Imagenes de Los Naturales en El Arte de La Nueva España Siglos XVI al XVIII
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IMÁGENES
E LOS N TUR LES
EN EL RTE E L
.NUEVA
ESP Ñ
siglos XV l XV
Eus VARGASLUGO
PEDRO ÁNGELES J IMÉNEZ
PABLO
EscALANTE GoNZALBO
N9_RMA FERNÁNDEZ QUINTERO
JosE
MARÍA LORENZO MAcíAs
MARITA MARTÍNEZ DEL Río DE REDO
JAIME MORERA
FERNANDO E.
RODRÍGUEZ MIAJA
Fomento Cultural
anamex
m
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EL
SOBER.ANO y su PAL.ACIO.
Los
TLACLl l .OS rRENTE AL
RETRATO, l.A HISTORIA
y
L;\
\LEGORIA
195
T1z1ANO. Retrato de Francesco Maria
della
Rovere duque de Urbino
Galleria Uffizzi, Florencia
Izquierda
anuscrito
Tovar
detalle de Moctezuma)
John Carter Brown Library, Providence
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EL SOBERANO
lNDIGENA
Y
EL RETR TO DE CORTE
lo largo del siglo XVI hubo pintores indígenas, co-
mo el maestro del Códice Telleriano, que siguieron
representando a sus antiguos gobernantes dentro
de las convenciones de la pic tografía tradi.cional.
1
Y hubo otros,
como los pintores que ilustraron la Historia, de Durán, que explo-
raron fórmulas europeas para evocar la majestad y la soberanía.
2
La
imagen del monarca mexica Chimalpopoca conserva en ambos
manuscritos tres componentes básicos de la tradición indígena: la
figura humana, el asiento con respaldo y
el
pictograma onomás-
tico; en este caso,
un
escudo del cual sale humo.
En la medida en que la ilustración de la obra de Durán
se
ale-
ja del manuscrito pictográfico, parece aproximarse a las conven-
'ciones del retrato de corte y en particular , de la Casa de Austria.3
Obsérvese la figura, de cuerpo completo y bien plantada, la mano.
que descansa en el borde de un muro, la presencia de la ventana.
También
son
recurrentes
en
el género la
mano
en la cintura y
el
rostro en tres cuartos de perfil.4 Sin embargo, percibimos
una
au-
sencia importante: a diferencia de los reyes, príncipes y duques
retratados en Europa, quienes invariablemente muestran la em-
puñadura de una espada o una espada francamente ostensi-
ble-
los
tlatoque
mexicas de la
obra
de Durán se encuentran
desarmados.Y en ello difieren no sólo del retrato de corte, sino de
la pictografía prehispánica, que solía mostrar a los soberanos pro-
vistos de lanza o espada de navajas.5 Quizá la ausencia de armas en
estas imágenes coloniales tenga un sentido similar al que percibi-
mos en la pintura mural de la sala de cabildos del ayuntamiento de
Tlaxcala, realizada
en
la década de
i560:
allí aparece Moctezuma
desarmado; su espada yace rota
en
el suelo, igual que su corona,
'
Codex Telleriano-Remensis
Austin, University of Texas Press, 1995 f 30
v.
2
FRAY
DIEGO
Du RÁN
Historia
de las
Indias
de
Nueva
España
e
islas de tierra
firme
Madrid,
Banco de Sant ander, 1990, t. I, p.
35.
3
Podemos compararlo,
por
ejemplo, con el retrato del archiduque Wenzel de Austria, rea-
l izado por
Sánchez
Coello en 1574. El modelo de
la
Casa
de Austria
fue
definido
por JuLIÁN
GÁLLEGO
Visión y símbolos
en l
pintura española del
siglo
de
oro, Madrid, Alianza Editorial,
1972 p. 26i. Véase
también
JUAN MrGUEL SERRERA La mecánica del retrato de corte';
Alon
so
Sánchez
Coello
y
el retrato en la corte de Felipe JI,
Madrid, Museo del Prado, 1990.
4 Por
ejemplo, en el retrato del príncipe don Carlos, ejecutado por Sánchez Coello hacia
1564 que hoy
se
encuentra en
el Kunsthistorisches Museum, de Viena.
5
Por
ejemplo, en el_
Códice Se/den,
láms. 12 y
13.
para simbolizar la derrota militar, la pérdida del reino.
6
Las
imá-
genes que ilustran la obra de Durán, y muchas otras del siglo xvr,
no escatiman majestad a los antiguos señores, pero los privan de
un símbolo de poder, con lo cual proyectan hacia el pasado las
consecuencias de la conquista española.
En la galería de gobernantes del Manuscrito Tovar, empa-
rentada
por
sus fuentes con la de Durán, los señores indígenas
tampoco tienen armas de guerra,7 pero sí una larga vara que ter-
mina en un conjunto de púas que
se
proyectan en diagonal y ha-
cia abajo:
se
trata de una fisga,
8
instrumento característico de los
pescadores del lago de México, quienes decían haberlo recibido
de manos del dios de la pesca, Opochtli.9 La atribución de la fis-
ga a los tlatoani mexicas subraya su carácter de gente del agua,
atlácatl
o
dicho de
otra
forma, de señores de la ciudad rodeada
de agua, de Anáhuac.
El
concepto
es
de origen prehispánico, pero
la imagen no.
La idea de inclu ir la fisga de pesca en los ret ratos
podría
proceder del conocimiento de algún modelo europeo de
caracter alegórico, del tipo del retrato de Andrea Doria como
Neptuno.
Por otra parte, la poblada barba de Moctezuma en
el
Manus
crito Tovar,
y la forma en que extiende
el
brazo para sujetar la
fis-
ga
nos recuerdan retratos cortesanos como
el
que hizo Tiziano
al
duque de Urbino,
10
aunque falta la audacia que hay en
el
escorzo
del brazo del duque al tomar la bengala. La imagen de Moctezu-
ma
exhibe además
un
aparatoso
ornamento
de plumas de quet-
zal,
y
es curioso el énfasis que
se
ha puesto en el trazo de la aleta
que sirve de base a las plumas; parecería guiarse por el diseño de
la pieza del codo de la armadura, igualmente ostensible en los re-
tratos de la época.
6
RENÉ
ACUÑA
(ed.),
Relaciones geográficas del
siglo
xv : Tlaxca/a,
México,
UNAM
Instituto
de Investigaciones Antropológicas,
1984 t.
I, pp.
47-48
y lám.19. El dibujo de la
Relación
de
Diego
Muñoz
Camargo reproduce la pintura
hoy
perdida.
7
Tovar:
Origines et
Croyances des
Indiens
du
Mexique
edición del manuscrito de Juan To-
var, preparada
por
Jacques Lafaye, Graz, París, Akademische Drucku Ve¡Jagsánstalt,
UNESCO 1972.
8
El
pelícano y la caza con fisga,
Códice
Florentino,
libro XI,
f. 29
v.
9 Códice Florentino,
facsímile, México, Secretaría de Gobernación, Archivo General de la
Nación, 1979 vol. [ libro I, apéndice,
f 39 r.
10
Francesco Maria
della
Rovere,
duque
de Urbino,
por Tiziano,
1536-1538.
Luba Freedman,
Ti-
tian s
Portraits through Aretino s Lens,
Pensilvania, University Park,
The
Pennsylvania State
University Press, 1995.
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IMÁGENES
DE LOS NATURALES EN
EL ARTE DE
LA
NUEVA
ESPAl ' íA
19 6
PouRBUS.
Retrato
del
archiduque Alberto
Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid
Al
comparar
un
retrato del archiduque Alberto
con la coro
nación de Moctezuma, en la Historia de fray Diego Durán,1
2
percibimos una vez más la afinidad de los manuscritos -men
cionados
anteriormente-
con el retrato de corte. En cuanto a la
postu ra y los ademanes, Moctezuma (corno el archiduque) pare
cería seguir las indicaciones que da Quintiliano al orador, al
apoyar el peso sobre la pie rna derecha y flexionar ligeramente
el
mismo brazo, mientras adelanta discretamente
el
brazo y la pier
na izquierdos.
1
3
Los artistas nativos no están copiando un lenguaje corporal
que les fuera del todo ajeno, pues para la fecha de nuestros manus
critos, los años ochenta del siglo xv1, hay cientos de indígenas
que tienen verdadera familiaridad con los textos latinos, que
han
estudiado retórica y conocen bien la obra de Cicerón, distinguido
orador romano. Y estos escolares, generalmente próximos a los
frailes y a los artistas que elaboraron los manuscritos que comen-
11
Retrato
del
archiduque Alberto
por Pourbus, i599, véase
Alonso Sánchez
Coello y el
retrato
en
la corte
de
Felipe JI op. cit. p. 8i.
12
FRAY DIEGO DURÁN op.
cit.
vol.
l
p.
229.
1
3
Sobre las indicaciones de Quintilia no, véaseJOHN
STBPHENS CRAWFORD The
classical ora
tor in
nineteenth century
american sculpture ,
The
American Art
Journal
vol. VI, núm.
2,
s. l. i., noviembre de i974, p. 60.
tamos, podían identificar en las poses de los grabados los precep
tos que leían en sus textos.
4
El uso de los grabados para resolver posturas y ademanes
permitía conferir a los tlatoque la cualidad de la elocuencia, esen
cial para el orador clásico y
muy
relevante para el
buen
príncipe.
CORTÉS
CABALLERO Y SOBERANO JUSTO
Hablemos ahora de Hernán Cortés, a quien se le atribuye, en los
manuscritos indígenas, una jerarquía igual y eventualmente su
perior a la de Moctezuma y los otros tlatoque nahuas.
5
1
4
Asi,
por
ejemplo, la idea de avanzar ligeramente una pierna
-aquélla que
no
soporta la
mayor parte del peso- se relaciona con la indicación de Cicerón respecto a la conveniencia
de hacer algunos énfasisdando un leve
pisotón
al principio o al final de un argumento. Véa
se
C1CERÓN Acerca
del
orador
traducción de Amparo Gaos, México,
UNAM 1995,
vol.
2,
p.
226.
1
5
Recordemos
que
a los indígenas les llama la atención
que
los soldados españoles
miren
a Cortés a los ojos, cosa
que
ellos nunca hacían ante un rey. Un ejemplo de estas represen
taciones,
en
las que la jerarquía de Corté s y
Moctezuma
se equiparan, es la lám.
38
de la
Re-
lación de
Tlaxcala donde
se reproduce una escena del
Lienzo
de Tlaxcala; véase
RENÉ ACUÑA
( ed.),
Relaciones
geográficas del
siglo xv : Tlaxcala
t. I, cuadro
38.
ANÓNIMO. Coronación de Moctezuma, en
Historia de las
Indias
de Nueva
España
e islas de
tierra
firme de Diego Durán
Biblioteca Nacional,
Madrid
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EL SOBERANO
y su PALACIO
Los
TLACLIJLÓS FRENTE AL RETRATO LA HISTORIA y LA ALEGORÍA
ANÓNIMO.
Carga de caballería, en
Descripción de la ciudad
provincia
de
Tlaxcala
de Diego Muñoz Camargo
Cortés avanza
por
el campo, acompañado de
un
pequeño
grupo, provisto de un sombrero y alegres plumas; sujeta la r ienda
de un caballo que levanta un cuar to delantero con elegancia. Este
Cortés de los pintores de Durán
16
nos recuerda grabados delAma-
dís de Gaula o de Florisel de Niquea.17
La
composición en su con-
junto y detalles, como la figura del escudero que carga la lanza al
hombro,1
8
nos hacen pensar que la escena de la llegada de los es-
pañoles a Tlaxcala
se
inspiró en la portada de algún libro de caba-
llerías. También percibimos la huella de los libros de caballerías
en los episodios de Conquista, en el Lienzo de
Tlaxcala
y en algu-
nos otros manuscritos. El jinete que carga contra la infantería ene-
miga
y
va cortando brazos
y
cabezas
1
9 se basa, sin duda, en los
grabados de aquellos libros.
16
FRAY
Drnao DuRÁN,
op.
cit., vol.
1
p. 316.
1
7 Véase la portada de El séptimo
libro
delAmadís de
Gaula,
edición de Cromberger,
1550.
Se
presenta fotografía en Carlos V Las armas y las letras, Madrid Sociedad Estatal para la Con-
memoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V Universidadde Granada, Fundación
reo, 2000, p.
321.
18
Véase la portada del Libro
tercero
del
muy
esforzado
caballero Prima/eón,
edición
de
An-
tonio
de Nicolini, i534. Se prese nta fotografía en JosÉ MANUEL LucfA MEGÍAS La imprenta
y
los
libros de caballerías,
Madrid
Ollero
y
Ramos Editores, 2000, p. 232.
1
9 Como sucede en varias de las escenas de la
Relación
de
Tlaxcala
de Diego Muñoz Camar-
go, en RENÉ AcuÑA (ed.), op.
cit.,
t.
l,
lám.145.
199
~ ~ i i l t i l i ~ i í i t ~ t r ~ ~ i b
·
c l ~ J 9 ~ p ; ~ ~ J H J ~ ~ g ~ § l a . s í n ~ 1 ~ 1 ~ > . 6
m c e i í n a . t í ~ t 1 ~ P c f µ ~ J r 0 q u c ; ~ . " ~ · • • · · · · ·
ANÓNIMO:
El
apóstol Santiago
en la portada de un impreso de i570
Esta exaltación de la valentía
y
las habilidades militares de
un
personaje, con recursos del repertorio caballeresco, era co-
mún
en la literatura y en la
pintura
que se hacía en la Europa de
aquella época. Como sabemos, la ideología del libro de caballe-
rías era un sustento import ante de la política militarista del im-
perio español, y el soberano era el primer caballero cristiano.
20
Esto
no
vale solamente para Carlos V sino también para otros
gobernantes de su época, particularmente Francisco
I
Pero volvamos a nuestro personaje. Los manuscritos pre-
sentan a un Cortés en campaña , que pue de ser evocado con estas
fórmulas caballerescas o por medio de escenas de batalla propia-
mente dichas, en las cuales Cortés figura como un personaje más
de
un
suceso colectivo
y
complejo.
21
En cualqiüer caso, después de
cada serie de acciones bélicas, Cortés suele aparecer, en varios ma-
nuscritos, sentado en una silla de caderas y rodeado
por un
grupo
de personas. Esta combinación de secuencias bélicas
y
escenas pa-
cíficas puede verse en repertorios del siglo xvr, como las series de
26
JESÚS CARRILLO y FELIPE PEREDA El caballero: identidad e imagen en la España
impe-
rial'\ ;arios V Las armas y las letras, op.
cit.,
p. 191.
to haten l Lienzo
de
Tlaxcala,
el Códice Florentino, el Códice Azcatitlan y la Historia
de
las
Indias de Nueva España e
islas
de tierra firme, de Durán.
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I M ÁGE NE S
DE
LOS NATURALES
EN EL ARTE DE
LA NUE VA ESl AflA
2
Códice
Florentino
(detalle de Cortés durant e la guerra de la Conquista)
grabados que ilustran los libros de Reyes y de Jueces en las biblias
de la época. En última instancia, el recurso procede del arte roma
no, en el cual los ciclos de campañas militares de los emperadores
se
cierran con la ceremonia de liberalitas cuando el soberano, sen
tado y con a tuendo civil, inaugura la era de paz y hace exhibición
de virtudes cívicas como la c lemencia y la justicia.
El Lienzo de
Tlaxcala
reproduce puntualme nte esta fórmula
al ofrecernos intervalos de combate, alternados con ceremonias
de paz. En una de estas ceremonias,
3
Hernán Cortés realiza dos
ademanes que llaman nuestra atención: con su
mano
derecha
parece dirigir
una
bendición al grupo de indígenas que se le apro
xima, mientras extiende el otro brazo hacia el frente con la palma
de la
mano
hacia abajo. Este último ademán procede del reper
torio de la escultura romana, y
en
la historia del arte está estre
chamente ligado al nombre de Marco Aurelio. Su ejecución más
famosa es la que se muestra en la escultura ecuestre de este em
perador, situada en lo alto de la colina del Capitolio.
Durante
el siglo
XVI,
la figura de Marco Aurelio y el ademán
de su famosa estatua ecuestre a lcanzaron gra n prestigio: en el te
rre no de las letras, Angelo Poliziano, primero, y fray Antonio de
Guevara, después,
2
4 exaltaron las virtudes de Marco Aurelio y las
consideraron ejemplares para el príncipe cristiano. La templanza,
22
LUBA FREBDMAN op. cit.
2
3 Caída de México Tenochtitlán,
Lienzo
de Tlaxcala lám.
275.
2
4
Las
obras de
FRAY ANTONIO DE
GuBVARA: Libro
áureo del emperador Marco Aurelio
y Re-
loj de príncipes se publicaron en 1528 y 1534·
Lienzo de Tlaxcala
(detalle de la capitulación de México Tenochtitlán)
la clemencia y la voluntad de buscar la paz y la justicia era n cua
lidades que se destacaban en este soberano romano.
2
5
Pero tam
bién hubo un rescate arqueológico de la figura de Marco Aurelio:
en 1515 León X ordenó que se colocaran en la colina del Capitolio
de Roma ciertos relieves alusivos a Marco Aurelio, que en la an
tigüedad habían estado situados en aquel promontorio,
26
y en
1538
la gran estatua ecuestre del emperador, que había pasado varios
siglos junto a la iglesia de San Juan de Letrán, pero que también
había pertenecido al Capitolio, fue llevada a la colina, siguiendo
un proyecto de Miguel Ángel.
2
7
La difusión de las obras de Antonio de Guevara, Libro áureo
del emperador Marco Aurelio y sobre todo, Reloj de príncipes ga
rantizaron que la recuperación del emperador romano fuera
2
5 Guevara, siguiendo las ideas de Poliziano, vinculó a Marco Aurelio con
los
ideales
del
príncipe cristiano y colocó al emperador romano en el centro de su reflexión; al dirigirse a
Carlos V
Je
pedía que siguiese el ejemplo de Marco Aurelio a quien llama sabio
filósofo
y no
ble emperador': justo y amable, paciente, severo y pacífico. M1cHABL
P
MEZZATBSTA Mar
cus Aurelius, fray Antonio de Guevara, and the ideal
of
the perfect prince in the sixteenth
century':
The
Art Bulletin vol. LXVI núm.
4
s. l i. diciembre de
1984.
1ambién son cuali
dades esenciales en el bosquejo
del
buen príncipe formulado por Erasmo. La obra de Eras
mo para aconsejar al príncipe cristiano y
en
particular, a Carlos
V
se publicó en 1516. ERASMO
DE
ROTTBRDAM Educación del príncipe cristiano Madrid, Tecnos 1996.
26
FRITZ SAXL La vida de
las imágenes Madrid, Alianza Editorial, 1989 p. 191.
2
7
Idem.
TrzrANO Retrato del dogo
Francesco
Venier
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
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IMÁGENES DE
LOS NATURALES
El-.J EL ARTE DE LA NUEVA ESPAÑA
2 2
ANÓNIMO. Entrada
triunfal de
Marco
Aurelio
Relieve romano en
el
Capitolio
universal; que las miradas
se
posaran sobre las esculturas rescata-
das de la antigüedad y vieran en ellas lo que los humanistas veían
en la historia. y
Así
cuando Ulises Aldrovandi caminaba por
el
Ca-
pitolio y observaba la estatua ecuestre exclamaba: está en hábito
y gesto de pacificador , se le ve en actitud de
un
pacificador .
28
El impacto en las artes plásticas fue
muy
grande. Papas, reyes,
príncipes, Carlos V Felipe II, el duque de Alba y otros persona-
jes de la época quedaron inmortalizados con
el
ademán de Marco
Aurelio, por solicitud suya, por mediación de algún consejero o por
decisión del artista.
2
9
Es
interesante que los nobles indígenas de Tlaxcala hayan
escogido ese ademán para representar a Cortés en la escena co-
rrespondien te a la consumación de la conquista de Tenochtitlán.
Es
muy probable que ellos tuvieran noticia de Marco Aurelio
por haber leído l Reloj de príncipes, de Guevara, pero es difícil
saber cuál fue la fuente iconográfica que usaron para el ademán.
Sin embargo, si tomamos en cuenta que el destinatario de uno
de
los ejemplares del gran
lienzo
pintado por los
tlaxcaltecas
28
Ulises Aldrovandi, citado por
MICHAEL
P.
MEZZATESTA op
cit
2
9 bid., passim.
quitlaqual maca ltu
.
Lienzo
de
Tlaxcala
(detalle del homenaje a Cortés en Tlaxcala)
era Carlos V no es extraño que hayan
procurado documentar-
se en las convenciones que podían ser familiares al gobernante
europeo.
La
estatua ecuestre de Marco Aurelio, reintegrada en
1538
a la
colina del Capitolio, estaba incompleta: había perdido la figura de
un bárbaro postrado a los pies del caballo, del cual hay todavía
noticia en la Edad Media. Sin embargo, uno de los relieves que ha-
bían acompañado a la escultura en la época romana, y que León X
había regresado a su lugar en el Capitolio, revela
el
aspecto que de-
bió tener el bárbaro. Allí vemos con claridad la corre spondencia
del ademán de Marco Aurelio con el ademán de súplica de los
vencidos, quienes esperan beneficiarse de la liberalitas del sobera-
no.30
El
bronce de
un
germano suplicante,3
1
otras estatuas y mone-
das romanas reproducen la misma fórmula.
Cuando los tlaxcaltecas recuerdan la llegada de Hernán Cor-
tés, y
el
banquete que le ofrecieron como bienvenida, se pintan a
sí mismos con
el
ademán que hemos visto en
el
repertorio roma-
no
y que aún se
empleaba
en
Europa
para rendir homenaje al
o La imagen se menciona y se reproduce en el artículo citado de Fritz saxl.
3• RICHARD BRILLIANT
Gesture and
ank
in Roman Art, New Haven, Academy of Arts
and
Sciences, 1963.
-
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EL SOBERANO y
su
PALACIO
Los
TLACUILOS FRENTE
A l RETRATO
LA HISTORIA
y LA ALEGORÍA
2 3
BERTRAM VoN MINDEN. Liberación de
los
primeros padres (detalle)
Niedersiichisches Landesmuseum, Hannover
que llegaba victorioso.32 Muñoz Camargo se refiere a la jo rnada
como el recibimiento
..
más famoso que
en el
mundo se haya
visto , y dice que nunca a príncipe del
mundo
se había hecho
otro
tal :33
Entre las imágenes conmemorativas del triunfo militar tam
bién se usó, como en Roma,
una
composición en la que aparecía
un
personaje en actitud suplicante y, frente a él, el emperador que
le tomaba la
mano
para ponerlo de
pie.34 Se
trata de una represen
tación simbólica de la
restitutio
o restitución de la dignidad y la
libertad a la provincia vencida. Con algunas variantes, la fórmu
la romana pasó al repertorio cristiano y sirvió para representar es
cenas
en
las que Dios Padre extiende su mano hacia la Tierra, para
llevar a su Hijo al cielo
y,
con mayor frecuencia, para representar
el momento en que Cristo resucitado libera del limbo a los pri
meros padres.35
3
2
Lienzo de Tlaxcala
lám. 6.
33 RENÉ cuÑ (ed.),
op.
cit.
t.
I,
p. 235
34 RICHARD BRILLIANT, op.
cit.
35
Descenso de
Cristo
al limbo
tabla holandesa ( Hands that appoint, anoint and
ally:
late
medieval danor strategies for appropriating approbation through painting the corine
schleiC rtHistory vol. 16, núm. 1,
s. l. i.,
marzo de 1993).
Lienzo de
Tlaxcala
(detalle de Cortés saludando a los señores de Tlaxcala)
En
el
Lienzo de Tlaxcala
se representa el
primer
saludo en
tre españoles y tlaxcaltecas. Comparemos la escena con la ima
gen del descenso de Cristo al limbo; observemos el modo en que
Cortés sujeta a Maxiscatzin por la muñeca, y notemos que la
otra mano de éste permanece abierta y levantada en dirección a
Cortés.
Lo
mismo le ocurre a Adán en la tablita holandesa; pa
rece tratarse de un residuo del ademán romano de súplica-ho
menaje, salvo que
una
de las dos
manos es ahora
tomada
para
ejecutar
el
rescate. La cruz marca
el
centro ambas composicio
nes, el lindero que separa la salvación y la condena. El estandar
te se desplaza,
en
la imagen de la Conquista, hacia ,la espalda de
Cortés.
Todo parece indicar que algún grabado con el tema del des
censo de Cristo al limbo
pudo
servir como fuente para esta com
posición, y había buenas razones para usar semejante modelo.
Recordemos que en sus alegatos coloniales en busca de privilegios,
los tlaxcaltecas insistieron siempre, hasta el frenesí, en la gloria de
haber sido los primeros en recibir
el
Bautismo.
Al
situarse en una
posición análoga a la de los primeros padres, que fueron resca
tados por Cristo del limbo, los tlaxcaltecas reiteran que ellos fue
ron los primeros en salvarse.
-
8/19/2019 Imagenes de Los Naturales en El Arte de La Nueva España Siglos XVI al XVIII
16/66
I M Á G N S
DE
LOS N TUR LES
EN EL RTE DE
L NUE V ESP í l
204
Códice Florentino
(detalle de los mensajeros de Moctezuma en la e mbarcación de Cortés)
La representación de Cortés corno portador de la salvación
asoma, de forma más o menos sutil, en otros manuscritos de la
época. En
el Códice Azcatitlan
por ejemplo, tan to los soldados de
Cortés como sus aliados indígenas portan un estandarte en
el
que el águila bicéfala ha sido reemplazada por
el
Espíri tu Santo.3
6
En la Relación de Muñoz Carnargo, y en
el
propio
Lienzo
de Tlax-
cala
el
Espíritu Santo aparece bajo la forma de un fulgor celeste,
para
ilumi nar a los señores de las cuatro cabeceras en su decisión
de recibir pacíficamente a Cortés.37
La
glosa confirma que la ilu
minación procede del Espíritu Santo.
Veamos otro ejemplo, por lo menos inquietante: en una ilus
tración del
Códice
Florentino podemos ver a los soldados de Cor
tés en
el
momento de ofrecer vino
y
un
alimento de forma circular,
a manera de panes, a los indígenas que abordaron su nave en la
costa de Veracruz.3
8
Sabernos por fuentes españolas e indígenas
que, en efecto, Cortés dio vino y algún alimento no especificado
a los mensajeros de Moctezuma, antes de despacharlos de regre-
3
6
Códice
Azcatitlan láms. 22 v.
y
23 r. (numeración en rojo).
37 El
sentido de esta imagen
es
confirmado por el texto de Diego Muñoz Camargo, en
RENÉ
AcuÑA
(ed.),
op. cit. t I
cuadro 28.
3
8
Códice
Florentino libro XII f. 9 v.
so a México.39 Nos llama la atención que los p intores de Saha
gún destaquen la provisión de alimentos dedicándole
una
viñe
ta, y
nos parece interesante la presencia de esa charola de panes
o tortas.
Pero es el tratamiento que hace del asunto
el
cronista indí
gena Alvarado Tezozómoc lo que despierta nues tra sospecha; sin
tener fundamento en alguna fuente más temprana, este autor de
fines del siglo xvr, perteneciente a
un
linaje noble mexica, pone
cierto detalle en la información al decir que Cortés dio vino y una
semita seca a cada mensajero. Además, la crónica de Tezozómoc
es la única fuente en afi rmar que los mensajeros llevaron el ali
mento y la bebida de los españoles hasta la presencia de Mocte
zuma,
y
que éste comió bizcocho blanco
y
después bebió vino:
de tal suerte que, de acuerdo con la información de este cronista
mexica, Moctezurna habría tenido acceso al pan y l vino de los
cristianos, antes de que los tlaxcaltecas fueran bautizados.4° Es
39
BERNAL DfAz DEL CASTILLO
Historia verdadera
de la conquista
de Nueva
España México
Porrúa, 1976
p. 63;
relato indígena
de la
Conquista, libro
XII
del
Códice Florentino;
traduc
ción de
Ángel
María Garibay, en fray Bernardino de Sahagún,
Historia general de
las cosas
de
Nueva España México Porrúa,
1979
p. 764.
4° HERNANDO DE ALVARADO TEzozóMoc, Crónica mexicana México Porrúa,1981 pp.
688-691.
-
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17/66
EL
SOBERANO y su PALACIO.
Los TLACUJLOS
FRENTE
AL
RETRATO
LA
HISTORIA y LA LEGORÍ
Lienzo de Tlaxcala
detalle de la presentación de obsequios a Cortés)
probable que detrás de las palabras de Tezozómoc haya
una
alu-
sión a la comunión, y que el mexica quiera disputarle al tlaxcal-
teca la primacía en el acceso a la vida sacramenta l.
LA CLAVE INDÍGENA
Hace unos momentos hemos visto a Cortés recibir un homenaje
a la manera triunfal roma na, pero pasamos dos páginas del mis-
mo manuscrito y observamos que la población sometida hace la
presentación de ofrendas de acuerdo con la convención indígena.4
En realidad, todas las imágenes que hemos visto tienen un rever-
so un
complemento. Y aunque
no
podamos profundizar ahora en
ello, nos parece importante dejar anotado que la fuerte presencia
de
l
Por ejemplo Florisel de Niquea, en JosÉ MANUEL LucíA MEGÍAS op
cit
43
Un español que pone grilletes a Moctezuma, Códice
Florentino
libro XII, f
36
r.
44 Tovar:
Origines et
Croyances des
Indiens
du
Mexique.
-
8/19/2019 Imagenes de Los Naturales en El Arte de La Nueva España Siglos XVI al XVIII
18/66
I M ÁGE NE S
DE LOS
NATURAi .ES
EN EL
ARTE
DE LA
NUE VA
ESPAr iA
2 6
Códice Florentino
(detalle de personaje a la pu erta de una casa)
La
adjudicación de un peto de plumas a un soldado español,
en
el Lienzo de Tlaxcala 45 o la vinculación de los conquistadores
con el Sol, que los indígenas formulan de mane ra explícita e implí-
cjta en textos e imágenes,4
6
son
indicios de esa búsqueda de ex-
plicación para los sucesos de la conquista española
en
términos de
la antigua cosmovisión.
EPÍLOGO: L
PALACIO
Y LA CORTE
O
EL
SECRETARIO Y
EL
P RRO
No quisiéramos
terminar
sin hacer algunas reflexiones sobre la
representación del palacio y el
entorno
cortesano en los
manus-
critos indígenas del xv1.
Los códices prehispánicos, apegados a las reglas de
un
eficaz
lenguaje pictográfico, solían representar al gobernante próximo a
45 Lienzo de Tlaxcala.
4
6
DIEGO MuÑoz CAMARGO, Descripción de la ciudad
y
provincia de Tlaxcala de las Indias
y
del
m r
océano para el buen gobierno y ennoblecimiento de ellas México, UNAM, 1981. Men-
sajeros se entrevistan con Cortés tras su arribo a las playas de Veracrnz; lám. 18 bis; Lienzo
de Tlaxcala. Los españoles llegan a salvo a la orilla después de luchar en los canales. En ambas
imágenes podría pensarse que el uso del pictograma solar se relaciona con la presencia de
Pedro de Alvarado. Sin embargo,
el
sol del
Lienzo
se sitúa sobre la cabeza del soldado que lle-
ga al frente del grupo, mientras que Alvarado marchaba a la retaguardia en aquella ocasión. En
la escena del desembarco,
el
sol ya
no
aparece sobre la cabeza del personaje sino en su escudo.
Codice Florentino
(detalle del palacio real de México)
la puerta de un palacio o de
un
templo; para ser más exactos, tra-
zaban el pictograma gobernante y a su lado trazaban el picto-
grama palacio o el pictograma templo . El
predominio
de
una
relación conceptual entre ambo s pictogramas hacía irrelevante
el hecho de que la figura
humana no
cupiera en el edificio. En el
siglo xv1,
cuando
la pictografía tiende a convertirse en
pintura
y
los manuscritos empiezan a cumplir con funciones distintas de las
que habían tenido antes, los pintores indígenas observan proble-
mas allí
donde
antes
no
los había, y tratan de resolver el que sería
el mayor desafío de todos: convertir la relación conceptua l de los
objetos representados dentro de
una
escena en
una
relación espa-
cial. En este proceso, los personajes tienden a interactuar con las
estructuras arquitectónicas.
Para colocar a la gente den tro de la arquitectura, los pintores
exploran diferentes soluciones: colocan la figura humana dentro
de los límites del dintel y las jambas,47 y obtienen
buenos
resulta-
dos con
el
recurso de oscurecer el área correspondiente
al
vano
para producir
la ilusión
de un
espacio
interior 4
8
El
hecho de
que
47 Como
ocurre,
por
ejemplo, en el Códice
Florentino
libro XI, f 242 r
4
8
Ibid. libro XII, f 17 r
-
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EL SOl lERANO y su PALACIO. Los TLACLllLOS FRENTE AL RETRATO LA HISTORIA y LA ALEGORÍA
207
W. LAzrns.
Casa
de
un pretor romano
Biblioteca Nacional, Madrid
alguna de las figuras resulte parcialmente cor tada
por
el
:o;arco de
la puerta
da una
idea convincente de la existencia de diferentes
planos.
El
ejemplo más célebre de
un
palacio prehispánico represen-
tado en un manuscrito colonial es sin duda, el del
Códice Mendo-
cino A diferencia de otras escenificaciones de tradición indígena,
que suelen aludir al ámbito palaciego con una representación qu e
yuxtapone cuatro vistas frontales (o en alzado ) alrededor de
un patio visto desde arriba (o en plano ),49 el artista del
Mendo-
cino tuvo la audacia
de
crear la imagen de un gran edificio, cuya
eficacia depende completamente del manejo de la perspectiva.5°
Es casi seguro que nuestr o
pintor se
auxilió con un grabado seme-
jante a esta casa de
un
pretor romano, representada
por
Wolfgang
Lazius.51 Apreciamos semejanzas en el diseño del edificio, de dos
pisos, con dos alas perpendiculares que forman el patio de armas
al centro;
también es
similar
el
tipo de perspectiva
que
proyecta
dos masas al primer plano con cierta brusquedad. Curiosamente
49 Por
ejemplo
en
el
Códice
Florentino libro VIII.
5o Códice Mendocino f. 69 r. Véase F
BERDAN
y
P
R. ANAWALT (eds.), The Essential
Codex
Mendoza Berkeley, University of California Press;
i997,
p.
143-
5 Grabados
alemanes en la Biblioteca Nacional, vol. l
Códice Mendocino
(detalle del palacio de Moctezuma)
-
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L SOBERANO
y
su PAL ACIO. Los TLACLl LOS FRENTE
Al. RETRATO LA
HIST ORIA
y
LA AL EGORÍA
ANÓNIMO. Desembarco de Cortés
en
Veracruz, en
Historia de las
Indias de Nueva
España
e islas de
tierra
firme,
de Diego
Durán
Biblioteca Nacional, Madrid
coinciden también algunas de las funciones de las dependencias
del edificio, según lo señalan las glosas.
Pero lo más sobresaliente de esta imagen que el pintor nos
presenta como el palacio de Moctezuma es lo mucho que se ale-
ja del manuscrito pictográfico prehispánico; además de la ilusión
de tridimensionalidad, que busca hacer el palacio habitable, el
personaje principal, el tlatoani, es muchas veces menor que la ar-
quitectura. Este artista nahua, que trabajó por encargo del virrey
Mendoza, no quiere quitarle importancia a Moctezuma; ha de-
cidido conferírsela con los recursos que el arte europeo le ofrecía,
a través de la estampa:
por
eso colocó al soberano dentro de una
habitación en la que convergen todas las diagonales del dibujo.
Así
como no hay soberano sin palacio, tampoco lo hay sin
una corte. Varios pintores indígenas del siglo XVI demuestran fa-
miliaridad con imágenes europeas de interiores palaciegos y gru-
pos de cortesanos. Si observamos una escena cortesana típica: la
bella pintura de Mantegna, en la que el marqués Ludovico Gon-
zaga recibe malas noticias de Milán y las comenta con su secreta-
rio Marsilio Andreasi, no es muy difícil percibir la semejanza que
MANTEGNA.
Retrato de Ludovico Gonzaga su corte detalle)
Palazzo Ducale, Mantua
2 9
Códice Florentino
detalle del arribo de Cortés a Culhuacán)
algunas pinturas de nuestros manuscritos muestran con este tipo
de composiciones. Varias imágenes del
Códice Florentino
sientan
a Cortés y lo rodean con otros personajes: crean la sensación de
una escena cortesana. En la Historia, de Durán ocurre lo mismo.
Con frecuencia identificamos a
un
personaje que ocupa el sitio
del secretario; en
el
caso del desembarco en Veracruz, de la obra de
Durán,5
2
es
el mensajero de Moctezuma quien queda situado en
esa posición.
Pero nadie ocupa
el
lugar del pequeño
Rubino
-pensará el
lector- ese perrito a los pies de la silla, al cual tanto quería Lu-
dovico.
Y
sin embargo, en una escena del F orentino, que quiere
representar el arribo de Cortés a Culhuacán y su encuentro
los señores indígenas, podemos ver
al
marqués, que parecería re-
cibir en audiencia a los gobernantes indígenas, en
un
salón pavi-
mentado con baldosas, y acompañado por un perrito que juega
con un hueso.
5
2
FRAY DIEGO
DuRÁN
op. cit.
cap.
LXXI
-
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IMÁGENES
E
LOS
N TUR LES
EN
EL
RTE DE L
NUEV
ESP Ñ
sigloS XVI l XVIII
ELISA
VARGASLUGO
PEDRO
ÁNGELES
J MÉNEZ'
PABLO
EscALANTE GoNZALBO
NORMA FERNÁNDEZ QUINTERO
]OS MARÍA
LORENZO MACÍAS
MARITA MARTÍNEZ
DEL ío DE
REDO
JAIME
MORERA
FERNANDO E. RODRÍGUEZ-MIAJA
Fome nto Cultural
~ a n a m e x
m
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EL
NORTE:
REALIDAD Y
ENSUEÑOS
a caída de Tenochtitlán el día de san Hipólito de
1521, sólo fue el principio del largo proceso en pos
de un continente. Por aquellos tiempos casi todo
era una tierra incógnita,
un
dilatado paisaje que se
revelaría a Occidente sólo tras muchas otras exploraciones y gue
rras de conquista.
Al
concluir el sitio de la Ciudad de México, los primeros años
urgieron a los españoles a emprender la consolidación de lo recién
ganado, a fundar instituciones y planear ciudades con la finalidad
de asir su entonces frágil presencia en medio de estas interminables
tierras. Por 1524 Cortés miró momentáneamente
al
norte y orde
nó
una entrada sobre la región del Pánuco, pero reviró y enca
minó entonces sus principales esfuerzos al sur, a las Hibueras, antes
de preferir internarse en el septentrión, cada vez más extenso con
forme los brazos de la tierr a firme se ensanchan
en
tramontana.
Fue también el año de 1524 cuando el conquistador, en una
de sus
Cartas de Relación
dejó testimonio del ambicioso proyecto
con el que pre tendía reconocer los linderos geográficos de prác
ticamente toda la tierra firme conocida hasta entonces:
Asimismo pienso enviar
los navíos
que
tengo
hechos en
la
mar
del
sur, que,
queriendo
nuestro Señor, navegarán
en
el fin del mes de
ju-
lio
-
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25/66
IM, . \GENES
DE
1.05
NATURALES EN
EL
ARTE
DE
LA NUEV
ESPAÑA
La
suerte de los frailes fue algo diferente, aunque no con me-
nos dificultades;
un
religioso cayó enfermo y también debió de
regresar a la Ciudad de México,
en
tanto q ue el otro,
en
compa-
ñía de dos indios intérpretes: tomó
por el
camino de la mano
izquierda, que iba hacia la costa, hallándolo abierto y seguido, y
a pocas jornadas dio
en
tierra poblada de
gente pobre
la cual sa-
lió al fraile, teniéndolo y llamándolo mensajero del cielo ... .
3
Mucha de aquella
gente pobre
acompañó
al
religioso durante
muchas de sus largas jornadas, y no pasó desapereibida al fraile la
extrema habilidad de esos indios para,
en
poco espacio de tiem-
po, ganar buena caza de liebres, conejos y venados que abundaban
en la región. Conforme avanzaron en su camino,
el
franciscano
... uvo noticia de
una
tierra
muy poblada de gente vestida
y que
tiene casas de terrado, y
no
solo de
un
alto, sino de
muchos
sobra-
dos. Y otras gentes decían estar pobladas a la ribera de
un
río a do
hay
muchos
pueblos cercados, y que a tie mpo tenían guerra los se-
ñores de los
unos
pueblos
con
los de otros. Y pasado aquel río es-
taban otros pueblos mayores y de gente más rica. Y que
también
por aquellas tierras
había
vacas mayores que las de España, y otros
animales muy diferentes a los de Castilla. Y que de aquellos pueblo s
traían
muchas
turquesas
..
4
Estas últimas palabras hacen pensar que
el
camino elegido
por el franciscano y sus intérpretes indios era, en realidad, una
antigua y reconocida
ruta
comercial que debió posibilitar duran-
te siglos el contacto entre diversos pueblos asentados en
el
norte
y el centro de México.
Por su parte, nada más refiere Mendieta de aquella primera
expedición, salvo que
el
fraile regresó y dio a sus autoridades no-
ticias tan alentadoras, que pronto
se
organizarían nuevas entradas.
De esa
primera
expedición resulta importante destacar algunos
aspectos en torno.al concepto que comenzó a configurarse de los
habitantes del norte, y lo primero digno de resaltarse
es
cómo el
anónimo fraile diferenció dos tipos de gente:
una
pobre': muy
hábil en las artes de la cacería y vecina próxima de la provincia
de la Nueva Galicia, y otr a vestida': con casas de terrado de uno
y aun más niveles, cuyo asiento era
mucho
más lejano.
Los
años contribuirían a enriquecer los matices de esas nocio-
nes aunque,
es
indudable que la breve descripción alude, en primer
término, a ciertos grupos de nómadas recolectores cazadores, a
quienes posteriormente
se
englobaría bajo
el
nombre de
chichime-
cas y
en
segundo, a otros grupos sedentarios o semisedentarios
asentados a cientos de leguas más
al
norte, en cuya existencia
mu-
chos españoles depositaron la esperanza de encontrar
otra
nue-
va y
rica provincia como
la
de México otro
Nuevo
México.
3 Idem.
4 Idem.
13 8
Hallar esa otra tier ra riquísima, campo propicio para nuevas
empresas y nuevos héroes, fue un poderoso ensueño ampliamen-
te generalizado entre la población española de la Ciudad de Mé-
xico, tal como lo describe Juan Suárez de Peralta en su Tratado
del
descubrimiento de
las Indias:
Estaba la tierra tan alterada con la nueva que el fraile había
traído
de las Siete Ciudades, que ya no se
trataba
otra cosa, porque decía,
según
l
trecho tomaba, que
era
la
ciudad de
Cíbola,
tan grande
que ha bría dos Sevillas
en
ella, y más, y las otra s poco me nos, y que
eran
de
muy
lindos edificios las casas, techadas
de
cuatro altos, y
había
en
la
tierra
muchas vacas, de las
que llaman
cimarronas,
ovejas, cabras y
mucha
riqueza. Eran de
manera
los encarecimien-
tos, que estaban todos por despoblar a México, e irse allá... s
Y para muestra un botón: según el parecer de Suárez de Pe-
ralta ir a Cíbola y Quivi ra fue uno de los varios asuntos que die-
ron
pie a diferencias entre
Hernán
Cortés y el
primer
virrey
don
Antonio de Mendoza quien,
por
su parte, consideró con seriedad
ser la cabeza de su exploración, pero la lejanía de aquellas tierras
y las urgencias administrativas se lo impidieron:
Era tanta
la
codicia que a todos
puso
la nueva
de
las Siete Ciudades,
que
no sólo al virre y y
marqués
levantaron los pies
para
ir a ellas,
sino a
toda
la tierra, y
tanto que
por favor se negociaba el ir los sol-
dados, y sacar licencia; y
era de
manera que se vendían, y no
pen-
saba el que la tenía, sino
que
ya era título por lo menos,
porque
lo
encarecía el fraile que
había
venido
de
allá, de suerte, que decía ser
la mejor cosa que había
en
el
mundo.
La gente de aquella tierra muy
próspera, y todos los indios vestidos, señores de mucho ganado;
los montes
como
los
de
España, y temple,
la leña
que se
quemaba
eran
nogales grandísimos, q ue
daban mucha
nuez, mejores que las
de España;
muchas
uvas montesas de muy lindo comer, castañas y
avellanas. Según él lo pintaba, debía ser el paraíso terrenal. ..
6
Para encont rar y reconocer
el
paraíso,
en 1540 el
virrey Men-
doza encomendó la exploración a Francisco Vázquez de Coro-
nado, quien organizó la entrada norteña de Cíbola y Quivira
junto con fray Marcos de Niza, entonces provincial de los fran-
ciscanos. Durante el camino al norte, no existe
en
los informes
de Vázquez de Coronado la menció n de contratiempos extraor-
dinarios, salvo los problemas derivados de la difícil situación de
afrontar extenuantes jornadas, en medio de
una
geografía las
más de las veces adversa.
Tal
vez lo extraordinarío fue que jamás
encontraron algo remotamente parecido a los asentamientos del
México
central. Sobre
los habitantes de los nuevos parajes Váz-
5
JuAN SuÁREZ
DE PERALTA,
Tratado del descubrimiento de las Indias México, Conaculta,
1990.
p. 141.
6
Ibid. p.
144.
-
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26/66
l H Á G N S
E
IDEAS
LOS
INDIOS i EL
SEPTENTRIÓN
NOV OHI S P NO
13 9
DOMINGO DEL CASTILLO. Mapa en México a través de
los
siglos
de Vicente Riva Palacio
quez de Coronado anotó: aunqu e con arto trabajo e perdida de
muchos caballos e muerte de algunos indios
..
todo este camino
hallamos los naturales de paz .7
Y más adelante, en específico sobre quienes vivían en la re
mota región de Cíbola y Quivira:
En estos llanos, que
son
como quién anda por l mar,
por no
ha
ber camino sino de vacas, como por ser tan llano e sin una sierra
ni mogote, era tan peligroso caminar ni apartarse del campo, que
en
perdiéndole de vista se quedaba perdido, e ansi se nos perdió un
hombr e, e otros; saliendo a caza andaban tres o cuat ro días perdi
dos. En estos llanos e con estas vacas andaban dos maneras de gen
te; los unos qu e se llamaban guerechos e otros teyas; son
muy
bien
dispuestos e pintados, enemigos los unos de los otros.
No tienen otra granjerí a ni asiento más de cuidarse con las va
cas, de las cuales matan todas las que quieren, e ad oban los cueros,
Relación del suceso de la jornada que Francisco Vázquez hizo en l descubrimiento de
Cíbola (Archivo General de Indias, Patronato , est.1, caja 1), Colección de
documentos inédi-
tos
relativos
al
descubrimiento conquista y organización
de las
antiguas
posesiones españolas
de
América y Oceanía
sacados de los
Archivos
del
Reino
y
muy especialmente
del
de Indias
Ma
drid, Imprenta de José María Pérez, 1870, vol. XIV, p. 319.
de que se visten e hacen tiendas, e comen la carne e
aún
algunas
veces cruda, y aún también beben la sangre, cuando con sed.
Las
tiendas que hacen son como a ma nera de pabellones, y ármalas so
bre unas varas que p ara ello tienen hechas, y después van a atarse
todas juntas arriba, y cuando van de una part e a otra, las llevan en
unos perros que tienen, de los cuales tienen muchos y los cargan
con las tiendas y palos y otras cosas, por ser tierra tan llana que se
aprovechan en esto, como digo, porq ue llevan los palos arrastran
do. A los que estos más adoran es al sol; l cuero de las tiendas esta
adobado por entrambas partes y sin pelo, y estos de los cueros que
les sobran de vaca y venado. Rescatan algún maíz y man tas c on los
naturales del río.
8
Interesante testimonio que se complementa con otras líneas
de su Relación :
Lo
que en Quivira hay es una gente mu y bestial sin policía ninguna
en las casas, ni en o tra cosa, las cuales son de paja a manera de ran
chos tarascos, en algunos pueblos ju ntas las casas, de a doscientas
8
Ibid.
pp. 327-328.
-
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27/66
IMÁGENES IDEAS: LOS IND IOS DEL S E P T E t I T R I Ó I ~ NOVOl l lSPANO
4
casas, tienen maíz e frijoles e calabazas;
no
tienen algodón, ni ga
llinas, ni hacen pan que cuezan, sino debajo de la ceniza.9
De los adjetivos como gente pobre o
vestida
utilizados por el
primer explorador franciscano, en el lenguaje del conquistador,
se
comienzan a aplicar a los habitantes del septentrión nociones
como la de gente bárbara
10
bestial y sin policía
ninguna;
actitud que
por
cierto hace extensiva, como
una
colonización del lenguaje so
bre la realidad americana, con ideas y vocabularios ya aplicados en
otras ocasiones a los grupos humanos que habitaban América des
de las Antillas hasta las tierras continentales, dando pie a las diver
sas controversias que versaron sobre su naturaleza humana .
Como colofón de aquella primera gran aventura del septen
trión, vale la pena traer a cuento algunas otras líneas escritas por
Suárez de Peralta:
después de hab er visto el engaño de la tierra, procur ó [Vázquez de
Coronado] volverse; y con
harto
trabajo, habiendo rodeado el
mundo y andándole, llegó a México y luego fue a besar las manos
al
virrey, y
no
fue
tan
bien recibido como quisiera, porqu e le halló
muy triste. Con tóle lo que le había sucedido y los trabajos, que ha
bían sido much ísimos, y cómo se le había muerto la gente, y algu
nos se le habían
metido
la tierra adentro,
y
otros quedádosele
cansados y enfermos; esto, todo, puso al virrey gran lástima. A cabo
de muchos días llegaron otros de los soldados, que
se
le habían
quedado a Francisco Vázquez, hechos pedazos, vestidos de pieles
de animales, hartos de malaventura. No sucedió así a los que
se
ha
llaron, y vinieron a la conquista del Nuevo Mundo (Nueva Espa
ña). Ella fue una en la vida y
no
más, que primero que
se
halle otro
México y su tierra, nos veremos los pasados y los presentes juntos,
en cuerpo
y en
ánima, delante
el
Señor del mundo; aquel día uni
versal
donde
será el juicio final.
11
LAS AMAZONAS Y
LA GUERRA DEL
MIXTÓN:
UNA IMAGEN Y DOS FUENTES
En
el
mes de junio de 1529
Nuño
de Guzmán inició los prepara
tivos para realizar una entrada sobre los territorios norocciden
tales de la Nueva España.
12
Aunque ningún sustento documental
Ibid.
p. 326.
1
Carta a su majestad, de Francisco Vázquez Coronado, en que hace relación del descu
brimiento de
la
provincia de Tigüex,
20
de octubre de
1541
(Archivo General de Indias, Pa
tronato, est. 2, caja 2), Colección de
documentos inéditos
relal-ivos al
descubrimiento
conquista
y organización
de
las antiguas posesiones
españolas_ de
América y Oceanía sacados de los Ar-
chivos
del
Reino y muy especialmente del
de
Indias
Madrid, Imprenta de José María Pérez,
i870, vol. XIII p. 365.
11
JUAN
SuÁREZ
DE
PERAt:fA, op.
cit. p. 149·
12
FAUSTO MARÍN
TAMAYO, Nu11o ele Guzmán
México Siglo
XXI, 1992,
p.
114.
ANÓNIMO. Friso del lado sur de la iglesia
(detalle)
Convento de Itzmiquilpan, Hidalgo
lo corrobora, se ha interpre tado que Guzmán veía en la ocasión
una
ventajosa forma de rehui r reprimendas, por parte de la Co
rona, a la vista de los revuelos y confrontaciones ent re la Prime
ra Audiencia Gobernadora y el partido de Hernán Cortés.
1
3
Si
bien
es
cierto que tal lectura no puede comprobarse, tam
poco
es
posible dejar de ver en
el
asunto
un
intento de lograr
una
salida política, donde la posibilidad de lograr brillantes hechos
de armas ayudara en algo a su delicada posición. Por otro lado,
también era cierto que en su calidad de presidente de la Primera
Audiencia debía trabajar en la consolidación de las posiciones
españolas sobre territorio purépecha, cuyas fronteras, según al
gunas noticias, eran asoladas por ciertos indios nómadas que, en
su depredador arrojo, llegaban a incursiones bastante próximas a
la Ciudad de México. En la Memoria de los servicios que había
hecho Nuño de Guzmán desde que fue nombrado gobernador de
Pánuco en
1525 ,
el conquistador anotó sobre la situación:
...
sabiendo que a trece leguas de México ent raban los
indios
chi
chimecas
a robar a los de paz,
y
que o ~ u caía a la parte de la Mar
del Sur estaba
por
descubrir y conquistar, porque con esta ocasión el
Caltzontzin, señor de Michoacán, hacía muchos insultos
y
muer
tes de cristianos
y
tenía toda la tierra tiranizada y tomados todos los
señores de ella
y
puestos de su
mano
otros, sin poderse cristiano
ninguno servir de sus indios más de lo que a
él
placía, hice hasta
400 españoles de a pie y de a caballo para ir a descubrir
y
conquis
tar aquella tierra de la
Mar
del Sur, porque Dios Nuestro Señor
se
conociese en ella y su
fe
se plantase donde l diablo reinaba más
poderosamente que en otras, y porque Su Majestad
se
sirviese y su
corona real
se
aumentase
..
4
Con poca fortuna, se ignora la fecha en que Guzmán redac
tó su memoria, aunque es posible que la formara como resul
tado de su juicio de residencia. De cualquier modo, a la vera del
sometimiento del reino purépecha y sus avances sobre Jalisco,
Nayarit y Sinaloa, en este documento ya se trata, entre los proble
mas por resolver, la molesta presencia de los chichimecas aunque,
la verdad sea dicha, el asunto de pr imer interés entre las huestes
de Guzmán fue someter totalmente a los purépechas y, tras lo
grarlo, encaminar su avance más allá de la cuenca del río Lerma
Santiago.
Sin embargo, la decisión de conti nuar en pos de los territo
rios norteños no fue instantánea, de hecho, hubo titubeos que se
urdieron entre nuevos mares de ensueños con reminiscencia mí
tica. De tal suerte, algunos capitanes de Guzmán recogieron entre
los purépechas recién vencidos informaciones poco alentadoras
que, angustiados, comunicaron al conquistador:
1
3 Idem.
l4
FRANCISCO
DEL PASO
y TRONCOSO,
Epistolario de
la
Nueva España México
José
Porrúa
e hijos, 1939-1942, documento 839, citado en Fausto Marín Tamayo, op. cit. p. 115.
-
8/19/2019 Imagenes de Los Naturales en El Arte de La Nueva España Siglos XVI al XVIII
28/66
I M ÁGE NE S DE
LOS
NATURALES
EN
EL ARTE DE
LA
NUEVA ESPAÑA
4 2
es
que los españoles que
han
venido de Mechoacán, se han infor
mado de los yndios tarascos, que en la derrot a que vuestra señoría
lleva,
no hay otra gente que chichimecos
que ni siembran, ni cogen,
ni tienen
otra
cossa para su sustento, que raíces de yerbas y lo que
cazan con
el
arco, y si esto
es
assi, somos perdidos, y menos mal
será que nos volvamos antes que éstos nos
maten
y acaben, quan
do
no
hallen qué robar, conforme tienen costumbre; además que
¿qué
es
lo que ha de comer
un
campo tan crecido como éste? Más
cordura será que Vuestra Señoría se vuelvay
no
se pierda
tan
ilus
tre gente
...
s
Pero la posibilidad de hallar en el norte nada más que chichi
mecas, como los descritos, resultaba inaceptable, y cuanto más
cuando también llegaron a oídos de estos conquistadores otros
rumores que parecían confirmarla existencia de centros densa
mente poblados, entre los que acaso habría lugares fabulosos
como la tierra de origen de los teules chichimecas, o bien pue
blos extraños como
el
de las míticas amazonas. Escribe
Nuño
de
Guzmán:
Iré
por
la provincia de Aztatlan, que dicen que
es
cosa muy gran
de y de mucha gente que se espera de guerra, que está de aquí tres
jornadas, y de allí, mediante su gracia, iré en busca de las Amazo
nas que
me
dicen están a
1
jornadas. Unos dicen que habitan den
tro de la
mar
y otros que están en
una
parte de
un
brazo de
mar
y
que son ricas, y tenidas, de los habitantes de la tierra,
por
diosas,
son más blancas que estas otras; traen arcos y flechas y rodelas; co
munícanse cierto tiempo del año con los vecinos y lo que nace, si
es
varón, dicen que lo
matan
y guardan las mujeres
...
16
Las aventuras de Guzmán y sus huestes continuaron hasta
que tocó al conquistador encarar su juicio de residencia; sin em
bargo, habría de recapitular que en más de
una
ocasión tocó a sus
ejércitos establecer los primeros contactos, a veces amistosos y
otras en pie de guerra, con diversos grupos a los que después se
englobaría bajo
el
término de chichimeca. Además, en las páginas
escritas por él y sus capitanes,
se
encuentran algunas notas que
permiten avistar cómo intentaron someter aquella diversidad ét
nica sin jamás lograrlo del todo, jun to con algunos juicios sobre
los chichimecas que más tarde
se
convertirían en lugar común:
Y a lo que dicen los que se
han
hallado con esta gente en la Nueva
España y
en
otras partes, juzgan
no
haber bisto más osados ni más
valientes indios questos. Las armas que traían heran arcos y flechas
y macanas y espadas de dos manos, de madera, y algunas hondas y
'5
FR Y
ANTONIO
TBLLO Crónica miscelánea de la sancta provincia
de X a l i s ~ o
Guadalajara,
Universidad
de
Guadalajara, Instituto Jalisciense
de
Antropología e Historia, INAH
i984,
li
bro II,
vol. l
p.
100.
16
Citado en FAusTo
MARÍN
TAMAYO op. cit.
p.
i52.
rodelas, y
muy
emplumados y teñidos, que piensan que en benir
muy
feos, aunque no son de suyo hermosos, pareciendo diablos,
han
de meter miedo a los cristianos
..
7
La
estética del conquistador
es
clara: como en otros momen
tos, contrapone a su ideal cristiano la noción de
un mundo
do
minado por el demonio y que, de suyo, oponía la barbarie a la
civilización.
Entre los grupos que se mostraron más combativos ante las
incursiones hispano-indias, provenientes del centro de México,
los que vivían en la cazcana fueron quienes demostraron desde
principios de la década de
1530
gran ferocidad y una fuerte resis
tencia. Durante los primeros años, los incidentes más significati
vos
de
esa
confrontación se escenificaron en las regiones próximas
a los diversos asientos donde
se
desplazó la villa de Guadalajara,
población que entonces era eje en la consolidación de los terri
torios, que a la postre se convertiría en la Nueva Galicia.
De Tonalá a Nochistlán y Juchipila
se
desarrolló
una
cade
na de hechos sangrientos que culminaron en lo que se denominó
la guerra del Mixtón, la cual, debido a su gravedad, debió aten
der y resolver en persona el mismísimo virrey don Antonio de
Mendoza.
Se dice que, para la ocasión, reunió un ejército que contaba
con cerca de trescientos jinetes, cincuenta arcabuceros, balleste
ros y rodeleros, además de cincuenta mil indios auxiliares. La gi
gantesca armada salió de la Ciudad de México en octubre de 1541
y llegó a la zona del conflicto a mediados de noviembre. Ahí1en
frentaron a cerca de doce mil indios cazcanes, acaudillados por el
célebre Tenamaxtle, quienes
se
fortificaron en el Peñol de Nochis
tlán. En difícil refriega los españoles se proclamaron vencedores
pues capturaron alrededor de ocho mil prisioneros.
Las
operacio
nes militares concluyeron
el
24 de noviembre aunque, en realidad,
la guerra continuó intermitente con muchos de los indios que lo
graron
huir
en aquella ocasión.
Todo parece indicar que la empresa del virrey de Mendoza
tuvo la intención de funcionar como ejemplar disciplina ante
aquellas comunidades que osaran levantarse en contra de la do
minación española.
La
región, como se mencionó, no se pacifi
có del todo; hubo, sin embargo, suficiente margen para que la
ciudad de Guadalajara no sufriera nuevamente su destrucción o,
bien, tuvieran que cambiarla del sitio del valle de Atemajac, que
finalmente eligieron para su construcción.
Tan graves acontecimientos debieron generar muchísimos
comentarios entre los pobladores vecinos de la Nueva España; de
las fuentes que los refieren destacan, para la ocasión, los códices
Telleriano-Remensisy Vaticano-Ríos documentos de índole simi-
•7 Memoria de los servicios que había hecho Nuño de Guzmán desde que fue nombr ado
gobernador de Pánuco en
i525 ;
en FAusTo
MARÍN TAMAYO op.
cit. pp. 270-271.
-
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IMÁGENES E IDEAS LOS INDIOS
DEL
SEPTENTRIÓN NOVOHIS l ANO
143
Códice Telleriano Remensis (detalle)
Bibliotheque Nationale, París
lar que
en
la parte correspondiente a los anales,
el
año diez casa
(1541), no
olvidaron señalar a la guerra del Mixtón.
18
Las láminas correspondientes son parecidas en extremo, de
modo que no resulta difícil pensa r que un códice copia al otro; el
Telleriano
parece la versión más antigua
y
además, la que presen
ta
un
par de comentarios con grafías
en
español que ayudan a
interpretar el sentido general de las imágenes:
Este año de diez casa y de 1541 se alsaron los indios de jalisco los
quales sujepto don antonio de mendo
-
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IMAGENES
DE
LOS NATURALES EN
EL ARTE
DE
LA
NUE VA ESPAi\lA
44
Códice Vaticano Ríos (detalle), en México a
través
de los siglos
de Vicente Riva Palacio
se
ve
la figura del religioso bautizando, como para indicar que
fue el vencedor .
21
En una pintura esta lámina ilustraría la compleja secuencia
de los acontecimientos de la guerra del Mixtón: desde la lucha ar
mada hasta la evangelización de los indígenas vencidos; idea por
demás sugerente que
Riva
Palacio adereza con
el
análisis puntual de
los demás elementos:
el
semicírculo que encierra al guerrero indio
representaría a los pantanos que rodeaban al cerro sobre
el
cual,
parapetados, se guarecieron Tenamaxtle y sus sublevados; el nopal
que aparece en la misma zona representaría
el
topónimo de No
chistlán;
un
pájaro con fuertes garras y pico encorvado s e r ~ un
halcón que simboliza el ataque de
un
capitán apellidado Falcón,
muerto en las albarradas que defendían los indios.
22
Riva Palacio
identifica al soldado que hace frente al guerrero cazcan con el vi-
21
Ibid.,
nota
i
22
ídem.
rrey Mendoza pues el jeroglífico que le acompaña, conformado
por un
maguey y una tuza
metl
y
tozan,
en náhuatl, respectiva
mente), forman la palabra
metozan,
fórmula mnemotécnica pare
cida a la pronunciación del apellido del virrey.
Así dispuesta y gracias a los variados elementos que la com
ponen, esta lámina sería
una
de las más complejas entre las que
ilustran los códices Telleriano-Remensisy Vaticano
Ríos.
Existen,
por
supuesto, algunas diferencias ent re ambas versiones, tal vez
la más notable sea que
el
Vaticano ignoró las inscripciones en ca
racteres latinos; los círculos que
suman el
numeral de la fecha
presentan distinta posición y por último, en el Vaticano se igno
ran las figuras de los chalchihuites y caracolas que acompañan a
las representaciones del agua
en el Telleriano.
Por otra parte, vale la pena ampliar alguna observación con
respecto a los trazos que personifican a los cazcanes, representa
dos por
un
hombre desnudo, al parecer sin rastro de pintura cor
poral, cuyos únicos adornos son un amarre casi
al
final de su larga
cabellera
y
en su espalda,
una
especie de flor de donde irradian,
como pistilos, algo que semeja
un
conjunto de flechas.
El tlacuilo del Códice Telleriano además, hizo evidente la ca
racterística habilidad de estos indios para tirar dardos con el arco
pues, en su versión, la figura del cazcan torna dicho instrumento
por
debajo del brazo, mientras
el
Códice
Vaticano
ignora esa ob
servación y también resta importanc ia al número de dardos lan
zados contra el español, sin acentuar, asimismo, que sus puntas
van ensangrentadas.
Otra cuestión importante
es
que en la glosa en español que
acompaña
al
Telleriano
se
identifica a los alzados únicamente como
indios de Jalisco': sin puntualizar en ningún momento otra fi-
liación,
o
bien, referirse a ellos con el concepto de
chichimecas.
L
GR N CHICHIMEC
Al
menos dos factores influyeron de manera importante en la
transformación y enriquecimiento de la noción que se formó el ·
mundo novohispano sobre los hombres que habi taban el septen
trión: primero, en tor no al año de 1540 los españoles incrementa
ron sus exploraciones de conquista y colonización hacia el norte
y
segundo, consecuencia directa de lo anterior, se desató la lla
mada guerra chichimeca':
Tras
el
desencanto que provocaron las informaciones de dis
tintos conquistadores, el norte, paulatinamente,
tomó
l
cariz de
un
territorio hostil, de abrupta geografía y difícil de dominar. ·
Entonces,
el
ensueño de los espacios míticos debió ceder su lugar
a la difícil, pero más tangible realidad de encontrar las añoradas
riquezas en las entrañas ocultas de la tierra. El poderoso
imán
que para ello ejerció su influjo fue el descubrimiento de Juan de
Tolosa
el
año de 1546, cuando, gracias a los informes proporcio
nados
por
algunos indios, encontró en la cañada de
un
cerro,
al
que denominó La Bufa (Zacatecas), ricos yacimientos de plomo,
-
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IMÁGENES
E IDEAS LOS
INDIOS DEL SEPTENTRIÓN
NOVOH S l 'ANO
oro
y
sobre todo, plata,
por
lo que se dio lugar a la pr imera de las
muchas poblaciones que florecieron en torno a otros reales de
minas descubiertos en otras fechas.
Entre los centros mineros que gradualmente se
fundaron en
el
nort e y las poblaciones más impor tantes del Altiplano central,
pareció abrirse
un
inmenso te rritorio intermedio que, lejos de ser
tierra de nadie, era
en
realidad el dominio de
una
gran diversidad
de grupos humanos. En
un
primer momento, estos indígenas mos
traron
cierta indiferencia y expectación al tránsito de caravanas
compuestas por españoles e indios aliados, pero pronto transfor
maron su actitud
en
agresiones que llegaron a generar
un
verda
dero clima de inestabilidad, el cual, unas veces más ríspido, otras
más calmado, duró por el resto de la vida del Virreinato.
De esta forma se planteó el gran reto de integrar a las nue
vas poblaciones del septent rión en
una
región económica, donde
la minería se convirtió en el poderoso motor que brindó la diná
mica suficiente para que, en su entorno, florecieran el comercio,
la ganadería, la agricultura y nuevos poblamientos que habr ían
de sortear el obstáculo de verse en estado de guerra, frente a los
grupos hostiles a la penetración del centro de México.
Los habitantes de esa región conformaban un amplio abani
co, donde pue den identificarse como sus principales grupos a los
pames, tecuexes, guamares, cocas, cazcanes, tepehuanes, zacate
cos y guachichiles, quienes man tení an ciertas áreas de influencia
no delimitadas y que, a pesar de las apariencias, poseían econo
mías, cultura y formas de organización social diversas entre sí.
2
3
A través de los territorios habitados
por
esos grupos debieron
trazarse los caminos de la plata. Según comenta Philiph Wayne
Powell, el proceso de su construcc ión se ubica en torno al año de
i550, cuando el comercio con Zacatecas ya atraía el tráfico de casi
todas las regiones que entonces conformaban la Nueva España:
Desde Colima, la Purificación y Guadalajara en el sudoeste, des
de Michoacán, la Ciudad de México, la provincia de Los Ángeles
(Puebla), y otros lugares, mucha gente llevaba su mercancía al
norte
para aprovechar aquella fabulosa riqueza nueva .
4
Y
muy
pronto el gobierno virreinal observó la conveniencia
de regular varios aspectos referentes a dichos caminos, como gi
rar prohibiciones para que los viajeros a Zacatecas no realizaran
estancias que
se
convirtieran en permanentes dentro de los pue
blos de indios de las inmediaciones o bien, para que se establecie
ran ventas y posadas con precios regulados.
5
Otra
tarea urgente
fue encontrar la forma
en
que el tráfico de gente, mercancías y
plata, fluyera con los menos problemas posibles a través del exten
so territorio
no
pacificado, al que se llamó la Gran Chichimeca.
2
3 ALFREDO LóPEZ
AusTIN y
LEONARDO
LÓPEZ LUJÁN
El pasado indígena,
Mé.xico
FCE
El
Co
legio de México, Fideicomiso Historia de las Américas,
1999,
pp.
187-190.
2
4
PHILIPH
WAYNE
Powm.L, La guerra
chichimeca. 1550-1600),
México,
FCE i985, p.
4i.
25
Ibid.,
p. 42.
45
Durante
el
siglo xvr,
el
territorio que comprendía esa deno
minación abarcaba casi la totalidad de la gran mesa central, entre
fas
cadenas montañosas que forman las sierras Madre Oriental y
Madre Occidental; manten ía como sus límites, al sur, las cuencas
hidrológicas de los ríos Lerma y Pánuco, y se extendía
por
el
norte hasta los confines de Tamaulipas, Nuevo León, Zacatecas y
Durango.
CHICHIMECAS SOBRE
LOS
SIGNIFICADOS
E UNA
PALABRA
No siempre
el
término chichimeca sirvió en estricto sentido para
denomina r a la amplia extensión geográfica descrita y a los gru
pos que la habitaban. Todo parece indicar que tal fenómeno siguió
un proceso interrelacionado con la consolidación del septentrión
de la Nueva España como parte del imperio español, aunque,
ciertamente, esa noción ya existía, con gama de matices, entre las
sociedades anteriores al arribo de los europeos.
Para el caso, fray Bernardino de Sahagún
infonna
que al me
nos entre los antiguos nahuas podían diferenciarse tres distintas
variedades de chichimecas: los unos eran los
otomíes,
y los segun
dos eran los que se llamaban tamime, y los terceros son los que se
dicen teochichimecas, y
por
otro
nombre
zacachichimecas .
26
Según el fraile, tamime significa tiradores de arco y fle
chas 27 eran deudos y de la generación de los teochichimecas, y
se caracterizaban por ser algo republicanos': pues aunque lama-
yoría del tiempo la pasaban en cuevas y peñascos, algunos residían
en chozas o casillas de paja con sementeras de maíz. Además, se
les consideraba grandes conocedores de las virtudes de muchas
hierbas y raíces, y tenían trato con otomíes y nahuas, de donde
aprendían su policía y
modo
de vivir. Los tamimes
podían
ser
vasallos de señores o principales, los cuales les permitían residir
en sus tierras a cambio de un tributo, que consistía por lo gene
ral en productos de la caza.
28
Con
respecto al significado de teochichimeca, Sahagún es
cribió:
que quiere decir del todo bárbaros, que
por
otro
nombre
se decían
zacachichimecas,
que quiere decir hombres silvestres, eran los que
habitaban lejos
y
apartados del pueblo
por
campos, cabañas [ca
ñadas], montes y cuevas y no tenían casas ciertas sino que de unas
partes en otras an daban vagueando,
y
donde les anochecía,
si
había
cueva, se quedaban allí a dormir. 9
26
FR Y
BERNARDINO DE
SAHAGÚN
Historia general de las
cosas
de Nueva
Espafia, México,
Porrúa, 1982,
p.
598.
2
7
Fray
Alonso
de
Molina consigna
que mina
tiene la acepción de tirar o lanzar garrocha o
saeta; uitoloa sería enarcar o preparar
el
arco sin tirar la flecha, en tanto que
el
acto de tirar
con arco, ballesta o arpón, lo define como tlamina, palabra a
la
que tal vez Sahagún hace re
ferencia.
28
FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN op.
cit.,
p.
598.
29
1/Jid., p. 599.
-
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IM GENES IDEAS LOS INDIOS
DEL
SEPTENTRIÓN NOV OHI S P NO
Asimismo, Sahagún menciona que los teochichimecas te
nían un
caudillo que los regía y gobernaba, y a quien daban co mo
tributo parte de su cacería, hábilmente ganada con el arco y fle
chas provistas con filosas puntas de pedernal; sólo tenían una mu
jer, y el adulterio era castigado con la muerte de los infractores
por
flechamiento; vestían pellejos de los animales que mataban , traían
espejos colgados a la espalda y usaban cotas de hoja de palma como
calzado. Eran t ambién grandes conocedores de las cualidades y
virtudes de muchas hierbas y raíces, como el peyote y otros
hon
gos malos
que emborrachaban
tambié n como el vino .
No
por ello desconocían algunos oficios como el de lapida
rios, pues labraban objetos de piedra que ador naban con turque
sas; tamb ién había oficiales de la
pluma
y curtidores de pieles. Su
comida y sustento
eran
las hojas de las tun as y las tunas mismas,
varios géneros de raíces y plantas, miel de palmas, maguey y abe
jas, así como la carne de conejo, liebre, venado, culebras y muchas
aves que
consumían
sin guisar.3°
Respecto a la noci ón que ten ían los nahuas sobre
el
territorio
en el que vivían los chichimecas, Sal1agún anota: A las provincias
donde moran
los chichimecas las llaman Chichimecatlalli [y]
es
tierra muy pobre, muy estéril, y muy falta de todos los manteni
mientos':31 idea que hace referencia al extenso y árido panorama
que predomina
en el paisaje norteño .
Por otra parte, el que Sahagún incluyera a los otomíes entre
los chichimecas resulta
por
demás interesante,
aunque
también
es
cierto que, en realidad, trata sobre sus características y modo s de
vida en capítulos distintos y perfectamente diferenciados a los pro
pios dedicados a los chichimecas.3
2
En
ningún momento
puede deducirse de ello que exista con
fusión alguna; más bien, dich a identificación pudiera residir en
dos factores: el que los otomíes vivieran en provincias fronteras a
los territorios chichimecas y,
por
otra parte, que en determinadas
circunstancias adoptaran algunos de sus usos y costumbres. Como
antes se dijo, Sahagún incluyó en su obra un capítulo que trata es
pecíficamente sobre los defectos y faltas de los otomíes': compen
dio de censuras que deben entenderse en términos de los prejuicios
que sus informantes mantenían sobre otro gr upo distinto al suyo:
Los mismos otomíes eran muy perezosos, aunque trabajadores en
labranzas; no eran
muy
aplicados a ganar de comer y usar de con-
30
bid., pp.
599-600.
3l
bid.,
p.
702.
3> Cuand o refiere las tres variedades de chichimecas, sobre los otomíes dice: La condición
y vida de los otomíes, después se dirá . lbid., p. 598.
ANÓNIMO. Historia Tolteca-chichimeca
(detalle de Chicomoztoc)
Bibliotheque Nationale, París
147
tinuo
el
trabajo ordinar io, porque en acabando de labrar sus tierras
andaban hechos unos holgazanes, sin ocuparse en otro ejercicio de
trabajo, salvo que andaban cazando conejos, liebres, codornices y
venados, con redes o flechas, o con liga, o con otr as chocherías que
ellos usaban para
cazar.33
Otras fuentes brindan indicios acerca de la id entidad seña
lada entre chichimecas y otomíes, como la crónica de fray Toribio
de Benavente,
Motolinía
quien, al describir las festividades de Cor
pus
Christi que se escenificaron en el convento franciscano de Tlax
cala el año de 1538, menciona có mo estaban guarecidos, en medio
de una de las cuatro altas
montañas
puestas tan al
natural para
engalanar la ocasión,
unos cazadores muy encubiertos, con sus arcos y flechas, que co
múnmente los que usan este oficio son de otra lengua que llaman
otomitl, y como
moran
cuasi todos hacia los montes, viven muchos
de caza, que para verlos había menester aguzar la vista;
tan
disimu
lados estaban y tan llenos de rama y de vello [de árboles], que fá-
cilment