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HOJA DE RUTA UNIDAD 1 En esta hoja de ruta encontrarás los textos que están en la Unidad 1 como la página en la que empieza el texto. Bibliografía Obligatoria (PAG 6) Bulcourf P. y D’Alessandro M, “La Ciencia Política en la Argentina” en J. Pinto (Comp.) Introducción a la Ciencia Política, EUDEBA, 3ra edición, 2003. (PAG 27) Easton, David; “Ciencia Política” en Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales. Aguilar, Madrid, 1974. (PAG 39) Hall P. y Taylor R., “Political Science and the Three New Institutionalism”, Political Studies Número 44, 1996. (Hay traducción sintetizada de cátedra). (PAG 47) Welsh, W, “¿Qué es la Política?” en W. Welsh, Studying Politics, Praeger Publishers Inc., New York, 1973 (Traducción de la cátedra).

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HOJA DE RUTA UNIDAD 1

En esta hoja de ruta encontrarás los textos que están en la Unidad 1 como la

página en la que empieza el texto.

Bibliografía Obligatoria

● (PAG 6) Bulcourf P. y D’Alessandro M, “La Ciencia Política en la Argentina”

en J. Pinto (Comp.) Introducción a la Ciencia Política, EUDEBA, 3ra edición,

2003.

● (PAG 27) Easton, David; “Ciencia Política” en Enciclopedia Internacional de

Ciencias Sociales. Aguilar, Madrid, 1974.

● (PAG 39) Hall P. y Taylor R., “Political Science and the Three New

Institutionalism”, Political Studies Número 44, 1996. (Hay traducción

sintetizada de cátedra).

● (PAG 47) Welsh, W, “¿Qué es la Política?” en W. Welsh, Studying Politics,

Praeger Publishers Inc., New York, 1973 (Traducción de la cátedra).

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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

CICLO BÁSICO COMÚN

CIENCIA POLÍTICA-22

CÁTEDRA: DR. SANTIAGO C. LEIRAS

ANTECEDENTES DEL PROFESOR ASOCIADO A CARGO DE LA MATERIA Santiago C. Leiras es Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires-Argentina (UBA), Diploma de Estudios Avanzados y Doctor en América Latina contemporánea por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de Madrid-España (IUOG). Es Profesor Asociado Regular de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Profesor Asociado de la Universidad de Belgrano (UB). Ha sido autor del libro El Cono Sur y sus líderes en América Latina Carlos Menem y Fernando Collor de Melo en perspectiva comparada (2009), compilador de las publicaciones Estado de excepción y democracia en América Latina. Argentina, Brasil, Perú y Venezuela en perspectiva comparada (2010), Democracia y estado de excepción: Argentina 1983-2008 (2012), América del Sur en los comienzos del nuevo milenio: entre la continuidad y el cambio (2015) y autor de más de treinta trabajos sobre su especialidad. OBJETIVO GENERAL Y ESTRUCTURA DE LA MATERIA

El desarrollo de las unidades temáticas de esta materia tiene como objetivo central el introducir a los cursantes en el conocimiento de la arquitectura conceptual y de las estructuras centrales en que se sustenta el análisis de casos en la Ciencia Política.

Para obtener ese resultado se busca dar a los alumnos una perspectiva politológica que

rescate los mayores consensos epistemológicos existentes en el campo teórico. Donde este consenso no existe, se tienen en cuenta las opiniones divergentes, indicando las principales argumentaciones en que se sustentan esas diferencias conceptuales.

En este contexto, la Unidad temática I, “Política y Ciencia política” propone abordar el

debate sobre el estado del arte en la disciplina, y la relación entre la vocación científica de la política y su correlato “político”. Para finalizar, esta unidad introductoria nos llevará a aproximarnos al debate sobre el desarrollo de la Ciencia Política en nuestro país.

La Unidad temática II, “Categorías y conceptos centrales de la Ciencia Política” se plantea el

estudio de conceptos y categorías analíticas de relevancia en la disciplina –Orden, Poder Autoridad (Dominio), Legitimidad, Efectividad, Eficacia, la relación Amigo/Enemigo- como así también de sus condiciones socio históricas de producción.

La tercera unidad, “El objeto de investigación en la Ciencia Política” nos introduce al estudio

de la evolución del objeto de investigación en la disciplina a través de “objetos” como el Estado, el Sistema Político el Régimen Político, las instituciones políticas, y el Gobierno.

La Unidad IV “El estado nacional desde sus orígenes hasta nuestros días”, nos conducirá al

abordaje del Estado, en tanto expresión sociopolítica de la Modernidad, desde sus orígenes hasta llegar a la discusión contemporánea sobre el papel del aparato estatal en el contexto de la crisis de las sociedades nacionales y, el desafío que para las unidades nacional-estatales suponen los procesos de integración regional, sin dejar de hacer referencia a las repercusiones que dichos procesos de transformación tienen sobre nuestra realidad nacional y latinoamericana.

La siguiente unidad temática de este curso, “Las características e incumbencias que identifican a los procesos gubernamentales” (Unidad V), nos introducirá en la estructura del

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gobierno, la política pública como producto de la acción gubernamental y al análisis de los diseños institucionales o gubernamentales más adecuados para afrontar los dilemas de la calidad y gobernabilidad democrática.

La última unidad de este curso propuesto, “Democracias y no democracias” (Unidad VI) nos

permitirá la introducción de las diferentes clasificaciones sobre la democracia como así también de las diferentes alternativas de carácter no democrático. Así también será abordado el problema de la participación política en regímenes democráticos finalizando esta unidad con el estudio de la democracia en nuestra región. METODOLOGÍA

1.- Presentación del Programa

Al inicio del cuatrimestre se presentan detalladamente el Programa y las actividades a realizar, especificando los objetivos, los contenidos y la bibliografía obligatoria a tratar en cada reunión para cada uno de los módulos.

2.- Pautas de trabajo

Se recomienda y exige a los alumnos la lectura previa de los textos para facilitar su comprensión y participación en las clases buscando asegurar un mejor aprovechamiento de los recursos y del tiempo.

Cada docente orienta la lectura de los textos, señalando sus objetivos e integrándolos al resto del programa. Para dicha tarea se formulan preguntas que facilitan el sentido a la lectura.

Se seleccionan diversas actividades de acuerdo con la etapa cursada del cuatrimestre, el tipo de contenido de los textos y los perfiles y características de las comisiones por bandas horarias.

En general se, orienta la actividad como motivadora e inductiva del auto- aprendizaje enfatizando más la actividad del alumno que la enseñanza del docente.

3.- Selección de actividades pedagógicas

Teniendo en cuenta las pautas mencionadas se despliegan diversas tareas:

a) Orientación teórica a cargo del docente.

b) Sobre la base de la lectura previa de los alumnos, se alienta la realización de estudios dirigidos, trabajos grupales, diálogo y discusión en el aula, análisis y comprensión de los conceptos principales así como se utilizan noticias de actualidad periodística o breves artículos previamente seleccionados. De acuerdo con las demandas de participación, se organizan clases “especiales” desarrolladas por los propios alumnos.

c) Técnicas de trabajo

-Estudio Dirigido: El docente establece consignas o preguntas orientadoras para facilitar la lectura y el análisis de los alumnos en forma conjunta, de los conceptos “claves“ y de la arquitectura teórica de referencia. El docente aclara dudas y dificultades y estimula el avance y profundización teórica.

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-Trabajo en Pequeños Grupos: A partir de la consigna del docente también, se conforman grupos de trabajo. Se distribuyen partes del texto para realizar síntesis, cuadros sinópticos, conexión de conceptos, etc. Luego cada grupo realiza una puesta en común generando planteos motivadores que promueven la reflexión y la ejemplificación del resto.

-Trabajo con noticias de actualidad y artículos relacionadas estrechamente con los temas de la materia como herramienta de importancia para contribuir con la identificación, comprensión y aplicación de conceptos y contenidos. En muchos casos, se solicita el aporte de los alumnos con diarios y revistas de las noticias de actualidad. En otros, sobre la base del material seleccionado por el docente, se guía el análisis y ejemplificación.

-Las clases dialogadas facilitan la mayor participación de los alumnos, pues de esta manera aportan sus puntos de vista. Se aspira a facilitar un diálogo académico permanente.

-Las clases especiales tienen fuerte contenido motivador pues una parte de los alumnos asume transitoriamente el liderazgo áulico, con la posibilidad de recibir aportes del resto de sus compañeros. El contenido, la cantidad de alumnos que participan y la metodología que se utilizará deberán ser conocidos previamente por el docente a cargo.

4.-Integración de las clases prácticas y teóricas

Las clases denominadas como “teóricas” son desarrolladas por los responsables de la cátedra para profundizar el tratamiento de una temática relevante y el esquema integrador de todas las unidades y actividades. Luego de su dictado se recuperan y refuerzan los conceptos más importantes mediante trabajos prácticos.

5. Modalidad de evaluación

Orientación previa a los parciales

Se entregan a los alumnos guías de estudio y cuestionarios para que tomen contacto con el tipo y modalidad de evaluación en los exámenes parciales. Se evita que el desconocimiento de la modalidad evaluadora pueda ser un factor contribuyente al fracaso académico y se reduce al menos en parte, los niveles de preocupación e incertidumbre.

Adicionalmente, y antes de cada examen parcial, se organiza al menos una clase de repaso dedicada a resolver dudas y dificultades con relación a los textos, objetivos, contenidos y conceptos a ser evaluados. Se orienta conceptual y metodológicamente a los alumnos en función de tipo de trabajo desarrollado en el transcurso del período.

Evaluación

Se presenta un cuestionario con cuatro preguntas con objetivos de evaluación diferenciados: definir y establecer relaciones entre conceptos, aplicar conceptos mediante la ejemplificación, elaborar síntesis, etc. La ponderación y asignación de puntajes dependen del grado de elaboración de respuestas y el tipo de preguntas (conceptual, de respuesta breve o de desarrollo) que se requiera contestar.

Es práctica corriente incorpoirar la posibilidad de que los alumnos puedan elegir tres preguntas entre las consignas establecidas

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Promoción

La promoción será directa cuando el promedio de las evaluaciones sea de SIETE (7) o más puntos, en una escala de CERO a DIEZ (0-10). Quiénes obtengan entre CUATRO (4) y menos de SIETE (7) puntos de promedio deberán rendir examen final escrito, en los tres turnos consecutivos al cuatrimestre en que se cursó la matera. Para su aprobación se exigirá un mínimo de CUATRO (4) puntos.

Aquellos alumnos que no hubieren podido asistir a una evaluación parcial podrán rendir examen recuperatorio. En aquellos casos en los cuales los alumnos no alcanzaren la nota mínima de 4 (cuatro) en uno de los parciales, y no accediendo a la nota mínima requerida para el examen regular, podrán rendir una evaluación complementaria

En estas cuestiones, la cátedra se ajusta al régimen oficial establecido por la Universidad de Buenos Aires.

Exámenes Regulares y Libres

Los alumnos en condición regular rendirán los exámenes en las comisiones en las cuales han cursado a lo largo del cuatrimestre, siendo los mismos de carácter escrito y pudiendo ser aprobados con una nota mínima de 4 (cuatro)

Los alumnos libres deberán rendir un examen escrito. En estos casos se exigirá la

comprensión de todos los temas principales de la asignatura PROGRAMA ANALÍTICO Y BIBLIOGRAFÍA

UNIDAD TEMATICA I

Política y Ciencia Política. Contenidos: Las definiciones sobre la Política. Los orígenes de la ciencia política como disciplina sistemática. La fuerte gravitación que tiene el Conductismo en el proceso de automatización de la disciplina. Las distintas fases por las que atraviesa el conductismo. El neo institucionalismo. La Ciencia Política en Argentina. Bibliografía Obligatoria

Bulcourf P. y D’Alessandro M, “La Ciencia Política en la Argentina” en J. Pinto (Comp.) Introducción a la Ciencia Política, EUDEBA, 3ra edición, 2003.

Easton, David; “Ciencia Política” en Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales. Aguilar, Madrid, 1974.

Hall P. y Taylor R., “Political Science and the Three New Institutionalism”, Political Studies Número 44, 1996. (Hay traducción sintetizada de cátedra).

Welsh, W, “¿Qué es la Política?” en W. Welsh, Studying Politics, Praeger Publishers Inc., New York, 1973 (Traducción de la cátedra).

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UNIDAD TEMATICA II Categorías y conceptos centrales de la Ciencia Política

Contenidos: El Orden Político: sus diferentes enfoques. Categorías centrales del análisis político: poder, dominación (autoridad), legitimidad, eficacia, efectividad. Nuevas (no tan) fronteras en la definición de la política: la relación amigo/enemigo.

Bibliografía Obligatoria

Dowse, A. y Hughes, J, Sociología Política, Alianza Editorial, Madrid, 1992. Capítulo 2.

Leiras S, “Los conceptos de política y decisionismo en Carl Schmitt. Su repercusión en el debate latinoamericano”, Revista Ecuador Debate, Número 82, Abril 2011.

Linz J.J., La quiebra de las democracias, Alianza Editorial, Madrid, 1991, Capítulo 2 (Páginas 32-52).

Weber M, Economía y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1996 (10ª edición). Páginas 170-204.

UNIDAD TEMÁTICA III El objeto de investigación en la Ciencia Política.

Contenidos: La evolución del objeto de estudio de la Ciencia Política: Las instituciones políticas en el institucionalismo clásico: Estado y Gobierno. El Sistema Político: roles, estructuras e instituciones políticas. Funciones de mantenimiento, conversión y niveles de capacidades sistémicas. Nociones de cultura y socialización políticas. El Sistema Político en su ambiente: demandas, ayudas, y productos. El retorno de las instituciones políticas.

Almond, G. y Powell, B., Política Comparada Editorial Paidós, Buenos. Aires,1992. Capítulo 2

Aznar L., “La gobernabilidad como mercancia. Acerca de la incertidumbre y el orden politico”, Revista PostData, Numero 10, diciembre 2004.

March J. y Olsen J,, El redescubrimiento de las instituciones. La base organizativa de la política. Fondo de Cultura Económica, México, 1997. Introducción (Páginas 9-24).

UNIDAD TEMÁTIVA IV El Estado nacional desde sus orígenes hasta nuestros días.

Contenidos: La evolución histórica que distingue a los Estados nacionales: el Estado absolutista; el Estado Liberal; el Estado Social. El estado en los regímenes totalitarios del siglo XX. El futuro del Estado-Nación. Bibliografía Obligatoria

Abendroth, W, Lenk, K., Introducción a la Ciencia Política, Anagrama Editorial, Barcelona, 1971. Capítulo 3 (Partes A y B)

Aguilar Villanueva, L, ”Estado, régimen y sistema político” en J.E. Viga, (Comp,), Teoría y Política de América Latina, CIDE, 1984.

Aguilar Villanueva L, “El futuro del Estado-nación”, Revista Argentina de Ciencia Política, Número 2, EUDEBA, Buenos Aires, 1998.

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UNIDAD TEMÁTICA V Las características e incumbencias que identifican a los procesos gubernamentales.

Contenidos: Definición del concepto de gobierno. Formas históricas de gobierno. El actual debate sobre las formas democráticas de gobierno: parlamentarismo, presidencialismo, semipresidencialismo. Gobiernos presidenciales y Coaliciones Políticas en América Latina. Bibliografía Obligatoria

Cotta M, “Los gobiernos” en G. Pasquino, Manual de Ciencia Política, Editorial Alianza, Madrid, 1991.

Chasquetti D, “La supervivencia de las coaliciones presidenciales de gobierno en América Latina”, Revista PosData, Número 11, 2006.

Sartori, G., Ingeniería Constitucional Comparada. Una Investigación de estructuras, incentivos y resultados. Fondo de Cultura Económica. México. 1994. Capítulos 5,6 y 7.

UNIDAD TEMÁTICA VI Democracias y no democracias.

La democracia: su caracterización como proceso y como tipo de régimen político. Las alternativas no democráticas (Autoritarismo, Totalitarismo, Tradicional). Las democracias en América Latina. Los actores institucionales y no institucionales.

Dahl R., La democracia. Una guía para los ciudadanos, Editorial Taurus, Buenos Aires, 1999. Capítulos 4,5 y 8.

Katz R. y Mair P. “Los cambios en los modelos de organización y democracia partidaria: la emergencia del partido cartel” en F.Casal Bertoa y G. Scherlis, Partidos, sistemas de partidos y democracia. La obra esencial de Peter Mair. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires. 2015.

Morlino L. “Las alternativas no democráticas”, Revista PosData, Número 10, 2004.

O’Donnell G., “Nuevas reflexiones acerca de la democracia delegativa (DD)” en G. O´Donnell, O. Iazzetta y H. Quiroga (Coords.), Democracia Delegativa, Editorial Prometeo Libros, Buenos Aires, 2011.

Rossi F. “Movimientos sociales” en L. Aznar y M. De Luca (Comps.), Política. Cuestiones y problemas.Cengage Ediciones, Buenos Aires, 2010.

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38lo expuesto. Y eso ha permitido evitar el dogmatismo, con el correspondiente estancamiento del conocimiento que produce el compromiso excluyente con un único marco concep-tual. Esto se ha podido concretar, sin caer en el caos metodológico que la ausencia de un paradigma unívoco podría producir, a través de la paráfrasis inteligente de los clásicos. La ciencia política ha pasado a ser una comunidad dialógica, que define su discurso como interpretativo y crítico a la vez que empírico, al reconocer—después del debate teórico del último cuarto de siglo— que ninguna investigación en este campo puede dejar de sustentarse en una antropología histórica, en un modelo de hombre.

LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA∗ Pablo Bulcourf y Martín D'Alessandro∗∗ en “Introducción a la ciencia política (nueva versión)”, J. Pinto comp.

1 INTRODUCCIÓN El primer capítulo de esta obra colectiva ofrece un detallado estudio sobre el desarrollo mundial de la ciencia política, sus particularidades, enfoques y perspectivas como así tam-bién de los espacios institucionales que han permitido su despliegue histórico durante el siglo XX. Teniendo en cuenta ese marco, este capítulo se limitará a un recorrido histórico por la ciencia política argentina, sus particularidades y su vinculación con los escenarios disciplinares extranjeros. La historia de la ciencia política en la Argentina está plagada de marchas y contramarchas. Reveses políticos, institucionales e ideológicos obstaculizaron su desarrollo, y gran parte de sus déficit actuales se deben a sus grandes dificultades para la constitución de una comunidad científica sólida e inserta en la sociedad (Bulcourf y D'Alessandro, 2002). La reflexión sobre la política y la constitución del Estado poscolonial ha sido una materia constante en el pensamiento argentino y latinoamericano. La inmigración y la inserción en el escenario internacional, la incorporación de los nuevos sectores a la vida nacional y, después de 1930, el juego de los grupos de poder en tomo al Estado, han llevado a una rica literatura y a un continuo debate político, aunque signado muchas veces por la violencia y la intolerancia. Sin embargo, son muy pocos los trabajos que podrían catalogarse como "de ciencia política". El desarrollo de la disciplina en la Argentina y sus mecanismos de institucionalización han sido, aunque tempranos, escasos y discontinuos. Recién en la década del 60 comenzará a constituirse un grupo de investigadores que reclamarán para sí el nombre de "politólogos" autonomizándose del Derecho Público. Por otra parte, es a fines de esa década cuando por primera vez se logra un diseño curricular de una carrera de ciencia política orientada hacia la investigación y al conocimiento científico del fenómeno político acorde con los desarrollos y lineamientos internacionales, elementos que fueron disparadores del desarrollo de la disciplina, tanto dentro como fuera de las universidades. Pero los golpes, militares y particularmente la descarnada dictadura del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) pusieron freno al desa-rrollo de las ciencias sociales y a toda actividad científica en general. Ninguna más que la ciencia política se vería afectada, dada la circularidad entre la política como objeto de in-dagación y la propia actividad política; no es posible ninguna construcción de saber sin el marco básico de la libertad.24

∗ Los autores agradecen las valiosas contribuciones de Marcelo Altomare, Arturo Femández, Carlos Floria, Mercedes Kerz, Néstor Legnani, Julio Pinto y Carlos Strasser, Miguel De Luca, Alberto Föhrig, Andrés Malamud, Rodolfo Mussi, Aníbal Pérez Liñán y Sebastián Saiegh quienes han reali-zado comentarios que no siempre se han asimilado como lo merecían. Los autores también están en deuda con Carlos Floria y Miguel De Luca por su generosa cesión de materiales de archivo, y con Juan Cruz Vázquez y Mariano Anconetani por su colaboración. Gran parte del material aquí utili-zado fue publicado previamente en la Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes, N° 13, noviembre de 2002. ∗∗ Docente investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad de Buenos Aires; y Docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de San Andrés, respectivamente. 24 Como sostiene Graciwena (1974: 38): "Es indudable que hay fuertes necesidades sociales que tienen que ser consideradas en el trabajo científico; la ciencia y la tecnología están hoy situadas en el centro de la vida social y posiblemente nada sea más importante que sus contribuciones para el desarrollo social a largo plazo. Por esa misma razón, las conexiones que se establezcan entre la sociedad y la comunidad de los investigadores deben ser de tal naturaleza que trasmitan bien la existencia de aquellas necesidades sociales, pero al mismo tiempo, la manera como trasmitan esas nece-sidades tiene que ser compatible con las pautas de trabajo científico y con un elevado grado de autonomía de la comunidad de investigadores. Sin autonomía y libertad personal no hay imaginación ni habrá descubrimiento científico".

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39Habrá pues que esperar la reinstauración democrática de 1983 para que comience a reverdecer la ciencia política, con muchas restricciones, pero continuando la construcción de un conocimiento científico de la política que nos permita arrojar algo de luz sobre los intrincados laberintos de la compleja realidad argentina.25 2 LA CIENCIA COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL. METODOLOGÍA El desarrollo de la actividad científica nos plantea la problemática de la "acumulación del conocimiento". ¿La ciencia evoluciona en forma lineal desechando viejas teorías y reem-plazándolas por otras de mayor valor cognitivo y correspondencia empírica? ¿0 cada construcción teórica general es autorreferenciada, y por lo tanto no podemos hablar de un de-sarrollo científico? La respuesta a este interrogante fue uno de los debates centrales entre la filosofía tradicional de la ciencia y algunas de las tradiciones posempíricas iniciadas principalmente con la publicación de La estructura de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn en 1964. La "incomensurabilidad" paradigmática inicial de Kuhn permitía sólo el desarrollo intraparadigmático en el período de "ciencia normal". Las sucesivas aclaraciones del autor y los aportes de otros investigadores nos permiten sostener que entre las di-ferentes tradiciones teóricas existen variadas formas de entablar "diálogos" (Klimovsky, 1994; Gaeta y Gentile, 1995; Pinto, 1998). Por otra parte el esfuerzo de muchos investigado-res en realizar estudios metateóricos comparados ha permitido visualizar los desarrollos de enfoques, sus problemáticas y sus cambios (Alford y Friedland, 199 l). De esta forma podemos ser espectadores privilegiados de las "mesas separadas" de Almond, las miradas entre sus integrantes, sus traslados y comentarios. En el sentido señalado, sostenemos el concepto de "acumulación compleja", lo que presupone un desarrollo no lineal, cruzado, y a veces fragmentario del conocimiento científico. Además, hay que tener en cuenta la particularidad de cada disciplina y los puntos de intersección entre campos, problemáticas y teorías a la luz de los procesos históricos (Bulcourf, 1996). En términos generales, son varios los factores que confluyen para constituir una ciencia. Podemos mencionar la delimitación de un campo de problemáticas como objeto de estu-dio, el trazado de líneas de investigación con métodos claros más o menos compartidos, la constitución de una comunidad científica autorreferenciada, su inserción en la sociedad y su reconocimiento por parte de integrantes de comunidades científicas extranjeras. Estas dimensiones, por supuesto, deben ser abordadas teniendo en cuenta el carácter histórico de todo proceso de construcción social, ya que, en definitiva, la actividad científica es una más de las tantas facetas de la vida comunitaria.26 A pesar de ello, los contenidos de la disciplina en nuestro país, que lógicamente fueron variando de acuerdo a los problemas políticos que se percibieron como prioritarios, no formarán parte de nuestra "rada, ya que no los observaremos aquí más que complementariamente, para concentramos en la historia "científica e institucional" de la ciencia política argentina, En cuanto al establecimiento de un objeto de estudio propio de la ciencia política, son conocidas sus dificultades debido a que la actividad humana constituye un ámbito de reflexión común a varias disciplinas que reclaman tanto su autonomía como un abordaje particular de la diversas esferas del hombre (Sartori, 1995 y D'Alessandro, 1999). Como se dijo, en términos generales la reflexión sobre la política es rica y variada desde los comienzos de la construcción del Estado, e incluso antes. Sin embargo, para delimitar un campo propio de la ciencia política en la Argentina hemos tomado en consideración, a modo de indicadores: a) publicaciones de ciencia política, tomando aquí principalmente libros destacados y la aparición de la Revista Argentina de Ciencias Políticas; b) instituciones y organizaciones dentro de las cuales se crea y reproduce el conocimiento disciplinar, tomando algunas carreras de ciencia política, asociaciones y centros de investigación; y c) datos referidos a los itinerarios personales de algunos destacados politólogos argentinos, ya que las publicaciones, las instituciones y los reconocimientos sólo cobran vida a través de actores y nombres concretos.27 3 LA PRIMERA ETAPA DE LOS ESTUDIOS POLÍTICOS 3. 1 LOS COMIENZOS DE LA REFLEXIÓN POLÍTICA Como en casi todas las sociedades, en la Argentina la reflexión acerca de la política es tan antigua como los conflictos políticos mismos. Por ejemplo, a partir de 1810, los grupos ilustrados (sobre todo porteños) reflexionarán para estructurar al país, organizar su régimen político y renovar su fisonomía social y económica frente a los grupos rurales del inter-ior del país. La pugna entre estas dos concepciones político-sociales llevó primero al triunfo del federalismo y luego a una posición más moderada que se plasmaría en la Constitu-ción de 1853, impuesta definitivamente en 1862 (Romero, 1998). De hecho, el debate entre liberales y federales alrededor de la construcción del Estado nacional dio lugar a figuras muy importantes para la fundación del pensamiento político. Estos primeros análisis de la realidad social y política argentina pertenecen a Esteban Echeverría, Juan Bautista Al-berdi y Domingo F. Sarmiento. Estos autores escribían con una intención muy clara de derivar de sus textos rumbos de acción política claramente definidos en pos de la moderni-zación del siglo XIX. La organización nacional de principios del siglo XX permitió el desarrollo de universidades que dieron un impulso significativo a la actividad científica. En los años 20, y al mismo tiempo que en Europa o Estados Unidos, en las universidades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba y El Litoral se dictaban cursos de "ciencias sociales", "ciencias de la cultura" o "ciencias del espíritu" en las facultades de Derecho y Ciencias Sociales o de Filosofía y Humanidades, y cursos de sociología y derecho político, que con contenidos afines, estaban orientados hacia el fortalecimiento de las instituciones políticas de la Constitución de 1853, bajo un marco positivista de confianza en la Razón. Algunos de los autores y profesores,

25 Acerca de la tarea de los teóricos, Sheldon Wolin ha establecido una diferencia entre predicción y prevención que nuestro punto de vista epistemológico acoge con agrado: "Por consiguiente, en lugar de criticar a los teóricos por la mala ejecución de una empresa que nunca abordaron, sería más útil indagar si el teórico político intentaba algo similar a la predicción, pero menos riguroso. Yo sugeriría, en primer lugar, que en vez de predecir los teóricos se han ocupado de prevenir. Maquiavelo advierte que habrá inseguridad en ausencia de una autoridad gobernante efectiva; Halifax, que una autoridad que se apoya demasiado en el temor provocará a la postre resistencia. Aunque cada una de estas admoniciones presenta cierta similitud con una predicción, difiere de ella en dos importantes aspectos. En primer lugar, una prevención sugiere una consecuencia desagradable o inde-seable, en tanto que una predicción científica es neutral. En segundo lugar, una prevención es habitualmente hecha por una persona que siente cierta relación con el grupo o las personas a quienes se previene; en resumen, una prevención expresa un compromiso que esta ausente en la predicciones. En concordancia con esta función de prevenir, el lenguaje de la teoría política contiene muchos conceptos destinados a expresar señales de prevención: algunos de esos conceptos son los de desorden, revolución, conflicto e inestabilidad" (Wolin, 1993: 22). 26 "Se entiende a las ciencias como prácticas sociales en activo; por consiguiente, están sujetas al impacto de factores económicos, políticos e ideológicos, tanto como cualquier práctica social. Una peculiaridad de las prácticas científicas es que producen discursos cuya pretensión de conocimiento cree tener un estatus especial, en cuanto es científico. En esta medida, la pregunta ¿qué es conocimiento científico? sólo puede contestarse tomando en cuenta el lugar de las prácticas científicas presentes en una determinada sociedad, es decir, sus relaciones con las prácticas económicas, políticas, etc. (...) indudablemente, empero, no es esto todo lo que debe tomarse en consideración. las prácticas científicas tienen peculiaridades que permiten identificarlas como científicas. Estas peculiaridades no se refieren sólo a la estructura de las prácticas mismas, sino que son propias también de sus productos. Estos productos son conocimientos. Sin embargo, la pregunta acerca de la manera en que llegan a ser aceptados como científicos, sólo puede contestarse tomando en consideración una serie de factores sociales, entre los que cabe mencionar la división del trabajo (manual-intelectual), la estructura de poder dentro de las instituciones académicas (trabajo intelectual), el lugar que ocupan las instituciones académicas en la estructura de poder de la sociedad en la que están inmersas, las formas en que determnadas concepciones se vuelven dominantes y son impuestas a través de la propaganda (conferencias públicas, revistas, medios masivos de comunicación) y así sucesivamente" (Olivé, 1985: 17). "Aun cuando suscriba dicha clase de crítica, esta obra supone también que existen conocimientos objetivos de objetos reales, a diferencia de las creencias meramente subjetivas. Supone también como verdad que nosotros, sujetos que vivimos en medio de redes de relaciones sociales, sólo llegamos a conocer la realidad, natural y social, en función de nuestros sistemas de conceptos determinados históricamente, y también que las teorías científicas están restringidas a una trama conceptual, histórica y socialmente determinada. No hay conocimiento fuera de los sistemas conceptuales, y éstos varían a lo largo de la historia y en cada una de las sociedades" (Olivé, 1985: 19). 27 Las injusticias a que este indicador pueda dar lugar deben adjudicarse a la torpeza más que a la intención del trabajo y sus autores.

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40que entre otras cosas sentaron las bases de la sociología, fueron Ernesto Quesada, Juan Agustín García, Francisco Ramos Mejía, José María Ramos Mejía, Juan Bialet Massé, Artu-ro Dellepiane, José Ingenieros, y más tarde, Ricardo Levene. Estos primeros "científicos sociales" fueron importantes intelectuales y catedráticos, que incursionaban en los tribuna-les, la diplomacia, la política y las profesiones liberales; no eran profesionales científicos de tiempo completo. Sus escritos se orientaban hacia la consolidación de las instituciones políticas, sociales y jurídicas, mediante explicaciones históricas y filosóficas -se consideraba que la Historia, la Filosofía Social y el Desarrollo Público tenían mayor grado de cienti-ficidad- porque querían explicar una sociedad todavía no integrada, en una universidad todavía destinada principalmente a la dirigencia (Fernández, 2002). De manera que "la ciencia política formalista" emerge a principios del siglo XX, cuando el proceso de organización nacional y de consolidación estatal están ya completos y comien-za con vigor la interpretación del texto constitucional. A esta "ciencia política tradicional... se aplica el calificativo de formalista por su exagerada y casi exclusiva atención a los marcos formales en los que la acción política se desenvuelve, aun cuando con diferencias apreciables en el método utilizado. Unos enfatizan lo general, la derivación de paradigmas clásicos del pensamiento político y la exégesis de los textos; otros buscan la raíz histórica, pasando a confundirse con el campo de la <historia de las instituciones>" (Cavarozzi y Martínez Nogueira: 14). Otros de sus representantes son Florentino González, José Manuel de Estrada, Lucio V. López y Aristóbulo del Valle. Cabe mencionar también los estudios de José Nicolás Matienzo, sobre todo la publicación de su obra El gobierno representativo federal en la República Argentina. Por otro lado, el estudio de los actores políticos y de sus comportamientos y vinculaciones con intereses extranjeros comenzará aproximadamente a partir de los años 30, desde el formato del ensayo político. Desde la derecha nacionalista, aunque republicana, se destacarán los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta; desde el liberalismo, Lisandro de la Torre y Jacinto Oddone, y desde la izquierda nacionalista el grupo FORJA, en el que se encontraban Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós y Juan José Hernández Arregui (Cavarozzi y Martínez Nogueira). También podría incluirse aquí la primera etapa de la revista católico-liberal Criterio, fundada en 1928. 3.2 LA REVISTA ARGENTINA DE CIENCIAS POLÍTICAS Un acontecimiento temprano e importante para la ciencia política argentina lo constituyó la aparición de la Revista Argentina de Ciencias Políticas, de carácter bimensual, publica-da entre octubre de 1910 y junio de 1928. Este hecho es muy relevante si tenemos en cuenta que la American Political Science Review, quizá la revista de ciencia política más influ-yente del mundo, comenzó a publicarse en 1906. Como hemos visto, en aquellos años la corriente formalista de la ciencia política dejaba afuera de sus análisis el estudio de los actores políticos y el funcionamiento dinámico de las estructuras políticas, y consecuentemente, las posibilidades de cambio político. Sin embargo, la gran pluralidad de sus páginas hacía que la Revista Argentina de Ciencias Políticas fuera una notable excepción. Su director, Rodolfo Rivarola, era una expresión clara de un nacionalismo compatible con el liberalismo decimonónico (Floria, 1994). De hecho, la re-vista recogió la tradición del ensayismo político de corte juridicista liberal típica del reformismo centenario. Allí las elites letradas involucradas en la vida política intentaban crear una opinión pública racional y objetiva, aislada de los intereses partidistas. Al mismo tiempo, mostraba un gran interés por las reformas institucionales, que iban mucho más allá de la reforma electoral de 1912 (Zimmermann, 2002: 4).28 Con todo, constituyó la primera tentativa seria y constante de estudiar la política desde una perspectiva científica (Floria y García Belsunce, 1975: 264). La decisión de realizar una publicación sobre asuntos políticos intentaba cubrir el espacio de reflexión entre el diario y la edición de libros. Su director comentaba en el primer nú-mero: "La revista, situación intermedia que comienza a ser disputada por las bibliotecas (publicaciones de obras de determinada dirección de estudios) responde a la necesidad de síntesis parciales que constituyen la elaboración más reflexiva de un aspecto de la ciencia o de la sociedad. Se concibe que pueda abarcar la homogeneidad indefinida e incoherente que de necesidad constituye la materia del diario, o que pueda circunscribirse hasta la heterogeneidad definida del libro" (Rivarola, 1910: 7).29 Rodolfo Rivarola también nos provee de una de las primeras definiciones del campo disciplinar de la ciencia política. Si bien no se establecen los cánones hoy más aceptados de la delimitación del objeto de estudio, destaca el carácter "científico" y resalta las "funciones éticas de la reflexión política" al sostener: "La política, como ciencia, cobra hoy entre noso-tros la autoridad que en todos los tiempos tuvo en las sociedades civilizadas. Vale para esto, entre tantas otras cosas, la insistencia del eminente profesor español don Adolfo Posa-da, en repetir que la política es una ciencia, en un país acostumbrado a considerarla como término de acepciones tan lejanas del concepto científico, que personificadas la ciencia y la política se habrían mirado como dos seres de tan opuesta condición, que ambos no volverían de su asombro al hallarse en el mismo mundo. (...) Pero las dificultades que ha pre-sentado y presentará siempre la determinación del concepto de ciencia política, en lo que comprende y en lo que excluye, se atenúan con el arbitrio de reunir bajo un término co-mún de ciencias políticas, las que más inmediatamente interesan a la conservación, función y progreso del Estado, y a la utilidad que de él se derive a favor de los individuos. El de-recho, la administración, la economía, la sociología, la historia y la educación son materiales, por lo menos, de la construcción de la ciencia política" (Rivarola, 1910: 7). Situada en un tiempo en el cual la reflexión sobre la política abonaba firmemente la "extraña" circularidad entre ciencia política y acción política, la revista reflejaba este continuo en la polaridad del pensamiento y la acción. Rivarola lo expresa de esta forma: "Con esto queda dicho que la Revista Argentina de Ciencias Políticas no será órgano de estudios abs-tractos o de vagas generalizaciones: ciencia política es ciencia de acción, lo cual es diferente de la acción misma, como la observación difiere de la cosa observada. Los materiales de la Revista serán de observación científica de los hechos que más directamente puedan interesar en la formación de la conciencia nacional" (Rivarola, 1910: 8). La Revista Argentina de Ciencias Políticas no contaba con adscripciones institucionales, ya que era una publicación independiente, mantenida principalmente por sus suscriptores y por publicidad editorial y de diferentes estudios jurídicos, lo cual también nos demuestra el amplio y desarrollado clima intelectual desde el Centenario hasta los años 30. La re-vista estaba conformada principalmente por un conjunto de artículos originales (más bien cortos), notas sobre la coyuntura política, sobre jurisprudencia y comentarios de libros. Entre los más destacados colaboradores de la revista, además del propio Rodolfo Rivarola y su hijo Enrique —más tarde Director de la publicación—30 se encuentra a Leopoldo Lu-gones, José Nicolás Matienzo, Vicente Gallo, Juan B. Justo, Manuel Aramayo, Isaías Amado, Mario Bravo, A. Bunge, Victorino de la Plaza, Pelagio B. Luna, Carlos A. Becú, Ernesto

28 La concepción positivista y la ambigüedad entre el elogio y las críticas tanto frente al régimen del 80 como frente al ascenso del radicalismo pueden apreciarse, en el caso de los artículos de José N. Matienzo, en Zimmermann (2002), y en el caso de Rivarola, en Dulce (2002). En contraste, para Ancarola (1975: 15), Rivarola fue "el último representante de la generación del ochenta". La misma discusión, aunque desde un enfoque menos centrado en la política, puede encontrarse en Bosch (200l). 29 La revista tenía un costo relativamente alto: alrededor de 3 pesos el ejemplar, mientras que Caras y Caretas tenía un costo de 20 centavos por ejemplar (Ortiz, 1995: 3 11, n. 6). 30 Rodolfo Rivarola se mantuvo al frente de la dirección hasta el 4 de marzo de 1918, fecha en que pasó a desempeñar el cargo de Presidente de la Universidad Nacional de la Plata. Hasta entonces se habían completado 15 volúmenes que contenían un promedio aproximado de 10 ejemplares por tomo.

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41Quesada, José María Sáenz Valiente, Juan A. González Calderón, Adolfo Posada, Alfredo L. Palacios, Gregorio Uriarte, Mariano de Vedia y Mitre, J. Salgado, Leónidas Espeche, Er-nesto Bott, Julio A. Roca, Joaquín V. González, Adolfo Goldín, Ricardo Marcó del Pont, Ricardo Monner Sans, Nicolás Repetto, Ricardo Levene, Emilio Ravignani y otros. Es llamativa la amplitud temática que desarrollaban los expertos que escribían en forma asidua en la publicación. Los más recurrentes a lo largo de los diversos números han sido Raimundo Wilmart, R. Rivarola, Raúl Villarruel y Luis B. Tamini, entre otros. Esta amplitud temática, que va desde el derecho privado, la historia, la política y el derecho adminis-trativo, demuestra varias cosas. Por un lado, el arco de preocupaciones y el clima intelectual de la época; por otro, la falta de especialización y la generalidad de los estudiosos y ju-ristas argentinos, y el carácter cuasi ensayístico de sus trabajos. Esto nos permitiría afirmar que si bien las preocupaciones políticas eran importantes en estos comentaristas, y se visualizaba una disciplina científica denominada "ciencias políticas", ésta no constituía un campo autónomo de indagación, y la actividad llevada a cabo por los especialistas no se entendía como una profesión independiente sino como complemento de la actividad política y del derecho, tanto en la temática como en el trabajo cotidiano. Los tomos de la revista están sistematizados a través de un índice temático con las siguientes áreas: 1) Política; 2) Política Internacional; 3) Derecho civil; 4) Derecho comercial; 5) Derecho penal; 6) Derecho industrial; 7) Derecho administrativo; 8) Legislación procesal; 9) Economía y finanzas; 10) Sociología; 11) Historia; 12) Educación; y 13) Varios. La dis-tribución de los artículos muestra el peso de las preocupaciones temáticas: mientras las áreas Política y Política Internacional contienen el 36,8 1 por ciento del total de los artículos de la revista a lo largo de todos sus años, las áreas 3) a 8), es decir, el agrupamiento de las ramas del derecho, reúnen en total el 28,25 por ciento de los artículos. Por otro lado, Economía y Finanzas agrupa el 10 por ciento, Sociología el 7,7 por ciento, Historia el 10,1 por ciento y Educación el 4,94 por ciento. La ligazón umbilical con el derecho constituye una tendencia que, como se verá más adelante, la publicación mantuvo en su período posterior de 1960-61.31 3.3 LAS INSTITUCIONES DE LA TRADICIÓN FORMALISTA En los años 20 y 30, lo que aquí llamamos la "tradición formalista" estaba en pleno auge. No por casualidad, en esos años se crean instituciones que agrupan a los representantes de esa postura tradicional, como la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, en 1938. En 1937 se funda el Instituto Argentino de Estudios Políticos en Buenos Aires a manos de Horacio Storni y Jorge Tristán Bosch, quienes la presidieron durante años y editaron en 1945 y 1946 seis números de la Revista Argentina de Estudios Políticos. En 1939 se fundó la Universidad Nacional de Cuyo, que en el tránsito de los años 40 a los 50 tendrá la primer Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. En 1973 las sedes de San Juan y San Luis de esa universidad adquirieron el rango de universidades nacionales, y la de San Juan montó un Departamento de Ciencias Políticas dentro de la Facultad de Cien-cias Sociales. Sin dudas, el antecedente del estudio universitario de la política en el país —y en toda América Latina— fueron las licenciaturas en Servicio Consular y en Servicio Diplomático que se crearon conjuntamente con la Universidad Nacional del Litoral y su Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, con sede en Rosario, en 1919. En 1923 esas licen-ciaturas se organizan con un plan de estudios confeccionado en 1921. En 1927 se incorporan dos doctorados: uno en Ciencias Políticas y otro en Diplomacia. En 1929 las licenciatu-ras se transforman en la Licenciatura en Ciencias Políticas, y en Diplomacia y Relaciones Internacionales, ambas de la Universidad Nacional del Litoral.32 Los planes de estudio se mantienen hasta 1954, momento en el que se unifican las carreras en la de Ciencias Políticas y Diplomacia —y se conservan ambos doctorados—, con una gran dependencia respec-to del Derecho Público y del Derecho Internacional (tanto en la orientación como en el cuerpo de profesores). Esta organización cambiará en 1968, cuando se funda la Universidad Nacional de Rosario, que pasó a agrupar a las carreras de la Universidad Nacional del Litoral que habían funcionado en esa ciudad, particularmente, para nuestro interés, la licen-ciatura de Ciencias Políticas y Diplomacia, a partir de ahora ya no tan ligada al derecho e incorporando materias más ligadas al estudio de las instituciones y los sistemas políticos, que luego pasó a la Facultad de Derecho y Ciencia Política como Escuela Superior de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, convirtiéndose esta Escuela en Facultad en 1973. Ya a finales de los 60, la carrera tomó un perfil más ecléctico incorporando enfoques más sociológicos y filosóficos junto con las corrientes de pensamiento en boga.33 Sin embargo, no se confluía hacia un perfil politológico, ya que se veía a la ciencia política como una disciplina "residual". En realidad, "se institucionaliza antes el término ciencia política que sus contenidos" (Kerz, 2002). En cuanto a la investigación rosarina, los antiguos institutos de la Escuela Superior de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario serían la primer base del Departamento de Relaciones Internacionales y del Departamento de Ciencia Política. Entre 1948 y 1981, el Instituto de Derecho de Gentes (más tarde llamado Ins-tituto de Derecho Internacional "Mario Antelo") publicó la Revista de Derecho Internacional y Ciencias Diplomáticas. Algunos nombres ligados a este Instituto son Juan Carlos Puig, Mario Cámpora, Iris Laredo y Artemio Melo. El Instituto de Derecho Público publicó revistas entre 1938 y 1964, aunque con distintos nombres e interrupciones. En la Universidad Nacional de Cuyo se fundó, a fines de los años 50, una Carrera de Ciencia Política y Administración Pública en la cual se destacaba la figura de Dardo Pérez Guil-hou (Femández, 200 la: 260), y en 1956 se creó, en el ámbito privado, la carrera de Ciencia Política en la porteña Universidad del Salvador, casa de altos estudios creada por los je-suitas. En el año 1965 se crea en la Universidad Católica Argentina "Santa María de los Buenos Aires" la Escuela de Ciencias Políticas, dirigida por Francisco Arias Pelerano, discípulo del político y jurista nacionalista Arturo Enrique Sampay. Con la participación activa de profesores como Julio Irazusta, Samuel Medrano y Tomás Casares, hasta 1971 se llevan a cabo dos actividades de posgrado: el Doctorado en Ciencias Políticas y el Diploma de Estudios Superiores. En 1972 comienza a dictarse la Licenciatura en Ciencias Políticas, con una du-ración de cuatro años y con tres especializaciones: Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales y Administración Pública.34 En 1982 se reforma el plan de estudios incorporándose un año a la carrera de grado (Camusso, 2002). En la UCA, la Carrera de Ciencias Políticas, como su denominación en plural lo indica, no pretendía constituir un campo de indaga-ción autónomo dentro de las ciencias sociales, sino ser una confluencia de diferentes saberes considerados "políticos".35 La orientación originaria de la carrera pretendía formar di-rigentes católicos comprometidos con los principios cristianos más que científicos políticos orientados hacia la investigación empírica (Fernández, 2001b).

31 Ver Anexo II. Para una clasificación subtemática, se puede consultar la existente en la "guía de consulta rápida" que se comenta en Ortiz (1995 y 1996) 32 Lesgart y Ramos (2002) relativizan esta fecha de 1929 como la de la creación de la carrera, Ver también Yanuzzi (1998:422). 33 Entre los profesores que impartían clases a comienzos de los años 60 cabe destacar a Juan Carlos Puig, Bruno Bologna, Roberto Puig, Artemio Melo, Carlos Menos¡, Roberto Brie, Miriam Colacrai, Carlos Sánchez Almeida, Sonia Bengoechea y Wagner Goldschmidt, entre otros. 34 En realidad, esta última especialización nunca se logró implementar por la falta de alumnos 35 Por ejemplo, analizando las características de la Constitución, Arias Pelerano sostuvo: "Curiosamente estas tres versiones de constitución no hacen más que reflejar los distintos ángulos desde los cuales puede ser abordado el objeto político. Desde ya que estos ángulos dan lugar a la estructura-ción de diversas disciplinas, todas ellas válidas para describir el mismo objeto de conocimiento, razón por la cual es lícito hablar, no de una Ciencia Política, sino de Ciencias Políticas, en plural" (Arias Pelerano, 1994: 86).

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42Muchos juristas de estas universidades comienzan a hacer ciencia política en algunas facultades afines, estudiando, básicamente, el fenómeno justicialista, a causa del poco apego de este movimiento populista a las reglas democrático-liberales formales. El peronismo, por su parte, crea en Mendoza una Facultad de Ciencias Sociales y Políticas en 1952. En las universidades Católica de Córdoba y Nacional de Córdoba fueron importantes los nombres de Carlos Pizarro Crespo, Ricardo Smith, Pedro Frías y César Enrique Romero (Mooney y Arnoletto, 1993: 275-287). 4 LA "CIENCIA POLÍTICA ACADÉMICA" 4. 1 EL CAMBIO APORTADO POR LA SOCIOLOGÍA A partir de los años 40, una nueva generación (dentro de la cual podríamos contar a Gino Germani, José Enrique Miguens, Juan Carlos Agulla y Norberto Rodríguez Bustamante), influenciados por teorías provenientes principalmente de Estados Unidos (y, en parte, de Europa), cambió el estilo profesional. Así nació una nueva profesión intelectual, desta-cando el papel de la investigación empírica que requería, a su vez, un nuevo rol para la epistemología y la metodología, para lo cual era necesario un nuevo modelo de universidad. A pesar del cambio, el rol científico de las ciencias sociales no llegó a lograr el reconocimiento por parte de la sociedad.36 Si bien los cursos de sociología ya existían desde principios de siglo en varios ámbitos universitarios, será con los trabajos de Gino Germani en el marco del Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (bajo la dirección de Ricardo Levene) donde comiencen en forma sistemática los estudios de sociología. La importancia de Germani fue fundamental para la institucionalización de la sociología científica en América Latina.37 Emigrado a la Argentina en 1934 por la persecución fascista, se graduó en filosofía, y se incorporó al Instituto de Sociología donde, entre 1942 y 1946, llevó a cabo una serie de investigaciones que primeramente se publicarán en el Boletín del Instituto de Sociología, y que darán como resultado la publicación de La estructura social de la Argentina en 1955. Los trabajos de Germani eran principalmente de tres tipos: indagaciones dentro de la teoría sociológica —especialmente sus aportes para la investigación empírica—, estudios e in-vestigaciones sobre la sociedad argentina y los procesos de cambio social, y trabajos de cátedra y diversos manuales de campo para la enseñanza y realización de la tarea de investi-gación. El acontecimiento más importante para la profesionalización de la sociología sería la creación de la carrera de sociología en 1957 dentro del marco de la Facultad de Filosofía y Le-tras de la UBA, en la cual funcionaba desde 1940 el Instituto de Sociología. Con Gino Germani como director desde 1955, se desarrolló allí una sociología (y una sociología política) orientada empíricamente, —también llamada "sociología empírica" o "sociología científica"—, en la que los procesos de la estructura social serán determinantes de lo político. Tenía como horizonte teórico al estructural-funcionalismo y la teoría de la modernización,38 y como fuente de financiamiento para sus novedosas dedicaciones exclusivas, el CONICET y los aportes de varias fundaciones extranjeras (Vessuri, 1992).39 La labor de Germani fue increíblemente vasta, y su impronta en la formación de las primeras "camadas" de sociólogos tuvo un valor muy relevante en términos institucionales. Ca-talina Wainerman, una de sus discípulas,40 lo expresa de la siguiente forma: "Conciente de que con un personal docente prácticamente autodidacta la licenciatura era un techo máximo que podía alcanzar la formación de los estudiantes, conciente de la insuficiencia de ese techo, Germani trajo científicos sociales de los Estados Unidos, de Brasil, de Italia, de Francia, y de alguno que otro país donde ya existía formación y producción sociológica. Así vinieron Rose K. Goldsen, Kalman Silvert, Irving Horowitz, Paul Baran, Aaron Cicou-rel, Leslie Kish, Nathan Keyfitz, Bemdard Rosemberg, David Nasatir, Peter Heintz, Femando Enrique Cardoso, Enzo Falletto (sic), Luis Costa Pinto, Alain Touraine, Johan Gal-tung, Joseph Dumazedier, Albert Meister, Alessandro Pizzomo, S. N. Eisenstadt, entre los que recuerdo. Todos ellos venían a dictar cursos y seminarios por períodos breves. Como eso no alcanzaba para adquirir un entrenamiento formal de postgrado, Germani desarrolló una nutrida trama de relaciones con universidades de Estados Unidos, Inglaterra y Francia y gestionó becas para estudios de postgrado ante el CONICET, la OEA, la Fundación Ford. Así, una tanda de veinte o treinta de los primeros licenciados de la carrera y de docentes salimos a hacer doctorados y volvimos habiéndonos convertido en miembros de la comunidad académica, sabiendo que, de ahí en más, nuestras vidas habrían de transi-tar por la docencia, por la investigación, por la publicación, por la asistencia a congresos, por la participación en la administración y el diseño de la ciencia y la enseñanza" (Wai-nerman, 1997: 15-16).

36 . Según Agulla, esto se dio principalmente a causa de que las teorías sociológicas utilizadas eran elaboradas en los países desarrollados para explicar una "sociedad" nacional, en el sentido weberiano (Weber, 1996: 3334), que en la Argentina se había dado sólo en la región pampeana. Y ello se había dado en los dos aspectos básicos de la sociología: como ciencia social (con predominio de las "teorías empíricas", de origen norteamericano) y como conciencia crítica (con predominio de las "teorías críticas", de origen europeo continental) (Aguila, 1996). Un enfoque similar se encuentra en Di Tella (197 l). Di Tella señala allí dos problemas generales y dos problemas específicos de la sociología y la ciencia política. Entre los primeros están la copia de modelos teóricos extranjeros y la radicalización del marxismo y el nacionalismo. Entre los segundos, la necesidad de la forma-ción de especialistas en territorio latinoamericano, y la necesidad de completar y utilizar bibliotecas antes de salir a buscar los datos que esas teorías extranjeras exigen. 37 Germani fue miembro de la Anierican Sociological Society, del Institut Intemational de Sociologie, de la Asociación Latinoamericana de Sociología, del Instituto de Sociografía y Planeación de la Universidad Nacional de Tucumán y de la International Sociological Assosiation, de la cual fuera presidente. Su labor internacional lo ubica entre uno de los sociólogos más destacados del siglo XX. Durante el gobierno peronista, Germani no tuvo una vinculación orgánica con la universidad, a la que retomaría después del derrocamiento del General Perón. Lamentablemente, la dictadura de la Revolución Argentina lo llevaría fuera del país, pasando a trabajar en la Universidad de Harvard y posterionnente en la Universidad de Nápoles. Murió en 1979. Entre las obras más destacadas podemos hacer mención de La sociología científica (1955), Política y sociedad en una época de transi-ción (1961), Sociología de la modernización (1969), Estudios sobre sociología y psicología social (1966), y La sociología en la América latina: problemas y perspectivas (1964). 38 La importancia de Germani para los estudios de sociología política ha sido muy grande. En palabras de Irving Horowitz (1992: 43): "Fue en Buenos Aires que Germani primero absorbió los trabajos completos de Weber, Simmel, Mannheim y otros teóricos sociales alemanes clásicos. Aun antes de que éstos fuesen bien conocidos en Estados Unidos, ya que disponía en Argentina de trabajos relativamente completos de sociólogos de lengua alemana. De una forma singularmente creativa, Germani unió la escuela italiana del poder con la escuela alemana de la autoridad (...) Esta fusión da cuenta de lo que superficialmente parece ser la deuda de Germani con Talcott Parsons. Tal conexión logró el trabajo de Germani con el del gran teórico norteamericano. En realidad, ello convirtió el trabajo de Germani en intelectualmente significativo para un importante sector de opinión socio-lógica en Harvard, propiamente Parsons mismo. La opinión de Parsons fue reforzada por la de académicos como Seymour Martin Lipset, quien conoció inicialmente a Germani en Sudamérica. Germani desarrolló una imponente fusión intelectual de tradiciones, no distintade aquella encontrada en la teoría parsoniana de la acción social. Pero en el caso de Germani, ello ocurrió no a través de una migración hacia Europa sino más bien desde Europa. Si aquella fusión de tradiciones hizo de Parsons el principal sociólogo a su retorno de Alemania al Nuevo Mundo, el movimiento de Germani desde Italia al nuevo Mundo lo convirtió en el más notable sociólogo político que ingresara en el exilio". 39 Silvia Sigal describe el cambio de la siguiente manera: "La Sociología es probablemente el mejor ejemplo del 'avasallador avance' de esas "ciencias sociales invasoras de los antes somnolientes claustros de Humanidades" que recuerda Halperin Donghi. Dirigida por Gino Germani, se crea la primera carrera de Sociología, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con un ambicioso programa de investigaciones que fijaba el perfil del sociólogo científico. El grupo inicial de 67 alumnos pasa a 170 en 1960 y casi 2.000 en 1966, comprendiendo las tres Fa-cultades existentes entonces en Buenos Aires: en 1959 comenzaban los cursos en la Universidad Católica y en 1963 en la De] Salvador, las dos principales instituciones privadas, La enseñanza de la sociología se transformaba también en las otras universidades del país: La Plata, Córdoba, Men-doza, Rosario y Tucumán. La cohesión del grupo que rodeaba a Gino Germani estaba en su apogeo en 1961, cuando se realizan las Jornadas argentinas y latinoamericanas de Sociología, que mostraron la hegemonía de la 'teoría de la modernización' y de los análisis del pasaje progresivo de una sociedad tradicional a una sociedad moderna" (Sigal, 2002: 86). 40 Entre sus estudiantes y discípulos también se encontraban Ruth Sautu, Jorge Graciarena, Santos Colabella, Fransico Marsal, Miguel Murmis, Eliseo Verón, Francisco Delich, Silvia Sigal, José Paradiso, Raúl Jorrat y Juan Carlos Portantiero, entre otros.

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43Con todo, los trabajos de Gino Germani, Torcuato Di Tella,41 José Nun y Darío Cantón serán una piedra fundamental en el edificio de los estudios políticos modernos en Argentina. Desde una mirada más abarcadora de las ciencias sociales el desarrollo de la sociología timoneado por Gino Germani tendrá una fuerte influencia en la posterior consolidación de la ciencia política argentina. Como sostiene Waldo Ansaldi: "Germani es uno de los 'padres fundadores' de las ciencias sociales latinoamericanas, las que aparecen hacia los años 50 y comienzan a definirse con un perfil singular. Se trata de un proceso todavía insuficientemente estudiado, del que aquí sólo quiero señalar: 1) las ciencias sociales latinoamericanas surgen en un contexto de crisis y transformaciones societarias a escala regional; 2) originariamente dominadas, en el campo teórico-metodológico, por el funcionalismo; 3) se enfa-tiza la necesidad y la práctica de la investigación empírica, orientada en primer lugar a los procesos de cambio social y de modernización. La combinación de estos tres elementos fundacionales provoca rápidamente ---en primer lugar en el pensamiento económico--- una ruptura con la ortodoxia, abriendo paso a interpretaciones y formulaciones teóricas no-vedosas, originales" (Ansaldi, 1992: 69). 4.2 LA CIENCIA POLÍTICA JURIDICISTA A fines de la década del 50 y comienzos de los 60 la ciencia política comienza a consolidarse académicamente con dos acontecimientos relevantes: la constitución de la Asociación Argentina de Ciencia Política y la creación de la licenciatura en Ciencia Política en la Universidad del Salvador. A la caída del peronismo, el enfoque formalista alza su voz por la ne-cesidad de la reorganización jurídica e institucional del país. Al mismo tiempo, y como parte de un mismo proceso, nace la Asociación Argentina de Ciencia Política. Fundada el 8 de mayo de 1957, rápidamente se afilió a la International Political Scietice Association (IPSA). Su primer presidente fue el Dr. Segundo Linares Quintana,42 destacado jurista que dirigía el Instituto de Derecho Constitucional y Político de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, de la que además era profesor titular de la cátedra de Derecho Constitucional, cargo que también ejercía en la Universidad Nacional de La Plata. Linares Quintana desarrollaba una intensa labor académica tanto en la Ar-gentina como en el exterior, asistía a numerosos congresos y daba conferencias en las más destacadas universidades del mundo. Simultáneamente a su cargo en la Asociación, pre-sidía la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política. Desde su fundación la institución tenía un fuerte sesgo juridicista tanto desde el punto de vista de los temas tratados como desde la composición corporativa de sus miembros.43 Las tareas que realizó la Asociación en sus comienzos tuvieron relevancia tanto a nivel nacional como internacional.44 En agosto de 1959 se realizaron las Primeras Jornadas Argen-tinas de Ciencia Política en el marco de la Universidad Nacional de Córdoba.45 En el mes siguiente la Asociación, junto con el Instituto de Derecho Constitucional y Político de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, auspició la visita a la Argentina del prestigioso jurista y politólogo francés Georges Burdeau.46 En octu-bre, Linares Quintana realizó un importante viaje al Brasil representando a la Asociación en el Congreso sobre Cambios Sociales organizado en Río de Janeiro por el Centro de Pes-quisas Sociales. En abril de 1960 tiene lugar se produce la renovación de las autoridades de la Asociación Argentina de Ciencia Política manteniendo la presidencia el Dr. Linares Quintana. Durante 1960 tiene lugar el Segundo Congreso Argentino de Ciencia Política, celebrado en Buenos Aires, con una alta concurrencia. En septiembre de 1961 se celebró en París el V Congreso Mundial de Ciencia Política de la IPSA. La Asociación Argentina de Ciencia Política estuvo representada por una comitiva de 10 miembros, encabezada por el vicepresidente de la Asociación, el Dr. César Enrique Romero. La comitiva argentina fue la tercera en cantidad de miembros. Durante las reu-niones del Consejo Directivo se eligieron a los nuevos miembros del Comité Ejecutivo, incorporándose a este cuerpo el Dr. Linares Quintana como representante de la Argentina. Durante la década de los 70 y los 80, el actor principal de la Asociación Argentina de Ciencia Política será el Dr. Mario Justo López.47 Como se ve, durante sus primeros años la Asociación Argentina de Ciencia Política tuvo una intensa actividad, dentro de la cual se contaba una ambiciosa política editorial, en con-venio con Roque Depalma Editores. Los ejes editoriales consistieron en a) la publicación semestral de la Revista Argentina de Ciencia Política,48 b) la serie "Cuadernos de Ciencia Política", y c) la "Biblioteca Argentina de Ciencia Política". 4.3 LA CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA DE LA UNIVERSIDAD DEL SALVADOR En la Universidad del Salvador, establecimiento de Educación Superior perteneciente en ese momento a la Compañía de Jesús, la Carrera de Ciencia Política fue creada en el año 1956. En sus comienzos la currícula tenía, como era de esperar, una orientación hacia el derecho y la filosofía con preponderancia del tradicionalismo católico-nacionalista. Entre los profesores que se encontraban en ese momento cabe mencionar a Pichón Riviere (hermano del destacado psicólogo) y a Raúl Puigró. 41 Junto con Gino Germani, es uno de los primeros sociólogos del país, con un interés casi siempre centrado en América Latina. En 1964 publicó su primer libro El sistema político argentino y la clase obrera, donde ya planteaba una necesaria reconfiguración del sistema partidario argentino a partir de la idea de que el "nacionalismo popular" es una etapa en la adquisición de capacidad política propia por parte de la clase obrera, en el contexto de otro de sus temas, que se convirtiera en un libro en 1966: El primer impacto del crecimiento económico. Junto a su hermano Guido fundó el Instituto Di Tella en 1958 y su Centro de Sociología Comparada. Fue fundador y presidente del IDES, centro que desde 1961 publica la revista Desarrollo Económico, de la que fue director entre 1971 y 1975. Ver Orlansky (1996) y De Luca y Malamud (1996). 42 Más tarde pasaría a ser Presidente Honorario, recayendo la presidencia en Mario Justo López. La AACP se reorganizó y reanudó su labor en 1984; en junio de 1985 contaba con 245 miembros (176 de ellos residían en la Capital Federal y en la Provincia de Buenos Aires) y en diciembre conta-ba con 266 (AACP 1985a y 1985b). 43 La composición de la Asociacióti Argetitiiia de Cieiicia Polílica originariamente era la siguiente: Presidente: Dr, Segundo Linares Quintana, Vicepresidente: Dr. César Enrique Romero, Tesorero: Dr. Fernando Isidro, Secretario General: Dr. Alberto Spota, Secretario Administrativo: Dr. Anto-nio Castagno. Vocales: Dres. Carlos Adrogué, Juan R. Aguirre Lanar¡, Jorje Aja Spil, Ismael P. Basaldúa (h), Mario Belgrano, Ciermán Bidart Campos, Carlos M. Bidegain, Roberto A. Billinghurst, Enrique L. Calot, Edmundo Correas, Manuel M. Diez, Raúl E. Dumm, Carlos S. Fayt, Héctor P. Lanfranco, Mario Justo López, Miguel S. Marienhoff, Enrique Martinez Paz, Héctor R, Orlandi, Roberto J. Repetto, Lucio Robirosa, Alberto Rodríguez Galán y Ambrosio Romero Carranza. Comité Consultivo: Dres. Jorge Eduardo Col¡, Juan A. González Caldcrón, Luis Jiménez de Asúa, Alfon-so de Laferrere, Carlos R. Melo, Jorge Mitre, Alberto Padilla, Alfredo L. Palacios, Juan Carlos Rébora, Carlos Saavedra Lamas (+), Carlos Sánchez Viamonte, Féliz Sarría, Sebastián Soler, Carlos A. Tagle, Benjamín Villegas Basavilbaso y Ciorindo Zavalía (+). Casi todos los miembros pcrtene-cían a conocidas familias argentinas, muchas de ellas "patricias". 44 En el artículo 1 del Estatuto de La Asociación se sostenía: "La Asociación Argentina de Ciencia Política, entidad fundada por un grupo de personas dedicadas al estudio de la ciencia política, solidarias en la creencia común de que los altos ideales de libertad, justicia y dignidad humanas sólo se realizan en el Estado de derecho, tiene como propósito estudiar e investigar la ciencia política y promover su desarrollo y perfeccionamiento en la República Argentina, manteniendo relaciones con las instituciones similares existentes en otros países" (AACP, 1960: 11 l). 45 Se estructuraron cuatro mesas redondas que debatieron sobre a) grupos de presión, b) amparo jurisdiccional de los derechos y libertades constitucionales, c) la teoría de la imprevisión y su recepción en el derecho público argentino, y d) planes y sistemas de enseñanza de la ciencia política. En la conferencia inaugural el Di-. Carlos R. Melo pronunció una conferencia sobre "El problema de la vigencia de las constituciones de catorce provincias", y en el cierre el Dr. Alberto Padilla disertó sobre "El problema de la acefalía presidencial". Tanto las mesas como los temas considerados cen-trales nos muestran a una ciencia política subordinada al Derecho Público y, por ende, a la tarea de los abogados. 46 El autor del Trailé de sciencepolitique pronunció varias conferencias en las universidades de Buenos Aires y La Plata. El hecho más importante del viaje dc Burdeau consistió en la autorización para publicar la versión castellana dcl Méthode de la sciencepolitique, que se publicó como el volu-men inicial de la Biblioteca Argentina de Ciencia Política, serie perteneciente a la Asociación y editado por la editorial Roque Depalma. 47 Su libro más importante es el manual Introducción a los estudios políticos (1969 y 1983). Aunque ubicado en el derecho político, la suya no fue una visión reduccionista de tipo jurídico: intentó integrar distintas líneas teóricas y disciplinarias. En El mito de la Constitución (1963) entendió a la democracia como forma pero también como contenido, siempre dentro del marco constitucional. En Partidos políticos: teoría general y régimen legal (1965 y 1982) intentó una teoría general de los partidos políticos y su papel en la democracia representativa (Set Tafero, 1996b). Otro destacado constitucionalista argentino que ha incursionado en los estudios políticos desde una perspectiva similar ha sido Germán Bidart Campos, quien publicara Lecciones de política en 1973. 48 Se editaron sólo 3 números, entre enero de 1960 y enero de 1961.

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44Emilio Saguir, Director de la Carrera de Ciencia Política desde 1984, sostiene sobre sus primeros años: "La Universidad del Salvador (USAL) se funda en 1956 y una de las siete ca-rreras con las cuales comienza es Ciencia Política (...) Cierto es que la USAL comenzó siendo un Instituto de Ciencias Políticas, en plural, no tanto una ciencia política autónoma. Autonomía en cuanto la disciplina posee y construye instrumentos y marcos teóricos para alcanzar el conocimiento de un objeto de estudio específico. En aquel momento no se te-nía esa visión. Por el contrario, se daba una yuxtaposición de materias vinculadas a la política: historia política, filosofía política, derecho político. A medida que la ciencia política contemporánea se iba desarrollando en otros países especialmente en los Estados Unidos fueron arribando aquí egresados de posgrados entre ellos Carlos Floria, Mariano Grondo-na, Natalio Botana y Rafael Braun procedentes de Lovaina. Imbuidos de la ciencia política contemporánea con un importante énfasis empírico y con aspiración a construir un cor-pus de conocimiento específico, desarrollado y controlado en el interior de la disciplina, trataron de delinear no sólo los marcos metodológicos sino también el campo, el objeto de estudio de esa disciplina que pasa a llamarse ciencia política (en singular)" (Saguir, 1999: 307). La incorporación de Carlos Floria49 se da en 1967. Floria había desarrollado durante 1966 un estudio detallado de la ciencia política norteamericana en el marco de la beca que había obtenido de la Fundación Eisenhower.50 Esas actividades en los Estados Unidos le habían permitido tomar contacto con los más destacados politólogos americanos, entre los cuales podemos mencionar a Karl Deustch, Robert Dahl, Robert Potash, Hans Morgenthau y también con Giovanni Sartori, quien se encontraba trabajando en los Estados Unidos y elaborando la reforma al plan de estudios de la Carrera de Ciencia Política de la Universidad de Florencia. Como producto de su beca el Dr. Floria tuvo que realizar un informe final y, como anexo, había elaborado un proyecto de carrera de ciencia política basado en la experiencia adquirida y en el proyecto de Sartori.51 A su regreso de los Estados Unidos, Floria intentó primeramente realizar una carrera de ciencia política en el marco de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, pero su propuesta obtuvo un fuerte rechazo por parte del núcleo de expertos en derecho público, encabezado por Segundo Linares Quintana. La vinculación de Floria con la Universidad del Salvador se produjo con la visita del jesuita JeanYves Calvez para la presentación, a cargo del primero, de la traducción del Pensamiento de Carlos Marx, actividad que se desarrolló en el CIAS (Centro de Investigación y Acción Social). En esa oportunidad Floria comentó su proyecto de carrera de ciencia política con el entonces vicerrector Padre Virasoro S.J., quien, con el aval de Calvez, lo invitó a trabajar en el Salvador, y en una reforma curricular a ser aplicada en dicha universidad. La dirección de Flo-ria fue acompañada por destacados investigadores, muchos de ellos pertenecientes al círculo de la revista Criterio. Cabe mencionar entre otros, a Natalio Botana, Marcelo Montse-rrat, y al sacerdote Rafael Braun. También se fueron incorporando al proyecto modernizador de la USAL Guillermo O'Donnell, Félix Peña, Roberto Russell, Carlos Strasser y Ma-riano Grondona. Otra incorporación importante al claustro de docentes del Salvador es el regreso de un argentino radicado en México, Marcos Kaplan, de orientación neomarxista (Floria, 2002). El nuevo plan de estudios entró en vigencia en 1968, teniendo sus primeros egresados en 1972. Es interesante destacar que en agosto 1969 (durante el período de la dictadura de Onganía) tuvo lugar en esa universidad el Primer Encuentro Internacional de Ciencia Política centrado temáticamente en la problemática de la política argentina y sus dilemas. En-tre los participantes internacionales se destacó Robert Dahl, quien utilizó las argumentaciones expuestas por Guillermo O'Donnell, Carlos Floria, Natalio Botana, Rafael Braun y Mariano Grondona para construir su hipótesis sobre el caso argentino presente en su libro Poliarquía.52 Este hecho constituye un reconocimiento que, junto a las obras de Gino Germani y Darío Cantón, también citadas por el politólogo norteamericano, se le otorgaba a los estudios científicos realizados en la Argentina.53 Este reconocimiento externo a la labor de los estudiosos argentinos constituye un indicador de la existencia de una ciencia política acorde a los cánones internacionales de investigación y producción del conoci-miento. Este proceso de florecimiento de la ciencia política empírica no puede comprenderse, como se ve, sin tomar el cuenta el contexto internacional fomentado desde los Estados Uni-dos, y su contrapartida desarrollista en América Latina, donde el ideario de la ciencia y su correlato tecnológico y político se articulaban con los principios de secularización, urba-nización e industrialización. El florecimiento de la ciencia política en el Salvador se articula, en este sentido, con la época de oro de la Universidad de Buenos Aires (que en materia de estudios sociales estaba encabezado, insistimos, por la sociología de Gino Germani). Este espíritu "desarrollista" tuvo tanto su ala "democrática" como su correlato "militar", y los pequeños avances logrados por esta incipiente ciencia política tuvieron su campo de aplicación en los proyectos desarrollistas de ambos sectores (Pinto, 2001). La Carrera de Ciencia Política de la Universidad del Salvador reunía, bajo la dirección de Floria, novedades temáticas y autores norteamericanos. Efectivamente, en los años 60 estaba en auge en Estados Unidos la teoría pluralista, íntimamente ligada a la obra de Dahl, en gran medida asociada a los cánones, sobre todo metodológicos, del conductismo. Dentro del espectro norteamericano, ni siquiera las críticas de Sheldon Wolin y Theodore Lowi se apartaban de una estructura discursiva que estaba profundamente inmersa en la disciplina (Gunnell, 1999: 37). El pluralismo —y también el economicismo de Downs— expresaba implícita o explícitamente la idea que la apatía generalizada podía ser beneficiosa o funcional para el sistema democrático, ya que la poca participación prevenía los conflictos intensos que desembocan en el fin de la democracia. En una palabra, pregonaba la in-fluencia de los intereses por sobre las pasiones religiosas, personales o ideológicas. A principios de los años 70, la creciente ideologización del país y particularmente de los claus-tros universitarios harían que este discurso estuviera destinado a ser desalojado en no mucho tiempo.

49 Su obra es muy importante. Ha escrito, principalmente, sobre el nacionalismo, las relaciones cívico-militares, los regímenes militares, la cultura cívica argentina y la transición a la democracia. Ya en su célebre Historia de los argentinos (1972), escrito junto a Horacio García Belsunce, así como en Reflexiones sobre la Argentina política (198 1) escoge la perspectiva del análisis político para la interpretación de los hechos históricos, como lo evidenciarán conceptos como "subdesarrollo político" o "la Argentina de los factores" (en contraposición a la de los partidos) (Serrafero, 1996a). Ver también Kerz (1996). 50 La Fundación Eisenhower se constituyó apenas terminado el período presidencial del mandatario norteamericano y era principalmente una institución destinada al desarrollo de los liderazgos, teniendo como uno de sus principales objetivos el que los extranjeros conocieran en profundidad y di-rectamente, en relación con sus actores, diferentes ámbitos de la vida norteamericana, entre los cuales estaban las disciplinas científicas. La fundación, además, se encargaba de concertar entrevistas con los más destacados especialistas en cada una de las áreas. 51 El trabajo del politólogo italiano establecía ejes curriculares básicos para la enseñanza de grado de la ciencia política: un eje económico, un eje histórico, un eje sociológico, un eje matemático, un eje de administración pública, un eje de relaciones internacionales, un eje metodológico y, princi-palmente, un eje de teoría política empírica orientado hacia el estudio e investigación de los fenómenos de la política contemporánea, con una fuerte articulación con el eje metodológico. 52 Así lo dice el propio Dahl (1989: 124 n. 5): "La argumentación y los datos de este epígrafe están tomados de las siguientes fuentes: 'Political Oppositions in Argentina', ponencia inédita presentada en un seminario por Guillermo O'Donell, quien primeramente me indicó las líneas generales de la interpretación que expongo; Carlos Alberto Floria, 'El comportamiento de la oposición en la Argentina'; Natalio R. Botana, 'Las crisis de la legitimidad en la Argentina y el desarrollo de los partidos políticos'; Mariano Grondona, "Algunas observaciones sobre la evolución reciente del sistema político argentino", Rafael Braun, 'La representatividad de los partidos políticos y la interpretación del interés público por parte de las fuerzas armadas: un dilema argentino' (todas estas ponencias fueron presentadas en el Primer Encuentro Internacional de Ciencia Política, Buenos Aires, agosto 1969); Carlos Alberto Floria, 'Una explicación política de la Argentina', CIAS, Revista Mensual del Centro de Investigación y Acción Social, 16 (noviembre, 1967); Mariano Grondona, 'La Argentina en el tiempo y en el mundo', Primera Plana, Buenos Aires, 1967, s. d.; Darío Cantón, 'Military Interventions in Argentina 1900-1966', Ponencia presentada en la Conference on Armed Forces and Society Working Group, International Sociological Association, London, septiembre 1967, y su 'Universal Suffrage as an Agent of Mobilization', Ponencia presentada en el VI Congreso Mundial de Sociología, Evian, Francia, septiembre 1966." 53 En el orden político en las sociedades en cambio, de 1968, Samuel Huntington (1990: 199) utiliza las argumentaciones de José Nun y de Gino Germani para su estudio sobre el pretorianismo de masas. Por su parte, Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto en Dependencia y desarrollo en América Latina citan las obras de Gino Germani Política y sociedad en una época de transición; de Torcuato Di Tella El sistema político argeizliizo y la clase obrera y de Guillermo O'Donnell Reflexiones sobre las tendencias generales de cambio en el Estado burocrático-autoritario (Cardoso y Faletto, 1996: 111 y 197-199).

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45En efecto, este período, que se inicia orientado por una visión empírica, va a tener una corta duración: a comienzos de los 70, el Salvador paulatinamente se va convirtiendo en una Universidad militante, virando el eje de la problemática del conocimiento hacia otra faceta vinculada fuertemente con el accionar político y las fracturas ideológicas. Ya en 1972 las posiciones estaban fuertemente polarizadas entre los partidarios de una "ciencia política académica" y los que propugnaban una "ciencia política comprometida y militante". Esto produce la renuncia conjunta en 1974 de los profesores del "grupo Criterio" y posteriormente de otros docentes. A su vez, la Compañía de Jesús estaba viviendo una gran crisis de fuerte connotación ideológica, representada por la polarización de la orden en dos grupos: uno más tradicional y otro formado en gran parte por sacerdotes jóvenes del denomina-do movimiento "tercermundista". En esos momentos, se nombra Decano de la Facultad de Ciencias Sociales al sociólogo jesuita Padre Sánchez Aizcorbe. Las asignaturas tenían un matiz diferente en su contenido, con un fuerte eclecticismo que combinaba las teorías cepalianas, el neomarxismo, la teoría de la dependencia, la teología de la liberación, los auto-res "nacionales y populares", y una mirada de fuerte crítica y rechazo a la ciencia política norteamericana. Pero lo importante no era ya la variedad de enfoques sino una orientación de estudio y lectura que privilegiaba el accionar y la militancia, un pensar la teoría en función de la praxis (Legnani, 2002).54 También la Carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Rosario comenzó una situación de creciente politización de sus claustros. Ya en 1972 se concebía allí a la ciencia política como una "ciencia de la acción" comprometida con la transformación de la sociedad más que con la producción de conocimiento sobre la misma. "Lo importante era la política, ese quehacer cotidiano que determina el rumbo de la sociedad, no la ciencia. Lo que prevalecía era una idea de compromiso y participación en la política nacional. Leía-mos mucho de todas las orientaciones teóricas, pero una lectura orientada al hacer política, a la praxis; se hablaba más del rol docente y su compromiso que de académicos" (Kerz, 2002).55 Por su parte, en 1973, el rector de la Universidad Nacional "y Popular" de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós, decía: "La crisis por la que atravesó el país se reflejó también en la universidad y sus estudiantes. Al hacernos cargo de esta situación encontramos el apoyo masivo de los alumnos, de los no-docentes y de una parte de los docentes para imponer la doctrina nacional. En cuanto al caso específico de los docentes, en algunas Facultades se debió sacar a algunos de ellos, por incompetencia o por enseñar con una mentalidad co-lonial. Por eso, desde mi punto de vista, la discusión de si la Universidad debe ser privada o estatal es una discusión ociosa, porque lo fundamental es que toda Universidad, ya sea estatal o privada, refleje en su enseñanza la doctrina nacional e impida la infiltración del liberalismo, del positivismo, del historicismo, del utilitarismo, y yo diría hasta del desarro-llismo, todas formas con las que se disfraza la penetración ideológica en las casas de estudio" (Sarlo, 2001: 378-9). Pero más allá de las luchas y controversias, la influencia de la ciencia política empírica tuvo un fuerte arraigo y permanencia en la Universidad del Salvador, hecho que se retomó y se profundizó en los comienzos del proceso de democratización, con fuerte repercusión en la creación de nuevas carreras a nivel nacional. Emilio Saguir, uno de los actores de esta proyección sostiene al respecto: "Pero a pesar de ello el grupo de profesores académicos logró arraigar el paradigma de la ciencia política contemporánea, construir y difundir teorí-as empíricas de la política, y persuadir sobre la importancia del método científico en la búsqueda del conocimiento político. Y los que continuamos, que fuimos sus discípulos, fui-mos desarrollando la Escuela de Ciencia Política, orientados por la misma perspectiva, incorporando a nuestros claustros a destacados politólogos, y adaptando la currícula de la carrera según el desarrollo de la disciplina en el país y en el mundo, y a la luz de los problemas políticos contemporáneos. Y cuando llegamos a 1983/84 realmente éramos como una especie de oasis en el desierto. En ese momento presenciamos un incremento impresionante del interés por la disciplina. Y en especial por una ciencia política genuinamente científica" (Saguir, 1999: 308).56 4.4 LOS CENTROS DE INVESTIGACIÓN PRIVADOS Si bien ya en los años sesenta comenzaba una importante tarea de investigación en centros de investigación independientes, ellos concentrarán casi la totalidad del trabajo científi-co de las ciencias sociales con posterioridad al golpe militar de 1966, que destruye casi por completo un proyecto científico universitario y modernizante. Jorge Graciarena describe aquellos momentos de una manera muy clara: "El caso de Argentina. Se trata de una sociedad muy movilizada políticamente, con una juventud muy radicalizada en sus orientacio-nes ideológicas y prácticas políticas. Los horizontes políticos del país son hoy (1971) por lo menos inciertos; hay mucha violencia política y una represión constante. Hay ahora un desajuste casi total entre las demandas de las masas y los cuadros ideológicos predominantes en el país y las orientaciones de las políticas gubernamentales. (...) En las nuevas ge-neraciones de estudiantes y egresados jóvenes así como entre algunos representantes de las edades más maduras, la confusión entre práctica científica y práctica política es extre-ma. Prácticamente no hay investigación social fuera de las oficinas de planeamiento, que hacen investigación aplicada, y algunas pocas instituciones privadas que llevan a cabo in-vestigaciones de tipo fundamental. (...) No es fácil hacer cualquier diagnóstico del futuro de las ciencias sociales en la Argentina. La confrontación que podría realizarse entre estas alternativas produce una exacerbación de las actitudes y luchas políticas, que se proyectan sobre las universidades y que se manifiestan también dentro de ellas, y que se manten-drán en el futuro inmediato sin variantes importantes. En estas condiciones la vida en las grandes universidades estará dominada por algún tiempo, como lo está ahora, por las pa-siones políticas inmediatas" (Graciarena 1974: 103). En este contexto, por supuesto, era una tarea casi imposible publicar los trabajos. Sólo Desarrollo Económico ofrecía esa posi-bilidad de una manera abierta al público. Los centros independientes, entonces, dieron acogida a una gran cantidad de científicos sociales, muchos de los cuales orientarían sus estudios hacia la ciencia política, incluso a su regreso de sus estudios de posgrado en el exterior. En ese éxodo se habían enrolado Guillermo O'Donnell, Oscar Oszlak, Atilio Boron, Edgardo Catterberg, Jorge Roulet, Dante Ca-puto, Marcelo Cavarozzi, José Nun y Liliana De Riz, entre otros (Guiñazú y Gutiérrez, 1991-1992: 57, n. 18). En cuanto a los temas de investigación, en esta época hubo un corri-miento desde el interés por los determinantes externos de] subdesarrollo hacia el estudio del Estado y el autoritarismo. Si bien la disciplina más importante de las que se desarro-

54 Desde 1972 la diversidad entre las cátedras es enorme, ya que también los profesores remarcan su compromiso con la militancia política. Podemos nombrar a Arturo Femández, Eugenio Kvatemik, José María Roza, León Pomeranz, Luis Sánchez Aiscorbe, Pbro. Carlos Mujica, Arturo Sampay, Eduardo Errandonea, Alberto Acevo, Pbro. Luis Virasoro, Abel Fleitas Ortiz de Rosas, Luis Dallanegra, y Héctor Roudil, entre otros y la continuación por cierto período de Marcos Kaplan y Guillermo O'Donnell quien, a su vez, estaba a cargo del Doctorado. Pero para comprender la dimensión de la situación, es también indispensable observar la composición del Centro de Estudiantes que, lógicamente, también estaba fuertemente ligada a la vida política nacional. De hecho, ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias Peronistas) ganaron el Centro en 1975 (Legnani, 2002). Ver también Sarlo (2001: 64). 55 Otra vcz, para comprender la actitud fuertemente militante de esos años es útil analizar el Centro de Estudiantes, el cual estaba fuertemente vinculado con la política nacional. El arco ideológico era muy amplio, con predominio de la izquierda y el peronismo: coexistían el Movimiento Nacional Refomiista (socialistas de izquierda "liberal"), TEA (Tendencia Estudiantil Antiimperialista, de orientación marxista), la JUP (Juventud Universitaria Peronista, ligada a Montoneros y llamada comúnmente "La Tendencia"), El Movimiento Azul y Blanco, La Juventud Radical y el CDU (grupos ortodoxos del peronismo). Entre los egresados de esta época de la Universidad Nacional de Rosario podernos nombrar a: Bruno Bologna, María de los Ángeles Yannuzzi, Carlos Pérez Llana, Gladys Lechini, Mónica Billoni, Luis Dallanegra, Carlos Figari, Mercedes Kerz, Olga Caballero, María Cristína Menéndez, Osvaldo lazzeta, Mónica Piiotti, Raúl Arlotti, Lilia Puig, Ana María Siri, Rolando Garmendia, Nilda Anglaril y Luis Cuaranta, entre otros (Kerz, 2002). 56 Entre los egresados de la Universidad del Salvador de aquellos años podemos nombrar a Carlos Acuña, Ana María Mustapic, Eugenio Kvatemik, Emilio Saguir, Julio Pinto, Daniel García Delgado, Luis Brajterman, Néstor Legnani, Horacio Cagni, Vicente Massot, Felipe Duarte, Hugo Pom-poso, Guillermo Schwuenheim, Graciela Esnaola, Eduardo Salas, Alberto Bonifacio, Marta Fernández, e Imelda Salas, entre otros.

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46llaban en estos centros de investigación era la sociología, una parte de los sociólogos se dedicó a temáticas propias de la ciencia política: Juan Carlos Portantiero, Miguel Murmis, Darío Cantón, José Nun, Torcuato Di Tella, Alberto Ciria, Juan Carlos Torre, y más tarde Alcira Argumedo, Horacio González y Ricardo Sidicaro. También lo hicieron algunos juris-tas como Carlos Fayt o Juan Carlos Rubinstein. Muchos de ellos, sin ser peronistas, abordaron como objeto de estudio el fenómeno peronista contribuyendo enormemente a su comprensión. Entre los centros independientes más importantes estaba el Instituto Di Tella, creado en 1958, y que ha sido el más característico de esos años.57 El desarrollo de la investigación científica en ciencias sociales tuvo allí su principal ámbito institucional.58 La pluralidad temática, teórica e ideológica fue muy grande en el momento del "pasaje" al Di Tella, y hasta con cierto predominio de orientaciones neomarxistas. Contaba con nombres como los de Roulet, Jorge Sábato, Caputo, Oszlak y Cavarozzi. El instituto se constituyó también en el lugar de anclaje de parte de los integrantes del "grupo Criterio" después de su retirada del Salvador. Es aquí donde Natalio Botana desarrollará su labor de investigador que culmi-nará con la publicación de El orden conservador (1977), uno de los libros —combinando la historia y la ciencia política— más leídos en la Argentina, y con traducciones ya a varios idiomas. La dispersión de la producción y reproducción académicas que se dio en los centros de investigación son el contraejemplo del proceso de unificación (teórica, metodológica y orga-nizativa) que se produjo en Estados Unidos a causa de la revolución conductista. Durante estos años se produce un conflicto de "visiones" en el Di Tella, especialmente por parte de los que proponían un análisis más integral con los factores estructurales, más orientado hacia el estudio del sector popular, creándose así el CEDES: "Ejemplo de los aspectos de ruptura es el quiebre que se produce en el Instituto Di Tella, del que se alejan una serie de investigadores, como el mismo O'Donnell, Marcelo Cavarozzi, Oscar Oszlak, Elizabeth Je-lin, para fundar el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), en el que el análisis político se termina articulando con el aporte de economistas como Adolfo Canitrot y Ro-berto Frenkel, y sociólogos políticos como Oscar Landi" (Acuña, 2000: 237). Otros centros que han desarrollado actividades de investigación y posgrado que han tenido gravitación en el desarrollo de la ciencia política han sido el CICSO (Centro de Investi-gaciones en Ciencias Sociales), creado en 1966, de corte marxista; el IDES (Instituto de Desarrollo Económico) que publica la revista de ciencias sociales más prestigiosa del país, Desarrollo Económico, desde 1961. La Fundación Bariloche tuvo una importante actividad de investigación en sociología política ligada al problema del desarrollo, entre 1967 y 1977, con nombres como Edgardo Catterberg y Manuel Mora y Araujo, bajo la dirección de Peter Heintz. Los centros internacionales también ocuparon un importante papel. La sede FLACSO Argentina"59 se creó en 1974 y fue dirigida en un primer momento por Emilio Mignone, co-menzando rápidamente su actividad de posgrado con la realización de la Maestría en Ciencia Política, en la que enseñaban, entre otros, Arturo O'Connell, Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola, y que quedará trunca en 1976 con el advenimiento del golpe militar. A partir de 1979, bajo la dirección de Carlos Strasser, se desarrolla la Maestría en Ciencias So-ciales con menciones en Sociología, Ciencia Política, Educación y Relaciones Internacionales, a la que también se le fueron agregando orientaciones en Estudios Agrarios, Historia y Antropología. En forma conjunta con la docencia de posgrado FLACSO ha llevado a cabo desde entonces una serie numerosa de programas de investigación en diferentes especia-lidades dentro del campo de las ciencias sociales. Finalmente, CLACSO (Centro Latinoamericano de Ciencias Sociales) articula desde 1966 una red de centros de varios países de la región. Sin embargo, aunque en muchas ocasiones adquirieron un gran prestigio internacional, el reducido número de estos centros, su desvinculación de los programas universitarios, la falta de apoyo oficial y la censura, limitaron una mayor viabilidad y trascendencia. En lo que hace a los enfoques teóricos de la ciencia política, en los setenta se había establecido un cuerpo temático específico que comenzó a tomar en cuenta factores estructurales de la sociedad y la economía. La relación entre lo estructural, lo político institucional y lo ideológico es el salto cualitativo que aparece en las obras de José Nun, Marcelo Cavarozzi, Oscar Oszlak y, especialmente en los destacados trabajos de Guillermo O'Donnell.60 Al referirse a esta etapa de la ciencia política argentina Carlos Acuña señala: "La continuidad se dio en que la Ciencia Política ya se había establecido como cuerpo temático y disciplinar específico, lo que permitió una identidad común y diálogo entre los exponentes de ésta y la previa etapa. Por otra parte, y en un contexto de progresismo ideológico e intensificación de la violencia política, la ruptura o el <Salto> estuvo en el esfuerzo de ligar la compren-sión de los procesos políticos con dinámicas estructurales, de ligar la comprensión del Estado con la de la sociedad, sus intereses y conflictos, la política con la economía. La expli-cación de la dinámica política se articula en este período, con lógicas estructurales y, por ende, con perspectivas comparativas regionales. La política, el Estado y su relación con la sociedad, sus clases, el peronismo, la democracia, el autoritarismo militar, pasan a situarse "en el capitalismo" y, dentro del capitalismo, en el "capitalismo periférico de América Latina" al que se lo comienza a analizar comparativamente. El equilibrio entre lo estructural, lo político-institucional y lo ideológico es perseguido por trabajos como el de José Nun y, particularmente, el de Guillermo O'Donnell que comienza a cobrar cada vez mayor peso primero local y después internacionalmente" (Acuña, 2000: 235). 4.5 LA "REVOLUCIÓN EDITORIAL" EN LA ARGENTINA Y LA CIENCIA POLÍTICA

57 "La fundación Di Tella y el Instituto fueron fundados el 22 de julio de 1958, el décimo aniversario de la muerte de Torcuato Di Tella, que había forjado el complejo industrial Siam Di Tella. La empresa cultural que recibía su nombre serviría así como recordatorio y también socializaría la ri-queza que había creado su capacidad empresaria. Pero la forma que adoptó ese recordatorio reflejaba el pensamiento moderno de fines de los años 50 antes que una anticuada filantropía (...) El modo en que los fondos privados se canalizaron hacia actividades culturales y sociales fue el de la fun-dación moderna, organizada según el modelo norteamericano de financiación corporativa. La fundaciones no eran bien conocidas en la Argentina antes del Di Tella. (...) El Instituto no tenía fondos propios: como institución académica sin fines de lucro, recibía un subsidio de la Fundación u otras fuentes, tales como las Fundaciones Ford y Rockefeller" (King, 1985: 35-37). 58 Como sostiene Silvia Sigal: "Al esfuerzo de institucionalización estatal se sumó el privado. En 1960 entra en funcionamiento el Centro de Investigaciones Económicas de] Instituto Di Tella, que en 1963 cuenta con once investigadores y seis becarios realizando posgrados en el exterior, y que será un semillero de funcionarios en gobiernos civiles y militares. Tres años más tarde se crea, impulsado por Gino Germani, el Centro de Sociología Comparada; rebautizado Centro de Investigaciones Sociales, tiene en 1966 once investigadores y siete asistentes. Después de la intervención de las Universidades en 1966 el Instituto albergó el CIAP, dirigido por Enrique Hardoy, y fundó una editorial, la Editorial del Instituto y la Revista Latinoamericana de Sociología, Más que alejados del espíritu vanguardista del "Di Tella Florida", los centros de investigación en ciencias sociales repre-sentaban la otra vertiente de la misma preocupación prioritaria enunciada por el Instituto: "contribuir a la modernización cultural del país". La institución se proponía "reunir y facilitar la formación en el más alto nivel académico", concebido según criterios internacionales, creando las condiciones para un trabajo "con dedicación exclusiva", para "el mejor conocimiento de la realidad argentina." (...) El "Di Tella Belgrano", integrante y cabal representante del flamante campo de las ciencias sociales se apoyaba sobre una triple base: profesíonalización, standards intemacionales y desarrollis-mo, y estuvo inseripto en el nuevo circuito de intelectuale,, modernizadores que él mismo contribuía a generar" (Sigal, 2002: 86-87). 59 La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales fue creada en 1957 por iniciativa de la UNESCO como un organismo intergubernamental de carácter regional y autónomo. 60 Lesgait (2002) destaca la evolución de los grandes problemas teóricos de la ciencia política en el contexto latinoamericano. Ellos son, en primer lugar, entre los años 60 y principios de los 70, la cuestión de] Estado, en segundo lugar, a partir de la instalación de los regímenes militares en la re-gión —Brasil en 1964, Argentina en 1966 y 1976, Chile en 1973 y Uruguay en 1973—, la naturaleza del autoritarismo y de la democracia, lo que llevó la reflexión a un nivel institucionalista; y en tercer lugar, hacia fines de la década del 70, la democratización. Así, el vocabulario de la ciencia política fue incorporando nuevos conceptos que la autora analiza, tales como 11 autoritarismo", "régimen político" y "transición".

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47Durante la década del 60 y casi hasta mediados de los 70 se produce en la Argentina una verdadera "revolución editorial" en las ciencias sociales, la que principalmente consistió en la traducción al castellano de las grandes publicaciones de los politólogos y sociólogos contemporáneos más destacados. De edición argentina sobresalen las editoriales Paidós, Eu-deba y Amorrortu (y más tarde, el Centro Editor de América Latina). En el contexto latinoamericano se destaca la labor mexicana de Fondo de Cultura Económica. A pesar de ser estudios centrales de la ciencia política empírica y de otras orientaciones del pensamiento político, es notorio que estos textos circularan poco entre los estudiantes de ciencia política, siendo de uso frecuente en los estudios sociológicos, principalmente inspirados por la mencionada influencia de Germani. En este sentido se diferencia la carre-ra de ciencia política de la Universidad del Salvador donde, como vimos, ya a fines de los 60 se habían orientado los estudios a los cánones de la ciencia política académica interna-cional de influencia norteamericana. Paidós publica en 1972 nueve textos fundamentales de la ciencia política mundial: Karl W. Deutsch, Los Nervios del Gobierno (1963); Robert Dahl y Charles Lindblom, Política, Economía y Bienestar (1962); Gabriel Almond y G. Bingham Powell (h), Política Comparada (1966); Samuel P. Huntington, El orden político en las sociedades en cambio (1968); David Apter, Política de la Modernización (1965); Helio Jaguaribe, Sociedad, Cambio y Sistema Político (1972); Helio Jaguaribe, Desarrollo Político: sentido y condiciones (1972); Helio Jaguaribe, Crisis y alternativas de América Latina: Reforma o Revolución (1972); Guillermo O'Donnell, Modernización y Autoritarismo (1972); y Miguel Murmis y Juan Car-los Portantiero, Los orígenes del peronismo (1973). Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos Aires, publicó la obra de Seymour M. Lipset El hombre político (1960); El sistema político y la clase obrera de Torcuato Di Tella (1964) y el trabajo introductorio de Marcel Prelot, La ciencia política (1961). Por su parte, la editorial Amorrortu tuvo una fuerte política editorial en ciencias sociales, de carácter más interdisciplinar y heterodoxo se destacan los trabajos de David Easton, Esquema para el análisis político (1965); Sheldon Wolin, Política y perspectiva (1960); Robert Michels, Los partidos políticos (1915); Reinhard Bendix, Estado nacional y ciudadanía (1964); David Easton, Enfoques sobre teoría política (1967); Peter Bachrach, Crítica a la teoría elitista de la democracia (1967); Oliver Benson, El laboratorio de ciencia política (1969); James Meisel, El mito de la clase gobernante (1958); y Brian Barry, Los sociólogos, los economis-tas y la democracia (1970), entre otros. 5 LA REAPERTURA DEMOCRÁTICA 5.1 LA CIENCIA POLÍTICA DURANTE LA DICTADURA El golpe de 1976 trajo consigo el cierre de muchas de las carreras de ciencia política y la casi disolución de las pequeñas y precarias comunidades científicas que se habían constitui-do, así como la persecución de muchísimos científicos sociales argentinos. Para el Proceso de Reorganización Nacional, toda actividad intelectual vinculada a la política que no estuviera al servicio del régimen era sospechada de subversión, y por lo tanto, sus cultores corrían riesgo de muerte, desaparición o tortura. Esto provocó un nuevo éxodo y una terrible paralización de la actividad. Los centros de investigación se vieron en mu-chos casos presos de la autocensura, o necesitados de recurrir a la consultoría sobre tomas ya desligados de los grandes debates políticos e ideológicos para poder sobrevivir. Du-rante las dos últimas dictaduras, las universidades se convirtieron en este campo "las universidades de las catacumbas' 1,41 en las que, a pesar de todo, se logró mantener alguna re-flexión social crítica. Pero en esas condiciones, la "comunidad" académico-intelectual se reinstitucionalizaría en la medida de lo posible por fuera del Estado, e incluso, por supues-to, por fuera del país. A partir de 1976, entonces, los centros privados se convirtieron nuevamente en prácticamente los únicos ámbitos de trabajo para los científicos políticos. Cabe mencionar nueva-mente a Carlos Strasser en FLACSO, a Francisco Delich y Mario Dos Santos en CLACSO (Delich dirigió entre 1978 y 1989 la revista Crítica y Utopía), a Guillermo O'Donnell y Oscar Oszlak en el CEDES, a Natalio Botana en el Instituto Di Tella, a Darío Cantón en CICSO y a Dante Caputo en CISEA. La Universidad de Belgrano también cumplió en esos momen-tos un importante rol. La Facultad de Estudios para Graduados organizó los doctorados en Sociología, Historia y Ciencia Política, y las maestrías en Relaciones Internacionales, Metodología de la Investigación y Política Económica Internacional. Muchos investigadores y docentes que no se radicaron en el extranjero tuvieron allí una alternativa a la expul-sión masiva en el sistema nacional (Pinto, 2002).61 Al mismo tiempo, se publicaron en el país cuatro textos de referencia mundial, cuyo tema central era, precisamente, la Argentina, con la intención de explicar el fenómeno peronis-ta y, con matices ideológicos diferentes, la actuación de las Fuerzas Armadas ante la "imposibilidad" de construir un régimen democrático liberal a causa de la participación y la po-larización políticas: Samuel Huntington, No es fácil elegir (1978); Robert Potash, El Ejército y la política en la Argentina (198 l); Peter Waldmann, El peronismo 1943-19-55 (1981) y Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina (1982). 5.2 LA VUELTA A LA DEMOCRACIA Al llegar la democracia en 1983, a pesar del renacer del pluralismo y la libertad, y la clara intención del nuevo gobierno de restablecer y fortalecer los estudios de ciencias sociales, por ejemplo en el CONICET, el Estado ya estaba con serios problemas económicos como para liderar un proceso educativo y científico expansivo. La ciencia política se volcó casi por completo al estudio de la teoría de la transición hacia la democracia y el análisis de las instituciones democráticas de gobierno. El ELTRAL (Centro de Investigaciones Europeo-Latinoamericanas), bajo la dirección de Atilio Borón, y el Centro Latinoamericano para el Análisis de la Democracia (CLADE), cuyos principales integrantes fueron José Nun, Emi-lio de ípola y Juan Carlos Portantiero, se sumaron a los centros de investigación existentes hasta ese momento.

61 Entre otros docentes podemos mencionara Gregorio Klimovsky (dirigió la Maestría en Metodología de la Investigación), Mario Justo López, Juan Carlos Agulla (dirigió el doctorado en Sociología), Oscar Oszlak, Marcelo Monserrat, Carlos Floria (dirigió el doctorado en Ciencia Política), Ro-berto Russell, Carlos Escudé, Félix Luna, Julio Pinto, Manuel Moray Araujo, José Luis de Imaz, Enrique Zuleta Pueciro, Ruth Sautu, Catalina Wainerman, Teófilo Goyret, Félix Loft y la incorporación posterior como sucesivos directores de Daniel Rodr-íguez Lamas y Mario Serrafero (Kerz 2002).

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48Con todo, fue el comienzo de una nueva etapa en la ciencia política argentina,62 a partir de la cual comenzaron a abrirse varias carreras de ciencia política tanto en universidades públicas como privadas,63 destacándose la creación de la Carrera de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Esta nueva etapa se centró, principalmente, en la revalori-zación y el estudio del proceso democrático y su consolidación,64 como así también en una serie de trabajos sobre el tipo de régimen político (centrados en el debate parlamenta-rismo versus presidencialismo), el funcionamiento de las instituciones democráticas, y los actores políticos, sobre todo en el Consejo para la Consolidación para Democracia, una comisión asesora del Poder Ejecutivo, creada a fines de 1985 y presidida por Carlos Nino, conformada por varias personalidades sociales y políticas, cuyo objetivo era contribuir al debate para una eventual reforma constitucional, para lo cual organizó varios eventos con profesores e investigadores internacionales como Juan Linz (que fue su principal influen-cia), Giovanni Sartori, y Guido Calabresi, de la Universidad de Yale .65 5.3 LA CIENCIA POLÍTICA ARGENTINA Y SU PROYECCIÓN INTERNACIONAL Durante la década del sesenta numerosos egresados de las carreras de sociología, derecho, historia, ciencia política y demás disciplinas afines completaron sus estudios de posgra-do en el extranjero. Los problemas políticos y los sucesivos vaivenes entre regímenes militares y cívico-militares retuvieron a muchos de ellos en sus países receptores o en aquellos que les ofrecían la posibilidad del desarrollo de sus vocaciones. Con el retomo de la democracia gran parte de ellos regresaron en diferentes momentos al país o bien combinaron sus estadías externas con visitas prolongadas a la Argentina. Entre este grupo de investigadores caben destacar los aportes de Guillermo O'Donnell y Ernesto Laclau. Ambos científicos han realizado contribuciones muy importantes a la cien-cia política mundial. Guillermo O'Donnell estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires y comenzó su labor orientada hacia los estudios políticos en la Universidad Católica Argentina y en su pro-pia facultad de origen. A fines de los años sesenta realiza sus estudios de doctorado en la universidad norteamericana de Yale, una de los principales centros mundiales de la ciencia política. Al retomar al país, pasa a enseñar en la carrera de Ciencia Política de la Universidad del Salvador. Producto de sus investigaciones, publica en 1972 Modernización y Auto-ritarismo, convirtiéndose en una de las obras más importantes de la ciencia política mundial. En este libro se sistematizan y comparan las diferentes hipótesis sobre la moderniza-ción y la vinculación entre factores socioeconómicos y políticos, ofreciendo O'Donnell una visión diferente a hegemónica en la ciencia política mundial con una sólida base empírica destacándose la rigurosidad metodológica utilizada. En esta obra se comienza a esbozar uno de los conceptos centrales aportados por el autor, el de "Estado burocrático autorita-rio" que desarrollará en su libro homónimo posterior. A partir de allí, sus trabajos en la disciplina —cuyos dos principales objetos de estudio han sido el autoritarismo y la demo-cracia, básicamente focalizados en la región latinoamericana— son conocidos y estudiados a lo largo del mundo. En esos textos, O'Donnell ha estudiado y caracterizado el tipo de dominación "burocrático autoritaria", concepto que más que referirse a un régimen político, señala un tipo de Estado capitalista capitaneado por las fuerzas armadas sudamerica-nas durante los años 60 y 70, y orientado a la exclusión política y económica del sector popular para lograr el orden social y económico. El análisis del autoritarismo lo llevó tam-bién al análisis de los microdespotismos que salían a la luz debajo de los grandes despotismos políticos en nuestras sociedades. Con el advenimiento de los procesos de democratización O'Donnell encabeza junto a Philippe Schmitter y Laurence Whitehead un proyecto financiado por el Centro Woodrow Wil-son tendiente a estudiar las transiciones hacia la democracia en América Latina y Europa meridional. De esta tarea de investigación surgen los cuatro tomos de Transiciones desde un gobierno autoritario, publicados originariamente en 1986, con su traducción posterior por parte de la editorial Paidós. Esta obra monumental es hasta la fecha el conjunto de trabajos sobre transiciones que ha nucleado a los más grandes especialistas en la materia y analizado el mayor número de casos, tanto individualmente como en perspectiva com-parada. Constituye una revisión de factores, procesos y estrategias políticas y sociales que, al momento de ser escritos los trabajos, buscaba estimular, de la manera más rápida po-sible, los procesos de democratización. Su preocupación más reciente es el desencanto con la democracia y la dificultad para conceptualizar los nuevos problemas que surgen particularmente en las nuevas democracias latinoamericanas. O'Donnell sostiene que para los casos de las democracias nuevas, la teoría debe ampliar su campo de estudio para incluir las "cuestiones básicas de la ciudada-nía", el clientelismo y otras instituciones informales, la accountability (rendición de cuentas) y el concepto de democracias delegativas (un nuevo tipo de democracia, en el que res-petando las condiciones de la poliarquía, los gobernantes ejercen plebiscitariamente el poder). En 1992 O'Donnell publica como working paper del Hellen Kellog Institute for International Studies en su nuevo lugar de trabajo, la Universidad de Notre Dame, su trabajo origi-nal de "¿Democracia delegativa?" iniciándose un nuevo debate sobre los procesos de democratización en América Latina. Posteriormente siguieron una serie de artículos que fue-ron aclarando el desarrollo del concepto: "Acerca del Estado, la democratización y la ciudadanía. Algunos problemas conceptuales", aparecido en Desarrollo Económico en 1993; "Accountability horizontal", en Ágora, 1998; "Teoría democrática y política comparada", en Desarrollo Económico, 2000; y "Accountability horizontal: la institucionalización legal de la desconfianza política", en POSTData, durante 2001. De esa forma la obra de O'Donnell ha sido el vector sobre el debate democrático en los últimos años.66 Ernesto Laclau originariamente estudió historia en la Universidad de Buenos Aires en la que se desempeñó como profesor e investigador; posteriormente realizó su doctorado en ciencia política a fines de los sesenta en la universidad inglesa de Essex. Uno de sus aportes más tempranos a las ciencias sociales lo constituyó su estudio sobre el populismo apa-recido posteriormente en Política e ideología marxista.

62 Para Lesgart (2002), la reorganización y renovación de la ciencia política se dio a partir de la ruptura institucional de 1976, ligadas a los debates sobre un futuro deseado. Ese fue, para la autora, el contexto que permitió la fabricación intelectual (más a menudo fuera que dentro del país) de las nuevas cuestiones teóricas, el nuevo vocabulario y una nueva manera de hacer ciencias sociales. 63 En 1979 el Ministerio de Justicia y Educación de la Nación tenía registradas en su Guía de Carreras 6 universidades que ofrecían la licenciatura en ciencia política (2 de ellas eran universidades nacionales y 4 universidades privadas). En 1986 el Ministerio contaba 8, y en 2000 contaba 15 uni-versidades (7 nacionales y 8 privadas) (Kandel, 2001). En 1979 los graduados en ciencias sociales con estudios de posgrado concluidos no llegaba al 1 por ciento (Vessuri, 1992: 347). 64 Como ejemplo se pueden mencionar el seminario Transición a la democracia en la experiencia comparada, organizado en septiembre de 1983 por el Doctorado en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano -que en 1987 dio origen al libro Enrique Baloyra, Edgardo Catterberg, Leonardo Morlino, Rafael López Pintor, Enrique Zuleta Fluceiro y Waldino Suárez, Lecciones para demócratas en transición- y las Jornadas sobre consolidación democrática en la misma universidad en septiembre de 1985 -cuyas ponencias tarnbién fueron publicadas en 1987 en VV.AA., Sobre la consoli-dación de la democracia~. Participaron en ese evento Mario Justo López, Luis Sánchez Agesta, Christoph Muller, Enrique Baloyra, Jacques Zylberberg, Carlos Escudé, Juan José Llach, Natalio Botana, Carlos Floria, Alberto Spota, Enrique Zuleta Puceiro y Karl Deutsch. 65 El Consejo produjo dos dictámenes y el libro AA.VV., Presidencialismo versus parlamentarismo. Entre los asesores estaban Daniel Sabsay, Jorge Mayer y Marcela Gianzone, entre otros. 66 Cabe mencionar la publicación por la editorial Paidós en 1997 de Contrapuntos. Ensayos Escogidos sobre Autoritarismo y Democratización, obra que recoge diferentes trabajos de O'Donnell. También ha publicado junto a Víctor Tokman lacompilación Pobreza y desigualdaden América latina en 1999 yjunto a Juan Méndez y Paulo Sérgio Pinheiro La (in)efectividad de la ley y la exclusión en América latina en 2002.

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49El trabajo de Laclau hace centro en los debates de la teoría marxista reciente,67 principalmente dentro de la órbita europea donde se cruzan tradiciones y disciplinas muy diversas como la psicología, la antropología y la sociología orientando sus hipótesis en lo que comenzó a denominarse teoría "posmarxista". Las innovaciones más importantes de Laclau se encuentran en las redefiniciones de los conceptos de "hegemonía" y de "sujeto político". Sus principales obras son Hegemonía y estrategia socialista publicada junto a Chantal Mouffe en 1987; Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo de 1993 y Emancipación y diferencia publicada en 1996.68 5.4 LA CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES Ya en 1982, a propósito de reflexionar sobre el XII Congreso Mundial de Ciencia Política celebrado en Río de Janeiro, e impactado por el sistema universitario de ciencias sociales en Brasil, Oscar Oszlak señalaba: "La política universitaria oficial desestimuló sistemáticamente la actividad científico-social. Cuesta creer que la Universidad de Buenos Aires no cuente con una licenciatura en ciencias políticas, administración pública o disciplinas afines. Casi no existe país latinoamericano que no ofrezca carreras de este tipo en varias de sus universidades nacionales, que no haya organizado posgrados o apoyado la investigación y publicación regular de revistas y obras científicas. En la Argentina son escasas las ca-rreras y centros de investigación universitarios en ciencias sociales que han sobrevivido a la represión, el desaliento y la falta de horizonte (...) Ni los partidos políticos ni los orga-nismos gubernamentales disponen de los cuadros técnicos y científicos dedicados a reflexionar, sistemáticamente, acerca de los innumerables problemas que compondrán la agen-da de un futuro régimen democrático (...) Corresponde al Estado un decidido cambio de actitud que permita crear el interlocutor académico de la gestión gubernamental" (Oszlak, 1982). En febrero de 1984, el Rector Normalizador de la UBA, Francisco Delich, tomó la iniciativa y nombró una comisión que presidió Carlos Strasser con el objetivo de diseñar un plan de estudios para la creación de una carrera de ciencia política. La "Comisión Strasser" produjo el "Informe de la Comisión para el estudio de la creación de la Carrera de Ciencia Po-lítica y sus planes de estudio", conocido como el "Informe Strasser", que fundamentó el plan de estudios propuesto en la necesidad de la política democrática y sus instituciones, y de su conocimiento teórico e intelectual. La interacción interdisciplinaria y el hecho de que la mayoría de los miembros de la "Comisión Strasser" había estudiado en el exterior del país,69 dio como resultado un diseño ori-ginal. Edgardo Catterberg estrenó luego el cargo de Director de la Carrera a principios de 1985. En abril de ese mismo año el Consejo Superior Provisorio de la UBA aprobó la crea-ción de la carrera de Licenciatura en Ciencias Políticas sin haber aprobado su plan de estudios ni tampoco su ubicación en una unidad académica. Finalmente, el plan propuesto se aprobó enjulio —con algunas modificaciones hechas por la Comisión de Enseñanza del Consejo Superior— y la Carrera abrió sus puertas en 1986, con una conferencia inaugural a cargo de Norberto Bobbio.70 Entre las dificultades, el cambio de rector parece haber desacelerado el impulso del proceso inicial, a lo que se sumaría el hecho de que algunos prestigiosos intelectuales no se su-marían a los concursos realizados y las dificultades de la integración dentro de la nueva facultad. Esta apertura intentaba, por un lado, concentrar la actividad académica que se encontraba tan dispersa en centros de investigación no universitarios, y por otro, la formación de una masa intelectual democrática e influyente en la dirección de la política a través de la transmisión del conocimiento científico de la política (Pinto, 2001). En 1992 se elabora una propuesta de reforma del plan de estudios que incluye cuatro orientaciones en la cursada —teoría política, relaciones internacionales, opinión pública y administración pública— y diez incumbencias profesionales, que regiría a partir de 1993. Hasta 1998 la LTBA había expedido 520 diplomas en ciencia política (Kandel, 2001: 5). 5.5 LA SOCIEDADARGENTINA DE ANÁLISIS POLÍTICO Todavía en estos tiempos convivían dos asociaciones de estudios en ciencia política. La vieja Asociación Argentina de Ciencia Política, de corte más juridícista, y la más reciente So-ciedad Argentina de Análisis Político, formada principalmente por estudiosos del fenómeno político de corte más empírico. A fines de los 90 se disuelve la primera de estas asocia-ciones, quedando la SAAP como la representante ante la International Political Science Associatioll (IPSA) en el país. El mayor peso de la SAAP ya había quedado demostrado al ser la entidad argentina organizadora de uno de los hechos más importantes para el desarrollo de la ciencia política en la Argentina, y sobre todo para su reconocimiento Internacional: la realización en Buenos Aires del Congreso Internacional de Ciencia Política organizado por la IPSA en 1991. Más aún, esa entidad, centro neurálgico de la ciencia política mundial, tenía en ese momento como presidente al argentino Guillermo O'Donnell (1988-1991). El trabajo encarado por la SAAP y su segundo presidente, Edgardo Catterberg —la primer presidencia, entre 1982 y 1992, correspondió a Oscar Oszlak— ha permitido un incremen-to significativo del intercambio entre diferentes instituciones. Para algunos, incluso, su Primer Congreso Nacional en 1993 ha sido un verdadero relanzamiento de la disciplina en el país, tanto hacía adentro como por la presencia de algunos importantes politólogos extranjeros. En referencia a la Universidad Nacional de Rosario, María de los Angeles Yanuzzi comenta: "Mantenemos contactos bastante fluidos con los principales centros nacionales en los que se dicta Ciencia Política. Si bien ha sido con la Universidad de Buenos Aires con la que hemos mantenido tradicionalmente un mayor intercambio, hoy podemos decir que nos encontramos en permanente contacto con la Facultad de Ciencia Política de Mendo-za, con el Centro de Estudios Avanzados de Córdoba y con politólogos de Santa Fe. Para ello ha contribuido mucho la labor que llevó adelante la SAAP. La realización de los Con-gresos Nacionales ha abierto un canal de comunicación para todos aquellos que vienen trabajando en Ciencia Política en todo el país" (Yanuzzi, 1998: 420).

67 En el muy influyente campo marxista, la revista Pasado y Presente, fundada por el joven militante del Partido Comunista José Aricó, (que se publicó entre 1963 y 1965, y continuó luego con la serie de los Cuadernos de Pasado y Presente) fue una fuente muy importante para la difusión, sobre todo, de la obra de Antonio Gramsci en América Latina. Más tarde, Aricó y Juan Carlos Portantiero fundarían La Ciudad Futura y el Club de Cultura Socialista. 68 También debemos mencionar la compilación internacional realizada por Laclau The making ofpolitical identities de 1994. En 2002 Laclau ha publicado Misticismo, retórica y política. 69Además de Strasser, participaron regularmente Waldo Ansaldi, Hugo Álvarez Natale, Natalio Botana, Eugenio Bulygin, Edgardo Catterberg, Mario Dos Santos, Osvaldo Guariglia, Carlos Herran, Oscar Landi, Mario Justo López, Roberto Martínez Nogueira, Oscar Oszlak, Carlos Pérez Llana, Eduardo Rabossi y Beatriz Rajland. 70 El 5 de mayo de ese año, se publicó una recordada editorial del diario La Nación, en la que se explicitaba la preferencia de los estudios de ciencia política como una actividad de posgrado. La enseñanza de grado, se reconocía, era muy útil en otros países, pero en Argentina, como la enseñanza media no tiene orientaciones humanísticas o clásicas que brinden "una sólida formación en aspectos culturales esenciales para seguir con provecho la carrera elegida", ingresarían a la Carrera de Ciencia Política jóvenes "interesados en asuntos políticos que a diario afectan la sensibilidad juvenil", con "la sana ambición por ocupar en el futuro posiciones políticas", pero "confundiendo, en la mayor parte de los casos, esos intereses y ambiciones con los estudios sistemáticos, rigurosos y de estricta naturaleza académica y científica que son propios de los ámbitos universitarios". Como la ciencia política es una carrera puramente académica, continuaba, que sin duda confiere una "alta dignidad intelectual", esos jóvenes obtendrían un título carente de valor profesional a excepción de la docencia, y "al cabo de poco tiempo comenzarán a sentir el peso de la frustración » Y resenti-miento porque la sociedad no los ocupa o no los destina a los cargos o las posiciones que, erróneamente, supusieron que se les ofrecerían cuando la iniciaron" (U Nación, 5/5/1986).

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50Hasta la actualidad, la SAAP continúa realizando sus congresos nacionales bianuales de ciencia política, que se constituyeron en los eventos nacionales más importantes de la cien-cia política argentina. En el III Congreso realizado en Mar del Plata en 1997, el IV realizado en Buenos Aires en 1999 —ambos bajo la presidencia de Eugenio Kvatemik— y el V rea-lizado en Río Cuarto en 2001 —bajo la presidencia de Arturo Fernández— hubo 792, 603 y 509 inscriptos, respectivamente, con un total de 103, 89 y 101 ponencias, respectivamen-te (Gervasoni, 2002: 191). Entre 1995 y 2000 publicó diez números del Boletín SAAP, y a partir de 2002 publica la Revista SAAP, dirigida por los autores de este artículo. 5.6 ALGUNOS APORTES Y TENDENCIAS ACTUALES DE LA CIENCIA POLÍTICA ARGENTINA Hacia fines de la década de los ochenta y más centralmente en los noventa los principales ejes problemáticos lo constituyen los estudios sobre el tipo, calidad y condiciones del ré-gimen democrático; y los trabajos sobre la administración y políticas públicas, especialmente en materia de reforma del Estado y gestión municipal. Desde el punto de vista teórico toman envergadura las discusiones epistemológicas, el rational choice, la nueva economía política, el neoinstitucionalismo, el debate entre liberales y comunitaristas, la mayoría de estos temas fuertemente ligados también a discusiones filosóficas. Como hemos señalado anteriormente, gran parte del debate alrededor del proceso democrático se desarrolló a partir de los trabajos de Guillermo O'Donnell. También pueden seña-larse los aportes presentes en las obras colectivas editadas por Julio Pinto en 1995: América Latina en la última década. Repensando la transición a la democracia y La democracia en el pensamiento moderno. Una de las reflexiones más importantes y sostenida en el tiempo sobre la democracia la constituyen los trabajos de Carlos Strasser, entre los que po-demos mencionar El orden político y la democracia (1986); Para una teoría de la democracia posible, en dos volúmenes (1990-91); Democracia III. La última democracia (1995), y Democracia y Desigualdad. Sobre la "democracia real" a fines del siglo XX (1999). Es posible destacar también el aporte de José Nun en Democracia. ¿Gobierno del pueblo o go-bierno de los políticos? (2000). En materia de políticas públicas la figura de Oscar Oszlak ha sido articuladora de gran parte del debate y la investigación al respecto principalmente teniendo en cuenta su rol de Director de la Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, publicando las compilaciones Hacia una teoría de la burocracia es-tatal (1984) y La modernización del Estado en América Latina. Diagnóstico y estrategias (1986). En el ámbito de las políticas sociales los trabajos de Bernardo Kliksberg han tenido una amplia repercusión en Latinoamérica, sobre todo El rediseño del Estado. Una perspectiva internacional (1994) y Pobreza, el drama cotidiano. Clave para una nueva gerencia social eficiente (1995). Hay que destacar también la importancia de la pequeña pero influyente obra colectiva de Aldo Isuani, Rubén Lo Vuolo y Emilio Tenti Fanfani, El Estado be-nefactor, un paradigma en crisis, publicada en 1991. Alberto Barbeito y Rubén Lo Vuolo han publicado La modernización excluyente (1992) y La nueva oscuridad de la Política So-cial (1993). Por su parte, Gloria Mendicoa ha publicado Modernización y democracia. Su impacto en las condiciones de vida (1996); y La Planificación de las Políticas Sociales (1997). Gestión Pública y desarrollo social en los noventa. Las trayectorias de Argentina y Chile de Fabián Repetto, publicado en 2001, es un estudio comparado de políticas. Los estudios sobre sindicalismo y movimiento obrero han sido un ámbito de constante indagación. Juan Carlos Torre ha sido uno de sus principales cultores. Ver sus trabajos Los sindicatos en el gobierno 1973-1976 (1983); La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo de 1990; y su compilación La formación del sindicalismo peronista de 1988. Julio Godio publica en 1988 sus tres tomos sobre El movimiento obrero argentino. Arturo Fernández publica Las prácticas sociales del sindicalismo (1985). Por su parte, Ernesto Villanueva edita Movimiento obrero y Empleo y exclusión (1996). En los estudios sobre relaciones cívico-militares Ernesto López desarrolla sus actividades primero en FLACSO y posteriormente en la Universidad Nacional de Quilmes, donde di-rige un programa de investigación sobre el tema. Sus principales obras son Seguridad Nacional y sedición militar (1987); El último levantamiento (1990); Ni la ceniza ti¡ 1(1 gloria (1994); junto a David Pion-Berli n publica en 1996 Democracia y cuestión militar Rut Diamint edita en 1999 Control civil y fuerzas armadas en las nuevas democracias latinoameri-canas y Democracia y seguridad en América Latina (200l). Entre los estudios sobre la vinculación entre el Estado y la sociedad debe destacarse la obra colectiva de Carlos Acuña La nueva matriz política argentina de 1995, la cual ha sido una de las publicaciones más citadas y referenciadas de los últimos años. Por su parte, Atilio Boron publica en 1991 Estado, capitalismo y democracia en América Latina y Mario Dos Santos y Fernando Calderón publican Sociedades sin atajos (1993), siendo uno de los textos más citados para explicar los cambios estructurales de América latína. Daniel Gar-cía Delgado publica Estado y Sociedad (1994) y Estado-nación y globalización (1998) y Marcelo Cavarozzi El capitalismo político tardío y su crisis en América Latina (1996). Los trabajos sobre régimen político, y especialmente sobre la etapa menemista, han permitido una reflexión sobre la propia cotidianeidad, muchas veces difícil de indagar; cabe mencionar la compilación de 1995 Política Y sociedad en los años del menemismo de Ricardo Sidicaro y Jorge Mayer, Política y poder en el gobierno de Menem (1996) y Los cami-nos del centroizquierda (1999) de Vicente Palermo y Marcos Novaro, y Discurso político y prensa escrita (1997), de Irene Vasilachis de Gialdino. Los estudios sobre instituciones se vieron muchas veces reflejados en la publicación de artículos en las revistas especializadas con las figuras más destacadas de Ana María Musta-pic, Liliana De Riz, Catalina Smulovitz, Mateo Goretti y Delia Ferreira Rubio, entre otros. En la publicación de libros podemos mencionar a Mario Serrafero Las formas de la refor-ma: entre Maquiavelo y Montesquieu (2 tomos) de 1994 y El poder y su sombra. Los vicepresidentes (1999). También los trabajos de Guillermo Molinelli, Colegios Electorales y Asambleas Legislativas 1854-1983, Clase política y reforma electoral (1989), y Presiedentes y Congresos en la Argentina (199 l). Otro aporte ha sido la compilación de Hipólito Or-landi Las instituciones políticas de gobierno, publicado en 1998. Un área de trabajo específica se ha constituido alrededor de] fenómeno peronista, sus particularidades y sus diferentes etapas. Ello ha dado lugar a una continua reflexión no sólo en el ámbito argentino. Entre los trabajos más destacados podemos mencionar los estudios de Ricardo Sidicaro publicados en Juan Domingo Perón, la paz y la guerra (1996) y Los tres peronismos (2002). Otros estudios importantes son los de José Miguens y Frederick Turner en Racionalidad del peronismo, aparecido en 1988. Guido Di Tella publica (1983) Perón-Perón, 1973-1976. Alberto Ciria escribe en 1986 Política y cultura popular: la Argentina peronista. Un estudio interesante lo constituye el trabajo de Cesar Tcach: Sabattismo y peronismo: partidos políticos en Córdoba (1943-1955), publicado en 1991. Es verdaderamente muy difícil poder sintetizar los aportes en cada área. En el de la teoría y la filosofía políticas, ello se debe principalmente al entrecruce disciplinario entre el de-recho, la filosofía, la historia y la sociología. Nuestra focalización obedece principalmente a la influencia de dicho campo en la ciencia política más específica. Desde la filosofía del derecho caben mencionarse los trabajos pioneros de Genaro Carrió y Carlos Nino. Las obras más destacadas de¡ primero son Los Derechos Humanos y su protección, (1990) y Aná-

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51lisis filosófico, jurídico y politológico de la práctica constitucional. Nino publicó Ética y derechos humanos (1984), La validez del derecho (1985), Ética y derechos humanos (1989), Fundamentos de Derecho Constitucional y, después de su muerte, Un país al margen de la ley (1992) y Juicio al mal absoluto (1997). Desde la reconstrucción de la historia de la filosofía política podemos mencionar la reconocida obra de Natalio Botana La tradición republicana (1984) y los trabajos compilados de Atilio Boron La filosofía política clásica (2000) y el editado junto a Álvaro De Vita Teoría y filosofía política (2002). Por su parte, Tomás Vámagy compila Fortuna Y virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo (2000). Dentro de los estudios sobre la revisión del pensamiento marxista hay que destacar la gravitación que tuvieron la obra de José Aricó La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina (1988) y el trabajo de Juan Carlos Portantiero Los usos de Gramsci aparecido en 1987. Dos autores han concentrado la atención de la reflexión teórica reciente: Max Weber y Carl Schmitt. Ambos han sido el centro de debates y seminarios especiales. Entre las princi-pales obras que han reflejado estas preocupaciones podemos mencionar Max Weber Actual. Liberalismo ético y democracia (1996) de Julio Pinto, el trabajo colectivo de Francisco Naishtat (comp.) Max Weber y la cuestión del individualismo metodológico en las ciencias sociales, y La política como respuesta al desencantamiento del mundo, estudio conjunto de Luis Aguilar Villanueva, César Peón y Julio Pinto, obras publicadas en 1998. La discusión en torno a la obra schmittiana, bajo el puntapié inicial de la "Presentación" de José Aricó a El concepto de lo político (1984), podemos encontrarla en los trabajos individuales de Jorge Dotti Carl Schmitt en la Argentina y Julio Pinto Carl Schmitt y la reivindicación de la política ambas de 2000. A su vez se publica en 2002 Carl Schmitt. Su época y su pensamiento, compilada por Jorge Dotti y Julio Pinto. Bajo inspiración schmittiana, Vicente Massot escribe en 2001 El poder de lo fáctico. La reflexión epistemológica y metodología se ha expresado en varios trabajos entre los que podemos mencionar el estudio pionero de Carlos Strasser La razón científica en política y sociología (1979) y el análisis sobre los paradigmas de Irene Vasilachis de Gialdino Métodos cualitativos Los problemas teórico-epistemológicos (1993). Félix Schuster publica Explicación y Predicción (1986) y El método en las ciencias sociales (1992). Federico Schuster compila, en 1995, El oficio de investigador y, en 2002, Filosofía y métodos de las Ciencias Sociales. En 1998 sale a la luz La inexplicable sociedad de Gregorio Klimovsky y Laura Hidalgo. Por su parte, Catalina Wainerman y Ruth Sautu compilan La Trastienda de la Investigación (2001). 5.7 LAS PUBLICACIONES PERIÓDICAS La última década ha sido fructífera en el desarrollo de publicaciones periódicas de ciencia política en particular y de ciencias sociales en general. Con la creación de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires comenzó la publicación de la revista Sociedad en 1992, que nuclea diferentes problemáticas con énfasis en la sociología, la ciencia política y los estudios comunicacionales. Hasta la fecha se han publicado 17 números de la revista. Por su parte la reciente Universidad Nacional de Quilmes, bajo una fuerte política editorial ,comienza a publicar desde 1994 la Revista de Ciencias Sociales con características simi-lares a la de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, llevando 13 números hasta la fecha. También se editan la revista Redes dedicada a los estudios sociales de la ciencia y la tecnología, con 17 números y el anuario Prismas orientado al pensamiento político e intelectual argentino, con 4 tomos publicados. En 1997 Eudeba retoma el espíritu de la vieja Revista Argentina de Ciencia Política (ahora sin las "s") publicando hasta la fecha 5 números. De esta manera se estableció un "lazo simbólico" de continuidad con la vieja publicación de Rodolfo Rivarola. La revista ha ido reflejando tanto el desarrollo de la ciencia política argentina como especialmente los traba-jos provenientes de Italia y los Estados Unidos. En 1994 aparece la revista El Príncipe. Esta revista expresó principalmente los trabajos de docentes de la Universidad Nacional de La Plata, hasta el momento lleva publicado 4 números. La Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario publica, a partir de 1996, la revista Tenias y Debates, publicando 5 ejemplares. A fines de 2002 la Sociedad Argentina de Ciencia Política establece una publicación periódica oficial, ya mencionada. En lo que hace al área de las políticas públicas, tienen importancia Política y gestión y Socialis. Son de mención también publicaciones creadas y dirigidas jóvenes politólogos y estudiantes de ciencia política. Comenzando en 1993, Ágora publicó 7 números poniendo énfasis principalmente en la traducción de trabajos extranjeros. POSTData combina, desde 1996, trabajos tanto de destacados científicos como de aquellos que comienzan a realizar sus investigaciones, publicándose ocho ejemplares hasta la fecha. Desde 2001 existe la revista Respublica, con dos números hasta ahora. Cabe destacar que estas publicaciones, muchas veces con discontinuidades temporales, han ido adecuándose sucesivamente a normas de control de calidad internacionales estable-ciéndose cánones cada vez más exigentes de publicaciones. Junto a estos nuevos desarrollos hay que remarcar la continuidad en el tiempo de la revista Desarrollo Económico, la publicación argentina más prestigiosa en el ámbito de las ciencias sociales. Esta revista la ha publicado desde el año 1958 de manera ininterrumpida hasta la fecha el Instituto de Desarrollo Social (IDES). 6 LA CIENCIA POLÍTICA Y EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES El estudio de las Relaciones Internacionales en la Argentina tiene una historia que, en términos generales, no difiere mucho de aquella de la ciencia política. Su desarrollo y ense-ñanza siempre estuvo ligada a, o dentro de, la ciencia política, y por lo tanto a pesar de algunas particularidades que abordaremos en este apartado, su derrotero académico no po-dría ser muy diferente. En toda América Latina, la rigidez de las políticas exteriores de los países, fuertemente condicionadas por potencias hegemónicas a nivel mundial hasta los años 60, no hacía de los estudios Internacionales un tema atractivo desde el cual surgieran oportunidades concretas y/o atractivas para describir o para influir sobre la realidad. En un primer momento, en el debate entre idealistas y realistas, predominaron los primeros. Las condiciones de atraso y de alta inestabilidad llevaron a los autores, casi todos ellos diplomáticos, a poner el acento en el derecho y las instituciones internacionales, como una herramienta de resguardo frente a las intervenciones de los países centrales. De aquí la preocupación juridicista por contrarrestar el creciente poder de las grandes potencias más que por cuestiones teóricas o metodológicas, sobre las cuales no se hizo un gran aporte. Los cultores de la realpo-litik, por su parte, se orientaban ya desde los años 40 hacia el enfoque geopolítico, pero sin contar tampoco con grandes preocupaciones teóricas o empíricas.

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52Como se dijo anteriormente, el estudio de grado en estudios Internacionales fue inaugurado en Argentina por la Universidad Nacional del Litoral en 1929, que se mantuvo durante bastantes años dentro de estos esquemas tradicionales, descriptivos y juridicistas. A partir de los 60, a pesar de que los procesos de transnacionalización y fragmentación del escenario mundial cambiaban las condiciones imperantes hasta el momento, las recu-rrentes crisis internas y el atraso económico hicieron que los científicos sociales se volcaran preponderantemente a cuestiones políticas, sociales y económicas internas. En Argenti-na, a esto debe sumarse la inestabilidad política interna, y por lo tanto sus proyectos de vinculación con el exterior, y su consecuente crisis de la actividad académica y científica, en especial a partir del golpe de Estado de 1966. Sin embargo, se produce un cambio en al ámbito de las Relaciones Internacionales. Ya desde los 50 comenzaban a utilizarse de mane-ra progresiva nuevos enfoques teóricos, a pesar de la persistencia del patrón jurídico-normativo. Son de mención el crecimiento del realismo desde una perspectiva periférica e in-tegracionista a nivel regional, de la mano de Juan Carlos Puig71 y Gustavo Ferrari, y los trabajos sobre estructuras y procesos de toma de decisiones de Juan Archibaldo Lanús y Carlos Pérez Llana. En la década del 60 la Universidad del Salvador, la Universidad Católica de Córdoba, la Universidad Católica Argentina, la Universidad Kennedy y la Universidad Nacional de Cuyo crearon carreras de ciencia política en las que se incorporaron materias vinculadas al ámbito internacional, o bien orientaciones en Relaciones Internacionales. Más tarde, la LTNR en 1978, la USAL en 1978, la UCA en 1979 y la UCC en 1981 modificaron sus planes de estudio para poder incorporar nuevas tendencias académicas en este campo. Sin embargo, la USAL fue la única que incluyó tres materias específicas dedicadas al estudio de temas latinoamericanos: Política internacional latinoamericana, Sistemas políticos comparados la-tinoamericanos y Análisis de política internacional latinoamericana. A pesar de éste y otros intentos modernizadores, los problemas económicos de las universidades, y la escasez de recursos humanos que se apartaran de las viejas tradiciones juridicistas, enciclopedistas y geopolíticas, impidieron un desarrollo novedoso. Su unidad de análisis básica seguía siendo el Estado-nación y las relaciones políticas entre ellos, negándose a incluir otros actores y tendencias, o enfoques integradores de otras disciplinas en sus análisis y progra-mas, y por ello no lograban comprender la complejidad de las vinculaciones internacionales contemporáneas. Como se vio anteriormente, los años 60 y 70 se vieron arrastrados por una muy fuerte politización e ideologización, tanto del Estado como de la sociedad civil, y el ámbito universi-tario no fue ajeno a ese proceso. En el ámbito específico de las Relaciones Internacionales, uno de sus cultores más reconocidos, Roberto Russell, sostuvo que "la división en <es-cuelas>, motivada más por conflictos ideológicos que por preocupaciones académicas genuinas, derivó en un enfrentamiento que arrasó con el diálogo y el pluralismo (...) en el ca-so de las relaciones internacionales la situación se vio especialmente agravada debido al escaso nivel de desarrollo alcanzado por la disciplina en el país hasta ese momento" (Rus-sell, 1985: 29). Recién con la creación de la Maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Belgrano en 1977 se empezará a vislumbrar un cambio. Hasta ese momento, la única pu-blicación en el ámbito universitario era la rosarina Revista de Derecho Internacional y Ciencias Diplomáticas. Fuera del ámbito universitario, la creación de diferentes institutos, tanto públicos como privados, no contribuiría demasiado para revertir el atraso en el plano de la investigación (Russell, 1985: 33-38). Los trabajos importantes producidos fueron en su mayoría producto exclusivo del esfuerzo personal de sus autores. El Instituto de Servicio Exterior de la Nación (ISEN), creado por la cancillería argentina en 1963, también sufrió el impacto de las crisis políticas internas y de los problemas de las universidades. El Centro de Estudios Internacionales Argentinos (CEINAR), fundado por Juan Carlos Puig, produjo en 1975 la Revista Argentina de Relaciones Internacionales. Esta publicación dejo de salir en 1981, al retirar su respaldo el CONICET. Reapareció en 1983 con una orientación más ligada a la geopolítica. Su nuevo Comité Editorial —ajeno al Conicet— publicó un artículo titulado "La integración latinoamericana: una utopía deprimente", que constituyó su epitafio. El Instituto Argentino de Estudios Estratégicos y de las Relaciones Internacionales (INSAR) pu-blica desde 1961 la revista Estrategia. El Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) fue creado en 1978 y se encarga principalmente de tareas de difusión. El estudio de las Relaciones Internacionales en la Argentina tuvo un importante impulso en los años 80. El crecimiento de las ciencias sociales en general y el desarrollo de la teoría de las Relaciones Internacionales en Estados Unidos despertarían el interés por iniciar investigaciones más formales en instituciones más académicas. A partir de 1984, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), inició un programa de investigación en relaciones internacionales (los posgrados de FLACSO datan de 1979), y un área de especia-lización en Relaciones Internacionales en 1985. En esta nueva etapa, a diferencia de años anteriores, la mayoría de los autores son académicos, se trabaja con un universo analítico más acotado y preciso, en donde se explicitan los supuestos teóricos y metodológicos (generalmente desarrollados previamente en Estados Unidos), y se evidencia una preocupación por hallar nexos entre la teoría y los datos, y se evidencia un esfuerzo por construir teoría (Russell, 1992: 14). En este sentido, deben señalarse los aportes de Roberto Russell sobre sistemas de creencias de los líderes, de José Paradiso sobre la historia de la política exterior argentina, y de Carlos Pérez Llana, quien publica en 1983 Reinserción argentina en el mundo y De la Guerra del Golfo al Nuevo Orden en 199 1. Durante la década de los noventa, Carlos Escudé desarrolla uno de los aportes más importantes en el ámbito de los estudios internacionales dentro de las denominadas "teorías crí-ticas" de las relaciones internacionales con la elaboración del "realismo periférico" publicando su libro homónimo en 1992; El realismo de los Estados débiles en 1995 y El estado del mundo en 1999 (Souto Zabaleta, 2002). Pero el trabajo más destacado lo constituyen los catorce tomos de la Historia general de las relaciones exteriores de la República Argen-tina, obra colectiva dirigida por Carlos Escudé y Andrés Cisneros publicada entre 1998 y 2000 »72 Roberto Russell edita en 1990 La agenda internacional en los años 90 y en 1992 las obras también colectivas Enfoques teóricos y metodológicos para el estudio de la política exte-rior y La política exterior argentina en el nuevo orden mundial. En 1995 compila junto a Rubén Perina Las relaciones internacionales de Argentina y en 1996, en forma conjunta con Roberto Bouzas, Globalización y regionalismo en las relaciones internacionales de Estados Unidos. Por su parte, Rut Diamint edita Argentina y la seguridad en 1998, en 2001 la OTAN y los desafíos en el Mercosur, y en 2001 Democracia y seguridad en América Latina.

71 En Rosario, Puig impartía Derecho Internacional Público con una orientación realista basada en el juego de los actores internacionales y con una orientación hacia la investigación empírica. Dentro de estos investigadores cabe destacar primeramente a Bruno Bologna e Iris Laredo. El grupo de intemacionalistas de Rosario ha sido el primero y el más influyente del país, por lo menos hasta el advenimiento de la democracia (Kerz, 2002). 72 En este trabajo han participado Alejandro Corbacho, Francisco Corigliano, Leonor Machinandiarena de Devoto, Marisa Gonzalez de Oleaga, Constanza Gonzales Navarro, Ana Margheritis, Kristin Ruggiero, Laura Tedesco, Lara Manovil y Marisa Femández Tuozzo entre otros. Cabe mencio-nar que dicha publicación no sólo se encuentra en formato "papel" sin que ha sido confeccionada en CD y puede consultarse en la Internet en www.argentina-rree.com.

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537 LA CIENCIA POLÍTICA Y SUS PROYECCIONES. CONCLUSIÓN Al estar tan atada y tironeada por los grandes cambios políticos e institucionales del país, la circularidad con la realidad no resultó de gran ayuda. La ciencia política nunca pudo desarrollar un proceso importante y centralizador de institucionalización, ni, por lo tanto, tampoco pudo generar discusiones y debates reflexivos comunes sobre lo que la ciencia política debe ser en la Argentina. Por supuesto que hubo muchos avances —la Revista Argentina de Ciencias Políticas en 19 10, la creación de la Carrera de Ciencias Políticas en Ro-sario en 1929, la reforma de la Carrera en la Universidad del Salvador en 1969, y la creación de la carrera de grado en la Universidad de Buenos Aires en 1985—, pero las contra-marchas fueron muy fuertes como para satisfacer las expectativas previas e impidieron el desarrollo de una identidad común como disciplina, y de una conciencia clara acerca de sus objetivos. Más bien, hubo diversas líneas de investigación, tradiciones políticas, enfrentamientos teórico-ideológico-políticos, emplazamientos institucionales y líderes acadé-micos distanciados y muchas veces recelosos de los demás. Estas líneas no suponen una adhesión al lamento de Almond por la existencia de "mesas separadas" (Almond, 1999) si-no un intento de llamado de atención acerca del derrotero de nuestra disciplina, que aún no ha logrado consolidarse como tal. A fin de cuentas, creemos que esta breve historia de la ciencia política en Argentina, aunque incompleta, no debe ser leída como algo instrumental, como una narración que sólo en-laza datos, sino como relacionada con la historia, la cultura, la política y la praxis académica. En definitiva, una historia que se justifica porque en última instancia, siguiendo a Mannheim,73 se refiere a la relación de los argentinos con el saber objetivo de sus problemas históricos. Para finalizar, es muy difícil concluir que se ha conformado una comunidad académica sólida y vigorosa para enfrentar los desafíos que se le presentan actualmente. Mirando en sentido retrospectivo aquel reverdecer del comienzo de la democracia en los 80, sería ahora necesario elaborar un balance autocrítico de, parafraseando a Norberto Bobbio, las promesas incumplidas de la ciencia política. 8 PUBLICACIONES Ofrecemos aquí un listado de libros y textos argentinos. No pretende ser ésta una lista exhaustiva ni tampoco otorgar una importancia o influencia mayor respecto de aquellos tex-tos que, debido a las limitaciones propias del trabajo y de los autores, no están presentes. Se ha considerado adecuado no incluir textos mencionados a lo largo del capítulo. Sin em-bargo, se podrán advertir varias excepciones.

73 Karl Mannheim (1990: 4-5) sostenía: "La problemática de la 'constelación' se desarrolla a partir de nuestra convicción de que no sólo el estado respectivo de los problemas en los distintos ámbitos teóricos, sino también la constelación de factores extrateóricos codetermina cada posible paso que da el conocimiento y, con ello, a la vez auspicia la solubilidad de algunas cuestiones. Muy especialmente estamos convencidos de que una cuestión no puede ser planteada y, menos aún, resuelta en cualquier situación histórica y de que la aparición y desaparición de los problemas sigue un ritmo específico que es posible investigar. Mientras que en las matemáticas y en las ciencias naturales da la impresión de que la evolución se produce en gran medida inmanentemente, que una cuestión resulta de otra por pura necesidad lógica y que las interrupciones surgen sólo de obstáculos aún no superados, la historia de las ciencias del espíritu nos muestra que en éstas los problemas sólo siguen una evolución inmanente de modo intermitente, que en ellas emergen de repente problemas no esperados dcsde la inmanencia del pensamiento y que otros se abandonan, pero no para desaparecer definitivamente, sino para surgir más tarde de forma renovada. Esta inestable sucesión en oleadas de corrientes espirituales altemativas solamente revela su secreto y conforma una unidad con sentido cuando engarzamos la problemática de la sucesión espiritual a la de la vida en devenir, quebran-do de este modo la inmanencia de la historia del espíritu. Esto confirma más que cualquier otra cosa el dicho de que, para que algo se convierta en problema, primero ha de hacerse problemático para la vida. Por tanto, si se amplía nuestro campo de visión en este sentido, entonces la problemática de la constelación exige no sólo la visión conjunta de los problemas teóricos en un momento del tiempo, sino su referencia a la problemática de la vida. Pero en tal caso, se plantea la siguiente pregunta: ¿qué tendencias espirituales y vitales hacen posible la aparición de un determinado plantea-miento en las ciencias del espíritu y hasta qué punto auspician su solubilidad".

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54AÑO AUTOR Y TITULO 1908 Rodolfo Rivarola, Del régimen federativo al unitario 1910 José N. Matienzo, El gobierno representativo federal en la República Argentina 1911Ricardo Levene, Los orígenes de la democracia argentina 1915 Ernesto Quesada, Historia de las ideas sociales: fuentes y métodos de estudio 1918 José Ingenieros, Evolución de las ideas argentinas 1928 Rodolfo Rivarola, La Constitución argentina y sus principios de ética política 1943 Carlos R. Melo, Los partidos políticos argentinos 1944 Enrique Ruiz Guiñazú, La política argentina y el futuro de América 1946 José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina 1947 Ricardo Levene, Historia de las ideas sociales argentinas 1950 Carlos Bidegain, El Congreso de los Estados Unidos de América 1955 Gabriel del Mazo, El radicalismo: notas sobre su historia y doctrina, 1922-1952 1955 Gino Germani, La estructura social argentina 1956 Rodolfo Puiggrós, Historia crítica de los partidos políticos argentinos 1958 Carlos Strasser, Tres revoluciones: 1930, 1943 y 1955 1959 Alfredo L. Palacios, La comunidad Iberoamericana. Bolívar y Alberdi 1961 Sergio Bagú, Argentina en el mundo 1961 Germán Bidart Campos, Grupos de presión y factores de poder 1961 Mariano Grondona, Política y gobierno 1962 Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición 1963 José Campobassi, Carlos Fayt, José L. De Imaz, Mario J, López y Luis Pan, Los partidos políticos. Estructura y vigencia en la Argentina 1963 Silvia Sigal, La formación de los partidos políticos: la UCR 1963 Mario J. López, El mito de la Constitución: tres ensayos sobre la democracia 1964 Alberto Ciria, Partidos y poder en la Argentina moderna (1930-1946) 1964 Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari, Política exterior argentina 1930-1962 1964 Torcuato Di Tella, El sistema político argentino y la clase obrera 1964 José Luis de Imaz, Los que mandan 1965 Rafael Bielsa, Significación de la Burocracia 1965 y 1982 Mario J. López, Partidos políticos: teoría general y régimen legal 1965 Arturo E. Sampay, Carl Schmitt y la crisis de la ciencia jurídica 1966 Darío Cantón, El parlamento argentino en épocas de cambio 1966 Juan A. Lanús, Un Mundo sin Orillas 1966 Benigno Martínez Vázquez, El sufragio y la idea representativa democrática 1967 Guido Di Tella, Las etapas del desarrollo económico argentino 1967 Mariano Grondona, La Argentina en el tiempo y en el mundo 1967 Inés Izaguirre, Imagen de clase en los partidos políticos argentinos: el caso del radicalismo 1967 Juan C. Molina, Ficción y realidad de la democracia 1968 Segundo Linares Quintana, La nueva ciencia política y constitucional 1968 Héctor Martinotti, Historia del saber político 1968 José Nun, El golpe militar de la clase media 1969 Atilio Barneix, La ciencia política. Su objeto 1969 Iris Laredo, Problemática de la solución de los conflictos intrabloques 1969 y 1983 Mario J. López, Introducción a los estudios políticos 1969 Félix Luna, El 45 1960 Segundo Linares Quintana, Derecho constitucional e instituciones políticas 1971 Mario Cámpora, Revolución tecnológica y dependencia externa 1971 Roberto Martínez Nogueira, Restricciones políticas y administrativas en el diseño e implementación de políticas 1971 Florencio Sánchez, Democracia directa para los argentinos de hoy 1972 Gregorio Badeni, La opinión política: un enfoque político de la opinión pública 1972 Alberto Ciria, Perón y el justicialismo 1972 Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo, La República conservadora 1972 Carlos Floria y Horacio García Belsunce, Historia de los argentinos 1972 Floreal Fomi, Reflexiones sobre la relación entre clases sociales y partidos políticos 1972 Segundo Linares Quintana, Sistemas de partidos y sistemas políticos. El gobierno de las leyes y el gobierno de los hombres 1972 Guillermo O'Donnell, Modernización y autoritarismo 1972 Juan Carlos Portantiero y Miguel Murmis, Estudios sobre los orígenes del peronismo 1972 Jorge Vanossi, El misterio de la representación política 1973 Germán Bidart Campos, Lecciones elementales de política 1973 Natalio Botana, Rafael Braun y Carlos Floria, El régimen militar 1966-1973 1973 Darío Cantón, Elecciones y partidos políticos en la Argentina. Historia, interpretación Y balance, 1910-1966 1973 Guillermo O'Donnell y Delfina Link, Dependencia y Autonomía 1973 Jorge Seco Villalba, El poder político 1974 Torcuato Di Tella, Clases sociales y estructuras políticas 1974 Carlos Strasser, Sociedad política y ciencia política 1974 Pablo Verdú (et al.), Las fuerzas políticas y las luchas por el poder 1975 Eduardo Capestany, Filosofía política 1975 Alberto Spota, Lo político, lo jurídico, el derecho y el poder constituyente 1979 Omar Bravo, Historia de la Instituciones Argentinas

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551977 Virgilio Beltrán (comp.), El futuro político argentino 1977 Germán Bidart Campos, Las elites políticas 1977 Natalio Botana, El orden conservador La política argentina entre 1880 y 1916 1977 Natalio Botana, El orden político en la Argentina moderna 1977 Guillerrno O'Donnell, Estado y alianzas en Argentina 1978 Mario Amadeo, Manual de Política Internacional 1978 Pedro Frías, El proceso federal argentino 1978 Roberto Etchepareborda, Historia de las Relaciones Internacionales argentinas 1978 Juan A. Lanús, El orden internacional y la doctrina del poder 1979 Gino Germani, Democracia y autoritarismo en la sociedad moderna 1979 Iris Laredo, Los regionalismos en la estructura mundial de poder 1979 Artemio Melo, Compendio de Ciencia Política (vol. 1, Teoría Política) 1980 Marta Díaz de Landa, La ciencia política y el poder político 1980 Manuel Mora y Araujo e Ignacio Llorente (comps.), El voto peronista: ensayos de sociología electoral argentina 1981 Liliana De Riz, Retorno y derrumbe 1981 Carlos Floria (comp.), Reflexiones sobre la Argentina política 1981 Ricardo Zorraquín Becú, El federalismo argentino 1982 Gregorio Badeni, El voto 1982 Guillermo O'Donnell, El Estado Burocrático-autoritario 1982 Oscar Oszlak, La formación del Estado argentino 1982 Oscar Terán, En busca de la ideología argentina 1983 Marcelo Cavarozzi, Autoritarismo y democracia: 1975-1983 1983 Emilio de Ípola, Ideología y discurso populista 1983 Carlos Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-1949 1983 José Paradiso, La era de las superpotencias 1983 Rubén Perina, Onganía, Levingston, Lanusse. Los militares en la política argentina 1983 Juan Carlos Torre, Los sindicatos en el gobierno 1973-1976 1983 César Mansilla, Las fuerzas de Centro 1983 Arternio Melo, Compendio de Ciencia Política (vol. II, Institucionalización y dinámica política) 1984 AA. VV., Lecciones para demócratas en transición 1984 Alvaro Abós, Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983) 1984 Marcelo Acuña, De Frondizi a Alfonsín. La tradición política del radicalismo 1984 Natalio Botana, La tradición republicana: Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo 1984 Efraín Del Castillo, Sindicalismo: factor de poder político 1984 Carlos Escudé, La Argentina: ¿paria internacional? 1984 Juan A. Lanús, De Chapultepec al Beagle. Política Exterior Argentina: 1945-1980 1984 Oscar Oszlak (comp.), "Proceso ", crisis y transición democrática (2 vols.) 1984 Dardo Pérez Guilhou, El Pensamiento Conservador de Alberdi y la Constitución de 1853 1985 AA.VV., Presidencialismo vs. parlamentarismo 1985 Rafael Bielsa, Democracia y República. Obra póstuma. 1985 Natalio Botana (et al.), La Argentina electoral 1985 Ariel Colombo y Vicente Palermo, Participación política y pluralismo en la Argentina contemporánea 1985 Victoría Itzcovitz, Estilo de gobierno y crisis política (1973-1976) 1985 Héctor Orlandi, Principios de ciencia política y teoría del Estado 1986 Alvaro Abós, La columna vertebral. Sindicatos y peronismo 1986 Darío Canton, El pueblo legislador Las elecciones de 1983 1986 Alberto Castells, La democracia: hacia un enfoque global de las instituciones 1986 Torcuato Di Tella, Evolución del sistema de partidos políticos en Argentina, Brasil y Perú (1960-1985) 1986 Alberto Ciria, Partidos y poder en la Argentina moderna 1986 Carlos Escudé, La argentina vs. las grandes potencias 1986 Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxista 1986 Vicente Massot, Una tesis sobre Maquiavelo 1986 Dardo Pérez Guilhou, Atribuciones del Congreso Argentino 1987 Juan Carlos Agulla, Teoría Sociológica 1987 Enrique Baloyra y otros, Lecciones para demócratas en transición 1987 Hernán Kruse, La transición política 1987 Eugenio Kvaternik, Crisis sin salvataje: la crisis político -militar de 1962-63 1987 Ernesto López, Seguridad Nacional y sedición militar 1987 José Nun y Juan Carlos Portantiero, Ensayos sobre la transición democrática argentina 1987 Juan Carlos Portantiero, Los usos de Gramsci 1987 Alberto Rodríguez Varcia, Historia de las ideas políticas 1987 Catalina Smulovitz, Oposición y gobierno. Los años de Frondizi 1987 Oscar Terán, Positivismo y nación en la Argentina 1987 Horacio Verbitsky, Civiles y militares 1988 Emesto Garzón Valdés, Manfred Mols y Amold Spita (comps.), La nueva democracia argentina 1988 Julio Godio, El movimiento obrero argentino (3 tomos) 1988 Emilio Hardoy, El desquite de las elites 1988 Guillermo O'Donnell, Philippe Schmitter y Lawrence Whitchead (colTips.), Transiciones desde un gobierno autoritario (4 vols.) 1988 Julio Pinto (comp.), Ensayos sobre la crisis política argentina

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561988 Mario Rapoport, ¿Aliados o centrales? 1989 Edgardo Catterberg, Los argentinos frente a la política. Cultura política y opinión pública en la transición argentina a la democracia 1989 N. Guillermo Molinelli, Colegios electorales y asamblea y legislativas 1990 Carlota Jackisch, Los partidos políticos en América Latina. Desarrollo, estructura y fundamentos programáticos. El caso argentino 1990 Eugenio Kvatemik, El péndulo cívico-militar. La caída de Illia 1990 Carlos Strasser, Para una teoría de la democracia posible (2 vols.) 1990 Juan Carlos Torre, La vieja guardia sindical y Perón 1991 Atilio Boron, Estado, capitalismo y democracia en América Latina 1991 Natalio Botana, La libertad política y su historia 1991 Dieter Nohlen y Liliana De Riz (comps.), Reforma institucional y cambio político 1991 N. Guillermo Molinelli, Clase política y reforma electoral 1991 N. Guillermo Molinelli, Presidentes y congresos en Argentina: mitos y realidades 1991 César Teach, Sabattinismo y peronismo: partidos políticos en Córdoba (1943-1955) 1992 Carlos Nino, Un país al margen de la ley 1993 Carlota Jackisch, Los sistemas electorales, sus características y consecuencias políticas: el caso argentino 1993 José Paradiso, Debates y trayectoria de la política exterior argentina 1994 Marcos Novaro, Pilotos de tormentas. Crisis de representación y personalización de la política en Argentina (1989-1993) 1994 Hugo Quiroga, El tiempo del "Proceso". Conflictos y coincidencias entre políticos y militares 1976-1983 1994 Mario Rapoport, Estados Unidos y el peronismo 1994 Carlos Stirasser, Democracia III. 1995 Carlos Acuña (conip.), La nueva matriz política argentina 1995 Carlos Acuña (et al.), Juicio, castigo y memorias. Derechos humanos bajo la dictadura argentina 1995 Atilio Boron (el al.), Peronismo y clientelismo. Avatares del populisno en Argentina 1995 Hugo Quiroga, La democracia que tenemos. Estudios políticos sobre la Argentina 1995 Ricardo Sidicaro y Jorge Mayer (comps.), Política y sociedad en los años del menemismo 1996 Marcelo Cavarozzi, El capitalismo político tardío su crisis en América Latina 1996 Isidoro Cheresky, Atilio Boron y otros, Desarrollos de la teoria política contemporánea 1996 Vicente Palermo y Marcos Novaro, Política y poder en el gobierno de Menem 1996 Julio Pinto (comp.), Las nuevas democracias del cono sur: cambios y continuidades 1996 Julio Pinto, Introducción a la ciencia política 1996 Horacio Tarcus, El marxismo olvidado en la Argentina 1996 CésarTeach y Hugo Quiroga (comps.), A veinte años del golpe con memoria democrática 1996 María de los Angeles Yaniiuzzi, Política y dictadura 1997 Carlos Nino, Juicio al mal absoluto. Los fundamentos y la historia del juicio a las juntas del Proceso 1997 Mario Serralero, Reelección y sucesión presidencial 1997 Carlos Strasser, Reelección, democracia y soberanía popular 1998 Natalio Botana, El siglo de la libertad y el miedo 1998 Andrés Cisneros y Carlos Escudé (dirs) Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina 1998 Arturo Fernández y Silvia Gaveglio (comps.)Algunos desafíos políticos e internacionales de nuestra época 1998 Daniel García Delgado, Estado-nación y globalización. Fortalezas y debilidades en el umbral del tercer milenio 1998 Eugenio Kvaternik (comp.) Elementos para el análisis político. La Argentina y el cono sur en los 90 1998 Hipólito Orlandi (comp.), Las instituciones políticas de gobierno 1999 Carlos Altamirano (comp.), La Argentina en el siglo XX 1999 José Aricó, La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América latina 1999 Isidoro Cheresky, La innovación política 1999 Andrés Cisneros y Carlos Escudé (dirs.), Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina (tomos VII a X) 1999 Mario Scrrafero, El poder y su sombra los vice presidentes 1999 Carlos Strasser, Democracia y desgualdad. Sobre la “democracia real” a fines del siglo XX 2000 Liliana De Riz, La política en suspenso 2000 Ernesto López y Scott Mainwaring, Democracia: discusiones y nuevas aproximaciones 2000 Marcos Novaro, Representación y liderazgo en las democracias contemporáneas 2000 José Nun, Democracia. ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? 2000 Oscar Oszlak, Estado, sociedad. Las nuevas reglas del juego. Vol II 2000 Julio Pinto, Carl Schmmitt y la reivindicación de la política 2001 Gerardo Aboy Carlés, Las dos fronteras de la democracia argentina 2001 Carlos Altamirano, Peronismo.v cultura de izquierda 2001 Ernesto Calvo y Juan Manuel Abal Medina (comps.), El federalismo electoral argentino 2001 Javier Auyero, La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo 2001Rut Diamint, Democracia y seguridad en América Latina 2001Vicente Massot, El poder de lo fáctico 2001 María Matilde Ollier, Las coaliciones políticas en la Argentina. El caso de la Alianza 2002 Javier Auyero, La protesta. Retrato de la beligerancia popular en la Argentina democrática. 2002 Arturo Fernández (comp.), La ciencia política en la Argentina 2002 Enrique Peruzzotti y Catalina Smulovitz, Controlando la política. Ciudadanos y medios en las nuevas democracias latinoamericanas

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CIENCIA POLÍTICA

DAVID EASTON

Este artículo proporciona una introducción general a la disciplina de

la ciencia política. Los temas más importantes de esta disciplina se estudian

bajo los epígrafes ADMINISTRACIÓN PÚBLICA; COMPORTAMIENTO POLÍ-

TICO, ANÁLISIS DEL DERECHO INTERNACIONAL; DERECHO PÚBLICO;

POLÍTICA, ESTUDIO COMPARADO DE LAS RELACIONES INTERNACIONA-

LES; TEORÍA POLÍTICA. Para las aportaciones individuales al desarrollo de

la disciplina, Véase las biografías de BAGEHOT; BARNARD; BEARD; BENT-

HAM; BENTLEY; BRECHT; BRYCE; COKER; CONDORCET; FOLLETT;

GOODNOW; HELLER; KEY; LINDSAY; LIPPMANN; LOWELL; MAINE,

MARX, MERRIAQM; MICHELS; MILL; MOSCA; OSTROGORSKI; PARETO;

RICE; RICHARDSON; SCHMITT, TOCQUEVILLE; WALLAS; WEBER; MAX;

WILLOUGHBY; WILSON. Información complementaria procedente de otras

disciplinas puede encontrarse en ANTROPOLOGÍA POLÍTICA; SOCIOLOGÍA

POLÍTICA.

La situación de la ciencia política mediando el siglo XX es la de una discipli-

na en busca de su propia identidad. Como resultado de los esfuerzos hechos

para resolver esta crisis de identidad, ha afirmado su voluntad de constituirse

como una disciplina autónoma e independiente con estructura teórica sistemá-

tica propia. El factor que más ha contribuido a ello ha sido la recepción e inte-

gración en profundidad de los métodos científicos.

El prolongado fracaso de la ciencia política para hacer valer cierta unidad

fundamental del objeto de la disciplina condujo a algunos investigadores a ne-

gar que pudiera llegar jamás a constituir un campo de investigación autónomo

en coordinación con otras ciencias sociales, tales como la sociología, la antro-

pología y la psicología. Se mostraban más bien inclinados a incluirla en la ca-

tegoría de una ciencia aplicada, en la cual los conceptos teóricos formados en

las otras ciencias sociales se aplicaban al estudio de las instituciones políticas.

Pero esta valoración de la condición teórica de la ciencia política es en buena

medida resultado de la incapacidad para percibir la profunda revolución que se

ha operado en la disciplina, especialmente desde la segunda guerra mundial.

En estos decenios, la ciencia política ha dado algunos pasos firmes y seguros

hacia su propia reconstrucción como disciplina teórica.

Durante muchos siglos, desde la antigüedad clásica hasta casi fina-

les del siglo XIX, el estudio de la vida política no constituyó una disciplina en

sentido estricto, sino un cúmulo de influencias heredadas. Sólo retrospectiva-

mente, cuando los criterios modernos se han impuesto sobre el pensamiento

de los filósofos sociales del pasado, es posible identificar sus preocupaciones

intelectuales como parte de lo que hoy día hemos dado en llamar ciencia polí-

tica. Como consecuencia de ello, para la época en que la ciencia política adop-

tó la forma de disciplina académica independiente, había adquirido un carácter

profundamente sintético; su objeto parecía consistir en una colección de temas

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vagamente a lo largo de los siglos. Exteriormente, todo lo que parecía unir es-

tos intereses era su relación común con ciertas instituciones y prácticas políti-

cas.

Si examinamos la historia de la reflexión política en los últimos 2500

años, descubrimos que, en su mayor parte, los asuntos que predominaron en

el pensamiento de aquellos filósofos sociales que se ocuparon de los asuntos

políticos reflejaban, de modo perfectamente natural, los problemas más impor-

tantes del momento. Con el transcurso del tiempo estos temas se fueron acu-

mulando, de modo que cuanto más maduró la ciencia política como empresa

intelectual mayor fue el volumen y variedad de los temas que abarcaba. A me-

diados del siglo XX, la disciplina amenazaba con venirse abajo, debido al

enorme esfuerzo que suponía el establecer un orden lógico y coherente en un

bamboleante montón de conocimientos sobre los más variados asuntos.

Hubo entonces, sin embargo, señales claras de que la forma tradi-

cional de seleccionar los problemas para la investigación amenazaba con

cambiar radicalmente. Una cuestión molesta había empezado a acosar muy en

serio a quienes cultivaban lo que por aquel entonces se había convertido en

una disciplina muy especializada. ¿Es en verdad la ciencia política únicamente

una disciplina sintética, cuyo contenido no es más que una mezcla de aquellos

temas que dicta la necesidad histórica? ¿Es la ciencia política algo más que

una simple peripecia histórica que ha cristalizado todo cuanto ha pensado el

hombre en torno a las instituciones políticas o gubernamentales, sin que sea

posible llegar a una definición más profunda o precisa? ¿O es posible afirmar

que, en algún sentido, es una disciplina teórica con una entidad intelectual

susceptible de definición?

Su objeto

Dos clases de criterios muy diferentes han surgido en el último siglo

para diferenciar la vida política de todos los demás aspectos de la sociedad y,

por tanto, para aislar el objeto de la ciencia política. De un lado, se ha tratado

de definir la vida política en función de las instituciones a través de las cuales

halla expresión; de otro lado, se ha centrado la atención en la actividad o com-

portamiento que plasma en las instituciones en cuanto formas históricas parti-

culares. Desde el primer punto de vista, la ciencia política ha sido definida, no

muy profundamente, como el estudio de las instituciones gubernamentales (o

políticas) o como es estudio del Estado. Desde el segundo punto de vista, que

no ha tenido muy amplia aceptación hasta bien entrado el siglo XX, se ha defi-

nido como el estudio del poder o del proceso de adopción de las decisiones.

Criterios institucionales. Pueden distinguirse dos planteamientos.

Instituciones gubernamentales Hasta la fecha, la forma más frecuente de des-

cribir el objeto de la ciencia política ha consistido en considerarla como el es-

tudio de las instituciones políticas o gubernamentales (Bentley, 1908; Truman

1951). No obstante, es al menos provechosa, puesto que abandona casi por

completo a la intuición la labor de separar las instituciones políticas de todas

las demás instituciones. [Véase GOBIERNO]

Por lo que se refiere a la formalización conceptual del objeto, este

planteamiento incurre en una petición de principio. No nos ayuda a diferenciar

las instituciones políticas o gubernamentales de las restantes. Nos deja en la

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misma oscuridad de siempre en cuanto al objeto de la ciencia política, es decir,

a merced de nuestra intuición. Este modo de orientarse en la ciencia política

equivale a renunciar prácticamente a cualquier esfuerzo para elevar el nivel

teórico de la disciplina. Su contenido dependerá en cada momento del con-

senso manifiesto, pero impreciso, de cada generación de politólogos.

El Estado. De todas las formalizaciones conceptuales del objeto de la ciencia

política, la del “Estado” es la que ha tenido una historia más larga. En cuanto

método de orientar la reflexión política, sus orígenes están enterrados en los

siglos XVI y XVII. Se suele citar a Maquiavelo como uno de los primeros que

emplearon el término, pero es dudoso que su hallazgo le pertenezca. Lo cierto

es que, a lo largo de aquellos siglos, el término se impuso poco a poco como

sustituto de otros anteriores que se utilizaban para referirse a entidades políti-

cas importantes, tales como reino, tierra principado, comunidad, república,

dominio e imperio (Mc.iVER 1926).

La larga tradición del Estado como concepto político básico consti-

tuye más bien una prueba de la influencia de los intereses políticos prácticos

sobre los puntos de vista del investigador que del valor del concepto para la

comprensión de la vida política. En realidad, su escaso valor para la teoría se

ha puesto tan de manifiesto desde la segunda guerra mundial que su uso pro-

fesional se ha reducido muchísimo (Easton 1953). A fines de análisis e investi-

gación, los estudiosos han despojado al término de la mayor parte de lo conte-

nido; ha quedado reducido simplemente a un armazón conceptual, vacío de

significado y de valores, que sirve para identificar a los actores de la escena

internacional. En su lugar, ha aparecido ¨sistema político¨, un concepto que

encierra pocas resonancias políticas. (Véase ESTADO, artículo sobre EL

CONCEPTO)

Criterios funcionales. Ante las limitaciones teóricas inherentes a

los conceptos institucionales, no ha de sorprendernos que se intentase elabo-

rar nuevos métodos con los que describir las variables más importantes de la

ciencia política. Lo poco satisfactorio del enfoque institucional ha dado origen

a cierto número de interpretaciones que tienen al menos una cualidad en co-

mún: todas ellas identifican el objeto de la ciencia política como una especie

de actividad, comportamiento o, en sentido amplio, función. Aunque algunas

definiciones de este género tuvieron su origen en el siglo XIX, sólo a mediados

del siglo XX han sido reconocidas como en método superior al institucional.

La especificación de la función política en una sociedad permite a

los politólogos generalizar su objeto de estudio. Este no se ve ahora limitado

en ningún sentido por las estructuras e instituciones históricas variables a tra-

vés de las cuales las actividades políticas se manifiestan, ya sea en forma de

Estados altamente centralizados, de sistemas tribales indiferenciados o de sis-

temas internacionales de organización difusa.

Poder. Durante el siglo XIX, la formalización conceptual de la ciencia política

como estudio del Estado había alcanzado su zenit en la Staaslehre (teoría del

estado) escuela de pensamiento político de los teóricos de la escuela alema-

na. Su característica principal era acotar el estudio de la política al Estado,

concebido éste como un cuerpo de normas constitucionales formales. De este

modo, la ciencia política se convirtió en un árido formalismo jurídico que se

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apartaba por completo de la realidad social y, a veces, incluso parecía perder

el contacto con la propia realidad jurídica.

Quienes se oponían a esta escuela concebían al Estado no como

un cuerpo de normas jurídicas, sino como una serie de grupos sociales en

competencia constante por el poder con sus propios medios. Por ejemplo,

Marx, Treitschke (1897-1898) y los primeros sociólogos políticos, como Gum-

plowicz (1885), Ratzenhofer (1893) y Oppenheimer (1907), consideraron la

fuerza y el poder, especialmente en la lucha y el conflicto entre los grupos o

clases, como una dimensión propia de las relaciones políticas. En Estados

Unidos se tardó algún tiempo en acertar esta orientación, aunque sólo fuera

debido a que iba unida a corrientes filosófico-sociales europeas que se consi-

deraban inaceptables. Hacia 1930, sin embargo, Catlin (1930) y Merriam

(1934) propusieron interpretar la política como una serie de relaciones de po-

der, y a ellos se unieron en seguida muchos otros Lasswell 1936; Laswell y

Kaplan 1950, Key 1942).

Como perspectiva para el análisis de los fenómenos políticos, el

poder ha mostrado su eficacia para romper los muros del método institucional

y abrir un nuevo camino que conduce a una formalización conceptual funcional

de la ciencia política. Se ha gastado gran cantidad de tiempo y de energía en

describir y definir las relaciones de poder entre individuos, grupos y naciones

y, en el seno de los sistemas políticos nacionales, entre comunidades locales y

organizaciones. Ello ha exigido la atención de todas las disciplinas. Ahora

bien: en cuanto objeto de una ciencia, el poder presenta un enorme inconve-

niente. A pesar de todos los esfuerzos, la idea de poder sigue estando oculta

por una espesa nube de ambigüedad. Se ha insinuado que quizá ya no sea el

momento para plantearse seriamente la cuestión de si las ciencias sociales no

deben abandonar enteramente la idea como concepto valioso desde el punto

de vista de los fines que persigue directamente el análisis y la investigación

(March, 1966).

Pero quizá deseemos adoptar una actitud más optimista. Cabe pen-

sar que la imposibilidad de lograr una clara comprensión del contenido del po-

der es resultado de una investigación insuficiente o de unos instrumentos de

análisis inadecuados, pero susceptibles de perfeccionamiento, antes que del

carácter excesivamente global del propio término. En tal caso, tropezaríamos

aún con otras barreras conceptuales infranqueables para el empleo del poder

como concepto orientador. Incluso con un significado determinado y preciso, el

poder seguiría siendo, sin embargo, excesivamente restringido y amplio a la

vez para describir, aunque sea superficialmente, los límites de la investigación

política.

Es excesivamente limitado, debido a que la interacción política, en-

tendida está en el sentido en que normalmente se usa, encierra algo más que

el control de una persona o de un grupo por otro, o los esfuerzos para influirse

recíprocamente. Es evidente que el poder aparece en todas y en cada una de

las interacciones políticas. Sin embargo, la relación política puede abarcar

también otras dimensiones, y es probable que descuidemos estas ante el peli-

gro de no lograr una adecuada comprensión de la situación.

La descripción de la política como estudio del poder constituye a la

vez una definición excesivamente amplia. Los conflictos que origina el control

se producen en todos los sectores de la vida, no sólo en el político. Un padre

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tiene poder sobre su hijo; un sacerdote, sobre sus feligreses; un amigo sobre

otro; una compañía sobre sus empleados. Si lo deseáramos podríamos consi-

derar políticas todas estas relaciones de poder. En tal caso, bastaría nuestro

deseo para convertir el estudio de la política en la búsqueda de una teoría ge-

neral del poder aplicable a todas las relaciones sociales.

Pero si nos decidiéramos a hacer esto, todavía nos quedaría una

cuestión sin resolver. Normalmente muchas de estas relaciones de poder pa-

recer quedar al margen de la más amplia concepción del cuadro de referencia

de la ciencia política. El control del padre sobre su hijo rara vez se considera

político, excepto en sentido analógico. Ahora bien, si se concede y acepta que

existen ciertas situaciones de poder que no son políticas habríamos de idear

criterios para distinguir el poder político de los restantes tipos de poder, pa-

terno, económico, religioso, etc. De este modo, nos hallaríamos otra vez en el

punto de partida, es decir, a la búsqueda de un criterio viable para identificar lo

político.

A lo sumo, una teoría general del poder social sería útil para proyec-

tar la luz sobre las propiedades de las relaciones de poder en un marco polít i-

co. Pero, aparte de esto, no nos servirá para lograr una formalización concep-

tual de las relaciones políticas en su conjunto (Véase PODER)

Adopción de decisiones Hacia mediados de siglo XX apareció una variante

importante y popular del tema del poder en cuanto objeto de la ciencia política.

Según esta concepción, el poder adquiere significado porque conduce al con-

trol de los procesos a través de los cuales se adoptan y ejecutan las decisio-

nes públicas. Esta interpretación penetró rápidamente en la disciplina. Se ha

llegado así a la interpretación directa de la vida política con una serie de rela-

ciones a través de las cuales se formulan y ejecutan las decisiones o los pro-

gramas políticos. El componente del poder queda en segundo plano, como un

simple factor condicionante de las decisiones.

La descripción de la ciencia política como el estudio de la elabora-

ción de la política pública se ha extendido tanto, sobre todo en la ciencia políti-

ca norteamericana, y se ha convertido hasta tal punto en el aparato intelectual

normal y, a veces, no explícito de la mayor parte de los estudiosos de la políti-

ca que su introducción como concepto básico ya no puede asociarse con una

sola persona o grupo determinado. Se pueden hallar sus orígenes en la obra

de Carl Schmitt en Alemania, donde surge como respuesta a los años de inde-

cisión que siguieron a la primera guerra mundial (véase SCHMITT). En aquella

época, sin embargo, la idea produjo poco impacto en la ciencia política aca-

démica; ha sido solo gracias a los esfuerzos realizados por los teóricos norte-

americanos de la organización, en el decenio de 1940, que se ha puesto de

relieve su significado general para la investigación y el análisis políticos.

Desde sus primeros pasos en el área del comportamiento de la or-

ganización, el estudio de la elaboración de decisiones se ha extendido virtual-

mente a todos los sectores de la investigación política. En realidad, su empleo

por parte de la ciencia política revela la penetración aún más amplia de la idea

de la adopción de decisiones en el conjunto de las ciencias sociales. La adop-

ción de decisiones ha demostrado ser una de las ideas primordiales de los de-

cenios posteriores a la segunda guerra mundial, y pocas formalizaciones con-

ceptuales de la ciencia política pueden permitirse el lujo de ignorarla por com-

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pleto. (Véase DECISIONES, PROCESO DE ADOPCIÓN DE, artículo sobre

ASPECTOS POLÍTICOS).

Pero por muy importante que sea el punto de vista de la decisión

para comprender el menos un componente del proceso político, las decisiones,

al igual que el poder, son también características de las demás esferas de la

vida social. Un comportamiento decisorio semejante tiene lugar también en

organizaciones tales como los sindicatos, las sociedades anónimas, las igle-

sias y las familias, así como en el sistema político. Por eso, la mera definición

de la ciencia política como el estudio de la adopción de decisiones proporciona

poca ayuda en la diferenciación de las decisiones políticas de otras decisio-

nes. La afirmación de la adopción de decisiones sociales, la cual indudable-

mente proyectaría cierta luz sobre nuestra comprensión del proceso de adop-

ción de decisiones en un contexto político, pero seguiríamos necesitando un

criterio según el cual separar las decisiones políticas de otros tipos de decisio-

nes. El concepto en sí mismo es insuficiente para esbozar, aunque sea muy

por encima, la serie de datos que cualquier descripción básica de la ciencia

política habría de abarcar.

El sistema político. En su conjunto, los esfuerzos para describir la amplia

gama de temas de la ciencia política apenas han resultado fructíferos en los

primeros decenios del siglo XX. Las definiciones institucionales basadas en el

gobierno y el Estado sirven solamente para definir algo desconocido, la ciencia

política, por medio de otras cosas desconocidas. Las formalizaciones concep-

tuales funcionales basadas en el poder y en la adopción de decisiones exce-

den la temática que los politólogos estarían dispuestos, al menos intuitivamen-

te, a incluir dentro de su disciplina.

Todo intento de descripción del objeto de la ciencia política tiene

algo digno de encomio, aunque solo sea porque ninguno de los métodos que

se proponen para explicar la unidad interna de cualquier disciplina es el único

posible o el único correcto. Cada sistema de formalización conceptual crea sus

propias vías muertas y abre sus propias y singulares ventanas sobre la real i-

dad política. La validez de toda definición formal dependerá de la medida en

que proporcione una descripción suficientemente general del objeto, de modo

que la temática que le ha sido propia en el pasado y en el presente, según es

aceptada por la mayor parte de los estudiosos, no quede excluida o, en el caso

de que así ocurra, conlleve una justificación teórica convincente.

No es más propio de los politólogos que de los sociólogos, los eco-

nomistas, los antropólogos o los psicólogos, el identificar su campo de interés

específico con el comportamiento total de una sociedad. Al contrario de todas

las interacciones sociales, la ciencia política puede abstraer solamente aque-

llos tipos que sus perspectivas teóricas le indican que son políticos por natura-

leza. En este sentido, la política como campo de estudio es analíticamente di-

ferente de las otras disciplinas. Por el mismo razonamiento, dado que cada

disciplina dirige su especial atención a un solo aspecto del conjunto total de

interacciones que llamamos sociedad, ninguna disciplina es “más fundamental”

que las otras ni tiene prioridad sobre las demás. En su propia situación teórica,

cada una representa un nivel equivalente de abstracción de la totalidad de las

interacciones en las que interviene el organismo biológico (Véase SISTEMAS,

ANÁLISIS DE)

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Podemos identificar más provechosamente las interacciones políti-

cas en una sociedad como su sistema político que como gobierno, Estado, po-

der o serie de procesos de adopción de decisiones. ¿Cómo vamos a distinguir

este sistema de otros sistemas de comportamiento, tales como el religioso, el

económico, el psicológico y el cultural? Al responder esta pregunta, obtendre-

mos simultáneamente una formalización conceptual, inicial y somera, de la

ciencia política que puede servir de punto de partida para configurar la ciencia

política como una disciplina teóricamente autónoma e independiente.

Podemos describir el sistema político como el comportamiento o

serie de interacciones a través de los cuales se hacen y se cumplen en nombre

de una sociedad los repartos investidos de autoridad (o decisiones vinculantes)

(Easton, 1953; 1965a; 1965b). Las inferencias de esta breve definición son

enormes y solo podemos examinar aquí las más salientes.

Los repartos de bienes investidos de autoridad. La escasez prevalece en

todas las sociedades. Este es un punto de partida fundamental para el análisis

político. No hay suficientes bienes (cosas valiosas) para satisfacer las necesi-

dades de los miembros de una sociedad. Se trata de un postulado tan especial

para la política como para la sociología, la antropología y la economía. Son

inevitables las diferencias y los conflictos sobre unos bienes cuya oferta es

limitada. En la mayor parte de las controversias, los miembros de todas las

sociedades son capaces de negociar soluciones de modo independiente, sin

necesidad de que intervenga ningún organismo especial que hable en nombre

de la sociedad. La integración del comportamiento social es, en gran parte,

consecuencia de la interacción independiente de sus miembros dictada por su

personalidad, por la estructura social y por la cultura. Gracias a tal comporta-

miento autónomo, son capaces de concertar sus diferencias, con independen-

cia de que la resolución resulte aceptable o desagradable a los participantes.

Pero, en todas las sociedades, hay siempre algunas cosas valiosas

acerca de las cuales surgen diferencias que no puede negociarse fácilmente

por parte de los propios miembros. En estos casos, siempre descubrimos de

modo empírico que han surgido instituciones o procesos especiales para hacer

posible la imposición de una solución. Sin la existencia de tales expedientes

específicos a disposición de la sociedad, su integración puede verse amena-

zada. Además, la acción con fines colectivos podría verse menoscabada, sino

eliminada. Si la sociedad se propone alcanzar algunos objetivos que requieren

el esfuerzo o los recursos combinados de una parte o de todos sus miembros,

han de encontrarse ciertos expedientes para organizar y dirigir sus energías.

Hay que reconciliar o regular las diferencias, de modo que llegue a ser posible

la acción encaminada a un fin en nombre de la sociedad. Esto exige algo más

que el simple establecimiento y el mantenimiento del orden, aunque este pue-

de ser y ha sido casi siempre un objetivo primordial. Pero con independencia

de cuáles sean los fines perseguidos, lo cierto es que cada sociedad ha idea-

do algunos sistemas para regular las diferencias y para coordinar los esfuer-

zos de sus miembros.

Una forma de conseguirlo consiste en invocar la fuerza en nombre

de la sociedad. Otras consisten en el uso de la persuasión, la manipulación, la

mediación ad hoc y otros expedientes semejantes. La debilidad de estos méto-

dos consiste en que no ofrecen procedimientos estables y regulares a través

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de los cuales puedan ser negociados los conflictos sobre las cosas valiosas,

cuando los miembros no son capaces de llegar a una solución autónoma.

Los medios regulares y estables para hacer frente a una situación

de este tipo requieren por lo menos dos cosas: en primer lugar, estructuras y

procedimientos para llevar a cabo las decisiones y las acciones relacionadas

con ellas -podemos llamarlos repartos-, gracias a las cuales es posible reducir

o regular las diferencias, y, en segundo lugar, cierta garantía de que, con toda

probabilidad, a estas decisiones y acciones (repartos) les será reconocida au-

toridad. Es decir, los resultados de los esfuerzos realizados para regular las

diferencias deben contar con una probabilidad relativamente grande de ser

aceptados como vinculantes.

En las sociedades diferenciadas desde el punto de vista estructural,

la adopción y cumplimiento de las decisiones con las que los miembros están

de acuerdo se asigna normalmente a instituciones especiales que se conocen

ahora como “gubernamentales”. Pero en las sociedades pequeñas y poco evo-

lucionadas, donde las estructuras no están diferenciadas no especializadas,

tales tareas se llevan a cabo generalmente por personas que desempeñan

papeles sociales que no pueden ser descritos como gubernamentales ni en

sentido estricto ni en sentido amplio. Un jefe de clan, en una sociedad tribal,

puede ser jefe religioso, regulador de la caza (director económico) y cabeza de

familia, a la vez que negociador supremo de las disputas no reguladas por los

propios miembros.

Por tanto cabe esperar que en toda sociedad vamos a encontrar

aquellos tipos de interacciones cuyo objetivo principal consiste en influir y mo-

delar el procedimiento a través del cual los repartos de valores hechos por la

autoridad (decisiones y acciones) se llevan a cabo en nombre de la sociedad.

Son estas interacciones, tomadas colectivamente, las que constituyen el com-

portamiento al cual se refiere el término “sistema político”; es el estudio de

esas interacciones el que proporciona el objeto de la ciencia política. Hemos

de examinar cada uno de los términos que componen la frase “repartos de va-

lores investidos de autoridad en nombre de la sociedad” si queremos com-

prender todas sus inferencias.

La política gira en torno a los repartos. El reparto distribuye cosas

valiosas entre los miembros de una sociedad. Al proporcionar seguridad, un

policía colabora en repartir dicho valor en forma diferente a como habría sido

repartido sin su presencia; haciendo carreteras, un gobierno ofrece un benefi-

cio a sus usuarios e impone una privación a los demás contribuyentes, para

quienes la carretera quizá no represente ninguna ventaja. Un reparto puede

presentarse en tres formas enormemente diferentes: cuando una decisión o

acción impide a un miembro conservar un valor que ya poseía; cuando le impi-

de obtener uno que quería poseer; cuando le permite acceder a un valor que,

de otro modo, podría haber obtenido. En general, un reparto adjudica benefi-

cios o impone privaciones en forma diferente de lo que hubiera sido de no

existir las actividades de reparto.

Un reparto de valores puede ser formal. En los sistemas políticos

modernizados, los repartos asumen la forma de leyes, sentencias y ordenan-

zas administrativas. También en estos sistemas, los repartos pueden no ser

formales, tal sería el caso de un acto administrativo que modificara sustancial-

mente una ley en el proceso de su aplicación. Pueden ser también no formales

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en las sociedades primitivas, donde un consejo de ancianos puede aceptar

como expresar un consenso difuso sobre lo que debe hacerse, y los miembros

responsables de la tribu o el clan pueden sentirse impelidos por la costumbre a

llevar a cabo las acciones necesarias. El control sobre los repartos pude estar

difundido a través de toda la sociedad, como en una democracia directa, o

puede estar en manos de unos pocos, como en el caso de una autocracia. Los

repartos pueden beneficiar a todos los miembros de un sistema o únicamente

a unos pocos poderosos. En ambos casos se ha producido una redistribución

de bienes en el sentido a que nos referimos aquí.

Pero los repartos tienen lugar en todas las esferas de la vida. La

propiedad característica de un reparto en el sistema político consiste en que,

por regla general, es muy probable que a las decisiones y las acciones se les

reconozca autoridad. Si no es así, o bien el sistema está a punto de derrum-

barse, o bien sus miembros no se hallan en mejor situación de la que tendrían

fuera de un sistema político. En este caso, no se satisfacen lo que podemos

suponer que son las condiciones de todo arreglo político en cualquier socie-

dad.

Decir que a un reparto se le reconoce autoridad no significa necesa-

riamente que sea aceptado legítimamente. Puede llegarse a esta conclusión

solo en el caso de que consideremos equivalentes autoridad y legitimidad,

identidad posible, pero no necesaria. Así, un usurpador totalitario puede repar-

tir valores mediante los procesos políticos correspondientes, aunque una ma-

yoría de sus miembros del sistema considere su poder ilegítimo. Pero, por

miedo a las consecuencias, pueden aceptar el carácter vinculante de sus deci-

siones. En la medida en que exista una probabilidad muy cualificada de que la

mayor parte de los miembros reconozcan carácter vinculante a una decisión,

así como a las acciones ejecutivas correspondientes, la decisión goza de auto-

ridad.

Existen numerosas razones en virtud de las cuales los miembros

reconocen autoridad a los repartos. Pueden hacerlo por tradición e inercia, por

afecto a los gobernantes, por miedo a la violencia en caso de desobediencia,

por interés propio, o por lealtad. Pero, como ocurre con frecuencia, la obedien-

cia puede ser el resultado de una intensa convicción de que es justo y conve-

niente obedecer a quienes adoptan las decisiones y las llevan a efecto, es de-

cir, de que son legítimas. En este uso del concepto “investido de autoridad”, la

legitimidad no es más que una motivo para reconocer dicha cualidad a un acto.

Con independencia de los motivos que mueven a considerar que una decisión

y las acciones presuponen autoridad, lo que diferencia a los repartos políticos

de otros tipos de repartos es el hecho de que a ellos va unido este sentido de

apremio (véase LEGITIMIDAD).

Ahora bien, a la ciencia política no le interesan esencialmente todos

los repartos, incluso aunque se les reconozca autoridad. En toda organización,

además del sistema político, existen otras personas cuya ocupación consiste

también en adoptar y cumplir decisiones que los miembros de la organización

consideran vinculantes. Si lo deseamos, podemos ampliar y volver a definir el

alcance de la ciencia política, de modo que abarque el estudio de los repartos

“autoritativos” donde quiera que se encuentren. En este caso, la adopción de

decisiones vinculantes en una familia, una iglesia, un sindicato, una herman-

dad o una sociedad anónima constituirían fenómenos básicos de la investiga-

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ción política. Pero existe un procedimiento más útil y teóricamente más eco-

nómico de plantear el problema, sistema que nos permitirá obtener todos los

beneficios de la investigación sobre los repartos “autoritativos” donde quiera

que se presenten y que incluso diferenciará claramente el reparto político co-

mo un tipo analítico diferente de los demás repartos.

Desde un punto de vista teórico, nos mantendremos más próximos

al pensamiento político tradicional si limitamos el concepto “político” a aquellos

repartos “investidos de autoridad” que se dan en una sociedad, con exclusión

de aquellos que se dan solo en una organización dentro de la sociedad. Es

decir, en tal caso, hemos de dedicar nuestra atención a aquellos repartos que

normalmente se acepten como vinculantes por la mayor parte de los miembros

de la sociedad, tanto si estos se ven realmente afectados o no. No ocurre así

con las decisiones y acciones vinculantes efectuadas por las organizaciones

que existen en la sociedad. Lo que se requiere aquí es que a tales repartos se

les reconozca autoridad únicamente por los miembros que constituyen la orga-

nización; los demás miembros de la sociedad no tienen por qué considerarse

vinculados en ningún sentido. Así, los repartos políticos, en el sentido complejo

en que los tomamos aquí, son societarios en su alcance y consecuencias. De-

bido a esto y a las funciones sociales que cumplen, las sanciones formales y

especiales, como el uso de la fuerza, se suelen relacionar con ellos. Pero es

una relación típica, no necesaria, en los sistemas políticos (Schapera 1956).

Esta formalización conceptual de la ciencia política no debe pasar

por alto el hecho evidente de que en otros tipos de organizaciones también se

llevan a cabo repartos investidos de autoridad y que el estudio de los procesos

que los rodea supondrá una inestimable ayuda para la comprensión de proce-

sos similares dentro del sistema político de la sociedad. Si quisiéramos, po-

dríamos describir aquellos aspectos de las organizaciones voluntarias, de las

familias, de los linajes o de los grupos de interés que determinan el modo en

que se adoptan y ejecutan las decisiones vinculantes para esos grupos como

sus sistemas políticos. Distinguiríamos entonces entre los sistemas políticos

organizacionales y el sistema político societario,

Puede asegurarse que los politólogos se han interesado por los

grupos internos de tales grupos y organizaciones, al menos, por dos razones.

En primer lugar, en la mayor parte de las sociedades, tales grupos ejercen al-

guna influencia sobre el modo en que se formulan las decisiones vinculantes,

sobre su contenido y sobre su ejecución. Pero aquí se trata de un interés se-

cundario, cuyo origen hay que buscarlo en la hipótesis según la cual no pode-

mos comprender los repartos “autoritativos” en una sociedad sin estar comple-

tamente familiarizados con el funcionamiento interno de los grupos que influ-

yen en estos repartos. Una segunda razón estriba en que estas organizacio-

nes y unidades sociales se parecen mucho a los sistemas políticos, al menos

como microcosmos. Podemos incluso considerarlas como sistemas PARAPO-

LÍTICOS, cuyo estudio comparativo puede ayudar a proyectar luz sobre el pro-

ceso político de una sociedad más amplia (Easton 1965a). Pero el hecho de

reconocer su importancia para la investigación política no significa de ninguna

manera que se las equipare al objeto que constituye el centro de atención de

la ciencia política, es decir, el sistema político.

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Áreas resultantes de investigación. Las áreas de investigación que dimanan

de esta descripción no pueden detallarse aquí. En general, abarcarán todas

las estructuras, procesos y actividades más o menos relacionadas con la ela-

boración y realización de los repartos investidos de autoridad en una sociedad.

Pero no podemos saber de antemano cuáles son exactamente en unas deter-

minadas circunstancias históricas. Variarán según el tipo de sistema político y

el período histórico en estudio. Esta conclusión pone de relieve la insensatez

que supone el tratar de describir el objeto de la ciencia política en función del

tipo de instituciones que existen en un momento histórico dado.

No obstante, resulta aleccionador admitir que ninguna de las estruc-

turas y procesos variables en que centraba su atención la ciencia política a

mediados del siglo XX ha de omitirse en la formalización conceptual de la dis-

ciplina que aquí se propone. Así, en los sistemas primitivos, en los que apenas

se da diferenciación de la estructura política, ciertas estructuras sociales gene-

rales, tales como grupos de parentesco, consejos de linaje, jefe de aldea, jefes

supremos, pandillas de amigos y bandas de guerra son la mayor importancia

para poner de manifiesto el modo en que se adaptan y se llevan a cabo deci-

siones vinculantes (véase ANTROPOLOGÍA POLÍTICA).

En las sociedades industrializadas y diferenciadas desde el punto

de vista estructural, los campos de investigación asumen un carácter igual-

mente especializado. Mediante el examen de ciertas estructuras variables dife-

renciadas, tales como cámaras legislativas, órganos ejecutivos, organizaciones

administrativas, partidos y grupos de presión, la ciencia política ha tratado de

explorar aquellos elementos del sistema político que influyen a la hora de de-

terminar quién hace los repartos, la naturaleza de los que emprenden y la for-

ma en que se llevan a cabo.

Mediante el estudio del comportamiento electoral los politólogos

tratan de identificar los tipos de problemas en torno a los cuales se discuten

los posibles repartos “autoritativos” y tratan de explicar el proceso de recluta-

miento de los responsables de las tareas diarias relacionadas con la elabora-

ción y realización de tales repartos (véase COMPORTAMIENTO ELECTO-

RAL). El derecho público examina el modo en que un sistema legaliza las de-

cisiones vinculantes según criterios jurídicos, contribuyendo así a que se les

reconozca autoridad en el sistema (véase DERECHO PÚBLICO). El estudio

comparado de la política centra su atención en aspectos similares de la vida

política, pero dentro de un marco cultural y social ajeno al origen nacional del

propio investigador (véase POLÍTICA, ESTUDIO COMPARADO DE LA). Las

relaciones internacionales orientan la atención de la ciencia política hacia

aquellas instituciones y estructuras a través de las cuales se adoptan y ejecu-

tan decisiones vinculantes en la relación que se establece entre sistemas polí-

ticos particulares. En este punto puede servirnos de ayuda concebir la interac-

ción entre sistemas políticos como una especie de sistema político en sí mis-

mo, en un plano superior de generalidad. Así considerados, los sistemas políti-

cos son subsistemas del sistema internacional, del mismo que los Estados fe-

derados o provincias pueden ser subsistemas de los llamados sistemas políti-

cos nacionales (véase RELACIONES INTERNACIONALES).

Los restantes temas corrientemente estudiados por la ciencia políti-

ca de mediados del siglo XX no quedan excluidos de nuestro concepto de la

ciencia política como el estudio de aquellas acciones más o menos directa-

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mente relacionadas con los repartos “autoritativos”. Así, la filosofía política re-

presenta aquella rama consagrada a la valoración ética de los repartos y de

las estructuras afines. También examina y valora, desde un punto de vista crí-

tico, el modo en que los filósofos intentaron esta tarea en el pasado. La teoría

empírica, en cambio, trata de sistematizar los propios procesos de investiga-

ción y de prestar un orden y una consistencia conceptuales a la disciplina co-

mo conjunto o a sus diversas partes. Le corresponde la tarea de elaborar, en

forma de teorías generales, explicaciones globales del modo en que se hacen

y se llevan a efecto los repartos “autoritativos” en una sociedad, así como ela-

borar, en forma de teorías parciales, interpretaciones del funcionamiento de

determinados sectores o dimensiones en los sistemas políticos (véase TEORÍA

POLÍTICA).

Pese a que este catálogo de los temas de interés para la ciencia

política es breve y formalista, demuestra que la definición de la disciplina que

se ha propuesta está en consonancia con toda la investigación a la que los

especialistas en la ciencia política se vienen dedicando. Esto no quiere decir

que los campos de estudio secundarios mencionados sean permanentes en

ningún sentido; desde el punto de vista histórico, o cierto es precisamente lo

contrario. Representan solamente un modo conveniente y modificables de di-

vidir la totalidad del campo con fines de investigación especializada. Lo impor-

tante es que la nueva formalización conceptual de los problemas clave de los

que se ocupa la ciencia política no excluye automáticamente la permanencia

de los problemas del pasado en la investigación política. Los incluye y los in-

tegra analíticamente, pero deja abierto el camino e invita a una nueva formula-

ción y desarrollo. (Continúa).

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Síntesis y traducción borrador

La Ciencia Política y los Tres Neo institucionalismos.

Peter A. Hall y Rosemary Taylor

Existen al menos tres aproximaciones analíticas diferentes que se denominan

“neo institucionalismo” que surgieron durante los últimos 50 años:

institucionalismo histórico, institucionalismo de la elección racional e

institucionalismo sociológico.

Aspectos en común: todas estas perspectivas fueron desarrolladas en reacción

a las perspectivas conductistas que fueron influyentes durante la década de los

60 y 70. Además, todas señalan la importancia que tienen las instituciones en la

determinación de los resultados sociales y políticos.

Cada uno analiza dos factores: cómo se construye la relación entre las

instituciones y los comportamientos, y cómo explicar el proceso a través del

cual las instituciones se originan y cambian.

Institucionalismo histórico

Se desarrolló en respuesta a las teorías de grupo (group theory) y al

estructural-funcionalismo prominente en la ciencia política durante la década de

los 60 y 70. Toma elementos de ambas, pero va más allá de ellas. De las

teorías de grupo, aceptan la idea que el conflicto entre grupos rivales por

recursos escasos permanece en el corazón de la política, pero buscan mejores

explicaciones para la distinción entre los resultados de la política nacional y las

desigualdades que marcan estos resultados.

También toman de los estructural funcionalistas la concepción por la cual ven a

la política como un sistema global de partes interactuantes. Sin embargo, no

concuerdan en considerar que los trazos sociales, psicológicos y culturales de

los individuos son los parámetros que manejan la operación del sistema. En

cambio, consideran la organización institucional de la política o de la economía

política como el principal factor que estructura el comportamiento colectivo y

genera resultados distintivos. Enfatizan el “estructuralismo” implícito en las

instituciones más que el “funcionalismo” de anteriores aproximaciones que

observan los resultados políticos como respuesta a las necesidades del sistema.

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El estructural funcionalismo y la teoría del conflicto de grupo (group conflict

theories) tienen variantes del pluralismo y del neo marxismo, y el debate acerca

de éste último jugó un rol especialmente influenciable durante la década del 70

en el desarrollo del institucionalismo histórico. En particular, llevó a muchos

institucionalistas históricos a mirar desde más cerca al estado, que ya no era

visto como un agente neutral en una competencia de intereses sino como un

complejo de instituciones capaz de estructurar el carácter y los resultados del

conflicto de grupos. A partir de entonces, comenzaron a explorar cómo otras

instituciones sociales y políticas (asociadas al capital y al trabajo) podrían

estructurar las interacciones para generar trayectorias nacionales diferentes. La

mayor parte de este trabajo consiste en comparaciones nacionales cruzadas de

la política pública, enfatizando el impacto de las instituciones políticas

nacionales estructurando las relaciones entre legisladores, intereses

organizados, el electorado y la magistratura.

¿Cómo definen a las instituciones los institucionalistas históricos?

Las definen como los procedimientos formales e informales, rutinas, normas y

convenciones de la estructura organizacional de la política o de la economía

política. En general, asocian las instituciones con las organizaciones y con las

reglas o convenciones promulgadas por organizaciones formales.

Cuatro características:

1. Consideran la relación entre instituciones y comportamientos individuales

en términos relativamente amplios.

2. Enfatizan las asimetrías de poder asociadas con la operación y desarrollo

de las instituciones.

3. Enfatizan la visión de la dependencia de trayectoria (path dependence)

4. Integran el análisis institucional con otros tipos de factores, como las

ideas.

1. La pregunta central para cualquier tipo de institucionalismo es: ¿cómo

afectan las instituciones en el comportamiento de los individuos? Después

de todo, es a través de las acciones de los individuos que las instituciones

tienen un efecto sobre los resultados políticos. El neo institucionalismo

provee dos tipos de respuestas a esta pregunta, que podrían enmarcarse en

el “enfoque del cálculo” o en el “enfoque cultural”. Cada una responde de

una forma diferente a estas tres preguntas: cómo se comportan los actores,

qué hacen las instituciones, y por qué las instituciones persisten en el

tiempo.

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Respecto a la primera pregunta, aquellos que adoptan el enfoque de cálculo

se focalizan en aquellos aspectos del comportamiento humano que son

instrumentales y basados en una estrategia de cálculo. Asumen que los

individuos buscan maximizar el logro de un conjunto de objetivos dado por

una función específica de preferencia y al hacerlo actúan estratégicamente,

lo cual quiere decir que recaban todas las opciones posibles para seleccionar

aquellas que tengan el mayor beneficio. En general, los objetivos o

preferencias de los actores están dados exógenamente en el análisis de las

instituciones.

Las instituciones afectan el comportamiento fundamentalmente al proveer a

los actores mayores o menores grados de certidumbre acerca del

comportamiento presente y futuro de los otros actores. Las instituciones

proveen información relevante acerca del comportamiento del resto, aplican

mecanismos para acuerdos, castigos para la defección, y similares. La

interacción estratégica juega un papel principal en dichos análisis.

El enfoque cultural sostiene que el comportamiento está moldeado por una

visión del mundo en particular. Tiende a observar a los individuos como

satisfactores, más que maximizadores de utilidades y enfatizan el grado en

que la opción de un curso de acción depende de la interpretación de la

situación más que de un cálculo puramente instrumental.

Las instituciones proveen matrices morales y cognitivas de interpretación y

acción. Las instituciones no sólo proveen información estratégicamente útil

sino que también afectan las identidades, las propias imágenes y

preferencias de los actores.

El enfoque de cálculo sugiere que persisten porque tienden al equilibrio

(teoría de los juegos). Cuanto más una institución contribuye a la resolución

de dilemas de acción colectiva, mayores son los beneficios que derivan del

intercambio, lo cual hará más fuerte a la institución.

La aproximación cultural explica la persistencia de las instituciones haciendo

notar que muchas de las convenciones asociadas a las instituciones sociales

no son objeto de la opción individual. Algunas instituciones son tan

convencionales o están tan dadas por sentado que es difícil que se

modifiquen por las acciones de un individuo.

El Institucionalismo histórico es ecléctico: utiliza ambos enfoques a fin de

explicar la relación entre las instituciones y la acción.

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2. La segunda característica del IH es el rol fundamental que tienen el poder

y las relaciones asimétricas de poder. Todos los estudios institucionales

tienen una relación directa con las relaciones de poder. El IH ha prestado

especial atención a la forma en que las instituciones distribuyen poder de

modo dispar entre los grupos sociales. Proclive a considerar un mundo en

donde las instituciones ofrecen acceso desigual al proceso de toma de

decisiones. Subrayan cómo algunos grupos pierden mientras que otros

ganan.

3. El IH tiene una visión particular del desarrollo de la historia. Sostiene que

las causalidades sociales están influenciadas por la dependencia de la

trayectoria (rechaza el postulado tradicional que sostiene que determinadas

fuerzas operativas generan resultados similares en todas partes). Por el

contrario, sostiene que el efecto de las fuerzas operativas estará mediado

por las características contextuales de una situación heredada del pasado.

4. Los institucionalistas históricos raras veces insisten en que las

instituciones son la única fuerza causal en la política. Integran otros

factores, principalmente el desarrollo socioeconómico y la difusión de ideas.

Algunos estudios prestaron especial atención a la relación entre instituciones

e ideas o creencias.

Institucionalismo de la Elección Racional

Inicialmente el institucionalismo de elección racional surgió de un estudio

del comportamiento en el Congreso americano. Esta perspectiva toma

elementos de la “nueva economía de la organización” la cual enfatiza la

importancia de los derechos de propiedad privada, la búsqueda de ganancia,

y los costos de transacción de la operación y desarrollo de las instituciones.

(Cf: Williamson, North, teorías de la agencia).

Cuatro características principales:

1. En general, proponen que los actores tienen un conjunto de preferencias

fijo, que se comportan instrumentalmente para maximizar la consecución

de dichas preferencias, y lo hacen de una forma estratégica que supone

un cálculo de gran alcance.

2. La política es considerada como una serie de dilemas de acción colectiva.

Los individuos actúan a fin de maximizar sus preferencias y al hacerlo

colectivamente producen un resultado subóptimo (dilema del prisionero,

etc.)

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3. Enfatizan el rol de la interacción estratégica en la determinación de

resultados políticos. Esto quiere decir, por un lado, que el

comportamiento de un individuo es conducido por un cálculo estratégico,

y no por fuerzas históricas impersonales, y por otro, que este cálculo

estará profundamente afectado por las expectativas sobre cómo

actuarán los demás. Las instituciones estructuran dichas interacciones,

afectando el rango y la secuencia de las alternativas o bien ofreciendo

información o mecanismos de control que reducen la incertidumbre

acerca del comportamiento de los otros y permite obtener “ganancias del

intercambio”. Ante la cuestión de cómo las instituciones afectan el

comportamiento individual, adhiere al enfoque de cálculo.

4. Frente a la cuestión de cómo se originan las instituciones, sostienen que

los actores crean instituciones para concretar sus ganancias a partir de

la cooperación. Por ende, el proceso de creación institucional gira en

torno al acuerdo voluntario de los actores relevantes; y una institución

persiste debido a que provee más beneficios a estos actores relevantes

que las formas institucionales alternativas.

Institucionalismo Sociológico

Surgió dentro del campo de la teoría de la organización, a fines de los 70.

Sostienen que aún las prácticas aparentemente burocráticas deben ser

explicadas en términos culturales. Tratan de buscar explicaciones a por qué

las organizaciones asumen un conjunto específico de formas institucionales,

procedimientos o símbolos.

Tres características:

1. Las instituciones son definidas no sólo como las reglas formales,

procedimientos o normas, sino también como sistemas simbólicos,

cognitivos y morales que conforman el “marco interpretativo” (frames of

meaning) que guía la acción humana. Dicha definición rompe con la

división entre “instituciones” y “cultura”.

2. Tienen una visión particular de la relación entre las instituciones y la

acción individual que tiene que ver con el enfoque cultural.

Algunos adhieren a la “dimensión normativa” del impacto de las

instituciones: en este caso las instituciones son asociadas a los “roles”

correspondientes a ciertas “normas de comportamiento”. Desde este

punto de vista, los individuos socializados en determinados roles

institucionales, internalizan las normas asociadas a esos roles, y es en

este sentido que las instituciones afectan el comportamiento individual.

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Otros adhieren a la “dimensión cognitiva” del impacto de las

instituciones: enfatizan la forma en que las instituciones influyen sobre el

comportamiento a través de la provisión de sistemas cognitivos,

categorías y modelos que son indispensables para la acción, sin los

cuales el mundo y el comportamiento de los otros no podría ser

interpretado. Las instituciones influyen sobre el comportamiento no sólo

porque especifica lo que uno debería hacer sino también lo que uno se

imagina haciendo en un determinado contexto. Aquí se observa la

influencia del constructivismo social. En tanto se actúa como lo especifica

la convención social, los individuos se constituyen simultáneamente en

actores sociales, involucrándose en actos sociales significativos y

reforzando la convención a la cual adhieren. Hay una estrecha relación

entre acción e interpretación. Lo que un individuo observa como “acción

racional” está socialmente constituido.

3. Respecto a cómo las instituciones se originan y cambian sostienen que

las organizaciones adoptan a menudo nuevas prácticas institucionales,

no como una propuesta de medios-fines eficiente, sino porque mejora la

legitimidad social de la organización o de sus participantes.

Comparando los Institucionalismos

El Institucionalismo Histórico utiliza tanto el enfoque de cálculo como el

enfoque cultural. Pero ser ecléctico tiene sus costos: en comparación a las otras

escuelas, ha prestado menos atención al desarrollo de una explicación acerca

de cómo las instituciones afectan exactamente el comportamiento, y algunos de

sus trabajos no especifican la cadena causal por la cual las instituciones afectan

el comportamiento que quieren explicar.

El Institucionalismo de Elección Racional, por el contrario, ha desarrollado una

concepción de la relación entre las instituciones y los comportamientos más

precisa. Sin embargo, tienen una visión relativamente simplista de la motivación

humana. Este enfoque no es tan aplicable ya que considera las preferencias y

objetivos de los actores como exógenos al análisis.

Sin embargo, han hecho grandes contribuciones, sobre todo resaltando algunos

aspectos claves de la política que a menudo fueron pasados por alto por otras

perspectivas, ofreciendo herramientas para analizarlas. Los miembros de esta

escuela subrayan que la acción política supone el control de la incertidumbre y

demuestran la importancia que tienen los flujos de información en las

relaciones de poder y en los resultados políticos. Quizás lo más importante es

que llaman la atención sobre el papel que tiene la interacción estratégica entre

los actores en la determinación de resultados políticos.

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El institucionalismo sociológico especifica las formas en las cuales las

instituciones pueden afectar las preferencias o identidades de los actores, algo

que los institucionalistas de la elección racional tomaban como algo dado.

Sostienen que incluso los “actores instrumentales” eligen sus estrategias a

partir de repertorios culturalmente determinados.

El institucionalismo de elección racional tiene un gran poder de explicación a la

hora de entender por qué las instituciones existentes persisten en el tiempo,

puesto que la persistencia de una institución depende a menudo de los

beneficios que ésta otorga. Sin embargo, este enfoque se ve limitada a la hora

de explicar los orígenes de las instituciones, debido a que es:

1. “Funcionalista”. Esto es, explica los orígenes de una institución en

términos de los efectos que le siguen a su existencia. El problema de

explicar la persistencia no debería ser confundido con el problema de

explicar el origen de la institución, uno no puede deducir los orígenes a

partir de las consecuencias. Además, no explica las ineficiencias que

tienen algunas instituciones, sobre acentuando la eficiencia que algunas

instituciones despliegan.

2. “Intencionalista”. En otras palabras, tiende a asumir que el proceso de

creación institucional es intencionado, generalmente bajo el control de

actores que perciben correctamente los efectos de las instituciones que

establecen. Son creados precisamente a fin de asegurar dichos efectos.

3. “Voluntarista”. Tienden a observar la creación institucional como un

proceso casi contractual marcado por el acuerdo voluntario entre actores

relativamente iguales o independientes.

Este enfoque precisaría de una teoría más contundente acerca de la dinámica

del equilibrio.

Estas consideraciones sugieren que, si bien el institucionalismo de la elección

racional tiene gran potencial para explicar por qué las instituciones persisten, la

explicación que ofrece se aplica sólo cuando se da una serie limitada de

parámetros.

Por el contrario, tanto el institucionalismo histórico como el sociológico

sostienen que las nuevas instituciones son creadas o adoptadas en un mundo

que ya está repleto de instituciones.

Los institucionalistas sociológicos se concentran en los procesos a través de los

cuales las nuevas instituciones “toman” patrones de las instituciones

preexistentes. Analiza la forma en que las instituciones existentes circunscriben

el rango de la creación institucional.

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Sin embargo, puede perder de vista que los procesos de creación o de reforma

de instituciones supone un choque de poder entre los actores con intereses

diferentes. A veces están tan focalizados en los procesos a nivel macro que los

actores involucrados en dichos procesos son dejados de lado, cayendo en un

análisis de “acción sin agentes”.

El institucionalismo histórico utiliza el mismo punto de partida, es decir, de un

mundo repleto de instituciones, para llegar a las formas en que las relaciones

de poder presentes en las instituciones existentes dan mayor poder a

determinados actores o intereses en la creación de nuevas instituciones. Sin

embargo, también adhieren a la concepción de la dependencia de trayectoria

que reconoce la importancia de las instituciones existentes en los procesos de

creación y reforma institucional.

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WILLIAM E. WELSH STUDYNG POLITICS

PRAEGER PUBLISHERS INC. NEW YORK, 1973

(Traducción de la cátedra)

CAPÍTULO 1

¿Qué es la Política? Desde hace ya una buena cantidad de años, la mayoría de la gente ha reconocido que la política es omnipresente en las circunstancias humanas. La actividad política nos rodea completamente. La política influencia la vida de todos, independientemente de si uno participa o no en el proceso político. Esta característica penetrante de la política condujo a Aristóteles a caracterizar al hombre como un “zoon politikon”, como un ser político. El hombre no puede ser de otra manera. La política es un resultado necesario de la proximidad del hombre al hombre, y de la escasez de los recursos disponibles para satisfacer las necesidades y deseos de los seres humanos. Donde quiera que los hombres perciban la necesidad de organizarse con el propósito de lograr las gratificaciones materiales o físicas, el proceso político comienza a jugar. Porque la política es, en cualquier lugar, influyente en los asuntos del hombre; Aristóteles la caracterizó como la “ciencia maestra”. Al usar este término no estaba sugiriendo que la conducta de los asuntos políticos es “científica”. Es más estuvo tratando de resaltar que el conocimiento acerca de la política de la existencia humana es probablemente la más importante, ya que decisivamente condiciona las otras circunstancias en las que vivimos. “La política, dijo a Aristóteles, legisla tanto lo que tenemos que hacer como lo que tenemos que reprimir de hacer’. Consecuentemente no tendríamos mucha dificultad en convencernos de que la política es algo merecedor de estudio y comprensión. Saber que esto es importante no nos dice, sin embargo, qué es la política. Antes de que podamos comprender la política, necesitamos tratar de definirla. Tres enfoques para definir la Política.

Ya que es difícil estudiar algo si no sabemos qué es lo que supuestamente se está estudiando, los cientistas políticos han dedicado una buena parte de su energía (quizá demasiada) tratando de definir “política”. Actualmente, mucho del aparente desacuerdo sobre el objeto apropiado a ser estudiado por los cientistas políticos, ha sido semánticamente trivial. Hay, de hecho, consenso en qué constituye la política, aunque las formas en que este consenso ha sido expresado han variado. Tres tipos de enfoques para definir la política pueden ser bosquejados. Primero, quizá, el enfoque más común, ha sido ofrecer una frase estipulativa singular diseñada para abarcar la considerable variedad de actividades consideradas políticas en naturaleza. Así, para algunos, la política consiste en aquellos comportamientos humanos centrados en las instituciones y prácticas del gobierno. Otros ven la política como el proceso a través del cual las comunidades humanas enfrentan sus problemas, esto es, con los obstáculos que ellos perciben entre sus condiciones presentes y las metas que desean lograr. Otros hallan que la política consiste de aquellas interacciones humanas que involucran el uso, o la amenaza de uso, del poder o la autoridad. Otra perspectiva común la ve como el proceso por el cual los recursos escasos

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(humanos, materiales, espirituales) son asignados dentro de una unidad social, (por ejemplo una ciudad, un estado, una nación, o una organización) con el propósito de proveer a las necesidades y deseos humanos. Un segundo enfoque en definir la política ha sido listar las cuestiones que deberían ser preguntadas y respondidas al comprender la política. La lista de cuestiones es formidable, unos pocos ejemplos, sin embargo, serán suficientes. Las preguntas frecuentemente citadas son: 1) ¿Cómo persisten las organizaciones humanas (por ej. los grupos formales, los partidos políticos, los estados-nación, las organizaciones internacionales), a través de condiciones de tensión y cambio?; 2) ¿Cómo los individuos o los grupos logran y mantienen influencia preponderante y poder?; 3)¿ Qué condiciones sociales, culturales y económicas configuran diferentes tipos de órdenes políticos (por ej. anarquía, democracia, autoritarismo, totalitarismo). Es pertinente mencionar que este segundo enfoque para caracterizar la política actualmente, no ofrece una definición específica de la política. Esto es, no provee una frase con la cual completar la expresión “la política es...”. Más aún, este segundo enfoque sugiere que la política pueda ser mejor entendida por la reflexión sobre algunas preguntas fundamentales, cuyas respuestas proveen las claves para la conformación futura de la sociedad humana. Si podemos explicar cómo los individuos, los grupos, las naciones y las culturas obtienen poder, o persisten a lo largo del tiempo, habremos ganado comprensión de las fuerzas que más básicamente conforman el orden humano. Una tercera forma de transmitir un sentido de lo que trata la política ha sido identificar las principales categorías de actividad o comportamiento que constituyen la política. Por ejemplo, algunos ven el conflicto como la esencia de la política. El conflicto es una característica necesaria de la sociedad. Los seres humanos proceden de variados antecedentes culturales, tienen complejos y diferentes conjuntos de preferencias, y articulan sus intereses en diferentes maneras y con diferentes intensidades. Más aún, los recursos materiales, humanos y físicos poseídos por las sociedades son limitados y asimismo, son generalmente insuficientes para satisfacer los deseos de todo el mundo, todo el tiempo. Como resultado, hay competencia por el acceso al control sobre los recursos de la sociedad. Esta competencia se manifiesta en conflictos entre los individuos, los grupos y las organizaciones como los partidos políticos. O, uno podría focalizar sobre los resultados de la competencia y el conflicto político: la emergencia de ciertos individuos, grupos y organizaciones en posiciones de poder e influencia. El poder y la influencia son términos usados para describir ciertas relaciones y actividades que son parte de la política. Los estudiosos de la política han definido el poder de muchas maneras diferentes. Pero, en los últimos años, los cientistas políticos han estado de acuerdo en que el poder político es más útilmente pensado como una relación entre la gente que como atributo de una persona o una cosa. Mientras que pueda tener algún sentido hablar del poder militar en términos del número absoluto de misiles, barcos o infantería bajo el control de una nación, el poder político es aún un fenómeno algo más sutil. Hablando en forma amplia, nos refiere a la habilidad de A para hacer que B haga algo que A quiere que haga, independientemente de si B quiere hacerlo. Los medios por los cuales A ejerce esta habilidad determina si hablamos de su relación con B como relación de poder o como relación de influencia. Si la habilidad de A para lograr el comportamiento deseado de B descansa sobre la amenaza o el uso de sanciones positivas o negativas, decimos que ésta es una relación de poder. Si B sigue el liderazgo de A sin la presencia de sanciones, hablaremos de una relación de influencia. Cuando focalizamos sobre el conflicto político, y sobre las relaciones de poder e influencia, estamos rememorando otra actividad que es una categoría central de la política: el liderazgo. Cuando la gente decide organizarse para perseguir sus deseos e intereses, y para ganar acceso a los recursos de la sociedad, necesita del liderazgo. Las

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organizaciones con metas, y la necesidad de acción específica, no pueden existir sin los líderes. Similarmente, la existencia de personas que tienen más poder o influencia que otras, sugiere una distinción entre líderes y no líderes; entre personas con mayor acceso y menor a los recursos materiales y psicológicos necesarios para moldear, sostener y cambiar las estructuras y las actividades organizacionales. El liderazgo, asimismo, consiste en la habilidad para movilizar los recursos humanos en la persecución de metas específicas. Al igual que el poder y la influencia, es una relación entre la gente; en verdad, refiere a algunas de las mismas actividades que pueden (pero no necesitan), involucrar poder o influencia. Una de las actividades principales de los líderes es la adopción de decisiones. Consecuentemente, éste es otro término que a menudo se usa para describir las actividades importantes involucradas en la política. La adopción de decisiones (decision-making) involucra la selección, por personas en posiciones de poder o influencia, de un curso particular de acción entre dos o más posibles alternativas competitivas. Cuando un jefe de estado determina comprometer o retirar las fuerzas militares de una nación, o vetar un proyecto de legislación, él se ocupa en la adopción de decisiones. Cuando los delegados a una convención política nacional seleccionan un candidato presidencial o adoptan una serie de proposiciones para la plataforma política, se involucran en la adopción de decisiones. El conflicto, el poder y la influencia, el liderazgo, la adopción de decisiones, todas actividades estrechamente relacionadas son quizá la materia central de la política. También otros términos son usados por los cientistas políticos para describir la esencia de la política, y los encontraremos posteriormente en este libro. Pero las actividades mencionadas en los últimos parágrafos tienen reconocida importancia en la política y sirven para ilustrar este tercer enfoque. Con riesgo de acentuar un punto que podría parecer obvio, enfatizaríamos que estos conjuntos de actividades no son, de ninguna manera, contradictorios o excluyentes; por lo que las definiciones basadas en estas categorías tampoco son exclusivas. Por ejemplo, uno podría definir política en términos de conflicto entre individuos y grupos que buscan influencia sobre la adopción de decisiones autoritativas. Aunque podría parecer satisfactoriamente simple afirmar que una de las definiciones anteriores de la política es la “mejor” o la más “útil”, es menester resistir la tentación de hacerlo. Presumiblemente, quienes estudian política están interesados en comprender, no en imponer una ortodoxia, Más aún, hablando estrictamente las definiciones no son “correctas” o “equivocadas”; son expresiones arbitrarias de cómo es una persona. Finalmente, es necesario enfatizar que no hay nada inconsistente acerca de las diversas definiciones de la política que Ud. ha leído. La política es un fenómeno observado frecuentemente y en forma amplia. Hay numerosas maneras razonables de mirar las actividades que constituyen la política. No es de gran importancia si Ud. elige anclar sus pensamientos en una frase estipulativa (por ej. La “política es el proceso por el cual los recursos escasos son asignados dentro de una unidad social”), en una serie de preguntas centrales (por ej. “¿Cómo persisten las unidades políticas tales como los partidos políticos o los estados-nación a través de las tensiones?”) o en un conjunto de conceptos referidos a las relaciones y actividades políticas importantes (por ej. conflicto, poder, e influencia, liderazgo, adopción de decisiones). Lo que es importante es que reconozca que el proceso político involucra la comprensión de todas estas cosas estrechamente relacionadas. La política y el sistema político Ya hemos sugerido que la política, como se ha definido más arriba, está en todos lados. Los recursos son asignados, la influencia y el liderazgo son ejercidos, las

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decisiones son tomadas en las escuelas, en organizaciones, iglesias, en las estructuras de gobierno. Más aún, no sólo son las actividades políticas llevadas a cabo dentro de grandes organizaciones tales como, por ejemplo, un sindicato, sino que tales organizaciones intentan influir el comportamiento político que toma lugar a través de otras estructuras en la sociedad, especialmente en el gobierno. Decir simplemente que la política toma lugar en cualquier lugar no es decir mucho. Nuestro esfuerzo por comprender la política sería considerablemente alivianado si pudiéramos al menos identificar ampliamente las características de los marcos en los que la política es ubicada. Por la identificación de la naturaleza de estos marcos o contextos, de la política podemos mejorar también, el carácter de los factores sociales, culturales y sicológicos que la influyen. Esto es, queremos poder decir, al menos para los propósitos de nuestro análisis, que la política se da en algún lugar, y no simplemente en cualquier lugar. Este “algún lugar’ de la actividad política lo llamaremos sistema político. Nos precipitaríamos a enfatizar que, aunque el sistema político está donde la acción política se da, los sistemas políticos no se hallan identificados sobre los mapas políticos. Esto es, aunque comúnmente usemos frases tales como “el sistema político americano”, o “el sistema político francés”, o “el sistema político local”, no hay necesaria relación entre los límites de un sistema político y los límites políticos de una unidad administrativa tales como una ciudad, un estado o una nación. Esto es verdad por dos razones. Primero, los sistemas y las naciones son diferentes porque la noción de sistema político es lo que los cientistas políticos llaman una “construcción analítica”. Este es un término usado para hacer más fácil el análisis de ciertas cosas concretas. Los sistemas no existen en una forma concreta en el mundo real, más bien ellos están compuestos de aspectos seleccionados del mundo real que nosotros abstraemos, extraemos si así se quiere, para estudiarlos más estrechamente. Puesto de otra manera, los “sistemas” existen en nuestras mentes y en nuestras discusiones acerca de la política; ellos no existen en cuanto tales (por ejemplo como sistemas), en el mundo real. Para estar seguros, los objetos que incluimos en nuestro “cuadro” de los sistemas tienen que tener existencia real en el mundo. Una segunda razón por la que los sistemas son diferentes de unidades políticas tales como las naciones, es que la existencia de un sistema depende solamente de la presencia de un cierto tipo de pautas persistentes de relaciones humanas, mientras que las unidades políticas del mundo real tienen otros requisitos tales como la territorialidad y alguna medida de soberanía, autonomía, o autoridad. Dados los mapas apropiados, presumiblemente podríamos identificar los límites físicos (territoriales), de Manhattan, Montreal, Múnich, Montevideo o Marruecos. Similarmente, si recorriéramos Europa difícilmente pudiéramos equivocarnos cuando se está cruzando un límite nacional, ya que generalmente habrá patrullas, agentes, aduaneros y diferentes formalidades para atender. Así los límites locales y nacionales son claramente observables en el mundo real. Por el contrario, los límites del sistema político generalmente no tienen fijados dimensiones territoriales, ya que los sistemas políticos son definidos en términos de relaciones pautadas entre la gente. Podemos definir un sistema político como “cualquier pauta persistente de relaciones humanas que involucra, en una extensión significativa, poder, gobierno o autoridad”. Más aún, como ya hemos dicho, un sistema político puede consistir de aspectos selectos de cualquier situación dada que deseemos estudiar. Así, el Partido Demócrata puede ser visto como un sistema político, como puede serlo la Suprema Corte de Justicia, o el Congreso. Con alguna razonable especificidad, podemos identificar las relaciones pautadas que son parte de tales sistemas. Pero tratar de abordar cualquier noción de límites territoriales para esos sistemas tiene poco sentido.

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Características de los Sistemas

Los sistemas, y por lo tanto los sistemas políticos, tienen ciertas características identificatorias. Estas características distinguen los “sistemas” de los “conjuntos” de objetos, y nos ayudan a comprender el cuadro que los cientistas políticos extraen de las relaciones políticas en las cuales ellos están interesados. Un conjunto es simplemente un número de objetos que podrían ser observados juntos, o considerados juntos por cualquier razón. Todas las personas que viven en un área geográfica particular pueden ser vistas como un conjunto de personas, pero este conjunto no necesariamente constituiría un sistema. En orden a ser un sistema, deberían estar presentes tres características. Primero, un sistema involucra una interacción regularizada entre sus unidades o miembros. Si nosotros fuéramos a dibujar estas interacciones, descubriríamos que los miembros del sistema tienen como grupo, interacciones más densas y mutuas que con cualquier otro. Esto es, sus interacciones no sólo son frecuentes sino también multilaterales; la mayor parte de los miembros del sistema tiene alguna clase de interacción, directa o indirecta, con la mayoría de los otros miembros. Segundo, la interacción de las unidades o los miembros de un sistema se extiende a un punto de interdependencia. Por interdependencia queremos significar que las acciones de un miembro influirán a los otros miembros, o que los cambios en una unidad tendrán un efecto sobre las otras unidades. Tercero, un sistema tiene tendencias hacia el auto mantenimiento; desarrolla instituciones y prácticas que intentan, en parte, preservar la existencia e identidad del sistema. Esto ocurre porque la existencia del sistema es de alguna manera funcional para sus miembros. En el caso de los sistemas sociales, hay algo acerca de las pautas de relaciones dentro del sistema que los miembros valoran, y por esa razón buscan mantenerlo. Cuando examinamos estas características de un sistema, interacción, interdependencia y auto mantenimiento, en conjunto con la característica básica de la política, un interés central con el poder o la autoridad -llega a ser suficientemente claro que no toda la colectividad de seres humanos constituyen un sistema político en general. Los agregados residenciales (personas que viven en un área dada), los agrupamientos sociales (desde el grupo de brigde de los martes a la noche, hasta el club de baile folklórico) o los agregados estadísticos sociales u ocupaciones (por ej. todos los empleados de oficina, o todas las personas de ascendencia irlandesa) carecen de la mayoría, sino de todos los requisitos característicos de un sistema político. Al mismo tiempo, es claro también, que la mayoría de estos ejemplos de conjuntos de personas podrían ser organizados en lo que podríamos llamar adecuadamente sistema político social. Así los grupos vecinales pueden formar asociaciones para oponerse a las carreteras o para obtener mejoras en los servicios comunales. Los grupos ocupacionales pueden formar o juntar organizaciones profesionales o laborales en orden a lograr mejores condiciones. Personas con orígenes étnicos similares pueden organizarse para ejercer la máxima influencia, tanto en los asuntos políticos domésticos de su país como en la política exterior. En cada uno de estos casos, las organizaciones involucrarían interacción, interdependencia, auto mantenimiento, relaciones internas de poder o autoridad, tanto como esfuerzos para influir el ejercicio del poder o la autoridad por parte de otros. El rango posible de ubicaciones en las que pueden ser encontrados los sistemas político sociales o subsistemas es grande en verdad, y testifican el carácter omnipresente de la política en la sociedad moderna.

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Superposición de los sistemas políticos.

Hay algunas otras cosas adicionales acerca de esta noción de sistema político que necesitamos mantener presente. Primero, ya que la idea de un sistema es una abstracción analítica, no es sorprendente que los científicos políticos usen el término “sistema” para referirse a conjuntos de relaciones que se superponen en diferentes maneras. Por ejemplo, un sistema puede estar totalmente subsumido, o incluido, dentro de cualquier otro sistema. En este caso, referimos usualmente al sistema más pequeño como un subsistema del conjunto más grande. Un comité en el Congreso puede ser visto como subsistema del conjunto más grande que es el Sistema Legislativo. En una forma ligeramente diferente de superposición, los individuos, grupos o instituciones políticas importantes pueden ser partes de otros sistemas políticos diferentes que se superponen solo en parte. Así, el Presidente de los EE.UU. juega un papel importante en el sistema partidario como líder de su partido; en el sistema legislativo, como iniciador y promotor de un particular conjunto de proyectos de ley; en la jerarquía militar, como comandante en Jefe de las FF.AA.; etc. Los sistemas político sociales se superponen entonces, algunas veces totalmente y algunas veces sólo parcialmente. Este hecho nos ayuda a comprender la naturaleza abstracta y analítica del sistema político como concepto. Sistemas políticos y gobierno. Un sistema político está relacionado al gobierno, pero los dos no son idénticos. En el pasado, la mayor parte de lo estudiado como parte del campo de la ciencia política estuvo focalizado sobre el gobierno. El gobierno consiste de las instituciones y cargos formales involucrados en la adopción de las decisiones autoritativas de un sistema político. Es un “esquema” en el cual los asuntos ejecutivos, judiciales, legislativos y administrativos de un sistema son llevados a cabo. En años recientes, los estudiosos de la política han reconocido crecientemente muchos aspectos importantes de la actividad política que tiene lugar fuera de las estructuras formales de gobierno -por ej. los partidos políticos, los sindicatos, las escuelas y los grupos de interés. En tanto parte del sistema político, estos aspectos “informales “ de la política no son parte del gobierno; así podemos concluir que los sistemas político-sociales comprenden no sólo a los gobiernos sino a numerosas pautas de relaciones que influyen al gobierno y, colectivamente, constituyen el proceso político más amplio. Deberíamos enfatizar que el elemento más importante de la actividad política no puede ser comprendido por la entera focalización y menos aun primariamente, sobre las estructuras formales del gobierno. Estudiar simplemente las reglas formales por las cuales el ejecutivo, el legislativo y el judicial son constituidos y funcionan, provee un cuadro inadecuado y a menudo erróneo de lo que trata la política. Esto ciertamente no es decir que los estudiosos de la política puedan ignorar las estructuras formales de gobierno; esto sería patentemente absurdo. Pero debemos reconocer que mucha de la actividad que es importante en la conformación de políticas (policies) perseguidas en una sociedad toma lugar fuera de las estructuras formales de gobierno. Relacionadamente, la estructura formal de gobierno en sí misma está decisivamente influida por factores externos. Por ejemplo, sabemos que el gobierno es influido por las actitudes hacia él sustentadas por los ciudadanos, y que estas actitudes, en su momento, han estado significativamente afectadas por las prácticas de crianzas de los niños, por la interacción entre los miembros de los grupos de pares, y por la naturaleza de la instrucción en nuestras escuelas. Naturalmente comprendemos que lo que el gobierno hace está influido por la identidad de la gente que ocupa las posiciones de gobierno. El reclutamiento de estos líderes gubernamentales es un proceso complejo influido por una variedad de factores económicos y sociales que hacen más probables

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que, ciertas clases de individuos, logren posiciones de prominencia en el gobierno y que menos probablemente esas personas con otras características mantendrán tales puestos. Sabemos que el gobierno es influido por las actividades de varios grupos de la sociedad, la mayor parte de los cuales representan intereses organizados de grupos de ciudadanos. Y sabemos que la fuerza y la vitalidad de la economía mundial pueden tener un impacto importante sobre el funcionamiento del gobierno pueden ser vistas como importantes correas de transmisión en el proceso de la política, pero ellas son solamente unas pocas entre las numerosas correas de transmisión. En verdad, la significación del gobierno varía en buena medida de un número de contingencias situacionales. Sistemas políticos y sistemas sociales

Otro hecho central acerca de un sistema político, es que no existe en el vacío. Un sistema político es un subsistema de un sistema social más amplio y está sustancialmente influido por numerosas características esencialmente no políticas de ese sistema social. Estas características no políticas de ese sistema social influyentes pueden ser culturales, económicas, geográficas, demográficas, sociales o de naturaleza sicológica. La política está condicionada, por ejemplo, por la cultura política; ésta consiste de los valores básicos, creencias y actitudes de la gente hacia las instituciones y las prácticas de la política. Especialmente en los sistemas democráticos, en los cuales se anima a la participación popular, los valores, creencias y actitudes de los individuos pueden representar significativas restricciones tanto sobre los medios como sobre los fines de la política. Si la influencia de la cultura sobre la política varía en buena medida con la extensión de la participación ciudadana en la actividad política, el impacto de los factores económicos parece ser sustancial en todos los tipos de sistemas político-sociales pues consiste en la asignación de recursos materiales entre grupos competitivos o entre metas alternativas de desarrollo. En forma semejante, la disponibilidad de los recursos económicos, tanto como la salud de la economía, pueden tener grandemente que ver con el éxito que un gobierno pueda conseguir en sus metas diplomáticas, militares, sociales o de desarrollo. Este grado de éxito, a su vez, puede tener grandemente que ver con la permanencia en el poder del liderazgo político. Los factores geográficos, también, influencian a la política. Las barreras físicas al transporte y las comunicaciones, por ejemplo, han hecho muy difícil el logro de la unidad política nacional y el sentido de la identidad nacional para algunos países de América Latina y África. Y los accidentes de la geografía política tales como la falta de puertos de aguas calientes- han ejercido algunas veces una poderosa influencia sobre políticas exteriores tanto de naciones grandes como de las pequeñas. Las características demográficas de un sistema también pueden tener considerable influencia sobre la política. La distribución urbano-rural de la población, por caso., puede ser de importancia considerable. Los cientistas sociales, estudiando una variedad de sistemas sociales, han concluido que los estilos de vida urbanos y rurales son significativamente diferentes y que, asimismo, los habitantes urbanos tienen actitudes hacia la política sustancialmente diferentes de sus compatriotas rurales. En gran medida, estas variadas actitudes resultan de la naturaleza contratante de los problemas y necesidades socio-económicas encaradas por las poblaciones urbanas y rurales. Estos diferentes problemas a menudo demandan respuestas distintivamente distintas al gobierno. Las características sociales y psicosociales de un sistema también pueden tener un importante impacto sobre la política. Los conjuntos de costumbres y normas sociales que se desarrollan en largos períodos de tiempo pueden incluir algunas nociones claramente específicas sobre cómo los funcionarios públicos deberían comportarse. Por

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caso, el grado de soborno de los servidores públicos que sería aceptado varía considerablemente entre diferentes sociedades. De la misma manera, las investigaciones recientes de cientistas políticos han sugerido que la estabilidad del orden político puede algunas veces estar relacionada con el clima sicológico del sistema. En particular, algunos cientistas sociales creen que la probabilidad de lucha civil, violencia y quizá revolución, se incrementa agudamente cuando la población comparte una sensación sicológica de “deprivación” acoplada con un mejoramiento material lo bastante suficiente como para fomentar “expectativas crecientes” que no pueden ser satisfechas por el gobierno. Muchos otros ejemplos de la influencia de los sistemas sociales más amplios sobre el subsistema político podrían ser ofrecidos. Los que es importante es que reconozcamos la compleja interpenetración de las circunstancias políticas y no políticas en cualquier sistema social. La política no puede ser comprendida simplemente por la focalización estrecha sobre los asuntos manifiestamente políticos. Comenzamos este capítulo afirmando que la política bien podría ser la más importante dimensión de la existencia humana, ya que la actividad política claramente influencia cualquier otra cosa. Así es obvio que las relaciones entre política, la economía, la geografía, las costumbres y todas las otras dimensiones de la sociedad humana son recíprocas; ellas se influencian unas a otras en un complejo y continuo conjunto de procesos. Por eso a menudo se sugiere que la política es la dimensión integradora de la sociedad, el subsistema a través del cual las otras dimensiones de la actividad humana son entrelazadas. Estudiamos la política como ocurre en los sistemas político-sociales. Estos sistemas son, de hecho, abstracciones de ciertos elementos del mundo real sobre los cuales decidimos focalizar particular atención. Ellos se componen de conjuntos persistentes y pautados de relaciones entre seres humanos, relaciones que tienen que ver con el poder, el gobierno, o la autoridad. Tales conjuntos de relaciones, o sistemas, pueden ser hallados no sólo en los gobiernos sino también en escuelas, iglesias y organizaciones sociales y profesionales, como grupos de interés y partidos políticos. A causa de su omnipresencia, es fácil comprender que la política está sustancialmente influida por muchos elementos del más extenso sistema social del cual es una parte.

CAPÍTULO 2 El estudio sistemático de la Política: La Ciencia Política

Ahora tenemos en mano algunas nociones de lo que constituye la política, y podemos volver nuestra atención sobre cómo podemos estudiar la política. Uno de los mensajes fundamentales de este libro es que el cómo miramos algo, influye en lo que vemos. La ciencia política provee los esquemas dentro de los cuales podemos ver la actividad política. Comprender la naturaleza de nuestro “qué” (la política) requiere una comprensión de nuestros “cómos” (ciencia política). En orden a conocer lo que podemos esperar ver, necesitamos saber algo acerca de nuestras lentes a través de las cuales estaremos viendo. La ciencia política como ciencia social.

Ya que la actividad política es tan claramente parte y parcela de un sistema social más amplio, no es sorprendente que la ciencia política está firmemente embebida en un contexto más amplio de investigación social, esto es, en las ciencias sociales. Todas las ciencias sociales -la antropología, economía, sicología, sociología, geografía humana, la ciencia política- están interesadas de una u otra manera en el estudio del comportamiento de los seres humanos en las unidades sociales, es decir, con el estudio de las pautas de

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interacción humana. Así los sociólogos y los cientistas políticos, por ejemplo, recolectan la misma clase de información, la organizan alrededor de algunos de los mismos contenidos y teorías, y arriban a algunos hallazgos o resultados muy similares. De la misma manera, los cientistas políticos en años recientes, han encontrado necesario usar en buena medida los datos económicos al tratar de comprender las decisiones sobre el gasto gubernamental. Ellos han comenzado a “pedir prestado” teorías a sus colegas en economía. Por ej., algunos politólogos han encontrado útil pensar la adopción de decisiones políticas en términos del modelo del hombre “clásico” racional, maximizador de utilidades, y su adopción de decisiones usado por algún tiempo por los economistas. No sólo los cientistas políticos encuentran necesario incluir factores y enfoques extra-políticos en sus investigaciones, sino que también otros cientistas sociales prestan atención a los factores políticos y desarrollan teorías de relevancia para la política. Los economistas, por ej., dedican buena parte de su atención tanto a los procedimientos como a los resultados de la adopción de decisiones gubernamentales. También han desarrollado teorías sofisticadas del conflicto y de la negociación, dos actividades que son de central importancia en la política. Sin embargo, no deberíamos concluir tan rápidamente que la ciencia política es sólo un cruce híbrido de otras disciplinas o ciencias sociales. Es cierto que los departamentos de ciencia política en las universidades norteamericanas, generalmente fueron armados de otros departamentos; usualmente departamentos de historia. Alguna superposición de objetos entre la ciencia política y otras ciencias sociales claramente existe, lo cual, en verdad, no es sorprendente dada la importancia de la ciencia política para casi todas las actividades sociales. Más importante, la ciencia política como un campo académico de investigación comparte con las otras ciencias sociales, un compromiso por los métodos y estándares científicos. Es este compromiso común que da cuenta en parte considerable, de las similitudes ocasionales de enfoques en varios campos de las ciencias sociales. Lo que distingue a la ciencia política es 1) su énfasis relativo sobre las relaciones que tienen que ver con el poder, 2) el contenido sustantivo y la estructura de sus explicaciones. Primero, mientras la sicología y la economía, por ej., ocasionalmente tratan el poder y las relaciones de autoridad, el interés de los sociólogos con este aspecto es mucho menos consistente o pronunciado que el de los cientistas políticos. Esta es una diferencia de grado, no de clase, pero es una diferencia identificable importante. Segundo, y quizá más importante, los cientistas políticos están casi siempre interesados en explicar las causas del comportamiento político y de las relaciones políticas, mientras otros cientistas frecuentemente usan los comportamientos políticos en un esfuerzo por explicar las causas de los eventos no políticos (por ej. económico-sociales). Para los politólogos, la política es lo que debe ser explicado; es lo que podríamos llamar la “variable dependiente”, esto es el fenómeno visto como “dependiente” de otros factores. Para los economistas y sociólogos, por el contrario, la política es frecuentemente la “variable independiente”, esto es, el factor del cual los fenómenos sociales y económicos son “dependientes”, o del que ellos resulta. Los ejemplos pueden servir para clarificar esta importante distinción. Una de las principales clases de comportamiento en los que los cientistas políticos están interesados es el comportamiento electoral. Ellos desean poder predecir con razonable certeza por qué diferentes personas votan como lo hacen. Las explicaciones del comportamiento electoral generalmente se refieren a factores tales como la clase social, la educación, los ingresos la religión y origen étnico. Estos factores explicativos, o causas, son las variables independientes. Hablando en general, están interesados en estas variables independientes sólo en cuanto ellas ayudan a explicar el comportamiento electoral, el cual es su variable dependiente; y no están primariamente interesados en explicar la clase

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social. El porqué una persona se percibe como de clase alta, media o trabajadora, es de mayor interés para el sociólogo. A la inversa, un economista puede estar interesado en la conducta política porque lo ayuda a explicar los desarrollos económicos. Por ejemplo, para un economista al explicar cambios en la tasa de crecimiento en un país poco desarrollado de África, o en uno centralizado como la Unión Soviética, tendrá probablemente que incluir como una de sus variables independientes la naturaleza de las decisiones hechas por el líder político del país al asignar los recursos de la nación. Estas decisiones políticas tienen algún efecto sobre el crecimiento económico. El economista está interesado mucho menos en la explicación de las decisiones políticas, que en el grado en que dichas decisiones ayudan a explicar la tasa de crecimiento económico. Un politólogo, por otro lado, tendería a estar más interesado en explicar la toma de decisiones políticas. Para resumir este punto, la ciencia política comparte algunas importantes características con otras ciencias sociales. La tendencia en los últimos años ha sido hacia una creciente similitud y superposición, especialmente en el uso de métodos científicos y teorías, pero también en los intereses sustantivos. Al mismo tiempo, la ciencia política tiene sus propia identidad distintiva, basada tanto en su énfasis relativo en las relaciones de poder y autoridad, y en su inclinación a tratar las conductas políticas como las variables dependiente a ser explicadas, tanto como con variables independientes a ser usadas en la explicación de otros fenómenos (no políticos).Quizá sea innecesario prevenir a los estudiantes frente al apasionado orgullo desarrollado en su nueva fundada competencia como serios estudiantes de la política. Algunos de nuestros mejores amigos, después de todo, son los sociólogos, economistas y psicólogos, y existen varias razones para creer que hay por delante abundante territorio intelectual. Esto es, los estudiosos de la política crecientemente están reconociendo que la superposición de intereses entre las disciplinas sociales no nos amenaza con la extinción intelectual. En verdad, podemos aprender en buena medida unos de otros. Ciertamente, ningún estudioso serio de la política norteamericana puede permitirse ignorar las dinámicas de la lucha interracial en áreas urbanas, un tema que los sociólogos han estado estudiando por algún tiempo. Y si creemos, como muchos cientistas políticos lo hacen, que las abstracciones psicológicas son las principales causas de la lucha o violencia civil, entonces no podemos permitirnos pasar por alto la muy considerable investigación ya hecha por los psicólogos sobre las fuentes de frustración y agresión humana. No parece haber razón alguna para temer que nuestros colegas en las disciplinas hermanas consuman todos los jugosos platos intelectuales, dejándonos sólo las sobras. Por el contrario, nuestro problema común parece ser que hay mucho por aprender unos de otros sobre los seres humanos y sus relaciones, y que hay recursos limitados con los cuales encarar la tarea. Por síntesis, la superposición de la materia estudiada en varias ciencias sociales no es sólo perfectamente comprensible, es eminentemente deseable. Hemos dicho que las ciencias sociales comparten un foco sobre las conductas de los seres humanos en las unidades sociales. Hay otro hilo conductor a través de las ciencias sociales, uno que deriva de su común deseo de desarrollarse como campos de estudio científicos. Este hilo común tiene que ver con procedimientos, no con algún tema particular. Esto es, las ciencias sociales buscan (como su nombre lo indica) ser científicas, y ser ciencia es inherente a los métodos, no a la sustancia. Esto es, las características distintivas que separan a la ciencia de la no ciencia tienen que ver con el cómo las cosas son estudiadas, no con lo que está siendo estudiado. Así las ciencias sociales comparten en un sentido amplio, un foco sustantivo común sobre las pautas de interacción humana, y este objeto común sirve para distinguir las ciencias sociales de las naturales y las técnicas. Ellas también comparten un elemento metodológico común: un compromiso con

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los procedimientos científicos liga a las ciencias sociales no sólo entre sí, sino también, al menos en una forma general, con las ciencias naturales y técnicas.

CAPÍTULO 3 La ciencia política como subcampos de una disciplina

COMO hemos visto, hay amplitud y diversidad en el objeto cubierto por la ciencia política, y, no obstante el creciente compromiso de los politólogos con los métodos científicos en general, hoy día se halla en uso una gran variedad de conceptos, enfoques, modelos, teorías y técnicas. Esto es, hay muchas maneras diferentes de abordar el estudio de la política y numerosas maneras de organizar y analizar la información acerca de la misma. En este y en los siguientes dos capítulos se describirán tres maneras diferentes para dividir toda esta empresa intelectual. Sin duda podrían diseñarse otras estrategias para describir el contenido de la ciencia política, pero estas tres son probablemente las de uso más común. En este capítulo se considera a la ciencia política en términos de los principales subcampos en que se ha dividido la enseñanza y la investigación. El capítulo 4 caracteriza el campo en función de algunos de los esquemas (o enfoques o modelos) más generales que pueden usarse para organizar e integrar la información sobre los variadísimos aspectos de la política. El capítulo 5 sugiere que la ciencia política puede ser vista a través de diversos conceptos principales, algunos de los cuales fueron presentados sucintamente en el capítulo 1, y que describen categorías importantes de la actividad política. Cada uno de estos tipos de perspectiva sobre lo que constituye la ciencia política puede ser útil para el estudioso de la política. En un sentido amplio, es posible encuadrar el objeto de la ciencia política mediante cada una de estas perspectivas. Por consiguiente, estas diferentes perspectivas realizan la misma función. Sin embargo, a pesar del hecho de que estas tres perspectivas parecen hacer lo mismo de modos distintos, tienen diferentes implicaciones o consecuencias para la manera en que entendamos la política. Por ejemplo, según veremos, estas perspectivas implican, de manera clara, diferentes grados de integración e interrelación entre las áreas sustantivas de estudio de la ciencia política. Esto, a su vez, se relaciona estrechamente con el problema de si puede haber una teoría de la política o, quizá, numerosas teorías de

la política. Es más, la perspectiva que uno adopte sobre la naturaleza del campo tiene mucho que ver con los conceptos que tenderá a usar en sus estudios. Esto es, la propia visión de la naturaleza del objeto [la política] tiene una influencia considerable sobre el lenguaje que uno emplea al referirse o al hablar acerca de ese objeto. Subcampos de la ciencia política

Una manera de abordar el objeto cubierto por la ciencia política podría hacerse a partir de los subcampos o especializaciones de la investigación y la enseñanza. Este ha sido y sigue siendo un enfoque habitual para describir y organizar la ciencia política como disciplina académica. La mayoría de los planes de estudios universitarios en ciencia política están organizados en torno de un conjunto bastante común de subcampos, de acuerdo con los requerimientos formales para obtener el grado profesional. Más aún, las revistas más especializadas, que contienen informes de las investigaciones y análisis más recientes, tienden a orientarse hacia uno u otro de los principales subcampos de la disciplina. Como podría esperarse, el listado de los subcampos varía bastante, por ejemplo, entre las diferentes facultades y universidades. Algunas escuelas han realizado

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particulares esfuerzos en la investigación y en la enseñanza en subcampos relativamente especializados y, por lo tanto, los han elevado a posiciones de inusual significación en sus planes de estudios. En su mayor parte, sin embargo, existe al menos amplia similitud entre los subcampos reconocidos por la mayoría de los politólogos. La siguiente discusión probablemente incluya un número mayor de subcampos que los que uno podría encontrar en el catálogo de una universidad determinada, pero cada una de estas áreas posee reconocida importancia en muchos planes de estudios. Es posible separar los principales subcampos de la ciencia política en tres categorías. Esta división tripartita no es común en los planes de estudios universitarios, pero es particularmente útil para nuestros propósitos. La primera categoría incluye subcampos que habitualmente se identifican, de manera amplia o total, sobre la base de criterios espaciales (por ejemplo, territoriales o geográficos). La segunda abarca subcampos primariamente identificados en función de tipos de actividad o tipos de comportamiento. La tercera categoría consiste en subcampos enfocados sobre el análisis

de las ideas acerca de la política. Subcampos definidos espacialmente

Hay cuatro subcampos de la ciencia política que suelen identificarse espacial o geográficamente. Ellos son: política comparada, política internacional, política de una nación en particular y política de unidades políticas subnacionales. Política comparada En forma amplia, podemos decir que la política comparada es el estudio de los procesos y relaciones políticos en diversos escenarios o marcos ambientales. Intenta explicar las semejanzas y diferencias en los comportamientos políticos en función de las diferencias entre los escenarios o contextos en los que se desarrollan esos comportamientos¹. Desde el punto de vista científico, la política comparada probablemente sea el subcampo más importante de la ciencia política. Sin embargo, a causa de la gran dificultad para generar un conocimiento genuinamente comparativo y confiable acerca de la política en una amplia variedad de escenarios, su desarrollo ha sido lento si se lo juzga a la luz de los criterios científicos. Quizá, paradójicamente, los recientes avances en la calidad científica de la investigación en política comparada se hayan acompañado de una creciente confusión acerca de los límites de este subcampo y de lo que realmente incluye. El subcampo de la política comparada era conocido anteriormente como “gobierno comparado”. En esos días había relativamente pocas controversias acerca de lo que involucraba. De hecho, bien podía haberse llamado “gobiernos extranjeros”, pues excluía cualquier estudio de la propia nación. La investigación se enfocaba preponderantemente sobre las estructuras formales de gobierno de las principales democracias occidentales. Los restantes gobiernos estudiados eran vistos como desviaciones de las normas de estos sistemas occidentales. Había poco interés en las actividades no gubernamentales que forman parte del sistema político más amplio y tampoco se prestaba demasiada atención a los países no occidentales o no democráticos. A partir de la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambiaron considerablemente en este subcampo. Hay un creciente reconocimiento de que los procesos informales que se desarrollan fuera de las estructuras de gobierno a menudo son altamente significativos en la determinación de consecuencias políticas. Y en concordancia con el creciente respeto por las perspectivas científicas en el estudio de la política, y su correspondiente aplicación, los especialistas en política comparada han llegado a comprender que la investigación sobre cualquier país dado necesita ser estrechamente comparable con la

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investigación semejante realizada sobre cualquier otro país. Por consiguiente, hay creciente interés por el uso de procedimientos de investigación comparables y por la identificación de conceptos políticos que tengan similar significación en diversos sistemas políticos. De muchas formas, por tanto, la evolución desde el estudio de los “gobiernos extranjeros” al estudio de la “política comparada” implicó una ampliación considerable de este subcampo de la ciencia política. No es sorprendente que la ampliación del subcampo haya hecho más difícil identificar sus límites precisos. Como hemos sugerido, la mayoría de los planes de estudios universitarios revelan la existencia de subcampos tales como partidos y grupos de interés, administración pública, derecho público y comportamiento electoral. Sin embargo, es obvio que la nueva política comparada involucra el estudio de todas estas cosas a través de los límites nacionales y, lo que es aún más importante, la existencia de un subcampo separado interesado únicamente por un solo estado es cada vez más difícil de reconciliar con la existencia de este subcampo sustancialmente ampliado de política comparada. Si es cierto que el conocimiento confiable depende de modo tan fundamental de la comprensión de las relaciones políticas en numerosas sociedades diferentes, ¿por qué debería excluirse de ese énfasis al sistema político de un país en particular? Si nuestra meta es comprender la política, sus procesos y sus relaciones, ¿por qué no comparar entonces el propio sistema político con otros? Como veremos brevemente, existen algunos argumentos poderosos en apoyo del mantenimiento del foco sobre el propio sistema político como subcampo separado de la ciencia política. Pero debemos reconocer que, desde el punto de vista del desarrollo de la teoría científica, hay escaso justificativo para otorgar un estatus apañe al estudio de cualquier país dado. Esto nos ayuda a comprender por qué resulta cada vez más difícil especificar los límites del campo de la política comparada. Si la comparación constituye una parte fundamental de toda ciencia, entonces la política comparada debe ser una parte fundamental de toda ciencia política. Por otra parte, numerosos politólogos contemporáneos sugieren que no tiene ningún sentido hablar de la política comparada como subcampo. Según ellos, el análisis comparado impregna a toda la ciencia política como disciplina, de modo que señalar un subcampo dentro de ésta y asignarle el adjetivo de “comparado” es engañoso. Desde este punto de vista, es más apropiado pensar en la comparación como método que ha de emplearse en el estudio de todos los aspectos de la política más que como subcampo de la ciencia política. Política internacional Este es un subcampo relativamente nuevo en el seno de la ciencia política, pero que se ha desarrollado con rapidez desde 1950. También es un subcampo que, al igual que la política comparada, posee límites intelectuales algo imprecisos. En el caso de la política internacional, empero, la superposición del objeto de estudio se ha dado históricamente con otras ciencias sociales en vez de hacerlo con otros subcampos de la ciencia política. Estrictamente hablando, la política internacional forma parte de una especialización transdisciplinaria denominada relaciones internacionales. El estudio de las relaciones internacionales -literalmente, las diversas relaciones entre unidades nacionales- incluye un buen número de fenómenos que no son expresamente políticos. Las naciones interactúan con otras económica, militar y culturalmente así como políticamente. Esas relaciones extra políticas forman parte de las relaciones internacionales, pero no estrictamente del subcampo de la política internacional. No obstante, el asunto está lejos de haberse resuelto del todo. Históricamente, la enseñanza y la especialización transdisciplinaria en relaciones internacionales fueron

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impartidas casi por entero en los departamentos de ciencia política. Por consiguiente, los politólogos que trabajaron primordialmente en el subcampo de la política internacional se hallaron concentrados tanto en la explicación de interacciones políticas como no políticas. A partir de 1950, empero, los especialistas interesa dos en los diversos aspectos de las relaciones internacionales intentaron ser explícitos al distinguir a la política internacional de otras formas de interacción entre las naciones. Sin embargo, gran parte de la enseñanza y la investigación en todas las facetas de las relaciones internacionales sigue siendo llevada a cabo por especialistas en política internacional. Dado que la política internacional implica el estudio de las interacciones entre unidades nacionales, la mayoría de las cuales son por definición “países extranjeros”, los estudiantes a veces no perciben las diferencias entre la política internacional y la política comparada como subcampos separados. La distinción es clara. La política comparada entraña el estudio de relaciones políticas dentro de los sistemas políticos (no

necesariamente estados naciones) y la comparación de las mismas entre distintos sistemas. La política internacional, en cambio, supone el estudio de las relaciones entre unidades nacionales.

Un área de investigación abordada con cierta frecuencia tanto por los especialistas en política comparada como por aquellos en política internacional es el estudio de la elaboración de la política exterior. La superposición del interés es entendible, dado que los orígenes de la política exterior han de buscarse tanto en la política doméstica como en las relaciones internacionales. La comprensión de la política exterior de una nación implica conocer los factores culturales, económicos y políticos domésticos que influyen en las decisiones que han de tomar los líderes. También entraña una apreciación de los modos como influyen en la actual posición en política exterior de una nación las pasadas relaciones con otras naciones. El estudio comparado de los orígenes domésticos de la política exterior corresponde, estrictamente hablando, al subcampo de la política comparada. El estudio de las relaciones anteriores con otras naciones pertenece, también estrictamente hablando, al subcampo de la política internacional. Aun así, muchos de los más distinguidos estudiosos de la política internacional de hecho han enfocado gran parte de sus investigaciones en la política exterior en forma general, analizando también sus fuentes domésticas. Política de una nación en particular

Prácticamente en todas partes los politólogos muestran particular interés por la política de sus propios países. Esta preocupación puede explicarse con la misma clase de términos que los que se emplean más adelante para explicar el interés de los politólogos norteamericanos por su sistema político nacional, pese al énfasis que históricamente se ha dado en los Estados Unidos a los asuntos propios. No obstante la naturaleza intelectualmente anómala de este subcampo, existen fuertes razones por las que ha persistido -y en numerosos aspectos incluso predominado- en el campo de la ciencia política norteamericana. En primer lugar, como señalamos, dos de las principales tareas de los politólogos son el entrenamiento de ciudadanos participantes en política y el adiestramiento profesional de dirigentes políticos. En los Estados Unidos, estos objetivos están concentrados comprensiblemente, en el proceso político norteamericano. (Sin duda, resulta clara la importancia de que los ciudadanos y los políticos profesionales posean asimismo un conocimiento básico de los sistemas políticos y prácticas políticas no americanos.) Una segunda razón de la capital importancia que reviste el subcampo de la política doméstica norteamericana es la accesibilidad que tiene el estudio de estos fenómenos para los politólogos norteamericanos. La investigación sistemática de otros países implica obtener una licencia o permiso de la facultad en que se trabaja, así como financiación

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para viajes y estudios, y, tal vez, poseer cierto dominio de idiomas extranjeros y contactos profesionales en otros países. Evidentemente, también supone el desarrollo de una profunda comprensión de los factores históricos y culturales que son relevantes para la investigación que ha de efectuarse. En contraste con ello, las investigaciones en el propio país son relativamente menos costosas y exigen menos tiempo y capacitación. Podría subrayarse que la tendencia observada después de la Segunda Guerra Mundial hacia una investigación empírica científicamente aceptable también contribuyó a promover el interés por la política norteamericana entre los politólogos de ese país. Es decir, que el énfasis puesto en la observación directa y repetitiva de los fenómenos políticos alentó a los investigadores a dirigir sus estudios allí donde les resultaba más fácil efectuar tales observaciones directas y repetitivas. Para los politólogos norteamericanos, esto implicó la investigación de la política en los Estados Unidos. Una tercera y muy pragmática razón para la continuidad de la autonomía del subcampo de la política doméstica norteamericana ha sido la exigencia legal, en numerosos estados, de realizar cursos sobre gobierno norteamericano [es decir, instrucción cívica] como parte de los estudios de formación de docentes y de los programas de educación general. Uno de los resultados de este tipo de exigencia fue la tendencia de las facultades a hacer que los cursos sobre gobierno norteamericano sirvieran como cursos introductorios de ciencia política. Esta decisión curricular implica ciertos riesgos desde el punto de vista intelectual; como hemos señalado, la política norteamericana es muy diferente de la política de muchas otras partes del mundo. La comprensión de la política norteamericana es de vital importancia, pero puede no ser la vía más efectiva para introducir a los estudiantes en el conocimiento de la política en general, esto es, la política como tipo genérico de comportamiento humano. En reconocimiento de este inconveniente, cada vez son más las facultades que ofrecen a los estudiantes cursos introductorios sobre los principios y conceptos básicos de este campo, ilustrados con ejemplos de la actividad política observada en una variedad de ambientes o contextos distintos, tal como sucede con sus equivalentes en las otras ciencias sociales². Política de unidades subnacionales

Es improbable que usted encuentre la frase “política de unidades subnacionales” en la descripción de un curso o en el plan de estudios de una facultad. La frase es demasiado general e intenta abarcar diversas categorías similares de enseñanza e investigación en la ciencia política. Las versiones más habituales de esta categoría son, por ejemplo: Gobierno Local y Estadual [= Provincial], Política Urbana, Política Comunitaria [= Municipal] y Federalismo. Comparten como característica común el hecho de estar enfocadas sobre la actividad política desarrollada en unidades políticas que se hallan dentro de unidades nacionales mayores. En los Estados Unidos, el estudio del gobierno y la política subnacionales se ha enfocado excesivamente sobre los fenómenos del propio país. Tan solo en época muy reciente los estudiosos norteamericanos comenzaron a prestar mayor atención a los gobiernos locales de otras partes del mundo. Últimamente ha habido un creciente interés por los problemas del gobierno local en países subdesarrollados de África, Asia Sudoriental y América Latina. Algunos estudiosos norteamericanos también están interesados por los problemas del federalismo -es decir, las relaciones entre las unidades de gobierno nacionales y subnacionales- en países con historia de divisiones y conflictos regionales, como, por ejemplo, Yugoslavia. Entre otras cosas, aquello que diferencia a las unidades políticas subnacionales de las unidades nacionales es su relativamente mayor dependencia de una unidad administrativa más grande. Así, los estados [= provincias] pueden ser vistos como subsistemas de una nación, y las comunidades o municipios como subsistemas de los

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estados [provincias]. Este alto grado relativo de dependencia de una unidad inclusiva mayor ejerce considerable influencia sobre la política de las unidades subnacionales. Los estados [provincias] y las localidades, por ejemplo, pueden depender en forma considerable del gobierno nacional para financiar sus obras viales, ciertos programas educativos, el auxilio frente a catástrofes y los sistemas de transporte público. La dependencia financiera implica un bajo grado de autonomía en la toma de decisiones por parte de los funcionarios públicos de los estados [provincias] y municipios. También puede afectar la actividad electoral dentro de los estados [provincias]. Por ejemplo, un candidato al Senado que pertenezca al mismo partido que el presidente de la nación podría argumentar que su elección conducirá a un tratamiento económico más favorable para el estado [provincia]. Subcampos basados en la actividad

Cinco subcampos de la ciencia política se identifican primariamente en función de actividades o comportamientos. Estos tipos de actividad o comportamiento pueden ser estudiados en una variedad de contextos, si bien, una vez más, los politólogos de los Estados Unidos han tendido a hacer hincapié en la experiencia norteamericana. Estos subcampos son: 1) opinión pública y comportamiento electoral; 2) partidos políticos y grupos de interés; 3) administración pública; 4) derecho público y comportamiento judicial, y 5) política y economía. Opinión pública y comportamiento electoral Este fue el primer subcampo de la ciencia política que experimentó un cambio en procura de métodos de investigación científica más precisos. Aparentemente esto sucedió por dos razones. En primer lugar, los datos concernientes a estos temas eran fáciles de cuantificar, y la cuantificación, a causa de su precisión, es útil a la ciencia. Es fácil tabular votos y opiniones expresadas. En segundo lugar, la investigación por encuestas o sondeos (esto es, preguntas a la gente acerca de sus preferencias políticas) brinda oportunidad para realizar una cuidadosa “observación” directa del “comportamiento” en cuestión (o sea, la expresión de una opinión por la persona entrevistada). En forma conexa, algunos politólogos consideran que las encuestas son preferibles a muchos otros métodos de observación del “comportamiento”, pues permiten al investigador procurar en forma activa únicamente la información por la que está interesado haciendo preguntas específicas. En lugar de observar pasivamente hechos políticos, el estudioso puede, mediante las entrevistas, indagar activamente aquello que quiere saber acerca de las perspectivas del ciudadano referentes a la política. En las sociedades liberal-democráticas, la expresión de la opinión pública, particularmente por medio del voto, es vista como el indicador más fundamental de los sentimientos de los ciudadanos. Las opiniones públicas sobre la política poseen tanto una dimensión fáctica como normativa; esto es, incluyen, por un lado, la manera en que los ciudadanos perciben el mundo de la política y, por el otro, las evaluaciones sobre individuos o prácticas políticas específicos, basadas en valores y actitudes personales. Estos valores y actitudes a menudo son complejos y proceden de diversas fuentes. Mediante la identificación de la opinión pública y el estudio del comportamiento electoral, podemos obtener alguna pista sobre los principios ideológicos (o sea, los criterios evaluativos fundamentales con los cuales se juzga a las personalidades públicas y sus actos) de una cultura política. Una de las cosas que los politólogos han aprendido es que la adhesión ideológica de la mayoría de los ciudadanos de muchas sociedades se orienta, preponderantemente, hacia símbolos abstractos y slogans. La gente tiende a responder ante cuadros simplificados de la política y a construir sus opiniones políticas sobre una base informativa frágil. Una de las manifestaciones de esta falta de atención a

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las prácticas específicas es la ausencia de compromiso activo en política por parte de la mayoría de las personas en la mayoría de las sociedades. En los Estados Unidos, aún el interés por las elecciones presidenciales es relativamente bajo, y los individuos que se comprometen activamente en las campañas electorales representan un minúsculo porcentaje de la población. Lo que hemos aprendido acerca de la opinión pública y la subsecuente participación política sugiere un grado considerable de desinformación y apatía política por parte de la ciudadanía en numerosas culturas diferentes. El estudio de las opiniones públicas ha tendido a enfatizar las explicaciones acerca de por qué la gente tiene las opiniones que tiene. Solo últimamente se ha demostrado interés por el impacto que posee la opinión pública sobre las decisiones de las autoridades públicas y de los líderes políticos. Los politólogos también han comenzado a reconocer que es importante explicar no sólo los orígenes aparentes de los votos y de otras expresiones de la opinión pública, sino también la carencia de opinión, la apatía por informarse y la abstención electoral. Esto es, hemos comenzado a comprender que puede haber explicaciones especiales para la falta de desarrollo de opiniones políticas coherentes y para la ausencia de inclinación a participar aún en las actividades políticas más fundamentales. El lector atento notará que en la caracterización de las opiniones públicas nos hemos referido a ellas como “comportamientos”, pero que hemos ubicado constantemente esta palabra entre comillas. Hemos procedido así porque existe cierto debate entre los estudiosos de la política sobre si puede considerarse realmente a una opinión como un comportamiento. Volveremos sobre este asunto más adelante en este libro, pues la controversia dista mucho de ser una mera discrepancia semántica. Por el momento, simplemente señalaremos que, cuando una persona expresa una opinión a un entrevistador, esto no significa necesariamente que tenga intención de comprometerse en algún acto político específico como consecuencia de sostener esa opinión. De hecho, sus acciones pueden parecer contradictorias con las opiniones expresadas. Por ejemplo, un individuo puede decirle al entrevistador que prefiere al candidato presidencial demócrata y que se propone votar por él, pero luego puede terminar no haciéndolo. Algunos de los problemas inherentes a esta clase de situaciones se discutirán en los capítulos siguientes. Partidos políticos y grupos de interés Para mucha gente, los partidos políticos son la política. Los partidos ocupan, por cierto, un lugar central en el proceso político de prácticamente todos los sistemas. En las sociedades liberal-democráticas, funcionan como vehículos para la resolución de conflictos y para la representación de intereses en la sociedad. Gran parte de la competencia política en el seno de tales sistemas es competencia dentro de los partidos y entre los partidos. Es más, una buena parte de la actividad política emprendida por los ciudadanos en los sistemas liberal-democráticos es realizada a través de la estructura de los partidos políticos principales. La adhesión a los partidos provee la base del comportamiento electoral de gran número de personas, y, por lo general, los partidos son capaces de definir los asuntos que serán debatidos en el sistema político, sobre todo en época de elecciones. En los sistemas liberal-democráticos, los partidos políticos agregan (suman) y representan los intereses de grupos de individuos. Por tanto, tendemos a considerar a los partidos como importantes agentes en el proceso de mantener la responsabilidad de las autoridades públicas ante la masa de ciudadanos. Empero, hay muchas sociedades en las cuales los partidos políticos son primordialmente agencias del gobierno mismo, instrumentos para implementar las decisiones tomadas por los líderes políticos. En vista de ello, una de las tareas importantes de los estudiosos ha sido identificar diferencias en las funciones ejercidas por los partidos políticos en diferentes sistemas, explicar sus

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razones y evaluar su impacto sobre la organización interna y la operación de los partidos políticos mismos. El estudio de los partidos políticos es uno de los subcampos de la ciencia política en que más ha progresado el análisis comparativo. La investigación comparativa ha puesto de manifiesto las diferencias en las características internas de los partidos políticos en diferentes contextos, así como en las relaciones entre los líderes partidarios y sus seguidores. Ha revelado diferencias en la estructura y proceder de convenciones, congresos y otras reuniones generales de miembros de los partidos y sus representantes. El análisis comparativo también ha identificado diferencias en las estrategias de las campañas, en las posiciones ideológicas y en las bases de apoyo en la sociedad que poseen distintos tipos de partidos políticos. En forma conexa, una buena parte de la investigación comparativa se ha concentrado en las diferencias entre los sistemas de partidos. En particular, se ha efectuado un importante trabajo en la contrastación de los sistemas de partido único, de dos partidos (bipartidismo) y de múltiples partidos (multipartidismo). Podemos agrupar el estudio de los grupos de interés dentro de este mismo subcampo. En las sociedades modernas, la representación directa de los deseos y necesidades de todos los segmentos de la población ante los organismos de gobierno resulta, como puede comprenderse, imposible. Por consiguiente, el orden político desarrolla instituciones y prácticas que sirven de intermediarios entre el público y las autoridades. En términos generales, el propósito de estas prácticas e instituciones de intermediación es actuar como canales de insumos, transmitiendo los intereses y opiniones de los ciudadanos al interior del proceso político. Es bastante claro, sin embargo, que no todos los intereses compartidos aún por gran número de ciudadanos son representados de igual forma o de manera adecuada en el proceso político. Por otra parte, el grado de autonomía de que gozan los grupos de interés frente al control gubernamental varía ampliamente entre los diferentes sistemas políticos. Aun en aquellos sistemas donde los grupos de interés poseen considerable autonomía, algunos grupos tienen una influencia desproporcionadamente mayor de la que correspondería al número de sus integrantes. El estudio de los grupos de interés se ha concentrado no sólo en los medios por los cuales éstos se organizan y mediante los cuales logran conseguir y mantener apoyo, sino también en las tácticas usadas para tratar de influir sobre las autoridades públicas. Estas actividades de representación de intereses asumen diversas modalidades y apuntan a diferentes puntos del proceso político; por ejemplo, hacia distintos organismos y personalidades del gobierno. Administración pública

El estudio de la administración pública es un subcampo de la ciencia política que ha experimentado considerables cambios en los años recientes. Formalmente, la administración pública involucra: a) la aplicación y ejecución de las leyes y reglamentos sancionados por las autoridades que tienen a su cargo la toma de decisiones, y b) el cumplimiento de los diversos servicios públicos provistos por el gobierno. Los recientes estudios en este subcampo han intentado explicar las consecuencias que tienen diferentes prácticas o estilos organizacionales o administrativos sobre la efectividad de las estructuras administrativas. También se están realizando esfuerzos para adquirir una comprensión precisa del “proceso de políticas públicas” (policy process), esto es, el proceso mediante el cual las decisiones formales se traducen en políticas concretas, que acarrean consecuencias para las vidas de los seres humanos. Esta distinción entre decisiones y políticas (policies) es importante. Cuando las autoridades que tienen a su cargo la adopción de decisiones (o sea, el Congreso, el

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Presidente, la Corte Suprema) escogen un curso específico de acción entre varias alternativas disponibles, están tomando una decisión. Las decisiones, no obstante, deben ser llevadas a cabo, administradas y puestas en vigor. No son pocos los casos en que estas decisiones formales no pueden ser vertidas fielmente a la práctica -o no se lo quiere hacer-. La política concreta (policy) refiere al real estado de los asuntos, al resultado de todos los esfuerzos que se hayan llevado a cabo para cumplir con la decisión. La brecha entre la decisión y la política que finalmente es ejecutada, es conocida como el desliz (slippage) del proceso de políticas. Por ejemplo, es conocida la posición de la Suprema Corte y del Congreso de los Estados Unidos sobre la discriminación y segregación racial en las escuelas públicas, medios de transporte públicos y otros servicios del Estado. Pero un viaje a través del sur de los Estados Unidos, o, por cierto, a través de numerosas ciudades a lo largo del país, sugiere que la letra de estas decisiones no se ha traducido fielmente en políticas concretas. En los últimos años, el estudio de las razones que explican esta clase de deslices en el proceso de políticas públicas ha sido una de las áreas importantes del subcampo de la administración pública. La administración pública también incluye el estudio de la burocracia. Algunos arguyen que el cambio singular más importante que han experimentado los sistemas políticos desarrollados en el siglo XX es la burocratización de la política. Debido a que el alcance de la actividad gubernamental se ha expandido muchísimo y los aspectos del orden social en que toma parte el gobierno -por ejemplo, en la esfera de la economía- se han vuelto tremendamente complejos, la burocracia gubernamental ha aumentado a la par. De modo semejante, las organizaciones políticas no gubernamentales, como por ejemplo los partidos, a menudo han adoptado estructuras y funciones cada vez más complejas. Los estudiosos del subcampo de la administración pública investigan hoy día de qué manera la burocratización de la actividad política ha afectado a otros aspectos de la vida política. El campo de estudio de la administración pública ha exhibido una interesante mezcla de elementos empíricos y normativos. En sus esfuerzos por contribuir a un manejo más eficiente y racional de los asuntos públicos, los estudiosos del proceso administrativo no sólo han tratado de identificar cómo es ese proceso, sino que también han ofrecido numerosas sugerencias para mejorarlo. Por cierto, algunos de los investigadores más destacados de este subcampo son firmes defensores del papel normativo que deben cumplir tanto ellos como sus colegas. Creen que los escritos de los estudiosos de la administración pública debieran ir mucho más allá de la simple descripción, explicación y predicción de los elementos de la política que tienen que ver con la administración pública; esto es, postulan que debieran abarcar también recomendaciones específicas sobre cómo mejorar el proceso de políticas públicas. Una importante concomitancia del llamado recientemente renovado en pos de la mezcla de elementos empíricos y normativos en el estudio de la administración pública ha sido el creciente interés por el análisis de las relaciones humanas en el seno de las estructuras organizacionales complejas. Tal como se afirma con frecuencia, una de las características de la creciente burocratización de la vida política es una sustancial deshumanización de las relaciones personales. En general se piensa que las estructuras organizacionales complejas, sobre todo quizá las de las grandes corporaciones y las del gobierno, tienen un efecto despersonalizante y paralizante sobre las personas que trabajan en ellas. De manera conexa, a menudo se sostiene que los ciudadanos que deben tratar con estas burocracias hallan poca responsabilidad y respuesta de parte de los empleados y funcionarios públicos. Los especialistas del subcampo de la administración pública han mostrado últimamente sumo interés por este problema y han dedicado considerables energías no sólo a fin de identificar sus dimensiones, sino también para formular recomendaciones acerca de cómo podría reducírselo.

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Derecho público y comportamiento judicial

El estudio del derecho público es el estudio de las bases constitucionales y legales que regulan la existencia e interrelaciones de las entidades políticas así como las relaciones entre las entidades políticas y los individuos. Cuarenta años atrás, mucho de lo que se designaba como “ciencia política” tanto en universidades norteamericanas como europeas era en realidad el estudio del derecho público. Y la que luego fue denominada "tradición legalista” ejerció considerable influencia en el estudio de la política hasta fecha muy reciente³ Hay pocas dudas de que el estudioso de la política deba conocer las constituciones y prescripciones legales. Pero la tradición legalista en ciencia política hace hincapié en el estudio de estas prescripciones formales y leyes y subenfatiza los aspectos “informales” de la política que no están abordados explícitamente en las constituciones o en los cuerpos de leyes. Por consiguiente, una perspectiva legalista sobre el Congreso o la Presidencia norteamericanos estaría enfocada en el análisis de los poderes otorgados constitucionalmente a cada uno. De modo semejante, el enfoque legalista sobre gobierno comparado insistiría en la comparación de las constituciones de los principales países. En los últimos años, el enfoque legalista más restrictivo se ha ensanchado; como consecuencia de ello, el subcampo del derecho público pasó a ser llamado estudio del comportamiento judicial, o del derecho y la política. Este cambio refleja el reconocimiento de que el contenido de las leyes, así como los mecanismos utilizados para la interpretación de éstas y para la resolución judicial de disputas legales, forman parte en gran medida del proceso político más amplio. Por ende, la comprensión del contenido de las leyes exige el estudio de las instituciones, del pueblo y de los procesos involucrados en las actividades judiciales. Recientes tendencias en el campo del derecho y la política, o campo del comportamiento judicial, han puesto de relieve que la esencia del proceso judicial es la toma de decisiones. En este sentido, el proceso judicial tiene mucho en común con otros elementos del sistema político. Las características que el proceso judicial comparte con otros elementos de la política a veces necesitan ser subrayadas, porque muchos ciudadanos de algún modo creen que el sistema judicial es “apolítico”. En cierto sentido, desde luego, las decisiones judiciales difieren de las decisiones legislativas o ejecutivas. No obstante, pese al marco restrictivo de la ley y la jurisprudencia dentro del cual opera, la esencia del proceso judicial es la toma de decisiones. Es más, la adopción de decisiones judiciales constituye una parte integral del proceso político: no sólo las decisiones de los tribunales tienen importantes repercusiones políticas, sino que, a la inversa, el proceso judicial no se encuentra aislado de la influencia de elementos sociales y políticos. Por ejemplo, una de las importantes funciones societales de los tribunales es la resolución de conflictos. A fin de preservar su influencia para poder así resolver conflictos, los tribunales deben captar apoyo para sus decisiones haciéndolas compatibles -por lo menos en líneas generales- con los valores sociales y políticos dominantes en la sociedad. Por lo tanto, la cultura política ejerce influencia sobre el contenido de las decisiones judiciales. Por otra parte, la comprensión del proceso judicial sugiere la necesidad de investigar a las personas que toman decisiones judiciales así como los procedimientos mediante los cuales lo hacen. Una buena parte de la investigación se dirige actualmente a los antecedentes personales y profesionales de los miembros de la judicatura en sus diferentes niveles -y en diferentes clases de tribunales- en diversos sistemas políticos. Este conocimiento se ha revelado útil para predecir qué tipo de decisiones es más probable que adopten. Uno de los elementos más importantes de la relación entre el proceso judicial y el proceso político más amplio concierne a las decisiones judiciales sobre cuestiones vinculadas con los medios legítimos para el ejercicio de la actividad política. Por ejemplo,

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uno de los problemas más difíciles para cualquier sistema político es cómo definir los límites del disenso político aceptable. En un sistema democrático, se presume que estos límites han de ser amplios y razonablemente flexibles. Los tribunales de varios países han entendido uniformemente que, en tiempos de guerra o ante otras crisis nacionales, las libertades individuales, sobre todo el derecho a un disenso político vigoroso, pueden ser restringidas en pos del interés nacional. Al decidir sobre estas cuestiones, los tribunales, forzosamente, llegan a involucrarse de manera intensa en política. En estas circunstancias, los jueces deben realizar delicados juicios y apreciaciones acerca de la repercusión del comportamiento político sobre el sistema político, y sus decisiones a veces tendrán un decisivo impacto sobre el futuro político de grupos específicos dentro del sistema. Política y economía

Un subcampo de la ciencia política que con frecuencia no ha gozado de un estatus separado en los Estados Unidos, pero que ha sido importante en las universidades europeas, es el de la política y la economía. En Europa, esta área de estudio se halla incluida bajo el título de “economía política”. El estudio de las relaciones entre la actividad política y la actividad económica es importante para los politólogos porque las autoridades públicas -o sea, las personas elegidas por medio del proceso político y que participan en él- adoptan importantes decisiones económicas. Es decir, que el gobierno está profundamente implicado en los controles y actividades económicos en la mayoría de los países del mundo. Los gobiernos manipulan el flujo monetario y el costo del crédito, subsidian y gravan empresas y actividades económicas, regulan el grado y naturaleza de las relaciones entre los negocios mediante la legislación y las acciones antitrust, regulan los servicios públicos y los medios de comunicación públicos e intentan controlar aspectos de la producción económica y los precios. Tales actividades son evidentemente cruciales para los asuntos de una nación, y los procedimientos mediante los cuales los gobiernos se involucran en las mismas requieren minucioso estudio. La mayor atención prestada a la economía política en las universidades europeas obedece, en gran medida, a la importancia histórica que tuvieron en Europa los pensadores políticos que pusieron de relieve las estrechas relaciones entre la política y la economía. Por ejemplo, los conceptos y teorías marxistas, que hacen hincapié en la interdependencia entre política y economía, han recibido una atención mucho más sistemática en Europa que en los Estados Unidos. No obstante, últimamente ha aumentado en este último país el interés por los temas que atañen al papel del gobierno en la economía y, a la inversa, al impacto de las condiciones económicas sobre el comportamiento político. Subcampos “teóricos”

Dos subcampos de la ciencia política se concentran en el análisis de las ideas acerca de la política en vez de hacerlo sobre los elementos sustantivos de la política misma. Con palabras un tanto vagas, podríamos decir que estos dos subcampos constituyen el costado teórico de la ciencia política. No se puede dejar de subrayar que la ‘teoría” y la “sustancia” (o los “hechos”) se hallan muy estrechamente ligadas entre sí. Por cierto, sin una mezcla tanto de “teoría” como de “hechos” sería imposible la comprensión de la política o de cualquier otro asunto. Este es el mensaje fundamental de este libro. Por consiguiente, retornaremos a él a menudo. Por ahora, sin embargo, introduciremos nuestro breve examen de estos dos últimos subcampos de la ciencia política señalando dos de los sentidos en que la “teoría”

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y la “sustancia” se hallan estrechamente entrelazadas. En primer lugar, existe teoría, de hecho, en cada uno de los subcampos que ya hemos descrito. Hay teorías que tratan de explicar cosas acerca de los partidos políticos, el comportamiento electoral y el proceso judicial. Hay marcos teóricos para explicar una variedad de diferencias entre los sistemas políticos. Existen teorías para explicar e interpretar la política internacional. En segundo lugar, apañe de la existencia de numerosas teorías en ciencia política, teoría y sustancia dependen una de otra de manera lógica. Las teorías son marcos, esquemas, estructuras para contemplar las cosas. Sin sustancia esto es, sin hechos que permitan “poner carne” en el esqueleto-, las teorías no despiertan un interés particular en la gente que quiere entender cómo es el mundo o a qué se parece. Inversamente, los hechos son, por analogía, algo semejantes a personas que desean tener influencia política: sin una organización cuidadosa tienen escaso significado o consecuencia. La información desorganizada no es muy útil. Más específicamente, cualquier “hecho” dado es más importante para la comprensión de la realidad cuando está relacionado con un número creciente de otros “hechos”. Memorizar “hechos” no es la base del entendimiento. A fin de comprender la información fáctica, debemos estar en condiciones de seleccionar aquellos hechos que son más relevantes e importantes para nuestros propósitos, y reunir estos hechos importantes en alguna clase de marco de referencia y de análisis dotado de sentido. Las teorías son concebidas para brindar estos marcos de análisis. Nos ayudan a seleccionar la información que es relevante y a organizar esa información de modo tal que podamos entender mejor el asunto en estudio. Teoría política empírica

Como subcampo de la ciencia política, la teoría política empírica implica el estudio de los enfoques y técnicas con los cuales pueden construirse teorías científicas de la política. Se ocupa tanto del desarrollo de tales enfoques y técnicas como de su evaluación a la luz de las reglas de la investigación científica. Subrayamos la frase “como subcampo de la ciencia política” en el párrafo anterior. Existen, después de todo, teorías empíricas -es decir, teorías basadas en datos observacionales- acerca de numerosos aspectos de la política. Como señalamos más arriba, la teoría y la sustancia van juntas. El estudio de la política doméstica norteamericana, la política internacional, la administración pública, etc., no avanzaría muy lejos sin teoría. En este sentido amplio del término, la ‘teoría empírica” es una característica de todos los subcampos de la ciencia política, más que un subcampo distinto. En un sentido más restringido, sin embargo, a menudo se ha utilizado la frase “teoría empírica” para describir el análisis de los métodos con los cuales intentamos construir teorías sustantivas. Dado que el foco de este subcampo está puesto en los métodos para la construcción de teorías, a veces se lo denomina metodología. De modo similar, las importantes cuestiones que surgen acerca de las maneras en que estudiamos la política son mencionadas usualmente como problemas metodológicos. Algunos ejemplos permitirán aclarar las clases de cosas que se hacen en el subcampo de la teoría empírica o metodología. Una evaluación de la medida en que la teoría marxista explica en forma precisa y adecuada las relaciones entre el cambio económico y político sería un asunto que concierne a la teoría política empírica. (Nótese, sin embargo, que una evaluación sobre si Marx estaba “justificado” en sus críticas a los capitalistas del siglo XIX sería un asunto normativo y, por lo tanto, que no atañe a la teoría política empírica.) Un examen de la adecuación de la definición de “poder dada en el capítulo 1 para describir y analizar las relaciones entre la Presidencia y el Congreso sería una tarea que incumbe a la teoría política empírica. Un examen de la utilidad de los modelos de comportamiento humano basado en la maximización de beneficios (desarrollados en economía y que dan por sentado un comportamiento altamente

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racional, orientado por objetivos, de parte de los seres humanos) para comprender el voto también sería realizado en este subcampo. En un sentido más general, el trabajo metodológico comprende los esfuerzos para aclarar los supuestos que se hallan detrás de los enfoques y teorías de la política usados comúnmente, así como sus implicaciones. Los estudiosos que se dedican a la teoría empírica (o metodología) intentan ofrecer reglas para el trabajo sustantivo de los colegas que estudian aspectos particulares de la política, así como evaluaciones del mismo. Los asuntos metodológicos también incluyen el desarrollo y refinamiento de técnicas para recolectar, organizar y analizar la información acerca de la política. Por ejemplo, una de las maneras en que obtenemos información sobre la política es realizando sondeos, encuestas o entrevistas a muestras seleccionadas de ciudadanos. La perspectiva metodológica presta atención a temas tales como: el modo en que debería escogerse la muestra a fin de que sea representativa de una población más numerosa, la manera de formular y organizar las preguntas de la entrevista, y la mejor forma de tabular y organizar los resultados de la encuesta. Similarmente, los metodólogos están interesados en el desarrollo de técnicas de recolección de información tales como el análisis de contenido, que podemos explicar mediante un ejemplo ilustrativo: Supóngase que un estudioso de la Presidencia de los Estados Unidos desea tener un mayor conocimiento de los tipos de apelaciones oratorias utilizadas por diferentes presidentes. Una de las principales maneras de estudiar este tema sería seleccionando algunos discursos de cada presidente y procediendo a un análisis semejante de cada uno. Esto es lo que se denomina análisis de contenido. Desde un punto de vista metodológico, el investigador debería estar interesado en cuestiones tales como: qué discursos sería menester seleccionar y por qué, cuántos discursos se requerirían para el análisis, qué clases de palabras deberían buscarse, y de qué manera debería evaluarse la significación o importancia de diferentes palabras o frases. Cada una de estas cuestiones de teoría empírica (o metodología) ilustra claramente la inevitable ligazón entre los problemas teóricos (o metodológicos) y los problemas sustantivos. Ningún investigador serio interesado en el estudio de la opinión pública puede ignorar los problemas metodológicos que atañen a la estructuración y organización de su cuestionario. Tampoco puede limitarse a transferir el diseño completo del cuestionario a alguien que sepa mucho sobre las respuestas psicológicas de las personas a diferentes clases de preguntas, pero que desconozca la materia de que tratan las preguntas que han de hacerse en ese estudio particular. Ningún estudioso de los discursos presidenciales puede ignorar los detalles ‘técnicos” de saber cómo encarar una investigación de análisis de contenido. Al mismo tiempo, no puede dejar razonablemente la selección de las palabras que hay que buscar en manos de alguien que sepa mucho sobre semántica y técnicas de análisis de contenido, pero poco sobre la política presidencial o la historia norteamericana. Todo estudio requiere tanto un conocimiento sustantivo como un conocimiento de las cuestiones teóricas y técnicas vinculadas con la manera en que debería llevarse adelante el mismo. Si bien esto implica la adquisición de un conjunto cada vez mayor de habilidades y pericias por parte de los estudiosos de la política -y, por consiguiente, un esfuerzo suplementario-, el esfuerzo parece tan necesario como valioso. En cierta medida, es menester que todo estudioso de la política sea su propio metodólogo; es decir, los investigadores de la política deben aprender una combinación de habilidades y pericias sustantivas y metodológicas. Al mismo tiempo, la ciencia política no es diferente de muchas otras áreas de la ciencia, en el sentido que las innovaciones técnicas y teóricas se desarrollan por lo menos tan rápidamente como nuestra comprensión sustantiva de las cosas, si no lo hacen aún más velozmente. Dada la importancia de intentar estar a tono con estas innovaciones

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técnicas, un considerable número de estudiosos de la política sin duda concentrarán sus esfuerzos en el subcampo de la teoría empírica o metodología. Teoría política normativa

Durante muchos años, y por cierto hasta la tercera década del siglo XX, la teoría política normativa, o filosofía política, fue uno de los segmentos dominantes del campo de la ciencia política. Sigue teniendo vitalidad, aun cuando su importancia en comparación con algunos otros subcampos ha declinado en la mayoría de las universidades norteamericanas. Los cursos de ‘teoría política” aún versan primordialmente, por lo general, sobre teoría normativa, hecho que subraya la importancia tradicional de los asuntos normativos (o sea, de los valores, o de las proposiciones de tipo “deber ser" entre los estudiosos de la política. Existen dos ramas identificables en el subcampo de la teoría política normativa. La primera consiste en el análisis de las proposiciones normativas ofrecidas por prominentes filósofos políticos tanto del pasado como del presente. La finalidad de este estudio es aclarar los orígenes e implicaciones de sus preferencias políticas, es decir, de sus formulaciones de tipo “deber ser" referidas a la política. Esta primera rama es explicativa y analítica, puesto que procura entender por qué y cómo se desarrollaron algunas filosofías políticas y qué repercusiones tuvieron en la ulterior actividad política. La segunda rama del subcampo de la teoría política normativa es en sí misma de naturaleza normativa más que explicativa. En este caso, el propósito es evaluar determinadas filosofías, o las aparentes ramificaciones en el mundo real de la puesta en práctica de tales filosofías, a la luz de un conjunto de criterios normativos. Las filosofías son evaluadas en función de si han sido (o son) buenas o malas en sus efectos políticos, o correctas o equivocadas en sus premisas y proposiciones fundamentales. No es raro que esta rama de la teoría política normativa se dedique, en ocasiones, a la evaluación de la relevancia y propiedad de cienos puntos de vista filosóficos para la solución de problemas sociales contemporáneos. Debería recalcarse que la mayoría de los cursos universitarios de ‘teoría política” suelen abarcar ambas ramas, esto es, tanto tratamientos explicativos como normativos de filosofías políticas escogidas. Por cieno, algunos de esos cursos también versan sobre aquello que hemos denominado teoría política empírica, por cuanto evalúan la medida en que las predicciones (por oposición a las preferencias) de importantes pensadores políticos demostraron ser exactas. A menudo estos cursos combinan las perspectivas normativa y analítica. El interés por la teoría política normativa resulta, como puede comprenderse, de importancia para los estudiosos de la política, tal como lo hemos sugerido. El proceso político es crucial para la administración de los asuntos humanos e implica una multitud de juicios de muchas personas efectuados sobre la base de sus propias preferencias, sus propias percepciones normativas sobre cómo debería ser el mundo. Al mismo tiempo, también es menester advertir que la rama normativa de este subcampo -o sea, la práctica de evaluar determinadas filosofías políticas a la luz de criterios normativos- es ajena a las definiciones aceptadas de la ciencia y, por consiguiente, no forma parte, estrictamente hablando, de la ciencia política en tanto ciencia. No obstante, esta rama normativa de la teoría política posee reconocida importancia en los planes de estudios universitarios y no hay razón para creer que la creciente orientación del estudio de la política hacia metas científicas lleve a la exclusión de los asuntos normativos de los cursos en que se enseña nuestra disciplina.

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Notas NOTA 1. Precisamente, qué es lo que el subcampo de la política comparada trata de explicar y cómo debería estructurar sus explicaciones son temas que han sido objeto de numerosas discusiones recientes entre los politólogos. Una perspectiva particularmente interesante es presentada en Przeworski, Adam y Teune, Henry: The Logic of Comparative Social Inquiry, New York, John Wiley & Sons, 1970. NOTA 2. Parte del ímpetu para esta reorientación de los cursos de introducción a

la ciencia política parece haber provenido del reconocimiento de que la mayoría de los cursos introductorios en las otras ciencias sociales son amplios y están basados en conceptos básicos, y no se restringen a enfocar un país o área geográfica panicular; por ejemplo, “Introducción a la Sociología” o “Principios de Economía” NOTA 3. Véase Sorauf, Frank J.: Perspectives on Political Science. Columbus, Charles E. Merrill, 1966, pp. 9-21.