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Antropología filosófica I III. OBJETO, MÉTODO Y FUNCIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA La vida humana como objeto de la antropología filosófica La antropología filosófica no tiene un objeto dispuesto a ser estudiado con un método determinado. El ser humano debe ser estudiado como un objeto siendo sujeto. Además, la filosofía no habla de ningún “objeto” sino de los ámbitos o condiciones en que se dan los objetos. El ser humano nunca puede ser entendido como objeto, y aunque esté en el mundo como un objeto más siempre es necesario tener presente su dimensión de sujeto. Este es uno de los elementos críticos frente a las ciencias humanas. Hemos rechazado la articulación negativa, en la que se expulsaba a las ciencias humanas al reino de lo inesencial, explicando una posible relación entre ambos ámbitos del saber. Hemos defendido la necesidad de una consideración positiva de todas las ciencias humanas o del ser humano. Si tratan de lo otro es que somos realmente otro y en ese caso las ciencias de lo humano nos dan a conocer una dimensión básica nuestra que trata de mostrar los marcos universales determinados que encauzan la vida humana. Frente a este sentido de la antropología, la filosofía del ser humano descubre un nivel que no es abordado por la ciencia, el nivel de la indeterminación. La antropología filosófica debe tratar de mostrar en las ciencias la presencia actuante en el ser humano de un nivel que no se deja eliminar ni explicar por las ciencias de lo humano, la mismidad, el ser uno mismo, el proyecto de lo que queremos ser. Por otro lado, hemos expuesto un segundo nivel básico de la relación entre la antropología filosófica y las ciencias humanas, abordado desde la consideración práctica inherente a las ciencias humanas, porque no solo son teorias sobre la realidad, sino también teorías prácticas, en las cuales se trata de apropiarse de las prácticas sociales de los seres humanos para interactuar con ellos y resolver los problemas que ponen en marcha esas ciencias. La tarea es unificar estas dos líneas. ¿Qué es la indeterminación, la trascendencia que el ser humano muestra respecto a los social y a lo biológico?, ¿qué es lo que realmente queremos decir con la palabra “mismidad”? Por un lado, el ser humano no es totalmente otro, sino que es también uno mismo, es decir, no actúa solo de modo determinado, sino que él puede autodeterminarse, Además, cada pueblo da un sentido a la vida y al ser humano, un sentido práctico. La mismidad, el hacer en nuestra vida, actúa en este contexto. La mismidad es primeramente una mismidad que está dada socialmente y que varía de una sociedad a otra. La autodeterminación pasa por la formación de una imagen que dirija la acción. Estás imágenes están presentes en cada sociedad y son ellas las que dicen cómo actuar. Este hecho constituye el núcleo de la justificación de la antropología filosófica. Cuando hablamos de mismidad es en un plano individual; el hombre no está biológica o socialmente determinado de modo total. La imagen que dirige la acción humana actúa, primero en un plano social y luego en el individual. La mismidad está mediatizada por la sociedad y la cultura. Pero esta mismidad no debe ser vista como un motivo de determinación. La ceguera para ver el carácter de trascendencia que late en el hecho mismo de asumir una mismidad en la sociedad ha impedido a la antropología filosófica el asumir toda la problemática de las ciencias humanas del s. XX. La mismidad es inicialmente una mismidad social. El yo que está detrás de las ciencias es un yo cuyo contenido lo dicen los otros. Esto no impide la reconstrucción a partir de ahí del yo o de la mismidad. Si pasamos de la mismidad abstracta a esta mismidad no perdemos el ámbito de las diferencias del hombre. Si el yo mismo descubierto no es un yo vacío sino un yo definido desde la sociedad, es que lo que caracteriza a ese ser humano es el saberse definido, el tener una identidad, al referirse a sí mismo como alguien. Este punto constituye el pilar de la antropología filosófica. La importancia de este punto es tal que en realidad el objeto de la antropología filosófica no es otro que la imagen o definición que los seres humanos dan de sí mismos, intentando introducir un principio de evaluación de esas imágenes. Esas imágenes pertenecen a la construcción del ser humano que en consecuencia no puede concebirse al margen de esas autoimágenes. Este hecho es lo que los sociólogos han llamado la “ley de recurrencia” o “recursividad”: ...la idea que nos hacemos de nosotros mismos nos transforma hasta el punto de que concluimos por convertirnos en aquello que creemos ser; la idea que nos formamos acerca de la realidad social basta para producir cambios en esa realidad (ROGER BASTIDE)

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Tema 3 de Antrpología Filosófica IUNED

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Antropología filosófica I

III. OBJETO, MÉTODO Y FUNCIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA La vida humana como objeto de la antropología filosófica La antropología filosófica no tiene un objeto dispuesto a ser estudiado con un método determinado. El ser humano debe ser estudiado como un objeto siendo sujeto. Además, la filosofía no habla de ningún “objeto” sino de los ámbitos o condiciones en que se dan los objetos. El ser humano nunca puede ser entendido como objeto, y aunque esté en el mundo como un objeto más siempre es necesario tener presente su dimensión de sujeto. Este es uno de los elementos críticos frente a las ciencias humanas. Hemos rechazado la articulación negativa, en la que se expulsaba a las ciencias humanas al reino de lo inesencial, explicando una posible relación entre ambos ámbitos del saber. Hemos defendido la necesidad de una consideración positiva de todas las ciencias humanas o del ser humano. Si tratan de lo otro es que somos realmente otro y en ese caso las ciencias de lo humano nos dan a conocer una dimensión básica nuestra que trata de mostrar los marcos universales determinados que encauzan la vida humana. Frente a este sentido de la antropología, la filosofía del ser humano descubre un nivel que no es abordado por la ciencia, el nivel de la indeterminación. La antropología filosófica debe tratar de mostrar en las ciencias la presencia actuante en el ser humano de un nivel que no se deja eliminar ni explicar por las ciencias de lo humano, la mismidad, el ser uno mismo, el proyecto de lo que queremos ser. Por otro lado, hemos expuesto un segundo nivel básico de la relación entre la antropología filosófica y las ciencias humanas, abordado desde la consideración práctica inherente a las ciencias humanas, porque no solo son teorias sobre la realidad, sino también teorías prácticas, en las cuales se trata de apropiarse de las prácticas sociales de los seres humanos para interactuar con ellos y resolver los problemas que ponen en marcha esas ciencias. La tarea es unificar estas dos líneas. ¿Qué es la indeterminación, la trascendencia que el ser humano muestra respecto a los social y a lo biológico?, ¿qué es lo que realmente queremos decir con la palabra “mismidad”? Por un lado, el ser humano no es totalmente otro, sino que es también uno mismo, es decir, no actúa solo de modo determinado, sino que él puede autodeterminarse, Además, cada pueblo da un sentido a la vida y al ser humano, un sentido práctico. La mismidad, el hacer en nuestra vida, actúa en este contexto. La mismidad es primeramente una mismidad que está dada socialmente y que varía de una sociedad a otra. La autodeterminación pasa por la formación de una imagen que dirija la acción. Estás imágenes están presentes en cada sociedad y son ellas las que dicen cómo actuar. Este hecho constituye el núcleo de la justificación de la antropología filosófica. Cuando hablamos de mismidad es en un plano individual; el hombre no está biológica o socialmente determinado de modo total. La imagen que dirige la acción humana actúa, primero en un plano social y luego en el individual. La mismidad está mediatizada por la sociedad y la cultura. Pero esta mismidad no debe ser vista como un motivo de determinación. La ceguera para ver el carácter de trascendencia que late en el hecho mismo de asumir una mismidad en la sociedad ha impedido a la antropología filosófica el asumir toda la problemática de las ciencias humanas del s. XX. La mismidad es inicialmente una mismidad social. El yo que está detrás de las ciencias es un yo cuyo contenido lo dicen los otros. Esto no impide la reconstrucción a partir de ahí del yo o de la mismidad. Si pasamos de la mismidad abstracta a esta mismidad no perdemos el ámbito de las diferencias del hombre. Si el yo mismo descubierto no es un yo vacío sino un yo definido desde la sociedad, es que lo que caracteriza a ese ser humano es el saberse definido, el tener una identidad, al referirse a sí mismo como alguien. Este punto constituye el pilar de la antropología filosófica. La importancia de este punto es tal que en realidad el objeto de la antropología filosófica no es otro que la imagen o definición que los seres humanos dan de sí mismos, intentando introducir un principio de evaluación de esas imágenes. Esas imágenes pertenecen a la construcción del ser humano que en consecuencia no puede concebirse al margen de esas autoimágenes. Este hecho es lo que los sociólogos han llamado la “ley de recurrencia” o “recursividad”:

...la idea que nos hacemos de nosotros mismos nos transforma hasta el punto de que concluimos por convertirnos en aquello que creemos ser; la idea que nos formamos acerca de la realidad social basta para producir cambios en esa realidad (ROGER BASTIDE)

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Lo que pensamos de nosotros “recurre” en la realidad, se hace real. El conocimiento es el principio de una acción: según sea el conocimiento será la acción. En este rasgo radica lo que aplicado a la sociedad, pero que tiene sus raíces en lo individual, se llama el TEOREMA DE THOMAS o la profecía que se cumple a sí misma. La formulación o presencia de un conocimiento sobre un individuo o sobre un grupo social cambia la situación e incide en ella. El conocimiento, por tanto, es parte constitutiva de la sociedad o de los individuos. Esto tiene una máxima relevancia para la fundamentación de una antropología filosófica porque la indeterminación no es otra cosa sino la radical necesidad que el ser humano tiene de determinarse para ser, de autorreferirse a sí mismo, de autoconocerse, de darse una identidad. Este es un rasgo básico del ser humano, la preocupación por su propio ser. Esta preocupación constituye la estructura ontológica del ser humano. Como dice HEIDEGGER en “Qué es metafísica”, la diferencia entre el ser humano y los otros seres es que éstos no existen, solo el ser humano existe, porque en su ser le preocupa su ser, esa es su diferencia óntica. Esto es lo que late en las múltiples voces que proclaman que el ser humano no es sino que se hace, que tiene historia, que tiene que determinarse desde otros puntos que no sean naturales. La vida humana está referida a la vivencia de uno mismo en unos marcos determinados pero que en mi propia vida quiero reconfigurar. El objeto de la antropología, el ser humano, se concreta en la vida humana porque el ser humano se hace en su vida. Por tanto las categorías y modo de ser de la vida humana serán el tema y objeto fundamental de la antropología filosófica, entendida la vida humana desde los logros hasta aquí alcanzados. DILTHEY descubrió y describió las características de la vida humana, sus categorías de presente, pasado y futuro; el rasgo de ser un transcurso que se constituye en discurso. Lo que caracteriza la vida humana es el ser biográfica, como tanto dijo ORTEGA. Por ella se puede decir que lo que es el ser humano depende de la autointerpretación que haga de su vida, del significado que dé a su historia. La autointerpretación es lo que define la vida humana, que así no solo es transcurso y decurso sino también discurso, porque es una vida hecha por nosotros mismos mediante una selección de momentos de ese decurso para con ellos constituir una estructura de significados que forma la biografía, lo que es una persona. Objeto y método de la antropología filosófica La antropología filosófica es el ensayo de pensar conceptualmente al ser humano en la medida en que este se piensa a sí mismo a la vez que piensa el tejido de la vida que lo constituye. La necesidad de que las diversas ciencias humanas estudien el modo en que cada cultura piensa al ser humano hace a la antropología filosófica dependiente de estas ciencias humanas. Pero la filosofía no puede ser solo la biblioteca que recoja la multiplicidad de esas imágenes, sino que su objetivo es buscar un principio de evaluación que permita ordenarlas ajustadas a los datos históricos y a las posibilidades humanas. Tal evaluación es práctica, ya que implica la orientación sobre el camino que el ser humano debería tomar en su autointerpretación. El primer paso del método es el análisis conceptual de la experiencia de uno mismo en todas las implicaciones que la experiencia tiene y que configuran el marco de su vida. Somos testigos de nuestra propia vida y los sujetos a quienes preguntar por el ser humano. La antropología filosófica debe partir de la autotestimonialidad. A esto se oponen dos obstáculos:

Nuestra experiencia vivida puede estar ya interpretada, por lo que sería necesaria una “deconstrucción” de las teorías previas. Esto es difícil, ya que las interpretaciones de la vida humana están entretejidas con la vida misma. el hecho de determinarse a interpretar la realidad desde la experiencia propia no desactiva las interpretaciones anteriores. La intención de la antropología filosófica es la instauración de una idea reguladora del análisis que tiene que empezar por una revisión deconstructora de las interpretaciones de la vida humana y de sus fenómenos que ruedan por nuestro lenguaje y por nuestra cultura.

La dificultad de determinar qué es realmente la autoexperiencia y cuál es su alcance.Pretendemos, basados en nuestra experiencia personal, ofrecer una imagen del ser humano que tenga un alcance

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universal. Será preciso matizar el sentido de la autoexperiencia y su alcance y profundizar en la relación de la autoexperiencia con otras posibilidades de experiencia humana.

¿Qué experiencias se deben analizar en la antropología filosófica? Toda experiencia es experiencia humana, con lo que todo entraría en el terreno de la antropología filosófica. Aunque HEIDEGGER se opone a ello, hay una tradición a considerar su principal obra “Ser y tiempo” como una introducción a la antropología filosófica, ya que en él aparecen la mayor parte de los problemas de la filosofía. En efecto, si queremos analizar lo humano, toda la filosofía entraría en nuestro objetivo, con lo que la antropología filosófica se disolvería en la filosofía misma. De ahí la importancia por fijar unos límites. La vida humana, con la fórmula de ORTEGA, es la REALIDAD RADICAL y por ello es el ámbito donde se encuentra toda realidad. MARÍAS se pregunta que si de este modo no se identificaría con el todo de la realidad, con la suma de todo lo real. La respuesta aclara otro punto ya que en ella late la dificultad más radical de la antropología filosófica y que llevó a que tanto HUSSERL como a HEIDEGGER a rechazar que sus filosofías fueran concebibles como antropologías filosóficas. Si en sus posturas hay algo de verdad, no dicen toda la verdad, porque lo único que quieren decir es que el modo de ser del humano no es como el de otros seres, por el hecho de incluir una relación a sí mismos, que los constituye. La antropología filosófica no puede ignorar esa dimensión, sino que tiene que dar cuenta de este en lo que ES. En estos autores, el rechazo de la antropología filosófica radica en que parece tomar como objeto al ser humano como ente que existe entre otros, como un animal que destaca con unos rasgos peculiares. Cuando se trata descubrir o expresar la esencia del ser humano es cuando se trata del problema filosófico por antonomasia. HUSSERL en las primeras páginas de “La crisis” explica que su fenomenología pretende reconstruir el sujeto racional, por lo tanto es una antropología filosófica, es decir, una filosofía que quiere expresar la esencia del ser humano. El ser humano no es una realidad entre otras sino que es una realidad a la que todas las demás se refieren. Por eso el método de análisis conceptual de la autoexperiencia es necesariamente lo que se ha dado en llamar un método trascendental, un método que no se interesa tanto por lo “radicado” como por las estructuras que posibilitan esa radicación, en el sentido en que el conocimiento trascendental se las tiene que haber no con objetos sino con las condiciones de posibilidad de los objetos. La antropología filosófica tiene como objetivo describir y analizar las estructuras de la vida humana, lo que JULIÁN MARÍAS llama “la teoría analítica de la vida humana”, es decir, las estructuras que el autoanálisis muestra como presentes en toda experiencia humana. Este autoconocimiento es abstracto. Las estructuras son solo el primer andamiaje en el que se asienta la vida humana; pero esta vida no es relación al mundo, al tiempo, al espacio, a la sociedad, a la historia; sino que transcurre en unas configuraciones muy precisas que le dan contenido y que nos es preciso concretar. Para que la vida que la antropología filosófica debe analizar sea una vida concreta, debemos pasar a lo que MARÍAS llamaría la estructura empírica de la vida a la cual pertenecen todas las determinaciones que son elementos empíricos pero estructurales, previos a cada biografía concreta. Los escenarios en los que la vida humana se articula son en el contexto familiar, donde el carácter sexuado toma forma en el amor; en el contexto de poder o dominio, en el juego cuando negamos o nos distanciamos de estos contexto, y además, en el fenómeno de la muerte. Todo esto sirve de soporte para la biografía humana. La vida de uno es el transcurso de la vida a través de esos fenómenos, que son fundamentales ya que en ellos se manifiesta la variedad de la vida humana, para cuya explicitación son evidentes los límites de la autoexperiencia, ya que el acceso a esa variación se da solamente en el saber de los otros. Una vez limitado, nos queda saber las funciones de la antropología filosófica. Estas funciones no son independientes la una de la otra, sino que cualquiera de ella se remita a las otras.

Las tres funciones de la antropología filosófica La antropología filosófica como tarea crítica. En esta parte, no se pretende volver a la crítica descalificadora. El objetivo es precisar con la mayor claridad posible en que se diferencia la crítica filosófico­antropológica de la crítica inherente al propio saber científico. En la ciencia hay que distinguir

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hechos de teorías. Las teorías son sistemas de interpretación y explicación de hechos, que, una vez descubiertos y explicados, parecen poder independizarse de la teoría. La crítica científica puede actuar mostrando que los hechos descubiertos no son tales o que las hipótesis no son correctas. Nos interesa resaltar otra vertiente de la crítica, la realizada por los sociólogos del conocimiento, que serían los encargados de investigar la conexión de los paradigmas científicos con la realidad social del científico. Esta crítica actúa controlando las ciencias humanas bajo la forma de crítica de las ideologías. La crítica filosófica o la tarea crítica de la antropología filosófica acude a una experiencia extracientífica, la filosófica. Desde ella realiza una tarea crítica que ha de referirse no a los hechos ni a las hipótesis, sino a los modelos o paradigmas, en concreto a la imagen del ser humano o los presupuestos antropológicos de los que los paradigmas son expresión, ya que según pueden ser expresión de la estructura social en la que se han generado e implicar una distorsión del objeto de estudio (los seres humanos), constituyendo un enfoque erróneo o limitado de la realidad humana. La antropología filosófica como teoría y ontología. La crítica parte de la formulación explícita o implícita de una representación de lo que es el ser humano, obtenida de una reflexión filosófica. El discurso crítico es verificador y productivo verifica y juzga la adecuación de un paradigma a la experiencia humana. La crítica debe apropiarse de la experiencia que subyace a los diversos discursos sobre el ser humano para, a partir de esa experiencia, confrontarla con la experiencia propia ya mediada por la reflexión filosófica. La urgencia de la crítica será proporcional a la incidencia práctica de la imagen o concepto del hombre de que se trate, El mecanismo de la crítica siempre será el mismo, adecuación o inadecuación de la totalización de la experiencia humana dicha en los discursos científicos, filosóficos o culturales sobre el ser humano. La antropología filosófica tiene que formular, o aspirar a ello, proposiciones sobre qué es el ser humano. Es imposible llevar a cabo la crítica sin anticipar una estructura ontológica del ser humano, Lo que se quiere rechazar es el planteamiento tradicional escolástico de que el ser humano es una esencia metafísica que luego se realiza en una esencia física, un compuesto de un cuerpo material y un alma espiritual de sustancia indivisible. La tesis existencialista convierte este planteamiento en inviable, porque ese compuesto eventual podría no ser racional, convirtiendo al ser humano en un ser no real, que ya no tendría historia o biografía contada por él mismo. Rechazar que la esencia del ser humano esté en la biografía no significa rechazar que tenga una esencia. La pregunta primera y principal de la filosofía es la pregunta de qué es el hombre. La cuestión no está en la pregunta sino en la respuesta, y en el desde dónde es posible contestarla. La antropología filosófica solo es crítica si es capaz de descubrir la adecuación o inadecuación de un discurso sobre el ser humano. La crítica solo es factible si se hace desde la ontología; y sólo estará fundamentada si es abordada desde una concepción del ser humano en la que se delinee cuál es su estructura y cuáles son sus fenómenos fundamentales. La antropología filosófica como tarea utópico­moral. La antropología filosófica solo es posible si empieza a tratar a los seres humanos como seres humanos, como sujetos de una vida con sus intereses y problemas, con una biografía concreta y presente, es decir, con la totalidad de su ser, de una vida que transcurre en un discurso. La ontología del ser humano no trata con hechos sino con una vida personal que introduce ella misma valores, que es fuente de valor. La ontología del ser humano tiene que partir de poner seres humanos que implican valores y no solo hechos. La antropología exige ir a las cosas mismas. TAl exigencia es empezar tratando al otro como ser humano, ponerlo como sujeto de una vida humana, con todas sus dimensiones, reconociendolo como humano pleno. De ahí que en el caso humano no haya ontología sin moral. Un ser no es una esencia oculta, sino el comportamiento que muestra. En el ser humano, el comportamiento no es una variable fija sino que responde, a como se espera o a como se le deja que se comporte. Si al otro se le pone como cosa o animal no podrá haber antropología filosófica. Por eso poner a los otros como cosas o animales es pensarse también a uno mismo como cosa o animal, y en consecuencia, hacer imposible una antropología

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filosófica. La antropología filosófica es utópica porque puede servir para investigar en nuevos modelos de vida. Pero esas utopías deben someterse a la crítica antropológico­filosófica porque puede haber buenas y malas utopías. La importancia del control de esas utopías radica en que en el caso del ser humano lo posible puede convertirse en real, pero sabemos que no todo trato posible en relación con el ser humano es igualmente humano, pues puede potenciarlo en cuanto ser humano o tender a negarlo como tal.

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EJERCICIOS PRÁCTICOS Trate de relacionar las palabras autoimagen, autointerpretación, autoconocimiento y autobiografía. ¿En qué sentido el hecho de que el ser humano se autorrefiera impediría el hacer una antropología filosófica de “rasgos”?

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Antropología filosófica o filosofía antropológica: ¿qué resultaría estrictamente hablando más correcto? ¿Por qué?