Historia de La Vida Privada en La Argentina I Fernando Devoto y Marta Madero Dir (Arrastrado)

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Espacios y lugares Enrique Tandeter Juan Carlos Garavaglia Carlos Mayo

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Espacios y lugaresEnrique Tandeter

Juan Carlos Garavaglia

Carlos Mayo

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En Espacios y lugares hemos de partir del eje económico del virreina-to: Potosí, centro de una utopía. El relato funciona aquí, en sí mismo, co-mo la alegoría del desplazamiento que va de lo público a lo privado: dela ciudad engalanada para el pasaje del nuevo virrey a las alcobas de lospocos potosinos ennoblecidos por Castilla. De la sonoridad misma de lostítulos y los nombres (Domingo Astoraica y Herboso, conde de San Mi-guel de Carma; Francisca de Paredes Charri y Xavier, Mariana TeresaLopes Lisperguer Nieto y Quintana) que imitan la descripción de las hon-ras públicas –Dionisio de Halicarnaso (s.I a.J.) postula que Homero des-cribe los tormentos de Sísifo en el infierno con las sílabas largas, la res-piración de las palabras y las letras rugosas–, a los “sentimientos senci-llos” de una mujer casada contra su voluntad. Veremos entonces que lavida familiar y el matrimonio no siempre son sinónimos de una privaci-dad que ofrezca un retiro apacible. La necesidad de la mutua inclinaciónde los cónyuges, que aseguraría una privacidad real y deseada, se oponea veces a esas obediencias en las cuales lo privado no se ha arrancadoaún a lo político y las alianzas justas han de sostener las legitimidades so-ciales. El honor es aquí una categoría esencial, prefigura las tenues pri-vacidades, rige las alianzas, constriñe los deseos, inculca los gestos. En-traremos después en los barrios de indios, donde las familias ocupan unúnico ambiente, unidas por un casamiento que hace perdurar estructurasde alianza originarias en el lugar de trabajo que la política regia de lasencomiendas les destina. Es difícil, por lo tanto, imaginar una privacidadplena que mellan las penurias, los espacios exiguos o la curiosidad malgobernada de los vecinos, pero en el kajcheo (explotación ilícita y tolera-da de las minas) se adivinan amistades, secretos. Luego se verá la pam-pa de vieja colonización al interior del río Salado, la llanura que sólo es

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como un mar para los forasteros. Allí se revelan sociabilidades inespera-damente intensas si pensamos en esa imagen de individuos perdidos en uncampo sin marcas que nos ofrece la historiografía tradicional. Cabe des-tacar la importancia que tiene el ámbito laboral como forma de esa so-ciabilidad vecinal frecuente en las sociedades tradicionales: se compar-ten animales de trabajo, herramientas, las sequías obligan a los paisanosa recorrer en grupo muchas leguas en busca de agua. Juntos van a matarperros cimarrones, y los ciclos agrícolas, como la siega, que reclaman laayuda recíproca, el préstamo de peones, culminan con las grandes me-riendas, las fiestas, los bailes y los amores.

Hacia el sur, la frontera, que más tarde recibirá la denominación de“desierto”, presenta en cambio muchos de los rasgos familiares a nues-tras imágenes del pasado argentino. Los rancheríos y fortines marcan dé-bilmente bordes imprecisos, a la vez presencia y punto de disolución delEstado. La precariedad de la vida material y hasta la dificultad de la so-brevivencia parecen hacer pasar del agua turbia de los fortines a la sedde la terrible planicie. Punto de contacto entre el mundo hispánico y elmundo indígena, la frontera es más fluida para los hombres, que puedentransitarla, más despiadada con las mujeres, que difícilmente retornan,como esa india rubia que se arrojaba al suelo para beber la sangre ca-liente de una oveja y que la abuela de Borges trataría en vano de resca-tar. De un margen a otro la distinción entre espacios públicos y privadosemerge con dificultad. El honor, como un cortejo, sólo existe cuando seexhibe, y las amistades, los amores, las humanas miserias, se ofrecen a losojos voluntaria o ineludiblemente.

Fernando Devoto Marta Madero

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