Interaccionismo Simbolico

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Interaccionismo Simbólico El interaccionismo simbólico es una ciencia interpretativa y una orientaciones metodológicas que comparte las ideas básicas del proceso hermenéutico o interpretativo. En donde se trata de comprender y a su vez representar los distintos proceso de creación y asignación de significados al mundo de que nos rodea, y que ve manifestado en nuestro comportamiento al interactuar con las demás personas. Siendo entendida también, como una teoría Psicosocial. Para entender esta teoría es necesario comprender que sus orígenes se basan, en la filosofía del pragmatismo y el conductismo psicológico, como señala George Ritzer (Teoría sociología Moderna, 2002). Siendo estos dos aspectos los que fomentaron los lineamientos y la construcción por parte de George Mead en las primeras décadas del siglo XX del concepto de interaccionismo simbólico, siendo Herbert Blumer junto a otros autores los que terminaron de definir el concepto, dando origen a la teoría de interacción simbólica. Por un lado el pragmatismo llevo a Mead a “concebir a los individuos como actores existencialmente libres que aceptan, rechazan, modifican las normas, roles, y/o creencias, etc. de la comunidad de acuerdo con sus intereses personales y planes del momento». En cambio, para otros exponentes, lo importante esta en la sociedad y en como constituye y controla los diversos procesos mentales de los individuos, haciendo que los actores no sean libres, produciendo sus cogniciones y conductas estén controladas por el conjunto de la comunidad en la que se desarrollan (Ritzer, 2002: 215). Por otro el conductismo lo influencia en su teoría al momento de reconocer la importancia que tienen en la vida las conducta observable, pero también creía que había aspectos encubiertos de la conducta de las personas que fueron ignoradas por otros estudiosos. Es por eso que no se contento con trabajar solo desde esa postura, sino intentó, extender la ciencia empírica del conductismo, es decir, a lo que ocurre entre el estímulo y la respuesta, tanto en lo observable como en lo que no se logra comprender. O esto es lo señala Bernard Meltzar: “Para Mead, la unidad de estudio era «el acto», que comprende tanto aspectos encubiertos como aspectos descubiertos de la acción humana. Dentro

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Analisis de la teoria sociologica del interaccionismo simbolico

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Interaccionismo Simbólico

El interaccionismo simbólico es una ciencia interpretativa y una orientaciones metodológicas que comparte las ideas básicas del proceso hermenéutico o interpretativo. En donde se trata de comprender y a su vez representar los distintos proceso de creación y asignación de significados al mundo de que nos rodea, y que ve manifestado en nuestro comportamiento al interactuar con las demás personas. Siendo entendida también, como una teoría Psicosocial. Para entender esta teoría es necesario comprender que sus orígenes se basan, en la filosofía del pragmatismo y el conductismo psicológico, como señala George Ritzer (Teoría sociología Moderna, 2002). Siendo estos dos aspectos los que fomentaron los lineamientos y la construcción por parte de George Mead en las primeras décadas del siglo XX del concepto de interaccionismo simbólico, siendo Herbert Blumer junto a otros autores los que terminaron de definir el concepto, dando origen a la teoría de interacción simbólica.

Por un lado el pragmatismo llevo a Mead a “concebir a los individuos como actores existencialmente libres que aceptan, rechazan, modifican las normas, roles, y/o creencias, etc. de la comunidad de acuerdo con sus intereses personales y planes del momento». En cambio, para otros exponentes, lo importante esta en la sociedad y en como constituye y controla los diversos procesos mentales de los individuos, haciendo que los actores no sean libres, produciendo sus cogniciones y conductas estén controladas por el conjunto de la comunidad en la que se desarrollan (Ritzer, 2002: 215). Por otro el conductismo lo influencia en su teoría al momento de reconocer la importancia que tienen en la vida las conducta observable, pero también creía que había aspectos encubiertos de la conducta de las personas que fueron ignoradas por otros estudiosos. Es por eso que no se contento con trabajar solo desde esa postura, sino intentó, extender la ciencia empírica del conductismo, es decir, a lo que ocurre entre el estímulo y la respuesta, tanto en lo observable como en lo que no se logra comprender. O esto es lo señala Bernard Meltzar:

“Para Mead, la unidad de estudio era «el acto», que comprende tanto aspectos encubiertos como aspectos descubiertos de la acción humana. Dentro del acto, la totalidad de las diferentes categorías de las psicologías ortodoxas tradicionales encuentran su lugar. La atención, la percepción, la imaginación, el razonamiento, la emoción, etcétera, son consideradas como parte del acto... el acto, pues, engloba todos los procesos implicados en la actividad humana” (Meltzer, 1964/1978: 23; en Ritzer, 2002: 216).

Tiempo mas tarde, Blumer trabajo que este mismo termino utilizado por Mead, en el tiempo en que fue su alumno, fundando lo que hoy se conoce como interaccionismo Simbólico. Mientras Mead desarrollo su estudio en diferenciar el interaccionismo simbólico naciente del conductismo, Blumer baso su trabajo en la creencia de que el interaccionismo simbólico batallaba en dos frentes. Primero, contra el conductismo reduccionista que preocupaba a Mead. En segundo lugar, estaba la grave amenaza de las teorías sociologistas, en especial del funcionalismo estructural. Ya que para Blumer, el conductismo y el funcionalismo estructural tendían a centrarse en los factores (tales como los estímulos externos y las normas) como determinantes de la conducta humana. En opinión de este mismo, ambas perspectivas ignoraban los procesos cruciales por los que los actores confieren significado a las fuerzas que actúan sobre ellos y sus propias conductas (Morrione, 1988; en Ritzer, 2002: 218). También criticó a los que se centraban en los motivos conscientes e inconscientes. En particular le molestaba la idea de que las personas se movieran por impulsos independientes y mentalistas sobre los que no pueden controlar. En general Blumer, se oponía a toda teoría social que ignorara el proceso por el cual los actores construían el significado y los símbolos en el desarrollo de su vida, es decir, que olvidaban el hecho de que los actores tienen self y de que a su vez, se

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relacionan consigo mismos, lo que les permite ir evolucionando en la relación con los demás y consigo mismo.

Es por es que cuando se habla de Interaccionismo Simbólico, se hace referencia a la capacidad que todo hombre social tiene de aprender y/o construir los significados y los símbolos, que con el paso del tiempo y nuestro desarrollo, nos va permitiendo ejercer la capacidad de pensar. Siendo esto ultimo lo que nos hace distinto de otros seres vivos, siendo seres racionales que van desarrollando durante su vida la capacidad de pensamiento, siendo están modeladas por la interacción social, lo que va con el paso del tiempo modificando o alterando los significados y los símbolos que usamos en la acción o acto a la base de como interpretamos las distintas situación que enfrentamos. Haciéndonos además, capaces de introducir estas modificaciones y alteraciones en el desarrollo de nuestra vida, debido a en parte, a la capacidad que poseemos para interactuar con nosotros mismos, lo que a su vez, nos permite examinar los posibles cursos de acción, y valorar las ventajas y desventajas relativas que existen para luego elegir uno (Ritzer, 2002: 271). Es decir, el interaccionismo simbólico ve al el individuo, como ser social, que vive en interacción con otros individuos y/o grupos sociales, y son estos procesos de interrelación los que contribuyen de forma decisiva a la configuración de la personalidad del individuo y su desarrollo con el medio que lo rodea, siendo a su vez, este que construye su medio social en relación con la capacidad de pensar los actos que ejerce y como se mueve en relación a otros, tratando de moldear su entorno a sus propias necesidades y la de los demás.

“Las personas actúan sobre los objetos de su mundo e interactúan con otras personas a partir de los significados que los objetos y las personas tienen para ellas. Es decir, a partir de los símbolos. El símbolo permite, además, trascender el ámbito del estímulo sensorial y de lo inmediato, ampliar la percepción del entorno, incrementar la capacidad de resolución de problemas y facilitar la imaginación y la fantasía” (Blumer, 1938; véase en Ritzer, 2002).

Para entender mejor esta teoría, es necesario comprender los lineamientos que los distintos autores han trabajado hasta la actualidad, siendo los principales George Mead y Herbert Blumer, sin olvidarnos de los aportes realizados con el tiempo por parte de Charles Cooley, Rosenberg y Erving Goffman.

George Mead.

Estudió en Harvard filosofía y psicología, también fue pragmatista, siguiendo la huella de W. James, y su postura se llamó conductismo social o interaccionismo simbólico. Para él, el individuo es un producto de la interacción da entre este mismo y la sociedad en la se encuentra, de la cual surge la “mente”. Plantea que la mente surge cuando se da la comunicación (la conversación de gestos significantes) y en la experiencia social de las personas. Por otro lado, añade que muchas de las acciones humanas se dan como respuesta a otras acciones del sociales, principalmente de grupo, porque todo grupo tiene un sistema de signos que significan algo. Haciendo una diferenciación en cuanto a lo que se entiende como señales y lo que se entiende por símbolos. Por un lado entiende a una señal como algo que se refiere directamente a alguna cosa especifica, porque cada señal establece un significado preciso y único. Y por otro lado, los símbolos son muy diferentes a las señales, ya que es una designación arbitraria, ambigua y abstracta de algo – pudiendo ser un objeto, evento, personas, relación, condición o proceso-, porque tanto como las personas que los usan y las personas que los ven, lo pueden entender e interpretar de distintas maneras dependiendo del contexto en que se encuentren inmersos (Pérez y otros at., 2007).

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Existiendo dentro de sus planteamientos elementos constituyente de su teoría, como los son el acto, los gestos, los símbolos significantes, los procesos mentales y el self.

El Acto

Considerándolo la unidad básica de su planteamiento, pero como el mismo señala, en si no es un fenómeno emergente, sino al contrario es de donde emergen los demás elementos o aspectos del análisis que realiza Mead. Siendo aquí donde lo que el plantea se asemeja mas a un enfoque conductista, centrándose principalmente en el estimulo y su respuesta dependiendo del contexto en el surja. Ahora bien, Mead creía que el estímulo no provocaba una respuesta automática e irreflexiva en el actor humano. Como señaló, “Concebimos el estímulo como una ocasión u oportunidad para actuar, no como una compulsión o mandato” (Faris, 1982; en Ritzer, 2002: 221).

Es por esto que Mead para plantear de mejor manera lo que hablaba, identificó cuatro fases fundamentales e interrelacionadas del acto, las cuales representan un todo orgánico, es decir, se relacionan entre si para construir el acto. La primera fase es la del impulso, que se basa principalmente en el estímulo sensorial inmediato y la reacción que se tiene estimulo, es decir, la necesidad de hacer algo como respuesta. Considerándose también, no sólo la situación inmediata, sino también las experiencias pasadas y las posibles consecuencias del acto siendo determinante el entorno en el que se encuentra involucrado (Faris, 1982; en Ritzer, 2002: 222). La segunda fase es la percepción, en donde se reacciona a un estímulo relacionado con el impulso y las diversas maneras disponibles de satisfacerlo. Es por esa razón que la percepción implica tanto los estímulos entrantes como las imágenes mentales que crean, generando que las personas no respondan de inmediato al estimulo sino que lo piensen a partir de lo que la mente genera, eligiendo el elemento que mas lo satisfaga. En este sentido, Mead señala que la percepción y el objeto no pueden separarse uno de otro, ya que es esto lo que hace la persona entienda su contexto como tal y no como una imagen abstracta. La tercera es la fase de la manipulación, siendo esta la acción que la persona emprende con respecto a a lo que se percibe. Esta fase constituye, para Mead, una pausa temporal importante en el proceso, porque mientras transcurre no se manifiesta una respuesta inmediatamente, ya que cuestiona el objeto manipulado, en relación a experiencias vividas. Y por ultimo la cuarta fase del acto, la consumación que en términos más generales, equivale a emprender la acción que satisface el impulso original (Faris, 1982; en Ritzer, 2002: 223 - 224). Como ya mencione estas cuatro fases trabajan en conjunto en cuanto al acto que desarrolla el individuo y la sociedad que lo rodea. O como lo expresa la idea de Baldwin:

“Aunque, en algunos casos, las cuatro fases del acto parecen estar vinculadas en un orden lineal, realmente se compenetran para constituir un proceso orgánico: los aspectos de cada fase están presentes en todo momento desde el principio del acto hasta el final, de manera que cada fase afecta a las demás” ( Baldwin, 1986: 55-56; en Ritzer, 2002).

Los Gestos

Mientras el acto implica una sola persona, el acto social implica dos o más personas, por eso que el gesto es, para Mead, el mecanismo básico del acto social en particular y del proceso social en general. Ya que como él mismo señala “Los gestos son movimientos que actúan como estímulos específicos de respuestas (socialmente) apropiadas” entre los individuos que se relacionan en la sociedad (véase Ritzer, 2002: 225).

En este sentido, Mead clasifica los gestos de dos maneras. Los primeros se basan en acciones

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inconscientes, es decir, gestos no significantes. Son aquellos que no posee un significado claro y se actúa de manera instintiva (impulso) ante el estimulo. Los otros son los gestos significantes, que son aquellos que requieren la reflexión por parte del actor antes de que se produzca la reacción, entregándole un significado a la acto que se realiza (Pérez y otros, 2007). En este sentido, el gesto significante al que Mead le entrega mayor valor es al gesto vocal, propio del hombre por naturaleza y que es particularmente importante en el desarrollo de los gestos significantes en el interior de la sociedad. Sin embargo, no todos los gestos vocales son significantes, sino solo los que se pueden comprender, es decir, que se desarrollan o constituyen por el lenguaje en común que poseemos entre los seres humanos. Como señala Mead, recogido por el libro de George Ritzer, “La especialización del animal humano dentro de este campo del gesto ha sido responsable, en definitiva, del origen y desarrollo de la actual sociedad humana y de sus conocimientos, con todo el dominio sobre la naturaleza y sobre el medio humano que hace posible la ciencia” (Mead, 1934/1962: 14; en Ritzer, 2002).

En este sentido, Mead también deduce que el gesto vocal puede influir en el hablante del mismo modo que lo hace en los oyentes, siendo este mucho mas determinante, puesto que nos da la capacidad de controlarlos o detenerlos por nuestra capacidad de pensar, a diferencia de los gestos físicos en los que muchas veces no somos consciente de su realización.

Los símbolos significantes

Un símbolo significante hace referencia a un gesto que sólo los humanos somos capaces de realizar, produciendo que estos gestos se conviertan en símbolos significantes cuando surgen de un individuo en relación con otros, que se van constituyen de cierta manera en un mismo tipo de respuesta (no necesariamente idéntica), que se supone provocara el mismo efecto a aquellos a quienes se dirigen el acto o acción.

Como ya indique existen los gestos vocales como físicos, los cuales permiten entender de distinta manera las interacciones sociales que el individuo experimenta. Siendo los mas significativo los gestos vocales, ya que su mayoría llega a convertirse en símbolos significantes, transformándose en un lenguaje común que se comparte con otros sin importar las circunstancia en que se den, puesto que el lenguaje proviene de una construcción social en común con otros, ya sea por las experiencias vividas o transmitidas. Ejemplo de estos es una conversación a base de gestos, en la cual sólo se comunican gestos, sin que todos los involucrados necesariamente entiendan el mensaje que se quiere entregar. Sin embargo, el lenguaje implica la comunicación tanto de gestos como de sus significados, en donde la mayoría de los actos el significado del mensaje se entiende sin importar el contexto en el que se desarrollo. Haciendo así posible el desarrollo de los procesos mentales que el individuo experimenta en el transcurso de la vida. De hecho, Miller asigna al símbolo significante el papel central en la teoría de Mead, señalando que

“El fruto más importante de la reflexión de Mead es la comprensión de que el símbolo significante, el símbolo del lenguaje, consiste en un gesto cuyo significado lo forman tanto el que lo hace como el que lo recibe. Dedicó gran parte de su vida intelectual a aclarar las implicaciones de esta idea” (1982a: 10-11; véase en Ritzer, 2002).

Los procesos mentales

Hace referencia a un conjunto de elementos o contenidos que constituyen el pensamiento individual y social del ser humano, y que a su vez influyen en como nos involucramos en la sociedad. Siendo estos la inteligencia, la conciencia y la mente.

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Entendiéndose a la inteligencia como la adaptación mutua de los actos o acciones que los entes sociales desarrollan a través del uso de símbolos significantes construidos o aprendidos de la experiencias vividas, guiadas principalmente por los razonamientos que vamos produciendo con el tiempo, que nos llevan a determinar nuestro accionar, sin dejarnos llevar por los instintos, diferencia de otros seres vivos. Es decir, la capacidad de elegir entre una serie de acciones que hacen probable que las elecciones de los humanos se adapten mejor a la situación que se enfrentan (Mead, 1934/1962: 99; véase en Ritzer, 2002).

Por otro lado, Mead señala que la conciencia se debe entender como un proceso social que se va desarrollando a partir de la procesos mentales que vamos construyendo por los estímulos externos que adquirimos. Siendo el punto inicial para mediar nuestras acciones frente a otros, dándonos los lineamientos para participar en al sociedad.

“La conciencia es funcional, no sustantiva; y en cualquiera de los principales sentidos del término debe ser ubicada en el mundo objetivo, antes que en el cerebro; pertenece al medio en que nos encontramos, o es característica de él. No obstante, lo que está ubicado en el cerebro, lo que se lleva a cabo en él, es el proceso fisiológico por el cual perdemos y recuperamos la conciencia” (Mead, 1934/1962: 112; véase en Ritzer, 2002).

En este sentido Mead, también ve en la Mente como un proceso y no algo que se encuentra alojado en el cerebro de las personas. Mas bien, señala que la mente viene a ejercer de conversación o pensamiento interno consigo mismo, a partir de los estímulos externos que experimentamos. La mente al igual que la conciencia es el punto de ordenamiento de las ideas, acciones y/o decisiones que tomas como individuos y que influyen en la sociedad, como la sociedad también influye en como nos comportamos frente las situaciones o estímulos (Ritzer, 2002: 229).

El Self

El self (el Yo y el Mí) se entiende como la capacidad de considerarse a uno mismo como objeto; es decir, el self nos permite ver al sujeto como el objeto de estudio. Como todo concepto al que hace referencia Mead, este presupone también ser parte de proceso social, como ente que conjuga con el lenguaje como forma de comunicación del individuo a la sociedad y vice versa (Pérez y otros at., 2007). surgiendo con el desarrollo que va teniendo la persona al relacionarse y comunicarse socialmente con otros.

Según su planteamiento el self se relaciona con la mente, ya que participa del proceso reflexivo que se va desarrollando en este. Y al igual que todos los fenómenos mentales, Mead rechaza la idea de ubicarlo en la conciencia del individuo, señalando que mas bien depende de las experiencias sociales y los procesos la construcción de este. Es decir, como los estímulos que adquirimos nos van haciendo actuar de determinada manera en los contextos en que nos desenvolvemos (Véase en Ritzer, 2002). Señala además, que el mecanismo que permite el desarrollo de este es la reflexión, o la capacidad de ponernos inconscientemente en el lugar de otros y de actuar como lo harían ellos, siendo capaces de examinar por si mismos como los otros nos examinan. Ya que es mediante ante la reflexión que el proceso social es internalizado en la experiencia de los individuos implicados en él; permitiendo al individuo adoptar la actitud del otro hacia él. (Mead, 1934/1962: 134; Véase en Carabaña y Lamo de Espinosa, s/f). Lo que busca Mead al estudiar el self, es la capacidad de los individuos de salir «fuera de sí» para poder evaluarse a sí mismos, para poder convertirse en objetos para sí.

Por decirlo de otro modo, el self requiere ser miembro de una comunidad y conducirse según las

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actitudes comunes a la comunidad para lograr su pleno desarrollo y para eso se requiere que todos los miembros de la comunidad o grupo social, se sienta participe de este. Ya que mediante el trabajo colaborativo el individuo logra satisfacer y a su vez comprender los símbolos significantes construidos en sociedad (Véase en Carabaña y Lamo de Espinosa, s/f: 190).

Siendo el planteamiento de Mead, el señala que el self tiene ámbitos de análisis, el primero el “yo” como la respuesta inmediata de un individuo a otro en su interrelación, pero Mead indica que no somos totalmente conscientes del yo, produciendo que nuestros propios actos nos sorprendan y nos lleven a plantearnos nuestro accionar. Llegando a ser conscientes de él únicamente cuando se ha realizado el acto en concreto, solo conociéndolo cuando queda presente en nuestros recuerdos (Ritzer, 2002: 233). Por otro lado el “mí”, se entiende conjunto organizado de actitudes de los demás a los que uno se une. En otras palabras, el mí es la adaptación de nosotros mismo a los otros entes sociales. A diferencia de lo que ocurre con el “yo”, las personas son conscientes del “mí”, ella que este ultimo implica la responsabilidad de manera consciente (Mead, 1934/1962: 197; Véase en Ritzer, 2002: 234- 235).

Mead de igual manera, analiza el «yo» y el «mí» en términos pragmáticos. En donde el «mí» permite al individuo vivir cómodamente en el mundo social, mientras el «yo» hace posible el cambio de la sociedad, ya que indica que la sociedad proporciona la suficiente conformidad para permitir que funcione, y se produzca un flujo constante de nuevos desarrollos para evitar un limitante del proceso social en que se vive. Es decir, el juego en que se ven inmersos el Yo y el Mí, es constante y es el camino que permite generar las transformaciones en al sociedad (Véase en Carabaña y Lamo de Espinosa, s/f: 202).

Con el paso del tiempo esta teoría fue desarrollada por un seguidor de de Mead, el cual buscaba consolidarla como una teoría consistente de la microsociologia.

Herbert Blumer

Fue alumno y seguidor de George Mead y junto con otros colegas, sintetizando los planteamientos que Mead utilizo para la conformación de lo que se conoce como interaccionismo simbólico. Centrando su estudio en la capacidad de pensamiento, el pensamiento e interacción con la sociedad, el aprendizaje de significados y símbolos, la acción y la interacción de estos en la sociedad. Tratando de el mismo generar un concepto especifico para el Self.

“La facultad de pensamiento capacita a las personas para actuar reflexivamente en lugar de conducirse irreflexivamente. Es más probable que las personas diseñen y guíen lo que hacen que renuncien a ello” (véase en Ritzer, 2002: 239).

Para Blumer como para otros interaccionistas, la mente se distingue del cerebro como elemento fisiológico, señalando que no todos poseen la misma capacidad de reflexionar por el hecho de tener un cerebro. Ya que estos no conciben a la mente como una cosa, sino mas bien, la conciben como un proceso ininterrumpido que se desarrolla con las distintas transformaciones que experimenta las sociedad en interacción con el individuo, construyendo así los significados y símbolos que como sociedad poseemos.

La capacidad humana de pensar se desarrolla en el proceso de socialización de la primera infancia y se van transformando durante la socialización en edades adultas. Los interaccionistas simbólicos tienen un concepto del proceso de la socialización que difiere del de muchos otros sociólogos. Para

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los interaccionistas simbólicos la socialización es un proceso más dinámico que permite a las personas desarrollar la capacidad de pensar. Además, la socialización no constituye un proceso unidireccional en el que el actor recibe información; se trata de un proceso dinámico en el que el actor da forma y adapta la información a sus propias necesidades (Manís y Meltzer, 1978: 6; en Ritzer, 2002).

Por supuesto, los interaccionistas simbólicos no se preocupan sólo de la socialización, sino mas bien les interesa la interacción en general. Entendiéndose a la interacción como el proceso en el que se desarrolla y se expresa la capacidad de pensamiento. Sin embargo, no toda interacción implica pensamiento. Es importante aquí la distinción que hizo Blumer, siguiendo los planteamientos de Mead, en lo que hace referencia a la existencia dos formas básicas de interacción social. La primera, la interacción no simbólica (gestos físicos) que no requiere de un proceso mental concreto y que se puede dar de manera inconscientes. La segunda, la interacción simbólica (gestos verbales), requiere un proceso mental y que permite desarrollar la reflexión en el individuo. (Carabaña y Lamo de espinosa, s/f: 205)

La importancia que tiene pensamiento para los interaccionistas simbólicos se ve reflejada en su concepción de los objetos. En este sentido, Blumer distingue entre tres tipos de objetos: objetos físicos o materiales, objetos sociales, como las personas y sus relaciones, y objetos abstractos, como una idea o un principio moral. Estos objetos son simplemente cosas que se encuentran en el mundo real en el que nos desenvolvemos; siendo lo mas relevante el modo en que los actores los definen a partir de como los perciben (Pérez y otros at., 2007). Esta perspectiva conduce comprender como se relaciona los diferentes significados que damos los individuos a los diferentes objetos que apreciamos, como señala Blumer “En este sentido un árbol constituye un objeto diferente, tanto para un botánico, un carpintero, un poeta y un jardinero, dependiendo del contexto y significado con que se aprecie” (Blumer, 1969b: 11; véase en Ritzer, 2002).

Aunque Mead señala el significado no se deriva de los procesos mentales, sino más bien proceso de la interacción. Centro su estudio en la acción y la interacción humana como la fuente de desarrollo de la capacidad mental que poseemos, no dándolo importancia a los procesos mentales aislados (Carabaña y Lamo de espinosa, s/f). En este los interaccionistas indican que la preocupación central no se encuentra en el modo en que las personas crean mentalmente los significados y los símbolos, sino en el modo en el que los aprenden durante la interacción en general y la socialización, es decir, en las distintas relaciones sociales en las que nos desenvolvemos (véase en Ritzer, 2002: 241). Mientras las personas responden a los signos irreflexivamente, en cambio, en relación a los símbolos responde de una manera enteramente reflexiva.

Por un lado, los signos significan algo por sí mismos y no requieren mayor interpretación entre los individuos, puesto que se adquieren por medio de la estimulación. Los símbolos son objetos sociales que se usan para representar cualquier cosa que las personas acuerden representar que las personas quieran comprender en el transcurso del tiempo (Charon, 1985: 39; véase en Ritzer, 2002), siendo estos últimos los que permiten a las personas actuar de cierto modo. Puesto que son motivos por el lenguaje construido en comunidad, cumpliendo así una serie de funciones específicas para el actor en si mismo, que para el acto en que este efectúa (Charon, 1985; véase en Ritzer, 2002).

Blumer especifica en la importancia que tiene los símbolos en el desarrollo de las relaciones sociales, ya estos permiten que los objetos sociales y materiales se vinculen, permitiendo así el nombrarlos, clasificarlos y recordarlos en el transcurso del tiempo y a su vez, transmitirlos entre los individuos

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sociales. Siendo el lenguaje la principal herramienta de propagación. Añade a esto, que son los símbolos los incrementan la capacidad de las personas para percibir su entorno, aumentando así la capacidad de pensamiento, entendiéndose como una interacción simbólica en si mismo, ampliándose así las capacidades para resolver diversos problemas. También brinda en el transcurso del tiempo la capacidad de trascender, permitiendo a las personas imaginar las experiencias vividas en el pasado y las que se vivirán en el futuro (Miller, 1981; véase en Ritzer, 2002).

Según Blumer, en el proceso de la interacción social las personas comunican simbólicamente significados a otra u otras implicadas en dicho proceso. Los demás interpretan esos símbolos y orientan su respuesta en función de su interpretación de la situación. En otras palabras, en la interacción social los actores emprenden un proceso de influencia mutua (Pérez y otros at., 2007).

Por otro lado, Blumer retoma la idea del self en Mead y Cooley, y lo definió como un proceso que ayuda a los seres humanos a actuar y no sólo a responder a los estímulos externos, mediante la interpretación de la situación, siendo un proceso que pasa por dos fases distintas: La primera, plantea que el actor se identifica a sí mismo con las cosas hacia las que está actuando o dirige su actuar. Y la segunda fase, plantea que el actor manipula los significados: es decir, selecciona, investiga, elimina, reagrupa y transforma los significados a la luz de la situación en que se encuentra y la dirección que toma su accionar (véase en Ritzer, 2002).

La obra más importante sobre el self en el interaccionismo simbólico es la de Erving Goffman, titulada La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959). Como señala Ritzer en su libro, Goffman con esta obra apunta, que con el fin de mantener una imagen estable del self, las personas actúan para sus audiencias sociales, tratando de hacer lo que se espera de ellas de manera de que las representaciones que se realizan sean lo mas apegadas a la realidad que se experimenta (Teorías sociológicas moderna, 2002: 277).

Siendo con lo que plantea Blumer en la teoría, este hace referencia a que la interacción de los individuos y los grupos en los que se desenvuelven, en conjunto significado de los símbolos que se van analizando con el transcurso del tiempo van cambiando y así mismo provocan transformaciones en los signos y símbolos ya existentes, dándoles un nuevo significado acorde al fenómeno que experimenta o analiza (Pérez y otros at., 2007)

Es por esto, Blumer criticó la sociología que trabaja de manera ciega (en relación al desarrollo de sus estudios), ya que creía que los métodos cuantitativos eran menos útiles de lo que decían los sociólogos convencionales. Criticaba el hecho de utilizar el reduccionismo como forma de analizar la complejidad del mundo social a variables científicas. Señalando las correlaciones simplista de variables ignoraba el proceso interpretativo clave para comprender la vida social, es decir, se pierde el entendimiento pleno de las interrelaciones personales en las que las personas se desenvuelven (Carabaña y Lamo de espinosa, s/f). En este sentido, Blumer recomienda el uso de “conceptos sensibilizadores”, puesto que estos son menos violentos para estudiar el mundo real y, además de sugerir nuevos objeto de estudio y donde buscarlos. Aboga por el uso de la introspección simpática para estudiar la vida social, es decir ponerse en el lugar del otro, tratando de comprender e interpretar los significados que se encuentran detrás de lo que expresan los individuos y sus relaciones (Pérez y otros at., 2007)

El Interaccionismo Simbólico, al igual que otras teorías psicosociales, tiene una serie de limitaciones

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que determinan el estudio de lo social, entre ellas cabe destacar, el rechazo de las técnicas científicas convencionales (cuantitativas), ya que ciencia y subjetivismo no deben considerarse realidades excluyentes entre sí. Sin embargo al tratarse de una teoría cuyos conceptos esenciales son definidos con vaguedad (self, yo, mí), o mejor dicho variarían de un autor a otro, lo que no le proporcionaría un pilar teórico consistente, omite la importancia de factores psicológicos como lo inconsciente, lo emocional, las necesidades, que también influyen en el accionar de los individuos en la sociedad (Carabaña y Lamo de Espinosa, s/f).

Referencias:

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Ritzer, G. (2002), Teoría Sociológica Moderna, “Capitulo 5: Interaccionismo simbólico”. Madrid: Ed. McGrawHill, 2002, pp. 214-262.

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