inteligencia emocional

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Índice 1. Introducción 2. Inteligencia emocional 2.1 Las emociones en el cerebro. 2.2 Inteligencia emocional aplicada 2.3 Características que señalan inteligencia emocional en las personas. 2.4 Objetivos del desarrollo de la inteligencia emocional. 2.5 Importancia. 3. conclusión. 4. Anexos 5. Bibliografía 6. Glosario de Términos Pág. 3 Pág. 4 Pág. 4-7 Pág. 7 Pág. 7-9 Pág. 9-10 Pág. 10-11 Pág. 12 Pág. 13-18 Pág. 19 Pág. 20

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La noción de inteligencia está vinculada a la capacidad para escoger las mejores opciones en la búsqueda de una solución, también podemos decir que es la capacidad de entender y elaborar información para el uso adecuado de la misma. Se pueden distinguir diversos tipos de inteligencia, según las habilidades que entran en juego.En este trabajo tenemos como tema a desarrollar la inteligencia emocional, hacemos referencia con esto a lo perteneciente o relativo a la emoción o emociones las cuales son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso, o recuerdo importante. Lo emocional también es lo emotivo (sensible a las emociones).

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Índice

1. Introducción

2. Inteligencia emocional

2.1 Las emociones en el cerebro.2.2 Inteligencia emocional

aplicada 2.3 Características que señalan

inteligencia emocional en las personas.

2.4 Objetivos del desarrollo de la inteligencia emocional.

2.5 Importancia.

3. conclusión.

4. Anexos

5. Bibliografía

6. Glosario de Términos

Pág. 3

Pág. 4

Pág. 4-7 Pág. 7

Pág. 7-9

Pág. 9-10

Pág. 10-11

Pág. 12

Pág. 13-18

Pág. 19

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Introducción

La noción de inteligencia está vinculada a la capacidad para escoger las mejores opciones en la búsqueda de una solución, también podemos decir que es la capacidad de entender y elaborar información para el uso adecuado de la misma. Se pueden distinguir diversos tipos de inteligencia, según las habilidades que entran en juego.

En este trabajo tenemos como tema a desarrollar la inteligencia emocional, hacemos referencia con esto a lo perteneciente o relativo a la emoción o emociones las cuales son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso, o recuerdo importante. Lo emocional también es lo emotivo (sensible a las emociones). El concepto de inteligencia emocional fue popularizado por el psicólogo estadounidense Daniel Coleman y hace referencia a la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos. La persona, por lo tanto, es inteligente (hábil) para el manejo de los sentimientos.

Para Coleman, la inteligencia emocional implica cinco capacidades básicas: descubrir las emociones y sentimientos propios, reconocerlos, manejarlos, crear una motivación propia y gestionar las relaciones personales, pero a diferencia de lo que ocurre con el coeficiente intelectual no existe un estudio que permita medir la capacidad o el grado de inteligencia emocional de un sujeto. En este sentido, la apreciación de esta habilidad es más bien subjetiva.

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Inteligencia EmocionalEs la capacidad para identificar, entender y manejar las emociones correctamente, de un modo que facilite las relaciones con los demás, la consecución de metas y objetivos, el manejo del estrés o la superación de obstáculos.

Las emociones en el cerebro

En esencia, toda emoción constituye un impulso que nos moviliza a la acción. La propia raíz etimológica de la palabra da cuenta de ello, pues el latín “moveré” significa moverse y el prefijo “e” denota un objetivo. La emoción, entonces, desde el plano semántico, significa “movimiento hacia”. Cada uno de nosotros viene equipado con unos programas de reacción automática o una serie de predisposiciones biológicas a la acción. Sin embargo, nuestras experiencias vitales y el medio en el cual nos haya tocado vivir irán moldeando con los años ese equipaje genético para definir nuestras respuestas y manifestaciones ante los estímulos emocionales que encontramos.

Alrededor del tallo encefálico, que constituye la región más primitiva de nuestro cerebro y que regula las funciones básicas como la respiración o el metabolismo, se fue configurando el sistema límbico, que aporta las emociones al repertorio de respuestas cerebrales. Gracias a éste, nuestros ancestros pudieron ir ajustando sus acciones para adaptarse a las exigencias de un entorno cambiante. Así, fueron desarrollando la capacidad de identificar los peligros, temerlos y evitarlos. La evolución del sistema límbico estuvo, por tanto, aparejada al desarrollo de dos potentes herramientas: la memoria y el aprendizaje.

En esta región cerebral se ubica la amígdala, que tiene la forma de una almendra y que, de hecho, recibe su nombre del vocablo griego que denomina a esta última. Se trata de una estructura pequeña, en la que se depositan nuestros recuerdos emocionales y que, por ello mismo, nos permite otorgarle significado a la vida. Sin ella, nos resultaría imposible reconocer las cosas que ya hemos visto y atribuirles algún valor.

Sobre esta base cerebral en la que se asientan las emociones, fue creándose hace unos cien millones de años el neocórtex: la región cerebral que nos diferencia de todas las demás especies y en la que reposa todo lo característicamente humano. El pensamiento, la reflexión sobre los sentimientos, la comprensión de símbolos, el arte, la cultura y la civilización encuentran su origen en este esponjoso reducto de tejidos neuronales. Al ofrecernos la posibilidad de planificar a largo plazo y

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desarrollar otras estrategias mentales afines, las complejas estructuras del neocórtex nos permitieron sobrevivir como especie. En esencia, nuestro cerebro pensante creció y se desarrolló a partir de la región emocional y estos dos siguen estando estrechamente vinculados por miles de circuitos neuronales. Estos descubrimientos arrojan muchas luces sobre la relación íntima entre pensamiento y sentimiento.

La emergencia del neocórtex produjo un sinnúmero de combinaciones insospechadas y de gran sofisticación en el plano emocional, pues su interacción con el sistema límbico nos permitió ampliar nuestro abanico de reacciones ante los estímulos emocionales y así, por ejemplo, ante el temor, que lleva a los demás animales a huir o a defenderse, los seres humanos podemos optar por llamar a la policía, realizar una sesión de meditación trascendental o sentarnos a ver una comedia ligera. Asimismo, con el neocórtex emergió en nosotros la capacidad de tener sentimientos sobre nuestros sentimientos, inducir emociones o inhibir las pasiones.

Orgullosos de nuestra capacidad para controlar nuestras emociones, hemos caído en la trampa de creer que nuestra racionalidad prima sobre nuestros sentimientos y que a ella podemos atribuirle la causa de todos nuestros actos. Pero, a diferencia de lo que pensamos, son muchos los asuntos emocionales que siguen regidos por el sistema límbico y nuestro cerebro toma decisiones continuamente sin siquiera consultarlas con los lóbulos frontales y demás zonas analíticas de nuestro cerebro pensante.

Los estudios neurológicos han encontrado que la primera región cerebral por la que pasan las señales sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo, que se encarga de distribuir los mensajes a las otras regiones de procesamiento cerebral. Desde allí, las señales son dirigidas al neocórtex, donde la información es ponderada mediante diferentes niveles de circuitos cerebrales, para tener una noción completa de lo que ocurre y finalmente emitir una respuesta adaptada a la situación. El neocórtex registra y analiza la situación y acude a los lóbulos prefrontales para comprender y organizar los estímulos, en orden a ofrecer una respuesta analítica y proporcionada, enviando luego las señales al sistema límbico para que produzca e irradie las respuestas hormonales al resto del cuerpo.

Aunque esta es la forma en la que funciona nuestro cerebro la mayor parte del tiempo, Joseph LeDoux (neurocientifico estadounidense) descubrió que, junto a la larga vía neuronal que va al córtex, existe una pequeña estructura neuronal que comunica directamente el tálamo con la amígdala. Esta vía secundaria y más corta,

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que constituye una suerte de atajo, permite que la amígdala reciba algunas señales directamente de los sentidos y dispare una secreción hormonal que determina nuestro comportamiento, antes de que esas señales hayan sido registradas por el neocórtex.

El problema que esto puede y suele suscitar consiste en que la amígdala ofrece respuestas inmediatas que no tienen en cuenta la situación en toda su complejidad, sino que se limitan a asociarla con los recuerdos emocionales que guarda almacenados para proveer así la repuesta que considere adecuada. Si bien esto podría ser determinante para la supervivencia de nuestros ancestros en situaciones en las que unas milésimas de segundos significaban la diferencia entre vida o muerte, en el sofisticado mundo social de hoy en día puede resultar desproporcionado y hasta catastrófico.

Así, por ejemplo, no es de sorprender que una persona que haya sufrido un fuerte trauma tras haber sido asediada sexualmente por un antiguo jefe, tenga una reacción exagerada y violenta cuando se enfrente a un escenario similar al del ataque o cuando se encuentre con una superior que le recuerde de alguna forma a su agresor. De hecho, la situación se hace más compleja si tenemos en cuenta que la mayoría de los recuerdos emocionales más intensos que están almacenados en la amígdala proceden de los primeros años de vida, de hechos que no sólo escapan a nuestro control, sino que ni siquiera entran en el ámbito de nuestros recuerdos conscientes.

En cada uno de nosotros se solapan dos mentes distintas: una que piensa y otra que siente. Éstas constituyen dos facultades relativamente independientes y reflejan el funcionamiento de circuitos cerebrales diferentes aunque interrelacionados. De hecho, el intelecto no puede funcionar adecuadamente sin el concurso de la inteligencia emocional, y la adecuada complementación entre el sistema límbico y el neocórtex exige la participación armónica de ambas. En muchísimas ocasiones, estas dos mentes mantienen una adecuada coordinación, haciendo que los sentimientos condicionen y enriquezcan los pensamientos y lo mismo a la inversa. Algunas veces, sin embargo, la carga emocional de un estímulo despierta nuestras pasiones, activando a nivel neuronal un sistema de reacción de emergencia, capaz de secuestrar a la mente racional y llevarnos a comportamientos desproporcionados e indeseables.

Inteligencia Emocional Aplicada

En el funcionamiento de la amígdala y en su interrelación con el neocórtex se esconde el sustento neurológico de la inteligencia emocional, entendida, pues, como

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un conjunto de disposiciones o habilidades que nos permite, entre otras cosas, tomar las riendas de nuestros impulsos emocionales, comprender los sentimientos más profundos de nuestros semejantes, manejar amablemente nuestras relaciones o dominar esa capacidad.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”-Aristóteles.

Cualidades que Señalan Inteligencia Emocional en las Personas:

Conciencia de las emociones propias : Es la capacidad de reconocer los sentimientos, emociones y estados de ánimos propios. El conocimiento emocional propio es considerado como la base de la Inteligencia Emocional. Identificar las emociones propias al evaluar situaciones pasadas implica una inteligencia emocional primaria en cambio distinguir un sentimiento mientras está aconteciendo supone una inteligencia emocional desarrollada. La importancia de conocer nuestras emociones reside en el hecho de que a partir de allí podemos controlarlas. Toda persona que no se percate de sus emociones quedara a merced de las mismas. Las tres cualidades siguientes se refieren, precisamente, a la posibilidad de controlar los estados de ánimos

Manejo de las emociones o equilibrio anímico : Con esto nos referimos a la capacidad de las personas de controlar sus impulsos para adecuarlos a un objetivo. Habilidad que se puede "entrenar" como, de hecho, hacen los actores que son capaces de generar el estado emocional más apropiado para representar un papel. Algunos recursos que podemos utilizar para el manejo de nuestras emociones cuando existen factores extrínsecos que puedan alterar las mismas son:

- Reconsideración: lo que implica interpretar la situación de una manera positiva.

- Aislamiento: alejarse de la situación y estar unos momentos a solas, con el fin de obtener serenidad.

- Distracción: realizar diferentes actividades que no involucre aquello que nos molesta.

- Técnicas de relajación como la respiración profunda o la meditación también ayudan.

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Automotivación: Es la capacidad para autoinducirse emociones y estado de ánimo positivos, como la confianza, el entusiasmo y el optimismo. Si bien la predisposición al optimismo o al pesimismo puede ser innata, la práctica puede revertir esta situación; si la persona es capaz de detectar el pensamiento derrotista y reconsiderar el problema desde un ángulo menos sombrío. Las emociones como dijimos anteriormente nos ponen en movimiento por lo cual desarrollar la capacidad de entusiasmarnos con lo que tenemos que hacer, para poder llevarlo a cabo de la mejor manera, aplacando otros impulsos que nos desviarían de la tarea mejora el rendimiento en cualquier actividad que se emprenda.

Empatía : La capacidad  ponerse en lugar del otro o aptitud para reconocer sus emociones se conoce con el nombre de empatía. Algo que no todas las personas hacen antes de tomar una decisión, emitir un juicio o realizar una determinada acción. Hay personas que tienen mayor facilidad para reconocer en otros sentimientos, deseos, gestos o emociones. Los sentimientos no suelen expresarse verbalmente sino a través del tono de voz, los gestos, miradas, etc. La clave para la empatía reside en la destreza para interpretar el lenguaje corporal.

 Manejo de las relaciones o sociabilidad: Si las cuatro cualidades anteriores tienen relación con el conocimiento y el control de las propias emociones, la sociabilidad tiene que ver en cambio con el conocimiento y control de las emociones y estados de ánimo de los demás. En cuanto más hábiles seamos para interpretar las señales emocionales de los demás (muchas veces sutiles, casi imperceptibles), mejor controlaremos las que nosotros mismos transmitimos, es un arma de doble filo puesto que el manejo de las emociones de los demás promueve una inquietud acerca de la ética ya que esta habilidad puede ser empleada de distintas maneras, ya sea un fin solidario o a una motivación egoísta. Por ejemplo, la empatía puede ser utilizada por un profesor para mejorar la transmisión de una enseñanza a sus alumnos. Puede ser usada por un vendedor para vender un producto. Si se desarrolla el autocontrol emocional y la empatía, se puede efectivamente manipular a otra persona que no haya desarrollado estas capacidades. Se puede saber cómo hacerla enojar, entristecerla, hacerle sentir miedo, etc. Cómo van a canalizarse estas habilidades depende del individuo que las desarrolle o posea.

Objetivos del desarrollo de la inteligencia emocional

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Desarrollar el cociente Emocional (que a diferencia del Cociente Intelectual, puede ser incrementado a cualquier edad).

Favorecer el equilibrio emocional en la intimidad y el trabajo. Alinear nuestros recursos anímicos para el entusiasmo y la motivación. Descubrir el poder de guía de nuestras emociones en su vínculo con nuestros

deseos y metas vitales. Aprender a utilizar las emociones saludables como guía para la acción

adaptativa y la resolución de problemas. Fomentar relaciones armoniosas. Aumentar las habilidades sociales. Mejorar las habilidades de empatía. Aprender a reconocer e interrumpir patrones improductivos de respuesta

emocional. Potenciar el rendimiento laboral. Generar defensas para la reacción positiva a la tensión y al estrés.

Es importante resaltar que aquella persona que cuente con importantes niveles de inteligencia emocional es un individuo que gracias a la misma consigue los siguientes objetivos en su relación con los demás:

Que quienes le rodean se sientan a gusto con él. Que al estar a su lado no experimenten ningún tipo de sensación negativa. Que confíen en él cuando necesiten algún consejo tanto a nivel personal

como profesional.La importancia de la inteligencia emocionalLas personas con más éxito en sus vidas son aquellas con una inteligencia emocional alta, no necesariamente las que tienen un CI más alto. Esto es debido a que las emociones, cuando no se manejan correctamente, pueden acabar destrozando la vida de una persona, impedirle tener relaciones satisfactorias, limitar su progreso en el trabajo, etc. En general, la inteligencia emocional:

Ayuda a triunfar en todas aquellas áreas de la vida que implican relacionarse con los demás y favorece el mantenimiento de relaciones de manera satisfactoria.

Ayuda a mantener una mejor salud al ser capaces de manejar mejor el estrés y las emociones negativas como ansiedad, sin dejar que les afecten en exceso o durante demasiado tiempo. El estrés no manejado correctamente puede repercutir negativamente en la salud mental, haciendo que seas más vulnerable a los trastornos de ansiedad y depresión. Además, la persona que

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no maneja bien sus emociones tiene muchos altibajos emocionales y cambios de humor que perjudican sus relaciones y su funcionamiento.

Ayuda a relacionarse mejor con los demás. Las personas con una alta inteligencia emocional son más capaces de expresar lo que sienten a los demás y entender lo que sienten los otros. Esto les permite comunicarse de manera más efectiva y crear relaciones más profundas, tanto en la vida personal como profesional.

Conclusión

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Ante cualquier acontecimiento que suceda en nuestras vidas, las emociones, tanto positivas como negativas, van a estar ahí, y pueden servirnos de ayuda y hacernos feliz o hundirnos en el dolor más absoluto, según cómo sea nuestra capacidad para manejarlas.

Las personas con una alta inteligencia emocional no necesariamente tienen menos emociones negativas, sino que, cuando aparecen, saben manejarlas mejor. Tienen una mayor capacidad para identificarlas y saber qué es lo que están sintiendo exactamente y también para identificar qué sienten los demás.

Al ser capaces de identificar y entender mejor las emociones, mejoramos nuestra habilidad para relacionarnos con los demás (empatía), tener más éxito en las actividades que realizamos y llevar vidas más satisfactorias.

La inteligencia emocional, al final debe perseguir la paz interior y la felicidad. Porque lo único que determina nuestra felicidad son las emociones. Si nuestras emociones están geniales, nuestra vida irá genial. Si nuestras emociones van fatal, nuestra percepción de la vida será depresiva, y de fracaso.

Debido a lo dicho anteriormente podemos concluir con que el desarrollo constante y evolutivo de nuestra inteligencia emocional es de suma importancia por el simple hecho de que nos ayuda a ser exitosos, y aun más importante conseguir y mantener un estado de felicidad y paz tanto propia, como con el ambiente que nos rodea.

Bibliografía

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Libro: Inteligencia Emocional

Autor: Daniel Coleman (Stockton, California, 1946) psicólogo estadounidense de

gran reputación, graduado en el Amherst College y doctorado por la Universidad de

Harvard.

http://definicion.de/emocion/

http://definicion.de/inteligencia-emocional/

http://motivacion.about.com/od/psicologia/a/Que-Es-La-Inteligencia-Emocional.htm

http://www.inteligencia-emocional.org/articulos/aprender-sobre-las-emociones.htm

http://www.alvarotineo.com/articulos/inteligencia-emocional

http://www.crecimiento-y-bienestar-emocional.com/reconocer-sentimientos.html

http://www.psicoactiva.com/tests/inteligencia_emocional.htm