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    HUGO HIRIART

    Seleccin y nota introductoria de

    LAURO ZAVALA

    UNIVERSIDADNACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    COORDINACIN DE DIFUSIN CULTURALDIRECCIN DE LITERATURA

    MXICO,2011

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    NDICE

    NOTA INTRODUCTORIA,LAUROZAVALA 3

    NOTAS SOBRE EL PAPALOTE,TAMBIN LLAMADO COMETA 5

    SERVIDUMBRE Y GRANDEZA DEL INSTRUCTIVOI 7II 8III 9IV 10V 10

    EL ARTE DE LA DEDICATORIA 11

    LA GELATINA Y EL CERNCALO 14

    NUEVOS ELEMENTOS DE LITERATURATELEFNICA

    I 17II 18III 19IV 20

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    NOTA INTRODUCTORIA

    Hugo Hiriart (1942) en Disertacin sobre las telara-as y otros escritos (1980) ha cristalizado un gnero

    difcilmente repetible, a medio camino entre el ensa-yo, el poema en prosa, la erudicin historiogrfica yel relato mitolgico. Su frmula de escritura, como lade un alquimista, consiste en dar ms peso en cadatexto a cada uno de estos ingredientes y as discurrirldicamente sobre las cosas y los animales, los filso-fos y los locos, los oficios y las percepciones delmundo inmediato.

    Cmo definir una escritura en la que interesan lomismo la anfibologa de la gelatina que la arqueolo-ga del papalote, una taxonoma de los instructivos ola utilidad de los jardines? Estos textos someten loprximo a un examen a la vez riguroso y sorprenden-te, por el cual lo trivial se ve sujeto a sufrir las meta-morfosis de una escritura permanentemente inquisiti-va, que diserta con el nico fin de maravillarnos porun instante ante lo que consideramos como natural(sea la osamenta de una rana o la textura de una ma-deja) o como nuestra herencia cultural (sea la prosade Stevenson o la imaginacin de historiador de Pli-nio el Viejo).

    En estos textos, el autor busca el sentido de unapica, lo que no es otra cosa que una bsqueda pura-mente esttica. Elige para ello los extremos: lo msprximo o lo ms antiguo, lo ms recndito o lo msestrafalario, y a todo ello lo trata con la misma ele-gancia de un relojero que trabaja con mecanismoscuya nica finalidad es el placer de la minuciosidad.

    Basta detenerse un momento sobre uno de estostextos para ver cmo funciona este complejo meca-nismo literario. Uno de sus trabajos ms redondos es,precisamente, Sobre el huevo. En esta disertacinse llega a interesantes conclusiones de carcter metaf-sico (la gallina es anterior al huevo, por la anteriori-dad del acto sobre la potencia), geomtrico (el huevocomo equilibrio de la cada libre detenida en una

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    cscara), psicolgico (el huevo como espera objeti-vada, el Godot de los seres) y semntico (el huevoentre la onomatopeya y la duda).

    Esta coleccin de 36 disertaciones-relatos llega asu mayor nivel de gratuidad al tratar sobre la telaraa,

    esa

    red perfecta, osamenta de la armona, frgil res-tauracin de la sensatez o unos cuantos hilos tejidospor la mano de los dioses, todo lo cual recuerda lodicho en otra parte del libro sobre la gelatina: dete-nida entre el slido y el lquido [...], monstruo remisoal vaso y a la cuchara e indcil al modelado y a lacaricia, perdurable vuelo de acrbata, Babel de lasolidez, hueso alimenticio y baile de mscaras, es lahisteria de las construcciones.

    El mtodo de estas disertaciones es variable, peroen ocasiones parodia un tratado cientfico (aspectosestticos, deportivos y morales del matamoscas) y enocasiones toma como punto de partida un animalconvertido en mito (Breve discurso sobre el ibis), ungnero recin descubierto (Nuevos elementos de lite-ratura telefnica) o un objeto aparentemente nfimo(no hablamos ya del guerrero normando que partalongitudinalmente alfileres de un golpe de sable).

    En estos escritos, como los llama su autor, se reto-ma el humor de los primeros ensayos de SalvadorNovo, pero con una voluntad de parodiar las mejoresvirtudes de la erudicin.

    LAURO ZAVALA

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    NOTAS SOBRE EL PAPALOTE,TAMBIN LLAMADO COMETA

    Cuenta Ovidio que consumados los horrores del dilu-

    vio universal los delfines treparon por los rboles;recordemos nosotros que tambin miraron las carasde las estatuas y se asomaron perplejos a las salas conlechos, juguetes y jarras de vino. As vive, como eldelfn entre manos, flores y sortijas, la cometa nave-gante, sueo de Ddalo en el cruce de caminos de losvientos, trmula de asombro, incmoda, asustada,siempre dispuesta a escapar, por la va de la cadalibre, hasta el suelo.

    Sumamente insensato sera detenernos en la enume-racin de los diversos usos del papalote. En algunoscasos como la utilizacin que de l hacan barraga-nas y pelanduscas en las casas de prostitucin, seraimprudente. En otros como el del tratado Las dosfuentes del abatimiento y la persuasindonde se diceque el papalote es gorro del alma, guante del espri-tu, pantaln del entendimiento, capa de la mente,camisa de la inteligencia, bota de la psique y todaesa compleja sastrera, no se alude acaso por suprecipitada voluntad de edificacin a ningn usopeculiar o nuevo del papalote, como no sea en la par-te donde se acusa a los impostores de la levitacin yel xtasis que se ayudaban con hilo fino y cometas delas llamadas de cajaen la perpetracin de sus enga-os. El asunto de los combates de papalotes tambinconocidos como guerras bobas y silenciosas essobradamente conocido. Las ritualidades del vuelo dela rata y el cangrejo en las tribus melanesias (atadosambos a los rabos de un papalote en forma de orejade cerdo) son inaccesibles a estas notas. Todo lo di-cho en el poema geogrfico-didctico La cometa, lamar, la nieve y la noche,en especial aquella estrofaque arranca con extendida seora que al aire hacesvisible (algunos leen risible), ha sido ya aclarado pordon Dmaso Alonso y Fernndez de las Redondas en

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    su libroEl nabo y la mosca(Gredos, 1979). Los estu-dios de psicopatologa que tratan del Anciano de lasCometas que enloqueci en el intento desesperadopor construir el papalote insuperable que del tamaode una taza se remontara a los cielos cargando una

    vaca

    , nada nos dicen acerca de los planos de cons-truccin ni de los propsitos de los papalotes que lollevaron a enfermar de la mente. Es preciso, sin em-bargo, desmentir algunas cosas: el fantico australia-no Hargrave no logr que alzara el vuelo su papalotede ciento ochenta y seis toneladas; las cometas slodetectables con microscopa de barrido no existen nipululan en la pelusa del durazno; no se ha registradoninguna acumulacin de papalotes sobre las serpien-tes de piedra; el papalote delincuente, suspenso sobrelas calles de la ciudad, no ha sido copado ni serpronto reducido a cautividad, sino que no existe, noha existido nunca; puede afirmarse sin reservas quelos papalotes no son culpables de nada.

    El papalote, dicen, fue llevado de China al Japn porlos monjes predicadores budistas en el siglo VI. (Losms fervientes aseguran que los monjes mismos setrasladaron en papalotes.) Esta uncin budista permi-ti al famoso Kakinoki Kinsuke cometer los primerosrobos aeronuticos en los techos de los templos japo-neses. Poco le dur el gusto: Kinsuke fue capturado yechado vivo a un caldero de aceite hirviente junto contoda su familia, sus amigos y algunos conocidos. Msastuta fue Irene la Explayada, huesuda, segn dicen,mujer de los Siglos de Oro. Acosada por los mongo-les, Irene se burl y fue blasfema; los protervos aco-metieron e Irene oper el mecanismo que guardabaen sus ropas. La brisa gentil la levant sobre los yel-mos y las pieles de zorro de los codiciadores. Su ves-tido ocultaba el sistema de alambres y sedas de lacometa e Irene flot. Ms amplia y henchida quenunca, Irene vejaba a las turbas y se atareaba en rerde las manos que intentaban asirla. En el momentoms alto de su dicha fue el cfiro poco comedido conella: su atuendo de papalote secreto dio corcovos,

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    tumbos y se jorob. Desplomose Irene y cay entregritos abominables hasta la repugnante piara mongo-la. Tres das de ultraje, fiesta y beodez vivi la hordaerotmana. En la maana del cuarto da sobrevino laapoteosis de Irene la Explayada, que fue investida

    reina de los pueblos mongoles. Todava hoy en lasfiestas una vez cada dos aosse eleva una come-ta y gimen y gritan los mongoles arrogantes de largosarcos, flechas de lengua de serpiente y apetitos tu-multuarios.

    Ser es ser percibido: all va la cometa. Idntica alaire, razn suficiente de la luz: all va la simtricacometa. Contradiccin de la plomada: all va la come-ta lepidptera. El hombre es al ngel lo que la pajaritade papel a la cometa: all va la cometa impromptu.Prueba de la existencia del cielo y reduccin al ab-surdo de la molicie: all va la cometa dialctica. Lapluralidad de las formas, la unidad del hilo que lasrige, la totalidad de la cometa: all va el ttere vola-dor, ttere de cabeza, la cometa. Impresin, dato sen-sible, atributo de la brisa: all va la cometa, armonapreestablecida. All va y viene la res extensa, la come-ta, volador problema de los cuatro colores, mapa delas provincias de Breas, Euro, Cfiro y Austro. Eldragn, la farola de papel, por lo tanto, la cometa:all va el silogismo chino. Letra de la gramtica uni-versal, vestido de las ideas: all va, a su albedrodando bandazos, la libre cometa. Su causa final esms la luna que el pjaro: all va flotando la cometade plata. Fecunda el viento el trozo de papel y all va,grvida, la cometa. S, all va la cometa.

    SERVIDUMBRE Y GRANDEZA DEL INSTRUCTIVO

    I

    El instructivo considerado como gnero literario tienems posibilidades de excelencia que las que estamos

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    dispuestos a concederle en un primer examen. Desdeluego, contamos con los clsicos para andar en bici-cletaque, si no recuerdo mal, rescat Zaid del Tesorode la juventud,y aquel Para subir escalerasque,creo, redact Julio Cortzar. Ambos siguen el proce-

    dimiento literario (muy popular en Mxico en suspresentaciones extraliterarias) de hacer complicado,oscuro y arduo lo sencillo. Y se fundan en el recursoretrico que consiste en aplicar el lenguaje propiopara hablar de un orden de cosas a otro diferente,como puntualmente lo hiciera don Julio Torri en Defusilamientos,donde se examina ese modo de hacerculminar una vida desde sus aspectos estticos, gas-tronmicos, de confort y de buenas maneras. Losejemplos de este tipo de literatura obviamente puedenser incontables: instructivos para levantar la tapa deun piano, acariciar a un perro, inflar un globo, para lacaza de la mosca o el uso verosmil de la goma deborrar. Siempre que hablamos desde un telfono traga-veintes, menospreciamos la prisa y no podemos pri-varnos del placer de leer el instructivo; porque todoslos placeres conllevan sus excesos y sus defectos.

    II

    Prima hermana del instructivo es la forma que espreciso llenar con letra de molde o a mquina; qutendr laformaque nos induce siempre al error y a lamcula?, dnde hallar el fundamento del horror y latorpeza que nos inspiran esos pequeos espacios enblanco? Mientras se resuelven estas mediocres cues-tiones reparemos en que los poemas dispuestos comoformas podran llegar a ser muy populares; estabahermosa como (...), escriba dentro del parntesis amquina o con letra de molde la palabra que le parez-ca ms adecuada. Se podra hacer as una poesa departicipacin ahora que la mana de que todo el mun-do participe en todo est declinando. La cabra (...) ysuntuosa / (...) en los ojos resplandecientes / el fuegode tus (...) / fnix de (...) y salamandra (...) / (...) (...)

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    princesa gorda / y (...) (...) nada ha quedado de (...) /diosa (...) y balsmica. En este poema-forma secuenta con la ventaja de tener, en cierta medida, enuno solomuchos poemas; el procedimiento consis-tira en imprimir el poema-forma y envirselo (con

    una velada amenaza en caso de ausencia de respues-ta) a Sabines, a los Huerta, a Liguori, a Ulalume, aBlanco, a Paz, a J.E. Pacheco, a todos los poetas co-nocidos y, sobre todo, a los desconocidos, a los tmi-dos militantes del poema clandestino y a quienes seniegan a reconocer al poeta desgarrador que guardanen su corazn.

    III

    Pero, volvamos al paternal instructivo. El instructivopara fundar ciudadesya se acerca al instructivo-tratado de filiacin peligrosa: el instructivo debe antetodo conservar su sentido prctico, como en paradescribir el crecimiento de los helechos opara admi-nistrar circos o para enloquecer a los odiosos. Elinstructivo coyuntural es menos ambicioso y univer-sal, pero su carcter prctico lo puede hacer muy tilen el momento preciso, as en para quitar el segurode una pistola Tarc modelo Querubn, para violentar

    broches en el side-car de una motocicleta, para ate-

    rrorizar hormigueros, para refrenar los bajos instin-tos en las conferencias de los fillogos. Lo coyuntu-ral no debe exagerarse porque el instructivo sediluira en la concisin del consejo oportuno: parapedir auxilio en catalnno puede considerarse uninstructivo por las mismas razones que el aforismodejad que la gentuza aprenda sola a equivocarse nopuede tenerse por un tratado de moral de la pruden-cia.El arte de amar, Imitacin de Cristoo las Cartasmoralesde Sneca son largos instructivos un tantovejados por el apetito potico.

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    IV

    El mapa pertenece tambin a la familia. Un modoilustre de mapa, que no se degrada hasta el dibujoesquemtico, es lo que podramos llamar itinerario:

    llegas a donde est el perro cabezn, que es muy locoy de reacciones inesperadas, ah das vuelta a la dere-cha y sigues caminando hasta llegar a la cerca dealambres de pas, la pasas con cuidados, luego llegasal ro y ah ya no hay pierde. Tocar las excelenciascartogrficas escapa a las posibilidades de este infor-me. Tampoco podemos considerar las aventuras auto-movilistas que principiaron con la proposicin: pra-te, vamos a preguntarle a alguien, que nos hanobligado al trato con extraos y extraas y nos hanproporcionado a todos la nocin de laberinto.

    V

    No puede leerse sin emocin la frase ver instructivoanexo cuando tenemos en las manos un artefactoelctrico o un juguete, y advertencias como no seguarde bajo la almohada o precaucin, puede vol-verse y estrangularloo cuidado con el tornillo de laderecha, apritelo bien, puede quedar usted embara-

    zada, son joyas al alcance de todo consumidor. Delgnero de los instructivos los ms deslumbrantes sonlos deliberadamente contradictorios y confusos por-que son los ms puros, son los de mayor claridad lite-raria. Ahora que los espritus que saben abandonarsea la metafsica prefieren los portentosos instructivospara leer instructivos de difcil lectura y mucha medi-tacin. Nos cabe esperar que prospere entre nosotrosel cultivo de esta literatura, hoy en manos de impro-visados y venales, que tan prudentes e imprudentesdisfrutes nos puede proporcionar. Me hubiera gustadodecirvase instructivo anexo para la lectura de esteescrito,pero no puede declararlo por falta de espacioy de tiempo que, dicho sea de paso, es una manera,como otras, de quedarse ya sin nada.

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    EL ARTE DE LA DEDICATORIA

    A Galaor, mi amado perro, flor y espejo

    de mansedumbre y fidelidad.

    En el pequeo libro de Donald G. MacRae sobre

    Weber (Fontana, 1974) al final del prlogo se leenestas misteriosas palabras: mi esposa, por razonesque entiendo, me sugiri que dedicara este libro a lamemoria de J.N. Hummel. Sin embargo, yo prefer nohacerlo. Qu se esconde detrs de ellas?, cmojuzgarlas?, son ofensivas para J.N. Hummel? Eseste Hummel el del mtodo de aprendizaje piansti-co?, podran interpretarse, por el contrario, elogio-samente para el aludido como diciendo: no Hummel,t mereces algo mejor que la bazofia sociolgica quese encierra en este libro? Vamos a ver. Supongamos

    que escribo en un libro, digamos, sobre la fabricacinde oboes estas palabras: pens dedicarle este libro alPelcano Martnez, reflexion ms profundamente yresolv no hacerlo. El problema es: se sentira ofen-dido el buen, aunque confuso, Pelcano?, se sentiraaliviado de alguna penosa responsabilidad? No lo s.El caso es que el seor MacRae ha abierto, no creoque a sabiendas, muchas posibilidades y, acaso, hafundado un nuevo gnero literario: el de las dedicato-rias conflictivas. Examinemos de cerca al recinnacido. Una dedicatoria prxima a la de MacRae,

    aunque ms angustiosa, sera: pens dedicarle estelibro sobre el aprovechamiento industrial del cerdo aLuis Miguel Aguilar, pero, la verdad, no s quhacer. Ms interesantes son las dedicatorias com-prometedoras como: a mi buen amigo el seor licen-ciado Miguel Gonzlez Avelar, espejo de orgiastas,por la inolvidable noche de desenfreno que el 3 deoctubre de 1979 pasamos en el burdel de la Quebran-tahuesos. Otra de tono ms dramtico sera sta: ala Gorda Hermosillo en memoria de los dos inolvida-bles das de pasin en los que no salimos del motel El

    Garabato, y a su esposo el seor coronel Pantoja.Otras dedicatorias conflictivas admitiran la confe-sin, por ejemplo: a mi esposa la Tota, con rencor o

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    a mis hijos, que me han echado a perder la vida .Las metafsicas no dejan de tener su inters: al uni-verso o a la res cogitans.La destinacin puedetener una ternura erudita, como en el caso de a lamemoria inmortal de Cornelio Nepote o a la escenaIII del acto IV de Otelo.Algunos de estos ofreci-mientos pueden ser confusos, como cuando se dedicaun tratado de odontologa: a mi propia sombra; ytambin misteriosos, como los que destinan enigm-ticamente un artculo a ti (estas ltimas dedicato-rias muy tiles en los casos de poligamia). No debe-remos olvidar las dedicatorias excluyentes: dedicoestos poemas a toda la humanidad, menos a EnriqueKrauze. Se sabe que James Joyce dedic un libro,que, por cierto, no public, con estas palabras: a mipobre alma solitaria; esta forma de puro amor abreposibilidades como a mi hermosura y mi genio o alo que de m heredaron mis hijos o a mi espejo dia-rio. Las declaraciones contundentes pueden abrirsecamino y se leern cosas parecidas a no he hallado anadie digno de que le ofrezca este libro magistral.Las dedicatorias multitudinarias son ya muy popula-res entre nosotros, sobre todo en esas pruebas de sufi-ciencia acadmica que se denominan tesisen las queinevitablemente se aglomeran los padres, abuelos,maestros y esas entidades hoy innominables que an-tes se llamaron novias.El Rolo Martnez cumplifielmente esta tradicin, pero, despus de las consa-

    bidas menciones aadi: a la aficin en general. Noest mal, Alfonso Reyes tambin incurri en la dedi-cacin multitudinaria al consagrar as uno de sus li-bros: dedico esta primera serie de Simpatas y dife-rencias a los tipgrafos y correctores de El Sol,deMadrid, que tantas veces, y con esa seriedad que es lams alta condicin de su oficio, tuvieron que toleraral componer estos artculosmi impaciencia y mitardanza, mis fidelidades a la regla o mis personalesmanas ortogrficas. En este mismo orden, dedicato-rias con reconocimiento de culpa, se debe situar la

    del general de divisin Jos Guadalupe Arroyo en lanovela de Ibargengoitia Los relmpagos de agosto:a Matilde, mi compaera de tantos aos, espejo de

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    mujer mexicana, que supo sobrellevar con la sonrisaen los labios el cliz amargo que significa ser la es-posa de un hombre ntegro. Pero, volvamos a lasdedicatorias multitudinarias: es de esperarse que conel tiempo alcancen mayor esplendor por la va delexceso y la desmesura, y veamos apuntados seiscien-tos o setecientos nombres, o, ya de plano, veamosaadir al librito de cuentos todo el directorio tele-fnico. Desde luego el arte de la dedicatoria tiene suscostados polticos como en el caso del incomprensi-ble Martn Heidegger que dedic El ser y el tiempo asu maestro Edmund Husserl (el de la fenomenologa,filosofa del mrame y no me toques, como diceReyes), y en ediciones posteriores suprimi la dedica-toria: los nazis haban llegado al poder y Husserl erajudo. Esto nos conduce al problema moral de lassegundas ediciones: es lcito suprimir una dedicato-ria cuando nuestro fervor por el aludido ha menguadoo desaparecido? En esta cuestin se cifran todas lasde la apreciacin de nuestro propio pasado y cabeaqu entero el tema monumental del arrepentimiento.Pero, prosigamos. Los ofrecimientos pueden aprove-charse para vejar, como en este caso: a GorgonioPuzulato que es una bestia y, adems, distrae fondosdel banco donde dice trabajar para pagar los repug-nantes amores clandestinos que sostiene con su ama-sia la Perra Justiniana. Esperemos que no se olvidenlas dedicatorias misantrpicas como a los cuatro

    jinetes del Apocalipsis o a la difteria, la hepatitis,el glaucoma y el cncer en todas sus variedades; nilas misginas: a todas las mujeres que he tenido ladesgracia de conocer en mi ya larga vida; ni lasburocrticas: a todos los que han trabajado, trabajeno llegaren a trabajar con el doctor Florescano; tam-poco las abstractas: a la rosa de los vientos; ni lasdisyuntivas: a Muni Lubezki o a Juanito Puig; nilas zoolgicas: al sapo verde (Bufo viridis).Porsupuesto se espera que una cierta inversin de valoresestticos sobrevenga con este florecimiento y se

    produzcan juicios como el libro es bueno, pero ladedicatoria es psima o desde luego no le el libro,nada ms le las 300 pginas de la dedicatoria y son

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    conmovedoras. Dado el orden social en el que vivi-mos ser inevitable que al desarrollo del gnero loacompae su comercializacin y se establezcan tari-fas de compra y venta. Claro que entonces se podrtambin extorsionar amenazando con dedicar algntrabajo atroz: si sigues con esas cosas, te dedico milibro sobre la vida de los erizos. Podemos pensarque el futuro es promisorio y nos sonre: el da lle-gar en que el mnimo homenaje o el clsico a mispadres impliquen un tratado exhaustivo y vasto, yentonces ya no tendremos ni libros ni tratados, con loque saldremos ganando en ms de un rengln, sinoslo amplias y extendidas dedicatorias. En ese mo-mento podremos preguntarnos acerca de los lmitesde un gnero que hoy, la verdad, est muy pobremen-te cultivado entre nosotros.

    LA GELATINA Y EL CERNCALO

    Permtaseme expresar una ley humana (no ms falsay controvertible que muchas otras): todo lo que esambiguo, equvoco, anfibolgico nos produce inquie-tud, asco, asombro, aversin y hasta terror. La gelati-na anaranjada detenida entre el slido y el lquido,que va y viene como un ponto secretamente atado y

    secretamente libre, palpitante y trmula, esa materiadudosa que atarea ms all de toda esperanza las ma-nos que quieren atraparla, monstruo remiso al vaso ya la cuchara e indcil al modelado y a la caricia, per-durable vuelo de acrbata, Babel de la solidez, huesoalimenticio y baile de mscaras es la histeria de lasconstrucciones. Quin no ha soado que una gela-tina lo traga y asimila? Cuando sepultamos la cucharaen la gelatina de leche, quin recoge a quin? Todopor andar queriendo ser dos cosas a la vez.

    El museo de cera es as, como la gelatina, ambiguo

    y desesperante. Los fijos entes de cera perturban elespritu y no de balde se congregan en exhibicin las

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    cabezas cortadas, los asesinos, enfermos, portentos,las envenenadoras y los locos. Puede concebirse unalegre, luminoso, apacible museo de cera? No creo,esos lugares son el manicomio de las tendencias, losapetitos, las inclinaciones; la versin de la mujer

    bella

    en cera puede espeluznar e inducir a una miso-ginia fulminante y definitiva. Pueden darse otrasatrocidades: un hombre muy rico tena en la sala desu casa la reproduccin en cera de sus padres cmo-damente sentados; otro caso para el doctor Freud, medije; ms tarde, sin embargo, pude averiguar que lospadres an vivan y que los cuatro, misteriosamentemultiplicados, se sentaban a tomar el t. Desde enton-ces he soado con regalarle a algn odioso su retratoen cera de tamao natural, de ser posible disfrazadode Holofernes.

    El cadver molesta exactamente por la misma ambi-gedad de movimiento y quietud, por estar totalmentequieto, parado, inmvil. Hay seres que debieran alen-tar, menearse, y seres que no debieran. Qu opi-naramos de los amados cabellos bruscamente vivos,delgadsimas serpientes voluntariosas, que atrapannuestra mano comedida y la obligan a cosas? Assucede con esas piedras que en la precipitacin deljuego recogemos y que en nuestra mano se trans-figuran en cangrejo o en tarntula, o con los alimen-tos de consistencia y sabor dudosos que nos hacensuplicar dime de una vez qu me diste de comer.La estatua de piedra puede ser hermosa porque noentraa ningn truco y no incurre en las aberracionesde cera del extremo realismo, porque es perfectamen-te clara y distinta como el gorila, la flor, el rub o laluna (y hasta eso que la flor no siempre: recordemoslas fauces de las engullidoras de insectos, o algunosperfumes confusos, perversamente vegetales en losque tambin acecha el asco). Es muy difcil que unaestatua de bronce pueda causar aversin u horror: enalguna pelcula de Fritz Lang hay una fuente que parecede piedra labrada, pero que est hecha de inmviles

    enanos vivos; en algn momento los enanos echan aandar cada uno por su lado y la fuente desaparece; laescena tiene una insuperable nitidez, no hay ambi-

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    gedades, no hay tiempo para que el espectador tengaotra emocin que el pasmo que produce la belleza.Hay quienes no pueden tener en las manos una inofen-siva estrella de mar slo porque es una bestia primi-tiva; lo mismo sucede con las convulsiones de la almejaque regocijan al goloso y encaminan hacia el vomito-rio al gazmoo de la nutricin. La almeja, la figura decera, el cadver, la estrella de mar y la gelatina, latarntula, la flor predadora, a veces el cangrejo y elsapo, se sitan en peligrosas zonas de umbral, en laafilada indecisin de un lmite, son y no son, simulan,se ocultan, se transfiguran. La primera visita al tallerdel taxidermista siempre desconcierta. Habremos deolvidar su prestigio legendario de anatomistas, magosmomificadores, brujos que murmurando dejan caer lacucharadita de veneno en el caldero, gente anmalaque opera con huesos, entraas y linfas, tipos de re-concentrado y misterioso con mirada monomaniticay peinado a la idea fija; nada de eso encontraremos:el taxidermista es una variante terrena y prosaica delescultor. Dado que la disecacin es la escultura vestidade pieles curtidas, en el taller abundan los moldes deyeso, el barro, los alambres, las herramientas del ar-tista. Orgulloso el maestro nos ensea un amasijo dehilos y pegamento amarillo, esto es un ganso salva-je, nos dice, nada ms le faltan el pico, las plumas,las alas, la cola, las patas y los ojos. Un taller detaxidermista es tan inofensivo como una peluquera.

    Ya nada queda de aquello que se lee en la Teora ge-neral e historia de la disecacin del Abate Rapuz consus pinginos voladores y murcilagos de cobre, lostigres y puercos a quienes sigue creciendo la piel, ladisecacin del huevo de avestruz, el simio-cometa, elpelcano de barbas rojas, y sus celebradas bestiasdiversas y simultneas.Hay que decir que el animaldisecado muy raras veces produce horror. Estosadormilados son ms bien criaturas melanclicassometidas a una extraa cautividad, vertebrados quese tragaron una jaula y ahora estn paralizados.

    Hacia el final de mi visita al taller entr un clientecon una bolsa de plstico en la mano. Aqu le mandaesto el licenciado, dijo el cliente, es un cerncalo.

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    El maestro disecador sac de la bolsa un pobre pjaroensangrentado, muerto. El desdichado cerncalo (unasuerte de gaviln pequeo) tena una enorme heridaen el pecho; segn escuch haba sido muerto a pedra-das. El maestro al examinarlo le extendi las alas:

    eran dos hermossimos abanicos grises.

    Dgale allicenciado que el martes se lo tengo. Sal del tallercon una tristeza y una especie de ira difciles de clasi-ficar que, segn me dije, me aproximaban de verdada los misterios de la disecacin.

    NUEVOS ELEMENTOS DE LITERATURA TELEFNICA

    Algunos amigos de las Musas me solicitaron, poroscuras y oblicuas razones, que vuelva a incurrir enel tema de la literatura telefnica. Transportado por laemocin de autocitarme, acept inmediatamente. Elmartes 22 de noviembre de 1977 (nada como la preci-sin histrica para confundirlo todo) me atrev a publi-car en el cuerpo mismo de nuestro diario, junto a lascosas alarmantes, unos elementos de este arte menorque, claro, pasaron inadvertidos. No vacilo ahora enexhumar el asunto ni en reproducir la vieja cuartillaextraviada en lo que algn clsico llamara la fugaci-dad de lo urgente.

    I

    Definicin: llmase literatura telefnicaa aquellaque es suscitada por el uso del telfono y transmitidapor l. La manera cannica de disfrutarla consiste,simplemente, en situarnos cerca (o a la vera,comodeca Juana la Loca) de un telfono e incorporarnosal universo que nos propone el autor y ejecutante deltrabajo que habremos de apreciar. Podemos asistir auna representacin espeluznante, como la siguiente:destrozado? (pausa, el actor escucha y hace o no

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    hace muecas). No me digas, muy mutilado? (Pau-sa.) El tronco en decbito supino, s... (Pausa.)Mejor. (Pausa.) Y, la cabeza? Llmase pura aaquella representacin o pieza cuyo desenlace seignora y grosera o bastaa la que nos proporcionaclaves para su comprensin. As, por ejemplo, lavigorosa proposicin neorrealista ya s dnde anda,perra, pero me vengar..., habr de malograrse se-gundos ms tarde, cuando despus de una pausa elfurioso aada: maana es da de mi cumpleaos yme fue a comprar de regalo un mono araa. Por esoalgunos sibaritas se taponan los odos oportunamente:la solucin del misterio siempre es inferior al miste-rio, dicen los conocedores. No toquemos, no inda-guemos en los pozos de una buena representacin quearranque con te digo que es un degenerado, una bes-tia, y me sales t con que va a venir con su abuelo ,puede tratarse de una obra maestra.

    II

    Para los cultivadores del gnero no todo es un jardnde delicias. En una ocasin acud a la oficina de unfuncionario pblico y permanec con l unas doshoras. Hablamos ocho minutos; el resto del tiempoasist a torpes y confusos ejercicios del arte que nosocupa. La llamada telefnica gratuita, inmotivada, esun gnero menor que no todos saben practicar conelegancia sobre todo hacia la madrugada. Repro-bables son, desde luego, las llamadas locas a desco-nocidos, las abominables encuestas periodsticas y eluso sistemtico o casual de seudnimos. Este ltimovicio est singularmente arraigado entre nosotros;falsedades como habla fray Toribio de Benavente,mejor conocido como Motolina, de parte de laBestia de Quertaro, habla tu padre o hablaGonzlez, del Instituto de Claustrofobia Recreativapululan entre nosotros echando a perder la diafanidadde las cosas.

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    III

    El ejemplo ms conocido de este arte sigue siendo elprocedimiento literario conocido como deletreo.Pue-den hallarse en l poesa y curiosa erudicin. He aquuna transcripcin de un ejercicio de este gnero.

    Voz que nos llega desde San Jos de Gracia:A de Alfieri, s, Victorio Alfieri, dramaturgo italiano

    que se haca atar a la mesa de trabajo por su criado.M de monotrema, de los mamferos monstruosos

    que nacen de huevo; se incluyen en este orden el orni-torrinco y el equidna.

    A de Adn, primer difunto. Muri a la edad de 900aos y cuenta que fue sepultado en el Glgota.

    L de Lugones, poeta argentino cuyo hijo, clebretorturador, pasa por el inventor de los usos atroces dela picana.

    Tde Tarquino, de Sexto Tarquino violador de Lu-crecia e hijo de Tarquino el Soberbio.

    EdeEsmaltes y camafeos,libro de Tefilo Gautiercuya lectura recomienda Ezra Pound.

    A de Accoromboni, de Victoria Accoromboni, ase-sina renacentista que cobra su mayor inters dramti-co en las Crnicas italianas de Stendhal.

    Con estos breves ensayos de ocasin se forma lapalabra amaltea.Por qu se habla de la preciadacabra Amaltea en esta conversacin? Respetemos elenigma y gocemos el arte. Ahora bien, el deletreocalificado de comprometido es aquel en que se trans-miten mensajes como TODO DESTRUIDO, CESE FULMI-

    NANTE o PARO CARDIACO,en estos casos la intensidadpotica y la extravagancia en la erudicin puedenllegar a lmites de delirio difciles de alcanzar.

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    IV

    Sin pretender elaborar una teora de la literatura tele-fnica, puede entenderse que este arte se funda en laalusin, que est construido con palabras y proposi-

    ciones que buscan un contexto o un orden que lashaga cumplidamente comprensibles; son palabras yproposiciones que corren como monedas de una solacara o, si se prefiere, que se aproximan a la revela-cin de una totalidad de sentido que nunca se producey por ello nos permite jugar libremente. As, porltimo, considrese una pequea pieza de texturasmltiples, titulada El baile de las dos osas:No, no,no y no, de arlequn, no; sera bestial. (Pausa.) Cos-tero enloquecido... (Pausa.) Est bien si t lo di-ces... (Pausa.) Peimbert viaja a Chile... S. (Pau-sa.) Muy imprudente, no es aceptable. (Pausa.)De bola de boliche? No tiene tipo de acrbata ypuede ponerse a cantar. (Pausa.) De piezas de aje-drez todos juntos representando partidas famosasmientras se desplazan. (Pausa.) S, no es tan fcil,pero, ellos son astrnomos. (Pausa.) De bolas debillar? No, no vaya a haber lastimados al caer en labuchaca. (Pausa.) Bueno y, ya de plano, qu tal defirmamento?

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    Hugo Hiriart, Material de Lectura,Serie El Cuento Contemporneo, nm. 110,

    de la Coordinacin de Difusin Cultural de la UNAM.La edicin estuvo al cuidado de Ana Cecilia Lazcano.

    Fotografa de portada: Pedro Hiriart.