Historia Mexicana - Volumen 14 Número 2
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varro, Josefina Zoraida de Knauth, Jorge Manrique, Luis Muro, Berta
Ulloa, Susana Uribe, Mar?a del Carmen Vel?zquez.
VOL. XIV OCTUBRE-DICIEMBRE, 1964 N?M. 2
SUMARIO
Art?culos:
Rafael Bernai: M?xico en Filipinas. 187 Luis Gonz?lez: Expansi?n de Nueva Espa?a en el
Lejano Oriente. 206
Carlos Pizano y Saucedo: El puerto de la Navidad
y la expedici?n de Legazpi. 227 Carlos Quirino: El primer mexicano en Filipinas 250
Jos? Villa Panganiban: Influencia hispanomexicana en el idioma tagalo . 261
Lothar G. Knauth: Morga: g?nesis de un s?mbolo 272 Gonzalo Obreg?n: Influencia y contrainfluencia del
arte oriental en Nueva Espa?a .
292
Archivos:
Beatriz Arteaga y Ma. del Carmen Vel?zquez: El
Ramo de Filipinas en el Archivo General de la
Naci?n . 303
Testimonios:
Ma. Elena Rodr?guez de Magis: La Revoluci?n Fi
lipina en la prensa mexicana . 311
Enrique Otte: Nueve cartas de Diego de Ord?s ... 321
Examen de Libros:
Juan Salda?a Rosell, sobre John Kenneth Turner, M?xico b?rbaro . 339
Josefina Zoraida de Knauth, sobre Memorias del
Primer Coloquio Mexicano de Historia de la
Ciencia . 342
Jorge A. Manrique, sobre Ida Rodr?guez Prampoli ni, El arte contempor?neo. Esplendor y agon?a 345
Nuestra vi?eta: Escudo de la
primera edici?n de Antonio
de Morga, Sucesos de las islas
Filipinas, M?xico, 1609.
Historia Mexicana aparece el i<? de julio, octubre, enero y abril de cada
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M?XICO EN FILIPINAS*
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Las rutas del comercio no sirven tan s?lo para llevar merca
der?as. Llevan tambi?n hombres y, con los hombres, las
ideas, las palabras, las maneras de vida, las artesan?as y
las artes. Doscientos cincuenta a?os de contacto y comercio
entre Filipinas y M?xico tuvieron que dejar enormes hue
llas en los dos pueblos. En una estampa mexicana del si
glo xix el artista representa al puerto de Acapulco. Es un
pintor de la ?poca rom?ntica, cuando el mar siempre se ve?a
encrespado. As? en la estampa las olas rompen en la playa de Hornos, mientras algunos veleros se inclinan ante el vien to. Y casi en primer plano vemos algo sorprendente, algo que
no es de Am?rica: una canoa con balancines a la manera
malaya o
polinesia, una canoa que no se vuelca a?n en las
olas m?s altas. En ninguna otra parte de Am?rica, ni a?n entre los caribes, grandes navegantes, se encontrar? un arte
facto semejante que ha llegado a Acapulco con los marinos de Filipinas que tripulaban el Gale?n de Manila.
Y asimismo llegaron a Filipinas, desde M?xico, una gran cantidad de cosas. No tan s?lo la plata de las minas, que hizo posible el comercio con China, sino miles de productos, de ideas, de maneras de vida, importantes unas, humildes
las otras, que son ahora parte integrante de la cultura fili
pina, que el filipino actual consume y usa, sin saber muchas veces de su origen mexicano. Pero las ideas y los productos viajan siempre con los hombres y por lo tanto conviene, antes de ver esas cosas mexicanas que a?n existen en
Filipi
nas, el tratar de entender a los hombres que las trajeron. Hubo en Filipinas tres tipos diferentes de hombres me
* Este art?culo forma parte del libro M?xico en Filipinas. Estudio
de una Transculturaci?n, que publicar? el Instituto de Investigaciones. Hist?ricas de la U.N.A.M.
i88 RAFAEL BERN AL
xicanos, tanto criollos, como indios y mestizos. Unos eran
los oficiales del rey, miembros de la Audiencia, de la admi nistraci?n p?blica y los comerciantes, a quienes podremos llamar los hombres de intramuros. Otros eran los cl?rigos,
obispos, sacerdotes, misioneros miembros de las diferentes
?rdenes religiosas. Los terceros eran los "guachinangos", los
hombres del pueblo, los soldados y marinos, an?nimos, olvi
dados, absorbidos en su totalidad por la poblaci?n filipina. De los primeros y los segundos conocemos muchos nombres
y muchas biograf?as. De los terceros no conocemos m?s que la huella que dejaron de su paso por la vida filipina. Los
dos primeros grupos se integraban con criollos de las dife rentes provincias del Virreinato. El tercero se formaba con
indios y con mestizos.
En los grupos de criollos podemos contar en primer lu
gar a los dos nietos de Legazpi, Felipe y Juan de Salcedo, naturales de la ciudad de M?xico. Juan se destac? por sus
grandes dotes militares en la conquista y la pacificaci?n y
por salvar a Manila del ataque del pirata Li-Ma-Hong. Pero
dej? tambi?n fama por su amor y comprensi?n de los natu
rales. Muri? a los veintisiete a?os de edad, due?o ya de una
encomienda considerable que hered? a sus mismos vasallos
filipinos. El primero tesorero de la Catedral de Manila era el
padre Luis de Salinas, originario tambi?n de la ciudad de
M?xico. El primer misionero de Ceb?, el padre Agust?n de
Villegas era tambi?n mexicano.
La hija de don Antonio de Morga, el inquieto y c?lebre
cronista, cas? en Manila con un mexicano, Juan Alonso de
Mojica. Y tambi?n criollo de la Nueva Espa?a, originario de la Puebla de los ?ngeles era Felipe de las Casas, m?s
conocido como San Felipe de Jes?s, m?rtir del Jap?n, quien
pas? a Filipinas castigado por su familia y all? se convirti? e ingres? como hermano lego al Convento de San Francisco.
En 1653, junto con el nuevo gobernador don Sabiniano
Manrique de Lara, lleg? a Manila el arzobispo don Miguel Mill?n de Poblete, natural de Puebla, quien hab?a sido gran
amigo y compa?ero del obispo Palafox y que trajo a las Islas
el mismo deseo que tuvo siempre su amigo, de controlar las
MEXICO EN FILIPINAS 189
actividades de los misioneros del clero regular. Fracas? en
su intento por no contar con los suficientes sacerdotes secu
lares, ya que por entonces hab?a en las islas doscientos cin
cuenta y cuatro miembros de las ?rdenes y tan s?lo sesenta
sacerdotes seculares. Con el arzobispo Poblete vino tambi?n
el dominico fray Rodrigo de C?rdenas, nombrado obispo de la Nueva Segovia y que era natural del Per?. Por cierto
que una piadosa leyenda nos cuenta que fue el arzobispo mexicano Mill?n de Poblete quien logr? que las sardinas
regresaran a las aguas de la Bah?a de Manila, cuya ausencia
hab?a hecho padecer gravemente a los naturales. Resulta que el gobernador Hurtado de Corcuera tuvo tan graves diferen
cias con el arzobispo de Manila que recurri? al extremo de
desterrarlo de la ciudad a la Isla de Corregidor. El arzo
bispo, como respuesta, puso en entredicho a la ciudad y el
mismo d?a desaparecieron todas las sardinas de la Bah?a.
Mill?n de Poblete, al llegar a Manila, logr? un acuerdo con
el Gobernador don Sabiniano y levant? las censuras eclesi?s
ticas que pesaban sobre la ciudad. Para celebrarlo se orga
niz? una lucida procesi?n, con todas las corporaciones y el
cabildo y ese mismo d?a volvieron a aparecer las sardinas en
las aguas de la Bah?a.
Por esos tiempos estaban en Manila otros criollos mexi
canos de importancia en la vida colonial. Miembros de la
Real Audiencia eran don Sebasti?n Caballero de Medina y don Salvador de Espinosa, mexicanos.
En 1762 era arzobispo de Manila don Manuel Antonio
Rojo, natural de Huichapan, M?xico. A la muerte del go bernador don Pedro Manuel de Arandia, fue declarado go bernador interino y a ?l correspondi? el defender la colonia
de los ataques de los ingleses y el triste deber de entregar la
ciudad a las fuerzas invasoras. Pero al hacerlo tuvo buen
cuidado, aun a riesgo de su vida y libertad, de salvar las
fuerzas filipinas y mexicanas que estaban bajo las ?rdenes
de don Sim?n de Anda, para que pudieran seguir la lucha en contra de los ingleses. As? mismo pudo poner a salvo la
plata del gale?n que llegaba de Acapulco.
190 RAFAEL BERN AL
Entre los primeros misioneros que pasaron a Filipinas
en
contramos a muchos mexicanos. Ya hemos visto como fray
Andr?s de Urdaneta hab?a profesado en la ciudad de M?
xico y trabajado largos a?os en la Nueva Espa?a. Lo mismo
podemos decir de fray Mart?n de Rada su compa?ero, que se preciaba tambi?n de ser gran cosm?grafo y de haber estu
diado matem?ticas en Salamanca. Pas? de Espa?a a M?xico en 1567 y se especializ? en el estudio de la lengua otom?.
Agustinos tambi?n eran fray Diego Ord??ez de Vivar, natural de la ciudad de Guadalajara en la Nueva Galicia,
quien lleg? a Manila en 1570 y muri? en un pueblo de la
Pampanga, en la isla de Luz?n en 1603. Fray Gen?nimo
Mar?n era originario de la ciudad de M?xico y pas? a Fili
pinas en 1571, donde se destac? al lograr la pacificaci?n de
los rajas Lacandola y Ladia Solim?n quienes, aprovechando la llegada de Li-Ma-Hong, hab?an abandonado su nueva fe
y se hab?an unido con los chinos en contra de los espa?oles. M?s tarde fue con el padre Rada a China y posteriormente fue enviado de regreso a Espa?a como Comisario de la Or
den, para ir a morir al convento de Tlayacap?n en 1606.
Fray Juan Gallegos, definidor de la Orden, muerto en 1581, era natural de la ciudad de M?xico, lo mismo que el padre
fray Juan de Bihuerta quien fue a morir junto al goberna dor Dasmari?as cuando los remeros chinos de su
galera se
amotinaron en la ruta a las Molucas en 1593.
El primer prior del Convento de Guadalupe en Filipi nas, nombrado en 1601 fue fray Juan de Montesdoca, quien siendo muy ni?o hab?a sido llevado por sus padres a M?xico, donde se educ? y profes?. Seg?n fray Elviro P?rez, O. S. A., la primera imagen de la Virgen de Guadalupe que hubo en
dicho convento fue una de talla, tra?da de Extremadura. El
mismo a?o de 1601 muri? a manos de los naturales el fraile
mexicano Esteban Mart?n.
Era tal la cantidad de agustinos criollos que pasaron a
Filipinas que se lleg? a crear un conflicto grave entre los
peninsulares y los mexicanos. La cuesti?n hizo crisis cuando
fray Vicente de Sep?lveda quiso reformar la orden y hacerla
a su imagen, asc?tica y estricta en todo. La idea era lauda
M?XICO EN FILIPINAS 191
ble sin duda, pero al parecer fray Vicente no ten?a mucho
tacto y se ech? en contra a los frailes criollos de M?xico. El
30 de junio de 1617 un grupo de frailes descontentos asesin? en su celda a fray Vicente. Fue tal el esc?ndalo provocado
por este crimen que, por un tiempo, pareci? acabarse la
cuesti?n entre espa?oles y criollos aunque en los Cap?tulos de la Orden de 1623, l^2^ Y 2^29 se volvi? a hacer sentir con tal fuerza que las autoridades civiles tuvieron que man
dar una guardia especial que cuidara de la paz en las deli
beraciones.
Tambi?n fueron muchos los franciscanos mexicanos que
pasaron a Manila en los primeros a?os de la pacificaci?n
y cristianizaci?n. Uno de los primeros fue fray Juan de
Ayora, el cual, aunque no era mexicano, ten?a un
largo
historial en la Nueva Espa?a, donde hab?a compuesto un
"Arte de la Lengua Mexicana" y un "Vocabulario Mexi
cano". Felipe n lo hab?a propuesto para obispo de Michoa
c?n pero, por la santa humildad, renunci? a ello y vino ya anciano a Filipinas, donde muri?.
De Matlazingo, cerca de Toluca, era fray Antonio de Vi
llanueva, quien fuera guardi?n del Convento de Metepec y
ya de m?s de sesenta a?os pas? a las Filipinas y, posterior mente, a China, donde muri? en 1582. De la ciudad de
M?xico eran fray Miguel de Siria y fray Alonso de Jes?s, alias "El Capit?n" porque en sus mocedades hab?a sido sol
dado en ciertas conquistas de Am?rica. Vino a morir en
Manila en 1586. Fray Miguel de Bustos lleg? a Manila sien
do a?n lego y muri? en 1585 a los pocos d?as de cantar su
primera misa. Era originario de la ciudad de M?xico. De
Lagos en Jalisco era fray Diego Bernai que muri? ahogado cuando iba de regreso a M?xico, junto con el padre Rufino
de Esperanza, hijo tambi?n de la Provincia del Santo Evan
gelio de M?xico. El tlaxcalteca fray Juan Lorenzo hab?a
sido minero y acu?ador de moneda en sus juventudes y ya ten?a m?s de cuarenta a?os cuando tom? el h?bito en Ma
nila.
En el gale?n de 1592 se embarcaron en Acapulco muchos
franciscanos, entre los cuales encontramos a doce que ha
I?2 RAFAEL BERN AL
b?an profesado en el Convento de San Diego y a tres en el de San Cosme en M?xico. Posteriormente pasaron muchos
otros mexicanos aunque poco a poco, como lo podemos ver
en el "Cat?logo Biogr?fico de Religiosos Franciscanos' del
padre Eusebio G?mez Platero, dejaron de ir mexicanos a
Filipinas y se increment? el n?mero de espa?oles hasta que a fines del siglo xvm ya pr?cticamente no se encuentran
franciscanos de M?xico en las misiones filipinas. Pr?ctica
mente lo mismo se puede decir de los dominicos y los agus tinos.
Fueron tambi?n muchos los misioneros dominicos que
pasaron a Filipinas de Puebla, M?xico, Chiapas y Guatema
la. La primera misi?n dominicana que sali? de Espa?a era la presidida por fray Juan de Castro. El 17 de julio de
1586 se embarcaron en Espa?a
cuarenta frailes, pero tan
s?lo quince de ellos llegaron a Manila un a?o m?s tarde.
De los veinticinco faltantes, algunos quedaron en M?xico,
pero la mayor parte muri? en el trayecto. En la tercera mi
si?n de la Orden de Predicadores, en 1589, pas? fray Alonso
Montero, quien hab?a profesado en el Convento de Santo
Domingo de la ciudad de M?xico, aunque era castellano de
nacimiento. En la misi?n de 1595 pasaron fray Juan de Zar
fate y el hermano Dionisio, lego, ambos originarios de la
ciudad de M?xico. En 1598 lleg? a Filipinas fray Francisco
Mart?nez, originario de Zacatecas, con fray Ger?nimo de
Celis y fray Ger?nimo de Molina, de M?xico y fray Diego Carlos de Guatemala. En 1604 pas? fray Luis de Illescas, de
Puebla y en 1611 fray Mart?n de Plaza con otros tres com
pa?eros mexicanos. Posteriormente llegaron trece frailes me
xicanos m?s, antes de 1650. Otros muchos dominicos eran
probablemente mexicanos, pero en el Cat?logo no se da su
patria ni su origen.
Tambi?n llegaron jesu?tas mexicanos desde los or?genes de la Compa??a en Filipinas. En el grupo que trajo el padre Humanes en 1595 ven?a el lego Juan de Ribera de Puebla,
quien cant? su
primera misa en Manila en 1599. En 1604
profes? en la Compa??a el padre Tom?s de Montoya, ori
ginario de Zacatecas. Con ?l hab?an zarpado de Acapulco
M?XICO EN FILIPINAS 193
el oaxaque?o Juan del Bosque y el poblano Diego S?nchez.
En 1601 lleg? un nuevo grupo de jesu?tas a Filipinas,
trayendo como superior al padre Gregorio L?pez. Con ?l
ven?an Tom?s de Villanueva, nacido en Puebla en 1572 y Pedro de Segura, zacatecano, quien recibi? las sagradas ?rde
nes en Manila a los cuarenta y dos a?os de edad. El padre Francisco de Roa, originario de la ciudad de M?xico, fue
electo provincial dos veces. En su primer per?odo, en 1644 un terremoto asol? la ciudad de Manila. El padre Roa es
taba a la saz?n con el padre Salazar en la residencia que ten?a la Compa??a en San Miguel, extramuros de la ciudad.
Al desplomarse el edificio muri? el padre Salazar y el pa dre Roa qued? mal herido. Quince a?os m?s tarde volvi? a
ser electo provincial.
El padre Juan de las Misas hab?a nacido en la ciudad
de M?xico en 1593 y muri? a manos de los piratas musul
manes de Sulu, cuando tomaron la galera en la que iba, cerca de la isla de Marinduque en 1624. Notable fue el
padre Ger?nimo Cebreros, nacido en la ciudad de M?xico
en 1631. En 1653 lleg? a Manila y fue enviado a las mi
siones de las islas Molucas que, m?s de cien a?os antes, hab?a fundado San Francisco Xavier. Cuando Espa?a orde
n? la rendici?n de las islas a las fuerzas protestantes de
Holanda, el padre Cebreros y un compa?ero se quedaron en la peque?a isla de Siao, donde hab?a un gran grupo de
cat?licos. All? se sostuvieron a pesar de los ataques de los
holandeses, hasta que ya no fue posible resistir y en 1677 rindieron la isla y pasaron todos, pueblo, datu cat?lico y
jesu?tas a Manila, donde se radicaron en Cavit? y trajeron
consigo el idioma que a?n se conoce como "chavacano" del
cual se hablar? m?s tarde.
Estos eran los criollos, los hombres de intramuros, los
hombres del poder civil y del poder eclesi?stico. Es indu
dable que su influencia ha sido enorme en la moderna cul
tura filipina y, aunque como hemos visto, muchos de ellos eran mexicanos, su huella se pierde dentro del gran cuadro
de la influencia espa?ola. El oidor mexicano tra?a las leyes
194 RAFAEL BERNAL
espa?olas; el obispo las formas de la vida cat?lica. Los ofi
ciales reales y los comerciantes trajeron muchos de los pro ductos y frutos mexicanos. Un tiempo se trat? de suplir el consumo del arroz con el del ma?z. No se pudo lograr en
parte porque a la mujer filipina le pareci? que el trabajo de preparar el ma?z en forma de tortillas era excesivo y que el sabor no era tan agradable como el del arroz hervido en
agua, la famosa "morisqueta". Tal vez si los mexicanos del
pueblo hubieran tra?do mujeres que prepararan las tortillas, se hubiera podido implantar el ma?z como alimento b?sico. Pero los mexicanos del pueblo llegaban a Manila sin mu
jeres y es sabido que el mexicano que suele y puede inter
venir en muchos aspectos de la cocina, como hacer el pan o asar la carne, no tocar? jam?s el metate, ni har? tortillas.
La gente de intramuros llev? tambi?n de M?xico el ca
cao, que se aclimat? maravillosamente y es ahora uno de los
productos m?s importantes de las Islas. Antes de que el cho
colate se industrializara, se elaboraba en las casas, como en
M?xico. Hab?a chinos que iban de casa en casa, con sus
piedras de moler, preparando las diferentes recetas de cho
colate, seg?n los gustos de cada familia, como las famosas
chocolateras de M?xico. Tambi?n de M?xico se trajo ofi
cialmente el tabaco que se ha convertido en uno de los pro
ductos de exportaci?n b?sicos en las Islas. Los cigarros y los
cigarrillos son de una extraordinaria calidad. La ca?a de
az?car fue llevada tambi?n de M?xico, aunque no era un
producto de Am?rica, sino llevado a ella por los espa?oles. Como rastro de que en un tiempo fuera ?sta una industria
mexicana, qued? el uso de la palabra "panocha" para desig nar el az?car morena, palabra que
con ese sentido tan s?lo
se emplea en M?xico y en Filipinas. En un principio los
hombres de intramuros trajeron caballos y ganado vacuno de
M?xico; pero no se aclimataron bien y posteriormente opta
ron por traerlos de China y de Siam.
En cuanto a la labor de los misioneros, tanto mexicanos
como espa?oles, se ha discutido extensamente. Siguiendo los diferentes lincamientos pol?ticos de las ?pocas y los auto
res, se les ha vilipendiado o se les ha puesto por encima de
M?XICO EN FILIPINAS 195
los cuernos de la luna. Hay quien destaque en ellos tan s?lo
los graves esc?ndalos en que se vieron envueltos, la codicia
de algunos, las frecuentes faltas en contra de la castidad y la imposibilidad constante que ten?an las ?rdenes de disci
plinarse a s? mismas. Se les tacha su rebeld?a frente a los
obispos y, en ocasiones, frente a sus mismos superiores, as?
como muchos y muy graves descuidos en contra de las mis
mas reglas de sus
congregaciones. Todo eso es cierto, indu
dablemente, pero es tan s?lo un lado de la estampa. Por el
otro encontramos que la unidad filipina, por lo menos su
m?s importante eslab?n, el catolicismo, se debe a ellos. La
s?lida vida del filipino en el campo, en los barrios y pueblos es obra de los misioneros. La imprenta, los colegios, las
universidades, los hospitales tienen en ellos su origen. Du rante m?s de trescientos a?os fueron omnipotentes en Fili
pinas. En muchas ocasiones hab?a m?s sacerdotes que civiles
entre los espa?oles y mexicanos del archipi?lago. Ellos eran
los ?nicos que estaban en contacto directo con el pueblo, los
que con el pueblo viv?an las alegr?as y las miserias campe sinas que los criollos de intramuros ignoraban. Los esc?n
dalos que dieron fueron en verdad muy pocos para hombres con tanto
poder durante tantos a?os. Pero los esc?ndalos se
recuerdan siempre, el asesinato del superior de los agustinos, los rid?culos pleitos por las preeminencias, sobre todo entre
dominicos y jesu?tas. Y en cambio se olvida su inagotable caridad, sus sufrimientos, su soledad y, en muchos casos, sus
muertes heroicas. La existencia ahora mismo de una gran
mayor?a cat?lica en Filipinas es el mejor monumento a su
obra y es su huella imborrable.
Pero, en cierto aspecto, a pesar de la enorme influencia
que el fraile ten?a sobre el pueblo, era tambi?n uno de los
hombres de intramuros. Viv?a tras de los muros de su cul
tura, de sus votos, de su convento, de su car?cter de p?rroco,
juez, arbitro y por lo general gobernante del barrio. No
pod?a por lo tanto formar parte de la familia filipina; no
pod?a influir en las palabras de la casa, de todos los d?as; no lograba modificar la comida y las costumbres que existen entre las paredes de ?ipa y bamb? del "bahay gubu". No
196 RAFAEL BERNAL
pod?a crear un mestizaje, ni en la sangre ni tampoco en la
cultura.
Pero hubo otros hombres mexicanos que s? entraron a las?
casas con los productos humildes de su tierra, como la jicama, el chico zapote, el chay?te, la papaya, la flor de la calabaza
y el camote. Llevaron sistemas de cocina, como el tamal y
el atole. Eran los "guachinangos", los soldados y marinos.
Eran hombres del pueblo, muchas veces mandados a Filipi nas por la fuerza, ya fuera por justicia o huyendo de la
justicia. Por lo general eran hombres j?venes, sin grandes
arraigos familiares en M?xico, sin mujeres, quienes gozaban
por primera vez de la calma de una familia en Filipinas. Otros eran los marinos del gale?n, enganchados por la fuerza
para acabalar la tripulaci?n y que desertaban en llegando a
Manila, temerosos del largo viaje de regreso donde, lo sab?an?
bien, muchos morir?an. Tambi?n marinos filipinos deserta
ban en Acapulco y se
quedaron en el actual Estado de Gue
rrero.
Muchos grupos mexicanos obtuvieron tierras en Luz?n, en
Masbate y otros sitios de Pampanga, lo mismo que en Ca
vit?. Esta gente, como era l?gico, al poco tiempo se perd?a
entre el pueblo filipino, casaba con mujer filipina, aprend?a un nuevo idioma, una nueva vida y unas costumbres nuevas^
pero ense?aba tambi?n parte de las suyas. Por las palabras mexicanas que encontramos a?n en uso tanto entre el pue
blo de habla tagala, en el espa?ol y en el idioma "chava
cano", podremos tal vez darnos cuenta del tipo de hombres
que eran estos mexicanos. Veamos algunas:
Ajonjol?: S?samo. Palabra que ya casi no se escucha en
Filipinas, pero que encuentro citada en el libro "A Visit to
the Philippines Islands de Sir John Bowring, quien estuviera
en las Islas en 1859. Achuete: Achiote. Se emplea, lo mismo que en M?xico,
para dar color y sabor a ciertos guisos, sobre todo carnes.
Atole: Maza de arroz desle?da en agua. En M?xico se
hace con masa de ma?z y en las dos partes se usa para prepa
rar el "champurrado".
M?XICO EN FILIPINAS 197
Avocado: Anglificaci?n de la palabra nahua "aguacate". No he encontrado menci?n de esta fruta en las cr?nicas
antiguas para saber si se llamaba con su nombre mexicano.
Es fruta que tiene mucha antig?edad en las Islas.
Cacahuate: En Filipinas se le llama as? a un arbusto que se utiliza para formar setos vivos alrededor de las casas. A
la ra?z que en M?xico se le llama cacahuate, en Filipinas se le da el nombre caribe de "man?" y, ?ltimamente, con
mayor frecuencia, el nombre ingl?s de "peanut". Cacao Cam achile: Un arbusto semejante al ?rbol del
pan (Artocarpus Comunis) El nombre es de indudable ori
gen mexicano. En el chavacano que se habla en Cavit? en
contramos un verso: "Bajo un pono (?rbol) de camachile
grande".
Calachuchi: Una flor semejante a la que en M?xico se
llama cacalos?chitl.
Camote: En Filipinas se le da este nombre exclusiva mente al camote blanco. El que en M?xico se llama "camote morado" recibe el nombre tagalo de "ube", emparentado
con
el nombre que recibe en Polinesia. En Hawai se dice "uhi"
y "uti" en las Islas de la Sociedad. Probablemente es planta de origen asi?tico que pas? a Am?rica, tal vez con las migra ciones polinesias. M?s tarde regres? a Filipinas con su nom
bre mexicano. Existen dos islas llamadas de Camotes y una
monta?a con ese mismo nombre al norte de Luz?n.
Chico: Contracci?n de "chico zapote", fruto del ?rbol del
chicle o tzictli. La palabra nahua se hispaniz?
a "chico",
nombre con el cual se conoce la fruta en M?xico y en Fili
pinas.
Chiquilite: Hierba mencionada por Quir?z en la relaci?n
que le hace a don Antonio de Morga de su viaje. Es extra?o
que siendo Quir?z de extracci?n peruana use este t?rmino
mexicano. El doctor Jos? Rizal, en sus notas al libro de Mor
ga, dice que probablemente se refiere a la planta conocida en Filipinas con el nombre de "kilite", esto es, el quelite de
M?xico.
Chocolate
Guan?bana
198 RAFAEL BERN AL
Guava: Probablemente una degeneraci?n norteamericana
del nombre de la guayaba. Esta fruta es muy conocida en
Filipinas. Guayaba
Guachinango: Mote con el cual se conoc?a a los soldados
mexicanos en Filipinas. As? lo asientan varios cronistas, como
Fulgosio en su Cr?nica General de Espa?a en el tomo refe
rente a las Filipinas. En M?xico es el nombre que se da a
un pez.
Kilitis: Ver chiquilite. Mecate: Cuerda.
Nanay: Madre, mujer anciana de respeto. En M?xico se
usa el t?rmino: nana.
Panocha: Az?car morena sin refinar. No he podido en
contrar el origen de esta voz con ese significado. En Espa?a se refiere a los campesinos de Murcia. En Centro y Sudam?
rica el producto se conoce
popularmente con otros muchos
nombres, como "mancuerna", "panela", "papel?n" "pilonci
llo", pero s?lo he o?do el nombre panocha en M?xico y en
Filipinas. Papaya
Pazote: Epazote. En Filipinas se utiliza como
planta me
dicinal y muy rara vez como condimento en las comidas. Es
indudablemente una planta tra?da de M?xico.
Petaca: Maleta. Usase especialmente para la cartera he
cha por lo general de palma tejida, donde se guarda el ta
baco.
Petate: Estera. Urdaneta usaba ya este t?rmino, que se
sigue utilizando, tanto en el espa?ol, como en tagalo y otros
idiomas, y en chavacano.
S ayote: Chay?te. SiLi: Chile.
Sincama: Jicama. Gemelli Carreri le llama "xicama" con
mayor propiedad. S?chil: Flor. Ramo peque?o de flores para olerse que
encontramos mencionado en Fern?ndez Navarrete y en el
Diccionario de Stevens.
Tamal: Manjar envuelto en hojas de pl?tano y cocido al
M?XICO EN FILIPINAS 199
vapor. En Filipinas se suele hacer de arroz, de cacahuate y otros condimentos.
Tatay: En M?xico, tata. Padre, hombre de respeto.
TiANQui: Tianguis, mercado. En Luz?n se ha perdida casi por completo el uso de la palabra y, por lo general, se
dice "palenque", pero se conserva como voz popular
en Vi
zayas y el norte de Mindanao.
Tomate: Palabra ya de uso universal, se refiere a "jito mate" de M?xico.
Zacate: Pasto, grama utilizada especialmente para forraje de caballer?as. En un cuento chavacano de Cavit? "El Vie
ja Religioso y su Puelco" encontramos: ".. .entre manga za
cate".
Zapote: ?rbol frutal que produce el "chico" o el "zapote
prieto". A la fruta del primero se le llama simplemente "chico" y a la del segundo "zapote". Entre Manila y Cavit?
existe un r?o, famoso por las batallas del General Aguinaldo,
que se llama as?.
Adem?s de ?stas y otras muchas voces de origen nahua, se encuentran algunas de etimolog?a caribe, tra?das tambi?n
indudablemente por los soldados y marinos mexicanos o por
los espa?oles. Podemos citar las siguientes: Barbacoa: Se da este nombre a una carne asada en las
brasas, ensartada en varas de bamb?. Probablemente el t?r
mino viene de barbarismo norteamericano "barbecue".
Cacique: Ya casi se ha perdido esta voz, pero los escri
tores del siglo xix en espa?ol a?n la usaban con frecuencia.
Canoa: Voz tambi?n ya casi perdida y l?gicamente su
plantada, siendo el filipino un pueblo de marinos, por las
voces locales como "vinta", "bangka" o
"prao".
Casaba: Harina de yuca.
Ma?z
Maguey: Aunque la humedad del clima filipino no se
presta a este tipo de vegetaci?n, hay maguey henequenero en
algunas zonas, al sur del Golfo de Ligayen. Mamey: Fruta del mamey. Man?: Cacahuate.
Nagua: Falda, saya.
200 RAFAEL BERNAL
Tabaco
Yuca
Por otra parte, en el habla espa?ola que a?n queda en
Filipinas encontramos varias voces que toman el sentido
mexicano y no el espa?ol, como
"banqueta" por "acera";
"apurarse" por darse prisa; "jalar" por tirar de algo y
"champurrado" para nombrar una bebida hecha con atole
y chocolate. En Espa?a champurrado es un refresco de vino
y jugos de frutas.
Como ya hemos visto, existe en Filipinas un idioma que se llama "chavacano", mezcla del espa?ol y varios idiomas
vern?culos. Antiguamente hab?a tres dialectos chavacanos: el
ermita?o que se hablaba en Ermita, zona cercana a la ciu
dad de Manila, ahora absorbida por la ciudad. Este dialecto se ha perdido. El cavite?o que se hablaba en Cavit? y se
habla en la actualidad en ese puerto, y el zamboango de la
provincia de Zamboanga, en Mindanao. Originariamente estos dialectos fueron tra?dos a Filipinas por las familias cris
tianas, mestizas de malayo y portugu?s que huyeron de los Molucas cuando los holandeses se adue?aron de esas islas.
Pronto se fueron perdiendo
las caracter?sticas portuguesas
para tomar las espa?olas. Se calcula que los t?matenos que
-emigraron a Manila y se establecieron principalmente
en
Cavit? y Ermita en un principio y, posteriormente, en Zam
boanga, eran unas doscientas cincuenta familias. En Cavit?
estaban los astilleros donde se fabricaba y reparaba el gale?n y donde abundaban, por lo tanto, los soldados y marinos me
xicanos. Al ir modificando el dialecto, de una base portu
guesa a una base espa?ola, tomaron el espa?ol de esos mexi
canos. As? el doctor Keith Whinnon de la Universidad de
Hong Kong, en su brillante estudio: Spanish Contact Verna
culars in the Philippine Islands afirma: "Es el espa?ol me
xicano quien da la base para esos contactos vern?culos".
Por las voces mexicanas o mexicanizadas que encontramos
en Filipinas vemos qu? tipo de mexicanos eran los que trans
culturaron tan profundamente el filipino. Eran hombres del
pueblo, no de las ?lites culturales o econ?micas. Tra?an fru
tos humildes que les eran necesarios para sus peque?os goces
M?XICO EN FILIPINAS 201
de la mesa, como la jicama o el chay?te y condimentos como
el chile y el achiote. Con ellos modificaron hasta ciertos
puntos las costumbres alimenticias de los filipinos, introdu
ciendo no tan s?lo los frutos, sino maneras de guisar, como
en el caso del atole o del tamal.
Y el mexicano que entraba en la vida filipina diaria, afec
t? tambi?n las relaciones familiares. De M?xico, por ejem
plo, vino la instituci?n del "compadrazgo", no tan s?lo como
una relaci?n extrafamiliar, a la manera de la Iglesia, sino
como un lazo de enorme fuerza entre individuos y familias,
que afecta profundamente la estructura social y hasta la
pol?tica. En contra de la costumbre europea cristiana de
que cada ni?o tiene un padrino de bautismo, en M?xico y en Filipinas se extendi? el n?mero de padrinos, hasta abar
car la mayor cantidad posible de personas. Hay padrinos de bautismo, de confirmaci?n, de primera comuni?n, de
boda, de velaci?n, de la casa nueva, del primer diente, etc.
A la vez la relaci?n de mayor importancia no se estableci? entre el padrino y el ahijado, sino entre el padre del ahijado y el padrino, esto es, entre los nuevos
compadres. En esa
forma, la relaci?n se hizo mucho m?s estable y de mayor
fuerza, ya que se form? entre gente en la misma etapa de la
vida y dentro del mismo l?mite de edad. Tanto en M?xico como en Filipinas existe la tendencia de escoger padrinos entre la gente de importancia, de ser posible de m?s alta
categor?a social o econ?mica que los padres del ahijado. Al
principio en ambos pa?ses los naturales reci?n convertidos buscaban como padrinos para sus hijos y, por lo tanto, como
compadres a alguno de los conquistadores o de los espa?oles de importancia, y es frecuente ver que el bautizado adopta el nombre del padrino. Es claro que la relaci?n m?s impor tante que se buscaba en este sistema, no era la del ahijado ni?o con el padrino, sino la del compadrazgo. La pr?ctica lleg? a tales extremos que en 1599 la Audiencia de Manila tuvo que prohibirle a los chinos que viv?an extramuros de la ciudad el que sirvieran como padrinos a los hijos de los
tagalos. Se consider? que la fuerza del parentesco que se estaba creando, pod?a poner en peligro la seguridad de la
202 RAFAEL BERNAL
sociedad espa?ola en las Islas. As?, desde aquellos tiempos
ya se observaba la importancia pol?tica del compadrazgo y en la actualidad en Filipinas se podr?a usar el dicho mexi
cano: "No le pido a Dios que me haga Presidente, sino que
haga a mi
compadre".
En materia religiosa la influencia mexicana fue de gran
importancia. Por un lado se nota la influencia, que ya he
mos estudiado, de los mismos misioneros, mexicanos los unos
y espa?oles los otros con muchos a?os de trabajo en la Nueva
Espa?a. Saben ya por ejemplo, debido a la su experiencia en la conquista espiritual de M?xico que, al traducir las
oraciones cristianas a los idiomas vern?culos, tienen que de
jar en castellano los nombres de Dios y de la Virgen, para
que los naturales no los confundan con sus antiguas divi
nidades. Saben tambi?n que no lograr?n desterrar las cos
tumbres ind?genas paganas sin aportar algo nuevo, algo atrac
tivo que alegre y de inter?s peri?dico a la mon?tona vida
campesina. As?, como en M?xico, establecen las grandes fies
tas de los santos, con sus danzas y juegos. Pasa a Filipinas la danza de "moros y cristianos". Entre los indios de M?xico
el moro era una ficci?n imaginativa, algo completamente irreal, como un cuento de hadas. Ninguno sab?a bien a
bien qui?n hab?a sido M ahorna y los versos de los antiguos romances carolingios se recitaban, como se siguen recitando
ahora, sin entenderse. Son cosas completamente ajenas para
el nahua, para el pur?pecha o el maya. Pero cuando la
danza llega a Filipinas, llevada probablemente por los pa dres franciscanos, el pueblo sabe lo que es un moro, conoce
a Mahoma y ha sufrido las invasiones del islam, ha visto las
grandes empresas de corso y de pirater?a. Naturalmente que
para el filipino la danza cobra un sentido nuevo. Se con
vierte en el "Moro-moro" que a?n se celebra en muchos
barrios y fiestas populares. Pero los romances carolingios se
han muerto ante la realidad de los rajas y datus de J?lo y Sulu o de Mindanao. El Moro-moro se vuelve una represen
taci?n teatral, con sus reyes, sus princesas y sus caballeros
que tanto gustan al pueblo. En M?xico se ha conservado el
M?XICO EN FILIPINAS 203
recuerdo de las guerras en contra de los moros que se hac?an
en tiempos "mitol?gicos" en Espa?a, con esa fidelidad con
la cual los pueblos
conservan sus cuentos de hadas. Pero
cuando la base de la historia es real, como en Filipinas, ?sta toma una vida nueva y se transforma en cada generaci?n.
En estas grandes fiestas de los santos encontramos otras
aportaciones mexicanas. En la Isla de Marinduque, uno de
los lugares m?s hermosos del mundo, por Semana Santa se
celebra el festival de los Moriones. Hombres con m?scaras
de centuriones romanos persiguen a Longinos por las calles
y entre los cocotales o el lecho seco de los r?os, hasta que lo alcanzan y lo deg?ellan, quit?ndole su m?scara. El cas
tigo de Longinos se debe a que han aceptado la divinidad
de Cristo. Esta costumbre, seg?n una muy vieja tradici?n, fue llevada de M?xico, por un misionero jesu?ta que hab?a
estado en Cuernavaca anteriormente.
En la misma celebraci?n en Marinduque se observa otra
costumbre de marcada influencia mexicana, que no
proviene
probablemente del clero, sino del pueblo. Los "penitentes" de Marinduque y otros muchos lugares de las Islas se azotan
las espaldas durante la Semana Mayor. Penitentes p?blicos se encuentran en
Espa?a y en Italia con gran abundancia,
pero se trata por lo general de hombres que quieren expiar sus pecados, que hacen penitencia por ellos, para que les
sean perdonados por la Divinidad. En M?xico o en Filipinas,
por lo general, el "penitente" no est? expiando ning?n pe cado. Se sacrifica porque as? se lo ha prometido a Dios o a
alg?n santo para adquirir la salud perdida, la propia o la
de alg?n familiar; para tener suerte en los negocios; para
escapar un
peligro y, en algunos casos, para pedir la muerte
pronta de alg?n enemigo. Es una "manda" que puede durar
varios a?os y hasta heredarse de padres a hijos. Entre las im?genes religiosas, hay muchas mexicanas. En
uno de los primeros galeones lleg? a Manila una imagen de la Virgen igual a la de la Salud de P?tzcuaro, a la de
San Juan de los Lagos, de Zapopan y Talpa. En Filipinas se le
venera a?n bajo la advocaci?n de Nuestra Se?ora de la Paz
y del Buen Viaje. En su advocaci?n van dos aspectos de la
204 RAFAEL BERNAL
vida filipina de capital importancia: la paz en sus relaciones
con los moros, con los holandeses y los ingleses, y el buen
viaje, factor imprescindible si la ciudad habr?a de seguir floreciendo en el tr?fico del gale?n. Otras im?genes de ori
gen mexicano son El Cristo Negro de Quiapo, objeto de sin
gular veneraci?n en la parroquia de ese nombre que quedaba fuera de las murallas de la ciudad y era barrio de tagalos.
En 1687 llega una imagen de la Virgen de Guadalupe de
M?xico para la villa de Pangsanj?n, en la Provincia de La
guna. Se le declar? patrona de esa villa. En 1945 una bomba americana destruy? tanto la imagen como la Iglesia, que ha sido reconstruida bajo la misma advocaci?n, con una nueva
imagen mexicana.
En la m?sica popular filipina se observa tambi?n una marcada influencia mexicana, no tanto de ahora, sino de
hace dos o m?s siglos. En la actualidad la m?sica popular moderna mexicana, sobre todo el mariachi, est? de moda en
Filipinas y por todos lados se escucha. Pero en Zamboanga, en idioma chavacano, encontramos rastros de muy viejas
can
ciones mexicanas como en ?sta:
Abajo de mi ventana ? tiene un pono de limoncito, cada rama siete plores
? cada plores
un bisito.
Abajo de mi ventana ? tiene un pono de naranjita, ya part? para come ?
ya sal? siete bonita. Siete palo tiene el monte ?
samb?n, samp?loc, sand?a, santol, sampinit, sampaga
? hierba de Santa Mar?a.
Como se ve, hay un indudable rastro de la canci?n antigua
de M?xico en esta letra. Tambi?n en la m?sica se encuentra
el jarabe que a?n se baila en varias provincias.
Hay otro aspecto de la transculturaci?n popular mexi cana que nos hace ver que los hombres que llevaron all? a
Filipinas las maneras de ser de M?xico, eran de origen hu
milde, gente del pueblo. No alteraron pr?cticamente los
nombres geogr?ficos de las Islas. Ya hemos mencionado el
r?o del Zapote y las islas y cerro de Camote. Hay una ciudad
ya unida a Manila que se llama Caloocan. Su etimolog?a parece confusa. Puede ser nahua y puede ser tagala mexi
M?XICO EN FILIPINAS 205
canizada, como sucedi? con el nombre de una poblaci?n en
Pampanga, M?xico, cuya etimolog?a es la voz pampanga "Ma
sicu" la cual, hispanizada o vertida a sonidos que el espa?ol conoc?a ya, se convirti? en "M?xico". Tambi?n en Filipi nas, como en la Nueva Espa?a
se formaron esas curiosas pa
labras h?bridas, como "tlapaler?a",
con ra?z nahua y desinen
cia espa?ola. En Filipinas encontramos "carinder?a" o sea un
sitio donde se vende un manjar llamado "carin" en tagalo. Encontramos tambi?n "panciter?a", el sitio donde se vende
el "pancit", especie de fideo de origen chino.
Por la huella que dejaron, podemos conocer a los mexi canos an?nimos que pasaron a Filipinas. Eran del pueblo, como ya hemos dicho y probablemente no fueron muchos.
Durante los doscientos cincuenta a?os de contacto, se puede calcular que habr?n pasado de treinta a treinta y cinco mil hombres. Muchos de ellos pasaron posteriormente a las Islas
Marianas, donde tambi?n dejaron su huella. Al observar las palabras que espa?oles y mexicanos apor
taron al idioma tagalo que se habla ahora en Manila y sus
alrededores, nos encontramos con una sorpresa. En la actua
lidad m?s del cuarenta por ciento de las palabras usadas en el habla diaria tagala son espa?olas o mexicanas. Muy pocas se han originado en el ingl?s. Las palabras necesarias para el comercio, para la industria, para la pol?tica, la adminis traci?n y la justicia, lo mismo que para la religi?n, son espa
?olas. As? en una reciente campa?a pol?tica electoral se
ve?an carteles con este texto. Partido Nasyonalista, kandi
dato opicyal ng pagka konsehal". Se dice "koreo" y "konpe syon". Los d?as de la semana y los meses tienen nombres en espa?ol. En espa?ol se cuenta el dinero.
Pero en cambio las palabras del uso familiar, las palabras que pudi?ramos llamar ?ntimas y diarias, son mexicanas. Nombre mexicano tiene el petate sobre el cual se duerme; nombres nahuas tienen el zacate para el caballo y los cerdos, el tianguis, la petaca, el atole para el desayuno o la merienda
y el tamal de las celebraciones pascuales en familia. Del ca
ribe, tra?do por esos mexicanos, encontramos la "nagua" que entra?a todo lo femenino, todo lo familiar.
EXPANSION DE NUEVA ESPA?A EN EL LE TA?O ORIENTE
Luis Gonzalez
El Colegio de Mexico
Como es bien sabido, no todos los espa?oles que pasaron a
la Nueva Espa?a a ra?z de la
conquista ven?an con la inten
ci?n de quedarse aqu?. Muchos comerciantes, hidalgos y re
ligiosos aspiraban a las fabulosas geograf?as de Marco Polo, Sir John de Mandeville y otros descubridores e inventores
de para?sos e infiernos asi?ticos. Compart?an la misma aspi
raci?n el rey de Espa?a y los sabios del Renacimiento. La
voluntad de saber novedades y adquirir riquezas, gloria, pro s?litos y subditos en el ?mbito del Asia, inquietaba a toda la
espuma social de la pen?nsula ib?rica.
A los mercaderes les atra?an del remoto Oriente los art?cu
los magnificadores de la comida, la casa y la ropa de la ?lite
europea: las especias (nuez moscada de C?lebes, jengibre de
China, clavo de las Molucas, canela, macis y otras) indispensa
bles para preservar ciertos alimentos y satisfacer la gula de
pr?ncipes, nobles y ricos; las sedas, perlas, diamantes y per
fumes exigidos por el atuendo personal de la gente de alcur
nia, y las porcelanas y marfiles chinos que requer?a la sun
tuosidad de los palacios renacentistas.
Los hidalgos ve?an en el continente donde estuvo el Pa
ra?so Terrenal, donde se situaban las atroces tierras de Gog
y Magog, los tesoros de Ofir, las delicias de la corte china y los
purgatorios de monstruos, amazonas, princesas
encanta
das y cristianos cautivos, el sitio adecuado para ejercer todos
los hechos de fuerza, amor y fortuna necesarios para perpe
tuar su fama. El ?mbito asi?tico era la parte del mundo que
parec?a prestarse mejor a la aventura caballeresca, la ?nica
que trascend?a a la historia y a la literatura, la ?nica que conservaba el nombre despu?s de la muerte del hombre.
Los frailes present?an en el Asia una mies numerosa, f?cil
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 207
y urgente. Por ser cuna de la humanidad se le supon?a, y hasta cierto punto se le sab?a, populosa. Era su poblaci?n,
seg?n se rumoraba, f?cil de convertir por ser culta y haber
sido barbechada por misiones precursoras. Iba, por otra par
te, y se ten?an indicios de ello, en camino de caer en la "pes tilente mazmorra" del Islam.
Los reyes de Espa?a, desde la arriesgada Isabel hasta Fe
lipe el prudente, pasando por Carlos el emperador, preten d?an convertirse en la imagen viva del poder absoluto, ro
busteciendo la autocracia regia dentro de la Pen?nsula y d?ndole al Estado espa?ol la supremac?a universal; aquello a fuerza de disminuir el se?or?o de los nobles y esto a base
de conquistas y matrimonios. Por lo pronto, antes de con
seguirse la uni?n de Espa?a y Portugal en 1581, la corona
espa?ola se resign? al dominio del medio orbe concedido
por Alejandro VI y deslindado en los convenios de Tordesi
llas; medio mundo que, al entender de Carlos V, abarcaba casi toda Am?rica y las zonas extremorientales del Asia: las
Molucas, C?lebes, Java mayor y menor, Conchinchina, China,
Jap?n y otras tierras por descubrir. De ese medio mundo,
hacia 1520, se dominaba r?pidamente su
porci?n occidental,
pero se perd?a, antes de haberse ganado,
a causa de la invasi?n
portuguesa, su parte oriental.
Los humanistas se sumaban al conjunto formado por co
merciantes, caballeros, frailes, reyes y nobles. En la amplia
curiosidad de esos sabios, las tierras y las costumbres del Oriente ocupaban un lugar de privilegio. A la vez que se
estudiaban y traduc?an obras de Teopompo, Plutarco, Aris
t?teles, Tolomeo y Estrab?n, se exig?an y acopiaban noticias de los ?ltimos hallazgos. En fray Ambrosio de Montesinos, ese af?n se vierte en una d?cima:
"Los hombres que navegando
hallan tierras muy remotas,
cuando vuelven, que es ya cuando
los estamos esperando
en el puerto con sus flotas,
208 LUIS GONZ?LEZ
que nos digan les pedimos las novedades que vieron:
y si algo nuevo o?mos, m?s velamos que dormimos
por saber lo que supieron".
Por los a?os en que el dominio espa?ol pasaba de las Antillas a la tierra firme de Am?rica, el anhelo de incorpo rar el lejano Oriente a la econom?a, a la literatura hist?
rica, a la religi?n, al gobierno y al saber espa?oles, en vez
de distraerse con el disfrute del Nuevo Mundo, se robusteci?.
Los bienes materiales acarreados por la marina portuguesa, las exageradas narraciones de su tripulaci?n, la intromisi?n
de Portugal en tierras tenidas por espa?olas, el avance del
Islam y la conciencia de disponer ya de la t?cnica indispen sable para ver y poseer lo remoto, aumentaban d?a a d?a
los atractivos del Asia.
Pero, por el momento, era una atracci?n distante e in
alcanzada. Las dos rutas conocidas que conduc?an all? eran
dif?ciles para los espa?oles. La m?s directa, breve y segura la cerraban numerosas llaves: la flota de Venecia, los sultanes
de Egipto y Siria, los pr?ncipes de la costa malabar y aun los
mercaderes chinos y malayos. La atl?ntico-?ndica, inventada
por los portugueses, adem?s de caer, como la otra, dentro
del medio mundo otorgado a Portugal, estaba bien resguar dada por sus inventores.
Espa?a tuvo que decidir entre romper las cerraduras del
doble camino oriental o establecer, como lo quiso Col?n, una
v?a occidental. Y se decidi? por lo segundo. Contaba para ello con una t?cnica eficaz y el "m?s fecundo error de todos
los tiempos". La parte t?cnica comprend?a br?julas, corre
deras, ballestillas, astrolabios, veleros resistentes y de f?cil
maniobra y bocas de fuego unidas a los flancos de las naves.
Lo que Ranke denomina "el m?s fecundo error de todos los
tiempos" era la creencia en la
pequenez de la esfera terres
tre. Se supon?a que la distancia occidental entre Europa y el Asia extrema era corta, s?lo un poco menos breve de como
fue imaginada por Behaim y Col?n. Por tanto, al mar visto
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 209
por Balboa en 1513, se le puso angosto y, por a?adidura, pa c?fico.
En 1522, Hern?n Cort?s aseguraba que la v?a occidental
para el lejano Oriente, a la altura de las tierras por ?l con
quistadas, era "muy buena y muy breve", dos terceras partes m?s corta que la portuguesa,
" y sin ning?n riesgo de los
navios que fuesen y viniesen, porque ir?an siempre y vendr?an
por reinos y se?or?os" del monarca espa?ol. Lo mismo cre?an
el rey de Espa?a, los cart?grafos y muchos navegantes. Pero
nadie ignoraba que para hacerla efectiva e insustituible eran
necesarias dos operaciones previas: descubrir un buen estre
cho interoce?nico y dar con las zonas navegables del Pac?fico.
Despu?s vendr?an las maniobras complementarias del plan grande: obtener una base adyacente a los pa?ses deseados,
ampliar el conocimiento de ?stos y dominarlos uno a uno.
El estreoho interoce?nico y la ruta transpac?fica obse
sionaron a los exploradores espa?oles desde el momento en
que N??ez de Balboa divis? la Mar del Sur en 1513. El deseo de contar con una v?a
navegable, directa y occidental,
entre Europa y Asia, fragment? las tierras del Nuevo Mundo
en una serie de grandes islas, alineadas de polo a polo. Un
mapamundi de Sch?ner propuso cinco masas terrestres, sepa radas entre s? por otros tantos pasos mar?timos, tres de ellos
practicables: al sur, el de Brasilia; al centro, el de Panam?,
y al norte, el que se abr?a hacia el paralelo 40. En 1519, Fernando de Magallanes parti? en busca del
paso austral. Despu?s de catorce meses de peregrinaje atl?n
tico, pudo decir: "Encontramos, por milagro, un estrecho de cuatrocientas millas que desemboca en el otro mar".
Aunque lo milagroso no fue el haber dado con el estrecho, sino el atravesarlo. Tuvo que salvar
bajos, sortear numero
sas rocas, resistir borrascas y seguir por un laberinto de
canalejas que muy pocos se atrever?an a emprender
en el fu
turo. El descubrimiento de Magallanes no sacaba de aprietos a los espa?oles. Era necesario un conducto m?s corto, menos
arduo y a otra altura; el estrecho central del mapamundi de Sch?ner parec?a
ser el conveniente.
2IO LUIS GONZ?LEZ
Hern?n Cort?s lo intent?. Ca?da M?xico-Tenochtitl?n
fue en busca del estrecho preubicado al Norte y a una distan
cia razonable del lugar donde Balboa descubri? el Pac?fico.
Durante un par de a?os, fue un ir y venir de bergantines a
lo largo de la costa de Panam? a Colima. Con Cort?s colabo raron capitanes amigos y rebeldes. El af?n de descubrir el encuentro de los mares puso en actividad a casi toda la hues
te conquistadora.
Demostrada la inexistencia del estrecho en la zona cen
troamericana, se emprendi? la segunda parte del plan pre
paratorio: la b?squeda del camino transpac?fico. Aqu? tam
bi?n Magallanes se adelant?, pero sin gran provecho. Su
ruta result? largu?sima, lenta y riesgosa. En 1526 Carlos V
quiso experimentar la sugerida por el gobernador y capit?n
general de la Nueva Espa?a.
He visto por vuestras relaciones ?le escribi? a don Hern?n?
que hac?is memoria de las cuatro carabelas o bergantines que te
n?ades hechos y echados al agua en la costa del mar del sur; y como dec?s que las ten?ades hechas para el prop?sito del descubri
miento de la Especer?a, por la gran confianza que yo tengo de
vuestra voluntad, he acordado de encomendaros a vos este nego cio. Por ende yo os encargo y mando, que luego que ?sta recib?is,
con la diligencia y gran cuidado que el caso requiere, deis orden
como dos de las dichas carabelas, o una de ellas con el bergant?n, o como mejor os pareciere... vayan en demanda de las islas de
Maluco hasta hallar nuestras gentes, [pues] bien deb?is saber,
como el a?o de quinientos y diez y nueve envi? una armada de
cinco naos... de que fue por nuestro capit?n general Hernando
de Magallanes, de la cual algunos navios llegaron a las islas del
Maluco... e la nao capitana qued? all?. Despu?s, el a?o pasado de quinientos y veinticinco, mand? enviar otra armada... con
ocho naos, en la cual fue por capit?n el comendador frey Garc?a
de Loaisa... y asimismo, este presente a?o de quinientos veintis?is
ha partido Sebasti?n Caboto con otra armada de tres naos.
En cumplimiento de la real orden, en pos de la Especier?a, sali? del puerto de Zihuatanejo, al mando de Alvaro de Saave
dra, la escuadra de Cort?s. Dos de las tres naos se perdieron a mitad del camino, sin dejar rastro ni memoria. La super viviente logr? establecer la ruta de ida. No consigui? nin
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 211
guna cabeza de playa. La de Tidore, elegida por Magallanes
y Loasia, estaba a punto de caer en manos
portuguesas. Tam
poco acert? con el tornaviaje. Saavedra intent? dos veces
la vuelta por el oriente y dos veces fue derrotado. Cuando
regresaba por el camino conocido, muri?.
El desastre de Saavedra impresiona a su primo Hern?n
Cort?s, quien se resigna en lo sucesivo a la b?squeda del es
trecho interoce?nico. Descartada la posibilidad de un paso en la zona intermedia entre Panam? y Colima, organiza
ex
pediciones en direcci?n noroccidental. En 1532 sale de Aca
pulco la encabezada por Diego Hurtado de Mendoza; topa con unos islotes y los bautiza con el nombre de las Tres
Mar?as; padece mot?n a bordo, ataques de los indios, nau
fragio, c?rcel y muerte. En 1533, a las ?rdenes de Diego Becerra y Hernando de Grijaiva, se arriesgan dos buques m?s; el temporal los separa; uno da con las islas que andan
do el tiempo se llamar?an Revillagigedo; en el otro, la tri
pulaci?n mata al capit?n Becerra. Hern?n Cort?s en persona
dirige la tercera expedici?n en 1535; pierde dos de los navios
y mucha gente, y cree encontrar la California descrita en
una novela de caballer?a. Los dos siguientes fracasos son
sufridos por Tapia en 1537 Y Por Francisco de Ulloa en
1539. Este, a los 29 grados de latitud norte, descubre el cabo
del Enga?o, y poco despu?s se pierde en el mar.
Al periodo de Hern?n Cort?s sucede el del arist?crata don Antonio de Mendoza. Todos los actos del nuevo jefe
propenden a superar las proezas de su antecesor. Durante
ocho a?os, a partir de 1535, Mendoza sufre la obsesi?n del
estrecho interoce?nico. A ella sacrifica tres expediciones
ma
r?timas, conducidas sucesivamente por Francisco de Alarc?n,
Pedro de Alvarado y Juan Rodr?guez Cabrillo. Esta, que asciende hasta los 44 grados de latitud norte, hace perder toda esperanza.
Y como si esto fuera poco, al otro lado del Atl?ntico, a
ra?z de las desastrosas expediciones de Loaisa, Caboto y Saa
vedra, Carlos V, en 1529, ced?a a Portugal todos sus derechos
a las Molucas y se fijaban los 17 grados al oriente de las
islas como l?nea de demarcaci?n. El tratado de Zaragoza hu
212 LUIS GONZ?LEZ
biera sido el t?rmino del ideal asi?tico de los espa?oles si la conciencia moral del emperador no hubiese tenido la laxi tud conveniente. En 1542, a trece a?os de distancia del acuer
do entre los monarcas espa?ol y portugu?s, sali? del puerto de la Navidad, con rumbo a la Especier?a, la expedici?n
dispuesta por Carlos V, organizada por don Antonio de Mendoza y dirigida por Ruy L?pez de Villalobos. Los expe dicionarios hicieron un buen viaje de ida; bautizaron a todas
las islas encontradas con los nombres de la familia real. De
all? naci? el nombre de las Filipinas. A mediados de 1543 volvieron sus proas a M?xico. Los tifones los rechazaron
seis veces consecutivas. Villalobos se dio por vencido, pero no su tropa que le exigi? un s?ptimo esfuerzo. Iba a inten tarlo en el momento en que las fiebres malignas, la hipo condr?a y el des?nimo lo metieron en cama donde lo ayud? a bien morir el hombre m?s experto en asuntos orientales
de aquel siglo, el futuro santo Francisco Xavier, a quien su
piedad le dict? una carta dirigida a Sim?n Rodr?guez, su
publicista en Europa, en la que se lee:
Hermano m?o maestro Sim?n [es necesario] dar aviso al em
perador que no manden m?s armadas por la via de la Nueva Espa ?a a descubrir islas porque tantas cuantas fueren todas se han
de perder... Son tan grandes las tempestades en gran manera que los navios no tienen ninguna salvaci?n.
Con la muerte de Ruy L?pez de Villalobos y la profec?a terrorista del famoso ap?stol del Oriente, murieron, en los
viejos conquistadores y colonizadores de la Nueva Espa?a, las ?ltimas esperanzas de domar al Pac?fico. Cort?s y los
suyos, Mendoza y los suyos, dos generaciones de novohispanos
envejecieron sin descubrir el estrecho interoce?nico, sin apo derarse de ninguna isla del remoto Oriente, sin saber como
regresar de all?, y sin una imagen medianamente clara de
aquel mundo.
A una tercera ola que no se dej? vencer por el derrotismo
senil de las dos anteriores ni por el dictamen prof?tico de
Francisco Xavier, le toc? ponerle un desenlace hasta cierto
punto feliz al drama protagonizado en el primer acto por
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 213
Saavedra, y en el segundo, por L?pez de Villalobos. En res
puesta a una solicitud que parti? de la Nueva Espa?a, Felipe II dispuso en 1559:
Os mando... envies dos naos... las cuales envies al descubri
miento de las islas del Poniente y les orden?is... que procuren de
traer alguna especier?a... y dar?is por instrucci?n a la gente que
as? envi?redes que en ninguna manera entren en las islas de los
Malucos porque no se contravenga el asiento que tenemos tomado
con el seren?simo rey de Portugal sino en otras islas que est?n
comarcanas a ellas, as? como son las Philipinas y otras que est?n
fuera de dicho asiento... que tienen tambi?n especer?a... y lo
principal que les hab?is de dar por instrucciones que luego den
la vuelta a esa Nueva Espa?a, porque lo principal que en esta
jornada se pretende
es saber la vuelta.
La orden-permiso de Felipe II produjo, con la rapidez
propia de la ?poca, una hueste de 380 hombres y una armada
de cinco navios. La hueste se form? con un m?nimo de
vagabundos forzados y una mayor?a de gente libre, alguna con
pericia marinera, otra militar y otra evangelizadora.
Fue
ra de los indios, miembros de los dem?s grupos de la Nueva
Espa?a se alistaron en la hueste; esto es, espa?oles, criollos,
mestizos y negros. De los cinco navios, dos eran naos grue
sas, uno galeoncete y los otros un
patache y una fragata.
Acaudillados por Miguel L?pez de Legazpi, y con el ase
soramiento de fray Andr?s de Urdaneta, cuatro de los bu
ques fueron derechamente a las Filipinas. El patache, una
noche, en medio de la oscuridad de ella, se separ? de la flota
e hizo el recorrido de ida y regreso solo y a ciegas. Legazpi,
despu?s de calar una docena de islas, determin? asentarse, con el grueso de su gente, en la de Ceb? y despachar, en la
nao capitana,
a los marineros que descubrir?an, con harto
trabajo, el tornaviaje, concluido el 8 de octubre de 1565 en
la bah?a de Acapulco. 16 hombres hab?an muerto en la tra
ves?a; algunos llegaron agonizantes; una docena desembarc?
sana y salva.
Poco despu?s, se despach? una carta a la metr?polis, don
de consta la frase: "Los mexicanos est?n muy ufanos con su
descubrimiento; tienen entendido que ellos ser?n el coraz?n
214 LUIS GONZ?LEZ
del mundo". Durante medio siglo, se trabajar? para cum
plir con ese destino cordial y hacer posible aquel terceto de
la Grandeza mexicana:
En ti se juntan Espa?a con la China, Italia con Jap?n, y finalmente un mundo entero en trato y disciplina.
Lo hecho, con ser mucho, era s?lo el principio. Todav?a no se lograba hacer pie en el Oriente, a?n no se med?an las
fuerzas de la parte apetecida, y quedaba por acometer la
triple lucha con el Asia y sus dos cortejadores: el imperio
portugu?s y el Islam. El programa era de ejecuci?n dif?cil,
pero al realizarse una de sus etapas m?s arduas, pareci? f?cil.
Los hispanomexicanos que se quedaron all? en 1564, a pe sar de ser tan pocos, se
pusieron enseguida en obra para
hacerse de una base de operaciones, de una repunta pr?xima a la meta, de un balc?n desde donde se intentar?a atraer, con
gestos de gal?n, al Asia grande.
La conquista de las Filipinas fue una maniobra triplemente
motivada. Obedeci? al prop?sito principal de tener una base
para futuras expansiones. El archipi?lago filipino pod?a ser
para el Asia lo que fueron para la tierra firme de Am?rica
las islas del mar Caribe. As? lo entendi? el maestre Mateo
del Saz: "Es la mejor puerta que en todas estas partes hay
para conseguir lo que Vuestra Majestad pretende para lo de
adelante, asi para la especier?a del Maluco [como para] Bur
ney..., costa de la China, Malaca, Sumatra, Jap?n, Java
mayor y menor... Siam y otras riqu?simas
tierras e reinos
abundantes, hartos de riqueza e contrataciones". Juan de
Borja, embajador de Felipe II en Portugal, se?al? que la
creencia de los navegantes portugueses confirmaba la de Ma
teo de Saz y toda la hueste de Legazpi. Nadie dudaba en
Portugal de la ventajosa situaci?n de "aquellas islas... por estar muy junto a las otras donde se halla el clavo, la nuez,
la macis y la canela... Por ser de all? la navegaci?n a la
China muy breve y muy segura, y asimismo para Jap?n, que
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 215
es tierra muy rica de plata y muy f?rtil, aunque la gente es
muy belicosa por ser la tierra fr?a". Ning?n portugu?s, por otra parte, apoyaba la idea de la conquista espa?ola de las
Filipinas, lo que era un argumento m?s para proceder a con
quistarlas. Tambi?n el Islam ve?a con disgusto el estable
cimiento en el Oriente de una base hispanocristiana, lo que
proporcionaba un tercer incentivo para establecerse all?. As?
se confabularon, en la decisi?n hispanomexicana de someter a
las Filipinas, la vieja enemistad entre viejos vecinos de Euro
pa y el inter?s hispano y novohispano de tener un punto de
apoyo para hacerse de las islas arom?ticas del Sur, del Asia
sudoriental, de China y del Jap?n. En la toma de Filipinas, como todo mundo sabe, se em
plearon las mejores maneras de que eran capaces los rudos
espa?oles. Muchos ven en ese procedimiento el primer triun
fo de la tesis de Francisco de Vitoria; otros la intervenci?n de
mexicanos, ya entonces c?lebres por su cortes?a. Es veros?mil
una tercera interpretaci?n. La monarqu?a espa?ola
se col?
suavemente en la base escogida para el asalto del Asia con
el fin de no alarmar, a la v?ctima e incluso c\e atraerla con
demostraciones de amor hechas a sus pr?ximos,
los nativos
de Filipinas. Tambi?n cabe pensar en un ablandamiento de
los conquistadores operado por la blandura del pa?s y la
gente del para?so filipino. Tampoco se requer?a de dureza
para someter tribus min?sculas hostiles entre s?.
Las instrucciones dadas a Legazpi dispon?an "usar todos
los medios suaves para [someter a los filipinos] y proceder con toda manera de discreci?n y afecto".
Aunque algunos
conquistadores se rebelaron contra esa orden, el capit?n
se
mantuvo, hasta su muerte en 1572, fiel a ella. Cuando lleg? a la bah?a de Manila, no quiso desembarcar sin tener previa
mente el asentimiento de los naturales, y para conseguirlo sostuvo durante cuatro d?as conferencias con los jefes de la comarca. Su sucesor, Guido de Lavezaris, "con mucha pru
dencia, valor y ma?a ?seg?n Morga?, continu? la conver
si?n y pacificaci?n de las islas". Los soldados espa?oles, que ten?an por costumbre coro
nar sus victorias con el bot?n, la esclavitud y la encomienda,
2l6 LUIS GONZ?LEZ
tuvieron que modificar sus h?bitos. Se les prohibi? el robo
de los bienes muebles de los vencidos. Se dispuso tambi?n
que no hicieran "esclavo a
ning?n natural por ninguna ra
z?n". Y aun quiso quit?rseles la encomienda y el tributo.
Hubo, a pesar de todo, muchas infracciones. En 1573
fray Diego de Herrera acus? a los colonos de esclavistas. Fray Mart?n de Rada vino en su
apoyo con un vasto memorial.
El gobernador Guido de Lavezaris esgrimi? uno opuesto al de
Rada. El rey reafirm? su actitud antiesclavista y orden? la
liberaci?n de los siervos. El gobernador pregunt? al obispo si la real orden "pod?a ser ejecutada con suavidad". El obis
po convoc? a una junta de frailes para resolver al trav?s de
ella. La respuesta de los religiosos fue "que la libertad de los
indios no pod?a diferirse por ser cuesti?n de derecho natural
y divino y de justicia clara". El gobernador apel? al rey.
Felipe II reiter? su postura. Gregorio XIV apoy? al monarca
con una declaraci?n pontificia.
Los frailes, encabezados por el obispo Salazar, un anti
guo alumno de Vitoria que predic? y ense?? en la Nueva
Espa?a por m?s de veinticinco a?os, quisieron quitarles a los
conquistadores aun el premio m?s precioso de su
conquista: el tributo por v?a de la encomienda. Salazar, en 1591, dijo de algunos encomenderos que no daban instrucci?n religiosa a sus encomendados y que deb?an devolver los tributos perci bidos, y de los cumplidores afirm? que pod?an vivir con un
tributo mucho menos cuantioso. En 1593 ^ue m^s a^?. Neg? casi del todo el derecho a exigir tributaci?n, seg?n lo cuenta
muy bien Lewis Hanke. Poco despu?s, fray Miguel de Be
navides, el fray Bartolom? del Oriente, prosigui? la lucha
hasta que una comisi?n de te?logos, reunida en 1596, dicta
min? en su contra.
La conquista espiritual fue todav?a m?s afable. No falt? un exresidente de la Nueva Espa?a, el padre Alonso S?n
chez, que quiso meter el evangelio a la fuerza, pero se qued? solo en su
pretensi?n. Aunque una tesis espa?ola ve?a en
la matanza de sarracenos un piadoso deber cristiano, a los
musulmanes de Filipinas se les aplic?, por regla general, lo
dispuesto por Felipe II: "Bajo ninguna consideraci?n debe
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 217
r?is hacer esclavos aquellos indios que hayan adoptado el
culto de Mahoma; pero tratar?is de convertirlos y de persua dirlos a
aceptar nuestra santa fe cat?lica". Con respecto a
los mercaderes chinos que habitaban en el archipi?lago, se
insisti? muchas veces en la cordialidad con que deber?a cul
tiv?rseles, como si fueran "plantas j?venes y tiernas". Y por lo que mira a los naturales paganos, se procur? imbuirles el
evangelio a la manera como hab?an procedido "los predica dores de Mahoma..., con paz y mansedumbre".
El deseo de conseguir la conversi?n sin queja alguna, apo
y? la tesis de sufragar los gastos apost?licos con dineros que no proviniesen de los nativos, sino del tesoro real o de otras colonias. Y el rey mismo la sostuvo. Si hemos de creer al
jesu?ta Francisco Col?n, se le oy? afirmar: "Por una sola ermita que en Filipinas conservase el santo nombre de Dios,
gastar?a la renta toda de mis reinos" "Nosotros ignoramos ?comenta Chaunu? si Felipe II dijo la frase, pero la his
toria estad?stica demuestra que ?l gast?, para permitir la obra de unos 300 frailes... una fracci?n importante de los
ingresos de la Nueva Espa?a". En 1598, el a?o en que muere Felipe II, la conquista de
las Filipinas era un hecho; era ya el archipi?lago una base
segura para la expansi?n hispano-mexicana en el oriente asi?
tico. Ya tambi?n entonces se hab?a esfumado la imagen del Asia construida por la Edad Media. Una nueva
imagen, me
nos maravillosa y m?s temible y exacta que la medieval, ven?a a sustituirla.
La imagen del remoto oriente, labrada por marineros, sol
dados y frailes durante media centuria del siglo xvi, aboli? con mucho a la de Marco Polo. Entre los nuevos exploradores del Asia, muchos se dedicaron a describir aquel orbe y a con tar sucesos que en ?l ocurr?an. En el origen de esta conducta est?n (y quiz? huelga decirlo) el gusto por las novedades de los humanistas, la orden expresa del gobierno espa?ol, el deseo de los autores de perpetuar su gloria y una forma de
reportaje muy frecuentada por la gente europea de Am?rica. Desde la ?poca de los Reyes Cat?licos, se hizo obligatorio
2l8 LUIS GONZ?LEZ
para los aventureros hispanos el informar sobre sus
viajes.
Despu?s, una de las primeras y m?s entusiastas actividades
del Consejo de Indias fue la compilaci?n met?dica de rela
tos referentes a descubrimientos y conquistas. Y mientras los
bur?cratas andaban a caza de noticias ex?ticas, los descubri
dores se desviv?an por deponerlas, pues quer?an dejar me
moria de sus haza?as.
Desde los tiempos de Col?n, el medio elegido para el in
forme y el autobombo fue el g?nero epistolar que ocupaba el sitio del peri?dico en el d?a de hoy. Y dentro de ese g? nero, se
impuso la especie llamada "carta de relaci?n". En
ella se dio cabida a la cr?nica de sucesos, la pintura de pai
sajes, el relato de costumbres, el parte militar, el reportaje
pol?tico y la solicitud de mercedes. Ejercen el nuevo tipo de carta, con mayor o menor fortuna, Crist?bal Col?n, Am?
rico Vespucio, Pedro Vaz de Caminha y otros descubridores
de la primera hornada; lo sublima Hern?n Cort?s con las
cinco cartas dirigidas al Emperador de 1519 a 1526, y lo man
tienen en un nivel digno las distintas olas de espa?oles lan
zadas al Pac?fico.
De la expedici?n de Magallanes, quedan las relaciones de
Gin?s de Mafra, "hombre de pocas palabras y verdaderas'\
y de Antonio Pigafetta, italiano de elocuencia descriptiva y
lenguaje tosco. Del viaje de Garc?a de Loaysa escribi?, en
forma muy llana, Andr?s de Urdaneta. En cambio, la aven
tura de Alvaro de Saavedra no produjo ninguna carta de
valor igual a las anteriores. Lo que nos leg? es un brev?si
mo derrotero, ilegible en partes. Por lo general, despacha lo correspondiente a cada d?a en una o dos l?neas, las indis
pensables para consignar el rumbo y las singladuras de los
navios. En una ocasi?n condesciende al relato de costum
bres, y logra hacer el m?s suscinto que se conoce. A los
encuentros entre espa?oles y portugueses de la Especer?a les
dedica algo m?s y como postre da una breve noticia de sus
dos intentos de retorno por el Pac?fico.
La sequedad de Saavedra no logr? superarla su compa?ero Vicente de ?ap?les a quien las autoridades espa?olas le sa
caron a tirones una informaci?n sobre lo visto y o?do en el
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 219
desastroso viaje. ?ap?les rara vez da una fecha exacta y nunca una descripci?n de paisajes, tipos y costumbres ex?
ticas; reproduce literalmente los di?logos sobre asuntos de
comida que sostuvo en los nativos y cuenta las escaramuzas
habidas entre portugueses y espa?oles en la Especier?a; en
fin, dice poco del mundo donde vivi? por ocho a?os y se des
cubre como un soldado devoto del alimento, la amistad y la guerra.
La aventura de Ruy L?pez de Villalobos s? tuvo un narra
dor adecuado. Garc?a de Escalante, con sus noticias con
sigui? hacer apetitosas a las Filipinas e islas circundantes:
Molucas, Borneo, Java, Sumatra y C?lebes. De la toma de
una aldea, escribe: "Se hubo mucha porcelana y algunas
campanas que son diferentes de las nuestras; hall?ronse mu
chos olores como de almiscle, ?mbar, menjuey, estoraque...
y aceites de lo cual son viciosos... lo cual compran chinos
que vienen a Mindanao y a las Filipinas. Hall?ronse algunas muestras de oro.
En la tercera entrada, la de Legazpi, reaparece el derro
tero. El del viaje de ida lo hizo Esteban Rodr?guez. Se abre con n?mina de naves y navegantes. Se explaya
en la descrip
ci?n de la flora, fauna y gente de las primeras islas en
contradas. Acerca de Guam, recoge datos de toda ?ndole, incluso un buen n?mero de voces guanesas. Emplea pocas
palabras en la descripci?n de las riquezas Filipinas; es breve en la historia de sucesos importantes, y largo para contar
historias menudas: como la del salvamento de "una indiecita
peque?a, de obra de tres a?os, muy bonita" que estuvo a
punto de ahogarse; o como la del robo de la sobrina del rey
Tupas.
Sobre el mismo asunto versa la relaci?n dictada por Mi
guel L?pez de Lagazpi, tres veces m?s extensa que la de Ro
dr?guez y mucho m?s ajustada a las apetencias del destina
tario. Dentro de un orden estrictamente cronol?gico y siempre en tercera persona, salvo en una ocasi?n, describe paisajes y
costumbres; narra numerosos encuentros de paz y de guerra
con los naturales, e informa de los procedimientos democr?
ticos de su descubrimiento y conquista. Pero aparte de lo
220 LUIS GONZ?LEZ
visto, cuenta lo que supo acerca de los alrededores por boca
de comerciantes, pues "siempre y con grand?simo cuidado se
informaba de los moros qu? cosas y mercader?as traen a estas
islas y de d?nde las traen y a qu? precios las compran all?
y las venden ac?, y qu? cosas vuelven de retorno de estas is
las, y c?mo se entend?an por la lengua malaya y de m?s de
esto se informaba de ellos de otras muchas particularidades de estas islas, de su calidad, cantidad, cosas que en ellas se
cogen y crian, contrataciones, costumbres y religi?n".
Acerca del tornaviaje escribieron sendos diarios los pilo tos Esteban Rodr?guez y Rodrigo de Espinosa. El de aquel es un puro derrotero que consigna rumbos, distancias y la
titudes. Es m?s expl?cito Espinosa. Permite seguir la nave
gaci?n por entre las islas del archipi?lago filipino y la derrota
exacta de California al puerto de Acapulco. No acierta con
las distancias recorridas en mar abierto. Pensada para los ma
rineros que transitasen despu?s la misma ruta, abunda en
expresiones imperativas: "No te llegues mucho en tierra",
"yendo gobernando entre estas dos islas, ver?s una tierra alta,
llena de monte".
De las aventuras del patache perdido por "la gran cerra
z?n y oscuridad" de una noche, sobrevive una larga y reve
ladora relaci?n del criollo don Juan de Arellano, capit?n de
la fr?gil nave de cuarenta toneladas que fue y vino sin saber
como. Arellano se entretiene, a lo largo de su carta, en refe
rir sus cuitas de navegante; en describir, sin mucha exacti
tud, islas e islitas y en relatar e interpretar costumbres insu
lares del Pac?fico. Un bot?n de muestra:
El lunes 8 de enero vimos una isla; su gente es de buena dis
posici?n, altos de cuerpo, barbudos que les llega la barba a la
cintura. Es gente codiciosa y gente del diablo, porque no pueden
ser menos, seg?n la parte que ellos viven, apartada de tierra fir
me. .. Son caribes y entiendo comen carne humana. Son muy
grandes nadadores; p?sele por nombre isla de Nadadores.
No oculta el temor que a sus veinte compa?eros
les pro
dujo el arribo a las Filipinas donde "un indio peque?o se
les hac?a un gigante;
una mata, una floresta, y una casa, mil;
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 221
lo uno por la poca experiencia que ten?an y lo otro por la
grande determinaci?n de estos indios". Describe todo lo vis
to en Mindanao y en especial, la buena acogida que les dieron
sus moradores, la abundancia de comestibles y las "porcela nas muy buenas y muy finas". Refiere las marejadas, los
fr?os, las grandes oscuridades, la sed, el hambre y la lucha
contra los ratones durante el tornaviaje. Luce su mexica
nismo en el uso frecuente de voces nahuas y las repetidas invocaciones a la virgen de Guadalupe a quien achaca el
buen ?xito de la aventura.
No menos interesante es la brev?sima ep?stola que "narra
el venturoso descubrimiento de los mexicanos". Escrita, al
parecer, con base en las relaciones de Legazpi y Arellano,
agrega observaciones de su propia cosecha. Prescinde de la
cr?nica de los sucesos porque fueron tantos que la relaci?n
de ellos "ocupa veinte pliegos de papel". Se limita, pues, a
referir el oro visto en los dientes y los trajes de los nativos; la abundancia de mantenimientos en todas las islas; el ha
llazgo de un ni?o Jes?s "con su velo y pomo en la mano";
los rumores acerca de una tierra "rica en oro", de lucida
gente", y con tal "cantidad de canela que la queman en lu
gar de le?a"; el encuentro con los moros, y el rito con que
se sell? la amistad entre Legazpi y el rey de Ceb?. "Sac?se
el rey sangre del pecho y el capit?n as? mismo y echada la
sangre de entrambos en una copa de vino, la partieron por
medio y el uno bebi? la una mitad y el otro la otra mitad,
y aquello dicen que hace la amistad inviolable."
Durante la etapa de la conquista del archipi?lago se pro ducen numerosas cartas de relaci?n. Adem?s de los soldados, las escriben los frailes y los bur?cratas. En las varias rela
ciones de Miguel L?pez de Legazpi, Andr?s de la Mirandaola,
Juan de la Isla, Mart?n de Goiti, Juan Pacheco Maldonado,
fray Mart?n de Rada, fray Domingo de Salazar, el padre Alonso S?nchez y otros, se dan, junto a la cr?nica de los sucesos contempor?neos, suscintas descripciones del pa?s y de
la vida, religi?n y costumbres de los filipinos. En algunas de ellas se a?aden bocetos de China y Jap?n.
En la carta de Andr?s de la Mirandaola, de 8 de junio de
222 LUIS GONZ?LEZ
1569, se lee: "China es cosa gruesa... Hay gran polic?a... En el gobierno hay orden muy pulida... Pequ?n es la corte... El rey tiene puesta en toda su tierra gran diligencia y per trechos". En su relaci?n de 1572, fray Mart?n de Rada
declara: "El reino de la China es el mayor del mundo... y tiene una muralla brav?sima". En
v?speras de su muerte,
L?pez de Legazpi describe, en una de sus cartas, los frutos de China. En otras hace referencias incidentales al Jap?n.
A las noticias espor?dicas sobre los grandes imperios del remoto Oriente, siguen las minuciosas relaciones. La primera sobre China se debe a fray Mart?n de Rada que visit? a
Fukien en 1572. Con la ayuda de int?rpretes e informantes, da una imagen de aquel mundo que servir? de fuente a Gon z?lez de Mendoza para su Historia de las cosas m?s notables, ritos y costumbres del gran reino de la China (Roma, 1585).
Al trav?s de las 30 ediciones de esta obra, sacadas antes de concluir el siglo xvi, el occidente mud? su imagen del enorme
imperio. Al poco tiempo, el padre Alonso S?nchez, escribe una breve enciclopedia de cosas de China: distancias, mares,
costas, r?os, frutos, temple, mantenimiento, vino, cha, oro,
madera, olores, porcelana, edificios, tiendas, poblaci?n, mu
jeres, ni?os, escuelas, universidades, ciencias, escritura, papel,
imprenta, religi?n, justicia, c?rceles, ej?rcitos, marina y renta.
La imagen del Jap?n tuvo tambi?n muchos y notables
art?fices. El Cat?logo de los documentos relativos a las islas
Filipinas existentes en el Archivo General de Indias de Se
villa, de don Pedro Torres y Lanzas, consigna varias relacio nes sobre el Jap?n hechas por hispanomexicanos. Ninguna, al
parecer, supera a las historias de los jesu?tas portugueses exa
minadas por Boxer en "Some Aspects of Western Historical
Writing on the Far East", a la Historia do Japam del padre Luis Frois (1532-1597) y, sobre todo, a la Historia de Igreja do Japao, del padre Jo?o Rodriguez.
En suma, marineros, hombres de armas, oficiales reales
y ap?stoles dieron a conocer el lejano Oriente al imperio
espa?ol. Con sus obras, aumentaron el deseo de poseer aque
llas dilatadas, populosas y ricas naciones, pero tambi?n el temor de enfrentarse a ellas.
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 223
Las conquistas de China y Jap?n, desde el archipi?lago fili
pino, fueron qued?ndose en puros prop?sitos a medida que se ensanch? la conciencia del poder?o y del desd?n por lo
occidental de los pueblos extremorientales.
Todav?a en 1569 Andr?s de la Mirandaola dictamin? des
de Ceb?: "Bien somos ciertos todos los criados de vuestra
majestad que a su tiempo [el imperio Chino] ser? sujeto...
y ser? aumentada y ensalzada la fe de Cristo en estas partes".
Apunt?, adem?s, un indicio favorable para la conquista inme
diata: el temor del rey a quien "muchas veces sus astr?logos le han dicho que ha de ser sujeta" por gente de las comarcas
orientales. Tres a?os despu?s el padre Rada propon?a otro
factor ventajoso: La gente de China "es la m?s vil para la
guerra que hay en el mundo, aunque pelean a caballo y a
pie; pero el de a caballo no lleva espuelas y para pelear suelta las riendas".
Con todo, el gobernador L?pez de Legazpi no se atrevi?
a hacerse responsable de la dudosa empresa de penetrar en
el gran imperio sin antes consultarlo con el rey de Espa?a
y el virrey de la Nueva Espa?a. Por fin, en 1572, el rey
prudente dispuso el env?o desde la Nueva Espa?a de una nave
que explorase la costa de China, nao que no lleg? a su des
tino porque Lavezaris, el sucesor de Legazpi, se opuso a la
exploraci?n. Tampoco tuvo eco la propuesta de Diego de Ar
teaga de internarse en China con cinco docenas de hombres.
Ni siquiera el proyecto menos temerario del gobernador Sande se puso en pr?ctica. Sande, basado en la supuesta cobard?a de los chinos, ofrec?a emprender la conquista con
un m?ximo de seis mil hombres y sin p?rdida de gente. El
rey lo hizo desistir.
Por su cuenta, varios religiosos intentaron la entrada. El
padre S?nchez se refiere a ocho empresas in?tiles de esta es
pecie. La de los agustinos comenz? con un buen recibimiento
y termin? en expulsi?n vergonzosa. Una segunda de francis
canos, que se metieron secretamente por el r?o cantones tuvo
el mismo desenlace. Otra tentativa de frailes menores acab? en una chirona de Cant?n. El propio viaje del jesu?ta Alonso
S?nchez se redujo a un vistazo. No se le permiti? hablar
224 LUIS GONZ?LEZ
una sola palabra acerca de la fe de Cristo. Una vez m?s, una tercera hueste franciscana conoci? la c?rcel de Cant?n. Frai
les de la misma orden, despu?s de sufrir maltrato en Con^
chinchina, al pasar por el imperio celeste, cayeron presos. Por fin, un segundo esfuerzo fallido del padre S?nchez convenci? a muchos jesu?tas, franciscanos y dominicos "de la poca disposici?n de aquel imperio para convertirse a nues tra
religi?n".
Las experiencias civiles no fueron menos desastrosas. Un
navio llamado San Juan, yendo de Cavit? a Acapulco, "se alz? y se fue a China, donde por industria y ma?a le qui taron la hacienda" y aprendieron a los tripulantes. Otra
fragata, que iba de M?xico a Macao, tambi?n depuso dinero
y gente. De esas
experiencias, el padre S?nchez, en 1588, sac? la
conclusi?n, aceptada oficialmente por el Consejo de Indias: Todav?a no era oportuno penetrar en el imperio Chino.
Habr?a que resignarse, por lo pronto, a mantener relaciones
comerciales con esa poderosa y soberbia naci?n y procurar, en
amistad con los misioneros portugueses, adentrarse en el Ja
p?n, por una parte, y los endebles y divididos reinos del su
reste de Asia (Cambodia, Conchinchina y Siam), por la
otra.
La tentativa de conquistar el Jap?n fue monopolio por
tugu?s durante medio siglo. El Teppo-Ki, cr?nica escrita en
tre 1596 y 1614, habla de unos n?ufragos portugueses que la
isla de Kyushu acogi? en 1543 para aprender de ellos el arte
de hacer arcabuces. En 1549 el jesu?ta Francisco Xavier lleg? a Kagoshima. Desde all? escribi?: "Me parece que no se
encontrar? entre los paganos una raza que iguale
a los japo neses. Son gentes de maneras
perfectas, generalmente buenas
y sin malicia".
Atra?dos por la propaganda de Xavier, acudieron al Ja
p?n muchos jesu?tas y comerciantes del reino portugu?s. El
papa Gregorio XIII les concedi? a los primeros, en exclusi
vidad, la conversi?n de los nipones. El poderoso daymio Oda Nobunaga, l?der implacable de la unificaci?n del pa?s,
los recibi? con entusiasmo y sostuvo: son hombres "?ntegros,
NUEVA ESPA?A EN EL ORIENTE 225
sinceros y que me hablan de manera sensata". Los jesu?tas lograron convertir, en poco tiempo, a numerosos individuos
de la clase samurai. Otro tanto hicieron, al margen de la
orden pontificia, y sin tomar en cuenta la estructura social
del Jap?n, con la gente pobre, los franciscanos provenientes de Manila. Aunque divididos y hostiles entre s?, los miem
bros de ambas ?rdenes (portugueses unos, hispanomexicanos los otros) edificaron una comunidad cristiana de 300 000 fieles. Pero el buen ?xito dur? poco.
Toyotomi Hideyoshi, aventurero de baja extracci?n y ros
tro de simio, gan? amigos entre los enemigos de Nobunaga y se hizo del poder. Obtuvo del emperador el t?tulo de
Kampaku; pero su megaloman?a lo empuj? a empresas ma
yores. Aspir? a la conquista de China; exigi? vasallaje y tributo al archipi?lago filipino; vio con agrado los artefactos b?licos del Occidente, y con disgusto al cristianismo occiden
tal; quiso atraerse a los comerciantes iberos y expulsar a los
religiosos. Pero no consigui? la toma de China, ni la obedien cia de los filipinos, ni el comercio con los occidentales sin to
lerancia evang?lica. Poco despu?s, la fanfarroner?a de un piloto espa?ol vino
a descomponer las cosas. Trat? de intimidar al gobierno del
Jap?n con el despliegue ante ?l de un mapa del enorme im
perio de Felipe II y con el cuento de que su soberano, para conseguir la posesi?n de cualquier pa?s, despachaba previa
mente un grupo de frailes con el encargo de formar una re serva de nativos simpatizantes de la vida espa?ola que con el
tiempo serv?a como punta de lanza de la dominaci?n ib?rica. Entonces Hideyoshi abri? los ojos. Dispuso en 1597 el mar
tirio de algunos misioneros y ne?fitos. El temor cundi? en
las Filipinas. El obispo de ?stas escribi? en 1598: s?lo un
milagro puede salvar la colonia. Entonces muri? Hideyoshi. Tokugawa Ieyasu asumi? el poder. Su lema fue "la pacien cia"; uno de sus anhelos, atraer el comercio occidental a su
pa?s y obtener t?cnicos espa?oles para construir barcos. La nueva luna de miel fue breve. Ieyasu, a partir de 1 600
?seg?n cuenta Storry? tom? como consejero para asuntos
exteriores al ingl?s Will Adams, quien lo convenci? de que
22? LUIS GONZ?LEZ
los cat?licos eran hombres de una especie muy insidiosa.
De otro lado, el papa Paulo V permiti? que los frailes de
Filipinas acudiesen a la conquista espiritual del Jap?n. Como
quiera, Ieyasu ejerci? su paciencia hasta 1612. En adelante,
promulg? edictos contra los cristianos. Acus? a los misione ros de "difusores de una ley malvada, tendiente a la subver
si?n del orden y a la dominaci?n por extranjeros del pa?s de los dioses y de Buda".
Hidetada, su sucesor, se mostr? mucho m?s severo. Apli c? ingeniosas torturas a los cristianos. En abril de 1638 mat? a treinta mil convertidos que se hab?an opuesto con las ar
mas a la tiran?a de un daymio. Precursores de esa masacre
fueron varias disposiciones. Unas ordenaron la salida inme
diata de todos los espa?oles del Jap?n; otras prohibieron a
los subditos japoneses comerciar con Espa?a, Nueva Espa?a
y las Filipinas. En 1639 se prohibi? todo intercambio con
Portugal. Un mensaje, dirigido ese mismo a?o a los ib?ricos, sell? el cierre definitivo del reino de los Kami y de Buda. En
ese texto se lee: "Haced como si nosotros los japoneses ya no
estuvi?ramos en el mundo".
Est? claro que el descubrimiento de las rutas transpac?fi cas, la dominaci?n del archipi?lago filipino y la toma de
conciencia de la geograf?a, el hombre y la cultura del remoto
oriente, no fructificaron en las conquistas militar, pol?tica,
espiritual y econ?mica de las Molucas, China y Jap?n. Con
todo, la obra hecha precipit? una larga tormenta de emo
ciones y conductas. Los historiadores suelen recordar como
sucesos memorables, descendientes de los conmemorados aqu?
y ahora, el viaje anual, durante dos siglos y medio, del gale?n de Manila; el env?o de vagos y malvivientes novohispanos a
Filipinas; el acarreo a Nueva Espa?a de braceros amarillos; la difusi?n en oriente de voces nahuas y en M?xico, de algu nos t?rminos orientales; la China Poblana y su traje; las
peripecias de una navegaci?n expuesta
a pirater?as,
naufra
gios, borrascas, calmas y escorbuto, y el trueque de bienes
materiales: mangos, mantones, muebles, sedas, porcelanas, es
pecias y tamarindos del oriente a cambio de cacao, vino,
aceite, y sobre todo, plata del occidente.
EL PUERTO DE LA NAVIDAD Y LA EXPEDICI?N DE LEGAZPI
Carlos Pizano y Saucedo
Los gobiernos y los pueblos de M?xico y Filipinas celebran
en 1964 el "A?o de la Amistad Mexicano-Filipina", como
resultado de un acuerdo conjunto tomado por los se?ores
Presidentes L?pez Mateos y Macapagal, con motivo de cum
plirse, en este a?o, el cuarto centenario de la expedici?n n?utica que fue a la conquista y pacificaci?n de las Islas
Filipinas. Fue en la madrugada del 21 de noviembre de 1564 que
parti? la expedici?n hispano-mexicana, al mando del ade
lantado Miguel L?pez de Legazpi y del fraile agustino An
dr?s de Urdaneta. La expedici?n lev? anclas del antiguo e hist?rico puerto de la Navidad, ya desaparecido y ubicado
en el litoral del actual Estado de Jalisco, en la hermosa
bah?a de Navidad.
Autores regionales que han sido muy consultados en Gua
dalajara y en Colima, sembraron la duda y la confusi?n.
Algunos de ellos afirmaron en sus obras que la expedici?n de L?pez de Legazpi zarp? del antiguo puerto de Salagua, en territorio del hoy Estado de Colima. Entre ellos: fray Antonio Tello, en su Cr?nica Miscel?nea de la Sancta Pro
vincia de Xalisco; fray Pablo de la Pur?sima Concepci?n Beaumont, en su Cr?nica de la Provincia de Michoac?n; don
Ignacio G. Vizcarra, en su Cartilla Hist?rica La Conquista de Colima y don Francisco R. Almada, en su Diccionario de
Historia, Geograf?a y Bibliograf?a del Estado de Colima. Pero tanto los se?ores Vizcarra y Almada, como el Dr. Miguel Ga
lindo y casi todos los autores regionales, no hicieron otra cosa que inspirarse o copiar fielmente a Tello y a Beau
mont. El profesor Gregorio Torres Quintero, en sus famo sos Cuentos Colimotes, sit?a la salida de la expedici?n del
puerto de Santiago, Col. y el Ing. Jos? R. Ben?tez, autor ja
228 CARLOS PIZANO
lisciense, sostiene en su Historia Gr?fica de la Nueva Espa?a, que parti? del puerto de Manzanillo. Cabe aclarar que Sa
lagua y Santiago fueron algunos de los nombres con que primitivamente ?en el siglo xvi? se conoci? al actual puerto col?mense de Manzanillo.
Sin embargo, creemos que
a la fecha, no hay la menor
duda de que la expedici?n de L?pez de Legazpi y Urdaneta a las Islas Filipinas, parti? del Puerto de la Navidad y no
de Salagua. Esto es ya una cosa evidente y fuera de toda duda. Lo se?ala la casi totalidad de las obras consultadas en nuestra ardua labor de investigaci?n, y lo afirman tam
bi?n, interesantes documentos ?algunos ya publicados y otros a?n in?ditos? que tuvimos oportunidad de consultar. La relaci?n de documentos que se?alan clara y definitiva mente al puerto de la Navidad como punto de partida de la
expedici?n son, entre otros:
"Memorias de las cosas que me parece ser? bien que el
Rey Nuestro Se?or tenga noticias de ellas para que mande
proveer lo que m?s fuere servido." Memorial enviado por Fray Andr?s de Urdaneta al rey Felipe n de Espa?a. Mayo de 1560.
"Carta del Virrey de M?jico, don Luis de Velasco a Su
Majestad sobre el apresto de la Armada que hab?a de salir al descubrimiento de las Islas Filipinas", M?jico, 28 de mayo de 1560.
"Carta del Virrey don Luis de Velasco al se?or Juan de la Isla, de la Vera-Cruz, encarg?ndole el env?o de calafates, carpinteros, etc., al Puerto de Navidad.". 1560.
"Provisi?n del Virrey en recomendaci?n del se?or Juan de la Isla, quien se dirig?a al Puerto de la Navidad, con cierta cantidad de oro y municiones."
"Carta del propio Virrey al se?or Juan de la Isla, sobre los navios en construcci?n en el Puerto de la Navidad."
"Carta del Virrey don Luis de Mendoza al se?or Juan de la Isla, sobre los hombres que huyeron dejando la obra de los navios en el Puerto de la Navidad."
"Carta del Virrey de Nueva Espa?a, don Luis de Velasco, al se?or Juan de la Isla, sobre la vuelta de los oficiales que hab?an dejado el Puerto de la Navidad."
"Carta del Virrey Luis de Velasco al se?or Juan de la
Isla, sobre una informaci?n de ?ste respecto de su llegada
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 229
al Puerto de la Navidad, con artiller?a y municiones y d?n dole permiso para ir a M?xico a ver a su
mujer." "Carta del Virrey don Luis de Velasco al se?or Juan de
la Isla, encarg?ndole guardar los navios y preservarlos de
cualquier da?o."
"Carta de Miguel L?pez de Legazpi al rey Felipe 11 de
Espa?a sobre el apresto de la Armada que deb?a llevar a las Islas del Poniente", 26 de mayo de 1963.
"Carta del Virrey de M?xico, don Luis de Velasco, a Su
Majestad sobre el apresto de la Armada que deb?a llevar al General Miguel L?pez de Legazpi al descubrimiento de las Islas Filipinas", M?jico, 25 de febrero de 1564.
"Carta de la Audiencia de M?xico a Su Majestad el Rey Felipe 11, avis?ndole la muerte del Virrey don Luis de Velas co, acaecida antes de salir la armada del General Miguel L?pez de Legazpi para Filipinas." Agosto de 1564.
"Instrucci?n de la Real Audiencia de M?xico a don Mi
guel L?pez de Legazpi, nombr?ndolo gobernador general por Su Majestad para las Islas del Pac?fico", i? de septiem bre de 1564.
"Carta del General Miguel L?pez de Legazpi a Su Majes tad sobre el apresto y pr?xima salida de la Armada que dicho
General llev? al descubrimiento de las Islas Filipinas", Puer to de la Navidad, 18 de noviembre de 1564.
"El Adelantado Miguel L?pez de Legazpi da el t?tulo de
capit?n del patache San Lucas a don Alonso de Arellano", Puerto de la Navidad, 19 de noviembre de 1564.
"Carta al rey Felipe 11 de Fray Andr?s de Urdaneta", Puerto de la Navidad, el d?a 20 de noviembre de 1564.
"Orden dada en la mar, por el General Miguel L?pez de
Legazpi sobre la derrota que han de hacer los capitanes y pilotos en la prosecuci?n de su viaje." 23 ? 25 de noviem bre de 1564.
"Relaci?n Diaria de la Navegaci?n hecha por Miguel L?pez de Legazpi", del Puerto de la Navidad a las Filipi nas, en 1564.
"Carta que escribi? al Rey el General Miguel L?pez de
Legazpi, d?ndole cuenta de lo sucedido en su viaje desde el Puerto de Navidad hasta aquella isla (Zubu) por una rela ci?n que acompa?a
a esta carta, con otros varios documen
tos relativos a las posesiones que tom? en nombre de su Ma
jestad y las derrotas de los pilotos de aquella Armada", Zubu, mayo 27 de 1565.
"Varias relaciones detalladas de los acontecimientos y su
cesos del viaje que hizo el Adelantado don Miguel L?pez de
230 CARLOS PIZANO
Legazpi en la Armada de su Majestad a las Islas del Poniente, desde que sali? del Puerto de la Navidad, el 19 de noviembre de 1564 hasta fin de mayo de 1565, que sali? de la rada de Ceb? para Nueva Espa?a." 1565.
"Relaci?n del capit?n Alonso de Arellano, que fue a las Islas del Poniente con el Gobernador y General Miguel L?
pez de Legazpi." 1565. "Relaci?n circunstanciada de los acontecimientos y suce
sos del viaje y jornada que hizo el Armada de Su Majes tad, de que fue por General el muy ilustre se?or Miguel
L?pez de Legazpi, en el descubrimiento de las islas del Po
niente; desde 19 de noviembre de 1564 que parti? del Puerto de Navidad hasta fin de mayo del siguiente a?o que sali? dei Puerto de Zubu para Nueva Espa?a, con el aviso del arribo del Armada a aquellas islas, y a descubrir la navegaci?n de la vuelta, la nao capitana "San Pedro", a cargo del capit?n
Felipe de Salcedo, llevando consigo al piloto mayor Esteban
Rodr?guez, y a Rodrigo de Espinosa, piloto que era del ga le?n de la propia Armada nombrado "San Juan". A?o de
1565 "Copia de una carta venida de Sevilla a Miguel Salvador
de Valencia, la cual narra el venturoso descubrimiento que los mexicanos han hecho navegando con la Armada que Su
Majestad mand? hacer en M?xico. Con otras cosas mara
villosas y de gran provecho para toda la cristiandad: son dig nas de ser vistas y le?das."
"Relaci?n o Descripci?n hecha por el ilustre se?or Anto nio de Leyva, alcalde mayor por Su Majestad, del pueblo de Ameca." A?o de 1579.
El solo t?tulo de la mayor?a de los documentos de esta
larga relaci?n, no deja lugar a dudas. La expedici?n par
ti?, pues, del Puerto de la Navidad, en territorio del actual
Estado de Jalisco. Recientemente don Felipe Sevilla del R?o, hizo llegar a
nuestras manos otro documento. Contiene la declaraci?n de
Francisco Toscano Gorj?n, viejo de 90 a?os de edad, vecino
de Colima y casado con do?a Mar?a de la Torre, nieta del
Lie. Diego P?rez de la Torre, que fuera Gobernador de la
Nueva Galicia. El texto de la declaraci?n de Toscano en lo
relativo a las naos de L?pez de Legazpi, rendida en la villa
de Colima, en 1612, es el siguiente:
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 231
A la primera pregunta dice que sabe la dicha pregunta por
que este testigo ha m?s de sesenta afios que ha vivido y vive
y ha residido en esta dicha villa, de asiento con su mujer y familia y sin ella a temporadas y ha visto la poblaci?n de ella,
que fue poblada de espa?oles, personas principales y califica
das que la conquistaron y poblaron, ampararon y mantuvieron, como fueron Joan Fern?ndez el viejo, Diego de Cifuentes, Mart?n
de Monjaraz, Ger?nimo Flores, y a sus hijos y nietos y deudos,
y a otros que memoria no tiene por haber muchos a?os, y as?
mismo al capit?n Joan de Almesto y Benito Gallegos, que los
m?s de los susodichos fueron conquistadores desta Nueva Espa?a
y otras provincias, con sus armas y caballos y a su costa y min
si?n en estas provincias y de Nueva Galicia, ayudando a la pobla ci?n desta Villa e comarcas, y fue Alf?rez Mayor de la gente del
Capit?n y General Francisco de Ibarra y Joan de la Ysla, y asisti?
como soldado al hazer y fabricar los navios por borden de su
Majestad, que se hicieron en el Puerto de la Navidad para el
descubrimiento de las Yslas Filipinas, de donde fue descubridor
Miguel L?pez de Legazpi y por Almirante Joan Pablo de Carri?n,
que por ser el dicho puerto acomodado de maderas y otros per trechos para los navios y puerto sano, tuvo tan buen efecto el
hacer los dichos navios y buen subceso en el dicho viaje de Fili
pinas, tanto, que se descubri? el m?s cierto y breve viaje que se
ha hallado hasta el d?a de hoy en la dicha navegaci?n, seg?n lo que se ha tratado entre los pilotos y gente que ha ido y venido
a las Yslas y conforme a la noticia de que de ello ha tenido. Y
esto responde...
De la existencia del puerto de la Navidad en el siglo xvi, existen numerosas
pruebas documentales y testimoniales, mis
mas que confirman que efectivamente existi? cuando se
construyeron las naves y ?stas partieron a la conquista de las Islas Filipinas, en 1564.
Navidad fue un antiqu?simo e importante puerto en el
pasado. En realidad puede decirse que tiene una historia
muy antigua, interesante y poco conocida. Primitivamente se le conoci? con los nombres de Puerto Santo, Puerto de
Cihuatl?n, Puerto de Juan Gallego, Puerto de la Purifica
ci?n, Puerto de la Natividad y Puerto de Xalisco. Fue des
cubierto por el capit?n Juan Fern?ndez de H?jar ?funda dor de Villa Purificaci?n?, por el a?o de 1535. "En tiempo de grandes necesidades", seg?n ?l mismo dijera.
232 CARLOS PIZANO
De ese puerto salieron dos navios, por el mes de junio de mil quinientos treinta y tantos, seg?n afirma Bernai D?az del Castillo en su Historia Verdadera de la Conquista de la
Nueva Espa?a. Al frente de ella iba el capit?n Francisco de Ulloa, por mandato de la Audiencia Real de M?xico, para buscar al capit?n Diego Hurtado de Mendoza. Tard? siete
meses la infructuosa exploraci?n, al cabo de la cual volvieron al mismo puerto de Xalisco. A los pocos d?as, estando Ulloa en tierra, descansando, un soldado lo mat? a estocadas.
En esta misma playa desembarc? tambi?n el adelantado
Pedro de Alvarado, en junio de 1540, con 500 soldados. El
Virrey don Antonio de Mendoza lleg? con su armada al pro
pio puerto, el 25 de diciembre de 1540. Precisamente por ser d?a de Navidad, se le impuso ese nombre al antiguo Puer to de Cihuatl?n o de Juan Gallego.
El i? de noviembre de 1542 zarp? la expedici?n de seis navios del adelantado Pedro de Alvarado, hacia las Islas del Poniente. Al frente de ella fue Ruy L?pez de Villalobos que las nombr? "Islas Filipinas", por el futuro rey Felipe 11, en
tonces Pr?ncipe de Asturias. El 27 de junio de 1543 se hicie ron a la mar, tambi?n en este puerto, las dos naves de Juan
Rodr?guez Cabrillo, que exploraron la costa norte. En 1563 se introduc?an mantenimientos y municiones para la armada
que ir?a a las Islas Filipinas, con L?pez de Legazpi y Urda neta. Pero el 27 de mayo de ese a?o hubo un fuerte temblor
que arruin? los preparativos. El virrey don Luis de Velasco
acord? repararan los da?os, con indios de Colima, Tuxpan, Ameca y Provincia de ?valos y del mismo Navidad.
El 21 de noviembre de 1564 parti? del Puerto de Navi
dad la expedici?n del adelantado Miguel L?pez de Legazpi
y fray Andr?s de Urdaneta hacia las Islas Filipinas. El i?
de octubre de 1565 toc? el mismo puerto la nao "San Pedro"
que conduc?a a fray Andr?s de Urdaneta procedente de la
isla de Ceb?, tambi?n en las Filipinas. El 11 de agosto de 1587 arribaron al puerto de la Navi
dad dos navios y una lancha de corsarios ingleses. Ven?an
al mando de Tom?s Candrerey de Gembley, por disposici?n de la Reina de Inglaterra, a descubrir el estrecho de Labra
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 233
dor. Diego de Olivera, encargado de vigilar la costa, se limit?
a espiar sus movimientos y no os? present?rseles. Siete d?as
despu?s de haber partido los corsarios ingleses, lleg? a Na
vidad, enviado por la Audiencia de Guadalajara, el capit?n
general don Luis de Carvajal de la Cueva, Gobernador del
Nuevo Reyno de Le?n al que se dio cuenta de los punibles actos realizados en el lugar, incluyendo el incendio de las
viviendas. Solamente qued? en pie, intacta, una Cruz de ma
dera que hab?an dejado los expedicionarios L?pez de Legaz
pi y Urdaneta, antes de su salida a Filipinas. El alcalde mayor de Ameca, don Antonio de Leyva, admi
ti? que gran parte de los indios de Ameca muri? llevando
material a Navidad. Material que se utiliz? para la cons
trucci?n de los navios que fueron a la China, o sean las
Filipinas. As? lo se?ala en su Relaci?n de Ameca, de 1579. Tan pronto muri? el virrey don Luis de Velasco, la
Audiencia de M?xico orden? destruir el astillero de Navi
dad. Para 1564, esto ya hab?a sucedido. Al informar de esto
Juan Pablo Carri?n al rey de Espa?a el 11 de septiembre,
suger?a la conveniencia de construir otro astillero en Te
huantepec o en
Acapulco. Por suerte, pues, se alcanz? a ter
minar la construcci?n de los navios que fueron a la conquista y pacificaci?n del archipi?lago de Filipinas. Destruido el
astillero de Navidad, se extingui? la vida de ese antiguo y
legendario puerto de Xalisco.
Cabe se?alar que antes de la expedici?n de L?pez de Le
gazpi a las Filipinas, fray Andr?s de Urdaneta hab?a estado
ya en el famoso puerto de la Navidad. Hab?a venido con
el adelantado Pedro de Alvarado cuando ?ste quiso combi
nar sus empresas por el Mar del Sur con las del Virrey don Antonio de Mendoza. Urdaneta estuvo entre los capi tanes que participaron en la pacificaci?n de los indios de
la Nueva Galicia que se hab?an insurreccionado. Despu?s, el 6 de febrero de 1543, el virrey don Antonio de Mendoza
dio a Urdaneta el cargo de Corregidor en la mitad de los
pueblos de ?valos, en Sayula. M?s tarde le encarg? que en
su calidad de Visitador recorriera los pueblos comarcanos
a su corregimiento, por lo que le toc? visitar el puerto.
234 CARLOS PIZANO
La construcci?n de las naves que utilizaron en la expedi
ci?n a Filipinas el adelantado L?pez de Legazpi y el fraile
agustino Urdaneta, se hizo en el puerto de la Navidad, no
en Salagua o en Acapulco, como han dado por afirmar algu nos autores. Por mandato del Virrey don Luis de Velasco, se
encarg? de la direcci?n a Juan Pablo Carri?n, desde 1559. En consecuencia, nos parece que el testimonio del construc
tor de las naves que fueron a la conquista de las Filipinas no es no s?lo importante, sino contundente, definitivo. Pues
bien, Juan Pablo Carri?n se dirigi? al rey Felipe 11 de Espa ?a desde la ciudad de M?xico, el 11 de septiembre de 1564, informando sobre la armada construida en el Puerto de la
Navidad. He aqu? el texto del documento en cuesti?n, en
la parte que nos interesa para el presente estudio:
Cat?lica Real Majestad: El a?o pasado de cincuenta y ocho fui desde esta ciudad por
mandato del Virrey don Luis de Velasco a dar relaci?n a Vuestra
Majestad de la orden y modo que hab?a de tener el armada
que se empezaba a hacer para el descubrimiento de las Islas del
Poniente, como hombre que ten?a claridad, as? de la navegaci?n como de aquellas islas por haber estado en ellas y ser de los que
escaparon del armada que all? envi? el Virrey don Antonio de
Mendoza el a?o pasado de cuarenta y dos, que viene a portar a Lisboa por la v?a de los portugueses por haberse perdido y desbaratado la dicha armada, de que Vuestra Majestad ya ha
tenido noticia; y por haber seguido la mar desde dicho tiempo adelante en servicio de Vuestra Majestad se me dio cr?dito y
pareci?ndole al Virrey don Luis de Velasco y a los dem?s que en
su presencia trataban sobre este negocio, ser buenas mis razones,
me mand? ir a dar cuenta a Vuestra Majestad dello, y questando Vuestra Majestad absente de los reinos de Castilla diese raz?n
dello en el Consejo de Indias, y al tiempo que yo llegu? a la
Corte, que a la saz?n estaba en Valladolid, Vuestra Majestad estaba en Flandes, trat? el negocio con el Consejo de Indias y con la resoluci?n dello volv? luego a esta tierra, y vistos por el
dicho Visorrey los despachos que tra?a me mand? ir al Puerto
de la Navidad, ques en la Mar del Sur, donde se empezaban a
hacer los dichos navios para el dicho viaje...
No nos queda la menor duda de que el hist?rico puerto
que vio partir las naves de L?pez de Legazpi, estuvo en la
Mapa de las costas del Mar del Sur, del piloto Domingo del Castillo
(/?jo). Navidad aparece con el nombre de Puerto de Xalisco.
iis?
Mapa de la regi?n de Colima {i$53)> ?poca de la visita del Lie. Lebr?n
de Qui?ones. Se aprecia la ubicaci?n exacta de la Navidad. (Tomado del
libro "El Hey de Coliman").
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 235
actual bah?a de Navidad, hay documentos del siglo xvi, citas
bibliogr?ficas y cartas geogr?ficas de distintas ?pocas que con
firman y apoyan nuestra convicci?n.
La primera referencia encontrada sobre la existencia y ubicaci?n del puerto en las cercan?as de Cihuatl?n, es del
conquistador Hern?n Cort?s. En su Cuarta Carta de Rela
ci?n enviada al rey Carlos 1 de Espa?a, fechada el 15 de
octubre de 1524 en Tenochtitl?n, al referirse a la conquista y pacificaci?n de los pueblos y agentes de las provincias de
Coliman, hecha por el capit?n don Gonzalo de Sandoval
dice: ".. .Y entre la relaci?n que de aquellas provincias hizo,
trujo nueva de un muy buen puerto que en aquella costa se
hab?a hallado. Y asimismo me trujo relaci?n de los se?ores
de la provincia de Ciguatl?n, que se afirma mucho haber
una isla toda poblada de mujeres, sin var?n ninguno... Y
esta isla est? diez jornadas desta provincia (la de Coliman), y que muchos dellos han ido all? y le han visto."
Hay otro documento muy importante en la bibliograf?a de la Historia regional, la Relaci?n Breve y Sumaria de la
Visita hecha por el Lie. Lorenzo Lebr?n de Qui?ones, Oidor
del Nuevo Reino de Galicia, por Mandado de su Alteza. No se trata de u>: documento nuevo o desconocido para la ma
yor?a de los investigadores. Se han hecho ya varias ediciones del importante manuscrito, que data del a?o 1553. En la
Relaci?n de Lebr?n de Qui?ones se halla esta importante y
significativa referencia hist?rica, que es una prueba de su
ubicaci?n geogr?fica: "En esta provincia de Colima hay dos
puertos del Mar del Sur y el uno es el puerto de la Navidad,
junto a la provincia de Cihuatl?n. Este es el mejor puerto y m?s seguro, seg?n dicen de todos cuantos hay en estas partes y navegase del para el Per?". "Y deste puerto salieron las naos que Vuestro Visorrey Don Antonio de Mendoza envi? a la especier?a". M?s adelante se?ala: "Hay otro puerto que se llama el de Santiago: est? nueve leguas del de Navidad
y este puerto no se sigue por ser desabrigado y al sur."
Pero a?n hay algo m?s, Lebr?n de Qui?ones agrega en su Relaci?n, al hablar de los pueblos habidos en la costa
de la Mar del Sur: "Puerto de la Navidad M. Cihuatl?n...
236 CARLOS PIZANO
Este sol?a ser muy gran pueblo y ten?a algunos a la redonda. Y reparti?se a veinte y siete vecinos y al presentarse habr?
trienta y cinco indios... Lo dem?s tocante a este pueblo
se
ver? en la Relaci?n de la visita. Junto a este pueblo de Cihuatl?n est? el puerto de la Navidad... M. Zalagua o Tlacotla por otro nombre..." etc., etc., creemos que
no deja
lugar a dudas la descripci?n de Lebr?n de Qui?ones. Sobre la ubicaci?n del puerto de la Navidad "junto al pueblo de
Cihuatl?n". Que es precisamente la ubicaci?n de la actual Barra de Navidad, Jalisco.
Pero hay otro precioso documento de mitad del siglo xvi,
publicado en Madrid hacia 1905. Se encarg? de su edici?n a don Francisco del Paso y Troncoso, director del Museo Na
cional. Se trata de la "Suma de Visitas de Pueblos", manus
crito 2 800 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Aparece en el libro Papeles de Nueva Espa?a, publicado por orden y con fondos del Gobierno mexicano. En la p?gina 84 de esta obra se halla esta descripci?n:
".. .175).?CIGUATL?N, en Colima, nu? lv.?En cabeza
de Su Magestad.?Este pueblo esta veinte y vna legua de la villa de Colima; ay en ella setenta y dos casados tributa rios. .. Tine buenas tierras rubera de vn rio... Este valle
donde esta este pueblo ha venido en gran disminuci?n a cau sa de aver sido depositados en muchas personas. Tiene de terminio tres leguas, esta del puerto de la Navidad cinco le
guas, para t?rminos con Saligua y Texuxuacan (3)..."
En seguida aparece una relaci?n de lo que hoy se conoce
como Salagua: "... (176). SALIGUA, en Colima, nu? lv. En
cabeza de Su Magestad. Este pueblo est? quatorze leguas de
Colima. Tiene ciento y veinte y ocho casados tributarios...
Tiene de t?rminos cinco leguas de costa; esta media legua del puerto de Santiago (fol. 65 fte.) y la tierra dentro... Tie ne dos leguas de t?rmino y son las m?s sierras sin prove cho. .. Tlacatipa es sugeto de Saligua, avnque tributa por
sy..."
M?s adelante, en la p?gina 93 de la misma obra, viene otra parte de la Suma de Visitas de Pueblos. Manuscrito
de mitad del siglo xvi que se refiere al valle de Cihuatl?n:
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 237
"... (200). EL VALLE DE CIGUATL?N, en Colima lvi.
Cabeza de su Magestad. Este pueblo tiene treynta y nueve
cassas... Es tierra f?rtil; esta del Puerto de la Navidad dos
leguas, y quinze de Colima. Ay assi mismo en este valle
otras estanzuelas y por las cordilleras de las sierras que son
de poca gente..."
En este documento de mitad del siglo xvi, se comprueba
que el puerto de la Navidad estaba a dos leguas de Cihua tl?n y a quince de Colima, en tanto que aparece Salagua a
media legua del puerto de Santiago. Tambi?n hay que examinar la Descripci?n Geogr?fica de
los Reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo Le?n, de don Alonso de la Mota y Escobar (segunda edici?n, M?
xico 1940, con introducci?n de don Joaqu?n Ram?rez Caba
nas). El autor ?nacido el 18 de mayo de 1546 y muerto en
marzo de 1625?> reuni? datos de su obra entre los a?os de
1602 a 1605.
Resulta muy interesante ya que data de apenas cuarenta
a?os de haber salido a las Filipinas la expedici?n de L?pez de Legazpi. En las p?ginas 62 y 63 del cap?tulo relativo a
la salida de Guadalajara hacia la banda del sur, vienen im
portantes referencias que hay que destacar: "Cinco leguas adelante, hacia la mar est? la villa de Purificaci?n, pobla ci?n y vecindad de espa?oles que cuando la visit? tendr?a cuarenta vecinos. Son los vecinos de esta villa muy pobres...
Algunos tratan en mercader?as de China y ropa de la tierra". "Dista de la Mar de Sur seis leguas; tiene un puerto cer
cano que se llama la Navidad, nueve leguas. Esta villa pobl?
Juan Fern?ndez de H?jar, caballero natural de Zaragoza, por comisi?n que le dio el Goberndor ?u?o de Guzm?n el a?o
de treinta y seis."
M?s adelante, en las p?ginas 64 y 65 de la misma obra
de Alonso de la Mota y Escobar, se encuentra algo m?s. "El
puerto de mar que tiene esta villa se llama de la Navidad. Donde se hizo la embarcaci?n primera de la gente que fue a descubrir las Filipinas cuando fue general Miguel L?pez de Legazpi." "Y la embarcaci?n de este puerto se pas? al de
Acapulco, a?o de sesenta y cuatro, que es el que hoy se usa,
238 CARLOS PIZANO
por estar de M?xico ciento treinta leguas." "Es este puerto de la Navidad de una bah?a capaz y segura. Los vientos
que m?s predominan aqu? son del mediod?a, y del poniente. Porque en esta Mar del Sur com?nmente le hace respaldo la tierra de Nueva Espa?a para que no soplen en ella los
nortes."
Todos estos documentos coinciden en la ubicaci?n del
antiguo puerto de la Navidad, localiz?ndolo cerca de Cihua tl?n y de la villa de Purificaci?n, en Jalisco, distante de los
puertos de Salagua y de Santiago, en el hoy Estado de Colima.
Ahora veamos la ubicaci?n del puerto de la Navidad desde el punto de vista geogr?fico. Existe una carta geogr?fica de
las costas del Mar del Sur, que data de 1540. La formul? el
piloto Domingo del Castillo, por encargo del Marqu?s del
Valle; en ?l aparece el "Puerto Santo" en el lugar despu?s conocido como puerto de la Navidad, y hoy como Barra de
Navidad, Jal., se ven tambi?n el puerto de Salagua y el
puerto de Colima (o de Santiago). Aparece reproducido en
la p?gina 124 del primer tomo de la obra Historia Particular del Estado de Jalisco, del Lie. Luis P?rez Verd?a publicada en 1910 (p?gina 138 de la edici?n de 1951).
Otra carta geogr?fica, la m?s antigua de la regi?n, cono
cida hasta la fecha, es la del Obispado de Nueva Galicia.
Data del a?o 1550, o sean catorce a?os antes de la expedici?n de L?pez de Legazpi a las Filipinas. Se trata de un dibujo a pluma, ejecutado por autor an?nimo que carec?a de conoci
mientos geogr?ficos. No figura en el Cat?logo de Mapas de
Torres Lanzas, su hallazgo en el Archivo de Indias de Sevi
lla, se debe al Lie. J. Ignacio D?vila Garibi. Aparece en la
obra Mapas Espa?oles de Am?rica, editada bajo la direcci?n
del Duque de Alba en 1951. Fue publicado tambi?n en la
obra Cartograf?a de la Nueva Galicia, edici?n del Banco
Industrial de Jalisco, S. A. (1961). En dicho mapa se apre cia perfectamente la ubicaci?n del antiguo puerto de la Na
vidad, en el lugar en que actualmente se halla la Barra de
Navidad. Una casa dibujada se?ala el lugar en que estuvo
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 239
el antiguo puerto en el siglo xvi. Adem?s, el mismo mapa de 1550 muestra el estero o laguna, con sus dos islotes, que todav?a subsisten, en el centro de la actual bah?a de Man
zanillo y se?alada por el dibujo de una iglesia, un poco hacia arriba, se localiza la antigua Villa de Colima.
Existe otro mapa de la regi?n de Colima, en tiempo de
la visita del Lie. Lorenzo Lebr?n de Qui?ones el a?o 1553. Dicho mapa ha sido trazado por el norteamericano Cari
Sauer para su libro Colima of the New Spain in the Sixteenth
Century. Dicho mapa, fue publicado en nuestro libro El rey de Colima. El mapa en cuesti?n nos muestra la extensi?n
territorial del antiguo reino de Coliman, entre cuyas nume
rosas provincias aparece la "del ColimotV9. Nombre atribui
do al jefe de la m?s poderosa propiedad india en dicha
?rea o sea el Se?or o Hueitlatoani del reino de Coliman.
En la misma carta geogr?fica aparece muy claramente el puer
to de la Navidad, en el lugar donde ahora se halla la Barra
de Navidad, Jalisco. En lo que actualmente se conoce como
bah?a de Manzanillo, se localizan los puertos de Zalagua o
Tlacatla y el de Santiago. Se conoce otra carta geogr?fica m?s, elaborada en 1567,
apenas tres a?os despu?s de la expedici?n de L?pez de Le
gazpi a Filipinas. La reproduce el Dr. J. Jes?s Figueroa To rres en su ?ltima obra Fray Juan Lar ios, Defensor de los
Indios y Fundador de Coahuila. El mapa en cuesti?n se
titula "Regni Mexicani seu Novae Hispaniae, Archipi?lagi Mexicani in Am?rica Septentrionali, a Ior Batista Homanno
Navirerge, cum Privilegio Sancta Magest". En la parte in ferior izquierda del mapa se puede ver perfectamente la ubicaci?n del antiguo puerto de la Navidad. M?s hacia
abajo, a su derecha aparece el antiguo puerto de Santia
go, Col.
Hay otra carta geogr?fica m?s, que data del a?o 1579. En ella se puede localizar perfectamente el puerto de la Na
tividad, con su nombre escrito en lat?n, como todos los de
m?s de este documento. En la actual bah?a de Manzanillo se localiza el puerto de San Jacobo, nombre que seguramente
240 CARLOS PIZANO
llev? el de Santiago o Manzanillo. Tambi?n aparece el pun to denominado Saligua o Salagua.*
En el Departamento de Cartograf?a del Museo Nacional
de Historia, en el Castillo de Chapultepec, hay otro mapa
importante de la Audiencia de la Nueva Galicia, a?o 1601, hecho por Juan L?pez de Velazco. En la parte inferior de
recha se localiza al puerto de la Navidad y arriba, un poco hacia su izquierda, la villa de Purificaci?n (Cartograf?a de
la Nueva Galicia). En la misma Cartograf?a aparece otra interesante carta
geogr?fica que procede del Archivo General de Indias, en
Sevilla. Se trata del mapa del Reino de la Nueva Galicia,
dibujado en el mes de junio de 1780. Es un "plano que ma
nifiesta la ubicaci?n, extensi?n, vientos y distancias de todos
los curatos que se comprenden en este Reino de la Nueva
Galicia, con el n?mero de gentes de cada uno". Fue trazado
en virtud del mandato del muy ilustre se?or Regente y Pre
sidente, Gobernador y Capit?n General de dicho Reino, don
Eusebio S?nchez Pareja, por don Domingo Anastasio Ponce
y como consecuencia de la real orden del 21 de enero de
1772. En dicho mapa del reino de la Nueva Galicia se loca
liza tambi?n el puerto de la Navidad, a poca distancia de la
Villa de Purificaci?n, en la parte inferior izquierda, o sea
que se halla, como en las anteriores cartas geogr?ficas,
en
el mismo sitio donde ahora est? la Barra de Navidad.
En el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Na
cional de M?xico se encuentra otro documento. Se trata del
reconocimiento de las cuatro avanzadas que el Imperio Ruso
hab?a establecido al norte de la California, realizado en la
exploraci?n del a?o 1788 que por Real Orden sali? del puerto de San Blas, en la fragata "Princesa" y paquebot "San Car
los", al mando del Alf?rez de Navio graduado, Don Esteban
Mart?nez. Existen partes, diarios y mapas de viaje, aprobado
* Esta carta geogr?fica del Siglo xvi se halla reproducida en las
guardas de tres libros publicados en Guadalajara en 1958 y 1959: Pro
grama Federal para Jalisco 1958-1959, Nueva Imagen de Jalisco 1953
I959 y Noticia de Jalisco 1953-1959.
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 241
n?s para ocupar el puerto de Nuca y la soberana aprobaci?n de Su Majestad a todos los dictados por el Excmo. Sr. Virrey don Manuel Antonio Flores. En los mapas de viaje aparece
perfectamente localizada la ubicaci?n del antiguo puerto de
la Navidad.
Por otra parte, existe otra carta geogr?fica que data del
a?o 1798. Se trata de la "Carta esf?rica que comprende el
surgidero de Mazatl?n hasta el puerto de la Navidad. Re
conocido ?ltimamente de orden superior desde el r?o Cha*
meta hasta el Valle de Vanderas por el Capit?n de Fragata
y Comandante del Establecimiento de San Blas D. Franco
de Eliza. Y lo restante, desde el C?. Corrientes hasta el puer to de la Navidad por el Capit?n de Navio D. Alexandro
Malaspina y desde el R? Charneta hasta el fondeadero de
Mazatl?n por el Primer Piloto D. Gonzalo de Haro, a?o
de 1789". Dicho mapa, pues, es el resultado parcial de esa
expedici?n. Principia en el fondeadero de Mazatl?n y ter
mina poco m?s all? de Salagua. Se?ala en el intermedio los
principales puertos, como Chiametla, San Blas, Ensenada de
Matanchel, de Tecuist?n y otros. En la parte inferior, pero arriba de Salagua, aparece el puerto de la Navidad, en el
sitio donde actualmente se halla la Barra de Navidad, Jalis co, ubicaci?n que se?alan muy claramente, sin lugar
a du
das, todas las cartas de viaje o cartas geogr?ficas de que he mos hecho menci?n en este trabajo.
Fechado el 15 de agosto de 1862, existe un cuadro geo
gr?fico estad?stico y un mapa del Estado de Colima por el
Ing. Juan Ignacio Matute y Ca?edo, "dedicado a la memo
ria del ilustre ciudadano mexicano Alejandro de Humboldt, subdito prusiano". La carta geogr?fica es un magn?fico mapa a colores, donde se aprecia perfectamente el puerto de la
Navidad en territorio de Jalisco, a poca distancia, aparecen los puertos de Santiago, Salagua y Manzanillo.
Finalmente, existe una carta de aeron?utica mundial del
litoral de Jalisco y Colima, publicada por la Aeronautical
Chart Service, de la U. S. Army Air Forces (Washington, D. C), basada en una serie de fotograf?as a?reas tomadas
por la Fuerza A?rea norteamericana. Fue publicada en mar~
242 CARLOS PIZANO
zo de 1945 y revisada en 1947. Todav?a en esta carta geo
gr?fica o aeron?utica aparece Navidad en la bah?a de su nom
bre, donde se halla ahora la Barra de Navidad.
El i? de enero de 1873, se public? en M?xico un intere
sante trabajo. "Apuntes para la Historia de la Geograf?a de M?xico", por don Manuel Orozco y Berra (en La Ense
?anza. A?o IV, Tomo 11, N?m. 1, M?xico). Dicho trabajo trata la correspondencia de algunos nombres antiguos con
los modernos, en las costas del Mar del Sur. Orozco y Berra
basaba su trabajo en las cartas geogr?ficas del Atlas de Kauf
man y, principalmente, la de Domingo de Castillo, de 1541, teniendo cuidado de se?alar algunos lugares del litoral del
Pac?fico. En la parte correspondiente, se encuentran estas
descripciones: Puerto Santo_En la desembocadura del r?o Chacala o Mara
vasco se encuentra el puerto de Navidad, sobre la costa del
Estado de Jalisco; orillas del r?o est?n la poblaci?n de Chacala,
que le da el nombre y Sihuatl?n, la m?s cercana al puerto. Puerto Santo, como lo dice Domingo de Castillo, es el mismo
puerto de Navidad, e id?ntico al Ciguatl?n de la expedici?n de Becerra, no obstante que este lo colocara en 20o 20* de latitud,
y que es realidad se encuentre a poco m?s de 19o. Del Puerto
de Ciguatl?n sali? en Noviembre de 1527 la espedici?n para las
Molucas de Alvaro de Saavedra Cer?n, y sucesivamente el 27 de
Junio de 1542, del puerto de Navidad, Juan Rodr?guez Cabrillo;
el i<? de Noviembre del mismo a?o 1542, Ruy L?pez de Villa
lobos que parti? a las Molucas, y el 21 de Noviembre de 1564
Miguel L?pez de Legazpi con la misma direcci?n, siendo este
viaje el que puso los cimientos al comercio de. la colonia con
la China.
La carta xn del Atlas escribe puerto de Navidad de aqui s?le
las ?aues para Maluco, lo cual era verdad ? fines del siglo xvi,
pues en los siguientes, el puerto ? que venia ? descargar y de
donde sal?a el gale?n de Filipinas era Acapulco. La carta vi
pone ciguertal y Santiago; este segundo nombre corresponde al
puerto de Santiago que hemos determinado, y siguertal es corrup
ci?n de la palabra cihuatl?n correspondiente ? la Navidad; s?lo
que, la colocaci?n est? invertida, defecto que mas de una vez
hemos notado. Primero debiera estar santiago y despu?s ciguertal.
En otra parte de los "Apuntes para la Historia de la
Geograf?a de M?xico", dice:
Aspecto actual del poblado de Barra de Navidad, Jalisco.
Mapa de la Audiencia de la Nueva Galicia, hecho por Juan L?pez de
Velasco (1601). Departamento de Cartograma del Museo Nacional de Historia, M?xico.
1A?'
"Relaci?n" o "Descripci?n" de Ameca, del alcalde mayor Antonio de Leyva, escrita en 1579. Reproducida del libro de J. Amaya Topete,
"Ameca, pro to
fundaci?n
mexicana."
Carta geogr?fica hecha en 1567, reproducida del libro de J. J. Figueroa Torres, "Fray Juan Larios, defensor de los indios y fundador de
Coahuila."
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 243
.. .Puerto de Colima. Puerto de Santiago.?El puerto de Man
zanillo, uno de los mejores del mar Pac?fico en nuestra costa
Oeste, est? compuesto de dos bah?as, divididas por una legua de tierra que termina en la punta de la Audiencia. La bah?a
oriental se llama puerto de Colima, de Salagua y del Manzanillo,
mientras la bah?a occidental toma los nombres de Santiago, San
tiago de Buena Esperanza, Guatl?n y Xucutl?n, de manera que todas estas denominaciones vienen ? concurrir casi en el mismo
lugar. Sin embargo, sea cual fuere la palabra que se adopte, por lo com?n en los planos se ponen como dos diversos estos puntos,
y seg?n la ?poca a que pertenecen as? escriben esto ? el otro
nombre. En la introducci?n al viaje de las goletas Sutil y
Mexicana, se conviene en parte con lo que acabo de esponer,
presentando as? una dificultad. Al hablar del viaje de Diego
Becerra, emprendido desde el puerto de Santiago, llama una nota
para decir: "Parece ser el que se conoce en el d?a con el nombre
de San Diego, situado en 16o i' de latitud Norte, y 89o 42' de
longitud Oeste de Cadiz". Se funda para ello en que la relaci?n
consultada por el autor pone el puerto de Santiago en 161^? de latitud, y en la derrota seguida por las naves en consonancia
con esta estima. Las cordenadas geogr?ficas que acabamos de
mencionar no corresponden en nuestras cartas ? ning?n punto en donde se pudiera alistar y armar una espedici?n mar?tima, ni
hay, ? lo que entiendo, una relaci?n hist?rica que lo confirme.
El dato de los 6i^?, por otra parte, no se debe tomar como un
n?mero exacto, ya porque puede ser un error de copiante, ya
porque no eran exactas las observaciones marinas. En lugar de
crear dificultades con buscar otro lugar, que las cartas antiguas no conocen, es m?s f?cil adoptar el conocido puerto de Santiago, dando fe ? la relaci?n en lo que era m?s dif?cil se enga?ara. Para m?, de aqu? sali?, el 30 de Octubre de 1533, la espedici?n
preparada por Cort?s al mando de Diego Becerra y de Hernando
de Grijalva. En ella se reconoci? desde los 23 i/2 grados al Norte,
hasta poco m?s all? de las costas de Chiapas, de manera que fue
una de las fructuosas para la ciencia. Entonces, se descubrieron
la isla de Santo Tom?s y la del Socorro, en 18o 48' latitud, y 11o 2* 19.7"; El farall?n de los Inocentes, ahora isla de San Bene
dicto, 19o 15' 40" latitud y 11o 46' 49.7" longitud Oeste, y el
punto ? puerto de Ciguatl?n, que como despu?s veremos es el de
Navidad.
La carta xin del Atlas, despu?s de cquacatao, que hemos re
ferido ? Tecoantepec, escribe terco, l?os faulhanes, l?os faulhones, terminando en esta denominaci?n: en lo absoluto s? a qu? refe
rirlos, y mucho menos cuando indicain islas y farallones que las cartas actuales no ponen sobre aquellas costas. La carta xn
244 CARLOS PIZANO
del mismo Atlas, en mi concepto continuaci?n de la xra, comien
za tambi?n con l?os faulhones, dos Isllas y cuaga dos, que est?n
en el mismo caso que los nombres anteriores, y pone en seguida
collima, que se relaciona como ya hemos visto con el puerto de
Colima, Salagua ? Manzanillo. Entre Collima y puerto de naui
dad, separados por un largo espacio de costa, pone l?os Islleos,
Illaia, Ro. sequo y tera baxa. Examinando con atenci?n la carta
entre aquellos puntos estremos, l?os Islleos corresponden ? la Pie
dra Blanca; plaia y tera baxa, son indicaciones de la playa; pero en cuanto ? Ro. sequo absolutamente se puede atinar con lo que
sea, supuesto que en este tramo no se encuentra r?o ninguno, y s?lo existen barrancas ? torrentes que no he visto se pongan en
los planos...
Como se ve, Orozco y Berra distingue perfectamente la
ubicaci?n del puerto de la Navidad, sobre la costa del Estado
de Jalisco y el de Santiago, en el de Colima, ofreciendo una
perfecta localizaci?n geogr?fica, que no deja lugar a dudas.
Finalmente, una breve referencia a la formaci?n de la
actual Barra de Navidad. En el Directorio del Estado de Ja
lisco, editado en 1912, se encuentra la explicaci?n l?gica de ese fen?meno geogr?fico nada extra?o. En la "Descripci?n del Estado" al hablar de sus costas dice: "Contando el lito
ral de Jalisco desde la entrada del r?o de Chacala, colin
dancia con Colima, los fondeaderos principales son: Peni tas,
Ipala, El Pulpito, Tenacatita, Tomatl?n, Chamela y Navi
dad." Hablando de este ?ltimo, dice: "Puerto de Navidad.
El m?s austral de la costa de Jalisco y situado entre las pun tas de Malagua y la de San Francisco ? Graham". "Con poco
m?s de una milla de di?metro, comunica por el S. E. con la
laguna del Terronate". "Tiene anclaje s?lo para embarca
ciones peque?as y se cre? haya subido su fondo por los
acarreos del rio de Chacala". "Ofrece alguna seguridad para ver los vientos del S. O. Su situaci?n es pr?ximamente (sic)
19o io' 16" Lat. N. y 5o 40' 15" Long. O. de M?xico". Trans
cripci?n que prueba que todav?a en 1912, a principios del
presente siglo, lo que ahpra se conoce como la Barra de
Navidad era identificado todav?a como "puerto de la Navi
dad", y que la Barra se form? precisamente por los acarreos
del r?o Chacala o Maravasco.
EL PUERTO DE LA NAVIDAD 245
Conclusiones:
i. La expedici?n del adelantado Miguel L?pez de Legazpi y fray Andr?s de Urdaneta parti? a las Islas Filipinas, el 21
de noviembre de 1564 del Puerto de la Navidad.
n. Antiguamente, el puerto de la Navidad fue conocido
con distintos nombres: Puerto de Cihuat?n, Puerto de Juan
Gallego, Puerto de Purificaci?n, Puerto de la Natividad, Puer
to Santo y Puerto de Xalisco.
ni. Nunca lleg? el Puerto de la Navidad el nombre de
Tzalagua o de Santiago, porque nunca tuvo ubicado en los
sitios que ocuparon esos antiqu?simos puertos de la Provincia
de Colima. iv. El propio Puerto de la Navidad s? ofrec?a calidad en
el pasado, existiendo documentos aut?nticos de la siglo xvi
que aseguran ten?a una bah?a capaz y segura.
v. En el mismo Puerto de la Navidad estuvo instalado
un astillero, en donde se construyeron las naves que salieron
a la Especier?a. Dicho astillero subsisti? despu?s de que la
Audiencia de M?xico orden? su destrucci?n, como lo prueba la documentaci?n de la ?poca.
vi. El antiguo Puerto de la Navidad estuvo ubicado en
el lugar en que ahora se halla el poblado o balneario deno
minado Barra de Navidad, en la costa del Estado de Jalisco, como lo comprueban cartas geogr?ficas y documentos del si
glo xvi publicados junto con este trabajo. vn. Todav?a en 1912, a
principios de este
siglo, era cono
cido el Puerto de la Navidad con este nombre, habi?ndose
formado la Barra debido a los acarreos del r?o Chacala o
Maravasco.
vin. Del mismo puerto de la Navidad sali? la expedici?n de Ruy L?pez de Villalobos, quien bautizara el antiguo
Archipi?lago de San L?zaro con el nombre que actualmente
lleva, de Islas Filipinas. ix. Al Puerto de la Navidad volvieron, en el viaje de
regreso, de la expedici?n que conquist? las Filipinas, tanto
el criollo Alonso de Arellano como fray Andr?s de Urdaneta,
aunque ?ste ?ltimo luego continu? hasta Acapulco.
246 CARLOS PIZANO
x. Todo lo anterior hace a Barra de la Navidad, uno de
los lugares que, sin duda, hay que recordar en las celebracio
nes del A?o de la Amistad Filipino-Mexicana.
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EL PRIMER MEXICANO EN FILIPINAS
Carlos Qui ri?o Director de la Biblioteca Nacional
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Cuando se les dijo a los filipinos, durante la visita que hi
ciera a Manila el Presidente Adolfo L?pez Mateos hace dos
a?os, que las Islas Filipinas fueron en realidad una colonia
de M?xico m?s bien que de Espa?a, quedaron sorprendidos y no pudieron creerlo hasta en tanto se les inform? que du
rante los primeros doscientos cincuenta de los trescientos
veinte a?os que dur? la dominaci?n espa?ola, las Islas fue
ron gobernadas desde M?xico y que se establecieron en ellas m?s mexicanos que espa?oles peninsulares.
La proclamaci?n
del "A?o de la Amistad Filipino-Mexicana", hecha por los
Presidentes de los dos pa?ses es, por lo tanto, una renovaci?n
de esos lazos de parentesco y amistad que han existido entre
M?xico y Filipinas, porque durante este a?o estamos redes
cubriendo todos aquellos aspectos de semejanza, de relaciones
comerciales y afinidades raciales que nos unieran durante dos
siglos y medio.
La herencia mexicana en las Filipinas se ha obscurecido
debido a dos factores: las siete d?cadas finales del r?gimen
espa?ol, cuando los filipinos fueron puestos directamente
bajo la administraci?n y el control oficial del Gobierno de
Madrid; y por el medio siglo de ocupaci?n norteamericana.
En este ensayo quiero tocar el punto del primer mexicano
que actuara en las Filipinas, Juan de Salcedo, el primer mexicano verdadero que fue responsable de la pacificaci?n humana e incruenta de las Filipinas. Cierto es que su abue
lo, Miguel L?pez de Legazpi fue el primer Gobernador Ge
neral de las Filipinas y fue honrado por el rey Felipe n de
Espa?a con el t?tulo de Adelantado de las Islas en el Lejano Oriente, descubiertas por Magallanes en 1521. Pero tambi?n
PRIMER MEXICANO EN FILIPINAS 251
es cierto que Miguel L?pez de Legazpi hab?a pasado la mitad
de su vida en M?xico, donde hab?a desempe?ado una serie de
muy importantes cargos en la administraci?n de la Nueva
Espa?a. Pero hablando estrictamente, era un espa?ol por na
cimiento y por cultura. Hab?a nacido en Zum?rraga, en la Bah?a de Viscaya, en la primera d?cada del siglo xvi. Los
historiadores han se?alado el hecho incontestable que su con
quista de las Filipinas fue relativamente suave y humana, si se compara con las de Hern?n Cort?s o de Francisco Pizarro,
porque prefiri? tratar con humanidad a los naturales de las
islas y usar m?s el tacto y la diplomacia que el guante de
malla. Indudablemente los veinticinco a?os que pasara en
M?xico hab?an moderado la crueldad desplegada por los pri meros conquistadores de los indios de la Nueva Espa?a. Legazpi fue el funcionario a quien correspond?a cumplir las instrucciones dadas por el Rey de Espa?a y el Consejo de
Indias, pero quien como individuo result? responsable de la
ejecuci?n de dichas instrucciones, y por lo tanto de la manera como estas se habr?an de llevar a cabo, fue su nieto, el hom bre nacido y educado en M?xico, el Capit?n Juan de Salcedo.
No hay ninguna noticia, por lo menos en Filipinas, acer ca de la fecha exacta del nacimiento de Juan de Salcedo y sus primeros a?os en la Ciudad de M?xico. Lo ?nico que sabemos es que su madre era Teresa L?pez de Legazpi, una
de las hijas del Adelantado, quien hab?a casado con un tal Pedro de Salcedo, quien posiblemente fuera tambi?n criollo de la Ciudad de M?xico. Juan naci? en 1549 y podemos decir que ese fue el a?o de su nacimiento, porque en los
archivos filipinos se asienta que muri? en 1576, a la edad de veintisiete a?os. Lleg? a Ceb?, el sitio donde primero se
hab?a establecido Legazpi y donde Magallanes hab?a muerto, el dos de agosto de 1567, aproximadamente a los dos a?os de la llegada y establecimiento de su abuelo en esa villa. Vino
acompa?ado por su hermano mayor, Felipe, quien le llevaba uno o dos a?os y que hab?a pasado en la expedici?n de
Legazpi su abuelo, cuando zarp? del Puerto de la Navidad, en las costas occidentales de M?xico, en noviembre de 1564.
Felipe que era entonces un joven 16 ? 17 a?os, fue enviado
252 CARLOS QUIRINO
de regreso a M?xico por su abuelo, con Fray Andr?s de Urda neta, en el peligroso viaje de regreso a trav?s del Pac?fico. Probablemente la nueva colonia oriental no fue del agrado de Felipe, porque se volvi? a M?xico despu?s de su segundo viaje a las Islas, donde la historia lo pierde de vista. En su
lugar, su hermano menor asumi? el mando de una compa??a de soldados que hab?an sido reclutados y entrenados en
M?xico.
Dos a?os despu?s de llegar a Ceb? y despu?s de asumir el mando del tercio de su hermano, se le dio a Juan de Salcedo la importante misi?n de explorar la isla cercana de Panay, junto con el veterano maestre de campo, Mart?n de
Goiti, con el objeto de encontrar un sitio m?s adecuado para poblar. Ceb? es una isla larga y angosta, con una cadena de monta?as en el centro, pero no bastante extensa para sos
tener una gran poblaci?n; por lo tanto era indispensable para Legazpi y sus hombres el encontrar un ?rea con un
mayor potencial agr?cola. Unos meses m?s tarde, al o?r ha blar de ciertos piratas en una isla al norte, que hab?an llama do Mindoro, Legazpi envi? una expedici?n encabezada tam
bi?n por Goiti y Salcedo, para perseguir a los depredadores. As?, el 8 de mayo, Mart?n de Goiti sali? de Panay con cin cuenta arcabuceros y veinte soldados, en un
junco de cinco
toneladas, una fragata y quince prahos, tripulados por cebua
nos y otros aliados Visayos. Unos d?as m?s tarde supieron de dos juncos chinos que estaban anclados en una bah?a
llamada Mamburao, en la costa noroeste de Mindoro. Sal
cedo, con los prahos, sali? en busca de los dos extra?os navios con el objeto de "requerirlos de paz y amistad". Los extran
jeros resultaron ser chinos quienes, sin entender las buenas
intenciones de Salcedo, le presentaron combate y fueron derro
tados. Al parecer Salcedo no iba en la vanguardia que libr?
el combate, porque cuando lleg?, dicen las cr?nicas "no qued? conforme con el destrozo causado entre los chinos". Cuando
Goiti lleg? un poco m?s tarde, de acuerdo con las mismas
cr?nicas, mostr? a?n m?s desagrado y les devolvi? a los chi nos tanto sus bienes como su libertad.
Oyendo de la existencia de Manila, una ciudad m?s im
PRIMER MEXICANO EN FILIPINAS
portante en una zona m?s hacia el norte de Luzon, los his
panomexicanos, pusieron proa hacia la provincia de Batan
gas, en la boca del r?o Pansipit que nace en el Lago Taal.
Salcedo fue enviado con los prahos tierra adentro y regres? a los pocos d?as con una herida en la pierna, causada por una flecha envenenada. Hab?a penetrado hasta el lago, ha
llando gran n?mero de habitantes y mucha tierra cultivada,
pero m?s tarde cay? en una emboscada que le tendieron
algunas naturales hostiles. Hicieron amistad con los habi
tantes de la ciudad cercana de Balayan y zarparon hacia la
bah?a de Manila.
Un raja desconfiado, Suliman, un musulm?n joven con
antecedentes en Borneo, los recibi?. Por otro lado su t?o, el
raja Matanda (El Viejo) estaba predispuesto a la amistad.
Lakandula, se?or de la comunidad vecina de Tondo, les no
tific? que se opondr?a al desembarco de los espa?oles. La
crisis se hizo aguada y un incidente cualquiera, el 6 de junio de 1570, se convirti? en una batalla general. R?pidamente los espa?oles capturaron la empalizada que era Manila, en
la boca del r?o Pasig y le pusieron fuego a la fortaleza de
madera. Hecho esto, se retiraron a las costas de Batangas y
a la isla de Panay donde llegaron a fines de junio de 1570. En esta primera empresa de Manila, Salcedo probable
mente no se encontr? ya que no se hab?a restablecido de la
herida en la pierna y as? no tuvo parte en la cruel destruc
ci?n del establecimiento malayo en Manila.
Miguel L?pez de Legazpi, despu?s de o?r los informes de
Goiti, resolvi? trasladar la capital del archipi?lago de Ceb?
y Panay a Manila, en parte porque estaba m?s cerca de Chi
na, con quien ya hab?a un comercio floreciente desde hac?a
varios siglos y en parte porque el ?rea agr?cola de Luzon era
mayor y pod?a proporcionarle los alimentos necesarios. Los
rajas de Manila estaban en ?nimo m?s conciliador cuando
Legazpi lleg? el 16 de mayo de 1571, casi un a?o m?s tarde.
La lecci?n que les hab?a dado Mart?n de Goiti no se hab?a
perdido en el ?nimo de los naturales y los reci?n llegados
escogieron el viejo fuerte malayo para fundar all? la nueva
capital de las Filipinas. Una semana m?s tarde ya Legazpi
254 CARLOS QUI RI?O
estaba haciendo repartimientos, esto es, distribuyendo tierras entre los compatriotas que lo hab?an servido fielmente. No es de extra?ar por lo tanto que el Raja Lakandula de Tondo, al darse cuenta de que los reci?n llegados no ven?an tan
solo como amigos, sino como conquistadores, se rebel? contra
su autoridad y, unas semanas m?s tarde, fue derrotado en un encuentro naval. Con su posesi?n ya segura, Legazpi le
dio el t?tulo de ciudad a Manila el 3 de junio de 1571. La raz?n por la cual los nativos no pudieron resistir la
conquista espa?ola no fue la falta de valor o ardor militar, sino tan solo inferioridad en las armas. Cierto es que ten?an
lantakas o culebrinas que eran en verdad trabucos grandes,
pero ten?an escaso n?mero de ellas; no ten?an arcabuces con
los cuales diezmar a los atacantes y desmoralizar sus filas; o
cotas de malla o cascos de acero para protegerse en contra
de las estocadas o de los botes de lanza. Peor a?n, esos rajas o cabecillas ten?an autoridad sobre unos dos mil hombres a
lo m?s y, por lo tanto, no ten?an superioridad num?rica que
compensara la inferioridad de sus armas.
La primera pregunta que se hizo Legazpi al ocupar Ma
nila fue acerca del tama?o de la Isla de Luz?n en la cual
acababa de establecerse y qu? tanto se pod?a extender al nor
te y al sur. Primero envi? al veterano Goiti a la zona inme
diatamente al norte de Manila, a Bulacan, Pampanga y Pan
gasinan, para ponerlas bajo su control. Luego despach? a su
nieto al oeste y al norte, a las provincias de Zambales y de
llocos. Tambi?n se le encomend? a Salcedo que explorara en busca de una posible ruta por el norte, hacia M?xico.
Llegando al cabo Bolinao, tom? un junco chino y liber? a
los indios que iban presos en ?l, gan?ndose as? la amistad
de los naturales. Durante los dos o tres meses siguientes,
penetr? lentamente hacia el norte por la costa occidental de
Luz?n, tratando de reducir a los naturales pac?ficamente,
pero usando de la fuerza cuando lo consideraba necesario.
Era un conquistador generoso que hac?a aliados de enemi
gos vencidos. En cierta ocasi?n, se cuenta, un se?or local lo
ret? a combate singular. Salcedo derrot? al ilocano, y cuan
do ?ste orden? a sus hombres que atacaran al mexicano, se
PRIMER MEXICANO EN FILIPINAS 255
defendi? solo tan bien, en contra de todos, que dio lugar a
que llegaran sus soldados a salvarlo. Se dice que navegando dobl? la punta norte de Luz?n y desembarc? en la costa
oriental del Oc?ano Pac?fico, desde donde cruz? la Sierra
Madre a Manila.
Legazpi muri? de un ataque al coraz?n en Manila, a los
sesenta a?os de edad, el 20 de agosto de 1572. Su nieto
estaba ausente, ocupado en una expedici?n exploratoria y
punitiva al oriente y al sur de Manila. Cinco d?as antes
Salcedo hab?a salido a castigar a los naturales de Cainta, un
pueblo distante unos quince kil?metros, rumbo a la Laguna de Bay. Este pueblo ten?a unos mil habitantes y estaba
rodeado por grandes y altos bosquecillos de bamb?s, forti
ficado con una muralla y defendido por algunas culebrinas.
El d?a de la Asunci?n, Salcedo se embarc? en una galera, con cien soldados hispanomexicanos, tres piezas de artiller?a
pesada y un buen n?mero de aliados de las Visayas y las
islas del sur. Llegando a las afueras de Cainta, por el r?o
Pasig que conecta Manila con la Laguna de Bay, durante tres
d?as aguard? la respuesta de los naturales a su solicitud de
rendici?n pac?fica y, no habi?ndola recibido, desembarc? a
sus soldados de a pi?, para rodear la plaza y atacarla por la
parte de atr?s. Derrotados, los naturales pidieron la paz y
pagaron tributo a los conquistadores.
Por este tiempo debe haber recibido la noticia de la muer
te de su abuelo. Pero no volvi? a la ciudad; la llamada del
deber era m?s fuerte y sigui? adelante con sus trabajos de
pacificaci?n y exploraci?n de las que son ahora provincias de
Laguna y Batangas. Al o?r hablar de minas de oro en lo que es ahora la regi?n de Paracale, fue a la provincia de Bicol
y la sujet? al dominio de Espa?a. Guido de Lavezaris, Tesorero Real durante la vida de
Legazpi y su sucesor en el gobierno, se mostr? al principio fr?o hacia el joven capit?n, por razones que tan s?lo pode
mos imaginar. Se ha dicho que el joven mexicano, a su
regreso a Manila, se neg? a ir a rendir pleites?a al nuevo
Gobernador General y se aisl? por el pesar de la muerte de su abuelo, cayendo as? en el desfavor oficial. Salcedo era
256 CARLOS QUIRINO
un capit?n demasiado valioso para la nueva colonia para
que lo dejaran ocioso mucho tiempo, as? que algunos meses
m?s tarde Lavezaris lo envi? nuevamente a Camarines a
investigar m?s acerca de las minas de oro y luego a la pro vincia de llocos, al norte, al empezar el a?o de 1574, a reco
lectar el tributo. Lavezaris inform? al rey que "?l (Salcedo) puso bajo el dominio de Vuestra Majestad toda esa regi?n
(la del sur) con m?s o menos veinte mil de sus naturales, con
el menor da?o posible". Lavezaris le encomend? a Salcedo
el ?rea cerca de Sinait, en llocos sur, para que la tuviera
como su encomienda. Este hecho hist?rico es importante,
porque demuestra que el joven Salcedo no recibi? nunca
beneficios de su abuelo y que sus servicios a la corona
fueron pagados hasta despu?s de la muerte de Legazpi. Las haza?as realizadas hasta este punto por Salcedo se
pierden casi al compararlas con lo que realiz? al rechazar la
poderosa invasi?n de Li-Ma-Hong, pirata chino, que pen
saba arrojar a los espa?oles de Luz?n y establecer all? su
propio reinado. Se ha dicho que Li-MaHong era pirata y tal vez lo era, pero hu?a de la tiran?a de los emperadores
Ming en China y viajaba no tan s?lo con marinos y guerre ros, sino con sus familias y sus bienes, preparados
a estable
cerse en cualquier lugar apropiado que,
en este caso, result?
ser las Islas Filipinas, ya que se le hab?a informado que hab?a muy pocos espa?oles en ellas. Su flota de m?s de cien
juncos fue avistada por Salcedo en la costa de llocos y, con
veinte soldados hispanomexicanos, el joven nieto de Legazpi tom? el camino de Manila, donde lleg? en el momento
preciso. Naturalmente que en el camino hab?a reunido al
gunos centenares de aliados pampangos y de Pangasinan. Cuando lleg? a Manila, la vanguardia de Li-Ma-Hong hab?a
iniciado el ataque sobre los leda?os al sur de la ciudad, ma
tando al veterano maestre de campo, Mart?n de Goiti. Lave
zaris inmediatamente dio ese cargo a Salcedo y en una san
grienta batalla dentro de las murallas mismas de Manila y en la playa, el mexicano derrot? a los invasores, el d?a de la
fiesta de San Andr?s.
Rechazado, Li-Ma-Hong fue a Pangasinan, provincia al
PRIMER MEXICANO EN FILIPINAS 257
norte de Manila, donde construy? una fortaleza, para esperar en ella un momento m?s propicio y agitar a los naturales
en contra de la dominaci?n espa?ola. Lavezaris orden? que se trajeran m?s aliados "indios" de las islas del sur y en
marzo de 1575, Salcedo sali? rumbo a Pangasinan en donde
tendi? sitio a las fuerzas de Li-Ma-Hong durante cinco meses, hasta que el chino, viendo que la situaci?n se volv?a intole
rable, despu?s de numerosos encuentros, huy? sigilosamente
por el Mar de China para no regresar nunca.
El siguiente trabajo de Salcedo fue la fortificaci?n de la
Ciudad de Manila, para lo cual reclut? a dos mil naturales
de la cercana provincia de Pampanga, para que hicieran el
trabajo. A principios del a?o siguiente de 1576 regres? a
llocos a la Villa Fernandina, que hab?a fundado y nombrado
as? en honor del joven pr?ncipe espa?ol, hijo de Felipe II,
para recabar el tributo de su encomienda. Planeaba regresar a M?xico con una licencia de dos a?os, para atender a sus
hermanos menores que hab?an quedado hu?rfanos en su
ausencia. De pronto le vino una fiebre maligna, como dicen las cr?nicas ?es posible que haya sido malaria?- y tuvo la
imprudencia de tomar agua de una acequia. El agua impura,
como lo expresan las cr?nicas "lo purg? habiendo causado su muerte a las tres horas". Aunque
no podemos saberlo con
seguridad, le hab?a dado una disenter?a t?fica o alguna otra
de las enfermedades tropicales que provocan una muerte
r?pida. Esto sucedi? el 11 de marzo de 1576, cuando Juan de Salcedo ten?a tan solo 27 a?os de edad.
Salcedo nunca contrajo matrimonio can?nico por una
raz?n u otra. Tal vez porque hab?a demasiadas pocas don cellas espa?olas o mexicanas en las islas en esos tiempos. Pero hay rumores rom?nticos de que se hab?a enamorado de una muchacha nativa de las islas y prueba de ello es su
mucho aprecio por los indios de su encomienda, a quienes hizo sus herederos.
Sus restos fueron exhumados y llevados a Manila para ser enterrados en la Iglesia de San Agust?n, junto a los de su abuelo. Pero cuando Manila fue saqueada por los ingle ses en 1762, todas las criptas fueron violadas y no sabemos
258 CARLOS QUIRINO
ahora donde se encuentran sus cenizas. Es curioso el anotar
que cuando su cad?ver fue llevado a Manila, no se encontr? la cabeza. Sus soldados filipinos la hab?an robado, siguiendo las creencias de sus
antepasados paganos, para convertirla
en un objeto de veneraci?n y recuerdo.
?Qu? clase de jefe militar fue de Salcedo? Un relato con
tempor?neo nos hace saber que: "algunos de sus soldados se
quejaban de que se comportaba mal". Cu?l era esa con
ducta no se aclara. Tal vez, Salcedo llevaba a sus hombres a un paso demasiado duro, exigi?ndoles m?s de lo que
pod?an dar, porque esto era durante el tiempo de aguas, en
la regi?n de Camarines y las veredas se hab?an vuelto casi
impasables debido a los aguaceros tropicales. No es de creerse
que el cronista espa?ol haya considerado oportuno mencionar
que Salcedo se comportaba con crueldad hacia los natura
les, sino tan solo "mal" hacia sus soldados.
Fray Mart?n de Rada nos da una versi?n diferente. Sos tiene que los naturales de Camarines eran los m?s valientes
y los nombres mejor armados de todas las islas; en conse
cuencia, aunque nunca atacaron a los espa?oles, se defen
dieron en todos sus pueblos y nunca se les pudo conquistar si no fue por la fuerza de las armas. Como una consecuencia
de esta defensa de sus hogares, Fray Mart?n de Rada dice
que m?s han muerto en esa tierra que en ninguna otra de las
conquistadas.
Como ya he dicho antes, Salcedo us? cuando fue necesa
rio, de la fuerza. Un relato filipino, tomado de una copia del siglo xv?n que poseo, refiere que el pueblo de Lilio en
Laguna fue tomado pac?ficamente por los indios de Salcedo,
pero en el pueblo anterior un caudillo dispar? un arma y fue muerto por los espa?oles.
El padre Rada informa al virrey de M?xico, don Mart?n
Henr?quez en 1574 que, aun cuando tres compa??as de sol
dados han venido de M?xico, tan solo los de Salcedo han
recibido concesiones de tierras y que durante dos a?os segui dos los espa?oles hicieron entradas en los indios para obli
garlos a pagar el tributo en oro. Por otra parte, Fray Fran
cisco Ortega un a?o antes le recomienda al virrey Henr?quez
PRIMER MEXICANO EN FILIPINAS 259
"" que se tome especial cuidado en mostrar bondad y favor
al Capit?n Juan de Salcedo, en vista de que es uno de los
que m?s han trabajado en esta tierra y que han mostrado
m?s celo en el servicio de Su Majestad. Es muy arrojado
y en?rgico y, para ser un hombre tan joven, es muy cauteloso
y prudente y tiene muchos deseos y prop?sitos de servir a
Dios y a Su Majestad".
El governador Lavezaris en junio de 1573, despu?s de
la segunda expedici?n a Camarines, le informa al rey Feli
pe 11 que Salcedo "es uno de los que m?s se han ejercitado
y se ejercita en cualquier cosa que se le ordene, no tan s?lo
?en conquistas, descubrimientos y pacificaci?n de estas islas, sino en
cualquier otra cosa
que se ha ocurrido o pueda
ocu
rrir en el servicio de Su Majestad. En todo esto y en expe diciones de gran importancia que se le han encomendado
<en esta tierra, ha dado muy buena cuenta de s? mismo. Me
rece y conviene que Su Majestad as? lo resuelva, el hacerle
alg?n favor. En pagar las deudas de su abuelo y para el
reposo de su alma, ha gastado toda su hacienda".
Quiero recalcar que las tres compa??as de soldados que
se enviaron a Filipinas en tiempos de Legazpi, fueron for
madas en M?xico; se compon?an de j?venes entre los veinte
y treinta a?os, que eran espa?oles de origen, pero nacidos y ?ducados en M?xico. Es muy posible que muchos de ellos
fueran mestizos. Eran valientes y aventurados, pero sent?an
tambi?n amistad y compasi?n hacia los indios filipinos que habr?an de convertirse al cristianismo y en vasallos del Rey de Espa?a. Esto, indudablemente, es la raz?n por la cual
todos los historiadores est?n acordes en que la conquista de
Filipinas fue relativamente mucho m?s humana que las con
quistas de M?xico, Per? y otras regiones de Centro y Sud
am?rica.
No se puede rendir a Salcedo mejor tributo que el que le rindiera el h?roe nacional de las Filipinas, el doctor Jos?
Rizal quien afirma en sus anotaciones a la cr?nica de don
Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Filipinas, cuya pri mera edici?n apareciera en M?xico en 1609, cuando dice:
2?0 CARLOS QUIRINO
"Este h?roe, llamado el Hern?n Cort?s de las Filipinas, fue en verdad el brazo inteligente de Legazpi. Por su pruden cia, por sus grandes cualidades, por su talento y valer per sonal, se capt? las simpat?as de los filipinos y se le sometie ron sus enemigos. Los inclin? hacia la paz y amistad con los
espa?oles. Asimismo salv? a Manila de Limahong. Murid a la edad de 27 a?os y es el ?nico que, hasta donde sabemos, nombr? a los indios como los herederos de una gran parte de sus
posesiones, especialmente su encomienda en Vigan."
INFLUENCIA HISPANOMEXICANA EN EL IDIOMA TAGALO
Jos? Villa Panganiban Instituto del Idioma Nacional, Manila
Cuando yo era ni?o, nos divert?amos con un juego de mo nedas llamado tanggya en el idioma tagalo. Se dice que esta
palabra est? relacionada con el t?ngano de los mexicanos. Llam?banse en tagalo mek las monedas empleadas en tanggya. En efecto, eran monedas antiguas mexicanas que hab?an sido
reemplazadas por monedas nuevas marcadas de un lado con
'United States of America\ Nosotros los ni?os de aquel tiem
po apreci?bamos las monedas mek. Las manten?amos puli das y lustrosas para el juego.
Al ojear el mapa de M?xico, lo primero que llama la atenci?n es la palabra "M?xico", que es tambi?n el nombre de un pueblo bien conocido de la provincia de Pampanga en las Filipinas. Aunque el nombre original era masicu, lu
gar de la fruta llamada "chicos", los inmigrantes mexicanos lo cambiaron por el de M?xico, su pa?s de origen, en honor al lugar de residencia del virrey que gobernaba estas islas en nombre de Espa?a.
Los filipinos utilizamos una salsa muy picante llamada
tabasko, otra palabra que conserva el nombre de un Estado de M?xico: Tabasco. Estamos seguros de la ?ntima relaci?n entre la palabra chile mexicana y la palabra sili en tagalo.
El mapa de M?xico nos muestra cuatro cordilleras llama das "sierra madre". En cuanto a las Filipinas, la Sierra Ma dre domina la regi?n oriental de la isla de Luz?n.
Se nota, a primera vista, que los nombres de diversos estados de M?xico se han convertido en apellidos comu nes entre los filipinos, como Vera Cruz, Hidalgo, Guerrero,
Quintana, San Luis, Le?n y Morelos. El uso de apellidos y de nombres hisp?nicos, especialmente los nombres de los santos para individuos y de nombres geogr?ficos de Espa?a,
2?Z LOS? VILLA PANGANIBAN
revela la influencia espa?ola sobre los dos pa?ses, M?xico y las Filipinas. Despu?s de una ojeada superficial el mapa de
M?xico, hemos anotado los nombres siguientes que son al
mismo tiempo nombres geogr?ficos y personales, la mayor?a de los cuales llegaron a las Filipinas de M?xico.
Apellidos y nombres geogr?ficos: Abas?lo, Acu?a, Alar
c?n, Alvarado, Alvarez, Allende, Asunci?n, Bautista, Bena
vides, Ben?tez, Buenavista, Candelaria, C?rdenas, Carranza,
Carrillo, Castro, Concepci?n, C?rdoba, Cuevas, Cuyo, Chico, De la Torre, D?az, Dolores, Dom?nguez, Eugenio, Enr?quez,
Evangelista, Farina, Flores, Gloria, Gonz?lez, Guadalupe, Guti?rrez, Hern?ndez, Herrera, Hidalgo, Isabela, Jalapa, Ji m?nez, Laguna, La Pur?sima, Lerma, Los ?ngeles, Madero,
Magdalena, Mart?nez, Mata, Mendoza, Miramar, Platon, Pro
greso Rosales, Rosario, S?nchez, Santa Cruz, Santander, San
tiago, Soledad, Solferino, Tablas, Tapia, Tejada, Trevi?o, Trinidad Vega, Victoria, Villa, Villahermosa, Villanueva,
Zamorra, Zapata, Zaragoza.
De los nombres de los santos empleados como nombres
geogr?ficos tanto en las Filipinas como en M?xico, los m?s comunes son: San Andr?s, San Antonio, San Carlos, San
Crist?bal, San Diego, San Felipe, San Ferm?n, San Fernan
do, San Francisco, San Ildefonso, San Isidro, San Jos?, San
Juan, San Lorenzo, San Lucas, San Luis, San Marcos, San Ma
teo, San Miguel, San Nicol?s, San Pablo, San Pascual, San
Pedro, San Quit?n, San Rafael, San Sebasti?n, Santo Domin
go, Santo Tom?s, San Vicente. Entre los nombres de las
santas hay: Santa Ana, Santa Anita, Santa B?rbara, Santa
Clara, Santa In?s, Santa M?nica, Santa Rita, Santa Rosa, Santa Teresa, etc.
En el aspecto de la literatura regional se admite que la
palabra corrido signific? originalmente "ocurrido" en la len
gua castellana. En las Filipinas, este tipo de literatura in
cluye cuentos, narraciones, historias, f?bulas, etc., escritos en
los idiomas ind?genas. La palabra "corrido" se ha trasfor
mado en el kurido de los tagalos, que no se debe confundir
con la pasyon (pasi?n), otra forma imaginativa, largo poema narrativo que
se declama usualmente como recitativo. Se
INFLUENCIA EN EL TAGALO 263:
pueden incluir como ejemplo de la influencia mexicana so
bre el idioma filipino, las siguientes palabras: la palabra castellana "pastorales" que significa comedias de Navidad; la "comedia" misma (tagalo: komedya), representaciones dra
m?ticas al aire libre sobre las guerras entre los cristianos
y los musulmanes; la palabra t?teres (tagalo: titiria o karilvo)
que designa un espect?culo de sombras chinescas con narra
ciones tomadas de los corridos, as? como tambi?n los vocablos
castellano "cen?culo" (tagalo: senakulo) y "zarzuela" (taga lo: sarsuwel?), palabras que bien pueden ser incluidas como
parte de la influencia mexicana sobre el idioma filipino. Entre las palabras mencionadas por Miguel Le?n-Portilla
en su art?culo intitulado: "Algunos nahuatlismos en el cas
tellano de Filipinas" las siguientes palabras existen en el voca
bulario filipino, el idioma nacional de la rep?blica de las
Filipinas, basado en el tagalo. Las que no est?n marcadas
MLP, son palabras de origen mexicano no mencionadas por Le?n-Portilla, sino procedentes de otras fuentes.
acacia (Samanea saman.), ?rbol leguminoso llamado aka
sya en tagalo y otros idiomas filipinos, cultivado en muchas
regiones como ?rbol umbroso. Introducido de Am?rica tro
pical por i860. acapulco (Cassia alata), arbusto cuyas hojas se emplean
para curar la culebrilla; en Filipinas se llama akapulko, ka
purko. ajchuete (mlp) (Bixa arellana), achiote, cuyas ra?ces se
emplean como tintura vegetal. En Filipinas: atauwete (Ilk. achiti, asuite; Bis. chotes, sotis).
alambrillo (de Rose: Useful Plants of Mexico) (Adian turn capillus-veneris), conocido por el nombre alambrilvo: las
hojas se emplean como t? para aliviar los c?licos.
amarillo (tageta erecta), clavil?n o cal?ndula, introdu
cido desde M?xico alrededor de 1870 junto con "la cadena
de amor". Amarilvo, ahito.
anonas {Anona reticulata), la planta del ?rbol anon?cea, llamada en
Filipinas anonas, anunas o anunang.
APAZOTL (Chenopodium abrosioides), hierba medicinal
quenopodi?cea, alpasote, alpasotis, aposotis, pasotis, preferida
2?4 JOS? VILLA PANGANIBAN
entre los herbolarios para lograr en los ni?os la expulsi?n de las lombrices.
aroma (Acacia farnesiana), arbolitos muy espinosos que florecen en regiones pantanosas y en los litorales. Introdu cido de Am?rica tropical a trav?s de M?xico.
atole (mlp), en M?xico, bebida preparada con sustancias
harinosas y no-alcoh?lica. En Filipinas atole significa actual
mente una pasta de harina, empleada como adhesivo, no
comestible.
avocado (Persea americana), en Filipinas, abukado, ?rbol
parecido al aguacate, introducido desde M?xico a fines del
siglo XVI.
ayapana (Eupatorium triplinerve), planta vivaz medici
nal empleada como sudor?fico y t?nico. azucena (Plianthes tuberosa), planta lili?cea, cultivada
por sus flores blancas; olorosas y sedosas.
balimbin (Averrhoa carambola), peque?o ?rbol que pro
duce fruta con cinco l?bulos agudos y angulosos, cultivado en varias regiones como comestible; llamado balimbing, rela
cionado con las "camias".
balsa, madera azteca muy ligera. En tagalo, balsa signi
fica ?nicamente los cayucos construidos de madera ligera y ca?as.
barraca, Mex. cuartel. Los d?as de raya las familias de
los soldados mexicanos ven?an a la "barraca" para hacer
compras. El tagalo adopt? la palabra baraka en el sentido
de "mercado" junto con los modismos merkado, tivangre, pa
lengke. berengena (Solanum melongena), o berengjena, conocido
como talon en tagalo pero como berenghena entre los filipi nos de origen espa?ol.
berenjita peluda (Solanum mammosum), otra especie cuyo fruto en forma de pera termina en una tetilla, de don
de, el tagalo talongsusu o utong.
BiGNONiA (Bignonia stans), planta ornamental con flor
amarilla en forma de una campana. Bignonya.
borrico, Burro. Conocido en el idioma filipino como
buriko.
INFLUENCIA EN EL TAGALO 26s
BUDOi (Ceiba pentandra), miraguano, palmera llena de
una sustancia sedosa, cuyas vainas producen fibras que se
emplean para rellenar cojines y almohadas. Conocido como
kapok, buboy, bulakkahoy. cabaio, del castellano "caballo". Los caballos no son ori
ginarios de las Filipinas. La pronunciaci?n kabayo es ?nica
entre todos los idiomas filipinos. La palabra "caballo" se
emplea por los filipinos de habla espa?ola. caballero (Caesalpinia pulcherrima), Kabalyro o flam
boy?n, con flores rojas y amarillas, "flor del para?so", planta ornamental.
cabello de ?ngel (Quamoclit pennata), clem?tide. Tam
bi?n se llama malabukbok.
cachuate (mlp) (Arachia hypogaea, de Cacahuati). Qui sumbing anota "cacahuate" como Gliricida sepium. En fili
pino, kakwate de origen azteca, es cultivada en raz?n de sus
bellas flores color de rosa, para dar sombra a los ?rboles de cacao y como seto vivo. Protegiendo los cacaos, se le conoce
como madrekakaw o mirikakaw.
cacao (Theobroma cacao), Kalaw se emplea en la pro
ducci?n de chocolate y mantequilla de cacao que se utiliza en la fabricaci?n de dulces y cosm?ticos, as? como para exci
piente medicinal.
cacat?a, palabra introducida desde M?xico. En tagalo
significa kakatwa "raro" o "extra?o", t?rmino descriptivo de
la cacat?a.
cactus, las plantas medicinales cact?ceas y los cactos ena
nos son originarios de Am?rica tropical y fueron introducidos en las Filipinas a trav?s de M?xico. Hay cultivadas muchas variedades del kaktus.
CAiNiTO, cultivado actualmente en las Filipinas bajo el nombre de kaimito or kainito.
calabaza (Cuc?rbita maxima), conocida como kalabasa o karabasa en todas las islas Filipinas.
calachuche (Plumiera acuminata), frangipani o flor del
templo, llamado en Filipinas kalatsutsi, kalasusi, karatutse, kalanotse, variantes del nombre azteca, plantas ornamentales.
camachile (mlp), del azteca "cuauhmochitl" o "cuam?
266 JOS? VILLA PANGANIBAN
chil"; Inga punges o Inga dulc?s, planta leguminosa, kamat
sile o kamastile, cuya corteza produce el tanino, muy emplea
do en tener?a.
camias (Averrhoa bilimbi), arbolito que posee ?cido sub
cil?ndrico, cuya fruta es comestible y conocida bajo los nom
bres kamvas o kalamvas, en todos los idiomas de Filipinas. camote (mlp) (Ipomea batatas), del azteca "camotl". Plan
ta rastrera, kamota, que tiene ra?ces comestibles. Cultivo ex
tenso en las Filipinas. campanero (Thevetia peruviana), oleander amarillo, kam
panero, planta hornamental cultivada en raz?n de sus her
mosas flores.
campanilla (Allamanda catharica), planta concolul?cea
amarilla, kampanilya, planta ornamental. cassava o tapioca (Manihot esculeta), mandioca de ra?
ces tuberosas, llamada kasaba, hamoteng, kahoy. Su almid?n se conoce como balinghoy.
casui (Cassuvium reniforme), mara??n, llamado kasuy o balubad, peque?o ?rbol de tronco torcido, cuya nuez tiene
la forma de un ri?on. cereza (Muntingia calabura), seresa entre los que hablan
Ilk. y Esp., pero d?tiles o ratiles en tagalo, pampango, biko
la?o y bisayan. Un ?rbol con ramas extendidas. Produce una
fruta dulce redonda, llena de semillas.
chancana, significa "negruzco" en M?x. sangkaka
en ta
galo, tambi?n negruzco de color, pero designando especial mente panes de az?car de ca?a moldeados en medias casca
ras de cacao.
chay?te, enredadera, sayote, fruta de forma de pera, em
pleada como ensalada.
CHICHIRICA (Catharanthus roseus), planta ornamental, sit
sirika o kantutan, parecida a la hierba doncella color de
rosa.
chico (mlp) (Achras sapote, del azteca 'xicotzapotl") ?r
bol de cultivo extenso con fruta sabrosa, tsiko en todas
partes. chile (Capsicum annuum), pimiento verde, que se llama
sili por doquiera. Actualmente hay variaciones: siling-h'aba
INFLUENCIA EN EL TAGALO 267
(pimiento rojo), siling-bilog (pimiento redondo), siling-labu go (pimient?n). Hay tambi?n una variedad de pimiento
(siling-pasiti) que es planta silvestre aunque se domestica con
sokolate o sikulate.
ciruela (Spondinas purpurea), ?rbol llamado sinigwelas en las Filipinas. puesta de cacao pulverizado desle?do en agua hirviendo; facilidad.
chocolate (mlp), del azteca "zocoatl", una bebida com
corales (Quassia amara), arbusto, cuasia, conocido bajo el nombre de kurales o kuwasya.
coyote (mlp), este animal no existe en el arquip?lago pero los filipinos lo conocen por las lecturas. Se escribir?a,
hoy?te. cuasia, ver corales.
cujete (Crescencia cujete), el calabacero, cultivado para adorno, kuete.
dama de noche (Cestrum nocturnum), arbusto enredade
ro, dama-de-notse, cuyas flores esparcen suave aroma por la
noche.
dura (parosela glandulosa), hierba introducida de M?
xico antes de 1870, llamada duro, agogo, sampa-sampalukan.
Las emplean para curar la hemotisis.
duranta (Duranta repens), arbusto amarillo ornamental.
ELECHo de plata (Pityrogramma calomelanus), pol?podo ex?tico empleado medicinalmente contra enfermedades del
ri?on; eletso o pakong-gubat. escobilla (Scoparia dulc?s) planta herb?cea, eskobilya o
malaanis.
estrella (Isotoma longiflora), la hierba leche de gallina. Se le conoce como estrelya, l?grimas de San Diego, rebyenta
kabalyos, y se cultiva en raz?n de su contenido isot?mino.
girasol o mirasol (Helianthus annuus), el gigant?n. Lla mado hirasol o mirasol.
granadilla (Passif lora quadrangular is), pasionaria cua
dr?ngulas Se llama granadilya, apreciada por su fruta y como adorno.
268 JOS? VILLA PANGANIBAN
guayaba (Psidium guayava), llamado byabas o gyabas, ?rbol que produce una fruta muy gustada en Filipinas.
GUAYABANO (Anona muricata), peque?o ?rbol con fruta
pulposa que despide un olor agradable. Llamado guayabano y, a veces, anonas.
j?camas (Pachyrrhizus jicamas), tub?rculo enredadero con un bulbo grande carnoso y comestible. Se llama singhamas o hikama en todas partes.
jijijAPA, sombrero de paja, tipo Panam?, antiguamente usado, hipihapa. En M?xico, "jijipaja" quiere decir "paja".
LANTANA (Lantana viburnoides), arbusto arom?tico llama
do lantana o kantutay, cultivado como seto vivo o por sus
flores.
lirio (Hymenocallis littorale), en tagalo, liryo o bakong, cultivado como seto.
maize (Zea Mays), se llama mais en todo el arquip?lago,
constituyendo la base de la alimentaci?n del pueblo en las
regiones visayanas. malatabaoo (Eleprantopus mollis), hierba medicinal, ma
latabaco.
mana (Jatropha multifida), ?rbol de la especie coral; man? en filipino.
man? (Arachis hypogaea), cacahuate. El nombre filipino man? se pronuncia con la terminaci?n gl?tica aguda.
maravilla (Mirabilis jalapa), enredadera originaria del
Per?, llamada marabilya, a-las-kwatro, orasyon o suspiros.
mariguana (Cannobis saliva), c??amo com?n, mariwana,
cuyas hojas secas y flores son fumadas a modo de cigarros
(hoy prohibida por raz?n de sus efectos viciosos). maya, la palabra filipina maya (p?jaro cantor) puede de
rivarse del nombre de los mayas de Am?rica central, llegando la palabra a trav?s de M?xico.
mimosa p?dica, la mimosa sensitiva, makahiya indicando
la sensitividad de las hojas al tocarlas. nana (mlp), azteca "nantli" (madre), en tagalo naney
significa "madre" o "abuela". Tambi?n nanang, inang, inay. pach?n (mlp), azteca "pachoa": comprimir el est?mago.
La palabra tagalo pus?n (crecimiento del abdomen) puede
INFLUENCIA EN EL TAGALO 269
ser considerada desde el punto de vista fon?tico y sem?ntico como relacionada al azteca
"pachoa".
palenque, en M?x., palisada, estacada. En los idiomas
filipinos, palengke es mercado, sin?nimo de baraka, merkado,
y tiyangee. palmilla (Eleutherine palmifolia), planta tuberosa, pal
milya o
malabawang, cultivada como planta ornamental.
panocha, en tagalo panuts? significa dulce de cacahuate
plano y redondo, cubierto de piloncillo. En otras partes, la
palabra panuts? se emplea en vez de sanghaka (v. chancana). papaya, fruta muy com?n que
se toma en el desayuno.
pascuas (Poinsettia pulcherrima), "flor de fuego" en M?
xico, cultivada bajo el nombre de paskwa o pasko, pero en
los ?ltimos a?os poinsetya, nombre debido a una compa??a
petrolera que distribuye macetas de poinsettia a sus clientes
en la Navidad.
pasionaria (Passiflora foetida), enredadera, pasyonarya,
cuyas flores exhalan un olor desagradable. petaca (mlp), del azteca "petlacalli". En las islas, pitaka
(vocablo gl?tico en su terminaci?n), nombre gen?rico de
bolsa que se emplea para toda clase de cartera o bolsa para
guardar moneda y billetes.
pimienta (Piper nigrum), originaria de las Antillas, in
troducida en las Filipinas a trav?s de M?xico; cultivo exten
so. Se llama paminta. pintado (Euphorbia heterophylla), arbusto ornamental
llamado pintado. pina (Ananas comosus), se llama pinya en todas partes de
las Filipinas. ROSAS DE PASCUA, V. PASCUAS.
santa elena (Leucaena glauca), peque?o ?rbol cultivado
para le?a, reforestaci?n, cubretrigo, o exterminador de la
hierba "cogos". Conocido como santalena.
sota, en M?x., el que se encarga de los caballos en las
caballerizas. Sota tiene el mismo sentido.
tabaco, Europa conoci? esta planta por los indios ameri
canos. Los espa?oles, poco despu?s de la Conquista, descu
brieron el Valle de Cagayan como tierra f?rtil para el cul
270 JOS? VILLA PANGANIBAN
tivo y de esta manera monopolizaron el comercio, llevando
las semillas desde M?xico. Tabako se cultiva en todas partes de las Filipinas.
TAiUM (Indigofera suffructicosa), la planta del a?il. Se
llama tayum con variantes tayon, tagum, tagun, yagum. Una
calle de Manila se llama Tayuman. Tambi?n hay una planta llamada tayuman (In figo fera hirsuta).
tamal (mlp), azteca "tamalli". En las islas los tamales
contienen ma?z, almid?n, carne y condimentos, a menudo pi
cantes como la pimienta, cocidos a vapor en hojas de pl?ta nos. Actualmente es una
golosina cara.
TAPANco (imlp),
azteca "tapantli". Tapangko
es una espe
cie de desv?n de madera en los barcos casco o en el techo
de cabanas al lado de una casa.
tata (mlp), azteca "tahtli" (padre). Tata, tatay y tatang son denominaciones comunes de "padre" en diversos idio
mas de las Filipinas. tianguis (imlp), azteca 'tianquiztli" (mercado). Tivangge
se emplea
en todas partes para mercado, junto con merkado,
palengke y baraka. tiza (mlp), azteca "tizatl" (tierra blanca con magnesio);
filipino tisa (con vocal final gl?tico) significa i) techo de
estuco hecho de ladrillos rojos; 2) gis para pizarr?n (tam bi?n yeso). Actualmente, yeso y tsok (ingl?s, chalk) dan a
tisa una aceptaci?n secundaria.
tocayo (mlp), azteca 'tocaitl"; las palabras tukayo (mase.)
y tukaya (femenina) significan tocayo, persona del mismo
nombre.
tomate (Lycopersicum esculentum), la tomatera. Cono
cido en todas partes como kamatin.
tonkin (Convolvulus colubrinus), enredadera, tungkin, con flores moradas en racimos, parecida
a la ipomea.
trompeta (Datura arb?rea), floripondio de Chile y Per?,
llegado a las Filipinas por M?xico. Todav?a conocido como
trompeta.
verbena (verbena jamaicencia), t? del Brasil, llamado ber
bena en las ciudades, pero kandi-kandilaan en las provincias
tagalas, albaka en la Visaya y bolomoros en Bikol.
INFLUENCIA EN EL TAGALO 271
vihuela, azteca, guitarra o mandolina llamada bigwela.
viola, posiblemente una forma mexicana de la palabra castellana "vuela", un
juego consistente en brincar por enci
ma de un jugador recostado. En tagalo, biyola.
volada, familiarmente bolada en tagalo; trampa, mentira
intencionada, que puede ser adaptaci?n o imitaci?n de un
t?rmino mexicano.
yates (Anona aquamosa), anona, chirimoya; aonocido como at is.
zabache (Phaseolus lunatus), enredadera anual, parecida al haba de lima; sibatse en la regi?n tagalo; pariente del
patani.
zacate (mlp), planta gram?nea, sikati, que sirve como
forraje para caballos y ganado. La tierra en donde se cultiva
es sakatihan y el cultivador se llama sakatero.
zagual, en tagalo, sagwan, aunque hay
una palabra ge
nuina tagalo gaod, tambi?n significando canalete.
zamuro, en Venezuela, el zopilote com?n; la palabra se
usa en M?xico como expresi?n de disgusto. En tagalo damu*
ho (con terminaci?n gl?tica) se usa como interjecci?n des
pectiva.
zapote, azteca, especie de chico, llamado sapote o tsiko
mamey en tagalo. Se emplean las semillas contra la caspa.
zaragate, en el habla mexicana, travieso, inquieto. En
tagalo saragate significa travieso o algo malicioso.
Es de notarse que la mayor parte de las palabras en esta
lista son t?rminos de bot?nica. Esto se debe a que nuestra
fuente de informaci?n m?s completa, es el texto Medicinal
Plants of the Philippines por Eduardo Quisumbring. Sin
embargo creemos que tenemos testimonio suficiente para evi
denciar una esfera m?s o menos extensa de influencia ling??s tica mexicana sobre el vocabulario del filipino, el idioma
nacional filipino con base tagala.. En este idioma basado en
el tagalo hay alrededor de cinco mil palabras castellanas co
rrientes que se pueden identificar con el espa?ol de M?xico
o con palabras prestadas del n?huatl por el castellano.
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO
Lothar G. Knauth
Harvard University
"Ganada la Am?rica, cuarta parte de la tierra que los anti
guos no conocieron, navegaron tras el sol, descubriendo en
el Mar Oc?ano Oriental un archipi?lago de muchas islas
adyacentes a la Asia Ulterior, pobladas de muchas naciones...
en que enarbolando el estandarte de la Fe, las sacaron del
yugo y poder del demonio y las pusieron en su obediencia y
gobierno",1 as? hace la composici?n de lugar en su libro, Antonio de Morga, alcalde de crimen en la Audiencia de
M?xico. Su obra, Sucesos de Filipinas, se imprime en M?xi
co, en la casa de Ger?nimo Balli, en 1609, casi a la mitad
de la existencia del imperio luso-espa?ol, cuando todav?a las
derrotas impuestas por ingleses y holandeses en alta mar no
se han convertido en p?rdidas de territorio y de influencia
pol?tico-econ?mica en Asia oriental.
En el pr?logo de la obra, que a primera vista parece netamente una
exposici?n razonada de eventos hist?ricos, el
alcalde de crimen de M?xico nos descubre su posici?n frente
a la verdad hist?rica:
.. .dar a cada uno lo que se le debe y volver por la verdad, sin
odio ni lisonja, que ha sido agraviado en algunas relaciones que corren por el mundo: Vicio muy reprobado en los que refieren
haza?as ajenas, cuanto prohibido por la ley penal que establecie
ron Cat?n y Marco, tribunos del pueblo romano, a los que con
tando las propias exced?an que parec?a menos punible, por inter
venir en este el amor propio".2
La obra muestra una cierta predilecci?n por relatar con
troversias jurisdiccionales y estructuras pol?tico-sociales, indi
c?ndonos el trasfondo ideol?gico, el cual compart?a Morga como miembro de la nueva burocracia del Imperio Espa?ol de Ultramar. Para aclarar su
pensamiento que se
reflejara,
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 273
tanto en su actuaci?n oficial como en su historiar, seguiremos el desenvolvimiento de su carrera, hasta el momento de la
publicaci?n de los Sucesos.3
"... A Vuestras buenas partes, letras y suficiencias... "
Morga era peninsular. Naci? el 29 de noviembre de 1559 en
Sevilla, adonde hab?a venido a residir su padre, Pedro de
Morga y Garay, mercader vizca?no. Su madre, Agustina S?n
chez y L?pez de Garfias, era sevillana.
A los diez a?os, fue enviado a estudiar a Salamanca donde
obtuvo el grado de bachiller en 1574, regresando m?s tarde a Sevilla. Patrocinado por Pedro de T?llez Gir?n, Duque de Osuna, recibi? el 29 de agosto de 1578 una prebenda de
c?nones, vacante en el Colegio-Universidad de Osuna. Des
pu?s de la debida averiguaci?n sobre su limpieza de sangre, entr? en el Colegio de la Limpia Concepci?n, a fines de no
viembre del mismo a?o; solamente un mes despu?s, se doctor?.
No consider? suficiente tener t?tulos en c?nones, y deci di? matricularse nuevamente en Salamanca para graduarse en leyes. Como letrado, de los jueces eclesi?sticos en Filipinas podr?a
decir en a?os venideros que "executaban todo lo que act?an y sentencia justa vez, en
justa, sin ser letrados, ni
tener quien les adiestre".4
Egresado de Salamanca, entr? al servicio de Felipe II. Dos a?os despu?s, el 1 de febrero de 1582, como un "joven recio y bien comprexionado", se cas? con Juana Breviesna
Mu?atones, hija del corregidor de la ciudad de Ecija, Sevilla.
Desempe?? varios cargos de justicia en Espa?a, hasta <jue fue destinado a las Filipinas.
La orden de Felipe 11, fechada en el Escorial, 18 de agosto de 1593, dec?a:
Teniendo consideraci?n a lo que vos, el doctor Antonio de Morga, me hab?is servido, y a vuestras buenas partes, letras y suficien
cia, es mi voluntad de os elegir y nombrar... por asesor lugar teniente de Gobernador y Capit?n General de las islas Filipinas, en
lugar del Lie. Pedro de Rojas que ... le he promovido a una
plaza de Alcalde de Crimen en mi Audiencia Real de la ciudad de
M?xico 5
274 LOTHAR KNAUTH
De esta manera, Morga entraba en el escalaf?n que le
llevar?a tambi?n a M?xico. Con anterioridad, el ascenso a
las plazas de Filipinas siempre se hab?a efectuado desde
M?xico.
Las Filipinas desde la llegada de G?mez P?rez das Marinas
como Gobernador y Capit?n 'General, no ten?an Audiencia; se hab?a suprimido por orden fechada el 18 de agosto de
1589. La ?nica situaci?n semejante era la de Chile, como lo
indica el t?tulo de Morga, "... que juntamente se?is teniente
general del dicho Gobernador y Capit?n General para las
cosas de gobierno y guerra... seg?n y como... lo hace ?l que al presente lo es en las provincias de Chile".6 Parece que
para Felipe 11 y su consejo, en esta instancia surg?an nueva
mente los problemas de la justicia de la guerra contra los
naturales y de la esclavitud de los rebeldes y ten?an enigmas
y soluciones semejantes.
El mi?rcoles de ceniza de 1594, Morga sal?a con esposa e
hijos de Espa?a, a donde ya no regresar?a. Hizo escala en
M?xico, interviniendo de paso, en los procesos contra Sebas
ti?n Vizca?no y P?rez del Castillo. Con el primero, dos d?
cadas m?s tarde, discutir?a la pol?tica que la Nueva Espa?a hab?a de seguir en sus relaciones con el Jap?n. Antes de
partir, por Real C?dula, qued? nombrado general de la flota
que le llevar?a a Filipinas. Como la nao "San Felipe", el
a?o anterior hab?a tra?do la noticia de que las islas estaban
amenazadas por un ultim?tum de Toyotomi Hideyoshi el
Kampaku, regente del Jap?n, que exig?a sumisi?n y tributo,
y de que el gobernador hab?a sido asesinado por unos reme
ros chinos rebelados, se embarcaron doscientos hombres de
guerra. La flota sal?a el 22 de marzo de 1595, de Acapulco. Doce d?as despu?s de haber tomado posesi?n, Morga es
crib?a a Felipe 11: "... hall? la tierra en paz y m?s quietada de sospechas de enemigos que hasta aqu?, y con muchas espe ranzas de abrir la puerta de la predicaci?n de su evangelio entre los infieles vecinos.... ". Si este celo religioso era espe
rado de cualquier espa?ol, el oficial de la corona tambi?n
se?alaba, ".. .que la caja, que Vuestra Majestad tiene en estas
islas, ha sido administrada con mucho da?o de la hacienda
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 275
de Vuestra Magestad, y que es muy necesario que Vuestra
Magestad envi? quien la visite y ponga las cosas en raz?n
para lo adelante, porque con ello tendr?a Vuestra Magestad con que hacer los gastos que se ofrecen, sin proveerlos de la
Nueva Espa?a,
como ahora se hace... " 7
Otros dos puntos captaron su inter?s inmediatamente:
uno, el p?simo estado de la defensa, el otro, la ingerencia del poder eclesi?stico. "La jurisdicci?n de Vuestra Magestad en este reino est? tan acortada con la eclesi?stica, que en
todas ocasiones no podemos salir con ella, y como no hay quien alce las fuerzas, se
padece mucho y nos vemos con gran
des penalidades y trabajos, porque se entremeten los eclesi?s
ticos y religiosos en todo... y aun entre s? mismos tienen
muchas inquietudes y cismas, que en cosa de compasi?n". Por ello, en carta al Rey, escrib?a: "Suplico:
... se sirva de
mandar, en caso que no haya de volver de fundarse la Real
Audiencia, proveer de remedio, como haya quien alce las fuer zas en tierras tan remotas de la Audiencia de M?xico, que con
cualquier cosa que se ofrezca enviar a ella, pasan a lo
menos dos a?os primero que pueda volver despachada".8 Sin embargo, d?as despu?s de escrita esta carta, lleg? el nuevo
gobernador, Francisco Tello. As? se puso fin a la situaci?n interna que hab?a existido desde la muerte de G?mez P?rez
das Marinas. Todav?a tardar?an dos a?os en fundar la nueva
Audiencia, a pesar que ya se hab?a expedido la Real C?dula autoriz?ndola.9 Para remediar abusos locales, el gobernador ten?a que tomar presos
a todos los de ayuntamiento de Ma
nila y desterrar a Diego de Soria, O. P., por excesos.
Al tiempo de restablecerse la Audiencia, en junio de
1598, Morga mand? a Felipe 11 una Relaci?n de ciento se senta
puntos.10 Destaca en ella su
preocupaci?n por una
pol?tica econ?mica conservadora y de conservaci?n. En va
rias partes aparecen ideas sobre precios fijos para alimentos b?sicos (punto 36), restricci?n del cr?dito para el comercio con los chinos (45) y la introducci?n de los reglamentos suntuarios para hombres y mujeres (64). Para conservar los recursos de las Filipinas censura: la exportaci?n de madera,
que trae aneja la excesiva tala de bosques (51), la de cueros
276 LOTHAR KNAUTH
de venado, por perderse la caza (55), y de la pesca con re* des de malla menuda, porque "barren la bah?a" (61). Para
restringir la inflaci?n en el precio de seda y oro, quiere que estos productos no sean vendidos para la exportaci?n a chi nos y japoneses, hasta despu?s que los espa?oles hayan com
prado todo lo que necesiten para su comercio (54). Tambi?n
quiere regular la importaci?n. Insiste que deben ser tra? dos del Jap?n salitre, hierro (50) y harinas, bizcochos y cecinas: los ?ltimos bajo condiciones que no permitan la
especulaci?n y "dando orden que la rep?blica est? prove?da y bastecida a precios convenibles" (56).
Pero la contradicci?n entre un fuerte poder centralizador
y las tendencias centr?fugas de los vecinos de Filipinas ya se hac?a patente. Lo simbolizaba el hombre administrador, escritor de memorias y relaciones a su rey, que ten?a que enfrentarse con los hombres de acci?n, ya fueran misione
ros, conquistadores o comerciantes. En una carta al secre
tario del Consejo de Indias, Juan de Ibarra, escrita el 30 de
julio de 1599, se quejaba de aquellos que "gastan la mayor
parte del a?o haciendo cargaz?n con particular negociaci?n de este g?nero, con que vengarse de sus pasiones, con verdad o sin ella, o favorecer a sus amigos, sin que
a ella les mueva
otro buen respecto ni intenci?n, y quien m?s usa de esto es
una parcialidad de personas muy educadas para mal hacer
y vivir, que de ordinario anda encontrada con los que go biernan, que se llaman los rodeados, que vinieron a esta
tierra por rodeo de Tierra Firme, con el gobernador don
Gonzalo Ronquillo... Y entre otras diligencias han procu rado y solicitado personas que escribieron contra m? al con
sejo y otras trazas para desacreditar mi persona, que esto
me ha dado poco cuidado, porque la raz?n prevalece siem
pre. .."1X Por lo pronto, el "tener poco cuidado" le hac?a
escribir esta carta, y quiz? tambi?n el amor propio, porque se quejaba de haber sido agraviado con el nombramiento
del Lie. Antonio de Rivera Maldonado como "oidor de m?s
antig?edad", al reestablecerse la Audiencia. Morga se ir?a
aislando.
Pero a?n ten?a un apoyo incondicional, su paisano Tello
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 277
de Guzm?n, el gobernador. Con todo, este apoyo se torna
r?a en contra suya, cuando se lanz? a la acci?n, a la llegada del corsario holand?s, Olivier van Noort, a fines de 1600.
Nombrado por Tello capit?n general de la armada de la
colonia, Morga sali? al ataque el 14 de diciembre. Aunque fue capturada la almirante del corsario, se perdi? la capi tana espa?ola que iba al mando de nuestro autor. ?ste lo
gr? salvarse en circunstancias que se prestaban
a ser inter
pretadas como cobard?a.12 Picado en su amor propio, Morga acus? al almirante, Juan de Alcega, que hab?a tomado la
nave, de no haber obedecido sus ?rdenes. Alcega, uno de
los rodeados, fue encarcelado y procesado. No recobr? su
libertad hasta despu?s de la llegada del nuevo gobernador. Cuando Pedro Bravo de Acu?a, el nuevo gobernador,
dej? la ciudad para ir a una inspecci?n de las islas suble
vadas de li?lo y Mindanao, encarg? el gobierno de la colo
nia al rival de Morga. Y si su situaci?n oficial era ya pre caria, un incidente familiar la iba a hacer a?n m?s. Morga se dio cuenta de una relaci?n bastante ?ntima entre su hija,
Juliana, y un capit?n Alonso de Moxica, a quien se consi
deraba de bajo nivel social. Temiendo haber sido compro metido, en un paroxismo de rabia, atac? a su hija delante
de la madre y "la arrastraron por los cabellos por el suelo".1*
Fugada la hija de la casa paterna, se cas?, quedando des
heredada, aunque recibi? m?s tarde una dote de cuatro mil
pesos.
El mismo d?a que dio cuenta a Felipe ni del asunto, Mor
ga escribi? en otra carta: "Suplico a Su Mages tad muy hu
mildemente, sea servido hacerme merced de mandarme sacar
de estas islas, con la promoci?n que mi antig?edad y ser
vicio tuvieran merecida, donde podr? m?s consolado continuar
y acabar la vida en servicio de Vuestra Mages tad." 14 Morga
estaba a punto del desquiciamiento moral, producido por sus
enemigos y por su propia ira y soberbia. Sin embargo, por orden fechada en Valladolid el 25 de octubre de 1601, ya hab?a sido nombrado para una plaza como alcalde de crimen en la Audiencia de M?xico, antes de que se supiera el fiasco
de la batalla con Van Noort.
278 LOTHAR KNAUTH
Tom? posesi?n en M?xico el 12 de enero de 1604 y seis meses despu?s qued? absuelto en la residencia que le tom? su rival en Filipinas. En el nuevo cargo, que iba a desem
pe?ar por unos diez a?os, parece haber tenido excelentes relaciones con Juan de Mendoza y Luna, Marqu?s de Mon
tesclaros, virrey de la Nueva Espa?a de 1603 a 1607. Quiso ?ste mandarlo otra vez a Filipinas, a principios de 1607, para investigar la muerte inesperada de Pedro Bravo de
Acu?a; pero la misi?n no lleg? a realizarse.
En el a?o de 1609, nuestro autor, que hab?a quedado viudo 3 a?os antes, se cas? otra vez; ir?nicamente, con Cata
lina de Alceaga, pariente del que hab?a sido su almirante en la batalla de 1600 y que ahora era su peor enemigo. Aquel
mismo a?o tambi?n se publicaron los Sucesos de Filipinas.
Juan Botero: el pensamiento formalista de la ?poca. En
1593 se Public? por primera vez, en Madrid, una traducci?n
por Antonio de Herrera y Tordesillas de Los diez libros de
la raz?n de estado, con tres libros de las causas de la gran deza y magnificencia de las ciudades^5 que se iban a reeditar
pronto en Barcelona (1599) y Burgos (1603). Como se en
contraron en el inventario de nuestro autor dos tomos de
Juan Botero, as? como por sus
propios escritos, podemos sos
tener que Morga era
partidario del
pensamiento neo-maquia
v?lico, representativo por lo menos de un sector de los per
sonajes pol?ticos en los pa?ses cat?licos.
Botero, italiano que hab?a sido jesu?ta, manten?a que "la
raz?n del estado comprend?a los medios aptos para fundar, conservar y ampliar
el estado", pero que su bienestar, nece
sitaba la excelencia de las virtudes en el pr?ncipe. Y estas
virtudes pod?an procurar, a su vez, la reputaci?n y el amor.
La justicia era proveedora principal del amor, y la pruden cia la m?s eficaz causante de la reputaci?n. Sin embargo, la
eficacia en s? misma fue rechazada por Botero, enfatizando
en cambio la honradez.
No queriendo separar la moralidad religiosa de la pol? tica, Botero termin? por asustarse ante la complejidad que, la manipulaci?n del equilibrio entre las dos, implicaba. Sin
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 279
darse cuenta de que ?l mismo complicaba el problema, al no
querer partir del trasfondo ideol?gico de la Contrareforma, rechaz? la sutileza de la astucia pol?tica que, para ?l era
un obst?culo en la ejecuci?n gubernamental: "del mismo
modo como un reloj, cuando m?s complejo es, m?s f?cilmen
te se estropea, as? los proyectos y las empresas fundadas sobre
una sutileza demasiado minuciosa, resultaran en su mayor
parte est?riles".16
Una manera de limitar la actuaci?n del sector religioso ser?a reduci?ndole a su funci?n ?tica de arbitro de asuntos
de conciencia y, por ende de valores. Aconseja Botero a los
pr?ncipes que se rodeen de un "consejo de conciencia" cons
tituido por doctores de teolog?a y derecho can?nico "porque de lo contrario, cargar?n
su conciencia y har?n cosas que lue
go habr?n de deshacer, si no quiere da?ar a su alma y la
de sus sucesores".17 As? la sanci?n religiosa qued? institu
cionalizada.
Justamente Botero se manten?a en favor de aquella vin
culaci?n afectiva, que encimaba a las relaciones sociales, valores ajenos y trascendentales, que, por otro lado quer?a desterrar de la pol?tica. Porque dec?a: "no hay que fiarse
de la amistad ni de la afinidad, ni de la uni?n, ni de nin
g?n otro v?nculo en el que, quien trate con ?l, no tenga como base el inter?s del estado".18 Era por estas razones que
Morga hab?a aborrecido a sus "rodeados".
Y as? Botero y Morga compartieron un dilema de su tiem
po. La contradicci?n se hizo especialmente pesada para el
organismo pol?tico al cual serv?a nuestro autor. El Imperio
Espa?ol, que se hab?a fundado sobre valores religiosos que le dieron la fuerza motriz para una expansi?n por la mitad
del globo, se vio limitado por la misma ideolog?a, a la cual
hab?a dado amplios fundamentos para una m?s amplia ins
titucionalizaci?n.
La burocracia espa?ola y los pensadores
cat?licos neo-ma
quiav?licos quedaron fusionados a las decisiones del Conci
lio Tridentino, cuando todav?a ni Espa?a, ni los otros estados
cat?licos, se pod?an identificar con las metas de una iglesia,
cuyos intereses se iban separando de los intereses de las
28o LOTHAR KNAUTH
modernas estructuras pol?ticas, econ?micas, e ideol?gicas: los estados nacionales que iban a heredar los territorios
de los imperios que se hab?an fundado en el siglo diez y seis.
Los principios de la historiograf?a filipina. Re tana, el
?nico que public? una edici?n cr?tica de Morga, en caste
llano, hizo hincapi? que fuera de la obra de Morga no existe
ning?n libro publicado anterior a 1609, que trate exclusiva
mente de la historia del archipi?lago filipino. La primera relaci?n sobre la empresa de Legazpi era la
Carta venida de Sevilla, publicada en Barcelona en 1566. En
1585 apareci? la Historia de la China de Juan Gonz?lez de
Mendoza, que recog?a datos compilados de frailes agustinos
y franciscanos, principalmente la relaci?n de Mart?n de Rada,
O. S. A., que hab?a estado con Legazpi. Del mismo agustino se public? en Salamanca en 1595 una Relaci?n del Descubri
miento de las Philipinas... que fue sacada de la Rep?blica de China del cronista de su orden, Jer?nimo Rom?n y Za
mora.19 En 1601 Marcelo de Rivadeneira, O. F. M., sac? a
la luz en Barcelona su Historia del Archipi?lago y Reinos
de la Gran China y en Roma edit?, en 1604 el jesu?ta Pedro
Chirino su notable Relaci?n, mientras en el a?o anterior el
benedictino Antonio de San Rom?n hizo imprimir, en Va
lladolid, una Historia General de la Yndia Oriental que con
ten?a noticias sobre las islas. Pero la ?nica obra comparable a la de Morga en amplitud, era la Conquista de las Molucas
de Bartolom? Leonardo de Argensola, aparecida tambi?n en
el mismo a?o, 1609, en Madrid.
A pesar de muchos manuscritos mandados de las islas, el
suyo era el ?nico esfuerzo de una historia sint?tica o como
dice Retana, de una "obra que trata sola y exclusivamente
de historia pol?tico-militar de Filipinas, [pues] nada se pu
blic? con anterioridad a los Sucesos de Morga".20
"El gusto que me representa el amor propio..." Simboli
zando el hecho de que la situaci?n de Morga no estaba del
todo consolidada al tiempo que se imprimi? su obra, lo re
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 281
presentan la existencia de dos dedicatorias. Una en un ma
nuscrito de 1607 con el t?tulo: "Descubrimiento, conquista,
pacificaci?n y poblaci?n de las Islas Philipinas" es "a la
Magestad Catholica del Rey Don Phelipe ni nuestro se?or".21
No obstante, cuando se imprimi?, cambi? el t?tulo por el de
Sucesos de las Islas Philipinas, dirigidos a Don Christobal Gomez de Sandoval y Rojas, Duque de Cea.
Dijo entre otras cosas, "como de partes tan remotas nin
guna relaci?n ha salido al p?blico" hizo "este peque?o tra
bajo" y suplic? que "cuando esta breve escritura no diere
el gusto que me representa el amor propio, use Vuestra Ex
celencia conmigo como suele con todos..." ^
Aunque no se
puede explicar enteramente el cambio de dedicatoria, parece
que Morga estaba, otra vez, en b?squeda de patr?n. Quiz?
pens? que el lugar que en su juventud hab?a tenido el Du
que de Osuna, Pedro de T?llez Gir?n, podr?a ser llenado
ahora por el hijo del Duque de Lerma, Crist?bal G?mez de
Sandoval y Rojas, que hab?a heredado el t?tulo de Marqu?s de Cea, y, por la influencia de su padre hab?a sido nom
brado Duque de Uceda. Parece que Morga necesitaba tanto este nuevo
patr?n
para obtener ascenso, que no se dio cuenta que el de Cea no
era Duque de Cea, sino de Uceda. ?C?mo pod?a un oficial
real, que nos dio descripciones tan minuciosas de las rela
ciones sociales y jerarqu?as pol?ticas en Filipinas, equivocar se en el t?tulo de aqu?l a quien dedicaba su libro? ?Qu? hab?a pasado con el oidor que censuraba tan duramente la
actuaci?n de los vecinos en Filipinas, que quer?an obtener
ventajas a base de sus amistades? Tal vez, necesitamos se?a
lar que, bajo Felipe in y el Duque de Lerma, el imperio hab?a cambiado mucho en diez a?os y la metamorfosis se
hizo patente en la sustituci?n hecha descuidadamente de la
dedicatoria.
Siete cap?tulos de narraci?n hist?rica. El imprimatur, otor
gado por el jesu?ta Juan S?nchez en M?xico se pronunciaba a favor de la obra: "Me parece gustoso y de provecho... en
que el autor ha guardado las leyes de la historia, por la
282 LOTHAR KNAUTH
buena disposici?n de la obra, en que manifiesta claridad de
ingenio, estilo lac?nico que pocos alcanzan, y con verdad
de la materia, como quien tan entera noticia de ella tuvo
por los a?os que gobern? aquellas islas." ^ Aceptamos de
antemano el juicio sobre la buena disposici?n de la obra, la
claridad del ingenio y el estilo lac?nico.
Valdr?a la pena fijarnos primero en la estructura formal
de la obra. Consiste de ocho cap?tulos, siete de los cuales
tratan de los hombres que hab?an gobernado a las islas. El
octavo es una "Relaci?n de las Islas Filipinas y de sus na
turales, antig?edad, costumbres y gobierno.. .",24 ensayo de
interpretaci?n de su actualidad pol?tica, social y religiosa, a
principios del siglo diecisiete, con miras al pasado y tomando
en cuenta la situaci?n geogr?fica que influy?, a su vez, so
bre el patr?n de las inmigraciones y la formaci?n de la anti
gua base cultural.
De Legazpi dec?a que era "persona de calidad y confian
za"; y de su sucesor Labezaris, que "con mucha prudencia,
valor y ma?a, continu? la conversi?n y pacificaci?n de las
islas"; y mencionando de paso que al encomendar a los na
turales, puso tambi?n dos encomiendas a su nombre.
El doctor Francisco Sande, que hab?a sido alcalde de la
Audiencia de M?xico, y que tom? posesi?n de Borneo para la corona espa?ola, no le merece ning?n juicio ni tampoco su actuaci?n oficial. Se limita a decir: "acabada su residen
cia, volvi? a la Nueva Espa?a a servir plaza de oidor de
M?xico".
Gonzalo Ronquillo de Pe?alosa, que lleg? en 1580, sol?a
ser alguacil mayor de la Audiencia de M?xico, "que andaba
en corte" e hizo un contrato especial con la Corona para lle
var pobladores a las Filipinas y terminar su pacificaci?n. "Para que este se hiciese mayor y a menos costa de la Real
Hacienda",25 prometi? seiscientos hombres, solteros y casa
dos, a cambio de ser nombrado gobernador vitalicio. Si ya su venida, por el estrecho de Panam?, hab?a sido una circun
venci?n de precedentes, dando lugar al nombre de los "ro
deados", su actuaci?n era novedosa tambi?n, porque trat? de
entablar el comercio directo con el Per?, y por la imposici?n
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 283
de derechos imprevistos.26 Ronquillo de Pe?alosa, fue el ?l
timo gobernador que mand? expediciones a Borneo y a la
Nueva Guinea y, por la unificaci?n entre Espa?a y Portugal, se entablaron relaciones con las Molucas. Pero tuvo tan
poca salud desde que entr? en el gobierno, que muri? en
mil quinientos y ochenta y tres..., dejando en el gobierno*
a Diego Ronquillo, su deudo.
Antes de morir, Gonzalo Ronquillo hab?a mandado a
Espa?a al capit?n Gabriel de Rivera como primer represen tante de las colonias en la Corte. Por su intervenci?n se
estableci?, en 1584, una primera Audiencia en Filipinas. Su
presidente y capit?n general era el doctor Santiago de Vera,
previamente Alcalde del Crimen de la Audiencia de M?xico.
Durante su gobierno, apareci? por primera vez un enemigo
protestante en las islas, el corsario ingl?s Thomas Caven
dish.27 Tambi?n por este tiempo, se descubri? una conspi raci?n de naturales y mestizos, que contaba con la ayuda de
un capit?n japon?s.28 Entonces la Audiencia y el obispo Salazar, O. P., deci
dieron mandar a Espa?a y a Roma, al jesu?ta Alonso S?n chez nuevo gobernador, y ?l mismo propuso (por la buena
relaci?n que de ?l hab?a hallado) a G?mez P?rez das Mari
?as.20 ?ste lleg? a Filipinas en mayo de 1590. Se tom? la
residencia a los miembros de la Audiencia y todos regresaron a la Nueva Espa?a, menos al Lie. Pedro de Rojas, que qued?
por mandato real como teniente asesor de las causas de jus ticia. "Engros? en su tiempo el trato con la China y p?sose
m?s en punto la navegaci?n de la Nueva Espa?a y despacho de los navios de esta carrera. "Puso mucha atenci?n en una
defensa adecuada de las islas. En su tiempo vino una em
bajada, por medio de un mercader japon?s, exigiendo tributo
y sumisi?n a Toyotomi Hideyoshi, regente del imperio del
Sol Naciente, y otra del rey de Cambodya, encabezada por un portugu?s, Diego de Belloso.
En esta situaci?n cr?tica, la rebeli?n de los remeros chi
nos de la galera en que iba G?mez P?rez das Marinas a la
conquista de las Molucas, le cost? la vida. Le sucedi? su
hijo, Luis P?rez das Marinas. Durante su gobierno el poder
284 LOTHAR KNAUTH
central estaba bastante debilitado y se increment? conside
rablemente la actuaci?n de aventureros espa?oles en el con
tinente asi?tico. Era justamente tal estado el que esperaba
Felipe n remediar, cuando mand? a Antonio de Morga. El
mismo gobernador interino con la ayuda de unos aventure
ros y frailes de la Orden de los Predicadores, pensaba mandar una armada al Sureste de Asia. Morga y otras cabezas de la
colonia trataron de disuadirle pero "no ten?a raz?n por su
parte con qu? satisfacer, hall?ndose tan prendado y teniendo a los dichos religiosos de Santo Domingo a su parecer, no
quiso mudar de intento y despach? la armada por principio del a?o de noventa y seis".30 La expedici?n fracas?.
Entrado Morga en los asuntos hist?ricos que describe, val
dr?a la pena darnos cuenta hasta qu? grado la obra consiste
de "tan enteras noticias que tuvo por los a?os que gobern? las islas". En los Sucesos, cerca de ciento cincuenta y cinco
p?ginas narran los hechos hist?ricos de 1564 y 1606; de ellos unos ciento treinta y cinco est?n dedicadas a menos de diez
a?os de historia que Morga experiment? personalmente. Y
no cabe duda que es ?sta la m?s valiosa parte de su obra.
El sexto cap?tulo trata de la llegada del nuevo goberna dor Francisco Tello de Guzm?n, que hab?a sido tesorero de
la Casa de Contrataci?n. Con ?l llegaron noticias de la elec
ci?n de toda una nueva jerarqu?a eclesi?stica para las islas
y de la refundaci?n de la Audiencia, que iba a llegar en
mayo de 1598. Con este cap?tulo, Morga introduce un nuevo estilo en
su narraci?n comenzando a insertar cartas y relaciones de
otros testigos de los eventos hist?ricos. La primera es la
carta que le escribi? Pedro Fern?ndez de Quir?s, piloto ma
yor de la malograda expedici?n, que fue al descubrimiento
de las Islas Salom?n. De ah? en adelante utilizar? esta for
ma de documentaci?n hist?rica frecuentemente.31
El hasta que punto Morga no quiso salirse de su n?mesis
est? simbolizado por el ?ltimo documento mencionado: una
carta a un residente de Manila por un hermano suyo sobre
el viaje de Olivier van Noort.
Francisco de Tello muri? en abril de 1603, mientras se
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 285
le tomaban la residencia. Ya, en el mayo anterior, hab?a
llegado el nuevo gobernador, y el ?ltimo a quien Morga sirvi? y describi? en su historia. Pedro Bravo de Acu?a,
que dej? de ser gobernador de Cartagena de Indias "Fue
recibido en el gobierno con mucho contento de toda la
tierra, por la necesidad que en ella hab?a de quien fuese tan
platico en las cosas de la guerra y tan vigilante y cuidadoso en el gobern?".^2 El ?ltimo gran acontecimiento que relata
Morga es la rebeli?n de los chinos del Parian de Manila, de octubre de 1603, y la cr?nica, termina con la muerte del
gobernador, acaecida el 24 de junio de 1606. Durante la
rebeli?n de los chinos, Morga estaba ya en altamar camino a la Nueva Espa?a.
Al fin de la narraci?n hist?rica, nuestro autor hace des tacar dos puntos: uno, constituye
una cierta revis?n de su
idea econ?mica, prediciendo un cambio en las motivaciones
del mismo Morga. Habla del da?o que causan a las Fili
pinas la restricci?n a 500 000 pesos por a?o de las remisio nes a las islas desde la Nueva Espa?a, "con que padec?an necesidades, por parecer poca cantidad para los muchos es
pa?oles y grosedad del trato, de que se sustentan todos los
estados por no tener otras granjerias ni entrenamientos".133
El segundo punto es la ingerencia de los holandeses, cuya inter?s "en estas partes es tan
grande, as? en la contrataci?n,
del clavo y otras drogas y especer?as, como en parecerles que
por aqu? abren la puerta para se?orearse del Oriente: que, venciendo todas cosas y dificultades de la navegaci?n, cada
d?a m?s y con mayores armadas van a estas islas; Y si a este
da?o no se le pone remedio muy de ra?z y con tiempo crecer? en breve tanto que despu?s no le pueda tener".z?
Su visi?n sobre la importancia de las innovaciones a la
navegaci?n hechas por los holandeses no pod?a ser m?s acer
tada. Ya se?alaba, que si antes los corsarios ven?an por el
Estrecho de Magallanes, como lo hab?an hecho Francis Drake, Thomas Cavendish y el mismo van Noort, ahora "ya hacen
los holandeses el viaje m?s corto y seguro, de ida y vuelta,
por el de la India, sin tocar en los puertos ni costas de ella, hasta entrar por las islas de las Javas Mayor y Menor, y la
286 LOTHAR KNAUTH
Sumatra, Amboina y las Malucas; que como le tienen tan
conocido y experiencia de las grandes ganancias que de ?l les
siguen, ser?n malos de echar del Oriente, donde tantos da?os
han hecho en lo espiritual y temporal".35 Y as? termina su
narraci?n hist?rica, que empezaba por enarbolar el estan
darte de la fe y de la reducci?n de las islas del archipi?lago a la obediencia y al gobierno de los espa?oles.
El octavo: de an?lisis sistem?tico. Empieza el cap?tulo ocho con un an?lisis del sentido geogr?fico de las Islas Fili
pinas, que "son llamadas com?nmente, de los que navegan a ellas por la demarcaci?n de Castilla, y sus mares y tierras
de Am?rica, Las Islas de Poniente, porque... se navega hasta
llegar a ellas por el camino que el sol hace... Y por la misma
raz?n son llamadas Orientales de los que hacen la navegaci?n
por la India de Portugal, del occidente al oriente..." 36 As?
se?al? que se hallan donde se encontraron las dos grandes
expansiones europeas del siglo diez y seis, abrazando cada
una la mitad del mundo.
Despu?s de un an?lisis minucioso de cada una de las islas
y provincias, sobre sus habitantes, sus costumbres, forma de
gobierno y manifestaciones culturales, incluy? tambi?n en su
descripci?n la gente que ven?a allende del mar a contratar
en el archipi?lago, como los chinos, japoneses y borneos.
Trat? de la organizaci?n social introducida despu?s de
la conquista espa?ola, de la fundaci?n y traza de las ciuda
des: Manila, Segovia, C?ceres y la villa Fernandina ?enton
ces ya despoblada? en Luz?n; la del Sant?simo Nombre de
Jes?s en la isla de Ceb? y la villa de Ar?valo en la de Ot?n.
Sigue una relaci?n de las varias ?rdenes religiosas y los
territorios de sus misiones. Morga se dio cuenta de un cam
bio de la pol?tica misionera: "Hasta aqu? las religiones que tienen estas doctrinas ?por la Omn?moda y otras comisiones
apost?licas? han hecho la conversi?n y administrando los
sacramentos y tratado las causas espirituales y temporales
eclesi?sticas de los naturales, y dispensando sus impedimen tos; pero ya que hay Arzobispo y Obispos esto se va acor
tando. .. aunque no est? tan en
punto, ni recibida la admi
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 287
nistraci?n de estos naturales por v?a de justicia, y a visita y
superintendencia de los obispos, como de su parte se pro cura." 37
Menciona, por supuesto, la presencia del Santo Oficio, con
su sede en M?xico y sus comisarios, familiares y ministros en todos los obispados de las Islas. En sus causas "no falta
siempre que hacer por la entrada de tantos forasteros en
aquellas partes; aunque... no conoce de las causas tocantes a
los naturales por ser tan nuevamente convertidos".38
Esto le conduce a describir la forma de tributos de los
filipinos y su r?gimen, as? como el problema de las enco
miendas. Y hace destacar que, si bien en alg?n tiempo los
espa?oles pudieron tener esclavos, "por breve de Su Santidad
y c?dulas reales" se les dio la libertad "y se prohibi? para adelante no los pudiesen tener los espa?oles, ni hacerlos
cautivos por ninguna raz?n, ni color que hubiese de la gue rra, ni de otra manera... y los dem?s esclavos y cautivos
que tienen son cafres y negros tra?dos por los portugueses, por la v?a de la India, habidos con justificaci?n de las
esclavon?as, conforme de los concilios y licencias de los pre lados y justicias de aquellas partes".30
La colonia espa?ola la divide en cinco "suertes": 1) pre lados, religiosos y ministros eclesi?sticos; 2) encomenderos,
pobladores y conquistadores; 3) soldados, oficiales y ministros de la guerra; 4) mercaderes y hombres de negocios; y 5) mi
nistros de su majestad. De cada una de ellas relata sus fun
ciones, jurisdicciones y organizaci?n.
Despu?s de el an?lisis de la colonia espa?ola, sigue con la
de los chinos y japoneses. "De las otras naciones, Siameses,
Cambodias, Borneyes y Patanes y de otras islas fuera del
gobierno viene poca gente y luego se vuelven en sus na
vios."40
Los ?ltimos p?rrafos del cap?tulo est?n dedicados a la
navegaci?n a la Nueva Espa?a. Menciona la posibilidad de
ir a Espa?a por el Cabo de Buena Esperanza, "aunque estos
viajes... no son
practicados de los castellanos, y les son pro
hibidos", por lo que ha quedado solamente la v?a por Aca
pulco, "sin que por la Mar del Sur se haya descubierto (aun
288 LOTHAR KNAUTH
que se ha procurado) otro mejor, ni m?s breve".41 As?, y con
un Laus Deo, terminan los Sucesos.
Antonio de Morga: historiador, hombre y s?mbolo. El jui cio sobre Morga, historiador, no puede ser sino favorable. Su contribuci?n es una de las mayores de la historiograf?a occidental al tema del Asia oriental y, por supuesto, sobre saliente en la de Filipinas. Tiene a?n m?s importancia si se
toma en cuenta que en su tiempo la historia era monopolio de religiosos, y que a pesar de que escribi? como miembro de la burocracia, no era cronista oficial.
Ya hemos indicado la divisi?n de los Sucesos en dos par tes. Una formalmente enfocada en el hombre de mando,
pero de hecho narrando las haza?as de todos los hombres
de acci?n: sean conquistadores, misioneros o
capitanes gene
rales fracasados. Relata la haza?a humana y la toma como
su propia medida. Si el tiempo de la epopeya espa?ola des
crita en las Cartas de Relaci?n ya hab?a pasado, los actores
del drama hist?rico juegan todav?a su papel a trav?s de sus
cartas, documentos personal?simos.
No obstante que dos terceras partes est?n dedicadas a los
actos individuales, la restante es una descripci?n de la situa
ci?n pol?tica, social y religiosa. Esta forma historiogr?fica, ten?a sus antecedentes en los albores de la
expansi?n espa
?ola allende el Atl?ntico, y lleg? a tener su apogeo y des
arrollo pleno en las Relaciones Geogr?ficas, recogidas por c?dulas reales de 1579 y 1603.42
?Qu? motivos tuvo Morga para escribir su obra maestra?
?l mismo us? el t?rmino "amor propio" varias veces al em
pezar su libro. Tambi?n quiso llamar la atenci?n de sus
superiores y as? obtener privilegios. Pero sobre todo, el in
tento fue destacar la actuaci?n del oficial real ?de un ofi
cial real en Filipinas? como guardi?n de los intereses de la
corona y fuente de nuevas ideas para el buen gobierno.
Tal vez el sentido m?s importante en la obra de Morga es
que representa la transici?n de la conquista
a la colonia.
Se acababa ya el empuje hacia lo desconocido y quedaba s?lo el analizar y conservar lo conquistado. Lo imperativo
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 289
para el oficial real era integrarse a una situaci?n dada y
cumplir las ?rdenes, sin visiones ut?picas. La voluntad del
organismo social ya no se utilizaba para llegar a nuevos ho
rizontes, sino para regular las relaciones entre hombres y
naciones dentro del Imperio y, para controlar el proceso eco
n?mico, obtener caudales para los gastos de administraci?n
temporal y eclesi?stica, y para las guerras de retaguardia. Dada esta ideolog?a, cualquier posici?n de mando era poten cialmente una ventaja financiera. De ah? el paso era corto
hacia el soborno como arma pol?tica y hasta diplom?tica. Nuestro autor mismo se convertir? en contrabandista al pasar
como Presidente de la Audiencia a Quito en 1615. Y ?qu? qued? de los ideales transcendentales, del fervor
religioso y de las m?ximas moralistas con las cuales hab?a
principiado? Le qued? el fervor religioso; y algo m?s, como
dijo su comentador, Retana: "Don Antonio de Morga fue
algo m?s que un magistrado: fue un poblador, uno de tantos
de la poderosa fecundidad de la raza que modific? la etno
graf?a de todo un imperio colonial. Bien mirado, hay que
perdonarle sus pecados; porque no pudo hacer m?s que hizo:
dejar en las colonias su sangre, su fortuna y su cad?ver."48
Aunque esto no contesta a nuestra pregunta, corresponde
a
la respuesta sobre la obra de Espa?a en Filipinas y ultramar.
Pero si hay algo m?s transcendental que hemos heredado: un libro con hondo sentido hist?rico. S?mbolo de la mejor haza?a del oficial espa?ol de fines del siglo diez y seis que
sigui? a los conquistadores hasta los l?mites de las posibili dades expansionistas, sin dejar de reflexionar sobre aquella nueva situaci?n pol?tica y humana, que ?l mismo hab?a he
cho posible.
NOTAS
l Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Filipinas, nueva edici?n
enriquecida con los escritos in?ditos del mismo autor, ilustrada con nu
merosas notas que ampl?an el texto y prologada extensamente por W. E.
Retana, Victoriano Su?rez (Madrid, 1909) 180 -f 588 pp. Adem?s de esta edici?n, que utilizamos cit?ndola como Morga,
existen otras cuatro: Henry E. J. Stanley, ed. (London, 1868); Jos? Rizal,
ed. (Par?s 1890) ; E. H. Blair y J. A. Robertson, ed. (Cleveland, Ohio,
290 LOTHAR KNAUTH
1907) y la versi?n inglesa de la edici?n de Rizal de 1890, publicada por la Rizal Centennial Commission (Manila, 1962), Morga, p. 12.
2 Ibid., p. 13. 3 Para un relato biogr?fico m?s completo remitimos al pr?logo de
la edici?n de Retana. 4 Ibid., p. 249. V?ase Relaci?n a Felipe 11, Manila, 5 de junio de
1598, Punto 28, Archivo de Indias 67-6-18. 5 Morga, Pr?logo, p. 28, v?ase Archivo de Indias, 105-2-11. 6 Morga, ibid.
7 Ibid., Pr?logo, p. 46. 8 Ibid., pp. 239-240; v?ase Carta a Felipe n, 6 de julio de 1596; Ar
chivo de Indias 67-6-18. 9 Real C?dula de 26 de noviembre de 1595, Archivo de Indias 105
2-11.
10 Morga, pp. 247-263. Trat? de los problemas siguientes: "Doctrina
y los que la administran a los indios" (puntos 1 a 26), "Jueces eclesi?s
ticos y prelados" (27 a 34), "Gobierno secular" (35 a 84), "Lo que toca
a la guerra" (85 a 102), "Lo que es justicia" (103 a 117), "Encomende
ros" (118 a 126), "Hacienda Real" (127 a 153) y "Navegaci?n a Espa?a"
(154 a 160). 11 Morga, p. 270; Archivo de Indias 67-6-18. 12 Dec?a la carta del Cabildo a Felipe in, 20 de julio de 1601: ".. .vien
do el enemigo la poca ma?a que daban en rendirle... fue tomando
alg?n ?nimo y comenz? a defender y con uno o dos que mat? de los
nuestros... porque el dicho doctor desde que se acerc? al enemigo se
puso echado detr?s del cabrestante de la nao con un rimero de col
chones, se acobard? tanto toda la gente que nadie acertaba a hacer
nada, y aunque algunos llegaban al dicho doctor a decirle que saltase
o hiciese saltar gente en ella con orden, no lo quiso hacer por estar
desfallecido y sin ?nimo alguno...", Ibid., pp. 303-304; Archivo de In
dias 67-6-35. 13 Ibid., pp. 93-103. El incidente dio lugar a una investigaci?n ofi
cial, entre el 19 y 26 de junio de 1602. V?ase: Informaci?n sobre el
casamiento de Do?a Juliana de Morga, hija del Dr. D. Antonio de
Morga, contra la voluntad de su padre, Archivo de Indias 67-6-7. 14 Ibid., Pr?logo, p. 104, Archivo de Indias 67-6-19. 15
Sigue el t?tulo: "traducido del italiano en castellano, por man
dato del rey nuestro se?or, por Antonio de Herrera, su criado". V?ase
Nicol?s Abbagnano, Historia de la Filosof?a, (Barcelona 1955), tomo 11,
PP- 37-38 16 Ibid., p. 37. 17 Ibid., p. 38. 18 Ibid., p. 37. i? V?ase Rep?blicas de Indias (Madrid 1897), tomo 11, pp. 255-267.
MORGA: G?NESIS DE UN S?MBOLO 291
20 Morga, Pr?logo p. 172. 21 A. de Bazterrica y J. H. Ozaeta, Nueva demostraci?n del derecho
?de Ver gara (Madrid 1745) p. 329. 22 Morga, p. 9. 23 ibid., p. 5. 24 Ibid., pp. 170-230. 25 Sobre este asiento, del 16 de julio de 1578, opin? Retana: "Por
virtud de este contrato la concepci?n de la conquista qued? total y -absolutamente desnaturalizada. Ahora se ve que se va a colonizar las
Filipinas, las cuales se entregan a un solo hombre investido de omn?
modas facultades, a cambio de los "sacrificios" que se lo impon?an por ias seis primeras cl?usulas", Ibid. Pr?logo, pp. 19-20.
26 "Impuso el dos por ciento de derechos para la salida... para la
Nueva Espa?a; y el tres por ciento, por las mercader?as que los chinos
traen a las Filipinas que aunque, por haberse hecho sin orden de su
Magestad, fue reprehendido, quedaron estos derechos puestos y asentados
?para adelante", Ibid., p. 23. Esta imposici?n equival?a a una reducci?n,
ya que el almojarifazgo deb?a haber sido de siete por ciento para las
mercader?as de M?xico y de cinco para las de Filipinas. 27 Thomas Cavendish o Candish (Thomas Esquander) sali? de In
glaterra en julio de 1586. Entr? al Pac?fico el febrero siguiente. Tom?
la nao "Santa Ana", en v?a a Acapulco desde Filipinas en la costa de
California. Por la resistencia decidida, su ataque en las Visayas fracas?. 28 V?ase Retana, La primera conjuraci?n separatista (158J-1588), Vic
toriano Su?rez (Madrid 1908), 19 pp. 2? Morga, p. 27. 30 ibid.
31 Entre los documentos insertados hay contribuciones de: Toyotomi
Hideyoshi; Fray Martin de Aguirre, uno de los m?rtires de Nagasaki;
Prauncar, el Rey de Cambodia; Blas Ruiz Hern?ndez, desde Cambodia,
y Fernando de los R?os Coronel, desde la China.
32 Morca, p. 127. ?3 ibid., p. 167.
?4 ibid., p. 168.
?5 Ibid., p. 170. 36 Ibidem.
?7 Ibid., p. 206. ?3 Ibid., p. 207. 39 Ibid., p. ?n.
40 Ibid., p. 227. 41 Ibid., p. 230. 42 V?ase la reproducci?n de las Reales c?dulas en Papeles de lo
Nueva Espa?a. 4? Morga, Pr?logo, p. 170.
INFLUENCIA Y CONTRAINFLUENCIA DEL ARTE ORIENTAL EN
NUEVA ESPA?A
Gonzalo Obregon
Instituto Nacional de Antropolog?a e Historia
El comercio entre el Extremo Oriente y la Nueva Espa?a se hizo siempre a trav?s de Filipinas por medio de naos que,, en fechas determinadas, sal?an de Manila y llegaban al puer to de Acapulco. Este comercio dio nacimiento a un activo
intercambio que se refleja sobre todo en las artes menores
mexicanas durante los siglos xvn y xvin. Es interesante cons
tatar con qu? facilidad las obras de arte industrial chinas,
japonesas o de la India, tuvieron amplia acogida en la Nue va Espa?a y c?mo suscitaron imitaciones en las artes novo
hispanas casi desde su principio. Por desgracia el estudio de las artes industriales mexi
canas durante el periodo colonial y gran parte del siglo xrx? ha sido muy poco atendido. La ?nica obra que existe que es la del benem?rito don Manuel Romero de Terreros1 da una idea de
conjunto muy exacta, pero todav?a no conta
mos con obras especializadas a base de buenas fotograf?as. Est? a?n por escribirse una buena historia del mobiliario
mexicano, de la cer?mica, de la orfebrer?a y, en general, de
las llamadas artes menores que adem?s de tener una categor?a
indiscutible, son un reflejo tan fiel de una ?poca o de un
determinado estado social, como las obras arquitect?nicas o
pict?ricas. En este estudio trataremos de ver qu? tipo de objetos fue
ron los que con m?s facilidad llegaban a la Nueva Espa?a y
ARTE ORIENTAL EN NUEVA ESPA?A 293
c?mo influyeron en la manufactura y decoraci?n de los fa
bricados en ella.
El rengl?n m?s importante en el comercio de piezas de
lujo mantenido entre el Oriente y la Nueva Espa?a a trav?s
de Filipinas, fue, sin duda, la porcelana china y japonesa. Este precioso material que en Europa se conoci? desde me
diados del siglo xv, fue siempre buscada y coleccionada con
pasi?n. Sin hablar de las copias que se hicieron en Florencia
a fines del siglo xvi, copias conocidas como "porcelanas de
los M?dicis", la porcelana oriental fue importada a Europa a trav?s del comercio holand?s o portugu?s. Las primeras
piezas f?cilmente datables las encontramos en Inglaterra du
rante el reinado de Isabel, casi siempre montadas en oro o
plata. Durante el siglo xvn la importaci?n aumenta en rela
ci?n con la creciente demanda y hay ciertas naciones, Ho
landa en primer t?rmino, que llegan
a tener enormes reser
vas de porcelanas chinas y japonesas. En la Nueva Espa?a los primeros datos sobre la impor
taci?n de estas piezas los encontramos a fines del siglo xvi. En la "Relaci?n de uno de los varios viajes de ingleses a la ciu dad de M?xico" que tradujo y public? don Joaqu?n Garc?a
Icazbalceta leemos que, seg?n escrib?a Enrique Hawks en
1572, de las reci?n descubiertas "islas de China" llegaba "va
jilla de loza tan fina que el que pod?a conseguir una pieza daba por ella su
peso en plata..."; y siete a?os m?s tarde
Francis Drake, en 1579, habiendo apresado el navio de don
Francisco de Zarate, se apoder? de la porcelana que ?ste tra?a
para obsequiar con ella a su esposa.
Ya desde el siglo xvn los cargamentos de las naos com
prend?an siempre un importante lote de objetos de porcela na, fabricados casi todos en la zona de Fu-Kien. Alcanzamos,
en estas piezas las porcelanas fabricadas en los ?ltimos a?os
de la dinast?a Ming (1348-1643) e importamos la fabricada
bajo los emperadores de la dinast?a Ch'ing (1644-1850). Nos toc?, por lo tanto, el apogeo de la t?cnica que coin
cide con el reinado del emperador Kang-shi (1662-1722), la
belleza del colorido y la exquisitez de la forma de la ?poca
294 GONZALO OBREG?N
de K'ien-lung, bajo cuyo largo reinado (1736-1795) la por celana china alcanza una
perfecci?n inigualada.
Los primeros ejemplares que conservamos en M?xico, muy raros por cierto, datan de la ?poca del emperador Wan-li
(1573-1619) como un magn?fico jarr?n decorado en azul sobre
blanco, originalmente parte de la colecci?n Alc?zar (Museo de Chapultepec), y que pas? al Museo de Morelia. Los ejem
plares que se pueden estudiar en la colecci?n formada por do?a B?rbara Vinet de Mart?nez del R?o, muestran los prime ros ejemplares con esmaltes de cinco colores, datando de la
?poca del emperador Ch'ung-Chen (1628-1643). En menor categor?a y m?s bien clasific?ndose como cer?
mica o loza barnizada, llegaron multitud de tarros, muchos
de ellos debiendo ser fabricados en Filipinas, que serv?an
para contener especias propias de esa zona. Son bastante
raros, ya que fueron utilizados en M?xico como macetas, te
niendo as? una existencia ef?mera. La porcelana de m?s ca
lidad empieza a llegar, como se ha dicho en l?neas anterio
res, desde mediados del siglo xvn y algunos ejemplares son
verdaderamente extraordinarios. Los tibores chinos que se
encuentran en M?xico, muy utilizados en el adorno de salas,
oratorios y pasillos, var?an de tama?o desde un metro vein
ticinco hasta diez o doce cms. Se les clasifica, a los mayores "del n?m. 1", a los de 70
a 80 cms. "del n?m. 2", "del n?m.
3" a los de 50 a 55 cms. y "del n?m. 4" a los de 35 a 40 cms.
"Rara vez se encuentran en pares y m?s raro a?n con
tapa. Las de los tibores grandes ten?an en su c?spide la figura de un le?n sentado, pero todos ?stos fueron destruidos du
rante la guerra de Independencia por los ignorantes quienes
imaginaban que representaban al le?n del Escudo Real es
pa?ol." 2
Los inventarios del siglo xvn y xviii mencionan constan
temente piezas de "loza de China", ya sueltas, ya formando
parte de vajillas a veces con centenares de piezas. Pocas son,
sin embargo, las que han llegado a nosotros del siglo xvn
tal vez por el poco cuidado que con ellas se tuvo.
Durante el siglo xviii, en los a?os que van de 1723 a 1735 se establecen varias compa??as europeas en zonas
que les
ARTE ORIENTAL EN NUEVA ESPA?A 295
fueron reservadas. A trav?s de ellas se empez? a hacer porce lana decorada con motivos occidentales, especialmente
escu
dos o iniciales entrelazadas unos y otros pertenecientes a las
familias o particulares que mandaban hacerlas. Esta porce lana se conoce en la actualidad como "Compa??a de Indias"
por la negociaci?n que serv?a de intermediaria para las trans
acciones.
Estas vajillas mezclaban dibujos del m?s caracter?stico es
tilo chino con emblemas nobiliarios occidentales que se les
mandaban dibujados y a colores a fin de que fueran repro ducidos tal cual en las piezas fabricadas. La Nueva Espa?a, a trav?s de las negociaciones y del activo comercio filipino, tuvo ejemplares de este tipo desde principios del siglo xvni
siendo, tal vez, la primera la mandaba hacer por los condes
de Santiago que tenemos que recordar eran, como descen
dientes de Legazpi, adelantados de las Islas Filipinas. Muchas familias novohispanas siguieron este ejemplo y
se conservan ejemplares con los escudos de los P?rez G?lvez,
Obreg?n, Haedo, Selva Nevada, etc.
Son tambi?n muy caracter?sticas las llamadas "vajillas de
proclamaci?n", casi siempre destinadas a los ayuntamientos o
corporaciones y mandadas hacer con motivo de inaugura
ciones, proclamaciones, etc. Conservamos piezas de las que
mand? hacer la Academia de San Carlos con motivo de su
inauguraci?n y las de las ciudades de Valladolid, Puebla y Villa de San Miguel con motivo de la proclamaci?n de Car
los iv. Hay que hacer notar que todos estos servicios corres
ponden a la segunda mitad del siglo xvni y primeros a?os
del xix.
La ?poca de decadencia de la porcelana china comienza en esta ?ltima ?poca. Sin embargo sigue llegando a M?xico en la misma cantidad aunque ya no a trav?s del puerto de
Acapulco, sino por medio de San Blas. Los ?ltimos ejempla res que
se reciben por esta zona, ya en plena ?poca indepen
diente, corresponden a la porcelana
cantonesa con su caracte
r?stica decoraci?n de mariposas y flores multicolores, cuyo rico sentido crom?tico disimula la falta de calidad art?stica.
Viene en segundo t?rmino, como art?culo de importaci?n,
296 GONZALO OBREG?N
el mobiliario. El mueble oriental a base de lacas, dorados, colores ostentosos y decoraci?n abigarrada, corresponde per
fectamente al gusto del criollo mexicano amigo del fasto, de
la rica apariencia y del colorido. Tenemos que hacer notar
que la mejor ?poca del mobiliario chino y japon?s, la m?s
rica por lo menos, corresponde precisamente a los siglos
xvn
y xviii.
Es muy dif?cil fijar, sin haber estudiado las listas de los m
cargamentos de las naos de Manila, la cantidad y la calidad
de los muebles importados, pero los que han llegado hasta
nosotros son suficientemente importantes para deducir que hubo una corriente continua y que este tipo de mobiliario
era tan buscado como apreciado.
Muy comunes debieron ser, y hay que mencionarlos en
lugar preferente, por ser originarios de Filipinas, los grandes cofres de viaje de forma rectangular con la cubierta ligera
mente abombada. Pueden ser de dos clases: los primeros, los
m?s conocidos, hechos en una madera llamada "narro", espe
cie de cedro filipino. Su decoraci?n consiste en motivos ta
llados, un tanto toscos, dando la impresi?n de un gran tapiz
que estuviera colocado sobre el mueble mismo, abarcando
frente, parte superior y respaldo. Los lados, unas veces eran
lisos y otras ten?an una talla de menor importancia que la
que ostentaban al frente. Hay bastantes ejemplares de este
tipo de muebles tanto en el Museo de Chapultepec como en
colecciones privadas, sobre todo en la de Franz Mayer y, hasta la fecha, parece que abundan a?n ejemplares de este
tipo en Filipinas a juzgar por lo que dice una revista norte
americana especializada.3
El segundo tipo de arcones tiene la misma forma que los
anteriores, en madera m?s delgada. Su decoraci?n no es ta
llada sino pintada en oro sobre fondo rojo con motivos t?pi camente asi?ticos como dragones, "kilines" (m?s conocidos
como "perros de Fo"), flores de loto, etc. Dentro de este
mismo grupo podemos considerar otros cofres parecidos
re
cubiertos en paja de arroz trenzada y pintados
en dos tonos
resaltando los dibujos en color caf? oscuro sobre el color na
tural de la paja.
ARTE ORIENTAL EN NUEVA ESPA?A 297
De procedencia china y japonesa tenemos tambi?n arma
ritos con puertas en cuyo interior hay numerosos cajones. Esta clase de muebles cae dentro del gusto espa?ol ya que no son otra cosa sino los cl?sicos vargue?os de los siglos xvi
y xvn. Estos muebles chinos fueron especialmente gustados
ya que ven?an con una rica decoraci?n en oro y laca ostentan
do brillantes aplicaciones en lat?n. Son bastante numerosos
los ejemplos de esta clase de mobiliario que han llegado hasta nosotros y no era raro encontrarlos formando parte de
las sacrist?as.
Tenemos que mencionar, igualmente, muebles m?s comu
nes como sillas o sillones. Las primeras, de forma muy r?gida, ten?an el asiento y el respaldo cubierto en cuero rojo con
dibujos en dorado. Particularmente rica fue la serie que per teneci? a la Sala Capitular del convento de S. Agust?n de
M?xico y que hoy se puede admirar en el Museo Nacional
de Historia. En ella vemos leones y flores estilizados a la ma
nera china.
Los sillones conservan la forma t?pica del "frailero" espa ?ol. Se diferencian en que la madera es m?s ligera y en que asiento y respaldo est?n trabajados
en bejuco fin?simo, recu
bierto a su vez con piel muy delgada decorada en rojo y oro.
Los m?s bellos ejemplares de este mueble se conservan en la
colecci?n Mayer.
Debieron ser tambi?n muy numerosos los biombos en laca
china o japonesa.
Sin embargo, su constante manejo, hizo
que se deterioraran r?pidamente y son escas?simos los ejem
plares que han llegado hasta nosotros. Digno de menci?n es uno de ellos, en laca japonesa de fines del siglo xvn que fue aprovechado para formar un pulpito en la iglesia de San
Miguel del Milagro en Tlaxcala.
Los marfiles formaron un especial objeto de importaci?n. Este material fue muy gustado por los mexicanos de los si
glos xvn y xviii. Su calidad, su peso, su tersura, lo hac?an
especialmente apto para esculturas y la minuciosidad del ar
tista oriental produjo verdaderas maravillas al utilizarlo. Es
curioso constatar que las esculturas llegadas a M?xico son
siempre de car?cter religioso y de trabajo mucho menos fino
2?8 GONZALO OBREG?N
que las elaboradas en China misma, por lo cual se puede suponer que fueron fabricadas en talleres establecidos en
Manila. Refuerza esta suposici?n el que la mayor?a de estos
productos se encuentren en la actualidad en la Am?rica espa ?ola o en Espa?a siendo muy escasos en el resto de Europa.
Las esculturas m?s comunes son los Cristos en la cruz, algu nos de enorme tama?o ya que, en los mayores, el colmillo
aprovechado llega a tener hasta 1.15 m. de alto. La figura es r?gida y el artista tiene que adaptarse a la natural inclina
ci?n del colmillo. Nunca tiene el car?cter naturalista que caracteriza a los Cristos europeos contempor?neos, las figuras presentan un car?cter de muy acentuado arca?smo. Esto, que en el siglo pasado era mirado como un defecto, en la actua
lidad les da un especial valor puesto que este tipo de figuras, con su aspecto primitivo y estilizado, entra dentro de nues tra apreciaci?n de la belleza. Podemos ver esto en la foto
graf?a anexa que nos muestra una cabeza de Cristo de fines del siglo xvn de excelente factura y en el cual, los rasgos
orientales le dan un acusado car?cter g?tico. Es tan s?lo un
fragmento, pero del Cristo debi? ser la parte m?s importan te y mejor trabajada.
Como hemos dicho, la importaci?n de Cristos debi? de ser enorme, ya que, a?n en la actualidad, es frecuente el en
contrarlos en museos, colecciones o en el comercio de anti
g?edades. Su tama?o var?a desde 15 cms. hasta 1.15 cm. y
est?n generalmente suspendidos sobre una cruz de madera
negra labrada al estilo oriental con hojas de vid y uvas.
El que estas im?genes hayan sido mandadas hacer, en su
gran mayor?a para el mercado novohispano nos lo prueban los ejemplares que se conservan de la Virgen de Guadalupe. Su tama?o y calidad de ejecuci?n tambi?n es variable y a
pesar de que es muy dif?cil datarlas, las primeras se pueden fechar a fines del siglo xvn. Encontramos, tambi?n, "V?rge nes con el ni?o", "San Jos?", "Nacimientos" o determinados
santos que sin duda fueron mandados hacer por encargos es
peciales. El m?s bello ejemplo de este tipo de esculturas, lo
fue la maravillosa "Sagrada Familia", joya del Museo de Arte
Religioso, desaparecida hace pocos a?os.
?1%
Cabeza de Cristo en marfil policromado. Trabajo filipino de fines del
siglo xvn. (Colecci?n particular, M?xico, D. F.)
as? j??
W:~:~" ^.is?ff:^?yy'' ":'.' ""''*."""" ̂ . ;T: ..Z:,:^;;r?%,. ;; ;; /.?:,/;,v ?^J^&gy
Pa?o de ca/?*2. Bordado chino en sedas policromas sobre fondo verde,
siglo xviii. Sacrist?a de la Iglesia de Jes?s Nazareno, M?xico, D. F.
A/i?o Jes?s dormido. Marfil chino, siglo xvii-xvm. (Colecci?n particular,
M?xico, D. F.)
Plat?n en cer?mica de Puebla, mediado* del siglo xvm. Decoraci?n
azul sobre fondo blanco, con influencia china. (Colecci?n particular,
M?xico, D. F.)
Plat?n en porcelana china de exportaci?n. Escudo de Val lado lid y
leyenda alusiva a la proclamaci?n de Carlos IV, 1791. (Colecci?n del
Museo Nac. de Historia, M?xico, D. F.)
Arc?n filipino en madera tallada, siglos xvii-xvni. (Colecci?n particular,
M?xico, D. F.)
Armario chino de fines del siglo xvm o principios del xix. Decoraci?n
en laca dorada sobre fondo rojo. (Colecci?n particular, M?xico, D. F.)
77fror chino del N? I (125 cms. de alto). Fondo blanco, decoraci?n poli
croma. (Colecci?n particular, M?xico, D. F.)
ARTE ORIENTAL EN NUEVA ESPA?A 299
Siendo muy abundantes estas esculturas de tipo religioso, son en cambio rar?simas las figuras civiles o las que repre sentan dioses o h?roes de la mitolog?a china o japonesa. Sencillamente no vinieron a la Nueva Espa?a.
Dentro de las piezas de tama?o peque?o, fabricadas en
China pero cuyo mercado estuvo durante muchos a?os en Fi
lipinas, tenemos que mencionar las
piezas de cobre esmaltado.
Manufacturadas para el comercio con el Occidente, las cajitas para rap?, bandejas, tinteros, aguamaniles, etc., se
importa ron en gran cantidad. La mejor colecci?n que de ellas se
conservaba en M?xico y que comprend?a ejemplares de los
siglos xvn y xvm fue la reunida por don Ram?n Alc?zar.
Hay que advertir que es muy raro encontrar estas piezas de
esmalte en perfecto estado. Su fragilidad hace que cualquier
golpe estrelle el esmalte desprendi?ndos en menudos fragmen tos, siendo su reparaci?n muy dif?cil.
Otro rengl?n importante en el comercio de la nao de
Manila fueron las sedas chinas. La primera menci?n de ellas
la encontramos desde fines del siglo xvi. Su importaci?n lleg? a ser tan cuantiosa que signific?, ya en el siglo xvn, una
seria concurrencia a las sedas granadinas y la ruina de la que
se labraba en la zona de la Mixteca Alta, cuyo cultivo desapa rece
por incosteable.
Las sedas chinas llegaban a la Nueva Espa?a en forma de
piezas ya manufacturadas y bordadas: faldas para las mujeres,
pa?uelos, chales; objetos suntuarios como colchas bordadas,
cubiertas de mesa, doseles, etc. El la ornamentaci?n de estas
piezas encontramos, como en las porcelanas, la mezcla de
motivos orientales con occidentales.
Tenemos que mencionar de una manera muy especial las casullas y ornamentos religiosos labrados para determinada
iglesia. Como caso muy caracter?stico tenemos el del conde
de la Torre de Coss?o, que, teniendo el cargo de Adelanta do de las Islas Filipinas, mand? bordar entre 1770-75 un
ornamento completo en seda roja, destinado a la Catedral
de M?xico a la que lo don? para ser usado en la fiesta de la Preciosa Sangre. Este juego, de espl?ndida calidad y en
perfecto estado de conservaci?n, fue una de las joyas del
300 GONZALO OBREG?N
desaparecido Museo de Arte Religioso, anexo a la Catedral. Como ejemplo muy interesante presentamos la fotograf?a de un pa?o de c?liz bordado en sedas pol?cromas sobre fondo verde claro con
t?picos ornamentos en dise?o oriental. Form?
parte de un ornamento que perteneci? en su origen, a la
iglesia de la del Hospital de la Pur?sima Concepci?n (Jes?s Nazareno) de M?xico.
A?n cuando no es frecuente, tambi?n se encuentran bor
dados civiles finos que, por su riqueza y calidad, siguieron sirviendo en la Nueva Espa?a. Este es el caso de una t?nica entera blanca con espl?ndidos bordados, en su origen posible
mente una t?nica de luto de una princesa china. En la ac
tualidad forma parte del vestuario de una imagen venerada en la antigua capilla del Colegio de las Vizca?nas y conocida como "el Se?or del Coro". La transformaci?n data de media dos del siglo xvin.
Existen tambi?n piezas de indumentaria mandadas bordar
especialmente a
Filipinas, como una
casaquita de ni?o en
gruesa seda azul que tiene una franja pol?croma bordada con
motivos chinos. Este tipo de vestido debi? ser bastante fre
cuente, dada la baratura de mano de obra del artesano orien
tal.
Hubo tambi?n importaci?n de objetos en metal. El caso
m?s famoso es el de la reja del Coro de la Catedral de M?
xico fabricada en Macao seg?n dibujos de Juan Rodr?guez Xuarez, remitida a Manila y de aqu? a Acapulco. Se estren? en la capital de la Nueva Espa?a en marzo de 1733. Es sin
duda la obra m?s importante en metal que conservamos. Fue
ron innumerables las obras m?s peque?as como
jarras, can
deleros, lavamanos, etc., todo fabricado en un metal blanco
que recuerda, por su textura, el "peweter".
Cap?tulo aparte merece la influencia que estos objetos tu
vieron sobre el desenvolvimiento y ornamentaci?n de las ar
tes menores en la Nueva Espa?a. La cer?mica poblana, cuyos primeros ejemplares datan de
fines del siglo xvi y que, en su principio por lo menos, estuvo
sometido a la tradici?n hispano morisca de los alfares de
Triana, Talavera y Puente del Arzobispo, sufre desde fines
ARTE ORIENTAL EN NUEVA ESPA?A 301
del siglo xvn una fuerte influencia de las porcelanas chinas.4
En piezas poblanas de esta ?poca aparecen figuras tomadas de
los vasos orientales: mandarines, pagodas, puentecillos y p?
jaros estilizados de acuerdo con el gusto del extremo Oriente.
Esta influencia fue tan persistente que se encuentra, a veces,
hasta en piezas ya menos facturadas a principios del siglo xix
con los caracter?sticos colores de esta ?poca.
Las lacas chinas y japonesas influyen tambi?n en las tra
bajadas en la zona de Michoac?n y de Guerrero (Olinal?). No influyen
en la manufactura, ya que ambos procedimien
tos difieren y Le?n demostr?, en una obra cl?sica5 que las lacas michoacanas no derivaban, en modo alguno, de las
orientales, sino en la decoraci?n en la que frecuentemente,
desde mediados del siglo xvm, aparecen temas chinescos.
Los dibujos de estas lacas de China y Jap?n influyen tam
bi?n poderosamente en cierto tipo de pinturas que pod?amos llamar popular. Hay piezas del siglo xvm fabricadas en M?
xico en las que ?rboles y p?jaros est?n estilizados como en
Oriente. Caso muy peculiar es el de un biombo mexicano
de la segunda mitad del siglo xvm (colecci?n Mayer) en el
que los p?jaros parecen escapados de lacas japonesas. Lo
mismo podr?amos
decir de un vargue?o mexicano en laca roja
y oro que form? parte de la colecci?n de los condes de Va
lenciana.
Un caso tambi?n muy curioso de interpretaci?n nos lo
presentan algunas peque?as figuras en marfil. El caso m?s
curioso es el de los ni?os dioses dormidos, acostados de lado,
que representan en sus l?neas generales en la postura y hasta
en la sonrisa al "Buda dormido" de Bamiy?n. ?C?mo llega a hacerse esta fusi?n de dos temas tan diferentes y de dos
concepciones tan diversas?
Todos estos problemas que se nos plantean a trav?s de los
objetos que han supervivido a los siglos y cada uno de ellos
constituye un testimonio de una ?poca o de una cultura y nos vuelven a plantear la serie de problemas que significa el contacto del Oriente con la Nueva Espa?a a trav?s de Fi
lipinas, problemas que hasta la fecha no han sido resueltos, e
incluso ni estudiados en forma satisfactoria. Se requerir?a
302 GONZALO OBREG?N
una amplia investigaci?n sobre las fuentes documentales, so
bre los lugares de producci?n de estos mismos objetos y una
amplia documentaci?n gr?fica que permitiera resolver estos
mismos contactos.
NOTAS
1 Manuel Romero de Terreros, Las artes industriales en la Nueva
Espa?a, M?xico, 1923.
2 Ibid., op cit.
3 Antiques, Vol. xvm, Abril 1935, N9 4.
4 Vid. Enrique A. Cervantes, Loza blanca y azulejo de Puebla, M?xi
co, 1939, con excelentes ilustraciones.
5 Francisco de P. Le?n, Los esmaltes de Uruapan, M?xico, 1939.
EL RAMO DE FILIPINAS EN EL ARCHIVO GENERAL DE LA NACI?N
Beatriz Arteaga
Archivo General de la Naci?n
Mar?a del Carmen Velazquez El Colegio de Mexico
El ramo de Filipinas en el Archivo General de la Naci?n de la Ciudad de M?xico, consta de sesenta y tres vol?menes; cada uno de ellos de m?s o menos 350 a 450 hojas o folios.
Hay un ?ndice o gu?a del Ramo formado con los res?menes de cada uno de los expedientes que forman cada tomo. To dos los papeles que se recogieron en este Ramo o colecci?n
proceden del siglo xv?n y van de 1718 a la ?poca de la guerra de independencia. Los documentos de fecha m?s cercana a nuestros d?as son de los a?os 1817 y 1818.
Los temas que pueden estudiarse con esta documentaci?n
son muy variados: desde la organizaci?n administrativa hasta las influencias orientales que se han se?alado en la sociedad
novohispana. Los virreyes de la Nueva Espa?a fueron los encargados de
hacer cumplir las ?rdenes de los monarcas, relativas a las islas Filipinas. Los funcionarios de la Real Hacienda y los fiscales tramitaban lo dispuesto por la metr?poli. En el
Real de Acuerdo de M?xico se dictaminaba sobre pleitos y controversias de comerciantes y autoridades filipinas. Los ofi ciales reales de Acapulco y de la capital verificaban los em
barques de mercanc?as, recaudaban los impuestos, reun?an los situados, mandaban las dotaciones para los soldados y el clero en Filipinas y se encargaban de ajustar la paga y los alcances de todos los que iban y ven?an a las islas. Todas estas tareas, de las cuales estaban encargados los mismos funcionarios ma
yores y menores que administraban los negocios de la Nueva
Espa?a, eran ejecutados por ellos en su calidad de miembros de la gran organizaci?n administrativa imperial.
La impresi?n que queda despu?s de revisar este Ramo es de que los personajes que ten?an en sus manos el gobierno
304 ARTEAGA Y VEL?ZQUEZ
y el comercio de Filipinas formaban un grupo especial de la sociedad colonial. Constitu?an una especie de gremio de in dividuos pertenecientes a familias privilegiadas de mucha
riqueza e influencia. Solamente por la concentraci?n de ex
periencias y de fortunas y con el amparo del favor real pudie ron vencerse las numeros?simas dificultades que resultaron de la posesi?n de esas islas y del comercio con el Oriente.
Saltan a la vista en los documentos los relatos de las peri pecias, los trastornos, las vicisitudes de la navegaci?n transpa c?fica. Por ejemplo: despu?s de 1743, a?o en que Jorge Anson
apres? el patache Nuestra Se?ora de Covadonga a la salida de Cavit?, los funcionarios y comerciantes, tanto de Manila como de Nueva Espa?a, quedaron
tan temerosos de nuevos
ataques y p?rdidas que suspendieron el env?o del gale?n Ro sario. S?lo se atrevieron a enviar un
patache llamado Santo
Domingo, "endeble y chico", de 250 toneladas, al mando del
capit?n y maestre don Pablo Francisco Guti?rrez de Cos?o con los cajones de la correspondencia oficial y las cajas par ticulares de mercanc?as de marineros, artilleros y grumetes a
quienes casi siempre se les permit?a traer peque?as cantidades de mercanc?a como medio de compensar la corta paga de que disfrutaban. El viaje dur? seis meses (del 5 de agosto de
1745, que empez? el patache de Gavite, al 20 de febrero de 1746 que arrib? a Matanchel). El capit?n tuvo que capear dos fuertes temporales y afortunadamente no perdi? muchos
pasajeros. Se refugi? en Matanchel, que no era puerto
a
donde se le esperaba y a donde no llegaban regularmente las naos d Filipinas, por temor de que cerca de Acapulco o en la bah?a misma de este puerto lo estuvieran esperando
naves
enemigas. Hubo que esperar a recibir informes de los alcal des mayores de muchas poblaciones de la costa del Pac?fico, desde Guatemala hasta Matachel para que por fin pudiera llegar a Acapulco para las faenas de carena y reparaci?n
general. Los muchos documentos que a?n se conservan en este
Ramo y en algunos otros del Archivo, son indicio de los m?l
tiples tr?mites que se necesitaba llevar a cabo para que la
navegaci?n pudiera efectuarse. Adem?s de cumplir con mu
chos requisitos administrativos, hab?a que surtir de medici nas, papel y plumas,
al navio, entre otras cosas. Por lo regular estos objetos ven?an de Espa?a. Luego hab?an que recoger el jam?n, el queso y el dulce para alimentar a los viajeros durante la traves?a, distribuir el alojamiento a gusto de to
dos, acomodar la carga de los diversos due?os. Siempre hab?a retraso en la salida del gale?n tanto en Gavite para Acapulco,
EL RAMO DE FILIPINAS 305
como de este puerto para Gavite porque los preparativos eran muchos y hab?a que conciliar variados intereses. No es de
extra?ar, por tanto, que en el Ramo de Marina se encuentren
papeles con ?rdenes terminantes para los capitanes de los
galeones para que inicien precisamente el d?a fijado la tra ves?a transpac?fica.
Cada viaj^ del gale?n supon?a nuevos nombramientos y reclutaci?n de la tripulaci?n. A principios del siglo xv?n se usan todav?a palabras de sabor medieval para designar determinados empleos, como el de maestre de platas ?que seg?n el Diccionario de la lengua castellana (1873) era "la
segunda persona del navio, a quien toca su gobierno despu?s del capit?n, y cuida de lo econ?mico de ?l, dar cuenta de todo lo que se carga y descarga y de los fletes de los pasaje
ros"? o condestable. Hab?a tambi?n entonces una "enco
mendero". Esta palabra no designaba al individuo que per cib?a el tributo de los indios por gracia del rey, sino al
personaje al que se le encomendaban las mercanc?as que tra?a la nao para que las cuidara durante la traves?a. Parece
que en el siglo xv?n esta misma funci?n la efectuaba el "com^
promisario". Los papeles que tratan de los individuos que formaban
la tripulaci?n de las naos filipinas son numerosos. En el virreinato de Nueva Espa?a se reclutaban a los que deb?an formar las guarniciones de las fortalezas de las islas Filipinas y de las Marianas. En el siglo xv?n, debido a las guerras entre Francia e
Inglaterra por la posesi?n
de colonias ame
ricanas y asi?ticas, Espa?a orden? en 1774, 1776 y 1778 que se enviaran fuertes contingentes de Nueva Espa?a a Filipinas
para protegerse en Asia de sus rivales europeos. A ellas se
enviaban tambi?n delincuentes y malhechores e individuos de mala conducta: "vagos y mal entretenidos" que eran des
terrados de las varias colonias a petici?n de sus familiares o de la autoridad. Unas veces la madre o la esposa se
apiada ban y ped?an clemencia para su deudo, otras lo solicitaban
vengativamente.
Hay tambi?n referencias del paso de comerciantes o fun cionarios que ven?an de las islas, llegaban a Acapulco, pasa ban por M?xico y luego sal?an por Veracruz rumbo a Espa ?a. Tambi?n del paso por Acapulco de personajes importantes como el del que fue fiscal en M?xico y visitador general del Per?, don Jos? Antonio de Areche, quien a su paso por Aca
pulco, despu?s de observar lo que all? sucedi? envi? informes al virrey para ponerlo al tanto de la situaci?n real del puerto y para sugerirle mejoras y reformas. Algunos nombres de los
306 ARTEAGA Y VEL?ZQUEZ individuos mencionados en los papeles son ya familiares para el estudiante de la historia colonial, como el de Fabi?n de Fonseca, intendente de la Provincia de Yloylo en Filipinas, o el de don Bruno de Hezeta, capit?n al mando de la fragata San Joseph que lleg? de Filipinas a Acapulco en 1776, o el de don Alejandro Malespina que en su viaje de circunnavega ci?n pas? por Acapulco (1792).
La informaci?n sobre los religiosos y el clero secular es tambi?n abundante. El arzobispo de Manila y los obispos sufrag?neos
se entend?an para las cuestiones administrativas con el virrey de Nueva Espa?a. Estaba dispuesto que de este reino se enviaran los socorros para los dignatarios, p?rrocos y otros eclesi?sticos residentes en Filipinas.
Los religiosos franciscanos tuvieron un hospital en San
Agust?n de las Cuevas en donde se reun?an los misioneros que luego partir?an para Filipinas. Esta casa pertenec?a a la Pro vincia de San Gregorio de Filipinas y a ella llegaban tam bi?n los franciscanos procedentes de las islas. Cada vez que alguno de los misioneros hac?a el viaje, el virrey ten?a que disponer que se le pagara al capit?n de la nao su pasaje y se le diera el real de raci?n que deb?a percibir por la manuten ci?n del religioso mientras estuviera a bordo. Esos pasajes costaban bien caro al rey, pues en el siglo xvm
pagaba tres
cientos pesos por el transporte de cada religioso. Por eso,
muchas veces, los religiosos eran nombrados capellanes de la
nao. De esa manera formaban parte de la tripulaci?n y el rey se ahorraba un
pasaje. Un volumen del Ramo Californias, el n?mero 26, lleva
por t?tulo "Reales C?dulas y ?rdenes dirigidas a los Excmos. Sres. Virreyes y Religiosos de la Compa., Sto. Domingo y Sn.
Agust?n sobre el gobierno de las Misiones de California". Los documentos que contiene este volumen abarcan los tres
siglos de la ?poca colonial. Aunque en el t?tulo se menciona a religiosos de otras ?rdenes casi todos los documentos son relativos a las misiones de los jesu?tas. Es grandemente ilus trativa la lectura del ?ndice de asuntos de estos documentos,
pues el lector, de pronto, se da cuenta de cuan r?pidamente se situaron los jesuitas a lo largo de las nuevas v?as de comu nicaci?n mundiales. Una vez establecidos en M?xico, en 1572 y poco despu?s en Filipinas, empiezan a ocupar los puntos intermedios. Primero van hacia Sinaloa, luego se establecen
en las islas Marianas y ya a fines del siglo xvn han iniciado la conquista de las Californias. Las reales ?rdenes de fines
del siglo xvn revelan el apoyo y la protecci?n de que enton ces gozaban los jesuitas. En 1707 el rey ordena perentoria
EL RAMO DE FILIPINAS 3o7
mente al virrey de Nueva Espa?a que pague con toda pun tualidad lo que se les deba atrasado a las misiones de la
Compa??a de Jes?s. Hay que recordar en relaci?n con los
jesu?tas que es por esta v?a por la que llegaron al Jap?n los
que habr?an de ser m?rtires de la evangelizaci?n. Una revisi?n superficial de los vol?menes del Ramo de
Filipinas no es suficiente para entender la econom?a de esta famosa l?nea de navegaci?n establecida entre dos colonias del
imperio espa?ol, ni de sus repercusiones en la econom?a de Nueva Espa?a. S? puede saberse desde luego que de esta co lonia se enviaban los situados a Filipinas. Esto es, dinero,
plata especialmente, para pagar a los funcionarios, a los mi
litares de las fortalezas y al clero secular. Pero tambi?n llevaban los galeones plata o caudales de individuos del co
mercio de Filipinas y plata de las ?rdenes religiosas. Es f?cil saber tambi?n que de las islas Filipinas tra?an mercanc?as valiosas y hay muchas reales c?dulas que fijan el monto de lo
que pod?a cargar el gale?n. En 1760 estaban autorizados qui nientos mil pesos de efectos del Oriente y pod?an llevar de M?xico los comerciantes un mill?n de pesos. Pero es bien sabido que, adem?s de las mercanc?as permitidas
se comercia
ba con otras muchas ilegalmente. Los pleitos entre los capi tanes de los navios y los comerciantes de Manila revelan las
irregularidades de los embarques y las ganancias il?citas de ,los capitanes.
El monto de las mercanc?as de que se apode
raron los ingleses cuando capturaron a la Sant?sima Trinidad
era de m?s de dos millones de pesos. Tambi?n requiere cui dadoso estudio el papel del capit?n de la nao. ?ste recib?a un sueldo por cada traves?a. En 1754 el rey conced?a al
capi t?n del navio por todo su sueldo, en cada viaje, 4 125 pesos.
Pero tambi?n tra?a el capit?n a M?xico, otras mercanc?as tanto de su pertenencia como de propiedad de comerciantes
de Manila.
Con el estudio de los documentos podr?a llegarse
a saber
asimismo a qui?nes pertenec?an los navios. Unos eran del rey, los que formaban la escuadra de la Mar del Sur, pero otros eran de
particulares. Generalmente los galeones fueron cons
truidos en el Oriente, se mencionan algunos del reino de Siam. A veces el rey compr? los pataches a los comerciantes de Manila para enviarlos a
alguna misi?n urgente. A la llegada del gale?n a Acapulco los oficiales reales se
apoderarban de toda la mercanc?a y no la repart?an sino hasta que sus due?os o los representantes de ?stas, hubieran
satisfecho los derechos del rey. La descarga duraba varios
308 ARTEAGA Y VEL?ZQUEZ d?as y era vigilada muy de cerca por los oficiales reales, el castellano de la fortaleza de Acapulco, el capit?n de la nao
y los comerciantes. Hasta que no hubieran llegado a un acuerdo sobre el pago de los derechos pod?an los comerciantes sacar sus efectos a la venta y con ello iniciar la feria. En ocasiones los que ven?an de Filipinas ped?an permiso de trans
portar su mercanc?a a la capital, porque en ella
pod?an ven
der sus efectos con mayor ganancia. Unas veces lo permit?a
el virrey, otras no. Las formas c?mo se comerciaba y la con
tabilidad de todas las transaciones del comercio de Manila son ya ajenas
a nuestra ?poca y requiere un adiestramiento
especial entender su funcionamiento. Por otra parte el estudio de los documentos de este Ramo
de Filipinas y de otros vol?menes que tienen expedientes re lativos a las Filipinas permiten una visi?n m?s amplia de la historia mexicana en su periodo colonial. Es muy posible
que las comunicaciones que se establecieron con otras colo
nias del imperio espa?ol hayan dado cierto car?cter cosmo
polita a la sociedad novohispana. Si es as? a ello contribuy? poderosamente la conexi?n con las islas Filipinas. El paso de individuos de una colonia a otra ha dejado una huella que a?n no ha sido precisada.
Independientemente de los comerciantes que, teniendo sus
negocios en Filipinas, se radicaban en la Nueva Espa?a est?n los funcionarios que sirvieron en las dos colonias. Hay men
ci?n de varios gobernadores y capitanes generales de las islas
que vivieron en M?xico: Manuel de Le?n (1617), Gabriel de Curuzelaegui (1683), Fausto Cruzat y G?ngora (1697), Fernando Bustamante Bustillos y Rueda (1716), Gaspar de la Torre (1741), Francisco Joseph de Ovando (1745), Pedro Manuel de Arandia y Santestevan (1754), Juan Manuel de
la Torre (1760), Jos? Ra?n (1763), Sim?n de Anda Salazar
(1774), F?lix Berenguer de Marquina (1799). Con la lectura cuidadosa de los documentos seguramente se podr?a comple tar la lista de los gobernadores y las fechas de sus mandos.
Una historia completa de los navios que atravesaron de ida y vuelta el Pac?fico en el siglo xvm tambi?n podr?a ha cerse con los datos de estos documentos. Se menciona, en
1720 al gale?n la Sacra Familia, surto en Acapulco. En ?l
lleg? de Manila, ya muy enfermo y para morir, el Goberna dor de las Islas don Fernando Manuel de Bustillo Bustaman te y Rueda con 500 000 pesos que luego le recogieron los ofi ciales reales. En un patache que arrib? poco despu?s ven?a su sobrino el general Gregorio Alejandro Bustillos y Busta
mante, heredero que fue de los negocios del t?o. En 1745
EL RAMO DE FILIPINAS 309
lleg? a Matanchel el patache Santo Domingo, al que ya nos
hemos referido. La anomal?a de su llegada dio ocasi?n para que su capit?n hiciera un bonito plano de Matanchel, en el
que se ven las mercanc?as protegidas por los ca?ones del barco y en una esquina el dibujo del patache. Hay muchos documentos que se refieren al famoso gale?n la Sant?sima Tri nidad y Nuestra Se?ora del Buen Fin, el que en 1762 fue
apresado por los ingleses, repleto de mercanc?as y que termi n? sus d?as varado en el puerto de Plymouth. A mediados del
siglo los navios se designan con el nombre de fragatas, se va perdiendo el nombre gale?n. Son de esta ?poca Nuestra Se?ora del Rosario y San Juan Bautista, alias el Filipino, que hizo viajes de Manila a Acapulco en 1759 y 1762, por lo menos. Luego,
en 1765
se menciona a la fragata San Jo
seph de Gracia, que cruz? el Pac?fico muchas veces, en 1765, 1771, 1774, 1776, 1779, 1781, y la fragata San Pedro el Cavi te?o. A fines del siglo parece que el navio m?s importante fue el que llamaban San Fernando Magallanes, uno de los ?ltimos que entr? al puerto de Acapulco en el siglo xix.
Muchos navios procedentes de Guayaquil, el Callao y has ta de Valpara?so llegaban a Acapulco en espera de la nao de
Filipinas. Tra?an principalmente cacao a Nueva Espa?a y se llevaban tabaco y mercanc?as orientales a la Am?rica del Sur. Hay menci?n de las fragatas peruleras Nuestra Se?ora del Rosario alias la Perla Chilena, Nuestra Se?ora de Balva
?era, la Santa Ana, Nuestra Se?ora del Carm/en alias el Val diviano y del paquevot Santo Cristo de Burgos.
Aunque en los documentos mencionan repetidas
veces el
"viaje anual" de la nao, en realidad hubo muchos a?os que no lleg? ninguna y otros, en cambio, en que llegaron dos. Es ya sabido que en cuanto arribaba la nao a
Acapulco, o
antes, desde que era avistada por las costas de Baja Califor
nia, el virrey se comunicaba con los oficiales reales de Vera
cruz, Guadalajara, Antequera y Puebla avis?ndoles que la nao ya estaba por llegar, para que los comerciantes de esos
lugares quedaran avisados y pudieran, oportunamente trasla
darse a Acapulco a participar en la feria de las mercanc?as orientales. Despu?s los comerciantes mayoristas distribu?an sus mercanc?as por toda la Nueva Espa?a. Otros efectos sa
l?an por Veracruz para Europa.
Algo se puede saber de la historia de Filipinas a trav?s de los documentos que
se conservan en este Ramo. Los conti
nuos ataques de los moros a las posesiones espa?olas de all?,
algunas descripciones de las provincias filipinas, sucesos ex
traordinarios, como la erupci?n del volc?n de Taal, en
310 ARTE AG A Y VELAZQUEZ
1754. En la descripci?n de este suceso que el gobernador de
Filipinas envi? al Virrey de Nueva Espa?a incluy? un precio so dibujo en el que se ve el volc?n, en medio de la laguna
de Bombong, en plena erupci?n. Tambi?n revelan los docu mentos los movimientos de barcos en las costas asi?ticas y la
presencia de ingleses, irlandeses y franceses en aquellas regio nes. Noticias de sucesos bien conocidos, como el viaje del
capit?n Cook, llegaron a M?xico por la v?a de Filipinas. El paso de orientales a la Nueva Espa?a y de mexicanos
a las Filipinas que muchos historiadores sospechan, pero que requiere a?n muchos estudios especiales termin? por lo que a la documentaci?n de la ?poca colonial se refiere con un grato
episodio: ni?os mexicanos fueron llevados a Filipinas para inocular con el virus de las viruelas a los ni?os filipinos.
Muchos de estos mexicanos, ya j?venes volvieron a su patria despu?s de cumplir con esta misi?n de hermandad universal.
Causas de muy variado orden, produjeron quiz? el fin de las conexiones entre M?xico y Manila. La fundaci?n de la Compa??a de Filipinas, en 1785, ya supuso la escisi?n de los intereses del rey y de los comerciantes de Manila. Luego la filosof?a liberal con su grito de "libre comercio" y las gue rras napole?nicas completaron la quiebra del lucrativo tr? fico con el Oriente. En 1816 se ley? en M?xico un Bando
por el cual el rey conced?a a sus subditos el libre comercio con las Filipinas. Los mercaderes mexicanos hubieran podido aprovechar esta
franquicia, pero fue precisamente en Acapul
co y en las regiones circunvecinas en donde la guerra de in
dependencia prendi? con m?s fuerza. En el Ramo de His toria est?n los documentos que tratan de la toma de Acapulco
por Morelos y de los perjuicios que este suceso caus? al comercio filipino. En general, para la historia del siglo xix habr?a que averiguar cu?les eran las perspectivas de mexica nos y filipinos. Un caso interesante de la nueva actitud
ideol?gica es el del filipino Ram?n Fabi?, antiguo alumno de la Escuela de Miner?a, quien atac? junto con Hidalgo la
alh?ndiga de Granaditas, por lo que fue fusilado por Calleja en noviembre de 1810.
La consulta del Ramo de Filipinas lleva al lector a mu chos otros Ramos del Archivo, especialmente al de Marina en donde much?simos vol?menes dan cuenta de los movi
mientos de embarcaciones; al de Reales C?dulas y aun a al
gunos que se creer?a que no tienen conexi?n con las Islas como el volumen 132 de Minas en donde est? una orden sobre remisi?n de cobre y esta?o para Filipinas.
LA REVOLUCI?N FILIPINA EN LA PRENSA MEXICANA
(1898-1899)
Mar?a Elena Rodr?guez de Magis
El Colegio de M?xico
El 20 de abril de 1898, el gobierno de los Estados Unidos recibi? del Congreso autorizaci?n para hacer uso de la fuerza en contra de Espa?a y colaborar en la liberaci?n de Cuba. El objetivo de esta guerra parec?a muy claro: lograr la paci ficaci?n de ?sta y entregar luego su gobierno y control al
pueblo cubano. As? planteadas las cosas, el conflicto goz? de mucha popularidad entre los norteamericanos que lo sin tieron como una afirmaci?n m?s de su propia independencia.
Ahora bien, apenas transcurrido una semana desde la ini
ciaci?n de la guerra, cuando, el i de mayo, el escenario del conflicto se ampl?a desplaz?ndose del Caribe al Lejano Orien te. La flota americana comandada por Dewey atac? Filipi
nas y derrot?, con la ayuda de los insurrectos filipinos diri
gidos por Aguinaldo, a las fuerzas que los espa?oles ten?an acantonadas en las islas.
El desplazamiento del campo de operaciones implicaba un cambio en los objetivos primarios de la guerra y el ataque a las colonias espa?olas de Filipinas tuvo consecuencias muy diferentes a los de la intervenci?n en Cuba. El presidente
Mackinley, contrariando todos los principios que hicieron
posible la independencia de su pa?s y atendiendo s?lo a los intereses econ?micos que pugnaban por una base que les per
mitiera el comercio con Oriente, oblig? a Espa?a a ceder las islas por veinte millones de d?lares.
Esta derivaci?n del triunfo militar en Filipinas tuvo im
portantes consecuencias tanto en la pol?tica interna de los Estados Unidos como en el movimiento de insurrecci?n fili
pino. El Tratado de Par?s, firmado con Espa?a el 10 de diciembre de 1898, fue duramente discutido en los Estados
Unidos. La posibilidad de anexar un pueblo sin su consen
timiento caus? gran disgusto en muchos norteamericanos que lo sintieron como un acto contrario a sus ideales de indepen
312 M* ELENA RODR?GUEZ DE M AGIS
dencia y a sus principios democr?ticos. La lucha para lograr la ratificaci?n del Tratado de Par?s fue larga y s?lo el 6 de febrero de 1899, se obtuvieron los dos tercios necesarios en el
Congreso. Para los insurrectos filipinos que, al igual que los
hispanoamericanos a principios del siglo, luchaban por la
independencia de su pa?s, el resultado de la guerra no pudo ser m?s desconcertante. Si bien es cierto que Aguinaldo y su
gente hab?an pensado en la ayuda y hasta protecci?n ameri cana, ?sta estaba condicionada a un
periodo determinado,
indispensable para organizarse. La decisi?n final del Tratado de Par?s por el cual Filipinas quedaba bajo dominio ameri cano, fue desobedecida por el jefe Aguinaldo y los insurrec tos. Los Estados Unidos terminaron el conflicto reduciendo
por la fuerza el intento filipino de independencia. El desarrollo de esta guerra denominada Hispano-ameri
cana, fue seguido con especial inter?s por la prensa mundial
que ve?a en la suerte favorable de los Estados Unidos, el sur
gimiento de una nueva potencia de proyecciones internacio nales. M?xico, por su situaci?n geogr?fica estaba muy cerca
del escenario de los acontecimientos, por esto quiz? los inte reses que estuvieron en
juego fueron mucho mayores que en
el resto de la Am?rica Espa?ola. En la prensa mexicana de la ?poca encontramos abundant?sima informaci?n y sustan
ciosos comentarios de editoriales en las que podemos ver cla
ramente las distintas posturas que se defendieron durante el desarrollo de la guerra y despu?s en la discusi?n y firma de los tratados de paz.
El gobierno del general Porfirio D?az mantuvo al pa?s en la neutralidad durante todo el conflicto. Su posici?n, muy criticada por algunos sectores fue defendida por la prensa oficialista, en especial por El Imparcial, el peri?dico m?s
importante dentro de esta l?nea. En los primeros momentos las editoriales se reducen a descripciones hist?rico-geogr?ficas
del "Teatro de la Guerra" sin m?s comentario porque, de los resultados del combate "nos ha dado cuenta el cable";1
o a simples narraciones con abundancia de detalles.2
El Imparcial hace suya la neutralidad del gobierno y se defiende continuamente de los ataques de otros peri?dicos, sosteniendo que su "?nico prop?sito es servir a M?xico, y constituir un
peri?dico netamente nacional".3 La prensa fa
vorable a Espa?a los acusa insistentemente de recibir dinero americano para atacar a la Pen?nsula y defender la causa
estadounidense. El lunes 4 de julio en un extenso editorial, El Imparcial fija los puntos principales de la pol?mica que viene sosteniendo:
LA REVOLUCI?N FILIPINA 313
Primero. ?Qu? inter?s pueden tener los americanos en hacerse
en la prensa de M?xico de uno o m?s peri?dicos que le sean adic
tos? ?Qu? causas tienen los espa?oles para comprar a la prensa de
M?xico y ponerla adicta a su servicio?
Segundo. ?Cu?l ha sido la conducta de los peri?dicos sostenidos
por espa?oles desde que se declar? la guerra? ?Cu?l ha sido en este
tiempo la actitud del Mundo y El Imparcial? Tercero. ?Cu?les son los antecedentes period?sticos de cada uno?
Al primero de los puntos contestan que poco puede inte resar la opini?n de una prensa escrita en idioma extranjero y "que por consiguiente,
en nada, absolutamente en nada,
podr?a influir en el ?nimo de sus conciudadanos, y en cam
bio tienen en su pa?s peri?dicos con tiro de millones de ejem plares que levantan el esp?ritu de los suyos... El que pudiera tener, ser?a el de inclinar la opini?n de los mexicanos a su
favor ?Y para qu?? ?De qu? servir?a a los Estados Unidos tener de su parte a los mexicanos si el gobierno se ha decla rado neutral? ?Acaso est?n abriendo subscripciones para sos
tener la guerra o siquiera a beneficio de los heridos?. .." En caso muy diferente ?contin?a el peri?dico?
se encuentran
los espa?oles. Su primer intento fue lograr que toda la Am? rica Latina le declarara la guerra a los Estados Unidos: des
pu?s reavivar el resentimiento de los mexicanos por la guerra de 47; por ?ltimo los potentados espa?oles millonarios de
M?xico tienen especial inter?s en despertar el patriotismo de sus coterr?neos para que colaboren en los gastos de la guerra, entre los que incluye el pago de la prensa que les hace pro paganda. En conclusi?n: "Los americanos no tienen ning?n inter?s en que la prensa de M?xico est? a su favor, y para los espa?oles
es punto radical tenerla comprada y a su favor''
Con respecto al segundo punto, contesta que los peri?di cos espa?oles tienen llenas sus columnas de art?culos injurio sos contra "la naci?n americana y sus habitantes, uno o dos
art?culos adulatorios para Espa?a y para los espa?oles, y tres o cuatro soeces contra los peri?dicos que no hacen lo mismo
que ellos..." Y agrega: "en cambio, pedimos a los se?ores
que nos se?alen un solo art?culo de El Mundo o de El Im
parcial, desde que se declar? la g?era, que contenga una sola
injuria a Espa?a, clara, directa, bien definida, como las de ellos a los Estados Unidos; un solo art?culo adulatorio a los americanos, as? tan c?nico, tan servil, como los que ellos pu
blican a diario, o una calumnia para ellos con motivo de sus alabanzas a los espa?oles".
3H M* ELENA RODR?GUEZ DE M AG IS
En cuanto al tercer punto denuncia los lazos que unen? a varios peri?dicos, a los cuales cita, con los intereses espa ?oles y la forma como act?an. Termina diciendo: "Adem?s
?y esto es sin duda de positiva importancia? El Mundo y El
Imparci?l son los peri?dicos m?s francamente amigos del Go
bierno, y por eso han seguido la conducta recomendada por el Primer Magistrado de la Rep?blica en su circular sobre la neutralidad. ?Si no hubi?ramos cumplido con ?sto, se cree
que pudi?ramos a?n decir que somos amigos considerados del gobierno?4
A partir del pedido de paz por Espa?a y hasta la ratifica ci?n del Tratado de Par?s por el Congreso americano, El
Imparcial es pr?digo en informaci?n, tanto cablegr?fica como
especial, sobre el desarrollo del problema filipino. Describe las m?ltiples sorpresas que esta guerra ha deparado y comen ta art?culos de la prensa madrile?a en donde se quiere expli car las causas que han provocado la p?rdida de la guerra. Por ?ltimo, poco antes de ratificarse el Tratado de Par?s, El
Imparcial defiende la actitud neutralista del gobierno mexi
cano, que por conveniencia pudo haberse inclinado por los Estados Unidos: "En la guerra hispanoamericana, el fuerte
era el pa?s del Norte, y la oportunidad no pod?a ser m?s
propicia siquiera para manifestar simpat?as al coloso; y sin
embargo, ese coloso acaba de mostrarse
agradecido seg?n la
declaraci?n solemn?sima de su Embajador por la perfecta neu tralidad de nuestro gobierno.
.." 5
Frente a la prensa oficialista que analizamos a trav?s de
El Im\parcial encontramos al peri?dico El Tiempo, de posi ci?n cat?lica definida, como lo anuncia en la primera plana, y con una visi?n de la guerra muy distinta a la anterior. Las
simpat?as por la causa espa?ola
son claras y abundantes. Des
de que comienza el conflicto El Tiempo da por descontado el triunfo de las armas espa?olas.
El triunfo de las armas espa?olas en Filipinas anunciado des
de la semana pasada, es un hecho ya por fortuna, y ha llenado de
alegr?a ? todos los que simpatizan con la noble causa de Espa?a
y ? los que se dan cuenta exacta de los resultados que para la
causa de Am?rica y de la raza latina tendr? esta guerra.6
El contenido de esta nota resulta muy interesante si se
tiene en cuenta que en toda la informaci?n cablegr?fica que
publican los peri?dicos de la ?poca, se habla, desde el prin cipio, de un triunfo americano y no
espa?ol, como
pretende el editorialista. No pudiendo sostener este punto de vista por
LA REVOLUCI?N FILIPINA 315
lo adverso de las informaciones posteriores, escriben al d?a
siguiente: "La fantas?a yankee ha tenido mucho campo don de lucirse con motivo de la primera batalla librada por los
buques de los beligerantes en aguas de Filipinas." Con el mayor desplante se atribuyen el triunfo los norte
americanos y dan por destruida la escuadra espa?ola, tomada la ciudad de Manila y terminada para siempre la dominaci?n
hispana en Filipinas. La posibilidad de falsear la noticia se la atribuye a la distancia y a las malas comunicaciones. Tal idea ?prosigue? "s?lo puede caber en la cabeza de perio
distas yankees que no saben lo que es la guerra". Y m?s ade
lante dice: "No se conquista una ciudad y menos un pa?s, sin soldados y los yankees no tienen un s?lo soldado en Manila, pues los tripulantes de buques s?lo son aptos para manejar ?stos. En cuanto ? los insurrectos tagalos no hay ni que ha blar de ellos, pues apenas forman unas chusmas indiscipli nadas".7
Llama mucho la atenci?n la forma en que la editorial se refiere a los insurrectos tagalos, m?s si se tiene en cuenta que esta apreciaci?n la hace desde un pa?s hispanoamericano, que al igual que los otros, debi? luchar mucho para obtener la
misma independencia a que ahora aspiraban los filipinos. En el resto del mes de mayo, El Tiempo, acusa a la Pren
sa Asociada que deforma las noticias para favorecer a Estados Unidos, lamenta que M?xico no se
pueda comunicar con
Oriente a trav?s de Panam?, para poder obtener noticias sin censura.
Despu?s de numerosas alabanzas a la heroicidad
demostrada por los espa?oles a lo largo de su historia, tiene las palabras y los juicios m?s duros y burlescos para los in surrectos, tales como: "Aguinaldo (?risue?o nombre!) jefe de
mucho prestigio entre los traidores de Filipinas..." o Agui naldo es un malvado que para hacer feliz a su
patria, se sale
de ella y ahora se va con los invasores yankees para que ?stos
amparen y protejan al cobarde".8
El Tiempo tambi?n critica al gobierno mexicano por su actitud neutralista, la que atribuye a la influencia america na.
"Desgraciadamente ?comenta? en todos nuestros asun
tos de pol?tica interior se han mezclado los yankees. Quienes ? ellos se han subyugado, quienes ? ellos han servido han
logrado escalar el poder, en ?pocas no remotas, y han mendi
gado la protecci?n de la Casa Blanca para mantenerse en el
puesto." 9
En agosto, cuando Espa?a ha solicitado la paz, el peri?di co ataca al gobierno liberal espa?ol, que acepta condiciones
vergonzosas impuestas por los Estados Unidos y especialmen
3i6 M* ELENA RODR?GUEZ DE M AG IS
te al gabinete de Sagasta que es capaz de hacerle al pa?s cualquier
mal.10
Durante toda la guerra, y a?n despu?s de la firma del tra tado de paz, El Tiempo
trae abundantes cr?ticas a los ame
ricanos, tanto en su pol?tica
interna como en su actuaci?n
exterior y en particular a las condiciones impuestas a Espa?a. Desde iniciado el conflicto, El Tiempo, tambi?n dedica duras acusaciones a toda la prensa que
no ha manifestado su apo
yo a la Pen?nsula, Incluye en este sentido, informaciones
extranjeras de los nombres de peri?dicos franceses y de otras
partes que muestran su decidida simpat?a por la causa de
Espa?a. El 15 de octubre de 1898 sale a la calle en M?xico un
nuevo peri?dico titulado El Liberal. Declara ser de corte in
dependiente, no tener la protecci?n oficial, y contar entre
sus prop?sitos
con ser un diario moderno, amplio en informa
ci?n y con editoriales en donde se respeten todas las creencias. En lo que respecta a la guerra de Filipinas, trae abundan
te informaci?n cablegr?fica, sobre todo de Espa?a. El 23 de octubre publica las fotograf?as de los presidentes de las comi siones espa?ola y americana que est?n elaborando el Tratado
de Par?s, pero sin ning?n comentario especial. El peri?dico no hace editoriales sobre el problema de Filipinas, pero a trav?s de los comentarios que publica de la prensa extranje ra, se nota claramente sus
simpat?as por la causa sepa?ola.
Reproduce una editorial de Le Gaulois, en la que se vincula la cuesti?n de Filipinas a las pr?ximas elecciones america nas. "El partido republicano ?dice? (al cual pertenece
Mr. Mckinley) ha incluido en su programa la anexi?n de las
Filipinas y el Presidente en su ?ltimo discurso ha hecho al
gunas alusiones demasiado comprensibles." En el Tratado de Par?s, sugiere Le Gaulois que
los americanos han obrado con tal precisi?n que han sabido evitar
que se colocara la cuesti?n de Filipinas al principio del Protocolo
a fin de que la discusi?n no tuviese lugar sino hasta lo ?ltimo
de las negociociones, y sobre todo para prevenir a cuales elecciones
americanas puede dar lugar. Cuando el pueblo americano sepa que la soberan?a de Espa?a
en Filipinas ha sido reservada de com?n acuerdo, es evidente
que en su probidad caracter?sticas, ese mismo pueblo se apercibi r? que ha sido enga?ado por el gobierno (cuyos actos no est?n de
conformidad con sus palabras), y juzgar? que los Estados Unidos
tienen el deber de cumplir lo ofrecido a Espa?a.
LA REVOLUCI?N FILIPINA 317
Esto costar?, tal vez al partido republicano, la p?rdida de un
gran n?mero de sitios en el Parlamento.il
Al informar sobre los insurrectos filipinos, El Liberal, vuelve a inclinarse en favor de Espa?a. Muestra todas las de
ficiencias que presentan y dice:
Es inminente una disrupci?n completa de las fuerzas del dic
tador Aguinaldo, y con ello surge el peligro de que esas huestes,
fraccionadas, se conviertan en partidas de merodeadores y ban
didos.
Aguinaldo, desprovisto de gente que lo sostenga, tendr? que huir del pa?s o echarse en brazos de los amer?canos.12
No cabe duda que es original el t?tulo de dictador con
que en la informaci?n anterior se designa al jefe tagalo. El diario del hogar, fundado en 1881 por Filomeno Mata,
se ocup? con especial inter?s en la guerra con Filipinas. Ape nas iniciada, el peri?dico comenz? a publicar una informa ci?n muy abundante con el t?tulo de: "El conflicto Hispano
Americ?no", en la que figuran por igual noticias referentes a los Estados Unidos, a Espa?a y a los insurecctos. En algu nos casos la informaci?n iba precedida de un subt?tulo en el
que dec?a "versi?n americana", "versi?n espa?ola", etc. Las
editoriales muestran una posici?n muy diferente a las que
hemos comentado en los peri?dicos anteriores. El diario del
hogar se manifiesta como una
publicaci?n hispanoamericana,
y por supuesto sus intereses se vuelcan por los insurrectos fi
lipinos, en
quienes ve
reflejado un
pasado todav?a muy cer
cano. El 20 de agosto, en un editorial en que comenta la
toma de Manila dice:
Por fin el 13 del actual y tras media hora de terrible bom
bardeo se rindi? Manila a las fuerzas combinadas de Dewey, Merrit,
Arthur, Green y Anderson, d?ndose por terminada, al menos por
ahora, la contienda hispano-americana en Filipinas, pero tras este
final ya esperado, nos a venido a sorprender algo no debido en
nuestro concepto, algo incorrecto que revela una conducta equ?vo ca de parte del gobierno americano, y este algo es la orden termi
nante de que la ocupaci?n de Manila se haga sin el concurso de
los rebeldes, que no se les permita a ?stos entrar en manera algu na, que se les obligue a reconocer la ocupaci?n militar y la auto
ridad de los Estados Unidos y la suspensi?n de las hostilidades
dispuestas por el Presidente, y que se use de todas las medidas
que sean necesarias para hacer acatar esta disposici?n.
?Qu? significa ese sistema de terror, qu? esa prohibici?n ines
3i8 MV ELENA RODR?GUEZ DE M AGIS
perada, qu?, en fin, ese alejamiento de los luchadores que se han sacrificado por obtener su libertad del inclemente y odioso yugo
espa?ol? Esto es lo que no nos podemos explicar.
Que las fuerzas vencedoras hagan que los insurrectos suspen dan las hostilidades y respeten la ocupaci?n americana de Manila, est? perfectamente bien; el poderoso ej?rcito del Norte que est?
siendo admirado por el mundo por su manera de luchar, su nota
ble estrategia y los triunfos obtenidos casi sin lucha y sin de
rramamiento de sangre, tiene el deber de mantener el orden, la
correcci?n y la disciplina en los pueblos que ocupa; pero prohibir a los filipinos que entren en los lugares ocupados por el ej?rcito vencedor, sin interrumpir ese orden, indica a las claras que no
tienen la intenci?n de libertarlos de la tiran?a ib?rica, que no se ha
querido ayudarlos en su obra redentora, sino que se busca otro
fin que no queremos creer ni podemos esperar.
Despu?s de elogiar la conducta de los norteamericanos du rante toda la guerra, prosigue:
En d?as pasados llam?bamos la atenci?n del Presidente acerca
de que en las bases de paz no ve?amos nada relativo a Filipinas, y cre?amos y seguimos creyendo que no salvar a estos pueblos en esta
oportunidad, es dejar incompleta la obra; pero ahora que el ?lti
mo procedimiento nos deja entrever algo que no quisi?ramos sos
pechar, es de nuestro deber levantar la voz pidiendo para aqu?llos h?roes que han luchado por su independencia, la protecci?n leal,
franca y desinteresada del Presidente de los Estados Unidos, y que no se tuerza una buena obra convirti?ndose en una monstruosidad
incre?ble.13
En el mes de febrero de 1899, cuando ya estaba firmado el Protocolo de Par?s y s?lo quedaba la ratificaci?n por parte del
Congreso Americano, todav?a El Diario del Hogar, sigue defendiendo a los insurrectos y llamando la atenci?n del pue blo americano sobre el giro que los acontecimientos han to
mado. Dice en uno de sus editoriales: "Hace mucho tiempo que venimos excitando al patriotismo de los Estados Uni
dos, a efecto de que de una manera franca y cumpliendo los nobles prop?sitos que todo el mundo crey? que ten?an al tomar parte activa en la terminaci?n de la dominaci?n es
pa?ola en el archipi?lago, que no se cre?a fueran otros que asegurar a los tagalos
su absoluta independencia."
Aguinaldo al enterarse de las condiciones en que fue fir mado el Tratado de Par?s, se niega a aceptarlo y rompe las hostilidades con los americanos, "despu?s de esperar in?til
LA REVOLUCI?N FILIPINA 319
mente que la situaci?n respecto a su independencia se defi niera de una manera favorable". El peri?dico analiza las dis
tintas fases de la guerra y como a pesar de las evidencias cada vez mayores de un cambio americano, ellos se han re
sistido a darles cr?dito. Pero los hechos ya hacen innegable el vuelco americano,
entonces comenta el editorial que, el ej?rcito americano "re
presenta la fuerza y los tagalos el derecho, su anhelo ha sido sacudir el yugo espa?ol, y no podr?an conformarse con s?lo cambiar de tirano; si entreven que sus esperanzas no tienen
soluciones favorables, raz?n de sobra tienen para lanzarse a
las v?as del hecho, y cualquiera que sea su soluci?n, si se
comprueba que ha habido deslealtad por parte de los Esta dos Unidos, el estigma m?s vergonzoso caer? sobre esa na
ci?n que bien pudo coronarse de gloria, llevando su generosa ayuda a los pueblos que con tanta abnegaci?n han buscado su
mejoramiento." El peri?dico no pone en duda en ning?n momento, los
merecimientos filipinos para su independencia, a prop?sito de ella sostiene:
Todos los pueblos tienen el derecho de ser libres, pero repe
timos, los filipinos m?s que ning?n otro merecen este resultado,
porque ha sido largo el periodo de sus luchas, heroicos sus sacri
ficios y fundadas sus esperanzas de ver coronados sus esfuerzos por ?xito satisfactorio; y ser?a Verdaderamente censurable, que el pue blo que ha causado la admiraci?n del mundo por su fuerza, su
saber y su riqueza, viniera en lugar de ejercer como coronamiento
de su obra la generosidad que es inherente al poderoso, a preten der oprimir al desvalido y a apoderarse de lo que leg?timamente les pertenece a los heroicos tagalos.14
La insurrecci?n tagala, ahora contra los americanos, se
prolong? todav?a y El Diario del Hogar le sigui? brindando su
apoyo y explicando su sacrificada resistencia.
Es imposible ?nos dice? que aquel heroico pueblo, que se ha
b?a lanzado al sacrificio en busca de su libertad, que hab?a talado
sus campos, incendiado sus aduares y ofrecido su sangre generosa en holocausto, con la perspectiva de conquistar una patria inde
pendiente y libre, se conformara con cambiar de Se?or y aceptara un nuevo due?o m?s o menos ilustrado, pero tambi?n un man
datario extra?o, contra cuyo entronizamiento hab?an luchado sin
descanso.15
El an?lisis de los diferentes enfoques dados por la prensa
320 M* ELENA RODR?GUEZ DE MAG IS
mexicana de la ?poca a la revoluci?n filipina ponen de relieve una situaci?n interna bastante compleja. Peri?dicos como El
Imparcial o El Mundo, que defienden la postura oficialista,
proclaman una neutralidad absoluta: neutralidad l?gica en un gobierno con ideolog?a positivista, en donde la paz y el orden deb?an mantenerse inalterables. El Tiempo y El Libe
ral, a pesar de lo opuesto de sus principios, defienden tanto la posici?n de Espa?a que terminan en una postura anacr?
nica. Olvidan por completo lo que cost? a Hispanoam?rica la guerra de independencia, y miran con desprecio o con in
diferencia un movimiento como el tagalo, en el que se refle
jan las mismas aspiraciones de los libertadores de nuestra
Am?rica. En El Diario del Hogar en cambio, encontramos el sentir realmente hispanoamericano. El peri?dico de todo su cr?dito a los filipinos, tiene palabras muy duras y condena torias para los Estados Unidos por frustrar un intento de
independencia, y en definitiva muestra a una nueva genera ci?n hispanoamericana,
con nuevos ideales y con una mayor
conciencia de la responsabilidad que debe asumirse ante
los problemas de otros, sobre todo si estos son similares a los
propios.
i "El teatro de la Guerra", El Imparcial, M?xico, 3 de mayo de
1898. 2 "Heroicidad espa?ola", Ibid., M?xico, 9 de mayo de 1898. 3 "Nuestra actitud neutral", Ibid., M?xico, 30 de mayo de 1898. 4 "Una vez por todas. Fijemos la situaci?n", Ibid., M?xico, 4 de ju
lio de 1898. 5
"Espa?oles y gachupines", Ibid., M?xico, 7 de enero de 1899. 6 "La primera victoria", El Tiempo, M?xico, 3 de mayo de 1898. 7 "Las noticias de la guerra", Ibid., M?xico, 4 de mayo de 1898. s "Comentario del d?a", Ibid., M?xico, 5 de mayo de 1898. 9 "Comentario del d?a", Ibid., M?xico, 7 de mayo de 1898.
10 "Comentario del d?a", Ibid., M?xico, 12 de agosto de 1898. 11 "La Conferencia de Par?s", El Liberal, M?xico, 21 de octubre.
12 "Filipinas. Aguinaldo en decadencia", Ibid., M?xico, 25 de diciem
bre de 1898. 13 "Bolet?n del Diario del Hogar", Diario del Hogar, M?xico, 20 de
agosto de 1898. 14 "Bolet?n del Diario del Hogar", Ibid., M?xico, 8 de febrero de 1899. 15 "Bolet?n del Diario del Hogar", Ibid., M?xico, 18 de febrero de
1899
NUEVE CARTAS DE DIEGO DE ORD?S
*
Enrique Otte
Sevilla, Espa?a
VI. Diego de Ord?s a Francisco Verdugo. Madrid, 30 de mayo de 1530.
Muy virtuoso se?or: porque en otras os escrivo largo, ?sta
no ser? para m?s de hazeros saber c?mo yo vend? al se?or
Juan de Mansilla ciento i diez ovejas, como parecer? por vna escritura que le hize, los cuales no pag? ac? i me dio luego por ellos seiscientos ducados pagados ac?, como digo, e yo le he dado el rejimiento que ten?a en esa ?ibdad. Y estos se?ores del Consejo ovieron por bien, por ser yo i ir a do
iva, que de otra manera escusado fuera hablar en ello. Y si aora no lo hiziera i bolviera las espaldas, quedava perdido. Por tanto, luego como Mansilla enfriare la escritura i os pi dieren las ovejas, se las dad, i tales como es raz?n de dar. Y ans? en esto como en todo lo dem?s que le tocare i vos le
pod?is hazer plazer lo hazed, porque somos muy amigos i por tal lo e ac? conocido.
D?as a que os escrito que si hallaseis a quien vender la
casa la vendieseis. Y estando aqu? en Madrid, i ya vendido mis despachos i adere?ando mi partida, para la qual si to viese diez mil ducados todos son menester, vino el padre
Villagra. Y hablando en cosas me dixo c?mo las casas en M?xico val?an poco, i no av?a quien las conprase. Y porque para esta jornada es menester lo nuevo i a?n lo ajeno, por que a do va la onrra va todo, i tengo alg?n recelo que en esas tierras suele aver de vn d?a a otro en las hazienedas vnas baxas diab?licas, especial en los ganados, acord? ac? de ven der si hallase a qui?n. Y ofreci?se Jer?nimo L?pez, que ac? dieron sentencia en su favor, i le buelvan el cargo de la es crivan?a, i le den quenta con pago de todo lo que a rrentado el oficio. Y vend?le las casas por quinientos pesos de minas,
* En el presente n?mero de Historia Mexicana se publican las cuatro cartas restantes; las cinco primeras lo fueron en el n?mero an terior 53.
322 ENRIQUE OTTE
i con condici?n que, si quando ?l llegare a la tierra vos las oviereis vendido, esta venta no valga. Y m?s le vend? ?ien ovejas en otros quinientos pesos de minas; i la paga de ser dentro de dos meses despu?s que ?l desenbarque, i ser? vn
mes o poco m?s despu?s que se lo ay?is entregado, como ver?is por la escritura que sobre ello os enb?o. Y porque, como digo, de todo os escrivo largo i os enb?o la sobrec?dula de Guacocingo y las dem?s que tocan a mis indios i hazien das todo muy conplido, porque entr? en mi capitulaci?n, ceso. De Madrid, a XXX de mayo de DXXX.
A vuestro servicio, Diego de Ord?s
(Al muy virtuoso se?or mi sobrino Francisco Verdugo, en
M?xico.)
VIL Diego de Ord?s a Francisco Verdugo. Madrid, 2 de junio de 1530
Muy virtuoso se?or: Ya os he escrito muchas vezes el es
tado en que estava mi partida, e c?mo es ta va
esperando el
despacho de Ytalia, el qual vino. E su magestad es servido e me manda que le vaya a servir en la conquista del R?o del Mara??n, como ten?a capitulado, y avn vino de Ytalia
m?s conplido que de ac? fue. Y la ora de agora estoy ya despachado y sacadas todas mis provisiones. E me partir? desta corte a tres o quatro d?as deste mes de junio, e yr? a la tierra. De camino ver? a vuestra madre, e tomar? con
migo a vuestro hermano. Y en la tierra no
pienso estar m?s
de tres o quatro d?as, e luego dar la buelta a Sevilla a en tender en mi despacho, porque tengo de salir de Espa?a en todo el mes de setienbre, porque no me tome ac? el ynbierno.
Y de all? os escrivir? de mi partida. Ya sav?ys que en esta jornada no s?lo me va la vida pero
la honrra, e quisyera tener ac? todo quanto all? tengo, que todo lo gastara de muy buene gana, pero remediarme lo me
jor que pueda, e tengo de enpe?ar o vender el juro. Y de
nes?esidad quedar? a dever en Sevilla por lo menos dos mili ducados. Conviene, como ya os tengo escrito, que hag?ys to dos los m?s dineros que pudi?redes desas haziendas, lo menos
syn perjuysio que ser pueda, e me los ynbi?ys all? a Sevilla,
registrados a la Casa de la Contrataci?n, para que se cunpla con las personas a
quien yo los quedare a dever, que yo tra
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S 323
bajar? de los tomar con los menos canbios e yntereses que pueda.
Ac? he rrescibido los dineros que me ynbiastes que traya el doctor Ojeda, que heran seys?ientos e dos pesos, e los que
me enbiastes con el padre Villagr?n, que heran dozientos
pesos, e los que me enbiastes con Cortejo e Juan de Robles,
que son trezientos e tantos. La ropa e
plumajes que ynbias tes con Villagr?n todo se perdi? en la mar, que no vino ac? dello nada. Cortejo me a escrito que trae no s? qu? co sas. Avn no e visto dello nada, que
avn no es benido a la
corte. Y s? de cierto que los gastos desta corte son tan fuera de raz?n que no lo podr?ys all? pensar, en especial a m?,
que desde que vine a Espa?a no e salido d?lia. E con esta
negociaci?n que se me a ofres?ido he gastado largo, pero todo ^s bien enpleado.
D?as a que os escriv? lo de mi regimiento dessa cibdad, para lo poner en cabe?a de vna persona de bien. E como las cosas en este
Consejo tienen muchas mudan?as, en
espe
cial en avsen?ia, tem?me que, si yo de aqu? vna vez sal?a a esta conquista, el regimiento quedar?a perdido porque por ninguna v?a dan lugar
a que ning?n regimiento
se traspase. Y ofresci?se que vino aqu? Juan de Mansilla, e como para esta jornada
es menester el cuero e las correas, hize con ?l
vn concierto. Y es que le vend? ciento e diez ovejas, como
ver?ys all? por vna carta de venta que le hize, o dos cartas
de vn thenor, por seyscientos ducados que tassamos que las
obejas pod?an valler all?. E di?me ac? luego los seys?ientos ducados, e yo trasp?sele el regimiento. Y estos se?ores del
Consejo le tubieron por bien, e me hizieron esta merced, que no se hiziera a otro. De manera que cuando vaya all? la es
critura, le av?ys de dar las ciento e diez obejas, como reza la escritura.
Aqu? vino el padre Villagra, e me dixo c?mo las casas ?en esa ?ibdad valen poco, e no ay quien las conpre. E tan
bi?n me dixo c?mo las ovejas bal?an. E como yo s? qu? cosas ?on tierras nuevas, tengo recelo de las vaxas que suele aver
de vn d?a a otro, e sy hallara aqu? a quien yo vendiera algu nos ganados, creo que no se perdiera nada. E aqu? se ofreci? que vino Ger?nimo L?pez, al que no quisieron res?ibir en el
oficio que llevava por el se?or secretario S?mano, e aqu? se dio sentencia en su fabor, e le mandan volber el oficio, e le den quenta con pago de todo lo que a rentado. E hize con ?l vn concierto, que le vend? las casas por quinientos castellanos de minas, con condici?n que, si quando ?l fuere vos las obieseys vendido a otra persona, la venta que yo ac?
324 ENRIQUE OTT?
le hize no sea v?lida, por quanto yo os he escrito que las.
vendieseys sy hallaseys quien las conprase. E paresci?me que? si para las casas ?vido conprador, ya ser?n vendidas, sy no
razonablemente van vendidas en los quinientos castellanos
de minas. Ansymesmo le vend? al dicho Ger?nimo L?pez cien obejas por otros
quinientos castellanos de minas, e ab?ys ge
lo de entregar todo despu?s que ?l desenbarque. E la paga a de ser dentro de dos meses que ?l desenbarque en la tierra,, como ver?ys por dos obligaciones que os ynbi?, anbas de vn tenor. Y esta venta des tos mili castellanos hize con pensa
miento, sy toviere nes?esidad en Sevilla, ferialla a vn mer cader. Adelante no s? lo que ser?; yo os ynbiar? raz?n de todo. Vos no
cur?ys syno de cobrallos al plazo,
como va se
?alado.
Ya os he escrito antes de aora la principal cosa porque me mov? a esta jornada, despu?s del servicio de Dios e de
su magestad, fue por asegurar esos indios e haziendas que all?
est?n; y vendito Dios todo se ha echo muy bien, y estos se?o res lo an hecho muy bien conmigo, como
ver?ys por estas,
provysiones. e c?dulas que ?y os enb?o. En la capitulaci?n
puse vn cap?tulo que todas las haziendas, casas, solares, huer
tas, estancias e todas e qualesquier
cosas de que yo tenga
c?dula e su magestad me aya hecho merced las aya e tenga como cosa m?a
propia e segura, como
ver?ys por dos c?dulas
que desto os ynb?o de vn thenor; ansymismo que los indios
que yo tengo en encomienda e por c?dula los tenga, e no me
sean removidos ni quitados.
Ac? paresci? vn testimonio de c?mo el factor Salazar tom6 la posesy?n de Guaxocingo por su magestad, e vino a mi
poder e tube recelo que all? no os ab?an dado la posesy?n de Guaxocingo, avnque dello os he ynbiado dos c?dulas. E de que bi este testimonio e que lo av?an aplicado para su
magestad, ped? a estos se?ores del Consejo sobrec?dula de la
c?dula, e present? el testimonio. E di?ronmela tan vastante como ay ver?ys, que no puede ser en el mundo m?s, porque avnque quisieran haxer otra cosa, no la hizieran por virtud
de la capitulaci?n que yo tengo hecha con su magestad, quan to m?s que todos son tan mis se?ores que an hecho quanto les he suplicado e me tocava. Av?ys de tener especial quidado en el buen tratamiento d?se pueblo, pues es el mejor que all? ay. E las cosas vayan por tal honden que no abr? las
mudan?as ni burler?as que hasta aqu?, en especial en mi ha
zienda, que voy a servir a u magetad.
Tanbi?n os ynb?o otra c?dula para que, sy por mi avsen?ia os ovieren removido o
quitado a Teotila, os la buelvan lue
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S 325
go, o a otros pueblos sy me vbieren quitado. Y en lo de los
que van os la har?n muy conplida. Y esto se puede entender tanbi?n en lo de Guaxo?ingo, sy des que lleg? la c?dula no
[os] metieron en la posesy?n, quanto m?s que ac? se dize
que elos se syrven del. Sy mal obieren hecho, pedid; que all? va quien os har? justicia. Y el pueblo de Teotila dad horden c?mo sea vien tratado. E pod?ys hazer vn
concierto con el se?or, como lo ten?a hecho Juan de Ribera con su
pueblo, que le davan vn tanto, e no ten?an m?s que hazer
con ?l, y esc?sanse cristianos e gastos e mal tratamiento de
los naturales. Y esto e lo dem?s hazed de la manera e como
mejor a vos os parezca, e c?mo los indios sean
muy bien
tratados. Otra c?dula va para que os hagan justicia en los cavallos que os hecharon para la guerra. Y esto
av?ys de sa
car muy al cabo, que os lo paguen por entero, porque ac?; a sonado muy mal. E dello e de todos los dem?s agravios que
os ayan hecho hos har?n esos se?ores que van muy con
plida justicia, porque para estas cosas e otras semejantes que ac? no an sonado lo mejor del mundo lo senb?a all? su ma
gestad.
Ansymismo os ynb?o otras c?dulas duplicadas de las que ya os he ynbiado, avnque d?lias no avr? nes?esidad, por que la c?dula de la capitulaci?n lo ataja todo, y es la de la estancia de las obejas e la del pe?ol. Y en ?sta del pe?ol no
hag?ys syno meteos en la posesy?n; que estos se?ores que van os la dar?n. Esto digo porque me an dicho ac? que Villaroel dize que es suyo, y es burla. Que no tiene ?l tal c?dula, ni ge la an dado, m?s que lo pidi? ac?; e le respondieron que ynbiase de all? vna
ynformaci?n, e que ver?an en ello. Y esto es nonada, que yo di ac? esa informaci?n q?ando lo ped?, e su
magestad me hizo la merced, e agora va confirmada, que est? seguro. Otras c?dulas os
ynb?o, duplicadas de otras, como all? ver?ys. E tanbi?n os enb?o dos cartas de su magestad de recomendaci?n para esos se?ores que van, para que favores can mis haziendas, e a la persona que las tubiere en cargo; e van tan faborables como all? ver?ys.
De las cosas que ac? an pasado, despu?s que vino Salazar a los procuradores, no [os] digo nada, porque van tantos de quien lo sabr?ys, m?s de que yo ac? e echo por lo que tocava a esa tierra e a los cavalleros que la an
ganado y en ella est?n todo lo que hera obligado a hazer por sus honrras e por sus haziendas, e todo es poco seg?n lo que yo les devo e les deseo. Todos esos se?ores que van por oydores son mu
cho mis se?ores, e los dos dellos van por mi respeto, que quic? no fueran, e son el licenciado ?eynos y el licenciado
326 ENRIQUE OTTE
Salmer?n. Y el licenciado Quiroga es mucho mi se?or e muy honrrada persona, y es de Madrigal. Y el licenciado Maldo nado tanbi?n es buen cavallero, aunque no le he comunicado
tanto, porque estuvo aqu? muy poco. Y sobre todos av?ys de tener al se?or licenciado ?eynos por se?or, e por padre, e
por pariente muy cercano, que por tal le tengo yo y e tenido e tratado. E con ?l av?ys de descobrir en secreto todas vues
tras cosas en lo que tocare a las haziendas e a lo dem?s, e
con ? los av?ys de aconsejar de todo lo que vbieraes de hazer, e con su parescer se haga; e de todo le dad la parte ni m?s ni menos que a m?. Y avnque no quiera, le av?ys de servir con todas las cosas
que pudieraes de esas cosas de comida e
servicio, porque, avnque de otro no lo res?iba, de vos lo a de res?ebir
como cosa m?a e suya. E porque van muy escru
pulosos en eso de res?ibir nada, lo que le ynbiardes a de ser de noche, e que ninguno lo vea, en especial el se?or licen ciado, que no lo vea ?l, syno daldo a la se?ora do?a Leonor, su muger, de mi
parte, e ?chaselo en casa
avnque no quiera.
E dezilde de mi parte que digo yo que, antes que a?ebtasen la yda de all? ?l y la se?ora su muger, qued?
en la contra
taci?n que avnque no rescibiesen de otro, av?an de res?ibir de m?. E a la se?ora do?a Leonor V?zquez hazed todos los
serbi?ios e regalos que fuere posyble, e que lo res?iba avnque no quiera. E que me perdone los trabajos que ?l, quando all? llegare, se le ayan recres?ido, pues yo fuy la cavsa de su
yda; por m? no fuera, no fueran all?. E como digo en todo lo que vbierdes de hazer toma su pares?er, porque yo le he ac? hablado e le pienso hablar antes que
se parta, sy le al
can?o en Sevilla. En especial av?ys de comunicar con ?l
cerca de hazer dineros, para me ynbiar para las devdas que yo dexare en Sevilla. Desas haziendas comunicad con ?l lo
que os pares?iere que se deva de vender, y que sea menos syn
perjuizio de la hazienda. E con lo que yo ac? tengo e con el juro que vendo, con dos mili castellanos o poco m?s que sean dos mili e quinientos o tres mili, abr? para todos mis
gastos, pues d?stos ya os ynb?o las obligaciones de Ger?nimo
L?pez, que son de mili castellanos, y lo dem?s se vende como
las haziendas quedan remediadas y en pie para adelante, sy
Dios fuere serbido. Que no sabremos lo que suceder? sy abr?
nes?esidad que me veng?ys a socorrer con todo lo que m?s
pudi?redes, y espero en Dios que no ser? menester. Pero to
dav?a estad el pie en el estrivo. Buenamente de lo que pu dierdes hazer dinero teneldo hecho. E despu?s de aver con
plido lo que yo quedare
a dever en esta jornada aveos, como
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S zil
digo, cuerdamente, y estad algo apercibido, porque yo os es
criuir? quando me parta. Y en llegando a la tierra, sy Dios fuere servido, os escrivir? muy largo lo que me pares?iere que dev?ys de hazer. Y en todo e por todo lo que hizierdes e
despusyerdes sea con acuerdo e pares?er del se?or licenciado Cynos, porque soy cierto que es tan mi se?or que me desea todo bien, e
que yo en todo acierte. Ac? me av?ys escrito y avn me lo han dicho que all? os
an dicho que yo estaba ac? quexoso de vos, e que me av?an
dicho de vos no s? que cosas. No creays tal cosa, que tal me
aya dicho nadie, ny yo lo ab?a de creer, antes me an dicho
quantos an venido que lo haz?ys tan bien como de vos se
esperava. E cierto yo nunca otra cosa pens?,
e ansy, e como
hasta aqu? lo av?ys hecho. E sed cierto que mientra que yo viba tengo de trabajar por honrrar vuestra persona. Y sy mi deseo se cunple, espero en Dios que se har?, antes os abr?n Ynbidia que no manz?la. Av?ysme escrito ciertas vezes que os aya no s? que cosas.
Que son de poca arte e no son
para vos, ni yo las tengo de pedir, ni avnque os las ynbiasen vos no las av?ays de a?ebtar. Y sed seguro, e yo os lo prometo,
que mientra que en esa tierra estuvierdes, de todo eso que
all? est? av?ys de tener e mandar e hazer dello como hasta
aqu? av?ys hecho, esto digo porque si alguno os a dicho o os dixere alguna novedad. E quando de ay sali?redes a de ser para mucha onrra e
provecho vuestro, e quando yo os
ynbiare a llamar, sy Dios fuere serbido que tope con cosa
tal, que entonces m?s justo serya aprovechar a quien devo e soy obligado que a otro, quanto m?s que espero en Dios
que a de aver para todos. Y av?ys destar quedo e no hazer
mudanza hasta que yo os escriva lo que me pares?iere que se deva hazer.
E porque yo no estoy con mi hermano el cl?rigo tan bien como ser?a raz?n por ciertas casquetadas que ac? a hecho
e cada d?a haze, de los quales es testigo el se?or licenciado ?eynos, sy por bentura all? aportare, porque yo no le tengo de llevar conmigo ni con mi con sentimiento ?l no yr? a la Nueva Espa?a, sy por ventura despu?s de yo ydo ?l fuere all?, mirad que no tenga que hazer en cosa ninguna de in dios ni hazienda que est?n a vuestro cargo, ni os enga?e con
palabras ni obras, porque, sy mili haziendas tubiese, en mi vida le dezar?a vn maraved? a cargo.
Ya os digo que vendo el juro para esta jornada. El plazer e merced que me ab?ys de hazer sobre todo es que cada a?o
enbi?ys cien castellanos para mi se?ora en pago del juro que le quito. Estos vengan situados para ella a Sebilla, que yo
328 ENRIQUE OTTE
dexar? all? quien le acuda con ellos para su gasto e de su casa. E para vuestra madre juntamente con esto ynbiad lo
que os pares?iere cada a?o. Y en esto av?ys de tener mucho
cuydado; y que avnque para otras cosas falte, esto se cunpla
sobre todo.
Ay os enbi? por memoria las c?dulas i escrituras que os enb?o. En todo hazed como querdo i como quien sois, i como hasta aqu? av?is hecho. Y trabajad por ser virtuoso i buen cristiano, i en lo dem?s (i) no os cur?is, que Dios os dar?
m?s bien que vos le sabr?is pedir. Y (2) si Dios me da vida i es servido no tem?is enbidia a los repartimientos de la
Nueva Espag?a ni menos a los cargos de onrra, (3) i mara villaros ?ais de las personas tan de bien i cavalleros que van
conmigo esta jornada. Pocos d?as a que escrev? a la se?ora vuestra madre i ahora (4) la ver?, i tomar? a Juan Vel?z
quez, que m?s a de mucho que lo detengo con palabras. A todos esos se?ores i se?oras beso las manos. Ac? e tra?do
pleito con los procuradores sobre el repartimiento que all? se hizo para su venida, i ac? se sentenciar?. Y sed cierto que les caer? a questas a los que lo repartieron. Los nig?os de Herrera os encomiendo, i el de Sebasti?n, (5) i los in dios mucho, i a los flaires mucho buen tratamiento. Y es
cusaos de mucha costa en esta ?ibdad, (6) i poco a poco labra en la casa de San Francisco, que aora m?s valdr? vn
quarto
que dos de los de antes. De Sevilla / os enbiar? lo que en b?ais a pedir para las ovejas i vacas. Y par?ceme que los
ganados que en esa tierra m?s an de valer an de ser ovejas
i yeguas, que las vacas son muy dag?osas, i puercos en Gua
?o?ingo i muchos tocinos. En llegando al se?or ?einos tomad del parecer de lo que os av?is de deshazer para hazer dineros, porque ?l i yo lo emos ac? platicado. Y hazed lo que ?l os
dixere, i disponed con su parecer. En los cavallos que distes
para esa guerra pedid luego justicia, i no perdon?is blanca. Aora que va el marqu?s ped? lo de Juan Ruiz, i lo de los cobres del injenio. (7) Y fenece la quenta pasada conforme a lo que ay nos dieron, i no las otras burler?as pasadas, que es burla, que no me dio blanca ni a otro por m?. Y hagos saber que el marqu?s no tiene mas conciencia que vn perro, que despu?s de muerto Ribera le a puesto mili demandas. En los dineros de Guzm?n i su conpag?ero av?is de poner toda dilijen?ia por los cobrar. No salgan con tan gran (8)
vellaquer?a. Y ahora es
tiempo de mostrar quien sois i averos
querdamente. Y no teng?is (9) pensamiento de veros en
necesidad, que yo espero en Dios i en su misericordia que antes nos a de sobrar que (10) faltar. Y si no estoviese /
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S 329
tan seguro dello como vos est?is no ser?a poco. (11) Pero lo m?o todo lo e puesto en las manos de Dios, que El lo gu?e i
haga lo que fuere seruido. H?gaos saber que mi conquista se
espera que a de ser muy grande i buena cosa. Plega
a Dios sea
para su servicio. De Madrid, a dos de junio de dxxx.
A vuestro serbi?io,
Diego de Ord?s
(Al muy virtuoso se?or mi sobrino Francisco Verdugo de
M?xico.)
Variantes en el texto aut?grafo de la otra copia *
1. no cur?is
2. que si Dios me da vida, antes os a de sobrar que faltar. Y yo espero en Dios que (no tem?is envidia... )
3. i cierto est?n para ir en mi compag??a tantas personas de bien y ca
valleros que no lo pod?is creer.
4. (la ver?) de camino... (que) d?as (a)
5. i los indios sobre todo mucho buen tratamiento, i a los flaires hazed
toda onrra i el bien que podierdeis. 6. que aora labrar?is mucho mejor i a menos costa.
7. Y fen?zcase esa quenta o pleito pasado, conforme a lo que ay me
dieron, i no otra cosa que lo que hize que yo le dev?a (que es burla),
que no le devo nada ni jam?s / lo dev? a nadie, desde que entr? en
esa tierra. (Y hagos saber que el marqu?s tiene la conciencia) muy ancha.
8. (vellaquer?a) como an intentado. Y ac? se a dado una sentencia en
favor de Rodrigo de Paz, i le buelben todas las tiendas y casas que le
vendieron, i con los frutos. Y de todo no a de pagar m?s de ocho
cientos pesos de tepuzque. D?golo porque, si el pleito se a de fene
cer con el, esa bien parado.
9. (pensamiento) ni os aplic?is 10. (faltar), seg?n la cosa va ordenada.
11. La c?dula del abito de Santiago, de que su magestad me hizo merced, est? ya despachada. No queda sino levalla a firmar con el primero correo que vaya. Y en Sevilla tengo de tomar el abito. Y hagos saber
que se hizo una informaci?n / de la hidalgu?a para el abito, tan
buena como ac? se pod?a hazer.
Otra cosa no queda que os haber saber, porque de Sevilla os
escrevir?. (De Madrid, a dos de junio de DXXX)
* Las palabras omitidas por Diego de Ord?s en esta copia no se se?alan.
330 ENRIQUE OTTE
Memorial de las c?dulas i escrituras que os enb?o. No van
doplicadas, como
digo en las cartas.
C?dula de Gua?o?ingo. C?dula de las estancias i haziendas encorporado el cap?
tulo de la capitulaci?n. C?dula de los indios que dex? quando de alia part?, i que
si lo an quitado los buelvan con los frutos.
C?dula que me hagan justicia sobre los cavallos que me echaron para la guerra.
C?dula de la estancia de las ovejas. Esta no se present?, que mejor es la c?dula de la capitulaci?n.
Carta de recomendaci?n para el presidente i los oidores. Las dos obligaciones de Jer?nimo L?pez de mili pesos. En la capitulaci?n que hize me da su magestad xxv ye
guas y otros tantos cavallos en la isla de Jamaica, como ve
r?is por esa c?dula que ay va. Tened manera si se podiere aver
algo a ferias o como
quiera.
VIII. Diego de Ordos a Francisco Verdugo. Sevilla, 26 de julio de 1530
Muy virtuoso se?or: estando en la corte,
antes que me partiese de Madrid para ir a la tierra, os es crev? esa carta que
va con ?sta, que va largo. Y estando de
camino para la tierra, que no av?a ido all?, vino nueva muy
cierta c?mo mor?an en Castroverde de pestilencia. Y a esta cavsa dex? la ida, i me bine a esta ?ibdad adere?ar mi par tida, porque as? me fue mandado por los se?ores. De manera
que vine sin ver a mi se?ora, ni a persona, de que me a pe
sado mucho. Si tengo lugar aora que la tierra est? mejor, ir? por la posta, avnque no est? sino una ora.
Yo vine aqu? a Sevilla a xx de junio, i hall? tan gran carest?a en el pan i vino i todas las cosas, que qued? espan tado, i no bastava la careza sino no lo poder aver. Y como iva la onrra, i no era raz?n bolver atr?s, sino que la cosa
av?a de ir adelante, tom? el mejor medio que fue posible* Y supe que en las islas de Canaria av?a pan, i en buen pre cio, i vinos. Acord? de enbiar all? Alonso de Herrera, i dile mili doscientos ducados para que tenga hecho de bis cocho i harina y vinos i carnes. Y lleva provisiones para los
poder/tomar por el tanto a qualquier mercader que lo tenga conprado. Y tambi?n lleva c?dula para hazer en las islas hasta cien onbres, i con ir a tomar ally los mantenimientos
Ultimo folio (sin la posdata) de le carta de Or das (Sevilla, i? agosto,
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S 331
abrevio mucho la partida, i Herrera estar? ya all?. Luego como despach? a Herrera fui a C?liz, i conpr? vna muy buena nao de clx toneles, nueva, i otra de noventa toneles, i vn
caravel?n, que me questan a
punto, digo adere?adas, dos
mili ducados. Y aora estoi adere?ando los mantenimientos; i mili cosas que convienen. Y ya e enbiado a llamar la gen te que venga para en fin de agosto, porque todo caso tengo
de ser el setienbre en Canaria, por recojer los mantenimien
tos antes que entre el envierno. Llevar? en los navios que
tengo ?erca de quatro?ientos onbres, i quarenta cavallos. Tan
bi?n llevar? dos vergantines en lygaz?n. Y sed cierto que ya nunca yo tanto os quisiera ac? como el d?a de oy, que, ido
Herrera, quedo solo. Que cierto en m?s tengo salir de aqu? que ganar la tierra. Y porque no estoi en tienpo de larga escritura, abreviar?, remiti?ndome a esa otra carta, i a la ida
del se?or licenciado ?einos, con / quien os enb?o todas las
c?dulas, i despacho tan bueno que a lo menos con vos no tern?n pleito.
Son tan e?esivos los gastos desta tierra que cierto no era
tienpo de hazer armada. Y a lo cavsado el ag?o, que no res
pondi? como se esperava con mucha parte; que vale vn
quin tal de pan xx reales, i vino no lo ay. Yo me hall? con poco
m?s de mi u ducados, con los seiscientos que me dio Man silla. Y Cortejo, avnque no lo e visto, que nos erramos en el camino, me a enbiado trezientos y ?inquenta. El juro pien so dexar a Villagra enpeg?ado en 1 ud o mil seiscientos ducados, que dize que no tiene m?s. Todav?a terne necesidad de otros mil ducados, poco m?s o menos, fiado o como
quie ra, por lo qual Dios sabe lo que mi ?nima siente. Y si po sible es pasar sin ellos, hos prometo que yo no me afrente,
avnque sepa no llevar m?s de dos camisas para m?, que
regalo maldito aquel yo espero llevar. Y hasta esta cantidad av?is de proveer porque se quite el juro i se page lo dem?s
que quedare a dever, de lo qual i de todo llevar? Cortejo entera raz?n, porque estar?
aqu? hasta que me vea partir. Por
que el se?or licenciado ?einos, quando vaya, que llevar? las
escripturas i dar? raz?n de todo, en esto no digo m?s. Ya os escrivo c?mo vend? a Jer?nimo L?pez las casas en
D pesos de minas, con condici?n que, si quando ?l fuese vos las ovieseis vendido, la venta vuestra valga i la m?a no. Mi
rad lo que cunple, que de la manera que digo pasa. Tanbi?n le vend? cien ovejas en otros quinientos pesos de minas, que todo es obligado ?l mismo a lo re?ebir quando vaya, i la paga a de ser dentro de dos meses que desenbarque. Con el se?or
licenciado os enbiar? las obligaciones. Que hasta que estos
332 ENRIQUE OTTE
se?ores vayan no oso enbiar nada, porque no lo hagan gallo montes.
Al se?or licenciado ?einos di vn poder para los xxv cava l?os i las xxv yeguas de Jamaica, i la c?dula, porque est? all? vn teniente, su
pariente. Otra cosa no ay que os
haga saber,
sino que si en todo el mes de agosto veniese alg?n navio i me enbiaseis dineros, darme ia la vida, porque en esta ?ibdad no ay amigo
ni quien haga
carrera a otro. Avn no es toi de
terminado a qui?n dexar? el / poder, adelante hos lo escri vir? con lo que me sucediere hasta la partida, si Dios fuere servido. Y en lo dem?s me remito a esta otra carta. Y te?e
quenta con esos se?ores si me ovieren quitado algunos indios
o hecho alg?n da?o i los cavallos que os echaron a la guerra, que todo manda su magestad me lo pagen. Y si no os an dado la posesi?n de Gua?o?ingo, tened quenta qui?n se a servido del, i sabeldo pedir a su tienpo. Y lo que en biardes, todo venga registrado, i a esta casa. Y si algo se ofreciere, escrev? al se?or secretario S?mano. Y yo dexo en la corte vn
procurador, que se dize Sebasti?n Rodr?guez, con mi poder para lo que se ofreciere. Le do cada ag?o tres mili mara ved?s, i es amigo del se?or secretario. Y si, como digo, en
todo este mes de agosto me enviaseis si quiera setecientos o
Dccc pesos, ganar?a onrra con estos sevillanos, que es la
m?s ruin jente que cubre el sol. No s? c?mo lo har?n con
migo a la partida; ya me [puedo]: (?) engag?ar?n, si quiera Dios. Esto del juro os encargo mucho, porque ruynes no se
vengen de m?; que an dicho que pues vendo el juro no tengo all? nada. Y porque s? i tengo confian?a que todo lo har?is
muy mejor que yo lo digo, 'pues tanbi?n es onrra vuestra como m?a, ceso. Despu?s os enbiar? el treslado de la capitu laci?n. Toda ora estoi esperando el correo, que trae la pro
visi?n, i re?ebir el abito. Est? remitido al se?or conde don Hernando de Andrada, que es asistente desta ?ibdad, que me lo d?. De Sevilla, xxvi de julio.
A vuestro servicio, Diego de Ord?s
La tierra que su magestad me a dado en gouernaci?n es desde el R?o del Marag??n hasta Maracapan?, t?rmino de los alemanes, que es el mejor peda?o de tierra de todo lo descobierto; i en ello entra mucha parte de las perlas. Y antes que de aqu? parta os dexar? raz?n por do vo a entrar, i la derrota que llevo.
Memorial de las c?dulas que tengo para la Nueva Espa?a
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S 333
La sobrec?dula de Guaxov?ingo. La provisi?n del peg?ol, que si no se conpli? la otra, lue
go se cunpla.
Una c?dula doplicada encorporado vn cap?tulo de la ca
pitulaci?n que no me quiten nada de lo que en la Nueva
Espag?a tengo, ans? por c?dula como en encomienda o cosa
de que tenga posesi?n.
C?dula doplicada que, si me ovieren quitado algunos in dios de los que dex?, los vuelvan i en los frutos y dag?os me
hagan justicia. C?dula doplicada que me hagan justicia sobre los cava
llos y cosas que me tomaron para la guerra.
C?dula de la estancia de las ovejas. Esta no se muestre,
que mejor es / el cap?tulo de la capitulaci?n. C?dula de su magestad de Gua?o?ingo, digo del enpe
rador. Esta no hay necesidad de mostralla.
Vna c?dula para pedir alguna estancia para tener ganados. C?dula de recomendaci?n al presidente y oidores. Todas estas llevar? el licenciado ?einos, que todas van
como conviene. Que bien pod?is dezir que en esa tierra no
av?a cosa tal ni sin enbar?o como lo que vos tem?is por amor
de Teotila. Saqu? la c?dula que, si me ovieren quietado los indios de como los dex?, me los buelvan con los frutos, i lo
mismo si an quitado
a Teotila, pues ya es del marqu?s, p?
genos los frutos. Y all? hazed como vierdes que conviene,
que para todos os sobrar? favor all? i ac?. Y de ac? va todo
tan claro como conviene. Y pues hasta aqu? os av?is habido
valor con tantas contrarios, muy mejor os avr?is aora con
tanto fabor, como es menester. Y por vuestra vida en los
escritos que hizierdes no me pong?is adelantado, sino gouer
nador, o capit?n,
o comendador, o como quisierdes.
Diego Ord?s
No os enb?o nada, ni me lo pid?is. Que no me aquerdo de cosa, tanto tengo que hazer con calafates y carpinteros
i
gentes de mil maneras.
(Al se?or mi sobrino Francisco Verdugo, en M?xico.)
IX. Diego de Ord?s a Francisco Verdugo. Sevilla, 15 de agosto de 1530
Muy virtuoso se?or: en otra carta, que va con ?sta os
escrivo largo, que es la hecha en Madrid antes que yo par
334 ENRIQUE OTTE
tiese, pensando que se partieran los oidores. Y luego como
aqu? vine o escrev? con vn navio, de que era maestre Fran
cisco S?nchez. Y porque del se?or licenciado ?einos sabr?is lo m?s de mis negocios, a quien av?is de tener por padre, ?sta
no ser? para m?s de traeros a la memoria algunas cosas que conviene que hag?is.
Yo me do toda la priesa que es posible por salir antes
que entre el invierno, i en todo caso tengo de salir en todo el mes de setiembre. Lievo dos naos muy buenas, i vn cara
vel?n, i dos vergantines anchos en ligaz?n por amor de los cavallos para os echar algunos pasos malos (?) Llevar? de
Espag?a cae onbres con los marineros, i m?s los que Alonso de Herrero terna hechos en Canaria, que llev? c?dula para ciento. Llevar? treinta i ocho cavallos, i comida para seis
meses. Mi capitulaci?n es desde el Marag??n has[ta] los l? mites de los alemanes, que entra toda la costa de las perlas. AVn no estoi determinado si entrar? por el Marag??n o por otro, que est? ce leguas del hacia La Trinidad, que se hize el Rr?o Dulce, de que tengo muy buena noticia. Antes que de aqu? parta, con Cortejo, que estar? aqu? os escrevir? por qu?l parte voi a entrar. Y la tierra toda es buena entr?ndola.
La care?a desta tierra me a hecho mucho dag?o en los
gastos. Que si el ag?o respondiera como se esperava, os que dara a dever muy poco. Ya os escrito c?mo por hazer dineros
para esta jornada traspas? el rejimiento desa ?ibdad a Man silla, i le vend? cien ovejas, que le av?is de dar all?, i me dio ac? por ellos dc ducados. Y tanbi?n vend? a Jer?nimo L?pez, temi?ndome de las baxas que en esas tierras suele aver, las casas en d pesos de minas, i cien ovejas
en otros d pesos de minas. Y lo de las casas va con condici?n que, si vos las oviereis vendido, porque os escrito que las vend?is, la venta
que ac? yo hize no valga. De manera que, si ?vido conpra
dor, ya ser?n vendidas, i si no razonable van. Ay os enb?o dos obligaciones, anbas de vn tenor, que ser?n para ayuda a
desenpeg?ar el juro. .
E tenido necesidad para mi despacho de vender el juro, i e andado rodeando, por no lo vender, porque me era afruenta.
Y el padre Villagra me a dado aqu? mili i d o mil y dc
ducados, i dexole el juro traspasado, porque goze de los ?in quenta mili. Y h?zeme escritura aparte, en d?ndole los di
neros, de me bolver el juro, de manera que pueda como
enpeg?o, salvo que a de gozar de la renta. Dem?s desto pue do quedar
a dever otros cae o quatro?ientos ducados, que
ser?n por todos hasta dos mili. Y el buen amigo Cortejo me a enbiado desde la corte cccl ducados enprestados, sin se
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S 335
los pedir. Estos all? se los pagar?is como ?l quiiere i a vos os prezca que es bien. Que la buena obra es muy justo
... * pagalla para gratificalla, pues ay para ello lugar. De
manera que con dos mili pesos que enbir?is se quita el juro i lo dem?s, i sobran dineros. Estos av?is de trabajar de en biar lo m?s breve que sea posible por amor del juro, que
me toca en la onrra, i a vos tanto como a m?. Y todo esto se
consulte con el se?or licenciado i ?l lo g?e, que sabe todo lo
que ac? pas?. Y para esto ya ten?is los mili pesos de Jer? nimo L?pez, i los de Guzm?n dccc, de manera que lo con
plir?is sin mucho dag?o de la hazienda. Ese pleito del marqu?s o de Rodrigo de Paz lleva al cabo,
pues va quien os haga justicia. Y no se os olviden los cobres, i lo que pagastes a Juan Ruiz. Y no os euenten m?s de lo
que ai se recibi?, que lo dem?s es burla, que ni me lo dieron ni lo dev?a. Y no cre?is palabras del marqu?s ni otra cosa, sino la verdad.
En la corte dexo vn procurador que se dize Sebasti?n Ro
d?guez. Cada ag?o le do tres mili maraved?s. Por este ag?o ya queda pagado. Escrevilde loque se ofrezca, i al se?or se cretario todo; que ya sab?is c?mo lo haze. Y todo sea con
consejo del se?or licenciado. Lo que Mon tejo me deve son sesenta y cinco o setenta
ducados en Valladolid. Y pues lo a hecho tan mal, que los
page. No tengo escritura, que bien se os acordar?; i que aqu? en Sevilla no tuvo para me los pagar. Jure i page, que pues es ca vallero, no los negar?. El rey enb?o de ac? seis beatas,
para que all? den dotrina a esas jentes. Y yo enb?o vna, que va mi costa de comida, flete i vestidos. Y all? os an de dar otra de las del rey, que sean dos, para Gua?o?ingo. Av?is de
pagar de la comida i vestidos sesenta ducados, o no s? qu? m?s, todo lo que dixere el se?or licenciado, que ?l lo con
cevt?, i m?s ocho pesos de flete. Des tos ocho yo hize conoci miento, i a lo dem?s se oblig? el se?or licenciado, y yo a ?l. Y pues desde ac? se paga la costa, d?nos las beatas; desto el se?or licenciado lyeva el cargo. Y hazeldes buen aposento i buen tratamiento, por manera que sirvan a Dios i hagan
mucho fruto, pues para ello ten?is el mejor aparejo que all?
ay. Y de Teotila tened manera c?mo traig?is a Gua?o?ingo muchachos i mugeres que aprendan, por manera que Dios sea servido, i sobre todo los indios bien tratados.
Antes de agora os escrito que deis en lo que Tentila vna orden como av?a dado Juan de Ribera con su pueblo, que le
* Ilegible.
336 ENRIQUE OTTE
dan vn tanto i no tiene m?s que hazer con ellos, i esc?sanse costas de mocos y malos tratamientos. En esto no
digo m?s,
porque mejor sabr?is all? vos lo que conviene que yo. Vna de las cosas que me movi? a esta jornada fue el desa
sosiego desa tierra i las mudan?as que ai a cada d?a, i alguna codicia de onrra m?s que no de dineros. Y la otra fue por asegurar esos indios; como ver?is por esas c?dulas que os en
b?o queda la hazienda m?s segura que all? ay, porque todo lo que yo ay tengo i de lo que su magestad me a hecho mer ced todo entr? en la capitulaci?n, como ay ver?is. Y si os an
quitado algunos indios, digo por Teotila, nos av?is de con tentar que os los vuelvan, si no, ped? por justicia los frutos i dag?os. Y si no os an dado a Gua?o?ingo i alguno dellos se a servido o llevado alg?n provecho, ped? justicia, que haz?rosla an, i lo mismo en los cavallos que distes para la
guerra, i en todo lo dem?s. El peg?ol me dizen que lo tiene Villaroel, de que ac? se
r?en, porque no tiene provisi?n del. Ay llev?is sobrecarta, i m?s el cap?tulo de la capitulaci?n. Todo va muy aclarado. Y si a
Gua?o?ingo le an quitado algo para dar a Pilar o a
otro, anos lo de dar de la manera i c?mo lo ten?a el mar
qu?s. Y por amor de Teotila av esa c?dula que, si no an
quitado algunos indios de los que dex?, me los buelvan, i en los frutos i dag?os hagan justicia. Tanbi?n va otra c?dula de la estancia de las ovejas, pero mejor es el cap?tulo de la
capitulaci?n. Todas las ved muy bien, i aprovechaos de las
que vierdes que conviene, i las otras guardaldas. Ay va la
c?dula de Gua?o?ingo, la del rey la primera. Esta guardal da, que no ay necesidad della. Esta sobrec?dula de Gua?o ?ingo que os enb?o dize que, aunque est? tomado para su
magestad, como le costa que esta, luego os metan en la pose
si?n; i todo va como conviene. Y esos se?ores, dem?s de os hazer justicia os dar?n quanto favor quisierdes, que todos son mucho mis se?ores. Y todo lo que hizierdes a de ser con
aquerdo i parecer del se?or licenciado ?einos, a quien av?is de hazer todos los servicios i plazeres que sea posible, i a la se?ora dog?a Leonor, porque, avnque de otro no reciba nada, de vos lo a de tomar. Y lo que enbiardes sea de noche, i avn
de d?a. Cortejo espero, que est? en Le?n, i estar? aqu? hasta
que me parta. Llevar? la raz?n de mi partida, i qui?a os enbiar? con ?l a Diegito.
En la capitulaci?n que hize con su magestad me manda dar en la isla de Jamaica xxv yeguas, i otros xxv cavallos. Al se?or licenciado ?einos di la c?dula, i vn poder para que ?l los haga cobrar si se podiere aver algo, porque tiene all?
CARTAS DE DIEGO DE ORD?S 337
vn amigo. Ay va la memoria de las c?dulas que os enb?o;
aprovechaos de las que fueren menester. Con Cortejo os escrevir?. Y no hag?is mundan?a ni cosa sin aquerdo del se?or licenciado, i conforme a lo que yo os escriviere. Que si plaze
a Dios, pienso enbiaros vn vergant?n para hazeros
saber c?mo me va i don de estoy. Y aora conviene mostrar
qui?n sois en governaros como quer do, i escucaros de gastos,
por conplir las necesidades; que yo espero en Dios que todo a de sobrar antes que faltar. Y rogad a Dios que me d? vyda, que no av?is de tener enbidia a los repartimientos desa tierra.
Y aora no ay ninguno, avnque entre el marqu?s, que lo tenga
mejor que vos, ni m?s seguro. Y porque en todo me remito al se?or licenciado, al qual av?is de tener por padre i se?or i como a mi mismo, no digo m?s, sino a todos los indios
mucho buen tratamiento, que ag?is ventaja a todos, i av?islos de trata como cosa propia y perpetua. Y poco a poco se haga la casa, que aora labrar?is a menos costa i m?s provechoso.
Y al se?or secretario escrevid todo lo que convenga, i tanvi?n escrev?al cl?rigo, avnque yo estado con ?l no s? c?mo.
A los flaires i monjas las hazed mucha onrra, i proveldes de todo lo que ovieren menester. Y que las pido por mer
ced, que rueguen a Dios a Dios por m? que me encamine en
su servicio. Y h?gase de manera, si fuere posible, que no
quede indio de los nuestros que no sea cristiano. Eso visto, os av?is de os velar, i ver?is c?mo Dios os da m?s que le sabr?is pedir. Vna de las cosas que ten?a ende deseo i porque vine a Espag?a, despu?s de aver salud, fue el abito de San
tiago. Ya ?ste est? conplido, bendito Dios; pl?gale que le sirva con ?l, que
no es otro mi deseo. Y su magestad me hizo
la merced de tan buena voluntad como quantas
a hecho en
este caso. Otra cosa no me aquerdo que os hazer saber. Y
no pens? escreviros en medio, que no
tengo tanto lugar, sino
m?s trabajo que tuve en my vida. Y bendito Dios m?s a de x ag?os que tan res?io no me e hallado. Eisto djel juro os
encargo mucho, porque escrito a la tierra que no lo vend?
ni tuve del necesidad, como all? dir? el se?or licenciado; avnque qued?is sin capa, se cunpla luego.
Av?isme de desculpar con el marqu?s i con todos esos se?ores, que vendad no tengo lugar para nada. Y al se?or
Marqu?s con Cortejo le escrivir? antes de mi partida. Ya os escrito c?mo Herrera es ido a las islas de Canaria a hazer los
mantenimientos i jente. Esos nig?os tened por hijos, i apren dan, i el de Sebasti?n. Y disc?lpame con todos esos se?ores i se?oras. Y aora que est?is en tienpo i abierta la puerta
para onrra i provecho i mostrar quien sois, abrid los ojos.
338 ENRIQUE OTTE
Y desviaos desos casamientos que all? van no [o]s enbavquen; que de que sea tienpo eso i lo dem?s yo lo tomo a mi cargo. Fecha en Sevilla, a xv de agosto.
A vuestro servicio, Diego de Ord?s
No se os aq?erde que soi en cargo a Benito de Astorga el esclavo tuerto; pienso de hazer vna c?dula. Le deis all?
por ?l quarenta o ?ienqueita pesos. Y si alguno vinere a
pedir algo que vos sep?is que se lo devo, pag?dselo; que no lo querr?a dever.
A Juan el negro os encomiendo, pues a servido i lo haze bien. Hazelde onrra, pues la merece. Todav?a digo que pien so enbiaros vn
vergant?n con las nuevas de la tierra.
Aora se me a levantado vn pleito sobre los c ducados
que tom? a canbio Venavides. P?denme ocxxv a m?. Estad sobre aviso si algo fuere, que no no devo nada.
(Al muy virtuoso se?or mi sobrino Francisco Verdugo, en
M?xico.)
Memoria de las c?dulas que os enb?o. La provisi?n del peg?ol. La sobrec?dula del rey de Gua?o?ingo. C?dula para las haziendas yncorporado vn cap?tulo de la
capitulaci?n. Esta va doplicada. C?dula sobre los cavallos que os tomaron para la guerra.
Esta va doplicada. C?dula para la estancia de las ovejas. C?dula que si me an quitado algunos indios me los buel
van, i en los frutos i dag?os hagan justicia. C?dula de recomendaci?n para el presidente i oidores. Todas ?stas quedan asentadas en esta casa de la contra
taci?n salvo las doplicadas. Otras dos c?dulas van, que yo aqu? ten?a viejas. Van ata
das por s?.
Y las tres doplicados que no quedan aqu? sentadas, por que
no av?a necesidad. Van atadas por s?.
Van las dos obligaciones de Jer?nimo L?pez.
EXAMEN DE LIBROS
John Kenneth Turner, M?xico B?rbaro. Ediciones del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana. M?xico 1964.
En el seno del Instituto Nacional de la Juventud Mexica na se ha integrado recientemente una editorial que
se ha
propuesto la edici?n de obras valiosas para el estudio de la historia mexicana. Estas publicaciones recoger?n lo m?s des
tacado de la historia pol?tica, econ?mica y social del pa?s, fi
jando su atenci?n en obras agotadas
o de notoria escasez en
M?xico. La edici?n con la que este grupo ha inaugurado sus actividades es la del M?xico b?rbaro de John Kenneth Tur ner.
En otros comentarios sobre el libro de Turner, ya se ha dicho que ?ste constituye
una de esas obras sobre las cuales
ha de opinar cada generaci?n. En efecto, la cr?nica redacta
da en ?gil estilo period?stico que realizara Turner del M? xico porfirista, tiene un fundamental valor de enfrentamien
to. El autor se encuentra con la realidad de la dictadura y tiene oportunidad de sondearla llegando
en su encuesta a
l?mites insospechables. Haci?ndose pasar como inversionis
ta norteamericano, Turner se intern? en M?xico con el fin
de investigar la verdadera situaci?n del pa?s bajo el gobierno de Porfirio D?az, abrigando sin duda, serias sospechas en torno a la veracidad de la gran propaganda que se hab?a des
plegado en los Estados Unidos, en la cual aparec?a M?xico, como un
pa?s que en "estado de paz" se encaminaba hacia
metas de progreso y bienestar, propaganda que difundida por el gobierno de D?az, hab?a encontrado ?seg?n lo reconoce
r? el propio Turner? acuciosos portavoces en los Estados
Unidos. La narraci?n del viaje realizado a trav?s del pa?s, salpicada de entrevistas y an?cdotas, no carece del an?lisis severo y de cr?tica substancial.
El dominio de la soldadesca, los procedimientos de terror
y la compraventa de seres humanos en las remotas haciendas
henequeneras de Yucat?n, est?n retratados en los apuntes del autor con singular dramaticidad. A los treinta y cuatro a?os
de gobierno de D?az, el reportero norteamericano advierte con fina suspicacia, el aniquilamiento de la dictadura y va
ticina su pronta ca?da. S?lo dos a?os tendr?an que esperar las premoniciones
de Turner para encontrar justificaci?n.
340 EXAMEN DE LIBROS
El traslado de una caravana de indios yaquis desde las tierras secas de Sonora hasta la pen?nsula de Yucat?n y el trato inhumano que reciben, es utilizado para analizar una
instituci?n que en el r?gimen porfirista sirvi? de pilar para la explotaci?n de la tierra: el comercio humano. Turner
llega a averiguar los detalles m?s oscuros de ?ste tr?fico de esclavos y ante sus asombrados ojos, desfila toda una gama de procedimientos y componendas de las que se val?an los hacendados para proveer de brazos resistentes a sus fincas
urgidas de productividad, base del enriquecimiento de sus due?os. Entrevist?ndose con
campesinos, con
capataces, ma
yordomos y propietarios, Turner logra integrar una de las m?s completas visiones de lo que fue el sistema agrario del
general D?az. Un cap?tulo de este libro est? dedicado a ex
poner la situaci?n que prevalec?a en Valle Nacional, sitio del cual no pocos mexicanos se acuerdan a?n con horror.
Turner se introdujo apoyado en su presunta personalidad de financiero extranjero, descubriendo lo que el mismo ha de llamar "el peor centro de esclavitud en todo M?xico".
Frente a las objeciones que de parcialidad se han esgri mido contra la obra, es necesario destacar su af?n de vera
cidad y la prolijidad de su investigaci?n; no se puede dudar
que Turner "vivi?" esa amarga realidad del pa?s y ?sto ha de ir en abono de la justeza y honestidad de sus juicios. La situaci?n que
se perfila
frente a Turner, ha de merecerle una
serie de opiniones que tocan en el meollo del problema que enfrenta en ?sos a?os el pa?s: el de su existencia "al exterior"
como la base de una naci?n civilizada, pac?fica y progresista, en
contraste con una realidad interna que desmiente la optimis ta versi?n de la publicidad porfirista. El descubrimiento de
Turner de la riqueza natural del pa?s y de sus posibilidades, y por otro lado, la evidencia de que ?stas riquezas son de
tentadas en usufructo por muy pocas manos, han de llevar al
autor al an?lisis de lo que ?l mismo llama "el sistema de
D?az".
El Porfirio D?az que retrata Turner, es m?s el militar
ambicioso y calculador, que el patriota venido a menos, que no pocos escritores han venido ofreci?ndonos en un intento
de explicar la trayectoria y las gestiones del dictador. Si
bien Turner ha de reconocer la existencia de una muy definida clase social que medra en M?xico, a la sombra de
D?az, no excusa por ello al presidente de sus
responsabili
dades. Le advierte como figura central de un gran manejo
que est? reduciendo a un pueblo a la esclavitud y a la m?s
angustiosa de las situaciones. Por ello quiz?, el valor verda
EXAMEN DE LIBROS 341
dero de la encuesta de Turner, ha de residir en el flagrante descubrimiento de la enorme conspiraci?n porfirista y en el violento "ment?s" que ha de proferir frente a las verdades
aparentes de la propaganda. Porfirio D?az es presentado como el militar que traiciona
los ideales democr?ticos de Ju?rez y Lerdo, para instaurar en el pa?s
una situaci?n que sirva a sus muy personales in
tereses. Se le v? como instigador de revueltas y movimientos militares encaminados s?lo al logro del poder, satisfacci?n ?ltima de sus ambiciones. La impopularidad de D?az es tam bi?n uno de los argumentos que juegan papel importante en la tesis del autor norteamericano.
Siguiendo el rastro de la carrera de D?az, encuentra que, "con una habilidad que nadie puede negar", se ha apoderado de todos los medios para el ejercicio del poder en M?xico; creando, por un lado, una dictadura militar y por otro, una
"camarilla financiera", logra el aherrojamiento de la naci?n
para lograr sin peligro su explotaci?n econ?mica. Y el an? lisis de Turner no se detiene cuando ha de juzgar a los c?m
plices norteamericanos de D?az. Descubre la forma en que ?ste paga ?bien caro por cierto? los favores del capital y la prensa norteamericanas. "Tal es la causa ?afirma? de
que la hacienda t?pica mexicana, sea de m?s de mil hect? reas y de que haya sido tan f?cil para norteamericanos como
William Randolph Hearst, Harrison Gray Otis, E. H. Harri man, los Rockefeller, los Guggenheim y muchos otros, obte
ner posesi?n de millones de hect?reas de tierras mexicanas". Si hemos de estar de acuerdo o no con la tesis que el li
bro sostiene y con la que explica la personalidad tan compleja del general Parfirio D?az y los actos de su gobierno, no ser? conclusi?n de este apunte. Debe, desde luego, considerarse
esta obra como documento insustituible para el an?lisis de la ?poca, con carta de legitimidad en M?xico, mientras nues tra historiograf?a contin?e ocup?ndose de los problemas de esta etapa. La valiente opini?n de Turner, no ajena a las ideas revolucionarias que ya fermentaban, consigna hechos
que los preocupados por el tema no podr?n pasar por alto. Por ello es que, el M?xico B?rbaro es considerado por mu chos historiadores de la Revoluci?n Mexicana como docu
mento muy importante. Y si estas razones no tuvieran fuerza
para llamar a su lectura, valga como reclamaci?n, la fe in
mensa que el autor tuvo en la capacidad pol?tica del pueblo mexicano. En la diatriba que Turner lanza contra los que afirman la incapacidad de los pueblos hispanoamericanos para ser gobernados en reg?menes de libertad, hace un alto
342 EXAMEN DE LIBROS
para afirmar, respondiendo a
preguntas usuales de la ?poca:
"?Acaso M?xico est? preparado para la democracia? ?No nece
sita ser regido por un d?spota alg?n tiempo m?s, hasta que se le
haya desarrollado cierta capacidad para la democracia? Repito esta
absurda pregunta s?lo por ser tan com?n. La ?nica respuesta ra
zonable es la de Macaulay: que la capacidad para la democracia
s?lo puede desarrollarse con la experiencia en los problemas de la
democracia. M?xico est? tan preparado para ejercerla como cual
quier otro pa?s que no la haya practicado nunca." (p. 204).
Juan Saldan a Rosell
Memorias del Primer Coloquio Mexicano de Historia de la Ciencia. Tomo i, editado bajo la direcci?n de Enrique Bel tr?n (Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la Tec
nolog?a), M?xico, 1964.
Organizado por la Sociedad Mexicana de Historia Natu ral y con la cooperaci?n de la Asociaci?n Mexicana de His toriadores, se celebr? el primer Coloquio Mexicano de Histo
ria de la Ciencia, durante la semana del 2 al 7 de septiembre de 1963, mismo que
en una cuidadosa impresi?n, nos entrega
el primer tomo de sus memorias. El volumen, como todos los de su tipo, contiene trabajos de muy diversa calidad e inter?s, pero en
general de alto nivel.
Con excepci?n de la aportaci?n del Prof. Bargall? "Sobre la Introducci?n en el Reino del Per? del Beneficio de Amal
gamaci?n. ..", los trabajos se refieren a temas mexicanos, lo
cual subraya su inter?s dada la pobreza de la bibliograf?a sobre la historia de la ciencia en M?xico. Encontramos par ticularmente interesantes1 los trabajos de Antonio Arriaga,
1 El tomo aparecido contiene los siguientes trabajos: "El Doctor Ni
col?s Le?n y la Historia de la Ciencia en M?xico", por Antonio Arriaga;
"La Revista Positiva de D. Agust?n Arag?n y La Historia de la Ciencia
en M?xico", por Eduardo Blanquel; "N?mero, tiempo y espacio en el
pensamiento n?huatl", por Miguel Le?n Portilla; "Algunas notas carac
ter?sticas de la ciencia del M?xico Prehisp?nico", por Eli de Gortari; "El
Doctor Juan de C?rdenas (1563-1609): su vida y su obra", por Emilio
Uranga; "El Padre Jos? Acosta y su visi?n cient?fica del mundo ame
ricano", por Edmundo O'Gorman; "El m?todo experimental y matem?
tico en Sig?enza y G?ngora", por Rafael Moreno; "Nuevos m?todos
astron?micos ideados por astr?nomos mexicanos", por Manuel Medina
Peralta; "Sobre la introducci?n en el reino del Per? del Beneficio de
Amalgamaci?n de las Minas de Plata de Medina", por Modesto Barga
EXAMEN DE LIBROS 343
Eduardo Blanquel, Miguel Le?n-Portilla, Eli de Gortari, Ed mundo O'Gorman, Emilio Uranga, Rafael Moreno, Medina Peralta, Angel Bassols, Rafael Mart?n del Campo y S?nchez
Mejorada-Moncayo Ruiz. De la lectura se desprende algo novedoso, el hecho de que la ciencia no estuviera tan olvida
da en la ?poca colonial como la tradici?n liberal ?tambi?n
presente en los trabajos? nos ha acostumbrado a creer. Sin
duda ya se ha llamado la atenci?n al respecto, recordamos
la insistencia de Arn?iz y Freg en la aportaci?n del M?xico colonial a la obra de Humbolt, pero es interesante verlo co
rroborado en las varias disciplinas cient?ficas representadas en el presente volumen.
Curioso resulta tambi?n, observar que los cient?ficos no
alcanzan mayor objetividad que los historiadores al acercarse
a temas hist?ricos. Sobresale al respecto, el trabajo sobre la
historia de la ciencia forestal en M?xico, en el cual los auto res parecen esforzarse en demostrar que los
espa?oles son los
culpables, b?sicamente, de la desforestaci?n de M?xico. Ha cen historia y nos demuestran como en los pueblos ind?genas exist?a "un esp?ritu conservacionista innato". Se remonta,
por tanto, a la conquista,
con su af?n minero (y su necesidad
de combustible), la introducci?n de instrumentos como la
li?; "El Dr. D. Leopoldo R?o de la Loza, qu?mico y naturalista", por Rafael Illescas Frisbi?; "Notas hist?ricas sobre el desarrollo de la Inge nier?a Qu?mica en M?xico", por Jorge No? Mart?nez; "La Geograf?a en
M?xico: Aspectos generales de su evoluci?n", por Jorge A. Viv? Escoto;
"Etapas en el desarrollo de la investigaci?n geogr?fica en M?xico", por
Angel Bassols Batalla; "El Bot?nico Melchor Ocampo", por Rafael Mar
t?n del Campo; "La Comission Scientifique du Mexique, 1864-69", por Manuel Maldonado Koerdell; "Algunos datos para la Historia de la
Ciencia Forestal en M?xico", por Norberto S?nchez Mejorada y Fran
cisco Moncayo Ruiz; "La biolog?a mexicana en el siglo xix", por Enrique Beltr?n Ruiz; "Datos para la Historia de la Creaci?n de la Escuela
Nacional de Ciencias Biol?gicas", por Ambrosio Gonz?lez Cort?s; "Re
sumen hist?rico de la antropolog?a mexicana", por Eusebio D?valos
Hurtado; "La c?tedra de historia y filosof?a de la Medicina", por Mario
Salazar Mallen; "Datos para la Historia del Tifo exantem?tico en M?
xico", por Gerardo V?rela; "Desarrollo de la Anatom?a Patol?gica en
M?xico", por Isaac Costero; "Historia de la Alergia en M?xico", por Julio Cueva y Alfredo Ram?rez; "Historia de la Anestesia en M?xico", por
Benjam?n Bandera; "Datos para la Historia de la Odontolog?a en M?
xico (siglo xix)", por Samuel Fastlicht; "Resultados y proyecciones del
Primer Coloquio Mexicano de Historia de la Ciencia", por Enrique Beltr?n.
344 EXAMEN DE LIBROS
sierra y el hacha y la toma de las mejores tierras por los es
pa?oles (que oblig? a los indios a terminar con los bosques en las monta?as), la tala inmoderada de ?rboles que ha con
vertido a M?xico en casi desierto. Se?alan cuidadosamente
medidas coloniales para evitar la deforestaci?n, con lo cual demuestran que existi? conciencia del problema, pero que desgraciadamente, quedaron
sin enforzarse, exactamente igual
que las que vinieron despu?s, no s?lo en el ca?tico xix, sino tambi?n en nuestros d?as. Como dice en su comentario el
Dr. del Pozo: "Esto nos lleva de la mano a considerar el valor
de las leyes... se cree que la ley
va a lograr las cosas sim
plemente por existir". Queda sin mencionar que uno de los
elementos de la deforestaci?n lo ha constituido la corrup ci?n pol?tica, sobre todo local, que ha impedido lo mismo en la colonia que en nuestro tiempo, que la conciencia del problema transformada en
ley, sea capaz de detenerla.
Muy sugestivo resulta el trabajo "La Revista Positiva de D. Agust?n Arag?n". Apunta el autor la existencia de tres variedades en el positivismo mexicano, una de las cuales la
constituye el grupo de Arag?n. Este grupo, ni era porfirista, ni estaba de acuerdo con los puntos de vista del grupo "cien
t?fico", estaba decididamente en contra de la ley de la selec
ci?n natural y no aceptaba la idea de que los fen?menos sociales fueran una repetici?n amplificada de los procesos vitales del cuerpo humano. Arag?n logr?, piensa Blanquel, "un positivismo vivo que contrasta con el puramente mec?
nico y abstracto a fuerza de querer ser universal, que prac tican los c?rculos oficiales". Ello permiti? al grupo compren
der los problemas nacionales y a Arag?n, incluso aplaudir la Revoluci?n Mexicana.
De inter?s resulta tambi?n, "La Comission Scientifique du
Mexique" que analiza los trabajos de esa instituci?n creada
por Napole?n m para completar la obra de las tropas fran
cesas, con la investigaci?n y exploraci?n del territorio con
quistado. Maldonado-Koerdell hace una s?ntesis de las apor taciones cient?ficas de la Comisi?n, consider?ndolo como el
aspecto positivo de la intervenci?n francesa. El volumen resulta interesante y creemos que su
impor tancia consiste en el planteamiento de una serie de temas a
estudiar, en ese campo tan pobre de la historia de la cien
cia en M?xico.
Josefina Zoraida de Knauth El Colegio de M?xico
EXAMEN DE LIBROS 345
Ida Rodr?guez Prampolini, El Arte Contempor?neo. Es
plendor y Agon?a, M?xico, Editorial Pormaca, 1964.
"Esplendor y agon?a" es el subt?tulo que Ida Rodr?guez ha dado a este ensayo, y ya con eso indica un programa y una forma de tratamiento del material. El arte contempor? neo
puede ser visto de diferentes maneras: ?nicamente como
un proceso,
como culminaci?n de ese mismo proceso, como ini
cio de una nueva ?poca,
etc. La autora lo considera como
situaci?n cr?tica, esfuerzo extremo y ca?da rotunda.
Ida Rodr?guez es seguramente, en M?xico, una de las per
sonas que tienen la atenci?n m?s abierta hacia lo que pasa en el mundo en cuestiones art?sticas; esto se
refleja en su en
sayo: no es una de sus menores cualidades la muy amplia y nueva informaci?n de primera
mano que presenta. El problema fundamental en un estudio de este tipo, es,
aparte del de informaci?n, el de la organizaci?n de un mate rial tan vario, tan dis?mbolo, heterog?neo y ca?tico como el
que ofrece la inmensa gama de fen?menos del arte contem
por?neo. La autora no s?lo ha logrado una acabada estruc
tura, sino que ha podido, a trav?s de ella, impidiendo que el volumen quedara
en una larga enumeraci?n de escuelas,
nombres, hechos y fechas, dar de manera muy clara su propia
visi?n de las cosas. Nos brinda una amplia informaci?n que
adquiere, a lo largo del libro, un sentido y una raz?n de ser.
No nos dice cosas sobre el arte contempor?neo, sino que nos
explica los por qu?s y los cornos de ese nudo de problemas. Evidentemente se trata de los por qu?s y los c?mos de Ida
Rodr?guez, como ella insiste, cur?ndose en salud. . .
Dada es para la autora el foco central de la problem?tica del arte de este siglo, el hecho que es capaz de darnos la clave
para comprender qu? ha sucedido con la abundancia de ismos, de revoluciones y de soluciones en la pintura, la escultura, la
arquitectura, desde hace unos sesenta a?os. Lo anterior se
encamina de una manera indudable y fatal hacia la crisis de
Dada, y lo posterior no es m?s que el intento, necesariamente
frustrado ?por m?s que pueda haber producido valor? de
escapar al fantasma dada?sta; fallidos los esfuerzos, muchos de ellos espl?ndidos, por salvar el arte, se vuelven a
plantear las posturas neo-dada?stas aunque no con la misma violencia
y acritud de los amigos del cabaret "Voltaire". Se ha certifi cado ya la muerte del arte y no es necesario gritarlo tan fuerte
para que cada uno pueda darse cuenta. Dada no
produjo
pr?cticamente valores art?sticos, fue sobre todo, una postura
346 EXAMEN DE LIBROS
filos?fica y moral frente al problema "arte", pero al renegar de ?l, y cantar su fin no se conformaba con una nada art?s
tica, sino que propon?a, m?s o menos atropelladamente,
un
nuevo orden en el que los impulsos que siempre han llevado a ciertos hombres a exteriorizarse en las formas tradicional
mente consideradas como obras de arte, se encauzaran hacia
otras actividades de la vida social. Planteadas as? las cosas,
resulta que los verdaderos neodada?stas son aquellos que
ac
tualmente propugnan por una situaci?n nueva, un "nouveau
sacre" en que lo art?stico no sea m?s que
una forma de vida.
Y de aqu? el problema de la funci?n social de la actividad de car?cter art?stico, tan
ligado a los planteamientos dada?s
tas, y que la autora destaca como uno de los motivos claves
en su estudio.
Es importante en el libro el apartado en que se ocupa de la pintura mexicana de la Revoluci?n. En ?l logra encajar esta importante manifestaci?n contempor?nea dentro de un
proceso general, y darnos una apreciaci?n
m?s congruente
que la mayor?a de las que estamos acostumbrados a leer y que consideran este movimiento casi como un fen?meno per s?.
Evidentemente como en cualquier obra, por seria e inte
ligente que sea, cabr?a hacer al libro de Ida Rodr?guez algu nos reparos. A nuestro juicio
es un error de terminolog?a
fijar el esplendor y la agon?a del arte en lo que llama "la est?tica y sus elementos", cuando parecer?a mejor hablar de
"expresi?n individual". Tampoco estamos de acuerdo en una
explicaci?n del movimiento impresionista que se fija ?nica mente en su
preocupaci?n objetivista, cuando nos resultar?a
m?s interesante insistir sobre sus t?citas premisas subjetivas que hicieron posible los desarrollos posteriores de la pintura en este sentido y consecuentemente el aceleramiento del fatal
proceso hacia Dada. O el sacrificio que hace de fundamen
tales personalidades del arte contempor?neo para favorecer
la explicaci?n del proceso general. Etc?tera. Reparos segura
mente susceptibles de discutirse, como lo es la misma tesis
general que propone Ida Rodr?guez (con la que, por cierto, nosotros estamos en lo fundamental de acuerdo).
Es obvio
decir que tales reparos no invalidan las cualidades de la obra, ni la importancia que tiene una
publicaci?n sobre esos temas
y con sus cualidades en nuestro ambiente editorial.
Jorge Alberto Manrique El Colegio de M?xico