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10 FICHA BIBLIOGRAFÍA Ibarra Colado, Eduardo (1993) "Foucault, entre el poder y la organización. La Teoría de la Organización como caja de herramientas", págs. 11-32, en Guillermo Martínez Atilano (coord.), Mercados y regulación, México, UAM-I. Texto proporcionado en versión PDF del original en word para su distribución en línea por: La Biblioteca Virtual del Departamento de Estudios Institucionales, UAM-Cuajimalpa, México. El material se encuentra disponible permitiendo el acceso gratuito a publicaciones agotadas o de circulación restringida, apoyando la docencia e investigación Consulta nuestro catálogo en: http://estudios-institucionales-uamc.org/biblioteca/index.htm Visita la página del Departamento de Estudios Institucionales en: http://estudios-institucionales-uamc.org/ Contáctanos en: [email protected] © Departamento de Estudios Institucionales, UAM-Cuajimalpa © Eduardo Ibarra Colado

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FICHA BIBLIOGRAFÍA Ibarra Colado, Eduardo (1993) "Foucault, entre el poder y la organización. La Teoría de la Organización como caja de herramientas", págs. 11-32, en Guillermo Martínez Atilano (coord.), Mercados y regulación, México, UAM-I.

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Foucault, Entre El Poder y La Organización -La Teoría de la Organización como Caja de Herramientas-

Eduardo Ibarra Colado∗

...Es preciso saber reconocer los sucesos de la historia, sus sacudidas, sus sorpresas, las victorias afortunadas, las derrotas mal digeridas, que dan cuenta de los comienzos, de los atavismos y de las herencias... La historia, con sus intensidades, sus debilidades, sus furores secretos, sus grandes agitaciones febriles y sus síncopes, es el cuerpo mismo del devenir.

Michel Foucault

I. Teoría de la Organización: Dificultades para su reformulación

El estudio de las organizaciones se encuentra atrofiado. Tanto las aproximaciones convencionales de la Teoría de la Organización como las propuestas críticas surgidas en los últimos quince años, aportan poco para esclarecer la complejidad que representa la organización como fenómeno básico de la vida de los

∗ Eduardo Ibarra Colado es profesor Titular "C" y Jefe del Área de Estudios Organizacionales del Departamento de

Economía, UAM-Iztapalapa, México, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

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hombres (Ibarra y Montaño 1987; Ibarra 1990a, 1991).1 En ellas observamos aproximaciones unilaterales que se ubican cómodamente sea en la singularidad del detalle, sea en la generalidad del fenómeno; pero ambas expulsando al hombre y su libertad como elemento constitutivo de la realidad. La racionalidad se instala en alguno de sus polos: hace su aparición el hombre unitario, racional, calculador, conciente, objetivo, en una palabra, el "hombre-máquina", dando paso a la historia de la eficiencia y al éxito de la capacidad-calculabilidad; o, en su lugar, en el otro extremo, la suprahistoria, abstracción global que establece para "la sociedad" leyes inexorables que aprisionan al hombre en un más allá metafísico que no debe ser cuestionado.

Discursos de signo contrario, unos y otros, expulsan al hombre realmente existente, y con él a la subjetividad que le es propia y que lo acompaña como su sustancialidad básica: el desorden, la irracionalidad, el evento, el error, los accidentes, la libertad, la vida... son expulsados mediante la imposición artificial de un discurso plano, sin arrugas, coherente y lleno de respuestas; esto es, mediante la imposición de un discurso del orden.

Atrapados por tales extremos simplificantes, no encontramos en ese momento, en las

ciencias sociales, una puerta de salida al dilema establecido entre voluntarismo racional y determinismo social, entre análisis unitario y análisis global. Las diversas disciplinas sociales se erigieron como depositarias de discursos del orden que, sin importar su signo ideológico, se han caracterizado por su linealidad y unicausalidad. Navegando en una absurda y simplificante bipolaridad conceptual encontrábamos al hombre o a la sociedad -o a la sociedad subsumida en el hombre, o al hombre subsumido en la sociedad- en términos de orden, normalidad y tendencia; pero nunca a su contrario, al hombre o a la sociedad como desorden, caos, ruido o evento; y mucho menos, al hombre y a la sociedad como unidad compleja que expresa su naturaleza organizada en el orden-desorden que la caracteriza (Ibarra 1991b).

1 Cuando nos referimos a la organización como fenómeno básico de la vida de los hombres, lo hacemos en su

acepción más amplia. Por ello, la organización debe ser entendida como la compleja red de sistemas físicos, biológicos y sociales a partir de los cuales se entreteje azarosamente la vida humana. Por tanto, desde esta perspectiva, el estudio de "lo organizado" tendrá sentido sólo si se observa la vida del hombre como su referente básico.

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Se nos presentó finalmente una salida oxigenante en las ciencias llamadas duras. Por un azar, Morin nos condujo a tales terrenos mostrándonos que la realidad es a la vez orden y desorden y más y menos que ello mismo, proceso de organización permanente que marca los grados de complejidad alcanzados por la realidad (Morin 1977, 1980, 1986). Fueron sorpresivos nuestros encuentros con pensadores como Monod (1970) y Prigogine (1972-1982). El primero nos mostró que en la biología ya han tenido lugar discusiones que apenas tocan a la puerta de las ciencias sociales (Ibarra 1990a: 86n; 1991b): el debate entre azar y necesidad, acompañado por una reflexión filosófica sumamente rigurosa de la realidad social que enmarca la vida nos demostró que para ciertos científicos las fronteras disciplinarias son pura formalidad, que lo que requerimos es un pensamiento complejo capaz de observar la realidad en sus procesos y, en un segundo orden, en las relaciones de esos procesos entre sí, además de la singularidad de sus elementos.2

Por su parte, Prigogine, con gran elocuencia, nos demostró lo "blando" de las ciencias

duras, la imprecisión de las ciencias exactas y la cantidad de supuestos sobre los que se han construido las explicaciones de tales ciencias.3 Su pensamiento se

2 La discusión de la propuesta epistemológica de Bateson promete proporcionar importantes orientaciones para el

análisis de los procesos y "pautas que conectan" obedeciendo a distintos niveles de complejidad. Al respecto, véase Bateson (1972, 1979). Resulta igualmente necesaria una discusión seria de la interdisciplinariedad, término que puede ser entendido de muchas y muy diversas maneras. A tal fin, y dado que no es nuestro propósito aclarar nuestra posición en este momento, recomendamos el libro Interdisciplinariedad y ciencias humanas (Bottomore 1982), particularmente los ensayos de Gusdorf (1982: 32-52) y Morin y Piattelli-Palmarini (1982: 188-212).

3 Otros autores han puesto también en cuestión el carácter duro de éstas ciencias que, finalmente, se ven atrapadas por el problema de la interpretación. A su alrededor se ha construido el mito de la objetividad y la pureza empírica, su lucha contra la metafísica y la valoración. Pero, finalmente, hoy día son ya pocos los que se niegan a reconocer la hermenéutica de las ciencias naturales. Al respecto, resultan sugerentes las reflexiones de David F. Bohm y David Peat, reconocidos investigadores en el campo de la física cuántica, quienes plantean la necesidad de reconstruir la noción de ciencia incorporando la creatividad del investigador como elemento básico del conocimiento. Como señala Bohm, "Einstein apreciaba ciertamente la belleza matemática pero, en realidad, no empezaba por las matemáticas, sobre todo en su período más creativo. En lugar de eso, comenzaba con sentimientos difíciles de especificar y una sucesión de imágenes de las cuales surgían en algún momento conceptos más detallados. Yo aprobaría eso y añadiría que las ideas que surgen de esa o de otras maneras pueden, en algún momento, conducir a posteriores desarrollos matemáticos e incluso llegar a sugerir nuevas formas de matemáticas." (Bohm y Peat, 1987: 16)

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encamina, invitándonos a acompañarle en su recorrido, a rescatar la irracionalidad de la vida, demostrando la pertinencia de utilizar una concepción compleja de la realidad en la que el "no-equilibrio", el caos, la irracionalidad, otorguen sentido a nuestra existencia desmesurada.4

Este encuentro con un mundo hasta entonces desconocido por nosotros, nos ha permitido avanzar un camino poco transitado, sin extremos, para comprender el fenómeno organizacional o, para decirlo más exactamente, el fenómeno de "lo organizado", que no es otra cosa que una manera distinta de comprendernos a nosotros mismos.5 Sin embargo, tal influencia, si bien es innegable su importancia, parece insuficiente: resulta complicado intentar una extrapolación de estas teorías al campo de lo social pues la utilidad que nos reportan es estrictamente metodológica. Si bien nos ayudan a pensar cómo aproximarnos a la realidad de una manera más compleja -procesual más que estructural-, lejos están de poder apoyar la comprensión específica de los procesos sociales, en donde el poder se presenta como elemento fundamental de su organización.6

4 Un punto de vista similar lo encontramos en Pániker, quien afirma que "...lo que hoy ha terminado es el paradigma

beato del orden, las cavernas literales o simbólicas en las cuales el hombre se refugiaba creando la impresión de pertenecer a un universo controlado y controlable. Todo lo que alcanzamos a ver, incluso desde el punto de vista cosmogónico, es la brutalidad absoluta de un Big Bang, la irreversibilidad obscena de las cosas, los sucesos de una singularidad inmaculadamente gratuita, sin principio de causalidad ni leyes eternas. Estamos sumergidos el en universo/diáspora que procede de un instante "cero", el cual instante cero no se sabe ya -porque carece de sentido preguntarlo- de qué procede. Ignoramos dónde estamos, ignoramos el alcance del verbo estar. Antropomórficamente hablando, hace cosa de 15 mil millones de años se produjo una gran explosión cósmica arrancando de un punto cero de energía digamos infinita. Pero no tiene mucho sentido recorrer el curso del tiempo, ni siquiera hablar de un estado "actual" del universo, pues ninguna "instantánea" del universo es posible." (Pániker 1982: 21)

5 Vale la pena recuperar a Morin para destacar la complejidad de tal concepción: "Epistemológica y ontológicamente, nuestra concepción se niega a plantear la alternativa del orden y el desorden, del azar y la necesidad, del caos y el cosmos, del sistema y el evento. En su unidad (contradictoria) es donde podemos situar la organización, la transformación." (Morin 1972: 195)

6 En sentido estricto, como lo señalamos en la nota 1, todo proceso es social, lo cual podría suponer como válida una extrapolación. Sin embargo, a pe-

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15 Así, a pesar de nuestro alejamiento inicial de las ciencias sociales en general y del

reconocimiento de la poca viabilidad explicativa de los discursos organizacionales en particular, dejamos siempre abierta la puerta a un posible retorno; intuíamos que había todavía cierto pensamiento social distante del "paradigma de la simplificación". A éste tendríamos que arribar para confirmar o no nuestras sospechas: el pensamiento de Foucault sobre el poder -sea considerado o no parte de las ciencias sociales- presenta importantes elementos de coincidencia con una concepción compleja de la organización y, en tanto tal, permite avanzar con mayor firmeza la construcción de una aproximación alternativa a la Teoría de la Organización.7

II. El Poder de Foucault: Por una nueva búsqueda

Foucault representa desde el principio la irreverencia frente a lo instituido: su claridad conceptual le permite satirizar a sus enemigos con maestría y encontrar en ello la fuerza de un no-discurso, de una no-teoría, de un saber clandestino que encuentra el sentido histórico en la genealogía (Foucault 1976a: 130-132), esa historia efectiva que es capaz de enfrentar a la historia oficial, la de los historiadores que han trabajado para el poder con la palabra (Foucault 1971: 18-25). De esta manera, al

sar de ello, el problema se ubica, más que en su carácter social, en su grado de complejidad: la organización social

presenta un grado de complejidad muy superior al de los sistemas físico y biológico, elemento que en sí mismo exige aproximaciones teóricas más complejas. Al respecto, Morin señala que "...no hay ninguna lección directa que sacar a partir de las nociones físicas o biológicas de orden y de desorden, en el dominio social, humano, histórico y político. ¿Por qué? Porque en el nivel antroposocial el desorden puede significar la libertad o el crimen, y porque la palabra desorden es insuficiente para hablarnos de los fenómenos humanos de este nivel; la palabra orden sí puede significar constreñimiento o, por el contrario, autorregulación. No obstante, no hay ningún mensaje directo que sacar de lo que acabo de decir sobre el desorden y sobre el orden en la sociedad; hay, sin embargo, una invitación directa a romper con la mitología o la ideología del orden." (Morin 1981: 109-110).

7 En el campo de la Teoría de la Organización han sido todavía pocos los acercamientos a la obra de Foucault.

Destacan por su importancia las propuestas interpretativas de Burrell (1988) y Clegg (1989: 149 ss.). Queda pendiente aún un acercamiento desde la Teoría de la Organización a las propuestas teóricas de pensadores como Castoriadis (1975), Balandier (1985, 1988) y Luhmann (1984), entre otros, quienes pudieran aportar también algunos elementos significativos a la aproximación que intentamos.

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poder expresado en el "saber verdadero", en ese saber en el que la verdad de las cosas se obscurece y se pierde, se le puede combatir haciendo emerger los saberes sometidos, devolviendo la palabra a aquellos a quienes el poder ha sometido, considerandolos sin autoridad y sin derecho para usarla (Foucault 1976a: 128).

Esta característica primordial del pensamiento de Foucault nos conduce desde el principio a un terreno diferente del de las ciencias sociales, señal inequívoca de que nuestra búsqueda prometía encuentros fructíferos. La puesta en tela de juicio de saberes oficiales dueños de la "verdad" nos indicaba un rechazo inmediato del discurso del orden: Foucault asume desde el principio su compromiso con el hombre y su subjetividad, presenta la libertad, el evento, lo irracional, lo impensado, como explicación fundamental de los sucesos. La genealogía es el vehículo que lo transporta, ya que le permite

...percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona; encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa desapercibido por no tener nada de historia -los sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos-; captar su retorno, pero en absoluto para trazar la curva lenta de una evolución, sino para reencontrar las diferentes escenas en las que han jugado diferentes papeles; definir incluso el punto de su ausencia, el momento en el que no han tenido lugar... (Foucault 1971: 7-8).

No cabe duda, pues, que Foucault recupera lo azaroso, el desorden, el disparate, orientándose hacia un conocimiento complejo en el que no se apuesta más a elegir la alternativa entre extremos que conducen a posiciones simplificantes: en Foucault, lo mismo que en Morin, la batalla entre el orden y el desorden, el azar y la necesidad, el caos y el cosmos, el sistema y el evento se encuentra saldada pues observan en su unidad compleja y contradictoria el principio fundamental de la vida y del ser.

El pensamiento de Foucault aparece, pues, como un pensamiento complejo que encuentra en su irreverencia el mejor argumento para desestimar su posible academización; desde tal punto de vista, el análisis de las organizaciones adquiere una nueva dimensión en la que la teoría, como caja de herramientas (Foucault 1977: 173-174), y la práctica, no pueden estar disociadas por más tiempo: la unidad entre teoría y práctica se pro-

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duce desde el momento en que cada una de ellas adquiere sentido a partir de la otra y en donde las fronteras artificiales que las separan son borradas bajo el requerimiento de la acción; en otros términos, para que una teoría sea considerada como tal debe estar invadida de práctica (Foucault 1972: 77-78).

¿Qué relación podemos establecer entre el pensamiento de Foucault sobre el poder y la

Teoría de la Organización? Esta pregunta resulta pertinente si tomamos en cuenta que el discurso organizacional se ha estructurado a partir de la negación, primero, y del reconocimiento, después, del poder como elemento organizacional básico (Ibarra y Montaño 1987; Ibarra 1990a, 1991).

Para establecerlo con mayor claridad, si revisamos con detenimiento el devenir histórico

del discurso organizacional observamos una doble tendencia: la primera se expresa a nivel del ejercicio cotidiano del poder; la segunda a nivel del discurso organizacional. Así, a lo largo del último siglo, observamos que el ejercicio del poder se hace cada vez más sutil, menos evidente, y por ello mismo, más brutal. Paralelamente, el discurso que le acompaña transita de la negación absoluta de las relaciones de poder en las organizaciones a su paulatino develamiento y reconocimiento. El resultado obtenido ha sido la construcción de un efectivo dispositivo disciplinario que se fundamenta en la complementariedad contradictoria y cambiante entre el discurso y el poder: la transparencia de las relaciones de poder a nivel organizacional fue cubierta con un discurso que las negaba (p.e., Taylor 1911); el ocultamiento paulatino de tales relaciones se logró mediante su "visibilidad" discursiva paulatina (p.e., Crozier y Friedberg 1977).8 De esta manera, en el terreno organizacional, terreno privilegiado para intentar comprender al sujeto, las relaciones de poder y los discursos que las acompañan conforman la trama básica.

8 Con ello no estamos afirmando que el discurso se convierta paulatinamente en enemigo del poder, al develar su

naturaleza. Todo lo contrario, la transparencia discursiva es sólo aparente: se habla del poder pero, para hacerlo, se le despoja previamente de su significado. Así, el poder aparece vacío de contenido, normalizado, legalizado, dotado de un nuevo contenido simbólico que finalmente oculta más sutilmente lo que aparecía en un primer momento como develado. Además, el poder es uno de esos conceptos que generalmente aceptamos y que no es necesario definir. Se parece a otros como los de calor, hambre, sed, cansancio, ..., conceptos que utilizamos sin comprender plenamente su significado. ¿Acaso en ello mismo se encuentre ya funcionando un dispositivo del poder tendiente a su ocultamiento? En

ese sentido, podemos asumir que el poder del poder ha residido precisamente en su clandestinidad, en su tránsito y actuación imperceptible en espacios estructurales que constriñen las relaciones entre los hombres (Garduño et. al. 1989: 77-78).

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18 Por ello resulta de primordial importancia el pensamiento de Foucault. Por ello mismo

podríamos afirmar, sólo en este contexto, que Foucault es un pensador organizacional cuyas propuestas se constituyen en terreno fértil para apoyar la construcción de una aproximación alternativa. Ello a pesar del poco interés que el propio Foucault pudiese haber tenido en el estudio de las organizaciones o su discurso oficial.9

Así, es posible leer a Foucault a partir de los rasgos constitutivos propios de la Teoría de

la Organización: su nivel de análisis, su concepción organizacional, la elaboración de una cierta tipología organizacional y los rasgos constitutivos básicos del fenómeno organizacional aparecen como elementos centrales para discernir su posición entre el poder y la organización.

III. Foucault y la Organización: El poder de la administración o el cómo del Poder Como ya indicamos, el acercamiento de Foucault a la Teoría de la Organización fue siempre indirecto, relativo y parcial. Pero no por ello tan difuso como para impedirnos analizar su postura frente al estudio de las organizaciones y su concepción organizacional como aproximación alternativa. Detengámonos en estos dos aspectos básicos.

1. Foucault y la Teoría de la Organización

2. Las coincidencias y diferencias entre el pensamiento de Foucault sobre el poder y la Teoría de la Organización se expresan con gran claridad en "Cómo se ejerce el poder" (Foucault 1979a). De entrada, el título mismo denota una gran punto de encuentro: tanto a Foucault como a la Teoría de la Organización les interesa el cómo del poder, quedando en ello involucra-

ese sentido, podemos asumir que el poder del poder ha residido precisamente en su clandestinidad, en su tránsito y

actuación imperceptible en espacios estructurales que constriñen las relaciones entre los hombres (Garduño et. al. 1989: 77-78).

9 Sabemos que Foucault poco conoció el pensamiento organizacional de origen anglosajón y que desestimó la

importancia de las propuestas generadas en Francia por autores como Crozier o, en el campo de la sociología del trabajo, por Friedmann y Naville, entre otros. Sin embargo, ello contrasta con las referencia que realiza acerca del estudio de las instituciones y los propios acercamientos de corte organizacional que realiza, por ejemplo, en el caso de la prisión (Foucault 1975b).

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do el análisis de las relaciones entre los hombres y los medios movilizados por ellos en la relación. El análisis de la especificidad de la relación, de su cotidianeidad y de la complejidad que supone la incesante incertidumbre que la acompaña son ubicadas como centro privilegiado de interés: la preocupación de la Teoría de la Organización por el cómo se hacen las cosas no es otra que la que Foucault establece frente al cómo del poder.

Sin embargo, a pesar de esta coincidencia fundamental, Foucault expone en este texto los inconvenientes que observa de estudiar las relaciones de poder en espacios institucionales cerrados.10 Al respecto señala que

...el análisis de las relaciones de poder en espacios institucionales cerrados presenta algunos inconvenientes. En primer lugar, el hecho de que una parte importante de los mecanismos empleados por una institución tiene como objetivo asegurar su propia conservación, comporta el riesgo de descifrar funciones esencialmente reproductoras, sobre todo en las relaciones de poder "intrainstitucionales". En segundo lugar, al analizar las relaciones de poder a partir de instituciones uno se expone a buscar en éstas la explicación y el origen de aquellas, es decir, a explicar al poder por el poder. Por último, existe el riesgo de ver en las relaciones de poder únicamente modulaciones de la ley y de la coerción, en la medida en que las instituciones actúan esencialmente a través del empleo de dos elementos: reglas (explícitas o implícitas) y un aparato que corre el riesgo de otorgarles un privilegio exagerado en la relación de poder. (Foucault 1979a: 42)

Tales inconvenientes, si los analizamos con detenimiento, se constituyen en realidad como una crítica indirecta a la Teoría de la Organización en sus orientaciones convencionales: aproxi-

10 Observemos que Foucault utiliza el término de institución y no el de organización, hecho que en sí mismo marca ya

una diferencia importante frente a la Teoría de la Organización al destacar la existencia de formas institucionales que, más allá del caso específico bajo estudio, presentan características estructurales y procesuales similares. En ello observamos un acercamiento al pensamiento de Castoriadis, influencia básica del Análisis Institucional comandado por Loureau y Lapassade (Loureau 1973: 19 ss.). Por otra parte, a pesar de que Foucault se aceró al estudio de las relaciones de poder en las organizaciones -prisiones, hospitales, escuelas-, se podría cuestionar si en su caso tales espacios institucionales aparecen como espacios cerrados. En nuestra opinión, se constituyen más bien como la "arena de lucha" en la que se desarrollan las relaciones de poder en la época moderna. Más aún, pensamos sumamente complicado un análisis del poder sin tomar en cuenta su referente organizacional.

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maciones teóricas como éstas conciben a la organización como un espacio cerrado, impermeable a la sociedad, que puede ser explicado a partir de sí mismo; en ellas, las relaciones de poder son observadas más bien como relaciones legítimas de autoridad que, dada su naturaleza, se orientan a asegurar un funcionamiento organizacional eficiente que permita su supervivencia (Ibarra y Montaño 1987).

Sin embargo, sería difícil asumir la existencia de tales peligros en concepciones organizacionales "abiertas": el pensamiento crítico de la Teoría de la Organización, a pesar de sus dificultades inherentes (Ibarra 1990a, 1991a), asume como punto de partida la imposibilidad de explicar el fenómeno organizacional al margen de la sociedad; señala además que el eficientismo tecnológico que pregona el pensamiento convencional es sólo aparente y que se orienta a ocultar las relaciones de poder que se derivan de la naturaleza conflictiva y contradictoria de la organización social.11

La gran virtud del planteamiento de Foucault reside en asumir una concepción a la vez

específica y abierta: lo importante es el cómo del poder de cara al sujeto y la sociedad. En realidad, lo que Foucault nos está señalando, y en ello coincidiría perfectamente con una aproximación organizacional alternativa (Ibarra 1990a, 1990b), es la importancia de las relaciones de poder como elemento explicativo de la organización y de la naturaleza política de "lo organizado".

Es, pues, a partir del poder que se estructuran y llevan a cabo las relaciones entre los

hombres. Por lo tanto, las estructuras y procesos que se derivan de éstas y que luego son institucionalizadas, deberán ser comprendidas en esta lógica. En otros términos y para ir al fondo del asunto, el sujeto no puede ser comprendido a partir de las organizaciones sino, más bien, a partir del poder; pero el poder, para ser comprendido, debe observarse en el terreno que él mismo va construyendo, en las organizaciones.

11 Ejemplo de esta posición la encontramos en el pensamiento crítico de la Teoría de la Organización de corte

bravermaniano. Si bien supera la estrechez de una concepción cerrada, navega a la deriva al perder de vista la especificidad de la relación. Vaya pues un extremo por el otro. Para una discusión de este problema, véase Ibarra (1990a, 1991a).

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2. Sistemas disciplinarios... Modelos de organización

Si partimos del hecho de que la concepción de Foucault sobre el poder es en realidad una concepción organizacional abierta, cabe preguntarnos entonces acerca de sus características básicas. Tal concepción se estructura a partir de la idea de disciplinas, concepto que en nuestra opinión se corresponde al de organización. Para Foucault, las disciplinas son la articulación de los sistemas de finalidad objetiva, de comunicación y de poder. Como indica, tales disciplinas persiguen "...un ajuste cada vez mejor controlado -cada vez más racional y económico- entre las actividades productivas, las relaciones de comunicación y el juego de las relaciones de poder." (Foucault 1979a: 41).

Tal concepción pone en juego tres elementos básicos de la organización: el know-how, la comunicación -siempre mediada por el discurso organizacional- y el poder, elementos que se entrecruzan dando forma a estructuras y sistemas de supervisión y control que posibilitan que las cosas se hagan (Figura 1).12 El desciframiento de su funcionamiento complejo, reto al que nos invita Foucault, supone la comprensión del cómo del poder.

Desde un punto de vista organizacional, ese cómo del poder puede ser entendido como la administración o, si se quiere en términos de Foucault, como el gobierno (Foucault 1979a: 41). Ello nos conduce a establecer la naturaleza específica de las relaciones de poder. Como señala Foucault:

El término de conduite incluso con el equívoco que encierra quizá sea uno de los que mejor permiten captar lo específico de las rela-

12 Partiendo de tales elementos, Foucault propone una tipología organizacional. Destaca a las prisiones y a los

monasterios como organizaciones en las que las relaciones de poder se sobreponen a los otros dos elementos; los talleres y los hospitales representan organizaciones caracterizadas por su orientación finalista y sus resultados, asentados en sus propias capacidades objetivas; considera a las escuelas como organizaciones en las que el papel central queda reservado a las relaciones de comunicación; finalmente, indica que el ejercito se constituye como una organización muy fuerte y completa al reunir de manera armónica y equilibrada los tres elementos distinguidos (Figura 2). Con esta formulación, Foucault se acerca a una de las prácticas más usuales de la Teoría de la Organización, la clasificación a partir de rasgos comunes y criterios definidos. Sin embargo, su propuesta va más allá al destacar el hecho de que organizaciones tan diversas como las señaladas, comparten dispositivos disciplinarios similares, ubicando la explicación más allá de sus propios límites institucionales (Foucault 1979a).

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Figura 1. Relaciones que Conforman las Disciplinas

Relaciones de Poder

Disciplinas

Capacidades Relaciones de

Objetivas Comunicación

Figura 2. Tipologia Organizacional Propuesta por Foucault

Prisiones Monasterios

Ejercito

Talleres

Hospitales Escuelas

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ciones de poder. La conduite es tanto el acto de "llevar" a los otros (de acuerdo con mecanismos de coerción más o menos estrictos) y la manera de comportarse en un terreno más o menos abierto de posibilidades. El ejercicio del poder consiste en "conducir conductas" y en preparar la probabilidad. (Foucault 1979a: 41)

Desde una perspectiva organizacional, pues, la administración sería uno de los vehículos fundamentales para el ejercicio del poder, sobre todo cuando hablamos de relaciones de poder ubicadas en ámbitos organizacionales altamente estructurados -fábricas, escuelas, hospitales, prisiones-. Lo que llama la atención es que Foucault, a pesar de las constantes referencias al problema de la administración, jamás utilice el término. Acaso porque prefiera y considere más exacto el de gobierno, acaso por sus distancias del pensamiento anglosajón.

Así, las disciplinas tal como las concibe Foucault pueden ser interpretadas como modelos organizacionales específicos que se corresponden a momentos históricos bien identificados y que responden a características particulares involucradas en las relaciones de poder. Si analizaramos los tres elementos que dan forma a las disciplinas desde el punto de vista de Foucault, fundamentados en el panoptismo como principio de vigilancia multiforme, estaríamos en posibilidad de distinguir -en el ámbito industrial- cuando menos tres modelos vinculados a momentos históricos precisos y a discursos organizacionales particulares. Tales modelos son:

a) La disciplina autoritaria. Se ubica entre 1900 y 1925. Las relaciones de poder se

basan en el control del cuerpo: para ello se cuenta ya con los estudios de tiempos y movimientos propuestos por Taylor.13 La comunicación se sustenta en el discurso de la máxima prosperidad y el progreso, partiendo de la necesidad de asumir un trato individualizado. Las capacidades objetivas corresponden al maquinismo. El discurso organizacional dominante es de corte ingenieril y adquiere su forma más acabada con la Administración Científica (Figura 3a).

13 El poder actúa de manera cada vez más compleja dando, a la vez, un sentido cada vez más amplio a la noción de

cuerpo (Foucault 1975a). En un primer momento, el cuerpo era el físico del hombre, su fuerza y su energía, su fisiología. Después, a tal cuerpo se incorporó como una de sus partes constitutivas el alma, los sentimientos. Finalmente, se incorporan las ideas de la realidad y su manejo instrumental. Por tanto, hablar del dominio del cuerpo significa hablar del dominio del hombre como sistema cibernético en el que las dimensiones espacio-temporales son una de sus partes constitutivas fundamentales. El poder ataca al cuerpo, y lo ataca mediante el control del espacio y el tiempo, dimensiones básicas del movimiento... Esto no es otra cosa que aceptar que los principios de la modernidad perviven aunque hayan adoptado formas cada vez más complejas: el panoptismo y el dominio del cuerpo

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de apoyo en el pensamiento de Foucault sobre el poder, mismo que contempla algunos elementos adicionales de importancia.

Foucault destaca insistentemente que para que exista relación de poder debe existir la resistencia:

...una relación de poder se articula sobre dos elementos que le son indispensables para que sea justamente una relación de poder: que el "otro", (aquel sobre el cual se ejerce) sea reconocido y permanezca hasta el final como sujeto de acción; y que se abra ante la relación de poder todo un campo de respuestas, reacciones, efectos, invenciones posibles. (Foucault 1979a: 41)

En tal sentido, el análisis de las relaciones de poder debe reconocer la capacidad de acción de los sujetos envueltos en la relación y el ámbito de incertidumbre que la rodea: el ejercicio del poder no es sino "el conjunto de acciones sobre acciones posibles". Por tanto, toda relación de poder supone la existencia de estrategias como formas de anticipación para orientar la probabilidad de acción del contrincante (Foucault 1979a: 47).

Así, una aproximación organizacional abierta supone el análisis de las relaciones de

poder, de las estrategias involucradas y de los medios movilizados, todo ello como sistema complejo en permanente movimiento. De esta manera, los sistemas disciplinarios y sus dispositivos se constituyen como centro privilegiado de reflexión de la Teoría de la Organización; y el poder en su motor de explicación. Foucault transita así, de manera natural, del poder a la organización.

IV. Más allá de Foucault: Hacia la organización del poder

Si bien hemos analizado en sus términos más generales la concepción de Foucault sobre el poder y sus entrecruzamientos con una concepción organizacional abierta, es necesario analizar también aquellos elementos de la obra política del pensador francés que parecen limitar una aproximación organizacional alternativa. Centraremos nuestra atención en tres elementos fundamentales:

a) Foucault sólo tocó a la puerta: la necesidad de encadenamientos conceptuales

complejos. Una constante en los textos de Foucault sobre el poder se refiere a la dificultad que supone comprender exactamente en qué consiste (Foucault 1972:

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25 b) La disciplina satisfaciente. Se ubica entre 1925 y 1950. Las relaciones de poder se

basan en el "control del alma": para ello se cuenta con todo un arsenal de procedimientos psicológicos destinados a medir la "satisfacción" en el trabajo. Se desarrollan paralelamente los mercados internos de trabajo quedando establecidas las relaciones de comunicación en técnicas como las del Personnel Counceling. El trato individualizado sigue mereciendo gran aceptación a pesar del desarrollo de canales institucionales de mediación como el sindicato y los contratos colectivos de trabajo. Las capacidades objetivas corresponden a la producción en masa. El discurso organizacional dominante se expresa en el movimiento de las Relaciones Humanas (Figura 3b).

c) La disciplina participativa. Su configuración se observa con cierta claridad a partir de

los años sesentas, siendo hoy día plenamente vigente. Las relaciones de poder se fundamentan en el "autocontrol": la participación responsable en el trabajo se articula a estrategias de motivación fuertemente vinculadas a la productividad. Las relaciones de comunicación se establecen en el marco de un cierto "individualismo grupal", propio de las técnicas de humanización del trabajo. Las capacidades objetivas que caracterizan a esta disciplina corresponden a los sistemas flexibles de fabricación. El discurso organizacional dominante encuentra su fuente de inspiración en las experiencias japonesas, dando lugar al movimiento de las Nuevas Relaciones Humanas (Figura 3c).14

Evidentemente, intentar un análisis de este tipo, a pesar de las dificultades que representa, encontraría importantes puntos

son dos de los ejes estructuradores del ejercicio del poder en la sociedad moderna. Primero mediante la vigilancia

desde la torre central y el sometimiento físico de los cuerpos; después mediante la vigilancia desde la torre invisible -electrónica- y, más recientemente, mediante la autovigilancia cómplice como sometimiento de las conciencias.

14 Bajo la innegalble influencia de esta lectura de Foucault, hemos avanzado la caracterización más específica de tales

modelos organizacionales en Ibarra (1991c: 52-63).

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Figura 3. Modelos Organizacionales en el ámbito industrial históricamente referidos

Control del

Cuerpo

Disciplina Autoritaria

(Taylorismo) Maquinismo Máxima (Estudios de Tiempos Prosperidad y Movimientos) (Individualismo)

Control del Alma

Disciplina Satisfaciente

Producción (Relaciones Humanas) Personnel en Serie Counceling (Fordismo) (Satisfacción de

Necesidades)

Poder Mediante Autocontrol

Disciplina Participativa

Producción Círculos Automatizada De Calidad (Neofordismo) ( Nuevas Relaciones Humanas) (Individualismo

Grupal)

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83) y a la importancia de orientarse más al cómo del poder (Foucault 1976b). Lo que sabemos hasta el momento, afirma Foucault, es que el poder es una relación; lo que importa comprender son sus mecanismos.

Así, Foucault apenas tocó a la puerta de un problema del que sabemos muy poco: en la comprensión del cómo del poder parecen insuficientes sus concepciones de resistencia -entendida básicamente como capacidad de respuesta- y estrategia -concepto retomado en lo fundamental de Clausewitz- pues a ellas no se articulan con claridad conceptos asociados como los de cooperación, consenso, alianza, incertidumbre y anticipación, por mencionar los más relevantes. Esta es una de las tareas pendientes: la construcción de encadenamientos conceptuales permitirá renovar los instrumentos básicos de nuestra caja de herramientas; con ello aseguraremos una comprensión más profunda del cómo del poder, de sus dispositivos y su naturaleza.

Asimismo, Foucault parece desestimar la importancia del análisis de los medios técnicos

como expresión concreta de relaciones estructuradas de poder. Ello da lugar a preguntas acerca del papel que cierto tipo específico de técnicas, por ejemplo un sistema contable, juegan en las relaciones de poder. Bajo esta perspectiva, es posible redimensionar el análisis de la administración y de su arsenal tecnológico, desterrando de una vez por todas su aparente neutralidad.

b) De las relaciones binarias de poder a la concepción de redes. Una segunda

limitación importante en el pensamiento de Foucault sobre el poder se refiere a la concepción binaria de las relaciones de poder: si bien es claro el planteamiento de Foucault en situaciones en las que participan dos actores en la relación -capataz/obrero, maestro/alumno, marido/mujer, padre/hijo, médico/paciente-, no lo es tanto cuando consideramos relaciones que involucran a actores múltiples.

La concepción de las relaciones de poder en redes complejas entrecruzadas por

negociaciones, alianzas y rupturas inicialmente no consideradas -p.e., relaciones interorganizacionales- y el manejo de diversos tiempos y espacios y orientaciones estratégicas diferentes parece ser un terreno inexplorado. En ello ubicamos una segunda tarea pendiente.

c) La recuperación del poder contra el poder. Finalmente, anotemos una dificultad

adicional. El pensamiento de Foucault

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sobre el poder se ubica, al igual que lo hace la tradición marxista del proceso laboral, en el marco de la relación poder/resistencia, teniendo siempre en mente como caso típico la relación capital-trabajo (Foucault 1979b). Sin embargo, Foucault nada nos dice acerca de las relaciones de poder entre poderes: ¿qué sucede con las relaciones de poder entre las diversas fracciones del capital? Estas se expresan en estrategias de los diversos grupos industriales, comerciales y financieros que adoptan como campo de batalla los mercados; el problema se complejiza aún más si tomamos en cuenta que tales relaciones de competencia y/o cooperación son mediadas por el Estado, tampoco considerado como unidad monolítica depositaria del poder.

Los acontecimientos recientes a nivel mundial, marcados por el resurgimiento del neoliberalismo y las tendencias a la globalización, parecen indicar la relevancia de una pregunta como ésta, sobre todo si tomamos en cuenta que son precisamente este tipo de relaciones, y ya no las sostenidas entre capital y trabajo, las que permanecen en la clandestinidad, ocultas en el discurso y la información (Ibarra 1990a: 87 ss.; 1990b: 27-28).

A pesar de tales dificultades, si es que en verdad lo son o si lo son tanto como creemos,

no debemos desestimar la importancia del pensamiento de Foucault como detonador de nuevas reflexiones que se orienten a desentrañar los complejos caminos que sigue el poder y su organización, y con ellos el sujeto que les otorga sentido.

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