mínimos. Pero es muy difícil discernir dónde está la cer- teza absoluta. En realidad, a la mayoría de los médicos me parece que les ocurre lo que a los malos pilotos: los errores que éstos cometen, estando el mar en calma, no son advertidos; pero en el momento en que les coge un fuerte temporal o un viento contrario, si pierden la nave, todos se dan cuenta de que ha sido por ignorancia e im- pericia. Del mismo modo, cuando los malos médicos, y son mayoría, tratan a enfermos que no tienen nada grave y a los que no perjudicarían las más grandes equivocacio- nes (tales enfermedades son numerosas y atacan al hom- bre mucho más que las peligrosas), los profanos no advier- ten sus errores; pero cuando tienen que enfrentarse con una enfermedad virulenta y peligrosa, entonces sus fallos y su ignorancia resultan obvios a todos. Y es que las con- secuencias, en ambos casos, no se hacen esperar mucho: se presentan inmediatamente. Se puede compr~ader sin dificultad por qué el ayuno 10 inoportuno causa tantos daños como el exceso, tomando como ejemplo el caso del hombre sano. Hay algunos a quienes sienta bien comer una sola vez al día y tienen esto como norma, porque les conviene ~. Por lo mismo, otros tienen necesidad, además, de un al- 9 Este pasaje y lo que viene a continuación guarda un paralelismo con los caps. 28 y ss. de Sobre la dieta en las enfermedades agudas y ello llevó a E. LiTTitÉ a creer que ambos tratados eran obra del mismo autor <Oeuvres completes d~Hippocra te, vol. 1, Paris. 1861, págs. 315 y sigs.). Hoy apenas se acepta ya esta tesis, aunque se opina comúnmente que MA es- tá dentro del área de influencia de ese tratado (R. JoLY, Híppocrates, VI-2. París, 1972, pág. 23. n. 3). — La diferencia entre comer una sola vez al díao añadir además,-un almuerzo aparece también en So>,re las afeccio- lies 20, Enfermedades de la mujer 41. líO, y Sobre la dieta III 81. que nos da una muestra del interés de la medicina hipocrática por la dieta pre- ventiva; es decir, para hombres sanos. Cabe señalar, por lo demás, que en la Atenas del s. y el almuerzo matinal era todavía un lujo (cf. ARísTÓ- PANES, Nubes 416). 38 TRATADOS HIPOCRÁTICOS muerzo, porque les sienta bien. Hay, incluso, algunos que siguen una de las dos costumbres por placer o por otra coyuntura. Y es que para la mayor parte de los hombres no suele haber diferencia entre seguir una norma u otra, si están habituados a hacer una sola comida o a añadir el almuerzo. Pero hay algunos que si se salen de su nor- ma no se librarían fácilmente de sus consecuencias y pa- decerían lo indecible con alterar su régimen un solo día, y si me apuras ni siquiera completo. En el caso de los que hicieran un almuerzo no habitual, porque en seguida se sentirán cargados y abotargados física y mentalmente, lle- nos de somnolencia, amodorrados y sedientos; si por aña- didura cenan, tendrán flatulencias, retortijones y el vien- tre suelto. Para muchos, ése es el principio de una enter-

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medad seria, aunque la cantidad de alimento fuera la mis- ma y no mayor que la que tenían costumbre de consumir en una sola vez. En el caso del que suele tomar además un almuerzo, y eso le va bien, en cuanto pasa su hora sin tomarlo siente una gran debilidad, temblor y desvaimien- to. Tendrá también ojeras, la orina más pálida y caliente y sabor amargo de boca; le parecerá que se le revuelven las entrañas y sentirá vértigo, desmayo y desfallecimien- to. Es más, si intenta cenar, el alimento le resultará desa- gradable y no podrá tomar lo que normalmente cena los días que ha hecho su almuerzo habitual: esos mismos alimentos, al ir bajando con retortijones y ruido, provo- can ardor de estómago y son causa de insomnio y sueños agitados. Para muchos, ése es también el comienzo de una enfermedad. 11 Hay que analizar por qué causa les han sucedido esas cosas. En el caso del que suele comer una vez al día, creo que es porque no aguardó el tiempo suficiente para que su estómago terminara de digerir la última comida, la hu- biera asimilado y hubiera tenido reposo después de ha- berse vaciado; en lugar de eso, en plena digestión, ingirió nuevos alimentos. Los estómagos de estas personas digie- SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 39 ren muy lentamente y necesitan reposo e intervalos ma- yores. En cuanto al que tiene la costumbre de tomar un al- muerzo, la caúsa está en que su organismo necesitaba ali- mento tan pronto como consumió el de la anterior comi- da, sin ningún descanso, y ese alimento no le llegó a tiem- po. En realidad, lo que le pasa es que se debilita y consu- me por causa del hambre, a la que yo atribuyo todos los males que padece, según he dicho. Es más, afirmo que cualquier hombre sano que permanece dos o tres días sin comer tendrá los mismos síntomas que he descrito en los que prescinden del almuerzo. En mi opinión, estas constituciones que acusan mucho 12 y rápidamente los errores son más débiles que las demás; el más parecido a un hombre de condición débil es el en- fermo y éste es más débil aún y con más motivo tiene que padecer por apartarse de lo que es oportuno. Siendo tal la precisión requerida por el arte, es difícil que éste alcance en todos los casos la máxima exactitud. Y eso que en muchos de sus aspectos 1a medicina llega a conseguir esa precisión. De ello se hablará. Lo que digo es que no se puede rechazar la medicina antigua como inexistente ~ o que no ha investigado correctamente, por no ser exacta en todas sus modalidades. Más bien creo que, por lo muy cerca que pudo llegar de la verdad partiendo de una gran ignorancia, son dignos de admiración sus des- cubrimientos, alcanzados mediante el razonamiento, por II el camino correcto y no por azar 20 Aquí está el colofón a la primera parte del escrito y. por ello, el Biltor insiste en algunas ideas básicas, ya desarrolladas. como la exis- Wncia de una technl médica (caps. 1 y 2). 21 En este resumen final queda de maniliesto dónde sitúa el autor el nacimiento de la medicina: en el momento en que, por medio del logis- Ntds, se reduce el campo de acción de la tychl y ésta ya no domina sobre

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Ienlermedad. La agnoszi, al igual que la lalía de empeiría y de episttml del cap. í,• implica aquí la presencia de la tychl. En otro tratado del CH 40 TRATADOS HIPOCRÁTICOS 13 Quiero volver a la teoría de los que investigan el arte al nuevo estilo, es decir partiendo de un postulado 22~ Si son lo caliente o lo frío, lo seco o lo húmedo los que dañan al hombre, es preciso que el que cure correctamente lo haga valiéndose también de lo caliente contra lo frío y de lo frío contra lo caliente, o de lo seco contra lo hú- medo y de lo húmedo contra lo seco. Pues bien, pongamos el ejemplo 23 de un hombre que no sea de constitución fuerte, sino débil. Supongamos que come trigo tal y co- mo sale de la era, crudo y sin elaborar, que come carne sin guisar y que bebe agua. Con semejante dieta estoy se- guro de que padecerá muchó: tendrá dolores, su organis- mo se debilitará, el estómago se le estropeará y no podrá vivir mucho tiempo. ¿Qué tratamiento habrá que poner al que se encuentra en este estado: lo caliente, lo frío, lo seco o lo húmedo? Porque es obvio que habrá de ser algo de esto, ya que si el mal lo causa alguno de los elementos de esos dos pares, según el razonamiento de aquéllos ha- brá que curarlo con el elemento contrario 24, De hecho, el se dirá que ..el médico que conoce así la medicina no se apoya en el azar y. con fortuna o sin ella, tendrá éxíto~ (Sobre los lugares en el hombre 46). Para la oposición téchn¿-tych~. y. F. HEINIMANN, .Eine vorpíatonis- che Theorie...., pág. 107. n. II, y pág. 108, n. IB. 22 Comienza ahora la revisión de la medicina que se basa en postu- lados lilosóficos y su confrontación con la propia teoría del autor. A la doctrina de los cuatro elementos se contrapone la de los humores, y ésta se desarrolla a medida que se refuta aquélla. Sobre el tema de la innova- ción del método de los postulados, véase lo dicho en n. 1. 23 El autor, fiel a su idea de que el médico debe decir cosas fami- liares a los profanos (cf. cap. 2) va a aducir numerosos ejemplos para ha- cer comprensible su doctrina. En esta segunda parte del escrito se haFá uso de pruebas, testimonios y comparaciones que el público pueda com- prender. Con el ejemplo propuesto, el autor inicia la refutación de la teoría de los cuatro elementos, ciñéndose, naturalmente, al terreno de la dieta. 24 Se trata aquí del método de la alopatia. o tratamiento por los con- trarios, que ocupa en el CH un lugar importante entre los diversos mo- dos de curar. Aforismos II 22 formula clara y rotundamente el principio de que, en general, los contrarios son curados por los contrarios. Tam- bién se encuentra de distintas formas en Aforismos II 25 y 34. Sobre las SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 41 remedio más seguro y claro es suprimir al enfermo la dieta que seguía, dándole pan en vez de trigo, carne guisada en lugar de cruda y vino como bebida. Con este cambio es imposible que no se ponga sano, a no ser que esté ya con- sumido por el mucho tiempo que siguió la otra dieta. ¿Qué decir? ¿Era que su mal lo causaba lo frío y se curó al administrarle las cosas calientes, o afirmaremos

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lo contrario? Creo yo que el que así fuera interrogado se vería en un gran aprieto, porque quien hizo el pan ¿qué fue lo que quitó al trigo: lo caliente, lo frío, lo seco o lo húmedo?; y porque lo que se ha entregado al fuego y al agua, y además en su elaboración han intervenido otras muchas cosas que tienen su virtualidad y naturaleza pro- pias, ha perdido algunos de sus componentes, pero se ha combinado y mezclado con otros. Sé, por supuesto, que no es lo mismo para el organis- 14 mo humano el pan de harina fina que el de harina sin cer- nir, hecho con trigo solo o también con salvado, mezcla- do con mucha o con poca agua, bien amasado o sin ama- alecciones 6 y Epidemias VI 6, 2. Esta doctrina supone que hay una adap- tación del organismo al medio ambiente y, más en concreto, una reac- ción del cuerpo a los estímulos externos. Esa reacción tiene lugar por- que las cosas que son contrarias se atraen, se suscitan. se engendran y se sustituyen unas a otras. La teoria de los contrarios se basa en deter- minadas experiencias médicas (p. ej.. la fiebre), pero es también reflejo de la filosofía, que veía en el movimiento la esencia de todas las cosas, como es el caso de los físicos jonios y. en especial, de Anaxímenes. Ana- ximandro y Tales. A la escuela de Mileto le servía para explicar la salida y puesta de los astros, la evaporación del agua del mar, la lluvia, el desa- rrollo del embrión, la sucesión de las generaciones. las transformacio- nes de las especies, etc. — Opuesta a la teoría de los contrarios estaba la de los semejantes o afines, que se encuentra también en algunos luga- res del CH (Semanas 46, Sobre la naturaleza del hombre 8). Según ella, los efecto del organismo y del medio exterior se acumulan y van en el mismo sentido: el calor aumenta el calor, el frío aumenta el trío y, en general, las cosas que son semejantes se provocan y refuerzan unas a otras. Esta teoría está en la base de la cosmología pitagórica y es recogida por Empédocíes y Alcmeón. 42 TRATADOS HIPOCRÁTICOS sar, muy cocido o casi crudo, y otras muchas cosas más. Y lo mismo pasa con la torta de cebada. Hay en cada cosa gíandes principios activos muy distintos entre sí. El que no se da cuenta de esto o no lo hace objeto de conocimien- to al observarlo 25 ¿cómo podrá siquiera conocer algo de los padecimientos en el hombre? Pues éste se resiente y sufre alteraciones, en un sentido u otro, por la influencia de cada uno de esos principios, y de ellos depende la vida del hombre sano, la del que se recupera de una enferme- dad y la del enfermo. De ahí que conocer estas cosas, y no otras, sea sin duda lo más imprescindible y útil, sabien- do además que fue, al investigar correctamente y con ra- zonamiento aplicado a la naturaleza humana, como las descubrieron los pioneros de un arte que consideraron dig- no de ser atribuido a un dios, como comúnmente se piensa 2~ Pues no creyeron que lo que dañaba al hombre fuera lo seco o lo húmedo, lo caliente o lo frío, ni que ne- cesitase nada de esto. Pensaron, por el contrario, que lo que le perjudicaba era la fuerza de cada cosa y lo que ha- bía en ella de excesivo para la naturaleza humana, que no

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25 Nuevamente, la unión de experiencia y ciencia es resaltada por cl autor, para quien ya está dado el paso entre una medicina puramente empírica, que se limíta sólo a observar, y otra ya constituida como tech nl. 26 Durante mucho tiempo la medicina estuvo en Grecia vinculada a los templos de Asclepio, y todavía en el s. y se designaba con el nombre de Asclepíadas a los médicos. Este hecho llevó a algunos críticos a pen- sar que las corporaciones médicas procedían de la casta sacerdotal de cste héroe mitológico; pero los estudios de Edelstein han mostra’do lo infundado de esta tesis. En cualquier caso, la primitiva medicina griega hundía sus raíces en la mitología y veía en Asclepio al héroe sanador de muchas y variadas enfermedades —como le llama Píndaro— y del que Quirón había aprendido el uso correcto de los pharmaka (Piticas III 5-7, 45-46; IV 271; Nemeas III 55). Para PLATÓN (República 407c ss4 Asclepio sigue siendo el inventor del arte de la medicina. Sin embargo, la medicí. na racional o .laica~ no nació de la medicina religiosa. sínode las obser- saciones y rellexiones de los lilósolos, corno ya se ha dicho en la intio- ducción. La medicina hipocrática, sobre todo, siguió un canino contra- puesto al de la antigua medicina religiosa. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 43 lo podía asimilar; y eso fue lo que trataron de suprimir. De lo dulce lo más fuerte es lo más dulce; de lo amargo, lo más amargo; de lo ácido, lo más ácido, y, en fin, de ca- da componente, su grado máximo ~‘. Y es que veían también que esos mismos elementos for- maban parte del hombre y le perjudicaban. Y así es: en el organismo se encuentran lo salado, lo amargo, lo dul- ce, lo ácido, lo astringente, lo insípido y otros muchos ele- mentos más, dotados de principios activos distintos en cantidad y fuerza. Mezclados y combinados unos con otros, pasan inadvertidos y no perjudican al hombre; pe- ro en el momento en que alguno se disgrega e individuali- za, entonces se deja sentir y causa sufrimiento al hom- bre 26~ En el caso de los alimentos que son inapropiados y nos sientan mal al comerlos, cada uno de ellos es amargo, sa- lado, ácido o con algún otro humor intemperado y fuerte, que provoca el trastorno, junto con los factores que se dis- gregan en nuestro organismo. Por el contrario, es claro que los alimentos que solemos comer y beber contienen 27 El lenguaje de este pasaje es muy ambiguo. Habría que entender que lo dulce, cuando está niás concentrado y sin mezcla de otro compo- nente, predomina y es lo mas fuerte. A nivel teórico, cada componente podría quizás existir en su estado de mayor concentración y en él seria mas poderoso (MILLER, .Dynamis and Physis..... pág. 184). ~ Esta es la expresión de la doctrina lisiológíca de MA sobre las causas de la enlermedad. Sus antecedentes se encuentran en Alcmeón. que fue a la vez lilósofo y médico. Dentro de la corriente filosófica de los elementos, Alcníeón no limitaba éstos a los cuatro que generalmente se aceptaban; para él. su número era indelinido. La salud consistía en una ísonomía (equilibrio) de los elementos, mientras que la mona rchía tpredominio) de uno de ellos era la cau ,a de la enlermedad (Fr. B 24, DK). Esta doctrina ejerdó un gí-an inílujo cmi la escuela de Cos y en la teoría médica en general. — Lo salado, lo amargo, lo dulce. etc., no son, en MA. mas que ejemplos de humores, cuyo número queda, así, indelinido. En la krés,s (mezcla) de estos humores estriba la salud, y en la apókrisis (día. gregación) de alguno de ellos, la enterníedad. El lenguaje y la terminolo- gía dc este pasaje son eco de Anaxágóras.

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44 TRATADOS HIPOCRÁTICOS en poquisima medida ese humor intemperado y dominan- te; me refiero al pan, la torta y sus derivados, alimentos habituales para el hombre y que, al margen de los elabo- rados para el placer y el hartazgo, son los que éste consu- me cotidianamente. En general, tales alimentos ni provo- can trastornos al hombre ni disgregación de los principios activos de su organismo, sino vigor, crecimiento y nutri- ción. Y la razón no es otra que el hecho de estar bien com- binados, sin ningún elemento intemperado y fuerte, sino formando todo el conjunto una unidad simple 29 15 Lo que no entiendo es de qué manera, con sus supues- tos, curan a los hombres los que mantienen aquella teo- ría, desviando el arte de este método hacia elde los pos- tulados. Porque no creo que ellos hayan descubierto algo que por sí mismo 30 sea <lo calientes, alo fríos, <lo seco» o alo húmedos, sin que sea copartícipe con algún otro ti- po de principio. Pienso, por el contrario, que emplean los mismos alimentos y bebidas que utilizamos todos y que a lo uno le atribuyen el ser caliente, a lo otro frío, y a lo de más allá seco o húmedo. Porque recomendar a un en- fermo que tome algQ caliente sin más no conduciría a na- da, ya que inmediatamente le preguntará qué cosa, con lo que se verá obligado a divagar o tendrá que recurrir a alguna de las que son corrientes. 29 Los Mss. anaden kai ischyron (‘y fuerte»), lectura que adopta Hei- berg. Debido al contrasentido que esto supone con lo dicho anteriormente. Littré lee lcaí mP íschyron. Jones, siguiendo a Kuhlewein, suprime este linal. ~ »Por sí mismo’, ‘en estado independiente, autó ephheoutoó, ha sido ya aplicado, en el capítulo anterior, a lo dulce, lo salado, etc. Estos, a los que se acabará denominando ‘humores» (cap. 24). sí pueden darse aislados, al contrarío que el frío ~ el calor; pueden concebirse, y el autor así lo hace, como substancias simples en estado independiente. El autor expone su propia doctrina en los mismos términos en que refuta la doc- trina de los cuatro elementos, aplicada a la medicina. Los términos se toman de doctrinas como la de Anaxágoras (B 12, DK). SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 45 En realidad, si hay algo que sea a la vez caliente y as- tringente, o caliente e insípido, o caliente y flatulento (ya que hay muchas cosas calientes que tienen otros princi- píos activos opuestos entre si), seguro que habrá diferen- cia entre administrar lo caliente y astringente o lo calien- te e insípido; o también lo frío y astringente (que eso es igualmente posible), o lo frío e insípido. Pues entiendo que cada uno de estos pares produce el que le es totalmente opuesto y que esto sucede no sólo en el hombre, sino en un pedazo de cuero, en la madera y en otras muchas co- sas menos sensibles que él. Y no es lo caliente lo que lle- va el principio dominante, sino lo astringente, lo insípido

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y los demás elementos que he mencionado. Esto es así en el hombre y fuera del hombre: en lo que come, en lo que bebe y en lo que se aplica externamente, sea unguento o emplasto. Mi opinión es que, de todos los principios activos que 16 hay en el organismo, son el frío y el calor los que menos influencia tienen, por las razones que expongo a continua- ción. Mientras están combinados el frío y el calor no per- judican, debido a que el calor se equilibra y atempera con el frío, y el frío con el calor. Cuando uno de ellos se dis- grega, entonces perjudica. Pero precisamente en el mo- mento en que el frío sobreviene y hace daño al hombre, lo primero que en seguida acude es lo caliente que, debi- do al propio frío, brota del sujeto de modo espontáneo y sin necesidad de ayuda o tratamiento. Esto ocurre así en los hombres sanos y en los enfermos. Por ejemplo: si un hombre sano desea refrescarse en invierno con un baño de agua fría o de otra manera, cuantas más veces lo haga, siempre que no haya dejado congelar su cuerpo, tanto más se calentará al vestirse y ponerse al abrigo; por el contra- río, si quiere calentarse con un baño bien caliente o po- niéndose muy cerca del fuego y recogerse después al mis- mo abrigo de antes vestido de igual manera, se advertirá que pasa más frío y que tinta mucho más que cuando se 46 TRATADOS HIPOCRÁTICOS había refrescado. O bien, si uno que está sofocado de ca- br se abanica y de esa manera se procura algo de fresco, cuando deje de hacerlo, su calor y sofoco serán diez veces mayores que si no se hubiese abanicado. Y todavía un ejemplo aún más significativo: aquellos a quienes se les hielan los pies, las manos o la cabeza al haber caminado por la nieve o por otro sitio muy frío, ¡qué mal lo pasan durante la noche al arroparse y ponerse al calor, por cau- sa del ardor y de la comezón! Incluso hay algunos a los que les salen ampollas como si se hubieran quemado con fuego. Y esto no les pasa hasta que no se han calentado. ¡Tan rápidamente acude cada uno de esos elementos al lado del otro! “. Podría dar miles de ejemplos. En cuanto a los enfermos, ¿ no es cierto que a los que les entran escalofríos les sube mucho la fiebre?; ¿y que ésta no es virulenta, sino que cesa en seguida, sin más con- secuencias por lo general y manteniendo el cuerpo caliente mientras dura? Además, tras recorrer todo el cuerpo, el calor suele terminar en los pies, que es donde el temblor y el frío eran más intensos y duraron más tiempo. A su vez, el frío, al brotar el sudor y desaparecer la fiebre, es mucho mayor que si ésta no hubiese tomado el comienzo. Por consiguiente, ¿qué daño serio o importante podría ocasionar aquello a lo que con tanta presteza acude su opuesto para contrarrestar automáticamente su influjo?; ¿cuál es el gran remedio que necesita? 17 Alguien me podría replicar que en los causones, las pe-

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rineumonías y otras enfermedades virulentas.32 no hay 31 Adviértase, en todo este pasaje, corno Irlo y calor se interpretan como substancias que, al ser activas y manilestarse en esa actividad, se convierten en dyndmeís; es decir, en ‘principios activos» o ‘poderes.. En este tipo de indicaciones se manifiesta el penetrante espíritu científi- co del autor. 32 En MA son escasísimas las veces que se da el nombre de una en- fermedad. Las que aqul se mencionan entran dentro del grupo que el CH denomina. frecuentemente, con el término genérico de .enfermedades 5OBRE LA MEDICINA ANTIGUA 47 alternancia de lo caliente y lo frío, ni los enfermos se li- bran pronto de la fiebre. Para mí, ése es el mejor ejemplo de que los hombres no tienen fiebre simplemente por cul- pa de lo caliente y que ésta no sería la única causa de la enfermedad: la misma cosa es a la vez caliente y amarga o caliente y ácida o caliente y salada y así sucesivamente; de igual modo también lo frío se combina con otros prin- cipios activos. Estos son los causantes del mal; junto a ellos está también lo caliente, cuya fuerza será tanta cuan- ta sea la del principio dominante, se acentuará y aumen- tará con la de él, pero sin tener ninguna influencia mayor que la que le es propia. Que esto es así lo veremos claro por lo indicios siguien- 18 tes, comenzando por lo más visible, de lo que todos mu- chas veces ya hemos tenido y tendremos experiencia. Cuando tenemos catarro de nariz y ésta empieza a desti- lar, la mucosidad es, en general, más acre que la que se producía antes y salía por las fosas nasales corrientemen- te; produce inflamación y notas que la nariz se irrita y se pone muy roja, site tocas con la mano. Y sí el catarro es prolongado incluso se ulcera la zona descarnada y dura. El ardor en la nariz no cesa cuando empieza a salir la mu- cosidad y hay inflamación, sino cuando aquélla fluye más espesa y menos acre, cocida y más mezclada con la ante-~ rior. Entonces es cuando cesa también el ardor. Pero en los casos en los que manifiestamente la causa del catarro es sólo el frío, sin que haya ningún otro factor concomitante, en todos ellos la curación es la misma: se ha pasado del frío al muchísimo calor y del calor al mu- chísimo frío, rápidamente y sin ningún tipo de cocción. Todos los demás casos, cuyas causas estén en la exacer- bación y falta de fusión de los humores, yo sostengo que se producen de la misma manera y se restablecen una vez cocidos y temperados éstos. agudas». En sobre la díew en las enlermedades agudas 5 se las delíne como las más funestas. 48 TRATADOS HIPOCRÁTICOS 19 De otra parte, los flujos de humores que van a los ojos,

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al tener todo tipo de acidez y humores fuertes, ulceran los párpados y a veces corroen las mejillas y la zona de las ojeras por donde baja el flujo; incluso rasgan y corroen la membrana que cubre la pupila. Los dolores, el ardor y la hinchazón son tremendos hasta el momento en que los humores, al cocerse, se vuelven más espesos y se for- ma la legaña. La cocción es el resultado de la mezcla y fu- sión de unos humores con otros, al haber fermentado juntos ~>. Otro ejemplo: los flujos de humores que van a la gar- ganta, que producen tos y anginas, ¿risipelas y perineu- monías, salen al principio salados, líquidos y ácidos, sien- do éste el momento en que las enfermedades alcanzan su máxima virulencia; cuando, por el contrario, se hacen más espesos y están más cocidos y sin ninguna acidez, es el momento en que cesan las fiebres y los otros males. Sin lugar a dudas hay que interpretar que, en todos estos casos, el origen del mal está en los factores cuya pre- sencia da lugar necesariamente a esa situación concreta y cuyo cambio en otra combinación le pone fin. En conse- cuencia, los males producidos por lo caliente o lo frío ais- ladamente, sin estar combinados con ninguna otra cuali- dad, cesarían con el solo cambio de calor a frío y vicever- sa, lo que sucede de la manera que ya he dicho antes ~. 33 En los caps. 18 y 19 de nuestro tratado tenemos la explicación más completa de cómo la medicina antigua concebía el fenómeno de la ‘cocción». En este pasaje el concepto está claramente definido como la acción de combinar de tal modo los humores que dé como resultado la perfecta kresís de todos ellos. El autor presenta tres tipos de enferme- dad —el catarro normal, la oftalmía y la perineumonía— y demuestra que la mejoría está en relación directa con el hecho deque la secreción o mu- cosidad se ha hecho menos acre y más espesa como resultado de la pepsis. En realidad, la ‘cocción’ equivale a nuestra digestión, pero en un sentido más amplio: una buena digestión conduce a un comportamiento de los humores que es garantía de salud. Precisamente por ello, el autor dedica tanta atención a los problemas de alimentación y dietética. ~ Queda, así, rechazada la aplicación de la doctrina de los cuatro SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 49 En los demás casos, todo el ma! que padece el hombre se debe a las cualidades. Así, por ejemplo, cuando en el cuerpo se ha expandido un elemento amargo, concreta- mente el que llamamos bilis amarilla, ¡qué náuseas, ar- dores y desgana se apoderan de nosotros! Al liberarnos de él, a veces incluso limpiándose el propio organismo de modo espontáneo o con ayuda de una purga, si esto suce- de en el momento oportuno, claramente desaparecen los dolores y la fiebre; sin embargo, ningún remedio los hace cesar, mientras esos elementos estén sueltos, sin cocer ni atemperar. Igualmente, ¡qué irritaciones y espasmos en las entrañas y el pecho, y qué angustia sienten aquellos •en los que hacen presa acideces fuertes y agudas! Y nada de ello cesa hasta que éstas no se han purgado, atempera- do y mezclado con el resto de los humores. Ahora bien, para cocer y mutarse, para volverse más fluido o espeso hasta formar un determinado humor, pasando por otros de todo tipo (y de ahí la importancia .en estos casos de los períodos de tiempo y de las crisis 35), quienes realmente menos aptitud tienen son lo caliente y lo frío, ya que, en cualquier caso, no podrían fermentar ni espesar. Pues ¿có-

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mo podríamos decir que ellos modifican su cualidad se- gún los elementos con los que se combinan, si el calor só- lo en combinación con el frío pierde su cualidad de calien- elementos a la medicina. Con ello, el autor rechaza, igualmente, la apli- cación inmediata y mecánica de procesos 1 isicos al campo biológico. ~ Krís¡s es la ‘determinación de la enfermedad» de modo similar al de un veredicto judicial. El momento de la ‘cocción» era decisivo para el resultado de la enlermedad, ya luera éste la recuperación, la agrava- ción o la muerte. La crisis se producia en lo que se llamaron ‘días críti- cos», según la creencia común de que la enlermedad tendia a llegar a su crisis en un día fijo a partir de su comienzo. Aunque Galeno atribuyó es- la doctrina a Hipócrates, se piensa que hay en ella una pervivencia del Pítagorism0 para el que los números tenían poderes místicos (Jorn~s, Híp- Pocra,es, vol. 1, Londres, 1923, págs. LIV-LV). Seguir la enlermedad a través de sus distintas etapas era fundamental para el médico hipocrático. 50 TRATADOS HIPOCRÁTICOS te, y el frío sólo con el calor? ~. Sin embargo, los demás elementos que se dan en el hombre son más favorables y mejores cuanto más numerosos son los factores de que se componen. El estado más saludable del hombre es aquel en que todos los elementos están cocidos y en equilibrio, sin que ninguno deje que se destaque su principio activo particular. Creo que esto ha quedado ya probado. 20 Dicen algunos médicos y sabios ‘~ que no sería posible saber medicina sin saber qué es el hombre; que, por el con- trario, eso es algo que debe aprender el que quiera curar- lo correctamente. Tiende su lenguaje hacia la filosofía 3, como es el caso de Empédocles y otros quJen sus trata- dos Sobre la naturaleza ~‘ han descrito desde el origen 36 Pasaje de texto incierto y de dilícil interpretación. Probablemente tenga razón JONES(ibid.. págs. 50-1) al considerarlo como una interpolación. ~ El término sophísia¡ no tiene todavia el sentido peyorativo de »profesor de sabiduría’ o »solista» que le darla Platón. Se refiere, sim- plemente, al lilósoto. aunque no deje de percibirse una cierta ironía en todo cste pasaje. ~ En estas primeras lineas ha vuelto a aparecer el tono polémico con el que el auto,- suele introducir sus temas. Comienza aquí la tercera parte del escrito en la que se cxpone el método correcto de la investiga- ción médica. El autor entra en materia con un tenis polémico que le da. rá pie. enírentándose a doctrinas conocidas, para resaltar la propia co- mo única válida. — La palabra phulosop/iii aparece ya con su sentido pre- ciso de »lilosolía» y no el más general de »sabiduría» o ‘alán de saber’. Por el contexto puede apreciarse que el autor se refiere a la lilusofia na- tural de los jonios. No hay datos para precisar si el término técnico se debe a Sócrates, a la sofística o si nace, precisamente. en escritos médi- cus como el nuestro (FESTUGIÉRE. Háppocrale..., pág. 57). ~» Los críticos no están de acuerdo en si hay aquí un ataque direc- to contra Empédocles y su doctrina, o si la mención del filósofo jonio es simplemente ilustrativa. Creemos con JAEGER (Paídeía.., pág. 800, n. 40> que la alusión solo sirve para ilustrar el significado de la palabra philo-

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soph¡l. FESTtJGIÉRE toma esa alusión como la principal evidencia para fe- char nuestro tratado entre 440 y 420 a. C. <Híppocrate.... pág. 58, n. 69>, por ser en esa época cuando la lilosofia de Empédocles fue particular- mente influyente. — Entre los autores que escribieron algún tratado So- bre la naturaleza destacan Zenón, Anaxáguras. Arquelao, Diógenes de APo lonia, Pródico y Gorgías. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 51 qué es el hombre, cómo llegó a existir y de qué fue forma- do. Pienso, por mi parte, que todo aquello que los sabios y médicos han dicho y escrito sobre la naturaleza se ajus- ta menos al arte de la medicina que al de la literatura ~ y creo, además, que sólo a partir de la medicina es posí- - ble conocer algo cierto sobre la naturaleza ~‘. Aprender- - lo será posible cuando se haya abarcado aquélla correc- tamente y en su totalidad 42; y para esto me parece que aún falta mucho. Me refiero a esa investigación que con- siste en conocer con exactitud qué es el hombre, por qué causas llega a existir y todo lo demás. Porque a mí al me- ~> Graphik~ que nosotros traducimos por literatura, es, en el s. y a. C., tanto el arte de la escritura como el de la pintura. Cualquiera de las dos ínterpretaciona del término es válida, lo mismo si se quiere ver aquí una alusión a Empédocles —que comparaba la formación de todos los seres a partir de los cuatro elementos con el trabajo de un pintor que, con unos pocos colores, representa todos los seres que quiere (B-23. DK)—, como si se preliere ver una relerencia al atomismo de Leucipo y Demó- crito, que comparaban las diversas combinaciones de átomos para for- mar los seres con las de las letras que componen la palabra (A 6, DK). La idea del autor es que las elucubraciones de los tratados sobre la natu- raleza son tan inútiles en medicina como puedan serlo en el arte graphí- ke. Es notable su habilidad, al relerirse, precisamente, a un arte ya cons- tituido y admitido desde antiguo y que no había necesitado de la filoso- fía para desarrollarse Con ello refuerza su tesis de que tampoco la me- dicina lo necesita. ~ Afirmación revolucionaria, extraña a un mundo donde las doctrí- ‘mas médicas eran adaptaciones de teorías lilosólicas. El autor de MA no en su empeño de desligar la medicina de la fílosolia. Hay que notar 1 Insistencia en distinguir entre ‘escribir sobre la naturaleza» y ‘cono- cer algo cierto» sobre ella. Véase el final del capítulo primero donde el contraste se da entre decir algo ‘sobre las cosas oscuras e invisibles» ‘conocer la verdad» <eidenai tó saphesI. ~ Este pasaje ha sido señalado, desde Líttré, como el -Punto de re- rencía de PLATÓN, cuando afirma <Fedro 270b-e) que Hipócrates y la ra- III nos enseñan que no se puede conocer el cuerpo sin conocer la totalí- md, según se ha dicho en la introducción. — Para el autor de MA. iníluen- por el escepticismo del movimiento sofístico, la naturaleza del hom- ~consiste en su individualidad, en la suma total de sus reacciones par- culares al alimento y la bebida. 52 TRATADOS HIPOCRÁTICOS nos me parece que las cosas que un médico debe necesa- riamente saber sobre la naturaleza y esforzarse en apren-

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der, si quiere actuar correctamente, son qué es el hom- bre en relación con lo que come y bebe, qué es en rela- ción con sus demás hábitos y qué le puede pasar a cada individuo a partir de cada cosa concreta ~. Y no decir simplemente cosas como que el queso es un alimento no- civo porque perjudica al que se atiborra de él. Lo que hay que decir es qué tipo de mal, por qué motivo y a qué ele. mento del organismo no le conviene, porque hay otros mu- chos alimentos y bebidas nocivas que no afectan siempre de la misma manera a la salud del hombre. Por tanto, di- gamos algo así como que «el vino puro, bebido en canti- dad, afecta en tal sentido al hombre», y todos los que co- nozcan esto sabrán que ése es el principio activo del vino y que él es el causante ~. Sabemos entonces, al menos, en- qué elementos del organismo humano influye más. ~ El autor, consciente de que los fenómenos existentes son únicos en un momento dado, y preocupado por el problema de abarcarlos den- tío dc una teoría general, rechaza todo reduccionismo. Concorde con ello está su crítica a los que limitan al mínimo las causas de la enlermedad (cap. 1). De ahí también que en el cap. 19, en las líneas donde enuncía su propia teoría sobre el origen de la enfermedad, no concrete éste en tal o cual factor, sino tan sólo enuncie las condiciones generales en las que cualquiera de ellos puede ser individualizado como causa. ~ Este pasaje ofrece algunas dilicultades. Para Jones. que propone algunas correcciones, contradice el argumento general. al decir que el vino mismo es el culpable, ya que la opinión del autor es que ningún ali- mento en sí es causante de males y sólo perjudíca en determinadas con- diciones. Para salvar esta contradicción. Jones propone cambiar h~it¿t5 (ésa, ése) por towute (»tal» o »cual») e introducir la negación ouk a’ite autos. De esta forma, su interpretación sería: »tal o cual dynaníis del vi- no es la culpable, y no simplemente el vino en si». Sin embargo, creemos con FEsTUGIERE <Hippocra¡e.., pág. 65, n. 76) que el texto puede mante- nerse sin correcciones. La contradicción que ve Jones desaparece, si Se tiene en cuenta que aquí se trata del vino akrCtos (puro); es decir, en eSe condición hay un principio activo de un humor que no está atemperado y.. solo así» es como perjudica. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 53 Realidades de este orden son las que me interesa que queden claras en todo lo demás. Porque el queso, por po- ner un ejemplo que ya hemos utilizado, no daña a todos por igual, sino que hay quienes hartándose de él no su- fren ningún daño. Al contrario, a los que les sienta bien les proporciona un extraordinario vigor, mientras que otros lo eliminan con dificultad. Y es que sus Constitucio- nes físicas son distintas y se diferencian en que el orga- nismo contiene un factor que es hostil al queso y que se ve atacado y movilizado por él. Aquellos en los que ese hu- mor se encuentra en mayor cantidad y es predominante padecen naturalmente más. Si fuese perjudicial a toda na- turaleza humana, a todos les sentaría mal. Y eso, si uno puede saberlo, no lo padecería. Por ejemplo: en la convalecencia, y todavía más en en- 21 fermedades largas, se producen muchos desarreglos, unas veces sin causa externa y otras debido a cosas que se to- man ocasionalmente. Si resulta que ese mismo día el en- fermo ha hecho algo inhabitual, como bañarse, dar un pa- seo o tomar un alimento distinto, aunque sea mejor ha-

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cer estas cosas que no hacerlas, sé que la mayoría de los médicos, igual que los profanos, le atribuyen sin más a alguna de ellas la causa; y, como realmente la descono- cen, suprimen algo que hubiera sido quizás muy con- veniente. No debe ser así, sino que hay que saber qué consecuen- cias puede tener un baño o un esfuerzo realizados en un momento inoportuno. Porque el daño que causan uno y Otro es cada vez distinto, como también lo es el de un ex- Cesoo el de cualquier alimento. De manera que el que no sabe la relación que guarda cada cosa con el individuo no odrá conocer los efectos que produce en él ni utilizarla orrectamente ~. ~ El autor propone su propio procedimiento de investigación, al se ha llegado partiendo del método de la medicina antigua. único válí- para él (cf. cap. 2). La expresión, aquí, es inversa a la propuesta de 54 TRATADOS HIPOCRÁTICOS 22 En mi opinión, hay que saber también qué enferme- dades son causadas por los principios activos y cuáles por las estructuras internas. Por principio activo entiendo el grado máximó en intensidad y fuerza de cada uno de los humores 46; por estructura, los órganos internos del hombre ~. De éstos, unos son cóncavos y van de lo ancho a lo estrecho o están completamente abiertos, otros son duros y redondos, otros amplios y colgantes, otros exten- didos, otros alargados, otros compactos, otros abultados y de tejido poco consistente y otros, finalmente, esponjo- sos y porosos. Según esto, ¿atraer hacia sí y absorber un líquido de otra parte del cuerpo lo harán mejor las estructuras cón- cavas y abiertas, o las duras y redondas, o las cóncavas que se van estrechando? Yo pienso que estas últimas, que a partir de una cavidad ancha se van estrechando. Esto la que partió: hay que saber »qué es el hombre en relación con lo que come y bebe y qué es en relación con sus demás hábitos»; a la vez. com- plementa el »qué le puede pasar... a partir de cada cosa» del cap. 20. ~« Clara definición de dynamis, que tiene el doble valor de fijar el concepto central de la teoría lisiológica del autor (cl. nn. II y 27) y esta- blecer la dilerencía entre fisiología y anatonima como dos ¡amas de la medicina. ~ Con la niención dc los sch¿nw¡a (estructuras) como causantes también de la enfermedad, el autor atenúa su afirmación anterior (cap. 19) deque todas las enfermedades vienen de los principios activos. Algu- nos autores, extrañados por esta mención, piensan que el escrito conclu- ye en el cap. 21 y que los capítulos restantes son un añadido posterior. Nosotros no sólo vemos en estos capítulos finales una total coherencia con el resto dcl tratado, sino que los considerarnos, ademas, importafl tes en el conjunto dc la obra. En primer lugar, esa atenuación a la que

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acabamos de relerírnos amplía el contenido de una ¡echn~ que, para el autor, »en muchos de sus aspectos... llega a conseguir... precisión» (ct. polla e idea, »muchos de sus aspectos», del cap. 12); en segundo lugar, uno dc los objetivos del escrito es demostrar que el método que propone Cl autor es el válido y. con estos capítulos sobre los órganos internos, Se está poniendo a prueba la validez de este método en otros campos de la medicina; finalmente, el cap. 24 es un claro epilogo del escrito. SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 55 hay que entenderlo observando lo que nos es visible ~‘. Por ejemplo, con la boca completamente abierta no po- drás absorber ningún líquido, pero si sacas para afuera los labios juntándolos y apretándolos y, luego, pones en- tre ellos un tubo, con facilidad absorberás lo que quieras. Éste es el caso de las ventosas, que tienen un estrecha- miento y están ideadas, precisamente, para extraer y suc- cionar los líquidos de la carne, igual que otros instrumen- tos de este tipo. Los órganos internos del hombre que tienen una estructura semejante son la vejiga, la cabeza y el útero femenino; éstos son evidentemente los que más capacidad de absorción tienen y siempre están llenos del líquido que han absorbido. Los órganos cóncavos y abier- tos son los que mejor acogen el líquido que fluye hacia ellos, pero no lo pueden absorber como los anteriores. Los duros y redondos ni lo absorben ni lo pueden retener, por- que el líquido les resbala y no tiene donde posarse. Los esponjosos y porosos como el bazo, los pulmones y las ma- mas se empaparán de liquido, si éste afluye, y además se endurecerán y aumentarán de tamaño. Pues a estos últi- mos no les sucede como al estómago, que retiene el líqui- doy lo elimina a diario, sino que al absorberlo y recibirlo llenan totalmente sus poros y espacios huecos, volviéndose duros y compactos en lugar de blandos y porosos, ya que no pueden digerir ni evacuar. Esto sucede por la natura- leza de la estructura. Cuando hay algo que provoca en el organismo gases y flatulencias, es en los órganos cóncavos y bien abiertos Como la cavidad abdominal y el tórax donde naturalmen- El método que propone el autor consiste en conocer lo invisible U partir de lo visible; partir de lo que ya está claro y es conocido por to- dos para llegar, por analogía, a lo que no lo es. Este procedimiento, atesti- Etlado ya por Anaxágoras y de uso generalizado, es puesto en práctica también en nuestro tratado (cf. el comienzo del cap. 18, donde el autor SC Propone explicar por qué el calór y el frío son irrelevantes para la en- ~Ttfledad, acudiendo a pr&6n naln ep¿ al phaner&eiu, es decir, »comen- 2ando por lo más visible»). 56 TRATADOS HIPOCRÁTICOS te produce ruido y murmullo. Porque cuando un órgano no se ha llenado lo suficiente como para quedar inmóvil, permite al gas cambios de posición y desplazamientos, que forzosamente provocan ruido y movimientos perceptibles. En los órganos carnosos y blandos produce endurecimien-

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to y obstrucciones, como es el caso de los estrangula- • mientos. Cuando los gases encuentran un órgano grande y que ofrece resistencia chocan contra él; al no tratarse de un órgano de naturaleza fuerte como para resistir el choque sin sufrir daño, ni tan blando y poroso que pueda recibir el gas y ceder a su empuje, sino que es muelle y abultado, lleno de sangre y compacto como el hígado, sucede lo si- guiente: por su densidad y extensión, el órgano ofrece re- sistencia y no cede, mientras que el aire aumenta, se ha- ce más fuerte y redobla su empuje contra el obstáculo; por su blandura y por estar lleno de sangre, no puede de- jar de sufrir daño. Como consecuencia de todo ello, se pro- ducen en la zona dolores muy agudos y frecuentes, así co- mo abscesos y muchos tumores. También sucede esto ba- jo el diafragma, aunque con mucha menos violencia, por- que su superficie es grande y ofrece resistencia, pero su naturaleza es más musculosa y más fuerte. Por eso es una zona menos sensible al dolor, aunque también ahí se pro- ducen dolores y tumores. 23 Hay dentro y fuera del cuerpo otros muchos tipos dc estructuras, con grandes diferencias unas de otras en re- lación con los padecimientos del enfermo y del que esta sano: existen cabezas pequeñas o grandes, cuellos fino: o gruesos, largos o cortos, vientres alargados o redondea- dos, torsos anchos o estrechos y otros muchos, cuyas di- ferencias hay que conocer para que se puedan tomar debidas precauciones, sabiendo de antemano las causas de cada situación ~. En este pasaje se encuentran algunos de los puntos esenciales del pensamiento del autor. Por una parte, la preocupación por distinguir, SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA 57 En cuanto a los principios activos de los humores, hay 24 que investigar qué influencia tiene cada uno de ellos en cl organismo, como ya he dicho antes, y también la reía- que guardan unos con otros. Es decir, si un humor ~e cambia de naturaleza y se hace distinto, no por fu- con otros, sino porque él mismo se sale de su estado mal, ¿en qué humor se convertirá primero: en amar- >, salado, astringente o ácido? Yo opino que en el ácido. bien, si el humor que menos conviene administrar ~s el dulce, el más inadecuado entre los restantes debe ser tI ácido ~. Si uno pudiera de este modo investigar con éxito el undo externo, podría elegir siempre lo mejor. Y lo me- ir es siempre lo que se aparta más de lo inadecuado. analizar, por atenerse a los datos de la experiencia, que no permite neralizaciones simplificadoras. Por otra, la obligación de hacer objeto conocimiento todo aquello que se observa, acudiendo a las causas. almente, la idea de que el médico que ha comprendido todo eso ac- U correctamente. ~ El texto es oscuro y ha sido objeto de diversas conjeturas e iii- >retaciones. Festugiére y Vegetti, siguiendo el texto de Heiberg, inter- fan que el humor ácido es el último que se deberla administrar, en el lo de que el más conveniente fuera el dulce. Aquí respetamos el texto Iones y estamos de acuerdo con su interpretación, porque nos parece far más de acuerdo con el método de investigación del autor de MA.

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~án la máxima que sirve de colofón al escrito, »lo mejor es siempre lo SC aparta más de lo inadecuado»; ahora bien, en el ejemplo dado se l~na al humor ácido como el más próximo al dulce, no como el más do de él. Nuestro autor no está dando soluciones, que sólo valdrían ~uao6 concretos, sino proponiendo un método a seguir. el que esté de maerdo y quiera continuar en esa línea, deberá ir buscando de humor • humor hasta encontrar el que más se aleje del que es inconveniente o ~ecuado. SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA Acerca de la enfermedad que llaman sagrada sucede 1 lo siguiente. En nada me parece que sea algo más divino ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturale- za propia, como las demás enfermedades, y de ahí se ori- gina. Pero su fundamento y causa natural lo considera- ron los hombres como una cosa divina por su inexperien- cia y su asombro, ya que en nada se asemeja a las demás. Pero si por su incapacidad de comprenderla le conservan ese carácter divino, por la banalidad del método de cura- ción con el que la tratan vienen a negarlo. Porque la tra- tan por medio de purificaciones y conjuros. Y si va a ser estimada sagrada por lo asombrosa, mu- chas serán las enfermedades sagradas por ese motivo, que yo indicaré otras que no resultan menos asombrosas ni monstruosas, a las que nadie considera sagradas. Por ejemplo las fiebres cotidianas, tercianas y cuartanas no me parecen ser menos sagradas ni provenir menos de una divinidad que esta enfermedad. Y a éstas no les tienen ad- Ifliración. Y, por otro lado, veo a personas que enloque- cen y deliran sin ningún motivo evidente y que realizan muchos actos sin s~ntído; y sé de muchos que sollozan y gritan en sueños, de otros que hasta se ahogan, y otros que se levantan deprisa y se escapan fuera de sus casas y desvarían hasta que despiertan, y que luego están Sa- DOs y cuerdos como antes, quedando pálidos y débiles, y tSo no sólo una vez, sino muchas. Hay otros muchos ca-

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60 TRATADOS HIPOcRATICOs sos y muy varios, que hablar de cada uno haría prolija la charla. 2 Me’ parece que los primeros en sacralizar esta dolen- cia fueron gente como son ahora los magos, purificado- res, charlatanes y embaucadores 2, que se dan aires de ser muy piadosos y de saber de más. Éstos, en efecto, to- maron lo divino como abrigo y escudo de su incapacidad al no tener remedio de que servirse, y para que no queda- ra en evidencia que no sabían nada estimaron sagrada es- ta afección- Y añadieron explicaciones a su conveniencia, y asentaron el tratamiento curativo en el terreno seguro para ellos mismos, aduciendo purificaciones y conjuros, prescribiendo apartarse de los baños y de un buen núme- ro de comestibles que serían comida inconveniente para los enfermos. De entre los pescados de mar (prohibieron) el salmonete, la raya, el mújol y la anguila —éstos son, por lo visto, los más mortíferos 3~ entre las carnes, las He preferido adoptar la numeración en capítulos de Iones, que se diferencia de la de Littré (seguido este autor también por Wilamow¡tz, y Grensemann) por subdividir en cuatro el primer capitulo de éste. En la numeración de Littré este primer parágrafo, muy amplio, encierra el ataque del autor contra los magos y purificadores, como un prólogo de polémica general, con una clara unidad de composición, subrayada por la frase que clausura el periodo final. Pero ese capitulo tan extenso re- sulta demasiado largo en comparación con los demás; la división de Io- nes es, en este aspecto, más regular y permite una precisión mayor en las citas. (Conviene que el lector recuerde esta doble numeración de los capítulos, ya que es frecuente que las referencias se hagan en una o cii otra.) 2 Sobre los milgo¡, karharta¡, ag9rta¡ y aldzones, pueden leerse las págs. 40 y sigs. de G. LANATA, Medicina magíca e religione popolare mn GiS- cia lino al!’ eut d’ Ippocrale, Roma, 1967. Los kathartal trataban de ClI~ minar o purificar la enfermedad, considerada como una <mancha., rní¿~~ ma, mediante sus ritos y conjuros. De algún modo estaban más especit lizados que los demás <curanderos. mencionados, que tienen en comúl’ su condición vagabunda y su ambigua reputación. Falta en esta lista tUI nombre griego. el del taumaturgo o hechicero: gó¿s. Doy un sentido fuerte al adjetivo epikirótatoz, para que resalte la ironí a del autor, al hacer estos comentarios marginales. 61 SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA de cabra, ciervo, cerdo y la de perro —éstas son, pues, las carnes más alborotadoras del estómago—; de las aves, el gallo, la tórtola y la avutarda —que se considera que son durísimas—; entre las hortalizas, la menta, el ajo y la ce- bolla —ya que lo ácido no es nada adecuado para un convaleciente—. En cuanto al vestido (prohibieron) llevar- lo negro —porque lo negro alude a la muerte—; y (pres- cribieron) no yacer sobre pieles de cabra ni llevarlas; y no estar con un pie sobre el otro, ni mano sobre mano —ya que todo eso son actitudes prohibitivas a—. Eso lo ordenan de cara a lo divino, como si tuvieran un saber su- perior, y formulando otros motivos, de modo que, si el en-

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fermo llegara a curarse, de ellos sea la gloria y la destre- za, y si se muere, quedara a salvo su disculpa, conservan- do la excusa de que de nada son ellos responsables, sino sólo los dioses, ya que no les dieron ningún medicamento para comer o beber ni los trataron con baños de modo que pudieran ser culpables de algo. Yo supongo que de los libios que habitan en el inte- nor de su país ninguno puede andar sano, si viven a base de pieles y carnes de cabra, porque lo que es allí no tie- nen ni manta ni vestido ni calzado que no sea de cabra. Pues no tienen más ganado que cabras. Y si el comer y llevar eso produce y desarrolla la en- fermedad, y el no comerlo la cura, tampoco entonces es divinidad 6 la responsable, ni son de provecho las pu- rificaciones, sino que lo que cura y lo que daña son los >mestibles, y se esfuma el influjo de lo divino. ~ En todos estos tabúes hay, como se ve, una amalgama de creen- la supersticío~as, mezcladas ocasionalmente con algún consejo dieté- ~. L. GIL, Therape,a La medicina popular en el mundo cldsico, Madrid, 9, págs. 340-48, recuerda algunos otros .,remedios de la epilepsia, en medicina popular antigua. Por ‘libios. se entienden los habitantes de los desiertos del N. de Tica; no se trata de aludir a un pueblo en concreto. ‘ Al emplear los términos de theds o tó the fon el escritor se refiere lo divino en conjunto, sin individualizarlo en un dios. 62 TRATADOS HIPOCRATICOS 3 Así que, a mí al menos, me parece que quienes inten- tan por este procedimiento curar esas enfermedades no las consideran sagradas ni divinas. Pues, cuando por me- dio de tales ritos purificatorios y semejante tratamiento se obtiene un alejamiento del mal, ¿qué impide que, por otros artilugios semejantes a ésos, les sobrevenga y se atraiga sobre las gentes? De modo que ya no es culpable lo divino, sino algo humano. Porque quien es capaz de apartar tal dolencia actuando como purificador y como mago, ése también podrá atraerla con sus maquinaciones, y en este manejo se desvanece lo divino. Con sus palabrerías y maquinaciones fingen saber al- go superior y embaucan a la gente recomendándoles pu- rificaciones y expiaciones, y el bulto de su charla es invo- cación de lo divino y lo demoniaco. Aunque a mí me pare- ce que no construyen sus discursos en torno a la piedad, como creen ellos, sino, más bien, en torno a la impiedad y a la creencia de que no existen los dioses, y que su sen- tido de lo piadoso y lo divino es impío y blasfemo, como yo voy a demostrar. 4 Pues si pretenden tener conocimientos para hacer ba- jar la luna y ocultar el sol, y para producir la tormenta y la calma, lluvias y sequías, y dejar el mar insoportable y la tierra estéril, y toda una serie de trucos por el estilo,

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y aseguran que, bien sea por medio de ritos o por algún otro ingenio o práctica, es posible lograrlo, a mí me pare- ce que los que se dedican a esto cometen impiedad y pien- san que no existen los dioses ni tienen ningún poder, ni siquiera para impedirles nada de sus actos extremos, por- que no tienen temor de los dioses. Ya que, si un hombre actuando como mago o por medio de sacrificios hiciera desaparecer la luna y OCultar el sol, y produjera tempes- tad y calma, yo ya no creería que ninguna de éstas era una cosa divina, sino humana, si es que el ámbito de lo divino estaba dominado y esclavizado al poder de un hombre- SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA 63 Pero tal vez no sucede esto así, sino que hombres que carecen de un medio de vida se las ingenian y se inventan muchos y varios trucos en cualquier asunto, y en esta en- fermedad achacándole la culpa a un dios en cada mani- festación de la dolencia. Porque no inculpan a uno solo, sino a varios. Con que si uno imita a una cabra, o si ruge y si sufre convulsiones por el lado derecho, dicen que la responsable es la Madre. de los Dioses. Si grita de modo más fuerte y más agudo, lo asimilan a un caballo y afir- man que el responsable es Poseidón ~. Si se le escapa al- gún excremento, lo que sucede muchas veces a los que es- tán dominados por la enfermedad, se le aplica el sobre- nombre de la diosa Enodia’; pero si es más repetido y menudo, como los pájaros, el de Apolo Nomio. Si echa es- puma por la boca y da coces, Ares tiene la culpa. Los que tienen terrores nocturnos, espantos y delirios, y dan sal- tos de la cama y se escapan fuera de sus casas, dicen que sufren ataques de Hécate y asaltos de los héroes’. Recu- Las manifestaciones de los ataques sugieren, según los curande- ros, qué dios es el responsable: la Madre de los Dioses, señora de bestias selváticas, como las cabras y los leones (recuérdese su representación so- bre un carro tirado por éstos, como el de Cibele), o Poseidón, señor del caballo, o Apolo, especialmente vinculado a los pájaros, o el furioso Ares que infunde la rabia y la ferocidad en el combate, tienen, sí, su par- cela de influencia definida por los variados síntomas en que se manifies- la la epilepsia. Enodia, <la de los caminos<, es calificativo de Hécate, diosa noc- Ilvaga y terrorífica, y de la agreste Anemia, o de Perséfone, la diosa in- fanal. (En Eui, lón 1049, la invoca el coro para que patrocine un enve- nenamiento: <Enodía, hija de Deméter. tú que dominas los asaltos noc- turnos, y también los diurnos... <) Hécate era la diosa de los fantasmas y terrores nocturnos, asocia- da a práctic~ má~cas y, hechizos (cf. Eui, Mcd. 396, etc.). Los héroes eran, en la creencia popular, figuras de los muertos que podian reapare- cer, maliguos y peligrosos, en momentos especiales, para <atacar. con cePanto y vehemencia, a los vivos. Para este aspecto de los <héroes., co- UOCSpíntus de los difuntos, cf. E. RonDa, Psique, 1. trad. esp., Barcelo- 1973, págs. 161 y sigs.. y A. Baaucmi, Gil ¿roí greci, Roma, 1958, págs. y sigs. 64

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TRATADOS HIPOCRATICOS rren a purificaciones y a conjuros, y realizan una acción muy impía y sacrílega según} a mi me parece. Porque purifican a los poseídos por la enfermedad con sangre y otras cosas semejantes, como si tuvieran alguna mancha de sangre, o fueran criminales, o hechizados por otros hombres, o hubieran cometido algún acto sacríle- go. Y deberían hacer lo contrario con ellos, hacer sacrifi- cios y rogativas y llevarlos a los templos para suplicar a los dioses. Pero no hacen nada de eso ahora, sino que efectúan sus purificaciones y los residuos purificados unos los escon- den bajo tierra, otros los echan al mar, y otros los llevan a los montes adonde nadie los toque ni los pise. Pero se- ría necesario llevarlos a los templos y ofrendarlos a la di- vinidad, si es que la divinidad es la responsable. No creo yo, sin embargo, que el cuerpo de un hombre sea manci- llado por la divinidad; lo más sometido a la muerte, por lo más santo. Por el contrario, incluso si resulta mancha- do o dañado en algo, es la divinidad quien puede purifi- carlo o santificarlo, más que mancharlo con impu- rezas Porque de los mayores y los más impios delitos es la divinidad lo que nos purifica, y santifica, y es nuestra pro- tecciónlobí; y nosotros mismos fijamos límites claros a los santuanos y los terrenos consagrados a los dioses, para que nadie los transgreda si no va puro, y nosotros al en- trar hacemos abluciones, no en la sospecha de que nos manchamos (al entrar), sino por si tenemos alguna impu- ¡O Sobre la mentalidad popular y las nociones tradicionales de <mancha. o<mancilla. y purificación, y sus relaciones con lo divino, pue- de verse elexcelente libro, de 1951, de E. R. DoDDs, Los griegos y lo ir?~ cionaL trad. esp., Madrid, 1960 (reimp. 1980), y los ya citados de G. LAJU- TA. Medicina magica e religione..., y L. GIL. Therapeia..., espec. págs. 137 y siga. ¡Obí. Prefiero la lección iryma del MS. M. con la lección rh~’fl”’~ adoptada por Iones y Grensemann, el sentido sería: <lo que nos limpiv SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA 65 reza de antes, vernos purificados de ella. En fin esto es lo que opino acerca de lo que pasa con las purificaciones. La enfermedad ésta en nada me parece que sea más 5 divina que las demás, sino que tiene su naturaleza como las otras enfermedades, y de ahí se origina cada una. Y en cuanto a su fundamento y causa natural, resulta ella divina por lo mismo por lo que lo son todas las demás. Y es curable, no menos que otras, con tal que no esté ya fortalecida por su larga duración hasta el punto de ser más fuerte que los remedios que se le apliquen. Tiene su origen, como sucede también en otras enfer- medades, en la familia”. Pues si de un flemático nace un flemático, y de un bilioso un bilioso, de un tísico un tísi- co, y de un esplénico un esplénico, ¿que impide que cuan- do el padre o la madre tenían la enfermedad también la tenga alguno de los descendientes? Porque el semen pro- viene de todas las partes del cuerpo, sano de las sanas, y enfermizo de las enfermas. Y otro testimonio de que en nada es más sagrada que las restantes enfermedades es que ataca a los flemáticos por natural constitución, pero no se da en los biliosos ¡2 Ahora bien, si fuera más divi- na que las demás, sería preciso que la enfermedad ésta

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se presentara por igual en todos, y que no discrimanara entre el tipo bilioso y el flemático. Pero el caso es que la causa de esta dolencia está en 6 ‘el cerebro, lo mismo que la de las demás enfermedades “ Katá génos, <en la familia., es decir, <por herencia.. Sobre las Creencias griegas en torno a la herencia, véase el estudio de E. Las¡cy, Ole Zeugungs. und Vererbungslehren der Antike, Wiesbaden, 1951. ¡2 La distinción entre el individuo <flemático. <phlegmatódes) y el <bilióso. (cholódEs), según que predomine uno u otro humor. i. e., phlég- ‘neo chólos, en su organismo, pertenece al primer hipocratismo. — En CUanto a la noción de que <el semen (gónos) procede de todo el cuerpo., eflcon tramos un claro paralelo en Sobre los Gires, aguas y lugares 14. <ef. Otios Pasajes del CH discutidos en el estudio recién citado de E~ Las¡cy, Pégs. 76 y sigs.) 66 TRATADOS HIPOCRATICOS de mayor gravedad. De qué manera y por qué motivo se origina lo expondré yo claramente. El cerebro humano es doble, como también el de los otros animales. Una sutil membrana lo divide por la mi- tad. Por eso no siempre se siente dolor en la misma parte de la cabeza, sino a veces sólo a uno de los dos lados, y otras en toda. Hacia él se dirigen venas de todo el cuerpo, muchas y finas, y dos gruesas, la una procedente del hígado, y la otra del bazo. La que procede del hígado se presenta de esta manera: una parte de la vena se dirige hacia abajo por el costado derecho bordeando el riñón y por la región lumbar hacia el interior del muslo, y llega hasta el pie, y es denominada vena cava. La otra sección se dirige ha- cia arriba a través del diafragma y el pulmón del costado derecho. Y se escinde a la altura del corazón y del brazo derecho. Y el conducto restante continúa hacia arriba a través de la clavícula por el lado derecho del cuello, jun- to a la misma piel, de modo que llega a ser visible. Al lle- gar junto al oído se oculta y allí se escinde; y el conducto más grueso, más denso y más hueco concluye en el cere- bro, mientras otro va al oído derecho, otro al ojo derecho y otro a la nariz. Eso, en lo que respecta a las venas que proceden del hígado. La vena que sale del bazo se extien- de por el costado izquierdo, también hacia arriba y hacia abajo, como la del hígado, pero es más fina y más débil. 7 Por estas venas precisamente recogemos la mayor par- te del aire, ya que ellas son los respiraderos de nuestro cuerpo, al atraer hacia ellas el aire exterior; y luego lo dis- tribuyen por el resto del cuerpo a través de las venas me- nores, y lo refrescan y de nuevo lo expelen. Pues el aire introducido no puede detenerse sino que se mueve hacia arriba y hacia abajo. Pues si se detiene en algún punto Y

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se queda retenido, aquella parte donde se detiene viene a quedar paralizada. La prueba es que cuando uno está echado o sentado y tienen oprimidas unas venas menores, SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA 67 de modo que el aire interno no puede circular por el con- ducto venoso, en seguida le viene un entumecimiento. Eso es lo que pasa con la~ venas “ - Esta enfermedad se presenta en los flemáticos, y no 8 en los biliosos. Comienza a producirse en el embrión aún en el útero materno. Porque también el cerebro, como las otras partes del cuerpo, se purifica y desarrolla antes de nacer. Si en esta purificación se limpia bien y mesurada- mente, y fluye de él ni más ni menos de lo debido, el naci- do tendrá una cabeza sanisima ~. Pero si fluye de más a partir de todo el cerebro y se crea una excesiva delicues- cencia, tendrá al crecer una cabeza enfermiza y llena de ruido y no soportará ni el sol ni el frío. Y si se produce (el flujo) de un ojo solo o de un oído, o alguna vena queda contraída, resulta dañada esa parte, en la medida en que le afecte la fluidez. • Pero si no se produce la purificación, sino que (el flu- jo) se concentra en el cerebro, entonces forzosamente (el niño) será flemático. Y a aquellos que de niños les salen úlceras en la cabeza, en los oídos y en la piel, y que les “ Las ideas griegas sobre la circulación de la sangre están bien es- tudiadas en su desarrollo histórico en el libro de c. R. 5. Hsaais, The Mean sad the Vascular System in Ancient Greelc Medicine. From Alcmaeon to Gaien, Oxford, 1973, que dedica varias páginas a nuestro tratado, como se ve, el esquema que presenta es muy simple. No distingue entre venas y arterias (que tampoco distingue Aristóteles, aunque parece que la dis- Unción la descubrió el médico Praxágoras de cas), sino sólo entre las ve- ama mayores y las menores (ph Ubes y plddbia, respectivamente). El aire respirado es el pneú ma, frente al aEr, que designa al aire sin más. La de- 5osninación de <vena cava< es la traducción latina de la ko<M phUbs~ Tam- resulta evidente que la noción de la respiración que tiene nuestro concede a los pulmones ningún papel, como tampoco se lo con- M4e al corazón en la circulación de la sangre. ‘~ Esta idea de una purificación ~c4¡harsss) del cerebro se encuen- frs también en Sobre ¡os aíres, aguas, lugares 9. como indica GUÉNSEMM¿N, 1flppokrausche Schn ft..., pág. 94, parece que el médico Abas habla Iticado toda su teoría de las enfermedades sobre este punto: una pur- iión excesiva producía el mal, una mesurada mantenía la salud. 68 TRATADOS HIPOCRATICOS brotan abundante saliva y mocos, esos tienen un pasar muy saludable al avanzar su edad, pues de esa manera ex- pulsan y eliminan la flema que hubiera debido ser puri- ficada en el útero materno. Y los que se han purificado así no llegan a verse atacados por esta enfermedad en su

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gran mayoría. Pero aquellos niños que son puros, y en los que no se presentan ni heridas ni mucosidad ni abundan- cia de saliva, ni han experimentado purgación en el útero materno, éstos corren el peligro de ser dominados por es- ta enfermedad. 9 Si el flujo desciende hacia el corazón, sobrevienen pal- pitaciones y asma ~ y el pecho queda dañado, e inclu- so algunos se vuelven jorobados. Porque cuando la flema fría avanza hasta el pulmón y el corazón, la ~angre se en- fría. Las venas, al enfriarse violentamente, baten contra el pulmón y el corazón, y el corazón sufre palpitaciones, de modo que a causa de esta violencia se crea el asma y la sensación de ahogo. Porque no entra todo el aire que desea (el enfermo), hasta que el flujo queda dominado y, una vez caldeado, se pone a circular por las venas. A con- tinuación cesan las palpitaciones y el asma. Cesan en la medida en que cesa el agobio. Si baja el flujo más abun- dante, más despacio; si es menor, más deprisa. Y silos flujos descendentes son frecuentes, tanto más frecuente resulta atacado el enfermo. Así que eso es lo que sufre cuando (el flujo) le llega al pulmón y al corazón; cuando le llega al vientre, le produce diarreas. 10 Si (la flema) se encuentra cerrados estos caminos, y el flujo va en descenso por las venas que antes dije, (el afec- tado) se queda sin voz y se ahoga; y le sale espuma por 15 El flujo descendente (katdtroos) produce <pálpitos. (palmós, tér- mino que servirá para indicar el <pulso., en médicos posteriores) y dsth- ma (<asma, dificultades respiratorias.). — Desde aquí hasta el final del § 12 se exponen los efectos del flujo interno y descendente de la flema (katdrroos tos2 phlégmatos), enfrentado a la acción del aire y de la sal’- gre. — El médico hipocrático ignora el sistema nervioso y su función. SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA 69 la boca, le rechinan los dientes, agita espasmódicamente los brazos, sus ojos se extravian y pierde la razón, y a al- gunos se les escapan los excrementos. Estas manifesta- ciones se dan unas veces en la parte izquierda; otras en la derecha, otras, en fin, en ambas. Cómo padece cada uno de estos síntomas, yo voy a explicarlo. Se queda sin voz cuando de repente la flema, al pene- trar en las venas, le cierra el paso al aire y no le permite el paso hacia el cerebro ni hacia las venas cavas ni hacia los intestinos, sino que impide la respiración. Pues cuan- do el hombre toma por la boca y las narices el aire (al res- pirar), éste va prímero al cerebro, y luego en su mayor par- te hacia el vientre, y una parte va al pulmón, y otra a las venas. A partir de aquí se dispersa hacia los demás miem- bros por las venas. Y toda la porción que llega al vientre, ésa refresca el vientre, y no sirve para nada más. Y lo mis- mo la que va al pulmón. Pero el aire que penetra en las venas se distríbuye por las cavidades [y el cerebro], y de es- te modo procura el entendimiento y el movimiento a los miembros, de manera que, cuando las venas quedan ob- turadas por la flema y no pueden recibir el aire, dejan al individuo sin voz y sin razonamiento. Los brazos quedan inertes y se agitan convulsivamen- te al estar detenida la sangre y no estar en circulación, como acostumbraba. Y los ojos le dan vueltas, al obturarse las venas menores y tener pulsaciones. Por la boca se de- rrama una espuma que sale de los pulmones; ya que, al

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no llegar a ellos el aire, espumean y bullen como a punto de morir. Y el excremento cae hacia abajo por la violen- cia del ahogo. Se produce el ahogo al oprimirse el hígado y la parte superior del vientre contra el diafragma y al ha- llarse interceptada la entrada del estómago “. Y presio- ~ Aparece aquí, por vez primera en ese sentido, el término stóma. chas, designando el orificio de entrada o el conducto superior del estó- fisgo (tés gastrós). En el CH no hay un término propio para el estómago, PAra el que se usan los de gast¿’r y ko¡lí¿~ que aluden al <vientre, en gene- 70 TRATADOS HIPOCRÁTICOS nan cuando el aire no entra en el cuerpo como tenía por costumbre. El enfermo da patadas cuando el aire se en- cuentra encerrado en estos miembros y no es capaz de sa- lir hacia afuera a causa de la flema. Precipitándose a tra- vés de la sangre hacia arriba y abajo produce convulsio- nes y dolores, y por eso el individuo cocea. Sufre todo eso cuando la flema fría afluye a la sangre, que está cálida. Pues enfría y detiene la sangre. Si el flujo es mucho y denso, al punto provoca la muerte, pues so- mete con su frío a la sangre y la congela. Pero si es me- nor, la domina por unos instantes impidiendo la respira- ción, pero luego cuando en breve plazo se dispersa por las venas y se mezcla con la sangre que es abundante y cáli- da, si queda así dominado, las venas vuelven a recibir el aire y recobran el entendimiento (los pacientes). 11 De los niños pequeños que son atacados por esta en- fermedad, la mayoría muere, si el flujo se les presenta co- pioso y al soplar el viento del Sur. Pues sus venas meno- res, que son finas, no pueden acoger la flema, por su es- pesor y abundancia, sino que la sangre se les enfría y se congela, y de ese modo se mueren. Si es poco y hace su curso descendente no por ambas venas, sino por una u otra de éstas, sobreviven, pero quedan marcados. Pues se les queda distorsionada la boca, o el ojo, o la mano, o el cue- lío, según por donde la vena menor al llenarse de flema sea dominada y oprimida. Por tanto, a causa de esa vena menor, necesariamente esa parte del cuerpo, la dañada, es más débil y más deficiente. Pero a la larga y con el tiem- po resulta beneficioso, en conjunto. Porque ya no es pro- penso a los ataques una vez que está señalado por este mo- tivo: a causa de esa opresión las demás venas están daña- das y se van comprimiendo en cierta proporción, de mo- do que reciben el aire, pero la corriente de flema ya no ral. Sólo más tarde stómachos (derivado de stóma, <boca.) se usará par5 el estómago propio (ejs. en Plutarco y en Galeno). SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA 71 puede circular por ellas. Con que es natural que esos miembros sean más débiles, estando dañadas las venas.

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Aquellos que sufren el flujo con viento norte y en peque- ña proporción y por el lado derecho sobreviven sin que- dar marcados. Pero hay riesgo de que (la enfermedad) crez- ca y se desarrolle con ellos, de no ser tratados con los re- medios oportunos. Con que esto es lo que sucede con los niños, o algo muy próximo a esto. A los mayores (la enfermedad) no los mata, al atacar- 12 los, ni tampoco los deforma. Ya que sus venas son anchas y están llenas de sangre cálida, por lo que no puede impo- nerse la flema ni enfriar la sangre tanto como para con- gelaría, sino que resulta vencida y se mezcla con la san- gre pronto. Y de este modo las venas reciben el aire, y el entendimiento se mantiene, y los síntomas antedichos se presentan menos a causa del vigor (del individuo). Pero cuando la dolencia ésta ataca a los más ancianos, los mata o los deja parapléjicos, por este motivo: porque las venas las tienen vacías y su sangre es escasa, ligera y acuosa. Así que si el flujo desciende en abundancia y, en invierno, los mata. Porque impide la respiración y conge- la la sangre, si es que el flujo desciende por ambos lados. Y si viene por uno solo, lo deja parapléjico. Ya que la san- gre no puede imponerse a la flema, al ser (la sangre) lige- ra, fría y escasa, sino que resulta vencida y se congela, de forma que aquellas partes por donde la sangre quedó al- terada quedan impedidas. El flujo desciende más por la derecha que por la iz- 13 quierda, porque por allí las venas son más capaces y más flumerosas que en el costado izquierdo. El flujo descien- de y se licua sobre todo en los niños, cuando se les ha ca- ía cabeza, sea por efecto del sol o de un fuego, y de repente se les hiela el cerebro, ya que entonces se se- ~ra la flema. Se derrite a causa del calentamiento y la ailatación del cerebro; y se segrega a causa del enfriamien- to y la contracción, y así comienza a fluir hacia abajo. 72 TRATADOS HIPOCRÁTICOS En unos casos esa es la causa, en otros resulta cuando de pronto, tras vientos del Norte, irrumpe el viento del Sur, y el cambio afioja y relaja el cerebro contraído y en- fermizo, hasta el punto de que la flema rebosa, y de ese modo se produce el flujo. Se derrama el flujo también a causa de un terror os- curo o si uno se asusta ante el grito de otro, osi en medio del llanto no es capaz de recobrar pronto el aliento, cosas que íes ocurren a menudo a los niños. Si ocurre cualquie- ra de estas cosas, en seguida el cuerpo es presa de escalo- fríos, y (el paciente), quedándose sin voz, no recobra la res- piración, sino que su respirar se detiene, y el cerebro se contrae, y la sangre queda detenida, y así se segrega y se desliza hacia abajo el flujo de flema. En los niños éstas son las causas del ataque de la enfermedad en su co- mienzo. Para los ancianos el mayor enemigo es el invierno. Pues

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cuando al lado de un gran fuego se les ha recalentado la cabeza y el cerebro, y luego se encuentra con el frío y se queda helado, o bien llega desde el frío a un cálido inte- rior y junto a una abundante fogata, sufre la misma expe- riencia y le sobreviene el ataque de acuerdo con lo antes dicho. Incluso en primavera hay un gran riesgo de pade- cer eso mismo, si la cabeza se recalienta al sol. En el ve- rano muchísimo menos, ya que no hay esos cambios sú- bitos. Cuando uno ya pasa de los veinte años, ya no le ataca esta enfermedad, a no ser que le sea congénita desde ni- ño; sino que se presenta en muy pocos casos o en niguno- Porque entonces las venas están llenas de sangre abur’- dante, y el cerebro está compacto y firme, de modo que no sale ningún flujo hacia las venas. Y en caso de que afl’J- ya, no domina a la sangre, que es abundante y cálida. 14 Pero a aquel que desde niño ha crecido y se ha desa- rrollado con la enfermedad, se le hace costumbre el sU friria durante los cambios de los vientos, y le sobrevienen SOBRE L.A ENFERMEDAD SAGRADA 73 ataques en la mayoría de éstos, y sobre todo cuando so- pía el viento del Sur. Y le es difícil librarse. Pues su cere- bro está más húmedo de lo natural, y rebosa por efecto de la flema al punto de que resultan más frecuentes los flujos, y la flema ya no puede separarse ni el cerebro re- cobrar su sequedad, sino que está empapado y permane- ce húmedo. Se puede conocer esto muy precisamente en algunos animales atacados por la enfermedad y muy en concreto en las cabras. Pues ellas son afectadas muy a menudo. Si le abres a una la cabeza, encontrarás que su cerebro está húmedo y rebosante de líquido hidrópico y maloliente, y en eso reconocerás de modo claro que no es la divinidad la que infecta el cuerpo, sino la enfermedad ‘~ De ese modo le ocurre también al ser humano. Pues cuando la enfermedad se ha prolongado en el tiempo, ya no resulta curable. Pues el cerebro es corroído por la en- fermedad y se licua, y la parte derretida se vuelve acuo- sa, y envuelve el cerebro por fuera y lo sumerge. Y por este motivo se vuelven más propensos a ataques frecuen- tes y más fáciles. Por eso, además, la enfermedad devie- ne muy duradera, ya que el liquido que baila y circunda el cerebro es ligero en su abundancia, y pronto es domi- nado por la sangre y se calienta en contacto con ella. Los que ya están habituados a la enfermedad, presien- 15 ten de antemano cuándo van a sufrir un ataque, y se apar- tan de la gente, a su casa, si tienen su vivienda cerca, y si no, a un lugar solitario, donde sean muy pocos los que 17 Abrirle el cráneo a una cabra es lo que hizo Anaxágoras para con- fundir al adivino Lampón (según la anécdota que cuenta PLUTARCO Cfl Va- da de Perwles 6) y mostrar que la deformación del mismo no era motivo de presagio, sino efecto de una malformación interna. Aquí se propone un experimento semejante, como muestra de la teoría; pero no se le ocurre al autor su¡erir que se contraste el cerebro de una cabra loca con cl de una normal (como observa R. JoLY, Le rnveau de la scíence h¡ppo- C?atique, París, 1966, pág. 214) para confirmar su tesis.

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74 TRATADOS HIPOCRÁTICOS los vean caer, y al punto se esconden (bajo su manto>. Y eso lo hacen por verguenza de su enfermedad y no por te- rror, como muchos piensan, de lo divino. Los niños peque- ños al principio caen donde sea a causa de su inexperien- cia. Pero cuando ya han sido atacados varias veces, una vez que lo presienten, se refugian junto a su madre o jun- to a algún otro al que conozcan muy bien, por temor y mie- do a su dolencia. Pues todavía desconocen el sentimiento de la verguenza. 16 En los cambios de los vientos sobrevienen los ataques por lo que voy a decir, y especialmente al soplar los del Sur, y luego en los sopíos del Norte, y después con los de- más vientos. Porque esos dos son mucho más fuertes que los otros vientos y de lo más opuesto uno a otro por su constitución y su actividad ‘. El viento del Norte condensa el aire y aparta lo nebli- noso y húmedo y deja la atmósfera límpida y diáfana. Del mismo modo actúa sobre los demás factores que se origi- nan del mar y de las otras aguas. Pues de todo despeja lo húmedo y turbio, incluso de los mismos seres humanos, y por ello es el más saludable de los vientos. El viento del Sur hace todo lo contrario. En primer lu- gar, comienza por humedecer y dispersar el aire conden- sado, de modo que no sopla fuerte al pronto, sino que en un comienzo provoca la calma, porque no puede imponer- se de repente sobre el aire, que antes estaba compacto y condensado, pero con el tiempo lo disuelve. De igual mo- do actúa sobre la tierra, y sobre el mar, los ríos, fuentes, pozos, y sobre las plantas y en aquello en lo que hay algo húmedo. Y lo hay en cualquier ser, en uno más, yen otro menos. Todas estas cosas perciben la presencia de este IC Es interesante constatar los paralelos entre lo que se dice de las influencias de los vientos, y el calor y la humedad, con lo que se advierte en Sobre los aires, aguas y lugares. SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA 75 viento, y se vuelven turbias en vez de claras, y de frías se hacen cálidas, y de secas se tornan húmedas, Las vasijas de barro que hay en las casas o que están enterradas, lle- nas de vino o de algún otro liquido, todas ellas perciben la presencia de este viento y alteran su aspecto en otra forma. Y presenta al sol, a la luna, y a los demás astros mucho más borrosos de lo que son naturalmente. Puesto que incluso de tal manera domina a cosas que son tan grandes y fuertes, es natural que domine en gran modo a la naturaleza humana y que el cuerpo lo perciba y que cambie. Por eso, con las alteraciones de estos vien- tos, forzoso es que bajo los sopíos del Sur se relaje y hu- medezca el cerebro, y las venas se harán más flojas; mien- tras que bajo los sopíos del viento norte se condensa lo más sano del cerebro, y se segrega lo más enfermizo y más

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húmedo, y lo baña por fuera; y de tal modo sobrevienen los flujos en estas mutaciones de los vientos. Así se origi- na la enfermedad, y se desarrolla a partir de lo que se agre- ga y se desagrega. y en nada es más imposible de curar ni de conocer que las demás, ni es más divina que las otras. Conviene que la gente sepa que nuestros placeres, go- 17 zos, risas y juegos no proceden de Otro lugar sino de ahí (del cerebro), y lo mismo las penas y amarguras, sinsabo- res y llantos. Y por él precisamente, razonamos e intui- mos, y vemos y oímos y distinguimos lo feo, lo bello, lo bueno, lo malo, lo agradable y lo desagradal~le, distin- guiendo unas cosas de acuerdo con la norma acostumbra- da, y percibiendo otras cosas de acuerdo con la convenien- cia; y por eso al distinguir los placeres y los desagrados según los momentos oportunos no nos gustan (siempre) las mismas cosas. También por su causa enloquecemos y deliramos, y se nos presentan espantos y terrores, unos de noche y otros por el día, e insomnios e inoporturnos desvaríos, preocu- paciones inmotivadas y estados de ignorancia de las cir- 76 TRATADOS HIPOCRÁTICOS cunstancias reales y extrañezas ~9. Y todas estas cosas las padecemos a partir del cerebro, cuando éste no está sa- no, sino que se pone más caliente de lo natural o bien más frío, más húmedo, o más seco, o sufre alguna otra afec- ción contraria a su naturaleza a la que no estaba acos- tumbrado. Así, por ejemplo, enloquecemos a causa de su hume- dad. Pues cuando está más húmedo de lo natural, forzo- samente se mueve, y al moverse, no permanecen estables ni la visión ni el oído, sino que unas veces vemos y oímos unas cosas, y otras veces otras, y la lengua expresa las co- sas como las ve y oye en cada ocasión. Pero durante todo el tiempo en que el cerebro está firme, todo ese tiempo razona el individuo. 18 La corrupción del cerebro se produce a causa de la fle- ma y de la bilis. Reconocerás una y otra causa por los si- guientes rasgos: los que enloquecen a causa de la flema están tranquilos, y no son gritones ni alborotadores, los (que desvarían) a causa d~ la bilis van gritando y son peli- grosos e inquietos, y siempre están haciendo algo absur- do. Si enloquecen de modo continuo,, ésos son los motivos. Pero si se presentan espantos y temores, (eso sucede) a causa de una alteración del cerebro. Se altera al calen- tarse. Y se calienta a causa de la bilis, cuando se precipi- ta hacia el cerebro a través de las venas sanguíneas, pro- cedente del cuerpo. Y el temor se mantiene hasta que de nuevo se retira hacia las venas y el cuerpo. Entonces cesa. El paciente se angustia y se deprime sin motivo al en- friársele el cerebro y condensársele más de lo habitual. Eso lo sufre a causa de la flema. A causa de esta afección sufre también olvidos. Por la noche grita y chilla, cuando

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de repente se le recalienta el cerebro. Esto lo padecen los ~‘ En lugar de aethlai, lectura del MS. e, aceptada por Littré y Jo- nes, Grensemann prefiere la variante Uthé; se tratana entonces no de ‘actos extraños’, ‘inhabituales,, sino de ‘olvido.. SOBRE [A ENFERMEDAD SAGRADA 77 biliosos, los flemáticos no. Se recalienta precisamente cuando la sangre llega al cerebro en cantidad y allí echa a hervir. Llega en abundancia por las venas antes dichas cuando el hombre ve en sueños una imagen aterradora y está dominado por el terror. En efecto, del mismo modo que a un hombre que está despierto se le enciende el ros- tro y se le enrojecen los ojos, cuando se aterroriza y su mente concibe realizar alguna mala acción, así también le sucede durante el sueño. Pero en cuanto se despierta y vuelve en si y la sangre de nuevo se reparte por las ve- nas, cesa. De acuerdo con esto considero que el cerebro tiene el 19 mayor poder en el hombre. Pues es nuestro intérprete, cuando está sano, de los estímulos que provienen del aire. El aire le proporciona el entendimiento. Los ojos, los oídos, la lengua, las manos y los pies ejecutan aquello que el cerebro apercibe. Pues en todo el cuerpo hay entendi- miento, en tanto que hay participación del aire, pero el cerebro es el transmisor de la conciencia. Pues cuando el hombre recoge en su interior el aire que respira, éste llega en primer lugar al cerebro, y luego se reparte el aire en el resto del cuerpo, habiéndole deja- do en el cerebro lo~x¿nejor de sí, y lo que le hace ser sensa- to y tener inteligencia. Pues si llegara primero al cuerpo y en segundo lugar al cerebro, después de haber dejado en las carnes y en las venas su poder de discernimiento, iría al cerebro estando caliente y ya impuro, estando mez- dado con el humor de las carnes y de la sangre de modo que no seria ya límpido. Por eso afirmo que el cerebro es el intérprete de la comprensión ~. 20 Aunque la capacidad de sentir (tó aisthdnesthai) y aun de cierto entendimiento (ph rónésis) se encuentra repartida por el cuerpo, gracias al aire, es el cerebro el receptor primero, el intérprete único y el difusor de ese entendimiento Tiene como funciones propias no sólo el discrimi- Bar los estímulos procedentes del exterior y el pensar. sino también el Ser la sede de todas las emociones, y el órgano de la intelección, median- TRATADOS HIPOCRÁTICOS 20 El diafragma, singularmente, tiene un nombre adqui- rido por el azar y la costumbre, pero que no está de acuer- do con su naturaleza 21 No sé yo qué capacidad posee el diafragma en relación con el pensar y reflexionar; a no ser que, si una persona se alegra en exceso o se angustia inesperadamente, (el diafragma) se estremece y da saltos a causa de su finura, precisamente por estar tensado al

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máximo dentro del cuerpo, y porque no tiene ninguna ca- vidad en la que haya de acoger un bien o un mal que le caen encima, sino que por uno y otro se queda perturba- do por la debilidad de su complexión natural. Puesto que no percibe nada antes que los d~emás órganos del cuerpo. En fin que tiene ese nombre y su referencia sin motivo, al igual que las llamadas <orejasa ‘~ del c9razón, que en nada contribuyen a la audición. Dicen algunos que pensamos con el corazón y que és- te es el (órgano) que se aflige y se preocupa ~. Pero no es te el que tenemos comprensión (syneszs) y conciencia, y también juicio racional (d¡agnószs). Hay en este capitulo una notable riqueza de térmi- nos intelectuales. Por otro lado, en el papel que tiene en los procesos men- tales el aire, parece reflejarse la influencia de las tesis de Diógenes de Apolonia. 21 El nombre del diafragma, haz phr~nes (aunque se utiliza también el singular phr¿~n~l está en relación etimológica con el verbo phrondd~ .pen- sar, meditar.. En un principio, en Homero, p. ej., las phr~nes han estado vagamente localizadas en el pecho, y eran consideradas como la sede de las emociones y del pensamiento, el lugar del thymós o ánimo; posterior- mente se localizaron más precisamente en el diafragma. (Para la concep- ción primitiva, véase R. B. ONIANS, The orgzns of zndoeuropean thought, cambridge. 1951, págs. 23 y sigs.). — La discusión sobre silos nombres se impusieron <por naturaleza. (ph>~sei) o <por convención. (nómó:) es uno de los temas destacados en la reflexión de los sofistas sobre el len- guaje (recuérdese, p. ej., el Crdt¡lo de Platón). 22 Tanto el término ‘aurículas, como la forma corriente <orejas’ proceden del diminutivo del nombre que en latín designa la oreja: auns- Se trata, pues, de una metáfora ya fosilizada en la actual denominación. 23 La tesis de que el corazón es el órgano del pensamiento parece haber sido defendida por EMP8DOCLES DE AGRIGENTO. Afirmaba que en él reside el pensamiento (nó¿ma), alimentado por la sangre. <La sangre que SOBRE [A ENFERMEDAD SAGRADA 79 así; lo que pasa es que tiene convulsiones, como el diafrag- ma y, más bien, por las mismas razones. Pues de todo el cuerpo tienden hacia él venas y está congregándolas de modo que puede sentir si se produce algún esfuerzo pe- noso o alguna tensión en el individuo. Forzosamente el cuerpo se estremece y se pone tenso al sentir una pena, y experimenta lo mismo en una gran alegría, cosa que el corazón y el diafragma perciben con especial sensibilidad. No obstante, de la capacidad de comprensión no partici- pan ni uno ni otro, sino que el responsable de todo eso es el cerebro 24 Con que, así como percibe el primero entre los órga- nos del cuerpo la inteligencia (procedente) del aire, así también, si se produce algún fuerte cambio en el aire de- bido a las estaciones, y el aire mismo se altera, el cerebro es el primer órgano que lo percibe. Por eso, justamente afirmo que las dolencias que atacan a éste son las más agu- das, las más graves, las más mortales y las más difíciles de juzgar por los inexpertos. rodea el corazón es para los hombres el pensamiento., dice un famoso verso del filósofo (fr. B 105, DK: haima gór anzhrdpo¿s perikdrd,ón esta Plóema). El pitagórico F¡LoLAo afirmaba que <la cabeza es (el principio o el órgano) del pensamiento; el corazón, de la vida y la sensación. (fr.

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B 13, OK). (cf. las notas y trad. de C. EGOERS Las¡, en Los filósofos preso- créticos, III, Madrid, 1980, págs. 125-28.) Hay notables puntos de contac- to entre algunas ideas de Filolao sobre la sangre cálida y la flema y nues- tro texto. También él afirma que la flema es fría, en contra de la etimolo- lía del término, que ya observa el autor del Anónimo Londinense: phlég- ItIO proviene de la misma raíz del verbo phUgó, <inflamar, encender.. 24 Alcmeón de crotona habla señalado que <sentir’ (aisthdnesthai) Y ‘entender. <xynienai) son actividades diferentes; la primera es común 5 todos los animales, la segunda es específica del ser humano y radica el cerebro. Nuestro autor insiste en esa misma tesis de que a~szhesis VPhTónesis son distintas y que esta última es función del cerebro. La te- lis de que sensación y pensamiento están unidos la defendió Empádo- lCs (según testimonia ARISTÓTELES en Met. IV 5, 1009b fr. 31 B 106, contra quien parece dirigida la polémica aquí. 78 80 TRATADOS HIPOCRÁTICOS 21 Esa enfermedad que llaman <la enfermedad sagrada» se origina a partir de las mismas causas que las demás, de cosas que se acercan y se alejan, es decir, del frío, del sol, y de los vientos que cambian y que nunca son es- tables. Ésas son cosas divinas, de modo que en nada hay que distinguir a esta dolencia y considerar que es más di- vina que las restantes, sino que todas ellas son divinas y humanas. Cada una tiene su naturaleza y su poder en si misma, y ninguna es desesperada ni intratable. La mayoría pueden remediarse mediante esas mismas cosas en las que tienen su origen. Porque una cosa le ~s alimento a otra, pero en otras ocasiones es su destrucción. Eso, desde luego, debe saberlo el médico, de modo que, distinguiendo el momento oportuno de cada cosa, dé y aumente el alimento en un caso, y se lo disminuya y nie- gue en otro. Es preciso, pues, tanto en ésta como en las otras enfermedades, no aumentar las dolencias, sino eh- minarías, administrando lo más contrario a la enferme- dad en cada caso, y no lo más afín. Pues con lo afin se desarrolla y aumenta, y por efecto de lo contrario se con- sume y extingue 26, Aquel que sabe producir lo seco y lo húmedo, lo frío y lo caliente entre los hombres, mediante la dieta, ése pue- ~ El consejo de <conocer el momento oportuno. para intervenir es tema recurrente en el Cli (cf. P. LAIN ENTRALGO, La medicina hipocrética, Madrid, 1970, pág. 317 con nota). El kairós es importante para el éxito en cualquier empresa humana, como destaca el pensamiento griego tra- dicional y también algún sofista, como el ret¿~rico Gorgias, pero es espe- cialmente recomendable conocerlo (díag:guóskein tón kagrón) en el tra- tamiento médico, donde el tiempo es un factor vital. En la referencia a los cambios de ambiente, confróntese el cap. 2 de Sobre los aires, aguas y lugares. 26 El método alopático es típico de la medicina hipocrática en ge- neral. También subyace aquí la idea alcmeónica de que la enfermedad

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está producida por un exceso o preponderancia de cierto elemento y de que la salud puede restaurarse mediante la vuelta a la isonomia, ayudando a los elementos deficientes en el conflicto. SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA 81 de curar también esta enfermedad 27, si reconoce los tiempos oportunos para los tratamientos adecuados, sin purificaciones ni magia, ni toda la charlatanería de ese estilo 28 27 La dietética es el recurso más seguro para el médico antiguo. La importancia de la misma está bien expuesta en la teoría de Sobre la me- dicina antigua. 28 Todo este capítulo final tiene un claro tono de colofón que repi- te y resume las tesis básicas del texto, a Costa de reiterar los consejos fundamentales, incluso dentro del mismo capitulo. EL PRONÓSTICO Que el médico se ejercite en la previsión me parece ex- 1 celente. Pues si conoce de antemano y predice ante los en-. fermos sus padecimientos presentes, los pasados, y los futuros’, y si les relata por completo incluso los sínto- mas que los pacientes omiten contar, logrará una mayor confianza en que conoce las dolencias de los pacientes, de manera que las personas se decidirán a encomendarse a si mismas al médico. Y así dispondrá del mejor modo el tratamiento, al haber previsto lo que va a ocurrir a partir de la situación actual. Desde luego que el devolver la salud a todos los enfer- mos es imposible. Esto sería mucho mejor, en efecto, que el predecir lo que va a suceder. Pero el hecho es que los hombres mueren —unos fallecen antes de llamar al mé- dico, a causa de la violencia de su enfermedad, otros en seguida, después de haberlo llamado, algunos sobrevivien- do un día, y otros un breve tiempo más—, antes de que el médico se enfrente a combatir con su ciencia contra la enfermedad que sea. Hay que conocer, pues, las caracte- No hay contradicción lógica en el hecho de que el médico prediga el pasado de la dolencia; se trata de que, de antemano, puede conocer, antes o sin que el paciente se las refiera, esas experiencias, deduciéndo-

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las del estado presente. Que el médico no debe depender sólo de los rela- tos de los enfe¡-mos se indica también en la crítica contra los cnidios al comienro de Sobre la dieta en las enfermedades agudas. 84 TRATADOS HIPOCRÁTICOS rísticas naturales de estas dolencias, en qué medida es- - tán por encima de la resistencia de los cuerpos huma- nos, y, al mismo tiempo, si hay algo divino en estas enfermedades 2, y aprender a prever estos casos. De esa manera conseguirá uno un justo prestigio y se hará un buen médico. Respecto de aquellos que tienen posibilidad de recobrarse, podrá atenderlos con más garantía cuan- to más tiempo tenga de antemano para sus decisiones en cada caso; y, conociendo previamente y prediciendo quié- nes van a morir y quiénes van a salvarse, se eximirá de responsabilidad. 2 En las enfermedades agudas hay que observar atenta- mente esto: en primer lugar, el rostro del paciente, si es parecido al de las personas sanas, y sobre todo si se pare- ce a sí mismo ~. Esto sería lo mejor, y lo contrario de su aspecto normal lo más peligroso. Puede presentar el as- pecto siguiente: nariz afilada, ojos hundidos, sienes depri- midas, orejas frías y contraídas, y los lóbulos de las ore- jas desviados, la piel de la frente dura, tensa y reseca, y la tez de todo el rostro amarillenta u oscura. 2 Esta referencia a <algo divino. (ti the fon) en las enfermedades ha suscitado múltiples comentarios desde tiempos de Galeno. Kúhlewein, seguido por Iones, llega a atetizar la frase. Lain Entralgo entiende que, por <divino., el autor se refiere a algo que está más allá de lo tratable, como si dijera <algo fatal.. Sobre el problema de la noción de <lo divi- no. en éste y otros textos, véase el claro art. de A. THIVEL, <Le divin dans la Collection hippocratique., en el vol, col. La Collection hippocratiqUl et son róle dans l’histoire de la médecíne, Leiden, 1975, págs. 57-76. co- mo él destaca (pág. 60), el reconocimiento de algo divino significa aquí que la medicina positiva reconoce un limite, de ningún modo un repro- che al alcance científico de la medicina. Sobre este residuo de lo <dlvi’ no. en las enfermedades no vuelve a tratarse en este escrito. Es decir, si tiene su aspecto habitual. Nótese que el médico hipo- crático no toma la temperatura ni el pulso del enfermo. En primer lugar observa. La descripción siguiente del paciente de una enfermedad agu- da es la famosa descripción de la llamada facies hippocratica (reflejo. ge- neralmente, de un síntoma disentérico). 85 EL PROHÓSTICO Si al comienzo de la enfermedad el rostro está así, y todavía no es posible hacer predicciones por los demás sintomas, hay que preguntar si el paciente ha tenido in- somnios, o si tenía la tripa muy suelta, o si tiene hambre. En el caso de que la respuesta sea afirmativa a cualquie-

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ra de estas cuestiones, se puede considerar menor el peli- gro. El caso se resuelve4 en un día y una noche, si el ros- tro estaba así por esas causas. Si ninguna de ellas se con- firma, ni se restablece en el tiempo antes dicho, hay que saber que esto es un indicio mortal. Pero si la enfermedad ya tiene más de tres días y el rosiro tiene ese aspecto, preguntar acerca de lo que an- tes he indicado, y examinar los demás síntomas, en todo el cuerpo y en los ojos. Si acaso rehúyen la luz, o lagri- mean involuntariamente, o bizquean, o el uno se hace más pequeño que el otro, si lo blanco se mantiene rojo o lívi- do, o si aparecen venillas negras en ellos, o Iegaftas en tor- no a las órbitas, o están inquietos, saltones o fuertemen- te hundidos, o si la color del rostro en general está altera- da, todo eso son indicios malos y funestos. Hay que observar también los resquicios de los ojos durante el sueño. Pues si se deja ver algo del blanco por debajo de los párpados cerrados, no siendo por efecto de una diarrea o de una purga, o que sea costumbre del pa- Ciente el dormir así, el sintoma es maligno y bastante mortal. Si se ponen curvos o lívidos los pátpados, o los labios, la nariz, junto con alguno de los demás síntomas, hay que saber que se avecina la muerte. [También es indicio de muerte el tener los labios entreabiertos, colgantes, fríos Y muy blanquecinos]’. <Se resuelve. o <hace crisis., kdnetaL El concepto de <crisis., que larca el punto culminante y el comienzo de la solución del proceso pa- ~lógico, es muy importante en el CH. ‘ La frase, que Littré y iones recogen, es considerada por B. Alexan- 515on un suadido. 86 TRATADOS HIPOCRÁTICOS 3 El médico debe encontrar al paciente echado sobre el costado derecho o el izquierdo, teniendo el cuello, los bra- zos, y las piernas, un poco doblados y todo el cuerpo tum- bado relajadamente. Pues de ese modo suelen estar echa- dos la mayoría de los que tienen salud. Las mejores pos- turas de estar acostado son las más parecidas a las de los sanos. Estar tumbado de espaldas con los brazos y las pier- nas estiradas es menos bueno. Y si el yacente se va hacia adelante y se escurre hacia abajo a los pies de la cama, es aún peor. Si se le encuentra con los pies desnudos y que no es- tán muy calientes, y los brazos y las piernas en posicio- nes violentas, [y descubiertos,] malo, porque es indicio de agitación. También es indicio de muerte que duerma con la boca abierta siempre, y que, estando echado de espaldas, ten- ga sus piernas fuertemente apretadas o muy separadas. Estar echado boca abajo, en quien no tiene tal costumbre de dormir cuando está sano, indica un cierto desvarío, o

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bien dolor en torno al vientre. Que el enfermo quiera sen- tarse cuando la enfermedad está en su momento álgido es malo en todas las dolencias agudas, pero es malísimo en los casos de neumonía. Rechinar los dientes en los accesos de fiebre, entre quienes no tienen esa costumbre desde niños, es señal de delirio y de muerte. Y si desvaría al tiempo que lo hace, ya se presenta decididamente mortal. Si sucede que el paciente tenía ya por casualidad una herida o se ha hecho una llaga durante la enfermedad, hay que saberlo. Porque si el hombre va a morir, antes de la muerte ésta se pondrá lívida y seca, o amarillenta y seca. 4 Respecto de los movimientos de las manos sé lo Si- guiente: en todos aquellos casos de fiebres agudas, o de neumonía, y en ataques cerebrales y cefalalgias en que las agitan ante el rostro, o bien cazan en el aire, o arrancan hilos de las mantas, o recogen briznas de paja y arrancan EL PRONÓSTICO 87 pajitas de las paredes, todos esos movimientos son sínto- mas malos y mortales. Una respiración apresurada señala que hay dolor o in- 5 flarnación en las partes de más arriba del diafragma. Una• profunda respiración y con largos intervalos indica deli- rio. Si se espira aire frío de las narices y de la boca resul- ta ya un indicio funesto. Hay que considerar que la bue- na respiración tiene una influencia muy importante para la recuperación en todas las enfermedades agudas que van acompañadas de fiebre y hacen crisis en cuarenta días. Los sudores mejores en todas las enfermedades agu- 6 das son aquellos que sobrevienen en los días críticos y que eliminan por completo la fiebre. Benéficos son también los que se producen por todo el cuerpo e indican que el paciente sobrelleva más fácilmente la dolencia. Los que no se presentan con estos caracteres no son provechosos. Los peores son los fríos y que ocurren sólo alrededor de la cabeza y en el cuello. Pues ésos, acompañados de fie- bre aguda, indican muerte; y con una más suave, una lar- ga enfermedad. En el hipocondrio lo mejor es que esté sin dolor, blan- 7 do y terso tanto por el lado derecho como por el izquier- do. Pero si se hincha y presenta dolor, o está tenso, o en disposición desigual de la parte derecha en comparación con la izquierda, todo eso debe reclamar atención y cui- dado. Si es que, además, se presentan latidos en el hipo- mdrio, eso indica agitación o desvarío. Entonces es pre- o escrutar a fondo los ojos de tales pacientes. Pues si IS pupilas se mueven continuamente, hay probabilidad que el enfermo se vuelva loco. Una hinchazón en el hipocondrio que es dura y dolo- ~sa es malísima si se extiende por todo el hipocondrio. ~ro si está sólo en un lado, es menos peligrosa si está en izquierdo 6. Pues semejantes tumores al comienzo (de iones señala que ésta parece la primera alusión a la apendicitis h la literatura médica griega.

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88 TRATADOS HIPOCRÁTICOS la enfermedad) indican un peligro de muerte en breve pla- zo. Pero si la fiebre persistente sobrepasa los veinte días y la hinchazón no cede, deriva a la supuración. Tienen es- tos enfermos en el primer período también hemorragias nasales y esto les es muy benéfico. Además conviene pre- guntarles siles duele la cabeza o si pierden vista. Si suce- de algo de eso, avanzará por ahí el caso. La hemorragia suele darse más en los más jóvenes de treinta y cinco años. Los tumores blandos e indoloros y que ceden a la pre- sión del dedo hacen sus crisis más tarde y son menos pe- ligrosos que los anteriores. Si sobrepasa los sesenta días con fiebre y la hinchazón no cede, indica que habrá supu- ración. Y lo mismo se aplica a cualquier tumor en el res- to del vientre- En fin, todos los que son dolorosos, duros y grandes indican muerte en breve plazo, y cuantos son blandos, indoloros y ceden al ser presionados por el dedo son más duraderos. Los tumores en la región del vientre provocan menos abscesos que los de la zona hipocondríaca, y los que se presentan por debajo del ombligo son los menos propen- sos a la supuración. Y la hemorragia es más probable en los de las regiones superiores. Y de todos los tumores que perduran en esas regiones hay que esperar supuración. En cuanto a los depósitos de pus hay que examinarlos con estas indicaciones: de todos los que salen hacia afue- ra, los mejores son [los que son pequeños y] los que más sobresalen y que acaban en punta; y los que son grandes. anchos y que apenas concluyen en punta son los peores- De los que revientan en el interior, los mejores son los que no comunican en ningún punto con la parte externa, sinO que están extendidos y son indoloros y toda la zona ofre- ce un color uniforme. En cuanto al pus el mejor es el blan- co, ligero, (homogéneo] y mínimamente de mal olor, el peor es el contrario al de este tipo. 8 Las hidropesías resultantes de las enfermedades agu- das son todas malignas; pues no eliminan la fiebre y 501 EL PRONÓSTICO 89 muy dolorosas y mortales. La mayoría comienza en los flancos [y en la espalda,] y otras incluso en el hígado. A aquellos, en efecto, en que comienzan en los flancos [y en la espalda], se les hinchan los pies y les entran diarreas muy largas, sin que desaparezcan sus dolores en los flan- cos y la espalda, sin que se les vacie y ablande el vientre. A aquellos a los que se les producen a partir del hígado, les entran ganas de toser y esputan de modo insignifican- te, y se les hinchan los pies y el vientre no les funciona, a no ser con deposiciones duras, dolorosas, y de modo for- zado, y en el vientre les salen hinchazones, unas a la dere- cha, otras a la izquierda, que persisten o van y vienen. Que la cabeza, las manos y los pies estén fríos cuando 9 está caliente el pecho y el vientre es malo; pero es muy bueno que todo el cuerpo esté cálido y blando por igual. El paciente debe darse la vuelta con facilidad y estar ligero en sus cambios de postura. Si se viera que está pe- sado en todo su cuerpo y en los brazos y las piernas es

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bastante peligroso. Si, además de la pesadez, se le ponen lívidos las uñas y los dedos, la muerte es de esperar en seguida. Si los dedos se le ponen negros por completo y también los pies, es menos funesto que si están lívidos. Pero es preciso examinar también los demás síntomas. Pues si el enfermo parece que soporta mejor la dolencia o muestra alguno de los síntomas que indican mejoría, además de los indicados, puede esperarse que la enferme- d se resuelva en un absceso, de forma que el paciente reviva, aunque pierda las partes ennegrecidas de su ¡erpo. Que los testículos y las partes genitales sufran espas- Ros indica dolor o muerte. En cuanto al sueño, según lo acostumbrado por natu- 10 aleza entre nosotros, debe estar despierto durante el día dormir de noche. Si esto va cambiado, resulta peor. Y dañará mínimamente, si duerme por la mañana tem- aflo hasta un tercio del día. Pero los sueños que sobre- 90 TRATADOS HIPOCRÁTICOS pasan este tiempo son más malignos. Lo peor es no dor- mir ni durante el día ni durante la noche. Que puede ser insomnio a causa de dolor o de angustia, o que se derive delirio de este síntoma. 11 La deposición mejor es la blanda y consistente, y a la hora en la que acostumbraba a evacuar cuando estaba sa- no y en cantidad proporcionada a los alimentos ingeridos. Pues siendo así la deposición, el bajo vientre suele estar sano. Si el excremento es líquido, conviene que salga sin ruidos, y no en deposiciones frecuentes y escasas. Pues si el paciente se fatiga por el tener que levantarse de con- tin~¡o tendrá insomnio. Y si hiciera muchas veces deposi- ciones copiosas, hay peligro de que se desmaye. Pero es necesario que haga sus deposiciones de acuerdo con la cantidad de los alimentos ingeridos, dos o tres veces de día y una sola de noche, y que evacue lo más abundante por la mañana, como es lo normal en un individuo sano. Conviene que las deposiciones se hagan más densas al llegar la enfermedad a su crisis. Que sean rojizas y no de- masiado malolientes. Es conveniente, además, que se ex- pulsen lombrices redondas con las heces al acercarse la enfermedad a su crisis. Es preciso que en cualquier en- fermedad el vientre esté relajado y con volumen normal. Hacer deposiciones muy acuosas, o blancas, o muy ama- rillas, o espumosas, resulta todo ello malo. Y también es malo que sean escasas, viscosas, blancuzcas, amarillover- dosas y lisas. Pero más funestas que ésas son las negras o untuosas o lívidas [o de color herrumbroso] y fétidas. Las variadas son indicios de una enfermedad más larga,. pero no menos mortífera. [Son las que contienen partícu- las orgánicas mezcladas, y que son biliosas, de color ver- de o negruzco, que se evacuan unas veces conjuntamen-

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te, y otras en parte.] En cuanto a las flatulencias lo mejor es que salgan sin ruido y sin ventosear. Pero es mejor que salgan incluso con ruido, que el que sean retenidas allí [y se acumUlefl EL PRONÓSTICO 91 en el interior]. Aunque en caso de salir así, indican que el individuo sufre algo o bien está fuera de sus cabales, a no ser que el hombre actúe así de buen grado al expeler su flatulencia. Los dolores e hinchazones en el hipocondrio, cuando son de poco tiempo y sin inflamación, se resuelven con’ un rumor de tripas, y muchas veces se evacuan con orina y heces. Y si no, se eliminan por sí mismos. Resulta bené- fico que desciendan a las partes bajas. La mejor orina es la que deja un sedimento blanqueci- 12 no, liso y uniforme a lo largo de todo el período hasta que hace crisis la enfermedad. Pues indica seguridad (en la cu- ración) y que la dolencia será de breve duración. Pero si es intermitente (el sedimento) y unas veces la orina es transparente, y otras veces deja un sedimento blanqueci- no, liso y uniforme, la enfermedad será más duradera y menos firme la curación. Si la orina es de color rojizo y deja un sedimento roji- zo y liso, la dolencia será más duradera que la anterior, pero muy cierta la curación. Sedimentos como de harinas gruesas en las orinas son malos, y aún peores los escamo- sos. El sedimento liviano y blanco es muy mal indicio; peor aún es el que se parece al salvado. Si hay nubecillas en suspensión en las orinas, las blancas son buenas, las ne- gruzcas malas. En tanto que la orina es sutil y de un rojo claro, indica que la enfermedad no ha madurado; en caso de que la en- fermedad sea ya de larga duración y la orina tenga ese as- pecto, hay riesgo de que el paciente no pueda resistir hasta que la enfermedad quede digerida. Pero más indicadoras de muerte son, entre las orinas, las acuosas, pestilentes, negras y densas. Pára las mujeres y los hombres las pési- mas son las negras; para los niños, las acuosas. Aquellos que mean orinas ligeras y crudas durante mucho tiempo, aunque ofrezcan otros síntomas de recuperación, están 92 TRATADOS HIPOCRÁTICOS propensos a un absceso en las regiones inferiores al diafragma. También hay que recelar de las que presentan manchas grasientas, en forma de telas de araña, flotando por enci- ma. Porque son indicios de consunción. Hay que examinar en las orinas las nubecillas que se dan en ellas, si se presentan en la superficie o más abajo, y qué clase de coloración ofrecen. Y las que se mueven hacia abajo con los colores que antes hemos dicho que son favorables, hay que estimarlas buenas, y, de otra parte,

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hay que recelar de las que emergen con los colores que se ha dicho que son malos. Pero no te dejes engañar si, estando con una enfermedad la vejiga sola, emite orina con esas características; pues no será un síntoma de todo el cuerpo, sino sólo de la propia vejiga ~. 13 El vómito más beneficioso es cuando está compuesto de flema y bilis en gran medida y no se vomita (ni] espeso [ni mucho] en demasía. Los peores son los menos mez- cIados. Si lo vomitado resulta de color verde puerro o lívido o negro, sea cualquiera de estos colores, hay que reputar- lo maligno. En caso de que el mismo paciente vomitara de todos estos colores, entonces ya resulta muy gravemen- te funesto. Muerte rapidísima indica el vómito lívido, si huele con mal hedor. Todos los olores a podrido y con pes- tilencia son malos en los vomitados de cualquier clase. 14 En todas las afecciones del pulmón y los costados es conveniente que el esputo se expectore fácil y rápidamen- te, y que lo amarillo aparezca fuertemente mezclado con el esputo. Pues en caso de que se expectore mucho des- Se suele subrayar lo atinado de esta apreciación que, por otro do, destaca que lo que le interesa al autor es la atención a la patología general del cuerpo en su conjunto como un organismo vivo, y no se 005- pa de las afecciones particulares que sólo dallan a tal o cual miembro concreto del mismo. EL PRONÓSTICO 93 pués del comienzo del dolor y el esputo sea amarillento o rojizo, o acompañado de mucha tos, o no muy mezcla- do, resulta peor, ya que el esputo amarillento y no mez- clado es peligroso, y el blanco, viscoso y redondo, nocivo. También es malo el que es muy verdoso y espumoso; si además está poco mezclado, hasta el punto de parecer ne- gro, éste es mucho más terrible que los anteriores. [También es malo que el pulmón no se limpie ni expec- tore nada, sino que se encuentre lleno y el catarro burbu- jee en la garganta.] Que se presenten al comienzo o más tarde, catarro y estornudos en todas las dolencias del pulmón es mal sin- toma; sin embargo, en todas las otras enfermedades mor- tales los estornudos son provechosos. Un esputo amari- llento mezclado a un poco de sangre en los casos de neu- monía, cuando se expectora al comienzo de la enferme- dad, es signo muy indicativo de restablecimiento. Pero si sucede al séptimo día o después, ya es menos seguro. To- dos los esputos son malos si no hacen cesar el dolor. Los peores son los negruzcos, como ya se ha descrito. Mejo- res son todos los que hacen cesar el dolor al expectorar. Todas las afecciones de estas partes que no concluyen 15 en eliminaciones mediante esputos, ni en evacuación de las tripas ni en sangrías ni por medio de purgas y trata- mientos dietéticos, hay que saber que acabarán supuran- do. Las supuraciones, todas cuantas se empiezan a supu- rar cuando el esputo es aún bilioso, son muy funestas, tan- to si lo bilioso se expulsa aparte del pus como si sale con- juntamente. Especialmente si el absceso comienza a su- purar tras unos esputos de este tipo, al contar ya siete días la enfermedad, hay que esperar que el enfermo muera al decimocuarto día, a no ser que se le presente algún buen

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Síntoma. Los indicios favorables son los siguientes: que sopor- te con facilidad la enfermedad, que respire bien, que quede. libre de dolor, que expectore fácilmente el esputo, que to- 94 TRATADOS HIPOCRÁTICOS do su cuerpo esté por igual caliente y relajado, y que no tenga sed, y que sus orinas, deposiciones, sueños y sudo- res sean buenos, según cada uno se ha descrito; si todos estos síntomas se presentan así, no va a morir el pacien- te. Pero si suceden algunos sí y otros no, aunque viva más •de catorce días puede morirse. Son malos los síntomas contrarios a éstos: que sopor- te penosamente la dolencia, que su respiración sea pro- funda y frecuente, que no haya cesado el dolor, que ex- pectore a duras penas el esputo, que esté muy sediento, que su cuerpo esté dominado de forma desigual por la fie- bre, y tenga así el vientre y los costados calientes, y la fren- te, las manos y los pies fríos, y que la orina, deposiciones, sueños y sudores, sean malos, según se ha descrito cada uno de ellos. Si alguno de estos síntomas se añade al es- puto ya indicado, el enfermo morirá seguramente antes de llegar a los catorce días, en el noveno o el undécimo. Hay que conjeturar, pues, que este esputo es muy mor- tal, y que no consiente la supervivencia hasta los catorce días. Reflexionando sobre los indicios buenos y malos que sobrevengan, y a partir de ellos, hay que formular las pre- dicciones. Pues de tal modo dirás la verdad más preci- samente. Los demás abscesos, en su mayor parte, revientan unos a los veinte días, otros a los treinta, algunos a los cuaren- ta, y los hay que llegan a los sesenta días. 16 Hay que prestar atención al comienzo del absceso, cal- culándolo a partir del día en que el enfermo empezó a te- ner fiebre o en el que tuvo escalofríos y en el que puede declarar que en el lugar donde sentía la dolencia, experi- menté pesadez en lugar de dolor. Pues eso es lo que suce- de en los comienzos de los abscesos. Con que a partir de ese momento hay que esperar que se produzcan las expul- siones del pus en los intervalos ya dichos. Si el absceso puede estar en un lado sólo, hay que [ha- cer que el paciente se dé la vuelta sobre uno y otro, e] iIi EL PRONÓSTICO 95 formarse de si siente dolor en el costado. Y si uno está más caliente que el otro, reclinándolo sobre el costado sa- no, preguntarle si siente como un peso suspendido desde la parte de arriba. Y si sucediera esto, sólo a ese lado está el absceso, en aquel costado en el que se origina la pesadez ~. Conviene advertir todos los abscesos por estos sínto 17 mas: en primer lugar la fiebre no remite, sino que se man-

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tiene más ligera de día, y más intensa por la noche; se pre- sentan sudores abundantes; tienen ansias de toser y no expectoran apenas nada; y los ojos se les quedan hundi- do~ y las mejillas presentan rojeces, y las uñas de las ma- nos se curvan y los dedos se ponen calientes, sobre todo en las puntas; les salen hinchazones en los pies y pústu- las por el cuerpo, y no tienen apetito. Los abscesos que se prolongan presentan todos estos síntomas y hay que confiar de firme en ellos. Pero tam- bién los que son recientes se manifiestan con éstos; si bien aparecen, además, aquellos síntomas que ocurren en los comienzos, y al mismo tiempo el paciente encuentra ma- yor dificultad en respirar. Los que van a reventar más pronto o más tarde hay que reconocerlos por los siguientes indicios: si el agobio so- breviene desde el comienzo, y la tos y la dificultad respi- ratoria y la expectoración se mantienen, hay que esperar la supuración a los veinte días o aun antes. Si la fatiga es más leve y los demás síntomas en proporción, hay que esperar el reventón más tarde. Es necesario que tanto el dolor como la dificultad en respirar y la expectoración pre- cedan a la salida del pus. Sobreviven aquellos, sobre todo, a los que la fiebre abandona el mismo’ día, tras la apertura del absceso, y Pronto tienen ganas de comer y quedan liberados de su como adviene Iones, no está claro el sentido del experimento. Tal VCz haya una laguna en el texto. 96 TRATADOS HIPOCRÁTICOS sed, y su vientre evacua poco y compacto; y su pus es blan.. co, liso, y uniforme al salir, y privado de flema, y lo elimi- nan sin fatiga ni tos. Así se libran de la enfermedad del modo mejor y más rápido. Y si no, tanto mejor cuanto más semejante a esto resulte. Mueren aquellos a los que la fiebre no abandona el mis- mo día, sino que, pareciendo abandonarlos, de nuevo rea- parece y vuelven a estar calientes, y tienen sed, no sien- ten ganas de comer, su tripa está suelta, y su pus es ama- rillo y lívido, o con flema y espumoso. A quienes les ocu- rre todo esto, mueren. A quienes les ocurren unas cosas si, pero otras no, algunos de ellos mueren, y otros con lar- go tiempo se recuperan. Pero hay que hacer el pronóstico basándose en todos estos indicios en estos casos y en todos los demás. 18 Aquellos a los que se les forman abscesos proceden- tes de enfermedades pulmonares junto a los oídos, que les supuran hacia las partes de más abajo y les producen fis. tulas, ésos se restablecen. Hay que conjeturar tales casos por estos síntomas: si la fiebre se mantiene, y el dolor no se retira, y la expectoración no se expele de modo normal, y las deposiciones no son biliosas ni se deshacen fácilmen-

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te ni están bien mezcladas, y la orina no es abundante ni deja un sedimento muy espeso y abundante, pero el pa- ciente se encuentra asistido de todos los demás indicios de restablecimiento, en esos casos hay que esperar que habrá abscesos de ese tipo. estos se les presentan en las partes inferiores a quienes les sobreviene algo de flema en torno al hipocondrio; y otros, arriba, a aquellos que tie- nen el hipocondrio relajado y sin dolencias. Y el pacien- te, después de estar un tiempo con mala respiración, de- ja de estarlo sin otra caúsa evidente. Los abscesos en las piernas en los casos de pulmonía grave y peligrosa son todos favorables, y los mejores sofl los que se producen cuando ya está modificándose el C5~ puto. Pues si la hinchazón y el dolor se produjeran al tielil EL PRONÓSTICO 97 po que el esputo se hace purulento en lugar de amarillo y es evacuado fuera, en tal caso parece segurisimo que el hombre va a recuperarse y el absceso va a desaparecer muy pronto sin dolor. Pero si el esputo no se evacua bien, y no se ve que la orina deje un buen sedimento, hay ries- go de que la articulación quede lisiada o que presente mu- chas dificultades. Si desaparecieran los abscesos sin que se evacue el es- puto y manteniéndose la fiebre, malo. Pues hay riesgo de que el enfermo enloquezca y muera. De los abscesos que derivan de las dolencias pulmonares mueren, sobre todo, los más viejos. En los restantes abscesos perecen más los más jóvenes. Los dolores acompañados de fiebre en la región lum- 19 bar y en las zonas de abajo, si se apoderan del diafragma, y dejan la parte inferior, son muy funestos. Con que hay que aplicar la atención a los demás síntomas, de modo que si también alguno de los demás indicios se muestra ma- ligno, el caso es desesperado. Pero si, asaltando la enfer- medad el diafragma, los demás síntomas no se presenta- ran malignos, hay muchas esperanzas de que ésta derive a un absceso. Dureza y dolor en la vejiga son siempre malos. Los más funestos son los que se acompañan con fiebre continua. Pues entonces los dolores de la misma vejiga son capaces de matar por sí mismos, y en tales casos los intestinos no cvacuan [, a no ser deposiciones duras y a la fuerza]. El mal se diluye al mear una orina purulenta, que deja un sedimento blanco y liso. Pero si la orina no pasa y la vesí- cula no se ablanda y la fiebre es continua, es de esperar que el paciente muera en los primeros períodos de su en- ratedad. Este tipo de mal ataca especialmente a los ni- os desde los siete años hasta que cumplen quince. Las fiebres tienen sus crisis en los mismos días en 20 uanto a su número, tanto las que permiten recobrarse 98 TRATADOS HIPOCRÁTICOS

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a los pacientes, como las que son mortales’. Así que las más benignas de las fiebres y que han avanzado con los síntomas más seguros cesan al cuarto día o antes. Las más criminales de las fiebres y que se desarrollan con los más graves síntomas matan al cuarto día o antes. El primer ataque febril concluye ahí; el segundo llega hasta el sép- timo día, el tercero hasta el onceno, el cuarto hasta el día catorce, el quinto hasta el diecisiete, y el sexto hasta el veinte. Estos (períodos de fiebre) se cumplen [en las en- fermedades agudas] cada cuarto día, por añadidos, hasta el día veinte. Pero nada de esto se puede calcular exacta- mente contando por días enterós. Que ni siquiera el año y los meses están ajustados a cuenta por días enteros. Des- pués, según el mismo modo de cálculo, por adición suce- siva, el primer periodo es de treinta y cuatro días, el se- ‘o gundo de cuarenta días, y el tercero de sesenta días ‘ Sigue ahora una exposición sobre los días críticos que, si bien di- fiere en los detalles, tiene una correspondencia con la doctrina admitida por el autor de Epidemias 1 y III, y en general, en otros tratados del CH. Quisiéramos recordar una importante observación de M. D. GRMEK al res- pecIo: .Si la doctrina de los días críticos puede ser razonablemente in- terpretada como el resultado del deseo de introducir el número en la ex- plicación de la naturaleza, esfuerzo del que Pitágoras es un representan- te ejemplar, no es menos verdad que tal opinión estaba particularmente bien indicada para el país donde la mayor parte de los enfermos tenían ya el paludismo, ya la neumonía. Los accesos de la fiebre terciana o de la fiebre cuartana se suceden con una regularidad perfecta que depende del ciclo biológico del parásito; los enfermos que sufren de una franca neis- monia padecen una crisis justamente al cabo de una semana de fiebre. Un médico de las regiones nórdicas no habría elaborado jamás una teo- ría de las fiebres agudas comparable a la que uno encuentra en los escri- tos de Hipócrates. (en .Réalité nosologique au temps d’Hippocrate’. ~ el vol, col. La Col!. h¿pp. et son róle..., págs. 237-55, la cita en pág. 240)- lO Según W. H. 5. ioNEs, Hippocrates, vol. II, Londres~cambrid5, 1923, pág. 43, la serie de los días críticos aquí expuesta parece ser así: 1. 4, 7, 11, 14, 17, 20, (24. 27, 31), 34, (37), 40, (44, 47. 51, 54, 57), 60. La atención a los días críticos en el tratamiento de una enfermedad está bien documentada en varios casos descritos en Epidemias 1 (caps. 15-27), aUW EL PRONÓSTICO 99 En sus comienzos es dificilisimo pronosticar las fiebres que harán crisis en un tiempo más amplio, porque los co- mienzos de unas y otras son muy semejantes. Pero hay que reflexionar sobre ello desde el primer día y examinar ca- da cuarto día en la adición, y no pasará inadvertido adón- de se dirige (el curso de la fiebre). También la constitución” de las cuartanas viene de este ordenamiento. Las que van a hacer crisis en un tiem- po muy breve son más fáciles de conocer, pues son desde un comienzo muy grandes los síntomas que las diferen- cian. Los que van a reponerse están con buena respiración y sin dolores, y duermen por las noches y presentan los demás síntomas muy favorables. ~n cambio,. los que mo- rirán están con respiración dificultosa, sin dormir, deli- rantes y con todos los demás malisimos síntomas. De mo- do que, conociendo de antemano esto, hay que hacer las conclusiones de acuerdo con la duración y la suma de días

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en aquellas enfermedades que progresan hacia la crisis. De acuerdo con el mismo cálculo tienen las mujeres sus crisis después del parto. Dolores de cabeza fuertes y continuos acompañados 21 de fiebre, si se les añade alguno de los síntomas morta- les, son algo muy funesto. Pero si, sin síntomas de esa na- t~¡raleza, el dolor sobrepasara los veinte días [y continua- ra la fiebre], hay que aguardar una hemorragia nasal u otro derrame hacia las regiones de más abajo. En caso de que el dolor sea reciente hay que esperar una hemorra- a a través de la nariz, o una supuración, especialmente las fechas concretas de los días críticos no coinciden del todo con leflalados aquí, como destaca Alexanderson. Por otra parte, en el opús- Sobre los días cnticOs, incluido en el CH. tenemos otro apunte so- ft la cuestión. “ La palabra katdstasis, .constitución~, se usa en el CH para desig- un tipo de enfermedad bien caracterizado o una condición climática O tipificada, especialmente en Epidemias 1. Es un término bastante eciso en esta incipiente terminología científica. 100 TRATADOS HIPOCRÁTICOS si el dolor está en las sienes o en la frente. La hemorragia es más de esperar en los más jóvenes de treinta y cinco años, y la supuración en los más viejos. 22 El dolor agudo del oído con fiebre continua y fuerte es malo. Pues hay peligro de que el paciente caiga en deli- rios y de que muera. Como, en efecto, este tipo de mal es engañoso, hay que aplicar la atención a todos los demás síntomas desde el primer día. Los enfermos más jóvenes mueren al séptimo día, y aun antes, de esta dolencia; los ancianos mucho más tarde. Es que las fiebres y los ata- ques de delirio les sobrevienen menos a ellos, y sus oídos se &delantan por ello a supurar. Siñ embargo, a esas eda- des las recaídas de la enfermedad que se dan matan a la mayoría. Los jóvenes, antes de expulsar el pus, perecen. Pero una vez que el pus blanco fluye fuera de la oreja, hay esperanza de recuperación para el joven, si además se aña- de algún otro buen síntoma de restablecimiento. 23 La garganta ulcerada, con fiebre, mal signo. Con que si además se añade algún otro síntoma de los ya conside- rados malignos, hay que predecir que el enfermo está en peligro. Las anginas son muy terribles y prontisimamen- te mortíferas, en todos aquellos casos en que no produ- cen ningún daño visible en la garganta ni en el cuello, pe- ro causan un tremendo dolor y ahogo respiratorio. Pues éstas pueden causar asfixia el mismo día, o el segundo, el tercero [o el cuarto]. Todas las que se presentan con se- mejantes síntomas y causan dolor, e inflaman y producen enrojecimiento en las gargantas, ésas son muy funestas, pero más duraderas que las de antes. En aquellos casos en que se extiende la rojez conjuntamente por el cuello

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y la garganta, ésas son más duraderas, y de ellas en gene- ral suelen reponerse los pacientes, siempre que el cuello y el pecho conserven el enrojecimiento y no retroceda ha- cia dentro la erisipela. Pero si la erisipela no desaparece en los días críticos ni siquiera mediante la formación de un absceso en la ZO- EL PRONOSTICO 101 na externa, ni el pus se expectora de manera fácil o sin dolor, eso indica muerte o una recidiva del enrojecimien- to. Lo más seguro en un enrojecimiento es que se vierta al exterior lo más posible. Si se dirige hacia los pulmones, provoca delirios y de estos casos generalmente se derivan abscesos. Es peligroso seccionar u operar la campanilla, cuan- do está enrojecida y grande. Pues en esas intervenciones se producen inflamaciones y hemorragias. Por lo tanto, en tales casos hay que intentar reducirla por todos los otros medios durante ese tiempo. Pero cuando ya se ha constituido lo que llaman <grano de uva. ‘~, y está la punta de la campanilla gruesa y redondeada, y lo de más arriba más delgado, ése es el momento oportuno para ope- rar con seguridad. Es mejor además atender a la opera- ción después de haber vaciado la tripa del paciente, si el tiempo lo permite y el hombre no está ahogándose. En los casos en que cesen las fiebres sin presentarse 24 síntomas de mejoría ni en los días críticos, hay que espe- rar una recaída en ellas. En aquella fiebre que se prolon- ga estando el enfermo aliviado, y no teniendo dolor por causa de una inflamación ni por ninguna otra causa apa- rente, en ésta hay que esperar un derrame con hinchazón y dolor hacia alguna de las articulaciones, y, más proba- blemente, hacia las de abajo. Tales abscesos se producen más frecuentemente y en menor tiempo en los más jóvenes de treinta años. Hay que sospechar directamente algo de absceso si la fiebre se mantiene y sobrepasa los veinte días. Se dan menos en los ¡2 El término gríego staphyl¿ es sentido aún como metafórico. Es la metáfora luego fosilizada en~el término .~úvula., recogido a partir del latin, en muchos idiomas modernos. — Este párrafo fue excluido por Er- inerins y Kúhlewein, por la razón de que no trata del pronóstico, sino de una precisa intervención quirúrgica. Pero ésa no parece una razón con- vincente, ya que nada impedía al autor introducir algún añadido o digre- sión ocasional en su escrito, sin extenderse demasiado en ella. 102 TRATADOS HIPOCRÁTICOS más viejos, por muy duradera que sea la fiebre. Hay que esperar tal absceso si la fiebre es continua, y se transfor- mará en cuartana si es intermitente y se agarra de mane- ra diversa, y lo hace en la proximidad del otoño. Como los abscesos acaecen en los menores de treinta años, así las

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cuartanas son más frecuentes en los de treinta años y más viejos. Hay que saber que los abscesos se forman más y son más lentos en curar en invierno, pero son menos pro- picios a las recaídas. Cuando alguien con una fiebre no mortal confiesa que le duele la cabeza y que se le presenta ante los ojos una mancha sombría, y a eso se añade una opresión en la bo- ca del estómago, pronto se presentará un vómito de bilis. Si, además, tiene escalofríos y la zona de debajo del hipo- condrio está fría, aún se presentará más pronto el vómi- to. Y si bebe o come algo durante ese tiempo, vomitará muy rápidamente. De estos casos, aquellos en los que el dolor se produce el primer día, se encuentran agobiados al máximo el cuar- to y el quinto. Y al séptimo se ven liberados. Sin embar- go, la gran mayoría comienzan a sentir dolores al tercer día, y se hallan muy atormentados el quinto. Se ven libe- rados de ellos al noveno o al onceno día. Los que empie- zan a sufrir dolores al quinto y todo lo demás les aconte- ce según la proporción de lo antes dicho, su enfermedad alcanza su crisis al día catorce. Estos síntomas se presen- tan muy frecuentemente en las fiebres tercianas de honi- bres y mujeres. A los más jóvenes se les presentan tam- bién en éstas, pero sobre todo en las fiebres continuas y en las tercianas genuinas. Quienes con una fiebre de este tipo sienten dolor de cabeza, pero en lugar de ver ante los ojos una mancha os- cura, tienen disminución de la visión o ven chispas de luz, y en lugar de ardor de estómago sienten a derecha o iz- quierda una tensión en el hipocondrio, sin dolor ni infla- mación, en éstos es probable una hemorragia por la na- EL PRONÓSTICO 103 riz en lugar del vómito. En tal caso precisamente en los jóvenes hay que esperar más la hemorragia; y menos en los treintañeros y mayores; en éstos, en cambio, hay que esperar los vómitos. Los niños tienen convulsiones si la fiebre es aguda y su vientre no evacua, y sufren insomnio, y están aterrori- zados, y están llorosos, y cambian de color y lo toman ama- rillo, pálido o rojo. Les ocurre eso con mucha facilidad a los niños más pe- queños, hasta los siete años, mientras que los niños ma- yores y los hombres ya no se ven atacados por espasmos en las fiebres, a menos que sobrevenga alguno de los sin- tomas más violentos y dañinos, como sucede en los casos de frenitis. Quiénes van a reponerse y quiénes a perecer, de los ni- ños y de los demás, hay que deducirlo por todos los síntomas ‘~, como han quedado descritos en cada uno de los casos. Y eso lo digo a propósito de las enfermedades agudas y de lo que de ellas se deriva. Aquel que va a hacer su pronóstico correctamente so 25 bre quiénes van a sobrevivir y quiénes van a morir, y en qué casos va a permanecer más días la dolencia y en cuá- les menos, ha de tener capacidad para juzgar, después de haberse aprendido todos los síntomas, reflexionando las influencias de unos frente a otros, tal como se han expues- to tanto en el caso de los esputos y las orinas como de los demás, y cuando a la vez va a expectorarse el pus y la bilis. Ha de advertir, además, las tendencias de las enferme-

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dades endémicas rápidamente, y no pasar por alto la dis- posición de la época del año. No obstante debe tener bue- nos conocimientos acerca de los signos y los demás sínto- ¡3 tDeducirlo por todos los síntomas. (lekmalres¡hai ¡oisi sympas¡ $¿meíoLsin)es una recomendación en la que el autor insiste una vez más, destacando la atención necesaria al conjunto de éstos y a cada uno, se- gún los ha descrito. TRATADOS HIPOCRÁTICOS mas, y que no le pase por alto que en cualquier año y en cualquier región los malos significan algo malo y los fa- vorables algo bueno, puesto que tanto en Libia como en Delos y en Escitia son verídicos los indicios antes des- critos. En fin, conviene saber que no es nada asombroso que en unos mismos lugares se alcance el éxito en la mayoría de los casos, siempre que uno, habiendo hecho su apren- dizaje, sepa juzgarlos y considerarlos correctamente. No hay que echar en falta el nombre de ninguna enfermedad que no se encuentre aquí registrado ~. Pues todas las do- lencias que presentan su crisis eh los tiempos antes indi- cados, las reconocerás por dichos síntomas. ~ En contraste con los autores de cnido, el médico de cos quiere sefialar que no es muy importante el precisar los nombres de las enfer- medades, sino el cuadro general para su análisis. No se trata de fijar un diagnóstico, sino de atender a la patología general. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES Quien quiera estudiar perfectamente la ciencia mé- 1 dica debe hacer lo siguiente: en primer lugar, ocuparse de los efectos que puede ocasionar cada una de las esta- ciones del año, pues no se parecen en nada mutua- mente, sino que difieren mucho no sólo entre sí, sino también en sus cambios 2 Después, ha de conocer 105 ¡ orth¿5s zetein. El adjetivo orthós (.derecho., ‘recto.) se convir- tió en un término técnico (.correcto., .exacto.) entre los sofistas, que lo emplearon especialmente en sus estudios sobre el lenguaje. Protá- goras, por ejemplo, llamaba art hoé peja, término que podríamos tradu- cir por ‘corrección lingi.Éistica., al uso exacto y riguroso de formas y géneros gramaticales (A 26 DK).— orrhos disfrutó de singular apre- cia, como sinónimo de .exacto., en otros campos científicos. durante los últimos decenios del siglo y a. c. Pensemos en Tucídides, por citar sólo el caso más conspicuo. Por su parte, zetein (<investigar., <hacer una pesquisa.) es muy utilizado entre los oradores, como término jurí- dico, y también en la obra de Tucídides. 2 merabolal Galeno comenta que metabolt, vocablo muy frecuen- te en este tratado hipocrático, significa no sólo el cambio de una• estación a otra, sino también cada una de las alteraciones que experi-. menta una estación durante su transcurso. Realmente, a lo largo de

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nuestro escrito, elementos de alta importancia en la producción de enfermedades y en la constitución y modo de ser de las gentes de una ciudad o país son, no tanto las estaciones del año, como los cambios que en ellas acontecen: Por otra parte, de lo que se nos dice, en el cap. 2, respecto de la alteración experimentada por los órganos inter- nos al compás del cambio de las estaciones, se desprende que un buen médico ha de ser, ante todo, un experto conocedor de la meteorología, especialmente en lo que se refiere a la climatología de una ciudad o 104 106 TRATADOS HIPOCRÁTICOS vientos, calientes y fríos, especialmente los que son co- munes a todos los hombres, y, además, los típicos de cada país. También debe ocuparse de las propiedades de las aguas, pues, tal como difieren en la boca y por su peso ‘~, así también es muy distinta la propiedad de cada una. Así, cuando se llega a una ciudad desconocida, es preciso preocuparse por su posición: cómo está situada con respecto a los vientos y a la salida del sol. Pues no tiene las mismas propiedades la que mira al Nor- te que la que da al Sur, ni la orientada hacia el sol saliente, que la que mira al Poniente. Hay que ocuparse de eso de la mejor manera, y, además, de qué aguas disponen los habitantes: si consumen aguas pantanosas y blandas, o duras y procedentes de lugares elevados y rocosos, o saladas y crudas. Respecto del suelo, hay que saber si es pelado y se- co, o frondoso y húmedo, y si está encajonado y es sofo- cante, o elevado y frío. Además, hay que enterarse de qué tipo de vida gozan los habitantes: si son bebedores, toman dos comidas al día 6 y no Soportan la fatiga, o región concreta. Cf. Aforismos III 1, a propósito de la influencia decisi- va del cambio estacional y de las bruscas variaciones de temperatura en el curso de las afecciones. dyndm¿es. Son, tanto las <cualidades.’, <propiedades.’, <virtu- des.,, como los .‘principios activos, que, en este caso, las aguas provo- can dentro del organismo humano. Cf. P. LAIN ENTRALGO, La medicina hipocrdtica, Madrid. 1970, págs. 72 y sigs., con abundante bibliografía. ~ stathmós, palabra de gran riqueza semántica: <establo.’, <colum- na.’, <peso.’. Corresponde a la raíz de híst~mi <poner.’, <colocar.’. Ya desde Homero tiene los valores de <balanza.’ y <peso.’. Así traducimos Bor¿as <viento del Norte.’, <Norte.’. En rigor, no es el Norte geográfico. sino, más bien, el NE. Cf. K. NIELsEN, <Remar- ques sur les noms grecs et latins des vents et des régions du del’, Class. and Mediaev. 7 (1945), 1-113. 6 artst~ds es, propiamente, quien toma el driston o <comida de la mañana., <almuerzo.’. Así pues, se aplica a quien hace dos comidas al día: <almuerzo.’ (ariston) y <cena< (de fpnon), que se tomaba a la caí- SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 107 si aman el ejercicio físico y el trabajo, comen bien y

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beben poco. Partiendo de estos puntos, hay que ocuparse de cada 2 dato por separado. Pues si uno los conociera perfecta-- mente —mejor todos, pero, si no, los más posibles—, no ignoraría, al llegar a una ciudad que desconoce, ni las enfermedades locales, ni cuál es la naturaleza de las afecciones comunes, de suerte que ni andaría confuso en el tratamiento de las enfermedades, ni cometería erro- res, cosa que es natural que suceda, si se medita en los datos concretos, sin conocerlos de antemano. Según transcurre el tiempo y pasa el año, podrá de- cir cuántas enfermedades generales van a atacar la ciu- dad en verano o en invierno, y cuántas enfermedades particulares es de temer que le ocurran a cada uno a causa de un cambio en su dieta Pues quien conoce los cambios de las estaciones y la salida y ocaso de los astros, a la vista de cómo ocurre cada uno de esos he- dios, podrá prever cómo va a ser el año. Al reflexionar y prever de este modo, conocerá perfectamente la oca- sión oportuna de cada caso, conseguirá curar en la ma- da de la tarde y era, en general, más copiosa que la que se tomaba por la mañana. El sistema de comidas entre los griegos antiguos era muy variado, según épocas y lugares. En Homero, por citar un caso relevante, se habla de tres comidas: driston (desayuno), defpnon (comi- da) y dórpon (cena). idia <particulares.’, ‘individuales.’, por oposición a pdnko¡na .‘generales<, <comunes<. Que los cambios climáticos producen enfer- medades generales, mientras que, en cambio, la modificación de la dieta acarrea afecciones individuales es una idea corriente en los es- critos médicos que estudiamos. Cf. Sobre los flatos 6 y Sobre la natura- leza del hombre 9, entre otros. La <dieta.’ (díaita), no sólo se refiere a la alimentación (comi- das y bebidas), sino también a los ejercicios físicos y al descanso. Ver- ter el término por <tipo de vida<, seria dar una idea aproximada del concepto 108 TRATADO5 HIPOCRÁTICOS yor parte de las ocasiones y obtendrá un éxito grandísi. mo en la ciencia médica. Si alguien pensara que esos datos son propios de la meteorología ~, en caso de cambiar de criterio, sabrá que la astronomía contribuye a la medicina, no en po- quisima, sino en grandísima medida. En efecto, los ór- ganos internos ‘~ les cambian a los hombres juntamen- te con las estaciones. 3 Voy a decir yo claramente cómo hay que observar y comprobar cada uno de los puntos citados. La ciudad que está expuesta a los vientos calientes —éstos soplan entre los puntos de salida y puesta del sol en invierno— “, cuando recibe esos vientos como

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habituales y está al amparo de los vientos del Norte, en esa ciudad es forzoso que las aguas sean abundan- tes, algo saladas y estén a flor de tierra, calientes en verano y frías en invierno; que sus habitantes tengan la cabeza húmeda y llena de flema, y se les trastornen frecuentemente los intestinos 12 a causa de la flema ‘ El autor se defiendé, en este punto, de todo ataque contra una pretendida orientación teórica de la medicina. Para algunos estudio- sos, los vocablos <meteorología.’ y <astronomía.’ tienen aquí el mismo alcance. Otros, en cambio, piensan que la astronomía debe entenderse como una parte de la meteorología, Cf. J. MANaFELO, <Plato and the method of Hippocrates.’, Greek Rom. and Byz. Stud. 21, 4 (1980), 338. lO kotlíai. Son las dos cavidades: la superior o tórax y la inferior o intestinos. Littré traduce por <órganos digestivos.’. En el mundo jonio de fines del siglo y a. C, había varios siste- mas para designar los vientos, pero ninguno de ellos logró imponerse sobre los demás. Según NIELSEN, <Remarques...., pág. 21, dentro de una elemental rosa de los vientos, el curso del sol en invierno habría que situarlo en los 300 42~ Sur. Así, pues, el punto de salida del sol en invierno estaría situado entre el E.-SE. (Este-Sureste) y el SE.; la puesta, entre el 0.-SO. (Oeste-Suroeste) y el SO. 12 Puede pensarse que, en los caps. 3 y 4, junto a múltiples y pre- cisas observaciones de primera mano, encontramos, asimismo, huellas de un sistema teórico y preconcebido que no cuadra bien con los pre- supuestos de otros tratados hipocráticos. Así, la afirmación de que 5OBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARE5 109 que fluye hacia ellos procedente de la cabeza; que po- sean un aspecto bastante flojo, por lo general, y que no sean buenos comedores ni bebedores. Efectivamen- te, los que tienen la cabeza débil no pueden ser buenos bebedores, pues la borrachera les ataca más. Las enfermedades típicas de aquí son las siguientes: en primer lugar, las mujeres son enfermizas y propen- sas a flujos, y, además, muchas son estériles por enfer- medad, no por naturaleza, y abortan con frecuencia. A los niños les sobrevienen espasmos, asmas y la afección que, según se cree, la causa una divinidad ~ y es sa- las ciudádes expuestas a vientos calientes favorecen la flema, parece desprenderse de que esos vientos traen la lluvia, lo que vendría a coin- cidir, a su vez, con la condición húmeda de tal humor. Pero no deja de haber un cierto contrasentido, si comparamos el pasaje con otros escritos donde se nos dice que la flema es el humor más frío. Cf. Sobre la naturaleza del hombre 7. ~ Muchos editores. a partir de ZWINGER (Hippocratís vzg¡nti duo commentarii Theodori Zwingeri studio et conatu, Basilea. 1579, pági- nas 239-258), aceptan la conjetura tó theion <la divinidad.’, en vez de la lectura de los manuscritos tó paidion. En todo caso, es evidente la referencia a la epilepsia. LITTRÉ (Oeuvres completes dHíppocrate. 10 vols.. 1839-1861, vol. II [1840], págs. 18-19), manteniendo la lección de los códices, traduce <le mal des enfants.’, aduciendo, en defensa de su postura, las palabras de Galeno a propósito de este lugar: <La enfermedad (Cs decir, la epilepsia) se llama paidion, como lo ha mos- trado Hipócrates en Sobre los aires, aguas y lugares.’. G. LANATA, Medi- cina magica e religione popolare in Grecia fino all’eté di Ippocrate, Ro- ma, 1967, págs. 23-26, ha manifestado que, paradójicamente, el tratado que más encarnizadamente combate la teoría de la posesión demónica como causante de los fenómenos morbosos, haya contribuido, el que más, a divulgar el nombre de <enfermedad sagrada.’ (hiré noúsos). sin

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haber propuesto para tal afección ningún nombre específico, sino nom- brándola como <esa enfermedad.’, <esta afección.’, etc. En estos casos, el adjetivo hierós, más que entenderlo como ‘divino<, cabe verlo como todo lo que revela una actividad o poder prodigiosos y mágicos, por encima de la capacidad de comprensión humana. Así, una enfermedad hir~ lo es porque viene causada por fuerzas misteriosas e inexplica- bles.— Dentro del CH, donde aparece también el término epilepsia (en plural, por ejemplo, en Aforismos III 22), que responde a la idea de 110 TRATADOS HIPOCRÁTICOS grada; a los hombres, disenterías, diarreas, escalofríos, fiebres crónicas de invierno, muchas pústulas noctur- nas y hemorroides en el asiento. En cambio, no se producen, por lo común, pleuritis, perineumonías, causones, ni las que son consideradas enfermedades agudas. No es posible, realmente, que es- tas enfermedades tengan fuerza donde los intestinos son húmedos. Sobrevienen oftalmías húmedas, no graves, de corta duración, a no ser que predomine una enfermedad ge- neral a causa de un gran cambio. Cuando las personas pasan - de los cincuenta años, unos flujos procedentes del cerebro las dejan parapléji- cas, si de repente les da el sol en la cabeza o pasan frío. Ésas son las enfermedades endémicas que les sobre- vienen. Y, además, si prevalece alguna enfermedad ge- neral a causa del cambio de estación, también la pade- cen. 4 Las ciudades que, al revés de las anteriores, están expuestas a los vientos fríos que soplan entre los pun- tos de puesta y salida del sol en verano 14, en tales ciu- dades, que tienen esos vientos como habituales y están al amparo del viento del Sur y de los vientos calientes, ocurre como sigue. En primer lugar, las aguas son, por lo común, duras, frías y dulces. Los habitantes son, por fuerza, vigorosos y flacos, y, en su mayoría, tienen la cavidad inferior cruda y seca, pero la superior les fluye mejor. Son más biliosos que flemáticos. Tienen la cabe- za sana y dura, y están expuestos, generalmente, a rotu- ras internas. <ataque.’, <golpe.’, encontramos otras maneras de designar tal enfer- medad. Se la llama <enfermedad de Heracles.’ en Sobre las enfermeda- des de la mujer 1 7, por citar un caso interesante; en otros lugares se la titula <la gran enfermedad.’. ‘~ Respectivamente. 0.-NO-NO. y E.-NE.-NE. SOBRE LOS AIRES, AGUA5 Y LUGARES 111 Entre ellos se dan las siguientes enfermedades: mu- chas pleuritis y las consideradas enfermedades agudas. Es natural que sea así, siempre que sus cavidades sean duras. Se producen muchos empiemas por cualquier mo-

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tivo- La causa de eso es, tanto la tensión del cuerpo, como la dureza del vientre. Pues la constitución seca y la frialdad del agua los exponen a roturas internas. Es forzoso que tales naturalezas sean comedoras y no muy bebedoras, pues no es posible que sean a la vez muy dados a la comida y a la bebida. Al cabo de algún tiempo 15 surgen oftalmías que son secas y fuertes, e, inmediatamente, se forman heridas 16 en los ojos. En los que tienen menos de treinta años se produ- cen fuertes hemorragias por la nariz en verano; las en- fermedades llamadas sagradas son raras, pero violen- tas. Como es natural, esas personas son de vida más larga que otras. Sus heridas ni se inflaman, ni se con- vierten en malignas. Su carácter 17 es más salvaje que apacible. ~ DILLER, Ueber die Umwelt (De aere, aquis, locis). Corpus Medí- corum Graecorum, 1, 1, 2, Berlin. 1970, pág. 31, traduce: <de forma pasajera.’, siguiendo al parecer a W. J. VERDENIUS, <Notes on Hippo- crates Airs, waters, places.’, Mnemosyne 8 (1955), 14-24, partidario de entender el giro preposicional, no como <tras un tiempo.’, sino por <durante un corto tiempo.’. El texto griego es diá chrónou. lO LimÉ, Oeuvres~., II, pág. 21: .‘et produisent rapidement la fonte de loeil<. 7 ethea (en singular, ¿thos). Con vocalismo breve tenemos ~thos, que es la forma nominal corriente y significa <costumbre.’, <hábito.’. Recuérdese la forma verbal eí5tha <tengo por costumbre.’. En relación con estas palabras está la raíz de pronombre reflexivo swe- <suyo.’, <de él.’, y el verbo hístpmi (raíz dhE-) <poner.’, <establecer.’.— ~thea sirve, desde Homero, para designar el paradero habitual de los anima- lCs. En Heródoto lo éncontramos referido al lugar donde habitan los pueblos. Pero, aparte de este uso, se aplica ya desde Hasroto (Trabajos y días 67) al comportamiento de una persona.— A partir de Aristóteles el adjetivo gthikós, que, precisamente, sirve para dar título a dos tra- tados aristotélicos, introduce la novedad de distinguir entre zthikd y 112 TRATADOS HIPOCRÁTICOS Entre los hombres, ésas son las enfermedades pro- pias de aquí, y, además, cualquier otra enfermedad ge- neral que predomine a causa del cambio de estación. En lo tocante a las mujeres, en primer lugar, mu- chas resultan estériles 18 a consecuencia de las aguas, que son duras, crudas y frías. Efectivamente, sus mens- truaciones no son las apropiadas, sino escasas y doloro- sas. Además, dan a luz con dificultad y rara vez abor- tan. Cuando dan a luz, son incapaces de alimentar a sus hijos, pues se les seca la leche a causa de la dureza y crudeza de las aguas. Les -sobrevienen tisis, con fre- cuencia, después de los partos, pues, por la violencia de los mismos, sufren desgarramientos y convulsiones. A los niños se les forman hidropesías en los testícu- los, mientras son pequeños, pero, después, al avanzar la edad, les desaparecen. En esta ciudad los niños lle-

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gan a la pubertad bastante tarde. 5 Pues bien, con respecto a los vientos calientes y fríos y a esas ciudades, ocurre tal como queda dicho. Pero, en las ciudades que están expuestas a los vientos que soplan desde la zona comprendida entre las salidas del sol en verano e invierno 19, y también en aquellas politiká, esto es, lo referido al comportamiento personal y lo pertinen- te al Estado. IB stériphai. Así DILt.as&, Lleber..., pág. 30. Los manuscritos ofrecen diversas lecciones: steriphnaí o striphna¡ Hemos de pensar en un sufi- jo -phos, relacionado con ciertos nombres de animales, cf. daphos <cier- vo.’, y además, en una palabra indoeuropea sterysz, que en griego da steira, <estéril.’, Cf. lat. sierílis.— Que las aguas duras y frías producen esterilidad en las mujeres lo leemos tambien en ARISTÓTEI-HS, Sobre la generación de los animales IV, 2, 767a33-35, quien puntualiza, soste- niendo que, en ocasiones, en vez de esterilidad, tales aguas favorecen el nacimiento de mujeres (tó th~lykotían). En la misma línea de pensa- miento sostiene el filósofo, en otro lugar, que el esperma poco espeso. frío y húmedo es infecundo o no sirve más que para engendrar muje- res (Sobre la generación de los animales II 7 747a3-5, e HistoriaS de los animales VII 1, 582a29-32). “ Es decir, E.-NE.-NE., y E-SE-SE.— La contraposición entre 51- SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 113 que ocupan una posición opuesta a las anteriores, ocu- rre como sigue. Las que están orientadas hacia la salida del sol son, como es natural, más sanas que las que miran hacia el Norte y que las orientadas hacia los vientos calien- tes, aunque sólo haya un estadio 20 de separación entre ellas. Pues, en primer lugar, el calor y el frío son más moderados, y, además, todas las aguas orientadas hacia la salida del sol son, por fuerza, claras, de olor agrada- ble y blandas. No se produce niebla 21 en esa ciudad, pues lo impide el sol, cuando se levanta y resplandece. Efectivamente, por la mañana domina aquél por lo ge- neral 22 Los habitantes, por su aspecto, gozan de buen color y vigor, más que en cualquier otro sitio, si no lo impide alguna enfermedad. Tienen la voz clara y son mejores en actitud 23 e inteligencia que los orientados hacia el Norte, del mismo modo que son también mejores los demás seres que nacen en este lugar. tuación hacia el Este, buena y sana, y orientación hacia Poniente, siem- pre mala y nociva, está de acuerdo con la oposición polar típica del pensamiento arcaico y precientifico. 20 El estadio media 177,6 m. Equivalía a seiscientos pies (un pie = 0,296 m. De ser una medida de longitud, pasó a designar, en los juegos gimnásticos, la carrera de velocidad, cuyo recorrido oscila- ba entre uno y cuatro estadios. 21 réra te m¿ es una conjetura antigua que aparece ya en Galeno. Los manuscritos ofrecen erateinds <agradables.’. 22 El pasaje está corrupto. La última oración es el resultado de secluir <niebla.’, siguiendo el criterio de DIU.ER, Veber..., pág. 32. De aceptar la presencia en el texto de tal elemento y leer con los manus- critos, tendríamos que traducir: <Pues por la mallana se esparce la niebla, por lo general.’. Es un lugar muy discutido, con diversas conje- turas y enyniendas, según los diversos editores y comentaristas. 23 orgt es el <movimiento natural.’, <temperamento.’, <actitud.’,

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pero también, <cólera.’, <pasión.’. Cf. orgízomai ‘encolerizarse.’, y or- Rasmós <excitación..— La aplicación del vocablo a la esfera del com- Portamiento y manera de ser es algo que se remonta a Hastono (Traba- jos y Días 304). 114 TRATADOS HIPOcRÁTIcOS La ciudad así orientada se parece muchísimo a la primavera por la moderación del calor y del frío. Las enfermedades son menos numerosas y más flojas y se parecen a las que sobrevienen en las ciudades orienta- das hacia los vientos calientes. Las mujeres son allí muy fecundas y dan a luz con facilidad. 6 Tal sucede por lo que respecta a las ciudades ante- riores. Las que están mirando hacia la puesta del sol, a cubierto de los vientos que soplan desde el Oriente, e, incluso, de los vientos calientes y los fríos, proceden- tes del Norte, pasan de largo por ellas, esas ciudades están, por fuerza, en una posición muy malsana. Pues, en primer lugar, sus aguas no son claras. La razón de ello es que por la mañana predomina generalmente, la niebla, que, al mezcíarse con el agua, le quita la trans- parencia, pues el sol no brilla antes de haberse elevado a lo alto. En verano soplan por la mañana brisas frescas y cae rocío, y, durante el resto del día, el sol, en su mar- cha hacia la puesta, abrasa especialmente a las perso- nas. Por ello, como es natural, son éstas de mal color y débiles; participan de todas las enfermedades mencio- nadas, sin que ninguna les esté especialmente reserva- da. Como cabe esperar, tienen la voz grave y ronca a 24 allí, consecuencia del aire que es en general, impuro y malsano. En efecto, ni siquiera es limpiado del todo por los vientos del Norte, pues estos vientos no se acer- can. Y los que se acercan a esas ciudades y allí domi- nan son muy húmedos, pues lo son los vientos de Occi- dente. 24 atr sirve para designar la niebla a partir de Homero- Junto 8 ese valor, desde los presocráticos. adquiere la acepción de .aíre.’, refe- rido al que está junto a los hombres y es respirado por ellos, por opO- sición a aithtr <parte alta de la atmósfera.’, <éter.’. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 115 Tal situación de una ciudad se asemeja muchísimo al otoño, respecto de los cambios del día, porque hay una gran diferencia entre la mañana y la tarde. Así sucede en lo relativo a los vientos que son fa- 7 vorables o desfavorables. Quiero explicar, a propósito de las aguas, cuáles son malsanas, cuáles muy saluda- bles, y cuántos males y bienes es natural que se produz-

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can a causa del agua, pues ésta contribuye muchísimo a la salud 25 Las aguas quietas, pantanosas y estancadas son, por fuerza, en el verano, calientes, gordas 26 -y fétidas, por- que no fluyen, pero, como las alimenta el agua de llu- via, siempre nueva, y las calienta el sol, son, necesaria- mente, de mal color, nocivas y productoras de bilis; en invierno, son heladas, f rías y turbias a causa de la nieve y los hielos, de suerte que ocasionan, con gran facili- dad, flema y ronqueras. Quienes las beben tienen siem- pre el bazo grande y contraído 27 y el vientre duro, del- gado y caliente. Se les quedan delgados los hombros, clavículas y Ja cara, pues las carnes se consumen al irse 25 Que las aguas y los lugares podían ser causa de enfermedades es una teoría que encontramos ya en ALCMEdN (B 4 DK): <se producen ~sc., enfermedades) también por causas externas: cualidad de las aguas. país, fatigas, necesidad, y otros motivos por el estilo.’. 26 pach9s-efa-~ <gordo.’, referido a las aguas es sinónimo de .‘du- rol-a,, es decir, que tienen gran cantidad de sales disueltas. Recorde- ‘3505 otros calificativos del agua en donde se utilizan; referidos al gua- lo, adjetivos correspondientes, previamente, al campo semántico del I8Cto: malakds <blando.’ (cf. lat. mollis), skl~ros, <duro.’, etc.— Obsér- ~C5e, por otra parte, la diferencia entre los vientos (calientes. favore- ~en la flema; fríos, propician la bilis, en caps. 3 y 4 respectivamente) las aguas (el calor del sol las vuelve propensas a causar bilis; el lo, las hace apropiadas para ocasionar flema). ~ tnemy~ménous, participio perfecto medio de m9~ <cerrar.’, ‘contraer.’ De la misma raíz que myst¿s <iniciado en los misterios.’ , más exactamente <el que cierra o mantiene en posición cerrada.’, Itgún unos, los ojos, según otros, la boca, cierta importancia tiene ¿libién la palabra myops <que contrae los ojos.’, <miope.’. 116 TRATADOS HIPOcRÁTIcOS hacia el bazo. Por ello, esas personas son delgadas. Ta- les hombres son comedores y tienen mucha sed; sus ca- vidades, tanto la de arriba como la de abajo, están muy secas, de manera que necesitan remedios 28 un tanto fuertes. Esa afección les acompaña en verano e invierno. Ade- más, sobrevienen hidropesías, numerosísimas y morta- les en grado sumo. Efectivamente, en verano, se dan muchas disenterías, diarreas y fiebres cuartanas de lar- ga duración. Esas enfermedades, al prolongarse, hacen caer en hidropesía a las personas de tal constitución y acaban con su vida. asas son las afecciones que les ocurren en verano. En invierno, a los más jóvenes les sobrevienen perineu- monías y achaques de locura 29; a los de más edad, fie- bres ardientes a consecuencia de la dureza del vientre; a las mujeres, hinchazones y leucoflegmasia ~. A duras penas conciben, y dan a luz con dificultad. Los recién nacidos son grandes y están hinchados; después, con la

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alimentación, se quedan consumidos y enclenques ~ ~ pharmakon es, para el médico hipocrático, toda susíancia ex- tenor capaz de producir una modificación en el enfermo. Tal vocablo sirve para denominar desde una comida especial hasta un purgante. DILLER, Veber..., pág. 37. lo traduce, con reservas, como <purgantes.’. 29 maniltdea noseumata. El adjetivo maniódes, empleado para de- signar notas típicas o propias de la locura, aparece a mediados del siglo y a. C. Por su parte, manté significa <locura, desde HaitóooTO (VI 112). Los dos términos están relacionados con maínomai <enfure- cerse.’, y con ménos <ardor combativo.’, <furor.’.— En el CH encontra- mos la descripción de algunas enfermedades mentales y neurológícss frenítis, letargo, melancolía, epilepsia, etc.— A su vez, en la medicina popular, la locura se interpretaba como un miasma, castigo de los dio- ses o consecuencia de la pasión amorosa, cf. L. GIL, Therapeia- La me- dicina popular en el mundo clásico, Madrid, 1969, que ofrece varios ejemplos. ~ También llamada <inflamación blanca.’ o .‘anasarca<. cf. Afo- rismos VII 29. 31 De entender pondrás en sentido activo, cabría traducirlo por .~causan problemas.’ o <fatigas.’. Así lo entiende DILLER, Ueber..-, pág. 37- SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 117 En las mujeres la menstruación no se presenta bien tras el parto. A los niños se les forman, especialmente, her- nias, y a los hombres, varices y úlceras en las piernas, de suerte que no es posible que personas de tal natura- leza sean de larga vida, sino que envejecen antes que les llegue el momento. Además, las mujeres creen que han concebido, y, cuando llega el parto, desaparece la plenitud de su vientre. Eso sucede, cuando la matriz tiene hidropesía. Pienso que las aguas de ese tipo son malas para todo uso. En segundo lugar, están aquellas cuyas fuentes sa- len de rocas —pues, por fuerza, son duras—, o de la tierra, donde hay aguas termales o se obtiene hierro, cobre, plata, oro, azufre, alumbre, asfalto o nitro. Efec- tivamente, todos éstos se forman a causa de la fuerza del calor. Por tanto, de una tierra de tal tipo no es posi- ble que se produzcan aguas buenas, sino duras, ardien- tes, difíciles de eliminar por la orina y contrarias a la evacuación del vientre. Las mejores son las que manan de lugares elevados y de colinas de tierra, pues son dul- ces, transparentes y aptas para mezcíarse con un poco de vino 32 Durante el invierno resultan calientes, y, en verano, frescas. Son así cuando proceden de fuentes muy profundas. Hay que elogiar, sobre todo, aquellas aguas cuyos manantiales brotan en dirección a la salida del sol, es- 32 Es decir, que basta mezclarlas con poca cantidad de vino para obtener una bebida agradable. Es bien conocida la costumbre griega de mezclar el vino con el agua. HoMaRo da por sabida la proporción en que deben combinarse esos elementos y no la comenta; sí habla, en cambio, de la vasija reservada para tal mezcla (krettr). Vino puro, sin embargo, le da Ulises al Cíclope en la Odisea (IX 347 ss.), consi- guiendo emborracharlo al poco rato.— En cuanto a la costumbre de dar de beber vino a los niños (cf. pág. 59), los poemas homéricos, eter- no manual educativo de los griegos durante toda la Edad Antigua, nos muestran cómo Aquiles, siendo niño de corta edad, bebía de la copa de Fénix, que se la ofrecía gustoso (Ilíada IX 487).

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118 TRATADOS HIPOCRÁTICOS pecialmente la correspondiente al verano. Por fuerza, son bastante claras, de buen olor y ligeras. En cambio, de las que son saladas, crudas y duras ninguna es bue- na para beber, pero hay algunas constituciones y enfer- medades a las que resulta conveniente el beber tales aguas, asunto sobre el que hablaré en seguida. A propósito de estas aguas, ocurre también lo siguien- te: aquellas cuyas fuentes dan hacia la salida del sol, ésas son las mejores del grupo; después, las que están en situación intermedia entre la salida y la puesta del sol en verano, especialmente las orientadas hacia la sa- lida; en tercer lugar, las que quedan entre las puestas del sol en verano e invierno; y las peores, las orientadas hacia el Sur, entre la salida y la puesta del sol en in- 33 vierno. Esas aguas son muy dañinas para los del Sur y mejores para los del Norte. Conviene usar las aguas de la siguiente manera: el que está sano y fuerte no haga ninguna distinción, sino beba en cada ocasión la que se le presente. Pero el que, por causa de una enfermedad, quiere beber la más con- veniente, logrará la salud, de la mejor manera, si obra como sigue: a todos aquellos cuyo vientre es duro y tien- de a inflamarse, convienen las aguas muy dulces, muy ligeras y muy claras. A cuantos tienen el intestino blan- do, húmedo y flemático les convienen las aguas muy duras y algo saladas, pues así es como más se les seca- rán los intestinos, Efectivamente, todas las aguas que son las mejores para cocer y muy disolventes ~, ésas, como es natural, son las que más sueltan el vientre y lo relajan. En caITI- ~ Así, DILLER, Veber..., pág. 39, que lo atribuye a los habitantes. Otros entienden <con vientos del Sur.’. Por ejemplo, Liri~ag, OeuVres, vol. II, pág. 31. ~ takerós, de la misma raíz que ttlcj <fundir.’. <disolver.’ (cf. la- tín tabes <putrefacción.’). Algo más abajo encontramos, en nuestra tra- ducción, <relajan.’. que vierte a diat¿kÓ. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 119 bio, todas las que son crudas, duras y, en modo alguno, buenas para cocer, ésas contraen el vientre y lo se- can”. Realmente, los hombres, por su inexperiencia, están en un error a propósito de las aguas saladas, por- que las consideran buenas para evacuar, cuando son con- trarias, en grado sumo, a la evacuación. En efecto, son crudas y malas para cocer, de tal suerte que, por obra de ellas, también el vientre resulta estreñido, más bien que suelto. Así sucede en lo relativo a las aguas de fuente. Res- 8 pecto de las aguas de lluvia y de todas las que proceden de nieve, voy a explicar qué ocul-re.

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Las aguas de lluvia son muy ligeras, muy dulces, muy finas y muy claras ~. Pues, ante todo, el sol se lleva y arrebata del agua la parte más fina y ligera. Lo demues- tran las sales. En efecto, el componente salino se queda allí, a causa de su densidad y peso, y se producen sales, pero el sol arrebata la parte más fina a consecuencia de su ligereza. Se lleva tal componente, no sólo de las aguas estancadas, sino también del mar y de todos los cuerpos en que hay algo de humedad. Y la hay en todo elemento”. ~ x~raínei. La noción de x~rós ‘seco.’, (opuesta a hygrós ‘húme- do.’), en el caso que nos ocupa, alude al carácter estreñido del vientre. Cf. Aforismos II 20 y III 17. Por otra parte, xErós entra en el mismo campo semántico que aúos ‘seco.’ (cf. auaín?J <resecar.’), pero, a dife- rencia de este último, comporta una connotación especial de <dureza<. ~ ARISTÓTELES usó, con fines biológicos, estas notas físicas del agua. Así, cuando escribe: ‘en los que tienen una vejiga, una vez eva- cuado el excremento, queda en los conductos un depósito salado (hal- myrís) y terroso, pues la parte dulce y potable, a causa de su ligereza (lcouphótata,>, pasa a las carnes.’ <Partes de los animales IV 1, 676a33-36). Por cierto, los dos términos que colocamos entre paréntesis parecen haber sido tomados directamente del tratado hipocrático que estudia- mos. Parecida influencia de pensamiento encontramos en Meteorológi- CoS II 2 334b29-33, en lo tocante a la formación de las aguas de lluvia. ~ La teoría de la evaporación se remonta a ANAxAGoa.&s (A 90 DK). Según este pensador, el liquido estancado al principio, tras haber sido 120 TRATADOS HIPOCRÁTICOS También de los propios hombres se lleva el sol la parte más sutil y ligera de su humedad. He aquí la me- jor prueba: cuando un hombre se pasea o se sienta en el sol con un manto, la parte de la piel a la que da el sol no suda ~‘, pues el sol arrebata el sudor que apa- rece. Pero las partes que están recubiertas por el man- to o por alguna otra cosa sudan. Efectivamente, el sudor es eliminado por la acción directa del sol y es rechazado, pero se conserva bajo la ropa, hasta tal pun- to que no desaparece bajo los efectos del sol. Pero cuan- do esa persona llega a la sombra, todo el cuerpo suda de la misma manera, pues el -sol ya no brilla encima. Por otra parte, el agua de lluvia es la más rápida en corromperse, y tiene mal olor por lo siguiente: por- que es resultado de la reunión y mezcla de muchísimas aguas, de manera que se corrompe inmediatamente. Aparte de eso, cuando el agua es arrebatada y lleva- da hacia arriba, mientras da vueltas y queda mezclada con el aire, su parte turbia y oscura se separa, se apar- ta y se convierte en niebla y . bruma ~. En cambio, la parte más clara y más ligera se queda y se endulza al ser quemada y cocida por el sol. También las demás calentado por el sol y haberse evaporado su parte más fina, se convir-

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tió, para lo sucesivo, en salado y amargo. 38 El autor, llevado de un planteamiento excesivamente teórico, parace ignorar el sudor producido cuando uno se expone al sol. Tanto aquí como en otros pasajes, hallamos un contraste evidente entre el afán por sistematizar y sacar conclusiones de validez universal, nota dominante en el escrito que leemos, y la realidad misma de los hechos, que no siempre coincide con las teorías. ~ El sujeto está elíptico en el texto griego. Tal construcción, así como la mucho más generalizada elipsis del objeto, es propia del len- guaje científico, pues el lector avisado, u oyente atento, sabe perfecta- mente de qué se trata en cada momento, sin necesidad de que el escfl- tor, o hablante, se lo esté recordando continuamente. ~ omíchlé. Según A¡USTÓTEI-ES (Meteorológicos 1 9. 346b33), es me- nos espesa que una nube (náphos, nephéfr¿ Ya HOMERO nos cuenta co- mo sale Tetis del mar a manera de <bruma~ (¡liada 1 359). SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 121 sustancias que son cocidas se vuelven siempre más dul- ces Pues bien, mientras el agua 42 está esparcida y to- davía no se ha concentrado, se mueve por las alturas. Pero, cuando se concentra en algún lugar y se condensa en un solo punto bajo el impulso de los vientos que re- pentinamente se oponen entre sí, entonces revienta por donde casualmente hay más condensación. Pues, como es natural, eso sucede, especialmente, cuando un viento contrario y otras nubes chocan de repente contra las nubes que, reunidas por el viento, se ponen en marcha y avanzan ~. En ese instante, la primera parte de la nube se condensa allí mismo; la que le sigue llega a con- tinuación, y, de esta forma, se espesa, ennegrece, se con- densa en un mismo punto, revienta a causa del peso y se produce la lluvia. Estas aguas son las mejores, como cabe esperar, pe- ro requieren ser hervidas y purificadas ~ De lo contra- 41 Cf. ARISTÓTELES, Sobre la generación de los animales V 6, 786a16-17: <la cocción vuelve dulce a cualquier cosa; es el calor el que realiza la cocción.’. 42 Como en n. 39, elipsis del sujeto en griego. L¡rrU, Oeuvres.., vol. II, pág. 35 piensa que se trataría, en este caso, de <la parte lige- ra—AtusTÓTELES (Partes de los animales II 7. 652b33 55.) recoge y am- plia la teoría aquí expuesta sobre el origen de la lluvia. Nos habla el estagirita del vapor de agua que se eleva desde la tierra, llevado hacia arriba por su propio calor y condensado en lo alto por la acción del aire frío que hay encima de la tierra; entonces se produce la lluvia a consecuencia del enfriamiento del vapor de agua. Cf. la misma teoría en Meteorológicos 1 9. 346b24-32 y II 347b12-20. ~ Así entienden el texto los distintos editores y, ya antes, la tra- ducción latina Pero el número del verbo podría inducir a tomar <las flubes, como sujeto,, en vez de entenderlas como objeto directo. ~ apos4,estha¡. Este verbo significa normalmente ‘corromperse.’. El texto ha planteado varias dificultades de comprensión. Lmssg (Oeu- vres, vol. II, pág. 35) traduce: <mais u faut la faire bouíllir pour en Prévenir la corruption.’, diciendo, en la nota correspondiente, que ha dejado el texto sin modificar, pero ha traducido <según el sentido ge-

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122 TRATADOS HIPOCRÁTICOS rio, tienen mal olor y, a quienes las beben, les sobrevie- nen ronquera, tos y voz bronca. Las aguas que proceden de nieve y hielo son todas nocivas, pues, cuando se hielan una vez, ya no vuelven a su antigua naturaleza, sino que la parte clara, ligera y dulce se separa y desaparece, pero queda el compo- nente más turbio y pesado Puedes observarlo de la siguiente manera. Efectiva- mente, si quieres, cuando sea invierno, echa agua en un vaso con una medida y expónla a la intemperie, don- de más se hiele; después, al día siguiente, llévala al sol, donde más se deshaga el hielo, y, cuando se haya licua- do, mide el agua: comprobarás que es bastante menos. Ésta es la prueba de que, a causa de la congelación, desaparece y se seca la parte más ligera y sutil, pero no, desde luego, la más pesada y densa, pues no podría hacerlo ~ neral.’. A. Cos.~v, Traité d’Hippocrate des Airs, des Eaux et des Lieux, París. 1800, mantiene la lección de los códices, pero traduce ‘filtrar.’. En cambio, en la segunda edición de su obra (Paris, 1816), propone leer apos¿’thesthai <filtrar.’, lectura que ya fuera recogida por A Foa- sn,s (Magni Hippocratis opera omnia., Francfort, 1595). DILLER, Ueber.... pág. 43, respeta el texto y traduce: <debe... quitársele la corrupción’, aunque se muestra partidario, en el aparato critico, de la lectura reco- mendada por Foesius. ‘~ Pasaje singular, en que, de un examen de las formas lingúísti- cas, pueden sacarse jugosas conclusiones sobre el pensamiento que las anima. Los subjuntivos con hótan (‘siempre que.’, ‘cada vez que.’) nos indican que nos encontramos ante hechos repetidos en tiempo in- definido, es decir, manifestaciones permanentes. punto de partida ne- cesario para poder establecer leyes universales. En suma, se trata del método heurístico, el que persigue la prueba tekm~rion) para avalar la teoría expuesta. Cf., en esta misma línea, el juicio de Tucfo¡oEs so- bre el método científico que debe aplica?se en historia (1 20. 1 y 21, 1).— Nos llama la atención la insistencia del autor en señalar la desa- parición del elemento más ligerQ y claro del agua, para lo que no duda en acudir a un planteamiento equivocado. Efectivamente, nos es difícil de aceptar una evaporación abundante cuando las temperaturas son tan bajas como las descritas en el texto. Una vez más, el planteamiento teórico no resulta confirmado por los hechos visibles. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 123 Pues bien, en ese sentido creo que las aguas proce- dentes de nieve y de hielo, y, además, las parecidas a éstas, son nocivas para cualquier utilización. Así sucede en lo referente a las aguas de lluvia y 9 a las que proceden de nieve y hielo. Por su parte, las personas padecen, en sumo grado, de cálculos”, sufren nefritis, estranguria y ciática ~ y además se les forman hernias 48, cuando be ben aguas de todas clases, e, incluso, de grandes ríos en que de- sembocan otros, o de un lago al que llegan muchas aguas de todo tipo. También, cuando consumen aguas traídas de fuera, conducidas desde larga distancia y no desde

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cerca. Efectivamente, no es posible que un agua se pa- rezca a otra, sino que unas son dulces, otras saladas y astringentes, y otras manan de fuentes termales. Al mezcíarse unas con otras en el mismo lugar, riva- lizan entre sí y, en cada ocasión, vence la m~s fuerte”. Pero la fuerza no la tiene siempre la misma agua, sino “ Sobre l¿thos ‘piedra.’, encontramos el verbo denominativo Ii- thiañ, ~‘padecer cálculos.’, <tener el mal de piedra.’. También el sustan- tivo lith(asis. Cf., respectivamente, Aforismos IV, 79 y III, 26. ~‘ strangourí~ significa exactamente la acción de ‘orinar fouré~) gota a gota stránx)<. Esta última palabra añade una connotación inte- resante, pues indica <gota a gota que sale a presión.’ (cf. lat. stringó ‘apretar.’, ‘comprímir.’, y esp. ‘estricto.’). Por su parte, ¡sch¡tldes ‘ciá- tica.’, indica la afección propia del isch(on ‘caderas.’. “ Los códices leen k¿lai ‘hernias’, lectura que respetamos. Tal vocablo sirve para designar también, a partir del siglo y a. C., la joro- ba de personas o animales. Por su lado, k~Iétai ‘herniados’, es una conjetura de Coray. recogida por Díller. ~ La idea de que el predominio de unas potencias (monarchía tón dynóme~n> sobre Otras es causa de enfermedades la hallamos bien ex- puesta en ALcMEÓN Da CROTONA (B 4 DK), en el último tercio del siglo vi a. C. Los conceptos de predominio e igualdad <isonom La) los tomó Alcmeón del vocabulario político de su época. También en el texto que nos ocupa hay ciertas resonancias del campo politico, concretamente de las luchas de partidos: ‘entrar en discordia.’ (stasidzein), ‘vencer.’ (kratetnj, ‘tener el poder.’ (ischyein). etc. 124 TRATADOS HIPOCRÁTICOS una distinta en cada momento, según los vientos. Pues a una le da fuerza el Bóreas ~, a otra, el Noto; y, res- pecto de las demás aguas, la misma explicación. Pues bien, con aguas de tal clase se depositan, por fuerza, lodo y arena en las vasijas, y, por haberlas bebi- do, sobrevienen las enfermedades mencionadas. Por qué no se dan éstas en todas las personas sin distinción, voy a explicarlo. Todos aquellos cuyo vientre funciona bien ~‘ y está sano, cuya vejiga no es propensa a inflamarse y en don- de la salida de la vejiga no está excesivamente cerrada, ésos orinan con facilidad y ño se les concentra nada en la vejiga. Pero en todos aquellos cuyo vientre está inflamado, la misma inflamación le acontece por fuerza a la vejiga. En efecto, cuando ésta se calienta más de lo normal, se inflama su salida, y, cuando le ocurre eso, no suelta la orina, sino que la cuece y calienta dentro de sí misma, y la parte más fina y pura de la orina se separa, pasa y sale con la micción, pero la más densa y turbia se concentra y espesa: al principio es algo pe- queño; después, se hace más grande. Efectivamente, al ser agitado por la orina, el elemento que se condensa se combina consigo mismo, y así crece

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y se endurece; en cada micción, forzado por la orina, choca contra la salida de la vejiga, impide orinar y cau- sa un fuerte dolor, de tal suerte que los niños que pade- cen de cálculos frotan y estiran sus partes sexuales, por- que les parece que allí está la causa de la micción- ~ Vientos del NE. y SO., respectivamente, es decir, diametralmen- te opuestos. El Noto traía a Grecia la lluvia y la humedad, por lo que los términos de él derivados comportan connotaciones referentes a 18- les efectos causados. Así, notios equivale a ‘meridional’, pero también a ‘húmedo.’, ‘lluvioso.’. 51 euroos es, propiamente, ‘que fluye bien.’. La noción de .‘flw- dez.’ (eurroia) —de los humores, del pneuma, del vientre, etc.— es sinó- nima de salud y equilibrio. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 125 He aquí una prueba de que ocurre así. En efecto, los que padecen de cálculos expelen una orina clarísi- ma, porque la parte más densa y turbia de ella se queda en la vejiga y se concentra. Así se forman la mayor parte de los cálculos. Pero también se produce una piedra 52 a causa de la leche, si ésta no es saludable, sino caliente en exceso y biliosa, pues calienta los intestinos y la vejiga, de suerte que a la orina, como se calienta al mismo tiempo, le aconte- ce lo que hemos dicho. Además, afirmo que es mejor darles el vino a los ni- ños, mezclado lo más posible con agua, pues así quema y reseca menos las venas. En las mujeres, sin embargo, no se forman piedras igualmente, pues su uretra es corta y ancha, de suer- te que la orina se expele con facilidad. Efectivamente, ni se frotan el sexo, como ocurre en los varones, ni se tocan la uretra, pues tienen un conducto que les llega hasta el sexo. Ahora bien, en los hombres, tal conducto 52 pOros ‘tufo.’, o ‘toba’, es la piedra caliza, muy porosa y lige- ra, utilizada, especialmente, para cimientos. Término técnico de arqui- tectura, empleado por los médicos para designar los cálculos vesicales o nefríticos. pdpvsis es el vocablo específico que indica la formación de un cálculo. ~ E. LasKy, ‘Zur Lithiasis-Beschreibung in Peri aérOn, hyddt¿sn, tOpan.’, Wien. Studien 63 (1948), 69-83, ha señalado con qué precisión expone sus argumentos el médico hipocrático. Salvo algún detalle que corregiría hoy la ciencia —por ejemplo, sabemos desde hace tiempo que los que padecen cálculos no emiten una orína más clara que la de los sanos estas palabras siguen siendo, a veinticinco siglos de distancia, válidas para nosotros. Ello es tanto más relevante, cuanto que son especulaciones y conclusiones extraídas por vía analógica, da- do que, a la sazón, los médicos no practicaban la anatomía. A mayor abundancia y precisión del texto, Lesky ha indicado que la uretra fe- menina. en efecto, mide tres o cuatro centímetros, frente a los quince- diecisiete de la masculina.

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126 TRATADOS HIPOCRÁTICOS no es directo ~, y aparte de eso, su uretra no es ancha. Por otro lado, las mujeres beben más que los niños ~ 10 Pues bien, en lo relativo a esos puntos, la situación es así o muy parecida. Pero, con respecto a las estacio- nes, se puede determinar cómo va a ser el año —ya mal- sano, ya saludable—, si se reflexiona como sigue. Efec- tivamente, si las señales que ocurren a la puesta y la salida de los astros acontecen como es normal, se pro- ducen lluvias en otoño, el invierno es moderado, ni de- masiado benigno, ni excesivamente frío, y, en primave- ra y verano, las lluvias son oportunas, es natural que, de esa forma, el año sea muy saludable. En cambio, si el invierno transcurre seco y con vien- to del Norte, y la primavera lluviosa y con viento del Sur, el verano es, por fuerza, abundante en fiebres y causa oftalmías- Pues, cuando sobreviene repentinamen- te el calor sofocante, mientras la tierra está húmeda a causa de las lluvias de primavera y del viento del Sur, el calor es, por fuerza, el doble: porque la tierra está mojada y caliente, y porque el sol quema. Además, las personas no tienen firme el vientre, ni seco el cerebro —pues no es posible que, cuando la primavera es de tal condición, dejen de tener empapados el cuerpo y la carne—, de suerte que les sobrevienen a todas ellas fie- bres agudísimas, pero, sobre todo, a las personas fle- máticas. Como es natural, padecen disenterías las mu- jeres y los de constitución muy húmeda. Si a la salida de la canícula ~ se producen lluvia y ~ Según LESKY, ibid., pág. 74, a consecuencia de la curvatura sub- púbica, que está fijada en el trtgonum urogenital. ~ Esta última frase es secluida por bastantes editores, Diller en- tre ellos. Otros han querido leer ‘orinan’, en vez de ‘beben.’ ~ La constelación del Can~ Perro o Perrita, también conocida co- mo Sirio, que es la estrella más importante del grupo, se mostraba, en época clásica, en los días en que los calores estivales eran más fuertes: del 23 de julio al 2 de septiembre. Se la llamó Canícula o Pe rrita porque, en la antigúedad, Sirio aparecía al mismo tiempo que SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 127 tempestad y, además, soplan los vientos etesios ~ es de esperar que cesen las enfermedades y que el otoño sea saludable. Pero, de otro modo, hay peligro de que sobrevengan casos de muerte entre los niños y las mu- jeres; pero muy pocos, en cambio, entre los ancianos; y, asimismo, es de temer que quienes sobrevivan termi- nen por contraer fiebres cuartanas y, después de las cuartanas, hidropesía. En cambio, si el invierno transcurre con viento del Sur y es lluvioso y benigno, y la primavera, con viento del Norte, es seca e invernal, cabe esperar, ante todo, que aborten todas las mujeres que estén embarazadas y cuyo parto sea para la primavera. Por su parte, las que dan a luz tienen unos hijos canijos y enfermizos, de tal suerte que éstos, o se mueren d~ inmediato, o viven desmirriados, débiles y enfermizos. ~so en cuanto a las mujeres. A las demás personas,

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les sobrevienen disenterías y oftalmías secas 58 y, a al- gunas, catarros ~‘> que descienden desde la cabeza has- el sol en los primeros días de agosto, a manera de perrito al lado de un dueño más voluminoso (aparentemente y a simple vista, se entien- de). Tal hecho acontece, hoy día, a finales de agosto.— En otro orden de cosas, advertimos en todo el capitulo la presencia de las cuatro propiedades: frío-caliente, húmedo-seco. El exceso de humedad, por ejemplo, produce enfermedades en las naturalezas húmedas: mujeres y flemáticos; el frío seco pone en peligro a las naturalezas biliosas, etc. ~ et~síai ‘vientos etesios’, formado sobre dtos ‘año.’ (cf. latín uetus). Aplicase a los que cambian en determinada época del año. En- tre los griegos, se daba tal apelativo a los que soplaban desde el NO., especialmente durante el verano. ~ ophthalmiaí es el término especifico para designar las inflama- ciones de los ojos: las secas (x~raí) son peores que aquellas en que el ojo está húmedo o lagrsmea. ~ katdrroi <flujo que desciende.’. Es un concepto bastante amplio en los tratados médicos. Cualquier humor puede experimentar movi- mientos hacia arriba o hacia abajo. El buen médico sabe controlar, provocar o reducir esaa corrientes mediante los recursos de su arte. 128 TRATADOS HIPOCRÁTICOS ta los pulmones”. Por tanto, es natural que a los fle- máticos y las mujeres les sobrevengan disenterías, por- que, a causa de la humedad de su constitución, la flema les baja fluyendo desde el cerebro; que a los biliosas se les produzcan oftalmías secas a consecuencia del ca- lor y la sequedad de su carne, y a los ancianos, cata- rros, por causa de la delgadez y desgaste de sus venas, hasta el punto de que, unos mueren de repente, y otros quedan parapléjicos ~‘ del lado derecho. Ciertamente, cuando, durante un invierno caliente y dominado por el viento del Sur, ni el cuerpo ni las ve- nas adquieren consistencia ‘~, al presentarse una prima- vera con viento del Norte y, además, seca y fría, enton- ces, el cerebro, en el preciso instante en que, con la llegada de la primavera, debía relajarse y limpiarse bajo los efectos de la coriza y las ronqueras, en ese mo- mento se condensa y adquiere consistencia, de tal suer- te que sobrevienen las mencionadas enfermedades, cuan- do se presentan de improviso el verano y el calor, y se produce, por tanto, un cambio de estación- “ pneumón <pulmón’ (otros manuscritos dan pleúmón). La pri- mera lectura, la más corriente en los escritos hipocráticos, y precisa- mente en singular, es un intento de aproximar tal órgano al concepto de pneúma.— La etimología, desde luego, exige pleumOn (cf. Ial. pubito- fis; otros derivados son en el CH: pleumonía, peripleumonía, pleumó.o, etc.). Es de la misma raíz que pU~ <navegar.’, ‘flotar’, en cuanto que los pulmones ‘flotan’ en el liquido que los recubre. 61 parapl~k tol. Abundan en los diversos libros del CH los deriva- dos de pMssG <golpear.’, <herir’, <afectar’. parapl¿x significa en Ho- sicio <golpeado de costado por las olas’ (Odisea V 418). A su vez, para- pl~kro1 conlíeva la acepción poética de ‘loco.’ (cf. Sórocias, Ayante 230),

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y la de afectado de parálisis, como sucede en el tratado que estud~a- mos. Otros términos de la misma familia frecuentes en el CH son: <iipO-) pl¿xís, pliktikos, etc. En cambio, himípllgia n~ aparece hasta el méds co Pablo de Egina, en el vn d. C. 62 Las lecciones de los códices están muy alteradas en este pasa- je. Seguimos el texto fijado por Diller. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 129 Las ciudades que están bien orientadas respecto del sol y los vientos y gozan de buenas aguas notan menos tales cambios; pero las que tienen aguas pantanosas y estancadas y no disfrutan de buena orientación con re- ferencia a los vientos y al sol, ésas los sienten más. Si el verano es seco, las enfermedades cesan bastan- te pronto, pero, si es lluvioso, son de larga duración. Además, existe el peligro de que, por cualquier motivo, se formen úlceras cancerosas 63, si se produce una he- rida”. Al final de las enfermedades, sobrevienen lien- terías 65 e hidropesías, pues los intestinos no se secan fácilmente. Si el verano es lluvioso y con viento del Sur, e, igual- mente, el otoño, es forzoso que el invierno sea malsano y cabe esperar se les produzcan fiebres ardientes a los flemáticos y a los de más de cuarenta años, y pleuritis y perineumonías a los biliosos. Si el verano es seco y con viento del Norte, y el oto- ño lluvioso y con viento del Sur, es natural que, para el invierno, se den cefalalgias, y esfacelos de cerebro”, y, además, toses, ronqueras y corizas, y, en algunas per- sonas, tisis. 63 phag~dainai <úlcera cancerosa’, ‘cáncer’ (cf. P. CHANTRAINE, Dictionnaire éíysnologíque de la langue grecque. Paris, 1980, pág. 1.167). El significado etimológico es el de enfermedad ‘que devora’ (cf. pha- gefn <comer.’, ‘devorar.’, y esp. <antropófago.’). ~ hélkos es <herida en vivo.’, ‘úlcera’, por oposición a la lesión causada por corte o golpe (plqt, oult, Irá ma). A veces, h~lkos se aplica a cualquier tipo de herida visible. Se nos habla incluso, en ocasiones, de <heridas internas.’. 65 lejeníerlal es la afección en que el intestino (éníeron) resulta liSO o unido (le los). Se manifiesta por la deposición diarreica de ali- mentos mal digeridos. “ sphókelos sirve para designar la. gangrena y la caries ósea. En 4foriSnsos VII 50, se advierte que los que padecen esfacelo en el cere- bro mueren al cabo de tres días. En oportuno comentario, Galeno sos- tiene que no se trata de gangrena total, sino de gangrena inminente. 130 TRATADOS HIPOCRÁTICOS Si el verano transcurre con viento del Norte y es se- co, y no se produce lluvia ni a la salida del Perro, ni a la de Arturo 67, es conveniente, sobre todo, para los de naturaleza flemática, los de constitución húmeda y

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las mujeres, pero tal circunstancia es enemiga, en gra- do sumo, de los biliosos. Efectivamente, se secan en demasía y se les producen oftalmías secas y fiebres agu- das y de larga duración; y, también, a ciertos indivi- duos, se les produce melancolía”, porque la parte más húmeda y acuosa de la bilis se seca y agota, pero se queda la parte más densa y agria. También, en lo refe- rente a la sangre, sucede de acuerdo con la misma ex- plicación. Por tales motivos les ocurren estas enferme- dades. En cambio, todos esos aspectos son saludables para los flemáticos, pues se secan y llegan al invierno, no empapados, sino a punto de secarse. [Si el invierno transcurre con• viento del Norte y es seco, y la primavera con viento del Sur y lluviosa, se producen durante el verano oftalmías violentas y, en los niños y mujeres, fiebres] 69, 67 Arturo es la primera estrella de la constelación del Boyero o Bootes. Significa ‘el que cuida de la Osa... Arturo tiene su orto heliaco entre el 5 y 15 de septiembre. “ melancholiai, de mélas <negro.’ y chol~ ‘bilis.’, es decir .‘bilis negra.’. Corresponde a la afección denominada hoy hipocondría. En las Cartas pseudo-hípocraticas encontramos una buena descripción de los síntomas de la melancolía, atribuidos, en este caso, al comporta- miento de Demócrito: los melancólicos, se nos dice, son taciturnos, solitarios y buscan lugares desiertos (L¡rrR~, Oeuvres..., vol. IX, pági- nas 330-332). “ Muchos comentaristas y editores (Baqueo, Zwinger. Coray, Lit- tré, Diller..) secluyen este pasaje por entenderlo como una repetición de lo dicho al comienzo de este mismo capítulo. En cuanto al capítulo siguiente, EDRLSTR1N, Pero a~r5n..., pág. 24, piensa que está interpolado. Sostiene el estudioso que la única finalidad de la obra que estudiamos era dar indicaciones teóricas sobre el pronóstico de las enfermedades, y, dado que este capitulo se refiere a ciertas prohibiciones respecto SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 131 Si uno reflexiona y observa de acuerdo con esas nor- 11 mas, puede prever la mayor parte de lo que ha de suce- der a consecuencia de los cambios de estación. Es pre- ciso vigilar, sobre todo, los cambios más importantes de las estaciones, y no dar purgantes a discreción, ni cauterizar 70 en la región del vientre, ni cortar, hasta - 71 que pasen diez días o mas Las fechas más importantes y peligrosas son las si- guientes: ambos solsticios 72, especialmente el de vera- no, y los dos llamados equinoccios ~, en particular, el del tratamiento, habría que pensar que está fuera de lugar. En cam- bio, DILLER, Wanderarzr..., págs. 14-15, demostró la estrecha relación de este capitulo con el final del segundo, así como su papel de resu- men y enlace con todo lo anterior. 70 Algunos editores modifican la lección de los códices (kaíein <quemar.’, .cauterízar~), leyendo kinefn ‘remover.’, <purgar~, o ka- thai rein <purgar.’. ~ Vemos, en estas líneas, la actitud prudente y mesurada del hi- pocrático conocedor de su arte. Diez días serian un plazo prudente de expectativa, antes de decídirse a terapéuticas normales (purgar). o comprometidas (cauterizar y cortar). 72 h~liou íropw, literalmente ‘cambios o giros del sol.’. En nues-

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tros días suceden, del 21 al 22 de junio, el de verano (momento en que el sol se sitúa en el Trópico de Cáncer), y el 21 o 22 de diciembre el correspondiente al invierno (el sol se sitúa en el Trópico de Capri- cornio). Entre los griegos del siglo y a. C., el solsticio de verano ocu- rna el día 1 o 2 de julio; el de invierno entre el 26 de diciembre y el 3 de enero. Cf. D. R. DícKs, Early Greck Asíronomy lo Anistotie, Nue- va York, 1970, págs. 36 y 31. ~ is~meríai. El momento en que la duración de los días es igual a la de las noches en toda la tierra acontece, en nuestros días, del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre. Cf. D¡cKs, Early..., pág. 15, que, aun no diciendo nada de la fecha concreta en que suce- den, insiste en que el aspecto del cielo es muy diferente hoy del que podían observar los griegos del siglo y a. C., precisamente a causa de la precesión de los equinoccios. Esta es la razón por la que se va anticipando, poco a poco, la llegada de las estaciones, pues el punto de intersección del ecuador con la eclíptica —momento de los equinoccios.... se desplaza continuamente hacía Occidente, unos 50 se- gundos por año, de suerte que en 25.000 años se completa el circuito de la eclíptica. Por poner un ejemplo ilustrativo: ahora, la Estrella Po- 132 TRATADOS HIPOCRATICOS de otoño. Hay que vigilar también la salida de los as- tros, sobre todo, la del Perro, y, a continuación, la de Arturo, y, además, el ocaso de las Pléyades ~ En efec- to, las enfermedades hacen crisis ~, especialmente, en estos días: unas causan la muerte; otras cesan, y todas las demás se modifican bajo otra forma y aspecto 76 12 Así están las cosas sobre esas cuestiones. Por otra parte, a propósito de Asia y Europa, quiero mostrar cuánto difieren mutuamente en todo; y, con referencia al aspecto de sus pueblos, en qué se distinguen y, ade- más, que no tienen ningún parecido entre sí. Sería lar- go un discurso sobre todos sus pueblos, pero acerca de los más importantes y distintos voy a decir cómo me parece a mí que son. Afirmo que Asia es muy distinta de Europa en la na- turaleza de todos los productos de la tierra y, también, en la de sus hombres. Efectivamente,, en Asia todo es más hermoso y mayor; el país está más cultivado y el carácter de sus habitantes es más dulce y sosegado ~ lar, o Alfa de la Osa Mayor, está a menos de un grado del Polo Norle; en cambio, en los días de Hiparco de Nicea, ilustre astrónomo del si- glo u a. C., distaba 120 24’ de tal punto. ~ Ocurre entre el 5 y el 11 de noviembre. ~ Sobre los conceptos .‘crisis’, ‘hacer crisis’, cf. Sobre la medicina antigua 19 y n. 35. 76 methistataí eis háteron efdos ka( hetér~n katd.stasin. Sobre etdos y katdstasis, cf. Sobre los humores 1. eldos pasa, de referírse al aspecto fí- sico de los seres, hacia un acontecimiento lógico (‘clase’, .‘forma de los fenómenos.’). ¡Qué distintas son las palabras del autor de Sobre los flatos 2, cuando sostiene que “todas las enfermedades tienen una sola forma’

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(¿dan)! ~ éthea ~pió¡era kat euorg~tótera. Respecto a Éthea véase la n. 17. Por su lado, tpios ‘moderado’, <bondadoso’, dicese de un padre, de las palabras y, asimismo, de la virtud de un medicamento. También se atribuye a la temperatura de un país o al carácter de sus habitail- tes: <moderado’, <templado.’. Por último, euorg~tós (cf. n. 23 a propó- sito de orgt> aparece aquí por primera vez dentro de la literatura grie- ga.— Al hablar de Asia, el autor apunta, sobre todo, a Asia Menor. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 133 La causa de eso es la mezcla de las estaciones ~, por- que Asia está situada en medio de los lugares de salida del sol ~ mirando hacia Oriente y bastante lejos del frío. Crecimiento de las cosechas y aptitud para el cul- tivo los ofrece en grado sumo, siempre que no haya na- da que predomine de forma violenta ~, sino que el equilibrio prevalezca en todo. Ahora bien, en Asia no se dan las mismas condicio- nes en todos sitios, sino que toda la parte del país situa- da entre el calor y el frío, ésa es la de mejores frutos y árboles, la más templada y la que goza de las mejores aguas, tanto caídas del cielo, como nacidas de la tierra. En efecto, ni está excesivamente abrasada por el calor ni se reseca a causa de la sequía y la falta de agua, ni sufre la violencia del frío, ni resulta húmeda 52 y empapada a consecuencia de las muchas lluvias y la nie- ve. Naturalmente, las cosechas son abundantes allí, tanto las nacidas de semillas, como las de plantas que ofrece ~ kt kr&sis tón horé6n. Sobre el concepto de kr¿sis puede verse lo dicho en Sobre la medicina antigua 14 y n. 28. — Si la cocción (pépsis) de los humores ha sido la adecuada, éstos permanecen en equilibrio, sin que ninguno de ellos prevalezca sobre los demás. Aquí se aplica la teoría del temperamento (temperancia o templanza) a las estaciones, en el sen- tido de que ninguna impone sus rigores o notas dominantes sobre las demás. ~ Tanto en verano, como en invierno, para un habitante de Asia Menor, el sol sale siempre por territorio asiático. 50 Léxico tomado del terreno político. Cada partido ~aqul elemen- tos, estaciones o rasgos de una estación) tiende a preaominar (ep¿kra- tefn) violentamente (bíaíós) sobre los demás. - 51 Nos encontramos aquí con otro término sacado de la esfera po- lítica: isomoir¡i~ que alude al hecho de tener igual participación políti- ca o los mismos derechos que los demás (cf. TUCÍDIDES, VI 39, y VII 75). Cuando, contrariamente, una facción política se impone violenta- mente sobre las demás, termina por incurrir en insolencia (h$ibnis) o en ambición (pleonexía) (cf. Tuctomas, 1 17, y III 82-83). S2 El texto griego resulta incierto en este punto. Unos editores Sustituyen noti~ <propia del viento del Sur.’, <húmeda.’, por epeí dé ‘.y dado que.’; otros, añaden Oút~ ‘ni.’, etc. 134 TRATADOS HIPOCRÁTICOS la tierra de por sí misma. Los hombres consumen los

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frutos de estas últimas, convirtiéndolas en cultivadas, en vez de silvestres, y transpíantándolas a lugar conve- niente. Los animales que allí crecen son magníficos, como cabe esperar, y, sobre todo, paren mucho y alimentan muy bien a sus crías. Los hombres son robustos, muy hermosos de aspecto, muy altos y muy poco diferentes entre si en aspecto y estatura. Naturalmente, esa situación es muy parecida a la pri- mavera, por su propia naturaleza y por la templanza de las estaciones. La valentía, el aguante en las fatigas, el denuedo ante el esfuerzo y el brío no pueden darse en una naturaleza tal ~ ~, ni de la misma raza ni de raza distinta, sino que prevalece el placer. Por ello, son múltiples las formas que se dan entre los animales. 13 Pues bien, así me parece que están las cosas con referencia a egipcios y libios. Tocante a los que habitan a la derecha de la salida del sol en invierno hasta la laguna Meótide —éste es, en efecto, el límite entre Europa y Asia—, ocurre lo siguiente: estos pueblos son, 83 Postulan la existencia de una laguna en este lugar Zwinger, Co- ray y Diller, entre otros. Algunos prefieren verla después de donde traducimos <placer.’. Así hacen Líltré, Jones, Vegetti, y otros, siguien- do el texto citado por Galeno. En todo caso, es opinión extendida que, en este lugar, se habría hecho referencia a los egipelos y libios, a los que menciona al comienzo del cap. 13. El contenido de tal laguna ha- bría sido el polimorfismo de los animales en Libia y Egipto.— A juicio de algunos estudiosos, Aristóteles se habría basado en la parte perdi- da al redactar, en sus Historias de los animales, concretamente el pa- saje correspondiente a VIII 28, 6061,20-22, donde, para explicar la gran variedad de las bestias salvajes, dice que, en razón de la falta de agua. parece que los animales se unen, cuando se encuentran en los lugares donde hay agua, y que se aparean <incluso no siendo de la nuslea especie.’ (kai ta m~ homáphyla). ~ Otras veces transcrita como Mayátide. Es el Mar de Azov, en el que desemboca el río Tanais (hoy, Don). SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 135 en tal comarca, más diferentes entre si que los antes mencionados, a consecuencia de los cambios de las es- taciones y por causa de la naturaleza de la región. Sucede con el país lo mismo que con los hombres en general. Efectivamente, donde las estaciones sufren cambios muy grandes y muy frecuentes, allí la tierra es muy salvaje y desigual, y verás que hay muchísimas 85 montañas boscosas, llanuras y praderas En cambio, donde las estaciones no se diferencian gran COSa, allí la tierra es muy llana. Y ocurre así, tam- bién, con respecto a los hombres, si se quiere meditar en ello. Realmente, hay naturalezas parecidas a monta- ñas boscosas y ricas en agua; otras, a lugares pelados y sin agua; otras, a parajes con praderas y pantanos; otras, a la llanura y la tierra desnuda y seca. Pues las estaciones que modifican la índole de la forma son dife- rentes. Si son diferentes entre sí en gran medida, tam- bién en su aspecto se producen diferencias bastante nu- merosas. Dejaré a un lado los pueblos que difieren poco, pero 14

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respecto de los que son muy diferentes, o por la natura- leza o por la costumbre, diré en qué condiciones están, 86 refiriéndome en primer lugar a los macrocéfalos Desde luego, no existe ningún otro pueblo que tenga unas cabezas parecidas. En efecto, al principio fue la costumbre la mayor responsable de la longitud de la 85 En verdad, más que una dependencia del relieve respecto del clima, acontece al revés. 86 Los macrocéfalos (makrokephaloi) son mencionados ya por AN- TIPONTE (B 46 DK), quien no da más noticias sobre ellos. Lo más proba- ble es que el autor de nuestro tratado no conociera directamente a este pueblo legendario, del que se había ocupado la historiografía jóni- ca, y al que se le solía situar en un lugar incierto en torno al Mar Negro. Los antropólogos saben hoy que, efectivamente, tales deforma- ciones del cráneo tenían lugar, a la sazón, entre ciertos pueblos del Cáucaso 136 TRATADOS HIPOcRATICOS cabeza, pero, ahora, también la naturaleza se une a la costumbre. Piensan que los que tienen la cabeza más grande son los más nobles. En cuanto a la costumbre, ocurre lo siguiente: tan pronto como nace el niño, modelan con las manos su tierna cabeza, cuando todavía está blan- do, y la obligan a crecer en longitud aplicándole venda- jes e instrumentos adecuados, bajo cuyos efectos se rompe la forma redonda de la cabeza y aumenta, en cam- bio, la longitud. De este modo la costumbre consiguió, al principio, que la naturaleza fuera de tal tipo, pero, transcurrien- do el tiempo, el rasgo entró en la naturaleza, de tal suer- te que la costumbre no impone ya su fuerza87 En efec- to, el semen procede de todas las partes del cuerpo ~: 87 Vemos, en este pasaje, claramente expuesta la teoría de que la costumbre (nómos) puede modificar la naturaleza (physis), de tal suer- te que los rasgos adquiridos pasan a formar parte de la constitución genética de los individuos y, por tanto, a convertirse en un rasgo here- ditario. Por lo demas, es nota común de los tratados hipocráticos más antiguos del CH la armonía y cooperación entre la naturaleza y la cos- tumbre. Es ilustrador el pensamiento de Demócrito, para quien <la naturaleza (ph>tsis) y la enseñanza (didach~) son algo parecido (paraplt- sion), pues también la naturaleza altera el ritmo del hombre y, al alte- rarlo. crea naturaleza (metarythmoúsa de physiopoief).’ (B 33 DK). Cf. J. A. LÓPEZ Fáuutz, <La idea de ph9sis en Demócrito y su utilización en el CH., Cuad. Filol. Clás. 8 (1975), 209-218. 8~ Entre los presocráticos hallamos numerosas lucubraciones so- bre el origen del esperma, la formación y alimantación del embrión,

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la diferenciación entre los sexos, etc. Cf. el exhaustivo trabajo de E. LE5KY, Die Zeugungs- und Vererbungslehren der Antike und ihr Nach- wirken, Wíesbaden, 1950. Concretamente, referido al CH, de la misma autora puede verse también <Die Samentheorien in der híppokratis chen Schriftensammlung’, en Festschrift zum 80 Geburtstag M. NeU burgers, Viena, 1948, págs. 302-308. A grandes rasgos, encontramos lo siguiente: EMPÉDOcLEs opinaba que si el semen encontraba un ambien- te cálido. nacía un varón, y sí frío, una mujer (B 65 DK); otros creiS1~ que el <sexo masculino procede especialmente del lado derecho, y Cl femenino, del izquierdo.’ (cf. Aforismos V 38 y 48); ANAXÁGORA5 (A 13 SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 137 de las partes sanas, el sano; de las enfermas, el enfer- mo. Por tanto, si, por lo general, de padres calvos nacen hijos calvos, de padres de ojos azules hijos de ojos azu- les 89, de padres bizcos hijos bizcos, y el mismo razo- namiento sobre el resto de la figura, ¿qué impide que también de un macrocéfalo nazca un macrocéfalo? Pe- ro, ahora, ya no se dan, igual que antes (las cabezas alargadas), pues la costumbre ya no tiene fuerza, a cau- sa del trato con otros hombres. Pues bien, creo que así están las cosas respecto a 15 éstos. Opinaré, ahora, sobre los que habitan junto al Fa- 90 SíS Esta comarca es pantanosa, calurosa, húmeda y bos- cosa. Durante cualquier estación se producen allí mu- chas y violentas lluvias. Los habitantes viven en los pantanos, y sus viviendas, de madera y caña, están cons- truidas en medio de las aguas; pasean poco por la ciu- dad y el mercado, pero navegan por todas partes en em- barcaciones construidas con un solo tronco, pues hay muchos canales. DK) y DEMÓcRITO (B 32 y 124) sostenían que el semen procede de todo el cuerpo. Esta última teoria, llamada pangenética, aparece en varios lugares del CH: Sobre la enfermedad sagrada 5, y, con ciertas varian- tes, en Sobre la naturaleza del niño y Sobre las enfermedades IV. Ci- tando por la edición de LITTRÉ, respectivamente. VII 470, 474, 480 y 542. No obstante, en el CH advertimos varias modificaciones respecto a Demócrito, especialmente la presencia de la teoria de los humores y la diferenciación entre los distintos espermas individuales en razón de sus cualidades: denso ¡ligero, sólido ¡fluido. 89 glaukoí <azul claro.’. Referido a los ojos, suele oponerse a <ne- gro.’ (mélas) y a <claro.’ (cha ropós). Los médicos hipocráticos crearon el verbo glaukóomai <padecer glaucoma.’, afección que toma el nom- bre a partir del color que adquiere el fondo del ojo. Cf. glaúk~ma y glau&asis. ~ Es el río más oriental del Mar Negro. Atraviesa la región del extremo este de dicho mar, al sur del Cáucaso. Tal comarca era la Cólquide. El río Fasís era considerado como uno de los limites natura- les entre Asía y Europa. 138 TRATADOS HIPOCRÁTIcoS SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 139 Beben aguas calientes y estancadas, corrompidas por el sol y aumentadas por las lluvias. El propio Fasis es

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el más lento de todos los ríos y fluye muy manso. Los frutos que se producen allí carecen todos ellos de desa- rrollo, están blandos y sin sazón, a consecuencia del ex- ceso de agua, razón por la que tampoco maduran. Una gran niebla procedente de las aguas cubre el país. Precisamente por esos motivos, los que viven junto al Fasis tienen un aspecto distinto al del resto de los hombres. En efecto, son de elevada estatura y excesiva- mente gruesos; no se les nota ninguna articulación ni vena; tienen color amarillo, como los que padecen icte- ricia; poseen la voz más fuerte entre los hombres, pues no disfrutan de aire transparente, sino brumoso y hú- medo, y son, de nacimiento, un tanto perezosos para las fatigas corporales. Las estaciones no cambian mucho, ni en lo referente al calor ni en lo tocante al frío. Lós vientos, en su ma- yor parte, son húmedos, a excepción de una brisa pro- pia del país. esta sopla a veces fuerte, violenta y calien- te. A este viento le llaman Cencrón 9l~ El viento del Norte no llega apenas allí, pero, cuando sopla, es débil y suave.. 16 Así están las cosas en lo referente a las diferencias, en naturaleza y forma, entre los habitantes de Asia y los de Europa Respecto a la indolencia y cobardía de sus habitan- tes, y, concretamente, de que los asiáticos sean menos ~‘ Se ha relacionado etimológicamente con kérchnos <ronquera.’. En los escritos médicos se encuentra, asimismo, el adjetivo kerchal¿OS <seco.’, <ronco.’. 92 Algunos editores secluyen <y los de Europa.’, basándose en que varias traducciones latinas omiten la cita, y en que el escritor .‘fl~ ha hablado todavía de Europa.’. Así lo hace Lzmg, Oeuvres..., Vol. II, pág. 62. Pero, en realidad, al comienzo del cap. 12, se ha aludido Y a la diferencia entre los habitantes de Asia y los de Europa. belicosos que los europeos y de carácter más pacífico, las responsables son, sobre todo, las estaciones, porque no ocasionan grandes cambios, ni en calor ni en frío, sino que son parecidas. Efectivamente, no se producen conmociones de la mente ni perturbación violenta del cuerpo, motivos por los que es natural que el carácter se vuelva rudo y tenga un componente mayor de irrefle- xión y apasionamiento que cuando está siempre en las mismas circunstancias. Los cambios en todos los aspectos son, en efecto, los que despiertan la inteligencia del hombre y no le permi- ten estar inactivo. Por esos motivos me parece a mí que carece de vigor el pueblo asiático y, además, a causa de sus instituciones ~ pues la mayor parte de Asia es- tá gobernada por reyes. Donde los hombres no son dueños de sí mismos ni independientes, sino que están bajo un señor, su preo- cupación no es cómo ejercitarse en las artes de la gue- rra, sino cómo dar la impresión de no ser aptos para el combate. Los riesgos, en efecto, no son iguales: los vasallos, como es de esperar, van a la guerra, sufren fatigas y mueren, por fuerza, en defensa de sus amos, lejos de sus hijos, su mujer y demás seres queridos. Con los méritos y hazañas que los vasallos realizan, los amos aumentan su poder y se encumbran, mientras que aqué- líos obtienen como fruto los peligros y la muerte.

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Aparte de eso, la tierra de unos hombres de tal con- dición se encuentra, por fuerza, abandonada a causa de ~ Tras cada uno de los motivos (prophdsies) naturales, el autor acude a las instituciones políticas (nómoi), como explicación adicional de la debilidad de los asiáticos. nomos, sustantivo formado sobre la raíz de némó <repartir según el uso o la conveniencia.’, designa lo que está do acuerdo con la norma y el uso. Desde comienzos del siglo y a. C., se especialíza en designar las leyes, tanto las no escritas, como las fijadas por la escritura. 140 TRATADOS HIPOCRÁTICOS las guerras ~‘ y la ociosidad, de tal suerte que, aunque uno sea por naturaleza valiente y animoso, se ve apar- tado de su manera de pensar por obra de las institucio.. nes. Gran prueba de ello es que, cuantos habitantes de Asia, griegos o bárbaros, no están gobernados por un señor, sino que son independientes y soportan las fati- gas en su propio interés, ésos son los más combativos de todos. Pues desafían los peligros en su propio bien y obtienen personalmente tanto los premios por su va- lentía como el castigo por su cobardía. Verás, además, que los asiáticos son diferentes en- tre sí, unos, mejores, y otros, peores. De esto son res- ponsables los cambios de las estaciones, tal como que- da dicho por mí en lo que precede. 17 Así están las cosas respecto de los que viven en Asia. Por otra parte, en Europa habita el pueblo de los escitas ~ que vive en torno a la laguna Meótide y es distinto de los demás pueblos. Se les llama sauróma- tas ~. Sus mujeres montan a caballo, disparan con el arco, arrojan dardos desde los caballos y luchan contra los enemigos, mientras son virgenes. No pierden la vir- ~ Los manuscritos leen hypó apolem¡<5n .por la falta de guerras., lo que crea probk~mas de contexto. Se han propuesto varias solucio- nes. Littré, Jones y Diller aceptan polem iOn <por las guerras.. ~ Con este nombre se calificaba a todos los pueblos nómadas que habitaban en las estepas, especialmente en lo que hoy conocemos Co- mo Ucrania. Para más detalles sobre los escitas, véase HERÓDOTO, IV 1-144; allí hay una cumplida información sobre: origen (5-15), etnogra- fía (16-35) y costumbres (59-82). ~ Este pueblo, después llamado <sármata., habitaba una región extendida desde el este del río Tanais (Don) hasta el Volga, según sabe- mos por HERÓDOTO (IV 116). Era distinto del escita, aunque habíaIs la misma lengua con ciertas peculiaridades. En todo caso, la identidAd entre saurómatas y sármatas es asunto polémico ya desde la antigue- dad, pues, incluso dentro de un mismo autor, no siempre se mantiefl el mismo criterio. PLINIO EL VIEJO, por citar un autor singular, Dra lo identifica (Historia Natural IV 80), ora los diferencia (VI 16).

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SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 141 ginidad hasta que han matado a tres enemigos, y no se casan antes de haber celebrado los sacrificios impues- tos por la costumbre. La que toma marido, deja también de montar a ca- ballo, hasta que no se presenta la necesidad de una ex- pedición militar en masa. Carecen del seno derecho, pues, cuando son niñas, aún de corta edad, sus madres les aplican al seno derecho un aparato de bronce, cons- truido con tal finalidad, tras haberlo puesto al rojo; el pecho se quema, de suerte que se anula su desarrollo y transmite todo su vigor y plenitud al hombro y brazo derechos ~ Sobre la figura de los demás escitas, en lo referente 18 a que se parecen entre si y no a ningún otro pueblo, vale la misma explicación que la relativa a los egipcios, salvo que unos padecen inclemencias a causa del calor, y los otros, bajo los efectos del frío. La llamada estepa escita es llana y abundante en pra- dos; carece de árboles y tiene suficiente agua, pues hay grandes ríos que sacan el agua desde las llanuras. Habitan allí los escitas. Se llaman nómadas ~, por- que no tienen casas, sino que viven en carros. Los ca- rros son, los más pequeños, de cuatro ruedas, y los otros, de seis; están protegidos en derredor con fieltros y pre- parados con ingenio a manera de casas. Unos, con una sola habitación; otros, incluso con tres. Son, además, impermeables al agua, la nieve y los vientos. Es propio del pensamiento precientifico sostener que una fuer- za natural, si es bloqueada, encuentra salida y manifestación adecua- da por otra parte. Más que con una realidad contrastada,, nos encon- tramos ante un postulado de carácter mágico, al estilo de los que sue- len ofrecer, especialmente, ciertos tratados de orientación cnidia. ‘~ nomddes (singular nomos). Propiamente, <que apacientan., de donde <pastores.. Es un derivado de ném6~ ya visto. Cf. el sustantivo 1IOP52ÓS <pasto., <alimento., y, con acentuación distinta, nómos, que acabamos de ver. 142 TRATADOS HIPOCRÁTICOS Tiran de los carros, ya dos, ya tres yuntas de bueyes sin cuernos. En efecto, no tienen cuernos a causa del frío. Pues bien, en esos carros viven las mujeres. Los hom- bres,por su parte, van montados a caballo. Les siguen sus rebaños ~ y, además, la vacas y caballos. Permane- cen en el mismo lugar durante todo el tiempo en que hay suficiente pasto para sus animales, pero, cuando no lo hay, se van a otra comarca. Comen carne cocida, beben leche de yegua y degustan «hípaces>. Esto es que-

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so de yegua. 19. Así es lo referente a su manera de vivir y costum- bres. En relación con las estaciones del año y con el aspecto de las personas, sucede que el pueblo escita es muy diferente de los demás hombres; ofrece un parecí- do dentro de sí mismo, al igual que el pueblo egipcio; es muy poco fecundo; y el país cría animales salvajes muy exiguos en tamaño y número, pues está situado en el Norte mismo, al pie de los montes Ripeos ‘~, des- de donde sopla el Bóreas. El sol llega muy cerca, al final de su curso, cuando alcanza el solsticio de verano, y entonces calienta du- rante poco tiempo y no con fuerza. Los vientos que so- plan desde zonas cálidas no llegan allí, salvo en pocas ocasiones y débiles, pero soplan continuamente, proce- ~ próba la, que desde Homero venía aplicándose al ganado y los rebaños en general, pasa en ático a referirse a las ovejas. En el caso que nos ocupa, nos decidimos por entenderlo como <ganado menor’. lOO Ya en Homero leemos que el limite septentrional de la Tierra está formado por una alta cadena de montañas. Para nuestro autor, los montes Ripeos (relacionados etimológicamente con rípW .lanzar.) serian el borde norte de la Tierra, más allá del cual sólo habría mar. No se hace mención, en cambio, del mítico pueblo de los hiperbóreos. es decir, los que habitaban al norte de las montañas desde donde so- plaba el Bóreas. Cf., para la cuestión, J. DESAUTELS, .Les monts Rl- phées et les hyperboréens dans le traité hippocratique Des airS, des eau.x el des lieux.’, Rey. Erud. Grec. 84 (1971). 289-296. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 143 dentes del Norte, vientos fríos a causa de la nieve, el hielo y las muchas aguas. Los vientos jamás abandonan las montañas, que, por obra de ellos, son inhabitables. La niebla ocupa, durante la mayor parte del día, las llanuras en donde viven los escitas, de suerte que siem- pre es invierno, mientras que el verano dura pocos días, y, aun durante ésos, no en demasía. Las llanuras son altas y peladas, y no están coronadas de montañas, sal- vo por el Norte. Allí, tampoco los animales son grandes, sino apro- piados para guarecerse bajo tierra, pues les impiden cre- cer tanto el invierno como la desnudez del país, ya que no existe refugio ni guarida. Los cambios de las estaciones no son grandes ni vio- lentos, sino que éstas son parecidas y poco diferentes. Por ello, también los habitantes son parecidos de aspec- to entre sí, y, además, por tomar siempre la misma co- mida y usar la misma ropa en verano e invierno, por respirar un aire húmedo y denso, por beber aguas pro- cedentes de nieve y hielo, y por evitar la fatiga. Pues no es posible que ni el cuerpo ni el espíritu soporten las fatigas, donde los cambios de las estaciones no son violentos. Por estos motivos, su aspecto físico es grueso, car- noso, sin articulaciones aparentes, húmedo y flojo ~ Su cavidad intestinal es la más húmeda de cuantas exis- ten, porque no es posible que se seque el vientre en tal región, naturaleza personal y condición del clima, sino que, a consecuencia de su grasa y su cuerpo sin pelo, se parecen entre sí, los varones con los varones, y las mujeres con las mujeres.

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101 ARISTÓTELES recoge la explicación sobre el temperamento hú- medo de los escitas (hvgroi~ según él), pues, en su opinión, también es húmedo el aire que los rodea (ha periéch~n autaus atr hygrós); cf. Sobre la generación de los animales V 3, 782b33.35. 144 TRATADOS HIPOCRÁTICO5 Pues, cuando las estaciones son parecidas, no se pro- ducen ni destrucción ni deterioro en la coagulación del semen ‘~, de no ser en caso de alguna necesidad for- zosa o enfermedad. 20 Ofreceré una gran prueba respecto a la humedad. Efectivamente, comprobarás que los más de los escitas, precisamente todos los que son nómadas, tienen caute- rizados los hombros, brazos, muñecas, pecho, caderas y riñones 103 por ningún otro motivo que por la hume- dad y blandura de su naturaleza. Pues no son capaces ni de tender el arco ni de impulsar el dardo con su hom- bro a consecuencia de su humedad y relajamiento. Pe- ro, cuando son cauterizados, se seca el exceso de hume- dad, que sale de las articulaciones, y el cuerpo se les 104 pone más vigoroso, más robusto y mejor articulado Son pernituertos y rechonchos ‘~. En primer lugar, porque no se ponen fajas, como en Egipto, pues no las usan, con vistas a la equitación, a fin de tener buenas asentaderas. Y, además, por su vida sedentaria. Realmen- 102 en l¿i ioú gónou xyrnptxei. El tecnicismo x»np~xis alude a que el liquido seminal se condensa. adquiriendo una forma compacta. Cf. ptgnymi .coagular<, <solidificar.. 103 En la cauterización practicada a los escitas, si es que no se trata de tatuajes como insinúa Diller en su traducción, encontramos la oposición de agua (la humedad que comportan las articulaciones) y fuego (el hierro candente que se les aplica). 104 Es decir, con articulaciones más robustas y de mejor aspecto. Áríhron .articulación’, en general, y aríhróñ aparecen, en los escritos médicos, aplicados a la perfecta unión de los miembros (brazos y pier- nas) con el resto del cuerpo y al correcto funcionamiento de cada miem- bro por separado. Cf. ararískó .ajustar<, .adaptar<, <encajar’. El fa- moso escrito Sobre los articulaciones (Peri árlhr?ln), en donde muchos quieren ver la pluma de Hipócrates, es un magnifico exponente del alto grado alcanzado por los hipocráticos en materia de cirugía y tera- péutica traumática. lOS DILLER, Ueber..., pág. 71. traduce por <hinchados. (gedunsen). al aceptar la corrección propuesta por Wilamowitz: bladea. en vez de plaléa. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 145 te, los varones, mientras no son capaces de montar a caballo, permanecen sentados en el carro la mayor par- te del tiempo y caminan poco a consecuencia de sus

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emigraciones y viajes a la redonda. En cuanto a las mu- jeres, es de admirar qué pernituertas y flojas de aspec- to son. El pueblo escita es rubicundo a causa del frío, ya que el sol no es intenso. La blancura es quemada por el frío y se vuelve rubicunda. No es posible que gentes de tal naturaleza sean muy 21 prolíficas. Efectivamente, al varón no se le presenta un gran deseo de unión sexual por efecto de la humedad de su naturaleza y de la blandura y frigidez de su vien- tre, motivos por los que no cabe esperar, ni mucho me-’ nos, que el hombre esté dispuesto para el comercio car- nal. Además, al ser zarandeados continuamente por los caballos, se quedan débiles para la unión sexual. En los hombres se dan esos motivos. En las mujeres, la grasa y humedad de su carne. En efecto, las matrices ya no pueden retener el semen. Por otra parte, la mens- truación no les viene como es debido, sino en poca can- tidad y con retraso, y la entrada de la matriz está cerra- da como resultado de la grasa y no recibe el semen. - Las mujeres son indolentes y gordas, y su vientre es frío y blando. Por estas razones de fuerza, el pueblo escita no es muy prolífico. Gran prueba de ello la dan las esclavas. Efectivamente, tan pronto como se juntan con un va- rón, conciben en su vientre, en virtud de sus fatigas y de sus carnes enjutas ~. 106 Ciertos escoliastas entienden que las esclavas son delgadas a consecuencia de sus trabajos y fatigas. Pero, quizá, debamos inclinar- nos por ver aquí, sencillamente. dos razones que justifican la fecundi- dad de tales esclavas: su trabajo y su cuerpo enjunto, por oposición a sus amas, que evitan las fatigas y, encima, están gordas. ARISTÓTELES recoge la teoría de que el exceso de gordura es causa importante de 146 TRATADOS HIPOCRÁTICOS 22 Hay, además, numerosisimos impotentes ‘~ entre los escitas; hacen trabajos femeninos y hablan lo mismo que mujeres. Los de tal condición son llamados Anarieos ‘~. Pues bien, los indígenas le echan la culpa a la divini- dad, veneran a estos hombres y se arrodillan ante ellos, temiendo cada uno por su propia persona. Sin embar- go, personalmente, me parece que esta afección es divi- na como todas las demás, y que ninguna es ni más divina ni más humana que otra, sino que todas son pa- esterilidad, al decir que, en los hombres y mujeres bastante gruesos, el residuo seminal (ló perillñma ló spermaíikón) es gastado para pro- vecho del cuerpo, en vez de dar lugar, respectivamente, al semen y las menstruaciones (Sobre la generación de los animales II 7, 746b25-29). 107 eunouchías, es decir, <que se comporta como un eunuco’. El vocablo eunoúchos alude al que se ocupa (~ch6) del lecho (eunt) o, en sentido amplio, de la habitación. Como es sabido, se castraba, por cau-

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tela, a los encargados de la vigilancia y cuidados de las mujeres, de donde eunouchíz~ <castrar” (MATEO, XIX 12).— Cuando hombres, o mujeres, padecen de nacimiento alguna deformidad en los órganos ge- nitales resultan estériles, leemos en ARISTÓTELES (Sobre la generación de los animales II 7. 746b24), que destaca el aspecto barbilampiño de los eunucos. m0~ anariefs <afeminados’, <no belicosos’; adjetivo formado sobre an- ‘sin’, ‘falto de” y Ár~s <dios de la guerra’ y ‘la guerra misma’. Es una conjeturE de Gomperz, aceptada por Díller y antes por Hei- berg. Los manuscritos leen anandrieis ‘no varoniles’ (B), lección reco- gida por Littré, y andriefs (V).— HERÓDOTO (1105) cuenta cómo los esci- tas que cometieron sacrilegio al saqueár el templo de Afrodita pade- cían la <enfermedad femenina’, y eran llamados enarées (o endrees), es decir, <afeminados’. Frente a la enfermedad como castigo, tal como se nos presenta en Heródoto, en el tratado hipocrático tenemos una explicación racional basada en motivos <prophdseis) y en la impeflOsE necesidad (anánkr). Destaquemos, además, la insistencia del historia- dor en calificar de divinos por obra y gracia de Afrodita a los afecta- dos de tal enfermedad. En cambio, en el escrito que estudiamos, 51 son los más nobles y ricos los que sufren esa dolencia, ello se debe, sencillamente, a la práctica continua de la equitación, entre otros mo- tivos. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 147 recidas y todas divinas. Cada una tiene su propia natu- raleza y ninguna acontece sin causa natural lOO Como -me parece a mi que se produce esta enferme- dad, voy a explicarlo. A causa de la equitación, les dan dolores articulares líO por llevar colgando continua- mente los pies desde los caballos; y, después, se quedan cojos e, incluso, padecen úlceras en las caderas los que enferman en serio. Tratan de curarse a sí mismos de la siguiente mane- ra: cuando comienza la enfermedad, cortan una vena - por detrás de cada oreja. Cuando sale la, sangre, les en- tra sueño a causa de la debilidad y se duermen. Des- pués, despiertan: unos, curados; otros, no. Pues bien, me parece que con estas curaciones se destruye el se- 109 dneu ph>~sios. En pasajes como éste hemos de ver en ph~sis. no sólo el ‘origen< o la <explicacíón< de la enfermedad, sino también el ‘orden regular< de la naturaleza.— Frente a HERÓDOTÓ (1 105. y IV 67) que achaca la enfermedad mujeril de los escitas a un castigo divi- no, el autor hipocrático da como razón etiológica el corte sufrido en las venas de detrás de las orejas, pero subrayando con un ‘me parece< (emol doke 1), repetido dos veces en corto espacio, que se trata de una opinión personal. Pero la misma teoría la encontramos también en So- bre los lugares en el hombre 3, Sobre la generación 2 y Sobre los enfer- medades II 1, tratados, todos ellos, en los que se sostiene, de algún modo, la teoría pangenética, es decir, el postulado de que el semen procede de todas las partes del cuerpo. Por último, la teoría de que el semen procede de la cabeza y llega a los órganos sexuales a través de unos vasos que pasan por detrás de las orejas, surge en el si- glo y y la encontramos en varios escritos médicos: Sobre la generación habla en tres ocasiones de esas venas portadpras de semen. (Cf. L¡T- TRÉ, Oeuvres, vol. VII, págs. 470, 472 y 506.) líO la kédmaía es un término oscuro, utilizado sólo en plural. De- finido como ‘enfermedad crónica de las articulaciones’, por Erotiano en su léxico. No sabemos nada cierto sobre la etimología del vocablo. ‘“ helkoúníai di Ischia, donde helkoúníai es conjetura de JERÓNI- MO Maicuaz~u, editor de Hipócrates en griego y latín (Venecia, 1588).

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Tal lectura viene apoyada por una traducción latina (uulneran4urj), del siglo x.— Los códices leen hdkonrai, lección seguida por Littré, que traduce: ‘occasioner... la dístension de la hanche’. j 148 TRATADOS HIPOCRATtCOS men, porque a lo largo de las orejas hay unas venas y, cuando se las corta, quedan estériles los que han re- cibido el corte. Me parece a mi que cortan esas venas. Después de eso, cuando se llegan a las mujeres y no son capaces de unirse con ellas, al principio no se preocupan, sino que están tranquilos, pero, cuando, a pesar de intentarlo dos, tres e, incluso, muchas veces, no obtienen ningún resultado mejor, tras pensar que han cometido alguna falta contra la divinidad a la que echan la culpa 112, se ponen atuendo femenino, se acusan a sí mismos de falta de virilidad, actuan como mujeres y trabajan al lado de éstas en lo mismo que ellas hacen. Les ocurre esto a los escitas ricos, no a los más ba- jos, sino a los más nobles y poseedores del mayor po- der, por efecto de la equitación; a los pobres, en cam- bio, les sucede menos, pues no montan a caballo. Ahora bien, sería preciso que, de ser esa enfermedad algo más divina que las demás, no les sobreviniera solamente a los escitas más nobles y ricos, sino a todos por igual e, incluso, más a los que poseen poco, sies que los dio- ses se complacen en ser honrados 113 y admirados por los hombres, y, a cambio de eso, les otorgan sus favores. Pues, como cabe esperar, los ricos hacen muchos sa- crificios a los dioses, les dedican ofrendas, porque tie- nen dinero, y los honran, pero los pobres, a causa de su indigencia, los honran menos y, además, les hacen 112 epaitidotnai es <inculpar de algo a alguien< (cf. HERÓDOTO, II 121; TucíDiDEs, VI 28). En general, para la relación entre pecado come- tido y dolencia padecida, véase P. LAIN ENTRALGO, Enfermedad y peca- do, Barcelona, 1961. 113 En la lectura de nuestro tratado (timómenoi dé ei chaz rousin hoi theoi kai thaumazómenoi hyp ‘anthrópÓn) puede, verse un reflejo del pensamiento y de la letra de EURIPIDES, quien, en el prólogo de Hipólito, hace decir a Afrodita respecto de los dioses: timómenoi chat- rousin anthrdptln h>2po, es decir, ‘gozan cuando son honrados por los hombres’. La tragedia fue representada en el 428 a. C. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 149

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reproches, porque no les conceden dinero, de suerte que el castigo por faltas de esta índole más bien lo pagan quienes tienen poco que los ricos. Por tanto, como he dicho antes, esta afección es di- vina de igual manera que las demás, y cada una en par- ticular sobreviene de acuerdo con la naturaleza. Esta enfermedad les ocurre a los escitas por un motivo de índole semejante al que acabo de referir. De forma parecida ocurre también entre los demás hombres. En efecto, donde la gente cabalga más y con gran frecuencia, allí numerosisimas personas padecen dolores articulares, ciáticas y podagras 114, y están muy poco capacitadas para el trato sexual. Estas afecciones se dan entre los escitas. Son las personas más impoten- tes por los motivos expuestos, y, además, por el hecho de llevar siempre pantalones 115 y estar a caballo la ma- yor parte del tiempo, de tal manera que no tocan su sexo con la mano, y, de resultas del frío y el cansan- lío cío , olvidan el deseo sexual y la unión carnal; y no sienten ninguna excitación antes de haber perdido su virilidad 117 114 ‘La gota< es en griego podagra. En nuestro texto tenemos el adjetivo podagriós, esto es, ‘lo pertinente a la afección de la gotas. Etimológicamente es una <trampas o ‘cepo’ para atrapar animales (perros, caballos, etc.) por las patas (cf. JENOFONTE, Ciropedia 1 6, 28). Metafóricamente se aplicó también a la enfermedad que atenaza e im- pide el funcionamiento normal de los pies (o de las manos, cheirúgra). Asimismo, el término dgra ‘caza’ sirvió para designar una serie de instrumentos quirúrgicos apropiados para sacar dientes (odontégra; cf. Sobre el médico 9) o astillas de algún hueso ostégra; cf. GALENO, X 449 KtIION). 115 anaxyrídes. Prenda usual en los pueblos asiáticos (cf. HERÓDO- TO, 1 71, y V 79; JENOFONTE, Anabosis 1 58, etc.), pero impropia, a la Sazón, del atuendo griego. 116 hypó kópou. También podría traducirse ‘del traqueteo’. ‘del Zarandeo, propio del cabalgar. 117 Después tampoco, naturalmente. O sea, los escitas carecen de deseo sexual desde antes de haber perdido la virilidad. No obstante, 150 TRATADOS HIPOCRATICOS 23 Así están las cosas en lo tocante al pueblo escita. Los demás habitantes de Europa se distinguen entre si, tanto en estatura como en figura, por obra de los cam- bios de estación, porque éstos son grandes y frecuen- tes; y, además, se producen calores violentos, inviernos rigurosos, muchas lluvias, y, por el contrario, sequías largas y vientos, causas por las que acontecen cambios numerosos y de todo tipo. Como cabe esperar, eso lo nota también ‘la genera- ción en el momento de la coagulación del semen, y re-

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sulta distinta e, incluso en el mismo individuo, no es la misma en verano que en invierno, ni con tiempo llu- vioso, que con seco. Por esta razón, creo yo, el aspecto de los europeos es más variado que el de los asiáticos y su estatura es muy diferente, en consonancia con cada ciudad. Efecti- vamente, los daños experimentados en la coagulación del semen son más numerosos cuando los cambios de las estaciones son frecuentes, que cuando éstas son pa- recidas e, incluso, iguales “a. Con respecto a sus costumbres vale la misma expli- cación. La actitud fiera, intratable y fogosa se da en la braquilogía del texto ha dado lugar a interpretaciones diversas: ‘y no se excitan hasta que pierden la virilidad’ (DILLER, Ueber..., página 77); .pe~rdiendo su virilidad antes de sentir ningún impulso’ (JONEs, Hippocrates, vol. 1, pág. 131); ‘en el momento en que lo intentan, han perdido ya su potencia viril’ (LITTRá, Oeuvres... vol. II, pág. 83). lIS Magnifico ejemplo de la teoría que sostiene la influencia del medio ambiente sobre la constitución humana, a consecuencia de la alteración experimentada por el semen en el momento de la fecunda- ción. Ciertamente, el texto hipocrático nos habla de la condensación <toú gónou en téi symptxei) del germen fecundador. En tal momento van a darse los factores decisivos para decidir la forma física y el talante psíquico de las personas. phthor~ que nosotros traducimos por ‘daño’ o .destrucción’ (cf. caps. 19 y 23), suele verterse también co- mo ~corrupción’. A nuestro entender, cabe ver en el vocablo la noción de ‘mezcla’ que posee en Otros contextos más tardíos. SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 151 naturalezas de tal clase, pues las perturbaciones, cuan- do son frecuentes, producen la ferocidad del carácter y terminan con el comportamiento civilizado y bonda- doso. Por este motivo, pienso que los habitantes de Euro- pa son más animosos que los de Asia, pues, donde el ambiente es siempre el mismo y semejante, se dan los comportamientos indolentes, pero, donde experimenta cambios, las fatigas del cuerpo y del alma. Con descan- so e indolencia crece la cobardía; con el esfuerzo y los trabajos, las actitudes viriles. Por eso, son más combativos los habitantes de Euro- pa, y, también, a causa de sus instituciones, porque no están gobernados por un rey, como los asiáticos. Verda- deramente, donde los hombres están bajo un rey, allí son, por fuerza, sumamente cobardes. Lo he dicho ya antes. En efecto, sus almas están esclavizadas y no quie- ren, de buen grado, correr peligros al azar en defensa de un poder ajeno; en cambio, los hombres independien- tes eligen los peligros en su propio interés y no en el de otros, están dispuestos voluntariamente y marchan ante el peligro, pues recogen en persona el premio de su victoria. De esta manera, las instituciones contribu- yen, y no las que menos, al valor. Así está la situación, en lineas generales, con res- 24 pecto a Europa y Asia. También en Europa hay pueblos que difieren unos de otros en estatura, aspecto y valen- tía. Las diferencias son las mismas que acaban de de- cirse a propósito de lo anterior, pero voy a explicarlo aún con más claridad. Todos los que habitan en un país montañoso, esca-

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broso, elevado y rico en agua, donde los cambios de las estaciones resultan muy diferentes,’ son, como es natu- ral, de elevada estatura y de constitución bien dotada para las fatigas y la valentía. Tales naturalezas compor- tan, en medida no pequeña, salvajismo y fiereza. 152 TRATADOS HtPOCRATICOS A su vez, los que viven en regiones encajonadas, ri- cas en prados y sofocantes, están expuestos a los vien- tos calientes en mayor medida que a los fríos y consu- ¡‘9 men aguas calientes, ésos no son altos ni espigados sino de constitución propensa a la anchura, carnosos, de cabellos negros, de tez más oscura que blanca y me- nos flemáticos que biliosos. La valentía y el aguante no se dan en su alma, de conformidad con la naturaleza, pero pueden producirlos las instituciones políticas, st colaboran en ello. Si hay en el país ríos que ~acan de la comarca el agua estancada y la de lluvia, sus hombres están más sanos y con la tez más brillante. Pero, si no hay ríos, y beben aguas de manantial y, asimismo, otras estanca- das y pantanosas ¡20, tales personas, por fuerza, mues- tran un gran vientre y bazo inflamado. Los que viven en una cdmarca elevada, llana, vento- sa y rica en agua son de elevada estátura, parecidos en- tre sí y de carácter poco viril y un tanto bondadoso. ~ kanoníaí significa, literalmente, ‘hombres altos como una ca- ña’. Vocablo que sólo aparece.en este lugar. Relacionado con kanO~o ‘caña’ y. de ahí, .regla~, ‘modelo’. GREN5EMANN (‘Das 24 Kapitel...’. págs. 426 y sigs.) piensa ques se alude aquí al canon de PoucLaTo, famoso escultor de Argos que había dedicado un escrito (Kanón) a la adecuada simetría del cuerpo humano. El tipo atlético, al que corres- pondería tal canon, sería el ofrecido por el famoso Doriforo del que nos han llegado copias de época romana. Por lo demás, GALENO men- ciona varias veces la importancia de Policleto en medicina (1 343, IV 606 y 744-5, V 499, VI 126 KtJHN). ‘~ krlnaíd te kai stó,sima pínoíen kai helódea. Entendemos el texto de forma parecida a la versión de Líttré. El escollo lo ofrece la lectura krenaia ‘de manantial’, ‘de fuente’, aportada por los mejores manus- critos, pero que parece estar en contradicción con el carácter malsano que se le atribuye aquí. A la vista de ello, ciertos editores aceptan la lectura limnala .lacustre’. .palustre’, formada sobre Iímni (así. JONES, HíppocrateS. vol. 1. pág. 135); otros tienen problemas en la tra- ducción: ‘beben agua estancada procedente de cisternas y pantanos’ (DILLER, Ueber..., pág. 81, que, no obstante, mantiene los manuscritos). SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES 153 Los que viven en zonas pobres, sin agua y peladas, que no resultan temperadas en los cambios de estación,

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son, como es de esperar, de figura seca y vigorosa, más rubios que morenos, y, en cuanto a carácter y tempera- mento, orgullosos y tercos. En efecto, donde los cam- bios de estación son muy frecuentes y muy distintos en- tre si, allí también encontrarás formas, caracteres y naturalezas muy diferentes. Y bien, tales son las diferencias más importantes de la naturaleza humana. Pero, además, está la tierra en que uno se desarrolla, y las aguas, pues comprobarás que, en general, el aspecto y las costumbres de los hom- bres se acomodan a la naturaleza del país 121 Por tan. to, donde la tierra es fértil, blanda y abundante en agua, donde las aguas están a flor de tierra, de suerte que son calientes en verano y frías en invierno, y donde la situación es buena respecto de las estaciones, allí los hombres son carnosos, de articulaciones poco destaca- das, húmedos, nada sufridos y de espíritu cobarde, en general. La pereza y la somnolencia reinan entre ellos; para las artes son bastos, carentes de finura y sin agudeza. En cambio, cuando el país es pelado, pobre en agua y escabroso, azotado por el invierno y abrasado por el sol, allí los habitantes son duros, secos, bien articula- dos, vigorosos y velludos. Notarás que en naturalezas de tal índole radican la extrema laboriosidad y la acti- ¡21 ARISTóTELES parece tener en cuenta este texto cuando, refirién- dose a las abejas, sostiene que ‘los lugares comportan, también, dife- rencias en las costumbres’ (ustorios de los animales IX 40, 624b28.30). El filósofo hace extensivas a los animales las notas de salvajismo y ferocidad que en el texto hipocrático caracterizan a los hombres de las montañas (Historios de los animales VIII 29, 607a10-12). S. BYL, Recherches sur les grands traités biologiques d’Aristote: sources éc rites Ct pr~jugés, Bruselas, 1980, ha subrayado cómo se repite, en el último pasaje citado, el vocabulario de nuestro tratado. TRATADOS HIPOcRÁTIcOs tud vigilante; que, por su carácter y comportamiento, son orgullosos y obstinados; que tienen más de salvaje que de civilizado; que son peculiarmente agudos e inte- ligentes para las artes y bastante aptos para la guerra, y que todo lo demás que se produce en la tierra está en consonancia con el país. Así son las naturalezas y aspectos más opuestos en- tre si. Si te vales de estas pruebas para estudiar lo de- más, no cometerás errores. SOBRE LA DIETA EN LAS ENFERMEDADES AGUDAS Los autores de las denominadas Sentencias cnídias 1 describieron con precisión las experiencias que sufren los afectados por cada enfermedad y la manera de resolver- se alguna de ellas. Y hasta ese punto incluso alguien no profesional en medicina podría describirías sin error, si

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los enfermos le informasen adecuadamente de las expe- riencias que sufren. Pero cuantos datos necesita conocer el médico profesional sin que el enfermo se lo diga, de és- tos muchos no los tienen en cuenta; síntomas, que son im- portantes de cara a un diagnóstico, y variables según los casos. Cuando analizan los síntomas y dicen cómo ha de tra- 2 tarse cada caso, en este punto opino de manera muy dife- rente a la suya. Y no sólo por eso no estoy de acuerdo, si- no también porque utilizaron un número reducido de re- medios. En la mayoría de los casos, si se exceptúan las enfermedades agudas, prescriben administrar purgantes y dar a beber suero y leche durante una temporada. Si estos remedios fuesen válidos y adecuados para las 3 enfermedades que prescribieron, serían mucho más dig- nos de aprobación, pues pese a ser pocos, serían suficien- tes. Pero actualmente no es así. Quienes han revisado posteriormente los tratados, exa- minaron con un criterio más propio de médicos lo que hay que aplicar a cada caso. Pero resulta que tampoco sobre la dieta los antiguos autores escribieron nada digno de mención, ni tuvieron en cuenta su importancia. Desde lue- 154 156 TRATADOS HIPOcRATIcOS go que algunos no desconocían la amplia tipología y las múltiples formas de cada enfermedad, pero al querer es- tablecer con claridad el número de cada una, se equivo- caron. Pues es difícil darlo si la dolencia de los enfermos se determina por diferencias insignificantes entre los sín- tomas, y se estima que no es la misma enfermedad si no tiene exactamente la misma denominación. 4 A mi, en cambio, me gusta prestar atención a toda la práctica médica. Pues cuanto es bueno o aceptado hay que hacerlo con precisión y exactitud; lo que requiere rapidez hay que hacerlo sin demora; cuanto exige una aplicación adecuada, realizarlo con propiedad; lo que hay que tra- tar sin causar dolor, hacerlo de forma que cause el me- nor posible, y todo lo demás de este tipo, preciso es ha- 5 cerlo con miras de superación, tratando de aventajar a los colegas. Yo elogiaría de forma especial al médico qu.e, precisa- mente en esas enfermedades agudas, que son las que pro- ducen la muerte a la mayoría de los hombres, superando en algo a los otros colegas, los aventajase’. Enfermeda- des agudas son las que los antiguos denominaron pleuri- tis, perineumonía, frenitis, causón 2, y todas sus deriva- das, en las que las calenturas son constantes por lo gene- ral. Pues cuando no se extiende de forma epidémica un tipo de enfermedad infecciosa, sino que las enfermeda- des son esporádicas, mueren víctima de las dolencias de esta clase un número igual o mayor de enfermos que de todas las otras juntas.

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6 Los particulares no distinguen en absoluto a los mé- dicos cuya actuación en estos puntos aventaja a la de sus colegas, y aprueban o censuran sobre todo las curaciones extraordinarias. Pues, desde luego, lo que voy a referir es El autor propugna para el profesional en la ciencia médica un ideal competitivo, y con los términos diapherón:os tón dilón, e¡e epi ¡6 b~l¡wn exhorta a una aretE individual; no hay que ser sólo un buen médi- co, sino tratar de ser el mejor. 2 cadsos .fiebre alta.. SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 157 una clara señal de que el vulgo es absolutamente torpe para comprender cómo hay que tratar estas enfermeda- des: precisamente en ellas, el que no es un profesional de la medicina, parece serlo, ya que es bastante fácil apren- derse los nombres de lo que se suele prescribir a los en- fermos en estos casos; si alguien nombra el jugo hervido de cebada ~, o el vino de tal o cual clase, o la hidromiel, a la gente le parece que tanto los médicos buenos como lo menos competentes, dicen en todo ello exactamente lo mismo. Y no es así, sino muy al contrario: las divergen- cias entre unos médicos y otros son muy grandes en este tema. A mí me parece importante reseñar cuantas cuestio 7 nes los médicos desconocen y tienen aún por resolver pe- se a lo necesario que es saberlas, e importante también apuntar todo aquello que procura una utilidad o un per- juicio grande. Por ejemplo, no se sabe siquiera por qué en las enfermedades agudas unos médicos pasan todo el proceso administrando tisana de cebada sin colar y esti- man estar dando el tratamiento adecuado, y por qué otros, en cambio, consideran primordial que el enfermo no tra- gue ningún grano al bebérsela, pues piensan que es alta- mente nocivo; al contrario, administran el jugo hervido de cebada pasándolo antes por un paño. Algunos médicos por su parte, no darían ni tisana pastosa, ni el jugo coci- Aparece aqui la típica distinción hipocrática entre el profesional médico designado con el término ¡etrós y los particulares no profesiona- les aludidos como idiórai, demótai y mEi~¡rós. La distinción implica tam- bién la exigencia de una clase médica profesional cargada de profundos conocimientos causales, que es lo que el vulgo o el particular no poseen. Los términos pdsdne y chylos plantean problemas de traducción. Hay en el tratado una distinción clara entre bebidas sin hervir, pOma, y bebidas hervidas, rdphema. Los términos aludidos al principio apare- cen englobados dentro del segundo grupo y como dos tratamientos cla- ramente diferenciados. Hemos interpretado pti.sdn¿ como tisana de gra- nos de cebada, y chylós como jugo hervido de cebada, o caldo de cebada. 158 TRATADOS HIPOCRATICOS do, otros lo harían al séptimo día, y otros al final, cuando la enfermedad entra en su fase crítica. 8 Los médicos carecen por completo de la costumbre de plantearse tales investigaciones; y quizá, ni cuando se las

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plantean, dan soluciones. Pero, sin embargo, la gente ha- ce recaer sobre toda la ciencia la falsa y grave acusación de que la medicina parece que no existe en absoluto. Ciñéndonos a las enfermedades agudas, si los que prac- tican la profesión van a diferenciarse tanto unos de otros, que lo que uno aplica por considerarlo lo mejor, el otro piensa que es malo, desde luego que, por cosas así, casi se podría decir que la medicina es igual a la mántica; pues también los adivinos piensan que una misma ave, si está a la izquierda, es favorable, y si está a la derecha, un mal augurio, y hay algunos de estos que opinan lo contra- rio; y también en el arte de la observación de vísceras ocu- rren cosas de igual tipo, y variaciones según los casos. 9 Afirmo que la reflexión precedente es muy importan- te, y que afecta directamente a la mayoría de los asuntos de la medicina y a los más decisivos temas. Pues a todos los enfermos les puede aportar algo importante para su salud; a los que gozan de ella, para conservarla, a quie- nes practican un deporte, para mantenerse en forma, y, en general, para lo que quiera cada uno. 10 El elegir la tisana de cebada entre los derivados de los cereales para el tratamiento de tales enfermedades, me parece que es una decisión acertada, y doy mi aprobación y elogio a quienes lo hicieron. Pues su gluten es suave y pastoso, denso, saludable, contiene la fluidez y humedad necesarias, y, además, no da sed y es fácil de evacuar, si es que en el tratamiento se requieren estas últimas propiedades. Tampoco es as- tringente ni produce alteraciones violentas, ni hinchazón El término cheirónax, que aparece dos veces en el tratado, es de difícil traducción; parece referirse al médico en calidad de demiurgo de la comunidad, incidiendo en su aspecto artesanal y práctico. SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 159 de vientre, pues al cocerse ya queda hinchado al máximo posible. Cuantos toman en estas enfermedades la tisana de ce- 11 bada, no deben, por así decirlo, abstenerse de ella ni un solo día, sino seguir el tratamiento sin interrupción, a me- nos que, a causa de un purgante o lavativa, se requiera hacer un intervalo. A los que suelen hacer dos comidas al día, hay que administrarles dos veces la tisana, y a quie- nes suelen hacer una, una vez y antes de comer; aunque también a estos últimos, si parece conveniente aumentar la dosis, se les pueden ir dando paulatinamente dos veces. En cuanto a la cantidad, basta con que desde el prin- cipio del tratamiento no se dé ni mucha tisana ni excesi- vamente concentrada, sino la que habitualmente admita el paciente, y evitar que se produzca una gran sensación de vacio. Respecto al aumento de cantidad de liquido hervido, 12 no hay que ampliar la dosis en el caso de que la enferme- dad sea más seca de lo previsto, sino tomar, antes de la bebida hervida, vino o hidromiel, lo que parezca conve- niente. Lo adecuado a cada tipo de enfermedad, se expon- drá más adelante. Pero si la boca se pone húmeda y las secreciones pul- monares marchan como es debido, para dejar dicho lo fun- damental, hay que aumentar la cantidad de bebida hervi- da. Pues una humectación abundante y bastante rápida

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es indicio de que la fase crítica se producirá en breve, y una humectación más lenta y en menor cantidad apunta a una crisis más lenta. Se hablará más adelante de muchos otros aspectos im- 13 portantes en los que hay que basarse para emitir un diag- nóstico y que ahora no se han tratado. A maydr evacua- ción, corresponde un aumento de dosis hasta la fase crí- tica. Es muy importante sobre todo que los enfermos en los que se prevé que la crisis se produzca el quinto, el séptimo o el noveno día, continúen el tratamiento dos días 160 TRATADOS HIPOCRATICOS después, para calcular previamente el día par e impar. Luego, hay que dar por la mañana bebidas hervidas, y por la tarde, cambiar a una dieta de sólidos. 14 Este tipo de normas es válido para los que, la mayoría de las veces, usan desde el principio un tratamiento de tisana con los granos de cebada. Pues en los enfermos de pleuritis los dolores cesan solos, justo en el momento en que empiezan a expectorar en cantidad apreciable y a eva- cuar. Las deposiciones son bastante más completas y la supuración menor que si lleva otro tipo de dieta, y las fa- ses criticas son menos complicadas, más claras y con me- nores posibilidades de recaída. 15 La tisana debe hacerse con cebada de la mejor calidad posible y darle una cocción esmeradísima, sobre todo si no se piensa usar solo su jugo hervido. Pues aparte de otras propiedades, su fluidez hace que, aunque se trague algún grano, no cause ningún perjuicio, ya que al bajar por el tórax, no se adhiere ni se fija a ningún punto. Una cebada hervida en las mejores condiciones, contiene to- das las propiedades necesarias: es muy fluida, no da sed, y es muy digestiva y ligera. 16 Pues bien, si no se exige que el modo de cocción de es- tas bebidas cumpla cuantas condiciones se requieren, po- dría producir grandes daños. El administrar bebidas a enfermos con el intestino obs- truido por alimentos sólidos sin hacerlos evacuar previa- mente, agudizaría el dolor que ya sufren, y si no lo tienen, puede provocárselo. El ritmo respiratorio aumentaría, y eso es nocivo, pues se produce desecación pulmonar, y fa- tiga en los hipocondrios, bajo vientre y diafragma. Por ejemplo, el caso siguiente: si hay un dolor conti- nuo de costado rebelde a las cataplasmas, los esputos no salen, sino, al contrario, se ponen totalmente viscosos; Si el dolor no se consigue eliminar disminuyendo la tensión intestinal, o haciendo una flebotomía, la solución que me- jor parezca de las dos, y se administra una tisana en tales SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 161 condiciones, la muerte sobreviene rápidamente a estos pacientes. Así, por estas causas y otras semejantes, algunos que 17

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siguen tratamientos continuos de tisanas suelen morir al séptimo día o en menos tiempo. Unos con la mente tras- tornada, otros ahogados por el asma o los estertores. Los antiguos pensaban que estos enfermos habían recibido un golpe, basándose sobre todo en que al morir, su costado se halla lívido, totalmente igual que si los hubieran gol- peado. Pero el motivo es que mueren antes de que se les quite el dolor, pues rápidamente surgen problemas res- piratorios. Como ya queda dicho, los esputos viscosos y sin cocer a causa de la respiración rápida e intensa, no pueden su- bir; antes al contrario, al estar retenidos en los bronquios pulmonares, producen estertores. Y cuando se llega a es- te punto, es síntoma muy frecuente de muerte. Pues el es- puto mismo, como está retenido, dificulta la entrada de aire y le fuerza a que salga rápidamente, y ambas cosas se agravan entre si. Pues los esputos retenidos aumentan el ritmo respiratorio, y un ritmo respiratorio alto los ha- ce viscosos e impide que salga. Esto ocurre no sólo si se toma la tisana fuera del momento oportuno, sino más to- davía, si se ingiere o se bebe algo menos adecuado que la tisana. Las recomendaciones para quienes siguen un trata- 15 miento de tisana de cebada con sus granos o de su jugo hervido son en todo muy similares. Los que no usan nin- guna de estas dos, sino sólo bebidas sin hervir, deben to- mar otro tipo de precauciones un poco diferentes. Lo que hay que hacer es, en esencia, lo siguiente: Si la fiebre empieza cuando se está recién comido y 19 no se ha evacuado el intestino, haya dolor o no, hay que cortar la dosis de líquido hervido hasta que se considere que el alimento se encuentra ya en la región intestinal in- ferior. Si hay algún dolor, entonces hay que administrar 162 TRATADOS HIPOcRATICOS una bebida sin hervir, la oximiel 6, caliente en invierno y fría en verano; si se produce mucha sed, hidromiel y agua sola. Luego, si duele o aparece algún síntoma de peligro, y las fuerzas del enfermo lo permiten, hay que dar a be- ber al séptimo día la tisana hervida, en pequeñas dosis y no muy concentrada. Cuando al enfermo recién comido no se le consigue hacer bajar el alimento citado antes, si está pujante en edad y fuerzas, hay que purgarle, y si es- tá débil, administrarle un supositorio, a menos que la eva- cuación se produzca por si misma. 20 Desde el comienzo del proceso de la enfermedad y a lo largo de todo él, hay un momento importante en la ad- ministración de bebidas hervidas al que hay que estar es- pecialmente alerta: cuando los pies están fríos. Hay que cortar en ese momento la dosis y, sobre todo, abstenerse también de las bebidas sin hervir. Cuando el calor baje a los pies, entonces hay que darlas. Considerad que este momento es muy importante en

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todas las enfermedades, pero más aún en las agudas y, es- pecialmente, en las que comportan un estado febril. Hay que administrar sobre todo la infusión de jugo de cebada y luego la tisana, según el examen detallado de los sínto- mas descritos antes. 21 No está fuera de lugar que el dolor de costado, tanto si aparece al principio como si aparece después, trate de eliminarse primero con fomentos calientes; la más efec- tiva de tales aplicaciones es agua caliente en un odre, ve- jiga o en un recipiente de barro o bronce. Hay que poner antes sobre el costado algo blando como lenitivo. Es bueno también aplicar una esponja grande y blar’ da, con el agua caliente bien escurrida. Es preciso, asimis- mo, recubrir la parte superior de la esponja caliente, pueS 6 La oximiel es una mezcla de miel y vinagre, clasificada como ma o bebida sin hervir. Su uso se expone ampliamente en el cap. 58. SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 163 valdrá y se mantendrá más tiempo, además de que así se evita que el vapor vaya a la respiración del enfermo; ex- cepto si esto parece útil en algún sentido, pues hay veces que por algún motivo es necesario hacerlo así. También están la cebada y la arveja; hay que aplicarlas mezcladas con vinagre más ácido que cuando es para beber y en bol- sas hervidas. Y el salvado, de la misma manera. Las cata- plasmas secas más adecuadas son las sales y el mijo tos- tado en bolsas de lana, pues es ligero y lenitivo. Un tratamiento de este tipo a base de remedios emo 22 lientes, resuelve también los dolores de clavícula. La fíe- boto¡~iía, sin embargo, no hace remitir el dolQr lo mismo, a menos que no sea de clavícula. Pero si el dolor es rebel- de a las cataplasmas, no hay que aplicar calor por mucho tiempo, pues se produce la desecación pulmonar ya refe- rida y supuración. Ahora bien, si el dolor aparece en la clavícula, o con pesadez de brazos o alrededor de las mamas, o sobre el diafragma, hay que hacer una fleboto- mía de la vena interna del codo, y no dudar en eliminar mucha sangre hasta que fluya de un rojo más intenso, o bien, en vez de roja y limpia, blanquecina, pues los dos casos se dan. En cambio, si el dolor aparece sobre el diafragma y no 23 se manifiesta en la clavícula, hay que aliviar el intestino con eléboro negro o con euforbio. Con el eléboro negro hay que mezclar, pastinaca, seseli, comino, anís o cual- quier otra planta aromática, y con el euforbio, jugo de sil- fio. Estas plantas, aunquese mezclen unas con otras, tienen unas propiedades muy semejantes. El eléboro ne- gro es mejor y más eficaz que el euforbio, pero éste hace evacuar mejor los gases que el eléboro. Ambos hacen ce- sar el dolor, aunque también otros muchos purgantes lo mitigan, pero los más efectivos que conozco son ésos, da- do que también los purgantes que se administran en las bebidas hervidas son válidos, al menos todos tos que no son excesivamente desagradables, bien porque amarguen,

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164 TRATADOS HIPOcRÁTIcOS o porque produzcan alguna repugnancia, por la dosis abundante, el color o por algún reparo que susciten. 24 Cuando se toma el remedio, hay que beber inmediata- mente la tisana de cebada, y administrarla en la propor- ción habitual, sin aumento especial, ya que es también ra- zonable no dar ningún líquido hervido en mitad del pro- ceso del purgante; cuando el efecto pase, entonces el pa- ciente debe rebajar la dosis habitual, y luego, si el dolor ha ido cesando y nada lo contraindica, que aumente la cantidad. 25 Mi presc¡Ipción es esta misma en el caso de que haya que usar jugo hervido de cebada. Pues afirmo que es mu- cho mejor, en términos generales, empezar inmediatamen- te a tomar bebidas hervidas que, tras estar a dieta pre- viamente, hacerlo al tercero, cuarto, quinto, sexto, o sép- timo día; a menos, desde luego, que la enfermedad mani- fieste su fase crítica durante ese período. Las normas a seguir en su preparación, son iguales a las que quedan dichas. 26 Pues bien, tal es mi opinión sobre la toma de líquidos hervidos. Pero también sobre las bebidas sin hervir. la que se quiera tomar de las que voy a indicar, mi opinión es, en general, la misma. Conozco a médicos que actúan de la manera más opuesta a como hay que hacerlo. Pues quie- ren todos, tras un proceso de deshidratación de dos, tres, o más días, al principio de la enfermedad, suministrar en ese estado líquidos hervidos y sin hervir. Quizá les pare- ce verosímil que, si se opera un gran cambio en el orga- nismo, se produzca una fuerte reacción en sentido con- trario. 27 El producir un cambio es un logro no desestimable. Sin embargo, hay que efectuarlo bien y con seguridad; y, des- de luego, es mejor aún la ingestión de alimentos a raíz de él. Si el cambio no se operase de la manera adecuada, p0 dna ser muy perjudicial a quienes suelen tomar tisanas de cebada con los granos, pero también a los que sólo to- SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 165 man bebidas sin hervir y a quienes beben únicamente la infusión de jugo de cebada, aunque a éstos en menor medida. Los conocimientos adquiridos que sean útiles hay que 28 aplicarlos incluso en la dieta de los que gozan de buena salud. Pues bien, si ya en los que están sanos un determi- nado tipo de dieta presenta grandes diferencias con otro tipo, sobre todo durante los cambios, ¿cómo no va a pre- sentarlas en las enfermedades, y las más acusadas en las agudas? Pero, además, es fácil comprender que una dieta de co- mida y bebida de mala calidad y de poca variación es en sí misma siempre más segura para la salud, en términos generales, que si se cambia de repente a otras cosas. Y que tanto en los que suelen hacer dos comidas diarias, como en los que suelen hacer una, los cambios repentinos pro- ducen daño y debilidad.

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También a quienes no tienen costumbre de comer a me- diodía, si lo hiciesen, el cambio les produce al momento pesadez en todo el cuerpo, y los hace débiles, lentos y sin fuerzas. Y si añadiesen la comida de la tarde, se les pro- duciría ardor de estómago. A algunos, incluso, les daría diarrea, porque, en contra de lo habitual, el intestino acos- tumbrado a tener intervalos de sequedad, a no llenarse dos veces y a no digerir alimentos dos veces, se encuen- tra cargado. Es útil en estos casos compensar el cambio. En efec- 29 to, es necesario que duerman tras la comida vespertina como si fuese de noche, en invierno sin frío, y en verano sin calor. Pero si no pueden conciliar el sueño, deben dar un paseo largo y lento, sin pararse; no tomar por la noche más que un poco de comida y que no les cause tras- torno, y menos aun beber nada, incluso lo que no sea acuo- so. Una persona en tal estado sufrirá más aún si comiese tres veces al día hasta saciarse, y más todavía, silo hicie- se más veces. No obstante, hay muchos, los que están acos- 166 TRATADOS HIPOCRÁTICOS tumbrados a ello, que desde luego llevan muy bien el ha- cer al día tres comidas abundantes. 30 Ahora bien, también los que tienen la costumbre de ha- cer dos comidas al día, si no comen a mediodía, están dé- biles, faltos de fuerzas, bajos de rendimiento en cualquier actividad y con dolor de cardias. Pues tienen la sensación de que llevan las tripas colgando, su orina es caliente y de un tono verdoso amarillento, y los excrementos total- mente consumidos. A algunos la boca se les pone amar- ga, los ojos hundidos, las sienes les palpitan y las extre- midades se les enfrían. La mayoría, por no hacer la comi- da del mediodía, no puedeh hacer la de la tarde, y si la hacen, se les produce pesadez intestinal y duermen mu- cho peor que si hubieran comido antes. 31 Pues cuando esto ocurre en personas sanas por un cam- bio de la dieta del mediodía, es evidente la utilidad de no aplicar ni suprimir nada contra la norma habitual. 32 Además, esta persona que toma una sola conlida al día, en contra de su costumbre, si después de estar en ayunas el día entero comiese en la cena la cantidad habitual, es lógico que, si ya entonces se sentía mal y débil por estar sin comer y luego por la tarde pesado tras haber comido, se sienta ahora mucho más. Por supuesto que, si estuvie- se en ayunas un periodo todavía mayor de tiempo y co- miese después de repente, la pesadez sería aún mayor. 33 Conviene que el que contra sus costumbres pasa el día en ayunas, lo compense de la siguiente manera: que no co- ja frío ni calor, ni se fatigue, pues todo esto lo soportaría mal; que haga la comida de la tarde bastante menos co- piosa de lo que suele y a base de alimentos que no sean secos, sino que contengan bastante humedad; que no be- ba nada acuoso ni en proporción menor a los alimentos,

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y al día siguiente, comer poco al mediodía, de forma que se llegue paulatinamente a lo habitual. 34 De todos estos enfermos, los que padecen bilis amar- ga en la región superior son quienes toleran peor tales SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 167 cambios. Los afectados por flemas en las zonas superío- res toleran, en general, bastante mejor el hacer dieta en contra de sus costumbres, de forma que el comer una so- la vez al día frente a su norma, podrían soportarlo más fácilmente. Lo expuesto es indice suficiente de que los cambios 35 muy fuertes que se producen en nuestra naturaleza y nues- tros hábitos orgánicos crean muchísimas enfermedades. Por lo tanto, no se pueden hacer ayunos severos fuera del momento oportuno, ni aplicar nada cuando la enferme- dad está en su fase más aguda y presenta inflamaciones, ni se puede de repente cambiar todo el tratamiento en nin- gún sentido. Se podrían decir también muchas otras cosas relacio 36 nadas con las anteriores sobre el aparato digestivo: por ejemplo, lo bien que se toleran los alimentos a los que se está acostumbrado aunque no sean buenos naturalmen- te, y lo mal que se admiten los que no se tiene costumbre de tomar aunque no sean malos. Y exactamente igual, las bebidas. El ingerir, sin tener costumbre, mucha carne, ajo, o sil- 37 fio, sea el tallo o el jugo, o cualquier otro alimento de este tipo que contiene fuertes propiedades particulares, causa tantos trastornos, que uno debería extrañarse me- nos de que provoque más dolores intestinales que otros alimentos. Ahora bien, si se tuviese la información correcta, se sabría cuántos problemas intestinales causa el comer pan de cebada al que suele comer de trigo: hinchazón de vien- tre, flato, cólicos agudos, y la pesadez y alteraciones in- testinales que producen el pan de trigo a quien habitual- mente come el de cebada. Se sabría también la sed que da el propio pan de trigo comido caliente, por lo seco que es y lo lento de su digestión; y si se come, sin ser el hábito alimenticio, pan de harina demasiado pura, o pan con mez- cla de harina de varias clases, se sabría qué diferencia se 168 TRATADOS HIPOCRÁTICOS da entre uno y otro, y con el chusco de cebada comido seco, o húmedo, o pegajoso, contra la costumbre, y el tras- torno que causa la harina de cebada fresca a quienes no tienen hábito de ella, y los que originan las harinas de otras clases a quienes tienen costumbre de la fresca. Y lo mismo, un cambio repentino en los hábitos de be- ber vino o agua. El beber, sin tener costumbre y de repen- te, vino rebajado va a causar en la región intestinal supe- rior un estado de humedad, y en la región inferior, flato.

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Y el beber vino puro, palpitaciones en las venas, dolor de cabeza y sed. El vino blanco y el tinto, aun siendo fuertes los dos, producen a los que alteran su uso habitual mu- chos trastornos en el cuerpo, de manera que uno diría que es menos extraño que el vino dulce y el fuerte, si se cam- bian de repente, no causen el mismo efecto. Hay que admitir el siguiente punto en favor de la opi- nión contraria: que el cambio de dieta se realiza en los ca- sos vistos sin alteraciones somáticas de fuerza o debili- dad, que precisarían aumentar la alimentación en el pri- mer caso y suprimirla en el segundo. 38 Para emitir un diagnóstico hay que considerar, ade- más, el tipo de cada enfermedad y su fuerza, la naturale- za del individuo y la dieta de alimentos y bebidas del en- fermo. Hay que tender mucho menos a aumentar la ali- mentación que a suprimirla, ya que la supresión total va- le, al menos, en muchos casos,. cuando el enfermo puede resistir hasta que la enfermedad llegue a su punto culmi- nante por un proceso de maduración ‘. Más adelante que- dará expuesto en qué casos hay que actuar así. 39 Se podrían escribir también muchas otras cosas direc- tamente relacionadas con lo que se ha dicho, pero lo que voy a indicar, es con mucho la prueba más fehaciente. pepanth¿i indica el momento en que se ha cumplido el proceso de .~cocción’. (pepasmós. pépS¿S), que favorece la .crisis. de la enfermedad. Cf. P. LAfN EslTmsLGo,La medicina hipocratíca. Madrid, 1970, págs. 211-13. SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 169 Pues no sólo atañe a la actividad a la que he dedicado la mayor parte de mi exposición, sino que el hecho mismo es muy oportuno e instructivo. En los pacientes que ini- cian un proceso agudo, se da el que unos toman alimen- tos el mismo día en que empieza la enfermedad, otros al día siguiente, otros se toman la infusión que tienen a ma- no, y otros beben «ciceón>’’. Todo esto es más nocivo que si siguieran otra dieta. Los errores acarrean mucho más perjuicio en ese momento, que si los dos o tres primeros días se hiciese una dieta absoluta, y al cuarto o quinto se siguiese ya este régimen. Y resulta aún más grave si, tras haber ayunado durante esos días, se hiciese en los sucesivos la dieta aludida sin que la enfermedad haya llegado a su fase de maduración. Pues de esta forma se produce claramente la muerte de la mayoría de los enfermos, a menos que la enfermedad sea totalmente benigna. Los errores iniciales tio son tan irreparables como éstos, sino mucho más fáciles de sub- sanar. Creo, pues, que la enseñanza más importante que se puede sacar es que, no hay que privar de un determina- do caldo hervido durante los primeros días a quienes po- co después van a utilizarlos, o bien van a seguir una dieta sólida. Los que siguen tratamientos de tisana de cebada des- 40 conocen, por completo y de base, por qué las tisanas les dañan cuando empiezan a tomarlas sin ayunar antes dos, tres, o más días. Ni tampoco los que usan la infusión de jugo hervido saben por qué les perjudica cuando no la em- piezan a tomar de forma correcta. En cambio, lo que tra- tan de evitar y sí saben es que resulta muy nocivo el que el enfermo que suele usar jugo de cebada beba, tisana an-

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tes que la enfermedad llegue a su fase de cocción. a ~ciceón~ (kykedn): bebida que consiste en una mezcla de varios in- gredientes (cebada, queso rallado, vino, acaso miel, etc.) en diversas proporciones 170 TRATADOS HIPOCRÁTICOS 41 Todo esto es prueba sólida de que los médicos no lle- van bien los tratamientos de sus pacientes. Al contrario, mandan ayunar a afectados por enfermedades que no lo requieren cuando se va a seguir una dieta de líquidos her- vidos, y en las enfermedades en que no hay que pasar del ayuno a los líquidos, en éstas, prescriben el cambio. Y por lo general, lo hacen justo al revés, en el momento preciso en que, si la enfermedad está en su fase más aguda, lo que conviene es ir pasando de líquidos hervidos al ayuno. 42 A veces estos tratamientos hacen bajar de la cabeza sustancias crudas, y de la región torácica, sustancias bi- liosas. El insomnio les sobreviene a estos pacientes, y, por ello, la enfermedad no madura. Los enfermos se ponen irritables, deprimidos, fuera de juicio; sus ojos chispean, sus oídos están llenos de ruidos, las extremidades se les quedan frías, y la orina sin cocer. Los esputos son lige- ros, salados, pequeños y de un color puro; les suda el cue- lío, están inquietos, la respiración es intensa o demasia- do profunda por las dificultades que encuentra el aire al subir; se les frunce el ceño, les dan unos desmayos terri- bles, se arrancan las ropas del pecho, las manos les tiem- blan y, a veces, también el labio inferior. Cuando estas co- sas aparecen al principio, evidencian un delirio violento, y, generalmente, mueren. Los que superan este estado es, bien mediante un absceso, una hemorragia nasal, o expec- torando mucho pus, no por otros medios. 43 Pues no veo siquiera que los médicos sean expertos en cómo reconocer los diferentes estados de debilidad en las enfermedades: la debilidad producida por el ayuno, la pro- vocada por alguna otra irritación, o por lo penoso o agu- do de una enfermedad, ni observo tampoco que tengan ex- periencia en cuantas afecciones y variantes de todo tipo nuestra naturaleza y el hábito originan en cada individuo, pese a que su conocimiento o ignorancia producen la sa- lud o la muerte. SOBRE LA DIETA EN LAS ENE. AGUDAS 171 Si en un estado de debilidad cuya causa es lo penoso 44 o agudo de la enfermedad se prescribe un aumento de só- lidos o líquidos hervidos o sin hervir, por creer que la de- bilidad obedece a la dieta, el daño es mayor. Pero también no reconocer un estado de debilidad producido por el ayu- no, y forzar al paciente con la dieta, es vergonzoso. Este error supone un riesgo, aunque menor que el otro, pero provoca mucha más hilaridad. Pues si otro médico o pro-

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fano que llega, y, tras informarse de la situación del en- fermo, le prescribe beber o comer lo que el otro le prohi- bió, claramente se verá que su actuación le beneficia. La gente vitupera esta manera de actuar de los profesiona- les prácticos, pues les parece que el médico o particular que llega el último, por así decirlo, hace levantarse a un muerto. Dejaré expuestos, respecto a este asunto, los in- dicios por los que hay que diferenciar cada caso. Parecidas a las precisiones sobre el intestino son las 45 que voy a hacer a continuación: si el cuerpo entero repo- sa durante mucho tiempo sin tener costumbre de ello, no va a quedar de inmediato fortalecido del todo. Si, tras ha- cer un reposo mayor aún, vuelve luego de manera brusca a áctividades que fatigan, está claro que va a sentirse en baja forma. Lo mismo ocurre también con cada parte del organismo, pues a los pies y a las otras articulaciones les pasaría igual si, al no tener hábito de realizar un esfuer- zo, se ponen de repente y a ratos a realizar una actividad que lo requiera. Los dientes, los ojos y todos los órganos sin excepción sufrirían también eso, puesto que incluso usar cama dura o blanda sin estar acostumbrado produ- ce trastornos molestos, y el dormir al aire libre, cuando no se suele hacer, endurece el cuerpo. Bastará con dar un ejemplo de todo esto. Pongamos 46 por caso quien tiene en la pierna una úlcera, ni grave ni benigna en exceso, ni de curación especialmente fácil o difícil, y que este paciente desde el comienzo mismo per- maneciese tumbado y sin mover para nada la pierna, tal 172 TRATADOS HIPOCRÁTICOS enfermo presentaría menor inflamación y sanaría más rá- pido que si, durante el periodo de tratamiento, la hubie- se movido al andar. En cambio, si el quinto, sexto, o los días posteriores quisiera levantarse y echar a andar, en- tonces le costaría más esfuerzo que si, desde el principio, hubiese seguido el tratamiento andando. Si sufriese de re- pente mucha fatiga, le seria mucho más penoso que el fa- tigarse lo mismo que en esos días siguiendo aquel trata- miento. Todos estos hechos atestiguan entre sí que cual- quier cambio repentino y desmesurado, sea en el sentido que sea, es muy perjudicial. 47 Los perjuicios intestinales son mucho más serios si, en una dieta severa de ayuno, se aumenta la alimentación por encima de la medida apropiada. Respecto al resto del cuer~ po, 51 de repente se pasa de un estado de gran tranquili- dad a un esfuerzo bastante considerable, se va a produ- cir un daño mucho mayor que si se pasa de una alimenta- ción abundante a la inanición; y, desde luego, el organis- mo de estos individuos necesita reposar. Y si de un estado de gran esfuerzo se cae de pronto en la inactividad y laxitud, también en este caso el intestino requiere un descanso en la alimentación copiosa. De lo contrario se produce en todo el cuerpo fatiga y pesadez.

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48 La mayor parte de mi exposición está consagrada a los cambios en sus distintos aspectos. Bueno es, desde lue- go, conocerlos todos, pero especialmente porque en las en- fermedades agudas se pasa del ayuno a una dieta de be- bidas hervidas, tema sobre el que versó mi exposición. Los cambios hay que hacerlos como yo indico, y luego no dar infusiones hervidas hasta que la enfermedad llegue a su fase de cocción, o se manifieste en el intestino o los hipo- condrios algún otro indice de vacio o irritación, síntomas que ya dejaré expuestos. 49 El insomnio pertinaz dificulta la digestión de sólidos y líquidos, y un cambio en el otro sentido produce floje- dad en el cuerpo, agotamiento y pesadez de cabeza. SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 173 Es preciso establecer cómo hay que usar en las enfer- 50 medades agudas el vino dulce y el seco, el tinto y el blan- co, la hidromiel, el agua y la oximiel, señalando lo siguien- te: el vino dulce es menos pesado y se sube menos a la ca- beza que el seco, es más laxante para el intestino que el otro, y provoca hinchazón del bazo e hígado. No es reco- mendable más que para los que sufren de bilis amarga, pues les da sed. Produce también flato en el intestino su- perior, aunque desde luego al inferior no le perjudica en proporción a los gases. Sin embargo, el flato que produce el vino dulce no tiene casi tendencia a salir, sino que se queda detenido alrededor del hipocondrio. Este vino dul- ce es también, por lo general, menos diurético que el blan- co seco, pero, en cambio, favorece más que el otro la sali- da de esputos. Cuando da sed al beberlo, su acción expec- torante es de mayor eficacia que la del blanco seco, y si no da sed, mayor. La mayor parte y lo sustancial de los elogios y repro- 51 ches del vino blanco seco ya quedan expuestos en la des- cripción detallada del vino dulce. Siempre es más benefi- cioso en las enfermedades agudas, por tener mayor ten- dencia a desplazarse a la vejiga, ser diurético y laxante. Pues si en otras cosas es por naturaleza menos recomen- dable que el dulce, en cambio, la evacuación de vejiga que- origina produce un alivio si se opera como es debido. Es- tas buenas pruebas sobre la utilidad y perjuicio del vino, las desconocían mis predecesores. En las enfermedades agudas se podría usar el vino 52 blanco claro y el tinto seco para los siguientes casos: si el vino no se ha subido a la cabeza, ni hay en ella pesadez; si la expectoración no tiene dificultades de salida, ni hay retención de orina, y si las heces están bastante húme- das y contienen briznas, convendría, en estos casos y otros parecidos, beber los vinos citados y dejar de tomar el blan- co. Hay también que tener en cuenta que, si está rebaja- do con agua, va a producir menos daño a las partes supe- 174 TRATADOS HIPOCRÁTICOS

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riores y a la vejiga, y si es puro, favorecerá más al in- testino. 53 El beber hidromiel durante todo un proceso agudo es menos recomendable a los que sufren de bilis amarga e hinchazón de vísceras, que a quienes no padecen esto. Da menos sed que el vino dulce, pues ablanda el pulmón, fa- vorece la expectoración en medida conveniente y apaci- gua la tos, por contener alguna sustancia que da a los es- putos la viscosidad necesaria. La hidromiel es también bastante diurética, si no encuentra alguna dificultad en las vísceras, y favorece la evacuación de sustancias bilio- sas por el aparato excretor, deposiciones que, a veces, tie- nen buen aspecto y, a veces, un color más oscuro de lo que debe, apareciendo espumosas. Esto se da, sobre todo, en los que padecen bilis e hinchazón de vísceras. 54 La hidromiel rebajada propicia la expulsión de espu- tos y ablanda el pulmón. La hidromiel pura favorece más que la rebajada la evacuación de heces espumosas, más calientes y biliosas de lo necesario. Los excrementos de este tipo conllevan otros grandes daños, pues no calman el dolor del hipocondrio, sino que, al contrario, lo exacer- ban, y ocasionan angustia y agitación de miembros, ade- más de ulcerar el ano y el intestino. Ya dejaré escritos los remedios contra esto. 55 Quien utiliza en estas enfermedades agudas la hidro- miel sin bebidas hervidas o sin hervir, se encontraría bien casi siempre, y mal pocas veces. Lo sustancial de a quié- nes hay que darlas, a quiénes no, y por qué no hay que hacerlo, está ya dicho. 56 La gente acusa a la hidromiel de consumir a quienes la toman, y de ahí la creencia de que provoca rápidamen- te la muerte. Esta opinión negativa viene de los que se de- jan morir de hambre, pues algunos usan sólo la hidromiel, y en seguida ya se le achaca esto. Pero en absoluto es así. Al contrario, la hidromiel, si se bebe sola y no causa pro- blemas intestinales, tiene mucha más fuerza que el agua. SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 175 En algunas cosas es más fuerte que un vino ligero, flojo e inodoro, y en otras menos. Las diferencias de fuerza en- tre el vino y la miel pura son grandes. Si uno bebe de vino puro doble de la cantidad de miel que ha tomado, si no le causa problemas de vientre, la miel le fortalecerá sin duda mucho más, pues evacuaría en abundancia. Si bebe tisana hervida y además hidromiel, se sentirá harto en ex- ceso, con flato y molestias en las vísceras de la zona del hipocondrio. Si la hidromiel se toma antes de las bebidas hervidas, no daña igual que si se bebe después; al contra- rio, presta una cierta utilidad. La hidromiel cocida tiene mucho mejor aspecto que la 57 cruda, pues se pone brillante, fina, blanca y transparen- te. No puedo añadirle ninguna propiedad diferente a la cruda, pues ni siquiera es más dulce aunque la miel sea de buena calidad. Desde luego es más floja y produce me- nos deposiciones, aunque no necesita el apoyo de estas propiedades. La hidromiel hay que herviría, sobre todo si la miel es de mala calidad, impura, negra y no tiene buen olor, pues la cocción hace desaparecer casi todos los de- fectos de su mal aspecto. La bebida denominada oximiel resultará útil muchas 58 veces en esas enfermedades agudas, pues hace expecto-

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rar y respirar bien. Es oportuno usarla en los siguientes casos: la oximiel muy ácida sería bastante efectiva con- tra los esputos que no suben fácilmente, ya que, al hacer subir a los esputos que producen carraspera, lubrica y lim- pia la traquea como si pasase una pluma, calmaría un po- co el pulmón, pues es lenitivo, y si esto ocurre, producirá un beneficio grande. Sucede a veces que la oximiel muy ácida no logra hacer salir los esputos, sino que los pone pegajosos, y esto es nocivo. Especialmente sufren esto los que por otros motivos también están en trance de muer- te, y no pueden toser, ni expeler los esputos que tienen dentro. En estos casos también hay que tener en cuenta la fuerza del enfermo, y, si hay esperanza, dársela. Y si 176 TRATADOS HIPOCRÁTICOS se le da la oximiel, hay que administrársela templada, en pequeña dosis y poco a pOCG. 59 La oximiel poco ácida humedece la boca y la faringe, hace salir los esputos y no da sed. Es buena para el hipo- condrio y las vísceras próximas. Dificulta la acción nociva de la miel al equilibrar las sustancias biliosas que contie- ne, hace expulsar los gases, estimula la orina y produce briznas en los excrementos. A veces sucede que en estas enfermedades agudas esto es perjudicial, sobre todo por- que dificulta el paso del aire y lo hace retroceder. Puede también debilitar y enfriar las extremidades, y éste es el único problema digno de mención que la oximiel puede producir. 60 La oximiel hay que beberla de noche, en cantidad pe- queña, en ayunas y antes de una bebida hervida, aunque nada impide tomarla mucho después. No es conveniente que usen oximiel sola los que siguen únicamente una die- ta a base de líquidos sin hervir. El motivo es el siguiente: ante todo, las úlceras e irritaciones intestinales, pues al estar en ayunas, la oximiel agravaría el estreñimiento que hay, y depués, porque quitaría a la hidromiel su fuerza. Si parece que es útil administrar oximiel en grandes do- sis a lo largo de toda la enfermedad, hay que poner poco vinagre, lo preciso para que se note el sabor; pues, de es- ta manera, los efectos nocivos perjudicarían muy poco y los efectos beneficiosos prestarían la utilidad que deben. 61 Para resumir, la ácidez del vtnagre es más útil a los que sufren de bilis amarga que a quienes padecen de bi- lis negra, pues disuelve los humores amargos y transfor- ma en flemas los humores haciéndolos subir; los humo- res negros en cambio, los fermenta, los desplaza hacia arri- ba y los multiplica, pues el vinagre favorece la expulsión de bilis negras. En general, daña más a las mujeres que a los hombres, pues produce dolores de matriz. 62 No puedo decir nigún otro efecto que obre el agua en estas enfermedades agudas. Pues no mitiga la tos, ni ha- SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 177

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ce expectorar a los enfermos de perineumonía; al contra- rio, si se usa durante toda la enfermedad, su acción es me- nor que la de otras bebidas, pues provoca cierto flujo. Sin embargo, si además se toma un poco de agua entre la oxi- miel y la hidromiel, favorece la expectoración por el cam- bio de propiedades de las bebidas, pues provoca un cier- to flujo. Pero si se usa de otra manera, ni siquiera calma la sed, sino que la estimula, pues el agua es biliosa para una naturaleza biliosa, y nociva para el hipocondrio. Pe- ro si se toma en un estado de vacio total, es cuando más dañina, biliosa y extenuante resulta. Además, también hin- cha el higado y el bazo cuando ya están inflamados, se mantiene flotando y no baja; pues, como es un poco fría y no se digiere con facilidad, sigue un curso lento, y no es laxante ni diurética. Y perjudica también porque por na- turaleza produce estreñimiento. Y si se toma cuando los pies están fríos, cualquier trastorno que origine de to- dos éstos perjudica muchísimo más. Ahora bien, si ade- más se toma un poco de agua entre la oximiel y la hidro- miel, favorece la expectoración por el cambio de propie- dades de las bebidas, pues provoca un cierto flujo. Sin embargo, cuando en estas enfermedades agudas se 63 piensa que el vino se sube a la cabeza, o produce en ella mucha pesadez, hay que retirarlo. En tales casos hay que usar agua o bebidas acuosas, y dar vino blanco totalmen- te rebajado y sin nada de olor, y después de beberlo, dar un poco de agua, pues así el vino se subiría menos a la cabeza y trastornaría menos el juicio. Los casos en que hay que usar especialmente agua, cuándo hay que hacer- lo en cantidad o con moderación, y cuándo caliente o fría, unos ya quedaron dichos antes, y los otros se dirán en su momento oportuno. Según esto, también sobre las otras bebidas, por ejem- 64 Pío las que se hacen de cebada, de hierbas, de uvas secas, de orujo, de trigo, de alazor, de mirto, de granada y de otras cosas, y sobre el momento oportuno de tomarlas, ya 178 TRATADOS HIPOCRÁTICOS quedará dicho en la enfermedad en cuestión, e igualmen- te lo de los remedios compuestos. 65 A muchos de los enfermos que toman baños, lo hagan de forma continua o no, eso puede beneficiarles. Pero ocu- rre que algunas veces hay que recomendarlos menos, por- que en pocas casas la gente dispone de las condiciones, medios y personas como es debido. Y si el baño no se to- ma en óptimas condiciones, sería muy perjudicial. Pues se requiere una habitación sin humos, agua abundante, y meterse varias veces pero sin demasiada brusquedad, a no ser que se necesite así. Y lo más importante, no hm- 1 piarse friccionando, y si se hace, utilizar agua caliente y una cantidad mucho mayor de lo que se suele usar con•

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jabón, y verter mucha durante la limpieza y después de ella. Es preciso también que la bañera esté cerca, y que se pueda entrar y salir de ella con facilidad; quien se baña debe estar tranquilo, en silencio y sin hacer nada, que le froten y le echen el agua otros. Se necesita tener prepara- da mucha agua templada y echársela rápidamente por en- cima. Hay que usar esponja en vez de cepillo y dar en el cuerpo aceite antes de que se seque. La cabeza sin embar- go, hay que secarla en seguida con una esponja escurri- da, y no dejar que se enfríen ni ella, ni las extremidades, ni el resto del cuerpo. No hay que bañarse estando recién comido o cuando se acaba de beber líquido hervido, ni tampoco comer ni beber nada inmediatamente después. 66 Hay que consertírselos al enfermo en gran medida, si goza de buena salud, si le gustan mucho los baños y está acostumbrado a tomarlos. Pues los enfermos que los pi- den, se sienten bien después ellos, y mal si no se bañan. En general, va mejor a la perineumonía que al causón. Pues el baño mitiga el dolor de costado, de pecho y de la zona dorsal, cuece los esputos, los hace salir, favorece la respiración y no fatiga. Suaviza las articulaciones y la epi- SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS 179 dermis, es diurético, quita la pesadez de cabeza y hume- dece la nariz. estos son los efectos positivos que procura el baño, y 67 todos ellos necesarios. Si embargo, si hay alguna deficien- cia en la preparación de uno o de varios requisitos, se co- rre el riesgo de que el baño no beneficie, sino que perju- dique. Pues cualquier pormenor que los servidores no pre- paren como es debido produce mucho daño. Es muy po- co oportuno que se bañen quienes, en estas enfermeda- des, tienen el intestino más húmedo de lo debido, y muy inoportuno también para los que padecen un estreñimien- to más fuerte de lo que conviene y no han evacuado an- tes. Tampoco tienen que bañarse los que están débiles, sienten náuseas o vómitos, quienes vomitan bilis y tienen hemorragias nasales, excepto si el flujo es menor de lo de- bido; y ya se sabe qué es lo debido en estos casos. Si es así, hay que bañarles sólo la cabeza, o el cuerpo entero, si es útil en otros aspectos. Si los preparativos están bien hechos y el paciente es- 68 tá dispuesto a recibir el baño, hay que bañarlo todos los días. A los que les gusta bañarse, nada les perjudicaría ni que lo hiciesen dos veces al día. Los baños pueden tomar- los mucho más los que usan la tisana de cebada en gra- nos que los que utilizan sólo su jugo hervido, aunque tam- bién éstos pueden hacerlo a veces. En cambio, a los que toman sólo bebidas casi nunca les conviene bañarse; sin embargo, hay veces que pueden hacerlo. Es preciso que, por las razones que quedan expuestas, se conjeture a qué enfermos va a serles útil el baño en cada tipo de dieta, y a qué enfermos no. Pues a los que necesitan alguno de cuantos beneficios opera el baño, hay que bañarlos por cuanto le sacan provecho; y a los que no necesitan ningu- no de ellos y hay, además, algún indicio de que el baño no les conviene, no bañarlos.

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j SOBRE LA DIETA LIBRO 1 Si yo considerara que alguno de quienes me han pre- 1 cedido en escribir acerca de la dieta humana adecuada a la salud había expuesto en sus escritos, en conjunto y en detalle, conociéndolo correctamente, cuanto le es posible abarcar a la inteligencia humana, a mí me bas- taría, tras el trabajo realizado por otros, con reconocer lo que es atinado y valerme de estos resultados en la medida en que cada uno de ellos me pareciera ser útil. Ahora bien, son muchos los que ya han escrito sobre estos temas’, pero ninguno aún supo bien cómo de- bían tratarse por escrito. Unos acertaron en un pun- La insistencia en que muchos ya han escrito o compuesto tra- tados sobre el tema —ya que el verbo repetido varias veces por el autor, syngrdph6. puede tener en la época este preciso sentido— re- salta que la literatura sobre dietética era abundante a comienzos del s. iv a. C. (si aceptamos la fecha más habitualmente admitida para este tratado). En el CH nos quedan unas pocas muestras de ésta, en Sobre la dieta en los enfermedades agudas, Sobre la dieta saludable, y en Sobre las afecciones (caps. 3941). No solo médicos, sino también preparadores de gimnastas estaban muy interesados por el tema, tal era el caso de un Herodico de Selimbria. La postura que nuestro escri- tor adopta frente a sus predecesores le caracteriza como un ecléctico consciente y crítico, que presume de culminar con su obra de conjunto y su visión amplia una tarea tradicional, cf. W. D. SMITH, .The Deve- lopmení of Classical Dietetic Theory~, en Hippocra¡ica. Paris, 1980, pá- ginas 439-448.

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182 TRATADOS HIPOCRATICO5 to, otros en otro; pero en el conjunto todavía no lo hizo ninguno de mis predecesores. No obstante, no es justo hacerte reproches a ninguno de ellos por no haber podi- do completar sus descubrimientos; más bien hay que elogiarlos a todos por haber emprendido tal investiga- cion. Con que no vengo dispuesto a censurar lo que no se ha dicho acertadamente, sino que mi intención es con- firmar con mi asentimiento lo que está bien entendido. Porque todo cuanto mis predecesores han expuesto acer- tadamente no me es posible describirlo de manera dife- rente si lo describo correctamente. En cuanto a lo que han escrito de modo equivocado, con sólo rechazarlo y decir que no es así, nada concluiré. Con exponer lo que me parece acertado en cada tema dejaré claro cuál es mi propósito. Y hago estas observaciones iniciales por la razon si- guiente: que la mayoría de la gente, una vez que han oído al primero que dio explicaciones sobre algo, no aguardan a los que luego comentan sobre el tema, sin advertir que es propio del mismo proceso intelectual 2 reconocer lo dicho acertadamente y descubrir lo que aún no estaba enunciado. Yo pues, como dije, confirmaré con mi aprobación lo que esté expuesto acertadamente, y en cuanto a lo dicho inexactamente mostraré cómo es en realidad. Y todo aquello que ninguno de los anteriores intentó ex- plicar, yo indicaré también cómo se presenta. 2 La oración es muy interesante y merece ser citada en griego: ou gignóskontes hóti t¿s aulés esti dianoí¿s gnónai ¡a orthós eir~ména, exeurein te la m¿pd eir~mena. Traduzco dianola por .proceso intelec- tual., como hace R. Joly. El autor insiste, con varios verbos, en la importancia de su apor- tación: de un lado confirmará lo dicho, de otro mostrará algo nuevo y dará su demostración (egO... prosomolog~sO. d~lOs6..., cgt epidCI.zL~) Todo este prólogo está muy cuidado; en cambio, el párrafo final de SOBRE LA DIETA 183 Afirmo que quien pretende componer acertadamen- 2 te un escrito sobre la dieta humana debe, antes que na- da, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en general; conocer de qué partes está compuesto desde su origen y distinguir de qué elementos está dominado. Pues si no reconoce la composición fundamental, será incapaz de conocer lo que de ella se deriva. Y si no dis- cierne qué es lo dominante en el cuerpo, no será capaz de procurarle lo conveniente al ser humano ~. Por tan- to, esa debe conocerlo el autor de tal escrito y, junta- mente con ello, la cualidad de todos los alimentos y las bebidas con las que nes mantenemos, qué propie- dad tiene cada uno, tanto si proviene de su misma natu- raleza, como si es debida a la ocasión forzada y a la técnica del hombre. Pues es preciso saber cómo hay que disminuir la influencia de las cosas que son fuertes por su naturaleza y cómo hay que potenciar el vigor de las

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la obra, en que vuelve a insistir en su aportación, parece un tanto apresurado. Este párrafo en que se sostiene que, para escribir de dietética, hay que conocer y discernir previamente la naturaleza del hombre en general (próton mén pantós physin anzhrópou gnónai kai diagnónai) ha sido objeto de múltiple atención, por su afirmación de un funda- mento filosófico y por su cercanía a la alusión platónica al método hipocrático en un famoso pasaje del Fedro platónico. Traduzco aquí dynamis por .cualidad., mientras que m~s ade- lante utilizo también el término .influencia.. Me parece imposible re- coger en un solo vocablo la amplitud semántica del término griego; del mismo modo que resulta imposible recoger siempre su relación con djynamai .poder.. La traducción del término por .potencia~. como en los textos aristotélicos, resultaría impropia; d9namis se hace un término técnico más preciso en la filosofía de Aristóteles; pero ya en los textos hipocráticos tiene una notable importancia como categoría fundamental y concepto general; así, p. ej., podemos recordar sus usos en Sobre la medicina antigua. Para más detalles, cf. H. W. MILLER .The concept of Dynamis in De vicíu*, Trans. Amer. Philol. Assoc., 90 (1959), 147-64, y G. PLAMBÓCK, Dynamis im Corpus Hippocraricum, Mainz, 1964. 184 TRATADOS HIPOCRATICOS débiles, por medio de la técnica, cuando quiera que se presente el momento oportuno para lo uno y lo otro. Los que ya conocen lo dicho ahora todavía no po- seen con ello el tratamiento completo para medicar al hombre, ya que no puede el ser humano mantenerse sa- no sólo comiendo, sino que tiene además que practicar ejercicios. Pues presentan influencias opuestas entre sí comidas y ejercicios, pero se complementan con vistas a la salud. Porque los ejercicios - físicos producen natu- ralmente un gasto de lo acumulado, mientras que los alimentos y bebidas restauran lo vaciado ~ Conviene, según está admitido, discernir la influen- cia de los ejercicios físicos, tanto de los naturales como de los violentos, y cuáles de ellos proporcionan un aumento de las carnes y cuáles una disminución; y no sólo esto, sino además las relaciones convenientes de los ejercicios con respecto a la cantidad de alimentos, la naturaleza de los individuos, y las edades de los cuer- pos, y su adecuación a las estaciones del año, a las va- riaciones de los vientos y a las situaciones de las locali- dades en que se habita, y la constitución del año. Hay 6 La relación entre ejercicios (pónoi) y comidas (sita) y bebidas (poid) es uno de los ejes sobre los que pivota todo el tratamiento dieté- tico. La consideración de las dyndmeis de alimentos y ejercicios en contraposición ocupa la mayor parte de los libros II y III. La descom- posición del equilibrio saludable entre unos y otros es la causa de las enfermedades, que pueden curarse mediarte un apropiado régi- men dietético- Aquí aparecen los conceptos un tanto elementales de <gasto. y de <repleción del vacio, en los que se funda la explicación de los procesos fisiológicos básicos en la dieta. La oración alude, pues.

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a los procesos de kenósis y de pl¿rósis que constituyen el movimiento alternado en el que se basa el funcionamiento saludable del cuerpo, siempre que se da la proporción justa de uno y otro (tas symmetflas rón pón~n pros ¡o pléihos tón s¡Wn). Pónoi lo traducimos por <ejerci- cios físicos.; pero pónos en griego supone siempre la noción de un esfuerzo considerable, fatigoso Ponoi ,nen gar pephykasi analósai ¡¿1 hyparchonta sí ta de kai pota ekpl~rósai ¡a kenó¡hen ¡a. así se enuncia este postulado básico. SOBRE LA DIETA 185 que conocer las salidas y las puestas del sol, de modo que se sepa prevenir los cambios y los excesos de las comidas y bebidas, de los vientos y del universo ente- • 7 ro , de todo lo que, ciertamente, les vienen a los se~ res humanos las enfermedades. Y con haber analizado todo eso aún no queda com- pleta la investigación. Si, además de esto, pudiera ha- llarse, en cada caso, la proporción de alimentos y el número ajustado de ejercicios que no ofrecieran un de- sequilibrio ni por exceso ni por defecto, así se descubri- ría de manera exacta la salud para los individuos. Alio- ra bien, mientras que todo lo dicho anteriormente está investigado y descubierto, tal como es, esto es imposi- ble descubrirlo. Cuando uno está presente y puede observar a un hombre que en el gimnasio se desviste y realiza sus ejer- cicios físicos, puede conocerlo de forma que puede man- tenerlo sano, privándole de algunas cosas y complemen- tando su dieta con otras. Pero si uno no esta presente, le resulta imposible prescribir con exactitud alimen-. La importancia de los factores meteorológicos, como los cam- bios de estación, orientación de los lugares, los diversos vientos y cli- mas, etc., es algo que el médico hipocrático suele tener en cuenta; ver, p. ej., Sobre los aires, aguos y lugares, en general, o Sobre la dieta en las enf. agudos, caps. 28, 35, 45-8. La expresión ¡oa~ hólou kósmou <del universo entero. no parece tener aquí un significado preciso (co- mo más tarde, en cap. 10), sino tan sólo un sentido vago y general, refiriéndose a ‘todo el ambiente., las circunstancias en las que se pro- duce la enfermedad. La exactitud, aknbeia, es algo imposible en un terreno como éste, donde la ciencia está siempre referida a un conocimiento de lo individual. La teoría no es, por si misma, suficiente, de modo que el análisis de lo general no conduce a una investigación completa o auto- suficiente (Tad¡a de pdnía diagndnti oupO auulr&zes 10 heúr¿m¡1 estin). Es un tema que ya está advertido en Sobre la medicina antigua 9 y 12. En cuanto ¡echni, la medicina no alcanza una exactitud absoluta, sino que está limitada por su propio objeto. <Con exactitud., es akri- beian, sólo puede actuar el médico en casos concretos; las prescripcio- nes generales tienen una limitada imprecisión. 186

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TRATADOS HIPOcRÁTIcOS tos y ejercicios. Por otra parte si, aunque sea en muy pequeña dosis, los unos resultan inferiores a los otros, forzoso será que con el paso del tiempo el cuerpo se vea vencido por el exceso y caiga enfermo. Así que con esto queda dicho lo que me parece que es posible inves- tigar. Mis predecesores, en efecto, han emprendido la in- vestigación hasta este punto, pero ni siquiera estas co- sas las han enunciado correctamente. En cambio, yo las he expuesto hasta el fondo, y además he descubierto el diagnóstico previo ~, que indica antes de que el in- dividuo caiga enfermo por efectos del exceso en qué sen- tido se producirá el desequilibrio. Porque las enferme. dades no les atacan a los hombres de improviso, sino que se incuban poco a poco para declararse luego de golpe O, Yo he descubierto a fondo lo que sufren los pacientes y cómo hay que recompensar esto para reco- brar la salud, antes de que lo sano en el hombre sea derrotado por lo enfermo. Con que se añada esto a lo ya escrito concluye la tarea objeto de mis propósitos. 3 Los seres vivos, tanto el hombre como todos los demás, están constituidos por dos elementos, diferentes El concepto de prodiagn.~sis es el descubrimiento fundamental, el <hallazgo”. heur~ma, del autor de este tratado, y en éste asienta su orgullo como investigador. A diferencia del pronóstico. tal como se delimita en el tratado de ese nombre, esta prodidgn~sis o <diagnós- ticoprevio” se orienta no a definir la dolencia mediante una atención al curso de la misma, sino a prevenirla y evitarla. Tenemos aquí el concepto de un tratamiento preventivo, que trata de evitar la enferme- dad buscando recobrar el equilibrio perdido a partir de los síntomas iniciales de la misma, sin permitirle un pleno desarrollo. Mantener la salud, amenazada por un exceso, es el objetivo: proka¡alambdnein ¡~n hvgieian, como dirá luego; para ello hay que estar prevenido me- diante un saber de la dieta conveniente. LO Alía ka¡a mik ron syllegomenai a¡hroos ekpha¡nontai (hai noI2- soi,i. Este desarrollo latente de las enfermedades es lo que hace posible la actuación presentiva subsiguiente a la prodiágnósis, que opera so- bre los primeros indicios o síntomas del mismo, como base semiótica- SOBRE LA DIETA 187 en cuanto a su propiedad esencial, pero complementa- rios en su funcionamiento “: fuego y agua. Ambos aunados son autosuficientes frente a todos los demás y para sí mismos; pero cada uno por si, separadamente, no lo es ni para si mismo ni ante ningún otro. En cuanto a su propiedad natural cada uno posee esto: el fuego puede moverlo todo en cualquier circuns- tancia y el agua nutrirlo todo en cualquier caso I2~ A su vez, por turnos, cada uno domina y es dominado has- ta lo más amplio y lo mínimo en lo posible. Porque nin- guno puede imponer su dominio totalmente por la ra- zón siguiente: al fuego, al avanzar sobre lo último del agua le falta la nutrición; de modo que se retira adonde encuentra de qué nutrirse; y al agua, al avanzar sobre lo último del fuego, le falta movimiento, con que en eso se detiene, y cuando se detiene ya no es potente, sino que ya se consume en alimento del fuego que la ataca. Por eso ninguno de los dos puede imponer su domi- nio de un modo absoluto. Si alguna véz quedara venci-

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do cualquiera, el que fuera, de los dos, nada de lo que existe seria tal cual es ahora; pero mientras sea así, los seres continuarán siempre siendo los mismos, y ningu- no de estos principios ni ambos a la par se extinguirán. Diaphóroin ¡~n d~namin, symphóroin tÉn chr¿sin, que podría- mos verter como <divergentes por su cualidad, convergentes por su utilidad., si quisiéramos conservar algo del juego de palabras, busca- do por el autor. En su funcionamiento, los dos elementos, pontrapues- tos polarmente. originan una tensión que es armónica y vital, muy de acuerdo con las teorías de ciertos filósofos presocráticos. ~ La actuación contrapuesta del fuego y del agua como princi- pios cósmicos fundamentales (aunque derivados del aire) la expuso Ar- quelao, discipulo ateniense de ANAXÁGORAS (cf. KIRK-RAVEN, Los filóso- los presocrd¡icos, trad. esp’. J. GAEcLA FERNÁNDEZ, Madrid, 1969, pági- nas 551 y sigs.), y también Hipón de Regio (ibid., pág. 131). Que el agua es nutrición para el fuego se dice también en Sobre los carnes, cap. 6, y en Acerca del alma de ARISTÓTELES (II 4, 8, 416a), y es negado en Sobre las enfermedades IV. 188 TRATADOS HIPocRÁTICOS De modo que el fuego y el agua, como dejo dicho, son autosuficientes en todo y para todo igualmente para un máximo y un mínimo. 4 A cada uno de ellos, respectivamente, se le asocian estas cualidades: al fuego lo cálido y lo seco; al agua lo frío y lo húmedo. Pero cada uno retiene algo del otro: el fuego del agua lo húmedo; pues existe humedad en el fuego; y el agua del fuego lo seco; pues hay sequedad en el agua ~ Siendo así estos principios, de uno y otro se segregan muchas y varias formas, tanto de simientes como de seres vivos, que no son nada semejantes entre sí ni en su aspecto ni en su modo de actuar. Porque como los elementos no se fijan jamás en un mismo pun- to, sino que continuamente están mudándose hacia esto y lo otro, por necesidad resultan distintos los seres que se originan segregándose de ellos. En realidad nada perece de todas las cosas ni nada nace que ya antes no existiera ~ Sólo varian <los seres> combinándose y disgregándose. Pero los huma- nos estiman que lo que crece viene a nacer desde el Ha- des a la luz, y que lo que mengua desde la luz al Hades perece. Pues clan más crédito a sus ojos que a su enten- dimiento, cuando no son capaces siquiera de juzgar so- bre lo visible. Yo en cambio explico estas cosas de acuer- do con la razón O, Seres vivos, en efecto, los hay tanto ~3 Las cuatro cualidades fundamentales se encuentran ya en la teoría cosmológica de Empédocles; pero la presencia de cualidades diversas en los elementos contrapuestos puede relacionarse con la con- cepción anaxagorea de la materia, quizás a través de Arquelao. (Cf. R. Joiv, Recherches sur le trair~ pseudo-hippocratique Du r~gime. PS-

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ris, 1961. pág. 21.) 14 Esta sentencia y las siguientes parecen ecos de las teorías de EMPÉDOCLES (frs. 9, 17) y de ANAXÁGORAS (frs. 17 y 21), especialmente de éste. lO Aqui tenemos la oposición entre lo ,~visible’., té horeámefla, y lo que se juzga por la .razón., gn6m¿, que es característica de algunos pensadorcs presocráticos, pero que resulta menos usual en un médico. SOBRE LA DIETA 189 aquí como allí. Y no es posible que algo, si está vivo, muera a no ser junto con todo. ¿ Pues adónde irá a mo- rir? Ni tampoco que lo que no existe se origine, pues ¿de dónde vendría a existir? Lo que sucede es que todo aumenta y disminuye hasta el máximo y el mínimo de sus posibilidades. Lo que en mi charla llamo <nacer» o <perecer. lo describo así de acuerdo con la gente, pero aclaro que se trata de que eso se mezcla y se disgrega. Lo que su- cede es de este modo: nacer y perecer es lo mismo; mez- clarse y disgregarse, lo mismo; aumentar y disminuir, lo mismo; nacer y mezcíarse, lo mismo; morir y sepa- rarse, lo mismo; cada ser frente a todos y todos frente a cada uno, lo mismo, y nada de todo ello es lo mismo. Pues la convención es contraria a la naturaleza respec- to de todo esto. Todas las cosas, divinas y humanas, se mueven cam- 5 biando arriba y abajo. El día y la noche se mueven has- ta un máximo y un mínimo. Como la luna va hasta un máximo y un mínimo, asaltos del fuego y del agua, así también el sol va hasta lo más largo y lo más breve, y todo es lo mismo y no lo mismo. Luz para Zeus, oscu- ridad para Hades; luz para Hades, oscuridad para Zeus; lo de allí viene aquí, y lo de aquí va allá; en cualquier época, en cualquier lugar contrarrestan aquellas cosas la función de éstas y, a la par, éstas de aquí la de aqué- llas. Pero <los hombres> no saben lo que hacen, mientras que creen saber lo que no hacen, y desconocen lo que ven. Sin embargo todo les sucede por una divina necesi- dad, tanto lo que quieren como lo que no quieren. Al Este uso de gndma .razón., es interesante, y se da en otros pasajes. En las lineas siguientes se detecta un cierto «pastiche. del estilo de Haráclito en las contraposiciones y antítesis. Sin embargo, como indi- ca Joly, la influencia anaxagórea es más profunda que la del efesio (cf. Jo¡.y, Recherches..., págs. 21.26). 190 TRATADOS HIPOCRÁTICOS presentarse acá las cosas de allá, y al ir allí las de aquí, mezclándose unas con otras, cada una cumple el desti- no asignado, en su aumento y su disminución. A todas les viene la destrucción, a unas de otras, a lo mayor de lo menor y a lo menor de lo mayor; y se desarrolla lo mayor a partir de lo menor, y lo menor a partir de lo mayor. 6 Todas las. cosas, así el alma del hombre, y el cuer-

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po igual que el alma, están implicadas en un orden ~ En el ser humano se introducen partes de partes, con- juntos de conjuntos, que presentan una combinación de fuego y de agua, los unos para tomar, los otros para dar. Los que toman causan disminución, los que dan aumentan. Unos hombres sierran un madero: el uno em- puja, el otro tira. Hacen lo mismo, disminuyendo aumen- tan I7~ Tal es la naturaleza del hombre: lo uno empuja, lo otro tira; lo uno da, lo otro recibe; y a lo uno se lo da y a lo otro se lo toma; y le da a esto tanto más y le toma a esto tanto menos. Cada parte conserva su es- pacio propio; las unas, al disminuir, se separan yendo a ocupar un espacio menor; las otras, al progresar ha- cia lo mayor, se mezclan y pasan a una disposición su- perior. Las partículas extrañas, heterogéneas, son ex- pulsadas de un lugar que les es ajeno. ‘~ De esta oración: Té de díla pánta, kaí pysch~ an¡hrdpou kal sO- ma hoko fon he psych~. diakosmeftai, se han dado varias interpretacio- nes. Me parece que hay aquí una huella de las teorías de Anaxágoras acerca del orden impuesto sobre el mezcíarse y disgregarse de los ele- mentos radicales en las cosas. Pánta d¡ekosmlse notas dice el filósofo en su amplio fr. 12, que explica ese orden cósmico por la acción de la Mente, noús, que, en cambio, queda sin mencionar en nuestro texto, silencio que me parece significativo. Al autor de Sobre la dieta sólo le interesa resaltar que hay un orden natural, no quién fue el ordena- dor del mismo. ~ La imagen de los dos trabajadores con la sierra, en una acción aparentemente opuesta pero concorde. le habria gustado. sin duda, a HERÁcLITo (cf. sus frs. 59 y 60). Otras dos veces, en los caps- 7 y 16, repite nuestro autor el ejemplo. 1 SOBRE LA DIETA 191 Cada alma, que tiene sus partes mayores y menores, circula por sus propias partículas, sin necesitar de la adición o de la supresión de partes, sino que tan sólo requiere un espacio de acuerdo con el aumento y la dis- minución de sus componentes; cumple sus funciones en cualquier espacio al que llega y acoge lo que le sobre- viene ‘~. Lo que no es del mismo género no puede que- darse en lugares que le son inconvenientes, y así vaga sin rumbo y al azar; en cambio los elementos que se juntan unos a otros conocen a qué se agregan; porque se agrega lo conveniente con lo conveniente, mientras que lo inconveniente guerrea y combate y se distancia lo uno de lo otro. Por eso el alma del hombre crece en el ser humano y en ningún otro más; y del mismo modo ocurre en los demás grandes animales. Cuando sucede de otro modo, se producen separaciones violen- tas de lo demás ‘~ Ahora voy a dejar de tratar de los demás seres vi- 7 vos, y me explicaré acerca ,del hombre. Pues bien, en el ser humano penetra un alma que contiene una com- binación de fuego y agua, y es una parte del cuerpo humano 20~ Sus partes, tanto masculinas como femeni- nas, se forman muchas y variadas, y aumentan con el ~ La concepción del ‘alma. (psychE~ es claramente materialista. Principio de vida que impregna, podríamos decir, el cuerpo animándo- lo, necesita un espacio adecuado en un cuerpo adecuado. Hay algo

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universal en el alma, pero hay algo específico en cada una, es decir, cada tipo de alma corresponde a una especie animal. 19 Sobre la influencia de Anaxágoras. cf. JoLX, Recherches..., pá- • ginas 26-35, y C. W. MOLLaR, Gleiches zum Gleichem, Wiesbaden, 1965, págs. 122-26. • 20 En estos párr;fos la concepción de la psych¿ como spérma se nos presenta de un modo muy rápido. Probablemente la idea era cono- cida. Había sido mantenida por Hipón de Regio, según apunta MosTO- TELEs (en Acerca del alma 1 405 b), y la recoge también PLATÓN en un pasaje del Tímeo 73b-c. Para mayores explicaciones sobre esta concep- ción embriológica, véase JoLY, op. cit., págs. 29 y sigs. 192 y TRATADOS HIPocRÁTIcOs régimen de vida adecuado al hombre. Forzoso es que las partes del hombre contengan todos sus constituyen- tes, pues de aquel que no hubiera desde un principio una partícula no podría desarrollarse ni recibir nutri- ción, sea mucha o poca, ya que carecería de base para su posterior crecimiento. Conteniéndolos todos, cada parte crece en su propio espacio, recibiendo la nutrición que proviene de un agua seca y de fuego húmedo, introduciéndose algunos ele- mentos a la fuerza y expulsando otros. Del mismo mo- do que los carpiI~tcros sierran un madero, el uno tira y el otro empuja, y hacen lo mismo; y al presionar ha- cia abajo se desliza hacia arriba, ya que no admitiría bajar fuera de su momento, y si se lo fuerza todo se estropea. Así la nutrición humana: lo uno tira, lo otro empuja; forzando hacia adentro sale afuera, y si se ha- ce violencia a contratiempo todo va al traste. 8 Cada parte mantiene su propia disposición durante tanto tiempo como,su espacio lo admite, y cuando ya no y tampoco recibe suficiente nutrición para el desa- rrollo máximo de sus posibilidades, entonces cambia a un espacio más amplio, tanto las partes femeninas co- mo las masculinas, impulsadas del mismo modo por fuerza y necesidad- Las que primero cumplen el destino asignado, éstas se separan primero, y al mismo tiempo se combinan unas con otras. Pues cada parte primero se separa, y luego se combina de nueve. Una vez que han cambiado de lugar y consiguen in- sertarse en un sistema armonizado según relaciones mu- sicales exactas, en el que aparecen las tres consonan- cias, cuarta, quinta y octava, viven y se desarrollan con los mismos ingredientes que antes. Pero si no consiguen alcanzar este acuerdo armónico, y no resultan acorda- dos los graves con los agudos en el primer intervalo o en el segundo o en la octava, si un solo tono falla, todo el acorde queda malogrado, como que no podría —u

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SOBRE LA DIETA 193 servir de acompañamiento al canto 2I~ Entonces cam- bian de lo mayor a lo menor antes del momento asigna- do, porque desconocen lo que hacen. Acerca de machos y hembras, de por qué nacen unos 9 y otras daré mis explicaciones al avanzar el escrito. Pe- ro cualquiera que sea el sexo de la parte que avanza y consigue la armonía, ésta se mueve, siendo húmeda, por efecto del fuego. Al moverse se inflama y consigue su nutrición de los alimentos y del aire respirado que penetran en la mujer; así al comienzo en todo igualmen- te, en tanto que es algo tierno. Pero por efecto del movi- miento y del fuego se seca y se solidifica; y al solidifi- carse se endurece en toda su superficie. Entonces el fuego, que queda encapsulado, ya no puede obtener su- ficiente nutrición ni expulsa el aire interno a causa de la dureza de la capa envolvente. De modo que consume la humedad del interior. En cuanto a las partes duras y secas por naturaleza en el organismo, éstas no se consumen en nutrición del fuego, sino que se hacen más sólidas y se quedan com- pactas al faltarles la humedad, y son las que se denomi- nan huesos y tendones. El fuego, a partir de la hume- dad combinada y agitada por él, organiza el cuerpo de acuerdo con la naturaleza y según el destino asignado de este modo: a través de las partes duras y secas no pueden forjarse pasajes duraderos, porque ahí no obtie- ne nutrición, lo que sí puede en las partes húmedas y blandas, ya que éstas le sirven de sustento. Pero tam- bién en éstas hay una sequedad que no es consumida por el fuego, y estas partes se cohesionan unas con otras. El fuego que está encerrado en lo más dentro es el más abundante y consigue hacerse una salida más am- plia, porque lo húmedo era por allí más abundante, y ~ Es muy probable la inspiración pitagórica en este pasaje so- bre la proporción armónica del alma; acaso a través de Filolao. y 194 TRATADOS HIPOCRÁTICOS eso es lo que llamamos «vientre» 22• De alh salió hacia afuera, una vez que se encontró falto de alimento, y se fabricó conductos para el aire respirado y la obtención y distribución de los alimentos. La parte encerrada, que era la más húmeda del fuego, produjo en esos espacios interiores del resto del cuerpo tres conductos, que son lo que se llaman «venas cavas». Y entre éstas, lo que resta del agua se concentra y se densifica sólidamente 23 en lo que se llaman las «carnes» 10 En resumen, el fuego todo lo ha organizado por si mismo en el interior del cuerpo, a imitación del univer- so, acordando lo pequeño con lo grande y lo grande con lo pequeño 24, La cavidad estomacal es como el órgano más amplio, recipiente para el agua seca y húmeda, a

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fin de proporcionaría a todo el resto y recibir de todo lo demás, a la manera del mar, nutridor de los animales adaptados a él y destructor de los inadaptados. En tor- no a esta <cavidad estomacal> produjo el fuego una con- densación de agua fría y húmeda, conducto para un aire interior frío y caliente, a imitación de la tierra, que trans- forma todo lo que cae sobre ella. Y al consumir esto y desarrollar lo otro, ha logrado una dispersión de agua 22 koilW, la .cavidad. central, por asi decir, del cuerpo. 23 sdrkes. Por .venas cavas, he traducido koflai phUbes. 24 Es muy interesante, esta formación del feto, en la que el prin- cipio activo es el fuego, que asume también el papel de .ordenador., como era el no¿~.s en el kósmos de Anaxágoras. De nuevo aparece el verbo díakosm~o. con el sentido de .organizar. u .ordenar., grato a Anaxágoras. He,u dé lógt5i pónta di¿ kosm~saro karé tropon autó heéu- ¡di ¡ti en ¡di sOrnan té p9r, apomim!smn ¡ot2 hólou, mikrti prós megdla kai megdla pró~ mzkrd es una sentencia solemne, que anuncia la com- paración del microcosmos y el macrocosmos, que luego reaparecerá en otro contexto. Se ha comentado que, tal vez, haya aquí algún eco de doctrinas orientales, pero no parece justificado. La comparación es antigua en el pensamiento griego. JOLY (Recherches..., págs. 39-52) que comenta con amplitud el pasaje, prefiere pensar en influencias pitagóricas. SOBRE LA DIETA 195 ligera y de fuego aéreo, invisible y visible, secreción de lo compacto, en lo que se mueve cada elemento para llegar a hacerse visible en el momento prefijado. En el interior el fuego ha formado tres circuitos, que se co- rresponden entre si tanto por dentro como por fuera: el uno en las cavidades de lo húmedo, a la manera de la luna, el otro en la capa sólida circundante, a la ma- nera de los astros, y el circuito medio que alcanza tanto el interior como el exterior, a la manera del sol. El fuego más cálido y más intenso, que domina todo, que todo lo dirige de acuerdo con la naturaleza, inacce- sible a la vista y al tacto, es aquel del que depende el alma, la inteligencia, el pensamiento, el crecimiento, la disminución, el movimiento, la alteración, el-sueño, el estar despierto. Éste lo gobierna todo en todo momen- to, tanto lo de aquí como lo de allí, sin vacilar jamás. Los hombres no saben observar lo invisible a partir 11 de lo visible 25, Porque usan técnicas semejantes a la naturaleza humana y lo ignoran 26, La providencia de los dioses” les enseñó a imitar sus propias funciones, sabiendo lo que hacen pero desconociendo lo que imi- ~ L.o invisible se manifiesta a través de lo visible, como se dice en la famosa sentencia de ANAxÁGo¡c&s: ópsis ad~I431¡ té phainomena lo aparente es visión de lo invisible (21A). Este es un principio muy importante para el médico, que por los síntomas aparentes reconoce dolencias internas. .mediante la visión de la inteligencia., ¡¿í ¡¿5 ~flÓ- m¿s opse¡. según decía el autor del Peri UchnEs. 26 Pero la mayoría, los hombres en general, desconocen tal hecho: ho¡ dé an¡hrépoi ek tón phanerdn ¡a aphan¿a skep¡esthaí ouk epistan- ¡aí. ¡echn¿isi gar chredmenoi homoi~¡sa an¡hr6pín~i ph~sEi ou gignós- kous¡n. He aquí un tema propio de Heráclito: el desconocimiento con que deambulan cual sonámbulos los humanos. Las lineas siguientes evocan con su estilo brevilocuente y antitético las sentencias densas de Heráclito. Sobre la imitación de la naturaleza en las artes y técni-

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cas humanas, véase lo que dice ARISTiTELES. en su Física II 8. 27 Theón nóos es una expresión que encaja en la mentalidad reli- giosa tradicional que parece sustentar el autor, como se ve luego en algunos textos del libro IV. 196 TRATADOS HIPOCRÁTICOS tan. Pues todo es semejante siendo distinto, concertado siendo divergente, dialogante sin entrar en diálogo, po- seedor de razón siendo irracional. Opuesto es el modo de ser de unas cosas y otras, concertándose entre sí. Porque convención y naturaleza, con las que actuamos en todo, no andan de acuerdo, concordando 25, Los hombres han establecido ellos entre si lo con- vencional, aunque ignoran sobre qué bases lo estable- cieron; pero la naturaleza de todo la ordenaron los dioses. Lo que los hombres establecieron jamás se man- tiene en los mismos términos ni correcta ni incorrecta- mente, pero cuanto los dioses déterminaron persiste jus- tamente. Tanto se diferencia lo recto y lo no recto. 12 Yo voy a demostrar que las artes conocidas son si- milares a los procesos experimentados por la naturale- za humana, tanto visibles como internos. Así en el caso de la <técnica> adivinatoria 29 Por los signos visibles conoce lo invisible y por lo invisible lo visible, y por lo que es conoce el futuro, y por los muertos lo vivo, y por los hechos irracionales comprenden los adivinos, el que es sabio siempre de modo acertado, el que no es sabio unas veces si y otras no. Eso es un simulacro de la vida y la naturaleza del hombre. Un hombre, tras 25 Esa oposición entre physis y nómos (ya aludida al final del ca- pítulo 4) es un tema tópico en la época de la sofistica. nomos .conven- ción~ o .ley~’, es lo que los humanos han dispuesto (di¿thesan), mien- tras que la .naturaleza” la ordenaron los dioses (¡heoi diekósrnlsan). 29 La mántíca es la primera entre las varias ¡echnai que el autor presenta (caps. 12-24) como ejemplos de la mimisis inconsciente, con la que las artes parodian procesos naturales. Como se ve. se guarda de negar el valor de la adivinación, aunque sugiere que algunos adivi- nos se equivocan (de modo parecido se expresa a propósito de la adivi- nación de los sueños, en el comienzo del libro IV). Sabre el tema de la mím~sis en el pensamiento griego de la época, véanse los textos que cita Joiy, Recherches.... págs. 53-75, así como sus precisiones 50- bre lo peculiar de nuestro texto, en el que la influencia más probable es la pitagórica, aunque un tanto difusa. 5OBRE LA DIETA 197 haberse unido a una mujer, engendra un niño. Por lo visible conoce lo invisible, cómo será. La razón huma- na, que es invisible, conociendo lo visible avanza desde el niño hasta el hombre; por el presente conoce el futu- ro. No es similar el muerto al vivo; pero por el cadáver se conoce al ser viviente. El estómago carece de enten- dimiento, pero con él entendemos que tenemos sed o

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hambre. Las mismas experiencias están en la base del arte adivinatoria y de la naturaleza humana. Para quie- nes las conocen están siempre correctas, para los que no las conocen de manera permanente, unas veces sí y otras no. Los artesanos funden el hierro con el fuego, presio 13 nando al fuego con el sopío del aire; le sustraen el ali- mento que tenía, y volviéndolo maleable lo baten y lo moldean. Y con el alimento de otra agua <el hierro> se hace resistente. Lo mismo hace con el hombre el maes- tro de gimnasia: le sustrae mediante el fuego la nutri- ción de que disponía, presionándolo mediante la respi- ración. Y cuando se ha vuelto maleable <el individuo>, lo golpea, lo moldea, y lo purga; y éste con una aporta- ción de aguas de otra parte se vuelve resistente. También los bataneros hacen eso: pisotean, baten, 14 estiran, y con rudo tratamiento fortalecen, cortando lo que sobresale y recosiendo embellecen los tejidos. Lo mismo le ocurre al hombre con ese tratamiento. Los zapateros cuartean lo entero en trozos y de los 15 trozos hacen piezas enteras; cortando y taladrando lo que está pasado las recomponen en buen estado. Tam- bién eso le pasa al ser humano. De sus conjuntos se cuartean trozos y de estos trozos ensamblados se origi- nan conjuntos nuevos; sometidos a punzadas y cortes por los médicos en lo que tienen deteriorado, recupe- ran la salud. Y esto es lo propio de la medicina: recha- zar lo que causa dolor, y al eliminar lo que motiva el dolor devolver la salud. La naturaleza por sí misma lo 198 TRATADOS HIPOCRÁTICOS sabe: hace incorporarse al que está echado y reposar al que está en agitación, y también otros trazos de la medicina los posee la naturaleza. 16 Los carpinteros sierran: el uno empuja, el otro tira, y ambos están haciendo el mismo trabajo; al empujar sube un lado y desciende el otro. Al hacer menor hacen mayor. Imitan la naturaleza del hombre. La respiración expele el aire y lo atrae; hace lo mismo en ambos casos. Por un lado oprime, por otro impulsa hacia arriba. De una sola alma, al dividirse, resultan otras, más o menos numerosas, más o menos grandes. 17 Los arquitc~ctos construyen sus obras conjuntadas de materiales diversos, humedeciendo los secos, secando los húmedos, troceando las piezas enteras y ensamblan- do las troceadas. De no ser así no resultaría lo que debe ser. Imitan la dieta del hombre: humedeciendo lo seco, secando lo húmedo, <los seres humanos> trocean lo en- tero y recomponen lo troceado. Todo eso, que- es diver- so, se armoniza- 18 Las composiciones musicales no son idénticas a par- tir de los mismos tonos, de los agudos y de los graves, similares en el nombre, pero desiguales en su son. Los

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que más difieren mejor se acuerdan, y los que muy po- co difieren muy poco se ajustan. Y si uno compone todo en un solo tono, elimina el placer. Los cambios más am- plios y más varios son los más placenteros. Los cocineros les preparan a la gente platos de man- jares varios, distintos, que se combinan de varios mo- dos, y de los mismos ingredientes resultan cosas dife- rentes, alimento y bebida para el hombre. Si todo lo hicieran igual, no habría en ello deleite. Ni si en el mis- mo plato lo combinaran todo tampoco estaría bien. Los instrumentos de percusión en música dan unas notas altas y otras bajas. La música imita a la lengua ~ Aceptamos la corrección al texto propuesta por H. KoLLER (en Die Mimesis in der Antike. Berna. 1954. pág. 66) y por JOLY (op. Cii.. SOBRE LA DIETA 199 que distingue lo dulce y lo ácido de lo que se le da a gustar, lo desacorde y lo acorde. Y da los sonidos altos y bajos, y no es correcto dar los altos bajos ni los bajos altos. Cuando la lengua está bien afinada hay placer en el acorde y disgusto en lo discordante. Los curtidores tensan, frotan, peinan, lavan; del mis- 19 mo modo se trata a los niños. Los canasteros dando vuel- tas al cesto lo trenzan, y partiendo de un comienzo con- cluyen volviendo al mismo comienzo. Lo mismo acaece en el ciclo del cuerpo: donde comienza ahí viene a con- cluir. Trabajan otros el oro: lo baten, lo lavan, lo funden. 20 Al fuego suave, pero no al violento, se solidifica. Y, una vez que lo tienen trabajado lo utilizan para todo. El hom- bre sacude el trigo, lo lava, lo muele, y lo utiliza cocién- dolo al fuego; pero no se aglutina en el cuerpo con un fuego violento, sino con uno suave. Los escultores hacen una imitación del cuerpo sin 21 alma, y forman seres no dotados de razón, a partir de agua y tierra, humedeciendo lo seco y secando lo húme- do; recortando lo que sobra y añadiendo lo que falta, desarrollando (sus obras> de lo más pequeño a lo más grande. Lo mismo sucede en el hombre: va creciendo de lo más pequeño a lo más grande, eliminando lo que sobra, añadiendo lo que falta, humedeciendo lo seco y secando lo húmedo. Los alfareros hacen girar el torno, y éste no se des- 22 plaza ni adelante ni atrás, y al moverse en los dos senti- dos a la vez imita la rotación del universo. Y con la misma rueda que voltea sobre sí fabrican variados ca- charros, nada semejantes uno a otro, a partir de los mis- mos materiales y con los mismos instrumentos. Lo mis- mo les pasa a los hombres y al resto de los animales. pág. 57). Los manuscritos dicen que ‘la lengua imita a la música.. Todo este párrafo sobre música suena a pitagórico. y 200 TRATADOS HIPOCRÁTICOS

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En el mismo ciclo son modelados todos, de los mismos materiales y con los mismos órganos, tornando seco lo húmedo y húmedo lo seco, y no son semejantes en nada. 23 Un caso parecido es el de la escritura: combinación de figuras, signos de la voz humana, capacidad de re- memorar los hechos pasados, y de indicar lo que debe hacerse ~ El conocimiento se construye con siete figu- ras. Todo eso lo ejecuta el hombre, tanto el que sabe de letras como el que no sabe. A través de siete estruc- turas también se construyen las sensaciones del hom- bre: el oído en contacto con los sonidos, la vista con lo visible, las narices con el olór, la lengua con el sabor de lo gustoso y lo desagradable, la boca con el habla, el cuerpo con el tacto, los conductos interiores y exte- riores con el aire cálido o frío. Gracias a estos sentidos le llega al hombre el conocimiento. 24 El esfuerzo competitivo, el aprendizaje gimnástico es algo así por el estilo: <los maestros de gimnasia> en- señan a transgredir las normas según una norma, a ser injustos justamente, a engañar, hurtar, robar, cometer actos violentos, a lo peor de la mejor manera 3Z~ El que 31 Es interesante recordar aquí los términos griegos, que resul- tan más amplios que su traducción castellana, p. ej., grammatikt .es- critura.. o schtmata .figuras.. .signos gráficos. y .letras. (y aquí sólo los signos vocálicos). Dice así el texto: Grammatik~ ¡oió,sde. schE- mdWn synrhesis. semeia phonis aníhropín~s, dynamis d paroichómena mrWmoneúsai, tá poi~t~a dflósai. La relación entre las siete vocales (o signos vocálicos. schtmata) y los siete sentidos (también schtmaia .estructuras.) es, evidentemente, mucho más convencional de lo que • el autor advierte. La referencia al número siete ha hecho pensar en una relación con el texto de Sobre las semanas, caps. 8 y 19. W. Kranz ha sostenido la existencia de una fuente común a ambos; tampoco pue- de descartarse una influencia directa de uno en otro. 32 Es interesante este ataque del dietético contra los que se dedi- can a la ag&nii~ la paidotribía, y. pocas líneas después, a la hypokrzti- k¿. Desdén hacia posibles competidores y recelos críticos de un ilus • trado. acaso con algún eco sofistico en tal actitud. Este ataque excluye, SOBRE LA DIETA 201 no hace eso es malo, y el que lo hace bien bueno. Una muestra de la insensatez popular. Admiran eso, y consI- deran que entre todos <los participantes> sólo uno es bueno, y todos los otros malos. Muchos son los que ad- miran, pocos los que entienden. Las gentes que acuden al mercado hacen lo mismo. Los hombres practican el engaño comprando y vendien- do. Y el que más engaña, ése recibe admiración. Bebien- do y enfureciéndose hacen lo mismo. Corren, pelean, combaten, roban, engañan, y uno solo de todos es pre- miado. El arte del actor embauca a los .espectadores. Dicen unas cosas y piensan otras; los mismos entran y salen que no son los mismos. Propio-del hombre es decir esto y hacer aquello, y que la misma persona no sea la misma, y sostener unas veces un juicio y otras otro. Así que todas las artes tienen algo en común con la naturaleza humana. El alma humana que, como ya dejé dicho, presenta 25 una combinación de fuego y agua y las partes del ser humano, se introduce en todo ser vivo que respira, y

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ciertamente en cualquier humano, sea joven o viejo. Pe- ro no en todos se desarrolla del mismo modo, sino que en los cuerpos más jóvenes, donde la circulación es rá-. pída y el cuerpo está creciendo, se inflama y se consu- me ligera en el desarrollo del cuerpo. En cambio, en los de más edad, cuando la circulación ya es lenta y el cuerpo está más frío, se gasta en la mengua del individuo. Pero todos los cuerpos <humanos> que están en su plenitud y en las edades de procreación pueden nutrir- ía y desarrollarla. Un guerrero que puede dar comida a numerosos hombres es un jefe poderoso, pero cuando éstos le abandonan se ve más débil. Así es también para según Joly, que el autor fuera el pedotríba Heróclíco de Selímbria, de cuyas enseñanzas, sin embargo, hay algunas huellas en el tratado. 202 TRATADOS HIPOCRÁTICOS cada cuerpo. Los que pueden nutrir muchísimas almas ésos son los más fuertes, y a medida que éstas les aban- donan son más débiles ~~. 26 Lo que penetra en otro terreno no se desarrolla, tan sólo lo que penetra en la mujer se desarrolla si en- cuentra las condiciones favorables. Entonces todos sus miembros se distinguen y se desarrollan a la vez, y nin- guno con anterioridad o retraso sobre otro ~ Los ma- yores por su condición natural se hacen visibles antes que los menores, sin haber nacido antes ninguno. No todos los seí-es se estn¡cturan en el mismo tiem- po, sino que unos van más deprisa y otros más despa- cio, según como consiga cada uno el fuego y la nutri- ción. El caso es que algunos alcanzan a ser visibles a los cuarenta días, lo otros a los dos meses, y los otros a los cuatro. Y del mismo modo llegan al nacimiento: unos más aprisa, a los siete meses, completamente for- mados, y los otros, más lentamente, a los nueve meses se muestran a la ltjz por completo con la composición que mantendrán a lo largo de su vida. 27 Con que machos y hembras se originan regularmen- te, en lo posible, de este modo. Las hembras, que son más afines al agua, se desarrollan a partir de comidas, bebidas y hábitos fríos, húmedos y blandos; los machos, más próximos al fuego, de los alimentos secos y cálidos ~ El alma (psychE) aparece como spérma, que puede penetrar en cualquier ser vivo, pero sólo desarrollarse en el cuerpo apropiado; es decir, el alma humana sólo se desarrolla en el cuerpo humano. Mien- tras que los muy jóvenes y los viejos consumen con su extremado ca- lor o frío ese germen vivificador, el hombre y la mujer adultos tienen poder de aumentar esta alma —similar—, y así pueden multiplicarla y procrear. A ello parecen aludir las últimas palabras, poco claras-

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~ En oposición a otros, que sostienen que, en el embrión o feto, se desarrolla antes alguna parte privilegiada <así, según Empédocles. es el corazón lo primero en formarse), aquí se sostiene un desarrollo embriunal homogéneo de todas las partes, lo cual puede muy bien re- montar a la teoría de Anaxágoras. SOBRE LA DIETA 203 y de una dieta semejante. De modo que si se quiere en- gendrar una hembra hay que adoptar un régimen afin al agua, y, si un varón, hay que mantener una pauta afín al fuego. No sólo al hombre le conviene hacerlo,, sino también a la mujer. Porque lo que se desarrolla no es sólo <el germen> segregado por el hombre, sino también el de la mujer, por lo siguiente ‘~. Ninguna de las dos partes tiene de por si suficiente movimiento a causa de la abundancia de lo húmedo y por la debilidad del fuego para consu- mir el flujo y volverlo sólido. Pero cuando ambos <gérmenes> se encuentran convergiendo en un mismo lugar, se suman uno al otro, el fuego con el fuego y el agua con el agua del mismo modo. Si entonces han caído en lugar seco, se produce el movimiento y el fue- go domina al agua confluyente, y desde este encuentro se desarrolla el fuego, hasta el punto de no ser apagado por el flujo que sobreviene, sino que resiste su avance y lo solidifica sobre la base ya formada. Pero si caen en húmedo, enseguida desde un comienzo <ambos gérmenes> se apagan y se disuelven en el proceso de mengua. Sólo en un día de cada mes pueden solidificarse uni- dos y dominar los flujos que les sobrevienen, y eso siem- ~ La opinión de que ambos padres segregan la semilla —spérma y ps-vch~— del recién nacido fue sostenida por Parménides, Empédo- cíes, Demócrito, Anaxágoras, y Epicuro. Pero hay un testimonio de Aristóteles (De gen animal. IV 1, 763b) en contra de la atribución de tal tesis a Anaxágoras: .Dicen algunos que en los fetos existe en seguida la oposición (de sexos), como dicen Anaxágoras y otros de los fisiólo- gos. Porque la simiente (spérma) viene del macho, y la hembra ofrece sólo el lugar (de recepción), y en los machos está a la derecha y en hembras a la izquierda.~ Censorino (V 4) es quien incluye a Anaxágo- ras con los otros precursores de la tesis mantenida en Sobre la dieta, y dice más: .Anaxágoras autem eius parentis faciem referre liberos iudicavit qui seminem amplaus contulisset’. (VI 8). 204 TRATADOS HIPOCRÁTICOS pre que resulte que han convergido en un mismo lugar al mismo tiempo desde ambos lados ~. 28 Pueden cohesionarse mutuamente lo femenino y lo masculino porque en uno y otro de los progenitores se nutren uno y otro ~ y porque el alma es lo mismo en

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todos los seres vivientes, aunque el cuerpo de cada uno sea diferente. En efecto el alma siempre es idéntica, tan- to en el más grande como en el más pequeño; porque no se altera ni por su condición natural ni por presio- nes, en tanto que el cuerpo nunca es el mismo, ni por naturaleza ni a la fuerza, ya que algo de él se disgrega en todo y algo se mezcla con todo. En el caso de que las partes segregadas por ambos progenitores sean masculinas, se desarrollarán según su fundamento, y de ellas nacerán hombres brillantes por su espíritu y fuertes de cuerpo, con tal de que no les perjudique su régimen de vida posterior ~ En el caso de que lo procedente del hombre sea masculino, y lo de la mujer femenino, y que se imponga lo masculino, el alma más débil se funde con la más fuerte, ya que no tiene adónde retirarse que le sea más apropiado en lo que está a su alcance. Pues lo menor se dirige a lo mayor y lo mayor converge con lo menor. Y juntamente dominan lo que tienen a su disposición. El cuerpo varo- nil se desarrolla, en tanto que lo femenino disminuye y se aleja en pos de otra suerte. Y esos individuos son menos brillantes que los anteriores; sin embargo, al im- ~ Una alusión curiosa al ciclo de fecundidad femenino, aunque la reducción del período fértil a un único día resulta chocante- ~ También esta idea de que ambos progenitores pueden segregar un semen de uno u Otro sexo es original (en la medida que nosotros conocemos las teorías embriológicas antiguas). Se encuentran sólo en el Peri gonés, caps. 6 y 7. ~ A partir de aquí se esboza, en breves trazos, un sistema de ca- racteres basados en la combinación seminal, que distingue seis tipos. Probablemente hay un influjo de Empédocles. pero a la vez una adap- tación importante de nuestro autor en tal teoría. SOBRE LA DIETA 205 ponerse lo masculino proveniente del hombre, son va- roniles y reciben con justicia tal apelación. Pero silo masculino proviene de la mujer y lo feme- nino del hombre, y se impone lo masculino, esto se de- sarrolla del mismo modo que lo de antes, mientras que lo femenino mengua. Los que nacer4 sobre esta base son afeminados, y se les llama así con razón. Estas tres son, pues, las maneras de formarse los hombres, que se dis- tinguen en que lo son más o menos <hombres>, por la combinación del agua y del fuego, de sus elementos y sus alimentos, crianzas y usos. Me explicaré al avanzar el tratado también sobre estos puntos. El ser femenino se origina de la misma manera. 29 Cuando lo femenino se segrega de ambos progenitores, nacen las hembras muy femeninas y muy hermosas. Si lo femenino proviene de la mujer, y lo masculino del varón, y se impone lo femenino, resultan unas mujeres más bravas que las anteriores, pero también éstas son moderadas. Mas cuando lo femenino viene del varón, y lo masculino de la mujer, y domina lo femenino, éste se desarrolla según el mismo modo, pero de ahí salen unas mujeres más bravas que las anteriores y las lla- man masculinas. Si alguno no cree que el alma se fusiona con el al- ma, que observe los carbones ~‘. ¿ Acaso al echar los no encendidos a los ya ardientes, fuertes sobre débiles, y

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darles así el alimento, no forman todos un cuerpo ho- mogéneo? Y allí no puede distinguirse uno de otro, sino que se inflaman en un mismo montón, y el conjunto es semejante al final. Y cuando se han gastado el alimento de que disponían se disuelven en lo invisible; eso es lo que sufre también el alma humana. ~ La imagen da una noción muy clara de la condición material de esa psych¿ - spérma que se funde y cohesiona dentro del cuerpo. 206 TRATADOS HIPOCRTICOS 30 Acerca del nacimiento de gemelos la explicación lo aclarará del siguiente modo: en lo fundamental la cau- sa está en la matriz de la mujer ~. Pues si a uno y a otro lado del orificio de entrada ambos costados se han desarrollado por igual, y están receptivos de igual ma- nera, y se han secado tras la menstruación, resulta ca- paz de dar nutrición a las simientes que recibe del hom- bre, en caso de que se escindan a ambos lados de la matriz por igual. Si la simiente es abundante, pues, por parte de ambos progenitores y se desprende fuerte, pue- ~de desarrollarse a ambos costados, porque consigue la nutrición conveniente. En otro caso no nacen gemelos. Cuando lo segregado por ambos progenitores es mas- culino, resulta forzoso que se origine un varón en am- bos costados, y cuando es femenino, de uno y de otro, que nazcan hembras. Y cuando uno es femenino, y otro masculino, aquel de los dos que se impone, ese sexo se desarrolla. Los gemelos nacen parecidos entre sí por es- tas razones: en primer lugar, porque se desarrollan en idénticos lugares; luego, que ambos han sido segrega- dos al mismo tiempo; luego, qúe se desarrollan con los mismos alimentos, y que salen conjuntamente en el parto a la luz. 31. La superfetación resulta del modo siguiente: cuando la matriz está cálida y seca naturalmente, y lo mismo la mujer, y el esperma llega seco y cálido, no hay ya en la matriz ninguna humedad que domine la simiente que allí cae. Por eso desde un comienzo ésta se consoli- da y vive, pero no puede perdurar, sino que incluso vie- ne a destruir el embrión ya existente, porque no les sir- ven a ambos las mismas cosas. 32 El agua más ligera y el fuego más suave, al con- seguir su combinación en el cuerpo humano, dan como resultado la constitución más saludable por los motivos Algo parecido se dice en Sobre la naturaleza del niño 31. SOBRE LA DIETA 207 siguientes: en las mayores variaciones de las estaciones del año ni la una ni el otro se condensan hasta su extre-

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mo, ni el agua llega a lo más denso en los aflujos del agua, ni el fuego en los del fuego, ni en los Cambios de las edades ni con los usos de comidas y bebidas. Pues ambos <tal agua y tal fuego> pueden admitir muy col- mada generación y plenitud. El bronce más dúctil y sua- ve admite la mezcla más firme y resulta el más bello. Y el agua más ligera y el fuego más suave al entrar en combinación resultan del mismo modo. Así que los que tienen esa constitución natural viven en estado sa- ludable todo el tiempo, hasta los cuarenta años, y algu- nos hasta la extrema vejez. Y a aquellos a los que les ataca alguna enfermedad después de los cuarenta años, no suelen morir. Todos los cuerpos que tienen una combinación del fuego más fuerte y del agua más densa son fuertes y vigorosos, pero requieren mucho cuidado. Pues tienen muchos cambios en uno y otro sentido, y tanto en los aflujos del agua caen en dolencias enfermizas como en los del fuego, de un modo semejante. A tal individuo, para enfrentarse a las estaciones del año, le conviene utilizar un régimen de vida afín al fuego, al sobrevenir el aflujo del agua, y cuando sea el aflujo del fuego utili- zar un régimen dietético afín al agua, variándolo paula- tinamente de acuerdo con la estación. Cuando el agua más espesa y el fuego más ligero 1 se encuentran combinados en un cuerpo, se dan tales efectos que hay que diagnosticar una naturaleza fría y húmeda. Estos cuerpos son más enfermizos en invierno que en verano, en la primavera que en otoño. Respecto de las edades, los más sanos son los niños; en segundo lugar, los adolescentes; y muy enfermizos son los más viejos y los de edades próximas. Y estas naturalezas en- vejecen rápido. A éstos les conviene mantener una dieta de todo aquello que calienta y seca, tanto en alimentos 208 TRATADOS HIPOCRÁTICOS como con ejercicios, y realizar los ejercicios que afec- tan al exterior del cuerpo más que al interior. Si el fuego más húmedo y el agua más densa logran su combinación en el cuerpo, hay que reconocer una naturaleza húmeda y cálida por los siguientes síntomas: tales personas enferman sobre todo en primavera, y muy raramente en otoño, porque en la primavera hay un ex- ceso de la humedad, y en el otoño una Justa proporción de sequedad. De sus edades la más enfermiza es la ju- ventud. Los cuerpos se desarrollan deprisa y están pro- pensos a los catarros. Les conyiene llevar una dieta de aquello que enfría y seca, tanto de comidas y bebidas como de ejercicios, y en cuanto a estos ejercicios físicos les conviene más realizar los que afectan al interior del

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cuerpo. Si se combinan el fuego más fuerte y el agua más ligera, la naturaleza será seca y cálida. En estos indivi- duos la enfermedad se presenta durante los aflujos del fuego, y la salud en los del agua. Cuando están en su edad de plenitud, en la buena disposición de su carne, son más propensos a las enfermedades, y los más sanos son los viejos, y de igual modo en las edades próximas a una y otra. Les convienen dietas que enfrían y hume- decen, y aquellos ejercicios físicos que, calentando y con- sumiendo un mínimo, procuren muchísimo refresco. Los de tal condición natural son de larga vida y logran una bella vejez. Si se da una combinación del fuego más suave y del agua más seca, la naturaleza resultante es fría y seca, enfermiza en el otoño, saludable en primavera, y se com- porta de ese modo en las épocas cercanas a una y otra estación. Su edad enfermiza es en torno a los cuarenta años, y los más sanos son los niños. De modo parecido sucede en las cercanías de uno y otro período. Las die- tas (que le convienen) son las que siendo cálidas hume- decen, y ejercicios que, adoptándose paulatinamente~ SOBRE LA DIETA 209 calientan con suavidad, sin consumir mucho de las re- servas naturales. Así que acerca del diagnóstico de la naturaleza hu- mana esto es lo que hay que discernir al considerar la constitución fundamental ~ En cuanto a las edades, por si mismas presentan las 33 siguientes características 42~ El niño está formado con una combinación de elementos húmedos y cálidos, por- que está compuesto por ellos y con ellos se desarrolla. En efecto, lo que está muy próximo al nacimiento es muy húmedo y muy cálido, y crece al máximo, y de igual manera lo que está más cercano. El joven es una mez- cla de elementos cálidos y secos, cálidos porque la apor- tación de fuego se impone sobre el agua; y secos porque la humedad de la infancia ya se ha consumido, una par- te gastada en el crecimiento del cuerpo, otra en el mo- vimiento del fuego, y en parte por los ejercicios físicos. El hombre, cuando su cuerpo detiene su crecimiento, es seco y frío, porque el fluir de lo cálido ya no se impo- ne, sino que queda detenido, y al aquietarse el cuerpo en su crecimiento se queda enfriado. Pero aún le resta lo seco de la edad anterior, y aún no tiene la humedad de la edad siguiente y del aflujo de agua <de la vejez>,. y por eso está dominado por elementos secos. Los vie- jos son fríos y húmedos, a causa de la retirada del fue- go, y del aflujo del agua, es decir, distanciamiento de lo seco y constitución de lo húmedo. En todos los seres vivos los machos son más cálidos 34 y secos, y las hembras más húmedas y frías por los mo- 41 La oración parece recoger, a modo de cláusula que cierra un amplio capítulo, uno de los temas generales apuntados en el cap. 2, con carácter programático: así hay que .discemir la constitución fun- damental. diagigndslcein tés ex arch&~s sysrdsios. 42 Las características de las cuatro edades se explican por la mez- cla de las cuatro cualidades básicas: lo cálido y lo frío, lo seco y lo húmedo.

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210 TRATADOS HIPOCRÁTICOS tivos siguientes. Desde un comienzo cada uno <de los sexos> se originó con tales caracteres y se desarrolla gracias a ellos, y tras el nacimiento los machos se sir- ven de unos hábitos de vida más esforzados, de manera que se calientan y se secan, mientras que las mujeres llevan un régimen de vida más húmedo y más tranqui- lo, y llevan a cabo una eliminación del calor de su cuer- po cada mes. 35 A propósito de la llamada inteligencia del alma y de la necedad sucede lo siguiente. El fuego más húme- do y el agua más seca al lograr su combinación en un cuerpo consiguen su mayor inteligencia, ya que el fue- go retiene del agua la humedad y el agua del fuego la sequedad ~. Cada uno de ambos es así de lo más auto- suficiente. Ni el fuego muy necesitado de alimento va a buscarlo lejos, ni el agua falta de movimiento se que- da inerte. Así que cada uno es muy autosuficiente tanto solo frente al otro como en la mezcla con él. Pues lo que menos necesita de sus circunstancias, eso se aplica más y mejor a lo presente, el fuego que se mueve mini- mamente a no ser por obligación, y el agua que se mue- ve lo más posible no siendo retenida por la fuerza. El alma que tiene la combinación de estos elementos es la más sensata y la más memoriosa. Y si por algún in- flujo cualquiera de éstos creciera en exceso o se agosta- ra, resultaría la más estúpida”, porque es, con estas cualidades, de lo más autosuficiente. Si se da una combinación del fuego más puro y del agua <la más pura>, y el fuego resulta ser algo inferior ~ La mezcla más completa es la que proporciona una mejor in- teligencia (ph ronesis psych~s). HERÁcLITo (fr. 74) y Diógenes de Apolo- nia habían sostenido que ‘el alma seca es la mejor., y nuestro autor señalará más adelante que, siendo el fuego el elemento activo y el agua el pasivo, la estupidez es más propia de aquellos en que predomina lo húmedo. Pero lo mejor es una buena krds¿s, equilibrada. Para hue- llas de teorías de Empédocles, cf. TsoFs.ssTo, De sen.su 6 55. “ La corrupción de lo melor es la pésima. SOBRE LA DIETA 211 al agua, también salen individuos inteligentes, pero ín- ‘~ feriores a los de antes, ya que al ser dominado el fuego por el agua y al hacerse lento su movimiento, se dirige más torpemente hacia las sensaciones. Son considera- blemente constantes tales almas en lo que se aplican. Y si se sigue una dieta correcta, puede <el tal individuo> resultar más inteligente y agudo de lo que prometía su natural ~. Le conviene a éste utilizar los tratamientos afines al fuego, sin hartazgos ni de comidas ni de bebi- das. Por lo tanto le conviene practicar carreras de velo- cidad, para que el cuerpo se vacie de lo húmedo y que lo húmedo se condense más pronto. Luchas, friegas, y

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ejercicios gimnásticos semejantes no le conviene practi- car, para que los poros no se hagan más amplios y se colmen de exceso, pues en ese caso seria fatal que el movimiento del alma se hiciera pesado. Conviene dar paseos, tanto después de comer como de mañana y des- pués de las carreras. Después de comer, para que el alma reciba un alimento má~ seco que los alimentos in- geridos; de mañana, para que los conductos se vacíen de humedad, y no se obstruyan los poros del alma; tras los ejercicios físicos, a fin de que las secreciones produ- cidas por la carrera no se queden en el cuerpo, ni se mezclen al alma, ni obstruyan los conductos ni se alte- re el alimento. Y conviene recurrir a los vómitos para purificar el cuerpo, en caso de que los esfuerzos físicos lo hagan insuficientemente, y tomar alimento tras los vómitos aumentándolo poco a poco durante cuatro días al menos, o más. Es más conveniente tomar friegas que baños, y tener trato sexual con más frecuencia al pro- ducirse los flujos de agua, y con menor frecuencia en los del fuego. Sobre la constitución somática operan los beneficios de la die- ta apropiada. Ahora entra el autor en terreno propio, y da indicacio- nes claras, referidas a los hábitos y ejercicios usuales. 212 TRATADOS HIPOCRÁTICOS Si en uno se presenta la potencia del fuego inferior a la del agua, forzosamente su alma será más lenta, y éstos son los que llaman bobos. Al ser, por tanto, lento el movimiento circular del alma, en un breve punto la alcanzan las sensaciones, que son rápidas, y en poco se mezclan a causa de la lentitud del movimiento circu- lar. Pues las sensaciones del alma, las que vienen por la vista o el oído son rápidas, y las del tacto más lentas y más fáciles de aprehender. Por eso tales individuos perciben éstas no menos que las demás personas, es de- cir las de frío, calor y otras por el estilo. Pero todas aquellas que hay que percibir por la vista o el oído, que no se saben de antemano, no son capaces de captarlas. Pues si el alma no es agitada por el fuego que la impul- sa, no puede percibir qué sucede. Tales almas no lo experimentan por su tosquedad. Pero si siguen un buen régimen, también éstos pueden mejorarse. Les conviene un tratamiento como el del ca- so anterior, con ~los alimentos más secos y en menor cantidad, y con ejercicios más abundantes y más vivos. También les conviene tomar baños de vapor, y tener vó- mitos después de estos baños, con un aumento de la alimentación tras los vómitos en un periodo más largo que en el caso anterior. Y si se hace esto puede mejorar su salud y su inteligencia.

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Si en mayor medida resulta dominado el fuego por el agua presente, tenemos esos individuos que llaman necios unos y otros idiotas. La locura de éstos deriva a una mayor torpeza y lentitud. estos lloran sin ningún motivo, temen lo que no es terrible, se duelen de lo que no es penoso, y no perciben en realidad nada de lo que deben percibir los sensatos. Les conviene tomar baños de vapor y purgarse a fondo con eléboro” después de “ Uno de los pocos lugares (junto con los caps. 67, 73 y 76) CfI que se recomienda recurrir a una droga: es muy poco partidario de esto. SOBRE LA DIETA 213 los baños, y seguir la dieta recomendada en el caso an- terior. Necesitan delgadez y sequedad. Si el agua obtiene una potencia inferior a la del fue- go que ofrece una combinación pura, en los cuerpos con• buena salud el alma de esta clase es inteligente y percí- be prontamente lo que le afecta, y no ofrece muchas alteraciones. Por tanto la naturaleza de esta clase es de un alma buena. Pero también este individuo puede hacerse mejor con una dieta correcta, y peor con una mala. A éste le conviene un régimen de vida más bien afín al agua, evitando los excesos de comidas, bebidas y ejercicios, y con carreras de fondo y díau los y lucha de palestra y todos los, demás ejercicios gimnásticos, haciéndolos sin ningún exceso. Pues si conserva su cuer- po en disposición saludable y no está alterado por na- da, la combinación de su alma es inteligente. Si la potencia del agua está aún más dominada por el fuego, es forzoso que esta alma sea más vivaz en tan- to en cuanto se mueve más deprisa, y que atiende más deprisa a las sensaciones, pero que sea menos estable que las anteriores, puesto que selecciona más deprisa los datos que se le presentan y se dirige hacia más obje- tos por su rapidez. A éste le conviene un régimen dieté-~ tico más afín al agua que en el caso anterior; y tomar pan de cebada más que de trigo, y mejor pescados que carnes, y una bebida más aguada, y tener menos rela- ciones sexuales; y en los ejercicios físicos servirse so- bre todo de los naturales y en gran número, y de los víolentos servirse sólo en caso de necesidad, y pocos. Y de vómitos sólo tras los hartazgos, para que se vacíe el cuerpo, pero que se caliente lo mínimo. A estos tipos les conviene ser flacos para ser inteligentes, pues de la abundancia de carnes es fatal que se origine una infla- mación en la sangre. Y cuando esto le ocurre a un alma semejante, se instala en la locura, al quedar dominada 214 TRATADOS HIPOCRÁTICOS el agua y extendido el fuego. Les conviene a éstos dedi- carse a sus ocupaciones después de haber comido más

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que en ayunas, ya que su alma está más asentada al estar impregnada de la alimentación conveniente que al estar falta de alimento. Si aún más el agua está dominada por el fuego, se- mejante alma es demasiado vivaz y es forzoso que tenga pesadillas. A éstos los llaman maniáticos, puesto que están muy próximos a la locura. Pues con una inflama- ción corta y a destiempo enloquecen, ya sea en momen- tos de embriaguez o de abundancia de carne o en una comilona de carne. Por tanto un individuo de este tipo debe abstenerse de todo eso y de cualquier otro hartaz- go, y de los ejercicios gimnásticos violentos; debe con- sumir pan de cebada de harina gruesa, y verduras her- vidas, a excepción de las laxantes, y pequeños pescados en salmuera; y lo mejor es que beba agua, si lo soporta, y si no, lo más parecido a esto, a base de un vino blanco y suave. Además muchos paseos matinales, y después de comer sólo para mantenerse en pie, a fin de que los alimentos no se sequen con estos paseos de después de la comida, y que el cuerpo se vacíe por la mañana. Y tomar baños completos de agua tibia mejor que darse unciones. Les conviene también en verano recurrir a sies- tas cortas durante el día, no muchas, de modo que el cuerpo no se deseque por causa de la estación. Es pro- vechoso en primavera que se purguen con eléboro des- pués de haber tomado baños de vapor, y luego recurrir a una dieta sedante, y tampoco este individuo debe de- dicarse a sus trabajos en ayunas. Con estos cuidados el alma de este tipo puede ser la más inteligente. 36 Con que acerca del alma, de que sea inteligente o insensata, la causa es esta combinación, como queda aquí descrito por mi. Y mediante la dieta puede hacerse me- jor o peor. Cuando domina el fuego en sus cursos, tal vez es posible aumentar el agua, y cuando domina el SOBRE LA DIETA 215 agua en la combinación acrecer el fuego. Con esto se 47 hacen las almas más inteligentes o más insensatas De los siguientes caracteres no es causa la combina- ción dicha: el irascible, el indolente, el artero, el sim- ple, el malévolo, el benévolo. De todos éstos la causa está en la naturaleza de los poros a través de los que se mueve el alma. Pues según cómo sean los conductos por los que el alma circula y a los que el alma se lanza y en los que se mezcla, así se forma el carácter. Por eso no es posible variar tales disposiciones mediante la dieta, porque no es posible moldear de nuevo una naturaleza oculta. De igual modo también de cómo sea la voz son cau- santes los pasos por donde se mueve el aire respira- do. Según cómo sean aquellos por los que el aire se mue- ve y a los que el aire encuentra, tal será forzosamente la voz. Y a ésta es posible volverla mejor o peor porque se pueden hacer más suaves o más ásperos los pasos del aire inspirado, pero lo anterior es imposible cam- biarlo mediante la dieta. LIBRO II

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La situación de las regiones y la naturaleza de cada 37 una hay que considerarla del modo siguiente ~. En ge- ~‘ Este párrafo clausura rápidamente el tema. A continuación se mencionan ciertos rasgos de carácter de los que no es responsable la combinación seminal, y en los que no tiene papel la dietética. ~ Traduzco así el término póroz. También esto puede ser un eco de teorías de Empédocles. (Cf. el ya citado resumen de Teofrasto.) ~ El auto¡~ sigue la exposición de los puntos prometidos en su programa introductorio, pasando ahora a ocuparse de .das situaciones de las regiones~ (théseís tón ch6ru3n) y de las .variaciones de los vien- tos~ (merabolós ¡On pneuPnarón), que había anunciado en 1 2. Estos dos capítulos (37-38), que hablan brevemente de los factores ambienta- les, le sugieren al lector actual una relación con el tratado de Sobre y 216 TRATADOS H ¡t’ocRÁTícOS neral puede decirse esto: la que está en zona meridional es más cálida y seca que la situada hacia el norte, ya que está más cerca del sol. En estas regiones es necesa- rio que tanto las razas de los humanos como los vegeta- les de su suelo sean más secos, más cálidos y más fuer- tes que los de los paises contrarios. Así, por ejemplo, la raza de Libia en comparación con la del Ponto y las más próximas a una y a otra. Consideradas en si mismas las regiones se presentan así: las altas y áridas y situadas hacia el mediodía son más secas que los llanos con l~ misma orientación, por- que tienen menos humedad, ya que aquéllas no pueden retener el agua de lluvia, y éstos si pueden. Las lacus- tres y pantanosas humedecen y calientan. Recogen ca- lor, porque son cóncavas, están abrigadas y no las ba- ten los vientos. Humedecen porque las plantas de su suelo —de las que se nutren los hombres— son más hú- medas, y el aire que respiramos es más denso a causa del agua en su estancamiento. Los valles que no tienen tales aguas resecan y cal- dean. Caldean porque son cóncavos y están protegidos; y resecan a causa de la sequedad de los alimentos, y porque el aire que respiramos, siendo seco, atrae la humedad de los cuerpos para su propio alimento, no teniendo nada más húmedo a su disposición como nu- trición. Cuando en tales regiones los montes están orien- los aires, aguas y lugares. Puede discutirse si esa es una influencia direc- ta. como sostuvo M. Pohlenz, o bien, como prefiere R. Joly, una coinci- dencia parcial —que no excluiría una lectura distante de ese tratado por parte del autor de Sobre la dieta—. La influencia de los factores ambientales —disposición de los lugares y variación de los vientos y de las estaciones— ha sido, sin duda, algo aceptado por la generalidad de los profesionales de la medicina hipocrática. Y nos parece que no mucho más puede extraerse de este breve apartado. muy distinto al resto del libro II por su temática. Frente al estilo de Sobre los aires, aguas y lugares, el de nuestro tratado es bastante dogmático y esque- mático.

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SOBRE LA DIETA 217 tados hacia el sur, soplan en ellas los vientos del sur abrasadores e insalubres. Pero cuando los montes están orientados al norte, los sopíos del Bóreas acarrean per- turbaciones y producen enfermedades. Cuando estos valles orientados al norte están veci- nos a los poblados, o bien tienen enfrente una isla en el mar, esa región resulta cálida y enfermiza, ya que ni el Bóreas soplando ofrece una aportación de viento saludabl¿, ni se refresca con los vientos veraniegos. En cuanto a las islas, las cercanas a la tierra firme son de inviernos más duros, y las situadas en alta mar tienen más caldeado el invierno, ya que las nieves y hie- los quedan retenidos en la tierra continental y de allí envían los vientos fríos a las islas cercanas, mientras que las de alta mar no tienen tal demora <de nieves y hielos> en el invierno. Acerca de los vientos, de cuál es la naturaleza y la 38 potencia que presenta cada uno, hay que distinguirlas del modo siguiente. Todos los vientos tienen la capaci- dad natural de humedecer y enfriar los cuerpos de los animales y las plantas por estas razones: forzosamente esos vientos soplan desde la nieve y el hielo, de terre- nos helados, de ríos y lagos y de un suelo húmedo y frío. Y los más fuertes vientos proceden de condiciones más fuertes y más potentes, los más débiles de condi- ciones menos duras y más débiles. Así pues como hay aire en el interior de los animales ~, así también lo hay en todos los demás seres, en unos menos y otros más, ~ Esta doctrina puede evocar el panneumatismo de Diógenes de Apolonia, pero debía de ser un tópico muy aceptado en esta época. Confróntese, en el CH. Sobre los vientos 3, y Sobre la naturaleza del niño 12. con respecto al nivel de estas teorías, ver R. Joiv. Le niveau de la sc¡ence hippocrarique, París, 1966. págs. 87-97. Tanto para desig- nar el viento como para el aire interior de los cuerpos, el autor utiliza el mismo término de pnedma (que en otros textos se opone al aire exterior. arr). 218 TRATADOS HIPOCRÁTICOS según su tamaño. Por naturaleza, pues, todos los vien- tos pueden enfriar y humedecer. Pero según la disposi- ción de las regiones y lugares a través de los que se originan los vientos en cada terreno, resultan diferen- tes unos de otros: más fríos, más cálidos, más secos, más húmedos, más enfermizos, más saludables. Respecto a la causa de cada uno hay que conocer lo siguiente: el Bóreas sopla frío y húmedo, porque pro- viene de tales regiones y discurre por lugares tales que el sol no los alcanza y no les sorbe la humedad, dese- cando el aire. de modo que <el viento> llega a la tierra habitada conservando su potencia propia, siempre que la disposición de la región no lá destruya. Y para los que habitan muy cerca resulta muy frío, y mucho menos para los que habitan mucho más lejos.

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El viento del sur sopla desde lugares semejantes por su naturaleza a los del viento norte. Pues soplando des- de el polo sur, surgiendo de la abundante nieve, el hielo y las zonas duramente congeladas, forzosamente será para los que habitan por allí cerca de éste tal cual es para nosotros el Bóreas. Pero no llega igual a cualquier región. Porque al soplar a través de los accesos del sol y a través de la zona meridional su humedad es absor- bida por el sol. Al desecarse se hace más ligero, por lo que necesariamente llega aquí seco y cálido 5l• En las zonas de muy cerca necesariamente desarro- lla tal potencia, cálida y seca, como la que muestra en Libia: abrasa las plantas y, sin que se advierta, deseca a los humanos- Puesto que, en efecto, no puede absor- ber humedad ni de la mar ni de un río, sorbe lo húme- do de los hombres y de las plantas del todo. Y cuando cruza el mar, como es cálido y ligero, colma de hume- SI Sobre las causas de los vientos, mencionando su desplazamiento desde el polo, había escrito ANAxÁGos~&s, interesado en explicar los cam- bios atmosféricos (cf. fr. A 42, en Los filósofos presocraticos, II, Ma- drid. 13. C. G., 1979, pág. 376). Y 5OBRE LA DIETA 219 dad abundante la región a la que aboca. Fatalmente el Noto es cálido y húmedo, de no ser que las posiciones de los terreno~ sean causas <de otra cosa>. De un modo semejante se presentan las cualidades de los otros vientos. Según cada una de las regiones los vientos son del modo siguiente. Los vientos que desde el mar van hacia las tierras, o bien desde la nieve, los hielos, o las lagu- • nas o los ríos, todos humedecen y refrescan tanto a vegetales como a animales, y procuran salud a los cuer- pos, siempre ~ue no se excedan en su frialdad. Enton- ces éstos causan daños, porque producen grandes cam- bios de calor y de frío en los cuerpos. Esto lo sufren quienes habitan en terrenos pantanosos y cálidos cerca de fuertes ríos. Pero los otros vientos que soplan desde los lugares antedichos son beneficiosos, al aportar el aire puro y sereno y ofrecer humedad al principio cáli- do del alma. Todos los vientos que soplan hacia el interior de la tierra son necesariamente más secos, porque se van de- secando a causa del sol y del suelo. No pudiendo ex- traer su nutrición de otra parte, los vientos atraen lo húmedo de los seres vivos, y dañan tanto a las plantas como a los demás seres vivos. Y todos los que por enci- ma de las montañas llegan a las poblaciones, no sólo desecan, sino que además perturban el aire que respira- mos, y también los cuerpos de los humanos, de manera que producen dolencias. Con que hay que distinguir la naturaleza y la potencia de cada uno de ese modo; y cómo hay que precaverse ante cada uno de ellos lo mdi- caré al avanzar en el tratado. De alimentos y bebidas hay que distinguir la cua- 39 • lidad fundamental de cada uno, sea natural o bien arti- ficial, de esta manera siguiente. Todos cuantos han intentado expresarse de modo general acerca de la cua- lidad básica de las cosas dulces o saladas o grasas o

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r 220 TRATADOS HIPOCRÁTICOS sobre alguna otra sustancia del mismo tipo, no andan bien informados 52, Porque no tienen la misma cualidad unas que otras todas las cosas dulces, ni las grasientas, ni ninguna de las demás por el estilo. Pues muchas co- sas dulces son laxantes, y otras son astringentes, unas desecan y otras humedecen. De igual modo sucede con todas las demás. Hay algunas que son astringentes y otras laxantes, unas son diuréticas y otras nada de eso. De igual modo sucede con las cosas que-rescaldan y las demás semejantes: tiene una una cualidad y otra tiene otra. Así que no es posible acerca de todas en conjunto 52 Se anuncia el catálogo de alimentos al que se dedican los ca- pítulos sigs. (40-46) de este libro. Se indica que existen otros textos en la literatura especializada de la época, pero nuestro autor pretende ser más completo y sistemático que sus precursores. No tenemos sufi- cientes elementos de juicio para confirmarlo, pero podemos fiarnos de su aserto. El catálogo de los alimentos, bastante amplio, parece recoger datos tradicionales y es notoriamente más completo que cual- quier otra noticia conservada, lo cual tampoco es decir mucho. Por otra parte, en su insistencia sobre lo complejo de las influencias de los alimentos, y en la búsqueda de la d9namis esencial de unos y otros, encontramos un rasgo de realismo critico, semejante al del famoso pasaje de Sobre la medicina antigua 14-16, donde se polemiza contra opiniones demasiado esquemáticas o .metafisicas~, acerca de los prin- cipios fundamentales. Mientras que en el libro 1 de Sobre la dieta en- contrábamos una afirmación de principios filosóficos sobre la consti- tución última del organismo —fuego y agua, humedad y sequedad, ca- lor y frío, como en otros testimonios de filósofos presocráticos—, aquí parece imponerse un cauto sentir próximo al principio de observación empírica del profesional hipocrático.— Sobre el valor científico de los caps. siguientes es difícil pronunciarse. Cf. .IOLY, Le niveau..., páginas 100-115. Sólo otros dos textos en eICH dan algunas listas semejantes. aunque mucho más breves: el Apéndice a ,.Sobre las enfermedades agu- das” en notas sueltas, y Sobre las afecciones 39-61. La comparación de los textos revela coincidencias que se explican por la referencia a una tradición abierta de esos conocimientos, medio populares medio profesionales. Es probable que en los escritos dietéticos aludidos por nuestro autor, y perdidos para nosotros, abundaran este tipo de listas- El mérito de estos caps. estrib: en su esfuerzo por dar una lista am- plia y de conjunto. SOBRE LA DIETA 221 demostrar que son de tal o cual manera. De cada una en particular yo enseñaré la cualidad que posee. La cebada es por naturaleza algo frío y húmedo, y 40 deseca. Contiene también algo purgativo procedente del jugo de la cáscara. La prueba es que si quieres hervir los granos de cebada sin mondar, el zumo resulta fuer- temente purgativo. En cambio, si la mondas, <el zumo> es, más bien, refrescante y astringente. Pero cuando la tuestas, lo húmedo y purgativo desa- parece por efecto del fuego, y lo restante es frío y seco. En cuantas ocasiones haya que refrescar- y desecar, la harina de cebada puede lograrlo así, usándola en cual-

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quier tipo de masa. Tal es la efectividad que tiene el pan de cebada. Las harinas no bien cribadas dan menos alimento, pero son más laxantes. Las puras son más ali- menticias y menos laxantes. El pan de harina amasado de antemano, humedecido, basto, resulta ligero, y es la- xante y refresca. Refresca porque se humedeció cOn agua fría, es laxante porque se digiere pronto, y ligero por- que una gran parte del alimento se separa y se expulsa con el aire respirado. Pues como los conductos son muy angostos para tal alimento al sobrevenir más no pue- den aceptarlo, y una parte, que se ha aligerado, la ex- pulsan con el aliento, y otra, al quedar dentro, produce flatos. Y ésta es ya expulsada por arriba en eructos, ya por abajo con las heces. Así que una gran parte del alimento se pierde fuera del cuerpo. Pero si te propones dar el pan de cebada apenas re- cién .amasado, esa masa resulta astringente; ya que, al estar seca la harina y no habiéndose aún impregnado de agua, al caer en el vientre atrae la humedad de éste, que está caliente. Pues resulta por naturaleza que lo ca- liente atrae lo frío, y lo frío lo caliente. Y al consumirse la humedad del vientre es forzoso que éste se reseque, y que por el agua que ha penetrado junto con la masa de cebada lo que allí está se enfrie. Con que en todos 222 TRATADOS HIPOCRÁTIcOs los casos en que conviene refrescar o desecar a uno que está con diarrea o con alguna otra inflamación, un pan de este tipo actuará eficazmente. En cambio, un pan seco, de harinas bien molidas, no es tan astringente al estar muy condensado, pero da más alimento al cuerpo, ya que los conductos acogen el alimento que se disuelve tranquilamente. De modo que’hace su recorrido lentamente, pero sin producir ga- ses ni eructos. El pan de cebada bien molido, amasado con anterioridad, alimenta menos, es más laxante y pro- duce más gases. 41 El ciceón ~ hecho con harinas de cebada sólo con agua enfría y alimenta, y con vino alimenta, calienta y es astringente; con miel calienta menos y alimenta, y es más laxante, siempre que la miel no sea pura; en ese caso, es astringente. Con leche, todos los ciceones son alimenticios, pero si la leche es de vaca ~ es as- tringente, y si es de cabra mas bien laxante, mientras que el de leche de oveja lo es menos, y resulta más la- xante con leche de yegua o de burra. 42 Los trigos son más fuertes y más alimenticios que las cebadas, pero menos laxantes, y lo mismo su jugo. El pan basto reseca y es laxante, el blanco alimenta más, pero es menos laxante. Entre los tipos de panes el que tiene levadura es ligero y laxante; ligero, porque la hu- medad la consume el ácido de la levadura, a la que sir- ve de alimento; y es laxante porque pronto es digerido.

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El pan sin levadura (ácimo) es menos laxante y más nu- tritivo. El que está amasado con su zumo es muy ligero, ~ Sobre el cycedn, cf. A. DELATTE, Le cyce6n, breuvage rituel des tnysteres d ‘Eleusis, París-Bruselas, 1955. S4 Seguimos a Joly, que toma la lectura de O: báeion, en lugar de óion (dde oveja~~) que dan otros manuscritos. También ARIsTÓTEI-Es. en Hist. anim. III 20, 52 Ib, señala: .la leche menos densa es la de camello, seguida por la de yegua, y en tercer lugar la de burra; la leche más densa es la de vaca.~ Cf., sobre la carne, cap. 46. SOBRE LA DIETA 223 pero suficientemente nutritivo, y resulta laxante. Alimen- ta porque es blanco, pero es ligero porque está amasa- do con una sustancia muy ligera y tiene de ella su leva- dura y está cocido al fuego. Resulta laxante porque lo suave y laxante del trigo se le mantiene agregado. En cuanto a los panes mismos, los más nutritivos son los más grandes, porque su humedad queda menos consumida por el fuego. Y los horneados son más nutri- tivos que los cocidos sobre el hogar o con un asador, ya que están menos abrasados por el fuego. Los cocidos en el cubano o bajo las cenizas son los más secos; los segundos por la ceniza, los otros a causa del barro cocido que absorbe la humedad. Los hechos con la flor de la harina son los más fuertes de todos ellos, y aún más los de la flor del grano, y son muy nutritivos, si bien no son igualmente laxantes. La harina pura, embebida de agua además, refresca, como la infusión de ese agua pasada por el fuego. Una infusión hervida de esas harinas bastas resulta ligera y laxativa. Las harinas hervidas en leche son más laxan- tes que las hervidas en agua, a causa del suero, y sobre todo en el caso de las’<leches> laxantes. Todas aquellas harinas que se cuecen o se tuestan con miel o aceite calientan y provocan eructos; son provocadoras de eruc- tos porque siendo alimenticias no son de fácil digestión, y son caloríferas porque contienen en la misma sustan- cia grasas y materias dulces mal avenidas entre sí que reclaman una cocción distinta. La flor de la harina y el grano, hervidos, son fuertes y sustanciosos, pero no laxantes. La espelta es más ligera que el trigo, y los derivados 43 de ella son parecidos a los del trigo, pero más laxantes. ~ El kltbanos es un recipiente de barro en el que se cocía el pan por el calor de los tizones encendidos en torno. Y 224 1 RATADOS HIPOCRÁTICOS La avena humedece y refresca, tanto si se come como si se bebe en un caldo. 44 Las harinas de cebada y de trigo recién cocidas son más secas que las viejas, por estar más cercanas al fue- go y a la preparación. Cuando envejecen, lo cálido se

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evapora y lo frío penetra en ellas. Los panes calientes resecan, los tríos menos, y aún menos los del día pasa- do, y provocan una cierta delgadez. 45 Las habas son algo sustancioso, pesado y flatulento. Flatulento porque los conductos no pueden acoger el alimento que les llega en masa, y pesado porque tiene pocos residuos en su nutrición. Los guisantes dan me- nos gases, y son más digestivos. Los blanquecinos y los alargados son más laxantes que los otros, y menos f la- tulentos, siendo nutritivos. Los garbanzos blancos son laxantes, diuréticos y nutritivos; su parte carnosa ali- menta, la dulce es diurética, y la salada resulta laxante. El mijo —en grano o en salvado— es seco y astringente. Junto con los higos es fuerte para los que trabajan. El mijo solo, hervido, es nutritivo, pero no se digiere fácil- mente. Las lentejas producen calores y perturbaciones, sin ser laxantes ni astringentes. La arveja es pesada y fuerte; engorda y llena y da al hombre buen color. El grano del lino es nutritivo y astringente; y tiene algo de refrescante también. Las semillas de salvia tienen efectos muy parecidos. La almorta es por naturaleza algo fuerte y cálido, pero mediante la preparación resulta más ligera y refrescan- te y es laxante. El jarámago humedece y es laxante. La semilla de pepino actúa más de diurético que de laxan- te. El sésamo no lavado es laxante, llena y engorda; re- sulta laxante a causa de la cáscara externa, y llena y engorda por su parte carnosa. Lavado es menos laxante, pero llena y engorda más; y seca y abrasa a causa de su sustancia grasa y oleaginosa. El cártamo es laxante. La amapola es astringente, sobre todo la negra, pero 5OBRE LA DIETA 225 también la blanca. Sin embargo, es nutritiva y fuerte. Los jugos de todas estas plantas son más laxantes que sus granos. Por lo tanto hay que cuidar en la prepara- ción, en todos los casos en que quieras resecar, de ex- traerles el zumo y utilizar sólo la pulpa; y en los que quieras purgar aprovechar más el zumo y menos la pul- pa, y ésta más jugosa. Acerca de los animales que comemos conviene hacer 46 las siguientes precisiones. La carne de bovino es fuerte, astringente y de difícil digestión para el estómago, ya que este animal es de sangre densa y abundante. Así que sus carnes son pesadas para el cuerpo, y tanto la carne misma como la leche y la sangre. En cambio la leche de oveja es ligera e igualmente la sangre, y la car- ne por el estilo. La carne de cabra es más ligera que las anteriores y es más laxante. Las carnes de cerdo dan al cuerpo más fuerza que ésas, y son bastante laxantes, porque <el cerdo> tiene las venas finas y con poca sangre, y mucha carne. La carne de cordero es más ligera que la de oveja, y la de cabrito más que la de cabra, ya que son menos san- grientas y más húmedas. Porque incluso los animales que son secos y fuertes por naturaleza, cuando son tier- nos, son laxantes, y cuando crecen lo son menos. Y de igual modo las de ternera en relación con las de vaca. Pero las de cochinillo son más pesadas que las de cerdo, pues por naturaleza este animal es abundante en carne y de poca sangre, y tiene un exceso de hume-

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dad mientras es joven. Así que, cuando los poros no acep- tan la nutrición que les llega, ésta queda retenida, ca- lienta y perturba el intestino. Las carnes de asno son laxantes, y la ‘de los asnillos aún más, y también las de los caballos, aún más ligeras. Las de perro resecan y calientan y dan vigor, pero no son laxantes. La de los cachorros humedece y es laxante y más diurética. La de jabalí reseca y da fuerza y es laxante. La de ciervo y 226 TRATADOS HIPOCRÁTICO5 reseca, es menos laxante, y es más diurética. La de lie- bre es seca y astringente, y produce alguna orina. La de zorro es más húmeda, y también diurética. También la de erizo terrestre es diurética y humedece. 47 En cuanto a las aves, pasa lo siguiente. En general todas son más secas que las de los cuadrúpedos. Pues todos los animales que no tienen vesícula carecen de orina y de saliva, ya que a causa del calor del vientre se consume la humedad procedente del cuerpo en el ali- mento para el elemento cálido, de modo que no tienen orina ni saliva. Y en quien está falto de tal humedad, es forzoso que la carne sea seca. La más seca es la de la paloma torcaz, en segundo lugar la de la perdiz, y en tercero las de la paloma, la gallina y la tórtola. La más húmeda es la de la oca. Las que se nutren de granos son más secas que las otras. Las carnes de pato y de las demás aves que viven en los pantanos o sobre las aguas son todas húmedas. 48 De los pescados los más secos son éstos: la escor- pena, el «dragón», el «caliónimo», el salmonete, el «glau- co», la perca, el sábalo. Los peces de roca son casi to- dos ligeros, como, p. ej., el tordo marino, el merlo, el gobio, y el «elefitis.’. Estos peces son más ligeros que los que son viajeros, porque al estar tranquilos presen- tan una carne suave y ligera. En cambio, los que van errantes y batidos por las olas, fortalecidos por el es- fuerzo, tienen una carne más firme y pesada. Rayas, an- gelotes, platijas y los semejantes son ligeros. Cuantos tienen su alimento en lugares fangosos o pantanosos. como róbalos, mújoles, anguilas, esos peces son más pe- sados, porque encuentran su alimentación entre el agua fangosa y lo que crece en tales lugares, de donde inclu- so el aire respirado que un hombre inhala le daña y le abotarga. Los peces de río y de laguna son aún más pesados que éstos. Los pulpos, las sepias y los de especie seme 5OBRE LA DIETA 227 jante ni son ligeros, según parece, ni laxantes, y debili- tan la vista; en cambio los caldos hechos con ellos son laxantes. En cuanto a los moluscos, por ejemplo, las os- traperías, lapas, púrpuras, bocinas, y ostras, su pulpa es astringente, mientras que su caldo es laxante. Los mejillones, las pechinas, y las telinas son más laxantes que los anteriores, y lo son sobre todo las ortigas de mar. Los peces cartilaginosos hidratan y son laxantes.

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Los huevos de erizos y el jugo de langosta son laxantes, como el «arkos>., y también los cangrejos, sobre todo los de río, pero también los marinos, y son diuréticos. Los pescados en salmuera hacen adelgazar y rese- can. Los grasos son en buena medida laxantes. De los puestos en salazón, los más secos son los marinos, y luego los de río, mientras que los de lago son los más húmedos. De los pescados en salazón aquellos que son los más secos <de por sí> lo son también en salmuera. De los animales domésticos los que pacen en los bos- 49 ques y los campos son más secos que los que se crían bajo techado, porque en sus ejercicios al aire libre se secan bajo el sol y con el frío, y viven respirando un aire más seco. Son más secos los animales salvajes que los domésticos, y los que comen poco que los que co- men mucho, los que comen heno más que los que co- men hierba, los que comen frutos más que los que no los comen, los que beben poco más que los que beben mucho, los que tienen mucha sangre más que los que tienen poca o ninguna, los adultos más que los muy vie- jos o los jóvenes, los machos más que las hembras, los no castrados más que los castrados, los negros más que los blancos, y los velludos más que los lampiños. Los contrarios son más húmedos. De los animales por sí mismos las carnes más fuer- tes son las más sometidas a esfuerzos, y las más abun- dantes en sangre y las del costado por donde se recues- tan <los animales>. Las más ligeras son las que menos 228 TRATADOS HIPOCRÁTICOS se fatigan, y las de poca sangre, y las que quedan a la sombra, y todas las más interiores del animal. Entre las desprovistas de sangre el cerebro y la médula son las más fuertes; y las más ligeras son cabezas, pies, se- xos y tendones. De los peces las carnes más secas son las de la parte dearriba, y las más ligeras las de bajo el vientre, y las cabezas son más húmedas a causa de la grasa y del cerebro. 50 Los huevos de las aves son un alimento fuerte, nu- tritivo y flatulento. Fuerte, porque están muy cerca del origen de la vida; nutritivo, porque eso es la leche para el recién nacido, y flatulento, porque de un pequeño vo- lumen se desarrollan enormemente. 51 El queso es fuerte, ardiente, nutritivo y astringen- te. Fuerte, porque está muy cerca del origen de la vida; nutritivo, porque es el residuo sólido de la leche; ar- diente, porque es graso; y astringente, por estar concen- trado con zumo <de higuera> ~ y con cuajo. 52 El agua es fría y húmeda; el vino, caliente y seco, y tiene de su poso algo laxante además. De los vinos, los tintos y ásperos son mas secos, y no son ni laxantes ni diuréticos ni expectorantes. Resecan por su calor, al consumir la humedad del cuerpo. Los tintos suaves son

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más húmedos, y producen gases y son más laxantes. Los tintos dulces son más húmedos y más débiles, y produ- cen gases al introducir humedad. Los blancos ásperos calientan, pero no resecan, y son más diuréticos que laxantes. Los vinos jóvenes son más laxantes que los otros, por estar más cerca del mosto y son más nutriti- vos, y también los aromáticos más que los que no tie- nen aroma, por ser más maduros, y más los gruesos que los ligeros. Los ligeros son más diuréticos. Y los blancos y los ligeros dulces son más diuréticos que la- Sé Se trata, según Littré, del zumo de la higuera, con el que so- lían coagular la leche. SOBRE LA DIETA 229 xantes, y refrescan, adelgazan y humedecen el cuerpo, y debilitan la sangre, desarrollando en el cuerpo el prin- 57 cipio rival a la sangre El mosto produce gases y causa perturbaciones y va- cía la tripa. Causa gases porque calienta, vacía como con una purga el cuerpo, y causa perturbaciones al fer- mentar en el estómago, y es laxante. Los vinos ácidos refrescan, adelgazan y humedecen. Refrescan y adelga- zan al producir la evacuación de la humedad del cuer- po, y humedecen a causa del agua que penetra en el cuerpo con el vino. El vinagre es refrescante, porque gasta y consume la humedad que hay en el cuerpo, y es más astringente que laxante porque no es nutritivo y sí agrio. El mosto hervido calienta, humedece y evacua. Calienta por ser vinoso, humedece por ser nutritivo, y produce evacua- ciones por ser dulce y encima estar hervido. El vino de últimos residuos humedece, produce evacuaciones y es flatulento, como el mosto. La miel pura calienta y seca, pero con agua humede- 53 ce y es laxante para los biliosos, y es astringente para los flemáticos. El vino dulce es más laxante para los flemáticos ~‘. En cuanto a las hortalizas ~ sucede lo siguiente. El 54 ajo es cálido y laxante y diurético, bueno para el cuer- po, dañino para los ojos W• Porque, al efectuar una pur- ga enorme del cuerpo, debilita la vista. Es laxante y diu- ~ De las varias propiedades de los vinos se habla también en So- bre la dieta en las enfermedades agudas 50, 51 y 52. ~‘ Como advierte R. ioIy, esta mención de los “flegmáticos. es un tanto rara, ya que nuestro autor no suele aludir a los varios humo- res (tan sólo lo hace en IV 89 y 93). Y la nueva mención del vino dulce está fuera de lugar. O bien se sigue aquí otro texto, o se ha introduci- do un añadido marginal. ~ Traduzco por «hortalizas. láchana, en francés «légumes.. ~ Opinión popular. Cf. Aais~róp»ass, AsambleIstas 404, y Pluto 718.

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230 TRATADOS HIPOCRÁTICOS rético, a causa de sus efectos purgantes. Cocido es más suave que crudo. Produce gases por la retención del aire interno. La cebolla es buena para la vista, pero mala para el cuerpo, porque es cálida y ardiente y no es la- xante. Pues no le da alimento al cuerpo ni le ayuda. Al calentarlo le seca por efecto de su jugo. El puerro caliente menos, y es diurético y laxante. Tiene también algo de purgativo; humedece y hace cesar la acidez de estómago. Hay que comerlo al final. El nabo humedece, disolviendo el flegma con su aspereza; pero las hojas en menor medida. Para la artritis es dañina la raíz, que permanece en el estómago’ y es de difícil digestión. Los berros caldean y disuelven la carne, y coagulan el fleg- ma blanco, hasta llegar a producir estranguria. La mostaza es cálida. También ella es laxante y produce dificultad en la orina. También el jaramago provoca efec- tos semejantes a esos. El coriandro es cálido y astrin- gente, y calma los ardores de estómago, y si se come al final produce además sueño. La lechuga es más fría antes de que tenga su jugo; a veces causa debilidad en el cuerpo. El eneldo es cálido y astringente, y detiene los estornudos cuando se huele. El apio es más diuréti- co que laxante; pero sus raíces son más laxantes que la planta misma. La albahaca es seca y astringente. La ruda es más diurética que laxante, y tiene algo coagu- lante, y si se bebe antes sirve de alivio contra las póci- mas venenosas. El espárrago es seco y astringente. La salvia es seca y astringente. La hierba mora refresca e impide las poluciones nocturnas. La verdolaga fresca refresca, pero seca calienta. La ortiga purga. La caía-. minta calienta y purga. La menta calienta y es diurética y detiene los vómitos; y si uno la come a menudo, derri- te el semen hasta producir pérdidas, e impide la erec- ción y deja el cuerpo débil ~. La acedera, que calien- é~ La menta tiene una varia influencia. Como condimento tuvo aIT’- plio uso. Cf. A. C. ANDREWS, .The Minís of the Greeks and Romans SOBRE LA DIETA 231 ta, es laxante. El armuelle es húmedo, sin embargo no es laxante. El bledo es cálido, no laxante. La col calien- ta, y es laxante, y evacua las sustancias biliosas. El zu- mo de acelgas es laxante, pero la planta es astringente; las raíces son más laxantes que las hojas de acelga. La calabaza calienta, humedece y es laxante, pero no es diurética. El nabo es ardiente, y humedece y perturba el cuerpo, pero no es laxante, y provoca disuria. El po- leo calienta y es laxante. El orégano calienta, y evacua los humores biliosos. La ajedrea actúa de modo seme- jante. El tomillo es cálido, es laxante y diurético, y eva- cua los humores flegmáticos. El hisopo calienta y eva- cua los humores flegmáticos. Entre las hierbas salvajes, las que en la boca son cálidas y bienolientes, ésas calientan y son más diuréti- cas que laxantes. Aquellas que tienen una naturaleza hú- meda, fría e inconstante u olores pesados, son más la- xantes que diuréticas. Las que son acres o ásperas son astringentes. Las que son picantes y de buen olor, son

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diuréticas. Las que son picantes y secas en la boca, re- secan. Las que son ácidas son también refrescantes. Son diuréticos los zumos del hinojo marino, del apio, las in- fusiones de ajo, de citiso, de hinojo, de puerro, de cu- lantrillo, de hierba mora. Y son refrescantes éstos: el escolopendrio, la menta, el seseli, la achicoria, la pimpi- nela, el hipérico, las ortigas. Laxantes y purgantes son los caldos de guisantes, lentejas, cebada, acelgas, col, mercurial, saúco, cártamo, Estas plantas son más laxantes que diuréticas. and their condimentary Uses”, Osiris (1958), págs. 127-49: Tuvo tam- bién su mitología, que está relacionada con sus efectos en lo erótico y sexual; véase el sugestivo capítulo .Las desdichas de la menta~ de M. DETIENNE, en Los jardines de Adonis [trad. esp. por C. BERMEJO, Madrid. 19831, págs. 153-88. También la lechuga entró en ese sistema semimítico. por sus propiedades anafrodisiacas. 1 232 TRATADOS HIP~RATICO5 55 En cuanto a la fruta pasa lo siguiente. Las frutas en sazón son más laxantes, y las verdes más que las secas. Vamos a exponer la propiedad natural de cada una. La mora calienta, humedece y es laxante. Las peras maduras calientan, humedecen y son laxantes. Las du- ras son algo astringente. Las peras silvestres de invier- no maduras son laxantes y limpian el vientre. Pero las verdes son algo astringente. Las manzanas dulces son difíciles de digerir; las ácidas maduras lo son menos. Los membrillos s~n astringentes y no laxantes. Los cal- dos de manzanas sirven para detener los vómitos y son diuréticos. Incluso su olor va bien contra los vómitos. Las manzanas silvestres son astringentes; cocidas son más laxantes. Contra el asma los zumos y las mismas manzanas bebidas son benéficas. Las serbas, los nísperos, los frutos de cornejo y los demás por el estilo son astringentes y bloquean la tri- pa. El jugo de la granada dulce es laxante, y tiene algo ardiente. Las granadas vinosas son flatulentas, y las agrias son más refrescantes. Los granos de todas ellas son astringentes. Los pepinos crudos son cosa indiges- ta; los melones son diuréticos y laxantes, pero dan gases. Las uvas son cálidas y húmedas, y son laxantes, so- bre todo las blancas. Cierto que las dulces calientan bas- tante, porque guardan ya mucho calor. Las verdes ca- lientan menos, pero si se toman en bebida purgan. Las pasas son algo ardiente, pero son laxantes. Los higos verdes humedecen, son laxantes y dan ca- lor. Humedecen por ser jugosos, calientan y son laxan- tes por su zumo dulce. Los primeros higos son los peo- res, porque son los de más leche, y los últimos son los mejores. Los higos secos son ardientes, pero son laxan- tes. Las almendras son un alimento ardiente, pero nutri-

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tivo. Ardiente por su aceite, nutritivo por su pulpa. Las SOBRE LA DIETA 233 nueces redondas son semejantes. Las anchas, maduras, son nutritivas, y si están peladas son laxantes, y produ- cen gases. Las pieles, en cambio, son astringentes. Las bellotas de encina, de roble, y los hayucos son astrigen- tes, crudos o tostados; cocidos, menos. Las carnes grasas son ardientes, pero laxantes. Las 56 carnes conservadas en vino resecan y alimentan; rese- can a causa del vino, y alimentan por la carne. Conser- vadas en vinagre calientan menos a causa del vinagre, y alimentan bastante. Conservadas en sal las carnes son menos nutritivas, por quedar privadas de la humedad por la sal; adelgazan, resecan y son bastante laxan- tes ~ De cada uno de estos alimentos conviene disminuir o aumentar sus propiedades específicas del modo si- guiente, en el conocimiento de que todo, tanto animales como plantas, está compuesto de fuego y agua, y con esto aumenta y en esto se resuelve. Así que a los ali- mentos fuertes se les priva de su propiedad cociéndolos y enfriándolos varias veces; a los húmedos se les arre- batá la humedad pasándolos por las brasas y tostándo- los; y a los secos <se les cambia su propiedad> mojá.i- dolos y rociándolos; a los salados se los moja y se cue- cen; a los amargos y ácidos se los mezcla con los dul- ces, y a los astringentes con los grasientos. Y de todos los demás conviene tomar noticia por lo ya dicho. Todo lo que está pasado por el fuego y tostado es más astringente que lo crudo, porque el fuego le ha arre- batado la humedad, el zumo y lo grasiento. Así que cuan- do cae en el estómago, atrae hacia sí la humedad de la cavidad, y obtura los orificios de los conductos veno- é2 Este capítulo concluye el catálogo de los alimentos; trata de cómo, mediante la preparación, se pueden estimular o disminuir las propiedades naturales de cada uno. Dia ,~chnJs queda modificada la cualidad que tienen unos u otros kata phys¡n. u 234 TRATADOS HIPOCRTICOS sos, secando y calentando, de manera que contiene los desagues de la humedad. Todos los alimentos que provienen de las zonas ári- das, secas y tórridas, son más secos y más caloríferos y aportan mayor vigor al cuerpo, porque son más pesa- dos, más densos y más nutritivos, con el mismo volu- men, que los que vienen de regiones húmedas, lluviosas y frías. estos son más húmedos, ligeros y fríos. Por lo tanto no sólo hay que conocer la cualidad específica de los cereales, de las bebidas, y de los animales, sino tam- bién sus lugares de origen. Cuando, en efecto, se quiera procurar al cuerpo un alimento más fuerte de los mis- mos comestibles, habrá que recurrir a los que procedan de regiones áridas, tanto en cereales como en bebidas y en carnes. Y cuando se quiera una nutrición más lige- ra y más húmeda, recurrir a los de regiones más

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lluviosas. Las cosas dulces, picantes, saladas, amargas, áspe- ras y carnosas dan naturalmente calor, tanto las que son secas como las húmedas. Pero todas las que tienen una parte predominante de sequedad en su interior, és- tas resecan y calientan. Cuantas tienen una parte ma- yor de humedad, todas ésas a la vez que dan calor hu- medecen y son más laxantes que las secas. Pues al dar más alimento al cuerpo, provocan una revulsión en el vientre, y al traer humedad resultan laxantes. Todo lo que, aportando calor, reseca, ya sea comida o bebida, y que no provoca ni sálivación ni orina ni deposiciones, reseca el cuerpo por lo siguiente: al calentarse el cuer- po se vacía de la humedad, en parte por los mismos alimentos, y en parte porque lo humedo se consume en alimento para el calor del• alma, y en parte porque, ca- lentándose y haciéndose más sutil, se evapora a través de la piel. Las sustancias dulces y las grasas y las oleaginosas dejan repleto, porque se derraman a partir de un pe- —u SOBRE LA DIETA 235 queño volumen. Al calentarse y al derramarse colman el calor del cuerpo y causan una sensación de plenitud. Las sustancias ácidas, picantes, astringentes, áspe- ras, bastas, o secas, no llenan, porque dejan abiertos y limpian los orificios de los conductos venosos. Que los unos secando, los otros mordiscando y contrayendo, hacen que se agite y se concentre en un pequeño volu- men la humedad que hay en la carne, y se hace grande el vacío en el cuerpo. Con que cuando quieras saturar con pocos alimentos o vaciar con más, utilizar unos u otros. Todos los alimentos frescos dan más vigor que los demás por esta razón, que están más cerca de lo vivo. En cambio los viejos y pasados son más laxantes que. los frescos, porque están más cerca de la corrupción ~. Los alimentos crudos provocan cólicos y eructos, por- que aquello que debe efectuarse con ayuda del fuego, eso lo lleva a cabo el estómago, que es más débil que los alimentos ingeridos. Los platos que se preparan con salsas son ardientes y húmedos, porque tienen ingre- dientes grasos, cálidos, y con propiedades diversas unas de otras en un mismo guiso. Los preparados en salmue- ra o en vinagre son mejores y no ardientes. Respecto a los baños pasa lo siguiente. El agua 57 potable humedece y refresca, pues da humedad al cuer- po. El baño salado calienta y reseca, ya que teniendo un calor natural atrae fuera del cuerpo la humedad. Los baños calientes en ayunas adelgazan y refrescan, pues por el calor arrebatan la humedad del cuerpo; y al ver- se privada la carne de la humedad, el cuerpo se enfría. Después de la comida calientan y humedecen, al despa- rramar lo húmedo que hay en el cuerpo en un volumen ~ Un punto de vista muy claro para una mentalidad precientifi-

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ca, como señala Joly, es éste que pone en relación fuerza y vida, y corrupción y excrementos. 236 TRATADOS HIPOCRATICOS mayor. Los baños fríos lo contrario: al cuerpo en ayu- nas le dan algo de calor y humedad, y al que ya ha co- mido se lo quitan, estando húmedo, y, al ser algo frío, lo llenan de la sequedad que conllevan. La abstinencia de baños reseca, al consumirse lo húmedo; y la priva- ción de unguentos otro tanto. 58 El darse unguentos calienta, humedece y ablanda. El sol y el fuego resecan por esta razón: que, siendo justamente calientes y secos, atraen la humedad del cuer- po. La sombra y los fríos moderados humedecen, pues dan más que toman (humedad). Todos los sudores, al salir, adelgazan y resecan, al abandonar la humedad el cuerpo. El coito adelgaza, humedece y calienta; calienta a causa del ejercicio y de la secreción de lo húmedo, adelgaza por la evacuación, y humedece a causa de lo que queda en el cuerpo de lo licuado” a causa del ejercicio. 59 Los vómitos adelgazan a causa de la evacuación de la comida, sin embargo no resecan, a no ser que al día siguiente se adopte el tratamiento adecuado; sino que humedecen más bien, a causa de la repleción y del de- rretimiento de la carne producido por el esfuerzo. Pero si al día siguiente uno deja que esto se consuma en ali- mento de lo cálido y se va aumentando la dieta de mo- do paulatino, desecan. El vómito libera la tripa estreñi- da, y estriñe la que está más suelta de lo oportuno, al humedecer aquélla y contraer esta otra. Por tanto, si uno quiere producir un efecto astringente, hay que pro- ducir el vómito muy deprisa tras haber comido, antes de que el alimento que es húmedo descienda hacia aba- jo, y servirse sobre todo de alimentos astringentes y de los picantes. En cambio, si se quiere soltar el vientre, ~“ La noción de que por medio de los ejercicios se produce una licuación interior, s’,~n~exis, de las carnes, algo asE como lo que podria~ mos considerar un ,‘sudor’ o .~humor. interno, está en otros párrafos. cf. II 40 y III 78. Reaparece en Otros textos del CH. SOBRE LA DtETA 237 conviene retener los alimentos <en el vientre> el mayor tiempo posible, y recurrir a alimentos y bebidas áspe- ros, salados, grasos y dulces. Los sueños, en ayunas, adelgazan y enfrían, si no 60 son largos, pues eliminan la humedad natural <en el cuerpo>. Pero si son prolongados, al calentarla derriten la carne y relajan el cuerpo y lo dejan débil. Después de la comida al calentar humedecen, esparciendo la co- mida por el cuerpo. Tras los paseos matutinos es cuan- do el sueño reseca en grado máximo.

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El no dormir tras las comidas daña, al no dejar al alimento que se disuelva; al que está sin comer le pro- cura un cierto adelgazamiento, pero le daña menos. La inactividad humedece y deja el cuerpo débil, pues el al- ma que está inactiva no consume la humedad originada en el cuerpo. El ejercicio reseca y pone el cuerpo fuerte. Una única comida <al día> adelgaza, reseca y estriñe el vientre, porque lo húmedo del estómago y de la carne es consumido por el calor del alma. El desayuno consi- gue los efectos contrarios a la comida única. El agua caliente como bebida adelgaza en todo y de igual modo el agua fría. El frío excesivo tanto en el aire respirado como en la comida y en la bebida congela la humedad del cuerpo y estriñe el vientre por el frío y la solidifica- ción. Pues domina a la humedad del alma. También los excesos de calor solidifican <lo húmedo> de modo que así tampoco hay difusión de éste. Todo lo que al calen- tar el cuerpo, sin aportarle alimento, vacía de humedad la carne sin producir un exceso, causa en el hombre un enfriamiento; pues al evacuarse la humedad existen- te, se enfría a medida que se llena del aire que penetra de fuera. En cuanto a los ejercicios hay que apreciar la 61 cualidad que tienen del modo siguiente. Hay, en efecto, ~ Tras haberse ocupado de la alimentación, el autor va a hablar de los ejercicios, pónoi, que constituyen el otro tema fundamental de Y 238 TRATADOS HIPOCR~TICO5 unos que son naturales, y otros violentos. De ellos los naturales son el ejercicio de la vista, del oído, de la voz, y del pensamiento”. Así pues, el ejercicio de la vista tiene esta propie- dad: aplicándose el alma a lo que observa se mueve y se calienta; y al calentarse se seca, porque se vacía de lo húmedo. A través del oído, cuando le llega un ruido, el alma se agita y se esfuerza, y con este esfuerzo se ca- lienta y se seca. En todo lo que el hombre piensa, se agita su alma, se caldea y se reseca, por esos esfuerzos, trabaja gastando su humedád, vacía las carnes, y enfla- quece al individuo. Todos los ejercicios de la voz, sean discursos, lecturas o cantos, todos ellos agitan su alma. Y al agitarse se caldea y se reseca, y gasta su humedad. 62 Los paseos son, desde luego, naturales, y lo son mu- cho más que los demás ejercicios, pero tienen algo de violento. La cualidad propia de cada uno de ellos es la siguiente. El paseo de después de la cena - reseca el vientre y el cuerpo, y no deja que el estómago acumule grasa por lo siguiente: al moverse el hombre, se calien- la dieta. Los caps. 57, 58, 59 y 60, sobre los efectos de los baños, las unciones, los vómitos y los sueños (de dormir y no de soñar se habla aquí), constituyen una transicion. Los cinco capítulos dedicados a los ponor concluyen este libro II. “ Como los alimentos, también los ejercicios resultan o bien na- turales, kara phy’~in, o bien artificiales o .violentos’, dió bí~s, que son

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los que obligan a un esfuerzo extraordinario. Es curioso que hasta la actividad de los sentidos sea considerada un pónos. E incluso el pensamiento, en cuanto que supone un movimiento del alma —que no es mero espíritu, ni mucho menos, sino que se reseca y humedece. como el resto del cuerpo—, es un ejercicio. Se ha recordado, a este respecto, la frase que puede leerse en Epidemias VI 5: .el pensamiento de los humanos es un paseo de su alma” (psychés peripatos phrontís). Ya Anaxágoras había considerado que .toda sensación va acompañada de esfuerzo’ (fr. A 94 D K). ~ Traduzco por “cenar” y, otras veces, simplemente por .comi da” la palabra defp”ion, que era la comida fuerte que los griegos ha cían por la tarde. SOBRE LA DIETA 239 tan los alimentos y el cuerpo, de modo que la carne atrae lo líquido y no permite que se concentre en torno al estómago. Así que el cuerpo se llena, y el estómago adelgaza. Se reseca por lo siguiente: al moverse y calen- tarse el cuerpo, lo más ligero de la nutrición se consu- me, una parte por el calor congénito”, y otra se pier- de con la respiración hacia el exterior, y en parte tam- bién se va a la orina. Y queda como resto lo más seco de los alimentos dentro del cuerpo, de modo que se re- secan el estómago y la carne. Los paseos matutinos adelgazan, dejan la cabeza des- pejada y alerta, y el oído vivaz, y liberan el estómago. Adelgazan porque el cuerpo, al moverse, se calienta, y la humedad disminuye y se elimina, en parte mediante la respiración, y parte al sonarse y al escupir, y en par- te se gasta en alimento para el calor del alma. Liberan el estómago, porque al penetrar desde arriba en éste, que está caliente, el aire frío, el calor se retira ante el frío. Dejan despejada la cabeza por la razón siguiente: cuando el vientre se vacía, al estar caliente, atrae hacia si lo húmedo del resto del cuerpo y de la cabeza. Y al vaciarse <de humedad> la cabeza, se purifican la vista y el oído. Y se póne uno alerta. Los paseos después de. los ejercicios físicos dejan los cuerpos purgados y fla- cos, al no permitir que la exudación de la carne produ- cida por el esfuerzo se concentre, sino que la eliminan. De las carreras, las dobles y de fondo 69, aumen- 63 tadas paulatinamente, al calentar la carne pueden co- cerla y fundirla, y así aumentan por digestión la poten- cia de los alimentos en la propia carne, y dejan los cuer- pos más lentos y más firmes que las carreras sencillas. “ Esta noción del .calor vital, es muy importante también en la biología aristotélica, cf. F. SOLM5EN, .The vital heat, the inborn pneu. ma and the aether., en Journal of HeII. Studies 77 (1957), págs. 119-23. 69 Como apunta JoLY, esta terminología de las carreras resulta un tanto difícil de traducir (cf. sus Recherches..., págs. 115-20). 240

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TRATADOS HIPOCRATICo5 Son más convenientes a los que comen mucho, y más en invierno que en verano. Las carreras con vestidos tienen la misma propie- dad, pero como calientan más deprisa dejan los cuer- pos más húmedos, si bien con menos color, porque el aire puro que se recibe no purifica (el cuerpo), sino que éste se mueve en el mismo aire durante el ejercicio. De modo que esto les conviene a los individuos secos y a los de abundante carne que quieren perder peso, y a las personas de edad por la frialdad de su cuerpo. Los díaulos y los dobles díaulos consumen menos la carne, y secan más, porque los esfuerzos que se produ- cen en las partes internas del alma extraen lo húmedo de la carne y enflaquecen el cuerpo y lo secan. Las ca- rreras simples consumen menos la carne, pero resecan y contraen al máximo la carne y el vientre, ya que, al necesitar una respiración muy rápida, atraen la hume- dad hacia esos esfuerzos. 64 Los ejercicios gimnásticos agitados con brusquedad son, para los individuos enjutos, inconvenientes. Pues producen desgarramientos por lo siguiente. Estando ca- liente el cuerpo, adelgazan mucho la piel, condensan la carne menos que las carreras, y vacían la carne de su humedad. Las flexiones y elevaciones de brazos caldean mucho menos la carne, y aguzan el cuerpo y el alma, y evacuan el aire. La lucha libre y el frotamiento ofrecen en mayor me- dida el ejercicio a las partes externas del cuerpo, y ca- lientan, endurecen y hacen que se desarrolle la carne por lo siguiente. Por un lado las partes por naturaleza duras se hacen más compactas al ser frotadas, y las hue- cas se desarrollan, como es el caso de los conductos venosos. Porque al calentarse y secarse atraen hacia sí el alimento a través de los poros, y luego aumentan. .La lucha de cuerpo a tierra tiene unos efectos semejan- tes a los de la lucha libre, y reseca más a causa del SOBRE LA DIETA 241 polvo, y desarrolla menos carne. La lucha de manos y dedos reseca y atrae las carnes hacia arriba, y efectos similares logran la lucha con el saco y la gimnasia de brazos 7O~ La retención de la respiración fuerza los po- ros (a abrirse) y adelgaza la piel y puede expulsar la humedad de la piel. Los ejercicios gimnásticos en el polvo y los del 65 cuerpo untado en aceite difieren en lo siguiente. El pol- vo es frío, el aceite cálido ~í. Durante el invierno el aceite ayuda al desarrollo, porque impide que el frío arrebate nada al cuerpo. Durante el verano el aceite, que produce un exceso de calor, hace que se funda la carne, cuando se recalienta a causa de la estación, del aceite y del esfuerzo. El polvo de los ejercicios gimnás- ticos favorece el desarrollo durante el verano, pues al refrescar el cuerpo no deja que se recaliente hasta el exceso. En cambio en invierno enfría y congela. Que- darse en el polvo después de los ejercicios durante un rato breve en el verano es provechoso, porque refresca; pero si es mucho tiempo reseca demasiado y deja los cuerpos duros y secos como leños. El frotamiento de aceite mezclado con agua reblandece e impide un peli-

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groso recalentamiento. En cuanto a las torceduras y tensiones 72 que se 66 producen en el cuerpo, ocurre lo siguiente. Las perso- 70 El akrocheirismós. según indica su nombre griego, era un tipo de combate que se hacia fundamentalmente con las puntas de los de- dos. La korykomachíe .lucha con el saco” era el entrenamiento con el korykos, el saco de cuero, generalmente relleno con granos, harina o arena, con el que se ejercitaban los púgiles, una veces para la lucha libre, tratando de asirla o sostenerlo, o bien para golpearlo practican- do golpes de boxeo. El saco a bolsa podía ser más o mtnos grande y colgar más o menos alío. según lo requiriera el entrenamiento. ~‘ Resulta notoria la importancia del aceite u óleo. daion, en las prácticas gimnásticas de la Antiguedad. 72 .Torceduras y tensiones. o .luxaciones’., traduce kdpoí. Como indica ioíy. la noción de .hábito. es muy importante en los tratamíen- 242 TRATADO5 HIPOCRATICOS nas que no tienen hábito de hacer gimnasia se lastiman en cualquier ejercicio. Pues ninguna parte de su cuerpo está entrenada para ningún esfuerzo. Los cuerpos ejer- citados, por su parte, pueden lastimarse por los ejerci- cios desacostumbrados; e incluso se lastiman por los ejercicios habituales, si los practican con exceso. esos son, en efecto, los tipos de los achaques. La propiedad característica de éstos es la siguiente. Quienes no están entrenados, teniendo la carne húme- da, al esforzarse en los ejercicios, en cuanto el cuerpo se les calienta, sufren un enorme derretimiento de su carne. Lo que entonces se exuda o se elimina con la respiración no causa fatiga sino a la parte del cuerpo vaciada así contra lo habitual. Pero lo que queda de esa licuefacción causa fatigas no sólo a la parte vaciada del cuerpo de modo inhabitual, sino también a la que reci- be esa humedad. Porque no es un liquido73 connatural al cuerpo, sino muy contrario. Pues no se acumula por igual en las partes desprovistas de carne <y en las otras>, sino que se concentran en las carnosas, hasta el punto de provocar dolencia en éstas hasta que se expulsa. Pues- to que desde luego no tiene circulación, quedando en reposo, se recalienta ella y lo que se le añade. Si la secreción es abundante, se impone incluso so- bre lo que está sano, de modo que recalienta en exceso todo el cuerpo, y resulta el principio de una fuerte fie- bre. Pues al ponerse la sangre caliente y ser atraída, acelera la circulación que se da en el cuerpo, y por me- tos dietéticos, y en la medicina griega en general. cf. Sobre la dieta en las enlermedades agudas 19 y ss., Sobre la medicina antigua lO. ~ La traducción de fo hygrón por ~humeur~ que encontramos en Littré puede conducir a una precisión errónea. Al producirse con el calor una ~fundición. (syntexis) de las carnes, hay una secreción (10 apokrzrhén) interna, que resulta, en parte, evacuada al exterior con el sudor y la respiración; pero ese líquido no es un ~humor. en el

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sentido más estricto que tiene el término en otros tratados del CH. SOBRE LA DIETA 243 dio de la respiración se purifica todo el cuerpo; y el• humor concentrado, al calentarse, se aligera y se expul- sa de la carne hacia afuera a través de la piel, que es lo que se llama <sudor cálido». Una vez segregado éste, la sangre se reafirma en su movimiento natural, y la fiebre remite, y la fatiga cesa, en general, al tercer día. Estos achaques, pues, hay que tratarlos del modo si- guiente: disolviendo lo acumulado mediante baños de vapor y baños calientes, y con paseos no forzados, de modo que <los pacientes> queden limpios, y recuperen la disminución de la carne con ayuda de breves alimen- tos y adelgazando. Conviene, además, untarse con aceite sosegadamen- te durante un buen rato, para no recalentarse con el esfuerzo, y frotarse con unguentos sudoríparos y emo- lientes, y dormir en cama blanda. A quienes ya tienen hábito de ejercicios el achaque les viene de esfuerzos desacostumbrados por los moti- vos siguientes. Sea cualquier ejercicio al que el cuerpo no esté entrenado, forzoso es que la carne esté húmeda en relación a este punto, en el que no está acostumbra- do a esforzarse, como es el caso de los que no practican la gimnasia en cualquier ejercicio. Entonces necesaria- mente la carne se fundirá, se disgregará y se acumulará como en el ejemplo anterior. Conviene seguir este trata- miento: acudir a los ejercicios habituales, para que el humor concentrado calentándose disminuya y se pur- gue, y el resto del cuerpo no se humedezca ni se quede inactivo. Conviene recurrir a los baños calientes tam- bién en este caso, ya unguentos de igual modo que en el caso anterior. Pero no necesita para nada de los ba- ños de vapor, ya que los ejercicios calentándolo sufi- cientemente disminuyen y eliminan el liquido amonto- nado. Las luxaciones <o lesiones> producidas por los ejer- cicios habituales se originan del modo siguiente. De un 244 TRATADOS HIPOCRÁTICO5 ejercicio moderado no proviene ninguna tensión. Pero cuando se esfuerza uno más de lo oportuno, reseca de- masiado su carne. Así que ésta se vacía de su humedad, y se caldea y sufre dolor, se estremece y cae en una fiebre bastante prolongada, a no ser que uno la trate correctamente. En ese caso, en primer lugar hay que bañar al enfermo en un baño ni demasiado caliente ni demasiado abundante, luego darle a beber después del baño un vino suave, y que coma de cena muy varios y muchos alimentos, y como bebida que tóme un vino aguado y suave, y en abundancia, y luego que conserve mucho tiempo en el estómago <la comida> hasta que

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los conductos venosos se llenen y se hinchen. Luego, que vomite, y después de un breve paseo que se acueste blandamente. Luego conviene aumentar lentamente los alimentos y los ejercicios habituales durante seis días, y en éstos disponer al individuo en su régimen acos- tumbrado de comida y bebida ~ Este tratamiento tiene la siguiente propiedad: puede rehidratar el cuerpo resecado en exceso sin caer en ex- ceso. Si, desde luego, fuera posible, conociendo cuál es la causa de la dolencia, curarla mediante la dosis con- veniente de alimentación, bien estaría así. Pero eso es imposible, y lo otro es fácil. Porque el cuerpo reseco, al recibir todo tipo de alimento atrae de cada alimento lo conveniente a cada parte del cuerpo, que queda llena y humedecida, y, tras vaciarse el estómago por el vómi- to, rechaza el exceso. El vientre, al quedar vacio, se re- vuelve. Entonces, la carne regurgita la humedad que le sobra, y no suelta la que le es adecuada, a no ser por ~ Estos consejos son como una fórmula resumida de los que sC darán con mayores distingos y precisiones en el libro siguiente- Ya aqui nos encontramos las nociones fundamentales de ,,vaciamICnto~ y ~repleción., y eí rechazo del perturbador .exceso’. <hyperbolt) quC son loa factores determinantes de la enfermedad que puede medicarse con una dieta ajustada- SOBRE LA DIETA 245 violencia bien de medicamentos o de ejercicios o por alguna otra revulsión. Acudiendo a un tratamiento pro- gresivo reconducirás el cuerpo a su anterior régimen de vida suavemente. LIBRO III En lo que respectá a la dieta humana, como ya he 67 dejado dicho antes ~, no es posible tratar por escrito con exactitud hasta el punto de establecer la justa pro- porción de los ejercicios frente a la cantidad de los ali- mentos. Pues son muchos los impedimentos ~ En pri- mer lugar, las constituciones naturales de los hombres, que son diferentes. Ya que incluso las de por sí secas, lo son más y menos, tanto respecto de si mismas como en contraste de las unas con las otras; y lo mismo las húmedas y todas las demás. Después, resulta que las edades tienen diversas necesidades; además están las disposiciones de los paises, y los cambios de los vien- tos, las variaciones de las estaciones, y las característi- cas del año. En los alimentos mismos hay una enorme variedad. Difieren unos trigos de otros, y un vino de otro vino, y lo demás que nos sirve de alimento, de modo que, 7S Cf. cap. 2. ~ Este párrafo inicial suscita el recuerdo del célebre aserto de Protágoras, a comienzo de su escrito Sobre los dioses (fr. 4 DK: .Res- pecto a los dioses no puedo saber ni qué son ni qué no son ni cómo son en su aspecto; pues son muchos los impedimentos: la oscuridad

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¡del tema] y lo breve que es la vida humanas). Admitiendo aquí un posible eco de la frase del sofista, destaquemos se insiste en la imposi- bilidad de .redactar por escrito con exactitucL. (syngrdpsai es aknbeian,j, incidiendo de nuevo en esa noción de lo escrito (siempre el verbo syngrd- phein) que está en los dos primeros caps. del tratado. y 246 TRATADOS HIPOcRATIcOS siendo todo diverso, eso impide que sea posible darle un tratamiento escrito con exactitud ~ Con todo, los análisis 7~ que yo he descubierto sirven de diagnóstico sobre los factores dominantes en el cuerpo, sobre si los ejercicios dominan a los alimentos, o si los alimentos a los ejercicios, y de cómo hay que remediar cada caso, y prevenir la salud, de modo que no se aproximen las enfermedades, a no ser que uno cometa muy grandes errores y a menudo. En esos casos ya se requieren me- dicamentos, y hay casos en que ni con medicamentos se puede restaurar la salud. En la medida, pues, en que puede avanzarse en los descubrimientos, yo he llegado muy cerca del límite, pero la exactitud no está al alcan- ce de nadie. 68 En primer lugar, pues, en interés de la mayoría de la gente escribiré con qué medios pueden ayudarse ~ La idea se encuentra tambien en Sobre la medicina antigua 12, 14. ~ Emplea el t~rmino d¡agnósies (pero el manuscrito M da prog- nOsies) para referirse a sus ,reconocimientos’~, mientras otras veces el término preciso de su descubrimiento es el de prodidgnosis. La dífe- rcncia entre ambos está expresa en el cap. 69: ~Diagnóstico previo al enfermar, diagnóstico de lo que ocurre a los cuerpos... (esti de pro- diagnósis men pro toó kanznein, diagnosis de tón snma fon ti pepon- the...). Advirtiendo un desequilibrio corporal por los indicios o sinto- mas que testimonian un exceso de alimentos o de ejercicios, el autor puede aplicar un tratamiento ajustado al caso. Es una noción diferen- te de la del c.pronóstico’.. que hace de nuestro autor, el padre de la llamada hoy medicina preventiva. Aunque la idea es corriente a fines del s. y, él la expone y sistematiza. como señala Joly, siendo tal vez el introductor del término prodia gnosis, tal vez de su invención. Mien- tras que el pronóstico hipocrático atiende al desarrollo de la enferme- dad, este diagnóstico previo trata de atajar su evolución a partir de los primeros síntomas de un desarrollo. ~ Por lo que aquí se dice, parece que el autor se dirigiera a la masa de los hombres, a los trabajadores, a aquellos que tienen que andar sometidos a las duras condiciones de su labor cotidiana y no disponen, por lo tanto, del ocio necesario para estar disponible para unos cuidados especiales de higiene ni tiempo libre para un régimen SOBRE LA DIETA 247 quienes toman las comidas y bebidas ocasionales, entre trabajos obligados, viajes forzados por sus necesidades, y travesías por mar en busca de sustento, expuestos al sol en contra de lo conveniente, sometidos al frío al mar- gen de lo útil, y recurriendo a un régimen de vida de lo más inestable. Para éstos, pues, de acuerdo con las

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circunstancias, resulta conveniente adoptar la dieta que vamos a exponer ~. Con que divido el año en cuatro secciones, que es lo que la mayoría reconoce precisamente: invierno, pri- mavera, verano y otoño. El invierno va desde el ocaso de las Pléyades al equinoccio de la primavera; la prima- vera, desde este equinoccio al surgir de las Pléyades; el verano, de las Pléyades hasta la salida de Arcturo; el otoño, desde Arcturo al ocaso de las Pléyades. de vida deportivo y refinado en su dieta alimenticia, como si así se pudiera hacer frente a las criticas que Platón expone en República III 406a-e, Realmente la distinción entre dos públicos diversos desde el punto de vista de su situación social es algo que nuestro autor olvi- da enseguida, y es un rasgo más interesante desde el punto de vista literario que desde la propia significación social (cf. JoLY, Recherches..., págs. 127.36). La crítica de B. FARRINGTON en su art. .,La mano en el arte de curar., que dedica unos párrafos a nuestro texto (en Mano y cerebro en la Grecia Antigua, trad. espa, Madrid, 1974, págs. 81-83), recalca esa falsedad de las pretensiones de este autor. Esta intención se queda en mero artificio literario. Aquí nos da unas normas muy generales, variando el régimen de vida según la estación del año, que difícilmente son de utilidad para quienes andan forzados a trabajos duros, así como lo que se dice de las comidas. En el cap. siguiente habla de que su heurima, la invención de un régimen dietético acomo- dado, es para quienes están más libres en su tiempo y más dotados de recursos. ~ El régimen variable según la época del año no es un descubri- miento propio del autor. También en Sobre la dieta saludable 1. encon- tramos unoa consejos semejantes, sólo que más simples. La relación entre ambos textos ha sido discutida. Mientras Fredrich pensaba en una influencia de Sobre la dieta saludable en nuestro texto, Joly pien- sa que, en caso de admitir una influencia, seria la contraría, y que Sobre la dieta es el texto más antiguo de los dos. 248 TRATADOS HIpocRATIcos Durante el invierno, pues, para oponerse a la esta- ción, fila y dura, conviene adoptar los hábitos de vida siguientes. En primer lugar hay que acostumbrarse a una sola comida, a no ser que uno tenga el vientre seco, y en tal caso, desayunar un poco. Y tomar alimentos secos y astrigentes, cálidos, variados y sin mezcla, me- jor comidas con pan, y mejor asados que hervidos, y para beber tintos bastante puros y en menor cantidad; las hortalizas convienen muy poco, a no ser de Las calo- ríficas y secas, y hervidos y caldos muy pocos. Y mu- chos ejercicios de toda clase; y carreras de fondo, aumen- tándolas paulatinamente~ y lucha libre prolongada, con el cuerpo aceitado, a lo que uno se forzará despues de entrenamientos ligeros. Y paseos rápidos tras los ejer- cicios gimnásticos~ lentos y al sol después de la comida, y muchos paseos matutinos, comenzando poco a poco y progresando a un ritmo vivo, y concluyéndolos de ma-

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nera sosegada. Conviene también descansar en lechos duros, y dar- se caminatas y carreras nocturnas ‘. Porque todo eso adelgaza y calienta. Y friccionarse con unguentos mas a menudo. Cuando uno quiera bañarse, si se ha esforza- do en la palestra; que tome un baño frío; pero si ha practicado cualquier otro ejercicio, le es más provechoso el caliente. Practicar el trato sexual con mayor frecuen~ cia en esta estación, y los mayores más que los más jóvenes. Acudir también a los vómitos, las personas de constitución más húmeda tres veces al mes, y los más secos dos, después de comidas muy variadas. Tras los vómitos retornar poco a poco a la alimentación habi- tual en un plazo de tres días, y durante este tiempo prac- ticar ejercicios más ligeros y menos numerosos. Hay que vomitar después de <haber comido> carne de vaca y de si como señala .Joly, no parece que sean éstos los conSejoS más adecuados a braceros y trabajadores que tienen que ganarse su vida. SOBRE LA DIETA 249 cerdo y de las otras que producen un excesivo hartazgo; y también conviene vomitar tras el hartazgo de queso y de alimentos dulces y grasos desacostumbrados. Tam- bién después de una borrachera y de una variación de alimentación y de un cambio de región es mejor vomitar. Puede uno abandonarse al frío con plena confianza, a no ser después de las comidas y ejercicios gimnásti- cos; sí en los paseos matutinos, cuando el cuerpo em- pieza a entrar en calor, tanto en las carreras como en el resto del tiempo, guardándose del exceso. Pues no es bueno para el cuerpo no exponerse al frío invernal; que ni siquiera los árboles, de no quedar expuestos al invierno, pueden producir sus frutos en su sazón, ni man- tenerse vigorosos ~ Y practicar muchos ejercicios du- rante esta estación, de toda clase. Pues no resultan ex- cesivos, a no ser que se produzcan lesiones. astas son las indicaciones que doy a los profanos. Por qué es así lo diré ahora. Siendo la estación fría y dura, también los seres vivos se ven afectados por algo parecido. Forzoso es, pues, que el cuerpo entre en calor lentamente con el ejercicio, y que sólo una pequeña por- ción de la humedad interna sea evacuada. Además, el espacio de tiempo que se dedica al ejercicio es breve, y mucho el que se dedica al reposo. Porque es corto el día, y larga la noche. Por esa razón ni la duración <de los ejercicios> ni el ejercicio presentan exceso. Así que es preciso llevar ese régimen de vida durante esta estación, desde el ocaso de las Pléyades al solsticio, cua- renta y cuatro días. En torno al solsticio conviene estar alerta muy precisamente, y tras el solsticio conservar la misma dieta durante otros tantos días. Después de éste, es ya el momento en que sopla el céfiro y la estación es más suave. Entonces hay que adap- 2 La comparación con el mundo vegetal parece asumir fuerza de prueba (aunque en casos como éste se basa en una opinión popular. pero incierta), ~f. JoLY, Le niveau..., págs. 73 y sigs., y n. ad loc.

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250 TRATADOS HIPOcRÁTIcOS tar la dieta a la estación durante quince días. Luego viene el surgir de Arcturo, y es el tiempo en que apare- ce la golondrina. En el período siguiente ya conviene vivir con un régimen más variado hasta el equinoccio treinta y dos días. Conviene, por lo tanto, acompañar el cambio de estación con los hábitos dietéticos, varián- dolos con comidas y ejercicios más suaves y ligeros, aco- modándolos poco a poco a la primavera. Cuando llega el equinoccio, entonces son los días más suaves y más largos, y más cortas la noches, y la esta- ción que se aproxima es cálida y seca, y la que transcu- rre alimenticia y temperadal Por consiguiente conviene que, así como los árboles, que no tienen entendimiento, se preparan en este tiempo una protección de cara al verano, en su desarrollo y su sombra, así también lo haga el ser humano. Puesto que él tiene entendimiento, debe procurarse un desarrollo saludable de su carne. Es preciso, pues, para no cambiar de repente el régi- men dietético, dividir el tiempo en seis períodos de ocho días. En el primer periodo, pues, es preciso reducir ejer- cicios y realizar más mitigados los que se mantengan, y tomar alimentos más suaves y más puros, y bebidas más aguadas y más blancas, y practicar la lucha de pa- lestra con aceite al sol. En cada estación hay que variar cada uno de los habitos dietéticos poco a poco. Por ejem- pío, de los paseos, suprimir los más de después de las comidas y los menos de los matutinos. Y servirse de los chuscos de cebada más que de los panes de trigo, añadir legumbres hervidas, y equilibrar los platos her- vidos con los asados, tomar baños, y desayunar tam- bién un poco; y menos relaciones sexuales, y menos vó- mitos: en principio reducirlos de tres a dos, y luego que sean a mayores intervalos, para que el cuerpo se afirme bien provisto de carnes y con una carne limpia, y que la dieta sea suave durante este tiempo hasta la apari- ción de las Pléyades. SOBRE LA DIETA 251 Entonces viene el verano, y conviene ya adaptar el régimen de vida a éste. Con que, una vez que se alcen las Pléyades, acudir a alimentos más suaves, y más pu- ros, y en menor cantidad; luego a pan de cebada más que al de trigo, bien amasado y de harinas gruesas, y a bebidas suaves, blancas, acuosas; con un almuerzo fru- gal, y breves sueños tras el almuerzo; con hartazgo de comida en muy escasos momentos, y tomar abundante bebida durante la comida. A lo largo del día beber lo menos posible, a no ser que el cuerpo se vea afectado por una sequedad apremiante. Habituarse a legumbres hervidas, a excepción de las ardientes y secas, y tomar- las también crudas, a excepción de las que dan calor

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y son secas. No recurrir a los vómitos, a menos que se produzca un hartazgo. Muy poco de relaciones se- xuales, y darse baños templados. La fruta de la esta- ción es demasiado fuerte para la naturaleza humana; mejor, pues, es abstenerse de ella. Pero si uno la toma, tomándola después de las comidas se perjudicará menos. En cuanto a los ejercicios, conviene entrenarse en carreras sencillas, pocos díaulos y durante corto tiem- po, y paseos a la sombra, y lucha libre sobre el suelo a fin de recalentarse mínimamente. El revolcarse por el suelo es mejor, desde luego, que las carreras, pues estas resecan el cuerpo vaciándolo de la humedad. No salir de paseo después de la cena, a no ser lo justo para relajarse. Recurrir a los paseos de mañana. Y cuidarse del sol, y de los fríos matutinos y, al atardecer, de los que exhalan ríos, lagos o nieves. Continúese con este régimen de vida hasta el solsti- cio, de modo que durante este tiempo se suprimirá todo lo que es seco, cálido, negro, y sin mezcla, y los panes; a no ser un poco (de pan) que se tome por placer. Y en el tiempo siguiente se nutrirá de alimentos suaves, húmedos, refrescantes, blancos, y puros, hasta la apari- ción de Arcturo y el equinoccio, noventa y tres días. L 252 TRATADOS HIPocRATIcOS A partir del equinoccio hay que llevar la dieta si- guiente, acomodándola gradualmente en otoño para el invierno, previniéndose de los cambios de fríos y de sol con un vestido grueso. Durante este tiempo, tras hacer vestido los ejercicios preliminares, practicar las friccio- nes y la lucha untados de aceite, adaptándose poco a poco. Y darse los paseos al sol. Tomar baños calientes, suprimir los sueños durante el día, y tomar alimentos más cálidos, y menos húmedos y puros; y bebidas más oscuras, suaves y no aguadas, y hortalizas secas en me- nor medida, y continuar así en toda la dieta suprimien- do los alimentos de verano; y adoptar los de invierno pero no en extremo, a fin de acercarse lo más posible a la dieta invernal en cuarenta y ocho días, desde el equinoccio hasta el ocaso de las Pléyades. 69 Esto es lo que recomiendo a la mayoría de las gen- tes, a todos los que por necesidad tienen que proseguir su vida azarosamente, y no pueden desentenderse de lo demás para dedicarse a cuidar de su salud. Pero para quienes eso es accesible y que ya han reconocido que ningún beneficio hay en las riquezas ni en los demás bienes al margen de la salud 83, para éstos he descu-

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83 cree Joly que puede haber aquí una alusión al poema de Arí- frón de Sición. que bien pudo publicarse hacia el 400 a. c. Es un Peán a la Salud, personificada como Higiea y representada, a veces, como compañera de Asclepio en centros ligados a su culto. Dice así en la trad. de F. R. ADR-snos (en Lírica Griega Arcaica, Madrid, 1980, B. c. G., pág. 455) ¡Salud, la más venerable de los felices para los mortales, ojalá viva yo en tu compañía durante el resto de mi vida y tú estés benévola a mí lado! Pues sí hay alguna felicidad en la riqueza, o en los hijos, o en el mando real que es para los hom- bres igual a ser un dios, o en los deseos que intentamos cazar con las redes ocultas de Afrodita. o si existe algún otro placer enviado por los dioses a los hombres o algún descanso en los trabajos, sólo en unión de ti. oh feliz Salud, florece y brilla en el trato con las Gracias: sin ti nadie es feliz. SOBRE LA DIETA 253 bierto una dieta que se aproxima lo más posible al ma- yor grado de verdad. Ésta es la que voy a exponer, en efecto, avanzando el escrito. Este hallazgo es hermoso para mi, que lo he hecho, y útil para quienes lo aprendan. Ninguno de los de an- tes intentó nunca comprenderlo, y frente a todo lo de- más juzgo que esto es algo de gran valor. Se trata de un diagnóstico previo al enfermar, diag- nóstico de lo que les ocurre a los cuerpos, de si el ali- mento prevalece sobre los ejercicios, o si los ejercicios sobre los alimentos, o si están acomodados unos a otros. Pues las enfermedades se producen por el predominio de uno cualquiera de esos dos factores. Del andar equi- librados unos y otros viene la salud. Ahora voy a tratar de esos casos, e indicaré cómo son y cómo acontecen en personas que parecen gozar de salud, comen a su gusto, pueden hacer ejercicios, y están bien de cuerpo y de color. Las narices se llenan sin motivo evidente después 70 de la comida y del sueño”, y parecen estar llenas, pe- ro sin moqueo. Sólo al empezar el paseo de mañana y los ejercicios, entonces se moquea y se escupe. Al avan- El aprecio por la salud está manifestado también en el conocido canto de banquete (7D) que la considera el primer bien: Tener salud es lo mejor para un mortal. Lo segundo es haber nacido hermoso por naturaleza. Lo tercero, ser rico sin engaños. Y lo cuarto gozar de la juventud con los amigos. comienza aquí la descripción del primero de los quince casos que el autor distingue para aplicarles el tratamiento adecuado según su prodiagn~sis. Todos provienen de un desequilibrio entre alimentos y ejercicios. E,n los nueve primeros dominan los alimentos, y en los seis últimos (caps. 79-84) dominan los ejercicios. Las nociones de .rc- pleción. (pl~smon¿) y de .vaciamiento. <lcene~sis) son fundamentales en esta concepción del desequilibrio. Para el tratamiento de conjunto y la sistematización de estos quince casos, véase el comentario de iOLY, en Recherches..., págs. 138-67.

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254 TRATADOS HIPOCRÁTICOS zar el tiempo, también los párpados se tienen pesados, y se apodera de la frente como una comezón; y no se tienen ganas de comida, y menos capacidad para beber <que de ordinario>, y con esto sobrevienen palideces, y se desencadenan catarros o temblores febriles, según la zona a donde se desplace el hartazgo ocasional. A lo que el paciente se encuentre haciendo en ese momento se le echan las culpas, pero eso no es culpa- ble. Es que en él los alimentos se imponen a los ejerci- cios, y el hartazgo, acumulándose poco a poco, le ha empujado hacia la enfermedad. Pero no hay que dejarlo llegar hasta este punto. Sino que, apenas uno reconozca los primeros de esos síntomas, ya hay que advertir que las comidas predominan sobre los ejercicios y que poco a poco se está acumulando el hartazgo. Porque el mo- queo y la salivación indican va la crisis de la saciedad. Al encontrarse el cuerpo tranquilo, bloquean las salidas de la respiración, por ser enorme el hartazgo. Pero si <el cuerpo> se calienta con el ejercicio, <esa destilación> se hace más ligera y se segrega. A un paciente semejante hay que curarlo del modo siguiente. Que se ejercite a fondo con las prácticas gim- násticas habituales evitando lesionarse, y que dándose un baño caliente vomite a continuación de una comida de alimentos muy variados. Después de la vomitona que se enjuague la boca y la garganta con un vino astrin- gente para que los orificios de las venas se obturen y no sean absorbidos ningunos restos de los producidos por el vómito. Luego levantarse y dar un breve paseo por el soí. Al día siguiente, que haga los mismos paseos: y los mismos ejercicios, pero en menor número y más ligeros que antes. Y que se quede sin almorzar, si es~ verano; y si no es verano, que coma un poco; y en la cena que reduzca a la mitad lo que acostumbra a~ cenar. Al tercer día que recobre todos sus ejercicios bituales y sus paseos, y que aumente poco a poco SOBRE LA DIETA 255 alimentos a fin de volver al quinto día después del vó- mito a la cantidad de comida acostumbrada. En fin, si tras esto se encuentra bastante bien, que se medique en lo demás con comidas menos abundantes y con mas ejercicius. Pero si no han menguado los, síntomas de la sacie- dad, dejando pasar dos días después de haber vuelto a la comida habitual, que vomite de nuevo y que se rea- dapte según las mismas indicaciones. Y si es preciso, también una tercera vez, hasta que se vea libre de su hartazgo. Hay algunas personas que, cuando los alimentos do- 71 minan a los ejercicios, se ven afectadas del modo si- guiente. Comenzando la saciedad les sobrevienen sue- ños largos y agradables, y se echan a dormir algún rato durante el día. El sueño se produce al humedecerse la carne, y se desparrama la sangre, y se serena disper- sándose también el aire respirado. Pero cuando el cuer-

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po no soporta ya la saciedad, provoca una secreción in- terna por efecto de la violencia -de la circulación que, al enfrentarse a la nutrición que viene de los alimentos, produce perturbaciones en el alma. Entonces ya no son agradables los sueños, sino que forzosamente perturban al individuo, y éste se imagina que combate. Pues tales cuales son las sensaciones que sufre el cuerpo, tales son las cosas que ve el alma, aunque le falte la vista ~ Así que, cuando el paciente llega hasta este punto, ya está cerca de la enfermedad. Pero cuál enfermedad le alcanza, es algo incierto. Pues según sea la secreción que sobrevenga y en qué lugar se imponga, eso determi- na la dolencia. Pero el que es sensato no ha de dejar que avance, sino que apenas reconozca los primeros sín- tomas ha de medicarse como el enfermo anterior, si bien necesita más tiempo y un ayuno más severo. 85 Este aserto está muy en consonancia con lo que dirá luego so- bre los sueños en el libro IV. 256 TRATADOS HIPocRÁTIcOs 72 También son síntomas de saciedad los siguientes. El cuerpo está dolorido, en unos casos todo él, en otros una parte del cuerpo cualquiera. El dolor se asemeja a la fatiga. De modo que creyéndose estar fatigados, <los afectados> se medican con descansos y repleciones has- ta que abocan a la fiebre. Y ni aun entonces se dan cuen- ta de su situación. Sino que tomando baños y comidas trasforman su enfermedad en una pneumonía, y se co- locan en un peligro extremo. Ahora bien, conviene tomar precauciones antes de llegar a las enfermedades, y remediarse según el modo siguiente. Lo mejor es ponerse a transpirar mediante baños de vapor suaves, y si no, bañándose con agua abundante y caliente, relajando el cuerpo lo más posi- ble; y recurriendo a alimentos en primer lugar ácidos y abundantes, y luego a los demás, vomitar bien, y al levantarse dar un paseo de breve duración al sol, y lue- go echarse a dormir~ Por la mañana hacer muchos pa- seos aumentándolos poco a poco, y además los ejerci- cios gimnásticos ligeros y en progresión semejante a lo anterior. Ese paciente necesita un muy considerable adel- gazamiento y caminatas. En caso de que, por no haberlo previsto, uno llegue a un estado febril, que no tome sino agua durante tres días, si es que la fiebre le cesa durante éstos; en otro caso, medicarlo con un caldo de cebada. Escapará en cuatro o siete días y echará a sudar. Es bueno recurrir a unguentos sudoríficos cuando las crisis. Porque fuer- zan el sudor. 73 Algunos a causa de la saciedad padecen los síntomas que voy a describir. Les duele y sienten pesada la cabe- za, los párpados les caen después de las comidas y se

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‘~en perturbados en sus sueños, y les parece tener fie- bre, y a veces el vientre se queda detenido. En las rela- ciones sexuales parece que uno está más ligero por el momento, pero luego se encuentra más pesado. En es- SOBRE LA DIETA 257 tos pacientes la cabeza atrae la saciedad por revulsión, con ello hace que el vientre se retenga, y es ella la que se siente pesada. Graves riesgos amenazan, y allí en don- de irrumpe la saciedad, eso se corrompe. Por tanto, hay que precaverse del modo siguiente. Si uno quiere dar un tratamiento más rápido, dar pri- mero un baño de vapor y luego purgar con el~boro; lue- go acudir a alimentos ligeros y suaves durante diez días; y a platos laxantes, a fin de que el bajo vientre domine a la cabeza mediante una revulsión por abajo. Y paseos lentos y matutinos, bastantes, y lucha en la palestra y con el cuerpo aceitado. Que tome el almuerzo y una sies- ta después del almuerzo que no sea larga. Después de la cena levantarse sólo para un breve paseo. Y bañarse, y darse fricciones con unguentos —pero bañarse con agua templada—, y abstenerse del coito. Este es el tra- tamiento más rápido. Si uno no quiere tomar bebidas medicinales ‘~, que tome un baño caliente y que vomite después de tomar alimentos ácidos, húmedos, dulces y salados, y que des- pués del vómito salga a dar tan sólo una vuelta; y que por la mañana practique los paseos suaves y los ejerci- cios prescritos progresivamente durante seis días. Al sép- timo, depués de un hartazgo, provocar otro vómito de esos mismos alimentos, y continuar con el mismo méto- do. Seguir con estos tratamientos durante cuatro sema- nas, pues es generalmente en este tiempo en el que se opera el restablecimiento. Luego aumentar alimentos y ejercicios, y provocar los vómitos con mayores interva- los, y aumentar en menor espacio los alimentos, a fin de que el cuerpo se recupere, y restablecer la dieta en su forma habitual poco a poco. “ Es decir, el eléboro citado antes. Se ha hecho notar la poca simpatía del autor por la administración de drogas. Incluso en las po- cas veces que alude al eléboro propone un tratamiento alternativo más lento para evitar su recurso. L 258 TRATADOS HIPOcRÁTIcOs 74 Nacen también de una saciedad los síntomas siguien-

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tes. Cuando el vientre digiere los alimentos y las carnes no los admiten, la nutrición que se queda produce fla- tulencia. Cuando se almuerza, se retiene; pues lo más ligero es expulsado por lo más fuerte, y los pacientes parecen haberse liberado (de todos los restos). Pero esto reaparece mucho más fuerte al día siguiente. A me- dida que se aumenta día a día se hace más fuerte, y domina lo retenido a lo que se introduce, y provoca re- calentamientos, y perturba todo el cuerpo, y provoca diarrea. Ése es el nombre que se aplica cuando sólo es expulsada por abajo la nutrición corrompida. Cuando, al recalentarse el cuerpo, la purga se hace violenta, los intestinos son arañados, y quedan ulcera- dos y se producen deposiciones sangrientas, eso es lo que se llama disentería, enfermedad penosa y peligro- sa. Entonces hay que tomar precauciones y suprimir el almuerzo y un tercio de la cena. Disponerse a más ejer- cicios, a luchas de palestra y a las carreras y camina- tas, después de las prácticas gimnásticas y de mañana. Cuando se cumplan diez días, añadir a la comida la mi- tad de lo restado, y provocar un vómito y aumentar el alimento durante cuatro días. Cuando se cumpla otra decena de días, añadir el resto de la comida y provocar otro vómito, y al aumentar la comida lo dejarás sano en este espacio de tiempo. No tengas miedo de oprimir al paciente con los ejercicios. 75 Se dan también los siguientes síntomas. Al día si- guiente se devuelve la comida cruda sin un ardor de estómago; el vientre evacua, menos que en proporción a los alimentos ingeridos, pero bastante sin embargo, y no se produce ninguna molestia. En estos individuos el vientre, al ser frío, no puede digerir el alimento du- rante la noche. De modo que, al ponerse en acción, se vomita el alimento crudo. Por tanto conviene que en es- SOBRE LA DIETA 259 te caso se le dé calor al vientre por medio de la dieta y de los ejercicios. En principio, por tanto, hay que recurrir a pan ca- liente y fermentado, mojándolo en vino negro o en cal- do de cerdo. Y a pescados hervidos en salmuera pican- te, y tomar además trozos de carne, por ejemplo pies de cerdo hervidos, y cerdos grasos asados, pero no mu- chos cochinillos, ni carne de perrito ni cabritillo. En cuanto a hortalizas: puerros, ajos hervidos o crudos, acel- gas hervidas y calabazas. Bebidas más bien puras, y sue- ños largos, y el primer día pasarlo sin el almuerzo. Dormir después de los ejercicios gimnásticos, carreras dobles, aumentándolas de poco en poco, lucha ligera y con el cuerpo untado de aceite, pocos baños, y más fre- cuentes unguentos, muy numerosos los paseos de ma- ñana, y pocos después de la comida. Precisamente los higos son buenos en la cena, acompañados de vino pu- ro. Con este tratamiento se reponen unos más aprisa, y otros más despacio. Otros experimentan los padecimientos siguientes. 76 Pierden la color y, en cuanto comen, vomitan al poco rato materias ácidas, y la acidez les sube hasta la nariz. Los cuerpos de estos individuos no están limpios, y a causa del esfuerzo la parte que se funde de la carne es mayor que la que se elimina por medio de la circula-

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ción. Entonces este remanente se opone a la nutrición, y la empuja violentamente y la pone ácida. Con que el alimento es vomitado, y ese humor es rechazado bajo la piel, y causa en el individuo la falta de color y enfer- medades semejantes a la hidropesía. Así que hay que tomar precauciones del modo si- guiente. El tratamiento más rápido es dar a beber cIé- boro aumentándolo gradualmente, como he dejado des- crito antes. Pero la curación más segura es por medio del tratamiento dietético siguiente. En primer lugar, hay que producir un vómito después de un baño caliente, 260 TRATADOS HIPOcRÁTIcOs luego aumentar la comida durante siete días hasta al- canzar lo habitual. Al décimo día tras el vómito que vo- mite de nuevo, y que se reanude el tratamiento según la misma progresión. Hasta por tercera vez hágase de este modo. Que practique carreras sencillas, pocas y rá- pidas, y saltos y flexiones de brazos, y fricción, con una larga permanencia en el gimnasio y lucha por el suelo. Numerosos paseos después de los ejercicios, y también después de comer, y muchísimos de mañana. Que se dé fricciones recubierto de polvo. Cuando quiera bañarse, que tome un baño caliente, y que persista sin almorzar durante todo este tiempo. Y si se repone en un mes, que luego se trate con el método conveniente hasta el restablecimiento total. Y si persiste algún resto, conti- nuar con los tratamientos. 77 Hay algunos que tienen ardores de estómago al día siguiente de una noche en que se les origina secreción de un hartazgo. Así que, al agitarse el cuerpo después del descanso nocturno, tomando una respiración de rit- mo más frecuente, se expulsa forzadamente con el aire expirado algo caliente y ácido. De esto se originan do- lencias a no ser que uno actúe con precaución. A estos pacientes les conviene también ser medicados como los del caso anterior. Pero que practiquen más ejercicios. 78 A algunos les suceden estos síntomas siguientes. En individuos que tienen cuerpos de carne densa, cuando los alimentos se recalientan y se disuelven durante el primer sueño, al calentarse la carne por efecto de los alimentos y por el sueño, se produce una abunj:lante se- creción de la carne, que es húmeda. Entonces la carne, que es densa, no acepta el alimento, y el humor segre- gado de la carne, oponiéndose a la nutrición y recha- zándola, ahoga al paciente y lo recalienta, hasta que vomita. Luego comienza a encontrarse más ligero. Nin- guna tensión se presenta visible en el cuerpo, pero hay falta de color. Al avanzar el tiempo se presentan ya fati- SOBRE LA DIETA 261 gas y enfermedades. Éstos sufren algo parecido a aque- líos que, no habiendo practicado la gimnasia, de pron-

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to, se lanzan a los ejercicios, y provocan una violenta y abundante licuefacción de la carne. A tales individuos hay que tratarlos del modo siguien-. te. Suprimirles un tercio de sus alimentos; recurrir a comidas ácidas, secas, astringentes, bien olientes y diu- réticas, y a muy numerosas carreras de fondo con la ropa puesta, y a los díau¡os y carreras sencillas desnu- do, y a friegas y un poco de lucha libre: pelea de manos <tanto la pelea de manos como el golpear el saco de boxeo son de lo más conveniente>. Y muchos paseos des- pués de los ejercicios, y también matutinos y después de la comida. El ejercicio de la voz resulta oportuno, pues provocando una evacuación de la humedad aligera la carne. Conviene pasarse sin almuerzo. Recurrir a es- tos hábitos durante diez días; luego recobrar la mitad de la comida que se había eliminado en el plazo de seis días, y producir un vómito, y después del vómito aumen- tar gradualmente la comida durante cuatro días. Cuan- do se cumplan los diez días a partir del vómito, que se recobre toda la comida suprimida. Que continúe con los ejercicios y los paseos y se encontrará sano. Una naturaleza semejante requiere mayor dosis de ejercicio que de alimentación. Padecen algunos los siguientes síntomas ~ En sus 79 deposiciones evacuan el alimento húmedo, sin digerir- lo, no por causa de una enfermedad como la lientería, ni tampoco les causa esto ninguna molestia. Sino que padecen esto sobre todo los que tienen vientres fríos y húmedos. En efecto, a causa de la frialdad no llegan a digerir del todo, y a causa de la humedad eVacuan. ~ com¡eui~a,~ aquí los seis casos de predominio de los ejercicios, en contraste con los anteriores donde predominaba la repleción por exceso de alimentos. L 262 TRATADOS HIPocRÁTIcOS Por consiguiente, el cuerpo se consume, al no recibir la nutrición conveniente, y las tripas se corrompen y caen en un estado enfermizo. Con que hay que tomar precauciones. Le conviene a este paciente suprimir la tercera parte de sus alimen- tos. Su alimentación ha de consistir en panes de hari- nas gruesas, sin levadura, cocidos en el cubano, o bajo las cenizas, calientes y mojados en un vino astringente; en cuanto a los pescados <que tome> las partes del lo-

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mo y de la cola, pues las de la cabeza y del bajo vientre son más húmedas; ya sean hervidos en salmuera, o bien a la plancha en vinagre. También carnes conservadas en sales o en vinagre, y carnes de perro hervidas. Tam- bién carne de paloma torcaz y aves parecidas, hervidas o asadas. Hortalizas lo menos posible. Y vino tinto, bas- tante puro y astringente. Que también se aplique a los paseos, muchos, des- pués de la comida y al alba, y que se eche a descansar •tras el paseo. Y carreras de fondo, con progresión cal- culada. Que se dé muchas fricciones; y luchas cortas, tanto con el cuerpo untado como por tierra, a fin de que la carne, recalentándose, se reseque y rechace por revulsión la humedad que le viene del vientre. Friccio- narse con unguentos es mejor que bañarse. Pasarse el día sin almorzar. Cuando se cumplan siete días, recupé- rese la mitad de la comida suprimida, y provóquese un vómito, y aumentar la alimentación en cuatro días. En otra semana que vuelva todo a lo habitual. Y tras hacer de nuevo un vómito continuar con el mismo método. 80 A algunos otros les suceden los síntomas siguientes. Las deposiciones se evacuan sin digerir, y el cuerpo se les consume al no aprovechar los alimentos; éstos con el curso del tiempo enferman. Sus tripas están frías y secas, y, por tanto, cuando no usan de alimentos ni ejer- cicios gimnásticos adecuados padecen esos trastornos. En efecto les conviene a éstos tomar panes de harina SOBRE LA DIETA 263 pura y cocidos al horno, y pescados hervidos con salsa, carnes de cerdo hervidas, pies de cerdo bien cocidos, y carnes grasas asadas, y de las cosas ácidas y saladas aquellas que humedecen, y salazones. Y vinos tintos dul- ces, y uvas e higos en las comidas. Conviene también que almuercen un poco. Que practiquen pocos ejercicios gimnásticos, carre- ras largas en gradación, y al final carreras sencillas, y lucha tras la carrera con el cuerpo untado en aceite. Pero no muchos paseos después de los ejercicios; tras la comida sólo para desentumecerse. Pero recurrir a más frecuentes paseos al alba. Darse el baño con agua ca- liente. Darse fricciones de unguento. Que tenga un sue- ño más largo y descanse sobre blando. Coviene que ten- ga algunos contactos sexuales. Suprimir un tercio de los alimentos. En doce días reconducirle a la alimenta- ción habitual. Hay quienes tienen unas deposiciones húmedas y 81 putrefactas, pero que en lo demás están sanos y hacen ejercicios, y no sienten dolores. Y algunos se desentien- den de sus ocupaciones. Al pasar el tiempo, el vientre con su calor atrae entonces las carnes, y provoca dolor. Se niegan a comer, el vientre se les ulcera y entonces resulta difícil estreñirlo. Así que es preciso tomar pre- cauciones antes, al advertir que el vientre está caliente y húmedo más de lo normal, y que se está produciendo en él un exceso de esfuerzos inconvenientes. Hay, en efecto, que refréscarlo y resecarlo por medio de la dieta. Con que primero hay que suprimir la mitad de los ejercicios gimnásticos, y una tercera parte de los ali- mentos. Hacer uso de pan de cebada amasado bien, de harinas gruesas, y de los pescados más secos hervidos,

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no de los salados ni de los grasientos; pueden tomarse también a la brasa. En cuanto a las carnes de ave, to- mar cocidas las de paloma torcaz y pichón, y asadas sin condimentos las de perdices y de gallinas; las de L TRATADOS HIPocRÁTICOs SOBRE LA DIETA 265 liebre que sean hervidas en agua. De las hortalizas sil- vestres todas las que son refrescantes, y las acelgas her- vidas y con vinagre. El vino tinto, como astringente. Como ejercicios gimnásticos carreras rápidas. Que no se dé muchas fricciones, sino pocas, y tampoco haga lucha. La lucha con las manos, el movimiento de bra- zos, el golpear el saco, y el revolcarse por el suelo re- sultan convenientes, pero no en cantidad. Que practi- que los paseos especialmente después del gimnasio, bas- tantes y en proporción con el ejercicio, y muchos más después de comer en proporción con la comida, y de mañana de manera ajustada ‘a su disposición personal. Y que se bañe tranquilamente en agua tibia. Después de haber llevado este régimen de vida durante diez días recupérese la mitad de la comida y el tercio de los ejer- cicios. Y provocar un vómito tras haber comido cosas secas y astringentes, y sin retener un rato la comida, sino que vomite lo más pronto posible. A partir del vó- mito, auméntese gradualmente la comida durante cua- tro días, así como la bebida y los ejercicios, poco a po- co. Cuando se cumpla la decena añádase lo restante de la comida <habitual> y algo menos de los ejercicios y tras provocar un vómito, continúese con el mismo tra- tamiento. Durante esta época conviene hacer una sola comida al día hasta que se reponga. 82 A otros les sucede que tienen una deposición seca y quemada, y la boca reseca, y al pasar el tiempo se les vuelve también amarga, y se les para el vientre y la orina. Pues cuando el intestino no tiene humedad, se hincha en torno a los excrementos y tapona las sali- das, causa dolor y produce fiebre, y se vomita todo cuan- to se come o se bebe. Al final vomita incluso las heces. Cuando se llega a tal extremo, ya no se puede sobrevivir. Por lo tanto, hay que precaverse antes advirtiendo que tal persona está dominada por una sequedad ca- liente. Conviene, por tanto, que este paciente se alimen- te con pan de cebada bien amasado y humedecido, y pan de alforfón fermentado en caldo de salvado, y to- mar verduras frescas a excepción de las ácidas y secas, hervidas; de los pescados tomar los más ligeros hervi-

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dos, incluso las cabezas de peces y crustáceos; y mejí- llones, erizos de mar y cangrejos, y caldos de almejas y las mismas almejas, que sean de las más húmedas; y pies de cerdo delanteros, hervidos; y carnes de cabri- to, de cordero y de perro pequeño, hervidas. [En cuanto a pescados, los de ríos y lagos hervidos] U El vino dul- ce, aguado. Los ejercicios ni muchos ni rápidos, sino que todos moderados. Use de los paseos al a!ba, suficientes según su disposición personal y después del gimnasio acordes con el esfuerzo realizado. Después de la cena que no pasee. Que tome baños, y unos sueños en blando y al- uerzo. Tras el almuerzo una siesta no larga. Que se sirva fruta que humedece tras las comidas. Y guisantes verdes, o secos, mojándolos en agua. Que en sus ejercicios suprima también este paciente un comienzo la mitad de los que hacía anterior- desde ente. Luego que haga un vómito tras tomar alimentos dulces, grasos, salados y oleaginosos, pero que los re- tenga el mayor tiempo posible en el estómago antes del vomitado. A continuación que vaya aumentando la ali- mentación durante tres días y que no prescinda del al- muerzo. Cuando se cumplan los diez días que se apli- que progresivamente a los ejercicios en mayor número. Si se le presenta repleción tras la comida o desarreglos en el estómago, que vomite. Si no, que continúe con es- te tratamiento el tiempo restante. Aparecen también los síntomas siguientes. Tienen es- 83 calofríos después de los paseos de la mañana, y sienten U Esta mención resulta incoherente, Con Joly, parece mejor con- siderarla como una .glosa aberrante.. 264 266 TRATADO5 HIPocRÁTICOs pesadez de cabeza en la medida en que los paseos son superiores a la medida adecuada. Al vaciarse el cuerpo y la cabeza de la humedad se sienten escalofríos y pesa- dez. Al avanzar el tiempo, se cae en una fiebre que da tiritona. Con que no conviene dejar que avance hasta este punto, sino tomar medidas de antemano de este modo. Tan pronto como se presente alguno de los sínto- mas, uno se dará fricciones y unguentos, un poco, al- morzará más de lo acostumbrado, y beberá bastante vino suave, y se dará una buena siesta después de la comida. Por la tarde, después de los ejercicios gimnás- ticos y de darse un baño ¿aliente, cenará lo acostum- brado. No darse ningún paseo tras la cena, sino sólo entretenerse un rato. Al día siguiente suprimir un ter- cio de todos los ejercicios y de los paseos, y tomar los alimentos tal como se tenga por costumbre. Darse un baño de agua templada y untarse de aceite mientras se

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esté en el agua. Descansar durmiendo en blando, y en cinco días aumentar los ejercicios poco a poco. 84 Hay algunos que tienen temblores durante los ejer- cicios gimnásticos, desde que se desvisten hasta que se encuentran en ellos. Pero en cuanto se enfrían se estre- mecen de nuevo, y entrechocan los dientes, y están somnolientos. Cuando están despiertos del todo, boste- zan muchas veces, y tras el sueño sienten los párpados pesados. Con el paso del tiempo les sobrevienen fuertes fiebres, y deliran. Por tanto hay que precaverse y no dejar que se llegue hasta ese punto, sino tomar el régi- men de vida siguiente. Desde el principio que se supriman la mitad de to- dos los ejercicios. En todas sus comidas que tomen ali- mentos bastante húmedos y frescos, y bebidas suaves y más bien aguadas. Cuando se llegue a los cinco días que recupere un tercio de los ejercicios suprimidos, y que tome los mismos alimentos. Al otro quinto día que añada la mitad de los restantes ejercicios. Y, de nuevo, 5OBRE LA DIETA 267 al quinto tras ése recobre, todos los ejercicios, más lige- ros y menos prolongados, a fin de que no se presente de nuevo el exceso. En los que padecen estos síntomas, los ejercicios 85 son superiores a los alimentos. Así que hay que equili- brarlos S9 Algunos no los padecen todos, sino unos sí, y otros no. Pero en todos estos casos los ejercicios pre- dominan sobre los alimentos, y el tratamiento ha de ser idéntico. Les conviene a estos individuos bañarse calien- te, dormir en blando, emborracharse una vez o dos, pe- ro sin exceso, tener relaciones sexuales tras de haber bebido un poco, y relajarse en cuanto a los ejercicios, con excepción de los paseos. UBRO IV Respecto a los signos que aparecen en los sueños, 86 quien tenga un recto conocimiento <de ellos> advertirá que poseen una gran influencia de cara a cualquier asun- <to. Pues el alma, en tanto que está al servicio del cuer- ~ La conclusión se aplica sólo a los seis últimos casos. Como en otros párrafos, da la impresión de que se cierra de una manera un tanto apresurada el asunto, como si nuestro autor quisiera despachar- lo deprisa, sin más recapitulaciones.— En este libro el autor ha ex- puesto, de manera muy precisa y ordenadamente sus prescripciones dietéticas, basadas en su teoría y en el diagnóstico previo sobre unos -determinados síntomas. Hay en él un afán de ser sistemático y com- pleto en estos puntos, como nos lo había anunciado en los capitulos de prólogo del libro 1, para destacarse así y culminar la obra de algu- nos precursores en el campo de la medicina dietética. Lo expuesto aquí está de acuerdo con lo expuesto en el libro II sobre las propieda- des de los alimentos y los ejercicios. Como se ve, cada libro tiene su propia unidad. Y, teniendo en cuenta la manera de componer de estos prosistas, hay que advertir que encontramos una composición bastan- te cuidada, en su conjunto. El libro siguiente, el IV, viene a ser un apéndice, donde se trata un tema un tanto marginal, pero interesante por cuanto los sueños son también sintomas del proceso vital.

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268 TRATADOS HIPocRÁTICOs po despierto, dividiéndose en muchas atenciones no re- sulta dueña de si misma, sino que se entrega en alguna parte a cada facultad del cuerpo: al oído, a la vista, al tacto, al caminar, a las acciones del cuerpo entero. La mente no se pertenece a si misma. Pero cuando el cuer- po reposa, el alma, que se pone en movimiento y está despierta, administra su propio dominio, y lleva a cabo ella sola todas las actividades del cuerpo. Así que el cuerpo no se entera, pero el alma despier- ta lo conoce todo, ve lo visible y escucha lo audible, camina, toca, se apena, reflexiona, quedándose en su bre- ve ámbito. Todas las funciones del cuerpo o del alma, todas ellas las cumple el alma durante el sueño ~. De modo que quien sabe juzgar estas cosas rectamente po- see buena parte de la sabiduría ~‘. 87 En cuanto a todos los sueños que son divinos y que anuncian, sea a las ciudades o a los particulares, bienes o males, hay personas que tienen’ el arte de interpretar- los. También aquellos en los que el alma indica de ante- mano padecimientos del cuerpo, un exceso de plenitud o de vaciedad de las sustancias naturales o una evolu- ción de elementos desacostumbrados, también ésos los juzgan. Y unas veces aciertan, y otras se equivocan, y ~ Ya Fredrich demostró que la atención a los sueños como sín- tomas de afecciones corporales era una idea extendida en la época en que se redactó nuestro tratado. Pensaba, además, que las coinci- dencias que se hallan entre este textó y el escrito de Artemidoro acer- ca de la interpretación de los sueños podrían deberse a la utilización por ambos de un tratado anterior Sobre los sue,ios, perdido luego. A. Palm. por su parte, señaló que la concepción de la actividad del alma durante el sueño parece ser de origen pitagórico. En tal sentido M. DETIENNE (en La notion de .daímon~ dans le pythagorísnte ancien, Pa- rís, 1963, págs. 71 y sigs.) mostró que este párrafo recuerda algunas expresiones del Fedón platónico (65c, 67e, 70a, 80e. 81b-c, 83a), de esa provenicncia. En cuanto al valor semiótico de los sueños, véase el co- mienzo del tratadillo aristotélico Acerca de la adivinación por los sueñOS. 91 Como señala ~oly, este ~ de sophia resulta más propio del s. y que del iv. SOBRE LA DIETA 269 en ninguno de los casos conocen el por qué de lo que sucede, ni cuando aciertan ni cuando se equivocan, sino que dan consejos a fin de precaverse de que no ocurra algún daño. Mas no enseñan, desde luego, cómo hay que precaverse, sino que recomiendan rezar a los dioses. Cierto que invocar a los dioses es bueno; pero conviene invocar a los dioses y ayudarse a sí mismo92. Con esto sucede lo siguiente. Todos los sueños que 88 durante la noche reproducen las acciones diurnas del individuo o sus intenciones, que se le presentan como

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fueron hechas o pensadas durante el día, a propósito de un asunto digno, ésos son buenos para el individuo. Pues indican la salud, ya que el alma persiste en sus proyectos diurnos, sin estar dominada por la repleción ni por la vaciedad ni por ningún otro impedimento lle- gado del exterior. Pero cuando los ensueños se enfren- tan a las acciones del día y se presenta entre ellos sea una batalla o disputas, eso indica una perturbación en el cuerpo. Y si es fuerte, un daño fuerte, y si floja, uno más débil. Sobre si entonces conviene renunciar a la acción o si no, no lo juzgo. Pero aconsejo que se cuide el cuerpo. Pues se ha producido, a partir de una reple- ción existente, una secreción, y ha perturbado el alma. Con que, silo que la obstaculiza es fuerte, conviene provocar un vómito y acudir durante cinco días a ali- mentos ligeros y recurrir a los paseos matutinos, mu- chos y rápidos, de acuerdo con una gradación, y practi- car ejercicios gimnásticos proporcionados al gradual aumento de los alimentos. Si lo que se opone es más débil, suprímase el vómito y un tercio de los alimentos; 92 Postura cauta la del autor, que distingue entre sueños de ori- gen divino y sueños de origen corpóreo, y que no niega el valor de la mántica como ¡~chn~, pero define un ámbito específico a la inter- pretación médica. La máxína final es una muestra de su actitud. Lo de <invocar a los dioses. es consejo que reaparece al final del capitulo siguiente (con distinto verbo: epikaleisthai y euchesthai). L 270 TRATADOS HIPOCRÁTICOS y aumenta gradualmente y poco a poco éstos otra vez a lo largo de cinco días. Además insistir en los paseos, y practicar los ejercicios de la voz, y rogar a los dioses, y la perturbación pasará. 89. Ver el sol, la luna, el cielo y las estrellas, puros y radiantes, cada uno en su aspecto ordinario, es buen síntoma. Pues con todos estos signos se indica la salud del cuerpo. Así que conviene velar por mantener esa dis- posición con la dieta que se siga. Si sucediera algo con- trario a esto, indica alguna enfermedad para el cuerpo, con signos más violentos más violento, y más flojo con signos más débiles. Así que la órbita exterior es la de las estrellas, la intermedia la del sol, y la de la luna es la que da a las cavidades internas ~. Siempre que alguna de las es- trellas se ve alterada o desaparece o es detenida en su giro por una bruma o por una nube, se trata de un sig-

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no más bien débil. Pero si lo es por agua o por granizo, más fuerte. Indica que se ha producido en el cuerpo una secreción húmeda y flegmática ‘~ que se ha intro- ducido en el circuito exterior. A tal paciente le conviene esforzarse en las carreras con vestido, muchas, que aumenten a partir de poco, a fin de que exude lo más posibe, y también que haga muchos paseos a la salida del gimnasio, y que se man- tenga sin desayunar. Después de haber suprimido un tercio de sus alimentos que lo reponga gradualmente en cinco días. Y si pareciera que <el obstáculo> es más violento, que se sirva también de baños de vapor. Con- viene, pues, que la eliminación se haga a través de la piel, puesto que el daño está en el circuito exterior. Los ‘~ La comparación del cuerpo con el cosmos estaba ya en el ca- pitulo 10, con la referencia a las tres órbitas (per<odoi) de los astros- ~ El autor de nuestro tratado raramente emplea el término de .flegmátíco<. así como el de .hilioso., que viene luego. Tal vez aqt.i se inspire en alguna fuente con estos términos. SOBRE LA DIETA 271 alimentos tomarlos secos, ácidos, astringentes, puros, y en los ejercicios practicar los que desecan al máximo. Si es la luna la que sufre alguno de esos procesos, conviene provocar la revulsión hacia dentro, recurrir a un vómito después de alimentos ácidos, salados y emo- lientes, y a carreras veloces y a paseos, y a ejercicios de la voz, y a suprimir el almuerzo, y a privarse de la comida y a recobrarla gradualmente del mismo modo. Hay que hacer la revulsión hacia dentro por este moti- vo: porque el daño se mostró cerca de las cavidades del cuerpo. Si es el sol el que sufre algo semejante, entonces eso es más violento y más difícil de eliminar. Hay que ha- cer la revulsión en ambos sentidos; practicar las carre- ras largas y las cortas, los paseos y todos los restantes ejercicios, y la supresión de alimentos y su recupera- ción gradual del mismo modo. Enseguida, tras haber vomitado, aumentar de nuevo en cinco días. Si los astros se ven oprimidos, estando el cielo sere- no, y parece que están débiles, <el paciente> está domí- nado por la sequedad del circuito y <esto> indica riesgo de caer en enfermedad. Entonces hay que eliminar los ejercicios, adoptar un régimen de vida más húmedo y suave, con baños, abundante reposo, y mucho dormir, hasta reponerse. Si lo que se opone parece ser fogoso y cálido, indica una secreción de bilis. Si estos accidentes dominan, in- dica enfermedad. Si los astros vencidos desaparecen, hay riesgo de que de la enfermedad se llegue a la muerte. ~Y si lo que se opone pareciera haber sido puesto en fuga, y huir rápidamente, y que los astros lo persiguen, hay riesgo de que el paciente enloquezca, a nó ser que sea curado. A todos éstos les conviene sobre todo que sigan un régimen hasta el final, tras haberse purgado con eléboro. De no ser así, conviene que sigan una dieta con agua, y que no beban vino, a no ser blanco, ligero,

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272 TRATADOS HIPOCRÁTIcOs suave y aguado. Que se abstengan de alimentos calien- tes, ácidos, resecantes, y salados. Que <el paciente> prac- tique muchísimos ejercicios naturales y muchísimas ca- rreras con vestido. Que no haya ni fricción, ni lucha, ni revolcarse por el suelo. Que duerma mucho y en blan- do. Que mantenga reposo, al margen de los ejercicios naturales. Que pasee después de las comidas. Es bueno también que tome baños de vapor. Y que vomite des- pués del baño de vapor. Que durante treinta días no se llene (en las comidas). Que cuando se llene, vomite tres veces al mes tras ingerir alimentos dulces, aguados y ligeros. Siempre que un astro va errante de un lado a otro sin necesidad, eso es indicio de una perturbación cau- sada por la inquietud. A este paciente le conviene reía- jarse. Que vuelva su alma hacia los espectáculos, sobre todo los cómicos, y si no, hacia lo que más se regocije en contemplar, durante dos o tres días, y se repon- drá ~ De lo contrario, hay riesgo de que caiga enfer- mo. Si alguna de las estrellas parece precipitarse fuera de su órbita, siempre que sean puras y brillantes y cai- gan hacia oriente, es indicio de salud. Cualquier cosa que, siendo pura, es secretada fuera del circuito de acuerdo con la naturaleza de oeste a este, está bien. Pues también lo que se segrega en el vientre y lo que se vier- te en la carne sale todo fuera del cii cuito. Pero si <el astro> es negro y turbio y parece que se desplaza hacia el oeste, o hacia el mar o hacia la tierra o hacia arriba, eso indica enfermedades. Los que van hacia arriba de- rrames en la cabeza; los que van hacia el mar dolencias de vientre; y cuantos van hacia tierra, indican sobre to- do tumores que se producen en la carne. ‘~ Curioso consejo psicoterapéutico. SOBRE LA DIETA 273 En estos casos conviene reducir un tercio de la ali- mentación, y después de vomitar aumentarla gradual- mente en cinco días, y en otros cinco recobrar toda la alimentación habitual Y tras hacer un nuevo vómito recuperarla con la misma progresión. Cuando te parezca que un cuerpo celeste se estable- ce sobre ti, si es puro y húmedo indica que tienes salud, puesto que lo que se introduce en el hombre desde el éter es puro, y así lo ve el alma tal cual penetra. Pero si es algo negro, impuro y opaco, indicio es de enferme- dad, no por repleción ni por vaciedad, sino por inter- vención de algo exterior. A este individuo le conviene practicar carreras sencillas veloces, a fin de que la fu- sión del cuerpo sea la mínima posible y que al servirse de una respiración muy rápida se expulse el influjo ex- traño. Después de las carreras <conviene darse> paseos

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rápidos. La dieta que se adopte ha de ser suave y ligera durante cuatro días. Cualquier cosa que parezca que se recibe pura de la divinidad pura es buena para la salud. Pues indica que las cosas que penetran en el cuerpo son puras. Cuan- do parece que se ve lo contrario de esto, no es bueno. Pues indica que algo enfermizo ha penetrado en el cuer- po. Es preciso, entonces, que también este paciente sea tratado como el del caso anterior. Si parece que está lloviendo con una lluvia suave en un día sereno, y que no diluvia fuertemente ni hay gran tempestad, buen síntoma. Pues indica que el aire respi- rado que viene del aire externo es adecuado y puro. Si es lo contrario a eso, que llueve mucho y hay tormenta y vendaval con agua turbia, es indicio de enfermedad procedente del aire ingerido. Es preciso que también esta persona sea tratada de la misma manera, pero con muy pocos alimentos en conjunto. Con estos conocimientos sobre los signos celestes, en efecto, hay que tomar precauciones y seguir un régi- L 274 TRATADO5 HIPOCRÁTICOS men, y rogar a los dioses; dando gracias por los buenos presagios a Helios, a Zeus Celeste, a Zeus Protector del hogar, a Atenea protectora del hogar, a Hermes, a Apo- lo, y en los casos contrarios a los que apartan los ma- les, a Gea, y a los Héroes, para que todos los elementos dañinos sean apartados ~. 90 Son indicio de salud también estos signos: ver y oír agudamente lo que sucede sobre tierra, caminar con fir- meza y correr con seguridad y rapidez sin miedo, ver la tierra lisa y bien trabajada, y los árboles florecien- tes, y cargados de frutos y bien cuidados, y ríos que fluyen con normalidad y con agua clara ni más ni me- nos de la conveniente, y las fuentes y los pozos por el estilo. Todo eso indica salud en el hombre, y que el cuer- po y sus circuitos y las aportaciones del exterior y las secreciones están en orden. Pero si se viera cualquier cosa contraria a éstas, in- dica algún desarreglo en el cuerpo. Si están dañados la vista y el oído, es indicio de una enfermedad en la cabeza; entonces hay que dar muy numerosos paseos por la mañana y después de la comida, además del régi- men de antes. Si sonlas piernas las afectadas, hay que provocar una revulsión con vómitos, y hay que recurrir a la lucha libre con mayor frecuencia además del régi- men indicado en el caso anterior. Una tierra abrupta indica que la carne no está lim- pia. Hay que dar muy numerosos paseos después de los ejercicios. Falta de frutos en los árboles señala corrup- ción del semen humano. Si los árboles pierden las ho- jas, el daño procede de lo húmedo y lo frío; pero si es-

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tán rozagantes, pero sin frutos, de lo cálido y seco. En un caso, pues, hay que caldear y secar con los hábitos de la dieta, en el otro enfriar y humedecer. ~ La Diosa Tierra y los Héroes —espiritus de los muertos— son invocados por su función apotropaica. La nota piadosa reitera conse- jos anteriores, en un línea tradicional. SOBRE LA DIETA 275 Ríos que no van con un curso normal indican des- arreglos en la circulación de la sangre; si fluyen de más un exceso, si fluyen de menos una falta. Es preciso que, por medio del régimen dietético, en un caso se aumente y en otro se disminuya. Cuando no fluyen puros indican perturbación. Se elimina por medio de carreras senci- llas y paseos que crean un movimiento con respiración de ritmo rápido. Fuentes y pozos dan indicaciones sobre la vejiga; en- tonces hay que purificar con diuréticos. Un mar agita- do indica una dolencia de vientre; entonces hay que pur- gar con ayuda de laxantes ligeros y suaves. Tierra o una casa que tiemblan indican, para un hombre sano, una debilidad, y para un enfermo salud y cambio de la si- tuación actual. Para el sano, pues, le conviene cambiar de dieta: que empiece por vomitar, para recuperar lue- go su dieta normal poco a poco. Porque todo su cuerpo es perturbado por su dieta actual. En cambio al que está enfermo le conviene recurrir a la misma dieta; pues su. cuerpo está ya cambiando con el régimen actual. Ver la tierra inundada por el agua o por el mar indi- ca enfermedad, por existir mucha humedad en el cuer- po. Así que hay que recurrir a los vómitos, y a su- primir el almuerzo, y a los ejercicios y a seguir un régi- men seco. Luego recobrar lo habitual desde poco y lentamente. Tampoco es bueno ver la tierra negra ni abrasada, sino que hay riesgo de enfrentarse a una enfermedad violenta y mortal. Pues eso es indicio de un exceso de sequedad en la carne. Entonces hay que suprimir los ejercicios, y de la alimentación todo lo seco, cálido, áci- do, y diurético. Que esté a dieta de caldo de cebada bien hervido, y de todas las otras cosas emolientes y ligeras, en pequeña cantidad, y más vino blanco aguado, y mu- chos baños. Que no se bañe sin haber comido, que des- canse en blando, que repose, que se guarde del frío y L 276 TRATADOS HIPOcRÁTICOs del sol. Y hacer plegarias a Gea, a Hermes ‘~, y a los Héroes. Si uno ve que se sumerge en un lago o en el mar o en ríos, no es buen signo. Porque indica un exceso de humedad. A este le conviene resecar mediante su die-

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ta, y ejercicios más numerosos. Pero para quien tenga fiebre es bueno; pues lo caliente se apaga con lo húmedo. 91 Si uno ve que algo se le ajusta en torno a su talle de modo normal, sin venirle más grande o más pequeño, es un indicio bueno para su salud. También ver que es blanco el vestido que se tiene y un calzado bellísimo, es bueno. Pero si fuera algo más amplio que la propia figura, o más estrecho, no es bueno. Entonces hay que aumentar con la dieta en un caso, o disminuir en el otro. Los vestidos negros son más enfermizos y más peligro- sos. Entonces hay que ablandar y humedecer. Y los nue- vos indican un cambio. 92 Ver a los muertos limpios con vestimenta blanca es bueno, y recibir de ellos algo puro es indicio de salud, tanto del cuerpo como de lo que en él se introduce. De los’ muertos, en efecto, nacen la nutrición, el crecimien- to y las simientes”. Que estos penetren puros” en el cuerpo es indicio de salud. Si, al contrario, uno los viera desnudos o con ropas negras, o impuros, o tomando o llevándose algo de la casa, no es favorable. Pues indica enfermedad. Que lo que se introduce en el cuerpo es dañino. Entonces es preciso purgarse mediante carreras sencillas y paseos, y, después de vomitar, irse recuperando con una nutri- ción emoliente y ligera. ‘~ Hermes, psicopompo, dios de la magia, figura aqui entre los dioses apotropaicos. por su relación con el mundo de las sombras. 98 Un trazo curioso de creencias arcaicas, cf. L. Gamzrn~-A. Bou- LANCEA. Le genle Grec dans ¡a rehgton, Paris, 1932, pág. 62. “ El adjetivo ka¡hara significa .limpios. y .puros.; aquí actúan las connotaciones dobles del término. 5OBRE LA DIRTA 277 93 Todos los cuerpos de forma extraña que aparecen en los sueños y espantan al hombre indican una reple- ción de alimentos desacostumbrados y una secreción, flujo bilioso y una enfermedad peligrosa. Entonces hay que producir un vómito y aumentar luego gradualmen- te los alimentos en cinco días, con los más ligeros, ni abundantes ni ácidos, ni con los secos ni los calientes, y con aquellos ejercicios que son justamente acordes a lo natural, con excepción de los paseos de después de comer. Servirse también de baños calientes y del re- poso. Cuidarse del calor y del frío. Cuando en el sueño le parece a uno que come o bebe las bebidas o alimentos de costumbre, es indicio de ne- cesidad de nutrición y de deseo del alma. Si son carnes, las muy fuertes un exceso muy grande, las más débiles menos. Lo que es bueno al comerlo, también es asi al soñarlo. Conviene suprimir alimentos, en efecto, ya que indica un exceso de comida. También los panes hechos con queso y miel indican lo mismo. Que se beba agua clara no es dañino. Todo lo demás es dañino. Todas las cosas, de las habituales, que una persona cree contemplar <en sueño> son indicio de un deseo del alma. Lo que uno rehúye espantado indica una reten- ción de sangre debida a la sequedad. Es conveniente <entonces> enfriar y humedecer el cuerpo. Cuando uno se pelea o es punzado o atado por otro, eso indica que una secreción contraria al circuito se ha

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producido en el cuerpo. Es conveniente vomitar, dese- car y pasear; tomar alimentos ligeros y aumentarlos tras el vómito durante cinco días. También los vagabundeos y ascensiones penosas in- dican lo mismo. Vadear ríos, hoplitas, enemigos, mons- truos de formas extrañas, indican enfermedad o locura. Conviene servirse de pocos alimentos, ligeros, suaves, y de vómitos, recobrarse luego en cinco días tranquila- mente, y practicar numerosos ejercicios naturales, ex- 278 TRATADOS HIPOcRÁTIcOs cepto después de la cena, y evitar el baño caliente, el relajamiento, el frío y el sol. Sirviéndose de estos preceptos, según quedan des- critos, se mantendrá una vida sana. Aquí queda descu- bierta por ml la dieta, en la medida que puede descu- brirla quien es humano, con la ayuda de los dioses. INDICE GENERAL Págs. INTRODUccIÓN GENERAL. VII TRAT~uos HiPocRÁTIcOs 1

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Juramento 3 Sobre la ciencia médica 11 Sobre la medicina antigua 25 Sobre la enfermedad sagrada 59 El pronóstico 83 Sobre los aires, aguas y lugares 105 Sobre la dieta en las enfermedades agudas 155 Sobre la dieta 181 L TÍTULOS DE PRÓXIMA APARICIÓN 20. ARISTÓFANES. Comedias: Los acarnienses. Los caba- lleros. 21. JENOFONTE. Helénicas. 22. JENOFONTE. Anábasis. 23. JENOFONTE. Ciropedia. 24. PLATÓN. Diálogos 1: Apología, Critón, Eutifrón, Ion, Li- sis, Cármides, Hipias menor, Hipias ma- yor, Laques, Protágoras. 25. PLATÓN. Diálogos II: Gorgias, Menéxeno, Eutidemo, Menón, Crátilo. 26. PLATÓN. Diálogos m: Fedón, Banquete, Fedro.

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