II DOMINGO DE CUARESMA• AÑO / B • Mc 9, 2-10 · la noche seguir a Jesús. La tenta-ción era:...

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II DOMINGO DE CUARESMA• AÑO / B • Mc 9, 2-10 ● Primera lectura ● Gn 22, 1-2.9-13.15-18 “Te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes”. ● Salmo ● Sal 115 ● “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”. ● Segunda lectura ● Rm 8, 31b-34 ● “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros”. ● Evangelio ● Mc 9, 2-10 ● “Este es mi Hijo, el Amado, escuchadle”. Mc 9, 2-10 2 Seis días después Jesús tomó consigo a Pe- dro, a Santiago y a Juan, y los llevó a un mon- te alto a solas. Y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron de una blancura res- plandeciente, como ningún batanero de la tie- rra podría blanquearlos. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés hablando con Jesús. 5 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 6 Es que no sabía lo que decía, pues estaban asustados. 7 Una nube los cubrió con su som- bra; y desde la nube se oyó una voz: «Éste es mi hijo amado. Escuchadlo». 8 Miraron inmediatamente alrededor, y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó que no contasen a nadie lo que habían vis- to hasta que el hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos. 10 Ellos guardaron el secreto, pero discutían qué querría decir con eso de «resucitar de entre los muertos». Oremos al Señor para que, como en el caso de Pe- dro, Juan y Santiago, Dios nos muestre el rostro de Jesús, nos revele a su Hijo amado y que nos anime a que le escuchemos. ¿Qué es lo que Dios nos quiere hacer com- prender en este relato? Seguramente lo mismo que a los Apóstoles: que Jesús, el que nació en la pobreza, el que trabajó con sus manos, el que vivió treinta años en una vida humilde en Nazaret, el que anunciaba el Reino, el que realizaba algunos milagros… es el Hijo amado de Dios y al que tenemos que escu- charle. O sea que tenemos que hacer lo que Él nos dice. Contemplo la escena grandiosa de la transfigu- ración con Jesús, Moisés y Elías y los Apóstoles que ven la gloria de Dios y oyen las palabras de la nube. Todo ello unido a los anuncios de la pasión y resurrección haciendo un sólo cuadro. Contemplo este anticipo de lo que será la gloria. Esta contemplación, como en el caso de la trans- figuración, me lleva a la vida de cada día, al com- promiso es ahí donde realizamos la obra del Padre. Pidámosle a Dios que nos ayude a escuchar a su Hijo y a realizar lo que Él nos dice. Llamadas. Dialogo con el Señor sobre todo lo que he con- templado.

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II DOMINGO DE CUARESMA• AÑO / B • Mc 9, 2-10

● Primera lectura ● Gn 22, 1-2.9-13.15-18 ● “Te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes”.

● Salmo ● Sal 115 ● “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.

● Segunda lectura ● Rm 8, 31b-34 ● “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros”.

● Evangelio ● Mc 9, 2-10 ● “Este es mi Hijo, el Amado, escuchadle”.

Mc 9, 2-10 2 Seis días después Jesús tomó consigo a Pe-dro, a Santiago y a Juan, y los llevó a un mon-te alto a solas. Y se transfiguró ante ellos. 3

Sus vestidos se volvieron de una blancura res-plandeciente, como ningún batanero de la tie-rra podría blanquearlos. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés hablando con Jesús. 5 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 6

Es que no sabía lo que decía, pues estaban asustados. 7 Una nube los cubrió con su som-bra; y desde la nube se oyó una voz: «Éste es mi hijo amado. Escuchadlo». 8 Miraron inmediatamente alrededor, y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó que no contasen a nadie lo que habían vis-to hasta que el hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos. 10 Ellos guardaron el secreto, pero discutían qué querría decir con eso de «resucitar de entre los muertos».

Oremos al Señor para que, como en el caso de Pe-dro, Juan y Santiago, Dios nos muestre el rostro de Jesús, nos revele a su Hijo amado y que nos anime a que le escuchemos. ¿Qué es lo que Dios nos quiere hacer com-prender en este relato?

● Seguramente lo mismo que a los Apóstoles: que Jesús, el que nació en la pobreza, el que trabajó con sus manos, el que vivió treinta años en una vida humilde en Nazaret, el que anunciaba el Reino, el que realizaba algunos milagros… es el Hijo amado de Dios y al que tenemos que escu-charle. O sea que tenemos que hacer lo que Él nos dice.

● Contemplo la escena grandiosa de la transfigu-ración con Jesús, Moisés y Elías y los Apóstoles que ven la gloria de Dios y oyen las palabras de la nube. Todo ello unido a los anuncios de la pasión y resurrección haciendo un sólo cuadro. ● Contemplo este anticipo de lo que será la gloria. ● Esta contemplación, como en el caso de la trans-figuración, me lleva a la vida de cada día, al com-promiso es ahí donde realizamos la obra del Padre. ● Pidámosle a Dios que nos ayude a escuchar a su Hijo y a realizar lo que Él nos dice. ● Llamadas. ● Dialogo con el Señor sobre todo lo que he con-templado.

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Notas para fijarnos en el Evangelio

● El Evangelio de Marcos nos ha re-latado el anuncio de la pasión y muerte de Jesús y las enseñanzas sobre las renuncias que pide el se-guimiento de Jesús, la necesidad de tomar cada uno su cruz para seguir-le.

● A continuación el evangelista nos ofrece el relato de la transfigura-ción, como para decirnos que quien será crucificado es el Resucitado, al que crucificarán es el Hijo de Dios. Ante el desasosiego que pueden causarles estas palabras que anun-cian, en un primer momento, un desenlace terrible: la muerte violen-ta y la necesidad de tomar cada uno su cruz Jesús quiere afianzar la fe de sus discípulos y les muestra su otra cara: Él es el Hijo amado de Dios, Él es Dios.

● Jesús se da a conocer, Dios lo muestra a los tres Apóstoles. Es Dios quien toma la iniciativa de re-velar la identidad de Jesús, como lo hizo en el momento del Bautismo.

● Todo el relato acontece en la mon-taña, lugar de encuentro con Dios, ámbito de presencia de Dios. Es ahí donde Dios se les muestra a los Apóstoles.

● La presencia de Moisés y de Elías simboliza la Ley y los Profetas, con lo que nos dice que con Jesús la his-toria de salvación ha llegado a su plenitud.

● Pedro, con la indicación de hacer tres chozas, quiere prolongar aque-lla situación gloriosa, es una tenta-ción. Aquello fue algo muy breve y lo propio del momento era bajar de la montaña, afrontar las dificultades y las alegrías de la vida, tomar el camino de la cruz y durante el día y la noche seguir a Jesús. La tenta-ción era: no querer afrontar el tra-bajo del anuncio del mensaje de Je-sús. Pero la obra de Jesús necesita-ba manos, personas. Su lugar era en el mundo, bajo de la montaña en

el llano, en la vida de cada día es donde el proyecto de Jesús tenía que ser anunciado. También ahora.

● De la nube, de Dios viene la voz que anuncia: Este es mi Hijo amado, escuchadle. Hay una diferencia con la voz del bautismo. En aquel mo-mento esta voz se dirigía sólo a Je-sús, ahora esta voz se dirige a los discípulos, con el añadido de que hay que escucharle.

● Con ello Dios muestra la relación íntima que existe entre Él y Jesús. Todos somos hijos de Dios pero Je-sús es el Hijo amado de Dios.

● A ese Hijo, a Jesús, el Padre quie-re, nos manda, que le escuchemos.

● Esta es una de nuestras misiones, esta es una de las mejores cosas que podemos hacer: Escucharle para conocerlo y amarle, así poderlo se-guir y con todo ello poder darlo a conocer. Para hacer que muchos sean sus seguidores y así entre to-dos cooperemos en la construcción del proyecto de Dios Padre.

● Para finalizar Jesús les invita a que guarden silencio, sólo a la luz de la resurrección es posible comprender y asumir estos hechos.

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Este es mi Hijo amado, escuchadlo

Una vez en tu vida, Señor Jesús, les mostraste a tres de los tuyos, a tus más allegados, a Pedro, Santiago y Juan tu cara oculta, tu divinidad. Fue un tiempo breve. Fue después de que les anunciaste tu pasión y tu resurrección, después de que les dijiste que para seguirte había que tomar la cruz de cada día, renunciar a algunas cosas y a algunos comportamientos.

Fue en lo alto de la montaña donde Dios Padre muestra a tus íntimos que Tú, Señor Jesús, eres el Hijo amado de Dios.

Tú, Dios Padre, eres quien les dices, nos dices quien es Jesús. Juan Bautista identificó a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y el centurión al pie de la cruz lo identificó diciendo: “verdaderamente este es el Hijo de Dios”. Yo me pregunto: ¿Cómo identifico a Jesús? ¿Qué digo de Ti? ¿Quién eres para mí?

Como consecuencia de la afirmación de Dios se nos manda que le escuchemos: “Escuchadle”. Es lo mejor que podemos hacer.

Tú, Señor Jesús, tienes palabras de vida eterna Porque tus palabras vienen del Padre.

En esas estamos, ese es uno de nuestros trabajos o de nuestras misiones: escucharte, Señor Jesús.

Escucharte cada día, oír tu Palabra “Oh Cristo o Verbo. Vos sois mi Señor y mi único Maestro. Hablad Señor, que os quiero escuchar y quiero practicar vuestra palabra porque sé que viene del cielo.

Quiero escucharla, quiero meditarla, quiero ponerla en práctica, porque en vuestra palabra está la vida, la alegría, la paz y la felicidad. Hablad, Señor, que sois mi Señor y mi Maestro. No quiero escuchar a nadie más”.

Ayúdanos, Señor Jesús, a reconocerte como Hijo amado del Padre y de una forma especial ayúdanos a escucharte, a tenerte como nuestro mejor maestro como lo han hecho y lo están haciendo tantas personas en nuestro mundo.

Ayuda a nuestros grupos y a nuestras comunidades a que den un tiempo de sus vidas a escucharte.

Perdón, Señor Jesús, porque doy mi tiempo a escuchar a muchas personas y me olvido de que Tú eres al primero a quien debería escuchar, porque escuchándote es como mejor me va.

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VER

C uando un actor de teatro estrena una obra, o un cantante va a dar un concierto, o un

deportista va a competir, es corriente que di-gan: “Vengo dispuesto a darlo todo”, ya sea en el escenario o en el terreno de juego. Y todos entendemos lo que quiere decir: que va a poner todo su empeño y se va a esforzar al máximo en hacer lo que debe del mejor modo posible, y los espectadores valoramos y agradecemos esa disposición, aunque en el fondo no esperamos otra cosa. De hecho, si no fuese así, si un actor, cantante o deportista dijese: “Vengo dispuesto a dar pero hasta cierto punto, todo no”, sería criticado y pronto perdería el favor del público.

JUZGAR

E stamos en el tiempo de Cuaresma, un tiem-po en el que sigue sonando la invitación que

Jesús nos hizo el domingo pasado: Convertíos y creed la Buena Noticia. Y desde esta llamada a la conversión, tenemos que recordar que noso-tros, como cristianos, tenemos que estar dis-puestos a darlo todo, como hemos escuchado en la 1ª lectura que lo estuvo Abrahán. Eviden-temente, Dios no quería que le sacrificase a Isaac, sino que puso a prueba a Abrahán para que éste pusiese de manifiesto su total disposi-ción a darlo todo a Dios, sin reservarse nada, ni a su propio hijo.

Como parte de nuestro ejercicio cuaresmal, hoy debemos preguntarnos con sinceridad en la ora-ción si nosotros de verdad estamos dispuestos a darlo todo a Dios, o bien nos reservamos una parte, si hay alguna dimensión de nuestra vida en la que no queremos que Dios entre, si esta-mos poniendo límites a nuestro seguimiento.

Si somos sinceros reconoceremos que nos da miedo la radicalidad del seguimiento de Cristo. Pero del mismo modo que un actor, un cantante o un deportista, para poder darlo todo, necesi-tan “tener tablas”, haber ensayado o haber se-guido un entrenamiento riguroso, nosotros tam-bién debemos ejercitarnos en el seguimiento de Cristo, aprendiendo a ir dándonos en las peque-ñas cosas de lo cotidiano hasta que seamos ca-paces de darlo todo, de darnos del todo.

Y para que seamos capaces de darlo todo por Él, Dios antes nos lo ha dado todo en Cristo, como hemos escuchado en la 2ª lectura: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entre-gó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? Siempre, pero especialmente en Cuaresma, debemos contemplar la entrega total de Cristo por nosotros, para ir perdiendo el miedo a darlo todo por Él, porque si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Y

como a los discípulos, también a nosotros nos muestra hoy con su transfiguración la meta a la que llega quien está dispuesto a darlo todo co-mo Él lo dio. Estamos llamados a compartir su gloria y Él mismo intercede por nosotros.

ACTUAR

¿A lguna vez he visto a un actor, cantante o deportista que “lo haya dado todo”? ¿He

tenido yo la experiencia de “darlo todo”? ¿Cómo me sentí? ¿Estoy dispuesto a darlo todo a Dios, como Abrahán, o hay algo que me reservo? ¿Qué supone para mí que Cristo lo haya dado todo por nosotros y por nuestra salvación? ¿Tengo presente la meta de gloria a la que Cristo nos llama?

Como hemos dicho, para ser capaces de darlo todo a Dios, nosotros debemos ejercitarnos en el seguimiento de Cristo, aprendiendo a ir dán-donos en las pequeñas cosas de lo cotidiano. Y para ayudarnos en este ejercicio diario, Dios nos sigue dando todo en Cristo, cada día, en la Eu-caristía, memorial de su entrega, de su muerte y resurrección. Vivamos siempre la Eucaristía como ese pequeño momento de transfiguración, en el que podemos gustar de nuevo la meta de gloria a la que estamos llamados, para que con Él y como Él, estemos dispuestos a darlo todo, a darnos del todo, y así un día podamos compartir su resurrección y su vida eterna.

Acción Católica General Alfonso XI, 4 - 5º 28014 Madrid

www.accioncatolicageneral.es [email protected]

Ver ● Juzgar ● Actuar “Dispuestos a darlo todo”

“Dispuestos a darlo todo”