Hongos tóxicos y comestibles en Uruguay, guía visual

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No son plantas, tampoco animales. Los hongos constituyen un reino aparte –el Reino Fungi–. No poseen clorofila y, al igual que los animales, para alimentarse deben ingerir sustancias del medio en que viven. Algunas especies son comestibles, otras pueden producir alucinaciones, y unas pocas son extremadamente tóxicas o letales. Muy pocos hongos silvestres se consumen en Uruguay, aunque algunos están casi a la vuelta de la esquina. Hay especies comestibles, otras producen alucinaciones, pocas son tóxicas y una resulta mortal. SUSCRIBITE a nuestros boletines de: 1º TRABAJO: http://wp.me/3diS2 2º ENSEÑANZA: http://wp.me/2fnL3 3º CIENCIA: http://wp.me/3cLe9 Comunicate: tel. 4664 2047 [email protected]

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Alejandro Sequeira Ninon Talice-Lacombe

> No son plantas, tampoco animales. For-man un reino aparte con miles de súbditos que habitan por doquier. De hecho, casi no existe lugar donde un hongo no pueda crecer. Asociados con algas, en forma de líquenes, han conquistado desiertos donde casi no hay vida que resista.

Con forma de estrella, similares a un falo, semejantes a diminutos nidos de pájaros, en forma de puff, cubriendo madera a modo de piel o creciendo en estantes sobre ramas y troncos, los hongos son asombrosamente «estéticos» incluso en su forma más clásica de sombrero y pie. Lo que llamamos «hongo», visible por todos nosotros, es en realidad solo una parte del mismo, el aparato reproductor. La otra parte, el aparato vegetativo, invisible, se halla dentro del sustrato donde se alimen-ta, formado por una infinidad de filamentos

entrelazados, el micelio. Para diferenciar el aparato reproductor del cuerpo vege-

IZQUIERDA: Detalle –al corte– de la láminas de un champiñón de campo (Agaricus campestris). Si bien la mayoría de las especies de Agaricus son comestibles, A. xanthodermus (se reconoce porque su carne y el pie se tiñen de amarillo al frotarse) es tóxica.

Se conocen aproximadamente 200.000 especies de hongos, y todos los años se descubren y describen otras nuevas. Si bien hay una gran variedad de especies silvestres comestibles, solo unas pocas forman parte de la dieta habitual de los uruguayos, y otras nunca deberían llegar a la mesa debido a su toxicidad, en oca-siones letal.

HONGOS COMESTIBLES Y VENENOSOSDEL URUGUAY

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tativo de los hongos, los europeos utilizan la palabara «seta».

El micelio, o bien vive asociado a las raíces de algún árbol formando micorriza (boletos, lactarios, gimnopilos), o bien vive de materia orgánica inerte o muerta (lactarios, amanitas, coprinos), o bien vive a expensas de otros seres vivos (hongos microscópicos y algunos políporos). Los filamentos del micelio son tan diminutos que solo pueden verse a simple vista si forman agregados.

Cuando las condiciones de humedad y temperatura son favorables, los micelios pro-ducen setas que emergen a la superficie.

Aunque existen registros de consumo de micelio por parte de algunas culturas, las se-tas son la parte comestible de los hongos.

«frutos» que producen esporas

Un micelio produce gran cantidad de setas a lo largo de su vida, con el fin de dispersar las esporas que darán lugar a nuevos micelios. Las setas son, por su función reproductora,

similares a los frutos de los vegetales, y al igual que a éstos, las consumimos desde tiempos remotos.

El crecimiento de un hongo suele ser muy rápido; algunas especies desarrollan setas en cuestión de horas (Coprinus) que producen esporas y desaparecen antes de terminar el día. Otras generan cuerpos fructíferos que permanecen fértiles por meses, incluso años.

El sombrero de los hongos tiene primero forma esférica y luego al crecer se extiende y aplana. En su parte inferior se encuentra una matriz fértil, llamada himenio, en donde se forman las esporas. A grandes rasgos existen dos grupos de hongos con sombrero: los que tienen el himenio formado por tubos que desembocan en poros (boletos) –algunos micólogos le llaman «espuma»– y los que poseen himenios formados por láminas o laminillas, gills en inglés (agáricos). Las espe-cies más consumidas en Uruguay pertenecen a estos dos grupos.

Detalle de los poros de la «esponja» (himenio) de un Suillus.

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los boletos

El aspecto y color amarillo de los poros de estos hongos hacen que se conozcan como «hongos panal». Dos especies –ambas co-mestibles– abundan en pinares de nuestro país: Suillus luteus y Suillus granulatus. No son fáciles de distinguir: el color del sombrero varía del marrón rojizo al ocre-amarillento, siendo por lo general el de S. luteus más os-curo que el del S. granulatus. S. luteus suele tener en los bordes del sombrero restos del velo general que lo recubría cuando nació. Además su pie posee anillo membranoso y puede exudar un líquido blanco en forma de gotas. Los sombreros de ambas especies tienen una cutícula viscosa que aglutina pastos y pinocha del entorno donde crecen. El «boleto calabaza» (Boletus edulis)– es muy codiciado en el Viejo Mundo pero lamentable-mente no se encuentra en estado silvestre en nuestro país (se consigue en algunos comer-cios que lo importan desecado).

Para consumir Suillus se recomienda quitar la cutícula viscosa del sombrero ya que es amarga. En ocasiones también se desechan los tubos (la espuma), en especial en los ejemplares grandes con himenio ma-duro y oscuro. Se pueden saltar en manteca con un poco de aceite (nunca manteca sola) y condimentar con ajo y perejil. También se utilizan secos, rehidratándolos en agua tibia antes de consumirlos.

hongo del eucalipto Gymopilus spectabilis

Especie bien conocida por todos, que no se presta a confusión, a pesar de que existen variedades del mismo. El carácter notable es su tonalidad dorada en todo su contexto, lo que le valió el calificativo de «spectabilis».

No forma micorriza con raíces de árbo-les, como el boleto y el lactario. Su micelio, bajo tierra, se nutre de materia orgánica en descomposición. La fructificación, la seta, la encontramos sobre tocones de eucalipto o cer-cana al árbol. Raramente en torno a pinos.

Posee un sombrero amarillo-anaranjado vivo; su pie, robusto, algo más claro que el sombrero, ensanchado en su mitad inferior,

posee un anillo membranoso, delgado, del mismo color, que pronto se torna ferrugíneo debido a las esporas que caen sobre él. La carne es amarillenta, espesa y firme. El olor es suave, pero el sabor muy amargo.

Es una de las especies más frecuentes en el país. Pero es un comestible mediocre a causa de ese gusto muy amargo. Para que sea digerible es necesario someterlo a variados hervores antes de prepararlo. El «escabeche» parece ser la preparación que más le conviene al disimular algo su amargor. Es preferible recolectar hongos jóvenes.

En Japón esta seta se conoce como warai-take u «hongo de la carcajada» debido a que los nipones creen que tiene efectos alucinó-genos si se consume cruda.1 En nuestro país es uno de los hongos más consumidos debido a que forma parte del arsenal de condimentos de los famosos «chivitos».

Gymnopilus junionus (=spectabilis)

El anillo se tiñe de color ferrugíneo debido a las esporas que caen sobre él.

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hongo de pino Lactarius deliciosus

Encontramos Lactarius deliciosus –también conocido como «níscalo» o «delicioso»– ex-clusivamente en los pinares, en donde forma micorriza con las raíces.

Su aspecto es característico: su sombrero, inicialmente cóncavo con el margen enrolla-do, al crecer se hunde en el centro en forma de embudo. Es de color ocre-anaranjado con zonas concéntricas más oscuras, a veces con manchas verdosas. El pie no posee anillo; es firme y quebradizo, rápidamente hueco al crecer. Las láminas –anaranjadas y frági-les– exudan un látex anaranjado de sabor dulce al quebrarse. Su carne es firme y que-bradiza –similar a la de las rúsulas, con las que comparten familia–, blanco-anaranjada tornándose verde después.

Su olor es suave, su sabor dulce con un dejo amargo al final. Por esta razón se con-sume siempre cocido, desapareciendo ese amargor con el cocimiento.

El «delicioso» (Lactarius deliciosus): tiene carne firme de color naranja que, en ocasiones, se tiñe de verde.

Es un apreciado comestible, excelente al grill o a la parrilla con el agregado de ajo y pe-rejil. Acepta muy bien la congelación (previo un blanqueo leve) pero no el secado.

El Lactarius sanguifluus, con el que se suele confundir, igualmente comestible apre-ciado, es algo más pequeño y exuda un látex rojo-sanguíneo que se torna rápidamente rojo-vinoso.

El hongo de pino suele venderse en baldes en la ruta hacia el este alternando con los vendedores de piñas. Si bien era muy común en los pinares de la Costa de Oro, últimamen-te la mayoría que se comercializa en la ruta proviene de los montes de Minas, incluso del departamento de Rocha.

otros comestibles, con y sin sombrero

La mayoría de los hongos polvera (puffballs), también conocidos como bejines, son comes-tibles cuando su interior es blanco y aún no se ha convertido en la masa pelvorulenta de esporas que les da nombre. Las especies de

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gran tamaño como Calvatia (ver fotografía en página siguiente) se pueden cortar en fetas y freír.

La oreja de Judas (Auricularia judea) crece parasitando árboles. Es un hongo considerado delicioso en China, en donde la producción alcanza miles de toneladas anuales. En Montevideo, hemos encontrado ejemplares en un gingko de la calle Sarmiento a la altura del Parque Rodó, también al pie de algunos plátanos del centro. No tiene demasiado sabor, pero muchos cocineros adoran su textura gelatinosa, en especial si se usa en sopas.

Los champiñones de campo, como Aga-ricus campestris, son comestibles de muy buena calidad. Se reconocen por el som-brero carnoso, que puede alcanzar 15 cm de diámetro –en la mayoría de las especies de color blanco– y las laminillas de color rosado salmón, que al madurar oscurecen hasta volverse de un color marrón chocolate carac-terístico. La colecta de estos hongos presenta un problema: cuando son pequeños pueden confundirse con especies blancas tóxicas de Amanita. Estas últimas se diferencian de los champiñones, entre otras cosas, porque poseen una funda en forma de saco, llamada volva, en la base del pie. Por esta razón, es importante sacar el hongo entero del suelo evitando que la volva quede oculta bajo tie-rra. De hecho, se aconseja evitar el consumo de hongos con volva, ya que la mayoría de las especies venenosas registradas en el país la tienen.

En 2006 varios ejemplares del delicioso pie azul (Lepista nuda) fueron encontrados por Ernesto Camaño, un entusiasta «buscasetas» en El Pinar. Es una especie de alto valor gas-tronómico que se cultiva en Europa con éxito y que en nuestro país aparece –rara vez– en lugares con abundante materia orgánica.

El «hongo pollo» (Laetiporus sulphureus) también es comestible. Crece en árboles. La foto que publicamos fue tomada en un eu-calipto en plena feria de Piriápolis. Se debe consumir cuando joven ya que al madurar la carne se torna cada vez más dura. Quienes lo consumen aseguran que sabe a pollo, de ahí su nombre.

Oreja de Judas (Auricularia sp.).

Pie azul (Lepista nuda).

Champiñón de campo (Agaricus campestris).

Hongo pollo (Laetiporus sulphureus).

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Las rúsulas son hongos con sombrero de color, en general, rojo (rusullus significa rojizo) aunque su color varía en casi todas las gamas del arco iris. El color cambia, además, según las condiciones ambientales, ya que la lluvia decolora los sombreros a tal punto que uno rojo puede convertirse en blanco o uno violeta en verde. Russula drimeia (=sardonia) es una de las que aparece en nuestros pinares con mayor frecuencia. Por su sabor picante se considera no comestible. La identificación de especies de este grupo es sumamente complicada. La clasificación de un ejemplar requiere de un excelente olfato, un agudo sen-tido del gusto, y en la mayoría de los casos, la utilización de reactivos químicos (FeSO4, KOH y amoníaco).

La mayoría de las rúsulas que se pueden encontrar en el Uruguay no son comestibles a causa de su sabor picante. Russula cyanoxan-tha y Russula xerampelina, sin embargo, se consideran comestibles de buena calidad. La primera tiene el sombrero de color muy

Calvatia cyathiformis, un hongo polvera con forma de gorro de cocinero.

Rúsulas en un monte de pinos.

Un hongo carnoso tiene en promedio entre 75 y 85% de agua (gran parte de la cual se evapora durante la cocción). El valor nutritivo se encuentra en las proteínas (3%), carbohidratos (6%) y sales minerales (1%) como potasio, magnesio y hierro, y vitaminas (A, B1, B2, C, D). Con 0,4% de contenido graso, el aporte de calorías de las setas es bajo.

Valor nutricional

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variable, aunque prevalece el azul-violáceo; sus láminas son blancas y elásticas (no se rompen con facilidad al pasar el dedo). Rusulla xerampelina es la única rúsula que en contac-to con el sulfato de hierro (FeSO4) vira al verde oliva. Otra característica importante que la individualiza es el olor fuerte a crustáceos o pescado, que desaparece con la cocción.

los venenosos

El consumo de hongos silvestres plantea un problema: ¿cómo distinguir las especies tóxicas de las comestibles? Hay muchas más especies tóxicas y no comestibles, que aquellas aptas para el placer gastronómico. En caso de iniciarse en el hábito de consumir especies silvestres es conveniente al principio solo consumir las más conocidas. Algunos consejos: aprender a reconocer las especies comestibles típicas (boletos, lactarios y gimnopilos). Aprender, también, a reconocer con igual experticia, las venenosas típicas [Amanita phalloides, Lepiota cristata, Chlo-rophyllum molybdites y tricolomas amarillos (cuya comestibilidad ha sido cuestionada últimamente)]. Por último: toda especie no conocida debe ser considerada no comestible, hasta identificarla y probar lo contrario. Este enunciado conservador, en la mayoría de los casos puede hacer la diferencia entre una no-che de vómitos y diarrea y una placentera cena con sabores silvestres, pero en otros casos, la diferencia entre la vida y la muerte.

Amanita phalloides, por ejemplo, causa el 99% de las muertes por intoxicación en el Uruguay. Su carne tiene amatotoxinas y falo-toxinas que causan un síndrome hepatorrenal que, en la mayoría de los casos, puede llevar a la muerte. No por otra razón, en América del Norte se conoce como «Death Cap» (Sombrero de la muerte). Crece en montes de coníferas, en donde forma micorrizas con robles.

El primer hallazgo de esta especie en Amé-rica del Sur «fue hecho en el Uruguay en 1934 por Rodolfo Talice y Rossi en Punta Ballena (Arboretum Lussich) y por J. E. Mackinnon en La Floresta»2. La fotografía que publicamos en esta nota corresponde a un ejemplar hallado al pie de un ciprés, cerca de una encina, en el Fortín de Santa Rosa en el otoño de 2007.

El sombrero, que puede medir hasta 12 cm de diámetro, tiene color verde oliva –general-mente pálido– cubierto por parches blancos, restos del velo universal que recubre al hongo cuando es pequeño. El pie, blanco y esbelto, presenta un anillo membranoso cerca del som-brero que cae «a modo de pollerita». La base del pie tiene una importante volva, también membranosa.

A. phalloides se puede confundir cuando es pequeño –y aún no rompió el velo univer-sal– con algunos licoperdones o bejines, de los que se diferencia porque al corte se obser-van las incipientes laminillas que aquellos no tienen. También es posible que se confunda con algunas especies de lepiotas o agáricos pero ninguno de estos tiene volva.

Otra especie venenosa que abunda en nuestro país es Chlorophyllum molybdites (el nombre genérico significa «hongo de láminas verdes»). Las toxinas de esta especie gene-ralmente no son fatales pero su consumo provoca un cuadro muy desagradable.3 Se puede confundir con especies comestibles de lepiotas, como Macrolepiota procera, de la que se diferencia porque al madurar sus láminas se vuelven de color verde, mientras que en el caso de M. procera permanecen de color blanco. Son setas altas, esbeltas; tienen el sombrero de color blanco cubierto con escamas fibrosas y un anillo doble, persis-tente. Cuando jóvenes, resulta casi imposible

Amanita phalloides, un hongo venenoso mortal.

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diferenciarlas de las especies comestibles. Por esta razón conviene colectar ejemplares maduros.

En los montes de eucaliptos crecen, entre la hojarasca, unos peculiares hongos forman-do racimos. Éstos, con aspecto de «brócoli», pero de color amarillo, pertenecen al grupo denominado «hongos coraloides». La mayoría encontrada en nuestro país corresponde al género Ramaria. Si bien algunas son comes-tibles, Ramaria toxica es responsable de una frecuente intoxicación del ganado conocida como «mal del eucalipto». De acuerdo a los micólogos argentinos Wright y Albertó, la misma consiste en «pérdida de peso, sialo-rrea, caída del pelo en la cola, úlceras en la lengua, boca y estómago, degeneración en los músculos voluntarios, enfisema intersticial de los pulmones y muerte». Como hay varias especies de ramarias amarillas muy parecidas y difíciles de diferenciar sin un microscopio, recomendamos no consumirlas.

Existen, en general, pocas especies comes-tibles de hongos gasteromicetos. Probable-mente, los bejines del género Calvatia son la

excepción. Dos especies de «bolas de tierra» Scleroderma verrucosum y S. citrinum son tóxicas. Rhizopogon, otro gasteromiceto fre-cuente en nuestros pinares, ha logrado entrar a la alta gastronomía por una sola y bizarra razón: por confusión. Varios supermercados montevideanos venden esta especie, de esca-so sabor, como si se tratara de una deliciosa trufa. Nada más lejos de la realidad. Rhizopo-gon es un basidiomiceto que forma micorrizas con pinos y fructifica en la superficie, donde generalmente se encuentra semicubierto de arena y pinocha. Las trufas (género Tuber) son ascomicetos que crecen bajo tierra, y en Europa se utiliza el agudo olfato de los cerdos adiestrados para encontrarlas.

El «cogumelo» (género Psilocybe) es una seta comestible alucinógena que crece sobre estiércol. Su ingesta produce trastornos intestinales, mareos, y en ocasiones aluci-naciones causadas por la presencia de una sustancia psicoactiva (psilocibina).

dignos de caruso

Por su gran cantidad de agua, los hongos son

Macrolepiota procera

La «falsa trufa» Rhizopogon sp. Scleroderma citrinum Scleroderma verrucosum

RamariaChlorophyllum molybdites

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alimentos muy perecederos. Por esta razón se aconseja cocinarlos o prepararlos en con-serva el mismo día de la colecta.

Durante muchos años el «champiñón» (Agaricus bisporus) fue uno de los pocos, sino el único, hongo de cultivo consumido por los uruguayos. La gastronomía nacional le obsequió un cetro y una corona cuando lo convirtió en ingrediente esencial de la «salsa Caruso»*, variación de la clásica salsa blanca europea con jamón y champiñones.

Hoy, la oferta de hongos cultivados se ha ampliado, y además de los clásicos champi-ñones se pueden comprar en los supermer-cados uruguayos pleurotos, portobellos y shiitake (Lentinula edodes).

Quienes consumen hongos silvestres con frecuencia saben que su sabor no se compara a los cultivados. Aquellos poseen una gama más amplia de notas, propias del lugar donde crecen.

En 2003 el libro Setas de Antonio Carluccio, conocido chef internacional aficionado a la colecta y preparación de setas, ganó el Gour-mand World Cookbook Award. Su trabajo es un invalorable aporte a la gastronomía capaz de entusiasmar a más de un sibarita.

Con un poco de experiencia y apoyados por una buena guía de campo es posible iniciarse en el arte de recoger hongos. Muchas perso-nas han transformado la colecta en un hobbie, y para ellas el solo contacto con la naturaleza vale el esfuerzo. Cultivados o silvestres, los hongos aportan al paladar sabores y aromas propios, dignos de conocer y disfrutar. •

Al pie del «shii»

Es una de las setas más sabrosas y exóti-cas que se consigue en nuestro mercado. Proviene de Asia, donde se utiliza como medicina por sus propiedades anticance-rígenas. En estado silvestre crece al pie de coníferas, en especial en un tipo de roble llamado Shii (take significa seta, en su lengua). Se cultivan en bloques de aserrín esterilizados o en troncos. A nivel mundial, la producción de shiitake compite en popu-laridad con la de los clásicos champiñones (Agaricus bisporus). En Uruguay se produce a pequeña y media-na escala. Existen, incluso, iniciativas fami-liares que lo cultivan para consumo propio. El método más utilizado en nuestro país consiste en inocular troncos (por ejemplo, de eucaliptos) con semillas portadoras de micelio, para luego inducir la fructificación mediante ciclos de inmersión en agua y secado al sol. El shiitake es carnoso, con una textura similar a los porcini italianos pero con un gusto refinado y único. •

Shiitake (Lentinula edodes) en troncos de eucaliptos. ABAJO: troncos inoculados con micelio, en reposo. Cultivo en Playa Grande a cargo de Baltazar Pazos.

C U LT I V O D E S H I I TA K E

1. Albertó, Edgardo y Wright, Jorge E.: Hongos de la Región Pampeana. I y II. L.O.L.A. Buenos Aires, 2002.

2. Talice-Lacombe, Ninon: Hongos del Uruguay. Comes-tibles y venenosos. Editorial Nordan-Comunidad. Montevideo, 2005.

3. Kuo, Michael: [www.mushroomexpert.com].

Citas

* La salsa Caruso, orgullo nacional, fue inven-tada en nuestro país en la década del 50 por Raymundo Monti, cocinero del restaurante «Mario y Alberto», en homenaje al famoso tenor italiano Enrico Caruso.