Imanol Aguirre Culturas Juveniles y Ambientes Escolares

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    Culturas juveniles y ambientes escolares

    Imanol Aguirre

    Las aulas y los ambientes escolares de los diferentes pases iberoamericanos estn siendo

    habitados por una gran diversidad de culturas juveniles, por sistemas simblicos

    singularizados y propios, ante los cuales la escuela no siempre tiene suficiente sensibilidad

    o adecuadas estrategias de comunicacin. Por ello es preciso pensar que, al programar o

    disear proyectos de educacin artstica para los jvenes, tengamos en consideracin esta

    gran diversidad de los modos de vivir lo cultural.

    El propsito queda claro sin embargo, al abordar esta cuestin, la primera dificultad con la

    que nos encontramos surge de la amplitud y heterogeneidad que el campo de las culturas

    juveniles ofrece.

    Generalizar sobre las culturas juveniles en el contexto iberoamericano es necesariamente

    caer en cierto reduccionismo. En primer lugar, porque hablamos de un territorio inmenso y

    diverso que, a pesar de los esfuerzos de unidad y de compartir dos lenguas, sigue

    constituyendo un territorio culturalmente muy heterogneo. En segundo lugar, porque a esta

    diversidad de tipo histrico y tnico se le aaden otros factores diferenciales, como las

    grandes desigualdades sociales y econmicas, que nos salen al paso alertndonos sobre la

    heterogeneidad que caracteriza a la infancia y juventud iberoamericana.

    Finalmente, porque al analizar esta realidad hay que considerar que, incluso dentro de un

    mismo contexto histrico, tnico y social (sobre todo, urbano), crecen manifestaciones

    culturales y estticas de muy diferente naturaleza que amplan el ya de por s rico

    muestrario de opciones culturales para estudiar.

    Se nos perdonar, por tanto, que no hagamos un anlisis pormenorizado de estas opciones

    y se nos permitir que nos aventuremos a generalizar, amparados en que el propsito que

    anima este trabajo no es dar cuenta de las peculiaridades de cada una de tales culturas,

    sino poner en relacin la interaccin que se produce entre ellas y la educacin formal,

    especialmente la educacin artstica. En definitiva, tampoco estaremos haciendo nada

    distinto a lo que ha hecho la mayor parte de los estudios sobre la juventud iberoamericana

    (algunos de ellos citados aqu), que bsicamente tratan de la juventud urbana.

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    LA CONFIGURACIN IDENTITARIA DE LAS CULTURAS JUVENILES

    Cualquier proyecto educativo, y especialmente los referidos a la educacin cultural o

    artstica, deben hacerse cargo de que la mayor parte de nosotros vivimos y trabajamos en

    sociedades netamente urbanas. Eso no significa decir que somos habitantes de la ciudad,

    sino ms bien que somos practicantes de lo urbano, es decir, pertenecientes a

    configuraciones sociales escasamente orgnicas, poco o nada solidificadas, sometidas a

    oscilaciones constantes y destinadas a desvanecerse enseguida (Delgado, 1999), y

    practicantes de un estilo de vida marcado por la proliferacin de urdimbres relacionales

    deslocalizadas y precarias (Delgado, 1999), que apenas tiene antecedentes en la historia

    o, por lo menos, no tan evidentes como ocurre en la actualidad.

    Ser practicantes de lo urbano significa participar de un tipo de sociedad dispersa y diversa,

    hecha de multitud de relaciones transitorias y de encuentros fugaces, simultneamente

    ritualizados y espontneos. No son, por tanto, los espacios geogrficamente fijos y estables

    los que conforman el tejido de las sociedades urbanas, sino lo que Barbero (2002b) llama

    los espacios comunicacionales, en los que lo relevante son las conexiones, los flujos y las

    redes. Este nuevo ecosistema comunicativo tiene como caractersticas ms relevantes las

    siguientes:

    1. Multiplicacin y densificacin cotidiana de las tecnologas comunicativas einformacionales.

    2. La aparicin de un entorno educacional difuso y descentrado, ajeno a los pilares bsicos

    del sistema de transmisin del saber de la sociedad moderna la escuela y el libro y en el

    que se hacen presentes multitud de nuevos saberes muy diferentes y alejados de los que

    habitualmente conforman el corpus de la formacin bsica de los ciudadanos.

    3. La transformacin de los modos de circulacin del saber, que se desplaza ahora a travs

    de circuitos dispersos y fragmentados, por el exterior de las formas institucionalizadas de

    transmisin del saber, escuela y familia. Este cambio en las formas tradicionales de

    circulacin de los saberes es, a juicio de Barbero, el fenmeno que mejor evidencia la

    transformacin de las sociedades contemporneas.

    El caso es que nuestros jvenes se han encontrado con una sociedad que les lleva a

    convivir simultneamente en diferentes contextos simblicos familiar, escolar, grupal y

    virtual, conformados por valores culturales estticos y, sin duda, ticos diferentes e

    incluso con frecuencia contradictorios.

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    Resaltamos esta idea porque con frecuencia los estudios sobre culturas juveniles tienden a

    mostrarnos a estas como adscripciones identitarias monolticas y cerradas, como hechos

    propios de la multiculturalidad, cuando seran ms bien afiliaciones vicaras a nodos

    especficos de la red de significados que conforman su espacio comunicacional obsquedas contingentes de estrategias para ordenar el caos (Reguillo, 2000), que se

    manifiestan en forma de afinidades musicales o tendencias en el vestir, por ejemplo.

    NUEVAS SENSIBILIDADES ESTTICAS DE LAS CULTURAS JUVENILES DEL MUNDO

    GLOBALIZADO

    En esta dinmica vital de transitoriedad o nomadismo entre contextos culturales y valores,

    cabe preguntarse qu papel cumplen las artes y qu podran aportar, desde un punto de

    vista educativo, a la construccin de estos sujetos.

    Para quienes nos ocupamos de la educacin artstica o cultural es muy importante ver de

    qu manera este nuevo entramado de lo social y esta configuracin de los saberes pueden

    afectar a nuestra tarea.

    La renovacin de los saberes o la descentralizacin de los circuitos por los que estos

    discurren ha dado lugar a una nueva sensibilidad, que ha calado especialmente entre los

    jvenes. Las culturas juveniles estn hechas de una doble complicidad cognitiva y

    expresiva, que da lugar a nuevas formas de percibir y de crear, conformadas en gran parte

    por las cualidades estticas de los medios y los instrumentos electrnicos (Aguirre, 2006

    Barbero, 2005). Es en los relatos e imgenes de los medios, en sus sonoridades, en sus

    fragmentaciones y velocidades, en su idioma y su ritmo, donde los jvenes encuentran las

    categoras con las que articulan nuevos modos de percibir y de narrar (Marcelln y Aguirre,

    2008).

    En un estudio desarrollado entre jvenes estudiantes espaoles de enseanza secundaria

    (Aguirre, 2005) encontramos los que a nuestro juicio pueden ser los principales rasgos del

    imaginario esttico que muchas culturas juveniles tienen en comn:

    1. Los repertorios de la cultura visual y del mundo de la msica conforman los ejes que

    articulan los imaginarios juveniles, si bien suelen compartir espacio con los repertorios

    icnicos del deporte, sobre todo en el caso de los varones, y con los del entorno afectivo

    ms prximo familia y amigos, especialmente, o los recuerdos personales.

    2. A excepcin de estos ltimos, los repertorios visuales de los jvenes estn bsicamente

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    configurados por los medios electrnicos, televisivos y grficos de difusin masiva.

    3. Esto dota a dichos repertorios de dos rasgos que los caracterizan. Por un lado, la

    abundancia. Jams ha existido en la historia un acceso tan fcil y barato a las imgenes y

    esto es fcil de observar en los entornos juveniles.

    4. Pero, por otro lado, esta abundancia en la cantidad de recursos icnicos y sonoros no va

    acom- paada de la previsible variedad. De modo que los repertorios estticos juveniles se

    caracterizan tambin por la redundancia, como es habitual en las culturas de masas. Esta

    redundancia es debida, en gran medida, tambin a la constante retroalimentacin que se

    produce entre las culturas visuales y las musicales, tan frecuente que hace muy difcil

    determinar con precisin en muchos casos cul nutre a cul.

    5. Uno de los rasgos que mejor define el imaginario esttico de los jvenes es el elevado

    ndice de intensidad visual o de iconicidad que muestran. Por eso no es descabellado decir

    que estos jvenes son hijos de la imagen. Aunque resulta llamativo encontrar cierta

    inconsciencia o desconocimiento sobre la procedencia de los recursos grficos, o de los

    parentescos temticos, formales, conceptuales o estilsticos que los artefactos visuales de

    su entorno guardan con otras formas artsticas.

    6. El elevado grado de iconicidad de las imgenes viene a constituir un rasgo sustitutorio del

    ms netamente moderno de la belleza, que no es una categora esttica relevante en el

    imaginario visual de los jvenes. En las imgenes de su preferencia muestran ms

    inclinacin por lo pintoresco, lo grotesco, lo humorstico o lo horrible, es decir, por

    sentimientos o sensaciones de gran intensidad emotiva, propias de la cultura del

    espectculo, que por otras ms sutiles o delicadas.

    7. Finalmente, la belleza en s misma, entendida en trminos de la esttica moderna, no es

    determinante en la experiencia esttica juvenil, que exige un alto ndice de narratividad a los

    artefactos visuales de sus prcticas culturales. Intensidad emotiva y densidad narrativa son

    componentes esenciales de los productos visuales ms arquetpicos en la experiencia

    esttica juvenil.

    OTRAS CULTURAS JUVENILES

    Se puede sealar con justicia que en la realidad iberoamericana existen, adems de las

    formas de vivir en lo urbano, otras culturas juveniles que no participan de estas formas de

    vida o que no lo hacen en todos los sentidos que aqu se han mostrado.

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    No es fcil proporcionar datos concreto, pero de algunos de los estudios realizados puede

    deducirse que un porcentaje muy elevado de jvenes iberoamericanos no dispone de los

    recursos bsicos que le permitan interactuar con formas culturales como las descritas. De

    hecho, segn el informe De la invisibilidad al protagonismo realizado en Panam en el ao2004, al margen de la categora a la que pertenezcan, se puede afirmar que slo un tercio

    (1/3) de las personas jvenes renen los elementos bsicos que demanda el mundo

    moderno (tecnologa, educacin e idioma).

    Muchos de estos jvenes pertenecen a comunidades rurales e indgenas que, desde el

    punto de vista sociolgico, presentan caractersticas muy distintas a las aqu apuntadas

    hasta ahora.

    Por ello no es fcil encuadrarlos culturalmente en una visin como la que venimos

    mostrando. Sin embargo, hay ms de un punto de conexin entre las juventudes urbanas y

    estas otras formas culturales de vivir la juventud que nos animan a no tratarlas como si

    fueran realidades completamente independientes entre s. Entre otros motivos porque,

    como indica Reguillo, ninguna cultura local, ningn grupo social puede hoy entenderse al

    margen de los vnculos, cruce y, a veces, yuxtaposiciones entre lo local, lo nacional y lo

    global (Reguillo, 2000).

    Somos conscientes de que tales vnculos se dan en un contexto completamente asimtricode relaciones de poder no pretendemos afirmar lo contrario o pasarlo por alto. Aun as,

    consideramos que las relaciones entre dominantes y dominados no son de exclusin

    solamente, sino de copresencia y de interaccin una trabazn entre comprensin y

    prcticas que traspasa los grupos culturales en lo que Pratt (1997) denomina la zona de

    contacto. Y esto nos anima a no tratarlos de forma separada.

    Un prueba de esta interaccin la encontramos en la identificacin de estos jvenes con los

    ima- ginarios de la cultura de masas, bien sea a travs de medios relativamente accesiblesa todo el mundo como la televisin, bien sea a travs de las vas de contacto que ofrecen

    los que emigraron a las ciudades o al extranjero. Una interaccin que, cuando hay falta de

    medios, no puede llegar hasta la participacin activa en las redes sociales de las culturas

    urbanas, pero que s permite participar de la comunidad de significados de las mismas. As

    lo indica el citado informe realizado en Panam, cuando concluye, por ejemplo, que la

    juventud indgena vive una dualidad respecto a su ser: por un lado, estn influidos por el

    estilo que impone la cultura de la que proceden y son parte y, por el otro lado, sienten

    tambin el impacto de la cultura occidental (De la invisibilidad al protagonismo, 2004).

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    LA TENSIN ENTRE EL DESENRAIZAMIENTO DE LA GLOBALIZACIN Y LA

    NECESIDAD DE ANCLAJE

    Para hacer un balance riguroso de los puntos de encuentro y desencuentro entre estos

    mbitos de las culturas juveniles sera preciso realizar un anlisis fino que no estamos en

    disposicin de desarrollar ahora. Pero s podemos presentar, sin embargo, una muestra de

    interaccin en lo cultural, fundamentada en la tensin dialctica entre el desenraizamiento

    que conlleva la globalizacin y la necesidad de reafirmacin cultural en lo local.

    Lo que est aconteciendo en el seno de las culturas juveniles iberoamericanas se deriva de

    un proceso de hibridacin cultural (Garca Canclini, 1989), que no es en esencia distinto al

    que se da en otros lugares, si bien resulta especialmente interesante en el mbito

    iberoamericano porque, a pesar de lo que un anlisis simplista pudiera presentarnos, no es

    slo producto de la incidencia de los medios, ni un mero efecto del contagio cultural. En el

    fenmeno de hibridacin que impregna las formas culturales de la juventud iberoamericana

    intervienen resortes todava muy vigentes en el seno de los mbitos rurales e indgenas,

    que son resignificados en el mbito de lo urbano y devueltos a dichas comunidades para

    volver a ser resignificados. La concrecin de esta especial dialctica entre lo tradicional

    local y lo global es lo que hace del proceso iberoamericano algo peculiar. Lo curioso del

    caso es que la tensin entre el poder meditico de la cultura urbana y el valor y peso de la

    tradicin ha dado lugar a un fenmeno cultural que no solo afecta a los contextos rural e

    indgena y que se ha convertido en uno de los sellos de identidad ms evidentes de las

    culturas juveniles iberoamericanas. Vemoslo ms detenidamente.

    Como en tantos otros lugares del planeta, en la conformacin de las culturas juveniles de

    Iberoamrica encontramos la presencia de una fuerza centrfuga (Reguillo, 2000),

    coincidente con la experiencia de desanclaje descrita por Giddens (1994), que empuja hacia

    la ruptura con las formas de vida socialmente legitimadas por la tradicin. Este tipo de

    fuerza, ejercida mayoritariamente por jvenes conectados con los aparatos de las nuevas

    tecnologas (Ramrez, 1996), es la que est propiciando la emergencia de las ya referidas

    sensibilidades, desligadas de las figuras, estilos y prcticas de aejas tradiciones por las

    que se define la cultura local.

    La accin de esta fuerza explica buena parte de lo que ocurre en las culturas juveniles

    iberoamericanas, porque a nadie se nos escapa que la asuncin de las nuevas formas de

    configuracin e interaccin social entre los jvenes iberoamericanos ha dado lugar a la

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    creacin de nuevas comunidades hermenuticas (Barbero, 2002b), que trastocan los 1

    sentidos tradicionales, definidos desde los poderes instituidos, y que trascienden la

    tradicional ordenacin del territorio o la cultura.

    Ahora bien, frente a esta fuerza centrfuga, a este fenmeno de desanclaje tan propio de lassociedades actuales, se opone, tambin en Iberoamrica, la presencia de una fuerza de

    signo contrario, centrpeta, que manifiesta la necesidad de un constante retorno al pasado

    que se extravi en alguna parte del camino (Reguillo, 2000).

    Esta forma de tensin cultural se revela en los movimientos de repliegue que Reguillo

    interpreta como respuesta ante un presente que puede ser vivido como catico y sin

    opciones por quien no est enganchado a las dinmicas de desconfiguracin de los

    espacios tradicionales de relacin social y cultural.

    Sera, por tanto, una fuerza de tipo conservacionista celosa del acervo cultural autctono,

    que a veces roza la automarginacin, pero que en ocasiones es una fuerza de resistencia y

    reafirmacin en lo local frente a la homogeneizacin cultural que proviene del mundo

    globalizado. Con distintas variantes, es una actitud que encontramos por doquier en el

    mbito de los movimientos ruralistas e indigenistas de Iberoamrica y tambin en algunos

    movimientos juveniles urbanos que estaran con ello buscando, en el origen y en los

    mrgenes, elementos para articular su presente y proyectarse hacia el futuro (Reguillo,2000).

    LA REINVENCIN DEL ESPACIO CULTURAL IBEROAMERICANO POR LOS JVENES

    Es general la creencia de que las interacciones globalizadoras, universalistas y

    transnacionales que propician estas redes suponen la desaparicin de un lugar comn para

    la accin cultural. A estas interacciones se las hace responsables de la ruptura de las

    tradicionales fronteras culturales y de los procesos de globalizacin y homogeneizacin

    cultural universal. Sin embargo, no es del todo cierta la creencia ni del todo justa la

    responsabilizacin en el caso iberoamericano. La interaccin entre el desanclaje, propiciado

    por la cultura contempornea, y la necesidad de enraizamiento est, a nuestro entender, en

    el origen de los procesos de resignificacin de lo latino y en la configuracin de nuevos

    espacios culturales. Por eso deca anteriormente que el juego de tensiones entre lo local y

    lo global adquiere en este caso un carcter especial.

    1Estos ecosistemas comunicativos constituiran de esta forma lo que el mismo Martn Barbero denomina

    comunidades hermenuticas, es decir, espacios cuya ligazn no proviene ni de un territorio fijo ni de unconsenso racional y duradero, sino de la edad y del gnero, de los repertorios estticos y los gustos sexuales,de los estilos de vida y las exclusiones sociales (Martn Barbero, 2002).

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    Es verdad que los jvenes iberoamericanos actuales estn participando ya en los nuevos

    espacios de comunicacin que tienen carcter planetario y globalizado (Metas Educativas

    2021, 2008). Pero eso no impide que dichos espacios puedan ser interpretados como

    propios ni que les inhabilite para articular relaciones formales e informales autnomas en lascomplejas redes de interaccin social, cultural y de consumo que propician.

    En este sentido, Reguillo nos recuerda el valor que tienen los pequeos espacios de la vida

    cotidiana entre los jvenes iberoamericanos y cmo estos referentes locales intervienen en

    los procesos de resignificacin cultural y de reubicacin de las relaciones, dando lugar a

    verdaderas reinvenciones del territorio (Reguillo, 2000).

    DE LA INVISIBILIDAD AL PROTAGONISMO: LO LATINOAMERICANO COMO LUGAR DE

    PERTENENCIA Y DE ENUNCIACIN

    Lo interesante del fenmeno es que, mediante esta dimensin centrpeta de las dinmicas

    marcadas por las culturas juveniles, se est devolviendo la visibilidad a quienes, tras

    dcadas de debate sobre un proyecto modernizador de signo eurocntrico, masculino,

    adulto y blanco (Barbero, 2002b), fueron olvidados en el proceso de modernizacin de los

    Estados iberoamericanos: indgenas, negros, mujeres, campesinos, etc.

    Esta fuerza centrpeta no tiene, por tanto, el eje de sus operaciones en la mera

    reivindicacin de las formas culturales autctonas ni acontece slo en los mbitos de las

    culturas rurales o indgenas. Tambin las culturas juveniles urbanas muestran en algunos

    casos tendencia a buscar en la tradicin los anclajes necesarios para asentar su lugar en el

    mundo actual y para caracterizarse en la maraa de las redes sociales. Reguillo (2000)

    refiere el caso de las identidades chicanas que, al denominar a Los ngeles como Nuevo

    Azuln , recrean un nuevo acto fundacional que d sentido al proceso de deslocalizacin al2

    que les ha llevado la emigracin.

    Fenmenos como este ponen de manifiesto que la identificacin entre cultura y lugar, si

    bien ha podido ser siempre puesta en cuestin, hoy es menos verdad que nunca.

    Efectivamente, hoy podemos observar que, mediante dinmicas de resignificacin

    practicadas masivamente por los jvenes, estas nuevas redes son las que estn generando

    las condiciones para la creacin de nuevos territorios de accin cultural, entre ellos y

    principalmente el de una nueva comunidad hermenutica que llamamos Iberoamrica y el

    de una identidad claramente singularizada como iberoamrica o latinoamrica.

    2Azuln es, segn algunas teoras, el nombre original de Mxico.

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    Tanto en ambientes urbanos como rurales o indgenas, son muchos los jvenes que, lejos

    de aceptar pasivamente las identidades predefinidas a la carta que la mera pertenencia

    a un territorio ya haba previsto para ellos, se introducen en procesos de constante

    redefinicin y de convivencia, en mltiples ambientes, algunos geogrficamente muy lejanosa su hbitat cotidiano. De estas mezclas e intercambios estn emergiendo nuevas formas

    de hibridacin cultural y esttica (Garca Canclini, 1989), un nuevo sistema comunicacional

    que combina, de manera aparentemente imposible, recursos de distintas tendencias y

    recrea de forma incesante resignificaciones de lo ya instituido. Con todo ello, lo

    iberoamericano o lo latinoamericano, como mejor se conoce, se ha convertido en un lugar

    especfico de pertenencia y de enunciacin identitaria.

    Otro buen ejemplo de este fenmeno lo tenemos en el hecho de que la influencia de los

    Estados Unidos hoy en las culturas juveniles iberoamericanas ha dejado de ser

    exclusivamente la influencia del norteamericano sajn, porque ha cobrado mucho vigor la

    del nuevo norteamericano latino, que entra a formar parte, con modos culturales de nuevo

    cuo, pero de base tradicional, en los procesos de hibridacin de las culturas juveniles

    latinoamericanas.

    IDENTIDADES FLEXIBLES. EL ROCK AND ROLL Y EL POP COMO ELEMENTOS

    AJENOS QUE PARADJICAMENTE CONFORMAN IDENTIDAD

    Al igual que hemos hecho anteriormente sobre los rasgos de las culturas juveniles, desde la

    perspectiva de la educacin artstica nos interesa especialmente observar ahora el papel

    que las artes estn cumpliendo en la definicin de este emergente espacio cultural e

    identitario de lo latinoamericano entre los jvenes.

    Martn Barbero (2005) ha sealado con mucho acierto que, frente a las culturas letradas

    ligadas estructuralmente al territorio y a la lengua, son ahora las culturas audiovisuales y

    musicales las que conforman las comunas hermenuticas en las que habitualmente vivenlos jvenes. Este fenmeno no sera muy diferente a lo que ocurre en otras partes del

    mundo, si no fuera porque las artes se han colocado en el centro de las nuevas maneras de

    sentir y expresar la identidad, incluida la nacional, de los jvenes iberoamericanos.

    Resulta llamativo, y creo que no est mereciendo la atencin que precisara, la idea de que

    es en estos mbitos culturales contemporneos, y no en otros factores ms usuales de la

    construccin identitaria, como la historia o la tradicin, donde se est fraguando la nueva

    identidad iberoamericana. Contina afirmando Barbero que el rock latino rompe con la

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    mera escucha juvenil, para despertar creatividades preadas de mestizajes e hibridaciones

    que mezclan lo cultural y lo poltico, las estticas transnacionales con los ritmos y sones

    ms locales (Martn Barbero, 2002b).

    Sustenta esta idea en los hallazgos que una investigacin reciente de A. Rueda nosproporciona sobre el papel que la msica est desempeando en esta resignificacin

    cultural: En tanto afirmacin de un lugar y un territorio, este rock es a la vez propuesta

    esttica y poltica. Uno de los lugares donde se construye la unidad simblica de Amrica

    Latina, como lo ha hecho la salsa de Rubn Blades, las canciones de Mercedes Sosa y de

    la Nueva Trova Cubana, lugares desde donde se miran y se construyen los bordes de lo

    latinoamericano (A. Rueda, 1998, citada en Martn Barbero, 2002b).

    En lo cultural, lo latino es hoy un mercado pujante y no es extrao, por ello, que la MTV, los40 Principales y tantas y tantas frmulas de radio dispongan de un canal o una versin

    especficamente latinoamericana que esta denominacin ha convertido en una marca de

    fbrica que da su sello a una nueva forma creativa, a una nueva comunidad hermenutica.

    Pero no solo es la msica el elemento articulador, sino en general lo esttico. Junto a los

    movimientos musicales estn emergiendo, ya en el presente siglo, nuevas resignificaciones

    de la tradi- cin que, convenientemente articuladas con formas estticas transnacionales,

    estn dando lugar a un enriquecimiento y mayor singularizacin de lo latino. La revisin quelas culturas juveniles estn haciendo de los ya citados ritmos autctonos, como la salsa o la

    cumbia, est enredndose, a travs de esa esttica urbana e internacional contempornea,

    con la redefinicin de viejos mitos ancestrales o con la reutilizacin de formas de la cultura

    visual prehispnica en el diseo y la arquitectura . Todo ello est configurando un nuevo 3

    tejido cultural de lo iberoamericano y de sus culturas juveniles, de gran potencial y riqueza

    creativa.

    En este enredarse es donde vemos que la tensin entre la bsqueda de races y los

    procesos de desanclaje, as como los procesos de hibridacin que concitan en una misma

    realidad elemen- tos de lo local y lo meditico o de lo rural, lo indgena y lo urbano, estn

    generando nuevos espacios de identificacin y pertenencia para las culturas juveniles. Esta

    participacin de modos culturales rurales e indgenas en el juego de anclajes y

    desanclajes (lo particular y lo global), propios de la configuracin de la identidad cultural de

    los jvenes urbanos, constituye un puente entre lo urbano y lo rural-indgena algo que nos

    obliga a no verlos como dos mundos completamente separados.

    3Algo que ya ocurri entre los aos 1920 y 1950 en la literatura (Pratt, 2000).

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    Y vemos, finalmente, que en todos estos procesos las artes estn cumpliendo un papel

    fundante que no encuentra respuesta ni reconocimiento adecuados en el replanteamiento

    de las polticas educativas. Es precisamente por ello, por la importancia que las artes y los

    imaginarios estticos estn teniendo en estos procesos y por la posibilidad de que losjvenes pierdan el control de los mismos en beneficio de un mercado que va a explotarlos,

    por lo que debemos obligarnos a repensar cmo podemos intervenir en ellos desde la

    educacin artstica, sea formal o informal. Porque no nos cabe duda de que estos nuevos

    espacios, debido a la singularidad y al potencial identitario y creativo que presentan, estn

    siendo rpidamente fagocitados y explotados por el mercado.

    No deja de ser relevante que mientras para los medios, para gran parte de la autoridades y

    para muchos ciudadanos, ser joven en Latinoamrica equivale a ser pandillero, drogadicto,

    violento, vago o ladrn, el enemigo interno al que hay que reprimir por todos los medios

    (Reguillo, 2000) , los ejecutivos de la MTV, en su afn por marcar tendencias estticas y4

    culturales que favorezcan su mercado, empoderan las culturas juveniles, eligen astutamente

    el lado del joven creador y lo explotan en proyectos como el MTV Teen Age Clicks .5

    Es cierto que, tras esa propuesta de promover el talento y la creatividad natural del joven a

    quien se dirigen o de reconocer sus potencialidades, su entusiasmo por la vida y su

    optimismo ante un mundo en desarrollo que les enfrenta a grandes retos, se esconde el

    gancho perfecto para lograr sus objetivos comerciales. Pero esto es algo que como

    educadores debera hacernos reflexionar sobre, por lo menos, dos cuestiones. Por un lado,

    sobre las consecuencias que tiene la asociacin restrictiva, muchas veces bienintencionada,

    que establecemos entre las culturas juveniles latinoamericanas y las situaciones de

    marginalidad o de pandillerismo. Y, por otro lado, sobre nuestra insuficiente atencin al

    descrdito y deslegitimacin que ante los jvenes estn sufriendo, por va de las industrias

    culturales, las instancias y dispositivos tradicionales de representacin y participacin

    propios de las sociedades establecidas e instituidas (Reguillo, 2000).

    4 El joven rural casi no aparece en escena. Cuando aparece entre los personajes populares, lo hace con una

    identidad negativa: es el pen que le lleva las cosas al patrn, es el que habla mal, es la jovencita campesinaque se llena de hijos en la ciudad, etc. (Weinstein, 1993).5Se trata de un proyecto expositivo itinerante que refleja el resultado correspondiente al contexto lati-

    noamericano de un estudio de mercado que abarc 24.000 jvenes de todo el mundo. Su objetivo es compartirde una manera creativa y novedosa los hallazgos ms significativos del rea de Investigacin de MTV Networks,que entrevist a dichos jvenes sobre temas como Mi mundo, Bienestar, Estrs y xito, Temores,Necesidades, Las marcas que los marcan, Msica, etc. Junto a la exposicin con los resultados sobre estostemas se presentan proyectos que involucran a jvenes artistas visuales y diseadores latinoamericanos, como

    el proyecto Logo MTV, en donde artistas locales exhiben sus libres interpretaciones y mutaciones del logo. Enel momento de finalizar este escrito, la muestra se haba exhibido en Mxico D. F., Miami y Buenos Aires, yestaba a punto de celebrarse en So Paulo.

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    PENSAR UNA ESCUELA PARA EL SIGLO XXI Es cierto que la institucin escolar tiene

    ante s una gran tarea por realizar en Iberoamrica. Todava son demasiados los problemas

    de escolarizacin que sufren muchos ciudadanos, que ven en la escuela una oportunidad

    de mejorar su futuro y, cuando se trata de las mujeres de entornos rurales o indgenas,estos problemas se multiplican (Catino et al., 2005).6

    Sin embargo, como se afirma en el Informe Nacional de Desarrollo Humano Panam 2004,

    es evidente el esfuerzo que hacen los jvenes por educarse, a pesar de las enormes

    dificultades de sus condiciones de vida, porque en los mbitos rurales e indgenas,

    especialmente, la juventud ve en la escuela la oportunidad de abordar con xito los

    procesos de aculturacin a los que se debe enfrentar en un mundo cambiante.

    Que en muchos lugares de Iberoamrica la falta de escolarizacin siga siendo un problema

    urgente no solo no debe ser impedimento, sino acicate para que pensemos en una escuela

    ms prxima a las realidades que se nos van a presentar en el siglo xxi, que a las del siglo

    xix en el que se instituyeron sus prcticas.

    Se trata de ir pensando con urgencia cmo encajar la movilidad, el descentramiento y la

    constante hibridacin, propios de las culturas juveniles, con el inmovilismo, la rigidez de

    tiempos y la disciplinarizacin, propios de los sistemas escolares.

    Por eso necesitamos pensar con urgencia en un proyecto educativo til para ser

    desarrollado en contextos sociales y culturales como los descritos al inicio de este trabajo.

    Para este tipo de sociedad no nos vale lo que Giroux, de acuerdo con Bauman, califica

    como aparato pedaggico regulado por una prctica de ordenamiento que considera que

    la contingencia es un enemigo y el orden una tarea (Giroux, 2002), porque ser la

    contingencia de las interaccio- nes culturales a las que den lugar las tensiones entre lo local

    y lo extranjero lo que ir marcando el territorio en el que se inscriban las identidades y las

    prcticas sociales o profesionales.

    No se deben tomar las caractersticas de un grupo social de jvenes por las de todos, sino

    observar hacia dnde va caminando el proceso de transformacin social y cultural, aun a

    sabiendas de que algunos sectores (rurales e indgenas) estn especialmente lejos de las

    nuevas realidades que las tendencias generales conforman. Sin embargo, se requiere

    disear modelos formativos que puedan atender a los requerimientos educativos,

    6

    Las mujeres mayas, por ejemplo, inician su educacin ms tarde y desertan antes que los varones y las chicasque no son mayas. A la edad de 14 aos menos del 40% de las jvenes mayas contina su educacin alcumplir 16, la asistencia escolar disminuye al 19% (Catino, J., Kelly Hallman, K. y Ruiz, M. J., 2005).

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    vocacionales y de participacin en construccin ciudadana de la sociedad de la gran

    diversidad de culturas juveniles que pueden encontrarse en Iberoamrica, incluidas las de

    los excluidos y vulnerables, a quienes se ha visto ms como re- ceptores de iniciativas que

    como interlocutores y sujetos de un proyecto vital (Krauskopf, 1996). Si es preciso para ello,

    se deber profundizar con urgencia en la investigacin que penetre en la hermenutica de

    los modos de vida y de los mundos de las culturas juveniles.

    Como indica Martn Barbero, uno de los ms graves retos que el ecosistema comunicativo

    le hace a la educacin reside en plantearle una disyuntiva insoslayable: o su apropiacin

    por la mayora o el reforzamiento de la divisin social y la exclusin cultural y poltica que l

    produce (Martn Barbero, 2002b). El reto, por tanto, est ah y optar por mirar a otro lado o

    replegarse en lo local no lo resuelve, a lo sumo lo aplaza y deja ms inermes todava a los

    jvenes frente a la fuerza de persuasin de los medios.

    Articular los saberes escolares con los saberes del sistema comunicacional Por eso, una

    escuela que quiera tener relevancia en una sociedad contempornea deber consi- derar el

    papel que la descentralizacin del saber juega en este tipo de sociedades. Como ya se ha

    comentado, tambin hay escuela fuera de la escuela y, en consecuencia, es preciso

    repensar en cada caso la relacin de los saberes escolares con el resto de los saberes del

    ecosistema de comunicacin.

    La actual fractura disciplinar que presentan los saberes escolares casa mal con unos modos

    culturales muy interdisciplinares como los de las culturas juveniles, de modo que es preciso

    que los educadores demos con frmulas de flexibilizacin y conexin entre ellos.

    Replantear la relacin de los saberes escolares con los del ecosistema de comunicacin

    Disponemos ya de muchos informes que argumentan con justicia el valor de las artes y la

    formacin artstica para el desarrollo humano (Bamford, 2006). Pero haremos mal en

    conformarnos con la legitimidad que otorgan a nuestra tarea estos estudios, si no nos

    preguntamos sobre qu educacin artstica es la que hoy, en sociedades como las

    descritas, necesitamos para los jvenes que las habitan. No vale cualquier contenido ni vale

    cualquier metodologa. Estamos tratando con jvenes que disponen ya, desde la ms

    temprana infancia, de multitud de estmulos estticos que configuran sus dotes apreciativas.

    Trabajamos con jvenes que haciendo uso de las tecnologas elaboran sus propias

    creaciones. Poco contribuir a la formacin y al desarrollo humano de estos jvenes

    cualquier actividad artstica que no se enrede con sus propias experiencias vitales y

    estticas. Del mismo modo que quedar en mera ancdota escolar, que en poco contribuir

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    al desarrollo de su creatividad, cualquier metodologa de trabajo que no contribuya a

    reforzar o repensar sus propias estrategias de apreciacin y de produccin.

    De momento, la institucin escolar iberoamericana suele permanecer impermeable a este

    nuevo sensorium (Martn Barbero, 2005). Es decir, a todo ese cmulo de formas narrativasy expresivas de la cultura visual y musical que emergen desde los mrgenes de la cultura

    oficial, pero que con- figuran el centro de las prcticas de las culturas juveniles.

    En contrapartida, lo que tenemos en la mayora de los casos es que la institucin escolar

    slo presta, cuando lo hace, atencin a las artes cultas y que en el imaginario juvenil los

    productos propios de la alta cultura se identifica casi exclusivamente con el acotado entorno

    de los saberes escolares, con prcticas asociadas al deber o con el ajeno territorio del

    mundo adulto, lejos de los rincones ms intensos de su experiencia esttica, vital o personal(Aguirre, 2005).

    As, la escuela, a pesar de conformar una parte muy importante de la vida cotidiana de los

    jvenes de nuestro entorno social, permanece al margen de uno de los pilares

    fundamentales de su formacin. La conexin entre los materiales curriculares y los

    repertorios estticos juveniles es completamente deficitaria o nula (Aguirre, 2005 Barbero,

    2002b OEI,2008b Hopenhayn, 2004). Con ello, los productos de la alta cultura y las artes

    visuales pierden la posibilidad de ser una herramienta relevante para la experiencia vital deestos jvenes (Aguirre, 2006). De tal modo que, lejos de ser catalizadores o impulsores de

    la experiencia esttica, pasan a formar parte de ese conjunto de saberes escolares ajenos a

    su mundo y completamente inoperantes como configuradores de su identidad. Un hecho

    que resulta preocupante si consideramos la notable relevancia que los resortes visuales y

    musicales tienen en la conformacin de los imaginarios identitarios juveniles.

    Dejar entrar nuevas formas de transmisin del saber

    Siendo el medio juvenil, como ya se ha comentado, un medio altamente estilizado,

    sorprende la escasa presencia y repercusin que las artes cultas tienen en la vida de los

    jvenes. Buena parte del divorcio entre los saberes de las culturas juveniles y los saberes

    escolares, especialmente en el campo de la educacin artstica, proviene del hecho de que

    los primeros se desarrollan y fluyen a travs de circuitos altamente tecnificados y con

    frecuencia demonizados por las instituciones educativas (Marcelln y Aguirre, 2008).

    Mientras la escuela sigue aferrada a los libros como va principal de transmisin del saber,

    los jvenes iberoamericanos, en su gran mayora, pertenecen ya al gnero del Homo

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    videns, son ya hijos de la televisin. Es en ella donde aprenden sobre las conductas y

    valores del mundo adulto y sobre los juegos de poder que se establecen en las relaciones

    sociales (Meyrowitz, 1992), haciendo que la escuela pierda su prestigio como refugio

    legitimado del saber.

    Mientras autoridades y educadores seguimos inmersos en la cultura libresca o, a lo sumo,

    resca- tando las formas ms populares de la cultura local, el enorme potencial emergente

    que propicia la resignificacin cultural que se produce en el entorno de las culturas juveniles

    no est pasando desapercibido a quienes manejan los hilos del mercado: Como expertos

    en televisin y entretenimiento, tenemos mucho inters en entender las preocupaciones de

    los jvenes, y justamente en esta exhibicin de arte logramos reflejar una parte de su

    mundo, dice Carlos Garca, director de investigacin de mercado y nuevos negocios de

    MTV Networks Latinoamrica, refirindose al proyecto MTV Teen Age Clicks,

    anteriormente mencionado.

    Es preciso por ello abrir la escuela a multiplicidad de escrituras, de lenguajes y de formas de

    narrar que los medios actuales nos ofrecen y que son tan familiares a los jvenes. Es

    preciso comprender que, incluso en sociedades donde la demanda de alfabetizacin textual

    es tan alta, aprender a leer debe significar aprender a distinguir, discriminar, valorar,

    escoger y conocer dnde y cmo se fortalecen los prejuicios o se renuevan las

    concepciones de la poltica, la cultura, la sexualidad (Martn Barbero, 2005 Buckingham,

    2003). La alfabetizacin que demanda la sociedad actualmente ya no es solo la derivada del

    aprendizaje de la lectura y la escritura. Hoy es preciso acompaar esta de una

    alfabetizacin visual y tecnolgica, de una multialfabetizacin para la que la educacin

    artstica aporta recursos imprescindibles. Y eso no puede hacerse si las instituciones

    educativas dan la espalda a las formas de representacin que componen las culturas

    visuales de los jvenes a quienes dirigen su accin formativa (Hernndez, 2007).

    Necesitamos, asimismo, una escuela capaz de hacer un uso creativo y crtico de los medios

    audiovisuales y de las tecnologas informticas. Es en esta tarea donde una educacin

    artstica orientada por estos objetivos puede resultar eficaz y motivadora para los jvenes

    (Marcelln y Aguirre, 2008 Marcelln, 2009).

    Solo asumiendo la tecnicidad meditica como dimensin estratgica de la cultura puede hoy

    la escuela interesar a la juventud y slo si somos capaces de usar el inabarcable cmulo de

    expe- riencia humana que las artes encierran (Aguirre, 2006) podremos interactuar con los

    campos de experiencia de los jvenes.

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    Tener en el horizonte educativo una nueva idea de ciudadana

    Las nuevas formas de comunidad que configuran culturas juveniles nos colocan adems

    frente a la necesidad de renombrar los procesos de incorporacin, de reconocimiento social

    y de superacin de la desigualdad, por los que tradicionalmente se obtiene la ciudadana.

    Ya no podemos seguir pensando en una idea de ciudadana ligada a un territorio concreto,

    por mucho que dentro de l se reconozca la diversidad.

    La nueva ciudadana, que corresponde a esta nueva forma de articulacin social y cultural

    en la que viven los jvenes, debe ser bsicamente una mediacin fundamental que

    sintetiza o integra las distintas identidades sociales que el individuo moderno puede

    actualizar (mujer, indgena, negro, profesional, consumidor, espectador, joven, pblico,

    homosexual, etc.) para participar con plenos derechos en una sociedad (Reguillo, 2000).

    Por ello, en la propuesta de proyecto de la Convencin Iberoamericana de Derechos de los

    Jvenes de 2008 se incluye, en su artculo 24, el derecho a la cultura y al arte.

    Aun pasando por alto que en dicho artculo se ofrece una visin del derecho a la cultura y

    las artes muy vinculada al territorio regional propio y a la consolidacin de una integracin

    cultural iberoamericana, lo que queda claro con la declaracin es que ya no es suficiente

    con una nocin de ciudadana construida sobre los tres pilares tradicionales definidos por

    Marshall (1965) .7

    La propuesta y las trayectorias de la juventud actual ponen sobre el tapete la necesidad de

    considerar tambin lo que Rosaldo (1994) denomina ciudadana cultural, que dara cuenta

    de los nuevos lugares de participacin, de enunciacin y de comunicacin que las culturas

    juveniles vienen creando. Pero para que esta nueva idea de ciudadana se abra paso es

    preciso que desde las instituciones sociales y desde las polticas educativas se reconozca el

    papel que las artes y la cultura tienen hoy en la formacin de estos nuevos sujetos, de estos

    nuevos ciudadanos (Berman y Jimnez, 2006). Y esto es algo que no se hace todava.Prueba de ello es que un informe reciente de la Comisin Econmica para Amrica Latina

    (CEPAL) seala que en comparacin con generaciones mayores, los y las jvenes cuentan

    hoy con mayor educacin, estn ms familiarizados con las nuevas tecnologas de

    informacin y comunicacin, han interiorizado con mayor vigor los valores de la autonoma y

    los derechos humanos, se adaptan ms fcilmente a cambios en la organizacin del trabajo

    y del ocio y son protagonistas del cambio cultural en tiempos de globalizacin. Sin

    7Estos seran: el del estatus de legalidad, que garantiza derechos y libertades, el de la condicin poltica, que

    garantiza el derecho al sufragio, y el de la condicin social asociada al beneficio de la atencin del Estado.

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    embargo, el mismo informe destaca que su mayor manejo de informacin no se refleja en

    mayor acceso a instancias de decisin (Situacin y desafos de la juventud en

    Iberoamrica, 2008).

    Quienes nos dedicamos a las polticas de juventud, a la educacin general o a la educacinartstica y cultural tenemos, por tanto, mucho trabajo para ofrecer alternativas educativas

    que coloquen a los jvenes en la realidad que les va a tocar vivir y para obtener el xito

    deseado en la configuracin de una sociedad formada por ciudadanos libres y autnomos.

    Pero, como dice Barbero, Si las polticas sobre juventud no se hacen cargo de los cambios

    culturales que pasan hoy decisivamente por los procesos de comunicacin e informacin

    estn desconociendo lo que viven y cmo viven los jvenes, y entonces no habr

    posibilidad de formar ciudadanos, y sin ciudadanos no tendremos ni sociedad competitiva

    en la produccin ni sociedad democrtica en lo poltico (Barbero, 2002b, p. 15).