Inteligencia emocional para la comunicación publicitaria
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Inteligencia Emocional para la Comunicación Publicitaria Escrito por José David Vergara López. La publicidad como forma de comunicación masiva afecta en buena parte el desarrollo social y humano. Cualquier concepción de la naturaleza humana que soslaye el poder de las emociones pecará de una lamentable miopía. Daniel Goleman.
Me resulta bastante incómodo encontrar que todavía desde la academia se imparta el concepto errado del verdadero significado de la publicidad y que desde las aulas se desvirtúe el rol que juega esta profesión en la sociedad; es una lástima que aún se mire y se conciba a la publicidad como una actividad encaminada únicamente hacia las ventas y que sólo se mida y se interprete en índices o en indicadores de efectividad. Ya es tiempo de despojar a la publicidad de ese ropaje comercial y de desprenderle el fastidioso rótulo mercantilista que además de inculcar falsos valores éticos y morales, les tapa los ojos de la razón a estudiantes y a seguidores de esta profesión humana y comunicacional. Si comprendemos que la publicidad más que una herramienta de venta es una herramienta comunicacional, se nos facilitaría interpretar su alto contenido humano y social, que está para la construcción de estrategias que generen impulsos emocionales en los seres humanos; estos impulsos no son otra cosa que sentimientos que buscan expresarse en la acción, y ésta última, tan sólo ésta última es la transacción compra – venta. El psicólogo y redactor científico Daniel Goleman en su libro Emotional Intelligence (Inteligencia Emocional), nos habla de que el autocontrol y el altruismo son dos actitudes morales que nuestro tiempo necesita con urgencia, y es que detrás o antes de la finalidad transaccional de la publicidad debe existir una raíz altruista que permita comprender las emociones de los demás, que lleve a los profesionales a ser lo más humanamente considerados y sensibles de las necesidades de sus públicos y no dejarse llevar únicamente por la desesperación de generar ventas.
Una nueva visión del aprendizaje y de la enseñanza sería dotar de
inteligencia emocional la profesión de la publicidad desde las aulas de
clase, no sólo para romper y cambiar el paradigma educativo sino
también para estimular la creatividad en estudiantes y docentes, que
academia y profesionales reflexionen sobre el papel que deben
desempeñar en la sociedad, y que éstos tomen conciencia humana del
dominio que tienen sobre los impulsos emocionales de sus públicos,
quienes para consumir, primero deben entender un mensaje para
emocionarse, es decir, primero son humanos que simples
consumidores.
El gran desafío de esta actividad tan atractiva y apasionante como es la
comunicación publicitaria, estaría entonces en no tomar de manera
estrictamente comercial y mercadológica el proceso y desarrollo de
estrategias publicitarias, como nos dice Eduard Punset: Las emociones
están en el comienzo, en medio y al final de cualquier proyecto; las
emociones o sentimientos desempeñan el papel más importante en la
toma de las decisiones más racionales, nos permiten incluso, ver y
elegir productos o servicios que nos ofrecen la estrategias de
comunicación publicitaria.
A quienes desde la actividad profesional de la comunicación publicitaria
nos interese anteponer lo humano a lo comercial, debemos establecer
momentos en los que pensar y hacer pensar sobre la función altruista
de la publicidad permita armonizar primero la relación mente – corazón
que mente – bolsillo; debemos hacer uso de todo nuestro conocimiento
para aportarle primero que todo al ser humano y a la sociedad que a las
arcas de los anunciantes.
No subvaloremos nuestra profesión ni despreciemos a quienes nos
dirigimos, que todos nuestros impulsos estén siempre dentro de una
marco social para que generen y aporten siempre al desarrollo social y
humano.
Termino citando un chiste infantil que Daniel Goleman nos cuenta en su
libro Inteligencia Emocional que dice que no deberíamos extrañarnos si
dentro de unos años tenemos que trabajar para quien hoy en día
consideramos tonto.