Instantaneas de Cuasimodo

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Instantáneas de Cuasimodo.Una etnografía de la fiesta en la comuna de Pudahuel.

Víctor Zuñiga y Liliana Gutiérrez

Quasimodo geniti infantes…(Como niños recién nacidos, pero ya en uso de razón y sin falsía, busquen

ansiosamente la leche espiritual)Carta de San Pedro 2,2

Describimos a continuación los principales momentos de la festividad de Cuasimodo realizada en la comuna de Pudahuel en abril del año 2006, relatando como se vive una celebración religiosa de origen rural en un entorno urbano deteniéndonos en sus principales características.

La fiesta de Cuasimodo o Correr a Cristo es una antigua tradición que se lleva a cabo una semana después del Domingo de Resurrección, día que pone fin a la Semana Santa. El Domingo de Cuasimodo, el sacerdote sale acompañado de huasos a caballo a entregar la comunión a los enfermos impedidos de asistir a la parroquia.

La partida.

Al fin llega para los cuasimodistas el ansiado día. Luego de meses de reuniones, rifas, charlas y pastorales y los siempre presentes conflictos, se agrupan en el exterior de la parroquia San Luís Beltrán. Es el comienzo de una larga jornada que terminará pasadas las 18.00 horas. Oficialmente, Cuasimodo “arranca” con la celebración de la misma a las 8.30 horas. Sin embargo, desde la madrugada los cuasimodistas llegan hasta las puertas de la iglesia junto a sus caballos, carretones, bicicletas, autos, camionetas, amigos, familiares y vecinos. Ocupan toda la calle San Pablo sorprendiendo a los pocos automovilistas que pasan a esa temprana hora del día domingo. La actual parroquia San Luís Beltrán –construida en el año 1940 a un costado del Antiguo camino a Valparaíso1, hoy avenida San Pablo- abre las puertas y los feligreses entran al recinto. Los más devotos organizan rápidamente el rosario. En silencio, los cuasimodistas pasan a la iglesia; sobresalen con el traje de huaso, el pañuelo en la cabeza reemplazando al sombrero y la esclavina sobre los hombros. El sonar de las espuelas irrumpe en el templo mientras escuchamos los misterios gloriosos del rosario: “Ave María Purísima, sin pecado concebida…”.

Al llegar la hora señalada para la misa, un grupo de cuasimodistas ingresa al templo y otro espera en el exterior, arreglando los aperos, terminando de adornar los carruajes y conversando con los amigos de la larga jornada que se avecina. Los niños y niñas juegan alegremente en las bicicletas adornadas con los colores papales –blanco y amarillo-, mientras los últimos vecinos aceleran el paso para llegar a la ceremonia religiosa.

1 El terreno donde se emplaza la iglesia era una antigua cancha de carreras de caballos donado por la familia de Pedro Farías al párroco Abdón Silva en la década de 1940.

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Bendición el altar.

La celebración comienza con la misa. A través de esta ceremonia se imprime el sello religioso que inspira y guía la festividad. En silencio y con respeto, quienes corren a Cristo escuchan las palabras del sacerdote respecto a su deber como católicos al recorrer las calles y senderos llevando la comunión a los enfermos y ancianos, portando cruces y banderas papales.

El contenido de las lecturas bíblicas se refiere a la resurrección de Jesús y a la celebración de un “Cristo Vivo”, otorgando un significado a la fiesta de Cuasimodo. Llevar la comunión a los enfermos es ofrecer alivio, así lo expresa la liturgia: “Pero El quiere animarnos en este compromiso, consolarnos. San Ignacio dice que Jesús resucitado hace con sus discípulos el oficio de consolador”.2

El sacerdote, encargado de transportar el Cáliz con las hostias consagradas y entregar la comunión, puede delegar sus funciones en un asesor pastoral o ministro de comunión, quien enfrenta esta misión con gran solemnidad, recibiendo la bendición del sacerdote, para que la jornada se desarrolle sin inconvenientes. Tomando entre sus manos, cuidadosamente, el copón dorado envuelto en un delicado pañuelo blanco, inicia el trayecto.

El recorrido.

Alrededor del carruaje que lleva al Santísimo, se forma un grupo de seis a siete cuasimodistas, cada uno con funciones y tareas específicas. El coche berlina tiene más de un siglo y es conducido por Pablo Portugués por cerca de 30 años. A su lado el librea, responsables en las detenciones de abrir y cerrar la puerta del coche, ayuda a quienes van en el interior. Hay dos rezadores, que constantemente elevan la voz y agitan una campanilla para decir la oración: “Santo, Santo, Santo es el Señor de los Ejércitos; llenos están los cielos de la Majestad de vuestra gloria”; y los demás contestan: “Gloria al padre, Gloria al hijo, Gloria al Espíritu Santo”. El presidente de los cuasimodistas y dos jefes de grupo serán los responsables de chequear el ritmo que llevará la comitiva y confirmar las visitas a los enfermos. Constantemente, avanzan y retroceden, para velar por el transcurso normal de la ceremonia.

Recorre la procesión la calle El Tranque, que separa el sector nuevo y el sector antiguo de la comuna. Al oriente, las poblaciones Cooperativa Alberto Cañas, Villa Santa Laura, Santa Teresita y por el poniente, El Comendador. En la Villa Santa Laura, algunos vecinos señalan “toda la vida se ha juntado aquí la gente a recibir Cuasimodo”. El ministro de comunión comenta al llegar una vivienda, cuya familia ha levantado un altar: “Yo había venido a encontrarme algún enfermo. ¿Nadie?, entonces le damos una bendición a todos, ¿está bien? Para todos ellos pido a Nuestro Señor Jesucristo que nos acompañe, Señor Todopoderoso, bendice a estas señoras, bendice a toda esta familia que se ha encontrado acá”. Posteriormente, ingresa a la población San Pablo, con estrechas calles, viviendas de fachadas continuas y deterioradas por el paso del tiempo, reciben las constantes jaculatorias que pregonan los jinetes ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!.

La persistencia de los altares familiares.

2 Semanario Litúrgico “El Domingo, día del Señor”.

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Diversos altares tienen las viviendas que visita el ministro de comunión. En uno de ellos, un vecino cuenta “el altar del frente es de la Virgen, ahí bendicen a la Virgen y a las guagüitas, antes había una abuelita que organizaba todo, pero falleció, sólo están los retratos”.

La decoración de los altares queda supeditada sólo a la imaginación de quienes los hacen, encontrándose algunos muy atiborrados de iconografías y otros más sencillos. En general pueden dividirse los adornos en tres tipos: religiosos, folclóricos y objetos personales. Los primeros corresponden a imágenes de santos, cruces, retratos de Jesús, la Virgen, el Papa, así como los símbolos propios de la liturgia: la Biblia, el pan, el vino, el agua. En el segundo caso, los elementos folclóricos se relacionan, en esencia, con la presencia de banderas chilenas, remitiendo al origen rural de la celebración, a la tradición del huaso y a todo aquello que identifica a Cuasimodo como una fiesta propia del campo chileno. Finalmente, en algunos altares puede observarse fotografías familiares, recuerdos de bautizos, primeras comuniones. Estos objetos hablan de la tradición religiosa de quienes participan en la festividad, de su pertenencia natural a la familia católica que se reúne en torno a la resurrección de Cristo. Un vecino comenta sobre la celebración: “Es más que nada por la resurrección de Cristo, porque es una manera de agradecerle a Dios el habernos salvado a todos de la maldad…”.

La comunión.

La columna entra a la calle Luís Beltrán e inmediatamente comienzan los ritos de Cuasimodo. La comitiva se desvía hacia un altar, el cual anuncia que el coche debe detenerse. En el exterior de una vivienda, tres mujeres esperan desde temprano la visita. Acompañadas de un sencillo altar, constituido por una mesa, una Biblia, un crucifijo y un cirio encendido, la más anciana recibe la comunión de la jornada y agradece la visita efectuada.

Unas calles más allá, un hombre de unos 40 años abre la puerta de una modesta vivienda en calle Victoria. En su interior, una mujer anciana, en actitud de respeto y recogimiento, recibe la comunión. Rápidamente se retira el ministro de comunión, en busca del próximo enfermo, mientras los rezadores, pregonan: “Santo, Santo Santo es el Señor de los Ejércitos; llenos están los cielos de la majestad de vuestra gloria”.

Ceremonia final: la Virgen de Viajeros.

A las 18.00 horas los cuasimodistas marchan por Avenid San Pablo y detienen la comitiva frente a la Virgen de los viajeros, ubicada en la calle San Luís con San Pablo. Esta antigua imagen protegía a quienes hacían el trayecto Santiago-Valparaíso, señalando que estaban en la aldea de Las Barrancas, próximos a la parroquia San Luís Beltrán. El ministro de comunión desciende del coche y realiza la bendición de la Virgen.

Comienza la última actividad antes de arribar a la parroquia. El Santísimo es llevado por el agente pastoral a pie y bajo un “palio”, precedido por la banda musical y acompañado por un grupo de cinco cuasimodistas. Los jinetes ubicados a los costados

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de la calle forman una hilera de ordenados caballos que da la bienvenida al séquito. Mientras el ambiente se llena de cantos, los familiares, amigos, vecinos y curiosos se encaminan hacia la parroquia para presenciar el fin de la jornada.

En la entrada de la iglesia un escenario espera a los cuasimodistas. Ahí, un acólito motiva a los presentes (esposas, hijos, hermanos y amigos) a mantener la fe cristiana y católica. De fondo, una fuerte y moderna música religiosa sube el ánimo de los asistentes. El cura, con voz fuerte y emotiva, anuncia que el Santísimo ocuparía nuevamente su lugar en el altar de la iglesia.

Finalmente, el sacerdote agradece la participación y los impulsa a seguir celebrando la fiesta. Los cuasimodistas, cansados y recibiendo los saludos de los familiares, comienzan a retirarse, contando los ya “los días que faltan para el próximo Cuasimodo…”.