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1 La oposición a un régimen represivo a través de la sátira, la caricatura y la historieta: la revista "Humor" y la dictadura argentina (1976-1983) 1 El humorismo es el mejor anticuerpo social en contra de los virus autoritarios. Carlos Ares 1. Introducción Desde 1976 hasta 1983, la Argentina ha sido teatro de una de las dictaduras más crueles de la segunda mitad del siglo XX. El Golpe de Estado de 1976 se presentó como la cruzada de una Argentina sana y patriótica contra otra Argentina, aquella subversiva; una vez actuada, esta ideología llevó a la supresión de la identidad política y física de los opositores, como demuestran los casos de los desaparecidos y los secuestros de los niños nacidos en cautiverio. La creación de un País nuevo, alineado con el mundo occidental y depurado de la Argentina reformista, con el objetivo tanto de conservar los valores de la fe cristiana y de la seguridad nacional como de restablecer el orden y la disciplina, representó el eje principal de la nueva política guiada por la Junta Militar: el “Proceso de Reorganización Nacional”. La consecuencia más significativa de este programa fue la desaparición de una entera generación progresista, que había intentado renovar el País en los años anteriores al Golpe. El papel ejercido por la prensa durante la última dictadura militar sigue siendo un importante tema de debate. Silencios obligados o intencionales, periodistas exiliados o desaparecidos, medios de comunicación cómplices del régimen, censura, listas negras: todas circunstancias que los medios, entre el 1976 y el 1983, sufrieron con impresionante frecuencia. En aquella época, el periodismo argentino adoptó diferentes estrategias: el comprensible silencio causado por el miedo convivió muy a menudo con actitudes claramente favorables, dirigidas a justificar las acciones de la Junta Militar. En ese marco, en junio de 1978, dos años después del Golpe de Estado, en el medio de un clima opresivo y a las vísperas del Mundial de Fútbol, apareció la revista “Humor”, dirigida por el diseñador Andrés Cascioli. A través de un incesante desafío en contra de la censura establecida por la Junta Militar, la revista representó un ejemplo de coraje y de honestad intelectual que la diferenció de muchas de las publicaciones que circulaban en esa época. Por un lado, este ensayo intentará comprender como “Humor” haya logrado promover una idea de oposición y construir un espacio en donde fuese posible ejercer la libertad de opinión o, como me contó el periodista Carlos Ulanovsky, “respirar otra aria” 2 . Por otro, tratará de comprender como la revista pudo eludir la censura intransigente de la dictadura y sobrevivir durante aquellos años violentos. La habilidad de los colaboradores y la agudeza de sus intervenciones contribuyeron además a reunir en torno a la revista el creciente sostén de un considerable numero de lectores, hecho que permitió a «Humor» de obtener aquella visibilidad y aquella autoridad que le consintieron de sobrevivir en un contexto dramático sin incurrir en la represión de la dictadura. El hipótesis que propongo, y que verificaremos examinando las características estilísticas de la revista, es que el staff de «Humor» haya conseguido utilizar el instrumento de la sátira tanto para capear la censura como, al mismo tiempo, para criticar duramente y a veces directamente la dictadura. El tono global de la sátira pudo evolucionar de una inicial formulación sutilmente crítica, leve en la formulación de acusaciones directas, a posiciones nítidamente combativas, más explícitas pues de mayor valor político, en razón directamente proporcional al aumento de su tirada. Este ensayo non quiere ser sólo un aporte a los estudios de historia y periodismo, sino que 1 Agnese Codebò, Profesora Adscripta del Taller de Lenguaje Periodistico de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba, [email protected] 2 Entrevista con Carlos Ulanovsky del 11 de abril 2008.

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La oposición a un régimen represivo a través de la sátira, la caricatura y la historieta:

la revista "Humor" y la dictadura argentina (1976-1983)1

El humorismo es el mejor anticuerpo social en contra de los virus autoritarios. Carlos Ares

1. Introducción

Desde 1976 hasta 1983, la Argentina ha sido teatro de una de las dictaduras más crueles de la segunda mitad del siglo XX. El Golpe de Estado de 1976 se presentó como la cruzada de una Argentina sana y patriótica contra otra Argentina, aquella subversiva; una vez actuada, esta ideología llevó a la supresión de la identidad política y física de los opositores, como demuestran los casos de los desaparecidos y los secuestros de los niños nacidos en cautiverio. La creación de un País nuevo, alineado con el mundo occidental y depurado de la Argentina reformista, con el objetivo tanto de conservar los valores de la fe cristiana y de la seguridad nacional como de restablecer el orden y la disciplina, representó el eje principal de la nueva política guiada por la Junta Militar: el “Proceso de Reorganización Nacional”. La consecuencia más significativa de este programa fue la desaparición de una entera generación progresista, que había intentado renovar el País en los años anteriores al Golpe.

El papel ejercido por la prensa durante la última dictadura militar sigue siendo un importante tema de debate. Silencios obligados o intencionales, periodistas exiliados o desaparecidos, medios de comunicación cómplices del régimen, censura, listas negras: todas circunstancias que los medios, entre el 1976 y el 1983, sufrieron con impresionante frecuencia. En aquella época, el periodismo argentino adoptó diferentes estrategias: el comprensible silencio causado por el miedo convivió muy a menudo con actitudes claramente favorables, dirigidas a justificar las acciones de la Junta Militar.

En ese marco, en junio de 1978, dos años después del Golpe de Estado, en el medio de un clima opresivo y a las vísperas del Mundial de Fútbol, apareció la revista “Humor”, dirigida por el diseñador Andrés Cascioli. A través de un incesante desafío en contra de la censura establecida por la Junta Militar, la revista representó un ejemplo de coraje y de honestad intelectual que la diferenció de muchas de las publicaciones que circulaban en esa época.

Por un lado, este ensayo intentará comprender como “Humor” haya logrado promover una idea de oposición y construir un espacio en donde fuese posible ejercer la libertad de opinión o, como me contó el periodista Carlos Ulanovsky, “respirar otra aria”2. Por otro, tratará de comprender como la revista pudo eludir la censura intransigente de la dictadura y sobrevivir durante aquellos años violentos. La habilidad de los colaboradores y la agudeza de sus intervenciones contribuyeron además a reunir en torno a la revista el creciente sostén de un considerable numero de lectores, hecho que permitió a «Humor» de obtener aquella visibilidad y aquella autoridad que le consintieron de sobrevivir en un contexto dramático sin incurrir en la represión de la dictadura. El hipótesis que propongo, y que verificaremos examinando las características estilísticas de la revista, es que el staff de «Humor» haya conseguido utilizar el instrumento de la sátira tanto para capear la censura como, al mismo tiempo, para criticar duramente y a veces directamente la dictadura. El tono global de la sátira pudo evolucionar de una inicial formulación sutilmente crítica, leve en la formulación de acusaciones directas, a posiciones nítidamente combativas, más explícitas pues de mayor valor político, en razón directamente proporcional al aumento de su tirada.

Este ensayo non quiere ser sólo un aporte a los estudios de historia y periodismo, sino que

1 Agnese Codebò, Profesora Adscripta del Taller de Lenguaje Periodistico de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba, [email protected] 2 Entrevista con Carlos Ulanovsky del 11 de abril 2008.

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quiere proveer un ejemplo de cómo el compromiso intelectual pueda a menudo constituir una guía eficaz para que la opinión publica tome conciencia de su propia situación histórica y social, a demostración que hasta en los momentos más oscuros de la historia se puede confiar en el cambio. Analizar el trabajo de un grupo de intelectuales que arriesgaron la vida para poderse expresar libremente resulta ser de importancia fundamental, sobretodo hoy que la militancia intelectual tiene una consideración relativa, arrinconada como es a reducidas elites culturales. 2. Aparatos y leyes de la censura El mismo día del Golpe de Estado la Junta difundió el siguiente comunicado:

Será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiera, divulgara o propagara noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las fuerzas armadas, de seguridad o policiales.3

Estas fueron las palabras elegidas por la Junta para limitar la libertad de expresión. El

comunicado no precisa de manera clara cuales fuesen las noticias que expresaban el propósito de “perturbar, perjudicar o desprestigiar”. En consecuencia, desde este momento, cualquier frase, foto, titulo, etc. fue considerada sospechosa y sujeta a censura.

Así empezaba una época que sigue siendo hoy objeto de investigaciones y discusiones. El debate acerca el papel de la prensa durante la dictadura sigue abierto. En la antología de textos periodísticos Decíamos ayer se encuentran las descripciones de algunos acontecimientos que ocurrieron desde que la Junta Militar subió al poder:

A ese primer comunicado se sumaron documentos provenientes de la Secretaría de Prensa y Difusión sobre los valores cristianos, combate contra el vicio y la irresponsabilidad, defensa de la familia y el honor, eliminación de términos procaces tanto como de opiniones de personas no calificadas, etc. También se instaló un amable Servicio Gratuito de Lectura Previa en el interior de la Casa Rosada. Una buena cantidad de publicaciones partidarias fueron sacadas de circulación o intervenidas, y muchos periodistas fueron detenidos o asesinados. Al cabo de la dictadura desaparecerían cerca de un centenar de periodistas, la mayoría de ellos no por haberse atrevido a publicar sus verdades, sino en su calidad de delegados sindicales o por su relación con organizaciones partidarias, de derechos humanos o político-militares.4

El objetivo de este trabajo no es estudiar enteramente la prensa argentina durante la época 1976-1983, sino que realizar un análisis de la importancia de «Humor» en esta fase, de los medios que utilizó y de cómo se diferenció de las otras publicaciones, hasta tal punto que hoy es recordada como un símbolo del periodismo militante y de la resistencia intelectual durante la dictadura militar. Antes de entrar completamente en el estudio de «Humor» quiero citar lo que dijo, en 1987, el periodista y escritor Rodolfo Braceli en las paginas de la revista «Plural» acerca el papel de la prensa durante la dictadura:

3 Comunicado Nº19, 24 marzo 1976. En Caraballo, Liliana (1999) La dictadura (1976-1983).

Testimonios y documentos, Eudeba, Buenos Aires, p. 98. 4 Blaustein, Eduardo e Zubieta, Martín, (1998) Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el

proceso, Colihue, Buenos Aires, p. 23.

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Los medios de comunicación, el periodista como hacedor de un oficio tan elemental y tan decisivo como cualquier otro, deberían hacerse cargo de la crucialidad de su responsabilidad […]. La mayoría de los medios de comunicación y muchos notables periodistas, más que ser sumisos y salvar el pellejo, la pasaron bien. No fueron víctimas. Ni fueron inocentes. Decir que no fueron inocentes es una manera suavísima de decir que fueron, también, particularmente culpables […]. Y hay más para revisarnos: una cosa es la sumisión por pavura y otra cosa es la genuflexión azucarada y gozosa, la de la complicidad. De esto último hubo demasiado.5

Además del “Servicio gratuito de lectura previa”, que funcionaba en la Casa Rosada, la dictadura se preocupó por redactar un verdadero decálogo de normas que los medios tenían que respetar. Con el objetivo de tener una idea más clara del clima sofocante que rodeaba el ambiente cultural argentino durante la dictadura, es útil repasar los dieciséis principios, firmados por el capitán de navío Luís Jorge Arigotti, adscripto a la Secretería de Prensa y Difusión, a que deberían ceñirse los medios de comunicación masiva:6

1. Inducir a la restitución de los valores fundamentales que hacen a la integridad de la sociedad, como por ejemplo: orden, laboriosidad, jerarquía, responsabilidad, idoneidad, honestidad, dentro del contexto de la moral cristiana.

2. Preservar la defensa de la institución familiar. 3. Propender a los elementos informativos y formativos que hacen al patrimonio cultural de

la Nación en su más amplio espectro. 4. Ofrecer y promover para la juventud modelos sociales que respondan a los valores

mencionados en el punto 1, para reemplazar y erradicar los actuales. 5. Respetar estrictamente la dignidad, la intimidad, el honor, la fama y la reputación de las

personas. 6. Propender a la atenuación y progresiva erradicación de los estímulos fundados en la

sexualidad y en la violencia delictiva. 7. Sostener una acción permanente y definida contra el vicio en todas sus manifestaciones. 8. Propagación de información verificada en sus fuentes y nunca de carácter

sensacionalista. 9. No incursionar en terrenos que no son de debate público por su incidencia en audiencias

no preparadas (no educadas) o ajenas a su edad física y mental. 10. Eliminación total de términos e imágenes obscenas, procaces, chocantes o

descomedidas, apelaciones eróticas o de doble intención. 11. Erradicación del empleo de recursos efectivistas y truculencia en el uso de la palabra y la

imagen. 12. Propender al uso correcto del idioma nacional. 13. Se reitera la absoluta prohibición de efectuar propaganda subliminal en todas sus formas. 14. Eliminar toda propagación masiva de la opinión directa de personas no calificadas o sin

autoridad específica para expresarse sobre cuestiones de interés público. Esto incluye reportajes y/o encuestas en la vía pública.

5 Blaustein, Eduardo e Zubieta, Martín, (1998) Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el

proceso, Colihue, Buenos Aires, p. 25. 6 Ulanovsky, Carlos, (2005) Paren las rotativas (1970-2000), Emecé, Buenos Aires, p. 78.

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15. No publicar ni difundir notas periodísticas pagas de ninguna naturaleza sin que figure en forma destacada la frase “Espacio de Publicidad” no que omita la entidad o persona responsable que la solvente. Este tipo de publicidad no deberá ser incluida en primera plana o tapa de publicación.

16. No incluir publicidad ni notas pagadas dentro de los espacios periodísticos de radio, TV, cine, teatro o cualquier otro medio cultural e informativo.

Los casos de periodistas desaparecidos durante la dictadura militar según el informe de la

CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) son ochenta y cuatro. Entre ellos recordamos los nombres de Rodolfo Jorge Walsh, Enrique Raab, Héctor Germán Oesterheld y Rafael Perrotta. Muchos otros, como Robert Cox y Carlos Ulanovsky, pudieron huir, pero sin embargo fueron obligados a un exilio forzado. 3. La sátira

En el libro L’opera di Rabelais e la cultura popolare (el título en castellano es: La cultura

popular en al Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François Rabelais), Michail Bachtin analiza la función de la risa sobretodo en el ámbito de la Edad Madia y del Renacimiento creando un modelo de relaciones entre la sátira y el poder que, aunque la distancia que hay entre la Francia del siglo XVI, descrita por el critico ruso, y la Argentina del siglo XX, puede aplicarse al estudio de los medios utilizados por «Humor» para la critica punzante de la Junta Militar. En la Edad Media y en el Renacimiento – según Bachtin – el mundo infinito de las formas y de las manifestaciones cómicas se enfrentaba a la cultura oficial y grave de la Iglesia y del mundo feudal.7 De la misma manera la revista «Humor» utilizó la risa, el humorismo y la sátira para oponerse a la política de la Junta Militar. Otra característica en común entre la sátira de «Humor» y la risa de Rabelais es la predominancia del elemento corpóreo, de la exageración y de la mezcla entre el humano y lo animal. “En la obra de Rabelais se pone generalmente de relieve la excepcional predominancia del principio material y corpóreo de la vida: imágenes del cuerpo, del comer y del tomar, de las necesidades naturales, de la vida sexual. Además, estas imágenes han sido exageradas de manera excesiva y hipérbolizadas en la concepción estética que llamaremos realismo grotesco”.8 Y una vez más: “la mezcla de rasgos humanos y animales es una de las formas más antiguas del realismo grotesco […] la forma de la cabeza, las orejas, así como la nariz toman características grotescas sólo cuando se transforman en formas de animales y cosas”.9 El principio corpóreo de la risa, según el humorista Jorge Palacio, está presente también en «Humor» y en el humorismo político argentino en general. “A los argentinos – afirma Palacio – nos gusta reírnos de los políticos con poder. Es nuestra forma secreta de vengarnos, de ejercer la oposición de manera un poco más enconada que mediante la simple crítica: no es lo mismo protestar contra la autoridad que burlarse de alguna característica física del que la encarna”.10

Otra característica importante que acerca «Humor» a Rabelais es aquella que llamaré “la función contestataria y reveladora de la risa”. Michail Bachtin recuerda de hecho que: “la risa menos que cualquier otra cosa pudo ser un medio de opresión y aturdimiento del pueblo. Y nunca se ha conseguido que fuera totalmente oficial. Ha sido siempre la arma de la libertad en las manos del pueblo”.11 Y por último: “la risa de la Edad Media, ganando el miedo del misterio, del mundo y

7 Bachtin, Michail, (1979) L’opera di Rabelais e la cultura popolare, Einaudi, Torino, p. 6. 8 Bachtin, Michail, (1979) L’opera di Rabelais e la cultura popolare, Einaudi, Torino, p. 24. 9 Bachtin, Michail, (1979) L’opera di Rabelais e la cultura popolare, Einaudi, Torino, p. 346. 10 Palacio, Jorge, (1993) Crónica del humor político en Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, p. 2. 11 Bachtin, Michail, (1979) L’opera di Rabelais e la cultura popolare, Einaudi, Torino, p. 106.

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del poder, descubrió de manera audaz la verdad sobre el mundo y sobre el poder. Se opuso a la mentira […] y el portavoz de esa verdad fue el bufón medieval”,12 cuyo papel fue desempeñado, en el contexto de esta investigación, por la revista «Humor», que tuvo el merito de develar a la opinión publica argentina muchas verdades acerca de la dictadura.

El staff de «Humor» basó la orientación satírica de la revista respecto a la realidad sobre dos medios fundamentales: la caricatura y la historieta. “A través de la caricatura – según Jorge Palacio – se expresa, con humorismo e ironía, el juicio popular de los hechos y de los personajes, cuyo conocimiento es útil para interpretar la significación de las distintas corrientes de opinión en cada momento histórico y los artistas que han cultivado este género se han hecho acreedores al respeto y homenaje de la población, no sólo por los méritos generales e intrínsecos de sus trabajos y por la sagacidad de sus interpretaciones, sino también porque su oficio no siempre puede ejercerse con libertad y provecho personal”.13

Así que «Humor» a través de las caricaturas de tapa, realizadas casi siempre por Andrés Cascioli, no sólo difundió las opiniones de su staff, sino que se hizo portavoz de aquella parte de pueblo que estaba en desacuerdo con las elecciones políticas y económicas de la dictadura. Gino Frezza, en su libro Fumetti, anime del visibile (el título en castellano es: Historietas, animas del

visible), subraya la capacidad de la historieta de unir el visible con el invisible, lo que se puede representar con lo que no se puede representar, así como lo que ya se ha visto y lo censurado. Los humoristas de «Humor» representaron también, a través de las historietas del Dr. Piccafeces, La

clínica del Dr. Cureta, Las puertitas del Sr. López y Los Alfonsín, la realidad de aquella parte de la Argentina que se había quedado sin voz, contando lo que era prohibido en un incesante desafío con la censura impuesta por la dictadura. Siempre según Frezza: “el invisible es el limite, la fuente, de donde las historietas (así como las caricaturas) sacan sentidos y formas de la visión. En este sentido actúan con gran fuerza e eficacia de resultados. A través imágenes, dibujos, esbozos, colores y formas escritas o delineadas, las historietas llevan a la precisión el carácter inicialmente indistinto, vago en los limites de la no-percepción, de las realidades exteriores”.14 Una función de extrema importancia en el proceso de significación de la historieta y de la caricatura para hacer visible el invisible es desempeñado por el lector puesto que: “la sucesión y la predisposición de los dibujos que se entrelazan con la escritura ilustrada en las tiras no ofrecen un texto definido, sino que representan una especie de mando operativo que reserva al lector la posibilidad de definir y realizar un texto, de filtrar las numerosas posibilidades de red semántica entre imágenes y escritura ilustrada, eligiendo aquella que considera más apta para constituir un sentido entre las diferentes opciones. El resultado final de la comunicación de las historietas es esta sucesión de operaciones realizadas por el lector”. O una vez más Humberto Eco en su Apocalittici e integrati (el título en castellano es: Apocalípticos e integrados) afirma que: “cualquier obra de arte – para producir su efecto sobre el espíritu – hay que mirarla de un determinado punto de vista y no puede ser saboreada totalmente por una persona cuya situación – real o imaginaria – no sea conforme con aquella que la obra requiere”.15 Así que el público de «Humor» representó el último agente en el proceso de atribución de sentido a las caricaturas y historietas, gracias también al hecho de compartir el mismo contexto político y social en donde nació la revista. De hecho, fue el aumento del sostén de los lectores que permitió que la publicación sobreviviese en una situación dramática sin sufrir ni la represión ni el conformismo del régimen. 4. Tradición de la sátira argentina

12 Bachtin, Michail, (1979) L’opera di Rabelais e la cultura popolare, Einaudi, Torino, p. 104. 13 Palacio, Jorge, (1993) Crónica del humor político en Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, p. 251. 14 Frezza, Gino, (1999) Fumetti, anime del visibile, Meltemi, Roma, p. 8. 15 Eco, Umberto, (2005) Apocalittici e integrati, Bompiani, Milano, p. 169.

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La sátira política, con su doble lectura, visual con respeto a las viñetas y las caricaturas y literaria con respeto a los textos, es de origen antiguas casi como la prensa. En la Argentina, tuvo una evolución especialmente rica en la Buenos Aires de finales del siglo XIX. Medio de critica social, la sátira política expresa el clima de un época, a partir de las situaciones socioculturales y del conjunto de protagonistas que en ellas participan. Casi nunca expresa el pensamiento oficialista ni está vinculada con los sectores del poder, puesto que su naturaleza critica y combativa excluye por definición esa relación. La historia del humorismo en la Argentina remonta a las revistas político-satíricas del siglo XIX, como «Cara y Caretas» y «El mosquito», que representaron un amasijo de critica política mordaz y valiente. Pero la historia de la Argentina, golpeada por una dictadura después de otra, complicó a menudo la existencia de las publicaciones humorísticas. Sobre que se hace normalmente humorismo? Sobre lo que nos hace mal, se ríe para escapar del dolor o, como dicen, para no llorar. Y que puede ser más doloroso de un régimen militar, que tortura, mata, corrompe y roba? Los argentinos han atravesado numerosas etapas de gobiernos dictatoriales y el humorismo político les ofreció alivio en los períodos más obscuros. Y es propiamente en los momentos peores de las dictaduras que el humorismo ha registrado el mayor éxito para luego disminuir en los periodos de democracia. Las revistas humorísticas representaron un foro de encuentro virtual para todos aquellos que se rebelaban contra un presente espantoso. En la Argentina se vivía con tanta opresión y miedo que no era posible expresarse libremente ni con sus propios vecinos ni con sus compañeros de trabajo. Pero existían las revistas humorísticas en donde se podían encontrar firmas inteligentes y divertidas que aliviaban la realidad. Así que comprar las revistas humorísticas se convertía en una necesidad impelente, un desahogo, un alivio. “Y hoy que – según las palabras de Andrés Cascioli – no hay revistas humorísticas en la Argentina, miramos con nostalgia a aquella época, cuando los diseñadores y los redactores teníamos un espacio en donde expresarnos libremente y un público fiel que nunca paraba de escribir cartas a la redacción, dándonos un feedback permanente sobre la recepción de nuestra obra”.16 En los años pasado, hasta durante la dictadura y a pesar de la censura, el mercado de la caricatura y de la historieta era mucho más vivo que hoy, donde predomina un control de tipo económico que favorece a las grandes multinacionales de la información y perjudica a la pequeñas iniciativas y a los mercados de segmento cómo aquello de la sátira-humorística.

El diseñador Carlos Peralta confirma la relación entre los humoristas argentinos y la política cuando afirma que: “Hay una forma de la realidad que es política. Y el humorista asume esa realidad. Por otra parte, pienso que hoy, en America Latina, el que no se politiza es un suicida. Me parece que los problemas fundamentales de nuestro continente son de orden político. El humorista latinoamericano no puede dejar de ser político”.17 5. «Humor»: características generales de la revista. Temas y polémicas «Humor» filtraba y analizaba noticias que ya habían sido difundida por los otros medios de comunicación: puesto que era un quincenal (fue mensual durante su primer año de vida), no publicaba noticias que pertenecían a la actualidad, sino notas relacionadas a hechos ocurridos en las dos semanas antecedentes a la salida de cada número. «Humor» se presentaba de manera clara como una revista de análisis antes que de crónica. Esta línea de trabajo era posible gracias, ante todo, a su periodicidad, que reservaba a la revista más tiempo para reflexionar, elegir y analizar, y en segundo lugar a la necesidad de diferenciarse de las revistas especializadas en la noticia-información: siendo «Humor» un quincenal no hubiera podido competir con la tempestividad de la información de un diario. Además de la profundización y de ofrecer el contexto social y cultural de las noticias, un segundo elemento distintivo de la revista era la elección de los temas. Desde el primer número,

16 Entrevista con Andrés Cascioli del 31de marzo 2008. 17 Palacio, Jorge, (1993) Crónica del humor político en Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, p. 249.

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desafiando la “mordaza” impuesta al periodismo por la censura militar, «Humor» habla de dos asuntos que era prohibido criticar o poner en duda: el Mundial de Fútbol y la política económica del Ministro José Martínez de Hoz. Con el subseguirse de los números, la revista se enfrentará con otras temáticas “prohibidas”, como la represión ilegal de la oposición política, la censura, la situación de los desaparecidos y el problema de la deuda externa. Es correcto evidenciar que «Humor» non fue la única publicación que se atrevió a hablar de estos temas, pero fue en cualquier caso la voz de la oposición que presumía, gracias al elevado número de lectores, de mayor confirmación a nivel social. «The Buenos Aires Herald» (diario de Buenos Aires impreso en Inglés), fue por ejemplo, durante la época de la dictadura, un defensor implacable de los derechos humanos y criticó de manera inexorable los métodos utilizados en la lucha contra la subversión, elección, esta, que pagó cara con el exilio forzado del director Robert Cox. Cito un extracto sacado de un editorial publicado en el diario inglés, en donde es evidente la oposición del «Buenos Aires Herald» contra las acciones de la Junta Militar: “el terrorismo non puede ser combatido con el contraterrorismo. El terrorismo tiene que ser combatido sólo con la fuerza de la ley […]. Non podemos permitirnos que nuestras reglas se soslayen en la bestialidad que caracteriza a los enemigos de nuestra sociedad. Existe un único código de justicia y moralidad al que hay que atenerse hasta en la guerra más sucia”.18 De todas maneras, fue con la amplia difusión de «Humor» entre los grupos sociales fundamentales para la formación de la opinión publica, constituidos por estudiantes, intelectuales y profesores, que la sociedad argentina pudo encontrar en las páginas de la prensa lo que pasaba cotidianamente en la realidad. Otra característica que contribuyó a fortalecer el éxito de «Humor» fue la credibilidad atribuida a muchos de sus colaboradores. En la páginas de la revista, encontraron sus espacios tanto escritores como periodistas que no podían trabajar para los otros medios de comunicación, como Enrique Vázquez, Luis Gregorich, Aída Bortnik y Mona Moncalvillo. Otros que vivían exiliados, como Osvaldo Soriano encontraron en «Humor» un lugar desde el cual difundir sus ideas. El estudioso español José Luís León se refiere así al concepto de “credibilidad” en su obra Persuasión

de masas: “la credibilidad es quizás la característica más importante del comunicador en orden a la persuasión. Un comunicador creíble será percibido por el público como alguien que tiene información correcta sobre algún punto y que además no parece tener una intención oculta para mostrar las cosas de otro modo diferente al correcto”.19 6. Los editoriales Me detendré ahora en las diferentes secciones que formaban parte de «Humor», para ofrecer al lector una visión más especifica del estilo y de las características de la publicación. Empezaremos por los editoriales. A través de la columna editorial la revista “se revela”, toma posición con respeto de un tema y, en el caso de los editoriales sin firma, expresa la opinión de la directiva. Según la clasificación de José Luís Martínez Albertos,20 los editoriales de «Humor» se sitúan entre aquellos críticos (juzgan los hechos en nombre de la opinión publica) y aquellos combativos (soportan posiciones adversas al poder, sobretodo acerca del tema de la libertad de expresión). Si luego tomamos en consideración otra clasificación, elaborada siempre por José Luís Martínez Albertos,21 que separa los editoriales en polémicos, interpretativos y objetivos/analíticos,

18 «The Buenos Aires Herald», 21 de agosto 1976: Este editorial hay que considerarlo de gran valor por el año en el que fue publicado. Entre el 1976 y el 1977 ocurrieron, de hecho, según la CONADEP, la mayoría de los secuestros y de las desapariciones. 19 León, José Luis, (1993) Persuasión de masas, Editorial Desto, Buenos Aires, p. 15. 20 Según esta clasificación, los editoriales se separan entre expositivos, explicativos, combativos, críticos, apologéticos, admonitores y premonitorios. En Martínez Albertos, José Luis, (1983) Curso general de redacción periodística, Editorial Mitre, Barcelona. 21 Martínez Albertos, José Luis, (1983) Curso general de redacción periodística, Editorial

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«Humor» entonces utilizó con más frecuencia el modelo interpretativo “que somete los hechos a un estudio minucioso” durante los primeros dos o tres años de la revista, mientras que a partir del 1981 predominaron los editoriales polémicos “que critican las hipótesis de otros”. En el caso de «Humor», el editorial no tenía un lugar fijo, tanto que en algunos números no aparecía. Generalmente, la revista publicaba un editorial en ocasiones especiales, por ejemplo para tomar posición acerca de hechos sobre los que consideraba indispensable expresarse o también para explicar, como veremos más adelante, una tapa. En el análisis de los editoriales de «Humor», se pueden distinguir los siguiente temas: por un lado, la ética periodística, los valores y la honestidad intelectual; por otro, la critica de la intolerancia, de los ataques a la prensa y de la censura. En este segundo grupo habría que incluir también las denuncias de las violaciones de los Derechos Humanos. Cito a seguir algunos extractos de editoriales que forman parte del grupo que tiene como temática principal la critica de la intolerancia, de la censura y de los ataques a la prensa. Estamos a principios del 1981, la presidencia de Jorge Rafael Videla ha terminado y con ella la etapa de mayor represión de la dictadura. Como si todavía no confiara en expresar de manera explicita su pensamiento, «Humor» confirma así su condición de revista humorística: “suponen malo con sus únicas armas: la máquina de escribir y el plumín […]. Nuestro equipo, extrañamente heterogéneo, tiene una sola bandera: la del HUMOR. Y tal vez sea por eso que provoca confusiones de ciertos sectores que – ellos si – están definidos a favor de determinada corriente. Hace unos meses, la revista «Cabildo» nos acusaba de subversivos y marxistas. Ahora, la revista «Línea» nos tilda de comerciantes y oficialistas […]. Y este confusionismo rayano en lo absurdo - ¿existirá acaso otra publicación acusada a la vez de marxista y oficialista en la Argentina? – proviene de algo llamado INTOLERANCIA. Esta es una redacción donde todo se discute, donde todas las opiniones caben, donde no se desprecia ni se veta irracionalmente la opinión de nadie. Un lugar donde la intolerancia es una palabra en el diccionario. Y ya quisiéramos todos nosotros – y seguramente gran parte de nuestros lectores – que todo el país fuera así”22

(La intolerancia). En el momento en que salió este editorial «Humor» no había todavía levantado ninguna de la banderas que defendió luego: el texto termina, de hecho, de la siguiente manera: “Para concluir: en «Humor» ni oficialistas ni contra el gobierno: humoristas”. En un solo año esta posición cambiará totalmente. En el noviembre de 1981, la revista «Esquiú Color» publicó una nota intitulada “Destapadura”, firmada por Héctor Simeoni. En ella acusaba «Humor» de ser “corrosiva y nihilista, un objeto de consumo para estudiantes, empleados y chetos de todos tipo. Ofrecen alguna palabrota, dibujos al limite del obsceno y algunas notas sobre el sexo […]. Esta es pura subversión. Deberían saberlo las Fuerzas Armadas, que ya ganaron otra batalla, aquella contra los subversivos de la ametralladora. Aquí se trata de elementos similares (o de los mismos), que manejan armas terribles como las otras: las ideas deformantes”.«Humor» dedicó a esta nota un editorial publicado en el número setenta y uno. Esta fue la respuesta de la revista: “Sorprende y entristece que en un momento como el actual, cuando la inmensa mayoría de los argentinos reclama una justa libertad de expresión, se alce alguna voz pidiendo mayor represión […]. Lo grave, en este caso, es que quienes mezclan la baraja y echan leña a la hoguera del odio, son justamente los que más deberían atenerse a los preceptos cristianos […]. Para terminar: nosotros nos parece que notas como la de Simeoni son realmente nocivas y peligrosas. Pero defenderíamos a muerte el derecho de «Esquiú» a publicarla”23

(Editorialoide). A diferencia del editorial anterior, en donde la revista asumía una posición defensiva con respeto a las criticas que le hacían, aquí «Humor» toma una posición más radical y profunda, exigiendo “mayor libertad de expresión” y calificando la nota publicado por «Esquiú» como “nociva y peligrosa”.

El siguiente editorial representa uno de los mejores ejemplos de cómo «Humor» pudo

Mitre, Barcelona. 22 «Humor», (1981) n. 54 marzo, p. 5. 23 «Humor», (1982) n. 71 noviembre, p. 5.

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sostener una critica explicita contra el gobierno militar gracias al éxito de mercado (en 1982 fueron vendidos 4 millones de ejemplares): “Hace más de cuatro años, propusimos a nuestros posibles lectores – sin saberlo – las que resultaron ser ciertas ‘bases’ de concertación […]. Vigencia del estado de sitio: hemos condenado su arbitrariedad. Institucionalización del país: la hemos exigido a quienes la alteraron. Lucha contra el terrorismo y desaparecidos: condenamos la violencia terrorista en base a principios éticos y políticos y repudiamos la barbarie genocida cuya impunidad pesa, más que ninguna otra cosa, en el futuro del país. El plan económico – y una de sus consecuencias, la deuda externa – ha sido desenmascarado por esta publicación con todos los argumentos, con toda la bronca, incluso con todo el humor posible […]. ¿Quién rechaza esos principios? Aquellos para quienes el derecho de elegir es letra muerta. Aquellos para quienes la vida y la dignidad humanas no son sagradas. Aquellos para quienes la condición de joven y pensante – la mayoría de nuestros lectores lo es – resulta una realidad incómoda. En esos términos está planteada la lucha entre democracia y autoritarismo. Que el terreno de lucha sea, entre otros, el de la libertad de expresión, no es casualidad. Como no es casualidad, tampoco, que nosotros estemos librando el combate desde este lado”.24

(Las bases de «Humor») Hay que subrayar como el editorial anterior utiliza, en el último párrafo, el nosotros

inclusivo. Esta modalidad de relacionarse con los lectores corresponde a lo que Eliseo Verón llama “colectivo de identificación”.25 En este caso, el lector es visto como el interlocutor positivo, con quien se comparten las mismas creencias, los mismos valores y objetivos. «Humor», que en un principio actuó con prudencia, como una simple revista humorística, a partir de 1982 se había definido claramente como una voz de oposición. Mientras «Humor» defendía la libertad de imprenta y de expresión, la mayoría de las publicaciones de la época, como el semanal «Gente», alineadas con la política de la dictadura, subrayaba en cambio la necesidad de un control más fuerte por parte de la autoridad política sobre la vida cultural del país, como demuestra el siguiente editorial: “[…] En esta guerra no sólo las armas son importantes. También los libros, la educación, los profesores […]. Por ejemplo, ¿usted sabe qué lee su hijo? En algunos colegios ya no se lee a Cervantes. Ha sido reemplazado por Ernesto Cardenal, por Pablo Neruda, por Jorge Amado, buenos autores para adultos seguros de lo que quieren, pero malos para adolescentes acosados por mil sutiles formas de infiltración que todavía no saben lo que quieren”.26

Volviendo a «Humor», el siguiente editorial es una fiel demostración del cambio experimentado por la revista a partir del año 1982. Hay que observar como la realidad está enfrentada de manera explicita y como los hechos están denunciados de forma directa: “La consigna era callar […]. Se decía que torturaban hasta matar a sus prisioneros, que, en el país, abundaban los campos de concentración y exterminio; lugares donde un hombre valía menos que una rata. Los niños por supuesto no debían saberlo […]. Si se exceptúa la grotesca farándula deportiva del año 78, cabe señalar que a los chicos, entre el 75 y el 81, se les prohibió saber qué ocurría. De abril a mediados de junio del 82, en cambio, se los instó a ver lo que se les quería mostrar […]. En junio de 1982, la gran mayoría de los niños argentinos a quienes la realidad de la dictadura parecía no haber tocado, fue abofetada por el brutal descubrimiento de la mentira. Ahora ellos lo sabían: una tiranía es el poder de los que estafan […]. Es posible, muy posible, que un día no lejano esos niños que ya saben qué es una dictadura, se atrevan a formular a sus padres la más inocente y dura de las preguntas: ¿Ustedes no sabían? ¿Y si sabían, porqué no nos dijeron la verdad?”.27

(Los chicos y la dictadura) Los protagonistas de este editorial son los chicos que quedaron sistemáticamente a oscuras

24 «Humor», (1982) n. 94 noviembre, p. 5. 25 Verón, Eliseo, (1987) “La palabra adversativa” en El discurso político, lenguaje y

acontecimiento, Hachette, Buenos Aires, p. 18. 26 «Gente», (1977) Carta abierta a los padres argentinos, diciembre. 27 «Humor», (1983) n. 105 mayo, p. 5.

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(tanto en casa como en la escuela) de la realidad del país. Leyendo entre líneas, se puede deducir que la nota citada alude además a una parte de la población, aquella que había sido desinformada a partir de la llegada de los militares, pero que también no había querido investigar personalmente; así como a aquellos que se habían preocupado por ocultar la realidad. Las referencias al Mundial del 1978 y a la guerra no son casuales. La pregunta final (“¿Y si sabían, porqué no nos dijeron la verdad?”) podía ser dirigida por un chico a sus padres, por un alumno a su maestro, pero también por un adulto a un medio de comunicación. Si «Humor» definía el Mundial del 1978 como una “grotesca farándula deportiva”, había otras revistas que combatían enérgicamente para defender el torneo de fútbol, sobretodo de las acusas que llegaban del exterior. Así escribía el semanal «Gente» algunas semanas antes de que empezara el Mundial: “Te escribo preocupado. Muy preocupado. Donde vos estás seguramente se ha publicado mucho sobre Argentina en estos últimos tiempos. Mucho de eso es malo y falso. Y corresponde que nosotros mismos, cada uno de los argentinos, estemos aquí o afuera, comencemos la batalla para que se sepa la verdad sobre Argentina […]. He leído que algunos periodistas dicen que Buenos Aires es una ciudad en guerra. ¿Vos crees seriamente que ellos han estado allí? Eso es imaginación”.28

7. Las notas Se pasará ahora al análisis de algunas de las notas más significativas publicadas por la revista. «Humor», se enfrenta desde el principio con el tema de los ataques a la prensa. Cuando se escribió la nota citada a seguir, la revista utilizaba todavía la ironía y la sátira más que la denuncia explicita. Carlos Braccamonte describe así la paliza recibida por su colega: “Con cierto alborozo – aunque sin alharacas – informamos a la población que el señor Manfred Schönfeld29

se ha recibido de periodista. El diploma (no demasiado codiciado, en realidad) le fue entregado en sencilla pero emotiva ceremonia en uno de los vetustos salones de nuestra intervenida Asociación de Periodistas. Como informáramos detalladamente en números anteriores de este pasquín, en nuestro país sólo puede llamarse periodista aquél que ha recibido por lo menos una paliza de fuerzas conocidas o al menos sospechadas”30

(Carlos Braccamonte, Oye Manfred, no exageres). En esta nota Carlos Braccamonte utiliza la carta de la ironía para denunciar el ataque sufrido por el colega Manfred Schönfeld. Este ultimo, en aquel momento redactor del diario «La Prensa», fue atacado brutalmente por desconocidos. Además, se puede observar como Braccamonte aprovecha de las circunstancia para describir la situación general del periodismo, afirmando que en la Argentina se considera periodista sólo aquel que haya recibido por lo menos una agresión. La próxima cita es parte de una nota publicada en el septiembre de 1982, un año después del texto anterior. Aquí se puede observar la evolución progresiva de la revista en los tonos de la denuncia: «Humor» describe de manera detallada el modus operandi de los censores que actuaban en el ámbito de la radio. Estamos en el periodo que sigue a la derrota de la Malvinas y el Proceso de Reorganización Nacional tiene los días contados: “La censura radial tiene varias caras en Buenos Aires, que no son únicamente las que cambian cuando se permutan los funcionarios. Esencialmente las listas negras no impiden la difusión de artistas en particular, sino que prohiben la emisión de determinados temas […]. Los censores se valen, sello y firma por medio, de notas en las que indican los temas prohibidos. Sin embargo, apoyados en la autocensura apelaron desde siempre a los servicios de los empleados de las emisoras que, sin vueltas, prohibían y prohiben por su cuenta a diversos artistas. Así dejaron de sonar durante muchos años la mayoría de los intérpretes de expresiones urbanas, varias toneladas de folkloristas y algunos tangueros”31

(Alejandro Tarruella, No hay censura, pero que la hay, la hay). En el momento de publicación de esta nota la revista atravesaba su mejor época y vendía casi 300.000 ejemplares por mes. El apoyo y el sostén de los

28 «Gente», (1978) Carta a un argentino que vive afuera, 18 de marzo. 29 Periodista del diario «La Prensa», atacado por desconocidos el 22 de junio de 1981. 30 «Humor», (1981) n. 62 julio, p. 47. 31 «Humor», (1982) n. 90 septiembre, p. 53.

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lectores producía un constante aumento de la tirada y le permitía denunciar hechos como la corrupción y la censura en los medios de información y de entretenimiento. La prensa y sus funciones siguieron ocupando un lugar importante en las paginas de «Humor». Ya a partir de 1983, la revista se había echado a las espaldas su “estilo irónico”, consolidando en cambio aquello “combativo”. Además, los nuevos editorialistas que se habían incorporado a la redacción (Luis Gregorich, Pacho O’Donnell, José Pablo Feinmann) poseían un perfil de analistas lejos del “estilo satírico” que había caracterizado los fundadores de la revista: “[…] La situación de los medios de comunicación es la más clara de todas. Las licitaciones y ventas directas de diarios, radios y canales de televisión se han hecho y se seguirán haciendo para favorecer a socios y amigos del gobierno militar, con la intención de crear una red de comunicación social adicta que sobreviva en la etapa constitucional […]. Están demasiado cerca los casos de presidentes argentinos que respetaron la democracia y los derechos humanos pero que terminaron derrocados por sibilinas campañas de prensa”32

(Luis Gregorich, Crías, abortos y herencias). A esta altura el Proceso de Reorganización tenía ya los días contados y Luis Gregorich analiza en esta nota la situación de los medios de comunicación frente al futuro. El autor reflexiona sobre el futuro de los medios y pone en guardia sobre la eventualidad de posibles maniobras desestabilizadoras, recordando casos antecedentes de la historia argentina (alude a los casos de Frondizi e Illia, cuando la prensa desempeño un papel importante en la caída de ambos gobiernos). 8. La sátira por imágenes en «Humor». La caricatura como vehículo de contestación política La unicidad de «Humor» está representada sobretodo por la habilidad de trasladar las características del “estilo interpretativo”, consecuencia del nuevo periodismo consagrado por Tom Wolfe en las páginas del «New Yorker», a un medio visual: la caricatura. Las personas del poder, los militares y los ministros llegaban así a ser transformados en personajes. La revista conseguía por lo tanto expresar su propia línea editorial también a través de las tapas dibujadas por Andrés Cascioli, elementos visuales que impresionaban cualquiera que las viese. Así que características como el uso de múltiples puntos de vistas, el realismo y la expresividad, típicas del “estilo interpretativo”, pertenecían por lo tanto a los dibujos y caricaturas publicadas por «Humor». El dibujo desempeña desde siempre una función de importancia fundamental en las publicaciones de sátira y de humorismo político. En la Argentina, a partir de «El mosquito» (revista satírica fundada en el 1863 por Enrique Meyer, cerró las publicaciones en 1893), el dibujo y especialmente la caricatura fueron utilizadas para expresar ideas, polemizar con los adversarios o reflejar el clima de una determinada época. Un periódico humorístico como «Humor» no podía prescindir de la fuerza expresiva de la caricatura, autentico portavoz visual de una revista que usaba la sátira para escapar de la censura y al mismo tiempo criticar duramente la dictadura. Hablando de «Humor», parece imprescindible subrayar que cada tapa era representada por una caricatura. De tal manera se hacía visible para los ojos de todos, o mejor dicho para el lector que entendía el código, el mensaje de la revista; la caricatura de tapa formaba así una vía directa con los lectores y era, al mismo tiempo un medio publicitario eficaz aunque peligroso, puesto que el periódico se arriesgaba a incurrir en la censura y en la represión. Recuerdo, por ejemplo, como el número noventa y siete de «Humor» fue secuestrado precisamente por una caricatura de tapa, que retrataba la personificación de la Justicia mientras está por caer de un monopatín juntos con Cristino Nicolaides, miembro, en calidad de jefe del Ejercito, de la cuarta y última Junta Militar. La imagen se refería claramente a los intentos, luego logrados, del Gobierno por aprobar la Ley de Amnistía, que hubiera exculpado los militares de todas las acusación.

La caricatura se define como un “dibujo que resalta ciertos rasgos o características de un personaje, una cosa o un hecho, apoyándose generalmente en el humor o la crítica”.33 La caricatura

32 «Humor», (1983) n. 103 abril, p. 33. 33 Enciclopedia Universal Salvat, (1978) tomo 3, Barcelona.

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es además una imagen cargada de sentido: expresa el punto de vista de quien la realiza a través de la exageración, positiva o negativa, de las características psicofísicas de una persona o de la manera en que se desarrolló un hecho. En Humor y política, el estudioso Andrea Matallana reproduce la siguiente explicación, utilizada por el francés Bernard Tillier para describir la caricatura política en Francia en el periodo 1870-1914: “La caricatura es una técnica de degradación en la cual se libera una agresión. Para tal fin apela a las metáforas de ‘vegetalización’ y ‘animalización’. Esta última combina lo humano y lo animal: cuerpo de animal con rostro humano o un rostro animal con un cuerpo humano”.34

La técnica de la animalización a la que se refiere Tillier fue utilizada por los caricaturistas políticos argentino desde el principio de su experiencia en el siglo XIX: en «El mosquito» Bartolomé Mitre y Nicolás Avellaneda fueron dibujados como dos sanguijuelas y Domingo Sarmiento como un gorila; la revista «Tía Vicenta» (fundada por Juan Carlos Columbres “Landrú” en el 1957, cerró las publicaciones en el 1966) inmortalizó a Arturo Illia con las apariencias de una tortuga, a Álvaro Alsogaray con las de un cerdito y al general Juan Carlos Onganía con las de una morsa. Esta última caricatura, causó el furor de Onganía, decidió por decreto presidencial el cierre de la revista. También «Humor» dejó su aporte a la tradición de la animalización de las personas o de los eventos. Tradición esta que Michail Bachtin, en su obra L’opera di Rabelais e la cultura

popolare,35 identifica con el realismo grotesco, caracterizado, de hecho, por la predominancia del elemento de la exageración y de la mezcla corpórea entre el humano y el animal. El Ministro Martínez de Hoz, para citar un caso, fue dibujado, desde las primeras caricaturas publicadas en «Humor», con las características de un murciélago. Por último, «Humor» utilizó aquella función contestataria y reveladora de la risa descrita siempre por Bachtin, en el libro dedicado a Rabelais. Utilizó por lo tanto, sobretodo a través del medio de la caricatura, el humorismo y la sátira para contrastar la política de la Junta Militar y develar sus tejemanejes.

9. La caricatura en las páginas de «Humor» Durante el primer año de vida de la revista, las tapas retrataban en su mayoría a los personajes de la crónica o del deporte. Por ejemplo, el primer número de «Humor», que criticaba el enorme gasto económico enfrentado por el país para el Mundial de Fútbol, salió con una ilustración del entrenador de la selección argentina César Menotti, pero retratado con las orejas de Martínez de Hoz; mientras que el número dos salió con una tapa que representaba el futbolista Alberto Tarantini con su esposa, Pata Villanueva. El primer personaje político retratado en la tapa de «Humor» no fue un militar, sino el Ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. La caricatura, que salió en el número ocho, reproduce el cartel publicitario de la película “Tiburón II”. La escena representada, con el titulo “Inflación II”, muestra, de hecho, el Ministro perseguido por un tiburón. Sólo con el número veinte y cuatro, del diciembre de 1979, «Humor» publica en la tapa la caricatura de un miembro de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla, representado mientras se está ahogando en el mar y lleva una faja presidencial que dice: “Contra los pirañas de la importación”. Tomás Sanz evocaba así aquel momento, cuando fue necesario retratar el entonces presidente: “La primera caricatura que salió de Videla fue previamente muy charlada entre nosotros, porque ese era un paso más adelante en el terreno político. Era riesgoso, pero lo pasamos. A partir de ahí la revista se hizo un poco incontrolable para el poder”.36 La caricatura, tanto por su valor político como para el riesgo que significaba publicar una imagen así del jefe de la Junta Militar, fue acompañada por un editorial explicativo.

34 Matallana, Andrea, (1999) Humor y política. Un estudio comparativo de tres publicacione

de humor político, Eudeba, Buenos Aires, p. 22. 35 Bachtin, Michail, (1979) L’opera di Rabelais e la cultura popolare, Einaudi, Torino, p. 346. 36 Canal (á), Documentario dedicado a «Humor» transmitido en el agosto de 2003.

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La caricatura representaba con la fuerza expresiva de la imagen el punto de vista de la redacción, mientras que el editorial era necesario para explicar el proceso creativo y las razones de la tapa, con el objetivo de endulzar los ánimos y evitar reacciones desagradables. Utilizados, como en este caso, como un mecanismo de defensa, los editoriales de la revista fueron fundamentales, en diversas ocasiones, para justificar las caricaturas, en el intento de proteger con antelación la redacción de posibles represalias. Cito, como ejemplo, el editorial que acompañó el número veinte y cuatro, que redactado como una conversación entre los miembros del staff, describe los momentos antecedentes a la publicación de la imagen de Videla:

¿Hacemos la tapa o no? ¿De quién? De Videla. ¿Pero debe aparecer lindo o feo? No sé, igual no creo que se enoje. No, no me lo imagino clausurando una revista porque no le gustó una caricatura […].37

Acto seguido analizaré algunas de las tapas más significativas de la revista.

«Humor» (1978), n. 1, junio: En esta caricatura está representado el entrenador de la selección argentina, Cesár Menotti, con unas orejas enormes (la alusión a José Martínez de Hoz es obvia). En el ángulo de arriba a la izquierda, aparece el significativo comentario, “El Mundial se

37 «Humor», (1979) n. 24, dicembre, p. 5.

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hace cueste lo que cueste”, que «Humor» atribuye a un fantasmal Menotti de Hoz, nacido del cruce entre César Menotti y José Alfredo Martínez de Hoz. Ya a partir del primer número, en las páginas de «Humor» se hacía referencia a dos temas intocables para la Junta Militar: el Mundial del 1978 (referencia explicita) y el plano económico (referencia implícita). Este número fue calificado de exhibición limitada por la Junta Militar.

«Humor» (1979), n. 8, enero: Es la primera tapa que retrata al Ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz. El titulo, “Inflación II”, alude al futuro económico del país y critica por lo tanto la labor del Ministro. En este período, la revista acentúa especialmente las criticas respeto a los especuladores del comercio y empieza su batalla contra las medidas adoptadas por Martínez de Hoz. La metáfora del tiburón remite a los distaros producidos por la inflación, que terminarán por destruir inevitablemente hasta el Ministro.

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«Humor» (1979), n. 24, diciembre: Por primera vez aparece en la tapa de la revista Jorge Rafael Videla. Analizando el dibujo, se advierte que en realidad «Humor» no está criticando el presidente de manera directa, sino que la referencia a los “pirañas de la importación” es más una critica al plano económico. Videla podría representar el país que se hunde en el mar por el desastroso plano económico de José Alfredo Martínez de Hoz. Las criticas directas a Videla y a su labor aparecerán luego, una vez terminado su mandato.

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«Humor» (1983), n. 97, enero: Esta fue la tapa que causó el secuestro del número directamente de la imprenta por parte de los miembros de la Junta. La caricatura retrata a la personificación de la Justicia mientras está por caer de un monopatín juntos con Cristino Nicolaides, miembro de la cuarta y última Junta Militar en calidad de Jefe del Ejercito. La imagen se refería claramente a los intentos, luego logrados, del Gobierno por aprobar la Ley de Amnistía, que hubiera exculpado los militares de todas las acusación.

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«Humor» (1983), n. 112, septiembre: La tapa es una parodia clara del cartel de la película “La loca historia del mundo” de Mel Brooks, que utiliza como personajes a los protagonistas de la dictadura militar. Leopoldo Galtieri es representado como un dictador romano, Isabel Perón vuela con destino a España, Roberto Eduardo Viola y Jorge Rafael Videla tienen las apariencias de dos hombres de la prehistoria, José Alfredo Martínez de Hoz es retratado como Moisés, pero en lugar de las tablas de las leyes lleva consigo las tablas para la conversión del dólar. Albano Harguindeguy es representado como Nerón, Eduardo Massera, con las apariencias de un rey francés trata de seducir una mujer y Ramón Camps, en el fondo a la derecha, está torturando un prisionero. Esta tapa fue dibujada por Sergio Izquierdo Brown (colaborador de «Humor») y colorada por Andrés Cascioli. 10. Conclusiones «Humor» fue, desde el 1978 hasta el 1983, una de las pocas voces de contestación del

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operado de la Junta Militar en la Argentina y logró encender un fulgor de esperanza para aquella parte de la población que, sintiéndose abandonada a si misma, rechazaba en silencio las restricciones a la libertad y la violencia impuestas por los militares. En «Humor» estos ciudadanos encontraron un aliado, un amigo, con quien reír y llorar cada quince días, leyendo sus páginas, pero también conversando con el a través de la vía comunicativa de las cartas de los lectores. De hecho, fue con la amplia difusión de «Humor» entre los grupos sociales fundamentales para la formación de la opinión publica, constituidos por estudiantes, intelectuales y profesores, que la sociedad argentina pudo encontrar en las páginas de la prensa lo que pasaba cotidianamente en la realidad. «Humor» logró promover una idea de oposición y crear un lugar en donde fuese posible ejercer la libertad de opinión. Hemos visto como la revista haya utilizado los editoriales en caso específicos, para tomar partido sobre hechos que consideraba de fundamental importancia o para explicar los contenidos de una tapa. Luego, un periódico humorístico como «Humor» no podía no utilizar la fuerza expresiva de la caricatura, autentico portavoz visual de la revista que usaba el arma de la sátira para evitar la censura y al mismo tiempo para someter la dictadura a una critica feroz. Hablando de «Humor», es imprescindible subrayar como la revista haya siempre publicado en sus tapas una caricatura. De tal manera se hacía visible para los ojos de todos, o mejor dicho para el lector que entendía el código, el mensaje de la revista; la caricatura de tapa formaba así una vía directa con los lectores y era, al mismo tiempo un medio publicitario eficaz aunque peligroso, puesto que el periódico se arriesgaba a incurrir en la censura y en la represión. En conclusión, la revista, por un lado, a través el uso de la sátira, fue capaz de develar errores y contradicciones del operado de la Junta, tanto criticando con exactitud algunas iniciativas como el plano económico del Ministro Martínez de Hoz y el Mundial del 1978 como denunciando de manera constante las violaciones de los derechos humanos y la cuestión de los desaparecidos. Por otro, «Humor», sobretodo gracias al creciente apoyo de los lectores, consiguió sobrevivir durante los años de la dictadura sin pagar consecuencias demasiado caras, como el arresto o la desaparición de sus redactores o el cierre de la propia revista. Este trabajo quiere ser un homenaje a Andrés Cascioli que nos dejó en el junio de este año, y a los colaboradores de «Humor» que arriesgaron su propia vida para defender el punto de vista de los dominados y el principio del derecho de oposición contra el sistema, para difundir la verdad y pretender justicia social. El trabajo de los redactores de «Humor» representa un ejemplo excelente de cómo el compromiso intelectual pueda a menudo constituir una guía eficaz para que la opinión publica tome conciencia de su propia situación histórica y social hasta en los contextos aparentemente más desesperados. Bibliografía

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