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20 Revista de Ciencias Sociales • FLACSO Sede Ecuador • cuatrimestral • septiembre 2004 Patrimonio, memoria y 'regeneración' urbana • A las puertas del abismo: las implicaciones del TLC para Ecuador • Marxismo, ensayo y ciencias sociales: diálogo con Alejandro Moreano • Feminismo, Islam y la política de contrainsurgencia • Lucha antinarcóticos, democracia y derechos humanos • De musas, ondinas y misses

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20Revista de Ciencias Sociales • FLACSO Sede Ecuador • cuatrimestral • septiembre 2004

Patrimonio, memoria y 'regeneración' urbana • A las puertas del abismo: las implicaciones del TLC para Ecuador

• Marxismo, ensayo y ciencias sociales: diálogo con Alejandro Moreano

• Feminismo, Islam y la política de contrainsurgencia

• Lucha antinarcóticos, democracia y derechos humanos

• De musas, ondinas y misses

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Revista de Ciencias SocialesFLACSO-Ecuador

Publicación cuatrimestralNo 20, septiembre, 2004

ISSN 13901249

Los artículos que se publican en la revista son de exclusiva

responsabilidad de sus autores,no reflejan necesariamente el

pensamiento de ÍCONOS

Director de Flacso-EcuadorAdrián Bonilla

Director de ÍCONOSEduardo Kingman

Editor de ÍCONOSEdison Hurtado

Consejo editorialFelipe Burbano de Lara

Mauro CerbinoEdison Hurtado

Hugo JácomeEduardo KingmanCarmen MartínezFranklin Ramírez

Alicia Torres

Producción FLACSO-Ecuador

Diseño Antonio Mena

IlustracionesGonzalo VargasAntonio Mena

Impresión:Rispergraf

FLACSO-EcuadorUlpiano Páez N 19-26 y Av. Patria

Teléfonos: 2232-029/ 030 /031Fax: 2566-139

E-mail: [email protected]

ÍCONOS 20

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IndiceCoyuntura

6A las puertas del abismoLas implicaciones del TLC para EcudorHugo Jácome E.

14Las formas de una guerra amorfa:drogas, democracia y derechos humnaos en EcuadorFredy Rivera Vélez

Dossier

26Patrimonio, políticas de la memoria e institucionalización de la culturaEduardo Kingman Gracés

35Los centros históricos en la era digitalFernando Carrión

45El Pelourinho de Bahia, cuatro décadas despuésPaulo Ormindo de Azevedo

53Exclusión constitutiva: las organizaciones pantalla y lo anti-social en la renovación urbana de GuayaquilChris Garcés

64Burocracia: museos, políticas culturales y flexibilización laboral en GuayaquilXavier Andrade

73Museos y patrimonio:fracturando la estabilidad y la clausuraMireya Salgado

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Debate

84Dolarización y desdolarización: más elementospara el debateComentarios al dossier de Íconos 19Rafael Correa

90Iconofilia y prácticas artísticasApuntes sobre la Bienal de CuencaAna Rodríguez

Diálogo

98Marxismo, ensayo y ciencias socialesDiálogo con Alejandro MoreanoEduardo Kingman y Felipe Burbano

Temas

110Musas, ondinas y misses:estereotipos e imágenes de las mujeres quiteñas en los años treinta del siglo XXAna María Goetschel

114Historias de misses, historias de nacionesAndrea Pequeño

118Econometría, teoría política y económica:el Nóbel de Economía 2003Salvador Marconi

Frontera

Feminismo, fundamentalismo islámico y la política de la contrainsurgenciaSaba Mahmood y Charles Hirschkind128

Déficit democráticos y globalizaciónManuel Guedán136

Reseñas144

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El Ecuador contará en muy poco tiempo con un conjunto arquitectónicointegrado por dos torres de diez pisos cada una, un centro de conven-ciones y una plaza cultural, ubicado en la ciudad de Quito. El complejo

alojará a la nueva sede académica de FLACSO-Ecuador y a un conjunto deorganismos internacionales acreditados en el país.

Con sus 20.000 m2 de construcción, el complejo constituye uno de losproyectos arquitectónicos más significativos de los últimos años en la ciudadde Quito.Tres elementos independientes y perfectamente organizados, conuna capacidad para alvergar hasta 3000 personas simultáneamente, se unenen este complejo, cuyo gran objetivo es animar y estimular de modo permanente la vida académica y cultural de la ciudad y el país. El proyectoaportará al Distrito Metropolitano de Quito con la cuarta plaza en escala y la primera plaza cultural.

CONSTRUCTORA:SEVILLA y MARTINEZ Ings. C.A. SEMAICA

EJECUCION DE DISEÑO ELECTRICO:MICROCIRCUITS Cia. Ltda.

SISTEMAS MECANICOS:IMECANIC

CONSTRUCCION DE MUROS ANCLADOS:MONCAYO Y ROGGIERO

HORMIGONES PREMEZCLADOS:HORMIGONES PRIMA

ACERO DE REFUERZO:ACERIA DEL ECUADOR C.A.

FLACSO - ECUADORFACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALESNUEVA SEDE

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COYUNTURA

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Hugo Jácome E.1

La “Iniciativa de las Américas”, propuesta porGeorge Bush (padre) en 1990, empieza aconfigurar la estrategia comercial de los Esta-dos Unidos para todo el continente america-no. La necesidad de impulsar el modelo neo-liberal y mejorar los niveles de competitivi-dad, a través de liberalización de barreras deentrada de los productos y servicios de lasempresas privadas norteamericanas, ha sidofundamental ante la amenaza de consolida-ción de bloques comerciales en el resto deAmérica, como el MERCOSUR y la CAN(Rodríguez 2001). Esta maniobra se fortaleceen la Cumbre de las Américas, celebrada en laciudad de Miami en diciembre de 1994, en laque 34 países del continente, excepto Cuba,se comprometieron a la configuración delArea de Libre Comercio de las Américas (AL-CA) en el marco de los siguientes compromi-sos: preservar y fortalecer la comunidad dedemocracias en América, promover la prospe-ridad a través de la integración económica yel libre comercio, erradicar la pobreza y la dis-criminación en el hemisferio, y garantizar eldesarrollo sostenible y conservar nuestro me-

dio ambiente para las generaciones futuras.En la segunda Cumbre de las Américas,

celebrada en Santiago de Chile en 1998, seinicia formalmente el proceso de negociacióndel ALCA y se indica que este proceso debeser, entre otras características, transparente,que tome en cuenta las diferencias en los ni-veles de desarrollo y tamaño de las economíascon el fin de facilitar la participación plena detodos los países, y coherente con la OMC. Enla tercera Cumbre de las Américas, celebradaen Québec en abril de 2001, se presentó elprimer borrador del acuerdo del ALCA y lafecha límite para la finalización de las nego-ciaciones, enero de 2005, y su implementa-ción, hasta diciembre de 2005.

Para avanzar en el proceso, desde 1994 sehan realizado una serie de reuniones con losministros responsables del comercio de lospaíses comprometidos; además, se han con-formado algunos comités y grupos encarga-dos de tratar temas relacionados con las nego-ciaciones como el Grupo consultivo sobreeconomías más pequeñas, un Comité de re-presentantes gubernamentales sobre la parti-cipación de la sociedad civil, un Comité con-junto de expertos del sector público y priva-do sobre comercio electrónico, y un Comitétécnico de asuntos institucionales.

Todos estos pasos que se han dado duran-te el proceso de conformación del ALCA nohan podido solventar las serias dudas de va-rios sectores de la sociedad latinoamericanasobre la trasparencia de información y los al-cances de las negociaciones, sobre la falta declaridad en los reales impactos que puede te-

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Jácome, Hugo, 2004, “A las puertas del abismo. Lasimplicaciones del TLC para Ecuador”, en ICONOSNo.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 6-13.

abismoA las puertas del

Las implicaciones del TLC para Ecuador

1 Coordinador del Programa de Maestría en Economíade FLACSO-Ecuador. Agradezco la colaboración dela Ec. Nora Fernández, asistente de investigación delPrograma de Economía.

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ner este proceso en la pobreza y desarrollo, es-pecialmente de economías pequeñas y sin po-der de negociación como las andinas, y la uti-lización de barreras proteccionistas por partedel gobierno estadounidense, como los subsi-dios a la agricultura y la discrecionalidad en laaplicación de medidas anti dumping. Este úl-timo punto tuvo eco en la conferencia de laOMC celebrada en Cancún -en septiembrede 2003- en la que el G222 planteó su oposi-ción a estas prácticas utilizadas por los Esta-dos Unidos y Europa, y pusieron en entredi-cho la fecha tentativa (enero de 2005) de cul-minación de las negociaciones ALCA.

A esto hay que añadir que el ALCA, comose ha ido configurando a lo largo de estosaños, lejos de incorporar los elementos de unaintegración profunda, como por ejemplo laplena movilidad laboral sin restricciones mi-gratorias o compensaciones económicas deltipo europeo a los países con menor grado dedesarrollo económico, tiende a incrementarlos desniveles de desarrollo y equidad en elcontinente (Romero 2003). Las reformas se-guidas tras el Consenso de Washington, entreellas la apertura comercial y el crecimiento li-derado por las exportaciones, alertan sobrelos impactos que puede tener el ALCA. Du-rante la década de los noventa, América Lati-na no logró un aumento significativo del cre-cimiento económico; más bien, desde la se-gunda mitad de los años noventa se ha regis-trado una desaceleración del crecimiento ymenor desempeño económico, una escasa di-versificación del comercio, una menor pene-tración de las exportaciones en los mercadosinternacionales debido a pérdidas de compe-titividad, y un mayor incremento de la de-pendencia a las importaciones (Vos, Ganuza y

M o r l e y2004; Vos yM o r l e y2004).

El go-bierno delos EstadosU n i d o s ,ante la di-ficultad deestablecera cue rdo sde consen-so con to-dos lospaíses a lavez, optapor los Trata-dos de Libre Co-mercio para darviabilidad a suproyecto comercialen América y tener unmayor poder de negociación.La firma del Tratado de LibreComercio (TLC) con Chile en 2002 permi-tió consagrar a los TLC bilaterales como unaalternativa paralela de mediano plazo paralos Estados Unidos que le permita unir, enalgún momento, las piezas del rompecabezasALCA.

Así, a poco más de un año para que se ter-mine el período de negociaciones del ALCA(que por cierto, después de la reunión de laOMC en Cancún, no está claro que vaya a seren enero de 2005), el 18 noviembre de 2003el Representante de Comercio de los EstadosUnidos, Robert B. Zoellick, informa a la Cá-mara de Representantes el inicio de las nego-ciaciones para la firma de Tratados de LibreComercio con los países andinos, Colombia,Ecuador, Perú y Bolivia (Zoellick 2003). An-te esta invitación, Bolivia se mantiene pru-dente como país observador de las negociacio-nes, mientras que Colombia, Ecuador y Perúentran a una franca negociación como grupoen aspectos generales, pero bilateralmente enla definición de productos y servicios.

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2 El G-22 está formado por Argentina, Brasil, Bolivia,Chile, China, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador,Egipto, El Salvador, Filipinas, Guatemala, India, Mé-xico, Pakistán, Paraguay, Perú, Sudáfrica, Tailandia,Turquía y Venezuela. Este grupo fue formado sema-nas antes del inicio de la conferencia de la OMC, pa-ra contrapesar las propuestas comunes de los EstadosUnidos y la Unión Europea.

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¿Qué significa para los Estados Unidos el TLC con los países andinos?

Sin lugar a dudas, para los Estados Unidos losTLCs con los países andinos se enmarcan nosolamente en una estrategia comercial sinotambién en una geopolítica. Con estos acuer-

dos se busca tenerel libre acceso almercado de econo-mías en desarrolloque sirvan de im-pulso a la expan-sión de las transna-cionales estadouni-denses, frente al ca-pital europeo yasiático (Petras2002). Además, sebusca desintegrarlos acuerdos y la re-gulación de blo-ques comercialesque puedan limitarla expansión esta-dounidense, comoel MERCOSUR yla CAN, y perpe-tuar el apoyo quenecesita de los paí-ses andinos paracombatir el narco-tráfico.

Joseph Stiglitz (El Universo, 27 de junio de2004), señala que los TLCs son acuerdos deuna sola vía, en los que “todo el poder está dellado de los Estados Unidos, y éste usa ese po-der no de una manera justa, para promoverun acuerdo comercial justo, sino uno que só-lo sirva a sus propios intereses”.

Esta afirmación se ve ratificada en la cartaque Robert B. Zoellick, Representante Co-mercial de los Estados Unidos, envía a la Cá-mara de Representantes en noviembre de2003, previo al inicio de las negociacionescon los países andinos; en la misma Zoellickseñala que se encuentra comprometido a rea-lizar acuerdos que “abran mercados para be-

neficiar a nuestros granjeros, trabajadores, ne-gocios y familias”; y más adelante señala que“ayudará a fomentar el crecimiento económi-co y a crear trabajos altamente pagados en losEstados Unidos por la reducción y elimina-ción de las barreras de comercio e inversión”.Sin duda alguna, el mercado andino tiene unpotencial significativamente importante paralos exportadores e inversionistas estadouni-denses en sectores como la agricultura, la in-dustria, los servicios y el suministro al sectorpúblico, como señala el mismo Zoellick.

Adicionalmente, el TLC refleja la estrate-gia geopolítica de los Estados Unidos paracombatir el narcotráfico. En 1991 el Congre-so de los Estados Unidos promulgó la Ley dePreferencias Arancelarias Andinas, AndeanTrade Preference Act – ATPA, que liberó ungrupo de productos/partidas arancelarias an-dinas del pago de aranceles como una alterna-tiva económica a la producción y comercioilegal de drogas. Este acuerdo se mantuvo envigencia hasta el 4 de diciembre de 2001. Es-tados Unidos renovó este acuerdo de formaunilateral bajo la Ley de Promoción Comer-cial Andina y Erradicación de la Droga, An-dean Trade Promotion and Drug EradicationAct - ATPDEA, que entró en vigencia, de for-ma retroactiva, desde el 4 de diciembre de2001 y se extiende hasta el 31 de diciembrede 2006.

La firma de Tratados de Libre Comerciocon los países andinos evita a los Estados Uni-dos caer en nuevas negociaciones y concesio-nes unilaterales a finales del 2006, cuandotermina el ATPDA con los países andinos, pa-ra sostener su lucha anti droga. Como men-ciona el representante de Comercio RobertZoellick, el TLC sirve “como un complemen-to natural del Plan Colombia”.

Este “complemento natural” se nutre deuna serie de condicionalidades sostenidas enlas rondas de negociación del TLC con lospaíses andinos, en Cartagena (mayo de 2004)y Atlanta (junio de 2004), en las que se hanotado la débil capacidad negociadora y pre-paración de los países andinos. Los EstadosUnidos se presentan ya con los textos redac-

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Lejos de una integración profunda, el ALCA tiende

a incrementar los desnivelesde desarrollo y equidad en el

continente. Con estos acuerdosse busca tener el libre acceso

al mercado de economías en desarrollo que sirvan deimpulso a la expansión de

las transnacionales estadounidenses, frente al capital europeo y asiático.

coyuntura

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tados y propuestas listas3 (USTR, 2004). Verrecuadro.

Apertura comercial y TLC para Ecuador

El proceso de apretura en el Ecuador se con-solidó en la década de los noventa y no haproducido los beneficios que se suponía debíadar. A lo largo de estos años, el país no ha re-vertido su dependencia hacia las exportacio-nes de productos primarios como banano, ca-

marón, pero principalmente petróleo, el mis-mo que ha causado graves daños ambientalesy sociales (Falconí y Larrea 2004). Por otro la-do, no ha logrado impactos significativos enel bienestar, ninguno en la reducción de lapobreza y, más bien, ha incrementado la desi-gualdad de ingresos debido a las diferencias

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Algunas propuestas de los Estados Unidos en el TLC con los países andinos

EE.UU. presentó en la I Ronda del TLC, celebrada en Cartagena del 18 al 22 de mayo, un borradordel texto del Acuerdo, del cual se puede extraer algunas de sus peticiones:

• Sector agrícola: EE.UU. deja muy en claro su pretensión de no tocar el tema de sus subsidios agríco-las, pero si de obligar a los países andinos a eliminar cualquier tipo de barreras arancelarias o para-arancelarias que afecte sus exportaciones agrícolas.

• Propiedad Intelectual: se plantea que se patente todo tipo de invenciones incluyendo plantas, anima-les, y procedimientos, diagnósticos terapéuticos y quirúrgicos para el tratamiento de humanos y ani-males, todo esto desconociendo la protección al conocimiento ancestral de los países andinos. Estasituación limita la libre elaboración y comercialización de los medicamentos genéricos, necesarios pa-ra la salud humana, especialmente de los segmentos pobres de la población. Otro tema preocupantees la posibilidad de que las leyes norteamericanas de propiedad intelectual pueden hacerse extensivasa los países andinos siempre que no haya contravención entre las leyes. Asimismo, se pide a los go-biernos compensaciones económicas y acciones legales a favor de las empresas si se violan los dere-chos de propiedad intelectual.

• Telecomunicaciones: se propone operaciones transfronterizas (negocios y oferta de servicios) sin la ne-cesidad de que las empresas proveedoras tengan una representación en el país, esto pondría en situa-ción de desventaja a las empresas que sÍ tienen una representación dentro del territorio nacional. Otrade las exigencias es que cada Estado elimine totalmente su participación de capital en los servicios detelecomunicaciones (privatización).

• Adquisiciones gubernamentales: EE.UU. pide para sus empresas un tratamiento similar que el que seda a bienes, servicios o proveedores domésticos en los procesos de adquisiciones públicas en los paí-ses andinos.

• Salvaguardas: se plantea la utilización de salvaguardas, las cuales no se pueden aplicar por un perio-do superior a dos años ni sobre el mismo bien más de una vez. Tampoco se podrán aplicar cuotas nirestricciones cuantitativas. El país que adopte una salvaguarda deberá compensar a su contraparte.

• Inversión: se propone dar derecho a los inversionistas, nacionales y foráneos, para trasladar su inver-sión “libremente y sin retraso” dentro o fuera del país, lo cual incluye aportes de capital, dividendos,ganancias de capital y beneficios de la venta o liquidación total o parcial de la inversión, exceptuan-do los casos de quiebra financiera. Las empresas foráneas tampoco tendrían la obligación de transfe-rir tecnología de todos sus procesos de producción a los países donde desarrollen sus actividades.

3 Estos textos han sido calificados como confidencialespor el gobierno de los Estados Unidos, y recién el 5de julio estuvieron disponibles, en idioma inglés, enel Ministerios de Comercio Exterior, Industrializa-ción, Pesca y Competitividad del Ecuador.

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salariales entre la mano de obra calificada y lano calificada (Vos y León 2004).

Esta situación se ha agudizado con laadopción de la dolarización, la misma que hacontribuido con saldos negativos en la balan-za comercial, con la apreciación del tipo decambio real y con la puesta en evidencia delos problemas estructurales de competitividadque tiene el país. De acuerdo al World Econo-mic Forum (2004), el Ecuador sigue ocupan-do los últimos puestos a nivel mundial encompetitividad; el Growth CompetitivenessIndex de 2003 le ubicó en el puesto 86 entre102 países, mientras que su próximo sociocomercial en el TLC, Estados Unidos, se ubi-có en el puesto 2.

Los desequilibrios de balanza comercialamenazan la estabilidad de los sectores pro-ductivos e industriales del país; los logros encompetitividad son procesos de mediano ylargo plazo, para los cuales el Ecuador no tie-ne una estrategia definida. Sin duda alguna,el sostenimiento de la economía ecuatorianaha sido gracias a los altos precios del petróleo,las remesas de los migrantes y la depreciacióndel dólar frente al euro, mas no por una ma-yor diversificación y menor dependencia deproductos primarios en las exportaciones.Cualquier cambio de dirección de la variableantes mencionada podría ocasionar un shocken la economía que se vería agravado en elmarco del TLC. Además, la ausencia de polí-tica monetaria deja sin muchas posibilidades

al Ecuador para enfrentar impactos económi-cos adversos. En este contexto, si se suma lapérdida de la política arancelaria aumenta elgrado de vulnerabilidad de los sectores pro-ductivos nacionales y de la situación socio-económica en general.

Por otro lado, si se analiza el aporte de losconvenios comerciales de los últimos añoscon los Estados Unidos, el Ecuador ya ha li-berado “en teoría” las barreras de entrada deun sinnúmero de productos sin que existancambios significativos en la estructura de susexportaciones. Al estar bajo la Ley de Promo-ción Comercial Andina y Erradicación de laDroga -ATPDEA–, Ecuador ha tenido la po-sibilidad de exportar a los Estados Unidos al-rededor de 6.000 partidas arancelarias o pro-ductos; si se revisan las concentraciones de lasexportaciones, resaltan algunas inconsisten-cias con las “oportunidades” que brinda laapertura comercial otorgada por los EstadoUnidos. En 2003, Ecuador pudo exportarúnicamente 879 partidas bajo la ATPDEA, loque significó el 95% del total de exportacio-nes a los Estados Unidos (2.270 millones dedólares). De las partidas exportadas con pre-ferencias arancelarias, el 77% concentran só-lo cuatro productos: petróleo, banano, lan-gostinos y rosas (1.758 millones de dólares),el otro 23% está repartido en las restantes875 partidas (Información estadística BancoCentral del Ecuador).

La misma tendencia se observa en los pri-meros meses de2004. Entre enero ymayo, el 96.5% delas exportaciones alos Estados Unidosentran con prefe-rencias arancelarias(ver cuadro 1).

Sin embargo,los principales gru-pos de partidas deexportación, 79partidas, siguenconcentrando el89% de estas ex-

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coyunturaCuadro No. 1Exportaciones totales a Estados Unidos (Enero-Mayo/2004)

USD 1,250,885.92 - 949 partidas

Preferencias Arancelarias Número de partidas F.O.B

SIN preferencias 143 USD 44,326,01(3,54%)

CON Preferencias 806 USD 1,206,559.91(96,46%)

Elaboración propiaFuente: Estadísticas Banco Central del Ecuador

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portaciones (ver cuadro 2), y los mismos pro-ductos de 2003, petróleo, banano, langosti-nos y rosas, concentran el 78% de estas ex-portaciones en estos primeros meses de 2004(944 millones de dólares). Hay que destacarque el petróleo, tanto en 2003 como en2004, ha sido el producto que mayor incre-mento ha tenido, en términos de dólaresFOB de exportación, debido a los altos pre-cios internacionales.

Durante todo el tiempo que el Ecuadorha estado bajo la Ley de Preferencias Arance-larias Andinas –ATPA– y la –ATPDEA -, noha sido capaz de diversificar su oferta expor-table a los Estados Unidos ni tampoco ha po-dido aumentar los niveles de penetración aeste mercado, lo que indica que las ventajasexpuestas en estos tratados comerciales, que

por cierto tienen un costo económico y socialmuy elevado para el Ecuador como es el casodel apoyo al Plan Colombia, no se manifies-tan como se anunciaban. Por otro lado, estosacuerdos comerciales están plagados de barre-ras proteccionistas para los intereses nortea-mericanos; la aplicación de barreras del tipopara-arancelario, como los requisitos sanita-rios y fitosanitarios, las normas de origen(Cárate y Fernández 2004), los subsidios agrí-colas y la aplicación de medidas anti dumpingsuman a las causas del limitado acceso delEcuador al mercado norteamericano el 15%del total de partidas que se encuentran bajo laATPDEA, y permiten a los Estados Unidoscontrolar la entrada de productos y protegersu aparato productivo.

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Cuadro No. 2Principales partidas exportadas bajo el ATPDEA (Enero-Mayo/2004)

Descripción No. de partidas USD FOB Participación1 Petróleo y derivados 7 770.086,51 63,82%2 Frutas frescas 26 108.413,30 8,99%3 Pescados y mariscos 37 100.891,14 8,36%4 Flores 9 95.443,70 7,91%5 Cacao y preparados de cacao 9 29.914,82 2,48%6 Madera y artículos de madera 32 19.794,53 1,64%7 Conservas de pescado y crustáceos 7 11.938,25 0,99%8 Preparados de vegetales 29 10.665,10 0,88%9 Cerámica 11 7.255,10 0,60%10 Reactores nucleares, maquinaria

y calentadores de agua 93 6.620,05 0,55%11 Vegetales 31 4.608,75 0,38%12 Piedras y metales preciosos 7 3.609,36 0,30%13 Maquinaria y equipo eléctrico 62 3.513,36 0,29%14 Aluminio y sus manufacturas 9 2.819,05 0,23%15 Manufacturas de fundición, hierro o acero 25 2.529,08 0,21%16 Café, té, especies 11 2.445,35 0,20%17 Tabaco 2 1.875,83 0,16%18 Plásticos y sus manufacturas 23 1.740,87 0,14%19 Azúcar (confites y bombones) 4 1.550,97 0,13%20 Vidrio 12 1.500,43 0,12%21 Otros 360 19.344,35 1,60%TOTAL 806 1.206.559,91 100,00%

Elaboración propiaFuente: Estadísticas Banco Central del Ecuador

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Bajo este escenario, las ventajas que elEcuador puede tener bajo el TLC, de la for-ma como está planteado, son muy limitadasfrente a las desventajas que éste acarrea. ElTLC constituirá el statu quo de lo que elEcuador ya ha recibido en la ATPDEA por su

apoyo en el PlanColombia, mien-tras que para la es-trategia geopolíticay comercial nortea-mericana, hay todopor ganar.

Conclusiones

La estrategia ALCAimpulsada por losEstados Unidos ha-ce más de una dé-cada, pese a los tro-piezos que ha teni-do, puede empezara configurarse bajoel formato de losTratados de LibreComercio (TLC).Sin embargo, noestá claro que unamayor apertura co-mercial, y menos

aún de la forma como se está planteado, ten-ga un impacto significativo en el crecimientoeconómico de los países latinoamericanos, enla disminución de la pobreza y en el desarro-llo sustentable, menos aún, en el caso ecuato-riano.

Está claro que lo que prevalece en las ne-gociaciones de los TLC son los intereses geo-políticos norteamericanos, de sus transnacio-nales y el proteccionismo subyacente a suaparato productivo, como por ejemplo, elsector agrícola.

Por otro lado, los TLC ponen en riesgo elordenamiento jurídico y la normativa comu-nitaria de los bloques regionales latinoameri-canos, como la CAN y el MERCOSUR,

preocupación que ocupó un lugar importan-te en la XV Cumbre Presidencial Andina, ce-lebrada en Quito en julio de 2004. Adicional-mente, desde la sociedad civil se han señaladolos impactos negativos que puede tener el AL-CA y TLC en varios de los derechos que se re-cogen en el Pacto Internacional de DerechosEconómicos, Sociales y Culturales de Nacio-nes Unidas (OACDH, 2004), como porejemplo, el derecho a la seguridad alimenta-ria, no privar a un pueblo de sus propios me-dios de subsistencia, el derecho al trabajo y lavida digna, el derecho a la educación, a la sa-lud, al progreso científico y sus aplicaciones,entre otros.

En el caso ecuatoriano, la vulnerabilidadde su economía a shocks externos, la depen-dencia de sus exportaciones en pocos produc-tos primarios, la dolarización y los bajos nive-les de competitividad, indican que el TLCpuede acarrear un sinnúmero de desventajas,tanto por los contenidos regulatorios de lostemas sensibles que se abordan, por ejemplo,el de propiedad intelectual, salvaguardas, in-versión, entre otros, como por la pérdida de lapolítica arancelaria como instrumento esen-cial para preservar la capacidad instalada localy el empleo.

Finalmente, el ALCA o el TLC, lejos deincorporar los aspectos fundamentales de unaintegración profunda, descuidan las verdade-ras capacidades internas de competitividad delos países en desarrollo, y se encuentra vicia-do por presiones externas ajenas a la realidadeconómica y social de estos países.

Bibliografía

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ICONOS 12

Las ventajas para Ecuador bajo el TLC, tal como está

planteado, son muy limitadasfrente a las desventajas que éste acarrea. El TLC

constituirá el statu quo de lo que Ecuador ya ha recibido

en la ATPDEA por su apoyo al Plan Colombia, mientras que

para la estrategia geopolítica y comercial norteamericana,

hay todo por ganar.

coyuntura

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Zoellick, R., 2003, “Carta a la Cámara de Re-presentantes de los Estados Unidos del 18de noviembre de 2003”, Oficina Ejecutivadel Presidente Comercial de los EstadosUnidos, Washington, D.C. 20508.

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amorfa:Fredy Rivera Vélez2

El combate al narcotráfico y el incremento delos problemas de seguridad nacional asocia-dos al manejo de la frontera norte del Ecua-dor se han constituido en uno de los princi-pales dolores de cabeza con los que han teni-do que bregar autoridades y sociedad en estosúltimos años. Sumemos a esta situación el in-volucramiento indirecto del país en el PlanColombia y las características de la fluctuan-te relación bilateral con Estado Unidos y ob-tendremos un panorama bastante denso y deresultados impredecibles para la poblaciónecuatoriana.

Si inicialmente el problema del narcotráfi-co estaba referido sólo a las acciones policia-les y judiciales enmarcadas en la IniciativaAndina, hoy este asunto ha cobrado una ma-yor significación por la complejidad de su tra-tamiento y por la cantidad de instituciones ypercepciones que se tienen sobre su presencia.En efecto, a raíz de la participación de Ecua-dor en el Plan Colombia, la política exteriorde nuestro país ha tenido que asumir (de for-ma reactiva) una serie de retos y contingen-

cias planteadas por los intereses de seguridadnacional de los Estados Unidos en la región.

Para el caso ecuatoriano, el tratamientodel problema del narcotráfico está relaciona-do con varios factores:

• la presencia de redes de comercio clandes-tino de precursores químicos, armas, mu-niciones y explosivos destinados a los dis-tintos actores armados en Colombia;

• las actividades de lavado de dinero que nohan podido ser cuantificadas con certeza,especialmente al tener una economía dola-rizada y un sistema financiero con pococontrol estatal (marcado por actos de co-rrupción, informalidad e impunidad);

• las modificaciones y vacíos interpretativosen el sistema de administración de justiciarespecto al narcotráfico, lo que ha promo-vido tensiones y distorsiones en el campolegislativo;

• el fortalecimiento de algunas agencias po-liciales como el GIR, el GEMA y sus ca-pacidades de interdicción en distintasáreas de la sociedad, notándose una ten-dencia a la militarización de estos organis-mos policiales;

• la intervención de las FFAA en este pro-blema en los últimos años, aspecto que ha-ce poco era asumido como colateral, y quehoy se extiende hacia aspectos que sobre-pasan el asunto del narcotráfico (las conse-cuencias para Ecuador de la violencia enColombia, la acción de grupos guerrille-ros, delincuenciales y paramilitares en te-rritorio nacional);

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Las formas de una guerra drogas,democracia y derechos humanos en Ecuador1

Rivera, Fredy, 2004, “Las formas de una guerra amorfa:drogas, democracia y derechos humanos en Ecuador”,en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 14-24.

1 Partes de este trabajo fueron presentados en el Semi-nario “Investigación y educación en estudios de defen-sa y seguridad”, REDES, Santiago de Chile, octubre2003.

2 Profesor-investigador de Flacso Ecuador. Editor de laRevista Ecuador Debate del Centro Andino de AcciónPopular (CAAP).

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• los retos a la plena exigibilidad e imple-mentación del sistema de DDHH en lasregiones fronterizas que están afectadaspor el Plan Colombia;

• la participación indirecta del Ecuador en elPlan Colombia y las acciones políticas de-satadas a raíz del convenio para la utiliza-ción de la base aérea de Manta -FOL en lainterpretación estadounidense3- por partede su personal militar y de inteligencia;

• la escasa rendición de cuentas y transpa-rencia de gestión con la que operan variasinstituciones ecuatorianas relacionadascon narcotráfico y seguridad, asunto quevulnera las reglas de gestión democrática yafecta a los distintos sectores sociales;

• los resultados infructuosos para frenar lacorrupción en diferentes estamentos esta-tales y privados que de alguna manera serelacionan con el narcotráfico, especial-mente el sector judicial y el desempeño delas fuerzas del orden.

En estos campos conflictivos se están proce-sando actualmente las dimensiones e inter-pretaciones sobre la seguridad, el manejo delos derechos humanos y la manera cómo segestiona los valores democráticos y las institu-ciones en Ecuador.

Ecuador como punto de atención:discursos y planes

La “guerra contra las drogas” aparece en uncontexto de relaciones internacionales asi-métricas entre los Estados Unidos y AméricaLatina. Para el caso de Ecuador, esto signifi-có que sus políticas antinarcóticos tomen

forma y adquieran sentido en el marco de lainterpretación norteamericana del problemade la droga.

Ya en 1982 el ex presidente Ronald Rea-gan declaró la guerra contra las drogas paradar una respuesta a la creciente epidemia deadicción en su país y para cumplir con un ob-jetivo de “seguridad nacional” que venía sien-do discutido años atrás (Bagley 1991). De he-cho, el proceso de incubación de la estrategiade Estados Unidos para luchar contra las dro-gas demoró más o menos 16 años en adquirirel perfil que muestra actualmente. En 1989 elex presidente Bush -padre- lanza la “Iniciati-va Andina” que, en principio, estaba com-puesta de un plan de cinco años y un montode US$ 200 millones para desmantelar las or-ganizaciones narcotraficantes, aislar las prin-cipales regiones donde se cultivaba coca, des-truir los laboratorios de procesamiento dedrogas y bloquear la entrega de insumos quí-micos para su producción a través de asisten-cia tecnológica y ayuda económica a Bolivia,Perú y Colombia (Youngers 1998). No obs-tante, la “Iniciativa Andina” no se agota en sumanifestación inicial porque hasta ahora si-gue siendo el referente más importante de laspolíticas antinarcóticos norteamericanas fren-te a la región. Adicionalmente a su vigencia,el mismo año de su lanzamiento se promulga

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3 Según Isaacson (2002), FOL (Forward Operating Lo-cation) es una base o aeropuerto que hace parte de unacuerdo por el cual se permite su uso a los aviones es-tadounidenses que se encuentran en misiones de de-tección y monitoreo antinarcóticos. Estas instalacio-nes son operadas por los países receptores, en este ca-so Ecuador, y albergan a miembros de las fuerzas mi-litares de Estados Unidos, la DEA, guardacostas ypersonal de aduanas para apoyar y coordinar las co-municaciones e inteligencia de estos vuelos. G

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el Acta de Autorización de Defensa Nacional-NDAA- en donde se designa al Departa-mento de Defensa como la “agencia princi-pal” encargada de la detección y monitoreode cargamentos de drogas ilícitas hacia Esta-dos Unidos, configurando así el comienzo dela militarización de la guerra antinarcóticos.

Esta visión delfenómeno del nar-cotráfico condujoinevitablemente agestar una políticaexterior unilateralpor parte de Esta-dos Unidos queprivilegia la inter-dicción con accio-nes destinadas acombatir la ofertade los países pro-ductores, descono-ciendo de esta ma-nera el carácter in-terdependiente ,multicausal y plu-ral del narcotráfi-co4. Este tipo de ra-cionalidad políticamaneja el tema delnarcotráfico dentrode una agenda depolítica exterior

más amplia, como se puede observar en el tra-tamiento que se ha hecho del asunto en elmarco de las Cumbres Presidenciales desdeMiami hasta Québec; en ellas, Washingtonha propuesto reiterativamente tres ejes funda-mentales en torno a los cuales giran sus polí-ticas hacia el subcontinente: democracia, li-beralización e integración, donde el narcotrá-fico está cobijado bajo el término democracia(Bonilla 2000).

Bajo esas condiciones y escenarios, que in-cluyen procesos de “certificación”, tratamien-

tos unilaterales del sistema de preferenciasarancelarias y potenciales sanciones económi-cas de los Estados Unidos, el gobierno ecuato-riano ha manejado su agenda en términosesencialmente reactivos respecto a los interesesestadounidenses. Es por eso que una vez re-suelto el problema fronterizo con el Perú, laagenda exterior ecuatoriana ha acogido los as-pectos del narcotráfico y democracia comocondicionamientos antes que como interesesprioritarios. Este factor ocasionó que Ecuadorsometa su relación comercial a una contrapres-tación directa y física para las estrategias nor-teamericanas de combate al narcotráfico y alterrorismo (Barreiro 2002). En esos contextos,la ejecución del Plan Colombia desde 1998 haprefigurado nuevos escenarios de política in-ternacional para el país al punto de que cadavez más se encuentre articulado al eje políticoconformado por Washington y Bogotá.

Dimensiones económicas y políticas del narcotráfico

Ecuador no es un país con cultivos de hoja decoca. Tampoco es productor de cocaína uotras drogas ilegales para la exportación. En-tre otras razones, no se cultiva coca porque lossembríos para uso ritual y tradicional fueronerradicados en el siglo XVI durante la RealAudiencia de Quito por cuestiones estructu-rales de la economía colonial. En cambio, lacoca se institucionalizó en el mercado de Pe-rú y Bolivia debido a las necesidades de repro-ducción de la mano de obra indígena en laminería (Bonilla 1991, 1993). En este senti-do, en Ecuador no existen sectores socialesque posean una tradición cultural cocalera yun conocimiento agronómico ancestral paradesarrollar una producción sostenida de lahoja (Rivera 1991). Adicionalmente, el pro-ceso de colonización de la Amazonía ecuato-riana corrió paralelo a la extracción petroleraen los años setenta, lo que significó que lastierras óptimas para el cultivo de hoja de co-ca se poblaran en condiciones de reproduc-ción material determinadas por esta industria

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A raíz de su participación en el Plan Colombia, Ecuador

ha tenido que asumir unaserie de retos y contingenciasplanteadas por los intereses de seguridad nacional de losEstados Unidos en la región:

es una acción reactiva con resul-tados no deseados para

la democracia, la sociedad y sus instituciones.

4 Para un análisis de las políticas estadounidenses y lasrelaciones entre Washington y América Latina en losochenta ver Insulza (1991), Vargas (1990).

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(considerada como recurso estratégico delEstado y protegida por lógicas de seguridadmilitar). Por otro lado, el conflicto territo-rial de Ecuador con Perú hizo que la Amazo-nía cuente con alta presencia militar, impi-diendo que estas zonas brinden las condicio-nes de clandestinidad que la producción decoca requiere. La sumatoria de estos factoresha impedido que se produzca hasta la actua-lidad el “efecto globo” derivado de la erradi-cación de cultivos en Perú, Colombia y Bo-livia y de su consiguiente extensión de culti-vos hacia Ecuador.

Tomando en consideración esos elemen-tos y a pesar de que el país no tiene relevanciacomo productor en el fenómeno del narcotrá-fico, Ecuador sí constituye un punto de cone-xión e importancia relativa para el tráfico decocaína hacia mercados internacionales a tra-vés de la carretera panamericana y los puertosmarítimos de Manta, Guayaquil y Puerto Bo-lívar. Los aeropuertos internacionales son uti-lizados en menor grado por traficantes de pe-queña escala debido al incremento de contro-les existentes.

El norte del territorio ecuatoriano tam-bién es utilizado para el comercio clandestinoy el abastecimiento de precursores químicosdestinados a la industria del narcotráfico (lo-calizada en el sur de Colombia). La actividadilícita se la realiza principalmente por tres zo-nas críticas: a) la frontera norte amazónicaque tiene numerosos pasos no controlados, b)Carchi que tiene varios puntos de abasteci-miento clandestino y c) la zona meridional dela Provincia de Esmeraldas que posee distin-tos vínculos fluviales y marítimos con el suroccidente colombiano.

En lo referente al lavado de dinero, la do-larización decretada en 2000 configuró unnuevo escenario de relaciones económicas,comerciales y financieras para el Ecuador tan-to en el ámbito nacional como en el interna-cional. Esta decisión gubernamental fue uni-lateralmente aplicada en un contexto de crisiseconómica, social, financiera y política; y fuepolémica debido a las tensiones sociales queexistían en el momento, a los desequilibrios

económicos y sociales provocados por la agu-da crisis bancaria asociados a la ausencia efec-tiva de control sobre el sistema financiero na-cional y a las presiones de los grupos de podereconómicos y políticos (Falconí y Jácome2002).

En esos contextos se podría pensar que es-cenarios económicos basados en la dolariza-ción hubiesen sido propicios para el incre-mento de las actividades de lavado de dinero,pero hasta la actualidad no existen trabajosespecializados sobre el tema y más bien elasunto ha sido tratado en artículos periodísti-cos que no han arribado a investigaciones conresultados concretos5. Además, existe en elpaís una legislación bancaria que se basa en laconfidencialidad de la información y el sigilo,lo que limita la capacidad de investigación so-bre los movimientos financieros porque la ex-ploración de cuentas bancarias debe efectuar-se recurriendo a instancias judiciales extrema-damente complicadas que han dado pocasmuestras de efectividad y tener poca credibi-lidad por la presencia de actos de corrupción.Sin embargo, parecen existir “circuitos infor-males” de lavado de dólares que no utilizanlas institucionales financieras formales, locual complica mucho más el análisis objetivodel problema.

También se debe considerar la contradic-ción existente, aunque no reconocida oficial-mente, entre la necesidad de obtener dólarespara alimentar la circulación de la masa mo-netaria del sistema financiero nacional6 y lasregulaciones poco cumplidas en materia decontrol de divisas en las cuentas bancarias depersonas e instituciones. De hecho, en el “In-forme de Evaluación del sistema de Ecuadorcontra el blanqueo” elaborado por el Grupode Acción Financiera de América del Sur -

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5 Ver El Comercio, 18 de septiembre de 2002, secciónA-8: “5000 cuentas son sospechosas de lavado de di-nero en el país”.

6 Con la dolarización se pierde la autonomía de impre-sión de moneda, dependiendo así del flujo de dólaresprovenientes del comercio, exportación petrolera ypréstamos internacionales que alimentan al sistemafinanciero y economía general.

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GAFISUD- se sostiene que el país presenta li-mitaciones jurídicas, falta de capacitación delpersonal que controla el lavado de dinero yfalta de control del dinero físico que entra enterritorio ecuatoriano; asimismo, el informedestaca que existe una pugna entre el CON-SEP y la Superintendencia de Bancos por lavigilancia de esas actividades7.

Por otro lado, desde que se pusieron enmarcha las tareas de fumigación previstas enel Plan Colombia en el departamento de Pu-tumayo y se intensificó el conflicto colombia-no por esta misma causa, un fenómeno nue-vo apareció en la frontera norte ecuatoriana.Este problema se relaciona con el “desem-pleo” ocasionado por la desestructuración desistemas de movilidad laboral y comercialfronteriza que incluían ciclos de migracionesal lado colombiano para trabajar en planta-ciones de coca y en pequeños laboratoriosclandestinos.

Esta vinculación de colonos y campesinosecuatorianos al circuito industrial del narco-tráfico es conocida por la mayoría de habitan-tes del nororiente de la Amazonía. Dicho fe-nómeno se debe principalmente a que mu-chos colonos y campesinos ven que el trabajoen sus fincas no resulta rentable y la zona ca-rece de redes de comercialización para susproductos, así como del apoyo técnico y cre-diticio por parte del Estado. Adicionalmente,la presencia del Estado ecuatoriano en las zo-nas de frontera es débil en términos institu-cionales.

Frontera norte, Base de Manta y tensiones sociales

Ligada al Plan Colombia, la utilización de laBase aérea de Manta es una arista que marcasignificativamente la participación del Ecua-dor en la lucha antinarcóticos. Esto se hacepatente cuantitativamente en el incrementode la asistencia que Estados Unidos ha cana-lizado hacia el país en los últimos años. Losdatos indican que los recursos asignados porel INL a Ecuador en el 2000 suman un totalde US$ 12 millones, US$ 22 millones en2001, US$ 25 millones en 2002 y US$ 37millones en año 2003.8

En términos generales, estas cifras son unindicador, por lo menos desde la visión y elbolsillo de Washington, de un mayor involu-cramiento cooperativo del Ecuador en la“guerra contra las drogas”. En este sentido, sibien no hay tropas estadounidenses con auto-rización para acciones armadas y combate, lainformación, inteligencia aérea y respaldo lo-gístico que la Base de Manta presta a las agen-cias antinarcóticos, asigna al Ecuador una res-ponsabilidad sobre las tareas desplegadas des-de este centro de operaciones.

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7 Ver El Comercio, 14 de julio de 2003, sección A:“Nuevo revés para el Ecuador en el control del lavadode activos”.

8 Bureau for International Narcotics and Law Enforce-ment Affairs, FY 2003 Budget Justification.

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Los temores suscitados por la ejecucióndel Plan Colombia y el Acuerdo de la Base deManta hicieron que muchas organizacionesde la sociedad civil se pronuncien en contrade la participación activa del Ecuador en ope-raciones militares; sin embargo, nunca secuestionó sí realmente la droga es un proble-ma real para el Estado y la sociedad ecuatoria-na, por el contrario, se asume espontánea-mente como una amenaza a la seguridad y ala moral colectivas. En consecuencia, las posi-ciones “críticas” se inscriben en discursos quecuestionan los procedimientos utilizados paracombatir el narcotráfico o en retóricas pater-nalistas que justifica la participación de lagente “pobre” en el proceso de producción dela droga por las condiciones de relegacióneconómica y social de las zonas fronterizas.

En este sentido, los cuerpos sociales, las or-ganizaciones de derechos humanos y movi-mientos ecologistas se oponen a cualquier tipode involucramiento del Ecuador en accionesderivadas del Plan Colombia por los efectos ne-gativos que esto produciría en el país. Las inter-venciones de estos actores se orientan, depen-diendo de la naturaleza de la organización, ha-cia tres temas específicos. El primero se refiere alas repercusiones que el Plan Colombia generaen términos de seguridad ciudadana; el segun-do se enmarca en acciones destinadas a denun-ciar violaciones de derechos humanos por par-te de agencias policiales y militares ecuatoria-nas, y el tercero se concentra en los efectos no-civos que las fumigaciones en el Putumayo pro-ducen en el ecosistema fronterizo del Ecuador.

El problema del refugio

El desplazamiento y refugio de población co-lombiana que escapa de la violencia política ysocial es un indicador muy sugerente y deci-dor de la intensidad que esta tomando el con-flicto en ese país, el cual dejó de ser una cues-tión privativa de Colombia para constituirseen un problema regional complejo.

En los últimos años, mucho se ha especu-lado sobre las cifras de personas refugiadas enterritorio ecuatoriano. Al margen de la des-proporción en los números y el desconoci-miento de las posibilidades estructurales delpaís para recibir inmigrantes, es sintomático ypreocupante que una ponderación alegrepueda servir para diseñar planes de contin-gencia, proyectos de intervención y hasta po-líticas públicas en nuestro territorio.

La vinculación producida entre el conflic-to colombiano y la presencia de refugiados enEcuador es contundente. Según análisis de losdatos del Censo efectuado en 2001, los picosestadísticos más altos de ingreso de colombia-nos al país se registran a partir de 1999, añoen que se inicia la ejecución del Plan Colom-bia, pues de las 51.556 personas declaradas,10.052 lo hicieron en el período 1998-20019.De igual forma, al revisar las estadísticas pro-porcionadas por la Oficina de Refugiados delMinisterio de Relaciones Exteriores, (Vercuadro 1)las solicitudes de refugio se encuen-

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9 Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos -INEC-, VI Censo de población y V de Vivienda, 2001.

Cuadro 1: Solicitudes de refugio

Año Solicitudes Aceptadas Negadas Abandono Archivo Reasentados Repatriados

2000 475 390 60 36

2001 3017 1406 394 999 87

2002 6766 1578 1199 1586 4 7

2003 11463 3270 4392 3606 94 4

2004 1085* 293 785 38 1810 0 0

2000-2004 22806 6937 6830 6229 1810 98 134

% 30,4 29,9 27,3 7,9 0,4 0,6Fuente: Ministerio de RREE, 2004. * Hasta marzo 2004

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tran asociadas a la misma dinámica y tempo-ralidad de los recientes procesos armados ypolíticos colombianos: ejecución del PlanColombia y finalización de las conversacionesde paz en febrero del 2002.

Tal incremento de solicitudes de refugiono puede ser disociado de problemas conexosa la presencia de población colombiana. EnEcuador, la tradicional convivencia fronterizacon personas de origen colombiano no se ha-bía constituido en factor de tensión y conflic-to, pero recientemente es frecuente observarpercepciones ancladas en la xenofobia, el ra-cismo y la exclusión. De hecho, recientes in-vestigaciones (Flacso 2003) demuestran quela actual ola de inmigrantes colombianos estáasociada a figuras discriminadoras:

“las mujeres colombianas se dedican a laprostitución...ellos (los colombianos) nosquitan las fuentes de trabajo... la presenciacolombiana sólo trae violencia y delincuen-cia... deberían ponerlos en un campo de vigi-lancia... se deben cerrar las fronteras y pedir-les visa de ingreso..., etc.”

Este tipo de percepciones y criterios rebasan alas personas comunes y se vuelve más gravecuando los representantes institucionales delas cámaras de la producción, de la policía, or-ganismos de control migratorio y gobiernoslocales lo plantean como un asunto normal ynatural, en clara violación a los derechos hu-manos de la población inmigrante y refugiada;hecho que además vulnera los tratados inter-nacionales que el Ecuador ha firmado y ratifi-cado en el ámbito del derecho internacional.

En términos generales, los problemas másurgentes que enfrentan los inmigrantes co-lombianos en Ecuador se derivan de la fragi-lidad de la economía local, las reducidasoportunidades que brinda un esquema mo-netario dolarizado (que genera precios in-compatibles con el poder adquisitivo de lapoblación) y un mercado laboral práctica-mente en crisis desde la perspectiva del em-pleo. En este contexto, la pobreza, medidapor NBIs es del 49.5% para la población co-lombiana que habita en el país, y en las zonas

de frontera este porcentaje fluctúa entre el60% y el 92%, lo que muestra que la situa-ción se vuelve más difícil para las personasque han llegado al Ecuador en busca de pro-tección y refugio (Flacso 2003).

Seguridad, democracia y derechos humamos

Se propone la noción de “segurización” pararevelar un proceso en donde las fronteras se-mánticas del concepto de seguridad se tor-nan ambiguas y su intención primera, la pro-tección del individuo y la trama social, es co-lonizada y atrapada por las lógicas de la de-fensa militar y el control policial. En estostérminos, la segurización denota una situa-ción en la cual, a pretexto de la seguridad, sejustifica una serie de prácticas que erosionanla democracia, sus valores y la propia condi-ción de protección que le otorga su sentido.En ese sentido, la participación de las Fuer-zas Armadas, desde la perspectiva de la segu-ridad nacional para enfrentar el narcotráficoy la canalización de una gran cantidad de re-cursos económicos y tecnológicos hacia laPolicía Nacional en el contexto del Plan Co-lombia, ha producido un proceso de seguri-zación de las relaciones humanas en la fron-tera norte de Ecuador.

Recientemente, las FFAA elaboraron el“Libro Blanco” de la Defensa Nacional paraacoplarse a las condiciones imperantes, perono se debe olvidar que lo viejo pervive en lonuevo y los procesos de cambio no se realizanexclusivamente en los dominios de la volun-tad. Por consiguiente, la nueva Política deDefensa sigue preñada de contenidos impor-tados de las interpretaciones tradicionales so-bre seguridad. Claros ejemplos de esto son lasdefiniciones de seguridad y defensa utilizadas,así como las falsas diferencias conceptualesque se establecen entre narcotráfico, crimenorganizado y terrorismo en el discurso de lasFFAA ecuatorianas. No hace falta un análisismuy exhaustivo para identificar que su ante-cedente inmediato es la teoría de la narcogue-

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rrilla, un enfoque popularizado a principiosde los ochenta en Estados Unidos, replicadoen los noventa por las agencias antinarcóticosestadounidenses y encapsulado en la retóricaantiterrorista a partir del 11 de Septiembre(en “La estrategia de seguridad nacional delos Estados Unidos de América”.10

Existe un problema adicional referido alcampo de la administración de justicia y lasentidades relacionadas con el fenómeno, yaque el embrollo institucional es tan grandeque la solución se traduce en más seguriza-ción y desconfianza sobre la actuación de lasinstituciones y los valores democráticos. Eneste contexto surge la interrogante de si el sis-tema democrático en Ecuador y la clase polí-tica en particular poseen la capacidad para es-tablecer mecanismos adecuados de gestión,rendición de cuentas y transparencia sobresus entidades, mucho más sobre las que tie-nen la responsabilidad constitucional de ge-nerar y promover el orden y la paz pública.

Es curioso, pero el argumento más comúnentre la clase política sobre la rendición decuentas relacionadas con el combate al narco-tráfico está referido a los informes financieros.No se habla en ningún momento de rendiciónde cuentas políticas, sus implicaciones para lapoblación, o menos aún, de veedurías u obser-vatorios del fenómeno del narcotráfico.

En este escenario vuelve a aparecer la figu-ra de la segurización, ya que muchas agenciasde interdicción, represión y monitoreo, ampa-radas en una interpretación equívoca de la se-guridad nacional, tienen procedimientos espe-ciales de fiscalización y control, por lo que enmuchos casos las investigaciones son secretas,opacando de esta manera los canales de comu-nicación y rendición de cuentas que debe exis-tir entre el poder político y la ciudadanía.

Además de estas restricciones y fragilida-des, las instituciones democráticas ecuatoria-nas son afectadas por acciones políticas exter-nas a sus procesos. La guerra contra el narco-tráfico es un buen ejemplo de esto. Revisan-

do la legislación antinarcóticos ecuatoriana yla estructura institucional en este campo, senotó que la figura de la rendición de cuentases ambigua o inexistente11. De ahí que los me-canismos de control intragubernamentalessean difusos y las instancias de representaciónpolítica que deberían fiscalizar estas institu-ciones, como elCongreso Nacio-nal, desconozcanen buena medida eltrabajo de las agen-cias antinarcóticosque operan en elpaís. El caso másevidente está rela-cionado con lasfunciones delCONSEP, ya queal ser la entidadresponsable delcombate a la drogaen Ecuador, suobligación de ren-dir cuentas se cana-liza a su presupues-to; sin embargo,¿qué pasa con lospaquetes de ayudaexterna militar, nomilitar y de desa-rrollo asignadospor el INL al Ecuador? De hecho, el CON-SEP sólo está considerado en la asistencianorteamericana en la categoría de política an-tinarcóticos del Departamento de Estado, en-tones, ¿qué pasa con la fiscalización del restode recursos económicos y técnicos que reci-ben las agencias antinarcóticos ecuatorianas,sobre todo las de seguridad?

Estas pocas preguntas son la confirmaciónde la debilidad institucional que el país pre-senta en el control de las políticas externas enmateria de seguridad relacionadas con el

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Los efectos más perversos de la lucha antinarcóticos y del Plan Colombia se expresanen los cambios en la estructurade relaciones del tejido social en Ecuador, puesto que los"daños colaterales" se manifiestan después, cuando no hay nada que hacer frentea los efectos del proceso

de segurización.

10 Ver Ministerio de Defensa Nacional (2002), US De-partment of State (2002), Youngers (2002).

11 Ver CONSEP, “Estrategia Nacional Contra las Dro-gas”, en www.consep.gov.ec, y la Evaluación del Pro-greso del Control de Drogas del CICAD.

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combate al narcotráfico. Es por ello que lacontinuidad de este tipo de situaciones vulne-ran no sólo el reconocimiento y legitimidadde las instituciones encargadas de las accionessobre este problema, sino que vuelven inope-rantes al conjunto de valores que se suponeconstituyen el “deber ser” de todo régimendemocrático.

Conclusiones

En los últimos años Ecuador ha incrementa-do su participación en la estrategia de seguri-dad regional impulsada por los EEUU. Lapresencia de elementos estadounidenses en laBase Militar de Manta, las reorientaciones enla operatividad de esta Base (para reforzar lasacciones policiales y castrenses en la fronteranorte), la dotación de equipo técnico y recur-sos financieros a ciertas dependencias de laPolicía Nacional (con una lógica anclada en la

represión e interdicción que prácticamentemilitariza a segmentos de esta entidad), lasmedidas de control efectuadas sobre la pobla-ción que han repercutido en la esfera econó-mica y política, los efectos ecológicos y de sa-lubridad originados por las fumigaciones,destinadas a reducir los cultivos de hoja decoca en territorio colombiano, y las repercu-siones que tiene el proceso de segurización so-bre el sistema de derechos humanos, consti-tuyen una parte importante de las implicacio-nes que ha debido afrontar el país por su in-volucramiento en el Plan Colombia.

Este involucramiento deber ser visto en uncontexto marcado por la debilidad y fragili-dad del Estado y de varias de las institucionesrelacionadas con el combate al narcotráfico.Hasta la actualidad, no se han diseñado unconjunto de medidas y procedimientos esta-tales que sean capaces de coordinar las distin-tas actividades que ejecutan las agencias de se-guridad ecuatorianas. El tema del narcotráfi-co, vinculado a la interpretación que se reali-za de la seguridad nacional, está promovien-do una serie de déficits democráticos e ingo-bernabilidad, expresados en la falta de controlde las entidades gubernamentales y la escasarendición de cuentas que debe hacerse ante laciudadanía.

Por su parte, la sociedad civil tampoco hapromovido la creación de espacios de exigibi-lidad más allá de la creación de observatoriosde vulnerabilidad de derechos humanos enzonas de frontera que, si bien son necesarios,no se canalizan -por ejemplo- hacia la fiscali-zación de los recursos enviados desde lasagencias antinarcóticos estadounidenses aEcuador. El campo de la lucha antinarcóticosen el país, al estar segurizado y restringido entérminos de uso de la información, limita lasdinámicas participativas de las organizacionesciviles en torno al monitoreo y evaluación dela lucha contra las drogas.

En referencia a los espacios de representa-ción política de la democracia ecuatoriana,tampoco se han construido dispositivos espe-cíficos de fiscalización del desempeño institu-cional de las agencias de seguridad del país en

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materia de narcotráfico. El Congreso Nacio-nal no ve por el momento este problema co-mo un tema de debate político y las pocasdiscusiones al respecto han estado relaciona-das con escándalos de corrupción de funcio-narios estatales de alto rango. Esta situaciónse produce porque todavía no existe en el se-no del Congreso un bloque de oposición po-lítica que tenga el objetivo de fiscalizar a la di-versidad de entidades encargadas de los asun-tos de seguridad nacional.

En el plano militar y policial existen inter-pretaciones diferentes sobre algunos compo-nentes del combate al narcotráfico. De partede las FFAA, y a pesar de las declaraciones delpoder ejecutivo, se cuestiona mucho las pre-siones estadounidenses para establecer unapolítica de interdicción que se contraponga alos principios de soberanía nacional a más delreiterado pedido por acceder a recursos quefacilitarían sus tareas de seguridad. Este últi-mo aspecto ha originado recelos interinstitu-cionales, ya que la Policía está recibiendo unmayor apoyo técnico y financiero para reali-zar labores bajo lógicas tendentes a su fortale-cimiento y militarización; de ahí que los esce-narios abiertos por la estrategia de seguridadregional y el Plan Colombia genere una suer-te de competencia de las entidades para obte-ner recursos externos rápidos.

Otra de las principales esferas públicasafectadas institucionalmente es la jurídica. Laactivación de ciertos mecanismos de interdic-ción genera efectos contraproducentes en lasdistintas instancias que componen la admi-nistración de justicia, especialmente en el in-cremento de personas detenidas sin sentenciaque permanecen en los centros de reclusión.Por otro lado, existe una gran disparidad en-tre el número de capturas e investigacionesrealizadas por la policía y la cantidad de ins-trucciones fiscales, llamamientos a juicio ysentencias, lo que evidencia la fragilidad insti-tucional de las entidades encargadas del con-trol del problema del narcotráfico. Adicional-mente, la falta de transparencia, la existenciade corrupción en el sistema judicial y policialy lo intrincado de los procedimientos de las

entidades encargadas del control del fenóme-no del narcotráfico, constituyen factores quecontribuyen a crear una imagen de ilegitimi-dad e impunidad que vulnera el sistema dederechos humanos de la población ecuatoria-na. En consecuencia, los efectos más perver-sos de la lucha antinarcóticos y el Plan Co-lombia no se expresan exclusivamente en losregistros cuantitativos de los instrumentos deanálisis social, sino en las modificaciones queestas estrategias producen en la estructura derelaciones del tejido social en Ecuador, puestoque los “daños colaterales” se manifiestan des-pués, cuando no hay nada que hacer frente alos efectos del proceso de segurización.

En el plano internacional, la políticaecuatoriana sobre el narcotráfico está per-meada actualmente por dos componentesespecíficos provenientes de lo que ahora sedenomina el eje Washington-Bogotá. El pri-mero se refiere a la presión existente para au-mentar los niveles de interdicción marítimay lograr la aplicación extra territorial de lalegislación estadounidense. El segundo estáasociado al incremento de la participaciónecuatoriana en el discurso antiterrorista diri-gido hacia los grupos armados colombianos.Así, la consolidación de cualquier sistema deseguridad interestatal entre Estados Unidosy Ecuador necesariamente estará atravesadapor la dinámica que adquiera el conflicto co-lombiano.

Finalmente, teniendo en cuenta todas es-tas problemáticas, uno de los retos del ac-tual presidente es lograr el cumplimento delos ofrecimientos de campaña electoral queestuvo basada en un discurso que prometíano alinearse con la estrategia de seguridadestadounidense, elevar los niveles de seguri-dad ciudadana amparada en el respeto a losderechos humanos, promover la transparen-cia de la gestión pública, profundizar elcombate a la corrupción y establecer una re-distribución equitativa de la riqueza. Todosestos ofrecimientos, por el momento, estánpuestos en duda por lo contradictorio de lasacciones presidenciales y sus instancias gu-bernamentales.

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coyuntura

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DOSSIER

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Eduardo Kingman Garcés1

Las intervenciones en los centros históricosconstituyen un modelo exitoso. A diferenciade otras acciones estatales, éstas se producende modo rápido y eficaz, actuando tanto so-bre los espacios como sobre la economía, lacotidianidad y los imaginarios.

Quien visite Lima, Bogotá, Guayaquil oQuito tendrá la sensación de atravesar por es-cenarios en construcción. Por ejemplo, mu-chas calles de Quito fueron arregladas de ma-nera presurosa para dar paso a las reinas debelleza, convertidas en nuestra carta de pre-sentación frente al mundo de la globaliza-ción, concebido como espectáculo; pero algosemejante también ha pasado en Guayaquil,Lima o Bogotá en circunstancias parecidas. Elmodelo es el de avanzar a partir de hitos “re-habilitados” o “recuperados” (verdaderasavanzadas de conquista) en base a los cuales seva produciendo la renovación urbana. A vecesse trata de montajes publicitarios o modifica-ciones en las fachadas, como es el caso delmalecón y el cerro Santa Ana en Guayaquil,pero capaces de provocar cambios en los sis-temas de representación, que a su vez condu-cen a modificaciones en las relaciones cotidia-nas y en el uso y el valor del suelo. Por lo ge-neral se trata de procesos paralelos relaciona-

dos con la modernización o con el deslum-bramiento que produce la modernización.

El patrimonio, concebido en términos es-paciales antes que sociales, ha pasado a cons-tituirse en signo identitario a la vez que en es-caparate o postal destinado al mercado inter-nacional de “oportunidades”. Si hasta hace nopoco tiempo los cascos antiguos eran percibi-dos como áreas abandonadas a su suerte, tu-gurizadas y peligrosas, hoy se presentan comoespacios controlados, limpios, ordenados. Sehabla de devolver al público los espacios quehabían sido privatizados por el comercio in-formal o las manifestaciones y protestas pú-blicas (ver al respecto el plan de rehabilitacióndel centro histórico de Lima) pero existe ade-más un interés no siempre explícito por incre-mentar la rentabilidad de las zonas céntricas ybeneficiarse por la especulación urbana y laspotencialidades del turismo. Las noticias so-bre Lima que aparecen en el diario El Comer-cio están clasificadas de acuerdo a dos tipos deimágenes, la de la Lima peligrosa, en ruinas,que espera ser rehabilitada tanto espacial co-mo socialmente, y las de la nueva Lima, mo-derna, pujante.

Se trata de un proceso de renovación queconlleva una aparente paradoja: está relacio-nado con el pasado y con la administracióndel pasado pero sus parámetros se definendesde la dinámica económica y el cálculo eco-nómico, así como desde una noción de ordenurbano: lo que está en juego es algo más queuna mera nostalgia pasadista.

El problema de los centros históricos se haconvertido, además, en asunto de los exper-

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Kingman, Eduardo, 2004, “Patrimonio, políticas de lamemoria e institucionaliación de la cultura”, enICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp.26-34.

1 Profesor-investigador de Flacso-Ecuador.

Patrimonio,políticas de la memoria

e institucionalización de la cultura

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tos. Estos no sólo han definido las políticas deintervención sino que han orientado las cam-pañas publicitarias y las acciones dirigidas acrear una “cultura del patrimonio”. Los cam-bios en las políticas del patrimonio generadosa partir de las instancias municipales y de losorganismos internacionales involucrados conel tema han sido importantes. Sin embargo,hay un aspecto que generalmente se pasa poralto y es que el punto de partida anterior acualquier discusión sobre políticas sería saberdesde dónde y cómo se generan esas políticas.Si asumimos el sentido originario de lo queconstituye el ámbito de lo político, lo lógicoes preguntar sobre la forma en la que se defi-nen las políticas. O si se quiere: el juego deintereses que está detrás de cada política (aun-que se presente como acción desinteresada,en este caso relacionada con el patrimonio yla cultura, y por tanto como no política). Noconstituye algo sencillo ya que es justamenteesta relación con lo político lo que general-mente se les escapa a las instituciones y perso-nas encargadas de elaborar políticas. La ac-ción de los expertos se presenta como emi-nentemente técnica y por tanto como políti-camente neutra: define políticas pero aparececomo no contaminada por lo político.

Existe incluso una cuestión previa y es larelacionada con las condiciones de posibili-dad de la discusión misma. Sería interesantesaber de qué modo se definen las preocupa-ciones en ese campo y en función de qué ne-cesidades prácticas. Habría que examinarademás qué es lo que convierte a los que in-tervienen en discusiones como esta en locuto-res legítimos, y qué actores son colocados fue-ra de ello. Preguntarse, por último, acerca delos mecanismos a partir de los cuales se defi-ne una opinión “autorizada” sobre cultura,centros históricos, patrimonio, y qué relaciónexiste entre los problemas así planteados yotros espacios, como los de los medios y supublicidad a partir de los cuales se dirige lallamada “opinión pública”, así como con ac-tividades menos nobles como las relacionadascon el financiamiento y el negocio del patri-monio y con su “policía”.

Todo esto lo planteo en tono de provoca-ción, asumiendo lo político como proyectoque se define de modo público, y que tieneque ver con lo que es bueno y justo para la po-lis (Arendt 1998). Pero hay algo más que mehace particularmente sensible a esta temática yes que desde hace algún tiempo estoy inten-tando registrar la historia del gremio de alba-ñiles de Quito, estoy investigando a partir dehistorias de vida de viejos albañiles cuyo traba-jo se desarrolló en gran parte en el casco his-tórico de la ciudad, lo que les hace herederosde una serie de saberes relacionados con anti-guas técnicas de construcción y conservación,pero también de otra de las memorias posiblesde la ciudad. Una de las cosas que más hapreocupado al gremio es constituirse en inter-locutores legítimos en el campo del patrimo-nio: sus representantes históricos (me refiero ados de ellos, Nicolás Pichucho y Segundo Ja-cho) están empeñados en trasmitir a la ciudadsus saberes con el fin de que no se pierdan(“nadie sabe qué hacer con las viejas casas, có-mo cuidarlas, cómo preservarlas”), asisten co-mo oyentes a seminarios y foros, asumen ladefensa del patrimonio y emiten opinionesdesde el público asistente. Históricamentehan participado en la construcción del centroconjuntamente con los arquitectos, sin em-bargo se quejan de que su opinión no es escu-chada, no constituye una opinión autorizada.

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Quito, Plaza del Teatro, hacia 1895.

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Con lo que digo no estoy asumiendo unaposición demagógica, sino planteando unproblema que no siempre ha sido tomado encuenta: el de que aún cuando el patrimoniose presenta como algo que pertenece a todosy por tanto constituye (o debería constituir)un campo de preocupación ciudadana, en ladiscusión y definición de políticas de patri-monio no todos tienen la posibilidad de par-ticipar. Nicolás Pichucho conoce con detalleel centro histórico de Quito. Se duele por ca-da casa deteriorada. Cuestiona cada interven-ción en términos culturales y técnicos. Es, asu manera, un experto. Sin embargo, su opi-nión no tiene importancia, o a lo mucho esescuchada a modo de curiosidad o de folklo-re. Su punto de partida es sencillo: si fueronalbañiles los que participaron en la construc-ción del centro, son ahora ellos los que han dedolerse por su destrucción. En sus recorridospor las zonas históricas los miembros del gre-mio diseñan propuestas que parten de su pro-pio mundo de vida, emiten opiniones que ge-neralmente no tienen canales para ser escu-chadas. Muestran preocupación por el patri-monio y por la problemática social vinculadacon el patrimonio, pero en el contexto de unasociedad social y culturalmente excluyente,sus opiniones no están legitimadas. Aunquela problemática del patrimonio pertenece atodos, la definición de sus políticas se ha con-vertido cada vez más en una cuestión privati-va de los expertos. Y esto que digo no vale so-lo para los albañiles sino para otros sectoresrelacionados con los centros históricos queson múltiples y variados, de modo que nopueden ser colocados bajo un único denomi-nador, incluido el de ciudadanos.

Lo que intento, en definitiva, es llamar laatención sobre las condiciones a partir de lascuales se legitima un tipo de opiniones y se

desautoriza otras, o si se quiere (siguiendo aBourdieu) las formas cómo se constituye unaautoridad legitimada y legitimante en el cam-po del patrimonio. Una discusión como éstapuede ser fructífera ya que habla de la posibi-lidad de comenzar a acoger el pensamientoque se genera desde el margen, acercándose alpunto de vista de la gente.

De las juntas de embellecimiento urbano a las políticas poblacionales

La cuestión del patrimonio no es nueva, peroha tomado peso y significación en los últimosaños, cambiando en buena medida su senti-do. Pensemos, por ejemplo, en las juntas deembellecimiento urbano que funcionaron enalgunas ciudades hasta las primeras décadasdel siglo XX y fueron convertidas más tardeen institutos de patrimonio. Su preocupaciónera la recuperación de ciertos hitos o monu-mentos representativos de lo hispano, lo crio-llo, lo patricio, en momentos en los que lasciudades habían comenzado a expandirse ymodernizarse y en los que las mismas eliteshabían abandonado los cascos antiguos, dan-do paso a su tugurización. Fueron momentosde modernidad incipiente en los que el patri-monio fue concebido como nostalgia o comopérdida, así como preocupación por el dete-rioro de ciertos monumentos civiles y religio-sos con significado simbólico.

No es que en esa época faltasen institucio-nes preocupadas por la población: por su higie-nización o por desarrollar acciones dirigidas aprotegerla (persecución de vagos y viciosos, en-cierro de huérfanos, ancianos y locos, limpiezaracial del centro), pero se trataba de accionesasiladas, a más de que se daba una separaciónentre este tipo de acciones y las que tenían que

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dossier

Aparentemente se está dando un peso a la cultura e incluso a la diversidad culturaly al multiculturalismo. En realidad se trata de un proceso de empobrecimiento

cultural del que no somos del todo conscientes. La cultura, e incluso en plural, las culturas, se han convertido en sinónimo de espectáculo.

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ver con el cuidado y ornato de la ciudad, con elembellecimiento de determinados hitos simbó-licos y la restauración de edificaciones. O si sequiere, existía una separación entre la culturaciudadana, concebida como patrimonio y altacultura, y las acciones directamente relaciona-das con la administración de las poblaciones,su policía e higiene. Tampoco la planificaciónurbana, tal como se desarrolló a mediados delsiglo XX, se ocupó directamente de las pobla-ciones; más bien, ésta fue concebida en térmi-nos exclusivamente espaciales, como ordena-ción del territorio que se había expandido másallá de los antiguos cascos históricos.

Ahora se ha generado una preocupaciónde signo distinto por los centros históricosque incluye no sólo a las edificaciones sino alos habitantes. Se trata de dispositivos técni-cos dirigidos a monitorear las condiciones so-ciales de la gente: acciones que provienen delas instituciones y empresas encargadas de laadministración del centro. Antes de cada in-tervención se elaboran estadísticas, encuestas,se realizan mapeos de los usos sociales y cul-turales de los espacios, que permiten clasifi-carlos de acuerdo a la calidad de los servicios,criterios de seguridad, salubridad o posibili-dades de rentabilidad. Se desarrollan campa-ñas dirigidas al control del centro2 así como agenerar una cultura del patrimonio (concebi-da como equivalente de cultura ciudadana),se diseñan planes de sostenibilidad social y dereactivación cultural, se asumen accionescontra sectores considerados peligrosos comolas trabajadoras sexuales, los mendigos, losvendedores ambulantes, los vigilantes de au-tos, charlatanes y artistas populares. Me pare-ce que hoy existe una relación mucho más di-recta entre patrimonio y seguridad, entre pa-trimonio y biopolítica.

Las acciones culturales son concebidas co-mo acciones públicas orientadas a racionalizarlos usos culturales de la gente, a ordenarlos y

“potenciarlos”. Buena parte de esos programasestán dirigidos a desarrollar lo que se ha dadoen llamar una “cultura” y unos “comporta-mientos ciudadanos”. ¿Pero quién define loque es un comportamiento ciudadano? Tantoen Quito como en Bogota y Lima esa labor hasido encomendada en buena medida a la poli-cía (en una noticia del diario El Comercio deQuito de abril del 2003 se habla de “acompa-ñamiento” policial de los vendedores; en otrade la misma época de “espacios legales para lacomida popular”, diferenciándolos de los ile-gales). Se trata de intervenciones sobre la esfe-ra pública pero también de un tipo de accionesque tiene que ver con los comportamientos delas gentes, con sus sentidos del gusto y que deun modo u otro se inscriben en los cuerpos (enel malecón guayaquileño, por ejemplo, se haprohibido besarse o usar determinadas pren-das; se condiciona a escuchar música “ambien-tal”, percibida como culta, en oposición a lamúsica no culta, popular o juvenil).

¿Cómo es posible esto en circunstanciasen las que, por el contrario, existe una ten-dencia generalizada al abandono de todosentido público? Este tipo de acciones par-ten del supuesto ideal de que el centro cons-tituye un espacio privilegiado por su signifi-cado simbólico, en el que es posible recons-tituir lo público. Se parte de la idea de quela ciudad es un organismo que tiene un cen-tro o eje a partir del cual puede reorientarse.En el fondo se trata de la ilusión tecnocráti-ca de que la ciudad puede ser ordenada, deque se puede imprimir en ella una raciona-lidad que abarque todos los campos, inclui-do el de la cultura, que se pueda imprimiruna cultura de la racionalidad (una culturaaparentemente moderna pero que siguesiendo heredera de la idea de alta cultura) apartir de un núcleo central organizado. Setrata de planes de organización social y cul-tural del centro, en condiciones en las quelas ciudades se han hecho caóticas, desorde-nadas, inmanejables y en las que la nociónde cultura como esencia ya no tiene sentido.Se podría argüir que se trata de acciones ex-perimentales y que estas se han visto favore-

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2 En una declaración reciente (Diario El Universo, 30de julio de 2004) la administradora zonal del centrohistórico de Quito declaraba que la Policía Metropo-litana controla a los ambulantes, pero “es difícil con-tabilizarlos y evitar su presencia en las vías”.

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cidas por las inversiones que se realizan endeterminadas zonas de los cascos antiguos.¿Pero qué se experimenta, cómo y con quéfinalidad?

Valdría la pena hacer un seguimiento delas distintas propuestas económicas, socialesy culturales hechas para los centros históri-cos y asumirlas de una manera crítica e in-tegral. Metodológicamente tendríamos querelacionar esas propuestas con las accionesque se producen en otras esferas, como porejemplo al interior de los medios y de la cul-tura de masas (que fabrican constantementeimágenes del centro, reinventando sus sig-nificados y orientando la opinión de la gen-te como antecedente de las intervenciones),las políticas de inversiones públicas y priva-das (dirigidas a imponer criterios de renta-bilidad y a cambiar los usos del suelo), lasrelaciones entre patrimonio y turismo y elinterés puesto por el negocio turístico inter-nacional en la construcción de parques te-máticos, o todas esas acciones relacionadascon lo que en tono igualmente provocadorme atrevo a llamar “policía del patrimonio”(desalojos, reubicaciones, vigilancia y lim-pieza social y étnica de las áreas históricas).Me da la impresión de que todas esas prác-ticas institucionales, aparentemente ajenas alo que se concibe como el ámbito de la cul-

tura, están cambiado, de modo impercepti-ble, el sentido y el significado de los centroshistóricos3.

La cultura del patrimonio y la administración de las poblaciones

¿Cuál es la relación entre cultura y patrimo-nio? Se trata de una relación histórica. Por unlado asistimos a un proceso de legitimaciónde un sentido patrimonial de la cultura, porotro, a un discurso y una práctica orientada aincorporar otras formas culturales bajo undiscurso aparentemente democrático de la di-versidad. Lo primero se orienta a poner enfuncionamiento los mecanismos de distin-ción entre alta y baja cultura a partir de la di-ferenciación de ciertos espacios y públicosconsiderados cultos (lo que incluye tanto tea-tros y salas de conciertos como restaurantes,discotecas y cafés de carácter exclusivo y ex-cluyente) de los no cultos o masivos, así comoa la generación de espacios controlados, civi-lizados y civilizatorios. Lo segundo está rela-cionado con la conversión de las manifesta-ciones populares en mercancía o espectáculo,fuera de cualquier proceso de participaciónde la propia gente que no sea la de meros es-pectadores. En el contexto de las nuevas for-mas de gobierno de las poblaciones plantea-das por las agendas globales, esto puede to-mar la forma de “festivales de la diversidad”(representaciones teatrales de mitos indíge-nas, artesanía estilizada, ballets folklóricos).

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3 Insisto en que se trata de ensayos de intervención quese realizan en determinadas áreas y que intentan lo-grar un control de la delincuencia pero también de lospobres. Parte de esto tiene que ver con las accionesorientadas a sacar a los mendigos y a las trabajadorassexuales del centro o, incluso, como en el caso delBrasil, la eliminación de gamines. No digo con estoque en todas las ciudades sucedan las cosas del mismomodo. Hay modelos represivos como el de Lima yGuayaquil y otros que intentan generar un “consensociudadano” como el de Quito, pero en todos ellos elpatrimonio está relacionado con formas de adminis-tración y control de las poblaciones. Se trata, además,de acciones sobre las que no se discute, que están pre-definidas por los expertos.

Mercado en la Plaza de San Francisco, hacia 1890.A

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Se podría hablar de una banalización e insti-tucionalización de la diferencia, que escondenuevas formas de racismo.

Al conversar con los viejos albañiles deQuito puedo reconstruir la imagen del centrocomo espacio de religiosidad y fiesta barrocade la que el gremio de albañiles, al igual queotras agrupaciones como las de los carpinte-ros, las vivanderas, los sastres, los carpinteros,era partícipe (“participábamos en todas lasfiestas con nuestros estandartes, músicos, dan-zantes”). Yo mismo conservo la imagen de lu-gares como la avenida 24 de Mayo, en la quese desarrollaba un fuerte intercambio social ycultural y que luego fue convertida -gracias alas políticas de expulsión indiscriminada de lasactividades populares- en espacio delincuen-cial. ¿En qué medida se podría hablar de quenuestras ciudades han vivido largos procesosde expropiación cultural o de pérdida de sen-tidos? A partir de la investigación histórica seha logrado recuperar esa memoria. No se tra-ta, sin embargo, de algo lejano en el tiempo.En las afueras de la Iglesia de San Francisco deQuito se organizaba hasta hace poco todo unmundo público relacionado con una rica ima-ginería popular, pero hoy ese mundo ha sidoreducido a los antiguos baños de la iglesia, yconvertido de alguna manera en un sub-mun-do. La propia imaginería ha sido afectada poresas circunstancias, así como el espacio cultu-ral (procesiones, altares, creencias, imagina-rios) relacionado con la producción y circula-ción de imágenes. En otros casos lo que se hadado es lo que Gabriel Salazar llama un “en-carcelamiento” de lo popular: las ferias, losmercados, los parques. Las propias zonas his-tóricas son concebidas como zonas seguras enoposición a las inseguras (el resto de la ciudad)pero sólo logran sostenerse a partir de prácti-cas de vigilancia y de separación social.

¿Hay un problema de sensibilidad denuestros expertos con respecto a estos temaso se trata de algo que responde a una tenden-cia internacional, propia de la sociedad delespectáculo consistente en hacer del patri-monio y de la cultura mercancías? ¿Es posi-ble que estemos asistiendo a un intento de

institucionalización y formalización cultural,y con ello a un desgaste de sus contenidos? Setrataría de la imposición de una mirada, in-cluso si se presenta como “mirada abierta alotro” o como “acción al servicio del otro”, di-rigida a mejorarlo o a potenciarlo. Esa mira-da intenta ser organizada desde un nuevomodelo civilizatorio, propio de la sociedaddel espectáculo, sin que los agentes tengan laposibilidad de participar ni siquiera en laconstrucción negociada de sus propias imá-genes. Aparentemente se está dando un pesoa la cultura e incluso a la diversidad culturaly al multiculturalismo. En realidad se tratade un proceso de empobrecimiento culturaldel que no somos del todo conscientes, y quetiende a confundirse con una supuesta cons-trucción de democracia y ciudadanía. La cul-tura, e incluso en plural, las culturas, se hanconvertido en sinónimo de espectáculo, des-provisto de cuestionamientos y de conteni-dos. Los antropólogos catalanes hablan deciudades-empresas y de la producción demarcas, la marca-Barcelona, pero tambiénpodríamos hablar de la marca-Bogota, lamarca-Guayaquil, la marca-Quito.

Al comentar una exhibición de objetos“tribales” en el Museo de Arte Moderno deNueva York, James Clifford cuestiona el gustode la sociedad moderna por apropiarse o porrescatar la alteridad, por organizar las artes nooccidentales a su propia imagen, así como latendencia a descontextualizar esa producción,a descubrir en ellas capacidades “humanas”universales y ahistóricas, a neutralizar sus pro-pios valores (Clifford 1995: 223). Algo seme-jante se podría decir con respecto a los centroshistóricos. En este caso específico estoy lla-mando a discutir las prácticas de promoción ode “revitalización” de lo popular, lo negro, loindígena, mediante la puesta en escena de unfolklore caricaturesco (o de un “foro de las cul-turas”, algo que ha sido cuestionado en el ca-so de Barcelona) en condiciones en las que susformas vivas (sus expresiones culturales coti-dianas) son expulsadas (o tienden a ser expul-sadas, ya que se trata de una política a media-no plazo) de los espacios públicos.

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Por un lado están los procesos fallidos deconversión de los centros históricos en espaciosmuseográficos, escenarios vaciados de conteni-do vital, como ha mostrado Paulo Ormindo deAzevedo para el caso de Salvador Bahia4. Porotro lado están las prácticas de domesticaciónde lo popular, del carnaval, de lo sagrado, la or-ganización de ritos sin eficacia ritual, símbolossin eficacia simbólica (Delgado 2001:64), so-cavando de ese modo su vitalidad, en lugar dedar paso a la revitalización de las culturas (algoque además permitiría que un turismo de ma-yor calidad se beneficie con ello).

Me parece, sin embargo, que no se trata dealgo definitivamente saldado, debido al carác-ter mismo de nuestra modernidad y posmoder-nidad y a la capacidad de escape de la pobla-ción5. Con esto no estoy planteando la posibi-lidad de desarrollar acciones culturales puras, almargen del mercado, el turismo o de la propiacultura de masas, sino en dar paso a las poten-cialidades creativas de la gente, sin interveniren la orientación de ellas. Por un lado hay queconfiar en la inmensa capacidad de los pueblospara redefinir sus imaginarios y sus prácticascotidianas, incluso en el contexto del mundoglobalizado y de una nueva “policía de la cultu-ra”. Además, no existen consumidores pasivosde cultura, sino las diversas “tácticas del consu-midor” de las que habla Michel De Certau. Porotro lado, también el turismo, el comercio, laproducción cultural de los medios, se acomo-dan a las trayectorias locales. Como muestraArjun Appadurai en relación a la India, el turis-mo asume los recorridos de los peregrinajes re-ligiosos, de modo que en el campo cultural setrata de una relación de ida y vuelta.

Patrimonio y políticas de la memoria

El patrimonio es concebido en términos dememoria y de identidad. Pero, ¿quién define laidentidad de una ciudad y desde donde? ¿Sepuede hablar, acaso, de una memoria legítimay de otras que no lo son? Tomemos comoejemplo el caso de la reinvención de una tradi-ción patricia en Guayaquil, criolla en Lima o“culta” en Bogotá y Quito. ¿Al trabajar en laproducción de esos tipos de memoria a travésde ceremoniales públicos, museografía, publi-cidad, producción historiográfica orientadapor publicistas, no se está dejando de lado otrasmemorias posibles como las de los albañiles, lasmujeres, los gremios de artesanos? Al mismotiempo, ¿no se está atribuyendo a la memoriasignificados políticos que responden a requeri-mientos de hegemonía contemporáneos?

“En el ámbito del patrimonio se habla de‘selección que hace la sociedad’ (...) Pero,¿quién es esta sociedad? ¿Quién representa odirige la representación, quién elige el espejoy determina la más o menos sutil curvaturadel cristal, quién piensa y elabora el discurso?,¿quién efectúa la selección? ¿Quién decideque mostrar en la vitrina?” (Prats,1997:33)

Asistimos a la construcción de una memo-ria selectiva y excluyente: a la identificacióndel patrimonio con unos supuestos orígenes oesencias relacionadas con la “limeñidad”, la“quiteñidad” o la “guayaquiñelidad”, a unadomesticación y cosificación de la memoria.Si es así, el problema no radica tanto en el va-lor que se de o se deje de dar a una zona, unaedificación, una plaza, un acta fundacional, si-no en saber de qué modo determinados signi-ficados se convierten en hegemónicos; esto su-pone concebir el patrimonio y la memoria co-mo resultado de construcciones culturales quese desarrollan dentro de determinados camposde fuerzas sociales, étnicos y de género.

Entendemos por “desnaturalización” delpatrimonio las acciones dirigidas a develar susorígenes, desmontar sus supuestos, desinstitu-cionalizarlo, mostrar lo que está más allá deuna arquitectura, establecer la relación entreunos orígenes y un conjunto de intereses y ne-

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dossier4 Ver su artículo en este dossier de Iconos.

5 Se trata, además, de una orientación que está siendocuestionada y frente a la cual se han intentado presen-tar alternativas. Si los museos cumplieron una fun-ción en la representación de la cultura de una nación,hoy se han visto obligados a desarrollar estrategias in-teractivas no formales, de descentramiento de la me-moria, y a relacionar la actividad museológica con laproducción conciente de significados que tengan quever con la vida, necesidades y preocupaciones de lapoblación (estoy pensando, por ejemplo, en la necesi-dad de generar una cultura de respeto a la diferencia).

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cesidades corrientes o -siguiendo a Foucault-poco nobles. Existe, como sabemos, una eco-nomía material y simbólica que define lo queimporta o no en términos de patrimonio encada momento, destaca determinados hitos,zonas, monumentos, obras de arte, dejandode lado e incluso desvalorizando otros.

No se trata de un problema puramentetécnico (o que pueda reducirse a una diferen-cia entre escuelas conservacionistas, integra-cionistas, etc.) sino de una disputa de mayoralcance por los usos sociales y culturales delcentro y, por sus significados, anterior inclu-so a la idea misma de patrimonio. Esa dispu-ta nos remite a finales de la colonia cuando eldespotismo ilustrado intentó poner fin alimaginario barroco, tal como se había dadoen América, consumando un divorcio entrelas devociones indígenas y populares y lasprácticas y ceremoniales institucionalmentelegitimadas. Se trataba, en términos de Gru-zinzki (1994), de una verdadera “guerra de lasimágenes” cuya problemática se ha prolonga-do hasta nuestros días.

Con la modernidad temprana, de finalesdel siglo XIX e inicios del siglo XX, esa dispu-ta por recursos simbólicos estuvo marcada porla idea del progreso, y se expresó en el intentode expulsión de las manifestaciones “no civili-zadas” del centro (y de manera particular enlas relacionadas con el mundo indígena, ne-gro, oriental y popular), así como en el ade-centamiento de los espacios .sociales. Comoseñala Ramón (1999) con relación a Lima, enuna sociedad en la que las elites eran herede-ras de una tradición de privilegio se hacíainadmisible aceptar la presencia de una “po-blación extraña” como la de los chinos (de laque, paradójicamente, dependía económica-mente como fuerza de trabajo). Algo semejan-te sucedió en el resto de ciudades latinoameri-

canas en las que la urbanización tempranaprodujo una disputa por los espacios. La callees, de acuerdo a Sarlo (1996:187), “el lugar,entre todos, donde diferentes grupos realizansus batallas de ocupación simbólica”. El incre-mento de la población como resultado de lasmigraciones y la expansión de las ciudades, enlas décadas siguientes, y los choques culturalesgenerados en medio de ello, provocaron elabandono de los cascos históricos por parte delas elites y su tugurización, así como el desa-rrollo paralelo de criterios conservacionistas.Con la primera modernidad, buena parte delos centros históricos de América Latina fue-ron abandonados a su suerte, sin que por esose deje de atribuirles un significado simbólicorelacionado con una tradición ibérica.

Se trata de momentos anteriores al actualpero que de un modo u otro marcan lo quesucede actualmente ya que muchos de suscontenidos, relacionados con el retorno aunos supuestos orígenes, han sido resignifica-dos. No puedo detenerme en cada uno de esosmomentos; existe una amplia literatura al res-pecto en América Latina y lo que habría queemprender es una lectura desde el presente6.

¿Qué hace que en el contexto de la globa-lización, la renovación urbana y la moderniza-ción, se de tanta importancia al patrimonio?¿Bajo que condiciones determinados espacios,hechos, monumentos, pasan a ser sacraliza-dos, convertidos en recursos para la reinven-ción de una tradición? ¿Pero qué hemos deentender, además, por tradición en el contex-to de la formación de sociedades posnaciona-les en las que, paradójicamente, el destino denuestros países y de su gente intenta ser defi-

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Asistimos a la construcción de una memoria selectiva y excluyente: a la identificacióndel patrimonio con unos supuestos orígenes o esencias, a una domesticación y cosifi-cación de la memoria. El problema no radica en el valor que se de a una zona, sino

en saber de qué modo determinados significados se convierten en hegemónicos.

6 La historia, como la antropología, pueden darnos unaserie de pistas y elementos de comparación para en-tender lo que pasa con los centros históricos.

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nido desde estrategias hegemónicas globales? No se pueden negar los logros de las inter-

venciones en los centros históricos de Quito,Lima o Bogotá en términos de rehabilitaciónde determinados espacios. Pero lo que está endiscusión es el sentido político y cultural deesas intervenciones. La idea de patrimonio esresultado de una economía simbólica relacio-nada con “políticas de la memoria” pero de-pende, además, de estrategias dirigidas a renta-bilizar el centro en función de determinadosintereses, principalmente relacionados con laindustria del turismo y el negocio inmobilia-rio. Aunque se trata de campos que respondena lógicas distintas, se condicionan mutuamen-te. Así, muchas veces la llamada defensa delpatrimonio (planteada en términos culturales)constituye un recurso empleado para la reno-vación urbana. Otras veces el discurso sobre lacultura o la identidad se origina en las agendasturísticas internacionales. Por lo general, quéhacer o no hacer en los centros históricos se re-laciona estrechamente con las imágenes gene-radas por los medios y tiene que ver con lo quedesde el sentido común institucional es conce-bido como decente o indecente, culto o incul-to, civilizado o no civilizado. Las acciones enlos centros históricos se definen en términosde cultura ciudadana (es por eso que son capa-ces de generar un consenso), pero no son aje-nas a estrategias de inversiones en campos co-mo el turismo y el negocio inmobiliario.

No olvidemos, sin embargo, que se desa-rrolla al mismo tiempo una lucha, muchas ve-ces invisible e invisibilizada, por los usos delos espacios o por el “descentramiento de latradición y de la memoria”, que responde aldesarrollo de identidades distintas a las de lacultura institucional, como es el caso de lasmujeres, los pueblos negros e indígenas o deciertas capas populares urbanas víctimas de laviolencia política o social, minorías sexuales,desplazados. Se trata de una disputa sobre bie-nes escasos: los espacios centrales, las calles,las plazas, el uso de las edificaciones, la posi-bilidad de conjugar distintas memorias, asícomo por un sentido democrático e incluyen-te de lo público. Una disputa que se libra, so-bre todo, en términos prácticos y desde elmargen y que está relacionada, además, con loque en términos de Bourdieu podríamos lla-mar los sentidos sociales del gusto. En esteámbito se viene cuestionando la confusiónentre patrimonio y la construcción de campostemáticos así como la necesidad de abordar eltema de la diversidad como superación del ra-cismo y la desigualdad y no como mercancía.

Bibliografía

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Arandt Hannah,1998, La condición humana, Paidós, Barcelona.Clifford, James, 1995, Dilemas de la cultura, Gedisa, Bar-

celona.Debord, Guy, 2003, La sociedad del espectáculo, Pre-Tex-

tos, Madrid.De Certau, Michel, 1996, La invención de lo cotidiano,

Universidad Iberoamericana, México.Delgado, Manuel, 2001, El animal público, Alfaguara,

Barcelona.Gruzinzki, Serge, 1994, La guerra de las imágenes. De Cris-

tóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019), Fondo deCultura Económico, México.

Institut Catalá d´Antropologia, 2004, La otra cara del Fo-rum de les Cultures, Ediciones Belaterra, Barcelona.

Prats, Llorenc, 1997, Antropología y patrimonio, Ariel An-tropología, Barcelona.

Ramón, Gabriel, 1999, La muralla y los callejones, inter-vención urbana y proyecto político en Lima durante lasegunda mitad del siglo XIX, Pomperú-Sidea, Lima.

Sarlo, Beatriz, 1996, “Modernidad y mezcla cultural”, enVázquez, Horacio, director, Buenos Aires, 1880-1930,Alianza Editorial, Madrid, pp. 183-195.

Diarios consultados: El Comercio de Lima, El Comerciode Quito, El Universo de Guayaquil.

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Plaza Grande, Quito, hacia 1920

José

D.L

asso

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centros históricos

Fernando Carrión1

El presente artículo nace del estudio y la refle-xión sobre lo que se ha hecho y estudiado enlos centros históricos (CHs) más importantesde América Latina. Para el desarrollo de la ló-gica expositiva se plantean tres preguntas cla-ves en torno a) a lo que está ocurriendo en losCHs, b) a lo qué pasaría en ellos si no se hacenada y se deja que las fuerzas sociales operenbajo su propia inercia, y c) a lo que correspon-dería hacer (las políticas posibles y deseables)para que los CHs puedan seguir existiendo.

¿Qué sucede con los centros históricos en el nuevo patrón de urbanización?

En América Latina el patrón de urbanizaciónha entrado en un franco proceso de transfor-mación: si en los años 40s la urbanización sedirigió hacia la expansión periférica, en la ac-tualidad lo hace hacia la ciudad existente: sepasa de una tendencia exógena y centrífugadel desarrollo urbano, hacia una endógena ycentrípeta. Es una urbanización que transitadel tradicional concepto de ciudad frontera aotro de ciudad en red.

Con esta vuelta de prioridad a la urbeconstruida2, el centro histórico cobra un pesosingular y su naturaleza cambia; se planteannuevos retos vinculados a las accesibilidades,a las centralidades intraurbanas, a las simbo-logías existentes y a las relaciones sociales quele dan sustento; se revaloriza la centralidadhistórica y se plantea el reto de desarrollarnuevas metodologías, técnicas y conceptosque abren nuevas perspectivas analíticas ymecanismos de intervención que superan losparadigmas monumentales.

Esta transformación sustancial del objetocentro histórico y, de manera correlativa, delas formas de entenderlo y actuar sobre él tie-nen que ver, al menos, con lo siguiente:

a) Incremento de la pobreza urbana

Un reciente estudio de Arraigada (2000) con-signó que el 62% de los pobres habitan en lasciudades. Si esto es así, no sólo que la mayoríade la población urbana es pobre sino que lasciudades en su totalidad también lo son. Estoda lugar a pensar que hemos pasado de las“ciudades de campesinos” -que nos mostraraRoberts (1978)- a las “ciudades de pobres”.

Las ciudades de pobres son pobres, porqueasí como todo lo que topa el Rey Midas lo con-vierte en oro, la pobreza donde llega todo loencarece y erosiona. Existen varios estudiosque muestran que la pobreza resulta ser máscara que la riqueza. Por ejemplo, el acceso alagua potable por tanque cisterna es más costo-

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Los

en la era digital

1 Director de CODEL e investigador de FLACSO ([email protected]).

Carrión, Fernando, 2004, “Los centros históricos en laera digital”, en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador,Quito, pp.35-44.

2 Que exige políticas y acciones urbanísticas dentro delas ciudades, es decir, urbanización de la ciudad oreurbanización.

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so y de menor calidad que por la tubería delsistema formal; el abastecimiento de víveres esde peor calidad y de mayor precio en las comu-nidades urbanas distantes que en los supermer-cados; la vivienda, el transporte y el créditotambién tienen un comportamiento similar.La pobreza social concentrada en el hábitattiende a degradarlo y éste hábitat erosionado seconvierte en factor adicional de la pobreza; esdecir, un círculo sin fin de la pobreza. En eseproceso, los CHs se convierten en el espacioestratégico para el “mundo popular urbano”donde cobra vida el tugurio, el comercio am-bulante, la prostitución y la informalidad, co-mo mecanismos o estrategias de sobrevivenciapara los sectores populares urbanos.

Los sectores de más bajos ingresos residen-como estrategia de sobrevivencia- en los lu-gares de renta nula. Esto es donde las condi-ciones del sitio son más complejas para el de-sarrollo urbano y donde los servicios no exis-ten o son precarios (periferia); pero tambiénen los lugares centrales de la ciudad gracias aluso intensivo del espacio y al hacinamientode la población, bajo la modalidad económi-ca del tugurio: muchos pocos hacen un mucho.En uno y otro caso deterioran el medio am-biente urbano, natural o construido, y se con-vierten en causa y efecto de la pobreza.

Asimismo, el comercio callejero tiene sen-tido en la centralidad porque allí es posible laconvergencia de tres condiciones: uso privadodel espacio público sin que se paguen los cos-tos reales de la localización; no pago de lostributos al consumo, a las transacciones mer-cantiles y a las importaciones; y finalmente laexistencia de una demanda cautiva.

Esta condición de la pobreza conduce a unciclo perverso: la inversión realizada en losCHs incrementa las rentas del suelo, las cua-les plantean la expulsión de la población demenos recursos económicos o, en su defecto,

el incremento de la densidad de uso de los so-portes materiales por la vía de la tugurización.Esto significa que los lugares centrales quetienen un valor patrimonial se deterioran porla falta de políticas públicas y estrategias dedesarrollo urbano que superen la pobreza yrompan este ciclo perverso.

En suma, los CHs en América Latina vi-ven una contradicción estructural: la concen-tración de la riqueza histórico-cultural y de lapobreza socio-económica de la población. Unadefinición de este tipo requiere una políticaque trate la totalidad de contradicción sinprivilegiar -como se ha hecho hasta ahora-uno de sus polos (lo cual conduce a una polí-tica también contradictoria de preservación -la riqueza- y desarrollo -la pobreza-)3.

b) La transición demográfica

América Latina concentró en 1950 el 41% dela población en ciudades y en 2000 el 78%(HABITAT 1999). La concentración de lapoblación en áreas urbanas tiene su contra-parte en la reducción de las tasas de urbaniza-ción. Si en 1950 Latinoamérica tenía una ta-sa promedio de 4.6, para el 2000 se redujo ala mitad, 2.3. La disminución es lógica por-que hay menos población residente en elcampo y menos decisión para migrar. Si seentiende que la migración es un proceso fini-to, tenemos que en 1950 había un 60% de lapoblación potencialmente migrante, mien-tras que en la actualidad se reduce al 20%.Esto significa que en la región se cerró el ci-clo de la migración del campo a la ciudad ydel crecimiento vertiginoso de las urbes (que

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dossier

El regreso a la ciudad construida (introspección) tiene como contraparte una cos-mopolización e internacionalización de la ciudad. Estaríamos entrando en una fasede introspección cosmopolita: si no hay una política para que los CHs se articulena ella, el proceso de globalización va a terminar marginándolos o periferizándolos.

3 Basada en un énfasis a lo físico-espacial y en un me-canismo de regreso al pasado, la concepción monu-mentalista tiene a la conservación como eje unilateralde su política.

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produjo una lógica de urbanización sustenta-da en la periferización y la metropolización).

Paralelamente, se abrió un nuevo procesomigratorio, esta vez dirigido hacia el exteriorde los países e, incluso, de la región: la migra-ción internacional. Hoy muchos de nuestrospaíses tienen demográficamente sus segundas yterceras ciudades fuera de los territorios na-cionales e, incluso, continentales4. Económi-camente la región recibe alrededor de 25 milmillones de dólares al año por concepto de re-mesas5. Políticamente se vive un proceso deformación de “ciudadanías múltiples”6, y cul-turalmente la conformación -como dice Beck(1998)- de “comunidades simbólicas” confi-guradas en “espacios sociales transnaciona-les”7. En términos urbanos, se enlazan Ciudadde México con Los Angeles, La Paz con Bue-nos Aires, Lima con Santiago, Quito conMurcia, porque el migrante reproduce la cul-tura del lugar de su origen en el del destino, y

también se establecen lazos interurbanos quehacen repensar el continuo urbano-urbano.¿Cómo pensar un centro histórico que no só-lo está disperso en una ciudad sino que estáen otras ciudades y países?

La doble determinación demográfica -re-ducción de las tasas de migración rural-urba-nas e incremento de las migraciones por fue-ra de los territorios nacionales, en un contex-to de globalización de la sociedad- plantea lacontradicción entre el regreso a la “ciudadconstruida” en un contexto de internacionali-zación (introspección cosmopolita). Estacontradicción es fundamental para los CHsporque revaloriza el peso de la ciudad cons-truida y, dentro de ella, otorga mayor signifi-cación a las centralidades urbana e histórica.Pero así como éstas últimas resultan revalori-zadas, también entran a competir entre ellas,con lo cual la contradicción entre la centrali-dad urbana e histórica adquiere una relevan-cia sin par, porque hay una disputa de las fun-ciones entre los lugares donde históricamentese concentraban y los nuevos espacios dondeempiezan a desarrollarse8.

c) La globalización y la revolución científico tecnológica

Se vive a escala planetaria un proceso de globa-lización de la economía, la política y la cultura

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4 La quinta parte de los mexicanos y la cuarta de los cu-banos viven en Estados Unidos; Buenos Aires es lacuarta ciudad de Bolivia, Los Ángeles la cuarta deMéxico, Miami la segunda de Cuba, Nueva York lasegunda de El Salvador. Quito puede ser la segundaotavaleña, México la mayor mixteca y La Paz la másgrande aymara.

5 “De acuerdo al Fondo Multilateral de Inversiones(FOMIN) del BID, las remesas en América Latina al-canzan alrededor de 25.000 millones de dólares alaño y se proyecta que de continuar con las tasas decrecimiento actuales, el valor de las remesas acumula-das para la siguiente década 2001-2010 podría alcan-zar los 300.000 millones de dólares” (Avalos 2002).México recibe 10 mil millones de dólares anuales porremesas, en El Salvador es la primera fuente de ingre-sos y en el Ecuador la segunda. Fenómeno similarocurre en Cuba o República Dominicana, Nicaraguao Panamá y Colombia o Perú. En Brasil las remesasequiparan a las exportaciones de café.

6 Reconocimiento a la doble y triple nacionalidad, elotorgamiento del derecho al voto al migrante y el re-conocimiento de regiones extraterritoriales.

7 Esta sería la forma privilegiada de articulación de la“ciudad en red” desde América Latina, que si bien seapoya en las nuevas tecnologías de la comunicación(NTIC), no tendría tanto peso el determinismo tec-nológico como ocurre con las “ciudades globales”.

8 Gracias a la condición de centralidad que es portadorel centro histórico, contiene valores simbólicos prove-nientes de las actividades políticas (asiento del Estadonacional), económicas (centro comercial), culturales(iglesias) y sociales (trama social) que son disputadospor una nueva centralidad en desarrollo.

Cel

este

Var

gas

Calle de La Habana

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que tiene como contrapartida la localizaciónde sus efectos en lugares estratégicos: las ciuda-des (Sassen, 1999). Pero la globalización no esun fenómeno externo sino parte constitutivade lo local. Es decir, asistimos a un proceso deglocalización (Robertson 1992) que, para el ca-so que nos ocupa, produce tres efectos signifi-cativos: primero, reduce la distancia de los te-rritorios, con lo cual los conceptos principalesdel desarrollo urbano se modifican -accesibili-dad, centralidad, velocidad-; segundo, aceleray multiplica la historia en espacios distintos ydistantes; y tercero, el lugar principal de socia-lización queda circunscrito al ámbito de lasnuevas tecnologías de la comunicación9.

En el caso de los CHs el proceso de gloca-lización se evidencia en tres aspectos. Primero,en términos económicos, la centralidad es unelemento fundamental de la competitividad delas unidades económicas urbanas porque allí seconcentra la infraestructura (servicios, tecnolo-gía), las comunicaciones (telefonía, vialidad),los recursos humanos (consumo, producción)y la administración (pública, privada). En elcaso de los CHs hay, además, una proyecciónmundial a través del turismo, las remesas y lacooperación internacional. Segundo, en térmi-nos culturales, el centro es un espacio de inte-gración social y cultural con proyección inter-nacional, que opera como mecanismo de for-talecimiento del sentido de pertenencia a lasculturas locales. Tercero, en términos políticosvive un proceso de desnacionalización por lo-calización y privatización: con los procesos dereforma del Estado (apertura, privatización ydescentralización) el municipio adquiere unamayor funcionalidad, por lo que asistimos aun regreso a la ciudad-estado donde los lugarescentrales se convierten en los puntos de avan-zada de este proceso.

Estas tres situaciones (pobreza, demografíay globalización), vinculadas al cambio del pa-trón de urbanización en la región, definen trestensiones estructurales propias de los CHs enAmérica Latina. La primera tensión, entre ri-queza histórico-cultural y pobreza económico-social se expresa en la presencia de importan-tes valores culturales -tangibles e intangibles-construidos a lo largo de la historia, contra-puestos a la existencia de una población quevive y trabaja en condiciones deplorables.

La segunda tensión, entre centro urbano ycentro histórico, está latente en la vida y fun-ción de los centros históricos. La disputa porla centralidad urbana, con la que nacieron losCHs no ha culminado y más bien se ha agu-dizado. Mientras la centralidad urbana tienelógica propia la histórica requiere de políticaspúblicas sólidas para existir, porque si se dejaque las fuerzas del mercado operen, en unplazo relativamente corto las nuevas centrali-dades urbanas terminaran erosionando lascentralidades históricas. La conformación deuna nueva centralidad urbana pone a los CHsen una disyuntiva interesante pero peligrosa:convertirse en reducto de la memoria (del pa-sado) o asumir su condición del eje del por-venir urbano (del futuro).

La tercera tensión, entre lo global y lo local,conduce a una internacionalización inéditade los CHs, donde lo global no debe ser vis-to como algo externo a lo local y donde loslugares centrales se articulan en red con otrosCHs, de la misma o de otras ciudades. Perotambién plantea exigencias en cuanto a la fle-xibilización de los servicios e infraestructurasy al fortalecimiento de la cultura local comoforma de proyección mundial.

En suma, lo que tenemos es un paso de laurbanización periférica hacia la ciudad cons-truida y la formación simultánea de territo-rios translocales, o ciudades en red, construi-dos a partir de imaginarios articulados en es-pacios distintos. Esto lleva a preguntarse: ¿có-mo pensar los CHs con estas centralidadesextendidas y articuladas? ¿Cómo pensar losCHs en esta confrontación con la centralidadurbana? En otras palabras, una de las caracte-

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dossier

9 En épocas pasadas la socialización se hizo en la ciudad(Ágora o Polis) o en el aula de la escuela, hoy se la ha-ce en los medios de comunicación. García Canclini(2000) muestra que el 28% de los migrantes que lle-gan a Ciudad de México, no llegan para vivir el espa-cio público urbano sino para recluirse en el mundodoméstico para ver la televisión. Y ven básicamente lomismo que en el campo: las noticias, el fútbol y las te-lenovelas.

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rísticas del proceso de urbanización y de glo-balización en América Latina es que esta in-trospección (o regreso a la ciudad construi-da), tiene como contraparte una cosmopoli-zación e internacionalización de la ciudad. Siesto es así, estaríamos entrando en una fase deintrospección cosmopolita, del que no están au-sentes los CHs. De allí que si no hay una po-lítica para que los CHs de América Latina searticulen a esta introspección cosmopolita, elproceso de globalización va a terminar margi-nándolos o periferizándolos.

¿Qué puede ocurrir con los centros históricos?

¿Qué puede pasar con los CHs en este con-texto, si tenemos en cuenta que son un pro-ducto histórico que nace, se desarrolla y mue-re, como todo proceso social? Intentar res-ponder esta pregunta nos lleva a formular treshipótesis respecto de su devenir.

a) Podemos estar viviendo su fin. Si partimospor la opción más negativa, se puede plan-tear que los CHs se están muriendo. Lahipótesis de partida fue la diferenciaciónentre centro urbano y centro histórico,donde el primero le extrae las funciones decentralidad al segundo y, en ese proceso,termina degradándole. La centralidad lapuede perder por varias vías: vaciamientode funciones, homogeneización de usos,incremento de pobreza, nuevas centralida-des y rezago tecnológico10. Ejemplos de es-ta situación son San Telmo en Buenos Ai-res o Candelaria en Bogotá, que se han pe-

riferizado, pero también Santo Domingoo Cartagena que han tenido una propues-ta única y no heterogénea. Además, estánaquellos que empiezan a vaciarse de socie-dad debido a que los CHs están pierdenpoblación residente. En suma, al perdercentralidad los CHs se transforman en lu-gares o barrios históricos y dejan de ser loque son: centros.

b) Podemos estar viviendo el aparecimiento denuevas formas de centralidad, sobre la basede las siguientes vías:

• Una primera que se vive la transformacióndel centro histórico de un espacio de en-cuentro hacia otro de los flujos11. Un casointeresante para analizar es la formación decentralidades longitudinales como ocurreen Bogotá -a partir del proyecto de trans-porte Transmilenio y de los espacios públi-cos colindantes-, así como en La Paz, desdesu centro histórico hacia la Av. El Prado.

• Una segunda vía puede ser aquella que sur-ge de la integración de CHs bajo la moda-lidad en red. ¿Cómo entender los CHs enespacios discontinuos, en espacios que es-tán más allá de fronteras definidas a travésde contenidos físicos? Esto permite com-prender que el centro histórico de Coyoa-cán está vinculado con el de la ciudad deMéxico, así como también el de Lima conel de Santiago o el de Quito con el Murcia.Esto significa que las centralidades estánarticuladas social, cultural, económica-mente sin que exista un espacio continuo.

• Una tercera vía se inscribiría en aquelladefinición de los “no lugares” (Augé

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¿Cómo recuperar lo público para la política sobre los centros históricos? Rehabilitarlos CHs dependerá de la recomposición de su gestión a través de un marco institu-

cional compuesto por leyes, políticas y órganos diseñados para el efecto y, sobretodo, de una ciudadanía capaz de potenciar el orden público ciudadano.

11 Siguiendo a Castells (2002), en el sentido de que es-taríamos viviendo el paso del espacio de los lugares alde los flujos.

10 Plantearse el tema de la tecnología de punta para losCHs es una forma central de reconstituir la competi-tividad, conectividad y posicionamiento perdidos.

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2000): se constituye una centralidad en laperiferia, con tecnología de punta y acce-sibilidad altamente diferenciada y exclu-yente. Se trata de la centralidad típica de laglobalización, con sus propios artefactos.El caso de Santa Fé en ciudad de México.

• Y por último, la centralidad virtual, don-de los portales del internet cumplen el rolde una centralidad difusa carente de un re-ferente territorial.

c) Fortalecimiento de la centralidad histórica.La tercera hipótesis puede llevar al fortaleci-miento de los CHs sobre la base del desarro-llo sustentable y no de la conservación o pre-servación; lo cual supone insersión en redesurbanas, refuncionalización de la centralidaden el contexto de la ciudad, reconversión tec-nológica, posicionamiento y competitividad.Desgraciadamente no hay un caso que reúnalas condiciones, aunque justo es decirlo que síexisten casos que han trabajado algunas de lasdimensiones.

En la realidad estas hipótesis pueden ope-rar simultáneamente, aunque -probablemen-te- alguna de ellas tenga, como tendencia ge-neral, un peso mayor que las otras. Indepen-dientemente de las hipótesis planteadas, losCHs están viviendo una dinámica que hacepensar que su futuro está en juego. Muchomás si no se reconoce esta situación y se sigueoperando con los enfoques monumentalistasy conservacionistas.

¿Qué se puede-debe hacer en los centros históricos?

Los CHs tienen una doble dimensión de su ca-rácter público: se trata del espacio público porexcelencia de la ciudad y deben ser gobernadosdesde un marco institucional público-privado.

a) El centro histórico como espacio público

El centro histórico es el lugar privilegiado dela tensión que se vive en la ciudad respecto delas relaciones Estado-sociedad y público-pri-vado. Lo es porque se trata del lugar que máscambia en la ciudad -el más sensible y, portanto, flexible para adoptar mutaciones- yporque es el espacio público por excelencia,debido a que en él se produce la simbiosis(encuentro), lo simbólico (identidades múlti-ples y simultáneas) y la polis (espacio de dis-puta y disputado). Esta condición es posiblede comprenderla si se le entiende al CH co-mo un “espacio público” que debe ser recono-cido no por sus partes aisladas (visión monu-mentalista) o por las calles y plazas (visiónrestringida), sino por el significado que tienecomo un todo para la ciudadanía.

Simbiosis: es un espacio público que tienela función urbana articuladora e integradoraen lo social. Es un espacio de simbiosis porser un lugar de encuentro al cual todos con-vergen directa o indirectamente. Por eso, elpeso de la conectividad, el posicionamiento yla accesibilidad es fundamental. Esta condi-ción le hace ser un espacio distinto y particu-lar de la ciudad y, en algunos casos, de la hu-

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dossier

Centro histórico de Quito

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a

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manidad, cuando hay un reconocimiento ex-preso de la comunidad internacional (Decla-raciones de Patrimonio de la Humanidad).

Simbólico: es un espacio público porque esun ámbito donde la población se socializa, seinforma y se expresa cívica y colectivamente.Y ello es factible por la heterogeneidad defunciones, gentes, tiempos y espacios quecontiene. Se trata del “espacio de todos”, quele da el sentido de identidad colectiva a la po-blación que vive más allá del centro (espacio)y más allá del presente (tiempo). Esto signifi-ca que su condición pública transciende eltiempo (antiguo-moderno) y el espacio (cen-tro-periferia), produciendo un legado trans-generacional y trans-espacial que define una“ciudadanía derivada” (herencia).

Polis: la cualidad de espacio público tam-bién se explicita porque no existe otro lugarde la ciudad que tenga un orden público tandefinido y desarrollado. Allí están las particu-laridades del marco legal compuesto por le-yes, ordenanzas, códigos e inventarios parti-culares12 y de las múltiples organizaciones pú-blicas que conforman el marco institucional.Esto significa que la gestión se hace desde lopúblico, a través de una legitimidad de coac-ción, regulación y administración colectivas.Pero también porque los CHs tienen diversospatrimonios simbólicos surgidos del hecho deque son un espacio de disputa y disputado,donde la política es un eje fundamental. Porser el espacio de mayor confrontación urba-na, los CHs no son un problema técnico sinoun problema político.

De allí que los diversos patrimonios sim-bólicos estén subsumidos bajo una simbolo-gía hegemónica que niega la heterogeneidad.Se trata de un discurso que plantea un retor-no a los orígenes (cuando es el lugar que máscambia de la ciudad), que interviene con uncriterio monumentalista y que lo social comofreno13. En los CHs se disputa, como en nin-

gún otro lado de la ciudad, el tiempo y el es-pacio. Y todo porque hay un imaginario espa-cial y temporal que se confronta con otros al-rededor del aquí-allá, del ayer-mañana, deladentro-afuera y del pasado-futuro, explica-ble porque existe un espacio imaginado y otroespacio simbolizado, distintos del espacio vi-vido. De allí que se construya un imaginarioy una simbología hegemónicas desde una po-blación que ni siquiera vive ese espacio y quelo ve como de los otros (la otredad), a partirsus prejuicios e intereses.

Por otro lado, vivimos la época de la pri-vatización de la gestión pública en todos susórdenes. Esta llega a los CHs para tomar par-tido en el espacio público -como un todo ysus partes- más importante de la ciudad. Laprivatización de la gestión de los centros his-tóricos se vive a través de la lógica privada deadministración urbana con la profusión depatronatos (Lima), corporaciones (Santiago),fundaciones (México), empresas (Quito), asícomo también de empresas que invierten di-rectamente (American Express, McDonalds)y de organismo multilaterales de crédito queimpulsan la participación privada.

Estas nuevas modalidades de gestión con-ducen a nuevas formas de construcción deidentidades que llevan, a su vez, a preguntascomo las siguientes: ¿Se pulveriza el sentido delo nacional en lo local? ¿Se fragmenta la inte-gración por tipos de mercados? ¿La globaliza-ción homogeniza las políticas de renovación?Bajo esta tendencia, los CHs empiezan a servíctimas del abandono de lo cívico y de la per-dida de su condición de espacio público. Expe-rimentan una concentración de la propiedad,la penetración de capitales transnacionales endesmedro del pequeño capital nacional y la re-ducción del compromiso de la población conla zona; es decir, de erosión de la ciudadanía.

La discusión de lo público y lo privadodentro de los CHs pueden fortalecer las ten-

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12 “El espacio público es un concepto jurídico: es un es-pacio sometido a una regulación específica por partede la administración pública, que es propietaria de lafacultad de dominio del suelo y que garantiza su acce-sibilidad a todos y fija las condiciones de su utilizacióny de instalación de actividades” (Borja 1998: 45).

13 Allí radica el concepto peyorativo de la noción de an-tigüedad (viejo), de la seguridad (violencia), de lo am-biental (sucio y contaminado) propios de una percep-ción elitaria del mundo popular, característica de losCHs de América Latina.

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dencias públicas del centro histórico, estable-cer nuevas relaciones de cooperación público-privado, incentivar el significado del “peque-ño patrimonio” para el capital y definir la sos-tenibilidad económica y social de los empren-dimientos. Sin embargo, justo es señalar, estatemática trae un núcleo de preocupaciones ydiscusiones que vinculan a las relaciones de lasociedad y el Estado, en la perspectiva de re-construir el centro histórico como espaciopúblico. Todo esto en la medida en que la pri-vatización no se la formule como dogma.

Por otro lado, según García Canclini(2000:171) se vive un cambio de la ciudadcomo espacio público porque es “en los me-dios masivos de comunicación donde se de-senvuelve para la población el espacio públi-co”. Esto significa que los circuitos mediáti-cos tienen más peso que los lugares urbanostradicionales de encuentro, de formación deidentidad y de construcción de imaginarios.En esa perspectiva, los CHs sufren un impac-to significativo por la “competencia” que tie-nen por parte de las redes comunicacionales.Para superar esta anomalía deben actuar co-mo uno de ellos, esto es, operar como un me-dio de comunicación que potencie su esenciay que en la necesaria búsqueda de referentesque tiene la población le lleve a acercarse a lascentralidades urbanas e históricas.

b. Lo público para el gobierno del centro histórico

¿Cómo recuperar lo público para la políticasobre los centros históricos? Si los CHs fue-ron el origen de la ciudad, quiere decir que alprincipio tuvieron un gobierno único y gene-ral. Esta condición histórica cambia cuandola ciudad crece produciendo la diferencia en-tre centro histórico, centro urbano y ciudad,con lo cual su gobierno pierde especificidad.Desde este momento, el deterioro de los CHsva de la mano del deterioro de su gestión pú-blica. Primero, porque al momento en que laciudad desbordó los límites del hoy llamadoCH, su gobierno se amplió hacia otros luga-res de la nueva ciudad; segundo, porque laspolíticas urbanas le dieron la espalda a la cen-

tralidad al poner las prioridades del desarrollourbano en la expansión periférica; tercero,porque la presión privada fue tan fuerte queterminó por desbordarla; y cuarto, porque seconstruyó una maraña institucional nacionaldiversificada y compleja.

Es decir que el estado nacional, el mercadoy la urbanización produjeron una expropia-ción y pérdida -para el centro histórico- del re-ferente institucional (transparencia, legitimi-dad) y de la unidad de actuación (eficiencia,discurso), lo cual contribuyó a su deterioro.

Hoy muchos CHs tienen una poblaciónsuperior a muchas ciudades, una complejidadurbana importante, un poder simbólico quetrasciende el tiempo y el espacio y, paradójica-mente, no tienen una estructura institucionalespecífica que los gobierne. Muchos CHs sonel asiento de los poderes públicos, los cualesdefinen cualidades simbólicas únicas, pero ca-recen de competencias de gobierno. Como re-sultado se tiene la ausencia de una administra-ción pública propia. Es decir, que los CHs per-dieron las posibilidades de auto gobernarse y loque quedó fue un marco institucional de ges-tión disperso que cuenta con varias adminis-traciones de base territorial (caso Lima) y conun conjunto de instituciones sectoriales, inco-nexas y superpuestas (caso México). Esto signi-fica que existe un marco de intervención ca-rente de un referente institucional único, don-de confluyen desarticuladamente organismosnacionales y locales, públicos y privados.

Esto ocurre en un momento en que se per-filan nuevas modalidades de gestión, que tie-nen como antecedentes a un marco institu-cional que ha transitado por tres momentos:

• Uno primero en que la sociedad civil, re-presentada por ciertas elites cultas locales(los notables), reivindica ante el Estadonacional la necesidad de preservar los va-lores histórico-culturales de las ciudades.Su propuesta proviene principalmente dela arquitectura, como hecho cultural artís-tico y como escultura monumental.

• Uno segundo cuando el Estado nacionalconstruye un marco institucional a travésde órganos especializados (ministerios de

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dossier

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cultura, institutos de patrimonio) que de-finen políticas públicas que fortalecen lallamada identidad nacional. En este mo-mento los CHs logran urbanizarse bajo laconcepción de conjunto monumental.

• Uno tercero en que los marcos institucio-nales de gestión de los CHs se encuentranen transición, aunque con poca claridadhacia donde caminan. La discusión se cen-tra en los modelos de gestión en los CHs yes lógico que así suceda porque los sujetospatrimoniales han cambiado y aumentado.El marco institucional, las modalidades degestión y el carácter de las intervencionesen los CHs se configuran a partir de undoble movimiento de desnacionalización:un tránsito del gobierno nacional al local(descentralización) y de lo público a lo pri-vado (privatización)14. La desnacionaliza-ción hace perder el carácter nacional de lasidentidades generadas por los CHs, puestoque los referentes fundamentales comien-zan a ser internacionales15 y locales.

La descentralización tiene dos vías: una, queva del nivel nacional hacia el local, a través dela transferencia de competencias a la órbitamunicipal en detrimento de la nacional. Yotra que se desarrolla al interior del gobiernolocal con la creación de instancias intra-muni-cipales. Este proceso se profundiza dentro delas ciudades más grandes16 y no está exento deconflictos. Si bien ésta es una tendencia gene-ral no se puede desconocer lo peligroso que es

asumir una posición teleológica, creyendoque es inevitable el tránsito de una gestióncentral a otra local y de ésta a una privada.

Con este cambio del marco institucionalse inicia un refrescamiento en la concepciónde las políticas urbanas, que va más allá de lasmiradas espacialistas. Los CHs se conviertenen un espacio de disputa y disputado que tie-ne como telón de fondo posiciones ideológi-cas contrapuestas, como aquellas que buscanla rehabilitación de la gestión desde la resigni-ficación de lo público y la transposición me-cánica de la llamada modernización-privati-zación del Estado hacia los CHs. Superar es-ta visión dicotómica es importante y es en lacooperación público-privado donde se pue-den encontrar las salidas17.

Si bien esta es la tendencia general, la reali-dad de la gestión sobre los CHs muestra unacombinación de situaciones. Tenemos un mar-co institucional de gestión de los CHs que aúnno logra consolidarse, por lo que se pueden en-contrar algunas de las siguientes situaciones:

• Hay CHs que son administrados por uncomplejo institucional disperso (Carrión2000), proveniente de un conjunto de su-jetos patrimoniales que tienen competen-cia para intervenir en ellos. La ventaja quetiene un modelo disperso es que los distin-tos actores pueden construir órdenes dife-rentes, expresando en la realidad lo diver-so. La desventaja radica en que cada unode ellos termine por negar al otro, neutra-lizándose mutuamente, con lo cual la re-novación puede degradarse. La inexisten-cia de espacios de coordinación, de con-senso, de concertación de hegemonías,puede ser más perjudicial que beneficiosa.Estamos bajo un marco institucional de-sarticulado donde Quito y de México ilus-tran esta situación, siendo los más grandesy complejos de la región.

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14 Se pasa de la gestión de instancias nacionales, tales co-mo los institutos nacionales de cultura (Brasil), antro-pología e historia (México), institutos de patrimoniocultural (Ecuador), hacia el manejo de la competen-cia por parte de los gobiernos municipales o, incluso,hacia fundaciones o empresas privadas.

15 Con la asunción de las funciones de capitalidad porparte de Miami, se observa una conversión respectodel peso de las influencias urbanas y arquitectónicasde los centros históricos. Se pasa de los referentes es-pañoles, italianos, portugueses o franceses hacia una“miamización” de la cultura local y, por tanto, de loscentros históricos. “Lo que París, Madrid o Londressignificaron en otra época para los latinoamericanosahora lo representan para las élites Nueva York, paralos sectores medios Miami o Los Angeles” (GarcíaCanclini 2000: 177).

16 Este proceso debe interrogarnos respecto de lo queocurre en los CHs de las ciudades más pequeñas.

17 Allí están las experiencias de gestión público-privadade Recife o de Quito, y las propuestas de construiruna autoridad legítima descentralizada de Montevi-deo o de Río de Janeiro.

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• Hay CHs que tienen una administraciónconcentrada. En este caso hay un poder lo-cal constituido que cuenta con suficienteautoridad como para someter bajo sus polí-ticas al resto de los sujetos patrimoniales. Elcaso de La Habana, con la Oficina del His-toriador, es ilustrativo, así como también lacomuna de Santiago de Chile. Sin embargohay una diferencia: en el primer caso la má-xima autoridad es delegada de un poder na-cional y en el segundo es electa por la po-blación de la comuna, debido a la corres-pondencia que existe entre centro histórico-como unidad territorial (comuna)- con laforma de administración (municipio).

• Hay CHs que cuentan con varias institu-ciones que conforman un complejo institu-cional articulado, sobre la base de la auto-ridad municipal como núcleo funcionaldel complejo. La hegemonía de lo munici-pal no puede negar la existencia de otrasposiciones institucionales (por ejemplo,nacionales) porque de esa manera se ga-rantiza la existencia de múltiples y simul-táneas identidades que expresan el dere-cho al centro histórico y no se produce unmonopolio en la propuesta de renovación,que sería contraria a la realidad heterogé-nea de los centros históricos. Se garantiza,de esta manera, el pluralismo, pero sinperder gobernabilidad.

Por estas vías se abre la posibilidad del gobier-no de los CHs -no sólo de administración ogestión-. Es probable que este giro pueda em-pezar a producir situaciones interesantes e in-novadoras en términos teóricos y prácticos.Los casos de Santiago, como Comuna, el deRío de Janeiro, con una Subprefectura, y el deQuito, con una Administración Zonal, po-drían ser el antecedente para esta mutación,en la medida en que transiten hacia una auto-ridad política elegida democráticamente18.

En suma, se debe restaurar la gestión pú-blica deteriorada a la par de la crisis de los

centros históricos. La recuperación del centrohistórico -como espacio público- requiere, demanera ineludible, la recuperación de su ges-tión pública. La única posibilidad de rehabi-litar los CHs dependerá de la recomposiciónde su gestión a través de un marco institucio-nal compuesto por leyes, políticas y órganosdiseñados para el efecto y, sobre todo, de unaciudadanía capaz de potenciar el orden públi-co ciudadano.

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Tellez, Germán, 1995, “Teoría y realidad del patrimonioarquitectónico y urbano”, en Reunión de Directores dePatrimonio de América Latina y El Caribe, Colcultura,Bogotá.

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dossier

18 Pero también cabe preguntarse: ¿Si el centro históricoconcentra la heterogeneidad, no sería bueno tener va-rias institucionalidades para que la representen?

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Paulo Ormindo de Azevedo1

El centro histórico de Salvador de Bahia, oPelourinho, debido a que allí se ubica la pico-ta, fue uno de los primeros núcleos centralesde ciudades latinoamericanas en ser objeto detrabajos de renovación urbana con miras apreservar sus valores culturales. Tal labor hasido continua aunque tuvo una interrupciónen el periodo entre 1986 y 1990. Este proce-so de renovación urbana refleja varias de lastendencias que predominaron en la regiónpor influencia de los imaginarios de las elitesnacionales y de las políticas de los organismosinternacionales vinculados a la preservación.La evaluación crítica de sus éxitos y fracasoses importante no solo para la continuidad delproyecto, sino también para servir de referen-te para otros países de la región en programasde esta naturaleza.

La acción del poder público en el área em-pieza en 1967 con la creación de una funda-ción pública para la recuperación de los ba-rrios de Pelourinho y Maciel, la Fundacióndel Patrimonio Artístico e Cultural da Bahia(IPAC). Esta fue resultado de la recomenda-ción de la misión de la UNESCO en el Nor-deste de Brasil, presidida por el Inspector Ge-neral de los Monumentos de Francia, el ar-quitecto Michel Parent. Su informe final no

sólo ponía a las ciudades históricas y los mo-numentos religiosos del Nordeste de Brasil enel nivel de muchas ciudades barrocas euro-peas, sino que ponía al turismo como la víanatural para conseguir los recursos para suconservación y restauración.

El patrimonio como palanca de desarrollo económico

El “turismo cultural”, inspirado en las expe-riencias yugoeslava y española, era la palabrade orden en aquella época, tanto en laUNESCO como en la OEA, que en aquelaño realizó un encuentro técnico en el Ecua-dor, de donde salen las famosas Normas deQuito2. En este documento el turismo cultu-ral es presentado como la solución, no sólopara los monumentos y centros históricos, si-no incluso para los países la región con gra-ves problemas de desarrollo económico. Conesta inspiración se hicieron algunos grandesprogramas de desarrollo regional con base enel turismo cultural, como el llamado Plan Es-so para la ciudad Histórica de Santo Domin-go de 1967, y el Plan Copesco para el desa-rrollo de una franja de 500 km en la Cordi-llera Andina, entre Cuzco y Puno en Perú,entre 1969 y 1975, con un presupuesto deUS$ 72,4 millones financiados por el BancoInteramericano de Desarrollo. Estos planeshan tenido muy poco efecto económico ensus regiones, aunque han posibilitado la res-

Pelourinho de Bahia,

cuatro décadas después

El

Ormindo de Azevedo, Paulo, 2004, “El Pelourinho deBahia, cuatro décadas después”, en ICONOS No.20,Flacso-Ecuador, Quito, pp.45-52.

1 Profesor de la Universidad de Salvador Bahia. Espe-cialista en tema de patrimonio y centros históricos.

2 OEA, 1968, Preservación de monumentos, Serie Pa-trimonio Cultural, Num. 2, Washington, D.C.

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tauración de algunos importantes monu-mentos3.

En Brasil, el informe de la UNESCO cau-só un gran impacto sobre los tecnócratas delRégimen Militar iniciado en 1964. En aque-lla época, los militares promovían el llamadoMilagre Brasileiro, y el recién revelado poten-cial turístico de una de las regiones más po-bres del país constituía una salida para su de-sarrollo. De este modo, se crea en 1973 elPrograma de la Ciudades Históricas del Nor-deste (PHC), subordinado a los Ministeriosde Planificación y de Educación y Cultura,con un gran énfasis en el turismo4.

Buscando captar recursos del BID, se ela-bora en 1969 un primer plan general para larecuperación del barrio en función del turis-

mo y de la reactivación de las actividades ter-ciarias, muy afectadas por el proceso de des-centralización y por la creación del nuevocentro de servicios, el Iguatemi, en la zona deelegante expansión de la ciudad. El plan pre-veía el desalojo de la población del barrio,constituida por familias pobres, ambulantes yprostitutas, consideradas incompatibles conel turismo5. Con recursos del Estado de Ba-hia, del PCH y de la empresa nacional de tu-rismo, Embratur, se realizó la restauración dealgunos grandes monumentos, la conversiónde casonas en equipamientos turísticos y ofi-cinas publicas y la recuperación de las facha-das de la calle que ligaba las tres plazas másimportantes del barrio, Terreiro de Jesús, Pe-lourinho y Largo do Carmo, formando uncorredor turístico.

Pero el plan nunca llegó a ser implementa-do totalmente, ni tuvo gran éxito. A esta co-rriente impuesta por los organismos naciona-les e internacionales se contraponía, dentrodel mismo órgano, como reflejo de una partede la sociedad local, otra corriente que pese ano cambiar el destino turístico del barrio

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dossier3 Azevedo, Paulo Ormindo, 1992, “Un futuro para

nuestros tugurios: el desafío de los centros históricosen los países periféricos” en Seminario Internacionalsobre la Conservación de Bienes Culturales en elContexto del Medio Ambiente Urbano y Natural (ac-tas), Getty Conservation Institute, Proyecto Regionalde Patrimonio Cultural, Urbano y Natural – PNU-D/UNESCO, Quito, p. 17-41.

4 Ver Sant’Ana, Marcia, 1995, “Da cidade-monumen-to à cidade-documento: a trajetória da norma de pre-servação de áreas urbanas no Brasil (1937-1990)”, Te-sis de Maestría, F. de Arquitetura-UFBa, Salvador.

5 IPAC, 1997, Pelourinho: levantamento sócio-econô-mico (1967), 2ª ed. Salvador.

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Salvador de Bahia

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creía que se podía recalificar y trabajar con losantiguos pobladores dedicados casi en su to-talidad a actividades informales, inquilinos uocupantes de tugurios y conventillos. Estasdos corrientes actuaban muchas veces de for-ma complementaria y en otras de forma di-vergente. En los periodos de mayor abundan-cia de recursos, la vertiente favorable a unaconversión total al turismo prevalecía, mien-tras en los periodos con menores recursos laacción del órgano se volvía hacia accionesasistenciales, inclusive para no dejar de inter-venir completamente en el barrio. En la prác-tica, se ofrecían algunos servicios asistencia-les, pero no la vivienda para evitar que los po-bladores creasen raíces en el barrio.

Este modelo de desarrollo económico re-gional con base en el turismo cultural no fun-cionó en Brasil, y tampoco lo hizo en SantoDomingo, en Cusco y Puno en Perú, ni enotras regiones en donde fue intentado en me-nor escala, aunque de todas formas tuvo algu-nos efectos sobre el turismo y el patrimonioconstruido. Una de las razones de su fracasofue imaginar que la introducción de una nue-va actividad, el turismo, por sí sola, podíacambiar la dinámica urbana local y el cuadrode pobreza estructural de la región6. Como esde suponer, existieron otros factores localesque confluyeron para el poco éxito de estosproyectos, pero discutiremos eso más adelante.

De centro histórico urbano a enclave turístico

En 1977, el Programa de las Ciudades Histó-ricas, originalmente concebido para desarro-llar la región Nordeste, fue extendido a prác-ticamente todo el país, sin un aumento co-rrespondiente de los recursos. Dos años des-pués fue transferido de la Secretaria de Plani-ficación de la Presidencia de la Republica al

Instituto de Patrimonio Histórico y ArtísticoNacional (IPHAN), y luego cerrado definiti-vamente en 1983, interrumpiendo así la prin-cipal fuente de financiamiento del proyectoPelourinho así como de otros proyectos seme-jantes en el país. En otras palabras, la valora-ción y restauración de monumentos y la reha-bilitación de los centros históricos dejó de seruna estrategia de desarrollo regional para vol-ver a ser un tema puramente cultural.

Los recursos del PCH fueron utilizados,en el caso del Estado de Bahia, para transfor-mar el Centro Histórico, con graves proble-mas sociales y de accesibilidad, en un centroturístico, dentro de la reforma de la capitaldel estado emprendida por el GobernadorAntonio Carlos Magalhães (1971-1975). Lareforma comprendía incluso la creación delos nuevos centros administrativo (CAB), deservicios (Iguatemi) e Industrial (CIA), todosen las afueras de la ciudad. Para articular es-tos nuevos núcleos se creó una nueva red derápidas avenidas que convergían en el nuevocentro de servicios con una gran estación debuses interurbanos. No había un plan maes-tro, ni articulación con el precario sistema deplanificación urbana; todos eran proyectosaislados y la desarticulación era general.

No obstante las buenas intenciones delgobernador, cuyo slogan era “construir lanueva Bahia sin destruir su pasado”, mientrasse restauraban monumentos y calles en elcentro histórico, se promovía, con la creaciónde un nuevo y moderno centro de servicios,el vacío funcional y la marginalización políti-ca, social y vial del barrio. El gran error fueimaginar el Pelourinho como un centro turís-tico en medio de un área muy deprimida, sinarticulaciones con los nuevos centros especia-lizados7.

Como consecuencia de la falta de visiónsocioeconómica y urbanística de la rehabilita-ción, el Pelourinho se transformó, poco a po-co, en una especie de saco sin fondo de inver-

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6 Azevedo, Paulo Ormindo, 1986, “La recuperación deum centro histórico subdesarrollado: Bahia” en Fran-cisco de Solano, 1986, Historia y futuro de la ciudadiberoamericana, Universidad Internacional Menén-dez Pelayo, Madrid, p.147-161.

7 Sobre esto proceso Cf. Azevedo, Paulo Ormindo,1984, “O Caso Pelourinho”, en Antonio AugustoArantes, editor, Produzindo o Passado, Brasiliense-/Condephaat, S. Paulo, p. 219-255.

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siones publicas aisladas y desarticuladas. En ladécada de 1980 quedó claro el agotamientodel modelo adoptado. Factores económicos ypolíticos confluyeron para llevarlo a su mayorcrisis. La llamada “década perdida”, la depre-sión económica pos-milagro y la interrupciónde financiación del PCH, que cerró sus puer-tas en 1983, hicieron que el proyecto deriva-se en acciones asistencialitas a la poblacióndel barrio sin una visión transformadora de larealidad. Un cambio político en el gobiernoestatal durante el periodo de 1986 a 1990, enel que se deja de invertir en el centro históri-co y se corta su total dependencia del estado,hicieron que el Pelourinho llegue al clímax desu deterioración física y social. Por entre lasruinas de las casonas -sobrados- se construye-ron chabolas, obligando a la municipalidad acerrar las puertas y ventanas de las ruinas pa-ra evitar graves accidentes. Fue en este am-biente cuando cerraron sus puertas el Paradordel Convento de Carmo, el Hotel de Pelou-rinho, la agencia del Banco del Estado de Ba-hia y los restaurantes y tiendas turísticas.

El Centro Histórico como productode city marketing

El retorno al Gobierno de Bahia del iniciadordel Proyecto Pelourinho, el Senador AntonioCarlos Magalhães, en el periodo 1990-94,cambió una vez más la política de interven-ción en el barrio. Político en ascenso dentrodel escenario nacional, ACM elige la recupe-ración del Pelourinho como la obra de su ter-cer mandato. Las razones son dos: rescatar uncompromiso de su primer mandato, que noha alcanzado el éxito esperado, y captar nue-vas inversiones para Salvador, la capital y sitiode mayor visibilidad del estado.

El fenómeno del city marketing, que estáligado a la globalización y al llamado capita-lismo avanzado, ya había ocurrido en Europay los Estados Unidos en la década anterior yse repite en América Latina en los años 90con especificidades propias de la región.Otros ejemplos pueden ser citados en la re-

gión con la misma inspiración, por ejemplo,el Programa de Rehabilitación del CentroHistórico de Quito, elaborado en la adminis-tración del alcalde Rodrigo Paz a raíz del te-rremoto de 1987; el Programa de Rehabilita-ción de La Habana Vieja ejecutado por lanueva Oficina del Historiador, bajo la direc-ción de Eusebio Leal, después de la crisis cau-sada por la disolución del bloque socialista; elPlan de Recuperación de la Plaza de Armas yotros espacios públicos de la Lima Metropo-litana en la administración del alcalde Alber-to Andrade a partir de 19968.

La mayoría de estos planes, concebidoscomo de “renovación urbana”, son de inicia-tiva provincial o local y tienen en común laruptura con las políticas tradicionales de losórganos centrales de preservación. Aunqueprivilegian los centros históricos, por su granvisibilidad y densidad cultural, estos planesbuscan vender la ciudad como un todo, en elámbito nacional y global, no sólo como sitioturístico, sino como lugar de oportunidadespara negocios e inversiones. En el caso lati-noamericano, estos planes parecen seguir agrandes crisis de los centros históricos.

El aparecimiento de estos programas estáasociado también a las facilidades de financia-miento ofrecidas por las agencias internacio-nales y nacionales de desarrollo. A partir de1994, el Banco Interamericano de Desarrollo(BID) comienza a financiar grandes inversio-nes de renovación de centros históricos en laregión, como los proyectos Prodetur (80 mi-llones de dólares) y Monumenta (50 millones)de Brasil, y la rehabilitación de los centros his-tóricos de Quito (41 millones), Montevideo(28 millones) y Buenos Aires (18 millones)9.Esto representó un cambio de 180 grados en

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dossier8 Con estas obras, muy identificadas con sus nombres,

estos políticos han ganado gran proyección nacional yempiezan a disputar cargos muy elevados en el gobier-no. Por lo tanto, el city marketing en nuestro caso estambién marketing político. En el caso de AntonioCarlos Magalhães, la repercusión nacional de la recu-peración física del Pelourinho contribuyó para que élpudiera alcanzar la presidencia del Senado Nacional.

9 Rojas, Eduardo, 2001, “Financiando la conservacióndel patrimonio urbano en América Latina y el Cari-

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la actitud de estas agencias, ya que anterior-mente privilegiaban la solución de conflictosurbanos resultantes de carencias en infraes-tructura, en especial en las periferias urbanas.

Con esta inspiración se inicia, en 1992,una nueva etapa del Programa de Recupera-ción del Centro Histórico de Salvador de Ba-hía que preveía la creación de un shopping cen-ter a cielo abierto, el cual ligaba las dos plazasmás importantes del barrio, el Pelourinho y elTerreiro de Jesús10. Para esto se debía consoli-dar y restaurar las fachadas y techos de lasmanzanas ubicadas en este recorrido y trans-formar sus interiores en equipamientos turís-ticos y comercios. El marketing del Pelourinhofue muy beneficiado por un movimiento ar-tístico de la comunidad negra local, conocidocomo Axé Music, que ha tenido repercusionesen el ámbito nacional e internacional y ha si-do muy bien explotado por el estado.

Los objetivos del city marketing no son ne-cesariamente antagónicos a la rehabilitaciónde los centros históricos en sus aspectos físicosy sociales. Pero en el caso del Pelourinho sig-nificó echar a los pobladores, casi en su tota-lidad inquilinos pobres, a quienes se les pagópequeñas indemnizaciones para luego trans-formar sus locales en tiendas de servicios. Eltraslado de estos pobladores se hizo hacia ba-rrios vecinos o periféricos. En realidad se tra-taba de una operación de limpieza social con-siderada indispensable a la conversión del ba-rrio en una “zona rosa”. Como esta poblaciónera muy dependiente del centro histórico, ellase refugió en la periferia del mismo y siguiódesarrollando sus actividades informales en él.

De alguna forma esto ha contribuido paraempeorar la situación de barrios cercadnoscomo Pilar y Saúde. Sin vida propia, el centrohistórico se transformó en un gran escenariovacío de significados para la realización espec-táculos destinados a los turistas.

En esta etapa, que se prolonga hasta 1996,el proyecto fue financiado exclusivamente porel estado de Bahia. Además de los edificiospertenecientes al poder público y órdenes re-ligiosas, el estado intervino en los privados através del artificio del comodato, es decir, lacesión de uso por un período de tiempo acambio de una indemnización. El estado asu-me así virtualmente el monopolio de los in-muebles del área y consecuentemente los en-cargos de gestión y mantenimiento. Los pro-pietarios no han participado con nada, perovan a recibir, cumplido el comodato, sus in-muebles con todas las mejorías. La certeza deque algún día el estado va rehabilitar los in-muebles aún no contemplados con estos be-neficios ha tenido un efecto perverso, el deinhibir cualquier iniciativa de reforma o man-tenimiento por parte de los propietarios yotros sectores de la iniciativa privada.

Entre 1992 y 1999 fueron rehabilitados600 inmuebles con un costo estimado demás de US$100 millones, un fondo perdido,y ninguna contrapartida de los propietarios.El turismo en el área se mostró un bajo nivelde consumo y los equipamientos destinadosa la clase A y B fueron los primeros en cerrarsus puertas. Para mejorar el desempeño delárea, a partir de 1994, el estado ha empezadoa realizar un costoso programa de shows mu-sicales gratuitos en espacios públicos paraatraer turistas. Debido a la debilidad de laeconomía del barrio, los alquileres cobradospor el estado son simbólicos o inexistentes.El 30% de los pisos, especialmente los más

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El sufrido proceso del Pelourinho no es diferente al de otros centros históricos lati-noamericanos. Su rehabilitación -vinculada al desarrollo económico- siguió recomen-

daciones de organismos internacionales, pero no tenía articulación con políticasurbanas ni contaba con la participación del sector privado y de actores locales.

be” en Fernando Carrión, editor, Centros Históricosde América Latina y el Caribe, UNESCO, BID,FLACSO, Quito, p. 15-22.

10 CONDER, 1992, “Centro Histórico de Salvador”,Salvador.

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altos, poco atractivos para los negocios, estánsin uso.

Otras ciudades brasileñas, como Recife,João Pessoa y Belém do Pará, iniciaron en lamisma década proyectos semejantes, esta vezcon menores recursos públicos y mayor parti-cipación privada, pero también sin enfrentarel problema de la vivienda. Definitivamenteel modelo de intervención en los centros his-tóricos ha cambiado, pero ha mantenido al-gunos viejos vicios como el monopolio delturismo, el paternalismo con los propietariosy la exclusión de los pobladores.

La reapropiación del centro histórico por la población vecina

A partir de 1996, el grupo político que habíainiciado la nueva intervención en el Pelourin-ho ya tenía conciencia de que el proyecto decreación de un enclave turístico-comercial,cercado por barrios decadentes, no funciona-ba y tenía un costo de mantenimiento muyelevado. En otras palabras, no había logradocambiar la dinámica socioeconómica del cen-tro histórico. No tenía sostenibilidad y no ha-bía provocado ninguna reacción del sector

privado. Sus eventuales beneficios para el tu-rismo no quedaban en el barrio, sino en loshoteles, restaurantes y resorts ubicados cadavez más lejos del centro y de la ciudad.

Uno de los factores que más contribuye-ron para su poco éxito fue la poca articula-ción con el precario sistema de planificaciónurbana de Salvador. El papel del centro histó-rico en el nuevo ordenamiento territorial me-tropolitano nunca fue definido y los proble-mas de accesibilidad y relación con las áreasvecinas, especialmente el decadente barrio delComercio o ciudad baja, donde se ubica elviejo puerto, no fueron tomados en cuenta.Entonces, se había creado un distrito estataldentro del municipio enteramente depen-diente de él, sin ninguna dinámica propia, enbeneficio exclusivo de la imagen del gobiernoestatal y de los propietarios locales.

De los programas del mismo género en laregión, los que han tenido más éxito han sidoexactamente aquellos que contaron con elapoyo de un sistema de planificación urbanarazonablemente desarrollado y que han en-frentado verdaderos problemas del centro his-tórico como la vivienda (por ejemplo, Quitoy La Habana) y el trabajo (como Lima),transformando comerciantes ambulantes encomerciantes formales.

Entre 1996 y 1999 el órgano responsabledel proyecto, la Companhia de Desenvolvi-mento da Região Metropolitana de Salvador(CONDER), disminuyó el ritmo de inver-siones en el área, hizo las primeras evaluacio-nes de la situación y buscó otros socios parael proyecto, como el Programa de Desenvol-vimento Turístico do Nordeste (PRODE-TUR-BID), pero no hizo cambios sustanti-vos en el proyecto11. Paralelamente al declivedel turismo de clase A y B, los antiguos po-bladores del Pelourinho y de los barrios po-bres vecinos, muy carentes de entreteni-miento, se volvieron a apropiar del barrio

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dossier

11 CONDER, 1995, “Avaliação do Impacto dos investi-mentos na recuperação do Pelourinho”, sinópsis, Sal-vador; CONDER/IPAC, 1997, “Analise critica dapesquisa sócio-econômica de 6ª etapa do Centro His-tórico de Salvador”, Salvador.

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atraídos por el programa de animación cul-tural gratuito. Ergo, proliferaron bares y dis-cotecas de reagge, los ambulantes de salgadi-tos, bebidas, recuerdos y las tiendas de arte-sanía popular. Unos pocos restaurantes másrefinados, frecuentados por la clase media lo-cal y algunos turistas, se mantuvieron juntoal gran estacionamiento periférico construi-do por el estado.

La reacción del gobierno a esta situaciónha sido sorprendente. Frente al fracaso de laconcepción original de centro histórico comoshopping mall, y sin otra salida, el gobiernodecidió aceptar la reapropiación virtual delbarrio por los ex-pobladores y vecinos de ba-ja renta, como una forma de esparcimientopopular que anima al barrio y puede atraer alturista, manteniendo el costoso programa deanimación cultural popular. Si el turismo nopagaba estos costos, al menos el programarendía votos en las elecciones locales.

El nuevo modelo operacional impuesto por las agencias financieras

Reconocido el fracasado del modelo de encla-ve turístico y de servicios, la primera señal decambio en el proyecto apareció en 1999 comoresultado de estudios realizados por la mismaCONDER12. Esto significó buscar otras fuen-tes de financiamiento para el proyecto y acep-tar el uso habitacional como ancla para la re-habilitación del barrio. Un primer conveniofue firmado con la Caixa Económica Federalpara la recuperación experimental de seis rui-nas en barrios periféricos al Pelourinho.

El esquema seguido fue el siguiente. El Es-tado de Bahia expropió los inmuebles y fue in-demnizado por la Caixa. Como su costo fue un30% más alto que los precios aplicados por laCaixa en programas habitacionales popularesesta diferencia fue cubierta por un fondo delIPHAN resultante de incentivos fiscales a lacultura, PRONAC, considerando el interés deeste proyecto para la ciudad. Las nuevas unida-des habitacionales están presupuestadas enfunción de la capacidad económica de sectoresde clase media baja que ocupan los barrios pe-riféricos del Pelourinho. Pero se sabe, con anti-cipación, que los antiguos pobladores no tie-nen posibilidad de adquirir esas unidades.

El proyecto Rememorar está aún en ejecu-ción, pero ya probó que es posible autofinan-ciarse y alterar las expectativas del mercadoinduciendo a algunos propietarios vecinos arealizar obras en sus inmuebles bajo el temorde su expropiación. En otras palabras, se via-biliza la operación y se mantiene una funciónhabitacional, pero para pobladores de niveleconómico un poco más alto.

Inspirados en esta experiencia y bajo exi-gencias del BID, a través del Proyecto Monu-menta, se está iniciando un nuevo lote deobras de rehabilitación en el Pelourinho conusos mixtos que contemplará ocho manza-nas13. Al contrario de las etapas anteriores, estavez se expropió la gran mayoría de los inmue-bles afectados y se evacuó a los inquilinos me-diante pequeñas indemnizaciones u ofreciendoviviendas en alquiler en conjuntos habitacio-

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Incluso para efectos de city marketing, la rehabilitación de los centros históricos debecontemplar aspectos más sustantivos de la cuestión urbana, como la habitación y el empleo. En otras palabras, no es posible rehabilitar físicamente los centros

históricos sin resolver sus problemas sociales.

12 CONDER/IPAC, 1999, “Dinâmica urbana paraoportunidades de investimentos no Centro Históricode Salvador”, Salvador.

13 Después del éxito del emergente sub-proyecto de vi-vienda del centro histórico de Quito, la nueva actituddel BID representa un cambio radical con respecto asus primeros proyectos, que contrasta con los grandesequipamientos urbanos defendidos tradicionalmentepor el banco -cinco estacionamientos, shopping cen-ter y centro cultural- de costos muy altos y reducidosbeneficios.

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nales periféricos poco demandados14. Los pro-yectos de intervención son desarrollados por laCONDER y el IPHAN con recursos del Mo-numenta y las obras serán financiadas por laCaixa Economica Federal. La idea es transfor-mar cada manzana en una unidad de viviendacon servicios comunes en el corazón de la mis-ma. Los departamentos de 37m2, según la li-mitación de financiamiento de la Caixa, sonaccesibles a un segmento de pobladores de ba-rrios vecinos al Pelourinho y a funcionariospúblicos que se manifestaron interesados15.

Si por una parte la operación financieraestá mejor resuelta, con la entrada de la Cai-xa y del BID, desde el punto de vista social,hay un proceso de exclusión igual al de lasetapas anteriores. Como sucedió anterior-mente, los inquilinos indemnizados son des-plazados hacia la periferia de las áreas que se-rán rehabilitadas, expandiendo la deteriora-ción como mancha de aceite. Además, la ma-sificación de un solo tipo de mini-departa-mento favorece la concentración de poblado-res viejos o solteros y no de familias estables.Arquitectónicamente hablando, tampoco hahabido cambios. La conversión de estas anti-guas casonas en mini-departamentos destruyela tipología original de los inmuebles y man-tiene solamente las fachadas.

Sin duda, hay avances con respecto a lapráctica anterior, como una mejor distribuciónde la propiedad y una mayor integración delárea con la ciudad. Pero no se está resolviendoel problema social, sino dispersándolo en losbarrios vecinos y manteniendo la perdida devalores culturales materiales e intangibles.

Otra cuestión que queda sin respuesta es loque va a pasar con el shopping center a cieloabierto, que ocupa cerca de 20 manzanas,cuando el grupo político que lo realizó deje elpoder. La expropiación de estos inmuebles re-cuperados y la conversión en edificios de uso

mixto es una operación más costosa que la re-habilitación de las ruinas y los edificios tuguri-zados. De otra parte, sus propietarios, acos-tumbrados a recibir todo del estado, no dan se-ñales de interés en hacer estas transformacio-nes indispensables para su sustentabilidad.

Conclusiones

Por lo expuesto se verifica que el sufrido pro-ceso por el que pasó el Pelourinho en Bahia noes muy diferente de lo que ocurrió con otroscentros históricos latinoamericanos. Al con-trario de lo que ocurrió en Europa durante lasdécadas de 1970 y 1980, la rehabilitación denuestras ciudades y centros históricos no fueresultante de movimientos locales. Más bienfueron iniciativas de los gobiernos centrales si-guiendo recomendaciones de organismos in-ternacionales y muy vinculados a políticas dedesarrollo económico. Como consecuencia,estos proyectos no tenían articulación con laspolíticas urbanas ni contaban con la participa-ción del sector privado y de otros actores loca-les. Este cuadro cambia sustancialmente a par-tir del inicio de la década de 1990 con la ex-pansión de los medios de comunicación elec-trónicos, la globalización y mayores facilida-des de financiación. Los gobiernos provincia-les o locales asumen el papel protagónico enestas iniciativas, en busca no solamente de tu-rismo sino de proyección nacional e interna-cional para la captación de inversiones. Las in-tervenciones pasan a perseguir prioritariamen-te este objetivo y el rescate de los valores cul-turales e históricos cede lugar a la espectacula-ridad. En algunos casos, el centro histórico seconvierte en un verdadero “escenario” y la po-blación local es vista más como un obstáculoque como un socio en la consecución de esteobjetivo. Empero, a mediano plazo, estas po-líticas se muestran inviables; los pobladores sereapropian de estos espacios, y los gobernan-tes se dan cuenta de que la rehabilitación deestos centros, incluso para efectos de city mar-keting, tiene que contemplar aspectos más sus-tantivos de la cuestión urbana, como la habi-tación y el empleo. En otras palabras, no esposible rehabilitar físicamente los centros his-tóricos sin resolver sus problemas sociales.

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dossier

14 Sobre el valor de las indemnizaciones pagadas verCONDER, 2000, “Relatório da pesquisa sócio-eco-nômica e ambiental: recuperação da 7ª etapa do CHSPelourinho”, Salvador.

15 Cf. Sant’Ana, Marcia, 2004, “A Cidade Atraçâo: anorma de preservação de centros urbanos no Brasildos anos 90”, Tesis de doctorado, Faculdade de Ar-quitetura da Universidade Federal da Bahia, Salvador,p. 57-105, mimeo.

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Chris Garcés1

En el transcurso de los últimos cinco años,bajo el prolijo eslogan de “renovación urba-na”, Guayaquil ha sido testigo de una vasta ycompleja reorganización política del espaciourbano. Este proceso empezó durante el man-dato del alcalde León Febres Cordero quienjunto a sus aliados políticos locales planifica-ron un revolucionario y sofisticado esquemade modificaciones en la estructura física y lalimpieza pública a orillas del malecón. No esde sorprender que la organización sin fines delucro (Fundación Malecón 2000) creada bajosu régimen en 1996 derive su nombre del len-guaje del milenarismo. En el corazón de unesquema redentorista para la regeneración ur-bana, los miembros del Partido Social Cristia-no (PSC) y la red de líderes locales concibie-ron una limpieza total del centro urbano, conel fin de estimular el comercio y el crecimien-to turístico, así como en una búsqueda de ex-periencias placenteras, seguras, consumistas ypost-modernas. En resumen, a través de unanueva y estilizada arquitectura cosmopolita, lacreación de grandes monumentos y centros

públicos de entretenimiento, ellos construye-ron un espacio urbano sacrosanto que les ayu-dó a validar estos cambios. Sin embargo, co-mo en todos los movimientos milenaristas,los planes para la redención social involucrannecesariamente sólo a una gente escogida. Es-te artículo es una etnografía política que di-secciona la retórica y práctica de la renovaciónen Guayaquil, con el fin de poner bajo análi-sis las formas de legitimar una serie de perver-sos efectos secundarios.

Antes de plantear la discusión es necesariobosquejar el alcance de las fuerzas laborales ysocio-políticas que han sido tomadas encuenta para implementar este desarrollo ur-bano. Desde 2000 hasta el presente, tres orga-nizaciones no gubernamentales adicionales(la más importante es “Guayaquil Siglo

Exclusión constitutiva:las organizaciones pantalla

y lo anti-social en la renovación urbana de Guayaquil

Garcés, Chris, 2004, “Exclusión constitutiva: las orga-nizaciones pantalla y lo anti-social en la renovación ur-bana de Guayaquil”, en ICONOS No. 20, Flacso-Ecua-dor, Quito, pp.53-63.

1 PhD. © en Antropología, Princeton University. Agra-dezco especialmente a María Elena Bedoya por suayuda editorial y bondad excepcional, y a Xavier An-drade, mi compañero de etnografía guayaquileña, pornuestras conversaciones en busca de un vocabularioque se pudiera aproximar a los cambios de las políti-cas culturales en la ciudad.

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XXI”) han sido creadas con el fin de extenderla lógica y práctica de la renovación desde elcentro urbano hacia las comunidades de eliteadyacentes (Urdesa y el barrio del Centena-rio) y barrios distantes como El Guasmo, LaAlborada y Pascuales, los cuales tienen o ten-drán su propia remodelación de calles y cen-tros recreacionales2. La Autoridad Aeropor-tuaria y la Comisión de Tránsito de Guaya-quil (CTG) estuvieron también involucradasen estos cambios a través de la creación de suspropias organizaciones no gubernamentales,y mientras el nuevo Aeropuerto Simón Bolí-var fue inaugurado al público en 2003, losplanes para la modificación del Terminal Te-rrestre están siendo diseñados actualmente yproveerán a la CTG de una nueva gestión po-licial para la protección urbana del transportepúblico y los intereses comerciales3. Estasnuevas ONGs publicitan los cambios comouna “construcción que Guayaquil se merece”,en variadas y costosas campañas, programasde televisión, prensa escrita y vallas publicita-rias que, en conjunto, enfatizan la renovacióndel espacio público junto con el avance en lossistemas de vigilancia y seguridad imparciales,como si fueran las fuentes de un nuevo y ver-dadero “orgullo guayaquileño”.

Si bien los reclamos sistemáticos acerca deestas políticas de transformación urbana sonregistrados en los medios públicos4, la tareaetnográfica o crítica de analizar la renovaciónurbana requiere plantearse claramente las pre-guntas de qué constituye seguridad y belleza enel espacio público, para quién y a través dequé medidas socio-políticas5. En este punto,pocos son los análisis que revelan la comple-jidad de cómo Guayaquil consolida la vida re-

generada de lo público y privado. En un mo-mento en que la municipalidad, junto a laONU, promueven los cambios como un “pa-radigma del progreso, regeneración urbana ydesarrollo urbanístico”6 no sólo para las ciu-dades ecuatorianas vecinas sino para la regiónandina y latinoamericana como un todo, elmérito comparativo de indagar la renovacióna través de detalles etnográficos e históricosmuy íntimos no podría ser más oportuno.

La frase “renovación urbana” (en revistasde antropología y estudios urbanos como Ur-ban Anthropology y Radical Urban Theory) se-ñala un campo de debate sobre la constantetensión entre modificar el espacio socio-cul-tural ya habitado, y la desconcertante com-plejidad de las intervenciones burocráticas,empresariales, legales y policiales que mate-rializan estos cambios. En la esfera públicaguayaquileña, como en Los Angeles duranteel siglo XX, la nueva dispensación de zonas(en este caso impulsada por ONGs comoGuayaquil Siglo XXI) implica un mejora-miento en la arquitectura y seguridad que, dehecho, disfraza un reforzamiento de las divi-siones entre clases, poblaciones marginales yetnicidades. Las zonas exhaustivamente rege-neradas en Guayaquil se concentran en ba-rrios tradicionalmente centrales, o los de laelite, mientras el desarrollo suburbano (en lagran mayoría de casos) involucra el mejora-

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dossier2 El Universo, “Regeneración urbana llegará a Pascua-

les”, 1 de mayo de 2004.3 Expreso, “Las Obras de Guayaquil se hacen con fun-

daciones: el Municipio defiende su creación como víadescentralizadora”, 21 de marzo de 2004.

4 Vale la pena destacar que una mayoría de ciudadanostienden a profesar su orgullo acerca de los cambios.Recuerdo bien a un amigo del sur de la ciudad quienespontáneamente cantó el himno guayaquileño cuan-do nos hallábamos frente a la remodelada iglesia deSan Francisco.

5 Los medios públicos en Guayaquil (especialmente losdiarios y noticias nocturnas) tienden a difundir sola-mente críticas sobre instancias de corrupción abierta,la miseria de parte de la gente extremadamente mar-ginalizada, o breves editoriales sobre procesos legalesque reclaman en contra de la institucionalización delabuso social y/o laboral (ver El Universo, “Dr. Damer-val y las Fundaciones”, 24 de enero de 2004; “Dege-neración de la regeneración”, 28 de diciembre de2003). El Comité Permanente por la Defensa de losDerechos Humanos en Guayaquil (CDH) ha publi-cado algunas indagaciones sobre los efectos secunda-rios de procesos socio-políticos contemporáneos(2001, 2003), aunque estos documentos normalmen-te quedan lejos del alcance del público por la escasezde fondos de este organismo o, más ampliamente, porla falta de interés de parte de los medios para difun-dir los resultados.

6 Expreso, “Guayaquil es declarada paradigma de pro-greso”, 9 de octubre de 2003.

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miento de carreteras principales y/o una for-zada política de re-pintar casas en una tonali-dad “tropical” pre-designada.

Para los críticos, estos últimos cambios talvez se ven superficiales o caprichosos, pero lagente guayaquileña que ocupa los solares mo-dificados (o por lo menos las personas del ce-rro Santa Ana que conozco) suelen expresarsu gratitud por el interés en extender la rege-neración hasta el frente de sus casas: agrade-cen las mejoras de luz, los patrullajes diarios yla seguridad del comercio. Recíprocamente,el municipio enseña su nueva generosidad cí-vica en Guayaquil y otras regiones del país através de masivas campañas de publicidad. Enlas gradas que van de la base del cerro SantaAna a la Iglesia San Martín de Porres en lacumbre, se ve esta auto-conciencia de la rege-neración en términos concretos7. En cada doso tres casas una foto ha sido colocada en lasfachadas, revelando la mirada estructural delantes y del después de la intervención. Peroen varios momentos del ascenso a la cumbre,el ciudadano además ve brevemente otrospórticos con un paisaje diferente en corredo-res que atraviesan los espacios remodelados:allí se encuentran senderos decaídos, no pavi-mentados y a punto de derrumbarse con laslluvias o el tránsito normal. Los guardiasaconsejan cordialmente a la gente extranjeraque no pase hacia estos terrenos, y es así co-mo la arquitectura de la regeneración urbanase aproxima a su reingeniería socio-cultural.Es como si las mismas paredes nunca alcanza-ran a enmascarar las fronteras y los efectos dela inclusión oficial.

La regeneración, tanto en la arquitecturacomo en su concepción política, está necesa-riamente ligada a diferentes formas de exclu-siones públicas y privadas. En la filosofía con-temporánea, “exclusión” ha devenido en unapalabra clave en la crítica a la idea de que losprincipios democráticos básicos (y los dere-chos humanos) normalmente están promovi-dos o estimulados por medidas políticas queapuntan a representar a las enfermedades dela sociedad civil, e incluyen a gente de diver-sos ámbitos trans-culturales dentro de un so-lo esquema de desarrollo sociológico. Han-nah Arendt, por ejemplo, analiza precisamen-te la idea de la política como una zona que,desde tiempos clásicos, siempre ha abrazado acierta gente dentro de la ciudad y continua-mente ha desterrado aquello que no constadentro de los requerimientos básicos para laciudadanía (1998[1958]). La idea, en esen-cia, es que los intentos políticos de inclusiónsocial siempre implican una consecuencia re-cíproca y no intencional de producir “parias”o gente no deseada, quienes por su simple ocompleja “identidad” pueden ser empujadoshacia los márgenes de la sociedad civil o, co-mo en el caso paradigmático del holocaustojudío, eliminados.

El punto clave en tales “modelos exclusio-nistas” de la política está dado por los detallesíntimos o fenomenológicos de la experienciasocio-cultural de la marginalización. En elcontexto guayaquileño, no sólo quiero seña-lar y demostrar la existencia de la exclusiónpolítica, por ejemplo, en referencia a las vio-laciones de derechos humanos que tomaronlugar en Guayaquil así como en la mayoría deurbes en Latinoamérica. Es igualmente im-portante discutir la experiencia de la imposi-ción de reglas mayores y menores a los ciuda-danos (las cuales aparecen en formas escritas

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Si desde la época que produjo la figura de lo anti-social en Guayaquil se hanrealizado "campañas moralizadoras" con el fin de contrarrestar la espontaneidadviva como raíz del mal, hoy se cuenta con una arquitectura masiva y una red devigilancia hi-tech para la canalización pastoral del comportamiento apropiado.

7 Para comparar, ver El Universo, “Moradores del San-ta Ana habituados a restricciones: la mayoría de loshabitantes de la zona está conforme con el reglamen-to que impuso el cabildo”, 28 de mayo de 2004).

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y no escritas) en cuestiones que tienen que vercon el comportamiento normativo de género,clase y etnicidad en los espacios urbanos yamodificados. Al analizarse así, los procesos derenovación se fundamentan en su recinto fe-nomenológico a través de una nueva red depolíticas y valores socio-cristianos y neolibera-les. Por ende, cualquier estudio acerca de loscambios en Guayaquil requiere apuntar a unserie de prácticas básicas: nuevas inversionesprivadas para estimular la homogenización delespacio público, la sobre-vigilancia policial dezonas comerciales y turísticas, la conjugaciónde un lenguaje religioso/culturalista que legiti-ma simbólicamente el desarrollo y, finalmen-te, la exteriorización de “morales familiares”como una raison d’etat para expulsar y elimi-nar actividades y poblaciones “anti-sociales”hasta los nuevos márgenes de la ciudad.

A primera vista, la complejidad de tales es-fuerzos sociales aparecen casi indescriptiblesde cara a una interpretación etnográfica siste-mática, en donde, según el canon de la disci-plina, se necesita entrar en los circuitos de lagente que impulsa los cambios urbanísticoscomo un participante y/o testigo (de formaocular o secundaria). Debido a la imposibili-dad de mi involucramiento personal en estos

procesos -un gringo no religioso, no empresa-rio y sin pretensiones de hacer política- en mipuntual etnografía he tenido que enfocarmeprimeramente en los márgenes sociales, luegoen el centro, en donde puedo catalogar mipropia experiencia como un habitante, am-bulante e interlocutor con los miembros de laciudad (en sus diarias enunciaciones) sobre larapidez del movimiento de “ruinas” a re-cons-trucciones. Metodológicamente, mi quehacerresultó de investigar lo olvidado y lo queGeorges Bataille (1985) una vez denominócomo “materialismo base”: las cosas más abe-rrantes y/o no deseadas, el material que la re-novación normalmente intenta expulsar. Porende, argumentaré que la primera clave para-digmática de la renovación urbana tiene quever con una vasta reorganización implícita dela figura de “lo anti-social”.

Una palabra paradójica o imposible, “loanti-social”, se suma no solamente al objetivode las nuevas construcciones y sistemas de se-guridad, sino a la base material de la expul-sión cívica. En Guayaquil, la historia delcomportamiento anti-social se ubica primera-mente en el despliegue de mentalidades de“Guerra Fría” en el contexto guayaquileño delos años 1950-1960, cuando los gobiernosvelasquista/militarista identificaron la delin-cuencia y la desobediencia comunista comoun doble atentado al orden social y cristiano.A partir de esta época se veía en todos los me-dios el surgimiento de tales identidades en lacrónica roja de Guayaquil: el asalto armado,protestas universitarias, una nueva importa-ción de drogas ilícitas (“estupefacientes”), y elarmamento masivo de individuos o sectorespopulares en la ciudad. Desde ahí, el marcobásico de lo anti-social normalmente ha en-vuelto la imagen de los actos más perversos ysangrientos, los que simbólicamente han se-ñalado a los caídos o a la imposibilidad deuna total “sociedad civil”. Es decir, la imagende comportamientos peligrosos difundidapor los medios desde los 1950s, ha conjuga-do un imaginario de la percibida cultura de laviolencia o del desorden como si fueran aten-tados aislados de algunos individuos “depra-

El malecón de Guayaquil hacia 1950

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vados” y/o grupos ya “deformados” por las“ideologías” socialistas en circulación. Hastael presente, sin embargo, las prácticas de lacriminalización de lo anti-social se han desta-cado precisamente por una confusión entreactos políticamente azarosos o ilegales y lascaracterísticas socio-culturales que llevan lasmismas personas que “suelen” cometerlos.

En el escenario actual de la regeneraciónurbana en Guayaquil, el destierro simbólico yfísico de lo anti-social ya ha alcanzado unanueva etapa de ironía política. Como un re-flejo de la avanzada del INTERPOL y laciencia criminal8, en el Guayaquil de princi-pios del siglo XXI las nuevas medidas para se-guridad en la zonas modificadas han pre-defi-nido una miríada de factores reales e imagina-bles que pudiesen fomentar actividades ilega-les, no deseadas, o inesperadas. Las prohibi-ciones públicas, por ejemplo, no se limitan alos omnipresentes policías metropolitanosque escoltan cualquier marcha o protesta quehaya, sino a un enfrentamiento total a la eco-logía de actividades vivas, sueltas y espontá-neas que ya folclóricamente caracterizaban elcentro y otras áreas regeneradas9. Entre lasrestricciones actuales -aunque no pública-mente escritas-10, se ve la represión completadel teatro popular, una limpieza de los traba-jadores y jubilados que usualmente se senta-ban bajo los portales a lo largo de las avenidasy el restringido acceso público a la gente ho-mosexual, a jóvenes pobres con ropa desgas-tada o provocativa y a los grandes grupos de

estudiantes de colegio11. Si desde el comienzode la época que produjo la figura de lo anti-social en Guayaquil se han realizado “campa-ñas moralizadoras” con el fin de contrarrestarla espontaneidad viva como raíz del mal12, elGuayaquil actual cuenta con su propia arqui-tectura masiva y una red de vigilancia hi-techpara la canalización pastoral del comporta-miento apropiado. En el Malecón 2000, porejemplo, las parejas sentadas en los bancos nopueden ni besarse ni “comportarse de unamanera inapropiada”. En los parques y plazaspúblicas, los peatones no pueden acostarse enlos bancos, ni sentarse al lado de las fuentes,ni caminar en las pequeñas áreas verdes. Dehecho, en todo el centro ya regenerado el pea-tón anónimo se encuentra en peligro de unsecuestro oficial por deambular con posturas,actitudes o estados de mente “anómalos”. Enconjunto, la definición de lo anti-social ha si-do más o menos efectivamente importadacon el fin de canalizar y contener cada movi-miento inesperado u amenazante de la inte-racción cotidiana en la ciudad.

Aunque no era mi propósito, por casuali-dad escogí un departamento en Guayaquilque queda al lado de una estación de policíay varios equipos de seguridad privada. Encualquier hora del día o noche bajo mi venta-na, se puede ver gente “extraña” en brazos dela policía a quienes rápidamente se los llevanen camionetas privadas a un determinado lu-gar fuera del centro. Cuando expliqué la si-tuación a un amigo mío quiteño, él me res-pondió que “claro, los monos necesitan unamano dura. Es la única manera en que van aaprender a respetar la ciudad”. Expresé misdudas. Pero, con una lógica igualmente sor-prendente, el sentimiento paternalista de estaenunciación refleja precisamente las prácticasexclusionarias. La regeneración urbana, de al-

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8 El Universo, “Desde el lunes aplicarán plan de accióncontra delincuencia”, 14 de noviembre de 1963; “Na-cimiento de la INTERPOL”, 2 de noviembre de1964.

9 El Comercio, “Una ley contra los descamisados”, 19de octubre de 2001; Expreso, “Dueños de calles irán aprisión”, 13 de noviembre de 2001.

10 Hasta los medios públicos (Expreso, “Difícil acceso ala información”, 21 de marzo de 2004), han reclama-do al municipio sobre la no-circulación de informa-ción sobre los estatutos de las fundaciones y, por en-de, las leyes o prohibiciones en las áreas regeneradas.La mayor parte de esta información proviene de mitrabajo etnográfico, cuando accidentalmente violé al-gunas reglas no-escritas o hablé con personas reprimi-das por policías municipales.

11 Para revisar practicamente el único artículo públicoque trata el tema: El Universo, “Derecho de admisiónen los malecones de la ciudad: fundación pone nor-mas para el ingreso”, 22 de mayo de 2004.

12 El Universo, “Ayer hubo reunión de autoridades paracoordinar campaña contra delincuencia”, 21 de no-viembre de 1963.

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guna manera, ha dividido las acciones de laciudadanía en rasgos que efectivamente pro-ducen lo normal y lo anti-social en circuns-tancias tan ordinarias (a plena vista) que losciudadanos prácticamente ya no perciben latransformación.

Quizás el estudio de caso más significativoes la historia actual de las personas que seidentifican con determinados estilos de hiphop transnacional. Hace menos de cincoaños, las calles del centro de Guayaquil se lle-naban de gente que usaba ropa suelta y gran-de, escuchaban sus equipos de música “tipo-boombox” y practicaban formas de bailebreak-dance o, en su vocabulario simbólica-mente condensado, “break”. La práctica detal moda ampliamente difundida en Guaya-quil como en cualquier otro contexto ultra-urbano, inspiró a una etnógrafa de NuevaYork a escribir un ensayo sobre la resistenciasimbólica y expresión popular, titulado “Hip-Hop Guayaquil” (Pillai 1999). Sin embargo,entre las primeras actividades criminalizadasen la urbe estuvieron precisamente estas for-mas de agrupación juvenil, auto-identificadascon la música negra norteamericana e inter-nacional. La negación oficial del hip hop enla esfera pública -que aproximaba al movi-miento urbano juvenil a una práctica anti-so-cial- sumó el habitus y la parafernalia de estaexperiencia musical y lo condenó como untodo. Bajo el omnipresente temor de la delin-cuencia, las autoridades políticas dieron fin acualquier simulacro que señalara su posibleexistencia. De esta forma, los capítulos de“culturas juveniles” se cierran o se trasladan alexilio. Empero, irónicamente, los efectos se-cundarios de la estigmatización de lo anti-so-cial se incorporan en la existencia de todos.En resumen, la complejidad sociopolítica deeste fenómeno y su indiscutible autorizaciónrequiere un nuevo marco de análisis.

Georgio Agamben nos ofrece conceptosque podemos, tal vez, poner bajo considera-ción. Al interrogarse sobre la oculta relaciónentre maltratos extremos y democracia en Ho-mo Sacer: sovereign power and bare life (1998),Agamben critica la lógica constitucionalista-

fundamental donde la democracia moderna selegitima cuando los gobiernos aprueban unhipotético contrato social entre sectores ya di-vididos, o un mandato de su representaciónobligatoria. Al contrario, Agamben argumen-ta que la democracia implica una política deconfinamiento precisamente por su eterna-mente forzada expresión de la diferencia so-ciocultural o disidente. No es un argumentopara la homogenización de la cultura política,aún menos para defender alguna teoría de go-bierno ideal, al contrario, esta tesis trata la for-ma en que la política contemporánea enmas-cara las huellas de su nefasto potencial de ejer-cer el poder desnudo en contra de sujetos noaceptados. En el peor de los casos, sostieneAgamben, la democracia moderna se asemejaa un “estado de excepción” en donde la defini-ción básica del ser ciudadano está en “ser in-cluido por exclusión”. Es decir, no hay espaciocivil para las figuras o personajes más margi-nalizados y, por todo lo que constituye la so-ciedad civil, se enfrenta diaria e íntimamenteal temor de marginalización -como si fuerauna especie de fuerza centrípeta-.

Hay, claro, diversos criterios innovadoresy un número de desventajas para este modelode exclusión. Quizás lo más importante esque Agamben (y quienes asumen su filosofíapolítica) tiende a enfocarse principalmente enla experiencia de los individuos más severa-mente reprimidos o brutalizados como mo-delo y fenomenología básica para el estado desociedad civil. Su postura, como las metodo-logías historiográfico-filosóficas de Foucault yBenjamín, es nada más que una cuenta polí-tica negativa: lo mejor que el etnógrafo pue-de hacer es, primero, indagar las vinculacio-nes ocultas entre la política mayoritaria y lasmaneras en que su práctica desmoraliza a su-jetos ordinarios; segundo, revelar cómo lasnociones de “libertad” y “seguridad” estánimbuidas o disimuladas bajo el poder delconsumo (y/o la capacidad de crear nuevosconocimientos productivos); y tercero, criti-car la práctica estadista en donde aquellas po-blaciones o personajes que se encuentran aje-nos al consumo y conocimiento autorizados

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dossier

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conllevan las mismas características del ordenanimal -por lo cual ellos pueden ser reforma-dos o literalmente extirpados de la sociedad-.A pesar del obvio peso negativo de este cua-dro analítico, en la ausencia de reformas de-mocráticas pluri-culturales (o mejor dicho,del renacimiento de una lógica democráticainternacional de “tú estás con nosotros o encontra de nosotros”), me gustaría argumentarque tales modelos de exclusión proveen unfructuoso repertorio analítico para el estudiocontemporáneo de la cultura política en Gua-yaquil o en cualquier parte.

Más allá de Agamben, sin embargo, quie-ro sugerir que los “modelos exclusionarios”pueden ser empleados en una amplia variedadde lugares de investigación contemporánea.No es que los estudiosos anteriores de Guaya-quil no estuviesen tomando en cuenta las po-líticas de exclusión. Por ejemplo, etnógrafos ehistoriadores han indagado las varias formasde cómo el fenómeno de la política guayaqui-leña se refleja en el crecimiento de las fuerzasde seguridad privada (Rivera 2004), en losvínculos entre los museos y políticas cultura-les (Andrade 2004), y hasta en el desarrollo denuevas caridades públicas bajo el sistema debeneficencia pública (De la Torre 1999).Aunque no quiero intentar un resumen deltrabajo académico sobre la intimidad de la ex-clusión en tantos recintos socio-culturales, megustaría prestar atención a cuatro modalida-des de prácticas exclusionarias que sin duda seentretejen a lo largo de diferentes recintos dela experiencia ciudadana en Guayaquil. Másespecíficamente, cada día estas formas demarginalización política constan de, primero,el crecimiento de la seguridad y prácticas decontención para arrestar a las ya llamadas ac-tividades “anti-sociales”; segundo, la persecu-ción activa por parte del municipio de los tra-bajadores informales y su reubicación y/o de-

sintegración en áreas de comercio legitimado;tercero, el extraño silencio y la ausencia deuna mayor crítica pública sobre las formasmás extremas de la transformación urbana; yfinalmente, el crecimiento de lo que llamo“organizaciones pantalla”.

Con este neologismo, “organización pan-talla”, quiero llamar la atención acerca de otroaspecto paradigmático en la regeneración ur-bana de Guayaquil: la creación de nuevasONGs, con unidades paramilitares y organi-zaciones tercerizadoras, las cuales han asumi-do responsabilidades asociadas tales comomantener el orden y/o administrar las áreasrenovadas en Guayaquil, mientras suelen típi-camente acarrear menos responsabilidad porlos actos reales y simbólicos de violencia con-tra el ciudadano común.

Cada uno de los desarrollos contemporá-neos ya mencionados -el ascenso de las fuerzasde seguridad, la persecución de informales, laausencia de una disidencia fuerte y el desplie-gue de organizaciones pastorales que conlle-van menos responsabilidad- está fuertementemarcado por la experiencia ordinaria en la ciu-dad, aunque nunca descrita como un procesopolítico con su propia lógica. Respecto al de-sarrollo de fuerzas de seguridad podemos de-cir que no son un nuevo rasgo en la historiasocial de Guayaquil. Ya alrededor de la décadade los sesenta, grupos de “fuerzas especiales”estuvieron empleados con el fin de protegerlos intereses comerciales, proveer vigilanciaadicional y/o prestar apoyo logístico a las acti-vidades policiales regulares13. Lo que nos pare-ce singularmente nuevo, sin embargo, es unanueva división de los deberes de mantener elorden entre los policías metropolitanos, lasfuerzas armadas y la policía judicial, que van

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Mientras el surgimiento de "medidas preventivas" en la ciudad ha marcado a todala ciudadanía con la potencial subjetividad de lo anti-social, su homólogo institucional

ya es una pastoral allí donde no se cuida de la ciudadanía: una "organización pantalla", una ONG asume responsabilidades de orden público.

13 Ver, por ejemplo, El Universo, “Guardia cívica guaya-quileña”, 24 de agosto de 1965.

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acordes a la de equipos de seguridad privada(casi paramilitar) de bancos y negocios comer-ciales, y de la acelerada expansión de nuevosgrupos de milicia urbana14. Resumiendo, losresidentes contemporáneos son testigos de unmasivo fortalecimiento y puesta en orden deuna violencia legitimada en Guayaquil, no so-lamente para contrarrestar la beligerancia yasalto armado, sino también para denominary contener “lo anti-social”.

La rápida expansión de los grupos de se-guridad, nutridos de hombres jóvenes queson ellos mismos marginalizados en sus ba-rrios, debería verse como fuente directa delcrecimiento de los arrestos diarios y, como unefecto secundario, del incremento de la sobre-población de las cárceles en la Costa. Así, enlos últimos tres años, la Penitenciaria del Li-toral ha crecido casi un 200% (a más de 3500internos), y una vasta mayoría de los nuevosencarcelados aún no tiene sentencia15. El “se-creto público” -como una pesadilla de Kafka-de la obsesión por los equipos de seguridadparece asimilarse a la lógica de un fenómenocasi milenarista, con la canalización legal y lacontención preventiva del comportamientoprohibido. No cabe discutir el discurso de laseguridad o el despliegue de fuerzas de segu-ridad armada más allá de lo que he dicho -otros investigadores han analizado el fenóme-no de la marginalización socio-cultural en de-talles minuciosos-, pero me gustaría señalar,comparativamente, cómo estos desarrollosurbanos tienden a operar en Norteamérica yespecíficamente en Nueva York bajo los mo-delos de “cero tolerancia” y “vigilancia de ba-rrio” en programas de seguridad a micro-esca-

la, altamente discutidos por el público16. Estamodalidad de regeneración y exclusión ha si-do previamente mencionada y envuelve, ade-más, la marginalización de los trabajadores delos mercados abiertos. Entre los pocos secto-res que tienen una resistencia más visible ha-cia la renovación urbana de Guayaquil pode-mos citar a “los informales”17. A comienzos de2003, los trabajadores informales de las calleshabían sido los blancos de la campaña muni-cipal de traslado a la fuerza y encarcelamien-to temporal18. En escenas que hacen reminis-cencia a gobiernos totalitarios del siglo XX,grandes escuadrones de metropolitanos en ca-miones abiertos son asignados para patrullarlas áreas renovadas, deambulando de ida yvuelta, para recoger a estos sujetos no desea-dos, confiscándoles sus mercancías, y muyfrecuentemente al mismo tiempo los llevan alretén provisional (ver foto). Ellos expresan,en el vocabulario actual de los informalesguayaquileños, una progresión macabra delos “roba burros” de antaño. Mientras la mu-nicipalidad ha construido muchos locales co-merciales de mercancía barata al estilo bahía-sanitizada, pocos informales han ocupado es-tos espacios compartidos por falta de consu-midores y altos alquileres19. En mayo de2004, por ejemplo, un grupo de informalesestuvieron disgustados con los policías metro-politanos por el supuesto asesinato de un me-nor de 12 años de edad, vendedor de la calle,y marcharon a lo largo de la calle Pedro Pablo

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dossier14 El Universo, “Alarma que alerta al barrio: las brigadas

como apoyo a la policía en Guayaquil”, 16 de juniode 2004; “200 policías reforzarán al Programa MásSeguridad”, 11 de marzo de 2004; “La policía debatecon FF.AA. por plan de seguridad”, 5 de junio de2004; “Usuarios de buses se protegen con guardiasprivados”, 9 de junio de 2004; “FF.AA., CTG y Poli-cía se juntarán para contrarrestar delincuencia”, 28 demayo de 2004; “FF.AA., Policía y CTG realizaronoperativos en urbe”, 30 de mayo de 2004.

15 El Universo, “6.779 reos sin sentencia habitan cárce-les del país”, 29 de diciembre de 2003.

16 De hecho, el municipio invitó a William Bratton, excomisionado de policía de Nueva York, a asesorar so-bre la alta tasa de violencia y la inseguridad percibidaen Guayaquil al comienzo del año. (El Universo,“Bratton usa régimen de Cero Tolerancia contra losdelitos”, 4 de marzo de 2004).

17 El número de personas posiblemente denominadascomo “informales” ha alcanzado casi a la mitad de lapoblación de Guayaquil (El Universo, “Empleo oca-sional llega al 47,6% en Guayaquil”, 14 de mayo de2004).

18 Expreso, “Mala acción de metropolitanos”, 26 de ma-yo de 2003.

19 El Universo, “72 metropolitanos hacen guardia en PíoMontúfar”, 15 de noviembre de 2003; “300 informa-les ocuparon vía”, 13 de noviembre de 2003; “Quejaspor pocos clientes en el Mercado de Artículos Varios”,27 de abril de 2004.

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Gómez hasta que fueron golpeados y deteni-dos20. Estos despliegues de resistencia y pro-testa abierta son más una excepción que unaregla, sin embargo los trabajadores informalescontinúan vendiendo su mercancía bajo laamenaza diaria de encarcelación haciendo to-do lo que necesitan para ganarse la vida, enlos márgenes y filos de las áreas renovadas.

Otro ejemplo de cómo los ciudadanosguayaquileños viven una “inclusión por ex-clusión”, tal vez lo más devastador para losideales pluri-culturales, es la relativa ausenciade discusión pública acerca de la legitimaciónde la violencia por la municipalidad. Las tresclaves políticas que contribuyen a la produc-ción de este silencio, en mi opinión, puedenser 1) la oficina de la controlaría, 2) los me-dios de prensa y televisión guayaquileña, y 3)los funcionarios del sistema jurídico-policialinfluenciados -directa o indirectamente- porlo político y sus intervenciones morales. En-tre los años 2003 y 2004, por ejemplo, ungran número de reporteros de El Universo de-nunciaron haber recibido represalias por par-te de los policías municipales cuando ellos es-taban haciendo sus historias acerca de las zo-nas públicas renovadas21. A pesar de estasamenazas, El Universo y El Telégrafo se hanvisto como organismos de control ciudadanosobre las consecuencias “no intencionadas” delos cambios urbanos sistemáticos. Sólo muyde vez en cuando, bajo la modalidad de re-portajes nostálgicos o de perfiles humanos,aparecen artículos en las páginas de estos dia-rios que condenen la pérdida de las tradicio-nes urbanas en la ciudad, la herencia socio-cultural y el uso del espacio urbano. Porejemplo, el 8 junio de 2004 El Universo pu-blicó una noticia sobre la prohibición muni-

cipal de disponer mesas en la calle en el árearegenerada y sobre cómo esta normativa afec-tó al negocio de “El Montreal”, una tradicio-nal cafetería junto al Parque Centenario22. Undía después apareció un artículo en el mismodiario sobre cómo algunos líderes municipa-les recordaban vívidamente haber frecuenta-do el lugar cuando eran “estudiantes de cole-gio”, y que no eran conscientes de que la re-generación tenía implicaciones comercialesnegativas para la cafetería. Súbitamente, lasprohibiciones municipales, en el caso particu-lar de El Montreal, fueron inmediatamentelevantadas. Al respecto, es innecesario men-cionar (una vez más) la estrecha relación en-tre el caudillismo político y las formas de dis-criminación urbana. Por el contrario, lo queparece más interesante es la existencia de unared de reglas no escritas sobre lo que deberíacontarse como una legítima crítica pública dela renovación y sobre cuáles otras son brutal-mente reprimidas.

El caso-límite de este enredo remite al des-pliegue de violencia legitimada en el infame“Caso Fybeca”, ocurrido el 19 de noviembrede 2002: gendarmes encubiertos y agentespoliciales altamente entrenados ejecutaron a

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20 El Universo, “Informales protestaron por agresión aniño vendedor”, 14 de mayo de 2004; “Libres des-pués de 19 días de angustia y encierro”, 3 de junio de2004; “Comerciantes dejan sus puestos: hay 647 lo-cales vacíos en tres mercados del centro de la ciudad”,14 de junio de 2004.

21 El Universo, “Dificultades para labor periodística: de-pendencias municipales ponen trabas a coberturas”,2de agosto de 2003; “Restricciones para prensa enáreas regeneradas”, 14 de diciembre de 2003.

22 El Universo, “Bar-cafetería El Montreal vive su peormomento”, 8 de junio de 2004; “Municipio permiti-rá que se coloquen mesas fuera del bar-cafetería Mon-treal”, 9 de junio de 2004.

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balazos a varias personas en una farmacia gua-yaquileña que aparentemente habían sidoasaltada por delincuentes23. El misterioso de-saparecimiento de un operario (no un asal-tante) y los testigos del caso atrajeron a la ma-yoría de titulares de los diarios nacionales; va-rios reporteros y equipos de defensa legal re-cibieron amenazas de muerte. Pero cinco me-ses más tarde, la corte del municipio de Gua-yaquil liberó a todos los oficiales detenidos yrápidamente fueron reintegrados dentro de sugrupo de fuerza24; al contrario, las viudas delos desaparecidos han sido virtualmente igno-radas por los jueces a pesar del apoyo del pú-blico guayaquileño y de campañas de recolec-ción de firmas a su favor25. A través de esteproceso, se señala que las colaboraciones norecíprocas entre la política y los medios hanpromovido un silencio cómplice y peligrosoen Guayaquil, de cara a las ordinarias y radi-cales formas de legitimar la violencia.

Para concluir quiero sugerir brevemente laconsideración provisional de un nuevo marcohistórico para resumir los vastos efectos se-cundarios conocidos pero no representadosen la regeneración urbana. La crítica apuntaal hecho de que mucha gente en Guayaquilestá metiéndose más y más en la red institu-cional de nuevas organizaciones para llevaracabo, intencionalmente o no, la violencia le-gitimada por una reforma urbanística total.Mientras el surgimiento de “medidas preven-tivas” en la ciudad ha marcado a toda la ciu-dadanía con la potencial subjetividad de loanti-social, su homólogo institucional ya esuna pastoral allí donde no se cuida de la ciu-dadanía: una “organización pantalla”.

Si el liderazgo intelectual de los cambios,por ejemplo, hubiera debatido los beneficiosde la regeneración en una sesión a puerta ce-rrada, sus miembros no dudarían en argu-mentar que el uso de las ONG sirve para di-rigir las áreas regeneradas, los equipos de se-guridad que patrullan zonas de comercio yturismo, las organizaciones tercerizadas queemplean mano de obra guayaquileña, y losgrupos socio-religiosos que capacitan a nue-vos trabajadores. Más aún, estas organizacio-nes promueven nuevos patrones políticos pa-ra la descentralización neoliberal del comer-cio, la eliminación de la burocracia estatalque interferirían en la implementación dedrásticos desarrollos urbanos, e incentiva lacreación de organismos institucionales lealesque directamente responden a los líderes lo-cales. A fin de cuentas, promueven simbóli-cos y prácticos lazos de compadrazgo paraevitar la omnipresente disfunción de la políti-ca empresarial y partidaria: la disidencia, co-rrupción y estafa.

Lo que esta compleja respuesta positiva noañade, sin embargo, es la identidad de estasnuevas entidades ampliamente extendidas co-mo una categoría de “organizaciones panta-lla”, cuya productividad y utilidad es precisa-mente integrada a su falta de una responsabi-lidad legal y sociopolítica sobre las accionesviolentas. Los grupos de seguridad privadosya contratados son más fácilmente desinte-grados que la policía nacional: la municipali-dad se separa simbólica y legalmente de suscontratos o acuerdos con grupos o individuosde seguridad para-estatal, mientras la violen-cia es empleada hasta en denuncias públicasde ellos mismos. Las organizaciones terceriza-doras en Guayaquil emplean trabajadores pormiles, dándoles salarios más bajos y pocos oningunos beneficios de salud o de jubilacióny, como en la situación de los grupos de segu-ridad privada, sus contratos se podrían termi-nar inmediatamente. Y finalmente, la desig-nación de ONG permite a una organización,por un lado, ser operada como flotante, ex-pandible y libre de impuestos y, por otro la-do, tener poco que ver con las responsabilida-

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dossier23 El Universo, “El Caso Fybeca”, 30 de noviembre de

2003.24 El Universo “Myr. González recuperó libertad”, 1 de

mayo de 2004; “14 policías reintegrados a unidades”,28 de abril de 2004; “Policías del caso Fybeca, reinte-grados a sus cargos”, 6 de mayo de 2004.

25 El Universo, “Dolores”, 3 de mayo de 2004; “Viudasexpresaron rechazo a dictamen en caso Fybeca”, 7 demarzo de 2004; “Críticas contra dictamen”, 14 demarzo de 2004.

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des básicas del Estado de proteger a los ciuda-danos de la discriminación, la humillacióndiaria y la represión violenta. Al momentopreciso en que el gobierno central del Ecua-dor implementó en 2003 su propio programade ONG en Guayaquil, “Aseguramiento Po-pular”, ya se ve muy nítidamente cómo estanovedosa forma política ya ha anexado, a tra-vés de las localidades de la ciudad, los pode-res tradicionalmente atribuidos al Estado. Enotras palabras, estas “organizaciones pantalla”comprenden la principal base y “zona gris”para las políticas contemporáneas de exclu-sión sociocultural en el puerto.

En fin, es indiscutible que la regeneraciónurbana ha importado nuevos niveles de vigi-lancia, comercio formal y turismo dentro delnuevo desarrollo de áreas. Pero otras historiasesperan su tiempo para salir a la luz. Por ca-sualidad una vez oí un comentario que se des-tacó de un pequeño grupo de peatones en elMalecón 2000. Para mí, era como si estuvie-ra escuchando al mismo espíritu que se llevólas esperanzas milenaristas sobre el desarrollourbano en Guayaquil, lo cual mencioné al co-mienzo de este breve artículo. El comentarioalabó a la vigilancia y a los cambios arquitec-tónicos, al monumental teatro IMAX y a latranquilidad de los espacios y pequeñas zonasverdes como si fuera “igualito a Miami”. Lafuerza particular de ésta frase (“justo comoMiami”) se quedó conmigo por un buen ra-to, hasta un punto en que me enteré cómopodía resumir la forma en la que ésta y tantasotras similitudes renovadoras efectivamenteborran su fuente primigenia: la fuerza. Eracomo si un huracán de fuerza moral e inge-nuidad política sin precedentes hubiera lleva-do a este nuevo terreno, como el Mago deOz, directamente desde los Estados Unidos alcentro de Guayaquil. El análisis etnográficode las políticas de exclusión, por contraste,abre una condición de la posibilidad y la im-

portancia de nuevas preguntas acerca de lostipos de subjetividad en juego en el ejerciciode la regeneración, de hecho, sin muchos pre-cedentes en la dirección política y manejo dela marginalización.

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X. Andrade1

¿Museos en ruinas? Huevadas. Así es comosolíamos llamar a una puta tautología en mitiempo. Si el museo alguna vez hubiese en-carnado a la esfera pública, todos nos habría-mos lanzado de un puente hace largo rato. Elmuseo fue siempre solamente una ruina de laesfera pública, una privatización burguesadel espacio público hecha lo suficientementesegura para aventurarnos a visitarla […] Laverdadera esfera pública moderna fue siem-pre el lugar de trabajo. El lugar a donde to-dos tienen que ir y jugársela: yo prefiero noir, pero si tengo que hacerlo, voy cargandomi grandiosa e hirviente medicina para lacruda conmigo -llevo mi última noche a tupresente-. […] Esa es la esfera pública -aquéllugar donde el conflicto social tiene voz-.

Gareth James

Se espera que estas líneas coincidan con lainauguración oficial en Guayaquil del MuseoAntropológico y de Arte Contemporáneo delBanco Central del Ecuador (MAAC). Quedos de las exposiciones planificadas en los úl-timos años abran de manera inaugural preci-samente durante las fiestas julianas resume elpapel que dicha institución ha tomado desdefinales del año pasado: la de un espacio segu-ro para avanzar nociones de identidad local yregional que reposan en sentimientos xenófo-

bos conjurados mágicamente por el Estado ybajo el ascético disfraz de la gestión cultural.

Teórica y metodológicamente, este análisisnace de un impulso etnográfico que sitúa alEstado como el resultado concreto de actorese instituciones que canalizan ideologías y mi-croprácticas tendientes a operar sobre elmundo social y que son encarnadas por suje-tos llanos. Intenta brindar elementos para en-tender parte de las dinámicas internas que seocultan detrás de la imagen pública brindadapor los rituales inauguracionales y las formasbajo las cuales las retóricas dominantes sobreprocesos sociales (tales como la renovaciónurbana -que es fundamentalmente un fenó-meno de reorganización espacial, normativi-zación ciudadana y exclusión social-) utilizana lo cultural en general, y al museo con su es-pectacular fantasmagoría en particular, paraapuntalar tales proyectos. En este contexto,por lo tanto, se entiende a la gestión y defini-ción de políticas culturales como parte de unaagenda esencialmente política que, para el ca-so en ciernes, ha requerido de la sacralizaciónde la institución museal como una instanciacoreográfica del Estado en el proceso de cons-titución de nuevas culturas cívicas.

El museo en ciernes abrió sus actividadespúblicas en 2001 bajo la idea de proyectar eltrabajo a la sociedad, independientemente deque las colecciones o proyectos de exhibiciónfueran todavía asequibles. Un “museo másallá de cuatro paredes”, “vivo, dialogando conla sociedad”, y otras frases de ese estilo orien-taron prácticas múltiples en el campo de lainvestigación social, la educación pública enmúsica, cine, antropología visual y artes, el

Burocracia:museos, políticas culturales

y flexibilización laboral en Guayaquil

Andrade, Xavier, 2004, “Burocracia: museos, políticasculturales y flexibilización laboral en Guayaquil”, enICONOS No. 20, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 64-72.

1 PhD. © Antropología, New School for Social Re-search, New York.

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fomento del género documental y el mejora-miento de la oferta recreacional en la ciudad.Debido a la respuesta de diversas audiencias,el MAAC fue efectivamente posicionado co-mo el mayor gestor cultural en Guayaquilmucho antes de que se abriera como un mu-seo tradicional. La misma idea de “inaugura-ción” resultaba aberrante dentro del esquemaanterior: un evento confirmatorio de la idea-lización del modelo de la exhibición dedicadaa consagrar objetos para iluminar a las igno-rantes masas gracias a su inclusión dentro delpropio museo y por el mismo, probablemen-te pomposo, acto de apertura.

Desde la demanda social construida porlos medios durante períodos de presión o cri-sis, sin embargo, lo importante fue exacta-mente lo contrario: tener un museo con salasde exhibición permanentes y abiertas al pú-blico lo antes posible. “Guayaquil sin mu-seos” rezaba la prensa, construyendo la noti-cia, de partida, como un escándalo. De he-cho, la remoción de la anterior Dirección delMAAC se justificó oficialmente por las auto-ridades del Banco Central del Ecuador (BCE)por “el retraso en la apertura” de las instala-ciones, retraso que se explica en buena partedebido a la ambiciosa dimensión de la mues-tra retrospectiva de arte moderno “Umbra-les”, cuya logística de préstamo de obras re-

sultó complicada, enorme y ciertamente bajouna planificación excesivamente laxa. En lapráctica, sin embargo, tal muestra competíacon otros megaproyectos que se hallaban, dehecho, sirviendo a distintas comunidades2.

La inauguración oficial del museo en juliode 2004 supondría cumplir, pues, con la ri-tualidad requerida para la sacralización de unmodelo clásico y conservador de museo parala ciudad. El discurso dominante que subrayalos sentidos cosmopolitas del “nuevo Guaya-quil” demanda también nociones reacciona-rias y selectivas de “autenticidad” (primero,de lugar de nacimiento y, luego, étnica) enquienes lo dirigen. Que el debate público so-bre el lugar de origen del anterior director ha-

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2 La Dirección Cultural de Guayaquil tenía bajo su car-go, además del MAAC, al Parque Histórico Guaya-quil (PHG) y la Plaza de las Artes y los Oficios (PAO,en el rehabilitado Centro Cívico), amén de otros pro-yectos menores. Cada uno de estos proyectos estabacompuesto, a su vez, por múltiples programas, la ma-yoría de los cuales fueron puestos en operación du-rante el periodo en ciernes. El MAAC ha merecido es-pecial atención no sólo por el perfil adquirido en esetiempo, sino porque se halla localizado en el malecóny, por tanto, guarda una especial inversión simbólicadesde los sectores de poder envueltos en la renovaciónurbana. El malecón funciona como el principal corre-dor de paseo masivo para los habitantes de la ciudad.El MAAC forma parte de la “sección cultural” de di-cho proyecto.

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ya ocupado un lugar central para la prensa, y,que la actual se ajuste a los cánones de iden-tidad esperados por medios y elites consagra,a su vez, la estrecha relación entre “cultura”,“renovación urbana” y “guayaquileñidad” ainicios de este siglo3.

La inauguración del MAAC en un espaciocontrolado como es Malecón 2000 es, pues, laapertura de una ruina de la esfera pública contoda la parafernalia del caso: homenajes públi-cos rendidos a su nueva directora con antela-ción, autoridades locales y burocráticas debi-damente alineadas, actores conservadores encontrol de las instituciones oficiales debida-mente invitados, elites en control de un museocómodamente ubicado en un espacio públicoprivatizado, exhibiciones autorales y retrospec-tivas de arte moderno debidamente sanitizadasy autorizadas por la historia del arte4. Paracompletar el cuadro, temerosa o complacien-temente observando tras bastidores, una fuer-

za de trabajo fantasmalmente tercerizada quelleva adelante el quehacer institucional.

Este artículo presenta a la institución mu-seal como una maquinaria sitiada contextual-mente y construida políticamente. El trabajolevanta preguntas sobre las siniestras opera-ciones del Estado en un campo que, como elcultural, poco parece importar a nadie. Final-mente, un museo público es solamente unejemplo de las instituciones que constituyenel aparato del Estado y, por lo tanto, reprodu-ce dinámicas generalizadas a dicho aparato.El museo que sirve de estudio de caso es el Es-tado ecuatoriano, no en una versión reducidani analógica del mismo, sino que funcionacomo una expresión transparente de la obscu-ridad interna de los mecanismos de delega-ción del poder en la burocracia estatal (palan-queo, nepotismo y racismo institucionalizadoincluidos) y de las formas (legales sólo en apa-riencia, como se verá más adelante) de con-tratación al interior de ella.

Políticas culturales

Las relaciones entre organización espacial, es-pacio museal y políticas culturales se da en unterreno de lucha de sentidos de etiqueta. En2001 fui contratado para asesorar a una nue-va institución que, en los años sucesivos(2002 y 2003) se convertiría en la mayorfuerza en gestión cultural en la ciudad y elpaís, el referido MAAC. Antropología y artecontemporáneo, juntos, resultan una mezclasui generis en el mundo de los museos; unnombre sugerente, sin duda, pero, finalmen-te, sólo un membrete resultante de dos im-pulsos que en la práctica no llegarían nunca aconjugarse: por un lado, la tradición arqueo-lógica del antiguo museo del BCE en Guaya-quil, conocido simplemente como Museo

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La inauguración del MAAC en un espacio controlado (el Malecón 2000) es la apertura de una ruina de la esfera pública con toda la parafernalia del caso.Tras bas-tidores, una fuerza de trabajo fantasmalmente tercerizada. La institución museal debeser vista como una maquinaria sitiada contextualmente y construida políticamente.

3 Las dos autoridades en referencia representan polosopuestos. El antiguo director, Fredy Olmedo Rhon,serrano, arquitecto de profesión, tiene un par de dé-cadas de trabajo en gestión cultural (extraño al endo-gámico medio del poder político en Guayaquil), ymáximo gestor cultural del BCE en Guayaquil y elpaís en los noventas. Su sucesora, Mariella García,guayaquileña, arqueóloga -aunque no se le conozcainvestigación alguna ni tampoco publicaciones-, estáconectada con las elites y los círculos tradicionalesdel arte.

4 La CCE del Guayas, por ejemplo, rindió un “homena-je a Mariella” por sus “treinta años de labor cultural…remarcadamente en la Región Litoral Ecuatoriana”,con un mes de antelación a la apertura del museo. A laadulación de la prensa durante los últimos meses, tonoque contrasta con la frialdad con la que El Universo tra-tara especialmente a Olmedo, se sumaron otros even-tos organizados por potenciales beneficiarios del mu-seo. Decidoramente, ninguno de ellos fue promovidopor arqueólogos locales, formaciones entre las que lafuncionaria guarda una reputación adversa debido, aldecir de los entrevistados, a su escasa contribución alcampo y a su papel en el devenir de la clausurada es-cuela de la ESPOL.

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Antropológico y fundado por el arqueólogoOlaf Holm hace treinta años y, por otro lado,la moda globalizante del arte contemporáneoque, como tal, ha promovido la creación demuseos dedicados a éste en contextos donde,de hecho, la escena es incipiente o simple-mente inexistente. Las etiquetas, por supues-to, revelan dimensiones sociológicas más quelas meras buenas intenciones que existieranpara crear un proyecto museal diferente en unmedio que, como el ecuatoriano, se ha carac-terizado por su apego al paradigma que ve aesta institución como repositaria natural deideologías dominantes sobre identidades na-cionales, regionales y/o locales. En el caso delMAAC, la tensión entre continuidad e inno-vación, y la imposibilidad de su resolución,expresa claramente las condiciones del medioen el cual surgiría como propuesta.

En lo antropológico, Guayaquil ha careci-do históricamente de espacios académicos pa-ra la formación disciplinaria. De hecho, gra-cias a la constitución de la Escuela de Arqueo-logía en la Escuela Politécnica del Litoral (ES-POL), cuya orientación inicial durante losochentas estuviera fuertemente impregnadapor la arqueología social, ha circulado biblio-grafía antropológica y, en la práctica, ha in-fluenciado la realización de proyectos museo-gráficos bien informados en el antiguo museo.En los noventas, las nuevas generaciones hantenido acceso a teorías culturales actualizadas ya metodologías cualitativas solamente gracias acátedras dictadas en diversas escuelas de co-municación, aunque el repertorio de antropó-logos propiamente referidos siga siendo pun-tual. Así, como resultado de la ausencia de uncircuito y una infraestructura adecuados, el sa-ber sobre el caso guayaquileño, y más amplia-mente, regional, continúa siendo incipiente.

No obstante, supuestos antropológicos, sehallan en la base de la legitimación del discur-so culturológico dominante que es voceado sis-temáticamente por intelectuales públicos, eli-tes y medios, el de la “guayaquileñidad”. Asi-mismo, durante los momentos de exposiciónal debate mediático de los proyectos del propioMAAC, principalmente canalizado a través dela prensa escrita, fueron reivindicaciones iden-

titarias las esbozadas como bastiones del cues-tionamiento público al museo, el mismo quefuera visto, en sus versiones más radicales, consu poco disimulo por lenguajes xenofóbicos,como un ente colonizador de “la cultura gua-yaquileña” por parte de agentes foráneos (refi-riéndose a diversos “serranos” y/o a personas deotra nacionalidad que se hallaban en posicio-nes de poder dentro de la institución)5.

Si la ausencia de una infraestructura acadé-mica caracteriza al entorno porteño en antro-pología -un vacío orgánico que no necesaria-mente implica la ausencia de una teoría socialsobre la ciudad, la misma que es producida ac-tivamente por intelectuales de formaciones di-versas, dentro y fuera de la academia-, lo pro-pio ocurre en el campo de las artes visuales,donde el museo fuera percibido como el por-tador de mensajes extraños a las tradiciones,principalmente pictóricas, desarrolladas en elmedio. Guayaquil, nuevamente, ha carecidode un entorno académico al nivel superior pa-ra el estudio de las artes. Como contrapartida,la escena ha sido prolífica en la realización deconcursos y salones donde formas de arte mo-derno han sido consistentemente canonizadashasta cuando impulsos renovadores muy re-cientes empezaran a modificar los parámetrosbajo los cuales el arte es pensado (y, concomi-tantemente, premiado) en el medio.

En discusiones internas, las proyeccionesde constitución de un museo de arte contem-poráneo en Guayaquil tuvieron como referen-cia principal al modelo de Bilbao, una ciudadque despegó turística y artísticamente a partirde la instauración del Museo Guggenheim.Dos grandes diferencias existen, sin embargo,

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5 El museo estuvo bajo la lupa de los medios impresosen varias coyunturas. Por ejemplo, durante el debatesobre Umbrales entre octubre y noviembre de 2001,uno de los más vocales al respecto fue Henry Raad deEl Telégrafo. Quiteño de nacimiento y concejal social-cristiano durante la alcaldía de León Febres Cordero,Raad ejemplifica una forma de trasvestismo étnico re-marcable puesto que es uno de los críticos más acérri-mos del centralismo y fue, en el momento referido, dela presencia de actores “foráneos” en la gestión cultu-ral. En el debate más reciente y probablemente el últi-mo, en abril de 2004, mi posición respecto del deve-nir del museo fue recogida en la sección editorial (“Po-lémica Cultural I”, El Universo, 26 de abril de 2004).

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para cumplir con la utopía en ciernes: prime-ro, el Guggenheim como institución museal,forma parte esencial de la escena y los circui-tos internacionales del arte en voga y, segun-do, Bilbao está en el primer mundo, dondeese arte contemporáneo ha sido abrazado en-tusiastamente desde hace décadas. De ahí lapreocupación, declarada en la folletería ofi-cial, por “insertar al museo en los circuitos dearte contemporáneo a nivel global” y, segun-do, por generar una infraestructura tendientea educar y familiarizar al medio guayaquileñocon el lenguaje de la contemporaneidad en lasartes, principalmente visuales. Por ello la im-portancia brindada al -así llamado- “Progra-ma de Inserción del Arte en la Esfera Pública”durante los primeros años.

El programa referido ejemplifica las ten-siones implícitas en la relación entre las áreasde antropología y arte, comprensible en bue-na parte por el estado embrionario de la ins-titución como tal. Una iniciativa rescatablepara brindar un espacio de discusión comúnpara artistas a nivel nacional que operabancon intereses difusos, “Ataque de Alas”, elproyecto inaugural de “arte en la esfera públi-ca”, sin embargo, tuvo lugar mayoritariamen-te en el resguardado espacio de Malecón2000, hecho escasamente problematizado.

Así, en su mayoría, no se pensaron las impli-caciones conceptuales o museográficas dedesplegar las obras en un espacio semipúblicoque imponía de partida ciertas formas de ex-hibición. Una de ellas fue censurada inmedia-tamente por la fundación administradora delas premisas, presumiendo que sería insultan-te para el Alcalde de la ciudad -sin que el mu-seo tuviera una capacidad articulada de res-puesta frente a ello- y, sólo excepcionalmente,las piezas demandaron alguna forma -siempremarginal- de participación o interacción co-munitaria más allá de la mirada; una miradaque, por el espacio y la forma en los cuales lasobras se encontraban emplazadas, se hallabacuidadosamente disciplinada y vigilada.

La etnografía fue requerida a posteriori,con el fin de documentar la recepción de lasobras y de autorizar la dinámica social imagi-nada para el proyecto en su conjunto, siendoincluida a la manera de un debate multidisci-plinario entre expertos en arte, artistas y cien-tistas sociales, y un artículo crítico (de mi au-toría) en un catálogo que nunca llegaría a pu-blicarse. Desde mi perspectiva, las formas deintervención artística sobre la ciudad pudie-ron haber sido un canal para establecer undiálogo más estructurado entre la sección dearte y la antropológica, con su preocupaciónpor el establecimiento de lazos comunitarios ysu distancia frente a apropiaciones puntuales ofolklorizantes de “lo popular”. La ausencia deun espacio de debate sistemático sobre las pro-yecciones del museo como un todo devino enla práctica en un bloqueo comunicacional en-tre las distintas áreas, manteniendo cada unade ellas concepciones muchas veces contradic-torias sobre las prioridades programáticas ins-titucionales. Y, aunque habían comunalida-des, lo que era prioritario para unos podía pa-recer simple despilfarro para otros. En la au-sencia de discusiones presupuestarias que sir-vieran para discutir abiertamente un balanceentre los dos polos, este tipo de percepcionesentre los trabajadores del museo eran inevita-bles, así como también lo fueron las conse-cuencias prácticas de tal bloqueo. El problemafundamental, sin embargo, fue el de lograrque tanto políticas programáticas como con-

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Guayaqui, calle Villamil, hacia 1920

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ceptuales trascendieran los distintos ámbitosdisciplinarios sin supeditar un campo a otro6.

Burocracias

Tanto en antropología como en arte contem-poráneo, por lo tanto, el museo encontró uncontexto difícil en el cual moverse. Primaronlas agendas de tradiciones enraizadas en la in-telectualidad local, cuya articulación principalestá dada por la preocupación por cuestionesde “guayaquileñidad”. Las tensiones entre losdos ejes temáticos, sin embargo, tienen que vertanto con los campos más amplios donde con-ceptos, nociones e ideas circulan socialmente,cuanto con dinámicas institucionales internasal propio BCE. Bajo una primera mirada, lagestión cultural del banco estatal parece no ha-ber demandado una atención muy cercana delas proyecciones que se iban procesando al in-terior del museo, ciertamente no por parte delas autoridades locales del BCE (el Directoriocomo máximo organismo en la toma de deci-siones). En Quito, sin embargo, la burocraciavería con ojos suspicaces las ambiciosas tareasemprendidas en Guayaquil, especialmenteporque la mayoría de fondos que el Banco ca-nalizaría para gestión cultural fueran concen-trados en la segunda ciudad durante los últi-mos años (32 millones de dólares, de acuerdoal Gerente de la Sucursal Mayor Guayaquil)7;de hecho, contrariando la tradición históricade la institución desde que ésta asumiera unpapel clave en el campo hace tres décadas.

La percepción interna durante el períodobajo reflexión era que la gestión del BCE enmateria cultural tenía dos facetas contrapues-

tas: a) la tendencia a la burocratización delaparato en Quito, expresada en la ausencia deprocesos alternativos a los tradicionalmentedesarrollados por ellos (i.e. exhibiciones ar-queológicas y autoriales o retrospectivas de ar-te moderno, y tareas de documentación),frente a b) la explosión de proyectos y activi-dades generadas en el puerto, período quecoincide con la trayectoria desarrollada porOlmedo, Director del MAAC y de la Direc-ción Cultural Regional de Guayaquil en suconjunto. De hecho, dicha autoridad era vistacomo una especie de “renegado” de la buro-cracia quiteña, donde tuvo su período forma-cional8. Si Olmedo debió confrontar la abier-ta y/o soterrada resistencia de autoridadesguayaquileñas a su presencia en la escena cul-tural de la ciudad al interior del BCE, en el díaa día del museo se daba una aceptación y unreconocimiento a su trayectoria al punto deque el MAAC y el resto de proyectos grandesadelantados por su Dirección, como el PHG yla PAO, eran vistos por sus empleados comola empresa de un solo hombre, el propio Ol-medo. Esta percepción es explicable tanto porsu capacidad para aprovechar los espacios de-jados por la -percibida como- limitada gestiónde Quito para canalizar fondos hacia Guaya-quil, cuanto por su devoción al trabajo insti-tucional y, sobre todo, por la concentración depoder para la toma de decisiones, característi-ca esta última que terminaría alienándolo delas máximas autoridades del BCE9.

Las tensiones entre las burocracias capita-

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6 Detrás de ello se encontraba, por un lado, la ambiguaconstitución del área de antropología en sí misma -congrupos de intereses diversos operando en arqueología,antropología visual y estudios urbanos, etiquetados in-cómodamente bajo un solo membrete- y, por otro, lade arte contemporáneo operando bajo sus propios pa-rámetros. La Dirección vislumbraba una proyecciónpor etapas, la primera dominada por intervencionesen arte, y una posterior a la apertura de las instalacio-nes del museo, una vez que el proyecto se hallara con-solidado, dedicada a arqueología y antropología.

7 El Universo, “Polémica Cultural”, 5 de febrero de 2004.

8 Olmedo, radicado en la ciudad por más de una déca-da, se veía a sí mismo como una suerte de “guayaqui-leño por elección propia”, lo cual generaba una es-tructura de sentimientos que positivizaba el estilo ylas costumbres de la vida en el puerto así como unapreocupación constante por deslindar tales afinidadesde retóricas regionalistas. Su gestión resultó de unaconvicción en que Guayaquil debía abanderarse deproyectos innovadores a pesar de condiciones estruc-turales muchas veces adversas.

9 El escenario no era homogéneo: el bando de la actualDirección, respaldado por sus conexiones de paren-tesco con miembros del Directorio del BCE y su in-serción en círculos sociales tradicionales, hizo del an-tiguo museo –cuya locación espacial era distinta- unfrente de batalla interno. La competencia entre Ol-medo y su sucesora databa, a la postre, de hace una

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lina y porteña fueron también aireadas inter-namente en la lucha por el nombre del pro-pio museo, el mismo que varió de “el MAACde Guayaquil”, hacia “el MAAC del BCE” osimplemente “el MAAC” a secas. En la pri-mera denominación, generada por la anteriorDirección para posicionar a la institución co-mo una marca comercial independiente delpasado simbólico centralista del propio BCE,el énfasis local no quería implicar una ads-cripción ideológica con quienes percibían alMAAC como una suerte de versión actualiza-da de un museo municipal, esto es, que de-biera consagrarse al cultivo de revisiones dehistorias oficiales del pasado de la ciudad y desus habitantes y/o a la exposición de valoresconsiderados como auténticamente guaya-quileños (papel que es perfectamente cubier-to por instituciones tales como la Casa de laCultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, elArchivo Histórico y otras organizaciones rele-vantes en el medio, las mismas que, no coin-cidencialmente, formaron un frente de oposi-ción pública al museo)10.

El segundo nombre, aunque su actual logo-tipo omita menciones al BCE, se debe al pos-terior interés del Banco por usufructuar del ca-pital simbólico levantado por el museo des-pués del primer año de actividades públicas11.Es así que, si bien el museo se había ya conver-tido en un dolor de cabeza administrativo pa-ra el BCE (por la expansión numérica del per-sonal contratado y las partidas presupuestarias

requeridas para cubrir necesidades infraestruc-turales de los nuevos proyectos creados), sucontinuidad se aseguraba precisamente por elaura de bondad asignado a “lo cultural”. Unabondad que, una vez apropiada (aunque a re-gañadientes) por el Banco servía también parael propósito de opacar el estigma centralista deque gozara históricamente como instituciónestatal, para no mencionar que potencialmen-te también continuaría justificando los lati-sueldos de sus máximas autoridades12.

De hecho, la expansión de la fuerza labo-ral para operativizar los distintos proyectos acargo de la Dirección Cultural del BCE enGuayaquil, impuso al sistema burocrático lanecesidad de racionalizarla. Como contrapar-tida práctica a la retórica oficial que enfatizala reducción del tamaño del Estado, y másallá de que la intención de la Dirección fuerala de dar continuidad al trabajo ya desarrolla-do, el propio aparato legal del BCE se encar-garía de la creación de empresas tercerizado-ras fantasmas para agrupar a los distintos em-pleados. El procedimiento fue simple: unavez identificadas personas que pudieran servircomo testaferros entre familiares de los pro-pios empleados, diversas compañías supuesta-mente prestatarias de servicios especializados(sean de investigación social, de administra-ción o de arte) fueron creadas ad hoc para ca-nalizar los fondos del BCE hacia terceros, losmontos transferidos por el Banco mensual-mente, y para que diversos trabajadores seaasignados, generalmente por afinidades pro-fesionales, a tales “empresas”. Convocatoriaspúblicas (por la prensa) fueron realizadas encada ocasión para dar la apariencia de cum-plimiento legal de “concursos de merecimien-tos” prescritos por la ley, haciendo uso de unade las múltiples artes que Fernando Busta-mante refiere como productoras de la demo-cracia como “encantamiento”13.

El matrimonio simbólico entre la gestión

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dossierdécada, durante la cual se turnarían en posiciones di-rectivas. Habían también diferencias radicales en elestilo de manejo: mientras que el primero se rodeabade personal técnico, la segunda lo hace de una leal co-fradía de secretarias que funcionan paralelamente co-mo asesoras.

10 El propio Museo Municipal, sin embargo, mantuvouna posición independiente en esta disputa, la mismaque fue vehiculizada cotidianamente por un grupo depintorescos activistas que operaban desde la CCE delGuayas.

11 Actividades patrocinadas por una institución cuyapropia existencia caería en profundos cuestionamien-tos después de la dolarización, un momento donde,adicionalmente, lo cultural ya había sido posicionadopor las actividades del propio MAAC como un rédi-to de la renovación urbana, o “regeneración” como espretenciosamente conocida en la jerga política y tec-nocrática local.

12 Ver: “Sueldos en el BCE y la Superintendencia deBancos, superiores al del Presidente” (El Universo, 11de marzo de 2004).

13 Un proceso de similares características tendría lugarnuevamente al interior del museo mientras escribo es-tas líneas, en junio de 2004, para volver a reorganizar

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cultural instaurada por una institución estataly la renovación urbana promovida por el go-bierno local a través de un aparato de funda-ciones privadas que en la práctica operan co-mo unidades ejecutoras de la municipalidad,es la última fuerza a enumerarse en la trayec-toria truncada que denotan las diversas eti-quetas del MAAC. Desde la ubicación espa-cial del museo (en el extremo norte del Male-cón 2000 -obra paradigmática del nuevo de-sarrollo urbano en la ciudad-) hasta la conce-sión de las instalaciones que el municipio hi-ciera al BCE para funcionar por un siglo (enunas premisas que están reglamentadas y sonexplotadas comercialmente por la FundaciónMalecón 2000), el museo se halla subordina-do estructuralmente a este tipo de lazos dedependencia. El altar visible de este matrimo-nio fue el mal llamado “árbol navideño másgrande del mundo”, mamotreto que contócon donaciones ilegales del propio museo yque estudio en un artículo en proceso.

De hecho, el MAAC cultivó una relación

respetuosa pero no demasiado estrecha con laFundación Malecón 2000, precisamente parapreservar la independencia de los proyectos(sin mencionar que es evidente que las con-cepciones de lo-cultural-como-potpurri, pa-trocinadas por esa Fundación, no correspon-dían necesariamente a las del museo). Estadistancia junto a la animadversión despertadapor Olmedo entre las jerarquías del BCE (de-bido a su capacidad para desbordar el controlinstitucional, para obviar distintas instanciasburocráticas, con la finalidad de sacar adelan-te los distintos proyectos a su cargo) parecenhaber sido suficientes para su remoción. Cabemencionar que la versión pública del anteriorDirector destacó como detonante la impor-tancia del conflicto interno Quito-Guayaquilal interior de la burocracia bancaria. Dichateoría, sin embargo, simplifica el escenariopolítico de la gestión cultural brindando alBCE una autonomía de la cual, para el casoguayaquileño, parece a todas luces carecer14.

Desde la perspectiva de Olmedo, la actualDirección sería una suerte de “títere” funcio-nal a los intereses centralistas por poner fin ala expansión de los proyectos en Guayaquil(“Olmedo, ex-director de programas cultura-les, critica gestión de Mariela García”, ElUniverso, 20 de abril de 2004). Yo añadiríaque lo es en función de un cierto tipo de mu-seo que resulta también útil para un conglo-merado de intereses locales que usufructúandirectamente de la “regeneración”. Indepen-dientemente de si la información sobre la in-gerencia de terceros en las decisiones internasdel BCE es certera, la articulación entre losintereses de los principales beneficiarios de larenovación urbana y el BCE es mucho másorgánica de lo que se reconoce a la luz públi-ca. En consecuencia, la suerte del museo co-mo proyecto autónomo estuvo echada, mien-tras que la definición de políticas siempre tu-

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la fuerza laboral con similares efectos: evitar contrata-ciones a largo plazo, defraudar a los trabajadores y alfisco. La tercerización es un fenómeno macro a nivelestatal. Carezco de información, sin embargo, paracuantificar la fantasmización a la cual aludo. Sin em-bargo, por la lógica de explotación del aparato estatalcomo botín político y de redes clientelares haciendouso de las prácticas perversas que permite el propiosistema burocrático -caso contrario, insisto, al de laDirección Cultural que pretendía dar continuidad altrabajo intentando mantener un equipo técnico cali-ficado- dudo de que el BCE sea un caso único. Másallá de la pérdida de derechos adquiridos que esta di-námica supuso para buena parte de los empleados ter-cerizados, y de la consecuente defraudación al propiofisco por la imposibilidad de recabar prestaciones pa-ra fondos del Estado por parte de los mismos, la fle-xibilización de la mano de obra hizo patente una es-tructura laboral compuesta por varios status de traba-jadores, imprimiendo una lógica de temor e incerti-dumbre entre ellos. Posteriormente, la estocada finalfue dada en febrero de 2004 mediante el despido ma-sivo del personal técnicamente calificado del museo,un hecho que continúa en disputa internamente através de las instancias sindicales (ver: “Protesta de ex-trabajadores del Banco Central”, El Universo, 15 demayo de 2004). La disputa, sin embargo, se concen-tra en el monto de las indemnizaciones y no en lapropiedad de lo actuado en favor del círculo íntimode García. El número total de despidos a nivel delBCE fue de alrededor de 300. No coincidencialmen-te, entre ellos se encontró el propio Olmedo.

14 Como contraparte a la hipótesis esbozada por el fun-cionario, la misma que fuera recogida por el editoria-lista Javier Ponce (“Yépez, liquidador de oficio”, ElUniverso, 24 de marzo de 2004), según una versiónrecabada mediante informantes bien posicionados alinterior del BCE, el toque final en la remoción de Ol-medo fue dado por petición expresa de autoridades deuna de las fundaciones paraestatales.

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vo como referencia a un terreno que habíaque cabalgar a contrapelo15.

Reajuste

El MAAC era, entonces, promovido por lasautoridades del BCE hasta el reajuste a princi-pios de año; era un museo que pretendía serabierto y, además, que se hallaba en procesode definición. Como tal, los pilares concep-tuales que lo constituían se hallaban sujetos aconstantes negociaciones derivadas de percep-ciones diversas sobre la misión institucional yde los distintos campos de su accionar. La de-finición de políticas culturales se iba haciendoen la práctica, si bien esta tarea fuera vista porla Dirección como una prioridad a la hora deasegurar la continuidad de los proyectos y sufilosofía mínima. Tal como lo ilustra el deve-nir del MAAC, las políticas resultan no de de-finiciones orgánicas sino de la negociación defuerzas en el campo social donde el museo co-mo tal se inscribe. Cuatro ideas-guías, sin em-bargo, estaban claras para todos quienes tuvi-mos ingerencia en la definición de proyectos:

primero, que era insuficiente un museo con-cebido como simple repositario de caprichosaslecturas sobre la nación y/o las identidades re-gionales; segundo, que toda intervención de-bía sustentarse en investigaciones más o me-nos sistemáticas sobre las realidades ha serafectadas; tercero, que la población-objetoprivilegiada sería la juventud urbana comouna forma de invertir en la continuidad de losprocesos a largo plazo; y cuarto, que las políti-cas culturales no se definen en un vacío, ni susefectos son sociológicamente ascéticos.

Finalmente, la experiencia de un etnógra-fo al interior de la burocracia, como actor-participante y observador-distante, puede serresumida en tres identidades adquiridas du-rante el trabajo de campo. Primero, comoasesor, me hallé en una posición privilegiadapara atestiguar, y formar parte, para bien ypara mal, de ciertos procesos de toma de de-cisiones. La creación de un programa de an-tropología visual y el fomento a la produc-ción documental, aunque de existencia efí-mera, fueron productivos para aunar audien-cias y promover a realizadores noveles. Segun-do, en tanto trabajador, fui uno de los terce-rizados y, por tanto, defraudados, lo cual su-puso cotejar mi experiencia con aquellos quese ven abruptamente entrampados por un sis-tema que no cuenta con mecanismos de jus-ticia16. Por último, como antropólogo, quedotodavía convencido del poder de la etnogra-fía, aunque sea en las mínimas esferas dondealgo reminiscente a la libertad de expresiónqueda en medio de tanto “encantamiento de-mocrático”. Escribir versiones alternativas alas caras oficiales del Estado, y al silencia-miento de sus ciudadanos y sus empleados es,pues, la forma bajo la cual “mi grandiosa ehirviente medicina” se traslada ahora al pre-sente académico, y -resto seguro, que por lamediación mágica del así mismo “grandioso ehirviente” poder de los chismes- también a tupresente burocrático.

Julio de 2004

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15 A largo plazo se vislumbraría un escenario transicio-nal de acuerdo al cual (debido a la proyectada evanes-cencia del BCE como institución) el patrimonio delmuseo pasaría a manos de alguna de las fundaciones“privadas” vinculadas con la municipalidad o al pro-pio municipio. Este proceso, por supuesto, supone enel futuro un escenario político estable que, dada la ac-tual hegemonía socialcristiana y su exitosa explota-ción discursiva de los beneficios de la renovación, noes difícil de imaginar. Así, el mayor patrimonio ar-queológico (o lo que reste de él a la fecha de esta ope-ración) y la más grande infraestructura de gestión cul-tural del país serían privatizados, un proceso “natura-lizado” por la retórica sobre la reducción del aparatoestatal y por la de las “bondades administrativas” defundaciones como las aludidas, la mayor de las cualeses, por supuesto, el hallarse fuera de la contabilidadsocial del manejo de fondos públicos (ver: Jaime Da-merval, “Fundaciones infundadas”, El Universo, 11 deenero de 2004). El trabajo de este editoralista es ex-cepcional sobre un tema que de otra manera resultaintocable, un “secreto público”, algo sobre lo que lagente sabe que no debe saber (ver: Michael Taussig,2001, Defacement, Stanford UP, Palo Alto, 2001).

16 Sentidos de lealtad creados durante mi permanenciaen el museo me inhibieron de proceder legalmente apesar de que intentaran hacerme firmar, ilegalmente,una “renuncia voluntaria”.

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Mireya Salgado1

Los museos ocupan un lugar complejo en elmundo actual y en las nociones de patrimo-nio. Desde su nacimiento han estado unidos ainstituciones y conceptos totalizadores cuyodesmoronamiento estamos presenciando. Sinembargo, viven un tiempo contradictorio enel que, junto a la revisión de sus fundamentosy el cuestionamiento de sus funciones y su fu-turo, crecen en número a un ritmo sin prece-dentes y se han convertido en espacios cultu-rales clave.2 Ligados a las nociones cada vezmás inestables e inasibles de autenticidad, agrandes narrativas lineales, al estado nación,entre otras, los museos como centros cultura-les polivalentes son hoy un espacio de fronte-ras ambiguas abiertas al interés y a la reflexiónacadémica. Nada de lo dicho y establecido so-bre ellos, las aseveraciones que los fundamen-taban y sus funciones a largo plazo, han sobre-vivido a las preguntas, deconstrucciones y du-das a las que los han sometido las tensiones ydescentramientos del mundo contemporáneo.Dentro de un panorama cultural complejo,dinámico y fracturado, los museos tienen res-ponsabilidades que asumir, enfrentándose co-mo institución a la necesidad de reinventarse.

Como una manera de definir su lugar enel mundo, la subjetividad moderna recogió ycoleccionó objetos, vestigios, imágenes, docu-mentos, que quería o quiere salvar de la des-trucción. El museo es una institución moder-na y desde su nacimiento se ha constituido endefensor del patrimonio y de la identidad,compañeros inseparables de su recorrido, yque hoy, como tantos otros conceptos, viventiempos de dudas y redefiniciones. Desde esaperspectiva, es pertinente preguntarse por loque pasa con el museo, como institución, entiempos en los que todo lo sólido -el estado na-ción, la modernidad misma, la razón- se des-vanece en el aire (Berman 1997).

Museos y patrimonio:

fracturando la estabilidad y la clausura

Salgado, Mireya, 2004, “Museos y patrimonio: fractu-rando la estabilidad y la clausura”, en ICONOS No. 20,Flacso-Ecuador, Quito, pp. 73-81.

1 Historiadora. 2 Nuestra ciudad, Quito, no es ajena a ese crecimiento.

En relativamente pocos años ha presenciado la aper-tura del Museo de la Ciudad, el Centro Cultural Me-tropolitano, el Centro Cultural Ichimbía, la CasaMuseo María Augusta Urrutia, entre otros.

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Museos contemporáneos:lugar y contienda

Los desplazamientos producidos en las últi-mas décadas han generado cambios en el es-tatus y en el sentido mismo del museo, lo queha llevado a que se transformen tanto en suforma como en su contenido. Desde clasifica-ciones alternativas a las tradicionales, el mu-seo contemporáneo lleva a revisar paradigmastotalizadores, conocimientos acumulados ygrandes narrativas, así como ciertas asuncio-nes sobre la modernidad, la nacionalidad, losconsumos culturales, las estructuras y el papelde la agencia. Su trabajo gira en torno a pre-guntas sobre la identidad y la diferencia, la re-lación entre conocimiento y poder, y la luchapor la legitimidad entre la “alta cultura” y la“cultura popular”.

Si tradicionalmente sus colecciones perte-necían al mundo de la “alta cultura” -al quecontribuían a definir y limitar-, hoy están ex-hibiendo colecciones que previamente no hu-bieran sido consideradas dignas de un museo.El museo empieza a ser apropiado por otroscódigos culturales. Y es que entre otras cosas,el concepto mismo de cultura, a partir delcual el museo contemporáneo trabaja, ha va-riado, aunque muchos de quienes manejanpolíticas y centros culturales en nuestras ciu-dades no se hayan percatado del cambio.3

A la luz de la revisión actual de nociones yconceptos, y de la deconstrucción de ciertasprácticas totalizadoras, la división entre lo

“culto” y lo “popular”, que perpetúa y pro-mueve las desigualdades, ha perdido sentido.La definición clásica e iluminada “reduce lacultura a una experiencia adquirida, a un pro-ceso a través del cual el sujeto pensante excitalas facultades de su espíritu” (Rioux 1999:18).Desde esta perspectiva, las colecciones de arteculto y popular servían para ordenar los bie-nes simbólicos en los que una población se re-conocía y para jerarquizar los que correspon-dían a las clases altas. Se establecían límitesentre lo culto y los bienes que recibían la ca-tegoría de “obras” frente a la artesanía. El or-denamiento del patrimonio de las clases po-pulares le correspondía al folklore.

En oposición a esa definición, actualmentese maneja una noción de cultura relacionadacon las ciencias sociales y abierta a la plurali-dad. “Cultura”, de acuerdo a lo planteado endistintos ámbitos de discusión, es la forma devida o manera de ser de un pueblo o grupo so-cial determinado.4 Las formas de comunicar-nos, relacionarnos, trabajar, gozar, amar, su-frir, organizar, pelear, morir, comer, divertir-nos, forman parte de la cultura. Una defini-ción más antropológica propone que es elconjunto de hábitos y representaciones men-tales de un grupo determinado en un momen-to dado, e incluye costumbres, creencias, le-yes, artes y técnicas, lenguajes y lenguas, pen-samientos, gestos… Es, en fin, la manera par-ticular como se relaciona un grupo humanoen su vida diaria. En ese sentido, no es algoque se tiene, lo comúnmente percibido como“el cultivo de la mente o el espíritu”, sino quees, más bien, un asunto de ser. Es así que nohabría quienes tienen más o menos cultura,pues nadie está excluido de la cultura, ni pue-

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Como una forma de la memoria, el patrimonio debería ser dinámico, plural, ligado ala diferencia. Sin embargo, domina una noción de patrimonio como conjunto de

bienes estables, neutros, con valores y sentidos fijados de una vez y para siempre.La autenticidad, invención moderna y transitoria, no puede ser criterio de valoración.

3 Es posible que dentro del ámbito académico esto sue-ne obvio, sin embargo, y por experiencia personal enámbitos municipales, ciertos directores seguían dise-ñando planes culturales a partir la idea de que la ciu-dad era inculta y que había que culturizarla, a travésde exposiciones de arte culto, conciertos de músicaclásica, etc. Dentro de esa postura no se concebíanpolíticas culturales a largo plazo, sino programas deactividades artísticas.

4 Este es, por ejemplo, el concepto utilizado por el PlanNacional de Cultura de Colombia, para desarrollar suplan de Políticas Culturales.

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de renunciar a ser un actor cultural. Tampocopueden considerarse culturales solamente lasexpresiones artísticas, sino todas las realizacio-nes de un grupo social. Desde esta concepciónla división entre “alta cultura” y “cultura po-pular” se disuelve, y junto al desmoronamien-to del concepto tradicional de museo que esoimplica hay una revitalización de su versióncontemporánea, en cuanto cada vez más as-pectos de la cultura pueden ser museificados,y en cuanto cada vez más sectores de la socie-dad lo reclaman, disputan y se apropian de él.Si bien los museos continúan siendo agentesde control social y espacios de definición de la“alta cultura” así como de distinción, hoy vanmucho más allá de eso. Su ambigüedad semueve entre la posibilidad de agencia y lo yaestablecido y localizado, entre la permanenciay lo indefinido del proceso abierto.

En estos cambios, los conceptos de mu-seología y museografía han conocido tambiénsus límites. Al incorporar nuevos medios, es-tilos y técnicas interactivas, plantearse retoscomunicativos diferentes e incorporar comu-nidades diversas, los museos se acercan a laspuestas en escena de las ferias y el teatro. Ex-hibiciones temporales y actividades diversasrecurren a la escenificación y a la dramatiza-ción, promoviendo que lo vivo irrumpa en elespacio museográfico; las fronteras entre lacomunidad y el museo se hacen más permea-bles, y éste se abre a actividades diversas. Enese esfuerzo de apertura se propone incluir larepresentación de múltiples perspectivas, lasvoces de los ignorados o de los que no se lesdio la palabra, las ambivalencias, la incerti-dumbre y la reflexión. Por otro lado, las posi-bilidades que brinda la tecnología contempo-ránea han llevado a que el museo salga de susmuros e invada espacios que antes estabanfuera de su alcance.

Diversas preguntas, todas ligadas a la teoríasocial y cultural, surgen en el espacio desple-gado por los museos, en las historias quecuentan y en la manera de contarlas, en lo quese incluye y excluye, en los énfasis. Al mismotiempo, en ellos se ejecutan conceptos y desa-rrollos de dichas teorías, los cuales informan la

preparación de las muestras, sus formas y con-tenidos. Todo museo es una toma de posición,una teoría, la sugerencia de una manera de verel mundo y de representarlo. Contiene ciertassuposiciones, habla sobre ciertas cosas e igno-ra otras y está ligado a relaciones sociales y cul-turales más amplias. Los museos son social ehistóricamente construidos, y el reconoci-miento de ese lugar, la conciencia de él, debeser una de sus partes constitutivas. Traslade-mos las palabras que Michel de Certeau dicede la Historia y sus investigaciones, al museo,sus exhibiciones y sus investigaciones:

“Esta institución se inscribe en un complejoque le permite solamente un tipo de produc-ciones y le prohíbe otras. Así procede la do-ble función del lugar. Vuelve posibles algunasinvestigaciones, gracias a coyunturas y pro-blemáticas comunes. Pero a otras las vuelveimposibles: excluye del discurso lo que cons-tituye su condición en un momento dado…Pero [el lugar] es la condición para que cual-quier cosa pueda decirse sin que sea legenda-ria (o “edificante”, o a-tópica, sin pertinen-cia). Siendo la negación de la particularidaddel lugar el principio mismo de la ideología,excluye toda teoría” (Certeau 1985:87).

Los museos son productos modernos asocia-dos con la formación del estado nación y elorden, son tecnologías clasificatorias. Por otrolado, han cumplido y cumplen aún hoy ennuestros países un papel central en la cons-trucción de la sociedad y la cultura como unacosa, un objeto, que tiene su propia realidad ypuede ser vista, aprehendida y disputada. Losmuseos no sólo han desplegado el mundo, si-no que han estructurado una manera moder-na de mirarlo, comprenderlo y aprehenderlo(Macdonald 1996:7). En relación con ello, nosólo existen en un tiempo y espacio particular,un contexto, sino que también ayudan a arti-cular órdenes espaciales y temporales, soncreadores de contextos culturales. ¿Hay unaconciencia de esa función y de la responsabi-lidad social que ello implica en la planifica-ción de nuestros museos y sus exhibiciones?

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¿De qué manera han objetivado el pasado?¿Qué espacios y tiempos han construido?

Hay que problematizar al museo más quetomarlo por sentado. Los museos no son, co-mo se ha asumido frecuentemente, meros re-flejos de los intereses dominantes y de la cul-tura hegemónica. Eso supondría la existenciade un público homogéneo y pasivo, y de unproceso museológico libre de conflictos. Todopúblico ejerce una agencia interpretativa y laplanificación de cualquier exposición, el pro-ceso mismo, es una dinámica atravesada pordistintos intereses y fuerzas, por un complejotejido de relaciones de poder. El museo con-temporáneo se despliega en el espacio teóricoya no como un medio de control y legitima-ción sino de contienda. La contienda debe serentendida como potencialmente capaz deocurrir en cualquier punto del proceso mu-seo, desde la producción al consumo. Losmuseos son un campo de fuerzas, un lugar deencuentros, negociaciones y asociaciones an-tes insospechadas: producción y consumocultural, conocimientos expertos y profanos,prácticas y tecnología, lo sagrado y lo secular.

Museos: de la clausura a la fractura

Hasta los 60 y 70 los procesos culturales y ar-tísticos, dentro de los cuales están los museos,se concebían en relación a las identidades na-cionales. Durante largo tiempo la identidadcultural se construía mediante la ocupaciónde un territorio y la formación de coleccio-nes. Tener una identidad era tener un país,una ciudad. Los objetos emblemáticos seguardaban en museos, o se consagraban enmonumentos que constituían la esencia de laidentidad. En nuestros países, la identidad asíconcebida era una síntesis que integraba yconciliaba la herencia colonial y su simbolo-gía católica, representados fundamentalmen-te por obras artísticas y monumentos, con al-gunas tradiciones y elementos de las culturasprecolombinas, y con un panteón de héroesmíticos de las guerras de la Independencia. Apartir de ella se armaban colecciones que se

suponía conformaban nuestro estado nacióny nos representaban, natural y ontológica-mente, como pueblo dentro de un territorio.

Pero todo patrimonio se constituye a travésde una puesta en escena que incluye operacio-nes de selección, combinación, monumentali-zación, miniaturización y olvido. Tradicional-mente, el patrimonio, la memoria o la culturanacional se han constituido al servicio de unproyecto político, en el que ciertos actores lo-graron ordenar un sentido de los bienes y esta-blecerlo como “verdadero”. Actualmente elmuseo busca incorporar otras verdades. Nopuede ser la justificación de una identidad, elmotivo de una identidad. El fundamento delmuseo es el interés por el otro, por lo diverso,sea ese un otro presente o el pasado. El conte-nido de museos nacionales y locales o de co-munidad concebidos para mantener y salva-guardar una supuesta identidad inmutable ypura, morirá antes de nacer. Comunidad o lo-calidad no es encerramiento, así como identi-dad propia no es rechazo de lo otro. La identi-dad local, como la nacional, debe concebirsecomo la capacidad de interactuar con múlti-ples ofertas simbólicas que llegan desde afuera.Hoy somos parte de un tiempo de intercultu-ralidad, desterritorialización e hibridación deculturas, en el que el proyecto de nación y suterritorio cerrado e impermeable han entradoen crisis. Las ciudades son escenario de unamultiplicidad de identidades en construcción,constituidas, entre otros elementos, por refe-rentes que superan las fronteras locales y na-cionales y que son parte de los circuitos trans-nacionales de producción y consumo cultural.

En un proceso de esta naturaleza, expresio-nes como “lo nuestro” o “lo nacional”, empie-zan a vaciarse de sentido a nivel de las dinámi-cas culturales. Sin embargo, siguen enarbolán-dose como los valores supremos de los discur-sos de orden. La acción de las políticas cultu-rales y, más específicamente, de los museos, nopuede estar guiada por una oposición mani-queísta entre la cultura nacional y la extranje-ra. No hay una localización territorial específi-ca de la producción cultural a la que tienen ac-ceso las mayorías, por lo que las nociones de

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comunidades cerradas, autosuficientes, de cul-turas nacionales autónomas o auténticas ya noson sostenibles, menos cuando nuestro país seve diariamente deconstruido territorial y cul-turalmente por procesos masivos de emigra-ción. El desafío está en reconceptualizar laidentidad cultural; es hora de aceptar una con-cepción desterritorializada y abierta de las di-námicas culturales en las que se configuran lasidentidades, sin que esto signifique perder losreferentes locales y específicos. Hoy en día, losmuseos no pueden caer en esencialismos yfundamentalismos de la identidad cultural, encosificarla y dejar de entenderla como un pro-ceso dinámico en permanente construcción ycambio. Las identidades no se reflejan y pre-servan en museos o libros de historia, no sonpatrimonios fijos y estables; son identidades derepertorios múltiples, híbridas, versátiles, quese renuevan y relocalizan todo el tiempo. Aun-que suponen un proceso de pérdida, la com-prensión de este proceso permite armar unavisión de la cultura más tolerante y respetuosa.

Museo y memoria

En este punto es inevitable preguntarse por larelación entre el museo y la memoria. El mu-seo no debe limitarse a constatarla, no es uninventario de las trazas de lo existente, sinoque implica una acción con valor cualitativo,una agencia. En nombre de la identidad nopodemos caer en un culto de la memoria porla memoria, sino que su uso debe ser racionaly crítico, partiendo por reconocer la existenciade una diversidad de memorias en el seno decualquier sociedad. El museo debe plantearsecomo reconstructor de una memoria que noha existido jamás como tal, pero que es unamemoria para el futuro, activa y operativa, noun mero depósito del pasado. Es la actualiza-

ción del pasado en todo lo presente, esencialpara la comprensión del mundo de la vida.

Para un individuo, la memoria no juegael papel de hacerlo volver al pasado -memo-ria y recuerdo no se confunden-, sino queimplica un orden que es fundamental para lainterpretación del presente y para su proyec-ción al futuro.

Es así como tendría que ser entendida lamemoria en el museo, como mecanismotransformador que -a la luz de nuevos códigosculturales- vuelve significativos los textos delpasado. Al respecto, Bernardette Dufrene se-ñala que el museo no debe ser considerado ellugar de una memoria conservada sino un me-dio de activación de memoria plural (Dufrene1997:13). Al ser un dispositivo de la memoria,un mecanismo mnemónico, el museo es másque un lugar de almacenamiento o un recep-táculo; es un medio y un difusor de memoriasocial, de fragmentos del mundo contenidos entestimonios materiales, y cumple un papel cla-ve en la transmisión de la herencia cultural.

La memoria funciona como un recorrido,la cara opuesta del olvido que carece de lugary de imagen. La memoria es selección e im-plica olvido, y en ese juego define a los indi-viduos y a la sociedad. El museo tiene respon-sabilidad en recuperar la trama de la memo-ria, no su imagen. Con ello quiero decir queen la trama también están los huecos, las au-sencias. Pero, ¿cómo interpretar el olvido? Elolvido, la selección, el silencio, la exclusión, lainhibición, son el lado negativo de la memo-ria que debe estar presente en la reflexión mu-seológica y sobre el patrimonio. ¿Cómo hacermemoria de lo no memorable, de lo inacepta-ble, de aquello que, en principio, no requeri-ría más que el olvido?5

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Al ser un dispositivo de la memoria, un mecanismo mnemónico, el museo es másque un lugar de almacenamiento o un receptáculo; es un medio y un difusor dememoria social, de fragmentos del mundo contenidos en testimonios materiales,

y cumple un papel clave en la transmisión de la herencia cultural.

5 Si bien es el individuo el que recuerda, en el ámbitocolectivo son los grupos sociales los que determinan

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Si podemos plantear un museo que se de-fine por la experiencia de la memoria, una delas preguntas fundamentales sería cómo ges-tionar la memoria pública, sus huellas, lostestimonios materiales e inmateriales de lamisma, dentro de un esfuerzo de fidelidad yjusticia. El museo debe hacer más reflexivo suproceso de selección, exponerlo, develarlo,decir por qué selecciona algo y deshecha lootro, hacer una ciencia de la selección y desa-rrollar la sabiduría del recordar, con una con-notación evidentemente ética. En todo ellodebe tener presente que su material de traba-jo es una memoria en movimiento, en la queinteraccionan actores, objetos, ideologías yrepresentaciones. Es un metalenguaje consti-tuido por expresiones materiales e inmateria-les de la memoria. No hay un recordar perfec-to, ni una reconstrucción de lo real. Todo he-cho museológico es parcial. Pero, al ser trans-formador de la conciencia, debe hacer explí-cito lo que deja de lado. El museo tiene la res-ponsabilidad ser un instrumento crítico, decontar las otras historias, lo olvidado por lamemoria oficial. La crítica de la historia ejer-cida a tres niveles: documental, explicativo einterpretativo, evita que la memoria se des-place hacia la nostalgia o el error. Por eso enel museo el trabajo de los historiadores yotros especialistas, debe confrontarse con elde la comunidad:

“Sin estas múltiples vigilancias se desembocafácilmente en la explotación de la memoria co-lectiva a fuerza de celebraciones, de monu-mentos volcados hacia el espectáculo, el deco-rado, el ensueño, la teatralización. Al mismotiempo que se empobrecen las memorias indi-viduales vivimos una época de frenesí de laconmemoración, especie de rememoración co-lectiva obligada” (Bellaigue, Menu 1997:49).

¿Cómo puede ser el museo una experienciade memoria?6 ¿Cómo despertar una memoriaíntima, o una memoria colectiva, o la conju-gación de ambas, ofreciendo a la imaginacióny a la sensibilidad la posibilidad de acercase algesto que esconden los objetos, al aura de lascosas? Imaginación y memoria convierten a laausencia en un terreno fértil de posibilidades.Este tema plantea nuevas formas de aproxi-marse a la museología y a la idea misma demuseo. La museología debe interrogar a lamemoria y preguntarse sobre las formas en lasque ésta se vuelve colectiva, se integra en lamemoria social. Si la memoria y la imagina-ción surgen de la intimidad personal a un ni-vel de sensación, ¿cómo traspasar esa expe-riencia, desde ese lugar privado, a un espacioabierto, accesible y público como el museo?

Los museos y las nociones de patrimonioque comúnmente manejan las institucionesculturales son, en general, ineficientes en lapreservación de la experiencia de lo inmate-rial.7 A pesar de los cambios producidos y dela incorporación de las dudas y las preguntasque afectan a todas las ciencias sociales, el de-bate sigue en pie. El anacronismo no ha desa-parecido y es evidente que se sigue haciendohincapié en los productos culturales -olvidan-do la responsabilidad en procesos culturales ynaturales-. Aún hoy muchos de nuestros mu-seos se sostienen en el hecho de arrancar losbienes culturales de su contexto originario yreordenarlos arbitrariamente, anulando con-flictos, sufrimientos, dominaciones, aspira-ciones. Al exhibir piezas fuera de su uso coti-diano o ritual, al presentarlas como arte yconvertirlas en obras, se engendra, a partir dela belleza, una uniformidad que esconde lascontradicciones presentes en la creación mis-ma de los objetos:

“La fascinación ante la belleza anula el asom-bro ante lo distinto. Se pide la contempla-

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qué debe ser recordado, qué es memorable y la formaque toma eso que debe ser recordado. Es por eso queparte de nuestros recuerdos lo constituyen cosas noexperimentadas directamente por nosotros. Un papelsimilar, en cuanto a la definición de lo memorable, locumplirían los historiadores y ciertas instituciones co-mo los museos. Para una aproximación a los mecanis-mos de la memoria colectiva, ver Maurice Halb-wachs, 1992.

6 Teniendo en cuenta que experiencia es pasaje, viaje,movimiento.

7 Al respecto Ivo Maroevic (1997) ofrece un interesan-te análisis sobre la noción de “musealidad”, como elvalor inmaterial o la significación del objetos, lo queofrece la causa o razón de su musealización.

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ción, no el esfuerzo que debe hacer quien lle-ga a otra sociedad y necesita aprender su len-gua, sus maneras de cocinar y de comer, detrabajar y de alegrarse. Estos museos sirvenpoco para relativizar los propios hábitos...entregan a los familiarizados con la estéticaculta una visión doméstica de la cultura uni-versal” (García Canclini 1990:164).

Los objetos coleccionados no son más queuna base de la memoria, y tal vez el papel quedebería hacer el museo es el de abrir interro-gaciones en torno a ellos. ¿Cómo abordar elcarácter polisémico de los objetos? Es imposi-ble dar cuenta en una exposición o investiga-ción del conjunto de aspectos de un procesohistórico o de las obras exhibidas. Si embar-go, sí es posible incorporar la modificaciónperiódica de puntos de vista, multiplicar lasvías de acceso a las obras y abrir los objetos ensu carácter complejo, a través de sus articula-ciones y contextos.

Museos y Patrimonio

Los museos son instituciones de pertenenciacultural. En ese sentido, son elementos esen-ciales en la vida de la comunidad, pero no co-mo meros conservadores del pasado, sino co-mo suscitadores. Deben llevar a una reflexióndel pasado pero a partir de problemas del pre-sente, y ayudar a aclarar un futuro cada vezmás incierto. Al mismo tiempo, más quefuentes de consenso colectivo, deben abrirpreguntas sobre las contradicciones que ex-presan. Lo mismo podemos decir del papelque debería cumplir el patrimonio cultural,como conjunto de bienes materiales e inma-teriales, al interior de un grupo social.

Hoy en día, el “patrimonio cultural” sirvede justificación para emprender las más varia-das acciones en las ciudades históricas delmundo. Quito, “Patrimonio Cultural de laHumanidad” desde hace 25 años, no estáexento de ello y vive por estos días con espe-cial énfasis esa condición. Los criterios quedefinen el patrimonio cultural son tambiénlos que sirven de punto de partida para defi-

nir las actividades y políticas culturales de laciudad, incluidas las que tienen relación conlos museos. Todos hablamos de patrimoniocultural, todos cuidamos el patrimonio cultu-ral, todos debemos sentirnos felices por elembellecimiento y limpieza del Centro His-tórico. No nos preguntamos -se consideraríaanti-cívico- qué efectos tienen las accionesemprendidas en nombre del “PatrimonioCultural” (con mayúsculas y cosificado) sobrequienes habitan y han dado forma a los espa-cios intervenidos.8 El embellecimiento y lalimpieza, que restauran una supuesta imagencolonial de la ciudad “histórica”, pueden serexcluyentes y significar desarraigos, segrega-ciones y marginaciones. Estamos hablando deun espacio cultural tangible e intangible deenorme riqueza pero plagado a lo largo deltiempo de profundas diferencias sociales,donde la brecha entre los que tienen más ymenos es cada vez mayor y en donde la cohe-sión social y la tolerancia se ven seriamentedisminuidas frente a la exclusión y la discri-minación. Las nociones de patrimonio cultu-ral ya casi naturalizadas en la ciudad, apuntana salvaguardar lo material, mostrando unahomogeneidad ajena a los procesos y conflic-

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8 Me refiero al contenido que da forma, no a la formaexterna, al cascarón.

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Quito. Museo Militar, hacia 1920

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tos culturales que poblaron las calles, plazas ycasas de la vieja ciudad, y que hoy han sidodesplazados por impresentables, porque noentran en la categoría de lo “memorable”. Lasensación es que lejos de buscar las razones dela condición cultural material e inmaterial ex-cepcional de Quito en la vida cotidiana de lagente que la habita y la construye día a día, enesas culturas entrecruzadas, su valor pasó aasimilarse y reducirse a lo meramente arqui-tectónico y artístico. Es una memoria de unasola dimensión, la de la lámina, la postal. Eltiempo y la profundidad quedan abolidos.

Uno de los problemas de este proceso esque la selección de los elementos que hacen laherencia y el patrimonio cultural –algunas delas formas de la memoria- se hacen sobre cri-terios exteriores a la comunidad. Si a ello su-mamos el embate de los mercados culturales(circuitos de producción–consumo), con laconsecuente pérdida de participación de lascomunidades en la construcción de sus pro-pios valores y significados culturales, es evi-dente que la democracia cultural todavía esuna aspiración. Aún hoy la decisión sobrecuáles son los bienes y procesos culturalesmás valiosos o significativos para la comuni-dad está en manos de muy pocos. En ese sen-tido es clave que los gobiernos locales, comoya sucede en algunas ciudades latinoamerica-nas, impulsen procesos de participación, edu-cación y organización en relación a los dere-chos culturales. Es a partir de la toma de con-ciencia de esas necesidades que la gestión cul-tural -y de museos- adquiere sentido.

El Centro Histórico es hoy, sin que acadé-micos y especialistas tengamos que hacer nin-gún esfuerzo, un museo vivo, que hace faltadescubrir y escudriñar. Es a ese museo vivo alque tenemos la responsabilidad de convertiren participativo. Junto a los deberes y obliga-ciones que se debe exigir a quienes habitan ousan cotidianamente este espacio patrimo-nial, es un imperativo reconocer que esos ciu-dadanos/as tienen derechos a participar en ladefinición de las políticas y usos culturales delCentro Histórico; derecho a que las interven-ciones que se hagan en él, los tomen en cuen-

ta; derecho a que los criterios de planificacióny conservación contemplen sus necesidades;derecho a opciones de entretenimiento y edu-cación en cuya programación se haya escu-chado su voz.

Al ser una de las formas de la memoria, elpatrimonio debería ser dinámico, plural, liga-do a la diferencia. Sin embargo, domina unanoción de patrimonio como un conjunto debienes estables, neutros, con valores y senti-dos fijados de una vez y para siempre. Las ac-ciones que emprenden las autoridades cultu-rales no pueden mantener como criterio devaloración la autenticidad u originalidad. Loauténtico es una invención moderna y transi-toria. Es necesario enfrentar desde espaciosacadémicos y de acción social esa tendenciaoficial, diseminada en ciertos sectores de lasociedad, de anclar la memoria en el pasadoque conviene, dar valor de autenticidad a loarcaico, a lo “antiguo”, aquello en lo que lasdistintas voces, las injusticias, las disputas, de-saparecen detrás de un manto uniforme depasado nostálgico. La tarea de la política cul-tural y de investigación respecto del patrimo-nio no es rescatar los objetos auténticos deuna sociedad, sino tomar en cuenta el carác-ter procesal del patrimonio, y su transforma-ción en las sociedades contemporáneas, dejarde aferrase a lo arcaico y reconocer lo emer-gente, romper con la oposición entre un pa-sado sacro y un presente profano. El patrimo-nio como capital cultural se acumula, se re-convierte y es apropiado de manera desigualpor diversos sectores. Si es comprendido deesa manera, permite introducir mayor liber-tad y creatividad en la relación de las comu-nidades con el patrimonio.

Desde esta perspectiva, los museos, elCentro Histórico y las nociones de patrimo-nio que los sustentan, deben partir por en-frentarse a esa reconceptualización de su ra-zón de ser y su función. Si en otros tiempos ladefensa del patrimonio y la identidad se tra-ducía en la mera práctica de coleccionar, pre-servar y exhibir objetos, los acontecimientosactuales, los conflictos urbanos, étnicos, na-cionales y políticos, han llevado a que hoy se

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pida que los objetos coleccionados expliquenel pasado pero desde el presente, aclaren el fu-turo. En ese sentido, el museo, además de suresponsabilidad en la conservación de objetos,debe preguntarse sobre las maneras en la quelos diferentes públicos reciben o se apropiande las colecciones, así como tomar en cuentasu opinión en la elaboración de temas y laelección de contenidos. Nuestro país -y nues-tra ciudad, Quito- ha carecido de una políti-ca cultural orgánica a nivel nacional. Entreotras cosas, eso se refleja en la deficiencia dealgunos de sus museos, en la carencia de rela-ciones con el sistema educativo y en el hechode que los que existen luchan por sobrevivir.El manejo del patrimonio histórico ya nopuede corresponder únicamente a los especia-listas del pasado; es la comunidad la que debeinvolucrarse, y por comunidad entendemos,la comunidad del Centro Histórico, y la ciu-dadanía en general, una ciudadanía que de-manda espacios diversos de participación, en-tretenimiento, expresión y aprendizaje.

En un momento de crisis del país, de cri-sis del concepto de “identidad” y de crisis ge-neral de los museos, es un reto preguntarsesobre el aporte y el papel de los museos en unespacio tan rico, dinámico y dramático comoel de nuestras ciudades. Si en nombre del pa-trimonio y la identidad, el museo intenta res-taurar la memoria, o las memorias, tiene unaenorme responsabilidad, porque preservar, re-cuperar y conservar la memoria, es un acto deapuesta al futuro. El museo ya no es un lugarde nostalgia, donde el pasado se presenta co-mo mito; hoy se convierte en un lugar de in-tercambios, y abre la posibilidad de que losproblemas actuales articulen la noción de pa-trimonio, una noción que debe anclarse en elpresente y en el futuro, no en un pasado idealy lejano. Las políticas culturales, la investiga-ción y la interpretación del patrimonio, lacreación y gestión de museos deberían dar lasbases para una reelaboración histórica deacuerdo con las necesidades del presente, y enla búsqueda de un futuro mejor. La gestióncultural, en fin, debería estar impregnada deuna voluntad transformadora, ser un vehícu-

lo de conciencia social y desarrollo que apun-te a la libertad y no a la servidumbre de hom-bres y mujeres. No sólo los involucrados di-rectamente en la gestión cultural, sino los ciu-dadanos y ciudadanas, tenemos la responsabi-lidad y también el derecho de construir, a tra-vés de instituciones culturales como los mu-seos, la posibilidad o la esperanza de una ciu-dad diferente, no más culta, pero sí más justay participativa, una ciudad mejor para vivir.

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En esta colección de trabajos, algunos de los cuales fueron

escritos pensando en nuestro Ecuador, José Luis Coraggio

plantea que la participación de la sociedad en la gestión

pública, lejos de ser una amenaza para la gobernabilidad

es un recurso de enorme riqueza política y de gran

potencial para avanzar hacia otra racionalidad que, mediante

la descentralización, vuelva a dar centralidad a los

derechos y responsabilidades de todos los ciudadanos. Para

Coraggio, la participación bien entendida supone que los

intereses de todos puedan expresarse con transparencia en

la esfera pública y que su legitimidad -y la prioridad que

tengan en la agenda pública- son construidos

democráticamente, guiando los procesos por una ética del

bien común que será, ella misma, resultante de la eficacia de

asumir participativamente lo público.

Serie ATRIO

Descentralizar: barajar y dar de nuevo.

La participación en juego

José Luis Coraggio

FLACSO-FONDO DE SOLIDARIDAD-FRONESIS - 2004

Ediciones de FLACSO - Ecuador

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DEBATE

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ICONOS 84

Rafael Correa1

El presente artículo pretende hacer un análi-sis crítico y dar algunos aportes al dossier so-bre dolarización publicado en la revista IconosNo.19. El dossier estuvo compuesto de seisartículos: “Auge y derrumbe de la convertibi-lidad argentina: lecciones para el Ecuador”,de Saúl Keifman; “América Latina: buscandoel rumbo perdido”, de Carlos Parodi; “Dola-rización y desarrollo humano en Ecuador”, deCarlos Larrea; “Dolarización o desdolariza-ción: ¡ésa no es toda la cuestión!”, de AlbertoAcosta; “Costos del abandono de la dolariza-ción”, de Marco Naranjo, y “El dólar valemás”, de Emilia Ferraro. La introducción aldossier, titulada “Dolarización y desdolariza-ción: elementos para el debate”, estuvo a car-go del profesor Fander Falconí.

Mi artículo se estructura de la siguientemanera. Primero realizo un pequeño resumende cada uno de los artículos del dossier y lue-go, en la siguiente sección, tomo como eje dediscusión el artículo del Dr. Marco Naranjo,el único autor abiertamente a favor de la do-larización, tratando de utilizar aportes de losdemás artículos, así como mis propios apor-tes, para discutir en forma más pormenoriza-

da los principales argumentos a favor y encontra de la dolarización y de una posible sa-lida ordenada.

Finalmente, como señala el profesor Fal-coní con acierto, es necesario evitar el error deArgentina de negarse a discutir sobre la con-vertibilidad, lo que produjo la salida anárqui-ca de la rigidez cambiaria. Sólo recordemosque hay pocas cosas irreversibles en econo-mía, y la dolarización no es una de ellas.

Los artículos del dossier

Saúl Keifman nos dice que la crisis argentinano se debió a factores exógenos, sino a laspropias políticas aplicadas entre 1991 y 2001.Señala que el sistema de convertibilidad fra-casó porque tenía en sí mismo la semilla de ladestrucción. Rechaza la hipótesis de que elsistema fracasó por los déficits fiscales (hipó-tesis fiscalista) y demuestra que los déficitscrecientes de la segunda mitad de la décadade los noventa fueron de naturaleza endóge-na, provocados por el propio sistema de con-vertibilidad. Finalmente, advierte algunas lec-ciones para el Ecuador; básicamente que tan-to la convertibilidad como la dolarizaciónasumen que una economía de mercado libra-da a sí misma tiende al equilibrio con plenoempleo, visión que ya ha sido desmentida porla historia y refutada por la teoría económica.Además, señala que ambos regímenes respon-den al supuesto de que el único problemamacroeconómico es la inflación y de que éstase origina en el financiamiento del déficit fis-cal con emisión monetaria. Consecuente-

más elementos para el debate

Correa, Rafael, 2004, “Dolarización y desdolarización:más elementos para el debate. Comentarios al dossier deÍconos 19”, en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Qui-to, pp. 84-89.

Dolarizacióny desdolarización:

Comentarios al dossier de Íconos 19

1 Ph.D. en Economía. Profesor de la Universidad SanFrancisco de Quito.

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mente, si se elimina la soberanía monetaria,se impone la disciplina fiscal y se alcanza laestabilidad de precios.

Carlos Parodi demuestra -con indicadoresde crecimiento, distribución y pobreza- el fra-caso de la estrategia de desarrollo seguida porAmérica Latina en los últimos años, y señalacomo único logro el control de la inflación. Se-ñala que las crisis que ha sufrido América Lati-na son producto de las propias reformas es-tructurales realizadas bajo la orientación delConsenso de Washington. Resalta la necesidadde pensar en forma globalizada, pero sin nin-guna clase de dogmatismo. Finalmente, resca-ta de la experiencia argentina 16 lecciones en-tre las que resalta que los tipos de cambio fijos,en un entorno de movilidad de capitales, sonmás vulnerables a los ataques especulativos.

Carlos Larrea sostiene que la recupera-ción que se ha observado en los últimos añosen Ecuador obedece a las remesas de emi-grantes, al alza del precio del petróleo y alimpacto de la construcción del OCP, perono refleja una dinamización de las exporta-ciones. Señala que, después de cuatro años,los resultados positivos que supuestamente

ofrecía la dolarización aún no se han cum-plido. Manifiesta que mantener la dolariza-ción producirá bajo crecimiento y deteriorode las condiciones sociales y ambientales di-fícilmente compatibles con la democracia,aunque anota que el retorno a un tipo decambio flexible es complicado. Finalmente,acota que más allá del problema de la dola-rización, lo que se evidencia es la incapaci-dad de las fuerzas de mercado para lograr unadecuado desarrollo.

Alberto Acosta considera posible, aunquecompleja, una salida ordenada de lo que élllama la “trampa cambiaria”. Además de cier-tos requisitos técnicos, señala la necesidad deconsenso político para una salida. Tambiénresalta la necesidad de ir, en el mediano pla-zo, a uniones monetarias regionales y superardefinitivamente el modelo neo-liberal.

En su artículo, Marco Naranjo señala quela dolarización representa todo un cambiodel sistema económico, que ésta ha sido unéxito por sus resultados positivos, y queabandonar la dolarización representaría cos-tos sociales y económicos enormes. En otraspalabras, no es deseable ni posible la salidadel sistema monetario.

Finalmente, Emilia Ferraro nos da una in-terpretación de la dolarización más allá de laEconomía. Nos dice que la evaluación de ladolarización por parte de la gente común noes económica, sino que se da en el imaginariode la gente, básicamente como el rechazo a unestado y a una identidad nacional desgastados.

¿Ciencia o propaganda? Respondiendo los argumentos del Dr. Naranjo

La dolarización oficial: mucho más que un sis-tema cambiario

Marco Naranjo señala en su artículo que ladolarización oficial de una economía “signifi-ca mucho más que una variación en el régi-men cambiario. Significa, en realidad, lapuesta en marcha de un nuevo sistema econó-

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mico...” (Naranjo 2004:66). Aquí podemosencontrar una contradicción en los defenso-res del esquema dolarizador: mientras quemuchos, para justificar los fracasos del esque-ma, argumentan que no es más que un siste-ma cambiario, y que los verdaderos proble-mas se hallan en factores estructurales de la

economía (verdadde perogrullo), Na-ranjo nos dice quela dolarización re-presenta todo unnuevo sistema eco-nómico. En reali-dad, coincido ma-yormente con laposición de Naran-jo: la dolarizaciónoficial ecuatorianarepresentó el cam-bio institucionalmás profundo entoda la historia delsistema económicodel país. Sin em-bargo, es incorrec-to decir que es unnuevo sistema eco-nómico. En reali-dad, es la profundi-zación más extre-ma -e ingenua- del

sistema de mercado, donde se reduce la mo-neda exclusivamente a un medio de cambio,perdiéndose su dimensión de instrumento decoordinación económica y social. Retomandolo que dice Keifman en Íconos 19, “lo quesubyace a la convertibilidad y dolarización esla visión de que una economía de mercado li-brada a sí mismo tiende automáticamente alequilibrio con pleno empleo” (Keifman2004:32).

La economía ya estaba informalmente dolarizada

Marco Naranjo manifiesta que “en un por-centaje muy elevado (cerca del 90%) las fun-

ciones del dinero se habían trasladado al dó-lar... Por lo señalado, se puede afirmar que ladolarización oficial no hizo otra cosa que con-firmar y formalizar lo que en la práctica diariaya existía, esto es, una dolarización de facto oextraoficial generalizada” (Naranjo 2004:66).Este ha sido un argumento recurrente de losdolarizadores: según ellos, en una muestra degran espíritu democrático, no hicieron otracosa que interpretar el deseo de los agenteseconómicos. Sin embargo, aquí existen al me-nos dos errores y verdades a medias:

a) La elevada dolarización informal de los ac-tivos y pasivos financieros fue permitida eincluso inducida por las reformas realiza-das durante los años 90. De esta forma, ainicios de la década, y antes del proceso dereformas -básicamente la liberalización fi-nanciera-, el porcentaje de depósitos endólares era menor al 5%. Si, como mani-fiesta Keifman, la dolarización progresivadel sistema financiero es un problema, lasolución no es precisamente formalizar elproblema.

b) El criterio de que la política económicadebe responder a las situaciones de hecho,sin capacidad para inducir, corregir o con-trolar acciones, es extremadamente peli-groso. Precisamente en eso consiste la ma-croeconomía: en reconocer que las estrate-gias óptimas microeconómicas, no necesa-riamente son las estrategias óptimas colec-tivas. Los dolarizadores obvian cosas tanelementales como la falacia de la composi-ción: lo que es bueno para las partes, no esbueno para el todo.

Resultados positivos de la dolarización

El Dr. Naranjo manifiesta que “una muy bre-ve evaluación del sistema de dolarización en elEcuador, nos evidencia resultados bastantepositivos” (2004:66-67). En esto, encontra-mos uno de los principales problemas intelec-tuales del discurso pro dolarizador: realizar lacomparación de indicadores con el peor añode la historia económica del país. Esto sería

ICONOS 86

debate

El debate sobre la dolarizacióninvolucra el porvenir económico

y social de nuestros países.Significa superar simplismos

como el "dogma de la estabilidad", repensar la noción

y estrategia de desarrollo,y la necesidad de remediar

la inconformidad de la población con un Estado

y una identidad nacional desgastada.

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igual que decir que, con un sistema cambiariocompletamente opuesto al de Ecuador, Ar-gentina es la campeona regional de crecimien-to, sin mencionar la espectacular caída de suproducto en la crisis del año 2001.

Por ejemplo, Naranjo nos dice que los sa-larios pasaron de 50 dólares en 1999 a 148,6dólares, sin mencionar que, en términos rea-les, jamás recuperaron los niveles pre-crisis.De hecho, no se alcanza a comprender cómoen el discurso pro dolarizador el incrementode los salarios es el principal logro y a la vez elprincipal problema, ya que muchos dolariza-dores se basan en esta situación para justificarla falta de competitividad del país. En reali-dad, el fracaso e insostenibilidad de la dolari-zación ecuatoriana son cada vez más claros.Así, dada una inflación acumulada de cercadel 150% desde que se inició la dolarización,Ecuador ha sufrido la apreciación del tipo decambio real y, como consecuencia de aquello,un déficit no petrolero que en el 2003 fue de2100 millones de dólares, cerca del triple delpromedio de antes de la dolarización. Pese ahaber gozado de los más altos precios del pe-tróleo de los últimos 20 años, Ecuador tam-bién acabó con déficit comercial total por ter-cer año consecutivo, situación que desde 1979al 2000, esto es, hasta antes de la dolarización,sólo había ocurrido en 1987 por la ruptura deloleoducto, y en 1998 por el desplome de losprecios del petróleo. En esto, Saúl Keifman nodeja lugar a dudas: “uno de los problemas másserios de la convertibilidad fue el nivel del ti-po de cambio real que se cristalizó con la esta-bilización” (Keifman 2004:27).

Directamente relacionado al problema ex-terno está la incapacidad de la economía paragenerar puestos de trabajo, por lo que las tasasde desempleo abierto y sub-empleo son persis-tentemente altas, pese a la gran emigración dela fuerza laboral. De hecho, si no fuera por laemigración, la tasa de desempleo superaría el20%. De igual manera, la necesidad de unapolítica fiscal extremadamente recesiva paraevitar mayores daños en el sector externo, estáconduciendo a la generación de déficit endó-genos, que agravan aún más la situación fiscal.2

Por otro lado, pese a las extraordinariascondiciones externas del 2003 y, particular-mente, un precio del barril de petróleo quebordeó los USD$ 27 -el mayor precio de losúltimos 20 años- cuando fue presupuestado aUSD$ 8, el país creció tan solo 2.7%, mien-tras que el sector no petrolero creció tan sólo1.4%, la tasa más baja de los diez últimosaños, exceptuando la gran crisis de 1999. Loanterior significa que el PIB no petrolero porhabitante, verdadera medida de la capacidadde generar riqueza de los ecuatorianos, decre-ció en el último año. Todo esto es más graveaún si consideramos que la recuperación delas crisis financieras en América Latina ha to-mado un promedio de tres años. Aunque lacrisis sufrida por el país fue de las más fuertesde la región, la medida tomada -la elimina-ción de la moneda nacional- también fue lamás drástica de las medidas. Sin embargo,Ecuador nunca recuperó los niveles de activi-dad económica y bienestar del período pre-crisis, y la poca recuperación lograda clara-mente ya está llegando a su fin. Obviamente,los pobrísimos resultados en cuanto a creci-miento no son sólo consecuencia del esquemamonetario vigente, sino también de una pési-ma política fiscal, cuyo análisis escapa al al-cance de este artículo.

De esta forma, para su crecimiento en elmediano y largo plazo, Ecuador sigue apos-tando prácticamente en forma total a los altosprecios del petróleo y a incorporar nueva pro-ducción petrolera, factores externos que, ade-más de incrementar la vulnerabilidad de laeconomía, tienen un efecto tan solo marginalen cuanto a bienestar y generación de em-pleo. Es decir, las altas tasas de crecimientoanunciadas para los próximos años, de mate-

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2 En este sentido, las similitudes con el caso argentinoson impactantes. Para mantener la convertibilidad, elgobierno de De la Rúa optó por tratar de lograr supe-rávit fiscales aumentando la presión tributaria y redu-ciendo salarios en el sector público, con lo que ani-quiló la demanda interna, deprimió aún más la eco-nomía y, finalmente, deterioró mayormente la situa-ción fiscal por la disminución de la base tributaria(Rubini 2003).

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rializarse, se estarían dando sobre la base delconsumo de un activo, el petróleo, y no enfunción de la generación de valor agregado ypuestos de trabajo productivo. Por el contra-rio, como ya se está observando, el espejismodel petróleo ocultaría una sistemática des-trucción de la base productiva nacional, con-secuencia del esquema monetario que man-tiene el país.

Los costos de salida

Coincido en general con los graves riesgos ycostos que implicaría una salida de la dolari-zación. Lamentablemente, temo que no es unproblema de elección. En el caso argentino,con niveles de desarrollo muy superiores a losdel Ecuador, se tuvo que salir de la converti-bilidad. Hoy, dadas las favorables condicionesexternas, tal vez es el momento menos riesgo-so para ensayar una salida ordenada a la dola-rización, antes que los fundamentos econó-micos se deterioren aún más.3 Sin embargo,además de los grandes desafíos técnicos parasalir de la dolarización, se trata sobre todo deun problema de consenso político y social.4

De lograrse dicho consenso, todavía total-mente ausente en el país, la parte técnica ten-dría que enfrentar tres problemas fundamen-tales e interrelacionados entre sí: a) crear de-manda por la nueva moneda, es decir, superarlo que Dr. Naranjo llama la “crisis de confian-

za en la nueva moneda”, b) evitar una crisisbancaria por corrida de depósitos, y c) evitaruna crisis de balanza de pagos por salida decapitales, es decir, evitar lo que el Dr. Naran-jo llama la “liquidación del sistema

financiero”. Además de lo anterior, para mi-nimizar los costos de salida y, sobre todo, losgrandes ganadores y perdedores como en elcaso argentino, la salida de la dolarización de-bería realizarse de manera paulatina, e impli-caría un largo período de tiempo, dividido enforma general en tres etapas: una primera eta-pa de “blindaje financiero y externo”, una se-gunda etapa de “desdolarización” y una terce-ra etapa de “corrección de precios relativos”.

Los costos de volver a tener moneda nacional

Sin embargo, para el Dr. Naranjo no sóloexisten inmensos costos de salida, en lo cual,insisto, coincidimos, sino que también ve in-mensos costos en el mismo hecho de teneruna moneda nacional. Así, el Dr. Naranjomanifiesta que “con la moneda nacional apa-recerá nuevamente el círculo vicioso aberran-te de déficit fiscal, inflación, devaluación, al-tas tasas de interés, especulación y rentismo,paralizando el aparato productivo, incremen-tando el desempleo, disminuyendo salarios ylos ingresos reales, generando fugas de capita-les, fragilidad financiera y fuga de compatrio-tas” (Naranjo 2004:69). Este es un graveerror del Dr. Naranjo, de los dolarizadores y,

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debate3 Esto es aún más urgente en medio de la fiebre aper-

turista-comercial que vive el país. En efecto, mayoresliberalizaciones comerciales manteniendo un tipo decambio fijo extremo como la dolarización, es sencilla-

mente un desastre anunciado. 4 En el caso de la convertibilidad argentina, dicho con-

senso se logró cuando ya la crisis era demasiado gra-ve, y precisamente como consecuencia de ésta. Jame-

son (2003) manifiesta que “mientrasmás tiempo un país espera para en-frentar el problema de la disparidadentre crecimiento de la productividady costos domésticos y la consecuentesobrevaluación del tipo de cambio,más duro será romper el lazo. En con-secuencia, el argumento a favor deromper la dolarización debe ser hechotemprano, y la coalición de soporte de-be ser establecida con aprobación inter-nacional mucho antes de que la econo-mía se deteriore”.

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en general, de la mayoría de los hacedores depolítica ecuatorianos: presentar como hechoscientíficos lo que son simplemente conjetu-ras. Lo manifestado por el Dr. Naranjo impli-caría que el poder de emitir moneda es maloper se, lo cual no resiste ningún análisis serio.El Dr. Naranjo intenta poner en el principiode todos los males el supuesto déficit fiscalque se produciría con una moneda nacional,obviando el hecho de que la crisis de 1999 fueuna crisis bancaria, la cual se transformó encrisis monetaria no por ningún déficit fiscal,sino por el poder de los banqueros para tras-pasar el costo de la crisis a toda la sociedadpor medio de la ley de garantía de depósitos(Ley AGD) que obligó al Estado a emitir di-nero para respaldar el 100% de los depósitosbancarios.

Como manifiesta Keifman, en la visiónsimplista de los partidarios de la convertibili-dad y dolarización, “el único problema ma-croeconómico es la inflación y ésta se originaen el financiamiento del déficit fiscal conemisión monetaria” (Keifman 2004:32).

A modo de conclusión

Como también acertadamente señaló FanderFalconí, el debate sobre la dolarización real-mente involucra el porvenir económico y so-cial de nuestros países. Significa superar sim-plismos como el “dogma de la estabilidad”,cuya expresión más extrema es, sin duda, ladolarización ecuatoriana. Un tipo de cambiofijo irreversible, en una economía abierta, pe-queña y de baja productividad, es claramenteun disparate técnico, que seguramente algúndía controlará la inflación, pero probable-mente quebrando al sector real de la econo-mía. Significa, como lo señalan Alberto Acos-ta, Carlos Parodi y Carlos Larrea, repensar lanoción y estrategia de desarrollo, pues se tra-ta de recuperar políticas económicas sobera-nas en función de verdaderos proyectos na-

cionales, e impedir que las economías y elbien común estén sujetos al arbitrio de la en-telequia del mercado. Significa, como biennos recuerda Emilia Ferraro, la necesidad deremediar la inconformidad de la poblacióncon un Estado y una identidad nacional des-gastada. Es decir, recuperar nuestro capitalsocial, destrozado por políticas económicasabsurdas.

Bibliografía

Acosta, Alberto, 2004, “Dolarización o des-dolarización: ¡esa no es toda la cuestión!”,en Iconos No. 18, FLACSO–Ecuador,Quito, pp. 54-65.

Falconí, Fander, 2004. “Dolarización y des-dolarización: elementos para el debate”,en Iconos No. 18, FLACSO–Ecuador,Quito, pp. 22-24.

Ferrero, Emilia, 2004. “Costos del abandonode la dolarización”, de Marco Naranjo, y“El dólar vale más” en Iconos No. 18,FLACSO–Ecuador, Quito, pp. 71-77.

Jameson, Kenneth, 2003, “Is it Posible toExit Dollarization?”, Universidad deUTA, Salt Lake City-UTA, mimeo.

Keifman, Saúl, 2004. “Auge y derrumbe de laconvertibilidad argentina: lecciones parael Ecuador”, en Iconos No. 18, FLAC-SO–Ecuador, Quito, pp. 25-34.

Larrea, Carlos, 2004, “Dolarización y desarro-llo Humano en Ecuador”, en Iconos No.18, FLACSO–Ecuador, Quito, pp. 43-53.

Naranjo, Marco, 2004, “Costos del aban-dono de la dolarización”, en Íconos No.18, FLACSO-Ecuadir, Quito, pp. 66-70.

Parodi, Carlos, 2004, “América Latina: bus-cando el rumbo perdido” en Iconos No.18, FLACSO–Ecuador, Quito, pp. 35-42.

Rubini, Héctor, 2003, “Evaluación del plan deconvertibilidad de la República Argentina(1991-2002)”, Ponencia presentada enFlacso-Ecuador, Febrero de 2003, Quito.

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Ana Rodríguez1

Tomando herramientas críticas de distintastradiciones disciplinarias, en este artículo seintenta hacer una lectura crítica de la pro-puesta conceptual de la VIII Bienal Interna-cional de Cuenca 2004, cuya convocatoria seintituló Iconofilia y que generó una serie dedebates acerca del rol de las imágenes en la so-ciedad contemporánea y del lugar que ocu-pan las prácticas artísticas en esta discusión.Muchas de las preguntas que aquí surgen sonde tipo epistemológico en la medida en queproponen que las obras de arte son significa-das en territorios que desbordan el estrictocircuito artístico y que, a su vez, modificanlos límites del campo del arte. El territorio alque más importancia se ha dado es el de la di-mensión política de las imágenes ya que éstano concierne solamente al campo del arte si-no a las imágenes que generamos y consumi-mos cotidianamente y frente a las cuales la re-cuperación de la palabra se hace necesaria.

Para poder abordar el tema de la iconofiliay su relación con las prácticas artísticas es ne-cesario empezar tratando de elucidar en quémedida la iconofilia contemporánea, entendi-da como una reflexión sobre las relaciones en-tre imagen y poder, entre escritura y politici-

dad, más que un simple tema desde el cualproducir arte (como lo hace de forma un tan-to reductora la convocatoria a la VIII BienalInternacional de Cuenca), es una categoríaanalítica que nos permite reflexionar sobre lasrelaciones entre las prácticas artísticas y sussignificaciones e implicaciones políticas y so-ciales2.

Así, muchas obras de arte ponen en el ta-pete de modo fuerte lo que Arthur Danto(2002) llama una zona de “indiscernibilidad”entre el arte y la publicidad u otras áreas de lacomunicación de masas, mimetizando forma-tos o discursos para proponer problemáticascomunes. En esa reflexión Danto diluye laidea de paradigmas específicos ligados a uncampo de saber, así como diluye la idea de di-ferencia ligada a un lugar de enunciación, co-mo lo explicaba ya Borges al escribir PierreMenard autor del Quijote (en Borges 2001 -

Apuntes sobre la Bienal de Cuenca

Rodríguez, Ana, 2004, “Iconofilia y prácticas artísticas.Apuntes sobre la Bienal de Cuenca”, en ICONOSNo.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 90-95.

iconofiliay prácticas artísticas

1 Master en Estética y en Artes Plásticas por la Univer-sidad de París 1. Master (c) en Estudios Culturalespor la UASB. Profesora FAD - PUCE.

2 Valdría la pena recordar que “icono” es una nociónmuy antigua proveniente del griego. Su relación conel término latino “imagen” data de la transformaciónde la alegre distancia que cultivaban los griegos haciael eikon a la fascinación decadente que el mundo lati-no dio al imago. “Imagen” no traduce simplementedel griego al latín a la voz “icono”. “Imagen” se refie-re a una reflexión fascinada: el imago romano era lahuella de cera que sacaba un ministro del rostro de losdifuntos importantes, trayendo al centro de la discu-sión sobre la representación el problema de la dialéc-tica entre presencia y ausencia. “Icono”, en cambio, serefiere a una distancia representativa: para los griegosel icono encarnaba -a través de la visualidad- el pro-blema de la representación entendido como aleja-miento del ser. En ese sentido, “icono” replantea elproblema platónico del eidos, el sí mismo, que al sertraducido en lenguaje produce un doble logos enga-ñoso entendido como ídolo, eidolon o eidola logome-

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1944-). El campo del arte es ejemplar en lamedida en que cada uno de sus productos ha-ce eco no sólo de una problemática específicaligada a la subjetividad que lo constituye, si-no también de la pregunta sobre cómo se pro-duce el arte y con qué fines.

Si no podemos distinguir materialmentelas imágenes del arte de otras imágenes, tam-poco podemos decir que la dimensión críticaes una particularidad del arte ni su exclusivi-dad. Esta última es una potencialidad de todaimagen ya que hace parte de un mercado enel que se establecen valora-ciones y sentidos, en el quese desarrollan reflexionessobre las mismas mercan-cías que se producen. Lasobras de arte se ven llama-das a significar en el con-texto de ese mercado, esdecir a competir y a medir-se en él, como imágenes deconsumo. En esa perspecti-va, queda preguntarnos so-bre algo muy difícil de res-ponder: ¿cómo lograr hacerpreguntas o propuestas crí-ticas desde la producciónmisma de imágenes, quevayan más allá del consu-mo inmediato, o que gene-ren algún tipo de debate alre-dedor de él? ¿Cómo hablar de una escritura

visual que de cuenta de una politicidad de sussentidos?

Esas preguntas estarían implícitas en lapropuesta de la Bienal. El artículo 2 de susBases sintetiza el concepto orientador de laconvocatoria:

“La Bienal invita a los artistas a reflexionar,desde sus propias experiencias, sobre lasnuevas perspectivas de las imágenes, de suproliferación y de su apertura a nuevos ima-ginarios concentrados en la idea de Iconofi-lia. Esta Iconofilia tendrá como eje central

la recuperación de lamemoria histórica denuestros pueblos quetiende a perderse sumi-da en los íconos de lasociedad de consumo ysugiere que se elaborenpropuestas sobre la poé-tica de las imágenes enun contexto de políticasde la memoria”.

Según esta convocato-ria, el arte se liga a unlugar privilegiado endonde lo poético recu-pera “la memoria histó-rica de nuestros pue-blos” (como si ésta fue-

ra algo dado). Las imáge-nes serían portadoras de discursos que ocul-tan esa memoria, la cual se entendería comodistinta y alejada de la sociedad de consumo.Así, la convocatoria de la Bienal proponetrabajar sobre una política de la memoriaque implicaría dar cuenta de una “poética delas imágenes” y no de su consumo.

Sin embargo, Guy Debord ya en 1967proponía definir al espectáculo no como un“conjunto de imágenes sino como una rela-ción social entre personas, mediatizada a tra-vés de imágenes”, y explicaba que “no se pue-de oponer el espectáculo a la actividad socialefectiva, (ya que) el espectáculo que inviertelo real tiene lugar en la realidad…” (Debord1995 -1967-). Para decirlo ahora por fuera de

ICONOS 91

na, la palabra, y eikon (icono), copia del modelo.Aquí nos interesa esta relación en la medida en que“iconofilia” junta el eikon griego a la filia latina, reno-vando el concepto de icono, es decir, obligándonos aun recorrido en el que el icono es una imagen espe-cial, es una imagen cuyo sentido se construye en elimperativo social y cultural al que se somete de agra-do el yo. La iconofilia, entonces, no es un simple“amor de las imágenes” al que se podría oponer un“odio de las imágenes”, sino que es un intento de de-limitación del concepto de imagen, un intento de de-finición: las imágenes son amables, se dejan amar, y loson en la medida en que pueden apelar a la palabra.Por último cabría decir que “iconofilia” es un térmi-no relativamente nuevo en su uso (siglo XX) compa-rado, por ejemplo, con “iconoclasta” que se usa desdeel siglo XVII y que provenía ya directamente del grie-go eikonoclastes.

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esa dicotomía espectáculo-realidad, diríamosque las imágenes crean la realidad, son unamodalidad hegemónica de la realidad, y estanoción de realidad, que la filosofía ha trabaja-do desde que el reino cristiano de las imáge-nes se impuso sobre otros poderes, implicaclaramente a la realidad social. El espectáculo

sería una categoríaque nos permitepensar en una reali-dad construida ba-jo los imperativosdel mercado, unacategoría que mo-dela las relacionessociales. No obs-tante, no podemossuscribir la idea tra-dicionalmente me-tafísica de que hayun mundo tangibley otro mundo dis-tinto, el que semuestra en las imá-genes. Sería comosi las imágenes fue-sen un reflejo de-formante de unarealidad dada, en la

medida en que sólo responden a una deman-da del fetichismo de la mercancía3.

Las imágenes son tan tangibles como elmundo. Son su modo predilecto de existen-cia, la representación. Criticar la construc-ción unívoca de las imágenes dominantes, delos “íconos”, corresponde a entender que laimagen escapa a su iconicidad, es decir, a sutotal visibilidad, e invita a tomar la palabra, adesarrollar un discurso crítico dentro de lasmúltiples posibilidades de significación. Cri-ticar la hegemonía de las imágenes (en plural)

es pensar en la dimensión reflexiva de la ima-gen (en singular). En general las imágenes novenden simplemente el producto que promo-cionan, no son sencillas mediadoras, sino quese venden ellas mismas: no hablan sólo de loque representan, como de un tema, sino quehablan también de la representación.

Al leer detenidamente la propuesta con-ceptual de la Bienal vemos que se asume quehay imágenes que provienen de la sociedad deconsumo y otras que no, que dan cuenta deuna poética. Sobre este punto de diferencia-ción introduciríamos un matiz importante: sitodas las imágenes son de algún modo huellasde algo intempestivo y particular pero quetambién dan cuenta de imaginarios sociales,¿qué es lo que hace que haya imágenes máspoderosas o más políticas que otras?

Pensemos, por ejemplo, en esa serie deimágenes que mostraron al mundo el abati-miento de las torres gemelas en Nueva Yorken septiembre de 2001, el golpe más grandedado al imperio de lo visible, servidor de to-das las fuerzas modernas del poder conjugadode la economía y sus iconos. En el minutomismo, el asunto fue tratado en términos vi-suales, mezclando en el despecho más grandelo visible y lo invisible, la realidad y la ficción,el duelo real y la invisibilidad de los emble-mas. El enemigo había organizado un terribleespectáculo. En un sentido, masacrando atantos hombres y abatiendo esas torres, noshabían dado el primer espectáculo históricode la muerte de la imagen en la imagen de lamuerte (Mondzain 2002:9).

Según Marie José Mondzain (2002) elproblema de las imágenes está directamenterelacionado con la visibilidad, lo que no quie-re decir que a una inflación de la visibilidadcorresponda una inflación de las imágenes, si-no que refiere a cómo se construye la relaciónentre lo que se oculta y lo que se hace visible.Es decir que el así llamado “11S” no es sim-plemente un golpe a los Estados Unidos, ni auna nación o tipo de nación, sino a un terri-torio desterritorializado, el de lo visibilizable.Se trataría, al contrario de lo que usualmentese entiende, de un “enemigo” generado por

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debate

Si todas las imágenes son de algún modo huellas

de algo intempestivo y particular pero que también dan cuenta de imaginarios

sociales, ¿qué es lo que hace que haya imágenes

más poderosas o más políticas que otras?.

3 Según Debord (1995 -1967-), “el principio del feti-chismo de la mercancía, la dominación de la sociedadpor ‘cosas suprasensibles aunque sensibles’, se consu-ma de modo absoluto en el espectáculo, donde elmundo tangible es reemplazado por una selección deimágenes que existe por encima de él, y que al mismotiempo se impone como lo sensible por excelencia”.

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esa misma visibilidad, el iconoclasta. Este úl-timo no es un opuesto a la iconofilia, sinouno de sus productos, en la medida en que lovisible en la iconofilia opera a través de for-mas binarias de simplificación que permitenjustificar las formas de vigilancia y controlque funcionan desde el consumo de imáge-nes. Quién no consume las mismas imágenesno es controlable y representa una amenaza.Así, ser iconoclasta es apartarse de esa comu-nidad de lo visible, discurso con el que seconstituye el lugar del otro desde la iconofi-lia. Los dos discursos binarios sirven a unmismo fin: la adherencia al problema de la vi-sibilidad, la abolición de la palabra.

El control sobre las imágenes no garantizael sentido de las imágenes; la ausencia de imá-genes o de representaciones visuales, musica-les, literarias escinde los procesos de transfi-guración de lo real, de transformación de losdiscursos, de debate sobre la realidad. El mis-mo presidente Bush toma inmediatamenteuna medida prohibitiva: no mostrar cadáve-res, no mostrar violencia en la televisión, cen-surar el cine. La misma actitud que habría detomar el supuesto enemigo un tiempo antesal destruir ídolos en Bamyan, para luego mos-trar la vulnerabilidad de su adversario por lavía de sus emblemas. La censura talibán enAfganistán iría tan lejos que ninguna imagencircularía ya, abolidas por entero las fotogra-fías, las pinturas y toda forma de representa-ción bidimensional o audiovisual, a excep-ción de las marcas que subsistían en los pocosvehículos o productos importados. Los librosfueron todos quemados y sólo los que fueronenterrados se salvaron, y la música prohibida,hasta la de los pájaros cantores que fueron ex-terminados. Ningún close-up en la televisiónde Estado ni en el restringido noticiero4. Elresultado es un silencio aterrador, al que nopodemos oponer la proliferación de imágenessino la toma de palabra, la expresión de unaresistencia. Si bien a través de las imágenesmismas se puede impedir ver porque “es másfácil prohibir ver que permitir pensar”, y aun-que “se decide controlar la imagen para ase-gurarse del silencio del pensamiento y luego,

cuando el pensamiento ha perdido sus dere-chos, se acusa a la imagen de todos los males,bajo pretexto de que es incontrolada” (Mond-zain 2002:9, la traducción es mía), a través dela imagen también se puede dar un lugar a lapalabra. La imagen no es prueba de nada. Nomuestra todo. Su parte de invisible es su par-te legada al orden mismo de la palabra. Nomuestra más que la mirada que lanzamos so-bre ella. Se trata de un objeto observable, ana-lizable, al que hay que dar sentido, que espe-ra su visibilidad de la relación que se produceentre aquellos que la producen y aquellos quela miran. Es por esto que más que de “invisi-ble” en la imagen hay que hablar de lo “no-visto, de lo que está a la espera de un debatede sentido en el seno de la comunidad”(Mondzain 2002:37).

Es sobre esta idea última que podríamospensar la particularidad de la imagen del arte:se trataría de una espera del sentido. El exce-dente del arte es “una escisión de las visuali-

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4 Retomo el testimonio de Antonio Palmesano, comu-nicación personal, 17 de julio de 2004. Antonio Pal-mesano es antropólogo y profesor de derecho consue-tudinario en la Universidad de Trieste, y entre 1998 y2003 estuvo realizando diversas investigaciones enAfganistán.

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dades que nos pueblan” como reza la Bienal,en la medida en que emerge una escritura,una huella de algo que escapa al sentido co-mo dado. Si bien dijimos que todo arte es so-cial, que da cuenta de una serie de relacionessociales por su intertextualidad y su referen-cialidad y por las convenciones de significa-

ción del campo enel que circula, nopodemos decir quees lo mismo quecualquier otra ima-gen, o que se con-funde con la vida.Si es interesante de-cirlo, lo es sola-mente en la medidaen que se abordenlas respectivas pre-guntas, que ya for-mulaba Platón enel libro X de La Re-pública y que Art-hur Danto nos re-cuerda:

“¿Qué sentido tie-ne un arte que separece tanto a la

vida que no puede señalarse ninguna diferen-cia entre ellos en cuanto al contenido inter-no? ¿Qué necesidad tenemos o qué bien al-canzamos con una duplicación de lo que yaexiste?” (Danto 2002:54).

En esta medida, descartando la metafísica dela duplicación, del modelo y la copia, podría-mos preguntarnos si existe alguna diferenciaentre el arte y la publicidad, por ejemplo. Aello respondemos a partir de una convenciónque nos permite ver el arte desde un lugar es-pecial puesto que éste está ubicado en un lu-gar especial. Su función precisamente es la dedisponer la mirada a algo extra-ordinario, aalgo que ha sido sacado de lo ordinario: “si elarte ha de tener alguna función, ésta debeejercerse mediante lo que no tiene en comúncon la vida (…) Sólo en la medida en que esdiscontinuo con la vida, el arte es lo que es”

(Danto 2002:55). Esto es un imperativo delcampo que modifica la mirada. Lo que per-mitirían las prácticas artísticas, entonces, esmostrar que “no hay visión substancial, queno hay visión del sentido que se de sólo porlos ojos”, sino que sin deseo de ver no hayimagen, aún si el objeto de ese deseo no esotro que la mirada misma. “En nuestra rela-ción a las cosas, tal como está constituido porla vía de la visión y ordenado por la figura dela representación, hay algo que resbala, pasa,se transmite de nivel a nivel, para ser siempreeludido en algún grado. Es lo que se llamamirada” (Lacan 1973, la traducción es mía).

Según Mondzain, el psicoanálisis reencon-tró lo que ya había aclarado la intuición pa-trística de Gregorio de Nysse cuando cuentaque Moisés al manifestar a Dios su deseo deverlo, obtuvo una respuesta en trompe-l´oeil, afin de que su deseo, el de Moisés, esté siem-pre vivo, ya que Dios necesita ser deseado: “lademanda audaz del alma que sube a la mon-taña del deseo es la de jamás gozar por espe-jos ni reflejos sino frente a frente (…) La vozde Dios concede lo que es demandado a tra-vés de las cosas que rechaza ofreciendo, enpocas palabras, un abismo de pensamiento.”5

El espacio de las prácticas artísticas es en-tonces el que relaciona el poder de la imagena su potencialidad de sentido y no a su impe-rativo de goce, es decir que si el arte es aurá-tico lo es en la medida en que podría confun-dirse con otras prácticas, también gozosas, ymostrar desde allí aquellos códigos que hantransformado a lo banal en una mirada, en undeseo de sentido. Esa transformación es unaescritura que reinventa lo visual a través de loque se desea ver. Se trata de una política de lovisual, en la que la invitación a la reflexión nodemanda de una competencia cultural quepermita traducir las “metáforas visuales” en“metáforas lingüísticas” automáticas, sino quela experiencia de su expresión a través de laobra de arte nos haga ver lo muertas o cadu-

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debate

La politicidad de la imagen no reside en lo social que

ella visibilizaría, puesto que lo social sería una dimensión de

toda imagen, sino en la pregunta por la mirada escritaen las huellas de un texto quesin ser necesariamente visual

hable de lo no-visto

5 Gregorio de Nysse, Vie de Moïse, II, Sources Chrétien-nes, citado en Mondzain (2002:40, la traducción esmía).

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cas que están esas “metáforas clichés” (hablarde la “muerte como un sueño, del tiempo co-mo un río, de la pasión como una llama, dela vida como sueño, de los hombres comocerdos” (Danto 2002:254), o de la memoriacomo la de nuestros pueblos) y nos permitanmirar en lo no-visto, en lo e-vidente. Frente ala literalidad de ciertas frases como “el aguaestá hirviendo”, que nunca fue un tropo bri-llante ni es un tropo agotado, Danto propo-ne “le hervía la sangre” que alguien pudo ha-ber dicho y que es quizás una metáfora me-dieval que nadie inventó y que un escritor pu-do haber repetido. Pero “le hervía la linfa” di-ce Danto, quizás nunca fue una proposiciónmetafórica porque la linfa no es algo de loque las metáforas se sirvan, a diferencia de lasangre. Este quiebre, ejemplificado aquí apartir de la figura de la metáfora, explicaría laimposibilidad de establecer al arte como unagramática específica, ubicándolo más bien co-mo un diagrama que altera las gramáticasexistentes, o como un recorrido por una gra-mática reformulada en el que algunos de lostérminos y elementos no son categorizables,volviendo extra-ordinario lo que normalmen-te consumimos directamente, no en la de-manda de deseo sino en el imperativo del go-ce o la tecnofascinación.

En esa perspectiva, la “resimbolizaciónicónica” a la que se hace alusión en la pro-puesta de la Bienal podría ser la creación deimágenes que, refiriéndose a los iconos cultu-rales, es decir a las imágenes inamovibles de lacultura, permiten refundar un deseo sobre loque aparentemente sólo era goce. Se trataríade una inversión de las figuras, un punto decapitonado6 en el que un deseo mayor subsu-

me un goce, en el que se opera entonces unpuente entre lo imaginario y lo simbólico alser el primero transformado por el segundo.Se trata de una inversión cualitativa y no de laproliferación cuantitativa de nuevos iconosque reemplazan a otros caducos, o ilegítimos,ni de unos poéticos que reemplazan a otrosconsumistas.

La politicidad de la imagen no reside en-tonces en lo social que ella visibilizaría, pues-to que lo social sería una dimensión de todaimagen, sino en la pregunta por la mirada es-crita en las huellas de un texto que sin ser ne-cesariamente visual hable de lo no-visto (en-tendido como un lugar para el deseo, para lapalabra).

Bibliografía

Borges, Jorge Luis, 2001 (1944), Ficciones,Alianza, Madrid.

Danto, Arthur, 2002 (1981), La transfigura-ción del lugar común, Paidós, España.

Debord, Guy, 1995 (1967), La sociedad delespectáculo, Biblioteca de la mirada, Bue-nos Aires.

Lacan, Jacques, 1973, Le séminaire, Livre XI:Les Quatre concepts fondamentaux de lapsychanalyse, Cap. IX, Seuil, Paris.

Mondzain, Marie José, 2002, L´image peut-elle tuer?, Bayard Éditions, Paris.

Rojas, Carlos, 2004, “Bases y propuesta con-ceptual y temática de la Bienal Internacio-nal de Pintura de Cuenca 2004”, facsimil,Junio 2004.

Zizek, Slavoj, 1998, Porque no saben lo quehacen. El goce como un factor político, Pai-dós, España.

6 Jacques Lacan, Le seminaire, livre III: Les Psychoses, ci-tado en Zizek (1998:30).

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¿Cómo funcionan y permanecen los sistemas de derechoindígena y afro ecuatoriano en un contexto de pluralismo

jurídico? ¿Qué relaciones se dan entre los sistemas dederecho indígena y afro ecuatoriano y el sistema formal dejusticia estatal? ¿Cuáles son las perspectivas del pluralismo

legal y cuál su contribución a la construcción de ciudadaníasdiferentes? Para responder estar preguntas, este libro registra las prácticas jurídicas de las nacionalidades

indígenas Shuar de Morona Santiago,Achuar de Pastaza,Kichwa de Pastaza y del pueblo afroecuatoriano del nortede Esmeraldas, para luego relacionarlas con el sistema de

derecho formal.Así, busca discutir la efectividad práctica deestas dos formas de aplicación del Derecho. Por otra parte,el libro intenta contribuir al conocimiento de los pueblos

indígenas y afroecuatorianos a través de sus prácticas.

Serie ATRIO

El derecho a ser: diversidad.

identidad y cambio.

Etnografía jurídica indígena y afroecuatoriana

Gina Chávez V. y Fernando García

FLACSO - PETROECUADOR, 2004

Ediciones de FLACSO - Ecuador

Gina Chávez, abogada y doctora en Jurisprudencia, master en Derecho conmención en Derecho Constitucional por la Universidad Andina Simón Bolívar.

Investigadora asociada de FLACSO Sede Ecuador.

Fernando García, antropólogo, coordinador del Programa de Antropología deFLACSO-Ecuador. Sus temas de interés incluyen antropología política, movimien-

tos sociales e identidades.

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DIÁLOGODIÁLOGO

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Eduardo Kingman1 y Felipe Burbano2

Quizá la mejor definición de la trayectoria in-telectual de Alejandro Moreano, en toda suamplitud y rica diversidad, sea la de una bús-queda incesante de los sentidos de la historiapolítica y cultural del Ecuador, a través de lasestrategias del poder y de la resistencia a esasestrategias. Últimamente ha llevado su refle-xión a temáticas de poder global o transnacio-nal. Hace poco, en un reconocimiento a sutrayectoria, Flacso-Ecuador le otorgó el pre-mio Pio Jaramillo a las ciencias sociales. Enesta entrevista para Iconos, Moreano pasa re-vista a sus orígenes, a sus pasiones, a sus deu-das y a sus prisas.

Eduardo Kingman: Comencemos ubicandoel momento en que se inicia tu reflexión so-bre Ecuador y América Latina. Me refierotanto al momento social como de pensa-miento. Podría ser interesante relacionarlocon lo que sería un proyecto generacional nosólo en el campo de las ciencias sociales, si-no en la literatura, la política e incluso conprocesos de tipo existencial.

Alejandro Moreano: Nosotros ingresamos ala vida intelectual en el marco de la Revolu-

ción Cubana que, en América Latina, tuvoun impacto en el arte y la literatura, más queen las ciencias sociales que todavía no estabanconstituidas. En el caso de Ecuador, amén delos efectos sociales y políticos en muchas or-ganizaciones, la Revolución Cubana se expre-só en la literatura, y su forma más inmediatade recepción fue el tzantzismo. Y es que la crí-tica cultural dimanada de la literatura es unade las grandes constantes de los procesos decambio histórico. Si piensas en la RevoluciónBolchevique, por ejemplo, encuentras junto alos revolucionarios, a los dadaístas y surrealis-tas. Incluso en la Revolución Francesa se die-ron terribles conmociones literarias como lasde Sade o Tomas de Quincey, el uno plan-teando la subversión total de la cultura, y elotro, la tesis del asesinato como una de las be-llas artes.

Sin embargo, la poesía agitacional de lostzántzicos llegó a un límite. Entonces se pro-dujo un segundo viraje, marcado por la gue-rrilla del Che y su derrota, y cuyo fundamen-to fue el paso del centro de gravitación histó-rica del área centroamericana y andina, esce-nario de la guerrilla y de una eventual revolu-ción campesina, al Cono Sur. Recordemosque desde fines de los 60 y durante los 70, loque centralizó la vida política y social enAmérica Latina fueron los acontecimientoshistóricos en Argentina, Uruguay y, sobre to-do, en Chile, en los que el movimiento obre-ro jugó un papel cardinal. Y fueron esos pro-cesos los que apelaron a las ciencias sociales yal marxismo. Nuestro desplazamiento de la li-teratura a las ciencias sociales, la política y elmarxismo, se dio en ese marco.

Marxismo, ensayoy ciencias sociales

Kingman, Eduardo y Felipe Burbano , “Marxismo,ensayo y ciencias sociales. Diálogo con AlejandroMoreano”, en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Qui-to, pp. 98-107

Diálogo con Alejandro Moreano

1 Antropólogo e Historiador. Profesor-investigador deFlacso.

2 Sociólogo. Profesor-investigador de Flacso.

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E.K.: Sin embargo, hay toda una historia an-terior a ese desarrollo, en la que quisiera in-sistir. Una historia ligada a una preocupa-ción filosófico-existencial, fundamental-mente sartreana. Quisiera saber si en la his-toria intelectual de tu generación hay unproceso anterior, en el que si bien no pode-mos hablar estrictamente de ciencias socia-les, sí podemos hablar de una reflexión debase ensayística.

A.M.: Claro, esa historia estaba ligada a laspreguntas que, a partir del imaginario estéti-co y aún filosófico, se realizaban a la política.En ese período se dio el diálogo Sartre-Fanon,sintetizado en el famoso prólogo de Los Con-denados de la Tierra, que convirtió a Sartre enun referente mundial de la lucha y el pensa-miento de los movimientos radicales del ter-cer mundo. A la vez diría que, guardando lasproporciones, hubo una reproducción, en laintelectualidad de la época, de la evolución deMarx: la transición de la democracia radicalde la Gaceta del Rin al comunismo.

E.K.: En todo caso, en los años en los que seinicia el movimiento tzántzico se está vivien-

do un proceso de crisis y cuestionamiento dela sociedad oligárquica a todo nivel, y parti-cularmente desde la vida cotidiana. Me re-fiero a cambios que también se expresan enactitudes vitales de los miembros de ese mo-vimiento literario. Me parece que hay inclu-so un engarce de los tzántzicos con los na-daístas o con los poetas beatniks. No sé has-ta qué punto toda esa vertiente de prácticacreativa y reflexión se ve zanjada en el mo-mento que se produce la inserción militantedel tzantzismo.

A.M.: Una de las paradojas de la época fue quela radicalidad de escritores y poetas estaba se-parada de la dinámica popular. Más bien, elmovimiento era muy cosmopolita. Los refe-rentes eran la literatura y el cine europeos, enespecial los más experimentales -la antinovela,Resnais y Goddard, Antonioni, Fellini...-, lapoesía de los beatniks y el culto a Henry Mi-ller... Mirado desde hoy, piensas que el movi-miento tzántzico, además de un corte ético-es-tético, produjo una ruptura con el proceso degerminación de una literatura nacionalista. Sipiensas en el realismo social de los 30, la poe-sía cósmica americana de Escudero o de Carre-ra Andrade y aquella tendencia que se abríacon el Dávila Andrade del Boletín y Elegía delas Mitas, diríamos que el tzantzismo establecióuna ruptura con toda una tradición literaria(que recién ahora se la está retomando). Al-guien como Carrera Andrade, por ejemplo,fue olvidado por los tzántzicos. JustamenteCarrera Andrade tiene un poema llamado “Losparricidas”, en que denuncia esta situación.

Felipe Burbano: ¿Era un olvido ideológico,político o generacional?

A.M.: Era un típico olvido artístico, en el sen-tido de mirar a la vanguardia europea y nor-teamericana. Estaba presente la necesidad dematar a los padres -o a la madre, quién sabe-,de renovar los lenguajes.

F.B.: ¿En ese momento, en ese proceso, có-mo te insertaste tú al tzantzismo? ¿Desdedónde? ¿Desde la reflexión sociológica, des-de la filosofía, desde la literatura?

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A.M.: Si bien mi inserción era desde la pasiónpor la literatura, estaba relacionada con refle-xiones de tipo teórico, filosófico y social.

F.B.: ¿Desde lo teórico y lo social, cuáleseran los problemas que se planteaban en esemomento?

A.M.: Diría que había una relación conflicti-va entre el imaginario de la revolución y el dela libertad. La revolución postulaba ciertasexigencias militantes, políticas, intelectuales,de convicciones, que no concordaban con elimaginario estético de la libertad. Uno de lostextos que más nos impactaron fue el de Sar-tre sobre el militante y el aventurero en que elmilitante era visto como aquel que sacrificasu yo en aras de la causa, del nosotros. Elaventurero, por el contrario, ponía al mundo,a la revolución, a las masas, como puntal dela afirmación estética de su yo. Nosotros ad-vertíamos, detrás de la imagen del aventurero,al Che Guevara. Ese fue un conflicto que lovivíamos intensamente.

E.K.: ¿Hasta qué punto ese conflicto ha sidoresuelto? ¿En qué medida el sartreanismo si-gue marcando tu actitud vital e intelectual?

A.M.: Ha retornado con fuerza. El debate en-tre el imaginario anarquista y el socialista, entanto compromiso -digamos- “orgánico”, semanifiesta plenamente hoy en día, con unaventaja para la pasión anarquista pues la clá-sica militancia se encuentra devaluada. Deahí la enorme presencia de ideas y gruposanarquistas en el movimiento contra la globa-lización. Es un momento de esplendor anar-quista y yo lo celebro.

E.K.: ¿Pero acaso la militancia no constituyómuchas veces una camisa de fuerza de esa li-bertad, un condicionamiento del propiopensamiento?

A.M.: Lo vivimos como una camisa de fuerzaen el imaginario literario, en la festividad, enel amor, en la sensualidad. Más aún si adver-timos que en esa época las ideas de la ortodo-xia de izquierda eran conservadoras en el pla-

no erótico y de la vida personal. La homose-xualidad o la prostitución, por ejemplo, eranvistas como taras del capitalismo.

E.K.: ¿Qué era lo que producía esa camisa defuerza? ¿Cómo se manifestaba?

Se manifestaba como conflicto. Por un ladovivíamos un proceso de liberación de las pro-hibiciones en la vida cotidiana o en la sexua-lidad, propias del Ecuador oligárquico. Porotro lado, en contraste, la militancia políticaemergía como un proceso de normatividadpersonal bajo la idea de sacrificar tu indivi-dualidad a la gran causa histórica. La “rebe-lión” tzántzica, que asumía la divisa surrealis-ta de cambiar la vida (Rimbaud) y cambiar lasociedad (Marx), surgía como una solución.

En la izquierda clásica imperaba, además,un pensamiento que no era marxista (porqueno se alimentaban de Marx, sino de cierto Le-nin o de algunas tesis de Mao). Era un mar-xismo muy positivista, programático, no crí-tico. A la vez, la moral militante coincidía conuna impronta muy cristiana que marcó a laizquierda, según la cual la revolución era undeber ético, un acto de solidaridad y despren-dimiento.

E.K.: ¿Hasta que punto la izquierda latinoa-mericana o ecuatoriana ha hecho una críticade esas constricciones? No veo que se hayadado un proceso reflexivo o autocrítico afondo, sino más bien el paso de una situa-ción a otra.

A.M.: La izquierda que encarnó esos proce-sos, valores, ideas, concepciones, está bastan-te disuelta, apenas sobrevive o quedan muyescasos reductos. La izquierda de ahora se es-tá formando a partir de otros valores.

E.K.: ¿Entonces por qué seguir llamándolomarxismo? Cuando a Foucault le preguntansi es marxista, él, a pesar de que tiene todauna base de Marx, responde con los mismostérminos de Marx: “Marx no era marxista”.

A.M.: En ese sentido estoy de acuerdo conti-go. Pero creo que el Marx de El Capital, de las

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diálogo

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Grundrisse, de los Manuscritos Filosóficos, elMarx que postulaba una visión crítico-radicalde todos los órdenes, sobrevive, y creo que vaa desarrollarse con más fuerza aún. Por ejem-plo, a mí me ha sorprendido que Slavok Zi-zek, intelectual esloveno, discípulo de Lacán,que estuvo obviamente en contra del socialis-mo yugoslavo, haya si-do quien más ha repen-sado a Marx, quien ha-ya rescatado que fueMarx con su teoría de laplusvalía y del inter-cambio de equivalentesel que descubrió el lla-mado síntoma social,esa desgarradura insu-perable del orden socialque marca la dinámicade la vida humana. EseMarx es el que está re-tornando.

E.K.: ¿Y qué Marx nolo está?

A.M.: El Marx que fuepositivizado, el Marxdel materialismo histó-rico y dialéctico. Marxdijo que había escrito La Ideología Alemanapara saldar cuentas con su pensamiento an-terior, y que luego entregó el manuscrito a laalegre crítica de los ratones. Marx no elabo-ró una sociología o una economía. Lo quehizo fue una crítica del discurso que cimen-taba el capitalismo, el de la economía políti-ca de su tiempo. El Marx viejo deconstruyeese discurso y deconstruye el capital comosistema de organización social en nombre delo que el joven Marx llamaba “la emancipa-ción humana”. En Marx no existía un cor-pus positivo. Incluso yo diría que es sorpren-dente cómo los sociólogos o economistas deizquierda se ven siempre tentados por losprogramas de desarrollo económico, porprogramas de solución. Ese fue uno de losgrandes límites del siglo pasado, lo he seña-lado en El Apocalipsis Perpetuo: transformaral marxismo en un modelo de desarrollo

económico. Pero tal vez eso sea inevitable.La crítica pura no se puede sostener; hay unmomento en que se vuelven inevitables al-gunos elementos positivos. Y es en ese mo-mento que se produce el punto de inflexiónconflictiva de la izquierda.

F.B.: ¿Crees que la iz-quierda se quedó sinuna idea de emancipa-ción? Me parece queeso era lo que inspirabaa la izquierda y al mar-xismo, la idea deemancipación humanade la que hablabas haceun rato.

A.M.: Si bajo la imagende emancipación enten-demos un nivel de críti-ca a todas las formas delpoder, tal debe ser elproyecto de izquierda.Preguntémonos: ¿porqué el magnetismo dela figura de Fidel des-pués de todo lo que hapasado? No creo que lagente adhiera a Fidel

por la sola situación de Cuba sino porque re-presenta la negación del poder. Más allá de élmismo, incluso. Alguna vez dije que Fidel sele escapaba al propio Fidel Castro. Lo queatrae de su imagen es la expresión del No, laidea de la revolución permanente.

F.B.: Pero yo creo que la idea de emancipa-ción de Marx, si bien era una crítica a todaslas formas del poder, también era una pro-mesa de libertad, era la idea del no poder, deque en algún momento íbamos a vivir en laplenitud de la libertad. ¿No es esa idea laque se ha desvanecido y, por lo tanto, el sue-ño de emancipación? Crítica al poder va ahaber permanentemente y desde distintosórdenes, pero a mí me da la sensación de queel problema de la emancipación es el desen-canto frente a la idea de vivir la plenitud dela libertad.

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En las mañanas me dedico aescribir y por las tardes salgo acumplir con las exigencias de lasupervivencia. Si te fijas en la

generación del 30 ves que a loscuarenta y cincuenta años ellostenían una producción riquísima.

Nosotros, en cambio, recién estamos empezando. Por eso

tenemos tanta prisa.

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A.M.: Ese es uno de los atractivos del nihilis-mo contemporáneo. Alguien decía que alborde del precipicio del orden actual, el mar-xismo sigue siendo la utopía tranquilizadoraque se sitúa al otro lado del abismo. Y es queel nihilismo te plantea el vértigo de la libertadimposible, el vértigo de la negación pura.

En este punto volvemos de nuevo al mo-mento en que la crítica y la negatividad mar-xistas se tornan positivas. No creo que la ideade la positividad de la libertad haya estadoconfigurada en Marx quien, más bien, se ne-gó a formular programas o utopías. ¿Cómodefinía Marx al comunismo? No como unmodelo de organización donde el individuosería plenamente libre, sino como un movi-miento de enfrentamiento irrevocable al po-der. Es la revolución permanente lo que defi-ne la libertad. Se trata de una libertad negati-va. Y allí descubrimos la traición del nihilis-mo a sí mismo: vivir al borde del abismo esaceptar el orden.

Por otra parte, aquellas formas que se de-finieron como clásicas del socialismo, talescomo la propiedad social -luego convertidaen estatal-, no responden a Marx. En los Ma-nuscritos te plantea una cosa que hasta hoy espoco entendible, la no-propiedad absoluta.Para Marx la propiedad estatal seguiría siendouna forma de propiedad. El comunismo pro-

pone la disolución de la propiedad, no otraforma de propiedad.

Sobre este tema conviene recordar un sor-prendente texto de Oscar Wilde sobre la rela-ción del socialismo y el individuo. En la tra-dición de izquierda, Wilde era un ideólogoreaccionario, aristocrático, decadente. Peroresulta que Wilde era socialista y escribió untexto favorable al socialismo en términos deegolatría. Un texto muy sartriano ya que enSartre es muy claro que la propiedad define alindividuo. Lo que dice Oscar Wilde es que,en el socialismo, el hombre podrá entregarseal desarrollo exquisito, y trágico también, desu ego, porque ya no estará definido por algoexterno a él como la propiedad, la riqueza oel poder.

Aquello de la plenitud del ser como carac-terística del futuro orden comunista no exis-te, no hay tal, porque el comunismo no estáconfigurado como un orden positivo. La li-bertad plena es positiva y el marxismo siem-pre será crítico, negativo. No hay un momen-to en el que se volverá positivo para llegar alparaíso.

Recordemos a Sartre quien insistía que enun orden socialista surgirá con mayor fuerzala angustia humana frente a la muerte, el sen-timiento trágico de la existencia, el carácterfrágil, vulnerable, precario de la condiciónhumana desgarrada por el tiempo y el abis-mo. Lo que se oculta detrás de cierto nihilis-mo posmoderno es la transformación de laangustia existencial en un discreto hedonis-mo un poco fanfarrón. Vattimo lo decía: laemancipación hoy no consiste más que enflirtear con la ley del valor.

F.B.: Desde esa perspectiva, en el marxismotampoco habría una finalidad en la histo-ria…

A.M.: Por supuesto. Marx insistió en aquellode socialismo o barbarie.

E.K.: Desde la misma época de Marx y En-gels se planteaba la existencia de varias ten-dencias dentro del pensamiento socialista.En el proceso de formación de la clase obre-ra siempre se planteó una contradicción en-

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tre una tendencia mucho más libertaria, hu-manista y cercana a la cultura popular, y otramuy fuerte, en la que inclusive Engels jugóun papel preponderante, ligada a la institu-cionalización del pensamiento crítico. Ya ennuestro país, me da la impresión de que es-ta relación conflictiva no ha sido pensada. Yono sé hasta qué punto seguimos heredandolos proyectos emancipatorios de afuera,unos proyectos que no permiten pensar losjuegos de poder propios de nuestras socieda-des, inclusive los juegos de poder internosde esos mismos proyectos emancipatorios.

A.M.: El marxismo siempre se dividió en ten-dencias. Durante el siglo XX se desplegaba,por un lado, la izquierda filosófica, incluida laEscuela de Frankfurt que gravitaba en torno aMarx y Freud y, por otro lado, una tendencialigada a las direcciones políticas, a la ortodo-xia estalinista. En algunos casos éstos persi-guieron a aquellos de manera brutal.

Ahora bien, la tesis de que la utopía puedeimpedir entender los procesos concretos de for-maciones cambiantes del poder, me parece vá-lida. Algunas de las tesis de Foucault abrieron laposibilidad de pensar nuevas esferas humanascomo relaciones de poder. El tema de la sexua-lidad fue una de ellas, para citar a la más clási-ca de todas. Esa crítica coadyuvó a estimular lasluchas feministas, de los gays, del movimientoGLBT, procesos cardinales de los últimos tiem-pos. Pero incluso ahí vas a encontrar tanto la di-mensión crítica como aquella que quiere afir-mar un orden positivo. Por ejemplo, Julia Kris-teva postula que la condición femenina no exis-te en términos positivos y que sólo puede exis-tir deconstruyendo permanentemente el dis-curso patriarcal. En cambio, hay otras corrien-tes que pretenden afirmar la condición femeni-na en terrenos positivos, institucionales.

F.B.: ¿En que medida has logrado mantenerun diálogo entre el marxismo y otras co-rrientes del pensamiento crítico? ¿Es posibleese diálogo? ¿Ese diálogo puede llevar, si-guiendo un poco una reflexión actual, a unadeconstrucción del marxismo o a reafirmarciertos núcleos básicos desde los cuales dia-logar con otras tendencias?

A.M.: Una de las posibilidades de diálogo esla del marxismo que discute con los saberespositivos y los transforma en objetos de refle-xión. Por ejemplo, Bolívar Echeverría ha dia-logado con la lingüística, la semiótica, la teo-ría del barroco, alcanzando gran dinamismoen su pensamiento. No hay que olvidar, ade-más, que si en los sesentas el pensamiento deizquierda ponía la agenda, a tal punto que laderecha tenía que hablar de revolución y li-bertad, en los noventa ocurrió lo contrario:los saberes no marxistas tomaron la escena yel pensamiento crítico se vio obligado a resig-nificar esos temas.

Por otro lado, hoy la crítica más rica, com-pleja y diversa es la crítica a los medios de co-municación, a la ideología informacional. Heahí un terreno de dialogo entre el marxismo ylos nuevos saberes críticos. Baudrillard, congran audacia, pretendió desarrollar una suer-te de crítica de la semiótica como la “econo-mía política” de nuestro tiempo.

Si piensas, además, en la virtual desapari-ción del marxismo en los últimos quince oveinte años, y en que tomaron su lugar otrostipos de pensamiento crítico muy interesan-tes, por ejemplo Lacán o Zizek, o ciertos as-pectos de Derrida, Deleuze o Foucault, setorna evidente que el marxismo, o un pensa-miento que se inspire en Marx, no puede de-jar de dialogar con esos saberes. En ese diálo-go el marxismo se pone en riesgo de una de-construcción de sí mismo, por supuesto, puestal es el sentido de toda aventura intelectual.

E.K.: Si seguimos la pista a los momentosiniciales del marxismo en el Ecuador descu-brimos una ruptura con una producción po-sitivista en sociología o en historia, relativa-mente importante para la época, pero almismo tiempo descubrimos un contraste, asaber, una producción bastante limitada des-de el marxismo. Algo que no sucedió enotros lugares de América Latina en los que laproducción académica desde el marxismofue muy fructífera. ¿Esa limitada produccióndel marxismo ecuatoriano no tiene que vercon la pasión por el ensayo? Cuando tú mi-ras el trabajo de Foucault o, dentro del pro-pio marxismo, de Raymond Williams, E. P.

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Thompson, ves una riqueza analítica ali-mentada por un contacto muy directo con elsaber positivo. Yo no sé, entonces, hasta quépunto el llamado pensamiento crítico se fuequedando rezagado en el estudio de lo queestá pasando con nuestras realidades.

A.M.: Salvo Mariátegui, en América Latina elpensamiento crítico no se ha dado al interiordel marxismo sino en sus zonas fronterizas. Lateoría de la dependencia, por ejemplo, fue unateoría límite que se movía entre la CEPAL, eldesarrollismo y el marxismo, y en la que en-cuentras la vertiente de Cardoso y la de Mari-ni, muy diferentes entre sí. En el Ecuador, va-rios trabajos, ente ellos los de Fernando Velas-co y Ecuador, pasado y presente, se inscribieronen esa línea. En esa frontera está, por ejemplo,Alberto Acosta, y quienes están pensando enalternativas contra el neoliberalismo.

F.B.: Retomando lo que planteaba Eduardoen la última pregunta, ¿a qué se debe tu re-lación con las ciencias sociales a partir delensayo? ¿Por qué esa fascinación tuya haciael ensayo? ¿De qué manera esa preferenciapor el ensayo ha implicado una crítica aotras formas de entender las ciencias socia-les?

A.M.: Es parte de una herencia cultural lati-noamericana. El occidente europeo tuvo untipo de desarrollo de los saberes, de las cien-cias, de las disciplinas, de los géneros -queahora ha entrado en crisis- sobre el cual ha in-tentado erigirse un modelo de producción delsaber y de textualidad literaria y artística. Sinembargo, hoy se piensa que cada zona tienesus peculiares formas de construir los que lla-maríamos campo cultural. En esa perspectiva,descubrimos en el Ecuador -hasta los cin-cuenta o sesenta- una centralidad de la litera-tura. El ensayo es una figura fronteriza de lamejor tradición de América Latina. BenjamínCarrión tiene reflexiones deliciosas sobre elensayo, en tanto, según él, se valida al nortecon la verdad científica y al sur con la verosi-militud literaria...

Mi peculiar adhesión al ensayo, amén dela cuestión del estilo literario, también venía

como una reacción al hecho de que el saberde las ciencias sociales se afirmaba en una ob-jetividad neutra. Mientras más desaparecía elinvestigador, más valido era el texto, porquesuponía la ausencia de toda ideología. El en-sayo, por el contrario, plantea la intervenciónabierta del ensayista.

E.K.: pero puede ser muchas veces una posi-ción ideologizada e ideologizante…

A.M.: Bien podría ser también una posiciónque busca amparos éticos o políticos paraafirmarse… Pero no se trata de eso. Tiene quever, más bien, con el problema de la verosimi-litud. El empirismo oculta su posición teóri-co-política y pretende que la verdad está en lainformación documental. Construye así unafalsa objetividad y reduce la realidad a su apa-riencia fenoménica. El pensador marxista nooculta su posición y pretende definir la prue-ba de la verdad en el rigor teórico y la posi-ción política. En el fondo se trata de una lu-cha política. Son las relaciones de poder lasque definen el campo de verosimilitd del sa-ber...Cabe recordar, además, que la provocacióncontra el ensayo vino de ciertas corrientes delas ciencias sociales. La principal acusación aAgustín Cueva -supongo que a mí también-era la de “ensayista”. Fue cuando el término sevolvió peyorativo.

F.B.: “Ensayista” era peyorativo, pero tam-bién muy crítico y tenía un sentido bastantedefinido. “Ensayista” significaba falta de ri-gurosidad, especulativo…

A.M.: Pero es cuestión de términos, porque larespuesta de Cueva era acusar de “empiristas”a sus críticos. Para Cueva sólo desde el empi-rismo se le podía acusar de especulativo, defalto de rigor. Y Cueva tenía mucho rigor teó-rico. Agustín se situaba en el terreno de unarenovación teórica y política de las interpreta-ciones tradicionales.

Por otra parte, en la misma historiografíahay tendencias que plantean la absoluta ideo-logización del dato. No hay datos puros o in-maculados que reflejen de manera prístina la

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realidad. Todos los documentos historiográfi-cos están determinados por la cosmovisión yla ideológica de los escenarios -aparatos, acto-res...- en que se elaboran.

E.K.: Pero me da la impresión que al no de-sarrollar un trabajo de base documental -co-mo la que realizaThompson al escribirla historia de la claseobrera en Inglaterra oAsadourian o Sarlo enAmérica Latina-, unose mantiene atrapadodentro de ciertos mo-delos que impiden eldesarrollo del pensa-miento. CuandoThompson cuestionalas nociones estereoti-padas de clase, lo hacesobre la base de su ricotrabajo histórico sobrela cultura obrera. En lamedida en que el ensa-yo no se enriquece dela dinámica de la inves-tigación, se queda em-pobrecido. Con estono quiero decir que el ensayo no sea impor-tante. Me parece que los aportes del propioEcheverría son fundamentales porque estánplanteando la posibilidad de pensar la mo-dernidad desde otras perspectivas, pero sonaportes que tienen límites, porque no te per-miten discutir problemas como los del mes-tizaje en términos concretos, históricos. Unade las cosas que me preocupa de muchos an-clajes generales es que asumamos modelosde análisis de forma acrítica y deshistoriza-da.

A.M.: En el terreno de la historiografía, sal-vando los señalamientos anteriores, es validatu interpretación. El ejemplo de Thompsoncae en dicho terreno. Hay otros campos quesuponen otro tipo de investigación. Por decir-te algo, tú puedes hacer un excelente trabajosobre el imaginario mestizo a través de unanálisis de la literatura. Entiendo que todo

texto de reflexión debe tener una informaciónbastante significativa. En el Apocalipsis Perpe-tuo he procurado hacer un esfuerzo en esesentido.

F.B.: ¿Crees que actualmente las ciencias so-ciales en Ecuador se han alejado mucho del

ensayo? ¿Cómo ves alas ciencias sociales ennuestro país en estemomento? ¿Dónde vesdesarrollos interesan-tes? ¿En que medida lasciencias sociales man-tienen una dimensióncrítica?

A.M.: Bueno, les con-fieso francamente queen el último períodono he seguido el desa-rrollo en el Ecuador delas ciencias sociales clá-sicas: sociología, eco-nomía, teoría política.Tengo la sensación deque hay un relativo de-bilitamiento respecto aperíodos anteriores en

que hubo mucha riqueza. Pensaría que esta-mos en una fase de transición.

Creo que es visible la tendencia hacia unnuevo cambio de paradigmas. Es evidente lacrisis del discurso que surgiera en el vacío delmarxismo y que se validara sobre una para-doja extrema: la invisibilización del capital,del poder, de la dominación y de las contra-dicciones sociales, justo en el período en quegerminaba el mayor poder imperial de la his-toria, en que la agresiva centralización de ca-pitales ha hecho que 200 gigantescas corpo-raciones rijan el dinamismo –o la degrada-ción- de la vida de la tierra hasta en sus últi-mos confines, en una época en que los con-flictos sociales han provocado guerras e insu-rrecciones.

La fecundidad del nuevo campo teóricoen germinación supondrá el diálogo entre di-chas categorías y aquellas que surgieron en es-tas últimas décadas: capitalismo y moderni-

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El Marx de El Capital, que postulaba una visión crítico-radi-

cal de todos los órdenes,sobrevive y va a desarrollarse con más fuerza aún. Al borde del precipicio del orden actual,

el marxismo sigue siendo la utopía tranquilizadora que

se sitúa al otro lado del abismo.

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dad, concentración del poder estatal e irradia-ción de las relaciones de poder al conjunto dela vida societal, contradicción y diferencia, louniversal y lo particular, trabajo y deseo, po-der y vida cotidiana, dimensión épico-trágicay festiva -carnavalesca- de la lucha social. Enla perspectiva del cambio de paradigmas hay,sin duda, un estancamiento del pensamientosocial. Hago la salvedad, por supuesto, de queno he estado muy al tanto…

F.B.: ¿Ya te aburrieron las ciencias sociales?

A.M.: Veo bastante riqueza en el terreno de laproblemática de la cultura. Hay preocupa-ción académica, tesis, monografías. Quizástambién sea que en este período me he con-centrado en el terreno de los imaginarios y delas estructuras simbólicas. La crítica teórica seha orientado en los últimos años a la cultura-a la Modernidad como cultura y civilización-y, en particular, a los medios de comunica-ción. Teóricos como Virilio o Debray estánentre los más importantes cientistas socialesde hoy. Sin embargo, creo que los nuevosprocesos mundiales y latinoamericanos abrenun espacio dinámico a la teoría económica yal pensamiento político.El premio Pío Jara-millo de este año es también un reconoci-miento a la importancia de la problemáticade la cultura en las ciencias sociales.

E.K.: Es claro que hay muchas cosas que seestán definiendo en el mundo en términosculturales. Es ahí donde está el debate másrico. Pero, ¿no está relacionado eso con unacierta institucionalización, que tiene una ba-se no sólo en el desarrollo del pensamiento,sino también en la constitución de aparatos?

A.M.: Estoy de acuerdo contigo. El poder esextremadamente sensible y como dijiste, crea-tivo: ahí donde se están desarrollando los dis-cursos críticos, interviene para tratar de inte-grarlos en su institucionalidad. Pero la mismaes un poco abierta y libre. Los estudios cultu-rales están muy ligados a la academia nortea-mericana, y hay intelectuales latinoamerica-nos que acusan a sus portavoces de ser los úl-timos felipillos de la historia. Empero, su im-

portancia crítica no puede ser desestimada.Existe, sin duda, el deseo del poder de contro-lar el pensamiento crítico. Pero de ahí a deri-var que el poder sea el que organiza y dirigeesos estudios hay una distancia enorme.

E.K.: En todo caso, tú te caracterizarías co-mo un pensador optimista. Me da la impre-sión que siempre estas apuntando hacia unameta libertaria que está a punto de llegar.

A.M.: (risas) Recuerdo que hace un tiempoPepe Moncada me dijo que cuando me oía te-nía ganas de suicidarse… Eran aquellos pe-ríodos terribles de inicios de los 90. Pero lue-go, si piensas que el horizonte, que parecía ce-rrado después de la caída del Muro, se abriórápidamente entre 1999 y 2004, en cincoaños, la cosa es diferente. Hay un cambio tanvertiginoso del rumbo de los procesos quehay que controlarse porque a veces la euforiajuega malas pasadas.

Todos: (risas)

E.K.: Ya mismo dice el Alejandro que launión obrero campesina militar está lista denuevo...

A.M.: (risas) En todo caso, ya no. Las cosasno son tan simples, por supuesto. En El Apo-calipsis Perpetuo y en otros textos he insistidoen la formación de un poder estatal mundial,que va disolviendo los estados nacionales, in-cluso en los países desarrollados. Hay regio-nes donde ya no hay Estado: Somalia, Ruan-da, Burundi, Irak, Afganistán. Se trata de unatendencia. He señalado el surgimiento de unacategoría sui géneris: gobiernos sin Estado.Pienso que el problema de la política en elámbito de países como el Ecuador ya no tie-ne posibilidad de resolverse local o nacional-mente, al punto de que no creo que llegar algobierno signifique mucho.

F.B.: ¿Cuáles son, a tu juicio, los aportes deEl Apocalipsis Perpetuo?

La guerra en Irak ha confirmado dos de sustesis fundamentales. La primera se refiere al

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nuevo orden mundial puesto en escena y quetiende a convertir a EE.UU. en Estado uni-versal, a confinar a la Unión Europea, Japón,Rusia y China en sus límites, a establecerfuerzas militares regionales que, junto a Esta-dos fuertes como Israel, aseguren la paz yan-qui, a desarticular progresivamente a los débi-les, sea fraguando gobiernos sin Estado o pro-moviendo su desintegración en sus regiones yetnias. La otra tesis fue la formación de la hu-manidad como nuevo sujeto político frente alcapital multinacional. Las marchas del 15 defebrero de 2003 germinaron, aun de maneraembrionaria, ese sujeto político que abre elhorizonte de una historia realmente universal.

Ya en el plano teórico, hay tesis, a mi mo-do de ver muy sugestivas, tales como la cons-trucción de la categoría de ámbito de la re-producción social para analizar los grandesmomentos de su ampliación hasta llegar a lamundialización actual; la comprensión de ladinámica de la revolución del siglo XX y unasingular explicación, que creo que es una delos mejores aportes, de la caída del llamado“socialismo real” como triunfo de la Nomen-clatura y derrota de la propiedad social y de larevolución internacional; la tesis, subrayadapor Carlos Arcos, de la transformación delOtro de los movimientos de liberación nacio-nal en el otro de las diversidades étnicas; elanálisis del carácter estructural de la plusvalíay la ganancia extraordinarias. En fin, el textoes un ensayo en que me jugué mi capacidadliteraria e imaginativa para recrear referenciasliterarias, mitológicas, artísticas, fílmicas....

E.K.: Para terminar nos gustaría que desdeun plano más humano hagas una reflexiónsobre cómo se conjugan tus preocupacionespolíticas y sociales, estéticas y éticas. No sé siesa relación compleja entre distintos camposde preocupación es generacional, tiene quever con una historia personal, o obedece alas dos cosas a la vez.

A.M.: Hasta hace poco lo viví como un des-garramiento que te llevaba a pasar de las preo-cupaciones políticas a las académicas y litera-rias sin solución de continuidad. Trataba de

“ritmar” -digámoslo así- mis preferencias porciclos pero finalmente tendían a neutralizar-me entre sí. Creo que si hubiera tomado unadecisión definitiva por uno de los dos camposmi producción habría sido mucho mayor.

F.B.: Ese desgarramiento te detuvo, te para-lizó…

A.M.: Claro. No desarrollaba todo lo que po-día en las ciencias sociales porque en el fondolas desestimaba desde la literatura y viceversa.En el último período he ido encontrando va-sos comunicantes porque partí de una tesispráctica: “transforma tus debilidades en virtu-des”. Toma la diferencia entre portugueses yquiteños. Los portugueses han hecho de latristeza una virtud, una filosofía de vida,mientras nosotros nos avergonzamos de ella yla desvalorizamos.

Por eso decidí hacer una virtud del con-flicto que me desgarraba: descubrir la formaque integre esos universos. Creo que lo estoyconsiguiendo. Por ello, en la recepción delPío Jaramillo señalé que un premio a vecescelebra la coronación de una vida, pero queyo me veía recién empezando. Estoy en unperiodo de producción muy intensa. He or-ganizado mi vida de tal manera que las maña-nas me dedico a escribir y las tardes salgo acumplir con las exigencias de la superviven-cia, que gracias a Dios no son muchas.

Lo que pasa, además, es que nuestra gene-ración tuvo problemas muy grandes. He di-cho en términos irónicos, humorísticos, y unpoco dolidos también, que nosotros tenemospor ahí unos quince años que se nos perdie-ron, que algo pasó…

F.B.: que nada pasó…

A.M.: Exacto. Si te fijas en la generación del30, encuentras que a los cuarenta y cincuentaaños tenían una producción riquísima. Noso-tros, en cambio, recién estamos empezando.Por eso tenemos tanta prisa.

22 de julio de 2004

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El libro interroga las razones de la conversión al protestantismo de la población indígena de la provincia de Chimborazo. El análisis de varios sistemas religiosos

presentes en la provincia, entre los cuales están losmovimientos protestantes y pentecostales, demuestra

cómo éstos son una estrategia de adaptación a un mundode intensos cambios económicos, sociales y políticos. Las

antiguas creencias y dioses ya no son considerados efectivos. El análisis del evangelismo protestante indaga la

transformación de las mentalidades indígenas, en particulardel ethos económico. La autora, además, aborda la

dimensión transnacional del grupo pues su investigaciónincluyó no solamente a los campesinos de Colta

(Chimborazo) sino también a los emigrantes de la zona,actualmente residentes en Venezuela. Esto permite el

acceso a información valiosa sobre las relaciones entre conversión, migración y actividad económica.

Serie ATRIO

Protestantismo indígena

Procesos de conversión religiosa en la

provincia de Chimborazo, Ecuador

Susana Andrade

FLACSO - ABYA-YALA - IFEA, 2004

Ediciones de FLACSO - Ecuador

Susana Andrade es doctora en Etnología por la Escuela de Altos Estudios enCiencias Sociales de Paris (EHESS). Es autora del libro Visión Mundial, entre el

cielo y la tierra, y de varios artículos sobre temas religiosos y políticos.

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TEMAS

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Ana María Goetschel1

El primer concurso de Miss Ecuador fue enla ciudad de Guayaquil en 1930. ¿Cómo sevivió ese acontecimiento en Quito y qué sig-nificado tuvo para los imaginarios de ese en-tonces? El artículo introduce elementos histo-riográficos que contribuyen a analizar eseproceso en términos de las representacionesde las mujeres2.

La ciudad

En las décadas del 20 y 30 del siglo pasado,Quito seguía siendo percibida como una ciu-dad conventual, aunque en realidad empeza-ba a experimentar cambios. Como efecto dela incipiente modernización de la sociedad,de la educación y de las comunicaciones, seprodujeron transformaciones en la cotidiani-dad de los sectores medios y altos de la socie-dad quiteña. El acceso al cine, al teatro o a sa-lones de entretenimiento provocó transfor-maciones en las costumbres. Incluso las capas

populares accedieron a representaciones tea-trales y de cine, también la radio se fue gene-ralizando a partir de esos años.

Las imágenes de mujeres

En ese contexto, ¿cómo eran representadas lasmujeres? Las imágenes que proporcionan lasrevistas de literatura y variedades eran de mu-jeres espirituales y románticas, distantes y be-llas, casi divinas. Las mujeres de clase altaeran la inspiración, las musas de los JuegosFlorales, las “Damas de la Corte de Amor” yde los Carnavales. Pero también comenzarona aparecer en esas mismas revistas, imágenes“modernas”: mujeres que participaban de ma-nera activa en la vida mundana y empezabana practicar deportes.

En la revista Caricatura, fundada por inte-lectuales quiteños de clase media y alta influi-dos por el modernismo, coexisten esos dos ti-pos de imágenes. Por un lado, la figura de unamujer “delicada, fina, esbelta, indiferente, pa-risina, escapada de los lienzos de Fragonard ode los dibujos de Willete”. Es la imagen de untipo de mujer a la que se podía divisar “tras losvisillos” o que acudía a espacios sociales redu-cidos. En la calle, se decía, “se la ve pasar demodo ágil y grácil, breve el pie y menudo y li-gero el paso, dejando en el ambiente una di-vina estela de perfumes y en los oídos la can-ción de sus sedas”3. Pero también estaban “lasgentiles y adorables niñas” que practicaban el

y misses:

Goetschel, Ana María, 2004, “Musas, ondinas y misses,espereotipos e imágenes de las mujeres quiteñas en losaños 30 del siglo XX” en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 110-113.

Musas,ondinasestereotipos e imágenes

de las mujeres quiteñas en los

años treinta del siglo XX

1 Investigadora y profesora asociada de Flacso-Ecuador.

2 Este artículo, preparado para Íconos, retoma elemen-tos de un trabajo anterior: Ana María Goetschel,2002, Imágenes de mujeres. Amas de casa, musas y ocu-paciones modernas. Quito, primera mitad del siglo XX,Museo de la Ciudad, Quito.

3 Revista Caricatura No. 15, Archivo de la BibliotecaAurelio Espinosa Polit.

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patinaje “resbalándose en un vértigo...palpi-tantes de fatiga las rosas de los senos y flotan-tes las faldas ligeras que, con adorable compli-cidad, dejan admirar las bien contorneadaspantorrillas aprisionadas en la sutil malla de laseda de la media”4. Estas figuras de mujerescomienzan a surgir en los espacios de la vidamundana de la socie-dad: en las fiestas delCarnaval y de Inocen-tes, en la vermouth delcine, en la sala de pati-naje, en el Teatro Su-cre. Se habla tambiénde las artistas, las con-certistas, las pianistas:“doblemente bellas,porque son bellas...yporque son artistas”.Esas imágenes de mu-jeres seducen al hom-bre de ese entonces y,en parte, son resulta-do de construccionesculturales en las queentraron en juego tan-to elementos localescomo internacionales.

Pero estas imáge-nes no sólo estabanpresentes en las revis-tas masculinas como Caricatura, sino en laspropias revistas editadas por mujeres. La re-presentación romántica de las mujeres tam-bién formaba parte del imaginario femenino.En el contexto de esos años la belleza corpo-ral estaba estrechamente relacionada con labelleza moral y eso se muestra en la revistaFlora5. En su “Álbum” son publicadas foto-grafías de la “Belleza Quiteña”: “bellísimo li-rio del pensil quiteño, en el cual brotan a pro-fusión flores odoríferas de olímpica hermosu-

ra”; la belleza guayaquileña; la belleza de Ba-hía de Caráquez y otras bellezas de ciudadesdel Ecuador, todas ellas jóvenes bonitas de al-ta sociedad, como también “Damas Distin-guidas”. Lo interesante es que al mismo tiem-po, existen otras secciones: “Galería de muje-res intelectuales del Ecuador” y “Galería de

Artistas Ecuatorianas”,por lo general poetisas yescritoras.

Las fotos de mujeresbellas aparecen comoun factor de adorno ydistinción en las revistasy publicaciones. En larevista Claridad, porejemplo, se publican fo-tos de damas de la altasociedad como la de do-ña Rosario Zaldumbidede Tobar y Borgoño dequien se dice: “aristo-cracia, virtud y alma ge-nuinamente grandesforman la personalidadde la distinguida damaquiteña, quién con subelleza enaltece las pá-ginas de esta revista”.

Al hacer un “JustoHomenaje a la Mujer

Ecuatoriana” y mencionar su labor de apostola-do y las mujeres destacadas de la Historia y laBiblia, se hace una apología romántica y líricade la mujer:

“La mujer con su piedad, con su dulzura yencanto embellece y perfuma el hogar. A lamujer el poeta le ofrece sus versos, los políti-cos se inclinan hacia ella, los tiranos y los sol-dados se rinden avasallados, la Patria es de lamujer... Por eso en forma de un crisantemo ode una rosa recibe Mujer Ecuatoriana esta flory colocadla en el precioso buquet que embal-sama el hogar de hija, de esposa y de madre”6

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4 Revista Caricatura No. 15, Archivo de la BibliotecaAurelio Espinosa Polit.

5 Flora, Revista Femenil Ilustrada de Literatura, Artes yVariedades, fundada en 1917 en Quito por las maes-tras Celina y Rosaura Galarza.

6 Claridad, Revista Universitaria de Literatura, Arte yCiencia, Quito, 1926, bimestral.

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temas

La imagen que sobresalía era, sin duda, latradicional y aunque incorporaba elementos“mundanos” lo que estaba en el fondo era laidea de la hija, esposa o madre virtuosa.

Los juegos florales

La revista Claridadorganizó durantealgunos años los“Juegos Florales”,concursos de poe-sía cuyos ganadoresaclamaban a las rei-nas de belleza. Enlos Juegos Floralesde l927-1928,“Fiesta de la Aristo-cracia de la Belle-za”, triunfó Hum-berto Salvador(quién más tardesería un importan-te representante dela literatura social)con su poema “Sin-fonía de los Andes”

y fue el encargado de aclamar a la“Reina de la Belleza del Ecuador”Isabel León y Aguirre7. En estarevista el mayor número de foto-

grafías correspondió a la proclama-ción de las reinas de belleza: Aída Arteta y suCorte de Honor, las princesas del Rocío (Eu-genia Velasco Gangotena), de las Flores(Blanca Escudero Moscoso) y las reinas deprovincias quienes eran aclamadas por lospoetas de esa época: César Carrera Andrade,Pío Jaramillo Alvarado, Manuel AgustínAguirre, César Estupiñán Bass, algunos de loscuales pertenecían a los sectores medios y queal igual que Salvador se convertirían más tar-de en pensadores y dirigentes sociales.

Las misses

Sin embargo, las imágenes más mundanas y“modernas” correspondieron a las “Misses”,las reinas de belleza que fueron elegidas en1930 para representar al Ecuador, por prime-ra vez, en un concurso internacional en Mia-mi. El concurso en Quito fue organizado tam-bién por la revista Claridad y constituyó todoun acontecimiento social. La nómina de lamayor parte de las representantes de las parro-quias dan cuenta de jóvenes de la alta sociedadquiteña y las cuatro finalistas elegidas por unJurado de connotados intelectuales fueron:Isabel León Aguirre, Ana Andrade Thomas,Ana Lucía Mancheno y Blanca EscuderoMoscoso8. Sin embargo, por lo apurado delconcurso o por el pudor de las quiteñas, úni-camente enviaron fotos. En Guayaquil, final-mente, fue elegida como Miss Ecuador SarahChacón, una chica de “clase media”, quien enuna reñida competencia triunfó sobre la aris-tocrática Blanche Yoder9. En las crónicas de laépoca se menciona que después las candidatasconcurrirán a la ciudad del cine, Hollywood,donde han sido invitadas para la impresión deuna película parlante. En las elecciones finalesen Miami resultó “Señorita Hispanoamérica”“una bella maestra de escuela” la panameñaEmellana Raez, quedando en segundo lugar“Miss Costa Rica”, Julia Salazar, “a pesar de sunegativa para cumplir con una de las prescrip-ciones del concurso que obligaba a las partici-pantes a desfilar ante el Jurado por la playa entrajes de baño”. Se dice que: “la señorita Sala-zar asistió a la playa con un vestido decorosode dama y a las insinuaciones del Jurado con-testó que prefería escuchar la música del maren traje de visita antes que contemplar las olasen frágil vestido de ondina”.

El entusiasmo que parece haber desperta-do este primer concurso de Miss Ecuador nofue bien visto por todos los sectores. Hubo vi-

Supuestamente la representación de "mujer bella"

va en contra de su verdaderaesencia: ser romántica,

madre virtuosa o mujerinteligente. Pero, ¿son realmentecontradictorias estas posiciones?

A mi criterio, todas estas imágenes tienen en común que

hacen referencia a una visiónestereotipada de lo que

constituye "ser mujer".

7 Claridad, Libro de los Juegos Florales Nacionales,Quito, 1 de enero de 1930.

8 El Comercio, “Las elecciones de la señorita Ecuador”,9 de febrero de 1930.

9 Ribadeneira, Jorge, “Tiempos Idos: Sara, la Miss de1930”, en Últimas Noticias, 3 de abril de l987.

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siones contrarias porque se decía que el con-curso: “contradice la imagen romántica de lofemenino”. En una editorial se menciona que“estas exhibiciones de cuerpos hermosos entrajes de baño ocultan dentro de todo el fineconómico” y constituyen un signo del mun-do moderno: “de este mundo inquieto…dogmático y escéptico, avaro e idealista, con-tradicción viviente, enigma inmenso” dondeconviven desde la sublime Hermana de la Ca-ridad hasta la ridiculez de las aclamaciones ylos entusiasmos en pos de las mujeres quedescubren y lucen sus cuerpos, porque la na-turaleza los ha hecho bellos”. Se plantea que:“honrar exageradamente a una mujer por serbella, halagarla, premiarla es supina ligereza einjusticia extrema”. Se dice que el oro de lasociedad capitalista que será arrasado por elbolchevismo amenaza corromperlo todo, ypor el oro se distrae a las mujeres de sus debe-res y se les quita la tranquilidad del alma”. Pa-ra el autor de este artículo, en el que se con-jugan criterios morales tradicionales y socia-listas, las mujeres “deben principiar a defen-derse... no tienen por fin ostentar la melena ypintarse los labios, fumar y adquirir manerashombrunas... deben ser intensamente muje-res y ser madres, las madre del hombre segúnla carne o según el espíritu de la obra socialque realice”10.

Se trata de un debate que refleja puntos devista aparentemente contradictorios y que,con algunas variaciones, todavía están presen-tes: “los concursos de belleza cosifican a lasmujeres y contribuyen a poner en crisis suimagen de mujeres virtuosas, sociales o ma-ternales”. Supuestamente la representación de“mujer bella” va en contra de su verdaderaesencia: ser romántica, madre virtuosa o mu-jer inteligente. Pero, ¿son realmente contra-dictorias estas posiciones?

A mi criterio todas estas imágenes tienen

en común que hacen referencia a una visiónestereotipada de lo que constituye “ser mu-jer”. Desde este punto de vista no importatanto ser una hermosa Miss, una mujer inteli-gente o una virtuosa madre. Lo realmente im-portante es el uso y la connotación que tengapara las propias mujeres. Porque estas con-cepciones pueden aludir igualmente a rolesprefijados de antemano por alguien o algo (elmercado, la moral o el intelecto) cuyo poderde decisión esté por fuera de las mujeres. Eneste sentido, ¿no sería más interesante paratodos, como muchas han empezado a hacerloy como han defendido algunas corrientes fe-ministas, que las mujeres decidamos sobrenuestra propia imagen y nos convirtamos demanera flexible y cambiante en lo que quera-mos ser?

10 El Día, “El tiempo de las Misses”, Página Editorial,22 de marzo de 1930.

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Andrea Pequeño1

“Mientras haya reinas habrá peones”(graffiti en Quito)

Me asombré de que en el marco del concursoMiss Universo 2004, realizado en Ecuador,no se haya producido una ola pública de co-mentarios y reflexiones. Las impresiones seintercambiaron entre cercanos, en los pasi-llos, en el hogar. Las voces disidentes sonaronde manera aislada y sin ecos. La excepción laencontré en la marcha de mujeres indígenas2

que se tomó las calles con carteles marcadospor la parodia, la metáfora, la llamada a larealidad: “Miss TLC”, “Miss niños”, “Misspobres”, y también en las paredes rayadas deQuito: “¿Dónde escondieron a los niños?”.

Las acciones de embellecimiento de la ciu-dad y de formación de conductas saturaronlos soportes comunicacionales y publicitarios:es que la belleza estaba aquí, en una ciudadlimpia y ordenada, de gente amable con losturistas. Las campañas de promoción delevento apelaron una y otra vez a la identidad

nacional. Y la Miss Ecuador, María SusanaRivadeneira, se convirtió en embajadora y an-fitriona de la nación ecuatoriana.

En este escenario, que fue también marca-do por los enunciados racistas de Miss Boli-via3, recordé cuando mi compatriota, la MissChile Cecilia Bolocco, fue coronada MissUniverso en 1987. Esa vez alguien me senten-ció rotundamente “gracias al triunfo de ‘laBolocco’ Chile se conoce. El mundo se ente-ró de que es un país de América Latina y nosólo el ají mexicano”. Sí, para muchos “Ceci-lia” era la imagen de Chile: una hermosa jo-ven de medidas perfectas (90- 60 -90) y declase acomodada que le daba un abrazo y unbeso de agradecimiento a Augusto Pinochetpor su apoyo. Este es mi primer recuerdoconsciente de una candidata de belleza comoemblema de la nación, del cuerpo de una mu-jer como vehículo de la patria.

Todo esto me hace pensar que tras la tri-vialidad de los concursos de belleza se ocultauna representación simbólica de la identidadnacional. Ellos serían una puesta en escena dematrices y órdenes socioculturales y, por con-

Pequeño, Andrea, 2004, “Historias de misses, historiasde naciones”, en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador,Quito, pp. 114-117.

missesnacioneshistorias de

Historias de

1 Estudiante de la Maestría en Género y Desarrollo deFlacso-Ecuador.

2 La marcha de las mujeres indígenas se realizó el 31 demayo de 2004 y tuvo por objeto protestar, en el mar-co del Concurso Miss Universo, en contra del ALCA,el TLC, el Plan Colombia y el Plan Patriota. La acciónfue organizada por la Confederación de Pueblos de laNacionalidad Kichwa del Ecuador (ECUARUNARI).

3 Gabriela Oviedo, Miss Bolivia 2004, había declaradoen inglés: “Desafortunadamente, la gente que no co-noce mucho sobre Bolivia piensa que todos somos in-dios del lado oeste del país (…). Es La Paz, la imagenque refleja eso, gente pobre, gente de baja estatura ygente india (…). Yo soy del otro lado del país, del la-do este; nosotros somos altos y somos gente blanca ysabemos inglés”. Luego del revuelo que causaron susdeclaraciones, la representante de Bolivia aseguró que“fue un problema de traducción, ya que la entrevista sehizo en inglés, además editada”. Sostuvo que se refirióa Bolivia como un país que tiene una diversidad geo-gráfica y étnica.

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siguiente, de la imagen nación. En este con-texto el cuerpo de la mujer se convierte enicono simbólico de la identidad nacional.

A partir de los eventos de belleza sería po-sible construir un mapa de las representacio-nes sociales y de la imagen de nación ecuato-riana. En este sentido, he seleccionado algu-nos concursos que creo son emblemáticos demomentos históricos de construcción de laidentidad nacional y que ilustran las disputas,los conflictos, las tensiones en torno ésta: a) laelección de Miss Ecuador en 1930, que grafi-ca un proceso de movilidad social ya que con-solida la posición pública de la clase media; b)la elección de una reina negra, en 1995, queescenifica el tema de la diversidad étnica y ra-cial del país poniendo en jaque el discurso he-gemónico del mestizaje; y c) el concurso deMiss Universo en 2004, en donde el discursooficial ecuatoriano remarcó el tema de laidentidad nacional desde la óptica neoliberal,desde el deseo y la necesidad de posicionarseen el mercado global.

Al explorar cómo el espectáculo de la be-lleza refleja las representaciones de la identi-dad nacional y las disputas sobre ésta, preten-do aportar una mirada crítica que vaya másallá de la discusión -eje del debate público- decuánto y cómo se (mal)gastó el recurso nacio-nal en el Miss Universo 2004. Desde estaperspectiva, vale la pena dilucidar cómo losconcursos de belleza se convierten en accio-nes que junto con espectacularizar el tema dela identidad nacional, ponen en escena pro-blemáticas y modelos de sociedad.

¡Que viva la Chacón!

En 1930 Ecuador recibió la primera convoca-toria para participar en un concurso interna-cional de belleza que se llevaría a cabo en Flo-rida, Estados Unidos. Para ello se organizó unevento nacional cuya final estaría compuestapor ocho candidatas, cuatro de Guayaquil ycuatro de Quito. Estas debían ser propuestas ypostuladas por los propios habitantes de lascomunas y sectores poblacionales, de acuerdoa “la belleza y a la gracia” personales. Las fina-listas serían elegidas por votación popular enurnas dispuestas en correos, juzgados parro-quiales y cines4. El evento despertó poco a po-co el interés de la población5. Y es que la elec-ción de la Señorita Ecuador 1930 teníaun “imperativo patrióti-co”6: en ella estaba “en-vuelta la reputaciónecuatoriana”. La elegidasería la enviada “de lahermosura, y lo quees más de la cul-tura del país”7,representacióny exportación,en un cuerpo demujer, de la nacióny su cultura.

De acuerdo a losparámetros de orga-nización social vi-gentes, la pobla-ción negra e indí-gena ni siquiera fuepensada como po-tencial participan-te. Más bien, la lidfinal del concurso puso enel tapete el tema de laidentidad de clase. Así, ladisputa por la corona esta-ba entre Sara Chacón yBlanche Yoder, represen-tantes de la clase media y laaristocracia guayaquileña,respectivamente.

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4 La participación masiva de la población, poco comúnen la actualidad, puede tener que ver con que esteevento se presentó como una oportunidad pública depensarse como comunidad nacional.

5 Sin embargo, los quiteños fueron más bien tímidos enla participación masiva del certamen. De hecho “cuan-do llegó la hora culminante (...) el locutor anunció elcaso insólito. Las finalistas quiteñas había mandadosus fotografías y no desfilaron de cuerpo presente”(Jorge Ribadeneira, El Comercio, 30 de mayo de 2004,pág. A5).

6 Diario El Comercio, 31 de enero de 1930, pág. 2.7 7 Diario El Comercio, 29 de enero de 1930, pág. 3.

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El 7 de febrero de 1930, a las voces de“¡Qué viva la Chacón!, ¡viva la Chacón!”, se ce-lebró el triunfo de la candidata de la clase me-dia. Sara Chacón fue la elegida para encarnarademás de la belleza, el espíritu y la cultura dela nación ecuatoriana. En su victoria se recono-ce, como símbolo de identidad nacional, a un

sector que poco apoco se consolidabaen el espacio urba-no, social, político yeconómico.

En este acto seplasma un procesode movilidad social:el ascenso de unaclase emergente quese instalaría poco apoco en la escenapública y en los cen-tros de poder, des-plazando con ello ala clase aristocráticay su histórica hege-monía. Así, desde elcomienzo de estosconcursos, el cuerpoy la presencia de lamujer se constituye

en un recurso metonímico de represen-tatividad nacional: ella es la parte por eltodo. Su cuerpo, su comportamiento,su saber, son simbólicos de la patria.

¿“Black is beautiful”?

La consigna “Black is beautiful” queapareció en la televisión norteamerica-na en la década de 1960 luego de las

movilizaciones sociales de los afro-americanos,sirve como un buen enlace para abordar laelección de Miss Ecuador 1995. Ese año suce-dió algo inusitado: Mónica Chalá, una mujernegra, fue electa la reina de belleza ecuatoria-na. El concurso, organizado de acuerdo a re-glas y parámetros internacionales, se activó enEcuador dentro de los parámetros del discurso

hegemónico de la sociedad blanca y mestiza,es por ello que la coronación de Mónica Cha-lá pone en el tapete público el tema de la di-versidad étnica y racial del país.

La ideología de la sociedad nacional quepostulaba el mestizaje como imagen de la na-ción había invisibilizado al extremo a la pobla-ción afro-ecuatoriana. Siguiendo a Rahier(1998), si los indígenas eran “el otro” que seintentaba subsumir y negar en el mestizaje, losnegros eran “el último otro”, aquel que no ca-bía en la matriz identitaria nacional. Contex-tualmente, y más allá de los méritos o no deMónica Chalá, puede pensarse que su triunfohizo eco a la bandera de lucha de los movi-mientos indígenas y afroecuatorianos que sa-cudieron al país en la década de 1990: el im-perativo del reconocimiento de la naciónecuatoriana como nación multicultural y plu-rinacional. En este marco, la elección de una“Señorita Ecuador” de piel negra implicaría elreconocimiento público de la diversidad racialy étnica. En su rol de representante de la na-ción ante el mundo, este hecho visibilizaría loque había permanecido callado, silenciado.Sería la puesta en escena de una identidad na-cional que ya no es homogénea en el mestiza-je. El dictamen del jurado, sin embargo, desa-tó una serie de controversias en la opinión pú-blica, las que tenían que ver sustancialmentecon la validez del triunfo de “una negra” comola imagen representativa del ser nacional.

Pero sobre todo, es importante recordarque el concurso de Miss Universo 1996, parael cual fue electa Mónica Chalá, se realizaríaen África. Este antecedente provocó una olade especulaciones que explicaban la eleccióncomo una estrategia nacional para “ganarpuntos”. Este solo hecho cuestiona la corona-ción de la “Reina de Ebano”, como la llamóla prensa, como la acción de reconocimientode la diversidad étnica y racial del Ecuador.

Aceptar a una mujer negra cómo imagenrepresentativa y exportable de la nación ecua-toriana, implicaría la aceptación de la diversi-dad étnica y racial del país y en esa medida elcuerpo de esta reina se convierte en una figu-ra simbólica de la “nueva” identidad. Testifica-

ICONOS 116

temas

Tras la trivialidad de los concursos de belleza se oculta

una representación simbólica dela identidad nacional. Ellos

serían una puesta en escena dematrices y órdenes

socioculturales y, por consiguiente, de la imagen

nación. En este contexto, el cuerpo de la mujer se convierte

en icono simbólico de laidentidad nacional.

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ría la potencial transformación del discursohegemónico en torno a la representación de laimagen nación. Contrariamente, pensar laelección como estrategia nacional para vencer,pone en el tapete no sólo el tema de la mani-pulación, sino que ratifica un discurso domi-nante que rachaza y se desconoce como ima-gen nación en la figura de una mujer negra.

Por consiguiente, ya sea en el rechazo o enel reconocimiento de la diferencia, el cuerpode Miss Ecuador 1995 se convierte en unamaterialidad simbólica que encarna y hacepresencia del tema de la identidad nacional.Este acto revela que la identidad así como surepresentación son procesos de “construcción”socio-cultural y en calidad de tales están en-marcados en relaciones de poder y se convier-ten en ámbito de debates, de luchas y disputas.

Del fracaso de una reina en un vestido neoliberal

Los concursos de belleza, orientados a compe-tencias internacionales y articulados desde losparámetros de discursos dominantes, incorpo-ran lo racial y étnicamente distinto de manerafolklorizada. Por ejemplo, en la sección de tra-je típico las candidatas apelan a identidades ét-nicas y con ello ponen en escena al otro, el queaparece como una realidad a-temporal y a-his-tórica, un resabio del mítico pasado.

Esto me trae de vuelta al concurso de MissUniverso 2004, específicamente al traje típicousado por la representante de Ecuador. La ves-timenta era una especie de campana que remi-tía al icono de la Mitad del Mundo. Una me-dia esfera segmentada que buscaba simbolizarla heterogeneidad. El humor popular no se hi-zo esperar. Lo ridiculizó recurriendo a la frasepublicitaria de un detergente: “eres capaz deponerte cualquier cosa contar de no planchar”.

El traje vestido por Susana Rivadeneirafue (¿o es?) inspiración “típica” y propia de undiscurso oficial que sustenta con desespero elmodelo social y de mercado del neoliberalis-mo. Haciendo honor a esta ideología -que loconcibió a él y al certamen- erigió a las flores

como símbolo de identidad nacional. La ima-gen de la nación quedó reducida a un pro-ducto de exportación, definida desde el mer-cado y desde el orden económico neoliberal.“Misss TLC” ocupó la escena, haciendo car-ne el discurso oficial que desesperado luchapor ser considerado por Estados Unidos yluego por el mercado mundial.

La frase publicitaria usada para hacer mo-fa del vestido de Miss Ecuador adquiere, en-tonces, un sentido más profundo y más am-plio. Es la burla a la imagen de identidad na-cional que el discurso oficial puso en escena:“eres capaz de hacer cualquier cosa…”

Este traje intentó ser una representación dela nación ecuatoriana en su diversidad, pero nologró sino aparecer simbólicamente como lafabricada investidura neoliberal: la imagen dela patria vestida en una mujer mestiza, unidaen su cintura y en el ruedo del armazón, sim-bolizada en un producto exportable.

No hubo aprobación ni reconocimiento depertenencia en aquella ropa. Rotundo fracasodel traje y, simbólicamente, de la identidadnacional y el modelo social propuesto que ma-lamente aunaba las diversidades y respondía alos intereses de la población.

En la marcha de las mujeres indígenas,junto a los carteles de Miss TLC y Miss mise-ria desfiló una reina vestida a la usanza “típi-ca” de Susana. Era la parodia de la reina deEcuador y en ella del discurso que intentó fa-llidamente representar a la unidad de la iden-tidad nacional y consagrar un modelo econó-mico y social.

Bibliografía

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Rivera, Fredy, 1999, “Las aristas del racismo”, en E.Cervone y F. Rivera, editores, Ecuador Racista:Imágenes e identidades, FLACSO-Ecuador, Quito.

Rogers, Mark, 1999, “Spectacular Bodies: folklori-zation and the politics of identity in Ecuadorianbeauty peageats”, en Journal of Latin AmericanAnthropology 3 (2) 54-85, American Anthropo-logical Association.

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Salvador Marconi R.1

Una introducción necesaria

No es intención del presente ensayo reiterarlas motivaciones de la Real Academia Sueca alhaber concedido -en octubre de 2003- el pre-mio Nóbel de Economía a dos ilustres econo-metristas: Robert F. Engle y Clive Granger.Para el recuerdo, ese galardón fue otorgado“...por haber desarrollado métodos de análisisde series temporales con tendencias comunes(cointegración)”.

Si bien se analizarán varios aspectos de susaportes académicos, el propósito de estas lí-neas es el de recordar algunos elementos deldebate -afortunadamente todavía presente-sobre la relación entre teoría y política econó-mica y el avance que han registrado los méto-dos matemáticos y econométricos durante lasúltimas décadas, desarrollo al que han contri-buido de manera decisiva las investigacionesde ambos galardonados.

Cuando fue concedida análoga distincióna Trygve Haavelmo (1989), algunos periódi-cos y revistas reportaban la noticia que el pre-mio Nóbel había sido otorgado a ese econo-mista noruego “....por haber demostrado có-mo las teorías económicas podrían ser proba-

das”, poniendo en serios aprietos a la acade-mia y en incómoda posición a los econome-tristas, quienes salieron al paso relativizandola capacidad de su disciplina para alcanzar eseambicioso objetivo. Por el contrario, tambiénes verdad que muchas veces los economistasencuentran serias dificultades en rechazar unateoría; al menos, las críticas que se formulanhacia ciertas hipótesis teóricas no se basan ex-clusivamente en la evidencia econométrica.Podría afirmarse que la econometría tienemayor popularidad entre los economistas pa-ra confirmar (mas no para desvirtuar) ciertossupuestos de la teoría económica.

Un axioma ampliamente aceptado es aquelsegún el cual la teoría económica no es objetode verificación directa a partir de datos obser-vados, pues entre la primera y los segundos seinterponen esquemas o “modelos descripti-vos” cristalizados por lo general en series esta-dísticas de base (comercio exterior, volúmenesde producción industrial, etc.) o de síntesis(cuentas nacionales; balanza de pagos, etc.).

Si esa es la situación, lo que se puedecomprobar empíricamente es la validez opertinencia de los modelos descriptivos masno la de una teoría económica, por lo que elproblema puede formularse de manera dis-tinta: ¿es posible interpretar los test que resul-tan de esos esquemas descriptivos comopruebas indirectas para validar o rechazaruna hipótesis teórica? La mayor dificultadpara “transferir” los test sobre los parámetrosde los modelos empíricos a los correspon-dientes parámetros de los modelos teóricosradica en el hecho de que no siempre es evi-dente el vínculo entre ambos grupos de pará-

Econometría,teoría y política

económica:

Marconi R., Salvador, 2004, “Econometría, teoría ypolítica económica: el nóbel de economía 2003”, enICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp.118-125.

1 Doctor en Ciencia Políticas (Universitá degli StudiSociali, Roma) y Economista (PUCE-Quito. Profesoruniversitario.

el Nóbel de Economía 2003

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metros; además, los supuestos ceteris paribusson distintos en esos modelos. Ejemplo deesas situaciones son los mecanismos ad hocutilizados para medir las expectativas, los su-puestos simplificadores que permiten “agre-gar” el comportamiento de un grupo de in-dividuos, la reducción lineal de las relacionesfuncionales, etc.

Estas dificultades, difícilmente supera-bles, hacen que la utilización de los modelosdescriptivos se oriente hacia la búsqueda deuna representación empírica satisfactoria dela teoría, sin pretensiones sobre la posibilidadde rechazar sus proposiciones. Este es el casode los modelos macroeconométricos de gran-des dimensiones utilizados principalmentepara realizar previsiones o simular políticaseconómicas.

Como se recordará, en el caso de Haavel-mo el premio Nóbel le fue concedido por la“elaboración de los fundamentos probabilís-ticos de la metodología econométrica y porel análisis de estructuras económicas simultá-neas”. Precisamente, la naturaleza estocásticade los modelos y las implicaciones de la si-multaneidad de las relaciones económicasson los temas que con mayor intensidad haabordado la investigación econométrica y elcampo en el que han contribuido los doseconomistas galardonados por la AcademiaSueca en 2003.

Antes de abordar los temas relacionados ala vinculación entre modelos teóricos y mo-delos empíricos, cabe recordar que los funda-dores de la Sociedad Econométrica Interna-cional fueron grandes economistas de la épo-ca: I. Fisher, J. Schumpeter, J.M. Keynes, en-tre otros. En su formación jugaron un papelimportante las matemáticas y la estadística,al igual que en la de los miembros de la Cow-les Commission de los años cuarenta y cin-cuenta del siglo XX; tal es el caso de T.C.Koompmans, J. Marschak y R. L. Klein. Enestos últimos treinta años se ha profundizadola preparación matemática con respecto aaquella estadística, despertándose mayor in-terés por la modelística teórica respecto aaquella aplicada.

Hipótesis teóricas y modelos empíricos

El objetivo de los siguientes acápites es abor-dar los problemas que presenta la utilizaciónde los modelos empíricos para rechazar (omenos) una hipótesis teórica. En esa perspec-tiva, cabrían dos precisiones: a) el procedi-miento de comprobación de una hipótesisteórica difícilmente puede reconducirse a laverificación mecánica de una hipótesis esta-dística (el valor de los parámetros de la ecua-ción de un modelo); b) el modelo especifica-do debe tener una determinada relación conlos datos y satisfacer una serie de requisitosestadísticos antes de ser utilizados en el proce-so de verificación teórica.

Robert Engle al recibir el nóbel de economía

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Entre los principales aportes de Granger yEngle destaca su esfuerzo por recomponeresos dos componentes fundamentales del ins-trumental econométrico. En el caso de losmodelos empíricos, junto a los parámetros re-levantes para la verificación de las hipótesisteóricas, existen parámetros “libres” (o de dis-

turbo) que puedendiferir en funciónde los objetivos delmodelo. Su presen-cia refleja la exis-tencia de una plu-ralidad de modelosque poseen similarestructura formalcon propiedades es-tadísticas diferen-tes.

Varias “corrien-tes econométricas”cuestionan precisa-mente la idoneidadde los modelos de-nominados estruc-turales, construidossobre sistemas deecuaciones simultá-neas. Como se co-noce, esos modelos-cuyas primeras

elaboraciones remontan a los trabajos de laCowles Commission- se caracterizan, entreotros, por la presencia de los siguientes ele-mentos: a) están constituidos por sistemas deecuaciones simultáneas; b) la estimación delos parámetros se basa en el método de máxi-ma verosimilitud; c) la identificación y distin-ción entre variables endógenas y exógenas delmodelo se establece a priori así como las rela-ciones de causalidad.

El propio Koopmans advertía las dificulta-des que enfrenta ese tipo de modelos y quetienen relación con: a) la distinción artificial -y, en cualquier caso, establecida a priori- en-tre variables endógenas y exógenas; b) el tra-tamiento del modelo en presencia de rupturasestructurales; y, c) la validez -sólo asintótica-

del método de máxima verosimilitud. Si bienesos problemas fueron conocidos, el análisisde sus consecuencias fue abordado en profun-didad a partir de los años ochenta por partede tres corrientes metodológicas de la moder-na econometría, cuyas diferencias de enfoquereflejan las distintas posiciones frente a lostres aspectos mencionados (Gambetta, G. –Orsi, R., 1991).

La primera corriente es liderada por Sims,quien señala que la ausencia de una soluciónsatisfactoria al primer problema es la causa porla que la mayoría de modelos estructurales soninadecuados: muy pocas variables podrían sergenuinamente clasificadas como exógenas,por lo que los modelos estructurales basadosen sistemas de ecuaciones simultáneas resultanaparentemente identificados. La alternativa pa-ra este enfoque consistiría en la construcciónde modelos en los que todas las variables par-ticipan de manera simétrica y en los que todasson tratadas como endógenas. Los modelospropuestos por Sims (conocidos como Vecto-res Auto Regresivos, VAR) son sustancialmen-te formas reducidas en las cuales cada variableendógena depende de sus propios valores reza-gados (lags) y de todas las demás variables en-dógenas. El surgimiento de los modelos VARimplicó -como puede intuirse- un serio cues-tionamiento a la práctica econométrica gene-ralmente utilizada en la construcción de losmodelos estructurales que consistía en especi-ficar y estimar -uno a la vez- los parámetros delas ecuaciones de comportamiento.

Utilizando los modelos VAR, la compro-bación de las hipótesis teóricas sería posible,en general, únicamente si se prueba previa-mente la existencia de una “causalidad a laGranger” y su dirección; es decir, si se com-prueba la existencia de una relación de causa-efecto entre las variables, identificada comouna precedencia temporal de una variable so-bre la otra. Esa relación es definida como unnexo entre una variable al tiempo t y otra va-riable al tiempo t+1, de modo que la previ-sión de la segunda es más robusta si se tieneen cuenta la primera.

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temas

La teoría económica no es objeto de verificación directa a

partir de datos observados.Lo que se puede comprobar

empíricamente es la validez opertinencia de los modelos

descriptivos mas no la de unateoría económica. ¿Es posible

interpretar los test que resultande esos modelos como pruebas

para validar o rechazar unahipótesis teórica?

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La mayoría de las series temporales ma-croeconómicas siguen una tendencia estocás-tica de forma que una distorsión temporal tie-ne un efecto duradero. Estas series temporalesson denominadas no estacionarias y difierende las estacionarias pues estas últimas no cre-cen en el tiempo y más bien fluctúan alrede-dor de un valor dado. Granger demostró quelos métodos estadísticos utilizados para las se-ries estacionarias podían conducir a resultadoserróneos cuando se aplican a series no estacio-narias. Su aporte consiste en haber puesto enevidencia que combinaciones específicas deseries temporales no estacionarias podían ex-hibir estacionariedad, permitiendo por tantola correcta inferencia estadística. Granger lla-mó a este fenómeno cointegración. A partir deese concepto, desarrolló métodos econométri-cos ahora imprescindibles en el análisis de lossistemas en que la dinámica a corto plazo esafectada por grandes distorsiones aleatorias yla dinámica a largo plazo está restringida porrelaciones económicas de equilibrio.

La segunda corriente (Leamer) acepta enprincipio el enfoque estructural en el diseñode los modelos y la especificación y estima-ción de los parámetros de las ecuaciones unapor una, mientras rechaza la utilización demétodos de estimación basados en la máximaverosimilitud. La validez de los test obtenidosmediante ese método estaría subordinada aun conjunto de resultados extremadamentesensibles a los errores de especificación y, porconsiguiente, serían poco confiables. Recha-zar una hipótesis estadística en base al valorestimado de los parámetros supone, de acuer-do a Leamer, disponer de una medida de lavariabilidad de los parámetros generada en loseventuales errores de especificación del mo-delo. El conocimiento de esa variabilidad per-mite verificar si el rechazo de una hipótesis sedebe a la variabilidad de los datos o a la pre-sencia de errores de especificación.

Los planteamientos de esta corriente sonatractivos aunque poco practicables; en efec-to, el análisis se torna complejo al aumentarel número de parámetros y modificar las espe-cificaciones del modelo.

Un tercer grupo de investigadores lidera-dos por Hendry (entre los cuales puede citar-se también a Engle) tienen una actitud másbien constructiva frente a los tres problemasseñalados: se trataría de superar el enfoquetradicional de la Cowles Commission introdu-ciendo nuevos elementos generados en la mo-derna econometría aplicada e integrar los re-sultados originales con las nuevas contribu-ciones teóricas que tienen en cuenta los plan-teamientos de las dos corrientes metodológi-cas recién citadas.

Desde el punto de vista práctico, se reco-noce que la especificación de una ecuación(sobre todo en el caso de los modelos macroe-conómicos) no es simultánea a las demásecuaciones del modelo, aun si entre las varia-bles explicativas se encuentran variables en-dógenas. En el enfoque de Sims, basado en laestimación de formas reducidas, la presenta-ción de los resultados debe estar acompañadapor gráficos o cuadros que ilustren la respues-ta de cada variable endógena frente a las con-diciones iniciales de las demás y a las eventua-les “innovaciones” o shocks. Esos resultadospermiten evaluar la existencia de una relacióncausal (“a la Granger”) que se deduce del va-lor de los parámetros, su dimensión cuantita-tiva y su timing.

En particular, cuando se adoptan pruebasestadísticas con la t y la F, es necesario asegu-rarse que no existan relaciones “contamina-das”, es decir, que las variables asociadas a losparámetros que interesan sean estacionarias, oen el caso de variables no estacionarias, queentre esas variables exista una relación que lasconduzca a ser conjuntamente estacionarias(cointegración).

En el enfoque de Leamer es necesario esta-blecer una medida de lo que se denomina“fragilidad” de las estimaciones obtenidas conel propósito de depurar la variabilidad de lasestimaciones la parte originada en eventualeserrores de especificación. Finalmente,Hendry sugiere evaluar la evidencia empíricamediante el cálculo de numerosos test que po-sibilitarían establecer y aislar los errores de es-pecificación.

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En síntesis, y bajo determinadas condicio-nes, parecería factible someter a verificacióneconométrica algunas hipótesis teóricas, aun-que evitando el mecanicismo consistente en lapretensión de medir una hipótesis teórica conlos parámetros de una ecuación estadística.

Política económica y econometría

En la conducción de la política económica (el“gobierno de la economía”), el elementocuantitativo debería estar siempre presente,tanto en la fase descriptiva en la que se eva-lúan las condiciones de partida como en laetapa de cuantificación de los efectos de cier-tas medidas. En lo que se refiere a las relacio-

nes entre econometría y política económica,su espectro es extremadamente amplio, por loque en estas líneas se hará referencia exclusi-vamente a los aspectos estabilizadores de lapolítica económica orientados a reducir laamplitud de las fluctuaciones cíclicas, reducirlas presiones inflacionarias y garantizar el ple-no empleo. Es hacia ese tipo de medidas esta-bilizadoras, por lo general, que suelen dirigir-se las críticas más vehementes por parte dequienes pregonan las bondades del mercado yque tienen relación con su oportunidad y efi-ciencia, por un lado, y con la utilización deinstrumentos cuantitativos capaces de orien-tar la acción de quienes deben adoptar esasdecisiones.

Bajo el supuesto de que el país posea sobe-ranía y autonomía en la gestión de la políticaeconómica -supuesto claramente cuestionableen el caso ecuatoriano- los argumentos que sepresentan en esta nota pretenden justificar laexistencia y la utilidad de los modelos (ma-cro) económicos, aún en contextos caracteri-zados por la destrucción del instrumental dis-ponible. La adopción del esquema de dolari-zación significó la eliminación de todos losmecanismos de gestión cambiaria y moneta-ria, con la excepción del encaje bancario cuyoporcentaje es actualmente de apenas 4%.

En cuanto a los “grandes objetivos” de lapolítica económica, se sigue persiguiendo -con distintos matices e intensidades- el creci-miento, la eficiente asignación de recursos(en particular, el empleo de la fuerza de traba-jo) y la estabilidad económica. Obviamente,tanto entre los economistas como entre cier-tos responsables de la política económica,existe cada vez mayor conciencia sobre el sig-nificado, las interacciones y las limitacionesde esas metas así como la convicción de queesos objetivos no constituyen necesariamenteargumentos de una “gran función de utilidadsocial objeto de optimización” por parte depolicy makers desinteresados y preocupadospor las necesidades de la colectividad. Aún siesa visión ingenua de la acción de la políticaeconómica -presente sobre todo en los librosde texto- ha sido sustituida por interpretacio-

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Clive Granger al recibir el nóbel de economía

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nes “micro” -basadas principalmente en lateoría de juegos- la persecución de esos obje-tivos debe inexorablemente “hacer las cuen-tas” con variables “macro”.

En lo que se refiere a los instrumentos, és-tos no son “datos” pues dependen de la orga-nización institucional en cada país; lógica-mente, si esta institucionalidad varía frecuen-temente -como en el caso ecuatoriano- losinstrumentos utilizados deberían adecuarserápidamente para lograr esos grandes objeti-vos de la política económica. En particular,contextos de liberalización o apertura comer-cial y financiera, así como el propio esquemade dolarización, imponen la necesidad decrear un nuevo instrumental de política eco-nómica. Independientemente del debate so-bre la utilidad, la eficacia y las modalidadesque puedan asumir las políticas macroeconó-micas, éstas nunca han dejado de existir. Lainsurgencia de dificultades para enfrentar losshocks de oferta más bien ha generado en losresponsables de la política económica unamayor preocupación para reaccionar a las se-ñales provenientes del sistema económico.Esa información -ciertamente limitada, frag-mentaria e imperfecta- debe ser obviamentefiltrada e interpretada. De ahí la creciente ne-cesidad de análisis cuantitativos sobre el esta-do de la economía, sobre sus tendencias, so-bre su reacción a estímulos externos, sobre lasrestricciones e interrelaciones, etc.

En muchos países, ese requerimiento hasido satisfecho con el instrumental ofrecidopor los modelos econométricos, cuya adapta-ción y utilización debió tener en cuenta loscambios ocurridos en los sistemas económi-cos, el desarrollo de la teoría económica y lasinnovaciones en los métodos econométricos.En este último caso, esos modelos han ido in-corporando técnicas de especificación diná-mica, procedimientos de diagnóstico y com-probación estadística tales como los “filtros”empleados para el análisis de las series tempo-rales, etc.

En otros términos, y a pesar de sus limita-ciones, los grandes modelos econométricos (oestructurales) construidos con propósitos pre-

visionales y de simulación de política econó-mica siguen siendo útiles, pues agregan y or-ganizan gran cantidad de información y cons-tituyen instrumentos flexibles (cuando noson utilizados mecánicamente) para realizarevaluaciones cuantitativas. No se debería y nose podría esperar que esos modelos ofrezcan -por las razones señaladas- toda la evidenciaempírica de las hipótesis teóricas que están enla base del modelo; lo que no se puede negar,en cambio, es su valor organizativo y de sín-tesis de los postulados teóricos y de las obser-vaciones estadísticas que pueden orientar laadopción de medidas de política económica.

Cabe insistir en ese aspecto: un modelo essólo una aproximación (quizá “heroica”) auna realidad compleja. Su validez radica pre-cisamente en presentarse como una suerte de“maqueta” que posibilita dimensionar cuan-titativamente las acciones y los efectos de lapolítica económica. Y aunque siguen siendoherramientas ad hoc (es decir, construidas pa-ra propósitos particulares), en su defensa esposible afirmar que, en última instancia, to-da hipótesis teórica así como los esquemasanalíticos utilizados para describir, interpre-tar y orientar el comportamiento micro ymacroeconómico son construcciones ad hoc.

Sin embargo, ad hoc no quiere decir “arbi-trario”. En el caso de los grandes modelos ela-borados a partir de los aportes de Klein y Tin-bergen, generalmente basados en el esquemaanalítico de derivación keynesiana y construi-dos a partir de ciertas simplificaciones esen-ciales que permiten comprender algunos pro-cesos macroeconómicos (crecimiento, infla-ción, desocupación, ciclo, etc.), el conjuntode supuestos ad hoc permite concentrar laatención sobre los grandes objetivos y los ins-trumentos clave para lograrlos.

Muchos modelos econométricos han sidoobjeto de críticas por la arbitrariedad de lasespecificaciones o su incoherencia interna.No obstante, esas críticas pueden extenderse atodos los instrumentos de análisis cuantitati-vo. Lo que quizá es más relevante es la posibi-lidad de reencontrar las hipótesis teóricas enlas que se fundamenta.

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Al respecto, existen dos estrategias de in-vestigación: la primera, asociada a la deno-minada “nueva economía clásica” de Lucasy Sargent, quienes afirman que en los mo-delos estructurales muchos “parámetros” noson explicados sino simplemente objeto deuna estimación econométrica. Sugieren la

necesidad de re-gresar a los “prin-cipios básicos” re-presentados por laexistencia de agen-tes racionales queoptimizan sus de-cisiones en unmercado perma-nentemente enequilibrio. El ele-mento estocásticoconstituye un ele-mento natural,aunque distribui-do de manera“normal” y cono-cido a priori portodos individuos.Los parámetros,objeto de la esti-mación economé-trica, representan

las preferencias individuales y las condicio-nes tecnológicas de la producción de bienesy servicios.

Como se podrá notar, se trata de un enfo-que con un considerable a priori ideológico(mercados en permanente equilibrio, asigna-ción óptima de los recursos, información per-fecta, etc.) cuya mayor simplificación consis-te en la presencia de un agente representativo,lo que implica a su vez la existencia de funcio-nes de utilidad idénticas para todos los consu-midores y técnicas de producción idénticaspara todas las empresas.

Al respecto, otro economista galardonadocon el Premio Nóbel en 1978, el estadouni-dense Herbert Simon, señalaba que

“las buenas previsiones tienen dos requisitosgeneralmente difíciles de satisfacer. En pri-mer lugar, demandan o una comprensiónteórica del fenómeno objeto de previsión co-mo fundamento del propio modelo de previ-sión o alternativamente fenómenos que seansuficientemente regulares como para poder-los extrapolar. Puesto que la segunda condi-ción es raramente satisfecha por los datos querepresentan el comportamiento humano, lasprevisiones serán buenas -en términos gene-rales- sólo cuando sean buenas las teoríaseconómicas. El segundo requisito para laprevisión consiste en disponer de datos con-fiables sobre la situación inicial, punto departida para efectuar la extrapolación”.

Esa condición de regularidad se encuentra a labase de la estrategia de investigación propues-ta por Sims quien -como se anotó- rechaza lautilización de los modelos estructurales y sepronuncia a favor de modelos reducidos enlos que no exista una distinción a priori entrevariables endógenas y exógenas, de maneraque cada una de ellas pueda expresarse en fun-ción de una combinación lineal de los valoresrezagados y de sus “innovaciones” (modelosVAR). Ese tipo de estrategia de investigaciónpropuesta por Sims -y en general, de los in-tentos de measurement without theory- traduceuna profunda desconfianza en la capacidad dela teoría económica para identificar los pará-metros de los modelos estructurales.

Esa propuesta, basada sobre la hipótesis se-gún la cual las variables pueden ser descritas porun sistema de procesos estocásticos estaciona-rios, no permite conocer las condiciones inicia-les o de partida de un sistema económico. Losvectores autoregresivos, si bien posibilitan ge-nerar previsiones de corto plazo en ausencia derupturas estructurales, no podrían ser utilizadoscomo guías de acción de la política económicaprecisamente por no ofrecer “una comprensiónteórica del fenómeno objeto de previsión”.

Otra introducción

El debate académico “modelos estructuralesversus modelos reducidos” no está concluido.

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temas

Surge la inquietud de conocer si los fracasos de la gestión

macroeconómica en Ecuador se deben a errores de especifi-

cación de los modeloseconométricos estructurales,

a la dificultad para modelar laracionalidad de los agentes

económicos o a la "destreza" de ciertos policy maker

para utilizar una sencilla hoja de cálculo.

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No obstante, a pesar de las críticas y de losnuevos paradigmas de investigación, el papelde los modelos macroeconométricos estruc-turales sigue siendo preponderante entre losinstrumentos cuantitativos para orientar lasmedidas de política económica tal vez porqueposeen elementos cruciales que no puedenprescindirse en el “gobierno de la economía”como es el caso de:

a) los parámetros “libres” que reflejan las res-tricciones, los procesos de ajuste, las im-perfecciones, la información imperfecta,etc., existentes en la realidad económicade un país;

b) las instituciones, los estabilizadores auto-máticos, los regímenes históricos de laspolíticas, los canales a través de los cualesfluyen los impulsos de política económica;

c) las no linealidades derivadas tanto de lascondiciones de identificación del modelocomo de la organización institucional, dela presencia de ecuaciones contables y re-laciones técnicas, etc. que constituyen in-formación esencial para la toma de deci-siones en materia económica; y,

d) los cambios estructurales y shocks que seregistran en las economías.

Por su parte, la econometría de las expectati-vas racionales y las autoregresiones vectorialesevidenciarían su limitación principal al nopermitir que se intervenga sobre “el modelo”con el juicio, el conocimiento y la experienciade los economistas. No se trata tampoco dedar rienda suelta a la imaginación: los mode-los estructurales, entre otras virtudes, permi-ten bosquejar esa necesaria línea limítrofe -frecuentemente violentada- entre reglas y dis-crecionalidad. Y es precisamente en esa “zona

gris” donde interviene tanto en la política co-mo en los modelos el factor humano.

Como se observa, el modelo (cualquieraque sea su orientación teórica) no es una al-ternativa ni un obstáculo para la adopción demedidas de política económica; es sólo uninstrumento, a veces complejo pero siempreobjetivo, en las manos de un economista ca-paz (Okun, 1975). Surge entonces la inquie-tud de conocer si los fracasos de la gestiónmacroeconómica en Ecuador se deben a loserrores de especificación de los modelos eco-nométricos estructurales, a la dificultad paramodelar la racionalidad de los agentes econó-micos ecuatorianos mediante vectores autore-gresivos o, finalmente, a la “destreza” de cier-tos policy maker para utilizar una sencilla ho-ja de cálculo.

Bibliografía

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Medio, Alfredo, 1993, Analisi dinamica ineconomia: modelli non-lineri e lineari sto-castici, Bologna.

Okun, A. M., 1975, “Uses of Models for Po-licy Formulation”, en The Brookings Mo-del: Perspective and Recent Developments,North Holland, New York.

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¿Números anteriores de ÍCONOS?

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FRONTERA

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Saba Mahmood y Charles Hirschkind

Antes de ser expulsados del poder en Afganistán,los Talibán eran vistos en occidente como un ré-gimen retrógrado cuya misoginia intensa y odioa todas las cosas modernas eran típicos del fun-damentalismo islámico. Algunas estrellas deHollywood y la organización Mayoría Feminis-ta (Feminist Majority) hicieron una campañapara “terminar con la discriminación de géneroen Afganistán”, pero pasaron por alto el papelque Estados Unidos había jugado en la promo-ción de grupos extremistas islámicos en la re-gión, equipándolos con armas, y creando unambiente político en el cual la emergencia de losTalibán era un resultado predecible. Saba Mah-mood y Charles Hirschkind, de la Universidadde California en Berkeley, cuestionan los supues-tos que guiaron la campaña de la Mayoría Fe-minista y exploran un prejuicio en contra de lareligión y la tradición que nubla la visión occi-dental sobre el mundo islámico.

***

Durante una noche fresca y con brisa en mar-zo de 1999, un buen número de estrellas deHollywood se manifestaron para mostrar su

apoyo a la campaña de la Mayoría Feminista(Feminist Majority) contra el trato brutal delTalibán a las mujeres afganas. La persona queencabezaba esta campaña era Mavis Leno, laesposa de Jay Leno, quien se había lanzado alactivismo político al escuchar sobre la gravesituación de las mujeres afganas que vivíanbajo el brutal régimen del Talibán. Las miem-bros de la Mayoría Feminista no sabían queLeno convertiría la grave situación de las mu-jeres afganas bajo el régimen Talibán en uncaso célebre: no sólo las estrellas de Holly-wood se unieron a las filas de la campaña quevino a ser llamada “Detengamos el Apartheidde Género en Afganistán”, sino que un im-portante número de revistas para mujeres (co-mo Glamour, Jane, Teen, etc.), además de pu-blicaciones feministas como Sojourner, Offour back y Ms., publicaron artículos sobre lagrave situación de las mujeres afganas bajo elrégimen del Talibán. La Mayoría Feministaafirma que fue su trabajo el que eventualmen-te disuadió a los oficiales de la compañíaUnocal de abandonar los planes para desarro-llar una tubería de gas natural en Afganistán,y el que convenció a un Bill Clinton amiga-ble a Hollywood de condenar al régimen delTalibán.

Lo que nos sorprende de esta campaña fueel estudiado silencio sobre el papel crucialque Estados Unidos jugó para crear las condi-ciones miserables en las cuales estaban vivien-do las mujeres afganas. Aunque la MayoríaFeminista y algunas de las publicaciones paramujeres apuntaban hacia la guerra civil comoun importante antecedente de la desgracia ac-

Mahmood, Saba y Charles Hirschkind, 2004,“Feminismo, fundamentalismo islámico y la política dela contrainsurgencia”, en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 128-135.

Feminismo,fundamentalismo islámicoy la política de la

contrainsurgencia1

1 Una versión más extensa y anterior de este artículofue publicada en Anthropological Quarterly, Vol. 75,No. 2, 2002, pp. 339-354. Traducción: María More-no. Revisión: Carmen Martínez Novo.

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tual de las mujeres afganas, hubo pocos inten-tos de conectarla con el masivo apoyo military económico que Estados Unidos, como par-te de su estrategia de Guerra Fría, había pro-visto al más extremista de los grupos religio-sos militantes de Afganistán, lo cual habíapreparado las condiciones para que los Tali-bán llegaran al poder.

Dada su masiva popularidad, la campañade la Mayoría Feminista sirvió como elemen-to clave en la construcción del régimen Tali-bán como un enemigo particularmente mere-cedor de “nuestra” cólera debido a su durotrato a las mujeres. Después de los ataques del11 de Septiembre, los cuerpos de las mujeresafganas vestidas con la burqa se convirtieronen el signo visible de un enemigo invisibleque nos amenazaba no sólo a “nosotros”, entanto ciudadanos de Occidente, sino a todanuestra civilización. Como dijo Laura Bushen su mensaje de radio a la nación del 17 denoviembre de 2001: “[Nosotros,] la gente ci-vilizada de todo el mundo, manifestamosnuestro horror, no sólo porque nuestros cora-zones se duelen por las mujeres y niños de Af-ganistán, sino también porque en Afganistánvemos el mundo que los terroristas quisieranimponernos al resto de nosotros.”

En el contexto de esta intensa preocupa-ción por las mujeres afganas, es llamativocuán silenciosa ha estado la mayoría denorteamericanos sobre las bajas civiles resul-tantes de la campaña de bombardeo estadou-nidense. En diciembre de 2001 -dos mesesdespués del comienzo de la ofensiva militarestadounidense- el sitio web de la MayoríaFeminista seguía enfocado neciamente en losmales del gobierno talibán, sin mencionar alos cientos de miles de víctimas de tres añosde sequía que fueron puestos aún en mayorriesgo de inanición debido a que el bombar-deo estadounidense restringió severamente laentrega de ayuda en alimentos. La MayoríaFeminista no intentó sumarse a los llamadosque hicieron algunas organizaciones humani-tarias -incluyendo la Misión de Mujeres Afga-nas- para detener el bombardeo de tal formaque la comida pudiera ser transportada a

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estos 2.2 millones de afganos antes de que lle-gara el invierno.

El punto central no son las deficiencias yomisiones de la campaña de la Mayoría Femi-nista, sino los supuestos y actitudes que hicie-ron posibles tales omisiones. Estas no son es-pecíficas de la Mayoría Feminista sino que es-

tán ampliamentepresentes en la opi-nión pública esta-dounidense: actitu-des sobre el lugaradecuado para lamoralidad religiosapública en las mo-dernas sociedadesislámicas y, en par-ticular, sobre cómose supone que di-cha moralidad mo-dele y constriña elcomportamientode las mujeres. ElTalibán se ha con-vertido, de algunamanera, en unfuerte símbolo detodo lo que la opi-nión pública liberalconsidera en estosdías como lamenta-

blemente equivocado en las sociedades islá-micas, prueba de la intensa misoginia hacetiempo atribuida al Islam y, más categórica-mente, a aquellos movimientos dentro del Is-lam a los que se denomina fundamentalistas.Que de los escombros dejados por el juego delas políticas de las superpotencias, desarrolla-do sobre los cuerpos y comunidades afganas,nosotros sólo podamos identificar las maqui-naciones misóginas del fundamentalismo is-lámico, testifica el poder que tiene esta ima-gen y la fuerza que ejerce en nuestra imagina-ción política.

Contrainsurgencia

Es extraño cómo el creciente debate públicosobre la intervención estadounidense en laguerra civil de Afganistán no ha alterado elcircuito cerrado de la opresión a las mujeres,la maldad del Talibán y el fundamentalismoislámico. De nuevo debemos recordar algo deesta impresionante historia. Los intereses es-tadounidenses se despertaron en lo que hastaentonces había sido una parte descuidada delsuroeste asiático cuando la Unión Soviéticainvadió Afganistán en 1979. El presidenteJimmy Carter firmó un decreto con el propó-sito de comenzar operaciones encubiertas enAfganistán para acosar a las fuerzas soviéticasde ocupación a través del suministro de fon-dos, armas y otras formas de apoyo a los com-batientes afganos conocidos como los muja-hidín. Para 1986, bajo la administración deReagan, este proyecto había crecido vertigi-nosamente, convirtiéndose en la mayor ope-ración encubierta de la historia de los EstadosUnidos desde la Segunda Guerra Mundial.En total, los Estados Unidos encauzaron másde 3.000 millones de dólares a los mujahidín,y Arabia Saudita, uno de los aliados más lea-les de los Estados Unidos, proveyó una ayudafinanciera similar, si no superior.

Durante toda la guerra entre la Unión So-viética y Afganistán, los críticos de las opera-ciones encubiertas de la CIA expresaron prin-cipalmente dos denuncias: primero, que elgrueso de la ayuda estadounidense fue encau-zado a los grupos islámicos más extremistas yconservadores de la oposición afgana; segun-do, que como consecuencia indirecta de lasoperaciones de la CIA, la región afgana-pa-quistaní se había convertido en el mayor pro-ductor de heroína y en un considerable mer-cado para armas ilícitas. Esta política de apo-yar a grupos islámicos extremistas en la re-gión, y dotarles de los equipos militares y deinteligencia más sofisticados, había creadogradualmente, en un período de diez años, elclima político en el cual la aparición del régi-men Talibán era un resultado predecible.Aunque el Talibán no llegó al poder hasta

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El punto central no son las deficiencias y omisiones

de la Mayoría Feminista,sino los supuestos y actitudes

que hicieron posibles tales omisiones: actitudes sobre el

lugar adecuado para la moralidad religiosa pública ysobre cómo se supone que

dicha moralidad modele y con-striña el comportamiento

de las mujeres.

frontera

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1995, bastante después de que tanto EstadosUnidos como la Unión Soviética se hubieranretirado de la región, los métodos del Talibánno eran muy diferentes de los de aquellos gru-pos a los cuales Estados Unidos y sus aliadoshabían ayudado. Tampoco son diferentes lasprácticas de la Alianza del Norte, a la cual Es-tados Unidos apoyó -aunque con vacilaciones-durante su campaña en contra del Talibán.

La red de armas establecida entre EstadosUnidos, la inteligencia norteamericana (In-ter-Services Inteligence), la agencia de inteli-gencia de Pakistán y los mujahidín era noto-riamente corrupta, y muchas de las armas queproveía la CIA terminaron siendo vendidasen el mercado abierto o canalizadas a gruposde combatientes ya conocidos por sus tácticasexcesivamente violentas en contra de los nocombatientes que habitaban en el área deconflicto. La CIA se hizo de la vista gorda so-bre esta fuga de armas, interpretándola comoel costo necesario de una operación encubier-ta y, al hacerlo, convirtió a la región en una delas áreas más fuertemente armadas del mun-do. Además, cuando los mujahidín afganosganaban control sobre las zonas liberadas deAfganistán, pedían a sus partidarios que cul-tivaran opio para apoyar su resistencia. Bajola protección de la CIA y de Pakistán, los mi-litares paquistaníes y los combatientes de laresistencia afgana abrieron laboratorios de he-roína en la frontera entre los dos países. Para1981 esta región suministraba el 60 por cien-to de la demanda estadounidense de heroína.En Pakistán los resultados fueron particular-mente siniestros: el número de adictos a laheroína ascendió de un puñado en 1979 a unmillón doscientos mil personas en 1995.

Enfocarse exclusivamente en el Talibáncomo la raíz de los problemas de Afganistánobscurece tanto la causa de esos problemascomo su solución. Es típico de las afirmacio-nes de la Mayoría Feminista decir que “Afga-nistán, bajo el gobierno del Talibán, se con-virtió en el productor número uno en elmundo de opio y heroína ilegal”. Debido aque el Talibán no llegó al poder sino hasta1995, y que Afganistán ya era para 1985 el

mayor proveedor de heroína en el mundo, es-ta afirmación era cuando menos una tergiver-sación de los hechos. Por el contrario, deacuerdo a las Naciones Unidas, el Talibán eli-minó la producción de heroína de las áreasbajo su control durante su primer año en elpoder. El estrecho enfoque de la Mayoría Fe-minista sobre el gobierno Talibán y su silen-cio con respecto a la canalización de ayuda es-tadounidense a los grupos afganos más bruta-les y violentos (de los cuales el Talibán era só-lo uno), parece arrojar una sombra sobre laintegridad de su campaña. Por lo menos sur-ge la pregunta de por qué las condiciones deguerra, militarización e inanición fueron con-sideradas menos injuriosas para las mujeresque la falta de educación, de empleo y, másnotoriamente, de vestimentas occidentales.

El silencio de la Mayoría Feminista sobreestos temas estaba emparejado a una repre-sentación altamente selectiva y limitada de lavida afgana bajo el régimen Talibán, que fil-traba toda la información que hubiera contri-buido a un entendimiento más matizado dela situación de las mujeres afganas. Por ejem-plo, el decreto Talibán de prohibir la entradade niñas y mujeres a las escuelas sólo afectó auna pequeña minoría de habitantes urbanos,dado que la mayoría de la población vive enáreas rurales donde las escuelas son casi ine-xistentes: aproximadamente el 90 por cientode la población femenina y el 60 por cientode la población masculina en Afganistán esanalfabeta. De igual manera, apenas se men-cionó que la política del Talibán de desarmara la población -y la estricta vigilancia de todaslas áreas más importantes bajo su control- ha-bía hecho posible por primera vez en muchosaños que las mujeres salieran de sus casas sintemor de ser violadas (por supuesto, ser gol-peadas por una variedad de transgresionesmorales seguía siendo una clara posibilidad).Por lo tanto, aunque las políticas de los Tali-bán habían empeorado las condiciones paralas mujeres urbanas, no afectaron sustancial-mente la vida de la mayoría de mujeres rura-les, ya sea porque muchos de los edictos delTalibán ya reflejaban hechos de la vida rural,

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o porque aquellos edictos nunca fueron im-plementados. Tomar en cuenta estas realida-des demanda una estrategia más matizada departe de quien desee ayudar a las mujeres af-ganas a largo plazo. Ya antes de que empeza-ra el bombardeo, una consecuencia de lacampaña de la Mayoría Feminista fue la dra-mática reducción de la ayuda humanitaria aAfganistán, hecho que sufrieron más dura-mente las mujeres y los niños, los miembrosmás vulnerables de la población. Cuando al-gunos de quienes estaban preocupados pro-testaron por este resultado, fueron reprendi-dos por ser blandos con los Talibán. Parecíaque cualquier intento de ampliar la discusiónmás allá de las prácticas reconocidamentebrutales de los Talibán estaba condenado a seretiquetado como antitético a los intereses delas mujeres.

Fundamentalismo

Afganistán y Pakistán han sido completamen-te transformados por los papeles para los quefueron reclutados durante el conflicto de laGuerra Fría. Una amplia distribución de ar-mas, el entrenamiento militar y la creación deun floreciente tráfico de droga con su conco-mitante actividad criminal -todo esto en cir-cunstancias de pobreza desesperada- han teni-do un impacto radical en las condiciones dela acción política y moral para la gente de laregión. Colombia puede servir como unacomparación útil al respecto. Como ha sidoampliamente reportado en Estados Unidos, laviolencia galopante está directamente ligada asu estatus como uno de los mayores produc-tores y traficantes de narcóticos y a la prolife-ración de armas asociada con este tráfico. Apesar de que se reconocen el rol de la milita-rización y las drogas en el caso de la violenciaen curso en Colombia, en Afganistán másbien se buscan explicaciones en la sicologíadel llamado fundamentalismo.

La amplia aceptación de la que goza estaforma de comprender el problema, aún entrefeministas como Barbara Ehrenreich, es alar-

mante. En un editorial de noviembre de 2001en Los Angeles Times, Ehrenreich se queja so-bre la falta de análisis entre los progresistasdel “odio a las mujeres” que los Talibán, y losfundamentalistas islámicos en general, exhi-ben. Luego procede a ofrecer una explicaciónpara este odio haciendo referencia a una “cri-sis global de la masculinidad” que supuesta-mente están enfrentando los hombres del Ter-cer Mundo, debido a la entrada de las muje-res en espacios de empleo y participación po-lítica. Lo que explica la misoginia de los Tali-bán en particular, sugiere la autora, es la éticamasculinista de las madrasas (universidadesislámicas) en las que sólo se aceptan hombresy por lo tanto están desprovistas de la “in-fluencia potencialmente suavizadora de ma-dres y hermanas”. Dado que Ehrenreich esuna experta que frecuentemente ha presenta-do análisis contundentes de las condicionesmateriales de inequidad de género en estepaís, es sorprendente que cuando concierne alIslam, ella también, tal como la Mayoría Fe-minista, pueda ofrecer un análisis de las con-diciones de vida de las mujeres afganas queapenas topa el contexto de la guerra persisten-te, la galopante violencia étnica y tribal y lacompleta desintegración del complicado teji-do social de Afganistán que siguió a su parti-cipación en la Guerra Fría. En lugar de ello,Ehrenreich fundamenta sus explicaciones enlas narrativas populares del impacto sicológi-co producido por la modernización (“crisis dela masculinidad”) que es ejemplificado por elfundamentalista islámico.

Los parias del mundo

Permítasenos dar un ejemplo de los proble-mas relacionados con el concepto de “funda-mentalismo global”. De manera similar a lasmujeres afganas hoy en día, Salman Rushdiese ha convertido en Occidente en un caso cé-lebre desde los años ochenta, cuando el Aya-tollah Khomeini emitió un decreto en contrade la vida de Rushdie por haber escrito un li-bro blasfemo que era supuestamente perjudi-

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frontera

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cial para la sensibilidad musulmana. En octu-bre de 2001, Rushdie escribió un artículo enel Washington Post, del que vale la pena tomaruna cita, particularmente a la luz de la auto-ridad moral que le ha sido concedida en Eu-ropa y Estados Unidos como un defensor delas libertades liberales. Refiriéndose a quienesllevaron a cabo los ataques del 11 de septiem-bre, Rushdie escribe:

“Sea lo que sea lo que los asesinos estaban tra-tando de lograr, parece improbable que cons-truir un mundo mejor fuera parte de ello. Losfundamentalistas quieren derrumbar muchomás que tan sólo edificios. Esta gente está encontra de -para ofrecer sólo una breve lista- lalibertad de palabra, un gobierno responsable,los judíos, los homosexuales, los derechos delas mujeres, el pluralismo, el secularismo, lascamisetas cortas, el baile, el no tener barba, lateoría de la evolución, el sexo.”

Continúa después:

“El fundamentalista cree que nosotros nocreemos en nada. En su visión del mundo, éltiene sus certezas absolutas, mientras noso-tros nos hundimos en complacencias sibarí-ticas. Para probarle que se equivoca, primerodebemos saber que él está equivocado. Tene-mos que estar de acuerdo en lo que importa:besarse en lugares públicos, los sánduches detocino, el desacuerdo, el último grito de lamoda, la literatura, la generosidad, el agua,

una distribución más equitativa de los recur-sos del mundo, el cine, la música, la libertadde pensamiento, la belleza, el amor.”

Esta lista empareja de una manera extraña losprincipios políticos que se encuentran en elcorazón de la política liberal con aquellos se-ductores íconos de placer que sugieren unagradable sentimiento de auto-reconocimien-to y superioridad entre los cosmopolitas. Escomo si a Rushdie le preocupara que la serie-dad de los primeros no pudiera ser convin-cente sin el erotismo de los segundos (y aquíanotaríamos que, entre las múltiples violen-cias que han venido a definir a las mujeres af-ganas, hay un prenda de vestir que siempreaparece al principio de la lista). La retóricafunciona más o menos así: una sociedad en lacual las mujeres no pueden usar minifaldastambién está en contra del sufragio adulto;comer sánduches de tocino (o sea, de cerdo)le equipa a uno para disfrutar de la literaturay el cine. En otras palabras, aquellos que hanvenido a ver al Islam como importante parasus vidas, su política y sus formas de expre-sión pública -y por lo tanto no comen cerdo,no se besan en público, y no están de acuer-do con la teoría evolucionista- están destina-dos a vivir en sociedades autoritarias, intole-rantes y misóginas. La insinuación implícitaes que cualquier desviación de las normas cul-turales y políticas occidentales se convierte enun peligro para todos los aspectos de nuestras

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vidas, desde nuestro sistema político a nues-tros placeres privados. Que este argumento sehaga ahora, en un momento político en quese les dice a los norteamericanos que estén enalerta constante de “gente que se vea sospe-chosa”, debería hacernos tomar una pausa yreflexionar.

Las afirmacio-nes de Rushdietambién son enga-ñosas en su descrip-ción de los movi-mientos islámicoscontemporáneos, olo que él llama“fundamental i s -mo”. Un ampliosector del movi-miento islámico, apesar de Rushdie,no está en contrade un sistema polí-tico multipartidis-ta, ni del sufragiouniversal, ni de ungobierno responsa-ble. De hecho, enmuchas partes delmundo islámico(tales como Egipto,Indonesia, Turquía

y Túnez) los partidos políticos islámicos ga-naron las elecciones cuando se les permitióparticipar, y son parte de las voces que luchanpor una mayor democratización y liberaliza-ción política. En Egipto, por ejemplo, el Par-tido Laborista (Hizb al-Amal), en coalicióncon una de las organizaciones islámicas másimportantes en el Medio Oriente, la Her-mandad Musulmana, presenta regularmentecandidatos en las elecciones locales y naciona-les. Adicionalmente, en los últimos diez años,los sindicatos egipcios de médicos, ingenierosy abogados han elegido a activistas islámicospara que sean sus líderes y representantes. Enmuchos casos, son los gobiernos cuasi-secula-res de los países musulmanes los que han pro-hibido la participación de partidos políticos

islámicos (como en los casos de Turquía,Egipto y Túnez) en el proceso electoral.

La religión pública

Frecuentemente se sostiene el argumento deque si el mundo musulmán quiere llegar a sermoderno y civilizado, debe relegar al Islam alespacio de lo privado y lo personal. Se nos hadicho que cuando se permite a la religión en-trar en el debate público y realizar demandaspolíticas, da como resultado políticas rígidas eintolerantes que son particularmente perni-ciosas para las mujeres y las minorías.

Uno de los muchos problemas de esta for-mulación es que ignora las múltiples manerasen que lo público y lo privado están interco-nectados en la sociedad moderna. Como hanreconocido las académicas desde hace algúntiempo, la división entre lo público y lo pri-vado es bastante porosa; los dos están entrela-zados íntimamente en todo el mundo. Elejemplo más sorprendente de esta conexiónes la reacción que la adopción del velo ha pro-vocado en algunos países europeos y del Me-dio Oriente. En Francia, por ejemplo, unadecisión de las colegialas islámicas de usar to-cados en la cabeza fue denunciada como per-judicial para la vida pública francesa; el go-bierno francés prohibió los velos en las escue-las públicas en 1994. De manera similar, en-tre 1998 y 2000 se impidió a más de 25.000mujeres entrar a los campus de las universida-des porque se rehusaron a sacarse sus velos, ycientos de empleadas públicas fueron despe-didas, rebajadas de categoría o transferidaspor la misma razón. En todas estas instanciasse ignoraron los alegatos de las mujeres jóve-nes que sostenían que su adopción del veloera una expresión de su fe personal, y no unaapología de políticas islámicas censuradas porel Estado. Ambos ejemplos no demuestransolamente que lo privado y lo público estánentrelazados sino, de modo más importante,que sólo ciertas expresiones de “fe personal” -y no otras- son toleradas aún en las modernassociedades liberales. Esto es, lo que queda re-

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Sea cual sea el efecto del velo sobre las mujeres que lousan, también ha obscurecido

nuestro campo de visión y nuestra capacidad para recono-

cer en las sociedades musulmanas algo más que

misoginia y violencia patriarcal.Nuestra habilidad para

responder a estas formas deviolencia dependerá de extender

nuestra capacidad de visión.

frontera

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legado a la esfera de lo personal sigue siendouna decisión pública. Por lo tanto, necesita-mos cuestionar la idea de que si los musulma-nes simplemente privatizan su fe, su compor-tamiento se volverá aceptable para las sensibi-lidades seculares.

Una de las razones por las cuales el veloprovocó una respuesta tan apasionada entrelas feministas en Francia es la suposición deque es un símbolo poderoso del estatus su-bordinado de las mujeres en el Islam. Algunasfeministas francesas apoyaron la prohibicióndel tocado. En un artículo de 1994 de una in-telectual feminista francesa de renombre, Eli-zabeth Badinter, se señala: “el velo... es el sím-bolo de la opresión de un sexo. Ponerse jeansraídos, usar el pelo amarillo, verde o azul, es-te es un acto de libertad con relación a lasnormas sociales. Ponerse un velo en la cabeza,este es un acto de sumisión. Es una carga pa-ra toda la vida de una mujer”. A pesar de queel significado simbólico del velo ha sido dis-cutido frecuentemente, particularmente poraquellos que se oponen a él, la cuestión esmucho más compleja de lo que esta cita su-giere. El velo ha sido cargado con tantos sig-nificados en los conflictos políticos y socialescontemporáneos que cualquier adscripciónde un significado específico -tal como “sím-bolo de la opresión a las mujeres”- es pococonvincente.

Es interesante que Badinter se oponga a ladecisión en favor del uso del velo de muchasjóvenes musulmanas en base a que, en un ac-to concordante con (y por lo tanto no contes-tatario a) las normas islámicas de la modestiafemenina, no alcanza el status de “un acto delibertad con relación a las normas sociales”.Esto denota el grado hasta el cual el tema nor-mativo del feminismo sigue siendo liberador:se acepta a aquella que desafía las normas so-ciales (usando jeans raídos y tiñéndose el cabe-llo de azul), pero no a aquella que encuentra

propósito, valor y orgullo en la lucha por vivirde acuerdo con ciertas virtudes tradicional-mente establecidas. La adopción voluntaria delas mujeres de las que son consideradas prácti-cas patriarcales es explicada frecuentementepor las feministas en términos de falsa con-ciencia, o de una internalización de valores so-ciales patriarcales, forzados sobre aquellos queviven en los confines asfixiantes de las socieda-des tradicionales. Incluso aquellos análisis quedemuestran el funcionamiento de la agenciasubversiva de las mujeres en la aprobación delas convenciones sociales, permanecen cir-cunscritos dentro de la lógica de la subordina-ción y la insubordinación. Una mujer musul-mana sólo puede ser una de dos cosas, o des-cubierta, y por lo tanto liberada, o con velo, ypor lo tanto todavía, de alguna manera, subor-dinada. ¿Pueden ser nuestros brasieres, corba-tas, pantalones, minifaldas, ropa interior y tra-jes de baño tan fácilmente colocados a un la-do o al otro de esta división? ¿Pueden sernuestras actividades diarias y decisiones de vi-da realmente captadas y entendidas dentro deesta lógica de la libertad o el cautiverio?

Necesitamos desarrollar una forma depensar sobre las vidas de las mujeres musul-manas más allá de esta simple oposición. Es-pecialmente en momentos de crisis comohoy, cuando tendemos a olvidar que el con-junto particular de deseos, necesidades, espe-ranzas y placeres que experimentamos no ne-cesariamente agotan las posibilidades de desa-rrollo humano. Necesitamos reconocer quesea cual sea el efecto del velo sobre las muje-res que lo usan, también ha obscurecidonuestro campo de visión y nuestra capacidadpara reconocer en las sociedades musulmanasalgo más que misoginia y violencia patriarcal.Nuestra habilidad para responder, moral ypolíticamente, de una manera responsable aestas formas de violencia, dependerá de ex-tender nuestra capacidad de visión.

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Manuel Guedán1

En medio de la grave crisis, en un periódicoargentino apareció un anuncio en el que va-rias entidades ciudadanas convocaban a unacto. El título era el siguiente: “¡Basta de rea-lidades! ¡Queremos promesas!” Lo tuve queleer dos veces. Creí que estaba equivocado,pero no. Era así. Parece sorprendente perocreo que la frase refleja exactamente un senti-miento que compartimos millones de perso-nas en todo el mundo: los principales parti-dos políticos y sus líderes carecen de proyec-tos que sean capaces de generar ilusión y que,al mismo tiempo, resulten creíbles. La capaci-dad de generar ilusión y la credibilidad pocasveces se dan juntas en los últimos tiempos. Aveces, ni siquiera por separado.

Y es que la democracia se ha generalizadoen el mundo durante la década de los noven-ta, pero tenemos que reconocer que los siste-mas democráticos presentan serios déficits entodas partes. Repasemos, por ejemplo, la evo-lución de algunos países europeos: en Fran-cia, en las pasadas elecciones, la desunión dela izquierda y el voto de protesta anti sistemade los trotskistas provocó una subida de LePen y el triunfo de un político tradicional dela derecha, salpicado de escándalos en su épo-ca de alcalde. Durante la campaña electoral,la prensa norteamericana trató al señor Chi-

rac de amigo y aliado, pero ahora que se haatrevido a discrepar con el señor Bush, elWashington Post se refirió a él como “el la-drón de París”. La falta de participación acti-va de la ciudadanía, el hastío o el aburrimien-to de una gran parte del electorado llevó aunos resultados que no eran, precisamente,los que los propios ciudadanos deseaban.

En Italia, después de las graves crisis políti-cas por los múltiples casos de corrupción, ga-nó las elecciones el político-empresario máscorrupto del país, y las ganó apoyado, además,en fuerzas políticas de turbio pasado. El vice-presidente del gobierno italiano, Gian FrancoFini, presidente de un partido ex fascista,“cambió” su ideología en un congreso y rom-pió sus relaciones con los partidos neo fascistaseuropeos. Pero no se nos debe olvidar que,cuando su partido se proclamaba aún abierta-mente de extrema derecha, el señor Fini ya for-mó parte del primer gobierno de Berlusconi.

En Holanda y en Dinamarca, dos paísescon larga tradición de tolerancia, ha crecidoespectacularmente la extrema derecha xenó-foba. En Alemania, el partido conservador es-tá dirigido por su ala más derechista, la CSUbávara. En Austria, la extrema derecha ha go-bernado en alianza con la derecha democráti-ca tradicional.

Es posible que a miles de kilómetros dedistancia no se perciba con igual intensidad elpeligro que representa la participación en elgobierno de un país situado en el corazón deEuropa, de la extrema derecha xenófoba, pa-radójicamente amiga de Sadam Hussein -sulíder viajó hace un año a Bagdad con el úni-

Déficits democráticos

Guedan, Manuel, 2004, “Déficits democráticos y glo-balización”, en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Qui-to, pp. 136-142.

1 Universidad de Alcalá de Henares.

y globalización

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co propósito de estrechar públicamente sumano- pero es que los austriacos, como decíaBilly Wilder, “tienen la gran habilidad de ha-cernos creer que Beethoven era austriaco yHitler, alemán”.

A mi juicio, tenemos en Europa dos dere-chas: una conservadora, pero firmementecomprometida con el sistema democrático, yotra decididamente contraria al estado de bie-nestar, partidaria de disminuir las políticas so-ciales, de recortar las libertades y activamentexenófoba, partidaria de cerrar las fronteras deEuropa a las personas y abrirlas sólo para lasmercancías. No es que esta derecha haya naci-do ahora. Desde la década de los 70, ha habi-do neonazis en casi todos los países europeos,pero eran grupos marginales y extraparlamen-tarios. La novedad radica en que ahora ocu-

pan puestos en los parlamentos nacionales ytienen alcaldías en muchos pueblos. Su pre-sencia es sólida y, en algunos casos, llegan acondicionar las políticas de los gobiernos.

La derecha conservadora democráticapuede adoptar dos actitudes frente a esa dere-cha xenófoba. Una de ellas es ejemplar, la queasumió el señor Chirac en Francia: un recha-zo total, hasta el punto de preferir una derro-ta electoral en la primera vuelta (como ya leocurrió en el año 97, contra el señor Jospin).La otra es la adoptada por la derecha austria-ca, por Forza Italia o por el señor Stöiber enAlemania, que considera que los enemigos es-tán sólo a su izquierda.

Es muy peligroso participar en este juegotentador de considerar “al otro”, al diferente(emigrante, homosexual, negro, indio, mu-sulmán o, simplemente, disidente), como

enemigo a batir. Porque la historia nos ense-ña que a las dosis mínimas siguen las dosismáximas y las sobredosis, que desembocan enlas dictaduras que todos conocemos. Comodijo Bertolt Brecht refiriéndose al auge delnazismo en Alemania, “primero fueron a porlos judíos, y a mi no me afectaba, luego a porlos homosexuales, después a por los comunis-tas, luego a por los socialistas y, después, nosdeclararon enemigos a todos nosotros, a to-dos los demócratas”. Las derechas democráti-cas, que tras la Segunda Guerra Mundial con-tribuyeron en coalición y consenso a cons-truir estados democráticos con un marcadoacento social, deben combatir con energía es-tas desviaciones fascistas.

Y la izquierda, el otro lado del arco políti-co, debería combatirlo no menos enérgica-

mente, empleando para ello sus propios valo-res y señas de identidad. Pero, al menos enEuropa, la izquierda está desorientada. Le es-tá costando trabajo encontrar un discursopropio y adopta, a veces, el discurso de la de-recha en cuestiones como la emigración, a laque vincula, en demasiadas ocasiones, con laseguridad. Si no fuera por la ausencia de undiscurso propio y la desorientación e insatis-facción de electorado de izquierdas, ¿cómo sepuede explicar que un político honesto y efi-caz, como Jospin, haya perdido las eleccionesa la presidencia de la República francesa fren-te a Chirac?

Un ejemplo es el debate sobre la guerracontra Irak que ha sido particularmente fuer-te en Europa. La socialdemocracia, salvo unsector mayoritario del Partido Laborista bri-tánico, adoptó la decisión de que era impres-

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cindible agotar todas las vías posibles para de-sarmar al régimen iraquí sin necesidad deacudir a la guerra. La postura de los socialde-mócratas se basó en la defensa de las resolu-ciones del Consejo de Seguridad de las Na-ciones Unidas y el rechazo a una acción uni-lateral de los Estados Unidos. Esta postura eraidéntica, en lo esencial, a la actitud de algu-nos gobiernos de clara mayoría conservadora,como el francés. En este caso parece que unosy otros han sabido sintonizar con la voluntadde las bases sociales a las que representan.

Volviendo al punto anterior, en el que merefería a la deslegitimación de los partidos po-líticos, quisiera insistir en que tampoco la iz-quierda ha entendido la oleada de rechazo a lapartidocracia que se va extendiendo, con ras-gos muy diferenciados, en Europa y en Amé-rica Latina. Como señala el sociólogo francésAlain Touraine, “que no hay democracia sinpartidos, sin actores propiamente políticos,nadie lo rebate y es imposible hablar seria-mente de democracia plebiscitaria. Pero lapartidocracia destruye a la democracia al qui-tarle su representatividad y conduce ya alcaos, ya a la dominación de hecho de gruposeconómicos dirigentes, a la espera de la inter-vención de un dictador”2.

En Europa, como ha quedado de mani-fiesto en las últimas elecciones al ParlamentoEuropeo, se viene experimentando un desa-pego de los ciudadanos respecto a la política,y muy concretamente a los partidos, que soncada vez más parte del problema y no de la

solución. En un gran número de países el malcomportamiento de los partidos ha eclipsadolas bondades del régimen democrático. EnAmérica Latina el descrédito de los partidospolíticos ha contribuido profundamente alcuestionamiento del propio Estado democrá-tico. Y conviene recordar que es consustancialcon este sistema que los partidos ordenen laspreferencias de los ciudadanos y las trasladena las instituciones en forma de proyectos deintervención, en definitiva, convertidas enpropuestas que resulten tan atractivas para losciudadanos como para que éstos les den suvoto y les permitan gobernar.

Con todos sus defectos, los partidos polí-ticos son la esencia de la democracia y su exis-tencia es lo único que garantiza la posibilidadde elección entre las distintas opciones. Poreso es tan importante que los partidos refle-xionen seriamente sobre la crisis de la demo-cracia y traten de impulsar nuevas fórmulasde participación popular eficaces y que ilusio-nen a los ciudadanos. A la izquierda, particu-larmente en América Latina, le está costandotrabajo renovarse y no ha aprovechado su po-tencial crítico para elaborar nuevas ofertas ymodificar su forma de organización. Eso, se-guramente, ha ocurrido porque, como decíaun graffiti con el que me encontré en la Ciu-dad de Guatemala, “cuando tenía las respues-tas, le cambiaron las preguntas”. Y a la iz-quierda las preguntas se las cambiaron cuan-do cayó el muro de Berlín.

Con la desaparición de uno de los bloquesen los primeros años de la década de los 90,comenzaron a alzarse voces que se pregunta-ban si seguían teniendo sentido los debates

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2 Touraine, Alain, 2000, ¿Qué es la democracia?, Fondo deCultura Económica, México, pág. 86.

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políticos en una economía de mercado y enuna democracia liberal que ya no tenía con-trincantes. Es más, había voces autorizadasque defendían que la única solución era “másmercado” y que los Estados y la política teníanque apartarse y no estorbar a la libre compe-tencia económica. Pero los años han demos-trado algo que ya era obvio para muchos denosotros: que el mercado por sí sólo no resuelvelos problemas. Es verdad que la economía demercado genera riqueza y que ésta es impres-cindible, pero también genera desigualdad yprovoca que millones de pobres sean arrojadosa la cuneta. Sólo un Estado democrático, confuerte contenido social, es capaz de impedir laexclusión social mediante la implantación depolíticas públicas que favorezcan la igualdad.Garantizar a todos los ciudadanos la educa-ción, la salud, la vivienda y, en definitiva, unavida digna, es una obligación del Estado, unatarea que no entra dentro de las “obligaciones”del mercado. Y el cumplimiento de estos ob-jetivos es lo que legitima, ante los ciudadanos,a un Estado de derecho.

En una obra colectiva imprescindible, edi-tada por el Banco Interamericano de Desarro-llo (BID), e inspirada por Edmundo Jarquiny Fernando Carrillo, ambos reafirman el pa-pel central que desempeña el Estado en el cre-cimiento económico: “la importancia de lasinstituciones y de la política se reconoce cadavez más como factor esencial para lograr cre-cimiento económico con equidad y sostenibi-lidad”3. Jarquin y Carrillo, estudiosos y bue-nos conocedores de la región, afirman en estaobra que es necesario recrear el Estado paraacometer dos tareas, a saber: a) garantizar po-líticas públicas que generen bienestar social yprogreso económico, e b) implantar un siste-ma fiscal eficiente y equitativo.

Por otra parte, tal como subraya Touraine,un sistema abierto, político o económico, esuna condición necesaria pero no suficiente dela democracia o del desarrollo económico. “Nohay, en efecto, democracia sin la libre elección

de los gobernantes por los gobernados, sin plu-ralismo político, pero no puede hablarse de de-mocracia si los electores sólo pueden optar en-tre dos fracciones de la oligarquía, del ejércitoo del aparato del Estado. Del mismo modo, laeconomía de mercado asegura la independen-cia de la economía con respecto a un estado,una Iglesia o una casta, pero hace falta un sis-tema jurídico, una administración pública, laintegración de un territorio, empresarios yagentes de redistribución del producto nacio-nal para que pueda hablarse de sociedad indus-trial o de crecimiento endógeno”.4

La política se legitima socialmente sólo sicontribuye a disminuir las incertidumbresque planean sobre la convivencia humana.Por tanto, partiendo de esta concepción, lapolítica es la encargada de gestionar pacífica-mente los conflictos para que la democracialos resuelva, con la participación de los ciuda-danos, en un proceso que presenta, según elprofesor Josep M. Vallés5, varias etapas: 1)identificación y selección de los conflictos aregular, 2) debate sobre las alternativas pro-puestas y 3) decisión final para seleccionaruna de ellas. En pocas palabras, la concepciónde democracia que defendemos exige dos re-quisitos: deliberación y decisión, porque cree-mos que la política no es sólo decisión, sinoque, antes de decidir, debe producirse un diá-logo abierto, libre y bien informado. No pue-de ser considerado un sistema democráticoaquel que niegue capacidad política o partici-pación a un grupo o a una comunidad. La de-mocracia, para que sea tal, debe favorecer lamáxima equiparación posible entre todos losgrupos e individuos.

Las normas son otra de las esencias de lademocracia. Lo que caracteriza a la dictaduraes la arbitrariedad, el no reconocimiento delos derechos a determinados grupos sociales eindividuos. La democracia, por el contrario,defiende los derechos de todos y ni el propioEstado puede violarlos. En el siglo III antes

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3 Jarquin, Edmundo y Fernando Carrillo, “Democracia endéficit”, BID, Washington, D.C., pág. 4.

4 Touraine, Alain, Ibid., pág. 15.

5 Vallés, Josep M., 2000, Ciencia Política: una introducción,Ariel, Barcelona.

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de Cristo, Aristóteles decía, refiriéndose a lademocracia griega, que ésta era “la forma degobierno en el que la libertad tenía que ser lanorma”. Hoy siguen siendo la libertad y elcumplimiento de las normas sus condicionessine qua non pero, en el siglo XXI, la demo-cracia tiene que ser, además de una democra-cia de medios, una democracia de fines, es de-cir, una democracia sustantiva. Con demo-cracia sustantiva quiero decir que la democra-cia debe producir equidad social, debe equili-brar las diferencias económicas y sociales quegenera el mercado. El estado democrático dehoy día debe tener en cuenta las necesidadesde la economía post industrial y de la compe-tencia internacional, sin olvidar la equidadsocial, que es el origen del estado de bienestarque surgió en Europa después de la SegundaGuerra Mundial.

Uno de los clásicos de la teoría política denuestra época, Robert Dahl, advierte sin em-bargo acerca de la importancia de respetar elequilibrio a la hora de valorar los medios y losfines: “llevado a sus extremos, la insistenciade que los resultados sustanciales deben tenerprecedencia sobre los procesos pasa a ser unalisa y llana justificación antidemocrática deltutelaje, y la ‘democracia sustantiva’ se con-vierte en un rótulo engañoso para disfrazar loque de hecho es una dictadura”.6

Sobre este tema permítanme que haga unareferencia a la experiencia europea de la postguerra. La consolidación de la democracia yel desarrollo económico y social fueron posi-bles porque se consiguió el consenso entre lasfuerzas políticas y sociales. Los empresariosrenunciaron a unas ganancias abusivas yaceptaron unos sistemas fiscales progresivos,que permitieron a los Estados desarrollar po-líticas de bienestar social. A cambio de eso,los trabajadores renunciaron al enfrentamien-to permanente y establecieron un sistema re-gulado de huelga.

Mi país, España, tuvo un proceso diferen-te. La caída de Hitler no se llevó consigo la

cruenta dictadura del general Franco, que du-ró 40 años. Salimos de esa dictadura tras lar-gas luchas políticas y sociales y, a la muertedel dictador, se implantó un régimen demo-crático que se estabilizó, gracias a los pactosentre los partidos políticos y las fuerzas socia-les. Se llegó a un acuerdo, por ejemplo, en laforma de Estado: la derecha y el ejército de-fendieron la monarquía y la izquierda la acep-tó, poniendo como condición que ésta adop-tara la democracia constitucional. También seprodujo un importante pacto económico ysocial. Los 12 años de gobierno socialista y laentrada de España en la Unión Europea con-solidaron un estado de bienestar, con la uni-versalización de la educación y de la salud, al-go desconocido hasta entonces en el país.

Para no mantenernos en una situación dedesesperanza, quisiera referirme a lo que creoque pueden ser las líneas de reflexión paraatajar los déficits democráticos y, siguiendo laobra antes citada del profesor Vallés7, me per-mito hacer estas propuestas:

En primer lugar, tenemos que partir de labase de que el Estado está viviendo una pro-funda crisis y que sus capacidades se estánviendo disminuidas por una serie de factores:

a) Los procesos de integración regionales leestán quitando competencias.

b) Han nacido otros actores con fuerza (me-dios de comunicación, multinacionales,ONG, etc.).

c) Las nuevas tecnologías desbordan las con-cepciones tradicionales sobre la soberaníade los Estados.

A modo de resumen de este primer punto,podemos afirmar que se ha producido unaerosión del propio Estado.

En segundo lugar, hay que afirmar que elEstado es imprescindible en este siglo XXI,pero no es menos cierto que necesitamos unEstado menos dirigista y más catalizador, unEstado que no actúe como monopolio delpoder y que sea consciente de que no ostenta

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6 Dahl, Robert, 1992, La democracia y sus críticos, Paidós,Barcelona, pág. 196. 7 Vallés, Josep M., Ibid.

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el poder en exclusiva. Se necesitan Estadosque fomenten espacios de participación de-mocrática, de diálogo y de concertaciones.Estados que partan de que no pueden serellos los que desempeñen el único papel pro-tagonista. Deben reconocer papeles decisivosa los individuos y a los colectivos. Un Estadoque, como dice Touraine, sea movilizador ydinamizador de una sociedad madura a laque, incluso, se le deben facilitar herramien-tas de control sobre sus actuaciones.En tercer lugar, se deben reconocer y abordarlos déficits del Estado democrático mediantela aplicación de fórmulas nuevas que permi-tan ampliar la participación ciudadana:

a) Mayor acceso de los ciudadanos a la infor-mación. Un acceso que se puede ver favo-recido por las nuevas tecnologías.

b) Descentralización territorial de la admi-nistración.

c) Regulación del rendimiento de cuentasefectivo por parte de los políticos y los ges-tores.

d) Establecimiento de sistemas de copartici-pación en la elaboración de políticas pú-blicas.

e) Establecimiento de sistemas eficaces y tras-parentes de lucha contra la corrupción.

f ) Creación de nuevos espacios para quepuedan participar los ciudadanos no orga-nizados, junto con los sindicatos y lasONG.

g) Establecimiento de sistemas de consultapopular o referéndum para cuestiones deespecial importancia.

En cuarto lugar, la revitalización de la demo-cracia pasa por hacer frente al descrédito delos partidos políticos. Entre otras medidas yteniendo en cuenta la situación de cada país,se debería elaborar una Ley que regule el fun-cionamiento y la democracia interna de lospartidos políticos, así como su financiaciónpública, para garantizar una plena transpa-rencia de sus ingresos y de sus gastos. Se de-bería también sancionar el tráfico de influen-cias y la corrupción.

En quinto lugar, hay que tener en cuentaque una de las principales características delmundo globalizado es la pluralidad de acto-res. Junto a los Estados han surgido, a vecescon mayor fuerza que éstos, los medios de co-municación, las multinacionales, los organis-mos internacionales, las organizaciones nogubernamentales e,incluso, los propiosindividuos. Dadoel peso que tienenestos nuevos acto-res en la sociedadinternacional y enla toma de decisio-nes, hay que exten-der el principio deresponsabilidad de-mocrática. Muchasde las decisionesque se adoptan sonel resultado de lamultitud de actoresque interactúan enla compleja socie-dad internacional.Pero, ¿a quiénes seles van a pedir res-ponsabilidades enel caso de una crisisbancaria internacional? ¿Qué control políticopueden ejercer los miembros de un Parlamen-to sobre lo que decide el Fondo MonetarioInternacional, el G-8 o la OMC?

En la actual sociedad globalizada las res-ponsabilidades se diluyen y es realmente difí-cil ejercer un control democrático sobre losactores que toman decisiones, máxime cuan-do, en ocasiones, no son autoridades políti-cas. ¿No influyen la CNN o los principalesfondos de inversión más que muchos Esta-dos? Como señala Dahl, “en la actualidad, lasfronteras de un país (incluso de un país tangrande como Estados Unidos) son muchomás circunscriptas que las fronteras de las de-cisiones que afectan significativamente los in-tereses fundamentales de los ciudadanos. Lavida económica de un país, su medio ambien-

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Es verdad que la economía demercado genera riqueza, perotambién genera desigualdad yprovoca que millones de pobressean arrojados a la cuneta. Sóloun Estado democrático,con fuerte contenido social, es

capaz de impedir la exclusiónsocial mediante la implantaciónde políticas públicas quefavorezcan la igualdad.

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te, su seguridad nacional y su supervivenciadependen mucho en nuestros días (y proba-blemente cada vez más) de actores y de accio-nes que están fuera de los límites del país, nosometidas en forma directa a su gobierno”.8

Hay, por tanto, que buscar mecanismos paraque estos nuevos actores privados rindan ex-plicaciones públicas de sus intervenciones yhay que procurar hacerlo en todas las direc-ciones posibles: ante los usuarios y los consu-midores, ante los accionistas, ante los emplea-dos y ante los Gobiernos. El creciente nivel deinstrucción de los ciudadanos y las nuevastecnologías de la comunicación pueden facili-tar este ejercicio de responsabilidad democrá-tica, basada en la transparencia y el intercam-bio de información.

Como última conclusión, en este nuevosiglo en el que estamos, debemos entenderpor política, particularmente por política de-mocrática, la intervención colectiva de losciudadanos para regular las tensiones y losconflictos que les afectan. Esta intervencióncolectiva seguirá exigiendo la coordinacióndel esfuerzo de muchos, aunque esta coordi-nación adopte ahora nuevas formas y manejenuevos recursos. Touraine destaca al respectoque “sólo unos movimientos sociales fuertes yautónomos, que arrastren tanto a los dirigen-tes como a los dirigidos, pueden oponer resis-tencia al dominio del Estado autoritario mo-dernizador y nacionalista a la vez, dado queconstituyen una sociedad civil capaz de nego-ciar con aquél, dando así una autonomía reala la sociedad política”.9

Si hacemos caso a los que dicen que la po-

lítica es ya innecesaria, tendríamos que afir-mar que las desigualdades sociales y las dife-rencias de todo orden han desaparecido denuestro mundo. O que todos los que le habi-tan han decidido acabar con ellas. No pareceverdad ni lo uno ni lo otro. Es más, cada vezhay más diferencias entre los países ricos y lospaíses pobres y, dentro de los países, entre losque más y los que menos tienen.

En una reciente conferencia internacional,que reunió en Madrid a unos 30 ex presiden-tes y expertos de todo el mundo, se detecta-ron varios problemas especialmente gravesdel momento actual (riesgos medio ambien-tales, conflictos bélicos locales, avance del si-da, brotes de xenofobia, etc.), pero se dedicóespecial atención a uno en particular: que laola democrática que surgió con fuerza en losaños 90 se ha detenido en los países en vías dedesarrollo. Los países en vías en desarrollo,América Latina, Asia y África, habían acogidola democracia con grandes expectativas, pen-sando que ésta iba a ser capaz de modificarsus condiciones de vida, de paliar la pobrezay erradicar la corrupción. Pero no ha sido así.Los sistemas democráticos no han generadobienestar social, no han sido capaces de aca-bar con la corrupción y coexisten con la mi-seria. Esto ha hecho que aumente la zozobray que las gentes tengan la sensación de que leshan robado el futuro. Y como señalaba re-cientemente en un editorial el periódico in-glés The Guardian “un mundo sin optimismoes un mundo peligroso”.

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8 Dahl, Robert A., Ibid., pág. 382.9 Touraine, Alain, Ibid, pág. 31.

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Se encuentra en circulación el

número fundacional de la

Revista ideológico-política

TENDENCIA. La Revista trata

de constituirse en un escenario

donde se discuta la complejidad

y decadencia que vive la

política en el mundo, en

latinoamérica y en particular

en nuestro país.

• El Ecuador en el atolladero de una "panam-enización petrolera" Alberto Acosta

• El presidencialismo en el Ecuador Daniel Granda

• La coyuntura política en el Ecuador Francisco Muñoz

• Crisis y reconversión política en América Latina Julio Echeverría

• Globalización: Efectos en el Tercer Mundo Rodrigo Borja

• El Movimiento indígena: Aproximaciones a la comprensión Luis Macas

• ¿Qué significa ser social demócrata en el mundo actual? Hans-Ulrich Bünger

• El Movimiento de Mujeres: ¿Cuál es el Nuevo Momento? Silvia Vega

• El Plan Colombia: Génesis Realidad e Hipótesis"Francisco Proaño

Artículos varios

Tema Central: El proceso de descentralización en el Ecuador Autores: Ramiro González, Gaitán Villavicencio, Auki Tituaña, José Bolívar Castillo, Paco

Moncayo, Juan Montaño, Carlos Castro

[email protected]

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RESEÑAS

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reseñas

Mauro Cerbino,Pandillas juveniles: cultura y conflicto de la calleAbya-Yala - El Conejo, Quito, Quito, 2004

¿Qué sabemos sobre el mundo de vida de la ca-lle? ¿Es posible entender la racionalidad queguía los comportamientos “alarmantes” con losque frecuentemente son asociados los modosde vida de los pandilleros? ¿Cuál es la fronteraque marca la legitimidad e ilegitimidad de laviolencia? Mauro Cerbino nos da algunas res-puestas a estas preguntas: una multiplicidad dediscursos sobre las pandillas dirigidos desdeámbitos institucionales y medios de comunica-ción suponen una forma de patología social endonde los elementos “dañados” amenazan laficticia normalidad de una sociedad; una socie-dad que, por lo demás, responsabiliza de las si-tuaciones de violencia a determinados sujetosy los convierte en amenaza para el resto delcuerpo social. En un entorno donde las situa-ciones generadoras de violencia son permanen-tes y no coyunturales, alarmarse de la “pérdidade valores” que acompaña el crecimiento de laviolencia- del que las pandillas serían la másclara muestra- implica una práctica de estig-matización de los sujetos pandilleros que nos

obliga a sospechar de estos discursos y a en-frentarnos a un campo de estudio ante todo di-fícil y complejo.

Pandillas juveniles nos muestra un buenejemplo de lo que Foucault denomina el “efec-to de verdad”: de cómo el discurso produce larealidad que nombra, es decir, de cómo los su-jetos “dañados” existen sólo en cuanto apareceel discurso que los representa como tales. Sinembargo, la miopía está en ver lo que el discur-so crea y no ver desde dónde se produce ese dis-curso y la voluntad que está detrás de produciresa realidad. Lo interesante de este caso es quegran parte de ese discurso normalizante vienede los medios de comunicación. Ellos crean unavisión alarmante sobre las pandillas pero, a suvez, son ellos los que, mediante el “rating” queles muestra lo rentable de la crónica roja, selec-cionan qué mostrar y cómo mostrar el mundode las pandillas juveniles. En este sentido, el au-tor invita a asumir una postura crítica del doblediscurso mediático que, por un lado, condenadiversos comportamientos y que, por otro, élmismo contribuye a crear.

Esta mirada alarmista es vista por el autorcomo una luz para indagar sobre la fronteraentre la violencia legítima y la ilegítima. Cuan-do las voces de los medios se autodefinen co-mo voces que representan a la sociedad y gri-tan en pos de acciones que garanticen la “segu-ridad ciudadana”, piden “sanciones ejempla-res” y claman porque las autoridades actúencon “mano dura” para frenar esta “descompo-sición social”, delimitan el uso legítimo de laviolencia frente la violencia considerada ilegíti-ma de los pandilleros.

Pero, ¿qué dicen sobre esto los pandilleros?Cerbino nos propone: “Explorar, observar, es-cuchar y comprender a los pandilleros y ex pan-dilleros en sus formas de comprender y actuaren el mundo”. Es decir, dar la palabra a estos su-jetos, en tanto que esta palabra, convertida enrelatos, conlleva una suerte de reflexividad en laque contar las experiencias de vida supone sig-nificarlas de tal modo que sean presentadas a unoyente. La palabra se convierte en la puerta de

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acceso al imaginario que conduce los procesosde reconocimiento y desconocimiento, y es lapalabra la que la que nos da cuenta de los com-plejos mundos de significación de los jóvenespandilleros, de cómo representan sus experien-cias y las de los “otros”, de otras pandillas, de losadultos, las instituciones, los políticos, de la so-ciedad en general.

De estos relatos aparece un complejo mun-do simbólico que mueve a las pandillas. Apare-cen significaciones y valoraciones sobre objetosque se vuelven signos de estatus y reconoci-miento y que van desde los zapatos hasta las ar-mas. Aparecen sus valores sobre el honor, lahombría, la solidaridad, su vivencia de la ciu-dad como exclusión, la importancia del graffi-ti como marca de su presencia por las calles. Entodo ello muestran –también- una socioestéti-ca sobre lo corporal como elemento constitu-yente del mundo simbólico de los jóvenes pan-dilleros.

Una constante de estos relatos es una fuertenecesidad de reconocimiento, de “ser vistos” dealguna manera y de demostrar que “merecenrespeto” y que mucho de este respeto se lo ob-tiene por ser reconocidos como “peligrosos”.Dentro de la lógica de los pandilleros, elemen-tos como las drogas, el haber matado a alguieno haber estado en la cárcel se convierten en sig-nos de distinción. Pero los relatos hablan tam-bién del riesgo, la soledad, del miedo y lamuerte...

Esto nos lleva a pensar qué valores guían losdiscursos pandilleros. El texto nos muestra queel mundo de los pandilleros, frecuentementecalificado desde ámbitos institucionales y me-dios de comunicación como “antisocial”, res-ponde a muchos de los valores constitutivosdel mundo social general, como la masculini-dad -que reconoce el valor de virilidad comoconstitutivo de las pandillas-, el autoritarismo-que marca las relaciones de subordinación yque, ligado al valor de la masculinidad mostra-da, encarna en un líder-caudillo cuya voluntades inobjetable- y el reconocimiento de la fami-lia como una comunidad de pertenencia con

vínculos indisolubles por los que se está dis-puesto a todo. Vistos en un contexto más am-plio, ¿no son estos mismos valores los que mar-can las prácticas políticas a nivel nacional? Es-to nos evidencia que los valores que reconocenlos pandilleros no son tan distintos de los valo-res reconocidos como importantes en el restode la sociedad.

Los límites de la palabra

El énfasis de este estudio está en percibir a laspandillas como activos grupos productores designificados, es decir, que construyen un cam-po simbólico propio y que, en tanto excluyen-tes, resignifican muchos de los mensajes hege-mónicos. En este sentido, sus prácticas cotidia-nas encierran una politicidad a través de cons-truir una estética corporal que devuelve los sig-nos de violencia.

Sin embargo, el mundo de vida de los jóve-nes pandilleros supone una limitación de la pa-labra y de la reflexividad que conlleva. En efec-to, son sujetos cuyas voces no se escuchan, pe-ro los relatos que nos presenta la etnografía pue-den no ser suficientes para comprender las yux-taposiciones entre las prácticas discursivas y nodiscursivas. Es decir, los relatos nos muestran laintención de construir una determinada visióndel mundo de las pandillas que es necesario cru-zar con otros datos de campo, lo que implicapreguntarse por los cruces, contradicciones,desfases, complementariedades, entre lo que lossujetos “hacen” y lo que “dicen que hacen”.Pienso en el mundo de las pandillas como unmundo en donde funciona lo que Bourdieu lla-ma el “sentido práctico”; es decir que muchosde los comportamientos sociales funcionan co-mo respuestas no tan reflexivas o premeditadassino que responden a procesos de internaliza-ción y socialización (habitus) que crean ciertosmárgenes de respuestas aprendidas.

Bajo este enfoque podríamos pensar en laracionalidad normativa que regula los “inter-cambios de violencia” en el funcionamiento de

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las pandillas y que generalmente obedecen a re-glas establecidas de venganza y códigos de ho-norabilidad. En este sentido vale preguntarsepor las lógicas que producen los enfrentamien-tos entre pandillas, qué está en juego en estosenfrentamientos y, por tanto, tratar de com-prender estas prácticas como formas de unaeconomía política.

Pensando desde este ángulo, si bien el textode Cerbino nos muestra las formas de ingresara las pandillas, los rituales de ingreso y las for-mas de aceptación del nuevo pandillero, no nosda las mismas pistas para comprender las for-mas de salir de las pandillas, es decir, de cómofunciona su dinámica de comunidades frente alos “disidentes”, en donde no sólo la coopera-ción es parte de la pandilla sino también lasnormas que guían las sanciones y los flujos deviolencia. Así podríamos pensar en las pandillasno únicamente como una comunidad emocio-nal que ampara a los individuos brindándolesun espacio de reconocimiento, sino tambiéncomo un espacio internamente conflictivo, quecrea formas de sometimiento (quizá más pre-sente en lo simbólico) y que lleva a algunos jó-venes a buscar salir de las pandillas.

“La calle tiene su argumento, y es que en ca-da momento, tú debes sobrevivir” nos dice unacanción Hugo Hidrovo que puede servirnos pa-ra pensar en la conflictividad de la calle, en laurgencia de los individuos por sobrevivir for-mando o no parte de las pandillas.

Alfredo Santillán

Emilia Ferraro,Reciprocidad, don y deuda. Formas y relaciones de intercambios en los Andes de Ecuador: la Comunidad de Pesillo,Flacso-Ecuador y Abya-Yala, Quito, 2004.

Debemos celebrar toda publicación en elcampo de la antropología ecuatoriana comosigno de su vitalidad y de vigencia. Pero el li-bro de Emilia Ferraro, Reciprocidad, don ydeuda, merece ser tomado en cuenta de ma-nera muy especial porque a mi juicio consti-tuye un aporte inusual y marca un referentemuy importante para la disciplina, por unconjunto de razones que a lo largo de mi cor-ta exposición serán detallados. El escenario dela investigación es la comunidad campesinaandina de Pesillo, en la región norandina delEcuador, y el conjunto de hechos que se ins-criben en el programa de crédito de la CasaCampesina Cayambe. Este programa cuentacon el reconocimiento de ser uno de los másexitosos, ya sea por la altísima tasa de retornode los préstamos como por haber contribuidoefectivamente a elevar los niveles de calidadde vida y participación de las comunidades.

La autora, Emilia Ferraro, realizó trabajosde campo en las comunidades andinas de Ca-yambe por un periodo considerablemente

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amplio a partir de 1991 desde el interior delos proyectos de desarrollo de la Casa Campe-sina Cayambe, dirigida entonces por el sacer-dote salesiano Javier Herrán. En vista de ob-tener su PHD en Antropología por la Univer-sidad de Kent (Canterbury, Inglaterra), em-prendió la tarea de sistematización y lecturaposterior de los datos hasta cristalizar el pro-ducto que en esencia ha sido su tesis doctoralla cual, al cabo de algunos años, ha sido feliz-mente traducida y editada en su totalidad. Lainvestigación de la que se nutre este libro hamarcado, sin duda, aportes posteriores de laautora relacionados con el desarrollo y la an-tropología económica, éste último un ámbitode debate no tan frecuente en los escenariosde la antropología ecuatoriana.

El tema central es la deuda y las formas derelación que éstas implican y que tienen lu-gar entre acreedores y deudores (los datos et-nográficos resaltan y enfatizan la figura deldeudor por sobre el acreedor) en un marcode relaciones verticales jerárquicas. Se la des-cribe no tanto como un fenómeno dual yaque involucra cadenas y redes sociales muyamplias y complejas; más bien, es presentadacomo fenómeno total, una norma ideal de lasrelaciones sociales y condición de prosperi-dad e incremento; la deuda debe ser conside-rada, por tanto, un modo de vida que condi-ciona cada aspecto de la comunidad de Pesi-llo y un factor determinante para la repro-ducción social y cultural del grupo. A lo lar-go de la obra, la deuda adquiere progresiva-mente -en palabras de la autora- el carácterde “noción aglutinante”.

El trabajo de Ferraro caracteriza muy pro-lijamente el perfil específico de la deuda alpunto de hacer de ella una “categoría analíti-ca con pleno derecho” desde una perspectivasociocultural para un tema tratado, según nosadvierte, de manera poco crítica por enfoquesdonde el peso del análisis ha descansado enuna visión unilateralmente económica de losdatos. La deuda es descrita distintivamente enrelación a otros fenómenos económicos y decirculación de bienes ya mencionados y to-mados en cuenta por la antropología.

El rasgo distintivo que la caracteriza con-siste en que supone no tanto la circulaciónde un bien cuanto la transacción de bienesdiferidos en el tiempo que implican un valorañadido: el “interés”. Desde este punto departida, con respecto al intercambio y la reci-procidad, conceptos clave y referentes insal-vables de la antropología andina, la deuda nosólo las incluye y supera: también las haceposibles. Va más allá del préstamo por su ca-rácter puntual y ocasional, además de que nogenera interés; a diferencia de éste, la deudaposee una fuerza modeladora especial paraconfigurar cuantitativa y cualitativamenterelaciones a largo plazo sobre el fondo detransacciones a corto plazo. Con relación aldon, la autora desarrolla una minuciosa yprolija reinterpretación actualizada -con lainclusión de abundantes precisiones y co-rrecciones- del enfoque y debate maussianoen torno a la deuda al establecer que el temade fondo, desapercibido para Mauss, no ha-bía consistido tanto en el “regalo” cuanto enel valor añadido implícito en todo don quejustifica la obligatoriedad de su restitución,es decir, el “interés”.

El mecanismo de la deuda apela a un di-namismo abierto, a un carácter permanente-mente inconcluso que le permite estar siem-pre vigente y reclamar algo pendiente de talmanera que deba ser una y otra vez renova-da. Su clausura cierra un ciclo de relaciones yde posibilidades de reproducción y renova-ción cósmica; por lo tanto, una deuda nuncase cierra, ni con los santos, ni con los indivi-duos, ni con las instituciones; no obstante,reclama un marco ético muy claro en el cum-plimiento de obligaciones que involucran aindividuos, familias y grupos por igual. Estasrelaciones hacen de la deuda una “nociónaglutinante” y la proyectan más allá de laeconomía al vincularlas con otros mecanis-mos transaccionales y con aspectos rituales yreligiosos como escenarios de renovación yde reforzamiento de los vínculos que la ha-cen posible; por lo tanto, se relaciona muycercanamente con la fertilidad y con las fuer-zas vitales.

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La investigación de Emilia Ferraro ofrecenuevas claves de lectura para varios aspectosde las culturas andinas tratados previamentepor otros investigadores, algunos de los cualesvale la pena mencionar al menos sumaria-mente:

• Enriquece la discusión sobre sistema de ha-cienda y la lectura e interpretación de losgastos ceremoniales -sobre el trasfondo dela racionalidad de la deuda considerada la“piedra angular”-. En este sentido, postulala sustitución del rol de la hacienda en nue-vos actores externos poseedores de una en-tidad jurídica clara: las ONGs y los bancos.

• Aporta nuevos enfoques para comprenderlas dimensiones institucionales, rituales yreligiosas de la cultura fundadas en el di-namismo de la deuda. El sentido y signifi-cado que los campesinos atribuyen a di-versas prácticas como la vida sacramental,las fiestas y la ritualidad cotidiana de loscampesinos, así como a la confluencia desistemas religiosos diferentes (el andino yel cristiano) pueden ser apreciados de mo-do diferente desde la noción aglutinanteen juego.

• En relación al programa de crédito de laCasa Campesina de Cayambe, que ha ser-vido de telón de fondo de la investigación,los hallazgos le permiten establecer quegran parte de la razón de su éxito consiste,cabalmente, en la confluencia de ámbitosdistintos que caracteriza la institucionali-dad de la Casa: en ella interactúan espaciosreligiosos, jurídicos y estatales claramenteidentificables por los campesinos de Pesilloy, en la línea de sus expectativas, requeridospor el mecanismo de la deuda para desa-rrollarse y reproducirse exitosamente.

• No se debe dejar de mencionar el alcanceteórico del libro y el amplísimo diálogo

con debates y aportes provenientes de laantropología andina y sobre todo de otroscontinentes. En este sentido, contribuye asuperar el relativo aislamiento de la antro-pología andina con respecto a los términosde discusión sobre la deuda, el intercam-bio y la reciprocidad, y evidenciar su esca-sa incorporación en el circuito de debatesmás amplios que proveen casos y análisisde otras latitudes.

Es necesario reconocer, además, el alto gradode precisión y detalle en la identificación ysistematización de la información etnográficarelacionada con diversas formas de reciproci-dad (prestamanos, minga, siembra al partir,uniguilla, chucchir, fiado), de trueque y detransacciones de carácter comercial como el“suplido” o rituales, como la “rama de gallo”y el “castillo”. Pero si en algún lugar la mira-da etnográfica alcanza su punto culminante,éste es sin duda el Capítulo V relacionado conla celebración de finados. En él son notablestanto la fuerza narrativa como la calidad lite-raria de un estilo descriptivo sólo en aparien-cia, que remite a una estructura profunda ca-paz de traslucir de inmediato las significacio-nes en juego a través del relato de lo que de-curre “sobre las tumbas”.

En síntesis, nos encontramos ante un libroque reconcilia y articula con acierto la histo-ria, la teoría y la etnografía, tres dimensionesque han caracterizado desde siempre la buenaantropología.

José E. JuncosaAntropólogo, profesor de la Carrera de An-tropología Aplicada de la Universidad Poli-técnica Salesiana. Este artículo recoge mi in-tervención en el acto de lanzamiento del libroque tuvo lugar el 16 de abril de 2004 enFLACSO.

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Hugo Jácome Microfinanzas en la economía ecuatoriana:una alternativa hacia el desarrollo Flacso-Ecuador, 2004

Este es un estudio oportuno e interesante so-bre las instituciones microfinancieras en elEcuador. Dada la continua expansión delsector microfinanciero, especialmente des-pués de la grave crisis económica que golpeóal país en 1999, el estudio ofrece un análisisdel rol que este sector desempeña en la re-ducción de la pobreza, el crecimiento econó-mico y el desarrollo del sector financiero.También plantea preguntas que podrían con-vertirse en temas de investigación para cien-tistas sociales y servir de alimento para la re-flexión de quienes formulan políticas y paradonantes internacionales.

El uso de programas y proyectos microfi-nancieros como una estrategia para enfrentarsimultáneamente la reducción de la pobreza yel crecimiento económico no es nada nuevo.Es más, la microfinanzas se ha convertido enuna especie de manta para abordar la pobrezay para promover el empoderamiento de lamujer. El Congreso de Microcrédito realizadoen Washington en 1997 y el continuo flujode donaciones a varios proyectos de microfi-

nanzas dan testimonio de la popularidad delas instituciones microfinancieras (MFI porsus siglas en inglés) y de los considerables lo-gros al alcanzar un gran número de hombresy mujeres relativamente pobres en varios paí-ses en vías de desarrollo. Instituciones micro-financieras exitosas así como innovacionespioneras desarrolladas por el Grameen Bank yel BRAC en Bangladesh, el BRI en Indonesia,el Bancosol (antiguo Proden) en Bolivia y elSEWA en Gujarat-India, entre otros, han ayu-dado a promover el uso de las microfinanzaspor parte de los gobiernos, las organizacionesinternacionales y los donantes con el fin dealcanzar los objetivos de desarrollo antesmencionados.

El estudio de Hugo Jácome sobre la expe-riencia en Ecuador con microfinanzas nosbrinda una ilustración más sobre la innova-ción institucional y la creativiadad de la es-tructura organizacional de estas microfinan-cieras. Éstas incluyen pequeños préstamos pa-ra gente pobre, con tasas de interés, sin cola-terales, que son reembolsados en pagos perió-dicos. El estudio resalta el papel especial delmicro crédito para aliviar el problema de es-casez de crédito durante las recientes crisiseconómicas y luego del balance de la dolari-zación, particularmente en viviendas pobres yen pequeñas y medianas empresas. Tambiénllama la atención sobre las cooperativas deahorro y crédito en áreas urbanas y rurales,que luego de la crisis de la dolarización ayu-daron a la recuperación de varios bancos pri-vados en cuanto a reactivación de crédito ycapitalización de depósitos de ahorro.

Estos proyectos cooperativos tienen unaventaja sobre otros tipos de programas de mi-crofinanzas, sobre todo, porque sus miem-bros son los dueños y controlan los progra-mas, y generalmente funcionan de acuerdo areglamentos democráticos que enfatizan lasolidaridad grupal. La regla de una personaun voto es expresión del espíritu de coopera-ción e igualdad que se difunde en las coope-rativas. A pesar de que la mayoría de losmiembros no son pobres, también se preocu-pan por llegar a mucha gente pobre.

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A pesar de estar de acuerdo con el puntode vista de Hugo Jácome sobre las cooperati-vas de crédito, creo también importante pres-tar atención a la funcionalidad de estas coo-perativas en términos de motivación, estruc-tura organizacional, administración, procedi-mientos y requisitos, así como el tipo declientela que atienden, frente a otros proyec-tos de microfinanzas que operan en Ecuador.Hay muchas cooperativas en Filipinas, porejemplo, que han sido mal utilizadas por ins-tituciones del gobierno y por individuos pri-vados para propósitos políticos y económicos,a través de auto préstamos. Los estudios de A.Braverman y Luis Guasch, Monika Huppi yGershon Feder han demostrado que el desen-volvimiento de cooperativas en países en víasde desarrollo ha resultado ser diverso, y quepara conseguir una mejora ha sido necesariouna asistencia técnica y cambios en los mar-cos reglamentarios y de supervisión.

La naturaleza profunda de los fallos delmercado en el sector financiero realzan el im-portante papel que juega la reglamentación,el monitoreo y la supervisión. La pregunta re-levante, como menciona Joseph Stiglitz, esqué tipo de intervención gubernamental esconsiderada relevante y adecuada para guiaral sector financiero hacia los objetivos de de-sarrollo del país. En su estudio, Jácome hablade la problemática bilateral del gobierno conla microfinanzas. Por un lado, el gobiernopromueve el uso de instituciones y programasde microfinanzas como un canal para dirigirel crédito hacia las micro, pequeñas y media-nas empresas. Por otro lado, intenta regular ycontrolar las cooperativas de ahorro y créditoal obligarlas a tener los requerimientos míni-mos de capitalización del Banco Central delEcuador, por ejemplo. De acuerdo con HugoJácome, estos requerimientos de control y su-pervisión crean fuertes impedimentos para eldesenvolvimiento de las instituciones. Mu-chos de estos requerimientos, que implicancostos financieros, también carecen de adap-tación con la naturaleza, la estructura organi-zacional y los objetivos programáticos delprograma o de la organización microfinancie-

ra. Esta regulación no toma en consideraciónlas necesidades del segmento al que van diri-gidas las actividades de microfinanzas, com-plicando el cumplimiento de estos niveles re-gulatorios exigidos.

Desafortunadamente, el problema de lafalta de conocimiento no es sólo aplicado alos supervisores o al gobierno. Se han hechomuchos estudios, generalmente como pre re-quisitos de donantes, para juzgar el impactode proyectos de microfinanzas en muchos lu-gares del mundo en vías de desarrollo. La ma-yoría de las evaluaciones de impacto se han li-mitado a medir cuantitativamente la sosteni-bilidad financiera y el alcance para hogarespobres. En donde fallan la mayoría de evalua-ciones es en captar la complejidad del proce-so de deuda en el que se envuelven los hoga-res y en no situar el tema de la necesidad decréditos y ahorro de las viviendas pobres enun contexto institucional más amplio y ma-croeconómico. Este punto está más elaboradoen la discusión sobre el papel del microcrédi-to en la reducción de la pobreza.

A pesar de la proliferación de programasde microfinanzas en varios países en desarro-llo, incluyendo a Ecuador, no está claro enqué medida el crédito se ha dirigido a gruposvulnerables como para tener un impacto sig-nificativo en la pobreza. Varios estudios deproyectos de microfinanzas en Asia y en Amé-rica Latina muestran que el impacto del prés-tamo de microcréditos varía ampliamente en-tre áreas rurales y urbanas, y entre los diferen-tes programas. De hecho, algunos investiga-dores como Jonathan Murdoch y Linda Ma-youx argumentarían que el impacto del mi-crocrédito para el empoderamiento tantoeconómico y social de los pobres, especial-mente mujeres, es marginal y muestra quehay límites para el uso del microcrédito comoinstrumento para la erradicación de la pobre-za. A pesar de estos límites, hay un potencialde contribución real de la microfinanzas, pe-ro su papel no puede ni debe estar desligadoun contexto social y económico más amplio.Este último puede establecer los límites al usoinstrumental del microcrédito para la erradi-

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cación de la pobreza y para la generación deun crecimiento económico sustentable.

Otro punto sugerido por el estudio deHugo Jácome es que la proporción del totalde los fondos de préstamo que ofrecen las or-ganizaciones de microfinanzas es relativa-mente pequeña, en comparación con el volu-men de créditos y la movilización de depósi-tos en el sector bancario privado del Ecua-dor. De acuerdo a un estudio reciente de Flo-ro y Messier, utilizando datos de crédito in-dividuales y por hogar, basados en una mues-tra de 2002 encuestas de 340 trabajadoresurbanos informales y sus cónyugues, HugoJácome también concluye que los hogares debajos ingresos no son los principales benefi-ciarios de los programas de microfinanzas, apesar de que algunos programas sí cubren esesector. En los casos en que sí son beneficia-rios, los préstamos microfinancieros simple-mente no han sido suficientes para cubrir lasmúltiples necesidades de crédito que tienenestos hogares, como solventar todas sus nece-sidades de consumo, impactos externos co-mo funerales o gastos médicos, y las necesi-dades de capital de muchos de estos trabaja-dores informales.

El estudio de Floro-Messier muestra queestos hogares piden préstamos no sólo a losprogramas de microcrédito, sino que tam-bién piden a prestamistas informales, amigos,familiares e incluso a los bancos en algunoscasos. El estudio también demuestra que lamayoría de solicitantes del crédito en lamuestra de hogares son mujeres. Los datostambién demuestran, sin embargo, que estospréstamos no contribuyen necesariamente ala generación de autoempleo ni al desarrollode micro o pequeñas empresas como para sa-car a los hogares vulnerables de la pobreza.De hecho, Floro y Messier encontraron quesólo la mitad de quienes pidieron préstamospara producción o empresas utilizaron ese di-nero para esos fines; hay más probabilidad deque esto suceda en hombres trabajadores in-dependientes que en mujeres trabajadoras in-dependientes. Además, los datos muestranque la tensión préstamo-ingresos es mayor en

mujeres que en hombres. Es evidente que haydiferencias importantes en cuanto a géneroen el uso del crédito, el peso de la deuda y lavulnerabilidad general que valdría la pena se-guir explorando. Cada vez más estudios hanexplorado la importante contribución poten-cial del microcrédito para la inserción de lasmujeres. Desafortunadamente, muchos pro-gramas son bien intencionados pero pobre-mente diseñados y no toman en cuenta lasdiferencias en cuanto a intereses y apremiosentre hombres y mujeres. A excepción de loproyectos de microfinanzas que mencionanen sus objetivos, algunos de ellos no tomanen cuenta la problemática de la inserción delas mujeres de manera explícita en el diseño yen la implementación de los programas. Co-mo resultado de esto, los programas no sóloque pueden tener poco impacto positivo, si-no que pueden incrementar la deuda de ho-gares e incluso reducir seriamente la partici-pación de la mujer. Muchos estudios sobre eltema de la inserción de las mujeres enfatizansobre la importancia de procesos de partici-pación para un aprendizaje organizacional ypara la toma de decisiones, así sean coopera-tivas de ahorro y crédito o programas de mi-crocrédito.

Finalmente, existen importantes interco-nexiones entre el crédito, el uso del crédito yla inseguridad económica que enfrentan loshogares como resultado de la expansión detrabajos informales que necesitan ser profun-dizados. Estas conexiones nos enfrentan apreguntas cruciales no sólo sobre las motiva-ciones de los programas de microfinanzas, si-no sobre los presupuestos que se manejan, so-bre la naturaleza del desarrollo y sobre lascausas de la pobreza. Un análisis de la agendade microfinanzas debe comenzar por com-prender la naturaleza multidimensional de lasvías para alivianar la pobreza y para fortalecerel poder de grupos vulnerables, en especial demujeres en hogares pobres. En otras palabras,es necesario explorar conceptualmente las di-námicas de la informalidad y demostrar lasinterconexiones de la inseguridad económica,la demanda y el uso del crédito y las relacio-

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nes de género. La incapacidad de reformaspolíticas económicas recientes en Ecuador pa-ra crear empleos estables y la débil protecciónsocial significa que los hogares vulnerablesenfrentan riesgos que están ligados el merca-do e inseguridades que acompañan los perío-dos de desregularización y liberalización delmercado. Esto significa que muchos hombresy mujeres microempresarios, así como con laspequeñas y medianas empresas, enfrentan unalto nivel de inestabilidad de sus ingresos, porlo que incrementa su necesidad de solventarel consumo y, por lo tanto, su demanda decrédito para cubrir el sustento y manteni-miento del hogar. Dado el rol social de lasmujeres y la desigualdad en la división deltrabajo, las mujeres empresarias tienden a in-teriorizar estas necesidades que compiten conlas necesidades de crédito de sus empresas,por lo que la productividad de sus negocios semantiene baja.

Hugo Jácome acierta al afirmar que el mi-crocrédito por sí sólo no puede reducir la po-breza, tampoco puede por sí sólo dar empo-deramiento a las mujeres. El rol y el impactodel microcrédito necesitan ser vistos dentrodel contexto de las políticas macroeconómi-cas y las estrategias de desarrollo que condu-jeron a un aumento de empleos informales.Como lo señala Hugo Jácome, es necesariodesarrollar políticas sociales y macroeconómi-cas más integradas, que apoyen los objetivosde microfinanzas ofreciendo un ambiente deprotección social y de estabilidad laboral. Es-to es un llamado para los creadores de políti-cas, investigadores, donantes y organizacionescomunitarias para que colaboren juntos al en-frentar este valioso reto.

María S. Floro Profesora Asociada, Vassar College, NewYork University y American University.

Susana Andrade Protestantismo indígena Flacso-Ecuador - Abya-yala, Quito, 2004

La expansión del protestantismo en los paísesde América Latina es un hecho muy notorio,tanto por el porcentaje de los conversos comopor la rapidez del avance. Lo que llama laatención es que comunidades comúnmenteconsideradas como tradicionalistas y apega-das a sus costumbres ancestrales, como las in-dígenas, hayan sido las más afectadas por elfenómeno.

Susana Andrade analiza este problemacentrando su atención en la zona central delEcuador, la Provincia del Chimborazo y, es-pecialmente, en el Cantón Colta. Obviamen-te una de las primeras preguntas que ella seplantea es la siguiente: ¿por qué los indios sehacen protestantes? Procediendo con muchaseriedad en el análisis de los hechos, ella llegaa relativizar mucho de la teoría corriente, lla-mada de la “Conspiración”. Se trata de unpunto de vista muy difundido: desde que laIglesia Católica Latinoamericana se distancióde los poderes políticos y se convirtió en crí-tica severa de los mismos, ésta habría dejadode ser una garante confiable del orden consti-tuido. Desde entonces los Estados Unidoshabrían hecho lo imposible para debilitarla,

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dividiendo las comunidades y creando en-frentamientos religiosos, a través de las nue-vas iglesias y las llamadas sectas.

Susana Andrade analiza la teoría, pero po-ne de relieve otros elementos que habrían ac-tuado más en profundidad. Primero: losevangélicos supieron presentar la conversióncomo una ruptura con un pasado en que laIglesia Católica había jugado un papel funda-mental en la justificación del sometimientocolonial y, a través de la haciendas, había par-ticipado directamente en la explotación de losindígenas. Hacerse evangélico se convertíaentonces en el camino para entrar a la moder-nidad, a una vida digna y libre de costumbresesclavizantes, como la borrachera, la afición alas fiestas, el maltrato a las mujeres.

De acuerdo al estudio, el segundo elemen-to importante que explica el rápido difundir-se del protestantismo es su manera de proce-der en la organización y administración de laiglesia. El centralismo católico, con su rígidocontrol sobre la doctrina y su interminablesistema de preparación de los sacerdotes, ha-ce casi imposible que un indígena llegue aocupar puestos de decisión en la estructuraeclesial. En cambio, las iglesias protestantespermitieron que en poquísimo tiempo losmismos indígenas obtuvieran el liderazgo,volviéndose prácticamente autónomos de in-tromisiones externas.

Una parte importante del libro (capítuloII) estudia el papel que tuvo Monseñor Leo-nidas Proaño en la diócesis de Riobamba, en-tre los años cincuenta y ochenta del siglo pa-sado. Susana Andrade no es la primera en ha-cer notar que nadie puede negar el empeñodel Obispo en proponer la elevación del in-dio, pero su fuerte personalidad y el radicalis-mo de sus posiciones crearon divisiones en loscuadros pastorales, debilitando notablementela eficacia de las intervenciones. Intervinoademás otro factor de mucho peso: Monse-ñor Proaño era un factor de la Teología de laLiberación, que propugna un esfuerzo comu-nitario para cambiar las estructuras de opre-sión. Este planteamiento resulta eficaz sicuenta con tiempos muy largos, mucho de-

sinterés y empeño constante.La que proponen en cambio los evangéli-

cos es la llamada Teología de Prosperidad,más centrada en la búsqueda del éxito perso-nal, visto como signo tangible de la bendiciónde Dios. No se puede negar que los evangéli-cos hayan cosechado resultados positivos tan-to con los indígenas que nunca abandonaronla Provincia de Chimborazo, como entre losque migraron a Quito, a la Costa, a Colom-bia o a Venezuela. Pero Susana Andrade hacenotar que, detrás del éxito, siempre acecha elpeligro y un triunfo puede contener el ger-men de una derrota. Los pastores que se em-peñaron tanto en congregar a la gente para lalectura de la Palabra de Dios hoy se quejan deque los prósperos comerciantes y otros feli-greses tocados por la bendición divina ya notienen tiempo para participar en el culto acausa de los negocios y los crecientes compro-misos, y se vuelven consumistas como todo elmundo.

Lamentablemente el libro deja fuera de suanálisis la última década que se caracterizapor la irrupción de los indígenas en la esferade la política.

P. Juan Bottasso S.D.B

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Erika Silva Identidad nacional y poder,ILDIS-Abya Yala, Quito, 2004.

El libro de Erika Silva representa un aportepara el análisis y la reflexión sobre identidad avarios niveles. El primero es destacar la im-portancia de los “discursos”, entendidos nosolamente como textualidad, construcciónverbal y lingüística, sino en la definición deTodorov1 como un producto de un contextoparticular en el cual intervienen no solamen-te elementos retóricos y lingüísticos, sinotambién interlocutores específicos. Un dis-curso aparece en un tiempo y un espacio de-finido, bajo la confluencia de determinadascircunstancias y, como añade Escobar, se con-vierte en una parte constitutiva de la realidadsocial misma puesto que es a través del len-guaje y del discurso que la realidad social ine-vitablemente se construye. En este sentido,los ensayos de Erika Silva demuestran muyclaramente cómo el discurso sobre la identi-dad nacional “produce ‘efectos de verdad’ (...)entra a participar en la producción de la rea-lidad”; consecuentemente, produce políticas

e intervenciones que tienen impactos y efec-tos concretos en la vida de gente concreta yen la realidad social.2

La pregunta que surge –mejor dicho, unainvitación para futuros análisis- es: ¿cómo es-te discurso sobre la identidad nacional se en-carna en la realidad concreta de todos losdías? ¿Cómo este discurso viene re-significadopor la gente “ordinaria”? Sería interesante -yciertamente es importante- mover la miradade la cultura de las elites a las micro prácticasde la cotidianidad. Los estudios que hanadoptado este enfoque revelan, por ejemplo,que la cultura en cuanto sistema de significa-do por el cual todo orden social se comunica,se reproduce y se experimenta, es un espacioprivilegiado de ejercicio del poder y, por en-de, es una dimensión de toda institución eco-nómica, social y política; por tanto, es un es-pacio privilegiado de la política, que incluyelas prácticas políticas “no formales”. Cuandomiramos al nivel de las prácticas políticas “or-dinarias”, nos damos cuenta que las relacio-nes entre las representaciones políticas y elejercicio del poder no son inmediatas, quedebemos hacerlas evidentes y que esto es po-sible sólo a través de una etnografía detalladade las acciones concretas y ordinarias. Hablarde identidad nacional y política, en este mo-mento en el actual Ecuador, significa hablarde las nuevas y múltiples micro-arenas políti-cas “subalternas” (como las define Nancy Fra-zer3) pero no por esto menos públicas, endonde se gestan nuevos discursos políticosparalelos, cuyos miembros inventan y hacencircular “contra-discursos” y formulan de estamanera interpretaciones de oposición sobresus identidades, intereses y necesidades.

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1 T. Todorov, 1992, Simbolismo e interpretación, MonteAvila Ed., Caracas.

2 A. Escobar, “El desarrollo sostenible: diálogo de dis-cursos”, en Revista Foro No. 199, pag. 99-100.

3 N. Frazer 1993, citada en S. Alvarez, E. Dagnino y A.Escobar, “Introduction: the cultural and the politicalin Latin American Social Movements”, en S. Alvarez,E. Dagnino y A. Escobar, editores, Cultures of Politics,Politics of cultures, Westview Press, Boulder.

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Cómo funciona la identidad

El segundo aporte del libro es proveer unejemplo concreto de cómo se da y funciona laidentidad. El libro, sobre todo el primer ensa-yo, evidencia que la identidad pertenece alámbito del flujo, de la fluctuación y del mo-vimiento. Contrariamente a quienes todavíaquieren aferrarse a definiciones esencialistasde la identidad y pensarla como “dada” deuna vez y para siempre, los análisis de Identi-dad nacional y poder demuestran que la iden-tidad no es inherente a la esencia de las cosas.No existe por sí solo algo llamado “identi-dad”, desligada de las decisiones que un gru-po humano dado toma en un momento his-tórico preciso en un espacio geo-político con-creto. Lo que sí existe son maneras diversas ymúltiples de organizar la identidad.

El libro de Erika Silva demuestra clara-mente que la identidad se define por oposi-ciones y diferenciaciones con un “otro”, conla alteridad. La alteridad, por ende, es una ca-tegoría constitutiva de la identidad y de la na-turaleza humana. No podríamos definir el“nosotros” si no hubiese un “otro de mi” conquien confrontarme. La identidad se constru-ye y es posible solamente gracias a la diversi-dad. Es relacional, se da en un contexto de re-laciones con este “otro” del cual el “nosotros”pretende diferenciarse para poder reconocersecomo tal: la identidad siempre se constituyeen un contexto de relaciones, en un procesode mutua compenetración y mutua defini-ción. Porque “los otros” también se constitu-yen en “un nosotros” a partir y a través delmismo proceso que simultáneamente define,afirma y separa. Toda la cuestión de la identi-dad gira alrededor del “otro” y, como Erikamuestra con claridad en los ensayos del libro,la identidad se negocia constantemente.

Pero demarcar el territorio de este “noso-tros” significa también adherirse a un sistemade inclusiones y exclusiones: éstas permitenuna identificación interna (la pertenencia algrupo) y unas distinciones externas (“losotros”). Y es justamente esta dinámica contra-dictoria, este juego de inclusiones y exclusio-

nes, entre aceptación y rechazo de la “diversi-dad”, que a su vez establece la diferencia, loque convierte al tema de la identidad en unproblema, porque si no puede existir identi-dad sino con alteridad, en una relación dia-léctica de mutuo reconocimiento, entonces¿qué pasa cuando se intenta eliminar esta di-versidad, o minimizarla? Es aquí cuando el te-ma de la construcción de la identidad, quepuede parecer un mero ejercicio académico,deja de ser tal cuando nos ponemos a pensaren la situación del mundo en general, y delEcuador en particular, en la que la geo-políti-ca mundial, con su famosa globalizaciónapunta a una supuesta “igualdad” y homoge-neización e intentan restar importancia a laexistencia de la diversidad. Eliminar la diver-sidad significa negar la alteridad y esto, a suvez, acarrea una fuerte crisis de identidad.Porque no puede existir identidad (nacional,cultural, sexual, etc.) que no se desarrolle enreferencia con otras identidades, en una rela-ción de mutuo reconocimiento. Eliminar a“los otros” significa, entonces, eliminarnos anosotros mismos.

La pretensión actual de eliminar la diver-sidad y la diferencia acarrea una “orfandad”identitaria (o supuesta orfandad), que deja es-pacio a lo que Sánchez-Parga llama una “feu-dalización identitaria”4, es decir, a la emergen-cia y revitalización de identidades regionales ylocales cada vez más microfísicas. Yo creo queésta puede ser una pauta adicional para leer lacrisis de identidad que parece caracterizar alEcuador y para entender ciertas dinámicasnacionales: porque lo que precede y permitetoda definición e identificación identitaria essiempre una reflexión sobre la alteridad, sobreel “otro”. Si no existe esta reflexión sobre el“otro” y el papel que éste juega en nuestra au-to-identificación, cualquier reflexión sobreidentidad resulta parcial y cualquier intentode construcción de “interculturalidad” estádestinado al fracaso.

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4 J. Sánchez-Parga, comunicación personal.

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Perspectiva histórica

Me parece importante el intento de la autorade reconstruir una arqueología de las ideas,conceptos y formas de Estado que dieron ori-gen al Estado ecuatoriano y a la manera de“hacer política” nacional. Volver al pasado pa-ra entender el presente -para entender las for-mas y relaciones socio-políticas del presente-representa un aporte valioso, sobre todo sivolvemos una mirada general al panorama deproducción del conocimiento nacional, y nosdamos cuenta que hay una gran mayoría deinvestigaciones y publicaciones que respon-den al momento, que son absolutamente co-yunturales y por ende “dejan intacta la igno-rancia”. La mirada histórica sobre el origendel concepto de Estado español, exportado ala región andina con la conquista y coloniza-ción, nos confirma lo que desde la antropolo-gía se enfatiza desde siempre: que todo mode-lo social, político y económico tiene un carác-ter profundamente histórico y que, por ende,todo orden cultural tiene un carácter arbitra-rio (Escobar, 1998).5 Así, resulta claro el “sin-cretismo” político que se dio cuando la formade gobierno católico-español se encontró conla forma de gobierno andina. Es el análisis deestas dinámicas, re-significaciones y transfor-maciones que permite una comprensión másprofunda de la realidad social. Y aquí nueva-mente me pregunto: ¿qué pasa con la globali-zación y los proyectos políticos y económicosneoliberales? ¿Qué pasa, en Ecuador como entoda América Latina, cuando el programa ci-vilizatorio neoliberal impone una nueva for-ma de relaciones entre el estado y la sociedadcivil, y avanza una definición distintiva de laesfera política y de sus participantes, basadasen un concepto minimalista de estado y de-mocracia? ¿Cómo el estado “local”, este mo-delo “histórico” de estado ecuatoriano –a suvez fruto de anteriores transformaciones ycambios- se relaciona y reacciona frente a es-te “nuevo” modo de concebir lo político y dehacer política? Las políticas neoliberales han

intensificado las desigualdades y han minadolas redes de seguridad -por mínimas y preca-rias que hayan sido- de los Estados de “mal-estar” social de antes, y han redefinido signi-ficativamente el terreno de lo político-cultu-ral, debilitando y desestructurando los idio-mas de protesta tradicionales: los ajustes es-tructurales económicos conllevan ajuste es-tructurales sociales que debemos analizar yque forman parte de lo político y la política.6

¿Qué papel juega la economía global en lapercepción que los ecuatorianos tienen de símismos? ¿Cuánto los efectos de estar dentrode un sistema global, desigual, injusto (quecaracteriza a Ecuador como un país “minori-tario” sin poder de negociación), entran enjuego en configurar y reproducir una identi-dad nacional desgastada, frágil y ambigua(que se revela en la salida masiva de ecuatoria-nos hacia nuevos países en busca de una “nue-va” identidad, que hace decir al 45% de quie-nes quedan que quisieran irse de este país yque llega a su expresión máxima cuandoacepta eliminar su moneda nacional -símboloy custodio de la memoria colectiva- y susti-tuirla por la moneda de un país dominante)?

Estas son preguntas que hay que contestarcuando intentamos entender el “problema”de la identidad nacional, porque son estastendencias mundiales las que moldean las re-laciones políticas internacionales y naciona-les. No podemos pensar lo nacional sin refe-rente a lo internacional.

He sido tal vez crítica en mis comentarios,espero que de manera constructiva, pero éstaes justamente la señal que el libro ha desperta-do en mi no sólo mucho interés sino muchasinquietudes. Me ha hecho pensar y, al final,esto es el verdadero propósito de cualquier li-bro y que justifica su publicación y difusión.

Emilia FerraroQuito, julio de 2004.

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5 A. Escobar, “Diálogo de discursos”, op. cit.6 S. Alvarez, E. Dagnino y A. Escobar, editores, Cultures

of Politics, Politics of cultures, Westview Press, Boulder.

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Fernando Guerrero y Pablo Ospina El poder de la comunidad: movimiento indígena y ajuste estructural en los Andes ecuatorianosCLACSO-IEE, Buenos Aires, Quito, 2004.

El libro de Fernando Guerrero y Pablo Ospi-na tiene como objetivo central analizar el pro-ceso de globalización expresado en el ajusteneoliberal en el Ecuador y en el comporta-miento del movimiento indígena en la déca-da del 90. Los autores plantean dos hipótesis:a) el ajuste es el factor que penetra y subvier-te las estructuras agrarias y alimenta la movi-lización étnica y b) el reforzamiento de lasidentidades étnicas desde las comunidades es-tá vinculado directamente con el proceso detransición a la globalización por medio delsurgimiento y consolidación de un liderazgoindígena autónomo (que genera el programay el discurso que cohesiona la identidad). Laglobalización de alguna manera facilita un so-porte ideológico común para todas las capasindígenas: el de la reafirmación de la etnici-dad para hacerle frente a los cambios acelera-dos y amenazantes de la modernización.

Para los autores, los cambios agrarios, lareforma del Estado y el propio movimientoindígena de los 90 tienen sus raíces en el grangiro histórico que da el país desde los 60, a sa-ber, el declive del sistema de hacienda en la

Sierra. Es allí en donde se descompone unaestructura pesada de más de dos siglos deexistencia, dejando un vacío en el campo y enla forma de vida de los indígenas. Este vacíoquerrá ser llenado años después con la ofertade la modernización que se propondrá desdelas elites blanco mestizas, pero las promesasno se cumplen y desde el fondo de la sociedadsurge un movimiento que plantea, en mediode la crisis de hegemonía del bloque domi-nante, una propuesta programática y étnicaen torno a la plurinacionalidad.

A través de sus diversos capítulos los auto-res van argumentando en torno a estas dospistas de reflexión. Veamos algunos de los ejescentrales del libro:

• Los autores piden prestadas varias catego-rías del análisis de Antonio Gramsci (co-mo la de “hegemonía”), para plantear queel vacío cultural dejado por la haciendatrata de ser cubierto por la oferta de mo-dernización. Sin embargo, esa propuestade la elite gobernante se queda en ello, enpropuesta. Durante el gobierno de Borjalas expectativas que se habían hecho losindígenas son frustradas por la parálisisgubernamental y las medidas económicas;allí estalla el levantamiento de los 90, en-tre las demandas de cambio y las ofertasrecortadas del Estado. Y el levantamientoserá un acontecimiento histórico en don-de un proceso diverso, descentralizado yheterogéneo que surge de lo local encuen-tra su referente nacional. La CONAIE esmás que una causa un “producto” delacontecimiento.

• El libro diferencia dos fases en la décadade los 90s: la primera que va hasta 1995está marcada por la agenda de lucha por latierra, el agua y otras demandas propias desu base agraria; la segunda va de 1995 a2002 y es cuando se desencadena la crisispolítica y económica del país hasta el gol-pe de Lucio Gutiérrez (un período marca-do por la iniciativa indígena). Es en esa fa-se que toma cuerpo el perfil étnico, cues-

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tionador del poder del Estado, y éste con-vierte al movimiento indígena en actorpolítico nacional.

• Tomando como base el caso de Cotacachi,Guerrero y Ospina estudian los cambiosagrarios posteriores a la reforma agraria,en torno a procesos de compra-venta depropiedades en el mercado de tierras. Hayvarias ideas que sostienen los autores: en laSierra los grandes propietarios prosperanen el marco del neoliberalismo, logran fre-nar la reforma agraria e imponer la libera-lización en el agro. En contraparte, la ini-ciativa indígena logra y mantiene un sec-tor importante de la tierra en manos de loscampesinos y consigue detener provisio-nalmente los procesos de concentraciónde la propiedad.

• Respecto del problema de la identidad, losautores diferencian los marcadores étnicosque pertenecen a “los círculos interiores”de la identidad -lengua, auto identifica-ción indígena, vestimenta, adscripción alas comunidades-, de la socialización pri-maria y punto de partida del movimientode revitalización del movimiento. Es apartir de este núcleo duro de la identidadque se proyecta a los “círculos exteriores dela identidad” configurada por una serie degrupos de la población y los gobiernos lo-cales. Guerrero y Ospina analizan los ele-mentos étnicos a partir de tres fundamen-tos: la dinámica poblacional, la dinámicaorganizativa y comunitaria y los itinerariosde la elite indígena en sus historias de vi-da. Para ello reconstruye los debates entorno a los datos censales, que no alcanzana dar una visión completa del peso demo-gráfico de la población indígena, y recogelos aportes de Galo Ramón, lo que integrael peso territorial de la población. Los au-tores cuestionan la visión de los censosque busca reducir a los indígenas a unacantidad y recogen los argumentos de LuisMacas y Fernando Bustamante, quienescoinciden en señalar que la fuerza del mo-vimiento indígena no está tanto en el nú-

mero cuanto en su cosmovisión o un “et-hos” de resistencia a la modernidad, unaforma distinta de ver el mundo, de organi-zarse, de relacionarse con la naturaleza, asícomo una manera diferente de plantear eldesarrollo. Se trata de una dimensión cul-tural que es compartida, no sólo por losindígenas, sino también por amplias capasde mestizos, lo cual explica que el movi-miento indígena se haya convertido en eleje fundamental de resistencia al procesode ajuste, en la medida que aquel expresauna serie de valores y opiniones que losgrupos mestizos no son capaces de soste-ner abiertamente.

• El libro sitúa la cobertura de la extensa redorganizativa en que se sustenta el movi-miento, que va desde las organizaciones debase hasta las organizaciones nacionales, yplantea el debate en torno a la diversifica-ción que se produce tanto por las modifi-caciones estructurales de la base social(cambio de ocupación, migración, movili-dad de una capa dirigencial) como poruna diversificación organizativa (juntas deagua, grupos productivos, etc.) y su rela-ción con una oferta diversificada de pro-gramas estatales y de cooperación.

• La obra introduce, también, el debate entorno a las potencialidades de las organiza-ciones tanto desde una visión “optimista”(según la cual la acumulación de capitalsocial por parte de los indígenas les permi-te incidir en la transformación de las insti-tuciones y en avances en el campo del de-sarrollo, en la línea de los trabajos de Víc-tor Hugo Torres, Galo Ramón, ThomasCarroll) como la visión crítica que planteaque de alguna manera el desarrollo es uncampo minado y que el discurso de la coo-peración internacional es usado como unrecurso para amortiguar los conflictos ybajar el perfil de las organizaciones delcampo (siguiendo los trabajos de LucianoMartínez y Víctor Bretón).

• Asimismo, recoge los itinerarios de vida dedirigentes indígenas desde su vivencia

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campesina y sus diversos caminos de mo-vilidad a la ciudad, desde la agricultura alcomercio, la educación, la organizaciónsocial o su intervención en el campo deldesarrollo y en los gobiernos locales endonde se reafirman los elementos de iden-tidad. Ésta elite será un actor fundamentalen la construcción de la identidad, en laformulación del discurso étnico y en la redorganizativa y política del movimiento.

• Posteriormente, el libro analiza la reformapolítica y los hitos principales de la crisispolítica de finales de los 90, particular-mente las caídas de Bucaram y Mahuad yla intervención del movimiento indígenaen ese contexto; en el primer caso, comouna vertiente secundaria frente al ampliomovimiento ciudadano, urbano y serranoque se despliega en el país, y en el segun-do, como factor directo que incide junto alas FFAA en el poder.

• Finaliza con algunas conclusiones en tor-no a la idea de que ese proceso ha sido po-sible por la presencia de un Estado “trans-formista”. Aplica la categoría de Gramscial caso ecuatoriano, el cual tendría carac-terísticas particulares: producir reformas altiempo de absorber los cambios de mane-ra pacífica, buscando disolver molecular-mente la capacidad de resistencia y revolu-ción de los movimientos sociales.

Habría que hacer varios señalamientos sobreel estudio: en primer lugar es una contribu-ción a la comprensión de los cambios agra-rios, políticos y al desarrollo del movimientoindígena, especialmente ubicando los conflic-tos y tendencias que surgen en la década del90. En ese sentido, el texto aborda un examende las reformas neoliberales en sus varias face-tas contradictorias: por un lado produce unaaguda resistencia indígena que, si bien no lo-gra detener la liberalización, preserva un es-pacio importante para la propiedad campesi-na. Por otro lado, hay una apertura en el cam-po legal -reconocimiento de los derechos co-lectivos- y en el ámbito electoral -con el voto

a los independientes que permite el surgi-miento del Pachakutik-. Pero también las re-formas implican un fortalecimiento del presi-dencialismo y un desmontaje de las áreas es-tatales y sociales.

Un aporte importante tiene que ver con elreconocimiento de una tendencia de fondorespecto a la diversificación del movimientoindígena, lo cual se produce desde hace variasdécadas pero se acelera en los 90. Esa diversi-ficación explicaría en buena parte las dificul-tades actuales del movimiento para contarcon una propuesta ideológica y política unifi-cada y coherente. En este campo el libro daelementos para comprender los debates ac-tuales sobre el perfil programático del movi-miento (propuesta étnica vs. propuesta am-plia de cambios ante la hegemonía neolibera-lismo), las alianzas (las potencialidades deunir una base rural o integrar a sectores mes-tizos), las estrategias (institucionales o de lu-cha directa) y el propio carácter del Pachaku-tik (partido indio o partido pluricultural). Enese sentido, el libro indaga las dos lecturas entorno al desarrollo del movimiento indígena:¿Es comprendido como el eje central de unaestrategia de cambio radical y estructural dela sociedad? ¿O es comprendido como unmovimiento más modesto en sus aspiracionesde cambio social, que busca afectar las rela-ciones interétnicas y por esa vía transformaruno de los aspectos de la sociedad?

Los autores van más allá de ciertas lecturasdicotómicas argumentando, junto con MarcSaint-Upéry, que el discurso étnico y el decambio social no son excluyentes ni antagóni-cos sino parte de una misma agenda. La utili-zación de la categoría del transformismo tam-bién ayuda a entender un proceso de refor-mas pero también de compromisos de las ca-pas subalternas. Se podría decir que el estadoecuatoriano es de alguna manera un “Estadotransformista” que acepta demandas avanza-das como las de los derechos colectivos así co-mo la constitución de un polo político comoel Pachakutik pero buscando “sujetar” al mo-vimiento.

Si bien el análisis sobre el estado transfor-

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mista o camaleónico está planteado de mane-ra en gran parte hipotética, es una pista quepermite leer la complejidad de los cambiosante los cuales el movimiento indígena no tie-ne todas las respuestas, lo cual revela sus va-cíos en su proyecto étnico y programático.

Realizar un estudio del ajuste y el movi-miento indígena deja también algunos vacíos,como es el comportamiento de los sectoresdominantes del país y las dificultades en la re-forma del Estado. En buena parte el análisisda una lectura evolutiva de la reforma neoli-beral, dejando al margen las trabas y obstácu-los que esta tiene en el Ecuador. Así, quedafuera del foco del estudio la crisis política y -en particular- los problemas que afectan a laselites dominantes de la Costa y la Sierra, lacrisis de los partidos y los problemas de go-bernabilidad.

Antes de terminar quiero reafirmar treselementos adicionales que le hacen más inte-resante el libro. En primer lugar, combina en-tradas de varias disciplinas: desde la sociolo-gía rural, especialidad de Guerrero, y la antro-pología y la historia, especialidades de Ospi-na, de manera que logra mirar la realidad endiversos planos. Además, sistematiza los de-bates de los 90, tanto de los intelectuales de laacademia como del movimiento indígena, locual le convierte en una “línea de base” paralos debates actuales. Por último, se trata de unlibro bien escrito, creativo, con muchas imá-genes, con un manejo documentado de lasfuentes y una integración viva de los concep-tos con la realidad.

Santiago Ortiz

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Aporte el

de su impuesto a la Renta para laFLACSO

Asi, laeducación

en elEcuador

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COYUNTURA

Violencia:peligros autoritarios y desafíos democráticosAugusto Barrera Guarderas

Recursos genéticos, conocimientos tradi-cionales y propiedad intelectual: piezas claves en los TLCMaría Fernanda Espinosa

DOSSIER

Dolarización y desdolarización:elementos para el debateIntroducción al DossierFander Falconi

Auge y derrumbe de la convertibilidadargentina:lecciones para EcuadorSaúl Keifman

América Latina:buscando el rumbo perdidoCarlos Parodi Trece

Dolarización y desarrollo humnao enEcuadorCarlos Larrea M.

Dolarización o desdolarización¡esa no es toda la cuestión!Alberto Acosta

Costos del abandono de la dolarización en EcuadorMarco P. Naranjo Chiriboga

El dólar vale másUna reflexión sobre dinero, Estado e identidadEmilia Ferraro

DEBATE

La construcción social y cultural de la músicaComentarios al dossier de Íconos 18Hernán Ibarra

La identidad colectiva y el proceso de mo-dernización:entre coerciones universalistas y valores particularistasH. C. F. Mansilla

DIÁLOGO

Otra globalización es posibleDiálogo con Boaventura de Sousa SantosFernando García y Miguel Chavarría

TEMAS

Es la lógica algo obsoleto?Un análisis de los acuerdos sobre la base de MantaTeodoro Bustamante

Sin el Fondo, ¿quién estará fuera del mundo?Teoría y práctica de la intervención del FMI en América LatinaFrancesco Martone

Elaborando el silencio:la respuesta de Sor Juana Inés de la CruzMercedes Prieto

FRONTERA

La provocadora soledad de la teoríaA propósito de la herencia intelectual de NorbertoBobbioJulio Echeverría

Las búsquedas de Norbert LechnerFelipe Burbano de Lara

RESEÑAS

José Antonio Figueroa Pérez,Del nacionalismo al exilio interior:el contraste entre la experiencia modernista en Cataluña y los Andes americanos,Roberto Follari

Luciano Martínez Valle,Dinámicas rurales en el subtrópico,María Dolores Vega

Carlos Larrea,Pobreza, dolarización y crisis en el Ecuador,Gustavo Arteta

Tamara Estupiñán,Tras las Huellas de Rumiñahui,Carlos Espinosa

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