Inhibición, Síntoma, Angustia. Hacia Una Clínica Nodal de Las Neurosis

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Inhibición, síntoma y angustia Nieves Soria Dafunchio Serie del Bucle

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Neurosis que llegan al analista del lado de la inhibición, del síntoma o de la angustia: en cada una de estas modalidades, pequeñas diferencias en el anudamiento que conllevan a su vez diferentes posiciones del analista, distintas maniobras transferenciales, intervenciones que abordan la relación entre los registros de manera diferente.

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Inhibición, síntoma y angustia

Nieves Soria Dafunchio

serie del bucle

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© nieves soria Dafunchio, 2009

Edita:Del bucle, buenos aires

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soria Dafunchio, nieves Inhibición, síntoma y angustia. – 1a. ed. – buenos aires: Del bucle, 2009. 344 p.; 20 x 13 cm. – (Del bucle)

Isbn 978-987-21011-3-8

1. Psicoanálisis. I. título cDD 150.195

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Presentación

Este volumen reúne el conjunto de las clases dictadas durante el año 2008 en el espacio de seminario diurno que llevo adelante desde 2005 en la Escuela de la orientación Lacaniana.

Luego de una primera aproximación a la clínica nodal en el cam-po de las psicosis, a la que dediqué el año 2007, y que dio lugar al libro Confines de las psicosis, fui llevada a incursionar en la clínica nodal de las neurosis, a partir del encuentro en mi práctica como analizante, como analista y como supervisora, con lo real del anuda-miento borromeo de los tres registros y sus variaciones posibles en los distintos tipos y momentos de la estructura neurótica.

neurosis que llegan al analista del lado de la inhibición, otras que llegan del lado del síntoma, otras de la angustia; y dentro de cada una de estas modalidades, pequeñas diferencias en el anudamiento que conllevan a su vez diferentes posiciones por parte del analista, distintas maniobras transferenciales, intervenciones que abordan la relación entre los registros de manera distinta.

El trípode freudiano de inhibición, síntoma y angustia encontra-rá en este recorrido su lugar en el nudo borromeo lacaniano, a través de las nominaciones de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real, que retomarán a su vez las tres identificaciones freudianas relevantes de Psicología de las masas y análisis del yo.

agradezco a Fabián schejtman su aporte fundamental a la hora de establecer precisiones y distinciones dentro de cada una de estas formas de anudamiento, en esta oportunidad a través de su presen-cia en una clase, que se convirtió una ocasión de testimoniar acerca

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del íntimo lazo entre el inconsciente, la transferencia de trabajo y aquello que intento transmitir en mi enseñanza.

agradezco también a quienes aceptaron mi invitación de expo-ner su práctica a la hora de intentar llevar a la singularidad de cada nudo subjetivo los hallazgos realizados en esta investigación. uno por uno fueron testimoniando de hasta qué punto el lugar del ana-lista implica un vacío, que en estas clases finales del seminario operó como causa de una elaboración in situ.

agradezco también al auditorio, siempre tan interesado, incisi-vo, activo en sus aportes, algunos de los cuales están reflejados en esta publicación.

Finalmente, un agradecimiento especial para bernardino horne por su prólogo, que es el reflejo de un interés que ha abierto una vía de transferencia de trabajo novedosa para mí y especialmente gratificante, en el encuentro con la investigación y la práctica de los colegas de la Escuela brasileña de Psicoanálisis.

Esta publicación es para mí una posibilidad única: la de compar-tir con el lector, a quien quizás no conozco, los ecos que deja en mí una pasión, que es la del psicoanálisis.

brindo porque haya encuentro.

Nieves Soria Dafunchio

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Prólogo, Bernardino Horne

1. Inmediatamente después de la Introducción, nieves aborda la clínica de modo directo y claro, entendida y teorizada desde la perspectiva de la topología del nudo borromeo. Fundamenta su acto en una cita de Lacan que ubica en el capítulo III (El nudo borromeo. Parte I). En dicha cita, Lacan nos recomienda empezar por la práctica “a lo bruto”. En dos oportunidades usa ese término, tan fuerte, para indicarnos que es necesario comenzar por la clínica antes de saber de matemáticas y topología. Las dos razones que da Lacan para esto son: una, para salir del cerco de la duda obsesiva y otra, para saber que el nudo da cuenta de la experiencia analítica y que ése es su valor. y nieves lo hace así, entra a los nudos desde la clínica y la trabaja en la perspectiva de los nudos. Lo hace tanto en los momentos iniciales, cuando comienza a exponer la importancia de la perspectiva nodal, como después, cuando toma casos clínicos, presentados en su seminario por colegas practicantes que participan del mismo. La claridad y el sonido cristalino que produce su clínica llevan al entusiasmo y al Wissentrieb.

2. El goce, en su satisfacción, mantiene una relación entre los nudos, sea en las neurosis como síntoma, como angustia o como inhibición o en las psicosis por la vía de las suplencias y la interpe-netración de los anillos. como en el Proyecto freudiano donde una estructura, los neuronios, da sostén a la circulación de cantidades, la estructura borromea da sostén a las diversas formas en que el goce se satisface. La estructura puede, pues, tomar formas diversas.

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Este libro, dedicado a las neurosis en la perspectiva nodal, parte de Inhibición, síntoma y angustia de Freud para adentrarse en la forma en que Lacan relaciona estos tres conceptos centrales con los tres re-gistros real, simbólico e imaginario en el nudo borromeo. Inhibición, síntoma y angustia marca un momento de cambio en Freud. “Es un texto de Freud que apunta a lo real de la experiencia”, dice Jacques-alain miller en El partenaire-síntoma (Paidós, 2008, pág. 62).

3. soy miembro de la Escola Brasileira de Psicanálise. De la sec-ción bahía de la EBP. Esto da a este prólogo una perspectiva brasi-leña. hace ya algunos años, el Núcleo de Investigação em Psicanálise e Medicina del Instituto de Psicanálisis Bahía comenzó a trabajar con pacientes afectados de anorexia, bulimia y obesidad, y decidió inves-tigar esta problemática. su coordinadora, celia salles, junto a Fa-bián schejtman, quien en ese momento trabajaba con un grupo de colegas entre los cuales estaba nieves soria Dafunchio, inició en el ICBA un programa de trabajo en bahía sobre el tema a partir de los nudos. schejtman comenzó a viajar a bahía y, luego, a todo brasil llevando adelante este trabajo de clínica de los nudos. Recientemen-te, nieves inauguró su participación en este programa produciendo, con su manejo clínico de los nudos, un verdadero movimiento en nuestra comunidad.

todas estas cualidades que tengo el placer de resaltar, ustedes podrán apreciarlas en la lectura de este texto que, por su sabor de real, no es fácil dejar para seguir leyéndolo mañana.

Bernardino Horne Salvador, Bahia Brasil

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I. Inhibición, síntoma y angustia

I. Introducción al territorio de las neurosis

Propongo el trabajo de este año en continuidad con el del año pasado, en el cual con algunos de ustedes nos dedicamos a trabajar sobre los confines de las psicosis, tratando de abordar dentro del campo clínico de las psicosis la variedad de la estructura, intentando llevarla al nudo borromeo.

Este año nos dedicaremos al campo de las neurosis, centrándo-nos en el trípode freudiano de inhibición, síntoma y angustia, que es retomado por Lacan desde la perspectiva de los tres registros. me parece que puede ser muy enriquecedor a la hora de dar cuenta de la variedad clínica dentro del campo de las neurosis, articular a la vez los conceptos de inhibición, síntoma y angustia (que son centrales) con los registros imaginario, simbólico y real, especificando tipos de nudos muy distintos en las neurosis.

Para ello vamos a dedicar algunas de las primeras clases a abordar los textos, fundamentalmente el texto freudiano “Inhibición, sínto-ma y angustia”, y su lectura por parte de Lacan, fundamentalmente en el Seminario X, el Seminario de La Angustia, y en el Seminario XXII, R.S.I.

En estas primeras clases vamos a hacer un recorrido para arribar a R.s.I., al nudo borromeo, tal como lo propone Lacan en el Semi-nario XXII, retomando el trípode freudiano de inhibición, síntoma y angustia.

La de hoy será una clase introductoria del recorrido que vamos a

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hacer en esta primera parte del seminario, y en la segunda parte, algu-nos practicantes del psicoanálisis van a traer sus casos y vamos a tratar de ir ubicando estas diferencias en el nudo en los distintos casos.

Para introducir este primer trayecto que vamos a hacer, voy a empezar con la imagen, que ustedes habrán visto por mail o en el afiche, que elegí para anunciar este seminario, que es este cuadro de Dalí que se llama “complejo de Edipo”. Esta pintura me ha resul-tado muy inspiradora, ya que es una imagen en la cual, por un lado encontramos una estructura que tiene una forma que es imprecisa, una forma difícil de definir, un tanto amorfa, como suelen ser las for-mas de Dalí, que además está agujereada, tiene algunas fisuras, hay algunas manchas. me parece que es una imagen que nos sumerge, con toda la fuerza de la pintura de Dalí, en el campo de la estructura neurótica tal como intentaremos abordarla aquí, en este espacio.

Por otro lado, en el cuadro está este objeto que está por delante, que parece ser una suerte de cetro con plumas, al estilo de las plumas del pavo real. Propongo imaginar ahí el emblema del padre caído, del padre muerto, a Edipo habiendo matado a su padre y, dirigién-dose a ese horizonte que se encuentra en el final de la pintura.

y por otro lado, por debajo de esta forma, de esta estructura que se encuentra en el centro del cuadro, encontramos un pequeño objeto que está caído, que también es un objeto difícil de definir, un tanto amorfo, que deja una sombra inquietante sobre la estructura; y por otra parte, tenemos esta figura, que es una figura humana semi-esque-lética, bastante indefinida también respecto del sexo, que me parece que encarna por excelencia lo que sería el sujeto neurótico en su inde-terminación, sin rostro, y por otra parte, en el lugar en el que debería estar la cabeza, lo que hay es una suerte de signo de interrogación, hay un vacío, en el que podemos ubicar la dimensión de la pregunta.

Quería transmitirles de alguna manera lo que me causó este cua-dro de Dalí a la hora de pensar en abordar el campo de la neurosis, que desde el psicoanálisis queda definido a partir del complejo de Edipo freudiano; este campo que, por un lado, parece tan conocido, y por otro lado, siempre vuelve a resultarnos tan ajeno.

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Elegí este trípode de inhibición, síntoma y angustia, porque con-sidero que nos será de utilidad para introducirnos al nudo, y en ese sentido, me gustaría plantear una suerte de contrapunto entre lo que sería una primera vertiente en la enseñanza de Lacan, un primer tiempo en su enseñanza, que sería el período conocido como el Lacan clásico, el Lacan de la lógica del significante, que también es el Lacan que se apoya en aquellos textos freudianos en los que Freud trans-mite la maravilla del descubrimiento del lenguaje y sus efectos en el inconsciente: “La psicopatología de la vida cotidiana”, “El chiste y su relación con lo inconsciente”, “La interpretación de los sueños”, que son el eje de las referencias freudianas del primer Lacan.

II. La clínica de la pregunta

Este primer Lacan va a abordar la estructura, sea neurótica o psicó-tica, bajo la modalidad de lo que se plasma a la altura del seminario III y hacia adelante como “la clínica de la pregunta”. Esta lógica significante llevada a su máxima formalización en el primer Lacan constituye una clínica, y podríamos decir que el aparato conceptual que mejor despliega, que mejor explora el terreno, el territorio de la clínica de la pregunta es el grafo de la subversión del sujeto –que pueden encontrar en el Seminario V, y en el escrito “subversión del sujeto y dialéctica del deseo”. En este texto van a encontrar una pri-mer versión del grafo en la cual Lacan justamente va a dar forma al grafo a partir de esa interrogación, de esa pregunta por el deseo del otro, que es la pregunta que anima al sujeto neurótico.

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Esta primera versión del grafo está animada por esta pregunta: Che vuoi?, ¿qué quieres?, es la pregunta que interroga el deseo del otro. Este grafo del deseo es el grafo que va a dar cuenta, y que va a intentar desplegar la estructura de la pregunta por el deseo del otro que anima al sujeto neurótico.

Diana Rabinovich abordó en detalle las consecuencias clínicas del grafo en un librito que se llama Una clínica de la pulsión. Las impulsio-nes1, donde ella dividía el grafo por la mitad, situando el lado derecho como el lado de las peguntas y el izquierdo como el de las respuestas.

El primer mojón en este camino que nos lleva al abordaje de la estructura neurótica en el nudo, es el grafo del deseo que despliega la estructura de pregunta en que consiste la neurosis. Quienes estu-vieron en el seminario del año pasado recordarán que trabajamos la cuestión de la pregunta en las psicosis también, tal como la plantea Lacan en el Seminario III, donde ubica justamente en las psicosis una pregunta, pero es una pregunta que se hace sin sujeto, o, la otra

1 Rabinovich, Diana. “una clínica de la pulsión. Las impulsiones”. Ed. ma-nantial. buenos aires, 1989.

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posibilidad que plantea Lacan es que haya una respuesta antes de que se pueda plantear la pregunta en la psicosis. Estas son las dos alterna-tivas que da para distinguir el estatuto de la pregunta en la psicosis del estatuto de la pregunta en la neurosis.

Podemos hacer un primer abordaje de la estructura desde el gra-fo. En la psicosis esa estructura de la pregunta de algún modo se aborta en el primer nivel, antes de que pueda llegar a ser planteada por el sujeto –ya que la dimensión de la pregunta se abre recién en el piso superior del grafo–, antes de que pueda plantearse se hace presente la respuesta en el plano imaginario, en el eje especular.

Del lado de la neurosis, en cambio, la pregunta llega a plantearse, pero no a desplegarse, ya que el sujeto recurre al cortocircuito del fantasma como respuesta en lugar de continuar con el recorrido que lo llevaría a la confrontación con ese agujero enigmático, del que la pintura de Dalí nos da un reflejo.

Finalmente, hay un tercer trayecto posible, que es justamente el que habilita la experiencia analítica, que lleva la pregunta a desplegar-se, y a que el sujeto se confronte con este significante de la falta en el otro, es decir, con la castración, lo que implica un atravesamiento del plano fantasmático como nivel de respuesta a la pregunta. Este tema se podría desplegar mucho más, pero como no es el objetivo de este semi-nario centrarnos en la clínica de la pregunta, lo planteo rápidamente.

Entonces, en el grafo podemos ubicar en el primer nivel la psico-sis, en el segundo nivel la neurosis, y finalmente, en el circuito más amplio, el análisis.

se trata, entonces, de un aparato conceptual que está construido a partir de la lógica simbólica, de la lógica del significante, ya que la estructura mínima aquí es la estructura binaria propia del signifi-cante, s1-s2, y es la complejización de esa estructura mínima la que lleva a ese despliegue en el grafo.

y desde la perspectiva del grafo podríamos decir que lo que va a plantear Lacan es que esa pregunta por el deseo del otro se va a mo-dalizar en la histeria –la pregunta va a ser ¿qué quiere una mujer?– es la pregunta por el ser femenino, por el ser de deseo femenino; y por

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otro lado, la modalidad obsesiva, que ya Freud sitúa como un dialecto de la histeria, como una complejización superior de esa primera pre-gunta sobre lo femenino, y entonces va a avanzar sobre la muerte.

Esas dos modalidades de la pregunta no se pueden distinguir en tanto tales en el grafo, no podemos hacer una clínica diferencial de la histeria y la obsesión con la estructura del grafo, como tampoco podemos distinguirlas de la fobia, aunque podríamos preguntarnos qué pasa con la pregunta en la fobia.

La fobia parece ser el impasse de la pregunta, el sujeto fóbico es un sujeto a quien la angustia le impide plantear la pregunta, por eso Lacan va a definir a la fobia como una placa giratoria, como un cambiavía. Es más un momento lógico de la estructura que un tipo de neurosis en sí misma. se trata de un momento de impasse de la estructura que además es constitutivo del sujeto. Esto es algo que Freud señala, las fobias infantiles como constitutivas del sujeto. Podríamos decir que el sujeto se constituye fóbicamente.

Pero hay cierto punto de falla de la estructura neurótica en la fobia que también resulta un poco difícil abordar desde el grafo. Podemos decir en principio que en la fobia el sujeto atraviesa el primer nivel o piso del grafo, el sujeto sale del campo de la psicosis, pero tiene dificultad para construir su fantasma. Por ejemplo, en el caso de Juanito, su fobia y su análisis consisten en toda una serie de operaciones de construcción del fantasma.

Entonces, podríamos decir que este aparato conceptual, que es el grafo del deseo, que es tan interesante para dar cuenta de toda una serie de cuestiones de la estructura subjetiva y de la estructura de la experiencia analítica en tanto tal, nos deja interrogarnos acerca de la diversidad clínica, es un aparato que nos permite ubicar en sí mismo estas diferencias de los tipos clínicos dentro de las neurosis, que es lo que vamos a tratar de abordar en este seminario.

Posteriormente, cuando Lacan abre su abordaje de la estruc-tura a la concepción topológica de la misma, abre la estructura a los otros dos registros. Este grafo, en cambio, es fundamentalmen-te simbólico, es lógica del significante pura, es un intento de dar

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cuenta de lo imaginario –que va a estar en este primer nivel–, y de lo real –que va a estar en el último nivel–, desde lo simbólico. Es desde la primacía que Lacan le adjudica a lo simbólico que en este momento de su enseñanza él va a abordar simbólicamente tanto lo imaginario como lo real.

III. El trípode freudiano.

Pero podemos, en la enseñanza de Lacan, seguir el hilo de la otra vertiente, de la vertiente que intenta, desde el inicio, dar autonomía propia a los otros registros. Recuerden que el primer Lacan escribe el estadio del espejo, que es un intento de dar cuenta del registro imaginario en tanto tal. Ese otro Lacan, que en realidad está desde el principio pero que parece que recién logra desplegar toda su fuerza conceptual en los últimos seminarios, se va a apoyar fundamental-mente en el texto de Freud: “Inhibición, síntoma y angustia”.

Este otro Lacan, que no se interesa sólo por la lógica del signifi-cante, sino que también es un Lacan matemático que se interesa por el estatuto real del número, encuentra en este trípode freudiano, en este tres de Freud, algo real de la estructura que verifica en su expe-riencia como analista.

ya tendremos más de una oportunidad de volver sobre el texto de Freud, de momento me referiré a lo que considero central del mismo para hacer una introducción al recorrido que haremos.

si ustedes leen este texto freudiano, se van a dar cuenta inme-diatamente de que en realidad más que nada es un tratado sobre la angustia. Pero lo más interesante es que es un tratado de la angustia que va a terminar siendo definida como angustia de castración, rec-tificando la primer concepción freudiana de la castración. Lo que está proponiendo Freud en este texto, y lo dice con todas las letras al comienzo de uno de los capítulos, es que la neurosis gira alrededor de la angustia de castración, de modo que la estructura neurótica es una respuesta a la angustia de castración.

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así, tanto la inhibición como el síntoma van a ser abordados desde la perspectiva de la angustia, de ahí que Freud plantee que la inhibi-ción es una detención de todo movimiento con la finalidad de evitar el desarrollo de angustia, es una solución tajante y radical al problema de la angustia. se produce una detención en el movimiento, cuestión que va a ser retomada por Lacan en el famoso cuadrito del Seminario de La Angustia, que vamos a trabajar, cuyos dos ejes son justamen-te la dificultad y el movimiento. La inhibición tiende a detener el movimiento, el despliegue mismo de la estructura se detiene con la inhibición y se logra expulsar la posibilidad de angustia.

El síntoma en ese texto va a ser abordado por Freud como un resultado del desarrollo de la angustia, como señal de la castra-ción. De modo que cuando la angustia funciona como señal de la castración, cuando está acotada, cuando está localizada en este funcionamiento de señal de la castración, entonces promueve la formación de síntoma. En este plano del síntoma, a diferencia de la inhibición, tenemos cierto desarrollo de angustia, pero que lleva a la formación de síntoma, la cual podría llegar a desterrar total-mente el desarrollo de angustia. El ejemplo que da Freud de logro más radical del síntoma contra la angustia es el síntoma conversivo como el síntoma que tiene más éxito en la evitación de la angustia, pero su constitución no se consigue sin un desarrollo previo de angustia. Lo que diferencia entonces al síntoma de la inhibición es este primer tiempo de desarrollo de angustia, y luego un segundo tiempo donde el síntoma viene a resolver, o intentar solucionar este problema que le plantea la angustia.

cuando nos detenemos en el concepto de la angustia, en este texto la vemos bifurcarse. Por un lado está la angustia como señal de la castración, que va a ser absolutamente evitada en la inhibi-ción, y a la que se le va a dar un tratamiento en el síntoma, pero va a haber otra vertiente de la angustia que va a atravesar todo el texto, que es la angustia que deja de lado –dice Freud– los vasallajes del yo y la castración. En esta vertiente la angustia no se limita a ser una señal. se trata de la angustia que se manifiesta en las neurosis

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traumáticas, que rompe la pantalla del yo y que deja de funcionar en relación con la castración, deja de estar acotada como señal.

a esta vertiente de la angustia podríamos calificarla de angustia pura. angustia pura es un término que va a utilizar Lacan en el Seminario de La Angustia para referirse justamente al primer tiem-po de la angustia de Juanito, cuando todavía no logra armar un síntoma con ella. aquí el sujeto está totalmente tomado, arrasado por la angustia. ahí la angustia toma todo el ser del sujeto, no está localizada ni funciona como una señal. En estos casos el modo de ser del sujeto es la angustia.

Intervención: ¿y en el ataque de pánico?

Nieves: habría que definir cómo el ataque de pánico se articula con la estructura, pero en principio, podríamos ubicarlo como una irrup-ción de la angustia pura, donde dejan de funcionar los vasallajes del yo y de la castración, y que por eso es vivida como angustia de muerte –que es también la angustia que está en juego en las neurosis traumá-ticas. Freud hace esta distinción entre angustia de castración y angustia de muerte. si bien luego intenta dar cuenta de la angustia de muerte en términos de castración, a la vez ubica claramente un campo clínico en el cual se manifiesta la angustia como pura angustia de muerte, desbordando estos diques, y perdiendo la relación con la castración.

En estos casos hay algo del narcisismo que se desarma –como ocurre efectivamente en el ataque de pánico– y tampoco está loca-lizada la función de la falta. Entonces el sujeto siente que se muere –ésa es la experiencia del ataque de pánico. también ésta puede ser eventualmente la experiencia en la neurosis traumática, donde justamente lo que se escucha es que el sujeto vuelve a vivir exacta-mente igual el momento del trauma, donde se pierde la referencia a la función retroactiva que posibilita la función de la falta.

Intervención: ¿Para vos la castración es un efecto de localización de la angustia pura?

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Nieves: si seguimos la lógica del texto de Freud, efectivamente la castración funciona como la posibilidad de hacer entrar a la angustia en el régimen del signo. cuando la angustia funciona como señal, acomoda al sujeto respecto de la castración, respecto de la falta, y entonces el sujeto, o bien se inhibe, o bien hace un síntoma, o bien hace un acto –que es la solución no neurótica a la angustia.

La relación entre angustia y acto también está desplegada por Freud en este texto, y es retomada por Lacan. Existe una posibilidad no neurótica de enfrentar la angustia, que es con algún acto que nos ponga en relación con nuestro deseo. Eso es lo interesante de la angustia cuando funciona como señal, que el sujeto en vez de inhibirse cobardemente, o de armar un síntoma, puede actuar en conformidad con su deseo.

Entonces, por un lado tenemos la angustia que funciona como señal de la castración en el yo; y por el otro, esta otra angustia que pierde los vasallajes del yo y de la castración, que incluso produce cierto desarmado del narcisismo, que –dice Freud– es pura repro-ducción del trauma, en la que falta esta vuelta segunda que localiza –que sería justamente la función de la castración en el funciona-miento propiamente neurótico de la estructura.

IV. La primera vuelta lacaniana

Lacan va a retomar este texto en varias oportunidades. La prime-ra oportunidad es el Seminario de La Angustia. La primera clase está dedicada a este texto de Freud –“Inhibición, síntoma y angustia”. Lacan comienza la construcción de su esquema, el cual es triádico, a diferencia del grafo, que consta más bien dos lados. se trata de un cuadro de doble entrada en el que Lacan distingue tres niveles, y en cada uno de ellos va a ubicar estos términos.

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Lo que él va a plantear es que la inhibición opera en el campo del movimiento, es decir que la inhibición lo que hace es detener un funcionamiento. si ustedes van al texto de Freud, van a encontrar ejemplos en los que el sujeto deja de poder realizar alguna función, por ejemplo tocar el piano, cocinar. Finalmente, Freud plantea la cuestión de la inhibición como pudiendo generalizarse a todas las funciones y, va a decir –cuando termina el primer apartado, dedica-do a la inhibición– que el estudio de la inhibición va a permitir a los psicoanalistas explicar la depresión y la melancolía como inhibicio-nes generalizadas. De modo que cuando esta función de la inhibi-ción es llevada a su máxima potencia, se transforma en depresión, y en el caso más extremo en melancolía. En esos casos se detiene todo movimiento en la estructura.

En esta vía de la detención del movimiento, Lacan va a distinguir dos escalones más, que son el impedimento y el embarazo. Después lo vamos a ver más en detalle, pero lo que tiene de interesante este cuadro es que, por ejemplo, el impedimento tiene en común con la inhibi-ción que se trata de algo que se detiene, donde el sujeto está impedido de realizar determinada acción, pero no es exactamente lo mismo que la inhibición porque se juega en el plano del síntoma, de modo que ya tenemos ahí cierto entrecruzamiento entre inhibición y síntoma.

Lo mismo ocurre con el término “embarazo” –que Lacan toma explícitamente del término español, que le interesa especialmente porque tiene esta significación de la mujer que lleva un niño en su vientre, que no encuentra en la lengua francesa en el término

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embarras, que no se utiliza para el estado de embarazo de la mujer en francés. Por eso usa el termino embarazo del español, porque da cuenta de ese estado de cierta detención en el plano del movimien-to, pero que va a quedar más ligado a la angustia. El sujeto que está embarazado, podríamos decir que está un poquito angustiado, hay algo con lo que no sabe muy bien qué hacer, está en una situación embarazosa, y hay cierta angustia.

Luego tenemos el otro eje, que es el eje del movimiento. Lacan va a ubicar en primer lugar la emoción, y en segundo lugar la turba-ción. tanto la flecha del movimiento como la de la dificultad parten de la inhibición. Para Lacan tampoco es casual que la primera sea la inhibición, por eso vamos a seguir el seminario en este orden: inhibición, síntoma y angustia. Vamos a hacer unas clases de intro-ducción general, pero cuando vayamos a los casos también vamos a seguir este mismo orden.

acá va a ubicar la emoción, que va a estar en sintonía con el síntoma y la turbación –que es un fenómeno más angustioso. y posteriormente en la clase 6 va a agregar el acting-out, y el pasaje al acto, que abordaremos más adelante.

Entonces aquí tenemos un esquema tríadico, es un 3 al cuadrado que da 9, son 9 casilleros, y ya abren a un movimiento que no es binario, que no se reduce a la lógica del significante. Lo que está en juego ahí es el tres y no el dos. Vemos cómo del grafo del sujeto a este esquema se opera un pasaje del dos al tres para dar cuenta de la estructura y para empezar a definir ciertos fenómenos en el campo de las neurosis, que en su diversidad y en su complejidad no son abordables desde la estructuración dualista.

V. Del dos al tres

Es este tres el que de alguna manera va a ir llevando a Lacan hasta el seminario en el que más nos vamos a centrar, que es el Se-minario 22, R.S.I., que es un seminario en el cual Lacan aborda la

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estructura como un nudo borromeo, tomando estos tres nombres freudianos –inhibición, síntoma y angustia– como las tres nomina-ciones constitutivas del nudo.

allí Lacan va a proponer que el nudo borromeo se constitu-ye por tres nominaciones: la nominación de lo imaginario –que va a ser la inhibición–, la nominación de lo simbólico –que va a ser el síntoma–, y la nominación de lo real –que va a ser la angustia. Es decir, que Lacan va a proponer que el nudo del ser hablante se constituye en estas tres operaciones, y cada una de ellas cumple una función de anudamiento en la estructura y de constitución del nudo borromeo en tanto tal.

Para trabajar la cuestión del nudo borromeo en tanto tal les voy a volver a proponer el mismo texto que les propuse el año pasado para empezar, que es el texto de Fabián schejtman llamado “acerca de los nudos” que está publicado en un libro que se llama Las dos clínicas de Lacan2, y que me parece que da de un modo muy claro las bases mínimas para entender lo que vamos a abordar como nudo borromeo. Lo que tiene de interesante este texto de schejtman, es que en su lectura del último Lacan, propone una distinción muy clara entre el nudo borromeo como nudo neurótico, y el nudo no borromeo como el nudo en la psicosis. se trata de una distinción que no es evidente leyendo a Lacan, pero que considero fundamen-tal para poder avanzar en la clínica de los nudos.

En el Seminario R.S.I. Lacan va a abordar la estructura del nudo como nudo borromeo, y lo que va a terminar planteando es que ese nudo borromeo de tres en tanto tal no existe. se trata de la estructura del ser hablante como una relación borromea entre tres nominacio-nes: una imaginaria, una simbólica y una real, que está siempre falla-da, y es la particularidad que asume esa falla, así como la reparación de esa falla, lo que va a dar cuenta de los distintos tipos clínicos.

Referirnos al anudamiento borromeo supone la función de media-

2 scfhejtman, F. “acerca de los nudos”, en mazzuca, R., schejtman, F., Zlot-nik, m., Las dos clínicas de Lacan. buenos aires, 2001. Ed. tres haches.

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ción, que es en lo que nos vamos a centrar este año. así como el año pasado nos centramos en la interpenetración entre los registros, este año vamos a trabajar alrededor de la función de mediación. Lo propio de la estructura neurótica es que cada uno de los tres registros está relacionado con algún otro por la mediación de un tercero. Entonces, por ejemplo, imaginario y simbólico en la neurosis se relacionan vía lo real, real y simbólico se relacionan vía lo imaginario, y así los tres.

La función de nominación en Lacan es la función de anuda-miento. Para Lacan, el nombre anuda, es una función que anuda los registros, de allí la importancia que le da al principio de su enseñanza al nombre del Padre como función de nominación por excelencia.

El título de este seminario, R.S.I., es homofónico con hérésie, que quiere decir herejía. Este seminario es entonces la herejía lacaniana al dogma del padre en el psicoanálisis, al proponerse abordar la estruc-tura por estas nominaciones intentando prescindir de la nominación paterna, cosa que no va a conseguir. Pero finalmente lo que va a decir es que inhibición, síntoma y angustia son nombres del padre. Les propondré abordar desde allí las tres vertientes del padre: la vertiente imaginaria, la vertiente simbólica, y la real, su particular anudamiento o desanudamiento en cada tipo de neurosis, y finalmente sus efectos.

IV. La segunda vuelta lacaniana.

En este planteo que va a hacer Lacan del nudo en R.S.I., va a tomar el texto de Freud nuevamente, y va a decir que la nominación de lo imaginario es la inhibición, ya que la inhibición es lo que de-tiene el funcionamiento simbólico de la estructura. Lo simbólico es lo propio del ser hablante, ya que somos seres del lenguaje, venimos al mundo inmersos en el lenguaje, inmersos en lo simbólico.

El lenguaje, lo simbólico, puede ser una recta infinita y ¿qué es lo que detiene?, ¿qué es lo que le pone un límite?, ¿qué es lo que funciona como punto? La nominación imaginaria, el sentido. En la cadena sig-nificante el sentido es imaginario, es lo que detiene el desplazamiento

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metonímico. De allí lo fundamental de la inhibición, es necesario que en algún momento lo simbólico pare, se detenga, para constituir la estructura neurótica. Lo imaginario entonces detiene el despliegue de lo simbólico y permite cerrar el redondel de lo simbólico, en relación con los otros dos, que no sea una recta abierta a lo infinito. Por eso Lacan empieza por la inhibición, como Freud, porque dice que somos seres del lenguaje, estamos inmersos en el lenguaje, y la primer nomi-nación, el primer límite que encontramos es imaginario.

Es por esto que para Freud, la primera operación que se realiza en la constitución del ser hablante es el narcisismo. se llega en un estado caótico, fragmentario, autoerótico, y la primera nominación, la primera función de anudamiento, la primera función de consti-tución, va a ser una función imaginaria: la constitución del yo, del narcisismo, que va a inhibir ese caos originario del autoerotismo.

segunda nominación: la nominación de lo simbólico. La nomi-nación de lo simbólico no es lo mismo que lo simbólico, sino que Lacan va a decir que es justamente el nombre del Padre. Es esta función que hace que algo se despegue en el campo del significante, algo, un significante, la función del significante amo, del s1 que ordena, el s1 que además media entre imaginario y real, que le pone un nombre a las cosas –dice Lacan sobre el final del seminario.

En estos seminarios, en el XXII con su herejía, luego en el XXIII cuando aborda la obra del escritor James Joyce, muy imbuido de su propia formación jesuítica, e inspirado por él, Lacan va a tener como referencia permanente la biblia para hablar de los orígenes y de la constitución de la estructura y del nudo del ser hablante. Entonces la nominación de lo simbólico es referida al momento en el cual adán les pone nombres a las cosas. La nominación de lo simbólico como mediación entre imaginario y real, abrochando imaginario y real con un nombre. La cosa, esa cosa que a la vez es una imagen, va a estar mediada por un nombre.

Pero Lacan va a distinguir ese momento en el cual adán nombra a los animales del momento de la creación, momento previo en el que estará en juego una nominación de lo real. Va a decir que po-

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nerles nombres a las cosas es una nominación simbólica, pero hay otra nominación, que es cuando ese agujero que es ese Dios de la biblia que dice “yo soy lo que soy”, que es puro sin sentido, que es puro s1, porque “yo soy lo que soy” es un s1 que no remite a un s2, porque no dice “yo soy tal cosa”, sino “yo soy lo que soy”, es un s1 que remite a sí mismo, o en todo caso remite a un objeto a: “soy lo que soy, esa cosa, eso”. Lacan plantea que esa función de nomina-ción es un agujero que escupe un nombre.

La nominación de lo real queda ubicada entonces en ese mo-mento angustioso en el cual algo surge de la nada, en el cual un agu-jero escupe un nombre. ¿cómo puede un nombre salir del agujero? En otra vía, es la pregunta que se hacen los científicos: ¿qué había antes del big bang?, ¿qué fue lo que explotó en el big bang?, ¿era una nada que explotó?, pero ¿cómo puede explotar una nada?

Intervención: Freud dice que la represión primaria es una opera-ción de contrainvestidura, y que la contrainvestidura es el modo de operación de la fobia. yo te quería preguntar si vos a eso lo considerás como una nominación imaginaria, o como una nominación real.

Nieves: Lacan ubica a la represión primaria como nominación de lo real, se trata de un punto que no es para nada imaginario, que queda totalmente por fuera del sentido. Dios no dice nada, es un nombre puro, y en ese sentido queda totalmente por fuera del sentido. Es un agujero que escupe un nombre. me parece impor-tante establecer la diferencia entre represión primaria y secundaria, y entre nominación real y simbólica.

En la nominación real estamos en el plano de la represión pri-maria, y también de la identificación primaria, que es el momento de incorporación del padre, que es un momento en el cual hay una primera operación efectiva del sujeto que funciona según Freud por introyección, y que va a dar lugar a una identificación que va a ser primera; las otras identificaciones van a ser secundarias respecto de ella. Esto está en el capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis

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del yo”3, donde Freud va a dar cuenta de cómo las identificaciones que dan lugar al síntoma son secundarias, son segundas respecto de esta identificación primaria que es de otro orden, que es anterior a toda relación de objeto, y donde se trata justamente de lo que con Lacan podemos llamar la admisión en lo simbólico del nombre del Padre. De modo que hay un primer momento en el cual se produce esa primera nominación que es la constitución del nombre del Padre como un significante real, que va a tener un valor real en lo simbóli-co. y luego hay un momento segundo en el cual esta función va ope-rando distintas nominaciones, distintos síntomas. Esta nominación real lo que produce es angustia, porque no liga nada.

En ese sentido Lacan va a seguir el texto freudiano y va a decir que lo que liga el significante, lo que liga representaciones, es el sín-toma, la nominación de lo simbólico, que ubicamos en la relación s1-s2. mientras que la angustia es la nominación de lo real, es un s1 puro, ese Dios que dice “yo soy lo que soy” y escupe un nombre, fuera de sentido.

La nominación de lo real es una nominación difícil de aprehen-der, justamente porque no podemos abordarla ni en términos imagi-narios, ni en términos simbólicos, por eso estas metáforas de lo que había antes del big bang interrogan algo surge de la nada, o como va a decir Lacan, algo que pasa a ex-sistir algo que es arrojado fuera de ese agujero. ahí Lacan dice “Dios escupe el nombre”. un nombre es escupido por ese agujero que es Dios, es arrojado a la ex-sistencia, es arrojado afuera, empieza a sostenerse afuera.

Lacan situará la ex-sistencia en el registro de lo real, y el agujero en el registro de lo simbólico. Desde la perspectiva de “Inhibición, síntoma y angustia”, les propongo situar la nominación de lo sim-bólico en relación con la función de la castración, que localiza y media entre imaginario y real; y lo imaginario como consistencia, como lo que une, lo que mantiene junto –dice Lacan.

3 Freud, s. “Psicología de las masas y análisis del yo”. En Obras Completas. cap. 7 Ed. amorrortu. tomo XVIII. buenos aires, 1986.

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cada una de estas nominaciones –que son constitutivas del nudo– a la vez participan de cada uno de los tres registros, de modo que cada registro tiene su consistencia, su agujero y a su vez ex-siste a los otros dos. Esto nos posibilita referencias tales como lo imaginario de lo real, lo simbólico de lo imaginario, etc. Por eso vamos a trabajar no solamente con el nudo, sino también con los tres registros, tal como los aborda-mos en algunos lugares, como si fueran conjuntos o círculos de Euler, y donde también va a ir haciendo diferentes localizaciones en distintos espacios que van a permitirnos distinguir versiones de las neurosis en función del registro que prevalece en la presentación de la estructura.

Intervención: acerca de la distinción de las nominaciones entre nombre propio –como nombre arrojado desde ese agujero– y los nombres de las cosas.

Nieves: Ese nombre propio, que es el nombre arrojado por ese agujero, a la vez es posibilitado por el nombre del Padre, de allí las dificultades en las que muchas veces se encuentra el psicótico cuando tiene que asumir el propio nombre. Efectivamente, en esa operación se trata de una nominación de lo real, por la cual se constituye el suje-to como nombre propio, que hay que distinguir de los síntomas –que serían esas nominaciones que pueden ir a la vez variando en la estruc-tura. y uno podría decir que lo real es lo que vuelve siempre al mismo lugar, es lo que uno no puede cambiar aún cuando uno quiera.

Lacan dice en algún lugar que el neurótico quiere olvidarse de su nombre propio, que quiere ser un “sin nombre”, pero siempre se va a volver a encontrar con su nombre propio, que es lo que vuelve al mismo lugar, lo más real de la estructura. Esas otras nominaciones que son los síntomas pueden cambiar, pueden caer y pueden venir otras nominaciones, pero lo que va a estar siempre en el mismo lugar va a ser el nombre propio.

Finalmente Lacan se va a encontrar en RSI que no existe el nudo borromeo de tres en el ser hablante. El ser hablante es una estructu-ra fallida, fallada, como señaló Freud en varias oportunidades, par-

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ticularmente en “El malestar en la cultura”, donde hace referencia a un desarreglo fundamental en el ser hablante. Lacan lo traducirá en estos términos: “La relación sexual no existe”. hay algo que no anda en el ser hablante, que hace que las cosas no se acomoden, que hace que la relación sujeto-objeto, hombre-mujer, no se acomode, y eso que no anda se va a manifestar como lapsus en el nudo.

El nudo borromeo de tres no existe y entonces, o vienen otro tipo de anudamientos –que son lo que vimos el año pasado, no borromeos, que van a dar lugar a la diversidad de las psicosis–, o bien va a venir un cuarto a anudar a esos tres que están sueltos, a anudarlos borromeanamente. Pero la cuestión interesante de RSI es que ese cuarto puede ser en sí mismo imaginario, simbólico o real, lo que va a dar lugar a los diferentes tipos de neurosis.

Les propongo en principio abordar la histeria como una estruc-tura borromea anudada simbólicamente, la neurosis obsesiva como una estructura borromea anudada imaginariamente, y la fobia como una estructura borromea anudada por el registro de lo real, es decir por la angustia, que no anuda mucho, de allí que en la fobia no se termina de captar la estructura.

y lo que va a plantear Lacan en RSI es que ese cuarto nudo pue-de duplicar alguno de los tres registros. El cuarto que anuda puede duplicar lo imaginario, duplicar lo real, o duplicar lo simbólico, y esto va a dar distintos efectos en la estructura. no es lo mismo una estructura –por más que sea neurótica y borromea– que esté anudada por lo imaginario, inhibida, en la que el funcionamiento de la estructura sea la inhibición, que sea el síntoma, o que sea la angustia. y entonces eso es lo que nos va a permitir también trabajar después en los casos que veamos, y en la dirección de la cura saber por dónde entrar. Porque no se va a entrar en la estructura desde la intervención analítica de la misma manera, ya que los registros se presentan de manera diferente cuando la estructura está nominada por la inhibición, por el síntoma o por la angustia.

Clase del 3 de abril de 2008

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II. Del texto freudiano al Seminario de la Angustia

I. Una defensa radical contra la angustia

Vamos a tomar algunos puntos de “Inhibición, síntoma y angus-tia”, que serán retomados por Lacan, encontrando posteriormente su lugar en el nudo.

comencemos por el primer capítulo, que trata de la inhibición. Freud la definirá como una renuncia a una función, ya que a raíz de su ejercicio se desarrollaría angustia. se trata aquí de la renuncia a una función como manera muy radical de evitar el desarrollo de angustia. también va a plantear –siempre en el mismo apartado– que el yo renuncia a estas funciones que le competen, a fin de no verse precisado a emprender una nueva represión, a fin de evitar un conflicto con el ello.

El yo renuncia a estas funciones para evitar, ya sea un conflicto con el ello, ya sea posteriormente un conflicto con el superyó. La inhibición es asunto del yo, es una función que realiza el yo, y como habíamos dejado indicado la vez pasada –con Freud– cuan-do la inhibición toma toda la vida del sujeto, estamos frente a los estados depresivos –señala–, y el más grave de ellos es la melancolía. Freud define a la depresión y a la melancolía como inhibiciones generalizadas. Freud terminará planteando –en este primer apar-tado– que la distinción fundamental entre síntoma e inhibición es que el síntoma no es un proceso que le suceda al yo, ni dentro del yo, mientras que la inhibición es un suceso que sucede en el yo, y le sucede al yo.

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Es importante entonces remarcar la relación íntima que hay en-tre esa formación especial dentro de la estructura subjetiva que es el yo, y la función de la inhibición. Retomaremos este punto en las próximas clases para abordar la estructura obsesiva, ya que la misma está sostenida fundamentalmente en la inhibición, ya que la instan-cia que prevalece en la estructuración del nudo obsesivo es el yo. Entonces, la inhibición es asunto del yo, y Freud la va a distinguir en ese punto del síntoma.

II. Una respuesta a la señal de angustia

El segundo capítulo de “Inhibición, síntoma y angustia” está de-dicado al síntoma, cuya formación será planteada como resultado de una defensa frente al surgimiento de la angustia como señal. El yo –dice– se revuelve contra un proceso pulsional del Ello, emite una señal de displacer, y el resultado de esa operación es el síntoma.

En el capítulo siguiente Freud hace una observación al pasar, que retomaremos luego con el nudo. se trata de la distinción entre el yo como una organización y el Ello, que no lo es. señalo esto, ya que cuando con Lacan abordemos las distintas nominaciones, nomina-ción imaginaria, simbólica y real, vamos a distinguir, por ejemplo, una nominación imaginaria como es la inhibición, que proviene del yo, que es una organización, y que da lugar a un anudamiento organizado, de lo que sería por ejemplo una nominación de lo real, es decir, una estructura anudada por la angustia, anudamiento en el que prevalece lo que Freud llama el Ello, y que tiene que ver con el registro de lo real, que es un registro que no está organizado. En ese caso vamos a encontrar en la clínica fenómenos que van a estar más del lado de la dispersión en el campo del goce, y que van a llamar a otro tipo de abordaje por parte del psicoanalista.

En ese mismo capítulo III, Freud también propondrá cierta ten-sión entre el yo y el síntoma. sobre el final del capítulo dirá: “El yo está dispuesto a la paz, y querría incorporarse el síntoma”. y agregará: “La per-

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turbación parte del síntoma, que sigue escenificando su papel de correcto sustituto y retoño de la moción reprimida”.1 a diferencia de la inhibición, el síntoma va a consistir en una perturbación que hace que no pueda quedar totalmente asimilado por el yo. hay una tensión irreductible proveniente del síntoma, a diferencia de la calma de la inhibición, de allí que Freud defina al síntoma como cuerpo extraño. El yo está dis-puesto a la paz, quiere incorporarlo y demás, pero hay una perturba-ción que parte del síntoma, el síntoma es una resistencia al yo.

Lacan, por su parte, dirá que el síntoma es una resistencia del de-seo. El deseo se resiste a la captación que propone el yo, de modo que el síntoma vendría a ser la pequeña revolución del sujeto neurótico.

En el capítulo siguiente Freud entra en el detalle de la formación del síntoma fóbico, deteniéndose en el caso Juanito, y es entonces que va a caer sobre el asunto alrededor del cual va a girar después todo el resto del texto, que es la angustia de castración. Freud comienza planteando que el síntoma fóbico es un síntoma que se constituye alrededor de la angustia de castración como motor de la represión, para luego generalizar esta estructura, planteando finalmente que toda formación de síntoma, en última instancia, está movida por la angustia de castración –la cual se manifestará de diferente manera en cada uno de los tipos de neurosis. con la segunda vuelta lacaniana, esto nos llevará a los diferentes nudos neuróticos.

Es entonces en este cuarto capítulo que Freud empieza a captar esta estructura fundamental de la angustia de castración como mo-tor de la represión y de la formación de síntoma.

El capítulo V estará dedicado fundamentalmente a la estructura del síntoma obsesivo. Volveremos sobre este capítulo más adelante. ahora me gustaría retomar algo que ya comenté la vez pasada, que considero importante, y es que Freud distingue síntomas que logran evitar totalmente el desarrollo de angustia, de otros síntomas que vehiculizan cierta dosis de angustia.

1 Freud, s. “Inhibición, síntoma y angustia” en Obras Completas. Ed. amorro-tu. buenos aires, 1986. tomo XX. Pág. 96.

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Recordarán ustedes que en este texto Freud define a la fobia como histeria de angustia, de modo que la diferencia que él estable-ce entre lo que conocemos como histeria y lo que conocemos como fobia, justamente, es que en la fobia el síntoma vehiculiza la angus-tia, mientras que en la histeria no. y da como ejemplo más acabado de la defensa del síntoma contra la angustia al síntoma conversivo, planteando que es el síntoma que más claramente logra desterrar el afecto de angustia, proponiendo que la genuina histeria de conver-sión es una histeria en la cual no se presenta nada de angustia.

Podemos hacer un contrapunto entre el síntoma conversivo his-térico –como el síntoma que logra desterrar de plano el afecto de angustia–, y el síntoma de la fobia –como histeria de angustia– don-de justamente el síntoma vehiculiza la angustia.

III. Cuando la angustia no es señal de la castración.

En el capítulo VI hay un interesante señalamiento, que es reto-mado por Freud sobre el final del texto. se trata de una cuestión que habitará ampliamente la enseñanza de Lacan, y que es la particula-ridad de la angustia en las mujeres.

En este capítulo Freud propondrá que el punto de arranque de las tres neurosis –histeria, fobia y neurosis obsesiva, a las que dedi-caremos este seminario– es la destrucción del complejo de edipo, ubicando el motor de la renuncia del yo en la angustia de castración. si bien las tres neurosis son respuestas a la angustia de castración, hace una distinción, ya que sólo en la fobia sale a la luz esa angustia, solo en ella es confesada. Este punto es desplegado en el capítulo anterior alrededor de los casos de Juanito y el hombre de los Lobos, en los que queda en primer plano la angustia de castración.

ahora bien, sobre el final del capítulo abrirá la cuestión del esta-tuto de la angustia en las mujeres de la siguiente manera: “¿Es seguro que la angustia de castración constituye el único motor de la represión o de la defensa? Si se piensa en las neurosis de las mujeres no se puede menos

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que dudar, pues si bien se comprueba en ellas la presencia del complejo de castración, no puede hablarse en este caso, en que la castración ya está consumada, de una angustia de castración en el sentido pleno”2. se está refiriendo aquí a la angustia que conlleva la amenaza de castración en la fobia, como se verifica en las fobias de Juanito y de El hombre de los Lobos, en quienes la posición pasiva o feminizada respecto del padre despierta en estos varones fóbicos el temor a la amenaza de castración, poniéndose en juego incluso algo de lo real del órgano.

Pues bien, Freud plantea ahora que nada de este orden podemos encontrar en las neurosis de las mujeres, en las que no se corre el ries-go de perder un órgano real, porque la castración ya está consumada desde el vamos. Entonces deja planteada la pregunta de cómo pensar la cuestión de la angustia en las mujeres.

El capítulo VII insiste en esta doble vía de la angustia –que ha-bíamos señalado la clase pasada y que va a retomar Lacan a lo largo de todo el Seminario de La Angustia– al introducir la cuestión de las neurosis traumáticas. En la página 122 dice: “Si la angustia es la reac-ción del yo frente al peligro parece evidente que la neurosis traumática, tan a menudo secuela de un peligro mortal, ha de concebirse como una consecuencia directa de la angustia de supervivencia o de muerte, dejando de lado los vasallajes del yo y la castración”3, de modo que aquí planteará una vertiente de la angustia diferente de su función de señal de la cas-tración, que se manifestará en las neurosis traumáticas.

alguien de ustedes en la clase pasada dio como ejemplo, con mu-cha precisión, el ataque de pánico, en el que efectivamente la angus-tia deja de funcionar como señal de la castración en el yo.

En la página 123 va a plantear entonces: “A raíz de las vivencias que llevan a las neurosis traumáticas, es quebrada la protección contra los estímulos exteriores”4. Es decir que hay una defensa, una protección

2 Freud, s. “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas. Ed. amo-rrortu. buenos aires, 1986. tomo XX. Pág. 117.3 Ibid. Pág. 122.4 Freud, s. “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas. Ed. amo-

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que está quebrada, por lo que en el aparato anímico ingresan volú-menes hipertróficos de excitación; En términos lacanianos, podría-mos decir que irrumpe un goce ilimitado.

sabemos que la función de la castración consiste justamente en limitar el goce, pero hay cierta versión de la angustia en la que esa defensa se quiebra, de modo que hay una invasión de goce en el cuerpo. En este punto Freud señala: “De suerte que aquí estamos ante una segunda posibilidad, la de que la angustia no se limite a ser una señal sino que sea también producida como algo nuevo”.5

si bien Freud define a la angustia como angustia de castración, e incluso sobre el final del texto propone resignificar todas las pérdidas desde la pérdida que implica la castración, tanto el problema de la angustia femenina como la angustia traumática abren una vertiente de la angustia que impide esa lectura en términos de castración.

En la página 123, que estaba comentando recién, Freud plantea: “Se trata tan a menudo del peligro de la castración, como de la reacción frente a una pérdida o a una separación”6. En relación con este pun-to, sobre el final del texto (más precisamente, en su apéndice) va a quedar abierta, justamente cuando indaga el estatuto del dolor, la posibilidad de una vivencia de la pérdida que no sea angustiosa, es decir, que no ponga en juego la castración sino que simplemente se manifieste como dolor –retomaremos este punto más adelante.

Es en el capítulo VIII que Freud considera la cuestión de la angus-tia en las mujeres, extrayendo la siguiente conclusión: “Ahora vemos que no corremos el peligro de declarar a la angustia de castración como el único motor de los procesos defensivos que llevan a la neurosis”7.

siguiendo este hilo de lo femenino, les propongo dirigirnos un momento a otro texto, “algunas consecuencias psíquicas de la di-ferencia anatómica entre los sexos”, en el que Freud plantea lo si-

rrortu. buenos aires, 1986. tomo XX. Pág. 123.5 Ibid.6 Ibid.7 Ibid. 135.

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guiente: “He puntualizado cómo el desarrollo de la niña pequeña es guiado a través del complejo de castración hasta la investidura tierna de objeto, y precisamente en el caso de las mujeres parece que la situación de peligro de la pérdida de objeto siguiera siendo la más eficaz. Respecto de la condición de angustia válida para ella, tenemos derecho a intro-ducir esta pequeña modificación, más que de la ausencia o de la pérdida real del objeto se trata de la pérdida de amor”8. Es una puntualización clínica fundamental: la angustia frente a la posibilidad de la pérdida de amor del objeto en las mujeres.

Volviendo a “Inhibición, síntoma y angustia, es alrededor de este punto del estatuto de la angustia femenina, que Freud va a articular los tipos clínicos neuróticos con la sexuación: “Puesto que sabemos con certeza que la histeria tiene mayor afinidad con la femineidad, así como la neurosis obsesiva con la masculinidad, ello nos sugiere la conjetura de que la pérdida de amor, como condición de angustia, desempeña en la histeria un papel semejante a la amenaza de castración en la fobia y a la angustia frente al superyó en la neurosis obsesiva”9.

Este trípode que Freud deja planteado sobre el final del capítu-lo VIII nos servirá de guía a lo largo del año a la hora de abordar los distintos nudos en las neurosis. Pérdida de amor en la histeria, amenaza de castración en la fobia, y angustia frente al superyó en la neurosis obsesiva, tres modalidades de la angustia, que son la angus-tia en relación con el amor, la angustia en relación con el superyó y la angustia en relación directa con la castración.

En el apéndice hay varias cuestiones interesantes, una de ellas en el punto b, en el complemento sobre la angustia, donde Freud retoma las dos vertientes de la angustia –que también serán retomadas por Lacan a lo largo de su seminario sobre la angustia–, planteando: “La angustia es por una parte expectativa del trauma –ahí podemos ubicar

8 Freud, s. “algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”, en Obras Completas. Ed. amorrortu. tomo XIX. buenos aires, 1986.9 Freud, s. “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas. Ed. amo-rrortu. tomo XX. buenos aires, 1986. Pág. 135.

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la función de señal de la angustia–, y por otra parte es una repetición amenguada del trauma”10. Distingue estas dos vertientes que pueden estar más o menos marcadas en cada sujeto.

y en la página 156 va a definir a la angustia como real –que es también un señalamiento fundamental del Seminario de La Angustia de Lacan.

Freud esta haciendo una distinción entre la angustia realista –cuando se vive una situación de peligro exterior real– y la angustia neurótica –donde el peligro es una pulsión, es un peligro interior. y en este párrafo él le da el mismo valor de real a este peligro interior que a cualquier peligro exterior, planteando: “Hasta ahora no hemos tenido ocasión ninguna de considerar a la angustia realista de otro modo que a la neurótica. Conocemos la diferencia, el peligro realista amenaza desde un objeto externo y el neurótico desde una exigencia pulsional. En la medida en que esta exigencia pulsional es algo real puede reconocerse también a la angustia neurótica un fundamento real”11. Entonces ubi-ca al goce pulsional como lo que hace real a la angustia.

El último señalamiento que les propongo sobre el texto de Freud es algo que ya dejé indicado, que es la distinción entre angustia y dolor. Freud va a decir: “El dolor es la genuina reacción frente a la pérdida del objeto –es decir que cuando perdemos un objeto lo que sentimos es dolor– mientras que la angustia lo es frente al peligro de la pérdida de objeto”12. Esto es interesante para pensar, por ejemplo, en los estados melancólicos marcados por lo que Lacan llama “dolor de existir”, estados en los cuales el sujeto más que angustiado está dolido, en los que prevalece el dolor de existir, en los que la relación del sujeto con la pérdida no está mediatizada por la función de la castración, no está mediatizada por la angustia, entonces el sujeto vive el dolor de la pérdida. Esto es algo que Freud va a desarrollar bastante profundamente en su texto “Duelo y melancolía”, donde

10 Ibid. Pág. 155.11 Ibid. Pag. 156.12 Ibid. Pág. 159.

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justamente va a proponer que tanto en el duelo como en la melan-colía se trata de la pérdida del objeto, pero en la melancolía el sujeto no puede salir de ese dolor de la pérdida.

Esta fue una puntuación del texto de Freud que nos va a llevar al Seminario de La Angustia. La lectura que les propondré ahora del Seminario X apunta a darnos los rudimentos, algunas herramientas para abordar la neurosis en el nudo.

IV. De la inhibición a la angustia.

Vamos a retomar el esquema de doble entrada de la primera clase del seminario.

Este esquema será retomado en diversas oportunidades a lo lar-go del seminario, y en las últimas clases –la 23 y la 24– lo va a retomar para la neurosis obsesiva, cosa que nosotros haremos en su momento cuando abordemos los casos de inhibición. Lacan redo-bla el tres de inhibición, síntoma y angustia con los tres registros: imaginario, simbólico y real, lo que posibilita cierta dinámica en relación con los conceptos freudianos. En este esquema parten de la inhibición distintas declinaciones en dos ejes: el eje de la dificul-tad y el eje del movimiento.

Lacan plantea que la inhibición es una cuestión de movimien-to, ya que cuando Freud la estudia se refiere a funciones, y en una función se trata de poner algo en movimiento. De modo que Lacan

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propone que en la inhibición se trata de la detención del movimien-to, por eso es el cero del movimiento en el eje vertical. Por otro lado, en el eje horizontal encontramos la dificultad. Efectivamente, la inhibición es la mejor manera de no tener problemas: no hacerlo, no meterse con eso. cero movimiento, cero dificultad: se trata de una defensa absoluta, muy radical y efectiva.

Después vienen las modulaciones, y ahí empieza con el impedi-mento. En el impedimento el sujeto no está exactamente inhibido, ya que hay cierta confrontación con la dificultad. Lacan va a refe-rirse a la raíz latina de impedimento, impedicare, que significa haber caído en la trampa, y lo que plantea ahí es que lo que interfiere en el impedimento es el sujeto mismo, de modo que en el impedimento está puesto en primer plano el sujeto.

como éste es un cuadro de doble entrada, imaginario, simbólico y real están en los dos ejes, por lo que con él también se puede hacer un nudo. Entonces, en la inhibición gana lo imaginario por parti-da doble –en los dos ejes tenemos lo imaginario en la inhibición–; mientras que en el impedimento, si bien hay cierta detención que promueve el yo, está en primer plano el sujeto. El sujeto está impe-dido y se encuentra con cierta dificultad, por eso Lacan lo pone en la misma columna que el síntoma, definiendo la trampa de la que se trata como la captura narcisista. Podemos hacer un contrapunto entre la captura narcisista y la castración. cuando el sujeto está co-mandado por su yo, comandado por su narcisismo, comandado por lo imaginario, puede eventualmente encontrarse con el síntoma del impedimento, en el que se va a manifestar el sujeto, pero capturado en la trampa del narcisismo.

En el impedimento –que es un síntoma muy común en la neu-rosis obsesiva– se va a manifestar cierta ruptura de la imagen nar-cisista, porque eso de lo que el sujeto se ve impedido manifiesta al sujeto barrado, al sujeto del inconsciente, y pone un límite al yo, al dominio yoico. El sujeto avanza hacia su goce y se encuentra con esa ruptura de la propia imagen, y esa ruptura de la propia imagen se manifiesta como impedimento.

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El tercer término que propone es el embarazo. En el embarazo es donde Lacan ubica la máxima barradura, casi como si el sujeto fuera pura barra, y también toma la raíz latina imbaricare, que hace alusión directa a la barra como tal. y luego va a hacer referencia, como ya comentamos, al campo semántico del término “embarazo” en nuestra lengua, en español, refiriéndose a la mujer encinta como otra forma bien significativa de la barra en su lugar. La mujer que está barrada en su cuerpo, embarazada. El sujeto que está emba-razado, está absolutamente barrado, y si bien hay predominio del recurso a lo imaginario, hay cierto efecto angustioso, cierta mani-festación de lo real de la angustia –vean que el embarazo está en la misma columna que la angustia.

El obsesivo es ese sujeto que está impedido, que no puede hacer ciertas cosas para sostener su imagen narcisista, y en esas cosas que no puede hacer se manifiesta su división subjetiva. Pero el sujeto que está embarazado es el sujeto que realmente no sabe qué hacer, en ese sentido está angustiado, está más atravesado por la castración. Pero de todos modos ese no saber qué hacer tiene que ver con el pre-dominio de una defensa imaginaria: dentro del campo de la defensa imaginaria es el fenómeno en el cual se verifica mayor dificultad.

Vayamos ahora al otro eje, que es el eje del movimiento, en el que Lacan va a ubicar en primer lugar, después de la inhibición, a la emoción, que refiere etimológicamente al movimiento. se trata de arrojar, ex, es el movimiento que desagrega, la reacción catastrófica. De modo que partiendo de la defensa imaginaria –que luego llama-remos con Lacan nominación imaginaria– la emoción ya implica algún movimiento respecto de la inhibición.

En la inhibición está todo detenido, salvo en esos episodios, como por ejemplo el de emoción violenta –que me parece que es un término que se utiliza en psiquiatría– donde el sujeto que está inhibido de repente va y mata a alguien, y nadie lo puede creer, porque era tan tranquilo…. La emoción como un primer grado de movimiento en la lógica misma de la inhibición. De pronto ese narcisismo arroja algo fuera de sí.

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sigue la turbación, cuya raíz latina lleva a las acepciones de per-turbar, espantar, perturbarse, pero donde va a poner el acento Lacan es en “perder la propia fuerza”, desalentarse, perder el poder, perder el dominio, siempre en la línea yoica. solamente para alguien que está dominado por su yo, que quiere tener el poder, la falta se va a mani-festar como falta de poder. Es por eso es que Lacan retomará luego este cuadro con otros contenidos para la neurosis obsesiva, ya que todos estos casilleros que están alineados con la inhibición parten de este tipo de defensa que es imaginaria. La turbación como caída de la potencia. Podemos ubicar allí la impotencia del obsesivo.

En la clase VI Lacan agrega al cuadro el pasaje al acto y el acting-out. Los retomaremos más adelante.

V. La doble vertiente de la angustia.

me interesa que vayamos ahora a la clase IV del Seminario de La Angustia, ya que allí Lacan retomará el texto freudiano proponiendo una lectura de lo que ubicamos anteriormente como la doble ver-tiente de la angustia: por un lado la angustia señal de la castración, que tiene como sede al yo, y por otro la angustia que pierde los vasallajes del yo y de la castración, y que de alguna manera es una reproducción del trauma.

Lacan comienza a introducir aquí que la angustia no es solamente la señal de una falta, planteando que el texto freudiano podría llevar a la confusión de creer que la angustia es pura y simplemente la señal de que se va a perder algo, o de que falta algo, cuando en realidad se trata de un nivel redoblado, donde la angustia es señal de la falta de

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apoyo que da la falta, para terminar diciendo que en la angustia falta la falta. allí se referirá, por ejemplo, a que lo que verdaderamente an-gustia no es la nostalgia del seno materno, sino su inminencia, cuan-do al niño se le viene encima el seno materno, no cuando lo pierde. El planteo es que cuando el sujeto está más perturbado es cuando no hay posibilidad de falta. Esta es la lectura lacaniana de la castración, que la considera un operador que alivia al sujeto del goce.

Intervención: ¿Podés repetir la idea?

Nieves: sí. hay una vertiente de la castración en Freud, en la que la castración se lee como pura pérdida, entonces el sujeto se defiende de la castración, que es considerado el peor peligro. obviamente que en la lectura neurótica de la castración hay algo de este orden, pero lo que agrega Lacan, que también posibilita otra concepción de la cura, es que la castración es un bien a conquistar en el análisis, y que final-mente es la castración lo que cura en la neurosis. Es la castración lo que alivia del exceso de goce. Es eso lo que no queda claro en el texto freudiano, donde pareciera que la castración fuera verdaderamente un peligro, dando lugar a algo insoportable, ya que siempre está la versión imaginaria de la castración en juego. De allí el lío que Freud se hace con la castración femenina, porque siempre está la cuestión de la pérdida real del órgano en juego, y obviamente, si la castración es la pérdida real del órgano, es terrible.

La conceptualización lacaniana de la articulación entre el complejo de Edipo y el complejo de castración freudianos le va a dar a la castra-ción un valor eminentemente simbólico, no imaginario, de modo que la referencia al órgano real es sólo un primer momento lógico, que va a dar lugar a la constitución de la estructura subjetiva, así como a una nueva distribución del goce en el cuerpo. En el Seminario de La Angus-tia la castración es un operador fundamental para limitar el goce.

se da entonces una dimensión de la angustia que se hace presente cuando no está funcionando la castración simbólica, cuando no está localizada la función de la falta, de modo que el objeto a amenaza con

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hacerse presente todo el tiempo. En esta vertiente, Lacan lee la angus-tia como la amenaza de la presencia del objeto, es decir, de que falte la falta, de que el objeto se haga presente en el lugar de la falta. y es inte-resante en ese sentido la referencia al seno materno, ya que podríamos decir que lo angustiante es el goce materno, que es un goce que llena, que no permite ese respiro que da la función de la falta, y por eso en la clase VII va a ubicar a la angustia como un correlato del objeto a.

Lacan define a la angustia como el único afecto real, siguiendo el planteo freudiano. más adelante va a ubicar al objeto a en el calce del nudo, es decir, en el punto en el cual se entrecruzan los tres registros. La estructura neurótica se constituye alrededor de la angustia, en función de lo que posteriormente Lacan llamará la nominación de lo real. En ese punto la angustia es la traducción subjetiva del objeto a, es el fenómeno fundamental de la neurosis, y también es lo más real de la estructura.

cuando en “Inhibición, síntoma y angustia” Freud distingue el peligro realista del peligro neurótico, la angustia del miedo, los distin-gue justamente en el plano del objeto. El miedo supone un objeto, lo-calizable en el exterior, mientras que la angustia responde a un peligro pulsional, que desde la perspectiva freudiana carece de objeto.

Lacan propondrá que en lo referente a la pulsión se trata de un objeto de otra índole. El objeto a tiene una consistencia lógica que parte de los objetos perdidos del cuerpo, de modo que, efectivamen-te, el seno materno en el destete vendría a ser la primera presenti-ficación del objeto a en la constitución del sujeto, y luego vendrán los otros objetos que se van desprendiendo del cuerpo: el objeto anal, el objeto escópico, el objeto invocante, que van a ser distintas modalidades del objeto a.

Veremos cómo en la neurosis obsesiva lo que tiende a angustiar al sujeto es la inminencia del objeto anal o el objeto escópico. ¿Por qué se asusta tanto el hombre de las Ratas cuando escucha el relato del capitán cruel? se trata allí de la inminencia del objeto anal como un objeto de goce que lo angustia, o el objeto mirada, que está en juego en esos quevedos que pierde.

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En el caso de la histeria, se trata generalmente de la inminencia del objeto oral o del objeto invocante.

siguiendo con la referencia de Lacan al seno materno, esa inmi-nencia angustiosa habitualmente remite al goce materno, a lo que no fue tramitado por la función paterna en cada neurosis. Porque el objeto a en la lógica de la constitución subjetiva es exactamente eso, es ese resto que no puede ser tramitado por lo simbólico, de allí que Lacan de cuenta del surgimiento del objeto a con la escritura del discurso del amo, que indica justamente cómo esta operación sim-bólica, que es una operación metafórica, que es la metáfora pater-na, que permite la constitución de un sujeto dividido, de un sujeto neurótico, de un sujeto del inconsciente, deja como resto un objeto, que es el objeto a:

De allí la doble barra, que indica que este objeto a no va a poder ser reabsorbido por la lógica simbólica, ya que es un objeto hetero-géneo a lo simbólico, es un objeto real, resto de la división subjetiva. se trata aquí del resto en el sentido matemático del término. cuan-do ustedes hacen una división, el número ese que resta no entra en ninguna cuenta posterior, queda por fuera de las operaciones siguientes. El objeto a es lo que resta de la operación edípica, de la función paterna, es lo que no puede tramitarse simbólicamente, y lo que eventualmente retorna con su inminencia angustiosa, ame-nazando al sujeto. Por eso es que en la parte inferior del discurso del amo encontramos justamente la fórmula del fantasma.

El fantasma sería el aparato mediante el cual el sujeto, a través de una serie de operaciones lógicas –que están matematizadas en el rombo– logra mantener cierta distancia más o menos homeostática para su goce con el objeto a. ¿cuándo se hacen presentes los fenó-menos de angustia? cuando algo de esta operatoria romboidal se suspende, lo que solemos llamar con Lacan vacilación del fantasma.

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otra cuestión interesante del Seminario de La Angustia que va-mos a retomar es la clase X, en la que Lacan va a abordar la estruc-tura de la neurosis con el toro. Lacan señala allí que en el toro –que ustedes saben que es como si fuera un neumático– hay distintos tipos de agujero, y va a distinguir distintos fenómenos clínicos en función del tipo de agujero que está en juego.

Por un lado están los dos agujeros estructurales del toro, a los que Lacan llama “agujeros irreductibles”, que no se pueden reducir porque deja de ser un toro:

mientras que éste es un agujero al que llama “reductible”, ya que se puede reducir:

Esta distinción entre diferentes tipos de agujero es fundamental, ya que nos va a llevar a las distintas dimensiones de la falta o de la castración, y por ende de la angustia en la estructura neurótica.

En esa misma clase, Lacan se detiene en los dos agujeros irreduc-tibles, y los distingue retomando el texto de Freud de la siguiente manera: “A propósito de la angustia, el discurso analítico se divide y presenta dos caras. Por una parte, referimos la angustia a lo real, enton-ces ahí la angustia es la defensa mayor, la más radical, es la respuesta al peligro más original, al famoso Hilflosigkeit, el desamparo absoluto en el momento de entrar al mundo”13.

13 Lacan, J. El Seminario. Libro X. La Angustia. Paidós. buenos aires, 2006.

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se trata de la referencia, que es abordada por Freud en “Inhibi-ción, síntoma y angustia”, al texto de otto Rank sobre la angustia de nacimiento. muchos psicoanalistas pusieron el acento en esa an-gustia primordial, en ese desamparo radical. se trata de un aspecto más real de la angustia, de una angustia masiva y una defensa pri-mera, anterior a la función de la castración.

continúa Lacan: “Por otra parte, sostenemos que a continuación es retomada por el yo como señal de peligros muchos más ligeros o leves”14. aquí ya se trata del yo defendiéndose del Ello o del superyó. En esta vertiente ya hay una organización que es el yo, que está uti-lizando a la angustia como defensa, ya no se trata de esa angustia masiva del desamparo primordial. Lo que va a plantear entonces es que de lo que se trata es de distintas estructuras de la falta. Va a dis-tinguir una dimensión de la falta que se manifiesta en el nivel de la imagen narcisista, que es la que aparece como impedimento, como embarazo, como emoción, etc., de otra dimensión más radical de la falta, que tiene relación directa con el objeto a, y no ya con la imagen narcisista.

Vayamos ahora a la clase XII. allí Lacan definirá a la angustia como una señal de lo real. señala: “Únicamente la noción de real en la función opaca, que es la que voy a oponer a la del significante, sólo la noción de real nos permite orientarnos, y podemos ya decir que aquello ante lo cual la angustia opera como señal es del orden de lo irreductible de lo real. Es en ese sentido que formulo que la angustia no engaña”15.

VI. Ética y castración.

En este seminario encontramos otro esquema, que nos va a llevar a la cuestión ética en el psicoanálisis. Podríamos afirmar que según qué

Pág. 152.14 Ibid15 Ibid. Pág. 174.

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concepción se tenga de la castración es la concepción que se va a tener del fin del análisis, el fin en el sentido de la finalidad de la cura analíti-ca, de aquello a lo que apuntamos con nuestra operación. aquí Lacan pone en cuestión que la última palabra de la experiencia analítica sea la angustia de castración en las dos versiones que da Freud del lími-te del análisis en “análisis terminable e interminable”: la modalidad femenina de la envidia del pene, que radicaliza su demanda de falo al analista, y la modalidad masculina que no acepta la curación del analista, que lo dejaría pasivizado, feminizado. Estos dos fantasmas fálicos de la angustia de castración en la mujer y el varón serían los límites a la posibilidad del análisis según Freud. El verdadero límite es la concepción freudiana de la castración, que no termina de dar el sal-to del registro imaginario al simbólico. Freud plantea que el sujeto no acepta la castración: la mujer no acepta estar castrada y quiere el falo –envidia del pene–, y el varón no acepta ser curado por otro hombre. son versiones imaginarias de la castración.

con su concepción de la castración Lacan va a proponer que la experiencia analítica puede ir más allá de esos topes freudianos, por lo que todo el tramo final del seminario va a apuntar a dar cuenta de una concepción ética de la experiencia analítica, más allá de los límites freudianos, y que concierne al objeto a como tal.

En este camino que se abre en la segunda parte del seminario, La-can va a ubicar a la angustia entre goce y deseo, que es el mismo lugar que le da al amor, a la transferencia. De modo que va a proponer a la angustia como una dimensión fundamental de la transferencia, y a la vez va a ubicar a la angustia como ese afecto que es necesario atravesar para pasar del goce al deseo. El pasaje del goce al deseo, que es de lo que se defiende el neurótico con la inhibición y el síntoma, no es sin angustia.

De modo que la vertiente de la angustia como señal de la castra-ción es la que posibilita pasar del goce al deseo, la que acomoda al sujeto en el camino de su deseo, la angustia que alivia del exceso del goce; a diferencia de la angustia masiva, que aplasta, que imposibi-lita, que finalmente es una defensa contra la angustia de castración,

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es una defensa contra el deseo. En este segundo caso, el sujeto está absolutamente angustiado, es una angustia que es puro goce.

Entonces, en esta clase que se llama “aforismos sobre el amor”, capítulo XIII, justamente va a ubicar a la angustia en el mismo lugar que al amor, entre goce y deseo. y por eso también va a ubicar a la angustia como una dimensión esencial de la experiencia analítica.

VII. Una erotología de la angustia.

más adelante, clase XIX, siguiendo este recorrido Lacan va a proponer que la angustia es la verdad de la sexualidad, porque la castración es la verdad de la sexualidad. Dice que el falo, cuando se lo espera como sexual, siempre aparece como falta16, y el hecho de que siempre aparezca como falta es lo que hace a lo estructural de la angustia en la sexualidad, ya que ahí donde se lo espera al falo como sexual siempre hay angustia.

Incluso en la perversión, se trata de maniobras para que la espera del falo no conlleve angustia. La angustia no deja de estar en la escena, pero el perverso se dedica a angustiar al otro para no angustiarse él. no vamos a dedicarnos en este seminario a la perversión, vamos a de-dicarnos a la neurosis, simplemente señalo que la espera del falo en el campo del goce sexual, en cualquiera de las estructuras clínicas pone en juego la angustia. El asunto es que en la neurosis queda en primer plano la dimensión de la falta, el falo se hace presente como falta, barrando al sujeto. Por eso el Seminario de La Angustia es, como dice Lacan, una erotología, es un seminario sobre erótica, de allí que Lacan se detenga especialmente en esos fenómenos de angustia en la cama: la eyaculación precoz, la impotencia, etc., es decir, todos aquellos fe-nómenos en los que claramente se pone en juego esta dimensión an-gustiosa de la falta ahí donde es esperado el falo como sexual.

16 Lacan, J. El seminario. Libro X. La Angustia. Paidós. buenos aires, 2006. cap. XIX.

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su definición de la angustia como la verdad de la sexualidad en este seminario, ya anticipa la formulación posterior de la inexistencia de la relación sexual como estructural en el ser hablante, como estruc-turante del nudo. habíamos dicho que en el calce del nudo está el ob-jeto a, cuya traducción subjetiva es la angustia. En el nudo la angustia es el correlato de la inexistencia de la relación sexual, que implica que los seres hablantes vivimos nuestra sexualidad vía la castración.

hay varios lugares en los que Lacan retoma la cuestión del trau-ma del nacimiento y toda esa vertiente más desregulada de la an-gustia, de la angustia como masiva, de la angustia como cantidades de goce que invaden –según Freud al aparato psíquico, con Lacan podríamos decir que invaden el cuerpo. Lacan planteará que en el trauma de nacimiento, en esa angustia primordial, no se trata tanto de la separación de la madre, sino de ser aspirado por un medio que es absolutamente otro. De modo que en lugar de poner el acento en el cuerpo materno que se pierde, pone el acento en el hecho de que el sujeto sale a un medio que es otro, que es una alteridad absoluta.

De este modo Lacan señala una relación entre la angustia y el lugar del otro en tanto tal, otro que a lo largo de la enseñanza de Lacan adquirirá distintas dimensiones. En los primeros seminarios encontramos el otro del significante, el otro de la ley, que es un otro simbólico. En este momento del Seminario de La Angustia, Lacan está abordando cierta vertiente real del otro, que se plasmará posteriormente como otro cuerpo u otro sexo. Lacan propone que en esta angustia del trauma del nacimiento, en esta angustia masiva del desamparo primordial, lo que está en juego es ese otro real.

cuando vayamos el seminario RSI, veremos justamente que La-can va a plantear la constitución del nudo a través de identificacio-nes, a lo imaginario del otro real, a lo simbólico del otro real, o a lo real del otro real. y allí ubicará a la angustia en relación con esta última identificación, a lo real del otro real. De modo que, como ya señalaba Freud, el fenómeno fundamental de la neurosis es la angustia, porque justamente la angustia es la traducción subjetiva del encuentro con la alteridad en su dimensión más real.

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VIII. Angustia, función paterna y posición del analista.

una última cuestión que me interesa dejar planteada, aunque no podremos desplegarla hoy. se trata de la última clase del seminario, que es realmente hermosa. se llama “Del a a los nombres del padre”. se trata del nudo entre angustia y función paterna, anudamiento alrededor del cual girará posteriormente el seminario RSI.

En esta clase Lacan retoma la aproximación entre angustia y amor con otra aproximación, entre la función paterna en la constitución del sujeto y la posición del analista en la experiencia analítica. no se trata aquí de la función del padre ideal, del padre simbólico, sino del padre real. hay cierta dimensión real del padre que encarna el analista. ¿cómo lo va a plantear aquí Lacan?

su punto de partida es que la existencia del objeto a en el ser ha-blante es un resultado del hecho de que nadie puede ser causa de sí mismo, nadie es causa sui, de allí que el sujeto se constituya en el lugar del otro, que el deseo del hombre sea el deseo del otro. De modo que la causa, que se encarna en el objeto, está en el lugar del otro. El pro-blema es que toda la lógica significante lleva a Dios, lleva al nombre del Padre, lleva al punto de suponer otro que sea causa de sí, para que pueda dar lugar a esta cadena donde cada uno es causado por algún a, de allí la vertiente religiosa como estructural en el ser hablante. Por eso, inevitablemente, cierta vertiente del padre es religiosa, que es por otra parte lqa que heredó el psicoanálisis de la tradición judeo-cristiana.

El nombre del Padre es un significante tomado de la religión judeo-cristiana, en cuyo origen encontramos ese Dios que dice: “Yo soy lo que soy”. Lacan señala que en ese “lo” está el a, “soy el a”, punto límite de la lógica significante, ya que se trata de un s1 que se signi-fica a sí mismo, que no refiere a otro significante, que no tiene una causa fuera de sí. Dios es causa de sí mismo, causa sui, es lo que es. Lacan plantea entonces que la función paterna consiste en encarnar algo de ese imposible, ya que nadie es causa de sí, el padre tampoco lo es, pero es quien encarna esta función, así como el analista es quien la encarna en el análisis.

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así como no puede ser padre en el nivel radical del ser, ya que es una función detentada por un sujeto que también es un hijo, lo mis-mo ocurre con el analista, que además de cumplir esa función es un hombre o una mujer. Pero al estar tomado por esa función, está en-carnando la causa sui, está encarnando el a, está encarnando algo que no remite a otro lugar, sino que se transforma en el polo de referencia para el sujeto –ya sea para el hijo en el caso de la función paterna, ya sea para el analizante en el caso de la experiencia analítica.

así, llega a la siguiente formulación para la función paterna: “El padre tiene que ser alguien que haya llegado lo suficientemente lejos en la realización de su deseo como para reintegrarlo a su causa, cualquiera que ésta sea, a lo que hay de irreductible a la función de a.”17

En el párrafo final del seminario va a plantear algo parecido para el analista, al preguntarse: “¿Qué conviene que sea el deseo del analista para que el trabajo sea posible más allá de los límites de la angustia de castración freudiana?”18, es decir: ¿qué tiene que ser el deseo del ana-lista para poder ir más lejos de esos topes freudianos de castración? su respuesta: “Conviene seguramente que el analista sea aquel que por algún sesgo, por algún borde, haya hecho volver a entrar su deseo en ese a irreductible, lo suficiente como para ofrecer a la cuestión del concepto de la angustia una garantía real.”19

Intervención: cuando Lacan habla del analista como semblante del objeto a, ¿a qué se refiere?

Nieves: se trata justamente de este planteo. El analista encarna eso que es irreductible a lo simbólico, ese punto donde las palabras no alcanzan, al que no llega la palabra. Encarna con su presencia eso que el decir del analizante va bordeando, dándole vueltas, y en cada

17 Lacan, J. El Seminario. Libro X. La Angustia. Paidós. buenos aires, 1986. Pág. 364.18 Ibid. Pág. 365.19 Ibid 18.

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vuelta de lo que va diciendo el analizante va armando alguna nueva versión del a. hay allí algo irreductible que hace presente el analista con su posición, que encarna de ese modo lo más singular de la es-tructura de cada sujeto. De allí que Lacan proponga que el discurso analítico es el reverso del discurso del amo:

El analista queda encarnando ese objeto que es el objeto del fan-tasma de su analizante. Para un analizante será la voz, para otro la mirada, para otro va a ser una mierda, para otro un objeto oral. se trata de sostener esa posición para que el analizante pueda ir produciendo todos los significantes fundamentales a los que está sujeto, producirlos como resto, hacerlos caer del lugar de agente del discurso, lo que le permitirá abrir nuevos trayectos.

Para que esto sea posible tiene que haber algo que esté siempre en el mismo lugar de la estructura. Para ello es necesario que el analista soporte, por ejemplo, ser una mierda para determinado analizante, encarnar ese lugar de objeto, que es tan difícil de soportar para el neurótico. De allí que haya cierta tensión entre la posición del ana-lista y la posición neurótica, ya que al neurótico no le resulta fácil encarnar el lugar de objeto, y mucho menos, de objeto del fantasma del otro, no del propio.

Es en esa vía que la posición del analista se acerca a la función paterna, ya que en la función paterna justamente se trata también de ser causa para el hijo, para que el hijo arme su propia vida, y no que sea un objeto del padre. En ese sentido se trata de encarnar ese lugar de la causa para que el sujeto pueda hacer su propio camino.

Intervención: no entendí muy bien eso de que la angustia masiva es también una defensa contra la angustia de castración.

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Nieves: sí, me parece que es una vía que plantea Lacan en este seminario para las neurosis. otro asunto es la angustia masiva psicó-tica, en cuyo caso no podemos decir que es defensa contra la angustia de castración (porque no está el operador castración incorporado a la estructura), sino más bien que es signo de una imposibilidad del funcionamiento de la angustia como señal.

Propongo que hay casos de neurosis, que son los que abordaremos sobre el final del seminario, casos en los que la nominación es real, que están sostenidos en la angustia, en los que es posible verificar que la angustia masiva le sirve al sujeto para defenderse de su deseo. y es para-dójico, porque justamente lo que dice el sujeto es que no puede hacer nada, que vive angustiado, de modo que pareciera que está sin defensa, cuando en realidad –si es una estructura neurótica– se trata de un uso de la angustia masiva para eludir el propio deseo, hay una responsabili-dad y una elección del sujeto ahí. En ese sentido es interesante que La-can en varias oportunidades ubica esa angustia masiva como defensa.

Podríamos preguntarnos por qué el recurso defensivo es ése y no otro, y seguramente no hay una respuesta. Freud se refería en ese punto a unja elección de la neurosis. ¿Por qué hay estructuras que son nominadas por lo imaginario, otras por lo simbólico y otras por lo real? ¿Por qué hay sujetos que están inhibidos, otros que arman rápidamente un síntoma y otros que están angustiados?

seguramente hay una incidencia de la cara del otro con la que el sujeto se confrontó más radicalmente en su constitución. Entonces, cuando el sujeto está más confrontado con esa cara real del otro –ya tendremos oportunidad de volver sobre el estatuto real del padre–, esa presencia tan traumática de la alteridad encarnada en el padre, en quien ejerce la función paterna, puede llevar al sujeto a vivir an-gustiado, lo que no quiere decir que no sea una defensa frente a esta alteridad radical, pero especialmente, frente al propio deseo.

cuando abordemos RSI distinguiremos los diferentes tipos de defensa en función de las distintas dimensiones de la función pa-terna en la neurosis, y de la dimensión de la función paterna que prevalece en el anudamiento de la estructura.

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Intervención: me preguntaba si el discurso de la perversión no es similar al del analista en algún punto.

Nieves: El asunto es si se puede hablar de discurso de la per-versión. Es muy interesante tu pregunta, ya que Lacan justamente ubica al sujeto perverso en el lugar de objeto del fantasma:

El asunto es qué ocurre con los otros dos términos, el s1 y el s2 en la perversión. Lacan demuestra en “Kant con sade”20 que la perversión sadiana da la verdad del imperativo categórico kantiano, con lo cual podríamos plantear que se entronca con el discurso del amo, ya que es una posición de objeto en el fantasma, pero que, a diferencia de la posición del analista, apunta a hacer consistir el significante amo, convirtiéndose el perverso por esa vía en instru-mento de goce del otro.

Es en ese punto de la posición del perverso que algunos autores, como Deleuze, por ejemplo, señalan la operación de irrisión respec-to de la función paterna que opera la perversión, al trasformar a la figura de autoridad en un fetiche, en un fantoche grotesco. Paradó-jicamente, esa posición de irrisión, de increencia, deja al perverso absolutamente anclado a la figura del otro sin barrar, a diferencia de la posición del analista, que abre la vía del amor al padre, pero para ir más allá de él.

Clase del 17 de abril de 2008

20 Lacan, J. “Kant con sade”, en Escritos 2. siglo veintiuno ed. buenos aires, 1985.

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III. El nudo borromeo. Parte 1.

I. El lapsus del nudo

La clase de hoy y la próxima van a constituir una suerte de uni-dad, ya que no me alcanzará el tiempo para exponer el tema en una sola clase.

En el programa que les mandé figura un texto de Fabián sche-jtman que se llama “acerca de los nudos”1, porque mi idea no es entrar en todos los detalles del nudo, prefiero que ustedes lo lean. Voy a darlo por leído. mi interés es que ustedes a través de ese texto puedan tener una idea más o menos sencilla de qué se trata el nudo, para que entonces podamos manipularlo, como propone Lacan en el seminario RsI, en la clase del 17 de diciembre de 1974, donde justamente propone a los psicoanalistas “usar el nudo a lo bruto”. Es lo que voy a hacer aquí. no soy ninguna especialista en topología ni me interesa serlo, así que voy a seguir esta propuesta de Lacan, quien en esta clase plantea dos cuestiones al respecto. Por un lado dice: “Para operar con este nudo de una manera que convenga es preciso que ustedes usen de él a la bruto, sean incautos, no entren en su materia con la duda obsesiva…”2. sabrán ustedes que sigo a la letra esta indicación de Lacan al igual que esta otra, que dice: “Yo los invito a repudiar las hipótesis, y aquí a ser suficientemente brutos como para no plantearse

1 schejtman, F. “acerca de los nudos”, en Las dos clínicas de Lacan. tres ha-ches. buenos aires, 2001.Págs. 25-60.2 Lacan, J. Seminario XXII, RSI. Inédito. clase del 17 de diciembre de 1974.

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cuestiones concernientes al uso del nudo, él no nos servirá para ir más lejos que allí de donde sale, a saber, la experiencia analítica, es de ésta que da cuenta, ahí está su valor”3. Les propongo entonces que nos me-tamos en el nudo a lo bruto, sin entrar en consideraciones eruditas, topológicas, lógicas y matemáticas, y que aprendamos a servirnos de él en la medida en que nos conecte con la clínica, en este caso, con la clínica de las neurosis.

El texto de Fabián schejtman me parece muy preciso, muy claro, más que suficiente como para después poder manejarnos un poco intuitivamente. Lo que más me interesa de este texto es, por un lado, la distinción que establece schejtman en la lectura que hace de Lacan entre el anudamiento borromeo para la clínica de las neu-rosis, y el anudamiento no borromeo para la clínica de las psicosis. son dos tipos de nudos distintos. Es la primera cuestión que me in-teresa señalar, y como vamos a dedicar este seminario a las neurosis, este año trabajaremos con el nudo borromeo.

Por otra parte, la concepción de la falla estructural en el nudo, teniendo en cuenta que el nudo es para Lacan la estructura de ser hablante, no la representa, no es una figuración, no es una metáfo-ra, es efectivamente la estructura del ser hablante. se trata de una estructura que está fallada, que está agujereada. En la medida en que es un ser viviente único, singular, por estar tomado por el lenguaje, esa estructura va a contar con dimensiones o con registros distintos que los de los demás animales. y además, esos registros van a estar anudados de un modo torcido, por lo que esta falla estructural del nudo del ser hablante se va a manifestar siempre con algún lapsus en el nudo. De modo que el nudo borromeo de tres, que anudaría los tres registros: imaginario, simbólico y real perfectamente –como está dibujado en el pizarrón– no existe.

3 Ibid.

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¿En qué consiste el anudamiento borromeo? consiste en el he-cho de que cada uno de los tres registros se relaciona con los otros dos en una relación de terceridad, es decir, que ninguno se relaciona pura y exclusivamente con otro registro, siempre hay un tercero que está mediando, entre imaginario y simbólico está mediando lo real, entre real y simbólico está mediando lo imaginario, y así. Esto se manifiesta en el anudamiento en el hecho de que si cortamos cual-quiera de los tres redondeles se sueltan todos, es decir que ninguno depende exclusivamente del otro, sino que cada uno depende del anudamiento entre los tres.

Lo que introduce entonces la cuestión del anudamiento borro-meo es la función de la mediación. La función de la mediación es introducida tempranamente en la enseñanza de Lacan, y va a tener múltiples manifestaciones, por ejemplo, plantea para uno de sus primeros esquemas, el esquema Lambda, al eje simbólico como mediación entre los dos polos del eje imaginario (a y a’). Es en esa función de mediación que va a ubicar la función paterna.

más adelante, cuando construye la fórmula del fantasma, el rombo introduce la mediación entre sujeto y objeto. y así sucesi-vamente, encontraremos que todos los aparatos conceptuales que va construyendo Lacan llevan esta función de mediación. Por ejem-plo, en la fórmula de la metáfora encontramos la mediación en la función de la barra, entre un significante y otro. Es impensable la estructura neurótica sin la función de mediación.

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La distinción entre neurosis y psicosis consiste en que el tipo de lapsus del nudo que se produce lleva a un tipo de anudamiento di-ferente. Por un lado están los casos en los cuales el lapsus se repara borromeanamente. se trata de aquellos casos en los que se producen dos lapsus entre los mismos dos registros (por ejemplo, dos lapsus entre simbólico y real). Es el tipo de lapsus que produce el soltamien-to de los tres, y por ende, la posibilidad de una reparación borromea. Es el tipo de anudamiento que encontramos en la clínica de las neu-rosis. mientras que en la clínica de la psicosis no encontramos esta posibilidad. Lo que propone schejtman en este texto es que la clínica de las psicosis está caracterizada por la interpenetración.

Les propongo un dibujo que la vuelve evidente, el del lapsus de la estructura psicótica de Joyce, lapsus por el que se suelta el registro imaginario, mientras que simbólico y real quedan interpenetrados, quedan anudados como si fueran dos eslabones de una cadena. sa-bemos que Joyce construyó tempranamente un broche que impidió que el imaginario se fuera por su lado. Lo dibujo para que aprecien el detalle del lapsus.

Entonces, en la clínica de las psicosis encontramos la interpene-tración, y en la clínica de las neurosis la mediación, de modo que nunca hay dos registros que estén enganchados uno con el otro, sino que siempre hay un tercero mediando en la neurosis.

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tanto en la clínica de las neurosis como en la de las psicosis vamos a encontrar lapsus del nudo, es decir, algún tipo de falla en lo que sería el anudamiento borromeo perfecto entre los tres registros. La diferen-cia entre neurosis y psicosis es que el lapsus o la falla del anudamiento en el caso de la neurosis se va a solucionar de una manera tal que el nudo sigue siendo un nudo borromeo, sigue siendo un nudo en el cual si cortamos uno se sueltan todos, sigue siendo un nudo en el cual entre dos registros siempre va a haber un tercero mediando. mientras que en la psicosis, por ejemplo en el caso de Joyce, él logra que el ima-ginario no se suelte porque él construye un broche acá:

Pero ese broche –que agarra nuevamente lo imaginario, con lo simbólico y lo real– no impide que siga habiendo interpenetración entre simbólico y real –trabajamos bastante este punto en el semi-nario del año pasado sobre los confines de las psicosis. La diferencia estructural está en el anudamiento inicial, en el tipo de lapsus del nudo que encontramos.

II. El trípode freudiano en el nudo

Quiero que nos dediquemos ahora a abordar la concepción la-caniana del nudo borromeo en RSI, donde va a retomar el trípode freudiano de inhibición, síntoma y angustia.

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seguramente les llame un poco la atención que en primer lugar nos vamos a manejar con el nudo borromeo de tres como si existie-ra, cuando afirmé anteriormente que el nudo borromeo de tres no existe, que siempre está fallido, que siempre es necesario un cuarto término. Pero en verdad ése es un punto de llegada del Seminario XXII, no es un planteo de inicio. al comienzo del seminario Lacan aborda el anudamiento entre los tres registros como un anudamien-to de tres redondeles, y es a lo largo del seminario que va a llegar al punto en el cual siempre hay lapsus del nudo, por lo que el cuarto término se vuelve irreductible.

Los primeros desarrollos que hace Lacan en este seminario son con un nudo de tres. Ese nudo así, tal cual, no existe, pero permite entender cómo se anudan los registros estructuralmente en el ser hablante. ahí es donde Lacan va a retomar el trípode freudiano de inhibición, síntoma y angustia, y lo va a articular con los tres regis-tros: imaginario, simbólico y real.

III. La herejía lacaniana.

Vamos a retomar algunas de las cuestiones que quedaron plan-teadas en la primera clase. hicimos la referencia al título del semi-nario, que a la vez que nombra a los tres registros en un orden que parte de lo real (RSI), se pronuncia igual que “herejía”. De modo que este seminario es la herejía de Lacan a la concepción reinante en el psicoanálisis de la época respecto del complejo de Edipo, funda-mentalmente a la concepción freudiana del complejo de Edipo.

hay en Lacan un deseo de herejía, de desviación respecto del dogma del padre en Freud. Pero como él va a plantear, tanto en este seminario como en el Seminario XXIII, no se trata de ser hereje de cualquier manera. Para Lacan ser hereje de la buena manera es poder encontrar la estructura del nudo, es decir, es encontrar lo real. Lacan concibe al nudo como lo real. no es una imaginación, no es una figuración, sino que es lo real de la estructura del ser hablante.

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ser hereje de la buena manera es dejarse tomar por el nudo y poder seguir su lógica.

La herejía de Lacan es RSI, es el nudo borromeo, es el anuda-miento entre los tres registros. En la primera clase de este seminario Lacan planteará que los nombres del padre son lo real, simbólico e imaginario, ya que son los nombres que constituyen la estructura del ser hablante.

El nudo se constituye entonces por estos tres nombres: real, sim-bólico e imaginario. y para que estos tres registros se anuden es ne-cesario un acto, el acto de nominación. Lacan propone que la nomi-nación es un acto cuya consecuencia es el anudamiento. nombrar, en el sentido fuerte de la nominación, es un acto de anudamiento. así, imaginario, simbólico y real son los tres nombres primeros, son las tres nominaciones que constituyen el nudo borromeo –que va a ser la estructura del ser hablante–, y que ya desde el inicio del semi-nario Lacan va a articular con inhibición, síntoma y angustia.

En el trípode freudiano Lacan encuentra cierta vertiente hereje, ya que con inhibición, síntoma y angustia Freud da cuenta de la estructura neurótica a partir de esos tres nombres, no a partir del mito del padre.

Intervención: ¿Vos decís como que Freud hace una propia herejía a su dogma?

Nieves: no, ya que en toda herejía se trata fundamentalmente de otra lectura del texto. La operación que realiza Lacan aquí es ir a buscar los nombres del padre en el Freud de “Inhibición, síntoma y angustia”, en lugar de centrarse en el mito de Edipo para construir el nudo borromeo. aunque Lacan tampoco logra dejar de lado el mito de Edipo, ya que en la segunda mitad del Seminario XXII justamen-te trata de cómo articular el mito de Edipo con estas nominaciones. Entonces, la primera parte es la introducción de los tres registros, y luego es la cuestión del padre nuevamente, que lo va a llevar en el Seminario XXIII a la cuestión del sinthome.

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seguiremos ahora el recorrido del seminario en función de los tres registros. En la primera clase, del 10 de diciembre de 1964, La-can propondrá a la inhibición como nominación de lo imaginario, el síntoma como nominación de lo simbólico, y la angustia como nominación de lo real.

La inhibición como nominación de lo imaginario quedará plan-teada como un asunto de cuerpo, o sea, de función. En la medida en que se trata de la detención de una función siempre va a poner en juego la dimensión del cuerpo, que es para Lacan constitutiva del registro imaginario, y que va a tener efectos en el campo de lo simbólico:

Va a hacer un paralelo entre lo que es la inhibición de la función en el ser hablante y el centro inhibidor en el sistema nervioso del ani-mal, se va a preguntar si en el ser hablante no existe algo similar a ese centro inhibidor del animal, aunque tiene un efecto en lo simbólico en lugar de tener un efecto en lo real del organismo como pasa en el animal. Deja planteada esa pregunta, de cómo la inhibición puede tener que ver con este efecto de inhibición, que resulta de su intru-sión en el campo de lo simbólico, de modo que cuando él habla de la inhibición, habla de la intrusión de lo imaginario en lo simbólico.

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En la clase siguiente, que es del 17 de diciembre, Lacan va a intro-ducir la característica de lo imaginario que es la consistencia, va a decir que lo imaginario funda la consistencia. Respecto de esa consistencia imaginaria, el goce ex-siste, es decir, se sostiene afuera. Podríamos decir que en el ser hablante el goce logra ex-sistir, sostenerse fuera del cuer-po, en la medida que lo imaginario adquiere consistencia, es decir, en la medida que el campo imaginario se unifica, armando un cuerpo.

Vamos a la clase del 11 de febrero de 1975, donde dice algo que considero importante tener en cuenta –y que retomaremos cuando vayamos a los casos– y me gustaría señalar: “Que los analistas sepan que lo que trenzan de imaginario no existe menos, esta existencia es lo que responde a lo real”4. se trata de un señalamiento fundamental, ya que a veces los analistas nos encontramos en una posición de cierta depreciación de lo imaginario, donde pareciera que las intervenciones que van por el lado del sentido, que van por el lado de lo imaginario, no son analíticas. a veces los analistas nos dejamos tomar por la idea de que la única intervención propiamente analítica es una interven-ción que juegue en el plano simbólico del significante, del equívoco, del sin sentido, y que las intervenciones imaginarias, que apuntan al campo del sentido, o que directamente introducen el sentido no son analíticas. muchas veces tendemos a pensar así, y esa manera de pensar tiene que ver con una depreciación de lo imaginario, que es posible de leer especialmente en el inicio de la enseñanza de Lacan. aquí Lacan está rectificando esta falsa orientación al decir que lo que se trenza de imaginario en el análisis tiene un valor real.

su referencia en este punto es la raíz imaginaria en matemática, que es real: “La raíz imaginaria muestra bien que el término imaginario no es sinónimo de pura imaginación. Si podemos hacer que lo imaginario exista, es que se trata de Otro real. Yo digo que el efecto de sentido ex-site y que en esto es real”5. De modo que el efecto de sentido en psicoanálisis es real, “ex-siste”, va más allá de la imaginación.

4 Lacan, J. El Seminario XXII. RSI. Inédito. clase del 11 de febrero de 1975.5 Ibid 4.

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Pasemos a la clase del 11 de marzo de 1975. allí encontramos una articulación de lo simbólico con lo imaginario que me interesa. Lacan va a plantear que el falo es lo que le da cuerpo a lo imaginario. hay cierta dimensión del cuerpo, que no es la dimensión plana de la imagen, que se puede apreciar en su volumen, eso que también es el cuerpo pero que excede a la imagen visual. Es en ese punto preciso que interviene el falo.

Lo planteo sencillamente de la siguiente manera: según qué re-lación tenga el sujeto con el falo, va a tener o no cuerpo su imagen. Incluso podríamos decir que la posibilidad de que la imagen de su cuerpo tenga algún tipo de brillo para el sujeto, que sea agalmática, que se constituya como yo ideal, va a ser el resultado de la interven-ción del falo.

muchos de los fenómenos de deformación de la imagen especu-lar que encontramos en la clínica, por ejemplo los casos de defor-mación de la imagen especular en las anorexias, responden a cierto punto de impasse en el funcionamiento de la lógica falo-castración. cuando abordemos los casos tendremos oportunidad de ubicar esta relación entre el falo y lo que le da cuerpo a lo imaginario.

hay algunas cuestiones que plantea Lacan sobre lo imaginario y la inhibición hacia el final del seminario, pero para poder abordarlas tenemos que hacer otro recorrido previo, así que nos detenemos aquí por ahora. Vamos a pasar al síntoma como nominación de lo simbólico.

V. El síntoma como nominación de lo simbólico

En la clase del 10 de diciembre de 1974, la primera clase, Lacan va a definir al síntoma como símbolo de lo que no anda en lo real, de modo que es un efecto de lo simbólico en lo real:

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En la clase siguiente, del 17 de diciembre de 1974, va a definir a lo simbólico como agujero. su referencia aquí es la operación cartesiana que conduce al cogito, al pienso luego existo. Recuerdan ustedes que justamente Descartes en el camino hacia el cogito se sirve de la duda metódica, poniendo en cuestión todas las certezas. Lacan se pregunta: “¿Hay que entender que el “yo pienso” basta para asegurar la existencia?”6– en el cogito se trata de asegurar la existencia de algo que sea real. Lacan plantea: “El “yo pienso”, ¿sirve para asegurar la existencia? Ciertamente no, y Descartes tropieza, pero no es menos verdadero que hasta un cierto punto la existencia no se define sino al borrar todo sentido”7. allí inter-viene el agujero: “Diré que para que algo exista es preciso que exista un agujero. Este agujero, ¿no está simulado por el “yo pienso” puesto que Des-cartes lo vacía?”8. ¿Qué quiere decir Lacan cuando dice que Descartes lo vacía? Que no importa cuáles sean los pensamientos, se trata del yo pienso, vaciado de cualquier pensamiento en sí mismo, es el acto mis-mo de pensar, independientemente de cualquier contenido. Lacan plantea que al vaciar el yo pienso, Descartes constituye un agujero y que “Es alrededor de ese agujero que se sugiere la existencia”9.

6 Ibid. clase del 17 de diciembre de 1974.7 Ibid.8 Ibid.9 Ibid.

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Lacan encuentra este agujero como constitutivo del nudo: “Te-nemos un agujero en el corazón de cada uno de estos tres redondeles, sin estos agujeros incluso no sería pensable que algo se anude”10. Entonces, la cuestión del agujero como fundamental para el anudamiento.

En la clase del 21 de enero de 1975, va a definir al síntoma como lo que ex-siste al inconsciente. Lacan habitualmente ubica al inconsciente entre imaginario y simbólico. ¿Por qué digo habitual-mente? porque en este seminario, como en otros también, va a hacer referencia a un inconsciente real. Pero el inconsciente freudiano –el inconsciente de las formaciones del inconsciente– está entre simbó-lico e imaginario, es fundamentalmente simbólico, es decir, hecho de significantes, por lo que tiene efectos de sentido, imaginarios.

si al inconsciente lo ubicamos en lo simbólico, el síntoma es lo que ex-siste, pasando de lo simbólico a lo real, que será definido por Lacan como ex-sistencia. El síntoma es entonces lo que del in-consciente pasa a lo real. Por eso el síntoma será definido como una letra, como lo que del inconsciente puede traducirse por una letra. se trata aquí de la distinción entre el nivel más simbólico del signi-ficante y el nivel más real sería de la letra, que es lo real de la lengua. Entonces, el significante es lo simbólico de la lengua, el sentido es lo imaginario de la lengua, y la letra es lo real de la lengua.

Lacan propone aquí que el síntoma es una letra, que la función del síntoma es lo que del inconsciente puede traducirse por una letra, de modo que es una encarnación de lo real de la lengua.

VI. Síntoma y función paterna

Es en este punto que Lacan comenzará a interrogar el estatuto del padre. Veremos cómo este asunto se complejiza. Por ahora dejo sim-plemente señalado este punto de confluencia entre síntoma y padre.

otra cuestión fundamental que será planteada en esta misma

10 Ibid.

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clase, es que el síntoma es constituido por una creencia. De allí que tanto el sujeto escéptico como el sujeto cínico no hacen síntoma, porque no creen en su inconsciente. Podrán tener inhibiciones o sufrir de angustia, pero no van a hacer síntoma, que implica una posición subjetiva de creencia.

En la clase del 18 de febrero de 1975 Lacan va a dar la siguiente definición del síntoma: “Yo defino al síntoma por la manera en que cada uno goza del inconsciente, en tanto que el inconsciente lo determina”11. se trata de una definición del síntoma como modo de goce, que im-plica justamente esta dimensión real del síntoma que lo distingue de las demás formaciones, puramente simbólicas, del inconsciente.

En la clase del 15 de abril de 1975 Lacan articula el agujero cons-titutivo de lo simbólico con el nombre del Padre de la siguiente ma-nera: “Para nosotros la interdicción del incesto no es histórica sino estruc-tural –¿por qué?– porque está lo simbólico. Esta interdicción consiste en el agujero de lo simbólico, y para que aparezca individualizado en el nudo, algo que yo no llamo el complejo de Edipo –no es tan complejo como eso– sino el Nombre del Padre, lo que quiere decir el Padre como nombre, y no solamente el padre como nombre sino el padre como nombrante”12.

Retomaremos esta distinción entre el padre como nombre y el padre como nombrante. Lo que me interesa en este momento seña-lar es, por un lado, que Lacan ubica lo estructural de la interdicción del incesto, que hace a la función paterna, (es decir, el nombre del Padre) como un agujero en lo simbólico: la interdicción del incesto misma como agujero de lo simbólico. Por otro lado, Lacan va a ar-ticular la cuestión del agujero con el Dios de la biblia –alguna men-ción a esto hice en la clase pasada–, ese Dios del antiguo testamento que dice “Soy lo que soy”, ese Dios que habíamos definido con Lacan como causa sui, que no remite a otro significante sino que es en sí mismo. Lacan plantea que “Soy lo que soy” es un agujero, de modo que el agujero en lo simbólico es la función paterna misma. ¿Por qué

11 Ibid. clase del 18 de febrero de 1975.12 Ibid. clase del 15 de abril de 1975.

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la función paterna es un agujero? si lo simbólico está constituido por significantes que remiten unos a otros –s1-s2, significante bi-nario–, “Soy lo que soy” es un agujero en el orden simbólico, porque es el único significante que no remite a ningún otro.

sobre el final de esta misma clase Lacan esboza que, después de todo, quizás no sea sólo lo simbólico lo que tiene el privilegio de los nombres del Padre: “No es obligado que la nominación esté conjunta el agujero de lo simbólico”13. aquí deja abierta la cuestión de si la fun-ción paterna se reduce a lo simbólico, o si tiene también un estatuto real. Volveremos sobre este punto.

Pasaremos ahora a un breve recorrido por la nominación de lo real como angustia.

VII. La angustia como nominación de lo real.

En la primera clase Lacan plantea que la angustia parte de lo real, y que va a dar un sentido a la naturaleza del goce que se produce ahí. hay una relación estrecha entre la angustia que da sentido y el goce fálico. Retomaré este último punto más adelante. El punto de partida es lo real, que tiene efectos sobre lo imaginario, sobre el campo del sentido.

13 Ibid.

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Entonces, la inhibición va de lo imaginario a lo simbólico, el sínto-ma de lo simbólico a lo real, y la angustia de lo real a lo imaginario.

Lacan le va a agregar al nudo borromeo en tanto tal el giro de los redondeles de cuerda. En este caso se va a tratar de un giro centrípe-to, de modo que todos los registros giran hacia el centro del nudo.

Empezamos por la inhibición. La inhibición proviene de lo ima-ginario pero tiene efectos en lo simbólico. Ese giro de lo imaginario al entrar en lo simbólico produce la inhibición, el detenimiento del despliegue de lo simbólico.

Por otra parte, lo simbólico en su movimiento sobre lo real pro-duce el síntoma –recuerden que Lacan lo define como ex-sistencia del inconsciente.

Finalmente, el giro de lo real sobre lo imaginario va a producir como resultado la angustia.

Por otro lado Lacan va a escribir entre lo imaginario y lo simbó-lico el sentido, entre real y simbólico el goce fálico (Jϕ), y entre real e imaginario va a escribir el goce del otro (Ja):

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Volviendo a la angustia, lo real al girar sobre lo imaginario pro-duce la angustia, y la angustia le va a dar sentido a este goce que se encuentra entre simbólico y real, que es el goce fálico. aquí la refe-rencia es el caso Juanito. Juanito está complicado con su goce fálico, está complicado con el goce de su órgano, y el afecto concomitante que le va a dar algún sentido a ese goce es la angustia.

VIII. El problema de la ex-sitencia.

Dijimos que Lacan define a lo real como ex-sistencia. cuando nos preguntamos si algo es real, nos preguntamos acerca de su exis-tencia. ¿Existe o no existe más allá de mí? Existir quiere decir soste-nerse solo, sostenerse por sí mismo, sostenerse afuera. En el nudo, cada uno de los registros ex-siste a los otros dos.

Podemos tomar en este punto la referencia al juicio de existencia freudiano. Freud distinguía el juicio de atribución del juicio de exis-tencia. El juicio de atribución era el primer juicio promovido por el yo del placer originario, al que no le importaba nada la existencia sino que distinguía simplemente lo placentero como yo de lo displacentero como no-yo. Es en una segunda operación que se constituye el yo de

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realidad definitivo. allí interviene el juicio de existencia, por el que el sujeto va a tener que verificar si ese objeto que existe en su interior, en su representación, en el plano de su fantasía, existe también afuera.

Intervención: ¿Esta relación la hace Lacan en algún texto?

Nieves: no sé si la hace explícitamente, pero cuando habla de la ex-sistencia, la define como sostenerse afuera, que es exactamente lo que plantea Freud para el juicio de existencia, donde se trata de que ese objeto que está a nivel representación también exista afuera, se sostenga afuera, no sólo que en la fantasía. Encuentro allí una raíz freudiana.

sobre el final de esta clase Lacan articula la angustia con la ex-sistencia: “¿Qué es la angustia?, es lo que del interior del cuerpo ex-site cuando algo lo despierta, lo atormenta”14. hay algo que se siente, que se experimenta en la experiencia de la angustia, que es el interior del cuerpo. En la angustia algo despierta al cuerpo. a Juanito, por ejem-plo, hay determinado momento en que las erecciones de su órgano empiezan a angustiarlo y a atormentarlo, rompiendo el paraíso que encontraba en la relación con la madre. Ese es el momento del surgi-miento de la angustia. En la angustia eso que despierta o atormenta al cuerpo se manifiesta como el interior del cuerpo ex-sistiendo, afuera.

En el Seminario de La Angustia la metáfora para referirse a esta operación de la angustia sobre el cuerpo es la del guante dado vuelta, el cuerpo como un guante que de pronto se da vuelta, de modo que el in-terior queda afuera. De allí lo insoportable de la angustia, se dio vuelta el guante, el interior ex-siste, y por eso es real, el único afecto real.

una cuestión interesante que va a señalar Lacan en la clase del 14 de enero de 1975 es que hay una disyunción entre la ex-sistencia y la universalidad. se trata del abismo que hay entre el particular (existe algún x) y el universal (para todo x) en la lógica proposicional.

14 Ibid. clase del 17 de diciembre de 1974.

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Lo que ex-siste no tiene nada que ver con lo universal, no tiene nada que ver con el todo, no tiene que ver con el concepto, no tiene que ver con el significante, por eso es real.

Esto punto es largamente desplegado como problemática lógica por Lacan ya desde el seminario de La Identificación, volviéndose una suerte de nudo de su enseñanza, particularmente en los años que dedica a la construcción de las fórmulas de la sexuación.

Lacan propone aquí una distinción máxima: “No solamente la universalidad no implica la existencia, –de modo que podemos te-ner el concepto del unicornio, lo que no quiere decir que exista alguno– sino que lo que es grave es creer que la existencia implica la universalidad.”15 se trata de un problema de consecuencias clíni-cas fundamentales. En la dirección de la cura es necesario salir de esa debilidad mental del pensamiento para abordaren cada caso en su singularidad, uno por uno, prescindiendo de la referencia a un universal. Digo en la dirección de la cura porque después, cuando hacemos transmisión, tenemos que referirnos necesariamente a al-gún universal. Es importante que la existencia no tenga nada que ver con el universal. En este punto el psicoanálisis se acerca más a la poesía que a la ciencia. Es fundamental, es necesario, preservar esta dimensión poética de nuestra práctica.

Intervención: ¿tendría que ver con la garantía que tiene que tener la posición del analista?

Nieves: sí absolutamente. ¿Estás haciendo referencia a la última clase del Seminario de La Angustia?

Intervención: sí, y me había quedado la pregunta acerca de la garantía….

Nieves: Efectivamente, cuando Lacan se refiere a qué tiene que

15 Ibid. clase del 14 de enero de 1975.

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ser el analista para poder ofrecer una verdadera garantía al concepto de la angustia, se trata de soportar una existencia que no hace nin-gún universal, que soporta esa singularidad del objeto que lo causa. Va a poder ofrecerle esa garantía al analizante en ese mismo punto, que es el punto de la angustia del analizante.

En la clase del 11 de febrero de 1975, Lacan va a plantear que el efecto de sentido exigible al discurso analítico tiene que ser real. Esta afirmación se orienta en la misma vía que aquella de que lo que trenza el analista de imaginario es real. no se trata entonces de dejar de lado la dimensión de lo imaginario en nuestra práctica, sino de lograr que se anude con lo que vuelve al mismo lugar, que es lo real. no se trata de darle de comer sentido común al síntoma, que es lo que hace la psicoterapia, sino de un abordaje serio del sentido, tan serio que hace serie, y por esa vía se vuelve real, pasa a ex-sistir.

El analista tiene que apuntar con su intervención, a que eso que produjo sentido ex-sista. Este movimiento no es posible sin la com-plicidad del analizante, de allí la necesidad de la dimensión de la creencia.

IX. Las identificaciones en el nudo

En estos últimos minutos quisiera avanzar un poco más, sobre la manera en que Lacan lleva las tres identificaciones freudianas cen-trales al nudo. Les propuse como bibliografía para la clase de hoy el capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis del yo”, que es un texto fundamental para entender el nudo borromeo. aquí Lacan hace una lectura muy singular de las identificaciones freudianas, que lee de manera diferente cada vez que las aborda en su enseñanza.

Estamos en la clase del 18 de marzo del 1975. El punto de parti-da de su planteo es el siguiente: “A nivel del nudo borromeo, decir que

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no hay Otro del Otro, quiere decir que el Otro real es el nudo mismo”16. Ese es el punto de partida, el nudo como otro real. Lacan concibe aquí a las identificaciones como nominaciones, de modo que las identificaciones, que le posibilitan al sujeto nombrarse, cumplen una función de anudamiento, de constitución del nudo.

Va a continuar planteando que según a qué punto del otro real nos identificamos, va a ser el tipo de identificación. y aquí nue-vamente va a comenzar por lo imaginario: “La identificación a lo imaginario del Otro real es la identificación del histérico al deseo del Otro.”17 se trata aquí de la famosa identificación del pensionado de señoritas. En ese ejemplo, una chica se desmaya y las otras también se desmayan por eso que Freud llama una comunidad de deseo, se identifican por el síntoma, ya que quisieran tener un amor secreto como el que tiene esta otra chica. se trata de una identificación al deseo del otro que es independiente de la persona en sí misma, se trata de alguien que le es indiferente al sujeto. Lo importante es esa comunidad de deseo.

se trata del tipo de identificación que da cuenta de la constitución de la masa, que funciona como un uno, como un solo cuerpo. Por eso es una identificación a lo imaginario del otro real, se trata de una presencia imaginaria del deseo del otro. Podría tratarse de la camiseta de un equipo de futbol, del emblema de un conjunto musical, etc.

Luego va a tomar el segundo tipo de identificación de “Psicología de las masa y análisis del yo”. Freud se refiere allí a la identificación que lleva a la formación del síntoma neurótico. se trata de la identi-ficación propia del complejo de Edipo, que puede hacerse, ya sea con la persona rival –y encontramos la referencia a la hija que se identifica con la madre porque quisiera ocupar su lugar al lado del padre, y que entonces va a tener un síntoma similar al de la madre, en el cual se va a hacer presente el superyó diciéndole: “¿Querías ser como tu madre? Pues lo serás en su sufrimiento”–; ya sea con el objeto amado –y ahí

16 Ibid. clase del 18 de marzo de 1975.17 Ibid.

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el ejemplo que da es la identificación de Dora con el padre en el sín-toma de la tos. En este caso hay una regresión, es una identificación regresiva, porque se produce una regresión a la identificación desde la elección de objeto. En este tipo de identificación lo que señala Freud con mucha precisión es que siempre se toma un rasgo del otro, por ejemplo la tos, o el catarro, se trata de la identificación al rasgo.

Lacan desarrolla largamente este punto en su seminario sobre la identificación, en el que se centra en la constitución del sujeto de lo simbólico a través de la repetición de una marca, que es el rasgo unario. Lo propio de lo simbólico es ese rasgo, esa marca, que también es un agujero. De allí que Lacan sitúe la identificación a lo simbólico del otro real como identificación al rasgo.

En tercer lugar vendrá la identificación primaria, que es previa a cualquier elección de objeto. Freud la define como identificación al padre, de tipo canibalística, en la cual el sujeto incorpora al padre a quien toma como su ideal. se trata aquí de la behajung del padre, en la que entra en juego cierta dimensión amorosa. Freud señala que el caníbal no se come a cualquier enemigo, sólo se come a aquellos que admira, cuyos atributos ama y quiere incorporar. Entonces, si no lo admira, si no lo ama, no lo come, no se opera la identificación primaria y hay forclusión del nombre del padre. Lacan señala en-tonces que esta identificación tiene que ver con el amor. La define como identificación a lo real del otro real, y dice que es el nombre del Padre, que es la identificación primaria freudiana.

una última cuestión que empiezo a plantear hoy y voy a retomar la próxima clase –que como ya les dije va a ser una continuación de ésta, no va a ser un nuevo tema– es lo que Lacan va a proponer sobre el final del seminario, donde va a concluir fehacientemente que no existe el nudo borromeo de tres, que el nudo borromeo de tres está siempre fallado, y que hay un cuarto término que repara este anu-damiento, que restablece el nudo borromeo, y que ese cuarto es irre-ductible, de modo que no se puede prescindir del cuarto término.

Este cuarto encontrará en el seminario siguiente, el Seminario XXIII, una dimensión simbólica ineliminable, ya que, como dijimos,

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la identificación es una nominación, una operación en sí misma sim-bólica, que sólo le es necesaria al ser hablante, el único viviente que necesita efectivamente del registro de lo simbólico para ser. Pero no es un simbólico puro, ya que cuenta siempre con alguna otra di-mensión, en términos de Lacan agrega una dit-mensión, agrega una mansión para el dicho o lo dicho, un lugar en el que esa dimensión simbólica se va a alojar.

si ese cuarto redobla el registro de lo imaginario, da lugar a la in-hibición. si redobla el registro de lo simbólico, se forma el síntoma. si redobla el registro de lo real, provoca la irrupción de angustia.

Intentaremos en la próxima clase interrogar la particularidad del tipo de neurosis: histeria, obsesión y fobia, en su relación con el tipo de identificación, teniendo en cuenta que cada identificación es una nominación. Es interesante en el ejercicio clínico interrogar cuál de estas identificaciones es la que prevalece, o falla, en cada caso. no va a llevar al mismo abordaje por el analista un caso en el que está dificultada (ya sea por exceso o por defecto) la identificación imagi-naria al deseo del otro, que si se trata de la identificación simbólica o la identificación real.

De este modo nos abrimos a la diversidad de la clínica de la neurosis.

Clase del 15 de mayo de 2008

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IV. El nudo borromeo. Parte II.

I. Nominaciones e identificaciones

Quiero retomar lo que plantee un poco rápidamente al final de la última clase. hicimos un recorrido por R.S.I. situando los tres grandes ejes de la neurosis; inhibición, síntoma y angustia en rela-ción con los tres registros, lo que lleva a la constitución del nudo borromeo a partir de tres nominaciones: la nominación de lo imagi-nario que es la inhibición, la nominación de lo simbólico que es el síntoma, y la nominación de lo real que es la angustia.

seguimos la manera en que Lacan retoma las tres identificacio-nes freudianas del capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis del yo”. En realidad en ese capítulo no son tres sino cinco las identi-ficaciones a las que Freud hace referencia, pero las tres primeras que Freud plantea son las que son retomadas constantemente por Lacan a lo largo de su enseñanza. En RSI Lacan define a la identificación al deseo del otro como la identificación a lo imaginario del otro real, es la identificación que Freud ejemplifica con el caso del pensionado de señoritas, y que llama identificación por el síntoma.

Por otra parte, la identificación a lo simbólico del otro real, que es la identificación que Freud ubica como aquella que conduce a la formación del síntoma neurótico, que es la propia del complejo de Edipo, que ejemplifica con la tos de Dora que se identifica con su padre. allí Freud va a señalar que efectivamente este tipo de identi-ficaciones no es con el objeto total sino con un rasgo del otro. Es el tipo de identificación que va a dar lugar a la formación de síntoma,

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y que será retomada aquí por Lacan como identificación al rasgo, identificación a lo simbólico del otro real.

Finalmente, la tercera identificación que va a proponer Lacan como constitutiva del nudo es la identificación a lo real del otro real, es lo que en Freud es la identificación primaria. La identifi-cación primaria como la incorporación del padre, en la que Lacan señala que la identificación tiene cierta relación con el amor. se trata de la incorporación canibalística, que es de lo que intenta dar cuenta el mito de Tótem y Tabú. En la comida totémica justamente de lo que se trata es de la incorporación del padre muerto, y lo que señalábamos junto con Lacan es que es una identificación que tiene relación con el amor porque el caníbal solamente incorpora aquel enemigo del cual gusta. no sé si llegue a señalar la clase pasada que en francés gustar y amar se dicen con el mismo verbo aimer; por ejemplo: “amo a Pedro” se dice j’aime Pierre, y “me gusta el cho-colate” se dice j’aime le chocolat. El caníbal incorpora a aquel que le gusta, aquel cuyos atributos ama, y no va a incorporar, no va a comer, al enemigo que desprecia.

Justamente en el Seminario XXII, Lacan define al padre digno de amor y respeto (que va a ser incorporado por el hijo) como aquel que hace de una mujer la causa de su deseo. y señalará que si el padre no hace de una mujer la causa de su deseo, y no es digno de amor y respeto, el resultado va a ser su verwerfung, es decir, su forclusión. si no es digno de amor no es admitido el nombre del Padre, de allí que se trate de una identificación en la que es funda-mental la dimensión del amor. El sujeto solamente puede admitir el nombre del Padre si ama a quien encarna esa función.

Esa identificación a lo real del otro real, que es la identificación primaria freudiana, Lacan la va a definir como nominación de lo real, y allí va a situar la angustia.

De modo que cada una de estas tres dimensiones, inhibición, síntoma y angustia, que son constitutivas del nudo, cada una de ellas introduce un registro en el nudo.

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II. Nominación e identificación imaginaria

La inhibición introduce el registro imaginario. El registro imagi-nario gira sobre el simbólico. Estas entradas de un registro en el otro tienen que ver justamente con el efecto de giro de un registro sobre el otro, giran en el sentido de las agujas del reloj, hacia el centro del nudo. La inhibición es una nominación imaginaria que tiene efec-tos sobre lo simbólico. consiste en el detenimiento del despliegue de lo simbólico. La inhibición lo que hace es detener, congelar en una imagen el despliegue de lo simbólico, posibilitando entonces introducir lo simbólico, articulándolo con lo imaginario. se detiene el despliegue infinito de la cadena significante y se produce el efecto de sentido entre imaginario y simbólico, el punto de capitón, como efecto de la operación de inhibición, la nominación imaginaria.

En esa operación de nominación imaginaria, de inhibición, tam-bién podemos situar la identificación imaginaria al otro real, que es esta identificación al deseo del otro –que en Freud es ubicada como la identificación constitutiva de la masa.

La nominación de lo imaginario, que se va a producir como inhi-bición de lo simbólico, opera el detenimiento en una imagen, en la

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que el sujeto queda capturado. En el caso del pensionado de señoritas, sería esa imagen de la chica que recibe la carta del novio, y ahí donde las otras se identifican con ella, se identifican incluso con el cuerpo, con la imagen de esa chica, y se desmayan también todas las otras, pero quedan identificadas con ese momento, con esa imagen en la cual ella recibe la carta del novio. Entonces entra en juego el cuerpo, y lo que constituye la masa es justamente esa multitud de cuerpos, que están identificados imaginariamente, que lo único que tienen en común es una imagen, y eso detiene el despliegue de lo simbólico. cuando Freud estudia la psicología de la masa, una de las cosas que le interesa es por qué la masa es tan fácil de convencer y de hacerla hacer cualquier cosa. Es, justamente, porque está suspendido el despliegue de lo simbólico, los integrantes de la masa están fascinados por una imagen, por ejem-plo, la camiseta, entonces son capaces de matar por la camiseta, queda anulado el pensamiento. Esto es lo que más le interesa a Freud: cómo puede ser que la masa sea tan manejable, tan influenciable, y tan tonta que en ella nadie piensa por sí mismo, que nadie puede seguir su pro-pia cadena significante, ya que están todos congelados en una imagen. Entonces, este tipo de identificación tiene que ver con la inhibición. De modo que los individuos de una masa están todos inhibidos en el despliegue de lo simbólico, están todos fascinados, hipnotizados, por el líder o por una idea directiva. Están congelados en una imagen.

La masa funciona como uno, como un solo cuerpo. Lo propio de lo imaginario es justamente la consistencia. La consistencia es lo que mantiene junto, lo que unifica. De hecho, la imagen especular es la primera unificación que vivió el ser hablante en el estadio del espejo. La primera unidad con la que tiene que vérselas el ser ha-blante es imaginaria.

III. Nominación e identificación simbólica

Lo simbólico girando sobre lo real produce como resultado el síntoma. Esta nominación de lo simbólico es la intrusión de lo que

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no anda en lo real. El síntoma es lo que no anda, lo que no funcio-na, lo que se pone en cruz; es la falla o la falta haciéndose presente en lo real. En lo real no existen ni la falla ni la falta, porque lo real no es un orden. La falla o la falta, es decir, la castración, es propia del orden simbólico. El síntoma es una operación que introduce eso que es propio de lo simbólico en lo real, lo hace existir en lo real, de allí que Lacan defina al síntoma como lo que ex-siste del incon-ciente. El inconsciente se encuentra entre imaginario y simbólico, pero produce un resultado real que es el síntoma. Lacan dirá que el síntoma es lo que del inconciente puede traducirse por una letra. Es por la repetición de esa letra que el síntoma se escribe en lo real. De modo que el síntoma es un producto extraño porque surge del inconciente –que está entre imaginario y simbólico– pero tiene una existencia real. al no ser lo real es un lugar donde pudiera llegar a faltar algo, el síntoma opera un forzamiento, introduce allí la castra-ción, y hace intervenir de esta manera lo simbólico en lo real. cada una de estas nominaciones construye el anudamiento borromeo, anuda un redondel con los otros dos.

Es en relación con esta nominación que interviene la segunda identificación freudiana, que es la identificación que conduce a la formación del síntoma, que es la identificación al rasgo. se trata de la identificación propia del complejo de Edipo, que extrae un rasgo, o bien de la persona amada, o bien de la persona rival.

si hay algo que define la juntura entre simbólico y real es el rasgo o la marca, es el significante independientemente de todo sentido, que es un uno que se repite, una marca que insiste. En el síntoma encontramos esa insistencia repetitiva de la marca. marca que tam-bién es una hendidura, un agujero, que es lo propio de lo simbólico. Es el agujero del significante abriendo la dimensión del agujero en lo real del cuerpo.

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IV. Nominación e identificación real

En la tercera nominación, que es la nominación de lo real, se trata de la incidencia de lo real en lo imaginario, que se manifiesta como angustia, que exterioriza el interior del cuerpo. algo despierta o atormenta al cuerpo, cuyo interior pasa a ex-sistir, arrasando con la imagen narcisista, desarmándola.

aquí interviene la identificación a lo real del otro real, que es la identificación primaria freudiana, que lacan denomina nombre del Padre. De modo que lo que funda el nudo neurótico es esta nominación real que pone en juego la dimensión de la angustia en la medida que se trata de una identificación que opera por incorpo-ración, poniendo en juego el interior del cuerpo.

En esta operación interviene una dimensión real del padre, que es aquella dimensión que Freud mitifica en “tótem y tabú”. Es por su intermedio que lo real se anuda a los otros dos registros en el ser hablante como ex-sistencia.

V. Las neurosis en el nudo.

Les propongo intentar ahora una distinción de las neurosis en el nudo borromeo. habíamos dejado planteado que el nudo borro-meo de tres no existe, de modo tal que siempre hay alguna falla en el anudamiento borromeo de los tres registros, y que es en esa falla estructural, en ese lapsus del nudo, que se traduce la inexistencia de la relación sexual.

Distinguimos el campo de las neurosis del campo de las psicosis en función del tipo de lapsus. Para las psicosis, se trata de un lapsus tal que imposibilita el anudamiento borromeo, mientras que en las neurosis el lapsus suelta los tres registros, lo que posibilita el estable-cimiento de un nudo, más precisamente una cadena, borromea.

Dijimos que para que se suelten los tres registros deben producirse dos lapsus entre los dos mismos registros. Esto da tres posibilidades:

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que el lapsus se produzca entre imaginario y simbólico, entre simbó-lico y real, o entre imaginario y real. cada uno de esos lapsus tendrá a su vez distintas posibilidades de reparación.

En la última clase de RSI Lacan propone abordar cada una de las nominaciones como duplicación de cada uno de los registros en el nudo, de modo que lo que definiría la distinción entre inhibición, síntoma y angustia sería el registro al cual se recurre para anudar bo-rromeanamente los tres sueltos. sitúa entonces a la inhibición como un nudo borromeo de cuatro en el cual el cuarto que anuda es una duplicación del registro imaginario, en el caso del síntoma se trata de una duplicación del registro simbólico, y en el caso de la angustia de una duplicación del registro real.

Volviendo ahora a los tres tipos de lapsus, les propongo distinguir en primer lugar los casos en los cuales la reparación es una duplica-ción del registro imaginario, en los que el sujeto recurre a la inhibi-ción, en segundo lugar los casos en los cuales la reparación es una duplicación del registro simbólico, que llegan con una presentación sintomática, y en tercer lugar los casos que llegan del lado de la an-gustia, en los cuales el recurso es a la duplicación del registro real.

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y les propongo entonces ubicar en el primer lugar (el de la no-minación imaginaria) a la neurosis obsesiva, en el segundo lugar (el de la nominación simbólica) a la histeria, y en el tercer lugar (el de la nominación real) a la fobia.

VI. La neurosis obsesiva.

La neurosis obsesiva es una estructura nominada imaginariamen-te, de modo que en el anudamiento prevalece el yo, el narcisismo. El sujeto obsesivo se atrinchera, se escuda en su imagen narcisista, y logra, en la medida en que se sostiene en esa imagen, estar a distan-cia de todo lo que pudiera ocurrirle en el campo del deseo. como demuestra una película de los hermanos cohen que les recomiendo, El hombre que nunca estuvo. Es el retrato de una estructura obsesiva, alguien que se las arregla para no estar nunca, que solamente pone en juego su imagen, pero no pone en juego su ser, no pone en juego su deseo. nunca está ahí donde parece estar. El sujeto obsesivo sosteni-do en su imagen, sostenido en su yo, padece los efectos de inhibición que conlleva este tipo de nominación. Los síntomas obsesivos son síntomas del lado de la inhibición, de modo más o menos marcado. El obsesivo nos habla de lo que no puede hacer, de su impotencia, y en esa impotencia podemos ubicar la lógica de la inhibición. Es esa prevalencia de lo imaginario en la neurosis obsesiva la que hace tan difícil su análisis, y esa impresión que tenemos muchas veces quienes practicamos el psicoanálisis de que nada le llega, de que la interpre-tación no lo toca, que toda palabra que le dirige el analista rebota contra esa armadura yoica, contra esa muralla narcisista.

De allí que Lacan propusiera para el análisis de un obsesivo la histerización, es decir, hacerlo entrar en la lógica del síntoma. En esta vía les propongo que la intervención analítica por excelencia en la neurosis obsesiva es perturbar la defensa, desarmar la arma-dura, abrir un agujero en esa coraza imaginaria. La intervención que conmueve al obsesivo siempre es del orden de un acto, de un

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acto que desarma, que lo deja sin su armadura y que eventualmente lo angustia, o lo enoja tanto que llega a angustiarse. y esto puede permitir entonces que se abra la dimensión de la falta, la dimensión de la castración, y con ella la posibilidad de la sintomatización, de la histerización del sujeto.

Pasemos ahora al nudo de “La tercera”1, que es un nudo muy parecido al de R.S.I., además la elaboración de ambos nudos es muy cercana en el tiempo, pero en el que se agregan algunas cuestiones interesantes.

Dijimos que la nominación de lo imaginario, que sería la propia de la neurosis obsesiva, se produce de lo imaginario a lo simbólico, de modo que encontramos la inhibición en el registro de lo sim-bólico, es decir que el despliegue de lo simbólico está inhibido y el sujeto está coagulado en esa imagen yoica que nos ofrece con férrea resistencia. Es interesante que en este mismo lugar que se manifiesta la inhibición encontramos la muerte.

¿Por qué Lacan ubica la muerte en el registro de lo simbólico? Lacan sostiene con hegel que el concepto mata la cosa, que el sig-nificante mortifica al viviente, por eso los seres hablantes somos

1 Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2. Ed. manantial. buenos aires, 1988. Pág. 104.

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los únicos animales que estamos un poco muertos en vida, ya que estamos afectados por la existencia de la pulsión de muerte, que es propia de lo simbólico, que mata algo de lo animal que hay en nosotros, algo de lo viviente que hay en nosotros, y nos da una vida significante que se separa de nuestro cuerpo. El ejemplo máximo de esta separación, resaltado por Lacan en varias oportunidades es el nombre en la sepultura, que verifica que para el ser hablante el cuer-po puede no estar y sin embargo el nombre en lo simbólico sigue existiendo. El obsesivo de algún modo es alguien que está muerto en vida, vendría a ser el reverso del nombre en la lápida, él mismo es un muerto en vida. Entonces, en la inhibición hay una lógica de muerte, eso que detiene el movimiento vital de lo simbólico, que hace a la metonimia del deseo, es justamente lo que pone en juego la pulsión de muerte, y que eventualmente lleva a la neurosis obse-siva a cierta gravedad clínica, allí donde prevalece la mortificación, y la desvitalización de la que testimonia el sujeto obsesivo, que está tomado por la muerte, propia de lo simbólico

Por otro lado, ¿con qué se enfrenta el sujeto obsesivo que está instalado acá, en el lugar del muerto? tiene que vérselas con el goce del otro. con lo que se enfrenta el obsesivo es con el goce del otro sin barrar, que encontramos entre imaginario y real –ahí donde no está interviniendo lo simbólico. ¿Por qué está el goce del otro sin barrar ahí? porque es el único lugar del nudo donde imaginario y real confluyen sin la intervención de lo simbólico, fuera de lo simbólico. ahí ubicamos al goce del otro sin barrar, porque no está operando la lógica de la castración que es la lógica simbólica, que barra al otro.

El obsesivo está enfrentado con su superyó, de allí que Freud defi-na en “Inhibición, síntoma y angustia” a la neurosis obsesiva como la angustia frente al superyó. El superyó es el goce del otro sin barrar, es un mandato a un goce sin límite, y el obsesivo es un esclavo que está todo el tiempo haciendo esos trabajos forzados que lo mortifican al servicio del superyó, al servicio de un mandato a gozar sin límites –que puede tomar la forma de la voz, o la forma de la mirada, tenien-do prevalencia en la neurosis obsesiva el superyó como mirada.

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En el nudo de “La tercera” Lacan agrega algo interesante, que es el campo de la representación, del preconciente. Efectivamente, el superyó se hace presente en el obsesivo, que va a tratar esa dimen-sión del superyó a través del goce con el pensamiento, que Freud llama erotización del pensamiento. Es ese pensamiento sin límite, ese pensamiento sin fin, que está desvinculado de la lógica de la cas-tración, que solamente sirve para gozar, que no lleva a ningún acto de deseo. se trata allí de la lógica de la pulsión de muerte que, según el Freud de “Inhibición, síntoma y angustia”, prevalece en la neu-rosis obsesiva como resultado de cierta desmezcla puslional, efecto del mecanismo de la regresión, que retrocede desde la lógica fálica hasta la lógica sádico-anal. Esta lógica desvincula el pensamiento del acto, que es el umbral por el que lo simbólico se sumerge en el goce de la vida como deseo. De allí la postergación del acto propia del obsesivo, que sólo puede vivir la vida como compulsión, como ac-ción compulsiva, evitándose de ese modo el encuentro con el riesgo radical de lo desconocido que implica el acto, degradándolo desde su estatuto radicalmente contingente a la lógica de lo necesario que comanda la compulsión. Ese poco de goce de la vida que el obsesivo atisba lo obtiene de allí, de la compulsión.

De modo que en cuanto al pensamiento obsesivo, se trata de esa rumiación por la que gira en el vacío, como manifestación de un goce de muerte que posterga indefinidamente el acto. Recuerdo un paciente obsesivo que me decía: “Desde que me levanto hasta que me acuesto tengo un bolero en la cabeza: Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando. Por lo que tú más quieras, hasta cuándo, hasta cuándo. Y así pasan los días, y yo desesperando, tú siempre contestando: quizás, quizás, quizás”.

VII. La histeria.

nos volveremos ahora hacia la histeria como nominación de lo simbólico. y allí el síntoma es, como define poéticamente Lacan, la

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flor de lo simbólico; y agrego, la flor que viste a la histeria. no es casual que cuando Freud se refiere a la formación del síntoma neu-rótico en el capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis del yo”, haga referencia al síntoma histérico, síntoma en el cual hay una fuerte prevalencia del mecanismo de la represión El ejemplo que da allí es el de la tos de Dora.

Recordemos “Inhibición, síntoma y angustia”, allí Freud plantea que el síntoma histérico es el caso más logrado del mecanismo de la represión, que es el mecanismo propio de lo simbólico, que La-can define, desde la lógica del significante, como sustitución de un significante por otro, en el que un significante queda “caído abajo”, unterdrückt.

El síntoma obsesivo, en cambio, no es una operación simbólica por excelencia, ya que la regresión opera en él una inhibición, una detención del despliegue de lo simbólico en una imagen. El síntoma fóbico, como veremos, es un resultado extremo, habitualmente no logrado o mal logrado, ya que lo que prevalece en esa estructura (que más que una estructura, es un momento lógico de la misma, en el que un sujeto puede eventualmente quedar detenido) es la angustia.

La histérica, en cambio, está sostenida en su síntoma, enarbola su síntoma, enarbola su división subjetiva, que es lo que el síntoma pone de manifiesto. así como la inhibición borra al máximo la di-visión, y la angustia hace presente la división en una magnitud tal que eventualmente anula la división (ya que en ella, el sujeto, al ser pura barra, desaparece y cae como objeto), el síntoma hace presente la división subjetiva en sí misma, dando lugar a la afirmación de lo que estructuralmente son dos modos de goce diferentes (el goce fálico y el otro goce), pero que sufren aquí, particularmente el otro goce, del esfuerzo de su reducción a lo simbólico. Efectivamente, como está prefigurado en Freud a la altura de “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”2, en la histeria se trata de la afirma-

2 Freud, s. “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, en Obras Completas. Ed. amorrortu. buenos aires, 1986. tomo IX.

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ción fantasmática de estas dos vertientes del goce sexual, lo que será retomado por Lacan en “Intervención sobre la transferencia”3 como rechazo de la histérica a su feminidad corporal.

Es en esta misma vía de la afinidad, ya señalada por Freud, entre histeria y feminidad, que encontramos en el Seminario XXIII4 la in-dicación de Lacan acerca del síntoma como el soporte del otro goce.

¿con qué se enfrenta el sujeto histérico, que está sosteniendo su división subjetiva con su síntoma? se enfrenta con el campo del sentido –si volvemos al nudo de “La tercera”–, con el inconsciente. Dijimos que el síntoma ex-siste al inconsciente, es el partenaire del inconsciente, es de lo que del inconciente se traduce en una letra y se vuelve real. Por eso la posición histérica es la posición más pro-picia a la posición analizante, porque justamente el sujeto histérico está directamente confrontado con el inconsciente, presentando a su vez un síntoma que está fuertemente afectado por el campo del sentido, un síntoma a descifrar.

En este nudo de “La tercera”, vemos que Lacan ubica el fenó-meno de la vida, la dimensión viviente del cuerpo, en el registro de lo real. Esa dimensión viviente del cuerpo que va a dar lugar al síntoma histérico por excelencia, que es el síntoma conversivo, en el que encontramos ese factor somático que hace al cuerpo viviente, que se va a entramar con los significantes del inconsciente y va a adquirir un sentido –como lee Freud en síntoma de Isabel de R.: no puedo dar un paso más. se trata del cuerpo viviente tomado en la lógica del inconsciente, produciendo sentido, por lo que Lacan va a proponer que el arma analítica contra el síntoma es el equívoco. así como dijimos que en la neurosis obsesiva se trata de que perturbe, que desarme la defensa obsesiva, en la histeria se trata del equívoco, se trata de intervenir desarmando el sentido del síntoma.

3 Lacan, J. “Intervención sobre la transferencia”, en Intervenciones y textos 2. Ed. manantial. Escritos I, buenos aires, 1985.4 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII. El Sinthome. Ed. Paidós. buenos aires, 2006. Pág. 99.

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En “La tercera” Lacan plantea que el síntoma es un pececito que lo único que quiere es comer sentido. no se trata entonces de darle de comer más sentido –en el caso del síntoma histérico– sino que se trata de reventarlo con el equívoco, de desarmar esa lógica voraz de sentido propia de la histeria.

VIII. La fobia

Vayamos ahora a la estructura nominada por lo real, por la angus-tia, donde encontramos la fobia. se trata aquí de la angustia como una intromisión de lo real en lo imaginario. El sujeto angustiado es un sujeto que ha perdido el dominio de su cuerpo, de su imagen, de allí que a los casos que se presentan del lado de la angustia se los defina habitualmente como patologías del narcisismo, ya que la an-gustia desarma la imagen narcisista. se trata de la prevalencia de lo real por sobre el cuerpo imaginario, entonces, que pone de relieve el interior del cuerpo; es el sujeto que suda, se descompone, que tiene palpitaciones, que siente que se va a desmayar.

En la fobia no es común la constitución del síntoma, en el que interviene el significante fóbico, que constituye, como señala Freud, una ligazón de aquello que está suelto en la angustia. En los casos en los que se consigue esa constitución de un síntoma fóbico, nos encontramos en el campo de lo que Freud llama histeria de angus-tia, de modo ya hay una nominación de lo simbólico, una vertiente histérica, en ese síntoma.

Propongo la denominación de fobia para aquellos casos que per-manecen en lo que Freud distingue como un primer tiempo en la formación del síntoma de Juanito. se trata allí de una angustia flo-tante, dispersa, que no está ligada con nada. El sujeto está angustiado, pero esa angustia no se transforma en un miedo concreto a algo, no se sintomatiza, de modo que prevalece toda una serie de fenómenos corporales que hacen presente el interior del cuerpo, lo real del cuer-po, que desarma la imagen narcisista, y que plantean de entrada de

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la pregunta por el diagnóstico diferencial. Efectivamente, se trata de casos en los cuales no está funcionando la lógica del fantasma, con su incidencia en la lógica del síntoma, si no que, por el contrario, en ellos prevalece esa dimensión de lo real que desarma toda posible ligadura.

Recordemos que en RSI el partenaire de la angustia es el goce fálico. En el goce fálico se trata de un goce que está por fuera del cuerpo imaginario, fuera del cuerpo narcisista. La imagen del cuerpo se unifica descontando el falo, como indica Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder”5en su referencia al mito del falo perdido de osiris embalsamado. osiris es asesinado por su her-mano, despedezado, y sus pedazos tirados al río. Isis logra reconstruir su cuerpo, pero el único pedazo que le falta es justamente el órgano, que se habían comido los peces. De modo que reconstruye la imagen corporal, pero falta el falo. Lo interesante es que con esta momia de osiris que ella arma, concibe un hijo, punto del mito en el que se verifica que el falo es un significante, que se pierde del cuerpo, se descuenta de la imagen narcisista y pasa a operar en otro registro, en el registro simbólico, como significante del goce de la vida.

Juanito se enfrenta con esta dimensión del goce, que es el goce fálico, cuando su pequeño pene empieza a moverse. su órgano está por fuera de su imagen narcisista, de esa imagen que él domina; es el órgano fuera del cuerpo, el único órgano que tiene vida propia, que el sujeto no puede maniobrar como maniobra las demás partes de su cuerpo. Es el fuera-de-cuerpo del goce fálico.

De allí la referencia de Lacan en “La tercera” a la experiencia de la masturbación en el varón como algo que rompe la pantalla, como ese goce del órgano que rompe con la pantalla del narcisismo. hay una referencia ahí al libro de mishima El pabellón de oro, donde jus-tamente el relato de la primera masturbación habla de la experiencia de una angustia brutal –se trata de esta relación entre la angustia y el goce fálico.

5 Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos 2. siglo veintiuno ed. buenos aires, 1985.

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El sujeto angustiado está tomado por la lógica de lo real, que es la lógica de la dispersión, a diferencia de la lógica de lo simbólico, que es la lógica de la ligazón, posibilitada por la capacidad de arti-culación y encadenamiento del significante. como señala Freud en “Inhibición, síntoma y angustia”, el síntoma liga la energía que se manifiesta libremente como angustia.

La lógica de lo imaginario es la de la unificación, la de la consis-tencia, la de lo que mantiene unido.

La lógica de lo real es la de la ex-sistencia, que hace presente algo que está afuera, fuera del yo, fuera del narcisismo. En ese sentido, aún cuando hay formación de síntoma fóbico, éste mantiene una vertiente real que lo distingue del síntoma histérico. Ex-siste, se sos-tiene solo, ahí afuera, como el caballo de Juanito. La angustia hace presente esa dimensión de lo otro, de una alteridad radical e irre-ductible. Entonces el sujeto angustiado es un sujeto que está toma-do por esa dispersión, perdido. En el caso de la fobia la intervención analítica no va a ser el equívoco, no va a ser perturbar la defensa, no va a ser desarmar al sujeto, que ya está desarmado.

Es fundamental distinguir los distintos tipos de neurosis, ya que serán muy diferentes la estrategia de la transferencia y la táctica de la intervención analítica en cada una. En el caso del sujeto angustiado, el analista como alguien que va a sostener un armado. Para sostener ese armado se puede recurrir tanto al campo del sentido como al campo del significante. se trata de que el sujeto pueda adquirir cier-ta consistencia, y que esa consistencia se le vuelva soportable gracias a la dimensión del agujero. De modo que la intervención analítica con la angustia va a operar entre imaginario y simbólico, apuntando por un lado a la construcción en el campo de sentido, y por otro a ligar el goce en juego en la angustia por la vía de la repetición signi-ficante. El analista va a tomar esos significantes que insisten, que se repiten, para que el sujeto pueda volver a encontrarse en ese lugar y pueda construir su síntoma.

En la cura de Juanito, que llega con un síntoma fóbico ya cons-tituido, hay sin embargo un trabajo de armado. Que Juanito pueda

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prescindir del síntoma fóbico requiere de toda una construcción del fantasma, que se produce fundamentalmente en el campo del sentido, que le van ofreciendo Freud y el padre.

IX. Dimensiones de la función paterna en las neurosis.

Vamos a dejar abierta la puerta a la próxima clase, que va a ser sobre la función paterna, ya que dedicaremos estos últimos minutos a articular los tipos de neurosis con las tres dimensiones de la fun-ción paterna.

comenzaremos por lo que Lacan desarrolla en el Seminario V como los tres tiempos del Edipo. Recuerden que su punto de partida es la función paterna como metáfora, es decir, como la sustitución de un significante por otro, la sustitución del Deseo de la madre por el nombre del Padre, que da como resultado la posibilidad de la signi-ficación fálica. Lacan va a plantear que esa operación se despliega en una temporalidad lógica en la que se pueden distinguir tres tiempos.

un primer tiempo en el que la metáfora paterna actúa en sí, está en el orden simbólico, está en la cultura, está velada. En ese primer tiempo el niño está ubicado en el lugar de falo de la madre, de modo que la significación fálica opera en una dimensión puramente imagi-naria, no atravesada por la castración, ya está operando. Por eso este primer tiempo ya es edípico, ya nos encontramos en el campo de las neurosis. En este primer tiempo el nombre del Padre esta velado, latente, pero ya está.

Les propongo situar en este primer tiempo del Edipo a la iden-tificación primaria, es decir, la identificación a lo real del otro real, la nominación real. todas las dificultades que tiene Juanito se plan-tean justamente a partir de que él es desalojado de este lugar por la presencia de su pene real, sin encontrar a su vez las condiciones para transitar el segundo tiempo.

En este primer tiempo el estatuto del padre es real, es un signi-ficante que tiene una existencia real, que posibilita la significación

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fálica por la que el niño viene al lugar del falo de la madre, pero ese padre todavía no cumple una función ni simbólica ni imaginaria. Es real porque la metáfora paterna está en un estatuto potencial. Este primer tiempo del Edipo indica que ya hubo identificación prima-ria, que ya hubo inscripción del nombre del Padre, que ya hubo nominación de lo real en la estructura.

El segundo tiempo. Lacan dice que es el tiempo nodal y negativo del Edipo, en el que el padre interviene, por un lado, privando a la madre fálica, por otro lado, desalojando al niño del lugar de falo de la madre. se trata de esa doble prohibición, a la madre: “no reintegra-rás tu producto”, y al niño: “no gozarás de tu madre”. aquí interviene el padre simbólico, el padre que prohíbe, el padre de la interdicción, el padre que introduce la ley de la castración, que separa al niño de la madre, permitiendo articular la ley al deseo, es la nominación de lo simbólico. aquí se trata de la palabra del padre, del lugar que tiene el padre en la palabra de la madre.

En este segundo tiempo podemos ubicar la identificación al rasgo. y finalmente el tercer tiempo, en el que Lacan dice que se trata

del padre real o imaginario–yo voy a decir padre imaginario, ya que se trata del padre del sujeto, de ese padre en particular, con su pre-sencia, se trata ahí de que ese padre responda por lo que prometió, que eso que prometió lo mantenga, que pueda responder por eso. Entonces acá yo ubico al padre imaginario, al padre de la realidad, en el ejercicio de la potencia, en el sentido genital del término, de modo que realmente él se haga preferir por la madre y por el niño, que se haga preferir por su potencia fálica.

Este padre imaginario es quien va a tener el falo ahora, posibili-tando entonces la identificación al deseo del otro que va a dar lugar a la constitución del Ideal del yo, especialmente en el varón, que va a querer identificarse son su padre, va a querer ser como el padre, y va a recibir el título de virilidad que va a guardar en el bolsillo para cuando tenga que ejercer.

En el caso de la mujer hay dos posibilidades en este tercer tiem-po: o que también haga una identificación al deseo del otro, una

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identificación viril; o que busque el amor en la vía del padre, orien-tada por su deseo de falo.

Entonces acá encontramos esta presencia imaginaria del padre que va a dar la posibilidad de una nominación imaginaria.

Les propongo que cada una de las neurosis implica una dificul-tad en alguno los tres tiempos del Edipo.

comencemos por la fobia. hay en ella, como señalamos respec-to de Juanito, una dificultad para salir del primer tiempo del Edipo, para transitar del primer al segundo tiempo. a la madre de Juanito la palabra de su marido le entra por un oído y le sale por el otro, de modo que el segundo tiempo no se realiza. cuando el sujeto se complica en el pasaje del primer tiempo al segundo del Edipo, la manifestación clínica es la angustia, ya que está impedida la inter-vención pacificadora de la función simbólica del padre.

cuando se complica el pasaje del segundo al tercer tiempo del Edi-po, cuando está operando el padre simbólico, pero es el padre imagi-nario el que tambalea, o está alicaído en su función, nos encontramos en el campo de la histeria. En este punto, en el Seminario V Lacan pone el acento en la impotencia del padre de Dora. toda la histeria de Dora gira alrededor de la impotencia del padre, que puede estar ope-rando en lo simbólico, pero en su dimensión imaginaria no sostiene la potencia fálica, impidiéndole a Dora salir de la adoración histérica al padre muerto, al padre ideal. Ella queda atrapada en este síntoma de amor al padre, al padre muerto, al padre ideal, al padre impotente.

Finalmente, encontramos la neurosis obsesiva cuando se compli-ca el tercer tiempo del Edipo, cuando la presencia del padre imagi-nario no es una presencia transmisora, cuando la potencia del padre imaginario no transmite el falo.

En este punto encontramos en la neurosis obsesiva el fantasma del padre terrible, del padre gozador. El padre perturbador del goce que en lugar de habilitar inhabilita al sujeto. El sujeto queda impac-tado por un padre imaginario terrible, queda inhibido por esa figura potente del padre que no transmite la ley de la castración.

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Intervención: ¿Qué tan viable es ubicar las patologías del acto, las adicciones por ejemplo, en esta irrupción del goce del otro, jus-tamente en ese registro donde no hay un síntoma declarado?, ¿es viable ubicarlo ahí?

Nieves: Efectivamente, en la mayoría de las patologías del acto lo que está en juego es la angustia. Lacan plantea que la angustia es lo que bordea el goce del otro sin barrar, cuando la angustia no está operan-do como señal de la castración, es una dispersión que no logra locali-zar, y en ese sentido, muchas veces el recurso al tóxico es una manera que tiene el sujeto de intentar rellenar el vacío de ese goce sin límite que se le abre. Entonces, es el recurso a una sustancia que también es real, al real de la química para tratar lo real de ese goce del interior del cuerpo que angustia fuertemente al sujeto. y siempre que escuchamos al toxicómano, finalmente nos va a testimoniar de su intensa angustia, y muchas veces es una de las cuestiones mas complejas cuando el toxi-cómano quiere dejar el tóxico esa angustia masiva, la presencia de una angustia sin límites. Es importante distinguir esta dimensión del goce del otro en juego en la angustia de la dimensión imaginaria, fantas-mática, del goce del otro en juego en la neurosis obsesiva.

En las llamadas patologías del acto, el sujeto no cuenta con la operatoria fantasmática propia del funcionamiento neurótico en tanto tal.

En el caso de la toxicomanía me parece muy evidente que ha-bitualmente son patologías de la angustia, en las que hay algo de lo real que se encuentra disperso, que no logra ligarse en la vía del síntoma, y que abre la cuestión del diagnóstico diferencial, que no es fácil, ya que no está la estructura neurótica en funcionamiento. se trata de verificar si el sujeto cuenta con el nombre del Padre, aún cuando no está sirviéndose de él, o si se trata de una psicosis. a veces lleva mucho tiempo poder hacer esa distinción.

hay otras patologías del acto. se las suelen llamar así a causa de la presencia de impulsiones, que no tienen un carácter sintomático.

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algunas quedan del lado de la angustia, otras del lado de la inhibi-ción, como por ejemplo la anorexia, o ciertas bulimias, en las que el sujeto recurre a una imagen rígida, se sostiene en una imagen fija, con la que detiene todo movimiento, y de esa manera se mantiene a distancia de ese goce que, en cierto modo, podría avasallar al sujeto.

Vimos desde la primera clase con Freud cómo la inhibición es el remedio más radical contra la angustia, es la manera que tiene el sujeto de defenderse más tajantemente de la presencia de angustia.

¿Por qué decimos inhibición y patología del acto? porque el su-jeto inhibido en cualquier momento pasa al acto. La inhibición es algo que en algún momento puede explotar, aunque hay sujetos que logran estar inhibidos toda la vida. En el caso de la anorexia, por ejemplo, encontramos a veces la impulsión bulímica, el “atracón”; el sujeto esta ayunando, ayunando, y en un momento no aguanta mas y se come cinco kilos de helado. hay una relación muy estrecha entre impulsión e inhibición.

Entonces, a las llamadas patologías del acto las ubicaría entre angustia e inhibición. El síntoma es de otro orden, se contrapone a todo lo que es acting-out y pasaje al acto, ya que le vuelve posible al sujeto transcurrir en relación con la otra escena, con el incons-ciente. un sujeto que está conectado con su inconsciente, que está conectado con esa otra escena, no necesita armar la otra escena en el acting, o caer de la escena como ocurre en el pasaje al acto.

Clase del 29 de mayo de 2008.

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V. La función paterna en el nudo

I. Los tres tiempos del Edipo en las neurosis.

En la clase pasada distinguimos tres modalidades diferentes de anudamiento borromeo: aquella en la cual el registro que se duplica es el registro imaginario, la estructura nominada por la inhibición, la neurosis obsesiva; la histeria, en la cual el registro que se duplica es el simbólico, operándose la nominación por el síntoma; y final-mente, cuando el registro que se duplica es el real, la angustia como nominación va a dar lugar a la fobia.

Vamos a retomar estos tres tipos clínicos de las neurosis, estos tres nudos, que se pueden deducir de R.S.I., a la luz de lo que son los tres tiempos del Edipo. no sé si hoy lo voy a plantear exactamente igual que la clase pasada, ya que le estuve dando alguna vueltita más.

En los tres tiempos del Edipo se trata del anudamiento o la arti-culación entre la función del nombre del Padre y la función fálica, lo que en Freud son el complejo de Edipo y el complejo de castración.

II. El padre real en la fobia

comenzamos por la nominación de lo real, la estructura angus-tiada, del lado de la fobia, en la que lo que está en primer plano es la dimensión real del padre. habíamos dicho que ahí se pone en juego –según el planteo de Lacan en R.S.I.– la identificación primaria, que es la identificación por incorporación, de modo que la presencia que

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está en primer plano, tanto en el nivel del nombre del Padre como del falo, va a ser la presencia real.

En el primer tiempo del Edipo el nombre del Padre está en la estructura, está velado, todavía no está actuando, eso recién va a ocurrir en el segundo tiempo del Edipo. En este primer tiempo la manera en que está presente el padre es como identificación prima-ria. El sujeto se encuentra en el lugar de falo de la madre, que es el lugar que se vuelve angustioso para Juanito a partir de que comienza a tener sus primeras erecciones; ahí es donde podemos ubicar justa-mente la presencia real del falo, como goce fálico.

Retomemos el nudo borromeo de R.S.I. para ubicar los entre-cruzamientos entre los registros. El sentido entre imaginario y sim-bólico, el goce fálico entre simbólico y real, el goce del otro entre imaginario y real. La angustia, que es un avance de lo real sobre lo imaginario, de lo que ex-site del interior del cuerpo sobre la imagen narcisista, es precipitada por la irrupción del goce fálico, ligado con la dimensión real del falo.

Esta dimensión real del falo está ligada a la dimensión real del padre. Por ejemplo, en el caso de Juanito, la mordedura, que remite a esa enigmática mancha negra alrededor de la boca del caballo donde se concentra la fobia, remite por un lado al deseo materno (vertiente puesta de relieve por melanie Klein, y retomada por Lacan, pero por

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otro lado remite a la dimensión real del padre, como se puede deducir de los desarrollos de Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” alre-dedor del síntoma fóbico. La mordedura se revela como el reverso de la incorporación canibalística propia de la identificación primaria; el sujeto está en una instancia tal que queda totalmente tomado por la identificación primaria, no ha podido realizar un trayecto segundo, una identificación secundaria. Está tomado por la lógica de la identi-ficación primaria, en la que se pone en juego una reversión –regresiva diría Freud– entre comer y ser comido, entre morder y ser mordido, ya que es recién en la otra vuelta de la identificación secundaria que se termina de establecer un límite entre lo que se presenta como interior y el exterior, límite que no es absoluto, ya que se pone en suspenso sólo en los agujeros del cuerpo; es allí que encontrará su lugar la es-tructura moebiana del ser hablante, que está en el origen de las otras figuras topológicas, el cross-cap y la botella de Klein.

De modo que podemos encontrar en la mordedura del caballo esta vía paterna que se presenta como reverso de la incorporación canibalística del padre, donde entra en juego el padre real.

En el caso Juanito encontramos cierta vertiente de la mordedura en relación con el padre real, y, por otro lado, las erecciones en rela-ción con esta dimensión real del falo que se vuelve traumática para el sujeto y lo desacomoda del lugar de falo materno, arrasando sobre ese imaginario fálico en el que estaba instalado tan a gusto.

hay fobias en las cuales no se constituye el síntoma fóbico, y en las que el sujeto queda detenido en ese primer tiempo de la fobia, en el que es pura angustia. Pero aún en el caso de Juanito, en el que se constituye el síntoma fóbico, vamos a distinguirlo del síntoma histé-rico como nominación de lo simbólico, ya que el significante fóbico en juego en el síntoma fóbico viene a suplir al significante del nom-bre del Padre, como señala Lacan en el Seminario IV1, viene al lugar de la función del nombre del Padre que no está siendo vehiculizada

1 Lacan, J. El Seminario. Libro IV. La relación de objeto. Ed. Paidós. buenos aires, 1994. Pág. 402

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por la relación padre-madre, lo que se verifica en el caso Juanito en el hecho de que la madre no preste la menor atención a la palabra del padre. Que la palabra del padre no se constituya como ley para el deseo materno hace que el nombre del Padre no pase al acto, no jue-gue en ese segundo tiempo de privación –tiempo nodal y negativo, en el cual el padre priva a la madre de falo, desalojando al niño de su lugar de falo. El significante fóbico viene de alguna manera a cumplir bastante fallidamente esa función.

En el síntoma como nominación de lo simbólico, en cambio, va a estar en juego la identificación al rasgo, y no la identificación pri-maria en sí misma, por lo que el síntoma recorta un rasgo del otro. son dos tipos de síntoma que cumplen una función diferente en la estructura, de modo que la fobia, aún cuando llega a constituir un síntoma, es una presentación de la estructura borromea del lado de la nominación de lo real, del lado de la angustia, ya que se trata de un síntoma que no consigue recortar un rasgo del otro –que sería la operación posibilitada por la identificación secundaria.

Este padre real que está en juego en la nominación de lo real, en la angustia, es la dimensión del padre a la que se refiere Lacan sobre el final del Seminario XXII, cuando distingue la función de la nominación en su vertiente nominalista –que sería la operación de ponerles nombres a las cosas, que es un tipo de nominación que se realiza enteramente en el campo de lo simbólico, y que se corres-pondería en el mito bíblico con ese momento en el cual adán les pone nombres a los animales, al estilo de lo que sería la función de la etiqueta, por la que un nombre queda pegado a una cosa.

se trata allí de una nominación de lo simbólico, limitada al campo de lo simbólico, que Lacan distingue de otra dimensión de la nominación que sería real, en la que se hace presente el Dios de la biblia que dice: “Yo soy lo que soy”, ese Dios que de alguna manera se nombra a sí mismo, pero que en esa nominación está nombrando algo real, se nombra por lo que es, se nombra por la cosa misma. Entonces ahí, en esa función real de la nominación, Lacan ubica ese agujero inicial que en Freud está hecho de incorporación y expul-

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sión, behajung y austossung, ese agujero primordial con el cual Freud formaliza lo que sería el primer tiempo de la constitución del sujeto a través del yo de placer primitivo, que incorpora lo que es placen-tero y expulsa o escupe lo displacentero. En ese primer movimiento de diferenciación, de admisión y rechazo de significantes, Lacan en-cuentra una operación real en relación a la nominación, por la que el Dios de la biblia que dice “Yo soy lo que soy” es un agujero que traga y después escupe el nombre. ahí seguimos en el plano de la identificación primaria, del padre como nombrante, que Lacan va a distinguir del padre como nombre.

Podríamos decir que Juanito cuenta con el padre como nom-brante, pero no puede servirse del nombre del Padre, por eso nece-sita inventar un nombre de síntoma que es el caballo.

Para retomar lo planteado en la última clase, podemos ubicar esta dimensión real del falo –que es la que está en juego en la an-gustia –como una dimensión del goce, que es el goce fálico, que se encuentra fuera de sentido, como pueden ver en el nudo. En Jua-nito de golpe el órgano se hace presente en una nueva dimensión, con movimiento propio, lo que lo desacomoda de la identificación con el falo, perturbándolo fuertemente, angustiándolo, en una ex-periencia que en principio está fuera de sentido. El sujeto que viene del lado de la angustia viene padeciendo de la ausencia de sentido.

Intervención: ¿En este punto estás hablando de algo forcluído?

Nieves: no, estamos hablando de la angustia neurótica, estamos hablando del nudo borromeo y de las tres posibilidades que se pueden encontrar en R.S.I. para pensar el nudo borromeo, que también son los tres fenómenos clínicos centrales para Freud a la hora de dar cuenta de la neurosis: inhibición, síntoma y angustia. Estamos refiriéndonos a cierto tipo clínico dentro de la neurosis, que es la fobia, estructura nominada por la angustia, en la cruda vía de la dimensión más real del padre, donde algo de la dimensión simbólica del padre está en impasse. no se trata aquí de la forclusión del nombre del Padre, pero sí de un

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sujeto que no está pudiendo servirse de él. De modo que el padre se hace presente en su dimensión más real, volviéndose devorador en esa regresión oral que señala Freud en “Inhibición, síntoma y angustia”.

Esta dimensión devoradora del padre es el reverso del padre que debe ser incorporado en la identificación primaria. En la fobia la identificación primaria está conseguida, hay inscripción del nombre del Padre, lo que no hay es el movimiento siguiente de la identifi-cación secundaria, que permite tomar distancia del padre real, que permite velar esa dimensión real del padre. Por eso clínicamente no es sencillo hacer el diagnóstico estructural entre estos casos y ciertos casos de psicosis –tendremos oportunidad de volver sobre este punto en la segunda parte del seminario con la prueba de la clínica.

En la medida que el sujeto angustiado viene padeciendo la ausen-cia de sentido, la intervención analítica que conviene no es segura-mente el equívoco, ni el enigma, que lo va a dejar aún más perplejo, aún más afuera del sentido, de modo que la intervención analítica más indicada se encuentra del lado de la construcción, del armado, de la ligazón. Este movimiento se puede seguir en la manera en que Lacan lee la cura de Juanito en el Seminario IV, cuando distingue las distintas operaciones lógicas que van posibilitando de armado del fantasma.

III. El padre simbólico en la histeria

La segunda posibilidad dentro del nudo neurótico es la estructu-ra nominada por el síntoma como nominación de lo simbólico. así como en relación con la angustia habíamos ubicado la identificación primaria, en relación con el síntoma habíamos ubicado la identifica-ción al rasgo –que es el segundo tipo de identificación que propone Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo”, en el capítulo VII, que justamente ubica como la identificación que lleva a la for-mación de síntoma, y que toma un rasgo del objeto o el rival edípico. se trata de la identificación al rasgo, y el ejemplo que va a dar Freud es la tos de Dora como identificación al rasgo de la persona amada,

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el padre. En esta identificación al rasgo podemos ubicar justamente el elemento propio de lo simbólico, que es el rasgo unario.

si pensamos en otro síntoma de Dora, en la afonía, podemos empezar a ubicar claramente la dimensión del padre que está en juego en la histeria, tomando a Dora como ejemplo. tanto Freud como Lacan estudian este síntoma de la afonía en relación con un fantasma, que en la lectura de Freud es el fantasma de fellatio, mien-tras que en la lectura lacaniana se trata de un cunnilingus. En ambos casos lo que organiza, lo que estructura ese fantasma es la impoten-cia del padre. De modo que se trata de un fantasma estructurado alrededor del impasse en el tercer tiempo del Edipo.

Recuerden que Lacan propone que en el tercer tiempo del Edi-po el padre debe intervenir con su potencia, en el sentido genital del término. En el Seminario V Lacan va a señalar que no es para nada secundaria la impotencia del padre en la histeria de Dora. más adelante, a la altura del Seminario XVII, Lacan va a formalizar la posición histérica como pareja de un amo castrado, apuntando al punto de impotencia del otro en el lugar de padre, en el lugar de amo2. En ese síntoma de la afonía –que es un síntoma en el que se ve claramente la incidencia del fantasma– se trata de una versión del padre en la cual no entra en juego este tercer tiempo del Edipo en el que el padre debe intervenir con su potencia genital, y donde el falo debe quedar ubicado de su lado. En el caso de Dora no sólo el padre se presenta como impotente, sino que, además, no parece haber en el deseo materno ninguna orientación hacia el falo del padre. Es en ese punto que la histérica queda detenida en el amor al padre muerto, en el amor al padre ideal, al nombre del Padre, al padre simbólico.

Propongo ubicar también la dimensión simbólica del falo como determinante de la posición del sujeto histérico, en la medida que la pregunta por lo femenino, que Lacan sitúa como central en la estructura histérica, justamente está orientada por la prevalencia

2 Lacan, J. El Seminario. Libro XVII. El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós. buenos aires, 1992. cap. VI.

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de la dimensión simbólica del falo, es decir, de la función de la castración. Los dos sueños de Dora de alguna manera muestran el despliegue de esa interrogación alrededor de lo que queda ubicado en el campo de lo simbólico como una pura negatividad, que es el órgano genital femenino leído como castración.

En el caso del síntoma, que habíamos ubicado como una inci-dencia del registro de lo simbólico que avanza sobre el real, encon-tramos por un lado al sujeto histérico, que cuenta con el campo del sentido, que está conectado con el inconsciente –ya que el campo del sentido es donde se van a desplegar las formaciones del incons-ciente, entre imaginario y simbólico–, y lo que va a quedar por fuera o en oposición a lo simbólico es el espacio del goce del otro.

Podemos decir entonces que el sujeto que está nominado por lo simbólico está totalmente habitado por el sentido, conectado con el inconciente. Posteriormente, en el Seminario XXIV, Lacan va a ser más radical todavía y va a decir que el sujeto histérico se sostiene en su inconciente. Es en la medida que el sujeto está sostenido en el campo del sentido –y Lacan va a decir justamente que el síntoma se dedica a comer sentido– que la interpretación analítica va a ir a contrapelo del sentido, de modo que la interpretación en la vía del equívoco es la más conveniente para la intervención analítica en la histeria.

En el caso de la angustia el analista tiene que tratar la ausencia de sentido, en cambio en la histeria es el sentido lo que tiene que tratar, y para hacerlo debe equivocarlo, o como dice Lacan, hacer reventar el síntoma con el equívoco.

IV. El padre imaginario en la neurosis obsesiva

Finalmente, la nominación de lo imaginario, donde vamos a ubicar la inhibición. Les propongo abordar la neurosis obsesiva como la estructura que está nominada a partir de la duplicación del registro imaginario y a partir de la inhibición. El sujeto obsesivo es un sujeto que se congela en su yo, y a través de ese congelamiento en

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la imagen detiene el despliegue de lo simbólico. El sujeto obsesivo que se atrinchera en el caparazón de su yo.

La dimensión del padre que prevalece en la neurosis obsesiva es el padre imaginario, el padre de la realidad. En la neurosis obsesiva esa presencia imaginaria del padre no está orientada hacia una mujer como causa del deseo, que es lo que le permitiría al sujeto atravesar los tres tiempos del Edipo, o como dice Lacan en el Seminario V, salir del Edipo con el título en el bolsillo. El obsesivo queda deteni-do en el trámite del título, en la medida en que el padre no encarna para él un deseo orientado por una mujer como causa.

Esta referencia a la mujer como causa de deseo para el padre la encontramos también en RSI, donde Lacan va a decir que un padre sólo tiene derecho al respeto o al amor si está perversamente orien-tado, es decir, si hace de una mujer la causa de su deseo3, planteando que esa père-versión es la única garantía de su función de padre. Es un aporte al planteo de los tres tiempos del Edipo, que está bastante centrado alrededor del deseo materno y donde queda un poco en la oscuridad, un poco tras las bambalinas, el deseo del padre en tanto tal. De modo que en el Seminario XXII Lacan agrega la función que tiene en el Edipo el deseo del padre, que se trata de que esté orien-tado por una mujer como causa.

Lo que encontramos en el fantasma del obsesivo es que justamen-te se hace presente el goce de un padre que no está pere-versamente orientado –diría Lacan–, que no está orientado por una mujer como causa del deseo. En el hombre de las Ratas, por ejemplo, encontra-mos justamente el fantasma del tormento de las ratas en la que hay un otro –que está en posición de padre– que encarna la figura de un otro gozador, cuyo goce es un goce sádico-anal. En este punto opera la regresión –como señala Freud en “Inhibición, síntoma y angustia”– desde la etapa genital a la etapa sádico-anal.

también encontramos esta versión sádico-anal del padre en el fantasma Pegan a un niño, que Freud encuentra en la mayoría de

3 Lacan, J. Seminario XXII. RSI. clase del 2 de enero de 1975. Inédito.

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casos en mujeres obsesivas. Este padre que goza pegando es, nueva-mente, una versión regresiva, sádico-anal, del goce del padre, cuyo goce estaría orientado por el hijo como objeto de goce y no por una mujer como causa de su deseo. hay una desviación en la neurosis obsesiva, que hace presente el padre imaginario, pero desviado de la función que garantizaría al sujeto la salida del Edipo.

En el caso del hombre de las Ratas Lacan estudia dos vías, la vía del fantasma y la vía del mito. La desviación en el padre imaginario se hace presente en ambas. En la vía del mito va a ubicar esa doble traición del padre, por un lado, el padre que traiciona al amigo que le presta la plata para pagar la deuda del regimiento, y por otro lado, que traiciona su amor y su deseo por una mujer, ya que en lugar de casarse con la mujer amada y deseada se casa con la mujer rica, de modo que en la pareja padre/madre el padre no está causado por una mujer sino por su plata, que es un equivalente del objeto anal. nuevamente ahí tenemos la versión regresiva en el mito del goce del padre, causado por el dinero –objeto anal– y no por una mujer –que no es exactamente un objeto, sino en todo caso es un objeto causa –diría Lacan.

Es también la dimensión imaginaria del falo la que se hace pre-sente en la neurosis obsesiva, por un lado en el fantasma, que es-cenifica una versión regresiva del goce. En el fantasma de Pegan a un niño, el látigo–como señala Lacan en el Seminario V– vendría a encarnar el falo, aunque la versión del goce en juego es sádico-anal; y por otro lado, podemos ubicar también otra dimensión del falo imaginario en la dimensión fálica de la imagen narcisista en la neu-rosis obsesiva, donde toda la lógica de la hazaña, de la proeza, todo aquello que forma parte de la pantomima obsesiva, justamente va a tener que ver con la mostración imaginaria del poderío fálico. De modo que encontramos al falo imaginario en la neurosis obsesiva tanto en la vía del fantasma como en la vía de la imagen narcisista.

En el caso de la neurosis obsesiva, donde se trata de la inhibi-ción, de la nominación de lo imaginario, justamente lo que está en juego ahí es el goce del otro. Este goce del otro sin barrar es el que

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se va a poner en juego en el fantasma obsesivo, esa figuración del goce del otro sin barrar, del otro que no existe, que es ese padre gozador imaginario del obsesivo. El sujeto obsesivo que está con su armadura imaginaria sostenido en la lógica del fantasma, donde se trata de hacer consistir ese goce del otro que no existe. En estos ca-sos les propongo la intervención analítica orientada hacia la pertur-bación de la defensa, como conmoción de ese amurallamiento del obsesivo, apuntando a agujerear el caparazón. se trata de perturbar el imaginario del obsesivo, detenido en alguna imagen del goce del otro sin barrar.

V. El sínthoma

hasta aquí hicimos un recorrido por las tres nominaciones de R.S.I. en la perspectiva de la función paterna y la función fálica en el nudo. En el tiempo que queda voy a hacer un breve recorrido por algunas cuestiones de los Seminarios XXIII y XXIV, que dejaré abiertas. algunas de ellas seguramente serán retomadas en la próxi-ma clase por Fabián schejtman, que justamente va a traer algunas cuestiones que él está trabajando en relación con la diversificación del campo de la neurosis en el nudo. Entonces, algunas cuestiones seguramente van a quedar abiertas, pero las vamos a retomar la próxima a partir del planteo de Fabián.

En el pasaje del seminario XXII al XXIII, sobre el final del XXII, encontramos el planteo de las nominaciones como duplicación de lo imaginario, de lo simbólico, y de lo real, que lleva a Lacan a pasar del tres al seis: 1,2,3,4,5,6. Los tres registros: 1, 2, 3, y las duplicaciones posibles de cada uno, que lleva al 4,5,6. Incluso el título para el semi-nario siguiente era “ 4, 5 y 6”, que apuntaría a esas tres nominaciones distintas: real, simbólica e imaginaria. Pero cuando empieza el Semi-nario XXIII Lacan dice: “me quedé en el cuatro”, y entonces introduce lo que va a llamar el sínthoma con h como el cuarto, de modo que hay algo del planteo de R.S.I. que de alguna manera él deja caer en

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el Seminario XXIII. Este cuarto término que es el sínthoma podría responder a la misma lógica que Lacan proponía para el nudo borro-meo en R.S.I., ya que están los tres sueltos y es un cuarto que viene a anudarlos borromeanamente. Ese cuarto podría estar, o bien dupli-cando el imaginario, o bien duplicando el real, o bien, duplicando el simbólico. sin embargo, cuando a lo largo del Seminario XXIII Lacan va definiendo el sínthoma, no parece tener la idea de que ese cuarto pueda consistir en una duplicación de cualquiera de los tres registros. ahí es donde algo del planteo de R.S.I. cae.

Lacan define al sínthoma como un cuarto término que ex-siste a los otros tres, de modo que le da un valor de real, lo que no quiere decir que sea una duplicación del registro de lo real. su planteo en el Semi-nario XXIII es que están los tres registros: imaginario, simbólico y real, y este cuarto que es el sínthoma ex-siste a los otros tres, es real respecto de los otros tres, tiene un valor de real, pero, a diferencia del registro de lo real, Lacan va a plantear que el sínthoma mantiene un sentido.

a lo largo del seminario XXIII Lacan va a definir al registro de lo real como fuera de sentido, como un registro en el cual no existe nin-guna especie de sentido, sin embargo, va a proponer el sínthoma como lo que mantiene un sentido en lo real. Entonces, no es el registro de lo real en tanto tal, no es una duplicación de lo real, sino que es un real que tiene una singularidad, y es que mantiene un sentido. y ese real, a la vez está producido por el inconciente, ex-siste al inconsciente

Por eso a lo largo de todo el seminario Lacan va a insistir en el hecho de que hay un lazo especial entre el sínthoma y lo simbólico, si bien el sínthoma tiene un valor real, tiene un lazo especial con el sím-bolo. con estos términos de sínthoma y símbolo podemos retomar las dos funciones que veníamos estudiando en el nudo, la función del padre y la función del falo.

En el Seminario XXIII Lacan va a definir este cuarto término que anuda, que es el sínthoma, como el complejo de Edipo freudiano, planteando en la primera clase: “El complejo de Edipo es como tal un sínthoma, es en tanto que el Nombre del Padre es también el Padre del Nombre que todo se sostiene, lo que no vuelve menos necesario el

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sínthoma”4 –y ahí anuda estas dos dimensiones: padre nombrante y nombre del Padre. Estas dos dimensiones que en R.S.I. habían que-dado separadas, que es la dimensión real del padre como nombrante y la dimensión simbólica del padre como nombre, las dos quedan subsumidas en el Seminario XXIII por la noción de sínthoma.

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El sínthoma, en la medida que hace confluir estas dos dimensio-nes del padre, condensa a su vez los tres tiempos del Edipo, de modo que este cuarto articula esas tres dimensiones que en R.S.I. podían quedar separadas. De modo que este cuarto va a poner en juego estas dos funciones: la función del padre y la función del síntoma.

Entonces podemos ubicar justamente al padre como sínthoma y al falo como símbolo. Esas dos dimensiones, del símbolo y del sínthoma, que insisten a lo largo del Seminario XXIII, retoman estas dos vertientes de la función paterna en el nudo.

Lacan en algún lugar va a decir que el único símbolo que hay es el falo, que el falo es el único significante que realmente es un sím-bolo, en ese sentido no es un significante similar a los otros. Es el único significante que a la vez es un símbolo, es el único significante que tiene esa raíz imaginaria que le permite ser a la vez un símbolo. El falo es el símbolo por excelencia.

4 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII– El sínthoma. Ed. Paidós. buenos aires, 2006. Pág. 23.5 Ibid.Pág. 21.

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Lacan despliega a lo largo del seminario esta duplicidad entre símbolo y sínthoma, que va a formalizar alrededor del discurso del amo –el discurso del amo es también una formalización del Edipo freudiano.

Va a plantear que en el discurso del amo está el s1, que represen-ta al sujeto, y por otro lado va a estar el s2, que produce el objeto. En el s2 Lacan va a ubicar la función de producción del objeto, que se produce entre los significantes. Dice: “El S2 es la conjunción entre dos significantes que lo que produce es un objeto”, agregando: “El S2 es la duplicidad del símbolo y del sínthoma”6

¿cuál es entonces el estatuto del sínthoma en el Seminario XXIII? Es el complejo de Edipo, es real en la medida en que ex-siste a los tres registros, que no se confunde con ninguno de los tres registros, no es ni lo imaginario, ni lo simbólico, ni lo real. Por otro lado, va a estar siempre íntimamente enlazado al símbolo; ese cuarto –que es el sínthoma– va a tener siempre una relación especial con lo simbólico, y en ese sentido podría decirse que de alguna manera el sínthoma del Seminario XXIII retoma especialmente lo que a la altura de R.S.I. era la nominación de lo simbólico, la retoma especialmente aunque no solamente. no se puede hacer equivalente el sínthoma del Seminario XXIII a la nominación de lo simbólico, ya que el sínthoma tiene un carácter de real que incluye la función del padre como nombrante, pero va a tener un lazo especial con el inconsciente.

sobre el final de la primera clase del Seminario XXIII Lacan define al lazo que tienen el sínthoma y lo simbólico como un falso agujero, dibujándolo del siguiente modo:

6 Ibid. Pág. 24.

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Es un falso agujero porque son dos cuerdas que están engancha-das pero no anudadas, entonces se pueden separar. y plantea que la única manera de que realmente haya un verdadero agujero entre sínthoma y simbólico es que intervenga un tercer término, que pue-de ser una recta infinita, que va a intervenir como consistencia, que los va a mantener unidos, y ahí es donde él va a ubicar la dimensión del cuerpo. El cuerpo le va a dar consistencia al anudamiento entre sínthoma y simbólico.

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Estamos distinguiendo el sínthoma de las tres nominaciones de R.S.I. Por un lado tiene cierto carácter de real que no tiene la nomi-nación de lo simbólico en R.S.I., pero a la vez tiene un lazo particular con lo simbólico. Ese lazo particular lo tiene con lo simbólico, no lo tiene ni con lo imaginario, ni con lo real. Incluso Lacan propone dis-tintas versiones del nudo en las que quedan por un lado imaginario y

7 Ibid. Pág. 24.8 Ibid. Pág. 25.

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real en los extremos de la cadena borromea, y en el medio el sínthoma y lo simbólico, planteando que se pueden hacer distintos movimien-tos, pero que siempre lo que se puede intercambiar son imaginario y real, ya que el sínthoma tiene un lazo particular con lo simbólico. habría un enlace particular entre imaginario y real por un lado, y entre sínthoma y simbólico por otro.

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Para que este lazo singular entre sínthoma y símbolo se sostenga, tiene que estar el cuerpo comprometido ahí. Para obtener un verda-dero agujero es necesario una consistencia que los mantenga unidos, y ahí entra el cuerpo.

VI. El amor al padre en el seminario XXIII

Veíamos cómo en R.S.I. Lacan ubica en lo más real del nudo, que es la nominación de lo real, donde se va a poner en juego la angustia, a la identificación primaria. allí situamos la admisión sim-bólica del nombre del Padre, que no es posible sin el amor, de allí la referencia al carácter canibalístico de esta identificación; por otra parte está la definición del padre digno de amor y respeto que La-can propone en el mismo seminario. cuando el padre no es digno de amor y respeto el resultado es la verwerfung, es la forclusión, allí encontramos nuevamente la cuestión del amor al padre.

9 Ibid. Pág. 22.

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a veces digo, para enojo de algunas, que no existe el amor a la madre, que el amor es el amor al padre, ya que la madre en tanto tal es necesaria. La madre, que es lo necesario, que es la Cosa, lo que genera justamente es una modalidad de lazo que solamente se va a poder trasmutar en amor vía el padre. Lo materno en tanto tal no da lugar al amor, lo que da lugar al amor es la función del padre, como función de la castración. El ser hablante sólo tiene noticia de la dimensión del amor en relación con la función paterna. Por eso Lacan va a señalar, por ejemplo en el Seminario XXI,10que cuando no está operando la función paterna el sujeto queda por fuera de la dimensión amor.

sobre el final del Seminario XXIII, Lacan va a hacer un juego de palabras, refiriéndose al nudo borromeo como nudo bo, en francés noeud bo, logrando así una homofonía con Mont Neubo, el monte neubo, en el que Dios le entregó las tablas de la ley a moisés: “La pere-versión es la sanción del hecho de que Freud hace que todo se sos-tenga en la función del padre, y el nudo bo es esto”. y más abajo dice: “El nudo bo no es más que la traducción de esto, que el amor que se pue-de calificar de eterno se dirige al padre, en tanto que éste es el portador de la castración” y un poco más abajo dice: “Evocar al Monte Neubo, donde como se dice fue dada la ley, esta ley no tiene nada que ver con las leyes del mundo real, la ley de la que se trata en este caso es simplemente la ley del amor, es decir la père-versión” 11. La père-versión es la ley del amor, que es el amor al padre.

VII. El amor al padre en el seminario XXIV. así como en el Seminario XXIII Lacan pasa de esas tres posibi-

lidades del nudo que son las nominaciones imaginaria, simbólica

10 Lacan, J. SeminarioXXI. “Les non-dupes errent”. Inédito. clase del 19 de marzo de 1974.11 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII. El sínthoma. Ed. Paidós. buenos aires, 2006. Pág. 148.

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y real, al nudo de cuatro, al sínthoma, el pasaje que se produce del Seminario XXIII al XXIV es que Lacan deja un poco de lado la cues-tión de la cantidad de redondeles, y se centra en que esos redondeles en lugar de ser cuerdas van a ser toros anudados.

En este seminario Lacan va a dirigir una crítica hacia la concep-ción esférica de mundo propuesta por Freud, que va a encontrar, por ejemplo, en el esquema del“El yo y el ello”. Lacan califica de de-bilidad mental a esa concepción esférica del mundo que encuentra en Freud, mientras que su planteo es que el mundo es tórico, ya que la estructura del cuerpo es tórica, y el menor abordaje anatómico del cuerpo muestra que se trata del toro. Para ello va a hacer referencia a un corte posible de situar en el desarrollo embrionario, que figura al cuerpo como un toro con dos agujeros, que son la boca y el ano.

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En sus incursiones con los toros va a proponer una manera de pensar la histeria, que de alguna manera continúa el planteo del Seminario XXIII, en la vía de darle una lugar más fundamental a la dimensión de lo simbólico, dentro del campo de las neurosis. En este seminario Lacan va a decir directamente que Freud se dio cuen-ta que la estructura neurótica era fundamentalmente histérica.

a medida que avanzamos en la enseñanza de Lacan del Seminario XXII en adelante, podemos ubicar lo más estructural de la neurosis obsesiva en la estructura histérica, de modo que las intervenciones analíticas sobre las otras modalidades de neurosis pueden finalmente llevar a la presentación histérica, a la histerización, a poner en primer

12 Lacan, J. Seminario XXIV. “L'ínsu que sait de l’une bévue c’est l’amour”. Inédi-to. clase del 14 de diciembre de 1976.

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plano la nominación de lo simbólico y el trabajo del inconciente, que es justamente la tarea analítica fundamental.

En el Seminario XXIV va a decir: “La histérica está sostenida en su forma de garrote por una armadura, distinta de su conciente, que es su amor por su padre”13. Para dar cuenta de la manera en que funciona en la histeria el amor al padre parte de dos toros entrelazados, en-ganchados cada uno en el agujero del otro.

se opera un corte en uno de los toros y se lo da vuelta, por lo que queda envolviendo al otro toro, el otro toro queda adentro.

Esta es la presentación de lo que sería el garrote histérico soste-nido en la armadura del amor al padre, que es una transformación de la figura anterior. De modo que este toro que envuelve al otro es el amor al padre. En otros planteos posteriores hace la misma ope-ración con tres toros, y hasta se puede hacer con más de tres, lo que posibilitaría abordar estas cuestiones en relación con el nudo borro-meo de cuatro. se pueden juntar cuatro toros, anudarlos borromea-namente, cortar uno de ellos y con ese envolver a los otros tres. Pero acá lo que le interesa a Lacan no es tanto ubicar la diferencia en los registros y demás, sino cómo el amor al padre envuelve todo.

13 Ibid. clase del 14 de diciembre de 1976.

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otra cuestión interesante en este seminario es que Lacan se de-fine como un histérico perfecto, es decir, sin síntomas. y dice: “La diferencia entre la histérica y yo es ésta, es que la histérica está sostenida en su forma de garrote por una armadura, distinta de su conciente, y que es su amor por su padre”14. En cambio, respecto de su propia posición, señala: “Yo, en suma, a fuerza de tener un inconsciente, lo unifico con mi consciente”15. así, propone que en la histérica el inconsciente y la conciencia están diferenciados, ya que ella está sostenida en el amor inconsciente al padre, que ella desde su conciencia no tiene noticia del amor por el padre como armadura, mientras que él, en cambio, no está sostenido en el amor por el padre, ya que unifica o unificó –no sé si es algo que ya está conseguido, me parece que es algo que hace todo el tiempo– consciente con inconsciente.

hay entonces una alternativa a la posición histérica sostenida en la armadura del amor al padre, que sería la histeria sin síntomas, la histeria no neurótica, no sostenida en el amor al padre, posición en la que el sujeto estaría todo el tiempo unificando consciente con inconsciente. De modo que no se sostendría en la represión, que sería lo propio de la posición neurótica según Freud.

otra cuestión interesante es que aquí Lacan plantea que la ope-ración analítica, que es una operación que prioriza el registro de lo simbólico y el trabajo sobre el inconsciente, también produce un envolvimiento de los otros registros por el registro simbólico: “Supongamos los tres toros, lo real, lo imaginario y lo simbólico, ¿qué vamos a ver al volver sobre sí mismo lo simbólico procediendo por un corte?, vamos a ver una disposición completamente diferente del nudo borromeo. Al volverlo, el toro de lo simbólico envuelve totalmente lo imaginario y lo real, es en eso que el uso del corte en relación a lo simbó-lico corre riesgo de provocar, al final de un psicoanálisis, una preferencia dada en todo al inconciente”16.

14 Ibid. clase del 14 de diciembre de 1976.15 Ibid.16 Ibid.

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Por eso dice un poco más adelante: “Experimentar un psicoaná-lisis marca un pasaje… el hecho de haber hecho un psicoanálisis no podría ser vuelto a llevar al estado anterior, salvo al practicar otro corte que sería equivalente a un contra psicoanálisis. Es precisamente por eso que Freud insistía para que los psicoanalistas vuelvan a hacer lo que co-rrientemente se llama una tajada, es decir, que hagan una segunda vez el corte restaurando así el nudo borromeo en su forma original.”17

En la perspectiva que les propongo aquí hay dos cuestiones para señalar de este planteo. Por un lado, Lacan señala una estructura bastante similar entre la histeria, fundamento de la neurosis, soste-nida en el amor al padre, y la operación analítica.

El envolvimiento impide el funcionamiento borromeo de la es-tructura, ya que impide el soltamiento de los toros que quedan den-tro. Pero si se lo vuelve a cortar y se vuelve a dar vuelta al simbólico, se restablece el anudamiento borromeo.

17 Ibid.

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Entonces, por un lado ubica la estructura fundamental de la neu-rosis envuelta por lo simbólico, por el inconciente, por el amor al padre, y por otro lado, una suerte de duplicación de esta operación en el análisis, en la medida en que el análisis corre el riesgo de darle una preferencia en todo al inconciente y de producir este envolvi-miento. ahí es donde propone el contrapsicoanálisis, cuya referencia es el planteo freudiano de “análisis terminable e interminable” en cuanto al análisis del analista, quien cada tanto tendría que volver a analizarse. Es una versión distinta de la temporalidad del análisis de la que él mismo proponía anteriormente, cuando situaba el final del análisis como el fin de un recorrido, mientras que acá mas bien plantea que cada tanto hay que deshacer esta operación de envolvi-miento por lo simbólico.

aquí queda abierta la cuestión de que quizá la operación ana-lítica, que de alguna manera redobla la estructura histérica –en el sentido de que tiende a envolver con el registro de lo simbólico, al orientarse por el trabajo con el inconsciente y con la función pater-na–, de alguna manera devolvería la estructura neurótica a su estado fundamental, tanto en su presentación por el lado de la fobia, como en su presentación por el lado de la neurosis obsesiva, ya que el movimiento de la cura analítica conduce hacia la nominación de lo simbólico, hacia la histerización de la neurosis.

Intervención: ¿Lacan después dice algo diferente respecto a la po-sición de él respecto de la histérica?

Nieves: Es algo que dice al pasar, marcando claramente una di-ferencia. Insiste en la diferencia entre el sujeto histérico y él en la medida que el sujeto histérico está sostenido en el amor al padre, que es algo distinto de su consciente, de modo que consciente e in-consciente están bien diferenciados. ahí está operando la represión, en ese sentido es la estructura fundamental de la neurosis. cuando él habla de su propia histeria dice que es un histérico perfecto, sin síntomas, y allí se refiere a la unificación entre consciente e incons-

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ciente en la que él se sostendría. En lugar de sostenerse en el amor al padre, se sostendría en una especie de análisis permanente, en un proceso permanente de hacer consciente lo inconsciente –me parece que retoma el planteo freudiano desde ahí.

Clase del 19 de junio de 2008

Apéndice

a continuación sigue la presentación realizada por marcela mas, psicoanalista y médica, del desarrollo embrionario al que se refiere Lacan en su primera clase del Seminario XXIV, al hacer referencia a la estructura tórica del cuerpo.

Desarrollo embrionario

Las células del embrión de 7 días–blastómeras– componen una esfera hueca denominada blastocisto. En uno de sus polos se distingue un cúmulo de células denominada macizo celular interno. El sector de dicho macizo relacionado con la cavidad del blastocisto, se diferen-ciará dando lugar a una capa unicelular– endodermo– constituyendo la primera hoja germinativa del embrión propiamente dicho.

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Durante la segunda semana, el embrión ya es bilaminar. su hoja dorsal recibe el nombre de ectodermo. Junto al endodermo confor-man un disco de 0.25 mm. Este disco presenta dos estructuras: la línea primitiva y la placa procordal. El embrión bilaminar se encuen-tra ubicado entre la cavidad amniótica y el saco vitelino.

Durante la tercera semana de gestación se conforma el sistema cardiovascular primitivo y se genera una tercera capa, mesodermo, mediante un proceso denominado gastrulación. Dicho proceso se produce entre el ectodermo y el endodermo. El proceso de gastru-lación consiste en la invaginación de células del ectodermo que se intercalaran entre el ectodermo y el endodermo, hacia las zonas la-terales del disco. Este alejamiento de la línea media se denomina divergencia, y es seguido por la elongación de esta nueva capa, para finalmente converger en el extremo opuesto.

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Es a partir de la cuarta semana que la anatomía del embrión cambia, puesto que ha dejado de ser una estructura plana y se ha convertido en un cuerpo cilíndrico hueco, merced a los plegamien-tos que acontecen a lo largo y a lo ancho del embrión.

Este cambio en la conformación del embrión se debe también a la evolución seguida por la cavidad amniótica, el saco vitelino y el pedículo de fijación.

tanto el pedículo de fijación como el conducto vitelino generan el cordón umbilical primitivo.

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VI. De nudos neuróticos 1

Nieves: tengo el gusto de presentarles a Fabián schejtman, a quien ustedes conocen. Es psicoanalista, miembro de la EoL y la amP, titular de la cátedra de Psicopatología II de la Facultad de Psicología y docente del Icba.

Quiero presentarlo con un sueño que tuve justamente anoche, y que no es casual, ya que, como verán, en él se trata de una transferencia de trabajo, que es la que hace que hoy esté Fabián aquí, y que dio lugar también a lo que será el tema de mi seminario del año próximo.

En mi sueño Fabián y yo intercambiábamos textos entre su com-putadora y la mía. Los textos iban y venían, hasta que algo, un nudo, caía. se trataba de una figura extraña, su parte superior era un torso de mujer con cabellos largos, al estilo de los mascarones de proa de los barcos vikingos, sólo que hueco por dentro, y hecho de cintas que iban y venían de un lado a otro. se continuaba hacia abajo a través de una serie de figuras que podrían conformar las distintas partes de un tótem, siempre por medio de cintas que se anudaban. yo decía “es un nudo imposible”.

De modo que le agradezco a Fabián tanto su presencia hoy aquí como anoche en mi sueño, que dio lugar a la caída de este nudo imposible de lo femenino, que me ha causado a proponerles trabajar el año próximo sobre Nudos del amor.

Escuchemos ahora a Fabián.

1 Versión no corregida por Fabián schejtman.

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I. Realismo nodal

Fabián Schejtman: hoy me ocuparé de lo que efectivamente en matemáticas se llama teoría de nudos. hay tipos de síntomas, es de-cir que por un lado hay lo que no hay, no hay relación sexual, pero por otro, hay lo que hay, y Lacan dice entonces Hay una clínica y hay tipos de síntomas, es decir, de nudos2.

En efecto, en la perspectiva de lo que es la clínica psicoanalítica, ésta se soporta de la tesis de Lacan de que …hay tipos de síntomas, es decir, de nudos. como ven hay una equivalencia en la frase de Lacan entre síntomas y nudos, y Lacan agrega para avanzar sobre el asunto: Y el tipo de síntoma histérico no es el tipo de síntoma obsesivo3. si segui-mos esta perspectiva, hay un nudo de la histeria que no es el nudo de la obsesión, de modo tal que eso no es una cuestión que podría eventualmente modificarse. La idea de Lacan –me parece que ésta es la perspectiva– es que en lo real hay tipos de síntomas. y si queremos ser mas drásticos, retomando la primera enseñanza de Lacan, el tipo de síntoma neurótico –el nudo neurótico– no es el tipo de síntoma psicótico, es decir, el nudo psicótico.

si uno va, en efecto, a la teoría de nudos, encuentra las llamadas tablas de nudos. En las tablas de nudos tienen ustedes clasificados, hasta donde ello es posible para nosotros en la actualidad, lo que se llaman nudos. un nudo es una cosa muy sencilla, es una cuerda que está unida en sus extremos.

En la tabla de nudos, el nudo más sencillo se llama trivial, es el primero de los nudos, porque la tabla de nudos clasifica a los nudos en función de los puntos de cruce, sus puntos de cruzamiento, y en el nudo trivial no hay ningún punto de cruce.

2 Lacan, J. “autocomentario”. En Uno por uno nº 43. Eolia. buenos aires, 1996.3 Ibid.

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Luego tienen ustedes un posible nudo de un punto de cruce, que sería como una especie de ocho:

El nudo trivial se escribe 0/1, cero indica que no hay ningún punto de cruce, ningún lado donde una hebra pase por debajo o por encima de otra. uno, es que existe sólo un nudo trivial en lo real, quiero decir que ustedes no pueden hacer existir otro nudo con cero puntos de cruce que no sea éste. Puede haber presentaciones distintas de este nudo trivial, es decir que yo puedo hacer esto, por ejemplo:

Pero evidentemente este nudo es equivalente a éste. Quiero que vean que el que yo acabo de hacer aquí también es equivalente al

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nudo trivial, porque éste es en verdad un pseudo punto de cruce, si ustedes hacen un seguimiento, por una deformación continua llegan al nudo llamado trivial.

no hay tampoco nudos con dos puntos de cruce, ven aquí que el punto de cruce uno y el punto de cruce dos son pseudo puntos, porque si ustedes lo sacuden un poco así, enseguida vuelven al nudo trivial:

El segundo nudo que existe en la tabla de nudos es el nudo de trébol, que tiene tres puntos de cruces. El nudo de trébol, en efecto, sí es distinto al nudo trivial, no es una presentación otra del nudo de cero punto de cruce, sino que a éste lo escribimos 3/1. En lo real no existe otro nudo de tres puntos de cruce que no sea éste, ya que, por ejemplo, este otro nudo, que es el que usamos para atarnos los zapatos, si ustedes unen los extremos, se ve que hay tres puntos de entrecruzamiento, pero estos dos nudos son equivalentes, sacudan ustedes el nudo de atar los zapatos y se van a encontrar con el nudo de trébol, son dos presentaciones del mismo nudo:

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Lo mismo ocurre con el de cuatro puntos de cruce –que no voy a dibujar.

Existen en lo real solamente dos nudos de cinco puntos de cruce. Es interesante porque en el Seminario XXIII Lacan a uno de estos dos nudos de cinco puntos de cruce lo llama “nudo de Lacan”. En la página 21 propone darle a ese nudo, que escribimos 5/2, su nombre.

Existen –como les dije– en lo real solamente dos nudos con cin-co puntos de cruce, éste llamado nudo de Lacan y este otro, que he llamado hace un tiempo “nudo del che”, el nudo del che gue-vara, además. como estamos cerca del aniversario número ochenta del nacimiento de Ernesto che guevara, podemos hacerle nuestro sencillo homenaje.

El nudo del che se escribe en la teoría de nudos 5/1. Estos su-bíndices 1 y 2 quieren decir que en lo real existen dos ejemplares, y sólo dos nudos de cinco puntos de cruce. no es que uno puede

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deformar uno y llegar al otro, en ese caso son distintas presentaciones del mismo nudo –como les decía recién del nudo de trébol– estos nudos son realmente distintos, y lo vamos a probar tomando como base un invariante.

En la teoría de nudos los invariantes nos sirven justamente para diferenciar nudos, por ejemplo, el número de puntos de cruces es un invariante, pero es evidente que en este caso el número de puntos de cruce no nos sirve como invariante para distinguir los dos nudos, porque los dos nudos tienen cinco puntos de cruce. Podemos usar un segundo invariante que se llama número de desencadenamiento o número de desanudamiento, y consiste en lo siguiente: tomando los puntos de cruce de un nudo, ¿cuántos puntos de cruce tengo que modificar –y modificar quiere decir lo que Lacan en el Seminario XXIII llama lapsus del nudo– para que un nudo devenga trivial, es decir, para que un nudo se desate, se desanude, se desarme?

si ustedes toman el nudo que llamé “nudo del che”, es bien evidente que para que este nudo se desate no alcanza con cometer un lapsus del nudo, uno solo. ¿un lapsus del nudo qué sería? su-pongamos en el punto de cruce número dos, que yo allí cambié la hebra que pasa por encima por aquella que pasa por debajo.

si yo cambio el punto de cruce y escribo esto, ahí cometí un lapsus, en este punto. si yo hago eso, no hago que el nudo del che devenga nudo trivial, en realidad lo convierto en un nudo de trébol. yo podría reducir esto y escribirlo así:

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se ve que se redujo a tres puntos de cruce nada más, y con un solo lapsus yo lo que consigo es que el nudo de cinco puntos de cruce se convierta en un nudo de tres puntos de cruce. Es preciso entonces introducir un segundo lapsus del nudo en cualquiera de los tres puntos que restan para que efectivamente el “nudo del che” devenga un nudo trivial, es decir, que el simple anillo se desanude. conclusión, el número de desanudamiento de 5/1 es dos, para que el 5/1 devenga trivial es preciso introducir dos lapsus.

¿Qué ocurre con el “nudo de Lacan”? Van a ver que en esto se com-porta distinto al “nudo del che”, demostramos invariantes distintos que son dos nudos diferentes. ocurre que en el “nudo de Lacan” los cruces no son simétricos, en el “nudo del che” sí. En él cualquier punto de cruce se comporta igual respecto de los otros cuatro. si yo tomo el punto de cruce número dos, éste tiene la misma relación con los otros cuatro, que cualquiera de los otros cuatro con el resto. En cambio, en el nudo de Lacan los puntos de cruce son disimétricos.

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Intervención ¿si tuvieran el mismo número de desanudamiento serían iguales?

Fabián: no necesariamente serían iguales porque hay que ir pro-bando los distintos invariantes hasta que los demuestre distintos. Por ejemplo, el número de puntos de cruce nos da igual, y no nos alcanza eso para saber que son desiguales, pero en el caso del núme-ro de desanudamiento, si allí nos da que efectivamente el número es otro, allí tenemos dos nudos distintos.

El “nudo del che” es un nudo revolucionario. La idea de Lacan de lo que es una revolución es que una revolución puede comenzar, girar a 360° y volver al mismo lugar, de modo que tiene una idea un poco devaluada de los efectos de una revolución. El “nudo del che” es como una especie de ruleta, ustedes lo toman desde acá, lo hacen girar así, y no importa en qué número cae, siempre lo van a tener de la misma manera, es simétrico.

En el “nudo de Lacan” –y no por nada Lacan le pone a ese su nombre– hay una disimetría evidente que está presente, adquieren una relación de equivalencia los puntos de cruce uno, dos y tres, pero no ocurre lo mismo con el cuatro y con el cinco. si ustedes producen un lapsus en el punto de cruce número cuatro, tenemos un trivial, es decir, se desata:

con una sola modificación en este punto de cruce, ustedes des-atan el “nudo de Lacan” y lo vuelven un nudo trivial. Lo mismo ocu-rre –vuelvo a la perspectiva anterior– si ustedes introducen un lapsus

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en el punto de cruce número cinco, con un solo lapsus, con una sola modificación, el nudo de Lacan deviene nudo trivial. Pero, y acá está toda la cuestión, si el lapsus lo producen en el punto uno, dos, o tres, el “nudo de Lacan” no se desata, y deviene nudo de trébol, es decir, reducimos de cinco puntos de cruce a tres puntos de cruce.

En el “nudo del che” es indiferente dónde introduzcan ustedes esos dos lapsus, son necesarios dos lapsus para desatarlo. Pero en el “nudo de Lacan” no es indiferente dónde introduzcan ustedes el lapsus del nudo, puesto que en dos lugares se desata con un solo lapsus, y en los otros tres lugares se desata con dos lapsus.

consecuencia de esto: el número de desanudamiento del “nudo de Lacan” es uno, porque el número de desanudamiento en teoría de nudos se define como la menor cantidad de lapsus que hay que introducir en un nudo para que el nudo se desate. ustedes no pue-den desatar el “nudo del che” más que introduciendo dos lapsus; en el “nudo de Lacan” con un solo lapsus alcanza para desatarlo, según dónde ustedes introduzcan ese lapsus.

Lo que quiero señalar es lo siguiente: en lo real existen solamente dos nudos de cinco puntos de cruce. no sólo que esto se ha demos-trado –por teoremas que yo no voy a repetir acá, por cierto– que estos dos nudos son distintos, sino que no puede haber, que hay una imposibilidad en juego allí –es muy interesante porque ahí nos cruzamos con el sueño de nieves–, hay una imposibilidad en juego: es imposible que exista un tercer nudo de cinco puntos de cruce, hay solo dos, y esos dos son los que acabo de indicar. hay mil y una presentaciones de nudos con cinco puntos de cruces, pero cualquie-ra de esas presentaciones por una deformación continua se reduce a estos dos ejemplares que existen en lo real.

Les diría entonces que en la perspectiva de Lacan hay un realismo nodal, porque tengo la idea con Lacan de que hay tipos de síntomas, así como hay tipos de nudos. Esto quiere decir que no por nada Freud habló –y Lacan lo retoma– de las tres grandes estructuras neuróticas, hablo solamente de las neurosis porque están trabajando las neurosis en este seminario, pero lean el libro de nieves sobre las

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psicosis y van a ver que podemos decir algo análogo respecto de las psicosis. hay tres estructuras neuróticas y solo tres.

En lo real hay tres nudos de seis puntos de cruce, hay siete nudos de siete puntos de cruce, veintiún nudos de ocho puntos de cruce, y hay treinta y seis nudos de nueve puntos de cruce. y creo que los ma-temáticos han cargado las computadoras para saber cuántos nudos de catorce y quince puntos de cruce hay, porque todavía no se sabe.

Estoy señalando, entonces, que hay desde la primera enseñanza de Lacan hasta el final una consideración que llamaría la tesis de la estructura real en Lacan, sólo que esta estructura en la última parte de su enseñanza está abordada en términos nodales.

Lo que soporta la diferencia entre neurosis y psicosis es un anu-damiento distinto, un encadenamiento distinto, que con algunos amigos hace un tiempo propusimos de esta manera: la cadena bo-rromea no es lo mismo que la cadena no borromea, y esa es la di-ferencia básica que soporta la distancia que Lacan establece en la última parte de su enseñanza entre la neurosis y la psicosis.

II. Cadenas borromeas

hoy me voy a dedicar especialmente a las neurosis, vamos a ha-blar de cadenas borromeas, pero en principio podríamos decir que hay una diferencia, que no es cuantitativa sino cualitativa: que una cadena borromea es algo distinto en lo real que una cadena no bo-rromea, vamos entonces a eso. no sé si hasta acá hay preguntas.

Intervención: se habla de estructura neurótica y psicótica, ¿qué pasa con la perversión a esta altura?

Fabián: Esa es una pregunta que me hizo nieves cuando le en-tregué una primera versión del prólogo a su libro sobre psicosis, yo había puesto allí: “no es azaroso, no es contingente, es real que exis-ten tres estructuras: neurosis, psicosis y perversión”. Por los comen-

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tarios que me hizo nieves y por cuestiones que estuve pensando, ya que un prólogo no da para desarrollos muy extensos, le dije: una cosa es el nudo neurótico y otra el nudo psicótico, efectivamente, ése es un problema. hay que ver, porque es cierto que Lacan entre los Seminarios X y XVI, por poner una fecha que se puede sostener, aísla una tercera estructura subjetiva que se llama perversión, indicando que avenirse a funcionar como objeto del goce del otro es algo da una estructura radicalmente distinta; pero es cierto que en adelante Lacan no parece retomar esta perspectiva en sus últimos seminarios, e, incluso, está el juego de palabras que hace con el término père-versión –versión hacia el padre–, que no la explica a la perversión como estructura subjetiva sino que la va a hacer un equivalente de lo que él llama sinthome. Porque el sinthome no es otra cosa –lo defino muy rápidamente– que una cuerda que en Lacan viene justamente a reparar el lapsus del anudamiento.

Recuerdan ustedes que recién hablábamos de cómo un nudo se desata. bueno, pero luego lo que se desata suele ser reparado, y la idea de Lacan en el Seminario XXIII no es otra que definir como sinthome a las reparaciones que se producen en los puntos en donde el nudo falla. y define a la perversión en ese seminario, no de otra manera que como lo que impide que los tres registros se vayan cada uno por su lado, que es otro modo de abordar lo que vamos a traba-jar hoy en relación con lo que Lacan llama Los nombres del Padre freudianos: inhibición, síntoma y angustia, como pasibles cada uno de ellos de tener una función de sinthome, o si ustedes quieren, de tener una función perversa en este sentido.

Está el asunto de considerar cómo se retoma en la última ense-ñanza de Lacan la cuestión de la estructura perversa, a mí me parece que lo que él llama perversión excede la propuesta que ya había hecho entre los Seminarios X y XVI de aislar una tercera estructura subjetiva. creo que es un problema serio que habría que tomarse el tiempo para desarrollarlo, quizás podemos retomarlo al final del trabajo de hoy.

En cualquier caso, si la clínica psicoanalítica no es la experiencia del psicoanálisis –porque la clínica supone un redoblamiento concep-

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tual de la experiencia–, puede ser abordada desde dos perspectivas: la de las construcciones nosológicas, y la de las modificaciones que en el ser hablante introduce la interpretación psicoanalítica –es decir, lo que usualmente llamamos intervenciones en la dirección de la cura. Esas dos perspectivas pueden formalizarse si y solo si partimos de la base de que hay un real que es accesible a esa formalización –no totalmente, ya que sabemos que hay algo justamente que nos permite definir a lo real como lo que introduce un impasse respecto de la formalización, pero que lo real se ponga en cruz e impida que nosotros matematicemos todo no exime al analista de la invitación lacaniana a que dé razones de lo que hace, esto es, a intentar formalizar, hasta donde ello sea posible, lo real que se le presenta en la experiencia. hay una relación que me gusta establecer entre lo real que está en juego en los tipos clínicos –y no solamente en los tipos clínicos, sino en las modificaciones que el análisis produce– y cómo formalizamos ese real de la experiencia.

Es preciso a un caso volverlo caso clínico, ya que un caso no es caso clínico de suyo. El caso se vuelve caso clínico cuando el psicoana-lista se vuelve clínico él mismo, cuando eventualmente conceptualiza el caso hasta donde ello es posible. Por eso les digo que a veces uno de-searía poder llegar al rigor de las psicosis, sin el condimento de la can-tidad de fenómenos elementales que generalmente la acompañan.

Quisiera trabajar con ustedes, en la perspectiva clínica que les estoy proponiendo, la tríada freudiana de la inhibición, el síntoma y la angustia, para plantear que el abordaje que hacemos de la expe-riencia está sin duda condicionado por la formalización con que la abordamos, ya que no podemos abordar la experiencia por ósmosis, de modo que cuando abordamos la experiencia la estamos categori-zando. El modo en que abordemos nuestra experiencia nos amplía o reduce sus límites. no va de suyo que en la experiencia encontremos lo que los anteojos formales que voy a propones ahora nos permiten visualizar en nuestra experiencia.

Voy a tomar el inicio y el final del Seminario XXII de Lacan, y lo que construyamos respecto de este final no puede ser pensado sin el modo con el que Lacan inicialmente plantea lo que podríamos lla-

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mar el nudo neurótico. al comienzo del seminario Lacan comienza a trabajar la posibilidad de que sus tres registros se anuden de modo borromeo, de modo que lo real, lo simbólico y lo imaginario se anudan sin pasar ninguno de ellos por el agujero del otro, es decir, sin ningún orden de interpenetración.

además escribe vida en relación con lo real, muerte en relación con lo simbólico, y cuerpo en relación con lo imaginario, localizan-do allí la tríada freudiana de la inhibición, del síntoma y la angus-tia, como inyecciones, avances, de un registro sobre otro. Entonces ubica allí al síntoma como un efecto de lo simbólico en lo real; a la angustia como eso que eventualmente se siente en el cuerpo por la intromisión de lo real allí; y a la inhibición como un efecto de de-tención de lo simbólico por una inmiscución de lo imaginario.

no necesariamente se trata aquí de la apertura de los registros, Lacan más bien trabaja con superficies que se responden, son su-perficies que están anudadas de modo borromeo. ya que la relación borromea no se plantea únicamente en términos de cuerdas, por ejemplo, el jueguito de “Piedra, papel o tijera” supone una relación borromea. acá por ejemplo tenemos lo real por encima de lo simbó-lico, y lo simbólico por encima de lo imaginario, pero lo imaginario está, a su vez, por encima de lo real. La piedra que le gana a la tijera, la tijera que le gana al papel, pero el papel le gana a la piedra. una caja a, que contenga la caja b, que contenga a su vez a la caja c,

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pero sucede que a está dentro de c. o, River le gana a boca, boca a san Lorenzo, pero san Lorenzo le gana a River.

La relación borromea se puede establecer no sólo en el nivel de las cuerdas, Lacan trabaja allí superficies que se responden, entonces ubica el inconciente respondiendo a lo real del síntoma, al falo res-pecto de la angustia, y no indica allí qué es lo que viene a responder de la inhibición –no por lo menos en la primera clase del Seminario XXII. sí en el nudo que precede a esta clase, que es su antecedente más próximo, el nudo que presenta en “La tercera”4, en donde ubica lo que Freud llamó el preconciente y la representación.

III. El cuarto eslabón

Quiero ir al modo como Lacan retoma la localización de la tría-da freudiana del síntoma, la inhibición y la angustia en la última clase de su seminario, y luego hacer dos consideraciones. ocurre que entre esta presentación del nudo que está en la primera clase del Seminario XXII y la última clase, Lacan ha puesto en cuestión que podamos siquiera proponer la posibilidad de una cadena borromea de tres eslabones. Lacan comienza por indicar que en Freud esos tres registros, lo real, lo simbólico y lo imaginario, no se enlazan por sí mismo sino que están sueltos, y que Freud necesitó –esto a la mitad del seminario más o menos– de una cuarta cuerda, de un cuarto eslabón, de una cuarta consistencia.

si Lacan propuso –primera clase de R.S.I., Seminario XXII– que los tres registros están enlazados de modo borromeo, él propone un poco más adelante que a Freud no le alcanzó el lazo borromeo míni-mo –es decir, el lazo borromeo de tres eslabones–, sino que precisó de un cuarto eslabón que según Lacan lo llamó nombre del Padre, complejo de Edipo, o realidad psíquica. El nombre del Padre se

4 Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2. Ed. manantial. buenos aires, 1988. Pág. 104

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lo atribuye a Freud, ustedes vayan a la obra de Freud y no lo van a encontrar por ningún lado, pero sí ciertamente habló de realidad psíquica, y sin duda, del complejo de Edipo.

En Freud los tres registros estaban sueltos –después vamos a con-siderar cómo tenemos que ubicar los cruces para que no se suelten–, la idea de Lacan es que en Freud encuentran ustedes un cuarto esla-bón –complejo de Edipo, realidad psíquica, o nombre del Padre– que enlaza esos tres. Viene a proponer incluso que un psicoanálisis llevaría a alguien a poder prescindir de este cuarto eslabón, de modo tal que los tres registros podrían en esta perspectiva en el analizado, enlazarse sin esa cuarta consistencia que es el nombre del Padre. En este punto critica fuertemente a Freud, refiriéndose a la boludez religiosa de Freud, quien no pudo prescindir del padre, a diferencia de algunos lacanianos como Platón y tolstoi. Pero señala que Freud no era lacaniano, ya que no pudo prescindir del padre.

Pero sí podemos acompañar a alguien, y ese alguien es un neu-rótico, a despojarse de ese cuarto nudo en más, de volverlo prescin-dible, para llegar a la propuesta de Lacan de que los tres registros se aten sin el auxilio del nombre del Padre, de modo tal que el fin de análisis lacaniano, a cierta altura del Seminario XXII, lleva a un analizante freudiano, cuaternario –no porque sea un hombre de las cavernas–, a volverse un analizado que prescinde del padre, y al que podemos llamar lacaniano en un sentido fuerte, en el sentido en el que Lacan –y habría que ver por qué– indica que tolstoi y Platón sí eran lacanianos y Freud no.

hacia la mitad del Seminario XXII Lacan critica a Freud por no prescindir del padre, y sigue promoviendo la idea de un nudo borro-meo de tres eslabones. si ustedes siguen el desarrollo del seminario se van a encontrar con que Lacan se vuelve cada vez más freudiano, llegando a proponer que el cuarto –que Freud llamó, según Lacan, nombre del Padre, realidad psíquica, o complejo de Edipo– es ne-cesario, irreductible, básicamente porque si ustedes no introducen un cuarto eslabón en una cadena, en una cadena triádica, los tres son indistinguibles y homogéneos.

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Para decirlo rápidamente, la cadena –es una cadena porque con-siste en tres nudos triviales– supone más de un eslabón, más de un nudo, y la cadena borromea de tres eslabones es simétrica, es decir, tiene la misma simetría que encontrábamos antes, por ejemplo, en el “nudo del che”, o, si a R.s.I. no los pintamos de colores diferen-tes, los tres registros son homogéneos o indistinguibles.

si ustedes introducen un cuarto eslabón, como acabo de dibujar, se produce una disimetría: este cuarto eslabón, que es el complejo de Edipo, o la realidad psíquica, o el nombre del Padre, se cruza con el registro de lo simbólico cuatro veces, y con los otros dos registros sólo dos veces. De modo tal que ustedes, aún sin introducir ninguna letra, pueden señalar que este registro viene a ser disimétrico respec-to de estos otros dos. señalo que la cadena de cuatro introduce una disimetría respecto del borromeo de tres eslabones.

Lacan va a proponer en la última clase del Seminario XXII, que esa función de anudamiento, que en última instancia ven ustedes no es otra que la función del padre –según Lacan encuentra en Freud–, y que no llama tanto a esta altura nombre del Padre, sino Padre del nombre, no es tanto el significante del nombre del Padre sino más bien el padre como nombrante, es la función de la nominación. Lacan propone entonces que esta función no necesariamente puede cumplirse con elementos de lo simbólico, sino que puede cumplirse esta función de anudamiento, de cuarto, con elementos de lo real, o con elementos de lo imaginario.

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y el seminario va a concluir planteando que estos tres registros pueden estar anudados, ya sea por una nominación simbólica a la que llama síntoma, por una nominación imaginaria a la que llama inhibición, o por una nominación real a la que llama angustia. sin entrar en las consideraciones de lo que sería una angustia que anu-de, cosa que ya tiene que por lo menos plantearnos alguna inquie-tud, lo que yo quiero proponerles aquí es que si nos atenemos a la formalización que está presente en la cadena borromea de cuatro eslabones, eso nos da entonces no tres, sino seis posibilidades, que eventualmente podemos o no corroborar en la experiencia, posibili-dades que existen en lo real.

Vamos a ir a esas seis posibilidades. Dos formas del síntoma, dos formas de la inhibición, y dos formas de la angustia.

si partimos de una cadena borromea de tres eslabones, ven que lo real está pasando por encima de lo simbólico, que lo simbólico a su vez pasa por encima de lo imaginario. Para que el nudo se vuelva no borromeo, el que está debajo del otro tiene que pasar por arriba, de modo que se sueltan los tres registros. Para volverlo borromeo tenemos que introducir dos contralapsus. Podemos ver en qué pun-tos se han producido los lapsus, ya que en esos puntos es donde tenemos que introducir un contralapsus. Para volver borromea esta cadena tenemos que hacer pasar el imaginario por encima de lo real.

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con esto queda bastante claro que para que tres registros se suelten, si es que están anudados de modo borromeo, no alcanza con intro-ducir un solo lapsus.

Lo que tiene de interesante lo que les estoy tratando de proponer, es que hay al menos dos formas para pensar el desencadenamiento. se puede pensar el desencadenamiento por corte de un registro, yo corto lo simbólico y se sueltan lo real y lo imaginario. En el Seminario XXI, que se llama Los no incautos yerran, o, Los Nombres del Padre, Lacan propone que la locura es que, si ustedes cortan un registro, se suelten todos los demás, y él está pensando el desencadenamiento de la locura –todavía no vimos ni neurosis ni psicosis, digo locura, como dice Lacan ahí– por corte de un registro.. Incluso, llega a proponer a la neurosis, no a partir de la cadena borromea, ya que dice: “Los neu-róticos son irreventables”5, entonces propone lo que se llama un nudo olímpico –con el que no me voy a meter hoy pero ustedes lo cono-cen, está en la bandera de las olimpíadas, en el cual los redondeles están unidos por interpenetración, de modo tal que si ustedes cortan uno, quizás dos siguen enganchados. y dice que los neuróticos son irreventables, son los que en la guerra han actuado mejor, les puede explotar una dimensión, sin embargo, las otras dos siguen juntas. no es el modo con el que va a volver a abordar la neurosis luego –en los Seminarios XXII y XXIII. Pero a esta altura dice que no se ponen locos porque están anudados de modo no borromeo, porque en el caso del borromeo si ustedes cortan un registro se sueltan los otros dos.

y Lacan termina por proponer otro orden de desencadenamien-to que no se sigue de que un registro se corte. En el Seminario XXIII propone lo que llama lapsus del nudo, y éste me valí antes para in-troducir la noción de número de desanudamiento, que no es que un registro se corte –ahí el desencadenamiento no pasa por si se corta un registro– sino por modificar algún punto de cruce. si ustedes en la cadena borromea introducen una sola modificación, un solo lap-

5 Lacan, J. Seminario XXI. Los no-incautos yerran, o los nombres del padre. Inédi-to. clase del 11 de diciembre de 1973.

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sus del nudo, lo que les da por resultado es que dos registros quedan interpenetrados y un registro se suelta.

si introducimos un solo lapsus, por ejemplo, entre real y simbó-lico, el resultado es que lo real y lo simbólico quedaron interpene-trados y lo imaginario se suelta.

En el Seminario XXIII Lacan utiliza esta cadena, fallada, para explicar algunas cuestiones que pueden extraerse de algunas situa-ciones que Joyce comenta sobre su vida en su juventud. Luego de determinada paliza, entiende que su cuerpo se cae como la cáscara de una fruta madura. tenemos allí un imaginario que se suelta, y lo real y lo simbólico quedan interpenetrados, por haber cometi-do uno y un solo lapsus, entre simbólico e imaginario. En su libro nieves propone que las esquizofrenias habría que pensarlas en esta perspectiva, un lapsus que deja a lo imaginario suelto, y a lo real y a lo simbólico interpenetrados.

Pero el lapsus podría no haberse producido entre real y simbóli-co, el lapsus podría haber dejado interpenetrados por ejemplo, ima-ginario y simbólico.

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En el libro de nieves encontrarán, apoyada en una perspectiva que introduce Lacan en una presentación de enfermos, que la para-frenia puede pensarse eventualmente como una suelta de lo real, y lo simbólico y lo imaginario quedan interpenetrados.

Finalmente, para ser exhaustivo con todas las posibilidades que en lo real entrega la estructura, hay una tercera posibilidad. Vaya-mos nuevamente al borromeo inicial y lo que queda interpenetra-do es real e imaginario, y el simbólico se suelta. se ve que los dos registros que quedan interpenetrados son aquellos en los que yo introduzco el lapsus.

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nieves propone en su libro que podemos pensar la melancolía, y eventualmente la manía, en relación con esta suelta del registro de lo simbólico y la interpenetración de real e imaginario.

Prueben en sus casas, hagan un nudo borromeo e introduzcan lapsus en los seis puntos que existen en ese nudo, van a ver que no hay mas que esto, en todos los casos psicosis. Quiero decir, en todos los casos, dos registros interpenetrados y uno que se suelta.

Para que se suelten los tres registros, es necesario producir dos lapsus del nudo. supongan ustedes que yo introduzco un lapsus aquí, uno solo, eso me da Joyce desencadenado, pero si introduzco dos lapsus, es decir, un segundo lapsus acá, esto me da los tres re-gistros sueltos.

si ustedes producen dos lapsus –y acá está la cuestión porque se introduce una dificultad– hay dos posibilidades: si los introducen en los mismos puntos de cruce, es decir, en los dos puntos donde se cruzan los dos mismos registros –acá se cruza real y simbólico, y acá también real y simbólico–, es solamente allí que los tres registros se sueltan. yo los llamo lapsus intermitentes, porque si ustedes vienen de acá, por ejemplo, producen el lapsus aquí sí, aquí no, aquí sí, y hacen lapsus intermitentes entre los dos mismos registros, tienen ustedes allí la suelta de los tres. tomen ustedes análogamente cual-

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quiera de los otros tres registros, y van a ver suceder lo mismo.

La otra posibilidad es que introduzcamos lapsus que no sean in-termitentes, lo que nos da como resultado es una cadena de tres en línea –a veces se la llama así–, a mi gusto da cuenta de otras formas de psicosis, sin que necesariamente un registro se suelte, pero tienen ustedes allí la interpenetración por base, independientemente de cuál sea el registro que vaya en el medio, eso puede ir modificándose según donde ustedes introduzcan el lapsus.

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Exahución de las posibilidades de la estructura, eso es lo que es-tamos haciendo. Quizás la experiencia no da cuenta de todas las po-sibilidades que estamos viendo aquí, en el nivel de lo que yo llamo la estructura real, pero no vamos a encontrar más que esas. Estoy diciendo por ejemplo que no hay sino tres posibilidades respecto de la psicosis, con un solo lapsus, y es que un registro se suelte y los otros dos queden anudados.

con Lacan podemos pensar formalmente dos modos de abordar lo que llamamos desencadenamiento: o cortando un registro, o por lapsus del nudo. si es por corte de un registro, se ve muy bien que las posibilidades son mucho menores, porque o cortamos lo real, lo simbólico, o lo imaginario, y además, los tres quedan sueltos. si us-tedes introducen la perspectiva del lapsus, que me parece más rica, les da un abanico mayor de posibilidades que nos permite avanzar mejor posicionados sobre cuestiones que están en la experiencia.

Estos tres están sueltos porque cometí dos lapsus del nudo. Lo que hice fue que en lugar de que lo simbólico pase por debajo de lo real, lo hice pasar en dos lugares por encima de lo real. Vamos a colocar lo que Lacan llama sinthome, es decir, algo que viene a re-mediar, a reparar, a compensar el hecho de que los tres registros aquí van cada uno por su lado. Lo vamos a pasar por encima del que está arriba, y por debajo del que está abajo.

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siempre ustedes van tejiendo, porque lo que tenemos que lograr es un anudamiento borromeo, y para ello el cuarto no puede pasar por el agujero de los otros, tiene que ir por arriba, por abajo, por arriba, por abajo. ustedes pueden entender bien por qué Lacan in-troduce estos sinthome-oreja (son sinthome-oreja porque con un solo nudo ustedes pueden reparar dos lapsus). Podríamos haber hecho una reparación aquí y otra aquí, pero si hacemos eso el nudo ya no es borromeo, la cadena ya no es borromea, porque se suelta una de esas reparaciones y la otra lo mantiene todavía encadenado.

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IV. Inhibición, síntoma y angustia.

Para que la cadena se mantenga borromea tenemos que intro-ducir aquí un eslabón que venga a reparar ambos lapsus del nudo. Este eslabón que acabo de escribir aquí, Lacan lo llama síntoma, y lo llama así porque está redoblando el registro de lo simbólico.

y hay otra posibilidad para el síntoma, que redoble también lo simbólico, y es que el lapsus se cometa no entre real y simbólico, sino entre simbólico e imaginario. Recuerden ustedes que yo puedo, para soltar los tres producir dos lapsus intermitentes, pero en diver-sos lugares, si los ubico acá el posicionamiento del síntoma es éste, redoblando el registro de lo simbólico. La otra posibilidad es que los lapsus se cometan entre simbólico e imaginario, y entonces, el cuarto nudo sintomático va a venir a estar posicionado aquí.

Estas son las dos posibilidades para el síntoma, para la nomina-ción simbólica, que permite que los tres registros no se vayan cada uno por su lado. En la primera tienen a lo simbólico, al síntoma, y (como el lapsus se produjo entre simbólico y real) el síntoma media entre simbólico y real.

En la otra versión, el síntoma media entre simbólico e imagi-nario, entonces lo que tienen es simbólico, síntoma, imaginario, real. Lo que cambia allí es con qué registro el síntoma enlaza a lo

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simbólico. En el primer caso lo enlaza con lo real, el síntoma vino a remediar el lapsus del nudo producido entre real y simbólico.

En el segundo caso, el síntoma está enlazando a lo simbólico con lo imaginario, y lo que tenemos allí entonces es un síntoma que vie-ne a reparar el punto de falla, de fracaso del nudo, producido entre imaginario y simbólico.

Estoy diciendo que la nominación simbólica, que Lacan llama síntoma, tiene estas dos posibilidades formales.

Ven ustedes que correlativamente podríamos hacer lo mismo con la inhibición, y lo mismo con la angustia.

La inhibición para Lacan es algo que viene a posicionarse re-doblando el registro de lo imaginario, pero puede ser que sea una inhibición que ponga en relación a lo imaginario con lo simbólico, o a lo imaginario con lo real.

Por último, tendríamos la nominación real que es la angustia. hay dos formas de la angustia, una que pone en relación lo real con lo imaginario, y otra que pone en relación a lo real con lo simbólico.

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Estoy tratando de demostrar que formalmente no hay más po-sibilidades que éstas. Estamos haciendo una exhaución de las posi-bilidades que nos da la cadena borromea de cuatro para situar fallas en lapsus intermitentes, y modos de reencadenamiento, y no da más que estas seis.

Les propongo entonces lo siguiente: lo que Lacan llama el sínto-ma-metáfora, es decir, el síntoma como un mensaje dirigido al otro en su primera enseñanza corresponde a un síntoma, siempre y cuando ese síntoma tenga el carácter de sinthome, es decir, cuando funcione anudando los tres registros, y es posible que eso no ocurra. Estamos hablando de inhibiciones, síntomas, y angustia en tanto que vengan a funcionar como cuarto que anuda los tres registros, pero quizás po-damos encontrar síntomas, inhibiciones y angustias que no tengan esa función. Entonces, lo que les propongo es lo siguiente, que lo que Lacan llamo síntoma-metáfora en su primer enseñanza, es cuando este síntoma tiene función de sinthome, cuyo paradigma es el síntoma fóbico de Juanito, que para Lacan es una metáfora, –si no lean el Seminario IV, donde se refiere a la metáfora fóbica6. tiene función de sinthome, incluso de suplencia del padre, habría que ver cómo se juega, y respecto de qué padre, pero no lo haremos hoy.

6 Lacan, J. El seminario. Libro IV. La Relación de objeto. Ed. Paidós. buenos aires, 1994. Pág. 402.

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En principio propongo que este síntoma metafórico viene a poner en relación lo simbólico con lo imaginario, es decir que consideramos allí los efectos de sentido del síntoma. y hay que distinguirlo de ese síntoma que concibe Lacan más al final de su enseñanza, abordándo-lo, ya no como una metáfora, sino como una letra de goce, que puede eventualmente tener función de sinthome. muchas veces se confunde el sinthome con la vertiente real del síntoma de Lacan, ven ustedes que en la perspectiva que les propongo no se confunden ambas co-sas. Porque el sinthome puede ser un síntoma-metáfora, o puede ser un síntoma letra de goce, un síntoma real. y tanto un síntoma-letra como un síntoma-metáfora pueden tener función de sinthome, es decir, estar anudando, estabilizando la estructura. me parece que el síntoma-letra puede ubicarse entre real y simbólico, mientras que el síntoma-metáfora se ubica entre simbólico e imaginario.

con la angustia y la inhibición quizás nos encontramos más complicados, pero me parece que pueden pensarse desde la perspec-tiva siguiente: podría diferenciarse eventualmente una angustia-letra de una angustia-cuerpo –la llamaría así. Porque vean ustedes que en el nivel de la angustia, la angustia puede ubicarse entre imaginario y real, o, entre simbólico y real. Del lado de la angustia-letra hay un simbólico que se realiza, mientras que del lado de la angustia-cuerpo hay un imaginario que se realiza.

En el sueño de la inyección de Irma, donde Freud se encuentra con esa garganta –no sé si recuerdan ustedes la lectura que hizo Lacan de ese sueño en el Seminario II7–, tengo la impresión que se ubica más en relación con este imaginario realizado –imagen angustiante, dice Lacan, y efectivamente, hay una figuración en juego. Quiero decir que hay angustias que pueden ligarse quizás con algún orden de figuración, y otras angustias que no tienen ese recurso imaginario, que quedan más localizadas en relación con lo que estoy ubicando acá como una angustia que se produce entre real y simbólico.

7 Lacan, J. El seminario. Libro II. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psi-coanalítica. Ed. Paidós. buenos aires, 1983. caps. XIII y XIV.

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Finalmente, del lado de la inhibición tendríamos también dos po-sibilidades. una inhibición ubicable entre simbólico e imaginario, y otra entre real e imaginario. un simbólico que se imaginariza o un real que se imaginariza. Esta posibilidad que da el juego entre registros está dada por Lacan desde muy temprano, vayan a la conferencia que se llama “Lo simbólico, lo imaginario y lo real” del año ‘538 y van a encontrar a Lacan planteando estas perspectivas: simbolizar lo real, imaginarizar lo simbólico, realizar lo real, y demás. Está allí como un tesoro todavía por ser descubierto, hay que ir y tomarlo, nada más.

Para terminar, me interesa señalar que sólo podemos hacer estas disquisiciones a partir de la escritura del nudo, de la puesta en plano del nudo, que implica poner el nudo, o la cadena, en el pizarrón. ¿Por qué? si tengo los tres registros sueltos, ustedes pueden decirme dónde se produjeron los lapsus porque yo hice un aplanamiento de ellos y quedó claro cuál estaba en el medio, cuál estaba arriba y cuál estaba debajo.

hemos podido saber dónde se produjo el lapsus por un recurso imaginario, que es detener –hasta cierto punto– el desatado de la cadena borromea. si la dejamos a sus anchas, más bien terminan sueltos de esta manera:

8 Lacan, J. “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, conferencia inédita.

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Lo que quiero decir es que sólo podemos situar dónde se pro-dujo el lapsus, en verdad, por un movimiento retroactivo que va del sinthome al lapsus. Podemos saber del lugar donde se produjo el lapsus retroactivamente a partir de la reparación.

cuando pongo un registro debajo del otro, ya estoy suponiendo en realidad el sinthome, no lo escribí todavía, pero sé que el sinthome va allí. Vamos siempre del sinthome a la reparación, del sinthome al lapsus. sólo por el lugar donde está situado el corcho podemos saber dónde está el agujero de la botella, por decirlo así.

Intervención: me gustaría algún ejemplo, de la inhibición, del simbólico que se imaginariza, o del real que se imaginariza…

Fabián: Por un minuto hagamos el esfuerzo de plantear las cues-tiones en principio formalmente. Porque el camino que conocemos es el siguiente: tenemos el caso y lo pensamos. Les estoy proponiendo que hagamos la exhaución de las posibilidades que nos da el nudo, y después sí volver a la experiencia, a ver si eso permite o no hacer cosas que, quizás, antes no podían aprehenderse.

ustedes no van desnudos, inermes, a encontrarse con la experiencia, van con determinadas categorías. Entonces, detengámonos, no vaya-mos tan rápido a buscar ejemplos clínicos, tratemos de meternos en la perspectiva formal, cosa que nos cuesta, por eso les decía antes que de vez en cuando tengo ganas de ser psicótico, para meterme esa rigurosi-

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da y llevarla al extremo. Va a ser muy difícil, enseguida queremos tocar la cosa, ¿no?, pero démonos un tiempo, no vayamos tan rápidamente a buscar el ejemplo clínico, tratemos de captar cuál es la perspectiva for-mal que se introduce con el nudo, y después, eventualemente sí, quizás podamos captar algunos fenómenos que no aparecían antes.

Lo que les estoy tratando de promover es más bien el camino que usualmente no recorremos, que está en juego pero habitualmente dejamos entre paréntesis. abordamos la perspectiva de la experiencia con determinado bagaje formal y conceptual, no con el olfato.

Respecto del síntoma, piensen ustedes que lo que anuda en de-terminados casos no es necesariamente siempre un síntoma-metáfo-ra como el de Juanito. La perspectiva con la que, por ejemplo, Lacan piensa el síntoma en Joyce –sin entrar en la cuestión neurosis-psico-sis, porque allí hay diferencias– me parece que es un síntoma-letra que tiene función de sinthome, que por la vía del trabajo artístico que toma Joyce, hace del síntoma-letra un sinthome.

Nieves: y se podría hacer un contrapunto con lo que sería la metáfora delirante en schreber.

Fabián: claro. ahí hay una diferencia absoluta, la localización sería distinta, y serían dos formas distintas de estabilización. Para empezar, si uno lee a Lacan, la de schreber aparentemente es una metáfora –independientemente de que introduzcamos diferencias con la metáfora paterna, que seguramente tiene–, pero no habría allí el mismo trabajo con la letra que el que encontramos en Joyce, y evidentemente, los resultados literarios de uno y de otro son bien dis-tintos; en las neurosis también podemos plantear algo de ese orden.

V. Síntoma, sinthome y fin de análisis.

Para empezar, y para introducir la cuestión del fin del análisis, me parece que la idea de Lacan de la identificación última, por decir

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final, al síntoma, la que propone en el Seminario XXIV, cuando dice que un análisis no terminaría en una identificación con el incons-ciente sino con el síntoma, tengo la impresión de que el síntoma que está en juego allí es un síntoma que está depurado de su vertien-te metafórica (puesto que está terminado el trabajo interpretativo de desciframiento), y tenemos allí la posibilidad de ubicar un síntoma-letra, funcionando como sinthome, en la cadena del analizado que llegó al fin del análisis.

no creo que en el analizado tengamos los tres registros sueltos, hay un trabajo en el síntoma que le permite a alguien llegar a su hueso, a la letra del goce del síntoma, respecto del cual el sujeto logró algún anudamiento menos neurótico que aquel que lo llevó a la consulta, y si quieren, menos neurótico que la neurosis de transfe-rencia misma –que por otra parte también es un sinthome, cuestión que habría que trabajar también.

acá tenemos solamente la inhibición, el síntoma y la angustia anudando o encadenando los tres registros, pero Lacan planteó que el analista puede venir perfectamente a ese lugar, lo que Lacan llama el analista-sinthome. En el Seminario XXIII le preguntan a Lacan si el psicoanálisis es un sinthome, y él responde que de ningún modo, lo que es un sinthome es un analista; allí donde una neurosis se desen-cadenó y perdió ese cuarto redondel que lo mantenía estable, sea el que fuere –cualquiera de las dos inhibiciones, cualquiera de los dos síntomas, o cualquiera de las dos angustias–, eventualmente el analis-ta puede venir a suplir esa función sinthomática alicaída y ocupar ese lugar. tanto es así, que la familia que está alrededor del paciente aho-ra le dice al pobre tipo que depende de su analista, que su analista es como una especie de muleta, y tienen alguna razón en esto, porque el analista viene exactamente al lugar de esa función de anudamiento que hemos llamado sinthome. Valdría la pena que acompañe al sujeto a encontrarse, por último, con algún otro elemento que le permita esa función que el analista cumple durante una temporada.

Nieves: Quería hacerte dos preguntas.

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La primera: estuvimos trabajando este seminario cada una de es-tas tres nominaciones, nominación de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real, en relación con alguno de los tres tipos de neurosis. Propuse la nominación de lo imaginario como inhibición en relación con la neurosis obsesiva, la nominación por el síntoma en relación con la histeria, y la nominación por la angustia en relación con la fobia. Desde la perspectiva que planteaste hoy, de dos posibilidades distintas de redoblamiento de cada uno de los registros, ¿se podría seguir manteniendo este trípode, o habría seis tipos de neurosis.

La otra pregunta es en relación con esto tan interesante que plan-teaste del analista-sínthoma, o del síntoma-letra del analizado. En ese punto el avance de Lacan en el seminario XXIV sobre el toro qui-zás posibilita distinguir operaciones, por ejemplo el envolvimiento, que permitirían quizás distinguir las nominaciones estructurales de aquellas otras que serían producto de nuestra intervención.

Fabián: En cuanto a lo primero, soy freudiano, les diría que me parece que el campo de las neurosis queda tripartito, de modo que no veo inconveniente en ubicar eventualmente, formas de la histeria –en relación con estas dos formaciones sintomáticas–, formas de la obsesión –en relación con estas dos inhibiciones–, y formas de la fobia –en relación con estas dos versiones de la angustia.

con respecto a la segunda pregunta, Lacan era un tipo muy in-quieto, vieron ustedes que de un seminario a otro parece dejar esto y ya se mete efectivamente con las reversiones del toro. Porque luego está que cada uno de estos redondeles puede ser considerado un toro, ya no es una cuerda con espesor, sino un toro que puede revertir-se, desenvolverse y envolver a los otros tres. con estas reversiones tendríamos multiplicadas las posibilidades, ya que eventualmente, en cada una de ellas uno de los tres toros puede envolver a los otros tres

Intervención: ¿hay alguna manera de dar cuenta, si es que hay al-guna diferencia, entre un nudo de un analizante al inicio del análisis, y otro al final?

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Fabián: Debiera haberlo. La propuesta que me parece que pode-mos considerar a partir de lo que les propuse es lo siguiente.

uno. Refutamos la idea de que el sinthome es algo que se alcanza al final del análisis, para empezar Lacan lo propone para alguien que nunca hizo un análisis, James Joyce. si consideramos eso, hay neuro-sis sinthomadas, es decir, neurosis que están encadenadas, en las que los tres registros se soportan por un cuarto redondel antes de que haya habido un análisis. Para que un análisis comience, y más aún, antes que eso, para que alguien demande un análisis, tuvo que fraca-sar esa reparación sinthomática que mantuvo a esa neurosis estable y adormecida. De modo que uno tiene que pensar que para que haya una demanda de análisis algo tiene que haberse desencadenado.

En principio, y como les dije, hay dos formas de pensar el desen-cadenamiento y allí se nos abren al menos dos posibilidades: corte de un registro o lapsus del nudo. apostaría por el lapsus del nudo solamente porque me da algunas posibilidades de pensar más am-pliamente algunos casos clínicos. La cuestión del corte de un regis-tro me parece limitada en términos de su constatación clínica.

ahora bien, entonces tendríamos un sinthome de una neurosis no desencadenada, el desencadenamiento, y luego, lo que Freud lla-mó neurosis de transferencia –que es la puesta en forma del sínto-ma. allí ya tenemos lo que es la estructura de la entrada en análisis pensada en términos de nudos.

La puesta en forma del síntoma consiste en darle al síntoma el estatuto metafórico, que no es natural y que no trae, porque en rea-lidad, el síntoma como metáfora es un artificio del análisis –esto no era lo que decía Freud, pero Freud tenía que vender el psicoanálisis a su época. Freud suponía el inconciente más allá del psicoanálisis, pero no es la posición de Lacan. Lacan en Radiofonía & Televisión9, se juega por la idea de que no hay inconsciente por fuera de la ex-periencia analítica, de modo que no hay inconciente en un sentido fuerte si no está la oreja del psicoanalista presta a escucharlo.

9 Lacan, J. Radiofonía y televisión. Ed. anagrama. buenos aires, 1977.

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De modo que lo que vuelve metafórico a un síntoma, en un sentido fuerte, es el analista que lo completa. El analista comple-tando el síntoma, poniéndolo en forma. habría que ubicar si esa identificación con el hueso del síntoma al final del análisis da una diferencia con el síntoma a la entrada.

tengo la impresión de que en el fin del análisis no solamente nos quedamos con el síntoma-sinthome, que es el síntoma que anuda, que estabiliza; si así fuera tendríamos lo que Lacan critica en abra-ham como “la novela rosa de la felicidad genital”, que acá sería “la novela rosa de la felicidad sinthomática”, de un nudo estable, de un hombre de hierro, por decirlo así. me parece que hay esta vía de la identificación al síntoma, que supone la identificación con lo duro, con el hueso del síntoma, pero luego me parece que hay, además de esa versión sinthome, algo que del síntoma no anda, y que no anda todavía allí, en el final del análisis. Es decir, que hay algo que queda encadenado, anudado, y hay algo que queda desencadenado. hay un saber hacer ahí con, y un no saber hacer radical –me parece que el fin de análisis da cuenta de las dos perspectivas.

y por más que ustedes se encuentren a veces con gente que les cuenta no sé qué cosas del fin del análisis, siempre es posible encontrar testimonios de que hay un núcleo real que se mantiene allí inalterable, y es el hecho de que no hay relación sexual, y que el psicoanálisis no nos cura del hecho de esa inexistencia, que es sín-toma. Luego están los tratamientos de eso, que llamamos sinthome, el modo de reparar, de vérselas con lo que no anda. yo ubicaría esas dos vertientes del síntoma al final, una vertiente sinthome, y una vertiente propiamente síntoma.

VI. Real y formalización.

Intervención: ¿En la neurosis se sostiene presente el cuarto anu-damiento?

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Fabián: si está encadenada, estable, sí. En el Seminario XXIV, por ejemplo, Lacan habla de la estabilidad que aporta a la histé-rica la armadura del amor al padre10, por ahí podemos examinar la perspectiva del sinthome histérico. Pero también hay una locura histérica, y hay posiciones en la histeria en las que encontramos clí-nicamente del lado de las histerias un no contar con la armadura del amor al padre, y las tenemos más bien desencadenadas.

allí se plantea una cuestión que habría que desplegar y desarrollar bien: desencadenamiento en términos clínicos, ¿siempre es desencade-namiento en términos nodales? Porque alguien que está clínicamente para internar, no necesariamente es alguien que no cuenta con un sinthome. hay sinthomes, algunos modos de anudamiento, muy pro-blemáticos, que dan una fenomenología clínica de alguien que está para internar. no creamos que el sinthome es el mejor de los mundos, puede dar anudamientos muy rígidos. hemos trabajado durante mu-chos años los anudamientos en la anorexia por ejemplo, en donde el sujeto encontró una solución, pero es una solución que la lleva al ce-menterio, porque se deja morir de inanición. Ella resolvió la pregunta por lo femenino, tiene una solución, pero la solución es catastrófica.

hay soluciones problemáticas, y problemas que son bien inte-resantes plantearse. un psicoanalista puede poner en cuestión un encadenamiento rígido, y eso da un poco de aire, un poco de salu-bridad. no siempre estar anudado es lo mejor que nos puede pasar. hay anudamientos muy complicados.

habría que ver si siempre superponemos lo que llamamos des-encadenamiento en términos de nudos con desencadenamientos clínicos. a veces, alguien está desencadenado, y está tan desencade-nado porque está demasiado rígidamente anudado.

Intervención: ¿Vos estás proponiendo para el final de análisis el sínthoma en relación al síntoma letra?, ¿puede ser?

10 Lacan, J. Seminario XXIV. L’insu que sait de l’une bévue c’est l’amour. Inédito. clase del 14 de diciembre de 1976.

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Fabián: una de las vías que tomé es ésa, sí.

Intervención: En ese caso, supondría que está reparando el lapsus la letra real y simbólico?

Fabián: supondría.

Intervención: sin embargo, estás ofreciendo seis opciones de lap-sus iniciales. En ese caso, si el sínthoma de fin de análisis es entre simbólico y real, ¿daría un anudamiento que no es borromeo?

Fabián: Es borromeo. Es entre simbólico y real, en los dos jun-tos, e incluyo allí un sínthoma que viene como oreja a enlazar a esos dos juntos.

Intervención: sí, ése sería el sínthoma, sin embargo, el lapsus ini-cial puede ser en cualquiera de las otras cinco opciones…

Fabián: El asunto es el siguiente: ¿existe ubicándolo realmente, el lapsus en algún lugar? no, dije que más bien es una cuestión de artificio de escritura. claro, si yo pongo el imaginario en el medio entre simbólico y real, eso me da pretendidamente un lapsus en determinado lugar. En realidad desencadenados están así:

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Es un asunto de escritura dónde vamos a ubicar retroactivamen-te el lapsus a partir del anudamiento. Lo que decía al final, no es que necesariamente el lapsus está allí, está allí porque allí lo escribimos.

hay una relación que hay que trabajar entre real y formalización, porque en lo real lo que hay son letras. Es la posición que el análisis le da a los registros lo que permite eventualmente situar un lapsus y situar el sínthoma que lo viene a reparar. Pero no necesariamente el lapsus que encontramos al final –reparado por un sínthoma entre simbólico y real– es el mismo que está en juego antes, o en algún momento de esa cura. Es decir que podemos ir situando lapsus dis-tintos, y encadenamientos y desencadenamientos distintos a lo largo de una cura, de acuerdo a cómo vayamos escribiendo formalmente las relaciones entre los registros.

Nieves: Le agradezco mucho a Fabián su clase de hoy. hasta la próxima.

Clase del 3 de julio de 2008

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VII. La inhibición. “Control de vuelo”.

Nieves: buenas tardes. Les presento a Liliana cantagalli, que es coordinadora del Equipo de trastornos de la alimentación del hos-pital de san Isidro y docente de la cátedra de clínica con púberes y adolescentes de la Facultad de Psicología. En esta oportunidad nos va a presentar un caso de su práctica a partir del cual vamos a inten-tar trabajar en el nudo la inhibición.

I. El caso

Liliana: Patricia es una mujer de treinta años que consulta en el Hospital de San Isidro a raíz de episodios de vómitos y atracones que padece desde sus quince años, cuando llega a pesar 40 Kg., vómitos sólo interrumpidos durante el embarazo de su hijo de dos años, reiniciados tras el nacimiento del bebé.

Hizo tratamiento en Aluba durante un año y medio a los catorce años, y en su juventud un tratamiento psicológico privado, siempre “tra-tando de encontrar la causa de la bulimia y la anorexia”, y de una “base de tristeza que siempre tengo: mi papá y esa competencia que nunca me deja bien parada”.

De su padre dirá: “Fue muy duro toda la vida, se encargó de traernos la parte económica. Me cuesta muchísimo la relación con él, yo soy la del medio. He deseado más de una vez que se muriera, y después sentirme culpable. Con mi hijo mi papá es una persona distinta. Es el padre que nunca tuvimos. Dice mamá que sí fue así con nosotras, de chiquitas. No

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tengo recuerdos de mi papá jugando conmigo. Despreciativo con la gente, altanero, “yo lo sé todo”, era su posición.

“La inseguridad que tengo, todo era para demostrarle que yo podía. Costaba mucho satisfacerlo. Tenía que ser un logro”.

Interrogada acerca de qué había que demostrarle, responde: “Que yo era digna de su orgullo también, yo estaba desesperada por llamar la atención de mi papá”. Atención que parecía centrarse, según la paciente, en su hermana mayor, con quien sostiene una competencia permanente, y afectos de amor y desprecio muy intensos. “Yo engordaba o adelgazaba según lo que hacía ella”. Esta relación sólo se apacigua un tanto luego de un accidente que esta hermana tiene en el extranjero y que casi le cuesta la vida. “Tuvieron que reconstruirle la uretra entera y todavía no se sabe su condición para ser madre, me hizo replantearme por qué la juzgaba tanto, volver a ese sentimiento de hermana”.

Durante el inicio del tratamiento los vómitos se producían a diario, por lo menos una vez, y por períodos varias veces al día, al punto de “comer para vomitar, descargarme de algo, un descargo, me saco un peso de encima”. Al interrogarla acerca de cuál es el cargo, cuál es la culpa, responde: “por mentir, en todo lo que fuera la enfermedad mentí mu-chísimo”. En una sesión comenta: “Trato de controlar todo, y se volvió a repetir un sueño: Un accidente aéreo que veo desde la casa donde vivía yo antes. Un avión despega, se da vuelta y cae boca abajo, y yo lo puedo ver desde la casa donde vivía. Ahí no viví la mejor época de mi vida, desde los once a los veintidós, y ahí me enteré que se había suicidado mi tío” (hermano paterno).

Intenta controlar sus vómitos como conjurando algún mal: “no voy a vomitar para asegurarme de que él vuelva”.

Sus preocupaciones constantes son, por un lado, volver a insertarse laboralmente y por otro la seguridad de su hijo, expresada como “si a Lucas le pasa algo…” Hijo buscado, pero a cuyo parto le sucede una depresión puerperal que dura hasta el quinto mes del bebé aproximada-mente, y de la cual dirá: “Había perdido la independencia”, y por otro lado: “Me agarró que volviera a la panza”. “La mamá perfecta tiene que tener leche. No entendía a mi bebé”.

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Por razones laborales del padre, se trasladan a Uruguay en su pri-mera infancia, regresando a Buenos Aires en quinto grado. Infancia marcada por ser “gordita”, alcanzando un peso máximo de 70 Kg. hasta la pubertad.

A la vez que despliega su historia, un nuevo sueño, esta vez una pesadilla la interroga: “Cosas de tragedia. Ya me confirmaron que no en un trabajo, otra vez eligieron a otra, hay otra mejor. Pesadilla del once de septiembre, yo estaba adentro y veía como se iba cayendo el edificio. Estaba tratando de ver cómo salía. Yo voy caminando por el techo o las paredes. Se está cayendo. Ni rasguños, ni nada, me las podía arreglar”.

Intervengo para señalar un desmoronamiento. Transcribo el desa-rrollo de la sesión siguiente, en la que dice haberse quedado pensando en sus sueños de cosas que se desmoronan y piensa en su padre. “Papá estaba muy bien en el trabajo, cuando volvimos a Argentina empezaron los problemas, empecé con esos sueños, siempre en la misma casa. Para mí, mi papá siempre fue el roble, el imbatible. Cuando empezó a tener problemas de trabajo, cuando se suicidó su hermano, cuando tuvo un problema con un familiar, lo vi por primera vez quebrarse, fue entre mis doce y quince años. Lo fui a ver y estaba llorando, nunca en mi vida lo había visto llorar, me conmovió completamente, lo abracé y él me abrazaba. Ese edificio que se caía. Descubrí que tenía problemas de comida, en mi cumpleaños de quince no quería comer la torta, me sentía angustiada”.

Intervengo para preguntar sobre el desmoronamiento.“Papá trabajaba en una importante empresa internacional, lo

trasladan a Uruguay, y después de siete años le habían propuesto ir a EEUU, que era su sueño. Mi abuelo paterno estaba muy enfermo y le pide si no puede venir a Buenos Aires. y papá pide la transferencia en lugar de EEUU, a Buenos Aires. El abuelo nos da una casa en el gran Buenos Aires, pagándole un alquiler; siempre el abuelo quería algo más. Empezó a haber muchos problemas con su padre, nos mandaron carta documento para salir de la casa. En Argentina se dedicaba a su trabajo, no le gustaban nuestras amigas, de vuelta no se adaptó a la nueva geren-cia. Lo dejó por un padre que tampoco nunca le enseñó a querer. Ahora

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está muy volcado a la iglesia y ahora te habla de sentimientos. Más de una vez desee la muerte de papá. Sigue teniendo pedantería, orgullo. Hay mucho de mi papá en mi enfermedad”.

Durante el tratamiento el padre enferma de meningitis, y si bien ante el dolor del padre la paciente se asusta, se hace presente la fantasía de su muerte, tantas veces deseada, pero temida ahora, y otra fantasía, la de vi-vir con su madre: “Me encargaría de mamá, las ventajas si él no estuvie-ra”. De su madre, que como ella es la hija del medio, antecedida y sucedi-da por hermanas, dice: “Si a mi mamá le pasa algo lo sufriría muchísimo, no le deseo más que muchísima salud y felicidad, no mostró diferencias con nosotras, con un corazón de oro, me llena de orgullo mamá. Pecó de ingenuidad, confía mucho en lo que yo le digo”. Interrogada acerca de las consecuencias de la ingenuidad de su madre responde: “En el tema de la comida, un montón, cuando le dije que no iba a seguir el tratamiento de Aluba se puso a llorar, me conmovió un montón, que ella nada más era feliz con nosotros”. También su madre era la que “ponía paños fríos” en la relación del padre con sus hijas, y hacía de cuenta que no pasaba nada”. Más adelante en su tratamiento dirá: “Mamá toda su vida fue de esquivar el problema, que esté cómodo él, nosotras tenemos como natural que esté cómodo él”. La relación de la pareja parece haber sido mejor en los años que vivieron en el extranjero, siendo que “papá por mamá se des-vivía, pienso si él no nos tendría celos, que le quitábamos el tiempo”.

Los vómitos continúan y lo plantea como un “Voy a fallar en el intento de no vomitar”, que recibe como intervención una pregunta: “¿Y por qué no podrías fallar?” “No quiero fallar en esto, igual no me gusta fallar, si vomito empiezo a sentirme mal con todos alrededor”, y continúa con “El tema de mi padre nunca lo llego a arreglar, si va a cambiar alguna vez, desear su muerte”, a lo que le sigue la larga lista de reproches desde que empezó a tener problemas laborales en Argentina. Intervengo entonces pre-guntando si no se habrá deprimido el padre con todos estos problemas.

“Se deprime cuando en una discusión le decimos que es altanero, está deprimido cuando no tiene trabajo.” y continúa: “…sacar de aden-tro todo lo malo, como cuando uno vomita. Me dieron ganas de llorar. Creo que tiene depresión”.

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Movimiento de la falla a la depresión, que marca la inminencia del cese de los vómitos.

Retoma lo dicho en aquella sesión: “Hablamos del vómito y lo com-paré con sacar toda la bronca de adentro, no sé si desde ese momento algo cambió, o empecé a decir todo lo que me pasaba. Con la depresión de mi papá siempre sentíamos culpa por no estar ayudándolo. Cada vez que sale un aviso para papá se lo muestro”. Pregunto: “¿Vos lo querés más activo?”

“Más de una vez él nos reclamó que le debíamos el sostén económico, la ayuda que él nos había dado. Me da bronca”.

En su infancia “…siempre era la gordita, me aislaba mucho. Ha-cerme la payasa de chiquita, cayéndome al piso, y me lastimaba, pero no importaba porque los demás se reían. ¿Habré tenido una infancia tan feliz?”

Intervengo entonces, como en sucesivas ocasiones, interrogando esa imaginaria felicidad infantil, o la perfección supuesta a su hermana, o su madre, intervenciones que descompletan y alivian a la paciente.

“Estoy teniendo un poco más de paz adentro, lo asocio con mi niñez, que haya descubierto que mi niñez no era tan feliz como creía”. Pre-gunto: “¿Lo que pesaba era sostener esa ilusión?”A lo que responde: “Tal vez ese ideal no era tan así…” Se pregunta sorprendida, dado que ya no vomita, qué puede haber cambiado, dado que venía vomitando hace quince años.Tras una discusión con su esposo, tiene ganas de llorar: “En otro momento, era el punto para vomitar, como mi mamá, que hace de cuenta que no pasa nada”.

Movimiento que hace lugar a la angustia, a la vez que interroga y abre distancia de la posición materna a la que se encuentra identificada.

Teme heredar de su padre la depresión que también padeció y llevó a la muerte a su tío.

La pregunta por el cese de los vómitos es cerrada ahora con una in-terpretación que lo pone nuevamente a su hijo como causa: en el jardín de infantes de su hijo cae un árbol, y en agradecimiento porque su hijo está ileso, es que deja de vomitar.

Decido en este momento poner término al tratamiento hospitalario, al año de haberse iniciado, y que continuará a su pedido en privado.

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En este tramo de tratamiento atraviesa momentos de angustia, y reaparece la sorpresa por el cese de los vómitos, cese ubicado nuevamente como más allá de su control. “La ira contenida estuvo conmigo muchos años, la aplacaba vomitando”.

Sueña: “Me secuestraban y yo decía: “Pero yo no quiero que me violen más. No quiero ver más””. Algunas de sus asociaciones fueron: “Como te-nía tantas ganas de ser deseada, porque como era gordita y nunca causaba ningún tipo de interés, en la adolescencia, quería que me secuestraran”. A mi pregunta por el ser forzada a ver responde: “Era una violación que era yo, pero yo me estaba viendo también, me fijo en la escena”.

Otro sueño: “Estoy comiendo un chicle, como que va creciendo. Me lo voy sacando, sacando, pero van quedando restos, restos, hasta que al final queda limpia la boca, después de eso empezaba a hablar, porque eso me tapaba la boca. A raíz de haber dejado de vomitar estoy como más angustiada”.Se pregunta “¿Podré hacer las dos cosas, convivir con la maternidad y mi trabajo?”

Se inserta laboralmente en una empresa donde “….me buscaron por ser mujer”, hecho que vive como una “…caída en mi autoestima, es in-distinto ser mujer u hombre”, antecedido por un sueño que tiene mientras está manteniendo entrevistas laborales en la empresa que finalmente la toma: “Había un bombonazo atómico que me declaraba su amor y lo rechazaba a él para seguir con vos –refiriéndose al marido– porque te quería”. Se pregunta: ¿Me podría pasar alguna vez que me enamorase de alguien, cambiaría mi vida por algo así?

Intervengo destacando el ser mirada con amor y su rechazo. En el trabajo, su sensación de no estar a la altura “…es una constan-

te medición de mi parte, cuánto me falta, éste sabe más…” y la duda: “Tal vez estoy en un puesto más alto del que debería estar, y esa duda me mata”; no entiende, se siente tonta.

Varios sueños eróticos con jefes y compañeros de trabajo remiten a la mirada de un hombre. “Hace rato que no me sentía mirada”. Interroga-da responde: “Uno tiende a desmerecer lo que tiene al lado. Mi marido como mi mamá, ¿me dicen cosas porque me quieren?” Intervengo para señalar este analogía: “Mi marido como mi mamá…”

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Dos ausencias consecutivas al tratamiento me alertan acerca de un punto de angustia, frente al que intervengo con una frase que ella retoma: “Me quedé con tres palabras que me dijiste: no te asustes, me lo repetía cada vez que me frenaba”.

Un par de sueños con contenido erótico con compañeros y uno con su padre son casi el cierre del tratamiento: “Papá abusaba de nosotras. Me acariciaba. Estaba acostada en mi cuarto y papá venía y como que me abrazaba de una manera rara, no de padre a hija, pero lo sentí como abu-so. Yo estaba en una actitud muy pasiva, no por rechazo, sino porque, esto es un divague, lo veo más cercano al abuso psicológico, abuso de autoridad”.

A los cuatro meses de estar trabajando, un embarazo le permite refu-giarse en la maternidad, e ir dejando el trabajo y el tratamiento.

II. La lógica de la inhibición.

Nieves: muchas gracias, Liliana. mi comentario va a tener dos partes. una parte en la que voy a seguir un poco el relato que hizo Liliana para ir ubicando distintas cuestiones, y un segundo momen-to en el que intentaremos a llevar ese recorrido al nudo. titulé mi comentario “control de vuelo”.

antes de comenzar con él, les voy a leer una cita del Seminario XXIII: “El cuerpo no se evapora, es consistente, y eso es lo que le es a la mentalidad antipático, únicamente porque ella cree allí tener un cuerpo para adorar. Esta es la raíz de lo imaginario. Yo lo pienso, es decir, lo hago panza, es decir, lo sufro, es a eso que se resume, es lo sexual lo que miente ahí dentro por contarse demasiado”1

Patricia llega a los treinta años al tratamiento con Liliana con esta cuestión de los vómitos que viene provocándose desde hace quince años, la mitad de su vida. Inmediatamente plantea que se siente mal parada y en un estado de competencia, y por otro lado, una base de

1 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII. El sínthoma. Paidós. buenos aires, 2006. Pág. 64.

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tristeza que liga con su padre. Describe a este padre como duro, des-preciativo, altanero, salvo con los niños, ya que con su hijo el padre es una persona distinta; por otro lado tiene relatos por parte de la madre que refieren que cuando ella era niña también el padre era así. se trata de un padre que sólo puede ser dulce, tierno o amoroso con los niños. Desde el primer momento se enuncia un deseo de muerte hacia al padre, que es totalmente consciente y que le provoca culpa.

Por otra parte refiere una inseguridad ligada a la obligación de de-mostrarle al padre su valor. De modo que desde el inicio se pone de relieve en Patricia una posición mostrativa, es decir, una disposición al acting destinada a llamar la atención, a demostrarle al padre.

Por otra parte está la rivalidad con su hermana mayor, que pa-rece haber sido la preferida del padre. con esta hermana entra en una relación especular, engordando y adelgazando en función de los avatares de esta relación.

al referirse a los vómitos que se provoca a diario, hay un mo-mento en el cual ella dice: Comer para vomitar… descargarme de algo …un descargo. La analista interviene preguntando cuál es el cargo, y ahí surge la cuestión de la mentira. Esta mentira queda ligada a lo que se oculta en el control: Trato de controlar todo. De modo que la posición de Patricia es una posición de control, en la que los vómi-tos cumplen una función de control, una función de mentir o de ocultar, y también una función de conjura respecto de un mal.

En este momento Patricia trae un primer sueño, repetitivo, el sueño del avión que cae. Ella liga directamente ese sueño con una etapa de su vida, de los once a los veintidós años, que asocia con la casa desde donde ella veía el accidente aéreo. La nombra como la casa en donde se enteró del suicidio de su tío paterno, de modo que ese avión que cae queda ligado a esa marca.

Por otro lado, podemos ubicar algunos significantes en este sue-ño que son significativos: despegar, darse vuelta, caer, y, boca abajo –ahí está la boca. Es en el marco de este sueño que ella va a significar a los vómitos como conjura, al decir: No voy a vomitar para asegu-rarme de que él vuelva.

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Los vómitos están al servicio del control, y a la vez ella quisiera poder controlar los vómitos. si ella controlara los vómitos se ase-guraría de que él vuelva. Ese “él” queda un poco indefinido pero remite a la línea paterna, ya que surge en el marco de ese sueño en el que la referencia es el suicidio del tío paterno.

Por otra parte ella trae las dos preocupaciones que podemos ubi-car como las demandas que la llevan al análisis: la reinserción labo-ral, y la angustia por la seguridad de su hijo; dos cuestiones que ella no puede controlar.

Por otro lado, ella también testimonia de la dificultad en la que se encontró a partir del nacimiento de su hijo para ubicarse en el lugar de otro: Había perdido la independencia… no entendía a mi bebé. En este punto podemos definir ya un primer aspecto de la posición de Patricia, que es una posición de niña. En la medida que el padre sólo podía ser amoroso con los niños, ella eligió –median-te la inhibición de su feminidad– quedar ubicada en una posición infantil, respecto de la cual el deber ocuparse de su niñito se ve perturbada, dando lugar a esa depresión puerperal que dura cinco meses, a pesar de haber buscado ese hijo.

su cuerpo parece haberle pesado ya desde la infancia, nombrán-dose como “gordita”, y llegando a pesar setenta kilos.

a medida que Patricia habla de su historia trae un nuevo sueño, en el que nuevamente está la cuestión de la caída en juego: El once de septiembre yo estaba dentro y veía cómo se iba cayendo el edificio, estaba tratando de ver cómo salía, ni rasguños ni nada, me las podía arreglar. trae este sueño a la vez que cuenta que eligieron a otra en el trabajo, nuevamente ella queda mal parada, y es ese “mal parada” que insiste el que la lleva a este sueño, en el que justamente se trata de un edificio que cae. Es interesante cómo la posición en la que se encuentra el sujeto en este sueño es la de tratar de ver cómo salir, de poder arreglárselas. De modo que en esta demanda de análisis en el nivel del inconsciente se trata de encontrar la salida, y el sentimien-to que tiene el sujeto de que va a poder con eso.

La analista señala el desmoronamiento en ese sueño, lo que lleva

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a que Patricia despliegue un momento fundamental de su historia, que es el momento de desmoronamiento del padre, cuando el padre se quiebra –entre sus doce y quince años–, renunciando a su deseo para volver con su propio padre, abuelo paterno que toma la faz de un superyó feroz que obliga a su hijo a quedarse en buenos aires, a ocuparse de él, para terminar echándolo de la casa.

La respuesta de Patricia al desmoronamiento del padre es la posi-ción anoréxica-bulímica, Descubrí que tenía problemas de comida. En mi cumpleaños de quince no quería comer la torta. En ese momento de la adolescencia podemos ubicar cierto vuelco en su posición, ya que pasa de ser “la gordita” a rechazar la incorporación, a no querer comer y provocarse los vómitos. se trata de un movimiento de inhi-bición como respuesta a una doble cuestión: por un lado el desmoro-namiento del padre, por otro, la irrupción de la feminidad corporal.

En este tramo del tratamiento el padre enferma de meningitis, y en ese momento se hace más presente la ambivalencia en juego en relación con su deseo de muerte del padre. Por un lado es algo que ella siempre desea, y por otro lado está el temor a que esto suceda, ella queda dividida ahí.

En este punto hace una declaración que da cuenta de hasta qué punto su posición se puede ubicar en términos de lo que Freud plan-teaba como Edipo invertido, ya que dice que la fantasía de muerte del padre la lleva a la fantasía de vivir con su madre, de encargarse de ella, afirmando que la ventaja si el padre no estuviera sería que ella podría estar con su madre, ahí se verifica el estrago materno en juego como correlativo de la posición del sujeto en el Edipo invertido.

Es en este punto que Patricia abunda en una descripción de la madre ideal: Si a mi mamá le pasara algo lo sufriría muchísimo, no le deseo más que salud y felicidad…No mostró diferencias con nosotras… con un corazón de oro… me llena de orgullo, etc. y lo que termina situando en esta especie de himno a la madre, es cómo en realidad siempre se las arregló para hacer de cuenta que no pasaba nada y para esquivar esta relación de cierta ferocidad entre el padre y sus hijas, o al menos entre el padre y Patricia.

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III. El cese de los vómitos.

a partir de este momento podemos situar el inicio de un movi-miento en el análisis, que va a llevar al cese de la práctica del vómito. hay unos hitos en ese movimiento que va señalando la analista. al primer hito podríamos llamarlo “Encuentro con la castración”. Patricia dice: Voy a fallar en el intento de no vomitar, a lo que la res-puesta de la analista no se hace esperar: ¿Y por qué no podrías fallar? cuando ella vuelve una vez más sobre el asunto del deseo de muerte y la lista de reproches al padre, la analista interviene preguntándole si no se habrá deprimido el padre, y ese significante depresión loca-liza el punto de castración en el padre, Patricia termina llorando y diciendo que sí, que cree que el padre tenía o tiene depresión. Luego hay una serie de intervenciones que barran a la madre y al ideal de la infancia feliz en el que ella se sostenía.

Es a partir de este movimiento inicial de confrontación con la castración que Patricia puede comparar los vómitos con sacar la bronca de adentro y situar ahí un antes y un después. Ella dice: Des-de ese momento algo cambió, desde el momento en el que comparó el vómito con sacar toda la bronca de adentro. se trata de un efecto de interpretación, por el que va a traducir vómito por bronca, traduc-ción que opera cierta simbolización del fenómeno corporal.

Esta simbolización del fenómeno de los vómitos va a contrapelo de la operación misma de inhibición –que es justamente la imagi-narización de lo simbólico. allí podemos ubicar un acontecimiento –en este antes y después que señala Patricia, por el que algo cambia, y ese algo que cambia a partir de ese momento va a llevar al cese efec-tivo de la práctica del vómito– en la medida que las intervenciones de la analista empiezan por situar la castración en el sujeto mismo y en el punto mismo del control. ya que la primera intervención que sitúa la castración opera sobre el sujeto que venía diciendo que iba a fallar en el intento de controlar el vómito; esa intervención sitúa la falla en el control, agujereando el mecanismo de la inhibición.

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VI. La vía de la angustia.

cuando Patricia deja de provocarse el vómito surge la angustia, ahí verificamos la definición que da Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” de la inhibición como el mecanismo más eficaz para evitar el desarrollo de angustia.

Por otro lado, a partir de que ella puede perder esa práctica pue-de ligarla simbólicamente con el hacer de cuenta que no pasa nada materno, de modo que los vómitos quedan justamente situados en esta línea en la que opera la inhibición, que apunta justamente a que todo quede igual, que nada cambie. Por eso es interesante que cuando algo cambia, ella deja de vomitar. cuando algo cambia en el análisis, ella dice Desde ese momento algo cambió, algo dejó de ser igual, ahí deja de vomitar, puede perder el vómito. Justamente, el vómito estaba en el punto de hacer de cuenta que no pasa nada, de anular todo acontecimiento, de ocultar, en todo caso, lo que pasa, de allí que cuando lo pierde sobrevenga la angustia.

En este punto surge una nueva interpretación, acerca de por qué dejó de vomitar, ella se interroga acerca de esto que le resulta enigmá-tico, y entonces surge la cuestión de que se había caído un árbol en el jardín de infantes del hijo, entonces ella cree que dejó de vomitar por eso. me parece interesante esta interpretación que hace Patricia, ya que en ella una contingencia –que es esta caída del árbol– desarma la lógica de la repetición en la cual ella se encontraba tomada, en ese temor que tenía ella de padecer la depresión paterna y de llegar al suicidio como su tío, de que esa desgracia de la familia paterna caiga sobre ella. Es en el punto en el que la desgracia no cae sobre su hijo donde la lógica de lo necesario se detiene, cesa de escribirse. a partir de esta contingencia se vuelve posible otra cadena que no sea la repe-tición incesante de lo mismo, y esto distinto queda encarnado en su hijo como causa, entonces ella puede trasmitir también otra cosa a su hijo, algo diferente de la desgracia de la familia paterna.

Junto con el cese de los vómitos llega el cierre del tratamiento hospitalario, cuya demanda estaba justamente ligada a ellos, a la

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bulimia. Pero la demanda de análisis continuaba presente más allá de la remisión sintomática, y es la que lleva a Patricia al consultorio de la analista.

Este tramo del tratamiento analítico transcurre en la vía de la an-gustia, una vez que el sujeto ha perdido el control del vuelo, el control de los vómitos. Es interesante que el dejar de vomitar no es conse-cuencia del control, ni de una decisión, sino que es algo que la sor-prende. no es por el lado del yo que ella deja de vomitar, al contrario, está sorprendida y necesita interpretar el hecho de haber dejado de vomitar. En ese momento que ella se sorprende por haber dejado de vomitar, es el sujeto dividido el que viene al lugar donde antes estaba el yo, controlando con los vómitos lo que entraba y lo que salía, lo que se veía y lo que no se veía, lo que pasaba y lo que no pasaba; ahora se hace presente el sujeto dividido, y ella necesita entender lo que pasó.

hay una serie de sueños que muestra muy bien el movimiento que va realizando el análisis, movimiento que la va a llevar a un punto de angustia frente al cual va a retroceder –no hasta el punto inicial, como veremos

Primer sueño de este nuevo tramo del análisis: Me secuestraban y yo decía: “No quiero que me violen más, no quiero ver más”. se recorta el objeto mirada, que irá teniendo distintas elaboraciones a lo largo de los siguientes sueños. surgen también sus ganas de ser deseada, en asociación con su adolescencia, cuando tenía ganas de ser desea-da pero como era gordita fantaseaba con que la secuestraban. En ese mismo punto, en este sueño, quedan asociadas la obesidad con un fantasma de violación.

V. Vicisitudes del objeto.

El sueño siguiente, que es el sueño del chicle, es un sueño por demás interesante. Estoy comiendo un chicle, como que va creciendo. Me lo voy sacando, sacando, pero van quedando restos, restos, –repetición,

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repetición, claramente en juego ahí– hasta que al final queda limpia la boca. Después de eso empezaba a hablar porque eso me tapaba la boca, y también dice que a raíz de haber dejado de vomitar está más angustia-da. Forma parte también de este relato del sueño la asociación entre el haber dejado de vomitar y la angustia. El chicle habla de una infla-ción imaginaria del objeto oral, es el chicle que va creciendo. Podría-mos también decir que es una versión fálica del objeto oral. Ese chicle que va creciendo es el objeto oral que se va inflando imaginariamente hasta explotar. cuando un chicle crece mucho termina explotando, porque finalmente es extraído como un objeto a, como un resto. Me lo voy sacando, sacando, pero van quedando restos, restos, hasta que al final queda limpia la boca, se ve ahí la extracción del objeto oral. Es un sueño que habla de la transformación de ese objeto a imaginarizado por la inflación yoica, en un objeto real, en un resto, en una nada que deja la boca limpia y permite hablar, pasar a la palabra.

Este sueño muestra cómo a partir de que el sujeto puede perder ese objeto imaginario, puede salir de la inhibición, puede hablar. La inhibición es tener la boca tapada, y cuando ella pierde ese objeto que le tapaba la boca, empieza a hablar, de modo que se relanza el despliegue de lo simbólico, que era lo que la inhibición detenía, y quedan en ese mismo sueño, con una lógica implacable, situados los vómitos como tapón de la angustia.

Luego viene ese momento en el cual a ella la eligen en el trabajo por ser mujer. Es interesante ya que habla de la caída de su autoes-tima y de una indistinción entre los sexos, ella dice: Es indistinto ser mujer u hombre, pero trae un sueño en el cual se trata de la distin-ción entre los sexos, de un hombre que la mira con deseo.

En este punto se verifica también que en la demanda de análisis inicial –referida a esas dos cuestiones que podían escapar al control, que eran reinsertarse laboralmente y la seguridad por su hijo– estaba en juego la cuestión de lo femenino para ella. De hecho, ya antes de empezar a trabajar sueña con relaciones eróticas con compañeros de trabajo: Había un bombonazo atómico que me declaraba su amor, y lo rechazaba para seguir con vos –con el marido– porque te quería.

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En esta serie de sueños, especialmente en este último, empieza a producirse una primera reversión pulsional en relación con el ob-jeto mirada. El primer sueño que ella había traído en esta serie del análisis en el consultorio, era que ella era violada y era forzada a ver, de modo que ella era quien miraba; mientras que aquí se trata de hacerse ver, de un otro que la mira, de un hombre que la mira. De ese goce autoerótico, cuando ella tenía que mirarse siendo violada –porque no había ningún hombre que la mirara–, a ese goce hétero, en el que la mirada queda del lado del hombre, y ella como causa del deseo y del amor de un hombre.

se establece un claro contrapunto entre la corriente tierna en relación con el marido y este “bombonazo atómico”, que encarna también el objeto oral, pero ahora en una dimensión ligada al goce heterosexual y al deseo, y no a la satisfacción autoerótica de comerse sola el bombón y después soñar con que es violada. Ella rechaza al “bombonazo atómico” para quedarse con el marido porque lo quiere, para preguntarse luego: ¿Me podría pasar alguna vez que me enamorase de alguien?, de modo que querer al marido queda en contrapunto con enamorarse, con un amor articulado al deseo. El amor al marido es la corriente tierna, como se va a verificar después, cuando Patricia diga: Mi marido como mi madre…, cuestión que es escuchada y señalada por la analista, y que va a ser determinante en la decisión del sujeto de retroceder, al menos por un tiempo, al menos por nueve meses.

De mirarse a hacerse mirar se opera ese mismo movimiento que antes situamos del chicle al resto, del yo al sujeto barrado. De mirar-se yoicamente, fantaseando, a hacerse mirar y quedar dividida por la mirada de un hombre, rechazándolo histéricamente.

Insisten los sueños eróticos con jefes y compañeros de traba-jo que remiten directamente a la mirada de un hombre. Ella dice: Hace rato que no me sentía mirada, y ahí también nuevamente está la distinción entre la mirada de un hombre, el sentirse mirada, y el marido y la mamá que le dicen cosas porque la quieren. ahí se dice Mi marido como mi mamá…, lo que es señalado por la analista; a partir de esa intervención ella se ausenta dos sesiones consecutivas,

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quiere decir que tocó el punto justo, que esa intervención tocó un punto de goce que la frena –en términos de Patricia–, ya que ella dice que cada vez que se frenaba repetía tres palabras que le había dicho la analista, No te asustes. Recordemos que el freno es una de las maneras en que Lacan define a la inhibición.

VI. El fantasma de seducción histérico.

Finalmente, el sueño de seducción, que habla de una erotización del lazo con el padre: Papá abusaba de nosotras, me acariciaba…, en-tonces el rechazo del yo a esta erotización del lazo, que dice: No, pero en realidad era abuso psicológico, abuso de autoridad. El inconsciente dice, o desea, otra cosa, haciendo presente el fantasma de seducción histérico, que sería la punta para ir desde esa angustia que le provoca a Patricia –como a todo sujeto– al síntoma histérico. La vía de la histe-rización justamente se articula en el punto en que se puede erotizar el lazo con el padre, en el que podría despuntar la vertiente amorosa.

se trataría allí del mismo movimiento que realiza Freud como construcción del segundo tiempo del fantasma “Pegan a un niño”, tiempo imposible de recordar, que hace al fantasma fundamental: mi padre me pega porque me ama, donde está en juego un goce eró-tico con el padre, que lleva la marca de la regresión, como señala Freud, al manifestarse como golpe, de allí que encuentre ese fantas-ma en su mayoría en mujeres obsesivas, ya que en esa estructura, o superestructura “de la histeria”, el goce genital regresiona hasta su versión sádico-anal.

En este sueño de Patricia se realiza el movimiento inverso a la re-gresión obsesiva, que es la histerización, por la que el sujeto encuentra la vertiente erótica del lazo con el padre. En ese momento la decisión del sujeto es volver a la inhibición, al freno, al tapón, pero esta vez se trata del tapón de la maternidad. no vuelve a los vómitos sino que recurre a la maternidad, por eso decía que al menos son nueve meses, ya que después de ese plazo, por más que quiera, la panza no va a

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volver, en ese punto se verá cómo vuelve el último tramo del análisis, ya que su depresión puerperal muestra que el hijo nacido, separado de ella, no llega a funcionarle como tapón. sí está claro que le fun-ciona como tapón el embarazo, ella había podido dejar de vomitar justamente el tiempo del embarazo de su hijo anterior.

si bien ella retrocede, no retrocede al punto de partida, no vuel-ve a la práctica de los vómitos, ella misma dijo que hay un antes y un después, de modo que algo cambió definitivamente. cuando hay un acontecimiento no se puede volver al punto anterior, queda esa marca y después el sujeto verá que hace con ella.

VII. El nudo de Patricia.

Les propongo que ensayemos llevar estos movimientos al nudo. El punto de partida es que Patricia no cuenta con el recurso his-

térico del amor al padre en primera instancia, con lo cual no puede constituir un síntoma histérico, no consigue que lo simbólico medie entre imaginario y real, por eso es que en el lapsus estructural, en el que están los tres sueltos, arriba está el imaginario, en el medio el simbólico y abajo el real. sitúo el lapsus acá, en estos dos puntos, entre imaginario y real.

Tiempo cero:

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a partir de este lapsus inicial, les propongo situar la obesidad como una primera forma de reparación, de re-anudamiento. En la obesidad infantil de Patricia lo que está en juego es la angustia, es la manifestación de una angustia oral, en la que hay una insistencia de la incorporación, directamente ligada a la dificultad para tragar a este padre, de modo que ella tiene que insistir en incorporarlo, pero al precio de esta obesidad, que es una traducción de esa angustia que le permite cierto recorte en el objeto oral que la estabiliza de alguna manera. La obesidad es aquí una nominación de lo real, por la an-gustia liga algo que está disperso en este exceso en el comer.

Tiempo uno:

La obesidad es aquí un redoblamiento del registro de lo real, se recorta un objeto, que es el objeto oral, entonces Patricia, siendo “la gordita” puede de algún modo (a pesar de que tiene que comer de más, y en este comer de más se manifiesta su angustia) ser una paya-sita, hacer reír a la gente, tener un lugar que le da cierta estabilidad.

ubico el segundo momento entre los doce y quince años, cuan-do confluyen el desmoronamiento del padre y la irrupción de la feminidad. En ese momento, el cuarto que anudaba se suelta, en-tonces irrumpe una angustia que no liga. Para rearmar el nudo, para

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volver a juntar esos tres que están sueltos, Patricia va a producir el movimiento contrario a la obesidad, que es el del rechazo de la in-corporación; ahí es donde voy a ubicar la inhibición, de modo que ahora va a recurrir a una duplicación del registro imaginario:

Tiempo dos:

con esta solución, que empieza con no querer comer la torta, los problemas de alimentación se manifiestan por el lado del rechazo de la incorporación, y junto con éste (siguiendo con la lógica de la identificación primaria), del odio al padre, el rechazo al padre junto con el rechazo a la incorporación. Es una solución que dura quince años, que le da una gran estabilidad.

En este nuevo anudamiento encontramos la inhibición redo-blando el registro imaginario.

El vómito se hace presente en el punto de falla que tiene toda inhibición. generalmente las inhibiciones van acompañadas de im-pulsiones, en las cuales se manifestaría una acción que no tendría valor de acto; como la inhibición tiene que frenar todo, la acción pasa a la impulsión en lugar de ser un acto. Los vómitos son un punto de falla de la inhibición, pero a la vez están al servicio de la misma, permiten hacer como si no pasara nada, están en juego el ocultamiento y el sostenimiento de (y en) una imagen –que es lo propio de la inhibición.

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Intervención: ¿La obesidad taparía la angustia?

Nieves: me parece que la obesidad es una manifestación de la angustia, pero que cumple una función de anudamiento. En ese cuerpo inflado, en ese goce de no poder parar de comer, se está manifestando la angustia; pero al estar recortada en la impulsión la acción con un objeto, que es el objeto oral, cumple cierta función de anudamiento. ahí es donde podemos ubicar a la angustia como nominación de lo real, anudando los tres registros.

Intervención: ¿La angustia en ese caso estaría relacionada con el goce?

Nieves: sí, con un goce que hace presente el interior del cuerpo, a diferencia de la inhibición, que restablece el narcisismo, que cierra el cuerpo por medio de la exterioridad de una imagen. En la angus-tia irrumpe la ex-sistencia, la voracidad, el descontrol. El control, que permite el sostenimiento de una imagen y que se haga como si nada pasara, proviene del yo, de lo que se presenta como pura exterioridad; mientras que la obesidad muestra que algo en el interior no anda. Ese algo irrumpe en la imagen especular como un exceso, manifestación de la angustia, pero al estar recortada en un objeto que da placer, un placer autoerótico, cumple cierta función de anudamiento, no es la angustia pura. La angustia pura se hace presente en el momento en que confluyen la irrupción de la feminidad y el desmoronamiento del padre, entonces ahí ella no puede continuar con el recurso a la comi-da, es un punto de gran angustia que se resuelve con la inhibición, que es una solución muy eficaz que dura quince años.

Pasamos ahora a un tercer tiempo, que es el momento de la de-manda de análisis, a los treinta años. En esa demanda se pone en juego por un lado lo que ella no puede controlar, por otro lado, un deseo en relación con el trabajo que implica, no solamente la actividad laboral en sí misma, sino también cierta circulación en el plano del deseo en la que se va a poner en juego su feminidad.

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Efectivamente, ya antes de empezar a trabajar Patricia sueña con el “bombonazo atómico”, ahí se ve bien lo que es el trabajo para ella, es empezar a circular en ese plano, salir del mundo maternal que ella constituía con su marido. Ese mundo maternal es desbaratado, tanto por la angustia respecto de la seguridad del hijo, como de su deseo de reinserción laboral, que la empuja al acto, plantean un límite a la función de la inhibición, van en contra de ese freno. Esta solución se va a desarmar con el análisis.

En el desarmado de esta solución –como dijimos antes– hay hi-tos. El primer hito es la demanda de análisis misma, por la que el sujeto se dirige al otro de lo simbólico para salir de esta solución imaginaria. En ese primer tiempo se dan esos fenómenos de simbo-lización de lo imaginario, de encuentro con la castración, cuando ella puede interpretar el vómito, el encuentro con la contingencia, que a partir de la caída del árbol abre la vía de lo posible y que hace que algo cese de escribirse. se sale de la lógica de lo necesario, según la cual no cesaría de escribirse la desgracia de la familia paterna, cuando la desgracia no cae sobre su hijo. Entonces, cesa de escribirse la repetición gracias a la contingencia. Estos hitos operan un desar-mado de esta solución, que es posible porque se está construyendo otra en otro lugar, acá, entre simbólico e imaginario.

Tiempo tres:

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Entonces cae el control como defensa, ella deja de vomitar sin saber por qué, no se trata de una decisión voluntaria, de modo que en este momento prevalece la estructura del sujeto del inconsciente. En este punto se abre la vía de lo que sería la línea del análisis puro. En este caso se podría hacer un contrapunto entre el análisis aplica-do en el hospital y el análisis puro que hace Patricia en el consulto-rio, cuando avanza más allá de los vómitos, en el trabajo analítico y en la construcción del fantasma.

Lo que el análisis va realizando en este tiempo, como anuda-miento alternativo, es un redoblamiento del registro simbólico. En el momento en que cae la inhibición se produce una irrupción de la angustia, porque este nudo se está haciendo, todavía no está instala-do. Lo que irrumpe es la angustia propia de lo femenino.

acá, entre real e imaginario habíamos ubicado en su momento el goce del otro sin barrar, que Lacan va a ligar con lo femenino. La irrupción de la angustia en relación con lo femenino va a ir siendo tratada por lo simbólico, en el trabajo del inconsciente en los sueños –todos los sueños que Patricia trae al análisis en el consultorio son sueños en los cuales se trata de la feminidad.

El trabajo con el inconsciente va tratando la angustia, donde, por un lado, se recorta el objeto en una doble vía, oral y escópica, y por otro, se va a ir construyendo un fantasma fundamental, un fantasma de seducción. La erotización del lazo con el padre, que le posibilitaría la construcción de un síntoma analítico histérico. no estamos hablando de la estructura histérica, sino que estamos hablando de la histerización en el análisis.

La interrupción del tratamiento por parte de Patricia deja acá este nudo que se está construyendo, allí la maternidad le funciona como un freno, ya que deja el análisis y deja el trabajo, en algún sentido vuelve al punto anterior, a la inhibición, pero se trata de una solución transitoria, que es el embarazo.

Intervención: Esto último que se consigue con la paciente, ¿es una salida del Edipo, al margen de los lapsus?

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Nieves: no, se trata más bien de una entrada en el Edipo. ha-bíamos ubicado la posición del sujeto del lado del Edipo invertido, y en este sueño de erotización del lazo con el padre se verifica el pasaje al Edipo positivo. La salida es una entrada, una entrada en el análisis, una entrada en el Edipo, es la histerización de la entrada en análisis. Justamente, lo que no se produjo por estructura es lo que se está operando en el análisis, que el sujeto logre querer al padre en algún punto, aunque sea inconsciente, que pueda conectarse con esa vía del amor al padre, y en algún punto, preferir al padre a la madre –que es justamente la función del Edipo.

Clase del 17 de julio de 2008

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VIII. De la angustia a la inhibición. “Esperando con el mate”.

Nieves: buenas tardes. Les presento a gabriela Luna, que es psi-coanalista, diplomada del Icba, integrante del centro Pequeño hans y del hospital de Día del hospital alvarez. también forma parte de las comisiones de hospitales de la cátedra de Psicopatolo-gía II de la Facultad de Psicología.

I. De la angustia a la inhibición

Un Paciente de cincuenta y seis años, al que llamaremos R. es de-rivado de Clínica Médica al equipo de Trastornos de Ansiedad de un Hospital Público. Con un aspecto desaliñado y una voz angustiosa, cuenta que la doctora que lo atiende le sugirió que haga una consulta en este equipo, a raíz de padecer una serie de lo que él llama “síntomas físicos”. Refiere que sufre de mareos, le sube la presión, debe llamar a emergencias y siente que se va morir. Dice haber sentido estos síntomas por primera vez luego de una discusión con un compañero en la Feria de Artesanos en la que trabaja.

Es un artesano que realiza productos en cuero, y por temor a que se le repitan estos síntomas ha debido suspender los viajes que tenía progra-mados a distintas exposiciones.

Lo interrogo acerca de si relaciona lo que le pasa con alguna otra situación, y se pone a llorar diciendo: “No sé qué me pasa a partir de que nació mi nieto que actualmente tiene un año, me emociono mucho

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y además veo a mi señora más vital cuando estamos con él”. Se le pre-gunta por esto y dice: “Ella es callada y cuando la veo disfrutar con el nieto y la veo alegre, me emociono”.

Durante el primer tiempo de entrevistas, se lo escuchaba dando mu-cha importancia a las manifestaciones relacionadas con los síntomas físi-cos, alojando su preocupación, relataba sus consultas con los médicos, los valores de los estudios, las llamadas a emergencias, las recetas, etc......

En relación a las exposiciones, comenta que por su trabajo viajaba mucho, y que gracias a esos viajes pudo ir a España, y visitó la casa de su abuela materna, sintiendo que había podido realizar un sueño que tenía de chico que era cumplir con lo que él llama “la fantasía heroica”. Le habían contado que a su abuela le habían sacado la casa y él siempre pensó que iba a poder recuperarla; relata lo que significó ese viaje para él, y aunque no la recuperó, poder estar ahí había sido muy importante.

Cuenta que vivió con sus padres, su abuela materna y una hermana mayor, que en su casa se hablaba mucho y tiene buenos recuerdos de su infancia, especialmente con su papá con quien siempre fue muy com-pañero. Cuando mueren sus padres, su hermana se quedó en la casa, ya que se había separado y él nunca le pidió la parte de la misma, hacién-dose cargo de mantener los gastos.

II. Una pregunta que alivia....

Comienza a preguntarse si este nieto no lo hace pensar en la paterni-dad, ya que no tuvo hijos biológicos. Su pareja ya tenía un hijo de ocho años cuando él la conoce, lo nombra “hijo del corazón”. En relación a este tema dice: “Siempre quise tener un hijo, pero no pude, estuve tres veces en pareja, la primera se hizo un aborto y no me dijo nada, después de esto me separé, la segunda tenía un hijo y no quería tener más, y con mi pareja actual lo buscamos un tiempo, pero ella tuvo una menopausia prematura a los treinta y ocho años y ya no pudo quedar embarazada.”

Refiere lo difícil que fue para él aceptar esta situación, frente a la im-posibilidad de tener un hijo, y dice: “En el fondo, ella no quería otro hijo”.

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Comenta que está decidiendo ir a una exposición, a la que va todos los años desde hace mucho tiempo, y en la que se encuentra con su mujer para pasar unos días de vacaciones, le preocupa perder la sesión, le ofrezco un horario para el primer día que llega de viaje. Acepta, puede viajar, dice que no tuvo síntomas y que la pasó bien, disfrutó de estar con su pareja.

III. Él y su mujer: dos tribus diferentes.

Hace veinte años que vive en pareja, y comienza a molestar lo que él llama los “distintos tiempos” con su pareja. Habla de estas diferencias refiriéndose a que son dos tribus, se queja de no entenderla en ciertas actitudes, y siente que con él no habla. Esto lo enoja mucho, refiere que ella habla mucho tiempo por teléfono, dice: “Yo la espero con el mate, pero conmigo ni una palabra”.

Dice que esto le produce tanto malestar que no le permite concen-trarse en su trabajo, ya que ella se duerme tarde y él no puede irse a dormir hasta que ella no se acueste, y no se puede levantar a la mañana porque ella se levanta tarde y no sabe por qué la tiene que esperar, no puede hacer nada hasta que ella se va a trabajar y cada día se va más tarde y él pierde su tiempo, pero no lo puede evitar; después tiene que trabajar “en emergencia”, para cumplir con sus compromisos.

Se le pregunta por las “tribus” y dice: “Somos muy distintos, yo soy muy racional y necesito un orden, ella es distinta, me enoja cuando me hace per-der el tiempo”, y dice: “Cuando tenemos que ir a buscar a mi nieto, ella se demora y después tenemos que salir apurados, siempre me hace lo mismo”.

Cuando se levantan a la mañana él le prepara el mate y la espera mien-tras ella habla por teléfono. Se pone nervioso. Intervengo diciendo “¿Con el mate y esperándola?”, se enoja y dice: “Y… si somos una pareja tenemos que compartir cosas, sino cada uno estaría por su lado y yo la quiero.”

A partir de esta intervención hay un cambio, refiere que ha podido empezar a levantarse más temprano y que ha empezado a caminar unas veinte cuadras para llegar al hospital, y eso lo hace sentir bien, ya que había dejado de hacer ejercicios por los problemas de salud.

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Relata un sueño que se repite: Está en su casa de la infancia y todo está desordenado, pone un disco de los Beatles y no puede recordar el tí-tulo de la canción porque es una canción que nunca existió. Se despierta angustiado por no poder recordar el título de la canción.

Cuenta que es artesano por casualidad, su verdadera vocación es la música, ya que durante mucho tiempo tocó con una banda; él tocaba la guitarra. Me trae una copia del disco que grabó y me lo regala, se emo-ciona al recordar esas épocas cuando tocaba música, decía que los ritmos y los tiempos musicales le habían dado un orden a su vida.

Recuerda a su padre, y dice “Pobre mi viejo, se preocupaba porque yo me dediqué a la música y no estudiaba una carrera universitaria”, habla de la muerte de su padre, cuando R. tenía cuarenta años muere de cáncer de colon. Piensa que lo pudo acompañar, llora cuando relata los meses de internación y el sufrimiento que tuvo.

Comienza a hacer los trámites de sucesión de la casa de sus padres, pensaba que nunca iba a poder vender esa casa. Empieza a ordenar los papeles para poder venderla y repartir el dinero con su hermana, ya que él se hacía cargo de todos los gastos de la casa, desde la muerte de la ma-dre que muere de un ataque al corazón, un año después que el padre.

Retoma los viajes y se presenta en las exposiciones, ganando distintos premios, y es llamado por un canal de televisión en el que tenía que mostrar su taller y su trabajo de artesano en un programa.

Decide hacer kinesiología para tratar los problemas de mareos, los atribuye a la postura por su trabajo, le han recetado una pastilla sublin-gual, por si tenía algún síntoma, pero no necesitó tomarla.

Terminado el tiempo institucional refiere en el último encuentro “Mi nieto me abrió un capítulo en la vida: el de ser abuelo y me cerró otro: el de ser padre, lo que me emociona es ver que reconozco en él cosas mías.”

Nos despedimos con la posibilidad de que me llame si decidía en otro momento continuar su tratamiento.

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IV. La emoción de un nieto

Nieves: En primer lugar haremos un recorrido por el relato que hace gabriela. se trata de un paciente que es derivado a un equipo de trastornos de ansiedad. La analista lo define como alguien que se presenta con una voz angustiosa, de modo que ya en su presenta-ción están presentes, por un lado, la angustia, y por otro lado, la di-mensión de la voz. La angustia se presenta como central en la lógica del goce que padece R. Refiere una serie de síntomas físicos, mareos, le sube la presión, se trata de síntomas que remiten a la muerte.

Por otra parte, ubica el inicio de estos síntomas a partir de una discusión con un compañero en la feria de artesanos. De modo que la angustia es despertada por la rivalidad con el semejante, que abre también la dimensión del temor, ya que empieza a tener temor de que se repitan los síntomas. Intentaré demostrar que la posición de R se basa en una dificultad en la asunción de su virilidad, que vive como insuficiente. En esta escena con su compañero artesano, R siente que no está a la altura de la pelea viril, del enfrentamiento entre hombres.

algo del narcisismo se le desarma e irrumpe el interior del cuer-po. habíamos dicho que en la angustia muestra su ex-sistencia el interior del cuerpo, y en los síntomas físicos que trae R encontramos justamente mareos, baja de presión, todo lo que hace presente la dimensión del interior del cuerpo, atemorizándolo.

La respuesta de R a esta abertura de la dimensión de la angustia es una operación de inhibición, de suspensión, de detenimiento, de modo que R suspende los viajes que tenía programados por temor a que se repita la angustia. como habíamos dicho, la función que cumple la inhibición es justamente –según Freud– la de evitar el de-sarrollo de angustia. Para que no se repita suspende, detiene, inhibe todo movimiento, se queda quieto y consulta.

La intervención de la analista, al interrogarlo acerca de si relacio-na lo que le pasa con alguna otra situación, apunta a abrir la dimen-sión de otra escena. allí se hace presente, a través del llanto de R, su emoción ante la revitalización de su mujer en el encuentro con el

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nieto. Este lugar del nieto que emociona a una abuela se manifiesta como la contratara de su angustia. Para decirlo más precisamente, aquello que en la otra escena se correlaciona con la angustia, se ve-rificará en el curso posterior del tratamiento como su propia posi-ción de nieto que intenta emocionar a su abuela realizando la gran hazaña, la fantasía heroica de recuperar la casa que la abuela había perdido; de modo que ese nieto encarna algo de su propio narcisis-mo infantil. sigamos las vicisitudes de esta posición de R.

V. La insuficiencia en la virilidad

Esa angustia que se desencadena en esta escena de rivalidad con el semejante, que lo angustia y lo atemoriza, se duplica en la otra es-cena, en lo que podríamos llamar el “complejo de paternidad”. una primera manifestación discursiva de este complejo en el tratamiento de R es este llanto acongojado, emocionado, en relación con el en-cuentro entre el nieto y su esposa, pero que luego va a remitir a su problemática con la paternidad. nuevamente entonces la cuestión de la virilidad va a despuntar alrededor de aquello que angustia a R.

Por otro lado, él se emociona porque ve a una abuela alegre y vital con el nieto, lo cual también habla de que no es él quien alegra y revitaliza a su mujer. nuevamente encontramos aquí la figura de un niño, de un nieto que le da alegría a su abuela, no de un hombre que le da una alegría a una mujer. nuevamente podemos ubicar ahí un punto de insuficiencia en él, de insuficiencia como hombre, y veremos que también como padre –que es la problemática que se va a abrir a partir de la apertura de la otra escena.

El primer tiempo de entrevistas gira alrededor de la descripción de los síntomas físicos, y la posición de la analista es alojar ese cuerpo an-gustiado, alejar esa preocupación. Es en ese punto que R trae el relato del viaje a España: él desde chico tenía la fantasía heroica de recuperar la casa que había perdido su abuela, pero viaja y no puede recuperar-la, nuevamente encontramos ahí la insuficiencia. no es el obsesivo

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que se mata por conseguir la gran hazaña. Recién discutíamos con gabriela si es un obsesivo o no, y yo le decía que a mí me parece que tiene defensas obsesivas pero que no es una estructura obsesiva; él no puede recuperarla pero se consuela, y esa estructura de consuelo es un poco como cierra el tratamiento. El se consuela con lo poco que tiene, hay algo de ese tipo de solución en la posición de R.

Lo que dice de su infancia es llamativo, le decía a gabriela que abre un poco la pregunta diagnóstica; vamos a apostar a pensar el caso desde la neurosis, pero hay ciertos indicadores de esa estructura que faltan, por ejemplo, lo que él trae de su infancia no ubica nada de la neurosis infantil: vivió con sus padres, su abuela materna, y una hermana mayor, en su casa se hablaba mucho, tiene buenos recuerdos de su infancia –especialmente con su papá, con quien siempre fue muy compañero–.

Lo que se recorta aquí es que el padre está en un lugar de compa-ñero, es lo único que podemos ubicar como cierta singularidad, que podría hablar de cierto esbozo de novela familiar, en la que el padre es un compañero, no está exactamente en ese lugar asimétrico del gran otro. En ese punto podemos ubicar cierta inconsistencia en el lugar del otro, ahí donde el padre se ubica como un compañero cuando quizás él lo buscaba en otro lugar. Es en ese mismo punto en que el padre se propone como un semejante que podemos situar la irrupción de la angustia en R como insuficiencia en la virilidad, allí donde se queda sin otro.

Por otra parte, queda claramente situada la posición de R soste-niendo a la hermana, como en su momento había querido sostener a su abuela. cuando murieron sus padres la hermana queda en la casa. El no le pide la parte que le corresponde y además la mantiene, a ella y al sobrino también El tiende a hacerse cargo de las mujeres de la familia.

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VI. El “complejo de paternidad”

a partir de la apertura de la dimensión de la otra escena comien-za a desplegarse cierta pregunta en relación con la paternidad. una pregunta que alivia –dice gabriela.

Es llamativa la serie que arma R en este punto de la paternidad fallida, que se presenta bajo el signo de la repetición. “Siempre quise tener un hijo pero no pude. Estuve tres veces en pareja, la primera se hizo un aborto y no me dijo nada, después de eso me separé. La segunda tenía un hijo y no quería tener más, y con mi pareja actual lo buscamos un tiempo, pero ella tuvo una menopausia prematura y no pudo quedar embarazada”. La casualidad que se repite, donde por hache o por be la paternidad se le escapa a R. Podríamos decir que R vive su falta de paternidad como una pérdida, la pérdida de un hijo biológico, ese hijo biológico que no tuvo, que es fundamentalmente una pérdida de sí mismo como padre –y nuevamente aquí encontramos un pun-to de insuficiencia en relación con la función viril. En este punto de insuficiencia, la transferencia le funciona a R como un reaseguro, como un lugar que le devuelve la consistencia, y lo que se verifica en esta preocupación que manifiesta por perder la sesión antes de via-jar. cuando se está animando a hacer un viaje, a moverse un poco, surge esa preocupación por perder ese lugar donde él parece adquirir cierta consistencia, y recién cuando la analista hace una maniobra como para que recupere esa sesión, que no quede como perdida, él puede viajar y pasarla bien con su mujer, sin síntomas. Pero necesita esa maniobra de la analista que lo reasegura, que lo sostiene.

VII. La disparidad sexual

con la cuestión de las dos tribus con tiempos diferentes se abre todo un capítulo en R, que gira alrededor del goce con el tiempo, que efectivamente es propio de la neurosis obsesiva. aquí se pueden ubicar con mucha claridad las defensas obsesivas de R. Pero vamos

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a hacer algunas precisiones, ya que se trata de una temporalidad que es estructuralmente dispar entre los sexos –porque no ocurre sola-mente en la pareja de R con su mujer, ¿no? (risas). Los tiempos de él y los tiempos de ella que no coinciden, es una de las manifestaciones de la disparidad estructural de los goces de los sexos.

VIII. Las vueltas de la pérdida

Pero lo que a mí me llama la atención, y aquí quisiera volver al punto inicial, al punto de desencadenamiento de la angustia de R, es a la posición de él ante esto, ya que su posición frente a estos tiempos largos de la mujer es que él queda en espera, en una posi-ción de demanda al otro –que no es la posición propiamente obse-siva, que consiste más bien en la defensa respecto de la demanda del otro. El obsesivo es el tipo al que la mujer lo molesta, y que se enoja eventualmente si ella tarda mucho. En este caso, en cambio, Freud diría que se trata de una regresión a la dimensión oral de la deman-da, no está en la dimensión sádico-anal de enojarse y agredirla a la mujer por lo que tarda, o de cortarle el teléfono, sino que está ahí esperando con el mate que ella tenga algo con él. ya desplegaremos este punto de quedarse esperando con el mate.

R ahí está en una posición de demanda oral a un otro que queda en un lugar materno –lo que hace justamente a su angustia. En esta posición él pierde tiempo, nuevamente la pérdida. En el discurso de R la pérdida vuelve siempre, en un nuevo bucle, de distintas mane-ras. La pérdida de su seguridad en un primer momento de irrupción de la angustia, luego la pérdida de la posibilidad de la paternidad, y ahora se trata de la pérdida de tiempo. El discurso de R se empieza a centrar alrededor de la pérdida de tiempo.

Él ubica las dos tribus. “Somos muy distintos. Yo soy muy racional y necesito un orden, ella es distinta, me enoja cuando me hace perder el tiempo”. aquí podemos situar lo femenino desarmando el control obsesivo de la racionalidad y el orden, y entonces él hace –como

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diría Freud– una regresión oral, y queda esperando en una posición de demanda angustiosa al otro. ahí es donde tiene efecto la inter-vención de gabriela que le dice: “¿Con el mate y esperándola?” en un tonito medio así… es el tono de la intervención lo que produce el enojo, ya que ese tono apunta a perturbar esa posición

Es interesante porque él con la mujer no se puede enojar, se queda esperando, mientras que en la repetición en la transferencia, la intervención de la analista logra despertar el enojo –que es justa-mente lo que él no puede poner en juego –insisto– en esta dimen-sión de lo que sería el semblante viril: no puede pelearse con el otro artesano, no puede enojarse con la mujer que tarda, pero sí puede enojarse con la analista; ahí hay algo de la repetición que incluye una diferencia. surge algo nuevo, y hay un efecto de separación, por el que R puede salir de esta posición infantil, de demanda angustio-sa al otro, y empieza a levantarse temprano, sale a caminar en lugar de quedarse esperando con el mate a la mujer. a su vez, el mate abre una doble vía, por un lado está la cuestión de la demanda oral, y por otro lado la cuestión del pensamiento, de “hacerse el mate”, esperándola –y sólo piensa mientras la espera–, en lugar de actuar y de hacer lo que tiene que hacer.

IX. La dimensión de la voz

Esta intervención perturba por la dimensión del tono, toca algo del goce invocante –que está presente en todo el caso– por ese lado. hablamos de la voz angustiosa, de la mujer hablando por teléfono y él esperando que ella le hable, del silencio de la mujer con él, y luego, esa intervención que lo enoja y lo desacomoda de ese lugar en el que estaba ubicado, produciendo un efecto de separación, de salida de la demanda al otro, y finalmente cierta salida de la inhibición. Porque no solamente empieza a levantarse temprano, a caminar, sino que también empieza a producirse un movimiento en el análisis, y tam-bién en su vida, ya que puede retomar su actividad.

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La otra escena se hace más presente en ese momento a través de un sueño que se repite, nuevamente la dimensión de la repetición, es un sueño que se repite pero que él trae por primera vez al trata-miento. Está en su casa de la infancia y todo está desordenado, pone un disco de los Beatles y no puede recordar el título de la canción, porque es una canción que nunca existió. Se despierta angustiado por no poder recordar el título de la canción. Este sueño tiene varias cuestiones interesantes. una cosa de ellas es el desorden, él contaba que su in-fancia había sido perfecta, que estaba todo muy bien, mientras que en el sueño aparece su casa de la infancia toda desordenada.

Podríamos decir que esa intervención de la analista, “¿Con el mate y esperándola?”, que desacomoda o perturba su posición, tam-bién perturba cierta versión que él traía de sí mismo y de su infan-cia, la perturba por lo menos en el inconsciente, en el que se hace presente el desorden. al lado de ese relato todo ordenado de su infancia surge ese sueño en el que todo está desordenado en la casa infantil. Está la dimensión de la voz en el disco de los beatles, y lue-go está esa canción que nunca existió. Esa infancia idealizada que él traía cae, es un punto de angustia que despunta en ese sueño, pero que no llega a desplegarse en el análisis.

Él estaba en una posición de demanda al otro, demandando or-den. algo se conmueve, deja de demandarle al otro, y surge este des-orden que lo remite a cierta versión de la infancia inexistente. y está la dimensión de la voz en este sueño, la dimensión de la voz y de la vocación, ya que él lo que asocia ahí es que su verdadera vocación es la música. ahí tenemos nuevamente un punto de insuficiencia: no pudo realizar su vocación y es artesano por casualidad. no pudo rea-lizar, sostener su vocación, su voz. no pudo apropiarse de su voz. me refiero a la música como una modalidad de la voz.

En ese momento le hace entrega en la transferencia a la analista de una copia del disco que había grabado en aquella época. La música, al igual que la paternidad, queda del lado de lo que no pudo ser. ¿Qué dice después de hablar de esto? Dice: “Pobre mi viejo”. se despliega una cadena significante: esa infancia desordenada, esa canción que nunca

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existió, esa vocación que no pudo ser, ese pobre viejo. hay una cues-tión que él dice al pasar –veremos si podemos ubicarla en el nudo–, que los ritmos y los tiempos musicales le habían dado un orden a su vida.

Es interesante, porque la cuestión del orden está presente todo el tiempo, hace a su modalidad obsesiva, pero no es lo mismo buscar un orden con el mate y esperando, con el pensamiento, que este orden de los ritmos y los tiempos musicales que toca la dimensión del cuerpo, que no es puro pensamiento ni pura espera, sino que tiene que ver con un hacer que involucra al cuerpo. Digamos que como modalidad de tratamiento del goce, es un orden de otro orden el que R conseguía con la música. Pero insisto, hay un punto de insuficiencia ahí, queda como un enigma el punto en el que él deja caer su vocación y se dedica por casualidad a otra cosa. cuando él está hablando de esto recuerda al padre y dice “pobre mi viejo”. Queda en conexión con un punto de insuficiencia del padre, que queda ubicado como un compañero, ese pobre padre que queda en continuidad con su propia insuficiencia.

también en ese punto llora, y está la cuestión de la pérdida del padre, de la muerte del padre, y ese sentimiento de compasión por él. así como en su momento había estado ese sentimiento de com-pasión por su abuela que había perdido la casa, ahora se trata de la compasión por el padre, que esperaba otra cosa de él. también ahí está el padre que se preocupaba porque él se dedicara a la música y él que termina alejándose de la música.

X. Una reapropiación

Este pasaje por la otra escena le posibilita a R reapropiarse de su he-rencia, hacer los trámites de sucesión de la casa, ordenar los papeles para poder venderla y repartir el dinero con su hermana. De modo que a par-tir de este trabajo, propiamente analítico, puede realizar un movimiento que va a contrapelo de la pérdida. Estaba el bucle de la repetición dando sus vueltas hasta esa intervención por la que se produce algo nuevo, se produce un movimiento contrario que empieza a girar hacia otro lado.

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R retoma los viajes, se presenta en exposiciones, gana premios, va a la te-levisión. sale de la inhibición, vuelve a la acción, se reestablece de algún modo el orden del tener –que había quedado seriamente conmovido a partir de la situación inicial de la pelea con el otro artesano. algo del tener fálico se reacomoda, al menos imaginariamente.

Finalmente, el último encuentro, donde dice a la analista: “mi nieto me abrió un capítulo nuevo en mi vida, el de ser abuelo, y me cerró otro, el de ser padre. Lo que me emociona es ver que reconoz-co en él cosas mías.” hay un efecto de cierre de la angustia en este momento del tratamiento. se cierra un capítulo, se abre otro, y él se contenta con la paternidad del corazón. Este efecto de consuelo, que yo situaba también como una posición de R, que le permite rearmarse habiendo hecho cierto trayecto en relación con un punto crucial que es su virilidad, fundamentalmente en relación con la paternidad.

XI. El nudo de R.

Les propongo ahora intentar ubicar algunos momentos de R en el nudo.

Vamos a ubicar la relación entre angustia e inhibición, entonces la propuesta es que el lapsus del nudo se produce entre real e ima-ginario.

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Lo que hace que los tres anillos estén superpuestos es que en estos dos lugares lo imaginario pasa por encima de lo real, en lugar de pasar por debajo. Esta es la propuesta de lo que sería el lapsus estructural de R, ahora vamos a ver los distintos arreglos, algunas hipótesis o maneras de pensarlo.

a diferencia del caso anterior, en el que había una historización tal que era posible situar prácticamente todos los momentos de la historia de la paciente, en este caso encontramos ese silencio sobre la infancia.

sí podemos distinguir un primer movimiento, un primer recur-so en R, que es la música. El dice que la música, particularmente los ritmos y los tiempos, le dieron un orden. además, él ubica la música como su verdadera vocación. también se trata ahí de un hacer con la voz, que constituye un reverso de la irrupción angustiosa. Pro-pongo un contrapunto entre la voz angustiosa con la que llega y la posibilidad de hacer música.

Vamos a ubicar esos ritmos y tiempos que le daban un orden entre simbólico y real. Él toma lo simbólico de la música, que le posibilita un orden. En ese sentido podríamos decir que la música funcionó como síntoma –redoblamiento del registro simbólico en conexión con lo real de la música. Ésta es la primera solución que encuentra R:

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algo hace que él no pueda sostener este anudamiento. ahí es-taría la canción que nunca existió, y está también la cuestión del pobre padre que se preocupaba por que él haga música. R se termina identificado con su pobre padre, dejando caer su vocación.

Entonces tenemos un momento segundo, cuando por casualidad empieza a ser artesano. En el artesanado vamos a ubicar otro tipo de arreglo ya que no opera un tratamiento de la voz, como lo hacía la música. En el Seminario XXIII Lacan habla del artesanado y se pre-gunta sobre la función que cumple, planteando que el artesanado es un saber hacer que prescinde de la relación con la verdad, del campo del sentido1. Fundamentalmente podemos decir que prescinde del recurso a lo simbólico. Les propongo entonces escribir el artesanado como un saber hacer con la angustia, sin recurrir al campo del senti-do, sino simplemente en una práctica con el cuero. ahí hay algo del cuerpo, ya que el cuero es lo que recubre el cuerpo, de modo que él está trabajando todo el tiempo sobre el recubrimiento del cuerpo, en ese sentido uno podría decir que está trabajando sobre su angustia.

ubico al artesanado aquí, duplicando el registro real, re-anudan-do –en el mismo punto del lapsus– real e imaginario, reparando la

1 Lacan, J. El seminario. Libro XXIII. El sinthome. Ed. Paidós. buenos aires, 2006. Pág. 23.

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falla entre real e imaginario, y prescindiendo del recurso a lo simbó-lico y al campo del sentido, que ven que queda totalmente por fuera de esta práctica.

cuando R consulta, este recurso está en crisis, ya que él se pelea con el artesano y entra en esta sintomatología angustiosa. De modo que hay un momento en el que este lazo se suelta, cuando no puede sostener su lugar de artesano en esta plaza, en ocasión de esa pelea.

hay un momento de soltamiento, en el que la angustia emerge como angustia masiva, y luego cierta respuesta precaria a la emer-gencia de esa angustia, que es la inhibición, el detenimiento, cuan-do suspende los viajes, suspende toda su actividad. Entonces, la respuesta a la angustia es la inhibición, por eso ubicamos en este momento una duplicación del registro imaginario que le permite sostenerse, pero a condición de no moverse. y también ahí queda a la espera de la mujer, esperando con el mate. se deja de mover y se queda esperando con el mate, no cumple con su trabajo, no va a las exposiciones, queda detenido.

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allí la intervención crucial es “¿Esperando con el mate?”, cuya eficacia propongo situar más del lado del tono que del sentido de la frase, un tono un poco irónico que desacomoda a R, que lo saca de ese lugar, que suelta este broche, este anudamiento, abriendo la dimensión de la otra escena. si bien hubo otras intervenciones anteriores en esa vía, ésta es la que perturba esta defensa, abriendo un tiempo de trabajo acá, en esta zona:

acá también podemos ubicar la transferencia, ese lugar del ana-lista como lugar del gran otro que lo reasegura, donde se trata de ese lugar que el padre no terminó de ocupar. a la vez, todo este tra-bajo que se va a producir acá, en el campo del sentido, lo va a llevar a

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esta resolución temporaria que es el cierre de la angustia, la salida de la inhibición y la posibilidad de retomar su condición de artesano.

tenemos que volver ahora al segundo gráfico. Porque esto dura un tiempo, el tiempo del trabajo analítico, y luego tenemos que desarmar este nudo y volver a armar ese nudo –entre real e imaginario– que es cuando él puede reestablecerse como artesano.

De todos modos, si bien las posibilidades que tengo en este mo-mento de abordar el nudo de R me impiden establecer en él alguna diferencia entre aquel tiempo primero y esta vuelta posterior al trayec-to analítico que se cierra, y con la que se cierra la angustia también. La vuelta a su lugar de artesano, con todo lo que implica de acción, exposición, reconocimiento y demás, en principio no tendría la po-sibilidad de dibujarlo de una manera distinta que al inicio. Quizás se podría situar alguna diferencia, ya que ha habido un trabajo aquí, en el campo del sentido, que de alguna manera lo restablece desde otro lugar. De hecho, no se trata de una vuelta al estado anterior, porque cuando R había consultado, estaba en la situación de mantener a la hermana, y cuando sale del tratamiento está en una posición de divi-dir los bienes, de apropiarse de lo suyo, de apropiarse del tener. hay algo nuevo, no es una vuelta al estado anterior, lo que no encuentro es la manera de traducir eso al nudo, pero es una insuficiencia mía.

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hay algunas cuestiones que podemos discutir, la cuestión de la estructura, del tipo clínico. Llama la atención la ausencia de neuro-sis infantil, llama la atención la precariedad de la posición viril de R, y cómo el recurso fundamental para él termina siendo este recurso que encontró por casualidad, pero que no era su verdadera voca-ción, que es el artesanado –que justamente se ubica en esta zona, entre real e imaginario.

gabriela me decía que ella lo pensaba como un caso de neuro-sis obsesiva, me parece que efectivamente están muy presentes las defensas obsesivas en R, creo que hay muchas cuestiones que se pueden pensar por ese lado, las cuestiones que van por el lado de la racionalidad y del orden, lo que tendría que ver con la vertiente que va por el lado del goce con el pensamiento, y después está también el goce con el tiempo –que es propio del obsesivo. se podría ubicar también cierta dimensión de deuda con el padre, en el punto del pobre padre que estaba preocupado; de alguna manera él paga sacri-ficando su vocación ahí. todo eso podría configurar cierta estructu-ra obsesiva un poco rudimentaria, que no tiene toda la complejidad sintomática en la vía de la lógica del significante que encontramos en casos tales como, por ejemplo, el del hombre de las Ratas, con toda la diversidad de síntomas, de rituales, de distintos tipos de obsesiones, donde claramente se pueden articular en la lógica del significante toda una serie de síntomas que remiten a las dimen-siones del mito familiar y del fantasma. En este caso encontramos un mito mínimo, en el que prevalece la dimensión de la pérdida: la abuela que pierde la casa, el pobre padre que no lo pudo ver estudiar, él que no puede ser padre. Lo que no se escucha en este caso es la dimensión propia del fantasma. Está el objeto voz sobrevolando, presente, pero no está suficientemente enmarcado, lo que hace a la dimensión angustiosa del caso.

La irrupción de angustia es el punto de falla de la defensa obse-siva, de una inhibición fuerte, consistente. sabemos que la inhibi-ción como armadura obsesiva puede ser a prueba de balas, es decir, que nada logre angustiar al obsesivo cuando está bien sostenido en

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esa armadura que es su narcisismo. no es el caso de R. De hecho, gabriela me contaba recién que justamente hoy volvió a consultar, volvió a angustiarse.

Gabriela: sí, llamó y dijo que le habían pasado otras cosas, pero venía de la misma manera, con mucha angustia y síntomas corpora-les, y lo que dijo es: “La piedra que tengo es no haber podido tener un hijo”. se trata de algo que no ha podido resolver.

Lo que puedo agregar con respecto a la música es que él formaba parte de un grupo y deja de tocar en el grupo por las peleas que ha-bía, por las diferencias entre ellos. Lo mismo que le pasó en la feria.

Nieves: hay algo de la rivalidad que se le vuelve insoportable.

Gabriela: claro, estas cuestiones de la rivalidad con los pares lo sobrepasan. ahora lo que le pasaba también es que un compañero tuvo un infarto, entonces él estaba también muy angustiado por eso.

Nieves: En el punto del infarto más bien encuentra otro especular, que le devuelve esa sensación de muerte que tuvo en algún momen-to. Lo que de todos modos se puede verificar en esto que gabriela cuenta es que la solución del consuelo no es muy eficaz, mejor bus-car. Porque ahí hay cierto efecto de cierre por el lado del sentido, de lo imaginario, pero ahora dice que es una piedra, de modo que hay un real ahí que va más allá de la solución que aparentemente había encontrado. La piedra insiste, no se sacó la piedra del zapato.

otra cuestión que también interroga el diagnóstico es esta re-petición, esta puntería para encontrarse con mujeres que por una razón u otra lo alejan de la paternidad. De algún modo se las arregló para mantenerse alejado, pero es cierto que hay una interrogación, hay una pregunta en ese punto, y hay que ver en este nuevo trayecto adónde lo lleva esa interrogación. Quizá en este nuevo trayecto se despeje un poco más la estructura. Porque en el sueño que él trae, un sueño de angustia repetitivo, hay una cuestión que se abre ahí, donde

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el punto de angustia es eso que nunca existió, esa canción que nunca existió, ahí hay un punto de angustia enigmático, a interrogar.

Gabriela: algo más en relación al tiempo, que empieza a desple-gar en un segundo momento. El llegaba tarde a las sesiones, y para no llegar tarde llegaba corriendo, entonces yo siempre sancionaba esto, le preguntaba qué le había pasado; era un tema que en la sesión se jugó mucho que él perdiera minutos de la sesión. y el se quejaba mucho de esto, de todo lo que perdía en relación al tiempo, sin em-bargo llegaba tarde a las sesiones aunque hacía todo el esfuerzo. me parece que en transferencia se jugaba algo del tiempo con él.

Nieves: Esto de llegar tarde también está en el centro de la cues-tión de la paternidad, él llega tarde a la vida de estas mujeres –por lo menos a las dos últimas– que ya tienen hijos, y lo que finalmente dice de estas dos últimas es que en realidad no querían tener más hijos. Lo que dice de la segunda es que claramente no quería tener más hijos, y de la otra termina diciendo: tuvo una menopausia pre-matura, pero en verdad ella no quería tener hijos. Llega tarde a la vida de estas mujeres, cuando ya fueron madres, cuando ya hicieron padre a otro…. y con la primera, también hay algo de este llegar tarde, ya que él se entera después del aborto, cuando ya perdió la posibilidad de ser padre.

Intervención: Estas mujeres, ¿no le sirven como garantes de su inhibición para el desarrollo de su paternidad?

Nieves: Es lo que decíamos, ahí está el borde diagnóstico del caso, donde se abre la pregunta. seguro que no es casual esta serie.

Intervención: hay que ver si el padre pudo funcionar como algo que corte la serie con la madre, algo del padre como compañero me resuena.

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Nieves: sí, de hecho también podríamos decir que él se ubica como compañero de la mujer. como señalamos anteriormente, lo que le da alegría a ella es el nieto, no se trata del deseo entre un hombre por una mujer, sino que es de otro orden. tienen que tomar mate juntos, ella le tiene que hablar, él que tiene que esperarla para ir a dormir. hay algo del orden del compañerismo en la relación con su mujer.

gabriela, ¿nos querés contar cómo se encontró con el artesanado?

Gabriela: Fue de casualidad. a través de un conocido que lo lle-vó a trabajar a un taller.

Nieves: alguien lo llevó.

Gabriela: sí, alguien lo llevó, no fue una decisión de él, pero fue aprendiendo el oficio y empezó a trabajar de eso. Porque con la música, el había armado un conjunto, había grabado ese disco, pero no tenía ningún rédito económico y dejó.

Nieves: y evidentemente tiene un saber hacer con eso, porque gana premios…

Gabriela: sí, me trajo un muestrario en donde se veía su saber hacer. además, en esto de las exposiciones ha podido realizarlas, pero ahora con esto que le pasa está un poco detenido, incluso tenía que ir a España y no viajó.

Nieves: De modo que volvió a la inhibición. Por eso creo que es un caso que está entre la angustia y la inhibición, me parece que si pensa-mos el lapsus acá, justamente estamos entre real e imaginario, me da la impresión que lo más fundamental de la estructura de R es la angustia. En ese sentido, pienso el caso más del lado de la fobia que de la neuro-sis obsesiva. Digamos que el recurso a la inhibición es un recurso bas-

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tante endeble en él, y que lo que prevalece es la angustia. también me parece que prevalece el objeto voz por sobre el objeto mirada –que es el que encontramos en primer plano en la clínica de la obsesión. En la clínica de la obsesión encontramos el objeto escópico y el objeto anal, y en este caso encontramos el objeto invocante y el objeto oral.

Intervención: y ¿por qué no podría ser una histeria?

Nieves: bueno, podría ser pero no lo es, porque según lo que había-mos trabajado en las primeras clases, habíamos ubicado justamente a la histeria como nominación de lo simbólico, donde justamente se con-sigue armar un síntoma enhebrado con el amor al padre. En este caso parece que lo que prevalece es la nominación de lo real, es la angustia. y esta dimensión invocante tiene una fuerte presencia, que no es la presencia del superyó obsesivo, acá no se trata de esa voz que manda, que ordena, sinoque se trata más bien de un vacío angustioso.

Intervención: Está muy corrido lo simbólico. no es una voz que diga, es una voz. Por eso me sonaba esto del fantasma…

Nieves: Exactamente. no está demasiado armado el fantasma, que es lo que pasa en la fobia también.

Intervención: Por un lado está muy corrido de lo simbólico, y esto que él sueña, esto de la canción que no tiene letra, que nunca existió, parece ser puro ruido.

Nieves: sí, es una pura voz, una canción que nunca existió es eso, es una voz áfona, que nunca llegó a escucharse, a tener una existencia.

Intervención: yo creo que en ese sentido la música entra como su-plencia de lo simbólico, en el sentido de que entra por ritmos, no entra por tonadas ni por melodías, sino entra por un orden sobre el cuerpo.

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Nieves: Exactamente. Por eso yo había escrito el recurso a la mú-sica como el único, además del trayecto analítico, en el que es lo simbólico lo que está operando, pero él no lo puede sostener, es lla-mativo eso. bueno, obviamente que las bandas musicales se pelean, pero arman otras, o quedan como solistas, o se vuelven a juntar tiempo después para hacer un poco de plata fácil…(risas)

Intervención: El contenido de la música, ¿tenía letra?

Gabriela: no, era música sin letra. El tocaba la guitarra, era mú-sica del norte. al menos en el disco que él me trajo no había letra.

Nieves: De todos modos, insisto con la cuestión del cuero. Es in-teresante esto de que el cuero justamente es lo que recubre el cuerpo, y si en la angustia de lo que se trata es de que algo del interior del cuerpo ex-siste, es decir, se presenta afuera, o esto que dice Lacan en el Seminario de La Angustia, que la angustia es como un guante dado vuelta y entonces el sujeto vive su interior afuera, su interior arrojado afuera2. En ese sentido se podría pensar el trabajo con el cuero como una manera de volver a cerrar el guante, de volver a darlo vuelta, de devolverle la piel al cuerpo, de devolverle ese límite y cerrarlo.

Clase del 21 de agosto de 2008

2 Lacan, J. El Seminario. Libro X. La Angustia. Ed. Paidós. buenos aires, 2006. Pág. 78.

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IX. El amor al padre como síntoma. “La luz del padre”

Nieves: Les presento a alejandra Lubel. Es egresada del Icba, integrante del hospital de Día y del equipo de trastornos de ansie-dad del hospital alvarez.

Alejandra: La paciente a la que llamaré L., de veinte años dice consultar por “…cosas distintas que no tienen nada que ver entre sí”. Primero, el “miedo a la noche”, que padece hace más de un año. Aclara: “Miedo a que me pase algo aunque nunca me pasó nada”. Y una “crisis por vocación”. Cuenta que dejó la carrera de medicina, aunque le iba muy bien, porque lo quiere pensar mejor.

Se refiere a la separación de los padres, hace aproximadamente año y dice: “No me lo esperaba. La decisión de mi papá sorprendió a todos. Fue algo que sucedió por fuera de mi control, por lo cual no lo puedo superar”. Dice que tenía al padre muy idealizado “…hasta que se man-dó esta flor de cagada”. “El ya venía haciendo terapia hace dos años, lo venía elaborando, no dio ninguna señal, lo ocultó, no nos preparó, no nos dio la opción de participar en la decisión”. “Se me cayó un modelo de pareja, un modelo de familia”. “No soporto ver mal a mi mamá. Verla tan sola y sufrida”. “Quedé atrapada”.

I. La crisis por vocación.

Cuenta que su padre es ginecólogo y obstetra. “Para mi papá la pro-fesión es todo. No sé para qué tuvo cuatro hijos. Siempre que uno le pre-

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gunta qué está haciendo contesta: salvando vidas”. L. dice que siempre quiso estudiar medicina porque lo veía tan fascinado al padre con su carrera, pero que ahora tiene dudas.

Busca tests vocacionales por internet, habla con familiares y amigos para que le sugieran alguna carrera y me pide un test de orientación vo-cacional. Me abstengo y señalo su posición de demanda hacia los otros. Dice: “Nunca quiero elegir nada por si acaso. Quiero estar segura de lo que elijo, tener garantías, tener certezas del futuro. Me gusta tener todo bajo control”. Señalo la coincidencia en el tiempo entre su decisión de dejar medicina y la decisión del padre de separarse.

A la sesión siguiente se muestra angustiada por su noviazgo con Her-nán y se pregunta cómo sería estar con otra persona. Tiene dudas, sueños en los que su novio está con otra mujer. De él dice: “Siempre depende de otros que le digan qué hacer. Yo lo ayudé a buscar trabajo, a rendir las materias. Yo le cambié la vida. No estoy enamorada de Hernán pero él me da seguridad. Es como tener el cariño asegurado”.

Comienza a estudiar psicología, ya que dice que ella suele escuchar los problemas de los demás. Al poco tiempo deja porque no le va bien y decide dedicarse al canto y al baile. Con respecto a esto, dice que encon-tró su vocación, que cuando canta se olvida del mundo. Recuerda que comenzó a cantar junto al padre mientras él tocaba la guitarra. Le pre-ocupa lo económico, el futuro. Cree que su padre, aunque no se lo diga, no está de acuerdo con su elección, ya que siempre le sugiere hacer una carrera universitaria y seguir cantando como un hobby. L. dice que su ideal es su profesora de canto, que es psicóloga (ejerce como tal) y canta. Dice: “Ella hace todo y disfruta de todo”.

II. El miedo a la noche.

Dice que desde chica le tiene miedo a la oscuridad, aunque en el úl-timo año le cuesta dormirse con más frecuencia. Se ríe y dice “Tal vez es por mi nombre: Luz.” Recuerda que siempre le dejaban la luz prendida para dormir. Con respecto al nombre, dice que lo eligió su padre. “No es

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cualquier nombre. Siento que era importante para él”.En relación a los miedos, dice que teme que entre alguien por el

patio, que se violente con ella o con sus hermanos, que les pegue un tiro. “Nunca me pasó nada de eso. No sé de dónde saque estos miedos”.

Trae el siguiente recuerdo infantil: “Íbamos a tenis con mi mamá y mis hermanos. El colectivo quedó detenido por el tráfico en las vías del tren. Venía el tren. Mi mamá se puso a gritar como loca que bajemos. Ba-jamos. Yo sentí tanto miedo y no podía parar de llorar. Nunca más quise ir a tenis.”. Cree que se puso tan mal porque no podía controlar la situa-ción y dependía de la decisión del chofer de esperar o avanzar. Pregunto por los demás pasajeros. Se sorprende y dice: “Nada. Se quedaron arriba y el colectivo avanzó antes de que llegue el tren. Mi mamá exageró?”

Habla de la madre. Dice que es temerosa, que siempre cuando sale le dice “Cuidate”. “Es muy miedosa. Es una mujer totalmente dependien-te de mi papá”. Luego de separarse, hablando con sus hijas les dijo que no sabe mucho de sexo, que su primera vez fue a los veinticinco años con el padre, que fue su único hombre, que no sabe cómo desenvolverse en el amor, que tal vez se quede para siempre sola con sus hijos.

Un día se queda a dormir una amiga de la madre porque la madre se va de viaje y L. no siente miedo por la noche. Dice “Emilia es una mujer independiente, a diferencia de mi mamá. Mi mamá no me transmite seguridad, es débil. Es muy madre”. “Es loco pero me siento descuidada por mi mamá. Siempre está montando escenas de víctima de mi papá. Siempre sentí de ella una sobreprotección rara, como un doble mensaje. Lo hacía y después se quejaba de que había dejado todo por nosotros”.

Con respecto a los miedos, dice que está siempre en un estado de alerta, que su profesora de canto le dice que no cierra los ojos al cantar. “Es como estar siempre a la espera de que entre alguien, de no relajarme nunca”.

III. En el análisis.

Comienza a tener una relación clandestina con un hombre casado que tiene una hija. Lo conoce en el club en el que juega al hockey. Dice

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que él tiene problemas matrimoniales y por eso no se puede concentrar en su carrera. Refiere: “Siempre busco chicos con problemas como para solucionárselos”. Se pregunta por la esposa de este hombre. Cuenta que ella no trabaja y que no le gusta el deporte. “No entiendo qué hace con ella. Es re-vaga y depende de él para todo”.

Al poco tiempo, termina su relación con Hernán, su novio. Dice que cuando hablaron no podía pronunciar la palabra “separación” y que lo terminó definiendo él. La familia y los amigos se mostraron sor-prendidos “…sin comprender”. Intervengo diciendo: “Otra separación que sorprende a todos”. Habla de la posibilidad de que su padre esté con otra mujer. Se la imagina profesional (no ama de casa), linda, elegante, exitosa. “No soportaría ver a mi papá con otra mujer. ¿Qué tendrá ella que ahora él se toma tantos francos?”

Pasado un tiempo su padre le comenta que está en pareja y se la presenta. Refiere al respecto: “no es tan refinada como yo la imaginaba”. Se entera por su madre que su padre le fue infiel con esta mujer. Dice: “Yo no puedo ser feliz si mi mamá es infeliz”. Al poco tiempo decide terminar su relación con el hombre casado y dirá: “No quiero estar en el lugar de la que destruye un hogar”.

Sobreviene un período de varias peleas en su casa: reproches de la madre hacia sus hijos porque ven al padre, mensajes que le envía el padre a la madre, etc. L. se muestra angustiada. Dice: “Se tienen que poner de acuerdo”, Se tienen que sentar a hablar de plata, definir el tema de la casa”, etc. En más de una oportunidad, intercede entre ambos solucio-nando situaciones en relación al dinero o a la organización de la casa. Irónicamente se refiere a sí misma como la “solucionadora de proble-mas”. Trae el siguiente sueño de angustia: “Estaba con Juan (el hermano menor) por cruzar la calle. Yo lo agarraba y él se me iba. Nos pisa un camión. Me desperté cuando vi cómo se nos venía la rueda encima. Me sentí culpable. Fue la misma sensación de cuando falleció mi abuelo, como de vacío, de descontrol, de no poder evitar que sufra. La situación en mi casa se me vuelve inmanejable”. Señalo su posición. Llora dicien-do: “Me quiero separar de todo esto. Siempre me metí en todo. De chica me decían Mary Sánchez. Me ponía feminista porque siempre defendía

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a mi mamá. Ella renunció a su cargo cuando nació mi hermanito Juan porque mi papá no la quería ayudar con las cosas de la casa”.

Relata también una pelea que tiene con los hermanos. Al respecto, dice: “no sólo tengo que separarme de mis padres sino también de mis hermanos. Nos criaron en bloque”.

Con el tiempo, ceden las peleas en su casa. “Como yo no me metí más, ahora lo manejan con abogados y todo está más tranquilo”. Para-lelamente también van cediendo los miedos a la noche.

Tiene varias relaciones con hombres comprometidos. Cada vez que termina una, “por casualidad” conoce a otro en las mismas condiciones. Refiere: “No lo puedo manejar. Una amiga me dijo: ”Estás en el mis-mo lugar que la mujer de tu viejo”. Yo sé que es así pero no me puedo separar. Con los hombres me estoy metiendo en quilombo tras quilom-bo. Tengo un imán para los pibes que tienen problemas. Siempre estoy expuesta a situaciones de mierda”. Con ellos dice que “se siente menos”. “No puedo creer que me den bola. Están acostumbrados a salir con otro tipo de mujeres más lindas que yo, más sexys”.

Actualmente, se encuentra sin pareja. Dice que quiere estar con al-guien, pero“bien”, ya no quiere estar con hombres comprometidos. “No quiero estar con cualquiera con tal de no estar sola”. “Igual –aclara– , a pesar de estar sola no soy una sufrida como mi mamá”.

IV. La caída del padre ideal.

Nieves: Luz, que tiene veinte años, consulta luego de un año de la separación de sus padres, momento en el cual se inicia una crisis en ella, que se manifiesta en dos puntos que trae a la consulta, que son, por un lado, el miedo a la noche, y por otro lado, una crisis por vocación. Ella se queja del efecto de sorpresa que produce en la vida familiar la decisión del padre de separarse, efecto que ubica algo que escapa a su control.

De modo que en esta presentación se escucha, por un lado, la im-portancia del control, y por otro lado, una caída del padre ideal –en

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el cual ella estaba sostenida. Esta caída del padre ideal va a tener efec-tos tanto en el campo del amor como en el campo del estudio, de la profesión, del trabajo. Ella dice que cayó su modelo de familia, que su padre estaba muy idealizado hasta que se mandó esa flor de cagada, etc. Es en ese punto que quedó atrapada en el sufrimiento materno, no puede ver a la madre tan sola y tan sufrida, quedó atrapada.

En la vertiente de la crisis por vocación –que es el primer tema que introduce alejandra en su relato clínico– queda ubicada la po-sición del padre ideal –este padre ginecólogo y obstetra– en una po-sición en donde podemos claramente ubicar un goce con la muerte en el campo sexual. Efectivamente, se trata de alguien que se dedica a abordar el cuerpo femenino como médico, que está salvando vidas. El salva a las mujeres de la muerte, no les hace el amor, de modo que el goce con el cuerpo femenino en este hombre está puesto del lado de la muerte. ahí es donde se cristaliza la posición del padre ideal. hay una relación muy estrecha –que Lacan va a desplegar en varias oportunidades– entre el padre ideal y el padre muerto. El padre ideal es un padre muerto, es un padre que está muerto en su deseo como hombre. Es una versión de un padre que en verdad no desea como un hombre, y que en este caso se evidencia cuando se le pregunta que está haciendo y él contesta que está salvando vidas.

Por otro lado para él la profesión era todo, no había un lugar ahí para una mujer que no fuera una paciente a la que había que salvarle la vida. Esta versión del padre ideal cae con la decisión del padre de separarse. Parece que su vida no terminaba en la profesión, hay otras cosas que lo llevan a separarse, y ahí es donde L., que estaba identificada con el padre en ese punto, y que estaba estudiando para ser médica como el padre, entra en la crisis de vocación.

V. Una demanda de control

hay un primer momento transferencial en ese punto. L. le pide a la analista que le haga un test vocacional. aquí podemos ubicar

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justamente lo que es la respuesta propiamente analítica frente a una demanda de un sujeto, porque hubiese bastado con que alejandra se hubiese prestado a esta cuestión de la orientación vocacional, para que no se abra la dimensión del análisis para L. Ella dice: Me abstengo y señalo su posición de demanda hacia los otros, es decir que interpreta. Ella responde, por un lado, con una negativa a la demanda del test, y por otro lado, con una interpretación, al señalarle su posición de demanda hacia los otros. al pedir un test vocacional, L. está pidiendo que el otro le diga cuál es su deseo en lugar de averiguarlo ella.

Ella quiere evitarse la pregunta, y la respuesta de la analista le devuelve la pregunta –que es lo que va a empezar a desplegar. En ese sentido me parece que es muy interesante esta primera interven-ción analítica que produce un efecto de análisis, y por otro lado, desarmando la estrategia neurótica de control, que apunta a desligar cualquier pregunta sobre el deseo de su cuestión vocacional. L. dice: Nunca quiero decidir nada por si acaso, quiero estar segura de lo que elijo, tener garantías, tener certezas del futuro, me gusta tener todo bajo control. De modo que el punto que es tocado con la interven-ción analítica es el punto de la búsqueda de control, que vela la cas-tración. Es la castración que se abrió con la caída del padre ideal.

En el punto en que cae el padre ideal, surge este padre como castrado, mandándose una cagada, no siendo coherente con que lo único que le interesa es la profesión y salvar vidas. En ese punto en que surge la castración en el padre, también cae la castración sobre ella, ya no puede controlar todo y entra en crisis con la vocación. allí se hace presente una demanda de control, que le hagan un test y le digan lo que tiene que estudiar. antes tenía el modelo del padre, cuando pierde el modelo del padre, se demanda a la analista que venga a ese lugar a decirle lo que tiene que hacer.

La segunda interpretación, que señala la coincidencia en el tiem-po entre la decisión de L. de dejar medicina y la decisión del padre de separarse, es importante porque anuda en la vía del sentido estos dos sucesos, que en el decir de L. quedaban separados: la separación

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del padre y su crisis vocacional. hay una respuesta inmediata del sujeto, que a la sesión siguiente trae su angustia por su noviazgo con hernán. En el punto en que la analista articula, con su interpreta-ción, la decisión de L. de dejar medicina con la decisión del padre de separarse, se anudan el deseo con la cuestión sexual –que era lo que quedaba separado en la versión del padre ideal, que se dedicaba enteramente a la profesión, y cuyo único interés en el cuerpo feme-nino parecía ser salvarlo de la muerte.

VI. El surgimiento de un Otro deseante.

al conmoverse esa versión del padre, y al quedar articulada en la intervención de la analista esa perturbación con los efectos de ella en la vocación, inmediatamente lo que surge es una angustia sexual, una angustia en relación con su deseo respecto de la relación que mantiene con el novio –que es una relación en la cual ella está en una posición maternal. Ella dice que su novio siempre depende de otros que le digan qué hacer. Dice: Yo lo ayudé a buscar trabajo, a rendir una materia, como una madre que está impulsando y alentando al hijo a cumplir con sus deberes, a hacerlo hombrecito, agregando: Yo le cambié la vida, para terminar confesando su posición subjetiva al decir: No estoy enamorada de Hernán pero él me da seguridad, es como tener el cariño asegurado. hernán viene a ese mismo lugar en que antes estaba la garantía, el control, la necesidad de una vida sin sobresaltos, que quedó sobresaltada por el padre, justamente.

ahora, el inconsciente ya está un paso adelante y entonces sueña con que hernán está con una mujer, volviéndolo deseante. En ese punto lo ubica en el lugar del padre, que está con otra mujer que no es la madre. si ella está en ese lugar materno, de buscar garantía, seguridad, para no tener miedo, para no estar sobresaltada, lo sueña a hernán como el padre, estando con otra. también podemos decir allí que se está interrogando si ella puede ser otra también –esa sería otra vía para interpretar ese sueño.

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Pero, lo que claramente surge es su angustia por la modalidad de lazo que ella ha establecido con este novio, que está en continuidad con el deseo materno, y donde despunta la pregunta por el deseo en relación con estas formaciones del inconsciente, con estos sueños que muestran a su novio con otra mujer. En esos sueños se mani-fiesta el deseo de un lugar para lo femenino.

Por otro lado está la vertiente propiamente vocacional, por la que ella empieza a estudiar psicología, después deja, para decidir finalmente dedicarse al canto y al baile. Es interesante cómo dice que encuentra su vocación. sin hacer ningún test vocacional, va haciendo un recorrido que la lleva a elegir el canto, dice que cuando canta se olvida del mundo. Lo interesante es cómo esta elección nuevamente remite al padre, pero en otro registro, en otro nivel –intentaremos luego ubicar esta distinción en el nudo. así como la medicina era un encuentro con el padre ideal, con el padre muerto, el canto es un encuentro con el padre del deseo, con el padre real. El padre tocaba la guitarra y ella cantaba. había algo del deseo y del goce en el cuerpo –que es todo lo contrario de esa versión del padre ideal y muerto–, que ella podía compartir con su padre en esos momentos. De modo que en este encuentro con su vocación, L. se encuentra con otra versión del padre –o con el padre en otro registro–, lo cual le va a permitir rearmarse en otro lado distinto de aquel en el cual se encontraba antes de que se desencadenara el episodio neurótico que la trajo a la consulta.

Por supuesto que en el horizonte sigue estando el padre ideal, el padre quisiera que ella estudiara una carrera, está lo que el padre es-peraría de ella; esa vertiente ideal está, pero no es con eso con lo que ella se queda. con lo que ella se queda es con el gusto por el canto, que resuena con el gusto del padre por la música, que no va en la vía del ideal sino justamente, de un goce pulsional anudado al deseo.

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VII. La Luz del padre.

El miedo a la noche había surgido en la neurosis infantil, y se actualiza con la separación de los padres. En ese momento surge un contraste entre su miedo a la oscuridad y su nombre, Luz, nombre que le dio el padre justamente, y donde ella ubica el ser importante para el padre. De modo que su nombre propio también nombra el amor al padre, o el amor del padre, la doble vertiente del amor que la une con el padre –en el cual ella se sostiene y que aleja la oscuri-dad, que aleja las tinieblas, que aleja lo siniestro del deseo materno. Vamos a ir viendo, en lo que va desplegando a continuación L. en su análisis, que la oscuridad remite a una opacidad del deseo materno y a un miedo de la madre. El miedo a la oscuridad de ella está en continuidad con el miedo materno.

En ese punto el nombre ya se hace presente como alguna media-ción, como algún recurso al nombre del Padre ante ese deseo mater-no que la lleva a un miedo, que tendremos oportunidad de verificar que finalmente es un miedo sexual. Primero está la cuestión de los temores maternos, está ese recuerdo infantil de cuando van al tenis y la madre se baja del colectivo, esa exageración en el temor materno, esta madre que está todo el tiempo anticipando una catástrofe, que quiere asegurarse, que quiere controlar la situación, y que en reali-dad queda fuera de control, en un estado de pánico. Lo que además termina con esa posibilidad de gozar del cuerpo que sería hacer un deporte, porque no van más a tenis después de eso. Efectivamente, es un miedo que coarta el deseo. y lo que despunta en el horizonte es que finalmente se trata de una versión donde podemos ubicar la violencia y la muerte, los miedos de que entre alguien por el patio, que se violente con ella y con sus hermanos, les pegue un tiro.

aquí se trata de una fantasmática de muerte y violencia, que es la fantasmática materna frente a la cuestión del sexo, recordemos que la madre es temerosa, que siempre le dice Cuidate, que es total-mente dependiente del padre. a continuación Refiere que cuando la madre se separa del padre, les dice que no sabe mucho de sexo,

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que su primera vez fue a los veinticinco años con este padre, que fue su único hombre, que ella no sabe cómo desenvolverse en el amor y que tampoco lo quiere saber, ya que es probable que se quede para siempre sola con sus hijos.

se trata de un temor al sexo, de un temor a la feminidad, y el consecuente refugio en la maternidad: se va a quedar sola con los hijos, lo cual implica que los hijos también se tienen que quedar solos con ella, para acompañarla; y ahí está el punto del miedo en su ligazón con una angustia sexual. Podemos decir que finalmente el miedo es un miedo a la madre, un miedo a la madre y al descuido materno, porque lo que va a surgir, cuando se queda a dormir Emi-lia en la casa –que es una amiga de la madre, porque la madre se fue de viaje– es que L. no tiene miedo, y ahí lo que surge es un contraste entre Emilia, que es una mujer independiente, que se diferencia de la madre que es insegura, que es débil y que la descuida. ahí se ubica ese punto paradojal del estrago materno, donde la sobrepro-tección va de la mano del descuido; Siempre sentí de ella como una sobreprotección rara, como un doble mensaje. Me siento descuidada por mi mamá. Finalmente, el miedo de L. es un miedo a la madre, a ese descuido materno, a esa imposibilidad de la madre de hacer de otro, y a esa victimización de la madre.

Frente a la caída del padre ideal surge un punto de identificación con la madre, entonces ella está temerosa como la madre, está en un estado de alerta, esperando lo peor, esperando la catástrofe –como la madre en la escena del tren. y es interesante cómo en el decir de L. surge un contrapunto ahí entre esa identificación con la madre –ese estado de alerta, de espera– en el momento mismo del canto, cuando justamente habíamos ubicado el canto como el encuentro con el padre en otro registro. Justamente, lo que dice L. es que la profesora de canto le dice que no cierra los ojos al cantar, es decir que no se entrega a ese goce, que está alerta, como esperando algo. y ahí se ubica ese miedo a que entre alguien, es como estar siempre a la espera de que entre alguien. Podemos poner en relación ese miedo con un miedo sexual materno a ser penetrada.

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VIII. La Otra mujer.

Entonces surge el último tramo del relato de alejandra, donde se producen movimientos muy claros de análisis. L. empieza a tener una relación clandestina con un hombre casado, que queda ubicado en una posición similar a la del padre, siéndole infiel a una mujer vaga y dependiente, como podría ser muy bien la madre de L., y que además tiene una hija. también está la identificación maternal, porque ella dice que siempre se busca chicos a quienes tiene que solucionarle los problemas. Pero hay un efecto de corte, al poco tiempo termina su relación con el novio, hernán; si bien no puede pronunciar la palabra separación y lo termina definiendo él, el mo-vimiento parte de ella.

Está la cuestión de la sorpresa, que también es interpretada por la analista en la vía de la repetición, en línea con el deseo del padre: Otra separación que sorprende a todos. como su separación de her-nán sorprende a todos ella queda en identificación con el padre, sorprendiendo como el padre. En este punto se hace presente nue-vamente la versión del padre, que es lo que se va a empezar a tra-bajar. habla de la posibilidad de que su padre esté con otra mujer, se la imagina profesional –no ama de casa como la madre– linda, elegante y exitosa –todo lo contrario de la madre, dependiente, ama de casa y temerosa. y después dice: No soportaría ver a mi papá con otra mujer. ¿Qué tendrá ella, que ahora mi papá se toma tantos francos? ahora queda claro que la profesión no lo es todo para él, que no está salvando vidas, está haciendo otra cosa, en todo caso disfrutando un poco. se hace presente la pregunta por lo femenino encarnada en esta otra mujer, en esta mujer del padre: ¿qué tendrá ella que ahora él ya no es ese médico abnegado y sufriente…?

El padre le dice que está en pareja, le presenta a esta mujer, por supuesto que L. ya la había idealizado, entonces ya no es tan refinada como la había imaginado, y la cuestión que surge ahí es la infidelidad del padre, la madre le cuenta cómo el padre le había sido infiel con esa mujer. La infidelidad pasa a enmarcar el fantasma con el cual ella

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empieza a desplegar su pregunta por lo femenino, en estas relaciones con hombres comprometidos o casados. y dice: Yo no puedo ser feliz si mi mamá es infeliz, ahí está el punto de identificación con la madre. afectada por la infelicidad materna, le resulta perturbador ese lugar de la otra en el que se ubica, dice: No quiero estar en el lugar de la que destruye un hogar. Ella entonces queda ubicada ahí intercediendo en-tre el padre y la madre, guiada por el deseo materno.

IX. La separación del Otro materno.

ahí surge ese sueño de angustia en el que ella está con su her-manito menor: Yo lo agarraba, él se me iba, nos pisa un camión, me desperté cuando vi cómo se nos venía la rueda encima. Me sentí cul-pable. El hermano encarna algo que se le sale del control –porque ella lo agarra y él se le escapa–, encarna esa pérdida de control, que es lo que define la desestabilización de su estructura, el desencade-namiento de su neurosis, que la lleva a la consulta. Esa pérdida de control que ella vive como ser pisada por un camión, ser aplastada –podríamos decir así– por la angustia materna, ya que el camión, el tren, están ahí. se trata de ser arrasada por el otro, lo que además queda en relación con la muerte del abuelo, que supongo debe ser el abuelo materno, ¿no?

Alejandra: sí.

Nieves: muerte que seguramente debe haber sido como un ca-mión que le pasó por encima a la madre, y donde ella quedó tam-bién ahí identificada con la madre, al no poder evitarle el sufri-miento. ahí se abre una serie entre no poder evitar que sufra el abuelo cuando muere, no poder evitar que sufra la madre con la separación, y este mote de mary sánchez, que es tan gracioso, que aludía a que ella siempre se ponía feminista y defendía a la mamá. Ella defendiendo el discurso materno, según el cual la madre tuvo

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que renunciar a su cargo cuando nació su hermanito porque el papá no la quería ayudar con las cosas de la casa. ahí está embanderada en el discurso materno.

si bien ella trae la cuestión de la crisis vocacional y de los miedos nocturnos, la demanda inconsciente de análisis es separarse de la madre. En el sueño ella está en el lugar de la madre que deja su de-seo de lado y se queda ahí, ocupándose del hermanito menor –como hizo la madre que dejó su cargo de lado–, y culpando al padre por ello, victimizándose. Entonces, la verdadera demanda de análisis es separarse de la madre y salir de ese lugar infantil, ya que finalmente surge la cuestión de separarse del hermano, de salir del bloque. Di-gamos que la posibilidad de articular esa demanda le permite hacer un movimiento, ella sale de ese lugar de intercesora entre los padres, y ponen un abogado. ceden las peleas y se van retirando esos mie-dos que ella tenía.

Por otro lado, comienza la repetición en la vía del fantasma. Ella empieza a tener varias relaciones con hombres comprometidos. cada vez que termina una, conoce a otro que por casualidad está en las mismas condiciones; ahí está operando la repetición de la lógica del fantasma, donde se va eligiendo una versión del padre, pero ya no de un padre muerto en su deseo, sino de un padre que desea, donde ella está en el lugar de la otra, de la que causa el deseo de ese padre, y donde se despliega una interrogación de lo femenino, ya que ella dice: No puedo creer que me den bola, están acostumbrados a salir con otro tipo de mujeres, más lindas que yo, más sexys.

así como al principio del análisis se preguntaba: ¿Qué tendrá esa Otra?, ahora se pregunta: ¿Qué tendré yo que me dan bola? Si bien ella todavía no puede enfrentar su propia feminidad, se está encon-trando con que hay algo en ella que causa el deseo de estos hombres que están en el lugar fantasmático equivalente al del padre, ya que son hombres casados, tienen una mujer legal que es madre, y todo lo demás… Esta vía parece encontrar cierto límite, ya que actual-mente se encuentra sin pareja, pero lo interesante es lo siguiente: A pesar de estar sola, no soy una sufrida como mi mamá. no está en

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pareja pero no queda en ese lugar melancolizado de la madre, que no iba a poder nunca más tener otro y se iba a quedar con los hijos para toda la vida. se abre la posibilidad de vivir la soledad de una manera que no sea sufriente.

X. Los tiempos de la estructura.

Distinguiría tres tiempos en la estructura de L.un primer tiempo, que sería el tiempo previo al desencadena-

miento de su neurosis histérica, cuando ella está sostenida en el amor al padre ideal, al padre muerto, con el consiguiente efecto de mortificación de lo femenino, y donde ella en este punto del amor al padre ideal está sosteniendo al padre entre simbólico e imagina-rio. Está toda la cuestión imaginaria del control, de la garantía, de la seguridad, del cariño asegurado –la relación con hernán va en esta misma vía. y por otro lado, hay una identificación con el padre en relación con el estudio de la carrera de medicina, en la misma vía de mortificación del deseo.

segundo tiempo. se desencadena la neurosis con la separación del padre, cae el padre ideal. se hace presente el padre real, como hombre, como deseante. En ese momento, en el cual ella ya no pue-de seguir sosteniéndose en el padre ideal –como lo hacía antes–, cae en una identificación con la madre, con el sufrimiento materno, con el miedo y la angustia sexual materna. En esta caída de la identifica-ción con el padre entra en una crisis de vocación. Pierde el control.

tercer tiempo, inicio del análisis. ahí yo ubico estas dos inter-venciones que tiene alejandra ante la demanda del test vocacional, por un lado, la intervención analítica que saca a L. del recurso a cierto ideal de control, y por otro lado, la interpretación que señala la coincidencia entre la separación del padre y la crisis vocacional. Estas dos vías de intervención hacen surgir la pregunta por el deseo, con la consiguiente pregunta por lo femenino. Ella puede elegir su vocación, y ahí se hace presente un goce anudado a un deseo en

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relación con la voz. ahí es donde ella reencuentra al padre en otro registro, no ya imaginario-simbólico sino simbólico-real.

El recurso al padre ideal sigue, pero no es lo que la sostiene. El padre esperaría otra cosa de ella, pero ella avanza con la cuestión del canto. y por otro lado, podemos ubicar ahí la construcción de un fantasma, de una versión de este padre real (no del padre ideal), en la que ella presta su cuerpo a ser la otra de un hombre comprometi-do, donde ella se despega de la identificación con la madre, ya que ahí ella no es la madre, no es la ama de casa, no es la mujer legal, es la otra, es la que causa el deseo; ahí es donde ella sostiene su pre-gunta por la feminidad. Podríamos decir que acá se constituye un síntoma analítico –porque esto se produce en el análisis–, que con-siste en ser la amante de un hombre infiel, que vendría al lugar de la interrogación por el deseo del padre. y con ese síntoma analítico, en el que se despliega este fantasma, se está justamente desplegando su pregunta histérica en el análisis.

XI. El nudo de L.

Vayamos ahora al nudo. Les propongo que en este caso el lapsus estructural del nudo es entre simbólico y real. aquí están los tres sueltos, abajo el simbólico, en el medio el imaginario y arriba el real. ubico los lapsus entre simbólico y real, ya que si en estos dos puntos lo real pasara por abajo y no por arriba de lo simbólico, el nudo sería borromeo.

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ahora vamos a ubicar los tres tiempos que distinguí recién para ustedes.

El primer tiempo, que es el tiempo del arreglo neurótico pre-vio al desencadenamiento de la neurosis. Ese tiempo en el cual L. estaba sostenida en el padre ideal, en el padre muerto, cuando ella estudiaba medicina como el padre, donde se jugaba una identifica-ción con el padre en esta vía, y donde había una ajenidad absoluta respecto de lo femenino, que estaba en un estado de mortificación. En este primer tiempo lo que yo ubicaría es un síntoma, entre sim-bólico e imaginario.

se trata de una histeria, que está sostenida en el padre ideal, por medio de una identificación viril a ese padre ideal, estudiando

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medicina como el padre –para matar el sexo, podríamos decir. Por eso lo ubicamos acá, como una duplicación de lo simbólico. Es un síntoma que modifica estos dos puntos de cruce, pero de todos modos es un nudo borromeo. Es una duplicación de lo simbólico, pero entre simbólico e imaginario, porque está en relación con el padre ideal, con el padre imaginario, dejando por fuera al padre real y con él lo real del sexo.

Esa identificación viril con el padre, cuando ella estudiaba medi-cina como él, para poder matar el cuerpo femenino, es un síntoma de los que Freud llamaba ego-sintónico, que está en sintonía con el yo, justamente porque está entre simbólico e imaginario, lo que le permitía un control, le permitía su garantía, su reaseguro. Este síntoma cae cuando el padre se separa. cae el padre ideal. ya no se puede sostener más esa versión del padre salvando vidas, para quien lo único que existe es su profesión. cae.

y vamos a ubicar el segundo tiempo lógico. Lo que tenemos acá es el surgimiento de la angustia, que se hace presente en el miedo a la noche y en la crisis por vocación con que L. llega a alejandra. hay una pérdida del arreglo anterior, ahora ella ya no puede más sostener-se en la identificación con el padre ideal, quedando identificada con la madre en el punto de angustia materna, en el punto del miedo de la madre. En este segundo tiempo, en el cual ella consulta, identificada con el deseo materno, vamos a ubicar la angustia como nominación de lo real, que es lo que la trae. La angustia, que se presenta como miedo a la noche, y por otro lado, como un no saber qué hacer, como una pérdida del lugar que ella había conseguido en relación con lo vocacional. Entonces acá ubicamos una duplicación del registro real, en el que se mantiene el anudamiento borromeo, pero donde lo que anuda es la angustia, que anuda de un modo muy paradójico.

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Finalmente, un tercer tiempo a partir de las intervenciones de la analista ante la demanda del test vocacional. tercer tiempo en el cual dijimos que se despega de la identificación con la madre, donde se vuelve posible un nuevo recurso al padre, pero no ya al padre ideal sino al padre real, al padre del deseo, donde surge otra versión del padre, y donde se constituye como síntoma analítico el estar en el lugar de la otra de un hombre infiel, desplegándose la interrogación de lo femenino desde ese lugar. Entonces ahí cae el arreglo anterior, cae la angustia, cae la identificación con la madre, se separa, de modo que estar sola no va a ser el estar sola de la madre, ceden los miedos nocturnos –que eran los miedos de la madre. Deja de estar en lugar de mary sanchez, de la feminista que defiende a la madre, y deja que los padres se arreglen con los abogados. Entonces ahí sale de esa continuidad con el deseo materno, en la que se había sostenido en el momento de la crisis y del desencadenamiento de su neurosis.

y ahora vamos a dibujar el nudo en el que se encuentra L. tra-bajando en su análisis, y sostenida en un síntoma analítico, síntoma del cual forma parte su analista.

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Este síntoma lo vamos a ubicar como una duplicación del re-gistro simbólico, pero ahora entre simbólico y real, no como era el primer síntoma, previo al desencadenamiento, que estaba entre sim-bólico e imaginario. Este síntoma analítico se sostiene en lo real del padre, y en la pregunta por lo real del sexo. opera desde lo simbó-lico, desde el trabajo analítico, de las formaciones del inconsciente, pero en su articulación con lo real. Podemos llamar a este síntoma ser la amante de un hombre infiel.

Intervención: ¿L sigue en análisis?

Alejandra: sí sigue, y yo me preguntaba qué hay del síntoma analítico ahora, porque hace ya algún tiempo que está sola, algo, no logro ubicar claramente qué, pero algo corta con esta repetición...

Nieves: sí, éste más bien parece ser un momento de cierto impasse en el despliegue de esa pregunta por lo femenino, hay que ver qué nuevas vías toma esa pregunta. Esa repetición fue una primera vía de interrogación de lo femenino. yo creo que esta escritura va más allá del síntoma de ser la amante de un hombre infiel, porque es la escri-tura de la interrogación de lo femenino en tanto tal, del despliegue de la pregunta histérica, que no es lo mismo que la pregunta histérica

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en sí misma. Lacan, en algún lugar del seminario III1, plantea que en realidad la histérica se la responde para no preguntarse, que ya desplegar la pregunta en el análisis es de otro orden distinto de lo que es el arreglo propiamente histérico. creo que este dibujo del síntoma analítico es el dibujo de una interrogación desde lo simbólico –por eso está duplicando el registro simbólico– pero que toca lo real, toca lo real de lo femenino, lo real del padre, y con eso ella se está inte-rrogando sobre lo femenino. Entonces, un momento de ese síntoma, un momento de esa pregunta, es ser la amante de un hombre infiel, pero puede haber otros momentos...

Alejandra: otras respuestas…

Nieves: claro. Pero es difícil que una mujer se pregunte por lo fe-menino cuando no le está pasando algo con un hombre, por eso digo que éste debe ser un momento de impasse, necesario quizás, para poder pasar a otra manera, o a otro orden del despliegue de esta pregunta.

Alejandra: ahora la pregunta de ella se centra en qué del canto, si ser una artista, si ser cantante estrella, si ser parte de una banda.

Nieves: o sea que la pregunta de ella está en relación a su deseo como sujeto en este momento. y eso es muy importante, porque como decíamos antes, ahí también hay un lugar distinto en el nudo. cuando ella estudiaba medicina, la podemos ubicar entre simbólico e imagina-rio, identificada con el padre ideal, con el padre muerto, y donde no se tocaba lo real del sexo. ahora, en la cuestión del canto, entra el cuerpo de otro modo. Podríamos decir que el estudio de la medicina aborda al cuerpo como muerto, la anatomía es eso, la disección de cadáveres, es el cuerpo muerto, y también la operación del bisturí que lo corta, que lo fragmenta simbólicamente en órganos que están muertos en tanto

1 Lacan, J. El Seminario. Libro III. Las psicosis. Ed. Paidós. barcelona, 1985. Pág. 254.

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están vaciados de goce. Pero lo que queda especialmente por fuera del abordaje médico es el goce sexual, es lo que impacta en la profesión del padre y en la respuesta de que está salvando vidas. El canto, por el contrario, es un goce del cuerpo viviente, el goce con la voz, es el cuerpo que respira, y además, lo interesante también es que es un goce del cuerpo que no va por el lado de la enfermedad, no es el cuerpo fe-menino enfermo que va al ginecólogo, sino que es otra dimensión, es la dimensión de un goce que se articula con un deseo, y donde lo que circula por el cuerpo en el canto es un deseo que no tiene nada que ver con las vías anatómicas, con las vías que mortifican el cuerpo.

y en ese sentido es interesante la referencia a su profesora de can-to, que queda ubicada como alguien que la guía en el deseo, queda en la misma vía que la analista diciéndole que no se entrega al goce del canto, que no cierra los ojos, que está alerta ahí a ver qué pasa, como la madre. y también esta cuestión de que es psicóloga, también podría ser una analista, hay algo de la transferencia ahí que es intere-sante, y que toca una versión de lo femenino que no es la materna, ya que se trata de alguien que le dice: ¡No tengas miedo!, Cerrá los ojos, que no te va a pasar nada, entregate a ese goce, al goce del deseo... se trata de un reverso del ¡Cuidate! materno. y Luz ubica ahí el disfrute en relación a esta profesora de canto, que disfruta.

Intervención: cuando decís síntoma analítico, ¿lo decís porque se arma en el análisis?

Nieves: Porque se arma en la transferencia. Ella deja al novio estando en análisis, y en relación con esa interrogación que promueve el trabajo con su inconsciente, ya que hay un sueño, o varios, donde ella sueña que el novio está con otra, donde se abre la cuestión de lo femenino.

Intervención: ¿y por qué lo tomás como un síntoma?

Nieves: Porque es una posición sintomática para ella. Ella quiere dejar de estar en el lugar de la que destruye un hogar, entonces corta,

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y justo se encuentra con otro que estaba también comprometido, se ve la repetición del síntoma ahí, ella quiere salir de y vuelve a caer, y esto le pasa varias veces, que justo se engancha con otro casado, es sistemático esto que le pasa con los tipos.

Alejandra: claro, ella deja un trabajo porque estaba enganchada con su jefe, y empieza en una nueva oficina y se mete con un com-pañero casado.

Nieves: no es lo que ella quiere, pero le pasa, se lo encuentra repe-titivamente. Quizá cuando se encuentra al tipo ni sabe que es casado y después resulta que es casado, hay algo ahí del orden del síntoma.

Es el lugar de interrogación de lo femenino, el habitual síntoma histérico de la mujer que dice: ¿Por qué será que justo me vengo a en-contrar con tipos que son así? Y ahí está la repetición y alguna posibili-dad en esa repetición y en ese encuentro repetitivo de desplegar una pregunta. y eso, como decía alejandra, tiene un límite en el análisis, hay un punto en que esto cae, ella queda sola y hay que ver cuál va a ser el nuevo rumbo de la pregunta.

Intervención.; El canto parece que se lo toma muy profesional-mente, ¿no?

Alejandra: sí, sí, ella estudia cuatro veces por semana…

Nieves: Por eso digo que es interesante ese punto, porque ella ahí realmente elige la vocación, si bien no sé si uno elige la vocación o la vocación lo elige a uno, porque la vocación es un llamado, es una voz. Digamos que L. se encuentra con esa vocación, y ahí es inte-resante como, por más que ella supone que el padre esperaría otra cosa, de modo que está la versión del padre ideal, ella igual quiere dedicarse profesionalmente al canto, no se engancha con esto de tomarlo como hobbie.

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Intervención: ¿uno puede pensar que en esta dedicación al canto ella está sublimando?

Alejandra: yo lo que decía es que se le abren preguntas en re-lación al canto, preguntas de qué del canto, si quiere ser artista, si quiere ser parte de una banda, es esto lo que surge en este momento de su análisis. Ella dice que sabe que a veces desafina y que no tiene la mejor voz pero que canta con el alma, que canta con todo el cuer-po, que siente una emoción cada vez que canta…

Nieves: Desde cierta perspectiva quizás se pueda decir que es su-blimación, en el sentido de que es una satisfacción de la pulsión sin represión, no es la vía del síntoma y demás. Pero a la vez, también ahí ella se está preguntando algo que tiene conexión con lo femeni-no, que es qué va a ser ella, si va a ser una estrella… Es una manera de preguntarse. Porque en realidad el cantante también está en un lugar de causar el deseo, es cierto que de un modo más sublimado, más velado, pero está la cuestión de qué va a hacer ella con ese agal-ma, con ese deseo que ella tiene y que la inunda cuando canta, qué lugar le va a dar…

Intervención: yo tengo una dificultad para pensar en esto de su deseo por el canto, si sigue estando en relación al padre.

Nieves: Pero siempre el deseo tiene que ver con el deseo del otro, antes se enfatizaba su deseo respecto de lo que el padre quisiera para ella –que no es el deseo del padre, sino el padre ideal–, que quisiera que ella estudiara algo que le asegurara el futuro económico y que tuviera el canto como hobbie. El canto está en relación, no con el padre ideal, sino con el deseo del padre, porque surge en relación con el gusto del padre por tocar la guitarra. Por eso ubicamos el canto como un síntoma que anuda simbólico y real y no simbólico e imaginario.

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Intervención: El padre como un otro barrado, porque al comien-zo estaba el padre ideal, el padre como el gran otro, y después, cuando comienza canto está el padre barrado, el padre real, va por ese lado, ¿no? Es el deseo de ella en tanto deseo del otro barrado.

Nieves: sí, también podemos ubicar al padre ahí dividido por esta práctica de la música por un lado, y el ideal de que estudiara una carrera universitaria y mantenerse con eso.

Clase del 4 de septiembre de 2008

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X. El padre-síntoma. “Mirada de negro”.

Nieves: buenas tardes, les presento a alicia Prefumo, ella es psi-coanalista, practica en el hospital de Día del hospital alvarez, es di-plomada del Icba y también participa del centro Pequeño hans, perteneciente al Icba.

Alicia: Tomás tiene quince años, es el mayor de tres hermanos va-rones. Va a la escuela y se está entrenando en el deporte de remo. Los padres solicitan la consulta a pedido de él, ya que están preocupados debido a que desde hace unos años ha dejado de comer frutas y verduras crudas y piensan que esto va a incidir en su desempeño deportivo.

El padre dice que Tomas va tener falencias si no come lo que tiene que comer. El pensó que era un capricho hasta que empezó a notar que Tomás se ponía mal y se angustiaba, se dio cuenta que estaban presio-nándolo mucho.

Seguidamente da cuenta pormenorizada, con visible admiración, de los logros efectuados por sus cuñados, tíos maternos de Tomás, que practican este deporte de alto rendimiento en forma profesional con im-portantes éxitos. Y lo relevante que es para ellos la alimentación.

En la primera entrevista, Tomas manifiesta que le pidió a sus padres para venir porque piensa que todo está en su cabeza, está angustiado porque ama el remo pero no va a llegar… por la imposibilidad de co-mer “esas” cosas.

Interrogo acerca de su amor por el remo. Refiere que de muy joven su papá era amigo de sus tíos y que luego conoció a su mamá y se casó con ella. Desde que él nació en la familia estaba “metido” el remo, todos

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hablaban de sus tíos, de las regatas, de los premios y las medallas. Dice que hasta su mamá veía las regatas, los videos, las fotos.

A los seis años comenzó con “fobia o pánico” a las verduras y frutas. Esto es, que le producen una sensación de rechazo, ganas de vomitar y arcadas.

Manifiesta con preocupación que sus tíos, los remeros exitosos, tienen que comer bien, y él ha comenzado a entrenar y siente que su rendi-miento está disminuyendo por esta causa.

Esta preocupación que trae en relación con la comida, en serie con el discurso familiar, pronto se va a ir diluyendo, dando lugar a otras cuestiones. Mi posición apuntaba a interrogar su propia subjetividad.

Para mi sorpresa comienza a hablar de que en su familia “le hin-chan las pelotas”, que hay mucha presión, ya no es solamente prepararse para competir sino que hay que dar más, hay que ganar, dar más de lo que se puede. Y él siente que es diferente.

Se señala esto dicho por él, tratando de alojar este lugar de “dife-rente”.

Cuenta que en una oportunidad en que habían viajado a Mendoza con R, el mayor de sus tíos maternos, éste se enojó porque no comía ver-duras, manifiesta que eso a él lo enojó mucho, ya que esperaba que su tío lo quisiera por lo que es, y no por lo que él quiere que sea. Dice que este episodio fue muy fuerte para él porque su tío era como un segundo papá y a partir de esto todo comenzó a ser diferente.

Comenta que el entrenamiento lo hace en un club en el que se inscribió para tal efecto, aquí se siente discriminado por sus compañeros, lo llaman negro de m…. Cabe aclarar que Tomás tiene el cabello de color oscuro como su padre, a diferencia de la mamá que es rubia y de tez blanca.

Comienza a traer sueños, en uno de ellos la casa se empieza a llenar de agua y un hombre todo negro lo está mirando. Corre a agarrarlo pero se le escapa. El está adelante y su familia atrás, y el negro todo el tiempo lo está mirando, cada vez que lo ve le da miedo y bronca.

En otro sueño él veía dibujos en la pared, los veía y le dolía la cabeza. El dibujo consistía en un solo ojo, como si estuviera tallado en la pared.

Interrogo acerca de este sueño y dice que a él lo observan cuando

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entrena con el remo, y él observa a su familia y amigos. Que lo observan y que él observa mucho, y relaciona este mirar-ser mirado con las exi-gencias y con que siempre están esperando más de él. Agrega que por su color oscuro le exigen más, y que a su padre también le pasó.

Le gustaría dedicarse al remo profesional, o profesor de educación física o estudiar psicología., comenta que le gusta venir a las entrevistas porque le hace bien hablar, al tiempo que comienza a llorar

En relación con el padre, dice que cuando está mal no les da bola o pone cara de culo y no dice qué le pasa. Es muy calentón y se enoja por cualquier cosa, aunque él mismo también es muy calentón entonces ambos empiezan a chocar y discuten. El teme que les pase lo mismo que a sus tíos maternos.

El abuelo materno a partir de una infidelidad se separó de la abuela, los hijos se enojaron con él y dejaron de hablarse con el padre por mucho tiempo. Dice: “mi abuelo le fue infiel a mi vieja… digo a mi abuela”.

Señalo el equívoco, dice que teme que su papá sea infiel a su mamá, de pequeño recuerda que sus padres estaban peleados y él escuchaba al padre hablar mucho con una mujer. Entre sus padres hay discusiones y peleas y a él le dan mucha bronca. El nota que su padre está siempre a la defensiva y su madre es “como media tonta, no habla”. En cambio, él le dice todo lo que piensa al padre, siente que es parecido a él, en el carácter y en la forma de decir las cosas. Y no quiere pelearse con él como sus tíos con el abuelo materno.

Dice “Al crecer me hice diferente…soy parecido a mi papá y a mi abuelo, me dicen el correntino igual que a él”.

I. El síntoma como límite al ideal

Nieves: tomás tiene dieciséis años, está entrenando en el depor-te de remo profesional. Es interesante que haya una demanda del sujeto, ya que, si bien viene acompañado por su padre, es él quien pide ese espacio. Inmediatamente trae un síntoma: hace años dejó de comer frutas y verduras y esto lo preocupa.

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El padre, por su parte, plantea que tomás va a tener falencias por la falta de estas frutas y verduras en su alimentación. Pensó que por un lado era un capricho, pero por otro lado también se dio cuenta de que lo estaba presionando, porque se ponía mal y se angustiaba, e inme-diatamente el padre termina hablando de algo que va a atravesar toda la lógica de la posición de tomás, que es su admiración por la familia materna, por los tíos maternos, los hermanos de la madre de tomás.

cuando tomás queda a solas con la analista lo que plantea es que a él lo angustia este rechazo que siente por las frutas y verduras, lo angustia porque ama el remo, pero no va a llegar. también relata que el mero hecho de ver a sus padres o hermanos comiendo frutas y verduras le provoca arcadas, de modo que un rechazo se manifiesta de modo inmediato; veremos que se va a develar como un rechazo a ese lugar ideal que tiene la familia materna en el discurso del padre.

Entonces, cuando tomás habla de la angustia ante este síntoma (ya que él ama el remo), la analista interroga este amor por el remo, y lo que queda entonces en evidencia, ya desde el inicio, es que el amor del padre por el remo está en el origen de la pareja parental. El padre empezó amando el remo, amando a los tíos de tomás, eran amigos pero además los admiraba, los adoraba en algún sentido, y después se termina casando con la hermana de estos remeros, que es la mamá de tomás. De modo que ese amor por el remo está en el origen de la pareja parental y casi, podríamos decir, que es la causa de esta unión –por lo menos del lado del deseo del padre, que es lo que evidentemente afecta a tomás

Este síntoma se constituye tempranamente, a los seis años to-más empieza a sentir rechazo, ganas de vomitar, y arcadas ante las verduras o frutas. El nombra al síntoma como fobia o pánico.

¿Qué es lo que ocurre a los seis años? a los seis años tomás em-pieza a navegar con sus tíos, embarcándose en la vía del ideal paterno, pero se embarca con un síntoma. Este síntoma es lo que le va a decir que no a esta ruta que él toma en ese momento. Él se sube, pero dice que no con su síntoma. se embarca en el proyecto paterno, pero con el síntoma como límite, con el síntoma encarnando el “no es eso”.

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En el primer tiempo del tratamiento, en el discurso de tomás pre-valece la preocupación por los efectos de la falta de fruta y verdura en su entrenamiento. tomás está tomado por el discurso paterno, él ha-bla –podríamos decir así– con las palabras del padre, habla con el ideal del padre, de modo que habla de la preocupación por los efectos de su síntoma en su desempeño en relación con el ideal del padre. Pero la analista introduce un obstáculo en este decir, tratando de no darle consistencia a esto, apuntando a interrogar su propia subjetividad.

De modo que este discurso de tomás, que está identificado con el discurso paterno y con el ideal del padre, no encuentra eco en la analista, más bien encuentra un desinterés. hay algo que resbala ahí –del lado del analista– en este discurso, que lo llama a tomar la palabra, a hablar por sí mismo, e inmediatamente hay un efecto de esta posición de la analista en la transferencia, que es un efecto de rectificación subjetiva.

II. El significante diferente

ahora tomás, lejos de preocuparse por su rendimiento depor-tivo, va a empezar a quejarse de que le hinchan las pelotas, de que siempre quieren más, de modo que se va a ubicar una dimensión de superyó en esta expectativa paterna respecto de su desempeño deportivo. En este punto en el que él puede tomar la palabra como sujeto, en este punto en el que él puede encontrar un espacio en el cual desplegar su propio decir, surge y se aísla un significante, que es el significante diferente. De alguna manera, el nombre propio de tomás es el nombre diferente, es el significante que va a dar cuenta de su posición subjetiva, y que va a dar cuenta de sus síntomas, cuando él se embarca con los tíos, se embarca como diferente –en la medida en que, a la vez, rechaza a las frutas y verduras.

En este primer tiempo del análisis –luego de esta rectificación subjetiva, cuando tomás puede tomar la palabra, al ubicar esa di-mensión superyoica de la exigencia del padre–, el significante diferen-

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te va a dar cuenta de su posición, y la analista va a alojar este lugar. El movimiento transferencial va a ser justamente el de dirigirse a tomás en tanto él es diferente; su acto se afirma en este lugar de diferencia, de alojarlo ahí donde él se presenta como sujeto, intentando diferen-ciarse de estos tíos maternos que no hacen más que cumplir con las expectativas depositadas en ellos.

a partir entonces, de que el sujeto esta alojado en esta posición de diferente, se produce un nuevo movimiento en la transferencia, que es el desplazamiento del rechazo en el discurso de tomás. Va a dejar de hablar de su rechazo por las frutas y verduras, y va a empe-zar a desplegar la dimensión de un rechazo a la posición del padre.

El primer hito de este despliegue va a ser justamente cuando tomás hable de su enojo ante el enojo de este tío con quien viaja a mendoza porque no comía verduras. ahí él traduce su síntoma: quiere ser querido por lo que es, no por lo que el otro quiere que sea, de modo que él no va a responder al ideal. si bien con su yo quería responder al ideal, como sujeto, en su síntoma el ideal hace agua. y entonces, siguiendo la vía rectora de este significante fundamental que se aisló, que es el significante diferente, se produce una primera polaridad significante, un primer par significante, que es: el negro de mierda versus la rubia de tez blanca.

III. Mirada de negro

Queda él, como negro de mierda, en la vía del padre, enfrentado a la familia materna de los rubios de tez blanca. y es en la medida que se va aislando esa polaridad significante, que se va decantando un objeto a, que es el objeto mirada, que se va a hacer presente de modo cada vez más inquietante en las formaciones del inconsciente, en los sueños de tomás.

un primer sueño: La casa se empieza a llenar de agua, y un hom-bre todo negro lo está mirando, corre a agarrarlo pero se escapa. Él está adelante y su familia atrás, y el negro todo el tiempo lo está mirando.

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Cada vez que lo ve se llena de miedo y bronca. La casa se empieza a llenar de agua, la casa-barco se hunde, hace agua. El se había em-barcado en el proyecto paterno, en el ideal paterno, y de pronto ese barco, esa casa-barco empieza a hacer agua, y ¿qué es lo que emerge en medio de ese mar de angustia? emerge una mirada, una mirada de negro. ahí encontramos el objeto mirada, que se articula con el significante negro –que habla de la diferencia del padre respecto de la madre, diferencia que inferioriza al padre respecto de la madre, ya que queda admirado por esa familia de rubios de tez blanca, y encima exitosos en el remo. La mirada de negro lo persigue a tomás. En ese punto surgen dos afectos, que de alguna manera atraviesan la posición subjetiva de tomas, que son el miedo y la bronca.

En el segundo sueño se trata de un recorte absoluto del objeto mirada: veía dibujos en la pared, los veía y le dolía la cabeza. Era un solo ojo como tallado en la pared. se trata aquí de un doble mo-vimiento, ya que él está viendo y está la mirada, y el dolor que le produce. asocia una especie de observación mutua: la familia lo observa a él, y él observa a la familia, allí él se destaca por su color oscuro, y la exigencia –esta exigencia superyoica– queda aquí ligada al color oscuro, y viene del padre. su padre le contó que a él también le pasó, que por su color oscuro le exigieron más. Es decir que esta mirada que emerge es la mirada del superyó.

IV. La voz del superyó y la ausencia de palabra

Esta mirada superyoica es correlativa de la ausencia de palabra en la relación con el padre. Inmediatamente tomás va a decir que le gus-ta venir porque le hace bien hablar, y llora diciendo que en su casa no puede hablar, no se siente escuchado, en particular por el padre. De modo que ahí queda claramente ubicada la transferencia como un es-pacio para el despliegue de la palabra. ya el mero hecho de que tomás sea escuchado, de que pueda desplegar la palabra, es una manera de quitarle consistencia a esa mirada superyoica. y también queda situa-

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da claramente esta emergencia de la mirada persecutoria, de la mirada superyoica, en una correlación directa con las falencias de la función paterna en los planos simbólico y real –luego lo veremos en el nudo, pero ya podemos ir mirando el esquema cero que ubica el lapsus del nudo, en este caso, entre simbólico y real, es decir, entre la función del padre simbólico y el padre real, y que enseguida retomaremos.

Este padre, descripto como un padre que “no da bola”, que “pone cara de culo”, que no dice lo que le pasa, que es muy calentón y con el cual tomás se identifica.

V. Hacia otra versión del padre

Por otra parte surge, despunta, una intuición de tomás que va a ir modificándose a lo largo del tratamiento, que es este temor que él tie-ne a que se repita la historia de la familia materna. El abuelo materno cometió una infidelidad y se separó de la abuela, y los hijos se enojaron con él y dejaron de hablarle por mucho tiempo. y entonces tiene ese lapsus donde dice: Mi abuelo le fue infiel a mi vieja, digo, a mi abuela.

Encontramos aquí dos niveles del padre: simbólico y real. Por un lado, ese padre que no da lugar a la palabra, que no escucha, que

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no habla, que “pone cara de culo”, que no vehiculiza la función sim-bólica del padre. y por otro lado, este padre real, este padre como hombre. ¿Qué hace este padre como hombre en la relación con esta madre?, ahí despunta el temor a la infidelidad del padre hacia la madre. De pequeño recuerda que los padres estaban peleados y él escuchaba al padre hablar mucho con una mujer.

De modo que a la vez que se abre esta doble dimensión del pa-dre, que se problematiza esta doble dimensión del padre, las dimen-siones simbólica y real del padre, tomás empieza a ubicarse cada vez más en la serie de los hombres de la familia: Soy parecido a mi papá y a mi abuelo, Me dicen el correntino igual que a él, de modo tal que ahora el significante diferente toma esta significación: Al crecer me hice diferente. Soy parecido a mi papá, a mi abuelo…. ser diferente a la familia materna, o por lo menos a los tíos maternos, ya que este abuelo es materno. La serie es: el abuelo materno, el padre, y él. El abuelo materno fue rechazado por estos tíos. Diferente, entonces, a este ideal que encarnan los tíos maternos, y en serie con estos hom-bres que son el padre y el abuelo.

En este momento del análisis, cuando el significante diferente logra aislarse en relación con estos puntos fallidos de la función pa-terna en los registros simbólico y real, y donde él puede correrse en serie con su padre y abuelo, ocurre un acontecimiento en el cuerpo, que es esa peritonitis que lo saca del análisis, y también lo saca del remo. En ese momento se interrumpe el análisis, que va a ser reto-mado más adelante.

En este último tramo del análisis tomás vuelve a pedir este es-pacio. Le pide a la madre de retomar el tratamiento, y viene con la noticia de que dejó el remo. Él y sus compañeros estaban repodridos, faltaron a los entrenamientos, se despierta un enojo, una desilusión con el entrenador, en una escena bastante parecida a la que antes ha-bía contado con el tío –el otro se enoja con el porque él no responde según lo esperado, y él que termina enojado con este otro que lo úni-co que espera de él es que responda según lo esperado. Es esa misma lógica, la misma estructura que se repite, ahora con el entrenador.

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VI. El acontecimiento de cuerpo

ahí es cuando ocurre el acontecimiento de cuerpo. La peritonitis viene de alguna manera a resolver esta tensión, que lo obliga a dejar del remo, ya que al ausentarse tanto ya directamente ni lo saludan en el club. La situación se vuelve insostenible, y él puede entonces tomar la decisión de dejar el remo, empujado por su cuerpo.

muchas veces encontramos esto, cierto tipo de enfermedades, o de accidentes, o de lesiones. y a veces, cuando escuchamos al sujeto hablar, cuando los escuchamos dar cuenta de la situación en la cual se produjo esa lesión o esa enfermedad, suele surgir esa encrucijada que el sujeto no está pudiendo resolver por la vía de lo simbólico, y ahí viene el cuerpo a ayudarlo, a darle su empujón. se suelen escuchar en deportistas esos momentos de encrucijada en los que el sujeto no puede dejar ese desempeño tan ligado al ideal, en los que se cruza algún deseo que va para otro lado, entonces resuelve el cuerpo.

me parece que este es un caso así, ya que tomás había podido tomar distancia del ideal, pero dar ese paso de dejar le resultaba di-fícil si no estaba ayudado por su cuerpo. Entonces deja el remo. La serie es entonces: deja el remo, se pelea con el padre, se pelea con la novia. Es una serie muy interesante.

VII. La intrusión de una mirada

En la pelea con el padre volvemos a encontrar la mirada, pero esta vez es tomás quien mira. Le pide el celular al papá para mirarlo, para revisarlo. El dice que es para mandarle un mensaje a una chica, pero en realidad ve unos mensajes raros de una chica, por lo que él es la mirada que está ahí, escrutando, interrogando el deseo de este padre. El ya había planteado una duda respecto del deseo del padre por su madre. aquí su mirada precipita, así como anteriormente la peri-tonitis precipita la decisión de dejar el remo, en esta oportunidad, al inmiscuirse como mirada en el celular del padre, precipita una

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situación en la que se pone en evidencia el deseo del padre. tomás le cuenta a la madre de los mensajes que vio, entonces los padres se pelean, la madre le pide la separación, y el padre le dice que si no los ve más se va a matar. una situación dramática cuyo agente es tomás, que viene a develar eso que está oculto –que el padre muestre de una vez por todas sus cartas, que muestre de un vez por todas lo que es.

ante esta propuesta de separación por parte de la madre, vemos que este padre no está a la altura: por un lado, se pelea con el hijo, y por otro amenaza con matarse ante la posibilidad de la separación. La respuesta de tomás no se hace esperar, le dice que no le cree, que para él no es nadie, que le da lo mismo, que no estuvo cuando lo necesitó, etc. De modo que mediante este acting logra finalmente decirle al padre lo que nunca le dijo. Efectivamente, el nivel de la palabra esta-ba acallado, solamente había caras de culo o el rechazo por la vía del síntoma. En ocasión de este acting, de pronto, tomas toma la palabra y le canta las cuatro frescas al padre, reclamándole su desamor.

ubica entonces a toda la familia paterna en esta vía del desamor, en la medida en que están cuando él gana torneos para felicitarlo, pero no cuando necesita algo. nuevamente la misma lógica que encontrábamos anteriormente. ahora el significante diferente se hace presente bajo la modalidad de sapo de otro pozo, tomando otro valor, por el que él a su vez se distingue de la familia paterna. así como antes el significante diferente lo distinguía de sus tíos mater-nos, ahora lo distingue de la familia paterna. ¿En qué lo distingue? En que a tomás le interesa el amor; él no está guiado por el ideal, sino por una búsqueda de otro orden, en la cual tiene todo su lugar la dimensión del amor.

E insiste esta serie identificatoria, quedando él identificado con el padre y con el abuelo, ya que es en este mismo momento en el que está peleado con el padre, interrogando la posición del padre, que tomás de alguna manera le hace a su novia lo mismo que el padre le hizo a su madre: sale a bailar, “la caga”: “Me porté mal con ella, salí a bailar. Me equivoqué”. En ese punto se recorta este otro significante, le dice a la novia “pobrecita, dulce y tierna como mi madre”.

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En este último tramo del relato de alicia (que no es el último tramo del análisis de tomás, porque seguramente va a continuar un buen tiempo, ya que se trata de alguien que está interesado en analizarse) verificamos en este movimiento final, cuando él queda en serie con el padre y su novia con la madre, que se opera cierta rectificación de la posición del sujeto en el Edipo. ahora puede to-mar a la madre como objeto de amor y no como emblema ideal, e identificarse con el padre en el abordaje de ese objeto.

VIII. El nudo de Tomás

Propongo la hipótesis del lapsus estructural del nudo en los dos puntos de cruce entre real y simbólico. ahí donde lo real debiera pasar por encima de lo simbólico, pasa por debajo.

Esto da cuenta –es una hipótesis– de una estructura neurótica que cuenta con el nombre del Padre, pero en la que el sujeto no está pudiendo servirse de él, ya que justamente la función paterna está en cuestión –entre los registros simbólico y real–. El sujeto sólo cuenta con el padre imaginario. Ésta es la hipótesis del lapsus del nudo de tomás.

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La primera solución que encuentra el sujeto a estos lapsus es la inhibición, hasta los seis años, que es el momento en el que se constituye el síntoma.

tomás hasta los seis años nace y vive dentro de una familia en la cual lo que se espera de él es que sea como los tíos maternos. El está ahí como un proyecto en relación con un ideal, en una familia que se vive como prolongación de la familia materna, y que se entronca en el ideal del padre. no parece que hasta los seis años nada haga síntoma respecto de este arreglo, que nada desequilibre ese lugar al que él vino en el deseo del padre, en relación con un ideal –por eso ubicamos ahí la duplicación del registro imaginario. El es un puro proyecto, y está a la espera de ser como los tíos.

y bien, ¿cuándo se produce el corte? cuando tomás puede em-pezar a hacer algo en esa vía, cuando puede embarcarse. En el mo-mento de embarcarse, de empezar a navegar con los tíos, a los seis años, pasamos de la inhibición al síntoma.

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se trata aquí de una duplicación del registro de lo simbólico. El se embarca en el proyecto de padre, se embarca en el ideal, pero con un síntoma –Lacan diría que se embarca no sin un síntoma, se trata de una negativa que se constituye en el síntoma del rechazo a la verdura y la fruta, que resultan ser alimentos de los más importantes para poder cumplir justamente con ese ideal, para poder llegar a buen puerto en esta travesía.

Entonces se embarca, sube, pero ya tenemos un pasaje de la in-hibición al síntoma, ya que cuando tiene que dar ese paso de poner el cuerpo, de embarcarse en el proyecto del padre, ya hay cierta di-mensión de rechazo que se pone en juego –además, es el nombre que él mismo emplea para referirse a este síntoma: rechazo o asco a las verduras y a las frutas, dice. a este síntoma entonces lo vamos a llamar síntoma 1, porque después vamos a tener otro síntoma. El síntoma 1 es un síntoma simbólico-real, y este síntoma 1 va a ser el asco a las frutas y verduras. Este síntoma va a socavar lentamente la tarea de cumplir con el ideal.

De modo que este síntoma funciona como límite al ideal paterno, es un síntoma por el que tomás se afirma como diferente de sus tíos, ya que no come frutas y verduras. De modo que el nombre de este

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síntoma es diferente. Ese que sube al barco es diferente de los otros. si decimos que el síntoma articula un simbólico con un real, del lado de lo simbólico vamos a ubicar el significante diferente; y del lado de lo real, vamos a encontrar un objeto a que es la mirada –ya que él es di-ferente para la mirada del otro. La mirada está presente cuando él mira las frutas y las verduras, lo que le provoca arcadas, pero está la cuestión de la mirada con que los otros lo miran como un negro de mierda. El es diferente porque se embarca, pero él es negro y sus tíos son rubios.

Podríamos decir que así es como tomás transita los caminos de su vida hasta los dieciséis años. De los seis a los dieciséis años podríamos ubicar este segundo nudo. a los dieciséis años, que es el momento en que tomás pide análisis, ubicamos el pasaje del nudo 2 al nudo 3, ya que hay una emergencia de la angustia.

En la misma zona en la que antes encontrábamos el síntoma, ahora algo se abre, algo hace agua. así como el tiempo dos era el tiempo del embarque con el síntoma, este tiempo tres es el tiempo en el cual algo hace agua, haciéndose presente la angustia.

si ustedes se toman el trabajo de hacer estos nudos, van a ver que si bien acá tenemos el síntoma entre simbólico y real, si ustedes hacen este nudo, van a ver que quedan todos los redondeles anudados. se

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trata de una simple inversión, que también anuda simbólico y real, pero ahora redoblando el real –que es la angustia–, por lo que se suelta lo simbólico. De modo que éste es un anudamiento fallido, es una angustia que no termina de anudar, y es lo que empuja a tomás al análisis. hay algo que queda suelto, y lo que queda suelto es lo sim-bólico, que es justamente lo que él dice que encuentra en el análisis, la posibilidad de la palabra, de ser escuchado.

La angustia tiene una doble vertiente. Por un lado, el está an-gustiado por estar embarcado en ese ideal que no le pertenece, que no tiene que ver con un deseo de él; y por otro lado, es la angustia ante el superyó familiar que ataca a su síntoma, ya que está toda la familia pendiente de que coma frutas y verduras. y seguramente lo que los padres esperaban del tratamiento es que tomás coma frutas y verduras, que se cure del síntoma, no que deje el remo.

La posición del analista, que lejos de querer levantar el síntoma más bien lo que hace es inconsistir ese superyó familiar, no se en-gancha con la perocupación de tomás por que va a rendir menos, y demás. se opera un efecto de rectificación subjetiva, de implicación subjetiva, que le posibilita decir: "me hinchan las pelotas, siempre quie-ren más". En ese punto en que tomás puede decir lo que se decía si-lenciosamente en el síntoma, surge el sujeto. se apropia del síntoma, él es su síntoma, él dice lo que dice su síntoma, de modo que reduce la distancia inicial entre el yo y el síntoma –antes él decía: “Esto me va a perjudicar”, y ahora dice: “En realidad, me hincha las pelotas”.

Inmediatamente, como efecto de esta rectificación subjetiva, lo que se produce es una conexión con el inconsciente, y en esta co-nexión lo que se produce son formaciones del inconsciente, estos sueños en los cuales se recorta el objeto mirada –que habíamos di-cho que ya estaba en juego en el síntoma. Este objeto mirada que es correlativo de la ausencia de palabra paterna.

En la medida que la transferencia viene a suplir esa ausencia del padre como un lugar para el despliegue de la palabra, tambalea el ideal paterno según el cual, para tomás, no había otro destino más que ser un remero, y exitoso. como efecto de este movimiento del

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análisis, se produce esta conexión con el inconciente, y la operación analítica hace inconsistir el superyó, hace tambalear el ideal, con dos efectos: un primer efecto es que puede comenzar a ubicarse en la serie de los hombres de la familia, diferentes de los tíos maternos, hombres que están complicados con su deseo en tanto hombres, y dedicados a remar para el ideal materno.

De modo que el abuelo, el padre y él mismo van a quedar en serie por su posición como hombres con las mujeres, en contraste con estos tíos que pareciera que lo único que hacen en la vida es remar. tomás pasa a quedar en la serie de los hombres que algún deseo tienen por las mujeres, y no sólo por las aguas. Es en ese mo-mento de máxima tensión entre el sujeto y el ideal que se produce el acontecimiento del cuerpo, allí es donde encuentra su lugar la peritonitis. se trata del momento límite de este tercer nudo, ya que la peritonitis misma da cuenta de que hay algo que no está locali-zado en otro lugar y estalla en el cuerpo; todavía estamos del lado de lo que hace agua, de la angustia. Pero justamente la peritonitis, como es el momento de máxima tensión, provoca una resolución, lo empuja al acto. De modo que en el momento en que deja el remo podemos ubicar el pasaje del tercer al cuarto nudo, donde se trata ya de dejar el barco, “sálvese quien pueda” (risas). se estaba hundiendo y él se tira, toma la decisión de dejar el remo.

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En este cuarto momento, que es el momento actual del análisis, yo ubicaría una histerización en tomás, histerización que se mani-fiesta claramente en el acting de ir a chusmear el celular del padre, en que él está interrogando el deseo del padre como hombre, es decir, cuál es la relación que tiene el padre con lo femenino. Efecti-vamente, se trata de la pregunta por lo femenino: ¿qué es una mujer para el deseo del padre?, ¿qué le pasa al padre con las mujeres? his-terización, interrogación del deseo del padre como hombre: ya no se trata más del padre como papá y él como hijo no amado.

En este cuarto momento hay una identificación con el padre en otro punto. En el tercer tiempo había una identificación con el padre en relación con sus rasgos negativos: ser un negro de mierda, un calentón, es decir, identificado con el padre en esos puntos que él, a su vez, rechazaba de él.

En este cuarto momento, si bien hay cierto rechazo, el punto de identificación con el padre surge de un modo bien inconsciente, por la vía de la repetición, y es un punto de identificación con el padre como hombre, siéndole infiel a una mujer, que queda en el lugar de la madre: una rubiecita tierna y dulce.

Por un lado está la rubiecita tierna y dulce, pero puede estar la otra que lo calienta, de modo que por ahí se puede abrir algo de la dimensión de la más generalizada degradación de la vida amorosa en el hombre. Para este padre que se casa con la madre casi porque no se puede casar con los tíos, ella encarna ese ideal de los rubios de tez blanca exitosos, pero habría que ver si como mujer le movía algún pelo al padre. Lo que queda claro es que es una elección en la vía del ideal, y que después aparecen otras mujeres en la vida de este padre. Entonces, hay algo de la repetición en esta rubiecita tierna y dulce que lo banca en todas, que es como una madre.

Entonces acá yo ubico un síntoma 2, que vamos a distinguir del síntoma 1, ya que lo ubicamos entre simbólico e imaginario. ¿Por qué entre simbólico e imaginario? Porque es un efecto del trabajo analítico, que en este caso se produce en el campo del sentido y en la relación con el inconsciente, de modo tal que van surgiendo todas

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esas significaciones que van a dar cuenta de los impasses del edipo de tomás. habíamos dicho que en el síntoma 1 se trataba del lugar de él como hijo, si iba o no a responder al ideal del padre; en este síntoma 2, en cambio, lo que se interroga es lo que es la mujer para un hombre, entonces él ahí está como hombre, ya está en el tercer tiempo del edipo, con la cuestión de obtener el título de virilidad de este padre. Efectivamente, en este síntoma 2 de lo que se trata es de interrogar a este padre como hombre, para plantear una pregunta acerca de lo femenino. tomás aquí pasa a otra cosa, ya no está más en la cuestión de si lo quiere o no lo quiere el entrenador, el papá o el tío, sino en esta problemática propiamente viril.

Alicia: Efectivamente, en este momento está totalmente volcado a su posición como varón en su relación con las mujeres, hablando todo el tiempo de las mujeres y de las novias que tuvo. hubo un cambio… y no pasó tanto tiempo.

Nieves: sí, es muy interesante la eficacia del análisis en poco tiempo; me parece que responde a dos cuestiones: la posición de la analista, pero también la posición del analizante, ya que, efectiva-mente, tomás es un analizante, es alguien que pide ese espacio, caso muy distinto del adolescente que es llevado –y que puede llegar a estar años más o menos en la misma posición.

Alicia: sí, hay una búsqueda de él, y eso se nota.

Clase del 18 de septiembre de 2008

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XI. La acción sintomática. “La búsqueda de una mirada”.

Nieves: buenas tardes. Les presento a marcela Piaggi, ella es psicoanalista, es docente en las cátedras de Psicopatología II y de clínica del síntoma de la Facultad de Psicología de la u.b.a., y además, trabaja en el centro educativo para niños con trastornos emocionales severos, cEntEs nº 2, del gcba.

Marcela: El tratamiento consta de dos tiempos: el primero, que dura un año y medio; con un año de interrupción retoma a comienzos de 2006 hasta la actualidad.

Es interesante el modo de urgencia con que se inician ambos mo-mentos de la consulta. Aparece en esos dos tiempos, aunque de modos diferentes, la irrupción de un síntoma; llamémoslo goce homosexual. Lo lleva a preguntarse compulsivamente por si es o no gay; llega a situacio-nes donde la duda compulsiva lo lleva al acto y a un acrecentamiento de angustia consecuente. Podríamos entenderlo como un modo de responder sintomáticamente a la pregunta por el ser, con los signos característicos de una neurosis obsesiva: duda, comportamiento compulsivo, sentimiento de culpabilidad. O bien, tratarse de una interrogación por su identidad sexual, más allá de la modalidad obsesiva con que se presenta.

Trataré de ubicar algunos datos sin ninguna elaboración teórica con el fin de facilitar la discusión del caso.

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I. Primer período

a. La urgencia subjetiva

El paciente consulta, según su decir, “por ataques de pánico”. Está en tratamiento psiquiátrico, medicado desde hace unos meses. Manifiesta que el primer episodio se presenta en un asado con amigos, del que tuvo que retirarse para estar solo: el baño se le presentaba un lugar seguro. Siente un “descontrol” en el cuerpo, teme lo que digan de él. Dice que se va a volver loco y que ese descontrol lo va a llevar a hacer algo malo, en relación a la muerte, repite: “¿Y si pierdo el control?”. Se queja también de síntomas corporales de opresión en el pecho, agitación y palpitaciones.

Al momento de consulta se estaba mudando de la casa paterna. Está de novio hace unos años con una compañera de trabajo, dice: “doy gra-cias por haberla encontrado, me salvó de no ser cien por ciento puto, en ella encontré algo que no buscaba”. Quiere vivir solo para no dar explicaciones, no rendirle cuentas a nadie de sus cosas.

Alejandro, de veintiséis, años es el menor de cuatro hermanos; las otras tres son mujeres, la menor le lleva once años. Vivían en un barrio muy humilde. Cuando él tiene dieciséis años la hermana menor, última en casarse, abandona la casa paterna. El padre se jubila y él queda a cargo de ambos progenitores.

Del padre comenta que “siempre estuvo distraído con el alcohol y había que ir a buscarlo al bar. Me daba vergüenza en el barrio. No se ocupaba de mí”.

A los dieciséis años deja la escuela secundaria y comienza a trabajar pese al desacuerdo de su madre: “un laburo muy físico como ganado. Co-mencé a ganar mucho dinero. De no tener nada pasé a ganar más que papá”. Dice haber comprado todo nuevo para la casa, ya que se avergon-zaba del descontrol, la pobreza y desprolijidad de su hogar; lo que le im-pedía llevar amigos del barrio. Expresa: “el pibe de mendigo a millonario, salí de la tumba en la que estaba, para mí es importante la limpieza.”

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b. De marica a puto

De chico se nombra como un marica sobreprotegido por su madre, era débil, se sentía encerrado en el barrio de monoblock. “Mi mamá me hacía dormir la siesta con ella. Los chicos del barrio se reían de mí. Ellos afuera divirtiéndose y yo sufriendo; todo vestidito de verde iba a los Boys Scout”. De adolescente empezó a fumar marihuana, dice: “me descontrolé”.

Explica que le cuesta vivir solo, que tiene mucho tiempo para pen-sar: “Necesito una especie de estructura que me sostenga”. Depende de lo que digan de él, se siente influido por la palabra del otro, y afirma que tiene que darles explicaciones por cada decisión que toma.

Intervengo preguntando por que tendría que estar dando explicaciones todo el tiempo. Se ríe y dice en chiste: “Bueno, la doble vida del pibe”

Al pedirle que hable de la doble vida, se ríe nuevamente y explica que no se siente a gusto con los valores que tiene, pero que el dinero es lo funda-mental, que con eso pudo arreglar todo lo que lo avergonzó estos años.

Le subrayo, “avergonzado” y en la asociación habla de una oportuni-dad en que engañó a su novia, aclarando que solo con ella tuvo relaciones sexuales a los veintidós años. Siempre se sintió inseguro de encarar una mujer; “no sabía cómo resolver la situación, qué hacer. Tenía miedo a fallar. No sé cómo llegué a contarte todo esto, el show debe seguir” Al des-tacar lo dicho, dice que el show es sostener una estructura que no existe, y que si esto cae teme abrir una puerta y después muchas más.

Comienza a hablar de dudas sobre algo que lo cuestiona y mortifica cada vez más, pero lo hace para sentirse más hombre. Se refiere a expe-riencias sexuales con hombres. Recuerda una traumática de sus siete años. Destaca:” fui visto por los chicos más grandes. Ahí se me vio de una mane-ra, más adelante me quise mostrar de otra. Tenía los pantalones bajos, yo estaba en posición de mujer, el que parecía una mujer era yo. Al otro no le decían puto, a mí me decían: el puto no juega a la pelota”. Esta escena se solidariza con una pregunta que le hace un chico del barrio: “a vos, ¿con quién te gusta estar?, ¿con las mujeres o con los hombres?”Yo decía con los hombres y me cargaban más, no entendía, creía que si decía con la mujer era puto. Pensaba ¿qué les tengo que decir para jugar con ellos?”

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Descubre entonces que es esta pregunta que le hace el joven lo que lo martiriza. Estos pensamientos se hacen constantes en su actividad men-tal durante muchas horas al día, y reeditan la pregunta de la infancia. Cuantifica permanentemente las relaciones que tuvo con hombres y con mujeres. Va por la calle tratando de descubrir qué siente frente a un hombre o mujer con los que se cruza. Los compara y entra en la duda: ¿soy o no soy gay?

Buscaba situaciones que lo enfrentaran a esa pregunta que lo llevaba a mantener siempre la duda abierta. Cuenta sobre un encuentro casual con un hombre a los dieciocho años, donde la persona se baja de un taxi, lo mira, le pregunta la edad, y le deja la dirección de su local. Cuenta: “sentía que tenía que ponerme a prueba, me quedó una duda, una cierta excitación, dominar la situación, que el puto sea el otro. Después me dio $10, me sentí un muñeco.” Pareciera ir más allá del síntoma obsesivo clásico, ya que avanza sobre la duda y la lleva al acto.

Alejandro dice buscar a los hombres para ponerlos en la situación en la que él estuvo en esa escena de la infancia, dominarlos, así prueba ser el hombre. Pero paralelamente piensa que quizás éste sea un modo de engañarse y que lo repite porque le gustan los hombres. Sin embargo, dice que después del episodio sexual queda vacío, no se siente de carne y hueso, sino una especie de muñeco con reacciones sexuales. Lo compara con las relaciones sexuales con su novia, donde dice sentirse a gusto, y emocionalmente bien. Pensamientos que se oponen y lo torturan cons-tantemente. Piensa en términos cuantitativos: “tantos hombres, tantas mujeres, entonces sos puto.” Le señalo la contradicción en su decir, en el intento de dominar al otro, como consecuencia queda como un muñeco, más bien reeditando lo padecido.

Comienza a asociar en relación a “ser el muñeco”, se pregunta por sus relaciones familiares, particularmente con su madre. Queda proba-do su lugar de “muñeco”, no solo en la relación con los hombres, sino también para sus hermanas y su madre, por diversos recuerdos y en particular por la escucha de una conversación mantenida entre una hermana y la madre, donde se enteró que lo tuvieron “sin querer”, que fue “una experiencia de padres ya mayores”.

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Luego de un período de tratamiento, cede la pregunta por ser puto y los síntomas corporales.

Al tiempo seguidamente de las vacaciones no retoma el tratamiento, decide dejarlo, ya que decía sentirse bien. Había comenzado a estudiar una carrera y planificaba ir a vivir con su novia. Consiento la decisión alertándolo que aún había mucho por trabajar en su análisis.

II. Segundo período

El show que ya no se sostiene

Al año y medio aproximadamente llama con mucha urgencia para retomar el tratamiento. Comenta que todo se “desbordó” a partir de un almuerzo de trabajo donde se comentó que a un compañero lo dejó la novia por ser gay. Explica que necesita seguir adelante el trabajo analíti-co, ya que se dio cuenta que había cosas que él omitía en el tratamiento anterior y que ahora va a tener que hablar a pesar de los temores. Estos pasan por darse cuenta de que no quiere a la novia, o admitir algo que no es. Dice:” me da miedo pensar que se me nota.”

Le digo: “¿Cuál es el problema?”La sesión siguiente dice que se sintió muy angustiado, pero que pudo

parar de pensar y empezó a respirar, “me voy a poner de un lado que siento que no estoy, esa identificación me viene de afuera”, ya que emocionalmente señala estar bien con las mujeres y sexualmente mejor con los hombres; pero en este último caso se siente vacío, sin consistencia luego del acto sexual. Lo describe como una masturbación, no le interesa involucrarse afectivamen-te. Explica: “Es como un juego fetiche. El muñequito que no quería mirar fue mirando, pero no me termino de sentir bien. Lo que comenzó como un juego, siendo niño, continuó, no lo pude parar, pero ya soy adulto y el juego sigue. Nunca me conformo, siempre vuelvo a ponerme en la situación de chico, siempre es ir a buscar la situación dolorosa, no la puedo controlar”.

Cuenta esta vez la manera compulsiva en que sale a buscar en-cuentros con los hombres, empieza a inquietarse y va con la bicicleta a

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parques o va a baños públicos donde sabe que puede hallar encuentros sexuales, dice:” me excita que me miren al masturbarme”. Describe y compara las relaciones con hombres. Ahora se centra en la mirada: “no sé si es la mirada o lo que se me arma en la cabeza, lo que el otro piensa de mí. Es la mirada del juez que me juzga. Me cuesta sentirme hombre en la mirada de la mujer. Yo busco esa mirada en la mujer y no la encuentro, pienso: no sirvo como hombre. En el hombre no es algo que busco, lo encuentro.” Lo relaciona con una mirada que no tuvo: la de su padre.

Pasa un largo periodo del análisis hablando todo el tiempo de su duda por ser puto y su pensamiento compulsivo. Las intervenciones apuntan a conmover esa fijeza, por ejemplo diciéndole: “De eso ya ha-bló” o “Qué gusto tiene en volver a escenas del pasado”. Comienza a hablar de la “Corte Suprema de Justicia”, esto es a su decir, quedar expuesto a un juicio permanente por si sus pensamientos son malos o buenos. Esto lo atormenta y lo deja en un callejón sin salida.

El significante “ser puto” va quedando asociado a otros significados y se despega de homosexual: débil, sensible, frágil, sentirse expuesto frente a la mirada del otro. Comienza a hablar de qué es un hombre para él, lo nombra “macho”.

Tiene un sueño con la analista: “Soñaba que estaba acá y que en el papel ponía: droga si-no, sexo si-no. Después me daba un librito, un souvenir. Tenía nombres con los pacientes que tiene. Había la foto de un hombre rasgada, una cara de mujer, y al final el nombre de todos y el mío, Ale”.

Deja de buscar el encuentro real con hombres. Pero cuando su novia, se rehúsa a tener relaciones sexuales, busca un encuentro virtual con ellos. Sucede algunas veces hasta que uno le pregunta si él es realmente gay, expresa: “Cuando me vio hombre cerré la página y no me masturbé, me hizo bien. Luego volví a chatear como una charla entre amigos, no en el sentido sexual”.

Se repite un pensamiento: la necesidad de ponerse a prueba ahora con una mujer; esta ideación cae con el trabajo analítico. Toma en cam-bio el camino de historizar la relación con mujeres en su adolescencia.

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Al tiempo compra un departamento con su novia casi por decisión de ella y paralelamente comienza a plantear dificultades sexuales con ella, ya que le da indicaciones de cómo seducirla, lo que le impide sentirse hom-bre. Se pregunta por su modo de abordar la mujer sexualmente. Aparece la falta de palabras en los encuentros. A partir de un comentario de un amigo sobre la infidelidad a su mujer dice: “Me hubiera gustado ser ami-go de él antes de los veinte, él sabe de técnicas de estar con mujeres”.

Esta última parte del análisis está centrada en estas dificultades ya no sobre su identidad sexual sino en relación a otro y la posibilidad de construir diferentes modos de relación con las mujeres.

Retoma un trato diferente con su familia, considera conversaciones que nunca había tenido con su hermana menor, aconsejándola por su fracaso matrimonial. Descubre que la versión materna del padre no coincide con la propia que está construyendo.

Cambió de trabajo, después de muchas quejas en donde se sentía some-tido, en una posición infantil, sobre todo ante la mirada enjuiciante del jefe. A la vez trabaja en forma independiente diseñando páginas web.

Nieves: mi hipótesis es que se trata de un caso de neurosis ob-sesiva. habíamos trabajado en el primer tiempo del seminario a la neurosis obsesiva en relación con la nominación de lo imaginario, es decir, con la inhibición.

De modo que voy a comenzar dibujando lo que propongo como el lapsus inicial del nudo de alejandro, para pasar luego a los dis-tintos arreglos que va produciendo en los distintos momentos de la estructura que se pueden distinguir en este relato clínico.

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mi hipótesis es que se trata de un caso de neurosis obsesiva, que el lapsus del nudo se produjo entre imaginario y real, de modo que en estos dos lugares, lo imaginario debiera haber pasado por debajo de lo real, pero pasó por encima de lo real, por lo que quedaron los tres registros sueltos.

III. El estrago materno

Voy a ubicar un primer momento del nudo, que llega hasta los siete años. según sus palabras, era un marica sobreprotegido por su madre, débil, encerrado en el monoblock, durmiendo con su madre, afuera los chicos, adentro él –encerrado con la madre. Afuera los chicos divirtiéndose, él adentro, él como objeto de burla de los chicos “todo vestidito de scout”. Es un efecto del estrago materno en un varón, que queda arrasado por la presencia materna. como correlato de esta posición de entrega al deseo materno podemos ubicar la vergüenza que le provocaba el padre.

De todos modos se mantiene cierta homeostasis hasta la escena de los siete años, todavía no hay neurosis propiamente dicha, ni siquiera neurosis infantil, ya que está funcionando una inhibición, que es el recurso propio de la neurosis obsesiva, y esta inhibición

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viene a cumplir una función de anudamiento en la que prevalece el registro imaginario, se trata de una nominación de lo imaginario, de allí la homeostasis.

alejandro encuentra cierta seguridad, y también cierta satisfacción en la relación con su madre, sobreprotegido por ella y demás, hasta lo que desarma este arreglo, esta inhibición. ¿Por qué la llamo inhibición? Porque él está encerrado, no sale, no despliega una actividad, queda fuera del conjunto de los varones –los chicos afuera, él adentro con su mamá– está encerrado, inhibido, limitado al espacio maternal.

IV. La herida

cuando se rompe este arreglo, se desencadena la neurosis infantil, a partir de la escena de los siete años. ¿cómo voy a llamar a esa escena? La voy a llamar “la herida”, ya que se trata de una herida narcisista. La herida es un significante que va a retornar en el sueño de transferencia –por eso lo tomo–, y esta escena es un ataque a su narcisismo, a ese arreglo imaginario que él había conseguido. En esta escena él es visto en posición de mujer, y está la presencia de la mirada que atraviesa todo el caso: Fui visto por los chicos más grandes, tenía los pantalones bajos y yo estaba en posición de mujer, el que parecía una mujer era yo, a

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los otros no le decían puto, a mí me decían: el puto no juega a la pelota. Esta escena queda abrochada a la pregunta que le hace un chico del barrio: ¿A vos con quién te gusta estar, con las mujeres o con los hombres?, carlos respondía Con los hombres, entonces lo cargaban más, él no en-tendía, creía que si decía Con las mujeres era puto. De modo que queda en posición de mujer, nombrado como puto por el otro. se opera un pasaje de marica a puto, significante que va a insistir.

En este momento en que se desarma la homeostasis provocada por la inhibición, cuando se produce una herida narcisista, un ata-que a la nominación imaginaria, lo que se pone en juego en esa esce-na de los siete años es que él queda humillado por el otro, quedando en evidencia que no está en posición viril.

habíamos trabajado los distintos tipos de neurosis en relación con los distintos tiempos del edipo. Planteamos que en la neurosis obse-siva no opera el padre real, el padre del tercer tiempo de edipo, que es justamente aquel que –dice Lacan– le transmite al hijo el título de varón, que lo va a llevar en el bolsillo para cuando tenga que usarlo.

Parece que en esta escena de los siete años, él queda convalidado en posición femenina, en posición pasiva, sin el título de varón, veri-ficándose su exclusión del conjunto de los varones. Esto es consecuen-cia directa de lo que habíamos ubicado en el primer tiempo como ver-güenza del padre, es en la medida que él sólo puede avergonzarse del padre que no puede identificarse con él. Justamente lo que proponía Lacan en su retorno a Freud con ese tercer tiempo del edipo, es que en la salida del edipo en el varón se trata justamente de que él pueda preferir al padre a la madre, que se identifique con él, que lo tome como ideal, y que pueda entonces dejar ese objeto incestuoso que es la madre. Pero si en ese padre no hay nada que llame a la identificación, el sujeto ve dificultada su salida de esa posición de objeto de la madre, y es en ese punto de impasse que opera esta herida narcisista.

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En este momento se desarma la inhibición y surge la angustia como duplicación del registro real. alejandro será de ahora en más un niño angustiado, que recién encontrará cierto remedio a su angustia a los dieciséis años, momento en el que operará una reparación narcisista, al dejar el secundario y ponerse a trabajar. En ese momento empieza a ganar más que el padre, y ¿qué hace?, empieza a comprar cosas para reparar esa casa que lo avergonzaba, de mendigo a millonario. Es este significante, millonario, el que opera en esta reparación narcisista.

V. De mendigo a millonario.

Recapitulando: en el primer tiempo opera cierta homeostasis, y el significante en juego es marica, allí está operando la inhibición. En el tiempo siguiente, cuando se inicia la neurosis propiamente dicha, con el primer hito de la neurosis infantil, surge la angustia. El signi-ficante que da cuenta de este pasaje es puto, y opera en la duplicación del registro de lo real, allí donde alejandro no puede incluirse en el conjunto de los varones. a los dieciséis años consigue una reparación narcisista, que viene por el lado del dinero que consigue con su tra-bajo, no por el lado del sexo (veremos cómo en el análisis también lo que más fácilmente se conmueve y resuelve es la cuestión del trabajo, más que la del sexo), y allí el significante eficaz es millonario.

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De modo que en este momento alejandro consigue cierta repa-ración narcisista, pero fallida, ya que hay algo que queda suelto, sin abrochar, en esa reparación, de modo que él dice: empezó el descon-trol, y también para esa época (o un poco después) empieza la acción sintomática, es decir, los encuentros sexuales con hombres, que le hacen síntoma. Está claro que a alejandro los encuentros homo-sexuales le hacen síntoma, por eso la llamamos acción sintomática, porque no es algo a lo que él se preste con su yo, sino que le hace síntoma, es más bien algo a lo que él se ve empujado.

De modo que en este tiempo hay una reparación narcisista, pero no se vuelve al momento inicial, ya que queda algo desanudado, queda algo suelto. El dice: empezó el descontrol, empecé a fumar porro, y luego empieza a tener encuentros homosexuales que le hacen sín-toma. Verán que en este anudamiento queda suelto el registro simbó-lico, de modo que no quedan los tres anudados borromeanamente. Ese simbólico que queda suelto se va a re-anudar a través de la acción sintomática, como una necesidad –que señalaba marcela– de ir a actuar la pregunta, ya que alejandro tiene una pregunta acerca de su posición sexuada, pero necesita actuarla una y otra vez, de modo que esa pregunta toma la forma de una acción que le hace síntoma.

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Entonces está la reparación narcisista, él pasó de mendigo a mi-llonario, repara aquello que lo avergüenza, pero por otro lado eso que queda suelto –que es el simbólico– se va a re-anudar junto con el registro real por medio de una acción sintomática. se trata aquí de una duplicación de lo simbólico, ya que la acción sintomática es un síntoma, es un síntoma actuado, por eso lo ubicamos entre simbólico y real. En este momento de la estructura encontramos la necesidad de dos anudamientos, por un lado la reparación narcisis-ta, el millonario, y por otro lado la acción sintomática re-anudando lo que queda suelto en esa reparación.

a su vez esta acción sintomática, que consiste en el encuentro sexual con hombres, tiene lugar allí donde él no puede encarar a una mujer, ése es el punto sintomático.

Marcela: El se excita con las mujeres.

Nieves: Pero con ellas no puede, de modo que lo que se sintoma-tiza ahí es el encuentro con lo femenino. En ese punto se actualiza la falta de título para abordar a una mujer. ahí es donde se reactualiza la falta de título, que ya se había puesto en juego en el primer tiem-po de la neurosis –en la escena de los siete años.

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VI. La acción sintomática: el muñeco

En la acción sintomática, alejandro busca ponerse a prueba, ha-cer activo lo pasivo, que el puto sea otro, dominar, estar en posición de dominio y someter a otro hombre como él fue sometido en la escena de los siete años, en una suerte de inversión de esa escena.

Marcela: El dice justamente: lo que parecía un juego ahora es algo que no puedo parar.

Nieves: ahí está la compulsión a la repetición que Freud descu-bre en “más allá del principio del placer”, cuando toma el ejemplo del juego del niño, en el que opera esta necesidad fallida de hacer activo lo pasivo. Podríamos decir que alejandro cada vez busca ha-cer activo lo pasivo, y cada vez termina quedando muñeco, termina quedando pasivo –que es lo que le interpreta en algún momento la analista. De modo que termina reafirmado en ese lugar pasivo, él quiere reparar la herida y termina metiendo el dedo en la llaga, reavivando la herida cada vez, sintiéndose más vacío, sintiéndose un muñeco, sintiéndose pasivo.

Entonces en este punto, la acción sintomática retoma el primer tiempo de la neurosis, llevándolo nuevamente a la herida.

De modo que en la acción sintomática quedan anudadas la esce-na de él siendo visto en posición de mujer, y la pregunta ¿Con quién te gusta estar más?, que sería ¿Qué te gusta más, los hombres o las mu-jeres?, ya que en esta acción sintomática se trata de revertir la escena (es decir, de ser él activo y que el otro sea pasivo) y de esa manera poder responder a la pregunta correctamente, poder responder de una manera tal que él termine siendo el hombre; es lo que falla todo el tiempo. Por eso es un síntoma y lo ubicamos como duplicación del registro de lo simbólico, porque todo el tiempo es un intento de reparar la herida, lo que no hace más que reavivarla, volver a ponerlo en el mismo lugar del inicio de su neurosis, es la repetición. El signi-ficante que insiste en este doble movimiento es muñeco.

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hay otro aspecto de la acción sintomática, que retoma la mirada. allí se juega la excitación por ser mirado masturbándose, que aísla la mirada; y podemos ubicar también aquí un reverso, las dos caras de la mirada: en una cara está la excitación y esa satisfacción de ser mirado masturbándose, y en la otra cara está la Corte Suprema de Justicia, la mirada que lo juzga. Es eso mismo que lo hace gozar en la escena per-versa lo que lo angustia como superyó, son las dos caras de la moneda, las dos caras de la mirada.

VII. El encuentro con la-una mujer

a los veintidós años se produce el encuentro con la novia, con la única mujer que hasta ahora hubo en su vida. Es la única vez en la que consigue tener un encuentro sexual con una mujer, por eso alejandro dice graciosamente que ella lo salva de ser cien por ciento puto, porque ella es el uno por ciento (risas), sino fuera por eso sería el cien por ciento, ahí está el menos uno (risas). ahí está la novia que lo salva de ser puto, pero convengamos que lo salva más o menos, ya que está en el lugar de la madre, es la única, por eso se queja de que no le cocine. madre hay una sola, y para él también hay una sola mujer, que en eso se acerca mucho a la madre, de ahí que sea todo tan lindo en lo afectivo y en lo emocional pero tan árido en lo sexual –ya que la barrera del incesto está justamente jugándose en esa dificultad sexual que él encuentra con ella.

El encuentro con la novia no modifica demasiado el arreglo conse-guido hasta el momento, en todo caso refuerza la inhibición, refuerza la reparación narcisista que alejandro había logrado a los dieciséis años, ya que además de millonario ahora puede hacer de hombre, que no es lo mismo que serlo, ya que él siente que es su yo, que es una imagen que él arma, pero que no es real. Efectivamente, él siente que es noventa y nueve por ciento puto, de modo que arma una imagen viril, que no es lo mismo que una posición viril, puede hacer de hom-bre porque tiene novia, ahí está el show, que consiste en sostener una estructura que no existe.

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En este arreglo que alejandro hace al conseguir esta novia, el su-peryó se hace presente bajo la forma de su mirada, ella le dice lo que tiene que hacer en la cama, y cuando ella quiere irse a vivir juntos, compra el departamento y él se va con ella; digamos que ella es la que manda. Ella como superyó encarna también la Corte Suprema de Justicia, por eso a pesar de que se encontró con ella, su nudo no se modificó, en todo caso se reforzó la inhibición, la duplicación de lo imaginario, al lograr la imagen viril.

VIII. Reediciones de la escena traumática.

En el tiempo siguiente sobreviene el ataque de pánico. ahí sí va-mos a ubicar algo que se desbarata en eso que él había conseguido. Estando en un asado con amigos, formando parte aparentemente del conjunto de los varones, se siente excluido, siente que no forma parte de eso, siente la necesidad de estar solo, de modo que claramente tie-ne la experiencia de no formar parte de eso, y necesita refugiarse en el baño –el baño como un lugar seguro, el baño que es justamente el lugar donde se pone de relieve la intimidad, la sexualidad.

Por otra parte siente descontrol, incomprensión, teme lo que digan de él. se trata de una irrupción de la mirada que desbarata la imagen conseguida. Es una mirada superyoica que más adelante será nombra-da como el temor a que se le note que no es hombre, que no forma parte, que está de pleno derecho en el conjunto de los varones.

En este punto de angustia surge el temor a la locura, relacio-nado con la muerte, y toda una serie de síntomas corporales que hablan del desarmado del narcisismo, de una caída de la imagen viril que alejandro había construido. En algún sentido se trata de una reedición de la escena de los siete años, como si él volviera en ese momento del asado con los amigos a aquella escena. Es la escena número dos, que desencadena la neurosis adulta y que remite a la escena número uno de la neurosis infantil. aquí tenemos nueva-mente la angustia como duplicación del registro real.

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El movimiento que alejandro realiza inmediatamente es mudar-se de barrio, de modo de salir de ese lugar donde él seguía viéndose como puto, a partir de la mirada de los muchachos del barrio, que lo habían nominado así. La mudanza es un intento de salir de esa nominación.

allí comienza el primer período del tratamiento, en el que el trabajo se centra fundamentalmente en las determinaciones de su neurosis, de modo que se hace simbólicamente este recorrido. hay cierto trabajo sobre la neurosis en el campo del sentido, entre sim-bólico e imaginario. Este trabajo con el sentido le permite retomar por lo simbólico todos estos puntos, este primer tiempo lleva a cier-ta cesión de los síntomas corporales y a cierta caída, transitoria, de la pregunta por su posición sexuada. Este trabajo le permite un nuevo anudamiento, un nuevo equilibrio que lo lleva a cierta homeostasis, ya que hay una cierta caída de la pregunta y de los síntomas cor-porales que desemboca en la interrupción del tratamiento con este nuevo arreglo que consiguió al dirigirse al otro de la palabra.

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Este arreglo conseguido en este primer tiempo del tratamiento se desbarata con una nueva escena con el conjunto de los varones: es-tán todos comiendo y uno comenta que a un compañero de trabajo lo dejó la novia por ser gay. alejandro se identifica con ese compa-ñero que parecía pero no era, quedando nuevamente excluido del conjunto de los varones. hay una nueva irrupción de la mirada, bajo la forma del temor a que se le note a él como se le notó a ese compañero abandonado por su novia.

Es un momento de urgencia subjetiva que lleva al llamado a la analista, momento en que cae ese equilibrio que había logrado en ese primer tiempo del tratamiento ya que hay una nueva irrupción de la angustia. se reedita una vez más la escena de los siete años, insiste la repetición. Le dice a la analista que había cosas que no le dijo, planteando el temor a darse cuenta de que no quiere a la novia, a que la relación con la novia sea un tapón.

y es interesante esto que alejandro plantea, porque es cierto que la relación con la novia es un tapón, el problema es que lo que se le plantea es que eso indica que en realidad él es gay; pero es interesan-te que él pueda situar esto, porque seguramente en algún sentido es cierto que él no quiere a su novia, que la quiere como a una madre. Pero con esta consecuencia que él extrae de que entonces es gay, se desarma esto que podría abrirse como una pregunta a desplegarse un poco más, qué le pasa (o no) a él con la novia.

Lo que él desconoce es que ser gay también es un tapón, ya que

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le impide abrir la pregunta respecto de su posición sexuada. El viene pidiendo que se le confirme que es gay, como una identidad que él debiera asumir.

IX. El análisis

En este segundo período del tratamiento se abre otra vía, más pro-piamente analítica, ya que esta segunda urgencia abre a algo nuevo. alejandro comienza preguntándose por el tapón, y surge la referencia a la mirada de una mujer, que antes no estaba en juego. antes eran los otros varones quienes le confirmaban su posición sexuada, mientras que ahora surge la referencia a la mirada de una mujer, y en ese senti-do no es casual que vaya a buscar a una analista que también es mujer. Lo nuevo que surge es el recurso a una mirada femenina.

Marcela: además empieza a enumerar todos los fracasos que tuvo con las chicas de los catorce años hasta la actualidad.

Nieves: ahí se abren la dimensión de la castración y de la pre-gunta. y está la cuestión de lo que él encuentra en la mirada de una mujer –y no ya en la de un hombre– cuando él quiere abordarla. Ese trabajo en relación con la mirada de una mujer lo lleva a la falta de mirada del padre. En este segundo tiempo hay un trabajo lógico (a distinguir del trabajo sobre el sentido del primer tiempo del trata-miento) que está sostenido en eso nuevo que surge en la transferen-cia, y que se verifica en el sueño de transferencia.

¿adónde lo lleva este trabajo lógico? Lo lleva de la mirada feme-nina a la mirada del padre, de modo que va directamente al punto de la falta de título.

y lo que me comentaba marcela es que justamente en este tiem-po del análisis alejandro pudo construir una versión del padre dis-tinta de la versión materna, llegando incluso a admirarlo en ciertos puntos. marcela, no sé si querés comentar un poco este punto…

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Marcela: sí. Empieza a aparecer algo de la identificación con el padre, de ser un trabajador. Porque en realidad esto del alcoholismo consistía en que el padre después de una jornada larga de trabajo se tomaba una copita y volvía a su casa, ese era el padre alcohólico en la versión materna. y él empieza a descubrir que en realidad su padre volvía cansado de laburar todo el día como un negro, como él dice, porque era un trabajo físico, y tomaba una copita. De modo que se le cae la vergüenza por el padre, se le cae la versión materna del alcoholismo y empieza a darse cuenta que en realidad era un laburante y que después de todo mantenía a toda la familia con su sueldo. Empieza a darle otro lugar al padre, y yo le contaba a nieves que cuando alejandro lo invita a su casa nueva, hasta pueden ir a comprar un vino juntos, y es más, él puede decirle: Mirá, este es un buen vino, de modo que terminan compartiendo aquello que a ale-jandro antes lo avergonzaba.

Nieves: De modo que fue necesario llegar a ese punto de la fal-ta de mirada del padre, correlativa de una posición estragante del deseo materno, para armar otra versión del padre a partir de una mirada, no ya materna sino femenina, encarnada en la analista en la transferencia. Es un momento de histerización en el que se opera una entrada en análisis, que se va a manifestar y verificar en el sueño de transferencia. Por esta histerización sale de la duda obsesiva (¿soy puto o no?) y pasa a la pregunta por lo femenino. Efectivamente, el sueño de transferencia es una pregunta por lo femenino.

X. La pregunta por lo femenino.

Soñaba que estaba acá –o sea, estaba en el análisis– y que en el papel ponía: droga: sí - no, sexo: sí - no, después me dabas un librito, un souvenir, tenía flores en la tapa, tenía que ver con la sesión y había nombres. ¿Serán los pacientes que tiene? se pregunta si será un sueño de despedida. Había en el librito que me habías regalado una foto de

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un hombre o una mina, no sé bien, la foto estaba rasgada, una cara de mujer y al final el nombre de todos y el mío, Ale.

asociaciones del sueño: la primera parte la asocia con la pregun-ta de ¿Con quién te gusta estar más, con los varones o con las mujeres?, pregunta en ese momento qué tenía que responder; y el librito lo asocia con un gesto de halago de la analista, porque sintió que ya había cosas que lo identificaban, lo sintió, en su decir, como un acto de amor. Dice que siente que fue una herida –significante que ya señalamos–, una herida que se va suturando y que tiene que ver con la comprensión, Vas al médico y te ayuda a sanarte –dice. De modo que la analista lo está sanando de esa herida

Lo que me parece interesante es que este sueño no es el fin o la despedida de la analista, es el fin o la despedida de la acción sinto-mática, cae la acción sintomática, ya que a partir de ese momento no necesita actuar los encuentros sexuales con hombres.

Por otra parte, la pregunta se modifica, ya no es la pregunta obsesiva ¿soy gay o no?, sino que es la pregunta por lo femenino, la pregunta histérica. y además es una pregunta que en lugar de ac-tuarse pasa al inconsciente, en transferencia con una analista mujer. se abre la dimensión del amor, y como ya vimos en una de las pri-meras clases del seminario, siempre que está en juego la dimensión del amor, está en juego la dimensión del nombre, entonces en este sueño se trata del nombre.

y está la cuestión de ser incluido en una lista. se trata del pro-blema de este nombre que siempre queda fuera del conjunto, que queda fuera del para todos, y de si él puede ser incluido en la lista de los pacientes de la analista, si puede ser tenido en cuenta, contado como uno más en ese conjunto. Por eso lo ve como un acto de amor, ya que gracias al análisis él está pudiendo entrar en el para todos, está pudiendo entrar en el conjunto, se le está abriendo la posibilidad de contarse como un hombre…

Marcela: y me parece interesante porque él no se cuenta ni como un hombre ni como una mujer, se cuenta.

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Nieves: se cuenta, y en ese Ale está en juego su síntoma, que es la pregunta por su posición sexuada. Es muy interesante cómo el sueño condensa, por un lado, la pregunta por lo femenino. Ale en-carna eso y se articula con la mirada en la foto rasgada. Esa foto es la irrupción de lo real de la mirada rasgando la imagen narcisista, que es un efecto de castración. La foto rasgada es por fin poder soportar la castración, poder salir de la nominación imaginaria y aceptar la castración simbólica, es entrar en la lógica del inconsciente, en la lógica de lo simbólico.

allí es donde podemos ubicar este efecto sanador del análisis. La analista como el médico que sutura la herida, por lo que puede salir la acción sintomática, que decíamos que reavivaba la herida. Enton-ces, junto con la caída de la acción sintomática cae la duda obsesiva sobre si es o no puto, y ahora se trata de sus dificultades con la viri-lidad. alejandro empieza a hablar de eso: habla de sus dificultades con las mujeres, de ese amigo que sabe cómo encarar a las mujeres, del que dice que ojala él lo hubiera conocido antes –como un padre que le hubiera transmitido algún saber hacer con lo femenino.

Este es un momento del análisis en el cual se despliega esta vertiente hasta un punto en el cual se produce cierta estabilización de lo sexual, y donde podríamos decir que la problemática de la virilidad continúa en el campo laboral. hay un impasse del despliegue de la pregunta en el campo sexual, que se desplaza al campo laboral y encuentra cierta resolución –hay que ver si después va a volver o no al campo sexual. alejandro se puede afirmar virilmente en el campo laboral, puede de-jar de estar en posición de dependencia, puede dejar de someterse a un jefe superyoico, puede empezar a ganar más y a ser independiente.

El trabajo actual del análisis es un trabajo lo saca de la angustia sin devolverlo al arreglo anterior, ya que el trabajo que está haciendo ahora no es exclusivamente en la vía del sentido, sino que está arti-culando lo simbólico con lo real.

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se trata de una duplicación de lo simbólico entre simbólico y real, y no entre simbólico e imaginario, como había ocurrido en el primer tiempo del tratamiento.

La última cuestión que me interesa señalar es este desplazamien-to del campo sexual al laboral, doble eje que Lacan pone de ma-nifiesto tempranamente para la neurosis obsesiva en un texto que recomiendo especialmente, “El mito individual del neurótico”, que pueden encontrar en Intervenciones y texto 1, de Editorial manan-tial, que ubica de un modo muy interesante cómo se le juega al obsesivo esta doble vía.

marcela, ¿hay algo que quieras agregar?

Marcela: algo en relación con su trabajo. alejandro dice que sentía que tenía una relación infantil en el trabajo, que no podía con su jefe, y la verdad es que progresó muchísimo en el trabajo. Es un tipo muy inteligente, muy capaz, pero todo lo que progresó no puede ejercerlo –le vuelve a faltar el título– frente a la mirada del jefe, que lo situaba en ese lugar del objeto, de no saber. tuvo que cambiar de trabajo, y efectivamente consiguió un trabajo mejor donde de entrada ya lo pusieron en un lugar diferente, ya que él es el que va a capacitar a otras personas.

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Intervención: ¿En algún momento del análisis llega a preguntarse por la paternidad?

Marcela: sí pero lo pone en ella, entonces se pregunta: ¿Qué voy a hacer?, porque ella no sabe cocinar, no es capaz de aprender a hacer algún purecito. no se anima porque ella no va a saber qué darle de comer. Pone la dificultad en ella, no es de él.

Nieves: De todos modos, bien situado en la relación oral con la madre. De hecho, los dos momentos de desestabilización se produ-cen en comidas, en un asado y en una comida con compañeros de trabajo. hay algo de lo oral que está muy presente.

Intervención: ¿Por qué ubicás el lapsus entre imaginario y real?

Nieves: Porque la hipótesis es que se trata de una neurosis obse-siva, cuya estructura fundamental propuse que es que algo se suelta entre imaginario y real, porque no está operando el padre simbólico –que sería el padre que transmitiría el titulo de virilidad–, de modo que ya que el sujeto no puede recurrir al padre simbólico, recurre a una imagen de padre, a una imagen de hombre, a la duplicación de lo imaginario. En este caso ubiqué luego las fallas de ese funciona-miento obsesivo de la estructura, ya que no es una obsesión lograda, por lo que la falla surge como angustia.

Finalmente, en el último tiempo ubico la histerización. ya Freud decía que la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria, de modo que lo más fundamental de la estructura sería finalmente una histeria.

Clase del 2 de octubre de 2008.

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XII. La inhibición en la degradación de la vida amorosa en el hombre.“Freezado”.

Nieves: buenas tardes, vamos a dar comienzo a la clase de hoy. Les presento a marcela mas, ella es psicoanalista, es participante del Icba, es docente de la cátedra de psicopatología II de la Facultad de Psicología de la uba, y también forma parte de la Institución “uno salud mental”.

Marcela: Luciano consulta a los veintisiete años refiriendo como mo-tivo de consulta: ̈ El desborde de horarios y por otro lado la frialdad. Mis relaciones con la gente son frías y distantes.¨ Luciano es médico, al igual que su padre y su tío. Al momento de la consulta se encontraba finali-zando la residencia. Plantea dos niveles de frialdad, uno en el trabajo y otro con las mujeres.

En lo laboral, entiende que es una pérdida de tiempo dar las explicacio-nes a los familiares cuando fallece algún paciente. Respecto de las mujeres, dice perder rápidamente el interés ¨…si pasa algo enseguida.¨ Se compara con el personaje de “El lado oscuro del corazón” en el punto del descarte de las mujeres luego de haberse acostado con ellas. Según dice, no puede evitar sentir la molestia al día siguiente. Esto es, que hagan preguntas o planteos.

Luciano vive con un amigo desde que su padre lo echara de la casa a causa de una fuerte discusión en la que el padre toma partido por su actual esposa. Lleva dos años peleado con su padre.

Al preguntarle por su madre, dirá que ésta se suicidó cuando él tenía cinco años, luego de una ingesta de psicotrópicos. El suicidio de la madre acontece en el contexto de la separación del matrimonio.

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Se interesa en la muerte de su madre en la época en la que estaba estu-diando psiquiatría y le pide al padre el certificado de defunción para saber cuál había sido el diagnóstico de su madre. Esto generó una pelea con su padre, quien le reprochó que no le creyera cómo había muerto. Comenta que su padre le prohibió que la llamara mamá después de todo lo que ella había hecho. También se prohibió todo contacto con la familia materna.

Menciona su interés en especializarse en medicina legal o en emer-gentología. De la primera dice: ¨Sé que los muertos no me llenarían como médico, además no quiero aparecer en una zanja. A veces no conviene decir lo que viste.¨

Al preguntar respecto de la emergentología dice que quiere saber qué hacer cuando alguien se descompone, y agrega: “Mi mamá se tomó tres-cientas pastillas y nadie supo qué hacer”. Se sorprende al escucharse.

Respecto de su práctica como médico, se queja de no poder usar los con-

sejos del padre, indicando que éste siempre ha sido un ejemplo a seguir. Comenta que si él discutía con su hermana, el padre le hacía leer libros de historia para que comprendiera lo estéril de las peleas. Afirma no haber dado nunca problemas de niño y recuerda una sola vez en la que llamó al padre de noche. En esa ocasión se despertó llorando luego de un sueño y su padre le recomendó que no viera películas de terror.

Al indagar sobre el sueño, dice que cree haberlo soñado varias veces entre los seis y ocho años, sólo recuerda que aparecía una mujer con tú-nica blanca sin rostro, como una muerta que se sentaba en su cama. Las asociaciones lo conducen a hablar de un período de temores nocturnos, que aparecen poco tiempo después de la muerte de su madre.

Al tiempo trae dos sueños que relata en la misma sesión:Primer sueño: ¨ Me encargaban que investigue los restos de la bata-

lla entre Lavalle y Rosas. Yo me enojo porque después de pasado tanto tiempo, ¿qué voy a encontrar allí?¨

Segundo sueño: ¨ Venía viajando en el colectivo y escuchaba a al-guien amenazando al chofer. Era un gordo grandote que le empieza a pegar. Yo veía todo y el policía que estaba en el colectivo lo agarra al gordo y me mira a mí y me amenaza con cortarme el cuello. Me bajo

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del colectivo en la segunda Rivadavia. No sabía dónde era. Aparece una mujer con la cara cubierta que me dice que había estado conmigo antes. Se saca la capucha y me lleva con gente y me acompaña para volver a mi casa. Me despierto angustiado.¨

Asocia el primer sueño con investigar sobre su madre, puesto que tiene muchas cosas borradas de su infancia. Comenta angustiado que su hermana le ha mostrado fotos de su madre y que no puede reconocerla.

Respecto del segundo sueño, se detiene en señalar que la mujer que se descubre la cara era blanquita de ojos claros, que se acercaba desintere-sadamente para ayudarlo a volver a su casa.

En relación a la pelea que relata en el sueño, dice que siempre que intercede entre la hermana y el padre, sale perjudicado. Afirma que desde hace dos años evita tener contacto con el padre y que se siente desilusionado porque su padre eligió a la esposa en lugar de elegir a sus hijos. Agrega que su padre se amolda a la mujer con la que esté, y que salvo la segunda esposa, las otras eran bastante locas.

Se enoja al recordar que su padre en la pelea le dijo que ojalá su mujer fuese su madre: “¿Qué más quiere? ¿No le bastó con borrar todo rastro de mi vieja, también quiere borrar la historia?”

En relación con la frialdad, dice notar un patrón selectivo, puesto que ya no le ocurre en el trabajo. Dice quedar ¨ freezado ¨ ante el reclamo de las mujeres. Aceptar el reclamo implicaría involucrarse en la relación. Se sorprende de lo rápido que las mujeres enloquecen de amor sin que él reconozca alguna participación en ello. Le resultan poco creíbles las re-acciones de las mujeres, considerándolas reacciones químicas que luego se agotan. Entiende la efusión como exageración, ya que no hay coherencia entre lo que le dicen y lo que hacen.

Esta falta de coherencia lo lleva a hablar de la decepción que siente en relación con los cambios en la imagen del padre, cambios que le di-ficultan reconocer en él al que siempre admiró.

A raíz del aumento de consultas, Luciano manifiesta sus “ganas de quemar la guardia”. Al interrogar esto dice que es una manera de anular el conflicto: que se lo consuman las llamas, hacerlo desaparecer. Las llamas conducen a un recuerdo infantil en el que jugaba con los amigos a prender

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fuego en un terreno frente a su casa. Este recuerdo es posterior al suicidio de la madre. Luego asocia con su deseo de hacer que las mujeres desapa-rezcan, indicando que eso ha pasado repetidas veces en su vida: primero con su madre, luego con la segunda esposa del padre. Se sorprende al decir que ese mecanismo no es suyo.

Comenta otro sueño: ¨ Soñé que se moría mi viejo, en el velatorio es-taba su mujer callada sin decir nada. Yo no quería entrar porque estaba muy enojado con la mujer. Cuando entro, la mujer de él estaba delante del cajón, blanca, pálida, callada, sin actitud de pelea. Yo por costumbre no voy a ver el cadáver, pero igual voy y él no estaba. No era su cara, era como las pajas de la escoba cubriendo una cara.¨

La primera asociación que hace con este sueño es que la muerte de la que se trata es la del padre que ha admirado. En relación con la palidez de la mujer del padre, asocia con el espectro que imaginaba de su madre. Agrega: ¨ La frase que él siempre me decía, ¨ Ojalá fuese tu madre ¨, estaba metida en el sueño, estaba la mujer de él con la imagen fantaseada de mi mamá.¨

Se reprocha no haber ido al velatorio de su madre ni a su tumba. Recuerda que en una ocasión acompañó a su hermana hasta el cemen-terio pero no entró para evitar conflictos con su padre.

Posteriormente, a raíz de algunos fallidos, vuelve a hablar de su ma-dre, esta vez diciendo que no tiene recuerdos interactuando con ella. Dice que lo que sabe de ella es a través de su hermana mayor o de su padre. Dando los detalles de lo que la hermana le contara de su madre, recuerda una escena en la que él acompañó a la madre en una de sus actividades. Al señalarle que está incluido en el recuerdo, me pregunta entre risas si le estoy pasando el Norton (programa de recuperación de archivos).

I. Enfriar lo femenino

Nieves: Luciano llega a la consulta atravesado por un significante que les propongo considerar en un primer tiempo como un nombre de la inhibición, que es este significante frialdad, ya que el enfriamiento,

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el congelamiento, el freezado, son operaciones de detención del mo-vimiento; volveremos sobre este punto. si bien en un primer tiempo este significante remite a la inhibición, me parece que luego, a lo largo de los encuentros con la analista, va a ir tomando la consistencia de un síntoma analítico, de modo que hay una metamorfosis de la función de este significante en la estructura, de la que intentaré dar cuenta.

Es posible aislar en el discurso de Luciano dos episodios que lo llevan a consultar, ambos ligados a la muerte. Por un lado, muere un paciente de su misma edad, y por otro lado, está la cuestión de la diferencia que él tiene con el padre respecto de dar explicaciones a los familiares cuando muere un paciente, lo que él considera una pérdida de tiempo. Es decir, que ambas cuestiones que lo traen a consulta tienen una relación directa con la muerte.

El primer episodio hace presente la muerte en el eje narcisista, que es el nivel en el que él se ubica (en la medida en que estamos hablando de una estructura sostenida en la inhibición –cuestión que desarrollaré luego).

Por otro lado, en la cuestión con el padre, relativa a dar explica-ciones a los familiares de los pacientes que fallecen, se pone en juego un límite al que está llegando el sujeto en su posición de rechazo del pasaje por la palabra. no dar explicaciones a los familiares de un muerto resuena en la misma vía de no tener que escuchar los planteos o las preguntas de las mujeres, se trata del rechazo de esa dimensión del otro de la palabra. En efecto, inmediatamente trae esta cuestión de su rápida pérdida de interés en las mujeres si se acuesta en el primer encuentro, pérdida de interés que se centra en no soportar que le hagan preguntas o planteos.

ahí podemos ubicar entonces un rechazo de la palabra, que en este caso está situado estrictamente en el campo del amor. El rechaza la palabra que hace a la dimensión del amor, que es la palabra que le pide una mujer a un hombre en el encuentro amoroso, al estilo del personaje de “El lado oscuro del corazón”, que apretaba un botón y la mujer salía despedida de la cama, de modo que una vez termina-do el acto sexual ella caía por un agujero.

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En otra vía, inmediatamente se hace presente una situación en la que él se encuentra en una posición de rivalidad imaginaria con la mujer del padre, él y la mujer del padre quedan enfrentados en el eje a-a´, y el padre como un tercero, como un gran otro que elije a su mujer en lugar de a él. Lleva dos años distanciado con el padre porque tuvo una pelea en la cual el padre tomó partido por su actual esposa. De modo que es él o ella, o el hijo o la mujer. La escena se juega en el nivel especular, pero esta vez es él quien queda excluido, a diferencia de lo que hace con las mujeres –son ellas las que caen por el agujero– , es él que es echado de la casa del padre.

II. La muerte como partenaire

a raíz de una pregunta de la analista, Luciano relata el suicidio de su madre, por una ingesta de psicotrópicos, cuando él tenía cin-co años. Es fundamental señalar que este suicidio se produce en el contexto de la separación del matrimonio, de modo tal que la even-tual locura femenina de amor, que va a atravesar de algún modo la versión que tiene Luciano de lo femenino, parece hacerse presente traumáticamente en el suicidio de la madre, tempranamente, en un momento de constitución de la posición del sujeto, que es a los cin-co años. Este suicidio de la madre es un trauma que marca a fuego al sujeto, anudando de un modo muy profundo la pareja obsesiva del sexo con la muerte.

Por otra parte, la respuesta del padre como hombre al acto de esta mujer que se suicida enloquecida de amor es una respuesta de odio hacia ella, prohibiéndole a sus hijos tanto llamarla mamá como todo contacto con la familia materna. La diferencia entre la posición de Lu-ciano respecto de su hermana es que él acata, se somete a este mandato paterno, mientras que la hermana no. En esta respuesta al mandato paterno también podemos ubicar una posición típicamente obsesiva: el sometimiento al otro, que encarna la ferocidad de un superyó que pretende borrar las huellas del pasaje de esa mujer por la existencia.

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Luciano elige la misma carrera que el padre, es médico como él, y en el momento en el que está interrogándose acerca de su especiali-zación surge una pregunta más fundamental, que es la pregunta por excelencia de la neurosis obsesiva, esa pregunta que en el Seminario III Lacan propone formular de la siguiente manera: ¿estoy vivo o estoy muerto?1 Esta pregunta referida a la muerte toma la forma de la duda entre la especialización en medicina legal y en emergentología. En ese punto plantea que los muertos no lo llenarían como médico, que no quiere aparecer en una zanja, que quiere saber qué hacer cuando alguien se descompone. se sorprende al encontrarse nuevamente ha-blando del suicidio de la madre, de las trescientas pastillas que se ha-bía tomado, y de la ausencia de respuesta por parte de los médicos.

hay un efecto de sorpresa por esta emergencia, propia de la aso-ciación libre, en el momento en que está preguntándose ¿voy a ser médico para llenarme de muertos?, mi elección, ¿es para la vida o es para la muerte? En este momento podemos ubicar claramente el inicio del despliegue de su pregunta neurótica, y entonces se hace presente un objeto que va a encabezar todo el relato de este caso, que es el objeto mirada. En este momento se hace presente –presencia que se inten-sificará cada vez más– la muerte como un partenaire que lo mira. De modo que la muerte se hace presente como mirada: “no quiero aparecer en una zanja, … a veces no conviene decir lo que viste”.

al mejor estilo obsesivo, él estaba hablando de su carrera, que no tenía nada que ver con la madre, y de pronto se hace presente la madre. De modo que en esta pregunta, ¿estoy vivo o estoy muerto?, también está la pregunta de qué hacer con el deseo de muerte, ya que la madre se había tomado nada menos que trescientas pastillas y su pregunta era ¿qué hacer en estos casos?, como si el superyó le ordenara poder hacer con esa enormidad, con la contundencia de ese deseo de muerte.

1 Lacan, J. El Seminario. Libro III. Las psicosis. Ed. Paidós. buenos aires, 1984. Pág. 257.

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III. Historización, histerización.

En este punto hay una intervención que es fundamental, un lla-mado a la historización, podríamos decir con Lacan un llamado a la histerización. Lacan juega con el equívoco entre historia e histeria, que me parece que en este caso es crucial, porque la historia es un eje fuerte del análisis de Luciano, una suerte de columna de la es-tructura de Luciano. Veremos también que así como el significante frialdad muta a lo largo del análisis, el significante historia también lo hace. hay una historia a construir, un llamado a la historia, un llamado a la histeria, un llamado al análisis.

La respuesta obsesiva no se hace esperar. Luciano viene a la sesión siguiente diciendo que ha pensado que lo que le sucedió nada tiene que ver con la muerte de su madre. Estamos frente al mecanismo obsesivo de la anulación. La sesión pasada se sorprendió hablando de la muerte de su madre, y ahora viene negando esa asociación, anulando el acontecimiento de la sesión anterior.

como respuesta a este llamado a la historización, Luciano afirma no tener recuerdos infantiles: no voy a poder seguir por este camino, dice su yo. afirma no haber desarrollado una neurosis infantil, no haber tenido problemas de niño, “…salvo una sola vez”. ahí está la posición obsesiva, el mecanismo de la inhibición: no hay ningún conflicto.

Freud plantea que la inhibición evita el desarrollo de angustia, y eso evita la necesidad de operar alguna represión, evita todo conflicto; es lo que él dice, que no vivió ningún conflicto, que estaba bien inhibi-do, salvo una sola vez en la cual llamó al padre de noche. hubo una única vez en la que se dejó oír el llamado al padre, que también atraviesa todo el caso. Llamó llorando al padre, luego de un sueño, y la respuesta del padre fue dormirlo y recomendarle no ver más películas de terror, de modo que lo manda nuevamente al sueño de la inhibición. no lo interroga acerca de ese punto de angustia, sino que le hace una reco-mendación, de cómo seguir durmiendo, que parece tener su eficacia.

De todos modos Luciano recuerda ese sueño, que cree haber so-ñado varias veces entre los seis y los ocho años, es decir, poco tiem-

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po después de la muerte de la madre: “Aparecía una mujer con túnica blanca, sin rostro, como una muerta, que se sentaba en mi cama”. asocia entonces justamente con la muerte de la madre, de modo que aquello que él buscaba anular insiste. había comenzado la sesión diciendo que esto que le pasa nada tiene que ver con la muerte de su madre, y al rato ya está hablando nuevamente de la muerte de la madre. Esta mujer sin rostro, que se hace presente en el sueño, es su madre, pero también es la muerte, que situamos con Lacan como el partenaire del obsesivo2.

IV. La emergencia de la mirada

con el mecanismo de condensación propio del sueño, esa ima-gen hace presente en una conjunción única lo femenino, la muerte y la mirada, ya que se trata de una mujer sin rostro.

Lacan plantea que la mirada se hace presente como negatividad en el campo de la visión, por eso los ejemplos que da Lacan de emergen-cia de la mirada son los ojos de un ciego, el ojo de una paloma muerta, podríamos decir también una mujer sin rostro. allí donde desfallece la visión se hace presente ese punto siniestro, angustioso, de la mirada. ahí está el partenaire fantasmático de Luciano, que es la muerte, que toma la forma de ese objeto pulsional que es la mirada; en lo que se aproxima al sueño de transferencia del hombre de las Ratas, en el cual sueña que Freud quiere casarlo con su hija, y en el lugar de los ojos de esta hija lo que se hace presente son dos excrementos. se trata de esa presencia de la mirada en el partenaire femenino, y que en “Función y campo de la palabra…” justamente Lacan no duda en nombrar como “…la muerte que lo mira –al hombre de las Ratas en ese sueño– con sus ojos de betún”.3 En este sueño de Luciano podríamos decir que la muerte lo mira desde ese agujero, desde esa ausencia de rostro.

2 Lacan, J. “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1. Ed. siglo veintiuno. buenos aires, 1985. Pág. 291.3 Ibid.

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En medio de su inhibición, Luciano recurre al padre. Durante ese período –entre los seis y los ocho años– para conciliar el sueño necesitaba dejar las puertas del placard cerradas y la luz encendida, en un recurso a la imagen, al campo de la visión (posibilitado por la luz), como un recurso para ocultar la mirada; por otra parte, antes de dormir, leía los libros que el padre le daba. nuevamente el recur-so al padre le posibilita dormir frente a lo que podría ser el horror de la presencia de esa mirada mortífera que remite al trauma de la muerte de la madre. Es interesante que se trataba en todos los casos de libros de historia

La historia oficial se va entrelazando con la historia subjetiva, la historia del padre con la historia del sujeto, al punto que la dimen-sión histórica insiste en sus sueños: Lavalle, Rosas, Rivadavia. En efecto, los libros de historia resultan ser un recurso para el padre mismo, de modo que en este recurso al padre que opera Luciano hay una respuesta del padre que lo orienta siempre en la vía de la neurosis obsesiva, en la vía de la inhibición, en la vía del sueño, en la vía de la racionalización. Para muestra basta un botón: cada vez que se peleaba con su hermana, el padre le hacía leer un libro de historia para que comprenda lo estéril de las discusiones. se trata del recurso a la razón –es el mismo tipo de intervención que la recomendación de no ver más películas de terror ante el punto de angustia del niño llorando a causa de una pesadilla. Podríamos decir que la voz del padre es la voz de la razón, que le funciona como un recurso que va a tomar la vía de la racionalización propia de la estructura obsesiva.

Es muy interesante cómo la historia, a través del objeto libro de historia, que es el objeto que el padre le transfiere simbólicamente al hijo para poder enfrentar los acontecimientos de su vida, es llevada a la transferencia analítica, de modo que Luciano empieza a aparecer en las sesiones con un libro de historia. Del padre a Luciano, de Luciano a la analista, el significante historia comienza a mutar. Lu-ciano siempre hace un breve comentario al finalizar la sesión acerca del libro de historia que está leyendo, y es la oportunidad para una intervención de la analista que le dice: ¿Cuál será la historia que estás

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interesado en conocer?, abriendo la dimensión de otra historia, o en todo caso, de la posibilidad de hacer su propia versión de su historia: ¿Vos decís que es la de mi mamá?

V. El camino de los sueños

Es un momento de entrada en análisis, ya que se verifica en el siguiente movimiento que la asociación libre lo lleva a una pregunta por la madre, luego viene el intento de anular eso, la insistencia, y ahora este punto en el que él ya empieza a apropiarse de esta insis-tencia, de este deseo de saber. se trata de un giro en la posición del sujeto, ya que a continuación no hay un nuevo intento de anula-ción, sino que se producen formaciones del inconsciente.

En efecto, Luciano trae sueños, es decir que se pone en la vía de trabajar eso que se abrió –por eso ubico ahí una rectificación subje-tiva y una entrada en análisis. ya no quiere volver a anular, sino que se interna en el campo del análisis, se interna en el trabajo con el inconsciente, especialmente con los sueños.

Primer sueño: “Me encargaban que investigue los restos de la batalla entre Lavalle y Rosas, yo me enojo porque después de pasado tanto tiempo qué voy a encontrar allí”. Está la cuestión del resto, él tiene que inves-tigar los restos, en esos restos podemos ubicar la dimensión del obje-to. Por otro lado está la batalla; él siempre está en batalla con alguien, especialmente con la mujer del padre –que es su rival especular hasta cierto momento del análisis, en el que deja de serlo. y también está el enojo, que marca bastante la posición subjetiva de Luciano, quien parece vivir enojándose, lo que también es propio de la neurosis ob-sesiva. El obsesivo es un enojón, un enojón más o menos consciente. hay algunos que se enteran que son enojones cuando ya tienen la presión por los cielos, o cuando tienen el primer infarto; y hay otros que ni se enteran, sino que se enteran los demás (risas).

segundo sueño: “Venía viajando en el colectivo y escuchaba a al-guien amenazando al chofer. Era un gordo grandote que le empiezan a

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pegar, yo veía todo –aquí se hace presente nuevamente la mirada–, y un policía que estaba en el colectivo lo agarra al gordo y me mira a mí, y me amenaza con cortarme el cuello. Me bajo del colectivo en la segunda Rivadavia, no sabía dónde era, y aparece una mujer con la cara cubier-ta que me dice que había estado conmigo antes –nuevamente la mujer sin rostro, es muy interesante–, se saca la capucha, me lleva con gente, y me acompaña para volver a mi casa. Me despierto angustiado.”

se trata de un sueño de angustia, y la diferencia entre el primer sueño y el segundo es la presencia de la mirada. En ese punto de la presencia angustiosa de la mirada se despierta; se trata de la mirada de la muerte: obviamente esta mujer sin rostro que ya estuvo antes con él es la madre. Por otro lado, en este sueño también está la batalla, la rivalidad con el otro: el gordo que se pelea con el chofer, el policía que le quiere cortar el cuello. Está la rivalidad en una re-lación asimétrica, en la que hay alguien que es el que comanda: el chofer es el que conduce, el policía es el que tiene la autoridad; se trata allí de la rivalidad del obsesivo con el padre.

hay una falta de orden, ya que el policía –que es quien tiene que poner orden– le quiere cortar el cuello, por lo que el régimen de la ley no está operando, no está regulando el goce. Es en este punto de desregulación que surge la mirada de la muerte como punto de angustia, que lo despierta. Podríamos decir que ahí donde la ley paterna no está operando, es el punto en el que surge la mirada que angustia y despierta. habíamos dicho justamente que la operación paterna lo mandaba a dormir, por el contrario, aquí está el punto de despertar –ahí donde falla la autoridad, donde falla el orden.

Es muy interesante en este segundo sueño cómo el trabajo analíti-co sobre el inconsciente lo hace dar un paso, ya que Luciano se baja de esa pelea. Luciano efectivamente se baja de la pelea, lo que se verificará en el sueño siguiente, en el que ya la mujer del padre no aparece más como una rival. De modo que este sueño está hablando de un cambio de posición subjetiva, de una salida de ese eje de rivalidad narcisista. El se baja de ahí, va a buscar su destino, a buscar su deseo, ya que no sabe dónde está. también está ese significante segunda Rivadavia.

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Marcela: Es una referencia a mi consultorio.

Nieves: ah, bueno. no sabía que la segunda Rivadavia tenía que ver con tu consultorio, es más que interesante entonces, porque se baja ahí. De modo que se baja de la pelea cuando empieza a ana-lizarse, es eso lo que está diciendo. y lo interesante es este no saber dónde es, ya que empezar a analizarse es internarse en un camino que no se sabe muy bien a dónde va, que no se sabe qué es, ya que se trata de salir de los lugares conocidos (lo cual no es poco para un obsesivo que está siempre necesitado de asegurarse de pisar sobre tierra firme, de andar por terrenos conocidos, y si es posible, ya tiene el plano de antemano, ya sabe cómo va a ir, cómo va a volver, y que no le vaya a pasar nada en el camino…).

“No sabía dónde era” habla de poder animarse a bajar de la pelea y entrar en esa zona incógnita del análisis, donde no se sabe bien dónde se está parado, y entonces ahí aparece la mujer con la cara cubierta, que recorta el punto de angustia. Pero lo interesante es que la mujer se saca la capucha, entonces ahí podemos ubicar cierto de-velamiento de lo femenino que empieza a operarse cuando él se va, cuando se baja de la pelea. cuando él deja de pelearse con la mujer, encarnada en la mujer del padre, entonces se opera cierta aproxima-ción a lo femenino, que es también un acercamiento a la analista mujer –el bajarse en la segunda Rivadavia le abre cierta dimensión de esclarecimiento de eso que aparece velado, oculto, y junto con este rostro que se saca la capucha, adviene cierta claridad.

una de las asociaciones con este primer sueño abre la vía de la investigación sobre su madre. La entrada en el análisis se produce en este camino de investigación que abre la pregunta obsesiva (¿estoy vivo o estoy muerto?), que queda anudada con el deseo de muerte de la madre y con la pregunta –en última instancia– por lo que quiere una mujer.

En ese camino se encuentra la versión que da el padre de la muerte de la madre, que le dice que se había muerto como quien dice “pasame la sal”. El padre quiso borrar o anular las huellas de

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la existencia de esta mujer, le prohíbe que la nombre como madre, que tenga contacto con la familia materna, y también le quita toda trascendencia al acto suicida de esta mujer.

En esta vía también insiste la dimensión de la mirada, ya que él comenta angustiado que su hermano le ha mostrado fotos de su madre y que no puede reconocerla. La imposibilidad de reconoci-miento en el plano de la imagen, en el plano del espejo, hace surgir el punto de angustia y allí se opera la emergencia de la mirada.

VI. La analista como partenaire

Respecto del segundo sueño, está la cuestión de que esa mujer que se descubre la cara era blanquita de ojos claros y se acercaba desinte-resadamente para volver a su casa. teniendo en cuenta la blancura y la claridad de la piel de marcela, no podemos menos que ubicar en esa figura a la analista. y es interesante esto de volver a su casa, ya que Luciano se va de su casa echado por el padre, pero en una posición subjetiva de oposición a la mujer del padre, en ese enfrentamiento con lo femenino en el que se encontraba. ahora se trata de poder volver, a través de la transferencia, de la dimensión del amor abierta en la relación con una mujer. así como salió de su casa por enfrentar-se con una mujer, es también por una mujer que puede volver. una mujer le permite volver. se trata de volver para poder salir sin ser echado de ahí, para salir por sus propios medios. ¿Por qué digo esto? Porque justamente en el sueño siguiente está la figura de la mujer del padre, pero por fuera de la dimensión de la pelea.

hay una doble vertiente del enojo de Luciano con el padre. Por un lado, estaba ese enojo por la modalidad de exclusividad que ha-bía tomado la relación del padre con esta mujer: “Eligió a su mujer en lugar de a sus hijos”, “… se amolda a la mujer con la que esté”, y que “salvo la segunda esposa las otras eran bastante locas” –nuevamente la cuestión de la locura femenina como inquietante. Es ahí que se abre la otra vertiente, en la que no se juega ya este punto infantil por el

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que el padre elige a una mujer en lugar de a él, sino que se trata de una falta del padre, que consiste en querer borrar todo rastro de la madre, en querer borrar esa historia.

ambas vertientes confluyen en esa frase del padre, que en una pelea le dice: “Ojalá que mi mujer fuese tu madre”. allí opera la in-tervención de la analista, que le pregunta si es posible borrar toda la historia –como pretende el padre–, y ahí surge este recuerdo de jugar a las cosquillas con la madre. se trata de un recuerdo que trae el cuerpo y que trae la dimensión del goce corporal en la cosquilla. si recuerdan, Freud definía justamente a la cosquilla como un sustitu-to, vía represión, del acto sexual, como un desplazamiento del goce erótico. De modo que en este recuerdo podemos ubicar el núcleo del edipo, de ese goce que puede obtener un niño con su madre, un goce desplazado, ciertamente, a un lugar que no va a ser la zona genital. Las cosquillas se revelan como un equivalente erótico del encuentro sexual con la madre. y la intervención de la analista es “No todo se ha borrado”.

un primer efecto de este trabajo analítico es que la cuestión de la frialdad sale de la zona laboral –ya no le ocurre en el trabajo– y queda centrada en el punto de que se trata, que es la relación con las mujeres. De modo que el análisis opera un desplazamiento de la frialdad. Luciano queda freezado ante el reclamo de las mujeres, es la posición del obsesivo ante el deseo femenino: queda freezado, in-hibido. En esa inhibición se opera la degradación del deseo a la de-manda, de modo que las mujeres para el obsesivo son personas que reclaman, y en la medida que son personas que reclaman para el ob-sesivo, terminan siendo personas que reclaman obviamente (risas), el asunto queda sin salida. Luciano se sorprende de lo rápido que las mujeres enloquecen de amor –nuevamente la cuestión de la locura de amor–, sin que él reconozca ninguna participación en ello.

Entonces, la frialdad como la respuesta a la locura amorosa fe-menina. La inhibición, el enfriamiento como la detención de ese movimiento del deseo femenino que aparece como un sin límite y que además, en este caso singular, en relación con este trauma del

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suicidio de la madre, este sin límite queda estrictamente ligado con la muerte. ¿cómo parar ese movimiento que puede llevar a la muerte?

VII. La degradación del deseo a la demanda

En ese punto se despliega la versión fantasmática que tiene Lu-ciano de lo femenino: las reacciones de las mujeres son reacciones químicas, que luego se agotan sin que él sea el catalizador, por lo cual son poco creíbles; sus efusiones son exageraciones, no hay co-herencia entre lo que dicen y lo que hacen. De modo que las muje-res se empecinan en romper con el esquema obsesivo, ¿no? (risas).

Marcela: además, cada vez que hablaba de eso me pedía discul-pas… (risas)

Nieves: claro. no lo digo por vos, pero… (risas) Por otro lado, podemos decir claramente que es una versión médica de lo femeni-no. una versión médica, una versión del padre.

a continuación se despliega cierto aspecto de la posición obse-siva desplegado por Lacan en distintas oportunidades, cuando re-laciona la posición del obsesivo con el desarrollo hegeliano de la dialéctica del amo y del esclavo. El obsesivo es el esclavo que está esperando la muerte del amo, y Luciano está esperando la muerte: las cosas tienen un final, no hace nada más que esperar a que culminen: está esperando el final.

también se hace presente esa mujer que engaña, la única de la que él se enamoró, que lo engañó. Encontramos allí una aproxima-ción a la versión que da el padre de la madre, “con todo lo que hizo esta mujer”, una versión maligna de lo femenino.

Entonces sobreviene el desdoblamiento de la mujer, propio de la degradación de la vida amorosa en el hombre. Luciano empieza a salir con dos mujeres, poniéndose de relieve el contrapunto entre la mujer fría e independiente y su contrario, la mujer demandante y

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sumisa. La mujer fría se hace presente como un partenaire, en espejo con él, esta mujer fría e independiente que no hace reclamos, pero que evidentemente tampoco despierta su deseo, ya que Luciano ne-cesita estar también con la otra, la demandante, la fogosa –la que no es fría y por eso mismo podría terminar enloquecida por amor, y vaya a saber qué hace, ¿no?

En este tramo del análisis se anudan las figuras del padre y la dama, estas dos figuras que Lacan ubica como indisociables una de la otra en el fantasma obsesivo4. Finalmente la incoherencia de las mujeres desemboca en la incoherencia del padre. Lo que a Luciano se le presenta como el punto de incoherencia del padre es que haya cambiado tanto por una mujer, de modo que ella hace manifies-ta una incoherencia en esa posición racionalista del padre. En este punto lo femenino se presenta como un agujero en el edificio edípi-co paterno que Luciano tiene como referente.

En ese punto hay una intervención que apunta a la mirada del padre como velo a su deseo: “Mientras se pregunte qué le vio a esta mujer evita preguntarse sobre lo que a él le pasa con las mujeres”. Esta interpretación apunta a un rasgo de identificación con el padre, ya que si bien Luciano trata de hacer todo lo contrario al padre, nota que busca, como él, mujeres en inferioridad de condiciones. La identificación con el padre se juega exactamente en el punto de degradación de lo femenino.

a continuación Luciano habla de quemar la guardia, de anular el conflicto. nuevamente el recurso de la anulación, que es uno de los dos mecanismos de formación de síntomas que distingue Freud en la obsesión, que en este momento del análisis se pondrá en relación con la destrucción de lo femenino. En efecto, Luciano pasa de “quemar la guardia”, “anular el conflicto”, “que se lo consuma las llamas”, “hacerlo desaparecer” a un recuerdo infantil en el que prenden fuego un terreno

4 Lacan, J. “Función y campo de la palabra en psicoanálisis”, en Escritos 1, Ed. siglo Veintiuno. Pág. 290 y “Variantes de la cura tipo”, Ibid. Pág. 341. buenos aires, 1985.

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frente a su casa con los amigos, lo que asocia con el suicidio de la madre. así como el padre quería borrar la existencia de esa madre, él a su vez quiere quemar, hacer desaparecer esa figura, obedeciendo al mandato superyoico paterno. Destruir a la madre es destruir también lo feme-nino. si hay algo a lo que se dedica concienzudamente el obsesivo es a destruir el deseo femenino, por eso quiere que la mujer sea una madre, que se amolde a situarse respecto de él en el plano de la demanda.

VIII. La caída de una identificación

Es muy interesante cómo en ese punto, en un momento muy importante del análisis, se produce la caída de esa identificación con el padre. asocia todo este tema con su deseo de hacer que las mujeres desaparezcan, asocia con esto que había traído de la película “El lado oscuro del corazón”, el hacer que las mujeres desaparezcan luego del encuentro sexual, indicando que eso había pasado repe-tidas veces en su vida, primero con su madre, luego con la segunda esposa del padre. Es un momento de sorpresa, Luciano se sorprende diciendo que ese mecanismo no es suyo sino del padre.

se opera la caída de la identificación cuando el sujeto verifica que estaba tomado por ese mecanismo de anulación del padre, que se hacía oír en el mandato del padre de no nombrarla a la madre como tal y demás. y trae un sueño –que de alguna manera verifica esta desidentificación y este cambio de posición del sujeto–: sueña que se moría el padre. “En el velatorio estaba su mujer callada, sin decir nada, yo no quería entrar porque estaba muy enojado con la mujer, cuando entro la mujer de él estaba delante del cajón, blanca, pálida, callada, sin actitud de pelea. Yo por costumbre no voy a ver al cadáver –ahí está la mirada –, pero igual voy y él no estaba, no era su cara, era como las pajas de la escoba cubriendo su cara.”

hay muchas cuestiones interesantes en este sueño, la más intere-sante de todas es que Luciano la primera asociación que hace es que se trata de la muerte del padre que admiraba. se trata de la muerte

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del padre ideal, que verifica esta caída de esta identificación. Por otro lado, como dije varias veces, en este sueño se verifica que la mu-jer no está ya en el lugar del rival. Esta figura femenina condensa a la madre, a la mujer del padre y a la analista –que es blanca y pálida.

también es interesante el desplazamiento de la mirada. antes la que aparecía sin rostro era la mujer y ahora es el padre el que aparece sin rostro, en el lugar del rostro hay pajas de escoba. En el punto de caída de la imagen del padre ideal se hace presente la mirada.

ahora Luciano puede reprocharse el sometimiento al padre. se reprocha no haber ido al velatorio de la madre ni a su tumba, haber acompañado a la hermana hasta el cementerio pero no haber entrado para evitar conflictos con el padre. En este momento surge un inte-rés por la madre, una recuperación de recuerdos con la madre. Este interés por la madre lo lleva directamente a un interés nuevo por las mujeres, que se pone en juego claramente en la transferencia, y la posibilidad del encuentro con el padre desde otro lugar. comienza a frecuentar al padre, y eso de volver a casa –que estaba en el sueño– empieza a pasar. no se hablaba con el padre desde hacía dos años, ahora empieza a frecuentarlo, sin la sensación de incomodidad que tenía antes, compartiendo con él comentarios que hacen a la profe-sión, de modo que puede encontrarse con su padre desde otro lugar, como par del padre, ya no desde la posición de hijo que reclama.

Esta nueva posición subjetiva abre a otro abordaje de lo femeni-no. Luciano le dice a la analista: “Antes no me interesaba mucho por nadie, estaba un rato y listo, ¿no me habrás descongelado mucho?”. De modo que el interés por la madre lo lleva a un nuevo interés por las mujeres. La operación del análisis es una operación de descongela-miento, que perturba la defensa de la inhibición –habíamos definido al congelamiento como inhibición–, y un efecto de historización que se produce en el marco de la transferencia. cuando Luciano dice: “¿No me habrás descongelado mucho?”, ya podemos definir al significante frialdad como un síntoma analítico.

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IX. El nudo de Luciano

Les propongo que en este caso el lapsus estructural del nudo se produce entre imaginario y real.

El momento del suicidio de la madre de Luciano, cuando él tiene cinco años, que es el trauma infantil en torno al cual se arma la estructura de Luciano, es un momento en el cual justamente quedan los tres registros sueltos, en ese instante la angustia no está operando como señal, no está anudando, sino que es un punto de desanudamiento. La operación con la cual responde Luciano en este momento como defensa es la inhibición.

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El recurso al padre le ofrece una vía racional como para poder entrar en el sueño, alejándolo de ese punto angustioso de despertar de la angustia, que mediante el recurso de la anulación lo guía en la vía de la inhibición.

Lo que se verifica entonces en este caso, si ustedes miran bien, es que lo real queda suelto. La inhibición anuda, situamos aquí el en-friamiento o la frialdad, entre imaginario y simbólico, que sería algo así como hay que tener la cabeza fría, anular, pero es un mecanismo que en este caso deja suelto a lo real.

En este real que queda suelto vamos a ubicar la emergencia de la mirada, que va a surgir en ciertos momentos, por ejemplo en esos sueños repetitivos –entre los seis y los ocho años–, y luego en el momento previo a la consulta, con el episodio de la muerte de este paciente de su misma edad, y también en relación con toda la pro-blemática con la muerte y las explicaciones a los familiares y demás, podemos ubicar un encuentro con esto que quedaba suelto con la operación de inhibición, y que es lo que lleva a Luciano al análisis.

De modo que les propongo que se trata de una estructura ob-sesiva que tiene ese punto de falla –que remite al trauma del suici-dio materno. Ese punto de falla, ese punto de angustia, que deja la oportunidad para un análisis en este sujeto.

Intervención: Pero entonces, ¿no están anudados borromeanamen-te?

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Nieves: sí, el real está suelto, pero los otros dos sí están anudados borromeanamente por la inhibición. no es una estructura obsesiva en la que se logre el encierro completo en un caparazón, ya que está la mirada ahí. El sujeto se mantiene a distancia, pero hay ciertos momentos de emergencia de la mirada. Por eso, si bien en la mayo-ría de los casos de neurosis obsesiva ubico el lapsus estructural entre imaginario y simbólico, en este caso lo sitúo entre imaginario y real, ya que el suicidio de la madre acontece en un momento de constitu-ción del sujeto, de modo que tiene que vérselas con este real.

hay algo de ese real que no queda tratado por la defensa de la inhibición, y que tiene momentos de emergencia, momentos en los que el sujeto se encuentra con eso. Pero no me parece que haya un cambio –es mi hipótesis– en la defensa o en el anudamiento del sujeto, sino que ya tempranamente él recurre a la inhibición –que es el mismo mecanismo con el que llega al análisis–, y no ha habido un cambio en eso.

no ha habido un pasaje –como ocurre en otros casos– de la angustia a la inhibición, o de la inhibición al síntoma, sino que siempre estuvo sostenido en el enfriamiento, en la anulación y de-más. Pero a su vez esa defensa siempre fue fallida, de modo que hay puntos de encuentro con esa angustia, por ejemplo, en esos momentos de la infancia en los que necesitó recurrir al padre, y también ahora, que en vez de recurrir al padre, recurre a la analista –porque además está peleado con el padre. Pero no me parece que haya un cambio en el anudamiento, sino que hay un encuentro con esto que quedaba suelto, con esto que su defensa no lograba domes-ticar, por decirlo de algún modo.

El cambio en el anudamiento lo ubicaría recién como efecto de la entrada en análisis, con la histerización.

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aquí sí, en el análisis, ubico un anudamiento borromeo de los tres registros, sin que ninguno quede suelto. ahora la frialdad –en vez de estar al servicio de la inhibición– va a ser un síntoma que va a permitir desplegar una pregunta, hacer un trabajo analítico, y tratar el goce en juego en la angustia en relación con la mirada. Por eso se trata de una duplicación de lo simbólico operando entre simbólico y real. como esta operación sí anuda estos tres registros, hay una clara mejoría, hay un efecto terapéutico bastante rápido; no sé cuanto tiempo de análisis llevó todo esto, pero da la impresión de que no haya llevado mucho tiempo…

Marcela: no, aproximadamente seis o siete meses.

Nieves: De modo que claramente se produce un re-anudamien-to, un cambio en el anudamiento, que implica un desarmado de la defensa obsesiva, de la inhibición, de la anulación, y de todo lo que a él lo venía sostenido hasta ese momento. El síntoma de la frialdad como una duplicación de lo simbólico, pero ¿por qué ubico al sín-toma entre imaginario y real, y no entre simbólico e imaginario?, porque este síntoma analítico está tratando ese goce en juego –que quedaba suelto antes– que era el punto de angustia de la mirada.

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Por eso sin duda se verifica en este caso un apaciguamiento de la mirada, por un lado, en la salida del sujeto de la posición de rivalidad con el otro –y en especial con las mujeres–, y por otro lado, en la caída del padre ideal, en la salida de la posición de sometimiento a la mirada del padre, al mandato superyoico, que le permiten empezar a mirarle el rostro a lo femenino, enfrentarse con esto que en el arreglo o en el anudamiento anterior quedaba suelto.

Por eso hay un efecto terapéutico tan claro, tan notable, de alivio, de apaciguamiento, que le permite empezar a interesarse por las mujeres, rearmar desde otro lugar la relación con el padre, dejar de pelearse con la mujer del padre, dejar de pelearse con el otro, y entrar en una dimensión amorosa en la transferencia con la analista, lo cual no es poco para un obsesivo.

Intervención: tengo una pregunta que no es del caso, sino más general. Pensando, como vimos en otros casos, cómo estabiliza un síntoma analítico, o la relación con el analista, la transferencia, que anuda y estabiliza la estructura, cuál sería la salida posible en el fin del análisis. Recuerdo uno de los casos que trabajamos, en el que el sujeto necesitaba interrumpir el tratamiento en determinado mo-mento, cómo pensar esas salidas respecto del nudo…

Nieves: El trabajo que les propongo este año tiende a interrogar a la estructura neurótica en sí misma, y no tanto a interrogar la expe-riencia analítica. Este seminario es un poco modesto en ese sentido, porque apunta a introducir algunos rudimentos respecto de cosas que estoy pensando y que quiero compartir con ustedes.

no vamos a entrar en la cuestión del final de análisis, que es un tema muy interesante, pero me parece que sería un desperdicio querer contestarte esa pregunta en tan poco tiempo, es algo para interrogar y desplegar. hay sujetos que no están nunca realmente alojados en la transferencia, se trata de casos en los cuales el sujeto nunca termina de instalarse, donde falta, desaparece. En esos casos no podemos ubicar esta dimensión de anudamiento fuerte que sí

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podemos ubicar, por ejemplo, en el caso de hoy o en otros que vimos.

En el caso al que vos te referías, el del adolescente que hacía remo, él tenía una cuestión que resolver, estaba postergando resol-ver un conflicto, y lo resuelve operándose –se trata de un aconte-cimiento de cuerpo que lo saca del análisis, pero que también le permite resolver algo que estaba sin resolver en otro lugar. De modo que, por un lado, puede ocurrir que el sujeto no esté alojado, que no esté en la transferencia, pero si está alojado, algún movimiento puede llevarlo, por alguna razón, a separarse del analista. En esos casos hay algo, o bien del lado de una contingencia de la vida del sujeto, o bien de algún efecto del trabajo analítico que lleva al suje-to a ese punto. habitualmente llega un momento en que el anali-zante ya no necesita sostenerse en el analista, que puede prescindir de ese anudamiento.

Intervención: Pero previamente a la entrada en análisis, muchas veces la angustia conlleva una urgencia que lleva al análisis, pero una vez que se arma la neurosis de transferencia, se consigue cierta estabilidad, más o menos garantizada, que permanece, y no me pa-rece que sea algo tan abrupto como lo que pasa antes de la angustia que lleva al análisis.

Nieves: seguramente no se trata de algo tan abrupto, pero cuando hay análisis, esa estabilidad tiene sus vaivenes, ya que el análisis va provocando justamente todo el tiempo nuevos trayectos, obligando a desprenderse de posiciones previas. De modo que eso que aparece en el nudo así como tan anudado, en este caso –por ejemplo– sigue los vaivenes de la relación entre simbólico y real, donde hay un en-cuentro con algo que está suelto todo el tiempo, y ahí estamos en el campo de la angustia propia de la experiencia del análisis.

hay un momento en el que deja de ser necesario el analista, lo que no quiere decir que pueda volver a serlo en un momento posterior, por eso creo que habría que ver si se puede hablar de fin

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de análisis en el sentido de una terminación definitiva, pero sí de momentos en los cuales se puede prescindir del analista, en los que hay tramos que terminan.

Intervención: otra pregunta que tengo, también general, es que vamos viendo los pasajes de un anudamiento a otro, y en un análisis muchas veces se pasa por el mismo lugar y es como que pareciera que se retrocede, que no es lineal. ¿se puede pensar en volver a un anudamien-to? ¿o lo que quedo atrás quedó atrás, y se pasa a otra cosa nueva?

Nieves: Lo que pasa es que en las vueltas de la repetición nunca se vuelve del todo al mismo lugar. Lacan plantea que la repetición implica lo nuevo, cada vez es nueva, cada vez es diferente. En ese punto tendríamos que decir que siempre es un nudo distinto. Qui-zás el nudo borromeo tal como lo estamos utilizando, con cuerdas y no con toros, no alcanza para dar cuenta de la riqueza de todos esos movimientos que se producen.

cuando hay acto analítico no hay posibilidad de volver a lo anterior, cuando el sujeto consiente en realizar un análisis, no hay retorno a lo anterior. sí el sujeto podrá –en algún momento quizás– rearmarse neuróticamente e interrumpir el análisis, pero no va a vol-ver a un punto anterior. Por ejemplo, Luciano no va a poder volver a borrar a su madre ni borrar su historia, aunque deje el análisis es imposible que vuelva a ese punto.

Esa es la característica que tiene el acto, que produce un sujeto nuevo. Este es un tema muy interesante, que seguramente voy a trabajar más adelante, porque hay otras cosas que quiero trabajar antes. El año próximo intentaré abordar justamente desde los nudos las cuestiones que quedan por fuera de estos abordajes que estamos haciendo, que son las cuestiones relativas al amor y a la diferencia sexual, ya que el nudo en sí mismo es asexuado.

El seminario de referencia va a ser el XXI, y trabajaremos sobre Nudos del amor. Les hablé de un sueño que tuve –me expuse a uste-des como analizante, con todo lo que implica la división subjetiva–

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y les conté ese sueño porque es mi inconsciente lo que me mueve en este trabajo que hago con ustedes, así que el año que viene tampoco me voy a meter con el final de análisis. Luego veré qué sueño para el año siguiente… (risas)

Clase del 6 de noviembre de 2008.

Aporte de Ezequiel Weitzman al nudo de Luciano.

a continuación figura la propuesta de un participante del semi-nario, Ezequiel Weitzman, para el nudo de Luciano, que presenta una diferencia respecto del nudo propuesto por nieves.

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XIII. Angustia y oralidad. “Imagen descompuesta”.

Nieves: buenas tardes, tengo el gusto de presentarles a Florencia surmani. Ella es psicoanalista, es docente en las cátedras de Psicopato-logía II, clínica del síntoma, y Escuela francesa de la Facultad de Psico-logía de la uba. también practica en el centro comunitario nº 15.

Florencia: Gonzalo consulta debido a una separación (él decidió terminar por más que siente que estuvo enamorado y por “cierta” difi-cultad para llevar a cabo su trabajo, en donde tiene un cargo jerárquico (no se puede hacer respetar, dar órdenes, etc.). No encuentra solución a esta dificultad excepto irse de viaje, a trabajar afuera. Pero no hace ni una cosa ni la otra. Está “detenido”. Hay también en el horizonte una inversión económica del padre para que él trabaje, cuestión que no le interesa pero no puede rechazar.

I. La prehistoria

Previo a este momento en su vida, Gonzalo estuvo viviendo varios años en el exterior, supuestamente desarrollando su profesión (en rela-ción con lo alimentario), pero rápidamente revela el verdadero motivo: poder separarse de su madre, mejor dicho, del cuerpo de su madre. Se confiesa en continuidad con el cuerpo de su madre: suele tener los mis-mos síntomas –gastrointestinales–, “descomposturas”.

Ese compromiso corporal, que le costó varios malestares, se atenuó con la distancia. En el exterior aprendió a manejarse solo, a poder deci-

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dir por sí mismo. Cuenta que en su niñez y adolescencia era el compañe-ro de su madre, de la angustia de su madre, “el nene de mamá”. Incluso cuando acompañaba al padre al trabajo –cuestión que lo orientó luego en su profesión– era para calmar a la madre. Dice que le costó el tema de salir con amigos, de invitar a salir a las chicas.

Estudiando lo que luego fue su profesión, conoció a R. (un gran amor). Ella le abrió el camino al mundo, al trabajo, los contactos. Esto inició una cierta separación de su madre, continuada luego por el via-je al exterior. Algunos años después y habiéndose reencontrado con R, decidió volver por ella (cabe aclarar que con ella también empezaron a asociarse sus descomposturas).

II. El análisis

Como dije anteriormente, consulta por dicha separación y su difi-cultad para ocupar su puesto de trabajo. Presenta dichas dificultades a la manera de inhibiciones, que en su discurso y argumentos intenta tratar de manera obsesiva: poniendo las cosas en la balanza, viendo qué le conviene, etc. Pero lo que más me llamó la atención en su discurso desde el comienzo fue la no creencia en sus propias palabras, vivencias, etc. No era duda, era no creencia. Fue entonces por esa línea por la cual me orienté.

En una de las primeras entrevistas, en medio de las idas y vueltas de su discurso debido a su no creencia y a la dificultad de que algo se ama-rre, al hablar de su familia, dice un “corte de esa generación”, cuando quería decir “un corte de ese estilo”. Corto la sesión.

Es por ahí que empezaron a ordenarse los temas, incluso su historia:–Su lugar de nacimiento, primer hijo varón, luego de una hermana

mayor y de la pérdida de un embarazo de la madre, tapando así su an-gustia ante dicha pérdida, convirtiéndose él en objeto de la madre.

–Ser el “preferido de su padre” en palabras de su madre.–Su orientación vocacional: si bien su profesión puede ser vista como

‘femenina’, el gusto por su profesión lo obtuvo de su abuelo materno y

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de su padre (quien si bien tiene una profesión contable, trabajaba en empresas relacionadas con el campo de lo alimentario).

También empieza a ubicar, tras esa separación y por una nueva rela-ción, su lugar como hombre; en ese contexto, empieza a escucharse en su enunciación la pregunta por si él es un hombre, es decir, sobre la virilidad. Así fue surgiendo su posición sexuada en el inconsciente o su dificultad para ubicarla. Y ésa fue la puerta de entrada para luego tocar lo que pre-sentaba como problemático: aquel compromiso somático con su madre.

Dice no identificarse con los hombres al tratar a las mujeres. Se pre-gunta cómo tratarlas, cómo entenderlas. Dice no poder cogerse a una mujer y listo, él necesita del amor. “¡En eso parezco una mujer!”

Los síntomas corporales y su dificultad en el trabajo se agravan en transferencia. Lo segundo a punto tal que no puede, no sólo continuar con su trabajo, sino tampoco realizar otro. Sobre esto pesa la mirada de la ma-dre y las palabras de la ex novia: ‘un perdedor’. Así va quedando cada vez más paralizado ante la madre, su ex novia y su novia actual. Esto llevaba a que considerara un viaje como única escapatoria.

Debido a su dificultad para que algo amarre y su pregunta por la ge-neración, lo cual implicaba la virilidad, tras una supervisión me orien-to por intervenciones que funcionen desde un semblante de padre.

En uno de sus relatos me cuenta cómo le había contado a su novia un sueño y ella se lo había interpretado. Ese mismo día la madre le dice a modo de sentencia qué es lo que le sucede, y su ex novia hace lo mismo. Le digo con tono firme que cómo van a hacer eso, que él no puede dejar que le digan lo que a él le pasa, y corto la sesión.

A la sesión siguiente trae un sueño: Él está sentado a la mesa con varios hombres, a los que considera maestros en su profesión y en eso aparece la madre con una bandeja trayendo la comida. A él le da mu-cha vergüenza, lo hace quedar como un nene.

Le digo que la sesión siguiente pasa al diván.

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III. La debilidad-dependencia

Débil, dependiente, así se ve él. Lo opuesto a lo que son su ex novia y su padre (libre, independiente; de chico quería ser como él, pero con el tiempo se dio cuenta de que es igual a su madre y no le gusta). Ellos que-dan idealizados en esa libertad. Respecto de la idealización del padre dice: “Sobre todo con la familia, súper responsable en el trabajo, siempre mantuvo a todos; sí, lo de ideal es con la familia, otra cosa no tiene”.

Él queda entonces del lado de la dependencia y la debilidad (así interpreta también sus descomposturas, “me revienta el estómago”). Esa dependencia y debilidad hacen que él no sepa qué quiere. Quiere de-finirse sin ‘modelos a seguir’ pero no puede. Igualmente siente que en el tiempo del tratamiento fue desligándose un poco de la madre en lo mental pero “quizás lo físico sea más complejo, ya está el cuerpo de por medio” –otra vez su no creencia.

Por esta época el análisis se suspende, ya que por trabajo decide viajar al exterior. A su vuelta, unos meses después, (cuando las sesiones vuelven a ser cara a cara) Gonzalo comienza a preguntarse sobre qué dirección va a darle a su profesión, se pregunta que quiere él y no tanto qué quieren los demás: “Es un poco la historia de mi vida, satisfacer a los demás”.

Se pregunta cómo salir de eso, ya que satisfacer a los demás se le hizo patente en una de sus últimas descomposturas. Descompostura que toma lugar en una coyuntura familiar que pareciera mostrar la estructura de su lugar en la familia. A saber, el padre tiene problemas económicos, su madre no quiere resignar en nada su bienestar ni quiere enterarse de dichos problemas. Ante esto Gonzalo es el posible “salvador”, ya sea dando sus ahorros o trabajando en un negocio gastronómico puesto por el padre pero que a él no le interesa. Él se niega a éstas dos cosas pero la descompostura no se hace esperar.

Interrogado por esto dice que quisiera construir una pared como hizo el hermano. Luego habla del cuerpo materno: una úlcera que casi la mata cuando él era chico, quejas gastrointestinales constantes, y luego aparece un recuerdo: escuchar una pelea entre los padres, a causa de celos por parte de su madre, y la preocupación excesiva de Gonzalo frente a

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esa situación. Agrega: “Me dieron todo y eso no ayuda, no quiero viajar para separarme porque vuelvo y es lo mismo, o me llevo los problemas”.

Ante una supervisión tomo la vía de ir en contra de su inconsciente, que toma la vertiente de “ser igual” a su madre, decirle que no a eso; y, por otro lado, empezar a construir el tener del padre, que pueda servirse del padre real.

IV. Los sueños

La sesión siguiente trae tres sueños:Está en una mesa con su familia y su novia en otra mesa.Va al lugar donde trabajó con su ex novia.Ve al padre de su ex novia (en las asociaciones dice que es “un hom-

bre con mucha presencia, intimidante”).Le marco dos cosas: su novia en otra mesa que la familiar, y algo de

la virilidad y paternidad en juego. Estuvo tranquilo en la semana, deci-dió empezar homeopatía. Tuvo otros tres sueños. Dice: “te vas a reír”:

Estaba mirando fútbol, mi equipo, independiente.Estaba en la cocina de mi novia con amigos jugando con un zapato

gigante, una pavada. De repente viene mi papá, no sé si era un reto pero dice algo, como un basta y pasamos a hacer otra cosa.

Estaba en la calle y me alejaba de mi ex novia.Lo que más le divierte es lo de “independiente” y le sorprende lo del

padre. “Veníamos hablando de la imagen del padre fuerte, que dice bas-ta, algo de la autoridad”. Me dice que el padre es de Racing, pero de Independiente era su abuelo paterno. Le marco que aparece lo viril nue-vamente y que eso parece tener relación con independiente. A pesar del sueño, G. intenta decir que él es como su mamá, dependiente. “Quedar-me cómodo, recibir todo, ser un nene”. Le digo que de ninguna manera, que él elegía eso en vez de lo que dice basta y abre a otra cosa. Que que-darse en ese lugar le hacía pensar que era igual a su mamá pero que eso es diferente de ser igual que su mamá. Dice: “Mi papá también hace todo para que yo esté cómodo”. Está bien, pero en su sueño es un padre el que

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dice basta y además es una cocina que no es la materna. Se muestra muy contento… pero ¿cómo creer en eso? Le digo que hay que creer al sueño.

Comienza un curso de respiración y de filosofía oriental. Dice “co-nectarme con el cuerpo”. Cuestión que le abre posibilidades laborales y que lo aleja del “plan familiar” que incluye trabajar con el padre: “Si trabajo es para devolverle el favor a mi papá, no sé cómo decirle que no”. El padre se vuelve débil y hay que sostenerlo, ante lo cual la salida nuevamente es viajar. Le digo que se trata de disponer del no, que el no separa, y le marco cómo todo esto perjudica su profesión.

De la mano de la onda new age surge un personaje reconocido en su profesión, C. Pudo trabajar bajo presión sin descomponerse y sostener a su vez en esa coyuntura a su novia.

Tuvo tres sueños dentro de este contexto (seguidos):1. Estaba cocinando con mi abuela materna en una cocina, ella

hace algo mal y yo la reto. Le digo que así, no.2. Yo estaba corriendo en una pista de atletismo y me seguía una ser-

piente como de cascabel, un hombre le cortaba la cola. Se terminaba ahí. 3. Me da un poco de vergüenza. Me estaba bañando y veía que me

sangraba el cuerpo. Salía del baño y me dejaba de sangrar. En algún lado aparecía C. Aparecía en una cocina, llegaban una comanda tras otra.

Le marco lo que se corta, decir que no y las comandas maternas, le digo que desde la vez siguiente retoma el diván. Me dice que se pregun-taba por qué no había vuelto al diván. Le digo que faltaban ubicarse algunas cosas.

La sesión siguiente cuenta que su abuelo materno murió cuando él era chico, pero que estaba separado de su abuela desde mucho antes, la dejó por otra señora. Al relatar esto menciona la palabra corte. La repito. Dice: “Mi papá nunca tira frases como mi mamá, es bastante neutro. Si se lo pincha sale a favor de mi mamá”. Ubico eso en relación a sus trabas laborales en las cuales siempre se trata de ‘peros’, ‘por las dudas’. Peros, dudas, temores, no creencia y una limitación marcada en lo laboral que, como se ve, no es sólo lo laboral, toca todos los hechos de su vida.

Dice ni siquiera poder empezar a hacer algo, trabajar, viajar, estar con gente. Dice preferir estar con gente nueva porque todos sus amigos

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ya lo tienen catalogado de dependiente. Y la solución vuelve a ser irse. “No sé lo que quiero, siempre me costó todo lo que viene de adentro mío, como la voz. Hay veces que no se entiende lo que hablo, como si hablara en otro idioma, sólo se trata de elevar el volumen. Es algo físico quizás. Cuando era chico era un trauma, elegía no hablar”. Le digo que hoy por hoy lo del viaje es elegir no hablar.

Otros sueños:1. Estaba en la casa de sus abuelos paternos, jugando en el patio con

una skate, se escucha un ruido de la calle, le habían roto el vidrio al auto de mi papá, salíamos todos, nos quedábamos en la calle. Mi papá iba a buscar a los tipos, yo me iba adentro a buscar la skate. Agrega que de chico no salía a la calle, justamente porque era chico. (Dice que una patineta fue lo que siempre quiso y nunca tuvo.)

2. Estaba en la casa de mis papás, estaban mi abuela materna y mi hermana, no sé qué pito tocaban ahí. Yo estaba en el patio, veía otra casa como abandonada. Era la casa de un colega, yo le pedía las llaves para entrar.

Habla de los hombres de su familia: abuelo y tío paterno que ya fa-llecieron. También su abuelo materno de quien tomó el gusto por su pro-fesión. Pero estar relacionado con lo alimentario lo acerca nuevamente a la madre: “Es lo único que siempre hizo”. Me opongo a eso y dice: “Cuando mi papá iba a cocinar/trabajar, me llevaba”. Se da cuenta del lapsus, “mi papá quería ser médico, no pudo, fue trabajando de lo que pudo”. Señalo el carácter facilitador y a la vez inhibitorio del lapsus. Ya que si está del lado del padre es más augurioso que del lado de la madre, pero el padre suele estar tan idealizado a nivel laboral que lo inhibe.

Por esta época, su novia (también relacionada con su profesión) se encuentra en un evento con quienes fueron los “maestros” de G. Ella se presentó como su novia y por eso tuvo acceso a diferentes situaciones. Lo elogiaron mucho, él se asombra. Le marco cómo para la novia él es una buena carta de presentación y cómo ella se hace reconocer a través de él.

La vez siguiente trae sueños (sí, todos juntos):1. Iba a la casa de C., no lo encuentro hasta que lo encuentro en

el baño con la mujer y el hijo como para bañarse. Me saludan como si

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nada. Espero afuera, llegan mi mamá y mi papá. En el pasillo de afuera hay un hombre grande con una bata rosa. Sale la mujer de C. medio desnuda y estaba embarazada, ante esta situación mi mamá se horrori-za y empieza a comentar lo del señor de bata rosa.

2. En casa de mis abuelos paternos. Estoy arreglando o un monopa-tín o una silla para inválidos. Mi hermana llama para comer, me subo a eso como si fuera un monopatín. Había pescado, no se podía comer porque estaba lleno de espinas.

3. Estaba en una parrilla haciendo de parrillero.4. Casa de mis padres. Yo estaba durmiendo y veía pasar fantasmas,

empiezo a perseguirlos. Veo a mi papá llorando mal, me abraza fuerte y el sueño termina ahí.

5. Estábamos con mi familia comprando cosas. Yo veía un aparato que quería comprar, una calculadora o balanza pero no me alcanzaba la plata. Mi papá me ofrece comprar otras cosas, me muestra instrumen-tos para mi trabajo, cuando voy a pagar tampoco me alcanza, pone la plata mi hermana.

Asocia lo siguiente:– El hombre de la bata rosa es gay, su madre se horroriza pero en la

realidad se muere por tener amigos gay. También está la sospecha (¿de-seo?) de su madre de que G. sea gay.

– La silla podía ser de discapacitados pero él la usaba como mono-patín.

– Lo que quería comprar, calculadora o balanza, era algo que el padre ya tiene. “Siempre apunté a ser como mi papá, buen trabajo, familia constituida, mantenerla. Hoy no sé si es lo que elijo para mí, él lo tuvo que hacer porque mi mamá estaba embarazada”.

– Los fantasmas remiten a la familia del padre, “casi todos muertos”. “Nunca lo vi llorar de esa forma. Cuando se murió mi abuelo no lo vi mal, lo único que me acuerdo es que me pidió que vaya al velatorio”. “Se ve que hay algo con mi papá, ¿no?” El sueño, si bien le impactó, le gustó, le muestra una cara más humana del padre, nunca lo vio efusivo como en ese abrazo. El padre y el abuelo eran fríos, a él le cuesta demos-trar sus sentimientos pero es más sensible, pensaba que era por parecerse

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a su madre, pero ahora se da cuenta de que su madre no es sensible, es por frustrada que es así.

G. plantea también que hay algo de la sexuación en juego (él no lo dice así, claro está). Habla de qué le corresponde a los hombres, qué a las mujeres. “Siempre pensé que para una mujer es más fácil todo (¿?!!!), la vida en general: mi mamá estuvo cuarenta años sin hacer nada mientras mi papá se rompía trabajando. Por lo físico pueden conseguir más cosas de los hombres... el hombre es el que da, para dar recibe algo a cambio, por el lado sexual, una mujer que no es brillante pero está buena puede conseguir cosas.

Empieza a reconectarse con gente colega, le llueven ofertas de tra-bajo, gente que lo considera una voz autorizada, él no sabe bien qué quiere, habla de “miedo escénico”. En este contexto aparece otra “des-compostura”.

Relata un sueño: Había una reunión en la casa de C., había mucha gente, entre ellos mi ex novia. Yo llegaba re pancho en bicicleta, entro como si fuera mi casa, me sorprende verla ahí, no pertenece a ese grupo de gente. C. me pide que haga un pan que vio en un libro –ese libro lo tiene mi ex novia–. Ella dice: ‘G. no sabe hacerlo porque ese libro no lo tiene’. Yo pienso: ‘no importa, es el único que no tengo, pero igual me las voy a arreglar’. La miraba a ella, la veía ojerosa, rara. Me iba a hacer el pan a mi casa. Le pregunto por este sueño. Dice: “lo que es conocido, que no puedo, pero ahora me importa nada, puedo hacerlo aunque no tenga el libro”. Corto sesión.

Vuelve con otro sueño: Yo estaba de compras con C. y su hermano en un negocio de zapatos, ellos ya habían elegido los suyos, yo estaba eligiendo los míos, alpargatas. De ahí me iba a mi casa. Dice: “Estuve pensando que sueño siempre con casas, busco mi casa, parece. Lo de las alpargatas tiene que ver con un estilo de vida, algo simple, como yo. ¡Zapatero a sus zapatos!” –se ríe. Corto sesión.

Viene diciendo “Tengo la convicción de que algo está por pasar”. Le digo que eso es creer. Lo cito para la próxima.

Otro sueño: Yo estaba en un lugar, estaba un cantante X –un joven ídolo muerto trágicamente–; yo lo ayudo para que los demás sepan que

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no está muerto. No se le ocurre por qué el sueño. Le pregunto por el cantante X. Se ríe. X es su segundo nombre. Le pregunto si sabe algo de ese nombre, dice que no.

La siguiente sesión dice que Gonzalo es el nombre que eligió su mamá. X, el nombre que eligió su papá. Le marco eso, y lo conecta con el sueño: no estaba muerto. Esto tiene un efecto vivificador, se conecta con su profesión y con su novia de otra manera. “No me pasó nada de lo que me suele pasar en el cuerpo, quizás algo que me sale de adentro no me hace nada físicamente”. Acepta un trabajo en el cual tiene que ocu-par un cargo jerárquico. Hasta donde sé (este trabajo también es fuera del país) está muy contento y se desempeña sin problemas.

V. Imagen descompuesta.

Nieves: Le puse este título a mi comentario, ya que quisiera cen-trarme en la relación que tiene la angustia con la descomposición de la imagen, y en ese sentido, proponer el síntoma fundamental de gon-zalo del lado de lo que en algún momento Freud llamó histeria de an-gustia, que finalmente terminó llamándose fobia, pero me interesaba este término de histeria de angustia porque me parece que da cuenta no solamente de la angustia de gonzalo que se manifiesta como des-compostura, sino también de su pregunta acerca de lo femenino.

Les propongo situar el lapsus fundamental del nudo de gonza-lo entre imaginario y real, que es donde se va a poner en juego la angustia.

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Estos dos serían los dos lapsus del nudo, en ellos lo imaginario pasa por encima de lo simbólico, y debería pasar por debajo para que el nudo sea borromeo. gonzalo consulta debido a una separa-ción (ha cortado con su ex novia), y por otro lado trae su dificultad para sostener un cargo jerárquico. De modo que ya en su demanda inicial se conjugan dos cuestiones que hacen a su dificultad con la virilidad, una no tan directamente –la del corte con la novia– pero que pone en juego su posición sexuada. y luego está esta dificultad para hacerse cargo de un lugar de jefatura, de un lugar de superio-ridad sobre otros. Está detenido, está inhibido. y también está ya planteada desde el inicio su dificultad para decir no, para el corte, en relación por ejemplo, con este plan familiar de que él trabaje en un lugar propuesto por el padre.

Es interesante que gonzalo se dedica a lo alimentario, y tiene síntomas gatrointestinales. En efecto, el cuerpo en su dimensión oral tiene una presencia fundamental en la vida de gonzalo. se trata de la dimensión tubular del cuerpo, en el cual está fundamental-mente reforzado el agujero de la boca. Después vamos a ver que también está, además del objeto oral en juego, el objeto voz –que también está en relación con la boca. De modo que los objetos a con los que tiene que vérselas gonzalo justamente remiten a este

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agujero de la boca, que a la vez es un poco el centro. Podríamos decir que su cuerpo es una boca, y que hay cierto saber hacer con eso que toma la forma de su profesión, saber hacer que sin embargo no le impide tener descomposturas.

Las descomposturas, los síntomas gastrointestinales, le desar-man el cuerpo, ya que son manifestaciones de la angustia. no me parece que tengan el estatuto metafórico del síntoma conversivo, sino que más bien ponen a gonzalo en continuidad con el cuer-po materno, especialmente con la angustia materna; en ese punto son síntomas que descomponen, podríamos decir que al descom-ponerlo físicamente también descomponen su imagen, su narci-sismo –porque son síntomas que lo detienen en el despliegue, por ejemplo, de su profesión, impidiéndole sostener la que logró con su saber hacer.

gonzalo vivió unos años en el exterior. La analista señala que se trata allí de una separación inicial del cuerpo materno, ya que empezó a manejarse solo, a decidir por sí mismo, pero su niñez y adolescencia están marcadas por su posición de compañero de la madre. En algún sentido podemos decir objeto de la madre, en otro sentido podemos decir falo de la madre, Florencia dice: compañero de la angustia materna –vamos a retomar este punto.

gonzalo ubica claramente desde el inicio en su adolescencia las dificultades con su virilidad. Le costó empezar a salir con amigos e invitar a salir a chicas, es decir, salir de la madre y empezar a ser un varón. Recién me comentaba Florencia que justamente ése es el momento en el que se inicia la descompostura, los síntomas gastro-intestinales surgen cuando él se ve obligado a salir de ese lugar de objeto-falo de la madre, salir al mundo como varón. En esa primera separación se produce cierto desgarro de la posición anterior, y sur-gen estos síntomas que son síntomas en un sentido genérico, más precisamente son manifestaciones de una angustia.

también está esta ex novia de la que estuvo enamorado, que le abrió el camino al mundo, al trabajo, a los contactos. con ella inició cierta separación de la madre, pero también, en algún punto vino al

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lugar de la madre. Ella terminó ubicándose en el lugar de dominio materno, por eso con el tiempo empiezan a asociarse las descompos-turas con la novia.

Florencia marca una cuestión que me parece fundamental desde la perspectiva del deseo del analista, que es la increencia de gonzalo en su propia palabra. Lo más interesante es que cuando gonzalo justamente está rondando esta cuestión de la increencia en la pala-bra tiene un lapsus, que no es cualquier lapsus, es el lapsus inicial de este análisis, cuando quiere decir “corte de ese estilo” dice “corte de generación”. En ese momento el significante generación es recortado, ya que ahí Florencia corta la sesión, abriendo la dimensión de la historización, que produce una apertura al inconciente. tomaremos ahora las marcas de esa historia.

V. El falo muerto

La coyuntura de su nacimiento. Primer hijo varón, luego de una hermana mayor y de la pérdida del embarazo de la madre, tapando así su angustia ante dicha pérdida, convirtiéndose él en objeto de la ma-dre. Por un lado, objeto de la madre, un objeto que viene a taponar la angustia de la madre, y por otro lado, también falo de la madre, en el sentido de que la madre lo convoca; pero no es cualquier dimensión del falo la que está en juego ahí, ya que gonzalo parece estar en la posición que Lacan definió para gide como falo muerto1.

En esta posición se trata del falo como la pura negatividad del deseo, despegada del goce de la vida, se trata allí de cierta presencia fuerte de la pulsión de muerte. De modo que si ubicamos a gonzalo en la perspec-tiva fálica, en tanto tapón de la castración materna que la provee de un falo, él viene al lugar de un muerto, y en ese sentido refleja la pulsión de muerte. Por esta pendiente su posición se acerca al lugar de objeto.

1 Lacan, J. “Juventud de gide o la letra y el deseo”, en Escritos 2. Ed. siglo Veintiuno. buenos aires, 1990. Pág. 63.

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Respecto de este lugar de falo muerto (pero falo al fin, diría yo), me parece que podemos ubicar un primer tiempo, en el que todavía no podemos hablar de neurosis en gonzalo. Este primer tiempo va desde su primera infancia hasta la adolescencia quizás, que es cuan-do comienzan los síntomas gastrointestinales, cuando algo empieza a fallar en el cuerpo.

En ese primer tiempo, al estar él allí como falo muerto de la ma-dre, está de alguna manera completándola, en continuidad con ella. De modo que la operación que está en juego allí es la inhibición, la duplicación del registro imaginario, donde él opera una duplicación del cuerpo materno (o el cuerpo materno opera una duplicación del suyo). En esta duplicación de lo imaginario se trata de la continui-dad entre su cuerpo y el cuerpo materno, que opera una inhibición de su posición viril, ya que es en la medida que él está tomado por la madre, que no puede salir con sus amigos ni invitar chicas.

Este sería un tiempo cero en la neurosis, mientras que el tiempo uno, en el que se opera cierto orden de desencadenamiento, se inaugura en la adolescencia. En ese momento gonzalo ya quiere formar parte del grupo de los varones, quiere invitar a salir a las chicas y se le complica. En ese momento necesita efectivamente separarse del cuerpo materno, de modo que este anudamiento inicial no puede seguir sosteniéndose. Es entonces que irrumpe la angustia, bajo la forma de descompostu-ras. En este tiempo uno se trata de la duplicación del registro real.

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Esta duplicación del real repara estos dos puntos –entre imagi-nario y real, que son los dos puntos de lapsus del nudo–, pasa por arriba del imaginario –en lugar de pasar por debajo–, por abajo del simbólico, y nuevamente por arriba del imaginario. Es una duplica-ción del registro real que también está reparando la falla o el lapsus inicial del nudo, pero ya del lado de la angustia y no de la inhibi-ción. acá ubicamos la descompostura, que hace presente el interior del cuerpo, que ex-site, pasa a sostenerse afuera, irrumpe sobre lo imaginario desarmándolo. En ese momento en el que ya no puede quedar en una continuidad absoluta con la madre, perdiéndose la dimensión de duplicación imaginaria, especular, con ella.

Luego viene el tiempo del análisis, en el que a partir del lapsus comienza a abrirse una vertiente de historización, y también una fuerte producción onírica.

VI. La posición sexuada

En este momento empieza a preguntarse por su lugar en una nueva relación. ahora tiene una novia que evidentemente le da otro lugar, que no se presenta como una duplicación de la madre. se empieza a preguntar por su lugar como hombre, no se identifica con los hombres al tratar con las mujeres, no puede cogerse a una mujer y listo, necesita amor, y dice: “En eso parezco una mujer”. De modo

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que gonzalo claramente en su goce no se ubica del lado macho, en-contrando cierta afinidad con el goce femenino, que está entramado con el amor; todo eso hace a su dificultad con la virilidad.

Es en este punto que me interesa retomar la nominación de his-teria de angustia en lugar de la de fobia. Freud justamente distinguía la histeria conversiva de la histeria de angustia, de modo que habría sujetos histéricos que logran la solución del síntoma conversivo a la pregunta por lo femenino, y por otra parte están los sujetos his-téricos que se angustian, y vimos, por ejemplo con el caso Juanito, cómo en la histeria de angustia en el varón se trata de la dificultad con la virilidad.

Es interesante la diferencia entre la histeria femenina y la histeria en los hombres, ya que en la mayoría de los casos de histeria en mu-jeres el recurso es la identificación viril, de modo que se preguntan qué es ser una mujer identificándose con un hombre, posición desde la cual abordan a la otra mujer como respuesta al misterio de lo femenino. El histérico varón, en cambio, se pregunta qué es ser una mujer en su propio cuerpo, es él quien encarna lo femenino. Desde la lógica de la sexuación el histérico varón y la histérica mujer suelen estar en dos lugares opuestos, si bien se trata de la misma estructura psicopatológica. seguramente desarrollaré estas cuestiones más en detalle el año próximo, cuando trabajemos sobre los nudos del amor. Por ahora lo dejo señalado.

Los síntomas gastrointestinales de gonzalo no son síntomas con-versivos, sino que son síntomas de angustia. Estos síntomas también interrogan el cuerpo materno, y por esa vía interrogan el cuerpo fe-menino, lo que se explicita en esa sesión en la que gonzalo habla del cuerpo materno, de esa úlcera que casi la lleva a la madre a la muerte.

otra cuestión interesante es que hay un agravamiento, tanto de las inhibiciones como de la angustia, en este tiempo. La inhibición llega al extremo de impedirle la continuidad laboral, y queda parali-zado, etc. Están el peso de la mirada y de la voz materna, encarnadas tanto en su madre como en su ex novia, que no tenía mejor manera de dirigirse a él que nombrándolo como “perdedor”.

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VIII. La efectivización de la función paterna.

Florencia empieza a intervenir desde el semblante paterno, esto me parece que es muy importante, ya que de ese modo efectiviza la función paterna en el nudo de gonzalo. De modo que en este tercer tiempo justamente se trata de la introducción de la función simbóli-ca del padre. E inmediatamente lo que ahí se produce es un primer corte con la voz materna, que se verifica en esa sesión en la que él cuenta cómo la madre, la novia y la ex novia lo interpretan y le dicen lo que le pasa. La analista hace una intervención de corte ahí: “¡Cómo van a hacer eso!, no puede ser que le digan lo que le pasa”, con firmeza.

La respuesta del sujeto no se hace esperar, trae un primer sueño. De modo que esa intervención de corte con la voz materna abre a otra voz, a la voz del inconsciente. se trata del sueño en el que la madre lo avergüenza ante la mirada de sus maestros. se trata de la mirada materna, de la presencia materna, del cuerpo materno, pero aquí gonzalo establece un corte en la complicidad, en la continuidad con ella, ya que él está ahí, con estos maestros –que ponen en juego la dimensión del padre–, avergonzado ante esa irrupción de su madre.

se trata de un sueño inaugural de la relación del sujeto con el in-consciente. gonzalo comienza a desplegar que se siente débil y depen-diente, lo que relaciona con la descompostura. también podemos ubi-car esa debilidad y esa dependencia con el lugar de falo muerto, ya que él es dependiente de la madre, un apéndice muerto, en oposición al padre o la ex-novia, que quedan idealizados en su posición de libres.

Efectivamente, gonzalo busca definirse sin modelos a seguir, pero no puede. En ese punto rechaza una instancia que es fundamental para la constitución de la virilidad –tal como la aborda Lacan, fun-damentalmente en el Seminario V–, que es la instancia del ideal pa-terno. gonzalo insiste en la increencia, que da cuenta también de la dificultad para desatar lo que lo anuda al cuerpo materno.

En ese momento se produce una interrupción del análisis a causa de un viaje al exterior por trabajo. como resultado de este viaje, gonzalo empieza a plantearse una salida a su sujeción a la demanda

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del otro, se pregunta qué es lo que quiere más allá de lo que los otros quieren de él. hay un momento ahí, en este intento de salir de esa posición de responder a la demanda del otro –que finalmente es otro materno–, que es la descompostura que él tiene cuando se niega a ser el salvador de la madre, ya que si bien es el padre el que está con problemas económicos y le propone hacerse cargo de un negocio, es la madre quien no quiere resignar su bienestar. En ese momento gonzalo puede decir que no, pero se descompone.

Quiero que retengan –porque luego lo escribiremos en el nudo– que en este momento se abre la dimensión del inconsciente, se pone en juego la función paterna, de modo que hay un recurso al registro de lo simbólico, y en ese punto se produce un agravamiento sinto-mático, en el que también insisten las descomposturas. De modo que en este primer tiempo algo queda desanudado.

La descompostura insiste en el punto en que el sujeto quiere salir del lugar de falo de la madre, de salvarla a la madre, de tapar la an-gustia materna. antes era la angustia ante el hijo muerto, ahora es la angustia ante los problemas económicos, y cuando él quiere correrse de ese lugar se descompone, algo de esto sigue presente.

Es en este punto que gonzalo señala la necesidad de construir una pared como el hermano, podríamos decir una pared medianera, alguna mediación entre él y el cuerpo materno. Insiste el recuerdo del cuerpo materno, las quejas gastrointestinales, la úlcera de la ma-dre y demás. y también viene ese recuerdo de cómo lo afecta una pelea entre los padres en la que él queda tomado, afectado, por lo que está afectando a su madre, queda en continuidad con la madre. allí la analista toma la orientación de ir en contra de esa vertiente del inconciente que quiere sujetarlo a la identificación con la madre.

La respuesta del inconsciente son tres sueños. El sueño en el que está con su familia y la novia está en otro lugar. otro sueño en el que él va a un lugar donde trabajó con la ex novia, y finalmente otro sueño en el que se hace presente el padre de la ex novia –que es un padre de mucha presencia, intimidante. ahí hay una interven-ción de la analista que señala dos cuestiones: por un lado, su novia

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en otra mesa que la familiar –es interesante porque esto no pasaba con su ex novia, que quedaba en continuidad con la familia de él. aunque él está todavía con la familia, la novia está en otra mesa; hay otro lugar posible para él esperándolo. y, por otro lado que hay algo de la paternidad y de la virilidad en juego en relación a este padre que se impone por su presencia.

En este primer tiempo del análisis se abre la dimensión del in-consciente a partir de la efectivización de la función paterna, de modo que es el registro simbólico el que empieza a operar, pero hay algo que queda desanudado, hay un agravamiento sintomático, y continúan o se agudizan las descomposturas.

El simbólico pasa por debajo del real, pero también por debajo del imaginario. ¿Por qué pasa por abajo del imaginario? Porque si bien está operando lo simbólico, está operando la función paterna en la di-rección de la cura –por eso situamos una duplicación de lo simbólico en el nudo que tiene efectos sobre lo real–, falta la creencia. hay un punto de increencia del sujeto en todo eso que se está desplegando, que se juega entre imaginario y simbólico, ya que el fenómeno de la creencia consiste en un acto simbólico que habilita un imaginario. aquí el imaginario queda suelto, por eso hay un agravamiento sinto-

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mático, y además, justamente en la medida que el imaginario se suelta, el cuerpo sigue descompuesto. Éste es el primer tramo del análisis.

al igual que en el caso que vimos la vez pasada, este soltamiento de lo imaginario no coincide con el que eventualmente tiene lugar en la esquizofrenia, ya que en este caso simbólico y real no están interpenetrados acá, están mediados por la función paterna, lo que deja abierta la posibilidad del re-anudamiento borromeano del ima-ginario con los otros dos registros.

VIII. Un tratamiento del cuerpo

gonzalo comienza un tratamiento de homeopatía, después vie-nen la respiración y la filosofía oriental, y así llega c –que está en la onda new age–, que se vuelve un referente paterno para él, lo que le abre un nuevo lugar en su profesión. Esto ocurre en el marco de la búsqueda de un tratamiento del cuerpo.

tanto la homeopatía como la respiración y la filosofía oriental son tratamientos no fálicos del cuerpo, que no van por la vía del saber pasible de ser universalizado. Este camino va junto con la in-creencia en lo que se está abriendo en la vía del inconsciente, con la increencia en el padre. se trata de un recurso a un orden que no es el orden fálico, pero que a su vez es un tratamiento del cuerpo diferente de la continuidad con la madre, que ya introduce cierta mediación

Entonces trae tres nuevos sueños: en el primero, está mirando a Independiente; en el segundo, estaba en la cocina de la novia, con un zapato, haciendo una pavada y el papá le dice: “basta”, y pasan a hacer otra cosa; en el tercero se aleja de la ex novia. son sueños de separación. La intervención de la analista articula entonces la independencia con la virilidad, se trata de salir de la madre para poder ser varón. Él insiste en afirmarse como objeto materno, él es dependiente como la mamá, es cómodo, es un nene; es la misma vía en la que va a insistir después, cuando dice que es más fácil ser mujer, porque con el cuerpo conseguís todo sin hacer nada. ser un

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nene o ser un gay, que es la otra vía que se abre con el sueño de la bata rosa. En efecto, cualquier sujeto que queda en el lugar de falo de la madre, necesariamente lo hace a costa de su virilidad, por eso es el lugar privilegiado para el gay.

se trata allí de un rechazo de la vía paterna, por eso el recurso a la homeopatía y a la filosofía oriental, ya que, si bien en el incons-ciente aparece el padre diciendo basta, él se reafirma en su igualdad con su madre, en que el padre en realidad hace todo para que esté cómodo, de modo que no le cree a lo que dice el inconsciente, a ese inconsciente que ahora está tocado por la intervención analítica, y que ya no dice lo mismo que antes. hay un rechazo de esa vía, y la analista le dice: “Bueno, está bien, pero en el sueño es un padre el que dice basta, y además es una cocina que no es la materna”. Él se pone contento, pero cómo creer en esto –dice–, ahí está el punto de in-creencia que deja suelto el imaginario.

a través de la respiración y la filosofía oriental, gonzalo intenta conectarse con su cuerpo y no con el de la madre. En ese momento entra en función un no separador, en la medida que él se puede se-parar del plano familiar surge c, que va a estar en un lugar de padre en el ámbito de su profesión, habilitándolo a sostener su posición viril, en el trabajo y con la novia; incluso la novia se descompone y él puede sostenerla ella, en lo que se verifica un cambio de posición.

En ese momento trae tres nuevos sueños: en el primero está co-cinando con la abuela materna y le dice no, se trata allí de un no a una figura materna; después está el sueño de la serpiente que lo sigue y un hombre le corta la cola; y a continuación viene el sueño –que lo avergüenza– del cuerpo sangrando, en el que cuando él sale del baño cesa el sangrado, aparece c, y después están en la cocina y llegan las comandas.

La analista señala este corte que hace un hombre. En efecto, po-dríamos decir que la serpiente que lo persigue es el falo materno, es ese lugar de falo muerto de la madre, y hay un hombre que opera allí un corte. cando le corta la cola le sangra el cuerpo, de modo que el síntoma empieza a tomar cierto valor metafórico: le cortan la cola a

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la madre y a él le sangra el cuerpo, en lo que se verifica que el lugar de falo de la madre es a costa de la virilidad, de la posición llamada por Freud pasiva en el hombre. Es en ese momento que la analista indica el retorno al diván.

En ese momento surge la referencia al abuelo materno, que pudo hacer un corte con su mujer, podríamos decir, a diferencia del padre que no parece haber podido hacer un corte con esta madre caprichosa.

IX. El surgimiento de la voz

a medida que la sintomatología oral-anal se va retirando, co-mienza a surgir la dimensión de la voz, entonces dice: “Siempre me costó todo lo que viene de adentro mío”. una nueva versión de lo que del interior del cuerpo ex-siste en la angustia, otra vuelta de la pul-sión alrededor de la boca. Es muy interesante, porque hacia el final del relato clínico, justamente gonzalo dice que ahora lo que viene de adentro de él ya no lo asusta, ya no lo descompone.

Dice: “Siempre me costó todo lo que viene de adentro mío, como la voz”, de allí la elección de no hablar, o hablar otro idioma…. po-dríamos decir que no escucha su propia voz, ni se hace escuchar.

En este momento gonzalo trae toda una serie de sueños, en uno de ellos está en la casa de los abuelos paternos. se recorta la skate, que es ese objeto que le faltó de niño, pero respecto del cual toma una dirección distinta del padre en ese sueño: no lo acompaña, no lo sostiene. al padre le rompen el auto, sin embargo gonzalo se va para adentro con la skate, buscando su deseo.

En otro sueño está en la casa de los padres, hay una casa abando-nada y un colega le pide las llaves para entrar. Este sueño muestra el deseo de salir del espacio familiar, de habitar otro espacio, que está abandonado, esperando que él vaya a habitarlo.

sigue la puja centrada en la creencia o la increencia en el padre. Está la serie de los hombres de la familia en relación a su profesión,

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pero él insiste en que eso le viene por el lado de la madre. cuando la analista le dice que no a eso, trae el lapsus referido al padre entre cocinar y trabajar, de modo que en medio de la increencia surge la creencia desde el inconsciente. Pero el punto de increencia se ve en el hecho de que él se sorprenda tanto de que sus maestros lo reco-nozcan frente a su novia.

Viene una nueva serie, de cinco sueños. Es muy interesante el sue-ño en el que está algo que puede ser un monopatín o una silla para inválidos, él lo usa como monopatín, de modo que sale de ese lugar de invalidación, en el que quedaba en continuidad con la madre. Ese monopatín representa un objeto del deseo, un deseo de salida.

también está el sueño en que aparecen los fantasmas en la casa de los padres, y ocurre ese llanto y ese abrazo con el padre, esa co-nexión más amorosa con el padre.

con esta elección del monopatín en lugar de la silla de discapa-citados, gonzalo parece estar comenzando a apropiarse de un saber hacer, y esto se va a verificar en la nueva serie de sueños que traerá al análisis. En ese abrazo con el padre se trata de un encuentro en la sensibilidad, que le posibilita diferenciarse de la madre, a la que de-fine como frustrada, no sensible; es muy importante ese momento de abrazo con el padre.

ahora puede hacerse escuchar tanto que empieza a reconectarse con colegas, le llueven ofertas de trabajo, es considerado una voz autorizada. En efecto, gonzalo está adquiriendo también un saber hacer con la voz, por el que puede hacerse escuchar, transformarse en una voz autorizada; si bien están el miedo escénico y la descom-postura, ya que cuando tiene que asumir esa voz todavía insiste eso que queda suelto.

Es en ese tránsito que se produce ese sueño tan importante en el que él va a la casa de c, la ex novia le señala que él no tiene el libro que dice cómo hacer el pan, pero gonzalo se las arregla igual y se va a su casa. Es el primer sueño en el que se configura un lugar propio, ya que siempre estaba en la casa de otro, aquí se va a su casa, a su lugar a hacer el pan. En este sueño se verifica un cambio de posición del

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sujeto, “Lo que es conocido que no puedo, pero ahora me importa nada, puedo hacerlo aunque no tenga el libro”. ahí hay un corte de sesión.

X. Zapatero a tus zapatos.

y hay otro sueño que es fundamental. El está con c en un negocio de zapatos y él elige alpargatas y se va a su casa. nuevamente ahí insis-te que él está encontrando sus zapatos, y que está yendo a su casa, que está teniendo su lugar. El puede reconocerse en este estilo de vida sim-ple, y surge la risa, una conexión con el placer que hasta el momento no estaba, cuando él puede decir: “zapatero a sus zapatos”. y dice algo que también es sorprenderte: “Tengo la convicción de que algo está por pasar”, y ahí es donde la analista le dice: “Eso es creer”.

En ese momento se opera un nuevo anudamiento, ya que se ins-tala la dimensión de la creencia, que se verifica en el último sueño: “Yo estaba en un lugar, estaba un cantante X, un joven ídolo muerto trágica-mente, yo lo ayudo para que los demás sepan que no está muerto”. gonza-lo termina asociando X con su segundo nombre, y a la sesión siguiente va a decir que ese nombre lo eligió su papá. La interpretación analítica es “No estaba muerto”. acá surge el punto de creencia, lo que indica un cambio de posición subjetiva. Este sueño indica que no está muerto el hijo del padre –ya que el segundo nombre se lo puso el padre– , que él no es sólo hijo de la madre, como se había presentado anteriormente.

Finalmente la creencia se devela ser creencia en el padre. no está muerto el hijo del padre. hay una relación entre el renacimiento de la creencia y esta verificación de la filiación paterna, este recurso a la función de nominación paterna que tiene un efecto vivificador. aho-ra se conecta con su novia y con su profesión de otra manera, no tiene más descomposturas, dice: “No me pasó nada de lo que me suele pasar en el cuerpo, quizá algo que me sale de adentro no me hace nada física-mente”, de modo que ahora lo que le sale de adentro no le desarma el cuerpo. ahora lo que ex-siste al cuerpo puede no descomponerlo, se trata de una salida de la angustia.

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InhIbIcIón, síntoma y angustIa / 331

Les propuse situar la creencia entre lo imaginario y lo simbóli-co, de modo que dibujo una duplicación de lo simbólico sobre lo imaginario. Éste es el segundo tramo del análisis, en el que opera la creencia en el inconsciente, la creencia en el padre, que re-anuda el imaginario que quedaba suelto, por eso es una salida de la angustia.

Intervención: Vos decías que la homeopatía y la filosofía oriental son un modo no fálico de tratar el cuerpo, pero sin embargo ¿no implican una creencia?

Nieves: sí, implican una creencia en algo que no es del orden fálico, ni sigue la lógica edípica. En efecto, hay una creencia en la sabiduría oriental o en los tratamientos orientales del cuerpo, pero es una creencia que tiene más que ver con la lógica femenina que con la lógica fálica, es más del lado del uno por uno. El edipo es occidental, es judeo-cristiano, no es universal, no existe en todos los lugares del mundo. En las sabidurías orientales más bien se trata de prescindir del goce fálico, no apuntan al deseo, no apuntan a afirmar el goce de la vida por el lado del deseo –con todo lo que de infierno éste tiene– sino más bien de alcanzar la paz que implica desligarse completamente del deseo.

Clase del 20 de noviembre de 2008

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InDIcE

PREsEntacIón

PRóLogo [bERnaRDIno hoRnE]

I. InhIbIcIón, síntoma y angustIaI. Introducción al territorio de las neurosis. / II. La clínica de la pregunta. / III. El trípode freudiano. / IV. La primera vuelta lacaniana. / V. Del dos al tres. / VI. La segunda vuelta lacaniana.

II. DEL tEXto FREuDIano aL sEmInaRIo DE La angustIaI. Una defensa radical contra la angustia. / II. Una respuesta a la señal de angustia. / III. Cuando la angustia no es señal de la castración. / IV. De la inhibición a la angustia. / V. La doble vertiente de la angustia. / VI. Ética y castración. / VII. Una erotología de la angustia. / VIII. Angustia, función paterna y posición del analista.

III. EL nuDo boRRomEo PARTE II. El lapsus del nudo. / II. El trípode freudiano en el nudo. / III. La herejía lacaniana. / IV. La inhibición como nominación de lo imaginario. / V. El síntoma como nominación de lo simbólico. / VI. Síntoma y función pater-na. / VII. La angustia como nominación de lo real. / VIII. El problema de la ex-sistencia. / IX. Las identificaciones en el nudo.

IV. EL nuDo boRRomEo PARTE III. Nominaciones e identificaciones. / II. Nominación e identificación ima-ginaria. / III. Nominación e identificación simbólica. / IV. Nominación e identificación real. / V. Las neurosis en el nudo. / VI. La neurosis obsesiva. / VII. La histeria. / VIII. La fobia. / IX. Dimensiones de la función paterna en las neurosis.

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V. La FuncIón PatERna En EL nuDoI. Los tres tiempos del Edipo en las neurosis. / II. El padre real en la fobia. / III. El padre simbólico en la histeria. / IV. El padre imaginario en la neurosis obsesiva. / V. El sínthoma. / VI. El amor al padre en el seminario XXIII. / VII. El amor al padre en el seminario XXIV. / Apéndice. Toro y desarrollo embrionario.

VI. DE nuDos nEuRótIcos (clase a cargo de Fabián schejtman)

I. Realismo nodal. / II. Cadenas borromeas. / III. El cuarto eslabón. / IV. Inhibición, síntoma y angustia. / V. Síntoma, sinthome y fin de análisis. / VI. Real y formalización.

VII. La InhIbIcIón CONTROL DE VUELOI. El caso. / II. La lógica de la inhibición. / III. El cese de los vómitos. / IV. La vía de la angustia. / V. Vicisitudes del objeto. / VI. El fantasma de seducción histérico. / VII. El nudo de Patricia.

VIII. DE La angustIa a La InhIbIcIón ESPERANDO CON EL MATEI. De la angustia a la inhibición. / II. Una pregunta que alivia… / III. Él y su mujer: dos tribus diferentes. / IV. La emoción de un nieto. / V. La insuficiencia en la virilidad. / VI. El “complejo de paternidad”. / VII. La disparidad sexual./ VIII. Las vueltas de la pérdida. / IX. La dimensión de la voz. / X. Una reapropiación. / XI. El nudo de R.

IX. EL amoR aL PaDRE como síntoma LA LUZ DEL PADREI. La crisis por vocación. / II. El miedo a la noche. / III. En el análisis. / IV. La caída del padre ideal. / V. Una demanda de control. / VI. El surgimiento de un Otro deseante. /VII. La luz del padre. / VIII. La Otra mujer. / IX. La separación del Otro materno. / X. Los tiempos de la estruc-tura. / XI. El nudo de L.

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X. EL PaDRE-síntoma MIRADA DE NEGROI. El síntoma como límite al ideal. / II. El significante diferente. / III. Mirada de negro. / IV. La voz del superyó y la ausencia de palabra. / V. Hacia otra versión del padre. / VI. El acontecimiento de cuerpo. / VII. La intrusión de una mirada. / VIII. El nudo de Tomás.

XI. La accIón sIntomÁtIca LA BÚSQUEDA DE UNA MIRADAI. Primer período: a) La urgencia subjetiva. b) De marica a puto. / II. Segundo período. El show que ya no se sostiene. / III. El estrago materno. / IV. La herida. / V. De mendigo a millonario. / VI. La acción sintomática: el muñeco. / VII. El encuentro con la-una mujer. / VIII. Reediciones de la escena traumática. / IX. El análisis. / X. La pregunta por lo femenino.

XII. La InhIbIcIón En La VIDa amoRosa DEL hombRE FREEZADOI. Enfriar lo femenino. / II. La muerte como partenaire. / III. Historiza-ción, histerización. / IV. La emergencia de la mirada. / V. El camino de los sueños. / VI. La analista como partenaire. / VII. La degradación del deseo a la demanda. / VIII. La caída de una identificación. / IX. El nudo de Luciano. / X. Aporte al nudo de Luciano.

XIII. angustIa y oRaLIDaD IMAGEN DESCOMPUESTAI. La prehistoria. / II. El análisis. / III. La debilidad-dependencia. / IV. Los sueños. / V. Imagen descompuesta. / VI. El falo muerto. / VII. La posición sexuada. / VIII. La efectivización de la función paterna. / IX. Un tratamien-to del cuerpo. / X. El surgimiento de la voz. / XI. Zapatero a tus zapatos.

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